REFLEXIONES SOBRE UN TRABAJO DE CAMPO EN MARRUECOS

REFLEXIONES SOBRE UN TRABAJO DE CAMPO EN MARRUECOS Sali de Chicago dos dias despues del asesinato de Robert Kennedy. Mi apartamento en la ciudad est

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REFLEXIONES SOBRE UN TRABAJO DE CAMPO EN MARRUECOS

Sali de Chicago dos dias despues del asesinato de Robert Kennedy. Mi apartamento en la ciudad estaba pnicticamente vado. Habia terminado de preparar el equipaje y la mayor parte de los muebles estaban vendidos, quedaban s610 la cama y la cafetera. Estaba algo nervioso por el hecho de partir, pero la noticia del asesinato habia enterrado estos sentimientos bajo una oleada de repulsa y asco. Deje America con un sentimiento de alivio. Estaba harto de ser estudiante, de la ciudad, y me sentia politicamente impotente. Me dirigia a Marruecos para convertirme alli en antrop610go. Llegue a Paris en junio de 1968, varios dias despues de que la polida hubiese despejado de las calles hasta el ultimo estudiante de la Facultad de Medicina. Como consecuencia del levantamiento, encontre las calles casi desiertas y los castigados muros cubiertos de pintadas de caracter politico. Asisti a varios mitines en el patio de la Sorbona pero era ya demasiado tarde, el impetu revolucionario habia pasado ya su punto aigido. Los panfletos pedian a los parisinos que no abandonaran la ciudad para ir de vacaciones. La capital se encontraba vada, rota, gastada. Conod a una chica -con sangre india, afirmaba ella- que se habia escapado de su cas a en Arizona. Segun deambuhibamos a 10 largo del Sena, el ambiente de guerra que se respiraba y el futuro incierto me hicieron sentir como un personaje de una de las novelas de Sartre, muy existencialista. Dos dias mas tarde me corte el pelo, tome el autobus de Orly, y sali para Marruecos. A principios de los sesenta el gran experimento Hutchins de educaci6n general dab a sus ultimos coletazos en la Universidad de Chicago. El saber que la educaci6n liberal en su sentido «chisico» se estaba extinguiendo me conmovia profundamente. La Uni-

versidad me habia ofrecido la experiencia profunda y liberadora de descubrir 10 que significa el pensamiento, pero tambien me habia dejado con la impresi6n de que las antiguas ciencias y disci" plinas atravesaban una crisis. Para la mayoria de nosotros, se iba viendo claro que la sociedad americana estaba acosada por profundos problemas estructurales, y que la clarividencia y co herencia necesarias para solucionarlos no se encontrarian en el'mundo academico 0 en las instituciones politicas existentes. Este hecho nos dej6 a muchos de nosotros confundidos y con actitud de busqueda, pero todavia relativamente pasivos. Las dificultades eran graves, pero Chicago estaba serena en su superficie. Los dos libros que quizas mejor expresaban el espiritu de la epoca segun mi opini6n era La Estructura de las Revoluciones Cientificas (1962) de Thomas Kuhn y Tristes Tropiques (1955) de Claude Levi-Strauss. Khun habia aislado de forma clara todo un grupo de temas que seextendian mas alIa de la fisica y la quimica. Su termino «agotamiento del paradigma» simbolizaba el fracaso del. pensamiento convencional en la explicaci6n del tema comun de nuestra falta de satisfacci6n cQn el curriculum academico, la politica, y nuestra experiencia personal. De alguna, forma, las verdades recibidas que se nos ofrecian no resultaban suficientes para organizar nuestras percepciones y experiencias; algo nuevo tenia que depararnos el futuro. Mi atracci6n por el concepto de depaysement1 de Levi-Strauss me separaba de muchos de mis amigos, que estaban mas atraidos por toda la gama de praxis politicas y sociales que por la parad6jica lIamada del frances a un distanciamiento que nos permitiese retornar a la cultura propia de forma mas profunda resultaba conr vincente, aunque oscura. Me encontraba hastiado de Occidente, , sin saber por que, y me seducia la idea simplista de que la cultura ?ccidental s610 era una entre muchas y, por cierto, no la mas mteresante. ' Este tedio tipico del universitario sumado a mi ferviente inclinaci6n intelectual me arrastraron a la antropologia. Parecia esta ser la unica disciplina academica donde, por definici6n, se tenia que salir de la biblioteca y alejarse de los otros universitarios. Su ambito era autenticamente absurdo, abarcando literalmente cualquier cosa, des de los pies de los lemures hasta el teatro de sombras javanes; tal como un profesor 10 habia expresado, era «Ia disciplina del diletante».

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Los miembros del departamento de antropologiade la Universidad de Chicago pertenecian ados mundos diferenciados: los que habian realizado trabajo de campo y los que no; este ultimo grupo no eran antrop610gos «autenticos», independientemente del dominio que pudieran tener de temas antropol6gicos. EI profesor Mircea Eliade, por ejemplo, era un hombre de gran erudici6n en el campo de las religiones comparadas, y se Ie respetaba por su saber enciclopedico, pero se subrayaba repetidamente que no era un antrop610go: su intuici6n no habia sido alterada por la alquimia del trabajo de campo. Se me dijo que mis articulos carecian de importancia porque una vez que hubiese realizado trabajo de campo pasarian a ser radicalmente diferentes. Los asperos comentarios que los estudiantes de post-grado hacian sobre la ausencia de teoria que evidenciaban algunos de los clasicos que estudiabamos, siempre se encontraban con las mismas sabias sonrisas: no importa, se nos decia, dichos autores fueron grandes investigadores de campo. De mo- I mento, aquelIo me intrig6. La promesa de iniciaci6n en los secre- ! tos del clan resultaba seductora. Personalmente, acepte totalmente I el dogma. Aun asi, no conocia ningun libro que hiciese un esfuerzo intelectual serio por definir este esencial r~to de paso, este marchamo metafisico que separaba a los antrop610gos de los demas. Sin lugar a dudas, la obra maestra de Levi-Strauss, Tristes Tropiques,era una magnifica excepci6n a esta regia preocupante, pues, como to do el mundo sabia, Levi-Strauss no era un buen investigador de campo. Los antrop610gos trataban al libro, 0 bien como un buen ejemplar de literatura francesa 0, sarcasticamente y desde un criterio formal, como un intento de compensar las limitaciones que el autor tenia en medio de la selva. He preguntado a muchos de los antrop610gos punter os que adOP tan est a visi6n del «antes y despues» del trabajo de campo por que no se han animado a escribir sobre el tema, puesto que tan importante parece ser para la disciplina. La respuesta que recibi en todos los casos parecia culturalmente pautada: «Si, supongo .! que sf. Yo tambien pense en elIo cuando era joven. Incluso lIeve I un diario. Asi que quizas ;:tlgun dia ... Pero ya sabes que hay otras ) cosas que son autenticamente mas importantes». Este libro es un relato de mis experiencias en Marruecos, pero al mismo tiempo, tambien es un trabajo sobre la antropologia misma. He intentado romper con el «doble vinculo» que en el ha definido la antropologia. En los cursos post-grado suele

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decirse que «antropologia es igual a experiencia»; no se es antro" palogo hasta que no se tiene la experiencia suficiente como para po~er serlo. Pero cuando se vuelve del trabajo de campo, 10 cierto es ]ustamente 10 opuesto: la antropologia no son lasexperiencias que hacen de uno un iniciado, sino s610 los datos objetivos que se han obtenido. Nos podemos desahogar escribiendo memorias 0 anecdotarios de nuestros sufrimientos, pero en ningun caso puede existir reIaci6n direct a alguna entre la investigaci6n de campo y las tearias que sustentan la disciplina. En los ultimos arros han aparecido un buen numero de libros que tratan de la observaci6n participante. Estos libros presentan enormes variaciones en 10 que hace a su agudeza perceptiva y su gracia estilistica, pero todos ellos comparten el mismo presupuesto basico: el de que la experiencia de campo resulta perfectamente separable de la corriente principal de la teoria antropol6gica, es decir, que la tarea investigadora es esencialmente discontinua de sus propios resultados. . ~~ .riesgo de quebrar los tabues del clan, yo sostengo que toda actlvldad cultural es experimental, que el trabajo de campo es un tipo especifico de actividad cultural, y que es precisamente esta actividad la que define la disciplina. Pero 10 que consecuentemente deberia ser la fuerza misma de la antropologia -su actividad experimental, reflexiva y critica- se ha eliminado como area valida de investigaci6n en aras de la adhesi6n a una visi6n positiva de la ciencia, que encuentro radicalmente improcedente en una disciplina que pretende estudiar la humanidad. EI problema que abordo en este libro es un problema hermeneutico, y el metodo que empleo es Un metodo fenomenol6gico modificado. He luchado por reducir al minimo absoluto los terminos tecnicos y la jerga profesional, pero, asi y todo, me parece oportuno indicar algunos datos sobre el camino que he intentado seguir. Jr' ~si, siguien~o a P~uI Ric.oeur, defino el problema de la hermeneuI tIca (que qUle~e,declr sencillamente «interpretaci6n» en griego) como I «la comprenSlOn del yo dando el rodeo por la comprensi6n del otro». Es de vital importancia resaltar que esto no tiene nada que ver con la psicologia, a pesar de las connotaciones decididamente psicol6gicas de ciertos pasajes. EI yo que aqui se estudia es totalmente publico, no es ni el cogito puramente cerebral de los cartesianos, ni el yo psicol6gico profundo de los freudianos. Mas bien, es el yo culturalmente mediatizado y encarrilado hist6ricamente que se encuentra en un mundo en continuo cambio. Esta es la raz6n par la que empleo el metoda fenomenol6gico.

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Ricoeur, de nuevo, nos ofrece una definici6n muy precisa. La fenomenologia es para el la descripci6n de «un movimiento en el que cada elemento cultural encuentra su significado no en 10 que 10 precede, sino en 10 que 10 sigue: la conciencia salta fuera de si lllisma y por encima de si misma en un proceso en el que cada paso se suprime para conservarse en el que Ie sigue».2 En terminos mas simples, esto quiere decir que el libro esta concebido como un todo en el que el significado de cada capitulo depende de 10 que viene a continuaci6n del mismo. EI libro y estas experiencias tratan sobre ellos mismos. EI libro es la reconstrucci6n de una serie de encuentros que ocurrieron mientras realizaba el trabajo de campo. En el momenta de los hechos, por supuesto, las cosas eran mucho menos claras y coherentes. En el momenta presente, las he hecho parecer asi para rescatar algo de sentido de ellas para mi mismo y para otros. Este libro es la condensaci6n reflexiva de un torbellino de gentes, lugares y sentimientos. Podria haber sido la mitad de largo, 0 el doble, 0 diez veces mas largo. Algunos de los informantes con los que trabaje no se mencionan, otrosse aparecen refundidos en un solo personaje, y otros mas sencillamente no se incluyen. Cualquiera que haya tenido un cumulo tal de encuentros cada vez mas coherentes al tiempo de realizar el trabajo de campo, y que fuese totalmente consciente del hecho mientras sucedia, dificilmente habria tenido el tipo de experiencia que aqui reconstruyo. Como Hegel afirma, «la lechuza de Minerva alza su vuelo al anochecef». . Lo que a continuaci6n sigue es un relata, reconstruido cinco arros mas tarde, y de nuevo otros dos arros despues, de mi experiencia de campo en Marruecos durante 1968-69. En Marruecos ('i trabaje bajo la direcci6n de mi director de tesis, Clifford Geertz,l, quien, junto con su esposa Hildred yotros dos antrop610gos j6venes, estaba estudiando un zoco amurallado situado en el oasis de Sefrou. Mi misi6n consistia en trabajar en las areas tribales que rodeaban Sefrou, en el Atlas Medio marroqui. 3

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Paul Ricoeur,

terpretations (Paris, 3 Ibid, p. 25.

Existence et hermeneutique, p. 20, en Le Conflit des InSeuil,

1969).

La Hanura de Sais, que se extiende en un terreno ligeramente ondulado entre las ciudades de Fes y Sefrou (ambas fundadas en el s. IX a. C.), es una de las zonas mas fertiles de Marruecos. Su verdor rompe con cualquier imagen romantica de tiendas del desierto 0 paisajes morunos. Cuando se deja la magnifica ciudad amuraHada de Fes, el paisaje nos recuerda mas a Francia. El Sais fue una de las regiones en las que la implantacion colonial francesa habia sido mas activa, llevando mecanizacion, regadios y ganancias. Los campos parcelados regularmente, la rica tierra oscura, los canales de riego elevados que serpentean a 10 largo de kilometros, 10s huertos cuadriculados, y alguna granja perdida muestran per, , fectamente 10 que Jacques Berque ha elegido como simbolo de ',t1.,laexperiencia cOl,onial francesa en el Norte de Africa: la tierra ,)\ sin gentes rodeada por gentes sin tierral. Los tejados de teja de ': las alquerias aisladas contrastan fuertemente con los apifiamientos de adobe y ladrillo de los labradores, que se hacen mas frecuentes segun nos vamos acercando a Sefrou. Las alquerias aun estan claramente divididas por verjas y los habitaculos de los labradores 'por chumberas, pero los propietarios de las primeras dejan de ser franceses. La mayor parte de esta zona ha sido nacionalizada y es administrada por el gobierno marroqui. El resto es propiedad de ricos comerciantes. Incluso despues de haber atravesado estas tierras fertiles, resulta ~sorprendente la exhuberancia de la ciudad de Sefrou cuando apare'; ce en el horizonte. Se encuentra oculta a la vista segun nos acerca-

i::,----' Ver Jacques Bergue, Le Maghreb ,

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rXParis,

1962).

Entre Deux Guerres (Editions Du Seuil,

mos a Fes. Las colinas son ahora algo mas sustanciales y las vistas menos extensas y regulares. Sefrou, con una poblacion de unos veinticinco mil habitantes, es literalmente una. ciudad-oasis. La riqueza del irrigado Sais oculta al principio este hecho; pero detnis de Sefrou se encuentra la cordillera del Atlas Medio, que ahora se muestra seca y casi totalmente desprovista de vegetaciori. Al sur de Sefrou se extiende una serie de colinas y altiplanicies rocosas y escasamente habitadas que terminan en la cordillera propiamente dicha. La misma Sefrou est a situada en un estrecho piedemonte que rodea el extrema inferior de las montafias y que esta marc ado por una serie de abundantes manantiales que alimentan grandes extensiones de frutales, huertos y olivares. Los marroquies denominan a este nicho ecologico el dir -literalmente, el «pecho»-. Este nicho sigue el curso de unas fallas a 10 largo del extremo de las montafias. Siguiendo el curso del dir, nos encontramos toda una serie de poblaciones bien abastecidas de agua, favorecidas climatologicamente y prosperas. Sefrou es una de ellas. A causa de su situacion, Sefrou ha servido como centro comercial y rnercantil de las tribus de la region circtmdante. Ademas de los campesinos que trabajan en los huertos del oasis, y de los mercaderes, ha tenido tradicionalmente una poblacion de artesanos numerosa y activa. Sefrou tambien ha tenido, desde tan antiguo como el s. IX, una dinamica comunidad judia que a menudo ha servido como nexo entre la comunidad urbana y los grupos rurales bereberes. Estos judios marroquies activaron el intercambio de productos montafieses (lana, cordero, alfombras) por artfculos manufacturados (textiles, te, azucar). La colonizacion francesa de tierras de cultivo alrededor de Sefrou -que comenzo a finales de los afios veinte de este siglo y fue incrementandose progresivamente hasta los cincuentay el es~blecimiento de las instituciones de gobierno, comerciales y educativas francesas en la ciudad, tuvo un impacto sustancial en el crecimiento y futuro de Sefrou. Siguiendo la politica colonial de Lyautey, construyeron nuevos barrios, una «Ville Nouvelle», en torno a la antigua medina amurallada de Sefrou. Sin embargo, nunca llegaron a colonizar Marruecos hast a el nivel en que 10 hicieron en Argelia. La poblacion francesa de Sefrou, por ejemplo, era en 1960 menos del 1070, y esto incluia la nueva oleada de maestros. Me condujeron hasta el Hotel de L'Oliveraie, a unos cien metros por fuera de los almenados muros de la medina de Sefrou. Viejo y triste, con la pinturacayendo, L'Oliveraie estaba evidentemente

'en decadencia pero, asi y todo, aun mantenia su encanto. Se entraba por una doble celosia en una habitacion rectangular dividida aproximadamente en dos por un desvencijado biombo. A su izquierda se disponian unas diez mesas bien preparadas, aunque nunca llegue a ver mas de dos ocupadas a la vez, y a la izquierda se encontraba una barra larga de madera, varias mesas vadas con viejas sillas de restaurante, y una destartalada maquina de «el mill6n» en la esquina. Todas las ventanas tenian sus correspondientes contraventanas, la mayoria entreabiertas, y la tranquilidad de la tarde cubria a un conductor de taxi aletargado, el unico cliente, en el momenta de mi llegada. Saliendo de detras de la barra con una rapida inclinacion, bien aseado pero vestido informalmente, estaba Maurice Richard, el duefio del hotel, el patron. Si, l.que si tenia una habitacion?; en realidad tenia diez l.querria hacer el favor de seguirle? Cual de ellas va a ser, dijo distraido, comenzando una charada suave, aunque su superficialidad y patetismo resultaban evidentes desde el principio. Mas tarde, Richard me dirigio a una de las diez mesas, asiendo la silla e informandome cortesmente que solo existia menu Unico. A la mafiana siguiente, mi cuarta en Marruecos, tome mi cafe con pan en el patio de L'Oliveraie. Debia de haber sido precioso afios antes. Tenia un jardin cerrado con alambres por los que una vez habia crecido una parra, tenia mesas metalicas que una vez habian brillado, y tenia tambien a Ahmed, el camarero, impecablemente arreglado, que debia de haber servido (0 asi me pareda ami) las mesas de las familias francesas que se preparaban para eu jornada laboral. Estaba yo solo. Ya estaba comenzando a hacer calor. Ahmed me trajo la cafetera de barro oscuro con una inclinaci6n cortes y pseudofrancesa, rechazando mis intentos de entrar en conversaci6n, y moviendose rapidamente, se fue. iQue etnografico! Solo unos dias en Marruecos y yo ya estaba .tnstalado en un hotel, reminiscencia obvia del colonialismo, toinando mi cafe en un jardin, y no tenia mas quecomenzar «mi» 'trabajo de campo. En realidad, no me resultaba totalmente claro 'loque esto queria decir, aparte de que me imaginaba que ello .'•... ,.\incluiria el deambular un poco por Sefrou. Despues de todo, ahora : que ya estaba en el «campo», todo era trabajo de campo. /.' Silbando y moviendo su figura corpulenta con velocidad y gra'i'a, apareci6 Richard de detras de la celosia, me deseo «bon appet», y me dio una ficha de turista que tenia que rellenar. Se !$orprendio algo de que fuese americano. Estaba seguro, me dijo,

de que yo era europeo oriental (10 cual supongo que soy, al menos desde un punta de vista etnico), y despues se ensart6 en una serie de chistes campechanos pero prudentes. El segundo dia en Sefrou me cont6 su vida. Procedia de una familia parisina de clase media-alta. Habia dejado Francia en 1950 en busca de aventuras terminando en Marruecos, donde habia tenido varias profesiones, des de mecanico a hotelero. La ausencia de la reserva y hostilidad francesas era prueba sorprendente, pensaba yo, 0 bien de la transformaci6n de la cultura francesa cuando esta dejaba Francia 0 de la intensa soledad de Richard. En este caso era la soledad. Rapidamente se comprobaba que Richard era un parisino manque. Las grandes expectativas que su familia de coroneles y doctores habian puesto en el eran demasiado pesadas de soportar, asi que abandon6 estas para deambular por la existencia a traves de profesiones varias de la clase mediabaja. Hist6ricamente, el tambien era un faHo; habia Hegado a Marruecos una generaci6n mas tarde de 10 debido. La primera oleada de emigraci6n francesa a Marruecos ocurri6 a finales de los afios veinte, y se componia principalmente de campesinos y militares; la segunda oleada, mayoritariamente funcionarios, lleg6 durante e inmediatamente despues de la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, existia una profunda diferencia entre la poblaci6n colonial mas antigua y los que llegaron despues. La «vieja mana marroqui», les vieux marocains, tal como se les denominaba, tenian un contacto mas personal con los marroquies. Especialmente en la regi6n de Sefrou, donde habian establecido las primeras explotaciones agricolas mecanizadas, a menudo hablaban arabe, trabajaban en contacto pr6ximo con sus obreros marroquies, y no se apifiaban en guetos franceses. Su caracter paternal quedaba templado por un cierto individualismo aspero. Ellos habian limpiado las tierras, habian convertido la maleza en granjas productivas y bien cuidadas, «conocian» a los marroquies y afirmaban que si se les preparaba, trabajaban bien. Se tenia la impresi6n de que Richard podria haberse relacionado bien con estos agricultores, pequefios negociantes, y hombres de muchos oficios. En cualquier caso, los que quedaban de est a comunidad Ie aceptaban mayoritariamente. Pero Richard lleg6 a Marruecos en 1950, como parte de un grupo de emigrantes bien diferente. Estos nouveaux vieuxmarocains, tal como despectivamente se les denominaba, vivian principalmente en los grandes centros coloniales de Casablanca y Mekinez; casi nunca conocian el arabe, y tenian poco 0 ningun contacto

con los marroquies fuera de las horas comerciales. Se veian a si mismos mas como los colonos insularesde Oran 0 Argel. Sus vinculos eran con Francia y su ideal de vida era frances. A principios de los cincuenta mas del 80070 de la poblaci6n francesa de Marruecos habitaba en grandes ciudades. Aun mas, eran principalmente funcionarios gubernamentales. El porcentaje de funcionarios era incluso superior queel de la metr6polis. Su presencia no se iba a mantener por mucho tiempo. Richard buscaba la primer a identidad pero se vio derrotado por la segunda. El lleg6 cuando se estaban acabando las oportunidades para el frances medio, que no se repitieron. Por el contrario, se tuvo que enfrentar a un antagonismo entre las comunidades francesa y marroqui. Richard era demasiado debil para escapar 0 resistirlo. Encontr6 los ahora endurecidos frentes entre Ias dos comunidades, demasiado politicos para ser atravesados. Aunque su trato personal con la comunidad francesa en Marruecos Ie resultaba siempre doloroso, nunca encontr6 la forma 10 suficientemente valiente como para desafiar ninguno de los c6digos basicos de los colonos. Richard nunca aprendi6 arabe. A menu do expresaba su ferviente deseo de hacerlo, pero s610 dominaba unas cuantas palabras y frases. Lo que en un momenta podria haber sido interpretado por los marroquies como un gesto de bienvenida por parte de un recien llegado, podria parecer ahora, despues de dieciocho anos, sard6nicamente insincero. Richard se veia claramente desalentado a seguir estos impulsos por la comunidad francesa en Mekinez donde al principio se habia instalado, y por su esposa, una colona argelina, que se jactaba de su superioridad racial. El apoyaba mis esfuerzos noveles por aprender el arabe. Me pregunt6 acerca de metodos, me apoy6, para a continuaci6n entrar en sus razonamientos de que el tend ria que haber aprendido arabe al principio, cuando lleg6, de que aun 10 deberia hacer, pero hilas, sus deberes no se 10 permitirian. Richard era una reminiscencia autentica de un colonialismo agonizante, s610 que nunca habia llegado a cosechar sus primeras recompensas. Todas las mananas, Richard aceleraba su Ford de 1952, con elque recorria bramando el kil6metro y medio que Ie separaba de Sefrou para aprovisionarse. Como casi nunca habia ningun cliente en L'Oliveraie el avituallamiento consistia en los alimentos para el y su mujer, el peri6dico (Le Petit Marocain), y algo de vino. A excepci6n del contacto limitado con los tenderos e intercambio de cortesias con losoficiales, el mundo de Richard se restringia a los aventados taxistas, su mujer, y dos 0 tres matrimoniosfran-

ceses que Ie aceptaban como su igual. Estos ultimos habian estado en Marruecos unos cuarenta anos y se habian buscado su hueco social como tenderos 0 realizando chapuzas. Respetaban a los marroquiesy vivian esencialmente «en retraite», a la vez retirados y de retirada de la Francia contemporanea. S610 quedaban unos pocos de estos viejos franceses encallecidos. Richard contemplaba cada muerte que ocurria con un sentimiento creciente de desesperaci6n; cada perdida erosionaba su mundo de forma significativa. A menudo se ha dicho que se suele exportar 10 peor de la cultura madre, y esto era autenticamente 10 que ocurria con los residentes franceses j6venes que conoci en Marruecos. En Francia se puede elegir entre hacer el servicio militar 0 algun tipo de servicio social sustitutorio en las antiguas colonias. Marruecos sufria una tremenda escasez de profesores para su sistema educativo bilingiie, por 10 que se habia visto forzado a importar grandes cantidades de profesores franceses para poder mantenerlo. Cada ano, consecuentemente, llega a Sefrou un grupo de parejas j6venes para realizar alIi su tarea civilizadora. Son principalmente j6venes burgueses que vienen a Marruecos para evitar los cuarteles y vivir las fantasias a las que no tenian acceso en Francia. Pueden permitirse mansiones, con sus correspondientes jardines y sirvientes. Es de igual importancia el hecho de que en Marruecos pueden, ademas, dominar. Dorrtinan a sus sirvientes, a los que tratan con el obligatorio tono condescendiente; y dominan a sus alumnos, a los que consideran culturalmente inferiores y no autenticamente merecedores del IUjo de la esperanza. Dentro de su propia comunidad observan las antiguas distinciones y jerarquias sociales de Francia, pero con un giro nuevo: ahora ellos pueden representar los papeles dirigentes. Como consecuencia, ellos domina ban y despreciaban a Richard. Existe un ritual reglamentado que se representa cada ano con una regularidad dolorosa y predecible. Segun las nuevas parejas llegan a Sefrou se quedan primero en L'Oliveraie mientras solucionan sus asuntos. Pronto se enteran por sus compatriotas mas avezados de que L'Olivaraie esta socialmente por debajo de ellos. Al principio, hablar con Richard les parece totalmente natural; Richard es un senor mayor, y es frances, uno de los suyos en un lugar extranjero. Richard repite las mismas f6rmulas manidas e intent a desesperadamente entablar una relaci6n. Pueden incluso existir escarceos, pero nunca parece que lleguen a cuajar. Una vez que las j6venes parejas se trasladan a sus residencias pueden volver a L'Oliveraie una vez, quizas incluso dos, con sus nuevas amistades, pero nunca mas. El circulo se cierra en el otono, cuando

los recien llegados son digeridos de nuevo por la pequefia comunidad, informandoles sencillamente que Richard es «un pauvre type». Su mundo se. convertia de pronto tan imposiblemente lejano del de ellos como en Paris, s610 que en Sefrou el no tenia mucho mas. Y 10 mas ir6nico, Richard comenzaba cada otono con sus advertencias sobre los marroquies, su caracter impredecible e irracional. Intentaba ser amable, sin saber ya si creia suspropias historias, pero sintiendo que encajarian en las ideas preconcebidas de su nueva audiencia. En sus primeras semanas, sucumbian normalmente a sus propios temores. Sin embargo, una vez instalados cambiaban esta crasa indulgencia bastante rapido por la ret6rica mas insidiosa de la «objetividad». Estaban alli para educar al Tercer Mundo. Les gustaban los marroquies, por supuesto, los encontraban bellos, apasionantes e intrigantes. Pero les indigenes, sencillamente, no podian con la aritmetica. A pesar de los esfuerzos franceses, parecian que los alumnos no aprendian. Eran sympa pero inferiores. Richard era, meramente, inferior. Richard era bastante lucido sobre la naturaleza de su situaci6n, pero era totalmente incapaz de cambiarla. Estaba en la posici6n no indicada en el momenta mas inoportuno. La decadencia del hotel se retroalimentaba; mientras mas perdia en el hotel, mas era condenado al ostracismo por los franceses j6venes, mas rehusaban su compania los funcionarios marroquies, y mas dependiente se volvia de los taxistas casi alcoholizados, que eran rechazados hasta por su propia comunidad. Cada ano se moria uno mas de su circulo. Mientras mas presionaba, mas forzada se tornaba su sonrisa, con mas impaciencia se colgaba a los recien llegados y mas rapidamente les hacia huir. El colonialismo estaba muriendo y el neocolonialismo estaba remplazandolo. Yo Ie animaba

a hablar y el se alegraba enormemente

de ello.

Pase muchas horas durante esas primeras semanas escuchando sus historias. Yo dominaba bien el frances, asi que la entree fue inmediata. Las posibilidades estructurales de la situaci6n eran, ademas, ide ales para ir reuniendo informaci6n. Yo no 10 conceptualice asi al principio, y por este motivo (entre otros) nunca busque esta situaci6n de forma sistematica. Habia venido a Marruecos con la intenci6n de estudiar la religi6n y politica rurales. Me parecia improcedente estar charlando con Richard acerca de su pasado. Mis profesores habian insistido en que se debe uno orientar de acuerdo con los objetivos a conseguir, y no desviarse con otras cosas, por muy interesantes que estas puedan parecer. Aun mas,

se corria presumiblemente el riesgo de quedar marcado cara a la comunidad local marroqui. En realidad, tenia una posici6n «antropoI6gica» ideal. Dominaba la lengua, la cultura me resultaba familiar, me interesaban las situaciones que existian en el lugar, y asi y todo era un extrano, esto era incuestionable -todo ello al cuarto dia de estar en el pais-. No estaba ni en situaci6n de dominio ni de sumisi6n respecto a Richard. Tenia tanto acceso a Richard como a los franceses mas j6venes. La estructura global de las relaciones existentes entre ellos era de facil formulaci6n y las necesidades de los distintos participantes eran tales que estaban a la busca de un observador externo al que pudiesen contar sus problemas y reflexiones. No tenia una posici6n que les pudiese resultar peligroso, ni tampoco ofrecer ayuda econ6mica 0 politica directa. En retrospectiva, este ambiente era ideal para la investigaci6n antropol6gica. En el momenta mismo, su misma facilidad y accesibilidad parecian rebajar su valor potencial. Con toda seguridad, el trabajo de campo requeria de mas esfuerzo. . La tranquilidad del mediodia caluroso, unos dos meses y medio mas tarde, se conserva fresca en mi memoria. Al igual que la soledad existente en L'Oliveraie y el brillo de la barra de madera y su canto metalico. Richard y yo conversabamos tranquilamente, con grandes pausas entre las observaciones que uno y otro realizabamos. El estaba en'su postura habitual, inclinado sobre la barra, con la bar billa apoyada en la palma de su mano, como si estuviese preparandose para un combate de boxeo, con el otro brazo apoyado con seguridad en su cadera. Sus ojos estaban totalmente abiertos y rezumando aun algo de ansiedad. Yo estaba sentado, ligeramente encorvado, en un taburete enfrente de d. Detras de Richard, en su radio art-dec6 sonaba una musica suave. A continuaci6n, el presentador dijo simplemente que las fuerzas rusas habian invadido Checoslovaquia. Lentamente, intercambiamos miradas de disgusto pero no nos dijimos nada. La radio continu6 anunciando detalles en un tono oficial que apenas ocultaba la emoci6n. Se estaba en un punta sin retorno; me senti horriblemente distanciado de mi propia civilizaci6n. La imagen de ejercitos totalitarios aplastando a los checos otra vez me dej6 con la idea de imperios en decadencia que se destruyen el uno al otro cancerosamente.

La carretera de Fes pasa por el hotel de Richard y el extremo de la medina antes de girar hacia el Boulevard Mohammed V, asi nombrado en homenaje al padre del actual rey, un lider inmensamente popular. A continuaci6n hace una curva marcada y se inclina gradualmente hasta que se envuelve a enderezar para convertirse en la principal arteria del Sefrou nuevo. El limite inferior de la Ville Nouvelle esta marcado por el boulevard, que esta flanqueado por un parque y por una serie de edificios de tres pisos que contienen apartamentos en las plantas superiores y tiendas en las arcadas de la planta baja. La mayoria de estas tiendas ofrecen un aspecto de progreso -servicios modernos, electrodomesticos, licores, oficinas de correos y dependencias ministeriales-. Inmediatamente detras de la avenida esta una zona de pequenos bloques de apartamentos que se convirti6 en el nuevo centro de la comunidad judia de Sefrou, tradicionalmente amplia y comercialmente importante, cuando estos abandonaron el hacinamiento de la mellah, 0 barrio judio de la medina. Detras de este agrupamiento de apartamentos se encuentra la autentica Ville Nouvelle. Las casas son casi todas unifamiliares y al estilo europeo (imitaci6n de chalets suizos, algunas con piscina) situadas detras de jardines frondosos llenos de olivos, liigueras, almendros, granados y limoneros. Recientemente se han construido unas pocas casas unifamiliares siguiendo el modelo arabe moderno, con un patio interior y, a ser posible, una fuente. La administraci6n del Protectorado Frances favoreci6 la conservaci6n de 10 que ellos consideraban las instituciones tradicionales de Marruecos. El Protectorado fue proclamado de forma oficial en 1912 aunque n!J se consigui6 la completa pacificaci6n de las

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tribus hasta mediados de los treinta. Esto coincidi6 aproximadamente con los principios de los movimientos nacionalistas urbanos que condujeron a la independencia de Marruecos en 1956. El celebrado Mariscal Lyautey intent6 hacer de Marruecos un modelo progresista de administraci6n colonial. Bajo su liderazgo las ciudades de Marruecos no se vieron alteradas por la presencia comercial, administrativa, 0 de colonos franceses. A cambio, se construyeron nuevas ciudades, Villes Nouvelles, al lado de las antiguas poblaciones. Por to do Marruecos se encuentran a veces inmediatamente allado (como en el caso de Sefrou), a veces a varios ki16metros de distancia (como en Fes 0 Marraquech), ciudades europeas simbolizadas por losedificios oficiales, parques municipales, y amplias avenidas. En ciudades como Fes y Sefrou aun no existen autom6viles en la medina, por 10 que el efecto visual es de dos civilizaciones que viven en epocas diferentes, una junto a la otra. La simbologia es equivoca; la realidad social y cultural es otra historia bien distinta. La Ville Nouvelle en Sefrou se situa en las lomas situadas poI' encima de la medina en un terreno que anteriormente ocupaban huertos y jardines. Esta tierra pertenecia a los habitantes de Klaa, un barrio algo aislado de la medina. Este barrio tiene una densidad de poblaci6n de aproximadamente 1.300 personas por hectarea. Para la medina en conjunto, la cifra se aproxima a 1.100. La Ville Nouvelle tiene una densidad de 12 personas por hectarea. Sin embargo, no est a totalmente poblada por ricos; un 50070 de sus residentes fueron catalogados como de clase baja en el censo de 1960. Estos son 0 bien antiguos propietarios de tierras de la medina que mantuvieron sus derechos, parientes que se han mudado alIi con sus familiares mas pr6speros, 0 sirvientes. Pero los mas poderosos y ricos habitantes de Sefrou tambien viven alIi. El tono cultural 10 marca la poblaci6n francesa. Como hemos visto, es aqui donde la mayoria de los «cooperantes» se instalan y desarrollan sus fantasias de alta burguesia. Sus vecinos son los marroquies ricos que han adoptado el modelo europeo de vestimenta y conducta. Mi primer profesor de arabe fue uno de estos mercaderes, un tendero moderadamente pr6spero, extremadamente trabajador y ambicioso, al que llamare Ibrahim. Era hijo de un albafiil, y el y su hermano llevaban una tienda de alimentaci6n situada bajo la arcada del Boulevard Mohammed V. Su clientela esta compuesta, fundamentalmente, por la poblaci6n europea de Sefrou. Disponen en el colmado de una cierta gama de productos enlatados,

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''''.cos;pero, asi y todo, cada vez que ocurrian, est as rupturas me i1'esultaban inc6modas. { Se pueden construir formas de interacci6n tranquil as y sin pro'd,lemas con Ias personas (durante muchas horas de conversaci6n irNhiI) que saltan de pronto por Ios aires. Asumimos en la vida

cotidiana, cuando esta se desarrolla sin problemas, que las personas comparten 10 que se ha denominado un mundo vital -ciertas as unci ones primarias sobre la naturaleza del mundo social, sobre la faceta social de las personas, sobre como se desarrollan los sucesos y 10 que implican, aproximadamente-. Esta estructura de significado, que es un pilar necesario en toda cultura, permite a los acto res participantes proceder dia tras dia y hora tras hora sin tener que reconstruir las relaciones sociales desde el principio (cada vez que se encuentren) 0 entrar en discusiones semanticas (cada vez que decidan entrar en conversacion). Dentro de una cultura la mayor parte de eso que va del gesto a actos de significacion mas amplia, des de cosas pequefias hast a valores, se dan por supuesto porque en gran medida se comparten. Se ha destacado que el sentido comlin es «ligero» -articulado holgadamente, dado generalmente por supuesto, incapaz de aguantar un escrutinio mantenido-. Mi equivocaci6n con Ibrahim muestra esta ligereza. Ibrahim y yo perteneciamos a culturas distintas, y las conclusiones que extraiamos sobre la vida cotidiana en Marraquech eran totalmente diferentes.

Justo por fuera de los muros de la medina, quizas unos doscientos metros pasada una pequefia colina en el Boulevard Mohammed V ypor frente del parque municipal, se encuentra una zona abierta. Era aqui donde los franceses concentraban sus actividades comerciales y mercantiles. Sefrou habia sido tradicionalmente un centro comercial para las tribus rurales pero, bajo el Protectorado, su alcance e importancia se sistematizaron y ampliaron para incrementar el comercio, los impuestos y la estabilidad politica. Un patio de tierra situ ado entre edificios bajos con arcada inferior sirve como mercado mayorista de vegetales. Cerca de alli, a solo unos pasos y lindando con los gruesos muros de Sefrou, existe una zona que se utiliza para el comercio de articulos artesanales tales como alfombras de lana. Cuando el mercado no funciona, se utiliza este espacio como patio de recreo y minicampo de flitbol. En las afueras de la poblaci6n, se reunen los bereberes los jueves en el zoco de animales, espacio cerrado con un recaudador de impuestos situado en su verja de entrada. Con lluvia 0 con buen tiempo, siempre se desarrollan alli negocios y regateos animados y serios. La venta de incluso una oveja puede haber represent ado para un bereber una transacci6n esperada durante meses. Seglin se entra por las gran des puertas de la medina, que por motivos de seguridad se mantienen cerradas por las noches, se dejan ya las avenidas cartesianas, los limpios soportales, y los espacios abiertos que los franceses proporcionaron a Sefrou. EI punta de referencia mas evidente es el rio, Wad Aggai, que con estruendo atraviesa el centro de la medina. En 1950 se desbord6 durante una devastadora inundacion relampago, por 10 que su cauce fue modificado, fluyendo ahora de forma casi subterranea. Mas

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abajo, se oyen las mujeres, que charlan mientras lavan su colada en el rio. Excepto cuando se sigue el curso del rio, manejarse por Ja medina requiere habito y practica. No existencalles rectas; la unica secci6n diferenciada cle la medina es la mellah amurallada, 0 juderia, que, como la misma medina, posee sus propias puertas que control an su unica forma de acceso, un corto puente. Hoy en dia, la mayoria de 10s judios han abandonado Sefrou 0 se han trasladado fuera de la mellah a zonas modernas de la ciudad. Ahora s610 10s pobres y los campesinos recien llegados integran, junto con las prostitutas, la poblaci6n de la mellah. Existen varios barrios con sus correspondientes nombres en la medina, pero las pautas residenciales de Sefrou se caracterizan especialmente por su heterogeneidad. Aparte de la antigua mellah, no existe zona alguna que sea homogenea respecto a sil etnicidad, 'poblaci6n de origen rural 0 urbano, 0 categorias profesionales. Algunas de las familias mas ricas viven en ostentosas residencias puerta con puerta de las viviendas de los campesinos pobres en bUSca de trabajo. Recientemente muchos de los mas pr6speros han cambiado sus domicilios pasando a residir en los nuevos barrios de Sefrou. Pero incluso alli, no hay una clara correlaci6n entre riqueza, etnicidad, ocupaci6n 0 clases. La medina esta densamente poblada, habitando en ella mas del 40070 de la poblaci6n de Sefrou en el 2,2% del territorio. Dnos antrop610gos que habian trabajado antes en Sefrou me habian dado los nombres de dos hombres que podrian servirme como informantes para mi investigaci6n. Estas dos personas eran faciles de encontrar en uno de los cafes genuinamente moros que aun quedaban en la medina, situado no lejos de la mezquita principal y el rio. S610 tienes que preguntar, se me dijo, y cualquier persona sabra indicarte d6nde esta. En el coraz6n de la ciudad vieja, en uno de los pocos cruces autenticos, habia, realmente, un cafe. Estaba bastante decrepito, con los azulejos en muy mal as condiciones, las mesas castigadas y bamboleantes, y su publico tenia un aspecto sucio. Habia varios hombres jugando alas cart as con gestos animados, mientras que otros meramente sostenian sus vasos de te. Pregunte en frances, tras haber dicho unas pocas frases de saludo en un arabe rudimentario, por el propietario del local. Despues de un silencio de buen augurio, este apareci6 y me salud6 efusivamente. Me dijo en un frances titubeante que era bienvenido en Marruecos, que estaba a mi servicio, que si habia algo que necesitase no dudase en recurrir a el, que su hijo

frances y que podia hacerlo Hamar. Finalmente insisti6 que me quedase en el cafe. Como quiera que este intercambio tan publico estaba realizandose en el umbral del local, vino hacia nosotros un hombre alto larguilucho y con una sonrisa amplia que se encontraba en una tienda enfrente de la estrecha plaza, saludando efusivamente. Dio la mana al dueno del cafe, que no parecia estar especialmente Contento de verle, y me dijo 10 mismo que me habia dicho el primero, aunque en versi6n abreviada, al ser minimo su frances. , Este debia ser All, el hombre de Sidi Lahcen Lyussi, el centro ;, religioso. Se suponia que era un curandero de todo, un informante i: i excelente (paciente, inteligente, curiosa, imaginativo), bien dispues~~.ito a trabajar por dinero, y guia maravilloso de Sefrou y su zona ~l rural. r:' Acepte el te aunque explique que no me podia quedar porque ,habia quedado con Ibrahim; l,Podia volver manana? Waxxa, wax:;xa -por supuesto-. El subempleo cr6nico y el consecuente exceidente de tiempo libre son, por desgracia, buena ayuda para el iantrop610go. Muchos de los hombres de la medina s610 trabajan :iesporadicamente y estaban dispuestos a conseguir cualquier fuente 'l~otencial de dinero. Ademas tenian curiosidad y ganas de nuevas ~distracciones. El antrop610go les proporcionaba ambas cosas. " Volvi la manana siguiente y me encontre a All enfrente de la 'calle sentado delante de una pequena tienda de ropa. El dueno ~\dela tienda era un amigo suyo, regordete, al que Hamaban Soussi. {Literalmente, Soussi significa hombre originario de la regi6n del si podria ir con el porque tenia un virus estomacal. La perspectiva ., e encontrarme en una situaci6n desconocida y absorbente, donde :t:;leseaba agradar, durante tanto tiempo, me resultaba excesiva, es-

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pecialmente en mi situaci6n presente. All se mostr6 muy molesto por ello. Claramente ya se habia hecho a la idea de ir en mi coche y el prestigio ambiguo de llegar con el invitado de mejor augurio (si bien no el de mas honor). Cuando volvi6 al dia siguiente yo me sentia un poco mejor. Me asegur6 que estariamos s610 por poco tiempo. Resalt6 toda la preparaci6n previa que ya habia hecho; si yo no apareda en la boda, no seria nada bueno para ninguno de nosotros. Asi que asenti, aunque Ie hice que me prometiese que s610 nos quedariamos una hora mas 0 menos, ya que aun me encontraba debil. Me repiti6 su promesa varias veces diciendo que nos iriamos en el momenta en el que yo quisiese. All y Soussi vinieron a mi casa sobre las nueve esa noche y emprendimos el viaje. Yo ya estaba algo cansado y Ie repeti clara, mente a Soussi, que tenia buena fama de juerguista, que nos que, dariamos s610 un rato y despues volveriamos a Sefrou. Waxxa, O.K.? Ya estaba oscureciendo cuando saliamos de Sefrou. Para cuando giramos hacia el camino sin pavimentar que conduce al pueblo, la oscuridad era ya casi total, por 10 que no podia contemplar el paisaje y me aumentaban las dudas sobre todo el dichoso asun, to. Sin embargo, al llegaral pueblo me senti mas optimista. La boda propiamente dicha se celebraba en un grupo de casas adyacentes que formaban un recinto. Un grupo de hijos habian construido casas de adobe las unas junto alas otras segun se iban casando, y ahora formaban un recinto cuyos m6dulos estaban integrados por construcciones de dos plantas. Las dependencias para los animales y la cocina estaban en la planta baja y los dormitorios estaban en la parte superior, unidos con una escalera bamboleante. Aquella noche se habia cubierto con paja el centro del recinto para el baile. Se nos dio la bienvenida y se nos dirigi6 a una habitaci6n superior, larga y estrecha, que tenia cojines alre, dedor de las paredes de la misma. Se habian dispuesto unas cinco mesas paralelas las unas alas otras cubriendo toda la longitud de la estancia. Me dije a mi mismo que habiamos hecho bien en venir. Todo el mundo era amable y paredan saber qui en era yo. Tomamos te y, despues de quiz as una hora de charlas y bromas, se sirvi6 la cena en bandejas metalicas maltrechas pero abrillantadas. La hora de charla se habia desarrollado amigablemente, incluso a pesar de que mi arabe minimo no permitia una conversaci6n extensa. Yo todavia llevaba barba, y me bromeaban de forma amistosa pero insistente sobre el hecho de que esta no era apropia-

da para un hombre tan joven. La cena fue simple pero preparada adecuadamente y consistia en carne de cabra estofada guisada con aceite de oliva comida en un pan recien hecho, aun caliente del homo. Despues de haber comido y tornado mas te bajamos al patio, donde se inici6 el baile. Yo miraba des de una esquina, apoyado contra un pilar. Los bailarines eran todos hombres, por supuesto, y formaban dos filas, unos enfrente de otros, con los brazos abier· tos y cogiendo los hombros de los que estaban al lado. Entre las dos filas estaba un cantante con una tosca pandereta, que cantaba y se balanceaba de atnis para delante. Las hileras de hombres respondian a su vez a su ritmo directo e insistente, replicando a sus estrofas con otras estrofas. Las mujeres se asomaban desde otra parte del recinto donde habian tornado su cena. Todas lIevaban sus mejores atavios, kaftanes de brillantes colores. Respondian alas distintas estrofas con sus propios cantos, instando a los hombres a que continuasen. Como yo ni comprendia las canciones ni estaba bailando, mi interes se agot6 rapidamente. Ali era uno de los bailarines mas dedicados y resultaba dificil captar su atenci6n. En un descanso en el que el cant ante principal estaba calentando su pandereta al fuego para volver a tensar la piel, consegui finalmente decir a Ali, educada pero insistentemente, que no me sentia bien, que ya habiamos estado alIi tres horas. Era medianoche, i,podriamos irnos pronto, quizas despues de la siguiente ronda de bailes? Por supuesto, dijo, s610 unos minutos mas, sin problemas, no te preocupes, 10 comprendo. Una hora mas tarde 10 intente de nuevo y recibi la misma respuesta. En esta ocasi6n, sin embargo, yo ya estaba mas enfadado y frustrado; me sentia enfermo de verdad. EI aire de montana era ya bastante fresco y no me habia puesto ropa que abrigase suficiente. Me senti totalmente en manos de AIL Yo no queria crear antagonismos con el, pero tampoco queria quedarme. Continue grunendo para mi mismo pero consegui devolver la sonrisa a todo el que me sonreia. Finalmente, alas tres de la madrugada, ya no podia soportar mas. Me sentia fatal. Estaba furioso con Ali pero odiaba manifestarlo. Me iba a ir sin importarme las consecuencias. Le dije a Soussi que nos ibamos, que si queria venir en coche que buscase a Ali y eso era todo. En aquel momento Ali no estaba a la vista. Soussi dio una vuelta y volvi6 al coche con un Ali sonriente y contento. Yo estaba calentando el motor, en senal clara de mi intenci6n de marchar. Saltaron al coche, Soussi sentandose delante

y Ali en la parte trasera, y salimos. En los primeros kil6metros la pista es poco mas que un sendero -sin asfaltar, con baches y tortuosa y escarpada en algunos sitios-. Yo era un conductor novato y no estaba seguro de mi mismo, asi que no dije nada, concentrando todas mis energias en mantenerme en la carretera y que el coche siguiese funcionando. Consegui hacer ese trayecto bien y di un suspiro de alivio cuando lIegamos hasta la carretera principal. Soussi habia estado charlando to do el tiempo que tardamos en recorrer la pista a botes. Yo me habia mantenido en silencio, ignorando a Ali, quien por su parte no hablaba mucho. Cuando lIegamos a la carretera y comenzamos a dirigirnos ya sin baches hacia Sefrou, me pregunt6 en tono indiferente, wash ferhan?, i,estas contento? Yo hice un amago de sonrisa y Ie dije que no. Sigui6 con ello. i,Por que no? De forma simple Ie dije que estaba enfermo, que eran las tres y media de la madrugada y que 10 unico que queria era llegar a cas a y meterme en la cama, anadiendo i que deseaba sinceramente que 10 hubiese pasado bien. Si, dijo, el 10 habia pasado bien, pero· si yo no 10 habia pasado bien toda la velada quedaba estropeada, y el se salia del coche. Por favor, Ali, dije, vamos a lIegar a Sefrou en paz. i,Pero por que estas enfadado? Le recc;rde su promesa. Si no estas contento, me dijo, regresare a pie. Este intercambio se repiti6 varias veces ya que ambas partes ignorabamos los vanos intentos de mediaci6n de Soussi. Finalmente Ie dije a Ali que estaba comportandose como un nino, : y que si, que estaba enfadado. No lIeg6 a ofrecer ninguna excusa ,especifica sino s610 que si yo estaba enfadado regresaria a pie. ~Comenz6 a inclinarse y a intentar abrir la puerta en la parte de I,Soussi, asustandole. Estabamos viajando a 60 km por hora, asi 'Ique a mi tambien me asust6, y baje la velocidad a 15. Me ret6 ':de nuevo preguntandome si estaba contento. Yo no podia decir ique si, era superior mis fuerzas. Mi superego me decia que ,10 debia hacer. Pero los sucesos de la velada combinados con ':\la frustraci6n de no poderme expresar adecuadamente en arabe ;pudieron mas que yo. Despues de otro nuevo intercambio y faroleo ,por su parte, pare el coche para dejar que saliese, a 10 que ahora I;~e vio obligado. Sali6 inmediatamente y comenz6 a caminar a 'rgrandes zancadas por la oscura carretera en direcci6n a Sefrou. :te deje que caminase unos doscientos metros y despues puse el ¢0che a su altura, conduciendo a su misma velocidad y diciendole ',ue se subiese al coche. EI miraba en la direcci6n opuesta. Soussi '~mbien 10 intent6 infructuosamente. Repetimos este melodrama

a

'~',i ,

~t, fReflexiones

dos veces mas. Yo estaba confuso, asqueado, y totalmente frustrado. Acelere la marcha y nos fuimos a Sefrou, dejando que Ali hiciese a pie los ocho ki16metros restantes. Me dormi inmediatamente, pero me desperte en la noche con espasmos diciendome a mi mismo que probablemente habia incurrido en un grave error profesional, porque el informante siempre lleva la raz6n. Aparte de esto yo seguia sin arrepentirme de 10 ocurrido. Era bastante posible que hubiese estropeado mi relaci6n con Ali y que hubiese danado de forma irreparable mis posibilidades de adentrarme en el pueblo. Pero habia otras cosas que valia la pena estudiar en Marruecos, y con esto me tendria que conformar. Me di una vuelta por las calles con triple hiler a de arboles de la Ville Nouvelle y recorde una historia que un amigo mio me habia contado antes de defender nuestras tesis doctorales; el habia tenido durante una semana pesadillas en las que se veia como vendedor de zapatos. Mentalmente me fui representando varios oficios mientras paseaba sin rumbo entre las fincas. Me sentia tranquilo; si esto era antropologia y 10 habia estropeado por mi culpa, entonces es que no era para mi, asi de sencillo. Los parametros me parecian suficientemente claros. Tenia que clarificar mi posici6n. Si el informante siempre tenia raz6n, entonces, por implicaci6n, el antrop6logo tenia que convertirse en algo asi como una no persona, 0 mas exactamente, en un personaje, de arriba a abajo. El antrop6logo tenia que estar dispuesto a entrar en cualquier situaci6n como un observador sonriente y anotar cuidadosamente todos los detalles especificos del suceso en consideraci6n. Si se estaba interesado en el analisis simb6lico ola cultura expresiva, habia que utilizar sin excepci6n alguna las dimensiones mas elusivas de sentimiento, tono, gestos y demas. Esta era la posici6n por la que habian abogado mis profesores; sencillamente, habia que soportar cualquier tipo de inconvenientes y molestias que pudiesen surgir. Habia que subordinar completamente los propios c6digos eticos, conducta y visi6n del mundo, habia que «suspender la incredulidad», tal como otro colega expresaba con orgu110, y registrar los sucesos con precisi6n y comprensi6n. Todo esto parecia bastante sencillo cuando estaba en Chicago (donde, para ser mas precisos, estos problemas s6lo se comentaban), pero en la boda no resultaba tan simple. Ali habia sido un companero habitual durante el mes anterior y habia establecido una relaci6n autentica con el, mas como amigo que como informante; estaba aclimatandome a Sefrou, y mi arabe era aun demasiado limitado como para realizar juntos algun tipo de trabajo

sobre un trabajo de campo en Marruecos

sistematico y mantenido. Encontre dificil de aceptar la necesidad de mas autocontrol y abnegaci6n. Estaba acostumbrado a trabajar con personas que participaban con energia y no me seducia la idea de estar todo un ano en guardia, con casi nada en 10 que apoyarme a excepci6n de las alegrias del ascetismo, la sublimaci6n productiva y los placeres del autocontrol. Al rechazar, al menos de forma tacita, el reconocer la existencia y validez de valores marroquies fundamentales, se esta poniendo sesgo al conocimiento que se recoge. El informante no ha dejado de vivir su propia vida, y no ha dejado voluntariamente en suspenso sus asunciones fundamentales. La suya no es una relaci6n de igualdad -despues de todo, el inform ante s6lo posee una somerisima idea de 10 que el extrano forastero esta tratando de conseguir-. Durante el resto del dia, el informante vuelve a su propia vida, quizas algo turbado por la nebulosa de las preguntas del antrop6logo 0 por las mofas de sus camaradas. Pero segun va creciendo li la confianza, el informante juzga e interactua con el antrop6logo en su estilo habitual, incluso aunque el estatus de extrano nunca se llegue a eliminar. Segun va disminuyendo la conciencia explicita de la falta de naturalidad de la situaci6n (aunque nunca este totalmente ausente), , vuelven las form as implicit as de acci6n y juicio de ambas partes. t El antrop6logo tiene que ser consciente de esto y controlarse. Se ',supone que el informante simplemente tiene que «ser el mismo». }, En la boda Ali me estaba poniendo a prueba, de la misma i,'forma en que los marroquies se someten los unos a los otros ji\S' prueba para descubrir sus fortalezas y debilidades. Ali estaba ':ejerciendo presi6n y, al mismo tiempo, echando un pulso. Intente ,\,.'~vitar responderle en la forma tajante en que otro marroqui 10 ;I'se entonaba el dikr 0 letania de la hermandad, que era basicamente ; 'el nombre de Ala. El baile se realizaba en fila, frente a los. musiCOS al ritmo de primero cinco contra uno y despues tres contra I,' " ' • :,\llno, repetido y repetido una y otra vez. Las manos se cogla? ,\a la altura de la cintura, los bailarines se balanceaban en mOVI':lnientos circulares que transmitian el movimiento en forma de ola li"Giueservia de contraste al movimiento de sus caderas. Las cabe~as '\!~iraban circularmente de lade a lado. Este movimiento tranqUll? lj'iY agradable se interrumpia ocasionalmente cuando uno ~e los b~li'Uarines se salia de la fila y coptinuaba bail an do en el mismo es1110 ~telajado. Mas tarde esa noche, cuando estaban ya poseidos v~rios '1qlelos bailarines, la linea se deshizo pasando a tomar forma CIrcular. Se realizaban movimientos armoniosos de contraste que destatcaban el protector tone intimista. >, 'Los bailarines oscilaban desde chicos y chic as adolescentes hasta ~n' hombre que debia tener ochenta anos. Aunque a 10 largo de 'tta «velada» hubo varias bailarinas de sexo femenino, el hecho Ito fue normal. Cuando entraban en trance, las mujeres salian I"e la audiencia para ponerse a' bailar al lado de los hombres.

Sus bailes tendian a ser mas llenos de emoci6n y desiguales, con violentos giros de cabello (ahara suelto), y a menudo terminaban en un desvanecimiento dramatico. - Toda la velada se mantenia en orden por la mirada cuidadosa de un hombre, el moqaddem. El hacia que continuasen los cantos, comprobaba que los bailarines que entraban en trance no se hiriesen, y los retiraba con cui dado llevandolos a los brazos de las mujeres que les esperaban para lavar sus caras y calmarlos. Mas tarde, tam bien tenia que controlar de cerca a todos los participantes para evitar que ocurriesen accidentes graves. Su forma de proceder era entre bastidores y autoritaria, bastante poco marroqui en to no y procedimiento. Despues de varias horas de cantos ritmicos, interrumpidos s610 por la necesidad de recalentar las pieles de las panderetas 0 por los inconexosestallidos de trance (que yo encontraba extremadamente relajantes y reconfortantes), el moqaddem encendi6 los quemadores de carb6n, comenzando la secuencia de ingesti6n de fuego. Encendi6 unaserie de antorchas con 10 que parecia ser queroseno y se las ofreci6 a los bailarines ondulantes, que aun estaban formando una fila. El ritmo era constante. Pero ahora todos los bailarines portaban antorchas ardientes que guardaban bajo su vestimenta, las chilabas, y despues contorneaban sus cabezas con elIas, para finalmente dirigirlas provocativamente a sus bocas. Cada una de estas series parecia durar varios minutos, hasta que las antorchas se apagaban. Entonces habia un pequefio descanso, el moqaddem volvia a encender las antorchas, y la secuencia comenzaba de nuevo. Se desplazaban gradualmente hacia un escenario en el que se mantenia las fila de bailarines, pero en est a ocasi6n se hacian turnos en los que todos los bailarines se adelantaban uno a uno y representaban una actuaci6n rutinaria con la antorcha ardiente. El moqaddem se mantenia atento durante todo este proceso para evitar que algun bailarin que entrara en trance profundo pudiese caer al suelo y quemarse. Cuando Ie parecia que alguien ya habia bailado suficiente, decia simplemente eh-wah (l,bien?), y el hombre Ie dab a la antorcha y volvia modestamente a la fila. Aquella noche Ali no comi6 fuego. Decia que s610 habia participado en una «velada» y que todavia estaba demasiado fatigado como para volverlo a hacer. Los movimientos estandarizados de la antorcha alrededor de la cabeza, indumentaria y boca, parecian absorber una energia enorme. Despues de la sesi6n del fuego la intensidad de la velada pareci6 decaer, aunque el balanceo y los cantos continuaron. Poco tiempo

desplles, Ali se puso a bailar delante de la fila de bailarines, ya e:n trance bastante profundo, y subiendose la camisa, hincaba las ufias en su propios brazos de forma ritmica y con gracia. Aunque durante esa noche sus brazos se cubrieron de sangre, al diasiguiente, misteriosamente, s610 tenia pequefios rasgufios. Pero si que estaba muy cansado y melanc61ico, quejandose de un fuerte dolor de cabeza. El climax de la velada fue la ceremonia de curaci6n, que se realiz6 hacia la medianoche. Las primeras horas de baile no estaban especificamente dirigidas a la curaci6n propiamente dicha, aunque la profunda involucraci6n psiquica de los bailarines era clara. La «velada» se celebraba por un chico joven. Su familia patrocinaba la ceremonia que basicamente implicaba proporcionar la casa y alimentar a los huespedes, 10 cual significaba gasto de importancia para una familia tan pobre. Cinco hombres tomaron el centro de la pista y cuatro de ellos , 1', 'comenzaron a realizar ruidos a modo de grufiidos como si fuesen leones, imitando sus acciones. El quinto hombre pas6 a la estancia ,contigua y volvi6 con el nifio en sus brazos. A no ser por los ;:_~rufiidos, _ 10 que a continuaci6n vino se podria describir como ~,4:na imitaci6n estilizada y ejecutada de forma exquisita. Los cuatro -",«leones» interpretaban los ataques contra el chico y su guardian, :;sque se enfrentaban a los contraataques del guardian, desarrollan;,ciose toda la escena con languidez. Toda la representaci6n se reali'1!J?ll'lbade forma extremadamente convincente. El uso del espacio, ',ta1expandir y contraer los circulos, tenia una coreografia muy be{nil. La fuerza de la danza se realzaba con el pase del nifio de ,_,;hombre a hombre. Segun cada hombre recibia al nifio enfermo \.lliprimero transformaba de forma suave y radical sus gestos pa~ i{Sando de una actitud de ataque y grufiente a la de un guardian ,;,que abraza y protege. Toda la estructura de la pantomima-danza !,ponsistia en variaciones suaves entre expansi6n y contracci6n, entre %,littaquey defensa, todas ellas realizadas con los movimientos so,pambulos del trance profundo. ~..• _ La «velada» termin6 con todos los miembros sentados alrededor (ill1elmoqaddem, a qui en se Ie dio una pandereta y el estandarte \}qiela Aissawa. El les dirigi6 en un canto final. Exhaustos, los jbailarines salieron de su trance, con 10 que termin6 la «velada». .~ continuaci6n, se sirvi6 comida aunque habia ya poca energia ,-ara disfrutarla. Hubo algo de conversaci6n intranscendente du\ante la comida y poco despues salimos todos. Ali observ6 al ;~ia siguiente que aparentemente el nifio se encontraba mejor. SaI,

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biamos, sin embargo, que estas «veladas» eran esencialmente psicoterapeuticas para todos los participantes, y sin duda seria repetida en el plazo de pocos meses. Lo que mas me sorprendi6 fue quizas 10 totalmente natural que todo habia parecido en la noche. Tanto en el momento de la realizaci6n como en retrospectiva, tenia el mismo efecto catartico y profundamente sedante en mi que el ver actuar a John Coltrane. En ambos casos, habia actores experimentados que elaboraban una forma cultural en la que podian expresar sus sentimientos y estados de animo turbados. De esta forma, descubrian y comunicaban una forma de escape. La expresi6n cansada y sudorosa de Ali al final de la «velada» trajo a mi mente una imagen en la que Coltrane se apoyaba en la pared de un club situado en un s6tano en Nueva York, tambien chorreando sudor, tambien inhalando con profundidad de un cigarrillo, tambien con aspecto calmado, anticipando las tormentas de pasi6n y confusi6n que se desarrollaban por dentro, pero con un aire de apaciguamiento temporal bien merecido. Estas manifestaciones funcionan con exito a nivel expresivo. El encauzamiento de las fisuras psiquicas funcionaba palpablemente; este modelo ritual proporcionaba la catarsis y la resoluci6n temporal para sus participantes. Las cosas son culturalmente 10 que se decide que sean. Se esperaba por adelantado el alcance maximo y mas profundo de las contorsiones y caracoleos producidos en el extasis, y se disponia de una interpretaci6n con senti do tanto para los actores como para la audiencia. Toda la secuencia estaba definida y supervisada de forma detallada aunque sin obstrucciones por el moqaddem para que la ceremonia no se saliese de estos limites predefinidos. La linea divisoria entre observadores y participantes era bien clara, 10 cual me facilitaba enormemente la comprensi6n y disfrute de toda la velada. Todo se realiz6 con pulcritud. En los cas os en los que una forma cultural exitosa proporciona una estructura progresiva para la interpretaci6n y generaci6n de experiencias, nos encontramos con que la experiencia del Otro nos resulta mas comprensible. Las fronteras son facilmente discernibles, los simbolos estan situados convenientemente, y la secuencia se controla de forma expllcita. No es sorprendente que sea aqui donde la antropologia haya tenido mas exito al describir y comprender otras culturas. Aun asi, es en las areas de actividad cotidiana -moldeadas menos expllcitamente y de importancia menos evidentee-. y en el razonamiento englobado en 10 que se denomina sentido comun, donde se encuentran la mayoria de las diferencias

culturales. La observaci6n tematica es incomodamente difkil, ya que estos fen6menos estan en. todas partes, resultando ser por ello los mas opacos alas metodologias que hemos desarrollado. No existen llmites bien definidos para delimitar de forma conclusiva y definir la actividad cultural. Ciertamente, el ritual tiene sus complejidades, pero son diferentes alas normas mas dispersas fragmentarias y parciales que dan coherencia a la vida social.'

All Y yo eramos ya compafieros inseparables. A pesar de las barreras lingiiisticas, nos llevabamos admirablemente bien. Brom,e~ba~os acerca de cuan 'ayyan era mi arabe, cuan crispado, deb II e madecuado. Este tipo de comentario invariablemente producia estallidos de carcajadas en All y Soussi. Disfrutaban enorme, mente estos giros ir6nicos en los que uno de ellos utilizaba c~ns'trucciones sutiles 0 jugaba con matices para demostrar asi 10 poco que yo dominaba la lengua. Pasamos de esta forma muchas horas ,juntos, bromeando, picandonos y bebiendo te. Tambien me entere por que Soussi estaba tan poco preocupado /!.por vender 0 no vender en su tienda. Tenia otra preocupaci6n: kera un proxeneta. De hecho, tanto el como All dirigian una red }.de prostituci6n amplia, aunque precaria. Reclutaban muchachas ~bereberes de las aldeas de las montafias de los alrededores y las llevaban a Sefrou. La prostituci6n era una subcultura en expansi6n i})en Sefrou. Casi todos los hombres marroquies que conoci habian 'ftenido su iniciaci6n en la actividad heterosexual por la visita al rprostibulo. ',(/i Las mismas chicas parecian disfrutar (al principio) de su recien ~!adq~irida ~ibertad, comprandose las joyas y vestidos caros que hablan answdo en sus aldeas montafiesas, y parecian tratar a sus i~·clientes con familiaridad y buen humor. En cualquier caso, los

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