PREMIO SANTA APOLONIA 2005 DE NARRACIONES BREVES

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PREMIO SANTA APOLONIA 2005 DE NARRACIONES BREVES.

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El rumano.

NOTA DEL AUTOR Una vez concedido este premio quisiera dedicarlo A mi queridísimo padre y a mis buenos amigos del Servicio de Rehabilitación de la Fundación Jiménez Díaz: a Cristina, logoterapeuta, a Marisa, fisoterapeuta, a Nieves y Blanca, terapeutas ocupacionales, a Ignacio Ibarra y Eloísa Pérez Zorrilla, médicos, con mi gratitud y admiración por su trabajo. Dra. Dña. Margarita Varela Morales.

Sin olvidar ni un sólo día a Jerónimo Farré, cardiólogo y hacedor de milagros. Todos ellos estaban en lo más profundo de mi corazón cuando escribí este cuento.

Hamburgo, 7 de mayo. 7.30 horas.

Estoy terminando mi macrodesayuno en el patio acristalado del hotel K. de Hamburgo. (En los viajes me alegro el cuerpo. Maribel no me da la murga). A las 8.45, presentación Power Point a los de Schmidt und Kleber. Objetivo: venta de las primeras doce hormigoneras de giro tridimensional que coloca nuestra empresa

haces gracia con esa gilipollez de La Internacional en el teléfono). Ahora resulta que este trasto suena como todos y yo no me doy cuenta de que es el mío. Cuando vuelva lo arreglo y le pongo en su supernokia La Campanera de Joselito. A ver qué cara pone la reina de las vanguardias cuando le suene estando reunida con sus amiguitos del Museo...

— Doctora, ¿qué significa muy mal?... Una embolia cerebral... No, no creo que mi padre tuviera nada del corazón. Estaba hecho un toro para sus 81 años... en Alemania. Última fase del negocio. Se las calzo fijo. Soy un crac... — Your telephone is ringing, sir. — Oh, thank you, thank you… Coño, es verdad, no me parecía el mío... Maribel ha cumplido su amenaza. ¡Que hija de puta! Me ha cambiado mi sintonía (Paco hijo, que pareces tonto, a ver a quién crees que le

Prof. dent., Vol. 9, Núm. 3, Marzo 2006. Págs. 151-155.

— ¿Mamá? ¿Mamá? No te oigo bien... hay interferencias...¿estás con el inalámbrico?... Pues acércate al balcón... ¿Cómo que papá ha perdido el conocimiento?... ¿Completamente redondo?... Pero ¿cuánto tiempo lleva así?... Será una lipotimia... Sí, sí, te espero, ve a ver cómo respira y vuelves... ¿A qué hora empieza a trabajar el conserje?... ¿Y la asistenta?... Sí

mamá, has hecho muy bien en llamar antes a los del SAMUR, verás como llegan rápido... No, no le muevas, tápale con la toalla y quítale la espuma de afeitar de la cara... ¿Respira mejor?... No mamá, no cuelgo hasta que lleguen... Vale, vale, ve a abrir que seguro que son ellos... ¿son?... Sí, colgamos y me llamas ahora en cuanto te digan algo... Hamburgo, 7 de mayo. 8.05 horas.

— Sí, mamá, pásame a la doctora. — Doctora, ¿qué significa muy mal?... Una embolia cerebral... No, no creo que mi padre tuviera nada del corazón. Estaba hecho un toro para sus 81 años... Ya... Lo entiendo... Bueno, doctora, a pesar de todo trasládele al hospital por favor. Yo estoy en el extranjero y tardaré algunas horas en llegar... Comprendo que podría morirse por el camino pero sería peor que se muriera en casa... Asumo la responsabilidad... Esta situación es terrible para mi madre... Sí, por favor, pásemela... Se lo agradezco muchísimo, doctora. — Mamá, tranquila. Van a hacer todo lo posi-

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> ble. Llama a Mari Tere y os vais las dos al hospital, que yo me busco el primer vuelo... ¡Claro que hay un montón de vuelos!... No te preocupes mamá, que papá no es de los que se mueren así a la primera. Verás como se recupera rápido. Un beso mamá. Madrid, 7 de mayo. 18.00 horas.

A papá le han ingresado en la UVI. Nos dicen que la causa de la embolia ha sido una arritmia cardiaca, pero que su corazón es fuerte y está respondiendo. Sin embargo, la embolia le ha producido una falta de riego en la parte del cerebro que se encarga de mover la mitad derecha del cuerpo y también del lenguaje, la comprensión de lo que se oye, la escritura y algunas cosas más. Cuando se vaya recuperando del coma sabrán el verdadero alcance del problema, pero el escáner no parece muy esperanzador. — Doctor, ¿se pondrá bien? — Mamá, no lo preguntes más que ya te han explicado cómo están las cosas. — Pero es que ayer mismo estaba estupendamente. Trabajando igual que siempre en su consulta, ¿verdad, Mari Tere? Doctor, esta señora es su enfermera de toda la vida. Y para nosotros como de la familia. — Sí doctor, 41 años con don Ernesto. Y como yo le dije: Mire, Don Ernesto, aunque me haya jubilado, mientras usted quiera seguir al pie del cañón y me necesite... Y ya ve, de sus pacientes de siempre, como ya son todos de su quinta, cada vez van quedando menos, pero los de Cáritas se multiplican como setas y no nos dejan retirarnos. Y es que, mire usted Doctor, Don Ernesto no sólo es el mejor dentista del mundo. Además es la mejor persona que yo he conocido. ¡Un santo, de verdad, un santo! — Venga, venga, Mari Tere, que el doctor tiene prisa. Toma un kleenex. Y tú otro, mamá...

trabajo ni a tu mujer, que aquí estamos tu madre y yo para lo que haga falta”. Por la habitación pasan muchos médicos, enfermeras, auxiliares y limpiadores que hacen sus respectivos trabajos con papá. Su vida es una mierda, pero él no se queja jamás. (“Su padre de usted tiene mucha moral... Se le ve que es bien majo el hombre. Y es de los que se recuperan. Se lo digo yo, que llevo de limpiadora en esta planta más de 20 años y con verlos los calo. Y su padre de usted no tiene ganas de criar malvas todavía”). Cuatro veces al día le meten en una especie de bolsa de lona que cuelgan del brazo articulado de una pequeña grúa eléctrica para trasladarle de la cama al sillón y del sillón a la cama. La primera vez que vi ese artilugio con papá dentro me recordó a la cigüeña de porcelana que le regaló a mamá cuando nací yo. Todavía está en la vitrina. Lleva un niño en el pico y conserva colgado del cuello con un hilo un sobre diminuto de papel azul con una tarjetita dentro en la que papá escribió con una letra enana “Paquito, nuestro mejor regalo”. Todo esto es patético. Pobre papá. Por qué llegarían los del SAMUR... El médico dice que si todo va bien mañana empezarán a bajarlo al Servicio de Rehabilitación.

De pronto me doy cuenta de que es muy viejo. Debería haberse muerto. Mamá y Mari Tere se pasan el día con él.

Madrid, 12 de mayo. 18.00 horas.

A papá le han trasladado a la Unidad de Ictus. No puede hablar nada, pero nos conoce a todos. Me da una pena horrible cuando me mira con la boca torcida y trata de sonreír. De pronto me doy cuenta de que es muy viejo. Debería haberse muerto. Mamá y Mari Tere se pasan el día con él. — “Paco tú no te preocupes, no desatiendas tu

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Madrid, 27 de Mayo.

Papá lleva 2 semanas en rehabilitación y su restablecimiento físico es increíble. Ha conseguido recuperar casi totalmente el movimiento de su medio cuerpo paralizado. Corre como un conejo por el pasillo del Servicio y en el gimnasio domina todos los aparatos. Los médicos y las fisioterapeutas están asombrados. — Ale, Don Ernesto, meta un golazo con la pierna mala. — ¡Goooooool!... A usted es a quien tiene que contratar Florentino y no a esa panda de mantas. — Venga, Don Ernesto, a ver qué nos hace hoy con la mano tonta. Por lo visto papá, con la mano del lado que se le paralizó, ha hecho una puerta de Alcalá con palillos de dientes, una plaza de toros de plastilina con varios muñequitos haciendo el paseíllo y está empezando a tejer un macetero colgante de macramé. Con Cristina, la logoterapeuta, hace ejercicios,

juegos, tests y cada vez comprende mejor las cosas, pero sigue hablando una jerga extraña con la que trata de comunicarse sin mucho éxito... Sin embargo, Cristina no tira la toalla jamás y mi padre tampoco se rinde. — La destrucción de los tejidos del lóbulo temporal izquierdo ha sido enorme. Y luego está la edad... Con más de 80 años la arterioesclerosis cerebral es una constante. Sinceramente, no creo que pueda volver a hablar con un lenguaje normal, pero le estamos enseñando a manejar los recursos que conserva y seguro que conseguirá comunicarse... Es un paciente con una fuerza de voluntad y un equilibrio emocional fuera de lo normal. Un gran tipo, de verdad, Paco. Madrid, 5 de junio.

El Jefe de Rehabilitación y Cristina nos han citado. Nos hemos reunido con ellos mamá, Mari Tere y yo. — Don Ernesto es increíble, en serio. No hemos visto nada igual. Ha recuperado prácticamente del todo su motricidad y sólo persiste la afasia, aunque el cambio que hemos podido conseguir en su capacidad de entender es muy grande. Ahora debe continuar su recuperación en régimen ambulatorio. — Pero, podrá seguir con ustedes, ¿verdad? Es que no se pueden imaginar la fe que les tiene, la fe que les tenemos todos... es que... en fin, llevo casada con Ernesto más de 50 años y contaba con pasar todavía con él algunos años buenos... ¿verdad Mari Tere que hace poco te lo decía? — Si... y los van a pasar ustedes, que se lo pido todas las noches a Santa Apolonia y ella no nos va a dejar en la estacada. Acuérdese de cómo se portó cuando la tosferina de Paquito, y cuando lo de mi piso... — Venga, venga, a ver esas dos señoras tan lloronas. Don Ernesto seguirá con nosotros mientras siga progresando. Y todavía nos queda un buen camino... Nos han recomendado buscar una persona que pueda atenderle, acompañarle y practicar en casa los ejercicios que le vayan enseñando ellos en la consulta externa de Rehabilitación. Lo mejor es que esa persona viva en casa y prolongue por la tarde el trabajo de los médicos y terapeutas. Madrid, 7 de Junio.

Mamá ha contactado con los servicios de Asistencia Social de Cáritas y nos han enviado a un chico rumano. Se llama Vasili y parece muy listo.

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> Tiene 25 años y trabajaba en Bucarest como protésico dental. ¡Menuda coincidencia! Parece que papá y él se han caído estupendamente. Dormirá en mi antiguo cuarto y se encargará de todas las cosas de papá. Si se maneja bien yo podré empezar a ocuparme otra vez de mis asuntos. Tengo previsto salir para Hong Kong el martes que viene. Cinco semanas fuera es mucho tiempo tal como está el patio en casa, pero no me queda más remedio. La paciencia de mis superjefes se está agotando. Hong Kong, 16 de junio.

Por aquí todo va de miedo. Ya es seguro que metemos la nariz en Hong Kong y en Shangai. Mamá dice que la recuperación de papá también va viento en popa. — Mamá ¿qué tal las cosas por ahí? — Muy bien hijo ¿y tu negocio? ¿han picado los chinos? — No se me resiste uno, madre ¿Y papá? — Progresando muchísimo en todo menos en lo de la afasia. Nosotros no acabamos de aclararnos con él, pero con ese muchacho rumano se entiende de maravilla. De verdad, Paco, no sabes lo cielo que es. Se pasa las horas muertas poniéndole deberes, sacándolo a pasear, lo lleva al fútbol, a la piscina... Con decirte que tu padre, con lo que es para su coche, le ha dado las llaves para que le haga de chófer. Y le está dando clases de cocina rumana. Hoy concretamente han preparado entre los dos un repollo relleno de no se qué cosa que estaba de chuparse los dedos. Tú eres un descreído, Paco, pero yo creo que este chico es un ángel que nos ha caído del cielo. ¡Y los ángeles hacen milagros! — Seguro, madre... ¡Ponle una vela al rumano para que se jubile mi jefe y me nombren a mí! — Venga, deja de decir tonterías y cuelga, que te va a salir la llamada por un pico. Pekín, 26 de junio.

Nada como poner distancia por medio para pasar de los problemas. En China es fácil olvidarse del marrón familiar, pero lo cierto es que nunca dejo de hablar con mamá. — ¿Me oyes mamá? — Hijo, esto de los móviles sí que es increíble... ¿Qué tal tus cosas? ¿Todo bien? — Bien no, ¡de putísima madre! Hemos cerrado 6 pedidos, ¡96 máquinas! — Comerás como es debido, ¿verdad hijo? ¡Con lo que a ti te gustan los restaurantes chinos! — Comer como, pero de pena. Aquí no conocen los rollitos de primavera, ni el cerdo agri-

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dulce, ni nada de eso... Ayer me invitaron unos clientes a una especie de sopa de medusas y encima tuve que repetir. Bueno, y papá ¿cómo sigue? ¿qué tal con el rumano? — Pues hijo, animadísimo. Tu padre y Vasili se llevan de miedo. Ahora se pasan la tarde en la consulta. Dice Mari Tere que se entretienen en el laboratorio y que cualquier día de estos empiezan a citar enfermos. — Pero mamá, ¿cómo van a citar enfermos, si a papá no hay quien le entienda? — Pues no sé, Paco. De la cabeza está muy bien y la mano la ha recuperado del todo. En fin, a ver qué dicen los médicos... Hong Kong, 5 de julio.

En mi familia se les ha ido la olla a todos. Incluido el rumano. — Mamá me parecéis unos insensatos todos sin excepción: tú, Mari Tere, el rumano y los médicos que han dado permiso a papá para que trabaje. Como pase una inspección por la clínica y le vean currando os cierran la consulta y os meten en Carabanchel a los cuatro... No te rías, madre, a ti también por cooperación necesaria para la comisión del delito...¡Pues claro

— ¡Agárrate a la silla! Ha aprendido a hablar... ¡en rumano! — ¿He oído bien? ¿que mi padre habla en rumano? No me tomen el pelo, que me queda poco. — Sí, tu padre habla en un rumano todavía elemental, pero perfectamente inteligible. Nos lo ha dicho el joven que le cuida y lo hemos confirmado con un tipo de mantenimiento que es también oriundo de por ahí. — No sabemos cómo ha sucedido. Probablemente se han puesto en marcha neuronas del hemisferio derecho que se encontraban en estado de hibernación y que conservarían cierta capacidad funcional. Lo afectivo tiene mucho que ver con el lóbulo temporal y parece que tu padre ha establecido una relación de amistad muy profunda con su cuidador rumano. Eso ha podido ejercer un estímulo extraordinario sobre vías alternativas. Manda huevos con mi padre. 30 de julio.

Mamá y Mari Tere van a una academia de idiomas a tomar clases de rumano. Maribel dice que se trata de un caso flagrante de folie a trois.

— Pero mamá, ¿cómo van a citar enfermos, si a papá no hay quien le entienda? — Pues no sé, Paco. De la cabeza está muy bien y la mano la ha recuperado del todo. En fin, a ver qué dicen los médicos... que es delito que el dentista sea afásico! Ya lo es casi que sea octogenario y siga dándole a la turbina... Eso lo dirás tú mamá. Y no te rías, que me pones de mala leche... Sí mamá, la semana que viene. Te llamo antes. En cuanto encuentre un hueco. Madrid, 14 de julio.

El doctor Ramírez y Cristina me han citado. Me han recibido sonrientes: — Siéntate Paco, que lo que tenemos que decirte es muy fuerte... Pero tranquilo, que es bueno. — Ustedes me dirán. — Tu padre ha aprendido a hablar... — ¿Cómo que ha aprendido a hablar? Si yo ayer cuando llegué de China… Pues la verdad es que él me hablaba, pero en una jerga muy rara.

— Paco, hijo, no vengas esta tarde a merendar que mañana tenemos examen... No, no es difícil. Muchas palabras se parecen a las nuestras y además la profesora de la academia es buenísima... Claro... En casa practico mucho con papá y con Vasili... Y cuando está papá, sólo se habla en rumano... ¡No vamos a marginarle!... ¿En la consulta? Pues todo en rumano. Mari Tere aprende rápido. Dice que los de Mondoñedo tienen mucha facilidad para los idiomas. Madrid, 2 de agosto. 16.00 horas.

Comiendo en una marisquería con los de Estrategia voy y me cargo un diente. Un paleto que me había roto esquiando a los 15 años y que me había arreglado papá con una funda. ¡Clas! ¡roto casi a nivel de la encía! ¿Qué necesidad tenía yo de comerme la puta pata de la nécora?... ¡Qué depresión! En un instante

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> mi excelente sonrisa de ejecutivo se ha convertido en la de un delincuente, un pendenciero, un toxicómano... Y mañana tengo una reunión clave en Budapest con nuevos nombramientos de cara a nuestra penetración en los países de la antigua Europa del Este. Cuando se lo comuniqué por teléfono, Maribel, lejos de consolarme, corroboró mi penosa impresión. (“Hijo, entre la barriga cervecera y el piño roto, los de tu empresa te van a querer devolver en El Corte Inglés. ¡Lástima haber tirado el ticket!). Mi mujer es un encanto... Llamé a mamá. — Pues vas a tener suerte, tu padre va a pasar mañana todo el día en la consulta. Llama ya mismo a Mari Tere. — Pero de verdad ¿tú crees que papá está en condiciones? ¿Tú te pondrías en sus manos? — Uy, pues claro ¡qué cosas dices! No tenía alternativa, así que he llamado a Mari Tere. — Anda, vente corriendo, que yo voy avisando a tu padre y a Vasili. Madrid, 2 de agosto. 22.00 horas.

Hacía más de 10 años que no iba por la consulta de papá, pero da la sensación de que no ha cambiado nada. El papel de paja japonés con los grabaditos ingleses, el mostrador de recepción que diseñó el tío Julián, la pequeña reproducción de Santa Apolonia con su bandejita llena de muelas... La puerta de la sala de espera estaba entreabierta y dejaba ver algunos asientos ocupados. ¡La madre de Dios, qué parroquia! Varios tipos con pinta de indigentes respondieron con una tímida sonrisa a mi mirada de profunda y horrorizada sorpresa. Iba a salir por pies cuando Mari Tere me cogió del brazo e hizo las presentaciones: — Nuestros pacientes rumanos... El hijo del Doctor. Los clientes de mi padre inclinaron la cabeza al unísono. — Pasa al gabinete, que tu padre y Vasili te están esperando. Supongo que Mari Tere captó en mí un atisbo de pánico, porque inmediatamente adoptó su mejor actitud psicoterapéutica. — Anda Paquito, que un ejecutivo tan importante como tú no puede ser así de cagón. Que lo de tener miedo al dentista pasó a la historia. Renuncié a aclararle que yo no tenía miedo a los odontólogos en general, sino a ese peculiar equipo de dentista octogenario afásico hablando en no sé qué neolengua, asociado con enfermera jubilada y con protésico rumano. Pero la situación era irreversible y sin darme cuenta me vi sentado en el viejo sillón marrón

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de mi padre que hacía 25 años tan innovador nos pareció a toda la familia. Papá, con su limpísima bata corta abrochada por detrás, su pulcra perilla blanca y ese olor a colonia Atkinsons tan inconfundiblemente ligado a nuestra casa estaba despidiendo con afecto a un viejo desdentado que sostenía bajo el brazo varios ejemplares de La Farola y sonreía de oreja a oreja. Papá intercambió con él varias frases en rumano y después se dirigió a mí en la misma lengua con toda naturalidad. — No pongas esa cara de pánfilo que no pasa nada, dijo Mari Tere. En ese momento Vasili asomó la cresta por la puerta del laboratorio. Mi padre le guiñó un ojo: — Vasili si eu ne intelegem forte bine.

Realmente tenía mucho trabajo para acabar de preparar el encuentro con los húngaros: reordenar definitivamente la presentación, ensayar las inflexiones de voz con mi mejor acento de Oxford e introducir los chistes de siempre entre los sucesivos argumentos. El tiempo pasó deprisa. Cuando Mari Tere llamó a la puerta del despacho, asomó su cara rubicunda y me dijo “Pasa, Paco guapo, que ya te toca...”, yo empezaba a dormitar de cara a la pantalla del ordenador que exhibía la última diapositiva: Thank you. Antes de regresar al gabinete miré por la ventana: era absolutamente de noche. Mi reloj marcaba las diez y media — ¿Te ha cundido el tiempo?

La puerta de la sala de espera estaba entreabierta y dejaba ver algunos asientos ocupados. ¡La madre de Dios, qué parroquia! Varios tipos con pinta de indigentes respondieron con una tímida sonrisa a mi mirada de profunda y horrorizada sorpresa. — Dice tu padre que él y yo nos entendemos de maravilla. En serio Paco, estate tranquilo que de aquí sales con el problema arreglado. Me preocupaba tanto mi diente que acepté esa situación surrealista como algo totalmente normal. Mi padre hablaba en rumano. Allí todo el mundo hablaba en rumano menos yo, pero afortunadamente Mari Tere y Vasili podían hacer de intérpretes para mí. Así de sencillo. Opté por cerrar los ojos y practicar un ejercicio de relajación autógena de los que me enseñó Maribel cuando todavía se ocupaba de mí bienestar psicofísico por el día y por la noche. Ellos se pusieron manos a la obra y yo me entregué a sus manipulaciones sobre el penoso muñón de mi diente, resto de lo que hasta ayer era un hermoso paleto reconstruido con una funda de porcelana. Me tomaron impresiones con una pasta asquerosa, me hicieron morder un trozo de cera y estuvieron un buen rato hurgándome en la boca. Al cabo de un rato Mari Tere me dijo: — Ale dormilón, que ya hemos acabado esta primera parte. Métete con tu ordenador en el despacho de tu padre, que tienes para unas horitas. Pero tranquilo, que lo tenemos todo controlado...

— A mí mucho, ¿y a vosotros? — Uy hijo, Don Ernesto y yo toda la tarde en el gabinete con nuestros pacientes especiales y Vasili en el laboratorio con tu diente... ni nos hemos dado cuenta de la hora que es ¡Buena se va a poner tu madre! Me senté en el sillón y entró papá sonriente soltando una parrafada en rumano. Me dio una palmadita en el moflete y, mirando a la puerta del laboratorio por la que entraba Vasili con una bandejita en la mano, acabó diciendo algo así como — ¡Agesta este gata! — Sí señor, todo listo, como te prometimos... Aquí viene tu nuevo diente, dijo Vasili. Papá y Mari Tere se pusieron de nuevo manos a la obra y yo volví a relajarme. Al cabo de un rato oí que papá decía con un tono optimista: — Esti forte frumos… a la vez que cruzaba una mirada cómplice con el rumano. — Dice tu padre que ha quedado estupendo, intervino de nuevo mi personal intérprete mondoñedana. — Exactamente dice que estás muy guapo. Y es verdad, Paco. Este Vasili trabaja de miedo. Lo prometido es deuda. Te dijimos que irías a tu reunión de Budapest con el diente arreglado

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— Multumesc, tata, te iubesc mult, me sopló al oído — Gracias dicho en rumano parece un poco largo...respondí a Vasili, pero inmediatamente repetí la frase para no olvidarla. Papá me dedicó su mejor sonrisa mientras Mari Tere decía: Suena bien en rumano eso de “Papá, gracias. Te quiero mucho”. Así pude darme cuenta de que Vasili había mejorado mi frase sin pedirme explicaciones... Tras abrazar a papá y dar un par de besos a Mari Tere y una cariñosa colleja a Vasili regresé agradeciendo a Dios que Maribel estuviera en Vigo. No quiero imaginar su reacción si hubiera visto mi diente. Y tampoco quiero imaginar la que tendrán nuestros socios europeos cuando me vean con esta pinta mañana en la reunión. Budapest, 3 de agosto.

Acaba de terminar la reunión. ¡Increíble! Opté por no cortarme un pelo y lanzar toda mi artillería argumental. ¡Y me han nombrado director ejecutivo para los antiguos países de Europa del Este! Mi primer mercado es Rumanía. Sé que mi nueva sonrisa va a abrirme muchas puertas entre nuestros futuros clientes. Cualquier hombre de empresa sabe que para triunfar hay que identificarse al máximo con los usos y gustos

de los clientes y, con la ayuda de papá, yo he dado el primer paso. — Mamá, todo genial, ya te contaré. Mañana cuando vayas a la academia entérate de si puedo contratar un profesor particular... Sí, claro que para mí... Es que no quiero que me marginéis en casa... Y dile a papá que le quiero. Díselo en rumano, que quizá ayer no se enteró bien. — Claro que se enteró, Paco, claro que se enteró... Madrid, 1 de septiembre.

He acompañado a papá a su revisión al hospital. Hemos pasado a ver a sus terapeutas. Les hemos enseñado mi diente y el Doctor Ramírez nos ha dicho que necesita un buen dentista y que va a pedir una cita a Mari Tere. Él y Cristina van a publicar un artículo en el European Journal of Speech Disorders sobre la recuperación de papá; Sólo queda que se lo traduzcan al inglés. Se titula “Neoaprendizaje idiomático y práxico a partir de las neuronas residuales del lóbulo temporal derecho en un anciano de 81 años”. Papá ha sugerido añadir un subtítulo. “El cariño regenera las neuronas”. Lo ha dicho en rumano, pero yo ya empiezo a entender bastante. A mi vez he pedido que cambien lo de “un anciano” por “un dentista de 81 años”. >

y aquí lo tienes... Toma un espejo y mírate. Cogí el espejo y puse mi gran sonrisa especial de luxe mientras ellos se inclinaban sobre mí con cara de satisfacción. De pronto noté una enorme oleada de adrenalina que me recorría todo el cuerpo. Mi paleto izquierdo era ahora como un pequeño azulejo blanco enmarcado en una ancha banda de oro que refulgía por efecto de la luz de la lámpara. Mi sonrisa se heló y miré a Mari Tere pidiendo auxilio...Pero, ¿qué es esto? Vasili respondió: ¡Es buena odontología, Paco, odontología rumana! Y Mari Tere apostilló: — Cuando yo digo que tu padre sigue siendo el mejor dentista del mundo... ¡y con este ayudante que nos hemos agenciado! Era demasiado tarde y yo tenía que salir al día siguiente a las 8 de la mañana camino de Budapest. No había posibilidad alguna de buscar una solución alternativa. Mejor no desesperar y aceptar los hechos. Papá, Mari Tere y Vasili me miraban encantados esperando de mí unas calurosas palabras de agradecimiento y felicitación. Y yo no podía defraudarles. De perdidos al río... — Vasili, realmente mirándolo bien, el trabajo está magnifico. Di a papá que gracias. — Mejor díselo tú. Le hará más ilusión. — ¿Y cómo se dice eso en rumano?

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