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PROTEJAMOS A LOS NIÑOS DEL USO Y EL ABUSO DE LAS INVESTIGACIONES SOBRE APEGO EN LOS TRIBUNALES DE FAMILIA Por el Dr. Peter Ernest Haiman En los últimos cincuenta años, se ha publicado una enorme cantidad de investigaciones sumamente importantes, válidas y confiables sobre el desarrollo infantil. Desafortunadamente, muy poca de esta información se ha presentado de forma apropiada y útil a los pediatras, los terapeutas familiares, los padres, los jueces y los abogados, quienes podrían beneficiarse con ella. Por lo tanto, muchos niños no reciben la protección que merecen. Los propósitos de este artículo son tres. El primero es resumir la información disponible basada en investigaciones sobre la relación que un bebé o un niño pequeño establece con su cuidador principal, que suele ser la madre. El tipo de relación de apego materno construida durante la niñez temprana puede jugar un papel determinante en la vida de una persona. Por lo tanto, el segundo propósito es destacar las áreas de desarrollo social y académico afectadas por esta relación temprana de apego. Recientemente han aparecido algunos artículos engañosos en publicaciones de los tribunales de familia. Las recomendaciones sobre custodia y régimen de visitas de sus autores contradicen evidencia basada en investigaciones que es válida y confiable. El tercer propósito de este estudio es discutir el abuso de la investigación del apego durante la niñez temprana que aparece en las publicaciones de los tribunales de familia. Resumen El desarrollo del apego emocional a la figura materna principal que los niños desarrollan durante los primeros seis años de vida es muy importante. La interrupción de este desarrollo puede causar problemas en la niñez, la adolescencia y la adultez. El apego emocional implica conductas esenciales del bienestar personal e interpersonal: (a) la habilidad para crear relaciones de amor o de cariño duraderas, (b) la fortaleza para tolerar la satisfacción parcial de las necesidades personales, (c) las actitudes que nos llevan a cooperar con los demás y (d) la motivación para aprender y trabajar. El curso de estos procesos es establecido en los primeros años de vida por la calidad y la constancia del lazo que el bebé o el niño pequeño haya creado con el cuidador materno principal. La relación de apego desarrollada por su cuidador principal/madre constituye las bases para el crecimiento y el desarrollo cerebral del niño, y para su salud mental. Si en sus primeros años de vida un niño sufre un estrés emocional devastador, el mismo afectará adversamente el desarrollo cerebral (DeBellis, Baum, Brimaher, Keshavan, Eccard, Boring, Jenkins & Ryan, 1999). El estrés emocional a edad temprana provoca traumas que causan un impacto dañino y duradero en el cerebro en desarrollo. Muchísimas investigaciones afirman que los traumas ocasionados por relaciones y que ocurren durante los primeros años de vida disminuyen las habilidades para llevar adelante relaciones interpersonales, tolerar y manejar el estrés, y modular la emoción (Goensbauer & Siegel, 1995). Se sabe que las experiencias con un cuidador traumatizante afectan negativamente la seguridad que el apego le da al niño, las técnicas para hacer frente al estrés y el sentido de sí (Crittenden & Ainsworth, 1989; Erickson, Egeland & Pianta, 1989). Si un bebé o un niño pequeño experimenta la pérdida de la relación de apego con su cuidador, sufrirá un trauma que ejerce un efecto sobre el cerebro del niño más negativo que los ataques de naturaleza puramente física o no humana. Una relación temprana, disfuncional y traumatizante con el cuidador principal puede causar el Trastorno de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés). Un
trauma tan severo podría anular cualquier factor de tolerancia/adaptación genética, estructural, social o psicológica (DeBellis, 2001). El divorcio y la separación forman parte de una realidad que afecta profundamente a cada miembro de la familia. Antes, durante y después de un divorcio o una separación se abren distintos tipos de heridas emocionales profundas. El fin de un matrimonio es el comienzo de batallas feroces y costosas. Probablemente ninguna sea más destructiva para todas las personas involucradas que la lucha por la custodia y/o los derechos de visita. A menudo, padres y madres discuten y tienen amargas peleas para determinar las condiciones según las cuales pasarán tiempo con sus hijos. Los abogados y los jueces entran al campo de batalla para ofrecer consejos a sus partidarios y pronunciar sus fallos. Se consideran las decisiones que favorecen al padre o a la madre; a veces, los intereses opuestos llegan a un acuerdo (Haiman, 1994). Durante décadas, jueces, abogados e incluso mediadores han estado tomando decisiones cuyo resultado es una separación mal aconsejada que provoca que los niñitos se aparten de su cuidador principal/madre. Por lo general, esas decisiones están basadas exclusivamente en las necesidades de los adultos involucrados. No se considera lo suficiente el impacto a corto y a largo plazo que esta separación tendrá en los niños. Pero esas decisiones tomadas por los tribunales conllevan una amplia variedad de efectos nocivos (Haiman, 2010). Una y otra vez, la investigación ha demostrado que cuando a los bebés y a los niños pequeños no se les permite desarrollar y/o mantener un apego seguro con su cuidador principal/madre, podrían vivir esa privación como traumática. Algunos niños comienzan a tartamudear, otros se enfadan o se deprimen, y otros tienen problemas de aprendizaje. Esos efectos pueden continuar durante todo el ciclo de la vida (Graham, Heim, Goodman, Miller, & Nemeroff, 1999). Cuando estos niños sean adolescentes, podrían tener problemas con la autoridad, transformarse en delincuentes, sufrir déficits de atención, ser tímidos y depresivos, entre otras cosas. Cuando se conviertan en adultos, esos individuos podrían sufrir una variedad de problemas que interferirán en su capacidad de mantener relaciones de amor y laborales estables y duraderas. Definición del apego seguro Un niño desarrolla un apego emocional seguro a su cuidador adulto cuando éste, de manera constante y contínua, se comporta sensible y apropiadamente para satisfacer las necesidades del niño. Desde el punto de vista emocional infantil, “sensible” y “apropiado” significan que el cuidador observa y comprende las necesidades expresadas por la conducta del niño. “Sensible” y “apropiado” además significan que el cuidador responde a las necesidades del niño complaciendo y satisfaciéndolo. El cuidador que promueve el apego seguro del niño satisface sus necesidades no bien el niño empieza a demostrar pena o a llorar. La conducta del cuidador siempre es cariñosa y afectuosa (Ainsworth, Blehar, Waters & Wall, 1978; Grossmann, Grossmann & Schwan, 1986; Sroufe, 1985). El apego seguro también nace cuando el cuidador principal del niñito lo abraza o lo sostiene frecuentemente de forma tal que el confort que siente ese bebé o niño es evidente. Al interactuar con él, el cuidador refleja sus conductas y responde a ellas de manera placentera para el niño. Por ejemplo, cuando el bebé sonríe, el cuidador también le sonríe. El niño muestra placer e interés en la sonrisa del cuidador. Sin embargo, si el cuidador actúa ruidosa, abrupta o exageradamente, su conducta podría causar inseguridad al niño. El cuidador del niño que desarrolla un apego seguro con él está “en armonía” con el niño. Cuando el adulto responde a los intereses y las necesidades del niño, su conducta genera una harmonía continua e interactiva con el niño. Esta harmonía se desarrolla cuando el cuidador aprende correctamente a entender, interpretar y, posteriormente, reaccionar adecuadamente ante
la conducta del niño. Esta conducta del adulto hace que el bebé o el niño pequeño sienta de manera consciente que su conducta es respetada, interesante y significativa para su cuidador. Por ejemplo, cuando el niño empieza a balbucear, emitir sonidos o sílabas, y empieza a hablar, el cuidador con quien el niño ha desarrollada un apego seguro, nota las nuevas habilidades verbales del niño y responde de forma tal que el bebé o el niño pequeño siente que sus nuevas habilidades son divertidas y valoradas por su cuidador. El cuidador deseoso de formar un apego seguro con el niño también evaluará sus propias conductas de crianza. Lo hará prestando atención a cómo reacciona el niño ante los cuidados que él le brinda. A los bebés y los niños pequeños les encanta explorar y jugar. El cuidador que desee criar a un niñito seguro, le dará juguetes y le hará hacer actividades que al niño le gusten. A los bebés, los niños pequeños y en edad preescolar les encanta tomar decisiones; por eso, los padres que deseen desarrollar un apego seguro les darán, durante todo el día, oportunidades para decidir. Estos cuidadores también les permitirán jugar el tiempo que sus niñitos quieran. Sin interrumpir, el cuidador le permite concentrarse en una actividad que al niño le interese. Un cuidador no distrae al bebé o al niño pequeño mientras éste juega, sino que intervendrá cuando el niñito se aburra. Las conductas de crianza descriptas aquí permiten que un bebé o un niño pequeño se sienta seguro. Además, estas conductas construyen una base sólida para la harmonía social entre el niño y su cuidador (Isabella & Belsky, 1991). El cuidador disfruta de estar con el niño, y a su vez, el niño disfruta estar con él. La forma en que un niño reacciona ante su cuidador principal revelará si siente que el adulto ha satisfecho sus necesidades de forma placentera para el niño. Al contrario de lo que afirma la creencia popular, este tipo de cuidado no “echa a perder” al niño. De hecho, los niños crecen “echados a perder”, dependendientes, agobiantes, rezongones y demandantes cuando los cuidadores violan constantemente dichas prácticas de crianza (Haiman, s/fecha). El desarrollo del apego seguro El cerebro de un bebé o un niño pequeño se encuentra en una fase de desarrollo veloz. Antes, se creía que el desarrollo cerebral dependía fundamentalmente de la buena salud física y la buena nutrición. Las investigaciones modernas, sin embargo, nos han enseñado que el crecimiento normal y el bienestar del cerebro dependen de la calidad de las relaciones interpersonales que el niño desarrolla y mantiene con su cuidador. Ahora sabemos que la calidad del lazo afectivo que un niño crea con su cuidador principal durante sus primeros años de vida afecta directamente la maduración del hemisferio derecho del cerebro. Esto es importante porque el hemisferio derecho es el responsable de procesar la información relacionada con nuestras interacciones sociales y emociones. La corteza cerebral derecha es fundamental para las funciones de apego. Más aún, la mayor parte del desarrollo de la parte derecha del cerebro ocurre dentro de los primeros dos a tres años de vida. Así, desde el punto de vista emocional, la tarea más esencial de los primeros tres años de vida es el desarrollo de un apego emocional seguro entre el bebé o el niño pequeño y su cuidador principal, que suele ser la madre. Este lazo se construye a través de la interacción constante de una comunicación emocional altamente compleja entre el cuidador principal/madre y el niño. Los estudios han demostrado que las manifestaciones del desarrollo del hemisferio derecho, que ocurren dentro de los primeros dos a tres años de vida, pueden durar toda la vida (Schore, 2000, 2002; Siegel, 2001). Los niños que crecen sintiéndose seguros de su relación primaria tendrán un desarrollo emocional normal. Estarán equipados para manejar constructivamente la mayoría de los traumas
que podrían aparecer, ya sea durante la infancia o después. Según las palabras de Allan Schore (2002), “la seguridad que brinda el lazo afectivo es la principal defensa contra la psicopatología inducida por traumas”. Por otro lado, los niños muy pequeños que son sometidos a una separación perturbadora no cuentan con esta base segura. Y la falta de esta base interfiere con el desarrollo del lado derecho del cerebro. El lector se preguntará si cualquier daño que podría haber ocurrido a esta edad se superará con el paso del tiempo. Desafortunadamente, este suele no ser el caso. Las investigaciones demuestran que los niños que no desarrollaron apegos seguros con su cuidador principal durante los primeros años de vida, no son capaces de calmarse a sí mismos. Son más propensos a reaccionar exageradamente ante un estímulo que los niños seguros. Los niños inseguros tienen menos control de los impulsos, menos habilidad de tolerar el estrés y la frustración que los individuos que tuvieron una niñez más segura (Toth & Cicchetti, 1998). Además, corren más riesgos de sufrir ansiedad, de ser depresivos, agresivos, violentos, de cometer suicidio y de abusar de sustancias. Uno de los efectos de más importancia social del apego inseguro es el hecho de que esos individuos no tienen la habilidad de sentir empatía. La tan reconocida psiquiatra Alice Miller (1990) ha escrito sobre cómo esta incapacidad puede pasar, mediante la crianza, de generación en generación dentro de las familias. El destete, el dolor de la separación durante la niñez y sus efectos biológicos El trauma emocional ocurre dentro de un bebé o un niño pequeño cuando es separado de su figura de apego principal/madre. El trauma psicológico se define como una experiencia emocionalmente dolorosa, penosa o impactante que puede tener efectos físicos y mentales duraderos. Los eventos emocionalmente traumatizantes tienen tres características: (a) ocurren inesperadamente, (b) la persona no estaba preparada para vivirlos y (c) la persona no pudo evitarlos. En su último trabajo, Freud escribió que el trauma psicológico sufrido en los primeros años de vida afecta a todas las personas porque “el ego… es débil, inmaduro e incapaz de resistir”. (citado en Schore, 2001, pág. 208) En los últimos cincuenta años, una cantidad progresiva de investigaciones científicas ha demostrado hasta qué punto el cerebro es un gran edificio social creado por las relaciones interpersonales más significativas para el bebé o el niño pequeño en los primeros años de vida. Schore escribe: “Ahora estamos empezando a entender, desde el punto de vista psicobiológico, específicamente cómo las experiencias tempranas positivas mejoran el desarrollo de los mecanismos cerebrales activos y pasivos que hacen frente al estrés, y cómo las perjudiciales lo inhiben” (pág. 209). Más específicamente, estudios recientes han contribuido a nuestro conocimiento del impacto psicológico del trauma psicológico (DeBellis et al., 1999; Foote, 1999; Southall, Plunkett, Banks, Falkov & Samuels, 1997). Estos estudios de investigación clínica también han evaluado las consecuencias de las experiencias traumáticas en el sistema nervioso. El cerebro continúa desarrollándose durante la niñez, la adolescencia y la adultez. Durante los primeros dos a tres años de vida, existe una relación entre la calidad del apego del niño a su cuidador principal y el crecimiento físico de su cerebro. Los traumas durante la niñez, como la separación de su cuidador materno principal, interfieren en el desarrollo normal del cerebro. Interfieren específicamente con la parte de la corteza frontal que controla y regula las emociones durante el ciclo de la vida (Schore, 1994, 1996, 1997, 2002). Para este desarrollo, es necesario que exista un apego seguro con su cuidador materno principal. Los traumas durante la niñez afectan la memoria, el aprendizaje, el desarrollo social y la habilidad de sentir empatía. En los Estados Unidos, el destete se ha vuelto un tema controvertido. Durante el siglo pasado, el tiempo considerado apropiado para destetar a los niños se ha acortado a la breve
cantidad de tres meses. La opinión pública ha pasado por alto las necesidades de los niños. El destete natural (iniciado por el niño) se practica comúnmente en todo el mundo. El destete debería ocurrir por iniciativa del niño. Y de hecho lo hacen, en promedio, a los 4 años y 2 meses de edad. En su libro, Breastfeeding: A Guide for the Medical Profession, Lawrence (1989) destaca que las mamadas por placer (y no por la necesidad de alimento) son importantes para los niños pequeños incluso cuando la edad en que empiezan a caminar ha quedado bien atrás. En Breastfeeding Rights Packet, Cerutti (1986) discute la importancia que tiene el dar de mamar en el desarrollo emocional del niño: Quisiera tratar el tema del destete tardío en los Estados Unidos. Este es uno de los pocos países del mundo en donde el amamantar no está considerado ‘de moda’ después de que el niño cumple de seis a doce meses de edad. Esta creencia es errónea y completamente anormal, y nace de principios psicológicos infundados del año 1920. Los niños que amamantan durante dos a tres años a menudo se sienten más seguros y menos ansiosos. El “problema” del destete tardío no yace en la relación madre e hijo, sino en la percepción distorsionada de dicha relación. Cualquier cosa que hagamos para interferir con esta relación en los primeros cuatro años de vida será perjudicial para la crianza psicológica de los niños. Los bebés amamantan para sentir seguridad, confort y cercanía con su cuidadora/madre, además de hacerlo para alimentarse. Por eso, el destete puede ser traumático para el niño si va acompañado por una atención materna menos apropiada. Intervención de los tribunales El tema del destete ha llegado a los tribunales. Si un niño pasará más tiempo a solas con su padre, entonces el destete será necesario. Lawrence (1989) repasa casos judiciales típicos: En los Estados Unidos, tres casos individuales han llamado la atención del autor. En ellos, el padre era el que pedía la custodia con el fundamento de que el amamantamiento se había prolongado (el niño había mamado sólo por placer hasta los cuatro años aproximadamente). En dos de los casos, el juez falló a favor de la madre. En el otro, ocurrido en Rochester, New York, el juez falló a favor del padre cuando un testigo experto, un psicólogo local, declaró: “uno tiene que estar loco para amamantar durante tanto tiempo”. Sería apropiado que los jueces revisen el caso entero y las capacidades de los respectivos padres, y se abstengan de basar su decisión en prejuicios personales y testimonios emotivos. En casos de separación y divorcio, los padres deben ver más allá de sus propios intereses y considerar el bienestar de sus hijos. Un excelente ejemplo es que los niños deberían ser capaces de mamar cuando lo deseen. Ser abrazado y amamantado son conductas que construyen un apego seguro durante los primeros años de vida. Tanto el amamantamiento para alimentarse como el amamantamiento para sentir placer son igualmente importantes para los niños de uno, dos, tres y cuatro años de edad. Los tribunales deberían revisar los antecedentes de desarrollo del niño para determinar quién es la figura principal de apego. El propósito de esta cuidadosa consideración es respetar y proteger el apego seguro que el niño tiene con uno de sus padres. Esto garantizará que los niños construyan y mantengan un apego positivo y cariñoso a la madre. Los efectos de la separación La meta del sistema de apego infantil es lograr la proximidad física a la figura de apego para así poder garantizar la seguridad y la protección. Los bebés y los niños pequeños usan el contacto físico con sus madres como una base segura desde donde explorar el mundo y aprender sobre él. Si las decisiones legales causaran la separación del niño de su principal figura materna
de apego, podrían causar un fuerte impacto en el bienestar psicológico del pequeño y en la seguridad que siente. Bowlby (1969, 1973), Ainsworth y Wittig (1969), entre otros, han llevado a cabo numerosas investigaciones acerca de los efectos que produce en los pequeñitos la separación. Los resultados de dichos estudios confirman que algunos niños de hasta seis años de edad podrían ser lastimados emocionalmente si se los separara de su principal figura materna de apego. Esos niños podrían volverse ansiosos y sufrir cuando se enfrentan incluso a separaciones breves. Bowlby (1973) escribió: Ha habido –y sigue habiendo– médicos clínicos y otros interesados en los niños a los que les ha costado creer que el hecho de que un niño pueda estar con su figura de apego o no, sea un factor crucial para determinar si ese niño (o adulto, si vamos al caso) es feliz o está afligido… Las separaciones que ocurren cuando el niño es pequeñito juegan un papel importante en los orígenes de muchos de los problemas emocionales de los adultos. Los distintos tipos de apego y su efecto en la conducta futura de los niños La teoría del apego destaca la importancia de las relaciones afectivas tempranas y afirma que, por medio de esas relaciones principales, los niños desarrollan expectativas acerca de su capacidad para adquirir y mantener relaciones seguras, así como creencias acerca de la confianza de los demás en las relaciones. Los niños en edad preescolar y aquellos que asisten a los primeros años de la escuela primaria que han sufrido apegos maternos inseguros también demuestran apegos inseguros a sus maestros. Cuando los estudiantes han tenido apegos maternos inseguros, para los maestros será más difícil construir una relación con ellos porque esos niños tienen una imagen negativa de los adultos que impide el proceso de relación. Por lo tanto, a los maestros se les hace difícil conocer las necesidades de esos niños y satisfacerlas de forma tal que los ayuden a aprender y a adaptarse. Como resultado, los niños inseguros son más propensos a tener dificultades en sus estudios que los niños seguros. Los niños seguros son capaces de establecer satisfactoriamente apegos seguros con sus maestros, tienen una imagen positiva de ellos, tienen la confianza necesaria para triunfar y usan a los maestros como una base segura desde donde explorar y participar en las tareas y los desafíos académicos (O’Conner y McCartney, 2006). Los niños que han tenido un apego materno seguro, con el tiempo manifestaron una buena autoestima y confiaron mucho en su habilidad para destacarse académicamente. Los niños seguros prefieren ser exigidos académicamente y tienen deseos de aprender con el objetivo de dominar el contenido de las asignaturas, en comparación a los inseguros. Ellos no logran llegar a un nivel alto (Wong, Wiest & Cusick, 2002). La inseguridad en el apego también se ha asociado con la inhabilidad del estudiante para concentrarse o prestar atención. Suele llamarse “Trastorno por déficit de atención” o “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad”. Esto se manifiesta tempranamente en la vida y a través de la etapa escolar (Jacobsen & Hofmann, 1997). Los niños de las escuelas primarias que consideran “segura” la relación con sus madres son significativamente más aceptados por sus compañeros, tienen más amigos y son menos solitarios que los niños que califican “menos segura” la relación con sus madres (Kerns, Klepac & Cole, 1996). Una numerosa cantidad de estudios concluyeron en que existe una relación positiva entre el desarrollo de un apego materno seguro en los primeros años de vida y la competencia social posterior en los niños (Coleman, 2003; Lieberman, Doyle & Markiewicz, 1999; Wartner, Grossmann, Fremmer-Bombik & Suess, 1994). Los niños que tienen un apego seguro a su cuidador materno principal cuando cumplan su primer año de edad son más capaces para explorar su interior que aquellos que tienen un apego
inseguro (Waters, Whippman & Sroufe, 1979). Los niños con un apego seguro son más independientes que sus compañeros inseguros y, como resultado, son más curiosos y están más interesados en explorar el mundo que los rodea. Los bebés y los niños pequeños seguros desarrollan lo que en inglés se denomina “sense of agency”, es decir, la conciencia de saber que “soy una persona” y de que “puedo hacerlo” (Kagan, 1981). Los niños que han gozado de una relación de apego seguro aprenden sobre el mundo a través de su propia exploración. Los bebés y los niños pequeños que sufrieron un apego inseguro son mucho menos curiosos. Los bebés y los niños pequeños que sufrieron un apego inseguro son mucho más tímidos e introvertidos (Suess, Grossman & Sroufe, 1992). Como resultado, los niños que han tenido un apego materno seguro durante la infancia tienen más capacidad para “conquistar” el mundo que los rodea usando sus sentidos, que aquellos que han tenido un apego inseguro. Además, tienen más capacidad para llevar a cabo acciones motoras relacionadas que los bebés y los niños pequeños con un apego inseguro (Matas, Arend & Sroufe, 1978). Cuando la principal figura materna de apego abraza, sonríe y habla a su hijo, la adquisición del habla se facilita mucho (Bus & van Ijzendoorn, 1988). Estos actos interpersonales generan arrullos, gorjeos y otras articulaciones lingüísticas. Estos actos de crianza infantil también son elementos clave en la colección de harramientas con que cuenta el cuidador principal/madre para criar a un niño que tenga un apego seguro. A medida que el jovencito madura, el cuidador que creó un ambiente seguro de crianza, creará conversaciones sobre asuntos en los que el niño está interesado (Tomasello & Farrar, 1986). Los niños en edad preescolar que han experimentado un apego más seguro con su cuidador principal/padre/madre han demostrado tener mejores habilidades sociales y adaptación escolar que sus compañeros que padecieron apegos inseguros (Sroufe, Carlson, & Schulman, 1993). Los niños con antecedentes de apego seguro con su cuidador principal/madre han demostrado tener mejores relaciones con sus compañeros y sus maestros en los primeros años de escuela que aquellos con antecedentes de apegos inseguros (Henry, 1993). Estudios que evaluaron las relaciones que los adolescentes entablan con sus compañeros y sus maestros arrojaron resultados similares a los de aquellos niños pequeños con apegos seguros e inseguros (Heide & Solomon, 2006; Levy & Orlans, 2000). Visitas nocturnas Visitar a adultos que no son su figura principal de apego suele ser una cuestión que adquiere gran importancia para los niños. Esto puede dañar la seguridad del apego mismo. Para todos los niños, irse a dormir por las noches es una transición cargada de una vulnerabilidad y una sensibilidad particulares. Wolfe y Lozoff (1989) realizaron una investigación sobre cómo los niños pasan de estar despiertos a estar dormidos. Específicamente, analizaron la relación entre la presencia del cuidador principal del niño cuando éste se va a dormir por las noches y el uso de un objeto de apego (juguete especial, sábana), y chuparse el dedo. Los autores descubrieron que cuando no estaba su cuidador, durante la transición al sueño los niños eran más propensos a usar un objeto de apego. Además, los estudios hechos en otras culturas sobre los efectos de las prácticas de educación nocturna de los niños han demostrado que el objeto de apego era menos común cuando los niños dormían en la misma cama o habitación que sus madres y eran amamantados por más tiempo (Gaddini & Gaddini, 1970; Hong & Townes, 1976; Litt, 1981). Aquí el problema no consiste en el amor de un niñito por su padre ni en el amor de ese padre por su hijo. Lo que es fundamental entender es que el lazo del niño con la figura de apego materna es una relación significativamente distinta de, incluso, otra relación fuerte de cariño que pueda tener con otra persona, incluido el padre.
Para el adulto que no está informado al respecto, el poder del apego emocional que sienten los niños por su madre es irracional. Si los niños pequeños tienen que estar separados de esta persona durante el día o la noche, con frecuencia sentirán ansiedad por la separación y problemas para dormir. Esas experiencias pueden ser traumáticas para los bebés y los niños pequeños. Estos niños tendrán dificultades para dormirse o se despertarán frecuentemente durante la noche. Para los niños pequeños, dormir significa separarse, y los problemas al dormir están relacionados a menudo con la ansiedad de la separación. Tal como Cerutti (1986) y muchos otros han notado, los niños de tres, cuatro y cinco años de edad podrían sentirse “completamente aterrorizados si su madre no está cerca”. La regresión psicológica normal que todos los niños experimentan por las noches, hace que permitir las separaciones nocturnas de la figura de apego materno sea extremadamente imprudente. Los niños pequeños deben pasar las noches con su figura de apego principal: la madre. Desafortunadamente, los mediadores, los jueces y los padres a menudo pasan por alto las necesidades importantes de los niñitos, e imponen visitas nocturnas antes de que los niños estén listos para hacerlo. De hecho, puede ocurrir que los niños pequeños pronto empiecen a sentir antipatía o a desconfiar del padre que los obliga a pasar la noche lejos de su figura principal de apego. Cuando regresan con su cuidador principal luego de haber hecho una visita ordenada por el tribunal, es muy común que los niños golpeen, arañen, muerdan, lloren o que, de cualquier otra forma, se aíslen furiosamente del adulto con quien han establecido un apego seguro. O que sientan antipatía o desconfianza hacia el padre que es la figura de apego por no protegerlos de experiencias indeseadas y dolorosas. Además, podrían empezar a sentir antipatía o desconfianza hacia sí mismos. Podrían llegar a verse como la causa del problema, incluso de la separación o el divorcio. Las visitas nocturnas y lejos de su cuidador principal podrían debilitar y dañar la seguridad del lazo afectivo. Cuando a un niño pequeño se le pide que, contra su voluntad, pase la noche lejos de la persona que es su apego principal, podrían surgir problemas emocionales duraderos e interpersonales. La conducta de un niño pequeño mostrará si está listo para pasar la noche lejos de su figura de principal apego y si realmente desea hacerlo. Cuando los jueces, los mediadores o los padres requieren que un niño lo haga antes de que éste exprese su interés en pasar la noche lejos de su cuidador, no están pensando en construir la mejor relación posible entre el niño y su padre o su madre. Además, los adultos deberían asegurarse de que después de que empiezan las visitas nocturnas, la conducta del niño no muestre efectos adversos. Cuando los niños experimentan la separación o el divorcio de sus padres, es común que tengan problemas y que su conducta empeore. Aquellos capaces de controlar los esfínteres y la vejiga a menudo dejan de hacerlo. Aquellos que dejaron de amamantar por sí solos ahora podrían volver a amamantar. Los niños extrovertidos podrían volverse callados o empezar a tartamudear. Los niños que hasta el momento se habían comportado correctamente, podrían sentir ira y ser agresivos hacia los demás, y tener rabietas. Los niños que se mantenían lejos del peligro ahora podrían ser lesionados físicamente. Aquellos emocionalmente fuertes podrían volverse frágiles. Los niños que solían pensar claramente y entender fácilmente podrían confundirse y les podría resultar difícil comunicarse racionalmente. Un niño feliz puede volverse malhumorado y deprimido. Los niños que anteriormente mostraban curiosidad e interés por su mundo ahora podrían volverse retraídos y pasivos. Los niños obstinados y desafiantes podrían volverse dóciles y obedientes. Este último cambio en la conducta puede confundirse erróneamente con un cambio positivo. En realidad, representa gran dolor emocional y amenaza. Al creer falsamente que son
ellos los causantes de la separación o el divorcio, los niños pequeños podrían reprimir los impulsos normales y apropiados del desarrollo que le permitirán ser independientes. Podrían abandonarse y castigarse con la atormentada esperanza de que al hacerlo sus padres, a los que tanto necesitan y aman, volverán a estar juntos. Es común para los niños pequeños manifestar alguno de esos problemas o la combinación de varios, en distintos niveles de gravedad, en respuesta a la separación o el divorcio de sus padres. Es importante no culparlos ni castigarlos por tales conductas. Los niños pequeños reaccionan así cuando se violan la estabilidad y la seguridad de sus vidas. Para prevenir y/o minimizar estas respuestas, los padres y demás miembros de la familia deberán crear un ambiente interpersonal lo más estable y predecible posible. Dicho ambiente deberá concentrarse en fortalecer el lazo entre los niños y su cuidador principal/madre. La relación con el otro padre también debería de cuidarse sin poner en peligro la relación de seguridad y cariño que el niño mantiene con su cuidador principal/madre. Interpretación incorrecta de las investigaciones acerca del desarrollo infantil En “Sound Research or Wishful Thinking in Child Custody Cases? Lessons from Relocation Law”, la profesora de leyes y profesora emérita de la University of California, en Davis, Carol Bruch (2006) señala que autores como Joan Kelly, Michael Lamb, Richard Warshack, Leslie Ellen Shear, William Austin y Sanford Braver han publicado artículos que se oponen a los hallazgos reportados sobre el apego y sus efectos. Bruch dice: Muchos artículos recientes que tratan el tema de la ley de custodia infantil publicados en revistas legales, interdisciplinarias e incluso científicas, contienen declaraciones que mal interpretan gravemente la información provista por las investigaciones documentadas. Desafortunadamente, la audiencia a la que están orientadas esas declaraciones (generalmente jueces, abogados y legisladores) no suele tener capacitación estadística o científica, y no está familiarizad con las publicaciones. De la misma forma, dicha audiencia no está adecuadamente equipada para juzgar la calidad empírica de los estudios o de los estudios revisados, que resumen y evalúan el trabajo de otros profesionales en el área. Estas dificultades pueden ser explotadas por aquellos que le dan “un giro” a las investigaciones documentadas. Primero, los autores en cuestión suelen publicar exclusiva o principalmente en revistas legales, no científicas. Esto impide que las revistas ciéntificas líderes no puedan someter los trabajos a un proceso de rigurosas revisiones hechas por colegas, lo que da como resultado publicaciones carentes de mérito científico. Si bien las revistas legales donde ellos publican ponen a prueba la relevancia de los trabajos de investigación a los debates legales, usualmente no pueden ser evaluados científicamente. Por lo tanto, el riesgo de que haya errores es real, y los especialistas de las áreas afines, que normalmente no leen textos legales, no se dan cuenta. Segundo, los autores sacan conclusiones generales sin fundamentarlas y sin explicar cómo se aplican dentro de conocimientos existentes más amplios. A menudo, suelen confiar mucho en sus interpretaciones anteriores y citan a autoridades poco reconocidas. Esto hace difícil para los lectores no expertos en la materia distinguir entre un hecho y una opinión. Incluso se omite información básica como el diseño de la investigación y la relevancia estadística de los hallazgos. Usan palabras imprecisas, como “más”,
“menos”, “a menudo”, “en raras ocasiones", para que sea difícil evaluar sus afirmaciones. A veces, resultados sorprendentemente diferentes con implicancias directas para el asunto que se trata son disimulados o agrupados de forma tal que ocultan los hallazgos que se relacionan directamente con la discusión en cuestión. Por último, a veces recomiendan políticas no respaldadas en absoluto por los datos o que incluso son contrarias a ellos. Kelly y Lamb (2003) han publicado una cantidad de artículos en revistas de los tribunales de familia para abogados, jueces y mediadores. Esos artículos expresan su opinión acerca de cómo los tribunales deberían tomar decisiones sobre las vidas de los jovencitos afectados por negociaciones de custodia, adopción, conflictos provocados por el divorcio y separación. Bruch señala que las recomendaciones de Kelly y Lamb carecen de verificación empírica. Incluye críticas de Kelly y Lamb hechas por Judith Solomon y Zeynep Biringen. La crítica de Solomon y Biringen afirma, por ejemplo, las imperfecciones de la afirmación de Kelly y Lamb que dice que los bebés y los niños menores de dos años necesitan hacer una amplia gama de actividades con cada uno de los padres todos los días o día por medio. Kelly y Lamb había explicado su posición así: Para responder a las necesidades psicológicas de los niñitos, los horarios que los padres adopten para sus hijos de dos a tres años de edad debe incluir más transiciones, y no menos, para asegurar la continuidad de ambas relaciones (con el padre y con la madre) y garantizar la seguridad y el confort del niño durante un momento de grandes cambios (es decir, la separación o el divorcio de sus padres)... Para minimizar el impacto nocivo que produce el estar separado de sus padres por largos períodos, debería haber transiciones más frecuentes que las que probablemente haya en los casos de niños más grandes. Si fuera cierta, esta afirmación probablemente determinaría el resultado de un gran subgrupo de casos de litigio por custodia. Se ha reportado que la mitad de todos los casos de custodia incluyen a niños menores de seis años, y tres cuartos de esta mitad incluyen a niños menores de tres. El resultado que Kelly y Lamb sugieren para los bebés y los niños pequeños de padres separados o divorciados, y su recomendación de que los tribunales ordenen a las madres permanecer en la comunidad del padre para facilitar las transiciones, equivale a imponer la custodia física compartida en situaciones de mucho conflicto, algo que la investigación empírica declara unánimemente dañino para los niños… Solomon y Biringen identifican uno de los defectos más peligrosos del artículo de Kelly y Lamb, Revisión de los tribunales de familia y de conciliación: “Tiende a interconectar los hallazgos probados empíricamente sobre el apego y el divorcio con las opiniones de los autores; entonces, para aquellos que no se dedican a estudiar el desarrollo (es decir, abogados, jueces y mediadores) es difícil evaluar dichos hallazgos.” Eventualmente, Solomon y Biringen concluyeron en que “Kelly y Lamb hacen recomendaciones [las citadas] para la custodia y el acceso con una declaración provocativa que no tiene un fundamento empírico”. Período normal de dependencia De todos los primates, el ser humano tiene el período más largo de dependencia y de vulnerabilidad durante el desarrollo normal. Las prácticas de crianza infantil de las familias que
permanecen intactas y de las que atraviesan una separación o un divorcio a menudo pasan por alto este hecho. Las necesidades importantes y profundas de los pequeñitos son, con mucha frecuencia, ignoradas o satisfechas incorrectamente. Las decisiones que tienen un impacto importante en la vida de los jovencitos suelen ser tomadas por los padres y otros adultos que no están debidamente informados para tomar dichas decisiones. Los problemas que se desarrollan durante la relación temprana de apego preceden a problemas manifiestos y de largo plazo conductuales, cognitivos, sociales, emocionales y físicos. Por lo tanto, las intervenciones que protegen, respaldan y mantienen el apego seguro de los jovencitos con su cuidador principal/madre paracen estar justificadas. Referencias Ainsworth, M. D. S., & Wittig, B. A. (1969). Attachment and exploratory behavior of one year olds in a strange situation. In B. M. Boss (Ed.), Determinants of infant behaviour, (Vol. 4, pp. 113–136). London: Methuen. Ainsworth, M. D. S., Blehar, M. C., Waters, E., & Wall, S. (1978). Patterns of attachment: Assessed in the strange situation and at home. Hillsdale, NJ: Lawrence Erlbaum. Bowlby, J. (1969). Attachment and loss (Vol. 1). New York, NY: Basic Books. Bowlby, J. (1973). Attachment and loss (Vol. 2). New York, NY: Basic Books. Bruch, C. S. (2006). Sound research or wishful thinking in child custody cases? Lessons from relocation law. Family Law Quarterly, 40(2), 281–314. Bus, A. G., & Van Ijzendoorn, M. H. (1988). Attachment and early reading: A longitudinal study. Journal of Genetic Psychology, 149(2), 199–210. Cerutti, E. R. (1986). Breastfeeding rights packet. Franklin Park, IL: La Leche League International. Crittenden, P. M., & Ainsworth, M. D. S. (1989). Child maltreatment and attachment theory. In D. Cicchetti, & V. Carlson (Eds.), Child maltreatment: Theory and research on the causes and consequences of child abuse and neglect (pp. 432–463). New York, NY: Cambridge University Press. Coleman, P. K. (2003). Perceptions of parent-child attachment, social self-efficacy, and peer relationships in middle childhood. Infant and Child Development, 12, 351–368. DeBellis, M. D. (2001). Developmental traumatology: The psychobiological development of maltreated children and its implications for research, treatment, and policy. Developmental and Psychopathology, 13, 539–564. DeBellis, M. D., Baum, A. S., Brimaher, B., Keshavan, M. S., Eccard, C. H., Boring, A. M., Jenkins, F. J., & Ryan, N. D. (1999). Developmental traumatology, Part 1: Biological stress systems. Biological Psychiatry, 45, 1259–1270 Erickson, M. F., Egeland, B., & Pianta, R. (1989). The effects of maltreatment on the development of young children. In D. Cicchetti, & V. Carlson (Eds.), Child maltreatment: Theory and research on the causes and consequences of child abuse and neglect (pp. 647–684). New York, NY: Cambridge University Press. Foote, S. L. (1999). Development and vulnerability: New perspectives for anxiety disorders. Biological Psychiatry, 46, 1457–1460. Freud, S. (1940). An outline of psychoanalysis. London: Hogarth Press. Gaddini, R., & Gaddini, E. (1970). Transitional objects and the process of individuation. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 9, 347–365.
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