PEDRO ROMANO. No temas por lo que vas a padecer... Sé el hasta la muerte y te daré la corona de la vida 1. Introducción al tema

PEDRO ROMANO No temas por lo que vas a padecer . . . Sé el hasta la muerte y te daré la corona de la vida 1 Introducción al tema Anteriormente y

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PEDRO ROMANO

No temas por lo que vas a padecer . . . Sé el hasta la muerte y te daré la corona de la vida

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Introducción al tema Anteriormente ya hicimos notar que las tribulaciones que habrán de padecer los seguidores de Jesucristo son el tema de fondo de la exhortación del Espíritu al Ángel de la Iglesia de Esmirna (Ap 2: 811). Tribulaciones y sufrimientos que alcanzarán su punto culminante en intensidad, en frecuencia y en universalidad una vez llegados los Últimos Tiempos o el momento de su aproximación. Según palabras de Jesucristo, con las que hacía suyo un oráculo del profeta Daniel, habrá una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.

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Las tribulaciones son una constante en la vida del cristiano. Aparte de las numerosas advertencias de Jesucristo al respecto,3 existe

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Ap 2:10. Mt 24:21. Jn 15: 18.20; 16:2; etc.

2 una muy expresiva que pertenece al Apóstol San Pablo:

Todos los

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que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos.

Adviértase, sin embargo, que las tribulaciones que tendrán lugar en los Últimos Tiempos revestirán suma gravedad y especiales peculiaridades. El Ponticado del Papa al que la Profecía de San Malaquías asigna la leyenda de Pedro Romano, último de la serie, transcurrirá al mismo tiempo que los tremendos acontecimientos que, según la Revelación, sucederán en los Tiempos Últimos y que darán n a la Historia del Mundo y de la Iglesia militante.5 Es bien sabido que la Profecía de San Malaquías en el caso de que se quiera admitir su autenticidad, además de ser de carácter meramente privado, no ha sido nunca reconocida ocialmente por la Iglesia ni tampoco rechazada por Ella. Lo que signica que cualquiera es libre de creer o de no creer en su contenido, siendo ambas posiciones igualmente correctas y abiertas una y otra a toda clase de posibles especulaciones. Su verdad o falsedad serán determinadas por consideraciones e investigaciones de tipo histórico y teológico, y principalmente por el cumplimiento o el fallo de lo anunciado; como ocurre con toda profecía que no posea el carácter de Revelación ocial.6 En el caso concreto que estamos considerando, todo depende del índice de acierto que se quiera reconocer a cada uno de los lemas que corresponden a los 112 Papas contemplados en la Profecía, desde el

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2 Tim 3:12.

Acerca de la conocida como Profecía de San Malaquías, puede encontrarse suciente información en mi libro El Invierno Eclesial, Shoreless Lake Press, NJ (USA), 2011, pags. 227263. 6

Existen en el Catolicismo profecías y revelaciones privadas como las atribuidas a la Virgen de Fátima que, aun careciendo del carácter de Revelación ocial, han sido bien acogidas y bendecidas por la Iglesia. Por lo que gozan de una especial consideración, aunque no puedan ser impuestas como obligatorias.

3 atribuido a Celestino II (11431144) hasta el asignado al último de todos ellos y que, según la Profecía, marcará el n de los tiempos. Los criterios de aplicación de los lemas a los diversos Ponticados son variables. Unas veces se reeren al Ponticado mismo o entorno del Papa en cuestión, como en el caso de Benedicto XV (19141922), al que corresponde la leyenda de Religio Depopulata,7 mientras que otras apuntan a la persona misma del Papa al que son asignados, como ocurre con Pío XII (19391958) y su lema de Pastor Angelicus.8 En general, los emblemas asignados a cada Papa o Ponticado son de carácter críptico y de un variable nivel de dicultad en cuanto a su interpretación. Aunque algunos de ellos parecen mostrar una clara relación con el Papa correspondiente, existen otros en los que la tarea de encontrar un signicado apropiado resulta más difícil, e incluso a veces parece imposible. Detalle este último que ha conducido a muchos a negar por completo la veracidad o validez de la Profecía. Es posible, sin embargo, que tales detractores hayan procedido con prisa o ligeramente. O que no hayan tenido en cuenta que el lenguaje profético es siempre esotérico y rara vez llega a comprenderse con claridad antes de su cumplimiento. Sea como fuere, es evidente que el problema no puede ser examinado con objetividad si no se adopta previamente una serena actitud carente de prejuicios y dispuesta a no desembocar en conclusiones precipitadas.

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La primera Guerra Mundial tuvo lugar durante los años 19141918, cuyo número de víctimas en toda Europa fue lo bastante considerable como para parecer justicada la alusión a una cristiandad despoblada. 8

Un apelativo aplicado con toda propiedad al Papa Pío XII, pese a la campaña levantada contra él durante años por el mundo judeomasónico y que ha puesto en jaque a la misma Iglesia. El caso del Papa Pío XII, con la renuencia a proceder a su canonización por parte del Vaticano, es un ejemplo claro de la inuencia actual de las ideologías y oportunismos políticos en las causas de los santos.

4 La elección del Pontíce actualmente reinante, Francisco I (a quien teóricamente correspondería, según la Profecía, el mote o divisa de Petrus Romanus ), después de la renuncia de su antecesor Benedicto XVI (De Gloria Olivæ ), ha venido a complicar las cosas para los partidarios del vaticinio de San Malaquías. Es bien conocido que en él se anuncia a un misterioso Petrus Romanus como el último de los Papas, y a su inmediato predecesor al parecer, Benedicto XVI como el penúltimo. Sin embargo no ha ocurrido así, pues todo parece indicar que el nombre de Francisco I nada tiene que ver con el de Petrus Romanus, señalado claramente por San Malaquías como el Pontíce que cerrará la Historia coincidiendo con la segunda venida de Jesucristo. Ni existen tampoco, al menos de momento, signos evidentes de que la Iglesia y el Mundo estén abocados a la Parusía. De donde cabe deducir, según muchos, que habiendo fallado la predicción, ha quedado demostrada su falsedad. Sin embargo, como ya hemos sugerido más arriba, la precipitación en el juicio en el ámbito de las profecías, en lo que se reere a su interpretación o cumplimiento, es la peor actitud que se puede adoptar y fuente segura de equivocaciones. Ya hemos dicho antes que nos encontramos aquí inmersos en un terreno esotérico y desconocido que exige andar con sumo cuidado y adoptar el mayor número posible de precauciones, a n de evitar juicios apresurados que, casi con seguridad, conducirían al error. A mayor abundamiento y para complicar aún más las cosas, el mundo de las profecías es un terreno resbaladizo que ha hecho pensar a algunos en la posibilidad de que se trate, al menos con respecto a algunas de ellas, en algo parecido a una broma que Dios habría querido gastar a los hombres. No en el sentido de que Dios haya querido engañarlos o burlarse de ellos cosa impensable y absolutamente imposible, sino que, movido por sus sabios y misteriosos

5 designios, quizá haya decidido desconcertar a algunos a la vez que les anunciaba la verdad de lo que iba a ocurrir: A vosotros se os ha concedido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia con parábolas, de modo que los que miran, miren y no vean; y los que oyen, oigan pero no entiendan; no sea que se conviertan y se les perdone.

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En otros escritos habíamos aludido a la teoría, formulada por algunos desde tiempo inmemorial,10 que deende que los lemas De Gloria Olivæ y Petrus Romanus no suponen necesariamente una inmediata conexión entre ellos. Por lo que cabe la posibilidad de que exista entre ambos un intermedio indeterminado y desconocido de años. La teoría anda lejos de poder considerarse probada, aunque tampoco existen contra ella argumentos sucientes para rechazarla. Por lo que el problema queda en el aire y sin aparente solución. Planteada así la cuestión, y en orden a su claricación, solamente puede ser admitida como posible una de estas tres hipótesis: O bien la Profecía de San Malaquías carece de fundamento suciente y puede ser rechazada, por lo tanto, como absolutamente falsa. O bien podría tomarse en consideración la teoría según la cual no existe una conexión inmediata entre los dos últimos lemas, lo que supondría aguardar durante un tiempo, cuya duración sería desconocida, que abarcaría desde Benedicto XVI, al que la Profecía asigna el de De Gloria Olivæ, hasta la aparición del Papa correspondiente al de Petrus Romanus.

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Mc 4: 1112; cf Mt 13:15; Hech 28:27; Ro 11:10; Ap 16:15. El tema del porqué de las parábolas ya ha sido tratado por nosotros en alguno de mis libros. Es de advertir que esta clase de admoniciones, propias de la Revelación, habrían de bastar para extremar la prudencia de los exegetas y comentaristas. 10

Véase la nota 5.

6 Y en tercer lugar, también parece razonable aceptar como probable el hecho de que el lema Petrus Romanus haya sido mal interpretado. Por lo que no cabe descartar sin más la posibilidad de que efectivamente corresponda al actual Pontíce Francisco I, aun reconociendo las dicultades inherentes a su interpretación. No hace falta insistir en las enormes dicultades (por no hablar de imposibilidad) que supondría el intento de demostrar cualquiera de las tres hipótesis, dado que nos hallamos en un terreno en el que sólo caben conjeturas y juicios de aproximación. De ahí que la conclusión más probable a deducir de nuestro Estudio sea la de que ninguna de las tres hipótesis posee argumentos sucientes para arrogarse la calicación de indiscutible, y de ahí la libertad de cada cual para mostrar sus preferencias por cualquiera de ellas. De todos modos, conviene adelantar dos advertencias antes de seguir adelante. Ante todo, ha de quedar bien establecido que, por nuestra parte, si bien somos partidarios de mantener la autenticidad de la Profecía de San Malaquías en su conjunto, en modo alguno nos pronunciamos a su favor por medio de un juicio denitivo. Por otra parte, y siempre teniendo en cuenta lo dicho, aquí vamos a investigar los fundamentos en los que se apoya la teoría que deende la asignación del emblema Petrus Romanus al Papa Francisco I. Bien entendido que no se trata de demostrar que es la hipótesis más razonable, sino de hacer patente el hecho de que existen indicios sucientes como para no rechazarla a la ligera. Y aunque nosotros nos inclinamos decididamente a su favor, el juicio denitivo sobre su verdad o falsedad quedará, como siempre, a cargo del tiempo. Que es, en denitiva, el que se encarga de dirimir con seguridad la auten-

7 ticidad o falsedad, además de su signicado, de todas las profecías y revelaciones privadas.

El nombre de Petrus Romanus Puesto que el nombre del Papa reinante, Francisco I, nada tiene que ver con el de Pedro Romano, el cual sería el último de la serie según la Profecía de San Malaquías . . . , queda descartada, según algunos, cualquier relación entre uno y otro. Por lo que el famoso vaticinio quedaría desvalorizado por completo. Sin embargo, aun dando de lado de momento a la teoría según la cual debe admitirse un lapso de tiempo indeterminado entre los dos últimos lemas (en el que habría que contar con un número desconocido de sucesivos Papas), descartar sin más la atribución del emblema Pedro Romano al Papa Francisco I supone una precipitada ligereza de juicio, además de un olvido de las normas elementales que siempre se han tenido en cuenta con respecto a la interpretación de la Profecía de Malaquías. La primera de las cuales se reere a que el lema no siempre tiene que ver con el nombre personal del Papa a quien se le atribuye, sino que a menudo lo hace con su entorno o con los acontecimientos que se desarrollaron en su tiempo y que, de alguna manera, denen su Ponticado. Acerca de lo cual ya hemos señalado anteriormente algún ejemplo entre los muchos existentes a lo largo de la Historia del Papado. Pero la Historia, que además de ser Magistra vitæ y fuente, por lo tanto, de fructuosas y verdaderas lecciones casi nunca aprovechadas por los hombres, con frecuencia parece hacer alarde de ironías con respecto a quienes pretenden entenderla. Como ocurre, por ejemplo, en este caso; en el que el lema de Pedro Romano, y

8 contra lo que pudiera parecer,

guarda efectivamente una plena y ex-

traña relación con la persona de Francisco I,

que es lo que vamos a intentar mostrar. Advirtiendo también que, como es lógico, y dado que se trata de una mera opinión, nadie debe esperar argumentos apodícticos. Se trata aquí simplemente de mostrar que las teorías que no ven relación alguna entre el misterioso lema y el Papa actual, carecen de argumentos convincentes. Dicho lo cual, comenzaremos nuestra indagación con algunas especulaciones acerca del nombre de Petrus. El cual, como todo el mundo sabe, ha sido atribuido siempre por la Iglesia y el conjunto de los eles a todos y cada uno de los Pontíces que a lo largo de la Historia han existido. A través de los siglos las peregrinaciones a Roma se hicieron siempre, de forma ininterrumpida, bajo el lema de videre Petrum. La expresión Tu es Petrus ha sido utilizada tradicionalmente en la Iglesia, en forma de himnos o antífonas, para honrar al Pontíce reinante en reconocimiento de su condición de Pastor Supremo universal y legítimo sucesor del apóstol San Pedro, quien fue el primero de todos los Papas y el fundamento o piedra angular (continuado luego por sus sucesores) de la Iglesia fundada por Jesucristo. Cantada como himno litúrgico o motete, casi todos los grandes artistas de la música religiosa, como Palestrina, Perosi, Eslava o Tomás Luis de Victoria entre otros, le han dedicado sus composiciones.11

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A modo de ejemplo, y por atenernos exclusivamente a los tiempos modernos, el himno Tu es Petrus compuesto por Palestrina, fue cantado en el Consistorio para la creación de nuevos Cardenales el día 20 de Noviembre de 2010; mientras que el compuesto por Eslava fue cantado en la Misa del Inicio del Ponticado del Papa Francisco I el 19 de Marzo de 2013. Se usa como invocación en los graduales y aleluyas después de la Epístola o en la antífona Comunión, dentro de los formularios de las Misas de San Pedro o de San Pablo.

9 El nombre de Petrus, tal como se incluye en la invocación Tu es Petrus, posee por lo tanto un carácter genérico y es aplicable a todos los Papas de la Historia y, por supuesto, a Francisco I. Si bien en este caso el lema profético parece hacerlo de manera expresa e intencionada, tal vez por las razones que ahora explicaremos.12 Claro que, planteada así la cuestión, se impone de forma obligada proponer una pregunta a todas luces interesante: Si eso es así, ¾por qué se ha atribuido el nombre de Pedro a Francisco I y no a alguno de los otros Pontíces que, habiendo reinado antes que él a lo largo de la Historia, evitaron utilizarlo por respeto al Príncipe de los Apóstoles?13 Y es probable que la respuesta, si existe y se consigue hallarla (cosa que, pese a las dicultades, parece factible), nos introduzca de lleno en el misterio del signicado del lema Tu es Petrus aplicado a Francisco I. Una posible respuesta, que no deja de ser altamente sorprendente, consta de dos partes aparentemente contradictorias. Por la primera, la Profecía trata de patentizar una cualidad que el Papa Francisco I aparentemente intenta soslayar, aunque no de forma claramente expresa. En este sentido, el oráculo parece ir contra las intenciones del Pontíce. Por la segunda, secundando esta vez los deseos del Papa, el texto profético utiliza el adjetivo Romanus,14 colocado en aposición al

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Algo semejante ocurrió en el Imperio Romano, con la atribución del nombre de César a todos los emperadores que sucedieron a César Augusto (27 a.C.14 d.C.). 13

Cosa que también ha hecho el Papa Francisco. Sin embargo, puesto que la

Profecía se lo aplica, todo induce a pensar que la atribución posee un carácter simbólico con el que se ha pretendido aludir a alguna cualidad especíca del actual Pontíce. He ahí el problema al que nos enfrentamos y que tratamos de averiguar. 14

Sería indiferente para el caso considerarlo como adjetivo o como nombre.

10 nombre de Pedro, con el n aparente de llamar la atención sobre algo por lo demás patente, pero cuya intención más profunda puede pasar desapercibida: Francisco I pretende insistir en su condición de romanidad, ni más ni menos que para obviar lo que supondría para él la atribución del correcto signicado de Petrus.

O dicho de otro modo: Con respecto al primer punto, la Profecía parece que intenta poner de maniesto algo que se pretende escamotear, o al menos desplazar y para lo cual le ha sido asignado un puesto secundario que contribuya a que pase inadvertido. Por lo que hace al segundo, es difícil evitar la impresión de que el lema intenta descubrir la maniobra (ahora en sentido contrario) por la que se desea que una realidad pase a un primer plano: ¾tal vez con el n de que pase desapercibido algo que se quiere hacer olvidar o al menos restarle importancia? Evidentemente, si la hipótesis que acabamos de exponer fuera cierta, el lema profético tendría entonces, en cuanto al primer aspecto, un sentido de agere contra ; en cuanto al segundo, intentaría poner al descubierto la voluntad de resaltar una cualidad, por otra parte verdadera, cuyo objeto no es otro que el de desplazar otra. Los hechos y las palabras del Papa Francisco I inducen a creer que el Pontíce, continuando la línea de pensamiento de sus antecesores conciliares y postconciliares, es más bien partidario de una forma de gobierno de la Iglesia que sería colegial, conciliar o, como él mismo dice, sinodal, y que él parece preferir a la forma monárquica o tradicional. A modo de resumen, puesto que no se trata aquí de hacer un estudio histórico del problema, conviene anotar que las tendencias conciliaristas, o defensoras de la superioridad jerárquica del Concilio Ecuménico sobre el Papa, son ya antiguas en la Iglesia. Surgieron con especial acritud con ocasión del gran Cisma de Occidente (13781417), como posible vía para solucionarlo.

11 De todos modos, la doctrina católica sobre el primado de Pedro y la jurisdicción universal del Romano Pontíce ya fue expuesta claramente en el Concilio II de Lyón en el año 1274 (DS 861), en el Concilio de Florencia en el año 1439 (D 694), y en la Professio Fidei Tridentina (DS 1868). Aunque fue denitivamente zanjada y denida en los cuatro capítulos (con sus correspondientes cánones condenatorios) de la Constitución Dogmática Pastor Aeternus, en la Sesión IV del Concilio Vaticano I (DS 30533075). Pese a lo cual, las ideas conciliaristas que volvieron a manifestarse en el Concilio Vaticano II por parte de los teólogos progresistas de avanzada motivaron la intervención del Papa Pablo VI, quien ordenó introducir una Nota Explicativa Previa a la Constitución Lumen Gentium, a n de dejar clara la doctrina tradicional de la Iglesia. En la actualidad, después de más de medio siglo de haber sido clausurado el Concilio Vaticano II, todo parece indicar que la corriente conciliarista, como ave fénix que siempre renace, ha vuelto a aparecer en la Iglesia.

Ésta es la razón del aparente empeño de Francisco I en ser designado como Obispo de Roma más bien que como Pontíce Supremo de la Iglesia Universal, y de ahí tal vez la curiosa calicación por la que la Profecía le atribuye el nombre de Romano. En sentido en cierto modo contrario, su extraña insistencia en ubicar en un segundo plano su condición de Pontíce Supremo de la Iglesia es lo que explicaría que el oráculo de Malaquías, con aparente reticencia, lo calique como Petrus, que es un nombre con el que hasta ahora no se había designado a ningún Papa, pese a que todos ellos han sido igualmente sucesores de San Pedro. Cabe decir, por lo tanto, aunque parezca un despropósito, que todo discurre como si el lema quisiera utilizar a propósito la ironía. En un intento de dejar claro, tal vez, en vista de que se pretende soslayar la esencial función petrina, el hecho de que la Profecía insiste en recordarla y dejarla bien asentada. Con algo de imaginación, seguramente podríamos pensar en el oráculo empeñándose en decir: Pues pese a todo, y dígase lo que se diga, Tu es Petrus! . . . ! Y de ahí

12 el nombre del Príncipe de los Apóstoles asignado en el lema al Papa Francisco I. Que el Papa Francisco pretende no poner demasiado énfasis en su condición de Pontíce Supremo y Único de la Iglesia Católica, es algo bien patente para cualquiera que piense con ausencia de prejuicios. Se ha negado sistemáticamente a usar el Anillo del Pescador, un símbolo exclusivo de los Papas y bien expresivo de su condición de Pontíces de la Iglesia y sucesores de San Pedro. También ha rechazado el uso de casi todos los ornamentos papales y la posibilidad de vivir en las estancias ponticias del Vaticano, además de eliminar toda la liturgia propiamente papal y de suprimir en su persona toda apariencia de boato y ejercicio del poder; sin olvidar el gesto expresivo de no querer utilizar el trono ponticio y su insistente preferencia en autodenominarse Obispo de Roma. Sus apariciones junto al Papa dimitido, colocados ambos en sitiales como en igualdad de rango, la publicación de una Encíclica acerca de la que se insiste que es obra de ambos, etc., son gestos que, si bien no demuestran nada en sentido categórico, son sin embargo sucientemente expresivos e insinuantes a favor de una posible y pretendida colegialidad. La propaganda y el trabajo de los media han difundido por todas partes que esta serie de gestos y otros semejantes no se deben a otra cosa que a la humildad del Papa y a su deseo de insistir y proclamar la necesidad de esta virtud en un Pastor de la Iglesia. El problema surge, sin embargo, cuando se advierte que la humildad, por ser una virtud extraordinariamente delicada, fácilmente se presta a falsicaciones y a calicaciones que a menudo no responden a la realidad. Por lo que no siempre resulta sencillo despejar las dudas de quienes se empeñan en insistir que se trata de una virtud modesta y recatada por denición, enemiga de proclamaciones y aclamaciones masivas. Las cuales comienzan siendo sospechosas para mostrarse luego casi siempre como que carecían de fundamento: ½Ay cuando los hombres

hablen bien de vosotros, pues de este modo se comportaban sus padres con los

13 falsos profetas!, decía Jesucristo.15 La cuestión de las santidades súbitas, o de las famas generalizadas y por nadie cuestionadas, nunca ha funcionado bien en la Iglesia. Nadie sabe en lo que van a quedar en el futuro las aureolas de vidas heroicas como las de Martin Lutero King o de Gandhi; o las de teólogos como Karl Rahner o Teilhard de Chardin. La Historia muestra que la santidad auténtica fue siempre altamente cuestionada, además de haber sido, con no poca frecuencia, los verdaderos siervos de Dios objeto de persecuciones y de graves contradicciones; y hasta fue necesario para algunos de ellos el transcurso de siglos para que sus virtudes heroicas fueran reconocidas. En el caso concreto que estamos tratando, la general unanimidad de los media, en el hecho de reconocer y proclamar los gestos de humildad del Papa Francisco, producirá el efecto de inducir seguramente al uso de la prudencia para admitirlos.

Ya hemos aludido a las palabras del Papa Francisco armando que la autoridad en la Iglesia debe ejercerse de modo sinodal, con una mayor participación de los Obispos y de las Conferencias Episcopales en el Gobierno Supremo que supone el ministerio petrino, dando así expresión a una preocupación que va desde Juan XXIII hasta el momento actual, pasando por Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. En realidad, todo parece estar relacionado con el revolucionario concepto del problema ecuménico, tal como fue elaborado en su nueva formulación por el Concilio Vaticano II y que la Iglesia conciliar no ha vacilado en adoptar. Según la cual, son muchos los que piensan en el papel desempeñado hasta ahora por el Papa como el principal obstáculo para la unión de todos los cristianos. Una prueba de la nueva forma como se pretende ejercer la función petrina, que parece haber sido aceptada por Francisco I, es el reciente nombramiento de ocho Cardenales con la misión de asesorar y de ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia. Con lo que se hace difícil no ver aquí otro intento de avanzar hacia una forma de ejercicio colegial del Papado, o tal vez sinodal si se preere decirlo con palabras de Francisco I. Pero asesores y ayudantes siempre han es-

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Lc 6:26.

14 tado a disposición de los Papas, por lo que cabe preguntar acerca de las motivaciones de la idea de organizarlos en grupo y de otorgarles un carácter colegial. Algunos están convencidos de que se trata, una vez más, de utilizar un procedimiento peculiar del Modernismo y que ya se puso en marcha en el Concilio Vaticano II, a saber: palabras y gestos ambivalentes, capaces de ser interpretados en un doble sentido y decisiones de gobierno de la misma índole. Todo lo cual, por el hecho mismo de apoyarse en evidentes ambigüedades, resulta casi imposible de rebatir. Sería absurdo acusar a los Papas conciliares o postconciliares de pretender anular la Constitución Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I, cuyo carácter dogmático está fuera de toda discusión y es la piedra de toque contra la que se estrella cualquier intento conciliarista. Pero es evidente que la Teología progresista intenta vadear el obstáculo, a pesar de que la tarea se presenta como ardua y prácticamente imposible. No faltan testimonios. El Papa Juan Pablo II, por ejemplo, hablando sobre el ecumenismo, se refería a la necesidad de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación

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nueva.

Pero sin duda alguna que el problema pertenece a la especie de aquéllos que resultan más fáciles de enunciar que de resolver; y así por ejemplo, ¾cómo es posible mantener lo esencial y abrirse, sin embargo, a una situación nueva? Demasiado ingenio sería necesario derrochar aquí para no caer en otro intento fallido de hallar la cuadratura del círculo. Así se explica el aparente empeño de Francisco I en no aludir a su condición de Jefe Supremo de la Iglesia y su extraña insistencia en aparecer ante el orbe católico como Obispo de Roma. Su salida

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Juan Pablo II, Encíclica Ut Unum Sint, 1995, n. 95.

15 al balcón, recién elegido Papa, para rogar a la muchedumbre que lo bendijera como Obispo de Roma, es todo un símbolo al que hay que añadir sus discursos y hechos posteriores en el mismo sentido. Todo lo cual ha suscitado el entusiasmo y los aplausos de los corifeos y partidarios de la Teología progresista y modernista, quienes proclaman triunfalmente el n de la Iglesia centralista y la aparición de otra más conforme al puro Evangelio la Iglesia de los pobres y la Iglesia del Pueblo, sin trabas ni estructuras de ninguna clase y la que, según ellos, al menos durante los primeros siglos no conoció nunca la gura del Papa como Pastor universal. Son conocidos por la Historia diversos Movimientos, que podríamos agrupar bajo el nombre de Espirituales, y que han ido apareciendo en el seno de la Iglesia a lo largo de los siglos. Su principal característica consiste en que nunca se han mostrado partidarios de las estructuras jerárquicas, tal como sucede en la actualidad con los Movimientos Neocatecumenales, Carismáticos, etc., en los que el papel del sacerdocio jerárquico y ministerial y el valor sacricial de la Misa han sido prácticamente anulados. No corresponde a este lugar llevar a cabo una crítica de estas doctrinas que, por otra parte, gozan hoy día de enorme predicamento, poder e inuencia en el mundo católico. Pese a que atentan gravemente contra la Constitución de la Iglesia tal como la fundó Jesucristo, han logrado arrastrar a millones de prosélitos y lo que es más asombroso conseguido la conanza de la Jerarquía Eclesiástica. El Papa Francisco preere aparecer ante los eles de la Iglesia universal como Obispo de Roma, y en verdad lo es. Pero las funciones de Obispo de Roma y Papa de la Iglesia universal van indeleblemente unidas, hasta el punto de que, por la misma naturaleza de las cosas, cualquiera de ellas supone la otra. De ahí que el Obispo de Roma que es actualmente Francisco I es también necesariamente, por más

16 que alguien pudiera empeñarse en obviarlo, el Papa y Pastor de todos los cristianos, sucesor del Príncipe de los Apóstoles y Roca rme sobre la cual fue edicada la Iglesia. Es justamente lo que el oráculo profético de Malaquías procediendo quizá contra los inútiles intentos de tantos obstáculos parece empeñarse en resaltar, y de ahí el nombre de Petrus que le asigna y que viene a ser eco de unas palabras que nadie puede remover: Tu es Petrus . . . Durante siglos se ha venido asegurando que ningún Papa ha querido asignarse el nombre de Pedro por respeto a San Pedro; por lo que parece haber quedado reservado sin que en realidad nadie conozca la suprema y verdadera razón para el último de todos ellos. A falta de motivos verdaderamente determinantes podría ser admitida tal creencia. Sin embargo, dado el esoterismo que siempre acompaña al dato profético, tampoco puede ser descartada alegremente una explicación distinta por extraña que parezca, y por eso hemos intentado aportar una. La cual consiste concretamente en que nunca hasta ahora había sido necesario recordar e insistir ante todos, incluido el propio titular, que el Papa de turno es siempre sucesor del primero de la serie y sujeto obligado al que va dirigida la apelación Tu es Petrus. Y de ahí la asignación del nombre de Pedro a Francisco I. Apelativo que va unido necesariamente al cargo, y que no depende en modo alguno de la aceptación o el gusto del titular correspondiente. Por supuesto que nuestra teoría será verdadera o quizá falsa. Aunque nadie podrá tacharla de arbitraria o antojadiza, una vez expuestas las razones ciertamente no apodícticas con las que hemos tratado de sustentarla. Y desde luego no es posible dudar de las preferencias del Papa Francisco por un gobierno de la Iglesia compartido: ¾colegial, conciliar, tal vez sinodal . . . ? En su libro Sobre el Cielo y la Tierra, escrito en colaboración con el rabino Skorka

17 cuando todavía era Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, se muestra simpatizante del conciliarismo y decididamente en contra de que la Iglesia posea algún poder.17 Todavía falta un importante problema a considerar. Cuyo planteamiento nos conduce a que el Pontíce a quien corresponde el mote de Petrus Romanus según la Profecía de San Malaquías, y puesto que aparece como el último de la serie total de Papas que habrán existido en la Iglesia si se admite como cierto el oráculo, su Ponticado habrá de coincidir con las graves tribulaciones que marcarán el n de la Historia y precederán inmediatamente a la Parusía. Según lo cual, y aunque el momento del nal de los Tiempos y de la segunda venida del Señor sólo de Dios Padre es conocido conforme a las palabras del mismo Jesucristo,18 habría que considerar el Ponticado del Papa Francisco como el correspondiente a los Últimos Días. Sin embargo, ¾podríamos decir que los acontecimientos que hoy suceden en el mundo lo acreditan así. . . ? De todos modos, y a n de tratar de responder a tan difícil cuestión, conviene tener a la vista el texto profético en su completa literalidad, que es como sigue: In persecutione extrema S.R.E. (Sanctæ Romanæ Ecclesiæ) sedebit Petrus Romanus, qui pascet oves in multis tribulationibus, quibus transactis, civitas septicollis diruetur. Et Judex tremendus iudicabit populum suum. Finis.

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J.M. BergoglioA. Skorka, Sobre el Cielo y la Tierra, A. Mondadori, Buenos Aires, 2013. 18

Mt 24:36.

18 Lo que traducido del latín signica lo siguiente: Durante la persecución nal que sufrirá la Santa Iglesia Romana, reinará Pedro Romano, que apacentará sus ovejas entre multitud de tribulaciones, transcurridas las cuales, la Ciudad de las Siete Colinas

[Roma]

será destruida. Y el Juez terrible juzgará a su pueblo. Fin.

Como es lógico, todo depende del valor que se le quiera atribuir al vaticinio de San Malaquías. Pero en el caso de que se le conceda alguna (o total) seriedad al texto, parecen existir en él importantes cuestiones que se prestan a reexión. Algunas de las cuales plantean, a su vez, un nuevo alud de preguntas cuya mayoría, según es lo más probable, habrán de quedar sin respuesta satisfactoria. Una primera curiosidad que llamaría la atención de no ser porque suele pasar desapercibida, tiene que ver con el hecho de que el oráculo se reere exclusivamente a la Iglesia Católica Romana como la única a la cual conoce. Teniendo en cuenta que su fecha de origen es el siglo XII (suele jarse hacia el año 1140), mientras que el Cisma de Oriente o Gran Cisma primero de los más importantes, ya se había consumado denitivamente en un tiempo anterior (año 1054), el texto de San Malaquías, sin embargo, no considera a la Católica como una en la que subsiste la Iglesia de Cristo, tal como efectivamente lo hace el Concilio Vaticano II.19 Es sabido que las doctrinas postconciliares han dado de lado al tradicional concepto de la Iglesia como Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, a n de legitimar las nuevas doctrinas que incluyen a las sectas y Movimientos cismáticos y separados como verdaderas Iglesias y, por lo tanto, como instrumentos válidos de salvación (apartándose claramente en este punto de un secular y tradicional Magisterio). Que el vaticinio de San Malaquías exclusivamente conoce a la Iglesia Católica como única y

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Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, n. 8.

19 verdadera Iglesia (ni siquiera se plantea el problema de las otras Iglesias ), lo demuestra el hecho de su clara alusión a la Romanidad de la Iglesia y su explícita referencia a la Ciudad de las Siete Colinas. Es cierto, sin embargo, que ya desde la Antigüedad empezando por el Libro del Apocalipsis se llamó Iglesias a las Comunidades locales. Pero el concepto quedaba limitado exclusivamente, como hemos dicho, al ámbito de las Comunidades de cristianos esparcidas aquí y allá, sin que jamás le fuera atribuido el signicado de Iglesia en sentido comprehensivo. Otra importante cuestión abierta a la especulación, según se desprende del texto nal de la Profecía de San Malaquías, tiene que ver con el papel desempeñado en los acontecimientos de los Últimos Días por el titular del lema que cierra la serie. Allí se dice que este misterioso Pedro Romano apacentará a las ovejas pascet oves  entre muchas tribulaciones durante la persecución nal. El texto in multis tribulationibus, aunque es sucientemente claro, no excluye cierta ambigüedad capaz de considerar diversos matices interpretativos: ¾Se trata de difíciles y peligrosos obstáculos que el último Papa habrá de esforzarse en sortear mediante graves sufrimientos y duras penalidades? ¾O, por el contrario, habrá contribuido él mismo a provocar tales pruebas que, por otra parte, se verán obligados a sufrir los elegidos? En realidad no es posible descartar, ni tampoco admitir, cualquier hipótesis a la ligera, desde el momento en que las profecías sobre los novísimos hablan de falsos profetas que engañarán a muchos y hasta de anticristos que pretenderán ocupar el lugar de Dios. Es necesario reconocer, con respecto a la responsabilidad de Pedro Romano en los graves acontecimientos que precederán a la Parusía, que nada se puede deducir a este respecto bueno o malo del contenido del texto. Lo único seguro es que será él quien estará

20 desempeñando la función de Vicario de Cristo en aquellos terribles momentos. La decisión de atribuirle, en todo o en parte, la responsabilidad de los acontecimientos, supondría la voluntad de identicarlo con el Anticristo, o tal vez con alguno de los falsos Profetas que, según todas las profecías, actuarán incansablemente desplegando todo un arsenal de falacias y falsos prodigios con los que engañarán a muchos; sin embargo, dado que no existe base alguna en el texto para poder decir que se trata de algo más que una gratuita atribución carente de fundamentos, la cuestión queda en el aire con lo único que podemos conocer hasta ahora como cierto. Mucho más importante es la cuestión de los tremendos acontecimientos que tendrán lugar durante el Ponticado de Pedro Romano, puesto que son los que señalarán el n de la Historia y la segunda venida del Supremo Juez. Lo que signicaría, de ser cierta la atribución del lema al Papa Francisco I, que la Iglesia actual está abocada a las graves persecuciones, penalidades y sufrimientos que, según lo que está profetizado, pondrán a prueba la fe de los escasos cristianos (Lc 18:8) que hayan permanecido eles hasta entonces. Todo lo cual ocurrirá en un momento por ahora imposible de conocer (Mt 24:36), pero probablemente ya cercano al que actualmente vivimos los cristianos (1 Cor 7: 2931). Ahora bien, ¾puede decirse que los acontecimientos que en estos momentos están afectando a la vida de la Iglesia, como también a la de la Humanidad, poseen la suciente envergadura para considerarlos como los que habrán de ocurrir en los Novissima Tempora, o al menos como los que marcarán su comienzo? Y la respuesta más razonable es, por supuesto, la de que no lo sabemos. Sin embargo, las tribulaciones y asaltos que en estos momentos está sufriendo la Iglesia, que la han conducido a la mayor crisis de su Historia, son de tan extraordinaria gravedad que hubiera

21 sido imposible imaginarlos hace aproximadamente sesenta años. Se podrá discutir todo lo que se quiera acerca de si tales acontecimientos son los propiamente señalados como que van a suceder en los Novissima Tempora . . . , aunque resulta difícil pensar, en el caso de que no sea así, en la manera en que podrían ser superados por los que habrían de venir después. Puede decirse, por lo tanto, que se trata efectivamente de una hipótesis a la que no es posible prestar plena adhesión, pero que no deja de ser, sin embargo, otra circunstancia más que apunta hacia la identicación de Francisco I con Pedro Romano. La gravedad de tales acontecimientos aumenta si se considera, no solamente que suelen pasar desapercibidos, sino que además son calicados como el triunfo de una línea de progreso que ha mejorado notablemente la vida de la Iglesia la Primavera eclesial . Lo cual sucede mientras la Esposa de Cristo lucha para desenvolverse en un ambiente letal de paganismo, incredulidad, corrupción generalizada, general apostasía, mentira institucionalizada en todos los órdenes. . . , y hasta de burla constante de Dios. Nunca Satanás podía haber esperado que la difusión de la herejía modernista le iba a proporcionar semejante triunfo, que además posee todos los visos de estar a punto de acabar con la Iglesia Católica. Uno de los principales logros conseguidos en la que parece ser la Batalla Final contra la Iglesia, y del que jamás nadie habla, se reere a la abolición del precepto divino de la indisolubilidad del matrimonio. Al cabo de veinte siglos de defender lo contrario, la Iglesia ha dado la impresión de estar dispuesta a amparar el divorcio. Aunque nadie dentro de Ella se ha atrevido a llamarlo por su nombre, sino con el de nulidad del vínculo, utilizando para ello la presunción (casi siempre gratuita) de que originariamente no lo hubo, mediante

22 la alegación de razones que rayarían con el ridículo de no ser porque suponen una burla al Derecho divino. Cuando la adecuación al Mundo, además del deseo de no parecer obsoletos, son más importantes que la guarda de la Ley de Dios Quod ergo Deus coniunxit homo non separet ,20 alabando los hechos como un triunfo del progreso y sin tener en cuenta las previsibles consecuencias de la destrucción de la Familia (entre otras), es que se anda cerca del nal del camino. Y por otra parte, tampoco está claro que la adaptación al mundo sea el motivo determinante de lo que equivaldría a la legalización del divorcio. Más transcendencia tiene, en este abanico de acontecimientos, la sustitución de la Misa Tradicional por la promulgada por el Papa Pablo VI y conocida con el nombre de Novus Ordo. Un hecho que se torna especialmente grave cuando se considera el empeño de la mayor parte de la Jerarquía por abolir la Misa Tradicional. En realidad no cabe discutir la legitimidad y validez del Novus Ordo, al que la Iglesia considera como el Rito propio u Ordinario de la Misa, a diferencia del utilizado en la Misa Tradicional y que es llamado Rito Extraordinario. A pesar de lo cual, es necesario tener en cuenta bien que brevemente dos advertencias a las que no es posible dar de lado: En primer lugar, la Misa Tradicional es la que expresa adecuadamente la idea del Sacricio propiciatorio, de la inmolación de Jesucristo Víctima, de la posibilidad para el cristiano de compartir a través de ella la Muerte de su Señor, de la clara diferenciación del sacerdocio ministerial con respecto al sacerdocio común de los eles, etc., etc. La Iglesia la ha venido celebrando prácticamente por veinte siglos.

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Mt 19:6; Mc 10:9.

23 En segundo lugar, es de advertir que todas esas características han desaparecido prácticamente de la misa del Novus Ordo. La cual viene a ser un trasunto, casi copia de la Misa protestante redactada por el Arzobispo anglicano Cranmer,21 como queda corroborado por el hecho de que los mismos formularios son celebrados hoy día en el culto anglicano y en el católico. Por otra parte, los católicos suelen ignorar que la Comisión redactora del Novus Ordo estuvo integrada por diez expertos, de los que siete eran protestantes y solamente tres católicos; aunque uno de estos últimos precisamente el Presidente de la Comisión pertenecía a la Masonería. Otro exponente de la grave situación de crisis por la que está atravesando la Iglesia es la absoluta pérdida de conanza de la mayoría de los eles en el Magisterio, unida al desprestigio total de la Jerarquía. A partir del Concilio Vaticano II, las aparentes discrepancias entre el actual y el que podríamos llamar Magisterio perenne de la Iglesia, se han ido acentuando a pesar de los esfuerzos de los Papas Conciliares por mantener lo contrario. Es digna de especial mención, a este respecto, la teoría de la hermenéutica de la continuidad, elaborada por Benedicto XVI, pero que nunca logró arraigar en el conjunto de la Teología católica ni en el común de los eles, dadas las contradicciones que constantemente mostraba en todos los cuerpos doctrinales, incluidas las obras de Benedicto XVI cuando era Cardenal Ratzinger y en las que nunca fueron corregidas siendo ya Papa. Y puesto que no es éste el lugar de llevar a cabo un estudio histórico del problema, baste decir ahora para resumirlo que los años postconciliares han presenciado la división de los católicos en multitud de facciones que se podrían agrupar principalmente en

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Cranmer fue el primer Arzobispo anglicano, quien junto con Cromwell y la Reina Isabel I, consumaron el proyecto cismático del rey Enrique VIII y la entera abolición del Catolicismo en Inglaterra.

24 dos: la de los tradicionalistas y la de los progresistas, con indicios de que las diferencias se irán ahondando cada vez más y con el peligro, más alarmante a medida que pasa el tiempo, de que todo acabe en un cisma que desgarre la Iglesia o lo que queda de Ella. El desprestigio de la Jerarquía ha alcanzado cotas cuya altura se ha manifestado particularmente con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en el año 2013. El ridículo espectáculo de la samba brasileña, danzada en la Misa de clausura por los Obispos revestidos con ornamentos sagrados y delante del Papa, dirigidos por un coreógrafo homosexual experto en espectáculos incluso pornográcos, no hizo sino poner la guinda nal a una Jerarquía cada vez más refractaria a los principios de autoridad y de obediencia y menos dispuesta a mantener la Doctrina y la Moral que la Iglesia ha predicado y defendido durante siglos. A la confusión, cada vez mayor, reinante entre los católicos contribuyeron no poco los llamados Encuentros de Asís. A los que hay que añadir el cambio fundamental del concepto de la Católica, Santa y Verdadera Iglesia, único y exclusivo instrumento de salvación según se mantuvo durante siglos, por el de apertura a todas las Iglesias en las que cualquiera se puede salvar, según se proclama ahora. Sin duda que ha sido este último el factor que ha demostrado contener mayor potencial de desintegración, con efectos retardados y devastadores que han impactado en una población cada vez más confundida y que da muestras de no saber adónde ir; o que ha optado por renunciar a todo y no ir a ninguna parte, como puede comprobar cualquiera que sepa estar atento a la realidad. Luego está lo de la General Apostasía. La cual ofrece un aspecto externo y otro interno. En cuanto a lo externo, se podría elaborar una interminable lista de miles de sacerdotes y de religiosos, todos ellos en franca huida.

25 Secularizados, abandonado el celibato y, en la mayoría de los casos, también la Fe. Y lo mismo con respecto a los religiosos y monjas: conventos y clausuras desiertos y cerrados, rebelión contra la Jerarquía y noviciados completamente vacíos. Con respecto a los Seminarios y Facultades de Teología, nada hay que decir sino que, en lo poco de ellos que todavía queda, se enseña de todo menos Teología Católica. Por lo que hace a la Moral vivida por el conjunto del Mundo Católico, es mejor no aludir a las espeluznantes y negativas estadísticas de asistencia a Misa, práctica de Sacramentos, Moral sexual y matrimonial, etc., etc. Si nos referimos al aspecto interno, el panorama que se ofrece a la vista es aún peor. Una gran parte del Orbe Católico, incluida la mayoría de la Jerarquía, ha dejado de creer en la divinidad de Jesucristo, en la virginidad de María, en la validez de los sacramentos, en la inmutabilidad de los Dogmas (que ahora han quedado reducidos a meros productos del entendimiento humano y sujetos a la banalidad de las circunstancias históricas). Se trata de un mundo que tampoco cree en la verdad de los Santos, en la infalibilidad de la Iglesia, en la realidad del pecado, en la existencia de la Ciudad del Eterno Llanto. . . , ni mantiene la Esperanza en una Patria y en un Mundo mejor con respecto a los cuales el hombre conaba antes en que iba de camino para alcanzarlos. Nada tiene de extraño que apenas si sea ya conocido el sentimiento de la Alegría Perfecta, solamente capaz de ser producido por un Verdadero Amor al que, por supuesto, ya nadie conoce ni tampoco desea. Y aquí damos por terminadas las divagaciones acerca del lema que, según San Malaquías, corresponderá al Pontíce que cerrará la Historia de la Iglesia y del Mundo. Con la obligada conclusión nal de que solamente Dios sabe con certeza si el Papa Francisco es realmente Pedro Romano. Por nuestra parte, no nos hemos atrevido

26 a asegurar que lo sea, y más bien nos hemos limitado a intentar demostrar que la hipótesis de que ambos son la misma persona no debe ser rechazada alegremente, puesto que goza de tantas razones de credibilidad como las que deenden lo contrario. De todos modos, los síntomas que hemos bosquejado acerca de la crisis que padecen la Iglesia y del Mundo son ciertos y fundados en la realidad. A lo que habría que añadir la seria advertencia de que lo aquí descrito no es sino la punta del iceberg: Pero todo esto 22 Sin olvidar tampoco la dura realidad de es el inicio de los dolores. que no todo se puede decir, puesto que así lo impone la necesaria discreción en momentos como éstos en los que se cierne la persecución: La casa se construye con la sabiduría, y se mantiene en pie con la

según decía ya el Libro de los Proverbios.23 Tales señales serán las que han sido proféticamente anunciadas para el n de los Tiempos. . . , o tal vez no lo serán. Pero es indudable que, en este último caso, son al menos el comienzo de los acontecimientos que han de producirse, como claramente se desprende de la extrema gravedad de los hechos. La cual es suciente para que podamos imaginar, siquiera sea de alguna manera, lo que le va a sobrevenir a la Iglesia y al Mundo: Habrá entonces una gran tribula-

prudencia,

ción, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en

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atención a los elegidos esos días se acortarán.

Y las palabras son

del mismo Jesucristo. Por supuesto que tanto la Iglesia que sueña con una Iglesia Universal unicadora de todas las religiones, a la par de un Mundo que también suspira por una Autoridad Global que gobierne a todos los

22 23 24

Mt 24:8. Pro 24:3. Mt 24: 2122.

27 habitantes de la Tierra y hay que tener en cuenta que se trata de un mismo sueño en uno y otro caso, alentado por la misma falsa sabiduría y dirigido por los mismos Poderes, están ambos abocados al más estrepitoso de los fracasos y a un castigo que supera a cualquier imaginación humana. De todos modos, tanto si estamos ya ante los Últimos Tiempos como si no ha llegado todavía ese momento, el Mal sigue avanzando inexorablemente mientras prepara la aparición del Hijo de Perdición. Mientras tanto continúan discutiendo los progresistas y los tradicionalistas acerca de la ortodoxia de tal o cual Doctrina, si es conforme o extraña a la Tradición, o si determinada hermenéutica de continuidad no será más bien de ruptura. A lo que hay que añadir que muchos teólogos, y hasta miembros de la Jerarquía, se dedican a cuestionar la mayoría de los Dogmas (aprovechando la coyuntura de saberse amparados por una total impunidad), por lo que nada tiene de extraño que se vaya extendiendo la confusión entre los eles ni que siga aumentando el número de los que vacilan y abandonan. Con lo que el Modernismo ha logrado uno de sus más ansiados objetivos, pues no le interesa tanto la negación rotunda de los dogmas cuanto sembrar la duda sobre ellos. Así fue como repentinamente, sin que al parecer nadie lo hubiera advertido, un día despertó la Iglesia para encontrarse a Sí misma transformada en modernista, tal como alguna vez dijo de Ella San Jerónimo reriéndose al arrianismo. Un cambio que ha afectado a millones de católicos que, sin embargo, no se han enterado del suceso. Lo cual, como era de esperar, niegan los modernistas, salvo que se quiera admitir que, si bien ha existido un cierto cambio, su efecto no ha sido otro que el de mejorar sustancialmente a la Iglesia y devolverla a un estado más próximo al de sus orígenes. También las más Altas Jerarquías de la Iglesia proclaman con energía que, tanto

28 en lo que respecta a las enseñanzas del Magisterio como en lo que atañe a la disciplina y vida de la Iglesia, no ha existido otra cosa que un desarrollo en la continuidad y una línea ascendente de mejora en la situación eclesial, aunque salvando siempre la esencialidad de la Institución y mantenida la inmutabilidad que, ya en el siglo V, exigía para Ella San Vicente de Lerins ante la posibilidad de cualquier cambio. Teorías a favor y teorías en contra, acusaciones y discusiones en uno y otro sentido, opiniones contradictorias según las diversas ideologías y las diferentes tendencias. . . , todo un batiburrillo donde la Iglesia, que fue algún día Fuente de unidad y de santidad, se ha convertido en un campo de Agramante en el que cada uno de los diversos grupos cree tener la exclusiva de la Verdad, a falta de un factor común y de una mano rme capaz de reunir a las ovejas en 25 un solo rebaño con un solo pastor. Pero ahora se habla de Primavera Eclesial y de la vuelta a la pureza de los orígenes, una vez desmanteladas y anuladas todas las estructuras que, a lo largo de los siglos, han ido ahogando y apagando el Espíritu. A lo que se añade también la adecuación al Mundo moderno, la adaptación a las modernas losofías y la ubicación de los dogmas a la altura de la racionalidad humana a n de hacerlos accesibles al hombre de hoy. . . Todo lo que se quiera decir. La triste verdad, sin embargo, es que los hechos están ahí, duros 26 sin que nadie pueda negarlos. Y la realidad de lo como el sepulcro, que ahora puede verse, como decía el poeta Rodrigo Caro, no es otra cosa que los campos de soledad, mustio collado que un día fueron Itálica famosa y ahora, con inmenso dolor, son el único objeto de la contemplación de Fabio. Y es que, en efecto, la Iglesia será la misma

25 26

Jn 10:16. Ca 8:6.

29 no puede perecer, pero sin duda que es diferente de la que existió hasta el Concilio Vaticano II, por más que las nuevas generaciones no puedan imaginarla porque jamás la vieron. Pero, ¾cómo alguien puede pretender que la Iglesia de la Gran Apostasía es más auténtica que la que durante veinte siglos luchó contra las herejías? ¾A tanto han llegado el poder de la seducción y la claudicación humana, como para que se pretenda imponer al conjunto de los eles que piensen que es blanco lo que a la vista está que es negro, o que admitan que es negro lo que están contemplando como blanco? ¾Que algunos se ven forzados a vivir de la nostalgia y a sentirse abrumados entre sollozos y llanto. . . ? ¾Y cómo podría ser de otra manera. . . ? Ellos ciertamente saben que la Iglesia está ahí, puesto que es indefectible y las Puertas del Inerno no pueden vencerla (Mt 16:18). Lo cual, siendo tan cierto, no es óbice para que a veces sea difícil reconocerla y encontrarla. Como si, al igual que el Esposo de El Cantar, también Ella hubiera desaparecido, siquiera sea momentáneamente, de la vista de quienes forman parte de Ella y son su Cuerpo: En el lecho, entre sueños, por la noche, busqué al amado de mi alma, busquéle y no le hallé. Me levanté y recorrí la ciudad, las calles y las plazas, buscando al amado de mi alma. Busquéle y no le hallé. Encontráronme los guardias que hacen la ronda en la ciudad: ¾Habéis visto al amado de mi alma? 27

27

Ca 3: 13.

30 Y así, igual que la esposa buscaba al Esposo por la noche, lo mismo hace el amante hijo de la Iglesia. Por la noche, ciertamente, porque todo parece indicar que se ha cernido la oscuridad sobre el mundo y ya nadie puede trabajar.28 Y es una búsqueda ansiosa entre sueños porque todo en ella se asemeja a una pesadilla, mitad realidad y mitad lúgubre fantasía, de la que a toda costa se desea despertar. Ocurren hechos en la Historia de la Salvación que generalmente pasan desapercibidos. En parte por la misma grandeza de los sucesos y en parte también por las mismas limitaciones de la naturaleza humana, que no da más de sí una vez llegada a cierto punto. Sin embargo todo está previsto en el Plan de Dios, permitido y preparado por Él para el bien de los elegidos. Solamente el hombre espiritual es capaz de comprender, al menos hasta cierto punto, la mente de Dios (1 Cor 2:16), hasta llegar a conocer, conducido por el mismo Espíritu, la verdad completa y el verdadero sentido de todo lo que le rodea (Jn 16:13). Negarse a reconocer las responsabilidades de un cargo, o tratar de rechazarlas, lejos de ser una prueba de humildad o de grandeza de ánimo, más bien proporciona motivos para pensar lo contrario. Aunque el Papa Francisco parece no querer reconocerse como Pedro, el lema de San Malaquías se muestra decidido curiosidades y misterios de la Historia a encasquetarle el nombre para convertirlo, quieras que no, en el único Papa de la Historia que ha llevado el nombre del Príncipe de los Apóstoles. Por el contrario, el Papa Francisco insiste en que es el Obispo de Roma, lo cual, como todo el mundo sabe, es absolutamente cierto. Aunque de todos modos resulta extraño su empeño en resaltar tal condición de Romano, como si deseara enfatizar este segundo nombre para poner en un segundo plano al del Príncipe de los Apóstoles.

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Jn 9:4.

31 Y es entonces cuando extrañamente de nuevo interviene el lema, de tal manera que alguien quizá preguntaría: Pero, ¾por qué? ¾Y con qué objeto? ¾Tal vez para llamar la atención acerca de ese énfasis, al parecer intencionado, y denunciar la existencia de alguna oculta intención? Difícil saberlo. Es lo cierto, sin embargo, que es precisamente esa divisa la que hace aparecer el nombre de Petrus, por primera y última vez en la lista de Papas que han jalonado la larga historia de la Iglesia. ¾Obispo de Roma? Ciertamente que sí, aunque también sucesor de Pedro y Papa de toda la Iglesia: Petrus Romanus, el último de los que gobernarán la Iglesia, según la relación de San Malaquías, una vez llegado el n de los Tiempos. Ni el lenguaje profético ni el de la Revelación son enteramente ajenos a la ironía, como puede comprobarse fácilmente acudiendo a los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento. Cuando los hombres se empeñan en escribir la Historia con sus propios renglones torcidos, a n de adaptarla a sus deseos, Dios se complace en utilizar tales renglones para redactarla de la forma corecta como ha sido delineada por sus designios: No os engañéis: de Dios nadie se 29 La ironía de buena voluntad como es la de nuestro caso burla. es un instrumento de comunicación, propio de los seres racionales, motivado ordinariamente por dos sentimientos: uno pedagógico, cuya principal intención es la de enseñar, y otro de burla, con carácter punitivo a la vez que curativo. Pero la equiparación de algunos gestos del Papa Francisco con otros también peculiares de San Pedro no termina aquí. La semejanza de las formas de proceder del primero con algunas muy sobresalientes y conocidas del segundo que ponen en evidencia un paralelismo de caracteres en diversos y variados puntos sobrepasan lo imaginable. Circunstancia que puede dar pie para pensar que ha sido aprovecha-

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Ga 6:7.

32 da por el texto profético de San Malaquías a n de hacer hincapié, quieras que no, en la condición petrina de Francisco I. Dicho esto, ya podemos relatar que, según una tradición bien asentada, y una vez desatada la persecución de Nerón, San Pedro se dejó convencer de la necesidad de ocultar su presencia y de esconder el ejercicio de las facultades de su cargo como Jefe de la Iglesia. Por lo cual trató de abandonar la capital del Imperio, dando lugar con ello al entrañable episodio ¾leyenda o realidad? del Quo vadis, Domine? Sin embargo, según cuenta la Leyenda, la respuesta que obtuvo San Pedro en las admonitorias palabras Voy a Roma, a morir por segunda vez, fue suciente para dejar bien claro que un Pastor del Rebaño de Jesucristo no puede privar a las ovejas que le han sido encomendadas del consuelo de su presencia personal como tal Pastor, ni mucho menos hurtarles los cuidados que está obligado a prestarles por razón de su cargo. Es indudable que el primer deber de un Pastor para con sus ovejas es el de estar dispuesto a conducirlas y a marchar delante de ellas, sin privar al Rebaño de la conanza y seguridad que solamente de él puede obtener, a través de su presencia y de sus amorosos cuidados.30 Sucede con los grandes hombres algo tan obvio como fácil de olvidar: que no por ser grandes dejan de ser hombres. De ahí que, por lo general, ofrezcan el aspecto de ser un conglomerado de virtudes y defectos, en el que predominan unos u otros según la talla del personaje y el momento histórico en que se desenvuelve su vida. En este sentido, no hay sino reconocer que San Pedro es uno de los humanos

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Parece que la intención de Francisco I, al tratar de difuminar el papel del Papado como Poder Monárquico y Supremo en la Iglesia, no sería otra que la de reforzar la idea de la colegialidad en el Gobierno Eclesial. De ser así, el problema queda de todos modos intacto en la medida en que afecta a la constitución divina de la Iglesia y a la situación de los eles, además de que no corresponde tratarlo aquí.

33 más singulares que han pasado a la Historia: contiene en su haber el suciente bagaje de actos generosos y heroicos, junto a otros que denotan cobardías y hasta lamentables traiciones. Afortunadamente, lo que verdaderamente importa aquí es la respectiva dosicación de acciones buenas o malas y, sobre todo, el momento preciso de la vida en que son realizadas, que es lo que calica al gran hombre como genial o como villano según el antes o el después en que sus obras son llevadas a cabo. Respecto a quienes los contemplan y tratan de imitarlos, la clave consiste en saber copiar sus virtudes y hacer caso omiso de sus defectos, que es lo que sucede cuando existe nobleza de alma en los seguidores y admiradores; o por el contrario, en hacer de sus defectos norma de la propia vida, en el caso de que predomine en ellos la mezquindad. En este sentido, un hecho sucedido en los tiempos apostólicos, conocido como el incidente de Antioquía y que tuvo como principales actores a San Pedro y San Pablo, es altamente aleccionador. Lo cuenta el mismo Apóstol de los Gentiles en su Carta a los Gálatas : Pero cuando vino Cefas a Antioquía, cara a cara le opuse resistencia, porque merecía reprensión. Porque antes de que llegasen algunos de los que estaban con Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto llegaron ellos, comenzó a retraerse y a apartarse por miedo a los circuncisos. También los demás judíos le siguieron en el disimulo, de manera que incluso arrastraron a Bernabé al disimulo. Pero, en cuanto vi que no andaban rectamente según la verdad del Evangelio, le dije a Cefas delante de todos: Si tú, que eres judío, vives como un gentil y no como un judío, ¾cómo es que les obligas a los gentiles a judaizarse?

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De donde se desprende que San Pedro no tuvo reparos en confraternizar con unos o con otros según las conveniencias del momento,

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Ga 2: 1114.

34 aparentando preferencias con los judaizantes en lugar de proclamar claramente la absoluta prioridad de la fe en Jesucristo. Con lo cual, al menos en cierto modo, faltó a la delidad debida a los cristianos provenientes de la gentilidad. El caso del Papa Francisco, aun manteniéndose en la misma línea, va sin embargo mucho más allá, puesto que ya no se trata ahora de una mera apariencia de preferencias, sino de una sincera y abierta simpatía hacia los judíos y musulmanes a quienes gustosamente llama hermanos. Aunque tal sentimiento vaya acompañado, por inexplicable paradoja, de una extraña repulsa hacia los católicos que se empeñan en ser eles a la Tradición de la Iglesia.

Conclusión Durante muchos siglos, los incontables embates del Enemigo acabaron estrellándose contra la Roca sobre la cual está fundada la Iglesia. Las herejías fueron fácilmente extirpadas y los cismas terminaron siempre por quedar claramente delimitados, calicados y contenidos de forma que todo el mundo sabía a lo que atenerse. Al menos así sucedió hasta mediados del siglo XX, coincidiendo aproximadamente con la muerte de Pío XII. Pero Juan XXIII, nada más ser nombrado Papa ordenó abrir las ventanas del Vaticano, con un resultado parecido a lo que se cuenta en la historia de la caja de Pandora. Si fue aire fresco, o tal vez otra cosa lo que entró a través de ellas, nadie sabría decirlo con exactitud; aunque pocos años después fue otro Papa Pablo VI, de quien es de suponer que tendría razones para saber de lo que hablaba quien dijo que lo penetrado a través de ellas no fue sino el humo de Satanás. Lo cual no tiene nada de extraño si se piensa que, después de todo, es lo que suele suceder cuando se hacen

35 funcionar los sistemas de ventilación en medio de una atmósfera y de un ambiente sobrecargados de miasmas. Y el ambiente que se respiraba en Europa hacia la mitad del siglo XX estaba más que saturado de sustancias en descomposición. En los momentos actuales segunda decena del siglo XXI la Iglesia está siendo ferozmente atacada en la propia Roca sobre la cual fue erigida. La Piedra inamovible, base y fundamento que habría de asegurarla para siempre contra cualquier intento de destrucción, está sufriendo gravísimas acometidas por parte de Alguien que ansía derribar todo el Edicio que se sustenta en ella. Y la operación posee todas las trazas de lograr el éxito de lo que con ella se pretende. Con respecto a lo cual, si hay quien se atreva a comparar los ataques sufridos por el Papado, a lo largo de una historia de veinte siglos, con la gravedad de los que actualmente están siendo dirigidos contra el Bastión, es que desconoce por completo la Historia pasada y padece absoluta ignorancia de la actual. El Enemigo ha logrado penetrar en la Fortaleza también es frase de Pablo VI y ahora está centrando la fuerza de sus ataques contra la misma Base y Fundamento que la sustentan, y que no son otros sino el Papado. Mientras tanto, todo parece indicar que entre los Papas postconciliares ninguno ha dado muestras de ofrecer resistencia. Y como prueba quizá la menos importante que se podría aportar, ahí está la eliminación de todas las insignias y emblemas papales: desde la supresión de la tiara y de la silla gestatoria hasta el trono de San Pedro y el Anillo del Pescador, que son los dos últimos distintivos que el Papa Francisco ha hecho desaparecer. Para comprender lo curioso del caso conviene señalar el hecho de que tan radical supresión de símbolos ha venido acompañada, por contraposición y como por paradoja, por un gran abuso del simbolismo cuando se reere a verdades doctrinales que la Teología progresista no quiere admitir. Hasta el punto de que es a eso a lo que a menudo queda reducida toda la Teología: Los dogmas, por

36 ejemplo, quedan reducidos para el Modernismo a meros símbolos de los sentimientos religiosos que el hombre experimenta en cada momento histórico. Con lo que se ha llegado a que cosas como la Eucaristía y las virtudes cristianas, por citar algún caso, han sido sustituidas en la Doctrina y Pastoral postconciliares por lo puramente simbólico. Viajar a la isla de Lampedusa, por ejemplo, y celebrar la Misa con un cáliz expresamente hecho para el caso con madera procedente de restos de barcos, puede ser una señal de pobreza y de solidaridad con los desgraciados. Pero sin duda que es más convincente y atractivo (la belleza de la naturalidad) arribar a Lampedusa y utilizar el mismo cáliz con el que se celebra todos los días; sin más preguntas, declaraciones, adornos o aditamentos. La verdadera Pobreza nunca se proclama a sí misma.32 Y más curioso todavía es el caso de la Eucaristía, tal como se vive en la Misa en los momentos de la presentación (antes ofrecimiento ) del pan y del vino: Él será para nosotros pan de vida . . . Él será para nosotros cáliz de salvación. Donde cabe preguntar el porqué de la extraña ambigüedad del para nosotros : ¾Tal vez para dar lugar a un posible y subjetivista porque nosotros lo pensamos así, compatible al n y al cabo con la doctrina protestante? La Teología postconciliar, que por un lado rechaza los signos cuando le conviene, por otro sin embargo los utiliza con profusión. Y precisamente en las cosas más fundamentales, dando lugar así a que el parecer prevalezca de nuevo sobre el ser, tal como lo exige la losofía inmanentista. Si la Celebración Eucarística es un mero símbolo de solidaridad entre los hombres, pero no es el Sacricio y Muerte del Señor, ni tampoco contiene el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, en realidad es un simbolismo de nada que, por lo tanto, tampoco signica nada.

Pero por supuesto que los ataques contra la Roca están todos destinados a estrellarse en vano, gracias a la promesa de Jesucristo: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, conrma a tus hermanos.

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Sin embargo, conviene tener en cuenta que esta garantía no es perpetua. Pues sólo tiene asegurada su duración hasta que se inicien

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En realidad, cualquier acto humano que pretenda fundamentarse en la sobrenatuque no vaya acompañado a la vez de una entera naturalidad, más que un acto humano propiamente, es un acto puramente circense. ralidad,

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Lc 22: 3132.

37 los Momentos Finales, cuando solamente quedarán en pie el amor y la delidad a Jesucristo por parte de quienes serán los elegidos: Cuando veáis la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, sentarse en el lugar santo . . .

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O las otras palabras, también pronunciadas por Jesucristo, y que son quizá las más terribles de las contenidas en el Nuevo Testamento: Pero cuando venga el Hijo de Hombre, ¾encontrará fe sobre la tierra?

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La perenne batalla contra la Iglesia alcanzará su culminación en el Asalto Final contra la Roca. El cual es evidente que ha comenzado ya, como puede comprobar cualquiera que tenga ojos para ver. Pero el Asalto denitivo a la Roca, con la consiguiente Apostasía de la Iglesia Universal, no hubiera tenido lugar jamás ni tampoco gozar de la menor oportunidad de éxito sin el consentimiento de lo Alto. Sin embargo, Dios dará en aquellos momentos licencia y poder al Enemigo para hacer la guerra contra los santos y vencerlos.36 Y sucede que todos los síntomas que apuntan hacia el nal de la Batalla son favorables al Enemigo, con el terrible resultado que parece previsible. Lo cual quiere decir, para quien tenga entendimiento, que los momentos actuales por los que está atravesando la Iglesia, y pese a la extraña inoperancia y absurda indiferencia de sus eles, serían más que sucientes para inquietar a cualquiera. ¾Coincidirá el Papa Francisco con el Pedro Romano anunciado por San Malaquías? Y todo parece indicar que sí. O tal vez no, en cuyo caso le quedará a la triste Humanidad la conanza en un nuevo y verdadero Amanecer, presidido por la que

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Mt 24:15. Lc 18:8. Ap 13:7.

38 es Madre de toda la Iglesia, la Virgen María, la Mujer que al n aparecerá vestida del Sol, la Luna bajo sus pies, y sobre su cabeza 37 La cual será para los eles su única y una corona de doce estrellas. verdadera Esperanza, mientras dura el tiempo de los dolores y hasta que amanezca la luz del nuevo día: Y cuando al cabo apareció la Luna ya no hubo oscuridad ni sombra alguna.

Y la Barca continuará su navegar incierto por mares procelosos, conducida de la mano de su último timonel, Pedro Romano. Hasta que llegue el día, cuando todas las esperanzas se encuentren casi a punto de desfallecer, en que aparezca de nuevo Simon el hijo de Juan, el verdadero Capitán a quien primero le había sido encomendada la Nave y que, en realidad, nunca la había abandonado. Será entonces cuando todos verán con claridad que él, y solamente él, había sido siempre la verdadera Piedra angular, puesta por Jesucristo como Base y Fundamento de su Iglesia, destinada a durar por siempre y hasta el n de los Tiempos, sin que las Puertas del Inerno lograran jamás su propósito de derribarla. Pedro Romano y la Ciudad de las Siete Colinas habrán desaparecido, para ceder el puesto a aquél que había amado a su Maestro más que los demás discípulos (Jn 21:15) y que ahora se aprestaba a entregar de nuevo las llaves de la Iglesia, en un tiempo muy atrás recibidas como Vicario y que en este momento, llegada ya la Nave al Puerto denitivo de la bienaventurada Eternidad, podía devolver para siempre a su Verdadero Dueño y Señor, Cabeza y Fundador de su Iglesia, Jesucristo, Rey Inmortal por los siglos de los siglos.

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Ap 12:1.

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