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LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Colección Liturgia 13 COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA DIÓCESIS DE CHOSICA (LIMA-ESTE)

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS “En la santa Unción, que va unida a la oración de la fe, se expresa ante todo la fe que hay que suscitar tanto en el que administra como, de manera especial, en el que recibe el sacramento; pues lo que salvará al enfermo es su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección de Cristo, de donde brota la eficacia del sacramento y entrevé el reino futuro cuya garantía se ofrece en los sacramentos”. La santa Unción está destinada a los que se encuentran seriamente afectados por la enfermedad y no a los moribundos. Descúbrase cómo en esa especial situación de ansiedad y prueba, el hombre necesita verse robustecido con la gracia del Espíritu Santo, para vencer las tentaciones del enemigo, superar la angustia de la muerte y recuperar tal vez la salud perdida”. (Ritual de la Unción, 7 y 49).

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS I/. LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO El deterioro físico y psicológico forman parte del proceso de la vida humana. Células y moléculas tienen una vida limitada y, aún cuando las ciencias humanas y los mejores medios económicos han permitido controlar muchas enfermedades y prolongar la vida humana, es inalcanzable la utopía de la “eterna juventud”. La enfermedad, el sufrimiento moral y el mal forman parte de la vida humana que la sitúan ante una frontera en la que el hombre no puede quedar neutral sino que debe definir su postura en el sentido que da a su propia vida. Una cosa es saber que debemos enfermar y morir y otra muy distinta vivir personalmente esa experiencia. En la enfermedad el hombre experimenta sus límites y su impotencia que le pueden llevar a la angustia, la rebelión contra Dios y la desesperación o bien a dar un nuevo sentido a su vida y acercarse a Dios. La enfermedad grave supone una crisis profunda en el enfermo y en sus familiares. / Experiencia de fragilidad. El enfermo no se siente fuerte ni en su cuerpo ni en su espíritu. La enfermedad lo disminuye, no puede hacer lo que quiere, siente su vida limitada en muchos aspectos. 1

/ Incertidumbre ante el futuro: La muerte aparece como horizonte ya no tan lejano. Ya no puede estar seguro de sus planes para el futuro, todo se viene abajo. Y se pregunta si sanará y cómo quedará o si morirá. / Crisis de relación con los demás: Ya no se puede comunicar como antes, se reduce y cambia su relación con los demás y con sus familiares. Siente que no sufren como él, que no le comprenden. Y sin embargo necesita de ellos. / Crisis de fe. Se cuestiona el sentido de la vida y la misma verdad de Dios. Es tiempo de meditación y encuentro radical consigo mismo,.de plantearse el sentido de lo que cree y lo que espera más allá de esta vida. No todas las personas presentan las mismas disposiciones para enfrentarse a estas realidades. Las condiciones biológicas, psicológicas, sociales y religiosas varían en cada uno y por eso varía en ellos la respuesta que dan ante la enfermedad y el dolor. Los verdaderamente creyentes verán la enfermedad como parte del plan de Dios sobre ellos; los no creyentes como accidente de la vida (“así es la vida”) o como absurdo; unos la aceptarán con madurez; otros se rebelarán con infantilismo o desesperación o la aceptarán con estoicismo; muchos la verán como un castigo. La humanidad se ha preguntado siempre sobre el sentido del mal y del dolor. La Biblia ofrece respuestas diversas. El mal, el sufrimiento y la muerte se consideran fruto del pecado del hombre y a veces también castigo de Dios. Pero donde se agudiza el problema es al preguntarse por el sufrimiento del inocente. Job es el paradigma y trata de buscar respuestas a este enigma. El sufrimiento del justo es algo trágico, misterioso y humanamente injusto. Pero 2

Job se da cuenta de que en sus sufrimientos Dios está purificando su fe para ver si no es una fe interesada que sólo cree en Dios cuando todo va bien. Por último comprende que el sufrimiento es un misterio que nos revela el misterio de Dios. Nosotros no somos quiénes para pedirle cuentas. La fe ofrece un plano rico para enfrentar la enfermedad que es considerada como una “visita del Señor” amante de la vida y salvador. La enfermedad es una ocasión privilegiada para el encuentro con él, es una prueba a la fe del enfermo para ayudarle a progresar por el camino de la salvación más allá de las seguridades humanas. Exige profundizar l a s a c t i t u d e s y comportamientos de fe en una situación nueva y sincerarse consigo mismo y con Dios. La enfermedad invita a tener paciencia, a ver la vida propia y la ajena desde una dimensión más profunda y a alimentar la esperanza de recuperación y la más profunda de una vida mejor y superior a la presente. Pero la enfermedad debilita no sólo el organismo sino también el sentido espiritual. Y es ahí donde actúa sobre todo el sacramento de la Unción, en restituir a la persona la fuerza para vivir la vida sobrenatural, a pesar de las dificultades que presenta la enfermedad.

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II/. JESÚS Y EL SUFRIMIENTO Ya la figura del Siervo de Yavé (Is 53) da al sufrimiento un sentido redentor. El Siervo (figura que se cumple en Cristo) carga con los pecados de los demás por el bien de ellos. Con amor ofrece su vida como servicio a su pueblo con la confianza en la victoria final. La última palabra sobre el sentido del dolor no encuentra respuesta plena en la vida presente sino en la futura. La enfermedad y la muerte serán vencidas, Dios hará justicia y el justo que sufrió en esta vida vivirá con Dios después de la muerte. El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana en todo menos en el pecado. Pero sí asumió los efectos del pecado como el dolor, el sufrimiento y la muerte. Vino lleno del Espíritu con una clara misión liberadora de todo sufrimiento y anuncio del amor misericordioso de Dios (Lc 4, 18 s). Proclama felices a los pobres, a los que tienen hambre, a los que lloran y a los que son perseguidos (Lc 6, 20-22) iluminando el dolor con una nueva esperanza. Y uno de los signos de la llegada del Reino de Dios con él es que los enfermos son curados (Lc 7, 20-23). Frente a la concepción de que los sufrimientos son castigo de Dios afirma sobre el ciego de nacimiento que “ni él pecó ni sus padres sino que es así para que se manifieste la gloria de Dios” (Jn 9, 2-3). La misión evangelizadora de Jesús se concreta en la predicación del mensaje y las obras que lo acompañan. Estas obras son sobre todo curación de enfermos y alivio de sufrimientos. Los milagros los hace por compasión hacia los que sufren. A ellos les pide únicamente fe y confianza en él. Y envía a sus apóstoles con la misma misión de anunciar el mensaje y sanar enfermos ungiéndolos con aceite (Mc 6, 12-13). Este es el encargo que cumple la Iglesia ante los sufrimientos físicos y morales de los hombres. 4

Cristo pasó por las mismas situaciones vitales de los hombres. Experimentó el dolor y la angustia ante la muerte y hasta pidió a su Padre que le librara de ella, pero asumió con total disponibilidad su entrega a la muerte por nosotros. El dolor físico de sus torturas y crucifixión se hizo más agudo e insondable en la experiencia de soledad que le hizo clamar en la cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Pero se entregó totalmente confiado en las manos del Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). “Cristo no suprimió el sufrimiento y tampoco ha querido desvelar enteramente su misterio. El lo tomó sobre sí y eso es bastante para que nosotros comprendamos todo su valor” (Vat. II, Mensaje a los enfermos, 5). En su resurrección venció el pecado, la muerte y el dolor y nos ofrece un destino pleno con él donde ya no hay más dolor ni lágrimas ni muerte. En Cristo descubrimos que la enfermedad grave nos hace participar con él realmente en su Misterio Pascual: en el dolor, la pasión y la cruz, con la esperanza de vencer la enfermedad y recuperar la salud y con la proyección hacia una vida plena con Cristo en la resurrección.

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III/. EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS El cuidado de los enfermos atañe a varias clases de personas. Ante todo a los médicos, enfermeras y personal sanitario. Luego a la familia que cuida de la atención inmediata al enfermo y de la aplicación de las directrices de los médicos. Y por último se necesita la atención de los representantes de la Iglesia (sacerdotes, diáconos, ministros extraordinarios) y de la comunidad cristiana con servicios de caridad, comprensión, acogida y relaciones fraternas. La Iglesia cumple este servicio en nombre de Cristo que se identifica con los enfermos y los que sufren y toma como hecho a él mismo lo que se hace con ellos (Mt 25, 37 s). Los enfermos deben ser los preferidos de la Iglesia en su atención pastoral. El servicio al enfermo es un lugar privilegiado para práctica de la caridad fraterna. El sacerdote y la comunidad deben tener su organización para expresarles su solidaridad. Esta presencia permite al enfermo salir de su aislamiento y sentirse parte de una comunidad viva más allá de su familia y a los visitantes reflexionar sobre el sentido de la vida y la precariedad de las cosas terrenas. Vivimos en un mundo que espera la salud de la ciencia y la técnica, pero no de Dios. La enfermedad grave es siempre una provocación a la fe de la familia y de la comunidad, sobre todo cuando se ven abandonadas por la ciencia, cuando no hay humanamente nada que hacer. Entonces cada uno se enfrenta a sus creencias o increencias más profundas. La ocasión es una prueba a nuestra fe y una gracia que nos puede acercar a Dios. En este sentido el enfermo nos está haciendo un favor que deberíamos agradecer a Dios. Y a la vez es una ocasión que interpela a 6

la familia y a la comunidad cristiana sobre la medida en que cumple su misión de solidaridad y ayuda. La ayuda de la Iglesia no debe limitarse a la administración de los sacramentos. Tiene que mostrarse también solidaria con el dolor y las necesidades del enfermo, ayudar a que sea bien atendido en la casa o en el hospital y que no sea marginado ni olvidado, visitarlo y hacerle sentir que es parte de una comunidad. Con frecuencia al enfermo se le oculta su verdadera situación. Los médicos, enfermeras y la familia disimulan; el mismo enfermo puede ser consciente de su grave situación pero ocultar sus sentimientos. Todos lo hacen por miedo a causar dolor moral. Esto hace que se retrase la petición de los sacramentos hasta que el enfermo esté ya inconsciente. La Iglesia y sus ministros pueden cumplir aquí un gran servicio: el de buscar la verdad y ayudar a aceptarla a unos y a otros. El cuidado de los enfermos forma parte de la misión de la Iglesia, como fue parte de la misión de Cristo. A través de la historia y en la actualidad la Iglesia ha empleado multitud de medios, desde la oración hasta la medicina, desde la puesta en marcha de centros farmacéuticos, asilos, postas médicas y hospitales hasta la entrega de miles de personas que dedican sus esfuerzos a servir a los enfermos. Ninguna parroquia o comunidad cristiana debería descuidar este aspecto que forma parte integral de la misma evangelización: anunciar el mensaje y curar enfermos.

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IV/. SACRAMENTOS PARA LOS ENFERMOS La Iglesia atiende a los enfermos de varias formas, pero sobre todo con la proclamación de la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y el testimonio. Aunque hay un sacramento específico para los enfermos de gravedad (la Unción), no se debe descuidar alimentar la vida cristiana del enfermo y su proceso de crisis con otros sacramentos. El enfermo grave participa del misterio pascual de Cristo en su aspecto de dolor, pasión y cruz. Y esta fe debe ser profesada y celebrada en los signos sacramentales de la Iglesia. / El Bautismo. Puede darse el caso de enfermos que no están bautizados y quieren recibir el bautismo. Hay que prepararlos adecuadamente, teniendo en cuenta su condición y en el caso de urgencia, su cercanía a la muerte (c. 865, 2). Pero ante todo debe quedar clara la motivación que no ha de ser otra que el que quieren adherirse a la persona y al mensaje de Cristo. En el caso de darles el bautismo, se les ha de dar también la Confirmación y la Eucaristía (c. 866). / La Confirmación: Cualquier sacerdote debe administrar este sacramento al que está en peligro de muerte. La Iglesia “quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo” (Catecismo, 1314). / La Reconciliación. El párroco o sacerdote responsable cuidará de que los enfermos que lo requieran reciban el sacramento de la Reconciliación o Confesión. Su proceso de enfermedad se verá aliviado por la experiencia de Dios que acoge y perdona. / La Comunión. Junto con la Confesión, el sacerdote administrará también la comunión a los enfermos o el viático a los que se hallen en peligro de muerte (c. 921, 8

1). En caso de ser muchos los enfermos, el párroco debe tener bien organizados a los Ministros extraordinarios de la Eucaristía que le ayuden en esta tarea de distribuir la comunión a los enfermos. / El Matrimonio. Entre nosotros no es raro que los enfermos graves se encuentren en situación irregular en su matrimonio. Es ocasión también de que regularicen su unión. Se les pueden dar facilidades, prepararlos y en caso de urgencia celebrar su unión “in articulo mortis”.

V/. EL SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS 1.- Renovación conciliar: El Concilio Vaticano II decidió que se redactara un nuevo Ritual de la Unción de los enfermos (Const. Lit. 74). El nuevo “Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos” apareció el 7 de diciembre de 1972 y la traducción española el 12 de abril de 1974. Aquí lo citaremos con las siglas RU. Antes se llamaba “Extremaunción”, nombre con el que se ponía de relieve que era un sacramento para los últimos momentos de la vida. Este sentido ha quedado grabado en el pueblo cristiano que piensa que este sacramento es el paso a una muerte próxima. El Concilio aconseja llamarle mejor “Unción de los enfermos” y explica el sentido. “La “extremaunción” que mejor puede llamarse “unción de los enfermos”, no es sólo el sacramento de los 9

que se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (Const. Lit. 73). El Ritual aclara más expresamente y pone de relieve que se ha cambiado la fórmula del sacramento para expresar más claramente su sentido. “La Unción de los enfermos es el sacramento específico de la enfermedad y no de la muerte... Está concebido y dispuesto para tal situación, como lo demuestra el cambio de la fórmula sacramental y el resto de las oraciones, orientadas, conforme a la más genuina tradición, hacia la salud y el restablecimiento del enfermo” (RU 65). 2.- Fundamentación bíblica Dios envió a su Hijo, lleno del Espíritu Santo, a anunciar y realizar la salvación por medio de su muerte y resurrección. Cristo envió a los apóstoles y a la Iglesia a anunciar la salvación y a actualizarla por medio de los sacramentos (Vat. II, Const. Liturgia, 5-6) en las diversas situaciones de la vida. En cada sacramento Dios hace presente para nosotros su gracia y nos expresa su amor supremo, el que nos manifestó en la muerte y resurrección de Cristo que se hace presente en todos los sacramentos. El Espíritu de Dios, que es el don por excelencia de Cristo, es el que actúa y hace presente su gracia salvadora en cada uno de los sacramentos. Estos se basan en gestos o palabras de Cristo o de los apóstoles. Una de las situaciones de la vida del hombre es la enfermedad. Y hay un sacramento que actualiza la gracia de Cristo en esa coyuntura en que el hombre se une a Cristo en su pasión y cruz. El gesto de Cristo en que se basa este sacramento es la curación de muchos enfermos y el encargo dado a los apóstoles que “sanaban a 10

numerosos enfermos con una unción de aceite” (Mc 6, 13). Y el texto que explicita y concreta este servicio de curación es el de la carta del apóstol Santiago: “Si alguno de ustedes está enfermo que llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo curará y si ha cometido pecado, lo perdonará” (5, 1415). 3.- Sentido de la curación El peligro principal es poner el efecto de este sacramento en la curación física casi mágica del enfermo. Jesús y los apóstoles sanaban enfermos, encomendaron esa tarea a la Iglesia y eso es lo que se pide en el sacramento de la Unción. Pero no como si se tratara de un curandero, sino dentro del plan de Dios para cada uno. También aquí, como hizo Jesús en su pasión y nos enseñó a decir en el Padrenuestro habrá que repetir: “hágase tu voluntad”. Santiago habla de “salvación y curación” que no siempre hay que entender en sentido físico. El sacramento procura ante todo la fuerza para una lucha valiente contra la enfermedad y a la vez la aceptación de la voluntad de Dios y la esperanza de una vida plena liberada del dolor y de la muerte (RU 3). Normalmente este sacramento se da una sola vez durante la misma enfermedad grave. Pero “puede celebrarse de nuevo en el caso de que el enfermo, tras haberlo recibido, llegara a convalecer; puede también repetirse si en el curso de la misma enfermedad, la situación llegara a ser crítica” (RU 9). 11

4.- Efectos del Sacramento Los efectos principales del sacramento de la Unción (Cat. de la Iglesia, 1520-1523) son: / Un don particular del Espíritu Santo: La gracia de consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la fragilidad de la vejez. Esta gracia renueva la confianza en Dios y fortalece contra las tentaciones del desaliento y la angustia ante la muerte. / La curación: Don del Espíritu que sana las heridas del alma y también las del cuerpo si es voluntad de Dios. / La unión a la Pasión de Cristo: El enfermo se une a la Pasión de Cristo y por el sacramento de la Unción se hace presente en él la eficacia del Misterio Pascual, misterio de muerte y vida. / Una gracia eclesial: El enfermo, por la gracia del sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres. / El perdón de los pecados: Si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la Penitencia (Sant 5, 15). / Preparación para el último tránsito: La Unción culmina lo que comenzó el Bautismo: conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo. Es la última unción que nos fortalece para el último combate y hacernos entrar en la casa del Padre. / El Viático último sacramento: La eucaristía como Viático es el último sacramento del paso hacia el Padre. Es alimento para el camino y garantía de resurrección (Jn 6, 54).

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VI/. ELEMENTOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN 1. El ministro: La carta de Santiago habla de los “presbíteros”, palabra griega que significa “ancianos”. Las comunidades judías estaban dirigidas por ancianos. Las comunidades cristianas poco a poco son dirigidas por personas elegidas y a las que se les comunica un carisma particular por la imposición de manos (1 Tim 5, 17-22) y que no son necesariamente ancianas. Pablo ha establecido como presbítero a Timoteo al que aconseja que nadie le desprecie por ser joven (ib. 4, 12). Los presbíteros cristianos ya no cumplen simples funciones administrativas sino de dirección y servicios litúrgicos y doctrinales en la comunidad. Es el comienzo de lo que será luego la jerarquía de la Iglesia. En el caso de la carta de Santiago la palabra presbítero corresponde a lo que hoy llamamos obispo o sacerdote. Ninguno que no sea sacerdote puede administrar este sacramento. 2. El sujeto: El texto de Santiago no determina la gravedad del enfermo. Pero se comprende que se trata de una enfermedad seria. En la actualidad se admiten dos posibilidades: enfermedad o anc i ani d ad c uand o amb as suponen peligro para la vida (Const. Lit. 73). En esto hay que evitar dos extremos: el considerar la Unción algo así como un medio mágico de curación para cualquier enfermedad física o psíquica o solución de problemas personales; y por otra parte verla 13

sólo como pasaporte para la otra vida. El sacerdote debe proceder con cautela. Cuando es llamado a visitar un enfermo no siempre es para que le administre la unción. El diálogo con él es imprescindible. “Para juzgar la gravedad de la enfermedad, basta con tener un dictamen prudente y probable de la misma y si fuera necesario consultando la situación con el médico” (RU 8). A veces son los familiares los que quieren la Unción y otros sacramentos, pero el enfermo no los quiere. En otras ocasiones es al contrario: el enfermo sí quiere, pero los familiares no llaman al sacerdote por falta de fe o por miedo a que el enfermo se asuste o a que el sacramento le provoque la muerte. Este sacramento se puede administrar también a los niños en peligro de muerte, a los que van a ser operados de una enfermedad grave y a los enfermos en estado de coma o desconocidos cuando se presuma que el sujeto hubiera deseado recibir el sacramento. A los muertos no se les debe dar ningún sacramento. 3. La comunidad: El sacramento de la Unción se puede administrar dentro o fuera de la misa, en la Iglesia, en hospitales o en las casas particulares. En todos los casos es importante la participación de la comunidad. La Iglesia está representada por el sacerdote y por la comunidad. La forma mejor es la celebración comunitaria en la Iglesia y en presencia de la comunidad de un grupo de enfermos o ancianos debidamente instruidos sobre el sentido del sacramento, preparados con la confesión y que, después de la unción, participan en la eucaristía. En todos los demás casos habrá que procurar que participe la familia y el grupo de amigos o visitadores de enfermos en unión de fe y de amor.

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4. La oración de la fe: La fe es la exigencia fundamental para todo sacramento, fe por parte del que lo recibe, del ministro y de la comunidad. Hay cristianos que tienen fe y no piden el sacramento y otros que lo piden sin tener verdadera fe (por presiones familiares, por buscar un efecto mágico de curación). Se necesita una catequesis para despertar o reavivar la fe y para comprender el verdadero sentido del sacramento. Lo que salvará al enfermo será su fe y la de la Iglesia que se centra en la muerte y resurrección de Cristo de donde brota la eficacia del sacramento. Por el enfermo se ora antes y después de la unción. Y la misma fórmula del sacramento es una oración de invocación. La unión de fe y oración la subraya el Vaticano II: “Con la Unción de los enfermos y la oración de los presbíteros toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve, e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyan así al bien del pueblo de Dios” (LG 11). 5. La imposición de manos: El contacto humano es muy importante, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Los evangelios dicen que Jesús y sus discípulos imponían las manos sobre los enfermos. Por eso la imposición de manos en el sacramento de la Unción se considera como uno de los tres elementos integrales junto con la oración de la fe y la unción (RU 72). El gesto se hace en silencio y detenidamente al terminar la oración de los fieles; la última petición alude expresamente a este gesto: “da vida y salud a quien en tu nombre vamos a imponer las manos”. 15

6. La unción: La materia de este sacramento es el aceite bendecido por el obispo en la Misa Crismal del Jueves Santo o, si no se dispone de éste, bendecido por el sacerdote en el momento de la unción según la fórmula del Ritual (RU 22. 71). En todas las culturas el aceite es un elemento medicinal. Se emplea para curar heridas, mitigar dolores, vigorizar miembros. Aún hoy se usa para suavizar heridas, aliviar quemaduras de la piel y para protegerla de los rayos del sol o embellecerla; también en el deporte sirve para masajes a los jugadores para darles agilidad o curar contusiones; el aceite se usa también para tratar dolencias estomacales con purgantes; y por último para embellecer el cuerpo con toda clase de perfumes. Por eso es una materia muy apta para usarla como signo de la infusión del Espíritu Santo en algunos sacramentos (bautismo, confirmación, consagración episcopal y sacerdotal y unción de los enfermos). El AT usó el aceite con profusión para consagrar objetos destinados al culto, para ungir reyes, sacerdotes y profetas y para la purificación de enfermos y pecadores. Al Mesías se le llama el ungido por excelencia. Y el NT reconoce que los apóstoles “ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 13). En este gesto se ha visto siempre un antecedente de la unción sacramental de los enfermos. La Iglesia antigua ya desde el s. I hizo abundante uso del aceite en unciones rituales en el bautismo, la confirmación, las oraciones sacerdotales y la penitencia. Y desde el s. IV existen testimonios de su uso en la unción a favor de los enfermos. El enfermo debe ser ungido en la frente y en las manos mientras se pronuncian las dos partes de la fórmula (RU 143). A cada unción el enfermo responde: “Amén”. La unción en las manos se pude omitir por algún motivo 16

serio. También se puede hacer la unción en otras partes del cuerpo sin añadir nada (por ej. en una herida o en el área del dolor). La fórmula tiene dos partes: en la primera se pide la gracia del Espíritu Santo; en la segunda se pide el perdón de los pecados, alivio en la enfermedad y la salvación.

VII/. RITO DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS Nota: El sacramento se puede administrar a un solo enfermo o a varios dentro de la misa en las parroquias, capillas u hospitales. El sacerdote se reviste de vestiduras blancas y dice la Misa “por los enfermos”. Al comienzo tiene lugar la acogida al enfermo (o enfermos) y la Unción se hace después de la homilía. Aquí presentamos el rito para la Unción de un enfermo en un hospital o en su casa y sin misa. Según la situación del enfermo y de la familia se seleccionarán los distintos elementos. Si el enfermo desea confesarse lo hace antes en privado y en este caso puede suprimirse el acto penitencial. En la habitación se prepara una mesita con mantel, flores y cirios y en ella se coloca el sacramento (óleos, eucaristía). Después de la Unción es muy conveniente dar la comunión al enfermo y familiares que lo deseen. El enfermo no necesita guardar ningún tipo de ayuno.

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RITOS INICIALES 1. Señal de la cruz (optativo): S/. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. R/. Amén. 2. Saludo (optativo): S/. La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes 3. Aspersión (optativa) S/. Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección. (rocía al enfermo y la habitación con agua bendita): 4. Palabras iniciales S/. Queridos hermanos: En el Evangelio leemos que nuestro Señor Jesucristo curaba a los enfermos que acudían a él en busca de salud. El mismo que durante su vida sufrió tanto por los hombres está ahora en medio de nosotros, reunidos en su nombre, y nos dice por medio del apóstol Santiago: “Si alguno de ustedes está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él, después de ungirlo con óleo en nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo curará y si ha cometido pecado lo perdonará”. Pongamos pues a nuestro(a) hermano(a) enfermo(a) en manos de Cristo que lo (la) ama y puede curarlo(a), para que le conceda alivio y salud. 5. Acto penitencial S/. Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados (momentos de silencio; luego prosiguen todos) R/. Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi 18

gran culpa (golpes de pecho). Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios nuestro Señor. S/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén. Nota: En peligro de muerte, la confesión previa o el acto penitencial se pueden concluir con la Bendición Apostólica e indulgencia plenaria de la siguiente manera: S/. En nombre de nuestro Santo Padre el Papa N. te concedo indulgencia plenaria y el perdón de todos tus pecados. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. R/ Amén. S/. Que Dios todopoderoso, por la muerte y resurrección de Cristo, te perdone todas las penas de esta vida y de la otra, te abra las puertas del paraíso y te lleve a los gozos eternos. R/. Amén. I/. LITURGIA DE LA PALABRA El sacerdote o alguno de los presentes lee la siguiente lectura o alguna de las propuestas en el apartado VIII. 1. Lectura S/. Escuchen, hermanos, las palabras del Santo Evangelio según San Mateo (8, 5-10.13). 19

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó diciéndole: Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. El le contestó: Voy yo a curarlo. Pero el centurión le contestó: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa. Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes y le digo a uno “ve” y va; al otro “ven” y viene; a mi criado “haz esto” y lo hace. Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: Les aseguro que en Israel no he encontrado a nadie con tanta fe. Y al centurión le dijo: Vuelve a tu casa, que se cumpla lo que has creído. Palabra del Señor. R/. Gloria a ti, Señor Jesús. Se puede hacer alguna breve reflexión. Si se va a dar el viático, ahora se hace la Profesión de fe bautismal como sigue: S/¿Crees en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? R/. Sí, creo. S/. ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre? R/. Sí, creo. S/. ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/. Sí, creo.

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2. Letanía u oración de los fieles (Ahora o después de la Unción) S/. Con humildad y confianza invoquemos al Señor en favor de N. nuestro(a) hermano(a). ! Dígnate visitarlo(a) con tu misericordia y confortarlo(a) con la santa Unción, roguemos al Señor. Todos: Te lo pedimos, Señor. ! Líbralo(a), Señor, de todo mal, roguemos al Señor. ! Alivia el dolor de todos los enfermos (de esta casa), roguemos al Señor. ! Asiste a los que se dedican al cuidado de los enfermos, roguemos al Señor. ! Libra a este(a) enfermo(a) del pecado y de toda tentación, roguemos al Señor. ! Da vida y salud a quien en tu nombre vamos a imponer las manos, roguemos al Señor. II/. LITURGIA UNCIÓN

DE

LA

1. Imposición de manos S/. Ahora con fe impondremos las manos a nuestro(a) hermano(a) N. como Jesucristo nos enseñó y como hacían los apóstoles. Oremos en silencio para que descienda sobre él (ella) la fuerza de Dios. El sacerdote impone en silencio las manos sobre la cabeza del enfermo y todos oran.

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2. Acción de gracias sobre el óleo (o bendición) S/. Demos ahora gracias a Dios por el óleo con el que ungiremos a nuestro(a) hermanos(a). A cada invocación respondan: Bendito seas por siempre, Señor.

! Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que por

nosotros y por nuestra salvación enviaste tu Hijo al mundo. ! Bendito seas, Dios Hijo Unigénito, que te has rebajado haciéndote hombre como nosotros, para curar nuestras enfermedades. ! Bendito seas, Espíritu Santo Consolador, que con tu poder fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo. S/. Mitiga, Señor, los dolores de este(a) hijo(a) tuyo(a) a quien ahora, llenos de fe, vamos a ungir con el óleo santo; haz que se sienta confortado(a) en su enfermedad y aliviado(a) en sus sufrimientos. Por Jesucristo nuestro Señor. T/. Amén. Si no dispone de óleo bendecido, el mismo sacerdote puede bendecirlo y en lugar de la última oración dice la siguiente: S/. Muéstrate propicio, Señor, y santifica + con tu Bendición este aceite que va a servir de alivio en la enfermedad de tu hijo(a), y por la oración de nuestra fe libra de sus males a quien ungimos con el óleo. Por Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén. 3. Santa Unción El sacerdote unge con el óleo al enfermo en la frente y en las manos diciendo una sola vez. 22

S/. POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU BONDADOSA MISERICORDIA TE AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO. R/. AMÉN S/. PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS, TE CONCEDA LA SALVACIÓN Y TE CONFORTE EN TU ENFERMEDAD. R/. AMÉN. S/. Te rogamos, Redentor nuestro, que por la gracia del Espíritu Santo, cures el dolor de este(a) enfermo(a), sanes sus heridas, perdones sus pecados, ahuyentes todo sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le devuelvas la salud espiritual y corporal para que, restablecido(a) por tu misericordia, se incorpore de nuevo a los quehaceres de su vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén. 4. Conclusión del rito S/ Y ahora todos juntos invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo nos enseñó. T/. Padre nuestro... Si el enfermo ha de comulgar, lo hace de la manera habitual y también los acompañantes. Si se administra en forma de Viático, sigue la comunión con la oración propia (ver más abajo VIII). Luego el sacerdote prosigue con las siguientes bendiciones

! Que Dios Padre te bendiga. T/. Amén. ! Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. T/. Amén ! Que el Espíritu Santo te ilumine. T/. Amén 23

! Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma. T/. Amén.

! Que haga brillar su rostro sobre ti y te lleve a la vida eterna. T/. Amén.

! Y a todos ustedes que están aquí presentes los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo. T/. Amén.

VIII/. OTROS TEXTOS ALTERNATIVOS 1. Otras formas de saludo S/. Jesucristo nuestro hermano nos acompaña en el dolor y la enfermedad. Su gracia, su amor y su paz estén con ustedes (contigo) R/. Y con tu espíritu S/. La gracia, la fortaleza y la paz de nuestro Señor Jesucristo que nos ha amado hasta la muerte esté con ustedes (contigo) R/. Y con tu espíritu. 2. Palabras iniciales S/. Señor Dios nuestro que por medio de tu apóstol Santiago nos has dicho: “Si alguno de ustedes está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen por él, después de ungirlo con óleo en nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo curará y si ha cometido pecado lo perdonará”. Escucha la oración de quienes nos hemos reunido en tu nombre y protege misericordiosamente a N. nuestro(a) hermano(a) 24

enfermo(a) (y a todos los enfermos de esta casa). Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén 3. Acto penitencial Fórmula 2 de acto penitencial S/. Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados (momentos de silencio) S/. Señor, ten misericordia de nosotros. R/. Porque hemos pecado contra ti. S/. Muéstranos, Señor, tu misericordia. R/. Y danos tu salvación. S/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén Fórmula 3 de acto penitencial S/. Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados (momentos de silencio) S/. Tú que por el misterio pascual nos has obtenido la salvación, Señor ten piedad. R/. Señor, ten piedad. S/. Tú que no cesas de actualizar entre nosotros las maravillas de tu pasión, Cristo, ten piedad. R/. Cristo, ten piedad. S/. Tú que por la comunión de tu cuerpo nos haces participar del sacrificio pascual, Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad. S/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén 25

4. Lecturas Lectura del profeta Isaías (61, 1-3ª) El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren, para sanar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y la libertad a los prisioneros; para pregonar el año de gracia del Señor, el día de venganza de nuestro Dios; para consolar a los afligidos, los afligidos de Sión. Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos ( 8, 35. 37-39) Hermanos: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?... En todo esto vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni las soberanías ni lo presente ni lo futuro ni los poderes ni las alturas ni los abismos ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios (4, 16-18) Hermanos: No nos desanimamos. Aunque nuestra condición física se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva cada día. Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos fijamos en lo que se ve sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. Lectura de la carta a los Hebreos (5, 7-9) Hermanos: Cristo en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su actitud 26

reverente. El, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo a o b e d e c e r. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Lectura del santo Evangelio según San Mateo(5, 1-12) En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos. Y él se puso a hablar enseñándolos: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo (Mt. 11, 28-30) En aquel tiempo dijo Jesús: Vengan a mí todos los que 27

están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Lectura del santo Evangelio según San Mateo (Mt. 15, 30-31) En aquel tiempo mucha gente acudió a Jesús llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos y glorificaron al Dios de Israel. 5. Oración de los fieles S/. Con humildad y confianza invoquemos al Señor en favor de nuestro(a) hermano(a) N. ! Tú que soportaste nuestros sufrimientos y aguantaste nuestros dolores, Señor, ten piedad. Todos: Señor, ten piedad. ! Tú que te compadeciste de la gente y pasaste haciendo el bien y curando a los enfermos, Cristo, ten piedad. Todos: Cristo, ten piedad. ! Tú que mandaste a los apóstoles imponer las manos sobre los enfermos, Señor, ten piedad. Todos: Señor, ten piedad. 6. Oraciones después de la Unción Por uno que está en peligro grave S/. Señor Jesucristo, Redentor de los hombres que en tu Pasión quisiste soportar nuestros sufrimientos y aguantar nuestros dolores, te pedimos por N que está enfermo(a); tú que lo(la) has redimido, aviva en él(ella) la esperanza de 28

la salvación y conforta su cuerpo y su alma. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén. Por un anciano S/. Señor, mira con bondad a nuestro hermano que, sintiéndose débil por el peso de sus años, pide recibir la gracia de la santa Unción para bien de su cuerpo y de su alma; concédele que, confortado con el don del Espíritu Santo, permanezca en la fe y en la esperanza, dé a todos ejemplo de paciencia y así manifieste el consuelo de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén. 7. Viático El sacerdote da la comunión al enfermo y luego agrega: S/. Cristo te custodie y te lleve a la vida eterna. R/. Amén. Guarda un momento de silencio y continúa: S/. Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, mira con amor a tu hijo(a) N. que en su angustia pone en ti toda su esperanza; alívialo(a) con la gracia de la santa Unción y reanímalo(a) con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, Viático para la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén. 8. Bendición final S/. Jesucristo el Señor esté siempre a tu lado para defenderte. R/. Amén. S/. Que él vaya delante de ti para guiarte y vaya tras de ti para ayudarte. R/. Amén. S/. Que él vele por ti, te sostenga y te bendiga. R/. Amén. 29

S/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. R/. Amén.

IX/. BENDICIÓN DE LOS ENFERMOS Esta Bendición, tomada del Bendicional N. 297s, se puede hacer a un grupo de enfermos o a uno en particular. La puede hacer un laico al que llamaremos “Animador” (A) y al que contestan todos (R). Si preside el sacerdote dice lo de A y lo que está en los recuadros. A/. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. R/. Amén Sacerdote S/. La paz del Señor sea siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu. A/. Hermanos, bendigamos al Señor que pasó haciendo el bien y curando a todos. R/. Bendito seas por siempre, Señor. A/. Jesús el Señor que pasó haciendo el bien y curando todas las dolencias y enfermedades, encomendó a sus discípulos que cuidaran de los enfermos, que les impusieran las manos y que los bendijeran en su nombre. En esta celebración encomendaremos a Dios a nuestro(a) hermano(a) N. para que le ayude a soportar con paciencia los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, sabiendo que si son compañeros de Cristo en el sufrir, también lo serán en el buen ánimo.

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Alguno de los presentes lee una lectura bíblica de las propuestas en el apartado VIII. Luego se puede decir o cantar este Salmo: A/. Señor, escucha mi oración, /que mi grito llegue hasta ti. R/. Señor, escucha mi oración, /que mi grito llegue hasta ti. A/. Señor, escucha mi oración,/que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro / el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; / cuando te invoco, escúchame enseguida. R/. A/. Él agotó mis fuerzas en el camino, / acortó mis días; y yo dije: Dios mío no me arrebates / en la mitad de mis días. Tus años duran por todas las generaciones. R/. Puede hacerse una breve reflexión sobre la lectura bíblica y siguen las Preces. A/. Llenos de confianza, pidamos a Jesús el Señor que consuele con su gracia a nuestro(a) hermano(a) enfermo(a) y digámosle suplicantes: ! Tú que viniste al mundo como médico de los cuerpos y de las almas para curar nuestras enfermedades. Todos: Atiende con bondad, Señor, a este(a) enfermo(a) ! Tú que como hombre de dolores soportaste nuestros sufrimientos y aguantaste nuestros dolores. ! Tú que quisiste parecerte en todo a tus hermanos, para manifestarte compasivo. ! Tú que quisiste experimentar la debilidad de la carne para librarnos del mal. ! Tu que tuviste a tu Madre junto a la cruz compartiendo tus sufrimientos y nos la diste por madre. ! Tú que quieres que completemos en nuestra carne tus dolores, sufriendo por tu cuerpo que es la Iglesia. Pueden rezar un Padrenuestro y Ave María. 31

(Si es sacerdote impone las manos al (a los) enfermo(s) y dice: S/. Señor Dios nuestro que enviaste al mundo a tu Hijo para que sobrellevara nuestros sufrimientos y aguantara nuestros dolores, te pedimos por nuestro(a) hermano(a) enfermo(a); dale paciencia y fortaleza, reanima su esperanza; que con tu bendición llegue a superar la enfermedad y con tu ayuda alcance un completo restablecimiento. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén). El animador laico hace la señal de la cruz en la frente del (de los) enfermo(s) y dice: A/. Señor Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, que con tu bendición levantas y fortaleces nuestra frágil condición, mira con bondad a este(a) servidor(a) tuyo(a) N. Aparta de él (ella) la enfermedad y devuélvele la salud, para que agradecido(a) bendiga tu santo Nombre. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén. (Si es sacerdote dice esta bendición): S/. Que Dios Padre te bendiga. R/. Amén. S/. Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. R/. Amén. S/. Que el Espíritu Santo te ilumine. R/. Amén. S/. Y a todos ustedes que están aquí presentes les bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo. R/. Amén. A/. Jesús el Señor, que pasó haciendo el bien y curando a todos los enfermos, nos conserve la salud y nos llene de sus bendiciones. R/. Amén.

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COLECCIÓN LITURGIA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.

La Liturgia El año litúrgico Los Sacramentos Catecumenado de adultos El Bautismo La Confirmación La Eucaristía Los Acólitos Lectores y Monitores Ministerios Musicales Ministros Extraordinarios de la Eucaristía La Confesión La Unción de los enfermos El Matrimonio Oración por los difuntos

OBISPADO DE CHOSICA Calle Fray Martín de Porres s/n Urbanización El Descanso (Huaycán) Ate - Vitarte Telf. 359-4141 Fax 359-4074 33

INDICE Pág.

I.-

LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO

1

II.-

JESÚS Y EL SUFRIMIENTO

4

III.-

EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS

6

IV.

SACRAMENTOS PARA LOS ENFERMOS

8

V.-

EL SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS

9

VI.-

ELEMENTOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN

VII.- RITO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS VIII.- OTROS TEXTOS ALTERNATIVOS IX.-

BENDICIÓN DE LOS ENFERMOS

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