PARENTALIDAD Y NUEVAS TÉCNICAS REPRODUCTIVAS Patricia Alkolombre ∗
“Desde ahora un niño puede nacer de una tercera persona de la que no sabrá nunca su identidad; un hermano menor puede nacer antes que el mayor; una mujer puede dar a luz un niño que no es el suyo o traer al mundo un niño de un hombre muerto años atrás; un niño puede tener cinco padres; unos mellizos pueden nacer con diez años de diferencia; un niño puede ser el gemelo de su padre… Ahora bien, estos niños de la lucha contra la esterilidad, estos niños de la congelación, ni prohibidos ni protegidos, están fuera de la ley. No hay un cuadro jurídico ni ético para estas técnicas de procreación artificial.” René Frydman. L’irresistible désir de naissance, 1986.
En este trabajo quiero compartir algunas reflexiones a la luz de los cambios que se están produciendo a partir del advenimiento de las nuevas técnicas reproductivas, con el anhelo de profundizar los interrogantes que se plantean desde el campo de la clínica y su articulación con la teoría. Pensar acerca de las transformaciones en la parentalidad, desde esta perspectiva, implica la tarea de reconocer elementos nuevos dentro de lo dado, aquello que ha ido más allá de los márgenes del formato tradicional de familia, lazos de parentesco, filiación y consanguinidad. Hasta hace veinticinco años ‐fecha en que nace el primer bebé “de probeta” en Londres‐, las parejas con trastornos reproductivos tenían la posibilidad de adoptar o bien continuar viviendo sin
∗Psicóloga Clínica y Psicoanalista. Co‐fundadora y Directora Asociada del Endometriosis Group Argentina. Miembro Fundador de la Sociedad Argentina de Endometriosis. Miembro de la Asociación Argentina de Ginecología y Obstetricia Psicosomática. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Miembro del ‘Comité de Mujeres y Psicoanálisis’ de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Miembro de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados.
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hijos. Pero este avance técnico de fines del siglo XX ‐el acceso a los gametos femeninos y masculinos: óvulo y espermatozoide‐ permitió que algo que era invisible e intocable, hoy sea visible y materia de investigación. Somos testigos de los cambios que se están produciendo día a día con los nuevos avances en medicina reproductiva y comparto con Piera Aulagnier la inquietante extrañeza (Aulagnier, 1992) que plantean estas nuevas procreaciones ‐descriptas y anticipadas por Frydman en el epígrafe‐, a las que podríamos hoy agregar los futuros niños “clones”. Lo que en un comienzo consistió en subsanar un problema reproductivo de una pareja, por medio de una técnica determinada, se fue ampliando de modo tal que el uso de dicha técnica y sus efectos no se produjeron solamente en el ámbito científico, sino también en el ámbito extracientífico: en las parejas, en los niños, e incluso en el cuerpo social. Uno de los interrogantes es el lugar que ocupa un niño dentro de las reglas de parentesco si su madre biológica es su tía, o si anidó en el útero de su abuela, si nació por donación de gametos anónima, u otras variantes. ¿Qué lugar le va a dar el discurso parental y el discurso del campo social, cuando ambos operan como matrices de referencias identificatorias que participan en la construcción de la identidad de un sujeto? ¿Qué sucede si estas situaciones son habladas, o si permanecen en forma de secreto? ¿Se inauguran así parentescos naturales y parentescos artificiales? Otra pregunta es si la aplicación de las nuevas técnicas reproductivas se ciñe a las parejas con problemas de esterilidad, o si lo que se privilegia es la voluntad de otras demandas: inseminación en parejas homosexuales, inseminación con semen de banco de esperma a mujeres solas, solicitud de embarazo en mujeres añosas, por nombrar algunas demandas existentes. En este sentido, Françoise Héritier Augé (1992) sostiene que, al abordar estas temáticas, entramos en una zona de fronteras entre los intereses y las responsabilidades individuales, los derechos del niño y las respuestas del cuerpo social, y sostiene que ninguno de estos órdenes puede ignorarse. Estas nuevas formas de acceder a una parentalidad plantean una cantidad enorme de interrogantes y exigen una tarea de investigación y seguimiento, ya que es imposible predecir qué efectos podrán tener. Pero estamos en condiciones de afirmar que se intensifican las demandas
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con predominio narcisista, podemos hablar de una “reproducción narcisista” en algunos casos. También se amplían las ofertas provenientes de algunos sectores de la medicina reproductiva que proponen una “medicina del deseo” (Frydman, 1986), dando cabida a la realización de demandas bizarras en las que podemos preguntarnos cómo se juega el deseo de hijo. Un periódico informó que un matrimonio de una secta raeliana solicitó la clonación de su hijo recientemente fallecido en un accidente. De este modo, el hijo clon sería quien reemplace a otro “idéntico”, dentro de una lógica del doble, en un escenario que roza lo siniestro. Los interrogantes formulados a partir de la implementación de las nuevas técnicas reproductivas en estos casos se ubican en la intersección de varias disciplinas: médicas, psicológicas, legales, éticas, religiosas, sociológicas y económicas. Lo permitido y lo prohibido en este nuevo campo no está delimitado y la relación entre la ley y el deseo es ambigua. El enunciado “deseo un hijo” es tomado empáticamente como un deseo que debe ser satisfecho. Desde el psicoanálisis podemos ampliar la mirada e interrogarnos sobre estas “nuevas parentalidades”, nuevas formas de concebir un hijo.
Filiación y transmisión: continuidad y rupturas En todas las sociedades encontramos formas de unión entre hombres y mujeres que por convención llamamos “matrimonio”; una legalidad que permite dar una filiación, una pertenencia a los niños, una inscripción social de los mismos. Estas representaciones aseguran y afianzan el lazo social y le asignan al niño por nacer un lugar de identificación y a sus padres, un marco estable para el ejercicio de las funciones materno‐paternas. En este sentido, las representaciones de procreación y orden familiar, que forman parte de un marco identificatorio para el devenir de un sujeto, están cuestionadas por estos cambios que se vienen produciendo. En todo caso, hoy ya no podemos afirmar tan tranquilamente, como lo hacíamos antes, que “madre hay una sola”. Tanto la filiación biológica como la “novela familiar” van modificándose conjuntamente con tales cambios.
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Un punto que debemos considerar es si estamos frente a un mero cambio de “ropajes” dentro de las problemáticas familiares, o bien si hay algo nuevo que ha ingresado junto con la técnica y las nuevas demandas. ¿En qué medida estas intervenciones sobre el cuerpo, que movilizan la concretización de fantasías provenientes de representaciones arcaicas, pueden ser procesadas? En ocasiones, la falta de deseo de hijo puede manifestarse a través de una búsqueda compulsiva de embarazo, y el accionar tecnológico no da lugar a pensar qué se está buscando y cuál es la dinámica en juego en cada vínculo. Pensamos que una pareja, como estructura vincular, es considerada tradicionalmente como el origen de la familia desde el punto de vista evolutivo y convencional, y a su vez se desprende de la familia en donde se originaron sus modelos. La función parental es la que posee las claves de la transmisión de los valores y de la cultura. El mecanismo a través del cual esto se produce está constituido por los procesos de identificación del niño con sus padres. Esta transmisión permite perpetuar en el tiempo la memoria de las generaciones. “No hay filiación sin transmisión. La filiación es la red simbólica primera, recibida ‘sin razón’, pero al servicio de la razón” (Rosolato, 1992). Una pregunta es cómo transmite una pareja la experiencia de la gestación producida por técnicas de fertilización asistida cuando se accede a un embarazo de un modo diferente de como lo hicieron sus padres, sus abuelos y todas las generaciones que la precedieron. En este sentido, se trata de una ruptura en el modo de concebir. ¿Qué posibilidades hay de ponerle palabras a experiencias que aún están en tensión entre los modelos “tradicionales‐naturales” y los modelos “nuevos‐tecnológicos”? Para una pareja, ¿hay diferencias entre la fertilización natural y la asistida? Si partiéramos de que no es lo mismo, ¿cómo pensarlo, con qué categorías y con qué significados? Es algo “decible” o guarda aún algo de inasible, de imposible. Guite Guérin (1986), en su libro L’enfant inconcevable, pivotea lo concebible/inconcebible referido a la reproducción con lo concebible/inconcebible referido a la posibilidad de ser pensado.
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Cuando el embarazo se logra a partir del material genético ajeno a la pareja (por donación de gametos), reflexionamos acerca de lo siniestro o lo idealizado que puede resultar, y también sobre el tercero que queda excluido en la pareja. Sin embargo, muchas veces me pregunto si hay una real comprensión de aquello que se está realizando movidos por la necesidad de dar vida, por la pasión de hijo (Alkolombre, 1997a) o por el deber de tener hijos. ¿Qué sucederá con esta herencia anónima? Cuando se debe decidir sobre la suerte de embriones congelados, ¿qué significado tiene para la pareja y para cada integrante el hecho de saber que hay aún “hijos en estado latente”? ¿Cuál es el estatus de este objeto “hijo congelado”? ¿Es atemporal, reimplantable, permite distintas combinaciones? Cuando después de largos años de búsqueda, y agotados los tratamientos, la pareja emprende con mucha ambivalencia el tránsito hacia la adopción, ¿qué lugar ocupará el niño adoptado? Estos interrogantes apuntan a pensar en qué modo afectan o impactan tales vivencias sobre los acuerdos inconcientes de la pareja, cómo se inscriben a nivel intrapsíquico e intersubjetivo estas experiencias, y cómo se transmiten cuando se produce la llegada del hijo a través del ejercicio de las funciones parentales. ¿Cómo impactan estos desarrollos tecnológicos sobre los vínculos? René Kaës (2001) plantea que la introducción de un tercer elemento técnico‐médico en la procreación modifica radicalmente el nacimiento y las representaciones de la procreación, y dice: Ésta se hace de a tres, así la técnica médica se insinúa como una instancia fecundante y parental. Cuáles son las modificaciones que introduce dentro de las relaciones entre las generaciones, en el status del niño, no lo sabemos muy bien todavía. Tampoco cuáles serán los efectos de estos nacimientos técnicamente asistidos sobre las representaciones de la filiación. Los efectos de ruptura entre generaciones son necesarios para la distinción entre las generaciones, pero en este caso los efectos son particularmente acentuados y requieren alguna forma de resolución.
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Lo cierto es que todos estos interrogantes sólo podremos responderlos como psicoanalistas en un a posteriori y a partir de cada singularidad, ya que es imposible generalizar acerca de las problemáticas psíquicas de estas demandas.
Psicoanálisis, esterilidad y nuevas técnicas reproductivas La esterilidad se enmarca, por lo general, dentro de un período de crisis en la pareja. Cuando el hijo forma parte de su “proyecto vital compartido” (Puget y Berenstein, 1992), desde el momento en que toman la decisión de iniciar la búsqueda de un embarazo, esta búsqueda se constituye en un nuevo organizador de su cotidianidad: visitas al médico, estudios, análisis, radiografías, nueva información que ingresa al universo de la pareja. El calendario mensual y anual comienza a reducirse a las fechas de ovulación y de menstruación, y los meses por venir guardan siempre la esperanza de un embarazo. Al analizar parejas, la presencia del otro real determina la emergencia de nuevas dimensiones del material clínico, diferentes del discurso de un paciente en un tratamiento individual. Haciendo extensiva esta idea, ¿cómo opera la presencia real de genes donados en la mente de los padres, la presencia real de una gestación múltiple, u otras combinaciones? Se trata en todos los casos de aspectos vinculados al cuerpo, su materialidad, su espesor y su ajenidad. Esta presencia puede transmitirse en forma verbal o preverbal, en forma conciente o inconciente, y puede resultar disparadora de fantasías o convicciones acerca del niño nacido, que como “sombra hablada” (Aulagnier, 1977) tendrá una dimensión que gravitará en la constitución de su subjetividad. Cada hijo tiene una historia que lo precede, es la prehistoria del niño por nacer, y está marcando la forma en que se lo espera, lo que representará luego su existencia real para el inconciente de sus padres y sus proyecciones. ¿En qué medida las modificaciones de las condiciones biológicas que conllevan las nuevas tecnologías traen aparejados cambios en las funciones parentales? Como hemos dicho, ¿nos encontramos frente a un cambio de “ropajes”, o bien algo nuevo ha ingresado junto con la técnica
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y las nuevas demandas? Parafraseando a Freud, ¿qué consecuencias psíquicas aportan estas nuevas tecnologías aplicadas a la reproducción? Desde el psicoanálisis podríamos pensar los alcances de esta problemática y reflexionar acerca de la dimensión en que se inscriben estas experiencias en los pacientes. Voy a comentar algunos elementos de un tratamiento psicoanalítico de pareja. Marta y Juan llegan a la consulta derivados por el médico que los atiende. En la primera entrevista, ellos dicen: Marta: Lo que pasa es que faltan espermatozoides, ya hicimos todos los estudios. Juan: Todo esto nos cayó muy mal. Marta: El problema es si vamos a tener un bebé de la panza o por adopción, porque Juan quiere un bebé de la panza y yo la adopción. Juan: Yo prefiero que viva la experiencia de la maternidad… Marta: Yo preferiría la adopción, poder tener un bebé y saber de quién es. (Juan se queda en silencio.) Yo en lo que pienso es en cómo puede ser esta familia con un hijo adoptado o por semen de donante. El motivo manifiesto de consulta es la disyuntiva que se presenta en la pareja a partir del diagnóstico de esterilidad conyugal a raíz de una azoospermia (falta de espermatozoides). El deseo de hijo se plantea desde el inicio del matrimonio y la situación de la consulta trae aparejadas muchas dificultades para ambos. Los unió una aparente igualdad: pertenecen a familias de profesiones afines, ideologías religiosas comunes, ambos son los hermanos del medio dentro de grupos familiares tradicionales en los que la descendencia desempeña un papel muy importante ‐los lazos de sangre‐. De allí que la imposibilidad de tener hijos genéticamente propios constituyó una situación traumática para ambos. En el momento de la consulta les resultaba imperioso lograr un acuerdo y poder armar un proyecto. A partir del tema del “bebé de la panza o por adopción” se ponen en juego las diferencias, que se manifiestan como un descubrimiento y un impacto.
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A lo largo del tratamiento se fueron perfilando problemáticas psicosomáticas en Juan, que se agudizaron a partir del diagnóstico de esterilidad: síntomas gastrointestinales, descomposturas, gastritis, dolores de “panza”, que dramatizaban la esterilidad, el descontrol del cuerpo y la pérdida de contenidos ‐heces, espermatozoides‐. Daban cuenta también de un “nuevo bebé de la panza” a través de estos síntomas, al modo de una couvade, parir su propio hijo. La esterilidad rememoraba otro momento crítico de la vida de Juan, cuando decide dejar la carrera y su padre lo echa de la casa: él debía ser un profesional como el resto de sus hermanos. El destierro de la casa paterna conforma una situación traumática; una familia en donde lo diferente es expulsado. La imposibilidad de concebir es vivida como un nuevo destierro, un nuevo destino de la amenaza de castración paterna. Marta realizó una cirugía de mamas a los 19 años porque “tenía mucho busto”, y esta situación me hizo pensar en su relación con su feminidad y su cuerpo, las “mamas” y el ser mamá. Desde su historia, Marta podría encuadrarse dentro del destino inhibitorio de su feminidad, con una personalidad introvertida y un vínculo ambivalente con su madre. Con su padre tenía una relación distante, poco afectiva. Le resultó difícil aceptar su cuerpo con rasgos marcadamente femeninos, la cirugía era para atenuar el plus de “mamas”. Nadie en su familia cuestionó esa intervención. Se trata de una pareja en la que ambos integrantes tienen dificultades en el procesamiento psíquico de las conflictivas. En Juan se produce una descarga somática de la angustia que no puede ser ligada; en Marta, un proceso de introversión y de intervenciones sobre el cuerpo. Sin embargo, es ella quien plantea que quiere adoptar, no quiere ser inseminada con semen de banco de esperma, de identidad anónima. No quiere tener “mucha panza”. En este punto entran a jugar aspectos relacionados, por un lado, con el vínculo con su cuerpo y su feminidad y, por otro lado, con la donación de gametos (espermatozoides) en donde el donante pasa a tener características de lo idealizado o de lo temido. La vivencia de infidelidad si se embarazaba con semen de otro hombre estaba también presente. Contratransferencialmente resultaba discordante la demanda de inseminación proveniente de Juan, uno podría pensar que quien no resigna el embarazo y la “panza” es la mujer.
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El recorrido del análisis permitió ir desanudando estas problemáticas vinculadas a dificultades en la asunción de la feminidad y la masculinidad y a un sentimiento de orfandad. Ambos estaban en la búsqueda de ser queridos a través de cumplir con los ideales familiares. Surgió como tema emergente del análisis la sexualidad de la pareja, ya que se presentaba como prohibida. Vimos que, detrás de la consulta por esterilidad, ellos formaban una pareja de “iguales‐hermanos”, la sexualidad estaba inhibida. En este caso, la propuesta de inseminación con semen de un donante ‐de un padre potente‐ los constituiría vía identificación en padres. Hay elementos que se pueden referir a la historia de los pacientes, de su fantasmática, su atravesamiento edípico, sus modelos identificatorios, el uso de su cuerpo en situaciones conflictivas, su lugar en la dinámica familiar, pero también hay elementos que se modifican porque cambia la representación de una pareja capaz de engendrar en la intimidad; y la dificultad no la tiene solamente el paciente, al analista se le plantean nuevas incertidumbres, y éstas generan muchas veces sentimientos de extrañeza. Voy a relatar el sueño de una paciente que analicé hace ya algunos años. Se trata de una mujer de 40 años que deseaba tener su segundo hijo, tenía una hija de 11 años que llamaré Alejandra. Era una profesional exitosa. Había realizado dos tratamientos de fertilización asistida sin haber logrado el embarazo. Relata que esa noche el marido la despertó porque ella estaba gritando mientras dormía, estaba muy angustiada y sobresaltada. En esa época del sueño estaba elaborando la posibilidad de no tener un segundo hijo, no sabía si iba a volver a intentar un nuevo tratamiento, estaba dudosa. [...] Estaba con mi esposo y también estaba Alejandra. De pronto Alejandra se transformó en una cajita, en una cajita de cartón chiquita [...] Al preguntarle con qué lo asocia dice que no se le ocurre nada. Le pregunto si puede estar referido a lo que estábamos trabajando en relación con la maternidad. Me contesta que puede ser, y se queda en silencio. En ese momento pienso en una fantasía de la paciente de revivir el embarazo de Alejandra, que sea nuevamente pequeña, que esté dentro de su vientre‐cajita, aún no nacida, desapareciendo de
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su percepción. Ella recuperaría así alucinatoriamente un embarazo que fue exitoso. Le formulo esta interpretación. Ella dice que últimamente se da cuenta de que está con mucha angustia, tiene temor de que le pueda pasar algo malo a su hija. Se trata de una paciente que ha sufrido crisis de angustia muy intensas a raíz de la muerte de su padre cuando su hija era bebé. Le muestro la relación entre el nacimiento de Alejandra y la muerte de su padre. Al preguntarle si asocia algo más en relación con el sueño, la paciente dice que la cajita era una cajita gris, se queda pensando, y agrega: [...] gris, de cartón, como esas cajitas donde vienen los huevos, los huevos de pascuas [...] Me sorprendo pensando en los embriones que no nacieron en los intentos previos de fertilización asistida, que pudieron ser otras Alejandras, otros hijos. Pero dudo acerca de si esto puede tener algún sentido. Reconozco que esta asociación me resulta extraña, sin embargo, era el material con el que yo había asociado. Se trataba de una fantasía referida a los embriones, mi interés se había desplazado al laboratorio, las “cajitas” donde están los huevos‐embriones. Era difícil pensarlo y aún más formularlo; sin embargo, decido seguir adelante con esta línea. La cajita con huevos podría representar los embriones que ella tuvo en su cuerpo y no se implantaron. Le formulo esta idea a modo de una interrogación. La paciente comienza a llorar, dice estar muy triste y muy angustiada, relata que quería decidir si volvía a intentar un nuevo tratamiento, sentía que a su edad ya no podía esperar más. Vimos también que la cajita con huevos representaba también su reloj biológico, el paso del tiempo vinculado a la fertilidad. Este sueño produjo contratransferencialmente mucho impacto, y su análisis y sus derivaciones fueron muy importantes. La cuestión de la fertilización asistida abarca tanto la ética de la ciencia como la ética del amor. Es una problemática para la cual aún no hay mucha teoría, y no tenemos distancia suficiente en el
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tiempo para evaluar resultados. Se trata de la primera generación de padres y niños nacidos por estas técnicas. Los interrogantes son el retorno de los efectos de la práctica. Son pacientes que llegan a nuestros consultorios con nuevos motivos de consulta, con nuevos escenarios para el sufrimiento. Parejas, como la de Marta y Juan, que plantean la disyuntiva de realizar una fertilización asistida con semen de donante, o bien decidir una adopción. Parejas que avanzan sobre la fantasía/idea de un vientre alquilado. Pacientes con indicación de ovodonación. Parejas que solicitan que el donante sea un familiar, manteniendo la fantasía de que no ingrese sangre “ajena” a la familia. Parejas en las que coexisten una crisis conyugal profunda y una continuidad férrea en los tratamientos de fertilidad, en donde la frustración por la falta de hijo y los tratamientos con la promesa de un hijo salvador es lo único que los mantiene unidos. Parejas con duelos traumáticos, que no son elaborados sino desplazados sobre el duelo por el hijo que no viene. Mujeres solas con la solicitud de inseminación, con la exclusión del hombre y el desarrollo de fantasías de partenogénesis. Mujeres con una esterilidad sin causa aparente, que presentan un rechazo inconciente a la maternidad, con miedo a las relaciones sexuales, con temor a la fecundación y al parto, y con fantasías de destrucción ligadas al embarazo (todas problemáticas en un escenario preedípico, cuando estas pacientes acceden a un embarazo por fertilización asistida queda invisibilizada la conflictiva en juego y suele desembocar en embarazos muy difíciles). Hombres con diagnósticos de esterilidad en los que la angustia de castración moviliza fantasías paranoicas, el haber sido castrado por el padre ‐como en Juan‐ (en muchos casos, la solicitud de donación de espermatozoides funciona como resolución frente a la sociedad y frente a su pareja, coexistiendo una aceptación conciente y un mecanismo de renegación de la esterilidad). Ésta es una clínica con características propias. Si bien no nos es posible pensar en un bebé nacido de una costilla, algunas cuestiones de la fertilización asistida tienen elementos difíciles de ingresar como representaciones porque han tocado las raíces de la identidad humana y todo aquello conocido por la humanidad hasta hace veinticinco años. Es algo difícil de representar porque no hay experiencias que lo precedan, en este sentido es inaugural. Para el analista también. El análisis de algunos elementos introducidos por la aplicación de las nuevas técnicas reproductivas nos permiten continuar profundizando en la comprensión de sus efectos:
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Disyunción sexualidad y reproducción/sexo frío.
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Deseo de hijo/demanda de hijo, predominio edípico o narcisista.
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Ruptura del eje temporoespacial: fecha de la concepción y fecha de la transferencia de los embriones.
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Ruptura de la diferencia generacional/lazos de parentesco.
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Lugar del donante, tercero excluido en la pareja y en las proyecciones sobre el hijo.
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Fantasías de partenogénesis y autogestación.
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Negación de la diferencia de sexos.
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Sentimiento de ser seres excepcionales.
Es difícil saber cuáles son las mejores condiciones para la subjetivación de estas experiencias, y para la llegada de estos niños al mundo. Piera Aulagnier (1992) planteó que es imposible generalizar ni dar diagnósticos psicopatológicos como un “a priori” sobre las parejas que requieren las técnicas de fertilización asistida. Sin embargo, afirma que sí está dada la posibilidad de volver a creer en la omnipotencia del deseo que tanto costó abandonar en la infancia. Renunciar al deseo es el equivalente de una muerte psíquica, pero no poder aceptar los límites que encontrará su realización puede concluir en un resultado equivalentemente catastrófico (Aulagnier, 1992). Las parejas con trastornos reproductivos se ven confrontadas con nuevas posibilidades para constituir una familia, pero también con nuevos enigmas a resolver en una cultura que está en la búsqueda de una legitimación para estas prácticas. Los psicoanalistas nos vemos confrontados a develar cuáles son las apuestas inconcientes de estas consultas y a interrogar los efectos de las nuevas técnicas reproductivas.
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Resumen En este trabajo la autora analiza las transformaciones en la parentalidad a partir del advenimiento de las nuevas técnicas reproductivas. En un comienzo, éstas se implementaron para subsanar un problema reproductivo, a partir de una técnica determinada, pero se fue ampliando el uso de la misma y sus efectos no se produjeron solamente en el ámbito científico, sino también en el extracientífico: en las parejas, en los niños e incluso en el cuerpo social. Se intensifican demandas con predominio narcisista en algunos casos, y también las ofertas provenientes de algunos sectores de la medicina reproductiva. Esto da lugar a una gran cantidad de interrogantes y exige una tarea de investigación y seguimiento. La autora investiga las conexiones entre el psicoanálisis, la esterilidad y las nuevas técnicas reproductivas, y presenta material clínico. Las parejas con trastornos reproductivos se ven confrontadas a resolver estos nuevos enigmas en una cultura que está en la búsqueda de una legitimación para estas prácticas. Los psicoanalistas se encuentran confrontados a develar cuáles son las apuestas inconcientes de estas consultas y a interrogar los efectos de estas nuevas técnicas reproductivas. Descriptores: fertilidad asistida / parentalidad / filiación / esterilidad / transmisión.
Summary Parentalityand the New Reproductive Techniques. The author analyzes the transformations in parentality that have arisen from the arrival of the new reproductive techniques. At the beginning, they were applied to overcome a reproductive problem with a certain technique, but their use has progressively expanded, and their effects have been felt not only in the scientific field, but also in extra‐scientific areas: in couples, in children and also in the social body. Predominantly narcissistic demands intensified in some cases, as well as offers from some sectors of reproductive medicine. This prompts a large number of questions and demands effort applied to research and follow‐ups.
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The author investigates the connections between psychoanalysis, sterility and the new reproductive techniques, the questions posed by clinical work on the basis of the diversity of particular problems these demands present. She presents two clinical vignettes. Couples with reproductive difficulties are faced with resolving these new enigmas in a culture that is seeking to legitimize these new practices. Psychoanalysts are faced with revealing the unconscious factors at stake in these consultations and questioning the effects of these new procedures. Keywords: assisted fertility / parenthood / filiation / sterility / transmission.
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