Papas y Guerreros Medievales
La Plegaria en Llamas
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LOS GUERREROS
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Carlomagno
Guillermo el Conquistador
Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador)
Godofredo de Bouillón
Federico Barbarroja
Ricardo Corazón de León
Simón de Montfort
Fernando III, de España
Luis IX, de Francia
Juana de Arco
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PRÓLOGO
MÁS ALLÁ DEL LÍMITE
DEVOTO. ¿Quiénes fueron estos guerreros?
YOGANANDA. Estas fueron almas con una gran fuerza y enorme potencia para vivir la experiencia humana, pero con tanta fuerza y potencialidad se fueron del límite. Es como aquel que emprende una carrera para llegar a una determinada meta, pero es tal la velocidad que imprime que sigue de largo, desviándose totalmente del objetivo. Lo que hay que usar es la prudencia para ir dosificando la fuerza y la potencia y poder llegar triunfalmente al destino fijado.
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CARLOMAGNO (742-814)
Hijo de Carlos Martel, el vencedor de los árabes en la batalla de Poitiers (732), que frenó el avance moro en Europa. Carlomagno comenzó a reinar en 768 sobre los francos, poniendo fin a la dinastía merovingia, y a partir de su coronación en 800 como emperador de Occidente, rompe los lazos políticos con el emperador de Bizancio. Su figura es capital en la historia de Europa, ya que marca definitivamente el comienzo de la Edad Media, el feudalismo y el origen de las nacionalidades. Tenía su sede o capital en la ciudad de Aquisgran, habiéndolo el Antipapa Pascual III, declarado santo, permitiendo la Iglesia su culto en esa ciudad. Su genio militar lo ganó en más de 53 expediciones militares, pero su gran obra fue la unidad política de Europa que consolida al proclamarse emperador del Sacro Imperio. Carlomagno también intervino en España, colaborando en la reconquista llega hasta Zaragoza, a la que no logra rendir, y al regresar a Francia la retaguardia, comandada por Roland, gobernador de Bretaña, es atacada en Roncesvalles, dando lugar a la “Chanson de Roland", clásico de las letras medievales. A pesar de las dificultades que sufre la expedición, logra obtener la marca catalana. Carlomagno falleció de pleuresía en Aquisgran, el 24 de enero de 814.
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Aparece como un joven pulcro, muy bien vestido. Va caminando por un sendero, donde sentado en el borde del camino se encuentra Yogananda. Carlomagno lo observa con curiosidad sin detenerse, pero de pronto se da vuelta y retrocede hasta donde se encuentra el maestro. CARLOMAGNO. ¿Tú quién eres?
YOGANANDA. Aquel que observa tu vida a través de los tiempos.
CARLOMAGNO. ¿A qué tiempo te refieres?
YOGANANDA. Al estado más allá del tiempo que lo atraviesa.
CARLOMAGNO. Llévame a ese estado.
YOGANANDA. ¿Por qué deseas conocerlo?
CARLOMAGNO. Quiero saber que es lo que tu conoces y yo no.
YOGANANDA. El recorrido sería muy extenso y no sé si estás en condiciones de hacerlo.
CARLOMAGNO. ¿Y por qué tu puedes y yo no?
YOGANANDA. Yo sé que puedo, pero tu no lo sabes.
CARLOMAGNO. Pues si tu puedes, yo también puedo.
YOGANANDA. Bien, entonces camina mil millas, vuelve y emprenderemos el viaje.
CARLOMAGNO. Tu sabes que eso es imposible.
YOGANANDA. Yo sé que es posible... ah, me olvidaba, tienes solo una hora para hacer el 7
viaje.
CARLOMAGNO. Me estás pidiendo un absurdo.
YOGANANDA. Lo absurdo es que creas que no puede ser realizado.
CARLOMAGNO. Veo que solo eres un filósofo teórico. (Sigue caminando y se encuentra con Chidananda sentado al borde del camino).
CARLOMAGNO. ¿Y tú quién eres?
CHIDANANDA. Soy aquel que dejaste allá atrás
CARLOMAGNO. No puede ser, si no eres el mismo.
CHIDANANDA. Revisa tu vista, somos iguales.
CARLOMAGNO. Hoy es mi día de suerte. ¿Te estás burlando de mí?
CHIDANANDA. Sí, hoy es tu día de suerte, y tu identificación con el plano se burla de tu verdadera esencia.
CARLOMAGNO. ¿Eres un maestro?
CHIDANANDA. Veo que estás entendiendo.
CARLOMAGNO. ¿Qué cosas prácticas me puedes enseñar?
CHIDANANDA. Si realizas el viaje que te pedí anteriormente, te enseñaré muchas cosas.
CARLOMAGNO. Pero eso es imposible.
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CHIDANANDA. Lo es para el estado con el que estás identificado.
CARLOMAGNO. No sé como hacerlo.
CHIDANANDA. Entonces sigue caminando.
CARLOMAGNO. (Se va pensando en lo que le dijeron los maestros).
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Guillermo el Conquistador (1027 – 1087)
Hijo del duque de Normandía, Roberto el Diablo, de quien era vástago ilegítimo, heredó de su padre el título de duque en 1035. Apoyado por la Iglesia, se enfrentó a la nobleza por recuperar el antiguo poder del ducado de Normandía, aventura que le llevó doce años. Al morir su primo, Eduardo el Confesor, quien le había prometido el trono inglés, invadió Inglaterra con 60.000 soldados y venció a su opositor el conde Harold II en la batalla de Hastings (1060), siendo coronado rey ese mismo año en Westminster. Emprendió grandes reformas, como introducir el sistema feudal, reformar la Iglesia e instaurar representantes reales (sheriff) en cada condado. En política exterior hubo de repeler diferentes invasiones francesas, logrando además extender sus dominios hasta el Maine. Venció además a los daneses y consiguió el reconocimiento de Malcom, rey de Escocia. Su hijo Roberto le disputó el poder, con apoyo de Felipe I de Francia. En plena disputa, al avanzar sobre Nantes, murió por las heridas causadas al caer del caballo.
Se ve un hombre a caballo perdido en un bosque muy denso, cuya vegetación impide penetrar la luz, por lo que se le hace muy difícil encontrar la salida. Inesperadamente aparece ante sus ojos algo que brilla en la oscuridad y muy sigilosamente busca avanzar hacia ese lugar. Pero el camino está lleno de obstáculos, perdiendo en un momento su cabalgadura, con grave riesgo para su vida, debiendo continuar de a pie. Luego pierde las armas y debe seguir sin protección, hasta que finalmente puede llegar a esa luz que había divisado en la distancia. Esta proviene de un claro en el bosque donde hay un grupo de 10
ancianos sentados en círculo. Entonces se acerca y los interroga sobre quienes son, pero no halla respuesta. Varias veces recorre el círculo pero sus preguntas son inútiles. Por último, cansado y desolado, se sienta en el suelo. En ese momento el anciano que está más cerca se levanta y le indica que ingrese al centro del círculo.
ANCIANO. Aquí encontrarás todas las respuestas a tus preguntas.
GUILLERMO. ¿Quiénes son ustedes?
ANCIANO. ¿Quién eres tú?
GUILLERMO. Soy un guerrero que busca la luz.
ANCIANO. No, eres un guerrero que encontró la oscuridad y de ella vienes.
GUILLERMO. ¿Y qué hago acá?
ANCIANO. Esperar el tiempo.
GUILERMO. ¿El tiempo de qué?
ANCIANO. De descargar todo aquello que traba e impermeabiliza la posibilidad de captar en profundidad lo que se te debe revelar.
GUILLERMO. ¿Y por qué fui elegido para esta experiencia?
ANCIANO. Tú te elegiste.
GUILLERMO. ¿Y en qué consiste esta experiencia?
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ANCIANO. Acceder a la Verdad.
GUILLERMO. (Se pone de pie). La única verdad son mis armas, mi fuerza y mi ideal.
ANCIANO. Tus armas las perdiste, tu fuerza te abandonó y tu ideal es erróneo.
GUILLERMO. Con mis armas sometí al mundo, apoyándome en mi fuerza y en la dirección de mi ideal.
ANCIANO. Y aquí estás sin armas, sin fuerzas y sin ideal. Este es el estado en el cual te cabe la renuncia de aquello que ya no tienes y puedas empezar de nuevo.
GUILLERMO. ¿Cómo puedo empezar sin tener armas? (En ese momento aparece una cruz), ¿si no tengo fuerzas? (En ese momento una energía lo invade). ¿Y cuál es mi ideal? (En ese momento aparece Jesús)
JESÚS. Esta oportunidad es única y para ti. Tomarla o dejarla de ti depende.
[Entonces Guillermo toma la Cruz, y apoyándose en la energía nueva atraviesa el círculo de ancianos y se va detrás de Jesús].
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RODRIGO DÍAZ DE VIVAR (El Cid Campeador) (1041 ? – 1099) Personaje histórico, es conocido empero por el poema épico "El cantar del Mío Cid", obra fundamental de la literatura castellana. Durante el reinado de Alfonso VI los almoravides llegan a España y consolidan el poder moro venciendo a los cristianos en la batalla de Zalaca. Sólo el Cid (que quiere decir Señor), caballero burgales, les hace frente. Guerrero con condiciones geniales de caudillo y estratega, es el encargado por la Providencia para vencer a los almoravides que pelean en masa y no individualmente como los caballeros cristianos. El poema señala la jura de Santa Agueda, en la que el Cid hace jurar al rey Alfonso VII no tener nada que ver en la muerte de sus hermanos, hecho por el cual el rey lo destierra, dando así comienzo a la historia. El Cid tuvo tanto poder como un rey; el reino moro de Zaragoza estuvo bajo su mando, dos veces hizo prisionero al conde de Barcelona, conquistando el reino de Valencia en 1094. Empero siempre fue leal a su rey Alfonso VII, a quien ofrece todas sus conquistas. Muere en 1099 en Burgos, en cuya catedral se encuentra su sepulcro.
En un primer plano aparece una luz, pero al alejarse la imagen se ve que es parte de la estructura metálica de una ventana en ojiva, y al alejarse más se comprueba que esta pertenece al yelmo de un caballero, por donde se muestran los ojos de un
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hombre. En la medida en que la imagen sigue alejándose, puede contemplarse la figura completa de un caballero montado en su caballo. Va cabalgando ligero, no lleva armas, y sostiene en sus manos dos medialunas brillantes. De pronto se detiene ante Yogananda y Yukteswar y les entrega las medialunas de metal.
YUKTESWAR. ¿Por qué nos entregas esto?
CID CAMPEADOR. Son el significado del triunfo y la derrota, de la lucha sin sentido entre lo que es lo mismo.
YOGANANDA. Por favor, ¿puedes ser más claro?
CID CAMPEADOR. Pido perdón y que se tome en cuenta mi arrepentimiento por las matanzas cometidas por aquellos que no teniendo la claridad mental para perseguir el objetivo real, emprendieron la estúpida lucha con sus semejantes. En su ignorancia olvidaron la real lucha a que se debían enfrentar y entre ellos me incluyo.
YUKTESWAR. Si tu arrepentimiento es real será posible encarar tu lucha interna, puesto que ya estás en ella, y por tu fuerza de convicción el éxito es seguro.
[El Cid Campeador baja de su caballo, se arrodilla ante los dos maestros, se quita el yelmo, y toma la cruz que estaba formada en su frente, la coloca en su corazón y dándose vuelta se va retirando. A medida que se aleja, se va desprendiendo la vestidura de caballero, y su corcel se convierte en un ángel que lo va guiando hacia el camino de la experiencia espiritual].
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GODOFREDO DE BOUILLÓN ( – 1100) Al llamado del Papa Urbano II a la Cruzada, los poderosos de Europa respondieron entusiasmados, entre otros los franceses del Norte y Lorena, cuyo duque era Godofredo de Bouillón. Lanzados a la aventura Godofredo, a quien acompañaba al mando del ejército su hermano Balduino de Flandes, entró a Bizancio el 23 de diciembre de 1096. Los bárbaros occidentales quedaron deslumbrados por la magnificencia de la ciudad, por ello el emperador Alejo aprovechó la fascinación para llevarlos a la reconquista de Antioquía, que se encontraba en poder de los moros. Por fin en junio de 1099 los cruzados llegaron a Palestina y avanzaron sobre Jerusalén que estaba en manos de los egipcios, que aunque resistieron valientemente, la ciudad cayó en manos de los cristianos el 14 de julio de 1097. Las escenas que se relatan de la toma de Jerusalén son de una fiereza salvaje, los cristianos corrían por las calles descabezando musulmanes, diciendo un cronista que "la sangre llegaba hasta la montura de los caballos". Al tener que dar una estructura política a la conquista, se nombraría Godofredo Rey de Jerusalén con una organización típicamente feudal. Godofredo de Bouillón murió el 18 de julio de 1100.
En la imagen se ve un carro en veloz carrera seguido por la caballería, en un recorrido en que atraviesan tierras áridas sobre un fondo de montañas.
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El ejército ha entrado en una pequeña aldea, y en un desigual combate van exterminando a sus habitantes. En medio del combate se perfila la figura de un hombre barbado, con ropas oscuras, que levanta su espada gritando ¡Muerte a los impíos! Es Godofredo de Bouillón.
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El ejército está descansando a la orilla de un río. En medio de la noche se dibujan las carpas, observándose en la principal una luz que alumbra el interior. La imagen se acerca y Godofredo de Bouillón frente a una mesa mueve unas piezas como planificando la estrategia de su próxima batalla. Inesperadamente la tela que cubre la entrada se levanta y aparece la figura de Yogananda.
GODOFREDO DE BOUILLÓN (Se da vuelta y mira al maestro sorprendido y asustado) ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado sin que los guardias te hayan descubierto?
YOGANANDA. No importa quien soy y como llegué, lo que importa es si sabes quien eres tu.
GODOFREDO DE BOUILLÓN. Yo soy el que guía el ejército de Jesús, el ejército de Dios, el que guía a los hombres a la casa del Padre, y el que tiene que desterrar aquellas almas oscuras que se encuentran en el pueblo del Padre. Y ahora vete de aquí o ya mismo haré que te maten (ante la inmovilidad de Yogananda, Godofredo avanza hacia él intentando agarrarlo, pero la figura del maestro se desvanece ante su sorpresa. Al girar ve ahora a Yogananda acompañado de Jesús).
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GODOFREDO DE BOUILLÓN. ¿Pero ahora son dos? ¿Qué quieren?
JESÚS. Mejor dicho, ¿qué necesitas?
GODOFREDO DE BOUILLÓN. Yo no necesito nada, y menos de ustedes.
JESÚS. Tu crees que no necesitas nada, estás tan sumido en tu odio y en tu soberbia, que esto te cubre los ojos, te ciega y ves la oscuridad afuera y no en tu interior.
GODOFREDO DE BOUILLÓN. ¿Por qué vienes a decirme esto?
YOGANANDA. Porque interpretaste mal el mensaje del Padre, porque llevaste a cabo mal la tarea del Padre, porque levantaste la lanza contra tus hermanos. Y no es así como el Padre esperaba que obraras.
GODOFREDO DE BOUILLÓN. Basta ya, llamaré a mi ejército. (Sale de la carpa y solo ve un desierto donde no hay nadie, al darse vuelta solo encuentra las figuras de Yogananda y Jesús, el resto ha desaparecido).
JESÚS. tenías un ejército de nada, y usando el nombre del Padre tergiversaste las cosas. No era de ese modo como debías conseguir la unión con el Padre, ni darle su mensaje a los hombres.
GODOFREDO DE BOUILLÓN. ¿Qué han hecho con mis hombres? ¿Qué han hecho con mi ciudad?
YOGANANDA. ¿Cómo es posible que todavía no entiendas?
GODOFREDO DE BOUILLÓN. (Se sienta en una roca como reflexionando). Pero yo solo
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seguí el mensaje que me dió el Papa.
JESÚS. ¿Estás seguro de quién te dió el mensaje?
GODOFREDO DE BOUILLÓN. Debo creerle, es la máxima autoridad de Dios en la Tierra.
YOGANANDA. Ven con nosotros, te mostraremos algo.
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Los tres se encuentran en el interior de una Iglesia muy grande y ornamentada. En lo alto del altar se ve una figura con túnica blanca, pero la imagen no es de una persona, sino de un demonio vestido de santidad.
YOGANANDA. Este es quien te ha dado las órdenes y quien te alentó en tu empresa. Mira con tus propios ojos quien es. (Godofredo observa aterrado la figura oscura, pero la energía de los maestros la va envolviendo hasta hacerla desaparecer). Te has confundido, has escuchado a quien no debías, y no te detuviste en tu loca carrera a reflexionar el mensaje que te estaban dando.
JESÚS. Creíste sin mirar. Escuchaste el mensaje y no reflexionaste. Mezclaste a Dios y su mensaje con tus propios actos impíos.
GODOFREDO DE BOUILLÓN. (Cae de rodillas, alzando las manos). ¡Perdóname Padre! Ayúdame a reparar el mal que he hecho.
JESÚS. Ven con nosotros, acompáñanos. Debes aprender mucho.
[La imagen de Godofredo se va aclarando y los maestros lo llevan al mar de la purificación]
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FEDERICO BARBARROJA ( ? – 1190)
Al morir el emperador Conrado III, en 1152, dejó el cetro a su sobrino Federico, llamado el Barbarroja por el color de su barba. Fue coronado emperador de Alemania en Roma por el Papa Adriano IV, el 18 de junio de 1155. Al poco tiempo está guerreando contra Adriano por el apoyo que este le da al rey de Sicilia, Guillermo. A la muerte de este Papa, los cardenales eligieron a Alejandro III, pero Federico le brindó su apoyo al Antipapa Victor IV, y para sostenerlo hizo varias expediciones a Italia, llegando a destruir Milán. En su cuarta expedición toma Italia obligando a Alejandro a refugiarse en Francia, pero en el momento de su triunfo militar se declara una peste que extermina a lo mejor de su ejército. En su triste marcha de regreso debe enfrentarse con la Liga Lombarda que nuclea las ciudades del norte, siendo derrotado en la batalla de Legnano el 29 de mayo de 1176, perdiendo así su poder sobre Italia. Toma parte de la tercera cruzada con un gran ejército calculado en 80.000 hombres. Siguió la ruta acostumbrada por Bulgaria, embarcando en Filipapolis, llegando en enero de 1190 a Anatolia. Al llegar a Cicilia y querer atravesar el río Selel, su caballo cayó del barco a las aguas, muriendo ahogado. Era el 10 de junio de 1190.
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La figura es de un hombre maduro, en sus manos tiene dos espadas, y sus pies están sumergidos en un lago de sangre que está sobre la cubierta de un barco. El navío no lleva tripulación, y a medida que se desplaza, también se va desintegrando. Antes de su desintegración total el barco arriba a una playa donde se encuentra Yukteswar. Entonces Federico desciende e inmediatamente después el barco termina de desintegrarse hasta ser tragado por el mar. Cuando se acerca a Yukteswar, el maestro le dice que trae las botas manchadas con la sangre de sus crímenes, y en sus manos lleva las espadas del poder y la ignorancia, y en su cabeza la concentración de la estupidez humana. Federico clava sus espadas en la arena, y al hacerlo estas se transforman; la del poder en una energía muy fría y densa, y la de la ignorancia en una energía de fuego. Ambas se juntan, hasta que hielo y fuego se consumen uno al otro, desapareciendo ambos.
YUKTESWAR. Ahora podemos hablar, y si me vas a entender. Todo lo ocurrido está en tu mente y de ella no has salido. Es en este mismo espacio donde debes purificar su contenido.
FEDERICO. ¿Cómo puedo hacer, si lo único que conozco ya no lo tengo?
YUKTESWAR. Justamente por la Gracia fuiste despojado del poder y la ignorancia. Ahora tienes la posibilidad de desarrollar aquello que está en ti, pero a lo cual nunca prestaste oídos.
[Comienza a registrarse en Federico una energía en su corazón que va ascendiendo hacia su mente y desde allí va purificando todos los contenidos de su historia.]
YUKTESWAR. Has purificado una experiencia errónea y estás preparado para comenzar de nuevo. Ya puedes iniciar el viaje.
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[Federico se da vuelta y encuentra esperándolo en la playa un barco nuevo, con una tripulación obediente y sumisa. Asciende al barco y se da cuenta que sus pies están descalzos. Se hace a la mar, y mientras se aleja Yukteswar desaparece]
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RICARDO I, CORAZÓN DE LEÓN 1157 – 1199
Hijo de Enrique Plantagenet, rey de Inglaterra, participó de la tercera Cruzada, llegando el 6 de junio de 1191 a San Juan de Acre, donde unió sus fuerzas con las del rey de Francia, Felipe Augusto. El asedio a San Juan de Acre duró dos años. La capitulación de la ciudad obligó a Saladino a pagar rescate y a permitir el paso de los peregrinos cristianos. Las reyertas entre ingleses y franceses determinaron el regreso a Francia de Felipe Augusto, quedando Ricardo como jefe de la Cruzada. La fortuna le acompaña en todas las batallas y su audacia, capaz de las más increíbles proezas, fueron admiradas por el mismo Saladino, y entraron en la leyenda. Pero su heroicidad no significaba que fuese un hábil estratega, y en vez de atacar Jerusalén se distrae en campañas a Ascalón y Jaffa, mientras Saladino refuerza Jerusalén con tropas egipcias. Al fin debe hacer una tregua con el jefe musulmán, y regresa a Inglaterra donde su hermano Juan sin Tierra, conjuraba para apoderarse del trono. En el viaje es capturado por el duque Leopoldo de Austria, logrando su libertad mediante un rescate cuantioso. Muere a poco de su regreso a Inglaterra, en 1199.
RICARDO. ¿Sabes el significado de mi nombre? El origen es teutón y significa "varón valeroso", por eso el agregado de Corazón de León. Siempre existe una conexión entre el nombre y la persona, porque ya se lo trae
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YOGANANDA. ¿Te sientes realmente un "varón valeroso"?
RICARDO. No hubiera podido hacer ningún tipo de Cruzada, ni me hubieran llamado por ese nombre de no haber sido así.
YUKTESWAR. ¿Sientes que tu corazón es realmente puro?
RICARDO. Traté de hacer siempre lo que consideré mejor, pero lamentablemente implicaba tener mi armadura siempre puesta. Fui un rey guerrero.
RAMANA. ¿Pudiste ver un poco más allá de tu armadura?
RICARDO. La batalla exigía siempre mucho de mí, pero sé que existe algo más allá. No me detuve mucho a pensarlo.
CHIDANANDA. Deberías detenerte y tratar de conquistar el mejor de todos los reinos, tu propio interior.
KRISHNA. Detente, porque la única forma de esa conquista es a través de la soledad y el silencio.
RICARDO. ¿Tendré la oportunidad de revertir mi viaje?
EL PADRE Y LA MADRE DIVINA. Siempre es el momento para empezar, si tu corazón deja de ser de león y se convierte en un corazón divino.
[El rey siente que algo muy profundo le quema el pecho, y ese mismo fuego lo envuelve, le quita la armadura y deja que su alma tome vuelo. En su rostro se dibuja una sonrisa de paz, porque siente que por fin ha concluido su viaje].
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SIMÓN DE MONTFORT ( 1150? – 1218) Un peligro se cernía para el Cristianismo en el siglo XIII: la herejía de los albigenses. Un grupo de cátaros, radicados en Lombardía, y en el Languedoc, en la ciudad de Albi, de donde tomaron el nombre de albigenses, enseñaban un dualismo gnóstico en materia religiosa, y en lo social una especie de socialismo cuestionando el orden feudal. Obtuvieron el apoyo de la nobleza y del conde de Tolouse, Raimundo IV. El Papa Inocencio III considera que solo la fuerza puede terminar con el peligro albigense, y llama a los nobles franceses a emprender una cruzada contra los herejes. Al frente del ejército cruzado se designó a Simón de Montfort, recién llegado de Jerusalén. Comienza las acciones bélicas atacando Tolouse con un gran triunfo en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213. Vencido Raimundo, el condado de Tolouse pasa al dominio de Simón de Montfort. El jefe de la cruzada contra los albigenses murió sitiando un castillo, al recibir una piedra en la frente, el 25 de junio de 1218. La cuestión de los albigenses se resolvió al pasar el mediodía de Francia a depender de París, por el pacto de Meaux de 1229, aglutinándose Francia bajo la dinastía de los Capetos.
Aparece un caballero pero visto desde el interior de su armadura; está cabalgando y llega a un sitio donde hay una superficie tan pulida que refleja con muchísima claridad todo aquello que se aproxime. Al acercarse se ve a sí mismo reflejado como un caballero armado. Se quita el yelmo y se ve el rostro de un hombre muy
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bello, quedando fascinado y extasiado ante su propia imagen, que lo atrapa y paraliza. Largo rato contempla ese bello rostro, hasta que poco a poco se va transformando. Primero aparece la crueldad, que lo va deformando; luego se suma la injusticia, la cual agrega más deformidad a su rostro. Luego se manifiesta el fanatismo que convierte su rostro en una imagen de piedra, después la falsa fe, desarmando ese rostro y por último la ignorancia que sólo deja visible su estructura ósea. El caballero, que es Simón de Montfort, queda paralizado por el terror.
YOGANANDA. (Con su aliento empaña el espejo, así puede desprenderse de la imagen reflejada, y darse vuelta enfrentando al maestro.)
SIMÓN DE MONTFORT. ¿Qué ha sido esto?
YOGANANDA. Nada más ni menos que la manifestación de tus contenidos, y la última imagen es la que realmente te corresponde.
SIMÓN DE MONTFORT. ¿Cómo pude estar tan ciego para no darme cuenta?
YOGANANDA. Todo aquel al que el fanatismo ciega jamás podrá darse cuenta, porque el fanatismo es una energía que al manifestarse va absorbiendo y destruyendo cualquier idea que se le oponga. Es su manera de funcionar, y al desarrollarse obnubila e hipnotiza al que la posee, a tal punto que inclusive termina provocando su propia destrucción.
SIMÓN DE MONTFORT. ¿Y cómo puedo librarme rápidamente de ella?
YOGANANDA. No seas insensato, todavía perdura fuertemente en ti, pero ahora eres consciente para empezar a deshacerte de ella.
SIMÓN DE MONTFORT. ¿Cuál es el método a seguir?
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YOGANANDA. Sumérgete en el mar de la purificación y deja en el fondo del mismo todos tus apetitos de gloria, conquista y reforma.
SIMÓN DE MONTFORT. (Ingresa en el mar de la purificación y comienza a deshacerse de contenidos oscuros)
YOGANANDA. Ten cuidado que hay algunos que por muy queridos a tu personalidad dudarás en abandonarlos. No hagas distingos entre unos y otros. Abandona todos de igual forma.
[Entonces el caballero en un solo acto se despoja de todos, y así emerge del mar de la purificación]
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FERNANDO III, de ESPAÑA (1200 – 1252)
San Fernando, uno de los mayores reyes castellanos, le contestó a su primo San Luis de Francia que lo invitaba a participar de su Cruzada: "En mi tierra no faltan musulmanes". El rey quería dar fina la Reconquista española, habiendo hecho bendecir su espada y teniendo la imagen de la Virgen en el arzón de su montura. Así realizó una serie exitosa de expediciones militares, bajando por el Guadalquivir, ocupando la región de Andújar y poniendo sitio a Jaén. En 1230, a la muerte de su padre, Alfonso IX, puso orden en su reino y volviendo a Andalucía tomó Baeza y Úbeda (1233)). En junio de 1236 entró triunfador en Córdoba, plantó la cruz en su célebre mezquita y restituyó a Santiago la campana que Almanzor arrebatara. En la expedición de 1240, conquista las ciudades de Santaella, Zafra, Manchena y otras. Estando enfermo mandó a su hijo don Alfredo a tomar Murcia, con lo que Aragón no podía continuar su expansión sin tropezar con Castilla, y lo que fundaba de territorio peninsular sería Castellano. En 1246 el rey moro de Granada se declaró vasallo suyo, al año siguiente toma Carmona y se dirige contra Sevilla, a la que sitia, tomándola finalmente por mar, en noviembre de 1248. De este modo el reino de Andalucía cae fácilmente en sus manos. Tenía pensado pasar con sus tropas a África y tomar Marruecos, cuando la muerte lo alcanza en el Alcázar de Sevilla en 1252.
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Fernando, con sus vestiduras de rey, se encuentra parado delante de su trono, y su rostro lo muestra sumido en una preocupación muy profunda. A medida que pasa el tiempo esa preocupación lo va consumiendo y su cuerpo se va reduciendo. El problema toma la forma de dos esferas que representan dos mundos y cuando el rey intenta acercarlos para unirlos, estos se alejan cada vez más. Aparece Yukteswar pero Fernando no lo ve, pues sigue ensimismado en su preocupación. El maestro se planta delante de él y chasqueando los dedos, como ante un hombre hipnotizado, lo despierta. Al reaccionar Fernando se muestra sorprendido.
YUKTESWAR. Has estado atrapado en el sinsentido, reflexiona en lo que hubiese sido invertir el esfuerzo de tu preocupación en buscar el camino hacia Dios y no el camino a la fama y el poder. ¡Cuántas almas habrías ayudado en una empresa así! Y reflexiona, ¿a cuántas le brindaste la oportunidad de sumirse en el dolor y el sufrimiento?
FERNANDO. No entiendo lo que me dices.
YUKTESWAR. (Le arranca la corona con su bastón). Te falta humildad, y lo que te impide comprender la realidad es tu soberbia. No hay impedimento más grande y sólido que la soberbia, porque es impenetrable para cualquier idea espiritual. Su densidad obnubila el discernimiento, y esto es lo que te sucedió, y aún estás inmerso en ella. ¡Despierta! (El maestro vuelve a chasquear los dedos y esta vez Fernando realmente despierta).
[Las dos esferas se transforman en círculos, donde se pueden ver, desarrollándose muy rápidamente, escenas de la vida de Fernando. En la esfera de la izquierda aparece aquello que debió hacer, y en la de la derecha su historia y sus consecuencias. Al observar las escenas el horror de Fernando se transforma en terror, la desesperación lo invade al comprender con sus propios ojos los errores que cometió. Pero también puede ver, y esto ocurre en muy pocos casos, que
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hubiese sido su vida guiada por acciones correctas. En Fernando esto es posible porque tenía una clara visión de ambas posibilidades, y eligió mal].
FERNANDO. (Desesperado se arrodilla ante Yukteswar). ¿Qué debo hacer?
YUKTESWAR. Nada, porque ya lo has hecho todo. Simplemente espera, y hazlo muy atento, porque tendrás una nueva oportunidad, y cuando esta se presente no te descuides y aprovéchala, porque esta será tu última oportunidad.
[Fernando se sienta en el borde del camino del destino esperando esa última oportunidad].
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LUIS IX, de FRANCIA (1214 - 1270)
Hijo de Luis VIII y Blanca de Castilla, Luis IX fue considerado el rey santo de Francia. En 1244 los musulmanes toman nuevamente Jerusalén, y para reconquistarla, el Papa Inocencio predica nuevamente una cruzada. El primero en responder fue Luis IX, quien dirige el ataque contra Egipto. El 7 de junio toma Damieta, y de allí decide atacar El Cairo, que finalmente cae en poder de los franceses. Pero la victoria fue efímera porque el Sultán les cortó las comunicaciones con Damieta y el hambre comenzó a hacer estragos en el ejército cruzado. Esta situación precaria de los franceses fue aprovechada por el Sultán que degolló gran parte del ejército y tomó prisionero a Luis IX. Por su rescate debió devolver Damieta y pagar una onerosa recompensa económica. Embarca con los restos de su ejército a Palestina, y luego regresa a Francia en 1254 al enterarse del fallecimiento de su madre, y ya establecido en su país, lleva a cabo un gobierno que tiene como signos la fidelidad a la Iglesia y la aceptación del pueblo. En 1270 recibe de Túnez una carta del Sultán en el que este le expresa su intención de convertirse, pero no era más que un engaño para evitar que dirigiera sus tropas contra Jerusalén. Sin embargo el rey parte con 25 naves y entabla una violenta lucha contra los sarracenos. Pero el mayor enemigo fue la peste, que exterminó a
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la mayor parte de los caballeros, y al mismo Luis IX, que muere el 25 de agosto de 1270. Fue canonizado por el Papa Bonifacio VIII. Es un hombre de unos 30 años, alto, activo, de mal carácter. Se lo ve bajando las escaleras de un castillo medieval. En uno de los escalones está sentado Yogananda vestido con ropas de monje.
SAN LUIS. (Mostrando su mal genio) ¿Qué haces allí? ¿Quién eres?
YOGANANDA. Soy la imagen de lo que pretendes ser y no eres.
SAN LUIS. (Respondiéndole con desprecio). Soy lo que quiero ser. Soy el rey, tengo el poder, peleo con Cristo, y por Cristo, estando a su lado.
YOGANANDA. (Se ríe). Cristo no pelea, y no sabes que es tener a Cristo a tu lado, no tienes conciencia de nada. Siéntate y te mostraré quien eres. (El rey se sienta en la escalera a su lado). Cierra los ojos (El maestro le pone la mano en el entrecejo). Ve. (San Luis se puede ver como un ser muy oscuro peleando contra la Nada. Observa una lucha inútil porque no tiene nadie enfrente, pero por detrás suyo es perseguido por una multitud de demonios y en su mente un gran demonio que le dicta las órdenes). Mira bien ¿el que te está hablando es Jesús? ¿Es Cristo quien está a tu lado?
SAN LUIS. (Muy asustado). Brujo, deberías ser quemado por blasfemo. Eres un mago. (Llama a los guardias). Detengan a este hombre. (Los guardias no pueden ver a nadie y se van rumiando la locura del rey).
.......................
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San Luis está en su habitación, arrodillado frente a una cruz.
SAN LUIS. (Muy asustado). Señor, te pido tu protección [De la cruz desciende la imagen de Jesús y el rey queda aterrado]
JESÚS. (Muy serio). No pudiste creerle a un hermano mío, pero tengo que venir yo a mostrarte tu confusión.
SAN LUIS. Señor, yo peleo por vos, armé un ejército en tu nombre.
JESÚS. Yo nunca te pedí eso. La única pelea que debías realizar era con tus demonios, los que pudiste ver alojados en tu mente, y los que dicen lo que tenés que hacer. Tu nunca me has escuchado, solo escuchaste la voz de tu ego.
SAN LUIS. ¿Y las batallas que peleé? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
JESÚS. Nunca estuviste atento a lo que te iba diciendo, que todas las guerras son interiores y no exteriores, que no se puede imponer el amor al Padre por la fuerza. Construiste un ejército de demonios para luchar con otros demonios iguales. Tus actos, inspirados por la oscuridad solo podían alimentar lo demoníaco, no podías convertir a ninguna alma.
SAN LUIS. La gente me quiere, hasta me venera, acepta lo que hago, me pide que continúe así.
JESÚS. (Lo lleva a la ventana de la habitación y desde allí puede ver al pueblo que lo aclama. Entonces le da la visión para que vea, en el aura de las personas, los demonios que dirigen la escena). ¿Ves quiénes te están adulando, alimentando tu ego? Esto no tiene nada que ver conmigo, ni con el Padre, ni con la Luz.
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SAN LUIS. ¿Cómo sé que esto es real y no una fantasía producto de la magia?
JESÚS. Sólo el discernimiento y la mirada clara hacia Dios podrá salvarte.
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San Luis está en su lecho de muerte, rodeado por algunas personas a las que percibe como figuras demoníacas.
SAN LUIS. ¡Dios mío no me abandones! [Jesús y Yogananda se presentan frente al rey, pudiéndose ver en el fondo el mandala de maestros]
JESÚS. ¿Recuerdas nuestro encuentro?
SAN LUIS. Recién ahora puedo entender lo que es el discernimiento. Recién ahora puedo entender las atrocidades y muertes que provoqué. (En su mente puede ver desfilar las guerras con sus muertes y devastaciones). Estoy arrepentido y lamento no haber entendido antes.
JESÚS. Tu discernimiento te ha salvado, te otorgo la Gracia de entrar a un plano de vibración purificatoria donde puedas evolucionar.
[San Luis muere y su alma asciende con los maestros a un plano astral que tiene el aspecto de una verde campiña, donde podrá purificarse].
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SANTA JUANA DE ARCO (1412 – 1431)
La vida de la doncella de Orleans solo se entiende en el momento crítico que vivía Francia. En 1418, la ciudad de París, amotinada contra los Armagnacs, abre sus puertas a los borgoñeses, mientras el rey de Inglaterra conquistaba Normandía. A su vez, el rey de Francia Carlos V mandaba asesinar al duque de Borgoña, y el nuevo duque Felipe reconoce a Enrique V de Inglaterra como el monarca de los franceses. Cuando la independencia de Francia parecía perdida, se presenta una doncella de 17 años, Juana de Arco, nacida en Domremy y que escucha voces celestiales y tenía visiones de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita que le anuncian que había sido elegida para salvar a Francia. Ante el rey Carlos VII, con quien se entrevista en Reims en febrero de 1429, en nombre de Dios le expresa su plan de atacar a los borgoñeses aliados de los ingleses, expulsar a estos y coronarlo a él, legitimando su reinado. Entonces al frente de su ejército entra triunfadora en Orleans el 8 de mayo y al mes siguiente derrota a los ingleses en Patay. Carlos VII pudo coronarse en Reims el 17 de julio. Vestida con su armadura, Juana no peleaba, pero con su carisma inflamaba el valor de las tropas. En una salida en Campagne, los borgoñeses la tomaron prisionera y la entregaron a los ingleses en 1430. Se le inicia proceso y, como vestía de varón, es acusada de
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hechicera y condenada a la hoguera, muriendo quemada el 30 de mayo de 1431. Benedicto XV la canonizó el 1920.
Aparece vestida con harapos, descalza sobre el piso de piedra. Su cabello es largo y blanco a pesar de la juventud que denota su rostro, aunque sus manos y piernas muestran la decrepitud de una anciana. Yogananda y Vivekananda se acercan.
YOGANANDA. ¿Qué haces?
JUANA. Penitencia.
YOGANANDA. ¿El Padre te impuso esa penitencia?
JUANA. (Desconcertada). No, me la impuse yo misma, pero nunca me pregunté si esto podía no ser la voluntad del Padre.
JUANA. (Se pueden ver grilletes en sus manos y en sus piernas, unidos por una cadena larga y pesada). Estoy al límite de mis fuerzas, me han abandonado.
YUKTESWAR. (Se acerca) ¿Quién te ha abandonado?
JUANA. (Cae de rodillas a los pies del maestro, llorando) Quien me dió el poder de liderazgo.
YUKTESWAR. (Se agacha y pone una mano sobre su cabeza). No te han abandonado, nunca estuvieron contigo.
AUROBINDO. Cierra los ojos y concéntrate en el corazón. (Juana, que está completamente consumida, al hacerlo ve una pequeña llama).
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¿Puedes sentirla? Ella no te ha abandonado.
JESÚS. (Se acerca pero Juana no se atreve a mirarlo. El maestro conecta su energía con esa llama que va cobrando fuerza, y al hacerlo Juana recupera la energía como para pararse y lo mira con una intensa emoción). ¿Entiendes ahora?
[A medida que su figura se va componiendo aparecen Haydée, Mataji y La Madre Divina. Haydée le quita los grilletes y le cura las heridas con mucho amor y con una actitud de gran humildad].
LA MADRE DIVINA. Sin culpa, sin resentimiento, sin odio y sin mirar atrás, empezarás hoy al fin el camino de tu ascenso.
[En un círculo a su alrededor aparecen Babaji, Buda, Ramana, Lahiri y Chidananda, quienes le envían un fuego purificador que va envolviendo hasta desaparecer y con ella también se esfuma gran parte del recuerdo en que participó y las semillas de su historia sembrada de muchas muertes. El Padre bendice la escena donde todo va desapareciendo y satisfecho y lleno de gozo cubre a los presentes con su Luz].
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EPÍLOGO
JUANA DE ARCO. La ambigüedad es una herramienta que bien utilizada ayuda al discernimiento. ¿Y por qué digo esto? La ambigüedad en mi experiencia permite que la polaridad de las fuerzas se concentren en la Unidad y de ahí, sin duda alguna, al discernimiento. ¡Pero cuidado! La ambigüedad es como una espada de dos filos, puede concentrar o dispersar, todo está en la claridad de intención y la fe con que se la utilice, para que el resultado esperado sea el positivo.
JESÚS. Es mi deseo que la historia de los guerreros sea comprendida desde la intuición, y no analizada por el razonamiento.
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LOS PAPAS
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Gregorio (Magno) I
León III
Juan VIII
Juan X
Benedicto VIII
León IX
Gregorio VII
Urbano II
Celestino V
Bonifacio VIII
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PRÓLOGO
LOS INFIELES CUSTODIOS DEL ARCA Jesús ingresa en un recinto donde está guardada el Arca de la Alianza.
JESÚS. El Arca es la imagen de la Alianza entre lo Superior y el hombre. Hubo a quienes se les asignó el trabajo de custodiarla y alimentarla, pero no siempre los responsables fueron bien elegidos y pronto olvidaron su misión divina y el servicio que les había sido encomendado por el Padre. Al no comprender el verdadero sentido de la tarea, en su ceguera, solo se sirvieron a sí mismos.
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SAN GREGORIO (MAGNO) I (590 –604)
Hijo del senador Gordiano, su nacimiento se calcula poco antes del 540. Estudió leyes, siendo nombrado a los 25 años prefecto de Roma. Hacia el 575, a la muerte de su padre, renuncia al mundo e ingresa en la recién fundada orden benedictina. Funda seis monasterios y su propio palacio lo transforma en cenobio. Poco dura su vida contemplativa ya que el Papa Pelagio II lo envía como prelado a Constantinopla. A la muerte de Pelagio, fue nombrado Papa por exclamación popular. Escritor eminente, ejerció un influjo decisivo en su tiempo, habiéndose recogido una colección de 848 epístolas. La regla pastoral compuesta en el 591 es una especie de programa de su Pontificado. El ideal lo formula afirmado que "el verdadero pastor de las almas es puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, sabio en el silencio, útil en las palabras". Realiza la reforma litúrgica, estructurando el canto religioso que se denomina gregoriano por su nombre. En el 604 fallece en Roma.
Cubierto con ropajes fastuosos, sentado en el sillón Papa, muestra un rostro muy cansado.
YUKTESWAR ¿A qué se debe tu rostro de cansancio?
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GREGORIO. Es que llevó aquí tanto tiempo esperando.
YUKTESWAR. ¿Esperando qué?
SAN GREGORIO. Esperando volver. Me he quedado aquí atrapado, y tu presencia me ha hecho reflexionar.
YUKTESWAR. ¿Puedes contarme en lo que reflexionas al verme?
SAN GREGORIO. Tu imagen se asemeja a lo celestial, por lo que me doy cuenta que vienes en nombre del Padre, y ojalá sea a liberarme de esta enorme oscuridad en la que estoy sumergido.
YUKTESWAR. ¿Te das cuenta qué es lo que te tiene atrapado?
SAN GREGORIO. Creo que sí, fue mi arrogancia. En el lugar en que me encontraba disponía de demasiado poder y lo utilicé mal. Perdí el contacto con lo divino, satisfaciendo las necesidades de mi ego.
YOGANANDA. Es hora de que salgas de ese encierro. El Padre siempre te dió la oportunidad, y si en el pasado no supiste cumplir tu misión, eso ya quedó muy lejos. Hoy es tiempo de mirar al Padre a los ojos, y entregarse a la verdadera experiencia, para que asi todo lo que no has hecho correctamente se limpie y se purifique.
AUROBINDO. Te pido que comiences por despojarse de esa vestimenta lujosa que te cubre. En el lugar a donde vamos no hay títulos ni jerarquías. El Padre te recibirá como a uno más de sus hijos.
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SAN GREGORIO. (Se quita la ropa y la deja sobre el sillón papal, y camina hacia adelan te. Al darse vuelta observa este trono de poder). Ahora me doy cuenta cual era el peso que tanto sentía sobre mis hombros, y experimento la libertad en mi corazón para poder volver a elegir al Padre.
MILAREPA. Arrepiéntete de todo cuanto hayas representado y hecho en nombre del Pa dre, y así podrás continuar tu evolución. Entrégate libre a esa experiencia maravillosa que es retornar a Él.
LA MADRE DIVINA. (Lo recibe tomándolo del brazo). Yo seré tu guía, iré contigo paso a paso.
EL PADRE. (Abriendo sus brazos). Aquí te espero hijo mío para que logres la verdadera comunión.
[San Gregorio va ascendiendo en medio de un cono de luz, acompañado por La Madre Divina, siendo purificado por la energía de los maestros que lo van rodeando].
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SAN LEÓN III (795 – 816) Elegido Papa a la muerte de Adriano, sin solicitar la autorización de Bizancio, según la práctica de esa época. Al no pertenecer a la nobleza romana se ganó la inquina del patriciado y de la curia. Para contrarrestar su situación buscó apoyo en Carlomagno, rey de los francos, a quien le ofreció consagrarlo Emperador de Occidente. El 25 de abril de 799, al salir de San Pedro para asistir a una procesión, es atacado por sus enemigos, intentando arrancarle la lengua y los ojos, molido a palos, fue encerrado en una mazmorra de la que pudo huir gracias a la fidelidad de un servidor. Luego huye a Francia y con la ayuda de Carlomagno puede volver a Roma, a quien en la Nochebuena del 800 corona Emperador.
Es un hombre anciano de espesa barba blanca. Se sorprende al ver la presencia de Yogananda.
YOGANANDA. Hemos venido a verte porque queremos hacerte participar de este Plan Divino
SAN LEÓN III. (Extrañado) ¿De qué se trata?
YOGANANDA. ¿Acaso no has podido ver? Por lo visto no has llegado al plano en que las almas pueden percibir lo que pasa a su alrededor.
SAN LEÓN III. Desde que me encuentro en este lugar no he hecho más que preguntarme ¿por qué estoy aquí? Y al no encontrar respuesta, a veces suelo enloquecerme, vagando sin rumbo. 44
YOGANANDA. Lo que sucede es que no has podido trascender. Tu misión en la Tierra era una sola y tuviste mucho tiempo para haberla cumplido, ¿qué es lo que te sucedió?
SAN LEÓN III. Era demasiada responsabilidad, me sentía abrumado, y tal vez le hice parecer a los demás que todo lo hacía a la perfección, aunque yo me daba cuenta que no era así. Me engañé a mí mismo y al propio Padre.
YUKTESWAR. Estás a tiempo de cambiar, y que mejor que hoy para decidirte a transitar el verdadero camino, el cual debiste seguir hace ya tiempo porque siempre estuvo a tu alcance, pero la oscuridad no te dejó verlo.
SAN LEÓN III. ¿Entonces la locura que a veces suelo sentir es lo que tu llamas oscuridad?
YUKTESWAR. Así es.
SAN LEÓN III. Yo siempre supe que el mal existía, pero nunca asumí que podía estar sometido a él.
YUKTESWAR. Perdiste esa conciencia en el preciso instante en que perdiste la conexión con el Padre.
SAN LEÓN III. (Cae de rodillas)
VIVEKANANDA. Levántate, no pierdas tu tiempo, de nada sirve esa actitud. Alza tu mirada y conecta tu corazón para transitar el verdadero camino. Invoca a lo más sagrado y serás liberado.
[El Papa se levanta caminando muy despaciosamente, entonces los maestros lo elevan a un plano donde su alma podrá purificarse].
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JUAN VIII (872 – 882) Sucesor de Adriano II, Juan VIII en los diez años de su Pontificado tuvo que luchar contra los árabes que desde el sur atacaban Sicilia y Calabria, apoyándose en Luis el Calvo, rey de Francia, a quién eligió como Emperador, consagrándolo en Roma en 875. Durante su Papado se produjo la ruptura con los cristianos orientales acaudillados por Focio en Bizancio. La causa del conflicto fue si Roma o Bizancio se harían cargo del reino búlgaro, recién convertido. Bizancio toma la iniciativa, produciéndose la separación de Roma. Juan VIII tenía enemigos jurados en su propio territorio, siendo envenenado y luego matado a martillazos.
Sumergido en el clima de una habitación oscura, mirando la tormenta a través de la ventana, Juan VIII está dominado por el pánico.
YOGANANDA. ¿Qué te pasa? ¿Por qué te invade el terror?
JUAN VIII. Me siento perdido. Perdí la conexión con Dios.
YOGANANDA. ¿Crees que alguna vez la tuviste?
JUAN VIII. Sí, fue en mis primeros años de novicio. Mi familia me había dejado en manos
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de unos clérigos, y en el convento cultivaba la tierra, hacía la limpieza. Después comencé a estudiar los libros sagrados para mi formación sacerdotal, y entonces tenía sensibilidad para comprender las necesidades de la gente y poder brindar mi ayuda. Ahora los recuerdo como mis años más felices, a pesar de todas las miserias humanas con que tenía que convivir. Luego vino la tentación del poder y comienzo a hacer una carrera política, donde los méritos no venían de Dios sino aplastando cabezas. Tengo miedo porque siento que mi hora final está cerca. Siento la presencia de Dios mostrándome las escenas de mi vida, y todo se resumió a una carrera política de acuerdos, traiciones, juegos de poder.
YOGANANDA. ¿Cómo llegaste a Papa?
JUAN VIII. Traicionando en toda esa trama política, y nada de eso me acercó a Dios. Me doy cuenta de los años de falsedad que he vivido. Construí mi vida sobre la mentira y tengo miedo al castigo.
YOGANANDA. Dios no castiga, busca las respuestas en tu corazón.
VIVEKANANDA. Confundiste todo. Te dedicaste al trabajo intelectual, lo cual puedo entender, pero no pudiste trascenderlo, ni siquiera llegaste a comprender los mensajes escritos. Tu castigo proviene de tus actos, enfréntate con tu realidad.
YOGANANDA. Te interesó comprender el Islam, contra cuyos seguidores combatías, leíste y escribiste acerca de la Cristiandad, recorriste las grandes Iglesias para rodearte de gente que no significaban más que escalones en tu carrera política y que te iban a catapultar al trono papal, y así te fuiste alejando cada vez más del camino de Dios.
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Nunca estuviste más cerca de la luz como cuando en tus primeros años de vida religiosa te acercaste a tus hermanos para servirlos. Luego el ansia de poder de atrapó y perdiste el camino. Solo te queda recordar, arrepentirte y volver a empezar.
JESÚS. (Se presenta con un gesto muy serio y permanece en silencio).
JUAN VIII. (Se arrodilla). Te pido clemencia, piedad, háblame, guíame.
JESÚS. Ultrajaste mi nombre. Usaste el nombre del Padre. Desvirtuaste la energía divina. Cometiste uno de los peores pecados, que fue promover la ignorancia. Cambiaste mis palabras. Insultaste tu investidura. No has sido más que un vocero del demonio y tu imagen ha ayudado a darle más adeptos a la oscuridad. ¿Y aún pides clemencia? Yo no tengo que perdonarte, trata de buscar el perdón en ti mismo.
JUAN VIII. (Llorando con desesperación) Necesito ayuda.
YOGANANDA. Busca la Verdad en tu corazón. Analiza con real discernimiento todo lo pasado y cada acto de tu vida. Re cuerda el día de tu despedida final, el día de tu muerte. No hagas nada exterior, simplemente reclúyete en el silencio, pide perdón al Padre, pues solo a través del real arrepentimiento, almas superiores podrán ayudarte a que puedas evolucionar. Solo a través del silencio y del real arrepentimiento, es el único camino.
JUAN VIII. Necesito encontrar a Dios.
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YOGANANDA. Está dentro tuyo, en tu corazón, pero este, como una cebolla, está cubierto de capas que se fueron formando en los innumerables pactos. Tendrás que ir sacándolas una por una, y ese será un largo camino.
[Con Juan VIII muy confundido se va apagando la escena.]
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JUAN X (914 – 928)
Dos años rige la Iglesia el Papa Anastasio III (911 - 913), y solo seis meses Landan I (913 - 914), hasta que sube al trono papal el obispo de Ravena, contraviniendo todos los cánones. Con todo fue un Papa que comprendió la prioridad de la época, que era la lucha contra los sarracenos, para lo cual se apoyó en el poder militar de Berangaria, rey del Piamonte, a quien corona Emperador en Roma en noviembre de 915. En alianza con Adalberto, marqués de Toscana, logra vencer al Emir Ibrahim -ibn- Ahmel, que dominaba Sicilia y devastaba e sur de Italia, amenazando destruir Roma. Fue tan exitoso en la campaña que en 917 se puede decir que el peligro islámico estaba conjurado. Con todo Juan X no pudo con las conjuras internas, terminando sus días asesinado, ahogado con una almohada en mayo de 928.
Está escribiendo, cuando de repente la habitación se ilumina con la luz de los maestros
JUAN X. (En un principio se asusta, pero luego se serena porque intuye una revelación. Frente a él está Yogananda). ¿Qué deseas?
YOGANANDA. ¿Qué escribes?
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JUAN X. Una interpretación de las Sagradas Escrituras.
YOGANANDA. ¿Crees que ha de servir a los hombres?
JUAN X. Los hombres viven en la confusión.
YOGANANDA. ¿Y tu qué haces?
JUAN X. ¿Qué puedo hacer?
YOGANANDA. Eres el Papa, la autoridad máxima de la Iglesia.
JUAN X. Pensé que podía ayudar, pero me doy cuenta que no puedo hacer nada.
YOGANANDA. Una cosa importante puedes hacer, no convertirte en vocero de lo oscuro.
JUAN X. Lo oscuro reina en la Tierra.
YOGANANDA. ¿Y por qué quisiste ser Papa?
JUAN X. Pensé que obtendría la Revelación Divina.
YOGANANDA. Y te convertirías en la salvación de todos los hombres.
JUAN X. Al menos de una gran parte.
YOGANANDA. Estás tan confundido como ellos o más, porque no puedes hacer nada, pero ellos creen que sí puedes, y tu confusión oscurece aún más la visión del Padre. Mejor sería que no desearas ser Papa.
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JUAN X. No puedo desandar lo que he hecho. ¿Ahora qué me queda?
YOGANANDA. Sí puedes desandar, pero debes asumir tu responsabilidad para poder entregarla. Mira la cosecha de tu siembra. (Le muestra todas las atrocidades cometidas en las guerras realizadas en nombre de Dios. El Papa se horroriza y llorando se desploma).
JUAN X. (En medio de sollozos). ¿Existe Dios?
YOGANANDA. Y pensar que debías guiar a los hombres.
JUANX. ¿Tengo otra oportunidad? Dime que existe una salida.
YOGANANDA. Tu oportunidad es aquí y ahora, pero más que decírtelo necesitas experimentarlo.
JUAN X. ¿Por dónde debo empezar?
YOGANANDA. Aferrate fuerte a la imagen de Jesús y pídele sin cesar que se apiade de ti. No te detengas hasta oír su respuesta. Luego volveremos a vernos.
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BENEDICTO VIII (1012 – 1024)
Se llamaba Teofilacto y era hijo del conde de Túscula. Personalmente salió de campaña contra los crescencios (facción rival de la época). Derrotó a los musulmanes, arrebatándoles en 1016 la isla de Cerdeña. En 1013 coronó a Enrique II que venía de Alemania, como Emperador, apoyándolo luego en su guerra contra los griegos. Cruza los Alpes y en Alemania consagró la catedral de Bamberg, muy querida por Enrique II, quien a su muerte fue canonizado. Falleció en abril de 1024.
Viene en un caballo negro con un traje militar. Se consideraba un guerrero espiritual, pero confundió el plano espiritual con el material de la guerra, la imposición de las ideas de Cristo a cualquier precio y por cualquier método. De acuerdo con su época su Papado fue muy contradictorio, al generar una dura disciplina bélica para imponer una doctrina tan espiritual basada en el Amor como la había enseñado Jesucristo.
BENEDICTO VIII. ¿Qué es lo que deseas de mí?
YOGANANDA. ¿Cómo fue tu Papado?
BENEDICTO VIII. Una lucha terrible, tanto para mí como para quienes me rodeaban.
YOGANANDA. ¿Cuál fue el sentido de esa lucha?
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BENEDICTO VIII. Imponer las ideas de la Iglesia Católica a todos los pueblos salvajes e ignorantes.
YOGANANDA. ¿Creías que la religión podía imponerse?
BENEDICTO VIII. Creía que sí.
YOGANANDA. ¿Y ahora qué?
BENEDICTO VIII. Ahora me doy cuenta que no.
YOGANANDA. ¿Qué es lo que te hizo darte cuenta que no?
BENEDICTO VIII. Los resultados de toda esa política Papal.
YOGANANDA. ¿Qué harías si fueras nuevamente Papa?
BENEDICTO VIII. No volvería a ser Papa nunca más
YOGANANDA. ¿Qué quisieras ser?
BENEDICTO VIII. Un asceta.
YOGANANDA. ¿Estás dispuesto a arrepentirte ante el Padre de todo lo que hiciste?
BENEDICTO VIII. Padre, te pido me purifiques de todos mis pecados y me des la oportunidad de que en mi próxima vida pueda hacer un camino realmente espiritual.
YOGANANDA. Tu deseo está concedido. Tu próxima vida será conducida por la verdadera espiritualidad.
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BENEDICTO VIII. Estoy dispuesto a colaborar con el Plan Divino, y a purificar ese oscu ro mundo que me tocó vivir. Te pido un lugar en la tarea.
YOGANANDA. Primero tienes que purificarte profundamente, y luego vas a poder tener un lugar en el Plan Divino.
[Benedicto VIII ingresa en el mar de la purificación]
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SAN LEÓN IX (1049 – 1054)
Su primer acto de gobierno fue convocar un Concilio para tratar el problema de la Simonimía. Este se reunió en Reims (1049) disponiendo el Concilio deponer a todos los obispos acusados de adherir a la concepción de Simón el Mago, de quien se creía que pretendió comprarle a San Pedro el don de conferir el Espíritu Santo. En Alemania convoca al Concilio de Maguncia (1050) donde condena el Nicolismo (matrimonios eclesiásticos). En julio de 1051 reúne un Concilio en Florencia donde aclara algunos puntos sobre la Eucaristía y pide la reforma de la Iglesia. Murió el 19de abril de 1054.
Rodeado por un séquito de soldados como custodia, que se consideraban soldados de Cristo, aparece San León IX, vistiendo un lujoso ropaje y luciendo una gran melena. El Papa considera justa la guerra para imponer las ideas cristianas, y está muy aferrado al poder material confundiendo está situación con la de un hombre liberado. En lo personal era un hombre muy instruido, proclive al discurso teológico que solo era comprensible por muy pocos.
YOGANANDA. Te confundiste totalmente al interpretar y transmitir el mensaje de tu maestro Jesús. ¿Puedes darte cuenta de las consecuencias que generó no solo tu ignorancia sino la de los Papas que te antecedieron y de los que te sucedieron? 56
JESÚS. Te espero que vuelvas a iniciar una verdadera vida espiritual y así puedas aliviar tu karma, y al purificarte, también esa purificación llegará a tu entorno (Le envía el Espíritu Santo) ¿Estás dispuesto a renunciar a toda esa vida de Papa y entrar en la vida espiritual verdadera?
SAN LEÓN IX. Pido perdón por todos los errores cometidos.
JESÚS. ¿Comprendes realmente cuál fue tu contribución a esa cadena de errores que fue llevando al estado en que se encuentra ahora una Iglesia sumida en ritos y siempre separada del corazón de la gente, excepto en los pocos santos y almas cristianas verdaderas.
SAN LEÓN IX. Creí que había prestado verdaderos servicios a la causa de la Iglesia.
JESÚS. Quizás a la causa de la Iglesia, pero no a las ideas de Cristo.
SAN LEÓN IX. Me pongo en manos de Jesús y de los maestros para purificarme y actuar en su servicio.
YOGANANDA. Vamos a purificarte y después te volveremos a llamar.
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GREGORIO VII (1073 – 1085)
Su nombre era Hildebrando, había nacido en una aldea Toscana hacia el 1020, recibe su formación religiosa en el monasterio Santa María de Aventino. En el 1073 es nombrado Papa por aclamación popular. Su Pontificado tendrá por objetivo las misiones, viajando a Dinamarca, Frigia, Bulgaria, teniendo por objetivo terminar con el cisma griego. Combatió el Simonismo tan extendido en su época y combatió el amancebamiento de los sacerdotes, siendo el primer Papa en imponer el celibato obligatorio a los párrocos. Como la mayoría de los obispos se negaban a aceptar las medidas contra la Simonimía y la clerogamía, imponerse a ellos fue una de las tareas más arduas de su Papado. Su posición a la Simonimía dió lugar a la guerra de las investiduras (que los poderes laicos pudieran investir obispos y abades), dando lugar al conflicto con el Emperador Enrique IV de Alemania, cuyo hecho más famoso fue la escena de Canossa en que el Emperador, vestido de penitente, solicita perdón al Papa. Sin embargo, Enrique IV termina obligándolo a desterrarse y nombra un Antipapa. Muere el 25 de mayo de 1085.
Viste una capa roja sobre el hábito, presentando la figura de un jefe militar.
KRISHNA. Gregorio pretende actuar como en las guerras religiosas de su época, pero aho-
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ra lucha contra los demonios que se le vienen encima. El trata de atacar con otro ejército de demonios y por lo visto provoca confusión en la escena. (El maestro observa muy divertido lo que está ocurriendo).
KRISHNA (A Gregorio). ¿Puedes dejar tu actividad un momento?
GREGORIO VII. Que sea rápido porque tengo que dirigir la batalla y de lo que decida depende el éxito de la misma. ¿Traes información?
KRISHNA. Sí, las guerras medievales terminaron. (Todo queda congelado y Krishna comienza a explicar la situación). El Papa en su rol de general pretendía comandar hombres poseídos por demonios, ahora pretende comandar a los demonios que lo poseen (La escena se descongela y Krishna vuelve a dirigirse al Papa). Si usted está observando la batalla y ellos están ocupados en matarse. ¿Entonces dónde está Dios?
GREGORIO VII. Está en su trono celestial.
KRISHNA (Sonriendo) Debe estar muy aburrido por todo lo que hacen ustedes.
GREGORIO VII. (Muy enojado). Usted es un blasfemo.
KRISHNA. Y usted es un hipócrita porque todavía cree estar haciendo el trabajo de Dios, cuando todavía no empezó siquiera el trabajo del hombre, que es conocerse a sí mismo.
GREGORIO VII. No entiendo de que está hablando, no tengo tiempo para escucharlo, esta es la lucha de Dios y yo soy su general.
KRISHNA. Esta es la guerra del diablo, y usted señor está a su derecha (Krishna ahora
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congela al Papa pero deja que los demonios peleen entre sí, pero al verlo a Gregorio se unen para atacarlo, entonces Krishna lo descongela y congela a su vez a los demonios ante el terror que se había apoderado del Papa). ¿Qué pasa? ¿Les temes a las tropas de tu Señor? (Recién ahora Gregorio comprende). Has servido al demonio con las vestimentas del Padre, ahora deberás ser el hijo más manso para que los demás dejen de ver en ti tus vestiduras de demonio. Nadie se viste de Dios sin sufrir las consecuencias del engaño. Después vendrá el aprendizaje de la humildad. El mundo necesita guerreros y fuiste uno bueno, pero ahora deberás transformarte en un guerrero espiritual, aunque esto te cueste mucho porque deberás vencer al gran enemigo que está en ti mismo.
[La escena va desapareciendo]
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URBANO II (1088 – 1099)
Es el Papa que proclamó la Primera Cruzada y reclamó la dirección del cristianismo Occidental. Su nombre era Odo de Lafery, nació en Francia en el 1040, estudió en Reims e ingresó en el monasterio benedictino de Cluny, del que fue prior desde 1073. En 1080, Gregorio VII lo nombra obispo cardenal de Ostia y de 1084 a 1085 fue delegado del Pontífice en Alemania. Elegido en 1088 para suceder a Gregorio, se convirtió en el primer Papa cluniacense. Durante los primeros seis años de su Pontificado no pudo entrar a Roma a causa de la presencia del Antipapa Clemente III, impuesto por Enrique IV, el emperador del Sacro Imperio. Mientras tanto, Urbano II siguió oponiéndose a Enrique IV al igual que su antecesor, en la querella de las investiduras. Excomulgó a Felipe I, rey de Francia, por repudiar a su esposa y apoyó a San Anselmo de Canterbury contra el rey Guillermo II de Inglaterra. Renovó e impulsó la política reformista de Gregorio VII, e introdujo cambios en la curia pontificia. En sus relaciones con el Imperio Bizantino buscó superar el cisma entre los cristianos orientales y occidentales y pronunció en Europa Occidental la defensa de la cristiandad oriental frente a los turcos seleucidas. En 1085, durante el Concilio de Clermont pronunció un sermón conminando a la Primera Cruzada. Murió en 1099 y en 1881 fue beatificado.
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La imagen muestra un calabozo medieval. En su interior se ve la figura fantasmal de un hombre viejo, de una delgadez extrema, de una blancura transparente. Cuatro pesadas bolas de hierro inmovilizan sus manos y sus pies. Yogananda abre la puerta del calabozo y la luz del maestro enceguece al espectro.
YOGANANDA. ¿Quién eres?
URBANO II. (Con un hilo de voz). Soy el representante del Señor en la Tierra, los herejes me han capturado y tu has venido a liberarme.
YOGANANDA. No tan rápido, ¿de qué Señor eres el enviado?
URBANO II. Del magnífico y del esplendoroso, del que tiene el poder y la voz del trueno, del que tiene sed de la sangre de los infieles. [Ante la invocación del Papa, un demonio de aspecto monstruoso invade la escena, quedándose a sus espaldas].
YOGANANDA. Date vuelta y míralo, solo así te liberarás.
URBANO II. Estos ojos no son suficientemente dignos.
YUKTESWAR. (Ingresa a la celda). Ya verás que sí. (lo corta al Papa en dos con su espada, para darle un poco de discernimiento).
URBANO II. (Se da vuelta y se enfrenta con la escena. Entonces comprende y se pone a llorar, desesperador quiere tomarse la cabeza pero los grilletes unidos a las pesadas bolas de hierro tienen inmovilizados sus brazos. Cae arrodillado). ¿Qué he hecho?
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YOGANANDA. Lo que hacen todos los hombres ávidos de poder. Además creiste la mentira que dice que solo unos pocos son dignos de mirar al Padre, y preferiste cerrar los ojos.
URBANO II. (Por su mente pasan las imágenes de su momento de mayor poder que fue cuando predicó la Cruzada. Ahí fue cuando el demonio lo encadenó con sus grilletes y tomó posesión de su mente).
YUKTESWAR. Ahora comprendes, pero eres como la presa que adora al cazador. Nada podemos hacer por tí. Cuando tu arrepentimiento sea sincero volveremos. (Los maestros salen, Yukteswar cierra la puerta con llave y luego la arroja al interior). Al abrir la puerta nos encontrarás...
[La imagen queda congelada en una burbuja de luz].
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CELESTINO V (1294) Muerto el Papa Nicolás IV se reunió un cónclave de cardenales en Roma para elegir nuevo Pontífice. Pero las facciones en que estaban divididos los electores, encabezados por Colonnas y Orsinis, les impedía llegar a un acuerdo. Luego de seis meses se volvieron a reunir en Perusa, pero la resolución seguía siendo imposible. Así pasaron dos años en el cónclave más largo de la historia de la Iglesia. Durante las conflictivas reuniones alguien nombró a un ermitaño, Pedro Morrone, el cual fue elegido ese mismo día Papa, como una transición hasta que se pudiera delegar realmente el poder pontificial. Este ermitaño era el fundador de una congregación de eremitas llamados celestinos, aprobada por Gregorio X en San Onofre en el Monte Morrone, por lo cual el nuevo papa tomó el nombre de Celestino. Se presenta a la coronación vestido con una pobre cogulla y montado en un asno de cuyas riendas tiraban Carlos Martel y su hijo Hugo, rey de Sicilia. Tanto los cardenales como Carlos Martel tenían la convicción que Celestino sería totalmente manejable, mientras que los "espirituales" discípulos de Joaquín de Fiore y los "fraticelli" franciscanos, creían que por fin el Espíritu Santo les daba el esperado Papa Angélico. Al resistirse a tomar las decisiones que Carlos Martel y los cardenales adictos buscaban imponerle en función de sus intereses para la administración de la Iglesia , el 24 de diciembre de 1294 abandona el trono
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Pontificio, recluyéndose en su eremita de Morrone, primero, luego, ante la persecusión a que fue sometido, escapa a Dalmacia donde el 19 de mayo de 1295 es asesinado.
En un clima de gran paz, el ermitaño Pedro de Morrone, que fue Papa bajo el nombre de Celestino V, medita en su celda y se escucha la vibración del OM, entonada como si fuera un canto gregoriano. La imagen de Jesús se presenta ante el asceta.
JESÚS. (A modo de saludo). Padre.
CELESTINO V. Maestro.
JESÚS. ¿Has revisado lo que te llevó a ser Papa?
CELESTINO V. Sí, yo estaba esperando una señal, y antes que el signo interno, llegó la confusa señal externa.
JESÚS. Si hubieses discernido, habrías evitado esa etapa.
CELESTINO V. Maestro, hoy estoy contigo y eso es lo único que importa.
JESÚS. Es cierto, y además así debió ser para dar testimonio de tu vida.
CELESTINO V. Me llevaron a un lugar de gran lujo, pero tu no estabas allí.
JESÚS. Frecuenté varias veces tu ermita, pero no puedo ir adonde nunca me han llamado.
CELESTINO V. Maestro, ¿por qué han desvirtuado tu mensaje?
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JESÚS. Por el poder. Tu lo has rechazado, pero aquellos que te precedieron y te sucedieron, gozaron del mismo hasta la destrucción.
CELESTINO V. ¿Pero qué gozo puede este proporcionarles?
JESÚS. Ninguno, pero no conocen otra cosa.
CELESTINO V. ¿Es posible ayudarlos?
JESÚS. Súmate al Gran Plan de salvataje. Nos ayudarás a limpiar la oscura historia que siguió a mi aparición en la Tierra.
CELESTINO. Maestro, yo soy tuyo.
JESÚS. Yo soy en tí.
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BONIFACIO VIII (1294 – 1303)
Seguramente el cardenal Gaetani fue uno de los principales impulsores de la renuncia de Celestino V, y prueba de ello es que se convirtió en el heredero bajo el nombre de Bonifacio VIII. Durante su Pontficado se enfrentó a poderosos enemigos, no solo los Colonnas, sino también los franceses y los alemanes. La causa de esta disputa fue enfrentarse a las pretensiones de Felipe el Hermoso de Francia, que quería ejercer el regalismo o poder del Estado para manejar los asuntos eclesiásticos. Asimismo debió enfrentarse a los "fraticelli" franciscanos y a los "espirituales" seguidores de Joaquín de Fiore, que lo acusaban de haber destituido a Celestino V. Durante su Pontificado se llevó a cabo el juicio contra los templarios que culminó con la disolución de la orden y la quema de su Gran Maestre. Aprisionado por las fuerzas de Felipe el Hermoso, es liberado por el pueblo y refugiado en Roma. Sufre una nueva captura y también esta vez es rescatado por la adhesión popular. Muere en octubre de 1303.
Aparece con un túnica marrón oscura y una capucha que le cubre la cabeza, permaneciendo el rostro en sombras, como si lo rodeara un campo magnético de oscuridad que no permite la entrada de la luz. Esta oscuridad es la de su época, está como atado a ella, faltándole la identidad y la fuerza de decisión para salir, y entonces flota a la deriva en esa densidad. No tiene la posibilidad de ver algo
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distinto y el tampoco se atreve a buscarlo. Está ciego. Se presenta la imagen de Cristo, lo puede oír pero no lo puede ver. Aparece Krishna, pero no resiste su fuerte vibración luminosa, que le causa un profundo dolor, por lo que el maestro se retira. La imagen de Cristo se transforma en una insinuada figura de Jesús que trata de conectarse con Bonifacio en una vibración amarronada, y limpiarlo enviándole su luz, pero está muy cerrado, no se atreve a aceptar esa energía, tiene mucho miedo, es como un hamster en una jaula que gira permanentemente sin sentido.
JESÚS. (Trata de llegar con un mensaje). Medita en la imagen de mi crucifixión.
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EPÍLOGO
CELESTINO V LE HABLA A LOS PAPAS
La imagen es la de un hombre tirando de una soga atada a la quilla de un barco muy grande y pesado, que apenas se mueve en la superficie del agua.
CELESTINO V. La soberbia es la fuerza que nos impide llevar a cabo los propósitos que se nos han encomendado, pero la humildad disuelve cualquier dificultad por grande, pesada u oscura que sea. Que nuestra guía sea la humildad, así el Señor nos enseñará el camino.
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Índice Los Guerreros
3
Prólogo (por Yogananda)
5
Carlomagno
6
Guillermo el Conquistador
10
Rodrigo Díaz de Vivar
13
Godofredo de Bouillón
15
Federico Barbarroja
19
Ricardo Corazón de León
22
Simón de Montfort
24
Fernando III de España
27
Luis IX de Francia
30
Juana de Arco
34
Epílogo
37
Los Papas
38
Prólogo (por Jesús)
40
Gregorio (Magno) I
41
León III
44
Juan VIII
46
Juan X
50
Benedicto VIII
53
León IX
56
Gregorio VII
58
Urbano II
61
Celestino V
64
Bonifacio VIII
67
Epílogo
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70