Resistencias, proyecto pedagógico y rol docente, en la llegada de las TIC al aula. Investigación: cómo las relaciones simétricas generan problemas de

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Resistencias, proyecto pedagógico y rol docente, en la llegada de las TIC al aula. Investigación: cómo las relaciones simétricas generan problemas de aprendizaje. Resolver ecuaciones jugando. Jardines de infantes organizan olimpiadas matemáticas.

Adultos se buscan...

“LA SIMETRÍA PRODUCE PROBLEMAS DE APRENDIZAJE”

| Saberes | SEPTIEMBRE DE 2010

La apatía por el estudio y por el conocimiento en general; la escasa tolerancia a la frustración como contracara de la hiperexigencia y la permeabilidad a la violencia son, para la investigadora Claudia Messing, consecuencia de que los adultos de esta generación se ubiquen en una posición de paridad respecto de los niños y adolescentes actuales. Recuperar la autoridad y una comunicación respetuosa, el camino señalado.

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EN UNA ENCUESTA realizada a una muestra de 764 jóvenes de entre 17 y 27 años de diversas ciudades del país, el 63% reconoció desmotivación, desinterés e incluso fobia al aprendizaje (“Cuando me siento a estudiar me distraigo demasiado, me aburro o me duermo”; “Me bloqueo frente al estudio. No logro concentrarme”; “Si algo me interesa no logro sostenerlo en el tiempo”). Más del 88% se identificó con uno o más síntomas de hiperexigencia e intolerancia a la frustración: (“Siento que no puedo fallar, que no me puede ir mal, que no me puedo equivocar”; “Si me equivoco o me va mal, me enojo o desmoralizo demasiado”; “Tengo que elegir una carrera que me asegure el éxito”). Y el 40% dijo sentirse desconectado emocionalmente (“A veces me siento desconectado y desinteresado de todo”; “Muchas veces necesito experimentar emociones intensas a través del alcohol o la velocidad”). La principal hipótesis para explicar las respuestas obtenidas en el estudio dirigido por Claudia Messing, psicóloga y socióloga de la UBA, directora de la Escuela de Post-Grado en Orientación Vocacional y Terapia Vincular-Familiar y especialista en la clínica e investigación de los vínculos familiares, se centra en el concepto de simetría: “Los niños y jóvenes actuales se identifican con el adulto, con su lugar y con sus historias, colocándose desde muy pequeños en una posición de paridad, de autosuficiencia, saber y poder, que los deja solos, sin apoyos internos, como pares o por encima de los propios adultos”. Para confirmar su presunción, Messing utilizó el test del árbol, que permite proyectar los sentimientos sobre la propia personalidad: “Casi el 80% de los chicos dibujó árboles añosos, viejos, muy marcados, en el borde superior de la hoja: no había nada por encima de ellos”.

SABERES... QUE SE INVESTIGAN

intolerancia a la frustración y temor al fracaso, desmotivación, desinterés y apatía ante el mundo del afuera, fragilidad y falta de consistencia en sus intereses vocacionales, desconexión emocional de sí mismos y del mundo exterior, conductas fóbicas en el estudio y ante el compromiso con una carrera o profesión, fuertes dificultades de aprendizaje, deterioro del pensamiento abstracto y simbólico –todo se toma a nivel literal–, contagio emocional, impulsividad y violencia, marginalidad y abandono de los estudios superiores, entre otras cuestiones”.

Basándose en su trabajo con grupos familiares y de jóvenes, la especialista descubrió que este tipo de conflictividad emocional se acentúa en aquellos adolescentes que carecen de padres posicionados como tales; esto es, que se exceden en confidencias y explicaciones, no ponen límites, se apoyan emocionalmente en sus propios hijos desde edades cada vez más tempranas, buscan la aprobación en sus decisiones y establecen vínculos de gran confusión e indiscriminación. Esas mismas dificultades se trasladan a los docentes y profesores que reproducen dentro del aula la imposibilidad de constituirse como una figura de autoridad y contención. En su reciente libro Simetría entre padres e hijos. Efectos de la mimetización inconsciente con los adultos a nivel emocional, educativo, vocacional y social (Editorial Noveduc), donde refleja ésta y otras investigaciones desarrolladas a partir de sus prácticas clínicas, la autora aborda este fenómeno, al que interpreta como “uno de los mayores problemas” de la educación actual por su “carácter estructural, involuntario e inconsciente” y por ser causa de variadas consecuencias: “La simetría transmitida inconsciente e involuntariamente por los adultos genera en niños, adolescentes y jóvenes hiperexigencia,

Lo complejo de la problemática radica en que, según las investigaciones de Messing, la simetría afecta, en mayor o menor medida, a varias franjas etarias y no sólo a los niños y jóvenes del siglo XXI. Dentro de este nuevo modelo de crianza se contabilizan personas de hasta 40 años, “los hijos de los que fueron jóvenes en el Mayo Francés (1968) y del Cordobazo (1969)”, sucesos políticos trascendentes que repercutieron en “la transformación de los vínculos familiares y la liberalización de las costumbres”, así como marcaron a fuego “el pasaje de la sociedad disciplinaria, fordista, industrial, a las sociedades post-industriales, flexibles y globalizadas del mundo actual”. El trabajo de Messing destaca: “Ya sea por el cuestionamiento al modelo autoritario o por mandatos de autosuficiencia que se arrastran de generaciones anteriores, por las pérdidas tempranas o las secuelas de corte traumático que significó la inmigración, los padres de esta generación se ubicaron respecto de sus propios padres en una posición de paridad, quebrando el modelo de autoridad anterior. Esto se transmite de manera inconsciente a las generaciones actuales de una manera masiva, involuntaria y generalizada. Los hijos se mimetizan e identifican desde la infancia con la falta de apoyo de sus padres y la autosuficiencia, ubicándose interiormente como ‘adultos’ en una posición imaginaria de poder y saber, aunque en la realidad sean totalmente dependientes y sus vínculos no sean en absoluto conflictivos”. La hipótesis que se desarrolla en su libro parte de la práctica clínica como orientadora vocacional y terapeuta familiar y de investigaciones propias realizadas entre fines de los ’90 y los primeros años del siglo XXI. Un estudio de 2002, entre 154 jóvenes de clase media de 84 familias atendidas terapéuticamente, demostró que en el 76% de las familias el vínculo entre padres e hijos era el enfrentamiento de igual a igual, mientras que el perfil de hijos autoritarios dentro del hogar superaba el 14%. Al año siguiente, otro relevamiento, exclusivamente acotado al campo vocacional, y entre

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Hijos de ahora y de antes

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La simetría inconsciente, estructural e involuntaria genera comportamientos de los hijos como si tuvieran “la misma forma, tamaño y posición” que sus padres –“como si fueran las partes de un todo”– y provoca multiplicidad de problemáticas en el plano educativo.

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158 consultas, arrojó que el porcentaje de hijos autoritarios se había elevado al 27%. “Estos rasgos de simetría, autoritarismo e indiferenciación no registrados por los hijos –y en muchos casos ni siquiera por los mismos padres– provocaba y todavía provoca que los jóvenes vivan con gran naturalidad la desubicación en sus hogares, disponiendo de los adultos o de los recursos familiares como si fuesen propios, a la vez que conservan una valoración altamente positiva de sus familias”, sostiene la experta. Si bien estos datos provienen de la práctica clínica con sectores sociales de niveles económicos medios y medio/altos, Messing afirma que la simetría resulta un fenómeno que afecta a todas las capas: “Esta problemática, sumada a la alta vulnerabilidad social, constituye un cóctel explosivo para la subjetividad de los chicos”. La simetría inconsciente, estructural e involuntaria genera comportamientos de los hijos como si tuvieran “la misma forma, tamaño y posición” que sus padres –“como si fueran las partes de un todo”– y provoca multiplicidad de problemáticas en el plano educativo. “Al posicionarse como adultos y exigirse ‘saber’, los jóvenes se ubican en una situación de omnipotencia en la que está ausente la idea de proceso de aprendizaje y por la cual se sienten terriblemente exigidos a no fallar y a no equivocarse. Ese miedo al fracaso los paraliza en la mayoría de sus proyectos personales. En el mismo sentido, estudiar se convierte más en una obligación derivada de las presiones del medio que en una verdadera motivación hacia el conocimiento. La idea de abordar una carrera les despierta fuertes sensaciones de encierro, agobio o aburrimiento. Así, tampoco logran avanzar en sus estudios y consultan pensando que se equivocaron de carrera, cuando en realidad no logran organizar un método de estudio y aprendizaje medianamente eficaz”, analiza Messing. Apoyándose en anteriores estudios de Elida de Gueventer (Historia para el futuro. Jóvenes en los últimos 25 años), la investigadora agrega que “la falta de límites y jerarquías internalizadas dentro de la familia se traduce en un deterioro de sus funciones lógicas”. “Esto impide o dificulta la comprensión y manejo de las categorías abstractas: las fallas en ese pensamiento

lógico-abstracto derivan en el desinterés por las ciencias básicas y las ingenierías y las dificultades en el sostenimiento de los estudios universitarios en general (pensemos que sólo se recibe el 20% de todos los ingresantes en el sistema terciario, universitario, privado y público). Por eso es el vuelco hacia profesiones más prácticas y concretas, como hotelería, gastronomía, turismo, más ligadas al desarrollo de lo visual como todos los diseños, carreras de producción de radio, TV, entre otras”, argumenta. Desconexión emocional

Este fenómeno, por supuesto, también repercute en el costado emocional y de vinculación social de los adolescentes. No sin antes advertir sobre la pérdida del poder socializante de los padres sobre los hijos, a expensas del mercado de consumo y de los medios masivos de comunicación, la experta continúa: “Al llegar a la adolescencia, los chicos buscan separarse de los padres a través de la distancia, la confrontación y la desconexión emocional como mecanismos protectores frente a la amenaza de los impulsos propios de esta etapa. Pero si no encuentran buenas barreras de contención y diferenciación por parte de los padres redoblan entonces la apuesta instalando definitivamente estos mecanismos de defensa que debían ser sólo transitorios”. “Entonces –argumenta–, la desconexión, la apatía, la distancia emocional, la confrontación de igual a igual, la falta de respeto, la descalificación, y la violencia en el vínculo con sus padres, termina por instalarse dentro de sí mismos y por extenderse y reproducirse en el mundo del afuera”. “Por otro lado, al perder las palabras su dimensión metafórica y ser tomadas en forma literal, como si fueran cosas, pueden despertar reacciones de violencia. Un chico puede fragilizarse y violentarse ante los comentarios de padres, profesores, compañeros y amigos. La simetría produce además una visión distorsionada de la realidad donde sólo vale la propia percepción. Si a esto agregamos el contagio emocional de cualquier estímulo externo sin posibilidad de registro, podemos entender mejor las reacciones violentas que se pueden observar entre la juventud”.

Ahora bien, ¿qué herramientas puede desplegar el adulto, en este caso el docente, para atemperar la simetría que padecen sus estudiantes? Responde Messing: “En primer lugar, interiorizarse sobre la profundidad de la transformación que se ha operado a nivel psíquico. Estas investigaciones recién han tomado estado público y todavía no se conocen a nivel oficial. La mayoría de los adultos reconoce el nuevo perfil del adolescente, pero no alcanza a determinar la raíz de la cuestión. La transmisión inconsciente de la simetría es el punto neurálgico y hasta ahora desconocido de la situación. Pero todavía no se trabaja en las escuelas desde esta perspectiva. En segundo lugar, el padre, maestro o profesor debe reconocer sus propios aspectos simétricos y trabajar sobre ellos, que son aquellas situaciones donde el adulto se pone de igual a igual con los jóvenes, sin poder aceptar y entender las diferencias, reproduciendo en general vínculos anteriores. Existen por lo menos tres generaciones implicadas en esta situación. Por último, la herramienta más importante para ayudar a los jóvenes a salir de la simetría en estos tiempos de desconexión emocional total es el ejercicio por parte de los adultos del respeto en la comunicación. La simetría produce una gran dificultad de diferenciación entre yo y el otro, no se registra al otro como alguien diferente. Por eso, es a través de la comunicación cotidiana que podemos lograr que se produzca nuevamente ese registro y esa diferenciación absolutamente necesaria para la vida en sociedad. El respeto mutuo abre vías y caminos de acercamiento”. Ante los jóvenes que se muestran inaccesibles e infranqueables al diálogo, en especial con los adultos, la experta considera vital profundizar este aspecto: “El principal límite que el adulto tiene que aprender a ejercer es no permitir el maltrato en la comunicación y a la vez aprender a poner en palabras lo que está sucediendo a nivel emocional. Si el docente o maestro encuentra desconectado al chico, no debe insistir en entablar una conversación con él, sino en mostrar la desconexión y la inaccesibilidad, dejar el problema en el campo del otro. De nada sirve insistir en hablar con una persona que no quiere o agrede al hacerlo. Es necesario retirarse, pero siempre mostrando cómo se ha producido el corte en la comunicación, dejándole

en claro que no avala o avalará un contexto de violencia o maltrato en la comunicación. Ese, sin dudas, resulta el primer paso en la construcción de una voz de autoridad adulta: es el mayor el que demuestra estar manejando las condiciones en que se establecerá ese diálogo. La discusión como si fueran pares no provoca otra cosa que profundizar la simetría entre ambos”. En estas situaciones el adulto suele contagiarse del enojo del joven y responde simétricamente armando por lo general una escalada de violencia. Por otra parte, existen otras estrategias discursivas a las que deben echar mano los mayores para atraer la atención de los jóvenes. “Conmover. El maestro debe conmover a su aula. Movilizarlo y hacerlo reaccionar. Demostrar y comunicar también sus sentimientos y emociones. Plantearles inquietudes y actitudes. Apelarlos continuamente. Invitarlos a la reflexión e introspección de sus propios actos porque la simetría, que es un estado de completud imaginaria, de no cuestionamiento interior, deteriora profundamente la capacidad de autointerrogación e introspección. Los chicos actuales son cada vez menos reflexivos y tienden a volcar frustraciones y problemáticas en el contexto que los rodea sin poder analizar su responsabilidad”, destaca Messing, quien también resalta el papel de contención que finalmente debe jugar cualquier adulto de trato cotidiano con menores. “El adolescente tiene que recuperar su espacio de hijo, sentirse contenido, saber que puede apoyarse en esa figura paterna o de autoridad para proyectarse y dejar de lado la autosuficiencia imaginaria que lo deja profundamente solo. ¿Quién no quiere ser bien contenido? Cuando los chicos encuentran eco en el adulto, cuando hallan respuestas y una voz de autoridad con la que pueden dialogar dentro de un marco democrático en el que existen roles diferenciados, se calman y se muestran abiertos al diálogo y la comunicación”. Así, el aprendizaje de la comunicación respetuosa y conectada emocionalmente con el adulto permite flexibilizar la simetría, la omnipotencia y la hiperexigencia de creer que se debe poder todo solo, en tanto hay un adulto que puede con él. Más información sobre simetría:

www.abordajedelasimetria.org

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