POSMODERNIDAD, IGLESIA Y MISIÓN Un análisis y propuesta radical Osvaldo L. Mottesi

POSMODERNIDAD, IGLESIA Y MISIÓN Un análisis y propuesta radical Osvaldo L. Mottesi Este artículo del Dr. Osvaldo Mottesi es el texto de un capítulo a

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POSMODERNIDAD, IGLESIA Y MISIÓN Un análisis y propuesta radical Osvaldo L. Mottesi

Este artículo del Dr. Osvaldo Mottesi es el texto de un capítulo agregado a la nueva edición revisada de su libro Predicación y misión, celebratoria del 25 aniversario de la publicación original, que aparecerá a inicios del 2015. Esta obra ha tenido numerosas reimpresiones y ha servido a centenares de estudiantes en el mundo de habla castellana, como texto didáctico en cursos presenciales y a distancia sobre la ciencia y el arte de predicar. Esperamos que la nueva edición siga en las huellas de la primera.

"Voy el domingo a la montaña porque la contemplación de la naturaleza me hace adorar a Dios, y no voy a la iglesia porque me paso el culto pensando en la montaña". Daniel Llaudet “La iglesia no puede existir sin interrogarse constantemente a sí misma, a la luz de la Escritura, acerca de la fidelidad de su testimonio, de la coherencia entre su mensaje, su vida y su culto”.

José Míguez Bonino

“Ninguna teología puede ser útil si se elabora de espaldas a lo que está sucediendo en el mundo… es una ‘teología que responde’: debe responder a las cuestiones implícitas en la situación humana general y en la situación histórica particular”. Alberto F. Roldán

Toda buena metodología debe ser siempre fruto y testimonio de buena una teología. Y el único propósito de toda metodología eficaz es estar al servicio fiel de una teología relevante por bíblica y crítica, orgánica y contextual.

Por lo anterior, necesitamos intentar comprender algunos de los cambios radicales y globales que nuestra sociedad ha experimentado en los últimos veinticinco años. Estos cambios han impactado de manera significativa a la iglesia y al ministerio de predicación. Todo esto nos mueve a escribir los próximos dos capítulos de esta obra. En ellos analizaremos nuestro tiempo, nuestra iglesia y nuestra predicación, en procura de una predicación transformadora que sacuda y renueve, transforme y reinvente a la iglesia frente a su misión. Este capítulo 7 será la primera parte de nuestra reflexión, focalizada en la iglesia y su misión. El marco teológico y pastoral desde el cual compartimos lo que sigue, tiene que ver con tres convicciones como criterios: 1. Nuestra comprensión de la iglesia en su expresión congregacional: “La iglesia cristiana, uno de los medios de la misión de Dios, no es un grupo de personas religiosas, sino una comunidad de discípulos y discípulas de JesuCristo; es la comunidad del Reino dentro de la comunidad civil; es una comunidad contracultural transformadora, es JesuCristo tomando forma en la sociedad, haciéndose audible, visible y accesible en el poder del Espíritu Santo”. 2. Nuestra meta como pastor congregacional: Procurar el desarrollo de 1) una iglesia que reconoce que el amor debe expresarse y compartirse con los demás y -por lo tanto donde el perdón es esencial. 2) Una iglesia generosa que reconoce que JesuCristo es el Señor sobre todas las cosas, lo que incluye nuestros recursos, tiempo y talentos. 3) Una iglesia que ora porque cree en el poder y eficacia del orar sin cesar. 4) Una iglesia que adora y celebra al Señor a través de expresiones generacionales y culturales de alabanza y adoración. 5) Una iglesia agradecida que da gracias a Dios en todo y por todo. 6) Una iglesia sierva que ministra a las necesidades de todo tipo de gente, siguiendo el modelo de nuestro Señor y Salvador JesuCristo. 7) Una iglesia pacífica y pacifista activa, realmente comprometida con el cambio social no violento. 8) Una iglesia con propósito que adora, ministra, evangeliza, vive en comunión, discipula y vive siempre en

misión, potenciada y capacitada en todo y para todo por el Espíritu Santo. 3. Nuestra convicción desde la cual intentamos este análisis y propuesta: La posmodernidad nos ha dejado ya muy en claro que: 1) Es implacable con quienes la ignoran o ensalzan, la rechazan o asumen, sin más. 2) Es imposible ser iglesia con impacto genuino y frutos permanentes, sin ser radicalmente contextual. 3) Es irrevocablemente inaceptable cualquier teología o espiritualidad sincrética, en lugar del evangelio del Reino. 4) Es impostergable reconsiderar ciertos criterios sobre ser iglesia y hacer misión. 5) Es imperativo desarrollar un nuevo perfil del predicador o predicadora y de la predicación pastoral.

La posmodernidad ¿Quiénes se interesan realmente en escuchar sermones en nuestros días? Desde hace tiempo se responde a esta pregunta afirmando que, entre otros factores, la gente está drogada y esclavizada por la televisión. Es verdad, pero este diagnóstico es parcial en cuanto al rol social de la televisión, pues el problema es mucho mayor. Esta adicción esclavizante ocurre como resultado de que nuestra sociedad ha sido programada por y para la televisión. Pero eso no es todo, más recientemente el “tsunami” cibernético iniciado en la frontera de dos siglos mediante el internet y sus múltiples y crecientes derivados, ha transformado las maneras en que las nuevas generaciones reciben y procesan, entienden y responden a diferentes tipos de mensajes. Por otra parte, esta nueva era manifiesta también un talante hostil creciente hacia la autoridad, sea la que fuere y venga de donde provenga. Y de postre a lo anterior se agrega cierto tipo de cansancio y desaliento, sospecha y cautela -por no decir desconfianza- hacia las palabras. La juventud está vacunada contra las palabras, especialmente cuando estas provienen de las generaciones anteriores. Estos síntomas, que son sólo aspectos parciales del diagnóstico de nuestro tiempo, manifiestan la seriedad de los desafíos que la iglesia enfrenta progresivamente desde

hace más de medio siglo. Porque la salud de la iglesia depende mayormente de su predicación. Y la predicación ha sido hasta hoy sólo comunicación oral, solo palabras, una experiencia exclusivamente acústica. Por eso hoy la predicación está siendo devaluada crecientemente por los múltiples efectos de la era en que vivimos. Este tiempo que llamamos sin mucha convicción y aún menos claridad, posmodernidad. Sin mucha convicción, porque el “pos” no define una situación concreta sino solo algo difuso y tentativo, multifacético y escurridizo, aunque muy real y -de todas formasinfluyente. Muchos miembros de nuestras congregaciones, al escuchar o leer este neologismo de cuño relativamente reciente, se preguntan. ¿Qué es eso de posmodernidad? Y la pregunta expresa una doble realidad muy importante. Primero, que el fenómeno que llamamos posmodernidad ha sido analizado, ensalzado o criticado, cuestionado o bienvenido por las élites urbanas de las clases medias y altas de tipo intelectual, pero las grandes mayorías no comprenden sus causas, fenomenología y efectos, aunque los experimentan cada día en múltiples niveles. Segundo, esta nueva realidad bautizada como posmodernidad es un fenómeno desigual según sean los contextos humanos que se consideren. En un mismo país americano o europeo, para limitarnos solo al occidente, podemos encontrar mayormente en contextos rurales, bolsones de culturas pre modernas. En otros contextos, aún cercanos geográficamente, la modernidad reina con sus presupuestos y actitudes, ideologías y hábitos. Porque hasta aquí la posmodernidad ha conquistado y se arraiga en los países más industrializados, las mal llamadas potencias desarrolladas, pero en extensas regiones la mayoría de gentes -aún en tales países- son ajenas a su impacto. Es decir, la posmodernidad, juguete de análisis, diagnósticos y profecías de intelectuales de todo cuño, es una expresión desigual en cuanto a su influencia actual en el mundo contemporáneo. De todas formas, su influencia crece y, aún en contextos todavía no conquistados como los antes mencionados, coloniza vía informática la idiosincrasia de las nuevas generaciones.

Continuando con la posmodernidad es bueno indicar, a nuestro muy personal parecer, cuándo -si es posible esto determinarlo realmente- se inicia esta nueva era. Y esto suele ser un ejercicio histórico muchas veces arbitrario, pero en parte necesario. Mi percepción me hace notar un desencanto inicial hacia ciertos valores claves de la modernidad en los años veinte del siglo pasado. Claro saldo de posguerra. El conflicto europeo de 1914 trajo consigo una progresiva toma de conciencia de los cambios que estaban aconteciendo. En esos años, a un optimismo humanista le sucedió un pesimismo trágico. Una obra que expresa tal sentir y fuera influyente en su tiempo, fue la de Oswald Splenger, La decadencia de occidente, aparecida originalmente en alemán, en tres volúmenes, entre 1918 y 1922. Sin embargo, a pesar de los malos presagios surgió poco a poco una nueva perspectiva. El fin del ciclo liberal-burgués-progresista-optimista significaba el surgimiento de una nueva situación. José Ortega y Gasset (1883-1955), verdadero profeta a mediano plazo de la secularización europea, y a largo plazo de la posmodernidad, en su obra El tema de nuestro tiempo aparecida en 1921, afirma que su época expresaba la consolidación de un impulso incontenible en favor de la vida humana.{1} Por ello detecta un nuevo tipo de sensibilidad vital, que denomina “deportiva y festival”, esto es, no atada a afirmaciones dogmáticas solemnes, ni determinada por principios que se entiendan como trascendentes a la existencia humana. {2} El período entre las dos guerras mundiales del siglo XX es lo que nos atrevemos a llamar la prehistoria gestadora de la posmodernidad. Con los legados de la revolución bolchevique, la tendencia liberal Kuo-Ming-Tan en China, el arribo al poder del conservadorismo japonés, el fascismo italiano, el nazismo alemán y la trágica guerra civil española, no pudo menos que arribarse a la segunda guerra mundial. La segunda posguerra vio surgir nuevas potencias y alianzas, y una nueva {1) José Ortega y Gasset. Obras completas. Madrid: Revista de Occidente, 1957, Vol. III, pág. 178. 2 Ibid. págs. 194-195.

geopolítica y geo-economía al servicio de los poderes económico-políticos hegemónicos. Pero también comprobó dramáticamente la ineficacia de las pautas culturales tradicionales, lo que sirvió para cuestionar la validez y universalidad de las mismas. A través del cruce de pensamientos diversos, tradiciones distintas, ideologías opuestas, surge un pensamiento que se llegó a denominar “adulto”, libre de trabas y tutelas extrañas al ser humano y su experiencia. Era el comienzo de la secularización, de la que derivaría la posmodernidad en el mundo norte atlántico. La secularización fue y es, a la vez, un hábito de vida y un modo de pensar. Se caracteriza por una lealtad más funcional que ontológica. Rechaza todas las filosofas que pretenden ser sistemas omnicomprensivos. Esta fue el comienzo. Le siguió la posmodernidad La posmodernidad ubica su momento inicial más explícito, con la primera eclosión cultural durante “el mayo o verano caliente” de 1968, en los recintos de la Sorbona y en las calles de París. Allí la juventud estudiantil y de tipo intelectual explota en su rebeldía acumulada ante una civilización occidental moderna que les ha vendido principios e instituciones, ideologías e ideales, propósitos y hábitos, que se han demostrado en bancarrota. Esta revolución cultural eurocéntrica cruza el Atlántico y se expande casi de inmediato en los recintos universitarios norteamericanos. Paulatinamente se transforma en el fenómeno mundial que hoy nos ha llegado. Sus expresiones afectan desde entonces las relaciones humanas, la moda y la música, la arquitectura y las artes, el pensamiento y la política, y todo cuanto tenga que ver con la interpretación de lo que sea. Es el nacimiento de algo nuevo, que aunque lleva ya décadas de desarrollo e impacto, es aún imposible de definir claramente porque es el “pos” de lo anterior que aún no ha muerto del todo –ni mucho menos- y quizás el “pre” de lo aún desconocido. Pero sí es una filosofía de actitud, una idiosincrasia consensuada, un talante ecléctico ante la vida, donde el pasado no cuenta, el presente es para gozarlo, y el futuro no preocupa.

El espíritu posmoderno sospecha de toda autoridad, está incómodo con cualquier institución establecida, y duda de la capacidad de la ciencia para responder a los más vitales interrogantes humanos. Por su inconfesable pero real estirpe burguesa, se ha subyugado complaciente ante los avances de la tecnología, le encanta el confort y está entregado sin inhibiciones a un consumo delirante. Por otro lado, desconfía que esas realidades que consume y entre las cuales “flota”, tengan la capacidad o habilidad para mejorar realmente la calidad de la vida humana. La modernidad había propuesto primero la religión y luego la ciencia como ejes mediáticos para conseguir las metas buscadas, el mejor bien para el mayor número posible. Desde comienzos del siglo pasado la pre-posmodernidad, y más tarde esta misma, cuestionan ambas mediaciones. A esta altura parecería imposible poder alcanzar ningún tipo de metas, por no llamarlas -como corresponde y en el más positivo sentidoutopías. La posmodernidad ha dejado atrás la cultura de la palabra y del concepto, y ha abrazado la moda de la imagen y el efecto, la expresión y la impresión. El estímulo de los sentidos se ha convertido en el valor dominante de la existencia humana. En gran medida lo estético ha reemplazado a lo ético. La apariencia es más importante que la esencia. Más que el ser, importa el parecer. El tiempo en el gimnasio o el “spa” ha reemplazado al devocional cotidiano. Los tratamientos de belleza han desplazado, hasta con cirugía, a la búsqueda de la sanidad interior. Se lee y piensa, se medita y escribe menos. La pregunta existencial de los siglos ¿quién soy?

-interrogante milenario

mayéutico, paridor de sistemas de pensamiento- está siendo reemplazada por el interrogante estético ¿cómo me veo? Las películas y series televisadas más laureadas son, mayormente, las que exhiben más efectos especiales. Ocho de las diez canciones más populares y mejor vendidas en la Argentina en 2012 son cantadas en inglés, que la mayoría del país no entiende, especialmente en los giros idiomáticos, típicos de las juventudes de cada contexto. Cuando en un programa de televisión en Buenos Aires hice notar este dato, quien lo

conducía, un querido amigo pastor me dijo: “es que ahora parece que la música no es necesario entenderla, sino sentirla”. ¡Y dio en el clavo! En una misma página de Internet se mezclan impúdicamente ofertas de obtención rápida y fácil de postgrados universitarios, citas amorosas programadas, diagnósticos astrológicos, “las diez leyes universales de la prosperidad”, y hasta un último discurso presidencial. Como ejemplo indicamos sólo un botón específico: Basta con abrir en el buscador que fuere una consulta sobre la histórica Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Buenos Aires, para que aparezca una oferta turística en la que se incluye a esta iglesia junto con los mejores lugares de turismo gay, la mejor carne del mundo, escuelas y shows de tango, bellas mujeres, opiniones presidenciales, etc. Esta es una patética expresión del mercado posmoderno, que ofrece la posibilidad de no hacer diferencia alguna entre el paseo turístico, el recorrido histórico, la peregrinación religiosa, el “tiempo lúdico” y -muy importante- el shopping. Es la muestra gratis de una posmodernidad que, al ensalzar la caída de los grandes relatos, arrastra consigo las distinciones clásicas entre lo sagrado y lo profano, el templo y el burdel, lo público y lo privado, la democracia y la anarquía, la autoridad y el autoritarismo, la libertad y el libertinaje, etc. El poeta argentino Enrique Santos Discépolo profetizó acertadamente al escribir en 1935, en la letra y música de su tango “Cambalache”, el cual es considerado un epítome de la filosofía discepoloniana en particular y tanguera en general, lo siguiente: “igual que en la vidriera escandalosa de los cambalaches se ha tornado la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia junto a un bandoneón”. { 3} En cuanto a la relaciones interpersonales, en este verdadero “cambalache”, el perro ha dejado de ser el mejor amigo del ser humano, ahora lo es la computadora. La modernidad estuvo y está regida por el racionalismo, hijo dilecto del axioma cartesiano “pienso, luego soy”. La posmodernidad enfatiza el creer, o más bien confiar {3}. José Gobello (ed.). Letras de tango, Selección 1897-1984. Buenos Aires: Ediciones Centro Editor, 1987, Vol. II, pág. 222.

en cualquier cosa que hace sentirse bien. Es una reacción pendular a la modernidad, y está gobernada por el muy subjetivo “siento, luego soy”. A la tiranía moderna de la razón le ha sucedido ahora una explosión de la sensibilidad y de la subjetividad. En algunos círculos, el ataque contra la razón y la objetividad ha alcanzado dimensiones de cruzada, y algunos jóvenes hacen suya la afirmación anarco tremendista de Nietzsche: “Todos los pensamientos son malos pensamientos... El hombre no debe pensar”. Es decir, hemos ingresado al imperio de lo "débil", de lo light. El lenguaje dominante actual es el de los símbolos generacionales, los códigos virtuales, lo rápido y lo impactante, y todo aquello que parezca o huela a esotérico, lo que nos haga “sentir bien”. No pretendemos añadir aquí otro análisis minucioso más de la posmodernidad. Solamente nos interesó compartir, en panorámica brevísima, junto con algunas de sus manifestaciones populares más notorias, nuestra interpretación de su desarrollo prehistórico. Ya existe, desde distintas ventanas de diferentes disciplinas, un verdadero mar de todo tipo de diagnósticos acerca de la posmodernidad. Es incontable el número de ensayos y otros trabajos al respecto. Solo deseamos destacar algo mínimo y genérico, en relación con el propósito de este ensayo, que es la comunicación del evangelio del Reino de Dios. De lo mucho ya leído y releído por quienes hoy lean estas páginas, solo reiteramos, para refrescar la memoria, lo que sigue. Los cinco “sin” de la cultura postmoderna 1. Ideologías sin ideales: Mucho se escribió y algo se ha hablado a fines del siglo XX de la ideología acerca de “la muerte de las ideologías”. Esta fue vaticinada y desarrollada por Francis Fukuyama en su obra El fin de la historia y el último hombre, aparecida originalmente en inglés en 1992. Allí este autor inicia su reflexión con una afirmación significativa: “Puede decirse sin riesgo que el siglo XX nos ha convertido a

todos en hondos pesimistas históricos”. {4} Pero este pesimismo occidental posmoderno no ha producido la muerte natural de las ideologías, sino la de los ideales. Lo que ha realmente ha muerto, como afirma Norberto Saracco, es “la capacidad de soñar”. { 5} Porque la mentada muerte de las ideologías no ha tenido otra alternativa que asesinar antes a las utopías. Y esto, porque lo ideológico es lo imprescindible que implementa, articula y ofrece estrategias a cualquier proyecto utópico. Y matar la utopía y sus mediaciones ideológicas es matar al ser humano, destruirle la esperanza, transformarlo en un no ser, anularlo como corona de la creación, mediante la dictadura del pragmatismo posmoderno. El pragmatismo imperante, surgido ante la impotencia de las ideologías modernas para resolver los problemas humanos existenciales, ha dejado de lado los ideales de libertad y justicia históricas que fueron los verdaderos impulsadores de la modernidad. Estos, que constituyeron el fruto dorado y, a la vez, la energía movilizadora de la modernidad, han ido muriendo. Tales ideales se han subjetivado e individualizado al extremo y se han transvasado a una agenda egoísta. Lo que ahora realmente importa es mi libertad o mi justicia, mis estudios o mi auto-superación, mi prosperidad o mi felicidad. 2. Acción sin reflexión: El hombre y la mujer de nuestro tiempo se caracterizan por su amor a la velocidad. Son seres instantáneos y espontáneos, pragmáticos e impacientes. Todo se desea alcanzar en un instante. Es la cultura “fast”, simbolizada con la proliferación del “fast-food” y la búsqueda de todo lo que sea más rápido y a la vez efectivo. Los instrumentos de servicio más populares resultantes van desde el horno de micro ondas en las cocinas, las computadoras para el trabajo y el ocio, hasta el crecimiento acelerado de productos animales y vegetales para la alimentación, que saben todos lo mismo. {4}. Francis Fukuyama. El fin de la historia y el último hombre. Barcelona/México, D.F/ Buenos Aires: Editorial Planeta-Diagostino, 1992, pág. 29. (5} J. Norberto Saracco. Instituto Internacional de Evangelización a Fondo. Consulta reafirmemos la fe. San José, Costa Rica: INDEF, 1996, pág. 3.

Otro aspecto de la cultura “fast” se manifiesta en la actitud y práctica del zapping desde la inmediatez del control remoto. Hay crisis de paciencia. Se esperan al momento resultados instantáneos, que satisfagan expectativas aceleradas. Todo el mundo quiere lograr en segundos algo concreto, que sienta palpitando en sus manos. En consecuencia, hay una demanda urgente de efectividad -que no es eficiencia- de producción y placer. El humano de nuestro tiempo es un apasionado de todo servicio tecnológico que le brinde respuestas fáciles y un confort falso, sin el precio del esfuerzo. Es el primado de la experiencia sobre la ciencia, la acción sobre la razón, la intuición sobre el conocimiento, el facilismo sobre la disciplina y el esfuerzo creador. La vida se reduce al "aquí" y al "ahora". Sólo se valora el presente, la experiencia de cada momento. El futuro se muestra nebuloso y está más allá de las posibilidades de alcance del momento. Crece la falta de motivación para la reflexión crítica creadora y, aún más, para compromisos a mediano y largo plazo. 3. Espiritualidad sin contenido: Y esto es fruto de una doble realidad. La primera, a nuestro juicio es en principio positiva, pues significa que la posmodernidad es una época de desencanto del racionalismo absolutista y, por lo tanto, comparte con lo mejor del pensamiento cristiano una resistencia a agotar la realidad con la razón. La segunda es que tal “espiritualidad de protesta” -sublimada pero protesta al fin- está afiliada a la cultura light y a la vez anti institucional, propia de la posmodernidad. Frente a lo que consideramos un desorden establecido, se está generando un reencantamiento del universo, por vía de una trivialización de lo religioso. Este es localizado en la astrología y los horóscopos, los ufologismos y la ciencia ficción, los encantamientos, la brujería y el misticismo oriental. En la modernidad tardía todo fue desacralizado en el nombre de la ciencia. En la posmodernidad todo fue sacralizado nuevamente, resultando en una sacralización que no es tal. Porque cuando todo es sagrado, nada lo es. {6} {6}. Ver al respecto el análisis de In Sik Hong, “Iglesia y posmodernidad” en Varios. Etica y religiosidad en tiempos posmodernos. Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2001, págs. 5-32.

El multiforme y difuso, festivo y relajante movimiento de la Nueva Era es una de las manifestaciones más representativas de esta espiritualidad posmoderna. Le ofrece al típico hombre o mujer de nuestros días la posibilidad de ser “espiritual”, pero a la carta, al estilo bufet o cafetería. Es un movimiento sin textos ni lugares sagrados propios, sin líder ni historia, sin organización particular ni dogmas que tengan que aceptarse. Es una expresión de la espiritualidad creciente de nuestro tiempo en la que, como una reacción pendular a la secularización moderna, se experimenta una renovada sed por lo sagrado, lo trascendente, pero a la vez se rechaza cualquier expresión religiosa institucional y sus exigencias, las que fueren. {7} Por otro lado, como fruto de esta búsqueda desnortada surgen sectas de todo tipo, manifestaciones de un sincretismo -buen número de sus expresiones en el nombre de JesuCristo- hasta hace poco inimaginables, y de un nuevo tipo de caudillismo religioso. Tales movimientos ganan adeptos, no sólo en las grandes urbes y entre las clases medias e intelectuales como pudimos observar desde los 70 en adelante, sino ahora también en contextos rurales. El ser humano abandonado totalmente a su suerte, sin puntos de referencia, busca ciertas expresiones religiosas que no apelen a ningún tipo de compromiso. Son las que le ofrecen fórmulas mágicas para “dejar de sufrir”, o “desarrollar el poder interior para triunfar”, o “alcanzar la prosperidad”, es decir, un refugio seguro donde otros u otras piensen y guíen, receten y decidan en su lugar. 4. Estética sin ética: Aquí nos encontramos con la cultura de la imagen. La importancia de la estética externa, la cultura de la apariencia, y la ruptura con el pasado son cuestiones elementales, especialmente para los jóvenes postmodernos. La postmodernidad significa también la muerte de la ética, pues la inexistencia de meta relatos con sus utopías y principios de acción, permite la anarquía en la conducta. Como dice el cantautor y poeta español Joaquín Sabina, "… al deseo, los frenos le sientan {7}. Recomendamos Roberto Bosca. New Age. La utopía religiosa de fin de siglo. Buenos Aires/México: Atlántida/Océano, 1996, 134 págs., un análisis excelente, publicado originalmente en castellano desde una perspectiva: histórica, antropológica, teológica, sociológica y jurídica. Superando las perspectivas apologéticas y el estilo folletinesco típicos de estas publicaciones, Bosca nos brinda una verdadera llave de acceso, clave hermenéutica de esta realidad religiosa y contracultural.

fatal… ¿Qué voy a hacerle yo, si me gusta el güisqui sin soda, el sexo sin boda, las penas con pan. Que voy a hacerle yo si el amor me gusta sin celos, la muerte sin duelo, Eva con Adán?" {8} Eliminada la historia como maestra de la vida presente y futura, ya no hay deudas con un pasado pretendidamente arquetípico, ni tampoco obligaciones con un futuro utópico promisorio, el que fuere. Cuando queda tan sólo el presente, sin raíces ni proyectos, cada uno puede hacer lo que le plazca. Ahora la estética superficial sustituye a la ética esencial. 5. Participación sin compromiso: Esto es el fruto primario de la cultura del individualismo egoísta ya mencionado y el facilismo lúdico. Con la quiebra de los grandes ideales modernos, ha desaparecido el compromiso con los proyectos históricos. La cultura del compromiso y el sacrificio ha muerto. La gente busca estar bien consigo misma y con los demás, pero no en base a convicciones ideológicas, sino a una franca indiferencia por lo que crean, piensen o sientan los otros u otras. Estar bien significa tiempo libre y cada vez más capacidad de consumo, lo cual es el requisito para la felicidad. Sin embargo, las implicaciones de la liberad posmoderna son diferentes de las de la modernidad. No se basa en la libertad personal, social y política, sino enfatiza la permisividad subjetiva donde el único criterio de valor es la felicidad individual. Tal felicidad consiste en la satisfacción material y palpable de salud y belleza, dinero y placeres, popularidad y poder. Ser libre para ser feliz es la clave de la vida para el ser humano de hoy. En este sentido, la religión es uno de los productos a consumir para llegar a la felicidad deseada. Religión en la cual creer, pero sin pertenecer. Y aquí usamos “pertenecer” en el sentido de compromiso con y servicio por los ideales de cualquier confesión religiosa. La filosofía implícita en la actitud “creer sin pertenecer” constituye hoy una tendencia que notoriamente afecta, entre muchas otras, a las expresiones más {8}. Joaquín Sabina. “Letra de Whisky sin soda”, Quedeletras. http://www.quedeletras.com.

institucionalizadas de la fe cristiana. Esta realidad creciente es tema de serios estudios y la expresión “creer sin pertenecer” forma ya parte del léxico de la sociología de la religión. {9}

La iglesia y la posmodernidad Los cinco “sin” de la cultura posmoderna nos llevan ahora a sus correlatos directos en la vida y misión de nuestras iglesias, influidas en mayor o menor grado por la posmodernidad. Destacamos que lo que sigue, gracias a Dios, no puede aplicarse a todas las congregaciones cristianas, ni mucho menos. Es un análisis panorámico, fruto de la última de las cinco décadas de nuestro ministerio, la primera mitad intensamente itinerante, y la segunda en un también intenso ministerio pastoral. Estos correlatos son: Los cinco “no” de la iglesia contemporánea posmoderna, que podríamos llamarlos también los cinco sin de la iglesia de nuestros días: 1. No evangeliza, cree y se entusiasma con los eventos, cuanto más espectaculares sean, mejor. No cree ni se invierte en procesos, aunque sean éstos los que hacen realmente crecer y desarrollar a un organismo como es la iglesia. Los procesos le aburren e impacientan. No acepta que entre siembra y cosecha existe la ineludible germinación. Ha sido cautivada por la cultura “fast”. Ama la velocidad. Es impaciente. Quienes no encuentran en cierta congregación lo que buscan, lo que les agrada, cambian de congregación. Es el principio del “zapping” televisivo aplicado a la vida eclesial. Es una iglesia a quien le fascina todo lo impresionante, lo espectacular, lo acelerado. Afirma en genérico ciertos valores como, por ejemplo, que la evangelización es la misión suprema de la iglesia, pero no los vive. La diferencia abismal entre los valores que se creen y los que se viven es la gran tragedia y desafío para su misión movilizadora, la que el ministerio pastoral en general y su predicación en particular son {9} La Dra. Grace Davie, profesora de sociología en las universidades de Exeter y Upsala, una de las principales exponentes contemporáneas de la sociología de la religión, acuñó y formuló originalmente esta expresión en su obra Religion in Britain Since 1945. Believing without Belonging, publicada en 1994.

llamados a generar. 2. No ora. “Orar sin cesar” no es parte de la agenda de su “religiosidad de consumo”, o aún menos exigente en su “cristianismo dominguero”. Una de las más sabias y descriptivas de las definiciones de la oración cristiana la debemos al gran predicador de la antigüedad Demóstenes, quien dijo que “la oración es la respiración del alma”. Por nuestra respiración física los seres humanos vivimos, debido a que el oxígeno que inspiramos nos purifica de la basura que se nos mete de afuera en nuestro organismo. La oración es la respiración del alma del creyente y de la iglesia. Ella purifica, elimina la basura que -de afuera- se introduce en el cuerpo de Cristo. David Yonggi Choo es el pastor fundador de la Iglesia del Evangelio Completo Yoido en la ciudad de Seúl, Corea del Sur, afiliada a las Asambleas de Dios, probablemente hoy la congregación evangélica más numerosa del mundo, ya que registraba una membresía de más de un millón de miembros en 2008. El 5 de febrero de ese año, el pastor estadounidense Rick Warren lo entrevistó en un desayuno de colegas. Las preguntas fueron muy variadas y las respuestas interesantes. Solo deseamos destacar una de éstas, referida a la oración y su relación con el ministerio pastoral y la misión de la iglesia. Warren, cuando agonizaba la entrevista hizo la pregunta final: - ¿Qué le gustaría decirles a los pastores estadounidenses? A esto Yonggi Choo respondió: - Bien, pastores estadounidenses... tienen maravillosos templos y una educación superior, pero usualmente los pastores estadounidenses no pueden orar más de 15 minutos -así que este es el principal problema. Siempre he dicho que ustedes tienen todo -finanzas, templos, educación- pero están fallando en la determinación a orar. ¡No hay poder sin oración! Mucha gente aún no conoce la importancia real de la oración pero como ministro, deberías conocer que la oración es el fundamento del iglecrecimiento y del avivamiento. Los pastores estadounidenses deberían determinarse a orar. Como tú sabes, en Corea tenemos una reunión de oración en la mañana, y muchos pastores estadounidenses nos visitan. A veces me preguntan: “¿Cómo hace para

motivar a la gente a venir a orar temprano en la mañana?”, a lo que yo respondo: “Primero, ¡tú mismo debes estar motivado!”. { 10} No habrá renovación y menos aún transformación en nuestras iglesias hasta que, como fruto de un avivamiento de oración del pequeño remanente siempre fiel y presente, comencemos a vivir el “orar sin cesar”. 3. No desea ser enseñada. Ha reemplazado el axioma cartesiano “pienso, luego soy”, responsable de credos y sistemas ultra inteligentes de pensamiento que han dado a luz a la modernidad hoy moribunda, por el “siento, luego soy” o el “siento y me gusta”, descendiente dilecto de la posmodernidad, tan afecta a todo lo que sea light y “fast”, sensorial y lúdico. Existen dos palabras muy comunes, usadas constantemente para referirse a los hijos e hijas de Dios. Estas son: creyentes y cristianos. El vocablo creyente expresa una experiencia humana insuficiente, que puede aún considerarse contraria a la Palabra de Dios. Santiago afirma “¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen y tiemblan” (2:19). En cuanto al término cristiano o cristiana, mucha gente en el mundo occidental afirma serlo. Se habla hasta de naciones cristianas. Es muy fácil ser creyente, es muy común ser cristiano o cristiana. También es parte de muchas culturas ser religioso. Pero otra cosa muy distinta es ser discípulo o discípula de JesuCristo. El llamado al discipulado no es una opción para élites religiosas, o “gente de iglesia”. Todo lo contrario, es un mandamiento universal, un desafío, una vocación y un ministerio para todo miembro del cuerpo de Cristo. Es crecer en todo a la imagen de JesuCristo, para obedecerle, seguirle y servirle. Y este calibre cristiano requiere la enseñanza intencional y persistente, constante y programada de la Palabra de Dios con el propósito de hacer de cada hijo o hija de Dios un discípulo de JesuCristo. Pablo, como el inspirador de “la cadena del discipulado”, es muy claro: Has escuchado mis enseñanzas confirmadas por muchos. Ahora enséñaselas a personas {10}. “Desayuno con David Yonggi Choo y Rick Warren”. La Red Cristiana, http://www.unored.com, 30 de mayo, 2001.

dignas de confianza, que a su vez puedan enseñárselas a otros (2 Timoteo 2:2). 4. No desea ser desafiada, y esto es un correlato directo de lo anterior. Esta sociedad que ha heredado de la modernidad las especializaciones, ha triunfado en hacer pensar que así como debemos buscar al mejor abogado, una excelente médica, y todo tipo de los mejores especialistas para cada una de nuestras necesidades, también necesitamos de los especialistas para nuestras necesidades espirituales. Esto ha revertido la ecuación que se deduce de todo el consejo bíblico, la pregunta eco de la de Saulo de Tarso ¿Señor, qué quieres que haga?, es decir ¿qué puedo hacer por Dios y mi iglesia?, ha sido reemplazada por ¿qué puede la iglesia hacer por mí? Por esto, la búsqueda no es por enseñanza y desafío inspirador para crecer en el discipulado, sino por sermones de motivación y auto ayuda, para resolver, con un cristianismo al estilo del pensamiento positivo, sus “problemas”. La misión no cuenta en el inventario de dones, tiempo y recursos personales y familiares. El desafío es rechazado. La búsqueda es solo por terapias espirituales. Estas, tan necesarias en nuestro día a día, son solo una dimensión de la vida cristiana. Entonces se deja el resto de la misión para esa gente que se denomina “los hombres y mujeres de Dios”. 5. No se compromete, y seguimos en correlación. Para esto se alega mayormente la falta de tiempo. Y es verdad que el ritmo de la vida sigue acelerándose, aunque recientes estadísticas nos afirman que continua creciendo el número de horas que todas las edades dedican a la televisión, sin contar las horas de navegación en internet que pronto alcanzará, con su crecimiento espectacular, al reinado televisivo. ¡Estamos convirtiéndonos en una sociedad de navegantes cibernéticos! El único compromiso eclesial, en los mejores casos, es ofrendar, o sea pagar para que los y las “profesionales de la religión” hagan todo lo posible por hacerles felices, triunfar en la vida, “descubrir el campeón o campeona que hay en cada quien”, ayudarles a mantener su familia unida, progresar en todo, etc. Esto significa, entre otras muchas cosas, que la iglesia posmoderna vive a paso acelerado la desaparición

progresiva del sacerdocio universal de todos los creyentes. Y con esto, la dilución progresiva del llamado bíblico, también universal, a ser pueblo de discípulos y discípulas. La tendencia cristiana posmoderna creciente es “creer sin pertenecer”. Y estamos convencidos que no existe vida cristiana abundante sin comunidad. Es el pertenecer realmente a la vida comunitaria de la fe lo que nos inspira e impulsa a comprometernos con la vida, visión y misión de nuestra iglesia. Ante esta iglesia que no evangeliza ni ora, que no desea ser enseñada ni desafiada pues no se compromete, hubo y hay quienes han encontrado como solución “la waltmartización de la iglesia”. El término waltmartización se ha comenzado a usar en sociología no convencional, para referirse a la aplicación de principios de corporación comercial a distintos tipos de realidades sociales. { 11} Aquí pretendemos inaugurar su uso en cuanto a la iglesia y su misión. Es una de las estrategias predominantes entre los gestores y gestoras de las llamadas mega iglesias. Es decir, la transformación de la comunidad de discípulos y discípulas de JesuCristo en una corporación con un eficiente personal de servicio entrenado para cada operación. En este contexto la relación entre congregación y miembro es la de corporación-cliente. Y el cliente marca la tendencia, el cliente siempre tiene razón, al cliente hay que satisfacerlo, etc. En medio de las realidades negativas que hemos brevemente presentado, y a partir de nuestra comprensión del deber ser y quehacer de la iglesia, hacemos nuestra propuesta. Estamos absolutamente convencidos que es necesaria una transformación radical en el Pueblo de Dios hacia una mentalidad y actitud afirmativas, que reinventen la vida y misión de la iglesia. Para esto necesitamos una “metanoia” eclesial, una verdadera revolución de fondo y formas que nos permita vivir lo que sigue. Los cinco “si” correlativos de una iglesia contracultural transformadora 1. Sí, es una comunidad cuestionadora de corrientes y valores ajenos al Reino de Dios. Y esto, con un positivo propósito transformador. Por lo tanto procura cada {11} Ver, Ángel Bush, “Análisis sobre la walmartización a nivel mundial”. Buenas tareas. www.buenastareas.com

día que su naturaleza y actitud contracultural sean a partir de un claro compromiso fiel con el evangelio del Reino de Dios. Su búsqueda es crecer con una clara identidad Reino céntrica, y busca fortalecerla en medio de los cambios de la sociedad. Sin cálculos de política eclesiástica, con sincero respeto por las posiciones divergentes de otras expresiones del cuerpo de Cristo, se expide con integridad -oficial y claramentesobre temas que suelen dividir al mundo cristiano. No busca popularidad ni aceptación proclamando un evangelio genérico que a nadie molesta, que todo el mundo apoya, “que es lo que a la gente le gusta”. Cree firmemente que “aguar” principios e ignorar la necesidad de la toma de posturas, es negar el evangelio del Reino. Por eso siempre procura la integridad bíblico-teológico-pastoral. No anhela fama, sino fidelidad. 2. Sí, es una comunidad generadora de discípulos y discípulas, como agentes activos del Reino de Dios. Es una iglesia que enseña bíblicamente, procura formar discípulos y discípulas, y es mentora de líderes potenciales. Es, entre otras cosas, escuela de La Palabra. Entiende que el discipular es facilitar a hombres y mujeres a "crecer en todo... en Cristo" (Efesios 4:15). Discipular es uno de los mandamientos más difíciles de la misión. El énfasis unilateral por el crecimiento numérico hace que muchas veces se descuide -algunos casi ignoran- el discipulado. Este es el corazón mismo del crecimiento integral del pueblo de Dios. Esta convicción nos lleva a concluir que a veces las conversiones multitudinarias, sin el ministerio del discipulado, pudieran no ser más que un cambio superficial. Esto es, la transferencia de una religiosidad popular católica o pagana, a una religiosidad popular evangélica. Es el cambio de la virgen, los santones y santonas folklóricos ilegales para la institución, los astros, la brujería, las barajas del Tarot, o cualquier otro tipo de ídolos, por la Biblia. La Biblia cerrada. La Biblia fetiche. Nada más. Rogamos que no se entienda lo anterior como una afirmación elitista o antipopular. Es absolutamente todo lo contrario. Sólo insistimos desde la Biblia y nuestra experiencia pastoral, que divorciar la evangelización del discipulado es truncar

el carácter integral de la misión. Esta coloca radicalmente juntos ambos mandamientos. Evangelización y discipulado son las dos caras inseparables de la misma moneda llamada misión. Más aún, la verdadera evangelización concluye solo cuando quienes son evangelizados se transforman en discípulos y discípulas de JesuCristo, es decir, nuevos evangelizadores. Lo otro es proselitismo. 3. Sí, es una comunidad confrontadora de todo pecado, no sólo personal, sino también cultural y racial, económico y político, sistémico y ecológico. El Dios de la Biblia ama al mundo entero y se preocupa profundamente por el bienestar integral de toda su creación. Dios no se interesa sólo por nuestra alma, sino por toda nuestra vida. No sólo por nuestra individualidad, sino por toda la humanidad en su complejidad. Y no sólo por la humanidad sino por toda su creación. Su proyecto político, el de Su Reino, apunta a cada persona, pero alcanza todo lo creado. La política de Dios es personal y familiar, comunitaria e internacional, cósmica y ecológica. Por eso nuestro Dios es un Dios político. Llama a Abraham que salga de su tierra. Convoca a Moisés para liberar a Israel. Entrega una tierra para hacer de un grupo de esclavos una nación. Usa a los profetas para condenar la corrupción política, la desigualdad económica y la injusticia social en Israel. La política es la ciencia y el arte de gobernar para la felicidad de todos los seres humanos. El pecado, que todo lo corrompe, ha envenenado la acción política. Por eso los cristianos y cristianas hemos sido enseñados a “no meternos en política”. Eso ha sido y es un error muy grave, pues nuestro rol es ser luz y sal de la tierra. Debemos evangelizar la vida política a partir de los valores de la política de Dios. Esta, en el más puro y mejor sentido de la palabra, está en lo más profundo del corazón de Dios. La historia de la salvación es el desarrollo del proyecto político del reinado de Dios. La iglesia desde el Pentecostés hasta la consumación del Reino es llamada a ser fiel a la política según el corazón de Dios. Tiene por vocación ser una comunidad política. Pero no en el sentido partidista o partidario del término sino, como enseña JesuCristo, a partir de una tajante separación total -política, financiera e ideológica-

entre la iglesia y el estado. Una comunidad contracultural transformadora debe, sin ninguna injerencia estatal escoger sus líderes y financiar sus actividades. A la vez sus miembros, como diáconos y diaconizas del mundo y no solo del altar, deben interesarse e involucrarse, según sus posibilidades, para servir en la transformación de la vida comunitaria. Por otra parte, cada cristiano o cristiana puede pertenecer al ideal o partido político que desee, pero la iglesia a la que pertenece debe permanecer autónoma de todo poder temporal. 4. Sí, es una comunidad movilizadora, al rescate y promoción de los valores no negociables del Reino de Dios. Cree que la clave de su vocación está en “la movilización total de todos sus miembros para llevar a cabo la misión total”. Como ya mencionáramos, por “misión total” no se entiende el mero agregar gente, pues este tipo de congregación cree y busca el crecimiento integral. Uno de los lemas movilizadores que presidieron nuestra reciente experiencia pastoral fue: “Una iglesia grande en un centro grande”. Esto hizo necesaria la predicación y enseñanza intencional, para lograr como congregación no solo entender, sino enamorarnos y casarnos con el concepto bíblico y misionero de lo que es e implica ser “una iglesia realmente grande”, en otras palabras, una iglesia plena, en contraposición con los criterios actuales del marketing cristiano. El tamaño de la iglesia fue, es y será sólo un aspecto de lo que es una iglesia realmente grande. Porque el crecimiento sano, es decir armónico y pleno del cuerpo de Cristo es un crecimiento integral y por lo tanto multifacético, que abarca e integra cuatro expansiones: numérica, orgánica, conceptual y encarnada. a. Expansión numérica: Es el alistamiento de personas al Reino de Dios, por medio de su confesión personal de JesuCristo como Señor y Salvador, y su incorporación a una comunidad local de quienes habiendo hecho la misma decisión, adoran, obedecen y dan testimonio al mundo de la acción de Dios en Cristo y de su poder liberador.

b. Expansión orgánica: Es el desarrollo interno de una comunidad; el sistema de relaciones que logra establecer entre sus miembros; su forma de gobierno, liderazgo, estructura financiera, clases de actividades que ocupan su tiempo y recursos, etc. c. Expansión conceptual: Es el grado de conciencia que tiene una comunidad respecto a su naturaleza y misión en el mundo. Se trata de la imagen que va forjando de sí misma, la profundidad de su formación cristiana, y la manera cómo ve a su mundo. d. Expansión encarnada: Es el grado de involucramiento de una comunidad en la realidad social de su contexto. Es decir, su participación en las aflicciones de su mundo; su acción compasiva, profética, intercesora, sanadora y liberadora en favor de “los hermanos y hermanas más pequeños de Jesús” (Mateo 25:40; Lucas 4:18-21). Es muy posible que las congregaciones que trabajan y luchan por su crecimiento integral con convicción y compromiso, no se constituyan en “mega iglesias”. Pero serán iglesias sanas, plenas, reproductoras de otras congregaciones, semilleros de pastores, misioneras y maestros que saldrán de éstas para servir en nuestra única parroquia que es el mundo entero. 5. Sí, es una comunidad militante en su compromiso activo -entre otros- por la paz y la justicia. Es una iglesia pacífica y pacifista activa. Entiende, como el pastor Martin Luther King hijo lo afirmara, que “los seres humanos dejarán de llevar armas, cuando aprendan a cargar la cruz”. Por eso asume con muchos cuidados y reservas las metáforas del Antiguo Testamento del pueblo de Dios como ejército, la misión como campo de batalla y todo ese vocabulario guerrero y guerrerista que, desde las Cruzadas, ha permeado muchos púlpitos. Su predicación ineludiblemente condena hechos cotidianos que se han hecho parte aceptada del paisaje del mundo y de muchas instituciones cristianas: iglesias transformadas en depósitos de armas; mezquitas convertidas en cuarteles de guerra; ministros religiosos bendiciendo ejércitos; líderes cristianos usando réplicas de espadas de líderes bíblicos, pero ciertamente muy guerreros, para “ungir” ministerios; gobiernos condecorando “héroes” por la ciencia y el arte matar; países autodenominados

“cristianos” decidiendo ir a “una guerra justa por la paz mundial”; dictadores entregando réplicas enjoyadas de espadas de libertadores políticos a sus amigotes; otros recibiendo doctorados “¡honoris causa!” por suprimir la libertad de expresión; etnias y culturas quemando biblias y coranes, templos y gente en el nombre de Dios. ¿Qué es en realidad todo esto? Son “las cruzadas del siglo XXI”. Simplemente, la locura reiterada de la guerra. Por todo ello, toda iglesia contracultural y transformadora es llamada a vivir en paz y perseverar comprometidamente por la paz, a partir -entre otros- de cinco principios bíblicos claves: a. Nuestra fe nos demanda procurar la paz sin apelar a la violencia. “La paz les dejo, mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden (Juan 14:27). Nuestro punto de partida es amar con eficacia para procurar la paz. “Busca la paz y síguela”. La juventud, lo mejor del presente y más aún del futuro de la iglesia, tiene la vocación de ser objetora de conciencia. Obedecerán al gobierno, pero no para matar o ayudar a matar. Dios nos guarde de ser una iglesia con las manos manchadas de sangre. ”Quien a hierro mata, a hierro muere” b. Nuestra fe nos demanda amar la verdad y sospechar de quienes están en el poder. “... y conocerán la verdad, y solo la verdad los hará libres” (Juan 8:32). Ante todo intento -de parte de quien sea- de exacerbar nacionalismos, proyectos patrioteros o pasiones expansionistas que pudieran generar cualquier tipo de violencia, las preguntas cristianas -aplicando la hermenéutica de la sospecha- deberán ser: ¿por qué? y ¿para qué? Estas preguntas se originan en la sospecha que es parte del mandamiento a ser “mansos como palomas y astutos como serpientes”. Amar la verdad demanda vigilar constantemente a los poderes de turno de este mundo, aun especialmente a aquellos que nos gustan y apoyamos. Sospechar de “los poderes” debe ser siempre una metodología, nunca una actitud negativa. Jamás debe ser un problema personal, sino de ideas. c. Nuestra fe nos demanda sospechar de nuestros propios sentimientos. “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis

pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno” (Salmo 139: 23-24). Este principio es la contrapartida válida del principio anterior. Porque siempre tendemos a escuchar más a quienes apoyamos. Nos molestan los argumentos con quienes no concordamos. Debemos preguntarnos siempre ¿por qué creemos lo que creemos? Debemos examinar constantemente las reales motivaciones que generan nuestras posiciones y actitudes. d. Nuestra fe nos demanda buscar la paz mundial antes que cualquier interés particular “...busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:3). Dios no creó este planeta con fronteras, banderas e himnos nacionales. Estas realidades, para muchos sagradas, son resultado del pecado humano. JesuCristo no criticó ni alabó estas divisiones, simplemente fue más allá de ellas. Quienes le confesamos como Señor y Salvador hemos recibido en El una nueva identidad. Somos ciudadanos y ciudadanas del Reino de Dios. Esto no significa negar o importarnos poco nuestra identidad nacional y cultural, sino solo darle el lugar relativo que debe tener. Cuando los cristianos o las iglesias entran en compromisos con ideologías o proyectos nacionalistas, el evangelio del Reino es desacreditado. Nuestra prioridad es el Reino de Dios y su justicia. e. Nuestra fe nos demanda compadecernos ante todo tipo de sufrimiento humano “Jesús, viendo las gentes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas como ovejas sin pastor” (Marcos 6:34). En la guerra -la que fuererealmente nadie gana. El resultado es sufrimiento para todas las partes. Un cristiano, pastor y pacifista, cargado de dolor afirmó: “Eso de andar quemando seres humanos con napalm, de llenar de viudas y huérfanos los hogares de nuestra nación, de inyectar la ponzoñosa droga del odio en las venas de gente normalmente humanitaria, de devolver al hogar desde tenebrosos y sangrientos campos de batalla a hombres inválidos y destartalados psíquicamente, es algo que no se puede conciliar con la sabiduría, la justicia y el amor". {12}

Concluyendo La posmodernidad es una realidad relativamente reciente, emergente, distinta y desafiante. No sabemos para que llegó, si es para quedarse o para ser transición hacia un futuro desconocido aún. Como toda realidad humana, está compuesta de luces y sombras. En sus expresiones más populares representa, para la vida y misión en general y la comunicación del Evangelio en particular, un tremendo desafío. Sobre el desafío de la posmodernidad a la iglesia, es tal la radicalidad del mismo, que a la comunidad de fe no le basta hoy con un “aggiornamento”, una puesta al día entendida como un renovar de algunas formas, sino una renovación radical, es decir, una transformación de criterios y formas, presupuestos y hábitos, metas y prioridades de ser iglesia y hacer misión, bajo la guía e inspiración irreemplazable del Espíritu Santo iluminándonos el evangelio del Reino de Dios. Y todo lo anterior, a partir de un ineludible cambio que debe comenzar en cada líder, hacerse visión, implementarse como misión, y transformar a todo el Cuerpo de Cristo, en el poder del Espíritu Salto. Sugerimos algunos desafíos transformadores: 1. En cuanto al liderazgo: 1) Nos convertimos de los valores que creemos, a los valores que vivimos. 2) Nos transformamos de coordinadores y coordinadoras de eventos a movilizadores y movilizadoras de procesos. 3) Entendemos, creemos en, e implementamos con convicción y pasión nuestro modelo de crecimiento integral. 4) Modelamos, inspiramos y movilizamos un proceso integrado de crecimiento. 5) Enfatizamos que nadie va o viene de la iglesia, sino que todos, todas somos la iglesia. 6) Capacitamos a cada miembro del cuerpo de Cristo, no meramente para ser “obreros/as del altar y sus alrededores”, sino diáconos y diaconisas del mundo. 2. En cuanto a la congregación: 1) Es impactada por los valores que vive su liderazgo. 2) Se convierte de los valores que cree a los valores que vive. 3) Se transforma de espectadora de eventos a participante en procesos. 4) Entiende, cree y participa en un modelo contextual de crecimiento integral. 5) Se compromete a dejar de ser un grupo de personas religiosas, para transformarse en una comunidad de discípulos

y discípulas de Jesucristo; una comunidad del Reino dentro de la comunidad civil; una comunidad contracultural transformadora; es decir, JesuCristo tomando forma audible, visible y accesible en la sociedad. 6) Se constituye en un testimonio personal y corporativo transformador de su comunidad circundante. Y de ahí… hasta lo último de la tierra.

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