"POR UNA NUEVA CULTURA DE LA TERCERA EDAD"

"POR UNA NUEVA CULTURA DE LA TERCERA EDAD" Carta Pastoral del Cardenal Arzobispo de México, con ocasión del 28 de Agosto de 1999, Día Internacional de

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"POR UNA NUEVA CULTURA DE LA TERCERA EDAD" Carta Pastoral del Cardenal Arzobispo de México, con ocasión del 28 de Agosto de 1999, Día Internacional de la Ancianidad 1. Saludo y Motivo de este Carta 1. A todos ustedes, hermanas y hermanos agentes de evangelización de la Arquidiócesis que se preparan para la realización de la Misión Evangelizadora 2000 en este año de la Caridad, a ustedes adultos mayores y sus familiares, amados de Dios, hermanos todos que son santos por vocación y a todas las personas de buena voluntad que quieran escuchar la voz del pastor de la Iglesia Católica que está en la Ciudad de México, gracia y paz, de parte de nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Cfr. Rm 1, 7). 2. El día de la ancianidad, que celebramos el 28 de agosto de 1999, es una oportunidad muy especial para su servidor, en mi condición de Obispo, ya que debo, como pastor, anticipar los caminos por los que hemos de transitar como Pueblo de Dios (Cfr. Jn 10, 4). 3. Quiero compartir y reflexionar algunas inquietudes acerca del proyecto evangelizador de la Arquidiócesis de México que tiene hoy, entre otros desafíos, el de encarnar el Evangelio en una nueva cultura de la vejez que se está gestando, entre otras cosas, por el aumento acelerado del grupo de población representado por las personas adultas mayores. 4. La presencia cada vez más numerosa de los adultos mayores entre nosotros, y con ellos de sus demandas, nos debe mantener atentos y vigilantes ante el futuro y, especialmente habilitados moralmente, para asumir los retos y compromisos familiares, sociales, políticos y propiamente pastorales que se desprenden de esta nueva realidad de la vejez. 5. Me conmueve hasta las entrañas el ver continuamente la multitud de hombres y mujeres de la tercera edad que sufren el insoportable peso de la miseria, así como diversas formas de exclusión social, étnica y cultural; son personas humanas concretas e irrepetibles, que ven sus horizontes cada vez más cerrados y su dignidad desconocida.

2. Nuevas Realidades Demográficas y Culturales de la Tercera Edad en la Ciudad de México. 6. Tradicionalmente se ha dicho, y esto es una verdad incuestionable, que México y en particular su ciudad capital es una realidad social compuesta prioritariamente por niños y jóvenes. 7. La verdad es que aún cuando todavía no hemos sido del todo capaces de afrontar la problemática de los niños, ya que sabemos que existe el abandono, la desnutrición, el callejerismo entre ellos, por mencionar sólo algunos problemas, la situación de las y los ancianos en situaciones de dificultad se torna, en vistas a su futuro, todavía más preocupante que en la actualidad, por el acentuado despunte de crecimiento demográfico de este sector de la población. 8. El hecho es que aún cuando hoy muchos de los jóvenes en nuestra ciudad todavía carecen del apoyo social que merecen en cuanto a oportunidades educativas y laborales, los adultos mayores que carecerán de seguridad social, servicios de salud, empleo, vivienda e ingreso durante los próximos diez años nos plantea la necesidad inmediata de una rectificación de rumbos en las políticas sociales y, sobre todo desde nuestra preocupación evangelizadora, del juicio ético sobre la situación de la ancianidad y del compromiso pastoral sociocaritativo, sobre todo en el seno mismo de las familias, apoyadas por la misma sociedad. 9. Así es, las personas de la tercera edad serán rápidamente más numerosas proporcionalmente a las que hay ahora en los próximos años; esto plantea la necesidad de hacer cultura sobre la ancianidad, ya que por una parte los mayores, sobre todo si son pobres, solos y enfermos necesitarán de mejores garantías sociales, del apoyo de los suyos, especialmente sus vecinos, amigos y conocidos y de la sociedad como tal; muchos otros, sin duda, estarán en condiciones de participar y de estar activos, de acuerdo a sus circunstancias, en la vida familiar y social y para esto ellos, sus familias, la Iglesia y la sociedad en general debemos de estar preparados. 10. La cultura, como nos lo recuerda el Papa, "es el hogar habitual del hombre, el rasgo que caracteriza todo su comportamiento y su forma de vivir, de cobijarse y de vestirse, la belleza que descubre, sus representaciones de la vida y de la muerte, del amor, de la familia y del compromiso, de la naturaleza, de su propia existencia, de la vida común, de los hombres y de Dios" (Lovaina 1985). Hacer más cultura sobre la tercera edad nos implica hacer un ejercicio crítico sobre nuestra cultura actual en lo que se refiere a la manera de concebir y vivir la edad avanzada. 11. Necesitamos, desde ahora, cambiar urgentemente de mentalidad e incluir a las personas mayores en todos los aspectos de la vida y en la planeación del futuro de la vida de la Ciudad. 12. En el fondo se trata de entender colectivamente, de manera vital, que la vejez forma parte de la vida humana y que así, por ejemplo, como hay en la Ciudad espacios

urbanos específicamente para los niños, para los jóvenes; actividades propias para los menores, atendiendo a sus gustos y exigencias de bienestar y desarrollo humano, presencia infantil y juvenil en la familia y colectividad a través de su percepción de los problemas y participación en sus soluciones, así también las personas mayores deben estar presentes en la vida familiar, comunitaria y social para desarrollarse como tales, como personas ancianas y acceder a la participación, a la posibilidad de organizarse y a ejercer su derecho, entre otros, de afecto y seguridad social. 13. Se trata de aceptar y comprender, como experiencia cultural, el progresivo aumento de la vida, que es un signo de los tiempos muy relevante y que es necesario reconocer y evaluar en todas sus consecuencias culturales, sociales, morales y espirituales. 14. Estamos ante un ,fenómeno irreversible, porque la longevidad está vinculada con una serie de causas que continuarán influyendo, como el progreso científico que prolonga la vida y el natural envejecimiento colectivo de una población mayoritariamente joven que, dentro del devenir de la vida, tiene que llegar a la edad avanzada. 15. La condición y convivencia humana en lo social resultará por todo esto modificada, ya que será cada vez mayor el número de personas envejecientes y por la sociedad que, en su conjunto, tenderá a tener más presencia anciana, aunque pudiera permanecer silenciosa, con el riesgo de ser excluida, como si no existiese. 16. Nuestra cultura actual, vorazmente economicista, no aprecia el valor específico de esta etapa de la vida, se insiste en la productividad económica, la vida activa y eficiente, la prestancia física y, por consecuencia, se ignora el sentido de la longevidad, que por otra parte es un hecho, y a la vejez se le trata de poner al margen, bien como una etapa compuesta básicamente por enfermedades, bien como premisa anticipada de la muerte. 17. Por desgracia cada día se difunde más y más la mentalidad y las acciones contra la vida mediante campañas en favor de la eutanasia junto con otras expresiones de la anticultura de la muerte, juzgando al enfermo y al anciano como estorbo y carga para las familias y la sociedad. 3. Evangelizar, para transformar las Culturas. 18. Lo anterior nos plantea a nosotros, los agentes de la evangelización en la Ciudad, una tarea ingente y a la vez esperanzadora; se trata de poner en marcha, con relación a la situación de las personas adultas mayores, lo que la problemática de ellas nos plantea. 19. Pero sobre todo, se trata de dar un sentido distinto al mismo hecho del ser anciana o anciano, que en un futuro inmediato será una condición humana y existencial más difundida; para ello hay que actuar y asumir lo que ha sido desde los últimos veinticinco años en la Iglesia universal (a partir de la Exhortación Evangelii Nuntiandi), durante el pontificado misionero de Juan Pablo II (Doctrina sobre Nueva Evangelización) y en la orientación fundamental de la Iglesia particular de la Ciudad de

México (II Sínodo Arquidiocesano), el gran desafío: evangelizar de modo que la cultura, o mejor dicho las culturas, se transformen, porque se transforma el corazón de las personas, sus criterios de juicio, sus relaciones, su vida y ambiente concreto. 20. Podemos decir que es necesario transformar la cultura, con relación a la situación de la tercera edad, bajo los siguientes tres aspectos de la palabra cultura. a) La cultura como "cultivo" de relaciones que humanizan la vida cotidiana. 21. Se puede entender la cultura como el modo particular como un pueblo "cultiva" su relación con a naturaleza, con el “otro” y los “otros” en su propia vida social y con Dios (GS 53). El sentido de este "cultivo", su finalidad, es llegar "a un nivel de vida verdadero y plenamente humano" (lb.); esta actividad es la respuesta a la vocación recibida de Dios que le pide, a la persona humana, perfeccionar toda la creación (Gén 1 y 2). 22. El desarrollo de la cultura, su transformación, tiene como finalidad tender a la "plena madurez humana" (GS 53), a la "plena madurez espiritual y moral del género humano" (GS 55 y 59). 23. Nuestra misión como evangelizadores, sumándonos a todas las iniciativas que parten en el mismo sentido de otros creyentes y personas de buena voluntad, es la de "cultivar" a una cultura que excluye a las personas adultas mayores, pasar de hechos deshumanizantes a condiciones más humanas. Buscamos un diálogo con la cultura moderna de hoy de muchas familias y de la sociedad a fin de que se transforme y sea capaz de incluir a las personas de edad avanzada. Señalo un ejemplo: 24. Sin negar la necesidad de que haya y se reconozca el papel de los asilos o casas de retiro para los ancianos, habría que propiciar desde la evangelización y realizar incluso prácticamente como expresión de una nueva cultura más humana e incluyente, que se den formas y espacios que propicien que los mayores, salvo en casos de verdadera necesidad que requieran de lugares muy especializados, permanezcan en el contexto ordinario de la vida familiar y comunitaria, ya sea a partir de la organización social del barrio o de las colonias de diverso estrato social, que puede propiciar la parroquia, o en el contexto de la vida comunitaria que se da muy intensamente a través del trabajo o de la escuela, a fin de que, con amplia participación de las familias y de los mismos ancianos, aparezcan alternativas de atención a los mayores que no impliquen exclusión ni separación de los suyos. 25. Me refiero a las llamadas casas de día, o espacios de reunión, círculos y grupos de encuentro, de apoyo y servicio a las necesidades de los ancianos en donde las familias asumen de manera organizada e interfamiliar, apoyadas profesional e institucionalmente, la tarea de atender y promover a sus viejos que son suyos antes que de una institución de beneficencia o del estado. Estos espacios, u otros semejantes, deberían también de propiciar que los ancianos, sobre todo los que están en condiciones aptas, aporten a la comunidad su experiencia, su visión y valor específico.

26. Me refiero igualmente a la posibilidad de que las familias, desde el propio hogar, acojan de manera cálida a sus ancianos, los protejan, les brinden el afecto, cariño y amor que estos necesitan, pero sobre todo los impulsen y estimulen para que se sientan nuevamente útiles, para que compartan sus experiencias y participen en las decisiones relacionadas con la vida familiar. b) La cultura como proceso de conciencia colectiva de los valores. 27. También se puede entender la cultura como la conciencia colectiva de un pueblo que implica un conjunto de valores que lo animan y de antivalores que lo debilitan. La cultura abarca formas de expresión en estilos de vida, costumbres y lengua, también la experiencia vivida y las aspiraciones de futuro (DP 387). 28. En este sentido de la acepción, es importante recordar que en la cultura más tradicional, en donde se forjó el sentido de una cultura propiamente mexicana, el papel de los viejos es importante: son puntos de unidad familiar y comunitaria, se aprecia su experiencia y su sabiduría y se les trata con afecto y respeto. 29. Al pasar México y la capital del país de una cultura tradicional a una cultura de tipo moderno, centrada en la vida urbana, la industrialización masiva y la organización burocrática de la sociedad, muchos valores de la cultura tradicional se han debilitado, la familia ha cambiado su prototipo de composición en el que parece que los viejos no caben y con ello emergen antivalores a este respecto: al anciano o anciana se les considera inútiles porque son improductivos, a la anciana o al anciano se les desprecia en ocasiones porque se les siente y ve como una carga económica, de atención que implica cuidados y, por todo esto, se les aísla, discrimina y margina. 30. El efecto, de todos estos prejuicios y formas de relación, provoca en los mismos ancianos que ellos asuman una actitud de auto-desprecio, de auto-aislamiento y vivan con dolor y sufrimiento su condición envejeciente. 31. Una evangelización que promueva los valores de la ancianidad y de esta manera incida de manera muy importante en la cultura de las familias y de la sociedad deberá, entre otras cosas, tomar en cuenta lo siguiente: 32. 1. Se trata, a través de los medios de la evangelización, tales como la catequesis, la oración, los sacramentos, el fortalecimiento de la vida fraterna, la organización comunitaria, la formación de los laicos y de los ministerios de servicio caritativos asistencial y promocional y la vivencia comunitaria misma comprometida del amor fraterno hacia los más pobres, de impulsar una valorización profunda del ser longevo, de la experiencia y calidad espiritual a la que se puede aspirar en esa edad y no de las apariencias externas, como nos lo dice San Pablo: "Aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día" (2 Co 4, 16).

33. Como toda otra persona, pero al mismo tiempo de un modo especial, los ancianos están llamados a un compromiso moral de crecimiento continuo a realizar en comunión y compañía de los suyos y en la entrega de sí a los demás. Es un empeño y compromiso a no excluirse de la vida de relación con los demás, a no auto-marginarse y, por otro lado, a desarrollar un papel de sujeto activo y responsable en la condición específica en la cual se encuentra, poniendo al servicio de los demás los recursos propios de tal condición. Para que esto suceda es indispensable que miremos al anciano con respeto de su condición y no lo despreciemos ni le hagamos sentir una falsa compasión. 34. 2. Es necesario procurar que las tareas de la evangelización propicien las vivencias de los valores sobre los que es necesario construir una cultura moderna humanista de la ancianidad que retorne y actualice los valores tradicionales poniéndoles al día. 35. Si la longevidad conlleva, por ejemplo, el sentido de la caducidad de las cosas y de sí mismo, lo cual también es un valor en este mundo frecuentemente arrogante, esa pobreza ofrece también la posibilidad y la ocasión de cultivar otros valores que son propios de esa condición: 36. — el enriquecimiento interior de relación con Dios y con los otros hombres, particularmente los de la misma familia, para lo cual se dispone de mayor tiempo, liberados de ocupaciones; 37. — la escucha interior en el silencio que se genera alrededor; 38. — el distanciamiento gradual de las cosas del mundo, en preparación al inevitable distanciamiento final; 39. — la sabiduría que viene de la larga experiencia vivida y que ahora se puede apreciar mejor; 40. — el reencuentro cotidiano con la vida, que se considerará siempre más como un don que hay que agradecer, disfrutar y defender. 41. En la perspectiva de una visión de fe, animada por la esperanza, la condición de la longevidad puede por tanto ser considerada de un gran valor: 42. — se trata de una honda e insustituible experiencia de purificación, de maduración ulterior, de aceptación de la propia cruz existencial; 43. — todo esto llevará a los adultos mayores mismos a superar el miedo al dolor hasta acogerse al misterio salvífico; 44. — a vencer la soledad del abandono, a reencontrar consolación aún después de la pérdida de las personas queridas y;

45. — en fin, a vivir la muerte como momento de encuentro con el Padre y como reposo después de las fatigas de la vida. 46. Para vivir así, de manera positiva esa etapa de la vida, se necesita entender de un nuevo modo la ancianidad antes de llegar a ella y no sólo de manera individual sino colectiva. Por eso es importante que la evangelización de los niños, de los jóvenes, de las familias, de las comunidades, de la sociedad y, desde luego, de los mismos ancianos, promueva la vivencia de estos valores. Esa es la evangelización de la cultura que necesitamos de la tercera edad. c) La cultura también es considerada como un proceso histórico y social que brota de La actividad creadora del hombre (DP 392-399). 47. Todo hombre nace en el seno de una determinada cultura y, por consiguiente, al mismo tiempo queda enriquecido y condicionado por ella; pero su actitud no es meramente pasiva, no se reduce a recibir un legado o patrimonio cultural, sino que es capaz de crear y transformar para trasmitir a los que vienen en la cadena de las generaciones. 48. En este sentido es mucho lo que se puede reflexionar y plantear para una evangelización de la cultura de la tercera edad. Quiero considerar solamente dos aspectos: 49. 1. El impulsar una nueva cultura de la tercera edad, de manera creativa y transformadora, puede ser una renovada oportunidad para trabajar en muy diversos campos por la superación de la ancestral desigualdad social que atraviesa toda nuestra historia y que, sin duda, continúa en la actualidad como aguijón de nuestra conciencia ya que es el síntoma más inequívoco de nuestra debilidad ética y espiritual y del antitestimonio que damos como cristianos. 50. La pobreza es señal de desigualdad, de desequilibrio, de injusticia. De entre los pobres, sin duda que los rostros de los ancianos, cada vez según hemos visto más numerosos, son de los rostros más vulnerables ante las diversas circunstancias que afectan a los pobres. 51. Hacer cultura, o mejor dicho, recrear la cultura de la tercera edad a través de la evangelización, tarea primordial de la Iglesia, significa para todos los cristianos solidarizarse con la causa justa de la lucha por los derechos de los ancianos más pobres, los olvidados, los doblemente excluidos, por su pobreza y por su condición de ancianidad. 52. Lo anterior nos debe animar, como evangelizadores, a buscar formas de organización comunitaria, a escala de familias, de grupos, de vecinos, de movimientos, de asociaciones para abrir el horizonte de solidaridad a los ancianos más débiles.

53. La Iglesia tiene que potenciar a los mismos ancianos, sobre todo a los que están en mejores condiciones, a que se organicen y trabajen por los que están en franca desigualdad y padecen hambre, malos tratos o viven en condiciones insalubres y en soledad. 54. La familia, como iglesia doméstica, deberá ser escuela de justicia y de equidad entre mujer y hombre y entre las diversas generaciones. 55. Es nuestra obligación, como evangelizadores, propiciar que en los foros de debate y en donde se toman las decisiones de las políticas sociales se tome en cuenta la condición de los ancianos más pobres y de esta manera se supere la cultura de la desigualdad por medio de un compromiso creativo. 56. 2. Una tarea creativa también muy importante que deseo señalar, generadora de cultura, es la formación y la capacitación de promotores de la tercera edad, de auxiliares de ancianos, de ministerios laicales específicamente creados para atender esta nueva realidad. 57. Desde hace varios años venimos insistiendo en la Arquidiócesis en una formación específica de los laicos, ya que si bien es cierto que la Iglesia de esta Ciudad tiene que tener un rostro mayoritariamente laical en su servicio, lo debe tener encarnado en diversas situaciones. 58. Requerimos de laicos, mujeres y hombres —de ambientes familiares diversos—, que en las comunidades parroquiales, en los barrios, en las colonias, en las escuelas, en las asociaciones diversas de la sociedad civil y en otros campos, promuevan la nueva cultura de la tercera edad mediante procesos educativos de las mismas familias, sea que se den a través de una educación no formal o formal. 59. Necesitamos de auxiliares de ancianos que sean visitadores a domicilio, que orienten a las familias, que apoyen a los ancianos, que promuevan su participación, la defensa y protección de sus derechos y cuiden de la nutrición, de la prevención de enfermedades y de otras cosas. 60. Requerimos también de profesionales médicos, educadores, trabajadores sociales, psicólogos, entre otros, que quieran apoyar procesos interfamiliares y comunitarios, y que estén dispuestos a compartir su saber, reproduciéndolo, con los promotores y los auxiliares. 61. Necesitamos de evangelizadores catequistas, celebradores de la Palabra y ministros de la comunión eucarística de sentido eclesial doméstico, que sean capaces de dar densidad de fe a toda esta realidad humana, a estos desafíos. 62. Necesitamos familias, organizaciones parroquiales, comunitarias, instituciones con larga experiencia y trayectoria en el campo de la tercera edad, que afortunadamente existen, que quieran acceder a trabajar de una manera nueva, más articulada en forma

de red organizativa, para impulsar la formación y capacitación de los diversos agentes que hoy se necesitan para generar una nueva cultura de la tercera edad, marcada por la óptica de familia y comunidad y la participación de las mismas ancianas y ancianos. 4. Compromiso Arquidiocesano 63. Quiero en esta reflexión pastoral comprometerme en lo personal para impulsar en la Arquidiócesis un proyecto de Nueva Evangelización de, con y para las personas adultas mayores. Se busca, con este proyecto, abrir cauces en la nueva cultura que necesitamos para afrontar con acierto las nuevas realidades que están ahora en proceso. 64. Este compromiso del pastor no podrá cristalizarse sin la corresponsabilidad de todos, particularmente de mis hermanos Obispos, Presbíteros, Religiosos y Religiosas y Laicos. Especialmente, no podrá realizarse sin una más intensa y adecuada pastoral de las familias. 65. De manera especial, como signo del compromiso eclesial, quiero comunicar a la comunidad de la Iglesia Particular de México y a la sociedad en general, que desde hace un año pusimos en marcha una organización arquidiocesana específicamente dedicada a los ancianos. 66. Esta organización es Cáritas Bienestar del Adulto Mayor I.A.P., que es un brazo institucional de la misma Cáritas Arquidiocesana, pero dedicada profesional y específicamente al tema de la tercera edad. 67. El objetivo de esta obra es el de contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida y bienestar, especialmente de los ancianos más pobres y, al mismo tiempo, promover que las personas de edad avanzada participen de manera activa, comprometida y organizada en el mismo objetivo. 68. Los programas de servicio de esta organización van desde los de información actualizada sobre temas de salud, alimentación, derechos de la persona anciana, desarrollo espiritual, organización, proceso del envejecimiento; los de capacitación de personal a través de los facilitadores comunitarios, los "talleres" sobre tecnología doméstica, salud, hasta los de canalización de adultos mayores con problemas y, desde luego, los servicios de atención espiritual que deben de otorgarse junto con las familias y los demás agentes de las parroquias. 69. Esta naciente organización arquidiocesana necesita apoyo, respaldo de todos los responsables de la pastoral arquidiocesana y de toda persona generosa que desee colaborar a fin de que pueda cumplir con sus propósitos de servicio. 70. Me dirijo también a todas las comunidades religiosas que atienden casas de retiro para ancianos a que redoblen sus esfuerzos y les doy mi palabra de reconocimiento, aliento y apoyo.

71. A los laicos que buscan prepararse, comprometerse en esta tarea, les entusiasmo para que lo hagan. 72. La Misión Evangelizadora 2000 puede ser una magnífica oportunidad para fortalecer este campo tan necesitado de atención y cuidado, considerando que la tarea evangelizadora es muy rica y amplia en su posibilidad de participación y que requiere incluso de la creatividad y aporte de todos. 73. Hemos de hacer un renovado esfuerzo misionero por evangelizar, por medio de obras y palabras, las realidades humanas de la tercera edad, de modo que se inspire una nueva cultura de la vejez. 74. A las familias las exhorto a que sean los espacios habituales de acompañamiento de los ancianos y a que estén abiertas al don de la persona anciana que tanto puede aportarles. 5. Llamado Final 75. Quiero concluir esta Carta Pastoral haciendo un llamado fraterno a todos los miembros de las organizaciones dedicadas a la promoción y cuidado de los ancianos; a los responsables de las decisiones en materia de política social de las personas adultas mayores; a los empresarios; a los universitarios y profesionistas; a los artistas; a los comunicadores sociales; a las familias; a los niños y jóvenes; a las ancianas y ancianos mismos: todos estamos comprometidos en la construcción de una Ciudad más fraternal, más humana, que incluya en sus casas, en sus calles, en sus parques, en sus oficinas, en sus centros de trabajo, en sus templos, en sus centros de enseñanza y entretenimiento, en sus servicios de seguridad social y en sus foros de discusión, rostros ancianos más plenos, sonrientes y esperanzados, menos tristes, empobrecidos y solitarios, sabios y prudentes acompañantes de todos nosotros, maestros espirituales, abuelas y abuelos que merecen que también nosotros los acompañemos cercanamente en todo momento. 76. Que la Virgen María de Guadalupe nos lo conceda. Que el beato Juan Diego interceda por las ancianas y los ancianos de esta inmensa Ciudad y por sus familias y que la Caridad, en este año del Padre, nos impulse a fraternizarnos sin límites a todos los que vivimos aquí. +Cardenal Norberto Rivera Carrera Arzobispo Primado de México

CARTA A LOS ANCIANOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO, CON OCASIÓN DEL AÑO DEL PADRE Y DE LA CARIDAD 1999. Hermanas y hermanos muy queridos: Les saludo con mucho afecto pastoral en este año dedicado a impulsar la vida caritativa entre los hermanos, expresión del amor de nuestro Padre Dios. Mi saludo es también con ocasión del día internacional de las personas adultas mayores, que se celebrará el próximo día 28 de agosto. Nos estamos preparando en la Arquidiócesis a la Misión Evangelizadora 2000 y es por ello que quiero, en primer lugar, hacer un reconocimiento a muchos de ustedes que son ya, en la vida diaria, misioneras y misioneros de sabia experiencia entre nosotros, de compañía y cuidado de los niños, de unidad en el seno de las familias y de acendrando y sólido espíritu religioso. Gracias a muchos de ustedes, en las familias, en los barrios, en las parroquias, en las fábricas y en general en diversas instituciones, se puede tener memoria de quiénes somos y de cuáles son nuestros valores. A partir de una identidad viva, que es como una cadena de experiencia generacional, los jóvenes de hoy pueden aprender de la sabiduría de la vida cotidiana de los viejos, de la que ustedes son testigos y portadores. En la época actual de crisis y conflictos, el encuentro entre personas de diferente edad y sexo es muy valioso; los necesitamos en un diálogo constructivo, de sentido comunitario e interfamiliar. Gracias por su aporte. Gracias por ser instrumentos del amor del Padre. Gracias también a ustedes, muchas niñas y niños tienen compañía y afecto. Tantas veces en las familias, por circunstancias y problemas de los que todos hemos de sentirnos corresponsables, existe la ausencia del padre y la madre se ve obligada a trabajar; los niños quedan solos y, con frecuencia, son los viejos, regularmente las abuelas, las que guían, acompañan, y dan afecto a los niños. Gracias por ser misioneras y misioneros del acompañamiento a los niños y niñas y por ser pilares tan importantes en la vida de las familias. Gracias por ser instrumentos del amor del Padre. Con frecuencia ustedes propician en la vida familiar y comunitaria, incluso en los momentos de su enfermedad y en los momentos de sufrimiento, valores tan importantes como la unidad, la solidaridad y la comprensión. A veces, en estas circunstancias, ustedes creen que son molestos a los que les rodean, piensan que son una carga para los suyos o, quizá a veces, así se los hacen sentir sus familiares y personas cercanas por la rudeza de su trato; pero déjenme decirles que en realidad sus familias, sus vecinos y amigos a través de ustedes, están teniendo la oportunidad de crecer en unidad, en solidaridad y en la recuperación del humanismo y fraternidad cristiana que tanto necesitan nuestra época en los umbrales de un nuevo siglo y nuevo milenio, marcados por la urgencia del respeto a la persona del otro. Gracias, en verdad, por ser instrumentos del amor del Padre.

Gracias, en fin, porque en medio de turbulencias que han oscurecido el alma religiosa de nuestro pueblo y han hecho que se vacíe el sentido trascendente de la vida, o se olvide que la esencia de la religión es el amor a Dios y al prójimo como una sola cosa, ustedes, hermanas y hermanos ancianos, han sido fieles a la oración, a los sacramentos y a la más pura tradición religiosa que dice: “el ayuno que Yo quiero es: desatar los lazos de maldad, deshacer los lazos del yugo, dar libertad a los quebrantados… partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa…” (Is 58,6-8). No puedo dejar de mencionar mi preocupación por todos los ancianos indigentes, los olvidados, los maltratados y humillados, los pobres y pobres en extremo, los que padecen enfermedades largas y penosas, los que están próximos a la muerte sin cuidados, compañía y afecto… ustedes hermanas y hermanos son un Cristo crucificado viviente entre nosotros, la Iglesia en verdad, quiere abrazar sus vidas, sus personas. Me quiero comprometer a luchar con ustedes, de manera que así como en los templos los sacerdotes y los agentes de pastoral se preocupan porque los manteles del altar, que han de envolver el Cuerpo y la Sangre de Jesús, estén limpios y sean dignos, también así la habitación de ustedes, su vestido, sus alimentos y su seguridad social sean dignos. Ustedes son también el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La Iglesia en este campo, realiza algunos signos de solidaridad y justicia, hago un llamado a todos los responsables de la comunidad cristiana para intensificar esta labor, pero sobre todo, la Iglesia deberá hacerse eco de ustedes, voz de los que han sido expropiados de ella, a fin de hacer valer el respeto a la persona, su dignidad y sus derechos inalienables. Quiero también dirigirme a los responsables de la vida pública, a los universitarios y hombres de ciencia, a las organizaciones sociales dedicadas al cuidado y promoción de las personas ancianas y a todos en general: debemos abrir paso a una nueva cultura que incluya a las personas adultas mayores. Ellos tienen derecho de participar en la vida familiar, en la vida laboral, en la vida social, en la vida política y, en general, en todos los ámbitos del desarrollo humano. Su papel es fundamental, sobre todo si tomamos en cuenta que la composición misma de la población en los próximos años se verá marcada por la presencia cada vez más numerosa de las personas mayores. A ustedes hermanas y hermanos mayores que están en condiciones saludables, que han tenido acceso a una educación superior y que incluso ocupan puestos de gran importancia en la vida social, les corresponde ser protagonistas de esta nueva cultura de la ancianidad para nuestra Ciudad, marcada por la promoción de los ancianos, su organización, su participación y por la defensa de los derechos de los más débiles. Que nuestro Padre Dios, que es amor, les bendiga a todos ustedes, hermanas y hermanos de edad avanzada y que la caridad fraternal sea la actitud desde la cual construyamos una nueva cultura de la tercera edad. † Cardenal Norberto Rivera Carrera. Arzobispo Primado de México. México, D. F; a 5 de agosto de 1999.

ANEXO Elaboró: Lic. Ernesto Padilla Nieto Director Cáritas Bienestar del Adulto Mayor, IAP Aproximación al concepto vejez. A pesar de que no existe suficiente acuerdo acerca del momento en el que "inicia" la etapa de la vida conocida como vejez, un amplio número de especialistas refiere por población de la tercera edad al conjunto de personas con 60 y más años, o bien a aquellas con 65 años y más. La elección de la edad de incorporación a la vejez (60 ó 65 años) considera los incrementos en la esperanza de vida al nacer y las mejoras en las condiciones de salud. Generalmente, cuando los indicadores de estas dos condiciones son más elevados, como ocurre en los denominados países desarrollados, se toma como base de ingreso a la vejez los 65 años, mientras que en los llamados países en desarrollo, donde dichos indicadores aún no alcanzan a los de los primeros, el inicio a la vejez se toma a partir de los 60 años. La organización Mundial de la Salud (OMS) ha asignado a los sesenta años como el inicio oficial de la vejez, edad reconocida como tal en muchas partes del mundo. Para el caso de México, el Instituto Nacional de la Senectud (INSEN) considera a los 60 años cumplidos requisito indispensable para que una persona pueda disfrutar los servicios proporcionados por dicha institución. La vejez es un fenómeno complejo que incluye aspectos de orden individual, social, cultural, físico, y psicológico, no depende sólo de la edad de las personas, no puede estudiarse sólo en función de criterios de orden cronológico. En términos muy generales la vejez se ha definido como pérdida de autonomía ante obsolescencias e incapacidades físicas, mentales y sociales, lo que conlleva a pensar en la dependencia de las personas de edad avanzada con respecto a la familia, la economía y la sociedad en general. Un claro ejemplo de obsolescencia se manifiesta en el ámbito laboral donde se integran con mayor rapidez los avances tecnológicos. Esto último deja fuera a la población envejecida que va perdiendo su capacidad de adaptación a los cambios, además de que no cuenta con el tipo de conocimientos que las nuevas técnicas demandan (DDF, Alianza a favor de la Tercera edad en el Distrito Federal, México, 1996). Envejecimiento demográfico en México De 1960 a la fecha se observan cambios significativos en la composición por edades de la población. Entre 1970 y 1999, la participación de la población menor de 15 años en el total bajó de 47.5 por ciento a 33.9 por ciento, mientras la de la población en edades laborales (15 a 64 años) subió de 48.1 a 61.5 por ciento y la de las personas de la tercera edad (60 y más años) de 4.4 a 4.7 por ciento (CONAPO, La situación demográfica de México en 1999. CONAPO; México, 1999). Para el caso del grupo de población que nos ocupa, las estadísticas nos muestran un fenómeno cuantitativo interesante: mientras que en 1985 la población mayor de 60 años

de edad no llegaba a 280 mil personas, en 1930 casi había alcanzado la cifra del medio millón; en 1960, se estableció en 1 millón 195 mil; en 1980 la cifra ascendió a 2 millones 645 mil; en 1990, 3 millones 412 mil y hacia 1996 se estima que el número de personas de edad avanzó hasta ser de casi cinco millones de personas (Padilla Nieto, Ernesto. Los rostros de la pobreza: el debate, Universidad Iberoamericana ITESO, México, 1998). El acelerado crecimiento de la población de la tercera edad lleva a suponer que entre 1995 y el 2014 duplicará su tamaño al pasar de 4.7 millones a 8.1 millones; prácticamente se habrá quintuplicado en el 2034, al llegar a ser 20.2 millones de personas y se habrá multiplicado hasta ocho veces al final del 2050, cuando su monto supere 32 millones (CONAPO, op. cit., p.57). Situación sociodemográfica de los y las ancianas a) Población económicamente activa e inactiva La población de 60 años y más, económicamente activa en 1990, es de 1.4 millones de personas que representan al 28.6 por ciento de la población en edad de trabajar. En cuanto a la población económicamente inactiva, para el caso de las mujeres, destaca el grupo de quehaceres del hogar, con 87.4% mientras que en los hombres las mayores proporciones corresponden a los jubilados y pensionados, así como a los incapacitados permanentemente para trabajar, con 39.1% y 14.2% respectivamente (Los rostros de la pobreza, op. cit. p. 358). Mención especial merece la población masculina que no especifica su inactividad, la cual representa 40.7% del conjunto; a este grupo pertenecen los ancianos inactivos por decisión propia o familiar, y que sin estar incapacitados para trabajar son dependientes económicamente de otros miembros del hogar. b) Ingreso económico Considerando los ingresos por trabajo en múltiplos de salario mínimo (SM), hasta marzo de 1995, se observa que 56.8% del total de personas ocupadas de 60 y más años, recibieron dos o menos SM; 15.1% declararon no recibir ingresos, y 6.3% percibieron más de 5 SM. Proporcionalmente, es mayor el número de hombres que no reciben ingresos (16.1%) que el de mujeres {7.6%). Por el contrario, son las mujeres quienes reciben menos de 1 SM en mayor proporción que los hombres. c) Pensiones y jubilaciones Por lo que se refiere a pensiones por vejez y retiro, de los 5 millones 7 mil personas existentes en 1997, se estima que solamente 375 mil tienen algún tipo de pensión por parte del IMSS. Un 92 por ciento de estos pensionados obtuvieron una pensión equivalente a 90% del salario mínimo (esto último debido a la inflación y la falta de revaloración de las pensiones). Otros 229 mil cuentan con jubilación directa otorgada por el propio IMSS. En el sector público hay 196 mil pensionados, con una pensión promedio de apenas 1.5 veces

el salario mínimo; asimismo, existen 66 mil pensionados de las denominadas empresas paraestatales. En total, se estima que la cifra de pensionados de 60 y más años, se mantuvo en aproximadamente 888 mil, lo que deja una diferencia de poco más de 4 millones de personas de 60 o más años sin pensiones para la vejez (Ham Chande, Roberto. Salud y bienestar frente al proceso de envejecimiento, Centro de Estudios en Población y Salud SSA, México, 1994). Situación social La situación social de las personas de la tercera edad es altamente preocupante. Actualmente predomina la familia que tiende a una conformación de modelo nuclear (padres e hijos exclusivamente); se estima que entre 55 y 65% de las familias mexicanas observan esta forma. En este tipo de familia, se excluye de su seno a los abuelos, o se les acepta pero de manera problemática. En materia de escolaridad, se tiene conocimiento que del total de este grupo de población aproximadamente 2.0 millones son analfabetas. Del total de personas con 60 y más años, 1.6 millones no terminaron la primaria, 662 mil la concluyeron y poco más de medio millón cuentan con estudios post primarios. a) Vivienda Un problema que enfrentan con particular preocupación las personas de edad es el alojamiento, el cual,. se agudiza sobre todo porque existe ruptura de la célula familiar, una progresiva urbanización de la sociedad y los recursos de los ancianos se consideran cada vez más insuficientes contribuyendo a esta situación no tener empleo (jubilación) y contar con pensiones reducidas. Otro problema es el de la falta de créditos hipotecarios para aquellas personas que no disponen de un bien inmueble que les permita mantener su privacidad, pero sobre todo de un techo. Una demanda importante de los ancianos es la de contar con un espacio propio en virtud de que cuando cohabitan con familiares, una parte importante de los conflictos es ocasionado por la falta de privacidad, tanto del anciano como de los demás miembros de la familia. Por otra parte, el descenso de la fecundidad y el alargamiento de la supervivencia traerán consigo también cambios trascendentes en la composición de las familias: la sociedad tendrá que acostumbrarse cada vez más a compartir el hogar con adultos y ancianos y en menor medida con niños y jóvenes. En los años por venir, las demandas en materia de suministro de agua potable, energía eléctrica y por supuesto vivienda representarán un reto de grandes proporciones.

b) La salud Las tres principales causas de muerte en el grupo de edad representado por las personas adultas mayores son las enfermedades del corazón (511 por cada 100 mil), los tumores malignos (424 por 100 mil) y la diabetes mellitus (322 por 100 mil). La suma de estas tres causas representa alrededor de 50% de las defunciones de este grupo de edad y en la mitad restante se encuentran las infecciones (8%), las lesiones accidentales e intencionales (6%), la cirrosis hepática (5%) y los padecimientos renales (4%). El envejecimiento de la población está directamente ligado a lo que se conoce como transición epidemiológica, en la cual los cuadros de morbilidad dejan de ser preponderantemente las enfermedades agudas y parasitarias, que afectan a poblaciones jóvenes, para cobrar mayor relevancia los padecimientos crónicos y degenerativos, propios de la población envejecida. En esta etapa de la vida uno de los problemas de salud más apremiantes es la incapacidad para desempeñar actividades de la vida cotidiana. La mayor incidencia de incapacidad se presenta en los hombres. 5 Ancianidad en el Distrito Federal Durante un encuentro sobre vejez, Estado y sociedad organizado por la Comisión de Grupos Vulnerables de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y diversos organismos civiles, en julio de 1998, coincidieron al señalar que la mayor parte de los casi setecientos mil ancianos y ancianas que habitan en el Distrito Federal viven en condiciones de desempleo, marginación, abandono, discriminación y enfermedad física y mental, sin que hasta la fecha hayan sido suficientes los programas puestos en marcha para asistirlos. En materia de salud, se indicó que una proporción importante de la población adulta mayor padece problemas de desnutrición, mentales, crónico degenerativos y transmisibles, así como accidentes y lesiones. En el mismo Distrito Federal, según los estudios realizados por diversos especialistas, se indica que poco más de 580 mil personas mayores de 60 años viven en condiciones de abandono familiar, desempleo, maltrato, enfermedad o indigencia. De los casi 13 mil indigentes censados en el Distrito Federal, se calcula que un 40% son ancianos (as) (Los rostros de la pobreza, op. cit. pp. 354-355). Para la atención de ancianos (as) en el Distrito Federal se dispone de aproximadamente 67 asilos privados, 80 clubes de la tercera edad (INSEN), dos casas hogar del DIF, un albergue del Gobierno del Distrito Federal y un centro de atención geriátrica en la Delegación Política Gustavo A. Madero. La población de este sector, que para el año 2000 llegará al millón de personas en el Distrito Federal, sigue participando significativamente en el mercado de trabajo de la capital del país y generalmente en actividades no asalariadas. Se estima que un 60 por

ciento de los ancianos de sexo masculino se encuentran inactivos, mientras que 86.5 por ciento de las mujeres están desocupadas. La Vejez en el Futuro La actual situación de la vejez en México permite prever que en los próximos años se incrementará la desigualdad social y disminuirán las oportunidades de tipo económico, social, cultural para este grupo de población. El número de personas de 60 y más años continuará creciendo y con ellos la satisfacción a sus demandas. Se prevé que hacia el año 2030 el total de ancianos y ancianas en el país llegará a representar poco más de la tercera parte de la población total del país, ante lo cual se requiere disponer de suficientes y adecuadas medidas en materia de política económica y social con objeto de poder responder apropiadamente a las demandas provenientes por este grupo de población. Mientras en los países industrializados tuvieron tiempo suficiente para programas, la satisfacción de las demandas derivadas del paulatino envejecimiento de la población, el nuestro aún no se prepara suficientemente en materia de diseño, operación y evaluación, con cierta celeridad, para formular políticas y acciones destinadas a satisfacer las demandas de la población que emanan de las transformaciones que conlleva el proceso de envejecimiento.

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