REPRESALIAS 80 EUSKAL-ERRIA

80 EUSKAL-ERRIA REPRESALIAS S : es el mejor pegamento que se conoce. Es lo más práctico y lo más barato. Es un producto indio que sirve para pegar

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TABLA DE CONTENIDO 1. 1.1. 1.2. MARCO INSTITUCIONAL.................................................................. 4 Estructura Organizacional de

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: es el mejor pegamento que se conoce. Es lo más práctico y lo más barato. Es un producto indio que sirve para pegar madera, china, papel, cristal y loza. Lo mismo pega lo dicho, que el latón. ¿Veis este jarro de hoja de lata?; pues mirad... ¿veis? (grandes jarrazos en el pavimento) ¿se abolla? ¡No importa!... ¡más fuerte! Así. ¿Veis el asa completamente despegada? Observad. (Con un tubo donde está el pegamento, humedece el asa.) Tomad; ya está. Pueden probarlo. (La concurrencia atónita ante el poder engomante del tubo, afirma.) ¿Está o no pegado? (Repetición de los signos afirmativos.) NO hay más que utilizar un poco del producto indio y no hay temor a las roturas. ¡Sólo dos reales el tubo! ¡Sólo dos reales lo que puede conservar el valor de muchas pesetas! ¡Al alcance de todas las fortunas! ¿Veis? (jarrazos demostrativos.) ¿Veis?... ¡Nunca se romperá por el asa!... Nunca. Antes se hará pedazos, que os quedaréis «con el asa en la mano». Compren, señores, el gran descubrimiento «que nunca es tarde si la dicha es buena». EÑORES

Esta peroración se hacía en medio de una plaza, ante un velador terrestre, o sea, sobre una caja de madera llena de tubos y porción de objetos de prueba. Las mujeres abrían la boca, olvidando que «en boca cerrada no entran moscas», admirando el gran prodigio, y un círculo, cada vez agrandando más, se iba formando en derredor del orador público. —Yo le v'y a comprá un tubo a vé si pues arremendá er puchero.

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—¿Y a cuanto e? —Dos reales. Dos reales naa más, que aluego v'y a sujetá los clomos... —Po, yo compraré otro a ve si pues goberná er quinqué. —Ya verás... ya verás, mis clomos que siempre están espegaos con la humeá. ¿Cuáles? Mujé, los de mi sala. En principá er retrato e mi difunto y er generá Done. (O’Donell). —Oiga usté, señá Mariquita; ¿y por qué los tiene usté juntos y de espaldas? Los podía usted poné cara con cara, o separaos. —Pues vele tu ahí una cosa que no entendéis. Toa la vía estuvo er probecito e mi Juan a su vera y nunca se pudieron vé, de donde llamé yo ar señó maestro Martín, que es entendío en eso de los colores y le digo: «Maestro Martín: usté que es pintó, ¿cómo corgaría a mi difunto sin despotricá ar generá Done? Voy a arreglar mi sala y usté puee ayudá. Y va y dice: E'lotro día he pintao yo una habitación y cuasi era iguá que la custión de los cuadro. Había de sé en blanco tó, y er zócalo de mármo. Pue... blanco y blanco, díjeme yo, es aliguá de pan con pan. ¿Qué jago, señá Mariquita? Pué a lartura der zócalo le tiré una raya negra de dos deos de ancha. ¿Y sabe usté pué era? Pué que en la pintura se ha de vé er cimbolo... y la raya negra era la serparación de un coló iguá y sin embargo estabareunío:címbolo. —¿Y qué es címbolo? le dije yo-maestro señó Martín? —Eso es claro como la luz der día. Er címbolo es la verdá. ¿No ha oío usté na de eso en la Dortrina? Allí está... En er címbolo de los Apóstoles, asin e, que cuergue usté a su difunto junto ar generá, pero de esparda, con lo cuá, estarán cimbólicos y estarán demostrando lo que fueron en vía. —¿Y si lo echan de vé? También a mí me dijeron que la habitación parecía un cimenterio, pero... ¡si fuera uno a jasé caso! Pues hija, ni que el señó maestro Martín fuera divino (adivino) a lotro día llegó la hija, la Leonora.—Buenos días, señá Mariquita; ¿s’ha metío usté en jacé acertijo?—¿Por qué hija de mi corazón?Pué... e bien claro: «Están juntos y no se pueen vé» ¿qué e? Y yo mi acordé de señó maestro Martín y de no jacé caso, y de to;

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pero e linzurto a mi difunto que Dio tenga en santa gloria m’arrebató la sangre, y le dije con toa la fragancia der coraje:—¿Conque... ¿qué e? Pue e... la repoquísima vergüenza que tú tienes. Se jechó a juí... y ya está. Y ahora me voy a llevá un tubo pa quitarle los bollos ar papé acentarlo a ver si dura. —(Señá Mariquita al descubridor.) Dame usté un tubo. —(Amabilísimo.) Por dos reales lo que vale un duro. Sirve para pegar metales, lebrillos... —Güeno, güeno; mu rebien que está. —Se lo engolveré en un papelito.

—Ea, pué adió Lália (Eulalia) que hemos hablao un rato (cerca de hora y media) y tengo la habitación por jacé. —Mérqueme usté otro. Po güeno...; mire usted... er der tubo... Dame usté otro. (El del tubo.) Vean, señores, como lo bueno se vende solo... solo. —(Uno del público.) Solo... debías estar tú en una isla. —Y solo el público inorante no comprenderá los beneficios del producto. ¿Qué cosa más fácil que romper un plato? Pues por dos reales nada más... —Dame usté otro. —Otro a mí. Con la mejor buena fe del mundo iban aumentando los compradores y cambiándose en la caja los tubos por monedas.

Llegada que fué señá Mariquita a su habitación, en la espaciosa casa de vecinos, dejó el tubo misterioso en una mesa, descolgó los cuadros, le quitó los cristales, y embardunando los cromos los asentó sobre el cartón. Pasó por encima una plancha, concluyendo por dejarlos «como nuevos». Llena de júbilo y rebosante de satisfacción llamó: —Lália, Lália. —¿Qué quiore usté? —¿No te parece que los deje sin cristá?

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—Jaga usté lo que quiera. —Sí; los dejo sin cristá y asín los pongo estos cristales en la ventana, con unas puntillas... que me hacen mucha farta. Colgó los cuadros y se enredó con el puchero. —Me parece a mí... que esto no pega (apretando el tubo). que esto... ¡Josú qué barbariá! (La barbariá fué que le saltó a la cara un churretazo del líquido negruzco.) ¡Habrase visto, el pillo! ¡Desí que pegaba loza! ¿No e loza esto? Y a fuerza de apretar los pedazos unos con otros, lo hizo de tan fuerte manera que, escurriéndose el puchero, se hizo pedazos. —¡Ay, mala puñalá te den, a tí y ar pegamento, so ladrón!—decía señá Mariquita—¡Si tu estará jarto de andá por los caminos! ¡Si es que me lo estaba yo diciendo!: ¿A que te queas sin puchero?... ¡¡Míalo!! sin puchero. ¿Y qué será el liquio este tan negro? Será un ungüento venenoso quizá... Por lo que e los cuadros han quedao bien. Menos ma que me salen a reá.

La hija de la Leonora, Salucita, se había levantado muy temprano al día siguiente, y no hizo más que coger una flor de sus macetas, que pasó por el cuarto de señáMariquita. Era la muchacha de buen carácter y bromista en extremo, teniendo singular placer en «quemarle la sangre»a la pobre vieja. —Señá Mariquita; ¿qué barni l'ha dao usté a la adivinanza? —Mira; me parece mu temprano pa guasas ¿te esayunas tu? y no me mientes ar difunto que te voy a embarnizá yo a tí de un silletazo ¿te esayunas tú? y que lo que están los cuadros es mu propios ¿te esayunastú? —Sí, señora; ya estoy esayuná. Pero fijase usté que er difunto ha quedao, pero er generá ha desaparecío. Miró su Museo señá Mariquita y... aquí fué Troya. En efecto: el general era una mancha negruzca... —¿Por que le daría yo a esto con el líquio? ¿Por qué? Y es que se ha rechupao er papé y se ha corrío la tinta... ¡Qué doló, tan rebonito como estaba! ¡Me ha esbaratao er juego! ¡Si er tío no tenia güena cara! ¡Si too esto e un desengaña bobo! Mu bien empleao se me está, por crédula! Me estaba dando er co-

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razón que na güeno me podía resurtá... y ná; las cosas que se tienen que sucedé; er generá zorbío... y er puchero, jecho añicos. Totá: una peseta mu contá que me costó er clomo; tres chicas er puchero; y dos reales er tubo, son... (contando por los dedos.) La peseta diez perras,..; los dos reales... una, dos, tres, cuatro y cinco... ¿y una peseta?... ¿Cómo es esto? Una peseta diez perras; diez, y ahora cinco. Po está fáci: Die... once... doce... trece... catorce... quince... Quince perras y las tres chicas der puchero. Totá: seis reales en perras gordas y tres chicas, o sean: siete reales, son... son..., pue quince que llevaba... diez y seis... diez y siete y una chica. Pue sí siete reales son diez y siete perras y media... velay que me cuesta e lungüento... ¡Justo y cabá!... siete reales... Totá: siete reales menos una gorda. Concluído este cálculo mental, de inversión de diez minutos, por por parte de señá Mariquita, continuó en sus lamentos a este tenor. —Pue... no señó; no está bien. A mí me tie que degorvé los dos reales o le tiro el tubo a la jeta... porque er Gobierno tie la curpa de que se encandile ar probe y aluego... ¿quién va ahora a Triana por un puchero? Guisaré en er chocolatero hoy... pero ante... le voy a dar tubo y sordaura, a ese jambrera, para que no engañe más a nadie y me de los dos reales.

—Como veis, señores, el jarro siempre queda incólume... Por otro lado se rompe... por la pegadura... ¡no! Probemos ahora esta taza nuevecita; se rompe... (dejándola sin asa) y... ahora se pega, a fin de no dejarla, como la de la copla... ¡No! ¡No! ¡No podrían cantar ahora... «Una taza sin asa»

porque... ya está pegada. Examinad. Es lo más maravilloso, lo más barato, lo más práctico, lo más bueno, lo más necesario y lo menos perjudicial. ¿Qué vale un tubooo?... ¡¡Dos reales!! —Por dos reales me jarto yo e comé en la calle la Plata, insinúa un transeunte. —Y al ver el resultado de la venta... —Er resurtao, señore—hablaba señá Mariquita—es que toeso es men-

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tira, er líquio... e un ungüento inferná que será de los indios-cofres (cafres) u de donde sea, pero que se rechupaer papé, y hace sartá los pucheros. Y a mí me da usté ahora mismo los dos reales o le armo un escándalo en la farmacia... Conque vamo a cuenta: Una peseta der clamo... perdía; tres chicas der puchero... y er puchero... perdío tó...; pero er tubo... ese me lo paga usté como hay Dios... Venga.., venga los dos reales. —Señora; no se puede devolver el dinero de lo vendido. ¿En qué país estamos?

—Eso... eso digo yo; si se ha creío usté que estamos en su tierra. Venga... venga los dos reales. —Señora; haga el favor de retirarse. —¿Yo? ¡Yo! Yo... no me voy, ni asin me ajorquen. —El producto es bueno. —¡Mentira! ¡Ladrón! ¡Geta! ¡Estafaó! ¡Presidario! ¡Esengaña-bobo! ¡Marvao! ¡Más que indino! Te se queara la lengua pegá ar cielo e la boca de verdá... ¡Vengan los dos reales! —Ni un céntimo. ¿Sabe usted señora? Seña Mariquita lo miró un instante irascible, otro de suprema indignación, sacó el tubo vacío de debajo el mantón y lo tiró con todas sus fuerzas a la cabeza del vendedor con tan mala suerte, que le rompió un diente.

Cuando su niño (un abogado de fama de quien fué niñera) pudo conseguir diesen libertad a sená Mariquita, que estuvo una hora detenida, la recriminó duramente: —Tienes ganas de comprometerme. —Ha sío casuá... No le tiré yo a la entaura. —¡Pero le has roto un diente! —¡Más valía mi puchero qu’er cormiyo de ese bandío!... y a má... ¿no dice que lungüento der tubo lo pega tó? Pues que se componga la entaura y se agobierne er cormiyo con er pegamento.

JOSÉ SANTA CRUZ Y SANTA CRUZ.

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