Reforma protestante y Contrarreforma

Historia Universal moderna. Erasmismo. Luteranismo. Concilio de Trento

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Reforma y Contrarreforma Renacimiento y Reforma Llegados al final de la Edad Media, se observa en toda la Cristiandad una sensación de malestar general a causa de la situación religiosa, especialmente por la racionalización desencarnada de la teología, que no llega a la gente y se transforma en una ciencia especulatoria; y por la inmoralidad vigente entre el clero. De esta situación, y animada por la nueva mentalidad, surge un espíritu común de renovación, de Reforma, dentro de la misma comunidad eclesial. Ya desde la Baja Edad Media se vislumbraban movimientos de retorno al evangelismo puro (en contra de la excesiva abstracción teológica). Es importante tener en cuenta que esta nueva mentalidad pretende reformar la Iglesia sin separarse de ella, con un espíritu renacentista, conciliador. Este humanismo cristiano es lo que se suele denominar la philosophia Christi, cuyo máximo representante fue Erasmo de Rotterdam (1466−1536). Su obra más conocida es El elogio de la locura (1509), en que con una fina ironía, critica la situación intelectualista en que se halla la escolástica, y propugna la reconsideración de las dimensiones impulsivas y afectivas, doctrina muy acorde con la revalorización humanística de la persona, del individuo. Su labor humanística de retorno a los clásicos y a las fuentes se plasma en su edición crítica del texto griego del Nuevo Testamento. Este humanismo cristiano recogía en la medida de lo posible la herencia del nominalismo y corrientes del fin de la E. Media: no cree en las ideas como entidades autónomas, refuerza el valor de lo individual La philosophia Christi quedó hundida bajo el surgimiento de la reforma protestante. Este sentimiento general de reforma de la Cristiandad, fue tomado a la tremenda por algunos (Lutero), llevado así a la rotura de la unidad de la Iglesia, de la unidad religiosa que había mantenido unida a Europa, bajo la bandera del Sacro Imperio Romano−Germánico. La Reforma Protestante acentuó en sobremanera algunos aspectos de la mentalidad renacentista: valor de la libertad y conciencia individual, el valor del retorno a las fuentes. Un claro ejemplo es la exaltación del individualismo hasta el punto de contraponer el principio del libre examen de las escrituras, rechazando la autoridad de la jerarquía eclesiástica. La reforma protestante encontró un magnifico caldo de cultivo entre los pensadores humanistas, y muchos reformadores fueron grandes humanistas (Melanchton, Zwinglio y Calvino), ya que estos humanistas eran grandes críticos de la situación de degradación moral del clero y la jerarquía eclesiástica. También hay que decir que algunos humanistas abandonaron las ideas reformadoras asustados por su radicalidad y la tendencia a la ruptura con la Iglesia, y por el pesimismo antropológico anti−humanístico del sola fides, sola gratia (principio material de la reforma). Detalles como estos principios llevan a la ruptura entre la Reforma y el Humanismo y se reflejará en problemas como la trascendencia y la libertad del hombre. El luteranismo se proclama como un movimiento dialéctico, de contrastes, y así afirma la completa sumisión a Dios, de la servidumbre del arbitrio humano, frente al libre albedrío defendido por los católicos, y que defendió Erasmo. El luteranismo como idea

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Martín Lutero (1483−1546) Lutero nace en Eisleben, y a los 22 años ingresa en los agustinos por un voto en un momento de pánico. Estudia teología, y luego imparte clases de filosofía primero y luego teología, en la Universidad de Wittenberg. Vive una fuerte crisis espiritual a causa de su pánico por la condenación eterna, ante la visión del Dios=Justiciero, pues reconoce su miseria y su inaptitud para la redención. En 1517 publica sus 95 tesis contra las indulgencias, que marcan el inicio de la Reforma. Más adelante radicaliza sus posturas, negando a la Iglesia la auténtica interpretación de las Escrituras, reduce los Sacramentos a Bautismo, Penitencia y Eucaristía (sin sentido sacrificial), y niega la supremacía del poder espiritual sobre el temporal. La ruptura definitiva se da en la dieta de Worms de 1521, presidida por Carlos V, en la que Lutero se niega a retractarse y es excomulgado y expulsado del Imperio. En este tiempo Lutero empieza a extender su doctrina y traduce el NT al alemán. Se producen entonces numerosas revueltas y desórdenes públicos. El problema de la justificación La teología luterana se basa en dos principios: 1) La justificación del hombre sólo acontece en virtud de la fe en la gracia de Dios que salva al hombre sin que éste pueda contar con sus obras (ppo. material). 2) La única fuente y norma de la fe es la Sagrada Escritura, de suyo suficientemente clara y comprensible para todos (ppo. formal). La justicia revelada en el Evangelio no es una justicia activa, sino la justicia pasiva, según la cual los hombres son justificados por la bondad de Dios, que los reputa como justos, y así son salvos (he aquí una influencia del nominalismo, pues la justificación pasa de ser una transformación esencial del alma −doctrina católica− para ser un disfraz). Las obras no cuentan en orden a la salvación, que depende únicamente de la voluntad divina (voluntarismo), y el que se condena da gloria a Dios aceptando su condena. Para Lutero esto es un anuncio gozoso de libertad (¿?), manifestando su carácter dialéctico: el cristiano es libre de todo <> el cristiano debe servir a todos. Para salvar este aspecto distingue entre naturaleza interior−espiritual (totalmente libre) y naturaleza experior−corporal (totalmente sumisa). Esta separación lleva a la ruptura de la persona moral y la persona social, concluyendo en la total secularización de la vida civil. La polémica con Erasmo sobre la libertad Lutero afirma que el libre albedrío, tras el pecado, es un mero nombre (está corrompido totalmente) y cuando el ser humano hace lo que está de su parte peca mortalmente. (Biel había defendido años antes la teoría contraria, rozando el pelagianismo). En 1524 Erasmo publica Diatribe de libero arbitrio, a lo que Lutero responde con su De servo arbitrio. Para él, en lo que respecta a la salvación, el hombre es esclavo de la voluntad de Dios o de la de Satanás. Erasmo, humanista él, quiere salvar la libertad del hombre.

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Este problema lo desarrollará más plenamente Calvino. La Contrarreforma Contrarreforma y Reforma Católica − El Concilio de Trento Como ya se ha dicho, dentro de la propia Iglesia católica, se había iniciado ya un proceso de renovación de la cultura teológica, de las costumbres y de la organización sin ánimo segregacionista, lo que permite hablar de la Reforma Católica, si bien algunos elementos fueron más bien de contra−reforma, más polémicos y especialmente anti−protestantes. Elementos típicamente contra−reformistas fueron el Índice (1540), la Inquisición romana (1542), las guerras de reconquista de territorios perdidos, y algunos escritos como las Controversias de S. Roberto Belarmino. El gran elemento de Reforma Católica fue el Concilio de Trento que realizó una labor que urgía de clarificación de la doctrina y de la moralidad. No es menos cierto sin embargo, que una de las obras principales del concilio fue el decreto sobre la justificación, que condena tanto el extremo pelagiano (el hombre merece la salvación) como el luterano en el campo de la gracia, y condena la predestinación calvinista. Trento reafirma, recuperando tesis tomistas, la bondad y grandeza de Dios que eleva al hombre a colaborador en la redención, afirma la justificación intrínseca y la voluntad libre del hombre para corresponder a Dios. El concilio también reafirmó la mediación de la comunidad eclesial, y la interpretación de la Sagrada Escritura a la luz de la fe y tradición. Otro gran signo reformista es el surgimiento de dos espiritualidades con renovado vigor y fuerza. Por un lado la Compañía de Jesús, fundada (1540) por un hombre religioso de espíritu moderno, sobre el cimiento de los Ejercicios Espirituales, en los que se advierte la nueva mentalidad: se considera al hombre integral, cuerpo y alma; se valoriza una formación profunda y abierta, que conoce los clásicos; y sobretodo, invita al examen de conciencia, en que se reafirma la individualidad y la propia responsabilidad del individuo.

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