Pocas líneas podrían describir mejor la esencia de la comunidad

“La comunidad religiosa es en sí misma una realidad teologal que expresa la presencia del amor de Cristo en nuestra vida. Convocadas en el nombre del

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“La comunidad religiosa es en sí misma una realidad teologal que expresa la presencia del amor de Cristo en nuestra vida. Convocadas en el nombre del Señor formamos una familia y vivimos como en Nazaret en comunión de fe, de vida y de trabajo” (Const. 33)

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ocas líneas podrían describir mejor la esencia de la comunidad religiosa como estas que están en nuestras Constituciones.

Ser comunidad está en la esencia de la vida consagrada. Cuando Jesús eligió a sus discípulos, al grupo de los 12, los reunió en comunidad, los formó en grupo y quiso a la Iglesia comunidad. Vivir en comunidad es un regalo, es un don a construir, a disfrutar y es el mejor escenario para vivir a fondo el Jubileo de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco para este año. Vengo del Congreso Mundial de Educación Católica celebrado en Roma, un congreso muy rico que culminó con la audiencia con el Papa. Una experiencia de Iglesia, orgullo de saberse y sentirse Iglesia universal, católica, y esperanza viva en tantos dedicados a la educación por carisma y misión. En sus palabras el Papa nos recordó a todos la necesidad de educar a nuestros alumnos en las obras de misericordia. Si debemos educar en misericordia, tenemos que ser misericordiosas y ejercer la misericordia, porque nadie da lo que no tiene ¡Qué buen escenario tenemos en nuestras comunidades para ejercitar las obras de misericordia!

Cuando el papa convocó este Jubileo definió muy bien la Misericordia: Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado. (Papa Francisco, Bula Misericordiae Vultus) Es hermoso que el Papa se refiera al Misterio al hablar de la Misericordia, porque en verdad nos acerca al corazón de Dios –Rico en Misericordia– y la Misericordia forma parte del Misterio de Dios que ama a la persona. ¿Se acuerdan de las 14 obras de misericordia que estudiábamos en el catecismo y de las que siempre nos faltaba alguna, cuando nos las preguntaban? El Papa nos las recordó: Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.

La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. (Papa Francisco, Bula Misericordiae Vultus) Estas catorce obras de misericordia tendrían que ser en este año del Jubileo el entramado del tejido de nuestra vida comunitaria, sin olvidar que son además el contenido del examen final de nuestra vida, el de nuestra definitiva graduación. Así nos lo dijo Jesús y así lo leemos en el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo. Las obras de misericordia son obras –no buenos deseos– y lo son porque parten del pensamiento de que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre, porque pasan por el corazón, son fruto de querer compartir los sentimientos de Cristo Jesús y por esto, se traducen en obras. Es por estos frutos que nos conocerán. Son la concreción del segundo mandamiento que es parecido al primero “Amar al prójimo como a ti mismo” (Mt. 22,39). Misericordia significa mantener el corazón abierto, dispuesto, “en carne viva”, lleno de amor recio, sacrificado, generoso. San Pablo nos dibujó el rostro de la misericordia en su carta a los Corintios cuando en el capítulo 13 dice: la caridad es sufrida, bienhechora; la caridad no tiene envidia, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se goza de la injusticia, se complace en

la verdad; a todo se acomoda, cree en todo, todo lo espera y lo soporta todo. Son manifestaciones del amor, de la caridad que cuando se posa en los hermanos se vuelve misericordia. A la pregunta de aquel buen judío que le dijo a Jesús ¿quién es mi prójimo?, podemos responder que es el más próximo, las que tengo al lado, es decir, mi comunidad, las que Dios ha querido que caminemos juntas. Por lo muy prácticas y concretas que son me gustaría repasarlas juntas: Dar de comer al hambriento Afortunadamente hoy no pasamos hambre, pero en algunos países cómo Venezuela no siempre hay comida en nuestras mesas; a pesar de todo quedan lejos las dificultades de los primeros años de nuestra fundación, cuando M. María Encarnación escribía “Esta Navidad, si por lo menos tuviéramos sémola para hacer una sopa…” No nos falta comida, pero siempre podemos cocinar con más cariño, mejor, siempre podemos servir la mesa con mayor delicadeza, siempre podemos estar atentas a las necesidades de las hermanas, y como hay hambrientos de escucha, de cariño, de... Es obra de misericordia satisfacer a quien siente esta hambre. Dar de beber al sediento “Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt. 10,42) son palabras del mismo Jesús. Hay muchas clases de sed, sed de fe, de santidad, de compañía, sed de exigencia (a quien no se le exige no se le valora), es misión nuestra dar de beber a nuestras hermanas de comunidad. Jesús subrayó que el agua fuera fría –hacía mucho calor en Galilea–, sed de detalles. La misericordia no puede hacerse de cualquier manera.

Vestir al desnudo Vestir a quien va desnudo de defensas, vestir de elogios verdaderos a las hermanas, vestir de elogio a la que es criticada en su ausencia, vestir a quien por su manera de ser parece que vaya desprotegida siempre… Siempre podemos “partirnos la capa” con alguna hermana, compartir, cooperar… Acoger al forastero Puede haber “forasteras” en una comunidad, las “espectadoras”, las que cuando hablan de la comunidad fácilmente dicen “ellas”… No ser nunca forasteras, pero si las hay, si descubrimos alguna en algún momento, la misericordia pide acoger y de alguna manera volverla a la comunidad. Este momento concreto de nuestra historia nos pide tener muy presente esta obra de misericordia, son tantos los refugiados, inmigrantes, desplazados, extranjeros que llegan, que nuestras comunidades sean abiertas y generosas… Cameroun ha sido siempre muy acogedor para los que huyen de guerras, hambre… Tengamos un corazón muy grande, no generemos nunca “capillitas” cerradas dentro de una comunidad. Si el aprendizaje cooperativo es y ha de ser habitual en nuestros colegios, la comunidad ha de ser especialmente cooperativa…. Ha de hacer vida la vieja consigna de los Tres Mosqueteros “Todos para uno y uno para todos”. Asistir a los enfermos Sabemos bien que es mejor medicamento y más eficaz una sonrisa, una visita, una palabra amable que una inyección. Seamos generosas con las enfermas de la comunidad cuando las haya. M. Pilar Mas decía que si no hubiera enfermas en una comunidad habría que buscarlas porque son muy importantes para el crecimiento espiritual.

Visitar a los presos Puede que no nos sea posible desplazarnos a la cárcel… siempre podemos rezar por los presos, de todas clases... pero puede que en nuestra comunidad también haya presas…; “presas” de distintas esclavitudes, se puede ser prisionero del propio egoísmo, de la limitación, de… A los presos se les visita para que se sientan acompañados, esperanzados y se les lleva algo que les ayude. Ojalá nunca haya presas en nuestras comunidades, pero si las hay… ¡a visitarlas! Enterrar a los muertos ¡Lo muerto hay que enterrarlo! De no ser así, lo único que genera es descomposición, enfermedades. Enterrar física y mentalmente lo muerto es de buena salud. Hay quien mantiene “viva” una palabra destructiva que escuchó hace 10 años, que le hizo daño y que ya nadie recuerda, solo ella la mantiene viva en lugar de enterrarla. Hacer de buen enterrador, enterrar a los muertos propios y ayudar a enterrar los de las demás. Enseñar al que no sabe La practicamos por imperativo de nuestra misión… sería impensable no practicarla en comunidad… Nunca desde ninguna altura, es sencillamente poner todo lo que sé al servicio de la comunidad. Dar buen consejo al que lo necesita Consciente de que los consejos acostumbran a ser a fondo perdido… Aconsejar cuando te lo piden, aconsejar fiada en la capacidad de quien te pide consejo, y sin afán de que se haga lo que aconsejas. El “si quieres” del evangelio es un buen modelo para aconsejar.

Corregir al que yerra Entre las ventajas de la vida comunitaria está la posibilidad de la corrección fraterna que es eficaz cuando está bien hecha. Nadie se ve la nariz, necesitamos al otro para que nos diga cómo es, que nos sirva de espejo, por eso ayuda la corrección fraterna, acompañada siempre de la oración y la disculpa. Los clásicos recomendaban no hacerla cuando se tienen muchas ganas de hacerla porque seguro que no es eficaz porque hay motivaciones erróneas. Y el consejo evangélico siempre es fundamental: no quieras quitar la mota de polvo del ojo del hermano cuando tienes una viga en tu ojo (Lc. 6,41-42). Consolar al triste Son diferentes las tristezas. Hay una tristeza real, que hay que consolar, a veces solamente con estar al lado, con un gesto, con un saber “llorar con”. Hay otras tristezas que son fruto de un egoísmo solapado, estas tristezas hay que ayudar a sacudirlas más que consolarlas. Consolar requiere atención y mirada compasiva, como todas las otras obras de misericordia. Perdonar las ofensas Comenzando por no ofenderse con demasiada facilidad… Perdonar más que una obra de misericordia es una obra de salud mental para quien perdona, además de ser condición para que Dios nos perdone; aun por egoísmo habría que perdonar. Soportar con paciencia las flaquezas y molestias del prójimo Es la que tal vez tenemos más a mano de ejercitar en el día a día, porque todos somos diferentes. Bien decía un sacerdote que Dios nos puso juntos para que nos amásemos y nos amasemos… el ejercicio de la paciencia hace madurar y crecer. Rogar a Dios por los vivos y los muertos La oración por el otro tendría que ser habitual. Ni un día sin rezar por cada una de las hermanas de comunidad, por la Congregación. Es una obra de misericordia muy eficaz que siempre tiene buen resultado.

Las obras de misericordia en Comunidad tienen activa y pasiva… son para ejercer y para dejar que las otras las ejerzan con cada una. Dejarse enseñar, dejarse corregir, dejarse consolar… es también obra de misericordia. Son obras, por tanto son fruto, consecuencia del ser. Hay que ser misericordiosas para poder ser expertas en obras de misericordia. “Aprended de Mi que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29) es la receta para ir moldeando el propio corazón y afinando la mirada de acuerdo al Modelo, a Dios rico en misericordia. Que en este año de la Misericordia el amor a Dios sea la fuente de nuestro amor a los demás, llevándoles a Dios que habita en nosotras.

8 Diciembre 2015 Montserrat Del Pozo Roselló Superiora General

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