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C Como cada año, y desde 2006, el Gobierno de Canarias viene dedicando el Día de las Letras Canarias –celebración que se prolonga toda la anualidad–
Author:  Lidia Carrasco Paz

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Como cada año, y desde 2006, el Gobierno de Canarias viene dedicando el Día de las Letras Canarias –celebración que se prolonga toda la anualidad– a la memoria y a la obra de uno de nuestros grandes cultivadores de la palabra escrita. Y lo hace, como más que merecido tributo, haciendo coincidir el día principal de la citada efeméride con la fecha del fallecimiento del insigne polígrafo y paradigma de la ilustración canaria don José de Viera y Clavijo. En estos últimos siete años, con Viera de fondo como icono de nuestras Letras, hemos elegido también la figura y la obra de uno de nuestros muchos reconocidos escritores y escritoras para difundirlas entre la población con el firme y renovado propósito de despertar y fomentar el hábito lector entre nuestros conciudadanos. Este 2013, además de reiterar el justo reconocimiento y homenaje al ilustre arcediano canario, queremos acercar su producción a la ciudadanía para que sea conocida y para despertar en los hombres y mujeres de nuestra tierra el deseo de saber y el placer y el hábito por la lectura. Ese está siendo el reto principal del Gobierno en su gestión en favor del uso y difusión del libro. Nuestro compromiso consiste en lograr que cada día sean más los ciudadanos canarios que asuman la costumbre de la lectura. Porque leer y entender es algo; leer y sentir es mucho; pero leer y pensar es lo que más puede desearse. Porque la práctica lectora, como dejó dicho André Malraux, constituye un diálogo permanente en el que el libro habla y el alma escucha y contesta.

© de la edición Gobierno de Canarias

No debemos olvidar que los libros son nuestras contrapartidas para llegar a ser lo que somos. Tampoco que el verbo leer, como el verbo amar, no soporta el imperativo. Todo intento de obligar a leer resulta irremisiblemente vano. Hay que conocer, imaginar, soñar, siempre desde la querencia, nunca desde la imposición. Por eso desde el Gobierno nos esforzamos para acercar el libro a los ciudadanos, y a estos a aquel, desde la libertad, con el irrenunciable propósito de lograr el primer placer que depara la lectura y el nacimiento del consiguiente hábito lector. En la medida en que consigamos este objetivo estaremos logrando que nuestros conciudadanos sean cada día gentes más cultas y, por tanto, más conscientes y más libres. Con esta renovada convicción y con la inmensa obra de Viera como telón de fondo, nos disponemos un año más a celebrar el Día de las Letras Canarias. Aurelio González González

Director General de Cooperación y Patrimonio Cultural Gobierno de Canarias

http://www.gobiernodecanarias.org/cultura/dlcan/

Coordinación de la publicación Rafel Padrón Fernández (Cátedra Cultural «Viera y Clavijo». ULL) Coordinación editorial Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural

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Colaboración Valeria Aguiar Bobet Diseño y maquetación Estudio Nexo, SL Fotografías Archivo fotográfico de la Cátedra Cultural «Viera y Clavijo»

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Sumario

El polígrafo José de Viera y Clavijo (Los Realejos, 1731-Las Palmas de Gran Canaria, 1813) nos dejó hace ya dos siglos, pero su cercanía espiritual nos ha acompañado durante todo este tiempo, 4 Cronobiografía y lo ha hecho a través de su nombre, que llevan con orgullo diversas instituciones y vías públicas de la Comunidad Autónoma de Canarias pero, sobre todo, Viera permanece vivo entre noso6 Don José de Viera tros gracias a su inmenso legado, que abarcó todos los campos y su hermana doña María del saber, desde la Historia hasta la Ciencias Naturales y que, por Yolanda Arencibia además, supo cubrir de una hermosa finalidad didáctica y divulgativa, ya que como buen ilustrado pensaba que la educación 8 A la distancia de doscientos era la palanca capaz de mover el mundo. años: José de Viera y Clavijo El Gobierno de Canarias se complace, en consecuencia, en que y su obra las Letras Canarias se dediquen este año 2013 a celebrar, en exclusiva, el Bicentenario de Viera por Manuel de Paz y Clavijo, sumando de este modo todos los esfuerzos al recuerdo imperecedero que le guardamos los canarios, y haciendo realidad por primera vez en este nuevo milenio el homenaje de 10 Viera como ilustrado: las generaciones canarias que tienen en Viera y Clavijo no solamente un hito singular en nuessu actualidad tro pasado histórico, sino una esperanza de superación en el futuro. por Victoria Galván Viera y Clavijo incorporó a la Historia de nuestra tierra, de manera singular y por primera vez, un conjunto de métodos y un espíritu crítico que, unido a una especial sensibilidad y un trata12 Viera y Clavijo: ilustre miento riguroso de las fuentes documentales, le permitió realizar una obra singular que, a tinerfeño, ciudadano pesar de su antigüedad, sigue siendo de obligada consulta, no solamente entre los especialistas del mundo sino, asimismo, entre el público interesado de toda Canarias, o los estudiosos que, desde Europa por Rafael Padrón sobre todo, se han mostrado especialmente interesados en el conocimiento de la Historia de este Archipiélago atlántico. La erudición, el rigor y el afán de conocimiento que demostró en todo momento el polígrafo canario le llevaron también a ocuparse, en diferentes momentos de su vida, del estudio de otros tantos capítulos en los que, sin duda, descolló entre los hijos de nuestra tierra. Cabe destacar, en este ámbito, su Diccionario de Historia Natural, que aún se sigue editando y que constituye una obra singular por varios conceptos. Sus trabajos como traductor de poemas y tragedias (el género educativo por antonomasia desde la época griega) de autores franceses e ingleses; sus innovadores estudios sobre historia de la Iglesia y, asimismo, sus informes prácticos realizados, por ejemplo, mediante memorias sobre las aguas, los cultivos, la barrilla y diversos productos del Archipiélago, todo ello sin olvidar sus estudios y su labor divulgativa sobre Astronomía, Química, etc., todo ello, en fin, hacen de Viera y Clavijo un personaje clave y singular, cuya figura posee una relevancia que supera con creces el ámbito local para convertirse en símbolo atlántico y europeo del Siglo de las Luces. Sus viajes por Europa, que demuestran asimismo su interés por la cultura universal, y sus relaciones con los mejores estudiosos españoles y europeos de la época ilustrada le convierten además en un personaje que cree en el espíritu de fraternidad de los pueblos, frente a cualquier consideración belicista y que, sin despreciar la existencia histórica de determinados episodios heroicos, cree sobre todo en los vínculos y la buena voluntad de los pueblos, generada por la educación y la cultura. Inés Nieves Rojas de León

Consejera de Cultura, Deportes, Políticas Sociales y Vivienda Gobierno de Canarias

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1731-1756. JUVENTUD Y PRIMEROS AÑOS 1731. José del Álamo Viera y Clavijo nace en el Realejo de Arriba (Tenerife), el 28 de diciembre. 1745. Comienza su educación y formación en el Puerto de la Cruz, adquiriendo los ru-

1765-1770. Escribe las tres Gacetas de Daute y Los vasconautas, entre otros papeles, que reflejan las informaciones alusivas a la Tertulia.

1758-1760. Publica sus primeras obras: El Jardín de las Hespérides y la Compendiosa noticia de las cordiales demostraciones…, con motivo de la procla-

Cronobiografía dimentos de las primeras letras. Escribe, con catorce años, la novela La Vida del noticioso Jorge Sargo. 1753-1756. Cursa sus estudios en el convento dominico de La Orotava y se ordena sacerdote en 1756, a la vez que lee las obras del padre Feijoo. 1757-1770. SU FORMACIÓN EN LA LAGUNA 1757. Pasa a residir a La Laguna y es nombrado capellán de coro de la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios.

mación de Carlos III en La Laguna.

1764. Compuso cinco memoriales conocidos como El síndico personero, en los que propone diferentes reformas sociales en distintos campos, sobre todo en la educación.

Viera y su época 1700-1758. Comienza el denominado Siglo de las Luces, la Ilustración. Se publica la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert. Los grandes ilustrados publican sus fa4 LC 2013

1770-1783. MADRID Y SUS VIAJES POR EUROPA

mosas obras: Feijoo, Hume, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Jorge Juan y Antonio de Ulloa... Nace en La Laguna La Tertulia de Nava. 1759. Muerte Fernando VI. Carlos III es coronado rey de España.

1760-1770. Se integra y participa activamente en la Tertulia de Nava.

1770. Llega a Madrid el 13 de diciembre con la finalidad de publicar su nueva obra: Historia de Canarias (1772-1784). Aquí, se emplea como ayo de Francisco de Silva y Fernández de la Cueva, primogénito del marqués de Santa Cruz, don Joaquín de Silva y Sarmiento. 1774. Es admitido como académico de la Real Academia de la Historia. Culmina varias obras literarias y traducciones y escribe el Diario del viaje a La Mancha, fruto de su recorrido con el Marqués por tierras manchegas.

1765. Fundación de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País. 1774. Luis XVI sube al trono de Francia. 1775. Se funda la Sociedad Económica Matritense. 1776-1777. Se instauran las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País en Canarias.

1779. Fallece en Valencia el pupilo de Viera y Clavijo, el marqués del Viso.

1800-1811. Compone una gran variedad de títulos: El Can mayor; La mujer; Epitafio del almirante Nelson; los poemas didácticos Las bodas de las plantas y Las cometas; el Tratado de la barrilla; el Librito de la doctrina rural, etc.

1784-1813. ÚLTIMOS AÑOS EN GRAN CANARIA

1777-1778. Viaja a Francia y los Países Bajos, donde escribe su Diario de viaje a Francia y Flandes.

1784. Abandona Madrid y se traslada a Las Palmas de Gran Canaria para ocupar sus funciones de arcediano en la Diócesis.

1779-1780. Publica el Elogio de Felipe V, rey de España, obra que obtiene el premio de la Real Academia. Escribe además Los aires fijos. 1780-1781. Viaja a Italia y Alemania, donde escribe su Diario de viaje a Italia y Alemania. 1782. Se le designa arcediano de Fuerteventura en el Cabildo catedralicio de la Diócesis Canariense. 1783. Lanza uno de los primeros globos aerostáticos a los cielos de Madrid.

1783. Primer globo aerostático de los hermanos Montgolfier..

1813. Fallece, en Las Palmas de Gran Canaria, el 21 de febrero.

1785-1787. Funda el Colegio San Marcial, del que fue director y además, es nombrado socio honorario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria. 1790. Es nombrado director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria. 1794. Contribuye a la introducción de la imprenta en Gran Canaria. 1799. Empieza a redactar su importante Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias.

1788. Muere Carlos III. Carlos IV es coronado rey de España.

1789. Inicio de la Revolución Francesa.

Guerra de Independencia en España. 1809. Caída de Godoy, sube al trono Fernando VII.

Fundación del Jardín Botánico del Puerto de La Orotava.

1797. Ataque de Nelson a Tenerife.

1812. Se instauran las Cortes de Cádiz y se promulga la 1ª Constitución Española.

1808. Abdicación de Carlos IV. como si fuera ayer: el legado de viera y clavijo 5

Don José de Viera y su hermana

doña María por Yolanda Arencibia

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

El recorrido vital de don José de Viera le llevó de su Realejo Alto natal a La Laguna, de Tenerife a Madrid, y de Madrid a Gran Canaria. En La Laguna vivió trece años fundamentales para la conformación de su personalidad. En Madrid otros once, excelente circunstancia para consolidar saberes, para ampliar experiencias, para sedimentar filosofías: ¡qué suerte conocer a Cavanilles, transitar con la cabeza alta por la Academia de la Historia, «sonar» como escritor respetado! Y, más aún, ¡qué suerte poder viajar por las tierras de España y por aquella Europa admirada: Francia, Italia, Alemania…; compartir pareceres en tertulias acreditadas, conocer a afamados enciclopedistas, recibir cursos de química, de botánica…, comprobar en los gabinetes la utilidad de una ciencia que tal vez podría ser aplicada en gabinete propio, allá, en las Islas! En Las Palmas residiría Viera más de treinta años haciendo doblemente afortunada a la isla redonda, que recibirá directamente los frutos de la sabiduría madura y equilibrada del insigne arcediano, el más alto exponente de nuestra Ilustración. Un hombre es siempre él mismo y quienes le rodean. José de Viera tuvo la suerte de nacer en una familia amplia e instruida que lo arropó en su infancia, que encaminó su formación primera y que, de un modo u otro, no le abandonó nunca. Ya en La Laguna, pudo contar con aquel selecto mundo ilustrado, amigo y cómplice, que no dudó en confiar en él como puntal y como portavoz; y en Madrid pudo convivir, para aprender y para enseñar, con lo más granado de la intelectualidad del momento. También en Las Palmas hubo de sentirse arropado: se ganó la admiración y el respeto del Cabildo Catedral y de los miembros de la inquieta Sociedad Económica que había fundado Cervera en 1776, y compartió cien6 LC 2013

cia y trabajo con obispos ilustres: Antonio de la Plaza, Tavira, Verdugo… Y siempre, junto a don José, muy de cerca o desde más lejos, el cuidado y la atención esmerada de su familia. En los años grancanarios convivió nuestro arcediano con su hermano el canónigo ilustre don Nicolás y con su hermana doña María Joaquina: una personalidad excepcional la de doña María, que cuidó a sus hermanos mayores con esmero y supo rodearles de calor familiar, «amor y cariño», como reconoce don Nicolás en las páginas de su testamento. Los admiraría profundamente. No es difícil imaginar a la dama en el papel subsidiario de celosa cuidadora de sus hermanos en vida y a quienes asistió en el momento triste de sus muertes. El 6 de octubre de 1802 no se apartaría del lecho de don Nicolás; y, hace doscientos años, el 21 de febrero 1813 que hoy conmemoramos, hubo de ser enfermera, madre, hermana y amiga de don José, que la dejaría sola hasta 1819. Una personalidad excepcional la de doña María, dijimos. Porque esculpía, pintaba y, sobre todo, escribía poesía, además de ser el alma y la guía de la casona de la Plaza de Santa Ana. Durante mucho tiempo nos dolió ignorar de ella casi todo, excepto que oíamos el eco de su nombre como «la primera voz femenina de la poesía canaria» en la recopilación cronológica de Elías Mujica. No era poco. Queríamos más. Hoy, afortunadamente, podemos acceder a un número amplio y variado de sus producciones. Sin duda, prestó doña María ayuda intelectual a sus egregios hermanos mayores. A don José, por supuesto, cuyos escritos inventarió con primor en los años de la añoranza tras su muerte: siempre diligente y útil; siempre en un segundo plano. Muchos elogios ha merecido Viera. Pocos tan sentidos, sinceros y encomiásticos como el que su hermana María, fiel a su recuerdo, le tejió para la posteridad con lo mejor que tenía: los versos engarzados de cinco quintillas humildes. «Vales más que el sol» quiso decirle: «Que el Sol y tú en competencia / tienes tú mayores luces». «Has pintado como nadie las distintas estaciones del año»: «Pero unos cuadros mejores / de tu amenidad yo hiciera / si me prestaras colores». «Nada has de envidiar al estío», porque «perderá su brío / viendo que tu

ciencia ofrece / más riqueza y atavío». «Las estaciones pasan y tú permanecerás»: «mas tu cultura estimada / labrará siempre sus dones / aún en la edad más helada». Y una declaración tajante –premonitoria– a modo de cierre: «Nadie podrá hacer la historia, / de tus talentos extraños: / los tiempos canten tu gloria. / Los días meses y años/eternicen tu memoria». Una extraordinaria mujer junto a un hombre extraordinario: doña María de Viera y su hermano don José.

A la distancia de doscientos años:

José de Viera y Clavijo y su obra por Manuel de Paz

Universidad de La Laguna

Parece que fue ayer… Cuando se estudia la ingente obra de José Viera y Clavijo, a uno se le ocurre que más que un ser humano, el polígrafo canario fue una especie de gigante sin parangón en la historia de nuestras Letras y, desde luego, también de nuestras Ciencias, ya que unas y otras constituyeron buena parte de las preocupaciones del ilustre tinerfeño. Un reciente trabajo de compilación de diferentes obras del abate isleño alcanzó la suma de veintiocho volúmenes, que abarcaban aspectos tan diversos de la producción de Viera como sus estudios históricos (cinco tomos que comprenden sus Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, incluyendo las apostillas del propio autor, así como otros manuscritos relacionados con esta materia), a los que se suman sus Diarios de viajes por la Península y por Europa, que han sido analizados de manera exhaustiva por Rafael Padrón, particularmente su Diario de viaje desde Madrid a Italia y Diario de viaje a Francia y Flandes, y que vieron la luz respectivamente en 2006 y 2008. Gran importancia tienen también, en la recopilación que acabamos de mencionar, los materiales relativos a la Tertulia de Nava, de la que Viera y Clavijo fue su motor principal. Esta documentación nos ilumina respecto a la labor primera del polígrafo isleño y, además, se constituye en uno de los antecedentes más claros de la prensa periódica en Canarias. La primera etapa productiva de Viera y Clavijo incluye también su obrita titulada El Jardín de las Hespérides (1760) y, desde luego, la Compendiosa noticia sobre la proclamación, en San Cristóbal de La Laguna, de Carlos III, también en 1760. Se trata de un texto que resume con precisión y rigor las actividades triunfales de aquella proclamación regia y que 8 LC 2013

hace de Viera un cantor amable de su tierra y un organizador exitoso de esta destacada efeméride. Esta celebración, heredera en buena parte de los antiguos festejos del Corpus Christi, deja una estela imborrable en las Islas.

Pero, por encima de cualquier otra consideración, Viera y Clavijo es el autor de nuestra primera Historia digna de tal nombre, cuyo resplandor sigue iluminando, a veces incluso con luz cegadora, nuestro propio tiempo. El rico Epistolario de nuestro autor ha sido estudiado, principalmente, por Rafael Fernández y por Rafael Padrón, quienes han dado a la luz destacadas obras sobre la materia, siguiendo técnicas de estudio modernas y, asimismo, con un cuidadoso y riguroso estudio crítico de rigor. Algunos fragmentos de sus cartas nos muestran al verdadero ilustrado y enciclopedista que anidaba en el corazón del arcediano de Fuerteventura. Las ciencias, centradas fundamentalmente en su magnífico Diccionario de Historia Natural, objeto de dos ediciones en nuestro tiempo, así como otros materiales científicos, memorias, etc., nos acercan a la dimensión científica y renovadora de Viera y Clavijo. No voy a ocuparme de su producción literaria, aunque me gustaría destacar por último uno de sus ensayos más relevan-

tes al objeto de valorar su ideología filojansenista, se trata de El Hieroteo, librito que ha permanecido inédito hasta nuestros días y que refleja la renovadora visión que tenía de la Iglesia de su tiempo el sacerdote y polígrafo tinerfeño. La edición de las Obras Completas de Viera y Clavijo, dirigidas por Rafael Padrón, constituye, sin duda, un acontecimiento cultural de gran importancia y uno de los mayores homenajes que se le pueden hacer al ilustre polígrafo en el bicentenario de su fallecimiento, ya que por primera vez se podrá acceder a toda su producción y, sobre todo, poner de actualidad el brillo de un ejemplo. Como diría Platón: «Pocas cosas mejores puede haber en la República que algún hombre excelente que empuje hacia delante con su vida y virtudes la voluntad, la diligencia, el trabajo y la esperanza de los demás para que, siguiendo sus huellas, puedan llegar adonde le llevaron a él su esfuerzo, su sabiduría y su virtud».

como si fuera ayer: el legado de viera y clavijo 9

Viera como ilustrado: su actualidad por Victoria Galván

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Afirmar que Viera y Clavijo (1731-1813) es un autor de la Ilustración está fuera de toda discusión. Matizar en qué medida responde a los criterios ilustrados sí merece una reflexión. Viera pertenece a la Ilustración española, cuyos perfiles difieren de la francesa o de la inglesa, como se sabe. Es palpable la voluntad de mimetizar todas las novedades de procedencia gala, como así se pone de manifiesto en la actividad desarrollada desde sus primeros años hasta el final de sus días en 1813. La Ilustración significó una modernización y transformación de los parámetros culturales y mentales vigentes, en la órbita del Antiguo Régimen. La toma de conciencia de unas prácticas culturales, la forma de hacer ciencia, el modo de afrontar el conocimiento o cómo se entendía la práctica de la fe religiosa son los principales puntos de controversia a los que se enfrentó la modernidad ilustrada. Viera, como otros coetáneos, percibió desde sus primeros años la esterilidad de las viejas estructuras mentales. De los autores franceses, ingleses o españoles que leyó advirtió de inmediato la perentoriedad de cam10 LC 2013

biar la realidad vigente local y nacional –ejes en los que siempre se movió y rasgo consustancial de su cosmopolitismo, signo netamente ilustrado. En su firme convicción de apostar por la modernización abordó distintas actuaciones, tanto en su escritura como en la práctica. En primer lugar, por lo expresado en sus memorias literarias, dada su condición sacerdotal, –se ordenó de menores en 1750 en La Laguna; en 1753 era subdiácono y capellán; recibió el diaconado en 1755 y el sacerdocio en 1756–, entendió que había que reformar la oratoria sagrada. Establecido en La Laguna en 1756 se hizo afamado autor de sermones, que respondían al nuevo estilo, antibarroco, pues uno de los ejes de la Ilustración fue la reforma de la oratoria en aras de favorecer la comunicación diáfana con la feligresía. Se trataba de transmitir el mensaje litúrgico de modo directo, sin oropeles vacuos, como responde a la estética neoclásica que asumió en su obra. Por otra parte, su ingreso en la Tertulia de Nava representa su adhesión a los nuevos criterios de frenar la excesiva injerencia de lo eclesiástico en la vida civil, de favorecer la recepción de las novedades y

su defensa del magisterio de la razón al tratar determinadas materias. La Ilustración, producto del racionalismo y del sensismo filosóficos, buscaba la autonomía en el ámbito mental, no tanto en el ideológico. Todo aquello que implicara una apuesta por el progreso y la llegada de las luces fue objeto de su atención preferente. Prueba de ello son las producciones de la Tertulia –entre otras, las tres Gacetas de Daute (1765), Relación de los debates filosóficos que tuvieron los Señores de la tertulia de La Laguna (1765), Cartas del viejo de Daute (1766), Elogio del barón de Pun (1768), etc. También es relevante la redacción de los Memoriales del Síndico Personero (1764), en los que apuesta por la renovación pedagógica en el marco del optimismo reformista, propio de la Ilustración. Viera incorporó en muchas de sus creaciones la impronta educativa del movimiento –piénsese en las obritas dramáticas que escribió para los hijos del marqués de Villanueva del Prado en La Laguna, las destinadas a su pupilo, el hijo del marqués de Santa Cruz de Mudela en Madrid, las Noticias del cielo o Astronomía para niños (1807), las Noticias de la tierra o Geografía para niños (1807), el Librito de la doctrina rural, para que se aficionen los jó-

venes al estudio de la Agricultura, propio del hombre (1807), etc., la fundación del colegio de San Marcial del Rubicón, en su etapa de arcediano de Fuerteventura en la catedral de Canaria a partir de 1784. La literatura ilustrada se articuló con la vocación de llegar al público, instancia fundamental en las nuevas coordenadas culturales y signo de la modernidad que instauró Feijoo con su Teatro Crítico Universal. La redacción de las Noticias de la historia general de las Islas Canarias (17721783), su principal obra, respondía asimismo a la nueva manera de hacer historiografía, superando los modelos apoyados en fuentes inconcretas o al margen de los dictados de la razón, aunque en ocasiones asumiera tesis avaladas por la tradición, sin fundamentación científica, sujetas a las creencias establecidas, como en el caso de la isla de San Borondón, tal y como hace Feijoo en sus discursos de materia histórica. Ofrecer un relato con coherencia racional y verosímil constituyó el centro de su discurso histórico, aparte de que su obra se inserte en el género historiográfico de acuerdo a los nuevos patrones. La necesidad de legitimar la historia de un pueblo, de una parte de los territorios

de la monarquía, estaba, asimismo, entre los objetivos académicos, auspiciados por el reformismo borbónico. Su pertenencia a la institución académica, como miembro supernumerario de la Real Academia de la Historia, supuso un refrendo de su afinidad de intereses con las políticas culturales ilustradas. Otro aspecto en el que Viera se muestra como representante de la Ilustración es su vocación por la ciencia. Aparte de la impartición de cursos en Las Palmas de Gran Canaria de física y de historia natural, a partir de los recibidos en París, descuella como obra magna su Diccionario de Historia Natural (1799). Viera fue pionero al fijar una primera taxonomía y clasificación de los tres reinos de la historia natural de las Islas, una suerte de enciclopedia de saberes científicos, que patentiza otro de los ejes de la Ilustración, la suma de experiencia y erudición. En suma, muchas son las facetas en las que Viera se manifiesta como ilustrado prototípico, que nos dan una idea precisa de su fe en los efectos be-

néficos de los saberes, de la experimentación y del ejercicio de la razón. Viera era consciente del estado de postración cultural, como declara en sus cartas personales, en los textos de la Tertulia o en los prólogos de sus obras. En ello coincide con las voces que se alzaron durante la centuria para reclamar una necesaria ilustración que sacase al país de la barbarie cultural e ingresara en la modernidad, entendida como aspiración a la autonomía del individuo por el ejercicio de la razón y que pasaba por la adopción de los modelos culturales foráneos, mayoritariamente franceses, y también de la tradición española (el siglo XVI como modelo óptimo de imitación). Los límites de su Ilustración –de Ilustración insuficiente habló Eduardo Subirats– son los propios del movimiento, visto como un proceso, un programa optimista que por su complejidad ha de desarrollarse en el devenir histórico. como si fuera ayer: el legado de viera y clavijo 11

Viera y Clavijo:

ilustre tinerfeño, ciudadano del mundo por Rafael Padrón

Director de la Cátedra Cultural «Viera y Clavijo» de la Universidad de La Laguna

En la sesión académica de 29 de abril de 1778, sentado a los pies de D’Alembert, que leía unas memorias científicas, en presencia de Voltaire y de Benjamin Franklin, José de Viera y Clavijo tomaba

más tarde Talleyrand, se llegó a conocer el auténtico «placer de vivir», el polígrafo tinerfeño, vestido de abate riguroso a la francesa, reconocía que el género humano tenía allí «el monu-

de nobles y burgueses que asistían a cursos científicos para saciar sus ansias de conocer los recientes descubrimientos del siglo, de soirées de refrescos y sorbetes, de sosegados paseos por los

plena consciencia de que allí, en la ciudad de las Luces, se encontraba su paraíso terrenal, un edén de naturaleza urbanita de exquisitas emociones. En la Francia de finales del Setecientos, crisol del norte y el sur del viejo continente, en la que, como afirmaría años

mento más incontestable de su perfectibilidad, esto es, de los progresos de su civilización y de su industria, que otros no dudarán llamar corrupción, licencia, refi- namiento, lujo y vida sensual». Era el París del lucido concurso, de damas vestidas con escofietas y deshabillés,

jardines del Luxemburgo, por donde deambulaban galantes petimetres y damas que competían en la altura de sus pelucas, imitando el último estilo de Versalles; tardes de frío parisino, temperado por el cientificismo que se respiraba en los ambientes intelectuales,

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en cursos de reputados conferenciantes como Sigaud de La Fond, Sage o Valmont de Bomare, donde se disertaba sobre las propiedades de los aires fijos o de la electricidad, se diseccionaban insectos de mil colores y se establecían tipologías binarias de flores; tardes, en suma, en salones literarios, como el de La Blancherie, donde se debatían las últimas perspectivas artísticas y se hacían disquisiciones eruditas sobre la Felicidad, los sueños de la Razón, el contrato social y la reintegración del hombre en la Naturaleza, todo ello solazado por los ecos de un clavicordio que interpretaba una partitura de Rameau y por el sabor de una taza de chocolate caliente condimentado con aromática vainilla. En aquellas sesiones científicas recordaba, con nostalgia, como un pasado que se desvanece ante la imponente presencia del «gran mundo», sus tardes de tertulia en el palacio de Nava, en La Laguna, donde se divisaban los nuevos destellos de las luces de Francia. Su nacimiento en Los Realejos, el traslado de su familia al Puerto de la Cruz, sus estudios en el convento de los dominicos en La Orotava, su rechazo a la teología escolástica y sus primeras aproximaciones a las nuevas perspectivas ilustradas del Siglo, a raíz de la lectura de las obras del padre Feijoo y de los enciclopedistas franceses; su carrera eclesiástica, sus intentos desde el púlpito de superar la trasnochada oratoria sagrada de tendencia barroca, imponiendo los nuevos modelos neoclásicos, y sus choques con el Santo Ofi-

cio; su marcha a La Laguna en 1757, donde, además de ser capellán de coro de la iglesia de Los Remedios, entraría a formar parte de aquel cenáculo presidido por el marqués de Villanueva del Prado… Todos los recuerdos de su pasado se le antojaban como antesala de la gran puerta de Occidente, delineados con el telón de fondo de la «europeidad», concebida desde la humildad de lo pequeño, de la esencialidad, casi primigenia, que impone el carácter insular. Canarias, aquellas lejanas peñas del Atlántico donde había nacido, se dibujaban en su mente como un conti-

del ambiente intelectualmente chispeante de la tertulia lagunera. La corte, por el contrario, se le presentaba como un «teatro anoruegado, que no ofrece ni escenas tan bonitas, ni produce diabluritas tan cómicas». Ahora se encontraba en Francia, un país imbuido totalmente en el espíritu reformista ilustrado y el optimismo del progreso enciclopedista. Allí, en la ciudad de las Luces, en la urbe capital de la Europa de su tiempo, había encontrado todo lo que un hombre con su talento y sus inquietudes podía desear. En París, se veía «rodeado de las Cien-

nente en miniatura, una nueva Ítaca en donde la historia y la leyenda se confunden en la búsqueda de anclajes culturales con el viejo mundo. Su marcha a Madrid en 1770, para incentivar la publicación de la Historia de Canarias, le había hecho sentir una gran añoranza

cias y de las Artes, de la opulencia y de la industria, conocido de los filósofos, las damas, los señores y los artistas, solicitado de las diversiones, los placeres, las Musas y las Gracias, pensando con los hombres que piensan, sintiendo con los que tienen sentimientos, viviendo como si fuera ayer: el legado de viera y clavijo 13

en un país donde se vive y creyéndome ser alguna cosa al verme en un mundo donde todo parece grande». Viera regresaría a la corte española y luego realizaría nuevos viajes a Italia 14 LC 2013

y Austria. En 1784, tras haber sido nombrado arcediano de Fuerteventura y finalizado el cuarto tomo de la Historia de Canarias, dejaría definitivamente Madrid, embarcándose desde Cádiz para

Gran Canaria, de donde ya no saldría. Añoraría el resto de su vida la esencia cultural europea, especialmente de cariz galo, que calaría de tal forma en su pensamiento que, a pesar de tener que abandonar Francia, su mente permanecería en aquel país, evocando con frecuencia sus buenos años de estancia parisina. El paraíso para él se asemejaba, sin duda, a aquella reunión de la Academia de Ciencias francesa, a aquel tronar de aplausos y vítores en la recepción del patriarca de Ferney, cuando Viera, «como lo hicieron muchas personas distinguidas, sin exceptuar algunos ministros extranjeros seguramente por falta de un lugar mejor en el que tomar asiento», se situaba a los pies de D’Alembert, lo que venía a ser lo mismo –o poco más o menos– que sentarse a los pies de la Ilustración francesa.

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