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PACHACUTEC INCA YUPANQUI La parte más importante de la historia incaica, como era de esperarse, no está clara y es que existe un inca perdido; al que los mismos incas informantes a los cronistas habrían tratado de silenciar. Así mismo, hay problemas en identificar si fue el inca Wiracocha o Pachacutec, o Túpac Yupanqui o Sinchi Roca, quién enfrentó a los Chancas en una guerra tras la que hay algo parecido a una revolución, en la que se decidió el destino del Imperio. Lo cierto es que desde ese entonces se produce un cambio radical en la forma de gobierno, religión y otros aspectos de la vida de los incas. Aparentemente se había llegado a un grado de corrupción insostenible, que obligó a los incas a reformar su estructura socio-política. El inca Urco aparece en la portada de la Década Quinta de Antonio de Herrera como soberano, así también, Cieza de León narra que los Orejones no querían mencionar al inca Urco. Aparentemente el inca Wiracocha decidió retirarse al valle de Yucay dejando como heredero de la borla roja a su hijo predilecto Urco, quedando éste como único señor en el hasta entonces reino, conformado por dos facciones claramente identificadas: Hanan y Hurin Cusco. Nos dice Betanzos, “E como el Viracocha quisiese a Inca Urco dejarle en su lugar después de sus días, hacia que le hiciesen los señores de la ciudad del Cuzco y la demás gente aquel acatamiento y respeto que hacían a su persona; y ansi, le hacía servir e que le sirviesen los señores del Cuzco con las insinias reales que a su persona hacían; que eran, que delante del no parescia ninguno, por señor que fuese, ni ninguno de sus hermanos, con zapatos en los pies, sino descalzos y las cabezas bajas todo el tiempo que delante del estuviesen hablando o que le trajesen algún mensaje; comía solo, sin que nadie osase meter mano en el plato quel comía; traiase en andas y hombros de señores; si salía a la plaza, sentábase en asiento de oro; tenia tirasol hecho de pluma de avestruces teñidas de colorado; bebía en vasos de oro, y ansimismo eran las demás vasijas del servicio de su casa, de oro; tenía muchas mujeres; de todo lo cual era muy ajeno Inca Yupanqui, por ser, como ya habéis oído, aborrecido de su padre, y tener amor a Inca Urco. Y ansi, cuando vido Viracocha Inca que se había quedado Inca Yupanqui en la ciudad del Cuzco, holgose dello, pensando que allí acabaría sus días, y cuando le invio a pedir el socorro que ya habéis oído, no lo quiso socorrer” (Betanzos, Juan de. Suma y narración de los Incas. Madrid, 1551/1987). Pero, una vez soberano Urco se entregó a los placeres y al libertinaje olvidándose de sus obligaciones, gastando gran parte de su tiempo en prostíbulos y garitos. Cieza cuenta: “Era tan vicioso y dado a lujurias y deshonestidades, que sin cuidar della, (la Coya) se andaba con mujeres bajas con mancebas, que eran las que quería y le agradaban; y aún afirman que corrompió algunas de las mamaconas questaban en el templo, y era de tan poco honra, que no quería que se estimassen. Y andaba por las mas partes de la ciudad bebiendo; y después tenía en el cuerpo una arroba y mas de aquél brebaje, provocándose al vómito, lo lanzaba, y sin vergüenza descubría sus partes vergonzosas, y echaba la chicha convertida en orina; y a los orejones que tenían mujeres hermosas, cuando las veía les decía: “Mis hijos, ¿Cómo están?” Dando a entender que habiendo con ellas usado, los que tenían eran del y no sus maridos. Edificio ni casa nunca lo hizo; era enemigo de armas; en fin, ninguna cosa buena cuentan del sino ser muy liberal. Y como hobiese tomado la borla, después de ser pasados algunos días determino de salirse a holgar a las casas de placer que para recreación de los Incas estaban hechas, dejando por su lugar teniente a inca Yupanqui, que fue padre de Túpac Inca” (Cieza de León, Señorío de los Incas. Op. Cit 1553)
Pronto esta conducta desagrado a todos y el descontento creció; empezó pues a gestarse una conspiración en la que los celos, deseos de venganza y otros motivos producto de sus desórdenes, germinaba en contra del encantador Urco, a quien en medio de sus orgías le llegó la noticia de que se acercaba a la ciudad un ejército en son de guerra. Apo Maita y Vicaquirao, los generales del ejército hicieron llegar a Wiracocha su deseo de que mejor se hubiera entregado la borla a otro príncipe, proponiendo a Cusi Yupanqui, por su capacidad de mando y aptitudes guerreras. Sus tradicionales enemigos los Chancas habían organizado su campamento en Vilcacunca, a pocos kilómetros de la ciudad y se aprestaban a atacarla. Veamos lo que nos dice Sarmiento: “A la sazon que el Inga Viracocha dejaba el Cuzco, Astoyguaraca y Tomayguaraca partieron de Ichopampa, haciendo primero sus sacrificios y soplando los liviaños de un animal, a que ellos llaman calpa. La cual no entendieron bien, por lo que después les sucedió. Y viniendo la vuelta del Cuzco, llegaron a un pueblo llamado Conchacalla, adonde prendieron a un indio, del cual supieron lo que en el Cuzco había, y este se ofreció de llevarlos al Cuzco secretamente; y así los llevo hasta la mitad del camino. Mas el indio guía, considerando la maldad que hacía, se les huyo y fue a dar aviso al Cuzco de como venían los Chancas determinados. Y la nueva de este indio, que era Quilliscache del Cuzco, hizo apresurar su partida o huida a Viracocha a Chita, adonde los Chancas le enviaron sus mensajeros a le requerir se les rindiese, amenazándole con la guerra si no venía en ello. Otros dicen que no fueron como mensajeros, sino disfrazados, por exploradores; y que siendo conocidos del Viracocha Inga, les dijo que ya los conocía que eran espías de los Chancas, que no los quería matar, que se fuesen y dijesen a los suyos que si algo le querían, allí estaba”. (Sarmiento de Gamboa, Pedro. Historia de los Incas. Buenos Aires. 1572/1942). María Roswtorowsky sostiene que fue su concubina Curi Chulpa, quién le convence de no ofrecer resistencia y someterse sumisamente al ejército Chanca. Tesis difícil de aceptar, ya que debieron ser más bien presiones de carácter político las que en ese entonces pesarían sobre Wiracocha. Los líderes del Hanan Cosco y del Hurin Cosco, debieron de manifestarse inmediatamente aflorando sus conocidas divergencias e intereses. Él mismo Wiracocha (para otros Yahuar Huacac) tenía raíces Huari, como lo eran los Chancas, de manera que se vio en una encrucijada en la cual tal vez sería mejor rendirse, pues como familiares lejanos los Chancas respetarían su curacazgo y con ello su vida. Pero esta posición no era bien recibida por el lado de los Hurin Cosco, collas descendientes de Tiahuanaco. Los Chancas no serían tan contemplativos con ellos y obviamente llevarían la peor parte del enfrentamiento, ellos serían muertos y sus propiedades entregadas al ejército Chanca. El Inca Urco, se reía irresponsablemente: “…fueron al aposento de Cochacassa y al rio de Amancay destruyendo todo lo que hallaban, y así se acercaron al Cuzco, adonde ya había ido la nueva de los enemigos que venían contra la ciudad; mas, aunque fue sabido por el viejo Viracocha no se le dio nada, mas antes, saliendo del valle de Xaquixaguana, se fue al valle de Yucay con sus mujeres y servicio. Inca Urco también dicen que se reía, teniendo en poco lo que era obligado a tener en mucho”. (Cieza de León, Pedro. Op. Cit. 1553). Definitivamente la situación le favorecía, no se puede aceptar a un rey perdiendo su reino tan alegremente, a no ser que recibiera un trato especial en el nuevo régimen. Es de imaginar la anarquía que se apoderó de Cusco, quedaban abandonados por su líder principal ante un poderoso ejército que los acechaba. Es en ese entonces que un joven de apenas veinte años llamado Inga Yupanqui, seguramente hijo bastardo del Inca, tuvo una extraña revelación: “Inga Yupangui hacia grandes ayunos al Viracocha y al Sol, rogándoles mirasen por su ciudad. Y estando un día en Susurpuquio en gran aflicción, pensando el modo que tendría para contra sus enemigos, le apareció en el aire una persona como Sol, consolándole y animándole a la
batalla. Y le mostro un espejo, en que le señalo las provincias que había de sujetar; y que él había de ser el mayor de todos sus pasados; y que no dudase, tornase al pueblo, porque vencería a los Chancas que venían sobre el Cuzco. Con estas palabras y visión se animo Inga Yupangui, y tomando el espejo, que después siempre trajo consigo en las guerras y en la paz, se volvió al pueblo y empezó a animar los que allí habían quedado y a algunos que iban viniendo de fuera, que estaban a la mira y no se osaban declarar por ninguna de las partes, temiendo la furia del vencedor, si cayesen en la parte vencida. Mas Inga Yupangui, aunque mozo de veinte o veinte y dos años, proveía en todo, como quien pensaba pelear por la vida”. (Sarmiento de Gamboa. Op. Cit, 1942) El joven príncipe entonces desautorizó al Inca invitándole a retirarse a donde él desee, pues que él se encargaría de la defensa de la ciudad. Al ver tal arrojo y valor digno de un Inca, no tardaron en unírsele varios veteranos Hurin, casi como un último recurso, entre ellos su hermano Roca en realidad no tenían mucho para escoger. Se dice que su autoridad no fue discutida y de esta manera pasó a ser el líder de la resistencia. Seguramente todo el ejército, en su gran mayoría Hanan, se retiró con el Inca Wiracocha, quedando solamente los de la fracción Hurin. Inmediatamente Inga Yupanqui organizó la defensa de la ciudad, envió mensajeros a los vecinos más cercanos del Cusco, pidiéndoles unirse a él en la defensa, a cambio de tierras y privilegios. Muchos Caciques temían el poderío del ejercito Chanca y respondieron que no, pues era famosa la venganza de los Chancas. Los Canas y los Canchis ambos descendientes de Tiahuanaco, pertenecientes al Collasuyo y por lo tanto Hurin, se unieron al joven líder, pues también tendrían que defender sus tierras con sus vidas esté presente el ejercito inca o no. Polo de Ondegardo recalca que lo hicieron por los ofrecimientos de retribución y no por vía de señorío: “y habiéndose retraído a un pucara y fuerte donde estaba su gente, vino el al Cuzco y de la gente que huyo y de la que venía alquilada de su padre de los Canas y Canchis y de otra que se junto que había quedado en guarnición para la defensa del Cuzco, bolvio sobre los Chancas; y antes que saliesen del Cuzco le dixo su madre haber soñado que la razón de la victoria de los Chancas había sido que se hacía en el Cuzco mas veneración al Sol que al Pachayachachi, que era Criador universal, y que prometiesse que de allí adelante se harían más sacrificios y mas ordinarios a aquellas estatuas, y que fuese luego contra los Chancas” (Polo de Ondegardo, Juan. Op. Cit. 1545) Quedó pues finalmente Inga Yupanqui, con su hermano Roca; los dos generales del ejército Apo Maita y Vicaquirao hermano de Yahuar Huacac y fundador de la panaca de su padre Inca Roca. También se quedaron con el joven Inca, los Orejones, Quiliscache Urco Guaranga, Chima Chaui Pata Yupanqui, Viracocha Paucar Inca y Mircoymana ayo del príncipe (Roswtorowski. Pachacutec Inca Yupanqui. 199..). Por el lado Chanca, los generales Astu Huaraca y Tumay Huaraca, dirigentes de los bandos Hurin y Hanan Chanca llegaron hasta Ichubamba (provincia de Anta, dist. De Zurite), enviaron mensajeros a el Inca Wiracocha y regresaron con la noticia de que el viejo inca ofrecía sumisión e invitaba a comer y a beber a tan importantes caudillos: “Y como Viracocha Inca viese la tal embajada que el Uscovilca le invio, y que traía gran poder, y que todo lo que atrás dejaba a él quedaba sujeto, inviole a decir que le placía de le dar obidiencia, y que quería comer y beber con el.” (Betanzos, Juan de. Op. Cit. 1551). Los generales Chancas evitando caer en una posible trampa, enviaron a un capitán llamado Huamán Huaraca (nótese que el apellido Huaraca se repite en los tres casos de los dirigentes Chancas, Huaraca es la honda que se les entregaba a los jóvenes que lograban salir airosos del ritual de iniciación Huarachico, al igual que el calzón denominado Huara. Todos ellos de
indudable extracción Huari e instituidos inicialmente en Huanacaure; la ventaja del ejército Chanca no sólo era numérica, sino también sicológica). Wiracocha reiteró su sumisión a Huamán Huaraca, afirmándole ser ajeno a la resistencia de Inga Yupanqui en Cusco. Es de imaginar la sonrisa que se dibujó en los rostros de los generales Chancas, al saber que era apenas un adolecente quién les ofrecería resistencia en Cusco. Le enviaron a decir que le daban tres meses para preparar su resistencia, pues de esta manera tendrían más placer en matarlo. Nuestro héroe respondió como era de esperarse con la conocida arenga: “Más vale morir de pié, que vivir de rodillas”, Betanzos lo cuenta así: “y juntándose Inca Yupanqui con estos tres mancebos señores, consulto con ellos lo que tenía pensado, y dijoles que antes se debía presuponer y holgar de recebirse la muerte, que no vivir en tal subjecion e infamia, no habiendo sido nacidos subjetos. Y estando todos cuatro ansi juntos, los mancebos holgaron de que Inca Yupanqui les dijese aquello, e dieronle palabra de hacer lo que el hiciese” (Betanzos, Juan de. Op. Cit. 1551). Decidiendo esperarlos en la misma ciudad pues con las limitaciones de gente, armas y pertrechos que tenía, era mejor que enfrentarse al enemigo en un campo de batalla abierto. Así podía usar otras tácticas como la emboscada, para eso ordenó cavar grandes trincheras en el suelo para que los soldados Chancas pudieran caer en ellas. Sarmiento nos describe el desenlace de los acontecimientos: “A las cuales voces Inga Yupangui, que no estaba descuidado, acudió, y ordenando sus gentes, hallo muy pocos que quisiesen salir con él a resistir los enemigos; ya todos de temor se iban por los cerros a estar a la mira. Mas con los que le quisieron seguir, que pocos eran, y principalmente con los siete cinches hermanos y capitanes, arriba nombrados, hizo un escuadroncillo y a paso tirado salió del pueblo del Cuzco a recibir a los enemigos, que furiosos y sin orden venían. Así se fueron acercando los unos a los otros, los Chancas acometiendo la ciudad por cuatro partes. E Inga Yupangui envio el socorro que le fue posible a todas ellas, y él con sus amigos enderezo hacia donde venia la estatua y estandarte de Uscouilca y con ella Astoyguaraca y Tomayguaraca. Y entre ellos se mezclo una sangrienta batalla, los unos por entrar la ciudad y los otros por les defender la entrada. Y los que entraron por un barrio del Cuzco llamado Chocoscachona fueron valerosamente rebatidos por los de aquel barrio; adonde cuentan que una mujer llamada Chañan Curycoca peleo varonilmente y tanto hizo por las manos contra los Chancas que por allí habían acometido, que los hizo retirar. Lo cual fue causa que todos los que lo vieron desmayaron, e Inga Yupangui fue tan presto y diestro en el acometer, que, turbados con su presteza y destreza los que traían la estatua de Uscouilca y porque vieron bajar de los cerros de los lados mucha suma de gente, la cual dicen que enviaba el Viracocha su criador para su ayuda, empezaron a huir los Chancas, dejando la estatua de Uscouilca, y aun dicen que la de Ancouilca. Y acometiendo por otras dos partes Inga Roca y Apo Mayta y Uicaquirao hicieron mucho estrago de los Chancas. Los cuales, viendo que su salvación estaba en los pies, volvieron las espaldas con más presteza que la furia que los había traído al Cuzco. Siguieron el alcance los Cuzcos matando y hiriendo mas de dos leguas, adonde los dejaron, y los Chancas se volvieron a Ichopampa, y los orejones al Cuzco con gran vitoria y ricos de los despojos que de aquel vencimiento les quedaron en las manos. Alegres los Cuzcos con esta victoria, que tan sin pensar ni esperanza habian habido, honraron con muchos epítetos a Inga Yupangui, especialmente llamado Pachacuti, que quiere decir volvedor de la tierra, queriendo decir que la tierra y haciendas, que tenían por perdidas por la venida de los Chancas, el se la había libertado y asegurado. Y de allí adelante se llamo Pachacuti Inga Yupangui.
El cual, luego que se vio victorioso, no quiso gozar de triunfo, aunque muchos se lo persuadían, antes quiso dar a su padre la gloria del vencimiento tan señalado. Y así junto los despojos mas preciosos y con un principal orejón llamado Quilliscache Urco Guaranga se los envió a su padre, que en Chita estaba, y con él le envió a rogar gozase de aquel triunfo y pisase aquellos despojos de sus enemigos; que este uso tenían en señal de triunfo. Llegado que fue Quilliscache Urco Guaranga ante Viracocha Inga, hizo poner ante sus pies aquellos despojos de los Chancas y con gran reverencia dijo: HO !Inga Viracocha! Tu hijo Pachacuti Inga Yupangui, a quien el Sol ha dado tan gran victoria, venciendo a los poderosos Chancas, te envía a saludar conmigo y dice que como bueno y humilde hijo quiere que tu triunfes de su victoria y que pises estos despojos de tus enemigos, que él por sus manos venció. Inga Viracocha no los quiso pisar, mas dijo que su hijo Inga Urcon los pisase, pues había de sucederle en el ingazgo. Corrido de esto el mensajero, se levanto y con furiosas palabras dijo que él no venía a que cobardes triunfasen de los hechos de Pachacuti, y que, pues el no quería recibir aquel servicio de un tan valiente hijo suyo, que mejor sería que gozase de la gloria quien lo había trabajado. Y con esto se torno al Cuzco y dijo a Pachacuti lo que con su padre le había pasado. Habida esta victoria tan grande, tantos y tan ricos despojos, Pachacuti Inga Yupangui propuso de ir adonde estaba su padre a darle cuenta del suceso y victorias, y a darle cuenta y obediencia, para que triunfase de la victoria suya. Y así, cargado de todos los despojos y prisioneros de los Chancas, fue y visito a su padre, unos dicen que en un pueblo llamado Caquia Xaquixaguana, cuatro leguas del Cuzco, otros que en Marco, tres leguas del Cuzco. Y allí donde lo hallo le hizo gran acatamiento y se dieron presentes a que ellos llaman mochanaco. Y después de haber Pachacuti Inga dado razón a su padre de todo, mando traer los despojos de los enemigos ante sus pies y rogo al padre que los pisase y triunfase de aquella victoria. Mas Viracocha Inga, como tenia puesto su intento en dejar por sucesor a Inga Urcon, quisiera que aquella honra, que a él se le ofrecía, la gozara Inga Urcon, y así no quiso aceptar el triunfo para sí. Mas por no descontentar a Inga Yupangui, que le habia puesto en tan sublime punto, dijo que pisaría los despojos y presos y así lo hizo. Y en lo de ir a triunfar al Cuzco, excusose con decir que era viejo, y por eso quería excusar aquel trabajo, que se quería estar descansado en Caquia Xaquixaguana. Y con esta respuesta Inga Yupangui se partió para el Cuzco con gran aparato de gente y riquezas, y vino con el Inga Urcon en son de le acompañar, y en el camino se trabo una pendencia en la retaguardia entre los de Inga Urcon y los de Inga Yupangui. Otros dicen que fue celada que Inga Urcon había puesto a su hermano Inga Yupangui, y que pelearon. En fin, Inga Yupangui, no haciendo caso de ello, prosiguió su camino y llego al Cuzco con mucho aplauso y triunfo. Y luego, como quien pensaba tomar por su autoridad toda la tierra y quitar la estimación a su padre, como luego lo hizo, empezó a distribuir los despojos y hacer muchas mercedes con dadivas y palabras. Y con la fama de estas grandezas acudieron al Cuzco de muchas partes, y muchos de los que estaban en Caquia Xaquixaguana con Inga Viracocha lo dejaron y se vinieron al Cuzco al nuevo inga. Inga Yupangui Inga se alza por Inga y toma la borla sin consentimiento de su padre. Como Inga Yupangui Inga se vio tan pujante y que le acudía mucha gente, determino de no aguardar a que su padre lo nombrase por sucesor o a lo menos a que muriese, antes luego se alzo con el pueblo del Cuzco, proponiendo de acometer a lo que fuera. Y para lo hacer hizo que hiciesen un gran sacrificio al Sol en Indicancha, Casa del Sol, y luego fueron a preguntar a la estatua del Sol quien seria inga. Y el oráculo del demonio que allí tenían, y por ventura algún indio que habían
hecho esconder para que respondiese, dio por respuesta que el tenia señalado a Pachacuti Inga Yupangui para que fuese inga. Con esta respuesta tornaron todos los que habían ido a hacer el sacrificio, y se postraron ante Pachacuti Inga Yupangui, llamándole Capa inga indip churin, que quiere decir solo señor, hijo del sol. Y luego hicieron una muy rica borla de oro y esmeraldas, para ponérsela; y otro día llevaron a Pachacuti Inga Yupangui a la Casa del Sol; y cuando llegaron a la estatua del Sol, que de oro y del tamaño de un hombre era, hallaronle con la borla en la mano como que la ofrecía de su voluntad. Y haciendo primero Inga Yupangui sus sacrificios como ellos acostumbraban, llegose a la estatua del Sol, y el sumo sacerdote del Sol, llamado en su lenguaje indip apon, que quiere decir el gobernador de las cosas del sol, con muchas ceremonias y gran reverencia tomo la borla de la mano de la estatua y con mucha pompa se la puso en la frente al Pachacuti Inga Yupangui. Y luego todos le nombraron Indip churin Inga Pachacuti, que suena hijo del sol, señor, vuelta de la tierra, y de allí adelante se nombro Pachacuti Capac demas de su primero nombre, que es Inga Yupangui. Y luego Pachacuti Inga Yupangui dio muchos dones y hizo muchas fiestas y libraba como solo inga, sin elección de su padre ni pueblos, mas de por aquellos que se le habían allegado por el interese de las dadivas que hacía”. (Sarmiento de Gamboa. Op. Cit. 1572) Fernando de Montesinos menciona que es Sinchi Roca quien enfrenta a los Chancas, y realiza cambios en la estructura religiosa del imperio: “El Inga Sinchi Roca hizo castigo general de todos los hechiceros y sólo reservó con vida los que adivinaban los sucesos de las guerras y declaraban los secretos. Consultó a estos sobre el rey de Andaguailas, de quien tenía grandes sospechas, y después de haber hecho sus ceremonias, le respondieron; que los de Andaguailas estaban rebelados, y que así era bien hacerles guerra y obligarles con ella a que estuviesen en sujeción, porque los pronósticos señalaban buenos sucesos en las batallas, aunque a lo largo victorias. Con esto el Inga envió a hacer gente, y juntó un grueso ejército, y bien proveído de armas y sustento, lo encaminó con un general de toda satisfacción hacia Andaguailas. Antes envió sus espías, y estas dijeron que la causa de estar mal contentos los deste valle, no era tanto la sujeción como el haberla hecho al Inga, a quien sus ídolos decían no deberse obediencia, por no ser legítimos Señores. Entendido esto por Sinchi Roca, envió a su general que hiciese alto donde le cogiese aquel chasqui, y no pasase de allí hasta tener nueva orden suya. Despachó luego mensajeros al Señor de Andaguailas, diciéndole como se espantaba mucho quebrase la fe que habían guardado sus mayores a los Ingas por respuestas de falsos dioses; que reconociese por verdadero dios al sol y a la luna, y echaría ve ver cómo era cierto descender dellos y ser verdaderos Señores del mundo; que no diese lugar a derramamiento de sangre, pues todos los daños corrían por él como perturbador de la paz; y que determinándose a obedecerle, le perdonaba lo pasado. Respondió el de Andaguailas que ya tenía su gente junta y el gasto hecho, y que así no podía menos que resistir a quien le quisiese quitar su libertad. Vista la resolución, mandó el Inga a su general caminase poco a poco, porque él quería ir con más gente en su seguimiento. Hízose así; llegaron los ejércitos a verse en los altos de Andaguailas, una legua antes de llegar al pueblo Los Chancas, que así se llamaban los de Andaguailas, eran muchos y en su tierra, y no poco temor les dio a los del Inga; pero él, como astuto dijo a los suyos cómo había tenido, estando durmiendo, una aparición de su padre el sol, en que le mandaba dar batalla y aseguró la victoria, para lo cual le dio tres varas doradas y cinco piedras cristalinas con una muy hermosa honda. Alentáronse los soldados; tocaron los ejércitos a cometer sus cornetas y tambores, y dicen aquí los amautas que fue el estruendo tal, que parecía temblar la tierra. El Inga se puso
sobre las trincheras y disparó las tres varas, y puesta una piedra cristalina en la honda, la tiró con todo brío a los enemigos, y luego sus soldados hicieron lo mismo; con que de ambas partes se trabó un muy sangrienta batalla, que duró mucho tiempo sin que se conociese mejoría por una y otra parte. Fueron de ambas tantos los muertos, que eran estorbo de los vivos. Viendo el Inga la resistencia de los contrarios, usó de un ardid notable, y fue, que cuando volvió la noche, trató de hacer una retirada con todo concierto, a que dio lugar la oscuridad y por un lado dejó una buena tropa de soldados en emboscada. Los de Andaguailas viendo esto, y pareciéndoles que huían, fueron desordenadamente en su seguimiento; el Inga resolvió sobre ellos, y como los halló sin orden, mato a muchos de la vanguardia, y a este tiempo salieron de la emboscada los demás, y cogiéndolos de espaldas, fueron matando y prendiendo gente sin número. El inga Sinchi Roca hizo muchas valentías, y decían los contrarios que resplandecía su rostro como el sol. Fueron presos en esta batalla muchos capitanes y uno de los Señores de Andaguailas, y el otro muerto.
CAPITULO XXII. DEL MODO CON QUE ENTRÓ EN CUSCO TRIUNFANTE EL INGA SINCHI ROCA, I DE SU MUERTE. Descansó muchos días el Inga en Andaguailas y en este tiempo mandó hacer muchos sepulcros en que se enterraron a los que habían muerto en la batalla, en que tuvieron mucho cuidado, por la pestilencia que causó la corrupción de los cuerpos en años pasados. Ordenó muchos sacrificios al Illatici y a su padre el sol; envió avisos a todos los gobernadores del reino de la victoria que había alcanzado de los rebeldes, y después de haber repartido los despojos entre los soldados y prevenido que en el Cusco estuviesen los principales de las provincias, para que viesen en el triunfo de su entrada el premio de los buenos y el castigo de los malos, lo ordenó en esta forma: Que la gente vulgar fuese delante diciendo a voces: “¡Viva muchos años tan buen rey!”, a quien siguiesen las bocinas y atabalas, que no cesaban sino de cuando en cuando para que se oyesen las voces del pueblo, que, como pregoneros, decían las referidas palabras. Venían después dos mil soldados en orden de guerra, con sus capitanes y las insignias de sus oficios; iban muy adornados; en las cabezas llevaban muy ricos tocados y medallas, con muchas plumas de diversos colores y en los pechos y espaldas grandes patenas de oro; los soldados las traían de plata que hubieron en los despojos de los rendidos. Llevaban en medio, a trechos seis atambores en la forma de hombre, hechos de los pellejos de los caciques y capitanes que se habían señalado en la batalla; quitáronles vivos los pellejos y llenos de aire, venían representando muy al vivo a sus dueños y tañendo con los palillos en las barrigas por vilipendio. En último lugar venía hecho atambor el Señor de Andaguailas que mataron de la batalla”. (Fernando de Montesinos. Op. Cit. 1644). Elaborando un promedio de todas estas versiones veremos que coinciden con la existencia de una guerra con los Chancas, es más, existe iconografía al respecto. Pudiéndose afirmar, como muchos historiadores han coincidido ya, en que este episodio de la historia de los incas constituye uno de los más importantes acontecimientos. En todas estas versiones el Sol juega un papel determinante y atribuyen el éxito de nuestro héroe, llámese como se llame, a la presencia del sol. De manera que evidentemente desde ese entonces el nuevo inca emprende una serie de cambios, religiosos, políticos y sociales que constituyen un cambio radical en el reino, pudiéndose afirmar que desde
este momento se transforma en un imperio. En el caso de Montesinos, aunque no se puede afirmar que comience en ese momento el Imperio; si se puede concluir que Sinchi Roca (Pachacutec) hace cambios determinantes en la religión, eliminando toda una casta de sacerdotes: “se hizo castigo general de todos los hechiceros y sólo reservó con vida los que adivinaban los sucesos de las guerras y declaraban los secretos”.