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Resumen: Donde estas Constanza José Luis Rosasco www.unbuenresumen.blogspot.com 06/08/2013
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Llegan a la casa de enfrente En aquellos años Ñuñoa era el Barrio Alto, las casa se distanciaban bastante entre ellas y sus habitantes estaban orgullosos de vivir allá. Por esto, la llegada de los Glicker en carreta al barrio, escandalizó a muchos por las forma y lo estruendoso, ya que la carreta no tenía ruedas de goma y los aros de metal parecían triturar el pavimento. - ¡Miren, miren! exclamó la pequeña Alicia - ahí vienen los arrendatarios de la casa de doña Elvira. La abuela se acercó y lo que vio, la hizo fruncir el ceño. -Es una familia con niños ¡gente chica! ¡Mira! ven a verlos Alex- insistió Alicia. Alex y Luis se asomaron. La familia venía sobre la carreta, un hombre gordo y moreno, "nortino o roteque" pensó la abuela, manejaba el vehículo mientras una señora rubia y entrada en carnes, descansaba recostada en una cama. Un niño colorín de la edad de Alicia, saltaba sobre las frazadas. Una muchacha de unos 15 años, muy curvilínea, llamó la atención de Luis, pero Alex se fijó en una niña de unos 12 sentada con un vestido largo y su abanico, de rostro blanco y lindo. Esa chica era Constanza Glicker. -Procede que le demos una manita para bajar las cosas- dijo Luis y la abuela no se pudo negar, porque eso era de caballeros. Alex y Luis se encaminaron a la carreta. - Que tal muchachos- dijo el Sr. Glicker- Tú Rucia, tú Constanza, pasa los bultos a estos buenos vecinos y los dejan en la vereda. Alex subió a la carreta para ayudar a correr los muebles, se encontraba junto a Constanza quien los miró con gratitud. Él la observaba y le llamaba la atención su ropa, sus ojos ¿De qué color eran exactamente? Algo no cuadraba, este hombre vulgar, la señora hermosa y elegante, la Rucia demasiada maquillada, el colorín y Constanza, la extraña y bonita niña que al principio le parecía de ojos verdes, pero que ahora se tornaban de un azul oscuro , le hizo recordar un poema. "Fundaría un país a la orilla de tus ojos cambiantes como el mar"
Hay un Glicker que no es un Glicker Ese día Alicia entró a la casa de los nuevos vecinos. La casa le era conocida, pues su abuela era muy amiga de la Sra. Elvira y varias veces los había visitado. Encontró a la familia en el patio trasero y al colorín sobre un cerro de arena que había quedado esperando el cemento para terminar la casa de la apretada situación de la señora Elvira, que la había obligado a arrendar la casa en construcción, y así poder juntar el dinero para terminarla. A través de una amiga la Sra. Elvira dio con los Glicker, a los que no les importaba que la casa estuviera a medio terminar, y su apellido alemán era una garantía de seriedad para la Sra. Elvira.
La Sra. Elvira, al conocer al Sr. Glicker se dio cuenta que era más chileno que el mote con huesillo, pero la Sra. Glicker sí que era alemana, y de Valdivia, lo que le parecía perfecto. -¡Hola!- exclamó Constanza -Yo vivo al frente- dijo Alicia - Calza con el colorín- interrumpió la Rucia - ¡colorín! El colorín la quedó mirando, pensó que esa niña le podía servir en un secreto propósito. Corrió hacia la puerta y desde allá llamó a Alicia. - Ven, vamos afuera Alicia se acercó - Dime ¿están haciendo casas aquí? - Si, en la plaza Sucre ¿porque?- respondió Alicia - Para buscar finuras -¿Qué son las finuras? - Es lo que encontraremos en las construcciones, te van a gustar y después las esconderemos en el cerro de arena. Alicia y el colorín caminaron a la plaza. En el camino el colorín le contó a Alicia que sus padres no estaban casados, ellos preferían el apellido Glicker, pues era alemán y más bonito. Llegaron a una casa en construcción. -En esta casa veremos si encontramos finuras - dijo el colorín.
En el Rialto El Rialto es un cine que estaba ubicado en Ñuñoa, en Av. Pedro de Valdivia con Irarrázaval. Era común encontrar a muchos jóvenes en horario de clases. Emitían 3 películas rotativas al día, pero el viernes era llamado "populares", por que pasaban 5 películas. Había una dulcería que tenía solo 2 productos: alfajores y camotes. Los baños de hombres y mujeres estaban separados por una pared de cartón llena de agujeros y el olor salía hasta la sala de cine, el cual se mezclaba con el humo de cigarro. Era común que llegara gente de otros sectores al Rialto y la cosa a veces se ponía brava, pues los ñuñoínos tampoco se dejaban amilanar por los forasteros. Era muy conocida la niña del almacén llamado Paola, hija de don Giovanni, la que era dueña de un par de senos más hemisféricos a la redonda. Le decían la Pupa y se contaban de ella muchas historias pecaminosas. Su temprana sensualidad la obligó a dejar el colegio y era común ver a jóvenes que pasaban por fuera del almacén cantando: “Tengo una vaca lechera no es una vaca cualquiera me da leche macanuda !ay que Pupa tan tetuda tilín, tolón!
La Pupa no se perdía los viernes "populares" y ese día asistía con la Rucia Glicker y Luis Corsaglia, quien, aunque era un buen alumno, se dio la licencia de una cimarra en el Rialto. La Rucia lo reconoció y se detuvo a conversar. -Hola, buen vecino ¿No la conoces?, es del almacén de la esquina- indicando a la Pupa. - Si, la conozco - dijo Luis. -¡Vaya, si seré tonta!- exclamó la Rucia. Se acercó un joven moreno y alto, al que la Rucia saludo con un fuerte abrazo y lo presentó. - Es mi primo Danny Sandoval, es el primo más bueno y fiel. - Busquemos cuatro butacas antes que termine el intermedio- dijo Danny Luis fue a comprar camote y cuando volvió le habían reservado un asiento entre la Pupa y la Rucia y al lado de ella, Danny Sandoval. -Uy, uy, me muero de miedo, por favor tómenme de la mano- dijo la Rucia. Luis cogió la mano que le ofrecía la Rucia y vio que el primo Danny hacia lo mismo por su parte.
Antes del camino El colegio de Alex quedaba a dos cuadras de la plaza Pedro de Valdivia y su profesor jefe era el padre Delay, el que tenía mucha afición por los deportes. Como el colegio carecía de canchas, los deportes los realizaba en el estadio Country Club, pero en el camino algunos se perdían desviándose o escondiéndose en callejones para encender algunos, por primera vez, cigarrillos, cosa que el padre detestaba, pues la marca Jockey Club era la más popular, pero de pésima calidad, por esto el padre fumaba secretamente cigarros importados y no entendía el fanatismo de los muchachos por esta marca, y menos que fumaran antes de gimnasia. Alex y Jaime Pino se pasaban a buscar para ir al colegio, siempre tenían muchas cosas que conversar, más que nada Jaime quien le hablaba de su prima que se le metía en la cama un ratito en las noches. La muchacha se llamaba Graciela y es hija de un juez que es hermano del padre de Jaime. El juez sería trasladado a Santiago y Graciela viajó antes para que no cambiara de colegio a mitad de año, pero según las malas lenguas, Graciela había tenido amoríos con un joven procurador judicial casado. Para Alex y Jaime, el tema de las mujeres no era importante en las conversaciones hasta ahora. El tío Cesar, hermano mayor de la madre de Alex, representaba la imagen paterna, pues el padre de Alex había muerto cuando él tenía 9 años. El tío Cesar había sido marino y periodista del diario La Hora, pero desde los 40 años que no trabajó nunca más un peso a nadie y se dedicó por completo a la bohemia culta y picarona. Le gustaban las mujeres y ellas gustaban de él. Para la abuela, el tío Cesar no era
una buena influencia para los niños, pero la Sra. Corsiglia consideraba buenos los aires y voces que éste traía del exterior. Alex tenía más confianza con el tío Cesar que con Luis. Jugaban ajedrez y conversaban de mujeres. -¿Y qué es de la Pupa?- Preguntaba el tío Cesar. - Ahí está, se hizo amiga de una de las Glicker que son unas niñas muy bonitas que llegaron al frente, a la casa de doña Elvira- Contesta Alex. - Glicker, suena a alemán. A ver Alex, mírame a los ojos. Vaya, te gusta una ¿verdad? - Si tío, me gusta la menor, es muy linda, pero no es eso en ella lo que ... como decirle... - ¿Lo inquietante, quieres decir? - Si, eso podría ser - Creo que te estas enamorando por primera vez ¿y no le has dicho nada? - No me atrevo, es que solo la he visto algunas veces. - Creo que es amor a primera vista. - Quizá, pero no me atrevo a declararme. -¿Declararse? Te hago una apuesta. Tómale la mano a la chiquilla - ¿En qué momento? - Tú vas a saber cuando -¿Y si no resulta? - Eso no va a ocurrir.
Dos conversaciones Jaime Pino le cuenta a Alex, camino al colegio, sobre el libro que está leyendo, pero Alex no le toma mucho atención y le habla de Constanza. - Conocí a una chiquilla ...- le cuenta Alex - Me gustaría conocerla - Mira, hay una fiesta en la casa de mi niña - al pronunciar "mi", Alex sintió algo raro dentro de él - tu y Graciela pueden venir, yo le avisaré a Luis. -¿Qué tiene que ver tu hermano Luis con esto? - Luis anda detrás de la hermana de mi niña, y es ella quien lo invitó. -Bueno, pero a mí no me gusta caer de paracaidista, creo que iremos con Graciela ¿cómo es que se llama? - Se llama Constanza. -Constanza, nombre antiguo, no viejo, solo antiguo ¿y cómo es?
- Es re-linda, de pelo negro. Hey, hoy nos toca gimnasia, podríamos escondernos en el bosquecillo y seguir conversando de las chiquillas. -¿Trajiste cigarrillos? Alex sacó una cajetilla de Lucky Club y entraron al colegio. En la tarde la abuela de Alex conversa con la Sra. Corsiglia sobre los reclamos de los vecinos contra Alicia y el colorín, por que sacan las baldosas de las casa en construcción. - A ver Luis, Alex - dijo la Sra. Corsiglia. ¿Dónde está Alicia?, díganle que venga inmediatamente. - Te dije que los Glicker no son buena gente- apremió la abuela- te digo que están pidiendo fiado en el almacén. -De seguro pagarán a fin de mes mamá. - Ya veremos, pero también me dijeron que piden fiado en la botillería ¿no es como mucho? Además nunca lo veo salir a trabajar, y cuando sale y regresa, viene de lado a lado por la vereda. - No podemos meternos. - Podemos, además esas niñas no van al colegio y no esperes que Luis llegue con buenas notas, pues se lo pasa pendiente de esa rubia pintarrajeada, y Alex de la mosquita muerta, que son las peores. En ese momento entró Alicia. - Ven, háblame de las baldosas que están sacando de las casas - le dijo cariñosamente la Sra. Corsiglia. - La finuras - corrige Alicia- las coleccionamos y siempre encontramos unas más lindas, son tesoros. - Bueno, pero a los dueños de las finuras les parece que han sacado bastantes, de modo que tú y tu amiguito tendrán que entretenerse en otra cosa. - Pero él no querrá jugar conmigo. - Puedes invitarlo a jugar contigo aquí. - Los niños no juegan con muñecas mamá. - Pero las niñas si, y tú eres una niñita.
En la fiesta Alex llegó a la fiesta de los Glicker junto a Jaime y Graciela, en el preciso momento en que la Sra. Glicker interpretaba una canción de Carmina Burana. - Vaya fiestecita a la que nos trajiste - dijo Jaime - ¡hay una vieja adentro que parece que está cantando una misa! En ese momento se asomó Constanza. - Oye - dijo Jaime _ ¿Por qué no nos dijiste que la cosa era con disfraz?
La tenida de Constanza merecía el comentario. -No es de disfraces - informó Alex- ¡Ella se viste casi siempre así! El "ella" le indicó a Jaime que era la muchacha de la que le había hablado Alex. - Es un vestido muy raro- dijo Graciela- pero hay que tener personalidad para ponerse algo así. La Sra. Glicker los saludó con un movimiento de cabeza sin dejar de cantar, mientras Constanza los acompañaba al patio, donde el Sr Glicker aliñaba un asado junto a dos amigos con sendos vasos de vino en la mano. En un sofá, Luis, la Rucia y su primo Danny Sandoval, escuchan el canto de la Sra. Glicker. La Pupa y el Gasfíter mientras tanto, picaban un plato de aceitunas en la cocina. La señora Glicker terminó de cantar y todos los invitados se reunieron en el patio. Jaime y Graciela se sentían en corral ajeno y no hablaban. En eso el Sr. Glicker se puso a discutir con el padre de Danny Sandoval, por algo de una pilastra y que le afectaba en "la cosa de las platas", pero Alex no entendía de qué se trataba. - Basta querido - dijo con suavidad la Sra. Glicker. - Ya pues compadre, échele tinto y dejemos la pelea para otro día, que hoy día mi mujer está de cumpleaños y no vamos a embromarle la fiesta. Todos comenzaron a aplaudir y se acercaron a saludar a la Sra. Glicker. Alex fue el último y la Sra. Glicker le pidió que subiera a avisarle a Constanza que el asado estaba listo. Alex subió y llegó a la pieza que Constanza compartía con el colorín. El cuarto tenía algunos muebles y muchos libros. Constanza estaba sentada sobre un baúl frente a la ventana. - Tu mamá dice que bajes, está listo el asado - Pasa Alex - invitó Constanza. - Hay muchos libros aquí - comentó Alex - Me gusta mucho leer. La muchacha se acercó y quedaron mirándose a los ojos. - ¿Tú sabes que tus ojos cambian de color? - Claro que lo sé. - Están azules ahora. - Acércate más, así. Dime ¿te gustan más azules o verdes? - Me gustan tus ojos como quiera que los tengas y me gusta tu pelo, tus rizos.... tu voz ronca, tu piel blanca, y tus vestidos. - Gracias - dijo Constanza y le dio un beso en la mejilla. Alex escuchaba sus propios latidos y dijo jadeante: - Eres de mi misma altura.
- Ando con tacos- y tomándole la mano, Constanza lo guió a la escalera. Alex recordó a su tío Cesar y bajando la escalera, se lamentaba no haberla besado. En el patio los invitados se servían sus trozos de carne en una mesa de tablones. Constanza sirvió a Alex y Graciela a Jaime. - ¿Sabes una cosa?- le dijo Jaime a Alex- el asunto no se presenta tan mal aquí. Salud. Luego de comer, Jaime propuso que los jóvenes se retiraran a un cuarto, para escuchar música y bailar. A la Rucia le encantó la idea y llevó algunos discos de Elvis Presley. En el salón bailaban Graciela con Jaime, y la Rucia turnándose con Luis y el Primo Danny. Alex no se animaba a sacar a bailar a Constanza, pero veía que ella se aburría y decidió conversarle algo. - Constanza cuéntame ¿qué es la "pilastra"? - Es un local donde venden carnes y pollo. Mi tío tiene uno y a veces lo comparte con papá, ya escuchaste la discusión y hace tiempo que mi papá no entra en el negocioagregó en un tono triste y desganado. - ¿Quieres bailar?- pregunto Alex. - Me gustaría, sí, pero aquí no. Hay un lugar al que me gustaría ir, se llama "La Châteline", es un restaurant que tiene algo de castillo y mesas con candelabros. Alex recordó que veía ese restaurant todos los días al pasar por la Plaza de Valdivia rumbo al colegio. - Podemos ir el sábado - dijo Alex pensando en que el viernes vería al tío Cesar y le pediría dinero. -Gracias - dijo Constanza - ¡Qué bueno eres!, voy a llevar un libro. - Ha, ya - otra rareza de Constanza pensó Alex. En eso entró la Pupa con el Gásfiter quien venía borracho. La Pupa lo empujó al sillón y el Gásfiter comenzó a reír. - ¡Cállate, por favor! - le pidió la Pupa. Alex sintió vergüenza y trató de alivianar la tensión. - ¡Que divertido!- dijo - ¡No es divertido!- dijo Constanza- siempre es así en estas reuniones, no me gustan, pero estoy contenta porque vamos a ir a " La Châteline" y se retiró a su cuarto.
La Sra. Corsiglia reflexiona La Sra. Corsiglia se encuentra reclinada en el sofá; volvió temprano de su oficina en el ministerio, desde hace unos días, se sentía nerviosa. Desde que enviudó sabía que vendrían tiempos complicados, en especial al momento de la adolescencia de sus hijos. Se sentía sola y con temor a enfrentar cualquier problema que alterara su placida vida.
Luis ya no traía excelentes notas y buscaba el aislamiento colocando una coraza que impedía la comunicación. Alex estaba cambiando, ya no le comunicaba sus sueños, sus fantasías, se lo pasaba donde Jaime o al frente. ¡Oh esos Glicker! Luis parecía sufrir y Alex estaba echando un velo sobre sus pensamientos, y la abuela no ayudaba con sus comentarios contra los Glicker, aunque había que admitir que con sus fundamentos. Días atrás, la Sra. Elvira los había visitado y estaba muy apenada, ya que los Glicker no le habían cancelado un peso del arriendo. - ¿Cómo me pude equivocar tanto?- comenta Elvira - no me queda otra que demandarlos para que dejen la casa. - Lo antes que los demandes, mejor- acotó la abuela - siempre comen carne y le deben a todo el mundo. - Tal vez mi hermano Cesar pueda ayudarla, tiene amigos abogados- dijo la Sra. Corsiglia. - ¡Como se te ocurre! - Saltó la abuela- No, no Elvirita, ponga un abogado que los corra lo antes posible. - La Sra. Corsiglia no dijo nada y se retiró, pero iría a convencer a Cesar para pedirle que hablara con los muchachos, él es un hombre de mundo y a él sí lo escucharán.
Una historia Mientras el tío Cesar juega ajedrez con Alex, Alicia le pide que le cuente una historia de cuando era marino. - Ya pues tío, déjese de jugar a esa lata y cuéntenos una historia. - Ándate a jugar con tus muñecas- dijo Luis - Un momento - dijo el tío Cesar - ¿les gustaría que les contara una historia romántica? - Claro, una historia romántica en el mar - dijo Alicia. - Es romántica en la tierra, ustedes saben que he tenido muchos amores por el mundo dijo orgulloso el tío Cesar - no se me ha escapado ninguna raza. - Y ¿por qué no se casó, tío? - pregúntale a Alicia. - Bueno, es que pensé en lo que dice el cura: es que una pareja estará junta hasta que la muerte los separe y eso significa que uno asesine al otro.
- Ya tío, hable en serio - apuntó Alicia - Bueno, esto ocurre cuando yo era tan joven como Luis, y ella era también demasiado joven. Fue durante un verano en la playa. Ella y su tía llegaron al hotel justo el día anterior a que yo volviera a Santiago. Ella fue a dar un paseo a la playa, mientras su tía preparaba la habitación. Yo subí a mi dormitorio a buscar la caña de pescar. Me asomé por la ventana y vi a Ilse caminado sin zapatos en la playa. Tome el catalejo y la observé primero de espaldas, tenía el pelo rubio
y cuando se volteó fue tal mi impresión al ver su hermoso rostro que me recosté en una especia de entresueño. Mi madre me fue a buscar para que bajara a cenar. En el comedor había una tarima para los músicos que actuaban los sábados y domingos, e Ilse se subió aquella noche al piano e interpretó a Chopin. Mi madre quedó encantada y fue a felicitarla por su virtuosismo. Me puse muy nervioso, pues mi madre traía a Ilse a nuestra mesa. Mamá dijo delante de Ilse que yo debía visitar a niñas tan bonitas como Ilse y se atrevió a pedirle su dirección de Santiago. La casa de Ilse estaba en Santiago Viejo, y me recibía en un salón con biblioteca y piano de cola. Su tía, que en realidad era la "tante" o institutriz, y siempre nos vigilaba con un rostro hostil. La visitaba 2 veces a la semana, de 4 a 6, y aunque no era muy demostrativa, a mí me quedaba claro su satisfacción a mi presencia, son algunos gestos que no podía pasarme de largo. Luego de tomar té y conversar, Ilse me dejaba en la reja y nos tomábamos cariñosamente de la mano... pero una vez la bese, en la frente, pero para esa época era un gran progreso y fue la única vez que vi sonreír a la "tante" quien nos observaba escondida tras los visillos. Todo iba bien, hasta el cumpleaños de Ilse. Hicieron una fiesta con pocos invitados, entre ellos su prima: Renata. Renata era muy bonita y todos queríamos bailar con ella, pero ella al final solo quería estar conmigo. Fuimos al patio y tomamos 3 vasos de cerveza. Entusiasmado con su belleza y simpatía le pedí su dirección para verla en su propia casa. Renata se retiró y fue directamente al salón, donde habló con Ilse agitadamente. Ilse desapareció y la fiesta terminó: Me fui sin despedirme. - ¿Volviste a ver a Ilse alguna vez?- interrumpió Alex. - No, 2 semanas después fui a su casa pero la empleada dijo que la Srta. Ilse no quería verme. Yo estaba queriendo a esa muchachita, pero por una tentación, después habría de perderlo todo. - ¿Y no te encontraste alguna vez con ella? - quiso saber Alex. - Pues sí, años después - cuenta el tío Cesar - en la playa al subir una escalinata vi un matrimonio con muchos niños que venía bajando. Ella era Ilse, había engordado mucho. Ni siquiera me miró, pero me reconoció, porque después, desde lejos, ella volvió la cabeza un par de veces para verme. -¿Pensaste que fue una suerte no haberte casado con ella? - Si, por que estaba muy gorda.
Antes de "La Châtelaine" Alex se arregla frente al espejo. Usa un terno azul, camisa blanca y la corbata celeste y gris de Luis. Se colocó gomina y revisó su bolsillo, allí llevaba 3 billetes que le regaló el tío Cesar para la ocasión. Al cruzar el pasillo se encuentra con su madre y la abuela, quienes lo interrogan por lo arreglado que esta.
- ¿A dónde vas? - preguntó la abuela. - A "La Châtelaine". - ¿A la qué? - Es un lugar donde van los jóvenes a conversar y bailar - responde Alex. - Este niño va demasiado rápido para su edad - agrega la abuela. Alex se retiró. En frente la Sra. Glicker lo hizo pasar y se sentaron en el salón. - Constanza ya debe estar por bajar - dijo la Sra. - me ha contado que irán a un lugar muy bonito. - Si señora. - Pues Constanza se debe sentir muy halagada En eso, se siente bajar a Constanza, ¡Jesús!, con un enorme libro, pero ¡aquel vestido!, era una especie de marañas de serpentinas de tela delgada. - Ya veo que te pusiste tu traje predilecto - dijo la madre- eso quiere decir que Constanza te tiene en la más alta estima. Alex lamentó que esta fuera la ocasión para que Constanza sacara eso del ropero. Debían tomar un taxi para llegar a "La Châtelaine", y ojalá fuera lo antes posible. - Se ve hermosísima, ¿verdad? - preguntó la Sra. Glicker. Alex asintió: Eso era cierto, y comprobó que Constanza tenía los ojos verde agua. Se colocó una capa que cubrió un poco el vestido, lo que alivio en gran medida a Alex.
En "La Châtelaine" "La Châtelaine", en realidad no era un lugar elegante, pero si tenía un aire señorial por sus oleos y mobiliario, que parecían de muy buena calidad. Tenía 2 comedores, en el centro de ellos una pista de baile, y a un costado un piano. "La Châtelaine" era el lugar predilecto de los jóvenes, quienes con poco dinero podían bailar y beber un rato. Alex y Constanza tomaron un taxi. En esos tiempos no existían los taxímetros, por lo que el taxista cobraba lo que consideraba, pero este al ver el nerviosismo de Alex y la inocente cara de Constanza, era su oportunidad de obtener una exagerada ganancia. Alex encendió un cigarro y el chofer le dijo: - ¿Qué pasa?, me vas a quemar... - Nadie te va a quemar nada - respondió Constanza - a la vez que abría la ventanilla y agregó - tu cenicero esta trancado, échale aceite para otra vez, como sales a trabajar así. -Engallada como todas la yegüitas - espetó el hombre. Alex sintió náuseas y arrojó el cigarrillo por la ventanilla.
- No hagas caso - dijo Constanza - es un mal educado. -¿Quién es el mal educado o escuché mal? - Escuchaste bien - le respondió Constanza - y tú no deberías manejar autos, apenas te da para carretón. El hombre no dijo nada más, así como Alex, quedaron sorprendidos por la entereza de Constanza. Se bajaron en la Plaza Pedro de Valdivia, pagando al chofer más de lo correspondiente, pero no tanto. Caminaron a "La Châtelaine" y dejaron la mantilla de Constanza en la guardarropía y la señorita les indicó que pasaran al bar antes de comer. Constanza pidió una bebida y Alex un gin con gin para calmar los nervios, el que bebió de modo acelerado para pasar al comedor. El gin comenzó a hacer efecto, pues Alex sentía un calorcito que subía hasta sus mejillas. A Constanza le encantaron los candelabros y las velas de las mesitas. El naître tomó el pedido: corvina al vapor y una botella de vino, pero Alex como aperitivo pidió un pisco-sour. Durante la cena, Alex se acabó el vino y estaba muy parlanchín contando anécdotas del colegio. Constanza sonreía, pero no mucho. Constanza le contó que aún no la matriculaban y que ha estado en muchos colegios, porque siempre están cambiando de barrio. - Estoy aburrida - dijo Constanza - Nos podemos ir en cuanto quieras - dijo Alex - Oh, no estoy aburrida aquí, me quedaría aquí toda la noche, es de todo lo demás de lo que estoy aburrida ¿no te pasa que te gustaría fugarte, abandonar la casa y partir, partir indefinidamente? Sus ojos habían adquirido una vivacidad palpitante. - Lo que quiero decir es algo así - y tomando Constanza el libro, leyó un párrafo de los Miserables. Al finalizar, Alex quedó estupefacto, pues no encontraba nada atractivo a aquel párrafo y Constanza lo notó, dejando a un lado el libro. - Escucha - pidió ella - están tocando "Melodía sin cadenas", en muy linda. - Bailemos - dijo Alex. Ella aceptó y se acercó a la pista. Se abrazaron tiernamente, pero Alex se comenzó a sentir mareado y trataba de disimularlo. - Alex - Si Constanza - Yo conozco una casa como la del párrafo - ¿Si? - respondía Alex, mientras pensaba en que había bebido demasiado - Es una casa en un bosque ¿vamos a sentarnos?
Una vez sentados, Constanza le propuso la aventura.
Alrededor de la jaqueca Pasada las 10 de la mañana, Alex sintió un fuerte dolor de cabeza, además de los continuos vómitos durante la noche y la vergüenza que sentía inconscientemente. Esta era su primera "mona" y su memoria estaba en blanco a partir del momento en que salieron de "La Châtelaine". Constanza insistió en que caminaran para que Alex se despejara, pero fue peor. Recordaba la frase que le repetía: "el próximo viernes a las 6 de la tarde en la esquina de Antonio Varas con Irarrázaval", y que ella le abría la puerta, pues Alex no lograba acertar a la cerradura, de ahí los vómitos y la jaqueca. Alguien entró a la habitación y corrió las cortinas, era su hermano Luis quien le exigía que le contara todo lo que había ocurrido. Alex le pidió algo para el dolor de cabeza y luego de una ducha caliente, pudo conversar con Luis. - Parece que algo pasa con los Glicker - dijo Luis - Cuando la abuela no se dio cuenta de mi presencia, le contó a mamá que unos carabineros se habían dejado caer donde los Glicker, con una citación o algo así. - Creo saber de qué se trata - dijo Alex- es por el arriendo. No pagan. Alex bajo y se encontró con su madre, la abuela, Alicia y Janet. -Hola mi niño- dijo su madre- para la otra vez te recomiendo bicarbonato con sal, así no tendrás que ir a cada rato al baño y nosotros podremos dormir y espero que la próxima vez sea muy distante. La abuela solo bajo la mirada. Claramente su madre ya había hablado con ella.
El principio de la aventura Cuando Alex llegó a Antonio Varas, Constanza se encontraba allí usando un impermeable inmenso (seguro de la Sra. Glicker) y llevaba una maleta muy grande, comparada con el bolso de mano que traía Alex. Constanza mostró un poco de decepción al ver el bolsito de Alex, pero no dijo nada. - Al principio no será difícil, pero luego no nos daremos ni cuenta y todo cambiará - dijo ella - si quieres arrepentirte, este es el momento. - ¿Quién se quiere echar para atrás? Yo, no - dijo Alex A Alex le molestó un poco la conversación, porque de súbito recordó su casa y su gente. - ¡Ahí viene el bus a la Reina! - exclamó Constanza. Subieron al bus que venía repleto de obreros que se dirigían a sus casas. El sudor de sus cuerpos emanaba un olor muy desagradable. Alex se sintió mareado y casi se desmaya, aunque el aroma no era el culpable de su malestar, claramente Alex estaba muy nervioso.
Al llegar a Príncipe de Gales, el bus estaba casi vació y al rato Constanza y Alex bajaron en la terminal. Todo era parcelas y campo, pero Constanza sabía el camino y llevando la delantera guió a Alex por un sendero. El aire era muy distinto a la ciudad y se podían ver las luces de los edificios. Al ver la seguridad con que Constanza avanzaba por el sendero, Alex recordó su altiva actitud con el chofer del taxi y reflexionó sobre la fuerza y fragilidad que habitaban en Constanza y sintió ternura por la muchacha y acercándose a ella, cogió su mano. Al salir del bosque, se encaminaron a una quebrada y después por la loma de un cerro hasta que divisaron la casona, una construcción de adobe con tejas semidestruidas y junto a ella, un estero. - ¿Te gusta la casona? - preguntó Constanza - Di algo. - Se ve muy bien desde aquí. Y Constanza largó a correr hacia el caserón. Por un momento Alex pensó en correr pero en sentido contrario y agarrando la maleta, aceleró el paso hacia la casona.
En la casona de la Reina Al llegar Alex al frente de la puerta no pudo evitar el escalofrío que le produjo el abandono y deterioro de la casa. Todo estaba rodeado de pastizal y enredaderas, las muchas ventanas que tenía carecían de vidrios, las filtraciones de agua lluvia habían producido grietas en las paredes y las vigas y soportes de la casa estaba sumamente carcomidos. - Miras la casa como si estuviera llena de fantasmas o como si se fuera caer encima de nosotros de un momento a otro - dijo Constanza. - Oh, no, es que... bueno, hemos llegado, es lo que queríamos ¿cierto?, ¿cómo vamos a entrar? -Eso es fácil, ven, sígueme. Constanza se dirigió a un costado y le explicó que debían empujar un ventanal con forma de arco. -¿Estuviste hace poco aquí? - No, hace mucho tiempo, veníamos con mi tío, el papá de Danny y hacíamos unos asados junto al estero. Mi tío era dueño de una parcela por aquí. Constanza se quedó pensando y dulcificó su rostro. - Era muy bonito eso, todo ese tiempo, éramos muy felices. Papá trabajaba con mi tío en forma permanente. -Entremos - dijo Alex. Constanza se encaramó por el borde de la ventana y ambos empujaron al mismo tiempo por donde Constanza logró entrar y después Alex. - Que oscuro está aquí - dijo Alex
- Prenderemos velas, traje muchas velas, las necesitaremos siempre. - Buena idea Constanza - Y mira, Alex, también podemos encender la chimenea ¿la ves?- señalando un ancho y parejo saliente de piedra canteada. - Es una estupenda chimenea - dijo Alex Pero al acercarse, se escurrió una rata de proporciones, por una escalera hacia los altos. - Esa escalera lleva a una boardilla - dijo Constanza - dormiremos allí. Alex se preguntó si no dormiría allí, aquella rata con toda su familia. Entraron las maletas y Constanza sacó unas gruesas velas. - Compré estos velones, igualitos a los de "La Châtelaine", ¿te acuerdas? -Ya lo veo, aquí tengo fósforos. - Déjame encenderlas a mí- dijo Constanza- este es un momento muy importante. Alex recorrió la casa, y se dio cuenta que en su tiempo tenía un rustico y franciscano encanto y que era un refugio para cazadores. Quedaban poco muebles y utensilios que seguramente no habían sido de interés de los saqueadores. Recorrió la cocina donde de seguro había un lavaplatos y una llave que ahora no existían. El baño estaba también saqueado, por que tenía un hoyo que seguramente había sido donde estaba la taza. Cuando se dirigía al 2° piso, Constanza le pidió que no subiera, ya que ella quería ir primero para arreglar el cuarto donde dormirían. - Mientras tanto, podrías traer leña - le pidió Constanza - atrás está un cuarto de donde debes sacar las tablas para el fuego. Alex salió y desprendió algunas tablas, pero volvió rápidamente pues estaba comenzando a lloviznar. Constanza le prestó los fósforos y decidieron comer sobre un charlón frente al fuego como si fuera un picnic. Se sentaron a comer unos sándwich y a conversar. De repente Constanza le dijo: - Alex, estoy muy contenta -Si - ¿Y tú no dices nada? - ¿Como qué? - De si estas contento - Claro que si - Alex - ¿Si? - Di que esto no es una aventura, di que es algo para siempre. - No es una aventura, es algo para siempre. - ¿Sabes? hagamos un juramento - pidió Constanza
- Ok., juro que es para siempre - ¿Por quién juras? Hay que jurar por lo que más se quiere. Alex se aproximó a la muchacha - Lo juro por ti.
Aventura desventura Al calor de la chimenea se recostaron apoyados uno con el otro y Constanza hablaba sobre su vida en Valdivia, cuando se dieron cuenta que ya era muy tarde y que estaban cansados. Alex abrazó a Constanza y ella le dijo "te quiero", acercando su rostro al de él y rozaron sus labios. Alex sintió una ansiedad agresiva que lo hizo presionar su boca sobre la de Constanza. - No tan fuerte que me vas a sacer sangre - dijo Constanza Ella se recostó de espaldas y Alex se posó sobre Constanza - Vamos arriba - dijo Alex - Debe estar heladísimo arriba, me congelaré al ponerme el pijama. - Nadie se congelara - dijo Alex Subieron llevando el charlón. El lugar era muy bajo y debían encorvarse un buen tanto. Constanza había colocado sobre el suelo unos sacos, unas sábanas blancas y una tapa de lana de vellón. Constanza se sacó las botas y Alex los zapatos, metiéndose rápidamente bajo las frazadas. - Apaga la vela - dijo Constanza Comenzaron a besarse y acariciarse. Alex se colocó cuidadosamente sobre Constanza y ella aceptaba sus movimientos y cariños. Cuando vino el desahogo, durmieron plácidamente. Alex despertó empapado, pues una gotera le había mojado los pantalones hasta las rodillas. Bajó rápidamente al baño y sin importarle que no existiera taza, se bajó los pantalones y se agacho en el hoyo afirmándose de la llave sin lavamanos. Sintió algo en el ojo, y al tocarse constato que tenía un orzuelo, lo que lo hizo casi llorar. No había papel y cuando quiso lavarse la mano, solo salía un agua negra de la llave, lo que lo hizo vomitar. En esos instantes comenzaba a aclarar y a lo lejos se escuchaban voces. - Alex - gritó Constanza desde arriba. Alex se asomó y vio al Sr. Glicker con dos carabineros que se acercaban a la casa. - Tenemos que arrancarnos Alex - Nos... nos pillaran - balbuceo el muchacho. - No, no nos pillaran, saldremos por la derecha a una cueva que solo yo conozco.
- No, pero no te parece que... - ¡No me parece nada! - dijo Constanza mientras sus ojos se oscurecían como nunca. - Es que... - ¡Tonto, tonto! eres un cobarde - Es imposible, es una locura - No es eso, es una aventura, algo fantástico - Constanza subió la escalera mientras le decía que iría a ponerse las botas para huir, que la esperara. Cuando ella bajó vio por un ventanal a su padre que ya se acercaba y por otro a Alex que corría entre la lluvia.
Regresando El tío Cesar despierta al escuchar los golpes y timbrazos de la puerta. Como todos los fines de semana, había estado con sus amigos, y la intoxicación alcohólica le dejaba una gran jaqueca. Se levantó como pudo, y se sorprendió al ver Alex, completamente mojado por la lluvia. - Adelante muchacho ¿Qué te pasa? estas empapado y verde - posó su mano en la frente del muchacho - tienes mucha fiebre niño. Que cabeza la mía, ve al baño y colócate un pijama y la bata, yo prepararé el cuarto de servicios para que te recuestes y coloca la tetera para que tomes un té con limón y yo un café. Alex se cambió ropa y se acostó, mientras el tío le preguntaba que haba ocurrido. -¿Dónde estabas? - En la Reina, con Constanza ¿se acuerda?, la que le hablé y usted me aconsejo que le diera la mano y la besara. - Pero parece que te pasaste más allá de mi consejo, ¿y ella dónde está? - No lo sé tío, probablemente en su casa, su padre nos fue a buscar con 2 carabineros y yo resolví volver por mi cuenta. Tío, mamá y la abuela de seguro vendrán aquí a buscarme, pero yo no quiero volver todavía. - Pero no podemos hacer nada. Está bien, iré donde tu mamá y le diré que estas aquí y que te quedaras hasta pasado mañana, pero cuéntame todo para no hacer el ridículo. Alex le contó lo ocurrido, desde la "La Châtelier" en adelante. - ¿Qué edad tienes? - 13 - Eso explica, lo que pasa es que no eres chicha ni limoná. Si tuvieras un año menos, la hubieras seguido hasta el final. Pero a tu edad, la historia es otra. De todas maneras podemos estar tranquilos, porque aquí no ha pasado nada.
- En algo se equivoca tío.
Donde estas Constanza Alex regresó a su casa el martes al medio día. Caminó por la calle Sucre a paso lento, reflexionando. Pensaba en una frase: Las cosas que no llegan a pasar, pueden ser tan importantes como las que si acontecen. Es cierto que había traicionada a Constanza, que no había reaccionado como debía, pero eso no era lo importante. Lo que le afectaba, era su falta de capacidad para perderse y fundirse con Constanza en su fantasía, su aventura, y de pensar que había cerrado la puerta para siempre a todo un mundo. Esto le hacía sentir remordimiento y nostalgia por lo que "no" sucedió. Tengo que hablar con ella, decirle que la quiero, que lo que ocurrió fue solo el fracaso de una aventura, ¿pero quién dijo que los comienzos son siempre felices? Alex trataba de ser sincero, pero ¿quién creía ella que ellos eran? ¿Tom Sawyer y Huckleberry Finn? ¡Ay Constanza! Al llegar a casa miró tímidamente a lo de los Glicker y vio sorprendido, que todas las ventanas estaban cerradas. Trató de imaginar que Constanza estaba castigada y su padre había ordenado no abrir las ventanas, pero luego se dio cuenta que era un disparate. Su madre, advertida por el tío Cesar, lo esperaba en el salón. - Que bueno que llegaste hijo- le dijo abrazándolo ¿estás seguro que se te pasó la fiebre? - Si, gracias, ya me siento bien. Su madre se quedó tranquila al ver que Alex se mostraba tranquilo y que no era necesario hablar ahora del tema. Alex se dirigió hacia lo alto y en el camino se topó con la abuela, quien solo le preguntó cómo estaba. Su hermano lo esperaba recostado en la cama. Alex se preparaba para el interrogatorio, pero Luis no preguntó nada. - Se fueron ayer - dijo Luis- vinieron los carabineros, después la carretela y se fueron. - ¿No sabes donde se mudaron? - Pregunté en todos lados y a todos los que los conocían, pero nadie sabe. Mira Alex, ellos pagaron solo un mes de arriendo, luego los lanzaron. Se mudan y se fondean para siempre. Si alguien los encuentra, tendrían que pagar o ir presos. - Pero quizá la Rucia traté de ubicarte, si ella te quiere. - Yo estaba agarrado de ella, re-agarrado, pero ella no me buscará. La única esperanza, es que Constanza te busque a ti. - Estamos sonados, te digo. Luego de un almuerzo silencioso, llegó Jaime a buscar a Alex. Al mirar por la ventana, ven llegar a la Sra. Elvira junto con el camión de la mudanza.
- Sean buenos niños - dijo la abuela- y ayuden a la Elvirita a bajar sus paquetitos. Alex prefirió irse de inmediato con Jaime al colegio. - ¿Que me dicen niños? - preguntó la abuela, pero ya no quedaba ninguno en el comedor. En el camino, Jaime esperaba que Alex le contara su historia. - Estas en la cresta de la ola - dijo Jaime - todos hablan de ti y de tu arrancadita con la chiquilla. Ya, lárgamela todita la historia. - No hay nada que contar. - No seas así - suplicaba Jaime - bueno ya, me lo contarás todo después. En una esquina, un organillero giraba la manivela emitiendo música junto a un lorito. - Espera un poco - dijo Alex - Sigamos, si igual se escucha la música. - No, es que quiero verme la suerte. Al terminar la canción, Alex pidió un papelito de la suerte. El loro sacó un papel del cajón y se lo entregó. Alex lo leyó y se sonrió. - ¿Qué dice? - preguntó Jaime, sorprendido por el cambio de actitud de su amigo. Alex botó el papelito y sentía una curiosa sensación de bienestar. Continuaron caminando hacia el colegio.
FIN