POLÍTICAS DE LA VIVIENDA Y CAMBIOS SOCIALES. El incremento poblacional de las últimas décadas en las ciudades de Latinoamérica

Nueva Época Año 1 No. 1   Julio-Dic 2011 POLÍTICAS DE LA VIVIENDA Y CAMBIOS SOCIALES AGUSTÍN MARTÍNEZ COLÍN HÉCTOR HERNÁNDEZ ROSALES FACULTAD DE A

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POLÍTICAS DE LA VIVIENDA Y CAMBIOS SOCIALES

AGUSTÍN MARTÍNEZ COLÍN HÉCTOR HERNÁNDEZ ROSALES FACULTAD DE ANTROPOLOGÍA, U.A.E.M. 61

Resumen

El incremento poblacional de las últimas décadas en las ciudades de Latinoamérica se debió, entre otros motivos, a las constantes migraciones del campo a las urbes. La gente iba allí con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida; pero, en muchos casos, la situación no resultó favorable. Poseer una vivienda digna fue uno de los inconvenientes. A raíz de ello, se formaron asentamientos irregulares en las periferias y, en un esfuerzo del gobierno por satisfacer las demandas de la población, se diseñaron unidades habitacionales con graves deficiencias. Todo lo cual generó cambios en el paradigma social.

Palabras clave: Viviendas, migración, distribución poblacional, sobrepoblación, cambio social.

Abstract

The population increase in the last decades in Latin American cities is due to, among other things, the constant migration from countries to cities. People used to go there in hope of improving life conditions but in many cases, the situation was not favourable. To have decent housing was one of the inconveniences. Based on that, irregular settings spread out in the surrounding areas, and in a government’s effort to

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satisfy population demands, multi-dwelling units with serious faults were designed. All of this brought about changes in the social paradigm.

Keywords: Housing, migration, population distribution, overpopulation, social change. 62

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A partir de 1940, con el inicio de la industrialización de nuestro país debida al denominado Milagro Mexicano, comenzó un proceso migratorio del campo a las ciudades, por lo que éstas incrementaron su población de manera notoria (es el caso de la ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, entre otras) y algunas de ellas se convirtieron en grandes urbes e incluso en megalópolis como la ciudad de México y su zona conurbana. Con el tiempo esto también sucedió en la zona fronteriza norte. Los migrantes dejaban sus lugares de origen en el campo mexicano para dirigirse a los centros urbanos en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. El primer problema al que se enfrentaron fue el no tener un lugar para vivir, por lo que tuvieron que desarrollar estrategias de subsistencia que les permitieran adaptarse a esta nueva forma de vida. Por no contar con los recursos económicos suficientes, se asentaron en la periferia de las ciudades en donde no había los servicios básicos de agua potable, drenaje, energía eléctrica, escuelas, áreas verdes, recolección de basura y vigilancia, por mencionar algunos; además no tenían la seguridad de ser propietarios de la tierra en la que querían construir sus viviendas. Esta situación generó una serie de problemas que enfrentaron el gobierno, el sector social y la iniciativa privada. Cada uno intentó solucionarlos desde su propia óptica; pero con el objetivo común de regularizar la tenencia de la tierra y poder construir nuevas colonias, grandes unidades habitacionales y fraccionamientos que pudieran albergar a esos migrantes. Los logros fueron parciales, ya que hasta hoy no se ha podido satisfacer totalmente la necesidad de una vivienda digna para todos.

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En el caso de los fraccionamientos y su autorización faltó planificar, no hubo criterios de urbanización y sí excesivos trámites burocráticos. Los fraccionamientos se construyeron en zonas de producción agrícola, forestales o de riesgo (lugares donde había minas de arena o peligro de derrumbes o donde el suelo era fangoso, etc.). Además no se tomó en cuenta la cultura de las personas que allí vivirían. Esto quedó de manifiesto, por ejemplo, en el diseño de los espacios de las viviendas, que determinaron un tipo de relación con el resto de la comunidad. Imperó el criterio económico o de lucro. Se indicaron los servicios con los que contarían los adquirentes; pero, en la mayoría de los casos, no se brindaron. A principios del siglo sectores

sociales

que

XX,

lo

México vivió inestabilidad política en los distintos integran

e

incluso

la

población

disminuyó

considerablemente, aunque con el paso del tiempo se volvió a incrementar con las migraciones del campo a la ciudad, porque en ésta surgieron lugares a los que la gente acudía para vender su fuerza de trabajo, situación que poco a poco se fue agravando; el crecimiento demográfico se aceleró en ciudades como el Distrito Federal, Guadalajara o Monterrey. Al respecto se observa que el grado de concentración es mayor en las principales ciudades del país, México, Guadalajara y Monterrey, donde vive aproximadamente 25% de la población, y más de 35% de la población urbana económicamente activa. En contraste con las seis entidades de mayor población, Distrito Federal, Estado de México, Veracruz, Jalisco, Puebla y Guanajuato donde se asienta casi 45% de la población total, en solo cinco Estados, Quintana Roo, Baja California Sur, Colima, Campeche y Aguascalientes, los cuales participan con 9.5% del territorio, solamente se asienta 2.4% de la población. El flujo migratorio creciente hacia las ciudades, en busca de mejores niveles de vida, se origina principalmente en el medio rural. Las regiones de mayor emigración se localizan en las entidades del centro y sureste del país, las cuales aportan más de 60% de la corriente migratoria rural que se dirige a las zonas metropolitanas de las ciudades de México, Guadalajara y Monterrey (Velázquez 1984:164).

Este problema obligó al gobierno a buscar alternativas de vivienda para los migrantes, pero éstas eran insuficientes, lo cual constituyó un déficit, es decir en una

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aproximación cuantitativa a las condiciones cualitativas en que habita la población, expresando en los términos señalados, se está indicando los niveles de bienestar económico que tienen las familias mexicanas, en este sentido existen factores sustanciales que determinan los criterios para calificar el nivel o estado de la vivienda. Con relación a la falta de vivienda, el déficit habitacional, si bien es el resultado en cierto grado de un desajuste de mercado, de carencia de suelo urbano y existencia de prácticas especulativas, encuentra su causa de fondo en la falta de empleo y el bajo ingreso, que limita el acceso de una gran parte de la población a la vivienda y a otros satisfactores, ya que siempre deberán asociarse al problema de escasez de vivienda y al grado de desarrollo económico. Desde luego si a ella se agregan otros factores, tales como mala planeación, desorden institucional, acentuados aumentos en los costos de los materiales y de la edificación, el alto costo del suelo, escasos recursos financieros y un inadecuado marco jurídico y administrativo, se puede observar en el país una tendencia creciente al deterioro de la situación habitacional (Velázquez 1984:165).

Han existido programas encaminados a mejorar las condiciones de las viviendas, generados y aplicados tanto por el gobierno federal como estatal, de acuerdo con la zona o el nivel económico de la familia que adquiere la vivienda. Se procede de esta manera porque el gobierno brinda apoyo para la adquisición de la vivienda a través de ciertos mecanismos: realiza convenios con empresas particulares y, mediante un sistema de créditos, las distintas familias pueden contar con una vivienda propia que van pagando poco a poco. Los criterios, desde un punto de vista histórico, para la adquisición de la vivienda, como los aplicados durante el gobierno de López Portillo fueron, en primer lugar, el denominado déficit absoluto, la diferencia entre el número de familias y el número de viviendas; en segundo, respecto a las viviendas existentes, la calidad de la edificación y la disponibilidad de servicios, así como la adecuación del grupo humano que la habita, que se obtienen de la relación del número de habitaciones y de los metros cuadrados de la construcción; en tercero se consideran los aspectos

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derivados del deterioro y en su caso la necesidad de reposición; por último, suelen incorporarse dentro del déficit, las necesidades derivadas del crecimiento demográfico comparadas con la producción anual de unidades. Con base en lo anterior debería equilibrarse la construcción de unidades habitacionales con la población existente; es decir las políticas relacionadas con la vivienda tendrían que establecerse según el crecimiento demográfico en las ciudades. Y aunque ello es por demás evidente estas atenciones no se prestan en las zonas urbanas, donde no se toman en cuenta las condiciones económicas de las familias que desean un espacio donde vivir. Al realizar un análisis de las familias y las viviendas de la década de los setenta, de acuerdo con datos del censo poblacional, existían en el país 9.1 millones de familias y 8.5 millones de unidades de vivienda: había un déficit absoluto de 800 mil unidades, que representa casi nueve por ciento. La vivienda como componente de los asentamientos humanos debe inscribirse en el marco del proceso de urbanización a que está sujeto el país y a las políticas, planes y programas que al respecto se han definido. Desde 1940 México ha experimentado un rápido y sostenido crecimiento económico (particularmente en algunas ciudades del país), simultáneo a un intenso proceso de urbanización, que se ha manifestado en la concentración de la población y de las actividades económicas. El crecimiento demográfico ha tenido mayor impacto en las zonas urbanas que presentan más y mejores posibilidades de empleo; por ello la ciudad de México es considerada uno de los centros urbanos con mayor recepción de migrantes de los distintos estados de la república.

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En 1970 la ciudad de México concentraba 20% del total de la población del país, por lo que era calificada como la ciudad más poblada del mundo, con un crecimiento anual superior a cinco por ciento. A partir de entonces, la población en la República Mexicana se incrementó de manera considerable; había 68 millones en 1979, de los cuales 44.2 millones habitaban localidades urbanas y 23.8 millones, zonas rurales. En 1982 se estimó una población de 73.7 millones, de éstos 48.5 millones se ubicaban en áreas urbanas y 25.2 en rurales. “Para 1980, el número de viviendas registradas por el censo, ascendió a 12.2 millones, de las cuales 56.2% eran de tabique y situadas predominantemente en zonas urbanas: en el Distrito Federal llegaba a 93.5%, en Nuevo León a 77.4%, Querétaro y el Estado de México a 73.3% y 72.4% respectivamente” (Velázquez 1984:167). Este acelerado crecimiento de la población ha traído como consecuencia un proceso de urbanización en varias ciudades del país y de ello se deriva un complejo problema de las condiciones económicas y sociales expresadas por el índice de marginalidad y subempleo, entre cuyas consecuencias está la formación de asentamientos irregulares. El incremento de la población implica mayor necesidad de viviendas, las cuales acaparan buena parte del espacio de los asentamientos humanos; de hecho el crecimiento de las ciudades en territorio mexicano, sobre todo entre 1978 y 1982, demandaba una superficie cerca de 900 km2, del que 70% estaba destinado para la vivienda. Respecto a lo anterior, “México se enfrenta a una situación sin precedentes en cuanto a las necesidades de vivienda. En ésta y la próxima década, o sea en los próximos 17 años, se tendrá que construir un número de casa-habitación mayor al

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que existe como inventario total en países como Canadá, Argentina e incluso España” (Velázquez 1984:171). El crecimiento urbano, así como se ha señalado, ha ido en aumento a medida que la población se concentra en lo que, en un principio, era considerada ciudad; sin embargo en las últimos decenios el crecimiento demográfico ha generando problemas de distinta índole, que han obligado a las autoridades a tomar acciones para hacerles frente. Con el tiempo, la gente ha migrado a las ciudades buscando empleo, formando en un primer momento lo que se conoce como cinturones de miseria. Al respecto Raúl Benítez señala: La ciudad de México a partir de 1940 tiene una dinámica que le imprime un carácter metropolitano cuando, por la conurbación de los municipios del Estado de México pasa de 1 644 221 habitantes en 1940 a 3 135 673 en 1950, o sea que casi se duplica en solo diez años, llega a 5 382 153 en 1960. Para 1970 cuenta con 9 210 853; pasa a 12 406 383 en 1980 (de acuerdo con la cifra censada, tomada y proyectada a mediados de año […] Para 1990 la Zona Metropolitana de la Ciudad de México [ZMCM] llega a 15 115 536 (cifra sensual proyectada a mediados de año). Esta dinámica demográfica de la ciudad mayor se convierte en uno de los más grandes problemas del país cuando se hace más evidente la crisis económica, social y política del proyecto industrializador (1995:183s).

Sin embargo ello no indica que sea el límite del crecimiento de las ciudades, sino que éstas siguen en aumento absorbiendo áreas geográficas que en un principio habían sido consideradas como imposibles de urbanizarse. El crecimiento de las ciudades es una característica de los países de América Latina, como Brasil, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, Argentina y México, en este último el crecimiento de las ciudades ha sido tan marcado que ha absorbido áreas de producción agrícola. En relación con esto se comenta de la ciudad de México que “el carácter metropolitano de las relaciones de la ciudad comprende Toluca, Puebla, Tlaxcala, Pachuca y como extensiones Querétaro, Cuernavaca y Cuautla” (Benítez 1995:184).

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En las ciudades la misma población de los distintos niveles ha tenido que adaptarse a las condiciones físico-geográficas e incluso, en ciertos casos, a acondicionar espacios inhabitables, como sucedió en los alrededores del Distrito Federal. Cada uno de los países señalados presenta razones específicas en cuanto al crecimiento de las ciudades; por ejemplo en Argentina, se debió a las migraciones. En el caso de México, las ciudades fueron un foco de atención para la gente que vivía en áreas rurales que veía en ellas mejores oportunidades de empleo, lo cual refleja la difícil situación que se vive en el campo: más población y menos producción. Ante ello, la alternativa que presentan los habitantes de las áreas rurales es buscar estrategias que les permitan seguir subsistiendo y una de ellas es migrar a las ciudades solos o con su familia, para vender su fuerza de trabajo y, si es posible, brindar estudios a algún miembro de la familia. El crecimiento de la gran ciudad no puede entenderse sin la migración, ya que su crecimiento natural es cada vez menor como consecuencia del rápido descenso de la fecundidad que llegó a ser en el Distrito Federal la más baja de entre todas las entidades del país en 1990. La ciudad de México se convierte en el espejo fehaciente de la pobreza y la desigualdad, con el riesgo de pérdida de identidades impulsada por la sociedad de masas. Es una de las seis ciudades más grandes del mundo en 1990, con enormes problemas y carencias en todos los órdenes. Este proceso de degradación se ha iniciado también en las otras grandes urbes (Benítez 1995:184s).

Las migraciones del campo a la ciudad han causado problemas a las autoridades, debido a que cada día se incrementa la población y, por ende, las demandas de empleo, transporte, centros educativos, comercios, hospitales y sobre todo de viviendas. Por ello se han aplicando políticas para controlar el crecimiento de las ciudades; sin embargo no han sido las adecuadas. La alternativa que han tomado las autoridades urbanas es generar mecanismos de urbanización a través de

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unidades habitacionales en las zonas limítrofes a las ciudades, que permitan resolver la demanda de viviendas, aunque resultan insuficientes por las características que se manejan en los distintos ramos de empleos, ya que uno de los requisitos para contar con la vivienda es que el solicitante tenga un trabajo estable, lo cual implica que las familias cuyas actividades sean temporales no tendrán acceso a una vivienda. Al respecto, Aguilera afirma que: la generación de suelo y vivienda, vía fraccionamientos ha satisfecho la demanda de los grupos sociales de ingresos medios y altos, sin embargo debemos decir que esta oferta del suelo y vivienda a través de los fraccionamientos solamente es asequible para 35% de la población, mientras que 65% de la misma, a través de esta figura legal, ha tenido una limitada oferta de suelo urbano (1993:22).

Los mecanismos para la vivienda han variado desde mediados del siglo pasado a la fecha; en un principio existían mensualidades congeladas sin importar el tiempo establecido para saldar la deuda; actualmente el pago mensual depende del salario que se reciba, así también el incremento anual está en función del aumento del salario percibido. En el crecimiento de las ciudades es necesario considerar distintos factores que intervienen de forma directa, como los cambios que el aumento de la urbanización introdujo no sólo en las redes urbanas como conjuntos nacionales, en su crecimiento, densidad y distribución, sino también en lo que atañe al crecimiento físico y comportamiento espacial de las ciudades. Esto implica que en los últimos veinte años se está presentando una política en cuanto a la construcción de las viviendas que va ligada a la lucha por el espacio. Al construirse un fraccionamiento en un área determinada, genera efectos colaterales en los terrenos contiguos, al incrementar su “valor y plusvalía”, convirtiéndose en áreas posteriores de urbanización y agilizando su incorporación al mercado de bienes raíces (Ciudad Satélite en Naucalpan, Villa de las Flores en Coacalco, Jardines de Morelos en Ecatepec, entre otros). Las ganancias del capital industrial, comercial o financiero son invertidas en desarrollos inmobiliarios, a fin de asegurar una mayor ganancia (casas de bolsa, bancos privados, constructoras y empresas inmobiliarias) (Aguilera 1993:23s).

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La aplicación de estos mecanismos es el resultado de que en las unidades habitacionales las casas sean reducidas; las dimensiones sólo se exceden cuando se trata de familias cuyo nivel económico se encuentra por encima de lo que puede percibir una persona por la venta de sus servicios, se está considerando en este caso lo que predomina en las familias mexicanas. Se toman en cuenta los mecanismos en cuanto al tipo de construcción para que los espacios sean aprovechados adecuadamente, sin embargo se presentan algunas desventajas: a) La primera corresponde al aspecto económico, la empresa constructora busca la forma de construir con menos recursos. b) Desde el punto de vista social, las viviendas son construidas para familias con pocos integrantes, no se toma en cuenta, para ello, las diferencias culturales que hay entre una familia y otra. c) Una de las características de las familias mexicanas es que éstas requieren un espacio amplio para desarrollar sus actividades, sobre todo porque los que han propiciado el crecimiento de las ciudades son gente que migra de las zonas rurales. d) Culturalmente las características de la vivienda no van acorde a las necesidades de cada familia, pero el hombre como ser pensante y actuante cuenta con esa capacidad de adaptación a distintos medios aun sabiendo de los riesgos que se tienen. e) Debido al espacio limitado de las unidades habitacionales, se propician accidentes, especialmente aquellos que se relacionan con los quehaceres en la cocina. En lo que respecta al desarrollo urbano, los fraccionamientos han contribuido al crecimiento anárquico de las ciudades, ya que al igual que las otras figuras legales (subdivisión y condominio) han sido los instrumentos que ha decretado el Estado para la autorización de la división y la comercialización del suelo, el cual

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se ha dado sin ningún orden urbano, ni mucho menos dentro de un sistema de planeación; a este respecto, cabe señalar que este último, fue implementado en el Estado de México a partir de 1983. Se han efectuado autorizaciones de desarrollo existiendo traslape parcial de propiedades (Valle Dorado y Lomas de San Mateo en Tlalnepantla). A través de la publicidad se venden viviendas con determinados servicios, equipamientos y cualidades ecológicas, pero al final de la comercialización, éstos son otorgados parcialmente. […] [En cuanto a la administración,] los fraccionamientos contribuyen a aumentar los ingresos municipales a través de los impuestos: predial, conexión de agua en bloque, el traslado de dominio, la licencia de construcción, por fraccionar, por el establecimiento de los sistemas de agua potable y drenaje entre otros. […] [Además,] al entregar los fraccionadores las obras de urbanización al Ayuntamiento, no se ha provisto el costo de su mantenimiento ni la prestación de los servicios públicos, de vigilancia y recolección de la basura, lo cual ha incrementado el déficit de los servicios públicos municipales, ocasionando por tanto oposición en la mayoría de los ayuntamientos para recibir estas obras (se calcula que 50% de los fraccionamientos no han sido entregados a los ayuntamientos en el Estado de México). […] [En el aspecto ecológico] se ha permitido la urbanización de zonas que no deberían haber sido destinadas para asentamientos humanos (la zona V de Ecatepec, que presenta problemas de estabilidad en los suelos, así como inundaciones, las zonas minadas de Atizapán y Naucalpan entre otras). Se han otorgado autorizaciones de fraccionamientos en zonas densamente forestales (zona del Lago de Guadalupe en Atizapán y Cuautitlán Izcalli). Se ha permitido la construcción de fraccionamientos en zonas de alto potencial agrícola (como en Metepec, Coacalco y Texcoco). Todos los fraccionamientos se construyeron sin ningún criterio de normatividad ecológica, lo que ha contribuido a deteriorar el medio ambiente (las descargas de los drenajes se vertieron sin ningún tratamiento hacia los ríos: Lerma, Cuautitlán, Verdiguel, la Compañía y los Remedios) (Aguilera 1993:25-27).

El crecimiento de las ciudades obedece a varios factores. En las dos últimas décadas, los centros urbanos han sido más bien antiguos pueblos que se han transformado por la instalación de industrias o por acción de fenómenos naturales. Al incrementarse la población en las ciudades, los parámetros que permitían determinar en qué momento la concentración de individuos consolidaba la ciudad dejaron de ser tales, en este sentido en la década de los setenta se consideraba que los distintos espacios geográficos con población mayor a 5 000 habitantes alcanzaban el rango de ciudad. En el territorio mexicano, debido al índice demográfico, este parámetro pronto fue rebasado porque existen áreas rurales donde la población es superior a la mencionada y se presenta escasez de servicios, que son elementales en cualquier tipo de ciudad.

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Actualmente con el establecimiento de las distintas unidades habitacionales, se han generado zonas conurbanas a las ciudades existentes, cuya falta de planificación, obliga a la gente a ocupar estos espacios sin medir las consecuencias inmediatas, mucho menos las futuras, en las que interviene el hombre y las condiciones físico-ambientales que serán determinantes para la forma y tipo de vida. Respecto a este rubro Harvey afirma lo siguiente: El suelo y sus mejoras tienen numerosos y diferentes usos que no se excluyen entre sí para el usuario. Una casa, por ejemplo, puede ser usada simultáneamente de muchas maneras diferentes. Proporciona: 1. Alojamiento 2. Una cantidad de espacio para el uso exclusivo de sus habitantes 3. Intimidad 4. Una localización mejor o peor con supuesto a los lugares de trabajo, zonas comerciales, servicio sociales, familia, amigos, etc. (y esto incluye la posibilidad de trabajar en la propia casa) 5. Una localización más o menos próxima con respecto a los focos de polución, zonas de aglomeración, zonas de delincuencia, gente considerada como desagradable, etc. 6. Una localización con respecto a un vecindario que tiene características físicas, sociales y simbólicas (status social) 7. Un medio de almacenar y aumentar la riqueza Todos estos usos, considerados en su conjunto son los que constituyen el valor de uso de la casa que tiene para su(s) ocupante(s). Este valor no es el mismo para todo el mundo tomando en consideración viviendas semejantes, así como tampoco es constante en el tiempo una misma vivienda para una persona (1989:165s).

Quizá uno de los problemas que presentan las ciudades, no sólo las de México sino de muchos otros países de América Latina, es aquel que corresponde a su planificación; el acelerado aumento de sus habitantes las consolida como grandes ciudades, tal es el caso del Distrito Federal. En los países europeos el término grandes ciudades se aplica para los espacios o ciudades con mayor población que se encuentran planificados y están previniendo de problemas futuros; en cambio para nuestro país las grandes ciudades se caracterizan por asentamientos informales. De acuerdo con Néstor García Canclini, En Europa y en las ciudades latinoamericanas formadas a partir de modelos europeos sobre todo españoles y portugueses, las ciudades han cumplido funciones modernizadoras e integradoras de los migrantes, tanto extranjeros como de regiones diversas del propio país. Si bien separando barrios ricos y pobres, centro y periferia, factores de conveniencia interétnica.

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Fue un modelo desigual pero en general menos segregante de articular lo local con lo que procedía de otras partes de la nación y otras naciones (2005:166).

En función de su crecimiento, las ciudades se caracterizan como: a) Lineales. Son aquellas que se ubican en franjas litorales estrechas y en valles, en las que existe la posibilidad de desarrollar vías de comunicación en toda la ciudad; sin embargo las desventajas consisten en tener grandes distancias entre los extremos y aun entre el centro y los extremos, lo que genera sobrecarga en la circulación del tránsito en las vías longitudinales. b) Extendida con prolongaciones y vías de comunicación. Este tipo de ciudades se ubica en planicies amplias, como la ciudad de México, presenta una relativa homogeneidad del núcleo, con distancias similares desde los diversos punto de la periferia y el centro; sus desventajas son su tendencia a producir agrupamientos compactos en el centro, dificultando así el crecimiento y expansión de actividades; la antieconómica explotación del transporte, al igual que los largos recorridos que unen áreas periféricas, dando como resultado vías sobrecargadas. c) Semicírculo con prolongaciones radiales. Este tipo de ciudades se ubica en planicies, a orillas de mares, ríos o lagos y a pie de cadenas de cerros o montañas con una planicie al frente; pueden crear subgrupos eslabonados en forma lineal, no obstante una de sus desventajas es su expansión periférica a lo largo de las rutas, y su congestión en el centro por la convergencia de vías de comunicación. d) Cerrada, rectangular o cuadrada. Común en el Mediterráneo, este tipo de ciudad cuenta con una extensión fácil de planificar; el centro está cerca de toda la periferia, tiene buena delimitación y distancias considerables entre los extremos.

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e) Irregulares. Se ubican en áreas con problemas topográficos e hidrográficos, aunque con la ventaja de estar rodeados de bellezas naturales y tener la posibilidad de desarrollar subnúcleos; sus desventajas, problemas de circulación e infraestructura de costosa y difícil implantación (Herrera 1976:25s). 75

También se relaciona con la caracterización de las ciudades, el vínculo directo de lo social y lo espacial, al que se suman otros criterios mucho más importantes, como lo señala Signorelli: El primero es el económico, y consiste en la verificación de las interdependencias entre la colocación espacial de un grupo y su participación en los procesos de producción; el segundo es [el] sociológico, y consiste en la verificación de las interdependencias entre la colocación espacial de un grupo y su papel en la dinámica social; el tercero es el antropológico, y consiste en la verificación de interdependencias entre la colocación espacial de un grupo y la construcción de su identidad en términos culturales, es decir, como percepción que el grupo tiene de sí mismo dentro de una visión general del mundo y de la vida mediata por un sistema de conocimientos y valores (1999:41s).

La clasificación de las ciudades que hacen los autores mencionados es pertinente; en especial la de Amalia Signorelli quien hace énfasis en los criterios económicos, sociológicos y antropológicos, pero sobre todo en la cultura de los habitantes de las ciudades, que es una postura con la que analistas sociales y estudiosos de la cultura estamos de acuerdo.

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BIBLIOGRAFÍA

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