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MI ALMA ES HERMANA DEL CIELO Mi alma es hermana del cielo gris y de las hojas secas; sol enfermo del otoño, mátame con tu tristeza!
luz para las cosas muertas. ¡Qué ternura tiene el pobre sol para las hojas secas! Una tristeza infinita vaga por todas las sendas,
Los árboles del jardín están cargados de niebla: mi corazón busca en ellos esa novia que no encuentra;
lenta, antigua sinfonía de música y de esencias, algo que dora el jardín de ensueño de primavera.
y en el sueño frío y húmedo me esperan las hojas secas: si mi alma fuera una hoja y se perdiera entre ellas!
Y esa luz de ensueño y oro que muere en las hojas secas, alumbra en mi corazón no sé qué vagas tristezas.
El sol ha mandado un rayo de oro viejo a la arboleda, un rayo flotante, dulce
Juan Ramón Jiménez, Arias Triste Otoño
Esparce octubre, al blando movimiento del sur, las hojas áureas y las rojas, y, en la caída clara de sus hojas, se lleva al infinito el pensamiento. Qué noble paz en este alejamiento de todo; oh prado bello que deshojas tus flores; oh agua fría ya, que mojas con tu cristal estremecido el viento! ¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, echado en el verdor de una colina! En una decadencia de hermosura, la vida se desnuda, y resplandece la excelsitud de su verdad divina. Juan Ramón Jiménez OLOR DE JAZMÍN En camisa pareces un jazmín... Por tu carne morena hay olor de jardín soleado... Son como dos serpientes que salen, entre rosas, los chorros apretados y tibios de tus brazos. Tu pasión enervante, doliente y prolongada, evoca las livianas lujurias del verano; en tus ojos profundos hay regueros de estrellas, hay rumores de aljibe bajo tus pechos pálidos... Igual que un oleaje crepuscular y ardiente, tu carne de mimosa se levanta, arrullando, y eres fugitiva cual un agua entre hierba bajo el anhelo loco de las calientes manos... Juan Ramón Jiménez, Laberinto
“Desnuda está la tierra’’ Desnuda está la tierra, y el alma aúlla al horizonte pálido como loba famélica. ¿Qué buscas, poeta, en el ocaso? ¡Amargo caminar, porque el camino pesa en el corazón! ¡El viento helado, y la noche que llega, y la amargura de la distancia!… En el camino blanco algunos yertos árboles negrean; en los montes lejanos hay oro y sangre… El sol murió… ¿Qué buscas, poeta, en el ocaso? Soledades, Antonio Machado LA SAETA ¿Quién me presta una escalera, para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno? (Saeta Popular) ¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, que es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar! Antonio Machado: Campos de Castilla
----------------------------------------------------------------------Perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti. Perdóname el dolor alguna vez. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo. Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene el árbol la luz última que le ha encontrado al sol. Y entonces tú en su busca vendrías, a lo alto. Para llegar a él subida sobre ti, como te quiero, tocando ya tan sólo a tu pasado con las puntas rosadas de tus pies, en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo de ti a ti misma. Y que a mi amor entonces le conteste la nueva criatura que tú eres. La voz a ti debida, Pedro Salinas
A CONTRATIEMPO Este poema tiene un son que no es el suyo. Imaginad que estamos bailando un bolero. Pero la música que suena yo no la oigo: es otro ritmo, otro compás, el que yo llevo, Bailo a destiempo, a contratiempo. mi pareja se queda porque la estoy pisando. ¿Cómo puedo decirle que escucho una música que ya sonó o no sonó nunca? Nos sentamos. No nos miramos. (No nos veríamos). El son de este poema no es el suyo: llevamos músicas distintas, por eso el baile es imposible y debo desistir. José Hierro: Cuaderno de Nueva Cork
Romance de la Pena Negra
que la pena negra, brota en las sierras de aceituna
Las piquetas de los gallos
bajo el rumor de las hojas.
cavan buscando la aurora,
¡Soledad, qué pena tienes!
cuando por el monte oscuro
¡Qué pena tan lastimosa!
baja Soledad Montoya.
Lloras zumo de limón agrio de espera y de boca.
Cobre amarillo, su carne,
¡Qué pena tan grande! Corro
huele a caballo y a sombra.
mi casa como una loca,
Yunques ahumados sus pechos,
mis dos trenzas por el suelo,
gimen canciones redondas.
de la cocina a la alcoba.
Soledad, ¿por quién preguntas
¡Qué pena! Me estoy poniendo
sin compaña y a estas horas?
de azabache, cama y ropa.
Pregunte por quien pregunte,
¡Ay mis camisas de hilo!
dime: ¿a ti qué se te importa?
¡Ay mis muslos de amapola!
Vengo a buscar lo que busco,
Soledad: lava tu cuerpo
mi alegría y mi persona.
con agua de las alondras,
Soledad de mis pesares,
y deja tu corazón
caballo que se desboca,
en paz, Soledad Montoya.
al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas.
Por abajo canta el río:
No me recuerdes el mar,
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
Pena limpia y siempre sola.
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de cauce oculto
¡Oh pena de los gitanos!
y madrugada remota! Federico García Lorca
“LA GUITARRA” Empieza el llanto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de la guitarra. Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona 10 como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada.
Es imposible callarla. 15 Llora por cosas lejanas. Arena del Sur caliente que pide camelias blancas. Llora flecha sin blanco, 20 la tarde sin mañana, y el primer pájaro muerto sobre la rama. ¡Oh, guitarra! Corazón malherido 25 por cinco espadas. Federico García Lorca
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Prendimiento de Antoñito el Camborio camino de Sevilla Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna, anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. *** El día de va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. *** - Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros. Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro.
*** A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles
Federico García Lorca
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Llanto por Ignacio Sánchez Mejías “La sangre derramada”, Lorca ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras ¡Que no quiero verla¡ Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada, ni corazón tan de veras. Como un rio de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué gran serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera. Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas!
No. ¡Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. ¡¡Yo no quiero verla!!
Unos cuerpos son como flores, otros como puñales, otros como cintas de agua; pero todos, temprano o tarde, serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre. Pero el hombre se agita en todas direcciones, sueña con libertades, compite con el viento, hasta que un día la quemadura se borra, volviendo a ser piedra en el camino de nadie. Yo, que no soy piedra, sino camino que cruzan al pasar los pies desnudos, muero de amor por todos ellos; les doy mi cuerpo para que lo pisen, aunque les lleve a una ambición o a una nube, sin que ninguno comprenda que ambiciones o nubes no valen un amor que se entrega. Los placeres prohibidos , Luís Cernuda ------------------------------------------------------------------------------------------------No decía palabras, acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe. La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Auque sólo sea una esperanza porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe. Los placeres prohibidos, Luís Cernuda ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------La niña rosa... (Elegía) La niña rosa, sentada. Sobre su falda, como una flor, abierto, un atlas. ¡Cómo la miraba yo viajar, desde mi balcón! Su dedo, blanco velero, desde las islas Canarias iba a morir al mar Negro. ¡Cómo lo miraba yo morir, desde mi balcón! La niña, rosa sentada. Sobre su falda, como una flor, cerrado, un atlas. Por el mar de la tarde van las nubes llorando rojas islas de sangre. De: Marinero en tierra, Rafael Alberti --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------No me conformo, no: me desespero como si fuera un huracán de lava en el presidio de una almendra esclava o en el penal colgante de un jilguero. Besarte fue besar un avispero que me clava al tormento y me desclava
y cava un hoyo fúnebre y lo cava dentro del corazón donde me muero. No me conformo, no: ya es tanto y tanto idolatrar la imagen de tu beso y perseguir el curso de tu aroma. Un enterrado vivo por el llanto, una revolución dentro de un hueso, un rayo soy sujeto a una redoma. “ Soneto” de El rayo que no cesa, Miguel Hernández -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ELEGIA A RAMÓN SIJÉ . (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.) . Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. . Alimentando lluvias, caracoles Y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas . daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. . Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. . No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. . Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. . .Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. . No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. . En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofe y hambrienta . Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. . Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte . Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de mis flores pajareará tu alma colmenera . de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. . Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas. .
Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. . A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,: que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. El rayo que no cesa, Miguel Hernández
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti. Perdóname el dolor, alguna vez. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo. Y cogerlo y tenerlo yo en alto como tiene el árbol la luz última que le ha encontrado al sol. Y entonces tú en su busca vendrías, a lo alto. Para llegar a él subida sobre ti, como te quiero, tocando ya tan sólo a tu pasado con las puntas rosadas de tus pies, en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo de ti a ti misma. Y que a mi amor entonces le conteste la nueva criatura que tú eras. Pedro Salinas ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------“HOMBRE”, BLAS DE OTERO. Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, al borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte. Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte. Alzo la mano, y tú me la cercenas. Abro los ojos: me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser -y no ser- eternos, fugitivos. ¡Ángel con grandes alas de cadenas! --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
“CIUDAD CERO”. ÁNGEL GONZÁLEZ.
entraban en mi alma para desvanecerse luego, pronto, ante uno de los muchos prodigios cotidianos: el hallazgo de una bala aún caliente, el incendio de un edificio próximo, los restos de un saqueo -papeles y retratos en medio de la calle... Todo pasó, todo es borroso ahora, todo menos eso que apenas percibía en aquel tiempo y que, años más tarde, resurgió en mi interior, ya para siempre: este miedo difuso, esta ira repentina, estas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar.
Una revolución. Luego una guerra. En aquellos dos años -que eran la quinta parte de toda mi vida-, ya había experimentado sensaciones distintas. Imaginé más tarde lo que es la lucha en calidad de hombre. Pero como tal niño, la guerra, para mí, era tan sólo: suspensión de las clases escolares, Isabelita en bragas en el sótano, cementerios de coches, pisos abandonados, hambre indefinible, sangre descubierta en la tierra o las losas de la calle, un terror que duraba lo que el frágil rumor de los cristales después de la explosión, y el casi incomprensible dolor de los adultos, Ángel GONZÁLEZ: Tratado de urbanismo sus lágrimas, su miedo, (1967) su ira sofocada, que, por algún resquicio, -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------«NO VOLVERÉ A SER JOVEN», DE JAIME GIL DE BIEDMA. Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Jaime GIL DE BIEDMA: Poemas póstumos (1968)