PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA. Bogotá, Colombia

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Bogotá, Colombia APRENDIZAJES: MI EXPERIENCIA EN EL PROYECTO “ABUELOS Y ABUELAS CRIANDO NIETOS Y PRÁCTICAS COLABORA

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Bogotá, Colombia

APRENDIZAJES: MI EXPERIENCIA EN EL PROYECTO “ABUELOS Y ABUELAS CRIANDO NIETOS Y PRÁCTICAS COLABORATIVAS” DESDE UNA MIRADA PSICOANALÍTICA

Modalidad: Asistente de Investigación Proyecto de Investigación Docente

Por: María Alejandra Ladrón de Guevara Quintero Directora y Co-autora: Nubia Esperanza Torres Calderón

Trabajo de Grado 2014

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Tabla de contenido Introducción .................................................................................................................................................. 3 Explorando el camino ................................................................................................................................... 4 Escuchando a otros autores ....................................................................................................................... 5 ¿Cómo se hace?........................................................................................................................................... 11 El problema del espacio .......................................................................................................................... 13 Aprender de las experiencias de otros..................................................................................................... 15 El poder de la conversación ........................................................................................................................ 18 Primer encuentro ..................................................................................................................................... 18 Segundo encuentro .................................................................................................................................. 21 Reflexiones sobre la experiencia................................................................................................................. 27 Conversaciones entre la teoría y la experiencia ...................................................................................... 27 Conversaciones entre nosotras (Nubia y yo) ........................................................................................... 32 Conversaciones conmigo misma ............................................................................................................. 34 Referencias .................................................................................................................................................. 37 Anexos ........................................................................................................................................................ 38

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Introducción La Psicología es la herramienta que quiero escoger para hacer lo que me gusta. Esta fue mi respuesta cuando en la entrevista de admisión me preguntaron por qué quería estudiar esta carrera. Hoy, casi 5 años después, vuelvo sobre esta respuesta y me asombro de lo – intuitivamente – acertada que resultó esta afirmación. Desde que empecé a estudiar Psicología me sentí en una constante exploración, inicialmente queriendo encontrar respuestas, certezas. Sin embargo, mi acercamiento, no sólo teórico, al Psicoanálisis me fue mostrando puertas que lentamente quise ir abriendo para conocer el mundo desde una mirada en la que las certezas no valen de nada, en la que el no saber es la clave para conocer (Anderson, 1997), o como fue explicitado previamente por (Bion, 1996), no memoria, no deseo, no conocimiento. Oscilando entre esta búsqueda y las demandas académicas fui descubriendo qué cosas me resultaban verdaderamente importantes, perdiéndome a veces en el sobreestimado valor de una calificación o en el desarrollo de trabajos por deber y no por interés. Con cierta resignación deseé que mi trabajo de grado respondiera a mucho más que una obligación e intenté hacer lo que creía que estaba en mis manos para que así fuera. Pero las circunstancias fueron otras, y el semestre pasado inscribí la asignatura de Proyecto de Grado con una compañera sobre la base de que, sin importar las circunstancias, ambas necesitábamos cumplir el requisito. Por cuestiones de intereses académicos y teóricos, y diferencias en nuestras maneras de trabajar, la experiencia fue muy difícil. Luego de haber entregado, efectivamente, este primer requisito, me vi en la necesidad de evaluar por qué me sentía tan incómoda. Pensé que debía seguir cumpliendo con mi presunto deber, hasta que mi malestar explotó y supe que me estaba traicionando a mí misma. Supe que tenía que tomar una decisión – y un riesgo –, y fue este el momento en el que decidí separarme de mi compañera para darme la oportunidad de trabajar en un proyecto que me apasionara. Intentando resumir mis intereses, y con algo de la urgencia propia de estar en el último semestre del pregrado, busqué a mi profesora Nubia Torres, con quien había tenido una maravillosa experiencia en el Énfasis de Violencia Cotidiana desde la perspectiva psicoanalítica. Conté con la suerte de recibir en su respuesta una gran propuesta: participar en la construcción de su tesis doctoral. Sobre la base de su experiencia con comunidades y de su propia historia, la hipótesis que se planteó Nubia es que los abuelos y abuelas que crían a sus nietos se encuentran

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con una segunda oportunidad para criar sin las urgencias y preocupaciones que los inundaban cuando criaron a sus propios hijos, dándoles la oportunidad de participar de este proceso con mayor tranquilidad y disposición para responder a las demandas de sus nietos. El principal objetivo al plantear esta hipótesis fue poder conocer sobre estas experiencias narradas por ellos mismos, así como favorecer conversaciones que permitieran generar aprendizajes, aprender de la experiencia. Mi participación en el proyecto “Abuelas y abuelos criando nietos y prácticas colaborativas” ha sido, entonces, el fruto del buen timing, de un importante encuentro entre los intereses de Nubia y su trabajo para optar por el título de PhD en Ciencias Sociales, y mi búsqueda de un proyecto de grado que, a partir de una perspectiva psicoanalítica, me permitiera explorar, , la academia desde un lugar distinto a la mayoría de demandas académicas que conocí a lo largo de la carrera de Psicología. Adicionalmente, ha sido una gran oportunidad para asumir un compromiso social y de desarrollar un proyecto que pudiera contribuir a la construcción de aprendizajes dentro del contexto en donde se trabajó. Debido a que la competencia del abordaje psicológico frente a esta situación es muy amplia y ha sido el motor de varias reflexiones, esta se explicitará y desarrollará más adelante. Durante muchos años, el trabajo de Nubia ha estado vinculado con “la inquietud de trabajar en contextos externos al consultorio”, lo cual caracteriza como parte del creciente interés de los psicoanalistas actuales que buscan “aportar, desde su perspectiva, a la comprensión y al trabajo de temas y ambientes más allá del consultorio, lo que a su vez suscita interrogantes acerca de la “identidad psicoanalítica”. (Torres Calderón, 2005) Sobre esta base, quise conocer con mayor profundidad en qué consistía el proyecto, pues sus aproximaciones interdisciplinarias cada vez son más amplias.

Explorando el camino En nuestra primera reunión formal, Nubia me explicó cuáles eran sus necesidades y sobre qué aspectos creía que yo podría aportar: el proyecto surgió a partir de su inquietud al notar que cada vez son más los abuelos que asumen o participan activamente en la crianza de sus nietos, entonces la idea era generar espacios de conversación con estos abuelos para aprender de sus

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experiencias. Esta inquietud no necesariamente responde a una revisión histórica del tema, pero sí a una observación continua de los diferentes contextos sociales – fuera del consultorio – en los que Nubia se ha desempeñado como profesional y a nivel personal. Mi papel sería, entonces, hacer una revisión teórica general (no exhaustiva, pero suficiente para empezar a familiarizarnos con los temas) en relación a las propuestas psicoanalíticas de la posmodernidad y las prácticas colaborativas, así como acompañar los encuentros con los abuelos y escribir los respectivos protocolos. Además, como producto final, Nubia me pidió escribir un texto sobre mis aprendizajes a lo largo de la experiencia. Me gustó mucho esta propuesta, sentí que era bastante flexible y que correspondía a mis expectativas y a la forma en la que quería desarrollar mi tesis. Escogimos que la elaboración de los respectivos documentos se hiciera en inglés, ya que este es el idioma en el que Nubia entregará el trabajo requerido para optar por el título de PhD mencionado previamente. Escuchando a otros autores Enfrentándome a los residuos de la urgencia de encontrar respuestas, decidí acercarme a la teoría con la intención de entender sobre qué campo nos íbamos a mover – o nos habíamos empezado a mover sin que yo me diera cuenta. El primer texto que consulté y que me resultó muy útil para situarme fue “Psicoanálisis y cultura. Estados de ánimo contemporáneos” de Rosalind Minsky (2000). En la introducción del libro, la autora se plantea una serie de cambios experimentados por la cultura contemporánea que desencadenan unos malestares generalizables para la denominada cultura de occidente. Minsky (2000) propone como punto de partida una sensación contradictoria, pues pareciera que los cambios sociales, políticos y económicos que se están dando pretendieran globalizar al mundo, pero paradójicamente lo que esto ha generado es una profunda sensación de fragmentación. De igual forma, la cantidad de avances científicos que ha habido generan una tendencia muy fuerte hacia la racionalidad, limitando la experiencia humana y sugiriendo que es imprescindible adherirse a una única postura. A este respecto, Minsky (2000) introduce al psicoanálisis como una posibilidad para pensar y vivir el mundo actual de una manera más provechosa: "El conocimiento psicoanalítico sugiere que no podemos pensar de una manera adecuada en la inmensa complejidad y diversidad de la cultura y los cambios culturales si utilizamos solamente el lenguaje de la conciencia y la

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racionalidad." (Minsky, 2000, pág. 18) El propósito de la autora es exponer cómo es posible que los procesos inconscientes se hagan manifiestos en la cultura a partir de los enfoques modernistas y postmodernistas que serán explicados a continuación. Más adelante, Minsky (2000) se ocupa de caracterizar los enfoques modernistas y postmodernistas. La modernidad y postmodernidad corresponden a categorías que denominan una serie de condiciones sociales, económicas y políticas que devienen prácticas culturales específicas. Profundizando lo mencionado en la primera parte, la autora explica que el mundo se enfrenta a demasiados cambios a la vez, adquiriendo un ritmo difícil de seguir para la gran mayoría. El estilo de vida agitado y acelerado que predomina actualmente no deja mucho espacio para que el ser humano se ocupe de lo que siente, tan solo deja algo de espacio para intentar satisfacer las demandas sociales – y las individuales adyacentes – que trae consigo. Minsky (2000) toma como punto de articulación entre la postmodernidad y el psicoanálisis el aspecto emocional, proponiendo que "En el encuentro con las ideas psicoanalíticas es importante prestar atención a las resonancias emocionales que éstas desencadenan en nosotros ya que son ellas las que nos permiten llegar a un entendimiento emocional además de intelectual." (Minsky, 2000, pág. 20) La autora es enfática al proponer un camino tejido en el psicoanálisis que abra nuevas posibilidades de experiencias humanas más sentidas y menos prefabricadas. Ampliando su propuesta, la autora dice: ...el conocimiento de las ideas psicoanalíticas y el estar emocionalmente abiertos a ellas nos posibilitará quizá contar historias culturales nuevas y más auténticas, que pueden afectar radicalmente a la manera en la que pensamos acerca de algunos aspectos de la cultura y a lo que tratamos de hacer con ellos (...) la cuestión de si brotan originariamente de fuentes inconscientes seguirá siendo un enigma pero hay juego entre ellas, inevitablemente, una compleja dialéctica. (Minsky, 2000, pág. 20)

A propósito de las prácticas culturales que la modernidad y postmodernidad han traído consigo, Minsky (2000) entrelaza tres elementos que, a su parecer, favorecen una comprensión más profunda del tema. Estos elementos son el inconsciente, la identidad y la cultura. La autora dice que “…la cultura occidental contemporánea, crecientemente caracterizada por la fragmentación y la incertidumbre, provoca un alto grado de ansiedad e inseguridad, y un

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sentimiento subyacente de indignidad y falta de significado y valor en muchos individuos.” (Minsky, 2000, pág. 25) Estos sentimientos se vuelven una constante, pero el mundo va tan rápido que el ser humano no tiene oportunidad de simbolizar y entender qué es lo que le pasa, intenta pasar por alto estos sentimientos que no le resultan placenteros, pero no tiene éxito. Adicionalmente, es imprescindible considerar que si a nivel individual se enfrentan dificultades, a nivel social se puede experimentar una exacerbación de las mismas. Minsky (2000) menciona que la sociedad, en teoría, contiene a los seres humanos. Esta intención de contención se ha traducido en la formación de diferentes instituciones que de una u otra forma amparan al grupo social al que pertenecen. Sin embargo, la cultura postmoderna ha propiciado un escenario en donde no hay contención y en donde pareciera que las instituciones se desbordaran: …la cultura, a través de la creciente decadencia de las instituciones , que sostienen las necesidades humanas corrientes, y del sentido de interés mutuo (como la existencia de servicios de salud y bienestar de financiación pública), a menudo acentúa las ansiedades internas y el sentimiento de indefensión de muchas personas. El conocimiento psicoanalítico indica que esto encierra un enorme potencial de destrucción y de autodestrucción. (Minsky, 2000, pág. 25)

Así pues, los elementos inconscientes arraigan nociones culturales difíciles de digerir, aspectos del estilo de vida que hacen que los seres humanos sientan una constante preocupación e incluso hacen que se sientan desprotegidos. Luego de establecer los elementos del apartado anterior, Minsky (2000) establece relaciones más claras entre estos. Frente a la forma en la que se entrelazan dichos elementos, se afirma que “El inconsciente perturba y subvierte continuamente la consciencia y las “ordenaciones” culturales del significado, pero, como argumenta Freud, los individuos pueden resistir, crear, impregnarse de valores afectuosos y reparadores en las circunstancias más adversas y desmoralizadoras.” (Frosh 1991, en (Minsky, 2000, pág. 26) La experiencia humana es integrable en la medida en que las personas estén dispuestas a cargar de significado sus vivencias. La autora hace referencia al concepto del “sostén emocional” de Winnicott, pues cuando se da este tipo de experiencia “llegamos a ser capaces de tener un sentido bastante claro de la distinción entre fantasía inconsciente y “realidad” externa.” En

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consecuencia, ampliar esta capacidad “nos permite embarcarnos en modos de relación espontáneos en lugar de defensivos y en modos de vida realistas, creativos en imaginativos que no confunden constantemente nuestro con proyecciones de este yo en objetos u otros del mundo exterior”. (Minsky, 2000, pág. 26) Vale la pena aclarar que la integración de la experiencia no sólo se refiere a la dimensión individual. Minsky (2000) habla de cómo la interacción con otros es una fuente de conocimiento muy importante. La empatía, definida por la autora como “Esta capacidad para entrar intuitivamente en el mundo de otro, de ir por ahí en la piel de otra persona sin convertirnos en ella” (Minsky, 2000, pág. 28) se configura, entonces, como una fuente de conocimiento que privilegia la comprensión emocional e incluso intuitiva y no la comprensión teórica y la razón. La comprensión emocional de la experiencia humana, dice Minsky, indica que hace falta lograr una aproximación ecléctica, pues “Las teorías, al igual que nosotros mismos, tienen que aprender a vivir con la precariedad y las contradicciones.” (Minsky, 2000, pág. 29) De esta manera, la autora se dedica a explorar teorías psicoanalíticas como la freudiana y la teoría de la relación de objeto, pero debido a los intereses de este proyecto no hace falta desglosar esta discusión teórica. La principal conclusión a la que llega la autora – y a propósito de las actividades a desarrollar con los abuelos – es que “…necesitamos, para la producción de un conocimiento tanto emocional como teóricamente , evitar las posturas extremas de blanco y negro si dejan fuera grandes zonas del contenido de la vida y optar por una aproximación más ecléctica y matizada.” (Minsky, 2000, pág. 35) Sin lugar a dudas, el acercamiento a una propuesta como la comprensión emocional de la experiencia humana me llenó de emoción, de curiosidad y de inquietudes que supe que sólo sería posible abordar desde la misma experiencia, pues por la naturaleza misma de esta mirada, no es posible conocer exclusivamente desde lo teórico sino desde la interacción con otros basada en la empatía como la define Minsky (2000). Con el propósito de expandir el abordaje de la relación entre Psicoanálisis y posmodernidad, revisé el artículo “Los discursos de la posmodernidad, complejidad y

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psicoanálisis” de Rosa Mirta Goldstein de Vainstoc (1995), publicado en el volumen 52, no.1 de la Revista de Psicoanálisis. El propósito de este texto es establecer la relación entre complejidad, posmodernidad y psicoanálisis. Como este propósito no responde exactamente a los intereses particulares de este proyecto, escogí no profundizar en la discusión sobre el paradigma de la complejidad para enfocarme en lo dicho sobre el psicoanálisis y la posmodernidad. Desde el inicio, Goldstein de Vainstoc (1995) propone entender a la posmodernidad como “una época que plantea una nueva secularización que cuestiona la razón moderna en sus fundamentos más románticos y utópicos (…) la razón posmoderna “entroniza” lo inmediato y lo inmanente” (pp. 84-85). Este es un periodo de cambios, especialmente durante las décadas de los 60s, 70s y 80s en donde, a través de diferentes manifestaciones culturales, se refutaron ideas políticas y económicas. Goldstein de Vainstoc introduce una postura crítica al plantear que: Lo llamativo es la secularización del horror y el dolor y la saturación ante ellos de la conciencia colectiva. Esta saturación puede atribuirse a la exagerada oferta informativa, a la cotidianeidad de la violencia y la marginación social en las grandes ciudades y a una cierta perturbación en la erótica cultural: la exaltación de los excesos hasta el riesgo de la vida, la corrupción que se filtra en las relaciones más próximas, la búsqueda del goce imaginariamente total, de la acumulación de riqueza que no proviene del trabajo y la productividad, y más. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 87)

De esta manera, Goldstein de Vainstoc (1995) caracteriza a la sociedad posmoderna y sienta las bases sobre las que va a hacer una reflexión desde el psicoanálisis. Incluso, antes de establecer la relación entre los tres elementos mencionados en el título del artículo, la autora postula los principales argumentos de un debate que ella considera fundamental: modernidad versus posmodernidad. Goldstein de Vainstoc menciona que hay varios autores que argumentan que la modernidad y la posmodernidad no necesariamente tienen que ver con periodos cronológicos, sino con características específicas de la sociedad, de sus prácticas culturales, sus creencias y sus posturas políticas. Goldstein de Vainstoc dice, entonces, Considero “modernos” a la estética, la filosofía y el psicoanálisis que disciernen a partir de la paradoja del futuro anterior y del advenir siendo sido y rechazan la ontologización del sujeto absoluto. Considero posmodernos a los discursos que, tras aceptar este rechazo, incluyen al sujeto

10 Aprendizajes asombrado, al sujeto de la incertidumbre inventora (que difiere de la incertidumbre angustiosa, la perplejidad y la duda) y al sujeto a-nónimo (diferencio con esta puntuación el anonimato dialectizado con la autoría como problemática moderna, de otro estatuto del nombre como nominación – siguiendo a Milner – real, simbólica, imaginaria que Lacan retoma, y que deja de ser mera nomenclatura). (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 98)

Es claro que la autora se esfuerza por establecer diferencias bastante significativas a propósito del debate planteado. De esta manera busca mostrar “la transformación estructural interna que se produce en las teorías, como resultado de las nuevas lecturas que desacralizan los textos”. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 98) A la luz de estos enunciados, retoma al psicoanálisis y lo sitúa dentro de este debate diciendo que este fue y es historia, entonces no queda más que preguntarse cuáles condiciones teórico-clínicas son las que propiciarán la entrada del psicoanálisis en la historia que viene: Gracias a aquellos que se atreven a pensar nuevos caminos, el psicoanálisis deja atrás la idea de una complejidad evolucionista y arriba, entonces, al desafío de la complejización que quizá le permita acceder a su transformación y a una articulación con el futuro inestimable de la ciencia y de las demás disciplinas conjeturales. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 99)

La autora explica estos nuevos caminos a través de los principales conceptos atribuidos a la teoría psicoanalítica, tales como placer y narcisismo; retoma a Baudrillard y a su examinación del narcisismo especialmente para mostrar cómo se puede entender este concepto con mayor flexibilidad y de acuerdo al contexto actual. Luego de haber caracterizado los elementos anteriores, Goldstein de Vainstoc intenta establecer una relación entre transcursividad y psicoanálisis a modo de invitación a retomar y a volver a plantear problemáticas ya conocidas. Repensar estas problemáticas implica principalmente tres elementos: diferencias con el método intertextual y la teorización ecléctica; considerar si el psicoanálisis está dispuesto a admitir la “transdisciplina” y sus efectos; y la delimitación de los campos de conocimiento, “la idea vigente sobre la verdad y al uso de establecer un conflicto entre ideología y ciencia.” (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 100) La autora considera estos tres elementos para poder proponer un cambio estructural, “un punto de bifurcación irreversible y por lo tanto una deconstrucción”. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 101)

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Goldstein de Vainstoc (1995) concluye su texto cuestionándose sobre el futuro del psicoanálisis, afirmando que la responsabilidad recae nada más que en los analistas y que el desafío es “deconstruir” los fundamentos y construir un discurso abierto que invente nuevamente al sujeto (como lo hizo Freud hace cien años); por cierto que este será un sujeto producido por la dispersación, la disipación, el acontecimiento y el instante, la multiplicidad y la fractalidad, la incertidumbre, la entropía, el caos, lo infinito, la irreversibilidad del acto, el desvío y lo indiscernible. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 103)

¿Cómo se hace? A la luz de esta nueva claridad conceptual, pude acercarme a la comprensión de la mirada de mi profesora Nubia frente a situaciones sociales cada vez más comunes – como el cuidado y/o crianza de los nietos por parte de los abuelos. Vale mencionar que esta intención de trabajar con comunidades responde, sin lugar a dudas, a la profunda pasión que Nubia siente por el trabajo comunitario y la Psicología Social, así como a su interés por extender la experiencia psicoanalítica a contextos difíciles en donde pareciera que no hay lugar para esta mirada. Como ya se había mencionado anteriormente, sobre la base de su experiencia con comunidades y de su propia historia, la hipótesis que se planteó Nubia es que los abuelos y abuelas que crían a sus nietos se encuentran con una segunda oportunidad para criar sin las urgencias y preocupaciones que los inundaban cuando criaron a sus propios hijos, dándoles la oportunidad de participar de este proceso con mayor tranquilidad y disposición para responder a las demandas de sus nietos. Por la naturaleza del método y por los intereses del proyecto, no hay necesidad de que las condiciones de los abuelos y abuelas sean homogéneas, es decir, es bienvenida la variedad socioeconómica, cultural, política, emocional, etc. e incluso puede llegar a ampliar el campo de potenciales aprendizajes. Así pues, me fue posible empezar a imaginar cómo serían los espacios de conversación con los abuelos, al tiempo que descubría cómo yo misma conversaba con Nubia para tejer un posible significado – o tal vez generar una expectativa compartida – de lo que serían estos espacios. La metodología desde la cual quisimos explorar esta hipótesis es la de investigaciónintervención desde las prácticas colaborativas. Esta metodología ofrece un espacio en el que la

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investigación teórica y la intervención práctica se encuentran, se complementan y se desarrollan simultáneamente. Se responde a un criterio cualitativo desde el que se tejen historias cargadas de significado (asociado a la posmodernidad), propuesta alternativa a la tradicional verificación de hipótesis del método científico positivista (asociada a la modernidad). En relación a las prácticas colaborativas, “Harlene Anderson y Harold Goolishian (1988) (…) propusieron que los sistemas humanos son ‘sistemas de lenguaje generadores de significados’”. Los sistemas de lenguaje están integrados por las personas que están teniendo conversaciones en torno a alguna preocupación, objetivo o relevancia (…) no necesariamente está determinada por roles sociales o vínculos familiares, sino que depende de quién esté hablando con quién sobre un asunto importante para ambos.” (Tarragona Sáez, 2006, pág. 527) La investigación-intervención se enfoca en el proceso que se genera dentro del encuentro, siendo cada encuentro el objeto del análisis en sí mismo. El sujeto de trabajo es, entonces, el grupo como unidad en la diversidad compuesta por los participantes (Nubia Torres y Cecilia de Santacruz, 2011), lo que no excluye el desarrollo de procesos individuales, privados y/o silenciosos, pero que no son centro de la atención ni la comprensión dentro de este marco. Se apunta más bien a los procesos en curso, al devenir de las conversaciones, que dentro de cierta atmósfera creada y cuidada para la conversación, va dando paso a nuevas y creativas formas de pensar y entender el mundo. El propósito de este proyecto no es el de teorizar y hacer generalidades a partir de las experiencias, sino reconocer la existencia de infinidad de maneras de afrontar la situación – común a los abuelos – de participar en la crianza y cuidado de sus hijos, así como aprender de sus experiencias manifiestas en las conversaciones y fomentar un espacio de aprendizaje para ellos mismos a través de la formulación de preguntas para movilizar la conversación. (Bion, Aprendiendo de la Experiencia, 2008) Entonces, el conocimiento que buscamos trasciende el ámbito teórico. Nos basamos en las abstracciones que hemos podido hacer sobre la propuesta posmoderna a cerca del conocimiento, la cual “postula que éste [el conocimiento] está construido socialmente a través del lenguaje. Supone que no podemos tener una representación directa del mundo, sólo podemos

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conocerlo a través de nuestra experiencia del mismo” (Anderson, 2006) en (Tarragona Sáez, 2006, pág. 513) Siguiendo esta misma línea, la realización de los protocolos no busca lograr un análisis del discurso, sino recoger la forma en la que se desenvolvió el encuentro y las resonancias en quien elabora el protocolo. El problema del espacio La intención en un primer momento fue organizar encuentros periódicos con dos grupos: uno con los abuelos y abuelas de los bebés recién nacidos de la Unidad de Recién Nacidos del Hospital San Ignacio HUSI y otro con los abuelos y abuelas de los estudiantes del Gimnasio Sabio Caldas en Ciudad Bolívar. Por cuestiones de horarios, sólo me sería posible acompañar a Nubia a los encuentros en el HUSI los cuales se programaron para los lunes al medio día. Los encuentros en el Gimnasio Sabio Caldas estarían a cargo de Nubia solamente. Al inicio del semestre, Nubia y yo asistimos al menos 5 veces al HUSI con la intención de concretar los encuentros. Luego de que Nubia me presentara el espacio en el que trabajaríamos, hablamos de la posibilidad de diseñar un afiche para promocionar las reuniones. Para el diseño de dicho afiche, fue fundamental lograr una conexión desde lo emocional con los contenidos que se pretendía abordar, entonces remitiéndome a mi experiencia personal con mis abuelos y a experiencias cercanas de abuelos que cuidan a sus nietos, pensé en la imagen de 3 abuelos sentados en la banca de un parque observando a sus nietos jugar en el pasto mientras conversan entre ellos con tranquilidad. Consideré importante que la imagen permitiera que quien la viera pudiera relacionarse con agrado y se inquietara, sintiera curiosidad y se motivara a conocer el espacio propuesto. Con la ayuda de una persona cercana, mis ideas se tradujeron a una imagen que se convirtió en la promoción de las actividades, invitando a “Conversaciones sobre el cuidado de los nietos y nietas, Una oportunidad para aprender y construir en grupo”. La invitación daría la oportunidad a los abuelos y abuelas de participar libremente, de volver siempre que lo desearan y de no requerir el haber estado en reuniones anteriores para poder participar, teniendo en cuenta que la presencia de los mismos varía y está sujeta – entre otras cosas – al estado de salud de su familiar en la HUSI. Lamentablemente, a pesar de que ya se habían adelantado conversaciones con las personas encargadas de la unidad, se había hecho una importante gestión burocrática para la

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solicitud del espacio físico y para el desarrollo de la experiencia, y a pesar de que se contaba con el apoyo de la psicóloga de la unidad, nos encontramos con una serie de respuestas inciertas que no nos permitieron llevar a cabo los encuentros en la Unidad de Recién Nacidos del HUSI. Esta primera frustración me generó una serie de cuestionamientos en relación al funcionamiento de este tipo de instituciones que se explorarán más adelante. Mi primera reacción fue insistir para no perder las labores adelantadas, pero gracias a que pude conversar con Nubia sobre este asunto, pude ver que el hecho de no lograr que las cosas se dieran tal y como lo esperábamos no representaba una pérdida. Este fue mi primer gran aprendizaje, esta “pérdida” del espacio en el HUSI me forzó a ser más recursiva y a explorar posibilidades que estaban por fuera de mi campo visual. Pensando en otros posibles lugares en donde pudiéramos reunir personas con la situación común planteada, la siguiente posibilidad que exploramos fue el Centro de Atención e Investigación Integral Contra la Violencia Intrafamiliar CAVIF, lugar en el que actualmente hago mi práctica en Psicología Jurídica. De manera no sistematizada he observado que muchas de las personas que acuden a orientación psicojurídica en el CAVIF comparten la situación de ser abuelos criando o cuidando a sus nietos, o son padres que por diferentes razones se ven en la necesidad de solicitar a sus padres que se hagan cargo de los nietos. Esta observación me permitió pensar en que sería posible utilizar algún espacio físico del CAVIF, convocar a estas personas y propiciar conversaciones en torno a su experiencia. A la luz de esta posibilidad, cuadré un encuentro entre XM (no sé si se puede poner el nombre), la psicóloga encargada de las actividades de los practicantes en el CAVIF, y Nubia. Este encuentro se llevó a cabo a mediados de febrero, Nubia le explicó con mayor profundidad a Ximena de qué se trataba el espacio que queríamos generar, acordamos diseñar una propuesta por escrito que se ajustara a los requerimientos de la coordinación del CAVIF para que la estudiaran y un próximo encuentro para concretar la situación. En vista de esta nueva posibilidad, se ajustó el afiche para que pudiera ser usado tanto para el CAVIF como para el Gimnasio Sabio Caldas. Sin embargo, de manera implícita tanto Nubia como yo sentimos que debíamos explorar otras posibilidades. El CAVIF era una opción, pero si bien este espacio no se negó explícitamente, yo lo sentía muy ajeno al tipo de experiencia que queríamos favorecer. Probablemente esto último tiene que ver con que las personas que acuden al CAVIF suelen estar

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cargadas emocionalmente por situaciones urgentes, entonces esta carga ocupa un inmenso espacio que muy seguramente no deja lugar ni para participar en una conversación tranquila ni para reflexionar en torno a las diferentes temáticas que podrían emerger. Nos enfrentamos, entonces, a la continuación de la búsqueda de un espacio de conversación con los abuelos. Para este momento, tanto Nubia como yo estábamos empezando a respirar un aire de desesperanza porque sentíamos que no iba a ser posible concretar al menos un espacio de conversación. Nos reunimos para pensar este asunto y fue aquí cuando se me ocurrió contactar a una líder comunitaria del sector del 20 de Julio que es cercana a mi familia. Al hablar con ella, le conté sobre la intención del encuentro, explicándole la hipótesis de cómo la participación de los abuelos en la crianza de sus nietos les brinda una segunda oportunidad de criar sin urgencias y sin las preocupaciones que experimentaron al criar a sus hijos. Ella se mostró interesada y planeamos un – muy anhelado – encuentro. Aprender de las experiencias de otros Antes de enfrentarme a la reunión con el grupo de abuelos del 20 de Julio quise asegurarme de revisar al menos una experiencia relacionada con las prácticas colaborativas, pero especialmente con el No Saber. Con este propósito revisé el texto “’Not-Knowing’ and ‘Assumption’ in Canadian Social Services for Refugees and Immigrants: A Conversational Inquiry into Practitioner Stance” de Jan DeFehr, Omar Adan, Carmen Barros, Susan Rodríguez, & Sally B. Wai (2012). Los autores presentan este texto como un contraste profundo e instintivo entre las prácticas del No Saber y la asunción o suposición en los Servicios Sociales Canadienses. Adicionalmente presentan una reflexión sobre las críticas sobre el No Saber y ofrecen la posibilidad de conectar el No Saber a la vida cotidiana. De entrada, la estructura del texto me pareció muy diciente: en la primera parte, (DeFehr, y otros, (2012) se enfocan en brindar una contextualización exhaustiva, no sólo sobre su trabajo con los Servicios Sociales, sino de sus propias vidas. Este detalle me comenzó a acercar a una noción de cómo funciona el No Saber, pues muestra como un acierto el acercarse a la historia de cada persona, aceptar su significado y reconocer su valor. Con la intencion de articular esta introducción con la conversación central de esta experiencia, los autores señalan lo siguiente: “Since we are in dialogue, rather than ‘interview’

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mode, we proceed tentatively, feeling and sensing ‘how to go on’ this informal research project, just as we do within the social inquiry comprising our everyday collaborative practices.” (DeFehr, y otros, 2012, pág. 76) En este punto, los autores dirigen su atención a los orígenes del No-Saber y se remiten a Harlene Anderson, la pionera de este asunto. Anderson (2005) en DeFehr, y otros, (2012) explica que el origen del término es experiencial y se asocia a premisas filosóficas. Se sugiere que el nosaber no implicaba sólo la ausencia del conocimiento propio de la práctica profesional, implicaba una mayor presencia del cliente: “we have found that exploring and hearing about clients’ situations from a learning, or not-knowing, position creates an environment in which their concerns are expressed and talked about in new ways (…)” (Anderson 2005, en (DeFehr, y otros, 2012, pág. 78) De nuevo, la importancia de la experiencia trasciende la dimensión teórica: What we are interested in… is sincere and complete attention to the uniqueness, social context and history of each person’s concerns and ideas about what needs to be different. In our experiences, we have found that exploring and hearing about clients’ situations from a learning, or not-knowing, position creates an environment in which their concerns are expressed and talked about in new ways that lead to new outcomes, including new views of themselves and their situations. (Anderson & Levin, 1997, p 278 en DeFehr, y otros, 2012, p.79)

El no-saber ha recibido varias críticas, muy seguramente porque no es consistente con la urgencia global por obtener respuestas, especialmente respuestas pragmáticas. En la conversación central expuesta en este texto, los autores discuten algunos aspectos importantes con la intención de responder a las críticas. Una de las preocupaciones es que los profesionales son entrenados para saber, entonces es muy difícil dejar de saber lo que ya se sabe. Otra preocupación recae en el hecho de que el no-saber puede constreñir la sensibilidad del terapista frente a sus clientes. (Sutherland, 2007 en DeFehr, y otros, 2012, p. 79) Peter Rober (2005) agrega que, a su parecer, el no saber pone una atención desproporcionada en la experticia del cliente y esto disminuye el valor del conocimiento y experiencia del terapeuta. La respuesta de DeFehr, y otros, (2012) ante la crítica encuentra su soporte en varios autores, pues se detecta que la crítica está basada en nociones fragmentadas del no-saber y, en consecuencia, se pierde de vista el énfasis colaborativo en el que el no saber se enraíza.

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Adicionalmente, los autores consideran relevante explicar el significado de la conversación dialógica: un diálogo implica que todos los presentes participen sin requerir una organización jerárquica del grupo, lo cual significa que ni el profesional ni el cliente predominan en la conversación, la experiencia es un proceso con múltiples voces que buscan enriquecerse a partir de esa misma experiencia. El concepto de la “postura de asunción” o “posición de asumir” es retomado por uno de los participantes para ejemplificar lo que considera que normalmente sucede entre un cliente y un terapeuta. Frases como “yo sé lo que estás diciendo”, “sé cómo te sientes” o “sé cuál es el origen de lo que estás diciendo” suelen ser usadas con frecuencia por terapeutas, anticipándose a lo que en realidad el cliente tiene para decir. Esto genera una gran distancia entre el cliente y el terapeuta, pues el cliente se siente frustrado porque no lo han dejado hablar sobre sus sentimientos, entonces no tiene sentido hablar de entender si ni siquiera se ha escuchado. Susan, una de las participantes y autoras del texto, utiliza una metáfora muy pertinente para describir esta postura o posición de asumir: ella habla de “unpalatable sameness” (mismidad desagradable). En sus propias palabras, It’s like food being served in the plate, you have no choice, you have to eat it, you have no choice. The services are the same. When you talk to the counselor, it’s already there – they just have to follow it. (DeFehr, y otros, 2012, pág.80)

La parte final de este texto está dedicada a los temas que se discutieron durante la conversación, en relación a los servicios sociales en los diferentes países y a los inconvenientes a los que cada uno se ha enfrentado desde que llegó a Canadá: una formalidad estremecedora que choca con sus culturas, el diagnosticar, patologizar y medicar personas pensando que esto podría resolver un asunto social y psicológico, y la constante carencia en la escucha que se mencionó anteriormente. El texto concluye con una reflexión sobre extender el diálogo del no-saber no sólo a instancias académicas, sino a nuestras vidas: How can we meet with persons who have immigrant and refugee status in ways that respect and honor their unique life experience, their communal contributions and accomplishments, their relationships, abilities and aspirations? Our spoken conversation this evening invites us to meet our clients as fellow learners, as active listeners who will

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not correct or rush the stories we hear. (…) Rather than adopt “a stance of assumption” that requires practitioners to perform as authoritative leaders, analysts, diagnostic experts, or elite strangers-behind-desks, we can come alongside one another, like the “bread seller” and the community “elder”, meeting persons new to Canada as hospitable neighbors and fellow members of the community. (DeFehr, y otros, 2012, pág. 86)

El poder de la conversación Finalmente, luego del largo proceso que atravesamos para lograr concretar un encuentro con un grupo de abuelos y abuelas que estuvieran a cargo de sus nietos, logramos concretar una primera reunión con un grupo de mujeres del sector del 20 de Julio. La actividad se programó para el sábado 15 de marzo a las 2:00pm. Se tuvo la intención de hacer al menos tres reuniones más, pero por dificultades con los horarios tanto de las mujeres que querían participar, como de las ocupaciones de Nubia y de mi práctica, sólo logramos hacer un encuentro más, para un total de 2 reuniones. A continuación expongo los protocolos realizados sobre ambas sesiones, no sin antes recordar que la pretensión de estos no es generar un análisis del discurso ni una transcripción literal desde una postura convencional de investigadores, sino narrar la experiencia reconociéndonos a todos como parte de la misma, pero manifestando las resonancias que los contenidos del encuentro suscitaron en mí. Primer encuentro El encuentro comenzó alrededor de las 2:40pm, un poco más tarde de lo planeado porque nos demoramos (Nubia y yo) más de lo esperado, tal vez por la lluvia, la distancia que había que recorrer y el hecho de no conocer el lugar hacia donde nos dirigíamos. Cuando llegamos, había 4 mujeres, incluyendo a MI (la líder comunitaria con la que establecimos el contacto), dos niñas – hijas de una de las mujeres –, un niño, Nubia y yo. Nubia inició agradeciéndoles por su asistencia; explicó que cuál el propósito principal de la actividad y con esto generó una atmósfera cómoda para que se sintieran libres de hablar al respecto. Mientras tanto, las niñas trajeron algunos platos y vasos para que yo pudiera servir los tamales y jugo que queríamos compartir con ellas. Las mujeres se miraron entre ellas y dijeron que ellas preferían llevarse los tamales a la casa. MI les dijo que no nos rechazaran, que fueran educadas y se comieran la comida, pero era evidente que se iban a llevar los tamales a las casas. (Esto fue un poco

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incómodo, la situación me hizo pensar en experiencias previas en las que la gente asistía a ciertas actividades que yo había planeado simplemente a recibir algo material que pudieran llevarse a casa). Una de ellas comenzó a hablar, no estaba muy segura de si lo que iba a decir “pertenecía” al propósito del encuentro. Dijo que de acuerdo a su experiencia, ella falló bastante con la tarea de ser mamá, pero que, de hecho, el haber sido una mala mamá era su manera de aprender cómo ser una buena abuela. Explicó que ella había sido muy dura con sus hijos, los golpeaba sin razón alguna (o de pronto por muchas razones que no tenían que ver con ellos), y no los apoyaba en nada. Todas las demás asintieron y nos hicieron saber con sus gestos que habían pasado por la misma situación. Estuvieron de acuerdo con que fueron este tipo de madres por sus situaciones: todas eran muy jóvenes – adolescentes – cuando tuvieron a su primer hijo, no tenían muchos recursos económicos, no habían planeado quedar embarazadas, e incluso una de ellas fue desplazada por la violencia. Desde este momento, el encuentro sufrió una gran transformación: de una manera implícita, el objetivo principal había dejado de ser hablar sobre sus experiencias como abuelas, ahora el encuentro se había convertido en un espacio catártico en el que todas estaban buscando deshacerse de sus nudos en la garganta, de un montón de experiencias dolorosas. (Yo pensé en interrumpirlas para redirigir el encuentro, pero luego caí en cuenta de que esto también era importante para ellas, no podían hablar de otra cosa antes de digerir estas experiencias dolorosas) Una de ellas, M, habló la mayoría del tiempo. Nos contó la historia de su vida, de sus 12 hijos e hijas, sus enfermedades, los problemas de salud de su esposo, todas las dificultades que han tenido que enfrentar debido a la falta de recursos económicos, etc. (En este punto, yo intenté ponerle atención a alguien más, a la nieta de MI, a las niñas y especialmente a las otras mujeres que querían hablar, pero no sabían cómo hacer para que su compañera se callara para darles una oportunidad). Luego de un rato, M señaló que ella sentía que estaba siendo una madre distinta con sus hijas menores – las niñas que estaban con nosotros – y que le agradecía mucho a Dios porque ellas eran niñas decentes, iban al colegio y no gastaban mucho tiempo en las calles. (Para mí fue una sorpresa que ellas fueran hijas de M, yo pensaba que eran las nietas. Las historias de esta mujer me hicieron sentir que ella no tenía mucho control sobre su vida, el tono que usaba para narrar sus historias transmitía una carencia de participación, ella utilizaba expresiones como “lo que me ha tocado” y “lo que me ha traído la vida”, insinuando que ella era sólo un títere controlado por su destino. Este tipo de perspectiva me hace sentir desesperanzada, pues ver cómo la gente, especialmente las mujeres, se acostumbran a sufrir

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asumiendo que esa es la vida que les tocó me hace pensar en que la sociedad ha sido dañada en niveles muy muy profundos) Todas las demás estuvieron de acuerdo con que las niñas eran queridas y obedientes. Mencionaron cómo actualmente es casi imposible proteger a sus niños de los peligros, de “las calles”, drogas, alcohol, delincuencia, etc. MI empezó a hablar, dijo que ya era el momento de hablar de su vida (y yo me alegré de escuchar una voz de alguien diferente a la M. Además pensé en que de pronto MI iba a traer de regreso el tema de la experiencia como abuelas) Mientras tanto, otra mujer llegó; se disculpó por llegar tarde y explicó que tenía que servirle el almuerzo a sus hijos (a veces me molesta oír este tipo de cosas porque me hace sentir que las mujeres hemos sido quienes más hemos mantenido el machismo. Antes, en el encuentro, M se había referido a su hijo que ya es adulto como “el niño”. Ambas cosas me hicieron ver que ellas realmente creen que los hijos adultos no son capaces de hacer muchas cosas sin ellas, como servirse su propio almuerzo) MI siguió hablando. Narró una experiencia horrible que había tenido la noche anterior, en la que un adolescente (no entendí si él era su sobrino o si estaban relacionados de otra forma) había tocado a su puerta pidiéndole que lo dejara entrar. Ella no entendía lo que estaba pasando hasta que miró a su alrededor y vio al menos 12 hombres con las caras cubiertas, cada uno con un arma gigante. Todos estaban parados alrededor de la cuadra, ella oyó a dos de ellos decir “uno menos, uno menos”, insinuando que iban a matar al adolescente. Esta situación parecía resultarles normal a las demás; la señora que había llegado de últimas mencionó que algunos de esos hombres habían ido al restaurante que ella atiende con su familia, que se habían tomado un café y nada más. Una de ellas dijo que ellos eran del ejército (en este punto sentí que era necesario explicarles que muy probablemente esos grupos no eran del ejército, sino que eran grupos paramilitares que se mueven por la ciudad haciendo “limpieza social”, lo que significa que literalmente “limpian” algunos barrios matando gente que, de acuerdo a su criterio, contamina la ciudad con lo que hace, o gente que no atiende un toque de queda) La mayoría se lamentó por lo sucedido, MI contó que hubo un punto en el que sintió que lo único que podía hacer por ella era rezar, pues ella y el adolescente estaban muy asustados. La señora del restaurante dijo “ah pero eso sí, ¿quién le manda a ese muchacho a estar por fuera en la noche? Él se lo estaba buscando”. (Creo que tanto a Nubia como a mí nos generó una reacción fuerte lo que la señora acababa de decir, estábamos sorprendidas por la falta de sensibilidad en sus palabras. Sentí como si ella ni siquiera estuviera hablando de un ser humano) Las otras mujeres la quisieron hacer reflexionar frente a qué hubiera pasado si ese adolescente en peligro

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hubiera sido uno de sus hijos o parientes, pero ella respondió que incluso en ese caso, hubiera sido culpa del muchacho. (Me sentí muy triste; sentí una horrible presión en el pecho porque no quería creer que el conflicto armado hubiera penetrado la vida de estas personas de tal forma que en verdad estuvieran empezando a creer que ellos son culpables por estar metidos ahí en el medio y son responsables de lo que les pase. De nuevo me sentí desesperanzada) Este tema no se cerró, la conversión se difuminó. Nubia y yo empezamos a cerrar el encuentro, pero ellas insistían en hablar sobre sus tragedias. (Yo estaba preocupada porque sabía que Nubia tenía otra actividad a las 4pm y ya eran las 3:30pm. Además, sentí que ya no podía oír más de sus historias, caí en cuenta que yo no estaba manejando el espacio como uno catártico, sino que a cambio me había puesto en la posición de una caneca en la que ellas estaban botando todos sus desechos. Tenía mucho susto del lugar, quería irme, pero tenía miedo de ser observada mientras nos íbamos) Cuando por fin cerramos la reunión, una de ellas, quien no había hablado casi, nos dijo que ella nos iba a contar su historia en el próximo encuentro, que se sentía muy bien el ser escuchada entonces que quería hablarnos sobre su hijo al que asesinaron. MI se disculpó por no haber hablado sobre lo que nosotras queríamos oír, se excusó a sí misma y al grupo por habernos contado todas esas historias, pero Nubia y yo le dijimos que estaba bien, que era importante para ellas encontrar espacios en donde pudieran manifestar este tipo de cosas para seguir adelante. Ellas quisieron comprometerse a que en el próximo encuentro se mantendrían concentradas en el tema propuesto. Segundo encuentro El encuentro se programó para el viernes 16 de mayo a las 9:00AM. M, la líder comunitaria previamente mencionada, no podía estar en el encuentro porque tenía que trabajar, pero convocó a un grupo de mujeres que estaban dispuestas a participar durante 1 hora. Para este encuentro el ánimo fue muy distinto. A pesar de los varios inconvenientes que hubo y de que no se pudieran llevar a cabo la cantidad de encuentros que queríamos, fue necesario el espacio entre el primer encuentro y este porque nos permitió digerir algunos elementos de la reunión pasada que habíamos encontrado difíciles de manejar. Incluso el transporte se sintió mucho menos difícil, pudimos hacer un mejor cálculo y llegamos con suficiente tiempo para empezar la actividad en punto. Cuando llegamos al lugar en el que se llevaría a cabo la reunión, nos estaban esperando algunas de las participantes, quienes ya nos conocían. Nos sentamos con ellas, Nubia

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hizo una contextualización sobre la temática que proponíamos, la invitación a hablar de cómo es la vida cuando uno es abuelo o abuela y cómo – a propósito de la hipótesis que ella misma formuló – cada vez los abuelos tienen más tareas. Desde este momento, MC, una de las asistentes quiso hacerse escuchar y complementó la hipótesis de Nubia mencionando que cada vez los abuelos tienen más responsabilidades, atribuyéndoselo al cambio de épocas y a lo que ellas vieron en sus mamás cuando eran pequeñas en contraste con lo que se ve ahora. (Sentí que este momento era mágico, no podía creer que la primera participación fuera tan diciente en relación al tema que nos convocaba. Creo que una parte de mí todavía estaba predispuesta y pensaba que en cualquier momento el tema se iba a desviar y se iba a utilizar el espacio como uno catártico. Me alegró que no fuera así) MC lo planteó como un dilema, pero luego afirmó que la tarea de ser abuela le parece más fácil por ya haber tenido una experiencia de crianza previa, “de pronto si uno cometió algún error con los hijos pues uno ya no quiere ir a cometerlo con los nietos”. Nubia le preguntó cuáles eran esos errores que ella creía que había cometido con sus hijos, a lo que respondió que el haberlos dejado solos, encerrados en la casa, y que ella ya no se sentía capaz de dejar a sus nietos. E aprovechó para describir qué hacía ella con sus hijas cuando ellas tenían 4 y 5 años, mencionando que en esa época a ella le tocaba salir muy temprano de la casa; lo que hacía era dejarles comida muy caliente metida en la canasta de la ropa, de tal forma que se mantuviera el calor y a las niñas no les tocara usar la estufa, les indicaba en qué posición tenían que estar los palitos del reloj para que supieran a qué hora debían comer. (Esta historia me conmovió mucho. Me impresionó el aprendizaje tan inmenso que había implícito en la narración de esta mujer, sentí que era una lección sobre la recursividad en medio de situaciones que parecen no tener salida) Reconoció que le daba mucho miedo dejarlas solas porque no quería que pasaran por lo que ella pasó cuando sus papás la dejaron sola, además que ellas eran niñas, por lo que no se sentía cómoda con la idea de dejarlas con alguien más, entonces que hacía lo que estuviera a su alcance para no desprotegerlas, como por ejemplo recomendarle a la vecina que “les echara un ojito por la ventana”. (Inicialmente cuando vi que se daba por entendido que el ser niña tenía otras implicaciones, pensé en cómo refutar esta postura, pero luego simplemente me dejé llevar por el relato y por la sospecha de que estas nociones estaban fundamentadas en experiencias más reales que mis conocimientos teóricos) Para este momento, habían llegado nuevas participantes, entonces eran en total 5 mujeres del 20 de julio más Nubia y yo. Las nuevas participantes se vincularon a la conversación con interés y agrado. MC participó

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mencionando que a ella nunca le gustó dejar a los niños encerrados porque le daba miedo. Estuvieron de acuerdo con que ahora era más fácil porque ya no tenían tantas obligaciones, casi todas se dedican al hogar y al cuidado de sus nietos mientras los padres de los mismos se van a trabajar. J, la mayor del grupo, (una señora que me generó una profunda dulzura, creo que define mi imaginario de abuela) intervino para decir que “ahora una está más tranquila porque antes mientras trabajaba no podía ni hacer nada porque la preocupación no la dejaba trabajar”. Ella no tuvo que dejar a sus hijos al cuidado de nadie más porque vivía en el campo y trabajaba desde la casa. (Creo que fue la manifestación más clara de cómo se puede aprender de la experiencia de los demás, a pesar de que ella no tuvo que dejar solos a sus hijos, puede imaginarse el malestar que se genera porque lo ha visto muy de cerca en sus compañeras) Cuando se les preguntó por los aprendizajes, una de ellas dijo que la responsabilidad pertenece más a los papás de los niños que a ellas como abuelas porque ellas no pueden, por ejemplo, pegarles. “Uno a los hijos los educaba a su manera, pero a los nietos no va a poder pegarles (…) son los papás los que tienen que saber cómo los van a educar”. M, la última en llegar – que había estado en el anterior encuentro – intervino para decir que hay que corregirlos “lo normal” porque tampoco van a permitir que sean irrespetuosos con los abuelos. “Uno los ayuda a criar, a formar (…) toca irlos controlando, pero tampoco uno no puede ser brusco”. Retomando esta diferencia entre el haber sido madres y el ser abuelas, una de ellas menciona que “ya no se les puede pegar porque lo demandan a uno”. S, que no había hablado, comenzó a narrar lo que sucede en su caso: ella pasa más tiempo con los nietos que la madre de los mismos, admite que ella les pega, “es que yo le digo Dylan, haga la tarea, y yo sé que él la sabe hacer, pero empieza a hacer unos mamarrachos que no y entonces yo le advierto, le dijo que ya le dije que hiciera la tarea y luego es que toca poner orden”. A raíz de esta participación se generó una reflexión sobre si golpean a sus nietos o no. Nubia les preguntó si a ellas las habían golpeado de chiquitas. Cada una recordó sus “pelas”, la mayoría mencionaron que los golpes eran una constante en su crianza. Sólo una, J, dijo que ella no había sido criada con golpes porque ella era muy juiciosa. Entre risas y chistes, E dijo que a ella no le hacía falta pegarles porque “todos me dicen que tengo un régimen militar”. Contó que sus familiares le mandan a sus respectivos niños cuando estos están demasiado rebeldes porque ella logra “enderezarlos”. Para todas fue una controversia que esto sucediera, no les parece correcto que un padre no pueda hacerse cargo de su propio hijo y se lo tenga que mandar a alguien más. MC hizo una observación frente a lo que percibe en la forma en la que su hija, y

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muchos otros padres, crían a sus niños: mencionó que es contradictorio porque en un primer momento los golpean fuerte, pero luego van y les piden disculpas por haberlos golpeado. Ella localiza uno de los principales errores de la crianza en este hecho. Nubia notó que a E se le aguaron los ojos cuando se hablaba de los golpes que ellas habían recibido y le puso este aspecto sobre la mesa. Ella narró que, efectivamente, recordaba unas “pelas” demasiado fuertes porque al papá le molestaba profundamente que ella se hubiera ennoviado con su actual esposo. La situación empeoró cuando ella supuso que si quedaba embarazada su papá dejaría de pegarle, porque cuando esto sucedió “me gané una muenda peor”. Otra de ellas comentó que gran parte de los golpes que había recibido de niña se debían a que su padrastro golpeaba muy fuerte a su mamá, entonces ella se metía a defenderla y “llevaba del bulto”. Esta resultó ser una situación común para todas, pues sabían por experiencia propia o experiencias muy cercanas que era demasiado frecuente que los esposos golpearan a las esposas y que los hijos siempre saltaban a defender a sus mamás en estas situaciones. Esta vez, Nubia planteó la idea de haber aprendido a castigar sin dañar. Nuestra participante explicó que lo que ella hacía era plantearles a los niños que "En esta mano el pan y en esta el rejo" para que ellos escogieran cómo actuar y de esta forma obtener cierta consecuencia. (Inicialmente sentí que esto que decía esta mujer era muy hostil, la juzgué un poco por intentar funcionar a punta de amenazas. Luego, gracias justamente a lo emotivo de sus narraciones, entendí que esta forma de proceder no es gratuita, es la mejor forma que ella ha encontrado para proteger a sus niños y no es susceptible de ser juzgada como buena o mala) Varias hicieron la observación de que no estaban de acuerdo con que uno mandara a su niño con una tía para que esta lo corrigiera, creen que esto implica que no haya respeto por la mamá. MC dijo “uno es el que se mete en esto entonces uno mismo debería responder”. S dijo que ella pasaba por una situación así: su sobrino tiene una muy mala relación con su mamá y sólo se la lleva bien con ella. Ahora que ya está grande, acude a su tía y no a su mamá. Ella refiere que esta es una situación muy dolorosa para su hermana, todas están de acuerdo con que si ellas estuvieran en la posición de esta mamá, se sentirían muy tristes y frustradas. Salió a flote el comentario de que lo que se necesita es paciencia para todo. (Me pareció muy bonito que ellas reconozcan en la paciencia una solución, da cuenta de la disposición que tienen para recibir los contenidos que sus niños les traigan, más allá de la adversidad de cada una de sus circunstancias) En relación a la misma historia, MC dijo que “desde pequeños hay que corregirlos porque sí no luego le pegan a uno.” Nubia señaló que esa era una de las maneras, lo que motivó a J a

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compartir su experiencia de haber sido criada sin golpes. “Hay unos hijos que se hacen pegar mucho y otros que nada porque son obedientes”, dijo E y todas parecieron estar de acuerdo. (Para este momento caí en cuenta de que el grupo era una verdadera unidad, sentía que todas estábamos pudiendo conocer la experiencia de las otras genuinamente) E agregó que a ella le pasaba que su hijo mayor le reclamaba porque prefería al hijo menor. Todas se rieron y dijeron que eso también les había pasado a ellas, la sensación general es que “uno les acolita más a los menores”. S empezó a hablar sobre la muerte de su esposo y explicó que este hecho la había hecho aferrarse mucho a su hija menor, entonces que evidentemente la relación con sus hijos era distinta. Todas estuvieron de acuerdo, E agregó que consideraba que era mentira cuando alguien decía que quería a todos los hijos por igual porque uno como madre lo siente. Nubia dijo que tal vez sí se quiera a todos, pero a cada uno lo quieren de una manera en especial. Todas admiten que es cierto, por las anécdotas que han compartido parece entenderse que la relación con los hijos no sólo está sujeta a la forma de ser de ellos sino a una situación familiar. Para uno si aplican las normas y para el otro no, no saben por qué les ha pasado esto. S dice que "Hay algo en el corazón que le dice a uno que sea distinto con uno… a veces el más consentido es el más rebelde". MC trae a colación una historia de cuando su hija estaba embarazada y borracha, dice que esa vez tuvo que darle una muenda porque lo que estaba haciendo se salía de los límites. Luego agregó que "Pueden tener las pelotas más grandes que quién sabe qué pero a mí me respetan, yo les puedo pegar aunque no lo haga". Todas se rieron y luego J agregó que afortunadamente no ha tenido ningún regaño feo con su hija y todas consideran que es una bendición. Nubia plantea que es curioso que para hablar de ser abuelas inevitablemente hablen de ser mamás. MC se refirió a la situación con sus hijos y dijo “Uno les colabora, pero no le quitan la responsabilidad. Uno nunca le dejó los hijos a nadie entonces por eso es que coge responsabilidad.” Se les preguntó cuál era la razón por la que decidían cuidar a sus nietos, S dijo que ahora hay mucha maldad a comparación de antes. Ella narra que ella tomó la decisión de dejar de trabajar para poder hacerse cargo de los nietos y manifiesta que de esta manera ha estado más tranquila. MC pone el ejemplo de que cuando los niños no comen ella los paladea y les insiste, pero en el jardín los dejan así entonces por eso no le gusta llevarlos. Todas comparten sus observaciones frente a sus propias prácticas para alimentar a los niños y luego, en conjunto, reflexionan de nuevo sobre las maneras de cada cual. S contó una anécdota en donde su nieto le decía “Tita paladéame” . Todas nos reímos y Nubia le preguntó por qué razón lo paladeaba. S

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respondió que lo hacía porque se parece a su esposo, porque le gusta. MC dijo que a ella no se le da lo del paladeo, cree que sí uno los consiente los daña. J dijo que cuando están enfermitos los paladea. Nubia les preguntó si ese cariñito les parecía rico. MC dijo que sí, “pero conmigo nunca lo hicieron entonces por eso tampoco lo hice ni lo hago. Yo creo que si lo hubiera recibido, lo haría.” M comentó que “lo mejor es hacer las cosas con amor, darles la comida con amor porque sí no, como que les sienta mal.” Debido a que ya se había pasado la hora ofrecida por ellas, Nubia formuló una pregunta para cerrar: ¿qué quisieran dejarle a sus niños? J dijo que el buen ejemplo y el buen trato con la mamá, el respeto. Todas se complementaron y pusieron ejemplos. E narró un episodio en el que el Bienestar Familiar la citó por haberle pegado a su hija, contó que la razón por la que la había golpeado tan fuerte era porque “la niña, que sólo tenía 12 años en ese momento, se estaba besando con un muchacho y además le estaba cogiendo la hmm …”, explicó que su manera de confrontar a los funcionarios del Bienestar Familiar fue diciéndoles que si ellos creían que podían ofrecerle una mejor crianza que la que ella intentaba lograra a la niña, bien podían llevársela. (Al principio me pareció muy desafiante la historia que estaba narrando y pensé que quería lucirse, pero luego vi en su expresión un sentimiento tan genuino que me hizo sentir que esa era la narración de una madre que haría cualquier cosa por el bienestar de sus hijos) Nubia afirmó que todas son mujeres verracas y que era natural que quisieran dejarle algo a de sus aprendizajes a los niños. M dijo que como reflexión final quería decir que nada en sus vidas sería posible sin la presencia de Dios porque él era el único que les podía dar paciencia y sabiduría. Todas estuvieron de acuerdo y reflexionaron sobre cómo ya no se les enseña a los niños a querer a Dios, a respetar las capillas, entre otras cosas. M empezó a contar su situación actual con su esposo, pero ya no en relación al ser abuela sino a la presencia de Dios en su vida. (Sentí un poco de fastidio y miedo al sentir la posibilidad de que se abriera un espacio catártico tan denso como el del anterior encuentro). Permitimos que M hablara un rato, pero luego Nubia cerró la conversación entregándonos un detalle que nos había comprado: a cada una nos dio una vela y un paquete de colombinas. La sensación de gratitud por el espacio era general, tanto Nubia como yo nos veíamos muy satisfechas con la conversación que se había dado, y todas ellas expresaron que les parecía muy chévere lo que se había hecho; incluso se inquietaron por conocer si Nubia hacía talleres o si se podía programar otra reunión. E comentó que “De pronto es muy bonito porque pongamos uno aprende de ella, aprende de ella, [señalando a sus compañeras] y digamos yo voy al hospital yo siempre me hago al pie de una viejita y yo le busco

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la charla y le digo que cómo es todo porque uno aprende (…)”. S mencionó que “bueno y un momentico en el que uno como que se desconectó de la casa, pues eso le ayuda a uno, aprende uno de las demás personas”, y M la complementó diciendo “sí, escuchar y oír, aprender de nosotras mismas”. Hablamos de la posibilidad de volvernos a encontrar para conversar sobre otros temas propuestos por ellas y de esta manera concluyó el encuentro.

Reflexiones sobre la experiencia La gran experiencia narrada previamente favoreció muchos procesos. Además de permitir abordar los objetivos establecidos, generó muchísimos aprendizajes que yo no había contemplado en un primer momento. En esta sección pretendo hacer una compilación de estos aprendizajes, a partir de 3 categorías: conversaciones entre la teoría y la experiencia, conversaciones entre nosotras (Nubia y yo), y mis reflexiones.

Conversaciones entre la teoría y la experiencia Mi primera reflexión tiene que ver con lo satisfactoria que fue la exploración de una metodología en la que la teoría y la experiencia caminaran de la mano y no se entendiera a una en función de verificar a la otra. Desde que me empecé a familiarizar con la teoría psicoanalítica, la encontraba fascinante y apasionante, pero no lograba ver cómo era posible trasladar esos conocimientos a un contexto real, especialmente al difícil contexto colombiano. Esta experiencia ha sido una muy bonita manera de reconciliar estos aspectos – teoría y experiencia – para desmentir la creencia, muy fuertemente arraigada en mí, de que en el escenario profesional de los psicólogos tocaba poner necesariamente a uno sobre el otro. Siguiendo a Minsky (2000), he de decir que efectivamente esta experiencia me ha permitido empezar a concebir al psicoanálisis como una posibilidad para pensar y vivir el mundo de una forma más provechosa; afirmo que vale la pena ampliar el marco y trascender la racionalidad para abrirse a este tipo de experiencias, no sólo porque la cualidad del conocimiento que se genera se siente más enriquecida, sino porque, al menos en mi experiencia, me ha dejado un conocimiento que trasciende lo teórico y lo académico, a tal punto de poder considerarlo como un estilo de vida.

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Las respectivas caracterizaciones de la modernidad y la posmodernidad me sirvieron como preámbulo para enfrentarme a los encuentros, especialmente a la primera reunión en el 20 de Julio. Admito que al principio tenía una sensación de ligereza en la caracterización de la posmodernidad, pensé que se trataba de una salvedad teórica a la que los autores acudían para no dejar por fuera ninguna posibilidad de realidad. La experiencia con las mujeres del 20 de Julio me ayudó a generar un conocimiento importante frente a lo que se concibe como posmodernidad, y es que realmente abarca muchísimas dimensiones que no son posibles de conocer sólo a través de un texto. Uno de los principales puntos que me interesa retomar en este apartado es la resonancia emocional de la que habla Minsky (2000) en su texto. La autora menciona que "En el encuentro con las ideas psicoanalíticas es importante prestar atención a las resonancias emocionales que éstas desencadenan en nosotros ya que son ellas las que nos permiten llegar a un entendimiento emocional además de intelectual." (Minsky, 2000, pág. 20) Creo que este ha sido el eje de esta experiencia: cada uno de los momentos anteriormente descritos generó infinidad de emociones en mí. Precisamente a esto atribuyo la estructura de este texto, pues es innegable mi necesidad de plasmar la experiencia en este proyecto no sólo sin desvincularla de lo emocional sino haciendo de este aspecto uno protagónico. Ahora reconozco en mí una intención deliberada de no recibir cada experiencia con un ‘marco teórico’ en mi cabeza y de asumir genuinamente la postura de no saber, porque realmente no puedo decir que sé sobre algo distinto a lo que ha sido mi propia experiencia de vida. Puedo ver cómo esta suerte de receptividad emocional afecta drásticamente a la manera en la que pienso sobre algunos aspectos de la cultura y a lo que trato de hacer con ellos. (Minsky, 2000) Continuando con la línea de lo emocional, me fue posible ver cómo en un contexto tan complejo como el del 20 de Julio se manifiesta la exacerbación de las dificultades individuales a la que se refiere Minsky (2000). Este es un sector de la ciudad de Bogotá que hasta hace relativamente poco empezó a recibir atención por parte del gobierno. Sin embargo, como se manifiesta en el protocolo del primer encuentro, las situaciones de inseguridad asociadas a la presencia de grupos armados, las condiciones geográficas en las que está ubicado, entre otros factores, no logra ser contenida por ninguna institución, poniendo en manifiesto “un enorme potencial de destrucción y de autodestrucción”. (Minsky, 2000, pág. 25) En definitiva, se puede

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alcanzar a percibir que hay unas nociones culturales difíciles de digerir arraigadas a ciertos elementos inconscientes; estos son aspectos de este estilo de vida – que no es una elección voluntaria – que hacen que quienes viven aquí se sientan constantemente preocupados y desprotegidos. Minsky (2000) rescata el concepto de sostén emocional o holding de Winnicott (Winnicott, 1992) y lo propone como puente entre la experiencia humana y la integración de la misma. A lo largo de esta experiencia, pude encontrar este concepto en dos dimensiones. En primer lugar, siento que entre Nubia y yo se dio una relación con esta característica, pues en cada uno de nuestros encuentros sentí su disposición de contenerme y de ayudarme a digerir el contenido que me estuviera inquietando. Fue tal la magnitud de este sostén emocional que sentí en Nubia que trascendió el marco del proyecto y se extendió a nuestras vidas personales. Considero, entonces, que me pude embarcar en un modo de relación más espontáneo que defensivo, lo cual me acerca a “modos de vida creativos e imaginativos que no confunden constantemente nuestro ‘yo’ con proyecciones de este yo en objetos u otros del mundo exterior.” (Minsky, 2000, pág. 26) En segundo lugar, encontré en las experiencias narradas por las mujeres en los dos encuentros en el 20 de Julio una inmensa recursividad tanto para ser ellas el sostén de sus nietos y niños a cargo, como para favorecer la aparición del sostén emocional como una función grupal. A través de los encuentros, especialmente del segundo, pude percibir cómo cada una trabajaba por explorar de manera intuitiva el mundo de las otras, las escogencias de cada cual, las maneras, y cómo Nubia y yo nos sumergíamos en esta interacción regida por la empatía. (Minsky, 2000) En los protocolos evidencié mis ocurrencias teóricas durante los encuentros. Estas ocurrencias estuvieron seguidas de un gran esfuerzo por no ocupar todo el espacio de la experiencia con dichas ocurrencias, evitando posturas extremas que – descubrí – son habituales en mí. Creo que esto último me permitió acercarme a la producción de “un conocimiento tanto emocional como teóricamente sano”. (Minsky, 2000, pág. 35) Además de este efecto en mi vida, creo que este aspecto puede tener una fuerte incidencia en el campo conceptual y

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específicamente en el conocimiento que está a la mano de los demás, pues atiende al problema planteado por Goldstein que se retoma a continuación: El problema hoy es cómo pensar multívocamente, sin que todo sea lo mismo, o sea que algo en definitiva advenga a un valor de verdad y cómo abandonar las formas binarias del pensar, la disyunción absoluta e irreductible para la cual lo que se separa no se une más. (Goldstein de Vainstoc, 1995, pág. 102)

Entonces, esta experiencia me ha podido hacer sentir cómo esas fragmentaciones en mis creencias y en las de los demás se pueden reconciliar, pueden coexistir y además se pueden resignificar permanentemente a través de lo que se teja en relación a la experiencia humana propia y de otros. Ahora bien, en relación a las prácticas colaborativas el aprendizaje también ha sido muy satisfactorio. En primer lugar, creo que tiene que ver precisamente con la naturaleza de estas prácticas, con la postura filosófica que implican y con lo que se pretende lograr a través de las mismas. En segundo lugar, creo que el primer aspecto se traduce, por ejemplo, en que las elaboraciones teóricas en relación a las prácticas colaborativas son amigables, son fáciles de acceder y exponen con mucha claridad sus puntos. Para evidenciar lo anterior y para articular algunos de los elementos que conocí a través de esta experiencia, me remito a lo que Harlene Anderson postuló: Harlene Anderson (1997, 2003) postula que esta postura filosófica [de la terapia colaborativa] se manifiesta en una actitud que le comunica al otro que vale la pena escuchar lo que tiene que decir, que lo vemos como un ser humano único y no lo categorizamos como miembro de cierto grupo o tipo de personas. Si un terapeuta cree esto, se conectará de forma auténtica con el otro (…)” (Tarragona Sáez, 2006, pág. 527)

Anderson (2003) propuso una serie de conceptos interconectados que configuran el conjunto de la postura colaborativa. Uno de estos aspectos, fundamental a lo largo de esta experiencia, es el entender a la terapia como investigación Hay un interés por el ‘conocimiento local’, es decir por lo que el cliente sabe sobre su experiencia y su situación, más que por una teoría general que la explique (…) el cliente cuenta su historia y al hacerlo en este contexto de co-investigación, la clarifica, amplía y transforma. (Tarragona Sáez,

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La articulación entre teoría, experiencia y método tiene que ver, entonces, con una serie de actitudes y creencias del terapeuta en donde este reconoce que no tiene acceso a información privilegiada de la vida del consultante, de que nunca le es posible entender completamente a otra persona y por esto siempre hay algo que puede aprender sobre lo que se ha dicho o no se ha dicho, relacionado con la tolerancia a la incertidumbre que plantea Bion (Cancio, 2012) No-saber quiere decir que el terapeuta es humilde respecto a lo que sabe…No-saber implica escuchar respetuosamente de manera activa y responsiva. El terapeuta escucha de forma que le demuestra al cliente que tiene algo que merece ser oído…estar abierto a la historia de la otra persona es central para el diálogo (Anderson, 2005, p.501 en (Tarragona Sáez, 2006, pág. 528)

En definitiva, este proyecto también ha asumido la pregunta que Harlene Anderson (2003) formuló como cuestionamiento fundamental de las terapias posmodernas: “¿Cómo podemos los terapeutas y clientes crear los tipos de relaciones y de conversaciones que permitan a todos los participantes acceder su creatividad y desarrollar posibilidades donde éstas no parecían existir?” (Tarragona Sáez, 2006, pág. 531) La manera en la que decidimos asumir este proyecto incluyó implícitamente esta pregunta: ahora que ha llegado el momento de volver sobre la experiencia, puedo reconocer en nuestro actuar y en nuestros deseos una profunda intención de encontrar ese cómo al que se refiere Anderson (2003) en su pregunta, en explorar las distintas maneras de crear tipos de relaciones y conversaciones para favorecer la aparición de nuevos significados y reflexiones en torno a aspectos que en un primer momento parecen inabordables. De esta manera, retomo la principal implicación de haber descubierto esta metodología de investigación-intervención reflexionando sobre el artículo de (DeFehr, y otros, 2012) en el que se plasma una experiencia de conversación con diferentes personas que viven como refugiados en Canadá. Una de las personas que participó en esta conversación dice que “You respect the person more when you don’t assume anything. That’s what was in my mind. Just by looking at someone you’ll never, never guess they’ve been through so much.” Uno respeta más a la persona cuando no asume nada. Eso es lo que está en mi mente. Sólo con mirar a alguien nunca, nunca adivinarás por todo lo que han tenido que pasar (traducción propia). Creo que esto fue justamente lo que se generó en nuestro espacio de conversación y lo que las mismas

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participantes pusieron en manifiesto cuando dijeron cosas como “De pronto es muy bonito porque pongamos uno aprende de ella, aprende de ella, [señalando a sus compañeras] y digamos yo voy al hospital yo siempre me hago al pie de una viejita y yo le busco la charla y le digo que cómo es todo porque uno aprende (…)”, “bueno y un momentico en el que uno como que se desconectó de la casa, pues eso le ayuda a uno, aprende uno de las demás personas” y “sí, escuchar y oír, aprender de nosotras mismas”. ¡La posibilidad de aprender de estas experiencias es, entonces, inmensa! Conversaciones entre nosotras (Nubia y yo) Como mencioné anteriormente, gran parte de mis aprendizajes fueron el fruto de nuestras conversaciones. Nubia y yo tuvimos la oportunidad de compartir muchos espacios y de escuchar las inquietudes de la otra. La primera inquietud sobre la que hablamos fue la situación con el HUSI. Al principio yo no entendía muy bien cuál era la traba y quería llegar al fondo, tal vez encontrar un responsable y encararlo para ver cuál era el verdadero inconveniente. Pero a través de las conversaciones con Nubia, de comentar qué nos generaba lo que nos habían dicho, de intentar pensar en lo que podría estar pasando con las personas de la institución e intentar completar la frase “es como si quisieran…”, pudimos tejer lo que esta frustración significaba e implicaba para nosotras. La elaboración de los contenidos de esta experiencia me ayudó a afianzar mi esperanza en aprender a observarme y conocerme antes de actuar en relación al resto del mundo. En Nubia vi que el poder hablar al respecto conmigo le posibilitó liberarse de la profunda sensación de frustración. En conjunto, nos permitimos convertir esta situación en aprendizaje y este aprendizaje en otra ficha más del rompecabezas de la experiencia. Las dificultades en el HUSI nos hicieron pensar – o en el caso de Nubia más bien retomar – sobre las dificultades de generar espacios psicológicos dentro de instituciones de salud y en general todo tipo de instituciones. En la práctica, el papel de la Psicología, al menos desde mis experiencias y desde las que Nubia compartió conmigo, resulta bastante incierto. El aprendizaje frente a este aspecto llega en forma de cuestionamiento. No creo que sea posible llegar a certezas sobre nuestra profesión. Incluso de ser posible no creo que resultara pertinente, pues la Psicología tal vez debe preguntarse más por el comportamiento humano en las diferentes dimensiones y por lo cambiante de las interacciones, para ahí sí pensar en proponer un ejercicio

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psicológico. Lo que sucedió con la HUSI lo entendimos como un desencuentro en los intereses, una diferencia en la perspectiva médica que predomina ese espacio y la nuestra. Una de las conversaciones más importantes se dio el día en el que Nubia tomó la decisión de no insistir más en el HUSI y buscar otros espacios. Como mencioné anteriormente, mi impulso inicial se dirigía a insistir y lograr conquistar el espacio del HUSI, pero en el momento en el que Nubia me dijo que no valía la pena insistir más, pude pensar sobre este asunto y empezar a considerar la posibilidad de generar nuevos espacios, lo cual nos llevó, en últimas, al espacio en el que finalmente se desarrollaron las actividades. En esta conversación sentí que yo era un carro atascado en un charco de barro y Nubia fue la palanca que me ayudó a salir de ahí para seguir avanzando. Otro gran momento que me atrevo a decir que nos impactó muchísimo a las dos fue el momento inmediatamente posterior al primer encuentro en el 20 de Julio. La sensación que compartíamos era de toxicidad, nos sentimos asustadas por conocer de primera mano lo que pasaba en el contexto en el que nos habíamos metido y por conocer la dolorosa experiencia de cada una de las personas presentes. Conversamos durante todo el camino de regreso, nos esforzamos por poner en palabras lo que sentíamos y justamente nos enfrentamos al aprieto que supone experimentar sensaciones viscerales (como la repulsión) complicadas y a la inmensa dificultad al intentar verbalizarlas. Es sólo ahora, cuando siento que ya nos repusimos de esta experiencia desbordante, cuando puedo ver lo importante que fue compartir este espacio con Nubia. Esta conversación resonó con mi urgencia por ofrecer soluciones concretas e inmediatas en contextos tan difíciles; se sintió como empezar a masticar un pedazo de comida extremadamente duro, tan duro que se vuelve doloroso hasta que lentamente empieza a ablandarse y puede empezar a ser digerido. Sin duda alguna, las conversaciones entre nosotras favorecieron el aprendizaje de algunos principios no explícitamente formulados, pero vividos en la experiencia. En primer lugar, las conversaciones me ayudaron a encontrar caminos para tolerar la incertidumbre (Cancio, 2012) de la mano del no-saber (Anderson, 1997). Creo que estos aspectos sólo se pueden integrar en la medida en la que se pongan en escena y se trabajen durante las interacciones, pues están tan ligados al sentir, a la genuina experiencia humana, que no es posible absorberlos de los libros.

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Adicionalmente, las conversaciones trazaron un límite muy importante en relación a la contención: si bien entre Nubia y yo se generó una atmósfera de contención, hubo contenidos que nos desbordaron y nos pusieron en manifiesto los límites de nuestra contención. El aprendizaje, en este sentido, tiene que ver con reconocer precisamente estas limitaciones, así como la capacidad de autocontención que idealmente se logra en la adultez. La reflexión sobre los límites de la contención que se ha elaborado entre nosotras tiene que ver también con lo que se mencionaba en el anterior apartado sobre el grupo como sostén emocional. Ante situaciones que nos desbordan, nosotras (y extiendo el nosotras a las mujeres que participaron en los encuentros) buscamos contención, pero al tiempo nos ofrecemos para contener a otros o al menos para generar una atmósfera en donde podamos sacar – literalmente sacar un peso físico – que amenaza con asfixiarnos. Hay momentos en los que la experiencia humana se invade de desesperanza – como los que vivimos en esta experiencia - y desasosiego, pero lo que pudimos ver es que la recursividad y creatividad de los seres humanos (manifiesta en las mujeres del 20 de Julio) nos vuelve guerreros y nos prepara para afrontar estos contenidos desbordantes.

Conversaciones conmigo misma A lo largo de este texto me he encargado de tejer la experiencia al hacerme parte del proyecto de abuelos y abuelas que crían a sus nietos y las prácticas colaborativas. Esta última parte la he reservado para algunas reflexiones que elaboré o planteé en relación a mi propia experiencia de vida. Toda esta experiencia de conocimiento y aprendizaje a través de la apertura emocional, junto con otras experiencias de formación, personales y profesionales, me ha motivado a explorar y seguir conociendo aspectos de mi forma de ser. Efectivamente, la resonancia de las experiencias en mí es muy fuerte y siento que esta experiencia en particular, articulada al final de mi pregrado, me sacude y me pone sobre la mesa varios elementos que no quiero descuidar. La vivencia de este proyecto se tejió como una gran práctica colaborativa. Fue fascinante descubrir que la metodología no sólo no se limitaba sólo a la forma de realizar una actividad, sino que se

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expandía al involucramiento de todas. Sin lugar a dudas esta es una propuesta colaborativa en todos los escenarios descritos. ¿Por qué quiero librar batallas como la del HUSI? ¿Qué es lo que reconozco de mí de los contextos más hostiles? ¿Qué significa el miedo a explorar nuevas posibilidades? ¿Es posible abrirme a una experiencia emocional sin dejarme drenar por la misma? ¿Qué dicen mis prejuicios sobre mí misma? ¿De qué me defiendo o me protejo? ¿Me creo omnipotente por querer cambiar el contexto? ¿Existe un punto intermedio entre esa omnipotencia y la impotencia de no poder cambiar el contexto? Estas son algunas de las preguntas que me hago o me he hecho a lo largo de este proceso. En mi – nuevo – concepto, la importancia de explorar estas preguntas no tiene que ver con lograr responderlas o no, sino con todo lo que pasa durante este proceso. Lo que he logrado sentir a través de mis experiencias relacionadas con el psicoanálisis no tiene punto de comparación con lo que creía haber aprendido a partir de fuentes teóricas. Haciendo una suerte de balance, creo que son varios los aspectos que coincidieron, o que logré hacer coincidir inconscientemente, para que esta experiencia haya adquirido el significado que hoy le otorgo. Por un lado, mi identificación con los intereses y pasiones de Nubia me permitieron familiarizarme con y de una forma – cautivadora – de trabajar en el campo de lo social articulado con la mirada psicoanalítica. Adicionalmente, mi deseo (o tal vez fantasía) de cambiar los contextos que percibo como nocivos o destructivos y la lucha contra la frustración de no lograrlo me impulsaron a buscar otras formas distintas a las mías de acercarme, conocer, sentir, vivir. Por último, pero no menos importantes, todos – absolutamente todos – los factores que están por fuera de mi control, tales como las demandas académicas, la burocracia de la universidad, la diversidad de pensamientos, estilos, ideas y creencias, el encuentro de personas con diferentes intereses, etc. Todo este recorrido ha podido dar cuenta de la amplitud de la competencia del abordaje psicológico frente a esta situación. Para mí ha sido muy importante conocer propuestas alternativas a las intervenciones psicológicas tradicionales, especialmente si se tiene en cuenta que las situaciones o problemáticas que se abordan desde la Psicología, no son exclusivamente psicológicas e involucran una serie de dimensiones que merecen ser revisadas con igual atención. Además, ahora que he empezado a conocer este tipo de experiencias, puedo imaginarme lo

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provechosas que serían en otros escenarios, como por ejemplo el CAVIF que es el escenario en el que hago mi práctica actualmente. Son todos estos los aspectos que hicieron parte de esta experiencia, implícita o explícitamente. Este proyecto me ha permitido sentir la integración de algunas de mis experiencias emocionales, entonces no puedo ni quiero fragmentar esta experiencia porque la riqueza está precisamente en la interacción, en las conversaciones con Nubia, con las mujeres del 20 de Julio, con quienes nos recibieron en las instituciones, con los autores que revisé y conmigo misma. Este proyecto, que trasciende la disciplina psicológica y abarca todas las dimensiones que ya se han mencionado, es una invitación a explorar. En mi caso, la invitación es a conversar conmigo misma y compartir con otros. El resultado de esta experiencia es la experiencia en sí misma, la cual a su vez es una puerta abierta hacia otras nuevas experiencias.

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Referencias Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy. New York: Basic Books. Bion, W. (1996). Cogitaciones . Promolibro. Bion, W. (2008). Aprendiendo de la Experiencia. Buenos Aires: Paidos. Cancio, B. (2012). La angustia frente a la novedad en la obra de Bion. Revista uruguaya de Psicoanálisis (en línea)(114), 93-98. DeFehr, Adan, Barros, Rodríguez, Wai, & DeFehr et.Al. (2012). 'Not-knowing' and 'Assumption' in Canadian Social Services for Refugees and Immigrants: A Conversational Inquiry into Practitioner Stance. Retrieved from http://collaborative-practices.com. Goldstein de Vainstoc, R. M. (1995). Los discursos de la posmodernidad, complejidad y psicoanálisis. Revista de Psicoanálisis, 52(1), 83-105. Minsky, R. (2000). Psicoanálisis y cultura. Estados de ánimo contemporáneos. (M. C. Orduña, Trans.) Madrid: Ediciones Cátedra S.A. Nubia Torres y Cecilia de Santacruz. (2011). Intervenir investigando, una propuesta de mediaciones. In G. d. Sociedad, El asunto de método en la investigación psicoanalítica (pp. 127- 141). Medellín: Universidad de Antioquia. Tarragona Sáez, M. (2006). Las terapias posmodernas: una breve introducción a la terapia colaborativa, la terapia narrativa y la terapia centrada en soluciones. Psicología Conductual, 14(3), 511 - 532. Torres Calderón, N. E. (2005, enero-junio). El psicoanálisis y su acercamiento a otros contextos: una propuesta de categorías de encuentro. Universitas Psychologica, 4(1), 77-83. Winnicott, D. W. (1992). Babies and their mothers. Addison-Wesley.

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Anexos Afiches promocionales para las diferentes instituciones diseñados por Daniel Acuña, artista visual egresado de la Javeriana. Contacto: [email protected]

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