REFLEXIONES ANTE UNA CALAVERA (Teatro Breve) Autor, Santiago Salcedo Barcelona

Santiago Salcedo REFLEXIONES ANTE UNA CALAVERA (Teatro Breve) Autor, Santiago Salcedo. 2006 Barcelona. Registro general de la propiedad intelectual N

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Santiago Salcedo

REFLEXIONES ANTE UNA CALAVERA (Teatro Breve) Autor, Santiago Salcedo. 2006 Barcelona. Registro general de la propiedad intelectual Número de asiento registral: 02/ 2004/ 6379

Decorado: Un frondoso pino en medio de un paisaje campestre. Atrezzo: Una calavera con el nombre de Arturo escrito en la frente. Personaje: Carmen, una mujer de mediana edad. CARMEN: (Entra caminando lentamente portando en su mano izquierda una calavera. Se detiene en el centro del escenario. Un foco la ilumina, el resto en suave penumbra. Una música adecuada acompaña su entrada en escena.) (Levanta la calavera hasta alcanzar la altura de su mirada.) -Ser o no ser (recita con profundidad y misterio), decía en parecida escena Hamlet. (Con tono más ligero y superficial.) Aunque en tu caso más que ser, es todo lo contrario; más bien diría yo que, tal como te veo ahora, eres más "no-ser" que ser. Es que fíjate en lo que te has convertido por tu mala cabeza; nada más que en puro hueso. -Quién me iba a decir que cuando mejor te iba a conocer, sería ahora, que te tengo entre mis manos. (Toma con ambas manos la calavera y la mira y remira, dándole vueltas.) -Aún recuerdo cuando nos vimos por primera vez. ¿Te acuerdas? Yo había subido al metro en la parada primera de la línea azul. Comenzaba aquel mismo día un curso de teatro en una academia particular. Es que, (mirando al público) aunque intenté entrar en el Instituto del teatro, no pasé la prueba. Espero que lo tengan en cuenta a la hora de aplaudir. (Mira de nuevo a la calavera) -Fue en la parada de metro Diagonal en Barcelona, en donde subió un montón de gente y no tuvimos más remedio que apretujarnos todos. De repente, me encontré frente a frente con tu cara. Me

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REFLEXIONES ANTE UNA CALAVERA acuerdo que estábamos prácticamente pegados. Tú no sabías a donde mirar. Mirabas al techo, a la derecha, a la izquierda y ni una vez de frente. -¿Lo recuerdas? ¡Pero qué tonterías digo! No creo yo que, en las condiciones en que te encuentras ahora, estés para muchos recuerdos... -Al cabo de unos segundos, antes de llegar a la siguiente estación, un frenazo brusco y el metro se detuvo de repente. Todo el vagón se quedó sin luz y, al instante, surgió la consabida queja global en forma de murmullo de todos los presentes. -En mi caso particular, reconozco que, a pesar de que este retraso me podía hacer llegar tarde a clase, en el fondo no me desagradaba aquella situación. -Otras cosa que no entiendo (mirando al público de nuevo), aunque casi siempre pasa igual. Se va la luz en el metro o sucede algún percance parecido en donde sea y todo el mundo cambia de actitud. Dejan sus posturas serias y mudas, se relajan y se ponen a hablar unos con los otros. (Mira de nuevo a la calavera) -Yo fui la primera que comenté más que nada por si entrabas al trapo y te decidías a hablar, como hacía la mayoría. Es que tu timidez me dio alas. -Jolines, hoy que comienzo a estudiar teatro va y se escacharra el metro. -Solamente conseguí como respuesta el que me miraras; pero no te atreviste a decir ni una palabra. Entre la penumbra de las luces de emergencia, noté que parpadeaste sorprendido. Es que no esperabas que una tía que estaba prácticamente pegada a ti, se atreviera a hablarte y menos a mirarte de frente. Visto el resultado fallido de mi primer intento, preparé otro. Con este, me dije, que no tendrías más remedio que abrir esta boca (recorre con un dedo la boca de la calavera) y oír por fin la voz que tenías. Te dije entre nerviosa y compungida, ¿te acuerdas? -Seguro que llegaré tarde hoy a mi primera clase de teatro. ¿Sabes la hora que es? -Ja, ja, ja, ja.... (Ríe exageradamente.) -Perdona; pero aún ahora no puedo evitar la risa, cuando recuerdo la cara que pusiste al intentar levantar los brazos para mirar tu reloj que, como todos, los tenías pegados al cuerpos; por estar en aquel

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Santiago Salcedo preciso momento como sardinas en lata. Aún no había acabado de reírme, cuando el metro arrancó, las luces se encendieron y un alivio general se notó en todo el vagón y fue cuando hiciste aquello que me dejo flipada por ti. ¿Te acuerdas? Levantaste la voz y preguntaste a voz en grito: -¿Hay alguien que pueda mover un brazo y decir la hora que es? Es que esta chica está preocupada por llegar tarde en su primer día de clase. -Yo, al oír aquello, me sentí el centro de todas las miradas y trate de encogerme un poco para pasar desapercibida. Al cabo de unos segundos, se oyó una voz proveniente del otro extremo del vagón. -Son las nueve menos diez. Son las nueve menos diez. Son las nueve menos diez..., se escuchó repetida la hora, cada vez más cerca de donde estábamos. Fue muy divertido. Finalmente tú, mirándome de frente me susurraste: Son las nueve menos diez. Yo, que no esperaba aquella reacción, me quedé como paralizada. Tardé en darte las gracias varios segundos, mientras me decía interiormente: ¡Jolín con el tímido! Aunque tú de tímido, me acababas de demostrar que no tenías nada de nada. Por fin llegué a mi parada que era Plaza de Sants y pensé con pena, mientras el metro se iba parando, que allí se acababa la historia del encuentro y que quizás ya no nos veríamos nunca más; pero no fue así, sino tú ahora no estarías aquí, aunque, bueno no es que se pueda decir que estás; porque tú, no eres tú. (Señala con un expresivo gesto la calavera) -Yo me bajo en esta estación -balbuceé nerviosa-. Tú te quedaste como si no te importara. -Gracias por lo de la hora -te dije apurando hasta el último momento a ver si reaccionabas. Pero como si nada. Ahí te quedaste sin hacer ningún intento por seguirme. Bueno, al menos, eso pensé entonces, ¡puñetero! Es que salí con el montón de gente que bajamos del vagón y no vi nada más. Menos mal que llegué a la academia de teatro por lo pelos. -Luego, en la clase de interpretación, me tocó un maniático del teatro de Shakespeare. Nos estuvo machacando con Hamlet y la escena de calavera todas las dos hora que duro nuestra primera clase. A cada uno de los alumnos, nos dio una, para que practicáramos en

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REFLEXIONES ANTE UNA CALAVERA nuestras casas. Bueno eso de dar es un eufemismo; al final del mes nos llegó el recibo con el incremento de su valor. (Se interrumpe lo que está diciendo y habla lo que sigue con un expresivo gesto afeminado y afinada voz.) -Para situaros de verdad en esta escena dramática, miradla fijamente y pensad que cada uno de vosotros es portador de su propia calavera. (Cambio de luces. Se apaga el foco central y se ilumina el escenario con un poco más de luz que la penumbra que había antes. Comienza a moverse lentamente imitando y recitando la conocida escena de "ser o no ser" de Hamlet, con acento dramático exagerado.) Hamlet: Ser o no ser, ¡he aquí el problema! ¿Qué es más noble y leal para el espíritu: sufrir los golpes de la insultante Fortuna, o tomar las armas contra un mar de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir, no más! ¡Y pensar que con un sueño, damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el problema! .......... (Cuando haya terminado, se situará de nuevo en el centro. El foco volverá a iluminarla, como al principio. Mira de nuevo la calavera) -Yo salía toda ilusionada y contenta con mi calavera en la mano, sintiéndome ya toda una actriz y, de repente, te vi en la puerta de la academia esperándome. Fue tan grande la sorpresa que la calavera se me cayó de la mano y fue rebotando escalón por escalón como una pelota, hasta llegar a la calle, que fue donde tú le diste caza .... -Ja, ja, ja, ja.... (Ríe exageradamente.) -Bueno, me río ahora recordando cómo saliste corriendo y bajando los tres escalones de la entrada de un salto. Ese día fue para mí el más feliz de mi vida. (Da un sonoro beso en la frente de la calavera.) -Recuerdo que cogiste la calavera del suelo y viniste corriendo hasta donde estaba sin moverme, tal que parecía haberme convertido en

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Santiago Salcedo estatua de sal. Cuando me la dabas, comentaste: "Cómo corre la tía, parece que esté viva". Fue entonces cuando reaccioné y me eché a reír. Es que al principio eras muy chistoso, amable y simpático. -Bueno esto de ser amable y simpático al principio, (mirando al público) supongo que no es ninguna novedad. Estoy segura que todas las parejas deben sentir y pensar lo mismo uno del otro cuando comienzan. (Vuelve a mirar de nuevo a la calavera.) -Después de nuestro accidentado encuentro, nos fuimos caminando sin rumbo fijo y al cabo de unos cuantos pasos, quisiste saber cómo me llamaba y yo, con la tontería de enamorada primeriza, haciendo un mohín, te dije que primero tenías que decírmelo tú. -Es que la primera vez, siempre se enamora una casi sin darse cuenta. (Mirando otra vez al público.) Por lo visto, se tiene la piel tierna y la flecha de Cupido penetra fácilmente. (Mira de nuevo a la calavera.) Tú me cogiste esta calavera y sacando un rotulador del bolsillo de tu chaqueta escribiste en su frente: Arturo. (Señala el nombre que aún se ve escrito en la frente de la calavera.) Al devolvérmela, leí tu nombre con voz temblorosa y tú lo completaste con una frase que me dejo turulata: (Cambia la voz imitando la de Arturo.) -Desde ahora y para siempre, esta calavera será mi propio yo. -Cuando me repuse de aquella tan sentida y categórica frase tuya yo, continuando con la tontería de una recién enamorada, te dije que me llamaba Carmen. -Influida por la emoción y trascendencia de aquel momento tan especial, besé el nombre puesto en la frente de mi calavera y añadí: Pues yo te prometo ser fiel y darte un beso como éste, cada noche antes de acostarme. -Mira que se hacen y se dicen tonterías (dirigiéndose al público), cuando uno comienza en esto de enamorarse. Y la verdad, fiel, fiel no es que lo fuera mucho; (con rotundidad) pero por culpa de él, que conste. Ahora, eso sí, hasta hoy puedo decir que fui fiel a mi promesa y la cumplí a rajatabla. Ni una noche ha pasado hasta hoy mismo, que yo no le diera el beso que le prometí ese primer día de nuestro encuentro. (Mira de nuevo a la calavera.)

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-Y a continuación vino la, también, tontería de decirme que era un nombre muy bonito; pero que lo era más la que lo llevaba o algo así. -Esta tontería mutua duró lo que duran las cosas buenas. Muy poco. -Por esto te tengo yo aquí ¡¡calavera mía!! (Le da otro beso sonoro en la frente.) Porque desde entonces, nunca dejé de hablarte cuando mi Arturo de carne y hueso no estaba conmigo. (Con fuerza.) Ni una noche, como tú sabes muy bien, he dejado de darte el beso prometido. Tengo que agradecerte la compañía que me hiciste en aquellos tristes trances del desencanto amoroso. ¡Cuantas tonterías mezcladas con mi llanto han escuchado esos oídos vacíos! -Nunca creí que aquella promesa de Arturo la cumpliera tan a la letra: (Cambia la voz como antes, imitando la de Arturo.) "Desde ahora y para siempre esta calavera seré yo mismo". Tan, tan “yo mismo” que me dejo con la calavera puesta. (Dirigiéndose a ella.) Y la verdad, como comprenderás y no te ofendas, no es que, en tu estado, estés para muchos trotes. Así que he decidido enterrarte y comenzar una nueva vida, hoy; que es como tú sabes muy bien, mi nuevo "Arturo" que se llama Fernando, tiene celos de ti y me ha dicho o que te vas tú o se va él. .... -(Suspiro profundo) Y aquí estoy junto a este frondoso pino para enterrarte a sus pies. Sé que aquí estarás bien y tranquilo. He esperado hasta hoy para separarme de ti por siempre. Como sabes muy bien, en este día se cumplen dieciocho años desde aquel día que me enamoré del calavera de Arturo, mil veces más que tú y al que con tu entierro, también el enterrado es él. (Habla con voz llorosa mientras deposita la calavera al pie del frondoso pino (decorado o proyección).) (Se aleja por la penumbra del escenario mientras recita:) -Adiós amigo fiel, me despido de ti con las mismas palabras con las que te conocí: (Se aleja por la penumbra del escenario hasta el fondo llevando la calavera en ambas manos mientras recita con mayor emoción y dramatismo el mismo fragmento anterior de Hamlet.) Ser o no ser, ¡he aquí el problema! ¡Morir..., dormir, no más! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el problema!

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(Se sitúa de nuevo frente al pino que decora el fondo del escenario, se inclina y deja en el suelo la calavera. Se yergue y se aleja lentamente mientras se oirá la voz de la calavera -voz grabada en off con reverbero como de ultratumba- Ella se detiene y permanece estática de espaldas a la calavera. La luz del escenario se va apagando muy lentamente hasta coincidir con la penumbra completa al finalizar las frases.) VOZ EN OFF (con reverbero): Adiós compañera mía, echaré mucho de menos tu beso de cada noche. Me condenas a no dormirme nunca. (Se va oyendo el adiós cada vez más lejano y débil.) Adiós..., adiós..., adiós..., adiós..., adiós...

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