Orbita poética de Octavio Paz

SAÚL YURKIEVICH Universitè de París-Sorbonne r Orbita poética de Octavio Paz Desde Luna silvestre (1933) hasta Árbol adentro (1987), plural, incesa
Author:  Julio Franco Ruiz

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2014, año de Octavio Paz
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SAÚL YURKIEVICH Universitè de París-Sorbonne

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Orbita poética de Octavio Paz

Desde Luna silvestre (1933) hasta Árbol adentro (1987), plural, incesante, la poesía de Octavio Paz nos solicita y seduce. Movidos por posturas y motivaciones apósitas que alternativamente preponderan, divergen, se concilian y conciertan, sus numerosos libros inscriben esa dilatada, esa atractiva órbita que Paz recorre en más de medio siglo de brega poética. En esta trayectoria de amplitud y envergadura excepcionales, Paz imprime a su obra un movimiento pendular entre la aventura y el orden (así llama Apollinaire el binomio antinómico de innovación y tradición), entre revuelta y vuelta, o como Paz, afecto a la simetría, designa las dos polaridades que en su poesía pugnan: revelación e invención. Paz entra en la historia sucesiva, la del aquí y del ahora, en lo transitorio que continuamente se transforma, en la novedad sin fin, en el divorcio de los tiempos: no hay nada frente a mí, sólo un instante rescatado esta noche, contra un sueño de ayuntadas imágenes soñado, duramente esculpido contra el sueño, arrancado a la nada de esta noche, a pulso levantado letra a letra, mientras afuera el tiempo se desboca y golpea las puertas de mi auna el mundo con su horario carnicero, sólo un instante mientras las ciudades, los nombres, los sabores, lo vivido, se desmoronan en mi frente ciega [...] {Piedra de sol)

Entra en la estética del cambio, asume códigos en pugna que desdoblan al sujeto y el discurso, que los relativizan y afantasman. La poesía dice y se desdice, se vuelve crítica, pugna e impugna, hace su propio examen, se estatuye y destituye. Octavio Paz entra en la modernidad como separación, AISPI. Órbita poética de Octavio Paz.

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carencia, fragmentación, como conciencia aflictiva y conflictiva. Entra en la mudadiza movilidad, entra en la transgresión y la irrisión, entra en lo tentativo, entra en el arte experimental, en lo precario y provisional. O devuelve la poesía a su positiva efectividad, a su bella idealidad. Ella transporta, sublima, transparenta, trasciende, transfigura. Paz asume el arte de la convergencia omnianalógica: Todo es puerta todo es puente ahora marchamos en la otra orilla Mira abajo correr el rio de los astros se abrazan y separan vuelven a juntarse hablan entre ellos un lenguaje de incendios sus luchas sus amores son la creación y la destrucción de los mundos La noche se abre mano inmensa constelación de signos escritura silencio que canta siglos generaciones eras sílabas que alguien dice palabras que alguien oye pórticos de pilares transparentes ecos llamadas señas laberintos (Salamandra, «Noche en claro»)

Paz apuesta a la palabra vertical -axis mundi—, erecta, que asciende por encima del tiempo horizontal, prospectivo, irreversible, encima de la historia degradante y destructiva. Recupera la palabra que enaltece, la que promete la perpetuación del instante pleno, el retorno al principio reconciliador, a la solidaridad entre mente y mundo, a la unanimidad del comienzo. El poema se reinstala en el tiempo circular de la restauración, en el presente perpetuo de la omniposibilidad. Propicia la primacía del eros analógico que involucra y marida. Acumuladora de las energías benéficas, viva equivalencia del Gran Todo, la pareja amorosa personifica la potencia que illimitadamente mancomuna, ese como que por el vínculo comparativo puede coaligar lo más disímil. La mujer amada encarna la potestad analógica que conlleva la mítica, la metafórica y la aliterativa. La pasión amorosa con su infinito poder de ligadura faculta toda sintonía y sinfonía, es simiente de todas las formas. Paz pendulea entre poéticas rivales que comportan opuestas visiones del mundo y recursos de representación antagónicos. Ora favorece la estética del cambio que acentúa su zambullida en el río de la historia. El poema AISPI. Órbita poética de Octavio Paz.

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novedoso, condicionado por el contexto de su época, expresa un momento transitorio en una lengua temporaria. Pasa por el presente, es una momentánea encrucijada de signos y sentidos antagónicos: Música: oigo adentro lo que veo afuera veo dentro lo que oigo fuera. (No puedo oírme oír: Duchamp.) Soy una arquitectura de sonidos instantáneos sobre un espacio que se desintegra. {Ladera este, «Lectura de John Cage»)

O el poema persigue la invariante que subyace en los cambios y los fundamenta, la perpetuación, y la poesia, perpetua encarnada, se vuelve ilesa evidencia: Nada se oye en la noche de musgo y arena Sólo el lento brotar de estas palabras A la orilla del agua a la orilla del cuerpo Pausado manantial Oh transparente monumento Donde el instante brilla y se repite Y se abisma en sí mismo y nunca se consume (Libertad bajo palabra, «Estrella interioro)

El poema consagra un ahora sin fecha, un entonces primordial donde el sí y el no son sílabas enamoradas, donde el cuerpo y el alma, la vida y la muerte, el blanco del silencio y el negro de la voz se corresponden, conciertan su concordia. A contramano, Paz se historifíca, propende a coaligar estética con ética, erótica y política. Su pasión histórica lo incita a conectar la poesía con las otras conductas cognitivas de su tiempo. Esponja ávida, ejerce una receptividad abierta a todos los estímulos del presente. Su poesía, memoria de las formas, memoria del espíritu, memoria del espíritu de las formas, es una resonadora de la actualidad intelectual y artística. Es atravesada por las sucesivas corrientes filosóficas. Opera en continua interacción con el devenir de las artes plásticas. La traza del presente activo se detecta complementariamente en poemas y ensayos, en ese sistema de vasos comunicantes donde los pensamientos se trasfunden en imágenes y las imágenes conceptúan, ponen en claro en prosa traslucida su alegórico saber. AISPI. Órbita poética de Octavio Paz.

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Paz se aplica a la poesía de la belleza evidente, la que consagra el instante de plenitud que quiere eternizarse («Perfección de lo Finito»). Con ella, Paz escapa al tiempo de la cuenta y la caída, a la sucesión de los actos banales, al cotidiano menoscabo, a los trabajos forzosos, se libera de la limitativa sujeción a lo real inmediato. Fulguración del ser esencial, revelación de lo que es en sí y de su más allá, arrobadora epifanía, manifestación del misterio cósmico, la poesía es entonces rito de recuperación, rescate de la unidad original. Paz entra en la zona sagrada, se pasma ante lo numinoso innominable. El poema se vuelve cántico, himno, plegaria: El mundo alza la frente aún desnuda Piedra pulida y lisa para grabar un canto La luz despliega su abanico de nombres Hay un comienzo de hinmo como un árbol Hay el viento y nombres hermosos en el viento (Libertad bajo palabra, «Semillas para un himno») Esta comunión con el ánima del mundo, esta recuperación del complemento de humanidad que la razón subsume se refuerza con la adhesión de Paz al surrealismo, que cifra en la poesía la liberación del hombre. Desasida de conformismos, rutinas y tabúes, la poesía permite en amorosa convergencia acceder al punto de fusión de las antinomias. Para alcanzarlo, para alcanzar el mundo acordado por el omnímodo análogon, para alcanzar las coincidencias de lo dispar en un plano extraordinario, Paz adopta la panoplia surrealista: temeridad metafórica, azar objetivo, manipulación lúdica, humor negro, reversión, irrisión, violencia verbal, violencia purgativa: Un lenguaje que corte el resuello. Rasante, tajante, cortante. Un lenguaje de aceros exactos, de relámpagos afilados, de esdrújulos y agudos, incansables, relucientes, metódicas navajas, Un lenguaje guillotina. Una dentadura trituradora, que haga una masa de yotúélnosotrosvosotrosellos. (Libertad bajo palabra, «Trabajos del poeta, VIII») La analogía es para Paz una prosodia que concibe el universo como ritmo. Coincidente con André Bretón, considera que el deseo, la pasión amorosa no sólo concilia contrarios, es también el principio de interpretación del universo. Paz se embelesa con el sueño de la claridad convergente, y fabula el deseado edén del reencuentro. Hay en Paz un magistral ejercicio de la poesía positiva, la de la belleza manifiesta. Ensalzando ese embeleso, cada poema nos augura, nos asegura un cautivador disfrute, nos enseña a AISPI. Órbita poética de Octavio Paz.

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contemplar el mundo con mirada fruitiva, nos franquea el pasaje del ver al trasver. La poesía conecta con el centro de las imantaciones. Conductor del lenguaje primigenio, el poema sumerge en las aguas originarías. Fulguración reveladora, permite soñar con la fuente. Esta poesía gozosa, pletòrica de inminencias, restituye el reino perdido, nos devuelve a la alborada de las generaciones. Al restablecer la ligadura umbilical con las energías genésicas, potencia la imaginación que metamorfosea el universo en imagen de su deseo. Flujo e influjo. Armónicamente, todo ser, toda cosa, todo género se emparenta y consuena. Por la pareja amorosa, metáfora del cosmos, conjunción y simiente de todas las imágenes, se ingresa en la comente de las correspondencias sin coto. Para Paz, atracción erótica y atracción lingüística se equivalen. La escritura poética traduce, trasluce la del universo: Un día comienza a tus pies Pelo mano blancura no son nombres Para este pelo esta mano esta blancura Lo visible y palpable que está afuera Lo que está adentro y sin nombre A tientas se buscan en nosotros Siguen la marcha del lenguaje Cruzan el puente que les tiende esta imagen Como la luz entre los dedos se deslizan Como tú misma entre mis manos Como tus manos entre mis manos se entrelazan Un día comienza en mis palabras (Libertad bajo palabra, «Manantial»)

Tal es el orden de la deseada armonía, tal es la cosmología erótica que rige lo astral y lo carnal, la palabra, voluptuosa de la convergencia universal. Eufónica, eurítmica, su decir se carga de voluptuoso gozo. Tal es la poesía del tiempo circular, del eterno presente. Tal es la invariante de Paz, el eje de rotación de este circuito de enamorados signos. Esta poesía propende al transporte y a la transfiguración. Ella propicia la ceremonia inmemorial, una lasciva nupcia que anula las diferencias. Reclama un repertorio de imágenes matrices que modelan toda transferencia entre reinos, órdenes, especies. Así, en el imperio mitopoético, la mujer puede ser metal escondido, hierba sedienta, discípula de pájaros y nubes, rescate de las aguas, las primeras palabras de los árboles y la blanca monarquía de las alas (o de las olas). Esta poesía requiere armónica arquitectura, despliegue cadencioso, equilibrada distribución de componentes, concertación de todos los factores que contribuyen a levantar esa columna de continuos, de pausados, de pautados versos donde se celebra la liturgia concupiscente de los cuerpos, donde distancia, tiempo e historia quedan abolidos. Afecta a la mesura

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prosódica, a lo modal, a lo simétrico, esta poesía erótica de Paz, la del amor fusor, implica también una felicidad verbal, un estro armónico que todo torna concordante y consonante. Por imperio del deseo que todo lo equipara, la homología (semejanza de sentido) se vuelve homófona (semejanza de sonido) y la homofonía es homológica. Así como esta poesía epifánica necesita del acorde y de la unción, de consubstanciación y transubstanciación, la antagonista, la del antiarte, la de los códigos negativos impone discontinuidad, disonancia, fragmentación, desmembramiento. Es la poesía prosaica, propia del presente precario, del mundo inestable, del contexto moderno de la incesante substitución; corresponde a la otra vertiente de la obra de Paz. La poesía de la conciencia disyunta y de la zozobra existencial nos devuelve a la historia devastadora, a los corsi y ricorsi de la era contemporánea, al menoscabo de una realidad que bloquea y mutila, a lo informe e incompatible, a la insignificancia y al sin sentido, al ser desolado y disociado, al no ser. Paz es fundamentalmente un escritor moderno. Nacido en 1914, vive intensamente un transcurso pleno de acontecimientos decisivos, los que encauzan la marcha al siglo XX (postrimerías de la revolución mexicana, revolución rusa, avatares de la vanguardia, expansión del marxismo, apogeo de los facismos, guerra de España, Segunda Guerra Mundial, los años cero de la posguerra, la guerra fría, movimientos de liberación del tercer mundo, era atómica, cibernética y astronáutica, desmantelamiento del imperio soviético). Con esa participativa experiencia del mundo, Paz está directamente concernido por la actualidad. A lo largo de su obra, opera sucesivos cambios que van denotando su conexión «situacionista» con el mudable acontecer de las artes y las letras, con el estado mundial de la literatura. Y es en relación con este parámetro, con las plurales posibilidades de la escritura que Paz se instala en la modernidad innovadora. También hay en Paz una veta realista, feísta, híspida, prosaica. También se da en su poesía una estética de la tensión disonante y de los contrastes simultáneos. También hallamos una corriente lúdica, malabar, experimental, que alterna el verso con la prosa poética o que adopta en La estación violenta la caudalosa salmodia del versículo, que explora en Topoemas todas las variantes ideográficas, que abandona el soporte de la página libresca en los Discos visuales o que salta del relámpago haikú al cauce kakemono, al poema plegado, a la pagina única del mandala Blanco, estela de signos bicolor que se bifurca y converge. También opone Paz a la poesía analógica la irónica. También desdobla el poema en sentidos antagónicos poniendo en juego esa metaironía dadaista de Marcel Duchamp, que es lo contrario de la unción sobrecogedora y que restablece en el seno del texto el distanciamiento crítico. Una voz dice si y otra voz por de bajo dice pero. El como analógico se enfrenta con el pero adversativo. AISPI. Órbita poética de Octavio Paz.

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