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ANÁLISIS EDMUNDO SEPA

¿Qué espera África de Europa?

ecuerdo que durante mi primera estancia en Kumi, municipio situado en el este de Uganda, casi en la frontera con Kenia, me encontré con el reverendo James Arikosi, director de la ONG local International Child Welfare Organisation, especializada en la acogida y protección de niños huérfanos de padres que habían muerto a causa del sida o la guerra. Durante la visita, cuyo objetivo era poner en marcha un proyecto de cooperación al desarrollo en apoyo a dicha organización, en octubre de 1995, el reverendo Arikosi reflexionó acerca de las causas de la crisis crónica en que se encuentran envueltos los países del África negra.

R

De todas las reflexiones, me llamó especialmente la atención la siguiente: «Durante la colonización, los europeos se dedicaron a construir para África y los africanos, crearon un sistema educativo especial para los africanos y las africanas, una estructura económica, productiva y administrativa para los africanos y las africanas; todo ello, desde la convicción de que, más tarde o más temprano, acabarían marchándose y, con esta reflexión de fondo, todo lo que crearon tenía un carácter provisional». Arikosi prosiguió: «Resultado de todo ello es que, en la práctica, los estados africanos fueron igualmente fruto de esa provisionalidad, de manera que, ante la inexistencia de estructuras sólidas capaces de asegurar un funcionamiento duradero, éstos entraron rápidamente en crisis sin que los propios africanos fuéramos capaces de resolverlas. Y es que, en el fondo, el estado africano fue creado sin la participación de los africanos y las africanas». «Esta fue una situación que, de alguna manera, mantuvieron los dirigentes africanos hasta que tocó fondo, y requiere ser revisada. En este sentido, la propuesta de cara al futuro debería ser que los europeos, en vez de construir por o para los africanos y las africanas, se planeen trabajar con o entre los africanos y las africanas», concluyó. Como se puede apreciar, el reverendo hacía una clara propuesta a Europa para que deje de lado su política prepotente y paternalista en su relación con los países Edmundo Sepa, ETANE.

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análisis

africanos, ante la evidencia de que ésta se ha revelado absolutamente nefasta para los dos continentes.

■ La perspectiva cultural Imaginemos, por un momento, a un grupo de jóvenes franceses consultando unos manuales de historia de Francia y hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué idea sacará de dichos manuales aquel cuyo padre combatió en las filas del Frente de Liberación Nacional o el que participó en el bando contrario para la pacificación de las revueltas? ¿Cuál será la reacción de aquel otro, de origen africano, ante el silencio deliberado y la ausencia de referencias respecto a los decenios de colonización y las consecuencias de ésta en su país de origen? ¿Y aquel otro de origen vietnamita o de las Antillas? Está claro. Nuestros ancestros, los galos, han dejado de ser los únicos forjadores del Estado francés; pero la colonización, que se confunde con una gran parte de la historia de las III, IV y V Repúblicas, por no hablar de la conquista de Argelia, sigue pendiente de ser abordada con la objetividad e imparcialidad precisas, casi como si se tratara de algo ajeno a Francia o de una historia extranjera que no nos afecta. Pues es hora ya de darse cuenta y asumir el hecho de que, para esos centenares de miles de franceses «salidos de la inmigración», la historia de la colonización que les ha sido transmitida por sus padres, no sólo es parte de la historia de Francia, sino que es parte importante de su identidad, e ignorarla no es la mejor forma de garantizar su formación y maduración. En este inicio del siglo XXI, la reinvención de una identidad francesa pasa por la creación de una «memoria colectiva común y unificadora», según Alain Gresh. Una memoria común que resitúe a la colonización en su verdadero contexto, en aspectos tan concretos como la corrección del imaginario popular francés respecto al discurso oficial que se creó respecto de las culturas y sociedades colonizadas por Francia. Me he permitido tomar prestada la reflexión de Gresh para significar la importancia que para los pueblos africanos tiene revisar la historia de África, escrita por los europeos, como un factor primordial para la devolución de la dignidad a los pueblos africanos y la recuperación de su autoestima. No olvidemos que los falsos estereotipos creados por el discurso colonizador han sido, y siguen siendo, la base del racismo y la xenofobia que impide a los europeos ver a los africanos y a las africanas como seres humanos.

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■ La perspectiva económica Cuentan que, en la última etapa de Julius Nyerere como presidente de Tanzania, a principios de los años 90, un grupo de suecos le expresó sus deseos de contribuir a la salida de Tanzania de la grave crisis en que estaba inmersa, para lo cual le preguntaron cómo o a partir de dónde debían empezar. Tras escucharles atentamente, Nyerere les respondió: «Si de verdad queréis hacer algo por mi país y por África, volved a vuestro país y decid a vuestros dirigentes que utilicen toda su influencia para librarnos de la pesada losa de la deuda externa que tanto nos oprime e impide la puesta en marcha de nuestros programas sociales». Sobre el mismo tema de la deuda externa, Gnassingbé Eyadéma, el déspota y sempiterno presidente de Togo, declaró: «El peso de la deuda externa agrava cada día más la vulnerabilidad de los países menos avanzados de África. Frena su desarrollo, acentúa la insuficiencia de los recursos disponibles, genera desempleo, deteriora la condición de la mujer y de la infancia, provoca la penuria de medicamentos en los hospitales, estimula el aumento de la tasa de mortalidad infantil, debilita el sistema educativo y, al impedir atender debidamente a los enfermos del sida, hace que la cifra de estos aumente». Otro presidente africano, el argelino Abdelaziz Buteflika, proclamó: «Ignoramos el verdadero origen de algunas de nuestras deudas, tanto en cuanto respecta a sus fundamentos jurídicos, como al monto económico de las inversiones reconvertidas en deudas, así como su tasa de interés». Buteflika continuó: «En el largo laberinto de la deuda externa, todo se pierde con el reescalonamiento y la supresión parcial o total de ésta, simplemente porque no sabemos ni dominamos su verdadero origen, y esta situación corre el riesgo no sólo de reproducirse, sino de perpetuarse, a menos que se creen los mecanismos correctores que permitan su finalización». El Banco Africano de Desarrollo (BAD) ha estimado la deuda exterior del continente africano en más de 320.000 millones de dólares en 1998, contra 116.000 millones en 1980, una cifra que no cesa de crecer, a pesar de la retórica y la demagogia de los países industrializados respecto a este tema. Y mientras esto ocurre, tanto la ayuda pública al desarrollo para los países africanos como las inversiones extranjeras directas están en continuo descenso, salvo las destinadas a la extracción de los recursos minerales y los hidrocarburos, fundamentalmente el petróleo.

■ El caso de las multinacionales En el actual proceso de liberalización de la economía mundial, Europa y los países industrializados, en general, han adoptado ahora la política de ceder la explota-

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análisis

ción de los recursos naturales del continente africano a las multinacionales, y éstas, en nombre del libre comercio, están actuando a su libre albedrío, de manera que no sólo se dedican al vaciado de sus riquezas, sino a destrozar, igualmente, gran parte de su ecosistema, tanto en el mar como en tierra y sin que, por el momento, se tenga idea clara del coste que estas medidas están provocando. Una práctica que nos retrotrae a los tiempos de la esclavitud, con la diferencia de que ahora, en lugar de realizarse el vaciado con seres humanos, ésta se ha centrado en los recursos naturales. A 50 años vista, cuando los africanos y las africanas empiecen a reclamar la reparación de los daños causados, es seguro que nos encontraremos con respuestas del tipo «también participaron los africanos», como se hace ahora respecto de la esclavitud y la colonización, olvidando que, como entonces, también ahora la participación de los africanos está reducida al papel de simples comparsas y marionetas. ¿Por qué no se ven apenas denuncias contra la acción de las multinacionales en África?

■ La perspectiva política Es absolutamente inmoral la doble política de los países europeos que, mientras por un lado financian y sostienen a las dictaduras africanas, por el otro, hacen ver que están combatiéndolas y que apoyan las iniciativas de democratización mediante la financiación de procesos electorales, en los que el dictador de turno dispone siempre de la gestión y administración de los recursos financieros. Al dejar a la oposición a su merced y permitir que el dictador haga y deshaga a su antojo, éste acaba permaneciendo en el poder y, de esta forma, se sigue haciendo negocios con él. Respecto a África, Europa está confundiendo la democratización con los procesos electorales. Es cierto que los procesos electorales son muy importantes, pero no son la panacea para la democratización sino sólo una parte de ella. Organizar las elecciones sin haber creado previamente un clima de participación ciudadana, que garantice la presencia activa de todas las fuerzas vivas y de los agentes sociales de un país, es decir, de organizaciones estudiantiles, de campesinos, de trabajadores en general, de empresarios, políticas, de las mujeres, los comicios no dejan de ser más que una simple anécdota y una fuente más de conflicto e inestabilidad.

■ La perspectiva de la inmigración Los dirigentes europeos están escamoteando y ocultando de forma interesada y deliberada la responsabilidad que tienen de explicar, razonada y objetivamente, las

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causas reales y profundas de la inmigración procedente de África a sus ciudadanos y ciudadanas. Pero esto que se está planteando ahora como algo ajeno a su realidad, va a tener sus consecuencias, en un futuro no muy lejano, las cuales serán peores cuanto peor se trate el tema, y si no, tiempo al tiempo. ¿Y qué espera Europa de África? ¿Que los africanos y las africanas nos mantengamos impasibles y resignados per secula seculorum o que un día explote la situación de la peor manera? Por más que nos pese, África y Europa son dos continentes fuertemente interconectados e interdependientes, tanto desde la perspectiva de la historia, la economía, la política y la cultura en general, como en el ámbito del actual proceso de mundialización. Esta es una circunstancia que nos exige que nos tomemos en serio la propuesta de James Arikosi, a menos que estemos dispuestos a asumir las consecuencias negativas de una práctica política cuyo origen se sitúa en la esclavitud. Para cambiar la situación, los africanos y las africanas podemos y estamos dispuestos a ayudar a Europa, porque mi impresión es que los europeos y las europeas han perdido la perspectiva histórica de sus relaciones con África y los africanos, lo que les impide saber por dónde empezar y cómo abordar con objetividad y rigor la corrección de una situación que, sin darse cuenta, se les está yendo de las manos. Ahora les propongo plantear la misma pregunta, pero invertida: ¿Qué espera Europa de África?

REFERENCIA GRESH, Alain: «Inventer une mémoire commune». Manière de voir, nº.58. Julio-Agosto, 2001.

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