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REPRESIÓN FRANQUISTA EN EL FRENTE DE LEVANTE
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REPRESIÓN FRANQUISTA EN EL FRENTE DE LEVANTE
Pablo Rodríguez Cortés María Isabel Sicluna Lletget Francisco Javier Casado Arboniés (eds.)
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Editorial Eneida Puntos de vista/ 20
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Colección «Puntos de vista»
ISBN: Depósito legal: M Imprime: Grefol, S. L. Impreso en España
La presente obra se beneficia del proyecto del Ministerio de Presidencia nº
Índice Presentación Isabelos Herreros Martín-Maestro Introducción Prólogo de Pablo Rodríguez Cortés
LA HISTORIA La represión franquista: una perspectiva de conjunto Ismael Saz Campos La represión franquista en el País Valenciano. Un estado de la cuestión para el primer franquismo Ricard Camil Torres Fabra La represión en la Universidad: depurados, exiliados y ejecutados Marc Baldó Lacomba LA MEMORIA Arqueología y antropología forense en territorio AGLA La fosa común de guerrilleros de Villarejo de la Peñuela (Cuenca) Manuel Polo Cerdá, Elisa García Prósper, Eva Cruz Rico, Elena Ruiz Conde, Carme Coch Ferriol y Susana Llidó Torrent
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El proceso de recuperación de la memoria de los marinos republicanos Victoria Fernández Díaz Un Levante no tan feliz Matías Alonso Blasco LAS PERSONAS Guillermina Medrano: la formación de una republicana Antares Ruiz del Árbol Cana Alicante y el nuevo republicanismo: la generación de Carlos Esplá Pedro Luis Angosto Vélez De la derrota a la victoria: los soldados de la Nueve (los valencianos Arrúe, Benito y Granell) Evelyn Mesquida Juan Peset, médico, republicano y burgués Salvador Albiñana Huerta
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Jornadas sobre la represión franquista en Levante
Exposición durante las Jornadas sobre la represión franquista en Levante
INTRODUCCIÓN
La Associació Joan Peset i Aleixandre, con el apoyo de todos sus miembros, entre los que se encuentran los editores del presente volumen, y en cumplimiento de sus objetivos estatutarios, realizó las Jornadas sobre la represión franquista en Levante el pasado mes de abril de 2009 en la ciudad de Valencia. Algo que no hubiera podido tener lugar sin el patrocinio del Ministerio de la Presidencia –Dirección General de Recursos Humanos, Servicios e Infraestructuras–, desarrollando la reciente legislación sobre la llamada Memoria histórica, a través de las subvenciones públicas destinadas a actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo. Las Jornadas abarcaban la represión franquista en Levante, incluyendo las tres provincias de la actual Comunidad Valenciana o País Valenciano y los territorios de la AGLA –Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón–, y tuvieron lugar a lo largo de tres jornadas –27 a 29 de abril– en el Colegio Mayor Rector Peset, perteneciente a la Universidad de Valencia y ubicado en un palacio rehabilitado del centro histórico de la capital valenciana. El Colegio Peset ha sido inestimable colaborador de nuestra Asociación, especialmente a través de su director, a quien citaremos como ponente, y de las buenas gestiones de Ana Bonmatí y del personal de administración y servicios, para el desarrollo con éxito de los actos. Otro apoyo importante ha sido el del departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, aprobando las Jornadas su Consejo de departamento, encabezado por Nuria Tabanera, y con el concurso de las ponencias de varios de sus profesores. A lo que hay que sumar la presencia de investigadores de las universidades de Alicante y de Castellón. Y, desde luego, sin olvidar la colaboración del Grupo Paleolab, dedicado entre otras materias a la excavación de fosas de represaliados del franquismo en el área de la AGLA, que incluso aportó las fotografías usadas en los carteles, en los programas y en la edición de la obra. Colaboró también la Plataforma 14 de Abril por la Tercera República de Valencia, quien nos prestó la exposición itinerante sobre la Segunda República que acompañó a las Jornadas y que se ubicó en la entrada del salón de Actos del Colegio Mayor Peset. Igualmente hay que agradecer a la Asociación Manuel Azaña y al Ate-
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neo Republicano, ambos en León, por la presentación del libro Represión franquista en el Frente Norte, que corrió a cargo de Joaquín Rodero, uno de los autores de la obra y directivo de ambas entidades, y que tuvo lugar al final de las sesiones del primer día de las Jornadas sobre represión franquista en Levante. Igualmente, agradecer el apoyo de varios partidos políticos, especialmente de Izquierda Republicana-IRPV y de Esquerra Unida del País Valencià-IU, que aportaron a los presentadores de las tres sesiones. En la primera actuó el Presidente nacional de IR y Secretario de IRPV, Pablo Ramón Rodríguez, profesor de Historia, mientras que en la segunda lo hizo Ricardo Sixto, Secretario de Administración y finanzas de la ejecutiva de EUPV-IU, y también licenciado en Historia, y en la tercera fue Manuela Trasobares Haro, Concejala republicana en el Ayuntamiento de Geldo, y conocida artista, en la provincia de Castellón. Finalmente hay que agradecer al numeroso público de las distintas sesiones su asistencia y su colaboración a través de preguntas y aportaciones testimoniales al tema de la represión franquista en Levante. Sobre todo, la concurrencia de un testigo, expresamente venido desde su residencia en Francia, que estuvo presente junto a Juan Peset y Aleixandre en la espera, en el puerto de la capital alicantina, para poder coger barcos hacia el exilio, que finalmente no se produjo y acabó con la detención de los republicanos por las tropas de Franco. Su nombre es José Almudever e intervino ampliamente desde la mesa, tras las exposiciones de los ponentes de la segunda jornada. En total se realizaron una decena de aportaciones o ponencias a la cuestión de la represión franquista en Levante, dividida en tres grandes temas que ocuparon cada una de las tres jornadas –tres en cada una– y la clausura, agrupando a seis profesores de Historia de tres universidades, dos investigadores y dos asociaciones y grupos que se ocupan actualmente de la denominada Memoria histórica. Así, la primera jornada, centrada en aspectos históricos e historiográficos, corrió a cargo de tres catedráticos y profesores del departamento de Historia Contemporánea de la facultad de Geografía e Historia de Valencia, los doctores Saz Campos, Torres Fabra y Baldó Lacomba. La segunda jornada se ocupó de lo que podríamos llamar la Memoria, entendida como las personas, grupos y asociaciones que, día a día, están actualmente ocupándose de las cuestiones de la Memoria histórica como las fosas comunes, la identificación de asesinados o la recogida de testimonios vivos. Para ello contamos con la experiencia del Grupo Paleolab, expertos en arqueología forense y otras especialidades, que suele colaborar con la asociación la Gavilla Verde, y que estuvo representado por Manuel Polo Cerdá. También con el Grupo para la recuperación de la Memoria histórica de la Fundació Societat i Progrés, representado por Matías Alonso, y con una investigadora hecha a sí misma en busca de la memoria de los marinos republicanos, originada por una cuestión familiar, llamada Victoria Fernández, y catedrática de la Escuela Oficial de Idiomas. 10
En cuanto a la tercera jornada, dedicada a las personas o protagonistas, se ocupó de importantes personajes republicanos, especialmente del partido Izquierda Republicana que fundara Manuel Azaña, Presidente de la República, y naturales de las tres provincias levantinas. Es el caso de Guillermina Medrano, primera mujer concejal del Ayuntamiento de Valencia, estudiada por Antares Ruiz del Árbol –Universidad de Castellón– o del gran político y periodista Carlos Esplá, investigado desde hace años por Pedro Luis Angosto –Universidad de Alicante– e igualmente los miembros valencianos de la Nueve, soldados españoles de la Guerra Civil que participaron con Francia en la Segunda Guerra Mundial, biografiados por la reconocida periodista y escritora Evelyn Mesquida. La clausura estuvo en manos de Salvador Albiñana, director del Colegio Rector Peset y profesor de la Universidad valenciana, quien se ocupó –y ello es otro de los objetivos básicos de nuestra Asociación– de la figura de Joan Peset i Aleixandre, que fuera profesor y rector de la Universidad de Valencia, además de republicano, de IR, y el diputado más votado del Frente Popular en las elecciones de 1936 en tierras valencianas. Y finalmente, esperar que muy pronto podamos dar continuidad a estas primeras Jornadas sobre la represión franquista en Levante que promueve la Associació Joan Peset i Aleixandre.
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Pablo Rodríguez Cortés, Mabel Sicluna Lletget Francisco Javier Casado Arboniés
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Monumento al Bombardeo de Xátiva
PRÓLOGO
Como Presidente de la Asociación Joan Peset i Aleixandre tuve el honor de inaugurar la actividad organizada por la Asociación, Jornadas sobre la represión franquista en Levante. En el acto inaugural quise hacer referencia a un hecho histórico acaecido en la localidad valenciana de Xátiva durante el mes de febrero del año 1939, poco tiempo antes de que finalizara la guerra civil española, con las defensas republicanas casi inexistentes y con la desmoralización reinante entre los soldados responsables de las baterías antiaéreas y de los aviones, formulando la siguiente pregunta: ¿Para qué la masacre que tuvo lugar en Xátiva? Respondiendo: simplemente para dar un claro aviso de lo que les esperaba a los y las que se habían mantenido fieles al Gobierno legítimo de la República. En pocas palabras, a la vista de lo ocurrido en Xátiva, y generado por el franquismo, así de cruel iba a ser la represión al terminar la Guerra Civil. El 12 de febrero de 1939, cuando las fuerzas militares franquistas dominaban el curso de la guerra, en la localidad valenciana de Xátiva, considerada como la capital de la comarca denominada la Costera, se produjo uno de los acontecimientos más luctuosos de la contienda civil: el bombardeo por parte de la Aviación Legionaria italiana, aliada de Franco junto con la Alemania de Hitler, de la estación de ferrocarril, donde en esos momentos llegaba un tren con militares españoles de la 49 Brigada Mixta del ejército leal a la República. Algunas y algunos han considerado oportuno denominar a este bombardeo y sus trágicas consecuencias como el Gernika valenciano. La ciudad de Xátiva ya se había destacado con anterioridad en la Historia de España. Sus habitantes defendieron la causa antiborbónica durante la guerra de Sucesión, en el siglo XVIII. Felipe v de Borbón mandó quemar la ciudad como venganza por la postura mantenida por los setabenses, llegando incluso a modificar el nombre de la ciudad, cambiando Xátiva por el de San Felipe. Pues bien, en Xátiva, aquel domingo 12 de febrero de 1939, todo transcurría
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con la más absoluta normalidad, aunque durante el día anterior la aviación franquista había bombardeado la cercana estación de ferrocarril de la localidad de Manuel. El tren con militares españoles leales a la República entraba lentamente en la estación de Xátiva, donde era esperado por un importante número de personas, entre familiares y amigos. Muchos de ellos, con enorme ilusión y valentía, habían tomado la decisión de desplazarse, desde poblaciones cercanas, andando hasta la estación de ferrocarril de Xátiva para ver pasar y compartir unos minutos con los militares republicanos. La estación de ferrocarril de la localidad se llenó de personas de diferentes pueblos que acudían a recibir a sus familiares. Muchas de estas personas eran mujeres, algunas con niños y niñas cogidos de la mano o en brazos. Sobre las 9:45 horas, aparecieron sobre el cielo de la estación cinco aviones «Savoia S-79» del 27 Grupo de la Aviación Legionaria italiana con base en las islas Baleares. Estos cinco aparatos volaban a una altura aproximada de 4.200 metros y habían realizado el trayecto entre las Baleares y Xátiva en el tiempo de una hora. Los aviones italianos habían intervenido en la guerra civil española en numerosas ocasiones, siempre bombardeando las costas mediterráneas. La mayoría de estas operaciones bélicas se habían dirigido con destino hacia Catalunya y, en menor medida, al País Valencià, donde habían lanzado, desde enero de 1938 hasta el mes de marzo, 1.020.000 kilogramos de bombas. El comandante jefe de este grupo de la aviación italiana en la guerra civil española era el teniente coronel Giola, y los subtenientes Paoli, Ricciarelli, Girafi y Dellgi.
Los aviones italianos no encontraron oposición antiaérea del ejército republi republicano español; de ahí que no tuvieran problema para soltar su mortífera carga de 20 bombas de 250 kg sobre el tren con los militares españoles de la 49 Brigada Mixta y también sobre sus alrededores. Según algunas informaciones de la época, la Quinta Columna de Xátiva informó al grupo de la aviación italiana de la llegada del tren con soldados republicanos para la mañana del domingo día 12 de febrero de 1939. En poco tiempo, las explosiones de las bombas convirtieron todo en destrucción y desesperación, gritos, llantos y sangre, montones de cuerpos de seres humanos mutilados y sin vida. Resultó tan horrible el bombardeo de la aviación fascista que hasta en los árboles de la estación se encontraron restos de los cuerpos de seres humanos destrozados colgando de las ramas. Un hecho tan vil y cruel que las personas que sobrevivieron nunca lo han podido borrar de su mente. Se produjo una auténtica masacre. El número total de muertos fue de 109, que fallecieron de inmediato durante el bombardeo, de los cuales 17 eran niños y mujeres. De los dos centenares largos de heridos, alrededor de una veintena fallecieron después en los centros hospitalarios. Los documentos italianos de la época nada dicen de la mortandad que había generado la acción de los aviones del 27 Grupo de la Aviación Legionaria con sede en las Baleares. 14
En el libro titulado Bombardeig de Xátiva 1939, de Eladi Mainar, se reseña como testimonio de lo ocurrido lo siguiente: De las víctimas, 5 eran de Sellent. Aurelia Juárez Albuixech, de 55 años, y su hija Consuelo Cabanes Juárez, de 22 años. Vicenta Frigols Sancho, de 33 años, embarazada de 7 u 8 meses que, además, llevaba con ella a su hija Vicenta LLácer Frigols, de 5 años, y Vicenta Sáez Tomás, de 58 años. En las diligencias oficiales de identificación y levantamiento de los cadáveres se reflejan textualmente los siguientes datos: Identificación 48: Vicenta Frigols Sancho. De Sellent, calle de García y Galán. Identificada por su hermana Carmen, que se hace cargo del cadáver. Heridas penetrantes en el abdomen. Identificación 69: Consuelo Cabanes Juárez. De Sellent, domiciliada en calle Manuel Azaña, sin documentos ni dinero. Identificada por su hermana Aurelia. Separación del miembro inferior izquierdo y fractura del húmero derecho. Identificación 98: Vicenta LLácer Frigols. De cuatro años, de Sellent. Amputación traumática del miembro inferior izquierdo.
Un día después del siniestro bombardeo, el Consejo Municipal de Xátiva se reunió y en el acta de la sesión se manifestó que « el Alcalde se refiere a la agresión de que fue víctima esta población en la mañana del domingo por la aviación facciosa, que causó gran número de víctimas e importantes desperfectos en la estación de ferrocarril y edificios circundantes. Por unanimidad de los presentes, se acuerda hacer constar en acta el sentimiento de la Corporación, así como también su más viva protesta por tan inhumano proceder de los invasores. Igualmente se acuerda telegrafiar al Jefe de la 49 Brigada Mixta, que era transportada en el convoy que fue alcanzado por las bombas, como sigue: «Corporación municipal significa protesta por salvaje bombardeo aviación facciosa y expresa su sentimiento víctimas que causó esa unidad, tantas veces gloriosa». El Alcalde de Xátiva, por su parte, mandó una carta al Gobernador Civil de Valencia con el siguiente contenido:
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Tengo el sentimiento de informar a V. E. que en la mañana del domingo 12 del actual, sobre las 11 horas, fue objeto la estación de ferrocarril de esta Ciudad y edificios circundantes de un furioso y salvaje ataque de aviación por bombardeo, ocasionando además el derribo del edificio de la estación y otros varios. Cien muertos y doscientos heridos aproximadamente, la mayoría de ellos de curiosos y familiares de soldados de la 49 Brigada que pasaba en un convoy, que igualmente fue alcanzado por las bombas, que fueron a la estación para verles pasar.
Sigue diciendo la carta del Alcalde: Las operaciones de auxilio a las víctimas comenzaron en el acto por los servicios sanitarios de la población, a los que se sumaron enseguida muchos elementos civiles y militares, todos los cuales rivalizaron en tan humanitaria y piadosa labor. La Ciudad, aparte 15
de la consternación natural por un suceso de tal importancia, tan brutal como desacostumbrado, ha conservado en todo momento gran serenidad, acudiendo al sepelio de las víctimas el mismo domingo por la tarde y en cuya presidencia figuró el que suscribe, sin que como consecuencia de lo acontecido se hayan producido incidentes.
Para terminar su carta al Gobernador Civil de Valencia el Alcalde de Xátiva dice: «Réstame hacer presente a V. E. que tal acontecimiento no ha quebrantado la moral de ninguno, ni del pueblo en general, que conserva su fe inquebrantable en el destino moral de nuestra Patria. Salud y República. Játiva, 15 de febrero de 1939». Honrando la memoria de todas las víctimas de aquel trágico y funesto bombardeo en la estación de ferrocarril de Xátiva hay instalado un monumento llamado «Aixopluc». Un homenaje a las víctimas inocentes de aquel hecho militar sin sentido dictado por Franco y que supuso un serio aviso de lo que sería la represión de la dictadura impuesta por el citado militar traidor al régimen de la República democráticamente establecido. Pablo Rodríguez Cortés Presidente de la Fundación Juan Peset i Aleixandre
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LA HISTORIA
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LA REPRESIÓN FRANQUISTA: UNA PERSPECTIVA DE CONJUNTO*
Ismael Saz Campos Universidad de Valencia
En primer lugar, debemos precisar que en esta represión franquista, vista desde una perspectiva de conjunto, la perspectiva de conjunto no quiere decir que pretendamos ofrecer una visión absolutamente completa, en el sentido de empezar a barajar cifras que, por otra parte, son bastante conocidas. Lo que se quiere decir con una perspectiva de conjunto es que conviene acercarnos al conocimiento de las dinámicas interiores de la represión, por una parte, a la perspectiva comparada en el contexto europeo, y también tener en cuenta el largo período que abarcó la represión franquista y no sólo sus primeros momentos. Hablar de represión franquista tiene mucho que ver con la naturaleza del Régimen y, a su vez, la represión franquista dice mucho de la naturaleza del Régimen. No vamos a entrar a fondo en esa naturaleza, salvo en los aspectos específicamente referidos a la cuestión de la represión y, por supuesto, desde la perspectiva de su comparación con otros regímenes europeos, especialmente los regímenes de tipo fascista de aquella época. Cabe señalar, aunque quizá a más de uno no le va a gustar, y está en su derecho, que se ha tendido a caracterizar la represión franquista de dos modos: el primero considera que era una represión fascista, y el segundo que se trató de un genocidio, pero personalmente no estoy de acuerdo con ninguna de las dos versiones. Ni creo que fuera fascista en lo fundamental, ni creo que fuese un genocidio. Por todo ello hablaremos de varias represiones para intentar acercarnos mejor al conocimiento de esas dinámicas. Varias en el sentido de que no hay que fijarse sólo
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* La primera ponencia de las Jornadas sobre represión en Levante fue una lección magistral inaugural del catedrático de la Universidad de Valencia, Ismael Saz, por lo cual no se presenta al lector en forma de artículo académico, sino que les mostramos una transcripción de sus palabras realizada por los editores del presente volumen. 19
en la represión física –violencia, fusilamientos, cárceles o exilio– que se ejerce sobre las personas, sino también en la represión cultural, pues ambas están profundamente relacionadas. Y varias, dado que dentro del Régimen había igualmente varios proyectos represivos, o al menos dos: el proyecto represivo específicamente fascista, o de los falangistas, que representan el fascismo español, y el proyecto represivo de lo que podríamos llamar el conglomerado nacional-católico, con la iglesia católica y ciertas clases militares a la cabeza. Antes de entrar en estas cuestiones, conviene hacer referencia al concepto de genocidio franquista, pues desde la perspectiva española no podemos extrapolar procesos universales y procesos europeos de una forma poco rigurosa, ya que nos haría desvirtuar procesos muy importantes y decisivos de la historia de la humanidad. Si aplicamos el término genocidio para todo, al final estamos desvirtuando algo que es capital para la cultura universal. Pienso que el caso español, desde luego, no fue comparable al genocidio nazi o a los casos yugoslavo, de Ruanda e incluso de Indonesia, dado que el genocidio, desde mi punto de vista lógicamente discutible, es el exterminio de un sector de la población por razones étnicas, religiosas o políticas. Así, en el genocidio nazi se extermina a los judíos por el hecho de serlo, a los gitanos por la misma razón e incluso a los homosexuales y discapacitados por el hecho de ser tales. En Yugoslavia, si llegamos a admitirlo, se elimina a los musulmanes bosnios por el hecho de ser musulmanes bosnios o en Ruanda por ser tutsis. En Indonesia, el genocidio vino por el hecho de ser comunistas, pero estamos hablando de cientos y cientos de miles de comunistas asesinados. En España no se eliminan grupos étnicos por el hecho de serlo, lo que no implica que pudieran ser marginados o perseguidos, como es el caso de los gitanos o los homosexuales especialmente, mientras que con los judíos hubo un antisemitismo de otro tipo. Algún autor habla de genocidio en Cataluña, pero la represión de las personas no fue por el hecho de ser catalanes y, es más, la derecha catalana había apoyado significativamente a los franquistas. Entre los españoles tampoco hay un exterminio de socialistas o comunistas con voluntad de aniquilación masiva, pues hablaríamos de millones de personas y no
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hubo tantas víctimas, aunque por supuesto hubo muchas, pero otras muchas se salvaron, y a partir de cierto momento, sin abandonar nunca sus esencias represivas, el número de ejecuciones fue disminuyendo, como todo el mundo sabe. Desde este punto de vista expresado, la conclusión sería que no por pintar la represión franquista con los tintes más negros se entiende mejor. Las palabras genocidio, holocausto o exterminio confunden más que cuanto aclaran y tienen un efecto boomerang, en la medida que son palabras o conceptos muy discutibles. El recurso a ellos adquiere en última instancia una característica y es que, en la medida que se cuestionan los términos, parece que se cuestiona la dureza de la dictadura, su crueldad y su carácter sanguinario y se le da una mejor imagen. En cuanto a la pregunta de si fue fascista la represión, hay que responder que desde luego hubo elementos de represión fascista por arriba y por abajo. Es decir, por abajo estuvo la violencia de Falange, especialmente en los primeros momentos, que incluyó palizas, sacas, operaciones de limpieza o intimidación. Aunque no fue solamente Falange, sino que también ayudaron otros elementos como el partido nacionalista español, sectores de la CEDA, tradicionalistas, etcétera. Y fascismo por arriba, desde el punto de vista de la destrucción sistemática de cualquier forma de oposición. Sirviéndose para ello de una legislación feroz y de la actuación de la policía política, muchas veces esta última directamente inspirada en los ejemplos de la policía política italiana o de la propia GESTAPO alemana con las que existía un probado contacto. El porqué de que el régimen no fuera fascista, o al menos yo afirmo que no lo fue, radica en que, de alguna forma, en términos de represión política y de represión cultural, acabamos de subrayar que no fue genocida, como la violencia nazi. Y no fue fascista en otro sentido, en el sentido de que como represión política y como represión cultural la represión franquista fue peor. Peor que la represión fascista. Para hablar en términos comparativos, el número de ejecuciones políticas en el primer franquismo multiplica por más de diez a las de la represión política nazi y por más de cinco mil a las de la Italia fascista. La cifra de 43.812 presos en la España de 1945, seis años después de terminada la guerra, cuadruplica las cifras de la Alemania nazi en 1937, cuatro años después del acceso al poder de Hitler. Incluso en las décadas centrales de la dictadura española, ya amainada la primera represión y cuando el Régimen estaba más consolidado, las cifras de la represión fueron superiores a las de la Italia fascista en circunstancias similares. Entre 1964 y 1967 los tribunales militares españoles condenaron a 1.255 paisanos, a los que hay que añadir los 4.500 sumarios instruidos en esos mismos años por los Tribunales de Orden Público. Esta cifra puede contraponerse con el millar escaso de italianos que pasaron por el Tribunal Especial entre los años 1935 y 1938. Las ejecuciones llevadas a cabo en España entre 1945 y 1963 superan a las de Italia durante todo el régimen fascista. 21
Simplemente, las cinco ejecuciones en España en octubre de 1975 superan el total de las practicadas por el régimen fascista italiano en período de paz. En el año 1974 había más españoles en espera de proceso político –cerca de 6.000– que el total de los juicios practicados en Italia por el mismo motivo entre 1927 y 1939. Así, no debe extrañarnos que un conocido autor, Edward Malefakis, señale que los horrores que Franco perpetró sobrepasaron a cualquier cosa hecha tanto por el fascismo italiano como por el alemán, hasta que el torbellino de la Guerra Mundial liberó las fuerzas demoníacas que siempre se concentró en el interior de ese fascismo. Mussolini ejecutó a veintisiete individuos desde 1922 hasta 1940. Mientras que Franco ejecutó al menos mil veces más personas entre los años 1939 y 1941. Teniendo en cuenta que la población italiana era bastante más elevada, la verdadera proporción debiera ser de mil ochocientos a uno y todavía podría ser más alta, de diez mil a uno, si medimos el ritmo de las matanzas, ya que la cifra italiana cubre dieciocho años y la española sólo tres. En cuanto a los nazis, hasta 1941 los campos de concentración alemanes sólo contuvieron, por una vez y brevemente, a 80.000 personas, y la mayor parte del tiempo el número de encarcelados fue de 10.000. De forma que el promedio total en Alemania no llegó a 20.000 presos, mientras en España los datos arrojaron once veces más la última cifra desde 1939 a 1941. Y como la población alemana era 2,7 veces superior, la conclusión es que fueron encarcelados treinta veces más españoles que alemanes. Con todo lo cual, en términos de cifras, ya nos basta para hacernos una idea de la diferencia de la represión franquista. Antes de profundizar más, conviene aclarar que quizá haya quien alegue que Italia y Alemania no sufrieron una guerra civil, y que ello explica las diferencias de datos, pero en tal caso habría que hacer las siguientes puntualizaciones: la primera, que el franquismo no fue una consecuencia derivada de la violencia nacional en la época republicana, pues fue anterior. La segunda, que la represión estaba programada, y en este sentido las instrucciones de Mola son clarísimas. Y la tercera es que, en cualquier caso, una explicación de este tipo sería una explicación vengativa. Por lo que convendría recordar que la represión después de la guerra española es una represión que supera cualquier comparación, ya sea la guerra civil griega, la de Finlandia e incluso la guerra civil norteamericana y, por supuesto, supera lo que era la memoria histórica del período. En las guerras civiles del siglo XIX se produjeron barbaridades inusitadas, pero una vez terminada la contienda se terminaba la guerra. Así, en marzo de 1939 circulaba por Madrid la idea de un abrazo de Vergara donde se acababa la guerra, y fin del asunto, y de ahí muchos de los procesos que se generaron en España y en el exterior. Muy poca gente era capaz de imaginarse lo que iba a venir después, una vez llegada la paz al país. Es más, quien justifica lo sucedido en términos de que en España hubo una guerra civil muestran menos sensibilidad que el jerarca y escuadrista fascista Farinacci, 22
que se horrorizó al ver la magnitud de la represión franquista. E incluso muestran menos sensibilidad que el futuro genocida Himmler, quien en 1940 decía que Franco haría mejor en intentar ganarse a los trabajadores que no en fusilarlos. En cualquier caso, estas percepciones de Farinacci o Himmler ya demuestran que estamos ante concepciones distintas de la represión. Es decir, ante represiones que en buena parte son de distinta naturaleza, aunque tengan puntos comunes, pero fue mayor y más duradera la española después de la Guerra Civil que la de las potencias fascistas. En cuanto a señalar dónde radica la diferencia, hay un especialista suizo que lo explica bastante bien, destacando que la violencia fascista de los regímenes de Italia y Alemania se concibe como un expediente transitorio. Es decir, un expediente para acabar con las organizaciones del enemigo, basado en una confianza o previsión optimista, pues creían que podrían ganarse a la población y ofrecerle un importante futuro en nombre de otra revolución, la revolución social y nacional. En España no se concibe igual, no es un expediente transitorio, porque no hay confianza en el futuro y no hay confianza en la capacidad para ganarse a la mayoría de la población, y no se confía en la capacidad de integrar a los vencidos. Lo que se plantea en realidad es la idea de la erradicación del mal, siendo una erradicación completa, absoluta y para siempre. Y el mal es la anti-España, el liberalismo, la Institución Libre de Enseñanza, la democracia, los republicanos, los socialistas, los separatistas... Todos los hijos del liberalismo. En suma, la represión franquista se concibe como un expediente nada transitorio y sí constitutivo, esencial dentro del Régimen. Ello explica las diferencias de cifras que acabamos de comentar y también las diferencias en los tiempos de duración. Por lo tanto, teníamos en España varias represiones: la fascista, la militar y la de origen nacional-católico. Todo lo dicho, en otra dimensión de las que apuntábamos al principio, queda «iluminado» por la represión cultural, pues en esta represión se aprecia mejor el efecto combinado y multiplicador de las dos fuentes de la represión franquista, la fascista y la nacional-católica, de los dos proyectos político-ideológicos, el falangista y el del mundo católico. En ello se aprecia el porqué del carácter destructivo hasta la aberración del régimen franquista. Carácter destructivo hasta el punto de que podemos hablar de la mayor destrucción cultural de la Europa del siglo XX, del mayor daño y con efectos más duraderos que se haya infligido nunca a la cultura española en toda su historia contemporánea. Algo que podemos analizar desde las dos perspectivas políticas e ideológicas que se han mencionado. En primer lugar, la perspectiva fascista o de Falange es, como hemos dicho: destrucción de la democracia y de las organizaciones obreras democráticas, si bien con una voluntad de integración selectiva. Una voluntad de destrucción y depuración de la cultura liberal, marxista-roja o separatista, pero insistimos en que selectiva, y no de toda la cultura secular y laica, porque también aquí se juega la carta de la integración. Hay una 23
apropiación selectiva de la cultura secular y, por ejemplo, los falangistas reivindicaron las figuras de la generación del 98 y de Ortega, a los que consideraban sus maestros. Es el mismo caso que ocurre con Antonio Machado, reivindicado por un fascista totalitario filo-nazi como era Dionisio Ridruejo –otra cosa es que después cambiase– y también elementos importantes de la cultura europea como Nietzsche, D’Annunzio o Gentile. Este último escribió, junto a Mussolini, la doctrina del fascismo italiano. En segundo lugar, la cuestión se plantea de otra forma desde la perspectiva nacional-católica, que es la hegemónica en el Régimen: hay que destruir la democracia y sus organizaciones sin ninguna voluntad de integración, con el castigo y la erradicación absoluta del mal. Un mal que, a diferencia de la opinión de la cultura fascista, estaba en toda la cultura moderna, en toda la cultura secular, en lo rojo y liberal. Nada había que integrar, sólo prohibir y depurar. Como muestra, ahí estaba el Índice, autores vetados, que incluía a los intelectuales antes citados y a otros muchos. Estamos, en suma, ante una represión más brutal y omnicomprensiva que la fascista, más incluso que la nazi. Todo ello viene a resaltar los aspectos esenciales de la represión franquista, y en tal sentido podríamos extraer las siguientes conclusiones: en primer lugar, tenemos que analizar la represión franquista vinculándola siempre al estudio del proyecto político que hay detrás, y puesto que hay más de un proyecto, cabe mencionar la acumulación devastadora de los efectos represivos de cada uno de ellos. Luego desde el punto de vista represivo se sumaban, y no se amortiguaban, los planteamientos fascistas y nacional-católicos, logrando un efecto de mayor contundencia. En segundo término, la relación entre la represión física y cultural es fundamental. Donde se depuran libros se depuran hombres o donde se queman libros se fusilan hombres, y ello hemos de entenderlo bien, pues de lo contrario no se comprende la dinámica de la represión física. Consecuentemente, por las razones apuntadas, la represión franquista, por motivos políticos y culturales, fue más devastadora, cruel y sanguinaria, aunque esencial para el Régimen y duradera en el tiempo, que las experiencias propiamente fascistas de otros países. De ahí que, como señalamos al principio, podríamos decir que no fue un genocidio en el plano descrito, ni se exterminó a millones de personas por motivos raciales, como en el caso de los nazis alemanes, pero en la represión política, insistimos, el Régimen no fue fascista, fue peor. Y lo podemos ver con un pequeño ejemplo si lo comparamos con el caso italiano: en el año 1963 se crea el TOP, y esto no nos aleja del fascismo, pues en Italia procesaba un tribunal especial similar, por lo que estamos llegando al fascismo en 1963, no antes. La ley Fraga de 1966, que venía a liberalizar la prensa, se parece bastante a las leyes fascistas, y lo que había desde 1938 en la prensa española era mucho peor. La ley Fraga quita la censura previa que no había existido en la legislación nazi o fascista y en España sí había existido, pues la ley del año 1938 era infinitamente más dura y peor que las leyes de prensa de la Italia fascista o la Alemania nazi.
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Para recapitular, vamos a terminar la intervención con dos consideraciones: en primer término, resaltar que si no fue genocidio y no fue fascista, ello no mejora la imagen del Régimen, sino que, además, nos permite analizar y despejar algunos peligros. Hemos dicho que hubo dos represiones –la de naturaleza fascista y la nacionalcatolicista– que tuvieron efectos multiplicadores en cuanto a represión sobre el pueblo español. Dos represiones que a veces llegaban a molestarse mutuamente y los ejemplos son varios: los nacional-católicos querían meter en el Índice a Ortega, y los fascistas de Falange querían prohibir ediciones de Menéndez Pelayo para fastidiar a los de Acción Española. Todo ello lo traemos aquí a colación debido a que, al pasar el tiempo, son pocos los que no han podido decir que en la España de Franco habían sido perseguidos por la censura integrista y fundamentalista-católica, llegando algunos a señalar que habían sido falangistas, pero liberales. Incluso gente del OPUS, que en algún momento se sintió acosada por los elementos fascistas integrados en la rama de la censura cultural. Pero no es cierto: unos eran fascistas totalitarios y otros eran integristas o, como diríamos hoy, fundamentalistas. Me gustaría precisar, además, al hilo de lo dicho, que cuando yo he apuntado dentro del fascismo, por decirlo gráficamente, cómo se plantea la integración de la cultura de los vencidos, puede parecer que unos sectores eran mejores que otros. Pues bien, la diferencia está en que lo que hacían los falangistas era cortar a trocitos y decir nos quedamos con estos trozos y estos otros los tiramos. Mientras que los nacional-católicos lo que hacían era cortar a trocitos y luego todo a la hoguera, y no se salva nada. Ésa es la diferencia, pero lo de trocear era común. Retomando la segunda consideración, simplemente apuntar para terminar que no es cuestión sin importancia la duración de la represión franquista, pues en los años de mayor tolerancia la represión seguía siendo superior, en términos comparativos, a la de los años más tranquilos en la Italia fascista, y destacar la acen-
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tuación de la represión en los últimos años del régimen español. Esto no fue gratuito y no obedecía a ninguna maldad puntual. El Régimen, en sus distintos proyectos, en sus distintos intentos por erradicar ese mal –del liberalismo, de la democracia, del republicanismo, de la revolución o del socialismo– pudo ser efectivo, pero no del todo. Uno de los sectores, el fascista, decía: Bueno, reprimimos y luego integramos, ya que eran conscientes de que la sociedad había que articularla de algún modo. Reprimieron y luego no supieron integrar, por lo que cuando ganó protagonismo la sociedad, lo hizo con otros protagonistas. Y no fue con los falangistas, sino con aquellos sectores que se había intentado exterminar. Es decir, el proyecto falangista de represión e integración había fracasado ya totalmente en los años sesenta y primeros años setenta. La otra línea o sector, más próximo a Franco, que era el de la no integración o erradicación completa y absoluta del mal, estaba basada en una utopía reaccionaria: Erradicamos el mal y luego, si está erradicado absolutamente, ya no reaparecerá. Le damos a la gente un mejor nivel de vida –el seiscientos– y no se movilizarán, no habrá política y estaremos tan tranquilos. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, las dos utopías, franquista y falangista, habían fracasado. Los falangistas no eran capaces de integrar a ninguno de los elementos de la disidencia o protesta, que se integraban en la oposición democrática. Y la utopía de una sociedad desmotivada y despolitizada de los nacional-católicos saltaba por los aires todos los días. Lo que pasó después lo sabemos perfectamente y no es otra cosa que reseñar que el Régimen retomó en sus últimos años aquello en lo que estaban de acuerdo ambas corrientes. Es decir, en la represión contra las fuerzas que aspiraban a una España democrática. Y, por nuestra parte, es el final de lo que queríamos decirles. Muchas gracias por su atención.
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LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN EL PAÍS VALENCIANO. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN PARA EL PRIMER FRANQUISMO
Ricard Camil Torres Fabra Universidad de Valencia INTRODUCCIÓN
El estudio de la represión franquista en España se ha convertido en un tema recurrente para los historiadores y, de forma paralela, un determinado sector social ha dirigido sus esfuerzos hacia el mismo tema. Colectivos y particulares, por diversas razones, muestran su interés por denunciar, recuperar o mostrar diversos aspectos, tanto intrínsecos como extrínsecos, del fenómeno represivo del Régimen encaminados a cubrir sus expectativas. Las razones de todo lo anterior resultan obvias: desde el punto de vista científico, el franquismo, aún y la inmediatez temporal del período y de sus repercusiones actuales, contiene suficiente empaque como objeto de estudio de nuestra historia. De ahí que los historiadores lo hayan incorporado a sus tareas investigadoras. La paulatina apertura de archivos, incluso calibrando las dificultades que todavía presenta el acceso a los mismos, y que no son pocas, ha permitido el contacto con las fuentes, insistimos que no de la manera que desearíamos los que a esto nos dedicamos, y los frutos se han traducido en aportaciones de todo tipo, incluyendo las que aquí nos interesan, a pesar de que queda todavía un largo camino por delante en lo que hace referencia a los intereses de la historiografía sobre la dictadura franquista. Por otra parte, otros colectivos específicos, con participación o no de historiadores, se han sumergido en el estudio del franquismo, centrando sus objetivos en aspectos generalmente puntuales o de talante más o menos compacto movido por intereses íntimos. La explicación última de este boom atencional sobre este aspecto de la dictadura franquista a nivel extraacadémico tiene una explicación multiformal que abarca desde la curiosidad más o menos interesada hasta la reivindicación de un pasado considerado digno frente a una ignominiosa dictadura, pasando por la finalidad, legítima por
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otra parte, de recuperar a sus antepasados desaparecidos o enterrados de manera ilegal, por ser suaves, recuperar la honorabilidad de personas o colectivos demonizados a lo largo de toda la dictadura o bien interponiendo intereses de carácter meramente político, y que no dudan en responsabilizar a la denominada transición como un pacto de silencio, análisis que no va demasiado desencaminado en su planteamiento y en el que no entraremos en estas páginas. Ahora bien, es necesario añadir otra variante: el interés por el fenómeno específico de la represión franquista parte de dos variantes que, a la larga, han ido confluyendo. Por un lado, encontramos una generación que demanda luz y conocimiento –cuando no explicaciones– a la generación anterior, conectada con la que vivió la guerra y el franquismo, las dos generaciones que bien sufrieron en sus carnes el alcance represivo franquista o bien quedaron anestesiadas por sus efectos. Por otra parte, y como resulta normal, los estudios históricos sobre la represión han venido a mantener el nivel de exigencia científica necesario. Por lo que hace referencia al presente trabajo intentaremos acercarnos de manera crítica a la producción historiográfica y pseudohistórica tratando de explicar aquello que cubre lo publicado al respecto y las ausencias que nos depara, dejando una puerta abierta a nuevos campos de investigación sobre el tema o bien señalar los aspectos escasamente tratados o cuyos frutos no acaban de dejarnos lo satisfechos que desearíamos, teniendo siempre presente el marco de partida y de llegada que no es otro que el del País Valenciano, sin olvidar el resto de la producción estatal.
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ACOTEMOS EL TÉRMINO
Si consultamos en los diccionarios la entrada represión resulta obvio que la exposición varía a lo largo del tiempo, pero lo que nos interesa son las referencias al añadido política y más todavía franquista. Así las cosas, como represión1 encontramos la entrada que nos explica represión como la acción y el efecto de reprimir y reprimirse, enviándonos a la referencia represamiento,2 donde podemos leer el acto y el efecto de represar y represarse,lo que no explica nada y menos todavía si acudimos al término represar, dado que no aporta más. Claro que no aparece ninguna referencia a la entrada represión política, e incluso en obras posteriores ni tan sólo aparece el término represión.3 Tampoco aclaramos nada si acudimos a los diccionarios históricos del ochocientos4 ya que no registran ninguna referencia, lo que apunta que el término no era contemplado como elemento político, a pesar de la evidencia que tenemos del hecho, no sólo a lo largo de la centuria comentada sino a lo largo de toda la historia. Debemos esperar a las aportaciones de la psiquiatría, concretamente a partir de la generalización de los estudios de Freud, para conseguir una mención más o menos aclaratoria del término represión, aunque en fechas bastante tardías, para explicar que como represión se entiende acción y efecto de reprimir o reprimirse, por lo que reprimir 28
responde a contener o refrenar.5 Es decir, el concepto apunta a un fenómeno exclusivamente íntimo, acción por la cual una persona se abstiene de manera deliberada de realizar una cosa concreta o bien rechazar un pensamiento determinado. Por contra, en la obra clásica de María Moliner, sí encontramos referencia a lo que nos interesa, al extender la entrada a conceptos políticos,6 lo que demuestra que, definitivamente, el componente que nos interesa se encontraba perfectamente enmarcado en los momentos de entreguerras y asimilado en la España republicana. Lo verdaderamente sorprendente radica en la desaparición de lo apuntado cuando consultamos otros diccionarios posteriores7 cuya anotación resulta exactamente la misma, no ya de la correspondiente a la edición de 1923, sino a la de la 1879, una evidencia más de las manipulaciones franquistas en la que no entraremos en estos momentos. Todo lo contrario que sucede al consultar diccionarios extranjeros, como los franceses,8 en los que se explica que represión es el efecto de castigar los delitos, sin más acepciones. Por tanto, podemos deducir que el término represión, desde el punto de vista político, es una acepción relativamente reciente, y resulta baladí señalar que franquista hace referencia a los modos de castigar no ya delitos, que también, sino conductas ajenas a los intereses del régimen franquista.9
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LOS ESTUDIOS SOBRE LA REPRESIÓN FRANQUISTA
Resulta innegable la dedicación de numerosos investigadores al tema que nos ocupa, aunque la producción historiográfica española resulta bastante desigual, por lo que realizaremos un repaso sin sumergirnos profundamente, dado que el marco central del presente trabajo pretende ser el marco geográfico del País Valenciano. A la ingente producción que ha tomado como referencia un marco explícitamente localista, pero no por ello carente de interés,10 siguieron intentos por parte de historiadores profranquistas de intentar equilibrar las cifras de muertes provocadas por ambos bandos en contienda durante la Guerra Civil y la etapa dictatorial11 con un resultado bastante deficiente, debido sobre todo al tipo de fuentes empleadas para sus aseveraciones12 puesto que lo más investigado ha sido el hecho de la eliminación física desde los inicios de la Guerra Civil13 hasta bien entrado el franquismo,14 aunque debemos apuntar que nos sorprende la obcecación de ciertos historiadores por intentar amortiguar el alcance de la represión franquista, sobre todo si tenemos en cuenta que el régimen siempre alardeó de sus métodos y nunca ocultó sus prácticas y objetivos.15 Los malabarismos expuestos no han podido soportar el análisis metódico, y los estudios sobre el asunto han demostrado de manera contundente que la represión franquista no fue un fenómeno derivado de la guerra sino, al contrario, un componente intrínseco, directo y completamente premeditado y asumido por parte de los 29
golpistas de forma más que consciente,16 además de incluir aspectos no específicamente físicos.17 Con todo, tímidamente, aparecieron trabajos centrados en las vivencias particulares de sus autores a caballo entre la denuncia más desnuda y el testimonio en primera persona, siempre recurriendo a las vivencias particulares.18 De todas formas, la llegada de sólidos estudios no se hizo esperar, y así fueron apareciendo investigaciones referentes a Cataluña,19 La Rioja,20 lugares de Castilla-La Mancha21 o el País Valenciano,22 al tiempo que los estudios locales fueron ampliando su campo de acción23 a la espera de publicaciones con intenciones más amplias, geográficamente hablando. Así las cosas, la conceptualización de la represión franquista pudo ser abordada con más garantías, sobre todo por las denuncias efectuadas a las ocultaciones o malabarismos de los historiadores profranquistas,24 lo mismo ocurrió al abordar las razones de la represión franquista;25 y al mismo tiempo se produjo un esfuerzo para explicar el contexto jurídico del fenómeno de la represión franquista,26 incluso en sus formas aplicativas,27 sin despreciar por ello aportaciones enfocadas desde puntos de vista más comprimidos en el espacio,28 aunque la atención a procesos puntuales no dejó de proporcionar excelentes trabajos.29 La tendencia a buscar nuevos campos de investigación dio paso a estudios relativos a las masacres franquistas, en principio abordados también de manera local30 para dar paso inmediatamente a nuevas contribuciones más ambiciosas.31 De todas formas, las aportaciones de tendencia más global, naturalmente tras una jugosa acumulación de investigaciones realizadas, nos vinieron de mano de historiadores que reflejaron sus reflexiones a partir de compilaciones y reflexiones bibliográficas más puntuales32 y también por otras centradas en la identificación de los elementos políticos y sociales participativos en la represión franquista.33 Rápidamente, las investigaciones comportaron cierta complementación al fenómeno de movimientos de reconocimiento de las víctimas de la represión franquista, especialmente por lo que hace referencia a personas desaparecidas o aquellas que por motivos de la violencia franquista no fueron enterradas de manera reglamentaria34 o las que desaparecieron para siempre35 sin dejar de lado aquellos aspectos que ahora calificaríamos como efectos colaterales;36 incluyendo la penuria de los que lograron huir y que se relacionan directamente con la represión franquista, dado que se deduce que su suerte no hubiese sido la misma, sobre todo por lo que respecta al confinamiento en los campos de refugiados españoles en Francia37 o los que posteriormente acabaron dentro de los terribles campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial,38 cuestión extensible al fenómeno de todo lo relacionado con el exilio republicano;39 y aquí también podemos encartar el interés por otros aspectos de la represión franquista, como el relativo a los trabajos forzados40 o el de los mismos campos de concentración franquistas41 y las prisiones42 incluyendo los esfuerzos deri-
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vados de la actuación del franquismo al respecto;43 sin olvidar los estudios realizados para explicar la represión de género.44 Otras casuísticas estudiadas relacionadas con el ámbito de la represión franquista corresponden a las relacionadas con las penas económicas, cuestión que ha dado asimismo unos frutos sustanciosos,45 lo mismo que las investigaciones en el terreno de las depuraciones.46 Con todo, la brevedad a que nos conduce la falta de espacio, tiene como consecuencia obviar numerosos trabajos que por su calidad y consistencia merecerían aparecer en el presente repaso. LA CASUÍSTICA VALENCIANA
Aunque disponemos de una recopilación de todo aquello publicado sobre el tema represivo franquista,47 se debe señalar, como es natural, que las primeras obras de conjunto sobre el franquismo recogían sintéticamente la realidad represiva del régimen,48 sin mayor interés por profundizar en el tema, y otras más concretas mostraban los aspectos más epidérmicos del fenómeno, sin entrar tampoco en mayores detalles.49 En el caso del País Valenciano también las memorias de personas que relatan sus vivencias50 significaron un excelente punto de partida para posteriores estudios, sobre todo a partir de la aparición del boom de la llamada historia oral,51 cuestión que vino a refrendarse al ir apareciendo trabajos que recogían los testimonios de colectivos más o menos compactos,52 y que al abarcar aspectos menos generales dejaremos para más tarde.
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LA IMPOSICIÓN DEL RÉGIMEN FRANQUISTA
El modelo de Estado franquista se instauró en el País Valenciano, al igual que en el resto del Estado,53 mediante una inmediata, brutal, furibunda y contundente represión. Así, se abrían las puertas de las tierras valencianas al nuevo régimen franquista, que presentaría ciertas diferencias locales,54 sin romper por ello la especificidad del régimen.55 De alguna manera, estos estudios venían a cumplimentar la intersección ofrecida por las monografías locales. Ahora bien, dado que la etapa republicana y la guerra eran el centro de interés de los autores correspondientes, lo cierto es que en todos los estudios aparecía una referencia –desigual según los casos, eso sí– a la represión franquista.56 Con todo, tanto lo apuntado hasta ahora al igual que las posteriores investigaciones sobre el tema que nos ocupa, tuvieron su punto de partida en la obra más importante de la mano de Vicent Gabarda,57 que, a pesar de una revisión posterior 31
publicada por el Servei de Publicacions de la Universitat de València, nos muestra el panorama represivo franquista en toda su amplitud, tanto cronológica como numéricamente, sin dejar de lado ningún aspecto. A partir de aquí, las matizaciones, y poco más puede decirse. Así las cosas, desde el punto de vista cronológico, las primeras zonas del País Valenciano en sufrir los efectos de la represión franquista fueron aquellos lugares de la provincia de Castellón que cayeron en manos de los insurgentes hasta la estabilización momentánea de los frentes, lo que no significa que la maquinaria represiva franquista interrumpiese su funcionamiento,58 para continuar posteriormente con las acciones bélicas ya finalizadas. En efecto, el territorio valenciano no ocupado fue escenario, junto a Cartagena y Madrid, especialmente, de los sucesos más importantes del final de la guerra, incluyendo la posibilidad, a partir de febrero de 1939, de una evacuación ante la gravedad de la situación, plan que finalmente quedó diluido ante el maremágnum de los acontecimientos,59 entre ellos la caída de Cataluña y un primer exilio en condiciones terribles, al que en no pocas ocasiones seguiría la inhumana experiencia del confinamiento en los campos de exterminio nazis,60 aunque muchos de los refugiados en Francia pudieran quedar en su territorio o pasar después al Norte de África o América, especialmente los intelectuales.61 De ese modo, el País Valenciano volvió a ser sede de los resortes de un Gobierno republicano que se encontraba a aquellas alturas bastante deteriorado, y que pronto se vería desbordado por los acontecimientos,62 de manera que abandonaría el territorio definitivamente mientras por los puertos mediterráneos escapó quien pudo63 para engrosar las filas de los más de 40.000 valencianos exiliados.64 Quienes quedaron en tierra vivieron momentos más que angustiosos, tanto en el puerto de Alicante65 como en el de Gandia;66 mientras la quinta columna iba conformando los nuevos consistorios a la espera de la llegada de las tropas franquistas. Se iniciaba así el período de la dictadura franquista.
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EL PAÍS VALENCIANO VIVE LA REPRESIÓN FRANQUISTA
Como ya se ha apuntado, para el País Valenciano disponemos de la obra magna de Vicent Gabarda67 a la que han venido a sumarse otros estudios,68 exposiciones69 y reflexiones70 que pretenden explicar los aspectos relativos a la represión franquista, una represión que se hizo patente, como ya hemos afirmado, de manera inmediata. Así, una vez ocupados los ayuntamientos por los componentes de la quinta columna, al tiempo que tomaban posesión del poder municipal se iniciaba la represión franquista,71 desatándose una persecución feroz sobre los vencidos72 que vino a intensificarse a la entrada de las tropas franquistas. Una vez instaurados los elementos franquistas en las instituciones,73 la maqui32
naria represiva comenzó a actuar y las tierras valencianas se vieron invadidas por un rosario de cárceles y campos de concentración. Cronológicamente, la ciudad de Alicante se convirtió en un muestrario de lo expuesto. Por ejemplo, locales como cines fueron empleados como destino de las mujeres capturadas en el puerto, mientras otros lugares, como el castillo de Santa Bárbara o el de San Fernando, se convirtieron en cárceles para miles de prisioneros. En efecto, una vez rendidos los atrapados en el puerto, los varones pasaron a ocupar el famoso campo de almendros74 antes de ser reubicados o distribuidos en otros campos de concentración75 –denominados algunos como de clasificación– como los de Albatera,76 Porta Coeli77 u Orihuela, 78, o bien directamente en una de las tantas prisiones existentes79 o habilitadas a tal efecto, dándose el caso de verdaderos periplos carcelarios80 incluyendo los trabajos forzados para la redención de penas.81 Mientras tanto, nada quedaba fuera de la órbita de control franquista. Así, la Universidad de Valencia fue ocupada82 y prácticamente desmantelada,83 conociendo una brutal depuración84 que tuvo como consecuencia inmediata un pronunciado empobrecimiento intelectual85 que duraría décadas86 y el mismo destino corrió el magisterio republicano87 y todo lo que significaba un recuerdo del pasado,88 lo que daría como consecuencia una enseñanza adaptada y sometida a los intereses franquistas89 tremendamente depauperizada.90 Lo mismo podemos decir para otras instituciones como las diputaciones91 o los consistorios municipales,92 cuestión extensible asimismo al campo laboral, como resulta evidente si tenemos en cuenta el componente corporativo franquista tan decantado hacia la represión como al control obrero,93 y a cualquiera de las manifestaciones profesionales,94 aunque lo más estudiado han sido las consecuencias que para el valencianismo tanto político como cultural tuvo la implantación del franquismo en el País Valenciano.95 Tipo de represión que puede hacerse extensiva a las manifestaciones culturales o festivas propias del país,96 como, por ejemplo, las bandas de música,97 las fiestas religiosas,98 las fiestas de moros y cristianos,99 la Feria de Julio,100 la fiesta de las fallas101 y las simples ferias,102 sin olvidar la introducción de nuevas escenografías conmemorativas exclusivamente franquistas,103 cuestión ésta acompañada y cumplimentada por el impagable papel propagandístico típico del Régimen, dirigido por FET y de las JONS104 que hacía extensible sus tentáculos al sector poblacional juvenil105 imponiendo al mismo tiempo un «nuevo» modelo de mujer106 bendecido y promocionado por la Iglesia107 que se plasmó en el mundo del trabajo bajo una explotación laboral particular.108 Y qué decir sobre los masones.109 Paralelamente, el mundo penitenciario franquista, en los primeros años de imposición del Régimen, desempeñaba su función represora, alimentando las cárceles mediante un procedimiento legislativo diseñado a medida110 que se plasmaba en esperpentos judiciales dando paso a verdaderas aberraciones jurídicas111 cuya función no era otra que la de castigar y eliminar a todos aquellos elementos considerados
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como nocivos por parte del régimen,112 de ahí que las arbitrariedades, brutalidades y demás no sólo estuvieran a la orden del día en los recintos penitenciarios113 –como en el resto de la vida cotidiana– sino que además provocaron condiciones de vida penosas cuando no mortales.114 Ante la situación de degradación moral, los internos intentaron reconducir su existencia dándose a todo tipo de actividades115 sin olvidar que el final de la reclusión no significaba un retorno a la normalidad.116 Como consecuencia, se fue larvando una oposición que, naturalmente, fue rápidamente reprimida,117 especialmente cuando esta conoció repetidas caídas y fue transformándose en un movimiento armado cuyo campo de acción geográfico prácticamente no pasó más allá de ciertas zonas agrestes118 con un balance bastante discutible,119 hasta que los esfuerzos opositores al franquismo abrieron nuevos horizontes.120 Actualmente, otros aspectos de la represión franquista como son las fosas comunes se insertan como novedades, aunque en este caso el atraso de los estudios en el País Valenciano resulta evidente,121 lo que no ha evitado la aparición de afirmaciones contrarias al respecto aún y con la temeridad de ser realizadas fuera de contexto y carentes de rigor científico alguno, dando la impresión que se pretende archiengordar las cifras de los efectos de la represión franquista con finalidades más que dudosas, como si el comportamiento de la dictadura al respecto dejase insatisfechas a algunas personas.122 Lo anterior no exonera al régimen franquista de implantar un modelo socioeconó socioeconómico que, en el mejor de los casos, interrumpió un proceso hacia la modernidad implantando unos niveles de vida verdaderamente paupérrimos, que indudablemente influyeron de manera decisiva en el aumento de la mortalidad y demás factores nocivos.123
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ESPERANZAS
Tras el repaso somero expuesto, resulta indudable que tenemos por delante un buen número de aspectos de la represión franquista por estudiar en nuestro país. Colectivos como el de las mujeres, que ahora mismo únicamente presenta trabajos puntuales por lo que a la investigación se refiere. Otros, como los correspondientes al pueblo gitano, el tratamiento a los homosexuales, etc., todavía están esperando ser atendidos, mientras que otros campos quedan a la espera de recibir atención por parte de los estudiosos. Si bien poseemos historias de vida, falta estudiar el fenómeno de los topos, aunque poseemos alguna referencia, pero más como continuación de toda la producción sobre vida carcelaria que otra cosa y, profundizando en el tema, es necesario que se conozcan más memorias, testimonios, etc., presentados de manera explicativa, esto es, que se publiquen con los comentarios y acotaciones correspondientes. 34
Lo mismo se puede decir sobre las sucesivas caídas de organizaciones sociales y políticas con sus consecuencias, al igual que los brazos ejecutores, llámese policía, guardia civil o cualquier otro cuerpo de seguridad del Estado por más que resulte obvio su papel. Aparte de alguna que otra noticia puntual no disponemos de material suficiente como para esbozar un marco interpretativo al respecto. El estudio de la represión económica queda circunscrito a muy pocos ejemplos, conectándose más a aspectos de depuración laboral que a represalias económicas propiamente dichas, de manera que profundizar en este aspecto de la represión se presenta como reto abierto para los investigadores de la represión franquista. Si bien tenemos al alcance vivencias y estudios sobre los valencianos que fueron internados en campos de concentración franceses y alemanes, echamos de menos alguna referencia a las políticas directamente relacionadas con las políticas respectivas, por parte de Francia hacia los exiliados y lo mismo por parte de la Alemania nazi. Es necesario investigar las depuraciones a todos los niveles, aparte del camino abierto por los estudiosos, cuestión enlazable con la imposición del régimen, la organización sindical y el resto de las ramas colaterales del partido único con toda su repercusión represora, sus efectos en la vida cotidiana y particular, y un largo etc.124 o, lo que es lo mismo, superar la visión de la represión franquista como objeto de estudio estanco y conectar el fenómeno con el todo de la dictadura. Un reto repleto de posibilidades.
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NOTAS 1
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JOAQUÍN RODRÍGUEZ, Ramón, Diccionario Nacional. Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española. Establecimiento Tipográfico de Ramón José Domínguez, Madrid, 1847, p. 1501. Ibídem. FELIPE MONLAU, Pablo, Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Imprenta y Estereotipia de M. Radenetra. Madrid, 1856. GRÈGOIRE, Louis, Diccionario Enciclopédico de Historia, Biografía, Mitología y Geografía, Librería de Garnier Germans, editores, 1879, Vol. II, 2.ª edición. Diccionario Ideológico de la Lengua Española. Desde la idea a la palabra; desde la palabra a la idea. Editora Nacional. Madrid, 1923. Posteriormente, CASARES, Javier, lo reeditó. Gustavo GILI, Barcelona, 1962, p. 917. Aunque se refiere a un Estado contra otro. Moliner, María, Diccionario del uso del español. Reediciones sucesivas. Gredos. Madrid, 1998. Contempla otra acepción como acción de reprimir una sublevación dando como resultado el de represalia, o bien, acercándose más a nuestras inquietudes castigo llevado a cabo contra los rebeldes, después de reprimida una rebelión, que en caso de aceptarse entraríamos directamente en el maniqueísmo interesado del franquismo Lo mismo ocurre con el resto de diccionarios españoles contemporáneos. SECO, Manuel, ANDRÉS, Octavio y RAMOS, Gustavo, Diccionario del Español Actual, Aguilar, Madrid, 1999. Enciclopedia Universal Sopena. Diccionario Ilustrado de la Lengua Española, Ramón Sopena, Barcelona, 1967. Vol. 7, p. 7348. Dictionnaire Encyclopédique Pour Tous Larousse, París, 1972, p. 798. Para las acotaciones correspondientes a la represión franquista, GONZÁLEZ CALLEJA, E., «Sobre el concepto de represión». En Hispania Nova, n.º 6. Madrid, 2006. En general, una visión panorámica actualizada, GUTMAN, Roy y RIEFF, David (dirs.), Crímenes de guerra. Lo que debemos saber, Random House Mondadori. Barcelona, 1999, pp. 384-386.
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Un trabajo pionero NÚÑEZ, Mirta, Cárcel de Ventas, Madrid, 1967. SALAS LARRAZÁBAL, Ramón. Los muertos de la Guerra Civil fueron 296.793, Madrid, 1977 y Pérdidas de guerra, Madrid, 1977. 12 Causa General, Madrid, 1943. 13 LARUELO ROA, Marcelino, En la estela de Aldebarán, Gijón, 2004. 14 CARVAJAL, Pedro, Julián Grimau. El último muerto de la Guerra Civil, Aguilar. Madrid, 2003. 15 La cuestión ha sido abordada por numerosos autores. Además, el franquismo tuvo sus propios voceros que no escatimaron esfuerzos en el sentido que nos ocupa. Un ejemplo palpable, aunque no el único, PÉREZ DEL PULGAR, José Agustín, La solución que España da a sus presos políticos, Librería Santarén, Valladolid, 1939. Por otra parte, vale la pena consultar también TORRENT, Martín, ¿Qué me dice usted de los presos? Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares, 1942. 16 VEGA SOMBRÍA, Santiago, De la esperanza a la persecución. La represión franquista en la provincia de Segovia. Crítica. Barcelona, 2005. GIBSON, Ian, Queipo de Llano. Sevilla, verano de 1936, Grijalbo, Barcelona, 1986. BAHAMONDE y SÁNCHEZ DE CASTRO, Antonio, 1 año con Queipo. Memorias de un nacionalista, Ediciones Españolas, Barcelona, 1938. ESPINOSA, Francisco, La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Crítica, Barcelona, 2003. CASTRO, Luis, Capital de la Cruzada. Burgos durante la Guerra Civil. Crítica, Barcelona, 2006. LÓPEZ GARCÍA, Santiago y SÁNCHEZ DE CASTRO, Antonio, «Que no se olvide el castigo: la represión en Salamanca durante la Guerra Civil». En ROBLEDO, Rafael (ed.), Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española. Crítica. Barcelona, 2007. MASSOT i MUNTANER, Josep, Guerra Civil i repressió a Mallorca, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 1997. GINARD, David, «Les repressions de 1936 a 1939 a les Illes Balears. Una anàlisi comparativa». En PAGÈS, Pelai, La Guerra Civil als Països Catalans 1936-1939. Publicacions de la Universitat de València, València, 2007, entre otros. 17 MORENO FONSERET, Roque i SEVILLANO CALERO, Francisco (eds.), El franquismo. Visiones y balances. Universitat d’Alacant. Alacant, 1999. 18 rojos, Martínez Roca, Madrid, 1974. Un relato de su vida desde su alistaCONSTANTE, Mariano. Los años rojos, miento como soldado republicano hasta su experiencia en Mauthausen. TELLADO VÁZQUEZ, Antonio y SÁNCHEZ-BRAVO CENJOR, Antonio, Los mutilados del Ejército de la República República. Edición de los autores. Madrid, 1976. 19 SOLÉ I SABATÉ, Joseph Maria y VILLARROYA i FONT, Joan, La repressió franquista a Catalunya, Barcelona, 1983. 20 HERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio, La represión en La Rioja durante la Guerra Civil, Edición del autor. Logroño, 1984. 3 vols. 21 ORTIZ HERAS, Manuel, Violencia política en la Segunda República y el primer franquismo. Albacete, 1936-1950, Siglo XXI. Madrid, 1996. 22 GABARDA CEBELLÁN, Vicent, Els afusellaments al País Valencià, Alfons el Magnànim, Valencia, 1993 reeditado en 2007 por el Servei de Publicacions de la Universitat de València, corregido y ampliado. 23 ORS MONTENEGRO, Miguel, La represión de guerra y posguerra en Alicante. Alacant, 1995. DOMÉNECH, Inmaculada i VÀZQUEZ, Federico, La repressió franquista a l’àmbit local. Manlleu 1939-1945. Afers. Catarroja, 2004. PAGÈS, Pelai (dir.), Franquisme i repressió. La repressió franquista als Països Catalans 1939-1975, Servei de Publicacions de la Universitat de València. Valencia, 2004. 24 REIG TAPIA, Alberto, Ideología e Historia. Sobre la represión franquista y la Guerra Civil, Akal, Madrid, 1986. Del mismo autor, Violencia y terror. Ensayo sobre la guerra civil española, Madrid, 1991. 2 GONZÁLEZ DURO, Enrique, El miedo en la posguerra, Oberón. Madrid, 2003. NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta, Los años del terror. La estrategia de dominio y represión del general Franco, La Esfera, Madrid, 2004. 26 MARTÍN RUBIOL, David, Paz, piedad, perdón y verdad, Madrid, 1997. GIL, Pedro, La noche de los generales. Ediciones B, Barcelona, 2004. 27 NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta y ROJAS FRIEND, Antonio, Consejo de guerra. Los fusilamientos en el Madrid de la posguerra 1939-1945, Compañía Literaria. Madrid, 1997. CAPELLÀ. Margarida y GINARD, David (coords.), Represión política, justicia y reparación. La memoria histórica en perspectiva jurídica 1936-2008. Documenta Balear, Palma, 2009. LANERO, Mónica, Una milicia al servicio de la justicia. La política judicial del franquismo 19361945. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1996. 28 ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La justicia de Queipo. Violencia y terror fascistas en Sevilla, Huelva, Cádiz, Cór10
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LA REPRESIÓN EN LA UNIVERSIDAD: DEPURADOS, EXILIADOS Y EJECUTADOS
Marc Baldó Lacomba Universidad de Valencia
Abordar la represión universitaria en el franquismo significa, esencialmente, tratar de cuatro aspectos relevantes que la configuran: la cultura política de la represión, los campos de práctica académica a los que afectó, las estrategias ideológicas que configuraron la Nueva España y, finalmente, acercarse a las realizaciones políticas que se le impusieron a la universidad. LA CULTURA POLÍTICA DE LA REPRESIÓN
Franco en el discurso de 31 de diciembre de 1939 –discursos que acabaron por ser rituales–, explicaba cómo lograr la nueva España y definía los vectores de la política represiva: «Necesitamos –afirmaba– una España unida, una España consciente. Es preciso liquidar los odios y pasiones de nuestra pasada guerra, pero no al estilo liberal, con sus monstruosas y suicidas amnistías, que encierran más de estafa que de perdón, sino por la redención de la pena por el trabajo, con el arrepentimiento y con la penitencia; quien otra cosa piense, o peca de inconsciencia o de traición».1 Parecería que se omite señalar, como tareas esenciales de la dictadura, la persecución o exterminio de los disidentes, pero no: al dibujar la nueva España que se pretende construir, define a los que sobran: Son los que bajo Carlos III introdujeron en nuestra nación la masonería a caballo de la enciclopedia; los afrancesados, cuando la invasión napoleónica; los que con Riego dieron el golpe de gracia a nuestro Imperio de ultramar; los que rodeaban a la Reina gobernadora, cuando decretaba la extinción de las órdenes religiosas y la expoliación de los bienes bajo la inspiración del judío Mendizábal; los que en el 98 firmaron el torpe Tratado de París, que a la pérdida de nuestras Antillas unía generosamente nuestro archi49
piélago filipino, a muchas millas del teatro de guerra; los que en un siglo escaso hicieron sucumbir el más grandioso Imperio bajo el signo de una monarquía liberal y parlamentaria [...]. Viven todavía las generaciones que, al correr de estos últimos años, sufrieron sus inconsecuencias con las miserias y la limitación de horizontes de la vida española, en la que sólo el breve paréntesis de mando del general Primo de Rivera pone en el panorama albores de esperanza, pero los mismos que en la vida contemporánea habían sido actores de nuestra decadencia, se encargaron de derribarlo con sus intrigas [...].2
Todos estos antiespañoles quisieran que se malograse la nueva España. Pero «nada ni nadie –dice– puede torcer nuestro camino, que el tesón que pusimos en las duras batallas de la guerra lo hemos de superar en las que imponga la realización de nuestra Revolución nacional».3 Faltaba añadir, caiga quien caiga. En 1961, un profesor de historia, Luciano de la Calzada, en un trabajo donde se analizaba la «guerra de liberación nacional», decía: Nada más opuesto a la misma esencia del espíritu del 18 de Julio que esa tesis de las dos Españas. Lo que impulsó el Alzamiento, lo que le dio aquél carácter definitivo y total, e imprimió en quienes lo llevaron a cabo un específico carácter que los capacitó para mayores sacrificios y la aceptación gozosa de la muerte, fue el pleno, indudable y absoluto convencimiento de que toda la razón, toda la verdad y toda la justicia, estaban en una parte; que aquello era la coyuntura definitiva de su vida y de nuestra Historia y de ninguna manera un mero episodio de ese secular conflicto entre las dos Españas, sino la decisión irreversible, entonces y para siempre, de la eterna pugna entre el Bien y el Mal, entre la Patria y la antiPatria, entre España y la antiEspaña».4
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Para Luciano de la Calzada, ambas mitades no tenían su parte de razón, porque, si la hubiesen tenido, la guerra habría sido «un monstruoso capricho, un tremendo e inútil crimen [...], un satánico acto de soberbia, infecundo y nulo».5 Pero no era así: la guerra fue un acto sublime para torcer –para siempre– el rumbo de la historia de España y devolverla a sus esencias. Luciano de la Calzada, como García Morente y tantos franquistas, concebían España como una quasi-persona, un ser espiritual y cristiano, conquistador, enemigo cultural del liberalismo y la democracia. «España es un ser histórico ético de sustancialidad católica», dirá José Pemartín.6 De esa sustancialidad o esencia se deriva, según estos ideólogos fascistas, la «proyección de fututo del 18 de Julio», proyección que explicaron como un despertar. En efecto, según los ideólogos e historiadores franquistas, la insurrección –para ellos «Alzamiento»– y la guerra –para ellos «Cruzada»– fueron un repentino despertar de los «españoles auténticos» que tuvieron que enfrentarse a los «rojos» que eran unos españoles «bastardos», como antes lo fueron los ilustrados, los afrancesados y los primeros liberales. Los franquistas se imaginaron, crearon y creyeron que el «18 de julio», el «Alzamiento». Era el resurgir de la «verdadera alma española» que, tras estar adormecida desde los tiempos de Carlos III, emergía con nuevos bríos. Con el 50
Alzamiento y la guerra España reencotraba tras un siglo ilustrado y otro liberal, «la ruta auténtica de su destino específico».7 La guerra fue un brusco viraje que entroncaba con el punto en que fue cegado el camino por fuerzas antiespañolas, un decisivo levantamiento popular y animoso que reivindicaba las raíces de España. José María García Escudero, en los años cincuenta, se servía de la poesía falangista (una prosa retumbante y banal) para describir la gesta que fue la guerra para aquellos «buenos» españoles y precisar exactamente por qué tomaron el fusil: Pamplonicas bulliciosos, magros castellanos, adolescentes de ojos cándidos, españoles dispuestos a hacer su guerra, en defensa espontánea de las cosas más inmediatas y humildes: la iglesia en que los bautizaron, la hogaza de pan bendecida en la mesa y cuanto de repente se les revelaba tan extrañamente vinculado al soto conocido y al repicar de la campana de la ermita.8
Pero, y los malos españoles ¿qué hacer con ellos? La dictadura no tardó en encontrar argumentos para criminalizarlos por sus asesinatos, crímenes y traiciones. Serrano Suñer, el cerebro político de aquellos años, buscó argumentos para criminalizar a la República, y nombró una comisión ad hoc de la que salió justificada la Ley de Responsabilidades Políticas, que se añadía a un cortejo sin precedentes de leyes represoras aberrantes. Se trataba de demostrar que la República, como último y vivo eslabón de la tradición ilustrada y liberal, era «ilegítima», un «hecho de fuerza» y «un fraude»; además de que la estrategia de que se sirvieron los rojos –según este dictamen–, era preparar una revolución social y disgregadora de España (Asturias y Cataluña en 1934 fue un «ensayo») no con otro propósito que el de iniciar «un régimen revolucionario y marxista», que naturalmente era la antítesis del alma nacional. Si a esta estrategia añadimos los «despojos, incendios y asesinatos» que cometieron los republicanos, tendremos culminada la justificación de la represión.9 Este dictamen fue dogma para los ideólogos e historiadores de la dictadura. Así, en la oficial Historia de la Cruzada de Arrarás se puede leer que...
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La segunda República era como una Satánica Alianza, en la que volvían a España para ensayar una definitiva embestida, todos los seculares enemigos del alma nacional. Lutero, con aquella intelectualidad racionalista; el Gran Turco, con el alud oriental, bolchevista y ateo; Napoleón con el régimen jacobino que traía por canción de cuna la misma Marsellesa que entonaban los soldados de Murat, cuando entraban triunfadores por Madrid.10
¿Qué hacer pues, con los antipatria? Pues extirpar a «todos los seculares enemigos del alma nacional». Cuajar la nueva España pasaba por perseguir, expulsar y ejecutar a los antiespañoles. Se trataba de «curar» a España, limpiarla física y moralmente de adherencias ilustradas, liberales, masónicas, republicanas, institucionistas, librepensadoras, socia51
listas, comunistas, anarquistas, rojas en una palabra. España solamente eran ellos, los vencedores, y ellos impusieron la represión (o violencia organizada por el Estado) y la autarquía, que no sólo era económica, sino también cultural. Esta autarquía o aislamiento tenía voluntad de cordón sanitario, de aislamiento, de separar el país de su «perdición» europea, llena de ideas foráneas liberales y decadentes. *** Práctica de la dictadura de Franco, pues, fue la exclusión del disidente. Una exclusión premeditada, fríamente calculada por el poder y ejecutada por el ejército y por los resortes de la administración que construyeron un dantesco friso de leyes y procesos aberrantes, abiertos a la arbitrariedad y a la delación, que castigaban por las ideas, los actos y las omisiones, imponían el efecto retroactivo, y ni el fallecimiento ni la ausencia privaban de la sanción. La represión formaba parte del carácter fundacional y fundamental del nuevo Estado, de su lógica de violencia.11 La directriz de esta estrategia la dibujó Franco en declaraciones a Manuel Aznar fechadas en diciembre de 1938: No es posible –le contestaba Franco–, sin tomar precauciones, devolver a la sociedad, o como si dijéramos a la circulación social, elementos dañinos, pervertidos, envenenados política y moralmente, porque su reingreso en la comunidad libre y normal de los españoles, sin más ni más, representaría un peligro de corrupción y de contagio para todos, al par que el fracaso histórico de la victoria alcanzada a costa de tantos sacrificios. Yo entiendo que hay, en el caso presente de España, dos tipos de delincuentes; los que llamaríamos criminales empedernidos, sin posible redención dentro del orden humano, y los capaces de sincero arrepentimiento, los redimibles, los adaptables [...]. En cuanto a los primeros, no deben retornar a la sociedad; que expíen sus culpas, alejados de ella [...]. Respecto a los segundos, es obligación nuestra disponer las cosas de tal suerte que hagamos posible su redención ¿Cómo? Por medio del trabajo. [...] Igual que ocurre con los delincuentes hay hoy dos clases de españoles destinados a emigración forzosa; un grupo está constituido por los jefes que de manera clara, indudable, son responsables de la catástrofe revolucionaria de España; junto a ellos colocaremos a los autores de los delitos de sangre, de robos, saqueos, asaltos, violaciones, etc., etc. [...] Éstos deberán renunciar a vivir en la comunidad con los demás españoles [...]. El segundo grupo [...] creo que la España nacional debe crear instituciones de cultura y de trabajo en las que esos emigrados encontrarán tarea, medios adecuados de subsistencia, calor español, posibilidades de retorno una vez que se sientan liberados del veneno de sus doctrinas y de sus inclinaciones actuales.12
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Y si ésos eran los objetivos que diseñaba Franco para con los antipatria, los medios para excluirlos o hacerles redimir sus ‘faltas’ podían ser burdos y cuarteleros, como los de los soldados mercenarios regulares que traía: «nadie –decía el dictador– puede exigir que en tan vasta obra de reparación justiciera, sea absolutamente todo tan perfecto como si estuviéramos llevando a cabo una tarea de arcángeles».13 Y así fueron. 52
Añádase, por otro lado, que los católicos más integristas, tan abundantes en España, estaban convencidos de la «inclinación general del hombre hacia el mal», por lo que proponían el rigor en la depuración y denostaban la tolerancia. La tolerancia, además de ser una propuesta volteriana, era una «doctrina liberaloide, blandunguera y pacata», una «enfermedad», una «debilidad», un «eunequismo del entendimiento».14 Sólo unas pocas voces se alzaron en contra. Unamuno, siempre tan contradictorio, fue una de ellas,15 pero fueron fulminadas. *** La exclusión del disidente se realizó mediante tres procedimientos violentos que nadie ha definido mejor –creo– que un exiliado valenciano que vive en Chile, es decir, un chileno: José Ricardo Morales. Los tres procedimientos, según este profesor, tienen que ver con la palabra tierra. A unos disidentes se les enterraba: se les fusilaba, se les mataba a palizas o en penosas condiciones en la cárcel... A otros disidentes se les desterraba: se les forzaba al exilio, se les expulsaba del país, se les trasplantaba... Y a otros, en fin, se les aterraba –se les tiraba tierra encima–: se les abatía, se les encarcelaba, se les castigaba, se les dejaba sin trabajo, se les depuraba, se les humillaba, se les hacía callar, se les imponía el exilio interior, se les obligaba a unas condiciones de –Tiempo de silencio, silencio, escribió el novelista– que llamamos benévida y trabajo durísimas –Tiempo volamente autarquía... Esta brutal represión se cebó particularmente con dos grupos sociales. La clase trabajadora y los intelectuales de izquierda, portadores de «la peste» del liberalismo. «Sólo la autarquía de la inteligencia nos permitirá alcanzar la autarquía económica. Sin ella careceremos de fuerza interior, y no conseguiremos la consideración externa que nuestro estatus histórico exige».16 Si a estos tres procedimientos coactivos que acabo de referir, es decir, a la coacción física, añadimos el esfuerzo de la dictadura por el control del pensamiento, la función de controlar las ideas de las personas, la fabricación de ideas comunes destinadas a afirmar el orden existente y a que éste se interiorice,17 tendríamos completo el panorama represor de la dictadura. Aquí nos vamos a referir a la universidad.
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LA PRÁCTICA DE LA REPRESIÓN UNIVERSITARIA
La depuración Un elemento clave para la reordenación educativa era la depuración, considerada «razón de Estado», «sagrada misión». Formaba parte de una estrategia general de persecución del «enemigo», que alcanzaba también al puesto de trabajo y afectaba a todos los funcionarios y empleados públicos, así como a los trabajadores de las empresas privadas. 53
En cuanto se refiere al sector educativo, los franquistas recelaban del personal docente. Veían en muchos maestros y profesores una de las causas principales que había corrompido a la juventud y envenenado el alma española: «los individuos que integran esas hordas revolucionarias –señalaba una de las muchas disposiciones que argumentaban la necesidad de depurar– son sencillamente los hijos de catedráticos y profesores que, a través de instituciones como la Libre de Enseñanza, forjaron generaciones incrédulas y anárquicas».18 Se organizó, pues, una sistemática depuración, específica para la función docente, que fue organizándose y centralizándose a lo largo de la guerra. Las disposiciones legislativas que regularon el proceso se aplicaron desde el verano de 1936. En un primer momento se dieron poderes a los rectores universitarios para crear comisiones en todos los niveles educativos de sus distritos y llevar a cabo la depuración. Poco después se reguló de manera centralizada el proceso. Un decreto de 8 de noviembre de 1936 creaba cuatro tipos de comisiones: una para el profesorado universitario, otra para el de escuelas especiales, una tercera para el profesorado de enseñanza secundaria y la cuarta para los maestros. Las dos primeras eran generales para todo el territorio controlado por los sublevados, en tanto que las dos últimas se establecían en cada provincia. Los profesores entregaban una instancia con preguntas parecidas a las que preparó el gobierno republicano, aunque en sentido político contrario –de hecho, los franquistas ‘se copiaron’ de sus enemigos–. Estas instancias las valoraba y resolvía la comisión correspondiente, aunque la decisión última –que no solía variar– la adoptaba «la Superioridad». El interrogatorio era estandarizado y se preguntaba sobre los diversos aspectos del comportamiento político. Por ejemplo: ¿Dónde se encontraba al iniciarse el Alzamiento? ¿Qué acto ejerció o intentó para sumarse a él? ¿Prestó algún servicio bajo el «mando marxista»? ¿Fue destituido, cesado o jubilado? Partidos políticos a los que perteneció, fecha de ingreso y de baja, así como las cotizaciones –voluntarias o forzosas– que pagaba a partidos, sindicatos y otras entidades como el «Socorro rojo» o los «Amigos de Rusia». No podían faltar preguntas sobre si había pertenecido a la Masonería, si había formado parte de comités, si se había integrado o pertenecido a las milicias, si intentó pasarse a la España franquista, y, en fin, se le instaba a que indicase la actuación política de sus compañeros de trabajo, lo que abría la puerta a las delaciones. Los tipos de sanción previstos eran: separación definitiva, suspensión temporal de empleo y sueldo –de un mes a dos años–, traslado, jubilación forzosa, e inhabilitación para cargos directivos y de confianza, pudiéndose acumular sanciones –por ejemplo, suspensión temporal de empleo y sueldo e inhabilitación perpetua para cargos de confianza–. En febrero de 1939 se promulgó una nueva ley depuradora para todos los funcionarios que no suponía novedad; 19 tras anunciar varias veces la supresión de las comisiones de profesores de universidad y escuelas especiales –no las de profesores de instituto y maestros– dado el
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reducido número de profesores que quedaban para depurar, se dilataron hasta que quedó la tarea completada.20 En lo que no se parecía la depuración franquista a la republicana era en el propósito. Si la republicana se hacía para «mantener el espíritu de este momento»,21 la franquista no tenía carácter excepcional debido a la guerra, sino voluntad «permanente», como tantas cosas en la dictadura. José María Pemán explicó la filosofía depuradora sin ambages: «el carácter de la depuración que hoy se persigue –decía en 1936– no es sólo punitivo, sino también preventivo».22 Había que «extirpar» del sistema educativo las influencias de las «ideologías disolventes». En este sentido se generó una abundante y enfática literatura para justificar la depuración que hablaba de la necesidad de ‘sanear’ España, de ‘amputar’ los ‘miembros podridos’, etc. En esta campaña –una agresiva y sistemática zumba– participaron dirigentes políticos y una riada de publicistas segundones.23 Publicistas y dirigentes políticos calculaban que el 75% del personal docente era «traidor» a la «Causa Nacional»; pero, sin duda, era una exageración, una prevención contra los intelectuales a los que se consideraba portadores de la peste liberal. En realidad, los depurados fueron muchos menos. El argumento servía para justificar la severidad de la purga. En la depuración, además de la coacción, afloraba el iluminismo larvado por la derecha católica durante muchas décadas, según el cual la educación liberal y democrática era considerada culpable de los males de la Patria, y la ILE la principal responsable, cosa que se venía repitiendo desde los tiempos del padre Manjón.24 Enrique Suñer también publicó en 1937 un libro titulado Los intelectuales y la tragedia española, en el que se hacía responsable de ‘la tragedia’ a la ILE y a todas las instituciones y personas relacionadas con ella, incluyendo a la JAE, a Giner o a Castillejo, secretario de la Junta: «Así como las doctrinas de Carlos Marx –decía– tuvieron necesidad de esperar muchos años para encontrar en Lenin el hombre adecuado para ponerlas en práctica, del mismo modo los ideales pedagógicos de Giner hallaron, aunque infinitamente más pronto –eran de acción limitada–, en Castillejo el agente que les diese realidad. ¡Y qué realidad más funesta para nosotros!».25 Y a la violencia e iluminismo se añadían la venganza personal, la envidia, las posibilidades abiertas de prosperar en el escalafón o en otros puestos de trabajo. La denuncia y la delación, especialmente entre los técnicos, fueron moneda corriente. Con ello se creaba una red de complicidades y apoyos a la dictadura, la adhesión inquebrantable, que era mucho más que retórica.26 La represión y depuración masiva requería complicidades e implicaba a parte de la sociedad.27 Como recoge Laín Entralgo y se decía en la época: ¿Quién es masón? El que va por delante en el escalafón».28 Dionisio Ridruejo ha explicado el fenómeno:
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En todas las esferas profesionales, en efecto, hubo minorías de celantes, dispuestos a ir más lejos de lo que las mismas normas oficiales exigían, para aprovechar el río revuelto 55
eliminando competidores ilustres o afortunados, enemigos personales o miembros de capillas rivales. La envidia, el resentimiento, la pequeñez, el arribismo, mostraron el poder que ejercían.29
En cualquier caso, la envidia de los celantes no debe ocultar que los propósitos de la represión eran batir al enemigo y conseguir «la destrucción física de los cuadros de los partidos del Frente Popular»,30 así como de los ciudadanos más comprometidos con esta causa. *** Los expedientes de depuración del profesorado universitario esperan su análisis de conjunto, pero por los indicios que se tienen –y por los conocimientos de la depuración de otros sectores–31 es de suponer que no van a aportar muchas novedades: los procesos son arbitrarios, los «cargos» que se les imputan a los sancionados se limitan –dice Carreras de los de la universidad de Zaragoza– «a calificar de manera insultante actuaciones políticas o trayectorias profesionales... con aseveraciones calumniosas sobre la vida privada de los encausados».32 Se les expulsa del cuerpo, se les jubila forzosamente o se les sanciona «por rojos», y, sin duda, se añaden rencillas y envidias... Pongamos dos ejemplos: Francisco Tello Muñoz, catedrático de medicina y discípulo de Cajal, fue separado de la cátedra y de la dirección del Instituto de In Investigación fundado por su maestro debido a su ateísmo, por no haber bautizado a sus hijos, y por haber ocupado cargos en la época de la guerra; fue rehabilitado diez años después en otra cátedra, cuando ya le faltaba menos de uno para jubilarse.33 Vicens Vives fue inhabilitado para ejercer la docencia durante dos años –la universitaria, de la que fue destituido, y la de instituto, de la que era catedrático desde 1935–, entre otras razones, por «haberse efectuado el acto de su matrimonio en el edificio de la Universidad» –y eso que un día antes se casó por la iglesia clandestinamente, en la Barcelona anarcosindicalista de los años de guerra.34 Los resultados de la depuración franquista los conocemos muy parcialmente. En enseñanza primaria, de 20.000 expedientes de 14 provincias, fueron sancionados 5.000 maestros –el 25%–, de los que 2.000 fueron separados definitivamente.35 La depuración en enseñanza secundaria y superior, tanto de facultades como de escuelas técnicas, espera, pacientemente, al investigador, por lo que no se pueden ofrecer resultados globales. En cualquier caso, para hacernos una idea de lo sucedido en la universidad, conviene considerar que antes de empezar la guerra había unos 600 catedráticos, entre activos y excedentes, y antes de hacerse las primeras oposiciones franquistas en 1940 sólo quedaban 380. El escalafón se redujo, pues, en un 37%.36 Las universidades de Madrid y Barcelona, donde se concentraba el profesorado más representativo, fueron, con mucho, las más afectadas por la purga. Por lo que se refiere a Barcelona, emblemática para la reforma educativa republicana y para la autonomía catalana, conoció un severo ajuste de cuentas. Los contrata-
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dos por el patronato fueron directamente cesados y el resto se sujetó a las comisiones depuradoras. Nada menos que 134 profesores fueron separados de la universidad catalana, lo que representaba el 50% de la plantilla –otras sanciones al margen–.37 En Madrid, la sanción afectó al 44,4% de la plantilla de los catedráticos y al 46,7% de los auxiliares y ayudantes, siendo separados el 40% de los sancionados.38 En las otras universidades de la antigua corona, los porcentajes de los sancionados fueron menores. En Valencia afectaron a 19 profesores –12 catedráticos y el resto auxiliares–, lo que representaba el 23 % de la plantilla; de los depurados, 15 fueron separados del servicio.39 En la universidad de Zaragoza, en la zona franquista desde el principio de la guerra, fueron sancionados 15 profesores –de ellos 12 catedráticos–, y perdieron el trabajo 11.40 Comparada con la depuración de otras dictaduras fascistas, la depuración universitaria franquista alcanza el podio. En la portuguesa solamente fueron separados algunos profesores; en la italiana se calcula la expulsión de 300, un 10% del profesorado; en la alemana –la más parecida a la española– perdieron el trabajo 1.678 profesores (incluyendo la depuración racial, que afectaba al 80 % de los depurados, y el resto, por izquierdistas o pacifistas). La española, como acabamos de calcular, se puede cifran en 220 y un 37% del escalafón.41 En resumen, la depuración franquista en la universidad fue enorme, y el problema no era solamente cuantitativo: «las repercusiones fueron gravísimas para la enseñanza y la ciencia» ha escrito Carreras refiriéndose a Alemania, aunque es perfectamente extensible la afirmación para España.
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Exiliados A la depuración se añade el exilio. España ha tenido una contumaz historia de expatriaciones por causas religiosas y políticas. En una sociedad donde, desde la unión dinástica de los Reyes Católicos, se ha cebado la violencia, la intolerancia y el fanatismo, se ha expulsado al exilio a musulmanes, judíos, moriscos, protestantes, afrancesados, liberales, socialistas, comunistas y anarquistas. El exilio republicano de 1939 constituye uno de los fenómenos más importantes de nuestra historia reciente. A diferencia de los anteriores exilios de la época contemporánea no se redujo a un grupo más o menos numeroso de figuras –señeras o medianas– de la intelectualidad y la política, sino que fue masivo y afectó a un amplio abanico de profesiones y oficios. «Por la diversidad de las profesiones –ha escrito Sánchez Vázquez– es un espejo del amplio espectro de las fuerzas sociales que libraron la guerra contra el franquismo».42 Medio millón de exiliados es la cifra que se maneja; una parte minoritaria de este grupo –por lo menos cinco mil– eran intelectuales con cierta notoriedad en el campo de la política, la ciencia, la técnica, la literatura, la filosofía, las artes y las profesiones liberales y docentes. A la tragedia humana y personal de los desterrados se añade el vacío que dejaron y, en el caso de los intelectuales, el vacío cultural. Nunca se podrá 57
ponderar, probablemente, el retraso que supuso la expatriación de la plana mayor de la intelectualidad; nunca sabremos cuál hubiese sido el horizonte de España si no se hubiese producido el forzado destierro. Bastará con que constatemos que se estaba operando un profundo cambio cultural que quedó segado...43 A la universidad, el exilio le afectó de lleno. En una relación publicada en Buenos Aires en 1940 se recogía una lista que intentaba ser lo más completa posible y en la que se daba noticia de 195 profesores de universidad, de los que 96 eran catedráticos.44 Pero no es sólo cuestión de número. La universidad quedó privada, francamente, de sus mejores cabezas. Que algunos buenos profesores continuasen y accediesen «jóvenes valores», como gustaba decir la propaganda del Régimen, no elude la verdad de la afirmación general. La plana mayor de los grandes maestros se exilió, y algunas especialidades quedaron desmanteladas. Bastará recordar que siete ex-rectores nutrieron las filas del exilio: Blas Cabrera, José Giral y José Gaos, de la universidad de Madrid; Serra Hunter, Pi i Suñer y Bosch Gimpera, de la de Barcelona; José Puche, de la de Valencia.45 En un trabajo importante, Francisco Giral analiza el exilio científico, especialmente el americano.46 Prosopografía a unos 500 autores, entre los que incluye catedráticos, auxiliares y ayudantes, pero además, para evaluar el impacto del exilio sobre la inteligencia española, integra a los que eran estudiantes universitarios que, con el paso de los años, se convirtieron en figuras de relieve en su campo. Desde luego, éstos completaron su formación en otros países y consiguieron en ellos puestos y destinos que les permitieron el cultivo de la ciencia; su desarrollo dependió de sus capacidades, oportunidades y del entorno de su nueva patria, pero en cualquier caso han sido o son científicos que nacieron en España y, contra su voluntad, trabajaron y vivieron fuera. Qué hubiese sido de ellos de seguir en España nunca se sabrá, ni interesa, pero sí que procede conocer su obra y valorar su aportación, porque, al remate, fueron españoles que nutrieron las filas del exilio y de sus capacidades se vio privado el país donde nacieron. A no pocos de ellos la guerra les sorprendió en la universidad, y fue su compromiso con la República lo que les obligó al destierro, como es el caso del biólogo Dionisio Peláez, del físico Nicolás Cabrera Sánchez o del fisiólogo Ramón Álvarez-Buylla, por citar algunos.47 Este proceso fue similar en otras áreas del saber: los profesores de filosofía y estética, Sánchez Vázquez y José Ricardo Morales, son otros ejemplos. Para los profesores que tuvieron que marcharse, desterrarse, exiliarse, la experiencia significaba quebrar su vida, empezar de nuevo y en nuevas condiciones y circunstancias. Añadamos que otros profesores se vieron reducidos al llamado exilio interior: fueron depurados, privados de la cátedra para siempre o durante algunos años, a veces fueron encarcelados y, en todo caso, sometidos al silencio. Un ejemplo es el químico Enrique Moles, que regresó a España en 1941. Al llegar a la frontera de Irún fue encarcelado. En 1943, cuando contaba 60 años, salió de la cárcel, pero fue despo-
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seído de sus cargos académicos y vivió los últimos diez de su vida trabajando en los laboratorios farmacéuticos IBYS, refugio de muchos científicos...48 La universidad se convirtió en botín de guerra de los vencedores; las posibilidades de promoción de quienes no tenían avales políticos se redujeron drásticamente. El exilio interior –que no afectaba sólo a los profesionales y profesores condenados a vivir en el ostracismo, sino a toda la población vencida– obligaba a vivir en la derrota. A los vencidos se les negó el pan y la sal, se les separó de la sociedad, se les privó de derechos, se les marginó, se les miró como delincuentes, fueron excluidos del espacio público y vivieron en el miedo y la angustia y, desde 1947-48, sin esperanza de cambio alguna. Una condena.49 Ejecutados En este cuadro de represión no faltan los universitarios ejecutados, de los que tampoco se privó el franquismo. Los juicios sumarísimos, muchos de los cuales condujeron a la ejecución, han sido sintetizados así por Casanova: Tras la típica explosión de venganza en las ciudades recién conquistadas, los «paseos» y las actuaciones de poderes autónomos, como los escuadrones falangistas, dejaron paso al monopolio de la violencia del nuevo Estado, que puso en marcha mecanismos extraordinarios de terror sancionados y legitimados por leyes. Con la jurisdicción militar a pleno rendimiento, se impulso un terror frío, administrativo, rutinario. Los Consejos de Guerra, por los que pasaron decenas de miles de personas entre 1939 y 1945, eran meras farsas jurídicas, que nada tenían que probar, porque ya era demostrado de entrada que el acusado era un rojo, un ‘animal’ que decía el ‘erudito’ González de Aguilera.50
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Que conozcamos, hubo veintiún profesores fusilados, una bibliotecaria y otros dos murieron en la cárcel.51 En total, veinticuatro víctimas –sin contar estudiantes– de momento. De la Universidad de Granada se fusiló a seis: el rector Salvador Vila Hernández,52 los catedráticos José Palanco Romero,53 Joaquín García Labella,54 Rafael García Duarte Salcedo,55 Jesús Yoldi Berau,56 y el auxiliar José Megías Manzano.57 De la Universidad de Zaragoza se fusiló a cuatro: los catedráticos Francisco Aranda Millán,58 José Carlos Herrera, Augusto Muniesa Belenguer y el auxiliar y hermano del anterior José María Muniesa Belenguer. De la Universidad de Madrid se fusiló a tres profesores: los auxiliares Manuel Calvelo López,59 Francisco Pérez Carballo (gobernador civil de A Coruña después de las elecciones de febrero de 1936)60 y Luis Rufilanchas Salcedo, y a la bibliotecaria Juana Capdeville Sanmartín,61 esposa de Pérez Carballo. Tanto a este matrimonio como a los otros dos profesores madrileños se les fusiló en Galicia, donde estaban iniciando sus vacaciones, y debe señalarse además que a la bibliotecaria, la encarcelaron, abortó al enterarse de la muerte de su marido, la soltaron y, luego, milicias fascistas la asesinaron tras violarla.62 De la Universidad de Salamanca, se fusiló a tres: el catedrático Casto Prieto Millán,63 y los auxiliares Julio 59
Pérez Martín y Julio Sánchez Salcedo. De la Universidad de Valladolid se fusiló a dos: el catedrático Arturo Pérez Marín64 (hermano del auxiliar fusilado en Salamanca), y el auxiliar Federico Landrove López.65 De la Universidad de Sevilla, uno: el auxiliar Rafael Calbo Cuadrado. De la Universidad de Oviedo uno: el rector Leopoldo GarcíaAlas García-Argüelles. De la Universidad de Valencia, uno: el ex-rector, Juan Peset Aleixandre.66 Además, se añaden a la lista dos profesores que murieron en la cárcel: el catedrático de Madrid, Julián Besteiro Fernández,67 y el catedrático de Santiago, Luis Morillo Uña.68 EL NACIONALCATOLICISMO
Las raíces De la represión también forman parte la cultura política y la ideología. Debemos cerrar el cuadro refiriéndonos a estos aspectos: nos centraremos en las raíces y propósitos de la política educativa. Las raíces que inspiraban la política educativa de la Nueva España se inscribían en la tradición católica integrista gestada desde finales del siglo anterior, a la que se le añadieron elementos aportados por la derecha radical de los años veinte y treinta. En este sentido, resultó decisiva la experiencia derivada de la «guerra escolar» contra el modelo educativo republicano, que contribuyó a definir con nitidez las posiciones. A este programa se añadieron unas pocas adiciones procedentes de la Falange, partido que apenas había desarrollado ideas propias sobre la cuestión educativa. Ni la doctrina educativa del partido de José Antonio –de «inanidad» la califica Ruiz Carnicer–69 ni su experiencia en este campo, podían competir con la aportación de la derecha católica. A partir del estallido de la guerra, las posiciones de los franquistas convergieron y los puntos de vista falangistas sobre educación –que iban poco más allá de aspirar a la estatalización del sistema educativo– se diluyeron en un crisol común, con escasos matices, que suele llamarse nacionalcatolicismo. La disputa entre la Iglesia y la Falange por la educación no afectó apenas a los principios pedagógicos ni a contenidos educativos; unos y otros, en ese punto, compartían lo fundamental. El debate se centró en la influencia que cada sector reclamaba para sí. Sólo en los años de 1939 a 1942, cuando las potencias del Eje parecen dominar la situación bélica, se registra una mayor desenvoltura de los falangistas, pero la marcha de los acontecimientos deshinchó pronto las expectativas azules. En cualquier caso, católicos y falangistas, la verdad es que compartían lenguaje, simbología y poder (compartían «la victoria»), pero, sobre todo –eso es lo que aquí debemos subrayar– compartían el empeño de rehacer una «nueva España» que pasaba por excluir a los vencidos, todo lo cual daba gran coherencia al discurso ideológico del franquismo, pese a las diferencias y matices, ambiciones y personalismos, que no afectaban a lo fundamental.70
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Algunos ideólogos ¿Qué pensaban católicos y falangistas sobre la universidad? Nos interesa repasar las propuestas de los principales portavoces.71 Empezaremos por José Pemartín, encargado de la enseñanza superior y media entre 1938 y 1942, que fue publicista de la dictadura de Primo de Rivera, colaborador de Acción Española y escribió en 1938 un conocido ensayo político que tenía por objetivo fundamentar el régimen que nacía, titulado Qué es lo ‘nuevo’.72 En este libro parte de la premisa –de honda raigambre en el pensamiento integrista– de que la nación española es «un ser historico-ético de sustancialidad católica», y puesto que concibe la enseñanza como «la transmisión del alma de la ‘Nación-Estado’ a las nuevas generaciones» –no el desarrollo de las capacidades y la formación abierta y crítica del alumno–, concluye que la educación en España ha de ser «esencialmente católica». Ello obliga a enseñar la verdadera religión, que es, por designio del Altísimo, la sustancia nacional, y a eliminar todo lo que sea contrario a esta ortodoxia. A la enseñanza religiosa ha de añadirse «la segunda religión», la historia de España, concebida como el desarrollo en el tiempo de ese espíritu católico-integrista. La nueva política educativa, así las cosas, ha de tratar de «reimpregnar» a los españoles de esas esencias –atacadas por ilustrados, liberales, masones, y no digamos por institucionistas y republicanos– y «reintegrar hondamente a España en su sustancialidad católico-tradicional», evitando el «panestatismo» –para dejarle, claro está, amplio margen a la Iglesia en este campo–. Lamenta Pemartín que «otros países fascistas» resuelvan la cuestión educativa de una manera «unilateral», es decir, absorbiendo el Estado la enseñanza privada; pero en España, «como nuestro fascismo es eminentemente católico», esos peligros –que soliviantarían a la Iglesia– se alejan y se impone la colaboración, que nuestro autor intuye muy provechosa... Devolver a la enseñanza el fondo católico y el patriótico, recatolizar la universidad, instituir un sistema de colaboración entre la enseñanza pública y la de las congregaciones religiosas –a las que el Estado deberá «amparar» decididamente «por medio de subvenciones»–, y ser intolerantes con los que no comulgan con las nuevos principios, son algunas de las propuestas... Las propuestas de Pemartín para organizar la universidad eran tres. En primer lugar, recatolizarla. Esto se haría enseñando religión a los alumnos –creando «sabias y atrayentes» cátedras de apologética, historia de la religión, teología, moral...– y formándolos como buenos católicos. La formación en el rigor de la ortodoxia era importante porque la edad de los estudiantes es la de «las pasiones», «las dudas» y «las tentaciones de la carne», y tales turbulencias –sobre todo las tentaciones de la carne– «se alían eficazmente a los asaltos pseudocientíficos de la Fe». La segunda sugerencia es la «libertad instrumental» de las universidades dentro de la «rigidez de principios», es decir, más o menos los planteamientos de la dictadura de Primo de Rivera: las universidades administran fondos, proveen cátedras por oposiciones o concursos, nombran autoridades académicas, y todo ello lo hacen dentro de la «rigidez de principios» 61
y bajo la atenta inspección del Estado. A todo esto lo llama Permartín «autonomía universitaria bien entendida», lo que, además de «aumentar la eficacia de las universidades», constituye una práctica del «fascismo intensivo» –lucubración de nuestro autor en la que no vamos a entrar–. La tercera propuesta es un nuevo mapa territorial de los estudios superiores, decidido por el Estado. Cada universidad tendría una «facultad favorita» a la que «mimaría» dotándola ampliamente. El mapa que sugiere es el siguiente: en la universidad de Zaragoza, por ser la «heroica e inquebrantable» ciudad de «los justicias» la facultad mimada debería ser Derecho. En Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, por ser ciudades populosas, Medicina; en Santiago –céltica–, Letras; en Salamanca –austera–, Filosofía y Derecho; en Granada –con almenados perfiles de la Alhambra–, Historia; en Valladolid –castellana y moderna–, Matemáticas... Se trata de descentralizar, de traer y llevar estudiantes de unas ciudades a otras para que «se empapen de españolismo». Se trata, además, de vacunarse contra los peligros de grandes aglomeraciones de catedráticos y estudiantes en Madrid o Barcelona. Según Pemartín, la «intelectualidad madrileña» está llena de «cursis», «charlatanes», «papanatas». La catalana está llena de separatistas; además, en la universidad de Barcelona deben suprimirse las facultades de Letras y Derecho, por ser las que más se prestan a la política. No faltan castigos para Bilbao, cuya escuela de Ingenieros Industriales debe trasladarse a Vitoria o Pamplona. En la línea de Acción española, López Ibor publicó en 1938 el Discurso a los universitarios españoles.73 Para él, la autarquía económica y la cultural eran aspectos ensamblados de una misma unidad. Proponía una «autarquía de la inteligencia» que permitiera a España no sólo alcanzar la autarquía económica, sino reconstruir la «fuerza interior» para alcanzar el «estatus histórico que al país le corresponde. De ahí la importancia de la universidad. Tras explicar que en los últimos tiempos no había «universidad auténtica», por haberse extranjerizado y renunciado a su propio ser, reflexiona sobre la que se debe organizar. La nueva universidad ha de inspirarse en la época imperial. Ha de ser alma del humanismo español, que es «un humanismo de hombre caído y redimido». La universidad liberal –importada, ajena al alma nacional– era «fáustica», ya que consideraba el saber como poder y se olvidaba del saber como camino de perfección. Convenía, pues, recuperar esta misión arrinconada por los liberales, que además era, en su opinión, seña de lo español. Pero esto no significaba convertir en teólogos a todos los universitarios; bastaba con que la teología influyese en los estudiantes de todas las facultades e impregnase el modo de ser de la cultura española. La nueva universidad, en fin, ha de ser imperial, cristiana, autárquica –«sólo una autarquía de la inteligencia nos permitirá una autarquía económica»–, someterse al principio jerárquico y alumbrar al «nuevo hombre que se avecina», forjando en él el sentido del honor, el heroísmo, el acto de servicio, la vida disciplinada... Por supuesto, también debe formar buenos profesionales y cultivar la investigación...
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Pero Pemartín y López Ibor no agotan el discurso del nacionalcatolicismo educativo. Algunos católicos aún querían más. Enrique Herrera Oria escribió un oportuno libro, en 1940, que proponía rescatar viejas instituciones educativas imperiales que él mismo se inventaba, y que resultaban oportunas para debatir con los falangistas. Decía que en la España imperial, el Estado se desentendió de la educación, confiándola a la Iglesia, y ahora proponía emular aquel tiempo tan glorioso...74 Por otro lado, a Herrera Oria no le bastaba con recatolizar la universidad estatal, sino que, directamente, reclamaba universidades católicas. En su opinión, debían instituirse tres tipos de universidades: las estatales, las semiestatales –subvencionadas ambas por el Estado–, y las pontificias. Todas debían ser autónomas, aunque –eso sí– inspeccionadas por el Estado y la iglesia. La propuesta de universidades católicas –las semiestatales, amén de las pontificias– se concretaba. Frente a estas posiciones estaban las falangistas: «Nuestra concepción integral del Estado exige toda hegemonía educativa» –decía Gavilanes en 1942–, para «infiltrar en las nuevas generaciones el espíritu y el sentido de las normas nacionalsindicalistas». Gavilanes, además, recelaba de que la «masa amorfa» fuese dirigida a un fin determinado por «elementos extraños a la política estatal».75 Entre estos ‘elementos extraños’ –citados también como «otras estirpes»– hallábase la Iglesia. Crípticas alusiones: esto era todo lo que se permitía la crítica azul en los años del apogeo del Eje. No andaba lejos de Gavilanes otro ‘teórico’ falangista, Antonio Maíllo: «Sólo edu educando al pueblo –afirmaba en 1943– podremos convertirle en auténtica comunidad de vida y destino, trocando en organismo fecundo la ‘masa’ amorfa y fragmentada en mil porciones enemigas que nos legó el liberalismo».76 Pero, como vemos, las propuestas falangistas sobre educación, más allá de insinuar la primacía del Estado, eran muy pobres, incluso cuando el sabio Laín Entralgo se adentraba en estos territorios concretaba muy poco: «el maestro nacionalsindicalista –escribió en 1941– debe potenciar en el niño sus resortes e ímpetus vitales, orientados ante la vida y el mundo en sentido militante».77 Pura palabrería. En resumen, reclamar la formación política o la educación para la milicia y el servicio era casi todo lo que quedaba en el pensamiento falangista, una vez eliminada la retórica retumbante. Respecto a la universidad, las propuestas falangistas también eran pobres, aunque estaban muy interesados en influir en este tramo educativo; no en balde el SEU, crisol del falangismo, era un frente universitario. La meta era conseguir una universidad «católica y política», fiel tanto a la ortodoxia como al sentido nacionalsindicalista. Los falangistas aprovecharon la coyuntura de los avances de las potencias del Eje para alzar su voz e intentar no dejarse arrebatar otra pieza del sistema educativo. Habían perdido la enseñanza primaria, la media y el CSIC, pero reivindicaban la universidad. «¡No más leyes que arranquen partes importantes de poder a un Estado que nosotros queremos totalitario!», clamaba Antonio Tovar, lamentando la postergación de los falangistas en el nuevo Estado. El V Consejo na-
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cional del SEU, celebrado en diciembre de 1941, expresó la opinión de los azules.78 El momento era oportuno, pues en el Ministerio se estaba estudiando la reforma de la universidad. Uno de los objetivos del cónclave falangista era «conquistar» la universidad, hacerla un feudo nacionalsindicalista, convertirla en «escuela de mandos de la patria» y, de paso, frenar las ambiciones de la derecha católica. En las conclusiones proclamaron que la universidad ha de ser «piedra angular de la revolución pendiente; pilar fundamental de la España que será: forja de los hombres que han de hacer la revolución y han de hacer a España». El iluminismo no podía ser mayor: el triunfo de las ideas falangistas «puras y rebeldes» dependía del control de la universidad, que debía estar en manos del Estado y no bajo «presiones y corrientes del tipo más ancestral». De nuevo, el lenguaje críptico e indirecto: las ‘presiones ancestrales’ eran las de la derecha católica... Antonio Tovar y Pedro Laín, presentes en los debates, diagnosticaron lo que, a su juicio, eran los males de «la cochambre universitaria»: la excesiva libertad de cátedra, la falta de disciplina de los profesores, la apatía y falta de exaltación revolucionaria de los estudiantes... En cambio, las medidas que propusieron para conseguir esa universidad «totalitaria» eran muy débiles: influir en el Consejo Nacional de Educación para mejorar la ley que se prepara, activar campañas de propaganda, vigilar a los profesores, participar en las oposiciones, reunir en residencias y cole colegios mayores falangistas a estudiantes capacitados –vivero de futuros catedráticos y profesionales–, etc. Pero, ¿cómo desarrollar la influencia? Poco dicen. Cuando el asunto es más importante, menos concretos son. Por ejemplo, para asegurar las cátedras de nueva creación en manos falangistas, Laín propone «exigir una participación, la que sea, como sea». Y, mientras los falangistas se removían en esta imprecisión –la participación que sea–, los tribunales seguía nombrándolos el ministro, verdadero árbitro del reparto de cuotas de cátedras entre las familias del Movimiento. No acaban ahí las contradicciones del SEU. Los falangistas no le niegan a la Iglesia el derecho a crear instituciones de educación superior, aunque consideraban necesario prohibir por el momento el ejercicio de ese derecho. Más genéricas eran otras propuestas sobre la universidad: una buena enseñanza profesional, creación de seminarios de investigación, más bibliotecas, clínicas y laboratorios. Se trataba de la universidad soñada, vestida con camisa azul. Estos puntos de vista de 1941 son coincidentes, en lo fundamental, con la visión que el SEU tenía de la universidad en 1939. Los seuístas, entonces, se prepararon para reconquistar la universidad buscando «la consecución de una masa escolar sana de cuerpo y espíritu que, libre de prejuicios seculares, desarrolle una intensa labor profesional y trabaje también por el Imperio y la Cultura Hispana», según decía un folleto publicado en Barcelona al acabar la guerra.79
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EL ORDEN FRANQUISTA EN LA UNIVERSIDAD
La universidad franquista en guerra El primer organismo de los sublevados que se encargó de la educación fue la Comisión de Cultura y Enseñanza, creada en 1936, donde el grupo Acción Española tuvo una gran influencia.80 La derecha conservadora y la Iglesia se habían situado en posición de ventaja en el embrión del futuro Ministerio de Educación. Cuando en enero de 1938 se organizó éste, se mantuvieron los planteamientos. El primer ministro de Educación franquista, Pedro Sáinz Rodríguez, era monárquico autoritario e integrista católico; estaba vinculado al grupo Acción española y opinaba que la legislación educativa republicana era una «empresa de embrutecimiento colectivo».81 A Sáinz lo acompañaban, entre otros: •
La política educativa acordada por la Comisión de Cultura y el Ministerio de Sáinz Rodríguez se centró en la enseñanza primaria y media, en las que se introdujeron –como no podía ser de otro modo– los valores del nuevo Estado.82 La enseñanza secundaria fue particularmente atendida por los sublevados. Enrique Herrera Oria había explicado en 1935 las motivaciones de este interés: «el problema más grave de un país –decía– es la educación de la juven juventud», y «el período que pudiéramos llamar crítico es el que transcurre entre los diez y los diecisiete años, es decir, la época en la cual a los jóvenes se les imprimen las ideas fundamentales de lo que han de ser después en la vida».83 Y así, empezaron por reformar esta etapa, considerada clave para formar a las futuras clases dirigentes. El ministro Sáinz Rodríguez elaboró la Ley de Enseñanza Media de 1938, de acuerdo con los principios ideológicos de la nueva España y atendiendo a los intereses de las instituciones eclesiásticas.84 Las reformas en la enseñanza universitaria, con los estudiantes movilizados, no eran tan urgentes. Las universidades de la zona franquista, con las clases suspendidas, se pusieron al servicio de la guerra –órdenes de 5 de septiembre de 1936 y del 4 de enero de 1937–.85 Se procuró aprovechar en lo posible al profesorado universitario de que se disponía para que colaborase en tareas militares o administrativas y en campañas de propaganda; paralelamente, gran parte de los edificios universitarios y los materiales útiles para la guerra –mapas, laboratorios, etc.– se requisaron. Desde el otoño del 36, los profesores se incorporaron a equipos de censura y propaganda o colaboraron en comisiones depuradoras, tribunales militares, oficinas de gestión, inspección de la enseñanza primaria y secundaria...86 La ayuda más valiosa la aportaron profesores de Medicina y Ciencias que, militarizados, trabajaron en servicios sanitarios o en tareas de apoyo logístico. Así, el Hospital Clínico Universitario de Zaragoza se puso al servicio del Ejército y desempeñó un importante
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papel en la zona franquista hasta la caída de Cataluña; los profesores de Ciencias de esta universidad se agregaron a servicios militares para resolver diversos problemas, desde el descifrado de telegramas y estudio de claves hasta la investigación de combustibles, gases tóxicos y su contrarresto, o la fabricación de «botellas incendiarias».87 A estos cometidos, desde principios de 1937, se añadieron ciclos de conferencias dirigidos a un público libre, y organizados por todas las universidades de la zona franquista –algunos de ellos bajo el nombre genérico de ‘cursos Menéndez y Pelayo’–. Los impartieron profesores de las distintas facultades, especialmente de Letras y Derecho, y su objetivo era propagar el discurso ideológico del Nuevo Estado, «mantener la cultura nacional», descalificar la obra republicana, alabar las excelencias de la España eterna, y, en fin, justificar la sublevación militar. Estas conferencias avanzaron lo que, a partir de 1939, fueron contenidos habituales de la universidad franquista. Las que organizó la universidad de Zaragoza, por ejemplo, explicaban temas como «la España imperial», «catolicidad e imperio», «la ciencia española del derecho de gentes en el siglo del imperio», «la lucha contra las corrientes filosóficas heterodoxas y antiespañolas», la «forma direccional jerárquica en Alemania, Italia y España», etc. Parecida fue la organización en las demás universidades de la zona franquista,88 ninguna de las cuales abrió curso académico, como hicieron las republicanas, durante la guerra. Sólo al acabar ésta se iniciaron las actividades académicas ordinarias, y entonces se organizaron cursillos abreviados, llamados patrióticos, para permitir que los ex-combatientes de su bando recuperasen el tiempo perdido... Paralelamente, las asociaciones de los estudiantes de derecha –fascistas, tradicionacionalistas y católicos– fueron integradas en el SEU, que quedó, desde noviembre de 1937, como sindicato único de los universitarios de la Nueva España. El proceso de unificación no fue sencillo: hubo resistencias, fue necesario destituir a gran parte de los dirigentes provinciales del SEU y la AET, y reiterar las órdenes –septiembre de 1939–. Por otro lado, lo mismo en la zona franquista que en la republicana, los estudiantes participaron activamente en la guerra, tanto en el frente –los alféreces provisionales completaron los cuadros militares– como en la retaguardia –vigilancia, propaganda...–.
EL CSIC Y LA LEY DE ORDENACIÓN UNIVERSITARIA
Los primeros tanteos de reforma universitaria que prepararon los franquistas tomaron como modelo la legislación de la dictadura de Primo de Rivera. Sáinz Rodríguez, apenas aprobada la Ley de Enseñanza Media, nombró una comisión –Pío Zabala, Inocencio Jiménez, Pérez Bustamante y López Ibor– que redactó un proyecto de reforma universitaria, publicado en abril de 1939, cuyo contenido se inspiraba en 66
las propuestas de Callejo.89 La Falange, ausente de la comisión, no parecía dispuesta a renunciar a la universidad, por lo que arreciaron críticas contra el proyecto. El ministro fue cesado, aunque no por este motivo, sino por su fidelidad a la monarquía. El nuevo ministro de Educación, José Ibáñez Martín, era un catedrático de instituto, católico, propagandista, vinculado a Acción española, dirigente de Renovación española y diputado por la CEDA. Se mostraba más hábil que su antecesor con los falangistas: su monarquismo era mucho más diluido y tenía gran capacidad para navegar entre las presiones procedentes de la derecha católica –que deseaban una ley universitaria tan permisiva para las universidades católicas como lo era la Ley de Enseñanza Media– y las tendencias de determinados sectores falangistas –que aspiraban al monopolio político estatal de la universidad–.90 La ley universitaria aún tardó cuatro años en incubarse. Antes fue organizado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En efecto, en 1939, lo primero que hizo Ibáñez Martín, junto con el también catedrático de instituto José María Albareda, fue crear el CSIC, organismo que sustituía a la JAE y heredaba sus instalaciones. El Consejo tenía como función restaurar «la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII», «elaborar una aportación a la cultura universal», «formar un profesorado rector del pensamiento hispánico» y, por supuesto, desarrollar la investigación y vincularla a «los intereses espirituales y materiales».91 El CSIC estaba subordinado jerárquicamente al gobierno: el alto patro patronato lo ejercía Franco y su presidente era el ministro de Educación, quien se encargó de designar a los cargos rectores de la institución y a los investigadores. Los puestos directivos se confiaron a figuras de la derecha católica, destacando la presencia de miembros del Opus Dei, como Albareda, el verdadero arquitecto de la nueva institución –se le ha llamado «el Castillejo del CSIC»–, que ocupó su secretaría general hasta su muerte, en 1966. Los investigadores también se designaron atendiendo predominantemente esta afinidad. Ninguna de las familias de la dictadura tuvo una posición tan privilegiada en el Consejo como los seguidores de Escrivá, que contaron con el apoyo incondicional de Ibáñez Martín. Así pues, la reconstrucción institucional de la ciencia, urgente tras el desmoche que comportó el exilio y la depuración, se hizo con un marcado criterio partidista y clientelar. Laín Entralgo ha explicado que se prescindió de «los mejores», se evitó no sólo a los sospechosos de liberalismo, sino también a los que, fieles a la causa franquista, no comulgaban con los principios del catolicismo integrista.92 En sus primeros años, la actividad del CSIC se centró en la elaboración ideológica, siendo muy activos los patronatos de humanidades, el «Menéndez Pelayo» y el «Raimundo Lulio». Desde el Consejo se publicó Arbor –a partir de 1944– una revista ideológica, orientada por miembros del Opus, que se ocupó de actualizar la vigencia del catolicismo integrista y dar respuesta a otras publicaciones de intelectuales falangistas como Escorial. Pero a esta línea ideológica, cuyos pensadores más destacados
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fueron Rafael Calvo Serer –en su primera etapa–, Florentino Pérez Embid o Federico Suárez Verdaguer y su escuela histórica, el Consejo añadió otras líneas de actuación: la científica. A partir de 1946, en el marco de la política económica autárquica, adquirió importancia la investigación científico-técnica, destacando el patronato «Juan de la Cierva», con los institutos de construcción y cemento, investigaciones metalúrgicas, plásticos y caucho, fermentaciones industriales, y óptica, a los que se añadieron otros en los años cincuenta. Se consolidaron, pues, investigadores profesionales, se editaron revistas –cada Instituto la suya– y se pensionó en el extranjero a diversos investigadores –en 1957 sumaban 849–, muchos de los cuales, casi un tercio, alcanzaron cátedras en la universidad. Desde el CSIC se influyó en la universidad, no sólo preparando futuros catedráticos con becas y otras posibilidades de estudio, inalcanzables para auxiliares y adjuntos de universidades de provincias, sino además se crearon delegaciones provinciales y secciones de instituto en distintas universidades. Era un modo de repartir prebendas que benefició a un puñado de catedráticos amigos, que conseguían ser colaboradores o investigadores. Estas secciones, a menudo, estaban formadas por un solo investigador, el catedrático beneficiario, con lo que sus resultados científicos no podían ser muy sólidos, aunque sí los concernientes a la meritocracia del favorecido. En fin, fueron miembros del CSIC los que presidieron muchos tribunales de cátedras.93 En agosto de 1940, Ibáñez Martín creó el Consejo Nacional de Educación, ór órgano consultivo que sustituía al viejo Consejo de Instrucción Pública Liberal. A una de sus comisiones se le encargó que elaborase un proyecto de ley universitaria. La Comisión la presidía nuevamente Zabala, y entre sus miembros se hallaban personas de la derecha católica, como Albareda, y falangistas como Laín. No faltaron las disputas ni las zancadillas entre unos y otros, dispuestos a controlar tan importante sector educativo. El resultado fue la Ley de Ordenación Universitaria de julio de 1943, que pasó por el trámite de las Cortes corporativas, recién estrenadas, y que fue la más azul de las leyes educativas del franquismo, sin renunciar, ni mucho menos, al catolicismo integrista.94 Los falangistas estaban muy satisfechos: consideraban que lo mejor que tenía la ley se debía a su presión. Con todo, los católicos no estaban –ni mucho menos– decepcionados. ¿Cuál era el contenido de la ley? Arrancaba con un preámbulo doctrinal en el que se condensaba la historia universitaria española con una interpretación coincidente con la desarrollada por la derecha católica: «aquella gran Universidad imperial perdió sus lumbres en la gran crisis del siglo XVIII, donde se acusaron ya las influencias extrañas». Durante el siglo XIX empeoró, atizada por «la rígida influencia del sistema napoleónico», la «desorientación», los «exotismos», la «maraña de disposiciones», la «efímera legislación»... Nadie se salvaba de causar el desastre, ni en el XIX ni en el primer tercio del XX, excepto «la Dictadura del ínclito general Primo de Rivera». Los
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demás ministros estaban contaminados por el liberalismo, y no hicieron más que aumentar la «crisis», la «ruina», el «caos». «La educación intelectual estaba desquiciada, había sucumbido en manos de la libertad de Cátedra la educación moral y religiosa, y hasta el amor a la Patria se sentía con ominoso pudor, ahogado por la corriente extranjerizante, laica, fría, krausista y masónica de la Institución Libre, que se esforzaba por dominar el ámbito universitario». La República era lo peor: lanzó a la universidad «por la pendiente del aniquilamiento y la desespañolización»... La nueva universidad que se instauraba, por el contrario, entroncaba con la tradición imperial que se abandonó en el siglo XVIII. Pero, además, se enriquecía «con las normas y el estilo del nuevo Estado, antítesis del liberalismo». En adelante, «todas las actividades» de la nueva universidad «habrán de tener como guía suprema el dogma y la moral cristiana», y la nueva ley «en todos sus preceptos y artículos, exige el fiel servicio de la Universidad a los ideales de la Falange». Pero más allá de la retórica delirante, la ley franquista era menos innovadora de lo que pretendía. En el fondo, conservaba la estructura de funcionamiento que estableció Moyano, tamizada ahora por lo católico y lo falangista. •
El régimen financiero continuaba con los planteamientos seguidos desde los años veinte: las universidades tenían como ingresos propios las tasas de matrícula y otras rentas –intereses bancarios, beneficios de publicaciones–, de cuyas cantidades debían reservar un 30% para incrementar el patrimonio; a estas partidas se añadían otras subvenciones –estatales, locales o fundaciones–. Todos estos recursos los administraba la universidad ajustándose a las directrices del Gobierno, que nombraba –oído el rector– un administrador. Pero el presupuesto universitario dependía del ministerio, a cuyo cargo estaba el pago de las nóminas o las inversiones para mejorar instalaciones, edificios, etc. –salvadas las cortas cantidades que las universidades podían dedicar de «sus» fondos a estos menesteres–. El principal núcleo de la organización universitaria seguían siendo, como siempre, las facultades –y dentro de ellas, las cátedras–, encargadas de impartir las enseñanzas profesionales. Las facultades que se fijaron eran: Letras, Ciencias, Derecho, Medicina, Farmacia, Veterinaria, y Ciencias Políticas y Económicas –ésta era nueva, y había sido apuntada en los años republicanos–. La concepción de universidad que articulaba la ley era literalmente decimonónica –preparar profesionales–, apartándose de la tendencia de convertirlas en centros de investigación, iniciada en las décadas anteriores por la JAE. Para la investigación, el franquismo había creado el CSIC; la función universitaria no era la investigadora. Cierto que se reconocía que «todas las cátedras habrán de estar suficientemente dotadas para cumplir la función investigadora», pero sobre el particular no se especificaba nada, y entre las «obligaciones» de los catedráticos ni siquiera figuraba ninguna relativa a la
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investigación –sólo se les exigía un trabajo científico escrito «expresamente para la oposición»–; el resto era «labor universitaria». La otra concesión al cultivo de la ciencia que hace la ley de 1943 era la posibilidad de crear institutos de investigación, a iniciativa de las universidades, el CSIC u otros organismos. De hecho, eran derivaciones del CSIC. En años de restricciones y autarquía, el modelo decimonónico de universidad era –no cabe duda– mucho más barato que el modelo humboldtiano al que desde hacía algunas décadas se aspiraba. El gobierno universitario estaba en manos del rector, nombrado por el ministro y asesorado por las demás autoridades académicas. La novedad fue que ahora los rectores tenían que ser militantes de FET y de las JONS. Fue éste un requisito falangista, recogido por la ley; en el Consejo nacional del SEU, antes comentado, se argumentaba que no bastaba con que la ley fuese nacionalsindicalista, se exigía que los rectores –los únicos capaces de convertir la letra de la ley en realidad política– tenían que ser militantes del partido único. Y lo fueron, aunque ello no pudo convertir a las universidades en las instituciones depositarias del sueño nacionalsindicalista: el partido único había sido domesticado... Los decanos eran nombrados por el ministro entre una terna de candidatos que elevaba el rector. A los cargos académicos habituales se añadían tres nuevos: el director de formación religiosa –nombrado por el ministro a propuesta del obispo–, el jefe del servicio del profesorado –nombrado por acuerdo del delegado nacional de educación de FET y de las JONS y el ministro, con informe del rector– y el jefe de distrito del SEU –nombrado por el jefe nacional de dicho sindicato y el ministro, con informe del rector–. La junta de gobierno –rector, decanos y jefes del SEU y del servicio de profesorado– y el consejo de distrito, asesoraban al rector sobre la «vida universitaria» o la del distrito; el claustro, finalmente, tenía como única función «solemnizar» actos. Las categorías de los profesores eran las de antes. Los catedráticos numerarios, debidamente escalafonados, accedían al cuerpo por oposición –que se celebraba siempre en Madrid– ante un Tribunal de cinco miembros nombrados todos ellos por el ministro, y cuyo presidente debía pertenecer al CSIC, al Consejo Nacional de Educación o a las Reales Academias. La diferencia con respecto a la época republicana es que ahora –de hecho, desde 1939–, los tribunales los nombra en su integridad el ministro, y antes tres miembros procedían del turno. Las cátedras vacantes se cubrían alternativamente por oposición o concurso de traslado. Lógicamente, para ser catedrático era requisito «la firme adhesión a los principios fundamentales del Estado», acreditada por la Secretaría General del Movimiento. Las demás categorías de profesores tampoco conocieron cambio alguno. A los auxiliares se les lla-
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maba ahora adjuntos, pero, como antes, sus nombramientos eran por cuatro años prorrogables por igual período, y se hacían por consurso-oposición en la facultad correspondiente. A catedráticos y adjuntos se añadían ayudantes de clases prácticas –nombrados por el decano, oído el catedrático, y remunerados con fondos propios de la universidad– y encargados de curso –nombrados por el ministerio a propuesta de la facultad–. FET y de las JONS, «para difundir el espíritu político del Movimiento en el profesorado universitario» creó el Servicio español del profesorado, que ahora recogía la ley. Aunque se le reconocía a la Iglesia el derecho a establecer universidades, se le privaba de tal derecho en la práctica, a la espera «de lo que en su día se determine mediante acuerdo entre ambas supremas potestades». Los estudios universitarios de jesuitas, propagandistas –el CEU– u otros que pudiesen desarrollarse, no tenían carácter oficial. Sus estudiantes quedaban obligados –como hasta entonces– a adscribirse a una universidad y examinarse en ella; lo que se hacía era «dispensar» la escolaridad –no las tasas– de los estudiantes, si cursaban estudios superiores en un «Centro nacional o extranjero de categoría científica equiparable a la de las Universidades». El encargado de conceder la dispensa era el ministerio, previo informe del rector, oída la facultad. Éste fue el compromiso al que se llegó. Aunque algunos sectores falangistas estaban ufanos, la voluntad ministerial de controlarlo todo y no hacer mudanza debieron pesar95 más en esta decisión que las voces falangistas. Hasta los años sesenta no se formalizaron las enseñanzas civiles –Derecho, Filosofía, Medicina, Ingenierías...– que se cursaban en los centros de estudios de las instituciones eclesiásticas. La «adscripción», la «dispensa» de escolaridad y el examen en universidad pública, se mantuvieron hasta 1962, año en que el Opus Dei consiguió dar a sus enseñanzas superiores de Navarra rango universitario pleno. Al reconocimiento de la universidad del Opus siguieron los jesuitas de Deusto y los estudios no eclesiásticos de la universidad pontificia de Salamanca, que fue establecida en 1940. En cuanto a los estudiantes, el objetivo que perseguía la ley era, además de prepararlos profesionalmente, ideologizarlos. Se obligaba a todos los estudiantes a sindicarse en el SEU, única organización estudiantil reconocida, y se establecía toda una maraña de órganos y servicios para disciplinarlos y encuadrarlos, entre los que destacan cuatro: 1) el estudio obligatorio de asignaturas complementarias –formación religiosa, formación política y educación física–; 2) la milicia universitaria y el servicio social de la mujer, que aportaban a los varones los valores castrenses –y de paso facilitaban un servicio militar más cómodo y una milicia de complemento–, y a las mujeres los valores femeninos del servicio social; 3) los servicios de protección escolar y asistencia y asistencia al estudiante, para los que fue encargado el SEU. 4)
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Se potenciaban los colegios mayores, propuesta de la primera dictadura que resurgía nuevamente. Pero la mayor parte de estos propósitos, nunca tuvieron el desarrollo eficiente que se buscaba. El SEU se burocratizó y, aunque pudo ejercer en los primeros años de la dictadura un control policial y represivo sobre los estudiantes, no pudo desarrollar la influencia adoctrinadora que se proponía –socializar a la juventud universitaria en el totalitarismo del Estado–, por más que «prestó servicios» asistenciales, especialmente a partir de los años cincuenta. Las asignaturas complementarias pronto se convirtieron en mero trámite –«las tres Marías»–, sin poder desempeñar la eficacia formativa que se les suponía. Los colegios mayores, muy escasos para atender a la población universitaria, fueron reducto para unos pocos, y el sueño de que todo universitario fuese, a la vez, un colegial que recibía una formación de convivencia complementaria, no pasó el umbral del formulismo. En resumen, la voluntad falangista de «encuadrar» a toda la juventud universitaria pronto se convirtió en otro asiento que pasaba sin remedio al debe de la «Revolución pendiente». La ley de 1943 extremó el control sobre profesores y estudiantes y reglamentó la vigilancia sobre toda actividad escolar. Así, por ejemplo, los programas se tenían que presentar a la aprobación rectoral un mes antes de que comenzaran las clases y se explicarían los contenidos «en su integridad y de acuerdo con las normas inspiradoras del Estado». Se establecía, en fin, un régimen de disciplina universitaria para profesores, estudiantes y personal de administración, clasificándose las faltas en leves y graves. Las de los profesores podían ser, además, morales, políticas o administrativas; las de los estudiantes –con otro criterio– podían ser individuales o colectivas. Los alumnos, por lo demás, no tenían derecho a reclamación colectiva, aunque sí individual y a través del SEU.
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Mensaje del Caudillo a los españoles. Discurso pronunciado por S.E. el Jefe del Estado la noche del 31 de diciembre de 1939, Año de la Victoria, Madrid, Editora Nacional, pp. 19-20. Mensaje..., p. 18. Mensaje..., p. 19. Luciano de la Calzada, «El espíritu del 18 de Julio, como realidad histórica y proyecto hacia el futuro», en La guerra de liberación nacional, Universidad de Zaragoza, 1961, pp. 603-604. Ibídem, «El espíritu...», p. 605. José Pemartín, Qué es ‘lo nuevo’... Consideraciones sobre el momento español presente, Santander, Aldús, 1938, p. 150. Luciano de la Calzada, «El espíritu...», p. 613. José María García Escudero, De Canovas a la República, 2.ª ed., Madrid, Rialp, 1953, p. 355. Dictamen de la comisión de ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936, Madrid, Editora Nacional,
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[1938?]. Véase también Francisco Espinosa Maestre, El fenómeno revisionista de la derecha española, Badajoz, Libros del Oeste, 2005, y Marc Baldó, «La historiografia franquista», en Beatriz Rojas y Ernest Sánchez Santiró (coords.), Historiografia española 1975-2005, México, Instituto Mora, 2008, pp. 17-51. Joaquín Arrarás Iribarren (dirección literaria), Historia de la Cruzada Española, 8 vols., v. 1, p. 27. Michael Richards, Un tiempo de silencio. La Guerra Civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Barcelona, Crítica, 1999; Francisco Espinosa, Conxita Mir y Francisco Moreno (eds.), Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2002. «Declaraciones de S. E. a Manuel Aznar. 31 de diciembre de 1938», en Palabras del Caudillo. 19 abril 1937-7 diciembre 1942, Madrid, Ediciones de la Vicesecretaría de Educación Popular, 1943, pp. 500503 Ibídem. J. Pemartín, Qué es ‘lo nuevo’..., pp. 189-199. M. de Unamuno, Epistolario inédito, Madrid, Espasa-Calpe, 1991, t. II, p. 354. Juan José López Ibor, Discurso a los universitarios españoles, Santander, Cultura Española, 1938, p. 106. Aspectos –que la historiografia dedicada a la represión omite– como, por ejemplo, las estrategias políticas de la dictadura para convertir la información en propaganda y la opinión en asentimiento; el control omnímodo sobre los medios de comunicación, las consignas, la censura, el No-Do, las leyes de prensa, y, en fin, aspectos como la ideología, la cultura política, la educación, los manuales escolares, los catecismos, el arte y hasta la definición y diseño de la memoria o si se quiere la historiografia... Orden de 7 de diciembre de 1936, citada en M. de Puelles Benítez, Educación e ideología en la España contemporánea, Barcelona, Labor, 1980, p. 368. Decreto de 8 de noviembre de 1936 –BOE del 11– y ley de 10 de febrero de 1939. Jaume Claret, El atroz desmoche. La destrucción de la universidad española por el franquismo. 1936-1945, Barcelona, Crítica, 2006, p. 69. Decreto de 27 de septiembre de 1936, Diario oficial de la República, República, n.º 273, 29-9-36. Citado por Alicia Alted, Política del nuevo Estado sobre el patrimonio cultural durante la guerra civil española española, Madrid, Centro Nacio0nal de Información Artística, Arqueológica y Etnológica, 1984, p. 169. Luis de Galisonga, por ejemplo, capaz de agotar los sustantivos y adjetivos de la lengua castellana para alabar al Caudillo, se sumó con entusiasmo a la campaña, y escribió lo siguiente: «Varias generaciones escolares pudieron ser envenenadas por esa caterva de pedantes malvados que bajo las consignas inalterables de la Institución Libre de Enseñanza tenían la infame misión de educar a aquellas generaciones contra España. Sería demasiado honor para ellos y harto ludibrio para nosotros repetir aquí los nombres conocidos de los grandes sayones y oficiantes de las Internacionales en las cátedras de España». Citado por Rafael Abella, Por el Imperio hacia Dios. Cónica de una Postguerra, Barcelona, Planeta, 1978, pp. 217-218. «Hay en España –decía Majón– una institución racionalista y librepensadora que dicen libre de enseñanza: radica en Madrid y lleva la batuta en materia anticristiana y prácticamente secunda los planes de la masonería», citado por Ivonne Turin, La educación y la escuela en España de 1874 a 1902: liberalismo y tradición, Madrid, Aguilar, 1967, p. 279. Enrique Suñer, Los intelectuales y la tragedia española, Burgos, Editorial Española, 1937, citado por José Manuel Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra: la ciencia en España (siglos XIX y XX), Madrid, Taurus, p. 195. Conxita Mir, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña de posguerra, Lleida, Milenio, 2000, p. 286. De la misma autora: «El sino de los vencidos: la represión franquista en la Cataluña rural», en Julián Casanova (coord.), Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 121 y ss. Robert Gellately, No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, Barcelona, Crítica, 2002; J. Arch Getty y Oleg V. Naumov, La lógica del terror, Barcelona, Crítica, 2001. Pedro Laín Entralgo, Descargo de conciencia (1930-1960), Barcelona, Barral, 1970, p. 283, nota 12. Dionisio Ridruejo, Escrito en España, 2.ª ed., Buenos Aires, Losada, 1964, p. 96.
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Ibídem, p. 94. Véase, para el magisterio, F. Morente Valero, La escuela y el estado nuevo: la depuración del Magisterio nacional (1936-1943), Valladolid, Ámbito, pp. 221-417; José María Nasarre López, «Depuración de maestros en la provincia de Huesca», y Manuel Ortiz Heras, «La depuración del Magisterio en la provincia de Albacete. El lenguaje de los expedientes de depuración», ambos trabajos en Juan José Carreas y Miguel Ángel Ruiz Carnicer, La universidad bajo el régimen de Franco: actas del congreso celebrado en Zaragoza, Zaragoza, Fernando el Católico, 1991, pp. 213-235 y 237-255, respectivamente. Para los funcionarios y empleados de la Diputación de Valencia, Marc Baldó, «La diputación en camisa azul (1939-1959)», en M. Chust (dir.), Historia de la Diputación de Valencia, Valencia, Diputació de València, 1995, pp. 376-381. J. J. Carreras, «La universidad...», p. 421. J. M. Sánchez Ron, Cincel..., p. 358. Josep M. Muñoz i Lloret, Jaume Vicens i Vives..., p. 107. A Vicens, un año después, se le imputó otro «cargo»: formar parte de la Comisión depuradora, lo que no ha podido comprobarse ni desmentirse. F. Morente, La escuela..., p. 345. También, para el contexto general, el libro de Santos Juliá (coord.), Víctimas de la Guerra Civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999. El número de 603 catedráticos de antes de la guerra los he obtenido sumando los que registra el Escalafón de catedráticos numerarios de las universidades de la República en 31 de agosto de 1935, que son 583, y los 20 que se incorporan entre esa fecha y antes de la guerra. Estos 20 los he sacado del Escalafón de catedráticos de universidad de 1948. Los 379 catedráticos de antes de convocarse las primeras oposiciones de después de la guerra los he obtenido de una relación que publica Información universitaria en 1941 –cortesía de M.ª Fernanda Mancebo–, deduciendo los que toman posesión desde 1940. El listado de Información universitaria de que dispongo presenta un problema: se corta en la letra S, por lo que, para subsanarlo, he completado la relación con el escalafón de 1948. Estas cifras, como se desprende, son provisionales. Usualmente se considera que la depuración franquista y el exilio redujeron el escalafón a la mitad. Según mis cálculos no fue tanto, pero el 37% es mucho. Jaume Claret Miranda, El atroz desmoche..., desmoche..., pp. 251-286; de Claret también La repressió franquista a la universitat catalana. La Universitat de Barcelona autónoma, de la Segona República al primer franuisme, franuisme Vic, Eumo, 2003; Josep Benet, Cataluña bajo el régimen franquista. Informe sobre la persecución de la lengua y la cultura catalanas por el régimen del general Franco, 2.ª ed., Barcelona, Blume, 1979, 331-337, donde se reproduce la lista, repetida y comentada en otros trabajos, véase Josep M. Colomer i Calsina, Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, Barcelona, Curial, 1978, pp. 17-20 y apéndice I; Albert Ribas i Massana, La universitat autónoma de Barcelona 81933-1939), Barcelona, Edicions 62, 1976, pp. 156-161 y 251-261. Luis Enrique Otero Carvajal (dir.), La destrucción de la ciencia en España. La depuración de la Universidad de Madrid en la dictadura franquista, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2007. M. Baldó, «Cambios de profesores en la Universidad de Valencia: sanciones y depuraciones (19361939), en La Segunda República: una esperanza frustrada. Actas del congreso Valencia capital de la República, Valencia, Alfons el Magnànim, 1987, pp. 285-291. J. J. Carreras, «La universidad...», pp. 420-421. Francisco Morente Valero, «Políticas de control ideológico del profesorado universitario en los regímenes fascistas. Una aproximación, en Josep Fontana. Història i projecte social. Reconeixement d’una trajectòria, Barcelona, Crítica, 2004; de Morente, también «La Universitat feixista i la Universitat franquista en perspectiva comparada», dins Guiliana di Febo i Carme Molinero (eds.), Nou Estat, nova política, nou ordre social. Feixisme i franquisme en una perspectiva comparada, Barcelona, CEFID-Fundació Carles Pi i Sunyer, 2005; Karl Dietrich Bracher, La dictadura alemana, 2 vols., Madrid, Alianza, 1973, t. 1, pp. 356-359; Juan José Carreras, «Los fascismos y la universidad», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad..., pp. 16-17. A. Sánchez Vázquez, Recuerdos y reflexiones del exilio, Barcelona, Gexel/UAB, 1997, p. 69. Sobre el exilio véase como obras de conjunto los libros de Alicia Alted, La voz de los vencidos. El exilio republicano de 1939, Madrid, Santillana, 2005, y María Fernanda Mancebo, La España de los exilios, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2008; sobre el exilio cultural, José María Balcells y
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José Antonio Pérez Bowie (eds.), El exilio cultural de la Guerra Civil (1936-1939), Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2001. Véase también El exilio español de 1939, 6 t., obra dirigida por José Luis Abellán, Madrid, Taurus, 1976-1978, y para una visión de conjunto, el capítulo de Vicente Llorens, «La emigración republicana de 1939», en el tomo I. Para el exilio concerniente a profesores de universidad, véanse en el tomo V de la misma obra los capítulos de Ernesto García Camarero, «La ciencia española en el exilio de 1939», y Javier Malagón, «Los historiadores y la historia en el exilio», pp. 189-243 y 245-353, respectivamente. Para una visión más reciente y minuciosa del exilio científico, Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1989): el exilio de los científicos españoles, Barcelona, Anthropos, 1994, y para el exilio filosófico, José Luis Abellán, El exilio filosófico en América. Los transterrados de 1939, Madrid, FCE, 1998. Véase A. Alted, «Bases político-ideológicas y jurídicas de la universidad franquista...», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad..., p. 114. Para ilustrar la emigración forzada de profesores bastará aludir a la relación de invitados que asistieron a la reunión que celebró en La Habana, en 1943, la Unión de profesores españoles del exilio –UPEE–, asociación formada en Francia en 1939, y que son: Alcalá Zamora y Castillo, Pablo Azcárate, José de Benito, Cándido Bolívar, Ignacio Bolívar, Pere Bosch Gimpera, Blas Cabrera, José Castillejo, Américo Castro, Honorato de Castro, José Cuatrecasas, Demófilo De Buen, Gabriel Franco, José Gaos, David García Vacca, Francisco Giral, José Giral, Mariano Gómez, Urbano González de la Calle, Luis Jiménez de Asúa, Antonio Madinaveitia, Manuel Márquez, José Medina Echeverría, Alfredo Mendizábal, Agustín Millares, Tomás Navarro Tomás, Juan Negrín, Alejandro Otero, Manuel Pedroso, Augusto Pi Suñer, Gustavo Pittaluga, José Puche, Enrique Rioja Lobianco, Fernando de los Ríos, Mariano Ruiz Funes, Antonio Sacristán, Pedro Salinas, Claudio Sánchez Albornoz, José Sánchez Civisa, Felipe Sánchez Román, Jaime Serra Hunter, Antonio Trías Pujol, Joaquín Xirau, María Zambrano, y Luis de Zulueta. Véase Génesis de la primera reunión de profesores universitarios españoles emigrados emigrados, La Habana, 1943, pp. 3839. F. Giral, Ciencia... F. Giral, Ciencia..., ..., pp. 103-105, 150-152 y 225-228. F. Giral, Ciencia..., pp. 108-117; J. M. Sánchez Ron, Cincel..., pp. 327-328. Gutmaro Gómez Bravo, El exilio interior. Cárcel y represión en la España franquista (1939-1950), Madrid, Taurus, 2009, pp. 179-222. Julián Casanova, «Una dictadura de cuarenta años», en el libro coordinado por el mismo autor Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2002, p. 20. Véase J. Claret, El atroz..., pássim, Además, véase la carta de José Puche Álvarez reproducida en E. García Camarero, «La ciencia...», p. 199; F. Giral, Ciencia..., pp. 48-52. Mercedes del Amo Hernández, Salvador Vila. El rector fusilado en Víznar, Granada, Universidad de Granada, 2005. Miguel Gómez Oliver, José Palanco Romero. La pasión por la res publica, Granada, Universidad de Granada, 2007. M. del Amo Hernández, Salvador Vila..., p. 138. M. del Amo Hernández, Salvador Vila..., p. 168. M. del Amo Hernández, Salvador Vila..., p. 167. M. del Amo Hernández, Salvador Vila..., p. 168. Juan José Carreras, «La universidad de Zaragoza durante la Guerra Civil», en Historia de la universidad de Zaragoza, Madrid, Editora Nacional, 1983, p. 421; Luis Inda Aramendia, «Francisco Aranda Millán y su contribución al estudio de las Ciencias Naturales en Aragón», Revista de la Real Academia de Ciencias (Zaragoza), 58 (2003), pp. 37-51. Carlos Fernández Santander, Alzamiento y Guerra Civil en Galicia (1936-1939), A Coruña, Ediciós do Castro, 2000, II, p. 930. C. Fernández Santander, Alzamiento y Guerra Civil..., II, p. 1108. C. Fernández Santander, Alzamiento y Guerra Civil..., II, p. 930. Véase, además, Luis Lamela García,
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Estampas de injusticia. La Guerra Civil del 36 en A Coruña y los documentos originados en la represión, A Coruña, Ediciós do Castro, 1998, p. 170; también de Lamela, 1936, la «Cruzada» en Compostela. La Guerra Civil y la represión franquista en los documentos policiales y militares, A Coruña, Ediciós do Castro, 2005. Carlos Fernández Santander, Alzamiento y Guerra Civil, II, p. 1108. Santiago López García y Severiano Delgado Cruz, «Víctimas y Nuevo estado» (1936-1940)», en Ricardo Robledo (coord.), Historia de Salamanca, volumen V, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 2001, pp. 224-241 y 268; Ricardo Robledo (ed.), Esa salvaje pesadilla: Salamanca en la Guerra Civil española, Barcelona, Crítica, 2007, pp. 281-298. Jesús María Palomares, «La Guerra Civil en Valladolid: notas sobre la represión en la ciudad», Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, 20 (2000), p. 284. J. M. Palomares, «La Guerra Civil en Valladolid...», p. 280; Ignacio Martín Jiménez, La Guerra Civil en Valladolid (1936-1939). Amaneceres ensangrentados, Valladolid, Ámbito, 2000, p. 209. Según Claret, debe añadirse el auxiliar Julio Getinoi Osacar, pero no encuentro suficientemente justificada su inclusión: véase J. Claret, El atroz..., p. 129. Marc Baldó Lacomba y María Fernanda Mancebo Alonso, «Vida y muerte de Juan Peset», en Proceso a Joan B. Peset Aleixandre, Universidad de Valencia, 2001; Salvador Albiñana, «El proceso a Juan Peset Aleixandre», Aulas y saberes, Valencia, Servei de Publicacions de la Universidat de València, 2003, I, pp. 87-122. Amalia Castro et al., Julián Besteiro (1870-1940). Rasgos de su vida y su obra, Madrid, UGT-Escuela Julián Besteiro, 2002, p. 22. Véase la carta de José Puche Álvarez reproducida en E. García Camarero, «La ciencia...», p. 199. Véase también F. Giral, Ciencia..., pp. 48-52. M. A. Ruiz Carnicer, El Sindicato..., p. 36. Sobre la confrontación entre la derecha católica y los falangistas sobre el control de la educación, Gregorio Villar Cámara, Nacional-catolicismo y escuela. La socialización política del franquismo (1936-1951) (1936-1951), Jaén, Hesperia, 1984, pp. 127-173; Francisco Morente Valero, La escuela y el Estado Nuevo. Depuración del Magisterio Nacional (1936-1943),, Valladolid, Ámbito, 1997, pp. 112-119; para la universidad, Jaume Claret Miranda, El atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española por el franquismo, 1936-1945, Barcelona, Crítica, 2006, pp. 33-60; sobre la relación entre la ideología franquista y la vida social, Michael Richards, Un tiempo de silencio. La Guerra Civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Barcelona, Crítica, 1999, pássim. Para el debate ideológico sobre la universidad, y las posiciones de falangistas y católicos, véase Mariano Peset, «La ley de ordenación universitaria de 1943», en Juan José Carreras Ares y Miguel Ángel Ruiz Carnicer (eds.), La universidad española bajo el régimen de Franco (1939-1975), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1991, pp. 128-139. En el mismo libro, Alicia Alted, «Bases político-ideológicas y jurídicas de la universidad franquista durante los ministerios de Sainz Rodríguez y primera época de Ibáñez Martín (1938-1945)», pp. 95-124. También de Alicia Alted Vigil, Política del nuevo estado sobre el patrimonio cultural y la educación durante la guerra civil española, Madrid, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Ministerio de Cultura, 1984, pp. 179-213. Una antología documental, muy útil para la consulta, se halla en la Historia de la educación en España. Textos y documentos, tomo V: Nacional-catolicismo y educación en la España de la posguerra, Madrid, MEC, 1990, a cargo de Alejandro Mayordomo Pérez. Se reproducen textos de Pemartín, López Ibor, Ibáñez Martín, E. Herrera Oria, Laín Entralgo, Maíllo, el general Franco y otros. José Pemartín, Qué es ‘lo nuevo’... Consideraciones sobre el momento español presente, Santander, Aldús, 1938. El capítulo IX –páginas 148 a 199– se dedica a instrucción pública. J. López Ibor, Discurso a los universitarios españoles, Santander, Cultura Española, 1938. Enrique Herrera Oria, Historia de la Educación Española, Madrid, Véritas, s.a. (1940). En este texto, entre otras propuestas, decía: «¿Qué inconveniente puede haber en que miles de sacerdotes se encarguen de las escuelas en pueblecitos de pocos vecinos? Ninguno, sino muchas ventajas». Una ventaja era que «al Estado le ahorrarán los sacerdotes utilizados como maestros rurales muchos millones de pesetas
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al año». En efecto, con sólo emplear a 10.000 sacerdotes y pagarles 1.500 pesetas de gratificación –en vez de las 3.000 anuales que cobraban los maestros de la categoría inferior del escalafón– se ahorraban quince millones anuales; ver p. 392. G. Gavilanes, «Ensayo sobre una pedagogía nacionalsindicalista», Revista Nacional de Educación, 14 (1942), 27-29. Uso la antología de Historia de la educación en España. Textos y documentos, t. V. A. Maíllo, Educación y Revolución. Los fundamentos de una educación nacional, Madrid, Editora Nacional, 1943, p. 74. Uso la antología de Historia de la educación en España. Textos y documentos, t. V. Pedro Laín Entralgo, «Educación del ímpetu. Revisión de un ensayo de Ortega y Gasset», Revista Nacional de Educación, 4 (1941), pp. 7-26. Uso la antología de Historia de la educación en España. Textos y documentos... Véase, para el consejo nacional del SEU citado, M. A. Ruiz Carnicer, El Sindicato Español Universitario (SEU), 1939-1965: la socialización política de la juventud universitaria en el franquismo, Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 147-156. M. A. Ruiz Carnicer, El Sindicato..., pp. 73-96, la cita –procedente del folleto El sentido de las Falanges Universitarias (1939)–, en p. 84. Fue presidida por José María Pemán y, de hecho, por su vicepresidente Enrique Suñer Ordóñez, un catedrático de Medicina de Madrid que era un católico extremista, consejero de Instrucción Pública durante la dictadura de Primo de Rivera, colaborador de Acción española y combatiente enemigo de la política educativa de la República. Los demás miembros de la Comisión estaban también ligados al grupo de Acción española, incluyendo a García Valdecasas y Eugenio Montes, que eran tan católicos como falangistas. Citado por A. Alted Vigil, p. 182. Sáinz Rodríguez, sin embargo, duró poco. Por disputas en las que ahora no nos interesan, fue sustituido por Ibáñez Martín, que ocupó el ministerio desde 1939 hasta 1951. Sobre la enseñanza primaria y secundaria de la zona franquista, tanto en los años de la guerra como en la primera etapa del franquismo, véase Alicia Alted, Política Política..., ..., pp. 179-188 y 189-209; Juan Manuel Fernández Soria, Educación y cultura en la Guerra Civil (España 1936-1938) 1936-1938), Valencia, Nau, 1984, pp. 184194; G. Villar Cámara, Nacional-catolicismo, Francisco Morente Valero, La depuración del Magisterio Nacional (1936-1943), La escuela y el Estado Nuevo, pp. 131-151; Rafael Valls, «El bachillerato universitario de 1938: primera aproximación al modelo universitario franquista», en Juan José Carreras Ares y Miguel Ángel Ruiz Carnicer (eds.), La universidad española bajo el régimen de Franco, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1991. Para la universidad. Enrique Herrera Oria, ¿Sabe educar España?, Madrid, Fax, 1935, pp. 9 y 12. Uno de los propósitos de la ley era favorecer el desarrollo de los colegios religiosos. Desde el curso 1938-39, se clausuraron cincuenta y cuatro institutos en la zona franquista, reducciones que se completaron después de abril de 1939. La razón que se esgrimía era «aligerar las cargas del tesoro», pero había otra: la expansión de la enseñanza privada A. Alted, Política..., p. 213. Unamuno, rector de Salamanca, aportó una inestimable colaboración a los fascistas, para sorpresa de propios y extraños. Apoyó el golpe por ver en los insurrectos a los defensores de la civilización cristiana. Aunque su apoyo no fuese incondicional y pronto ejerciese la crítica, protagonizando escenas como la de Millán Astray, su voz fue usada por los sublevados, y sus declaraciones reproducidas por miles de diarios de todo el mundo. Véase Antonio Fuentes Labrador, M.ª de los Ángeles Sampedro, Florencia Corrionero y M.ª Jesús Velasco, «Apoyo institucional en un centro de poder: la Universidad de Salamanca durante la Guerra Civil. Un modelo de comportamiento», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer (eds.), La universidad..., pp. 257-282, y A. Alted, Política..., pp. 211-213. Juan José Carreras Ares, «La Universidad de Zaragoza durante la Guerra Civil», en Historia de la Universidad de Zaragoza, Madrid, Editora Nacional, 1983, pp. 418-434. Véase, para la universidad de Salamanca, el trabajo citado en nota 71, para la de Santiago, Isaura Varela, «La Universidad de Santiago durante la guerra civil española (1936-1939)», Estudis d’Història Contem-
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porània del País Valencià, 7 (1982), pp. 177-197. Para la política universitaria de los franquistas durante la guerra, A. Alted, Política..., pp. 211- 229, y J. M. Fernández Soria, Educación..., pp. 195-198. Para el proyecto de ley de reforma universitaria de abril de 1939, véase Carolina Rodríguez López, «La reforma universitaria en el primer franquismo (1939-1940)», Cuadernos del instituto Antonio de Nebrija de estudios sobre la universidad, 2 (1999), pp. 111-161; A. Alted, Política..., pp. 211-229; A. Alted, «Bases político ideológicas...», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad..., pp. 95-124; M. Peset, «La ley de ordenación universitaria de 1943», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad..., pp. 125-158. Antonio Fontán, Los católicos en la universidad española actual, Madrid, Rialp, 1961, p. 73; Amando de Miguel, Sociología del franquismo, Barcelona, Éxito, 1978, p. 52. Ley de creación del CSIC, 24 de noviembre de 1939, BOE del 28, en Fundamentos del Nuevo Estado, Madrid, Vicesecretaría de educación popular, 1939, pp. 487-493. Pedro Laín Entralgo, Descargo de conciencia (1930-1960), Barcelona, Seix Barral, 1976; del mismo autor, «Más sobre la ciencia de España», en Once ensayos sobre la ciencia, Madrid, Rioduero, 1973, p. 138. Sobre el CSIC, véase J. M. Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra..., pp. 329-371; Emilio Criado, «El sistema científico-técnico en España», en Ciencia y cambio tecnológico en España, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 1990, pp. 105-152; Pedro González Blasco y José Giménez Blanco, «La investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Estudio de un grupo significativo durante el período 1940-1955», en Historia y sociología de la ciencia en España, Madrid, Alianza, 1979, pp. 126-162; María Jesús Santesmases y Emilio Muñoz, «Las primeras décadas de Consejo Superior de Investigaciones Científicas: una introducción a la política del régimen franquista», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 16 (1993), pp. 73-94; Gonzalo Pasamar Alzuria, «Oligarquías y clientelas en el mundo de la investigación científica: el Consejo Superior en la universidad de posguerra», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad española..., pp. 305-339; Ciencia española actual, Madrid, MIT, 1970. Para el Opus y el ..., pp. 89-100; Daniel Artigues, El Opus Dei en España, España París, Ruedo IbéCSIC, A. Fontán, Los católicos..., cielo, Barcelona, Grijalbo, 1996, pp. rico, 1968, pp. 34-43; J. Ynfante, Opus Dei. Así en la tierra como en el cielo, 94-99. Para la ley de 1943, véase Mariano Peset, «La ley de ordenación universitaria de 1943», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad..., pp. 125-158; A. Alted, Política..., pp. 211-229; de la misma autora, «Bases político-ideológicas...», en J. J. Carreras y M. A. Ruiz Carnicer, La universidad...., pp. 95-124.
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94
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LA MEMORIA
eneida
eneida
ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA FORENSE EN TERRITORIO AGLA. LA FOSA COMÚN DE GUERRILLEROS DE VILLAREJO DE LA PEÑUELA (CUENCA)
Manuel Polo Cerdá, Elisa García Prósper, Eva Cruz Rico, Elena Ruiz Conde, Carme Coch Ferriol y Susana Llidó Torrent (Grupo Paleolab) A Manuel Polo Solaz (1917-2009) (...) hasta que quede un pedazo de tierra tenemos que luchar hasta que tiremos al invasor. Chelva (Valencia), 12 de febrero de 1939
RESUMEN
eneida
Entre el 28 de abril y el 5 de mayo de 2007, se efectuó la exhumación de una fosa común de guerrilleros de la AGLA (Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón) en Villarejo de la Peñuela (Cuenca). Los hechos investigados corresponden al asesinato de los cuatro guerrilleros fallecidos el 16 de octubre de 1948 por las fuerzas de la Guardia Civil, en un lugar conocido como Cerro de la Cabeza, en el término municipal de Villarejo de la Peñuela, donde se asentaba un campamento. Los hechos están documentados en la Memoria Histórica Anual de la Comandancia de la Guardia Civil de Cuenca correspondientes al día 16 de octubre de 1948. No obstante, en ningún momento de la documentación analizada se hace referencia a la inhumación de los cuerpos. La recogida de testimonios ha permitido a lo largo de los últimos años situar la fosa en el interior del cementerio municipal de Villarejo de la Peñuela. El estudio antropológico forense permitió documentar que la fosa contenía restos humanos correspondientes a cuatro esqueletos, y que se han identificado genéticamente con los familiares vivos, confirmando la identidad de tres de los cuatro guerrilleros. Los resultados ponen de manifiesto que los cuatro cadáveres presentan un cuadro común de politraumatismos en miembros superiores e inferiores (fracturas peri81
mortem) de gran entidad cinética, así como traumatismos craneales severos, e incompatibles con la vida, y cuyo mecanismo de producción fueron lesiones por arma de fuego y aplastamiento por piedras de gran peso. Esta investigación ha permitido definir la verdadera realidad de este enfrentamiento históricamente documentado. INTRODUCCIÓN
Este trabajo resume una de las investigaciones desarrolladas por Grupo Paleolab y la Asociación La Gavilla Verde desde septiembre de 2006 hasta diciembre de 2007, en el marco del proyecto de investigación Recuperación de desaparecidos y represaliados por el franquismo durante el periodo guerrillero. Este proyecto surge desde la Oficina de Desaparecidos de la Asociación La Gavilla Verde (Santa Cruz de Moya, Cuenca) en 2003. El proyecto se tramitó a través del Ministerio de Presidencia, según O.M. PRE/3945/2005 de 16 de diciembre (BOE, 17 diciembre), y de acuerdo con las bases reguladoras de la Orden Ministerial PRE/99/2006, de 27 de enero, se presentó el proyecto mencionado, siendo aprobado por dicho Ministerio en fecha de 12 de septiembre de 2006 (BOE de 13 de septiembre de 2006) con el código 54.1, y siendo el gestor del proyecto la Asociación La Gavilla Verde (LGV) y Grupo Paleolab el encargado de los trabajos de exhumación, estudio antropológico forense e identificativo. Desde el año 2000 se vienen realizando regularmente exhumaciones de fosas comunes de represaliados durante la guerra civil española (1936-1939) y postguerra, dentro de un contexto que se ha venido a denominar como de Recuperación de la Memoria Histórica, en un ámbito administrativo, bajo control de Ayuntamientos y Consejerías (de Cultura, al amparo de la Ley General de Patrimonio Histórico Español –Ley 16/1985 de 25 de junio–, y Sanidad, al amparo del Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria –Real Decreto 2263/1974 de 20 de julio–), pero sin control judicial en la mayor parte de casos, por archivo o prescripción de presuntos delitos según autos de Juzgados de Primera Instancia e Instrucción. Esta situación, de la cual se ha inhibido la Justicia española (por el momento), no está exenta de debate y controversia, la cual tendrá al fin que dar una solución, pues miles de españoles siguen desaparecidos después de sesenta, o incluso menos, años. En todo caso, y desde nuestro punto de vista, consideramos que es necesario el control administrativo de estas exhumaciones, control que debería suponer una garantía legal y no las invalida en cuanto a su capacidad para ser prueba en futuros litigios judiciales, siempre y cuando se cumplan aspectos básicos sobre la preparación de los equipos técnicos de exhumación, la cadena de custodia de los restos recuperados (en qué laboratorios se producen las investigaciones) y sean validados por la Administración competente los diferentes técnicos (arqueólogos, antropólogos, médicos, biólogos, etc.). 82
Entre las numerosas fosas exhumadas hasta el momento, sólo entre el año 2000 y abril de 2008 se habían excavado 171 fosas y exhumado 4.054 cadáveres (Etxeberria, 2005, 2007, véase Tabla 1; El País, 14-9-2008). Verdaderamente, estos trabajos constituyen todo un movimiento científico y cívico, muy activo en pro de la recuperación de nuestra historia más reciente, olvidada por el yugo de los vencedores de un golpe de estado, de una guerra feroz y de una dictadura salvajemente represora. En este marco de actuación, los casos de identificación de guerrilleros antifranquistas han supuesto una excepción dentro de este panorama de trabajos arqueológicos, salvo la investigación que se recoge en este trabajo y otros pocos casos procedentes de Cuenca1 (Polo, 2008), Teruel (Polo, 2008), Andalucía y Extremadura. Lo que es evidente es que estamos en un momento de máxima eclosión de los trabajos de recuperación de restos humanos procedentes de fosas, quizás en detrimento de una necesaria planificación inicial centralizada, que seguramente hubiera organizado todas estas investigaciones bajo un prisma común. La realidad es que diferentes grupos de investigación adscritos a asociaciones, universidades o incluso de índole privada, pero al amparo de asociaciones memorialistas o agrupaciones de familiares con interés legítimo en la recuperación de sus desaparecidos, se han involucrado en las exhumaciones, pero sin una interrelación y sin criterios comunes de actuación. Llevar a cabo el mapa de las fosas del territorio nacional donde poder ubicar con exactitud las posibles áreas susceptibles de actuación arqueológica forense es una actividad prevista por el Gobierno (que también implica a las Comunidades Autónomas), y ha supuesto un primer impulso de centralización de las investigaciones. Por el contrario, un protocolo de actuación común sobre las exhumaciones todavía está pendiente de ver la luz, y quizás éste debería haber sido el primer paso. La creación de un archivo oral de una generación de supervivientes que se extingue cada día, es otra de las tareas que bajo la ayuda gubernamental, o no, están desarrollando desde hace años asociaciones como La Gavilla Verde e historiadores contemporáneos.
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AÑO
NÚMERO DE FOSAS
CADÁVERES
2000
1
13
2001
1
4
2002
11
35
2003
35
242
2004
21
175
2005
26
192
Tabla 1. Impacto de las exhumaciones de fosas comunes de la Guerra Civil y la postguerra (periodo 2000-abril 2005). Fuentes: Etxeberria (2005, 2007)
83
El presente proyecto también se integra dentro de las actividades arqueológicas y antropológicas que Grupo Paleolab viene desarrollando desde 2003 y cuyo historial de actuaciones asciende a siete intervenciones hasta 2008 y tiene previstas cinco más para los próximos años (Tabla 2) de muy variada tipología con la recuperación de más de medio centenar de restos humanos.
LOCALIDAD
COMARCA
PROVINCIA
LUGAR DE LA FOSA EXHUMACIÓN
N.º
AÑO
La Ginebrosa
Corredor de Almansa Bajo Aragón
Fuertescusa
Serranía Alta
Cuenca
Cementerio
1
2006
Gúdar-Javalambre
Teruel
Masía los Olmos
10
2006
La Alcarria
Cuenca
Cementerio
4
2007
Matarraña
Teruel
Cementerio
0
2007
Singra
Cuenca del Jiloca
Teruel
Cementerio
36
2007-2008
Benageber
La Serranía
Valencia
Cementerio
8
Albalat dels Tarongers Valencia
Camp de Morvedre L´Horta
Valencia
Cementerio
9
Valencia
Cementerio civil
2
La Pesquera
Manchuela
Cuenca
Cementerio
1
Mora de Rubielos
Gúdar-Javalambre
Teruel
Mora de Rubielos
11
Almansa
Alcalá de la Selva Villarejo de la Peñuela Monroyo
Albacete
Cementerio
3
2005
Teruel
Cementerio
1
2005-2006
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2009-2010
Tabla 2. Exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y la Dictadura desarrolladas por Grupo Paleolab en territorio AGLA, periodo 2005-2007
MARCO LEGAL DE LAS EXHUMACIONES DE FOSAS COMUNES DE LA GUERRA CIVIL Y LA DICTADURA (1939-1975)
La exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y la dictadura franquista vienen reguladas por la reciente Ley 52/2007 de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura (BOE, 27 de diciembre de 2007). Hasta la aprobación de la mencionada ley, estas actuaciones se venían desa84
rrollando en un marco legal dudoso, a veces ni siquiera controlado desde ninguna institución pública, garante del desarrollo eficaz de los trabajos científicos y de los derechos privados y públicos que pudieran ser constitutivos de protección. Incluso en muchos casos, los trabajos exclusivamente han estado supeditados a la normativa de actuaciones arqueológicas a través de lo que indica la Ley General de Patrimonio Histórico Española (Ley 16/1985, de 25 de junio) y en las diferentes leyes de patrimonio autonómicas, dependiendo de si el ámbito de actuación contiene su propia legislación o no. En otras ocasiones, ni siquiera ha existido un expediente administrativo regulador. La creación de la Comisión Interministerial para el estudio de la situación de las víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo por el Ministerio de Presidencia (Real Decreto 1891/2004 de 10 de septiembre), y las convocatorias de ayudas públicas (en 2005 y siguientes), permitieron cumplir algunos de los fines de la Comisión, y sentaron algunas de las bases de actuación en materia de exhumaciones, que más tarde vendrían reguladas en el anteproyecto de ley de 2006 y finalmente en la vigente Ley 52/2007. En todo caso, la Ley 52/2007 en sus artículos 11 a 14, indica definitivamente las directrices de las actuaciones relativas a las exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. En 2009 Cataluña aprobará su propia ley marco en esta materia, la cual ya se ha iniciado con un mapa de las fosas presentes en sus territorios. Así, la Ley 52/2007 en el artículo 11 hace referencia a la colaboración de las administraciones públicas con los particulares para la localización e identificación de víctimas. Se hace hincapié en facilitar la indagación, localización e identificación de las fosas y desaparecidos. El artículo 12 se refiere a la accesibilidad a mapas territoriales de fosas, así como a la elaboración de un mapa integrado y protección de áreas susceptibles de intervención arqueológica. Esta tarea, desde nuestro punto de vista, debe centrar el mayor de los esfuerzos aprovechando el testimonio de esa generación superviviente al borde de su desaparición en esta primera década del siglo XXI. El artículo 13 se refiere a las diferentes autorizaciones administrativas que se tiene que dar para la realización de las actividades de localización e identificación. Especialmente se cita como base la normativa sobre patrimonio histórico a efectos de autorizaciones, publicidad y «reinhumación». Se habla de un protocolo que deberá aprobar el Gobierno, pero que a fecha de hoy no existe. Finalmente, el artículo 14 habla del acceso a los terrenos afectados por los trabajos de localización e identificación de fosas, y expone la necesidad de autorizaciones y consentimiento por parte de los particulares. No obstante, sobre este marco legal básico que constituye la Ley 52/2007, las exhumaciones quedan también supeditadas a la legislación vigente en materia de patrimonio histórico y a la legislación sobre prácticas tanatológicas, tal y como determina el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria (Real Decreto 2263/1974 de 20 85
de julio), y en su defecto, la reglamentación que las Comunidades Autónomas hayan dispuesto en materia relativa a cadáveres y cementerios. Por lo que respecta a los permisos administrativos requeridos, y especialmente en el caso que nos ocupa, de acuerdo con la Ley 52/2007 y la Orden PRE/99/2006 de 27 de enero, se obtuvieron los siguientes: • • •
•
Autorizaciones de los familiares de los fallecidos o de sus representantes legales (por ejemplo, Asociación La Gavilla Verde). Autorización de la administración competente en materia de excavaciones o prospecciones arqueológicas, en aplicación de los artículos 41 y 42 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Nacional. Autorización de la Administración Sanitaria de la Comunidad Autónoma como de la Administración Local, en cumplimiento de las normativas de Policía Sanitaria Mortuoria. En general se ha recurrido al permiso de cada Ayuntamiento competente en esta materia. Autorización del propietario del terreno donde se ubique la fosa, tanto si es particular como si es propiedad municipal, autonómica o estatal.
PROTOCOLOS METODOLÓGICOS DE ACTUACIÓN
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Las exhumaciones y casos investigados por nuestro grupo han seguido las pautas recomendadas por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (Proyecto Mex/00/AH/10) que determina el Protocolo Modelo para la investigación Forense de muertes sospechosas de haberse producido por violación de los Derechos Humanos. Si bien no se trata de excavaciones arqueológicas al uso, la obtención de datos se ha abordado siguiendo la metodología arqueológica convencional con aplicaciones de las Ciencias Forenses, especialmente de la medicina forense (patología forense), la antropología forense, la balística, etc. El protocolo de trabajo seguido en cada una de las intervenciones arqueológicas ha tenido tres fases: Fase I: Análisis documental y recogida de datos antemortem • • • •
Búsqueda del lugar de la fosa donde se encuentran enterrados los presuntos desaparecidos. Estudio documental, contactos personales y estudio de archivos (civiles, parroquiales, judiciales, etc.). Búsqueda de testigos, en caso de que no haya documentos. Visita previa al lugar donde se halla la presunta fosa y estudio preliminar prospectivo. 86
•
Solicitud de los permisos correspondientes (Consejerías, Ayuntamientos) y consentimiento informado a los representantes de las familias de los desaparecidos, promotores de la búsqueda.
Fase II: Exhumación y recuperación de los restos óseos de las fosas • • • •
Alquiler de viviendas o alojamiento donde pueda residir el equipo de trabajo. Intendencia. Traslado del personal al municipio donde se halla la fosa. Tareas de exhumación arqueológica:
1. Utilización del método cronoestratigráfico Harris con un sistema de fichas de registro funerario desarrolladas por Grupo Paleolab y empleadas en las excavaciones tanto de necrópolis arqueológicas como de fosas comunes. También uso de protocolos y fichas de registro confeccionadas por otras entidades o sociedades científicas. 2. Utilización de herramienta habitual en cualquier trabajo arqueológico, además de instrumental específico de excavación de restos óseos. 3. Levantamiento planimétrico de la fosa, topográfico del lugar y de cada esqueleto. 4. Fotografía digital: general, del proceso de trabajo y detalle para verificar posición y deposición de los restos antropológicos, así como gestos funerarios de la descomposición cadavérica. 5. Tareas de inventario de los restos antropológicos en un laboratorio provisional o de campo, previo lavado de los restos humanos con agua y secado natural. 6. Documentación videográfica del proceso de exhumación. 7. En los casos positivos, traslado de los restos óseos al Laboratorio de Antropología Forense de Grupo Paleolab, donde se realiza el análisis antropológico forense y toma de muestras biológicas para identificación genética.
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Fase III: Estudio antropológico forense, de patología forense e identificativo En esta fase, el equipo técnico es multidisciplinar tanto en el campo como en el laboratorio (pueden participar médicos, antropólogos, biólogos, arqueólogos, etc. III.1. En la fase de campo Dirección arqueológica con experiencia acreditada en materia funeraria (dirige todo el proceso de exhumación). Dirección antropológica forense (valoración de campo de los esqueletos desde un punto de vista bioantropológico, recoge las observaciones tafonómicas, la disposición del esqueleto, orientación, superposición, documenta lesiones in situ, etc.). Para el 87
análisis de gestos funerarios se utilizan las propuestas de Duday et al. (1990), el manual de Mallegni & Rubini (1994) y la propuesta por Polo et al. (2004). Equipo técnico formado por arqueólogos y antropólogos (trabajan exclusivamente en la fosa perfilando los esqueletos, documentando hallazgos biológicos o elementos asociados a los esqueletos como indumentaria, objetos personales, proyectiles, se encargan del levantamiento de los esqueletos según áreas anatómicas prefijadas bajo la supervisión arqueológica y antropológica forense). Auxiliares de arqueología especializados (realizan otras tareas fuera de la fosa como planificación, asistencia de materiales, colaboración topográfica, limpieza de restos óseos, etc.). Documentalistas y antropólogos culturales (recopilación de nuevos datos en fichas antemortem, recogida de testimonios en formato videográfico o sonoro, filmación del proceso de exhumación, etc. Complementan la fase I) III.2. En la fase de laboratorio Estudio antropológico físico (se establece el perfil bioantropológico o identificativo básico: edad, sexo, estatura, raza, lateralidad, etc.). Para el análisis antropométrico y cuarteta básica de identificación se emplean los Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains de Buikstra & Ubelaker (1994). Para el estudio de restos óseos infantiles que ocasionalmente han aparecido entre las fosas, se emplea el manual de Fazekas & Kosa (1978). Para el análisis antropométrico se utiliza los Data collection procedures for forensic skeletal material de la University of Tennessee de Moore-Jansen, et al. (1994). Para las estimaciones de edad y sexo, las propuestas del Worksop of European Anthropologists (1980). Para el análisis discriminante sexual, las ecuaciones propuestas por Alemán et al. (1997), entre otras. Para el análisis antropométrico básico, también se pueden utilizar las medidas propuestas por Campillo y Subirà (2004). Para el estudio odontológico se emplea una ficha modificada del protocolo propuesto por Chimenos et al. (1999). Para el estudio de marcadores estrés ocupacional y variantes anatómicas epigenéticas se emplean los atlas de Capasso et al. (1999) y Pastor et al. (2001). Para el estudio paleopatológico se emplean las recomendaciones de la Paleopathology Association (1991), la enciclopedia de Aufderheide & Rodríguez-Martín (1998), así como el manual de Campillo (2001). Para el estudio de indicadores nutricionales y patología dental se han empleado las propuestas de Pérez-Pérez (1996) y Polo (2000, 2001). Estudio antropológico forense (aporte de cualquiera de las técnicas identificativas fo88
rense posibles: cotejos antropológicos-testimoniales, análisis de perimundo, presencia de patología antemortem, reconstrucción cráneo-facial, etc.). Estudio de patología forense (establece la etiología médico-legal de las lesiones o incluso la causa de la muerte siguiendo las pautas de la Medicina Legal y especialmente de la Patología Forense). Estudios complementarios (balística, restauración-conservación de materiales, etc.). Identificación genética (ADNmt, ADNn) (análisis genealógico de los familiares, toma de muestras de vivos y de restos óseos, siempre previo consentimiento informado). El estudio genético forense se rigió en dos fases: una primera fase de toma de muestras biológicas de los familiares vivos, que siguió el protocolo propuesto por Aler y Gisbert (2000), y una segunda fase de estudio genético y cotejo vivo-cadáver siguiendo la metodología de estudio de STRs y SNPs de ADNn y ADNmt. Se procede al análisis genético de las piezas dentales y óseas procedentes de los diferentes restos humanos obtenidos de la exhumación.n Por otra parte se procede al análisis genético de las muestras obtenidas a sujetos vivos reclamantes de familiares desaparecidos. Finalmente se establece, si es posible, en función de los resultados, la identificación de los restos hallados. La sistemática de investigación incluye: •
•
•
• •
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Extracción del ADN mediante un método orgánico (Valverde, E. et al., 1993) de las muestras obtenidas como material de referencia de los familiares reclamantes. Extracción del ADN mediante un método específico (Hochmeister, M.N. et al., 1991) de las muestras cadavéricas de referencia, obtenidas de los restos óseos humanos exhumados (UUEE de referencia). Tras amplificación por PCR, se han analizado los siguientes loci microsatélites (STR): D8S1179, D21S11, D7S820, CSF1PO, D3S1358, TH01, D13S317, D16539, D2S1338, D19S433, VWA, TPOX, D18S51, D5S818, FGA y loci del gen de la amelogenina X-Y (que permite determinar el sexo masculino –XY– o femenino –XX–). Tras amplificación por PCR (Fondevila, M., 2008) se han analizado 52 locus autosómicos de polimorfismo único (SNPs) en ADNmt. La visualización del producto amplificado del ADN nuclear autosómico se ha realizado en un secuenciador automático de análisis de fragmentos de ADN: ABI-PRISM 3100 Avant Genetic Analyzer. Los resultados obtenidos fueron analizados a través del software incluido en el equipo (Gene MapperTM ID Software 3.1). La lectura de los alelos autosómicos se ha realizado por comparación con un ladder alélico comercial.
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Fase IV: Reinhumación Entrega de los restos óseos a los familiares, siguiendo la normativa de la Policía Sanitaria Mortuoria. MARCO GEOGRÁFICO E HISTÓRICO (VILLAREJO DE LA PEÑUELA, CUENCA, 16 DE OCTUBRE DE 1948)
El marco geográfico del proyecto se ha centrado en una de las áreas de actuación o provincias (Cuenca) de las que integraban la denominada Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). La población de Villarejo de la Peñuela, situada a 30 km de Cuenca en la comarca de la Alcarria conquense, tiene un área de 12,91 km² con una población de 31 habitantes y una densidad de población de 2,40 hab./km². El cementerio está situado en el valle del Río Mayor. En mayo de 2007 se llevó a cabo en el cementerio municipal, por parte de Grupo Paleolab, la exhumación de una fosa común con cuatro guerrilleros de la AGLA. Este trabajo constituía el principio del fin de una historia que tenía un punto y seguido desde el 16 de octubre de 1948. Durante los años previos a la exhumación se fueron acumulando y recogiendo una serie de fuentes orales y testimonios que situaban la fosa de los guerrilleros en el interior del cementerio de la localidad de Villarejo de la Peñuela. Entre los testimonios recogidos se encuentra el de Santiago Herráiz, hijo de Constantino Herráiz Rey (Eloy, El Pena) que nos ha descrito con su verbo desgarrado la historia de su padre, hoy exhumado de la fosa) junto a otros tres compañeros guerrilleros de la agrupación. Para Santiago, su padre fue una víctima de los caciques y del franquismo español. La historia de El Pena es otra más de los que se echaron al monte. La historia que nos cuenta la fosa de Villarejo de la Peñuela se encuentra redactada en el informe de la Guardia Civil de la Comandancia de Cuenca, que en su memoria histórica anual, nos habla de los hechos acaecidos el 16 de octubre de 1948 en la localidad y que copiada a la letra dice:
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16 de octubre 1948 Un grupo Móvil de fuerza (contrapartida) descubrió en el sitio conocido por «Cerro de la Cabeza», del término municipal de Villarejo de la Peñuela (Cuenca), un campamento en el que vieron cinco bandoleros. El Sargento Jefe de dicho grupo dio las órdenes pertinentes para asaltar dicho campamento, entablándose entre esta fuerza y los bandoleros un intenso tiroteo que duró tres horas, dando por resultado dar muerte a cuatro de los repetidos bandoleros y capturar prisionero a otro, recogiendo asimismo el armamento, municiones y cuantos efectos tenían en el campamento asaltado. 90
Esta partida forma parte de los diferentes grupos capitaneados por el conocido bandolero «El Paisano», cuya partida se ha comprobado que intervino en el asalto al coche correo Cuenca-Cañizares, el día 8 de julio último, dando muerte al guardia 2.º Florencio Fernández Adrián; en el asesinato de los hermanos Práxedes y Pedro de la Torre Saiz, en Valdecolmenas de Arriba, el 13 de agosto; en la muerte del Alcalde de Bonilla, Fausto Peñuelo López el día 24 de igual mes y en el asesinato del teniente D. Pedro Serrano Pérez, Guardia 2.º conductor José López Hortelano y dos agentes de la Fiscalía de Tasas de Guadalajara, en la carretera de Priego a Alcantud, el día 16 de septiembre último. Entre el armamento recogido aparece el mosquetón que tenía adjudicado el Guardia Fernández Adrián, así como el correaje, cartera de caminos y también ha sido hallado el reloj de pulsera, ceñidor del pantalón y cartera de mano del teniente Serrano, todo lo cual, lo llevaban consigo cuando fueron asesinados por los bandoleros. Los bandoleros muertos en este encuentro son: • • •
•
Jesús Sevilla Herráiz (a) Martín, natural de Abia de la Obispalía (Cuenca). Constantino Herráiz (a) «El Pena» y Chiribico», natural de El Recuenco (Guadalajara). José Argilés Jarque (a) «Manolete», natural de Santa Cruz de Moya (Cuenca), y otro conocido con el nombre de guerra «Jesús», de acento andaluz, sin más posible identificación. El bandolero prisionero se llama Ramón Alises Moreno (a) César, natural y vecino de Manzanera. Fueron instruidas las diligencias correspondientes que con el bandolero detenido fueron puestos a disposición del Sr. Gobernador militar de esta plaza.
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21 de octubre de 1948 Por haber indicado el bandolero prisionero en el servicio anterior, la existencia de otro campamento en la sierra de Valdecabras (Cuenca), salió fuerza para el indicado sitio, acompañada del tan repetido bandolero con el propósito de descubrir y capturar a cuantos bandoleros estuvieran en el mismo, pero al llegar a unos 100 metros del Puente del Tranche, témino municipal de Cuenca, el prisionero dio un empujón a uno de los guardias que lo custodiaban y emprendió veloz carrera en dirección al río Júcar, no obstante ir convenientemente esposado y a pesar de las repetidas voces de alto que se le dieron. Como no obedeciese, le fueron hechos varios disparos a consecuencia de los cuales cayó muerto el bandolero Ramón Alises Moreno (a) César. Se instruyeron las diligencias correspondientes que fueron entregadas a la Autoridad Militar de esta Plaza.
Según el informe de la Guardia Civil procedente de la Comandancia de Cuenca, hubo un asalto por parte de la Guardia Civil a un campamento de guerrilleros. Dicho campamento se encontraba situado en el llamado «Cerro de la Cabeza», en el término municipal de Villarejo de la Peñuela (Cuenca), a 617 m al sur del pueblo. Durante el asalto, se produjo un tiroteo que duró aproximadamente tres horas, resultando muertos los guerrilleros Jesús Sevilla Herráiz, Constantino Herráiz, José Argilés Jarque y otro individuo del que se ignora su identidad y del que sólo se 91
conoce su nombre de guerrilla, «Jesús» y que posiblemente procedía de Andalucía. Asimismo, se refiere la detención de un quinto guerrillero, Ramón Alises Moreno, que fue muerto el 21 de octubre del mismo año por varios disparos efectuados por la Guardia Civil cuando, según refiere el informe, les conducía hacia otro campamento de guerrilleros y escapó de su custodia. Se desconoce en la actualidad el destino de este cadáver. Se barajaba la posibilidad de que Ramón Alises fuera enterrado en la misma fosa en la que habían sido enterrados sus compañeros unos días antes; sin embargo, en la fosa sólo aparecieron cuatro cuerpos, quedando como incógnita el paradero final de los restos de Alises.
Villarejo de la Peñuela (Cuenca)
Cerro de la Cabeza. Localización del campamento guerrillero
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Cementerio de Villarejo de la Peñuela EXHUMACIÓN ARQUEOLÓGICA
Durante las jornadas del 28 de abril al 2 de mayo de 2007 se realizó la exhuma exhumación formada por cuatro individuos que, según el citado informe de la Comandancia de la Guardia Civil de Cuenca de 1948, certificado en fecha 10 de junio de 2003, corresponden a las siguientes personas:
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Jesús Sevilla Herráiz, alias Martín, y natural de Abia de la Obispalía (Cuenca). Constantino Herráiz Rey, alias Pena, Eloy y Chiribico, natural de El Recuenco (Guadalajara). José Argilés Jarque, alias Manolete, natural de Santa Cruz de Moya (Cuenca). Una cuarta persona, conocida como Jesús, de la que carecemos mayor identificación, salvo su acento andaluz.
A petición de los familiares de los tres primeros, representados por la Asociación La Gavilla Verde, se promueve dicha exhumación. Esta actividad se llevó a cabo con la aprobación de las autoridades locales, según documento expedido por el Ayuntamiento de Villarejo de fecha 24 de marzo de 2007. El cementerio municipal se encuentra a unos 500 m dirección NE del casco urbano, sobre una pequeña colina, a 950 m SNM aproximadamente. La fosa en cuestión se halla en el muro W del cementerio, a 9 metros de la puerta de entrada, en una zona en pendiente, aparentemente libre de otras inhumaciones, ya que con anterioridad era el terreno destinado a los enterramientos civiles. El suelo se caracteriza por ser areno-arcilloso con disgregación de roca caliza y de gran dureza. Dicho cementerio tiene en la actualidad un área de unos 370 m2 pero fue remo93
delado a mediados de los años 60 dándose una comprensible distorsión de la memoria colectiva respecto a la ubicación de la fosa. En un primer momento se comenzó a excavar en el extremo N del cementerio bajo un pino de mediano tamaño, pero al poco tiempo, gracias al testimonio de un testigo de los hechos, anónimo y lugareño del pueblo, que refirió haber transportado los cadáveres de los guerrilleros a este lugar, se decidió trasladar la cata a un extremo más occidental del cementerio bajo un pino de mayor tamaño. Así, en un primer momento se comenzó a excavar una cata cuadrangular de 2,3 m de ancho por 2 m de largo. Se procedió a excavar unos centímetros más al oeste, debido a las indicaciones
eneida Localización de la fosa en el cementerio según los testigos
Sellado de la fosa con grandes piedras
Piedras arrojadas sobre las cabezas de los cadáveres
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Proceso de exhumación arqueológica
del testigo y a la aparición de la roca natural a una cota de profundidad de 1,10 m. La fosa se fue estrechando hacia el muro oeste del cementerio. Debido a la compactación de la tierra que conformaría el relleno de la fosa, y a la profundidad a la que, según las fuentes, fueron enterrados los guerrilleros, a un metro y medio de profundidad según el testigo, no se dio con los primeros restos hasta la segunda jornada de trabajo, el domingo 29 de abril, hallándose finalmente la fosa en las coordenadas UTM X: 550387.2 Y: 4438313.35 a unos 940 m SNM. Durante la jornada del 30 de abril se procedió a la delimitación de la fosa común tanto por el lado Norte como por el Oeste, dando lugar a una fosa de exhumación de unas dimensiones definitivas de 1,76 x 1,1 m y aproximadamente 1,70 m de profundidad, dispuesta de Sur a Norte y paralela a la actual tapia oeste del cementerio, con unos 50 cm de separación de ésta. El relleno de dicha fosa (UE 1003) estaba conformado por una tierra areno-arcillosa de gran compactación y dureza, de un color marrón pardo. Tenía restos de material de construcción y cantos de pierda caliza de color marrón claro. En este mismo relleno se documentó también la existencia de grandes piedras cuya situación coincidía con cada uno de los cráneos de los individuos que posteriormente fueron documentados. Durante la jornada del 1 de mayo se procedió a la exhumación de los esqueletos, siendo enumerados previamente para su posterior identificación. La fosa está constituida por cuatro esqueletos. El cuerpo 1004 tiene una orientación S-O, se presenta en posición de decúbito prono, con el brazo izquierdo flexionado bajo el tórax y el derecho en ángulo recto
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Fosa común de Villarejo de la Peñuela
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Fosa común previamente al levantamiento de los esqueletos
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Planimetría de la fosa común
hacia arriba. La pierna izquierda aparece en abducción en ángulo recto y la derecha extendida hacia afuera por debajo de 1005. Encima de las vértebras lumbares se encuentra una suela de calzado, al parecer arrojado dentro de la fosa antes de cubrirla. Conserva varios botones de su indumentaria. El individuo 1005 se encuentra en dirección N-SO, en posición de decúbito supino, con el brazo derecho hacia arriba, apoyado sobre la pared de la fosa en ángulo recto y el brazo izquierdo extendido hacia fuera. Ambas piernas están extendidas. Se le asocian numerosos objetos personales como botones, corchetes, hebillas, restos de tela, una cuchara, un mechero y un pequeño peine. Aparece también un proyectil en el tercio distal medial del húmero izquierdo. El individuo 1007 está orientado S-N, aparece en posición de decúbito supino, con el brazo derecho separado a lo largo del cuerpo y el brazo izquierdo hacia arriba. Las piernas se encuentran semiflexionadas en varo. Conserva unos botones y una hebilla de su indumentaria. En el acromion de la escápula derecha aparece un proyectil y otro en el relleno del hemitórax derecho. Se observa una herida de entrada por arma de fuego en el temporal derecho y restos de plomo en la base del cráneo. El individuo 1008 se encuentra en posición de decúbito supino, con la parte superior del torso y la cabeza apoyados en la pared oeste de la fosa y las piernas hacia el sur. Los brazos se encuentran separados a lo largo del cuerpo. La pierna izquierda está extendida y la derecha semiflexionada, ambas por debajo del 1004. Conserva al97
gunos botones y restos metálicos de la indumentaria. Aparece un proyectil en la parte posterior de la 4.ª y 5.ª vértebras cervicales. Presenta otra suela de calzado, similar a la encontrada en la zona lumbar del 1004, encima del cráneo. En resumen, el estudio arqueológico ha permitido aproximarnos a la dinámica de la inhumación, conociendo la superposición de cuerpos. Los cuerpos fueron enterrados sin ataúd ninguno, se observan signos de descomposición en medio colmatado y por la posición en la que se encuentran los restos, nos hace pensar que fueron arrojados directamente a la fosa sin cuerdas o ataduras. Tal y como han sido hallados los restos podemos ver el orden en el que fueron arrojados los cadáveres: el individuo 1007 fue el primero en ser arrojado, ya que se ha encontrado bajo el resto de los cuerpos; después serían arrojados 1008 y 1004 en este orden, y posteriormente y por encima de ellos se ha hallado el cuerpo 1005. Entre los cuerpos y en el relleno (UE 1003) se hallaron números objetos personales, como una cuchara y un mechero, así como restos de la indumentaria que utilizaron, tales como botonaduras y dos suelas de botas. Se documentaron cinco proyectiles de calibre corto que se recogieron durante los trabajos de exhumación asociados a los distintos esqueletos, y sometidos a un análisis balístico forense. Se trata de proyectiles de calibre 9 mm corto. Los cinco proyectiles de calibre corto que se recogieron durante los trabajos de exhumación asociados a los distintos esqueletos, actualmente están siendo sometidos a un análisis balístico forense más exhaustivo. Todos los cuerpos presentaban numerosas lesiones perimortem estudiadas posteriormente en laboratorio.
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO FORENSE
Esqueleto 1 (UE. 1004) Esqueleto identificado genéticamente, que corresponde a Jesús Sevilla Herráiz, alias Martín. Según los datos obtenidos en el estudio familiar, nace el 15 de octubre de 1922 en Abia de Obispalia (Cuenca), y el 16 de octubre de 1948 tenía 26 años de edad. El esqueleto presenta un índice de conservación esquelética del 95%. Se ha estimado una edad entre 25-35 años. Los métodos empleados para la estimación de edad han reflejado las siguientes horquillas de edad: para la superficie auricular del ilión una fase 3 de desarrollo (30-34 años), para la sínfisis pubis una fase V (27-30 años), para la cuarta costilla una fase 4 (28-32 años) y para el cartílago tiroides una fase 5 (28-39 años). El sexo es de varón (morfológica y antropométricamente, con un 97% de confianza). La combinación de medidas antropométricas de húmero y fémur, aplicando las fórmulas regresivas de Alemán y cols. (1997) da un resultado de sexo varón con un 97% de confianza (anchura epidondilar + diámetro vertical de la cabeza femoral). 98
Proyectil alojado en brazo
Proyectil alojado en tórax (junto a primera costilla derecha)
eneida Herida por arma de fuego (orificio de entrada) en región témporo-parietal derecha
Cuchara de campaña encontrada en uno de los esqueletos
Mechero encontrado en uno de los esqueletos
Fractura perimortem distal de fémur
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Proyectil alojado en masa muscular del cuádriceps
Fractura perimortem costal
La estatura, según el método de De Mendonça (1998), ha sido: según el fémur 162 cm y según el húmero, 157-162 cm. La complexión anatómica es normoconformada y de baja estatura. Constitución anatómica robusta. Lateralidad derecha, fundamentalmente objetivada por la presen presencia de mayor desarrollo de la corredera bicipital, hipertrofia humeral y entesopatía clavículoesternales. Entre las lesiones antemortem y patología ósea documentada descatan: hernia discal D7-D8, nódulos de Schmorld D11-D12 y D12-L1, ligera osteofitosis lumbar, callo de fractura en segunda costilla derecha, fractura de tercio medio del segundo metacarpiano derecho en fase de consolidación parcial. Por lo que respecta a lesiones perimortem se han documentado: fractura tercio medio esternón por arma de fuego, fisura transversa de C1 en arco anterior, probable fractura de tercio medio de radio derecho, fractura helicoidal conminuta en tres fragmentos de húmero izquierdo y fractura desplazada de pala ilíaca derecha. La causa de la muerte fue debida a una destrucción de centros vitales neurológicos por arma de fuego, politraumatismos de miembros superiores y pelvis asociados.
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Esqueleto 2 (UE. 1008) Esqueleto identificado genéticamente como el de Constantino «Eloy» Herráiz Rey. Según los datos obtenidos en el estudio familiar, nace en 1906 en El Recuento (Guadalajara), y el 16 de octubre de 1948 tenía 42 años de edad. Los alias o apodos que empleaba eran: Pena, Eloy y Chiribico. El índice de conservación esquelética es del 95%. Esqueleto con una edad entre 40-45 años. Los métodos empleados para la estimación de edad han reflejado las siguientes horquillas de edad: superficie auricular del ilión presenta fase 3-4 (32-38 años), 100
sínfisis del pubis una fase VII-VIII de Todd (35-45 años, más prob. 35-39 años) y fase 4 de Suchey-Brooks (35-40 años), cuarta costilla una fase 4-5 (fase probable 5, 42 años) y cartílago tiroides edad entre 38-44 años. Además presenta hiodes calcificado. El sexo es de un varón (morfológica y antropométricamente), con un 97% de confianza. La combinación de medidas antropométricas de húmero y fémur, aplicando las fórmulas regresivas de Alemán y cols. (1997) da un resultado de sexo varón con un 97% de confianza (anchura epidondilar + diámetro vertical de la cabeza femoral). La estatura, según fémur, es de 150-153 cm y según húmero de 153-154 cm. Como en el caso anterior, se ha empleado el método de De Mendonça (1998). La complexión anatómica es normoconformada y de baja estatura. Constitución anatómica robusta. Lateralidad derecha, fundamentalmente objetivada por la presencia de mayor desarrollo de la corredera bicipital, hipertrofia humeral y entesopatía clavículoesternales. Se han documentado lesiones antemortem y patología ósea: periostitis en cara interna tibial izquierda, gonartrosis izquierda, uncartrosis severa en el bloque cervial C1-C5 y fusión vertebral C3-C4, así como procesos degenerativos en raquis dorsolumbar. Las lesiones perimortem, que son causa de la muerte son: fractura de arco posterior de atlas y axis con alojamiento de proyectil entre C3-C4, fractura cabeza humeral izquierda subcapital, acromión derecho fracturado por impacto de bala (se conserva proyectil asociado), fractura transversa costoesternal de primera costilla izquierda y fractura de séptima costilla izquierda. La causa de la muerte es debida a una destrucción de centros vitales neurológicos por arma de fuego (cráneo plurifragmentado por lesiones por arma de fuego). La principal causa de la muerte se puede explicar por la presencia de un proyectil alojado en raquis cervical que describe la siguiente trayectoria: de arriba a abajo atravesando el arco posterior de C1 y rompiendo completamente el arco posterior de C2 a nivel de la carilla articular lateral izquierda, indicando que probablemente el tiro viniera de derecha a izquierda. El cuadro lesivo es incompatible con la vida.
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Esqueleto 3 (UE. 1005) Esqueleto que corresponde a José Argilés Jarque «Manolete». Según los datos obtenidos en el estudio familiar, nace el 20 de julio de 1918 en Santa Cruz de Moya (Cuenca), y el 16 de octubre de 1948 contaba 30 años de edad. Esqueleto presenta un índice de conservación esquelética del 95%. La edad está en la horquilla entre 24 y 32 años. Los métodos aplicados han dado los siguientes resultados para este extremo: sínfisis del pubis en fase 3.1 y 3.2 de Suchey-Brooks (30-32 años) y cuarta costilla en fase 3 (24-28 años). El sexo es de varón (morfológica y antropometricamente, con un 97% de confianza). La combinación de medidas antropométricas de húmero y fémur, aplicando 101
las fórmulas regresivas de Alemán y cols. (1997) da un resultado de sexo varón con un 97% de confianza (anchura epidondilar + diámetro vertical de la cabeza femoral). La estatura, según el método de De Mendonça (1998), es: según el fémur, 161 cm, y según húmero, 162-163 cm. La complexión anatómica es normoconformada y de baja estatura. Constitución anatómica robusta. Lateralidad derecha, fundamentalmente objetivada por la presencia de mayor desarrollo de la corredera bicipital, hipertrofia humeral y entesopatías clavículoesternales. Las lesiones antemortem y patología ósea documentadas han sido: periostitis anterior femoral derecha, hallux valgus bilateral y artritis metatarsofalángica del quinto dedo. Las lesiones perimortem observadas han sido: fractura a nivel medio de omoplato izquierdo debida a impacto de bala a nivel central (lesión ojival de 15 mm de diámetro y de trayectoria de atrás a delante), fractura conminuta de tercio proximal de húmero derecho con 11 fragmentos y destrucción completa de la cabeza humeral, fractura epicondilar de fémur izquierdo conminuta con destrucción completa de cóndilos. La causa de la muerte, al igual que en los casos anteriores, fue debida a una destrucción de centros vitales neurológicos por arma de fuego. El principal mecanismo lesional se puede explicar por la presencia de politraumatismos graves en cráneo, tórax, miembros superiores e inferiores incompatibles con la vida y que pudieron ocasionar un shock traumático-hemorrágico, cuya etiología podría deberse a impactos por arma de fuego. Éste constituye un ejemplo claro de ensañamiento y tortura.
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Esqueleto 4 (UE. 1007) Esqueleto cuya identidad probable sea la de Jesús, el andaluz. No se conocen datos ciertos acerca de su identidad. Sólo se sabía inicialmente que era varón y de acento andaluz, y probablemente su apodo era Jesús. Genéticamente, no existe concordancia con ninguno de los familiares vivos estudiados. El índice de conservación esquelética es del 95%. La edad se encuadra entre los 30 y 35 años. Los métodos aplicados han dado los siguientes resultados: superficie auricular del ilión en fase 3 (30-34 años), sínfisis del pubis en fase 3.2 de SucheyBrooks (30-32 años), cuarta costilla en fase 3 (24-28 años), y cartílago tiroides con un grado de osificación atribuible a una edad de entre 30 y 38 años. El hioides se encuentra calcificado. El sexo es varón (morfológica y antropométricamente, con un 97% de confianza). La combinación de medidas antropométricas de húmero y fémur, aplicando las fórmulas regresivas de Alemán y cols. (1997), da un resultado de sexo varón con un 97% de confianza (anchura epidondilar + diámetro vertical de la cabeza femoral). La estatura, según el método de De Mendonça (1998), es: según fémur 163-164 cm y según húmero, 163-164 cm. 102
La complexión anatómica es normoconformado y de baja estatura. Constitución anatómica robusta. La lateralidad es izquierda, y podría ser un buen elemento para la identificación, fundamentalmente objetivada por la presencia de mayor desarrollo de la corredera bicipital, hipertrofia humeral y entesopatías clavículoesternales. Las lesiones antemortem y patología ósea documentada han sido: artrosis de codo derecho, procesos degenerativos en raquis dorsal, presencia de impronta tibial indicativa de estrés físico asociado a caminata y dorsiflexión de rodillas mantenida, fractura del quinto metacarpiano izquierdo con defecto de consolidación y organización de neoartorsis. Las lesiones perimortem describen un cuadro plurilesional, politraumático, con 17 fracturas: (1) fractura medial de quinta costilla derecha, (2) fractura distal de séptima costilla derecha, (3 y 4) fractura de segunda y novena costillas izquierdas, (5) fractura conminuta de trazo biselado con seis fragmentos en húmero izquierdo, (6) impacto de bala en tibia izquierda en borde interno de la meseta tibial (orificio de entrada de 10 mm con restos metálicos oxidados en su interior y de forma circular, proyectil), (7) fractura conminuta de la meseta tibial derecha, (8) pérdida de sustancia en la cabeza humeral derecho en su borde superior con 25 mm de longitud y 10 mm de anchura, (9) fractura de la apófisis transversa derecha con rotura de la articulación intervertebral de D5, (10) fractura de arco vertebral izquierdo de D6 (ambas lesiones producidas por un impacto de bala cuyo proyectil se encontró localizado en el hemotórax derecho), (11) fractura conminuta de la parte superior de coxal derecho, (12) fisura navículo-cuneiforme de pie izquierdo, (13) fractura del cuarto metatarsiano izquierdo a nivel medio, (14) fractura conminuta del borde superior de la glenoide y del proceso coracoides de escápula derecha con alojamiento de proyectil, (15) hundimiento de manubrio esternal en su cara interna como correspondencia del impacto de proyectil recuperado en región torácica derecha (y que lesiona anteriormente D5-D6), (16) destrucción de la glenoide y del proceso coracoides de escápula izquierda, (17) fractura de trazo longitudinal y radiado de escápula izquierda. La causa de la muerte, al igual que en el resto de esqueletos, es debida a una destrucción de centros vitales neurológicos por arma de fuego. La principal causa de la muerte se puede explicar por la presencia de politraumatismos graves (hasta un número de 17 fracturas) en cráneo, tórax, raquis, pelvis, miembros superiores e inferiores, incompatibles con la vida y que pudieron ocasionar un shock traumáticohemorrágico cuya etiología podría deberse a múltiples impactos por arma de fuego. Éste constituye un segundo ejemplo claro de ensañamiento y tortura.
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ETIOLOGÍA MÉDICO-LEGAL DE LAS MUERTES
Todos los cadáveres presentaban un patrón de politraumatismos perimortem cuyo mecanismo de acción es doble: (1) lesiones por arma de fuego en cráneo, raquis, tórax, y miembros, asociadas a (2) politraumatismos que afectan a cráneo, miembros superiores e inferiores, cintura escapular y pélvica. Se trata de fracturas y fisuras costales, fracturas conminutas humerales, femorales y pélvicas sin supervivencia (salvo un caso de fractura de segundo metacarpiano) y de gran entidad cinética. Los cuatro casos presentan politraumatismos craneales severos e incompatibles con la vida, cuyo mecanismo de producción es compatible con el aplastamiento por piedras de gran peso. En los cuatro casos, la causa principal de la muerte ha sido por destrucción de centros vitales neurológicos, pudiendo reseñar dos casos de ensañamiento o incluso tortura, debido tanto al importante número de politraumatismos, como a su entidad y gravedad lesional (1005 y 1007). IDENTIFICACIÓN GENÉTICA
Los estudios genéticos han sido realizados gracias a la infraestructura del Laboratorio de Genética Forense de la Universitat de València y del Instituto Universitario de Medicina Legal de Santiago de Compostela. Las muestras genéticas estudiadas en los cadáveres fueron piezas dentales: en el esqueleto 1008, el M3 superior derecho; en el esqueleto 1004, el M1 inferior derecho; en el esqueleto 1005, el M1 inferior derecho y en el esqueleto 1007, el M1 inferior derecho. Las muestras genéticas estudiadas en las familias para su cotejo identificativo fueron:
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Fractura antemortem en fase de consolidación de segundo metacarpo derecho
Fractura perimortem de atlas
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Dos heridas perimortem por arma de fuego (orificios de entrada) en región témporo-parietal izquierda
Proyectil alojado entre los cuerpos vertebrales C2 y C3
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Herida y fractura perimortem por arma de fuego en esternón
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Herida perimortem por arma de fuego en escápula
Proyectil alojado en meseta tibial
Familia 1: Rosalía Argilés, hermana de José Argilés (S7). Familia 2: Juliana Sevilla, hermana de Jesús Sevilla (S4). Familia 3: Santiago Herráiz, hijo de Constantino Herráiz (S6). Se ha obtenido ADN de varón (XY) de las piezas dentales analizadas a saber: D1 (perfil genético de UE-1007); D3 (perfil genético de UE-1004) y D4 (perfil genético de UE-1008). Sin embargo, no se obtuvo perfil genético de la pieza dental analizada de D2 (UE-1005). El estudio de los diversos marcadores genético-moleculares utilizados no ha permitido excluir la relación de parentesco entre el perfil obtenido de la pieza dental D4 (posible Constantino Herráiz) y el perfil obtenido de la muestra S6 de Santiago Herráiz Martínez, presunto hijo del desaparecido Constantino Herráiz. El índice de paternidad (IP) indica que es cuatro mil trescientas treinta y una (4.331) veces más probable que el perfil obtenido de la pieza dental D4 provenga del padre biológico de Santiago Herríiz Martínez, a que el origen del perfil sea un varón desconocido tomado al azar en la población. En conclusión, el esqueleto U.E. 1008 presenta una concordancia de paternidad con Santiago Herráiz y corresponde al cadáver de Constantino «Eloy» Herráiz, confirmado genética y antropológicamente, pues falleció a la edad de 42 años. El estudio de los diversos marcadores genético-moleculares utilizados no ha denpermitido excluir la relación de parentesco entre el perfil obtenido de la pieza den tal D3 (posible Jesús Sevilla Herráiz) y el perfil obtenido de la muestra S4, Juliana Sevilla Herráiz, presunta hermana del desaparecido Jesús Sevilla Herráiz. El índice de hermandad (IH) indica que son veintiséis mil cuarenta y dos (26.042) veces más probable que dos personas (Jesús Sevilla Herráiz y Juliana Sevilla Herráiz) con ese perfil genético sean hermanas frente a que dos personas con ese perfil genético, no sean hermanas. En conclusión, el esqueleto U.E. 1004 corresponde a Jesús Sevilla Herráiz, confirmado genéticamente, y los datos antropológicos son concordantes con una edad de fallecimiento de 26 años. El índice de hermandad (IH) obtenido no permite establecer relación de parentesco entre el perfil encontrado en la pieza dental D1 (UE 1007) y el perfil obtenido de la muestra S7, Rosalía Argiles Jarque, presunta hermana del desaparecido José Argiles. Del esqueleto U.E. 1005 (D2) no se ha podido obtener material de ADN susceptible de lectura; luego, por exclusión, correspondería a José Argilés «Manolete». Esta propuesta de identificación es compatible con los datos antropológicos, con una edad de fallecimiento de 30 años. El esqueleto U.E. 1007 no presenta concordancia con las tres familias estudiadas. Posiblemente pueda atribuirse a Jesús el andaluz, según lo que se indica en el informe de la comandancia de la Guardia Civil de 1948.
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ESTATURA
IDENTIDAD
CM
ADNN
26 años
157-162
Jesús Sevilla Herráiz «Martín»
24-32 años
30 años
162-163
José Argilés Jarque «Manolete»
30-35 años
¿?
163-164
¿Jesús, el andaluz?
150-154
Constantino Herráiz Rey «Eloy, Pena, Chiribico»
EDAD
U. E .
SEXO
1004
Varón
25-35 años
1005
Varón
1007
Varón
1008
Varón
ANTROPOLÓGICA
40-45 años
EDAD REAL
42 años
Tabla 3. Resultados del proceso identificativo en la fosa de Villarejo de la Peñuela CONCLUSIONES
Según el informe de la Guardia Civil procedente de la Comandancia de Cuenca, en su memoria histórica anual, el 16 de octubre de 1948 hubo un asalto por parte de la Guardia Civil a un campamento de guerrilleros. Dicho campamento se encontraba situado en el llamado «Cerro de la Cabeza», en el término municipal de Villarejo de la Peñuela (Cuenca), a 617 m al sur del pueblo. Durante el asalto, se produjo un tiroteo que duró tres horas, resultando muertos los guerrilleros Jesús Sevilla Herráiz, Constantino Herráiz, José Argilés Jarque y otro individuo del que se ignora su identidad y del que sólo se conoce su nombre de guerrilla, Jesús, y que posiblemente procedía de Andalucía. Asimismo, se refiere la detención de un quinto guerrillero, Ramón Alises Moreno, que murió el 21 de octubre del aquel año por varios disparos efectuados por la Guardia Civil cuando, según refiere el informe, era conducido hacia otro campamento de guerrilleros y escapó de su custodia (clásico ejemplo de aplicación de la «Ley de Fugas»). Se barajaba la posibilidad de que Ramón Alises fuera enterrado en la misma fosa en la que habían sido enterrados sus compañeros unos días antes; sin embargo, en la fosa sólo aparecieron cuatro cuerpos, quedando como incógnita el paradero final del cuerpo de Alises. Los datos arqueológicos y paleopatológicos han permitido definir la verdadera dimensión de este enfrentamiento históricamente documentado, y de ellos resulta evidente la existencia de un patrón de ensañamiento y tortura. Esta investigación ha permitido documentar correctamente todos los datos sobre el grupo de guerrilleros desaparecidos, el lugar del asesinato, etiología médico-legal y mecanismos de las muertes, así como las circunstancias de su inhumación ilegal en el cementerio de 107
Informe de la Guardia Civil de la Comandancia de Cuenca. Memoria histórica anual (16 de octubre de 1948)
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Informe de la Guardia Civil de la Comandancia de Cuenca. Memoria histórica anual (16 de octubre de 1948).
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Villajero de la Peñuela (Cuenca). La investigación histórico-arqueológica, así como la identificación antropológica y genética, han confirmado la identidad de los desapa desaparecidos. Con esta investigación se ha cerrado el duelo de tres familias que a lo largo de 2008 han podido enterrar dignamente a sus seres queridos y honrar su memoria. NOTAS 1
En la provincia de Cuenca se han exhumado otras dos fosas de guerrilleros, a parte de los casos de Fuertescusa y Villarejo de la Peñuela (Polo, 2008) que se expone en el texto. Ambas intervenciones arqueológicas fueron gestionadas por la asociación ARMH-Cuenca. La primera tuvo lugar en marzo de 2006, y se recuperaron en el cementerio de Arcos de la Sierra, los restos óseos atribuibles a los guerrilleros del AGLA Julián Antón López «El Valencia» y otro guerrillero conocido como «Navarro» (Tribuna de Cuenca, 28 y 29 de marzo de 2006), abatidos por la Guardia Civil en 1950. La segunda fosa se exhumó en Huélamo el 29 de octubre de 2006, y se recuperaron los restos óseos atribuibles a dos guerrilleros fallecidos en 1949 en enfrentamientos con la Guardia Civil, Antonio Millán Cabrera (nacido en Puebla de Alcocer) y Federico Gallega García (nacido en Venta del Moro, Valencia).
BIBLIOGRAFÍA
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Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio de la Presidencia (Gobierno de España). Nuestro agradecimiento por su colaboración a: Concepción Plaza Balbadena, Juan José Cubillos, Sergio Polo Cerdá, Tamara Muñoz Peralvo, Alejandro Martínez, Pedro Peinado y Adolfo Pastor. Nuestro agradecimiento asimismo a los familiares de la víctimas: Santiago Herráiz, Rosalía Argilés, Juliana Sevilla, Flora López, Emilia Marcos y a todas las personas anónimas que contribuyeron con su testimonio durante los trabajos de campo, así como a todos los amigos y colaboradores de La Gavilla Verde que nos han regalado generosamente su tiempo en este proyecto.
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EL PROCESO DE RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA DE LOS MARINOS REPUBLICANOS
Victoria Fernández Díaz
El 5 de marzo de 1939, sobre las 12 del mediodía, 4.000 hombres salieron del puerto de Cartagena. Eran los 4.000 marinos de la Armada republicana que, durante los tres años de guerra y desde el primer momento, habían defendido profesional, leal y honradamente a la República, el legítimo gobierno de España. Estos 4.000 hombres se fueron a bordo de 11 buques y un submarino, al principio en dirección desconocida. En el momento de partir, lo único que sabían era que por fin salían de la ratonera en que se había convertido Cartagena. Desaparecieron como si se los hubiera tragado la mar. De ellos se podría decir que nunca más se supo. Sus vidas se diluyeron en las brumas del destierro. A partir de ese momento comenzó para ellos un largo exilio de exilios. Algunos se quedaron en el Magreb, otros se fueron a Francia, unos cuantos a América, a Rusia... La mitad de ellos optó, ingenuamente, por regresar a España bajo la falsa promesa de las autoridades franquistas de que no serían procesados ni represaliados, al no tener las «manos manchadas en sangre». Los que regresaron a España fueron, como mínimo, procesados y apartados de la Armada. Muchos de ellos fueron condenados a largos años de presidio, y algunos sentenciados a pena de muerte. Sufrieron el exilio y la brutal represión de la dictadura. Son 4.000 historias distintas que comenzaron juntos aquel 5 de marzo cuando salieron de Cartagena, y que prosiguieron en los distintos campos de concentración donde fueron encerrados, que continuaron al estallar la Segunda Guerra Mundial, 6 meses después, con la lucha contra el fascismo junto con los aliados, en Rusia, en el maquis, en la resistencia, en el desembarco de Normandía, en la liberación de París, en la entrada a Berlín con el ejército americano, en la Marina de la Francia Libre, la que apoyaba a De Gaulle, en los incipientes comandos ingleses, en la Marina americana e inglesa. Pasaron por campos de concentración franceses, tunecinos, argelinos; por campos de exterminio alemanes, y también por los que montó en Argelia el gobierno colaboracionista de Pétain... 113
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial aún encontramos marinos republicanos en los barcos que llevaron a judíos supervivientes del holocausto a Palestina. Algunos de estos marinos fueron encerrados en campos de concentración ingleses y todavía en 1948 encontramos marinos republicanos transportando en barcos a guerrilleros españoles desde Casablanca hasta las costas de Granada. En el momento de la liberación en África y en Europa fueron condecorados por franceses, americanos e ingleses por los servicios prestados en la lucha contra el fascismo. Sin embargo, al final, tras 9 años de guerra, no volvieron a ninguna parte, porque no tenían dónde. Eran apátridas, indocumentados, y siguieron viviendo otros exilios, otras angustiosas incertidumbres. Se tuvieron que reinventar la vida. Entre aquellos marinos que salieron de España iba mi padre. Yo nací en el exilio, en la lluviosa Normandía, lejos del sol mediterráneo de donde eran mis padres. En mi casa se hablaba poco de la guerra, del exilio. Pienso que tal vez fuera por un instinto legítimo de protección hacia los hijos. Oía hablar del hambre, de las bombas, una vez oí a mi padre contar cómo había conseguido cruzar de madrugada Cartagena, evitando las patrullas fascistas y los tiros, hasta alcanzar el puerto y subir a su barco. Por casa había una foto con mi padre apoyado en un jeep con el uniforme americano, pistola al cinto, que yo confundía con un disfraz de vaquero. Imaginaba en mi infancia que mi padre hubiera sido el personaje bueno de una película del Oeste. Un día, leyendo un artículo en una revista de historia, me llamó la atención que el autor «enviara» a la Armada republicana, al final de la guerra, a Orán. Yo no recordaba que mi padre hablara de Orán. Recordaba otro nombre, Bizerta que, reconozco, casi no sabía situar en el mapa. Otro día, hace aproximadamente unos 6 años, me encontré con Alicia Vázquez, la hija de otro marino republicano, también exiliado con mi padre. Casi por casualidad, Alicia me enseñó fotos de su álbum y vi a su padre durante el exilio. Me asombré al verlo con pico y pala haciendo zanjas en el desierto, en Bou-Arfa, cerca del Sahara. Aquello me dejó atónita. Había oído que mi padre también había cavando zanjas, pero en el sur de Francia, no en África. Sin embargo, habían salido juntos de España. Alicia conocía algunas anécdotas, pero tampoco sabía exactamente cómo su padre había aparecido a orillas del Sahara, ni yo cómo mi padre había entrado en Berlín con los americanos a bordo de un jeep. Estos detalles personales fueron los que me hicieron tomar conciencia de que ni siquiera nosotros, las familias de esos hombres exiliados o que habían participado en la guerra, sabíamos a ciencia cierta qué les había ocurrido. Todo esto era mucho antes de que se hablara de memoria histórica. En realidad, ni siquiera teníamos al día nuestra propia memoria familiar y, como dicen los franceses, par devoir de mémoire me propuse reconstruir sus historias. Navegué por Internet, buscando bibliografía, artículos, referencias. Y realmente me di cuenta de que prácticamente no había nada.1
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Busqué en la caja de fotos de la familia, rebusqué entre los papeles que guardaba de mi padre... y encontré nombres de antiguos compañeros, viejas direcciones de Estados Unidos, de Brasil, de Canadá, de Francia y de España... Con esto, obtuve dos elementos que fueron fundamentales en mi investigación: fotos y algunas direcciones o antiguos números de teléfonos. Para empezar, tenía a algunos, muy pocos, de los propios marinos que aún seguían vivos. Haciendo un pequeño cálculo me percaté de que tenía el tiempo contado. El reloj biológico jugaba en mi contra. La memoria oral, directa, de aquellos hombres, se estaba muriendo con ellos. En aquel momento –estoy hablando de 2005–, los que eran cabos o maestres antes de la guerra, tenían ya en torno a los 85 años o más, y los que estaban haciendo la mili en ese momento, podían tener 5 años menos. Los de mayor graduación, lógicamente más mayores, ya habían fallecido. Emprendí una carrera frenética y angustiosa a la vez. Cada llamada intentando localizar a algún marino podía dar resultados positivos, pero también me podía anunciar su fallecimiento. Al final, pude recoger el testimonio de 12 marinos y recuperar cuatro entrevistas hechas antes de su defunción. A veces, era una cuestión de meses. A esa edad, la memoria y la vida son frágiles. No hice entrevistas en el sentido estricto del término: fueron largas charlas o extensas cartas. Sólo así pudieron surgir los recuerdos, las anécdotas de hechos de los que a veces no habían hablado jamás. De esta etapa guardo especial recuerdo de dos marinos. Uno de ellos, Manuel Pedreiro, auxiliar alumno de Artillería en el crucero «Libertad», vivía en Francia, en un pueblecito perdido, Viviers, cerca de Lyon. Me puse en contacto con él por teléfono. Teníamos largas conversaciones y me envió más de 20 extensas cartas, más bien paquetes postales conteniendo fotos, reproducciones de artículos, fotocopias. Pedreiro era un archivo viviente. Un fin de semana decidí ir a visitarlo. De Valencia a Viviers hay casi 1.000 kilómetros. Aparecimos por su casa a media mañana. Él nos esperaba en el porche, recto y digno a sus 94 años, casi en formación. Nos sentamos en una mesa, puse la grabadora en medio y le dejé hablar, casi sin interrumpirle. Mientras me contaba cosas, ilustraba su relato con numerosos documentos extendidos sobre la mesa. Alrededor revoloteaban sus nietos que hablaban un español aprendido en la escuela francesa, extrañados por una imprevista visita llegada desde España. Quisiera también relatar el encuentro con otro marino, el auxiliar alumno de Artillería, Alfredo Martí Vallés, apuntador vertical en la torre directora del destructor Almirante Valdés. Había entrado en la Armada con 16 años. Fui a verlo a Elche, donde vivía. Nos acogió toda la familia con muchísimo afecto. Alfredo me contó cómo había tenido que hacer de hortelano en las baldías tierras de Kasserrine, en Túnez, y cómo se habían enrolado con los ingleses en las incipientes unidades de comandos especiales, que desempeñaron un papel tan importante en la lucha contra
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el Afrika Korps, y que hoy en día son pieza fundamental en la estructura de todos los ejércitos. Por la tarde vinieron los nietos, entre ellos un mocetón que estaba en el ejército, en los cuerpos especiales, ésos que fueron a Bosnia y aún permanecen en Afganistán. Nos comentaba que, oyendo al abuelo, había descubierto de pronto que le estaba hablando de lo mismo que le enseñaban a él en sus clases de formación como comando del ejército. Alfredo murió hace dos años. Pedreiro en enero. Ninguno de los dos llegó a ver impreso el relato de sus historias y la de sus compañeros. Desgraciadamente, no han sido los únicos. Al final de los casi cinco años en que he tardado en escribir el relato de su exilio han ido muriéndose, sin poder ver reconocida, aunque fuera parcialmente, su lucha. Otra fuente de información han sido las memorias escritas por los propios marinos, no publicadas, pero cuidadosamente mecanografiadas. Alguno había autoeditado sus memorias, dedicadas a sus nietos, como Vicente Oliveira Avendaño. Muchos habían redactado algunos folios contando su particular odisea durante la guerra o su exilio.2 Este material, fundamental para poder seguir sus trayectorias vitales, me llegó a través de ellos mismos –cuando estaban vivos–, de otros compañeros o de las familias. algu Como fuentes contemporáneas a los acontecimientos, he podido consultar algu3 nas cartas o diarios escritos desde el primer exilio. Manuel Pedreiro me hizo una copia de su diario, las sobrinas del auxiliar alumno Gonzalo Díaz Reinante escanearon y me mandaron las 10 primeras páginas del diario personal de su tío, que empezó el mismo día de la salida de España. Este material ha sido muy interesante por reflejar el estado de ánimo, las inquietudes, los deseos del momento y multitud de detalles que permiten recrear la atmósfera que vivieron durante el exilio. Pude tener acceso al contenido de tres cartas que el marinero Antonio Pont Cladera escribió a su tío en Argentina, desde el campo de concentración de MeheriZebbeus, en Túnez, donde fue recluido, y en las que decía:
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todo para mí se ha vuelto un mar de tormentos y agudos martirios, es tal el hambre que paso, calor, mal dormir, preocupaciones, [...] que hay momentos que no sé lo que me digo. Tío, yo quisiera que me comprendiera bien lo que le relato en la presente, nunca creí llegar al extremo este, estoy convencido que ya no existe humanidad, nosotros que hemos luchado por una causa justa y noble y después de millones de traiciones por las naciones que dicen llamarse demócratas nos llevaron al caos de perder la guerra, y no conformes con esto [...] nos mandan a un campo de concentración a que terminemos de morirnos de asco y desprecio.4
Repasé también libros sobre el exilio en general, rastreando referencias a marinos. Busqué en libros de memorias escritos por exiliados, por cronistas de la repre5
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sión en su pueblo, en su comarca. Y aquí rindo un pequeño homenaje a estas personas que, al dejarnos estos testimonios, han ido regando con miguitas de pan para que encontráramos el camino recorrido por el exilio y la represión. En uno de estos libros, que premonitoriamente se titula Los Olvidados,6 descubrí los campos de trabajo en el desierto de Túnez y en el Sahara. Allí fueron llevados los exiliados –entre ellos los marinos– por las tropas del gobierno colaboracionista de Pétain, para trabajar con pico y pala construyendo a destajo una vía de ferrocarril a través del desierto. Allí los obligaban a permanecer casi como esclavos, vigilados por guardias franceses y policía autóctona, soportando temperaturas a veces superiores a los 50º, con el agua racionada, la comida escasa, instalados en viejas tiendas del ejército francés. En Los Olvidados descubrí los campos de exterminio creados por el régimen colaboracionista de Pétain, como el de Hadjerat M’Guil. En aquellos campos se torturaba, se mataba, se humillaba. Era tan increíble que necesité oír el testimonio de un superviviente, el marino Juan Alcaraz, confirmando todos aquellos horrores, para terminar de creérmelo. Me puse en contacto con unos 50 familiares de marinos. Sin duda, ésta fue la etapa más emotiva, difícil en la larga recopilación de materiales. También viví momentos llenos de agradables sorpresas. Muchas veces mi llamada ha provocado una verdadera revolución en la familia, han hablado entre hermanos recordando detalles, han recabado información de tíos, abuelos, han rebuscado en los cajones papeles y documentos... La nieta de un marino que vive en Carcasonne pidió ayuda a un grupo excursionista de los Alpes para que identificaran el campo de trabajo donde, al parecer, había estado su abuelo, José García Noguera. Sólo tenía una foto de 1940 y un nombre que recordaba una tía, Condamine-Châtelard. Nadie en la región recordaba ese campo; en cambio, el grupo excursionista reconoció el murete y el pozo de la foto. La viuda de otro marino, Salvador Maturana, un día, casi por casualidad, sin darle demasiada importancia, me dijo que tenía algunas medallas de su marido, de las que le habían otorgado cuando estuvo con el general Leclerc. Tenía fotos de su marido al lado de una tanqueta, descansando en el bosque de Boulogne, a las afueras de París. A partir de ahí fui reconstruyendo la participación de algunos marinos en el desembarco de Normandía y, en el caso de este marino, Maturana, de su entrada en París en el momento de la liberación. En un libro francés dedicado al Corps Franc, es decir, a la actuación de los franceses en la liberación del Norte de África junto a los aliados, encontré datos que me permitieron documentar la intervención de marinos en este cuerpo. Es más, Bizerta fue liberada, tras encarnizadas batallas, por tropas capitaneadas por el Almirante de la Flota Republicana, Miguel Buiza. Buiza ingresó en el Corps Franc con el grado de capitán y estuvo al frente de la novena compañía del tercer batallón. Esta novena compañía fue llamada «l’Etrangère», 117
la Extranjera. Más tarde, esta novena compañía se convirtió en la Nueve de la Segunda División Blindada del ejército de la Francia Libre que liberó París. Sabemos de varios marinos que se alistan con su antiguo almirante. Han llegado hasta nosotros algunos nombres que obtuve cotejando las listas de los que fueron condecorados y citados en la orden del ejército francés en junio de 1943, una vez liberado Túnez. Indudablemente, otros muchos participaron, quizás murieron, porque fueron batallas muy duras, en las que se enfrentaron al Afrika Korps del mariscal Rommel. Algunos familiares de los marinos contactaron conmigo cuando, por casualidad, se enteraron de mi trabajo. No hay que perder de vista que muchas veces ni siquiera ellos, la familia directa, conocían qué había pasado con sus padres o sus abuelos y querían y necesitaban saber. Hace escasamente 15 días me llamó por teléfono una mujer desde Vigo. Hacía un mes que su madre, ya muy mayor, había consentido en entregarle unos papeles por los cuales se enteró de que su padre había estado en Bizerta, en un campo de concentración, encarcelado. No entendía nada. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho su padre? Bizerta, me dijo, pensaba que estaba en Rusia. Juntas, con los pocos datos que tenía, reconstruimos su probable historia. Otro hijo recordaba una pitillera guardada en un armario de su casa que contenía unos hilos metálicos y un circulito rojo de fieltro. Dándole vueltas entendimos que eran los galones de oficial que había ganado su padre durante la guerra y el distintivo de Madrid, otorgado a título colectivo a todas las dotaciones que habían participado franen el combate de cabo Palos, en el que la flota republicana hundió el crucero fran quista «Baleares». No se hablaba de él en mi familia, me decía un nieto de un comandante de Máquinas, ejecutado en 1939, hombre muy apreciado y de gran profesionalidad, y del que prácticamente no sabía nada. Yo quisiera mencionar particularmente a los nietos que buscan afanosamente datos, detalles, indicios de sus abuelos. Uno me escribía, después de hablar conmigo y saber algo más de su abuelo: Navego en un mar de sentimientos, melancolía, alegría por saber más que antes y tristeza por lo que aún no sé.7 Otro nieto me mandó, en noviembre del año pasado, un correo electrónico en el que me decía:
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En realidad, yo no he sabido nunca la historia real de mi abuelo. Fue a raíz de la muerte de mi abuela, cuando descubrí en su casa unos papeles que había reunido mi tío, también fallecido. En muchas familias esas cosas no se han hablado nunca, había un pacto de silencio no concertado expresamente. De modo que me encuentro con esos papeles, y que ya no hay personas vivas que hayan sido testigos de aquellos hechos. Por eso mi interés en conocer el destino de quienes salieron de Cartagena en marzo de 1939. Nuestra curiosidad no tiene límites.8 118
Y es que nuestros recuerdos, nuestra memoria son nuestra propia identidad, no podemos vivir sin ellos. No existimos, no somos nada. Y nuestra identidad no sólo está labrada con nuestros propios recuerdos individuales, también estamos hechos con los recuerdos, la memoria de los que nos han precedido, de nuestros padres, de nuestros abuelos. Es de justicia que estos hijos, estos nietos, sepan la historia que les ha precedido. En cierto modo, ellos le dan un sentido último a mi trabajo. NOTAS 1
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A decir verdad, encontré diez páginas en un libro fundamental de Lucio SANTIAGO, Jerónimo LLORIS y Rafael BARRERA, Internamiento y resistencia de los republicanos españoles en África del norte durante la Segunda Guerra Mundial, Sant Cugat del Vallès (Barcelona), autoedición, 1981. Buscando en Internet encontré las referencias de dos artículos del historiador tunecino Abdelhakim EL-GAFSI, «La situación de los refugiados españoles en Túnez entre el 4 de febrero de 1939 y el 18 de julio de 1940, según unos documentos de archivos del Gobierno tunecino» en Almenara, vol. 10, Madrid 1976-1977, p. 94 y ss. y «De Cartagena a Bizerta. Prolongaciones tunecinas de la Guerra Civil española (1936-1939)» en Anales de Historia Contemporánea n.º 2, Murcia, 1983, pp. 251-261; otro artículo del también historiador tunecino Bechir YAZIDI, «Immigration politique et solidarité. Le cas des réfugiés espagnols», Cahiers de la Méditerranée, vol. 63, Faculté des Lettres de La Manouba. Estas memorias han sido las del comandante del destructor Almirante Miranda, David Gasca Aznar, las del auxiliar alumno de Marinería, Francisco Díaz Bueno, las del también auxiliar alumno, José Seoane Cortés, el diario y todo el material reunido por el auxiliar alumno de Artillería, Manuel Pedreiro Pita. En este ámbito, han sido importantes las del auxiliar alumno de Artillería, Antonio Pons Cladera, desde el campo de Meheri-Zebbeus y conservadas por su sobrina Gabriela Cladera, desde Argentina. Las intercambiadas entre el comandante David Gasca (primer exilio en Túnez) y el almirante Luis González de Ubieta (primer exilio en París), las mandadas por el Auxiliar alumno de Artillería, José Fernández Navarro, con su familia. Carta fechada en abril de 1939 y guardada por su sobrina Gabriela Cladera. Fueron particularmente por su seriedad y minuciosidad los libros de Antonio Vilanova, París, Ruedo Ibérico, 1969. Patricio Calviño, nieto del cabo de marinería José Ribeiro. Antonio Zaragoza Pons, nieto de Antonio Pons Ortiz, nacido en Guardamar.
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APÉNDICE
Hace muchos años, en nuestra naciente democracia, me hice socia de Amnistía Internacional. Me entregaron un folletito en que explicaban sus fines y métodos. Explicaban, por ejemplo, que cuando se producía la desaparición de una persona o se daba una situación de genocidio, lo primero y más elemental era establecer el nombre del desaparecido y de cuando y cómo se le había visto por última vez. Aquello se me quedó grabado porque, efectivamente, cuando no sabemos ni siquiera el nombre de un desaparecido, parece que ni siquiera haya existido. Por eso me impuse la tarea de establecer el nombre de estos hombres para que no desaparezcan definitivamente y venzan el último reto, el de la desmemoria. Presento aquí algunos nombres de los marinos y civiles evacuados con la Flota el 5 de marzo de 1939 que fueron mandados a la 7.ª Compañía de Castigo o grupo de Gabès, indicándose, cuando ha sido posible los que estuvieron internados en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. MARINOS Y EVACUADOS CON LA FLOTA REPUBLICANOS QUE FORMAN PARTE DE LA 7.ª COMPAÑÍA DE TRABAJADORES EXTRANJEROS DE CASTIGO O GABÈS»1
«GRUPO DE
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AGRELO (ADRELO) REGO, Antonio, cabo de Marinería en el destructor Churruca en 1927. Promovido auxiliar alumno Naval en 1937 (D.O. n.º 267, 6/11/37). No hay datos posteriores.
•
ALARCÓN PÉREZ, Manuel, nacido en Almazarrón, Murcia, el 19/12/1915. Marinero. Se casó en Ferryville en 1950. En 1954 vivía en Djalta.
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ALCARÁZ SAURA, Juan, nacido en Cartagena en 1921. Aunque había sido llamado a filas estaba en espera de embarcar en marzo de 1939. Pertenecía a la CNT. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. Vivió en Orán hasta la edad de la jubilación en que volvió a España.
•
ALONSO ALONSO, Fernando, nacido en Astorga, León. Cabo electricista en el «Jaime I». Participó en la toma del buque para la República. Fue miembro del comité. Promovido auxiliar alumno de Electricidad y Torpedos en 1937 (D.O. n.º 263, 2/11/37). Fallecido y enterrado en Túnez.
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ALONSO MORRAZO, Juan, marinero. Salió de Cartagena con la Flota, a bordo del «Lepanto». No hay más datos.
•
ÁLVAREZ, Arturo, gallego. Marinero. Su segundo apellido puede ser Cabrol. No hay más datos.
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•
ÁLVAREZ, José, marino. Lleno de cicatrices de la guerra. Asesinado en el campo de Hadjerat M’Guil el 16 de septiembre de 1942.2
•
ÁLVAREZ, asturiano, llamado «el Minero». Auxiliar alumno. No hay más datos.
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ÁLVAREZ, gallego. Marinero, conocido por el sobrenombre de «Mino». No hay más datos.
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ANTÚNEZ AGUILAR, Antonio, nacido en Motril el 8/10/1906. Auxiliar segundo de Artillería. Participó en la toma del «Jaime I» para la República. Presidente del comité de este buque. Promovido auxiliar alumno de Artillería. Fue destinado a las baterías antiaéreas de Almería, y designado para efectuar el segundo curso abreviado de la Escuela Naval Popular. Fue nombrado Alférez de navío de la 2.ª promoción de la Escuela Naval Popular de Cartagena (D.O. n.º 237, 14/09/1938). Embarcado en el crucero «Méndez Núñez» en 1938. Promovido Teniente de Navío. En 1954 vivía en Túnez capital. Fallecido en Túnez en 1986 y posiblemente enterrado allí.
•
ARCE ARCE, Juan, cabo de Marinería en 1937 (D.O., n.º 202, 23/9/37). En Khenchela, Argelia, salía junto con otros marinos, por las noches, a ayudar a los nativos.3 No hay más datos posteriores.
•
ARJONA GIL, Juan, dentista. Miembro de la logia masónica «Renacer» de Cartagena en 1938.4 Civil evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Después del desembarco en África marchó a América, posiblemente a Venezuela.
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ARROYO MARTÍNEZ, José, nacido en Cartagena el 9/10/1917. Marinero. Casado en 1947 en Bizerta, 2 hijas. Se fue a Francia, a la región de Lyon, donde falleció.
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ASENSIO ROMERO, Miguel, de Valencia. Marinero. No hay más datos posteriores.
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BALAGUER PASCUAL, Juan, nacido en Tortosa. Marinero. Volvió a España con la democracia y falleció en Tortosa en 1980.
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BARRIOS SABIN, Miguel, nacido en El Ferrol el 23/12/1914. Cabo de Artillería en el «Miguel de Cervantes. Promovido auxiliar alumno de Artillería (D.O. n.º 266, 5/11/37). Admitido en 2.º curso abreviado de la Escuela Popular (D.O. n.º 86, 11/4/1938). Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. Vivió el exilio en Túnez. Casado. Falleció en Ferrol.
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BEASCOECHEA INARRITU (INARRIQUI), Juan, internado en diciembre de 1941 llegó a Túnez desde Kenchela donde estaba internado con la 7.ª compañía de trabajadores extranjeros.5
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BLANCO RAMÓN, Restituto, marinero. Salió de Cartagena en el «Ulloa» el 5 de marzo de 1939. En abril de 1939 un familiar, desde Francia, le reclama. Figura en la lista de la 7.ª compañía de trabajadores extranjeros de castigo.6 Ejecutado en Cartagena el 24/07/1944 acusado de haber formado parte de la columna naval «Andrèu Lillo». 7
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BLANES GILABER (T), Alejandro, nacido en Alcoy. Cabo de Artillería después de curso en 1937 (D.O. n.º 200, 31/08/1937). Era conocido como el «cabo de la Ametralladora» por distinguirse siempre en los combates antiaéreos. Estuvo embarcado en los destructores «Escaño», «Lazaga» y «Almirante Valdés». Murió de fiebres palúdicas en el campo de Khenchela.
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BOTELLA ROMERO, Ramón, piloto de la marina mercante. En 1939 tenía 27 años. No hay más datos.
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BRAGE VARELLA, Carlos, fogonero. Miembro, al parecer, de la Guardia Roja. No hay más datos posteriores a su internamiento.
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BROTONS CARBONELL, Rafael, nacido en 1901. Auxiliar de Artillería. Casado No hay más datos posteriores.
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CABALLERO GÓMEZ, Jesús, Marinero. No hay más datos.
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CALVERO CARRASCO, Miguel, nacido en Cartagena. Cabo de Artillería en 1936. Promovido Auxiliar Alumno de Artillería en 1938 (D.O., n.º 124, 24/5/1938). Estuvo embarcado en los destructores «Miranda» y «Antequera». Estuvo viviendo en Orán después de la liberación de los campos de Argelia. Luego se fue a vivir a Toulouse, Francia, donde murió.8
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CALVO RIVERA, Ricardo, nacido en Ferrol. Teniente Maquinista (GR. dic.1936). Después de la liberación de los campos de Argelia, vivió en Casablanca.
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CALVO, Manuel, Fogonero en el destructor «Sánchez Barcáitegui». No hay más datos.
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CAMPOS SOLER, Antonio, nacido en Madrid el 16/12/1916. Marinero. Estuvo enrolado en el Corps Franc durante la batalla de Túnez. Después vivió en Casablanca.
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CAPARRÓS LÓPEZ, Diego, de Málaga. Marinero de 2ª en 1936. Miembro del Estado mayor de la Flota en Septiembre de 1938.9 Fue internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. En Kenadsa subió al mástil para poner las banderas de los aliados cuando se enteraron del desembarco aliado.10
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CARPÍ (CARPIN) RODRÍGUEZ, José, valenciano. Marinero en 1936. Cabo de Marinería después de curso y exámenes en 1937 (D.O., n.º200,
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31/08/1937). No hay más datos a su internamiento en la 7.ª compañía de trabajadores extranjeros. •
CASANOVA MENDÍA, Ramón, Ofial 2º Naval. Miembro del Comité Central de la Flota, embarcado en el «Gravina» en 1937.11
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CASARES PRIEGO, Rafael, nacido en Córdoba el 03/05/1915. Marinero, llamado «Cordobilla». Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. En Kenadsa subió al mástil para poner las banderas de los aliados cuando se enteraron del desembarco aliado.12 No hay más datos posteriores.
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CASTRO OROZCO, Armando, nacido en Neda, Coruña. Fogonero en el crucero «Libertad». Se exilió a Argentina después de la liberación de los campos.
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CASTRO OROZCO, Juan, nacido en Neda, Coruña, el 9/11/1911. Cabo de Artillería en 1931. Promovido auxiliar alumno de Artillería en septiembre de 1937. Estuvo embarcado en el crucero «Reina Victoria Eugenia», en el «Jaime I», en el crucero «República» y en el «Cervantes». Falleció en Grenoble, Francia, en 1996.
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CELA VIGO, Adriano, cabo del «José Luis Díez» durante las dos batallas navales de 1938 en el Estrecho de Gibraltar. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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CHANTADA MARTÍNEZ, Enrique, nacido en Vigo. Movilizado entre las filas franquistas, se pasó a las filas republicanas en el frente de Madrid, combatió después en la Flota de la República. Marinero. Destinado al Estado mayor de la Flota en 1938.13 Sufrió un juicio en Orán en diciembre de 1941 y fue condenado a pena de trabajos forzados. Internado en la prisión de Lambèse. Coautor del libro testimonio Internamiento y resistencia... Exilio posterior en París. Murió en Vigo.
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CID NIETO, Manuel, marinero de segunda. Salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo de 1939 a bordo del destructor «Gravina». No hay más datos posteriores.
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COBA COSAS, Mario Segismundo, nacido probablemente en Cuba. Marinero. Al ser internado en la 7.ª Compañía de Trabajadores extranjero y mandado a Gabès, hizo intervenir el gobierno cubano para salir de allí. Consiguió ser entregado a las autoridades cubanas en Marsella el 20 de noviembre de 1939.
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CONESA GUERRERO, Antonio, cabo de Artillería en el «Almirante Valdés». Participó en la toma del buque para la República. Auxiliar alumno de
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Artillería. Ingresó en la Escuela Naval Popular de Cartagena. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía. •
CONSUEGRA TORIBIO, Benito, Marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento.
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DEIBE ABELLA, Francisco, nacido en El Ferrol el 24/10/1913. Marinero especialista de Marinería destinado a la Escuadra en 1931. Cabo en 1933. Estuvo embarcado en el «Juan Sebastián Elcano» con el que dio la vuelta al mundo. Estuvo también embarcado en el «Libertad». Promovido Auxiliar Alumno Naval en 1937 (D.O. n.º 263, 2/11/37). Después del desembarco aliado en África estuvo trabajando en navíos mercantes ingleses en Casablanca. Volvió ya tarde a España. Vivía en Málaga, donde falleció
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DEIBE CID, Manuel, marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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DEVESA REY, Luis, en 1937 era marinero de segunda en las Fuerzas Navales del Cantábrico. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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DIAZ BUENO, Francisco, nacido en Cádiz. Estaba embarcado en el «Miguel Cervantes» el 18 de julio de 1936 como Cabo Electricista. Era lanzador de disco y pensaba presentarse en los Campeonatos de atletismo de Marina, que se iban a realizar en el mes de julio de 1936 en Cartagena. Promovido auxiliar alumno de Electricidad en 1937. Salió de Cartagena el 5 de marzo de 1939 a bordo del «Cervantes». Después del desembarco aliado en África, se fue a Orán. Volvió a España con la democracia, donde falleció. Escribió Victoria y derrota vinieron de la mar. Memorias de la Guerra Civil. No publicadas.
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DÍAZ (DÍEZ) CARRASCAL, Luis, fue promovido Cabo de Torpedos en 1938 después de curso y examen (D.O. 02/09/1938). No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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DÍAZ RODRÍGUEZ, Santiago, nacido el 23/10/1898 en El Ferrol. En julio de 1936 era Contramaestre en «José Luis Díez» aunque también se le sitúa en el «Almirante Valdés». Participó en la toma del buque para la República. Promovido oficial segundo del cuerpo de auxiliares navales en 1937 (D.O. n.º 251, 19/10/1937). Designado patrón del guardacostas «Torpedero Hernández». Estuvo también embarcado en el «Cervantes». En mayo de 1938 embarcó como Comandante en el remolcador «Gaditano» (D.O. n.º 121, 21/05/1938). Casado. Fallecido en París.
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DOMENECH, nacido en Cartagena. Albañil. Civil evacuado con la Flota de Cartagena el 5 de marzo de 1939. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía. 124
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DOURAL GONZÁLEZ, Fernando, nacido en Vigo. Marinero, embarcado en el «Libertad». En Khenchela, salía por las noches, junto con otros, a ayudar a los nativos.14 Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. No hay más datos.
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DUMAS GOMEZ, Emilio, marinero. Estuvo embarcado en el «Libertad». No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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ESPAÑA PALOMO, Diego (Eduardo), promovido cabo de cañón en 1937 (G.R. 04/01/1937). Residía en Madrid y pidió el reingreso en 1936, después de licenciarse. No hay más datos posteriores.
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ESPINAL AYERRA (AYORRA), Saturnino, Natural de Bilboa, vecino de Bilbao. Artillero en el buque «Bizkaia» de la marina de guerra vasca. Pertenecía a A.N.V. Embarcado desde diciembre de 1936.
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ESTELA MUR, Vicente, valenciano. Marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento.
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FABRELLAS ARAGÓ, Francisco, nombrado Cabo de Oficinas en 1937 (D.O. n.º 200, 31/08/37). Estuvo embarcado en el «Libertad». Estuvo interpostenado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. Sin más datos poste riores.
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FERNÁNDEZ ALONSO, Carlos, de Ferrol. Estaba en el guardacostas «Xauen» cuando fue tomado para la República y llevado a Málaga. Luego embarcó en el «Libertad». Promovido auxiliar alumno de Artillería. Se fue a México, reclamado por un familiar, después de la 2.ª Guerra Mundial.
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FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Armando, fogonero preferente. En junio de 1937 estaba embarcado en el buque tanque «Elcano». Le fue concedida la Medalla del Deber en 1938 (D.O. n.º 29, 15/11/1938). No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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FERNÁNDEZ DOPICO, David, nacido en Sillobre, La Coruña el 7/06/1910. Había ingresado en la Armada el 2/1/1930. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O. n.º 266, 5/11/1937). Estuvo embarcado en el «Churruca». Salió de Cartagena el 5 de marzo de 1939 en el «Lepanto». Liberado de Kenadsa el 28 de mayo de 1943. Vivió en Argelia hasta su vuelta a España en 1972.
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FERNÁNDEZ DOPICO, José, gallego. Auxiliar alumno Radiotelegrafista. Estuvo embarcado en el «Lepanto» y en el «Alcaudon». Después del desembarco aliado en África, fue enrolado por los ingleses siendo lanzado varias veces en paracaídas para ayudar al maquis en Francia. Marchó a Francia.
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FERNÁNDEZ GUITIÉRREZ, Teodoro, nacido en Palma de Mallorca el 20/3/1916. Marinero. Casado en Túnez en 1943. Se fue a Francia.
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FERNÁNDEZ LÓPEZ, Norberto, nacido en 1895. Auxiliar Segundo de Oficinas, embarcado en el «Almirante Valdés» en julio de 1936. Participó en la toma del buque para la República. Nombrado capitán de Intendencia. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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FERNÁNDEZ SANTOS, Antonio, nacido en Santander el 07/10/1914. En julio de 1936 era piloto de la Marina Mercante. Se alistó voluntariamente en la Marina de Guerra, siendo nombrado Teniente de Navío de la Reserva Naval (D.O. n.º 167, 13/06/1937). Fue destinado como Oficial de Navegación en el destructor «Lepanto» y posteriormente en el destructor «Císcar». A partir de enero de 1938 fue Comandante de los bous armados «Vizcaya» y «Guipúzcoa». En mayo de 1938 fue destinado como oficial de derrota en los destructores «Libertad» y «Lazaga». Fue designado para efectuar el segundo curso abreviado en la Escuela Naval Popular (D.O. n.º 86,11/04/1938). Desde mayo hasta agosto de 1938 estuvo en la Escuela Naval Popular de Cartagena. A partir del 11 de febrero de 1939 fue destinado como oficial de derrota en el «Lepanto», el «Submarino C-1» y el «Almirante Valdés». Salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo 1939 en el «Miguel de Cervantes». Fue seleccionado para marchar a México, pero salió de Marsella hacia la Martinica el 18 de febrero de 1941. Llegó a América el 15 de abril de 1941. En marzo de 1946 vivía en La Habana, Cuba y era primer Oficial de la M/N Nicaragüense Annette. Casado, dos hijos.
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FERNÁNDEZ SEOANE, Tomás, nacido en Ferrol el 21/4/1914. Promovido auxiliar alumno de Artillería. Salió de Cartagena el 5 de marzo de 1939 en el «Jorge Juan». Falleció en Francia.
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FERNÁNDEZ URRUTIA, Felipe, Marinero. Destinado al Ministerio en 1936 (G.R. n.º 354, 19/12/1936). Marinero de primera en el crucero «José Luis Díez». Herido leve el 30 de diciembre 1938, durante el segundo combate naval que mantuvo el buque en el estrecho de Gibraltar. No hay más datos posteriores.
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FERREIROS MARTÍNEZ, Antonio, nacido en Boiro, A Coruña, en 1914. Marinero. Estuvo embarcado en el «Libertad». En 1954 vivía en Túnez, ciudad. Falleció en París.
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FRANCO GALÁN, Marcelino, de Serantes. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O. n.º 266, 5/11/1937). Estuvo embarcado en el «Cervantes». Falleció en Francia.
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FREIRE FONTE, Manuel, gallego. En 1937 era cabo de fogoneros en el crucero «Libertad». No hay más datos posteriores a su internamiento.
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GALLARDO, Cayetano, de La Línea. Marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento.
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GALLARDO, Rafael, marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GARCÍA CONESA, Antonio, nacido en Mazarrón, Murcia. Cabo. Embarcado en el destructor «Sánchez Barcáitegui». No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GARCÍA DÍAZ, Manuel, archivos de Nantes, Manuel: Ficha de Gobierno de Euskadi, natural de Ardan. Partido: CNT. Buque: Iris-D12. Cargo que ocupa: fogonero. Fecha de embarque: 16 enero 1937. No hay más datos.
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GARCÍA GARCÍA, Juan, nacido en Santander en 1913. Civil evacuado con la flota el 5 de marzo de 1939. Socialista. Comisario político del crucero «Méndez Núñez». En 1980 vivía en España.
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GARCÍA SERRANO (SERRÓN), Miguel, nacido en Cartagena en 1908. Buzo del crucero «Méndez Núñez». No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GARCÍA, vasco, marinero. No hay más datos.
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GOICOCHEA X, Juan, vasco. Maquinista. Su esposa falleció en Túnez y fue enterrada en El Borgel.
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GÓMEZ REY, Julio, de Madrid. Cabo de oficinas. Estuvo embarcado en el «Lazaga». Sin más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GÓMEZ, Nemesio, gallego. Fogonero. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GONZÁLEZ GÓMEZ, Javier (Francisco), Cabo de Marinería en las Fuerzas Navales del Cantábrico (G.R. n.º 100, 10/04/1937). Promovido auxiliar alumno de Marinería. Embarcado en el «José Luis Díez» durante los dos combate navales de 1938 en Gibraltar. Sin más datos posteriores a su internamiento.
•
GONZÁLEZ HERMIDA, Alfonso, cabo de Artillería, embarcado en el «Almirante Valdés» en julio de 1936. Participó en la toma del buque para la República. Promovido auxiliar alumno Artillería. Alumno de la Escuela Naval Popular en 1938. Sin más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GONZÁLEZ VALES, José, gallego. Cabo de fogoneros en el crucero «Libertad». Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.
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Allí, era el encargado del suministro. Hacía las veces de enlace con el «exterior». No hay más datos posteriores. •
GOST, Francisco, nacido en Cartagena. Militante de la CNT. Civil evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Después del desembarco de los Aliados en África vivió en Orán. Casado, su mujer se reunió con él en Orán. Los dos fallecieron en Orán.15
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GRAÑA RODAL, José, nacido en Cangas de Morrazo, Pontevedra. Marinero. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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GUERRERO GARCÍA, Gaspar, nacido en Fuente Álamo, Murcia, el 22/7/1905. Auxiliar primero de Electricidad y Torpedos en el submarino «C-1» en julio de 1936. Participó en la toma del buque para la República. Promovido oficial segundo de Electricidad y Torpedos. En 1954 vivía en Túnez, ciudad. Fallecido el 1/3/1967 en Túnez y enterrado en el cementerio del Kram. Casado.
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HERNÁNDEZ, Manuel, marinero. No hay más datos posteriores.
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HERRERA, Sebastián, marinero. Fue mandado desde Ghardimaou a Gabès. Falleció, al parecer, en Argelia el 27/1/1944.
•
IBÁÑEZ GARCÍA, Juan, Gallego. Promovido auxiliar alumno de Artillería (D.O. n.º 266, 05/11/1937). No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
•
IBÁÑEZ GILABERT, Antonio, Cabo de Artillería. No hay más datos.
•
LAGO DELGADO, Amable, nacido en Valdovino, La Coruña el 14/1/1914. Ingresó en la Armada como aprendiz marinero. Destinado a la Escuadra como Cabo de Artillería en 1933. En julio de 1936 era cabo de Artillería en el «Libertad». Participó en la toma del buque para la República. Fue promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O. n.º 263, 02/11/1937). Casado en Casablanca. Falleció en Torrevieja.
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LAVIN HERNÁNDEZ, José, de Santander. Marinero. Internado en el campo de exterminio de Hadjerat. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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LECUONA, vasco. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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LIANTE (LIARTE) PÉREZ, José, fue promovido auxiliar alumno de Máquinas en 1938 (D.O. n.º 62, 14/03/1938). Hizo una petición en Túnez para obtener una tarjeta de trabajador extranjero en mayo 1942.16
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LLORCA SORIANO, Francisco, Auxiliar Naval. Promovido oficial primero Naval en 1937 (D.O., n.º 233, 28/09/1937). Maestro de Taller de Recorrida y Velamen del Arsenal de Cartagena. Comandante del «Almirante Lobo» en diciembre de 1937 (D.O., n.º 301, 16/12/1937). Sin más datos posteriores.
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LLORIS MARTÍNEZ, Jerónimo, nacido en Huercal-Overa, Almería, el 12/3/1911. Marino. Estuvo embarcado en el «Lazaga». Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. Falleció en Niza, Francia. Coautor de «Internamiento y resistencia de...».
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LÓPEZ CANTARERO, Antonio, nacido en Linares, Jaén. Civil evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Casado. En 1954 vivía en Túnez ciudad. Falleció en España.
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LÓPEZ FERNÁNDEZ, Jesús, gallego, marinero. Sin más datos posteriores a su internamiento.
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LÓPEZ PÓSTIGO, Bernardo, nacido en Benajarafe, Málaga, el 21/1/1917. Marinero. Era conocido como «Baicheboa». Vivió en Cannes, Francia. Casado.
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LÓPEZ TUDELA, Juan, Auxiliar segundo de Máquinas en 1937. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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LÓPEZ, Jesús, gallego. Marinero. No hay más datos.
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LOZA MORA, Antonio, de Madrid. Marinero. No hay más datos posteriores.
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LOZANO, marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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LUCAS MARIN (MORIN), Fernando, nacido en Cieza, Murcia. Marinero (buzo) del crucero «Méndez Núñez». Se casó en 1950 en Túnez. En 1954 vivía en Ferryville. Se fue a Francia posteriormente.
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MANSO CAMIÑO, Arturo, nacido en Serantes, A Coruña, en 1913. En 1931 era marinero especialista de Marinería destinado a la Escuadra. En julio de 1936 era cabo de Marinería embarcado en el «Santa María», surto en Cádiz. Hecho prisionero por los franquistas en aquel momento. Su hermano mayor, José Manso Camiño, de 30 años, maestre de Marinería, había sido fusilado en agosto 1936 en el Arsenal de Ferrol. Arturo Manso fue mandado al frente. Se evadió a la zona republicana, por Toledo junto con otros tres marinos. Fue mandado a Cartagena donde embarcó en el «Libertad». Promovido auxiliar alumno Naval en 1937 (D.O., n.º 267, 6/11/1937). Evadido de los campos de Argelia. En el 43 se fue a Casablanca con la intención de irse a América. Pero se casó y quedó allí hasta 1968 en que se fue a vivir a Málaga.
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MARI CHOLVI, José, nacido en Jávea. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O., n.º 266, 05/11/37). Internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.17 Vivió posteriormente en Niza, Francia.
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MARTÍN LÓPEZ, José. En 1936 estaba embarcado en el «Mendez Núñez». Participó en la toma del buque para la República y formó parte de algún comité.18
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MARTÍNEZ BELTRÁN, Domingo. Marinero de segunda en el «Lepanto». Salió de Cartagena el 5 de marzo de 1939 en el destructor «Gravina».
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MARTÍNEZ PEÑALVER (PINALVER), Emilio, en 1954 vivía en Túnez capital.
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MATEO HERNÁNDEZ, Salvador, nacido en La Línea. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O., n.º 266, 03/11/1937). No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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MATURANA NAVARRO, Francisco, nacido en La Unión, Murcia. Cabo de Marinería en julio de 1936. Promovido auxiliar alumno Naval en 1937 (D.O. n.º 267, 6/11/1937). Fallecido el 27/5/42 en Túnez y enterrado en El Borgel.
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MATURANA NAVARRO, Gabriel, nacido en La Unión, Murcia. Marinero señalero. No hay más datos.
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MATURANA NAVARRO, Salvador, nacido en La Unión, Murcia, en 1912. Ingresó en la Armada el 2 de enero de 1931. Alcanzó el empleo de cabo de Artillería el 30 de enero de 1934. Era cabo de Artillería, apuntador vertical en el destructor «Almirante Valdés» en 1935. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O. n.º 266, 05/11/37). Estuvo embarcado en el destructor «Antequera». Promovido Alférez de Navío (D.O. n.º 291, 4/12/1937) y Teniente de Navío después de pasar por la Escuela Naval Popular (D.O., n.º 268, 15/10/1938). Era miembro del PCE durante la guerra. En el campo de Meheri-Zebbeus, en Túnez, era conocido por su «manía» de fugarse. Logró fugarse de Khenchela, Argelia, y se enroló en la columna de Leclerc desde su creación en Marruecos. Durante la preparación militar de esta unidad era instructor de tiro en los carros ligeros equipados con un cañón corto de 75m/m. Formando parte de la sección de Obuseros de 75 de la CA del III/R.M.T., participó en la Liberación de París, llegando hasta Alemania, en Berschtesgaden, al Nido de Águila. Murió en Cartagena en enero de 2001.
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MÉNDEZ NAVAS, Antonio, nacido en Málaga el 20/6/1918. Marinero. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.19 Posteriormente se instaló en Toulouse, Francia.
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MORALES GALLARDO, José, fogonero embarcado en el «Libertad» en 1937. Sin más datos posteriores.
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MORATO GOTS, José, de la parte de Valencia. Marinero. No hay más datos posteriores.
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MORENO MESA, José, auxiliar de Sanidad de la Armada. Estaba embarcado en el «Méndez Núñez» en julio de 1936. Fue Comisario político en este crucero, nombrado el 28 de mayo de 1937. Miembro del Partido Vomunista. Posiblemente miembro de la UMRA. Estuvo en Bou Arfa. Vivió en Orán, donde murió.
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MORENO RUIZ, nacido en 1913. Marino. Estuvo internado en Kenadsa. Por un intento de fuga frustrado fue enviado al campo de exterminio de Hadjerat M’Guil, donde es asesinado.
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NIETO GIMÉNEZ (JIMÉNEZ), Francisco. En junio de 1939 escapó del campo de concentración de Meheri-Zebbeus y fue arrestado en Sfax. No hay más datos posteriores al ingreso en la 7.ª compañía.
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NIETO MARTÍNEZ, Pedro, nacido en Cartagena en 1890. El 18 julio de 1936 era uno de los representantes de los obreros por la CNT en el Comité de la huelga convocada en aquel momento. Evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Falleció en Túnez en 1947 y fue enterrado en el cementerio de El Borgel, tumba n.º 350, Sección C, Cuadrado 3.
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NÚÑEZ CARIÑO, Pastor, nacido en Puebla del Caramiñal, Coruña, el 16/9/1911. En 1936 era concejal de su pueblo. Huyó a Portugal donde fue detenido en el fuerte de Cascais durante 3 meses. Llevado en un barco portugués a Tarragona se incorporó a la Marina. Después de la Segunda Guerra Mundial vivió en Sousse, Túnez. Volvió a Puebla del Caramiñal en 1958 por fallecimiento de un familiar. Denunciado por un vecino, tuvo que volver a Túnez donde trabajó hasta su jubilación en 1978. Falleció en Puebla del Caramiñal en torno a 2000.20
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OROZCO SORIANO, Joaquín, nacido Cartagena. Maquinista tercero en el destructor «Almirante Valdés» en julio de 1936. Participó en la toma del buque para la República.21 Nombrado comisario político del buque en mayo de 1937.22 Ascendido a teniente maquinista. Fallecido y enterrado en Argelia, sin fecha.
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ORTEGA LIARTE, José, cabo de Artillería, apuntador vertical en el destructor «Lepanto» en julio de 1936. Después de la Segunda Guerra Mundial se fue a Brasil.
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OSORO, vasco. Marinero. No hay más datos posteriores. 131
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OTERO, gallego. Fogonero. No hay más datos posteriores.
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OTTONES FLORES, Rafael, nacido en Sevilla el 14/3/1914. Marinero. Destinado al Estado Mayor de la Flota en 1938. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.23 Falleció el 5/8/1980 en St. Savourin, Rhône (Francia).
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PARADELA CAZÓN, José, nacido en el Seijo, Ferrol. Marinero. No hay más datos posteriores.
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PARDO ROS, Andrés, nacido en Cartagena en 1910. Domiciliado en Cartagena, plaza de Castellini. Terminó la carrera de practicante en la Universidad de Valencia en 1926. En 1938 era auxiliar de Sanidad destinado al destructor «Almirante Miranda». Vivía en Marsella, Francia, donde falleció en 1965.
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PARRA DÍAZ, Manuel, nacido en Málaga. Fogonero. No hay más datos posteriores.
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PARRAO, nacido en La Línea. Marinero. No hay más datos posteriores.
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PEDROSA PEDROSA, Manuel, no hay más datos.
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PENA ARES, Valentín, en 1938 era cabo de Radiotelegrafía (D.O. n.º 156, 25/06/1938). No hay más datos posteriores.
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PÉREZ FERNÁNDEZ, Emilio, nacido en Perrazos, Santander, el 29/11/1912. Fogonero preferente en el crucero Méndez Núñez. Exilio en Túnez. Casado por poderes desde Túnez en 1948.
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PILLADO X, Eduardo, nacido en Madrid. Marinero. Destinado al Estado Mayor de la Flota en 1938.24 Salía junto con otros por las noches a ayudar a los nativos en Kenchela, Argelia.25 No hay más datos posteriores.
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PINILLA LUCAS, Jesús, nacido en Madrid. En Kenchela, Argelia, salía, junto con otros, por las noches a ayudar a los nativos.26 No hay más datos posteriores.
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POLONIO CARMONA, José, marinero. No hay más datos posteriores.
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PONTE PASEIRO, Juan, nacido en Ferrol. Embarcado como cabo de Artillería en «Canovas del Castillo» en julio de 1936, en Cádiz. Apresado por los sublevados, fue mandado al frente. Con otros tres marinos se pasó a la República cerca de Toledo. Se reincorporó a la Armada y fue mandado al crucero «Libertad» como telemetrista. Promovido auxiliar alumno de Artillería (D.O., n.º 266, 05/11/37). Evadido de Khenchele, fue arrestado y mandado a los campos de Argelia. Fallecido en El Ferrol. Testimonio mecanografiado: Recuerdos.
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PONTE PASEIRO, Marcelino, nacido en Ferrol. Estaba embarcado en Cádiz en julio de 1936. Apresado por los sublevados, fue mandado al frente. Se pasó a la República cerca de Toledo. Se reincorporó a la Armada y fue mandado como fogonero al crucero «Libertad». Falleció en La Goulette, Túnez, y fue enterrado en el Kram.
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POVEDA (padre), Civil, militante de la CNT. Evacuado de Cartagena con la Flota. No hay más datos.
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POVEDA (hijo 1), Civil, militante de la CNT. Evacuado de Cartagena con la Flota. No hay más datos.
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POVEDA (hijo 2), Civil, militante de la CNT. Evacuado de Cartagena con la Flota. No hay más datos.27
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POZAS OLIVES, Francisco, (también figura en algunos documentos como OLAVE/OLAY) nacido en Mahón en 1917. Cabo de Artillería embarcado en el «Miguel de Cervantes» en julio de 1936. Fue miembro del Comité del buque. Promovido Auxiliar Alumno de Artillería en 1937 (D.O., n.º 266, 05/11/37). Asesinado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil el 10/5/1942, con 25 años.28
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PREGO AJEITO, Renato (Donato), nacido en Puebla del Caramiñal, La Coruña, el 24/10/1915. No hay más datos posteriores.
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PUCHADES (PUJADES) MONFORT, Enrique, valenciano. Marinero. No hay más datos.
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PULGAR ROSA, Faustino, Marinero, No hay más datos posteriores.
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QUIÑONEZ, Antonio, Marinero timonel. No hay más datos.
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REY, José María, gallego. Fogonero. No hay más datos.
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RIVAS MARTÍN, Antonio, está en Gabès en los archivos de Nantes, Bobina: R.422.
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ROCA CEGARRA (SEGARRA), José, cabo apuntador de Artillería en 1937 (GR. 05/01/1937). Designado para efectuar el 2.º curso abreviado de la Escuela Naval Popular estando embarcado en el «Jorge Juan» (D.O., n.º 86, 11/04/1938). No hay más datos posteriores.
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ROCA HERNÁNDEZ, Aniceto, nacido en Cartagena en 1921. Marinero. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. No hay más datos.
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RODRÍGUEZ CAMINO, Agapito, nacido en Valladolid. Marinero. No hay más datos.
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RODRÍGUEZ ESPLÚGUEZ, Manuel, nacido en El Ferrol. Auxiliar primero naval en «Miguel de Cervantes». Participó en la toma del buque para la República. Al parecer formó parte del comité de este buque y tomó el mando del crucero para llevarlo a Tánger. Promovido oficial segundo del cuerpo de auxiliares navales (D.O., n.º 251, 19/10/1937). Fue comandante de la lancha «V-29» y del guardacostas Montador. No hay más datos posteriores.
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RODRÍGUEZ GALLEGO, Aurelio, nacido en 1919. Cabo de marinería en el destructor Almirante Valdés en 1937. Promovido auxiliar alumno Naval (D.O., n.º 267, 6/11/1937). Huyó de Kenchela y en 1942 obtuvo la autorización de residir en Túnez. Posteriormente vivió en Nimes, Francia.
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RODRÍGUEZ GÓMEZ, Ramón, nacido en Loureiro, Orense, el 10/10/1916. Marinero. Embarcado en el «José Luis Díez» en 1938 durante los dos combates navales que tuvieron lugar en Gibraltar. Se casó en Túnez en 1948. Más tarde se fue a Francia.
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RODRÍGUEZ REY, Antonio, nacido en El Ferrol el 1/2/1911. Promovido auxiliar alumno naval en 1937 (D.O., n.º 267, 6/11/1937). Estuvo embarcado en el submarino «C-4» en febrero de 1938. Salió de Kenchela en 1942. Casado en 1944 en Túnez (Ferryville). Más tarde se fue a Marsella, Francia.
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RODRÍGUEZ RUBIO, Rafael, nacido en Pueblo Nuevo, Córdoba, el 6/10/1894. Civil evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Se fue a Francia.
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RODRÍGUEZ, Enrique, nacido en Malpica. Marinero. No hay más datos.
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ROS TELLO, Francisco, nacido en Torre Pacheco, Murcia, el 12/1/1907. Civil evacuado con la Flota el 5 de marzo de 1939. Soltero. Se fue a España en 1979.
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SAGUAR MONTERO, Justo, de Madrid. Cabo. No hay más datos.
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SALES (SALAS) GARNEZ, Juan, de Valencia. Marinero. Posiblemente Comisario político en el destructor Escaño, nombrado en mayo de 1937. En Kenchela salía por las noches junto con Eduardo Pillado, Ángel Pinillo y otros a ayudar a los nativos. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.29
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SAN ISIDRO, José, gallego. Fogonero. No hay más datos.
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SÁNCHEZ GARCÍA, Manuel, nacido en el Campo de Cartagena. Marinero. No hay más datos.
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SÁNCHEZ, Miguel, marinero. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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SANTOS, Hermenegildo, gallego. Marinero cifrador. Tomo parte en la toma del «Alcalá Galiano». Estuvo embarcado en el crucero «Libertad». No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª Compañía.
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SANZ ÁLVAREZ, Eleuterio, nacido en Castilla. Promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O., n.º 266, 05/11/37). Después de la liberación de los campos de Argelia volvió a Túnez. Más tarde se fue a América.
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SAURA LÓPEZ, José, Fogonero en el crucero «Libertad». Fue miembro del Comité del buque en 1936. No hay más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª compañía de castigo.
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SEDES GUTIÉRREZ, Ramón, nacido en 1914. Fogonero. No hay más datos posteriores.
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SOMOZA ROMERO, José, nacido en Boiro, La Coruña, el 8/10/1915. Marinero fogonero. Se fue probablemente a Francia.
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SORIANO LUGONES, Pedro, nacido en Valencia o alrededores. Marinero. No hay más datos.
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SOUZA MARCHAN (MERCHAN), José, promovido auxiliar alumno de Artillería en 1938 (D.O. n.º 166, 05/07/1938). Sin más datos posteriores a su internamiento en la 7.ª compañía.
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SUSO ELORRIAGA, Antonio, vasco. Teniente Maquinista. Fue alumno de la Escuela Naval Popular. Redactor de la sección técnica de «Marina». Escribió «Las construcciones navales en la post-guerra» en «Marina», julio-agosto 1938. Estuvo internado en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil.30 Vivió en Argelia, donde era profesor de matemáticas.31 Falleció en Ferrol.
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TENREIRO ALLEGUE, Ramón, gallego. Marinero. No hay más datos posteriores.
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TEROL, Antonio, nacido en Madrid. Marinero. No hay más datos posteriores.
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TORREGROSA FUSTER, Manuel, nacido en Alicante. Piloto de la Marina Mercante. Estuvo en el campo de exterminio de Hadjerat M’Guil. En éste, es apaleado delante de todos, entona el canto del Ejército popular.32
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TORRES GONZÁLEZ, José, nacido en Puente Genil, Cordoba. Marinero. No hay más datos.
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TOUCET SAN JUAN, Pablo, nacido en Santander en 1911. Tipógrafo. Comisario político en la Base de Cartagena y en el crucero «Libertad». Compuso un himno al crucero «Libertad» a raíz del Combate de Cherchel en que la
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Flota republicana hundió el crucero franquista Baleares el 6 de marzo 1938. Firmó en la revista «Metralla» los artículos «Volutas», «Marinos y soldados, «Nostalgias» y «Reflexiones».33 En el momento de la liberación del norte de África participó en la Resistencia en Túnez. Estuvo trabajando en excavaciones arqueológicas en Cartago (Bizerta). Se fue a Níger donde montó un museo, citado como ejemplo de museo hecho para los autóctonos. Marchó a Francia. Casado en Santander, tuvo un hijo nacido en Cartagena. •
URDANIZ CARRI, Gregorio, nacido en Pamplona. Marinero. No hay más datos posteriores.
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URIARTE X, Alejandro, Nacido en Pamplona. Marinero. No hay más datos posteriores.
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VÁZQUEZ GARCÍA, Alfonso, Nacido en Avilés, Asturias. Auxiliar Alumno Radiotelegrafista, embarcado en el Méndez Núñez. Después del desembarco aliado en África se fue a vivir en Orán. Volvió a España. Vive actualmente en Valencia.
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ZAPLANA, Cayetano, marinero. Estuvo en el campo de exterminio de Hadjetad M’Guil.34
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Demetrio, gallego. Fogonero. No hay más datos.
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Luis, al parecer, era gallego. Submarinista. Promovido auxiliar alumno. No hay más datos.
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ASESINADOS EN EL CAMPO DE EXTERMINIO DE HADJERAT M’GUIL35
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ÁLVAREZ, José, Marino de la Armada española. Lleno de cicatrices de la guerra.36 Llegó a Túnez con la flota. Fue encerrado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus, en Túnez. Fue mandado a la 7.ª compañía al desierto de Gabès y después a Argelia. Enviado, desde Kenchela, Argelia, al campo de exterminio de Hadjerat M’Guil, castigado. Asesinado en este campo el 16 de septiembre de 1942.37 JARABA DEL CASTILLO, Nicolás, nacido en 1917. Antiguo legionario. Asesinado el 20 de noviembre de 1942.38 KIROUDIS (Kyroudis), periodista griego antifascista, casado, 4 hijos, asesinado el 16 de septiembre de 1942 LEWINSTEIN, Gérhard, antifascista alemán, asesinado a golpes, cayó en el tajo donde le obligaron a ir el 13 de enero de 1942. MARCHAL, Lucien belga, nacido en 1917. Asesinado el 20 de noviembre de 1942. Un testigo español en el juicio, Antonio Sánchez, dijo que él, con sus 136
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propias manos, que enseñó al tribunal, había enterrado a Álvarez, Kyroudis, y a Marchal quien a su vez le había ayudado a enterrar a los dos primeros.39 MORENO RUIZ, Marino de la Armada española. Llegó a Túnez con la flota. Encerrado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus, en Túnez. Fue mandado a la 7.ª compañía al desierto de Gabès y después a Argelia. Desde Kenadsa, Argelia, fue reenviado al campo de exterminio de Hadjerat M’Guil, castigado por un intento de fuga. Asesinado el 25 de septiembre de 1942. POZAS OLIVES, Francisco, (OLAY, OLAVE), natural de Mahón. Cabo de Artillería en el Miguel de Cervantes en julio de 1936. Miembro del Comité del barco. Fue promovido auxiliar alumno de Artillería en 1937 (D.O., n.º 266, 05/11/37). Salió de Cartagena con la Flota en marzo de 1939. Encerrado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus en Túnez. Fue mandado a la 7.ª compañía al desierto de Gabès y después a Argelia. Falleció asesinado en el campo de Hadjerat M’Guil el 10/5/1942, con 25 años.
EN LOS HOSPITALES DE LOS ALREDEDORES:
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BIENENSTOCK, Abraham, nacido en Lyon en 1912. Sacado del campo para morir en el hospital de Aîn Séfra. LOREDO (Lloredo), Francisco, sacado del campo para morir en el hospital de Colomb Béchar el 25 de septiembre de 1942. MICAELIS, Berthold según algunas fuentes,40 fue asesinado mientras que otras41 indican que fue herido, con un brazo roto por un golpe de barra de Riepp. Lo uno tampoco excluye lo otro. NAZARIAN, origen armenio o turco. Evacuado demasiado tarde al hospital de Colomb Béchar donde falleció.42
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NOTAS 1
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Esta lista está incompleta. Se ha elaborado fundamentalmente sobre la base la Relación de Marinos y civiles evacuados con la Flota confeccionada por Manuel Pedreiro Pita y la información recogida en los Archivos de la Residencia General (ARG) conservados en el Centro de los Archivos Diplomáticos de Nantes en Francia. Esta última fuente de información fue consultada después de la confección del libro «Exilio de los marinos republicanos». Cuando he utilizado otras fuentes, lo he indicado en nota a pie de página. Aunque probablemente incompleta, es una lista a tener en cuenta, puesto que constituye, a veces, la única huella que quedan de estas personas. Nombrado también en Lucio Santiago, Gerónimo Lloris, Rafael Barrera, Internamiento y resistencia de los republicanos españoles en África del Norte durante la Segunda Guerra Mundial, San Cugat del Vallès (Barcelona), els autors, 1981, p. 74. Ibíd. José Antonio Ayala, La masonería en la región de Murcia, Murcia, Ediciones Mediterráneo, 1986, p. 455. A. G. R, Bobina R.424, p. 194, 265, 358, 395. A. G. R, Bobina: R.424, p. 265, 563, 639. Aunque parezca una trayectoria sorprendente. Los datos por ahora recopilados así lo indican. Carta de Francisco Díaz, a José Fernández Navarro, 26 de mayo de 1988. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado.
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Lucio Santiago et al., op. cit., pp. 80 y 159. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado. Ibíd. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado. Lucio Santiago y otros, Internamiento y resistencia..., 1981, p. 74. Testimonio de Antonio Alcaraz Saura, marino. A. G. R, Bobina: R.424, p. 464. Nombrado como testigo en una petición de reconocimiento de arresto, internamiento y deportación presentada ante la Administración francesa, amablemente proporcionada por Evelyn Mesquida. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado por ahora. Nombrado también en Lucio Santiago y otros, Internamiento y resistencia..., 1981, p. 159 y como testigo en una petición de reconocimiento de arresto, internamiento y deportación en la 7.ª Compañía presentada ante la Administración francesa para petición de indemnización, que fue denegada (aportada por Evelyn Mesquida) Parte de la información proviene de Repertorio biobibliográfico do exilio galego: Unha primeira achega, Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega. Arquivo da Emigración Galega, 2001. José Cervera Pery, Alzamiento y revolución en la Marina, Madrid, Editorial San Martín, 1978, nota p. 182. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado por ahora. Nombrado también en Lucio Santiago et al., op. cit., p. 159. Información de Manuel López Franco, trabajo no publicado por ahora. Nombrado también en Lucio Santiago et al., op. cit., p. 159. Ibíd. Sobre la familia Poveda, información de Antonio Alcaraz Saura Nombrado también en Lucio Santiago et al., op. cit., p. 159, y Deseado Mercadal Bagur, Yo estuve en Kenadza : Nueve años de exilio, Maó (Menoría), Editorial Menoría, 1983. Nombrado también en Lucio Santiago et al., op. cit., p. 159. Ibíd. Miguel Martínez López, «Casbah d’oubli», París, L’harmattan, 2006, p. 57. Nombrado en Lucio Santiago et al., op. cit., cit., p. 159 y J. Muñoz Congost, Por tierra de moros, Móstoles, Ed. Madre Tierra, 1989. Información aportada por Manuel López Franco en trabajo no publicado. J. Muñoz Congost, op. cit. Creo necesario reseñar los nombres de estos hombres, marinos o no, españoles o no, asesinados anónimamente, enterrados con nafta en las arenas del desierto. Lucio Santiago, etc, en Internamiento..., aseguran que hubo 11 asesinados, entre ellos 5 españoles. Aportan algunas precisiones biográficas. Deseado Mercadal da una lista de nombres más larga, aunque sólo habla con detalle de algunos españoles. Muñoz Congost, (1989, pp. 97-100) recuerda 9 tumbas en el cementerio de Hadjerat. Más recientemente, Joan Sella, director del documental «Cautivos en la arena. Una historia del exilio», ha encontrado 5 tumbas en el pequeño «cementerio español». Manuel Pedreiro, Ibíd. Nombrado también en Lucio Santiago, Gerónimo Lloris, Rafael Barrera, Internamiento y resistencia de los republicanos españoles en África del Norte durante la Segunda Guerra Mundial, San Cugat del Vallès (Barcelona), els autors, 1981, p. 74. Éstos son los que, al parecer, fueron enterrados al lado del campo. Deseado Mercadal, op. cit. Deseado Mercadal, op. cit. Lucio Santiago, Jerónimo Lloris y Rafael Barrera, op. cit.
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UN LEVANTE NO TAN FELIZ
Matías Alonso Blasco Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Fundació Societat i Progrés Miembro de «La Gavilla Verde» ESQUEMA FUENTES DE LOS PROBLEMAS ACTUALES
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Desnazificación de España. Una derecha atípica en Europa. Plan de erradicación y exterminio de todo vestigio de izquierdas. Política de enseñanza y comunicación del franquismo. Complicidad de la Iglesia. Transición sobre la base del silencio. Desconocimiento de las últimas generaciones. Los precursores olvidados.
PAPEL DE LAS ASOCIACIONES
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Memoria de los vencedores: Causa General y Hermandades de ex Cautivos, primeros antecedentes de investigación por la Memoria. Primera Asociación para recuperación de la memoria histórica: la Iglesia. Primeros pasos en la Memoria Democrática. Ex-combatientes, Ex-presos, Brigadas Internacionales. Delimitar campos: no somos historiadores ni catedráticos. La Historia está ya escrita. Priorizar las necesidades: PRIMERO, LAS PERSONAS; los familiares.
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PROBLEMÁTICA ACTUAL
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El Poder Judicial-La Ley de la Memoria-Ley de Amnistía. Confusión política Un PP hostil e insumiso contra la memoria. Franco sigue de alcalde de Valencia Fosas comunes del Cementerio de Valencia 60 calles y monumentos franquistas Paterna: el «Paredón de España», vertedero indigno
FOSAS COMUNES: TAMBIÉN EN LA COMUNITAT VALENCIANA
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Fosa común del cementerio de Benagéber. Fosa común de Albalat dels Tarongers. Fosa del Cementerio Civil (Sec. 4.ª Izqda.) de Valencia. Fosa común de La Pesquera.
ORÍGENES DE LA SITUACIÓN ACTUAL
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Desde una perspectiva internacional, llama la atención que en España, país europeo situado en una zona geopolítica con democracias sólidamente asentadas en valores de convivencia y libertad desde hace décadas, aún persista un profundo debate sobre la Memoria de quienes defendieron esos mismos valores frente a los sublevados contra el régimen legítimo, pese a haber transcurrido 35 años de la muerte del último dictador en Europa. No entienden que en España se haya asumido como normal que miles de personas sigan desaparecidas, enterradas anónimamente sin su dignidad personal en fosas, cunetas y barrancos por toda nuestra geografía. Es más, entre quienes asumen ese hecho se encuentran muchos gestores públicos que consideran antiguo y superado ese debate, mientras juran los valores de aquellos desaparecidos para acceder a sus cargos. La derecha de hoy, como la de antaño, está reforzada por una Iglesia que debe mucho al triunfo franquista; a ambas les une un largo pasado común; tras su victoria, cuando ya nadie podía apuntarles con un fusil, con todos los resortes en su mano, los vencedores pudieron demostrar sus católicas convicciones; sin embargo fue todo lo contrario: en vez de perdonar, odiaron aún más; en vez de a la piedad, se dieron a la venganza y al asesinato; su paz sólo fue silencio y terror... en lugar de reconciliar, dividieron aún más.
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Las cuatro tumbas donde están los guerrilleros de Benagéber. Al fondo, en el rincón, se encuentra la cruz donde figura el nombre de «el Practicante», donde los vecinos dicen se encuentra su cuerpo.
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Ésa es la etapa de la que partimos, conscientes de que los desmanes que los católicos vencedores cometieron con un pueblo indefenso no tienen fácil justificación desde una perspectiva no sólo de izquierdas, sino desde el punto de vista humano e incluso cristiano. Desnazificación de España. Una derecha atípica en Europa La derecha española se adapta a las distintas etapas históricas sin solución de continuidad desde los Reyes Católicos. Monárquica, autoritaria, soberbia y ultracatólica, las pequeñas expresiones liberales y republicanas que ocasionalmente surgían no eran sino mínimas excepciones que confirmaban la regla. Tras la victoria franquista, la derecha republicana homologable a las actuales derechas democráticas europeas desapareció en el exilio; en España se imponía el retorno a lo más duro e integrista tanto de la derecha como de la Iglesia, auténtica rémora para el progreso de nuestro país. La derecha española nunca renunció a su pasado franquista, a diferencia de otras derechas europeas que, como el caso francés o italiano, llegaron a luchar contra sus regímenes totalitarios junto a los guerrilleros de la izquierda, contribuyendo tras la victoria aliada al proceso de desnazificación con el que se afianzó el pensamiento democrático. 141
Plan de erradicación y exterminio de todo vestigio de izquierdas Pese a sus principios ultracatólicos, los vencedores implantaron un régimen de terror basado en la aplicación del bando de guerra y en tribunales militares con unas composiciones y principios jurídicos que hoy sonrojarían a cualquier persona con mínimos conocimientos legales. Pronto comenzó la caza de dirigentes de partidos, sindicatos o instituciones socioculturales declarados fuera de la ley. El objetivo era múltiple; se debía ejemplarizar al máximo, con todo el rigor posible, para que aquéllos que eludían la cárcel tomaran ejemplo de lo que les podía pasar si «andaban en política»; los presos que se libraban de la pena capital eran liberados años después con el miedo en el cuerpo; se aplicaba la jurisdicción militar, siendo frecuente que simples civiles se vieran acusados de rebelión militar en cualquiera de sus grados. El plan se estructuró judicialmente y se fue dotando de instrumentos legales a medida que la situación lo requería. La Ley de Responsabilidades Políticas, en febrero de 1939, se dirigía contra las familias de quienes fusilaban o metían en la cárcel, a las que hacían sufrir toda suerte de multas y acoso a través de esta ley. Al acabar la guerra apareció la Ley de Represión contra la Masonería y el Comunismo, el 1 de marzo de 1940. En abril de 1947, la Ley de Represión contra el Bandidaje y el Terrorismo iba especialmente contra el fenómeno de la guerrilla
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El Horno de Cal de la Rambleta. Lugar de ejecución de personas, unos en 1936 y otros tras la ocupación franquista, hoy en peligro de desaparición.
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diferenciando esta lucha de la represión política y social, que quedó cubierta con la Ley de Vagos y Maleantes, reformada en 1954 a partir de la vieja ley republicana de 1933. El Tribunal de Orden Público (TOP) se creó en 1963 como órgano judicial, cuando el ordenamiento anterior no pudo evitar la paulatina aparición de nuevas formas de oposición política al Régimen. En principio, parecía ser un paso hacia una forma de represión más suave, pero en trece años celebró más de 3.000 juicios y sentencias, encausando en ellas a unas 60.000 personas, de las que se condenó a cerca de 10.000 en distintos grados hasta su supresión en 1977. Víctimas de denuncias o de alguno de los instrumentos legales que citamos anteriormente, rara era la familia que no tenía a alguien o que no conociese algún vecino en la cárcel. El objetivo era aterrorizar a la población viendo lo que le pasaba a su parte más consciente. Política de enseñanza y comunicación del franquismo El clima de represión, terror y exterminio físico necesitaba un profundo cambio involutivo en el sistema educativo y en la comunicación. Los avances que en pocos años logró la República fueron eliminados fulminantemente, retrotrayendo la situación al estatus anterior, con un control absoluto de ideas y conceptos orientado a la sustentación de una nueva sociedad regida por el estado totalitario. La Historia era única, y las distintas realidades socioculturales, lingüísticas, etc., que no cabían en lo oficial quedaron fuera de la escuela. Las distintas lenguas quedaron a merced de los pueblos, que las conservaron y transmitieron como pudieron pasando por etapas de represión y etapas de tolerancia, como bien sabemos los valencianos. La difusión de las ideas fue rápidamente controlada mediante la asunción por el Movimiento de todo el control de los medios de comunicación. Los directores debían ser afectos al Régimen; la censura y las consignas se implantaron durante décadas en las redacciones. Para que lo anterior surtiera efecto había que «amputar los miembros podridos»; se eliminó a cualquiera que pudiese ser sospechoso de enseñar ideas progresistas, con tal saña que España superó a Italia y Alemania en porcentajes de enseñantes separados de sus aulas y fusilados. Sorprende la cantidad de delaciones en las Universidades y Administraciones frente al hermetismo en otros estamentos y sectores inferiores. Éste fue un sistema muy usado para eliminar a quienes estaban por encima en el escalafón, y para vergüenza muestra, el caso del Dr. Peset, uno de cuyos denunciantes, Marco Merenciano, se benefició directamente de su fusilamiento.
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Complicidad de la Iglesia Nada de lo anterior se entiende sin la complicidad de la Iglesia. Ya en la época de la República, los púlpitos se convirtieron en importantes focos de agitación; obispos y sacerdotes contribuyeron a la organización y funcionamiento de grupos que no sólo intervenían en política, sino que en ocasiones protagonizaban algaradas callejeras para calentar el ambiente. Tanto en la guerra como en la paz de su victoria, el Vaticano siempre fue uno de los mayores apoyos del Régimen. Pío XI y Pío XII supieron mirar hacia otro lado mientras en España se cometían graves atrocidades. Como premio, en el reparto de papeles la Iglesia se quedó con la educación como parte esencial para su propia subsistencia; los seminarios eran la única forma que tenían los hijos de las familias rurales y sin recursos para poder sacar por lo menos el Bachiller, con lo cual la Iglesia se aseguraba una importante clientela en los medios rurales. La educación y el hambre, sin olvidar la oportunidad de estar cerca del Poder, fueron una importante fuente de vocaciones durante décadas. Así, la Iglesia completaba la tarea que desde las escuelas nacionales llevaba a cabo el Régimen para eliminar cualquier atisbo de ideas liberales o progresistas, en perjuicio de generaciones enteras. Se encargó de las inclusas y orfanatos donde los niños sufrieron todo tipo de castigos y acosos indignos, inculcándoles los nuevos valores y llegando a inducir el
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Franco y la Iglesia
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rechazo de sus propios padres. Hay testimonios de niños que describen el ambiente en aquellos centros como muy similar a lo que los mayores sufrían en las prisiones; tanto de inclusas como de hospitales o de orfanatos o internados hubo extrañas desapariciones de niños que no hubieran sido posibles en la cantidad que se presume (más de 30.000) sin la colaboración de la Iglesia. En premio, el Concordato aseguró a la Iglesia católica un trato de favor que aún perdura. Transición sobre la base del silencio El dictador envejeció, y con él también su Régimen, la última dictadura en Europa. Sin embargo, cuando se necesitó una izquierda potente, capaz de terminar nítidamente con aquella situación, es cuando quedó patente el gran daño que la prolongada dictadura hizo a la sociedad española; mientras la derecha siempre contó con todo el aparato y las facilidades que da el poder, la izquierda tuvo que reinventarse a sí misma sin ningún apoyo. Muchos de los militantes clandestinos de los años 60 ó 70 tuvieron que aprender sobre la marcha los mecanismos de la política; casi nadie pudo recibir enseñanzas de sus padres o abuelos, anulados por décadas de persecuciones y represión. Sin embargo, la situación de extrema urgencia que se daba en España exigía constituirse en alternativa y trabajar en las mejores condiciones posibles para ser el vehículo de las ansias de libertad y democracia de la población, algo ya imparable. La principal consecuencia fue una Transición a base de pactos y consensos, debido a la debilidad de unos para seguir manteniendo la situación, y de otros para imponer un cambio rápido y en profundidad que escenificase nítidamente el fin del franquismo planteado varias alternativas que hubieran hecho al Pueblo español entrar con ilusión, sintiéndose protagonista de una nueva etapa donde España se reconciliaría con su pasado democrático. En lugar de ello, se impuso una extrema prudencia para evitar una involución de consecuencias imprevisibles. Es evidente que ni con esa fórmula se logró aplacar a los sectores involucionistas; el peligro invocado para esos pactos y consensos quedó demostrado cuando uno de los muchos golpes puestos en marcha llegó a materializarse el 23 de febrero de 1981. Esta situación tuvo graves consecuencias para un colectivo como los familiares de personas directamente afectadas por las atrocidades franquistas de la postguerra, esperanzados ante la posibilidad de un cambio rápido y en profundidad a la muerte del dictador, y que cuando tal cambio llegó fueron de nuevo relegados al olvido y conminados al silencio. Miles de aquellas víctimas, directas o indirectas, tuvieron que dejar para mejor ocasión sus demandas puesto que la propia izquierda les hizo entender el estado político de las cosas en aquel momento. Para muchos de ellos, escarmentados durante
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La memoria franquista, en pie desde el primer momento. Publicación de la época
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toda una vida, era más importante asegurar la convivencia democrática, en paz y libertad de los españoles, que sus propios derechos. El tiempo fue pasando y aquella generación de padres, madres y de esposas ya no existe. Hoy, son muy pocos los hermanos de víctimas, y, sobre todo, sus hijos y nietos quienes siguen exigiendo que una vez desaparecido el peligro, tras treinta años de democracia, España reconozca la deuda que tiene pendiente con aquel colectivo. Aun así, el reconocimiento de pensiones para los militares y miembros de los Cuerpos de Seguridad republicanos, y luego a quienes sufrieron cárcel por su apoyo al régimen legítimo, ayudó a una mínima organización y actividad de parte de aquellas personas, empezando un camino que entre muchas dificultades logró saldar una mínima parte de la deuda. Desconocimiento de las últimas generaciones Tampoco fue posible una explicación didáctica de los horrores del franquismo; la necesidad de una Transición pactada impidió que el Pueblo experimentase la sensación de ser el protagonista de aquel momento histórico rompiendo con un poder tiránico al que ajusta las cuentas rápida y públicamente, momento en el que la Memoria Histórica hubiese cobrado todo su sentido. Por el contrario, el inicio de la nueva etapa democrática se hizo sin entusiasmos generalizados, con unas dosis muy elevadas de normalidad y autocontención, lo cual 146
tiene claras ventajas en cuanto a la estabilidad, pero plantea algún inconveniente como es el desinterés de amplias capas de la población por la participación no sólo en política, sino en la vida social. La labor combinada del aparato franquista y eclesial sobre las mentes de varias generaciones no ha sido contrarrestada eficazmente por la Democracia; nuestra reciente historia suele pasar inadvertida a finales de curso y resumida en dos o tres páginas en el mejor de los casos, de tal forma que acontecimientos cruciales para entender la España actual no son conocidos por los españoles, más allá del interés personal que cada cual tenga adquiriendo conocimientos de forma autodidacta y desordenada. Como consecuencia, no se conocen las bases sobre las que se formaron actitudes políticas actuales; hay un desinterés general por la Memoria Histórica más allá de los grupos concienciados por el contacto directo con los protagonistas o ambientes políticos y universitarios. Los precursores olvidados Con todo, el mayor daño aún sigue produciéndose; a base de tanta injusticia y dolor hemos olvidado a toda una generación que contribuyó decisivamente a la venida de la República y que fue capaz de regir la misma en los dos años más fecundos de la Historia contemporánea de España. La larga etapa franquista y su represión nos hace recordar casi en exclusiva la guerra y las cárceles, olvidando que en esencia es en el Bienio Progresista donde se manifiestan el espíritu y los valores republicanos. En estos dos años, la derecha autoritaria y monárquica también manifiesta su oposición visceral al nuevo régimen. Tanto los cambios en profundidad de aquel gobierno como la oposición extrema de las derechas ya desde el inicio de la República son aspectos fundamentales que explican lo que sucedió después; el Bienio Progresista no está bien estudiado ni difundido. Al contrario, se rememoran más los años de lucha en defensa de la República amenazada y la represión posterior que aquellos dos años iniciales en los que se reconoce la República en su estado puro, cuando lo que había que hacer era apoyar al Gobierno y afianzar el nuevo régimen. Pocos se acuerdan de la labor de instituciones como la Residencia de Estudiantes, o la Institución Libre de Enseñanza, de personalidades como Ortega y Gasset, Unamuno, Lorca, Ramón y Cajal, Severo Ochoa o el Dr. Negrín, toda una generación que supo inculcar el republicanismo en amplias capas de la intelectualidad y las clases medias. La lucha en aquellos años era puramente ideológica; había que tener perspectiva histórica y asumir que eran los principios republicanos los que se estaban poniendo en la palestra; era la reacción contra la cultura y el progreso, la vieja derechona monárquica que estaba empezando a boicotear la nueva República, acosada también
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por quienes la combatían con igual saña como «régimen burgués», al que después no tuvieron más remedio que defender con las armas en la mano, aunque ya era demasiado tarde. PAPEL DE LAS ASOCIACIONES
Pese a la situación descrita, tras casi 35 años de la muerte de Franco, la Memoria Histórica surge como necesidad para amplias capas de la población, en primer lugar para el gran colectivo de damnificados por la acción del franquismo, y crece a la par de la necesidad de reparación de aquellas atrocidades. Hasta los años 70 no se hablaba de Memoria Histórica; ninguna asociación podía dedicarse a ello en un país aún sometido a la legislación de la dictadura. Personas como Enrique Cerdán Tato en Alicante, Vicent Gabarda en Valencia, Porcar en Castellón, etc., realizan las primeras incursiones en este campo cuando aún la dictadura puede perjudicarles. En nuestra área geográfica suponen los primeros pasos de una nueva visión en la materia; aún no está extendido el concepto de Asociación para recuperar y divulgar «la otra memoria», la que romperá con la oficial, de la que están hartas varias generaciones. Sobre todo en los ambientes académicos, varios docentes, profesores, catedráticos, investigadores, escritores, etc., se van incorporando a la investigación y divulgación de la Memoria Democrática. Gracias a ellos se va extendiendo durante los años de la Transición hasta que a mediados de los 90 aparecen las primeras Asociaciones con personalidad definida que comienzan a sacar a la luz las antiguas reivindicaciones de colectivos de familiares afectados. Memoria de los vencedores: Causa general y hermandades de ex-cautivos, primeros antecedentes de investigación por la memoria Por el contrario, la Memoria Oficial, la franquista, se empezó a construir casi con el mismo pronunciamiento militar. Los que llamaban «sus mártires» fueron pronto investigados, listados y fijados en los muros de las iglesias y cuadros de honores de instituciones y ayuntamientos; la Falange clasifica a los vivos en afectos y desafectos; otros clasifican a los muertos para volverlos a matar, borrándoles el nombre y la memoria. La «Causa General» fue una iniciativa generalizada que obligaba a los Ayuntamientos, Instituciones y particulares a reflejar cualquier tipo de daño sufrido por los afectos al «Nuevo Estado». Las hojas oficiales no podían retornar en blanco y había que reflejar, aunque fueran hechos falsos; esa gran recopilación no es fiable, aunque sí completa, más completa aún que la propia realidad. Paralelamente, las diversas Hermandades de ex-cautivos, con inmensos poderes en todos los ámbitos, realizaban su propia labor de recopilación de datos y fijación de su memoria a través de sugerencias de obligado cumplimiento por Ayuntamien148
tos, Diputaciones, etc. Miles de calles fueron rotuladas según sus indicaciones, previa desaparición de miles de menciones a personajes y conceptos democráticos o simplemente culturales del callejero de todos los pueblos y ciudades de España. Miles de Memoriales de exaltación de los vencedores se levantaron en pocos meses por toda la geografía española, bien en plazas públicas, bien en el interior de los cementerios. Por todo aquel Levante feliz, en pocos meses aparecieron monolitos y placas en memoria de los «caídos por Dios y por España»; aún perduran vestigios de esta actividad memorialista como el Monumento que sigue dedicado a los «Caídos» en pleno centro de la Glorieta, o el Sagrado Corazón, que apareció milagrosamente en las escaleras del Ayuntamiento tras su restauración por haber sido destruido en el bombardeo del 28 de mayo de 1937. La figura apareció por una «sugerencia» de la Hermandad de ex-cautivos al final de la guerra, de tal forma que en 1940, un edificio civil, en cuyo hemiciclo se reunieron las Cortes republicanas y tuvieron lugar acontecimientos civiles como el Congreso de Intelectuales Antifascistas, hoy es presidido por una imagen religiosa bajo una advocación guerracivilista. Franco fue nombrado a toda prisa alcalde honorario de la ciudad para que en calidad de tal presidiese el Desfile de la Victoria en Valencia el 3 de mayo de 1939, semanas después de la ocupación por las tropas de Aranda. Hoy, setenta años después, sigue siendo alcalde honorario por decisión de la alcaldesa Rita Barberá, con el cuadro de honores de la ciudad repleto de jerarcas falangistas y golpistas de 1936.
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Primera Asociación para Recuperación de la Memoria Histórica: la Iglesia Cuando nadie hablaba del término «Memoria Histórica», cuando parecía haber aflojado aquel frenesí por sus propios caídos, en los años 50 y 60 apareció un primer movimiento de recopilación de expedientes, de datos, confección de listados con miles de personas de forma casi clandestina y callada. Cuando ya nadie hacía caso de la estomagante propaganda del Régimen, activistas como el entonces joven García Gascó empezaron a confeccionar listados de sus «mártires por la fe»; no dudaron en colarse en las casas para hablar con familiares, que ya habían olvidado su herida, pidiéndoles el consentimiento para incluir al caído en su inmenso archivo. Esa primera experiencia de recopilación de Memoria Histórica, primer gran antecedente fuera de las esferas falangistas de lo que hoy somos las distintas Asociaciones, fue la llevada a cabo nada más y nada menos que por la «Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana» de España. El que muchos de aquellos «mártires» muriesen con dos carnets en el bolsillo, el de la Falange y el de Acción Católica, es un dato secundario para estos investigadores. Cuando a nosotros nos acusan de actuar por odio y con afán de abrir heridas, olvidan que aquellos sacerdotes entraban en las casas de mucha gente que ya no hablaba del 149
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tema, recordándoles que tenían una herida, y que ellos la curarían en una operación que convenía a ambas partes por razones obvias. El listado de aquellos mártires no resiste un análisis a conciencia, que debiera ser acometido para desenmascarar la verdadera intención de los autores de la iniciativa. En Valencia tenemos casos emblemáticos como el de José M.ª Corbín, con calle dedicada por falangista en el famoso «Grupo Antonio Rueda», y que aparece también beatificado en 2001. Ser falangista antes de la guerra significaba integrar grupos de pistoleros, sabiendo que de sus actividades resultaban asesinatos y palizas; beatificar a gentes así es como hacerlo con nazis en Alemania. ¿Se atrevería el Papa a beatificar nazis, o a asesinos cheknics o ustacis? En Valencia asistiremos a una vuelta de tuerca más con la pronta inauguración de un macrotemplo dedicado a los beatos mártires de 1936, obra emblemática del flamante cardenal García Gascó en pro de su Memoria Histórica, y con la que la Iglesia se retrata de nuevo como pilar fundamental de la recuperación y asunción del ideario integrista que dio soporte a la sublevación y al franquismo durante décadas. Mientras, ni una palabra de piedad para los miles de españoles que aún no tienen ni siquiera su nombre en las cunetas o barrancos donde siguen enterrados. Ni una palabra de disculpa por haber bendecido centenares de fusilamientos con su presencia, mientras sigue alentando la rebelión social contra el ejercicio legítimo del poder por parte de quien ganó limpiamente el Gobierno de España. 150
Primeros pasos en la memoria democrática. Ex-combatientes, ex-presos, Brigadas Internacionales Frente la abundancia de medios y fuertes apoyos a todos los niveles como disfrutan desde el fin de la guerra los investigadores y paniaguados del Régimen, quienes optaron con gran riesgo personal por ir construyendo la otra Memoria, la de los vencidos, se tenían que mover en la más completa clandestinidad, ganando parcelas de libertad a medida que su trabajo se iba conociendo a partir de los ambientes universitarios. Los pocos investigadores que comenzaron la andadura han sido la base para que otros sectores no docentes se sintieran atraídos a colaborar y extender los trabajos que entre unos y otros iban completando. Nacen así las primeras Asociaciones para la recuperación de la Memoria Democrática formadas por personas de procedencia dispar e incluso por alguno de los familiares que tras 60 años ven en ellas un instrumento que puede ayudar en sus reclamaciones. Los antecedentes nacen con las primeras elecciones democráticas, apareciendo asociaciones de veteranos del Ejército de la República y de ex-presos políticos formadas a partir de unas reivindicaciones concretas, primeros exponentes de la otra Memoria, aunque su objetivo principal no fuera ése. Comienzan los primeros estudios e intercambios de experiencias escritas y orales como labor colateral a la recuperación de sus propios derechos como militares del Ejército que defendió la República, o como sufridores en sus carnes de la victoria franquista con largos años de cárcel y torturas, todos como fuentes de gran importancia, por tratarse de testigos directos, para aquellos investigadores. Al mismo tiempo surgen varias iniciativas individuales, incluso de algún Ayuntamiento democrático gobernado por la izquierda que, aprovechando ambigüedades y vacíos legales, logran centenares de exhumaciones, sobre todo para trasladar restos humanos dispersos por los barrancos y cunetas al interior de los cementerios sin más respaldo legal que apelar a la humanidad de sacerdotes y alcaldes. Desde 1979 a los primeros años 80 se erigen numerosos Memoriales en cementerios como el de Paterna, Massamagrell, etc., que tras el golpe de febrero de 1981 se frenan en seco por motivos obvios, pero los estudios previos de aquellos alcaldes, así como la construcción de dichos memoriales fueron un revulsivo para miles de conciencias dormidas o temerosas. Otra iniciativa que perdura hasta hoy, aunque dividida como casi todas, son las Asociaciones de Amigos de las Brigadas Internacionales, que a raíz del aniversario celebrado en 1986, con la visita de un numeroso grupo de supervivientes internacionalistas, tuvieron un gran auge. Mención aparte merece el caso de Catalunya, donde aparecen los primeros grupos que sirven de ejemplo en el resto de España, como la Amical de Mauthausen, las de ex-presos y de ex guerrilleros, germen de la aparición en los años 80 de Santa Cruz
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de Moya como lugar de la Memoria, cita anual importante para la recuperación de la memoria guerrillera, una de las asignaturas pendientes aún en España. En dicha población conquense se erigió, en 1986, el primer Monumento al Guerrillero español, en torno al cual nacieron unas jornadas que desde entonces reivindican la figura de estos combatientes, los últimos en Europa contra un régimen dictatorial. Para sustentar esta actividad nació «La Gavilla Verde», colectivo de jóvenes de la localidad que actualmente tiene ámbito estatal, importante en el resurgimiento de la Memoria en el Levante español, ámbito de actuación de la Guerrilla de Levante y Aragón (AGLA). El homenaje anual tuvo un importante papel de movilización y de revulsivo que llegaba a amplias zonas de Catalunya y de la Comunitat Valenciana, aunque inicialmente sólo unos pocos subíamos en autobuses o por nuestros propios medios al lugar para conmemorar los hechos del Cerro Moreno, donde la muerte de doce guerrilleros supuso un fuerte golpe al AGLA. En torno al año 2000 surgen las Asociaciones dedicadas específicamente a la Recuperación de la Memoria, con exponentes como la ARMH o el Foro por la Memoria, o el GPRMH dentro de la Fundació Societat i Progrés, de ámbito valenciano, en Castelló, el Grup per la Recerca, o, en Alacant, la Comissió Cívica. A partir de esas fechas se extiende el movimiento memorialista, tal y como se conoce hoy, con capacidad de movilización en torno a eventos que las diversas Asociaciones son capaces de organizar; ya no son únicamente preparadoras de informes y listados sino que adquieren proyección pública. Un hecho importante fue la llegada al poder de personas concienciadas por la Memoria Histórica. Es innegable que la actitud personal del Presidente Zapatero ha supuesto un impulso para la recuperación de la Memoria Democrática, aportando los nuevos instrumentos legales que hoy se conocen, más allá de que se consideren suficientes o no.
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Delimitar campos: No somos historiadores ni catedráticos. la historia está ya escrita Una de las consecuencias de esta política es el apoyo económico que se está prestando al trabajo de recuperación de la Memoria. Tanto a nivel gubernamental como a nivel autonómico, más allá de lo que cada uno opine sobre la Ley de la Memoria, es indudable que en la actualidad podemos acceder a prestaciones económicas y de otro tipo impensables hace pocos años. Esto abre el abanico de posibilidades, pero es importante definir el papel actual que las Asociaciones memorialistas debemos desempeñar. Lo primero es saber qué somos y qué no somos; no podemos suplantar ni competir con los historiadores; la Historia está ya escrita y es rara la investigación que no esté ya iniciada desde ámbitos universitarios y profesionales. En este campo debemos cooperar con ellos desde el convencimiento de que en realidad somos complementarios; difícilmente nuestros descubrimientos van a echar por tierra sus trabajos. Ellos 152
son los más interesados en esa cooperación; es más, dada la endémica precariedad de personal que padecemos, lo ideal es que si acometemos trabajos de investigación que requieran horas de estudios y de visitas a diversas fuentes, ya sean orales o archivísticas, sea en convenios con la Universidad, que es la que tiene el personal para poder dedicar. PRIORIZAR NECESIDADES: PRIMERO, LAS PERSONAS, LOS FAMILIARES
Sin dejar de lado las otras actividades de investigación y de divulgación, hace tiempo que tanto el GPRMH como La Gavilla Verde estamos acometiendo la tarea de completar la documentación de las distintas fosas comunes de las que vamos teniendo conocimiento. En la situación actual, somos conscientes de que hay un colectivo especialmente maltratado por la reciente Historia de España que reclama atención urgente y preferente. Se trata de los miles de hijos, hermanos y nietos de víctimas del franquismo a los que se les acaba el tiempo, debido a lo avanzado de su edad, para la reparación de la injusticia de la que fueron objeto. Hemos acentuado nuestra actividad en esta línea, conscientes de que no nos podemos permitir la gradual desaparición de estas personas mientras las Asociaciones nos dedicamos al conocimiento y la investigación como satisfacción personal.
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Memorial en Monroyo
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Precisamente por la vía de los hechos, la mayoría de las Asociaciones nacidas en los últimos años estamos coincidiendo tácitamente en esa labor; son los últimos años en los que aún viven los detentadores únicos de los derechos de las víctimas y creemos que es un deber humanitario reparar su dolor reintegrándoles por lo menos los restos de quienes llevan 60 ó 70 años buscando, en muchos casos con importantes desequilibrios psicológicos. Aún quedan por documentar o exhumar centenares, miles de fosas comunes para poderles entregar los restos que localicemos; es una labor ingente que requiere una gran concienciación y, ante todo, grandes dosis de eficacia; elegir uno u otro camino puede hacer que entremos en complicados procesos judiciales que retrasen lo que los familiares persiguen, tener un lugar donde depositar unas flores en homenaje de lo que ya es sólo un recuerdo y acabar así un largo duelo que les mina la mente y la salud. Por encima de nuestro propio lucimiento y tentaciones de notoriedad debe estar la urgencia y la eficacia en solucionar esas largas búsquedas; ello requiere acudir a vías no tan espectaculares y políticas, de gran ruido mediático, como son las judiciales. Hay otras vías administrativas que no son sino actos reglados que convenientemente argumentados deben dar sus frutos rápidamente. Lo sublime no es el enfrentamiento con los Poderes públicos a cuenta de este colectivo; es la entrega de los restos de un padre a su hijo que lo busca desde hace décadas; ése es el momento culmen que a nosotros nos llena de satisfacción al haber sido útiles a los protagonistas de la Memoria, que son ellos dos, el muerto que vuelve a tener nombre y presencia, y el vivo, detentador de los derechos y de la iniciativa. Nosotros no debemos ser sino el instrumento para esa culminación. Mientras siga existiendo este colectivo no hay mayor necesidad, máxime teniendo en cuenta el riesgo de los cambios de ciclo político, que no aseguran la permanencia en el Gobierno de una sensibilidad favorable como es la del Presidente Rodríguez Zapatero. Si por desgracia llegara otra vez la derecha española al poder nos tememos que la situación podría volver al estatus anterior.
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PROBLEMÁTICA ACTUAL
El Poder Judicial–La Ley de la Memoria–Ley de Amnistía La reciente iniciativa de varias asociaciones de familiares y memorialistas que supuso la irrupción del juez Garzón en el terreno de la Memoria Histórica en varias de sus vertientes ha puesto de manifiesto que la situación en los ambientes judiciales dista mucho de estar normalizada. Me consta que Garzón sabía lo que iba a pasar; dada la composición de los distintos niveles del Poder Judicial y el ordenamiento jurídico actual, varios de sus 154
colaboradores más cercanos y amigos ya anticiparon que irremediablemente se vería obligado a la inhibición, sobre todo por mandato de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, esgrimida por la Fiscalía, cuando nunca antes se cumplió por los mismos jueces a los que esta Ley obliga a intervenir cuando tienen conocimiento de cualquier enterramiento ilegal. Este incidente evidenció que el estamento judicial actual no es el más propenso a la normalización de la Memoria Democrática; el peso conservador es considerable en una profesión, o casta, que aún no ha pedido perdón por su papel en la construcción ilegal del Estado franquista a base de nuevas leyes que necesariamente, como profesionales, debían saber que eran ilegales y fruto de la sublevación contra el Poder legítimo republicano. Esta herencia constituye una carga importante en el campo de la recuperación de la memoria y, lo más grave, en la reparación de la injusticia de los familiares de aquellas víctimas, posibles rehenes de centenares de jueces que nunca se dieron por enterados de la existencia de fosas comunes y enterramientos ilegales en sus jurisdicciones, y que ante eventuales nuevos procesos de este tipo seguramente antepondrán un filtro político e ideológico contrario que va a suponer importantes obstáculos. Por ello, quienes promovamos alguna de estas exhumaciones debemos elegir cuidadosamente la vía para no contribuir a más frustraciones de los familiares, siendo conscientes de que en las situaciones donde por las características del lugar a exhumar no tengamos más remedio que entrar en el terreno judicial se van a requerir grandes dosis de tenacidad y de lucha y por tanto, de apoyo económico, donde los perjudicados serán los familiares. La ley de la Memoria, aun aceptando sus lagunas y carencias, puede devenir en un importante apoyo en función de la situación y la forma como se aborden los procesos. Para quienes padecemos la falta de apoyo institucional en labores de documentación e investigación es muy importante materializar el mandato de colaboración de las distintas administraciones. Por otra parte, dada la carencia de recursos económicos y edad avanzada de la mayoría de los familiares demandantes de ayuda, toda vía de obtención de recursos es urgente y necesaria; si por la Ley de la Memoria y otras ayudas gubernamentales o autonómicas podemos acortar el plazo de entrega de los restos de sus seres queridos, creo obligatorio acudir a estas vías si queremos ser eficaces. Hasta aquí, expongo una forma de proceder cuando se trata de exhumaciones donde hay por medio la búsqueda y reclamación de algún familiar, el caso más urgente y prioritario. Antes y después de Garzón, desde La Gavilla Verde se ha llevado con éxito en varias ocasiones la línea expuesta en comunidades como Castilla-La Mancha o Aragón, y que en la Comunitat Valenciana nunca se ha puesto en marcha, ni esa ni ninguna otra, puesto que nunca se exhumó fosa alguna más allá de casos puntuales como la recuperación de los restos del Manco de la Pesquera en diciembre de 2005.
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¿Qué hacer ante las numerosas fosas de las que no hay absolutamente ningún dato? En nuestra Comunidad también existen las llamadas «fosas de la guerra». Contra la falsa idea de aquel «Levante Felíz» donde todo era idílico y sin represalias sangrientas ni enfrentamientos fratricidas, la realidad se va abriendo paso poco a poco; ya hemos señalado las primeras fosas testigo de la represión de la postguerra, muestra de las muchas que aún quedan por documentar. La aparición de familiares y testigos es fundamental para que puedan identificarse a las víctimas para devolver sus derechos a unos y a otros, pero en las fosas de la guerra esto no se produce. Es en esos casos donde más se debe pedir la intervención del Estado para preservar las evidencias, evitando la progresiva destrucción y desaparición final de la prueba de un crimen o de los restos de soldados de los que sólo un experto podría determinar a qué ejército pertenecieron. Son enterramientos anónimos, muy frecuentes por las tierras donde se desarrolló la llamada «Batalla de Levante», en torno a la Línea XYZ, donde a partir del verano de 1938 se estableció el frente, estático hasta el final de la guerra y con un gran desgaste para ambos ejércitos. 125.000 soldados franquistas fueron frenados en seco a lo largo de una línea que va desde Santa Cruz de Moya hasta el Mediterráneo, pasando por El Toro, Jérica, Viver o Segorbe. Ése es el origen de un número indeterminado de enterramientos sobre la marcha, que se hicieron en sitios muy diversos, desde las fosas comunes que podían aprovecharse en los cementerios de los pueblos cercanos hasta agujeros en el propio terreno. En casi todos los casos, la ausencia de listados e identificaciones es absoluta; la
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Fosa de la Sec. 4.ª del cementerio de Valencia donde se encuentran los restos de Yeófilo Alcorisa, el padre del guerrillero, secuestrado y asesinado en 1947
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labor de documentación es ingente, puesto que para unos resultados inciertos hay que desplazar investigadores a varios pueblos, además de peinar, en cada caso, la documentación existente en varios archivos durante meses o años. El coste es inmenso e insoportable para las Asociaciones. Aunque menos importantes en número, también existen fosas cercanas a los lugares donde se establecieron los campos de concentración en los primeros meses de la postguerra, así como a los centros de detención de cada comarca. En estos casos, la única posibilidad es señalar los lugares con una acción dignificadora que indique la existencia de restos humanos y el motivo de su presencia en el lugar, en primera instancia para evitar su desaparición total mientras alguna Institución, nacional o internacional, tenga posibilidad de intervenir investigando su contenido, y, en segundo, para preservar los derechos de las víctimas y sus descendientes a la dignidad y en previsión de una futura reclamación familiar. El debate puesto de manifiesto por la sentencia del TSJ de la CV en el caso de las fosas comunes de Valencia es si las Asociaciones somos o no somos parte legítima para representar los intereses de esas víctimas anónimas en los enterramientos ilegales antes descritos. Como el propio Garzón señala, siempre ha estado la responsabilidad del Estado, especialmente de la Justicia, que con la Ley de Enjuiciamiento Criminal debería tener bastante para declararse competente en estos casos, entrando el juez de la demarcación a levantar los restos, analizarlos, establecer las causas de sus muertes, restituirlos a sus familiares y buscar al culpable. Evidentemente, los jueces españoles nunca han querido entrar en esos casos, yo creo que por aplicación de un filtro político evidente. Eso nos llevaría a la posible responsabilidad del Estado ante la desaparición de pruebas de un posible genocidio, con el agravante de que si no es la Justicia Internacional, con las Asociaciones inhabilitadas para defender los derechos y el honor de quienes nadie reclama, jamás se iniciará una acción esclarecedora de esas situaciones. Por otra parte, no podemos decir que la vertiente de la anulación de las condenas y el resarcimiento moral y social de los efectos que la justicia franquista produjo en miles de personas se haya llegado a un punto aceptable; queda mucho camino por recorrer para normalizar la situación a nivel jurídico, pesando como una losa la ausencia de personas físicas directamente responsables de aquellos asesinatos, asistidos o no por el aparato judicial en los años más duros de la represión. La gran cantidad de tiempo transcurrido hace que cada año sea más difícil la situación; de entre todas las situaciones injustas nos llama la atención la de un grupo especial dentro de la lucha antifranquista como son los antiguos guerrilleros españoles. Si hay algún grupo contra el que todavía existen animadversiones por parte de algunos estamentos y poderes fácticos es éste. Se da el doloroso hecho de que incluso a nivel internacional la actitud de las «Democracias» europeas constituye un indigno acto de abandono a su suerte de los últimos luchadores europeos contra una dicta-
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dura, o lo que es lo mismo, la traición a todo un Pueblo al que dejan a merced de la última dictadura en Europa, con las manos libres para acabar con los disidentes y luchadores en total impunidad. Uno de los efectos del modelo de Transición española fue la promulgación de la Ley de Amnistía, vieja reivindicación repetidamente exigida por toda la sociedad, que se convertiría en un salvavidas para de torturadores, asesinos y ladrones de haciendas, los únicos que podrían necesitarla en un futuro si la situación hubiera sido otra. Sus efectos llegan hasta hoy, siendo uno de los argumentos contra la llamada «iniciativa Garzón», junto a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, aún vigente en los años en que se cometían los asesinatos y nunca aplicada por los jueces cuando aparecía un enterramiento ilegal (las fosas comunes lo son). Los luchadores antifranquistas no necesitan amnistías; debieran estar orgullosos de haber sido ilegales en aquella sociedad opresora. Con el tiempo, son aquellos torturadores y sus colaboradores en todos los ámbitos (judicial, religioso, cultural, etc.) los que esconden vergonzantemente su pasado, dándose incluso la situación de que algunos no pueden enseñar tranquilos ni su biografía ni las escrituras de sus casas o haciendas. Por lo tanto, para dejar sin argumentario al sector duro de la judicatura, la Iglesia, etc., el primer paso sería la derogación de aquella Ley de Amnistía, que con compaocasión de la iniciativa de Garzón, ya pidieron instancias internacionales compa rándola, para vergüenza colectiva, con las leyes de «Punto Final» de las dictaduras latinoamericanas. Aun así, hay que pensar mucho la tendencia a reivindicar que sea el Gobierno, o el Estado, de oficio y generalizadamente, quien entre a saco tanto en las exhumaciones como en la rehabilitación también generalizada de todas las víctimas, sin la intervención de sus familiares. La gran cantidad de tiempo transcurrido ha transformado profundamente muchas cosas que parecían inamovibles; hoy, es muy frecuente el cambio de sensibilidad política entre las familias de las propias víctimas, de forma que conviven sensibilidades distintas dentro de ellas; es muy común que hermanos, hijos o nietos de aquellas víctimas militen en el partido sucesor de las ideas de sus verdugos. Son muchos los casos en que estos familiares no tolerarían lo que consideran una injerencia en su intimidad familiar. Frente a ellos, no todos los que permanecen leales adoptan una actitud combativa; son una inmensa minoría los que siguen adelante con alguna reivindicación. Temen caer en manipulaciones políticas o simplemente desconocen sus derechos y la forma de hacerlos efectivos; es muy sintomático que en Paterna, lugar emblemático por el inmenso legado histórico que encierra en su cementerio, acudan más familiares a las fosas comunes el 1 de noviembre, fecha sin connotaciones políticas, que el 14 de abril, día en que se homenajea tanto a las víctimas como a sus valores, pero en la que acude una pequeña minoría de familiares rodeada de algunos centenares de amigos de su causa que reivindican la Tercera República junto a los monolitos de las fosas comunes.
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Confusión política En este punto, introduzcamos una reflexión: los actos celebrados alrededor del 14 de abril cuentan con una asistencia casi testimonial donde se mezcla la reivindicación de la Memoria y Dignidad de las víctimas con la reivindicación republicana, algo que si bien satisface a los asistentes, puede dañar la imagen de la República asociándola a los cementerios, al dolor y al pasado, algo que no tiene nada que ver con la idea de alternativa positiva y de futuro que constituye su base. La sociedad debe ver el ideal republicano como una idea de futuro; reivindicar la República entre lápidas no va a atraer a una juventud que no tiene ni idea de su Historia; al contrario, hay que sacar esa reivindicación del ámbito del pasado y la nostalgia y transformarla en alternativa válida a problemas actuales. La impotencia de algunos para hallar un hueco propio y constituir una alternativa hace que confundan la reivindicación de la Memoria y a las Asociaciones con un instrumento de reivindicación republicana. La Memoria Histórica tiene su propia línea de trabajo y no es buena idea servir de banderín de enganche para quienes no logran esa proyección de futuro. Nosotros nos movemos en el ámbito de los derechos fundamentales del hombre, tanto de las miles de víctimas como de sus familiares vivos, últimos detentadores de dichos derechos. En la medida en que seamos eficaces en nuestro cometido, demosdemos trando la injusticia que se cometió contra ellos en el pasado, aportaremos una base sobre la que fundamentar la proyección de sus ideales republicanos hacia el futuro. Es muy importante conseguir el mayor grado de eficacia; para ello, muchas veces tenemos que huir de falsos protagonismos y entrar en vías mucho más profesionales que políticas o judiciales que retrasan enormemente el cierre de los procesos de recuperación. Cada uno de ellos que finaliza exitosamente refuerza lo anterior; lo que en principio parecen caminos distintos son en realidad la mejor forma de alcanzar la eficacia aludida, la mejor forma de que los familiares dejen de ver con recelo nuestra actividad y se decidan a reclamar lo que es su derecho y que ante la confusión optan por seguir en silencio.
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Un PP hostil e insumiso contra la Memoria Franco sigue de alcalde de Valencia Frente a la actitud muchas veces timorata de gran parte de la izquierda, sin distinción de siglas, en la Comunitat Valenciana gobierna un Partido Popular que claramente se sitúa en la insumisión y el ataque frontal contra todo lo que suponga recuperación de la Memoria Democrática. Recientemente hemos tenido una muestra, rayando en el cinismo, en la negativa de Rita Barberá a revocar el nombramiento de Franco como alcalde honorífico de Valencia, según se le exigía en una moción socialista en el pleno de marzo de 2009. 159
Una semana después, la misma alcaldesa se atreve a presidir un pleno extraordinario en conmemoración de los 30 años de Ayuntamientos democráticos. Es la última perla de un largo rosario de abusos contra la Memoria Democrática cuyo momento culminante fue el intento de destrucción de las tres últimas fosas comunes aún reconocibles en el Cementerio General, hecho frente al cual se produjo una vigorosa reacción a varios niveles y que ha sido una de las pocas ocasiones en que han actuado juntos los dos partidos de la Oposición de entonces. Fosas comunes del Cementerio de Valencia Es indudable el papel protagonista de la sociedad civil valenciana, las organizaciones memorialistas y del Foro por la Memoria, en particular con su demanda judicial. Esta lucha demuestra la importancia de la actuación conjunta, combinando la respuesta tanto a nivel social como judicial y político con varias mociones conjuntas que han obligado a que el tema no pasase desapercibido y se discutiese en el Hemiciclo más de lo que el PP hubiese deseado, lo cual también contribuyó a mantener el tema vivo en los medios de comunicación. Los dos concejales, tanto Antonio Montalbán, de EU, como yo mismo, del PSPV-PSOE, actuamos en perfecta armonía haciendo que nuestros respectivos partidos estuviesen también presentes en la reacción. Se pedía, y se sigue exigiendo, el adecentamiento de las fosas y la colocación de un Memorial digno, en contra del que pretende erigir el PP, en memoria de víctimas y verdugos. Dentro de una intensa lucha política que mantuvo la tensión varios meses, no tuvimos inconveniente en servir de testigos en las vistas judiciales a favor del Foro por la Memoria, y entre todos contribuimos a que este tema haya sido prácticamente el único en 20 años que hizo doblar la rodilla a Rita Barberá, aunque haya recurrido y logrado una sentencia final del TSJCV en teoría favorable a sus tesis, pero victoria impresentable al fin y al cabo, porque nadie en Valencia asumiría que siguiese destruyendo las fosas.
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60 calles y monumentos franquistas El Ayuntamiento de Valencia sigue manteniendo unas 60 calles con nombres de jerarcas y ministros falangistas que curiosamente disfraza en las publicaciones oficiales mintiendo sobre sus currículums y las razones por las que se les dedicó su calle, lo cual constituye un hecho actual contra la Memoria, no sólo el mantenimiento pasivo de dichas rotulaciones. Si bien la mayoría de los monolitos de la fiebre memorialista en la época de la postguerra valenciana han desaparecido, queda el mayor de ellos, disimulado bajo la reproducción de la antigua Porta de la Mar, dedicado aún a los caídos franquistas. Varios escudos franquistas se mantienen todavía en dependencias municipales, como 160
el colegio público municipal Teodoro Llorente, incluso en las escaleras principales del Ayuntamiento, donde un aparentemente inofensivo Corazón de Jesús apareció tras la restauración de las mismas por iniciativa de la Hermandad de Ex-Cautivos franquistas en recuerdo de su victoria en un edificio de marcado carácter civil hasta entonces. En la Plaza de Manises existe un monumento dedicado a la Raza. Se trata de una de las columnas del antiguo Hospital Provincial demolido, sobre la cual situaron una estatua de Pizarro, algo que nada tiene que ver con Valencia. Especialmente llamativa es la política de absoluto desprecio hacia los refugios antiaéreos, exponente de primer orden de la arquitectura militar, patrimonio de todos los valencianos, como una de las mejores redes que existen en Europa y que van desapareciendo paulatinamente sin protección legal alguna. El último de ellos que ha entrado en situación de peligro es el situado en el IES del Grao, auténtico ejemplo de desprecio por la Historia desde el inicio del proyecto del Instituto y en peligro de destrucción, pese a ser un ejemplo único por su construcción en superficie y el más cercano al punto más bombardeado de Valencia como fue el Puerto. Otro lugar especialmente emblemático para la Historia de Valencia, el Horno de Cal de la Rambleta, donde fueron asesinados miles de valencianos en la postguerra, ha sido destruido casi en su totalidad ante el abandono y falta de protección habituales tanto por el Ayuntamiento por la Generalitat, que prefieren la destrucción de estos lugares a su recuperación como lugares de la Memoria. También la Iglesia conserva conscientemente muchos símbolos franquistas, desde el retablo del altar mayor de la Iglesia de la Santa Cruz en la Plaza del Carmen, donde figura el mismísimo Franco en lugar principal, hasta la leyenda en recuerdo en la ermita de Soternes, junto al Hospital General, escudos franquistas como el del centro de catequesis de la calle Pablo Meléndez, etc.
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Paterna: el «paredón de España», vertedero indigno Llama la atención la actitud aparentemente distinta del PP en Paterna, que tras su llegada al poder municipal y encontrarse con una reacción inesperada después de arrancar las flores republicanas, utiliza la Memoria Histórica para dar una falsa imagen de su alcalde, cuando en realidad está dejando degradar el paraje donde se encuentra el muro de los fusilamientos. Pese a las denuncias por la desidia, que ha transformado el lugar en un vertedero que atenta tanto contra la ecología como contra la Memoria y la dignidad de las víctimas, a fecha de hoy sigue manteniendo los escombros en el Llano del Cura mientras se llena la boca de palabras de falso respeto a las personas y valores que fueron asesinados en el muro. Mientras «permite» –la ley le obliga a ello– la construcción de un nuevo monumento dentro del cementerio, pagado por el Gobierno, y al que como a los otros 161
echará el candado a las seis de la tarde, deja el gran Memorial previsto en torno al Muro a la iniciativa privada de un PAI, sin plazo ni idea alguna para su realización. Por de pronto, ya no se inaugura en el 70 aniversario del comienzo de su utilización macabra. FOSAS COMUNES: TAMBIÉN EN LA COMUNITAT VALENCIANA
La Gavilla Verde y el GPRMH hemos presentado cuatro proyectos optando a las subvenciones que el Gobierno concede para las labores de recuperación de la Memoria. Lo hacemos porque creemos un derecho ineludible de los familiares que el Estado, causante de los asesinatos, desapariciones y enterramientos ilegales de sus padres, hermanos o abuelos, soporte los gastos de su recuperación. Por primera vez, en la Comunitat se van a acometer los trabajos de exhumación de unos restos largamente reclamados por varias familias. Fosa común del cementerio de Benagéber Se trata de cuatro tumbas donde, según testigos, enterraron a las ocho personas asesinadas en 1947 en una operación de la Guardia Civil contra la Guerrilla. Tres guerrilleros y cinco trabajadores del pantano fueron expuestos en la pared del ce cementerio y enterrados el día 26 de marzo en la fosa común, donde las cuatro tumbas son perfectamente apreciables, más otra en un rincón cercano donde hace 20 años se encontró a Manuel Torres, el Practicante. Su hermana y sobrina emplazaron una lápida con su nombre tras su hallazgo por el programa de Paco Lobatón «Quién sabe dónde». Tras aquella noticia, los restantes familiares comenzaron a aportar otros datos, y poco a poco fueron saliendo a la luz los restantes nombres:
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Antonio Gan Vargas «El Cubano» Manuel Torres «El Practicante» Daniel Cortés Luján Clemente Alcorisa Cabañas Salvador Garrido Gimeno José Martínez Viana Juan Luján Cerdán
Guerrillero Guerrillero Guerrillero Trabajador del pantano Trabajador del pantano Trabajador del pantano Trabajador del pantano
Ha sido la primera en contar con la autorización de su Ayuntamiento, donde reside la potestad para ello. Su alcalde, Rafael Darijo, nieto de fusilado en Paterna, comprende muy bien el problema que arrastran los familiares. Si todo va bien, a principios de verano se podrá acometer la exhumación de los tres trabajadores del pantano cuyos restos reclaman sus hijos en uso de sus derechos civiles. 162
Hay que resaltar que al encontrarse los restos perfectamente delimitados en cuatro fosas dentro de un cementerio en uso, y regentado por un Ayuntamiento, existen unos derechos que les asisten, entre ellos a que sus familiares directos puedan trasladarlos como se trasladan miles en operaciones civiles similares en todos los cementerios a lo largo del año. Es un procedimiento legal y perfectamente reglado que suele dar rápidos resultados. Basta con aplicar el Decreto 39/2005, que aprueba el Reglamento de policía sanitaria y mortuoria en la Comunitat Valenciana, además de la Ley de la Memoria, que en los artículos 11 al 14 contempla perfectamente la vía que estamos exponiendo. Los restos de aquellos cuyos familiares no reclaman o prefieren que se queden allí, como es el caso de la sobrina de Manuel Torres, con el mismo derecho, permanecen en el lugar de forma que, ante una futura reclamación, puedan ser rápidamente recuperados, todos con sus nombres por fin visibles. Los procedimientos de exhumación se basan en protocolos internacionales sobre exhumación de fosas comunes (protocolo Max/00/AH/10 de Naciones Unidas –Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos) y son efectuados por equipos de forenses, arqueólogos y genetistas que en base a ellos preservan la cadena de pruebas de los crímenes cometidos contra aquellas personas, con el correspondiente informe exhaustivo válido a efectos judiciales ante cualquier procedimiento legal nacional o internacional. Aun así, el artículo 13, ap. 1 de la Ley de la Memoria, y la propia práctica de Paleolab, contempla la comunicación a las distintas autoridades, incluida la judicial, de los hallazgos en esta labor, con lo que la tutela judicial está garantizada.
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Fosa común de Albalat dels Tarongers Es otro enterramiento de guerrilleros asesinados el mismo año. El 15 de marzo de 1947, nueve personas detenidas son trasladadas desde Teruel hasta un destino teórico en Valencia al mando de un capitán de la Guardia Civil. Fingiendo una avería, la camioneta se detiene en las inmediaciones de Albalat, donde les aplican la Ley de Fugas, siendo enterrados clandestinamente en la fosa común del cementerio parroquial de Albalat dels Tarongers. Los asesinados, guerrilleros y enlaces, fueron: José Martínez Rivera, de 28 años. Ernesto Marco Escart, de 28 años. Antonio Delgado Viadera, de 38 años. Francisco Dolz Escriche, de 46 años. Pedro Navarrete Gracia, de 31 años. Antonio Delgado Mir, de 17 años. José Martínez Belmonte, de 27 años. 163
Fernando Delgado Palacio. José Bertolín Cubero, de 33 años. La gestión de este cementerio corresponde a la Iglesia, lo que le confiere una característica especial, puesto que la decisión final es del Arzobispado, y se trata de la primera exhumación en la diócesis del nuevo Arzobispo. En situación similar ya se han exhumado quince fosas comunes en el resto de España, lo que nos hace albergar esperanzas de un final feliz para estas familias. Lo dicho en cuanto a la fosa de Benagéber es válido igualmente para la de Albalat, que será exhumada por el mismo equipo y con los mismos procedimientos. Fosa del cementerio civil (sec. 4ª izqda.) de Valencia En esta fosa se acumulan varias características que la hacen especial: fue utilizada inmediatamente después de la ocupación de Valencia por los franquistas vencedores hace ahora 70 años. En ella se depositaban los cadáveres de personas que aparecían en la Rambleta, paraje próximo, o en las propias tapias del cementerio, todos ellos sin control ni registro alguno de sus nombres. Fue el lugar donde se descubrió la destrucción sistemática de las fosas comunes del Cementerio General de Valencia. En 2001, los familiares que anualmente acudían a honrar a sus difuntos descubrieron que, sin previo aviso, se habían arrasado las lápidas, teniendo ante sí un erial lleno de montones de tierra sin ningún signo de la presencia de restos humanos. Sin embargo, allí siguen sin nombre alguno los restos de alrededor de 500 personas. Se da, además, la circunstancia de que aquel lugar fue elegido por otro tipo de personas, exponente de todo tipo de disidencia contra el régimen franquista. Allí continúan los restos de escritores, poetas, masones, judíos, todos, junto a feministas y personas sin recursos, encima de quienes pagaron con su asesinato haber sido fieles al régimen legal republicano. A los familiares les dijeron que iban a construir una torre de nichos igual a la que habían erigido sobre otras secciones donde hay fosas comunes con represaliados republicanos, momento en que comenzaron su peregrinación en busca de ayuda. La casualidad quiso que, también en 1947, la Guardia Civil apresara a un campesino de Higueruelas (Cuenca) llamado Teófilo Alcorisa, por no haber podido cazar a su hijo Pedro, guerrillero de la AGLA al que perseguían. Teófilo Alcorisa no tenía nada que ver con la guerrilla ni tenía ideología política alguna; sin embargo, fue asesinado en el cuartel de Arrancapins y enterrado clandestinamente en esta misma fosa, en el cuadro 1, fila 3 y letra F, al igual que podrían haber sido enterrados otros tres enlaces de la guerrilla entre quienes se encontraba Joaquín Alcorisa y que sospechamos puedan ser los tres desconocidos enterrados en esa fosa por las mismas fechas, procedentes del mismo lugar.
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Hoja de registro de la fosa de la Sec. 4.ª del cementerio de Valencia
Hoja de registro donde figura Teófilo Alcorisa en el cementerio de Valencia en la fosa 4.ª izq. (cementerio civil), muerto de «asfixia por suspensión»
Pedro y Margarita Alcorisa reclaman los restos de Teófilo y de Joaquín, respectivamente; el primero pudo finalizar la búsqueda cuando tras salir a la luz del desaparecido libro del antiguo Cementerio Civil, se encontró a su padre perfectamente identificado en la fosa común de la Sección 4.ª Izquierda. En este caso sólo se trata de obtener la autorización municipal y exhumar sus restos para enterrarlos en Burjassot, junto a su mujer; un traslado al que esta familia tiene el mismo derecho que las demás sin que nadie aplique filtro político alguno, tal como manda la Constitución. Más complicado puede ser el caso de Joaquín, para cuya localización habrá que analizar los restos de los tres desconocidos. En ambos casos se va a seguir el mismo procedimiento y por el mismo equipo de forenses (Paleolab) que en Benagéber y Albalat. Se ha pedido subvención para un segundo proyecto, que es la construcción de un Memorial en desagravio a todas aquellas personas de distintas creencias que perdieron sus nombres y sus símbolos por la acción del Ayuntamiento, que debiera haberlos custodiado. Se trata de un monumento donde figuren aquellos símbolos y sus nombres, bajo la advocación de «Jardín de las Ideas». Fosa común de La Pesquera
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La Pesquera es un municipio conquense al que ya pudimos trasladar los restos de Basiliso Serrano, «El Manco de la Pesquera» en diciembre de 2005. En el mismo emcementerio existe una fosa donde se pudo identificar a varios guerrilleros; sin em bargo, falta uno de ellos, Daniel Rabadán Herráiz, que, según testigos, fue enterrado de manera irrespetuosa con medio cuerpo en el camino central del recinto, de forma que, como en otros casos, la gente lo pisara irremediablemente al pasar. Su hijo, Argelio Rabadán, siente la necesidad de rescatar los restos para darles un destino más digno junto a su familia. No hay que olvidar la sentencia que en la Comunitat Valenciana considera no legitimadas a las Asociaciones memorialistas para defender el honor de las víctimas enterradas en las fosas comunes. Rita Barberá recurrió la primera sentencia favorable al Foro per la Memoria del PV, hasta que el TSJ falló, según lo esperado por el PP, salvando su imagen de cara a la galería. En previsión de posibles litigios donde nos pudiéramos ver inmersos, son los propios familiares quienes ejercen la acción representándose a sí mismos con las Agrupaciones constituidas al efecto. Ellas son las protagonistas y las actoras como unión de quienes detentan directamente el derecho, hermanos, hijos y nietos de las víctimas que siguen reclamando la restitución de la dignidad, el honor y los restos de quienes fueron asesinados y enterrados clandestinamente tanto en cunetas y barrancos como en cementerios donde sus regidores miraban hacia otro lado, con la complicidad de jueces que nunca aplicaron la Ley de Enjuiciamiento Criminal, vigente en las fechas de los asesinatos. 166
UN LEVANTE NO TAN FELIZ
Estas cuatro fosas son las primeras de un grupo más amplio; evidencian que no era verdad el mito del Levante Feliz; también Valencia, Castellón y Alicante sufrieron el mismo trato que el resto de España con el exterminio de miles de personas, con la misma saña y bajo el mismo plan. Tenemos en estudio otras seis más, sin entrar en el inmenso número que existe a lo largo de toda la Línea XYZ, donde miles de soldados cayeron y fueron enterrados en fosas comunes, dentro y fuera de los cementerios de los pueblos cercanos; de esta forma se empieza a formar el mapa de fosas comunes de las que el resto de España aparece plagada, mientras la Comunitat Valenciana no tiene ninguno por la desidia de quien la gobierna, que nunca se ocupó de levantar un mapa de las centenas de ellas que existen de norte a sur. Las hay en cada centro de detención, como en Llíria, Serra, Segorbe, Denia o Villar del Arzobispo; las hay en Porta Coeli, en diversos parajes por toda la Comunitat, pero sólo se conocerán por las denuncias concretas que nos lleguen de los valencianos; hasta ahora, la Generalitat nunca ha acometido el censo de esos lugares como primer paso para su estudio y dignificación, esperando que, si se hace, aún estemos a tiempo de restituir los restos a quienes los buscan desde hace 70 años. Evidentemente, nunca existió eso que se dio en llamar «Levante feliz», sometido a la misma barbarie que el resto de España con asesinatos, encarcelamientos y acosos sin nombre a toda la población que consideraban no afecta y que, cada día más, atestiguan los enterramientos ilegales de los que vamos teniendo noticias. Tampoco hoy existe el Levante feliz; las autoridades que nos gobiernan tanto a nivel autonómico como municipal, en Valencia y en varios pueblos, son abiertamente hostiles a la Memoria Democrática. Esa gran lacra dificulta enormemente la labor de todas las Asociaciones memorialistas, en contraste con las condiciones en las que trabajan en otras zonas de España con gobiernos autonómicos o Ayuntamientos más proclives a la recuperación y respeto (algunos del PP) de aquellas víctimas. Pero, además, éste no es el Levante feliz por otra razón más insospechada: cuando se anuncia que también la Comunitat está plagada de fosas comunes, que aquí también hay ancianos que van consumiendo sus vidas buscando aún a sus familiares, y que gracias a un alcalde con sensibilidad, como el de Benagéber, se van a poder satisfacer tres de esas búsquedas, es precisamente en este «Levante feliz» donde aparece la controversia, y no desde la derecha, que es por donde nos la esperábamos, sino desde alguna de las organizaciones memorialistas. Ahora, cuando todo está dispuesto para que tres hijos, en uso soberano de sus derechos históricos y civiles como personas, puedan por fin recibir lo que quede de sus padres, surge la controversia; alguien no permite tal hecho. Se basan en los derechos de otra persona que no quiere mover los restos de su familiar, y cuyo deseo 167
vamos a respetar porque tiene exactamente el mismo derecho, para imponer a los demás que dejen los restos allí hasta que alguien de Bruselas se desplace y estudie un crimen de lesa humanidad que nadie niega y que está suficientemente investigado. No basta con los estudios previos; no basta con los testigos; no basta con las pruebas ni los estudios exhaustivos llevados a cabo tanto por La Gavilla Verde como por el GPRMH y Paleolab; todo se debe paralizar para que otros vengan a aplicar otra vía basada en una legislación internacional que nunca antes (y ha habido más de mil exhumaciones en España) han querido o podido aplicar. Nunca antes se habían opuesto a dichas exhumaciones; la primera vez, en el «Levante feliz», con lo que varias familias que podrían ser las primeras en cerrar su herida en la Comunitat Valenciana, si parásemos haciendo caso de los reclamantes, posiblemente serán las últimas, o, lo que es peor, no cerrarán su herida nunca. El crimen está suficientemente probado y documentado, con testigos, y por desgracia los asesinos ya no viven o no tienen edad penal, con lo que paralizar el proceso perjudica única y severamente a los hijos que siguen reclamando sus derechos mientras el tiempo avanza inexorablemente. Sería imperdonable que por disputas estériles basadas en discusiones teóricas, políticas o jurídicas, otros hijos falleciesen esperando una justicia y una reparación en cuyo nombre se les niega el ejercicio de sus derechos civiles. ¿Para quién se busca esa «verdad», «justicia» y «reparación»?
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LAS PERSONAS
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GUILLERMINA MEDRANO. LA FORMACIÓN DE UNA REPUBLICANA
Antares Ruiz del Árbol Cana Universidad Jaume I de Castellón LOS PRIMEROS AÑOS DE FORMACIÓN
Guillermina Medrano Aranda, con apenas 23 años, marcó un hito en la historia de la mujer valenciana cuando el 25 de junio de 1936 se convirtió en la primera concejala del Ayuntamiento de Valencia. Su evolución estuvo vinculada al desarrollo de las dos facetas que conformaron su idiosincrasia: la profesional, donde destacó convirtiéndose en una fiel defensora de los valores educativos de la República y la política con una trayectoria ligada, desde sus inicios en el Partido Republicano Radical Socialista, a la ideología republicana de izquierdas. A pesar de ello, la representatividad de Guillermina Medrano no parte de su cargo como concejal, ni de su trabajo como de maestra; tampoco de su militancia o de su discurso de género, sino de la conjunción de todo ello, de la suma de todas sus facetas tanto políticas como profesionales, que nos permite recuperar, como señaló Thompson, «la voz de los sin voz». El relato, la historia de vida de mujeres que participaron activamente en el desarrollo de la República compartiendo, defendiendo y difundiendo sus ideales. En este sentido, el estudio de la vida de Guillermina supone no sólo una aproximación biográfica desde un enfoque meramente personal sino que implica una biografía múltiple donde quedan representadas muchas mujeres que, como ella, fueron maestras y alumnas, políticas y oyentes, mujeres que, en definitiva, ejercieron su ciudadanía política. Y que tras la derrota de la Guerra Civil, muchas tuvieron que partir al exilio, como fue el caso de Guillermina, y otras permanecieron en la España franquista, sometidas, represaliadas y silenciadas, testigos de cómo todo lo que habían defendido quedaba sepultado por el largo silencio impuesto por la dictadura.
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Guillermina Medrano había nacido en Albacete el día 8 de diciembre de 1912. Su familia era natural de la Roda, y poco después se trasladó a Valencia donde sus abuelos maternos, Pedro Aranda y Francisca Salva, decidieron abrir un negocio de vinos que importaban desde Castilla-La Mancha. La muerte prematura de su padre, Guillermo Medrano, hizo que la madre de Guillermina, Efigenia Aranda, decidiese volver junto a su familia cuando ella era apenas una niña y por ello, siempre se sintió valenciana, aunque ésta no fuese su ciudad natal. Realizó los estudios de primaria en la Academia Cervantes, y posteriormente inició la secundaria en el Instituto Luis Vives, único por aquel entonces en Valencia. Estos años coincidieron con la implantación de la dictadura primorriverista que potenció una educación sometida a los parámetros pedagógicos del régimen centrados en el binomio de patria-religión, y sometidos a un férreo control ideológico que afectaba tanto al alumnado como al cuerpo docente. La dictadura, mediante Real Orden, impidió que los profesores pudiesen manifestar ideas contrarias a las establecidas, posibilitando la clausura de la escuela o la destitución del maestro si mostraban doctrinas de carácter antipatriótico. En este sentido recibió los primeros años una estricta formación conservadora que contrastaba con las enseñanzas que desde edad temprana había recibido por parte de su tío Sebastián y de Fernando Valera, a quien ella consideró desde sus inicios como su mentor político. Guillermina recordaba a este respecto cómo a la edad de doce años su tío Sebastián, (militante durante los años de la República de Izquierda Republicana) le puso un ejemplar de El Mercantil Valenciano en las manos, instándole a leer la prensa todos los días para que estuviese siempre al tanto de los sucesos que ocurrían a su alrededor. Ella señalaba sobre su familia que provenía de una tradición republicana-socialista, y en base a ello ligaba muchas de las acciones de esta etapa con la ideología republicana. Así exponía: «En el porche de la casa había un saco adornado con el gorro frigio y la bandera tricolor en forma de traje; yo bajaba a la calle en carnaval vestida con aquel traje y todas las niñas me decían, así con desprecio, ¿De qué vas vestida? Y yo contestaba: de Republicana».1 A pesar de la importancia que Guillermina otorgaba a la ideología familiar, quien realmente desempeñó un papel determinante en su proyección posterior fue Fernando Valera. Este amigo íntimo de su tío Sebastián, visitaba con frecuencia la casa de los Aranda, donde Guillermina solía quedarse escuchando las conversaciones que ambos mantenían.2 Valera se convirtió en uno de los principales defensores y propagadores del radical-socialismo por lo que terminó provocando la escisión del PURA para formar en mayo de 1931 el Partido Republicano Radical Socialista en Valencia. Este partido había sido creado a nivel estatal un año antes por Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza entre otros, en una escisión de Alianza Republicana. Asimismo fue el primer partido donde Guillermina Medrano inició su militancia influenciada por el pensamiento de Valera y por su concepción de «esencia
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republicana» entendida como el proceso de ligar todas las facetas de la vida con la ideología que se defiende, bajo el paradigma de la coherencia y del compromiso político. Muy influenciada por esta forma de ver la realidad política ingresó a los 16 años en la Escuela Normal de Señoritas para obtener el título de Maestra de Primera Enseñanza. Decisión donde también fue determinante el pensamiento de Valera, ya que, según Guillermina, fue él quien orientó su interés hacia el «noble arte del magisterio».3 Valera, muy acorde con los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza, mantenía una concepción educativa basada en la consideración de la cultura como el eje sustancial de la sociedad. Defendía que la educación era el verdadero mecanismo que permitía formar ciudadanos libres y era preciso recuperar en toda su magnitud la figura del maestro, porque éste era el principal vehículo para que la enseñanza de los valores republicanos perdurase en las generaciones futuras.4 Este tipo de planteamiento pedagógico también llegó a Guillermina a través de algunas de sus maestras de La Normal, como Angelina Carnicer, María Villen y Carmen García de Castro, mujeres ilustradas que abrieron el camino hacia una visión progresista de la educación. De entre ellas, la docente más destacada fue Carmen García de Castro, que impartía en La Normal las clases de Pedagogía, Derecho y Legislación Escolar bajo un sistema muy vinculado con el ideario institucionista. La profesora M.ª del Carmen Agulló la denominó como «la dona il-lustrada» haciendo hincapié en que en sus clases estimulaba a las alumnas a debatir sobre temas de actualidad como el divorcio, la reproducción humana o el régimen monárquico. Frecuentemente les aconsejaba la lectura tanto de los filósofos clásicos como de los contemporáneos, mientras les incitaba a romper con el modelo ignorante de la chica «preciosa».5 Guillermina resaltaba sobre su profesora: «Era una mujer de gran cultura y verdadera liberal, que no sólo conducía las clases con normas renovadoras sino que compartía con sus alumnos sus experiencias. Conocía extensamente la cultura griega y con frecuencia nos hablaba de sus filósofos».6 Esta visión pedagógica no fue bien vista por los sectores conservadores valencianos y Carmen García de Castro fue sancionada e inhabilitada para el ejercicio de su cargo desde el 1 de marzo de 1929, hasta ser amnistiada con la proclamación la República.7 Tras el plebiscito del 12 de abril, el día 14 se proclamó la Segunda República Española en un ambiente de triunfo y expectación en el que los partidos triunfantes pretendieron impulsar a través de un proyecto reformista la modernización de la sociedad española. El triunfo era, según Manuel Azaña, el claro ejemplo del ansia social ante la necesidad de transformar el Estado.8 Formado el nuevo Gobierno provisional republicano resultante del Pacto de San Sebastián, iniciaron las primeras medidas para construir el nuevo Estado. Entre ellas, la que más importancia tuvo para el desarrollo profesional de Guillermina fue la reforma educativa. El nuevo Ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domin-
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go, uno de los líderes del PRRS, propició entre abril y diciembre de 1931 junto al socialista Rodolfo Llopis, Director General de Primera Enseñanza, la reforma de las Escuelas Normales a partir de la reforma del Magisterio. Reforma que continuaría posteriormente su sucesor al cargo, el socialista Fernando de los Ríos, y que partía de la estimación de que en España hacían falta unas 27.000 escuelas más para atender a todos aquellos niños que no podían asistir a las mismas. A su vez, la reforma incluía la creación de los estudios universitarios de Pedagogía, la puesta en marcha de las Misiones Pedagógicas con el fin de llevar también la renovación educativa al mundo rural, la reforma de Bachillerato, la reforma de la Inspección de Primera Enseñanza y la creación de la Inspección Central de Segunda Enseñanza.9 El nuevo plan de Magisterio propuesto fue el Plan Profesional, el cual recibía este nombre por el sentido de profesionalización que se dio al currículo. En él se pretendía «enseñar a enseñar» a los alumnos que se convertirían en los futuros maestros republicanos y por ello concedían una importancia destacada frente a otros planes educativos anteriores a las asignaturas relacionadas con la pedagogía, las metodologías específicas y las prácticas en la enseñanza de los párvulos, de los deficientes mentales y de los superdotados. La importancia que se concedía al maestro quedaba recogida en la base normativa del decreto el cual estipulaba al respecto: «Toda reforma se frustraría sin un Maestro que la encarnara en su espíritu. Urgía crear Escuelas pero urgía más crear Maestros, urgía dotar a la Escuela de medios para que cumpliera la función social que les estaba encomendada, pero urgía más capacitar al Maestro para convertirlo en sacerdote de esta función».10 En la primera promoción tan sólo hubp 40 plazas, 20 por sexo, y Guillermina fue una de las pocas que logró acceder, tras aprobar el examen. Su objetivo era convertirse en una maestra del Profesional para poder participar en el cometido de hacer llegar la cultura a todos los pueblos de España. Sus años de estudio también le llevaron al campo político donde finalmente inició su militancia en el PRRS liderado por Fernando Valera. En esta decisión influyó también un entorno estudiantil bastante politizado, ya que entre sus compañeros del Profesional se encontraban Pepe Uribes, uno de los primeros diputados del PCE; Magdalena Marzal, militante del mismo partido en el que llegó a ocupar cargos de responsabilidad y que fue, junto a Guillermina, oradora en las campañas del Frente Popular. También destacó Enriqueta Agut, La Palometa del Front Popular; Paco Bernia, que murió poco después de comenzar la Guerra Civil, y sobre quien Guillermina recordaba que el lema que presidía todas sus clases era «Abajo a las armas». Y José Bueno Ortuño, número uno de su promoción y miembro destacado de la Federación Universitaria Escolar (FUE)11 donde Guillermina se afilió asistiendo regularmente a los cursillos hasta conseguir su plaza en una escuela en Llíria en 1935, pasando entonces a militar sindicalmente en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, (FETE). La militancia en el PRRS estableció la línea política con la que inició su trayecto-
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ria. Los radicales-socialistas se definían a sí mismos como republicanos, demócratas, laicos e institucionistas. Exigían que la justicia fuese popular, humanizada y sensibilizada, tanto para los asuntos civiles como para los criminales, y defendían una política económica y social que debía amparar a todas las clases sociales sin distinción. Por ello, la solidaridad era entendida como un elemento consustancial que implicaba la participación de los trabajadores no sólo en la soberanía política sino en la soberanía económica, con el derecho a señalar los fines y a controlar los medios de la actividad social.12 Esta línea de pensamiento denominada reformista concebía que todos los cambios se deberían realizar desde el Gobierno, desde las instituciones republicanas y a través del marco legislativo vigente, la Constitución de 1931. Pero, a lo largo del primer bienio, las posturas de los radicales-socialistas se fueron dividiendo en dos grandes grupos cada vez más irreconciliables. Sus discrepancias afectaron a las bases entre las que se encontraba Guillermina, ya que debían posicionarse en los términos de una escisión a todas vistas inevitable. Un sector fue el formado por Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Ángel Galarza y Victoria Kent entre otros, que defendían las reformas realizadas por la conjunción republicano-socialista del primer bienio. Exponían que era necesaria la unión entre los partidos de izquierda para poder llevar a cabo los cambios sociales y económicos que necesitaba el país. Frente a ellos, se encontraba el sector liderado por Gordón Ordás, Fernando Valera y Ramón Feced, el cual consideraba que permanecer al lado de los socialistas debilitaba las estructuras creadas porque les enfrentaba con la pequeña y mediana burguesía descontenta por las reformas laborales y sociales. Además, responsabilizaban a los socialistas de los fracasos que se habían ido produciendo en torno al primer bienio y se unían a las posturas de los radicales de Lerroux, que acusaban a Azaña de ejercer el poder como un «árbitro absoluto». Los sucesos de Casas Viejas en enero de 1933 fueron el detonante para la escisión y a pesar de algunos intentos que apostaron por la reconciliación, en el mes de septiembre, durante el III Congreso del PRRS, se produjo la ruptura definitiva. El grupo de Marcelino Domingo defendió que un partido no era un estatuto sino un ideal, y puesto que los ideales eran diferentes no existía un partido, sino dos.13 Apenas unos días después de la ruptura el sector de Marcelino Domingo formó el nuevo Partido Republicano Radical Socialista Independiente (PRRSI), que sostendría que ellos eran los verdaderos portavoces del radical-socialismo. Guillermina, junto a la mayoría de las juventudes en Valencia, optó por la nueva formación que defendía que había que continuar con la política del primer bienio, aunque se debía potenciar más el componente social y que se separaba de las posturas afines a los radicales de Lerroux.14 Su distanciamiento de Fernando Valera por la defensa del ideario reformista de cariz socialista implicó que, apenas un año después, formase parte de las filas de Izquierda Republicana, cuando su nuevo partido, el PRRSI, se fusionase con Acción Republicana de Manuel Azaña y los nacionalistas gallegos (ORGA) de Casares Quiroga.15
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La adhesión al ideario reformista se vio también materializada en el final de sus estudios del Profesional que promovieron su identificación con el ideal pedagógico republicano de garantizar el acceso a la educación con independencia de la procedencia social, económica y de género. Guillermina, en este sentido, se sentía participe de un grupo de jóvenes comprometidas con los nuevos ideales que pretendían romper con el modelo tradicional de mujer que predominaba en la sociedad valenciana. Es representativo a este respecto el recuerdo de su compañera, amiga y maestra, Genoveva Pons, sobre estos años: «En diciembre de 1930... tú y yo cumplimos dieciocho años. ¡Dieciocho bellos años!, y nos encontramos inmersas en un ambiente en que prevalecía el mundo del espíritu sobre la materia... Pío Baroja, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Tagore, Valle Inclán, Unamuno, Alberti, Isadora Duncan... y tantos otros que ni las vicisitudes de la guerra pudieron opacar. (...) Y otros recuerdos, nuestros paseítos por la calle Ruzafa luciendo unas preciosas pieles de zorro que estaban de moda en aquella época, satisfechas de sentirnos elegantes porque nos parecía que mejorábamos la imagen de algunas anticuadas maestras clásicas. A nuestros veintidós años ya estábamos en Liria, aplicando en nuestro grupo escolar los conocimientos adquiridos y las innovaciones soñadas. Realmente éramos maestras progresistas».16
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LA MILITANCIA EN IZQUIERDA REPUBLICANA
Los resultados de las elecciones del 19 de noviembre de 1933 dieron la victoria a las derechas españolas, convirtiendo a los partidos republicanos responsables del primer bienio en los principales perdedores. El voto femenino generó uno de los argumentos centrales a la hora de justificar la derrota, y sus detractores señalaron a las mujeres como las responsables políticas del fracaso de la izquierda. Exponiendo que al conceder el voto a la mujer lo único que se había logrado era darle un arma para herir a la propia República. La carencia de autocrítica que respondía a este planteamiento fue recriminada por la abogada radical Clara Campoamor quien, junto a la Unión Republicana Femenina (URF), expuso la falta de interés político que los partidos republicanos de izquierdas habían concedido a la mujer: «Lo que no puede esperarse es que acudan entusiasmadas a esos casinillos republicanos donde no se les habla a ninguna de sus ideales, ni se las enseña, ni se las ayuda, ni se las ampara, ni se las tolera».17 Según el testimonio de Alejandra Soler, amiga de la infancia de Guillermina Medrano y militante del PCE, ellas compartían los argumentos de Clara Campoamor exponiendo que las declaraciones contra la mujer las reducían a «meras imitaciones de los hombres sin capacidad de autonomía propia». Planteamiento que más adelante llevaría a Guillermina a potenciar la creación de un espacio destinado a la mujer militante cuando, junto a sus compañeras, formasen el Comité Femenino de Izquierda Republicana. 176
Finalmente, el 16 de diciembre se formó el segundo Gobierno de composición radical, y las primeras medidas que adoptó se centraron en la revisión y freno de la política iniciada del primer bienio. Lerroux expresaba en sus memorias: «Conmigo en el Gobierno, España será como una balsa de aceite. Controlaré los nacionalismos, disolveré la Iglesia, daré carta blanca a los ministros y llenaré España de Ateneos y Casas del Pueblo, para tener ocupados a los obreros».18 La perspectiva de ver cómo la mayoría de las reformas iniciadas tras el 14 de abril podían quedar obsoletas bajo el Gobierno radical fue el leitmotiv para impulsar la idea de la unión de los republicanos tantas veces expresada por Azaña y por Marcelino Domingo. Los cuales a partir de enero de 1934 comenzaron a establecer las primeras reuniones oficiales sobre la futura coalición. Guillermina, junto a las Juventudes Radicales Socialistas Independientes (JRSI), se hacían eco de los rumores sobre la posible unión de los partidos republicanos, fusión que definían como un anhelo de las juventudes. Para los acercamientos iniciales colaboraron tanto el PRRS, el PRSI, Izquierda Radical Socialista, Acción Republicana y la ORGA. Las tensiones existentes entre radical-socialistas y los radical-socialistas independientes eran las mismas que habían provocado la ruptura en el III Congreso, y ninguna de las dos partes se molestó en minimizar sus diferencias. Por ello, finalmente quedaron al margen de las negociaciones, permaneciendo solamente aquellos partidos que hubiesen colaborado con el Gobierno del primer bienio. La constitución del nuevo partido, Izquierda Republicana, tuvo lugar entre los días 1 y 2 de abril en el salón de actos del Círculo Radical Socialista Independiente en Madrid. En un evento donde se eligieron los cargos de Presidente, Vicepresidente y secretario ocupados respectivamente por Manuel Azaña, Marcelino Domingo y José Salmerón. A partir de ese momento, las juventudes de los tres partidos pasaron a formar las Juventudes de Izquierda Republicana, (JIR). Se creó una nueva plataforma política a la que Guillermina accedió con 21 años y que se convirtió en el espacio donde alcanzó los puestos más representativos de su carrera política en el seno de la República. Guillermina compartió enteramente las bases ideológicas de su partido, las cuales partían de la necesidad de recuperar una República democrática y laica, popular y renovadora, honesta y fuerte, «como en momentos de soberbia y dignidad la conquistó el pueblo español». La clave esencial que proponían era el retorno de la política reformista, pero demandando una mayor legislación social que se tradujese en asistencia social organizada, multiplicación de los seguros de tipo social, fijación de salarios mínimos, extensión con garantías del sistema de arbitraje en cuestiones de trabajo, y estricto cumplimiento de las disposiciones sanitarias en materia de trabajo.19 En el nuevo partido, Guillermina desarrolló iniciativas propias, ligadas a ampliar la presencia de las mujeres en la política activa así como a potenciar un discurso que amparase y exigiese las demandas de género. Por ello, junto a Amparito Latorre,
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Enriqueta Agut y Matilde Revaque, crearon el Comité Femenino de Izquierda Republicana que pretendía ser un espacio similar a las organizaciones políticas femeninas como la Unión Republicana Femenina (URF), la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), Mujeres Libres, etc. El objetivo de estos comités era la integración de la mujer en el campo político y social de la República, exponiendo la necesidad de no quedar al margen de los acontecimientos, de no permanecer relegadas al segundo puesto y de mantener una independencia económica y profesional para no vivir en un sistema de dependencias. Se tenía muy en cuenta en los discursos las demandas referidas a la familia y a la infancia, así como en asegurar a la mujer que las izquierdas no estaban frente a la familia, como pregonaban las derechas y la Iglesia, sino a su lado. Guillermina se encargó de la dirección del Comité Femenino y Matilde Revaque fue su presidenta. Ella señalaba: «Mi trabajo en aquel Comité fue, creo yo, uno de los motivos para que me nombraran concejal del Ayuntamiento de Valencia (...) sólo estaba integrado por cuatro o cinco mujeres, ya que era muy difícil encontrar militantes entonces (...) y es que realmente la emancipación legal y política de la mujer durante los años de la República estaba, en muchas ocasiones, solamente en la Constitución».20 A este respecto, una de las funciones más importantes fue la de concienciar a las mujeres sobre la importancia del voto, discurso que fue en aumento a medida que los republicanos empezaron a plantearse la creación de una plataforma común que hiciese frente al Gobierno radical-cedista. Este acercamiento se potenció tras la dura represión de los sucesos de octubre de 1934 donde, aunque las consecuencias también alcanzaron a Izquierda Republicana, ésta se negó desde el principio a colaborar. Azaña no aceptó colaborar en una revolución que pudiese atentar contra la República, y en este sentido también se manifestaron los líderes de IR como Marcelino Domingo que llamó a la revolución pacífica. A pesar de ello, el 9 de octubre Azaña fue detenido en Barcelona, junto a Luis Bello, como supuestos implicados de los sucesos en Cataluña y no fue liberado de los cargos hasta el 28 de diciembre. También fueron arrestados el dirigente socialista Largo Caballero, el republicano catalán Lluis Companys, junto a una larga lista de militantes, sus centros y periódicos fueron clausurados, y mientras la CEDA exigía que se les aplicase la política más severa, los partidos de izquierda pedían el indulto.21 En este clima de tensión los republicanos veían cómo la CEDA conseguía por primera vez cuatro Carteras Ministeriales en el VI Gobierno de Lerroux, ocupando Gil Robles el Ministerio de Guerra. Situación que propició establecer negociaciones entre los partidos de Unión Republicana e Izquierda Republicana en un frente común.22 El mes de septiembre se inauguró con la noticia que en la unión de los republicanos de izquierda era posible que entrasen otros partidos, y un mes después, el 178
15 de noviembre, Azaña se dirigió al Comité Ejecutivo del PSOE proponiendo la coalición electoral, propuesta a la que los socialistas no respondieron unánimemente, pero que finalmente aceptaron ante la promesa de una amnistía para los detenidos de 1934.23 Así, el día 15 de enero se firmaba el pacto por el que nacía la nueva coalición que consiguió albergar en su seno a republicanos, socialistas, la UGT, el PCE, y el POUM. El Frente estaba apoyado por ERC y por la CNT (concediendo una ayuda que se traducía en no pedir la abstención a sus militantes). El programa apareció en la prensa un día después del acuerdo, los puntos emblemáticos se centraron en la amnistía, los jurados mixtos, la readmisión de los trabajadores, el restablecimiento de las leyes sociales del primer bienio, mejora de la enseñanza y en referencia a la política internacional dejaron claro su adhesión a la Sociedad de Naciones.24 La nueva plataforma frentepopulista implicó que Guillermina participase por primera vez en los mítines de campaña para las elecciones políticas. Y es que, a diferencia de las anteriores elecciones de 1933, en las campaña del 36, sí que encontramos una mayor presencia femenina en los eventos políticos. Destacamos entre ellas a Guillermina Medrano, Enriqueta Agut, Amparito Latorre y Carmen Sánchez, por Izquierda Republicana; Magdalena Marzal y Alejandra Soler por el PCE; y Amparo Navarro Giner por el Partit Valencianista d’Esquerres; aunque todas ellas dentro del Frente Popular. La participación de las mujeres amplió el discurso de los partidos atrayendo a un público femenino y según explicaba Alejandra Soler: «Esta situación fue común en todos los partidos políticos debido a que, por un lado, las mujeres atraían más la curiosidad de los oyentes que estaban menos acostumbrados a que fuesen éstas quienes defendiesen las causas políticas y hablasen en público con libertad. Y en segundo lugar; se pretendía atraer con ello el voto femenino y concienciar a las mujeres de la importancia de su labor dentro de la República para que, como decía la Campoamor, no se sintiesen fuera de ésta».25 Éste fue el caso de Guillermina, y cuando la Ejecutiva de IR le propuso hacer campaña ella aceptó, porque no había muchas mujeres que se prestaran a este cometido y ella lo consideraba un deber con su partido. Aun así quien definitivamente consiguió convencerla fue Rafael Supervía, militante del mismo partido y su futuro compañero, el cual resaltó la importancia de la colaboración de todas las militantes para la victoria. Acentuando, además, la capacidad de Guillermina ya que, como había dirigido el Comité Femenino, era una buena candidata para asegurar un discurso que buscase la proximidad de las mujeres.26 La coalición de los partidos del Frente Popular propició también que las agrupaciones femeninas de los diversos partidos integrantes aunasen sus fuerzas en el Comité Femenino de Izquierdas del Frente Popular. En sus intervenciones, en las que también participaba Guillermina, manifestaban mensajes similares a lo que las agrupaciones femeninas de izquierdas habían estado sosteniendo de forma continua. Reivindicaciones frecuentes eran: el derecho al trabajo, la igualdad de salarios, la pro179
tección de la madre, la investigación de la paternidad, la importancia del divorcio, el derecho del aborto, la creación de casas-cuna, escuelas y jardines de infancia, comedores y roperos escolares, la prohibición de trabajos insalubres y el derecho a ocupar cargos en lícita competencia con el hombre.27 Guillermina, al igual que el resto de sus compañeras, compaginó sus intervenciones unas veces con miembros de su partido, principalmente con Enriqueta Agut, otras actuó en solitario, y algunas junto al Comité Femenino del Frente Popular. Su proyección le llevó a muchos de los pueblos de la provincia como Llíria, Burjassot, Puebla de Farnasl, Mislata, Gandía; pero, sobre todo, habló en Valencia capital, en los diversos teatros y casinos republicanos. Ella recordaba cómo, al volver de cada acto el presidente de Izquierda Republicana, Juan Peset Aleixandre, esperaba a los oradores en el café de la calle La Pau, donde les tenía preparado un ponche que les obligaba a ingerir.28 Su intención cada vez que participaba en un mitin era la de «llevar a los oyentes la visión de una sociedad más justa y llena de esperanzas, donde sus hijos tuviesen una vida mejor». Guillermina creía firmemente en el programa del Frente Popular y en su partido, Izquierda Republicana, y lo expresaba con vehemencia reclamando para la juventud el trabajo de conseguir que éste alcanzase la victoria: «Siempre afirmé, y sigo afirmando, que los jóvenes nos debemos a la política para trabajar con entusiasmo, luchar con fe y conseguir que nuestro partido gobierne, para que nuestros ideales los implanten los hombres de experiencia y reflexión que sienten las mismas ideas que nosotros».29
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PRIMERA MUJER CONCEJAL EN EL AYUNTAMIENTO DE VALENCIA
La victoria en las elecciones del 16 de febrero del Frente Popular se dio en una jornada bastante pacífica y con una alta participación. Pero un día después del triunfo, y en plena fase de optimismo, comenzaron los primeros conflictos en casi todo el Estado, formándose algunos tumultos frente a las cárceles para sacar a los presos, y ese mismo día se provocaron incendios de iglesias. El 18 dimitió el Ejecutivo en pleno abrumado por la amenaza del golpe de Estado y Alcalá Zamora encargó a Azaña que formase el nuevo Gobierno del Frente Popular. En Valencia, por su parte, la victoria también supuso que se procediesen a realizar en el Ayuntamiento los cambios pertinentes. José Cano Coloma, miembro de Izquierda Republicana, se convirtió en el alcalde de una gestora municipal de 36 concejales y el nuevo Gobernador Civil pasó a ser el catalán Braulio Solsona. Para Guillermina, el triunfo supuso una victoria política a la que las juventudes de los partidos de izquierda habían contribuido. En el tiempo que transcurrió hasta su nombramiento en el Ayuntamiento continuó dando conferencias en cuyos contenidos destacó el papel de la mujer y del maestro en la República. Una de las intervenciones más relevantes la realizó en la Casa del Maestro, el día 4 de junio, donde 180
pronunció una conferencia titulada «La política y el maestro en el medio rural», en la que afirmó que el maestro no podía ni debía abstraerse de la política de los pueblos y que si el maestro no buscaba la política, ésta buscaría al maestro.30 Conminaba a sus compañeros de profesión a no permanecer al margen de la política frentepopulista. Poco después de esta intervención, el mismo mes de junio, la Ejecutiva de su partido le comunicó que ella pasaría a formar parte, junto a Rafael Supervía y otros 25 miembros de los partidos del Frente Popular, en su mayoría de Izquierda Republicana, del nuevo elenco de concejales que iban a sustituir las vacantes de los concejales del PURA y de la DRV. La destitución se hacía efectiva en la sesión del 25 de junio de 1936 habiendo sido aprobada dos días antes por el Gobernador Civil. Los motivos versaban, según la disposición, en la ausencia prolongada de los concejales de su cargo que se venía manifestando desde la sesión del 17 de marzo y que, por lo tanto, implicaba un abandono del mismo.31 Estos conflictos no eran ajenos a la complejidad política que se había desencadenado en la primavera de 1936, donde la derecha española, a través de un discurso catastrofista y alarmista, presentaba una situación caótica y desoladora ante las continuas huelgas y manifestaciones de los obreros amparados por el socialismo valenciano.32 El «uso y abuso» del mensaje fatalista que reiteraba la inminente destrucción de España pretendía generar un estado de alarma que no se correspondía con la política que el Gobierno, representado mayoritariamente por los republicanos burgueses, estaba llevando a cabo.33 En este panorama tenía lugar la destitución de los concejales del PURA y de la DRV el 25 de junio de 1936, el mismo día que Guillermina Medrano se convirtió en protagonista de un hecho histórico para la mujer valenciana al llegar a ser la primera mujer que ocupaba el cargo de concejal en el Ayuntamiento. Tras el nombramiento oficial se procedió a formalizar las nuevas competencias que los miembros de la Corporación Municipal debían desempeñar. Éstas estaban centradas en la distribución de las Comisiones, las Juntas y las Ponencias Formativas. En Guillermina recayeron la Comisión de paseos y de turismo, la Junta de protección de menores, la Junta general de institución de la enseñanza de la mujer, la Junta de patronato colonia de San Vicente conjuntamente con José Tortajada, la Junta valenciana de colonias escolares, el Patronato casa de la enseñanza con Adelardo Sánchez Plá y el Instituto de Monjas San Gregorio. Para las ponencias formativas de la corporación, Guillermina quedó dentro de Colonias y de Hornos. Las competencias que le fueron asignadas estuvieron en su mayoría relacionadas con labores educativas y de género, siendo éstas las claves que enuncian las razones por las que Guillermina fue designada para el cargo. Así, su formación como maestra del Profesional, la dirección del Comité Femenino de IR, la participación en el Comité Femenino del Frente Popular, además de la defensa de la política educativa del primer bienio la habían convertido en una candidata idónea para el cargo. Sin embargo, igualmente cabe plantearse por qué fue designada por su partido
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y no otra de sus compañeras, que tuviese una trayectoria similar, como podía haber sido Enriqueta Agut. Esta última también era maestra del Profesional, había participado en las Misiones Pedagógicas y su proyección en la campaña había sido más destacada que la de Guillermina. A este respecto, un factor determinante que enuncia una de las claves de su nombramiento fue la personalidad política de Guillermina Medrano, tanto en lo que respecta a su adhesión al partido como en el hecho de sostener un planteamiento de género muy moderado. Ella expresaba en este sentido: «La política nacional es preciso que gire alrededor de Izquierda Republicana, España ha de vivir en régimen liberal. La lucha establecida entre los partidos de clasistas, por un lado, y los fascistas y fascistoides, por otro, para implantar sus dictaduras, obliga a que los hombres liberales se agrupen en nuestra organización para salvar la libertad. (...) Pueden afirmar que si un día me convenciera de que mi partido no sirve para salvar España de una dictadura fascista, yo me uniría más con los clasistas para impedir aquélla. Entretanto sigo con mis propagandas políticas que empecé en 1933 cuando vi que la reacción se apoderaba de España... Pero todo lo dejaré el día que forme mi hogar... La mujer casada no debe actuar en política... Su tribuna está mejor en casa».34 Guillermina defendía para la mujer las reformas en el tema de la igualdad en educación, el derecho al divorcio, la igualdad laboral y se sentía identificada con las reivindicaciones de los comités femeninos, como había expuesto a lo largo de la campaña. Sin embargo, sus planteamientos tenían un límite y éste era el hogar, ya que una vez la mujer formase una familia su deber era inculcar los valores dentro de ella. En estas declaraciones observamos, como señalaba M.ª del Carmen Agulló, la lucha entre lo viejo y lo nuevo, las contradicciones que fueron una constante entre estas mujeres transgresoras, en unos aspectos, y convencionales en otros.35 Este posicionamiento ilustra por qué su partido se sentía más próximo a nombrarla a ella en el cargo que a militantes que sostenían una postura más radicalizada en cuanto al discurso de género. Postura que observamos también en la primera intervención que realizó en el Consistorio, en la sesión del 26 de junio, y que fue dedicada a las mujeres valencianas: «La señorita Medrano dijo que no era su propósito hacer un discurso, pero que por su cualidad de mujer y por ser la primera llegada al Consistorio se creía obligada a pronunciar unas palabras respecto a la actitud y a la actuación de la mujer representada modestamente por ella, y añadió que venía a intervenir en todos los problemas que pudieran suscitarse en el municipio y a defender los hogares, esos hogares abandonados en los que era la mujer la que sufría precisamente las consecuencias de su abandono y terminó observando que la expuesta era la posición que se colocaba a la mujer, y que ella colaboraría intensamente en la medida de sus fuerzas para dilucidar y defender los intereses de la ciudad, pero, sobre todo, del hogar de la mujer valenciana».36 El mensaje estaba dirigido a la mujer valenciana englobada casi exclusivamente 182
en el hogar, y es relevante tanto el hecho de que fuese la primera intervención hecha por una mujer y dedicada exclusivamente a éstas en el Ayuntamiento, como la crítica que Guillermina hace ante la falta de atención que la política masculina dedicaba a representarlas de forma adecuada. Su queja quedaba registrada en la prensa unos días después señalando: «La Srta. Medrano dijo que venía al Ayuntamiento en representación de la mujer valenciana, para intervenir en los problemas del hogar, ya que es la mujer la que siente por él las más graves preocupaciones».37 LOS PROYECTOS FRUSTRADOS
Finalizadas las primeras sesiones destinadas a distribuir las competencias, Guillermina comenzó a preparar los proyectos que pretendía organizar a partir de su trabajo en las Juntas. Éstos se dividieron en dos grupos: el primero abarcaba la creación y mejora de colonias, además de edificios-escuelas para intentar paliar las deficientes condiciones en las que se encontraban. Y el segundo se centraba en generar espacios públicos para fomentar la cultura y el cuidado de los niños. El hecho de que concediese gran importancia a las colonias educativas estaba en consonancia con el impulso que éstas habían recibido desde la proclamación de la República, donde se había potenciado el componente didáctico como el objetivo concomitante, unido al higiénico y sanitario. En Valencia existían principalmente dos tipos de colonias: las veraniegas y las permanentes. Estas últimas con una finalidad también terapéutica, ya que albergaban a niños y niñas con necesidad de asistencia médica. Los principales organismos encargados de estas competencias fueron, por un lado, la Junta Valenciana, primera en orden cronológico, y la Federación Valenciana de Colonias Escolares, que se creó en 1932 y que tenía como objetivo impulsar un mayor número de colonias para establecer en ellas unos parámetros de calidad. Guillermina participó de esta gestión a través de la Junta valenciana de colonias escolares y de la Junta de protección de menores, esta última integrada en la Federación desde 1935.38 Sus objetivos se centraron en organizar colonias con los niños aislados, además de subvencionar cantinas escolares y de organizar colonias veraniegas donde el destino más habitual solía ser el pueblo de Xiva. El mismo mes, el Consejo volvió a incentivar la creación de nuevas colonias tras la incautación de bienes de la Compañía de Jesús en el término municipal de Alacuas, donde Guillermina tenía el objetivo de crear una Colonia Escolar Permanente que hiciese posible terminar con «el vergonzoso espectáculo de los niños explotados por los que viven en la mendicidad». Su modelo ideal eran las Colonias autónomas de Rusia y Suiza donde los niños se encontraban en un régimen que aseguraba educación, higiene y protección en términos proporcionales.39 También era su intención dotar de mejores edificios y aportar el material necesario para que los niños pudiesen desarrollar su espíritu educativo en un ambiente
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apropiado. Ella se lamentaba de la situación en la que se encontraban muchas instituciones y expresaba: «Pueden ustedes afirmar que este año, por la premura del tiempo, los niños no podrán ocupar mejores locales que el año anterior, pero empeño mi palabra de mujer que el próximo año no se dará la vergüenza de alojar a los pequeños en barracones de madera».40 El segundo bloque de proyectos guardaba una relación directa con el primero, Guillermina compartía muchas de las demandas que tanto las agrupaciones femeninas como el Comité Femenino del Frente Popular habían exigido durante el bienio anterior. Consideraba necesario la creación de servicios públicos y gratuitos que generaban una respuesta a la demanda de apoyo para la contribución profesional de la mujer. En este sentido, Guillermina demandaba en la sesión del 10 de julio: «La señorita Medrano dijo que el Comité femenino del Frente Popular, atento siempre a cuanto pudiera significar la protección de los niños de los obreros, rogaba al señor alcalde que se habilitara el matadero de la calle de José Zaragoza para guardería de niños, tramitándose al efecto el oportuno expediente para que ésta pudiera funcionar durante el curso escolar próximo».41 La mayoría de las iniciativas impulsadas por Guillermina fueron aprobadas, pero el inicio de la Guerra Civil cambió las prioridades de la Concejalía y con ello también sus cometidos. El 17 de julio, el pronunciamiento estalló en Marruecos y comenzó a extenderse la tarde siguiente por toda España. Ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia opusieron resistencia, y entre los días 19 y 24 los enfrentamientos delimitaron las primeras zonas políticas, evidenciando que el conflicto iba a ser más largo de lo esperado.
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PREVENCIÓN Y PROTECCIÓN: LOS NUEVOS COMETIDOS EN LA GUERRA
Los días sucesivos al intento de golpe de Estado, Guillermina acudió al Ayuntamiento para reunirse con los directivos de su partido y obtener así más noticias sobre el desarrollo de los acontecimientos. La situación política propiciaba cierta incertidumbre, las sesiones se habían paralizado y no volvieron a reanudarse hasta el día 24, dos días después que empezaran a salir rumbo a Madrid las primeras columnas desde Valencia, requeridas por el Gobierno debido a la relevancia estratégica de Teruel. En la primera sesión, tras el levantamiento, el alcalde Cano Coloma expuso que Valencia se sentía orgullosa de formar parte del pueblo español que había sabido demostrar ante el mundo que España, aun en momentos de angustia y zozobra, era una nación libre y organizada».42 La reincorporación a la Concejalía tampoco estuvo exenta de confusión. La guerra había estallado en medio de las vacaciones escolares y había que asegurar, ante todo, el bienestar de los niños. En este sentido, los contenidos del trabajo de Guillermina se reorientaron en dos objetivos: prevención y protección, empezando a 184
potenciar que las colonias permanentes ya establecidas diesen cobijo a los hijos de los milicianos que se iban al frente, con el fin de proporcionarles asilo y asistencia. Pero con la llegada del otoño la situación se agravó de forma considerable, el intento de los sublevados de tomar Madrid a partir del 7 de noviembre supuso la llegada de un amplio número de refugiados a Valencia que debían ser reubicados. También el Gobierno de la República decidió trasladar la capital a Valencia dejando el frente de Madrid en manos del general Miaja, bajo cuyo mando permaneció la Junta de Defensa. La llegada del Gobierno implicó, además de un entusiasmo manifestado por los medios de comunicación, un despliegue de las autoridades para establecer tanto a los miembros del Ejecutivo como a los dirigentes de partidos y sindicatos, además de una amplia burocracia. El número de refugiados que se instaló en Valencia ascendió a 150.000 y, de ellos, la mayoría fueron niños.43 Con el fin de poner los medios adecuados para su ayuda se creó el Comité de Refugiados donde colaboraban las distintas organizaciones y partidos políticos, además del Ayuntamiento y el CEP. Guillermina medió en la gestión a través de la Junta de Protección de menores y de la Junta valenciana de colonias escolares. Y se decantó por la ubicación de los niños en las colonias colectivas donde vivían juntos en un mismo espacio alejado lo más posible del conflicto y bajo la responsabilidad de sus maestros. Este tipo de colonias fue el más común en la zona mediterránea del País Valenciano y de Cataluña, principalmente por la condición climática. La otra tipología fueron las colonias que funcionaban en régimen familiar donde los niños refugiados vivían con familias que voluntariamente los acogían, mientras que los maestros ejercían labores de tutela. Éstas fueron menos potenciadas que las primeras, debido a que en muchos casos era complicado superar la falta de cercanía y la carencia de intensidad que proporcionaba la convivencia diaria.44 El cambio de las prerrogativas también afectó a la escuela. El Ministerio de Instrucción Pública de Jesús Hernández incluyó en sus términos la escuela beligerante con la causa frentepopulista. A partir de ese momento, las Normales debían encargarse de formar maestros antifascistas capaces de comprender y transmitir «el verdadero significado de la presente lucha» concienciando a los alumnos sobre el peligro fascista, y para ello se utilizaban inclusive libros que aportaba el propio Ministerio.45 En este sentido se aprobó un dictamen propuesto por la Junta de educación, por el que quedaba establecido que las 314 escuelas creadas por el Estado pudieran ser dotadas del mobiliario y material precisos para su nuevo funcionamiento, haciendo hincapié en que «se hacía lo posible para la desaparición total de la escuela confesional creando la única y libre, en la que han de forjarse las conciencias de los futuros hombres que, para el bien de la patria, conseguirán formar para el mañana la España libre para todos deseada».46 A finales de enero y principios de febrero de 1937 se iniciaron los primeros bombardeos sobre Valencia, que provocaron ataques de pánico generalizado. Éste fue el
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último mes que Guillermina permaneció en su cargo de concejal, y tanto su destitución como la del resto de los miembros del Consistorio fue expuesta en la sesión del día 8 por un decreto del Ministerio de la Gobernación, que no se haría efectivo hasta el mes de febrero. En él se especificaba que, tras las elecciones, y sobre todo a partir de la sublevación militar, en los Ayuntamientos no estaba integrada la total representación de la dirección y base de la vida española en la zona leal, y que por ello se procedía a disolverlos, creando en su lugar Consejos Municipales.47 Entre las últimas sesiones a las que asistió Guillermina destacó la realizada el 21 de enero, un día después de la llegada a Valencia del Presidente de la República. Ella recordaba el momento en que el alcalde, Cano Coloma, le había presentado a Manuel Azaña, resaltando su condición de ser la única y primera mujer concejal, además de un miembro destacado de las JIR: «Don Manuel, que no creo que en el fondo fuese uno de los paladines de la emancipación de la mujer, me dio ligeramente la mano, me miró a través de sus gafas, midiendo seguramente mi pequeñez y juventud, no me dijo ni hola, y sin más comentarios me volvió la espalda para conversar con Largo Caballero y Diego Martínez Barrio».48 Esta actitud de desdén no agradó a Guillermina, si bien tampoco menguó su adhesión a la política azañista. El mismo día se produjo la última sesión del Ayuntamiento aún vigente, los concejales se despidieron de sus cargos y abandonaron definitivamente el Consistorio en una asamblea ordinaria en la que apenas se hizo mención a la situación política. Guillermina dejaba así su trabajo, no sin cierta amargura, porque el conflicto le había impedido realizar aquellos proyectos con los que inicialmente se había identificado. Con el tiempo expondría en una entrevista: «La primera vez que tome la palabra en el hemiciclo me dirigí a las mujeres para decirles que estaba allí para defender sus intereses. Traté de hacerlo, pero no tuve tiempo (...) el levantamiento franquista me obligó a abandonar todo lo que era mi esperanza y mi vida».49
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LA DIRECCIÓN DE LA CASA DE INFANCIA GINER DE LOS RÍOS
Inmediatamente después de abandonar el puesto en la Concejalía, Guillermina dirigió su disposición al cometido para el que había sido designada a partir del verano de 1936, y que hasta entonces había quedado en segundo plano: la dirección del Asilo de San Eugenio. El nombramiento partía de un decreto del 7 de julio de 1936, del Ministerio de Instrucción Publica de Francisco Barnés, el cual establecía la creación de un Patronato Escolar de los establecimientos dependientes de la Diputación Provincial. Éste pretendía fomentar la organización y régimen de los grupos escolares de las casas de Beneficencia y Misericordia, así como la contribución al perfeccionamiento cultural de los niños y niñas acogidos mediante conferencias, viajes, bibliotecas escolares y colonias veraniegas. Además de mantener la obligación de conservar y, en 186
caso necesario, reparar el estado de los edificios escolares. Su pretensión era, como señala M.ª del Carmen Agulló, transformar los centros educativos tradicionales que habían estado dirigidos hasta entonces por órdenes religiosas, en modelos pedagógicos acordes con los valores republicanos.50 En función de ello, se acordó promover para la dirección y docencia de los centros a aquellos maestros que estuviesen completamente vinculados y comprometidos con la política pedagógica republicana. Sin embargo, con el inicio de la Guerra, y al igual que había ocurrido con los proyectos de Guillermina en el Ayuntamiento, sus principales funciones durante el conflicto se habían reorientado hacia la labor de la protección de la infancia. Entre los diversos centros establecidos por el nuevo decreto se encontraba la Casa de Infancia Giner de los Ríos (anteriormente Asilo de San Eugenio) cuya directora pasaba a ser Guillermina Medrano Aranda, conjuntamente con las maestras: Magdalena Marzal Soriano, que había sido su compañera del Profesional y en esos momentos era profesora de una escuela graduada en Godella; a Vicenta Morales Lozano y Mercedes Aliaga Sánchez, ambas maestras en el pueblo de Zorita, Castellón. Asumido el nombramiento, Guillermina comenzó su tarea en la dirección a tiempo completo en el mes de febrero de 1937. El Asilo de San Eugenio estaba ubicado en el barrio de Sagunto y en él se alojaban niños y niñas que estaban bajo la custodia del Tribunal Tutelar de Menores. Guillermina manifestaba sobre su nuevo cometido: «Tuve que hacerme cargo, por disciplina política y por amor a mi profesión (...) Hice que personas de mi mayor confianza trasladaran a las monjas a lugares que ellas indicaron que les habían prometido amparo. Eran momentos en que peligraban las vidas y, los que nunca compartimos la violencia, estábamos obligados a defender a las posibles víctimas, algunas veces aun a costa de nuestra seguridad personal.51 El trabajo en la Casa de Infancia resultó complejo debido a la falta de experiencia que poseía en la gestión y dirección de centros, unido a que los incesantes ataques ponían en peligro constante la vida de los niños que custodiaban. Esta situación generó que los profesores acordasen trasladar a los menores a una colonia colectiva que iban a establecer en Chulilla, pueblo próximo a Valencia, y que, según recordaba Guillermina, puso todas las facilidades que encontró a su alcance. En la nueva colonia colectiva se intentó seguir con el régimen anterior a la Guerra para potenciar que los niños mantuviesen un equilibrio basado en la educación y el ejercicio. Sin embargo, el conflicto no facilitaba esta disposición y, aunque los niños se encontraban aislados, en el pueblo la verdadera dificultad fue el aprovisionamiento. Para el abastecimiento se disponía de raciones que debían facilitar el Consejo Municipal o la Delegación Central de Colonias, y éstas, a veces, no llegaban en las condiciones adecuadas, o simplemente no llegaban. Guillermina se lamentaba de esta situación deficitaria: «No era fácil mantener a la población civil bien alimentada. Lejos de los centros de abastecimiento, las raciones de que disponíamos llegaban mermadas y con retraso. En la colonia de Chulilla la alegría de verles nadar y jugar al
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aire libre, y bajo el ejercicio físico, sustituía, algunas veces, el dolor que nos producía tener que limitar nuestras raciones».52 Guillermina no permaneció en la colonia, sino que volvió a Valencia por requerimiento de las JIR, dejando al cargo a Ramón Garí, compañero de partido que en menos de un año tuvo que acudir al Frente, incorporándose a la 64 Brigada Mixta. Éste evocaba en una carta a Guillermina la tranquilidad del pueblo de Chulilla: «El lugar en el que me encuentro es pintoresco, recuerda un poco a Chulilla, pero más alegre, un arroyo bordeado de Chopos pone una nota verde a la austeridad».53 LOS CAMINOS DEL EXILIO
Su trabajo como directora de la Casa de Infancia se extendió hasta principios de 1938, cuando desde la Ejecutiva de las JIR decidieron que ella era la candidata idónea para trabajar como representante de las Juventudes Republicanas en la delegación de la Alianza Juvenil Antifascista (AJA) de París. La Alianza, creada en septiembre de 1937, tenía el propósito de aunar las fuerzas de las juventudes en la Guerra e intentar poner fin a la política de no-intervención. El Delegado anterior había sido Manuel Noguera, pero la decisión de incorporar a todos los hombres al Frente hizo que se considerase la posibilidad de que fuese una mujer quien ocupase el cargo.54 Guillermina aceptó y salió rumbo a París el 15 de abril de 1938. En medio del viaje, recibió la noticia de que el ejército de Franco había cortado el Mediterráneo conquistando finalmente Vinaroz. Ella misma relataba, con la perspectiva del tiempo: «La suerte quedó echada: el corte de las dos zonas fue definitivo para iniciar nuestra derrota». La representación de las juventudes republicanas en la delegación de la AJA se convirtió en el último trabajo que Guillermina desempeñó para el Gobierno de la República antes del exilio. Su trabajo consistió, junto a otros dos delegados, Francisco Zalcain, de los socialistas unificados, y Pepita, por los libertarios (aunque esta última fue pronto sustituida por Elizalde, ya que estaba muy enferma de poliomielitis) en intentar coordinar toda la ayuda posible para la República. El objetivo era ponerse en contacto con todas las organizaciones juveniles a nivel internacional que se solidarizasen con la lucha española para conseguir la mayor colaboración posible a todos los niveles. Con este propósito gestionaban todo tipo de propaganda pro-republicana, además de participar en eventos y congresos, intentando hacer frente a la política de rechazo de las democracias liberales. Un ejemplo de este cometido fue el boletín de la delegación, Juventud, con el sobrenombre «Service d’informacion sur la Jeunesse Espagnole edité pour la delegation à Paris de l’Alliance Juvenile Antifasciste»; el cual se publicaba en francés y en algunos casos sus artículos se traducían al español, y de cuya dirección se encargó Guillermina entre junio y septiembre de 1938, intentando poner en su cometido un acento republicano.55
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Durante el tiempo que Guillermina permaneció como delegada, dos fueron los Congresos más representativos a los que la delegación de la AJA debió asistir. El más relevante fue el Segundo Congreso Mundial de Juventud, con sede en Nueva York, que se celebró en el Vassar College, los días 15-24 de agosto. Éste tuvo una amplia repercusión por la presidencia honorífica de Eleanor Roosevelt, y, aunque Guillermina estaba invitada como delegado, finalmente no asistió. Y en representación de las juventudes republicanas acudieron Enrique López y José Pastoriza, cuyas intervenciones, así como las de los delegados de las JSU y Libertarios, quedaron recogidas en el boletín Juventud. Guillermina, por el contrario, sí que pudo asistir al Congreso que se celebró en Marmande en septiembre, organizado por la Federation de Jeunesses Laïques et Republicaines de France, cuyo secretario era René Berlin. Al evento también acudieron representantes del Gobierno francés como Marc Rucart, Ministro de Sanidad, que le felicitó tras su exposición. Ella aprovechó su tiempo, veinte minutos, para exponer sus planteamientos y reivindicar la importancia del papel de los republicanos en la lucha: La precaución de desprestigiar nuestra causa y en busca de un argumento lo suficientemente sólido para alejar de nuestro lado a las democracias, lanzaron la acusación de que España no luchaba más que por el comunismo. Y he aquí que el mito de «los rojos» surge de nuestros enemigos que pretenden justificar la Guerra Civil con el mito del comunismo. Poco a poco, la verdad se va abriendo a la conciencia de hombres libres y las democracias europeas que en su afán de «limitar» la contienda han sacrificado a un pueblo cargado de razón y derecho creando el Comité de No-Intervención... La República, como dijo D. Manuel Azaña, será, y al ser de nuevo, será un marco jurídico político de creación netamente española... para que la obra de la República pueda ser pronto... la juventud española ve indispensable la formación de un secretariado internacional republicano en donde los jóvenes republicanos podamos luchar por las ideas que nos son comunes... vamos a la colonización de la paz y a la salvaguarda del derecho y de la justicia atropellada en el pueblo débil... necesitaremos vuestra ayuda política para que el campo del derecho se permita a nuestro gobierno.56
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En estas palabras resaltaba la labor de los republicanos frente al «mito comunista» y demandaba colaboración con la República, porque de lo contrario supondría la victoria del fascismo. Poco después del Congreso de Marmande, Guillermina volvió a España, en el que sería su último viaje hasta el final del Franquismo. En España pudo comprobar que la situación era, según sus propias palabras, «desoladora», y tras reunirse con la Ejecutiva de su partido y convencer a su madre y a su compañero Rafael Supervía de que se reuniesen con ella en París, salió de Valencia con dirección a Barcelona, cruzando después por los Pirineos, en un viaje que recordaría el resto de su vida: «Presentía que iba a pasar mucho tiempo antes de que yo pudiera volver a contemplar el mar y las playas que había acariciado mi infancia. Venía a mi memoria aquella frase 189
de Blasco Ibáñez que decía –llegado a Valencia por mar se podía sentir el perfume de las flores– pero ésta no era la Valencia de Blasco Ibáñez sino una Valencia sufrida, bombardeada, donde dejaba mi hogar y mi familia y mis sueño de una vida feliz y productiva receptiva mis más sentidos ideales...».57 Los meses que transcurrieron entre febrero y abril de 1939 implicaron la última fase de la Guerra Civil; el presidente Juan Negrín intentó lograr la promesa de que no hubiese responsabilidades políticas para los derrotados, pero Franco no aceptó en ningún caso negociaciones con «los rojos». El 9 de febrero, el jefe de Gobierno había instado a Azaña para que se desplazase con él a Alicante para sostener una política de resistencia, pero el Presidente de la República se negó a acompañarle alegando que la guerra ya estaba perdida y la derrota de las fuerzas republicanas era un hecho. El reconocimiento oficial del Gobierno de Franco por parte de Inglaterra y Francia se produjo el 27 de febrero y el 6 de marzo el general Segismundo Casado comandante del Ejército del Centro derrocó al Gobierno Civil aliado con Julián Besteiro. Finalmente el 30 de marzo caían Valencia y Alicante, seguidas de Murcia un día después, poniendo punto y final al conflicto el 1 de abril de 1939.58 Con el fin de la Guerra Civil se cerraría una larga etapa en la vida de Guillermina Medrano en la que se había formado no sólo como maestra sino también como republicana, bajo unos ideales que, ante todo, promulgarían la defensa de la democracia y de la libertad. Durante los años del exilio español, tanto ella Guillermina como Rafael –al cual logró sacar de un campo de concentración en el Norte de África gracias a la mediación de Marc Rucart y del jefe de la guardia secreta Max Mullins–59 colaboraron activamente con la JARE y en la Junta de Liberación Española (JEL) de la que Supervía se convirtió a partir de 1945 en el representante. Guillermina trabajó durante este tiempo como secretaria de Martínez Barrio ayudando a organizar el exilio republicano hasta que en septiembre de 1939, tras declarar Francia e Inglaterra la guerra a Alemania, optaron por marcharse definitivamente a tierras americanas. Para ella, uno de los motivos principales fue «la acogida francesa», haciendo referencia a las condiciones inhumanas en las que se encontraban muchos de los refugiados en los campos de concentración.60 Por mediación de Martínez Barrio y Carlos Esplá consiguieron el visado para ir a México o a Chile, aunque su preferencia se decantaba más por el primero. Pero una enfermedad de Guillermina durante la travesía dio lugar a que tuviesen que desembarcar en República Dominicana, en una estancia que se prolongó siete años. De allí emigraron a Washington donde Guillermina, Rafael y Efigenia (la madre de Guillermina) vivieron hasta el fallecimiento de estos últimos y el fin de la dictadura.61 Sus años de exilio trajeron consigo proyectos y fracasos; mientras en España perdía su título de Magisterio sancionada por un expediente de la comisión depuradora,62 en República Dominicana participó junto a otros maestros exiliados y dominicanos en la fundación del Instituto-Escuela de Ciudad Trujillo. También en EE UU conti-
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nuó son su labor docente, en este caso como profesora de español en la Sidwell Friends School donde llegó a ser la jefa del departamento manteniendo siempre el ideario institucionista con el que se había educado. Su intención fue siempre, según sus propias palabras, «hacer España en América», y por su labor pedagógica recibió, en 1965, el premio a la mejor profesora de secundaria de la Harvard University, convirtiéndose en, según palabras de Vicente Llorens y secundadas por José Ignacio Cruz, una de las personalidades más destacadas del exilio pedagógico de 1939.63 Tampoco dejó de lado su ideología política, y tanto ella como Rafael participaron activamente en American For Democratic Actions, que se creó poco después de su llegada a Washington, luchando a favor de la vuelta de la República y por el fin de la dictadura franquista. Al volver a España en 1986 fue premiada con el Lazo de Dama de Isabel la Católica y se instaló en un piso situado en la calle Gascó Oliag en Valencia. Tras su regreso, acudió a todos los actos en homenaje a los republicanos y defendió la memoria de aquéllos que se dispersaron en el exilio. El 28 de septiembre de 2005 murió tras una larga enfermedad, poco después de haber legado su testimonio recogido en recortes de prensa, correspondencia, y documentos personales y oficiales de las JIR a la Biblioteca Valenciana en el Monasterio de San Miguel de los Reyes. En una de sus últimas entrevistas le preguntaron: ¿Para vivir hay que saber perdonar? Y ella contestó: «Yo no puedo perdonar que un levantamiento franquista me obligara a abandonar todo lo que era mi esperanza y mi vida, a no ver fallecer a mis familiares, a ver morir a un montón de amigos en las cárceles, a ver que mi amigo Juan Peset era fusilado. No puedo perdonar eso (...) hay que perdonar, yo no puedo, pero creo que hay que hacerlo. Olvidar nunca; que olviden los que no han sufrido».64 NOTAS 1
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Crego Navarro, Rosalía «Las colonias escolares durante la Guerra Civil», Espacio, Tiempo y Forma, serie V, H.ª Contemporánea, n.º 2, 1989, pp. 299-328. Cruz, José Ignacio: «El movimiento de las colonias escolares en Valencia, Perspectiva Histórica de un antecedente de actuación sociocultural», Symposium sobre la colonia escolar valenciana organizado por la Dirección General de la Juventud, pp. 16-24. Alted Vigil, Alicia: «Las consecuencias de la guerra civil española en los niños de la República: de la dispersión al exilio», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Hª Contemporánea, T. 9, 1996, pp. 207-228. Gaceta de la República, (GR) número 172 del 13 de marzo de 1937. Archivo Municipal de la plaza Tetuán, Minutario de Actas del Segundo Trimestre de 1936, SIG-D. 442. y, SIG-D. 443, Valencia del 1 de junio a 30 de noviembre de 1936. Ibídem. Medrano Guillermina (coord.): «Rescatando el pasado», Nuevas raíces: testimonios de mujeres en el exilio, pp. 282-314. El Levante, Comunidad Valencia, 3 de mayo de 1998. Entrevista a Guillermina Medrano. Agulló Díaz, M.ª del Carmen: Mestres Valencianes Republicanes, p. 41. Medrano, Guillermina (coord.): «Rescatando el pasado», Nuevas raíces: testimonios de mujeres en el exilio, pp. 282-314. Ibídem. «Cartas de los correligionarios durante mi estancia en París: carta de Ramón Gari». Archivo Medrano-Supervía, documento 1, caja I, sin fecha, Biblioteca Valenciana. «Bases sobre las que se constituye la Alianza Juvenil Antifascista», Archivo Medrano-Supervía, documento 3, caja II, Biblioteca Valenciana. «Conclusiones de organización interna aprobadas por el Pleno Nacional de las Juventudes de Izquierda Republicana» Archivo Medrano-Supervía: documento 8, Caja I, 23- 27 de octubre de 1937, Valencia. Boletín Juventud, 27 de enero de 1939, Archivo Medrano-Supervía: documento 7, caja II. Y «Juventud»1 de septiembre de 1938. Archivo Medrano-Supervía: documento 1.10, caja I, Biblioteca Valenciana. «Discurso en español y traducción al francés pronunciado por Guillermina Medrano en Marmande Francia». Archivo Medrano-Supervía: documento 2, caja I, 1-3 de septiembre de 1938, Biblioteca Valenciana. Medrano, Guillermina y Cruz, José Ignacio: Experiencia de una maestra republicana, pp. 345-346. Medrano, Guillermina (coord.), «Rescatando el pasado», Nuevas raíces: testimonios de mujeres en el exilio, pp.282314. Jackson, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la Segunda República española, Crítica, Barcelona, 2008, pp. 383-391. Archivo Medrano-Supervía: documento 7, caja II. Biblioteca Valenciana. Cate-Arries, Francie, «Voces de la República desde la Guerrilla del exilio español de 1939: luchando entre la alambrada en los campos de concentración en Francia» en Sánchez, José Luis y Durán Alcalá, Francisco (coord.): III Congreso sobre el Republicanismo. Los exilios en España (siglos XIX y XX), Priego de Córdoba, Córdoba, 2005, pp. 413-428. Guillermina señala en una anotación que ambos países les concedieron el visado de entrada. Archivo Medrano-Supervía: documento 7, caja II. Sin embargo, no hemos encontrado el visado que acredita esta declaración. Comisión depuradora del Magisterio de la provincia de Valencia en virtud del decreto de 8 de noviembre de 1936 (Boletín oficial n.º 27) Orden del 18 de marzo y nombramientos de 10 de julio último. Fecha de incoación 1 de diciembre de 1939. Expediente facilitado por la profesora M.ª del Carmen Agulló en la Universidad de Valencia en febrero de 2009. Medrano, Guillermina y Cruz, José Ignacio: Experiencia de una maestra republicana, p. 339. El Levante, Comunidad Valenciana, 3 de mayo de 1998.
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ALICANTE Y EL NUEVO REPUBLICANISMO: LA GENERACIÓN DE CARLOS ESPLÁ
Pedro Luis Angosto Vélez Universidad de Alicante EL CALDO DE CULTIVO: LOS RENOVADORES DEL REPUBLICANISMO ALICANTINO EN EL CAMBIO DE SIGLO
Aunque en los últimos años se ha avanzado mucho, creemos que queda todavía una ingente tarea por delante para investigar y aquilatar debidamente el peso que los jóvenes republicanos alicantinos de principios del siglo XX tuvieron en la conformación del nuevo republicanismo, un republicanismo que, volviendo a sus raíces primigenias, se apartaría de la demagogia lerrouxista1 para adentrarse en las esencias del «ideal»,2 influyendo decisivamente en el resto del país y en el proceso que llevaría a la proclamación de la Segunda República española. De todos es sabida la importancia que para el resurgir de la España vital tuvieron los núcleos catalanes, madrileños y valencianos. Se han publicado numerosos y exhaustivos estudios sobre ello, abundando las biografías y los libros de memorias, aunque también en estos casos estamos todavía muy lejos de tener un corpus sólido que nos ayude a conocer, en su integridad, sus raíces y desarrollo. Sin embargo, pese a que contamos con magníficos trabajos sobre el republicanismo alicantino,3 nos parece que la mayoría de ellos –¡es tan difícil romper las fronteras artificiales e interesadas que traza el mercado del libro!– no han trascendido las fronteras regionales para el público no especializado, y todavía se sigue ignorando que hubo una generación de alicantinos imprescindible para conocer la historia del primer tercio del siglo XX español, imprescindible a la hora de escribir la historia de la Segunda República española. Madrid era la capital del reino de la Restauración, contaba con un incipiente movimiento obrero y era la sede de la política nacional, de todas, de la corrupta y de la naciente; Barcelona, el principal puerto del país, la primera ciudad industrial, la que
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tenía la burguesía más progresiva y también una de las más reaccionarias, la del proletariado combativo; Valencia, la ciudad del blasquismo, la única que logró imponer, mediante el sufragio, alcaldes republicanos contra la voluntad de los caciques de un régimen esencialmente corrupto. ¿Y Alicante? ¿Qué había en Alicante? ¿Qué ocurría en esa pequeña ciudad mediterránea donde los oligarcas se sucedían «pacíficamente» para ocupar el gobierno municipal y enviar a Madrid diputados cuneros? A finales del siglo XIX, Alicante tenía cincuenta mil habitantes y casi todo estaba por hacer. Había llegado el ferrocarril en la década de los cincuenta4 y el comercio vinícola, a raíz de la filoxera que arrasó los viñedos franceses, trajo consigo unas décadas de prosperidad y crecimiento económico hasta entonces desconocidos,5 aunque no tanto como para que la ciudad cambiase su fisonomía urbana, política y social, pese a los esfuerzos del urbanista republicano José Guardiola Picó, empeñado en racionalizarla mediante la planificación y el diseño de un moderno ensanche de corte europeo.6 Las exportaciones de vino a Francia durante las últimas tres décadas del siglo XIX provocaron que numerosas familias burguesas del país vecino se instalaran en la ciudad, que aumentaran las compañías consignatarias de buques, que creciera el tráfico marítimo y que el puerto se convirtiese en la principal «fábrica» de la ciudad, termidando lugar al florecimiento de una incipiente burguesía que, en su mayoría, termi naría mezclándose con la aristocracia local. Sin embargo, Alicante no era una ciudad portuaria, ni el comercio del vino sirvió para elevar el nivel de vida de todas las clases sociales, ni siquiera para consolidar una burguesía capitalista al estilo británico. El tratado comercial franco-español de 1882 produjo una enorme acumulación de capitales en pocas manos y un cambio de los hábitos inversores de los plutócratas de la ciudad. Si hasta entonces sus inversiones preferidas eran la compra de tierras, los préstamos usurarios y la deuda pública, a partir del tratado comenzarán a invertir en negocios que les aseguren una renta mayor en un espacio de tiempo menor. Aunque no nos engañemos, esa burguesía alta nunca daría pasos en falso, y conforme fue consolidando sus beneficios se dedicó a inversiones seguras ligadas casi siempre a los servicios públicos: tranvías, aguas, gas, electricidad y urbanismo. El capitalista de corte anglosajón no llegó a implantarse en la ciudad: hubo un cambio de hábitos inversores, pero casi siempre se jugaba con la red de lo público. Por el contrario, el comercio vitivinícola sí dio lugar a la aparición de una pequeña burguesía ilustrada y progresiva parecida a la que existía en la Francia de la Tercera República, aunque cuantitativamente menor, y a un proletariado que, en palabras del arquitecto Guardiola Picó, vivía en la más absoluta pobreza debido a los sueldos miserables que recibía a cambio de su fuerza de trabajo,7 no sólo en el puerto, sino en la fábrica de tabaco y las dos cerámicas que constituían todo el tejido industrial de la ciudad. Y es que Alicante vivía de cara al mar, pero también tenía una extensa huerta y muchos pequeños comercios. Los tres mundos confluían en el centro, en la ciudad
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vieja y el naciente ensanche, en los alrededores del puerto, en el viejo mercado. A la altura de 1895, cuando nació Carlos Esplá, era tan fácil encontrarse en una calle céntrica a un arriero con el carro cargado de hortalizas, como a otro con cajas de pescado recién sacado de la bahía; lo mismo a un potentado comerciante de vinos que a un consignatario de aduanas, un rutilante abogado, un oficinista, un cajista de un periódico o un grupo de obreros amotinados contra los consumos. Alicante era ya una ciudad, pero el sabor y el olor a pueblo rezumaban por cada una de sus calles. Empero, había un hecho peculiar algo difícil de explicar para quien no se haya zambullido en los papeles de aquel tiempo: Alicante tenía muchas menos escuelas de primaria de las que necesitaba, un solo instituto de Enseñanza Media y una Escuela Normal de Magisterio;8 también tenía, y eso es lo que resulta extraño a simple vista, dieciséis periódicos generalistas y otros tantos vinculados a asociaciones de diverso tipo. Ni la censura, ni la represión, ni la acción de los caciques, ni las multas gubernativas, ni la cárcel pudieron acabar con diarios republicanos como La Unión Democrática, El Graduador, La Federación, El Porvenir, Las Germanías o El Republicano, diarios que formaban parte de esa red tan bien descrita por Ángel Duarte que, hundiendo sus raíces en la revolución de 1868 y en la Primera República, guardaban celosamente el fuego sagrado del «ideal» para transmitirlo, inmaculado y mejorado, a las nuevas generaciones.9 No obstante, un algo de decadencia se vivía en las redacciones de los diarios republicanos más antiguos de la ciudad. El Graduador, dirigido por Antonio Galdó López y su hijo Antonio Galdó Chapulí, había surgido de las cenizas del Sexenio democrático10 y pronto, siguiendo la línea marcada por el posibilismo de Castelar, comenzó a aproximarse al Partido Liberal dinástico de Sagasta, lo que supuso la deserción de buena parte de sus redactores y la enemiga de la mayoría de los republicanos de la ciudad, sumiéndose en una lenta agonía que duraría hasta 1920. La Unión Democrática, con parecidas raíces, se erigió en heredero único de la «Gloriosa» y en órgano del Partido Republicano progresista que habían fundado en París Nicolás Salmerón y Ruiz Zorrilla,11 aunque durante sus primeros años dio cabida en sus páginas a los federales de Pi i Margall. Era su director Rafael Sevila Linares, amigo personal de Salmerón, de Estébanez, de Pi i Margall, de Ruiz Zorrilla y de escritores y periodistas como Alfredo Calderón, Joaquín Dicenta, Eusebio Blasco o Rosario de Acuña, quienes, gracias a esa amistad, colaborarían regularmente en el periódico. Aunque los esfuerzos de Salmerón y del propio Sevila, cada cual en su ámbito, por unificar a los republicanos alicantinos y españoles en un solo partido, fueron grandes, no obtuvieron resultado alguno y el «viejo republicanismo» vivió desde el fin de la Primera República dividido en tantos partidos y grupos como republicanos había en España. Abundaban los grandes maestros, los prohombres a los que todos respetaban, pero el peso de la derrota, la debilidad de la burguesía española y la presión del nuevo régimen impidieron que ningún proyecto unificador llegase a buen puerto.12
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De modo que conforme el siglo se acercaba a su final, con un breve resurgir al calor de las derrotas coloniales, La Unión Democrática fue languideciendo, llegando a decirse en la prensa oficialista que lo escribía en su totalidad el viejo Rafael Sevila, aunque de ser ciertas esas informaciones, grande tuvo que ser su esfuerzo y mayor su tesón, pues el diario estuvo en la calle hasta 1920. Sin embargo, pese a ser los dos diarios citados los de mayor tirada y tradición republicana en la ciudad, fue El Republicano, dirigido por el abogado Guardiola Ortiz, el que más influencia tendría en la formación del nuevo republicanismo alicantino, ya que en él escribieron tres de sus máximos mentores, Antonio Rico Cabot, conocido popularmente como el Dr. Rico, el poeta Salvador Sellés y Hermenegildo Giner de los Ríos, por entonces profesor del Instituto de Alicante. El Republicano era el órgano oficial del Partido Republicano de Alicante, creado, según escribe el profesor Francisco Moreno, a instancias de la Fusión Republicana de Nicolás Salmerón. Era un diario progresista, laico, anticlerical y regeneracionista, muy preocupado por la educación del pueblo y por la justicia social, y con una nómina de colaboradores habituales difícil de igualar: H. Giner de los Ríos, Antonio Rico, José Zahonero, Clarín, Joaquín Dicenta, Eusebio Blasco, R. M.ª Labra, Emilio Castelar, Juan Valera, Emilio Zola, Ángel Ganivet, Jacinto Octavio Picón, Blasco Ibáñez o el propio Salmerón.13 Si los periódicos republicanos continuaron, unos con más fortuna otros con menos, dentro de una crisis que duraría décadas, difundiendo su ideario, no fueron menos importantes para esta generación instituciones como la Escuela Modelo, de la familia Albricias, que, pese a su carácter confesional, bebía en las fuentes pedagógicas más liberales y abiertas de Europa, en las enseñanzas de Pestalozzi, Montessori o Francisco Giner de los Ríos;14 el Instituto de enseñanza media con Hermenegildo Giner de los Ríos15 y José Verdes Montenegro16 a la cabeza, que llevaron a la ciudad las iniciativas de la Institución Libre de Enseñanza; la Logia Constante Alona, de la que fueron miembros una parte considerable de los republicanos de la ciudad, el Orfeón de Alicante del Dr. Rico, escuela de música y de ciudadanía, los círculos y ateneos republicanos que habían subsistido a la llegada de un nuevo rey y el celo de algunas familias, sobre todo de la pequeña burguesía, por transmitir a sus hijos el ideal republicano. Caso paradigmático sería el de Carlos Esplá. Hijo y nieto de republicanos. Su abuelo Rafael Rizo había participado activamente en los hechos que condujeron a la revolución de 1868 y a la proclamación de la Primera República. Tras el golpe de Estado de Martínez Campos y la restauración de la monarquía, Rafael Rizo continuó acudiendo a la logia Constante Alona, donde coincidía, entre otros, con el arquitecto Guardiola Picó, el doctor Rico, Eleuterio Maisonnave, José Gadea, Armando Alberola, Salvador Sellés, José Guardiola Ortiz, o el doctor Ausó y Monzó. La logia Constate Alona,17 como las redacciones de los diarios republicanos y los escasos clubes que quedaban en la ciudad, atravesaba durante los primeros años de la Restauración
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una difícil situación que se tradujo en una drástica reducción de sus miembros, lo que no fue óbice para que los demócratas más respetados de Alicante continuasen reuniéndose en sus locales para discutir sobre los problemas de España, elaborar estrategias de futuro y poner las bases para el renacer de la organización. Los concurrentes a las tenidas masónicas tenían una buena relación personal, aunque algunos de ellos no comulgaban con el ideal republicano, como era el caso de José Gadea y Pro, varias veces alcalde de Alicante por el Partido Liberal de Sagasta. De entre ellos, el Dr. Rico, el poeta Sellés, el abogado Guardiola Ortiz, Rafael Rizo y el arquitecto Guardiola Picó formarían un grupo bastante compacto personal e ideológicamente. Aconsejado por Guardiola Picó y Armando Alberola, que estaba diseñando uno de sus proyectos arquitectónicos más ambiciosos, Rafael Rizo se hizo accionista de la sociedad que construía el barrio de Benalúa, en las afueras de la ciudad. Compró varias casas y en una de ellas se instaló junto a la familia Esplá-Rizo. Pronto, aquella casa fue convirtiéndose en un verdadero foco de republicanismo, en lugar obligado de visita y reunión para el grupo de amigos masones de Rafael Rizo. En su despacho, lleno de libros de Renán, Voltaire, France, Reclús, Galdós, Clarín, Dicenta y Víctor Hugo, alrededor de una mesa que había pertenecido al general Prim, y bajo un gran retrato de Garibaldi, los concurrentes departían durante horas mientras, tras las cortinas, un niño escuchaba boquiabierto: era Carlos Esplá. Ese niño de seis o siete años que, a sabiendas de su abuelo y los demás contertulios, dejaba de jugar para, agazapado, oír las cosas que decían los mayores, había comenzado a acudir a la escuela de don Dionisio, una escuela pública situada en las inmediaciones del Paseo de Canalejas. Allí, fruto de la casualidad, del azar o simplemente porque era la escuela más próxima a sus domicilios, coincidieron varios chavales que formarían el núcleo original de la generación del nuevo republicanismo alicantino: «En la Escuela de don Dionisio, Pepito Alonso, carirredondo y lardosico, vivaz y decidor, vivía y renovaba las fabulaciones que aprendía en novelones y cuentos y se creía D’Artagnan. Carlitos Esplá, cuidadoso, enormemente intuitivo, seriecito, como adivinando que tendría que ser un hombre antes de sazón.18 Aún le estoy viendo con sus ojos negros, brillantes, graves y su cara sonrosada, estar instantes apartado, como en acecho. El cuarto era yo...19 Llegada la hora, salíamos triscando, colmados nuestros anhelos de movimiento y libertad, al Paseo Gadea».20 Rafael Selfa Mora y Armando Farga, con cuya hermana matrimoniaría Esplá años después, completarían un grupo unido tanto por su vitalidad como por su afición incontenible por la lectura y su temprana vocación política. Al grupo se unirían, con el paso de los años, otros estudiantes procedentes de la Escuela Modelo que dirigía Lincoln Albricias, su propio hijo Franklin, Lorenzo Carbonell, Juan, Álvaro y Fermín Botella, José Dorado Martín, Ángel Pascual Devesa o Rodolfo Llopis. Si algo caracterizaba a este grupo –Lorenzo Carbonell y Juan Botella eran los mayores–, era la energía y la curiosidad. No estamos ante una peña de amigos que se
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conoce en la escuela y por una u otra razón –la educación familiar, la influencia del maestro, el ambiente inmediato– siente una atracción irresistible hacia la lectura y lleva una vida distanciada y monacal dedicada exclusivamente al estudio. No, ni mucho menos. Leían en el parque Canalejas, en los recreos, en sus respectivas casas, a la orilla del mar, pero también se apedreaban, también perdían la noción del tiempo hablando en cualquier rincón de la ciudad vieja, explorando los pasadizos del castillo de Santa Bárbara, subiendo «furtivamente» a un barco de pescadores, jugando en el Paseo de los Mártires, y, sobre todo, reían, eran amantes compulsivos de la broma y de la risa. El grupo se fue haciendo más fuerte, más compacto y, a la misma vez, más abierto. A la casa de los Esplá-Rizo, en el barrio de Benalúa, se unieron dos lugares que, con el paso del tiempo, todos recordarían con enorme cariño: la imprenta del padre de los Botella, donde los libros, periódicos y revistas se amontonaban por todos los rincones; y la trastienda de la miscelánea que la madre y la abuela de José Alonso Mallol habían abierto tras la temprana muerte del padre. Situada en las faldas del Castillo de Santa Bárbara, frente por frente al mar, en ella había una fantástica biblioteca con una ventana desde la que se veían, en todo su esplendor y extensión, la Playa del Postiguet y la Bahía de Alicante. Sin embargo, todos sentían una atracción especial por el despacho del abuelo de Esplá, por las reuniones que en él se celebraban y por las cosas que allí se decían. Ateos o agnósticos desde el primer despertar –sus familias, en buena parte, lo eran también–, apenas tuvieron contacto directo con la religión católica y en sus estudios, esa materia se impartía como un tema más dentro la asignatura de Historia. Libres de los condicionamientos religiosos, Esplá y sus amigos tenían una enorme curiosidad por escuchar las discusiones que sobre ése y otros muchos temas mantenían el Dr. Rico, Salvador Sellés, José Guardiola, Rafael Rizo y los demás concurrentes habituales, entre los que a veces se encontró Hermenegildo Giner de los Ríos. Cuando el despacho estaba vacío, los amigos disfrutaban registrando los cajones de la vieja mesa del de Prim, leyendo en voz alta los libros de Flammarion o los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós, el escritor más venerado por los republicanos alicantinos después de Víctor Hugo. Un día, en un baúl, encontraron lo que parecía un trapo de grandes dimensiones envuelto con papeles recios. Pese al respeto que les producía, por lo escondido que estaba, la curiosidad fue más fuerte. Rápidamente depositaron el fardo sobre el suelo, lo desnudaron y lo abrieron. Era una vieja bandera republicana en la que habían bordado con hilo de oro «Viva España con Honra». En mitad de la faena, y ante los ojos atónitos de los chavales, apareció Rafael Rizo. Todos creían que iban a recibir una fuerte reprimenda. Pero no fue así. El abuelo de Carlos Esplá llamó a su nieto al exterior del despacho. A solas le dijo que estaba encantado de que cogiesen sus libros, pero que no le gustaba nada que revolviesen sus papeles y objetos. Acto seguido, ambos entraron de nuevo al despacho. Cuando esperaban lo peor, Rafael Rizo los invitó a todos a la merienda que al día siguiente tendría lugar allí mismo y a la que acudirían el Dr. Rico, Salvador
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Sellés, José Guardiola Ortiz y algunos amigos más. Aquella invitación formal, marcaría para siempre a Carlos Esplá y a sus amigos. Corría el año de 1903.21 Por dar una idea de la precocidad de este grupo, decir que Carlos Esplá y Álvaro Pascual Leone tenían ocho años, José Alonso Mallol, once, Lorenzo Carbonell, que junto a Juan Botella, eran los hermanos mayores, veinte y dieciocho respectivamente, Álvaro Botella y Franklin Albricias, catorce y Ángel Pascual Devesa, trece. Antonio Rico Cabot había nacido en Alicante en 1866, dos años antes de la Revolución. Sus primeros años transcurrieron entre la barbería de su padre, la escuela y el instituto. En 1887 se licenció en Medicina por la Universidad Central. Tras unos años de trabajo como médico interno en el Hospital General de Madrid, regresó a Alicante, donde montó su propia consulta, una consulta que de inmediato se fue llenando de una adinerada clientela atraída por la fama que Rico traía de Madrid, donde había trabajado con los médicos y cirujanos más eminentes del país. Sin embargo, Rico era un hombre de carácter, de fuertes convicciones, al que no convencía demasiado dedicar su vida a asistir a los caballeros y damas de la alta sociedad que acudían a él, generalmente, por cosas de poca importancia. Pronto, sin cerrar la consulta de la que obtenía los ingresos que le permitían vivir y poder asistir a los que no tenían con qué pagarle, se dedicó a acudir a los barrios donde se apiñaban los más necesitados para, ante la desidia sanitaria del Gobierno, dedicarles todo el tiempo de que disponía. Si bien su prestigio entre las clases más adineradas de la ciudad fue cayendo –algunos periódicos como La Voz de Alicante, Alicante, carlista y clerical, llegaron a decir que era hijo de Satanás–, Rico se fue convirtiendo en una de las personas más queridas y respetadas por los alicantinos. Salmeroniano, en 1897 fue elegido miembro de la dirección de Unión Republicana, asistiendo después a la asamblea madrileña de la que saldría la Fusión Republicana, de la que fue directivo provincial. En 1901 fue elegido concejal y procesado al negarse, dado su ateísmo confeso, a jurar su cargo sobre la Biblia. Lo defendió su amigo José Guardiola, siendo absuelto en última instancia gracias a la encendida defensa que de él hizo Nicolás Salmerón. En 1903 fue uno de los fundadores de la Unión Republicana dirigida por Salmerón y en 1909, siendo de nuevo concejal, se afilió al Partido Radical, partido en el que duraría muy poco por sus desavenencias nada ocultas con Alejandro Lerroux y su apoyo a la Conjunción Republicano-Socialista, lo que le hizo distanciarse temporalmente de su amigo Guardiola Ortiz. En 1911 creó la Concentración Republicana Autónoma de Alicante, totalmente desligada de las posiciones defendidas por el emperador del Paralelo, volviendo a ser elegido concejal republicano en 1913.22 Después abandonó la política de partido y regresó a la medicina, escribiendo en diversos periódicos republicanos, participando en cuantos actos era requerido para defender los ideales que siempre había sostenido y reservando el tiempo necesario para «cuidar» de los jóvenes, a los que tanto quería y de los que tanto esperaba. Del paso del Dr. Rico por el Ayuntamiento de Alicante han quedado dos huellas 201
imborrables. La primera, el ejemplo de civilidad, de ética republicana, que acompañó toda su trayectoria; la segunda, el impulso que dio para que los montes donde se alzan los castillos de Santa Bárbara y San Fernando fuesen comprados por el municipio y convertidos en auténticos pulmones de la ciudad. Pero, sin duda, de cara al surgimiento y a la formación del nuevo republicanismo alicantino –del que no fue ajeno el ejemplo intachable que dio como político–, su iniciativa más notable fue la creación del Orfeón de Alicante. Y es aquí donde entroncamos de nuevo con la generación de Carlos Esplá. Desde finales del siglo XIX, el doctor Rico llevaba madurando la idea de crear un centro que albergase una coral compuesta por jóvenes de toda condición social, pero sobre todo de los barrios más pobres. En 1901, con la ayuda del maestro Poveda y de Salvador Sellés, el Orfeón tomaba cuerpo, trascendiendo la faceta meramente musical para convertirse en un centro de alfabetización, de difusión cultural y política. Rico, que era el médico de la familia Esplá-Rizo, llevaba años fijándose en la inteligencia, la viveza y el interés que Carlos Esplá –al que había ayudado a salir del vientre de su madre– y sus amigos tenían por los libros, la cultura y las cosas que apuraban a los seres humanos. Un día de 1907, el doctor Rico pidió al grupo que asistieran a las tertulias que tenían lugar en el Orfeón una vez acabados los ensayos de la coral. Aquellas reuniones se fueron haciendo habituales, y entre Rico y Sellés crearon una especie de academia de jóvenes –algunos casi niños– republicanos. Las lecturas a viva voz de textos de Rousseau, Voltaire, Hugo, Renán o Reclús, las discusiones entre Sellés, panteísta y espiritista, y Rico, materialista y ateo, sobre el origen del Universo, la existencia de Dios, la ética republicana, la miseria obrera o la pena de muerte, fueron terminando de encauzar a unos chavales que parecían haber nacido con la vocación política debajo del brazo. Del Dr. Rico y el poeta Sellés heredaron el compromiso con los débiles, con los desprotegidos, el anticlericalismo, el amor a la libertad y a todas las expresiones del intelecto humano, un profundo sentido de la responsabilidad y de la inmediatez de los actos, lo que les llevaría a iniciar y participar en multitud de empresas arriesgadas, a estar, desde muy jóvenes, en la lucha contra la opresión y la injusticia, aunque muchas veces esa actitud fuese perjudicial para sus intereses personales. Y es que la vida personal no la concebían Rico y Sellés como la podía entender un burgués del tiempo, como privacidad, sino que tenía un sentido muy diferente: el individuo como tal, el buen republicano debía hacer todo lo posible para formarse, para ser más culto, para ser mejor, para aprovechar al máximo el último resquicio de sus capacidades, para, de este modo, poder cumplir mejor con el compromiso colectivo, olvidándose entonces de su propio yo. El liberalismo de Sellés y Rico no era sinónimo de individualismo, sino que tenía un fuerte componente social: de nada valía la libertad, el bienestar y la cultura de unos pocos si el pueblo seguía sumido en la esclavitud, la miseria y la ignorancia. La misión de los buenos republicanos, de los buenos liberales, consistía
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en mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos, inculcándoles el amor a la libertad y al saber, aunque para ello tuvieran que sacrificar su individualidad, sus aspiraciones personales, su interés.23 Las largas charlas y discusiones del Orfeón, en las que poco a poco fueron interviniendo los jóvenes, terminarían por prolongarse, pasado un tiempo, hasta altas horas de la madrugada por el Paseo de los Mártires, la redacción de La Unión Democrática del viejo Sevila Linares y la Playa del Postiguet. Rico y Sellés se habían convertido, a través del Orfeón y con la ayuda de Francisco Albricias y su Escuela Modelo, en los creadores del nuevo republicanismo alicantino, un movimiento temprano, local, basado en los principios de la Revolución francesa, en la abnegación, en un comportamiento ético intachable y en las reformas que la Tercera República estaba llevando a cabo en Francia, que irradiaría poco a poco a buena parte del país. El Imperativo categórico de Kant, repetido hasta la saciedad por los dos maestros, se convertiría en la enseña ética de esa generación: «Obra de tal manera, que tu conducta sea un ejemplo para los demás».24 La mayoría de los amigos republicanos de Carlos Esplá pasaron al Instituto de Enseñanza Media, donde todavía quedaba el poso de Hermenegildo Giner y José Verdes Montenegro. Así ocurrió con Rafael Selfa, Armando Farga, José Alonso Mallol, Álvaro Pascual Leone, José Irles, Franklin Albricias, José Dorado y Álvaro Botella; Lorenzo Carbonell y Juan Botella, que como se ha dicho eran los mayores del grupo, habían dejado el Instituto para trabajar, el primero, en diversos comercios hasta que logró montar una imprenta-librería; el segundo, en la imprenta paterna. Algo parecido ocurrió con Esplá, quien, obligado por la temprana muerte de su padre, tuvo que dedicarse a trabajar en diversos comercios para mantener a su familia, matriculándose libre en la Escuela de Comercio, dónde otro republicano y masón, José María Milego Inglada impartía clases de Derecho Mercantil. Sin embargo, ni la dispersión académica, ni el trabajo, ni las desgracias familiares, fueron capaces de distanciar al grupo: además de los lazos de amistad contraídos desde la más tierna infancia, el Orfeón del Dr. Rico seguiría siendo su segunda casa.
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DEL APRENDIZAJE A LA ACCIÓN
En 1904, Lorenzo Carbonell fue elegido Presidente de la Juventud Republicana de Alicante. Comenzaba así la inmersión en la vida política activa de la generación de Esplá. Por su parte, Juan Botella, el segundo en edad del grupo, compartía el trabajo en la imprenta paterna con sus colaboraciones periodísticas antimonárquicas en La Unión Democrática. Álvaro Pascual, José Alonso, Armando Farga, Rafael Selfa, Franklin Albricias, José Dorado, Ángel Pascual, José Irles y Rodolfo Llopis, en el Instituto, fundaron la Asociación Liberal de Estudiantes, uno de los primeros antecedentes de la FUE, siendo elegido presidente Álvaro Pascual.25 El sindicato lle203
garía a publicar un boletín y a convocar huelgas contra la guerra de Marruecos, el clericalismo y la monarquía. Carlos Esplá, desde la Escuela de Comercio, fundaría, junto a Carlos Morales y Manuel Villar, un periódico literario llamado La Ilustración y un semanario de información general, La Constancia, que pese a su nombre no tenía nada que ver con la masonería. Todos seguían acudiendo a las reuniones con Antonio Rico y Salvador Sellés. Fue 1909, un año trágico para España,26 también para Carlos Esplá, quien vería morir a su padre –Julio Esplá, un comerciante republicano que tenía fe ciega en la educación para acabar con la España del casticismo y el privilegio– y cómo se desmoronaba definitivamente el mundo de sus mayores, al tiempo que se evaporaba su adolescencia para convertirse en un hombre antes de sazón. Al natural duelo –Esplá adoraba a sus padres–, sucedió la realidad de una economía familiar maltrecha. La madre, Josefina Rizo, con tres hijos menores de edad, no tenía ingresos para sacar la familia adelante. Carlos Esplá tuvo que dejar de lado los estudios de Comercio y empezar a trabajar. Fueron años muy duros, no sólo por la muerte del padre, sino porque se rompía un mundo feliz, después muchas veces recordado, y principiaba otro tramo de la vida con escenario idéntico pero con distintos personajes y diferentes papeles que interpretar:27 «Del colegio salimos juntos. Pepe y Álvaro ingresaron en el Instituto, yo en la Escuela de Comercio. No se interrumpió nuestra amistad. Nos reuníamos todas las tardes en la tienda de la madre de Alonso, esa mujer admirable, abnegada, valiosa: una mujer alicantina: fue difícil nuestra primera juventud. Alonso era huérfano de padre. Murió el mío. Abandoné los estudios. No me abandonaron los amigos. Trabajé. En mi desgracia y en mi pobreza, el cariño era casi mi única riqueza. Murió también el padre de Álvaro. El dolor fundió más nuestras existencias...».28 Pero 1909 no fue sólo el año del dolor por la muerte del padre de Esplá; fue también el año que animó a toda esta generación a involucrarse definitivamente en la vida política nacional. Las llamas de las hogueras de Barcelona sirvieron para que los republicanos alicantinos se aproximasen a los catalanes, para que entre unos y otros hubiese una fluida comunicación que sería decisiva para la conformación del nuevo republicanismo que acunaban Rico y Sellés y que tenía bastante que ver con lo que en Barcelona representaban Amadeo Hurtado o Marcelino Domingo:29
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Desperté a esa vida de lucha por el ideal –escribe Esplá– en 1909. Tenía catorce años. Aquel año fue decisivo para mí: murió mi padre, tuve que abandonar los estudios y empecé a trabajar, bárbaramente explotado por una familia muy católica. Aquel año se iluminaron muchas conciencias al resplandor de las hogueras de Barcelona y se fusiló a Ferrer, a cuyo recuerdo está dedicado el presente artículo. En aquel año en que tanto sufrieron mi madre y mi padre, nací yo a la vida civil y pura de las ideas y la vida fecunda y dolorosa del trabajo...30
En otro artículo posterior, publicado con motivo de la temprana muerte de Juan Botella, Esplá habla ya de aquel año como el del despertar de su generación: 204
Yo he sentido la muerte de Juanito Botella como una desgracia de familia, de esa familia que guió el Dr. Rico... Juan Botella perteneció a la generación de jóvenes que tomó a su cargo la obra inmensa de liberalizar y republicanizar Alicante. Considero que el año de 1909, con sus tragedias y sus resplandores, marca la iniciación política de esta generación.31
Hasta 1905, Antonio Rico había sido el principal dirigente de la Unión Republicana en la ciudad. Sin embargo, pese a su admiración por Salmerón, creía que el movimiento republicano estaba en franca decadencia, y que era preciso darle nuevo impulso. Se imponía buscar una concordia de todas las facciones para, de ese modo, recuperar el peso político perdido. En enero de 1908, pese a su incompatibilidad con Lerroux y su concepción de la política, pero con la vista puesta en la unidad, el doctor Rico encabezó una carta dirigida al Presidente del recién fundado Partido Republicano Radical –al fin y al cabo, Lerroux también había sido salmeroniano y zorrillista– reconociéndolo como jefe máximo de los republicanos alicantinos. Como resultado de ese movimiento, que se dio al mismo tiempo en muchas partes del país, de abajo hacia arriba, el 5 de noviembre de 1909 se firmaría, en el Centro de las Sociedades Obreras de Alicante, el pacto que sellaba la Conjunción republicano-socialista, pacto que llevaría de nuevo al Dr. Rico al Ayuntamiento de la ciudad, volviendo a desafiar al régimen al negarse a acudir a ningún tipo de ceremonias religiosas o actos en los que fuese preciso prestar juramento. La entente con Lerroux estaba cogida con alfileres y no podía durar mucho. Rico conocía bien a Lerroux y no estaba dispuesto a dejar en sus manos la obra de tantos años. Creía en otro republicanismo, en otro proyecto de futuro para España, mucho más reformista y ético, mucho menos demagógico y populista. En 1911, Rico presentó una propuesta al Círculo Republicano de Alicante para desligarlo completamente del partido de Lerroux, y aunque no salió adelante porque algunos de sus fieles seguidores pretextaron la unidad, meses después buena parte de los miembros del Círculo constituirían la Junta Municipal Autónoma Republicana, germen de lo que luego sería la Concentración Republicana Autónoma, dirigida por Antonio Rico, y en la que militaría toda la generación de Carlos Esplá. Por entonces, los contactos con Marcelino Domingo, Amadeo Hurtado, Lluhí Vallescá, Carner, Pi i Sunyer, Corominas eran muy frecuentes y fluidos, sobre todo con el primero, que viajó a Alicante en numerosas ocasiones. Pero no sólo de los republicanos catalanes venían las influencias, los artículos de Alfredo Vicenti32 y Roberto Castrovido33 eran leídos a diario por quienes los tenían en el altar más alto del republicanismo; la obra de la Institución Libre de Enseñanza –no se olvide que Hermenegildo Giner de los Ríos había sido profesor del Instituto local y amigo íntimo del Dr. Rico–, era admirada y elogiada por todos; Joaquín Dicenta34 –que había estudiado el bachiller en la ciudad– era un visitante asiduo de las tertulias republicanas alicantinas y su obra Juan José se seguía representando en todos los círculos
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republicanos; algo parecido sucedía con Eugenio Noel, que comenzaba con sus campañas antiflamenquistas y tenía en Alicante y en los jóvenes de la generación de Esplá –José Dorado y José Irles fundarían el diario antiflamenquista Aparte en 1915–35 unos fieles seguidores con los que polemizaba hasta altas horas de la noche; Pérez Galdós continuaba siendo la figura más respetada del republicanismo; Pablo Iglesias, que había estado varias veces en Alicante y Elche, era venerado como un santo laico, y las campañas republicanas de Blasco Ibáñez estaban en boca de todos. De modo que a las continuas e interminables conversaciones con Antonio Rico y Salvador Sellés, a sus consejos y a sus lecturas, se fue añadiendo el pragmatismo progresista y federal de los catalanistas de izquierda, el republicanismo irredento de Vicenti y Castrovido, el socialismo populista de Joaquín Dicenta, la austeridad y el comportamiento ejemplar de Pablo Iglesias y Pérez Galdós, el activismo imparable de Eugenio Noel, la energía de Blasco Ibáñez y las noticias que iban llegando, superado el asunto Dreyfus, de los logros de la Tercera República francesa, conformando una ideología común que partiendo del imperativo categórico kantiano, de la necesidad de anteponer el bien común al particular, de mostrar una conducta ciudadana intachable, quería poner fin a la «vieja política» de que hablaba Ortega36 acabando con los privilegios seculares de la oligarquía, con el clericalismo –aunque la mayor parte de la generación era atea, muchos de ellos, era el caso de Esplá, de Alonso Mallol, de Pascual Leone, de Lorenzo Carbonell, contrajeron matrimonio eclesiástico por respeto a las creencias de sus respectivas esposas, mostrando en más de una ocasión su veneración por la «sincera y profunda» religiosidad de Gabriel Miró–, impulsando la escuela única y laica, poniendo en práctica reformas económicas y sociales que sirviesen para sacar de la miseria a la mayor parte de la población y elevarla a la categoría de ciudadanos, imponiendo, en fin, la igualdad ante la ley, la limpieza del sufragio y la participación del pueblo en todos los ámbitos de la vida pública. Los primeros actos notorios de la generación de Esplá, de los discípulos del doctor Rico, de los nuevos republicanos alicantinos estuvieron dirigidos a las clases más desfavorecidas, organizando lecturas públicas, obras de teatro, campañas de alfabetización y charlas en los diversos centros republicanos, círculos y ateneos de la ciudad, siempre bajo la vigilancia y la persecución del Gobierno de turno; las campañas contra la guerra de Marruecos lograron a partir de 1909 movilizar a miles de alicantinos, llegando a su cenit con el fusilamiento de Ferrer. De igual manera, las procesión cívica que en homenaje a los Mártires de la Libertad37 recorría la ciudad cada 8 de marzo, se convirtió en la manifestación popular más concurrida; el anticlericalismo pasó de la teoría a la práctica durante estos años: Esplá, Mallol, Selfa, Dorado, Leone y sus amigos acudían a la concatedral de San Nicolás para discutir con el cura en plena eucaristía, haciéndole preguntas sobre el misterio de la Santísima Trinidad o la transustanciación de la carne, sobre si creía en Dios o conocía a algún otro cura que fuese creyente.38 Normalmente estas interrupciones del culto católico, siempre pací-
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ficas, acababan con la llegada de la policía, la detención sin resistencia alguna de los sacrílegos y la indignación de los creyentes, pero nunca pasaban a mayores. Empero, hubo acontecimientos que sí tuvieron un sesgo más contundente: el grupo de Esplá había decidido declarar Alicante ciudad libre de carlistas, y cada vez que Vázquez de Mella visitaba la ciudad para encabezar una manifestación de ese tenor, hacían todo lo posible por impedirla, llegando en alguna ocasión a desafíos verbales en plena calle que hicieron desaparecer a las huestes de Vázquez de Mella.39 Durante años, Vázquez de Mella y sus seguidores tradicionalistas habían insultado y vejado a Pérez Galdós, al que consideraban casi un hijo del demonio, llegando a organizar desde sus periódicos –La Voz de Alicante, por ejemplo– una terrible campaña para que la Academia sueca no le concediese el premio Nobel. Galdós era para Esplá y sus compañeros algo parecido a lo que Zola era para los republicanos franceses de izquierda. Si a eso unimos que las leyes laicistas galas hicieron que la ciudad se fuese llenando de colegios reaccionarios regidos por órdenes religiosas de ese país que gozaron de todo tipo de apoyos por parte de las autoridades locales y nacionales, es fácilmente entendible el anticarlismo del grupo, sobre todo cuando todos estaban enterados de las relaciones íntimas que había entre carlistas, salesianos y maristas. El grupo había refundado la Juventud Republicana, intervenido en manifestaciones de todo tipo, movilizado a la población alicantina, revitalizado tradiciones liberales como la procesión cívica en honor de los Mártires de la Libertad, organizado conferencias y actos culturales en todos los rincones de la ciudad, fundado el sindicato de estudiantes, sin embargo faltaba algo, un instrumento que diese cohesión al grupo y al mismo tiempo sirviese como instrumento de educación y lucha política. A primeros de enero de 1913, otra vez bajo las directrices del doctor Rico, salía a la calle el diario El Luchador, diario en el que la generación de Esplá dejaría testimonio escrito de su ideario y de su comportamiento cívico. Juan y Álvaro Botella se encargarían de la administración y la dirección del mismo, Alonso Mallol sería el redactor-jefe, Carlos Esplá, Álvaro Pascual, Rafael Selfa, José Dorado, Carlos Morales y los demás miembros de la generación compondrían la redacción y la nómina de colaboradores fijos de una publicación que, como su nombre anticipa, nacía para combatir al régimen corrupto de la Restauración. La aparición de El Luchador hay que inscribirla dentro del movimiento renovador del republicanismo alicantino iniciado por el Dr. Rico alrededor de la Concentración Republicana Autónoma, hecho que coincide en el tiempo con la reorganización en todo el Estado del Partido Republicano al calor del deterioro del clima político. Aunque divididos en diversas facciones –federales, autónomos, unitarios...–, el nuevo auge del republicanismo parecía encaminarse inevitablemente a fórmulas conciliadoras que superasen las incompatibilidades y antagonismos de antaño. Sólo de ese modo, y considerando la intensificación de las relaciones entre los republicanos alicantinos con los catalanes, madrileños y valencianos, podemos entender la enorme
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cantidad de colaboradores habituales con que contaba el diario, Rafael Altamira, Gabriel Alomar, F. Guillén Tato, Julián Zugazaoitia, José Díaz Fernández, Ángel Lázaro, Antonio Zozaya, Luis Araquistain, Marcelino Domingo, Amadeo Hurtado, Eduardo Ortega y Gasset, Juan Chabás, Enrique Díez Canedo, Joaquín Dicenta, Braulio Solsona, Ramón J. Sender, Fabián Vidal, Juan José Domenchina, Cruz Salido, Indalecio Prieto, Luis de Zulueta, Antonio Ramos Oliveira y Eugenio Noel, son sólo una parte de una lista que sería excesivo enumerar.40 A partir de 1913, los nuevos republicanos alicantinos iban a contar con un órgano periodístico puesto enteramente a su disposición, un órgano que era sufragado por los donativos de los republicanos de la ciudad y que no admitía publicidad que pudiese condicionar sus contenidos. Como explica Ángel Duarte, la prensa era uno de los principales canales de transmisión del republicanismo, un eslabón más de una cadena que partiendo de la familia, pasaba por los centros de enseñanza laicos, las conferencias, bailes y actos culturales que se organizaban en los centros republicanos o las logias masónicas y terminaba en las manifestaciones y mítines al aire libre.41 El éxito del diario fue tal que, a las semanas de nacer, su redacción se convirtió en el principal centro de activismo republicano: Es El Luchador el que nos ha formado, nos ha hecho a nosotros. Salíamos de una adolescencia mítica, iluminada por las hogueras de 1909, y enlutada por el dolor de Marruecos. El Luchador puso una nota de juvenil protesta, de fe, de ímpetu revolucionario. Lo hizo con una falta de medios asombrosa... No había otra riqueza que la del entusiasmo de sus redactores, ni otro tesoro que el de los ideales que movían nuestras plumas. De Antonio Rico y Salvador Sellés tomó el periódico la austeridad en la conducta, la inflexibilidad en la acción, la pureza en el propósito. Fue El Luchador desde sus comienzos un periódico honrado, incorruptible, esto es, un verdadero diario republicano...42
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Convertida la redacción de El Luchador, en cuartel general del nuevo republicanismo alicantino, cada uno de sus miembros, en adelante, se encargaría de una determinada función, aunque con una enorme transversalidad que anulaba los cotos vedados o reservados. Los hermanos Botella se encargarían de la dirección y administración del diario; Alonso Mallol, que como se ha dicho era el redactor-jefe, de representar a los republicanos alicantinos en los grandes actos que se celebraron en Madrid –mitin de la Liga Antigermanófila– o en Zaragoza –por la unidad de los republicanos–, entablando lazos con la Liga para la Educación Política que de la mano de Ortega había nacido el mismo año que El Luchador, manteniendo informados a sus correligionarios de los entresijos de la vida política madrileña y de los proyectos de los republicanos de la capital de España; Álvaro Pascual, que al poco tiempo se trasladó a Valencia para estudiar Derecho –siendo uno de los discípulos predilectos de Mariano Gómez–,43 emprendería un acercamiento al valencianismo de izquierdas y al blasquismo; José Dorado y Pepe Irles se dedicarían a combatir el casticismo 208
siguiendo las prédicas de Eugenio Noel; Franklin Albricias a propagar el valor de la educación y los nuevos modelos pedagógicos para crear una ciudadanía libre, consciente y fuerte; Lorenzo Carbonell, a procurar acrecer la representación republicana en el Ayuntamiento alicantino y Carlos Esplá a ser el principal artillero periodístico del grupo, el que con más énfasis y fuerza escribía contra el caciquismo, la guerra de Marruecos, las cuotas, la guerra europea, la injusticia, la plutocracia, la miseria, la represión, el analfabetismo, en fin, contra la monarquía y todo lo que en esencia representaba, hecho que además de contribuir a aumentar su prestigio, también sirvió para que fuese multado y detenido en numerosas ocasiones. Mientras Manuel Azaña, José Ortega y Gasset –cuyos proyectos políticos primeros, la Liga para la Educación Política y la revista España, tanto influirían en los discípulos de Rico y Sellés–, Bernaldo de Quirós, Gabriel Gancedo o Leopoldo Palacios seguían creyendo en el reformismo de Melquíades Álvarez como una solución posibilista para la democratización del régimen, Carlos Esplá y sus amigos habían comenzado a considerarlo como un político oportunista que quería suceder a Romanones al frente del Partido Liberal. En 1913, Melquíades Álvarez visitó Alicante para ofrecer un mitin en el Teatro de Verano. En su alocución, entre otras cosas, dijo: Si nosotros los reformistas conseguimos sustituir la monarquía tradicional y patrimonial por una monarquía altamente progresiva y europea, seréis unos insensatos si me combatís o discutís todavía las formas de gobierno.44
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El teatro estaba a rebosar; muchos de los asistentes pertenecían a la Juventud y a la Concentración Republicana. Las palabras de Melquíades, lejos de entusiasmar, fueron creando un murmullo tenso cada vez más ostensible sin que el líder reformista se inmutase: «La revolución –continuó– no se hará nunca en España a causa de la impotencia republicana». Al oír esa frase, Carlos Esplá, que había estado muy contenido, se puso en pie y le gritó: «Mientras haya traidores como tú...».45 Seguidamente, los asistentes comenzaron a increpar a Melquíades Álvarez, acudió la policía y Esplá fue detenido y encarcelado. A las horas, Álvarez retiró la denuncia y Esplá quedó en libertad. Pasados unos días, Esplá explicaba en El Luchador los motivos de su actitud: Decirle traidor a don Melquíades es hacerle un favor inmerecido. Aún nos atruena su palabra elocuente en aquella época, muy reciente todavía para echarla en el olvido, en que era continuo apologista de la revolución, prometiéndola para un plazo fijo, hablando del «espectro revolucionario» como salvación única. Es una época en la que decía cosas tan grandes como ésta: Yo me comprometo a cuantos sacrificios sean necesarios, hasta que la voluntad soberana del pueblo prevalezca y se instaure la República, y ofrezco retirarme de la vida pública antes de ser apóstata. Colaborar con la monarquía, si no fuera candidez, sería vileza. El 209
Sr. Álvarez acusó de traidor a don José Canalejas y don José Canalejas tenía un programa más democrático que el reformista..., pero muerto Canalejas, pensó que él podía sustituirle en el gobierno de la nación...46
Desenmascarada la impostura de Álvarez, Esplá emprendería una campaña abierta contra el aspirante a líder liberal y contra el caciquismo, denunciando cuantas irregularidades cometían en la provincia los partidos del turno, pero sobre todo los liberales dirigidos por Francos Rodríguez. Un artículo publicado en El Luchador en 1916, en el que acusaba a Francos Rodríguez de haber obtenido enormes beneficios derivados de la construcción del ferrocarril Alicante-Alcoy, fue aprovechado por la autoridad gubernativa para procesarlo. Esplá no se dio por aludido y continuó escribiendo contra Francos Rodríguez y los «procedimientos» que había utilizado para sacar su acta de diputado por Alicante: ¡Emocionante don José, altamente interesante, profundamente emocionante! Estos hombres, que acosados por el hambre y la miseria emigran, el día nueve estaban en sus respectivos pueblos; atravesaron mares, recorrieron cientos, hasta miles de kilómetros, en ferrocarril, automóvil, carro y burro para proporcionar a usted una victoria kolosal. Hasta Dios, agradecido a las beatísimas palabras que fueron broche de oro para cerrar el magistral discurso que pronunció usted recientemente en un semanario, adelantó la resurrección de la carne y también los muertos emitieron sus sufragios, sin conceder uno siquiera, como es natural y lógico, al endemoniado republicano...47
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En las elecciones habían participado 40.000 electores de un total de 43.000, lo que a todas luces daba un índice de participación imposible en aquellos años. Esplá fue juzgado y condenado a cuatro años de destierro, trasladándose por vía de urgencia a Valencia. El destierro fue muy doloroso para el joven periodista alicantino. Dejaba a su madre enferma y a sus dos hermanos sin apenas medios de subsistencia, dejaba amigos y trabajo. Sin embargo, la casa no quedó vacía. En Alicante quedaba el Dr. Rico, en contacto epistolar permanente con todos;48 quedaba Alonso Mallol, los hermanos Botella, José Dorado, Lorenzo Carbonell, Franklin Albricias, Pepe Irles, José Estruch, Pascual Ors y, entre otros, Ángel Pascual Devesa, todos pendientes de las «buenas nuevas» que Esplá fuese enviando desde la ciudad del Turia, todos dispuestos a luchar sin descanso por el triunfo del ideal que llevaban inoculado en el alma desde la más temprana edad. En Valencia, Álvaro Pascual Leone, entregado al estudio del Derecho y a la creación de un partido valencianista de izquierdas,49 lo esperaba con los brazos abiertos, introduciéndolo en los ambientes republicanos de la ciudad más republicana de España. Fue Álvaro Pascual quien le presentó a Félix de Azzati50 y Vicente Marco Miranda, quienes a su vez le abrieron las puertas de El Pueblo y de la Casa de la Demo210
cracia, que en adelante sería su verdadero hogar. Tanto en la redacción de El Pueblo como en la Casa de la Democracia todavía quedaban huellas de las luchas de Blasco Ibáñez,51 y ambos lugares continuaban siendo de obligada visita para cuantos republicanos llegaban a Valencia. Fue allí donde Esplá, que ya los conocía, intimó con Roberto Castrovido y Marcelino Domingo; allí donde conocería a Blasco Ibáñez; allí donde la generación republicana alicantina se fundió y amplió con la valenciana que encabezaban los hermanos Julio y Alfredo Just, los hermanos Malbuyson, Braulio Solsona, Julio Antonio, Vicente Llorens, Pedro Vargas Guerendiarán, Vicente Marco Miranda, los hermanos Estellés, los doctores Benavente y Puig Espert, el pianista alicantino Paco Balaguer o el pintor Rigoberto Soler, que siendo miembros de la generación de Esplá, se habían tenido que desplazar a Valencia para ampliar estudios. Este grupo, hermanado por una identidad de ideales sin fisuras, fue bautizado por Álvaro Pascual Leone como la «Generación del Alma Joven», nombre que daría lugar al nacimiento de un semanario con igual denominación, pero con una vida mucho más corta. El impacto que causó en Esplá aquel ambiente de libertad fue tremendo, ya que apenas acertaba a comprender cómo podía existir en la España clerical y caciquil del tiempo, una isla donde el clero y el caciquismo no impusiesen su ley, donde el Alcalde fuese un republicano –Fidel Gurrea–, donde se estuviesen construyendo escuelas y colonias escolares laicas, donde los centros culturales estuvieran abarrotados a todas horas: Hagamos de Alicante –escribiría– una ciudad bella y moderna como Valencia... Terminemos con ese necio de misa de doce, de tertulia cosinera con comadres con barba, de política hedionda, de tabarcadas y salesianadas, de homenajes a tartufos que hablan de nuestras glorias mientras devoran una tortilla..., de fiestas invernales a base de tiro de pichón... Hagamos un nuevo Alicante libre y estudioso, con bibliotecas y Círculos de Bellas Artes, con museos, con trabajo, con vida, donde no sea posible que un hombre como el Dr. Rico, repita con emoción al abandonar el único centro artístico de Alicante: Después de catorce años de labor, reconozco mi fracaso y el desprecio que Alicante ha tenido por esta obra de educación.52
Mientras en Alicante, el Dr. Rico se había empeñado no sólo en adecentar la vida política local sino en promover una institución como el Orfeón, que sirviese para acrecer el gusto por la música y las bellas artes, por la literatura, la filosofía y el libre pensamiento, viéndose obligado a cerrarlo en 1917 por la falta de interés de los alicantinos y por asfixia económica, en Valencia había decenas de círculos y ateneos en los que se ofrecía un amplísimo abanico de espectáculos, charlas, tertulias y coloquios, a los que acudían las personas más ilustradas y progresistas del país. Pero no sólo eso. Valencia vivía su libertad con alegría, las calles estaban siempre colmadas de gente, de bullicio, de color, los merenderos llenos, al igual que los cafés 211
y los teatros. La Generación del Alma Joven –de la que formaban parte también José Alonso Mallol, Álvaro Botella y Rafael Selfa, asiduos visitantes de la ciudad–, acostumbraba a reunirse en el Café de la Democracia y en el Ideal. Se hablaba de política con mucha frecuencia, de las cosas de Blasco, de la monarquía, de lo que sucedía en Alicante, de la próxima visita de las infantas, de los avances laicistas franceses, pero también de literatura, de cine –que alboreaba por aquellos años como una cosa mágica y sorprendente–, de teatro, de arte, de religión... Nada estaba cerrado, todo tenía cabida en el grupo, por supuesto las bromas y la vida bohemia llevada, en ocasiones, hasta sus últimas consecuencias. La animación de las discusiones llegaba a tal punto que muchas veces, los camareros, desoyendo las llamadas de los demás clientes, se quedaban embelesados oyéndolos, terminando las demás mesas por formar corro alrededor de ellos. Hacia 1916, la mayoría de los compañeros de Carlos Esplá habían ingresado en la logia Constante Alona de Alicante, no así Carlos Esplá: el destierro se lo impidió. Fue en Valencia, introducido por Pedro Vargas Guerendiarán y Julio Just Gimeno, cuando se incorporaría formalmente a la masonería, afiliándose a la logia Federación Valentina, englobada en la Gran Logia Regional de Levante, de la que era Gran Maestre Vicente Marco Miranda, siendo sustituido en 1926 José Estruch, otro de los miembros del nuevo republicanismo alicantino. Contrariamente a lo que se cree, había muy poco de oscurantismo en el funcionamiento de las logias, casi todas tenían periódicos y las opiniones de sus miembros eran conocidas por todos. Carlos Esplá llegaría a obtener el grado 33, pero nunca le impusieron ni dejó que le impusieran consignas de ningún tipo en su actuación política. Otra cosa bien diferente es que, por ejemplo, Esplá fuese partidario de la Escuela Laica y Única y la Logia Constate Alona o la Regional de Levante lo fuesen también. Paralelo al ingreso en la masonería, fue la inmersión del grupo en las distintas secciones locales, regionales y nacionales de la Liga de los Derechos del Hombre, con cuyo presidente mundial, Víctor Bach, mantuvo Esplá una amistad fraternal. Tanto las logias como la Liga de los Derechos del Hombre, sirvieron a estos jóvenes para hostigar a la monarquía a través de sus múltiples conexiones internacionales. La dictadura de Primo de Rivera, con la supresión de la actividad política partidista, hizo que las dos organizaciones viviesen unos años de auge, pues gracias a ellas –toleradas por el dictador, sobre todo la masonería– Esplá y sus compañeros pudieron seguir conspirando contra la monarquía. A la altura de 1926, el grupo estaba perfectamente organizado. Aunque separados geográficamente por diversas circunstancias, seguían unidos por el mismo ideal, por los cuidados del Dr. Rico y Salvador Sellés, por los consejos de Azzati, Castrovido y, en última instancia, por el regreso de Blasco Ibáñez a la actividad política, hecho que sería decisivo para toda la generación. Carlos Esplá había marchado a París para trabajar junto a Blasco y a Unamuno. En París se convertiría en director de facto de todas las intrigas contra la monarquía, participando en las conspiraciones de 1926 y
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1929 con la ayuda de toda su generación, tanto los alicantinos como los valencianos, que durante años estuvieron introduciendo en España miles de ejemplares de España con Honra, periódico editado en París por Esplá y enviado a Alicante en el interior de toneles de vino vacíos que luego Alonso Mallol, Lorenzo Carbonell, Pascual Ors, Ángel Pascual, Fraklin Albricias y el resto del grupo repartían por la ciudad, llevando personalmente a Valencia una gran cantidad de ejemplares que Álvaro Pascual, Vicente Llorens y los republicanos valencianos distribuían por todo el país. RECAPITULACIÓN
Con la proclamación de la República, Carlos Esplá –masón, grado 33– fue nombrado Gobernador Civil de Alicante, tras izar la bandera republicana en el balcón del Ayuntamiento. Fue el único gobernador que accedió al cargo por aclamación popular, siendo confirmado después en el cargo por Miguel Maura. Luego ocuparía diversos puestos de la máxima responsabilidad, llegando a ser Subsecretario de Gobernación, Presidencia y Estado, y ministro de Propaganda y Cultura en el segundo gabinete de Largo Caballero. Después de haber luchado en la guerra por el imperio de la ley, de haber protegido a fascistas reconocidos de la furia popular, de haberlo dado todo por la democracia, fue condenado a treinta años de cárcel, desposeído de todos sus bienes, inhabilitado para todo cargo público y privado y perseguido en el exilio hasta sus últimos días.53 José Alonso Mallol –miembro de la logia Constante Alona– fue concejal del Ayuntamiento de Alicante, gobernador de varias provincias y Director General de Seguridad en 1936, llegando a elaborar meses antes del golpe de Estado africanista un listado en el que estaban todos los traidores. Enviado por Giral sin apenas recursos económicos al Norte de África, para tratar de sublevar a los regulares rifeños contra Franco, sufrió varios atentados por parte de grupos de mafiosos corsos y falangistas pagados por Queipo de Llano, quien trataba, de ese modo, de hacer cumplir la pena de muerte a que había sido condenado.54 Álvaro Pascual Leone, masón, fue concejal del Ayuntamiento de Valencia, diputado, Director General de Administración Local, redactor del proyecto de Estatuto de Autonomía de Valencia y uno de los principales asesores del Gobierno mexicano para la elaboración de las bases de la Seguridad Social de aquel país. Defensor a ultranza del orden constitucional, fue condenado a treinta años de cárcel, viviendo el resto de su vida en México.55 Lorenzo Carbonell, masón y miembro de la Legión de Honor, fue uno de los alcaldes más enérgicos, eficaces, vitales y temidos en Madrid, por la contundencia de sus exigencias, de cuantos contó la República. Condenado a quince años de extrañamiento, privado de todos sus bienes e inhabilitado para cualquier cargo, regresó a Alicante desde Orán, en 1960, para esperar la muerte, ajeno a todo lo que sucedía en su ciudad y su país.56
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Franklin Albricias, pastor protestante, masón, fundador y director de la Escuela Modelo, concejal y presidente de la Diputación de Alicante, fue condenado en rebeldía a veinte años de cárcel. Después de haber contribuido a educar a más de diez mil niños con la sola intención de convertirlos en ciudadanos conscientes, se exilió en Argel y Ginebra, muriendo en esta última ciudad.57 Braulio Solsona, secretario del Gobierno Civil de Barcelona, Gobernador de Huelva y Valencia, desempeñó un papel crucial tanto en el aplastamiento del golpe de Estado de Sanjurjo como en la captación del Capitán General de Valencia, Martínez Monge, para la causa constitucional; excelente periodista, escribió para los principales periódicos de España, Francia y Latinoamérica. Fue condenado a treinta años de cárcel.58 Álvaro Botella fue fundador del diario republicano El Luchador, miembro de la Legión de Honor, Presidente del Partido Radical-Socialista de Alicante, Director General de Industria y Comercio, Gobernador de Toledo y Alicante y Presidente de la Diputación de Alicante, murió en Francia en 1939, pocos meses después de finalizar la guerra.59 Rodolfo Llopis fue Director General de Primera Enseñanza, cargo desde el que emprendió el mayor plan de alfabetización de nuestra historia. Exiliado en Francia, fue presidente del segundo gobierno republicano en el exilio y del Partido Socialista Obrero Español. Murió en Albi en 1983, después de haber visitado España tras la muerte del dictador.60 Ángel Pascual Devesa, miembro de la logia Constante Alona, decano del Colegio de Médicos, fundador y colaborador de El Luchador, promotor de las Hogueras de San Juan, presidente de Izquierda Republicana de Alicante, fue condenado a treinta años de cárcel. Torturado a conciencia, salió de la cárcel en 1947, siendo desterrado a Valencia, ciudad en la que intentó reorganizar Izquierda Republicana. Detenido de nuevo, volvió a ser torturado hasta lo indecible. Destrozado física y anímicamente, murió en Alicante en 1950. Vicente Marco Miranda, masón, redactor-jefe de El Pueblo, concejal del Ayuntamiento de Valencia, diputado a Cortes, gobernador de Córdoba, fue uno de los más destacados agitadores de la vida política y periodística valenciana y uno de los principales colaboradores de Esplá en las conspiraciones contra la dictadura de Primo de Rivera.61 Al acabar la guerra se escondió en un caserío próximo a Burriana sin que ni sus más íntimos supieran nada de su paradero, lo que hizo pensar a Carlos Esplá que había sido fusilado. Enfermo fue trasladado a Valencia, donde siguió escondido, y murió en 1946. Pedro Vargas Guerendiarán, miembro de la Logia Regional de Levante, conspirador contra la dictadura y diputado a Cortes, miembro de la Diputación Permanente de las Cortes y del Comité Ejecutivo de Izquierda Republicana, fue condenado en rebeldía a treinta años de cárcel. Murió en México.
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Julio Just Gimeno, miembro de la Logia Regional de Valencia, periodista, diputado, Director General de Obras Hidráulicas, ministro de Obras Públicas con los gobiernos de Giral y Largo Caballero y miembro del Consejo Superior de Guerra, se exilió en Francia, llegando a ser ministro de varios gobiernos republicanos en el exilio y uno de los principales impulsores de la revitalización del republicanismo español desde el exilio. Condenado a treinta años de cárcel, murió en París en 1976.62 Eliseo Gómez Serrano, incorporado al grupo de Esplá al instaurarse la República, fue catedrático de la Escuela Normal de Magisterio de Alicante, concejal de Instrucción Pública, cargo desde el que, en estrecha colaboración con Rodolfo Llopis, impulsó la construcción de decenas de escuelas. Invitado por Carlos Esplá para concurrir a las elecciones de 1936 en las listas del Frente Popular, fue elegido diputado, hecho que fue suficiente para los sediciosos para fusilarlo al acabar la guerra.63 José Estruch, Gran Maestre de la Logia Regional de Levante; José Dorado Martín y Pepe Irles, dos de los más destacados combatientes de la España castiza desde los periódicos Aparte, El Luchador y La Raza Íbera; Pascual Ors, comerciante, masón y activista republicano; José Ramón y Mena, Fermín Botella, todos miembros de la generación de Esplá, del nuevo republicanismo español, sufrieron en sus carnes, junto a cientos de miles de personas inocentes, la crueldad infinita de la España primitiva, castiza, católica, rancia, analfabeta, militarista, abusona y palurda, tan sólo por haber querido que los españoles tuviesen escuela, que desaparecieran los privilegios, que la ley fuese igual para todos, que la iglesia católica dejase de sabotear cualquier intento de progreso, que el Estado de Derecho se instaurase entre nosotros para igualarnos a los países más desarrollados y prósperos de Europa, en fin, para que España, a la que amaban por encima de todas las cosas, fuese un país libre en el que pudiesen vivir en paz y libertad, como ciudadanos, todos sus hijos. Este año se cumplen setenta años del final de la Guerra Civil. Eso dicen algunos. No seré yo quien acepte esa afirmación: la guerra civil española, una de las más crueles que ha vivido la Europa del siglo XX, no acabó el 1 de abril de 1939, ni mucho menos. Es a partir de esa fecha cuando se instaura en nuestro país un régimen de exterminio ideológico sin precedentes en nuestra historia, es a partir de esa fecha cuando España fue gobernada a fuerza de paredón, mitra, porra y fusil, por la generación más canalla, burda, mediocre y criminal que hayan conocido los tiempos. Me temo que con este aniversario, muchos pretenderán enterrar definitivamente ese dramático episodio que nunca debió ocurrir, alegando el hastío de la sociedad, el tiempo pasado o que sólo se pretenden abrir heridas. No debemos consentirlo, de ninguna manera, pase el tiempo que pase. No hay hastío, puesto que la inmensa mayoría sigue con los ojos cerrados, el tiempo es indiferente al genocidio y las heridas no se abren porque se intente destapar la verdad, sino cuando se persiste insidiosamente en el engaño masivo, cuando un tercio de los diputados del Parlamento español, otro tanto de los autonómicos y un sector considerable de la población –unos por intereses espurios,
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otros por simple desconocimiento– siguen siendo franquistas, es decir partidarios del mayor criminal de nuestra historia, cómplices de él. NOTAS 1 2
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ÁLVAREZ JUNCO, J.: Alejandro Lerroux, el emperador del Paralelo. Madrid, Síntesis, 2005. DUARTE, Ángel: El otoño de un ideal: Los valores del republicanismo español y su declive en el exilio de 1939, Madrid. Alianza, 2009. Citaremos algunos de los estudios sobre republicanismo alicantino publicados en los últimos años, sin ánimo, ni mucho menor, de ser exhaustivos: GUTIÉRREZ LLORET, Rosa Ana: El republicanismo en Alicante durante la Restauración, (1875-1895), Alicante, Ayuntamiento de Alicante, 1989; La República y el orden: Burguesía y republicanismo en Alicante, 1868-1893, Alicante, Universidad de Alicante, 1988; Republicanos y liberales: La revolución de 1868 y la Primera República en Alicante, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1985; APARICI DÍAZ, Antonio: La Escuela Modelo de Alicante, 1897-1997. Alicante, Editorial Logos, 1997; El Alicante de su hijo predilecto, Salvador Sellés Gosálbez, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2002; MORENO SÁEZ, F.: Rafael Altamira Crevea, 1866-1951, Valencia, Consell Valenciá de Cultura, 1997; GÓMEZ SERRANO, Eliseo: Diarios de la Guerra Civil, 1936-1939, Alicante, Universidad de Alicante, 2008; MORENO SECO, Mónica: Conflicto educativo y secularización en Alicante durante la Segunda República, 1931-1936, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1995; ANGOSTO VÉLEZ, P. L.: Sueño y pesadilla del republicanismo español: Carlos Esplá, una biografía política. Madrid, Biblioteca Nueva, 2001; José Alonso Mallol, el hombre que pudo evitar la guerra, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2006. HERRANZ LONCAN, A.: Infraestructuras y crecimiento económico en España (1850-1935), Madrid, Fundación de los ferrocarriles españoles, 2008; VIDAL OLIVARES, F. J.: Siglo y medio de ferrocarril en España, 1848-1998. Economía, industria y sociedad, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1999. VIDAL OLIVARES, F. J.: «Ferrocarril y expansió vinícola al País Valenciano, 1880-1914», en GIRALT i RAVENTÓS, E. (coord.): Vinyes i vins, mil anys d’historia: Actes i comunicacions del III Col.loqui d’Història Agrària sobre mil anys de producció, comerç i consum de vins i begudes acohòliques als Països Catalans. Febrero de 1990. Vol. 1, pp. 503-517. OLIVER i JAÉN, A.: «Les propostes higienistes de José Guardiola Picó per a la ciutát d’Alacant», en Higiene i salubritat en els municipis valencians (1813-1939). 1997, pp. 115-130. GUARDIOLA PICÓ, J.: Reformas en Alicante para el siglo XX, Alicante, 1909. GUARDIOLA PICÓ, J.: Cuestionario propuesto por el Excmo. Dr. Ministro de la Gobernación y contestaciones dadas al mismo por el arquitecto José Guardiola Picó, Alicante, Imprenta Costa y Mira, 1895. ESTEVE GONZÁLEZ, M. A.: La escuela y la enseñanza en Alicante durante el siglo XIX: Liberalismo y tradición. Alicante, Universidad de Alicante, 1989. DUARTE, Ángel: «La esperanza republicana», en PIQUERAS, J. A. y CHUST, M. (comps.): Republicanos y repúblicas en España. Madrid, 1996. Véase: MIRA ABAD, A.: Secularización y mentalidades: El Sexenio democrático en Alicante (1868-1875). Alicante, Universidad de Alicante, 2006. Véase: AMATE, M. C.: Nicolás Salmerón. La vida de un presidente de la Primera República española, Almería, Arráez Editores, 2008; CANAL, Jordi: «Manuel Ruiz Zorrilla, (1833-1895). De hombre de Estado a conspirador convulsivo», en BURDIEL, I. y PÉREZ LEDESMA, M. (coords.): Liberales, agitadores y conspiradores: Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Espasa-Calpe, 2000. Para una buena comprensión del republicanismo español durante la Restauración, véase: SUÁREZ CORTINA, M.: El gorro frigio. Liberalismo, democracia y republicanismo durante la Restauración. Madrid. Biblioteca Nueva, 2001; PERÉZ LEDESMA, M.: De súbditos a ciudadanos: Una historia de la ciudadanía en España. Madrid. Centro de Estudios Constitucionales, 2008; PIQUERAS, J. A. y CHUST, M.: Republicanos y repúblicas en España, Madrid, Siglo XXI, 1996. MORENO SÁEZ, F.: La prensa en la ciudad de Alicante durante la Restauración (1875-1898), Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1995. Véase: APARICI DÍAZ, A.: La Escuela Modelo de Alicante, Alicante, Logos, 2008.
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Una breve referencia a la vida de Hermenegildo Giner de los Ríos en: RUIZ MANJÓN, O.: «Gloria Giner de los Ríos, noticia biográfica de una madrileña», en revistas.ucm.es/ghi/0214400x/articulos/CHCO0707220265A. PDF Véase: PÉREZ-JOVER, V.: «Psicología social e intervención social en la obra de José Verdes Montenegro», en Revista de Historia de la Psicología, 2004. Vol. 25, n.º 2-3. SAMPEDRO RAMO, Vicente: «La influencia del republicanismo en el nacimiento y desarrollo de la masonería en los primeros años de la Restauración», en FERRER BENIMELI, J.: La masonería en Madrid y en España del siglo XVIII al siglo XXI, Madrid, 2004, Vol. I, pp. 285-324. Su padre moriría en 1909, cuando Esplá tenía catorce años. Álvaro Pascual Leone, autor del artículo leído en el homenaje que el Círculo Republicano de Benalúa y el diario El Luchador tributaron a Carlos Esplá en 1928. El tercero era Rafael Selfa Mora. PASCUAL LEONE, Álvaro: «La escuela de Don Dionisio y otros recuerdos», en El Luchador, 14 de diciembre de 1928. ESPLÁ RIZO, C.: «Apuntes, recuerdos y notas de...». APCE. 14.2. Archivo General de la Guerra Civil. Salamanca. MORENO SÁEZ, F.: «Antonio Rico Cabot», en PANIAGUA, J. y PIQUERAS, J. A. (dirs.): Diccionario biográfico de políticos valencianos, 1810-2003. Valencia, Diputación de Valencia, 2003, pp. 465-466. «Homenaje a Carlos Esplá», en El Luchador, 14 de diciembre de 1928. Archivo Municipal de Alicante (AMA) KANT, Inmanuelle: Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid, Mare Nostrum, 2000. ESPLÁ RIZO, C.: «Discurso en homenaje a Álvaro Pascual Leone». México, 2 de diciembre de 1953. APCE, 10.2. Archivo General de la Guerra Civil. Salamanca. MARÍN, Dolors: La Semana Trágica: Barcelona en llamas, la revuelta popular y la Escuela Modelo. Madrid, La Esfera, 2009; COMELLAS, J. L.: Del 98 a la Semana Trágica. Crisis de conciencia y renovación política, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001. ANGOSTO VÉLEZ, Pedro L.: Carlos Esplá. Una biografía política, Tesis Doctoral leída el 2 de junio de 2000 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 10 de abril de 1931. Archivo Municipal de Alicante. ANGOSTO VÉLEZ, Pedro L.: «El republicanismo catalán en Alicante», en Cuadernos Republicanos. CIERE, n.º 59, 2005, pp. 139-158. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 21 de octubre de 1924. Archivo Municipal de Alicante. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 31 de octubre de 1928. Archivo Municipal de Alicante. Véase: DURÁN IGLESIAS, J. A.: Alfredo Vicenti, el maestro del periodismo español, 1850-1916. Madrid, 2001. Véase: HORMIGÓN, Juan A.: «Roberto Castrovido y el joven Valle-Inclán», en Cuadrante, n.º 12. 2006, pp. 5-17. Véase: BARREIRO, Javier: «Joaquín Dicenta, 1862-1917», en El Bosque, n.º 10-11. 1995, pp. 57-65. Joaquín Dicenta nació en Calatayud, pero pasó su infancia y juventud en Alicante debido al trabajo de su padre. Ni sus éxitos teatrales –el estreno de Juan José fue un acontecimiento equiparable al de la Electra de Pérez Galdós–, ni editoriales sirvieron para alejarle de la ciudad, a la que regresaba en cuanto sus quehaceres se lo permitían. Por voluntad testamentaria está enterrado en Alicante. MORENO SÁEZ, F.: «El Círculo Antiflamenquista de Alicante», en Canelobre, n.º 5, 1985. ORTEGA y GASSET, J.: Vieja y Nueva política, Madrid. Biblioteca Nueva, 2007. Se conoce en Alicante como Mártires de la Libertad a los militares que a las órdenes de Pantaleón Bone se sublevaron en 1944 contra Narváez e Isabel II con la intención de imponer una constitución progresista. El movimiento revolucionario fracasó, siendo fusilado un grupo, en el que se encontraba Pantaleón, en el Malecón –desde entonces y hasta la dictadura franquista conocido como Paseo de los Mártires de la Libertad– y otros, en las afueras de la ciudad, siendo enterrados allí mismo, en el Panteón de los Guijarro, que en adelante se convertiría en el principal icono del republicanismo alicantino y en el destino de la manifestación más multitudinaria de las celebradas anualmente en la ciudad. «Testimonio oral de José Alonso Sellés». Alicante, marzo de 2003. ANGOSTO VÉLEZ, P. L.: José Alonso Sellés, el hombre que pudo evitar la guerra. Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2006, pp. 92 y ss.
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Para una aproximación a la nómina de colaboradores habituales de El Luchador, véase: MORENO SÁEZ, F. (Ed.): La prensa en la provincia de Alicante durante la Segunda República (1931-1939), Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1994. DUARTE, Ángel: «La esperanza republicana», en p. 181. ESPLÁ RIZO, CARLOS: El Luchador, 15 de enero de 1937. Archivo Municipal de Alicante. Mariano Gómez fue catedrático de Derecho de la Universidad de Valencia y Presidente del Tribunal Supremo de la República. El Luchador, 20 de enero de 1913. Archivo Municipal de Alicante. Ibídem. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 20 de enero de 1913. Archivo Municipal de Alicante. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 11 de abril de 1916. Archivo Municipal de Alicante. Se hace imprescindible, cada vez más, una biografía del Dr. Rico, pero el material documental que conocemos no permite de momento encararla con la seriedad científica que requiere. Entre otras muchas cosas, están en paradero desconocido los cientos de cartas que Rico cruzó con sus discípulos una vez abandonaron Alicante. Véase, CUCÓ, ALFONS: El valencianismo político, 1874-1936. Valencia, Ediciones Afers, 1971. ALÓS, V. R.: Félix de Azzati. Valencia, Diputación de Valencia, 1977. ALÓS FERRANDO, VICENTE R.: Vicente Blasco Ibáñez. Biografía política. Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1999; El ideario político de Vicente Blasco Ibáñez. Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 2006; LEÓN ROCA, J. L.: Blasco Ibáñez y la Valencia de su tiempo. Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1978; JUST GIMENO, J.: Blasco Ibáñez y la Valencia de su tiempo. Valencia, L’Estel, 1929. ESPLÁ RIZO, C.: El Luchador, 23 de junio de 1917. Archivo Municipal de Alicante. ANGOSTO VÉLEZ, P. L.: Sueño y pesadilla... ANGOSTO VÉLEZ, P. L.: José Alonso Mallol, el hombre... PASCUAL LEONE, A.: La República española existe. México, 1943; In illo tempore. Libro de memorias sin publicar. A falta de una biografía más actualizada, véase: RAMOS, VICENTE: Lorenzo Santacruz, Alcalde popular de Alicante. Diputación de Alicante, 1987. APARICI DÍAZ, A.: La Escuela Modelo de Alicante. Alicante, Logos, 2008. SOLSONA, BRAULIO: Evocaciones políticas y periodísticas. Barcelona, Portic, 1970. ANGOSTO VÉLEZ, P. L.: Sueño y pesadilla... VARGAS, BRUNO: Rodolfo Llopis, Barcelona, Planeta, 1999. Véase: MARCO MIRANDA, V.: Las conspiraciones contra la dictadura, Madrid, 1930. SIGALAT VAYÁ, María José: Les fonts de l’Exili: l’Arxiu Julio Just a Alboraia, en AA.VV.: 2es. Jornades d’Història d’Alboraia, Alboria: Ajuntament, 1998. SIGALAT VAYÁ, María José: «La recuperació de l’Arxiu Personal i de Funció de Julio Just (Alboraia València), com a font d’investigació histórica, en AA.VV.: Actas del Congreso Internacional: L’exili de 1939, Valencia, 2001. GÓMEZ SERRANO, E.: Diarios de la Guerra Civil, 1936-39. Universidad de Alicante, 2008.
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DE LA DERROTA A LA VICTORIA: LOS SOLDADOS DE LA NUEVE
(LOS VALENCIANOS ARRÚE, BENITO Y GRANELL) Evelyn Mesquida Escritora y Periodista
Mi libro sobre «la nueve» comienza en 1939 durante el gran éxodo que el mundo entero conoció como «la retirada». La historia de «la nueve» comienza, sin embargo, en 1936, cuando aquellos hombres, por todos los rincones de España, empuñaron las armas para defender la República española. Casi todos tenían menos de veinte años. Durante dos años y medio Hitler, M ussolini, Salazar). lucharon contra cuatro ejércitos (Franco, Hitler, Mussolini,
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ENERO 1939: «LA RETIRADA»: MAS DE 500.000 PERSONAS CRUZARON LOS PIRINEOS
El 5 de febrero de 1939, el corresponsal en España del New York Times, escribiría: Todas las carreteras secundarias, todos los campos, todas las colinas son un hormiguero de miles y miles de desventurados caminando hacia la frontera.
En territorio francés, los recién llegados fueron separados de familias, amigos y compañeros y encerrados al aire libre en numerosos campos cercados por barreras de alambres de espino. Hambre, sed, frío, humillación, brutalidad, fueron las primeras experiencias francesas vividas por una gran mayoría de refugiados. Fermin Pujol, futuro soldado de «la nueve», lo contaba así: Al entrar nos desarmaban, nos quitaban todo, anillos, chaquetas, carteras, todo, y nos enviaban a una playa al aire libre, sin ninguna protección, rodeada de alambradas y vigiladas por militares armados. la sarna y los piojos fueron enseguida nuestros compañeros. Si alguien se escapaba, la tropa colonial senegalesa tiraba a matar.
Germán Arrúe: Nos dejaron en las playas sin ninguna protección contra la lluvia y el frio, como si fué fuéramos animales.
Rafael Gómez:
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Llegamos hasta el campo al que nos habían destinado acompañados por gendarmes a caballo y con látigo. Aquellos hombres no dudaban en pegar a los que, agotados, sin fuerza, se quedaban atrás, gritándoles: «Allez, allez, allez»: recuerdo aquellos meses como una infamia, humillados por el mal trato, la miseria, los piojos y la sarna.
Más de 15.000 personas murieron en las primeras semanas de encierro, a causa del frío, las heridas o la enfermedad; de tristeza también. Algunos dejaban de comer. otros entraban en el mar. Sin retorno. Los centenares de miles de refugiados fueron concentrados en mas de una veintena de campos, por todo el suroeste francés, de los Pirineos Orientales a los Pirineos atlánticos: Argelès, Gurs, Adge, Bram, Septfonds... Algunos los llamaron púdicamente campos «de acogida» o campos «de retención», pero el ministro del Interior de la época, Albert Sarraut, no dudó en calificarlos como campos «de concentración»... Sin ser asimilados a los campos de exterminio que luego se han conocido en territorio nazi, en muchos de aquellos campos franceses se darían las primicias de la brutalidad perversa e implacable que caracteriza la mayoría de los campos de concentración y sus guardianes. 220
Desde el primer momento, y mucho más en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, miles y miles de esos refugiados fueron incorporados obligatoriamente a la industria de guerra francesa, a los batallones de trabajo de voluntarios extranjeros o a la legión, después de plantearles como alternativa: «¿Queréis volver a España o entrar en la legión?». Integrados en numerosas unidades, y casi siempre en primera línea de combate, los republicanos españoles continuaron la lucha al lado de los franceses y de las fuerzas aliadas, participando en todos los combates donde luchaban sus tropas, de Noruega al Tchad, Gabón, Palestina, Siria, Libia, Egipto o Túnez. Miles de soldados españoles murieron en las batallas de Narvik, Bir Hakeim, El Alamein, Túnez... Cuando en 1943 se formó en Marruecos «la segunda división acorazada» del general Leclerc, los españoles constituyeron una parte importante de las tropas. Los españoles llegaban de todos lados –contaría Federico Moreno, oficial de la nueve– de los campos de concentración del Sahara de donde habían sido liberados o de la legión, de donde desertaban por centenares. Otros llegaban de Argel, de Orán, de Túnez o de Casablanca, donde muchos habían estado más o menos escondidos. Si no hubieran cerrado los centros de reclutamiento, se hubiesen podido constituir dos divisiones de la Francia libre sólo con españoles.
Un oficial superior con renombre de leyenda, el coronel Joseph Putz, desempe desempeñó un papel muy importante en el reclutamiento de los españoles. El coronel Putz, héroe de la Primera Guerra Mundial, alistado en las Brigadas Internacionales, comandante del ejército republicano español (Hemingway lo evoca en su libro Por quién doblan las campanas) fue con quien los españoles se integraron en el 3.er batallón de marcha del Tchad, de la Segunda División Blindada, llamado tambien «el batallón español», que incluía la 9, 10 y 11 compañías. De las tres, sólo la nueve tenía totalmente el estatuto de unidad española: ciento cuarenta y seis de los 160 soldados eran españoles o de origen hispano, el idioma hablado era el español, la gran mayoría de sus oficiales eran españoles, las órdenes se daban en español, los hombres llevaban, al lado de la insignia de la Francia libre, la bandera de la España republicana y sus tanquetas de combate lucían los nombres de las principales batallas de la guerra de España... Guadalajara, Brunete, Teruel, Madrid, Ebro, Belchite... Compañía destinada a la avanzadilla de tropas, siempre en primera línea de fuego, la nueve se convirtió rápidamente en un mito. Sus superiores reconocían en sus soldados una extraordinaria valentía y el coraje de no retroceder nunca ni ceder un palmo del terreno conquistado.
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Antes que darles órdenes, ganar su confianza –aconsejaba Leclerc–. Convencidos, estos españoles son invencibles.
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El capitán Dronne diría de ellos: Eran individualistas, idealistas, valientes y mostraban un valor algo insensato. No tenían el espíritu militar, eran incluso antimilitaristas, pero todos eran magníficos soldados. Si abrazaron nuestra causa fue porque era la causa de la libertad.
Con las tropas de Leclerc, la nueve se preparó en África e Inglaterra, desembarcó en Normandia y liberó París. Los españoles de «la nueve» lo cuentan así: Pujol: Después de liberar Normandía, llegamos hasta París. Los americanos querían detenernos en las afueras y dieron la orden a Dronne, nuestro capitán. Cuando llegó Leclerc le dijo que no tenía que acatar órdenes estúpidas y que entrara rápidamente en la capital, con nosotros. Dronne cogió a todos los españoles y a algunos franceses y con una sección de tanquetas y otra de tanques, llegamos hasta el mismo ayuntamiento. Fue sencillísimo. Como una fiesta. La gente nos vitoreaba por todo el camino, corría a nuestro lado, lloraban, aplaudían, saludaban, cantaban. El entusiasmo era increíble. Parece ser que por todos sitios cantaban La Marsellesa, pero nosotros, con el ruido de los vehículos, no oíamos nada. Poco después de llegar al ayuntamiento, comenzaron a sonar todas las campanas.
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Lozano: Después de Inglaterra y del desembarco en Francia, fuimos enfrentando a los alemanes, siempre en primera línea. Los enfrentamos por toda Normandía, en Alençon, Ecouché, hasta París y después en Alsacia, hasta Berschestgaden. Fue una guerra dura, perdimos a muchos compañeros, pero no nos hicieron retroceder nunca. Cuando llegamos a París, yo iba entre las primeras tanquetas que llegaron hasta la plaza del Ayuntamiento. Fue nuestra compañía, «la nueve», la primera que entró en París. Éramos casi todos españoles. La gente se sorprendía mucho cuando nos oía hablar. ¡No paraban de abrazarnos, de besarnos! Fue algo extraordinario. Dos días después, cuando el general De Gaulle desfiló por los Campos Elíseos, nosotros fuimos los que le servimos de escolta. A muchos militares franceses esto no les hizo ninguna gracia.
Amado Granell: Las campanas de Notre Dame nos conmovieron. El combate no nos había endurecido completamente. 222
Todos teníamos lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Yo traté de cantar con los otros, pero no pude. Esa enorme emoción, aquel gran entusiasmo, significaba solamente la libertad, la victoria.
Tras la liberacion de París, «la nueve» continuó los combates –los m´ss duros combates– para liberar Alsacia y su capital, Estrasburgo, y consiguió llegar hasta el mismo búnker de Hitler, en Berschtesgaden. Sólo 16 de entre ellos pudieron celebrar la victoria. Los otros quedaron en el camino. Según el capitán Dronne, casi todos con una pequeña bandera republicana sobre su tumba. EL SOLDADO QUE
«LIBERÓ» PARÍS. AMADO GRANELL ...nadie la merece como usted
El 26 de agosto de 1944, tras rendir homenaje a las tropas del general Leclerc instaladas frente al Arco de Triunfo, y especialmente a la Nueve, el general De Gaulle inició a pie, rodeado de sus hombres, el desfile de la Vic Victoria por los Campos Elíseos. Delante, por el centro de la Avenida, el teniente Amado Granell abría el desfile conduciendo un vehículo blindado que portaba dos banderas: la de la Cruz de Lorena de la Francia Libre y la bandera republicana española. Con ese mismo jeep, y como soldado de De Gaulle, el valenciano de Burriana había llegado dos días antes hasta la alcaldía de París, donde fue recibido como un héroe por el Comité de la Resistencia instalado en el palacio municipal. El teniente Granell anunció a la comisión que la avanzadilla de la división Leclerc, encaAmado Granell bezada por el capitán Dronne, no tardaría en llegar. Al día siguiente, el periódico Liberation de fecha 25 de agosto de 1944, publicó en primera página la única fotografía que existe, o que se conoce, de ese momento. La foto mostraba al primer soldado «francés» llegado a París, posando con el representante de la resistencia gaullista junto a una ventana, en el interior de la alcaldía. El soldado era el teniente Amado Granell y aparecía en la portada del periódico con el título «Ils sont arrivés». Ese 26 de agosto, en el gran desfile de la Victoria, el republicano español, el sol-
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dado vencido de la guerra de España, avanzaba por la gran avenida de los Campos Elíseos enarbolando en su coche, junto a la insignia de la «Francia Libre», la bandera republicana española y recibiendo los aplausos entusiastas de la población parisina. Amado Granell, el hombre que terminó la contienda con tres citaciones, con una cruz de guerra con palmas y estrellas, que fue calificado por el ejercito francés de «oficial de una bravura temeraria» y que recibió la Legión de Honor apoyada por la declaración contundente del mismo general Leclerc, «si es verdad que Napoleón creó la legión de Honor para premiar a los bravos, nadie la merece como Vd.», confesaría más tarde que había vivido aquellos momentos con una gran emoción. La misma emoción que había experimentado el 2 de agosto cuando después de desembarcar y pisar suelo francés, había avanzado firmemente sobre las dunas de la playa de Normandía. La emoción que viviría unas semanas después, tras duras batallas, cuando al rendir honores a los compañeros muertos en la batalla, ante la tumba del soldado desconocido en el Arco de Triunfo, la fórmula empleada de «muertos por Francia» fue cambiada por la de «muertos por la libertad», como los españoles habían solicitado. Y la misma emoción que sintió al anochecer de ese mismo día 28, apoyado en uno de los muros del Sacré Cœur de Montmartre, contemplando en silencio el magnifico panorama del París liberado. Y por encima de todas, la emoción conjunta de aquel anochecer del 24 de agosto de 1944 en la plaza de la Alcaldía de París, cuando, junto a sus hombres, los soldados de la «Nueve», habían oído sonar al unísono todas las campanas de París anunciando la liberación de la capital, y toda la tropa habían sido rodeada por el mayor entusiasmo humano que había contemplado en su vida:
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Un largo camino, para el burrianense... Tres guerras con las armas en la mano y decenas y decenas de combates donde había perdido a la mayoría de sus compañeros. Ocho años de guerra intensa con la libertad como objetivo, cinco con la obsesión de volver a España.
Nacido en 1898 en el pueblo castellonense de Burriana, el desastre de Annual –Marruecos–, en 1921, con sus miles de muertos y los trágicos relatos que se publicaron sobre el ensañamiento de que fueron víctimas los soldados españoles, impulsaron al joven Granell a enrolarse en el Tercio español de la legión extranjera, siendo todavía menor de edad y sin el consentimiento de su familia. Sus padres lo reclamarían un año mas tarde y el 5 de julio de 1922, con galones de sargento, fue licenciado de la legión desde el tercio Duque de Alba. Instalado en la ciudad alicantina de Orihuela en 1927, donde abrió un comercio de venta y alquiler de bicicletas, participó activamente en el sindicalismo obrero de izquierdas. Movilizado al comienzo de la guerra, tuvo como primer destino el batallón «Levante» en Valencia. Nombrado capitán a primeros de noviembre del 36, fue 224
Anado Granell en Ecouché
destinado al Batallón de Hierro, unidad de choque que más tarde adoptó la denominación de Batallón Motorizado de Ametralladoras y, más tarde, Regimiento Motorizado de Ametralladoras. En diciembre de 1938, con el grado de comandante, estuvo al mando de la 49 Brigada Mixta formada por cuatro batallones y poco después se hizo cargo de la 49 División del Ejército Popular de la República, con la que participó en la ofensiva realizada en el sector de Fuenteovejuna. Granell se retiró del frente cuando supo que la flota republicana acaba de salir de Cartagena, rumbo a África del Norte. Tres días antes del final de la guerra, el 28 de marzo de 1939, embarcó en el Stambrook, el último barco que zarpó del puerto de Alicante rumbo a Orán. Subió a bordo con el fusil ametrallador como único pasaje. En la lista de pasajeros figura dos veces su nombre con los números 2.073 y 1.928. Desmovilizado «ipso facto», como está consignado en su libro militar, pasó por un campo de concentración francés, antes de ingresar en el Cuerpo Franco de África en diciembre de 1942, tras el desembarco aliado. Invitado a integrarse en una unidad americana, Granell prefirió los Cuerpos Francos al mando del general de Monsanbert. Con ellos combatió en la guerra de Túnez contra las tropas de Rommel, donde consiguió los galones de teniente. Allí conoció también a varios de los futuros compañeros de la Nueve y, sobre todo, al comandante Putz. Con él integraría la Segunda División Blindada del general Leclerc. Nombrado oficial adjunto del capitán Dronne, Granell fue indiscutiblemente uno de los mejores oficiales de la Nueve y de la División, atestado por las múltiples medallas y citaciones que consiguió, incluidas la Cruz de guerra con palmas y la Legión de Honor francesa. El decreto que otorga esta nominación, explicitaba claramente algunas de sus cualidades:
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...De una bravura rayana en la temeridad, siempre en cabeza de sus hombres, con desprecio total del peligro. Se ha destacado en todo el curso de la campaña desde el desembarco hasta Estrasburgo, de Ecouché a Paris, Andelot, Remoncourt, Chatel-sur-Moselle, Vaxancourt, Vacqueville. Se ha impuesto al enemigo, consiguiendo victoria tras victoria. El 17 de noviembre de 1944 arrastró su unidad al asalto de Badenvillers y, a pesar de las pérdidas severas, consiguió desalojar a un enemigo tenaz y muy superior en efectivos, conquistando brillantemente la posición.
Enfermo y abatido por la desaparición de una mayoría de sus hombres y compañeros, y tremendamente decepcionado ante las argucias políticas que apartaban de la batalla al general Leclerc y sus tropas para reinstalar el antiguo orden militar, decidió cesar el combate y aceptó ser hospitalizado. Antes de irse, quiso llegar hasta el Rhin, donde se lavó la cara y las manos. De esa forma quiso terminar su guerra. El día que Granell abandonó la compañía, el 28 de noviembre de 1944, Dronne escribió en su diario: «Con Granell, se va una parte del alma de la Nueve». Cruz de Guerra con palma y cinco citaciones, oficial de la Legión de Honor, Amado Granell fue enterrado en el cementerio de Sueca. La lápida, donde figura LF (Legión de Honor Francesa) y una hoja de palma, fue sufragada por el gobierno de la República Francesa.
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JUAN PESET, MÉDICO, REPUBLICANO Y BURGUÉS
Salvador Albiñana Huerta Universidad de Valencia
Ha sido un motivo de satisfacción para el Colegio Mayor Rector Peset acoger estos encuentros sobre «La represión franquista en Levante», organizados por la Associació Joan Peset i Aleixandre, con el patrocinio del Ministerio de la Presidencia. Como Director del Colegio me dirijo a ustedes no sólo porque así lo exige la cortesía; también atendiendo la solicitud de Javier Casado quien me pidió que hiciera una breve consideración acerca de Juan Peset, catedrático y rector de la Universidad de Valencia, fusilado en Paterna el 24 de mayo de 1941. «Impíamente fusilado», dijo desde el exilio en Argentina el jurista Mariano Gómez, primer rector republicano de la Universidad de Valencia, amigo y compañero del claustro.1
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I Entre febrero y junio de 2000 la Universidad de Valencia celebró el quinto centenario de su fundación con la muestra Cinc segles i un dia, de cuyo comisariado fui responsable. En la sección titulada «Entre dos dictaduras», que daba cuenta de diferentes aspectos de la vida universitaria en los años de la Segunda República, pude exhibir el original del Procedimiento sumario de urgencia por rebelión, número 13291-V, contra Juan Peset Aleixandre, depositado en el Tribunal Militar Territorial Primero de Valencia. Algo después, en el archivo del Colegio de Médicos de Valencia, tuve la fortuna de localizar la denuncia que motivó ese proceso, una denuncia presentada por médicos falangistas. Asimismo, en el archivo de la que había sido Cárcel Modelo de Valencia, custodiado en el Centro Penitenciario de Valencia, en Picassent, encontré el expediente procesal de Peset. Toda esa documentación sirvió para preparar una edición facsimilar del proceso, acompañada de estudios de María Fernanda Mancebo, Marc Baldó, Joan Antoni Micó y de mí mismo.2 227
La Universidad de Valencia quiso honrar a quien había sido su catedrático, Decano, Vicerrector y Rector dándole su nombre a este Colegio, inaugurado en 1997. El nombre no es su única presencia entre nosotros. A Peset le encontramos también en el mural del vestíbulo –pintado a fines de 2007, con ocasión del décimo aniversario del Colegio. El mural le muestra en la terraza de la que fue Facultad de Ciencias y es en la actualidad, tras su restauración, sede del Rectorado La pintura, obra de Damián Flores, lleva por título «La visita imposible de Juan Peset». Ciertamente, la escena nunca tuvo lugar.3 Obra de Mariano Peset, el edificio –un excelente ejemplo de arquitectura ecléctica con ingredientes racionalistas, déco y Sezession– fue proyectado en 1933 y comenzado a construir poco antes del inicio de la guerra. Por tal razón, su conclusión se demoró y la nueva Facultad no fue inaugurada hasta 1943 cuando hacía ya dos años que Peset, como se ha dicho, había sido fusilado. No pudo ver terminado un edificio cuya construcción había promovido tras el incendio de la vieja sede universitaria de la calle de la Nave, en 1932, un incendio que había devastado las instalaciones científicas. Si continúan en el Colegio y suben ustedes a la planta primera, le verán junto a la Biblioteca, presidiendo la orla del curso académico 1930-1931 de la Facultad de Medicina de Valencia de la que entonces era Decano. Por último, si se dirigen ustedes a nuestro comedor académico, le encontrarán en una caricatura del claustro médico en 1922, obra de Costa España, y también fotografiado junto a Manuel Azaña en el mitin que la recién creada Izquierda Republicana organizó en el campo de Mestalla de Valencia, en mayo de 1935. «Fue diputado, manteniendo con Manuel Azaña lazos de amistad indiscutible», leemos en la declaración procesal de Trifón Escudero, jefe de la Brigada Político Social de Valencia, quien convierte a Peset en «una de las figuras más relevantes del marxismo en Valencia». Se trata, qué duda cabe, de una calificación más que abusiva, pero el recurso al díptico marxismo y Azaña –dos palabras aborrecibles para los vencedores– debió ser moneda corriente en aquellos años miserables, implacables y tristes. No sabemos demasiado acerca de sus relaciones con Azaña. He querido evocarlas en el título de este comentario: ese Peset «médico, republicano y burgués» es, como habrán advertido, trasunto de aquella caracterización que de sí mismo hiciera Azaña: intelectual, demócrata y burgués. Una acertada definición que estos días ha recordado Santos Juliá.4 Peset estuvo muy vinculado a las opciones políticas que promovió Manuel Azaña: Acción Republicana, en 1930, y, más tarde, Izquierda Republicana. En una carta de Azaña a Cipriano de Rivas Cherif, escrita en 1937, aparece Peset acercándose a la residencia de La Pobleta para atender la salud del Presidente de la República. Antes, Peset había sido el encargado de presentar a Azaña en el mitin de Mestalla, aunque, como declaró en el juicio, finalmente desistió de hacerlo por no considerarlo necesario. En aquellos tiempos su trato debió ser frecuente y sin duda coincidieron en abril de 1932 cuando Azaña visitó Valencia para la inauguración de la sede de Acción
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Republicana. Después, Peset, presidente del Comité Provincial de Izquierda Republicana, aceptó encabezar la candidatura del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, unas elecciones en las que resultó el candidato más votado, con algo más de ochenta y cuatro mil sufragios, obteniendo la mayoría en siete de los once distritos de la ciudad de Valencia. Resulta esclarecedora sobre la personalidad de Peset una anotación poco conocida del diario de Azaña. Está fechada el 4 julio de 1931, apenas proclamada la República. «Visita de Joaquín Álvarez Pastor, con el vicerrector de Valencia, que ha ingresado en Acción. Hablamos largo de mi obra en el ministerio. Anécdotas. Más tarde, me dice Álvarez que su amigo el neófito es algo tímido y que algunas cosas que le he dicho le han asustado».5 Joaquín Álvarez Pastor era entonces Director del Instituto de enseñanza Luis Vives, de Valencia, y ese vicerrector algo tímido y un tanto asustado por los comentarios de Azaña no era otro que Juan Peset, recientemente afiliado a Acción Republicana. Timidez y carácter reservado, con una elocuencia –como manifestó en el proceso–, más cercana a la cátedra que a la tribuna política. Aunque Peset procedía de una notable familia de larga tradición liberal y republicana, y pródiga en reconocidos profesionales, en particular, dedicados a la medicina, bien podría decirse que su interés por la política comenzó con la llegada de la Segunda República. En ella depositó sus esperanzas como ciudadano y como universitario, y a ella quiso aportar su bien ganado prestigio académico y profesional, así como la estima popular de que gozaba. Una dedicación política matizada ya que Peset –el doctor Peset– nunca desatendió su pasión primera y acaso única, el ejercicio de la medicina que practicó hasta pocas horas antes de salir de la Cárcel Modelo, tras serle notificada la ejecución de la sentencia.
II La tarde del 24 de mayo de mayo de 1941, a los cincuenta y cuatro años de edad, moría fusilado el profesor Juan Peset Aleixandre. Algo antes, por orden del Ministerio de Educación Nacional de 29 de julio de 1939, había sido separado de la cátedra de medicina legal y toxicología de la Universidad de Valencia que desempeñaba desde 1916. No fue el único sancionado por el Ministerio. Le acompañaban otros profesores. Entre ellos, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Rafael de Buen y Lozano, Pedro Salinas, Antonio Flores de Lemus, junto a compañeros del claustro valenciano como José María Ots Capdequí y José Puche Álvarez. Los nombres evocan por sí mismos el yermo en que quedó convertida la universidad española a partir de 1939, y por largo tiempo. Un yermo teñido asimismo de dolor y sangre. Peset no fue el único rector fusilado. También habían corrido esa suerte Leopoldo Alas, en Oviedo, y Salvador Vila, en Granada. El fatal desenlace de Peset es algo más que un dramático suceso de la universidad española contemporánea. Pertenece, sobre todo, 229
a la historia de la inmisericorde represión ejercida por los triunfadores de la Guerra Civil contra quienes se mantuvieron fieles al orden y a la legalidad de la República. Con la muerte de Peset se ponía fin a un sombrío episodio iniciado dos años antes, cuando la Delegación Provincial de Sanidad de Falange le denunció por los cargos de diputado del Frente Popular y responsable de asesinatos en Valencia y Castellón. La denuncia, fechada el 6 de julio de 1939, estaba avalada con doce firmas, posiblemente de médicos. Al menos lo eran los tres –y únicos– que mencionó Falange, cuando fue requerida por la justicia militar. Se trataba de Francisco Marco Merenciano, director del Hospital Psiquiátrico de Valencia, Antonio Ortega Tena y Ángel Moreu González-Pola. Particularmente insidiosa fue la actitud del oftalmólogo Moreu que, en su preceptiva declaración jurada colegial, en octubre de 1939, había manifestado: «No me he relacionado jamás con ningún marxista. Conozco la actuación roja de algunos sanitarios (no quiero llamarlos compañeros) como Peset, Puche, Manuel Uribes, Alejo García, Bartrina hijo, etc.». Moreu mencionó sus relaciones con miembros de la Quinta Columna como Marco Merenciano y Rafael Alfonso Santonja, quien, sin duda, debió ser otro de los firmantes de la denuncia contra Peset.6 Así permite afirmarlo el cotejo de las firmas en la documentación. Recibida la denuncia, la Brigada Social de Valencia ordenó su detención y el 16 de septiembre de 1939 el Auditor de Guerra de la III Región Militar encomendó al Juzgado Militar número 190 la instrucción de un juicio sumarísimo de urgencia. Fue registrado con el número 13291-V.
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III En sus cuatro declaraciones –los días 7 y 12 de febrero y 12 de marzo de 1940– Juan Peset dio sobradas pruebas de su rectitud moral. Asumió sus convicciones republicanas y liberales, y demostró con abundantes testimonios ser ajeno a cualquier delito de sangre, y haber ayudado y protegido a un buen número de personas perseguidas y detenidas durante la guerra.7 El proceso, que comenzó el 6 de febrero de 1940, tuvo dos vistas orales, dos Consejos de Guerra. En ambos casos, fue condenado a la pena capital, si bien en el primero el tribunal solicitó el indulto y la sustitución de la condena por la inmediata inferior, petición de gracia que ya no aparecería en el fallo del segundo Consejo. En ese decisivo cambio de actitud, que cancelaba la posibilidad de clemencia, intervino de nuevo la Falange, que se apresuró a presentar una nueva prueba de cargo, una conferencia pronunciada por Peset en la Universidad de Valencia, en abril de 1937. Con el título de «Las individualidades y la situación en las conductas actuales», la conferencia –un ejercicio de psicología aplicada– se había publicado ese mismo año en el número 2 de la revista Anales de la Universidad de Valencia. En la separata del artículo incorporada al sumario aparecen subrayadas y numeradas –hasta un total de siete– las afirmaciones consideradas delictivas. Unas afirmaciones 230
en las que Peset defendía la «ilusión optimista y confiada del 14 de abril de 1931», el triunfo del Frente Popular y la legalidad republicana, al tiempo que condenaba la sublevación militar de julio de 1936. La conferencia se convirtió en la coartada para reiterar la condena. Fallamos –puede leerse en la sentencia de 25 de marzo de 1940–que debemos condenar y condenamos al procesado Juan Peset Aleixandre a la pena de MUERTE con la accesoria de inhabilitación absoluta e interdicción civil, caso de indulto, y al pago de la responsabilidad civil sin determinación de cuantía de acuerdo con lo dispuesto en la Ley de 9 de febrero de 1939–. Procede de abstenerse de solicitar la conmutación de la pena impuesta en mérito a lo expuesto en el último de los Considerandos que preceden.
Algunos días más tarde, el 2 de abril, la condena fue aprobada por el Auditor de Guerra de la III Región Militar. Tan sólo quedaba aguardar el enterado del general Francisco Franco. Llegó, fechado en Madrid, el 12 de mayo de 1941. Lejos de la llamada a la paz, la piedad y el perdón que hiciera Manuel Azaña en su discurso de Barcelona, con ocasión del segundo aniversario de la guerra, Peset fue uno de los miles de españoles víctimas de la muy violenta represión del naciente estado franquista y de una odiosa paradoja jurídica: acusar del delito de rebelión a quienes habían mostrado su respeto al orden constitucional. A los vencidos se les aplicó una repufigura delictiva, tipificada en el Código de Justicia Militar vigente en la España repu blicana, en virtud del artículo tercero del Bando de declaración del estado de guerra promulgado por quienes la habían provocado. Con esta particular «justicia al revés», como la calificó Ramón Serrano Suñer ya muerto Franco, muy pronto comenzaron a funcionar los Consejos de Guerra.
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IV Peset, qué duda cabe, pudo haberse exiliado en condiciones de cierta seguridad. Es posible, como escribió Max Aub en Campo de los almendros, que el propio Juan Negrín le invitara a salir de España con él. Había acompañado al Presidente del Gobierno y a su amigo José Puche –catedrático de fisiología de la Universidad de Valencia y afiliado también a Izquierda Republicana–, al aeródromo de Elda y allí se habría producido un ofrecimiento que Peset declinó. No quiso formar parte del selecto pasaje que emprendió el incierto camino del exilio a comienzos de marzo de 1939. Había sido uno de los sesenta y tres diputados que asistieron a la última sesión de Cortes de la República. Después, una fugaz estancia en Toulouse de donde regresó a Valencia por el dictado de su conciencia, por su sentido cívico y por proteger a su familia, ya que dos de sus hijos habían combatido como voluntarios en el ejército. En esos días del ocaso de la República intervino, con sentido conciliador, en la pugna suscitada por el golpe de estado del coronel Segismundo Casado. 231
Ante la realidad de la derrota, Peset, como tantos otros, intentó embarcar. Asediada Valencia y reservada Gandía –puerto gestionado por una compañía inglesa– para la salida de Casado y su séquito, el único destino era Alicante. Allí se dirigió acompañado de sus tres hijos –Vicente, Juan y Javier– y del joven Ricardo Muñoz Suay, líder estudiantil comunista, amigo de la familia. También, como tantos otros, debieron vivir con creciente desesperanza esa negra noche del 30 al 31 de marzo de 1939 en un puerto atestado de republicanos –en torno a 15.000 estimó uno de ellos, Tuñón de Lara– deseosos de zarpar. Con la flota republicana huida a Bizerta, el Mediterráneo bloqueado por la marina de los nacionales, y la política de acatamiento a Franco de la diplomacia inglesa y francesa, nada pudieron hacer los miembros de la Delegación internacional para la ayuda y evacuación de los republicanos, ni tampoco los barcos fletados por el partido comunista francés. Nadie embarcó en Alicante después de la partida de los buques Stanbrook y Marítima, el 28 de marzo. Los republicanos serían detenidos, expoliados de sus escasos bienes y trasladados a un improvisado campo cercano a la ciudad –el de los almendros del relato de Aub–, vigilado por las tropas italianas. De allí los hombres pasarían a Albatera. Un campo de trabajo para reclusos inaugurado en octubre de 1937 por el ministro de Justicia Manuel Irujo. Concebido para 3.000 personas llegó a reunir entre 18.000 y 30.000 en los meses inmediatos al final de la guerra. De Albatera –donde estuvo confinado en la sección de presos peligrosos y se ocupó de atender una precaria enfermería y poner algún remedio a una devastadora epidemia de tifus– pasó al campo de concentración de Portacoeli y de ahí, ya cerrado éste, a la prisión provincial de Portaceli, donde ingresó el 1 de diciembre de 1939. Finalmente, conducido por la guardia civil, fue trasladado a la Cárcel Modelo de Valencia el 15 de enero de 1940. Días después comenzaba el proceso. Peset, sin duda, confiaba en la posibilidad de un indulto. Para esa fecha, el intervalo entre sentencia y ejecución, antes breve, se había dilatado, alentando, y en algún caso favoreciendo, la remota posibilidad de gracia. A esta urgente tarea se dedicó de inmediato su esposa, Ana Llorca, que entre abril y mayo de 1940 logró reunir cerca de treinta adhesiones a su petición de indulto. Es ciertamente un número escaso, en el que predominan clérigos y religiosas. También firmaron la solicitud Eduardo Bartrina, Pilar Esteve, que habían testificado en su favor, además de cinco discípulos de Peset: Leopoldo López Gómez, el nuevo ocupante de la cátedra vacante por la sanción a Peset, Javier Aguilar Castelló, Valentín Pérez Argilés, Eduardo Guijo Morales y Juan Pérez y López-Villamil, catedráticos de Medicina Legal y Toxicología de la universidades de Sevilla, Zaragoza, Cádiz y Salamanca. Es clamorosa la ausencia de la clase social a la que pertenecía. Tan sólo la recuerda un nombre, el de Bernardo Gómez Igual, propietario del edificio en el que vivía Peset, en el número 19 de la calle Jorge Juan. En aquellos angustiosos días, algún auxilio prestó Pedro Laín Entralgo, entonces Consejero Nacional de Falange, pero nada se logró. Como dijera Laín muchos años después, «todo se estrelló contra un muro, la terca negativa del general Varela a solicitar el indulto».8
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No todos cuantos pudieron o debieron actuaron en su favor. La Universidad de Valencia, de la que había sido catedrático y rector, guardó un largo y cómplice silencio. Ocupaba el rectorado, desde el 11 de abril de 1939, el catedrático de Derecho José María Zumalacárregui, quien poco después fue nombrado miembro del Tribunal de Responsabilidades Políticas. No sorprende, pues, que la universidad tardara en manifestarse. No lo hizo hasta el 14 de mayo de 1941, ya firmado el enterado de Franco. Ese día –la primera sesión presidida por el nuevo rector, el catedrático de Medicina Francisco Rodríguez-Fornos– la Junta de Gobierno, invocando la obligación moral y el sentimiento humanitario, acordó dirigirse al Ministro de Educación solicitando «la clemencia posible en la petición de indulto de la pena impuesta». Un acuerdo tan retórico como tardío. La Universidad de Valencia perdía a uno de sus catedráticos más valiosos y apreciados, un profesor que había sabido dar rango europeo a su disciplina, la medicina legal. Juan Peset, nacido en Godella en 1886, era hijo de Vicente Peset Cervera, catedrático de terapéutica de la Universidad de Valencia y relevante figura de la llamada Edad de Plata de la medicina valenciana. Con un currículo tan amplio como precoz –se tituló como perito químico y perito mecánico en 1901 y 1905–, obtuvo el grado de doctor en Medicina en 1907, tras lo cual, y becado por la Junta para Ampliación de Estudios, completó su conocimientos en el análisis toxicológico y médico-legal con Fresenius, en la Universidad de Wiesbaden, y con Jules Ogier y Alphonse Bertillon, en París. A su regreso, se doctoró en Ciencias Químicas y Derecho y en 1910, a los veintiséis años, obtuvo la cátedra de Medicina Legal y Toxicología de la Universidad de Sevilla. Allí estuvo hasta 1916, cuando por permuta, se trasladó a Valencia para desempeñar la cátedra de idéntica titulación. La competencia de Peset en su disciplina la recuerdan su nombramiento como profesor honorario del Instituto de Medicina Legal, Psiquiatría y Toxicología de la Universidad de Madrid, en 1919, y la promoción de muchos de sus discípulos a diversas cátedras españolas de la materia. Junto a su dedicación a la medicina universitaria, y siguiendo también la tradición familiar, Peset prestó particular atención a problemas de salud pública, tanto en Sevilla como en Valencia, donde fue nombrado director del Instituto Provincial de Higiene. Ambas tareas le fueron reconocidas como recuerdan en el homenaje que le dedicó la revista Crónica Médica, en 1935, y las distinciones y condecoraciones que mereció su trabajo en el ámbito de la medicina preventiva. Peset tenía un gran prestigio profesional y social. La cátedra, el laboratorio y su conocida participación en las tareas de higiene pública, le convirtieron en una persona muy conocida y estimada en Valencia. «Un hombre atento, buen amigo, profesor ejemplar y perfecto caballero», de ese modo le describió el médico Francisco García Guijarro, miembro de la Derecha Regional Valenciana, en su declaración procesal. Peset, como he dicho, vivía en el número 19 de la calle Jorge Juan de Valencia, en el corazón del ensanche burgués de la ciudad, junto al modernista Mercado de Colón.
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En ese edificio –singular ejemplo de arquitectura afrancesada– también había vivido Nicolás Franco, miembro, como Peset, del Rotary Club, y viviría durante la guerra Indalecio Prieto. Amante de los coches, su Chrysler Imperial descubierto le fue solicitado por el ayuntamiento de Valencia con motivo de una visita del general Primo de Rivera y del infante don Jaime. No había otro igual en la ciudad. «En el Ideal Room –un moderno y muy frecuentado café de la calle de la Paz– no tenía una peña fija, puede leerse en una de sus declaraciones, y se sentaba con personas de diferentes ideologías, y el grupo con el que solía estar antes de comer era de personas de derechas, y el grupo de la tarde era de composición mixta, y lo mismo sucedió siempre con sus amistades». Católico y liberal, intervino en los primeros días de la guerra en la salvaguarda de la imagen de la Virgen de los Desamparados, patrona de la ciudad. En los días posteriores al asesinato de Joaquín Calvo Sotelo, visitó a una ilustre representante del patriciado local para comunicarle el resultado de una gestión favorable a un familiar. La señora despidió a Peset con cajas destempladas. «No se merece otra cosa –diría a continuación–, mi indignación es mayor al pensar que este hombre con cuatro doctorados, pueda tener esas ideas». En la muerte de Peset hubo también venganza social. Debió ser considerado un traidor a su clase.9 La llegada de la República le animó a intervenir en la política, afiliándose a Acción Republicana y, más tarde, al reunirse los partidos republicanos de izquierda, se integró en Izquierda Republicana con el afán de colaborar a la existencia de un partido de carácter progresista. Ofreció su prestigio científico, social y político y su carácter conciliador al pacto electoral de las izquierdas, en febrero de 1936. Es por eso que encarnaba los valores liberales, republicanos y de izquierda que los promotores del levantamiento militar de julio de 1936 erradicarían con sangre y fuego. En cierto modo, el desenlace de Peset ya lo había vaticinado Miguel de Unamuno, a fines de 1936. Ante el rumor de que habían matado en Valencia a Rodríguez-Fornos, escribió: «¿A quién de izquierdas fusilarán en compensación al entrar en Valencia los... negrirojos? ¿A Peset?».10 Tras su muerte, un largo silencio, pronto roto por esa otra forma de silencio que fue el exilio. Mariano Gómez le dedicó su obra Jornadas republicanas de Valencia. Historia de dos días. También le recordó, desde Santo Domingo, José Miquel Ylario, presidente de la Sala de lo Civil de la Audiencia de Valencia. Su nombre saltó pronto al boletín de la Unión de Profesores exiliados y apareció en informes sobre la situación de la cultura en España, como el publicado en la revista Les Temps Modernes, en 1950. En Valencia –aunque fue recordado por alguna publicación clandestina universitaria– hubo que esperar a la transición democrática para que su nombre empezara a correr de molde. Francesc Pérez Moragón trazó, en 1979, una primera semblanza de su biografía, acompañando un poema que Vicent Andrés Estellés escribió en su memoria.11 Algo después, en 1982, la Universidad de Valencia promovió unos Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre, y la FUE, con la que Peset tanto había cola-
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borado, le recordó en 1983. Mas tarde, vendrían, ya lo hemos referido, los homenajes entre 1997 y 2001.
VI En el Cuaderno de La Pobleta, en una anotación fechada el 7 de agosto de 1937, Manuel Azaña dio cuenta de una conversación que había mantenido con el Presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, sobre la situación general, militar y política. Ante la eventualidad de una derrota, la actitud de las organizaciones obreras revolucionarias sería muy distinta a la de los republicanos. «Para aquéllos –opinaba Martínez Barrio–, el fracaso es un accidente temporal, y de una manera o de otras, en tal o cual terreno, proseguirían su acción y sus fines de clase. Para los republicanos sería el acabamiento de todo, porque no se puede pensar que, ni en veinte ni en treinta años, volviese a existir en España una República liberal. «Y gracias –concluía– si podemos encontrar un rincón en el mundo para acabar la vida».12 Ese rincón del mundo donde acabar la vida, del que hablaba el líder republicano moderado, fue el de los cementerios. En el de Montauban, el 5 de noviembre de 1940, fue enterrado Manuel Azaña. En el de Paterna, fue fusilado Juan Peset Aleixandre, una tarde de mayo de 1941, una tarde risueña que invitaba a vivir, como escribió Gonçal Castelló, quien le trató en la Cárcel Modelo de Valencia hasta ese mismo día. Certero pronóstico el de Martínez Barrio, pero aún se quedó corto. Han pasado más de setenta años desde aquella conversación, y en la España de hoy el caudal de ideas, valores y tradiciones organizativas del republicanismo histórico, ha dejado de ser un referente operativo.13 Para muchos, la República es sobre todo un horizonte moral en el que preservar y defender un patrimonio de virtudes cívicas. Unas virtudes liberales, democráticas, españolas en su sentido político y cultural, y muy ligadas a la tarea pedagógica. Unas virtudes que se encarnaron de manera ejemplar en Juan Peset Aleixandre y que su memoria ayuda a preservar y promover.
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Los encuentros tuvieron lugar entre los días 27 y 29 de abril de 2009. Mariano Gómez, Jornadas republicanas de Valencia (Historia de dos días), Buenos Aires, Publicaciones del Patronato Hispano-Argentino de Cultura, 1942. Pascual Marzal, Una historia sin justicia. Cátedra, política y magistratura en la vida de Mariano Gómez, Valencia, Universidad de Valencia, 2009. El maltrecho original del proceso fue restaurado por la Universidad de Valencia, ocupándose del trabajo Luciano Pardo, muy competente técnico. Del proceso se hicieron dos ediciones separadas, en catalán y castellano, Procés a Joan Peset Aleixandre/Proceso a Juan Peset Aleixandre, València, Universitat de València, 2001. Con posterioridad se han publicado otros trabajos: Salvador Albiñana, «El proceso a Juan Peset Aleixandre», en AA.VV., Aulas y Saberes. VI Congreso Internacional de Universidades Hispánicas, Valencia, Universidad de Valencia, 2003, pp. 87-121, y María Fernanda Mancebo y Marc Baldó, «Juan Peset Aleixandre. Científico,
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político, ciudadano», en Ángeles Egido (ed.), Republicanos en la memoria. Azaña y los suyos, Madrid, Eneida, 2006, pp. 199-210. Las referencias que hago en este artículo a diferentes testimonios del proceso pueden verse en la citada edición facsimilar. Para la realización del mural, el Colegio contó con la colaboración del Rectorado y del Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Valencia. El Decanato de la Facultad de Medicina invocó su escasez presupuestaria y no pudo atender la discreta ayuda solicitada. Santos Juliá, Vida y tiempo de Manuel Azaña, 1880-1940, Madrid, Taurus, 2008. Manuel Azaña, Obras completas. vol. III, abril de 19321-septiembre de 1932, edición de Santos Juliá, Madrid, Ministerio de la Presidencia-Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, p. 598. Joaquín Álvarez Pastor (1885-1950), miembro de Izquierda Republicana, era catedrático de Filosofía. Falleció en México, donde se exilió tras la guerra civil. En el proceso, Moreu hizo responsable a Peset «de muchos de los desmanes y atropellos acaecidos en esta capital por su negación reiterada a prestar ayuda a personas sañudamente perseguidas por las hordas rojas». La acusación guarda relación con un hecho por el que Peset fue injustamente incriminado: no haber evitado el asesinato de dos familiares de Juan José López Ibor. Para facilitar la lectura de las cuatro declaraciones las transcribí en el apéndice de mi trabajo «El proceso a Juan Peset Aleixandre», op. cit., pp. 112-121. Pedro Laín Entralgo, «Juan Peset Aleixandre (1886-1941)», Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre, tomo I, Valencia, Universidad de Valencia, 1982, p. XXVI. Del mismo, Descargo de conciencia (1930-1960), Barcelona, Barral, 1976. Familia Lassala. Guerra civil española, 1936-1939; se trata de unas breves memorias mecanografiadas cuya lectura debo agradecer a María Isabel Lassala González. La referencia a su domicilio y a su vehículo la debo a la generosidad de su hijo, Juan Peset Llorca. Miguel de Unamuno, El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas, estudio y notas de Carlos Feal, Madrid, Alianza Editorial, 1991. Estellés, Ofici permanent a la memoria Francesc Pérez Moragón, «Joan Peset: notícia biogràfica», Vicent Andrés Estellés de Joan B. Peset, que fou afusellat a Paterna el 24 de maig de 1941, 1941, Valencia, 3 i 4, 1979. Manuel Azaña, Obras Completas, vol. 6, julio de 1936-agosto de 1940, 1940, edición de Santos Juliá, Madrid, Ministerio de la Presidencia-Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, p. 422. Ángel Duarte, El otoño de un ideal. El republicanismo histórico español y su declive en el exilio de 1939, Madrid, Alianza, 2009.
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