Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo

“Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo” Carta del obispo de Plasencia a los jóvenes que recibirán el Sacramento de la Confirmación en el Añ
Author:  Gonzalo Pinto Gil

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“Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”

Carta del obispo de Plasencia a los jóvenes que recibirán el Sacramento de la Confirmación en el Año de la Fe

De vuestro obispo 1. Esta carta, como dice el encabezamiento, os la dirijo a todos los que a lo largo del Año de la Fe vais a recibir el Sacramento de la Confirmación, sea cual sea vuestra edad. La escribo para los que os confirmáis tras terminar vuestra iniciación cristiana sin haberla interrumpido en ningún momento; para los que sí lo hicisteis y, al ser convocados, os habéis decidido por incorporaros a ella de nuevo; y para todos los adultos que habéis acogido la llamada de vuestras parroquias y os preparáis para recibir este sacramento que completa, como os explicaré, vuestra identidad cristiana. Y, como es natural, también dirijo esta carta a vuestros catequistas y a vuestros sacerdotes. A ellos les encomiendo que os llegue y que os ayuden a cumplir lo que en ella os pediré. Estoy seguro de que los catequistas ya os han informado de que el Obispo es el ministro ordinario del Sacramento de la Confirmación. Un día, cuando se considere que ya tenéis la preparación y capacidad suficiente para recibirlo, iré a vuestra parroquia y en un acto muy solemne y hermoso celebraremos un acontecimiento que es extraordinariamente importante y necesario para vosotros y para la Iglesia. El Espíritu Santo, que es un maravilloso regalo de Dios, vendrá a vuestra vida y os enriquecerá con sus dones, que pondréis al servicio de la misión que habréis de encontrar en vuestra parroquia; porque todos tenemos una responsabilidad en la Iglesia. Os confirma el Obispo porque él, como Sucesor de los Apóstoles, es en nuestra Diócesis de Plasencia signo e instrumento de unidad. A través de la persona del Obispo se pone de relieve que, al confirmaros, quedáis más unidos a la Iglesia, tanto a sus orígenes, como a su historia y, de un modo especial, a su misión apostólica en el mundo. En efecto, por la persona del Obispo descubrís que sois miembros vivos y activos de la Iglesia, en la que compartís la fe con los demás católicos y en la que estáis llamados a desarrollar activamente vuestra vocación cristiana. Pues bien, el Obispo que os va a confirmar, es decir, yo mismo, os pido en esta carta que cada uno de vosotros os dirijáis a mí, por escrito, pidiéndome el Sacramento de la Confirmación y explicándome por qué queréis confirmaros. Quiero conocer vuestras motivaciones antes de acudir a vuestras parroquias. No os ahorréis detalles de todas las razones que tenéis para querer recibir la Confirmación. Por el camino de la iniciación cristiana 1

2. Hecha esta presentación por mi parte, quiero deciros que, al haber decidido recibir el Sacramento de la Confirmación, habéis hecho una opción perfecta. No es lo mismo confirmarse que no hacerlo: el que no lo hace se pierde lo que aporta el Espíritu Santo a su vida Si no nos confirmamos, no llevamos hasta las últimas consecuencias el camino de nuestra iniciación cristiana que comenzó en el Bautismo. Todos tenemos necesidad de la fuerza del Espíritu Santo para ser capaces de creer, esperar y amar, para vivir el compromiso de nuestra fe en la Iglesia y en la sociedad y para dar testimonio de la belleza de nuestra vida de hijos de Dios. Es verdad que hemos recibido la Eucaristía, que es culmen y fuente de la vida cristiana, y que es el sacramento al que todos los demás están orientados, pero tenemos también necesidad del don personal del Espíritu Santo para reconocer la verdad que nos salva y saber discernir la voluntad de nuestro Padre Dios. Por eso, estoy seguro de que la razón fundamental que os mueve a confirmaros es la fe que ha ido creciendo en vosotros desde que, en el Bautismo, os convertisteis en hijos de Dios, fuisteis incorporados a Cristo y fuisteis hecho miembros de la Iglesia. El Bautismo, que la mayoría de vosotros recibisteis al poco de nacer, fue para cada uno la puerta de entrada en un camino que ha ido madurando día a día y ha hecho crecer en vosotros la comunión con Dios en una relación de amor en la que Él toma siempre la iniciativa y en la que vosotros, libremente, le vais dando cada día una respuesta, también de amor. Ese camino lo habéis hecho hasta ahora con vuestros padres; fueron ellos los que, además de prestaros su confesión de fe en el Bautismo, os acompañaron en el despertar de la fe. Luego se incorporó a vuestro camino la parroquia, con la compañía de vuestros sacerdotes y catequistas. La experiencia del camino que estáis haciendo con todos ellos, os está ayudando a madurar en vuestra fe, no sólo por los conocimientos que estáis adquiriendo sino, sobre todo, por la experiencia de vida cristiana que estáis haciendo. Os invito a tomar conciencia de que es la fe en Jesucristo lo que os mueve a sellar, por la presencia en vosotros del Espíritu Santo, lo que empezó en el Bautismo y continuó en vuestro encuentro con Jesucristo en la Eucaristía, de la que os alimentáis y vivís desde que hicisteis la Primera Comunión. Aprendiendo a creer y a vivir de la fe 3. Deseo por eso que, a lo largo de este año que completa vuestra iniciación en la fe de la Iglesia, pongáis un especial empeño en consolidar vuestra vida cristiana. Pues, como ya sabéis, la iniciación en la fe que estáis haciendo desde vuestra más tierna infancia ha ido poco a poco enriqueciendo vuestra identidad como cristianos. Habéis ido creciendo en las cuatro manifestaciones esenciales de la vida de los que creen en Cristo. En vuestra iniciación se aprende a creer con el Credo que profesa la Iglesia, conociéndolo y aceptando las verdades que en él se contienen, confesándolas con el corazón y diciéndolas con vuestros labios, pues se cree con el conocimiento y con el asentimiento. Sobre todo se aprende a encontrar a Jesucristo, la persona de la que habla la doctrina.

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En la iniciación en la fe también se aprende a vivir con estilo cristiano; y eso no sólo se consigue escuchando lo que os enseñan u observando lo que veis en vuestros padres, catequistas y en el testimonio de otros cristianos. Para asumir el estilo cristino de vida hemos de incorporarlo a nuestros criterios, con los que valoramos todo lo que hacemos y también lo que vemos que se hace a nuestro alrededor. Todo lo que se piensa, se siente y se hace ha de tener el estilo de los que viven en Jesucristo, de los que le tienen como Maestro, de los que le siguen como “camino, verdad y vida”. Ese estilo ha de ir poco a poco marcando vuestro modo de ser, hasta que vuestro “yo” sea lo más parecido posible al de Jesús, a quien amáis y a quien estáis dispuestos a ofrecerle la vida, para que disponga de vosotros en favor de sus proyectos de amor y salvación para los hombres y mujeres de este mundo. Porque el estilo cristiano nos hace solidarios y servidores de los demás, especialmente de los más pobres. Aprendiendo a acoger la gracia sacramental 4. La iniciación en la vida cristiana que estáis haciendo se realiza, sobre todo, por la participación en los tres sacramentos: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Sois cristianos por la gracia de Dios que recibisteis en el Bautismo. Vivís lo que sois, tanto ahora como a lo largo de toda vuestra vida, en el Sacramento de la Eucaristía. Seguro que ya habéis recibido más de una catequesis sobre el valor de la Misa del domingo. Ya sabéis entonces que participar en ella tiene tanta fuerza y tanta riqueza que, si os falta, se hace imposible una vida cristiana sólida. Sin la Eucaristía, todo lo que ahora estáis recogiendo se quedará sin futuro. Participad, pues, de un modo activo y con actitud fervorosa la Eucaristía; en ella encontraréis cuanto necesitáis para fortalecer vuestra fe y, además, en ella recibiréis el impulso para una vida generosa de apóstol de Jesucristo y de servidor de vuestros hermanos. Sé que desde pequeños soléis decir que no encontráis la hora para ir a misa. A veces puede ser verdad, sobre todo cuando no depende sólo de vosotros. Pero me consta que, a vuestra edad, ya tomáis vuestras propias decisiones, al menos para vuestras salidas en los fines de semana. Pues bien, decidíos de una vez por la misa del domingo y ponedla entre vuestras opciones preferentes. Aunque no sea tan divertida, pues no es eso lo que se pide de ella, descubrid que la Eucaristía es la fiesta de las fiestas, la que con toda seguridad os va a proporcionar la felicidad que quizás busquéis en las otras “movidas” que os quitan el tiempo para ir a misa el domingo. No me olvido del Sacramento de la Reconciliación. Por él tiene continuidad todo lo que poco a poco vais logrando en vuestra madurez cristiana. Es el Sacramento que hace posible la recuperación de la gracia en vuestra vida, si por algún pecado la perdéis. Por la Confesión, el amor de Dios recibe el nombre de “oportunidad”; por eso algunos le llaman “segundo Bautismo”. En este maravilloso 3

sacramento, la ternura de Dios está a la espera para acogeros con especial alegría, si os habéis alejado. En cuanto libremente os decidís a volver a vuestro Padre Dios, arrepentidos de haberle negado, traicionado, ofendido u olvidado, Él siempre está dispuesto a acogeros con alegría y a daros una nueva oportunidad de participar en la vida de su Hijo Jesús, que es Vida Eterna. Convertid la Reconciliación en un sacramento habitual. Buscadlo siempre que necesitéis el perdón en vuestro corazón y la alegría de la gracia de Dios. No hay un camino mejor para encontrar la paz y la felicidad que acudir a la confesión. No olvidéis que es el Sacramento que Jesucristo le ha regalado a su Iglesia para que con él ayude a recuperar la alegría del perdón a los que somos pecadores. Aprendiendo a rezar 5. Por supuesto, en este último año de vuestra iniciación cristiana os recomiendo especialmente la oración. Si os he dicho que la fe es encuentro personal con Jesucristo y, por él, con el Padre, en el Espíritu, he de deciros que esa relación con Dios se convierte en íntima amistad por la oración. Por eso os aconsejo que le digáis a la Iglesia (a tu párroco, a tus padres, a tus catequistas) aquello que los apóstoles le dijeron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”. Ellos os acompañarán en el aprendizaje de la oración, aunque estoy seguro de que eso ya ha comenzado desde que erais muy pequeños. Como bien sabéis por experiencia, a rezar se aprende rezando. En la iniciación cristiana os están enseñando a rezar con la oración de Jesús: el Padrenuestro. En ella se recogen las palabras, los sentimientos y las actitudes de un cristiano cuando reza. Id poniéndole el espíritu del Padrenuestro a vuestra oración, para que, cuando os dirijáis al Señor, todo tenga el sabor de la oración de Jesús. Del mismo modo que él hablaba con su Padre, vosotros podéis hablar íntimamente con Jesús: le abrís el corazón, le contáis vuestras cosas y le prestáis atención a todo lo que os sugiera para vuestra vida, que siempre será lo mejor para vosotros, porque os dirá cuál es la voluntad de Dios. Eso sólo es posible si buscáis el silencio y abrís el corazón y la mente para encontraros con Jesús, como con un amigo. Por eso, te recomiendo que, al rezar, tengas en cuenta lo que Santa Teresa dice de la oración: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. A veces los jóvenes soléis decir, sin haber probado de verdad lo que es la oración, que os aburrís. Como os he dicho, dejaos llevar por algún maestro de oración (sacerdote, catequista) y veréis que es maravillosa la experiencia del encuentro personal e íntimo con Jesucristo. De un modo especial os recomiendo que vayáis al sagrario o que lo encontréis en la custodia, cuando esté expuesto en vuestra parroquia. Esperadle, porque él se os acercará y tendréis un rato maravilloso de intimidad: os hablará al corazón y vosotros se lo abriréis para que os muestre el camino de la vida. Esa misma intimidad la podéis tener también en la oración que hacéis con las fórmulas que os han enseñado. Estas son muy importantes, porque nos ofrecen argumentos y palabras que a veces a nosotros no nos salen o por nuestra torpeza al

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hablar con Dios o por nuestra timidez y pobreza. Por eso, también la oración vocal hemos de hacerla sabiendo que hablamos con quien nos ama. En fin, no sigo, pero quiero que sepáis que todo lo que os están transmitiendo en la catequesis hay que situarlo en estas claves para la vida cristiana que acabo de compartir con vosotros. Procurad ser una buena esponja que recibe con gratitud el agua viva que está llegando a vuestra vida. Acogedlo todo libremente y, con la gracia de Dios, lo que se os da y vosotros recibís se irá plasmando poco a poco en vuestra vida y así iréis creciendo en la estatura de Cristo, es decir, como buenos cristianos. En el camino de la fe 6. Al llegar a donde estoy ahora en esta carta, os confieso que no era mi intención escribir tanto. En principio sólo quería comunicarme con vosotros para sugeriros algunas cosas de cara a una buena preparación de vuestra Confirmación. Por eso, ahora os pido que, además de escribirme, tengáis, a ser posible por arciprestazgos, un encuentro para reflexionar todos juntos sobre la fe y lo que significa creer. Deseo que en esa convivencia los catequistas os ayuden a situar vuestra iniciación cristiana en el camino de la fe, a la altura de la vida en la que en este momento os encontráis cada uno de vosotros. Por cierto, la mayoría sois muy jóvenes, pero no por eso menos responsables y capaces de amar a Dios. Ese encuentro, que ha de ser al menos de un día completo, ha de concluir con una celebración en la que cada uno y todos juntos confeséis la fe de la Iglesia, con un “creo” y un “creemos”, especialmente sonoro y sentido. Ese encuentro ha de girar en torno a la fe, inspirándoos en lo que nos dice Benedicto XVI en Porta fidei: 1. El Bautismo, puerta de la fe: del don de Dios a la primera confesión de fe (en la fe de vuestros padres). 2. la fe que nace y se alimenta de la Palabra de Dios. 3. ¿Qué significa creer? Entrar a fondo en el acto de fe como conocimiento y asentimiento. 4. Creer con el triple “creo”: en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo. 5. La fe como encuentro con la Persona de Jesucristo. 6. El acto de fe personal y comunitario: “creo”, “creemos”. 7. La fe profesada, celebrada, vivida y rezada. 8. La fe que cambia y plasma la vida: por la fe damos pasos en nuestra vocación cristiana. 9. La fe que se comunica como una experiencia de gracia y gozo: la fe anunciada. 10. La fe que se fortalece y se expresa en la celebración y en la oración del cristiano. 11. La fe que actúa por el amor: fe y caridad se necesitan. 12. Recorrer la historia de nuestra fe hasta encontrar la “vocación” a la que cada uno de nosotros ha sido llamado. 5

Celebración final: todos hacemos una confesión pública y explícita de la fe (redditio symboli). El Sacramento del Espíritu Santo 7. Mientras os escribo, me doy cuenta de que también debo deciros algo del Sacramento de la Confirmación. Pero como necesariamente seré muy breve, invito a los catequistas a que en varias catequesis previas a la celebración os hablen ellos a fondo del Sacramento para el que os estáis preparando. Recomiendo muy encarecidamente que estas catequesis se hagan en un clima religioso, a ser posible en el mismo templo en el que os vais a confirmar. Aunque sé que tenéis unos materiales para este periodo de vuestra iniciación cristiana, recomiendo que en estas catequesis que se refieren al Sacramento de la Confirmación se utilice el Catecismo de la Iglesia Católica y el Catecismo juvenil de las JMJ de Madrid “YUCAT”. No encontraréis mejor y más precioso material para entrar a fondo en lo que sucede en vosotros en la celebración del sacramento para el que os preparáis. La Confirmación es el sacramento en el que recibimos el don del Espíritu Santo. “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”, dice el Obispo mientras nos unge con el Santo Crisma, por el que nos convertimos en otros “cristos”. El Espíritu viene entonces a tomar posesión de nuestro corazón, realizando en nosotros lo que dice el Apóstol Pablo: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5). Recibimos una fuerza que viene de lo alto y nos hace capaces de amar, a pesar de nuestra fragilidad. Por eso, recibir el Espíritu se convierte en una necesidad para caminar y vivir en la fe. “Si vivimos del Espíritu, caminamos también según el Espíritu” (Gal 5,25). Cuando el Espíritu viene a habitar en nosotros une nuestro corazón al Padre, hace presente a Jesucristo en nuestra vida y nos empuja a darnos a los demás en el amor. Y para que su presencia dé frutos en nosotros, los frutos propios de quien vive en él, el Espíritu Santo nos da sus siete dones, con los que nos ayuda a corresponder a la vocación que todos los cristianos recibimos de Dios, la de la santidad. En realidad la santidad nos viene por el Espíritu santificador. Celebrar el Sacramento de la Confirmación 8. Y ahora quiero continuar mi carta compartiendo con vosotros algunos aspectos de la celebración del Sacramento. Espero que acojáis con comprensión todo lo que os diga. En los consejos que os pueda dar, os pido que os fiéis de mí, que llevo muchos años confirmando a chicos y chicas y tengo ya bastante “olfato” para saber cómo están preparados y si viven la ceremonia de su Confirmación con fervor y sentido religioso. Ante todo he de deciros que el Sacramento de la Confirmación es un acontecimiento en el que el Espíritu Santo se hace presente en vuestra vida para enriquecerla y elevar su valor hasta el infinito. El Espíritu Santo os pone definitivamente en el camino de Dios. A partir de vuestra Confirmación ya no seréis

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los mismos. Me consta que quien se prepara bien termina siendo consciente de todo lo maravilloso que le está sucediendo. 9. Para ayudaros a preparar vuestra Confirmación, voy a hacer algunas preguntas sencillas que mi experiencia pasada me sugiere y os voy a proponer las que yo considero que son las respuestas adecuadas. ¿Cómo hay que preparar la Confirmación? Evidentemente con sumo interés, porque es un acontecimiento grande y extraordinario de vuestra vida. Ese interés ha de crecer en vuestro interior, ha de crecer, sobre todo, en vuestra relación con el Señor en la oración. Es conveniente que con mucha sinceridad os preguntéis, cuando ya se vaya acercando la fecha, si estáis preparados para lo que vais a vivir en primera persona y como coprotagonistas con el Espíritu Santo. Por su parte, Él hará muy fácil el encuentro que va a tener con vosotros, pero todo será más natural, más a estilo cristiano, si vosotros os preparáis bien para ese encuentro. Le pido a los sacerdotes y a los catequistas que os ayuden a hacerlo en un retiro espiritual, que habrá de celebrase en una fecha próxima a la celebración de la Confirmación. Prestad también mucha atención a las catequesis en las que preparéis de un modo específico el Sacramento de la Confirmación. Procurad que lo que escuchéis, lo que leáis, lo que preguntéis pase a vuestro interior. No os olvidéis de que todo lo que oís no es una doctrina, unas normas, sino que todo habla de una Persona con la que os vais a encontrar cara a cara, no sólo en el momento de la celebración, sino ya a lo largo de toda vuestra vida. El Espíritu Santo os va a acompañar siempre. Vosotros preparad bien su acomodo en vuestra alma. La preparación de la Confirmación se ha de notar también en vuestras actitudes. De un modo especial se ha de manifestar en la alegría de quien espera un momento importante de su vida, de quien sabe que será un acontecimiento decisivo. Os recomiendo que os sintáis felices, especialmente porque, desde ese día, os incorporáis a la vida cristiana de vuestra parroquia, en la que como uno más habéis de vivir con madurez lo que ahora estáis viviendo con la “tutela” de quienes amorosamente os acompañan en vuestra iniciación cristiana. La Confirmación supone el paso a una vida cristiana activa, junto a la comunidad de creyentes en Cristo, que es la Iglesia. También os recuerdo que la Confirmación se recibe en gracia de Dios. No se puede recibir al Espíritu Santo desde la enemistad con Aquel al que esperamos. Eso significa que hay que preparar con todo esmero la venida del Espíritu Santo con el Sacramento de la Reconciliación que, como ya os he dicho, restablece la gracia, la amistad con Dios. ¿Y no hay que preocuparse de nada más? Naturalmente que sí. Hay que cuidar mucho el clima profundamente religioso de la celebración. Eso no depende sólo de vosotros, aquí tiene un papel 7

muy importante toda la comunidad parroquial. Pero, por vuestra parte, habéis de pedirle al Señor, en los días anteriores a la celebración del sacramento, que os dé la paz suficiente para estar sólo atentos a lo verdaderamente importante: estar con él. Por eso, en la preparación es necesaria tanto una actitud interior como un cuidado exterior. En todo se ha de procurar que lo único que os ocupe sea vivir con alegría y gratitud lo que el Espíritu Santo va a hacer en vosotros con la riqueza de sus siete dones. Si lo hacéis así, se os quitarán todas las preocupaciones, miedos y nervios. Para eso, cuanto más sobrio se haga todo mejor. A veces queremos adornar la celebración con cosas que no sólo no se necesitan, sino que distraen de su verdadero significado. Insisto, todo digno, todo cuidado, pero todo sobrio. ¿Qué podríamos hacer para que ese día sea significativo en la Iglesia? Sencillamente darle gracias al Señor por lo que ha hecho por vosotros; hacer notar ante vuestros amigos que ha merecido la pena llegar hasta ese momento; y mostrar públicamente vuestro compromiso de vivir como lo que a partir de vuestra Confirmación seréis plenamente, como cristianos. Para este compromiso habréis de pedir la ayuda de todos los que hasta ahora os han acompañado, porque la vais a necesitar en el futuro. De ahí que no estaría de más que ofrecieseis vuestra participación activa en la vida de vuestra parroquia, en aquellas acciones en las que se os necesite. social?

¿Podríais hacer algo para que también la celebración tenga cierto impacto

Aunque fuera pequeño y casi nada significativo, un gesto solidario siempre es una buena expresión de que lo que habéis vivido está fundamentado en la fe. Ya sabéis que la fe actúa por el amor. Siempre, como decía el Beato Juan Pablo II, recurrid a la “imaginación de la caridad”. Por último, ¿de qué otra cosa habría que preocuparse? Únicamente de estar alegres. Y si os recomiendo eso con insistencia es porque considero que los jóvenes de Confirmación podéis dar un buen ejemplo a otros jóvenes de lo que significa estar alegres en el Señor. Es muy importante sentir y mostrar la alegría cristiana. 10. Como veis, de momento todo va en positivo. Os acabo de dar unas recomendaciones para que vuestra confirmación sea un auténtico acontecimiento de fe. Pero como en muchas ocasiones se están cometiendo bastantes errores, me vais a permitir que también os diga algo de lo que empaña el sentido religioso. Tal y como lo he hecho con lo positivo, también ahora contestaré a algunas preguntas. ¿Qué hay que evitar en la preparación de la Confirmación? Lo primero y esencial que se debería evitar es el desinterés y el descuido en la preparación de la celebración, en lo espiritual, lo litúrgico y lo material. Todo lo que se prepare ha de servir de ayuda para que descubráis el misterio en el que vais a 8

participar: moniciones, cantos, lecturas, otras participaciones, etc. Todo tiene que tener el estilo de una celebración religiosa. Que nada desdiga ni disperse de lo que estamos celebrando. Que los que tengan que intervenir lo hagan con sencillez y claridad. Además, que sean pocos y los más adecuados. No todos tienen que hacer algo concreto en la celebración. La mejor intervención es vivir intensamente lo que estamos celebrando. Por eso, no se deben introducir intervenciones, cantos o gestos que dispersen y corten el ritmo de los ritos sacramentales, que son lo esencial. A veces ponemos toda la fuerza en lo que nosotros decimos y hacemos, olvidándonos de que lo que estamos celebrando es lo que el Espíritu Santo hace en nosotros a través de las fórmulas y los gestos del sacramento mismo. ¿Qué pasa con el arreglo, con vuestro vestido? Es evidente que por tratarse de una fiesta, hay que llevar el vestido a tono con el acontecimiento, aunque el verdadero vestido de fiesta sea el de la fe. No obstante, es importante el arreglo exterior; porque no se va a la confirmación como se está en casa o se viste ordinariamente en las actividades cotidianas. Pero, siendo esto verdad, hemos también de comprender que el vestido en la Confirmación no puede ser como el de cualquier otra fiesta a la que acudimos, aunque también en éstas un cristiano debería evitar ciertas cosas, como el excesivo lujo o los vestidos indecorosos. La Confirmación es una fiesta cristiana que se celebra en el templo y, por eso, hay que acudir vestidos de tal manera que no desdiga ni del lugar ni del acontecimiento en el que se está. Porque a veces, lo sabéis muy bien, esto no es así. Por supuesto, todo ha de ser digno del Espíritu, a quien recibimos, y también de vuestra condición de cristianos. El vestido, por tanto, ha de ser sobrio y decente. Habréis de acudir a la confirmación haciendo todo lo posible para que nadie se sienta incómodo en un día tan importante, tanto para vosotros como para la Iglesia. Entended que la Confirmación no es sólo un acontecimiento vuestro, es de la Iglesia y se celebra en la Iglesia y ésta tiene sus normas de comportamiento, del mismo modo que las tienen otras religiones. Cuando vais de turismo, por razones obvias, a nadie se le permite entrar en una iglesia o en una mezquita con falda y pantalones demasiado cortos o con los hombros al descubierto. ¿Por qué entonces vamos así a la Iglesia a participar en un acto religioso? ¿Qué os diría de las fiestas que celebráis después de la celebración? Estas fiestas, en general, en muchos pueblos aún están en manos de las familias y suelen ser muy sencillas y comunitarias, al tiempo que sobrias. Sin embargo, también compruebo que las fiestas de la Confirmación cada día se parecen más a cualquier otra celebración que se promueve para jóvenes, y en las que el único valor es consumir y también gastar mucho. Como podéis comprender, ese no puede ser el modo de celebrar este acontecimiento religioso. Por eso os recomiendo fiestas sencillas y sobrias, muy sobrias, en las que lo único que verdaderamente importe sea compartir la alegría del Sacramento que habéis recibido junto a todos aquellos que han sido compañeros y compañeras de 9

camino: los otros jóvenes de confirmación, vuestros padres y familiares, padrinos y catequistas y, naturalmente, el sacerdote. ¿Alguna recomendación?. Me consta que una de las cosas que a algunos de vosotros os preocupan es que al decidir confirmaros os señaláis socialmente ante los otros jóvenes. Muchos decís con preocupación: los otros chicos “me señalan” porque voy a la Iglesia y me preparo para la Confirmación”. Yo comprendo que os preocupe, porque cada uno de vosotros vivís día a día entre vuestros compañeros y amigos, a los que queréis y entre los que queréis ser uno más. Pero me vais a permitir que os diga que si os señalan es porque las cosas están funcionando bien, es porque se os nota que habéis hecho una opción por Jesucristo y por la Iglesia. Supongo, además, y estoy convencido de ello, que también es porque los otros notan que en vuestra vida hay unos valores que son distintos y alternativos a los suyos. Entiendo que es complicado para vosotros ser señalados e incluso rechazados por ello; pero creedme, el rechazo se convertirá en respeto si comprueban vuestra coherencia. Seréis más y mejores amigos de vuestros amigos en la medida que os relacionéis con ellos siendo coherentes en vuestra vida, siendo como sois. En la amistad nadie debe quedar anulado; al contrario, cada uno ha de dar lo que es y ha de hacerlo como es, y vosotros podéis dar mucho: todo lo que sois desde vuestra fe en Jesucristo. Me vais a permitir que os recuerde aquí y haga mío un precioso texto del Papa Benedicto XVI dirigido a vosotros los jóvenes: “Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. Hoy, quisiera con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡NO TENGÁIS MIEDO DE CRISTO! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él recibe el ciento por uno. Sí, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.” Quiero que sepáis también que vosotros, por vuestra opción de vida, sois una alternativa a los criterios y modos de vida de los otros jóvenes. Vuestra fe en Jesucristo no puede quedar diluida por lo que hace o piensa la sociedad. Vosotros sois del mundo de los jóvenes, estáis en él, quizás en muchas cosas no seáis mejores que vuestros compañeros, pero habéis sido elegidos para poner en vuestro ambiente lo que habéis recibido de Jesucristo como un precioso don. Vosotros estáis llamados a ser “alma en vuestro mundo juvenil”, en el que habréis de poner el amor de Dios del que vosotros mismos vivís. Todo os será más fácil en vuestros ambientes, si mostráis sin complejo la alegría de la fe, si los otros descubren que lo que sois y hacéis no va contra los verdaderos deseos del ser humano, sino que, por el contrario, vuestra conducta ofrece el gozo de poder vivir en lo que es digno, justo, noble y bello.

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¿Después de la Confirmación? Depende. Si habéis participado a gusto de la catequesis, si libremente os habéis acercado a la Confirmación, si sentís algo de gratitud por el don tan maravilloso recibido, lo normal será que la siembra aún inmadura que recogéis en vuestra alma siga creciendo en el campo de la Iglesia. Sin embargo, algo tan lógico y evidente, en muchos jóvenes no es así. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se esconden? ¿Qué impide que aviven el don de Dios que recibieron en el Sacramento del Espíritu? ¿De qué son víctimas? Me encantaría encontrar las palabras oportunas para deciros lo que debéis hacer. Pero caigo en la cuenta de que lo que hagáis no depende de mí, sino de vuestra confianza en el Señor. Por eso se me ocurre repetiros lo que el beato Juan Pablo II le decía a los jóvenes: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!”. Y una vez que le dejéis entrar, no le pongáis dificultades, no os escondáis de él, dejadle que os pida lo que quiera. Es seguro que querrá saber qué buscáis, qué os interesa de él. Y cuando le mostréis vuestro interés, os dirá, con toda seguridad, “ven y sígueme”. Estando con él encontraréis vuestro camino en la vida, vuestra vocación en la Iglesia. Yo os recomiendo que, de la intimidad con Jesús, una vez que hayáis tenido este imprescindible e íntimo diálogo con él, busquéis en la Iglesia a algún sacerdote, catequista o educador que os ayude a descubrir en concreto lo que Jesús os ha pedido, el seguimiento al que os ha invitado. Aprovecho entonces para hablaros del padrino o la madrina que bien podría ser la persona que os acompañe en el camino de vuestra vida cristiana y en vuestra vocación. Con tal, desde luego, que lo elijáis bien. En efecto, es tarea de los padrinos y madrinas acompañaros con su oración, con su consejo y con su testimonio. Por tanto hay que elegir a personas que puedan de verdad hacer eso. A veces, sin embargo, elegís a vuestros padrinos sólo por conveniencia social y no elegís a personas que verdaderamente puedan ser vuestro apoyo en la fe. ¿Y qué más? Pues nada más. Pero quiero terminar recordando las tres cosas que os he pedido: a. Cada uno de los que os vais a confirmar este año me escribiréis una carta pidiéndome el Sacramento de la Confirmación y diciéndome cuáles son las motivaciones por las que queréis confirmaros. b. Por arciprestazgos participaréis en una convivencia, en la que se os invitará a reflexionar sobre la fe. c. Cada parroquia organizará un retiro espiritual para preparar la celebración del Sacramento de la Confirmación. 11. Ni que decir tiene que todo lo que acabo de deciros en esta carta lo he escrito con un profundo afecto por vosotros; por vosotros chicos y chicas, aunque al escribir no haya distinguido el género. Sin embargo, he pensado mucho en vuestra peculiaridad y diversidad. Sólo me resta deciros que yo os conozco mucho 11

en Jesucristo, y que el conocimiento a través del corazón de Cristo, en quien os veo y en quien pienso en vosotros, sólo puede ser un conocimiento de amor. Os agradezco mucho que me hayáis prestado vuestra atención. Deseo de corazón que mis palabras os sirvan para una vida mejor y más cristiana. Nos veremos en vuestra confirmación. Con todo mi afecto, os bendice. + Amadeo Rodríguez Magro Obispo de Plasencia

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