p ~ R I O D J ~ T A ~ L I Q~ R A L [~ D~L SIGLO XIX

BIBLIOTECA ------ ALDEANA DE COLOMBIA p ~ R I O D T A ~ L I Q~ R A L [~ D~L SIGLO XIX J ~ FELIPE PEREZ, SANTIAGO PEREZ, FELIPE ZAPATA y TOMA
Author:  Javier Soto Nieto

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COLOMBIA

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(Felipe Pérez, Santiago Pérez, Tomás Cuenca, Felipe Zapata, y Fidel Cano).

Selección Samper Ortega de Literatura

Colombiana

publicación del miniterlo de Educación Nacional

EDITORIAL

MINEBV A, S. A.

Bogotá -

C9lombia

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FELIPE PEREZ

Las grandes figuras que enaltecieron al partido liberal colombiano en la segunda mitad del siglo pasado perman~cen en oscuridad. Vencidas y proscritas del gobierno, las inteligencias de la siguiente generación se aplicaron al comercio y a la industria, para ganarse la vida, alejadas de las actividades intelectuales que, si bien reportaban gloria, no se compadecían con la ardua lucha por la subsistencia. Entretanto, el partido vencedor estudiaba y editaba los escritos de sus letrados; y así se explica, para citar un caso ilustrativo, que se hubieran reimpreso las "Memorias histórico-políticas" de Posada Gutiérrez, libro magnífico por cierto, y en cambio permanezca olvidada la "Geografía física y política de los Estados Unidos de Colombia", obra única y fundamental, si las hay, para el cabal conocimiento de nuestro país. Lo dicho no envuelve censura alguna al partido conservador: muy al contrario, en nuestra calidad de colombianos le agradecemos su eficaz difusión de una [larte de nuestra cultura; sino que es de lamentarse lue de la otra por.cién,igualmente valiosa, no hayanos podido disfrutar los colombianos de 1936.

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Lo que sabemos de los patricios Y letrados liberales se debe en su mayor parte a unos pocos eruditos contemporáneos de ese partido, entre los cuales sobresale D. Laureano García Ortiz, quien realizó una labor valiosa de vulgarización desde las páginas de "El Liberal ilustrado", revista hebdomadaria tan pequeña y modesta en su apariencia como útil y perdurable por su denso y ponderado contenido. A ella es, pues, forzoso acudir, cuando se requiere información sobre íos próceres del liberalismo; aunque, para ser justos, debe reconocerse también a D. Jorge Roa, editor de la "Biblioteca Popular", la parte que él tuvo en esa enseñanza.. Nosotros hemos querido reunir en este volumen a los grandes periodistas liberales Felipe y Santiago Pérez, Tomás Cuenca, Felipe Zapata y Fidel Cano, maestros de colombianismoy de ecuanimidad, a la vez que de puro liberalismo, no contaminado de flaquezas ni de negociaciones oon grupos más o menos próximos, pero que se salen de la órbita de sus doctrinas. Las páginas que en este pequeño libro ofrecemos a nuestros lectores les mostrarán cómo pensaban y sentían los problemas comunes los hombres de una colectividad que expresó el mejor y más noble de sus programas en esta sola frase: "La patria por encima de los partidos". ¡Si! La patria por encima de todo otro sentimiento, de toda ambición y conveniencia; y si la práctica de esta hermosa regla de conducta ha de llevarnos de nuevo al ostracismo, bienvenido sea: lo único fundamental es saber ser

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co..lombianoscon toda el alma y con perfecta pureza. InSpirándonos en la conocida frase de don José Félix de ~estrepo relativa a la justicia, quisiéramos que el liber'alismo de hoy prefiriese el derrumbe de todas sus a1nbiciones a ceder un solo punto en su doctrina de amor a la patria por encima del amor a sí mismo; a una ,patria que su ecuanimidad debe hacer igualmente amable para todos. Aquélla de mediados del siglo último sí que era una prez,isapolítica en el verdadero y noble sentido de la palabra: por 10 general, un solo hombre o un escogido grupo de caballeros redactaba la totalidad del periódico, de fecha a cruz, sin perder de vista ni el decoro" ni las conveniencias nacionales, ni el derecho de cada ciudadano a ser tratado como hombre honrado mientras no existiesen en su contra pruebas evidentes e incontrovertibles. Ni la especie insidiosa y velada, ni el innoble gracejo de mal gusto, ni mucho menos los carteles de anuncio de un diario O sus truncos títulos a triple columna, fueron armas usadas a mansalva contra la honra ajena. Para ser periodista eran necesarias de toda necesidad la cultura y la hidalguía: los descastados, los que no sabían medrar engrandeciéndose, sino empequeñeciendo a los mejores; los comunistas de la inteligencia, en una palabra, que, conscientes de su incapacidad para subir, intentan nivelar a los hombres por lo bajo, esos no pisaron jamás las redacciones de "El Tiempo", "El Neo-Granadino" o "Et Men~ajero", para -ellos estaban reservados los indecorosos papeluchos

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similares de "El Alacrán". El elogio o la censura previamente meditados y'comprobados, de un periódico de entonces, eran estúnulo o cas1¡igosuñciertes, pues el público tenía la seg'uf'idad de que, ant~s de ir a las cajas, los escritos habían sido leídos, releídos, meditados y enmendados por Manuel Ancízar, Manuel Murillo Toro, Felipe Pérez, Januario Salgar, Próspero Pereira Gamba, Felipe Zapata o Salvador Camacho Roldánj por José Joaquín Ortiz, Vicente Cár nenas, Carlos 1I.1:arti..'1ez Silva, Rafael M. Mf)rchán o Miguel Antonio Caro. "Cuando todo esto pase, -decía Jorge Roa con palabras que conservan completa actualidad- cuando el soplo restaurador de la libertad barra y sepulte para siempre en el osario de las desdichas que fueron, la capa ya densa de apocamiento y de ruindad que cubre el espíritu nacional; cuando la mediocridad, triunfante en toda la línea, vuelva al nivel de la nada de donde no debió salir, y desaparezcan las mezquinas pasiones de hoy, y haya justicia en las almas y se escriba la historia de Colombia, la figura de D. FELIPE PEREZ ocupará ancho espacio entre la pléyade de nuestros grandes repúblicos." Nació este vástago de D. Felipe Pérez Archila y doña Rosa de Manos Albas del Castillo, en Sotaquirá, el 8 de septiembre de 1836 y falleció en Bogotá el 26 de febrero de 1891. Desde muy tem.prana edad se manifestaron en él las aficiones literarias, pues a los 14 años escribi6 sus primeras poesías. A los 16, después de haber cursado

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estudios secundarios en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, recibió' el grado de doctor en jurisprudencia e:u el Colegio del Espíritu Santo, que regentaba D. Lorenzo ~ra Lleras . .En 1852 visitó al Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, como secretario d'e la Legación encomendada D. Manuel Ancízar. Su libro "Análisis Político, social y económico de la República del Ecuador", así como sus novelas "Atahualpa", "Huayna Capac", "Los Pi~arros' "Gilma" y "Tupac Amarú" fueron escritos durante su permanencia en los países del sur y en el año siguiente a su regreso a la patria.

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En 1853,cuando contaba apenas 17 años, desempeñó la gobernación de la provincia de Zipaquirá. A las órdenes del general Herrán militó contra Melo y se halló en los combates de Bosa y Tres EsqlÚnaS,y en la toma de Bogotá el4 de diciembre de 1854. En abril del 55 contrajo matrimonio con una hija de su maestro, el Dr. Lorenzo María Lleras, y sucedió a D. José María Samper y.al Dr. Murillo Toro en la redacción de "El Tiempo". En 1858 fundó "La Biblioteca de Señoritas", y en 1862publicó sus "Anales de la revolución de 1860";libro del que no apareció sino el primer tomo. A este libro siguió su célebre monografía sobre "El doctrinarismo y la autoridad". Luego viajó a Europa, donde editó su magna "Geografía de Colombia". Antes de este viaje había concurrido a la Asamblea Constituyente del Estado de Boyacá y servido las secretarías de Hacienda y Tesoro. A su regréso al país, ejerció la presidencia del Estado de

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Boyacá (1869 - 71), mas fue depuesto por una revolución local que promovieron sus mismos copartidarios. Pero "el Dr, Pérez -escribe Jorge Roa- no se marcha a su casa a descansar de la derrota, nó; la conciencia de su derecho, cuya voz era imperiosa en su espíritu varonil, lo retiene y lo anima a luchar. En vano sus amigos le disuaden de su empeño de reconquiskir el mando.A los consejos que le dan, contesta, según el decir de uno de sus biógrafos: Vine a Tfu.ja pm.' el ramino público y por él debo regresar. Falto de armas, de dinero y de todo, rehácese mal que bien, reúne un puñado de ejército, presenta a sus enemigos nueva batalla, y saca avante la bandera de la legitimidad. Fue entonces cuando el congreso lo hizo, a él, hombre civil por excelencia, general de la República, y fue también en aquella ocasión en que un jurisconsulto derrotó a 13 generales, cuando Rojas Garrido pronunció esta célebre frase: Nosotros hemos expedido una ley que suprime los grados militares, y Felipe Pérez le ha puesto el ejecútese". Mas una vez restablecido el Dr. Pérez en el poder, renunció el cargo. Como secretario del Tesoro, mediante el convenio Pérez-O'Leary, logró reducir nuestra deuda exterior, de treinta a diez millones. En 1877 sirvió la secretaría de guerra y marina, y dos años después fue elegido primer designado para la Presidencia de la República. Por este mismo tiempo (1877) comenzó a dirigir "El Relator", diario célebre .en la historia de nuestro periodismo. En la gue-

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rra de 1885 acudió de nuevo a los campamentos. La parte principal de su producción como periodista se encuentra en "El Relator" ya citado y en "El Tiempo"; mas también colaboró en "Los Debates", ~'EIComercio", "El Diario de Cundinamarca", "La Opinión", "El Mosaico", "La Biblioteca de Señoritas" y '''Los Anales de Instrucción Pública". Le debemos las novelas "Los Gigant-es", Estela", "Imina", "Sara", "El Caballero de la Barba Negra", "La Tumba Milagrosa", El Caballero de Rauzan", "La muerte del Gato", "Los dos Juanes", "El Profesor de Gotinga", "Isabel", "Carlota Corday", "Samuel Belibeth", "El Bosquecillo de álamos", y "Los pecados sociales", así como los drámas "Gonzalo Pizarro", "Las tres reinas", y algunas comedias. Pero hay que reconocer que en ninguno de estos dos géneros alcanzó el Sr. Pérez celebridad. La que justamente rodea su nombre se debe a sus magníficos editoriales en "El Relator" y en "El Tiempo" ya su "Geografía física y política de los Estados Unid.os de Colombia", obra excelente a cuyo lado pesan poco la "Geografía General del Nuevo Mundo" y el "Compendio de geografía elemental aplicada y prontuario del Atlas Colombiano", así como sus versos, bastante correctos en la forma pero de escasa inspiración. El Felipe Pérez que ha pasado a la historia es, como autor, el de la geografía; como liberal, el periodista; y como hoIllbre, elpatriQtasin desmayos yel ciudadano Vida-ejemplar.

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*** Su hermano D. SANTIAGO, presidente que fua de la República de 1874a 1876,era seis años mayor, como que había nacido en Zipaquirá en 1830 (23 de mayo). Un grupo de estudiantes del Colegio de San Bartolomé estableció con el nombre de "Escuela Republicana", cierta sociedad que tenía por objeto veriíicar reuniones públicas en que se pronunciaban discursos sobre puntos de actualidad. A este gimnasio oratorio, que se reunía en el salón de Grados, acudían a ensayar sus fuerzas muchos d.e los jóvenes nacidos en los 20 años anteriores, Y que en los 40 siguientes habrían de figurar honrosamente (in la política y en la literatura colombianas; allí debutaron, para usar una palabra de moda, entre otros muchos, Aníbal Galindo, Camilo Antonio Echeverri, José María Samper, Francisco Eustaquio Alvarez, José María Rojas Garrido, los tres hermanos Pereira Gamba, Tomás Cuenca, Januario Salgar, Eustorgio Salgar y Santiago Pérez, quienes se hacían aplaudir de una selecta concurrencia femenina que en realidad no tenía otra diversión pública importante sino esta de ir a escuchar a los gólgotas, nombre con que se designaba a una fracción del partido liberal, que no dejaba caer de la memoria, en todo discurso solemne, las alusiones al Mártir del Gólgota. En competencia con la "Escuela Republicana", los

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jóvenes conservadores establecieron a su vez la "So. ciedad Filotémica", cuyo objeto primordial era tam. bién el de pronunciar discursos. En ella sobresalían Carlos Holguín, José María Pinzón Rico, Joaquín F. VéIéz, Emilio Macías Escobar y Juan Eiteban Zamarra, cuyos discursos eran tan vehementes como los de D. José María Samper, orador el más distinguido del bando opuesto. Mas el austero D. Santiago Pérez, cuya sencillez, modestia y equilibrio eran proverbiales desde su juventud, abandonó bien pronto aquellas actividades espectaculares, para entregarse a otras, mucho más fructuosas que, desde entonces, fueron el eje de su vida: las del magisterio. En efecto, en 1857 abrió en Bogotá, en asocio de sus hermanos Rafael y Felipe, el "Colegio de Pérez Hermanos", de perdurable memoria. Los tres hermanos Pérez se habían educado, como atrás queda dicho, en el Colegio del Espíritu Santo, dirigido por D. Lorenzo María Lleras. Allí mismo comenzó a regentar D. Santiago, a los 18 años de edad, sus primeras cátedras: enseñaba la lengua y literatura españolas, y como resultado de esa enseñanza pudo publicar más adelante su "Gramática filosófica del idioma español". "Santiago Pérez -escribe Héctor F. Varela- reveló su genio poético en una ocasión no menos solemne (se refiere el Sr. Varela a la aparición de Zorrilla, como poeta, en los funerales de Larra). Celebrába3e en Bogotá el 20 de julio de 1849 el aniversario de la Independencia. Una multitud entusiasta TOdeaba al

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presidente de la República, al Washington colombiano, general José Hilario López y a los grandes cuerpos del estado. Hombres de mérito habían ya recordado en frases elocuentes, a los héroes y mártires de nuestra historia, cuando el Dr. Lleras pidió permiso para que uno de sus alumnos leyera la composición que había ya recitado ese mismo día en el Colegio del Espíritu Santo. Apareció entonces un jovencito, pálido, nada robusto, que temblaba de emoción. Empezó a leer: Numen, y voz, y verso, Y armonía, tuviera yo para cantar sus nombres, y decir sus virtudes a los hombres, por que conmigo diéranles loor. Pero gigantes ellos, yo pigmeo; y tan baja mi mente, ¡ellos tan grandes! ¡Colosos sostenidos por los Andes, y del águila hermanos y el condor! "Mil aplausos interrumpieron al joven poeta; pues si los versos parecían mediocres, las ideas y las imágenes eran grandes, robustas, propias para herir la imaginación popular." En el año de 1852D. Santiago formó parte de la Comisión corográfica, y como miembro de ella recorrió el sur de la república. Ese el origen de su libro "Apuntes de viaje", en el cual sobresalen sus descripciones del Chocó. En 1865abandonó el Sr. Pérez sus labores docentes para acompañar al Dr. Murillo Toro en la secretaría

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o ministerio de lo interior. Pero al iniciarse la administración siguiente, la del general Mosquera, esen. cialmente militar y autoritaria, Pérez se dedicó a combatirla en asocio de Tomás Cuenca y de Felipe Zapata desde el periódico "El Mensajero", hasta que, en 1867,Mosquera se proclamó dictador e hizo apresar a los directores ~el periódico oposicionista. En las administraciones siguientes, las de Acosta, Gutiérrez y Salgar, D. Santiago concurrió al senado, desempeñó nuestra legación en Washington y fue di. rector general de instrucción pública. En 1869 y en 1871, se le postuló para la presidencia de la Repúbli. ca; pero en ambas ocasiones renunció su candidatura; al fin tuvo que aceptar en el período 1874 -76. Al subir al solio presidencial D. Santiago tenía 44 años. He aquí la descripción que de su persona hace el mencionado Sr. Varela: "Es de cuerpo pequeño, ojos negros, espesa bar.ba, pálida y distinguida fisonomía, continente modesto y reposado. Habla poco y bien. Es inclinado a las chanzas ligeras y al sarcasmo. Es a un tiempo, como hemos visto, gran poeta (aunque hoy no le plazca que le recuerden sus ensayos), escritor galano y orador elocuente. Es amante de la vida de familia: su conducta como esposo y padre es ejemplar. Nunca ha cortejado la popularidad ni buscado las ovaciones". Al abandonar la presidencia, D. Santiago regresó a sus labores educativas, y en 1880 redactó "La Defensa". En 1893 fue desterrado d@lpaís por su oposición al régimen entonces imperante, y falleció el! París el 5 de agosto de 1900.

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D. Santiago Pérez conquistó su fama de periodista y pudo ejercer una grande influencia sobre sus contemporáneos, en las columnas de "El Tiempo", "El Mensajero" , "La Defensa", "La América" y "El Relator", aunque también se encuentra colaboración suya en· algunos otros periódicos políticos o literarios. Le interesaban especialmente los temas económicos los cuales, con una gran claridad de exposici6n, lograba hacer asequibles al grueso público. ¿ Cuáles fueron las razones que acreditaron a Santiago Pérez de conductor insuperable, de guía intelectual de su partido? Que lo diga Guille..""mo Camacho, periodista conservador, y cuyo elogio, por esta razón, .es de indiscutible valor: "El periódico antiguo de dos modestas hojas era el centinela uniformado de un partido. Marcaba un rumbo y representaba una conciencia. La doctrina y la literatura 10 eran todo; se vivía en plena cuestión política; la información, el hecho, la noticia, apenas asomaban la cabeza en pocas líneas. "Don Santiago (como se le decía familiarmente) pertenecía a la vieja guardia, y dentro de ese marco hay que juzgarlo; él, como Miguel Antonio Caro, Carlos Martínez Silva y Fidel Cano, para citar sólo las cumbres , no fueron empresarios sino apóstoles, burgraves de la prensa. "Periodista de ilustración enciclopédica Y de apretado estilo, D. Santiago hacía su labor diaria sin esfuerzo, con aquella pericia que sólo una preparación anticipada muy completa hace posible. El Dr. Diego

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Mendoza, que lo acompañó en El Relator, nos ha contado cómo escribía sus artículos de fondo, cuatro, cinco y seis CQlumnas:sin levantar la mano, sin tachar ni corregir. "Periodista de oposición en tres épocas memorables de su vida, en 1866 contra el despotismo de Mosquera, en 1880 contra la primera administración del Sr. Núñez, y en 1893 contra el gobierno autoritario de D. Miguel Antonio' Caro, fueron siempre de admirar las cargas de caballería con que copaba al enemigo este Murat del periodistno. "En sus artículos políticos hay apreciaciones sobre Núñez visiblemente apasionadas; caústicos conceptos; pero no debe olvidarse que al asumir en 1893 -vencido, anciano, pobreaquellas posturas de combate contra un gobierno receloso, asistido de discrecionales facultades, daba D. Santiago la medida de su carácter prócer y de la altivez patricia de su pluma. "En aquella vida suya incorruptible, llena de perseverante labor por el derecho, estuvo encarnada una t$poca rotnántica, idealista. Como tal era único. "Desde que principió en El Mensajero su carrera de escritor hasta 1893, ya desterrado, no cesó, bajo ei imperio de ninguna circunstancia, en su activa propaganda por la paz. y con valor civil, raras veces i~ gualado, puso siempre la disonancia de su protesta en la bárbara sinfonía de los clarines. "En 1893, al encargarse de la dirección del partido liberal y de la redacción de "El Relator", O.Santiago

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se anticipa a desautorizar rotundamente toda oposici6n que no fuera pacífica y legal contra el régimen de plomo que pesaba a la sazón sobre el país. Y cada vez que llegaba a sus oidos el más leve rumor de organización para la guerra, condenaba con palabra sobria y neta semejante insensatez. "No obstante eso, el Gobierno le aprisiona y le destierra, imputándole participaciones, que no tuvo, en conatos de revolución armada: cosa que el Gobierno nunca pudo comprobar ni entonces ni después, guardando siempre sobre este gravisimo incidente un silencio irrevocable. "Si el Gobierno de 1893 hubiese querido honradamente defender el orden público, habria rodeado a D. Santiago de las mayores garantías, pues él era el estorbo principal para la guerra; él, el defensor más convencido de la paz; él, el mejor aliado del gobierno en el camino de contener a los guapos Y a 105 locos partidarios de la guerra. "Pero lo que el Gobierno de 1893 se proponía al desterrar a D. Santiago Pérez era deshacerse de un censor incontrastable, que desopinaba hora por hora el régimen inicuo de las facultades extraordinarias. "Perseguido y desterrado, Santiago Pérez no abjura sus principios, sino que aprovecha, por el contrario, aquel momento en que las circunstancias prestaban a su voz una irrecusable autoridad para renovar su adhesión a la paz pública. "Feli2Jllente, la predicación de D. Santiago no cayó €'n el surco como piedra inerte, sino que ha mctifioo-

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do en la eterna conciencia. Ha sido, pues, el precursor, el Antonio Nariño de la paz". Las primeras producciones literarias de D.Santiago, que fueron sus versos y el drama en cinco actos "Jacobo Molay", que se representó en el Colegio del Espíritu Santo el 15 de noviembre de 1851, están recogidas en un pequeño volumen, editado ese mismo año por su maestro D. Lorenzo María LIeras, quien se declara en su prólogo su segundo padre, y le rinde en aquellos juveniles años de Pérez- grandes elogios por su vasta cultura, por la elevación de sus ideas, la nobleza de sus sentimientos y su conducta ejemplar. Se ha dicho que D. Santiago miró siempre con desvío su producción poética, y ello es tan verdadero, que en el ejemplar de sus "Ensayos líricos y dramáticos" que tenemos a la vista, ejemplar que perteneció a la biblioteca de D. Rufino J. Cuervo, leemos de puño y letra de éste la siguiente nota: "El autor recogió cuantos ejemplares pudo de este libro; para sacarnos el ejemplar que teníamos en casa se sirvió de D. P. S, quien para el efecto se hizo por algunos días amigo mío, me lo pidió prestado, y, naturalmente, nunca logré su devolución. Este lo compré por fr. 0.10 en Un puesto de libros viejos el 6 de octubre de 1900. R. J. C." D. Santiago escribió, además de "Jacobo Molay", otra pieza dramática, "El Castillo de Berkeley", y tradujo del inglés la comedia "Casarse o no casarse". Con las ya anotadas piezas, la leyenda "Leonor", los "Apuntamientos de viaje por Antioquia y las proyincias del

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sur" Y un "Compendio de gramática castellana", pu·· blicado en 1853 con el seudónimo de "Un granadino", puede considerarse hecho el inventario de su producción netamente literaria. El resto de ella es periodística o de ocasión, género este último en el cual habría que clasificar, por ejemplo, sus magnificos discursos. D. Felipe Zapata y D. Tomás Cuenca acompañaron a D. Santiago Pérez en la redacción de "El Mensajero",

*** TOMAS CUENCA, jurisconsulto eminente como Pérez, erudito, sin odios, sin envidias, sin presunción, sin vulgares ambiciones, había nacido en Bogotá en 1840 y falleció en Tena el 28 de agosto de 1870. Fue una de las más notables Y brillantes figuras de la generación liberal de mediados del siglo. "La precoci.dad en el desarrollo intelectual sorprende en Cuenca -dice José Camacho Carrizosa-: era un adolescente y tenía ya la severidad de juicio que sólo dan los años: su fría razón no siente ningún entusiasmo al contemplar las matanzas de hermanos: la figura prestiglosa del general Mosquera no enturbia la claridad de su cri-terio: las pasiones enardecidas de sus compañeros no calientan su imaginación, Y asiste a la campaña porque allá lo llevan las fatales circunstancias de nuestra vida social; pero siempre escéptico en cuanto a las ventajas de la guerra, y taciturno, como Hamlet, en medio de las concupiscencias de la corte. "Después de la pléyade de hombres emineii.tes que surgieron a raíz de nuestra emancipación política,

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acaso no ha habido entre nosotros una inteligencia más sólida que la de Tomás Cuenca." Por desgracia, Cuenca no vivió sino 30 años.. Le costó mucho esfuerzo concluir sus estudios, porque era no sólo pobre sino casi indigente. La necesidad de ganarse la vida 10 hizo abandonar sus estudios de matemáticas, pues en aquellos días un ingeniero no podía conquistar el sustento entre nosotros, y tuvo que cursar derecho. El renombre que adquirió como abogado le permitió hacer fortuna rápidamente. A los 25 años desempeñó la secretaría de hacienda, en la administración de Murillo Toro. Dos años después fue comisionado por la administración Gutiérrez para adelantar, junto con D. Miguel Samper, las primeras negociaciones de importancia sobre la apertura de un canal inteJroceánicoa través del Istmo de Panamá. Fue ayudante del general Barriga en el célebre sitio y ataque al convento de San Agustín de Bogotá. Con posterioridad a su muerte, D. Jorge Roa publicó en la "Biblioteca Popular" sus "Notas de la campaña de 1861". De resto no existen sino dos libros suyos, 'Unode física y otro de lecturas, que en realidad son traducciones de obras francesas. Todo lo demás de su producción se encuentra en "El Mensajero".

*** Don FELIPE ZAPATA, nació en Bogotá el 26 de mayo de 1838, y murió en Londres el 28 de julio de 1902. Contaba apenas 25 años de edad cuando con. currió a la Convención de Rionegro. Durante las ad-

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ministraciones liberales asistió al congreso Nacional como senador y representante, así como a las legislaturas de varios estados. Fue ministro de lo interior y Relaciones Exteriores en la administración Murillo¡ y ministro del general Salgar, de quien también había sido secretario, cuando Salgar desempeñó la gobernación de Cundinamarca. En la adminstración de D. Aquileo Parra desempeñó la plenipotencia decolombia ante el gobierno inglés. El Dr. Zaldúa, al iniciar su gobierno el 1Q de abril de 1882,lo nombró secretario de Estado; pero el congreso conservador de ese año, que por entonces tenía facultad de vetar los nombramientos de ministros, objetó el del Dr. Zapata, debido a que éste había defendido los intereses nacionales, contrapuestos a los del presidente Núñez, en una serie de opúsculos en que combatió el empréstito Núñez-Koppel. Estos opúsculos; sus artículos sobre "La responsabilidad del partido conservador", escrito político que ha sido calificado como el más sensacional que haya visto la luz en Colombia, y sus memorias como secretario de lo Interior y Relaciones exteriores en los años de 1870 y 71, lo acreditan como habilísimo escritor, y son la base de la justa y extendida fama de que disfrutó entre sus contemporáneos. Pero, desde luego, no pueden olvidarse los artículos que publicó en "El Mensajero", y en "La Unión". Sin ser orador, en los congresos a q'.le asistió, desempeñó papel brillantísimo, y es justo reconocer que la fama de que disfrutaba en vida la debió más a su palabra que a su pluma, porque -como lo anota uno de sus bió~rafos- "la fama gusta más de la palabra; y la glo-

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tia, de la plúma". "Cuando Zapata pide la palabra y se incorpora, su busto se alza apenas dos palmos sobre la mesa de trabajo que tiene enfrente. Es pequeño como Thiers y. como Luis Blanc. Ya tiene el cabello entretejido con hebras de plata, en la frente arrugas, y la carga de los años, al andar, se nota en su cuerpo pequeño pero recio ... No es orador, ni por la voz, ni por la prontitud, ni por los ademanes. Cuando el auditorio se halla separado algunos metros de su banco, ya no se es.. cuchan sus palabras. Parece que él sólo quisiera oír sus discursos. Habla con gran convencimiento, como que jamás razona sin dar tiempo a la meditación. Hay en esto el cálculo y la prudencia del que respeta su altura ... Solamente hay un día en que Zapata se levanta con mayor equilibrio, en que su voz tiene más firmeza y alcanza mayor distancia, y es cuando va a leer al senado 10 que ha escrito y quiere que sus colegas escuchen. Todo murmullo se calla en el auditorio, las palmas de todas las manos se aprestan para romper en estrepitoso aplauso a las primeras palabras, porque, amigos y contrarios, saben lo que pueden la tinta y la pluma al servicio de este pensador." Don Salvador Camacho Roldá(n, que lo conOció íntimamente, elogia mucho el talento y la memoria de Zapata; pero anota que carecía de voluntad, por carenCia de ambiciones. D. Laureano García Ort~, que se refirió extensamente a Zapata ellSu discurso de recepción. en la Academiá .éolombiana, donde

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García Ortiz sucedió a Uribe Uribe en la silla que fue de D. Felipe, lo defiende de este cargo, haciendo ver que la acción de Zapata no fue menos fecunda por haberse limitado casi exclusivamente a crear un ambiente de opinión propicio a las ideas liberales, merced a una intensa labor moral e intelectual; y refiere la valerosa actitud de Zapata ante el general Mosquera en la convención de Rfonegro, y su nomenos valiente franqueza cuando, ante los congresos de 1870 y 71, "dio a conocer al país las flaquezas del régimen político; del cual era, él mismo, ilustre exponente". Esta clase de acción acaso la más perdurable, puede ejercitarse sin contribución alguna muscular. "El doctor Núñez -escribe García Ortiz para confirmar su aserto- remontando el Magdalena, tendido en el fondo de un champán, combinando sus complicadas evoluciones, parecía inerte; y el 'boga inocente, doblegado sobre el remo, en su brega sudorosa, se juzgaba el hombre de acción. Y es que la inocencia turba la visión de las cosas". En efecto, los resultados de la acción de Pérez, Zapata y Cuenca, desde las columnas de "El Mensajero", todavía se hacen sentir en el actual liberalismo colombiano que, cuando padece desmayos, cuando se le enturbian las ideas y se le confunden las doctrinas, puede volver los ojos a esos guías seguros, con la certidumbre de encontrar en ellos normas e ideas de no superada alteza. Negligencia elegante en la baja maniobra política; acción que no se desperdiciaba en estériles esfuerzos ni en gestos infecundos, tal fue, en concepto del ya citado García Ortiz, 10 que los con-

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vivientes de Felipe Zapata interpretaron por pereza.

*** Hubiéramos querido agrupar en un mismo volumen con las de su hijo D. Luis las producciones de don FlDEL CANO,fundador de "El Espectador" y verdadero guía del liberalismo en Antioquia. Pero la importancia que tienen los comentarios de Luis al i~idente colombo-peruano de Leticia, así para la historia, como, principalmente, para testimonio de la forma gallardísima en que el espíritu nacional reaccionó delante del atentado, nos hizo modificar nuestro primitivo propósito, separando en la materialidad de la edición al padre y al hijo, porque éste nos sulninistraba material suficiente para uno de los más densos e interesantes volúmenes de la presente Selección. Nació D. Fidel Cano en la población de San PeOro el 17 de abril de 1854, día señalado en la historia de la república por el golpe de cuartel que dio Melo en Bogotá. Parece que la Providencia hubiera dispuesto que en la misma fecha en que se consumaba el bochornoso golpe cuartelario, viese la primera luz el colombiano que con más ahinco y energía habría de combatir, andando el tiempo, todo lo que tendiese a deslustrar la fisonomía democrática y legalista del país. D. Fidelle debió sus aficiones literarias, según lo de c1araba él mismo, a la circunstancia de haber sido discípulo de D. Juan José Molina, aquel insigne direc-

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ior de esa preciosa colección denominada "Antioquia Literaria", que bien valdría la pena reproducir de manera oficial, para honra del país. Después de terminar estudios en la Universidad de Antioquia, se dedicó' a la enseñanza en Envigado y El Retiro, y sirvi6 también una inspectoría de instrucción pública. Antes de figurar en la política lugareña, como que concurrió varias veces a la asamblea de su departamento nativo, y fue secretario de hacienda de D. Pedro Restrepo Uribe; antes de figurar también en la política nacional, concurriendo al senado; antes de empuñar el cetro del periodismo liberal, como émulo y sucesor de los grandes editorialistas del setenta, cetro que tan brillantemente mantuvo en "El Espectador" durante casi medio siglo, D. Fidel Cano había sido fiscal en Ríonegro Y había ensayado sus fuerzas de polemísta en "La Idea", en 1878; la "Revista Industrial", al año siguiente, "La Unión" (1881) y "La Consigna" (1883). Después de fundado "El Espectador", D. Fidel dirigió "La Correspondencia" (1893-4). La combatida existencia de "El Espectador", así como el recio temple de D. Fidel, que no cedió jamás ante amenazas de ningún poder, ni espiritual ni temporal, han sido varias veces comentados por quienes de cerca siguieron la vida del periódico y la de su fundador. De entre esoS comentarios sacamos los que se deben a la elegante pluma de D. Luis de Greiff: "Al comenzar la oprobiosa Regeneración, cuando no circula ha ningún periódico liberal en Colombia, fundó en Medellín, el 22 de marzo de 1887, "El Especta.dor", que principió su vida como bisemanal, en for-

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mato pequeño, y que fue acogido con alborozo en todo el país. Ser periodista en esa época era empresa que requería verdadero valor cívico, por estar en vigor las facultades extraordinarias de que estaba investido el gobierno por el espeluznante artículo K de la constitución, facultades de que usaron y abusaron los esbirros ,de Núñez. "Su programa, esbozado en el número primero, revela su gallardía y nobleza espiritual: "Rendir culto a las grandes ideas proscritas hoy por el odio, por la apostasía o por la debilidad; no dar a las buenas y a las malas acciones unos mismos nombres; no hablar a los dueños del poder el lenguaje de la lisonja, y no tributar aplausos ni a los hombres ni a sus actos, :sino cuando la conciencia 10 mande, fueron los pronósticos iniciales, y también su constante norma de acción. "A las violentas arremetidas de "La Voz de Antioquia", en que las recriminaciones políticas y la crítica apasionada de las administraciones liberales se hacían en el más rudo lenguaje y sin fundamentos históricos comprobados, respondía D. Fidel Cano con -$U prosa galana y serena, desmenuzando las pobres ,yg¡umentacipnes de S'US contendores y oponiendo al garrote que solían esgrimir, el acero de su fina ironía y de su lógica formidable. "~uchó ahincadamente contra la represión de la 'prensa, sin que lo atemorizara la mordaza que el ministro Angulo le preparaba. Sin desconocer que en ,casos aislados puede hacerse uso indebido de la li-

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bertad de prensa, pensó siempre que aun eran mayores los males que la represión podría ~riginar. 'La honra bien cimentada -decia-, la virtud ver., dadera y excelsa, el carácter puro y elevado, no caen a los golpes del periódico o del folleto. La prensa suele desencadenarse como huracán furioso; mas así como el viento encolerizado sólo arrebata polvo y. hojas secas, y en vano se estrella contra la alta montaña y contra el sólido torreón, así la palabra impresa sólo destruye honras postizas y falsas perfecciones. Las heridas que abre la calumnia las cierra la verdad; los dolores que produce la injuria se curdil con levantar el alma más y más, a medida que el -ultraje crece; y si se quiere castigar a quien calumnia o denigra, el desprecio es látigo que deja rojas huellas en la frente del escritor mendaz y grosero'. "De esa represión que él combatía, usando siempre la espada del caballero contra armas innobleS' del adversario, vino a ser víctima pocos meses despu.és de in~ciada su brillante labor periodística. Suspendido el "El Espectador" en julio de 1887 cuando apenas habían salido treinta números, sólo pudo reaparecer al principiar el siguiente año, mediante la relativa libertad que dio a la prensa el general Payán, al asumir el poder, conforme al decreto de 19 de diciembre de 1887,que motivó la renuncia del ministro de guerra, doctor Felipe Angulo, y llevó el alarma a los reaccionarios que tan encariñados se hallaban con los abusos que ese fatídico per-sonaje se complacía en perpetrar.

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"Mas no fue sólo la cuchilla del ministro el arma que la intransigencia opuso a la acci6n cultural del .gran periodista. Vino también el báculo a interpo .• nerse en su camino. Con motivo de un famoso ar~ tículo firmado por Iram, pseudónimo del general Marío Arana, titulado 'Bodas de Oro', en que cen~ .suraba el lujo escandaloso y la vanidosa magniñcen~ cia con que celebraba León XIII sus bodas de oro, ceremonia que Arana calificó de exótica y nugato~ ria del cristianismo' por el contraste que formaba la sencilla humildad y pobreza del Maestro, con la opu~ lencia espectacular de quien hacía tal derroche en esas festividades, tan contrarias al espíritu cristiano, Con motivo de esa justa y severa censura, el obispo de Medellín, doctor Herrera Restrepo, prohibió a sus ñeles la lectura de El Espectador. "Poca mella causó al periódico la censura ecle~ siástica, pues sus lectores, en vez de disminuir, aumentaron , convencidos como estaban de que las pompas y vanidades de Roma no eran trasunto ñel de las doctrinas de Cristo. "Las campañas de 'El Espectador contra la pena de muerte, dejaron en los anales del periodis~ mo antioqueño páginas imperecederas, por la sin~ ceridad que rebosa en sus conceptos y por lo impecable de la forma. Para combatir la pena de muerte, no necesitaba D. Fidel Cano mayores esfuerzos de dialéctica. Bastábale dejar en plena libertad los im~ pulsos de su corazón nobilísimo, para que de su pluma _brotara la expresión nítida de su pensamien~,

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empapada en las sanas e irrefutables doctrinas de Cristo. "La labor periodística de D. FidelCano fue intensa y constante. Ni las vicisitudes le enfriaron, ni los años menguaron su entusiasmo por las ideas liberales, y, menos aún, el vigor de su mentalidad y la maestría de su pluma para defenderlas. Durante su larga vida de periodista no tuvo problema social, educativo o político, dentro de la órbita muy extensa de sus conocimientos, que, no mereciera su estudio concienzudo y su di;,~..llgaciónserena y acertada. Su obra de poeta, de profesor y de polemista, da, toda ella, una sensación de sinceridad, de benevolencia Y de convicción, que hace amables sus enseñanzas e infunde en sus discípulos entrañable cariño." Al margen de las luchas políticas, que tantas desazones le proporcionaron por su extraordinario valor civil, D. Fidel cultivaba la poesía, buscando en ella una sombra contra las tempestades en que se veía envuelto su acongojado espíritu de eximio patriota. Fruto de esas horas de sustracción a la lucha fueron un tomo de poesías publicado en 1884 y sus excelentes traducciones de Víctor Ruga, Lamartine, Musset, Sully-Prudhomme, Longfellow Y otros grandes líricos, y sobre todo, sus bellísimas "Navidades", de las cuales existe una reducida edición, que poseemos, de indipensable conocimiento para juzgar a D. Fidel, no ya como periodista Y modelo de caracteres firmes, sino como el perfecto cristiano que supo ser, sin profesar la religión católica; como

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el prototipo del patriarca montañés, tan áspero en la apariencia cuanto blando en el fondo; fuerte como un roble en la lucha y visto de puertas para fuera; pero dócil, aniñado y extremoso en la intimidad de su hogar. Con D. Fidel Cano acontecía lo que con nuestros grandes nevados, que, vistos desde abajo nos aterran por sus quiebras profundas, sus aspérrimos farallones, sus medrosos abismos; y vistos desde un avión, en las mañanas diáfanas, se nos antojan leves motas de algodón: tal sucedía con este hombre, según se le mirase encaminando el pensamiento, oponiéndose a la arbitrariedad o combatiendo el dolo, desde el Sinaí de su periódico, o en el tibio recato de su quinta "Fidelena", modelando, con la más exquisita delicadeza, las almas de sus hijas.

De sus fatigas y ternuras dan una idea precisa los párrafos que a continuación se transcriben: están tomados de una tarea de literatura, hecha cuando nosotros leíamos la materia en el "GimnasioFemenino", de Bogotá, y son escritas por una netezuela de D. Fidel, la señorita Helena Cano Nieto, hija del actual director de "El Espectador", D. Luis Cano. Piensa así la nieta con respecto a su ilustre abuelo: "Consagró su vida entera, sus eS}geranzase ilusiones a "El Espectador", y desde 1887 en que 10 fun-dara, hasta 1911, cuando se aseguró la libertad de prensa, su existencia y la del periódico fueron una cadena jamás interrumpida de contratiempos, desengaños y amenazas. Las suspensiones frecuentísimas~

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los ataques del clero, los decretos de excomuni6n, hacían imposible el periodismo liberal de aquel en· tonces, y era necesaria una voluntad de hierro, una tenacidad antioqueña, una serenidad heroica, para seguir la lucha desigual de un hombre contra los poderes del gobierno. ' HMil veces la lectura de 'El Espectador' fue decla· rada pecado mortal; mil veces la imprenta fue invadida por los soldados y condenada al silencio; y mil veces Fidel Cano volvió con mayor empeño a su labor, al parecer inútil, de pedir igualdad para todos los ci~dadaIl\Os de Cplombia, petici6n que equivalía sencillamente a conquistar una nueva celda en las cárceles de Antioquia; y, como estaba seguro de ello, continuaba escribiendo sin descanso aquellos edito· riales serenos, altivos, admirables. "Mas no era sólo el periodismo el ideal y el lema de su vida; dentro del rudo político se ocultaba el anciano bondadoso con alma de chiquillo, que ora· ba con los suyos al sentarse a la mesa y componía en sus horas de reposo los dulcísimos versos de las 'Navidades'. He aquí algo que nos muestra más exactamente a Fidel Cano que sus escritos de ':mi Espectador " algo que nos descubre su alma, sus pensamientos, sus emociones: las 'Navidades'; ellas le dieron ánimo en la lucha, alegría en medio de sus grandes dolores, y ellas hicieron de él, el amigo de los niños, el consuelo de los pobres, el consejero de los nece,sitados.

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"No eran aquellos versos producciones académicas, ni aspiraban a figurar en antologías, ni relataban, obedeciendo a reglas gramaticales, hazañas extraordinarias o dolores infinitos; eran solamente estrofas salidas del alma, inspiradas en las nochebuenas de la Antioquia vieja, en aquellas noéhebuenas tan distantes, que poseían el don maravilloso de convertir la vida en un ensueño, los hombres en niños, la alegría en oración. Unas, como 'Cristo, alegría del mundo', hablan del Dios de dulzura con quien él soñaba; otras, como 'Navidad', están dirigidas a los pequeñueIos de su 'Fidelena', y por último, algunas son plegarias de tristeza, como aquélla que él llamó 'Noche Triste' y. que termina as[: 1>

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Todo canto, en esta noche buena

y

santa, ser de-

biera Como salmo de la vida, como voz de primavera, .Como música de amor Que en las almas infundiera RegOCijoy esperanzas, energías y valor; Mas quien lleva el alma herida Por la muerte, por la ausencia, Dar no puede de esos cantos que festejan la existencia .... ¡Entonad vosotros, niños, los de gozo, los de vida, y apartad vuestros oídos· de mis ayes de dolor!"7

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EL DOCTRINARlSMO

y LA AUTORIDAD

"Los que me comprendan que cojan su cmz y me sigan." EL CRISTO 1 Al recoger la pluma para escribir este libro, noS guía sólo UIl pei1Sd1TJ.ento atrevido: busear y segs..llr a través de los siglos el itinerario de la libertad Yde la opresión; o mejor dicho, de la doctrina y de la auto.ridad. y es atrevido nuestro pensamiento, entre otras cosas, porque es colosal. Habiendo interrogado Zoroastro a la Providencia sobre el origen y fin de las cosas, recibió esta respuesta: "Practica el bien y conquista la inmortalidad". Este modo enigmítico de resolver las cuestiones era bueno para ahora seis u ocho mil años, tiempo de supersticiones y de impostura; mas no para hoy, que se sigue otro criterio, y que a la revelación cierta y fingida y a la autoridad sabia o petulante, se ha opuesto el examen. Examinar es trabajar y es dudar. Hoy los hombres no se contentan con preguntar a los dioses ni a los oráculos: hoy se pregunta directamente a los hechos y los hechos son los que deben responder. Hé ahí lo inmenso de nuestra labor.

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Empero, tenemos un auxiliar poderoso: la historia. Es verdad, mas lo que se llama historia es allí una fábula grosera; allá una tradición insensata; más allá una triste impostura; y en ocasiones la descarada apoteosis del malo y el vituperio de los buenos. Sin embargo, es la historia, esto es, la regla. Regla que no sabe decir cuál es el verdadero origen de las sociedades, ni cuál le edad del mundo. Regla que no sabe si Pitágoras fue un hombre o un mito, ni si Homero fue un poeta o una ficción. Regla que cree qUE' ~Tn{""1'n25 :" C:,':"~!-.:c~~¿w ~Jiv-¡JW:l1.;JdU~, cuando tal vez fueron dos dinastías; y que en unas páginas nos pinta a Sardanápalo como un héroe, y en otras como el más afeminado y ruin de los hombres .... Supliremos, pues, con la síntesis a veces, y a veces con el análisis o la hipótesis, lo que falte al hecho comprobado,lo que falte a la lógica y 10 que pugne con la razón; y puesto que el genio moderno ha podido penetrar oscuridades más profundas y vacías, más grandes que las de las historias imperfectas, cobraremos aliento en la misma dificultad, y ya que no ha nosotros, tocará a otros la gloria de avasallada. II

Buscamos de paso. el origen de los gobiernos; pero lo que queremos es sorprender el secreto o fin con que ellos hayan sido instituídos. ¿Son ellos una necesidad o un capricho de los hombresT ¿"Tienenellos un típo -la-libertad-; o, a seme-

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janza de la arquitectura, son pura y simplemente un arte variado? El mundo político tiene también sus grandes cuestiones que proponer Y que resolver, como les tiene el mundo científico. Hay más, y es que el mundo político es experimental; y siéndolo, en vez de perder el tiempo en inventar sistemas de gobierno o bases para la organización legal de las sociedades, vamos nosotros a echar una larga mirada en el seno inmenso de las generaciones, para ver, para escudriñar si algunos de esos sistemas o gobiernos ha acertado o si todos han vivido en el error. Si 10 que fue es mejor de 10 que es; o si habiendo todas las razas y todas las épocas pasadas errado el camino, puede decirse cuál sea éste a las naciones en 10 por venir. No vamos pues a pedir sus secretos a la filosofía, ni s~s sueños a la imaginación. No: tomaremos los pueblos, uno a uno, y uno a uno los haremos desfilar por delante del lector. El verá y juzgará junto con nosotros. Como 10 saben todos los hombres de estudio, dos grandes sistemas se han disputado el poder público y lo han ejercido desde Adán hasta nuestros días: la autoridad y el doctrinarismo. No bien hubo dos hombres formados sobre la tierra, cuando el uno dio muerte al otro por cuestiones de envidia, esto en las escuelas, en los partidos y en las colectividades se llama inocentemente luchas de supremacía. ~ autoridad es el Caín de los sistemas politicos; y t.iene y ha tenido por inmediatos y eficaces minist;rQs.

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a la 'teocracia y a la estatocracia; esto es, al sacerdocio y al militarismo. Sacerdocio es por lo común impostura. Cuando es del género filosOfico,su intención es a lo menos moral, e impone a los asociados más preceptos que leyes. Prueba de ello son la India y el Egipto, en donde el sacerdocio hizo por siglos enteros de dios y de gobierno, creando y manteniendo la civilización. Mas cuando el sacerdocio es del género simplemente brutal, mata las luces y la libertad y su imperio es una iniquidad continuada. La teocracia viene, según ella misma, de la Divimdad y va hacia la Divinidad. Dios es su bandera; la revelación su arma; y el sacerdote su brazo. Todas las religiones nos han venido del Oriente; y hay muchas de ellas cuyos dioses no pasan del barro de que están formados. Militarismo es fuerza en dondequiera. Conquista, abu'so o usurpación, vienen de la sangre y va para ella; y sabido es que la sangre no es derecho y menos puede ser libertad. Cuando es una espada la que pende sobre la cabeza de los ciudadanos, éstos son esclavos, bien se cubra esa espada con la brillante clámide del César, bien sólo con la capa del húsar. Nós, dice la autoridad pontificia, y decide; yo el Rey, afirma el Borbón de España,'y decide. En Rusia el emperador hace la ley que llama Ukase, la aplica cuando quiere y como quiere, y la deroga cuando está cansado de ella ... Es verdad, sí, que allá los hombres son todavía siervos, y que al que no quiere serIo, se le manda a Siheria _arefrescar su sangre Qsuespíritu. El escogerá.

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En Turquía se gobierna con una cuerda de seda, pero esa cuerda ahorca. Un hombre en Francia dijo un día: "El Imperio es la paz", y ahogó en seguida en sangre las libertades públicas. El tío de ese hacedor de frases, más afortunado que César, se presentó un día en el consejo de los quinientos, y dijo: "Yo soy el paso de San Bernardo; yo soy el puente de Areola; yo soy la campaña de Italia; yo soy 'el Abouquir y las Pirámides". Ese ella fue el 18 de brumario. Todos sabemos 10 demás. Cromwell se presentó ta..-nbiénal parlamente inglés, y después de injuriar a cada uno de sus miembros en particular, los echó afuera, cerró la puerta, y se guardó la llave entre el bolsillo. Más pudoroso Tiberio, el monstruoso Tiberio, hacía que el senado le lamiese los pies desde Roma, estando él en la isla de Caprea. También había dicho el vencedor de los galos: "Yo soy Farsalia; y el mundo es del vencedor en Farsalia. " Tal es la autoridad o sea el gobierno de hecho. La leyes otra cosa: la l~y es el derecho natural convertido en derecho positi~o (escrito). Es decir, que lo que es conforme a la naturaleza de las cosas en la verdad infinita y abstracta, pasa a serlo también en la forma finita y concreta. El sabio, no el déspota, interpreta a Dios; y esa interpretación es el doctrinarismo. Nada de Césares, nada de Napoleones, nada de Alejandros que corten nudos. Nada de mandatarios a lo Carlos V, ni a lo Luis XIV. La pública administración viene ya cargada de otras impresio-

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nes y se encamina hacia más afortunados climas. Lo que en lo antiguo fue apenas aurora es ya oriente; y aunque la formación de esa luz pasa de seis mil años, los tiempos de la redención universal están pr6ximos, y hay que saludarlos con alegría, asi como ellos nos saludan con esperanza! Huyendo Jerjes de Grecia, en donde habia sido batido, Ievantóse una furiosa tempestad y el piloto declaró que la vida del rey peligraba por ir la nave muy llena de gente. Al oir esto, todos los nobles de Persia pasaron unos después de otros por delante del rey, bajaron la frente hasta el suelo y se echaron al agua. Jerjes era aIli el todo; los otros no eran nada. ¡Tal es la autoridad! Al saber Mac-Mahon que la mayoría del cuerpo legislativo de Francia no opina como él, manda su renuncia de la presidencia de la república y se retira a la .vida privada. ¡Tal es la doctrina! Siguiendo nuestra comparación diremos que el docttinarismo es el Abel de la política, y que en todas partes se le ha sacrificado en flor. Se le odia, se le persig"ue y se le hiere porque rinde culto sincero, y no hipócrita, al derecho y a la libertad. Su razón de ser son los principios, y su agente las leyes. Nada quiere que no esté en la esencia de las cosas, ni admite más triunfos legítimos que los de la razón y la justicia. Es en ese campo donde da sus batallas y donde cae bajo los golpes del martirio, o se levanta glorificado por el triunfo. Doctrinarismo y autoridad se resumen, también, en

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estos dos símbolos: despotismo y legalidad. Despotismo es poder absoluto o sin límites; o sea la forma de gobierno de los países esclavos. . Legalidad es poder limitado o formulado; y es el sistema político de los países libres. En los países esclavos todo poder emana del gobernante, y se ejerce a nombre de su conveniencia o de sus caprichos; al paso que en los países libres todo poder emana de la ley, y se ejerce a nombre de la voluntad pública. Despotismo es sátrapa, zar, sultán, rey, dictador o caudillo. Legalidad, en primera y última síntesis, es parlamento. El despotismo es hombre; la legalidad es escuela. Servir a los hombres es realzar el personalismo. Servir a la escuela es realzar las ideas. Toda personalidad es autocracia; toda idea es doctrina. Entre los sistemas, gobiernos o simples partidos políticos, tendrá, pues, más raíces y más porvenir, el que tenga más doctrina; y ehtre éstos, el que la tenga más depurada. Todo el que ofrece a la sociedad un orden de ideas, le ofrece una estabilidad dada y un desarrollo dado. El que sólo le ofrece un nombre propio, le obsequia un amo. Los amos cuando son del temple de los hombres grandes, son tiranos; y cuando carecen de ese temple, juguetes. En el primer caso pisan a la sociedad con su propio pie; en el segundo la pisan con el pie de

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sus favoritos. Esto hace que la tortura venga reagravada con el oprobio. En dondequiera, pues, que se disputa por nombres propios -dinastías o individuos- se está en degeneración próxima o absoluta. Toda situación que se cul;"acon un hombre y con un sistema, se cura en falso. Sólo hay salud cierta en los pnncipios. Las frases él lo manda son buenas para hacer callar al esclavo;.pero no pueden satisfacer al hombre libre, acostumbrado a estas otras: la ciencia 10 exige. Es el autoritarismo, empedernido allá, el que mantiene al nivel del suelo el carácter moral de las sociedades asiáticas, y de sus congéneres los enjambres turco y moscovita; y el que ha corroído el germen liberal desde Pisístrato hasta Bismarck. Es también, desgJ.'ilciadamente,el autoritarismo el que amenaza de muerte a muchas de las modernas repúbli. cas de América. Empieza a verse con pena y con miedo que se abandona la lucha por los sistemas y se inicia por los hombres; que se quiere vencer en ella no tanto por las ideas cuanto por los intereses; y que se quita la ley para poner la fortuna sobre el altar! "Cada época tiene su secreto, dice un biógrafo, que no siempre es un símbolo mistagójico o una abstracción filosófica. Buscamos en ocasiones ese símbolo en el cielo, y es lo cierto que lo tenemos debajo de los pies." . Pues ·bien, como todas, la época presente tiene su secreto, y éste está en el abismo. Sí, es allí en donde

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se le ve como pudiera verse un monstruo en su antro. Ese secreto terrible es el personalismo. Personalismo en los partidos, personalismo en los círculos, personalismo en los Estados, personalismo en los gabinetes, y puro y simple personalismo en los aspirantes. Personalismo es egoísmo. De ahí las ambiciones extemporáneas o desmedidas; de ahí Ja falta de fe y los engaños; de ahí esas audacias que pasman; y de ahí esa embriaguez que hace de la vida política un combate sin gloria y una desazón continuada. Hay, pues, una urgencia: hacer alto; meditar. Hay también un medio de salvación: la fe. Vamos, ¡valor! cerremos las puertas del templo de Jano, y abramos las del templo de Minerva. Colguemos la espada y tomemos el libro.

m Se pregunta por qué cae una manzana, y se responde con todas las leyes de la mecánica celeste. Empero, nadie pregunta por qué cae una nación, un sistema o un partido político; y si se pregunta, pocos son los que se toman el trabajo de satisfacer la cuestión. Entretanto la ola crece, el abismo se ahonda y la sonrisa de una confianza estúpida surge de los labios de que debieran surgir los ayes del dolor. La manzana al caer abrió los ojos de Newton, y los abrió tanto, que su pupila dominó el espacio. La agonía de las colectividades sociales en can"..inode la muerte, no abre los ojos de los hombres de Estado,

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-sin embargo de que la política tiene sus reglas inmutables, como la atracción, y de que la palabra fenómeno está mal aplicada a 10 que acontece en ella con las apariencias de extraordinario. Nada sucede debajo del sol que no sea la resultante de una ley fija; y estudiando lo que se llama los fenómenos políticos, a poco no más se halla que ellos no son otra cosa que la sanción de ciertas leyes cumplidas o violadas. El fenómeno no es más que la sombra. Hay pues que ir al cuerpo que la produce. Ese cuerpo es la causa; causa misteriosa para los ignorantes; sobrenatural para los crédulos; y simplemente lógica para los razonadores. Ahora bien, ¿el mundo gime, el mundo solloza? ¿Cuál es el porqué de esa pena? ¿Cuál será el remedio de esa aflicción? He ahí el estudio que todos des.cuidamos, en tanto que los empíricos propinan a la humanidad brebajes sin eficacia, y los héroes san. grías horribles. Al paso falso de ayer se agrega el paso falso de hoy; o se recarga la cúspide del edificio, sin pensar en la resistencia de la base. Se juega al odio, a la cólera, al cálculo, al abuso, y hasta a la burla; y se vive sin pensar en el día siguiente! Y aunque este sistema de egoísmo y de pasión levanta, por el momento, el platillo de la balanza social en favor del que mobtei1táneamente lo ocupa, acaba por gasiarse el ñel de ésta, y por dislocarse el brazo de Astrea, diosa de la justicia. Después viene el terrible momento del diluvio, y el manto del desastre hace lo que no hizo el manto de la razón: tomarlos a todos ha-

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jo su pliegue y hundidos en la nada. De aquí las revoluciones, Némesis vengadoras de los pueblos. Las sociedades antiguas cayeron bajo el peso del despotismo y de las conquistas. Las modernas caen bajo el peso del derecho ultrajado. Eso fueron las comunas de la Edad Media; eso la gran revolución :francesa, yeso la independencia de las Américas. Eso mismo es lo que está haciendo temblar en este momento a Alemania bajo la forma del socialismo,y a la Rusia bajo la forma del nihilismo. Y en vez de decir: se derrumban las iniquidades seculares, se dice: ¡nos ahoga la corrupción! ¿Para qué pues perder el rumbo, si perderlo es desorientarse, y si desorientarse es caer? Las escuelas políticas que se extravían se parecen a las caravanas en el desierto cuando salen de línea; y es que se detienen, no sobre el oasis, sino sobre la tu.'llba! EL DEDO EN LA LLAGA Sea del modo que fuere y por lo que fuere -esas son cosas sabidas de todos- en Colombia se ha verificado últimamente una revolución de las que llamaremos periódicas u obligadas, que si no ha cambiado el curso de las ideas políticas de la mitad de sus hijos, ha cambiado de un modo completo las antiguas instituciones. ¿Será esa revolución la última? No: la causa que produce ese cambio absoluto de tiempo en tiempo en nuestra política, está aún de pie y se fortifica más cada día.

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El patriotismo alarmado debe, pues, reflexionar. En 1821, cuando fue expedida la constitución de Cúcuta, no había entre nasotras partidas prapiamente dichos, y si las había, estaban en embrión, porque el sentimiento público que daminaba entances era el ·de la independencia de España, y porque el prestigia personal del general Bolívar anulaba todo atro prestigio. El era el aráculo y nadie se le oponía: era irresistible. Muerta este ilustre capitán y dividida Colombia, coma era lógico, la dirección de lasnegacios públicas empezó·a tener pretendientes; pero los ideales de éstos discrepaban poco y sus contiendas eran limita-das. En lo general, las agrupacianes políticas de entonces, de estrecha programa, tomaban sus nombres de pila del de sus jefes o candidatos de ocasión. Así vivimas y vivimos en paz, de 1830 a 1840. Nuestros partidos no eran entonces campamentos; casi no. eran ni escuelas. En 1840 estalló la informe revolución de que hemos hablado en otro número de esta hoja, y los vencedores, llamados ministeriales o legitimistas simplemente, dieron a su victoria por símbolo la constitución de 1843. Durante las administraciones Herrán y Mosquera, el partido conservador empezó a concretarse al rededor de ese código.autoritario, bajo la inspiración del doctor M. Ospina, principalmente. Por contragalpe, los vencidos y perseguidos de aque-: TIaépOca,se buscaran, se juntaran y se arganizaran y Jueron f().~o, poca a poca, el partida liberal pri- .

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mitiV(\.cuyos elementos naturales están en el orden ue las "osas, como lo están, necesariamente; los elementos del partido conservador. Sin fuerzas contra~ puestas no habría equilibrio. Por desgracia para la patria, entre estas dos nacientes agrupaciones había sangre de patíbulos y de batallas, espíritu de represión y amaños del pa$8do, que pugnaban con el espíritu de libertad y las aspiraciones latentes del porvenir. Esto le dio a ambas un carácter fundamental y pernicioso. Sus tendencias se hicieron extremas; tú y yo se dijeron, y sus pendones fueron pendones de exterminio. Ya no se trataba de que gobernase Márquez u Obando, Santandero Cuervo- los nombres propios de personas no eran ya lábaro -sino de ser o no ser. No se quería simplemente la república independiente, como de 1821 a 1830, sino la república liberal o la república conservadora. La lucha se acentuó, se hizo neta, y al triunfar los liberales en las urnas de 1849 con el nombre del general ,IQséH. López, dieron al país una constitución que era el reverso de la ley de 1843. En efecto, fue una retaliación completa de sistema y de doctrina. Se establecieron en ella las garantías individuales, se disminuyó el poder del presidente y se aumnntó el de las provincias. Se abolió la pena de muerte. Se dio libertad a los esclavoa. Se dio la prensa libre en absoluto. Se estableció el juicio por jurados. Se suprimieron las aduanas del Istmo de Panamá.

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Se cedier?ona las provincias las rentas de diezmos•. de aguardientes, de quintos de oro, de hipotecas, registros y peajes, y con ellas, la facultad de rerormar-. las, suprimirlas o reemplazarlas con otras. Se descentralizaron los gastos de justicia, de culto, de servicio municipal, de enseñanza y de caminos. Se rebajó muy notablemente la contribución del papel sellado, la de las ·aduanas en un 20 por 100 y la sal se vendió a 50 centavos la arroba. Se pe$.tió la redención de censos en el tesoro. Se expulsó del territorio nacional a los padres de la Compañía de Jesús. Se abolieron los diezmos. Se puso renta al clero. Se abolió el fuero eclesiástico y el asilo en lasiglesias. Se dio facultad a los cabildos para que nombrasen los curas parroquiales y para que administrasen los cementerios. Se permitió el matrimonio civil. Se separó la Iglesia del Estado y se permitió la libertad de conciencia y de cultos. Más tarde, se abolieron las comunidades religiosas y se mandó que sus bienes ingresaran al fisco. Se estableció el gobierno laico y la enseñanza oficial laica y no se paró hasta establecer la federación sobre la base de la soberanía de lQSestados. En virtud de esto, esas entidades pudieron tener armas, mu. niciones, ejércit~s, una legislaci~n.civil ." penal dis-

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tinta, Y fueron árbitros en materia de paz y orden público interno. En una palabra, la república liberal triunfó de la república conservadora y anonadó las doctrinas y principios de ésta. Este triunfo, con sus inconvenientes y ventajas, duró 37 años; esto es, hasta 1886, año en que el Partido conservador, vencido por las armas en 1851,en 1860 y 1876, aliado de los independientes y triunfante en la guerra, acabó con todo 10 que éstos habían ayudado a establecer en conjunto y casi estaA su turno, pues, la república conservadora triunfó de la república liberal y anonadó sus doctrinas y sus principios. La labor de los treinta y siete años se tornó en humo de historia. Hoy no existe sino el recuerdo de aquellas célebres conquistas. Hay, si, una diferencia de procederes, y es que el partido liberal edificó lentamente y obrando como un .cuerpo político solo, y el conservador ha demolido de carrera y con auxiliares que lo más seguro es que no estén al presente satisfechos de su obra. Esto, quizá, no arguye estabilidad. ¿Se dirá, por esto, que así pasan las cosas en las democracias, en las cuales medio siglo o un siglo en· tero no da arraigo a las instituciones ni a las reformas? Si eso se dice, habrá que convenir en que eso justificaría hasta las más alocadas reacciones y en que la sociedad sería, a perpetuidad, la víctima obligada de los partidos extremos.

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En 1843 se creyó, sin duda, que la nave de nuestra política había llegado al puerto de salvación, y se cantó victoria. No tenemos a la mano ningún mensaje oficial, ni ningún periódico ministerial de esa época sobre el asunto, para que nos sirva de testimonio, pero damos fe de que existen esos obligados documentos. Lo mismo se creyó en 1863 y se dijo lo mismo. Lo mismo se· cree y se dice ahora y lo mismo se dirá dentro de algún tiempo. Y habrá que esperado o temerIo con más frecuencia en adelante, porque nuestras futuras constituciones-si no se pone un oportuno remedio-morirán del mismo mal que la de Rionegro: por un firmán. En estas cosas 10 terrible es el precedente. Zapadores políticos del progreso edificarán y zapadores políticos del progreso demolerán; unos y otros se apellidarán regeneradores; y unos y otroS-parate, y le :hizo torcer-digamos más bien enderezar- el rumbo hacia Alemania. Verdad es que también el gobierno de Berlín se dio extraordinaria prisa a sancionar

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con el reconocimiento de la pseudo república panameña el ultraje y el despojo que allí nos hicieron los Estados Unidos; pero ese acto de los alemanes casi puede pasar por amistoso para con nosotros si se le compara con la conducta que en el mismo asunto ha observado la Francia oficial, respecto a Colombia. ¿Qué objeto tendría ahora el envío de un plenipotenciario nuéstro a un gobierno que por codiciase ha ligado a nuestros enemigos, con escandalosa violación no solamente de los tratados públicos generales sino de un contrato especial y solemne que le obligaba, so pena de incurrir en vulgarísima improbidad, a sernos fiel como socio, como amigo y como natural aliado? No había de ir al Elíseo un ministro de Colombia a sanciónar en el primer besamanos que ocurriese, el contubernio yanqui-gabacho que ha puesto en manos de los Estados Unidos nuestro territorio y ha relevado a Francia de pagarnos lo que nos debe y de cumplir lo que está obligada a hacer en provecho nuéstroj ni había de ir tampoco a dar ocasión, con una nueva protesta en nuestro nombre, para que la risa gala nos hiciese blanco de sus ligeras pero venenosas púas. ¿A qué iría pues? Tan sólo a gastar estérilmente algunos miles de francos, que nos costarían millones de pesos y que nos harían falta para ahorrarnos la verglienza de ver muertos de hambre unos cuantos jueces, o unos cuantos maestros de escuela, o unos cuantos soldados de los que tan heroica como candorosamente fueron a reivindicar el honor y el territorio patrios -en -las-selvas _-deLDarién_.

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Desistió, decíamos, nuestro gobierno de atraerle a la nación una costosa rechifla en pleno París; pero, como si tuviese hecho voto de humillación, al punto. substituyó aquélla con la de restablecer nuestras relaciones con Italia, declarando desaparecidas las causas que motivaron el rómpimiento ¿Desaparecidas? ¿Cómo y por qué? ¿ Cuándo y en qué ocasión? Recibe un hombre, en pleno rostro, una bofetada que le hincha y amorata el carrillo; rompe por ello relaciones con quien así le ha ultrajado, ya que no le sea posible pedir o tomarse una reparación de la ofensa l'ecibidaj pero, pasa algún iiempo, desvanécese el chichón, recobra la mejilla su color natural, y .... venga esa mano audaz y atrevida, que las causas del rompimiento han desaparecido! Si al menos hubiese quedado una cicatriz grande como un grano de arroz, ya sería otra cosa; mas no hubo efusión de sangre, ni en los tejidos maltratados ocurrió solución de continuidad: la vuelta a la amistad se impone; la confianza debe restablecerse aunque el agresor haya dado palpables pruebas de ser cobarde y felón y aunque nos haya golpeado con una mano para meternos la otra en el bolsillo. Tal es, ni más ni menos, el caso de Colombia con Italia. El señor Marroquín y sus ministros no ven ya en la faz de la patria señal alguna del bofetón que por mano de Candiani nos descargó en plena Ciudad Heróica- que es como decir en pleno rostro- el gobierno del Quirinal, con aplauso de sus súbditos, y resuelven reanudar relaciones con ese gobierno y

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con la nación por él representada. No ha de ser ello por pura humildad cristiana, porque no es ésta la virtud cardinal de la regeneración; ni por puro miedo, porque Italia no pretende imponernos su amistad, ni al pretenderlo podría conceguirlo; ni ha de ser tampoco por miras de gran conveniencia nacional, porque no es en plazas italianas donde nuestros pocos artículos de exportación tienen o pueden llegar a tener su mejor mercado, ni nos hacen falta especial las mercaderías que ese pueblo nos ofrece, ni sus relaciones políticas, siquiera tomasen forma de alianza, nos servirían para maldita la cosa. l Qué nos mueve, pues, a reanudar relaciones con la tierra de Cerruti y de Candiani? Sin duda habrá colombianos que se perezcan por los macarrones auténticos, por el legítimo Vermouth di Torino, por las salchichas genovesas con fe de bautismo, o por la opera italiana oída de voces italianas también, siquiera sean éstas de vigésimo o trigésimo orden; pero ninguno de estos regalos que -de paso sea dicho- no son sino para unos pocos colombianos, vale la pena que se nos haga apretar a todos la mano que ayer no más insultó nuestra bandera y sacó de nuestro tesoro lo que a Cerruti le plugo hacer sacar. y no se nos hable de que el cristianismo impone el perdón de las injurias, y la' civilización reclama la paz entre las naciones; porque nosotros no hemos recordado los ultrajes que Italia nos ha inferido, para pedir que

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sean vengados, ni querríamos jamás que en Colombia se olvidasen, respecto a los italianos que aqui residen, los deberes de la hospitalidad, consagrados por el cristianismo y la civilización. No queremos que Colombia sea ni parezca vengativa, rencorosa Y cruel, sino tan sólo que sea y se muestre digna y pundonorosa. Las naciones, como los hombres, pueden y deben escoger sus amigos, sin que ello implique declaración de enemistad y odio contra aquellos a quienes sea preciso dejar en calidad de extraños. La vida in-

ternacional necesita,

C01110

la social, el

reCOnOCl...TJento

y ejercicio de sanciones tutelares.

(De "El Espectador",

No. 700. Junio 23 de 1904.)

CONTRA CODICIA, DECORO

El próximo congreso nacional tendrá que resolver gran número de gravísimos problemas; pero ninguno de ellos deberá preocuparle tanto como el relativo a la separación de Panamá, porque de la solución que a éste se dé pende la honra de la república, y de los medios que para el mantenimiento de esa honra se adopten, puede, a su vez, depender la seguridad y acaso la existencia misma de la nación. Hemos recibido de un enemigo colosal un ultraje enorme, que ni podemos castigar ni debemos humildemente consentir. La protesta de la representación nacional contra ese atentado, no podría faltar sin que.

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el nombre de Colombia se hiciese merecedor de eterno estigma o, más bien, de ser borrado para siempre del cuadro de las naciones; y esa protesta tiene que ser tal, que desde hoy sirva de base a la reivindicación futura de nuestros derechos, aunque hayan de pasar siglos antes de que se nos haga justicia. La aceptación del hecho cumplido no debe tener los caracteres de voluntaria y definitiva que los Estados Unidos y sus colonos de Panamá necesitarían que tuviese, para fundar sobre ella un título sustitutivo del nuéstro; y aunque el gobierno de Washington ruja y el de Panamá se mofe truhanescamEmte,y los demás se encojan de hombros. y el mundo entero; ría, el congreso colombianode 1904debe hacer y todos los que le sucedan confirmar la solemne declaración de que el territorio de Panamá es propiedad de Colombia,por más que desde el 3 de noviembre último esté en posesión de él otra sediciente nación, y aunque ésta lo haya enajenado en parte a los Estados Unidos. En cualquiera otro país del mundo que se viera colocado en nuestra posición, lo que acabamos de expresar no necesitaría ser demostrado ni defendido: en Colombia sí! En Colombia, enervada por el despotil?mo, envilecida por la corrupción, y hecha mendiga por la ineptitud, el despilfarro y 1;1 improbidad, sí es preciso enseñar a gritos que las naciones tienen unas prendas llamadas honra y derecho que no deben ser cedidas por codicia ni entregadas por temor. La cantinela en boga, la proclamación de que es

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preciso salvar del naufragio lo que se pueda, es burda y vilmente sofistica. Los que la entonan, olvidan o fingen olvidar la condición del náufrago, el carácter de los bienes que ha perdido y la naturaleza del mar que se los arrebata. El náufrago es un pueblo de gloriosos antecedentes en punto a honor, dignidad y valentía; 10 que las olas le llevan no es únicamente un pedazo de tierra y unos miles de hombres, sino un derecho claro como la luz del sol, más una honra que le ha costado sacrificios dignos de la epopeya; y esas olas son las de un mar de iniquidad, de infalnia y de falsía. Tierra. hombres se han ido al légamo de ese mar: quédense allá, pero no renunciemos a recuperados, que existe un buzo eterno llamado justicia, para quien no hay abismos insondables, ni dificultades invencibles, ni océanos omnipotentes; quédense allá, mas no vendamos sus despojos ni a vil ni altísimo precio, que el buzo inmortal tiene en ellos su parte, por derecho inalienable e imprescriptible. Y por lo que toca al nuéstro y a nuestra honra, tengamos en cuenta que, no obstante lo deshecho de la borrasca, ambos flotan aún, y que a flote seguirán mientras nosotros mismos no los hundamos mediante una renunciación cobarde o un cambalache indigno. Ya lo hemos dicho y lo repetiremos sin cansarnos: el día que sea cosa sabida en el mundo que Colombia, no solamente deja que le arrebaten con cualquier pretexto un pedazo de su territorio, sino que, a la primera amenaza del usurpador, le reconoce de~"r

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recho a lo robado, o bien, que pide dinero o se lo deja ofrecer por callar su agravio y consentir el despojo, ese día, decimos, no meramente la dignidad de nuestra patria sino su existencia misma, quedarán a merced de cualquier nación que cuente con un barco de guerra para amedrentarnos o con un puñado de oro pa_ ra prostituírnos. y no se necesitará siquiera que el ladrón o el corruptor vengan a buscamos: sancione el congreso lo ocurrido respecto a Panamá, y la feria de nuestra honra y de nuestro territorio quedará abierta en la capital y en provincias: cualquier mal hijo de Colombia que se vea en apuros políticos, comprará la victoria a costa de un jirón de la patria, y cualquier cacique departamental que aspire a llamarse presidente, cortará otro jirón para fabricarse un feudo con el pomposo nombre de república y la ruín condición de colonia extranjera Para evitar esos males hay que conservarle al asunto de Panamá su verdadero carácter, que es el de asunto de honra vulnerada y de derecho violado, mal que les pese a los llamados hombres prácticos. En materias colocadas por su naturaleza fuera de los dominios de la panza, es D. Quijote y no Sancho quien suele tener razón. y una vez mirado ~l asunto del Istmo desde el punto de vista de honor patrio, hay que equiparar10, para su solución, con los más delicados que en achaques de honra puedan presentarse. La honra es una, y tan preciosa para el individuo como para el grupo, tan sagrada en el hogar como en la patria. Piénsese

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ahora en una Lucrecia que, so pretexto de salvar algo en el violento naufragio de la suya, hubiese llamado a arreglos a Tarquino, diciéndole: "Daca unos cuantos sestercios y tórna cuando gustes". Como esa hembra envilecida, así quedaría Colombia si en vez de conservar el derecho de ver garras allí donde el pabellón americano lleva estrellas, consintiese en cancelarle al yanqui la deuda de encrucijada que ha contraído con nosotros. Loca sería la pretensión de correr ahora en alcances del detentador, para arrebatarle 10 que nos ha quitado, porque él anda sobre las olas, y nosotros apenas si en tierra podemos dar algunos pasos; porque él va armado de todas las armas, y nosotros poco menos que inermes; porque nosotros estamos solos, y a él 10 asiste la gran cuadrilla de los poderosos violentos y le hace cola la triste turba de los débiles indignos. Pero el mundo no ha de ser siempre como es hoy; la humanidad saldrá algún día de la enmarañada selva oscura que transita ahora, tan propicia para el crimen; la conciencia universal despertará al fin del sueño soporoso en que la ha sumido la mala digestión de ciertos principios sociológicos, y al despertar comprenderá que la selección entre los hombres no puede regirse por la misma ley que entre las fieras, so pena de que la barbarie resucite, más horrorosa que lo fuera nunca, pues que vendrá armada con todos los recursos del progreso material. El presente estado moral del mundo cambiará, repetimos, y para entonces debe guardar Colombia cuidadosamente su derecho, ínte-

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gro, puro, libre de toda equívoca interpretación; y si por querer conservarlo así, se la hiere y martirizare ahora, las cicatrices de sus llagas serán los mejores sellos del título que habrá de presentar a los pueblos morales del tiempo futuro. ¿Sensiblerías, romanticismos, sueños quijotescos? ¡Sea! Pero si el hombre es algo más que un vientre pedigUeño, siempre valdrán más aquellos copos de niebla, dorados por los rayos del sol que no vemos, pero cuyo calor sentimos en el alma, que el reglieldo con que Sancho pregone mañana su hartazgo de un .día, si es que al fin logra vender la patria para yantar. (De "El Espectador" No. 703, junio 27 de 1904.)

EJEMPLO OS HAN DADO Cuando el gobier:Q.ode Venezuela tuvo la infeliz ,ocurrencia de condecorar con el busto del libertador a Candiani y a varios de sus oficiales, en el momento mismo en que esos italianos acababan de insultar a Colombia, cobardemente amparados por sus cañones, aquellos de nuestros compatriotas que habían recibido en época precedente la misma condecoración, se apresuraron -sin previo acuerdo y sin vacilación alguna- a devolverla, en guarda de la dignidad nacional y de su propio decoro. Ahora se presenta, relativamente a Francia y a la ·Cruz de la Legión de Honor un caso harto semejante

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al que.acabamos de recordar, y sería sobre modo extra. ño que.los colombianos poseedores de tal insignia no imitasen el noble ejemplo de los que aqui llevaban la del busto del Libertador. Acaso no sean muchos los compatriotas nuéstros que se hallen en ese caso; pero, muchos o pocos, su deber es claro como el ultraje que el presidente de la república francesa ha inogado a nuestra patria al premiar con la Cruz de la Legión de Honor la indigna intervenció~ de su renegado compatriota Bunau Varilla en el asunto del canal de Panamá. De Uli soló colombiano sabemos con certeza que sea caballero de la men

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