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Rising Star Chef
LOUISA EDWARDS
Some Like it Hot Rising Star Chef 2
Louisa Edwards
Sinopsis Traducida por Lizzie Corregida por kuami Una mezcla candente de comida, pasión y ardiente romance, el concurso Rising Star Chef reúne a los chefs más populares del mundo, todos cocineros estrella que están seguros de despertar la emoción... y derretir algunos corazones. ÉL ESTÁ SINTIENDO EL CALOR Sexy, soltero, e incluso más dulce de lo que trata de hornear, el chef pastelero de Nueva York Danny Lunden está tratando de concentrarse en la comida, no en mujeres. Con el concurso Rising Star Chef acercándose él no tiene tiempo para excitarse con la maravillosa mujer que se encuentra en el avión a Chicago. Incluso si ella es Eva Jansen, la heredera multimillonaria a cargo del concurso... ELLA SE LLEVA EL PASTEL Danny da por sentado que "Eva la Diva" es una rica niña mimada que no comparte su pasión por la comida. Pero cuando los dos se encuentran de nuevo en un ascensor "solos" ellos comparten más que sólo pasión. Ellos comparten un beso lo suficientemente ardiente como para iniciar un fuego en la cocina, y ellos están hambrientos de más. Para satisfacer su nuevo antojo secreto, Eva y Danny tiene que romper todas las reglas en el libro de cocina. Pero, como el chocolate y el caramelo, algunos ingredientes son tan pecaminosamente buenos juntos, que un bocado delicioso nunca es suficiente...
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Contenido Sinopsis
Capítulo 10 Capítulo 20 Capítulo 30
Capítulo 1
Capítulo 11 Capítulo 21
Capítulo 31
Capítulo 2 Capítulo 12 Capítulo 22 Capítulo 32 Capítulo 3 Capítulo 13 Capítulo 23 Capítulo 33 Capítulo 4 Capítulo 14 Capítulo 24 Capítulo 34 Capítulo 5 Capítulo 15 Capítulo 25 Capítulo 35 Capítulo 6 Capítulo 16 Capítulo 26 Recetario Some Like it Hot Capítulo 7 Capítulo 17 Capítulo 27 Hot Under Pressure Capítulo 8 Capítulo 18 Capítulo 28 Adelanto Siguiente Libro Capítulo 9 Capítulo 19 Capítulo 29 Louisa Edwards Bookzinga! Foro
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Capítulo 1 Traducido por Vannia Corregido por kuami
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sí que esto es lo que se siente al salir de casa, reflexionó Danny, evitando por poco una colisión con una mujer que parecía haber olvidado que estaba tirando de una maleta de con ruedas detrás de ella.
LaGuardia estaba abarrotado. Cada banco en la sala de espera tenía al menos un par de personas durmiendo a la espera de sus aviones con retraso, mientras la terminal hervía con el caos y cada vez que los vuelos eran anunciados, anunciando el embarque aje, y todo mundo corría hasta encontrar la puerta correcta. Danny Lunden, quien nunca había salido de New York, observando todo trataba de ignorar los escalofríos de emoción que bajaban por su espalda. Estaban en camino. Una voz despavorida ascendió por encima del estruendo de los pasajeros bulliciosos y de la voz anunciando por el altavoz para que no dejaran las maletas desatendidas. —¿Dónde está mi billete? Por favor díganme que uno de ustedes… ¡oh, aquí está! Muy bien. Gracias, Danny. Dar palmaditas al hombro de su nervioso amigo era como sostener el extremo de una batidora de mano. —Winslow, relájate. Todos estamos bien. Estamos en la puerta con tiempo de sobra. Lo que tenía que ser algún tipo de milagro, después de la aventura de la luchar con el equipaje y llevarlo por el sistema de transporte público de la ciudad de Nueva York y abrirse paso a través de la multitud del aeropuerto que caminaba más lento que los turistas en Times Square.
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Danny hizo un recuento rápido para asegurarse de que no había perdido a nadie en los túneles del metro o el carril de seguridad. Beck, su experto en pescado, siempre era fácil de detectar entre la multitud, ya que superaba a los simples mortales a su alrededor en casi diez centímetros. El tipo grande captó la ojeada de Danny y le dio un guiño silencioso de reconocimiento. Beck era fuerte, como siempre, de pie como un roble plantado en medio de un río turbulento, llevando todo lo que había embalado para esta aventura en una sola bolsa petate. Junto a él estaba la amiga más antigua en el mundo de Danny, Jules Cavanaugh. Su cabello rubio oscuro estaba envuelto en una coleta desordenada y sus ojos brillaban con la emoción de finalmente embarcarse en este viaje que había estado anticipando desde que ganaron la oportunidad de enfrentarse en la competición de Rising Star Chef. Ella resplandecía de felicidad, vertiendo su cálida luz en el chico que estaba a su lado, que estaba muy ocupado absorbiéndola como un bizcocho bañado ren amaretto. Max Lunden, hermano de Danny. Su hermano mayor, de hecho, y Danny había estado burlándose sobre él a Jules durante años, antes de que su amor por ella no correspondido se transformara prácticamente en un amor para siempre con corazones y flores. Y no era que un golpe de rodillo le pusiera la cabeza al revés, porque Danny nunca pensó que vería el día en que su errante hermano pródigo se estableciera y se comprometiera alguna vez con algo, mucho menos para ganar la RSC1, su familia, y una mujer todo de un solo golpe. Pero Max lo había hecho. Danny observó la forma en que se apoyaban el uno en el otro, con sus maletas con ruedas chocando y amenazando con hacerlos tropezar cada vez que se acercaban demasiado, y trató de alegrarse de que el equipo tuviera a dos chefs tan apasionados e inventivos a cargo e ignoró la extraña opresión en su barriga. No eran celos, sabía que ella estaba enamorada de su despistado hermano desde hace mucho tiempo, Danny nunca había sido capaz de 1
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ver a Jules como algo más que una amiga. Diablos, Jules había sido lo más parecido una buena hermana mayor, mucho antes de que Max llegara de improviso a la ciudad de nuevo. El hecho de que Max finalmente fuera el que lo hiciera oficial no decepcionó a Danny. No estaba muy seguro de qué era realmente lo que le molestaba, así que lo dejó a un lado y se giró hacia el chico junto a él: Winslow Jones, el más rápido con el cuchillo del equipo, y a quien casi y al que casi le habían impedido volar los de seguridad por insistir y suplicar que se le permitiera llevar su juego de cuchillos en el avión con él, todavía estaba temblando bajo la palma de la mano de Danny. Y Danny era el chef de repostería. Así que estaban todos. Él se relajó minuciosamente, dejando salir la tensión de sus hombros. La pandilla está completa Una voz nasal proveniente del altavoz irrumpió en los pensamientos de Danny. —Ahora vamos a embarcar el vuelo número mil cuatrocientos veintidós hacia el aeropuerto internacional O’Hare de Chicago. Sólo los pasajeros de primera clase, por favor. —Bueno, esos no somos nosotros —dijo Beck, poniéndose sobre sus talones con una mirada de un hombre acostumbrado a esperar. —¿Alguna vez has volado en primera clase? —preguntó Jules, mirando a Max a los ojos. Él se rió. —¡Diablos no! Un avión con baños es un lujo para mí. Hice la mayor parte de mi viaje a través de Asia en autobús o en la parte trasera de un camión que transportaba cabras o algo así. —Suena apestoso. —Winslow arrugó la nariz, haciendo que sus pecas oscuras destacaran sobre su piel marrón claro. —No tienes ni idea —le dijo Max—. Pero esto —miró en torno al repleto aeropuerto—, es otra cosa. Danny miró a su alrededor, también, a las paredes de vidrio y metal, al suelo razonablemente limpio y a la gente conversando mientras subían a la pasarela móvil, y pensó que sabía a lo que Max se refería.
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Esto estaba fuera de todas sus experiencias. Porque ellos no iban simplemente a embarcarse a algún viaje de placer para ver las atracciones de Windy City. Ellos se dirigían a encontrarse con los equipos contra los que se enfrentarían en la competición Rising Star Chef, los otros chefs que estarían cocinando con todo corazón y estarían dándolo todo con la esperanza de tener éxito. El significativo premio en efectivo no le hacía mal a nadie, tampoco. El recién acuñado equipo de la Costa Este estaba perdido mirándose el uno al otro nerviosamente. Alguien debería que decir algo, comprendió Danny, con una punzada visceral anhelando el don de su padre de fácil inspiración, o la serenidad de su madre al enfrentar cualquier crisis. —Gus y Nina deberían estar aquí —dijo Jules, en uno de esos extraños momentos en que parecía leer el cerebro de Danny como un libro de cocina abierto. Ella había estado haciéndolo desde que estaban en la primaria juntos, y aún lo asustaba. Sacudiendo lejos la emoción como si estuviera agitando crema batida del extremo de un batidor de mano, Danny hizo lo que mejor hacía. —Mamá y papá desearían poder estar aquí con nosotros —tranquilizó él—. Pero alguien tenía que quedarse en casa y atender el Lunden mientras nosotros ganamos el Rising Star Chef y llevamos la gloria a su restaurante. Sé que esto es una especie de loca situación, y que estamos un poco demasiados emocionados, pero sólo tenemos que centrarnos en traer a casa el premio. Por el Lunden. Por mis padres. Por todos nosotros. Mientras Danny daba un vistazo en torno al equipo, asegurándose de encontrarse con la mirada de cada persona a su vez, pudo verlos sacudiendo sus nervios e irguiéndose un poco más alto. Y un poco más de la tensión salió de su espalda, porque mientras él pudiera mantenerlos a todos juntos y concentrados en la meta, iban a estar bien. Danny sabía que tendría que trabajar duro para llevar a cabo su propio consejo. Mantente centrado. Esto es por la familia, por el restaurante, por el futuro.
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Para Danny, eran intercambiables. Cuando llegó su turno para embarcar, condujo al grupo hacia el asistente de vuelo, presentando los cinco billetes, y llevó al equipo y su surtido de maletas por el puente de embarque y al interior del avión. Después de cierta confusión con la disposición de los asientos, Max y Jules no se sentaron técnicamente juntos, pero estaban todavía en esa fase de la relación en la que podían soportar estar separados durante la hora y media que les tomaría el vuelo desde la base de Nueva York hasta las tierras salvajes desconocidas de Chicago, Danny había sentado a todos. Max, Jules y Winslow estaban juntos en un lado del avión mientras que Beck y Danny estaban en el ligeramente más espacioso par de asientos al otro lado del pasillo. Beck pidió sentarse junto a la ventana, y Danny aceptó de buena gana. Se puso el cinturón de seguridad, guardó su maletín que guardaba sus preciadas herramientas de su oficio bajo el asiento frente a él, y estuvo listo para despegar cuando el resto de los pasajeros terminaron de abordar. Pero no fueron a ninguna parte. El avión simplemente se quedó ahí. Y se quedó ahí. Y se quedó ahí. Danny estiró el cuello al pasillo para tener una mejor vista de la parte delantera del avión. ¿Cuál era el problema? ¿Tenían problemas técnicos? Finalmente uno de los asistentes de vuelo, un tipo joven y flaco con el cabello improbablemente amarillo y un pendiente, agarró el micrófono de mano y se quedó de pie en el pasillo para hacer un anuncio. —Disculpen la demora, señoras y señores —dijo suavemente—, estamos esperando un pasajero, luego podremos ponernos en marcha. Ignorando despreocupadamente la ola de suspiros y gruñidos, el auxiliar de vuelo colgó el micrófono y volvió a repartir mantas y almohadas. —Bueno, esto apesta —dijo Danny, la impaciencia hirviendo a fuego lento bajo su piel—. Hay que despegar de una maldita vez, ya.
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—Si están mintiendo sobre lo de esperar a un pasajero porque en realidad hay algún tipo de fallo en el sistema, personalmente preferiría que arreglaran esa mierda mientras todavía estamos en tierra. Parpadeando, Danny se volvió para estudiar a su compañero de asiento, observando la postura rígida de Beck, el sudor frío punteando el nacimiento de su cabello. ¿Cómo es que olvidé esto? —Tienes miedo a volar —dijo Danny, la incredulidad afilando su tono. Beck se puso aún más rígido. Danny se preocupó por un segundo que el grandote pudiera convertirse en Hulk y romper el brazo derecho del asiento entre ellos. —No tengo miedo de volar —rechinó Beck—. Ni siquiera tengo miedo de caer, por lo menos eso sería una forma relativamente rápida e indolora de irse. Danny entró en modo cuidador. —De acuerdo, eres un tipo duro, todo mundo lo sabe. No quise decir eso al decir que tenías miedo. Beck sacudió la cabeza, las ondas sueltas de su largo cabello oscuro escondieron su rostro durante un segundo. —No es que yo no… mira. Todo el mundo tiene miedo, a veces. No soy la excepción. El miedo es una respuesta de supervivencia; es saludable. Puede mantenerte vivo. Lo que quería decir es que no es el volar lo que me pone los pelos de punta tanto como… —Tragó saliva audiblemente, su manzana de Adán moviéndose en la gruesa columna de su garganta—. Es por lo estrecho que es aquí. No hay mucha circulación de aire. Eso no me gusta. Danny lo procesó rápidamente. Había mucho que no sabían de Beck, el taciturno chef que se había unido a la cocina de Lunden's sólo unas pocas semanas antes de que Max volviera a casa. Había habido rumores —principalmente comenzados por Winslow y su hiperactiva imaginación— que iban desde que era un ex-convicto recién salido de prisión hasta un príncipe extranjero en el exilio. Danny nunca les había prestado mucha atención. Mientras que Beck hiciera su trabajo, sacando rápidamente los sencillos platillos de excelente
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pescado en el menú de Lunden’s, y se llevara bien con el resto del equipo, a Danny no le importaba mucho de dónde viniera. La claustrofobia, sin embargo, era una nueva pieza del rompecabezas que era Beck. Haciendo de lado eso por un momento, Danny dijo: —¿No sería mejor que estuvieras del lado del pasillo? Podría darte un poco de más espacio para estirarte. La gratitud brilló en los ojos entornados de Beck, pero debió haber sido más por el fin al interrogatorio de sus problemas, porque dijo—:Nah, eso sólo me pone en medio del gran tubo de metal sin vía de escape. Al menos aquí, puedo mirar hacia fuera y ver al aire libre, aunque no pueda tocarlo. Estaré bien, hombre. En cuanto despeguemos y nos pongamos en marcha, puedo comenzar a contar los minutos hasta que estemos en Chicago. Danny convirtió la tensa sonrisa en la expresión más tranquilizadora que pudo lograr, y cuando se trataba de tranquilizar, Danny era el maestro ninja. Por lo general, comenzaría con una charla, pero por la forma en que los nudillos de Beck estaban blancos, el tipo necesitaba acción más que palabras. Desabrochándose el cinturón de seguridad, Danny se puso de pie, con la familiar comodidad de un propósito llenándolo con determinación. —¿Adónde vas? —preguntó Beck. Danny se enderezó y salió al pasillo. —A obtener algunas respuestas. El asistente de vuelo rubio con el pendiente estaba tonteando con la cafetera cuando Danny marchó por el pasillo hasta la parte delantera del avión, pero cuando él vio a uno de sus pasajeros aguardándolo, sus ojos se abrieron de par en par. —Señor, tiene que tomar asiento. Danny estaba a un par de centímetros del tipo, pero hizo todo lo posible por no meterse en los estrechos confines del área de preparación del avión.
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—Escucha. Mi amigo no es un gran volador y está empezando a ponerse nervioso. ¿Hay algo que puedas decirle sobre cuándo podríamos despegar? —Estamos cerca de terminar el proceso de abordaje, y no podemos apartarnos de la puerta hasta que todos los pasajeros estén sentados, con sus cinturones de seguridad puestos —repitió como un loro, el asistente. —Sí, pero mira, todos hemos estado haciendo exactamente eso durante los últimos veinte minutos, y el avión todavía está aparcado en la puerta. ¿Qué, estamos esperando, exactamente? Bueno, tú ya ha has hecho como cuatro ollas de café. Apuesto a que estás harto del olor a granos de café tostado. La mirada del asistente de vuelo parpadeo, y Danny impuso su ventaja con una sonrisa. —Realmente no sé —dijo el chico finalmente—. Recibí una llamada desde control en tierra para que el avión esperara a un pasajero retrasado, se supone que ella debe estar en camino. Danny se quedó mirando. —Lo decías en serio. ¿No estabas mintiendo, tratando de mantenernos en calma mientras esperamos a averiguar que hay una paloma en el motor o algo así? —Estamos libres de palomas, hasta donde sé. Obviamente no era culpa de este chico, pero Danny estaba empezando a enfurecerse. Uno de sus amigos estaba atrapado sintiéndose como una mierda por esperar una media hora de más, y por lo que Danny podía decir no había una razón legítima para ello. —¿Es una práctica habitual hacer esperar a todo el avión lleno de gente por un pasajero? —El pendiente brilló mientras él negaba con la cabeza, el chico se encogió de hombros. —Sólo cuando el pasajero soy yo —susurró una voz detrás de ellos. Danny se volvió, casi al mismo ritmo del reloj sobre el armario saliente del refrigerador, para ver a una esbelta mujer vestida con alguna cosa
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complicada y elegante que se envolvía en torno a su delgado cuerpo como una especie de disfraz de dama elegante, todo en azul oscuro. El color hacía resaltar su suave piel nacarada, haciéndola ver en tonos más intensos, desde la curva escarlata de su boca sonriente hasta el brillante cabello castaño acomodado abiertamente hasta su barbilla. Parecía como si estuviera en camino a la noche de apertura en el Met o algo por el estilo, no en un vuelo local hacia Chicago. Un súbito reconocimiento se disparó un instante después de la instintiva chispa de deseo visceral, y Danny reprimió el vértigo. Apretando los dientes, se enfrentó a la mujer cuyo millonario padre restaurador había fundado la competición Rising Star Chef hace veinte años. —Gracias por esperar —estaba diciendo ella al ayudante de vuelo— Dios, que papa consiguiera la directiva me esperara para llegar a bordo de la aerolínea es lo mejor que nunca me ha pasado. ¡A diferencia de todo lo que sucedió esta mañana! Tuve que evitar un desastre profesional, luego hubo una confusión con el servicio de coche y tuve que tomar un taxi. Mi asistente está despedido. Bueno, no realmente, sería un desastre sin él, pero voy a cortar su presupuesto para chocolate. ¡No más dulces sobre su escritorio hasta que descubra cómo llevarme al aeropuerto a tiempo! Ella sonrió, sus dientes perfectamente blancos relampaguearon. Antes de que el deslumbrado asistente de vuelo pudiera recuperar la compostura, Danny había dado un paso entre ellos. En un nivel visceral, todo lo que pudo pensar fue mía. Y, pisándole los talones a ese pensamiento, Oh, oh.
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Capitulo 2 Traducido por clau12345 Corregido por *Prisper*
—E
s amable de su parte que finalmente se uniera a nosotros —dijo el chef repostero más atractivo que Eva jamás había visto, y eso que había visto mucho.
¿Aunque? Este, era memorable. —¿Dónde está su asiento? —Su sensual labio superior estaba curvado en una leve mueca que le envió una chispa a través de todo su sistema nervioso—. Asumo que es uno de esos desocupados en primera clase. Ella se resistió a la urgencia de poner su cabello detrás de oreja y luchaba para no mostrar que había quedado sin aliento después de su loca carrera por el aeropuerto. Extendiendo una mano, que esperaba desesperadamente no estuviera sudada, Eva le dio su sonrisa más brillante y dijo: —Daniel Lunden ¿No? Te recuerdo de las finales de la Costa Este. ¿Está aquí todo tu equipo? ¡Qué extraña coincidencia! Lunden entrecerró sus hermosos ojos azul-grisáceos hacia ella, su boca firme, cincelada, aplanada en una línea recta. ¡Vaya, parece que alguien está un poco alterado! —Umm, ¿tal vez podamos guardar esta alegre reunión para cuando estemos en el aire? —sugirió el joven rubio que retrasó el vuelo por ella, con aire de alguien que estaba acostumbrado a ser ignorado. Eva giró su brillante sonrisa hacia él, dado que parecía no haber tenido efecto en Lunden.
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—Tienes toda la razón —miró hacia su placa identificadora—. Patrick. Me disculpo. Quisiera hacerlo con todos. ¿Qué tal mimosas2 para todo el vuelo, de mi parte? —Bueno eso serían… cinco dólares por persona en casa asiento —murmuró Patrick—, sin incluir a los menores de edad, ¡Serán por lo menos unos quinientos dólares! Sería barato aún, aunque costara el doble, pensó Eva, sintiendo irse su vergüenza por llegar tarde. —Eso está absolutamente bien. ¿Quieres mi tarjeta de crédito ahora? Patrick le sonrió, aparentemente impávido ante la tarea de abrir cincuenta medias botellas de un mediocre vino espumoso, pero Eva pudo sentir su desaprobación irradiando del hombre a su hombro derecho. O tal vez era su calor corporal. El hombre debía estar convirtiendo su cuerpo en una especie de horno, con la cantidad de calor que emanaba. Eva no era pequeña, especialmente con sus plataformas favoritas de doce centímetros de charol bronce Louboutins, pero Daniel Lunden era por lo menos unos cinco centímetros más alto que ella. Más ágil y más pesado también, notó, echando un ojo experto por toda la forma en que camisa negra Henley dejaba salir unos musculosos hombros y se abría a sus fuertes clavículas, mostrando una porción de su tentador pecho suave y bronceado, así como sus jeans azules desteñidos que colgaban de unas estrechas caderas. Gratificante. —En lo que a mí respecta, la sola disculpa hubiese sido suficiente —dijo Lunden—. Eso y reconocer que tu tiempo no es más valioso que el de cualquier otro. No tan agradable. —Mira —dijo ella, extendiendo sus manos—. Dije que lo lamentaba. ¡Y estoy feliz de pagar por mis crímenes! Soy una mujer de negocios. Pongamos un monto en dólares por el tiempo que todos esperaron en la puerta por mí. Fue menos de una hora, ¿no es así?
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Mimosa: Una bebida mezclada con champán y zumo de naranja.
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—Aproximadamente treinta minutos —apuntó Patrick. —El salario mínimo es más o menos siete veinticinco por hora —Eva alzó su ceja, pretendiendo contar con sus dedos—. Así que… que tal cinco dólares por persona, en forma de una agradable copa de champaña con jugo de naranja. Creo que es un castigo razonable por los daños causados. —¡Más que razonable! —dijo Patrick empezando a perder su paciencia ante la negociación. Lunden ladeó la cabeza. Era completamente injusto que incluso en la áspera e implacable fluorescencia de la luz del avión, luciera dorado y perfecto, desde las puntas de su cabello castaño claro hasta la insinuación de una hendidura en su bien formada quijada. Él claramente no lo estaba comprando, pero todo lo que hizo fue girarse hacia Patrick y decir: —Mi equipo y yo estamos en la fila catorce. Puedes saltarte las mimosas para nosotros, gracias. Dándole a Eva una última mirada serena y una mueca irónica con esa decadente boca, dijo—: Disfruta tu primera clase. Y se alejó por el pasillo. Bajando sus pestañas sobre lo que ella sabía que era probablemente una ardiente mirada, Eva se detuvo durante un minuto a disfrutar la vista. Era suficientemente distracción como para casi no notar a su mejor amiga, Claire, dándole al grupo una de sus patentadas miradas irónicas desde el asiento de la ventana en la segunda fila. No por primera vez, Eva envidió de Claire Duran su suave aire de sofisticación y madurez. Nadie lo hacía tan suave como una francesa de cuarenta y tantos. Que Claire demostró una vez más, respondiendo al rebote de Eva por el pasillo simplemente con, una arqueada ceja y un lacónico —¿Podrías dejar de comerte a uno de tus concursantes? —Uno de tus concursantes —dijo Eva rápidamente—. A diferencia de algunas personas, yo no soy jurado. Apenas soy la humilde moderadora
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del panel, que establece un golpeteo agradable y mantiene la acción en movimiento. ¡Soy la Vanna White de la competición Rising Star Chef! No hay reglas acerca de que tenga que mantener mis manos fuera de los chefs. Y debo saberlo. Yo estaba allí cuando papá escribió las reglas. Claire resopló. Esa era otra de las cosas que solo podía permitirse por ser francesa. —Sí, ciertamente. Tu padre nunca haría una regla que lo deshabilitara de ir tras de cualquier segmento de la población femenina —Enviándole a Eva una mirada de picahielos, Claire continuó—, eso no significa que estés obligada a imitarlo. Eva hizo un mohín. No podía evitarlo, a pesar de que no funcionara con Claire desde el decimo noveno cumpleaños de Eva. Ignorando la mirada en sus ojos, habían sido años desde que Claire se había tomado la molestia de tratarla como una niña. —Gracias Patrick. —dijo Eva mientras el asistente de vuelo se lanzó a ayudarla a colocar su maleta Louis Vuitton en el compartimiento de equipaje. Ella se sentó en el profundo y confortable sillón de cuero de su asiento de primera clase, con su cabeza llena de imágenes de la indescriptiblemente deliciosa boca de Daniel Lunden y la firmeza en su apretada mandíbula. Mientras Patrick comenzó a hacer de forma inteligente en el pasillo su baile de seguridad, el avión retrocedió por la pista y los pasajeros en la parte de atrás comenzaron a hacer porras que solo se hicieron más audibles cuando él hizo una pausa en su demostración del uso correcto de las mascaras de oxígeno para decirles que todos serían recompensados con mimosas para disculparse por el retraso. Satisfecha de haber compensado al menos a parte de la audiencia que afectó con su tardanza —y oh, su asistente, Drew estaba en grandes problemas— Eva retomó la conversación que ella y Claire habían dejado. —Hay algo en los chef pasteleros —trató de explicar. —Los chef pasteleros son como cualquier otro hombre en la cocina profesional. —Como editora jefe de Délicieux, una internacionalmente reconocida revista de comida, Claire conocía bien a los chef—. Los
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famosos son arrogantes, adictos al trabajo, prepotentes con el ego lo suficientemente grandes como para aplastar a personas inocentes. Si eres tan inteligente como siempre he creído, no te permitas ser absorbida por eso. Eva, quien empezó a aprender del negocio de los restaurantes desde la rodilla de su padre, también conocía a muchos chef. —En mi experiencia, la gente que trabaja con la delicada química de los postres tiende a ser perfeccionista. Los chef normales tienen su encanto, por supuesto –creatividad, pasión. Pero los chef pasteleros… —Eva sonrió—, se toman su tiempo. Son meticulosos. Pensativos. Centrados. Y esas cualidades algunas veces aplican en…otros aspectos de su vida. Permitiéndose un delicioso escalofrío mientras recordaba el electrificante momento en que su cuerpo rozó el suyo cuando maniobraban en los estrechos confines del aeroplano, Eva trató de recordar la última vez que tuvo a un chef pastelero en su cama, con todo ese delicioso rigor dirigido hacia ella. Había pasado algún tiempo. Tal vez era el momento de remediar eso. —Conozco esa avariciosa mirada en tus ojos —dijo Claire haciendo un sonido con sus uñas sobre el reposabrazos, sonando resignada—. Es la misma expresión que tenías en el departamento de zapatos de Bergdorf. Mi pequeña loquita. No has tenido estrés y suficientes drama hasta ahora poniendo en marcha el concurso culinario nacional más prestigioso por tu cuenta por primera vez, ¿no es suficiente? —¡Oh, por favor! —Eva sacudió una mano despectivamente—. Un poco de seducción es un reductor de estrés, Claire. Todo el mundo sabe eso. La energía de la persecución, el disfrute de la cacería, ¡Es vigorizante! ¿Y el hecho de que, en este momento, Daniel Lunden cree que no quiere ser atrapado? Bueno. Eso sólo le agrega un extra de picante a todo esto. Y ya sabes cuánto me gusta el picante. —Lo sé. Y también se como de persistente eres cuando persigues lo que quieres. ¿Esperas que esta persecución sea por lo menos rápida y suave?
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—Probablemente no —reconoció Eva—. No le gusto ni un poquito. Piensa que soy una muñeca consentida que mantiene a todo un avión esperando, solo por diversión. —¿Por qué llegaste tarde, por cierto? Tragando fuerte, Eva experimentó de nuevo el enfermizo vértigo que sintió en el momento en que llena de pánico tomó esa llamada telefónica de uno de sus jueces de la RSC. —La nueva esposa de Devon Spark está embarazada. Apenas acaban de descubrirlo y ahora está enloqueciendo ante la idea de salir de la cuidad. ¡A pesar de que no estará en labor por meses! Hombres. Él incluso trató de renunciar a su posición de juez. ¿Puedes creerlo? Claire palideció, satisfactoriamente horrorizada. —¡Seguramente te las arreglaste para quitarle esa idea! ¡Sería una pesadilla sustituir a nuestro célebre chef juez a estas alturas! —Sí, gracias a Dios, lo hice, a pesar de que tuve que maniobrar hábilmente y un montón de tranquilizantes. Devon es como dramarama3, ¿no es él?... pero finalmente lo convencí de que, ya sabes, las mujeres tienen bebés todo el tiempo y de que todo estará bien durante los próximos meses. Ayudó que pude escuchar a Lilah riéndose de él en el fondo. Ella incluso le prometió a Devon que tendría muchos fines de semana libres para viajar a New York a visitarla, lo cual tomaría una intensiva programación de los cronogramas y podría costar algún dinero en términos de tiempo de producción con el equipo de la televisión, pero estaba bien. Lo había hecho funcionar. No tenía otra alternativa. No se podía arriesgar a perder al más grande canal de cocina, especialmente si eso significaba que los productores de televisión decidieran no filmar o emitir la RSC. Su padre había sido muy claro cuando le entregó las riendas de la competición este año. Era su trabajo aumentar la visibilidad de la RSC y conseguir a la TV era gran parte de eso.
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Dramarama: Una persona que opta por tomar un caso relativamente benigno y convertirlo en un drama enorme.
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Eva apretó los dedos en el tallo de su copa de champagne. Se negaba a dejarlo pasar. Fuera lo que fuese necesario para convencer al Canal de Cocina de mantener a la RSC al aire, lo haría. —Gracias a Dios —dijo Claire fervientemente. —Sí, una catástrofe mayor evitada. Poniendo sus ojos en blanco, Claire preguntó—: Entonces, ¿Por qué no explicaste esas circunstancias a tu guapo chef pastelero? ¡Seguramente estaría más interesado como concursante que tú mantuvieras a tus jueces felices y dispuestos a trabajar! Eva torció su cara. —No lo sé. ¡No quería decírselo! Habría sonado como una excusa o algo así. —¡Habría sido una buena excusa! Cruzando sus brazos encima de su pecho, Eva apretó su mandíbula. Su padre odiaba las excusas y Eva había aprendido muy pronto en la vida que la mejor manera de salir de casi cualquier problema en la vida era hacerse cargo. Claire sacudió su cabeza, los reflejos en su cabello brillaban con los trazos plateado que comenzaban a aparecer en su lujoso cabello color avellana. —Me preocupa la fascinación que tienes por los hombres que te desaprueban. —¿Qué puedo decir? Me encantan los retos. De hecho, el reto Daniel Lunden presentaba fuego en sus nervios con más energía de la que hubiese sentido en los últimos dos meses, meses en los que había estado viajando de Nueva York hacia Atlanta, San Francisco, Austin y Chicago para calificar los retos que decidirían qué equipos de chef representarían cada región en la competición Rising Star Chef. Había resultado más agotador de lo que se había imaginado el viajar sin fin, aunque Eva no era de las que normalmente se quedaban el tiempo suficiente como para desempacar una maleta. Tal vez fueran las eliminaciones, eran mucho más difícil de lo que creía decirle a cientos
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de chef que no pasarían a la siguiente ronda. Romper los sueños de alguien era un trabajo duro. Y ahí estaba la segunda preocupación, tratar de convencerse a sí misma de que había hecho un buen trabajo escogiendo los jueces, que los jueces estaban escogiendo a los mejores chefs, que la siempre presente tensión entre Claire y sus compañeros jueces continuaría a fuego bajo en lugar de convertirse en un peligroso hervidero, que los productores de televisión no retirarían su promesa de grabar la competición por primera vez…realmente, Eva se sentía tan estrujada y enrollada como la goma de un bikini viejo y la RSC ni siquiera había comenzado. Pero cuando vio a Lunden de pie en el pasillo del avión, con sus manos de largos dedos descansando en sus caderas como un guerrero vengador, todo el cansancio, nerviosismo e inseguridad se fundieron en una hoguera de excitación y lujuria. La manera en que el frío de la censura entraba en conflicto con el inconfundible brillo del hambre instantánea y provocaba en sus brillantes ojos azules una chispa que la encendía. Antes de que pudiera ayudarse a sí mismo y lo dejara ir para el disfrute de ella. La tranquila voz de Claire rompió la burbuja de felicidad de la fantasía de Eva. —Eso es lo que Theo siempre dice. Ten cuidado Eva. Eres la hija de tu padre…en más de un aspecto. Ni siquiera el azul celeste del vestido drapeado de Michael Kors ni el delicado encaje debajo de él sirvieron de armadura contra la advertencia de Claire. Su vieja amiga y mentora nunca había parecido tener problemas para encontrar el punto más sensible en el bien defendido bajo vientre de Eva. Eva amaba a su padre profundamente, se había modelado explícitamente por él, pero Claire había sido muy libre de expresarse sobre las habilidades parentales de Theo a lo largo de los años desde que Emmaline Jansen murió. O sobre la ausencia total de ellas.
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—¿Y? —preguntó Eva, arrebatando su último ejemplar de Restaurant USA de su cartera de cuero blanco, con movimientos más rudos de lo que habría querido—. No entiendo por qué eso es algo malo. Mi padre es tremendamente popular, tanto personal como profesionalmente. ¿Por qué no tratar de ser como él? —Hmm. ¿Tal vez porque es un miserable? Eso hizo que Eva levantara la cabeza, pero cuando buscó la mirada de Claire, no era de burla o sarcasmo, a pesar de su tono. —¿Qué te hace pensar que papá no es feliz? —preguntó Eva, con su frenético corazón saltando hasta la garganta. La suavidad en la mirada de Claire la hacía parecer cansada y un poco triste. —He conocido muchos hombres como tu padre, ninguno de ellos feliz. Cuando llegué a Estados Unidos a la edad de veinte años, trabajé con un hombre muy parecido a Theo, poderoso y seguro. Mayor que yo. Él fue mi primera aventura emocional…y muy cerca de mi última. Por la forma en que las comisuras de la boca de Claire se giraron hacia abajo, Eva no pensó que fuera porque ese hombre tan maravilloso le hubiera arruinado para todos los demás hombres. —¿Terminó mal? —Terminó predeciblemente. El hombre estaba casado, yo no fui más que una pizca de diversión, algo que lucir, una demostración de su destreza ante los otros hombres de la revista. —Afilando su voz ante la necesidad de hacer que Eva entendiera, Claire se giró en su asiento para mirarla directamente a la cara—. Eso es por lo que te estoy advirtiendo acerca de comenzar algo con este chef pastelero, Eva. El una aventura distrae, en el mejor de los casos…es catastrófico y humillante en el peor. Eva permaneció paralizada, mirando a su vieja amiga. Un millón de preguntas cruzaron su cerebro, demasiado por saber. —Nunca antes me habías dicho algo sobre esto. —¿Sobre las aventuras? Pues no, no fue mi momento más delicado. Te lo digo ahora sólo para que puedas aprender de mis errores.
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—Errores como salir con mi padre —Eva presionó sus labios juntos, deseando instantáneamente poder hacer retroceder sus palabras. Pero Claire no se alteró. —Nunca puedo arrepentirme del tiempo que he pasado con Theo, porque de él te obtuve a ti. Incluso eso, sí, en muchas formas tu padre me recuerda a mi primer amante, un hombre que sólo buscaba la emoción de la pasión, no la comodidad y la estabilidad del amor. Hubiese sido más fácil para Claire hacer eso que criticar el comportamiento reciente –y futuro- de Eva. Pero todo lo que vio en la cara de su amiga fue simpatía, preocupación y el cálido afecto que había sustentado a Eva durante la mayor parte de su vida. —Lamento que tu primer amor apestara —dijo Eva, sin siquiera tratar de ocultar la ronquera de emoción en su voz—. Y lamento profundamente que no funcionara lo tuyo con mi padre. Sobrepasando la necesidad de darle a Claire algo de vuelta por el secreto que había compartido, Eva dijo—: Sabes, estuve enfadada con él durante mucho tiempo por haberlo echado todo a perder contigo. En realidad, ni siquiera estoy segura de si ya lo perdoné. Ella pasó ciegamente las páginas de la revista en su regazo, una página brillante tras otra de noticias de restaurantes, tendencias culinarias y chismes. —Deberías perdonar a tu padre —Claire colocó una mano sobre la de Eva, aquietando la su maniática inflexión de cambio de páginas—. Yo lo perdoné hace mucho tiempo por no ser lo que yo necesitaba. Sin embargo, admito que algunas veces todavía me molesto cuando no es el hombre que tú necesitas que sea. Cuando estuvo segura de que podía mantener su voz suave y calmada, Eva dijo—: Ha sido duro para nosotros desde que mamá murió. Lo sabes. Duro para mí… pero también para él. Todo en casa le recuerda a ella, incluyéndome a mí. Yo lo comprendo. La voz de Claire fue más suave de lo que su rostro había sido. —Que dulce eres detrás de esa fachada de princesa-mimada-delmundo-de-los-restaurantes. Sabes que lo único que deseo es que seas feliz.
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Eva se obligó a mirar a los ojos demasiados perceptivos de Claire. Tras años de entrenamiento, Eva compuso su boca en su más brillante sonrisa y dijo—: Feliz y dulce, esa soy yo. O seré, una vez que consiga un poco del azúcar de ese atractivo chef pastelero. Los labios de Claire se afinaron y durante un segundo contuvo la respiración, Eva tuvo miedo de no salirse con la suya. Pero luego, gracias a Dios, Claire dijo—: Me rindo. No hay manera de razonar contigo. Sólo prométeme que serás precavida y no harás nada de lo que te puedas arrepentir. La seriedad de esas últimas palabras hizo que Eva hiciera una pausa en la mirada de su amiga con preocupación. —No te preocupes —dijo despacio, estudiando la expresión de Claire—. No haré nada que estropee la competición. La RSC es mi más mayor prioridad. No importa lo que sea Daniel Lunden, sólo es una pizca de diversión aparte. ¡Como la crema batida! Esponjosa y ligera como una pecaminosa tentación. —Un poco de crema batida puede ser divertida e inofensiva. Mucha te puede hacer infeliz, y no siempre es tan simple saber cuándo has tenido demasiado. Eva no estaba ciega. Había visto la manera en que su joven juez célebre, estrella de rock y famoso adicto a la comida Kane Slater miraba a Claire. Quince años de diferencia o no, Eva sabía que necesitaba monitorear la situación y pensó que debía hacerlo. Escogiendo las palabras, dijo—: Estás comenzando a sonar bastante desesperada. ¿Hay algo que necesite saber? Los hombros encogidos de Claire dispararon señales de alarma en la cabeza de Eva, ser una completa gilipollas, sacaba a Claire de su habitual gracia gálica. —Nada de lo que tengas que preocuparte. Sólo una pequeña dificultad entre Kane Slater y yo. —Dificultad—repitió Eva, tratando de no presionar demasiado. Claire pasó una mano por su cabello, desordenando sus ondas sueltas. —Fue por mi culpa, no responsabilizo a nadie más que a mí misma. Oh,
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no me mires así, no es nada apocalíptico… Solo déjame decir que caí en demasiada crema batida y eso no va conmigo. Definitivamente allí había una historia, pero tendría que esperar para otro momento. Eva podía decir por la tensión alrededor de la boca de Claire que había dicho todo, por ahora. —Hablando de tu padre —dijo Claire en un inusual cambio de tema—. Ha estado llamándome sin cesar. —¿En serio? —el interés salto en los nervios de Eva. —Sí. Está preocupado por ti y la competición. ¿Sabes que quiere volar a Chicago para supervisarnos? La tensión en su garganta no tenía nada que ver con el hecho de que su padre no confiara en sus habilidades. Realmente. —Espero que le hayas dicho que no necesitamos a nadie colgando alrededor. Claire cruzó sus piernas. —Sí, se lo dije. No sé si escuchó, pero se lo dije. Parecía preocupado de que la grabación por parte de la televisión fallara. —No lo hará —Eva tenía que luchar por conseguir parecer calmada, incluso en su tono—. Le prometí que haría que la RSC estuviera en el canal de cocina y lo haré. —Bueno, entonces eso está bien. Poniendo los ojos en blanco con la réplica de su amiga, Eva dijo—: Estará bien. Sé que no estás de acuerdo, pero creo que papá tiene razón. Esta es la manera de llevar a la competición al próximo nivel y es mi oportunidad de finalmente hacer que la RSC se parezca más a la visión que mi mamá tenía sobre ella. Claire resopló. ¿Cómo podía hacer que incluso ese sonido de desdén sonara elegante? —Esta versión del “próximo nivel” involucra ridículos malos entendidos, peleas a puñetazos, puñaladas por la espalda y todas esas adorables cosas que básicamente muestran los programas de reality.
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El estómago de Eva se cerró en una automática negación. —De ninguna manera —protestó—. Lo mantendremos clásico. El programa será sobre la comida, de las formas de hacer y las técnicas de los más versátiles chefs de la actualidad. Y mientras más popular sea el programa, más de esos chef podemos ayudar. Claire se sentó en silencio durante un largo momento mientras los motores comenzaban a trabajar, llenando con el ruido de fondo la cabeza de Eva. —Espero que tengas razón —dijo Claire finalmente, su mirada buscando la cara de Eva, quien también esperaba tener razón, dándole su sonrisa más brillante y segura, aquella que desvanecía las dudas de cualquier posible inversionista de restaurantes y hacía sonrojar a los inspectores de sanidad locales. —Vamos, tú sabes que voy a sacar esto adelante. ¡Es la RSC!, la cosa de mi familia. No voy a dejar que se deshaga en pedazos o se convierta en una mierda el primer año en el que papa me deja involucrarme. De pronto Patrick, el asistente de vuelo, apareció sobre el hombro de Eva como un rocío mágico, llevando una bandeja de copas de champán de tallo alto. Eva aceptó su mimosa con un gesto de conspiración, y le pasó una a Claire. —Toma, ma chérie —dijo Eva usando a propósito su mas horrendo acento americano para hacer que Claire se estremeciera, y luego rió—. Necesitamos fortalecernos antes de que comience la RSC en serio. Chocar las copas baratas juntas puso una pequeña chispa en los ojos marrones de Claire. —Si, esto es para superar los retos. —Y por conseguir algunos desafíos para nosotras. Apoyando su cabeza de nuevo en el respaldo para dejar que un pequeño sorbo del dulce coctel se deslizara por su garganta, Eva disfrutó de la mezcla del vino espumoso y el dulce jugo de naranja. A este momento
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temprano de la mañana, la dulce bondad del alcohol le daba más vigor que el aire bajo las alas del avión. En algún lugar en los asientos de atrás, Daniel Lunden estaba degustando un simple ginger ale, rodeado de mareados pasajeros bebiendo sus mimosas. Ella se lo imaginó mirándolos, con sus cejas fruncidas hacia abajo fuertemente sobre sus melancólicos ojos azul grisáceo mientras en silencio los condenaba por haberla dejado comprar su perdón con bebidas matutinas. Eva acabó su copa y saboreó el afilado gusto de la anticipación en sus labios. —Que comience el juego.
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Capítulo 3 Traducido por clau12345 Corregido por *Prisper*
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hicago no se parecía en nada a lo que él había esperado.
Parpadeando a través de la ventana de la ventana del taxi al pasar rápidamente, los edificios de oficinas anchos y de gran altura —¿muy altos? medianos en el mejor de lo casos— Danny contemplaba el gris acero inoxidable de las nubes de Octubre y se preguntaba por qué se sentía tan inquieto. Aparentemente, se veía tan extraño como se sentía, porque su hermano le dio una palmada en la espalda lo suficientemente fuerte como para enviarlo volando contra la puerta del coche, si no hubiese estado ya abrazándose a sí mismo por el maldito vértigo de ver cuán cerca estaba el cielo de la punta de los edificios. —Alégrate, Danny —fue el consejo útil de Max—. Chicago es una gran ciudad. Te va a encantar. Danny se encogió de hombros, lo que hizo que el cuero de su chaqueta chirriara contra el agrietado vinilo del respaldo del asiento del taxi. Incluso el taxi lucía mal, todo gris en lugar del brillante amarillo anaranjado. —No estamos aquí para que nos guste Chicago. Estamos aquí para cocinar. No importa en qué ciudad estemos, una vez que estemos en la cocina, que podría estar en cualquier lugar, la única cosa que quiero ver es mi tabla de mármol de repostería acomodada en una agradable y fría única maldita pieza. Una de las cejas de Max se arqueó en esa molesta forma que hacía desde que eran niños, siempre que Danny se estaba volviendo imbécil. Lo cual, según Max, era a menudo.
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—Vamos, Dan. Nunca te he considerado uno de esos neoyorquinos que se niega a abandonar la ciudad. Danny se puso tenso. —No todo el mundo siente la necesidad de pasar la mitad de su vida vagando por el mundo jugando con sus auras y tratando de encontrarse a sí mismo. O lo que sea que esa basura de la Nueva Era te saque de tu cama en la mañana. Con los ojos muy abiertos, Max dio marcha atrás, con las manos en frente de él como si Danny le hubiese apuntado con una pistola en el pecho. —Chicos, compórtense bien —intervino Jules desde el otro lado de Max. No levantó la voz ni nada, pero tampoco necesitaba hacerlo. Su genuina angustia de ver a su mejor amigo y su novio peleando como... bueno, como hermanos, era suficiente para calmar a Danny. Excepto que esta cosa con Max era más que una simple pelea entre hermanos y Danny lo sabía. Habían aguantado sus diferencias lo suficiente como para ser capaces de trabajar juntos, pero algunas veces sus asuntos pendientes salían a flote y sobrepasaban su barrera de protección, afectando su rebuscada relación. Una punzada de culpa se disparó a través de él, pero antes de que pudiera disculparse, el extraño taxi no amarillo se desvió hacia la acera —al menos el taxista parecía haber ido a la misma escuela de conducir que los taxistas de Nueva York— en frente del hotel que sería su hogar durante la primera etapa de la competición Rising Star Chef. Pagar al taxista y lidiar con el hecho de que parte de su equipaje parecía haberse perdido del maletero, permitió que Danny y Max sobrepasaran el incómodo silencio que empezaba a aparecer entre ellos últimamente cada vez que discutían. El taxi que traía a Beck, Winslow y el resto del equipo se detuvo y entre la confusión de bolsos y carritos de equipaje, Danny consiguió librarse de sus preocupaciones y recuperar el juicio sobre el inicio de la competición. El incontenible Winslow Jones fue una gran ayuda con eso.
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—Hombre, ¿puedes creer este enredo? —El chef más joven del equipo se quedó mirando al techo abovedado del vestíbulo, con la boca abierta con asombro exagerado—. Ahora, de esto es de lo que estoy hablando. Lunden´s necesita más brillo. Suelos de mármol y qué sé yo. Danny frotó la suave cabeza afeitada de Winslow. —Por supuesto. Puedes ser el encargado de pulirlo —dijo inexpresivo, pasando rápidamente junto a Win y sonriendo mientras se dirigía al mostrador de recepción. El Gold Coast Arms, era un hotel de cuatro estrellas en la zona más elegante del centro de Chicago, había sido el hogar de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Limestone, el cual también pasó a ser una de las mayores estrellas del Grupo Jansen Hospitality. Corría el rumor de que Eva Jansen había coaccionado, o engatusado, dependiendo de a quién se lo escucharas decir, con el lujoso hotel para patrocinar la ronda preliminar de la RSC, la cual generalmente se celebraba en uno de los más populares bares de algún centro de convenciones de alguna parte. Mirando al rededor hacia la opulenta decoración —incluso las paredes eran brillantes, con patrones de unas costosas hojas doradas— Danny sacudió la cabeza. Hubiera preferido una decoración sencilla y utilitaria en vez de todo ese lujo. Era innecesario y distraen la atención, cuando la distracción era la última cosa que él y sus chicos podían permitirse. Una pelea llamó la atención de Danny hacia el otro lado del vestíbulo, donde una enorme puerta de cristal con arco de acero se extendía casi hasta el techo. En el curso de sus exploraciones, Winslow había logrado volcar un cromo del caballete que se ubicaba al lado de la puerta, haciendo que cayera al suelo. Win lo recolocó en el caballete, dándose cuenta que lo había colocado del revés y lo acomodo disculpándose profusamente todo el tiempo y en general haciendo un espectáculo de sí mismo. Sin embargo, la atracción de Danny se desvaneció al concentrarse en leer el cartel, que proclamaba en negrita que el aclamado restaurante del hotel, Limestone, estaba temporalmente cerrado preparándose para la competición Rising Star Chef. Esa señal, y el saber cuánto costaba tener cerrado un restaurante durante días, devolvieron a Danny a casa por primera vez.
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Esto estaba sucediendo realmente. Pasó otra media hora antes de que estuviesen instalados en sus habitaciones. Jules y Max estaban escondidos en lo que todo el mundo estaba llamando la suite de luna de miel, a pesar de que era sólo una habitación estándar. Danny, Beck y Win se instalaron juntos. El patrocinio del Gold Coast se extendía hasta cubrir las habitaciones de los concursantes, pero la gerencia del hotel tenía ideas definidas acerca de cuántas personas cabían en las habitaciones de lujo con dos camas de matrimonio. —Gracias al dulce Señor, tenemos una chica en nuestro equipo —dijo Winslow fervientemente, lanzando su gran maleta en una de las camas—. Hasta que vieron a Jules, creo que habrían tenido la fijación de meternos a los cinco aquí, dos en cada cama y uno en la bañera. —¡Eh, al menos tenemos una gran vista del Water Tower! —dijo Danny corriendo la cortina de rayas doradas hacia un lado para señalar el más importante de todos los monumentos históricos de Chicago, de manera que fuera visible para todos desde la ventana. Win succionó los dientes y entrecerró los ojos, hacia donde se encontraba Danny, pero Beck, quien había desempacado de manera eficiente su único y pequeño bolso en los tres cajones estrechos de una de las mesitas de noche, se levantó y dijo—: Está bien. Hay mucho más espacio que en alguno de los sitios en los que he dormido. Así que, evidentemente, la claustrofobia de Beck no se extendía a agobiantes habitaciones de lujo. —El de Water Tower es algo popular, supongo —admitió Win de mala gana, pasando por encima de la ventana. —Es una de las pocas estructuras que sobrevivieron al gran incendio en 1871, la única que sigue en pie. Supuestamente porque está hecha de piedra caliza. Win se iluminó. —¡Eh, igual que el restaurante!
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—Creo que podría haber una conexión —dijo Beck. Su expresión nunca cambió, pero de alguna manera sabía que Danny le estaba gastando una broma. El afecto por sus compañeros de equipo invadió a Danny con calidez. —Vamos, chicos. No tiene sentido que nos quedemos en la habitación todo el día. Bajemos y revisemos los espacios de la competición, miremos el aspecto la cocina de Limestone. —Buena idea —Winslow se sentó para ponerse sus impecables zapatillas de deporte blancas que se había quitado en el instante en que se metió en la habitación, y casi se resbala del cojín del asiento de damasco negro—. A lo mejor tienen por ahí los ingredientes para hacer unas mimosas. Realmente me podría tomar una. Gimiendo, Danny echó atrás la cabeza para mirar al techo. —¿En serio? ¡Basta ya de mimosas! —Yo no veo que hay de malo en querer una —dijo Win con mala cara—. Todos los demás en el avión recibieron una. —Todos los que dejaron que Eva Jansen los comprara por el precio de una bebida mezclada. No quiero hablar por ti, pero personalmente, mi tiempo vale un poco más para mí que cinco dólares. —Y que yo bebiera mi jugo de tomate picante de cortesía era el perfecto “jódete”. ¡Supongo que se lo demostramos! —El tono sarcástico de Win por lo general le sacaba una sonrisa a Danny, pero esta vez no. Sabía que era ridículo defender sus principios en una situación como ésta. Así que Eva Jansen era una mocosa malcriada que arrojaba dinero sobre sus problemas para hacer que desaparecieran. ¿Y qué? Ese era su asunto. La jugada inteligente hubiera sido estrecharle la mano, sentarse y disfrutar de su sabroso cóctel de champán con su moneda de diez centavos, y dejarlo ir. Pero algo acerca de ella se posaba en su piel, de la manera más inconveniente posible. Para empezar, él había estado fuera de juego, Danny se consoló a si mismo, porque estaba preocupado por Beck. Danny lanzó una mirada a su normalmente estoico amigo. Mirándolo ahora, todo de rostro adusto y músculos tensos, nadie diría que Beck había pasado la primera hora
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del vuelo poniendo sus diez dedos en forma de garra alrededor de los apoyabrazos de plástico entre sus asientos. Pero Danny no podía olvidar cuán en mal estado había lucido el hombre mientras esperaban a que el avión despegara, así que agregó "Vigilar a Beck" a su lista mental de responsabilidades mientras salían de la habitación por el pasillo alfombrado hasta los ascensores. —Así, ¿cómo estaba vestida Eva la Diva? —preguntó Win, presionando el botón con la flecha hacia abajo. Danny parpadeó. —¿Eh? No sé, algo azul. Un vestido. Winslow suspiró. —Dios. Eres un niño tan metrosexual. ¡Necesito detalles, hombre! Eva Jansen es el icono del estilo del mundo de los restaurantes. La gente va a querer saber lo que llevaba puesto. Me van a preguntar, y ¿qué les voy a decir? —Tal vez era violeta —ofreció Danny, sintiéndose impotente—. Vamos. No soy Joan Rivers, no pregunté de qué diseñador era. Tengo otras cosas en mi cabeza. —Pero supiste que era de diseño. —Saltó Winslow, triunfante—. Eso es algo. Y te apuesto que tienes otras cosas en tu cabeza. Si me fuera por allí, estaría encima de la Señorita Eva, la Diva. Ella está más que bien. Danny no pudo evitarlo. Dijo entre dientes—: ¡Yo no estoy sobre ella! Quiero decir, no lo estaba. ¡Maldita sea, Win! Incluso Beck rió un poco cuando Winslow comenzó a chasquear los dedos y cantar—: ¡Es solo… ah! ¡Un flechazo… ah! —Yo no tengo un flechazo —Incluso Danny se sorprendió por el gran gruñido en su voz. Sin embargo, fue suficiente para callar a Winslow durante un segundo, lo cual no era fácil, así que no se sentía tan mal por ello. —Mira, ella es atractiva —admitió Danny, moderando su tono—. Le daré ese crédito. ¿Pero las chiquillas ricas y consentidas que utilizan el dinero y la fama de su papi para jugar con las vidas de chefs que trabajan duro? Realmente no son mi tipo.
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—¡Ah! —dijo Win, haciendo una mueca— ¿haces un juicio precipitado? Pensé que parecia muy cómoda como maestra de ceremonia en las finales regionales. —Vamos, Beck, apóyame —Danny se giró hacia su grande y silencioso compañero de equipo. El hombre parpadeó de forma lenta, evaluando lo que tenía, con sus musculosos brazos cruzados sobre el amplio pecho. No por primera vez, Danny se preguntó cómo diablos Beck había encontrado algo de tiempo para levantar pesas, porque seguramente no había otra forma de abultarse así. No parecía un anuncio caminante de esteroides ni nada, pero sin embargo… —Win tiene razón. Es una mala táctica formarse una opinión basada en rumores y nociones preconcebidas, corres el riesgo de menospreciar a alguien. Winslow hizo un rápido movimiento de cadera. —¡En tu cara, Lunden! Incapaz de contener la risa, Danny concedió el punto en lugar de seguir discutiendo. —Bueno, bueno. Eva Jansen puede posiblemente ser la más inteligente, sabia y trabajadora mujer en la industria de los restaurantes que conocemos. ¿Contento? Eso no cambia el hecho de que ninguno de nosotros necesita un punto de distracción en estos momentos. La competición es lo único que importa. —Que alguien se lo diga a Max y Jules—. Winslow sacudió su cabeza. —Si alguno de ellos logra concentrarse en algo diferente al otro por más de diez minutos en estos días, estaré absolutamente impresionado. Danny suspiró. —No te equivocas. Pero están enamorados. Son felices, lo cual es algo genial, pero los dos son profesionales. Estoy seguro de que van a mantenerse fuera de eso apenas lleguemos al primer desafío. Hasta entonces, sólo tenemos que relevarlos un poco. Va a salir bien. Se negó a contemplar lo que haría si no lograban salirse de la bruma de conejitos esponjosos, tortolitos cantando y unicornios saltando en la que estaban sumergidos últimamente, con tiempo suficiente como para ayudar al equipo a patear traseros en Chicago.
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Mientras Beck daba un paso adelante, con el ceño fruncido, para presionar de nuevo el botón —¿dónde demonios estaba el ascensor, de todos modos?— Winslow se deslizó más cerca de Danny, con sus sorprendentes ojos verde intenso sobre la cara de Danny. —Sabes —dijo Winslow en voz baja—. Es normal sentirse un poco como la mierda y quedarse afuera al ver a Max y Jules juntos. Quiero decir, no son mi mejor amiga y mi hermano mayor quienes súbitamente comparten esta profunda conexión, y aunque a veces quiero gritarles ¡Que consigan una habitación y que nos dejen en paz al resto de los pobres solterones solitarios! —Estoy feliz por ellos —dijo Danny. Estaba vagamente orgulloso del hecho de no haber sonado como si hubiera pronunciado las palabras con los dientes apretados. —Bueno, seguro —Win se encogió de hombros—. También estoy feliz por ellos. Esa no es la cuestión. Pero tú y Jules solían ser súper cercanos, y ahora está toda envuelta en Max. Es normal que te sientas desplazado. Danny se obligó a reír. —Nadie debe estar tan en contacto con sus sentimientos como tú. No puede ser sano. Los ojos de Win se estrecharon sobre el rostro de Danny. —Te diré con qué creo que estás interesado en estar en contacto: la adorable señorita Eva-la-Diva. —Estás fuera de lugar —dijo Danny mientras sonaba la campana del ascensor—. Lo único que me interesa es ganar. Danny dejó escapar un suspiro de alivio. Esta conversación estaba pisando peligrosamente cerca de la mierda que quería suprimir y evitar. Sí, está bien. La mujer a cargo de dirigir toda la competición Rising Star Chef, una de las más populares propietarias de restaurantes en el país, estaba más caliente que una olla llena de azúcar caramelizándose. Lo cual no le daba una opción sensible para calmar el incómodo dolor persistente que sentía cuando veía a su hermano abrazando a su mejor amiga. Acostumbrado a estar súper cerca, Win lo había dicho, y Danny no se podía mentir a sí mismo.
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Había momentos en lo que extrañaba ser el hombre en la vida de Jules y tenerla tan presente en la suya. Pero ella se merecía alguien que pudiera amarla de verdad, no solo un amigo, así que Danny estaba feliz por ella. Por ambos. Lo estaba. Y definitivamente no estaba lo suficientemente solo o patético como para tener fantasías inútiles y poco prácticas sobre Eva Jansen. —Sólo recuerda lo que dicen —Winslow pasó un brazo sobre los hombros de Danny mientras las puertas se deslizaban suavemente abriéndose, y lo arrastraba hacia el interior—. Mucho trabajo y nada de juego hace a Danny un Malhumorado Muy Malhumorado. Perdiendo un poco el equilibrio, Danni se rió y empujó a Winslow, quien se tambaleó hacia atrás contra la pared del inamovible Beck, quien agarró sus hombros y lo puso suavemente en sus pies. —Es como ver una rutina de los hermanos Marx. —Una perezosa voz femenina dijo desde la esquina. Con ese inicio, Danny se dio cuenta de que no estaban solos en la pulida caja de madera. Allí, de pie, toda hermosa y sexy en su vestido envolvente púrpura azulado y su siempre presente sonrisa enrollada estaba Eva Jansen. Figúrense. No era de extrañar que el ascensor tardara tanto tiempo en llegar. Probablemente había mantenido las puertas abiertas durante diez minutos, esperando a terminar de empolvarse la nariz o algo así. —Bueno —Eva ronroneó, inclinando sus ojos grises como un gato al acecho—. Es agradable verlos aquí.
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Capítulo 4 Traducido por Dai Corregido por Susanauribe
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ompletamente en contra de sus deseos, el cuerpo de Danny respondió a la débil seducción en su voz. Y se movió incómodamente. ¿Por qué ella siempre tiene que sonar como si acabara de salir de la cama?
—¡Hola, Srta. Jansen! —Winslow sacó su mano, todo alegre y con ojos vivos, seguro de su bienvenida—. Me encanta el vestido. —Inclinó la mirada hacia Danny—. Michael Kors es un maestro en el arte del vestir, siempre lo digo. —¿Si? —Eva arqueó una ceja perfectamente delineada mientras estrechó la mano de Win—. Gracias. ¿Dónde conseguiste esa camiseta? Si dices que en un concierto, voy a morir de celos aquí mismo, en el ascensor. Danny la miró de nuevo. Sip, lo recordaba correctamente. Winslow tenía estropeada la camiseta de los Rolling Stones, el negro original se destiñó a gris después de varios lavados. —¿Eres un Stoner4? —Ahora Winslow estaba radiante, balanceándose sobre sus talones. —¿Qué puedo decir? Mick Jagger es excitante. Ahí, se dijo a sí mismo. ¿Ves? Ella no es la mujer perfecta, ella es tan poco profunda y superficial como pensaste. Lo cual no era tan consolador como Danny había esperado, no cuando estaba cara a cara con las esbeltas curvas de su cuerpo femenino descaradamente delimitado por un pequeño vestido ajustado. Danny también tenía sus momentos pocos profundos y superficiales. 4
Stoner: fan de los Rolling Stones
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Win continuó reflexivo. Siempre estuve más enganchado con Keith. Ese chico realmente podía lucir un pañuelo. Beck aclaró su garganta, llamando la atención de Danny de los amantes de los Stones en la esquina. La gran cara del chico estaba tomando aquel matiz grisáceo bajo la piel olivácea, y rápidamente Danny se dio cuenta que las puertas del ascensor se habían cerrado, pero ellos no iban a ningún lugar. —¡Eh! —Hizo una pausa bruscamente—. Ahora que somos los buenos amigos, ¿alguien quiere escoger un piso? Suprimiendo su culpabilidad inmediata ante el dolor que brilló a través de la cara de Winslow, Danny se volvió a Beck. Mantenlo hablando. —¿En qué piso está la cocina, hombre? ¿Lo sabes? Por sus amigos del restaurante del hotel, Danny sabía que no podía contar con que la cocina ocupara el mismo piso que el comedor. En el peor de los casos, podían bajar al vestíbulo y preguntar, pero Beck comenzaba a sudar. —Ah, ¿bajas a Limestone para comprobar la cocina? —Eva dio un paso elegantemente hacia el panel de control del ascensor y presionó el botón del segundo piso—. Voy de camino hacia allí, también. —El mundo es pequeño —murmuró Danny. —El hotel es pequeño —replicó ella, enviándole una mirada desde la esquina de sus ojos almendrados. El resto del viaje hasta el segundo nivel tomó alrededor de quince segundos, pero fueron unos segundos más largos y llenos de tensión de la vida de Danny. Beck lucía miserablemente estoico, Winslow estaba atípicamente apagado, y de alguna manera Danny se sentía responsable por ambas cosas. Trató de no odiarse por la forma en que él no podía hacer nada para conseguir la suficiente atención algo al respecto, no con Eva Jansen
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estando a menos de un metro de él, la única persona en el ascensor que parecía completamente a gusto. Cada vez que Danny respiraba, el olor exuberante, la complicada esencia de su perfume se burlaba de él y ponía sus nervios de punta. Cuando el ascensor se detuvo suavemente, Beck fue el primero en salir, seguida de cerca por Winslow. Maldiciendo los modales que su madre le había inculcado, Danny puso un brazo para mantener las puertas abiertas y se apartó para dejar que la señorita que estaba detrás de él pasara. Un segundo, luego dos, y finalmente miró atrás para ver por qué diablos se estaba manteniendo esperando tanto. Sin embargo, Eva no estaba arreglando su cabello o trasteando con su teléfono celular o cualquiera de las otras cosas desagradable que había imaginado en ese momento de molestia. No, nada tan mundano. En cambio, ella estaba apoyada contra la baranda de cobre que se extendía en la parte posterior del ascensor, con los brazos extendidos a ambos lados, las uñas rojas curvadas con gracia alrededor de la barra horizontal y las piernas largas cruzadas por los tobillos. El ascensor zumbó ruidosamente, sacando a Danny de su paralizada contemplación del cabello oscuro de Eva oscilado contra la palidez lechoso de su delicada mandíbula. Con su sobresalto, las comisuras de sus dulces labios de manzana, se inclinaron más. Apartándose de la pared, ella paseó hacia adelante. Danny se preparó para el momento en que ella pasara junto a él, su cuerpo tan cerca y sin embargo hasta ahora intocablemente. Pero de nuevo, como si hubiera hecho un estudio avanzado de cómo no hacer lo que Danny esperaba, Eva se detuvo dentro de las puertas del ascensor. Levantó una mano blanca hacia el tenso bíceps de Danny, el grueso piqué de su manga no hizo nada para evitar la chispa eléctrica ante el contacto, y arrastró esos delgados dedos a lo largo de su brazo hasta que logró arrastrar a su extremidad sin resistencia lejos de la puerta. Las puertas corredizas del ascensor se cerraron, aunque Danny apenas notó el zumbido en sus oídos, y el deslizamiento de las puertas al
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cerrarse, dejándolos a los dos solos en la pequeña y opulenta caja. Con un zumbido suave, el ascensor empezó a subir, llamado por alguien de un piso superior. Sin romper el contacto visual, Eva se inclinó. El corazón de Danny golpeaba contra su caja torácica y su respiración se aceleró, pero ella se estiró a su derecha y presionó algún botón que hizo que el ascensor se sacudiera con la repentina parada. La brusquedad de la maniobra despertó a Danny sacándolo de cualquier coma inducido por alguna feromona de su perfume, su vestido y su boca perversamente curvada. —¿Qué estás haciendo? —preguntó. Su voz salió menos nítida, más ronca, pero no podía hacer nada con eso. —Quería estar un momento a solas contigo. —Ella nunca perdía esa mirada de tranquilidad, diversión distante, y como en el avión, prendía fuego el carácter de Danny. —La próxima vez deberías pensar en preguntar. —Estaba bastante segura de que dirías que no —Eva replicó con calma, sus ojos grises centelleaban plateados con la diversión. Tanto como Danny habría querido rechazar pasar un momento a solas con esta mujer que sacudió su calma y lo hizo olvidarse de si mismo. —... Eres una de las más poderosas en la industria de los restaurantes, además sostienes el destino de esta competición en tus manos blancas como lirios. ¿De verdad piensas que soy lo suficientemente tonto para pasar de ti? Ups. Eso salió un poco más agresivo de lo que había querido. Una ceja negra se levantó. —No me fijé en ti por ser alguien que se preocupe mucho por la autoridad —dijo ella, lo suficientemente suave teniendo en cuenta el tono que él había estado utilizando—, y sé que no tienes mucho respeto por mí, independientemente de cuanto poder supuestamente tenga. Danny respiró profundamente, tratando de aflojar la presión en su pecho, de recuperar un poco una cierta apariencia de su habitual control.
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—Mira, lo siento si la he ofendido o cualquier otra cosa. Eso fue un poco hiriente, pero valía la pena si impedía que se formara una especie de rencor contra su equipo. En vez de parecer contenta por la disculpa, sin embargo, la descarada tenía las pelotas para reírse de él. —Bueno. No lo sientes por ser grosero, sólo lamentas que no me gustara ¿no? Bueno, puedes relajarte Sr. Modales. No soy tan sensible, y he sido despreciada por hombres más grandes que tú y al final llegamos a entendernos. Era más un discurso de soy-una-mujer-escúchame-rugir que estoy coqueteando, pero de alguna manera ella dijo las palabras con esa voz tan profunda y todo en lo que Danny podía imaginar era a ellos dos recostados en la superficie más cercana disponible, con Eva sentada a caballito sobre él. Él tragó con fuerza. —¿Para qué, exactamente, me atrapaste aquí para hablar? —Con alguna tensión de su mandíbula adicional, él logró no sonar como un adolescente hambriento de sexo o algo así. —Realmente —dijo ella, con una media sonrisa que la hacía parecer como si estuviera disfrutando una broma que nadie más entendía—, quería disculparme otra vez por retrasar ese avión. Me di cuenta la manera en que tú amigo, el que cocina pescado para el equipo ¿verdad? Puedo decir que a él no le gustó estar en el ascensor, y me hizo preguntarme si el avión lo trastornó de la misma manera. Y después pensé que tal vez, antes, estabas preocupado por él y que es por eso que estabas tan disgustado al retrasar la salida. Porque tú eres el que se encarga de todo el equipo, creo. Apuesto que si tú fueras el que tenía claustrofobia, ni siquiera habrías venido al frente para quejarte con la azafata. De todos modos, quería decir que lamento haber hecho más difícil para ti mantener a tu equipo tranquilo y feliz. Pero de alguna manera nos salimos de la conversación y terminaste disculpándote tú. En cierto modo. ¡Lo siento! En contra de su voluntad, Danny se tensó. La perspicacia inesperada de ella golpeó cerca de su hueso y lo dejó sintiéndose desnudo y expuesto.
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—Entonces. Eso es una para mi, y una para ti. Por lo que a mí se refiere, estamos en paz ahora. Eva le envió una mirada cómplice bajo sus increíblemente largas pestañas rizadas. —¿Seguro que no me dejará compensarlo? Sin voluntad consciente, sus pies se movieron, lentamente acortando el espacio entre ellos. Eva no se movió, sólo inclinó su cabeza, su mirada fija no dudó un instante. Esta era una mujer que sabía lo que quería y no estaba asustada de salir y conseguirlo. Estaban tan cerca ahora, compartían el mismo aire, pasando el aliento entre ellos, un acalorado momento de tiempo suspendido. Podía oler el dulzor embriagador de su perfume, pero bajo ello había algo aún más adictivo, el cálido olor a tierra fuerte de la piel limpia de mujer. Eso fue a su cabeza como una especie de toxina, como el humo que altera la mente, enturbiando la realidad y poniendo a prueba su voluntad de echarse atrás. El deseo que había estado reprimiendo rugió al frente de su consciencia, voraz como un lobo hambriento y doblemente reacio a ser negado. La calma de Eva, su barbilla levantada, debería haber indicado sumisión, o al menos aceptación, pero en cambio había algo en su firme consideración y sus labios curvados que parecía como un desafío. Incapaz o sin estar dispuesto a ignorarlo, Danny abandonó los últimos vestigios de su sentido común y se estiró hacia ella con las dos manos. La boca de ella bajo la suya era suave, rendida, pero Danny no se perdió la llamarada de triunfo en sus ojos antes de que ella los cerrara y gimiera, entregándose al beso. El cuerpo de Eva, moldeado sin esfuerzo al suyo, con su calor presionando firmemente a lo largo de él. Esos dedos tan blancos regresaron a sus brazos, esta vez deslizándose hacia arriba, deteniéndose para apretar sus hombros antes de sujetar su cuello. Danny quería pararlo, de verdad, pero de alguna manera no podía liberar sus puños de la dulce redondez de sus caderas. Toda su atención estaba en el encuentro de sus labios, la resbaladiza superficie de sus lenguas, la ferocidad de su necesidad de saborear.
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Ella hizo un sonido profundo en su garganta, áspero y desvergonzado, e inmediatamente una exuberancia puramente verdadera inundó su sistema. Había sido difícil desde que la había visto apoyada contra la parte de atrás del ascensor, pero cuando ella gruñó así, la oleada de la sangre en su cuerpo hizo que su pene latiera tan densamente que momentáneamente tuvo miedo de desmayarse. Con su corazón latiendo como lo hizo en la cima de la montaña rusa en la Isla Coney, Danny finalmente logró que sus dedos se relajaran y dar un paso hacia atrás, tragando el aire tan necesario. Eva lo dejó ir fácilmente, mirándolo con su boca roja e inflamada por sus besos, pero todavía, mirando inesperadamente alrededor a medio segundo de una sonrisa satisfecha. —Eso fue divertido —dijo ella con voz ronca, alisando su pelo perfectamente lacio. —Eso fue idiota —rechinó Danny. Su cuerpo, saturado de adrenalina, sexo y el límite del peligro, ansiaba ser empujado de nuevo contra la suavidad de Eva—. Y arriesgado. Tarde o temprano, alguien en el hotel va a darse cuenta de que este ascensor no funciona. —El riesgo es parte de la diversión —Eva se inclinó para sacar su cartera de la esquina a donde la había tirado antes de hacer el gran movimiento. Enviándole una mirada pícara cuando localizó un pequeño espejo, dijo—: ¡Ah, por favor! Espero que no trates de convencerme de que no lo disfrutaste. Mirándola ponerse de nuevo el lápiz labial, envió una extraña punzada a través de su estómago. Era tan... íntimo. Dándose vuelta, Danny localizó el botón de parada de emergencia y lo apretó convincentemente, liberando la espera temporal del ascensor, luego pulsó el botón del segundo piso. Sin mirarla, dijo—: Sí, está bien. Soy un hombre. Disfruté del caliente toqueteo. Demándame. ¡Mierda! pensó una parte suya. Espero por Dios que no me demande. Ella puede permitirse más abogado-carnívoros que mi familia. Pero Eva sólo volvió a reír, esta vez con un tono que él no pudo identificar.
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—No me referí al beso. No voy a preguntarle a qué se refiere, no voy a preguntarle a qué se refiere, no voy a preguntarle a qué se refiere... El ascensor se detuvo en el noveno piso, pero quien sea que lo había llamado hacía tiempo debía de haberse dado por vencido y tomado las escaleras o algo así, entonces Danny apretó el botón para cerrar las puertas y envió de nuevo la cabina a la cocina. Danny mantuvo su mirada en la luz parpadeante de los números encima de las puertas, contando los pisos hacia abajo. Cuando el botón dos se iluminó y el ascensor comenzó a ir más lento, un aumento de la temperatura le advirtió que Eva estaba a su lado. Su respiración rozaba su oído, cosquilleando a través de los mechones de su pelo en su cuello, enviándole un estremecimiento de salvaje e insaciable deseó por su columna. Pero fueron sus palabras fueron las que le dieron el escalofrío más grande. —No fue el beso lo que te calentó —murmuró—, fue el atrevimiento. El hecho de que rompiste tu propia regla y jugaste las mías, incluso durante unos segundos, estuviste más caliente que lo que has estado en toda tu vida. Y hay más de donde vino eso. Los pulmones de Danny se contrajeron tensos. No podía moverse, sólo mirar como las puertas deslizantes se abrieron y Eva caminó por delante de él hacia la luz dorada del vestíbulo. —¿Vienes? —Lanzó la pregunta por encima de su hombro como si ni siquiera le importara, pero incluso en ese momento de horrorosa parálisis, Danny registró la leve rigidez de su elegante figura. De alguna manera, saber que ella no era tan indiferente como quería hacerle creer hizo más difícil respirar de nuevo, y cruzar el pasillo a su lado. Él la dejó llegar hasta las grandes doble puertas que marcaban la entrada a la cocina del hotel antes de detenerla y decir—: Soy el jefe de pastelería. Soy bueno con las reglas, entendiéndolas, y calculando los caminos a su alrededor, caminos para torcerlas, para romperlas.
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Ella vaciló, una mano en la puerta y por primera vez una nota de incertidumbre se arrastró por su mirada segura. —Sólo un advertencia amigable —dijo Danny, estirándose por delante de ella para empujar la puerta abierta—, en el caso de que pensaras que tu establecías el juego. Estoy aquí para ganar, cariño. Y no peder el tiempo.
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Capítulo 5 Traducido por Rihano Traducido por Susanauribe
E
ra apenas octubre. ¿Cómo era que Chicago ya era un desolado páramo congelado rasgado por los vientos helados? Kane Slater cerró la cremallera de su sudadera negra hasta su barbilla y deseó haber sido lo suficientemente inteligente como para llevar un verdadero abrigo.
Pero, maldita sea, nunca había tenido este frío arruga-bolas al regresar a casa en Austin, ni siquiera en pleno invierno. Y en el puto Los Ángeles, donde vivía ahora, la gente se entusiasmaba y comenzaba a usar esas feas botas peludas si la temperatura caía por debajo veintidós grados. Sin embargo. Él debería haber sabido que haría frío aquí. Tarareó un fragmento de la nueva, a medio formar melodía que no podía sacar de su cabeza y se acurrucó en la desgastada lana de su sudadera, asegurándose de que sus gruesas gafas de sol negras estuvieran colocadas firmemente en su nariz, ocultando sus distintivos ojos azules. Levantó y tiró de su capucha con fuerza y también, había averiguado más o menos que si la gente no podía ver su pelo rubio y ojos azules, no le reconocían. Por lo menos, nadie en las calles de Chicago parecía reconocerlo, y Kane envió un himno de agradecimiento a los dioses que cuidaban de las estrellas de rock que habían resbalado de las correas de sus controladores por una tarde. Era una estupidez, tal vez, pero después del lanzamiento de sus dos últimos años de los premios Grammy, vídeos musicales y giras mundiales, de chicas gritando lanzando sus bragas al escenario, Kane necesitaba un descanso de vez en cuando. Él aceptó las restricciones, los guardaespaldas, los ojos observando todos sus movimientos como parte del paquete completo de fama, y por lo general, esto era una compensación decente. Él sabía que haría el mismo trato con el diablo
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una y mil veces si eso significaba que tenía que vivir y respirar música todos los días. Sin embargo, la enorme, asfixiante, nunca-alejada onda de la atención le hacía difícil conseguir un minuto a solas para pensar. Y Kane tenía alguna mierda sobre la que trabajar. Está bien, se dijo mientras la suela de goma de sus Converse All Stars golpeaba la acera, la tela delgada no hacía nada para bloquear los restos derretidos de la nieve de la semana pasada. Sé un hombre. Te comprometiste con la RSC, con Eva, y contigo mismo. No dejes que el hecho de que estés todo abatido y triste por un compañero juez te impida hacer tu trabajo. Además, decidió, mientras una ráfaga de aire helado azotaba el cañón formado por los edificios altos y cortaba perfectamente por encima de la capa superior de la piel de Kane, tal vez no seas el perdedor emo que acecha alrededor en el frío contrayendo neumonía o algo parecido. Admitiendo su derrota ante el famoso clima tempestuoso de Chicago, Kane envolvió sus brazos alrededor de su torso y se abrió paso en la primera cafetería que vio. El calor lo golpeó como una almohada de plumas en la cara, tan suave y bienvenido que sus huesos le dolían realmente por esto. La transición abrupta lo dejó sin aliento durante un largo instante, pero el tintineo de la puerta detrás de él y la presión de otro cliente privado de cafeína empujándolo consiguieron que Kane se moviera de nuevo. El lugar no se parecía en nada a los cafés luminosos y amplios de Los Ángeles, todo repleto de grandes paneles de vidrio y líneas limpias, modernas y muebles conscientemente de diseño. Y no se parecía mucho a las bien usadas, queridas y entusiastas barras de café en mal estado del centro de la ciudad en Austin. Y no podría haber sido más diferente de aquel lugar en el Upper East Side de Manhattan, la cafetería estilo parisino donde por primera vez le había dicho a Claire Durand que no le importaba cómo de mayor fuera ella, o lo que la gente pensara. Donde él le dijo exactamente cuánto la quería. Sacando el recuerdo de su mente, Kane echó un vistazo a las paredes de yeso agrietadas cubiertas con envejecidos carteles amarillos de cosas
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como los perritos calientes de Viena y Twinkies cubiertos de chocolate. Era un lugar pequeño, estrecho y largo, con un banco de puestos de vinilo rojo que se extendían a lo largo del lado izquierdo. Los clientes alineados a la derecha, haciendo sus pedidos a una sonriente joven con coloridos tatuajes escalando ambos brazos desnudos. Kane estaba dispuesto a apostar que ella no se llamaba a sí misma una "camarera", y que las tazas de café venían en pequeñas, medianas y grandes. Él sonrió. Más que cualquier otra cosa, le recordaba al restaurante detrás de casa en el pueblo de Texas Hill Country, donde se crió. Sintiéndose más tranquilo y más a gusto de lo que lo había hecho en meses, Kane corrió el riesgo deslizando sus gafas de sol hacia arriba sobre la parte superior de su cabeza para así poder leer el menú. Efectivamente, sus opciones estaban limitadas a café de filtro, expreso, o latte, y ninguno era ofrecido en tamaños italianos. Pensó que la muchacha que trabajaba en el mostrador podría haberlo reconocido, detrás de sus gafas de ojo de gato, ella abrió los ojos un poco más y de forma brusca, pero le entregó su bellamente aburrido café con sabor a café sin ningún tipo de molestia. Agradecido, Kane metió uno de veinte en el bote de propinas y se fue en busca de la crema. Lo que encontró fue a la única mujer por la que había estado haciendo el esfuerzo de descifrar. Allí, sentada en el puesto de la esquina detrás de una computadora portátil abierta y una taza cubierta con una nevada espuma de leche blanca, estaba Claire Durand. Ella había estado tanto en su mente, que Kane tuvo que detenerse durante un momento y parpadear con furia para aclararse la vista y asegurarse de que ella era real, y estaba realmente allí. Pero parecía que estaba, elegante y con clase con su conjunto de suéter rojo oscuro, y una hermosa bufanda estampada anudada descuidadamente en el cuello. Era como algo sacado de esas revistas que la madre de Kane solía conseguir, las que tenían artículos como "¿Dónde veranear este año?" y "En casa con la princesa Grace."
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Y tenía que ser ella realmente, razonó, acercándose a la mesa, porque si estuviera todo en su cabeza, sin duda la habría imaginado de la forma en que ella se había visto extendida a través de las sábanas de regreso en su habitación de hotel en Nueva York, sus delgados y tonificados muslos y esbeltos brazos alcanzándolo, su boca muy rosa, porque él no podía dejar de morder sus labios, su pelo magnífico extendido sobre la almohada como un manto de hojas otoñales caídas. Sintiéndose un poco desconcertado, Kane levantó la taza hasta sus labios. La amarga quemadura del café sin adulterar lo sacudió despertándolo. No encontró la crema, ¿verdad? Pero ahora que había visto a Claire, él estaba encerrado en su atracción magnética gravitacional como un satélite que orbita un planeta pequeño. Acercándose, se paró justo sobre ella. Ella levantó la vista de su trabajo con el ceño fruncido, con la concentración aún presente en sus cejas castañas. El ceño fruncido se suavizó en una expresión de pura sorpresa. Kane la saboreó durante un simple instante antes de poner su café sobre la mesa y deslizarse en el asiento frente a ella. —Tenemos que dejar de encontrarnos así —dijo él, tan tranquilo y despreocupadamente. El recuerdo de aquel día, hacía unas semanas, en un pequeño café en el Upper East Side cruzó brevemente su bello rostro, y luego desapareció. Ella vaciló antes de contestar, y Kane experimentó un pánico rápido y silencioso ante el hecho de que ella lo llamaría Sr. Slater. Lo cual significaría que él tendría que hacer algo drástico para recordarle que desde que se habían visto el uno al otro desnudos, llamarse por los apellidos era espeluznante, pero luego ella dijo—: Kane. Qué alegría verte. No era el saludo más entusiasta que alguna vez hubiera recibido, pero el salto de calor en sus ojos le dijo una historia diferente. —Me gusta tu oficina. —Él hizo un gesto hacia el cartel de estaño desgastado que colgaba sobre su cabeza cubierto con un anuncio estampado de Jolly Good Donuts.
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—¿Qué? ¡Oh! Sí, bueno, la habitación que me han dado en el Gold Coast es suficiente para dormir, pero no proporciona un escritorio lo suficientemente grande, o un suministro constante de café caliente. Nosotros presentamos el café Blue Smoke en la revista a principios de este año en un artículo sobre la nueva tendencia en las barras de café a escala reducida. —Oye, leí ese artículo, creo que incluso lo arranqué de la revista y lo clavé a la pared del autobús de la gira. Tenía toda la intención de visitar todos los lugares que ustedes listaron. ¿Cuáles son las probabilidades de que me tropezara con éste completamente al azar? —No podría decirlo. —Claire entrecerró sus ojos en él, claramente un poco sin creer sobre el lado de la coincidencia increíble. —Mi madre siempre dice que nací con buena estrella. Él le dio su una sonrisa encantadora y se recostó en el asiento, bloqueando sus brazos detrás de la cabeza para evitar que llegaran a ella. Ella era tan perfecta y completa en sí misma, con una quietud interior nacida de saber exactamente quién era y qué quería. Claire Durand a veces parecía más un monumento o una estatua de mármol y acero que una mujer de carne y sangre. Pero Kane sabía que estaba hecha de suave carne sedosa, y que era de sangre caliente, de principio a fin. Había tenido esa firme, piel cremosa de ella bajo sus manos, su boca. Él la había probado. El contraste entre la Claire en su cabeza, cómo había sido esa noche, y la Claire sentada con los hombros retos y distante al otro lado hizo que la cabeza de Kane girara más fuerte que un trago de expreso con el estómago vacío. —De todas formas… —Kane se lanzó hacia delante—. Había pensado que no te importaría que yo estuviera por aquí... cerca del lugar de la competición, lejos de todos los que nos conocen. —Abrió los brazos a lo largo de la parte posterior del asiento—. No hay nadie aquí para preocuparse si me comporto de forma inapropiada.
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Movió las cejas para quitarle el filo a sus palabras, pero la curva de descontento de la boca de Claire le dijo que había fracasado. —Kane... lo único que te pediría es que fueras un poco más... prudente. Más consciente de nuestro entorno. Esto no son en realidad unas vacaciones de trabajo, esto es una parte muy importante y muy visible de mi trabajo de verdad. No me puedo permitir que me vean como una de tus... ¿cuál es la palabra? Groupies 5. Dolido, Kane bajó los codos a la mesa y se inclinó. —Está bien, ¿ah? Primero tú no eres una groupie. Nadie en su sano juicio te confundiría con una. Y segundo, eso no es totalmente exacto. Ella cerró los ojos brevemente. —Lo siento. No era mi intención dar a entender que no tomas tus funciones como juez de la RSC en serio. Pero no es tu carrera, Kane. Él hizo una mueca. —Ah, no... en realidad, esa parte era bastante exacta. Y entiendo tu punto de vista. Lo hago. Pero tú no solo me pediste ser prudente. Me pediste tiempo. Aparte de eso. Esto es duro para mí. La cruda honestidad en su voz debió de haber llegado hasta ella, porque todo en ella se suavizó, desde la línea de sus hombros a la mirada de sus ojos. Estirando una delgada mano sobre la mesa, Claire dejó que sus dedos descansaran suavemente en su muñeca rígida. —Es difícil para mí, también. Te he extrañado. Kane podía relacionarse con eso. Después de esa primera noche juntos en Nueva York, seguida de semanas de bromas, coqueteos, besos, y hacer el amor a través de todo el país mientras los jueces viajaban a las otras finales regionales para recoger a los equipos del Medio Oeste, Sur, Suroeste y la Costa Oeste, la petición de Claire de enfriar las cosas una vez que la competición real comenzara había llegado como una sorpresa. Aunque, mirando hacia atrás, él podría ordenar para ver dónde había habido pistas... la forma en que ella siempre quería reunirse después de 5
Groupie: es una persona que busca intimidad emocional y sexual con una celebridad. Sin embargo, este término también se aplica a una joven admiradora de un determinado cantante o grupo musical, a los que sigue incondicionalmente.
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horas, lejos del resto del equipo de RSC, la forma en que se puso rígida cuando él se olvidó y la tocó en público. Pero ellos podían resolver esas cosas, pensó. No tenía por qué ser el final de todo. Dándole su mejor sonrisa arrogante, volteó la muñeca que ella había tocado y agarró sus dedos. —Así que me extrañaste, y te aseguro como el infierno que te extrañé, ¡entonces maldición! Tengo la solución. Claire dejó escapar un suspiro que agitó la onda de pelo castaño rojizo sobre su frente alta. —No estás escuchando. O tal vez simplemente no deseas oír. Muy bien. Déjame ser clara. Kane, lo que tenemos entre nosotros, es... ¿cómo dices? Excesivo. Demasiado, de todo excepto sentido común y racionalidad. El corazón tontamente esperanzado de Kane se animó. —Te hago sentir demasiado. Eso no suena como una catástrofe para mí. Su boca se estremeció como si quisiera reír. —¿Para ti? Me imagino que no. Tú eres uno de esos hombres que vive a un ritmo más rápido que el resto del mundo, siempre en busca de una nueva emoción, una nueva sensación. Él tuvo que admitir, que ella tenía razón en eso. —Así que saltó en paracaídas y como pez globo6. —Él se encogió de hombros—. Me gusta sentirme vivo. ¿A ti no? Sus ojos se afilaron como flechas en su cara. —¡Ah, pero no necesito arriesgar mi vida y la cordura con el fin de sentirme viva! Y en los asuntos del corazón, es lo mismo. Tú persigues grandes riesgos, emociones grandes. Para mí... Fue su turno de encogerse de hombros, y él miraba con una agitación de deseo en sus entrañas, mientras ella hacía un trabajo mucho más elegante de esto. —¿Para ti? —la provocó él cuando ella se quedó en silencio. 6
Pez globo: Este pez contiene toxinas letales por lo que es algo arriesgado de hacer en exceso.
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Una sombra se movió a través de su rostro, como una cortina cayendo sobre un escenario bien iluminado, y dijo—: ustedes los estadounidenses. Reprimen el cuerpo y sus deseos, y tratan el corazón como si fuera un animal salvaje al ser domesticado, así que cuando esas cosas son despertadas en ti, tienen la fuerza de los leones hambrientos, aprisionados demasiado tiempo. Atrapado por la imagen, Kane sintió una línea de letras desenrollarse en su cabeza, de forma perfecta para adaptarse a la melodía que había estado sonando alrededor durante un día y medio. Quemándose con esta, sacó el lápiz que siempre llevaba en su bolsillo trasero y se inclinó sobre la mesa para robar una servilleta de papel blanco sin usar de Claire. Garabateando furiosamente, luchó por sacar las palabras de su cerebro y hacia el papel antes de que ellas se desvanecieran en el aire. —Vamos —dijo tenso, con calambres en la mano tan fuerte que estaba sosteniendo el lápiz—. Todavía estoy escuchando. Leones. Sigue. La diversión coloreó su voz del mismo rojo que su suéter de cachemir. —¿Lo ves? Nada es fácil para ti. Pero aprendí, cuando era más joven que ahora, que el camino a la felicidad es el equilibrio y la moderación, las necesidades del cuerpo son importantes, sí, pero ellas no rigen el ser completo. Tomar los placeres, donde los encuentras, disfrútalos, luego déjalos allí para que no te sorprendan. Yo creo en esto, Kane, de la forma en que algunas personas creen en el cielo y el infierno. Dios, esa voz suya. La forma en que utiliza las palabras. Si él no hubiera sabido ya que ella comenzó en Délicieux como su escritora estrella de comida característica antes de ser promovida a editor en jefe, él hubiera sido capaz de adivinarlo por la fuerza de esta conversación. Todo lo que ella dijo, cada imagen, se deslizó entre sus costillas y le atravesó el corazón. No quería que esto fuera el final de todo entre ellos, pero si resultaba ser, entonces tendría una razón última para recordar a Claire Durand, porque incluso había hecho este momento hermoso, y si había algo en lo que Kane creía con tanta fuerza como el cielo y el infierno, era en la idea de la belleza. —Así que ti tomaste tu placer conmigo. —Su voz era más bien un grito ahogado que su acostumbrado tono de barítono fuerte, pero se perdonó,
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por esta vez—. Y ahora estás lista para seguir adelante. Simplemente así. Claire se movió en su asiento, con el cuero crujiendo bajo sus caderas. Después de un momento de visible lucha interna, dijo—: No, no es sólo así. Y no por la razón que estás pensando. El cerebro de Kane había ido a un lugar muy visceral ante el sonido de ella moviéndose contra el cuero. Sí, esta era una conversación de conseguir todo o nada en la cual estaba seria y emocionalmente involucrado, pero él aún era un hombre. —Te prometo, no tienes idea de lo que estoy pensando —le dijo a ella. Algo en su voz, algún indicio de los recuerdos de clasificación X representándose en el ojo de su mente como el mejor porno de la historia, hizo que su mirada de color marrón oscuro pasara a chocolate fundido en un instante. —Tengo que alejarme de esto… —Señaló entre ellos lánguidamente—, porque cuando estoy contigo, pierdo el equilibrio. No me siento tranquila y feliz. Ella se inclinó hacia delante, y Kane se tragó el impulso inmediato de saltar a través de la mesa y aplastar sus labios finos bajo los suyos. —Cuando estoy contigo —dijo Claire, su acento rodando a través de las palabras como un trueno lejano——Soy una leona hambrienta, rugiendo en mi cautiverio. Y mientras ella se echaba hacia atrás, las llamas cubrieron sus ojos una vez más, mientras recogía su ordenador portátil y se iba, Kane se dio cuenta de dos cosas. Que él nunca había querido ser comido de tan mala manera en su vida. Y que si Claire todavía podía mirarlo de esa manera, entonces nada, nada había terminado.
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Capítulo 6 Traducido por Selune Corregido por Lizzie
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va estaba sumamente agradecida por pasar una buena parte de su vida atada a los tacones ridículamente altos. Si estos Louboutin estuvieran fuera de la norma para ella, no hubiera habido manera de ser capaz de mantenerse en posición vertical después del debilitamiento de rodilla, quemado de cejas, sin tapujos de volverse a besar allí.
El beso mismo la había arrojado a perder el equilibrio con su intensidad, la inmediatez de la conexión entre ellos. Se sentía... real, de una manera que no estaba acostumbrada, y no estaba al cien por cien segura de que le gustara. Pero sí, el beso había sido tambaleante, fue su frase de despedida con la que casi tocó el suelo. La idea de que Daniel Lunden podría hacer nuevas reglas para el juego que acababan de empezar, un juego que esperaba, más que nunca, seguir… le dio escalofríos. Tal vez bueno, tal vez malo. ¿Quién podría decirlo en este momento? Todo lo que Eva sabía era que sentía algo, algo interesante e inusual, y valía la pena explorarlo. Aunque no justo en este momento, tal vez, porque santo cielo, ¿acabo de empezar? Se había tomado un momento, no más de treinta segundos, verdaderamente, en desenredar sus bragas metafóricamente y de tambalearse en sus rodillas. Medio minuto después que Lunden pasó a la cocina, Eva entró detrás de él. Y se sumergió directamente en el medio de una pelea a puñetazos. Ese alto, musculoso jefe del equipo de la Costa Este se agachaba en el centro de un enredo de patadas, puñetazos con los chefs del Limestone.
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El chef ejecutivo del Limestone, y el chef jefe del equipo Medio Oeste de la competición Rising Star, yacían en las alfombrillas de goma a los pies del hombre músculo, apretando la mandíbula y escupiendo maldiciones. El otro chef de la Costa Este, el atractivo chico negro con las pecas y ojos verdes, tenía un moretón saliéndole a lo largo de un pómulo, pero valientemente estaba involucrado en una lucha irreprimible con Limestone en el borde de la lucha. A su lado, Daniel Lunden gritaba—: Disuélvanse, chicos. Vamos. Lo cual, por supuesto, no logró nada que no fuera añadir ruido a los cuerpos chocando, los fuertes insultos, y la pesada respiración. Debió haber sabido que estaban más allá del punto en que el hablar podría resolver las cosas, porque antes de que las palabras salieran de su boca, se remangó y agarró al combatiente más cercano. Evaluando la situación en un abrir y cerrar de ojos, Eva dejó caer su bolso Chanel de forma segura a la izquierda de la puerta y se dispuso a meterse en la refriega. —¿Qué mierda estás haciendo? —Le gruñó Lunden mientras su fuerte brazo agitaba a su oponente lejos de Eva—. Mantente alejada de esto. —Y un cuerno —dijo Eva, agachándose para esquivar un puño—. Dirijo restaurantes para ganarme la vida. ¿Crees que ésta es mi primera pelea en la cocina? ¡Muy bien, muchachos, esto es suficiente! Se metió dos dedos en la boca y silbó, fuerte y estridentemente. sonido garantizado para que un taxi de Nueva York se detuviera frente de ella hizo que los chefs de Limestone se congelaran en camino el tiempo suficiente para darse cuenta que su jefe estaba medio de ellos.
El en su en
El único que no parecía darse cuenta o preocuparse por su presencia en la cocina era el gran hombre en el medio de la pelea. Eva estaba lo suficientemente cerca del centro de la acción ahora para ver la furia sin sentido, cubriéndola con algo más agudo, como el dolor o el miedo, nublando los ojos oscuros del musculoso hombre. Con su pelo a la altura de la barbilla en torno a su rostro y la postura de un guerrero, se veía absolutamente salvaje, como un toro ensartado con la espada de un torero español. Eva no se permitió a sí misma ni un instante de vacilación.
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Así cuando él echó hacia atrás su puño para golpear otro gancho de derecha, Eva entró directamente en frente de él y echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. —¡Basta ya! —dijo con tanta firmeza como pudo, utilizando toda su autoridad para emitir calma y confianza a pesar del hecho de que sus palmas estaban resbaladizas y húmedas con el sudor de los nervios. Vibrante de cólera, todos los músculos visibles apretados, el gran chef parpadeó bajando la mirada hacía Eva, siguiendo con el puño atrás y listo para atacar. —Vamos, Beck —dijo Lunden en silenciosa tensión—. Sea lo que sea, vamos a ir por ello ahora. Podemos resolver esto, pero sólo si te calmas y dejas que te ayudemos. Temblando como un oso herido, el musculoso hombre, también conocido como Beck, bajó su puño. Sus enormes hombros cayeron, y Eva dejó escapar un discreto suspiro de alivio, con la adrenalina inundando sus venas. Se sentía como si hubiera evitado los desastres, y, mirando alrededor de la cocina, parecía que los cocineros enfrentados habían logrado no destruir ninguno de los hornos, batidores, enfriadores o gratinadores. Gracias a Dios que no habían golpeado el tanque de nitrógeno líquido en la esquina. Hubiera sido un coñazo y medio explicárselo a la gente del seguro. —Éste idiota me atacó. —Las palabras se arrastraron con una voz alrededor de las rodillas de Eva. Ella miró hacia abajo donde Ryan Larousse, el más brillante y joven prodigio culinario —y ardientemente temperamental chef— se sentó presionando la palma abierta en la la hinchazón de su labio inferior. Uno de los chefs de Limestones tendió la mano hacia abajo, y Ryan se puso en pie—. Quiero echarlo de esta cocina, y definitivamente presento una denuncia. ¡Este psicópata debe estar en la cárcel! Antes de que Eva pudiese hacer nada para calmar las turbulentas aguas, Daniel Lunden saltó directamente y comenzó a decir—: Espera un minuto ahí, Gloria Allred7. Nadie va a ir la cárcel.
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Espera un minuto ahí, Gloria Allred: es una frase literal que significa que estas en desacuerdo con lo que alguien ha dicho oara ver a esa persona destruida, aterrorizada y encarcelada.
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Él empujó a través de la multitud en pie al lado de su compañero de equipo. Eva deseaba que no se viera tan condenadamente sexy mientras causaba problemas y le hacía su vida más difícil, pero era difícil negar que los ojos de él, todo macho alfa e inflexible, con sus musculosos brazos cruzados sobre el pecho, le hicieran reflexionar decididamente las cosas deliciosamente inapropiadas sobre las esposas. —Conozco a mi chico, y Beck no es un chico impulsivo en busca de acción. —Lunden se burló un poco, haciendo que Ryan Larousse, el chef más joven, se ruborizara tan rojo como la sangre goteando de su labio partido—. Si él saltó sobre tu flaco culo, puedes apostar que hiciste algo para provocarlo. Después de haber tratado con Ryan Larousse antes, Eva no tenía ninguna duda de que esto era cierto. Sin embargo, en aras de la equidad. —¿Ryan? ¿Es esto cierto? El rápido deslizamiento hacia abajo de su mirada le dijo todo lo que necesitaba saber antes de que él respondiera con un maleducado—:De ninguna manera. Estábamos hablando. Quiero decir, ¿qué diablos? Beck permaneció en silencio e inmóvil como un monolito, a excepción del rápido aumento y caída de su caja torácica, cuando su respiración volvió a la normalidad. Inclinando la cabeza hacia un lado para obtener un ángulo diferente de él, Eva dijo—: Beck. ¿Algo que añadir? Las crepitantes llamas había muerto lejos de la expresión de Beck, así que Eva no se sorprendió cuando su única respuesta fue quedarse allí impasible, encontrándose con su mirada sin pestañear. A Lunden no le gustó mucho, sin embargo. —Vamos, Beck. Dile lo que sucedió, para que pueda arreglar todo esto. —Echando una mirada frustrada al tercer miembro del equipo de la Costa Este, dijo—: Win, tú estabas aquí. ¿Qué pasó? Win se enderezó con aire de culpabilidad, la infelicidad, en cada curva de su enjuto cuerpo. —No sé —admitió a regañadientes—. Quiero decir, entramos, nos presentamos, traté de averiguar en dónde habíais desaparecido ustedes dos, y comenzaron a disparar mierda de los otros equipos en la
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competición. Historias de comercio, obteniendo información privilegiada. —Saltaba de un pie al otro—. Ya sabes cómo va. ¡Oh!, Eva lo sabía, muy bien. Cada vez que un grupo de chefs se reunía en una habitación, lo primero que sucedía, después de medirse la polla, por supuesto, era un chismorrear. La industria de los restaurantes era bastante pequeña y muy unida, incluso a través de las fronteras estatales. Muchos de los chefs eran nómadas, viajando a nuevas ciudades persiguiendo oportunidades en nuevos restaurantes, y tendían a saber todo uno del otro, o al menos saber el uno del otro. Y por la forma en la que Win se sonrojaba, Eva podía adivinar otro componente de los chismes. Algunas de las conversaciones de los chefs se parecían mucho a las que podrían haber sido escuchadas en todo el refrigerador de agua en las oficinas de la revista TMZ o Star. El único tipo de historias que los chefs consideraban que valía la pena comerciar tenía que ver con quién se había acostado con quién, y cuán bueno —o malo— era el sexo. Eva pasó a saber que el equipo de la Costa Este no era el único con una chef femenina. —Entonces, ¿quién es ella? —preguntó Eva, mirando a Beck de cerca. Él no se movió. Ni el parpadeo de una pestaña traicionó una reacción en él, pero Eva sabía que tenía razón. La creciente conciencia en los amplios ojos de Win que lanzó una estoica mirada a su compañero de equipo fue sólo la cereza en el Manhattan. —Bueno, parece que todo esto fue un gran malentendido —dijo Daniel Lunden, extendiendo las manos abiertas delante de él y dando una gran sonrisa de “eh-todos-somos-compañeros aquí”—. Lo siento las cosas se fueron de las manos, pero ya sabes, es una competición. Los ánimos están altos, todos estamos sintiendo la presión. —Él arqueó una ceja al descomunal Beck—. Y bueno, el programa ni siquiera ha comenzado todavía. ¡Espera a que haya cámaras por todas partes y veinticinco chefs compartiendo una cocina! Esto no era nada en comparación con lo claustrofóbico que va a ser. No hay necesidad dramatizar cuando mañana va a haber el suficiente por sí mismo. ¿Estoy en lo cierto?
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Eva miró a varios de los chefs aguantar más tiempo con Ryan con la cabeza. La tensión en la pastas secas, frágiles y débiles en
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—los únicos que habían tenido que Larousse, probablemente—asintiendo sala se había roto como un palo de la carismática cara de Lunden.
Tuvo que admirar su estilo de besar las medias fuera de ella en el ascensor a la defensa de su compañero de equipo, a mantener la paz. O casi. —De ninguna maldita manera —escupió Ryan—. Esto no ha terminado sólo porque tú digas que lo está, Lunden. —En realidad —dijo Eva suavemente, dando un paso informal hacia adelante para interponerse ella misma entre Ryan y Lunden—, se ha acabado porque yo digo que lo está. Vamos, Ryan. Querías mezclar algo de mierda y, enhorabuena, has hecho sopa de mierda. No es culpa mía si no estás satisfecho con la forma en que ha salido el plato. Desde el rabillo del ojo, Eva sabía que Ryan no era el único chef con su boca abierta de asombro. Sí, amigos. La señora sabe jurar. Agarra eso. —Eso es saber imponerse bien, señorita Jansen —dijo Win. Su tentativa sonrisa hizo que Eva quisiera devolverle la sonrisa, pero la aplastó con urgencia. No conseguirían salir tan fácilmente de todo esto. —Sí, gracias —añadió Lunden, a pesar de que su mandíbula estaba tan tensa que parecía como si las palabras le hubieran herido al salir—. Creo que es hora de que nos vayamos. Nos vemos todos mañana. Interesante. No le gustaba cuando él no era el único defensor de su grupo. O tal vez él no estaba acostumbrado a ello. Un pequeño escalofrío de expectación tensó todo el cuerpo de Eva durante un delicioso instante. Había tantas capas intrigantes en Daniel —el nombre, tan formal, no parecía adaptarse a él— Lunden. Era como una alcachofa, pensó mirándolo, con habilidad para sacar a sus chicos de una habitación llena de hombres que habían estado haciendo todo lo posible para matarlos menos de diez minutos antes. La pérdida de sabrosas capas.
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Y Eva no podía esperar a pelar todo el camino hasta su corazón.
*** Tan cerca. Estaban tan cerca de conseguir salir de este lío sin daño, sin falta, pero en cuanto su mano tocó la puerta, escuchó—: No tan rápido. Era Eva. Girando lentamente, arregló las características de su mejor expresión agradable, las cejas arqueadas sobre los ojos inocentes, ligera sonrisa estirando la boca. ¿Y ahora qué, maldita sea? Eva estaba en el centro de la cocina, rodeada de hombres que eran más altos que ella y superada por al menos setenta kilos. Esto decía algo sobre ella que Danny no había sentido ningún remordimiento dejándola sola en medio de todo lo que primaba, la furiosa agresión, frustrada. Ryan Larousse podría ser un pequeño punk violento que se resentía de la mierda de la autoridad, pero no era rival para Eva Jansen. Sosteniendo una punta de la uña de color escarlata con un símbolo silencioso para esperar, Eva dio la espalda al equipo de la Costa Este y centró la atención en los chefs de Limestone. —Ustedes, chicos, tienen mejores cosas que hacer que buscar pelea en mi cocina, estoy segura. Y ya que conocen la disposición, tienen ventaja sobre el resto de los equipos. Así que a menos que estén aquí para colocar explosivos en el lugar, sí, Larkin, dije explosivos, trata de no perder la cabeza, les sugiero que se dirijan a las habitaciones que tan amablemente hemos proporcionado para ustedes, y descansen un poco. Espero grandes cosas de ustedes mañana. ¡Váyanse! Se fueron. Danny vio la cicatriz, el tatuaje de pandilla de gamberros de cocina del pasado mes de marzo e intentó no envidiarlos. Ryan Larousse, agarrando una mano a su lívida barbilla de moretones como una reina del teatro, le dio una mirada desagradable a Beck a la
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salida. Beck, volvía a tener su impresión normal de roble, no parecía darse cuenta. No es la primera vez, que Danny quería que el tipo le prestara un poco de su invencible equilibrio. —Ahora —dijo Eva cuando el otro equipo se había ido—. No necesito saber de qué se trataba, conozco a Ryan, puedo hacer mis conjeturas. Y como él es técnicamente mi cocinero, voy a pedir disculpas por él. Acercarse a la montaña inaccesible que era Beck podría ser preocupante, en el mejor de los casos. ¿Cuándo estaba él así, sudoroso y despeinado y perturbado con la pelea? Pongámoslo de esta manera: el paso rápido e intrépido de Eva hasta él, le valió un poco de respeto en el libro de Danny. Ella le tendió la mano, con la cabeza inclinada hacia atrás para poder hacer contacto visual con Beck. —Por todo lo que haya dicho de ella, sin embargo, se burló de lo que ella significa para ti, lo siento. Danny todavía no tenía ni idea de cómo o por qué se había hecho a la idea de que toda esta pelea era por una mujer. Parecía una salida de caracteres para el brusco, sin sentimentalismos Beck, pero en lugar de ponerse derecho Beck, en realidad, le tomó la mano y dijo—: Gracias. Yo no debería haber perdido la calma de esa manera. Ella asintió con la cabeza, dejando caer su mano, pero nunca su mirada. —No tienes que decirme por lo que estás pasando, pero probablemente deberías dejar que tus compañeros de equipo lo sepan, para que puedan observar tu espalda y evitar que esto suceda de nuevo. Debido a que Ryan no es el tipo que se detiene con algo una vez que sabe que te molesta. Y no necesito saber qué es eso. —Su voz se endureció, y sus ojos se hicieron de pedernal—. Pero lo que sí tienes que saber es que una pelea como esta no va a suceder de nuevo. No mientras yo esté a cargo de esta competición. Danny contuvo la respiración por la respuesta de Beck. El chico se había demostrado hoy imprevisible, después de todo. Pero él negó con la cabeza, los hombros hacia atrás y recto como un prisionero en una audiencia de libertad condicional. —Lo entiendo. Asumo toda la responsabilidad. No volverá a suceder.
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—Sé que no lo harás. —La voz de Eva era suave, y ella sonrió mientras se inclinaba para recoger su bolso de cuero brillante con la gran C enclavada en el lado. Ella dirigió una mirada a Danny—. Yo te estaré observando cuidadosamente para asegurarme de ello. —Bueno, adiós, hasta mañana, Srta. Jansen —dijo Win bruscamente, lanzando su encantadora mirada de ida y vuelta entre los dos mientras agarraba por la manga a Beck y empezaba a remolcarlo hacia la puerta—. Danny, tómate tu tiempo. ¡No hay prisa! Danny hizo una mueca. Él debe de haber visto alguna mierda gentil en el avión o algo así. Y luego se quedó solo con Eva Jansen por segunda vez en una sola hora, y te lo juro por Dios que no estaba seguro de que su corazón pudiera soportar la tensión. —Me gusta eso —dijo ella, pasando la punta de su bonita lengua, de color rosa a lo largo del regordete arco Cupido del labio inferior—. Te queda bien. Desconcertado, se preguntaba si se había perdido algo crucial en la conversación, mientras se dividía sobre los múltiples usos a los que estaría encantado de poner su lengua, Danny dijo—: ¿Qué? —Danny. ¿Cómo se las arregló para hacer que el nombre por el que había sido llamado desde el jardín de infancia sonara puramente igual que el sexo, picante? Cerrando ese pensamiento, duramente, Danny intentó reconducir su cerebro de vuelta al camino. —Gracias por ser tan benévola con lo de la pelea. Nosotros estamos aquí para competir, y punto. Todo lo demás es sólo distracción sin sentido. Arqueando la ceja y dándole una mirada de a-quién-estás-tratando-deconvencer, Eva dijo—: Esta no era la primera vez que Ryan Larousse ha cruzado una línea. Pero es un chef muy bueno, así que hasta ahora nos hemos puesto al día con eso.
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Colgándose esa bolsa sobre su hombro, se paseó por delante de él, oscilando sus caderas, malditamente fascinante con esa pequeña falda ajustada. —¿Un par de consejos? —ofreció ella lánguidamente por encima del hombro—. Mantén tus ojos sobre Ryan. Es un cabrón, pero él ingenioso, y después de hoy va a estar muy motivado para patearles el culo en la competición. —Ya estamos planeando sobre ella —dijo Danny—. ¿Cuál era el otro pedazo de consejo? Deslumbrándole con una sonrisa sensual que hizo saltarle el corazón en su caja torácica, dijo—: No pases de las distracciones sin sentido, a veces son justo lo que receta el doctor. Y, a continuación, ella desapareció, dejando una nube de perfume y un chef de repostería muy inquieto a sus espaldas.
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Capítulo 7 Traducido por Simoriah Corregido por Lizzie
—¿C
uál es Ryan Larousse? —preguntó Max mientras avanzaban hacia la cocina, manipulando torpemente el micrófono inalámbrico que el asistente de producción les había entregado en el corredor—. Hombre, no puedo creer que ustedes entraran en esta porquería. ¡Deberían haberme esperado! —No fue divertido —dijo Danny por lo que se sentía era la centésima vez—. Fue estúpido y sin sentido y nos podrían haber descalificado de la competición. Lo que se contuvo de decir, por centésima vez, era el comentario de que Max hubiera estado ahí de haber podido dejar de besarse con su nueva novia por el tiempo suficiente para guiar de hecho al equipo del que se suponía estaba a cargo. O quizás se suponía que Jules estaba a cargo. ¿Quién podía seguirles el ritmo, en este punto? Danny sentía que el título de Rising Star Chef, la competición, el restaurante de su familia, y el legado de su padre se les escapaban de las manos, y mientras él se aferraba desesperadamente con las uñas, Max y Jules estaban en su nido amor como un par de cines apareados. O algo así. Era posible que Danny tuviera algunos asuntos que resolver, una vez que toda esta cosa se terminara. ¿Pero ves? Quería decir. Soy un maldito profesional, maldición. Dejo mi mierda personal a un lado hasta que termino de cocinar, porque eso es lo que se supone que hace un maldito chef.
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Y la gente pensaba que los chefs de pastelería eran debiluchos. No tenían idea. —¡Ah Dan, hombre! Nunca hubieras dejado que eso sucediera —dijo Max, con su usual alegre indiferencia de los límites de los supuestos súper-poderes de Danny. Jules le dio una mirada de simpatía, pero antes de que pudiera decir algo, Danny apretó los dientes alrededor de una sonrisa. —¿Quizás sea mejor que nos ubiquemos? Creo que los jueces van a entrar pronto para hablar con nosotros sobre el primer reto. —Buena idea —dijo Jules, enderezándose—. Chicos, agrúpense. ¿Max? Winslow se dirigió hacia ellos como un joven basquetbolista moviéndose hacia el centro de la cancha, Beck siguiéndolo más lentamente. Beck había estado lento en general, desde la pelea del día anterior, y eso había preocupado a Danny. No era por las heridas que quedaran o nada de eso; Danny no había visto mucho de la pelea, pero para cuando entró en la escena, Beck había estado más o menos limpiando el suelo con esa banda de mocosos aspirantes a rudos. Pero Beck parecía no tener su habitual concentración de láser; la fortaleza impenetrable de calma que lo rodeaba definitivamente había sido penetrada. Mientras Max comenzaba su discurso inspirador sobre qué gran equipo eran y cuánto significaba para él cocinar junto a tan portentosos blah blah blah, Danny revisó a los otros equipos que se reunían en la cocina con una mirada crítica. Estaban los chicos de Limestone, compitiendo por la región del Medio Oeste, apoyados contra las mesas de acero inoxidable junto al muro trasero como una pandilla de chicos matones reunidos en una esquina. Los varios ojos negros, labios cortados, y pómulos magullados sólo aumentaban el efecto. Tenían la ventaja de ser locales, y lo sabían. Y no era por nada, pero ventaja para ellos. Mientras Danny asimilaba el enorme tamaño de la cocina, cosa que no habían tenido oportunidad de hacer el día anterior, con una cosa y otra, se dio cuenta de cuánto habría ayudado el estar familiarizados con la disposición.
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Mucho menos haber cocinado en ella cada día durante años; conocerla mejor que a sus propios apartamentos, en la forma que lo hacía el equipo del Medio Oeste. Manteniendo una oreja atenta para las pausas en el discurso de Max que pudieran señalar un asentimiento u ovación, Danny estudió la ancha y, rectangular sala. Estaba compuesta con cinco filas de mesas de preparación independientes, una fila para cada equipo. Cinco grandes tablas de picar interrumpían el inmaculado brillo del acero inoxidable. El muro posterior, detrás del equipo del Medio Oeste que holgazaneaba, era una convección de hornos de pared a pared, negros y de aspecto serio. Una hilera de refrigeradores ocupaba el muro a la izquierda de Danny, mientras una línea de áreas de cocina a gas bajo enormes campanas de ventilación estaba junto al muro a su derecha. Una abertura en la esquina posterior derecha debía llevar a la despensa de productos secos, donde estaban las cosas como el azúcar, la harina, la miel y el arroz, y las neveras que albergaban los huevos, la leche, proteínas y vegetales. Tres cocinas como la de la Taberna Lunden's podrían entrar en el cuarto principal solamente, con facilidad. Quizás cuatro si contabas la despensa y las otras zonas. Los chicos de Danny, acostumbrados a la complicada coreografía de moverse en los reducidos confines de la cocina de un restaurante de Manhattan, no iban a saber qué hacer con todo el espacio extra. Le preocupaba que fuera un gran inconveniente. Le preocupaba que se perdieran, perdieran el impulso e intensidad, en el aire abierto del cuarto de techos altos. Pero por sobre todas las cosas, le preocupaba que la lente de la cámara de video que los miraba ferozmente desde el frente del cuarto significara un desastre. Tantas cosas podían salir mal. Danny apretó los labios y rodó los hombros, haciendo sonar su cuello para liberar la tensión. Tendría que asegurarse de mantenerlos juntos a todos, yendo en la dirección correcta, y manteniéndose fuertes. Lo mismo que hacía cada noche en el servicio de cena en casa, básicamente, sólo que esta vez sería frente a
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tres reconocidos jueces famosos, un equipo de cámaras, y la mujer cuyos deslumbrantes ojos grises y delicado aroma floral lo perseguían. Ese perfume que ella usaba era la única cosa delicada en ella, reflexionó Danny, finalmente permitiendo que su mirada cayera en la única persona que había estado evitando cuidadosamente desde que entrara a esa sala. Eva Jansen estaba de pie frente a la cocina en una profunda negociación con un hombre de baja estatura y bigote, que vestía una arrugada camisa y auriculares. Ella ya estaba allí cuando los equipos comenzaron a entrar a la cocina de la competición, dando órdenes a ese pequeño, esbelto asistente suyo, Drew no se qué con gafas Ray Ban de marco negro y cabello aún más negro. Danny recordaba a Drew de las finales regionales, porque Win había comenzado una amistad con el tipo. Quizás más que una amistad, Danny recordó pensar, aunque Win ahora lo negaba, decía que era todo informal, sólo por la diversión, seguido de un encogimiento de hombros, nada importante. Los ojos deslizándose de asistente a jefe, Danny observó la forma en que Eva se movía, resuelta y poderosa con un vestido lo suficientemente rojo, y lo suficientemente ajustado, como para detener el tráfico en la Avenida Michigan. Con el recuerdo del beso súper caliente reproduciéndose en su mente, a Danny le fue difícil entender cómo convertir algo que se sentía así en una diversión casual. ¿Diversión? Demonios, sí. ¿Casual? No a menos que la definición se hubiera extendido recientemente para incluir el deseo insaciable de más... más contacto, más besos, más piel, más soniditos entrecortados, jadeos en su oído. Más de Eva. Y ése era exactamente el problema, ¿verdad? Danny no tenía idea de cómo ser casual, pero sospechaba que cuando se trataba de asuntos de alcoba, Eva “La Diva” Jansen era cualquier cosa menos eso. No es que pareciera casual en ese momento. Ese vestido que le envolvía el cuerpo estaba ajustado con un brillante cinturón negro que hacía juego con sus brillantes zapatos negros de punta aguda y tacones aún más afilados. Con su brillante cabello oscuro y rostro sin defectos, lucía lista para que la cámara se cerniera sobre ella en cualquier momento.
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Aunque probablemente debía tomarse un minuto para sustituir ese irritado ceño fruncido con una de esas grandes sonrisas llenas de dientes que tanto le gustaban a la gente de la TV. Ella tenía lindos dientes, Danny tenía razones para saberlo. No tenía tiempo para considerar qué podía suceder con el hombre de televisión que puso esa arruga entre sus cejas perfectamente arqueadas, porque en ese momento Max llegó a la conclusión de su discurso de inspiración, y Danny tuvo que concentrarse lo suficiente para palmearlo en la espalda y darle la mano a todos. —Sí, lo que él dijo —intervino Danny, con una gran sonrisa—. Somos geniales. Tenemos esto. ¡Salgamos allí y mostrémosle que Nueva York es el hogar de los mejores chefs del mundo! Max pestañeó. —O... podría haber ahorrado aliento con una sesión de diez minutos de animación y sólo haber ido por eso. Gracias, Danny. —Pero todavía no hemos ganado —advirtió Jules. Siempre preocupándose, su Jules, pensó cariñosamente antes de que Max pasara un brazo por sus hombros y Danny recordara, ¡ah sí, ella ya no era su Jules! Y no que alguna vez lo fuera. —Oh, Jules —gimió Winslow, casi levitando de sus zapatillas con entusiasmo—. Ahora estoy todo excitado, ¿podemos reservarnos la revisión de la realidad para más tarde, después de que pateemos algunos traseros? —Danny le lanzó una mirada tensa, haciendo que Win levantara sus manos en rendición y agregara—: Culinariamente hablando, por supuesto. Trasero metafórico, hipotético, alegórico. Lo que sea... no el verdadero. Porque pelear está mal y la violencia no resuelve nada, y todo eso. Danny se relajó hasta apoyarse en sus talones, feliz de que Win recordara su pequeña charla de la noche anterior. Una cosa era defender a sus chicos de gente de afuera, pero cuando se llegaba al centro de la cuestión Danny no aceptaba la estupidez que podría hacer que los expulsaran. No podía. Y ahora tanto Beck como Win entendían por qué. —No, la realidad no puede esperar —dijo Jules, impaciencia en cada línea de su cuerpo alto y atlético—. Esto es grande, y estamos contra los mejores de los mejores del país. Vamos, ¿qué sabemos de ellos?
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Bajo circunstancias normales, Jules Cavanaugh se hubiera asegurado de que el equipo Lunden hiciera una revisión de la historia de los competidores que rivalizaría con los mejores perfiles de FBI. Siempre había creído en el conocimiento como una fuente de poder; ella amaba la información, aprender cosas nuevas, y ponerlas en practica. En las semanas desde que el equipo Lunden había sido nombrado ganador de la Costa Este, sin embargo, ella se había quedado un poco atrás en su trabajo. Si Danny se viera forzado a adivinar, y si no fuera una imagen que lo hiciera tener arcadas, tendría que decir que su vieja amiga probablemente estaba aprendiendo muchas cosas nuevas y aplicándolas. Sólo que mayormente estaba aprendiendo nuevas formas para hacer que Max estuviera más ridículamente fascinado de lo que ya estaba. Desde que los concursos de chefs habían sido anunciados, Danny había tenido la intención de buscar más información de ellos que los nombres ampliamente publicitados de los restaurantes de donde venían, pero en la frenética carrera para conseguir un equipo para sustituir al grupo central de chefs que se ausentaría, no había habido tiempo. El saber popular de la familia decía que Max había heredado de su padre, Gus, la pasión y el impulso, mientras que Danny se parecía a su madre, Nina, cuyo juicio infalible sobre la gente hacía de ella la responsable de contratar en la familia. Con Max y Jules distraídos, Gus fuera de juego después de su reciente cirugía de corazón, y Nina pasando más tiempo del habitual cuidando de él, hasta el extremo que el bastardo gruñón se lo permitiera, la mayor parte de la preparación para esta aventura había recaído en Danny. Sí. Incluso en su cabeza sonaba como una patética excusa para no saber más acerca de los chefs con los que estaban a punto de enfrentar sus habilidades. Con vergüenza lamiendo sus entrañas, Danny examinó a los otros equipos formados contra las filas de mesas. —La fila de detrás de nosotros tiene que ser el Equipo del Sudoeste —murmuró Win por lo bajo, mirando la coloreada tela rayada de sus rollos de cuchillos y el bronceado de sus pieles. Danny asintió coincidiendo.
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—Todo lo que sé es que su restaurante se llama Maize, y son de Santa Fe, y Paulina Santiago es la chef jefe. La única mujer en el Equipo Sudoeste era baja y rolliza, con un agradable rostro redondo y amables ojos que se oponían a la anchura cicatrizada de sus grandes dedos mientras acomodaba los cuchillos competentemente a lo largo del costado de la tabla de cortar. En un destello repentino, Danny se preguntó si ésta era la mujer cuyo nombre Beck había sido incapaz de soportar oír que Ryan Larousse hablara mal. Pero un rápido examen del rostro oscuro e inexpresivo de Beck hizo que Danny pensara que Paulina Santiago no era la razón detrás de la pelea. Sin embargo, con la forma en que Beck estaba de pie, los pies separados y los brazos cruzados, sí parecía algo preparado para el impacto. —Conozco al tipo que dirige al Equipo Sur —dijo Max, asintiendo hacia el alto, delgado chef jefe con cabeza afeitada y ojos azules dos filas más atrás—. Ike Bryar. Es feroz, me enfrenté con él una vez en el Festival de Comida y Vino en Edimburgo. Buen tipo. Buenas habilidades de cuchillo. En jerga de cocina, eso era casi redundante. Danny consideró a los otros competidores en el equipo sureño. No podía ser nadie en ese equipo quien encendiera el fuego debajo de Beck; no había mujeres chefs en sus filas. La cuarta fila de mesas, frente al aburrido equipo del Medio Oeste, estaba vacía. —Supongo que los de la Costa Oeste están llegando tarde —observó Jules. Tenía sus ojos en el reloj que marcaba los minutos hasta las ocho de la mañana, el horario señalado de cocina, así que se perdió el estremecimiento de Beck. Pero Danny lo había estado esperando, con la suficiente atención que saltó como un grano de maíz golpeando una sartén caliente cuando sucedió. De acuerdo, se dijo a sí mismo. Cálmate. Esto es bueno. Ahora al menos sabes por dónde viene la tormenta.
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Espió a Eva Jansen, quién también estaba mirando el reloj. Haciendo un pequeño mohín con sus labios (Jesús, ¿eso era lo mejor que podía hacer con una expresión de desaprobación en esos labios llenos?) contrastó la hora contra el delgado reloj pulsera en su muñeca. El sonido de sus tacones se vio ahogado contra el suelo de corcho cuando avanzó hacia el centro del oasis de espacio vacío de cocina entre la cámara y las mesas de los chefs. —¿Alguien sabe dónde podría estar el equipo de la Costa Oeste? Un desagradable coro de risas desde la parte trasera del cuarto hizo que Danny se tensara junto con Beck y Winslow. —Quizás su capitán tuvo una... dura noche. Danny no necesitaba volverse para saber que la voz maliciosa e insinuante pertenecía a Ryan Larousse. Por un lado, arrastró un poco la p en capitán, como si su boca estuviera demasiado dolorida para hacer el sonido correcto. Por otro lado, había visto esa misma mirada de paciencia exasperada en el rostro de Eva cuando estuvo lidiando con su chef estrella ayer. En lugar de dirigirse a Larousse, sin embargo, ella puso las manos en sus caderas y revisó el cuarto. —¿Alguien tiene algo útil con que contribuir? Un estrépito en la puerta de la cocina hizo que cada ojo, incluida la cámara, se volviera para ver la entrada de una chusma de chefs como Danny jamás había visto. La mayoría de los equipos de cocina eran algo rudos. Tendían a estar conformados por parias, gente que no hacía buenos zánganos de oficinas y a los que no les importaba mucho conformarse con lo “normal”. De los chefs participantes de pie en la cocina de Limestone en ese mismo momento, al menos el noventa por ciento de ellos tenían algún tipo de arte corporal. ¿Este nuevo grupo? Los dejaba a todos atrás. Claramente nunca habían visto un tatuaje o piercing que no les gustara, pero más que eso, emitían un palpable aire de diferencia.
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Desde el delgado, flexible chico asiático con trenzas rastas rojo anaranjados que le llegaban a la cintura, hasta la chica con falda hippie, pulseras en los tobillos y cabello rubio con curvas asesinas que rellenando una descolorida camiseta azul adornada con un estilizado y colorido sol y la palabra sublime, no se parecían a nadie que Danny conociera. Y viniendo de Nueva York, creía que había conocido a todas las clases. —Lamento que estemos atrasados —dijo la rubia, apresurándose hacia Eva con las manos extendidas—. Es todo por mi culpa. Me quedé dormida y no sentí la alarma en mi celular... ¡debía de estar agotada! Una risa fuerte y burlona se disparó desde la parte trasera de la habitación, y Danny puso una mano por precaución en el brazo de Beck, por si acaso. —Supongo que es ella —dijo por lo bajo. Beck no respondió, pero la tensión en los músculos de granito bajo la palma de Danny habló por él. La confusión arrugó el bonito rostro de la rubia durante un momento mientras buscaba la fuente de la cruel risa, pero la sonrisa soleada volvió cuando Eva la distrajo con un brillante—: No te preocupes, ¡no has llegado tarde! Nada oficial comienza hasta las ocho. ¡Y los jueces ni siquiera han llegado aún! Con una rápida mirada de advertencia hacia Danny, Eva tomó el brazo de la mujer y comenzó a guiándola, y a su banda de inadaptados, hacia la fila abierta. Lo tengo bajo control, intentó decirle Danny con los ojos, algo en su pecho entibiándose ante ese momento de comunicación silenciosa y trabajo en equipo. Pero, resultó que Danny no tenía nada bajo control. Porque desde el minuto en que la bonita chef jefe hippie pasó por la mesa de Lunden y volvió su cabeza lo suficiente para ver a Beck, el infierno se desató. Y no había una maldita cosa que Danny pudiera hacer para detenerlo.
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Capítulo 8 Traducido por Susanauribe Corregido por Aylinachan
E
sta bien, hasta ahora muy bien, Eva se dijo a sí misma, arrastrando sus dedos por los brazos de la silla ejecutiva del Queenie Pie Café y resolutivamente manteniendo su mirada lejos del cámara en la esquina. Todos chefs finalmente estaban presentados y registrado, y presuntamente listos para la acción. Ahora sólo faltaba que los jueces aparecerían antes de que Ryan Larousse tuviera la oportunidad de continuar su campaña para convertir cada uno de los pelos de Eva de color gris. Ella no tenía idea de que era lo que causaba el malestar entre Larousse y los equipos del Este y Oeste. ¿Envidia costera? No lo sabía y no le importaba, en cuanto ella pudiera sacar su competición sin más drama quitando el enfoque de los… Eva miró a sus manos vacías, luego dio unos cuantos pasos hacia donde Skye Gladwell, la última adquisición a los concursantes, permanecía mirando, con la boca abierta y los ojos también, al equipo de la Taberna Luden's. —¿Henry? Eva no se perdió la forma en que todas las cabezas de la Costa Este se giraron para escuchar a su compañero de equipo. —Paren, ¿quién demonios es “Henry”? —exigió Winslow, pero nadie lo miró. Skye Gladwell levantó una mano temblorosa hacia Beck, pero no lo tocó. —¿En verdad eres tú? —Su voz era de incredulidad, como si no confiara en la evidencia de sus ojos.
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Eva tomó una sospechosa inhalada de aire y le frunció el ceño al chef de la Costa Oeste más cercano, un hombre achaparrado que usaba una camisa hecha de lienzo de cuadros y eau-de-mariguana. Si Skye había estado fumando de la pipa de hachís tan fuerte como su emocionado chef aquí, probablemente tenía razón al dudar de lo que sus ojos abiertos e impactados le estaban diciendo. Excepto que la alta y morena chef Skye estaba mirando casualmente al mismo que se había metido en una pelea el día antes y la mirada de piedra en el rostro del hombre no podía ocultar el destello de reconocimiento en sus ojos negros. Reconocimiento y algo más peligroso, pensó Eva. —Skye. —El alto chef la reconoció con un asentimiento. —No sabía que ibas a estar aquí —dijo Skye, sonando sorprendida. —Sorpresa. La mirada de Eva volvió a Skye, haciendo que se diera cuenta que, junto con todos los demás de la cocina, estaban siguiendo el tenso intercambio como un match point en Wimbledon. Uh oh. ¿La cámara ya está grabando? —¡Oh Dios mío! —murmuró Skye, poniéndose roja desde el cuello, hasta las puntas de sus orejas. —Esto es irreal. No puedo creer que hayas venido. Una maliciosa voz gritó desde la parte posterior de la habitación. —¡apuesto que eso no es lo que estabas diciendo anoche! ¡Yuupii! Eva había visto a Beck de forma agresiva ayer, pero todavía estaba asombrada de ver la locura domándolo. —¡Tu pedazo de mierda! —gruñó, girándose y dirigiéndose hacia la mesa de atrás como si fuera a derribar todas las mesas y chefs entre él y su presa. Los chicos de Medio Oeste siguieron a Ryan Larousse entre una ronda de risas fuertes y abucheos, mientras los chefs en la mesa central explotaron en acción, tratando de mantener a Beck bajo control, y las mesas en el medio eructaron con parloteos. En un abrir y cerras de ojos toda la cocina estaba aborotada.
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—Cálmate, Beck, vamos —ordenó Danny, poniendo una mano en el pecho de su compañero de equipo para retenerlo. Eva se tomó un momento para apreciar la forma en la que sus músculos y tendones estaban estirados por todo el brazo fuerte de Danny antes de sacudirse y poner dos dedos en su boca. Pero su usual silbido rompe tímpanos apenas hizo una marca en el altercado. Justo cuando Eva se estaba preguntando qué era lo que había pasado con el silbato que su padre había insistido en que mantuviera su bolso cuando se fue a la universidad, los tres jueces entraron en la cocina, y el torrente de la conversación se detuvo como si una mano gigante hubiera clavado un cuchillo. Skye Gladwell y su equipo se escabulleron a sus lugares, sin hacer contacto visual con nadie, y Eva le telegrafió una advertencia a Danny Lunden, que se las arreglo para pelear discretamente con Beck para que se quedara quieto en la primera fila. Intensamente consciente del camarógrafo, que de repente estaba de pie detrás de su cámara y filmando vorazmente en vez de estar encorvado luciendo aburrido, Eva dejo que su mejor sonrisa de TV se extendiera por su rostro, revisó para asegurarse de que su micrófono estaba encendido, y dio un paso hacia adelante para saludar a los jueces. Era hora de tener esa situación bajo control, antes de que la competición de Rising Star Chef se volviera un gigante circo. *** Danny encontró la mirada de Eva y durante un momento abrasador de conexión, él supo que estaban pensando exactamente lo mismo. Pongamos este programa a funcionar. Aparentemente, los jueces estaban pensando lo mismo —Bienvenidos a la decimoséptima competición anual de Rising Star Chef —dijo el famoso chef juez, Devon Sparks, a una ronda de aplausos. Él mostró su brillante sonrisa, con hoyuelos a la vista, e improviso un poco con la cámara. A pesar de que hacía poco había dejado su show de TV que fue un súper éxito, jugar con la audiencia era claramente su segundo ambiente.
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—Todos han trabajado muy duro para llegar aquí —Spark continuó, ablandando su tema. —Vencieron a cientos de chefs en sus regiones de este genial Estados Unidos de América por el honor de competir hoy. Esta es una oportunidad que se presenta una vez en la vida, la oportunidad de demostrarse a ustedes mismo lo mejor de lo mejor. Y sin errores, chefs, ese es el verdadero premio. —Aunque, seamos honestos —dijo el otro juez masculino, Kane Slater, arrastrando las palabras con una sonrisa ganadora—. Los premios realmente son bastante más impresionantes. Kane Slater no era un chef o profesional culinario, por supuesto, pero él era uno de los amateurs culinarios más famosos. Dada la convocatoria más adolescente, Winslow habría hablado sobre los legendarios festines y fiestas con temas culinarios. Algunas personas habían cuestionado la elección de Kane como juez, pero Danny no había tenido problema con el tipo. Él ciertamente parecía saber más sobre sus cosas en las finales de las competiciones regionales. Aunque cuando Eva lanzó al dios del rock con cabello dorado y con ojos azules un guiño a la línea de visión de las cámaras, Danny pensó que tendría que reconsiderar esa opinión. Suavizar el fruncimiento de su expresión tomó mucha energía, Danny apenas escuchó como recitaban la lista de los premios. El saco de dinero de los patrocinadores sería bueno, y Danny no rechazaría el coche nuevo, aunque no estaba seguro de donde lo estacionaría en West Village. ¿Pero la chef escritora y crítica de restaurantes en la revista de renombre internacional Délicieux? Ahora, ese premio valía la pena. Danny enderezó sus oídos tan pronto como Claire Durand, la editora en jefe de Délicieux, habló. Con un ligero acento en su voz, Claire comenzó, —Bonjour. Espero que hayan dormido bien, porque tal vez anoche fue su última oportunidad de hacerlo. Los músculos de Danny se tensaron con expectación, sus hombros se pusieron lo suficientemente rígidos como para golpear, pero no había a
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quien golpear además de a los provocadores de la fila de atrás. Supuso que incluso Ryan Laruousse era lo suficientemente inteligente como para mantener su fea bocaza cerrada cuando Claire Durand estaba hablando. —Las próximas semanas serán extenuantes a medida que empecemos a reducir, expulsando los equipos perdedores. Una serie de reducción culinaria de los equipos perdedores. Una serie de retos culinarios los esperan, y deben hacer lo posible para cumplir con ello. Esos que se queden atrás serán eliminados. Esos que se alcen avanzarán a la próxima ronda, y la oportunidad de cocinar… ¿Cómo se dice? Sus elegantes cejas bajaron a su regia nariz francesa. —¿Mano a mano? —sugirió Kane Slater. Ella le dirigió una mirada al joven hombre que Danny no pudo descifrar. —Cabeza con cabeza —suministró Devon, cruzando sus brazos por encima de su pecho de manera significativa—. La ronda final será un chef de cada uno de los dos equipos que queden. Una oleada de emoción pasó alrededor de la sala, como un juego de grandes apuestas por teléfono. Esto fue un nuevo desarrollo, los años anteriores habían visto el último desafío continuar en gran parte la misma línea que las primeras rondas: equipos competiendo uno contra otro por una victoria del todo el equipo. —En este momento, de todos modos —Claire dijo, tomando el control de la conversación una vez más—. El equipo es la clave. ¿Sí? Encontrarán que el trabajo en equipo es vital para todos los retos en esta ronda de la competición, y la forma en la que trabajen como equipo dirá tanto de ustedes como de chefs. Buena suerte. Ella miró de vuelta a Eva, que estaba claramente continuando su papel como directora de ceremonia. Metiendo un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja, Eva se giró hacia los chefs. —Estados Unidos es un país tan diverso en costumbres alimenticias locales como lo es en culturas, lenguajes y etnias. Pero algunas ciudades están por encima de las demás como líderes en el mundo
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culinario. La rivalidad entre Nueva York y San Francisco está bien establecida, pero elegimos comenzar la competición en Chicago por dos razones. Ella hizo una pausa teatral, dándole tiempo a Danny para notar la forma como llenaba ese vestido rojo. Estilizado, probablemente no sería un atuendo tan sexy, pensó. No era particularmente corto; las mangas llegaban a sus codos, y el dobladillo estaba en algún punto alrededor de sus rodillas. Pero de alguna forma, cada vez que la miraba, apenas podía respirar por quererla. Eva no estaba mostrando mucha piel, pero que piel tenía expuesta era una decisión. Como si pudiera leer sus pensamientos, los ojos de Eva volaron rápidamente hacia Danny. Habían adquirido ese brillo especial con el que ya se estaba familiarizando, el que decía que lo tenía justo donde lo quería. —La primera razón por la que vinimos a Chicago fue porque, de todos los equipos que se ganaron el derecho a competir, el equipo del Medio Oeste del restaurante Limestone, justo aquí en el Hotel Golden Coast en Chicago, anotó la mayor puntuación dada por los jueces en la ronda final. Un gran revuelo se extendió por la cocina mientras los chefs de cada equipo se miraron y revaluaron su competición. Danny mantuvo su mirada hacia al frente, trabada con la de Eva, mientras su mente corrió para asimilar la nueva información. No podía evitar sentir como si ella estuviera soltando esto como un reto personal para él, incluso aunque él sabía, racionalmente, que no era cierto. Obviamente, esto era que habían planeada con mucha antelación. Muchos antes de que Eva hubiera posado su vista en él, por cualquiera que fuera la razón. Y tenía sentido, desde del punto de vista publicitario, si Eva quería que el Canal de Cocina retransmitiera la competición, tenía que darles un poco de teatro. Mostrar al Equipo del Medio Oeste como los jugadores con delantera y a todos los demás tan desamparados era un buen comienzo. —Y la segunda razón —continuó Eva, con una sonrisa de gato en un tarro de dulces en su rostro con la tensión que creó—, es que
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queríamos celebrar la excepcional diversidad y la emocionante frescura del escenario culinario de Chicago. —Hay varias técnicas culinarias por las que Chicago es famosa. En su primer reto oficial, nos gustaría que cada equipo prepare una comida de tres platos que represente el mejor talento del equipo, al estilo Chicago. Tienen dos horas para planear y comprar esta mañana, luego otras cuatro para prepararlo esta tarde. Tendrán dos horas más para cocinar mañana, antes de que los jueces regresen para probar su comida. ¡Ah, ¿Chefs? Una cosa más! El aire se electrificó, y el corazón de Danny latió lo suficientemente fuerte como para sacudir todo su pecho. ¿Qué clase de bola curva estaba a punto de lanzarles? —Estas serán nuestras primeras eliminatorias —dijo Eva amablemente—. El equipo que los jueces escojan como su menos favorito se irá mañana en la noche. Los otros cuatro equipos progresarán a la siguiente ronda. Así que, con eso dicho, ¿están listos? Un coro de voces gritó que sí, la adrenalina de la sala subía mientras cada concursante se tensaba, posicionado para la acción. Danny podía sentir a sus músculos tensándose, sus manos casi temblorosas con la necesidad de cocinar, conmovido, medido y acorazado. Eva movió el brazo de su vestido rojo hacia un lado, señalando al contador digital situado en la pared junto a un reloj. —Ya —gritó, y el cronometro se encendió, con números rojos en cuenta regresiva y haciendo sentir a Danny como si ya estuvieran detrás. Todos se movieron para unir sus cabezas mientras los jueces desfilaban fuera de la cocina, dejando a los chefs atrás con Eva y su equipo de filmación. Debido a que no podía detenerte y que su concentración era una mierda, parte del cerebro de Danny la rastreó mientras ella eficientemente desenganchaba el micrófono de la parte trasera del brillante cinturón negro asegurada a su delgada cintura y se enganchó al arrugado cámara en otra discusión intensa. —¿Te estamos aburriendo? —La voz risueña de Max en su oído regreso a Danny a la tierra.
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Con sus mejillas ardiendo con vergüenza, Danny aclaró su garganta y decidió ignorar a Eva Jansen, sin importar cuán excesivamente caliente fuera. —Lo lamento. ¿Qué tenemos hasta ahora? —Hasta ahora hemos nombrado dos cosas por las que Chicago es conocida —dijo Jules, con un lápiz puesto encima del cuaderno que llevaba en su bolsillo trasero para anotar las ideas de menú—. Bistecs y perritos calientes. —Salsas, en general. —Beck cruzó sus brazos encima de su pecho—. Chicago fue el centro de la carne en el mundo. La línea tomó a Danny por sorpresa, haciéndole dar una mirada más de cerca al chico. De alguna manera, él no hubiera esperado que el Beck grande y aterrador estuviera citando un poema de Carl Sandburg. —La pizza también —añadió Winslow—. Del tipo de masa gruesa. La empanada estilo Chicago, con sus gruesas y pastosas cortezas y montones de montículos adicionales, eran tan diferentes de la pizza deliciosamente grasienta y blanda, que apenas parecían de la misma categoría de comida. —No estoy seguro acerca de nuestra capacidad para conseguir una correcta pizza estilo Chicago —dijo Danny—. ¿Qué más hay en esta ciudad? —Hay unos pocos lugares, Limestone es uno de ellos, donde los chefs de Chicago están llevando la cocina experimental a otro nivel —dijo Beck, su mirada feroz e intencionada en el cuaderno en la mano de Jules. Parecía estar trabajando extra fuerte en concentrarse, y Danny sintió un breve momento de abrazadora admiración por el chico. Cualquiera que fuera el desastre sin resolver que existió entre Beck y esa chef de San Francisco, Skye Gladwell, Beck lo estaba manejando como un profesional. Mejor de lo que Danny estaba manejando su atracción poco bienvenida con Eva Jansen, a cualquier nivel. Concentración, idiota.
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—Entonces el equipo del Medio Oeste probablemente se quedará con lo que saben y hará algo de vanguardia y loco con espuma de ajo, helado de albahaca y agua de tomate, o lo que sea —dijo Max. Él siempre había sido bueno con la estrategia. Solía enloquecer a Danny cuando jugaban a juegos de mesa, pero ahora estaba agradecido. En lo que Danny era bueno era en la búsqueda. —He estado leyendo sobre Chicago, en verdad —dijo, cuidadosamente evitando los ojos de Max. A Max le gustaba molestarlo por eso, pero eso había salvado el trasero del equipo en más de una ocasión—. Y las grandes tendencias actuales aquí son el brunch 8 y la comida casera. La tendencia en los restaurantes más pequeñas en los vecindarios como Bucktown y Wicker Park tienen mostradores afuera de la puerta y alrededor de la manzana con magníficos gofres y buenas tortillas, y todos en la ciudad tienen su propia versión de pastel de pollo y puré de patatas. —¡Genial! —Los ojos de Jules se iluminaron de la misma manera que lo hacían cuando su imaginación había estallado. Garabateando furiosamente, preguntó—. ¿Otras opiniones? —¡Oh! —Winslow saltó como si le hubieran tocado—. Sé otra cosa por la que Chicago es conocida, Jazz. Jazz, discotecas, prohibiciones, muchedumbre, comida tradicional… ¡eh! Como siempre, Win parecía sorprendido de que su aparente lluvia de ideas hubiera producido una idea real, pero Danny ya no se asombraba por eso. —Buena hombre —dijo él, pegándole al chef más joven en la espalda. —Sí, pero apuesto que el equipo sureño pensará en eso, también —dijo Win—. Y mi madre podría ser negra, pero creció en la ciudad de Nueva York, y yo también. La comida que alimenta el alma en mi casa es comida para llevar de fideos tailandeses y albóndigas a domicilio. Danny inclinó su cabeza para mirar al techo con huecos para la ventilación.
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Brunch: comida realizada por la mañana entre el desayuno y el almuerzo
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—Es un poco temprano en la competición para empezar a intentar vencer a sus equipos en sus propios juegos. Necesitamos quedarnos con los que sabemos y amamos cocinar, lo cual es bistec. La Taberna Lunden's habían sido el sitio al cual ir por un buen bistec en West Village durante décadas. Su familia les había servido a todos, desde Ronald Reagan hasta Luciano Pavarotti. Hasta su muerte habían mantenido un abastecimiento especial de un tipo especial italiano de sardinas enlatadas a mano, sólo por si acaso Frank Sinatra llegara a la ciudad. —Pero hicimos bistec en las finales regionales —discutió Jules—. Es demasiado obvio para hacerlo de nuevo tan pronto. Incluso si no replicamos el filete lacado con soja, creo que es demasiado similar, nos hará parecer expertos en una sola área. —La Sra. Jansen dijo que se suponía que mostrábamos lo que éramos como chefs y como equipo con este plato —les recordó Win—. Así que es sobre lo que queremos mostrar. Tenemos talento aquí, compañeros. No tenemos que cocinarnos en una esquina tan pronto. A pesar de la afilada punzada de nervios que siempre asaltaba a Danny con la idea de alejarse de su familia, él asintió firmemente. Si todos los demás estaban de acuerdo, él no iba a ser quien hiciera turbulencia. —Tienes razón. Nada de filetes para este reto. ¿Entonces qué hacemos? ¿Qué queda en la lista? Se hizo el silencio mientras pasaban en las opciones que habían salido en la lluvia de ideas. El cerebro de Danny zumbaba por las opciones a la velocidad de la luz, añadiendo y quitando ingredientes en diferentes combinaciones y configuraciones. Era difícil trabajar en lo que haría para su postre hasta que supiera cuál iba a ser el plato principal, porque todos los tres platos necesitaban estar juntos sin problema para crear una experiencia de degustación perfecta y coherente. Cuando Beck fue quien rompió la pausa, todos lo miraron con varios grados de asombro. No era que Beck nunca hablara, pero él era del lado fuerte y silencioso, más un seguidor que un líder. Pero había algo diferente sobre él hoy. Danny lo estudió de cerca, tratando de descubrir que era lo que hacía parecer al chico más… ahí, y presente, de lo habitual.
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—Tengo una idea —dijo Beck lentamente, con su voz profunda resonando las palabras como llantas sobre el pavimento—. ¿Y si hacemos la cosa del desayuno para la cena? Hay una salsa de mariscos que he querido intentar… Y justo así, las oportunidades se abrieron. Danny lamió sus labios mientras el potencial lo inundó. Alrededor de él, sus compañero de equipo estaban encendidos por el fuego de la buena idea, hablando emocionadamente y diseñado planes en el cuaderno de Jules. Tenían una oportunidad. Podían ganar esto, Danny lo sabía en sus huesos. Y mientras el cronometro estaba descendiendo, Danny miró hacia arriba para atrapar los ojos de Eva puestos en él. Un momento de contacto visual, la sugestiva curva de sus brillantes labios rojos, tuvo a Danny endureciéndose en una infernal oleada caliente. Bueno. Podrían ganar esto, si él se las podía arreglar para mantener su pene en sus pantalones y su mente en la cocina. De algún modo, mientras él miraba la forma en la que las caderas de Eva se movían mientras ella paseaba alrededor de la sala asegurándose de que cada equipo tuviera lo que necesitaba, Danny pensó que eso sería más fácil decirlo que cumplirlo.
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Capítulo 9 Traducido por Akanet Corregido por Aylinachan
T
an pronto como los jueces salieron de la cocina, Claire le entregó su micrófono inalámbrico al asistente personal y se fue por el pasillo sin volver ni una sola mirada atrás.
Kane apretó sus puños y se obligó a prestar atención a lo que el otro juez masculino, el famoso chef Devon Sparks, estaba diciendo. —Eres el cantante favorito de mi esposa. Ella está más que enojada porque tengo para pasar el rato contigo por todo el país durante las próximas semanas. Casi tan molesta como está porque la estoy dejando sola para hacerle frente a las náuseas matutinas del embarazo y los antojos de mantequilla de maní y pepinillos fritos. —Devon sonrió, y a diferencia de la sonrisa brillante que las cámaras tanto amaban, ésta llegó a sus ojos azules eléctricos. Eso hizo que Kane se detuviera, e inhalara, porque Devon estaba claramente hablando de algo, alguien, que le importaba, y Kane se había prometido hace mucho tiempo que nunca, nunca sería la clase de persona que ignoraría lo que importaba. Era una promesa difícil de mantener cuando existía entre el mundo superficial, y brillante de las fiestas de Los Ángeles y el surrealista y eterno viaje por carretera de las giras, pero hacía todo lo posible. Ignorando el hecho de que Claire estaba esperando un ascensor, a punto de caer fuera de su alcance, Kane le devolvió la sonrisa a Devon y dijo—¡Felicitaciones por lo del bebé! Y gracias, hombre. Nunca deja de ser asombroso oír hablar de alguien que escucha mis cosas. ¿Cómo se llama tu esposa?
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La cara casi demasiado perfecta del hombre se fundió en algo humano, justo ante los ojos de Kane. —Lilah. Lilah Jane Sparks, y escucha mucho tu música tanto que, si no supiera que me ama, habría lanzado cada uno de tus CD a la calle hace mucho tiempo. La profunda y tranquila seguridad acerca del cariño de su esposa le dio a Devon un aire decidido, y asentado que afectó extrañamente a Kane. Sentía curiosidad por ello, ¿cómo sería saber que eres amado, completa y absolutamente, por alguien diferente a tu familia?, pero tenía curiosidad por una gran cantidad de cosas, por lo que no era extraño. Lo que era extraño era la forma en que Kane se sentía al mismo tiempo atraído y repelido por la idea. Ser amado... claro, ¿quién no quería eso? Pero estar decidido y asentado. Uf. Kane reprimió un escalofrío. Eso no era para él. Tenía mucho por hacer, mucho por ver y experimentar y llevar a cabo, para bajar en picado, sujetar sus alas, y comenzar a arrastrar los pies por el polvo. Letras de canciones cosquillearon en su cerebro, distrayéndolo. —Bueno, me alegra que no lo hicieras —dijo vagamente, tratando de alejar la confusión parpadeando—. ¿Tú... quieres un autógrafo o algo para Lilah? —En realidad, tenía un favor diferente que pedirte —dijo Devon, pareciendo avergonzado mientras sacaba su teléfono del bolsillo de su chaqueta perfectamente adaptado de camello—. Hoy es su cumpleaños. ¿Te importaría...? Kane se relajó. Esto era fácil. —Claro, hombre, no es problema. Márcale por mí, y me encargaré del resto. Devon tocó la pantalla del teléfono una vez, luego se lo entregó a Kane. Una voz dulce como la melaza arrastró las palabras en su oído, lenta y ronca por el sueño, —Mmm, tiempo para mi azúcar de la mañana. ¿Cómo es que siempre sabes justo lo que me hace sentir mejor?
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Enviándole una sonrisa a Devon, Kane comenzó a cantar en el teléfono, con el acompañamiento de un silencio por la sorpresa seguido por un poco de chillidos y risa. Para el momento en que había llegado a "y muchos mááááás" Devon estaba radiante, Lilah estaba prácticamente histerica, y Claire se había ido hacía rato. Suprimiendo un suspiro, Kane le resto importancia al agradecimiento de Devon y le dijo adiós a Lilah. —Eres el mejor, Slater. No lo voy a olvidar. ¡Nos vemos más tarde! Tan pronto como Devon consiguió su teléfono de nuevo, estaba claro que él y su esposa necesitaban un pequeño tiempo a solas, y después de presenciar su relación cercana y personal, Kane en cierta medida también quería estar solo. Hizo un gesto de despidida a Devon con una sonrisa y metió sus manos en sus bolsillos, vagando por el pasillo frente a las puertas de la cocina del hotel. Estaba tratando de decidir si podía soportar la idea de usar su famoso rostro para levantarse el número de la habitación de Claire de la chica trabajando en la recepción escaleras arriba cuando Eva se deslizó en el pasillo, cerrando las puertas con cuidado detrás de ella. —Hola, nena —la saludó Kane, alegre por la distracción de sus pensamientos cada vez más tortuosos e infelices—. ¿Cómo va todo ahí? Se llevó una mano a la boca como si quisiera morderse la uña de su dedo índice, pero tan pronto como se dio cuenta de que estaba barnizada con pintura roja, retorció ambas manos detrás de su espalda. —Va bien. Tal vez. No lo sé. Dios, ¿qué me hizo pensar que podía sacar esto adelante? —¡Oh, sin más! —Eva nunca fallaba en moverlo a la sensibilidad de gran hermano cuando dejaba caer esa armadura como de tiburón y mostraba su vulnerable vientre blanco—. No puede ser tan malo como todo esto. Los chefs parecían como si estuvieran listos y con muchas ganas de ir cuando los dejamos. Ven aquí. Lo estás haciendo bien. Él le dio un abrazo con un sólo brazo, apretando fuerte sus hombros. Con ella sobre esos tacones de aguja, eran casi de la misma altura. Eso hacía que Kane deseara con nostalgia que sus viejas, y rayadas botas de vaquero le dieran tres o más centímetros sobre ella, pero las había dejado atrás cuando se fue de Texas.
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—Los chefs están locos. Ya están peleando y ni siquiera hemos empezado en realidad —se lamentó Eva, girando su rostro en su hombro y probablemente embarrándolo con maquillaje por todas partes—. Y el camarógrafo me está volviendo loca, el productor del canal de cocina sigue diciendo que no está seguro de que haya suficiente acción y drama, incluso para hacer una bobina, si hacen la transmisión en vivo desde el último desafío en San Francisco. ¿Qué es lo que´espera? —No sé, creo que las cosas han estado muy abarrotadas de acción hasta el momento —dijo Kane—. ¿Y esa pelea a puñetazos de ayer? —Pero no quiero que aireen ese tipo de cosas —se lamentó Eva—. ¡Eso no es de lo que se trata la RSC! Kane puso sus manos sobre los hombros de Eva y la hizo dar un paso atrás para poder mirarla a la cara. —Oye, oye. Vamos, ahora, cariño. Confiesa lo que realmente te está carcomiendo. Ella se removió un segundo, lo que la hizo parecer muy joven. Le recordó a la Eva que había conocido al principio, hace cinco años, en una fiesta de vacaciones en la casa de algún desagradable productor de discos, una niña salvaje con cabello largo, y de color café oscuro y con una incontenible necesidad de tener la atención de todos los hombres en la fiesta. No porque ella quisiera tener relaciones sexuales con ellos, Kane lo había visto a simple vista. Sino debido a que alimentaba una profunda necesidad oculta bajo su top sin mangas y sus pequeños y ajustados pantalones vaqueros. Eva era una trotamundos, una exploradora, al igual que Kane. Lo había sabido al instante, en uno de esos extraños momentos de comprensión, y cuando ella se había metido un poco demasiado profundo —tragos de vodka y los chicos ricos que tienden a tocar inapropiadamente eran una mala combinación— Kane había intervenido y la había rescatado. Había sido su hermana del alma desde entonces. E incluso ahora, media década después, con dos discos de platino, y un exitoso imperio de restaurantes, no siempre conseguía saber que la hacía aferrarse. Lo cuál era, por supuesto, parte de su considerable encanto.
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—Hay un chico —le dijo, entonces le dio un manotazo en el brazo y puso mala cara cuando él se echó a reír. —Nena, ¿contigo? Siempre hay un chico —le dijo con cariño—. Esa parte, ya la sabía. Dime que es lo que me estoy perdiendo respecto a él. Su boca se torció y obtuvo una mirada lejana en sus ojos. —Él no es... como los demás. No sé de qué otra manera describirlo. Yo sólo... lo quiero. Kane se encogió de hombros. —Emtonces ve a buscarlo, chica. Para Eva, era normalmente así de simple, y si él no podía evitar la punzada de envidia, al menos podría evitar que se mostrara en su rostro. Pero Eva no parecía estar de acuerdo. Negó con la cabeza, haciendo que su corto y castaño cabello golpeara contra su barbilla. —Es complicado. Es uno de los concursantes. ¡Bueno, ya estamos! pensó Kane. De tal palo, tal astilla. Pero él sabía que le haría daño oír eso, por lo que en cambio preguntó—: ¿Y eso es un problema para ti? —No generalmente —admitió—. Quiero decir, es sólo sexo. Es simple biología, ¿verdad? Acumulas tensión y estrés, necesitas abrir una válvula en algún lugar y dejarlo salir, o explotarás. No hay nada profundo y emocional al respecto, sólo una función corporal. Como estornudar. —Por supuesto —dijo Kane, asintiendo sabiamente—. Estornudos mixtos y desnudos. La próxima ola en pornografía. —¡Oh, cállate! Sabes lo que quiero decir, y sé que estás de acuerdo conmigo. No intestes esa cosas de artista sentimental conmigo, he visto la forma en que te paseas entre las mujeres, como un paciente con gripe con una caja de pañuelos. —Asqueroso —le dijo—. ¿Qué pasa contigo y los mocos hoy? Sus ojos se volvieron grandes y angustiado. —¡No sé! —exclamó—. Estoy totalmente fuera de juego. Le pedí que me besara en el ascensor, y fue perfecto, todo caliente y provocador, pero
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entonces... me hizo sentir algo. Y simplemente se alejó después, ¡como si nada! Hmm. Sonaba como que la diva hubiera conocido a su pareja. Kane puso una sonrisa comprensiva. —¿Habría sido mejor si hubiera tratado de violarte en semipúblico? —¡Sí! —Eva acomodó su barbilla con terquedad—. Quiero decir, por lo menos eso habría sido normal. Ahora no sé a dónde ir desde aquí. Una vez más, él y su hermana del alma estaban en la misma longitud de onda cósmica. Habría sido gracioso si no fuera tan triste. Kane suspiró—: Dímelo a mí, nena. Estoy un poco perplejo, por mí cuenta. Su mirada fue de desaliento a astucia en aproximadamente medio segundo. —¡Oh, creo que ya he dicho suficiente! Es tu turno. ¿Por qué no me cuentas acerca de eso, y veré qué puedo hacer para ayudar? —A menos que puedas convencer a una muy inteligente, y obstinada que valgo la pena para que vaya en contra de su propia naturaleza, no me sirves. —Vales la pena —declaró Eva, siempre leal—. Y Claire debería darte la oportunidad de mostrarselo. No puedo convencerla, yo misma, pero puedo hacer posible que tengas una oportunidad de hacerlo. Con el latido del corazón acelerándose, Kane tomó las manos de Eva. —Oh, nena. Si lo haces, te prometo que voy nombrar el primer sencillo del próximo álbum en honor a ti. Ella sonrió. —Oye, si no puedo manejar mi propia vida amorosa, por lo menos puedo ayudarte con la tuya. Claire está en la suite tres mil doscientos dieciocho, la cambié esta mañana después de que se quejó de que faltaba un escritorio en su habitación. Apuesto a que está allí en este momento, instalándose con la botella de champaña que le envié. Kane meneó sus cejas, deliberadamente obviando el hecho de que éste era exactamente el tipo de cosas que había prometido no hacer.
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—Tal vez podría beneficiarle con un poco de compañía. —Ve por ella, muchacho —dijo Eva, dándole un pequeño empujón en dirección a los ascensores—. Y recuerda, ella es francesa, por lo que vete adelante llevando la contraria. ¡Y cuidado con el puchero! Si ella saca la artillería pesada, sabrás que estás llegando a ella. ¡Bonne chance! Kane le lanzó un beso y salió hacia el ascensor, con el corazón elevándose mientras empezaba a subir a través del hotel, más y más cerca de Claire Durand. Bonne Chance, de hecho. Iba a necesitar toda la suerte que pudiera conseguir. *** Eva miró a su amigo salir corriendo para tener relaciones con su otra amiga, y luchó por no sentirse abandonada. No siempre todo es acerca de ti, se sermoneó ella misma. Bueno, está bien. Ella era la hija única mimada de un hombre rico que había perdido a su mejor amiga y su brújula moral cuando había perdido a su esposa, y que había por consiguiente pasado la mayor parte de su infancia y adolescencia dejando a Eva sola en su mansión de Long Island, y después llenándola con regalos de culpabilidad después. Así que en realidad, en cierto modo todo era acerca de ella. O al menos ella tenía la sensación honestamente. Miró su reloj. El minutero de color azul zafiro apenas había progresado en absoluto. ¡Uf, esta espera! Era interminable. Había dejado la cocina para conseguir algo de distancia de la energía frenética de los chefs concursantes en completo modo de planificación, pero en menos de media hora sería el momento de amontonarlos a todos en los automóviles para el viaje a la tienda de comestibles. No por primera vez, Eva sintió un resplandor de realización por el hecho de que había logrado atraer a Lincoln como uno de los patrocinadores.
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La compañía de automóviles no estaba sólo proporcionando una camioneta nueva como premio para el ganador final, también estaban prestando varios automóviles de lujo como medio de transporte para llevar y traer a los chefs de los diferentes lugares del reto. Sacando su teléfono, Eva llamó para asegurarse de que los automóviles y chóferes estaban estacionados alrededor de la entrada principal del hotel, y que conocían la dirección y la mejor ruta para llegar a la tienda de comestibles. Después de otra mirada a su reloj, Eva decidió que sería mejor que volviera allí y apresurara a los chefs durante sus últimos minutos del tiempo de planificación. Con una poca, y muy pequeña manipulación y disputa, Eva estaba segura de que lograría arreglar las cosas para que Danny Lunden y ella tuvieran un automóvil sólo para ellos durante el viaje al supermercado. Era hora de dejar de sentirse perdida y nerviosa, se dijo. ¡Era Eva Jansen! La popular propietaria de restaurantes, la millonaria chica sexy, y que se engancha en todas partes. Sólo porque un ídolo pastelero hacía que sus pequeñas partes especiales de dama cosquillearan, no era excusa para transformarla en una chica tonta e ingenua. Me va mejor en la ofensiva de todos modos, pensó mientras informaba el final del tiempo a los chefs y los conducía fuera hacia los elegantes automóviles que los esperaban, donde logró llevar a Danny hacia su limosina y bloqueó las puertas detrás de ella. —Conduce —dijo al hombre uniformado en la parte de adelante antes de retorcerse en el cómodo asiento de cuero para enfrentar a Danny, cuya mirada de sorprendida confusión cambió a ceñido cálculo en el espacio de un solo segundo. —Tú de nuevo —dijo—. ¿Por qué tengo la sensación de que estoy siendo acosado? La adrenalina y la emoción bombeaban a través de las venas de Eva, calentando su sangre y llenándola con esa imprudencia divertida que tanto amaba. La emoción de la caza... —Porque lo estás —le dijo ella, acomodándose en el frío abrazo del profundo asiento del automóvil y cruzando sus piernas muy deliberadamente. Una brisa de aire acondicionado le enfrío las piernas
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donde el dobladillo de su vestido había subido, pero no hizo ningún movimiento para tirar de él de nuevo hacia abajo. Efectivamente, los interesantes ojos azul grisáceo de Danny se movieron para abarcar la reciente desnuda extensión de las medias hasta el muslo de seda, pero sólo una vez, y tan rápidamente que si no hubiera estado esperándolo, no lo habría notado. Sin embargo, Eva se daba cuenta de todo lo que hacía Danny. —No estoy seguro de si debería estar asustado o halagado —dijo, inclinándose el mismo para enfrentarla. El asiento trasero del automóvil era amplio y cómodo, pero las largas piernas de Danny y su larguirucho cuerpo empleaban la mayoría de ello. Sus piernas se extendían de forma natural, y el algodón oscuro de sus pantalones vaqueros se frotó burlonamente contra la rodilla de Eva cuando ella se movió. La mirada de Danny era encapuchada y con intención, enviando un escalofrío por la espalda de Eva. —¡Oh, halagado, definitivamente! —dijo Eva, un poco consternada por su propia falta de aliento—. Tengo gustos muy exigentes. Bueno, eso no siempre fue así. Eva tenía más que su parte de hombros dignos de una mueca de dolor en su pasado. ¿Pero en este caso? Veía la forma en que Danny Lunden dominaba el asiento trasero de este automóvil prestado como si fuera el salón del trono de un palacio, su hermoso rostro hace intrigante y atractivo por el leve roce de la barba de varios días a lo largo de su mandíbula, el firme conjunto de su muy besable boca. No, esta vez, Eva estaba segura, no tendría absolutamente ningún remordimiento. —No sé si eres consciente —dijo Danny, muy cortésmente, aunque sus ojos brillaron con algo más agudo y peligroso—. Pero yo estoy en medio de un concurso gastronómico que podría hacer o deshacer mi carrera, y restaurar la reputación del restaurante de mi familia. Ahora no es realmente el mejor momento para que esté preocupado por conseguir un orgasmo. —Por favor. —Eva desestimó eso como la excusa débil que claramente fue—. Ahora es el momento perfecto. Estás estresado, nervioso, tenso, necesitas un poco de liberación, campeón, o te vas a quemar.
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—O tengo que concentrarme en lo que realmente importa. Eva descruzó sus piernas lentamente, dejando que su pantorrilla izquierda tozara a lo largo de la pierna derecha de él. El contacto envió una lluvia de chispas invisibles a través del automóvil, cargando el aire con electricidad. La respiración de Eva se aceleró, y por la forma en que el pecho de Danny subía y bajaba, ella pensó que la de él también se había acelerado. Con los ojos fijos en su mirada oscura, Eva deslizó sus pies fuera de sus zapatos y enroscó sus piernas por debajo de ella en el asiento de manera que se arrodilló frente a él. Su vestido subió aún más arriba, casi lo suficientemente alto como para mostrarle de qué color era la ropa interior que llevaba puesta. —Danny —dijo, exhalando su nombre en un suspiro—. No te engañes a ti mismo. Esto importa. —Y se inclinó hacia adelante, apoyó una mano en el redondeado músculo fuerte de su hombro, y le dio un beso. Él estuvo inmóvil bajo su toque durante un único y agonizante segundo antes de que se rompiera con un gruñido como un lobo atrapado en una trampa, y tiró de ella hacia su regazo. Su boca se abrió, mordiendo con sus dientes afilados, su lengua acariciando, y Eva se hundió en ello con un ronroneo de satisfacción. Cada instante era tan bueno como lo había sido el anterior, mejor, incluso, porque esta vez estaba preparada para la repentina sacudida de lujuria, el frenesí de hambre por degustar todo de él, de inmediato y profundamente y más ahora, sí por favor más, más, más. Su vestido se arrugó lo suficientemente alto como para poner sus piernas alrededor de la cintura de él, por lo que se sentó a horcajadas. Enmarcando sus ásperas mejillas entre sus palmas, Eva apretó sus caderas contra las de él, haciéndolos a ambos temblar con necesidad. Tomó todo lo que tenía para no frotarse ella misma contra el tejido rígido de sus pantalones, la dureza atractiva de su gruesa erección empujando entre ellos volviéndola loca. La prueba física de que Danny quería esto tanto como ella lo hacía, le permitió a Eva tomar una respiración profunda y centrarse. Haciendo un círculo lentamente con sus caderas, encontró un ritmo que lo hizo estremecerse y morderla en la boca. La húmeda y frágil seda de su ropa interior no era escudo contra la embestida de sensaciones.
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Los temblores la recorrieron, pequeñas descargas eléctricas de placer y necesidad subían y bajaban por su columna vertebral. Gracias a Dios había tenido la previsión y planificación de impulsar a Danny en dirección a un automóvil sin un camarógrafo. Lo último que necesitaba era que una cinta de sexo comenzara a rondar por Internet. Jadeando en el beso, Eva se aferró a los suaves y cortos picos del cabello castaño claro de Danny y se dejó mover duro y con un propósito, mientras que las manos de él le acariciaban la espalda y en torno a sus lados para cubrir los abultamientos de sus pechos. Moviéndose hacia atrás para jadear en cada respiración, Eva se quedó mirando a Danny. El deseo ahora era evidente en su rostro, las líneas de sus pómulos y la boca rígida por el hambre. Eva saboreó la intensidad de su mirada enfocada, la humedad brillante sobre sus cincelados labios. Su deseo alimentó el de ella como leña seca avivando un fuego, y cuando Danny palmeó sus pechos y movió sus pulgares sobre los puntos duros de sus pezones, dejó que el momento la tomara y la rompiera en un millón de piezas. —¡Dios, eres hermosa! —gruñó él, los ojos brillantes hacia ella mientras la veía perder el control, y sus palabras enviaron otro estremecimiento de placer a lo largo de ella, un rico eco de su explosión. —Mmm. —Ella sonrió y se dejó caer, flácida, contra él. Eso estaba peligrosamente cerca a acurrucarse, pero estaba demasiado satisfecha y saciada para que le importara—. Tú no estás tan mal. La sobresaliente insistencia de su erección le dio un golpecito a la muesca en sus muslos, donde ella estaba mojada y tan, tan sensible, haciéndola suspirar y contonearse más cerca. Ella coló una mano entre ellos para acariciar la tensa longitud. Danny contuvo el aire, su delgado vientre tensándose contra su brazo estirado. Ah, a ella le gustaba eso. Buscando más reacción, Eva inclinó su cabeza sobre su hombro y curvó sus dedos, luchando contra el obstinado tejido de sus pantalones vaqueros para obtener un mejor agarre. Su cuello olía a sal y humo, con un toque de dulzura subyacente, como si su piel estuviera cubierta con una fina capa de azúcar en polvo.
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—Espera —dijo, con voz estrangulada—. No… —Eva levantó su cabeza para fruncirle el ceño, pero antes de que pudiera dejarle en claro que no tenía ninguna intención de dejarlo sin que terminara, ella no jugaba de esa manera, su teléfono sonó con gran estruendo con unas cuantas notas amenazantes de la música del tema de Darth Vader, fuerte y desagradable incluso desde las profundidades de su bolso. Era el tono de su padre. Y... el estado de ánimo estaba muerto oficialmente. Genial. Sólo el padre de Eva podía quitarle la excitación a tres estados de distancia.
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Capítulo 10 Traducido por kathesweet Corregido por kuami
—T
engo que tomar esta llamada.
Eva se sentó abruptamente. Danny simplemente podría estar agradecido de que ella fuera consciente de cuándo daño podría hacerle a un hombre en su condición, incluso cuando saltaba de su regazo para agarrar su bolso. Cuando la desgraciada orquesta se apagó y empezó la repetición, ella se las arregló para liberar el teléfono y acercarlo a su oído. —Hola, papá —dijo, y ¡guau! Eso era exactamente lo que Danny necesitaba escuchar. Instantáneamente se desinfló. Sin embargo si él quería que esto pasara, realmente no podía mirarla, sentada sobre sus rodillas en el asiento junto a él, el vestido rojo subido alrededor de sus caderas y mostrando destellos tentadores de sus finas bragas, de encaje satinado rojo oscuro contra su cremosa piel blanca. O el delicado color rosado de excitación que todavía seguía tiñendo sus mejillas y cuello, y la plenitud exuberante de su boca bien besada… Danny se movió incómodamente y presionó el talón de su mano contra su erección dolorosamente renovada. Volvió a sintonizar la conversación de Eva con la esperanza de que esto pudiera tener el mismo efecto en él que antes. —No, todo va genial. —Estaba diciendo alegremente, garantizando cada sílaba.
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Pero, Danny notó, que sus nudillos estaban blancos con tensión donde agarraba el teléfono. —Papá. Tengo esto controlado, ¡la RSC este año va a ser más grande y mejor que nunca! Y la cosa esa de la televisión va a funcionar. No tienes que preocuparte… —ella se calla durante un momento, con sus ojos muy abiertos con consternación—. ¡No! Quiero decir… Sé lo ocupado que estás… También me encantaría verte, pero papá… mira, vamos a planear algo para después de la competición, ¿de acuerdo?... oh. No, por supuesto que estarás en la final. No estoy intentando mantenerte alejado, ¡simplemente no necesito que mi padre esté supervisándome! Esa boca que siempre parecía a medio camino de una sonrisa no parecía muy alegre y burlona ahora. De hecho, parecía como si estuviera luchando para evitar que ésta temblara y como cerrándola a la fuerza ella se giró un poco hacia la ventana y bajó su voz. —Dijiste que confiabas en mí para llevar el programa este año, para que lo intentara. ¿Vas a echarte atrás en eso? Un largo y tenso momento se extendió como un cable en espiral, hasta que repentinamente sus hombros se relajaron y ella cerró sus ojos. Danny dejó salir la respiración y ni siquiera había estado consciente de que la estaba manteniendo. ¿Qué demonios? Este no era su asunto. Él ni siquiera debería estar escuchando. Lo que no lo detuvo de esforzarse en captar sus últimas palabras en voz baja a su padre. —Gracias, papi —dijo, sonando verdaderamente agradecida—. Prometo que no te defraudaré. Esto golpeó a Danny como un saco de harina de diez kilos contra la cabeza. ¿Cuántas veces él había dicho exactamente lo mismo a sus padres? Bueno, él no llamaba a su padre papi pero aparte de eso… era bastante parecido al estribillo de toda la vida de Danny. Eva dijo adiós y apretó el botón de cortar en su teléfono, y esta vez cuando sus hombros cayeron, Danny estuvo bastante seguro que fue alivio. La observó tomar una respiración profunda y girarse hacia él, la mirada despreocupada y seductora cuidadosamente colocada, perfectamente hermosa… y completamente falsa.
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—Ahora —dijo, dejando caer su teléfono de nuevo en su bolso, y escabulléndose sobre él—. ¿Dónde estábamos? —Puedes dejar de lado las artimañas femeninas —le dijo—. Simplemente iba a decirte que estoy bien. No hay necesidad de reciprocidad. Ella parecía confundida. Era algo adorable. —Pero. Así no es como funciona. Y luego fue algo lamentable. Danny suavizó su voz; era más fácil hacerlo ahora que la conversación con su padre y la propia empatía reacia de Danny, habían superado completamente su urgencia de tener sexo. —No sé con quién sales generalmente, o con quien te enrollas, o como quiera llamarlo, pero el sexo no siempre tiene que ser intercambio equitativo de orgasmos. No estamos hablando sobre la economía de libre mercado aquí. Esto es placer. Y créeme, y he tenido bastante viéndote perder el control así. Así que estamos bien, cariño. No me debes nada. —Sé que no te debo nada —dijo con irritación, bajando el dobladillo sobre sus piernas y estirándose hasta quedar en una postura de sentado normal. Danny no quería estar encantado por el enojo en su voz, pero no pudo evitarlo. —¿Cierto? —Se reclinó para estudiarla. Era gratificante ser capaz de confundirla tanto. Él apostaría que eso no sucedía con frecuencia. —No soy una pequeña virgen inocente —ella dijo, revolviendo en su enorme bolso —¿cómo diablos encontraba algo allí?— y sacando un lápiz de labios—. Sé todo sobre sexo, y placer, y lo que dos adultos pueden hacer. Mientras volvía a aplicar eficientemente la capa roja él podría —oh hombre— quitársela a besos, Danny luchó por mantener su calma. —No hay nada de virginal en la manera en que besas. —Su voz salió ronca y gruñona, y Danny tragó saliva—. Además —continuó—, honestamente, ¿puedes estar de humor para tener sexo cuando acabas de colgar el teléfono a tu padre?
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Ella se tensó, pero él fingió no notarlo. —Porque tengo que decir, incluso que pensar en mis padres… bueno, eso prácticamente anula mi libido cada vez. Eva sonrió, como él esperaba que hiciera, y se relajó un poco. —Supongo que no pudiste evitar escuchar. —Es un auto bonito —dijo Danny—, nunca he estado en un asiento trasero que en realidad tenga uno de esas pantallas de privacidad como en las películas. Pero no es lo bastante grande para que pueda fingir que no capté la esencia de tu conversación. —Mi padre fundó esta competición hace casi veinte años —dijo Eva—. Supongo que probablemente ya sabes eso. Aunque, en realidad no fue idea suya. Fue la idea de mi mamá. Ahora, esto era interesante. Danny se devanó los sesos por lo que sabía sobre los padres de Eva. Theo Jansen era una leyenda en el mundo de los mejores restaurantes, su imperio se extendía desde los lugares franceses más caros en Nueva York hasta los lugares de un chef famoso en Las Vegas. Casi todo lo que el hombre tocaba se convertía en caviar y champaña. Pero su leyenda se extendía más allá del comedor. Theo Jansen tenía fama de ser un mujeriego consumado. Aparecía en las aperturas de restaurantes y clubes con alguna persona de la alta sociedad, supermodelo, o estrella de Broadway diferente cada noche de la semana. Y las historias sobre lo que él levantaba con esas señoritas… bueno, Danny nunca había pensado en cómo sería escuchar jugosos chismes sobre su propio padre, pero él no veía cómo eso podía estropear a un niño. Cuando lo consideraba desde ese ángulo, no era de extrañar que, de acuerdo con la línea directa de chismes culinarios, Eva estuviera haciendo todo lo posible para seguir los pasos de su padre, tanto en negocios como en placer. Pero aunque lo intentó, Danny no podía recordar una sola historia sobre lo que sea que le había pasado a la madre de Eva. Ni siquiera podía recordar el nombre de la mujer.
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Si le hubieran pedido que adivinara, Danny probablemente se habría imaginado que ella había sido una esposa trofeo9, o algo así, y que estaba viviendo de su generoso acuerdo de pensión alimenticia en alguna villa italiana. Al menos, esa habría sido su respuesta antes de este momento, en los confines íntimos y cerrados del asiento trasero de este auto, frente a Eva Jansen, que todavía parecía recientemente poseida, y olía a mujer dulce y satisfecha. Algo en la manera en que Eva se encorvaba sobre sí misma, tan diferente de su habitual confianza temeraria, le dijo a Danny que allí había más que eso. —¿Ah sí? —Parecía como la respuesta más segura que él podía dar. —Adoraba cocinar, la habilidad, técnica y maestría de esto, creía que era horriblemente injusto que no hubiera un lugar de encuentro para que los chefs perfeccionaran sus talentos compitiendo uno contra otro, y ser reconocido por toda la nación por sus logros. Adoraba. En pasado.
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¡Oh, Eva! Tragando el nudo en su garganta, Danny dijo: —Tenía razón. Hay muchos chefs en ciudades a través de Estados Unidos, haciendo un buen trabajo, creando comida fantástica. La RSC hace un gran trabajo mostrando a esas personas y dándoles un lugar para brillar. —Y la oportunidad de un futuro aún más grande —dijo Eva, la convicción brillaba en sus ojos y haciéndolos chispear—. Esa es la razón por la que quiero hacerlo, hacer que el sueño de mi madre sea una realidad. Danny no tenía idea de por qué lo sorprendió averiguar que Eva era una verdadera creyente bajo todo su brillo, elegancia y despiadadas maniobras; él ya sabía que ella llevaba una vida paradójicamente contradictoria. —Si te sirve de algo —le dijo—, creo que estás haciendo un gran trabajo. Hasta ahora. 9
Esposa trofeo: Atractiva (por lo general más joven) esposa de un hombre rico, famoso o importante.
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Mierda. Lo bueno es que no fue desconsiderado, o algo parecido. Pero Eva le dio una pequeña sonrisa. —En realidad, sirve de mucho. Gracias. Sé que no lo habrías dicho si no quisieras hacerlo. Danny tuvo cerca de dos segundos para preguntarse cómo sabía eso de él antes de que registrara e hecho de que el auto estaba deteniéndose en frente de un enorme supermercado. —Parece que estamos aquí —dijo, innecesariamente, pero maldición. La atmosfera en el auto todavía era densa con la vergüenza, superpuesta por el aroma burlón del sexo y el hambre, y Danny no estaba funcionando exactamente muy bien. Esta era la razón por la que se suponía que él mantenía la distancia con Eva Jansen, se recordó a sí mismo. Ella era la distracción más peligrosa del mundo. Sacudiendo su cabeza en autorechazo Danny abrió el seguro de la puerta y empezó a salir, sólo para ser detenido por una mano delgada agarrando su codo. —Espera… antes de que te vayas. —Eva miró hacia abajo, luego arriba hacia él a través de sus pestañas oscuras. Era una imagen muy linda de ella, más suave y más vulnerable a como estaba acostumbrado a verla—. Simplemente quería decir… gracias. Por todo. Y si pudieras mantener todo esto para ti solo, lo apreciaría verdaderamente. Una repugnancia extrema se enrolló en su estómago. Él nunca había sido tratado como un juguete sexual desechable antes. Eso no era tan divertido como había imaginado. —No te preocupes por eso —dijo cortantemente—. No beso y cuento. Su cabeza se levantó, sus ojos plateados de gato muy abiertos en lo que parecía asombro. —¡Oh! No, no es sobre el beso. No me importa, explícaselo a todo el mundo. Me refería a la llamada. Con mi padre. —Miró a un lado, con sus dedos jugando con el cierre de su reloj brillante—. Preferiría mantener en secreto, que tiene dudas sobre que yo me haga cargo de la competición. Es sólo eso. Bueno, es algo muy personal.
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Esto tenía que ser uno de los encuentros más extraños de la vida de Danny. Nada parecía ir de la manera en que él esperaba cuando Eva Jansen estuviera involucrada. ¿Qué clase de mujer no consideraba sus propias hazañas sexuales como “personales”? Desplándose un poco, Danny asintió hacia ella y escapó del auto. La sensación de malestar se había ido, pero había sido sustituida por la sensación mucho más aterradora de caer a través del espacio, y la perspectiva de un duro aterrizaje. De alguna manera entre el Gold Coast Arms y el aparcamiento del supermercado, Danny tenia miedo de que hubiera perdido cualquier habilidad para mantener la distancia de Eva Jansen. *** La expedición al supermercado fue más una batalla completa que un viaje de compras. El mostrador del carnicero fue asediado inmediatamente por tres equipos separados, lo que hizo que Danny estuviera más feliz de que hubieran decidido no ir por esa ruta. Beck ni siquiera necesitó usar su volumen considerable y factor intimidante para alcanzar el mostrador de la pescadería, así que eso les ahorró algo de tiempo. Jules y Winslow alcanzaron la sección de productos, mientras Max y Danny corrieron por el pasillo de hornear. Ellos no habían tenido oportunidad de hacer inventario de los almacenes de la cocina del hotel, pero Danny estaba asumiendo que tenían cosas básicas como pan harina y levadura. Él necesitaba suero de leche y azúcar morena, entre otras cosas. Intermitentemente, cuando la feroz corriente de la acción, luchando con las multitudes y carreras alrededor de la tienda buscando los mejores productos lo llevaba más allá de las cajas registradoras, Danny captó un vislumbre de Eva. Ella tenía un brazo levantado, con su mirada sobre su reloj, mientras contaba los minutos de sus compras programadas. Su cabello inmaculado, lápiz labial rojo y bien aplicado como siempre; nadie que la mirara podría adivinar que no hacía ni cuarenta minutos que ella había estado con los espasmos de un clímax magnifico, gimiendo y con la cabeza echada hacia atrás en la parte trasera de una limosina.
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Pero Danny lo sabía. La imagen estaba impresa sobre su cerebro como si ésta hubiera sido tallada allí como grabada en granito, justo al lado de la visión de Eva, momentáneamente alicaída e insegura, con sus pestañas oscuras moviéndose contra la hermosura de sus mejillas. Danny había visto a la Eva Jansen real, la que estaba detrás de la depredadora elegante. Y lo peor de esto era que, incluso si él pudiera, Danny no volvería atrás para no verlo. Ella lo fascinaba, de una manera en que nada lo había fascinado desde su primer descubrimiento de la alquimia mágica que había convertido la harina, azúcar y mantequilla en galletas. Él la quería. Y una voz inocente y oh-tan-razonable seguía repitiendo en su cabeza: ¿De verdad es tan malo querer algo para ti solo?
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Capítulo 11 Traducido por LizC Corregido por kuami
E
l palpitante placer aún vibraba a través del cuerpo de Kane como el compás rítmico de una canción —algo lento e intenso, electrizante con intención y alegría. En gran medida soberbio.
Se había derrumbado al lado, en un esfuerzo de no aplastar al esbelto y pequeño cuerpo de Claire —Kane no era alto, pero era robusto, con más masa muscular magra de lo que quizás parecía. O eso es lo que la entrevista en Cosmo había dicho. De todos modos, Claire estaba a salvo y sin aplastar a su lado, el brillo del sudor aun secándose en su piel. Cada respiración poco profunda y jadeante hacia rozar sus perfectos pechos altos, contra el brazo de Kane donde lo había enroscado alrededor de su caja torácica para mantenerla cerca. —¡Mon dieu! —susurró ella—. ¿Qué estamos haciendo? Eran las primeras palabras que cualquiera de ellos había dicho desde que Kane llamó a la puerta de su suite y Claire lo encerró en el interior, presionándolo contra la pared, y lo besó. No eran exactamente las palabras que Kane había estado esperando, tampoco. —Cualquier cosa que se sienta bien —dijo con firmeza—. Espera. Se sentía mejor que bien para mí, pero tú no, um... Ella abrió los ojos para mirar hacia el techo. —¡Dios mío! Qué joven eres. Sí, Kane. Yo umm. Gracias por eso. En un solo instante Kane pasó de ser un semental totalmente irresistible a un patizambo virgen buscando a tientas tras su cita de graduación.
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La confusión y el dolor se solidificaron juntos en su estómago, filtrando la calidez de su orgasmo de su piel. Kane se estremeció y apartó su brazo del cuerpo de Claire. Tanto para acabar así. —De nada —dijo secamente—. Supongo que esto quiere decir que me estás echando a patadas, ahora que el león se ha alimentado, ¿eh? Se movió para salir de la cama, y buscar sus pantalones para no tener que terminar esta conversación con su trasero desnudo colgando en la brisa. Una parte de él esperaba que Claire aferrara una mano en su antebrazo y lo tirara de regreso a su lado, pero no lo hizo. —Y ahora estás enojado. ¿No debería haber mencionado tu edad? Pero eres joven. —En años, tal vez —concedió Kane, estirándose para arrancar sus pantalones de la parte superior de la cómoda donde habían sido arrojados—. Pero no en experiencia. Antes, cuando estaba saliendo con esa modelo de pasarela extremadamente flexible, había hecho el Kama Sutra completo. ¡Dos veces! De alguna manera, sin embargo, ese recuerdo no le dio el retorcido cosquilleo bueno de satisfacción que de costumbre. Esta cosa con Claire —era como si eclipsara todo— lo hizo volver a escribir todas las canciones que había cantado alguna vez para tratar de dar sentido a las cosas nuevas que le mostró acerca de sí mismo. No era una sensación totalmente cómoda, pero entonces, si Kane quisiera comodidad, se hubiera quedado estancado en Austin, tocando en bares por cerveza gratis y barbacoa. Si Kane quería comodidad, no hubiera ido a ese viaje de paracaidismo el año pasado, o de bar en bar con esa loca drogadicta de la alta sociedad de San Sebastian, o en su gira internacional más reciente, intensamente agotadora, y ciertamente no lo daría a su madre su nuevo número de celular cada vez que lo cambiaba. La comodidad estaba sobrevalorada. —Baja esos pantalones y vuelve a la cama.
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La lenta voz de Claire, exquisitamente modulada sacudió de vuelta a Kane en su cuerpo, el cual, se dio cuenta, estaba de pie, inmóvil y desnudo en medio de su suite del hotel, con un calcetín en una mano y un par de pantalones vaqueros del revés en la otra. Dejando caer ambos, Kane se volvió para mirarla. La llamarada rápida de deseo en sus profundos ojos marrones le recordó el poder de la forma humana, de lo fuerte que se sentía al estar allí delante de ella, desnudo y sin vergüenza, seguro y presente en su cuerpo fornido, musculoso. Kane se veía muy bien sin ropa, y él lo sabía. Pero si el deseo era todo lo que hubiera visto en la enrojecida cara cubierta de rocío de Claire, habría arrebatado sus pantalones y se habría ido como el infierno hasta el Dodge, porque Kane Slater era todo menos una muñeca inflable. ¿Sex-simbol de toda una generación? Seguro. Pero para Claire, estaba empezando a darse cuenta, él quería ser algo más. Y eso más indefinible era exactamente lo que vio en el temblor de su boca hinchada por los besos y el parpadeo de incertidumbre en el barrido descendente de sus largas y cobrizas pestañas. Aun así, Kane tuvo que obligar a sus agarrotados pulmones y cuerdas vocales a hacer su oferta. —Vine hasta aquí hoy, a pesar de que sabía que querías que se enfriaran las cosas entre nosotros. Y no me arrepiento. Quiero estar contigo, y estoy bastante seguro de que quieres estar conmigo, también. Así que... ¿qué te parece? ¿Estás segura de que quieres que me quede? Él inclinó la cabeza hacia un lado y contuvo el aliento. Su suave y afrancesado tono era tan perfecto, puro, como las primeras notas de su solo de piano favorito. —Sí. Quédate. Pero, Kane, esto no quiere decir que esté preparada para ser completamente abierta sobre nuestra... cosa, como lo llamas. Todo lo que oyó fue que sí.
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El calor floreció bajo el esternón de Kane como si se hubiera tragado una estrella. O un trago de buen tequila. Las sábanas estaban frías contra su piel mientras se deslizaba entre ellas, pero se calentaron rápidamente una vez que se puso de espalda y tiró de Claire sobre él. —Mmm, mejor que cualquier manta —dijo él, disfrutando de la forma en que su peso suave y ligero presionó sus piernas a los lados, empujando sus caderas juntas. Ella se retorció contra él y sonrió. Kane adoraba cada una de sus raras sonrisas renuentes, se sentía como un logro, como ganar un premio. —Entiendes, ¿verdad? —murmuró ella, deslizando uno de sus muslos delgados entre los suyos. Su voz ahogada un poco cuando su boca acarició la curva de su cuello—. La idea de la gente hablando de mis asuntos íntimos, privados, que deberían ser sólo entre tú y yo... —Lo entiendo completamente. —Kane acarició la caída de su cabello sedoso y ahogó un inmenso bostezo que lo tomó por sorpresa mientras todos sus músculos parecían fundirse en el colchón—. No te preocupes. La última cosa de la que estuvo consciente antes de que el sueño lo arrastrara fue el tranquilo suspiro de la respiración de Claire en su hombro. *** Había algo revitalizante sobre el ajetreo frenético de una competición de cocina, pensó Eva, incluso si no fueras uno de los chefs cocinando con el corazón y maldiciendo a las temperamentales fogones y derramando aceite de oliva. Ella principalmente trató de mantenerse fuera del camino, tanto de los cocineros como del alcance de Bernard Cheney y su cámara en la esquina frontal izquierda de la cocina, mientras su corazón realiza una serie agresiva de movimientos de kickboxing contra su caja torácica. Era difícil respirar, a pesar de que podría haber sido el calor. Cuando su padre diseñó la cocina de Limestone para el Hotel Costa de Oro, debe de haber escatimado en la ventilación. En serio, sin embargo, Eva nunca había estado en una cocina en pleno funcionamiento profesional
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que no se sintiera como el interior de un volcán activo a una hora del servicio de la cena. La combinación de los hornos asando, los armazones flameando calor, freidores salpicando aceite caliente, parrillas lanzando llamas hasta el techo, y un montón de intensos y estresados cocineros hechos para un entorno de trabajo abrasador. Ya había hecho las rondas de los diferentes grupos de cocineros, seguidos por el hosco camarógrafo, para averiguar lo que cada equipo planeaba servir a los jueces. El Equipo del Suroeste estaba rellenando salchichas para su interpretación de perritos calientes; el Equipo del Sur estaba jugando con alimentos para el alma10. Los chicos de Danny —el Equipo de la Costa Este, se corrigió; no sería bueno empezar a meter la pata y referirse a ellos como “los chicos de Danny” en cámara— tenían toda una improvisada puesta en escena sobre el amor de Chicago por el almuerzo que sonaba divertido. Si se las arreglaban para llevarlo a cabo, probablemente sería una maravilla. La buena comida hace buena televisión, y eso era todo lo que ella tenía la esperanza de servir hoy. Pero las esperanzas de Eva por un desafío limpio y elegante, parecía estar en peligro cuando se trataba de los Equipos del Medio Oeste y la Costa Oeste. Se mordió el labio, vio cómo Skye Gladwell y Ryan Larousse chocaban frente a la despensa por quinta vez, ambos habiendo corrido allí en busca de ingredientes para la masa de pizza. Ambos equipos tenían previsto presentar pizzas… y las chispas ya volaban. —Fuera de mi camino —gruñó Ryan, luchando por recuperar el equilibrio y arrastrarse hacia la despensa con una mano en la puerta. —Estoy bastante segura de que hay suficiente levadura para todos —replicó Skye, corriendo tras él—. ¿O no mantienen este lugar bien abastecido?
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Los alimentos del alma: consiste en una selección de alimentos tradicionales en la cocina afroamericana.
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Eso fue una cosa ruda, viniendo de ella. Al comienzo del período de preparación, cada vez que Ryan la desafiaba por un ingrediente o la empujaba fuera de su camino, ella había sonreído una pequeña sonrisa tensa y lo dejaba pasar. En este punto de la tarde, sin embargo, tres horas y contando, incluso la hippie-granola-crujiente de Skye había llegado con claridad a una especie de límite con el comportamiento de Ryan. Si Eva tuviera que adivinar, habría apostado que era el brillo malicioso de la ira frustrada de los ojos de Ryan que había comenzado a llegar a su competidor. El tipo era famoso por ser capaz de guardar rencor, las personas todavía contaban historias sobre lo lejos que había ido con el fin de vengarse de su primer jefe, un chef de la vieja escuela, que repartió una gran cantidad de abusos en la cocina. Y después de sufrir esa derrota ignominiosa a manos del equipo de la Costa Este de ayer, Ryan iba en busca de sangre. Sin embargo, tampoco era un idiota. Lo que lo hacia más peligroso, porque como había sido advertida cuando lo contrató para manejar Limestone, Ryan Larousse puede ser sutil y astuto cuando estaba detrás de algo. No siempre era un luchador temperamental. No, Ryan era un maquinador. Un planificador. Y hoy, sus planes parecían incluir conducir a la loca de Beck para atormentar a Skye Gladwell. Como un bono especial, las nubes de tormenta reuniéndose alrededor de la cabeza de Beck parecían llevar a Danny a la distracción, también. Su mirada de preocupación iba de Beck a Skye, y de nuevo a Ryan, incluso mientras sus manos pelaban con rapidez y metódica la piel de color morado oscuro de una pila de ciruelas de Damasco. Junto a Eva, Bernard Cheney metió su lápiz detrás de su oreja y se inclinó sobre su cámara para obtener una toma de la mandíbula de Danny al cerrarse firmemente, y su mirada furiosa en dirección a Ryan. —Ahora, eso sí es buena televisión balanceándose sobre los talones.
—murmuró
Eva apretó los labios por un momento y luego dijo:
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—Mira. Sé que es tu trabajo exprimir tanto drama como sea posible de esta situación, y que es como atraes al público y los índices de audiencia y publicidad; sé todo eso. —Hizo una pausa, ni siquiera segura de lo que quería decir, pero a sabiendas de que tenía que decirlo o se volvería loca—. Simplemente... ¿es necesario centrarse tanto en las vidas personales de los chefs? Creo que en la comida sería suficiente. Cheney resopló. Qué hombre tan repugnante. —Estás absolutamente equivocada. La comida es sólo un accesorio. Es una etapa preliminar. La verdadera carne del programa (ja ja) siempre va a ser la mierda personal. Las risas, las lágrimas, las peleas, los celos, el sexo. Eso es lo que vende. —¿El sexo vende? Qué original. Cheney volvió uno de sus ojos estrábicos hacia ella, con sus pobladas cejas bajas. —Es un cliché porque es verdad. Y sin el jugo extra de un buen escándalo o una feroz rivalidad, no hay ninguna manera en que mis jefes vayan a estar interesados en emitir tu pequeño concurso de cocina. Las entrañas de Eva se apretaron, estrangulando su aliento en los pulmones. Había jurado que podría llevar la RSC en el ojo público y capturar la imaginación de la generación del Canal de Cocina. El rodaje de la competición —y los competidores— era clave. Su padre se lo había dejado muy claro. Así que tal vez a ella no le gustara la idea de profundizar en los antecedentes de los concursantes... tal vez era barato y burdo. Bueno, no había un tal vez al respecto. Pero no tenía ninguna opción. —Graba lo que necesites —le ordenó a Cheney, ignorando su gruñido de satisfacción. Desesperada por una distracción de la sensación de hundimiento en su pecho —¿así que esto es lo que se siente al vender? ¡puaj!— Eva echó un vistazo a la cocina por su otra importante táctica en la batalla por los corazones y las mentes de las masas.
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Kane Slater, la brillante estrella de Eva un juez de celebridades, paseándose por la cocina viéndose desaliñado, cansado, y muy satisfecho de ello. Claire estaba cerca detrás de él. Ella tenía un aspecto un poco mejor — por lo menos se había cepillado el cabello y sus botones estaban todos correctamente cerrados— pero un aura similar de saciedad aureolaba su cabeza. Interesante. —¿Llegamos tarde? —preguntó ella, taconeando con rapidez en el suelo—. No, ya veo que Devon no ha llegado aún. Bueno. Los jueces estaban programados para filmar un rápido recorrido por la cocina antes que los concursantes terminaran por la noche. Eva no podía recordar de quien había sido la idea. A quien sea que se le ocurrió eso no había tenido en cuenta la aguda traba de tensión que se producía cuando los jueces se encontraban en la misma habitación que los concursantes. Como si esta cocina necesitara más tensión. *** El ruido de las ollas golpeando en los fogones y el zumbido chirriante de los procesadores de alimentos parecía ensordecedor, de repente, los chefs gritando de ida y vuelta el uno al otro con las instrucciones e informes de estado, tratando desesperadamente de llegar al final de sus listas de preparación antes de que Eva anunciara la hora. Ryan Larousse estaba en la parrilla atizando el fuego a alturas fantásticas en preparación para abrasar un poco de carne. Incluso él había llegado a un punto de desesperación, finalmente, centrándose más en la tarea de sus manos que en sus artimañas. El alivio por haber podido dejar de mirar al tipo hizo que Danny se mareara un poco. Chefs de pastelería generalmente no pasan mucho tiempo en el grueso servicio de la cena. La mayoría de los restaurantes más profesionales llaman a su hombre de pastelería en un principio, como a las siete de la mañana, y los tenía a él o ella fuera de allí para las cinco. Pero con su familia propietaria del restaurante donde él trabajaba, y su padre contando con él más cada año, las horas de Danny nunca habían sido suficientes así de entrar y salir. Estaba acostumbrado a trabajar a con rapidez, controlando a todo el mundo en la cocina con un rincón de
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su mente, mientras que el resto se concentraba en la ejecución de la créme brûlées meticulosamente perfecta. Ningún servicio de cena en la Taberna de Lunden podría haberlo preparado para esta intensa locura. Aunque confiaba en cada cocinero de aquí, eso sería una cosa. Estaba acostumbrado a cocinar con chicos que resguardaban su espalda, que respetaban la mierda de unos a otros y trabajaban duro para no dejar defraudarse mutuamente. E incluso en esas circunstancias, hacer un menú perfecto en esta cantidad de tiempo comprimido habría sido un infierno. Añadiendo al hecho de que estaban compitiendo contra un montón de hijos de puta con talento, quienes también compartían su espacio de la cocina, y el amor por el orden y el control de Danny, escindía en órbita su mente. Había demasiadas cosas para no perder de vista. La consistencia de la compota de ciruelas, Win corriendo alrededor, Max y Jules jugando el uno con el otro como si fueran un dúo tarareando en perfecta armonía, mientras que Beck hervía como una tormenta a punto de estallar cada vez que el imbécil de Larousse miraba de reojo a la chica del Equipo de la Costa Oeste. Y, por supuesto, Eva. En resumen, el enfoque de Danny estaba destrozado, y el tiempo casi terminaba. Un rápido vistazo al reloj temporizador mostraba quince minutos para el final y contando, y tenían que tener sus cosas rematadas o en un punto de parada bueno, y empacar por la noche, cuando el reloj marcara a cero. Justo cuando Danny se estaba preparado para dejar que todo el problema de Ryan Larousse se fuera a la mierda en sí, se dio cuenta de la chica hippie rubia, Skye Gladwell, rodeaba la esquina de las mesas del fondo con un bote enorme, obviamente pesado de algo emitiendo ondas de vapor aferrado en sus manos. El espacio detrás de las parrillas era una de las vías principales para ir de un extremo de la cocina al otro, pero era ridículamente estrecho. Y se hizo más estrecho por la marea fluyendo ida y vuelta de cuerpos en movimiento perpetuo a medida que los cocineros se movían entre sus puestos, la despensa, y las cámaras frigoríficas.
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—¡Atrás, caliente! —gritó ella, la advertencia estándar para que los chicos inclinados sobre las parrillas se abstengan de dar un paso atrás durante unos segundos para darle tiempo a pasar. Ryan Larousse se encontraba todavía en las parrillas, Danny se dio cuenta con una extraña sensación de tirón fuete en el abdomen. Era como ver a uno de esos locos programas de la televisión japonesa donde hacen que las personas corran hasta las escaleras inflables de goma y eviten martillos gigantes giratorios y salten sobre plataformas giratorias por un premio, sólo que sin el valor de entretenimiento de observar a unos locos saliéndose de la carrera de obstáculos y cayendo en una piscina de agua. Aunque de alguna manera lo que sucedió después en la cocina del Hotel Costa de Oro de alguna manera se sentía casi tan inevitable como el frío remojón de esos concursantes de reality shows. Skye esquivó un brazo sosteniendo un cuchillo y lanzó su olla humeante fuera del camino de un chef que estaba agachado agarrando una botella de aceite de oliva de la plataforma por debajo de su puesto asignado. Ella se movía con rapidez, con un ojo en el tic-tac del reloj y una mirada de determinación intensa reafirmante en su boca suave. Estaba a mitad del camino cuando Ryan Larousse se movió.
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Capítulo 12 Traducido por flochi Corregido por Nanis
U
n instante antes de que sucediera, Danny alcanzó a ver el tirón de una sonrisa desdeñosa en la boca de Larousse, el toque de enojo poniendo señales rojas en sus mejillas. Antes incluso de haber notado conscientemente el intento, Danny ya se estaba moviendo para interceptarlo. Sus zapatos chirriaron sobre la esterilla de goma mientras se daba la vuelta y se lanzaba hacia Larousse, quien con suavidad y deliberación, había dado un paso en el camino de Skye Gladwell. Obligándola a girar bruscamente y aflojar el agarre de la pesada olla. —¡Oh, detrás de ti! —gritó ella, con los nudillos blancos sobre las asas, pero se estaba resbalando, y Danny todavía se encontraba a unos metros de distancia. Un rugido enfurecido detrás de Danny le dijo que Beck se había dado cuenta de la situación, y al instante siguiente el enorme chef se había lanzado como un bólido más allá de él hacia la dirección de Ryan Larousse como un toro desbocado. Beck dejó a Ryan en el suelo y fuera del camino justo cuando los dedos de Skye se resbalaban de las asas de la olla. Danny tuvo solamente un breve instante para ver su rostro, pálido por el miedo, antes de agacharse por la olla. El dolor chamuscó los dedos de Danny cuando hicieron contacto con los costados del calor abrasante de la olla. Se deslizó entre sus palmas, lo cual se sintió como si hubiera pegado sus manos en las llamas azules de una cocina de gas, pero Danny apretó los dientes y la sujetó con fuerza. El caldo de pollo chapoteó sobre los bordes, derramándose sobre sus muñecas.
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—Mierda —dijo entre dientes, doblando sus rodillas para bajar la olla con suavidad al suelo. —Lo lamento tanto, tanto, tanto —dijo Skye apresurada. Arrodillándose junto a la olla y buscando una de sus manos rojas y quemadas—. ¡Tus pobres dedos! Dios mío, si no la hubieras agarrado, se habría derramado sobre mí. ¡Una quemadura de tercer grado desde la cabeza a los pies! Gracias. Antes que Danny pudiera responder a su gratitud, escuchó el distintivo sonido de un puño estrellándose contra la carne y huesos detrás de él. Poniéndose de pie, vio el rostro de Skye ir desde el agradecimiento al horror en un abrir y cerrar de ojos. —¡Detenlo! Oh, detén eso, por favor. ¡Henry, no lo hagas! Con las pulseras tintineando, ella corrió pasando a Danny antes que él pudiera agarrarla, con los brazos extendidos de manera suplicante hacia los dos hombres luchando en el suelo. Beck el Berseker había regresado, notó Danny. Una inquietante calma había cubierto el rostro de Beck; no parecía escuchar una palabra de lo que Skye decía. Su completa concentración estaba en el hombre que tenía sujeto en el piso de tapetes de goma. Mierda, había una cámara filmando, capturando todo esto, recordó Danny con una oleada de pánico enfermiza. —Beck, hombre, vamos —dijo con urgencia, alcanzando el hombro ancho y fuerte del sujeto—. Déjalo levantarse. —Ella pudo salir herida —dijo Beck. Con su tono extrañamente indiferente—. Trató de hacerle daño, Danny. —Pero estoy bien, Henry. Así que es hora de que lo dejes ir, ahora —dijo Skye. Su voz fue gentil, pero contenía un borde de acero corriendo por ella que hizo a Danny mirarla detenidamente. Esta mujer de rostro dulce no era tan suave como parecía. Beck no había cedido ante la mano de Danny en su brazo, sin importar lo fuerte que Danny tirara de él. Estaba a punto de empujarlo en la espalda, para arrastrar al sujeto a sus pies ya sea si estuviera dispuesto a pararse o no, y sin importar cuánto doliera a sus palmas quemadas,
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pero entonces Skye lo pasó de largo y apoyó una mano sobre la espalda de Beck. Un estremecimiento sacudió el cuerpo del hombre grande. La voz de Beck salió sonando como a pedruscos cayendo de una montaña. —¿Estás bien? —Estoy bien —repitió—. Pero aunque no lo estuviera, no deberías haber hecho eso, Henry. —Entonces hubo ese filo de dureza en su voz nuevamente cuando dijo—: No seré excusa para tu violencia. No pongas esa carga sobre mí. Beck alzó su mirada hacia ella, y la miseria muda en su rostro hizo un nudo en la garganta de Danny. Pero aflojó su agarre sobre Ryan, y Danny sintió que sus propios hombros se hundían con alivio, el repentino drenaje de adrenalina de su cuerpo lo hizo consiente de cuán jodidas se encontraban sus manos. —Muy bien, levántate de allí. —Las instrucciones abreviadas de Eva sacudieron a Danny, y él parpadeó estúpidamente, casi balanceándose en sus pies. Max y Win estaban allí, repentinamente, levantando a Beck del suelo y sacándolo de la cocina, presumiblemente para mojar su cabeza en un baño de hielo e infundirle algo de sentido. Skye lo observó marcharse, una expresión extraña y angustiada en su rostro, una mano cubriendo sus labios pálidos. Ella se volvió hacia Danny, pareciendo lista para empezar a soltar agradecimientos nuevamente, pero antes que pudiera abrir la boca, Eva estaba ahí. —¿Hugo? Lleva a Ryan de regreso a la suite del hotel, y por Dios Santo, que se mantenga fuera de problemas por una maldita noche. —¿Yo? —protestó Ryan, una mueca torciendo sus rasgos juveniles—. Solo fue un accidente. Un estúpido error. Realmente parecía como si lo lamentara, y por un momento, Danny casi sintió pena por el sujeto, quien era, después de todo, bastante inmaduro e insensato y tal vez no había meditado sus acciones. Pero entonces, por supuesto, Ryan tenía que arruinarlo.
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—¡Hablando de romper las reglas! Fui el atacado. ¡De nuevo! Ese tipo es como un perro rabioso, debería estar encerrado o controlado. El enojo rodó a través del vientre de Danny, pero no tuvo oportunidad de atacar al sujeto porque parpadeó una vez, y Skye Gladwell se lanzó sobre el rostro de Larousse. —Cierra la boca —siseó—. Henry Beck es diez veces el hombre de lo que tú nunca serás. Ignorando los farfulleos del pedazo de mierda, Skye le dio la espalda y se inclinó para besar la mejilla de Danny. Él levantó sus cejas, y ella sonrió, diciendo: —Estrecharía tu mano, pero no quiero lastimarte. —Lo agradezco. Están empezando a arder como una perra. La preocupación y el remordimiento enturbiaron el rostro de Skye. —Ven, déjame ver... Pero abruptamente, Eva había interpuesto su cuerpo entre ellos, los ojos grises destellando oscuros como el hierro. —Me ocuparé de él. Deberías juntar a tu equipo y dirigirse a sus habitaciones. Voy a ponerle fin temprano por el día de hoy; les daremos diez minutos extra mañana. Hubo algunas murmuraciones por parte de los otros equipos mientras se movían a empacar sus comidas preparadas y limpiar sus estaciones, pero Eva no pareció notarlo o importarle mientras le tendía una mano imperiosa. —Levanta las palmas —dijo con tono de eficiencia, los labios apretados—. Vamos a ver el daño. —Está bien —protestó Danny, doblando sus puños para ocultar lo peor del enrojecimiento. Lo cual, por supuesto, estiró la piel que apenas estaba empezando a ampollarse. No pudo evitar hacer un gesto de dolor, y Eva pegó un salto. —No hay necesidad de seguir jugando al héroe —dijo ella agarrándolo por las muñecas. La acidez de sus palabras contrastó con la suavidad
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de su tacto—. Tuve que detener al camarógrafo de filmar cuando parecía que Beck podría estrangular a ese idiota de Larousse. —No soy un héroe —dijo Danny, molesto—. Pero gracias por apagar la cámara. La evidencia en video hubiera hecho difícil para que Beck no fuera declarado culpable de un cargo por asesinato. —Eso podría haber hecho chispeantes secuencias de video B-reel en nuestro programa Evento Especial del Canal de Cocina, pero no estoy dispuesta a ceder cada trozo de integridad a los productores de televisión. —Eva recorrió su hipersensible y dolorida piel con dedos delicados. —Tu preocupación por mi compañero es conmovedora —dijo Danny, intentando no dar un traspié. Estaba estrellándose con fuerza, la cabeza dando vueltas como la masa enganchada en su máquina amasadora, lista para ser trabajada. Parpadeó y sacudió la cabeza, intentando sacudirse a sí mismo de regreso a la claridad. —Oye. Me preocupa. Estoy planeando una celebración conjunta, un teletón, y un baile de caridad en tu honor, justo después que ustedes, chicos, arreglen sus problemas y pasen el resto de la competición. Pero mientras tanto, vamos a que te revisen los paramédicos. Sacando rápidamente su teléfono de alta tecnología, ella escribió algo a la velocidad de la luz, demasiado rápido para que Danny pudiera seguirlo. Pero no necesitaba saber exactamente lo que ella estaba diciendo. Supo dónde necesitaba estar. —No, gracias —le dijo—. Estaré bien. Necesito comprobar a mis chicos, asegurarme que están bien. —¡No tan rápido, macho! —Eva apartó su teléfono, los ojos amplios y decididos—. No vas a ninguna parte. No te necesitan. Un pinchazo de pánico perforó la bruma de dolor de Danny. —Sí, malditamente me necesitan —dijo entre dientes. Sus ojos se suavizaron. —Eso no es lo que quise decir —dijo ella, su voz saliendo baja y arrepentida—. Pero te necesitan entero y con todos tus pedacitos en buen estado. ¿Crees que puedas sostener una batidora con esos dedos?
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Las manos de Danny se apretaron en puños, enviando fragmentos de fuego surcando a través de sus palmas y subiendo por sus muñecas y antebrazos. El dolor era borroso ahora, difícil de decir dónde terminaba el dolor y dónde empezaba él. Las quemaduras apestaban. —Supongo que un poco de aloe o algo así no harán daño —admitió Danny, intentando mantener sus manos quietas. —Ese es mi muchacho. —Eva metió su brazo a través del hueco de su codo y lo sacó al frío frescor del vestíbulo del hotel donde un hombre bajo y desaliñado en uniforme sanitario estaba esperando de pie. Danny se estremeció con el agresivo aire acondicionado, el contraste de temperaturas del infierno de una cocina concurrida y ocupada, al vacío salón hicieron darle vueltas la cabeza. —Oops, mejor que nos sentemos —dijo Scrubs, empujando a Danny al banquillo entre los ascensores. Avergonzado de con cuanta facilidad sus rodillas cedieron y le dejaron caer en una posición de sentado, Danny se resistió a la mano tratando de inclinarlo hacia abajo y pegar su cabeza entre las rodillas. —Estás en shock —explicó el paramédico, urgiéndolo despiadadamente a que se inclinara—. Una quemadura severa estresa todo el cuerpo. La sangre corrió a la cabeza de Danny y se sacudió como si su cerebro se hubiera vuelto una bola enorme de nieve. Ese hecho lo distrajo de las preguntas del paramédico, las respuestas de Eva, y el gentil pero eficiente sondeo del paramédico. Cuando finalmente lo ayudaron a levantarse y la sangre drenada volvió a bajar a donde se suponía que debía estar, sus manos estaban envueltas en gasa blanca y el inmenso dolor se había asentado a una baja palpitación que acompasaba el ritmo con el latido de su corazón. Danny parpadeó. —Parece como si estuviera a punto de ir a diez rondas en un ring de boxeo.
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—O un niño a punto de entrar en una pelea de bolas de nieve —sugirió Eva, aceptando un portapapeles que le tendió el paramédico y firmó algunos papeles. —¿No pudo haber envuelto los dedos por separado? —Danny nunca había sido un gran fanático de los guantes. —Por esta noche, mantenlos envueltos de esa manera. No te humedezcas las vendas. Mañana, las revisamos y vemos cómo evolucionan las quemaduras, y quizás podamos ver si reducimos la cantidad de vendas. —Seguro, Doctor —acordó Danny con facilidad, recostando su cabeza contra la pared. Sin importar cómo estuvieran las quemaduras, esos guantes iban a desaparecer mañana. Necesitaba sus manos. Eva le echó una mirada como si supiera lo que estaba pensando, con las cejas arqueadas y en su boca una sonrisita, pero no lo delató al paramédico. Danny le sonrió, y cuando el sujeto le entregó una botellita de píldoras para el dolor y se marchó, Eva sonrió nuevamente. Sacudiendo la botella para hacer que las píldoras repiquetearan, dijo—: ¿Quieres una? Danny chasqueó su cuello de lado a lado, evaluando la situación. Sus manos dolían, pero el dolor era sorprendentemente manejable. —Nah, estoy bien por ahora. Cualquiera que haya sido ese gel que untó en mis manos parece estar haciendo su trabajo. —Bueno, las píldoras están aquí por si las necesitas más tarde. —Vio como la botella se deslizaba en el bolso de ella. —Um. No es que sea un pelele ni nada por el estilo, pero podría tomar una antes de dormirme a la noche. —Bien —dijo con calma, deslizando la correa del bolso en su hombro y poniendo una mano bajo su codo para sujetarlo mientras se ponía de pie—. Creo que deberías dormir. Descansar es importante para la recuperación y dormir bien te mantendrá fuerte en la competición de mañana. —Sí. Estoy de acuerdo. Pero va a ser difícil que me tome una de esas píldoras si las retienes como si fueran un rehén.
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—Para nada —dijo Eva, presionando el botón de ascenso y apartándose para esperar el ascensor—. Ya que tengo la intención de mantenerte a ti también como rehén. Parpadeó y se vio a sí mismo con las piernas abiertas, atado a la cama, con Eva permaneciendo sobre él. Otro parpadeo, y ella estaba en la cama, bufandas de seda sosteniendo sus muñecas y tobillos abiertos, su cuerpo blanco y encantador contra las sábanas. Danny sacudió la cabeza vigorosamente mientras un tipo diferente de fuego corría a través de su sangre ante la rápida sucesión de imágenes. —Debería volver a la habitación —dijo—. Ver cómo lo están llevando los chicos. —Pero incluso Dany podía escuchar la falta de convicción en su propia voz. Ciertamente eso no se escapó de la atención de Eva. La curva de una sonrisa en las esquinas de su boca roja tomó una expresión satisfecha. Las puertas del elevador se abrieron y ella no perdió el tiempo, haciéndolos avanzar al interior y presionando el botón hacia el piso superior. —Puedes llamarlos desde mi suite —dijo, la determinación en cada línea de su cuerpo esbelto—. Necesitas que alguien te cuide esta noche, Danny. Y si regresas con tus compañeros, será de la otra manera. Tú te pondrás a cuidarlos. —No es así —empezó Danny a protestar, y luego se detuvo. ¿A dónde infiernos fue su convicción, de todas maneras? Era como si hubiera salido de él en estado de ebullición por el caldo caliente. —Es exactamente así —contradijo Eva, sacando su teléfono y mandando un mensaje de texto mientras el elevador subía silenciosamente. Una semilla dura de resentimiento estalló en el pecho de Danny. Quizás ella estuviera en lo correcto, pero de alguna manera eso hizo que empeorara. —¿Y qué mierda importa? Cuido de mis amigos. No veo cómo eso puede ser algo malo.
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—No lo es —dijo, sin alzar la mirada de sus dedos tecleando en el teclado. Casi quiso agarrar el teléfono de sus manos y pisarlo—. En especial si la camaradería es una calle de doble sentido. Danny evitó con firmeza apretar sus manos doloridas en puños. —No soy un niñito con la rodilla lastimada. No necesito que me cuiden. —Esta noche sí. El paramédico lo dijo. —Por Dios santo —explotó Danny—, ¿crees que los mensajes de texto puedan esperar hasta que hayamos terminado esta conversación? Sus mejillas se sonrojaron, pero apresuradamente cliqueó un botón y alejó el teléfono, sus ojos encontrándose con los de él. El bello gris plateado estaba oscuro con compasión y algo que se parecía bastante a seriedad. —Lo siento, estaba ordenando que llevaran algunas cosas a la habitación. —¿Qué cosas? —preguntó Danny con cautela. —Alimentos en su mayor parte. Y conseguí que el conserje enviara a alguien para surtir tu prescripción de más gel para aliviar el dolor. Danny cerró los ojos, odiándose. —Lo lamento —dijo. Su voz brusca sonó extrañamente parecida a la de su padre, cuando Gus Lunden se disculpaba ante su infinitamente paciente esposa por uno de sus arrebatos de temperamento. Eso hizo que Danny suspirara—. No soy bueno en dejar que las personas me ayuden. Estoy más acostumbrado a enfrentarme a la mierda por mí mismo, supongo. Algo como reconocimiento parpadeó en su mirada. —Lo sé. Vamos, Danny, déjame hacer esto. Quiero hacerlo. Su calmada súplica se abrió paso en la resistencia de Danny, y sintió cómo se desplomaban sus hombros justo cuando el elevador se detenía. —Supongo que el equipo puede estar sin mí por un rato.
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La sonrisa que ella le dio fue brillante, cegadora en la luz atmosférica y cálida del pasillo por el que lo llevaba. Un conjunto de puertas dobles se encontraban frente al ascensor, y Danny dobló su cuello para mirar hacia ambos lados del corto pasillo. Esas eran las únicas puertas que había en este piso. —¿Al ático? —dijo, incrédulo, cuando ella sacó una llave electrónica y la deslizaba en la cerradora de la puerta—. ¿Estás en la suite del ático? —El hotel insistió —dijo, empujando la puerta y haciéndole señas con la mano para que entrara—. Está vacío la mayor parte del tiempo, así que cuando un VIP llega, les gusta prepararlo para nosotros. —Debe ser lindo ser un VIP —dijo Danny, deteniéndose a dos pasos en la habitación para mirar alrededor de él. Estaba de pie en un vestíbulo —un verdadero y, juro que es cierto, vestíbulo, en la maldita habitación de un hotel— iluminado por una araña angular de bronce que arrojaba un suave brillo sobre la seda de filigrana verde y dorada que cubría las paredes. El suelo bajo sus sucios y salpicados zuecos de cocina era mármol blanco, incrustado con algo que se parecía muchísimo a jade en patrones abstractos y remolinantes. Danny siguió el patrón a una gran y espaciosa área de estar, complementada con dos sillones de cuero verde profundos, un escritorio de madera verde brillante con patas delgadas, y una mesa redonda de vidrio para el café cubierta de papeles, carpetas, y una laptop abierta. Había más bronces aquí, un par de lámparas de mesa y otra araña sobre la… joder. —Hay una mesa de comedor —dijo Danny, señalándola como si Eva podría haber pasado por alto la monstruosidad de caoba acampada en el lado izquierdo de la suite. —Lo sé. —No sonó terriblemente impresionada. Danny contó los respaldos de las sillas de madera escondidas bajo la mesa reluciente y de gran expansión. —Son ocho asientos. No cabrían en ninguna habitación de mi apartamento, incluso si tirara mi cama. —Es solo una mesa, Danny. —La diversión coloreó su voz mientras desaparecía en una habitación lateral que Danny no había notado. Hubo el sonido familiar de un refrigerador siendo abierto, y reapareció
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en la puerta con una jarra de vidrio de jugo de naranja en la mano—. ¿Quieres beber? Te ofrecería algo más fuerte, pero creo que un exprimido fresco es una apuesta más segura. Danny se asomó sobre su cabeza mientras ella sacaba un par de vasos de un gabinete, y sintió como su mandíbula se abría. —Bueno, diablos. ¡Hay una maldita cocina completa aquí! —Y no solo una cocina pequeña, tampoco, sino una cocina completa de gourmet con encimeras de granito, electrodomésticos último modelo, y más espacio en el mostrador que en algunas cocinas profesionales que Danny hubiera visto. —Hubiera pensado que estabas cansado de cocinas, en este momento —dijo Eva, deslizándose más allá de él con dos vasos de jugo de naranja. Dando una última mirada de fascinación alrededor del espacio perfectamente diseñado, Danny se unió a ella en uno de los sillones. El cuero de piel parecía como si fuera a ser incómodo y duro, pero en vez de eso, Danny se hundió en él como en el abrazo de un amante, las frías profundidades de los brazos del sofá y la parte trasera envolviéndose alrededor para arroparlo. Suspiró de alegría, apoyando la cabeza hacia atrás. —Podría quedarme dormido aquí mismo. —Eso es porque aún no has visto el dormitorio. —La voz de Eva era tranquila, incluso anodina, pero todo en el interior de Danny se puso en alerta roja de todas formas. Sin embargo. Sentarse derecho fue un desafío cuando todo lo que quería era derretirse en una pila de exhaustos huesos en la esquina del sofá, pero Danny lo consiguió. Aclarándose la garganta, dijo—: Ese jugo se ve bastante bien. —Lo está —dijo Eva, tomando un trago sin bajar su mirada de la de él— Ácido, dulce, refrescante. ¿Quieres? Danny se lamió los labios. —Sí. Sólo que no estoy seguro de cómo levantarlo.
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Pudo imaginarse manejando con torpeza el vaso liso entre sus manos vendadas, derramando jugo pegajoso en este sillón, lo que probablemente costaría más que la hipoteca del edificio West Village de sus padres por un año. —Ven —susurró, arrastrándose cerca de él e inclinándose sobre su regazo para levantar el vaso de la mesa lateral—. Déjame ayudarte. Danny contuvo la respiración ante la suave presión de su ágil cuerpo contra el suyo, el súbito roce de sus pechos contra su brazo cuando ella se levantó. Eva inclinó la cabeza, la mirada en sus ojos grises tímidos, invitadores, y Danny no pudo evitar sacudir la cabeza. —Esto fue todo parte de tu plan maestro para traerme aquí, ¿verdad? —Sí —le dijo, levantando el vaso hasta sus labios y dejando que algo del frío, ácido jugo dulce se escurriera en su boca—. Le pedí a Ryan Larousse que lanzara líquido caliente sobre ti así podría hacer mi perverso camino hacia ti. ¡Y tú caíste directo en la trampa! Mua-ja-ja. El jugo estaba perfecto, frío e impactante, un despertador para sus sentidos. —Mmm —gimió, persiguiendo una gota perdida con la lengua—. Si este es tu perverso camino, ya estoy dentro. Más, por favor. Sus mejillas se sonrojaron, y sus ojos brillaron con risa mientras llevaba el vaso de vuelta a sus labios. El momento se sintió delicadamente equilibrado, el suave y flexible peso de ella suspendido sobre él, goteando jugo en su boca como si fuera alguna especie de Rey antiguo y ella fuera su sirvienta. Danny podía seguirle la corriente en esto, reflexionó, de una mala manera. —¿Cómo te estás sintiendo? Las palabras rozaron sus mejillas con suavidad, agitando el cabello de sus sienes mientras ella se movía para acurrucarse a su lado. —Mejor ahora —admitió Danny, mirándola. La felicidad iluminándola desde el interior.
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—Te lo dije. ¿O no? Soy buena para ti. —Ella se sentía tan bien, allí con él, como si ella encajara en sus lugares vacíos y los llenara con luz, suavidad, lujuria, diversión y todas las otras cosas que Danny generalmente no se permitía a sí mismo tener. —¿Sabes lo que sería bueno para mí? —dijo, con una voz que fue áspera por la emoción y el deseo—. Un beso. Ella se retorció contra él de una manera muy tentadora, buscando tentarlo. Pero dijo—: No creo que eso haya sido lo que el paramédico haya tenido en mente cuando dijo que necesitabas descansar y ser cuidado. —Pero es lo que tú tenías en mente —dijo Danny—. Y eso me relajará. ¿No quieres que esté relajado? Bien, muy relajado no era la mejor palabra para la manera en que se estaba sintiendo, en especial una determinada, y completamente irreprimible parte de él a la que no le importaba el dolor, el cansancio o cualquier otra cosa más que lo palpitantemente fuerte y apretado que estaba, presionado contra la cremallera de sus pantalones vaqueros. Eva no creyó ni por un segundo a su cara de oh-muy-inocente, eso quedó claro por la manera adorable en que arrugó la nariz hacia él, pero a Danny no le importó porque en el siguiente instante ella estaba arrodillándose de nuevo e inclinándose de nuevo sobre él para poner el vaso vacío otra vez en la mesa. Era tan tentadora, cerniéndose sobre él como un colibrí tomando sorbos de una flor, y Danny no pudo evitarlo como si fuera más una Venus atrapamoscas que una rosa. Extendió una mano hacia ella sin pensarlo, rodeándola con sus brazos y dejándola caer en su regazo, lo cual fue impresionante, pero el movimiento puso presión en sus palmas doloridas, lo cual fue menos impresionante. Danny hizo un gesto de dolor y contuvo un jadeo, pero Eva lo notó. —Oh, ten cuidado —dijo, revolviéndose en su regazo como si estuviera tratando de alejarse. —Solo… quédate donde estás —logró decir Danny mientras ella hundía su cadera en su dolorida erección—. No te muevas.
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—¿Te duele mucho? —Ella estaba tan ansiosa y preocupada, que Danny no pudo soportarlo. No hizo ningún esfuerzo por ocultar el áspero deseo de su voz. —¿Por qué? ¿Vas a besarme y hacer que mejore?
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Capítulo 13 Traducido por dianthe Corregido por Nanis
E
va tenía que preguntarse si alguien había estado en su habitación, jugando con el termostato. ¿Cómo hacia tanto calor ahí dentro?
Tal vez tenía algo que ver con el fuerte y caliente muro que se presionaba cerca de ella, derritiendo sus huesos y tentándola a enrollar sus brazos y piernas en torno a él, como una enredadera Danny Lunden era la cosa más caliente que jamás había tenido bajo ella, y Eva había caminado una vez en el borde de un volcán activo en un desafío. Con su burla sobre besos todavía sonando en sus oídos, Eva se inclinó hacia arriba, disfrutando de la forma en que las partes inferiores de sus cuerpos se empujaban juntas. Este no era su primer rodeo, sabía exactamente qué parte estaba esperando él para besarse. Y ella no se oponía a esto, pero primero… Sonriendo hacia él, tomó sus pobres y vendadas manos entre las suyas. Suavemente, con delicadeza, dejó suaves besos sobre la gasa, sintiendo la tensión en sus muñecas entumecidas mientras él luchaba por no alejarse. La sorpresa brillaba en sus tormentosos ojos azules mientras la conexión tejida entre ellos pasaba del sexo puro a la súbita intimidad. Eva podía establecer la conexión, no estaba preparada para esto, tampoco. Pero cuando él dejó sus manos extendidas a su alcance, dócil como un lobo durmiendo, su corazón se apretó tan fuerte que tuvo que inclinarse hacia adelante y besar su hermosa boca, solo para comprarse a sí misma un minuto para procesar.
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Por supuesto, eso resulto ser un gran error, porque una vez sus labios estuvieron moviéndose sobre los de él, el beso era en todo lo que podía pensar. Caliente, profundo, solo lo suficientemente húmedo. Con fuertes caricias de esa ágil lengua reduciendo cada terminación nerviosa en fuego. Eva gimió dentro de su boca y envolvió sus brazos alrededor de su cuello. Los brazos de Danny se quedaron a su lado, tensos y rígidos como para distraerla del arrebato de su boca. ¿Por qué él no la estaba sosteniendo, frotando, acariciando, aliviando el dolor del deseo que se mantenía estallando entre ellos como erupciones solares? Ah, cierto. Con un último mordisco a su deliciosa boca, Eva se retiró lentamente, su mente luchando para lidiar con la logística de hacer el amor a un hombre cuyas manos estaban cubiertas de quemaduras de segundo grado. —Esto es ridículo —Danny dijo con voz áspera, el pecho subiendo y bajando, y sus ojos brillando con el deseo frustrado—. Ayúdame a quitarme estos vendajes de mierda. —No es una opción —dijo Eva instantáneamente—. El paramédico fue muy claro. Además… —Ella movió sus manos por sus hombros, a través de su esternón, sintiendo los latidos de su corazón y el soplo de su respiración mientras él jadeaba como un caballo de carreras bajo su tacto—. Esto sin duda tiene posibilidades —murmuró, dejando a sus dedos vagar hacia abajo para provocar la gastada pretina de sus jeans. —No te puedo tocar. —Danny sonaba más allá de la frustración en ese punto. Sus muslos tensos y temblorosos bajo su trasero. —Ah, pero yo puedo tocarte —dijo Eva, saboreando el momento como un sorbo de champaña fina. Sus ojos se agrandaron, su boca se abrió, y ella le dio la vuelta al botón de su bragueta. La boca de Danny se cerró en un gemido, y su espalda se arqueó, haciendo crujir el cuero del sofá. Eva estaba jadeando ahora, también, cada respiración llena con la embriagadora e intoxicarte esencia del limpio sudor masculino y el caliente y almizclado sexo.
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—Tú querías que te besara mejor —dijo ella, sin aliento—, yo solo estoy cuidando de ti, como prometí que haría. Con eso, deslizó la cremallera y alivió sus pantalones abriéndolos alrededor del prominente bulto de su atrapada erección. Eva cayó de rodillas, agradecida por el pelo tupido y exuberante de las alfombras de la suite del hotel. Los jeans que cubrían las piernas de Danny eran ásperos contras sus palmas mientras ella corría sus manos arriba hacia sus caderas, la fricción sensibilizando su piel. Él levantó el trasero del sofá cuando ella se lo pidió, y se torció torpemente para ayudarla a bajar su pantalón y ropa interior lo suficiente para exponer su maravillosa, gruesa y ruborizada polla. Este fue un momento que Eva amó, el silencio de la espera, la alegría cristalizada de la anticipación y la cercanía, todas ellas centradas en ella. Apoyando los codos en el sofá a ambos lados de las caderas de Danny, Eva sonrió hacia su tensa y crispada cara y se inclinó para presionar un sencillo, y suave beso en la regordeta y roja cabeza de su pene. Su gemido fue lo suficientemente fuerte como para hacerla feliz de ser las únicas personas que ocupaban este piso del hotel. El transparente shock y placer en su expresión tensó toda la parte baja en el cuerpo de Eva, enviando temblores bajando por su espalda y dentro de su pelvis. Balanceando sus caderas hacia atrás y adelante, ella disfrutó la forma en que su piel estaba empezando a suavizarse con el cálido, y sedoso líquido entre sus piernas. Justo ahora es cuando algún hombre, impaciente por obtener "la parte buena", podría deslizar sus manos alrededor de su cabeza y sujetar su pelo, o acariciar sus hombros, o hacer cualquier docena de cosas calculadas para hacerla seguir adelante con eso. Ya fuera el escozor de sus palmas o la innata paciencia que requiere un chef de repostería de alto nivel, Danny no hizo nada más que estirar sus brazos a lo largo de la superficie del sofá y sostener su mirada intensamente. Había algo exquisitamente liberador y deliciosamente sumiso acerca de arrodillarse aquí sobre él, sin un solo toque en qué basarse sino en el roce de sus manos contra la piel desnuda de sus delgadas caderas. Ella
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se sentía poderosa, manejando la fuerza de su propio deseo para hacerlo suspirar y moverlo a su antojo. Necesitando más, ella metió la cabeza de su polla en su boca. Él estaba caliente, tan caliente, la piel suave y aterciopelada donde se extendía con fuerza sobre la palpitante carne debajo de ella.
Él sabía salado, cálido. Delicioso. Tragó más de él, amando la forma en que él se movía grueso y pesado sobre su lengua, la manera en que presionó su cadera contra el sofá para no empujar y ahogarla. Tanto control que tienes, Danny, quería decir ella. Esto la hizo temeraria, haciéndola querer ser la única que lo forzara a perderlo. Él se inclinó para acariciar su boca contra su cabello, un beso mariposa que la hizo estremecer. Sus dedos ansiosos buscaron la tensa, dura, tabla de músculos de su estómago sosteniéndolo en esa incómoda posición. —Eres maravillosa —dijo él desde la parte superior de su cabeza—. Pero tienes que parar ahora, o todo esto va a terminar demasiado rápido. Eva hizo un ruido sordo de protesta y lo chupó más fuerte. Un rayo de triunfo se disparó a través de ella cuando él se puso tenso y gimió por el ataque, pero entonces su voz se oyó de nuevo, tan tranquilizadora, pero imperiosa, también. —Ven aquí, cariño. Las palabras cariñosas perforando algo en el pecho de Eva, algún mareo interior de chica colegiala que nunca había superado el deseo secreto de ser llamada algo dulce en ese tono exacto de voz. Con un último golpe, de su persistente lengua a la vena palpitante en la parte inferior de su polla, Eva se retiró con un pop deliciosamente obsceno y lo miró. Él debería tener un aspecto ridículo —la mayoría de los hombres con los que ella había estado— estarían tumbados de forma poco elegante en el sofá de cuero con los pantalones hasta la mitad de sus caderas y su erección como una lanza fuera de ellos, tan fuerte que formaba una estrecha curva con su musculoso estómago.
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Él no parecía ridículo. Parecía comestible. Lamiéndose los labios, Eva se preparó para ignorar la demanda de Danny y sumergirse de nuevo en el más adictivo sabor ahumado-salado de él, que todavía podía probar con su lengua. Pero él negó con su cabeza, parándola, y acarició con el dorso vendado de sus manos los lados de su cara. Era una sensación extraña, el suave algodón de la gasa y no sus calientes y duros dedos callosos, pero fue la expresión de su rostro lo que la derritió por dentro. Danny la miraba como si pensara que ella era comestible y él estuviera muerto de hambre. —Arriba —repitió él, con la misma mezcla imperiosa de mando inflexible y suave persuasión. No era de extrañar que su equipo le escuchara, Eva pensó aturdida mientras se encontraba poniéndose sobre sus rodillas y permaneciendo delante de él. Se asustó un poco, de lo mucho que ella quería simplemente escuchar, y dejar que él le dijera qué hacer, y confiar que sería bueno para ambos. Luchando por encontrar un poco de control, ella arqueó una ceja y le mostró su mejor sonrisa sensual mientras sus dedos iban al negro cinturón de charol de su cintura. Un poco de striptease por lo general les recordaba a todos quién estaba a cargo de la escena. Danny se echó hacia atrás, el calor intermitente en sus ojos mientras él la veía deslizar la lengua del cinturón liberándolo de la hebilla. Dejándolo caer al suelo con un suave tintineo de metal, Eva sintió que su equilibrio regresaba. Poniendo un poco de baile en sus caderas, se imagino el palpitante ritmo de la música de su club favorito y cerró sus ojos, moviendo lentamente el dobladillo de su ajustado vestido rojo a sus muslos. —No —dijo Danny en voz baja, sacándola de su fantasía—. La cremallera primero. Eva soltó el aliento, consciente de que su corazón estaba aleteando en su pecho como un pajarito caído de su nido. Su mirada fija la atrapó, no le permitía retirarse a su segura y cómoda imaginación. En su lugar, levantó los temblorosos dedos a la cremallera en la parte trasera del vestido, sintiendo en cada momento una torpe contorción, cada segundo extra de silencio mientras sus dedos resbalaban y buscaban a tientas antes de conseguir finalmente bajar la cremallera.
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Las mangas, ajustadas hasta los codos, mantuvieron el vestido arriba en el frente, pero en la parte trasera podía sentir la corriente de aire con temperatura controlada flotando contra sus hombros desnudos. —Cuando deje estas malditas vendas —Danny dijo—, voy a desnudarte lentamente, dejando un centímetro de piel a la vez, para probar cada parte que descubra. Eva empezó a jadear, de repente tan caliente que casi no podía soportar la constricción de las mangas alrededor de sus brazos y el vestido alrededor de su cintura y caderas. Quería quitarse todas las prendas de ropa, pero vaciló, desesperada por saber lo que Danny iba a decir. —Estás tan increíblemente maravillosa así —dijo, con su voz ya no casual. La áspera, gutural verdad de las palabras anotó a lo largo de su piel como uñas rascando hasta su espalda, y Eva jadeó por aire y salió tan rápido del vestido que casi se cayó al suelo. Debía verse como una idiota, pero no le importó, porque el aire frío se sentía tan bien contra el sobrecalentamiento de su cuerpo, y los ojos de Danny se encendieron con deseo cuando vio sus bragas de encaje negro y registró el hecho de que no llevaba el sujetador a juego. O cualquier sujetador en absoluto. Eva nunca había sido más feliz de ser p Ђ Є К М Ѯ Ѱ Ѳ Y se felicitó por seleccionar esa mañana un vestido que estaba suficientemente estructurado como para que no necesitara nada debajo. Porque eso significaba que justo ahora, no había nada entre Danny Lunden y sus pechos, pero el aire frío hacía a sus pezones apretarse en pequeños nudos de dolorosa necesidad. —Ven aquí —dijo él, su cuerpo listo, como si todo lo que quisiera en el mundo fuera saltar del sofá y agarrarla. Pero no lo hizo, no podía a causa de sus manos, y Eva se dio cuenta que si ella no lo desnudaba, nadie lo haría. Impulsada a la acción, se tiró sobre sus piernas, con las rodillas separadas a ambos lados de su cadera, y se apoderó de su boca con un beso hambriento. Sus lenguas se encontraron y lucharon por control, deslizando y acariciando, mientras los ocupados dedos de Eva se trasladaron a los broches de la chaqueta blanca de chef. Apoderándose de los lados, ella rasgó el abrigo abriéndolo con un satisfactorio sonido. Él tenía una camiseta blanca normal debajo, y tuvieron que romper el beso por largos y dolorosos segundos para
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luchar y liberarlo de la chaqueta y la camiseta sin empujar demasiado sus manos heridas. Pero después de un poco de maldiciones y un par de risas frustradas, Eva fue capaz de enroscar sus brazos alrededor de su fuerte cuello y presionar sus pechos desnudos con su pecho desnudo por igual, y chico, oh chico, era algo que valía la pena. Danny tenía el tipo de cuerpo por el que muchos hombres gastaban horas y toneladas de dinero para conseguirlo, pero Eva sabía que su cuerpo venía de la agotadora rutina de levantar pesadas ollas, amasar masa de pan, y trabajo duro. Los planos de su pecho se sentían diferentes, debajo de ella, de los de un modelo o actor esculpido a la perfección. Todo con Danny se sentía más real. Arrancando su boca lejos de la suya, él alcanzó a murmurar—: Arriba, levanta las rodillas, quiero probarte. Tmbamdo, pero más que dispuesta, Eva apoyó las manos sobre sus anchos hombros y empujó hacia arriba. Danny no esperó a que ella estuviera estable, tan pronto como estuvo lo sufrientemente cerca, él ladeó su cabeza y tomó la punta de su pecho en el húmedo calor de su boca. Alguien había atado una cuerda del pezón de Eva a su clítoris, y con cada succión de la talentosa boca de Danny, cada latigazo de su áspera lengua, tensaba el cable. Eva abrió la boca y se retorció, sus rodillas tambaleándose. No podía creer que Danny la hiciera sentirse de esa manera sin tener que tocarla con sus manos. ¿Quién necesitaba manos con una boca como la suya? Él hizo un sonido hambriento contra su pecho, la vibración envió una cascada de estremecimientos bajando por sus lados, y tiró de su cabeza. Eva se retorció un poco más, y de repente la palpitante, y húmeda cabeza de su polla estaba empujando contra el interior de sus muslos, caliente y buscando y tan cerca de donde ella quería. Inconsciente por la necesidad, ella lo alcanzó, amando el pesado latido que daba mientas sus dedos agarraban la base y acariciaban todo el camino hasta la cabeza. —Gah —Danny dijo, los ojos de nuevo en blanco en su cabeza. Eva sonrió, sintiéndose salvaje y feroz, y deseo estar utilizando ropa interior
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desplegable. Puesto que ella no era, en efecto, una stripper profesional, tuvo que trabajar para librarse de las bragas de encaje negro, pero a Danny no parecía importarle la forma en que se retorcía sobre su regazo para hacerlo. Cuando estuvo completamente desnuda, Eva lo premió con un beso de la victoria, atrapando su erección entre ellos y frotándola descaradamente mientras dejaba a Danny conquistar su boca. —Dios, tú eres la cosa más caliente que he visto nunca —dijo él, cuando lo dejo hacer una pausa para tomar aliento. —Eres muy caliente, tú mismo —Eva replicó, corriendo sus manos hacia abajo en el hermoso abdomen para rodear su pene una vez más. Los ojos de Danny eran dos rendijas de color gris azulado en su tensa, y enrojecida cara. —Bien. Eso se siente bien. Joder, desearía poder tocarte. —Yo también —Eva coincidió fervientemente. Había un vacío allá abajo, estaba tan mojada y abierta, que le dolía. Gimiendo un poco, ella movió sus caderas sin poder hacer nada. Sus ojos se abrieron más, la inspiración quemando entre ellos. —Se mis manos, Eva. Tú hazlo, y déjame ver.
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Capitulo 14 Traducido por Cami.Pineda Corregido por kuami
—¿Q
ué? —Eva se sintió lenta, como si todo el todo el juego le hubiera convertido el cerebro en tapioca.
El enérgico tono sangraba en su voz, su mandíbula tan dura como el mármol, mientras decía: —Mantén levantada tu mano derecha. Dedo índice. Torpemente, ella cumplió, y él la elogio con un suave: —Así está bien. Estás perfecta. La calidez de su voz con aprobación la llenó, y una especia de lánguido calor se apoderó de ella mientras él apoyaba sus pies detrás de la mesa de café detrás de ella, levantando sus rodillas como soporte para su espalda. Ella se relajó sobre sus fuertes muslos, la tela vaquera frotaba su piel sensible y caliente, mientras esperaba por su próxima petición. —Hermosa —dijo, y ella no sabía si era un cumplido o de cariño, pero de cualquier manera, le gustaba. —Coge ese dedo y tócate a ti misma. Quiero ver cómo de mojada estás. La audacia de la misma, la forma sencilla en que él la miraba y la invitaba a participar en avivar su pasión hizo un llamamiento en Eva. Ella nunca había sido tímida. O, si lo había sido, había sido muchos años antes de haberse dado cuenta que eso le impedía hacer todo lo que quisiera. Así que el rubor que le calentaba su cara y cuello le sorprendió cuando ella arrastró ese dedo debajo de su línea del centro de su cuerpo hacia su resbaladizo, y hormigueante carne en medio de sus piernas.
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Sus mejillas estaban calientes, tan caliente como el pequeño grupo de nervios en la parte superior de su hendidura cuando ella la alcanzó y se estremeció.
Danny observó cada movimiento que ella hacia como si fuera ser interrogado más tarde, y Eva dejó que la atención la cubriera en una manta de confianza. Cuando los labios de Danny se separaron y su respiración se aceleró, la exhibición natural de Eva volvió con fuerza al primer plano de su conciencia. Sosteniendo su mirada, dejó que otro dedo se uniera al juego, profundizando, jugando a través de los lisos pliegues y rodeando su clítoris. Se sentía increíble, mejor que cuando lo hacia sola, como si la presencia de Danny, sus ojos vigilantes, le dieran al acto familiar un toque extra. Estremeciéndose, con las caderas temblando muy ligeramente, Eva se dejó retorcer en su regazo como un gato pidiendo que la acaricien. Su cabeza inclinada hacia atrás sobre sus rodillas, la larga línea de su garganta desnuda y vulnerable, el vientre temblando suavemente con cada deslizamiento húmedo del sus dedos. —Me estás volviendo loco —le dijo Danny, empujando de manera que los dientes ásperos de la cremallera raspaban en la piel desnuda de sus nalgas. Moviendo sus caderas inclinándolas hacia delante lo suficiente para aprovechar su erección contra el dorso de su mano. Aprovechando la oportunidad, Eva sacó sus dedos de su cuerpo y los envolvió alrededor de su duro grosor, presionando la longitud del mismo firmemente contra su sexo mojado. Esa dureza, intensa y caliente y ahí mismo se sentía increíble. Era exactamente la fricción que quería, mejor que cualquier dedo en el mundo. También debió de sentirlo bien Danny, porque apretó sus ojos cerrados y clavó sus caderas de nuevo, empujando los hombros en la parte trasera del sofá mientas su espalda estaba arqueada. —¡Dios! —dijo—. Demasiado cerca. ¿Puedes alcanzar mi billetera? Manteniendo su verga con su mano derecha donde ella quería, Eva se estiró hacia adelante para besarlo, sentimentalmente y caliente, mientras su mano izquierda escarbaba en su bolsillo trasero. —La tengo —ella respiró sobre su boca.
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—Condón —él jadeo—, pónmelo. Eva nunca había estado tan ansiosa para obedecer en toda su vida. Encontró el condón y rasgó el envoltorio abriéndolo con sus dientes. El agarre de la mano mientras ella puso el látex hacia abajo sobre su erección trajo otro estremecedor gemido de Danny. Febril con la necesidad, el deseo de unirse con tanta fuerza en su interior que ella tenía miedo de explotar, Eva se levantó y, sosteniendo a Danny firmemente con una mano, se dejó caer sobre él. Ella gimió con el empujón de la cabeza de su polla contra su entrada, inmensa, gruesa y caliente, incluso a través del preservativo. Él era grande, salvaje e inflexible, y ella quería cada centímetro de él. Empujándose a sí misma, Eva dejó que la gravedad hiciera casi todo el trabajo, concentrándose en relajarse lo suficiente para dejarlo entrar. —Con cuidado, Dulzura —dijo Danny, preocupado arrugando la frente—. No muy rápido. Tenemos toda la noche. No se sentía así para Eva, quien lo quería dentro de ella ahora mismo, todo a la vez, llenándola, haciéndola volar. Con un suspiro se sintió extenderse al límite cuando sus caderas golpeaban abajo, rectificado su pubis contra el hueso duro de su pelvis. Su cerebro hizo un corto circuito con una lluvia de chispas, y todo el mundo se convirtió en nada más que balanceos y gemidos, jadeando con dificultad y esforzándose hacia algo perfecto, justo fuera de su alcance, hasta que de pronto, con un endurecimiento de los músculos y un último empuje rudo, ella estaba allí. Cuando se hubo acabado, ella parpadeó sus ojos abiertos para encontrar su frente presionada contra el sudoroso hombro de Danny, sus muslos temblorosos del cansancio, dolor en los músculos por estar separados durante tanto tiempo. Él gimió y cambió, como si estuviera adolorido, también, y ese pequeño movimiento le envió réplicas aleteando a través de todo su cuerpo inferior. —Dios, esta competición esta bajo protesta, —respiró—. Yo lo llamo chanchullos. La hija del fundador acaba de drenar todas mis fuerzas a través de mi polla. Eva se ríó en su clavícula, lamiendo un poco el sabor salado de su piel.
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—Por suerte para ti, no tengo nada que ver con la decisión de los jueces, o tus competidores serian los que llamarían chanchullos. —¡Oye! —El fastidio se deslizó en su tono de satisfacción—, no hubiera dormido contigo si eso me hubiera hecho ver como si estuviera intentado joder mi camino hacia la cima. Abriendo su boca con pereza, Eva chupó su cuello. No lo suficientemente fuerte para dejar una marca y tampoco causar preguntas que ninguno de los dos quería lidiar, pero definitivamente lo suficientemente fuerte para sentir, si el camino se extendía a Danny en su contra era una indicación. —Vale, tía —dijo con un jadeo estrangulado—. Quizás hubiera dormido contigo sin importa que. Al infierno con mis buenas intenciones, mujer. —Las buenas intenciones son para los aburridos —le dijo Eva, alcanzando una mano eficiente hacia abajo para lidiar con el condón. Había algo un poco sucio y divertido en jugar a la enfermera así. Danny resopló mientras se movía de su regazo y arrojó el condón usado en la dirección de la papelera al lado del escritorio. —He sido considerado aburrido por muchas personas. —Gente estúpida —rechazó Eva, derrumbándose de espalda sobre el sofá con un racheado suspiro—. Personas que nunca han tenido sexo contigo. ¡Dios, necesitaba esto! —Rodando su cabeza lo suficientemente lejos para poder verlo, ella dijo—: Y también tú. Admítelo. ¡Cuidé bien de ti! —Lo admito, estoy encantado de haberte seguido hasta aquí —dijo Danny inexpresivo—, ninguno de mis compañeros hubiera podido emplear tu particular método de aliviar el dolor. —Mmmm. ¿Soy mejor que una cubeta de helado y una aspirina? Tu engatusador. Golpeteo con los dedos vendados en contra del lio pegajoso en su entrepierna, un espasmo de fastidio pasó por su rostro. Danny gruñó bajo su garganta. —Creo que lo mencioné una vez, cuando te conocí. Puede ser que sea un chef de repostería, pero no soy tan dulce como parezco.
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—Ven, déjame ayudar con eso. —Eva se puso algo así como emocionada de lo fácil que él se echó hacia atrás y dejó que ella se metiera en sus pantalones. Ella subió la cremallera pero dejó el botón sin abrochar, sencillamente porque le gustaba la manera en que se veía. A ella le gustaba ser la que lo viera de esa manera. La idea era aterradora en su intensidad, y Eva rehuyó de la revelación, como si se tratara de una luz que brilla con demasiada intensidad a los ojos. En silencio, maldiciendo a sus todavía temblorosas piernas, se tambaleó en el sofá y comenzó una búsqueda infructuosa de su ropa interior antes de rendirse y pasar a través de la sala de estar por las puertas Francesas que la llevaron al dormitorio. Cuando regreso a la zona de estar un momento después, envuelta en una de los albornoces de tela gruesa de cortesía del hotel, fue a ver a Danny que estaba saliendo del sofá impulsándose con sus codos, su camisa sucia estaba enganchada sobre un desnudo y musculoso brazo. A pesar de su propio instinto de huir de la escena, una porción contraria del corazón de Eva tiró con decepción al ver a Danny listo para hacer irse. Inclinando un hombro sobre el dintel de la puerta, tuvo que esforzarse para que su voz sonara suave y liviana. —¿Vas a alguna parte? Danny se detuvo, se inclino a mitad de camino y tropezando con el dobladillo de sus vaqueros. —Sólo tratando de hacer algo —dijo él, con tanta casualidad como pudo manejar. Lo que no era muy casual. Sonrió, irritado por su propia incapacidad para estar relajado y no importarle, por primera vez en toda su estúpida vida. Señalando el lazo que mantenía su bata cerrada, Eva Le dio una mirada sesgada debajo de sus pestañas. —Tal vez deberías revisar que hacer una vez más. La sugerencia podría simplemente ser que necesitas una ducha
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La felicidad se vertió en el agujero que se había abierto en su pecho cuando Eva lo dejó allí en el sofá sin una última mirada. Danny agitó sus inútiles manos de guante de beisbol y dijo: —No me pueden ver mojado, ¿recuerdas? Eva se paseó hacia él, con todo su cuerpo moviéndose sinuosamente, ceñida manera de recordarle su inconsciente abandono mientras tomaba su placer. —Estoy decepcionada, Chef —le dijo—, habría pensado que serias un poco mas innovador que eso. Danny sintió su boca ponerse seca mientras ella agarraba el nudo de su cintura y dejaba que la bata cayera abierto para enmarcar su encantadora, su hermosa, y suave piel. —Cualquier hombre cuyo cerebro le funcione a capacidad máxima que te rodee es gay o esta muerto. Ella dio una carcajada encantadora. —Eso no tiene nada de sentido. —¡Confirma mi versión! —Vamos. —Eva agarró su codo, arreglándoselas para tirar la camiseta y la chaqueta blanca de chef al suelo. —He conseguido una gran bañera de hidromasaje, magnifica y profunda en el baño principal. Los ojos de Danny siguieron su ropa abajo y se engancharon en el teléfono al lado del sofá. Frunció el ceño. —De verdad debería llamar a mis chicos y revisar. Eva apretó sus dedos, pero su voz fue sofocante y baja. —La bañera es lo suficientemente grande para dos... Danny volvió la vista hacia ella en el momento exacto en el que Eva dejó caer la bata amontonada sobre su chaqueta de Chef descartada. Completamente cómoda en su propia piel, ella se giró y balanceo esas perfectas caderas sobre las puertas dobles por donde había
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desaparecido antes, echando una coqueta mirada sobre su hombro blanco inmaculado mientras se deslizaba dentro de la habitación de al lado. Danny la siguió sin otra pausa. Él estaba muy seguro que los chicos lo entenderían. Cuando parpadeó sus ojos abriéndolos a la mañana siguiente y vio el elegante motivo de pan de oro en el techo del ático de Eva Jason, Danny de repente estaba menos seguro de cómo de comprensibles iban a estar los de su equipo. Ellos sin duda habían pasado la noche lidiando con los problemas de ira de Beck —¿qué diablos estaba pasando con él y la chica de California?— y preocupados por el siguiente día de cocina. Él debía haber estado con ellos, no ahí, descansando en un regazo de lujuria, esperando que alguien le pelara una uva o algo. Sentándose abruptamente, Danny contrajo sus dedos para comprobar su dolor. Las vendas se habían perdido durante la noche, con una cosa u otra, y era capaz de enroscar sus manos en puños sin mucho dolor. Fue sólo al sentarse a reflexionar sobre lo que implicaban sus recuerdos exactamente de "una cosa u otra" que Danny fue capaz de empujar atrás el cubrecama y salir de ella, con cuidado de no molestar la delgada protuberancia entre las sabanas a su lado. Se movió suavemente, haciendo sólo una pequeña mueca de dolor cuando tuvo que llegar con una mano a la esquina de la cama para inclinarse a recoger sus vaqueros. Molesto por las vendas, Danny puso sus dientes al final de su muñeca derecha, y tiró hasta que pudo desenvolverlas. —¿Qué estás haciendo? —la voz soñolienta de Eva encajaba con su despeinado cabello castaño y párpados pesados. Danny no pudo mirarla sin querer zambullirse de nuevo dentro de la cama y lamerla toda, por lo volvió a su venda. —Me las estoy quitando para poder ver el daño —dijo tranquilamente—. el paramédico dijo que comprobara. Eva frunció su linda boca, parecía escéptica, pero ella realmente no podía discutir.
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—Ven, déjame. Estas haciendo esto más difícil de lo necesario. Perplejo por su constante deseo de atenderlo, Danny obedientemente extendió su mano y disfrutó el gesto, de forma meticulosa, Eva desenvolvió la gasa blanca, para rebelar sus enrojecidas y ampolladas palmas. Ella contuvo el aliento horrorizada pero Danny flexionó sus manos y dijo: —Oye, no. Están mejor de lo que parece. Un poco de esa mágica loción para manos, y estaré listo para cocinar. —¿No te duelen? Danny se encogió de hombros y recogió los pantalones del suelo. —Bueno, si. Pero es soportable. Puedo superarlo. —No me gusta —dijo Eva. Jesucristo. —Esto es lo que los chefs hacen —le dijo Danny—. Vamos, has estado rodeada de chefs toda la vida. Debes haber visto este tipo de cosas antes. Nos herimos —ponemos una mano en el fuego, nos cortamos una uña, es lo que hay— y seguimos cocinando. Mi padre una vez le cayó en el hotel una cacerola llena de jarretes de cordero en su pie y se fracturó cuatro huesos. Se le hinchó como un globo, pero cojeó el resto del servicio de esa cena y ni una vez se atrasó o se quejó. Eva se sentó en la cama, tirando de las sabanas hasta su barbilla y descansó sus codos en sus rodillas levantadas. Con su enredado, y desordenado cabello y la piel perfectamente libre de maquillaje, se veía como una pequeña niña. —¿Lo quieres mucho, verdad? Danny había perdido el hilo. —¿Qué? ¿Quién? Ella hizo un sonido impaciente.
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—Tu padre. La manera en que hablas de él. Estas orgulloso de ser su hijo. —Nunca lo había pensado de esa manera, pero si. Ponerse sus jeans le tomó algo de tiempo, La dura tela de algodón castigó sus enrojecidas sus manos, y Danny usó el momento extra para esquivar y esconderse de la perceptiva mirada de Eva. —Él es un gran hombre y un gran chef. Siempre ha tenido mucha fe en mí. —Debe ser agradable. —La amargura en la voz de Eva hizo que Danny la mirara rápidamente, pero su boca estaba curvada con una suave sonrisa. —Mi padre y yo estamos muy unidos, también. Hemos estados solos los dos desde hace mucho tiempo, quiero decir, si no cuentas la legión de novias, y ligues de una noche. Que yo no hago. Danny estaba empezando a tener una visión de la infancia de Eva, y no era particularmente una buena. Sus padres, podrían volverlo loco en ocasiones, pero nunca había dudado se amaban mutuamente y a sus hijos más que nada, seguido a corta distancia por la Taberna Lunder en segundo plano. Antes de que Max dejara el hogar, había acusado a su padre de amar más al restaurante que a sus propios hijos, pero Danny sabia que no era verdad. Había visto la manera en que sufrió durante esos años perdidos con su hijo mayor, y por mucho que se esforzara Danny para relevarlo en casa y en la Taberna, nada podía borrar del todo la sombra de dolor en los ojos del viejo. Pensando en su hermano, Danny se volvió a preocupar sobre el tiempo de nuevo. Revisó el reloj detrás de la cama. Mierda. Era más tarde de lo que pensaba. Su reloj interno hizo Tic-tac, y sabía que necesitaba regresar con su equipo y prepararse para enfrentar el día, pero maldición. Él no era el hombre que podía dejar sola a Eva Jansen acurrucada en su cama, viéndose como si no tuviera amigos en el mundo.
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Además, estaba desnuda. Realmente, no había manera en que él se fuera a ninguna parte. Que era él, ¿superman? Caminando de vuelta hacia ella, Danny envolvió sus largos brazos alrededor de ella y la apretó contra su pecho. Ella se dejó llevar fácilmente, escondiendo el rostro en el hueco de su pecho, y Danny trató no dejar que su corazón se aplastara mucho en la confianza que el gesto implicaba. Max tenía razón. Danny era un bobo.
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Capítulo 15 Traducido por AariS Corregido por La BoHeMiK
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va enterró la cara en el amplio pecho de Danny y se preguntó cuando, exactamente, se había convertido en una persona a la que le gusta acurrucarse. No es que ella fuera por lo general del tipo de encuentro Pim-Pam-Pum-ya-nosveremos, pero prefería tener el control de la situación, así que normalmente invitaba a los hombres que le gustaban a regresar a su casa o su habitación de hotel. Como anoche. Nada raro en eso. Lo insólito era el hecho de que Danny estuviera aún aquí a la mañana siguiente. Eva no ponía de una patada a sus citas en la acera ni nada, pero generalmente había una especie de comprensión casi mutua de que, después de la retirada del condón, era más fácil simplemente ir por caminos separados. Cuando Danny intentó irse anoche, sin embargo… Eva se estremeció, recordando la tensa turbación de angustia en su intestino, cuando lo había visto recogiendo sus cosas. Fue extraño, reflexionó mientras aspiraba su esencia –humo de leña, algodón caliente y esa insinuación siempre presente de azúcar en polvo– pero entonces, todo esto era extraño. Diferente. Recordando la conversación con Claire en el avión, Eva pensó que su amiga podría incluso aprobar cómo iban las cosas con Danny Lunden. Era posible que hasta ahora, Eva se hubiera permitido a sí misma meterse un poco demasiado en la rutina. Era sólo que el sexo había sido siempre tan fácil. Diversión, sin significado, sin riñas, sin escándalo. Disfrutaba de los hombres, disfrutaba de la atención que le prestaban. Y nunca había estado avergonzada por ello, aunque había momentos en los que recordaba cómo habían ido las cosas entre sus padres, antes de la muerte de su madre.
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Sabía que podía haber más entre dos personas que facilidad y diversión. Pero ¿por qué querría alguien otra cosa que diversión y facilidad? Ella nunca había conocido a ningún hombre que arrojara algo de luz a la respuesta a esa pregunta. Danny metió los nudillos bajo su barbilla e inclinó su cabeza hacia arriba para un suave beso con la boca cerrada, sólo un sedoso deslizamiento de sus cálidos labios, y Eva tuvo que agarrarse fuerte a sus hombros para evitar que su repentino ataque de vértigo la lanzara fuera de la cama. Danny Lunden la hacía preguntarse qué se había estado perdiendo todos estos años. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, saltar de la cama y lavarse los dientes, u olvidarse del aliento matutino y solamente batallar con él de nuevo bajo las sábanas, oyó un pequeño pitido metálico proveniente de la otra habitación. Eva instantáneamente lo identificó como la alerta del buzón de voz de su teléfono. Y tan pronto como registró el sonido, se dio cuenta de que había estado sonando desde hacía bastante tiempo. Desde que se dio la vuelta y abrió los ojos a la preciosa vista matutina de un desnudo Danny Lunden sacudiendo su trasero en posición horizontal alrededor de los pies de su cama. —Mierda —dijo, luchando desde debajo de las sábanas—. No cargué mi teléfono anoche. Siempre lo enchufo junto a la cama, ¡siempre! No puedo creer que lo olvidara. —Entonces estamos igual —dijo Danny, volviéndose para buscar su ropa—. Me distrajiste de llamar a mi equipo anoche y enterarme de qué estaban haciendo. —No, no estamos igual —chilló Eva sobre su hombro mientras corría a la sala de estar para recuperar el teléfono de su bolso—. Porque tu equipo está sano y salvo en sus habitaciones de hotel. Pero mi equipo, y me refiero al enorme personal que dirige toda esta competición, ha estado levantado desde antes el amanecer trabajando y apagando fuegos y preguntándose dónde demonios estoy. Cojones, mira esto. Siete llamadas pérdidas.
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—Estoy seguro de que todo está bien —dijo Danny, apareciendo en la puerta del dormitorio con sus pantalones vaqueros y nada más. Vagabundeando con los pies descalzos hasta la cocina, se inclinó para echar una mirada crítica sobre los escasos contenidos de la nevera. —Hombre. Estaba pensando en cocinarte el desayuno, pero no hay mucho con lo que trabajar. —¿Desayuno? —Eva se derritió un poco—. Esa es mi comida favorita del día. —¿Ah, sí? —Danny le lanzó una sonrisa para rivalizar con el sol de la mañana asomando a través de las persianas—. ¿Cuál es tu desayuno favorito? —Crêpes —dijo Eva al instante—. O, como los solemos llamar en mi familia, tortitas francesas. Cuando era pequeña, mi padre las hacía cada domingo por la mañana, y tenía que hacer el doble de la receta para estar a mi altura. Con cinco años, y podía zamparme ocho o diez de una sentada, enrolladas en torno a mermelada de fresa y espolvoreadas con azúcar en polvo. Cerró los ojos, recordando la dulzura de aquellas perezosas mañanas. —¡Maldito! Ahora me muero de hambre. Su teléfono sonó otra vez, y los ojos de Eva se abrieron de golpe, su corazón se desbocó una vez más. —Mierda, mierda, mierda. No se dio cuenta de que estaba repitiendo su mantra en voz alta hasta que Danny se acercó para poner sus manos sobre sus hombros y decir—: Cariño, está bien. Estás bien. —Ya basta —dijo Eva, retorciéndose fuera de sus manos y recogiendo la bata de baño que aún yacía al lado del sofá, donde lo había descartado la noche anterior—. Deja de hacer esa cosa que haces. —¿Qué cosa? —Agrandó los ojos hacia ella, como si no lo supiera. —Esa cosa de calmar-a-la-bestia-salvaje —dijo, poniéndose la bata—. Es muy agradable, especialmente cuando se lo haces a tus compañeras de equipo. Pero me hace sentir como tú hermana pequeña o algo así, lo
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cual, creo que estarás de acuerdo, es asqueroso teniendo en cuenta lo de anoche. Arqueó una ceja y puso las manos sobre sus delgadas caderas, abandonando la búsqueda de su ropa interior. La respiración de Eva se aceleró. Diablos, estaba muy bueno. —¿Jules Cavanaugh, de mi equipo? Ella es como una hermana pequeña para mí. Y, sabes, tal vez una cuñada algún día, muy pronto. De cualquier manera, puedo afirmar categóricamente, para que conste, que nunca he tenido una noche como anoche con ella. —Sacudió la cabeza, los mechones de su pelo castaño dorado sobresalían graciosamente en un lado de su cabeza brillando a la luz del sol naciente—. Para ser honesto, no creo que haya tenido alguna vez antes una noche como la de anoche. Con nadie. Eva no podía dejar de sonreír y menear las caderas hacia él. —Estuvimos bastante espectaculares, ¿verdad? —Si hubiera estado usando calcetines —dijo—, los habrías sacudido. Sintiendo que comenzaba a derretirse, Eva sacudió los hombros y puso en su cara una expresión severa. —¡Basta ya! Veo lo que estás haciendo, señor. No eres tan astuto como piensas. —¿Oh? —Dejó caer sus brazos y comenzó a acechar hacia ella como un gran gato tras su presa. —No —Eva retrocedió, sujetando su teléfono todavía sonando delante de ella como un escudo—. La relajación habitual no funcionó, así que estás intentando seducirme para salir de mi ataque de pánico. ¡Pero me niego a ser tranquilizada! Estaré frenética, alterada y preocupada y… Danny se precipitó hacia ella y Eva terminó su diatriba medio riéndose con un grito que se convirtió en un chillido ahogado cuando la levantó en sus brazos y la besó. Un golpe en la puerta los separó durante el tiempo suficiente para que Eva gritara—: ¡Regrese más tarde, por favor! —¿No quieres que el servicio de limpieza entre? —preguntó Danny—. Tus sábanas probablemente podrían soportar ser cambiadas.
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—Puede esperar —dijo Eva, enroscando los dedos en su pelo e inclinando la cabeza para otro beso justo cuando el pomo de la puerta se sacudió y la cerradura electrónica pitó. Varias cosas ocurrieron a la vez. La puerta se abrió, Eva chilló y sujetó sus piernas desnudas alrededor de la cintura vestida con vaqueros de Danny y él le dio la espalda a la puerta para protegerla de los ojos de las doncellas. O tal vez para proteger a los pobres y desprevenidos ojos de las doncellas de la inesperada vista del culo blanco níveo de Eva Jensen colgando al aire. La cual era una preciosa vista, Eva estaba segura, sólo que podía ser considerado un poco demasiado para primera hora de la mañana. La risa burbujeó incontrolable y Eva tuvo que esconder la cara en el hombro de Danny para mantener la histeria contenida. Aún de cara a la pared, Danny dijo—: ¿Puede por favor volver más tarde? En su manera tranquila y educada, lo cual sólo hizo a Eva reír más fuerte. Hasta que una voz familiar respondió—: No, por supuesto que no volveré más tarde. Estamos en situación de crisis, y tiene que ser tratada inmediatamente. ¿Quién demonios eres tú? Y… ¿es esa mi hija la que está aferrándose a ti como una lapa? ¡Oh, mierda! Eva levantó la cabeza y miró sobre el hombro desnudo de Danny, directamente en los abruptos ojos de color gris acero de Theo Jansen. —Supongo que no es el servicio de limpieza —dijo Danny. —Más vale que alguien empiece a hablar. La voz era hosca, gruñona, claramente perteneciente a un hombre mayor muy acostumbrado a dar órdenes. —Hola, Papá —dijo Eva, confirmando los peores temores de Danny—. ¿Quieres darnos un segundo? Como puedes ver, estábamos justo en medio de algo.
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Danny se puso rígido, una parte de su cerebro esperaba la fría presión del cañón de una escopeta entre sus omóplatos, pero todo lo que oyó fue el sonido de la puerta del hotel cerrándose. —Se ha ido, puedes dejarme bajar, ahora —dijo Eva alegremente, como si no estuviera avergonzada de haber sido pillada trepando sobre él como una enredadera por su propio padre. Luego explotó. enfadada.
No
avergonzada,
evidentemente,
sino
justamente
—¡Maldición, maldición, maldición! ¿Qué está haciendo aquí? Se movió rápidamente para agarrar la bata de baño y la arremolinó a su alrededor, pero Danny aún tuvo tiempo de notar que no estaba sonrojada. Ni siquiera un poco. El único rojo en sus mejillas parecía puro enojo, y era la luz de la batalla lo que brillaba en sus ojos de gris a azul plateado mientras marchaba hacia la puerta y la abría antes de que Danny tuviera una oportunidad de recuperar su camiseta del suelo. —Eso fue rápido —dijo Theo Jansen, sus ojos aún en el teléfono en su mano. Aparentemente, Eva había heredado su apego a los dispositivos electrónicos de su padre. —Me conoces —dijo Eva, enanchando un brazo a través del codo de su padre y guiándolo hasta el sofá—. Todo trabajo y nada de diversión. ¿No es eso lo que solías decir? Danny encontró que lo mejor era mirar al techo mientras cuidadosamente borraba de su mente todas y cada una de las cosas que podrían haber ocurrido en ese sofá la noche anterior. —Me alegra oír que absorbiste algo de lo que trataba de enseñarte —dijo Theo, pasando por alto el sofá por una de las sillas con aspecto de trono colocadas junto a la mesita de café—. Y un poco sorprendido, ya que sólo puedo asumir que has estado dejando de lado el trabajo completamente, basado en la situación de crisis en la que ahora nos encontramos. Eva se estremeció, y sin pensarlo Danny que se movió hasta colocarse detrás de ella, capturando la mirada del mayor de los Jansen por primera vez.
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Theo frunció el ceño, su oscura barba recortada haciéndolo parecer una estatua de un guerrero romano que Danny había visto en el Met 11 en un viaje de estudios de la escuela cuando era niño, toda mandíbula toscamente tallada y mirada de pedernal. Si las estatuas romanas vistieran trajes a rayas color gris marengo y llevaran maletines de cuero hechos a mano. El hombre era intimidante, no sólo porque era una leyenda en el negocio de los restaurantes, con una reputación por hacer y deshacer carreras de chefs con un solo golpe de su pluma, sino también por su persona. No era particularmente grande, aunque parecía estar en muy buena forma para un tipo de negocios al final de sus cincuenta años, pero su presencia se cernía lo suficientemente grande como para ocupar la mayor parte de la suite del hotel. Danny estaba incómodamente consciente del hecho de que no llevaba la camiseta puesta, y sus pantalones estaban desabrochados y amenazando con deslizarse bajo sus caderas en cualquier momento. Claramente deseando no revelar nada del secreto del que no tenía ni idea sobre de qué iba esta situación de crisis, Eva eludió el tema. —¿Quieres café, Papá? Danny y yo estábamos a punto de pedir el servicio de habitaciones. De alguna forma, Theo Jansen transmitió incredulidad burlona con sólo una leve sonrisa. —¿Es así cómo están llamándolo estos días? Sí, claro, un café sería estupendo, y mientras estás en ello, ¿qué tal un poco de privacidad? Tenemos negocios que discutir. Vaya. Danny nunca había sido despedido tan exhaustivamente en su vida, y había pasado por la escuela sólo dos años después de su hermano, Max el Magnífico. —Dale un descanso, Papá —dijo Eva, hurgando en el escritorio—. Dios sabe, que he tenido que sentarme durante suficiente desayunos insoportablemente educados; con tus ligues de una noche-sin tú aparecer hasta la mañana siguiente-a los postre. Met: (Metropolitan Museum of Art) Museo de arte metropolitano de Nueva York, en Estados Unidos. 11
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Eso dolió más de lo que pensó que lo haría. Danny luchó para mantener su rostro inexpresivo. Forzando sus movimientos para ser suaves y lentos, se inclinó hacia abajo y recogió su camiseta. Pensó que se sentiría mejor con más recubrimiento, pero no disipó el frío que se había asentado bajo su piel. Recogiendo su sucia chaqueta de chef manchada de harina, dijo: —Sabes, me tengo que ir, de todos modos. Eva levantó la mirada del el menú del servicio de habitaciones que había estado hojeando, incrédula, pero Danny no le dio la oportunidad de protestar. Necesitaba irse, lejos de esta loca, rica y titulada familia con su improvisada actitud de no-es-gran-cosa sobre el sexo. Danny nunca había sido capaz de funcionar de esa forma. La noche anterior con Eva… eso había sido una gran cosa para él. No estaba sorprendido de que ella no se hubiera sentido de la misma forma; no se había metido en ello esperando más que una sola noche de placer. Dejar esto de lado había resultado más difícil de lo que había planeado, eso era todo. Tal vez algún día cuando Danny aprendiera cómo ser frío e insensible, le haría una llamada a Eva. Hasta entonces, la única cosa inteligente por hacer era salir pitando, antes de involucrarse más profundamente. —Eva. Ya nos veremos por ahí. Ya que no había sido presentado a Theo Janse y, realmente, ¿no era mejor así? No necesitaba que un tipo como ese asociara su apellido con un promiscuo-juguete sexual-al que llamas para ir a la cama. Danny no se molestó en decirle adiós al hombre. Dirigiéndose a la puerta, se sorprendió cuando Eva se deslizó en el pasillo tras él, agarrándolo con la mano que no estaba sosteniendo cerrada su bata. —Espera —dijo urgentemente, el remordimiento apretando su voz—. No era mi intención… —No importa. Danny se la sacudió de encima con suavidad. Esto no era su culpa, no realmente. Venían de mundos totalmente distintos. Mirando sobre su
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hombro al interior de la opulenta suite, toda de mármol, dorado y vintage, su estúpido corazón se oprimió. Eva vivía en una fantasía, donde todo el mundo era hermoso y podía tener cualquier cosa que quisiera entregada en su puerta con sólo una llamada de teléfono. Y era una mujer que sabía lo que quería, e iba tras ello. Danny podía respetar eso. Él respetaba, también, el hecho de que ella nunca insinuó querer más. No había hecho promesas, y si una noche no era suficiente para él… bueno, no tenía a nadie a quien culpar por ello sino a sí mismo. En realidad, la única parte sorprendente en todo esto era que ella hubiera estado interesada en un tipo como él incluso durante un minuto. Intentando estar agradecido por el tiempo que habían pasado juntos, y sin culpar a Eva por la forma en que había malentendido –o intencionadamente ignorado– las reglas de un encuentro como éste, Danny mantuvo su voz amable. —Vuelve con tu padre. Suena como que tienes algunos fuegos de cocina que apagar, y yo tengo que buscar a mi equipo. Esto fue divertido, pero es el momento para mí de regresar a la realidad ahora. Ella retrocedió como si la hubiera abofeteado, una punzada de algo parpadeando a través de sus ojos tan rápidamente, que Danny no pudo leerlo antes de que recuperase su equilibrio tan graciosamente como una bailarina. —Fue divertido —Hizo eco, inexpresiva y amable, como si estuvieran hablando sobre una excursión al zoo o un paseo a través de Central Park12—. Por supuesto, así es por lo que se me conoce. La auténtica Chica del Buen Rato13, esa soy yo. Bueno, la hora del recreo ha terminado, nene. Te veré en la cocina. Danny frunció el ceño ante la amarga nota que cuajó su voz, como el suero de mantequilla vertido sobre la masa de un pastel, pero estaba frunciéndole el ceño a su espalda porque ella ya se había alejado, para en el siguiente desafío.
Central Park: es un parque urbano público situado en el distrito metropolitano de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. 13 Chica del Buen Rato: Eufemismo de prostituta. 12
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Cerró la puerta detrás de ella con una descuidada patada de su talón, dejando a Danny mirando al revestimiento de madera blanca y deseando que fuera tan fácil para él seguir adelante.
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Capítulo 16 Traducido por Lizzie Corregido por La BoHeMiK
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va se tomó un momento, con el adiós de Danny marcado por el clic del pestillo de la puerta aún resonando en sus oídos.
Divertido. ¿Por qué eso de repente sonaba como una acusación? Era todo lo que jamás había querido u ofrecido, antes. Pero de alguna manera, cuando Danny Lunden lo dijo, su alma se encogió como un tomate secado al sol. Soplando de golpe, ella se pasó las manos por el pelo enmarañado, enganchándose entre sus dedos. Tenía que recomponerse: su vida se había ido a la mierda suficientes veces ya, para dejar a su padre verla perder el sentido por un chico. Como él estaría muy feliz de habla con cualquiera que lo escuche, Theo Jansen nunca había permitido que las emociones se interpusieran en sus negocios. Media hora después del funeral de su esposa, había estado en una reunión de negocios con la inmobiliaria que le había encontrado la propiedad que finalmente se convirtió en el primer restaurante de tres estrellas. A Claire le gustaba husmear y decir que Theo Jansen se escondía en su trabajo, como un niño pequeño con miedo a enfrentarse a su hora de dormir, pero Eva nunca había visto que eso fuera algo tan terrible. Por lo tanto, ¿qué pasa si Papá podía enseñar una clase magistral sobre represión? Eso se consigue con experiencia. Tratando de controlar sus propias tormentosas emociones, Eva contó sus respiraciones y rebuscó su teléfono en el bolsillo de la bata.
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Sacudiendo rápidamente un dedo sobre la pantalla, se desplazó desesperadamente más allá de los mensajes de voz a los mensajes de texto de su asistente, Drew. “SOS. Despierta. Vuelo de regreso a Nueva York. Emergencia Familiar. ¡Sin fecha de regreso!” El corazón de Eva se detuvo, cada pensamiento extraño y sentimientos eran aplastados hacia abajo para dar cabida a la enorme burbuja de pánico expandiéndose en su cerebro. Arremetiendo el teléfono en su oreja, marcó el número de Devon Sparks, pero sonó a través del correo de voz. Golpeando ligeramente el dedo del pie, esperó al tono y espetó—: Devon, ¡oh Dios mío! Lo siento, acabo de escucharlo. Por favor, hazme saber lo que está pasando contigo y Lilah. ¡Cuídense el uno al otro! —¿Poniéndonos al día a toda velocidad, no? —preguntó Theo mientras Eva jugueteaba con el teléfono y se dejaba caer a lo largo del sofá. —¿Es algo con el embarazo? —Eva no podía imaginar el terror de eso. Ella ni siquiera conocía a Lilah, en realidad, sólo la había visto un par de veces, pero ella parecía dulce y divertida, y con los pies en la tierra, completamente diferente a las mujeres con las que por lo general se citaba Devon. —Ella se desmayó. Su presión arterial se disparó, por lo que entendí. Estoy seguro de que el reposo en cama se encargara de eso. El corazón de Eva se desalentó, incluso mientras ella se sentaba rezando en agradecimiento de que no fuera algo más serio. —Pero la realidad es, no importa si ella está por completo mejor mañana; después de un susto como este, Devon no debe dejarla de nuevo. Tomó hasta la última gota de persuasión que tengo hablar con él la primera vez. Lo que significa que estamos sin un juez. Theo se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre sus rodillas. —Todavía tienes a Claire como la voz de la autoridad, y al simbólico comentarista de color, ese músico que da esas fiestas salvajes.
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Él sacudió la cabeza, claramente desconcertado por la popularidad de Kane y Eva se mordió la lengua. Ahora no era el momento para defender su amistad con Kane Slater. Theo había acordado que la inclusión de él como un juez aumentaría el enorme atractivo de la competición, por lo que en realidad no había nada más que decir. —Pero, Devon era nuestro chef juez estrella, nuestro mejor vínculo con el mundo de los restaurantes. —Nuestro famoso y atractivo chef, por el que miles de mujeres se derriten cada vez que su programa comienza en el Canal de Cocina, agregó silenciosamente. Eva se desplomó, pasándose una mano por el cabello enredado. La falta de sueño nocturno la atrapó de repente. Se sentía débil y lenta, sumida en la duda y el miedo. —¿Cómo vamos a encontrar a alguien para remplazarlo en tan corto tiempo? Ella miró a su padre, tan tranquilo y sereno, tan controlado, y sintió un floreces la alegría de que él estuviera allí para ayudarla a salir de esto. Por supuesto, ella se odiaba por ello —todo este asunto se suponía era para demostrar lo capacitada que estaba para desenvolverse por si misma, ¡maldita sea!— pero el sentimiento estaba ahí de todos modos. Su padre, al rescate, tomando el relevo, teniendo su opinión acerca de sus habilidades confirmadas... Podía sentir como todo lo que había estado trabajando se escabullía, como el respeto de su padre se escurría a través de sus manos ahuecadas como agua. No. Con rigidez en su columna, Eva se sentó con la espalda recta y tiró de su cerebro centrándose. Dios, necesitaba café. —Nuestro nuevo juez tiene que ser alguien que el Canal de Cocina vería como una gran atracción —murmuró ella, moviéndose con furia a través de su lista mental de contactos—. Pero el problema es que la mayoría de esos chefs están completamente reservados, con meses de antelación. Las cejas plateadas de Theo se fruncieron hacía abajo en un gesto de preocupación.
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—¿Sigues teniendo problemas para convencer al Canal de Cocina de que RSC gustará? Eva, hemos pasado y pasado sobre esto… —Lo sé —chilló, el fuerte, y repugnante estirón de fracaso conseguía un dominio absoluto sobre ella—. ¡Está bajo control! O por lo menos, lo estaba. Antes de que Devon se fuera. Theo susurró su suspiro de Eva-eres-tan-dramática y la alcanzó para tirar de ella contra él. Besando la parte superior de su cabeza, dijo—: Está bien, cariño. Estará bien. Vamos a encontrar un nuevo juez genial, y mientras tanto, voy a ocuparme de ello, para que podamos mantener la competición en marcha. Un destello de esperanza reconfortó a Eva. —Esto podría funcionar. Como una solución provisional, por supuesto… no es que no tengas el potencial para ser una gran estrella del Canal de Cocina, Papi. Sonrió hacia él, su mundo volvía a estar equilibrado, pero Theo no le devolvió la sonrisa. En cambio, la soltó y se levantó del sofá, caminando unos pasos hacia atrás y hacia delante en frente de la mesa de café. —Eva. No te va a gustar esto, pero es necesario decirlo. Agarrándose la bata de baño con más fuerza a su alrededor, Eva luchó para presentar una imagen erguida y profesional; tanto como pudo. Teniendo en cuenta que estaba descalza y desnuda bajo la bata, y su cabello, probablemente parecía que alguien le había metido la cabeza en una licuadora. —Adelante, continua —Intentó bromear—. No puede ser peor que todo lo que ha ocurrido hoy. —Bueno, es pronto todavía —Theo le dirigió una mirada sofocada, presionando sus labios con fuerza—. Mira. Sé que soy la última persona que debería sermonear a nadie sobre el tema de los enredos románticos… El estómago de Eva cayó sobre sus rodillas. —Papá… —protestó débilmente, pero él levantó una mano para detenerla.
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—Lo sé —repitió con fuerza, sus ojos se abrieron con determinación—. Me he acostado con parte de las concursantes de RSC en los últimos años. Su padre. Eva se reflexionó con un estremecimiento, tenía una debilidad por las pasteleras, también. Él disfrutaba de la variedad femenina, pero aun así. ¡Puaj! —Y es malditamente estúpido el doble rasero —continuó—, pero el hecho es, la competición de este año se enfrenta a un nivel de escrutinio sin precedentes. Es lo que queríamos, para lo que trabajamos; pero eso significa que los ojos del mundo están observando todo lo que hacemos. Eva salió disparada del sofá. —¡Así que vamos a dejarlos verlo! No he hecho nada malo. Yo no soy un juez, nada de lo que diga o haga tiene alguna relación con que los equipos avancen a la siguiente ronda. —Entiendo eso —Theo sacudió la cabeza con impaciencia—. Pero no se trata de algún un comportamiento erróneo. Se trata de la percepción del público y hay que admitirlo, Eva, desde el exterior, no se ve bien que el moderador del panel se lie con uno de los chefs. No me importa, quería gritar. ¡No me importa cómo se ve, o lo que piensa la gente! ¡Sólo quiero a Danny! Pero... todo lo que Danny quería era una noche de diversión, y ya la había tenido. No podía salir de allí lo suficientemente rápido, ansioso por volver a su equipo, sus amigos, la gente que le importaba. ¿Con qué, exactamente, estaba Eva luchando aquí? Como si sintiera su duda, Theo puso una mano en su hombro. —Habíamos acordado, Eva. Que este era nuestro año. El año en que la RSC finalmente ganará el reconocimiento que merece. El año en el que finalmente Eva tenía la oportunidad de ampliar el legado de su madre. Eva cerró los ojos un instante, pero asintió con la cabeza.
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—Lo sé. Tienes razón —Trató de sonreír. Insegura, pero pasable—. Este es nuestro año. Mi año. —Y mira —señaló Theo—, no tiene por qué significar que no puedes verlo de nuevo. Una vez que la competición termine… —No —Eva lo interrumpió, incapaz de escuchar más. Sacudiendo el cabello hacia atrás, comenzó el proceso de armarse de valor para el largo día por delante—. Está bien. Ayer por la noche fue... el alivio del estrés. Nada serio. Divertido. Ignorando el dolor que se aferraba en su pecho, Eva volvió a sonreír, y esta vez sentía la seguridad familiar de su pulida, y profesional máscara en su rostro. —No te preocupes, Papá. Se acabó. Tengo todo bajo control.
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Capítulo 17 Traducido por Clau 12345 (sos) y Lizzie (sos) Corregido por Susanauribe
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l humor en la cocina de la competición era tenso esa mañana, aunque era imposible saber si era por el reloj haciendo tic tac implacablemente mientras descendía hasta el instante en que los jueces degustarían los platos finales, o por el conocimiento de que un equipo se iría a casa tras ser eliminado hoy, o por las persistentes miradas de odio dirigidas en la dirección de Beck por un herido, y enfurecido Ryan Larousse. O tal vez era sólo Danny, que se sentía tenso por haber entrado a la habitación de sus compañeros de equipo para encontrarlos a los cuatro cabreados con él. Y cuando trató de disculparse por no revisar con ellos y asegurarse de que ellos estuvieran bien, se habían puesto incluso más molestos. —¡Joder, maldita sea, Daniel! —había gruñido Max finalmente—. No te necesito aquí apuntalándonos y calmándonos. Sólo necesitábamos saber que estabas bien. Desconcertado, Danny no sabía exactamente qué debía decir. —Estaba bien. —Ninguno de nosotros te vio o supo de ti después de que hicieras de caballero blanco y atraparas esa olla de caldo hirviendo —señaló Jules, con los brazos tensamente cruzados sobre el pecho—. Todo lo que sabíamos, era que tuviste que ir al hospital o algo así. Y no tienes móvil, por lo que ni siquiera pudimos llamarte. Parte de Danny había querido atacar, y golpearla de vuelta con una sonrisa y sarcástico. "Me sorprende que al menos notaras que no estaba".
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Jules había estado bastante fuera de si desde que ella y Max se unieron, y en cuanto al propio Max, bueno, Danny había aprendido a no confiar en su hermano años atrás. Pero eso iniciaría toda una gran pelea, y ¿qué lograría? Lo único que haría sería sacar a todos de quicio y lanzarse tras el cuello de los otros justo antes de entrar en el reto culinario más importante al que se habían enfrentado hasta ahora. Así que en cambio, él rechinó sus dientes posteriores hasta que la mandíbula hizo clic, y sonrió mientras extendía sus manos hacia los lados, tratando de no hacer una mueca de dolor ante el estiramiento de sus rojas y ampolladas palmas. —Obviamente estoy bien Al final, la única manera en que Danny podría hacer que todos se callaran y dejaran de actuar como si él fuera un pequeño y frágil inválido necesitando una enfermera era prometer que rompería las reglas de la competición llevando su celular a la cocina, en el bolsillo trasero de sus jeans negros. Pensó que mientras no lo utilizara realmente para buscar una receta, una técnica o algo parecido, y no lo buscara en el medio del desafío, probablemente sería aceptable. Winslow no había dicho nada frente al resto del equipo, pero en el minuto en que todos salieron de la habitación para ir a la cocina, Danny se encontró con su amigo mirándolo, con una cara maliciosamente divertida. —Así que... la señorita Eva se hizo cargo de ti, ¿verdad? Danny se puso rígido, listo para ser un muro de piedra, pero no importaba. Win le dio una palmada en el hombro y le dijo—: No hay necesidad de confirmarlo o negarlo, dulce cosita. Tengo tu número, y mis labios están sellados. —No hay nada por qué guardar silencio, ni nada que negar —insistió Danny—. Fue sólo una cosa que pasó, una cosa del tipo solo-por–unavez y ahora es momento de volver a la vida real. Volver a la realidad. La realidad, en el caso de Danny, significaba el meticuloso, cuidadoso, seguro y reconfortante mundo de la pastelería. A pesar de que hornear
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con un tiempo límite, con los jueces esperando y un equipo grabando para la televisión, era sin duda un poco incómodo. Forzándose a ocultar una pequeña mueca de dolor cuando una de sus palmas accidentalmente rozó el borde rugoso de su tabla de mármol, Danny se maldijo por millonésima vez esta mañana de correr fuera de la suite de Eva sin agarrar esa pomada mágica que el paramédico había utilizado. Junto a él, en el par de quemadores de gas asignados a su equipo, Winslow le envió una mirada de preocupación, sin que sus manos nunca enlentecieran su mensurada agitación de la crema de vainilla. —¿Estás bien? —Estoy bien. —Danny no pudo hacer otra cosa que sonreírle al dolor que debió ser para Win hablar por el lado de su boca, como si estuviera aterrorizado de que la cámara pudiera captar su comentario—. ¿Cómo va ese flan? Levantando la cuchara de madera, Win observó críticamente como el líquido cremoso caliente goteaba de la parte posterior de la misma. —No del todo definido todavía. Algunos minutos más. Winslow era su chico swing, un tipo-de-todas-las-tareas de-cocina, desde trabajos de carnicería hasta delicada pastelería. Hoy había flotado de estación en estación, ayudando a quien quiera que lo necesitara. Eran malditamente afortunados de tener un chef multivalente como Win en su equipo y Danny lo sabía. Se sentía especialmente afortunado justo en este momento, mientras Winslow hacia el trabajo tedioso y fastidioso de batir la crema revolviendo en su doble caldero, asegurándose de que no se quemara en un fuego muy lento, y dejaba a Danny libre para lidiar con el caramelizado de las ciruelas que había macerado el día anterior en azúcar, jugo de limón y tomillo fresco. Corriendo a los enfriadores, Danny comprobó su masa de levadura para los waffles de suero de leche que servirían como base de su postre de desayuno-para-la-cena. Había planeado una especie de sándwich de desayuno con waffles rellenos de ciruelas caramelizadas suspendidas en natilla, pero cuando se asomó al gran recipiente de acero inoxidable conteniendo de la masa de sus waffles, su corazón se reprimió del pánico.
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Era un desastre. Acuosa y separada, con grumos desagradables de algo que parecía harina congelada, y estaba seguro de que no lucía así cuando la había guardado la noche anterior. Agarrando el recipiente de la nevera, Danny lo transportó a la mesa de su equipo y quitó el envoltorio de plástico transparente para tener una mejor visión. —Cristo, ¿qué pasó? —le preguntó a Max mientras pasaba trotando, con un racimo de uvas. —No tengo ni puta idea. —Danny rebuscó buscando su batidor de alambre, arrastrando la forma del globo por toda la inconsistente y gruesa mezcla, batiendo todo el asunto en una espuma furiosa. —¿Vas a ser capaz de salvarla? —Jules se acurrucó cerca, haciendo una pausa en su construcción de torres en miniatura de patatas perfectamente blanqueadas y cortadas en finas rodajas. Su versión de “patatas de la casa” sería la esencia de la elegancia, Danny no tenía ninguna duda. Sin embargo, tenía sus dudas acerca de esta maldita mezcla. —No lo creo —respondió, dándole otra buena batida y mirando las burbujas de rebeldes bolas de harina saliendo a la superficie lentamente—. Algo está fuera de lugar, tal vez la levadura estaba mala, o el tazón no estaba perfectamente limpio y tenía un poco de vinagre o jugo de limón que agrió la masa. Imposible de decir, y de todos modos, ahora ya no importa, ya que todo este plato está jodido. Danny resistió la tentación de arrojar el plato de cosas desagradables en la cocina, como hacía su padre cuando perdía los estribos. Girarse para ver las caras de sus preocupados compañeros de equipo, quienes se habían reunido alrededor como asistentes a un funeral, fue la cosa más difícil que Danny había hecho nunca. —Lo siento —dijo, casi asfixiado—. Los decepcioné a todos. —Oye, no. No digas eso. La crema sigue estando buena —indicó Winslow desesperadamente, todavía agitándose como una máquina—. Y esas ciruelas son la bomba, hombre, no puedo dejar de hacer experimentos.
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—Sí, en serio. Cierra la boca, Danny —dijo Jules—. No has decepcionado a nadie. —Es momento de hacer una pequeña reconceptualización. —Los ojos de Max tenía el mismo brillo que solía tener cuando eran niños y él estaba a punto de llevar a su héroe-adorado hermano a alguna terrible travesura o algo así. —¡Ah no! —se quejó Danny, usando una mano para cubrirse los ojos. Echando un vistazo a través de los espacios entre los dedos, miró a Beck—.Qué, ¿no tienes consejos tópicos para mí? Beck hizo una pausa, con expresión seria. —Nunca rendirse —dijo finalmente—. Nunca rendirse. Winslow soltó un bufido. —¿Qué es eso, una referencia de Star Trek? —No, hombre. —Jules sacudió la cabeza—. ¿No fue en la parodia de Star Trek, Héroes fuera de órbita? —Winston Churchill —les dijo Beck, volviéndose hacia su propia tarea de rellenar una tripa con picadillo—. Estoy parafraseando, pero... Por un momento, el silencio fue interrumpido sólo por los gritos y ruidos de cocción de los otros equipos. —La cuestión es —dijo Max—, que no todo está perdido. ¡Lejos de estarlo! Vamos, tenemos estos impresionantes componentes, crema y ciruelas, y respecto a… —Miró el reloj haciendo tictac—. Caray. Queda cerca de una hora. ¡Santo cielo! Tengo que volver a mi salsa de vino tinto. Danny, tienes esto, hombre, ¿verdad? —Sí, ya lo tengo —dijo Danny, haciéndole señas con la mano para que se fuera. Él no lo tenía en absoluto, pero lo último que necesitaba era que los tres platos principales estuviesen incompletos porque todo el equipo estuviese de pie velando el postre fallido de Danny. —Um, ¿qué debo hacer? —preguntó Winslow vacilante. —Sólo sigue batiendo. —Danny se arrepintió de su laconismo, pero de todas maneras Winslow saltó al puesto de trabajo, moviendo la cuchara
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en la crema como si el destino del mundo dependiera de que lograra una perfecta y sedosa textura. Pobre chico, es probable que pudiera leer la incertidumbre de Danny en cada línea de su cuerpo, pero ¿qué podía decir? Danny nunca había sido el creativo, el hombre con un plan. Era un soldado de pie. Él ejecutor. Él no tenía ideas. Las puertas de la cocina se abrieron con una explosión que atrajo la atención de Danny. Estaba nervioso, distraído, eso era todo, desde luego, no era que hubiera estado preguntando a dónde estaba Eva, o que tuviera la esperanza de verla ahora. Danny sabía que estaba mintiéndose a sí mismo en el instante en que su corazón subió en su garganta cuando salió por las puertas. Ella estaba impecable, como siempre en un par de suaves y ajustados pantalones del color berenjena italiana perfectamente madura y una confeccionada camisa cremosa envuelta alrededor de su esbelta figura, sin revelar nada, pero de alguna manera sin dejar nada a la imaginación. Nunca había conocido a ninguna mujer con la misma facilidad sensual y seductora como Eva Jansen. Una oleada de deseo y estaba duro en sus jeans, doliendo con la necesidad de tocarla. Así que si él no era más que un conveniente juguete sexual para ella. Tal vez podría vivir con eso. El hombre que entró en la cocina después que ella, sin embargo, puso un amortiguador muy efectivo en la libido de Danny. —Mierda, ¿qué está haciendo él aquí? —murmuró Danny. —¿Quién? —Win quería saber. —El viejo —dijo Danny, señalando con la cabeza hacia los recién llegados—. Ese es Theo Jansen. —¿Y dónde está Devon Sparks? —Los penetrantes ojos de Winslow habían notado la ausencia de una parte de la tripulación normal de los jueces mientras Claire Durand y Kane Slater marchaban, seguidos por nadie.
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Danny se encogió de hombros, mirando desde el rabillo del ojo como Eva terminaba su consulta con el productor de televisión y daba un paso adelante, la mano levantada. —Parece que estamos a punto de descubrirlo. —¡Chefs! ¿Pueden ustedes reunirse alrededor por un segundo, por favor? Pararemos el reloj de pared, para que no pierdan tiempo. Danny siguió al sudoroso grupo, hombres y mujeres de caras rojas, manchados de alimentos al frente de la cocina. Fue una estupidez, ésta era su gente. No era más que uno de entre la multitud, y mezclado perfectamente con ellos con su chaqueta de chef manchada con color rojo rubí del jugo de ciruela con un parche de masa seca hasta formar una costra en una manga. Sin embargo, cuando él se detuvo frente a Eva y su distinguido padre, sintió como los dedos de sus pies se hundían en el suelo y cepillado su ropa sucia en la calle como un erizo. —Como algunos de ustedes ya saben, el hombre a mi izquierda es mi padre, Theo Jansen. Llevó esta competición durante veinte años, y él está aquí para que nos preste su experiencia, ¡así que por favor denle la bienvenida! Hubo una ronda de educados aplausos, pero mirando alrededor de la habitación a las caras de los otros competidores, Danny estaba bastante seguro de que la reacción predominante era la impaciencia por volver a la cocina. Theo Jansen dio un paso adelante, sonriendo como un tío benévolo. —Este es el primer año que he dado un paso atrás y dejado que otro tome el control, mi hija, Eva. ¡Y a partir de lo que he podido ver, está haciendo un trabajo fantástico! La falsa sinceridad de su voz ralló en los oídos de Danny, y creyó ver una mueca de dolor rápidamente suprimida en Eva. Pero su cara se quedó suave y agradable, lista para la cámara, incluso cuando Theo continuó—: Pero tengo que decir, estoy contento de estar aquí, así puedo mantener un ojo en las cosas.
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Enyesada en una sonrisa que Danny sabía era falsa de la misma manera que él podría decir vainilla de imitación a partir del extracto puro de vainilla, Eva se trasladó hasta estar junto a su padre y tomó una respiración profunda. —Chefs, también tengo una noticia inquietante, y es que Devon Sparks ha tenido que dejarnos. El interés crujió a través de la habitación mientras los chefs se miraban entre sí, con las cejas levantadas. —Él y su esposa están esperando su primer hijo —explicó Eva—, y han habido algunas complicaciones. Nada grave, pero Devon siente que tiene que estar allí para su familia en este momento, y por supuesto, lo entendemos. —Entonces, ¿quién va a ser el nuevo tercer juez? —murmuró Jules, apenas lo suficientemente fuerte como para que Danny lo escuchara—. Mierda, hicimos toda esa investigación sobre Sparks, sus gustos y disgustos, y ahora es una mierda. —Sé que se están preguntando quien tomara el lugar de Devon —dijo Eva, todavía con esa sonrisa de vainilla de imitación—. En aras de seguir adelante, no perder tiempo o el impulso a la competencia, tenemos que conseguir a alguien en esa silla del tercer juez de forma rápida, así que... mi padre entrará como juez. Un escalofrío de terror se abrió camino por la espalda de Danny. De alguna manera, esto no se sentía como una buena noticia. —Todavía voy a continuar llevando la competición, y por supuesto soy la moderadora del panel, por lo que voy a estar probando sus alimentos justo al lado de mi padre y los otros jueces. —Ella miró más a Danny como si ella no pudiera dejarlo. Él le devolvió la mirada, sin saber incluso cómo se suponía debía reaccionar. —Está bien. El recreo ha terminado —concluyó Eva, tragando saliva, y Danny tuvo que esforzase para contener una mueca de dolor. Flexionando los dedos, se concentró en el dolor de sus manos quemadas, usando ese enfoque para mantener su cara en blanco y sin emociones. Theo Jansen dio un paso adelante, su sincera voz en auge a lo largo de los chefs reunidos.
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—Así que vuelvan a la cocina; ¡tienen menos de una hora de reloj! Todo el mundo se dispersó, quejándose de las salsas que se habían quedado en la cocina demasiado tiempo, pero Danny se quedó por un momento, las tripas apretadas en un nudo por la forma en que la garganta de Eva se movía convulsivamente mientras tragaba, con los ojos sombreados en gris oscuro, con lo que parecía algo horrible muy parecido a pesar. Su mano agarró la manga de su chaqueta de chef, una rápida mirada cepillando los dedos fue suficiente para detener a Danny en su camino. —Danny —dijo en voz baja, moviendo una mirada a la cámara de televisión contra la pared, filmando la acción de los hornos. A nadie le importaba una mierda lo que estaban haciendo, Danny estaba seguro, lo único que importaba era el incesante tic-tac del reloj, ya que se apresuraban a obtener sus platos terminados. Sin embargo, él hizo un gesto con la cabeza en la dirección de la cámara frigorífica. Una vez que estaban fuera de la línea de visión de la cámara, Eva pareció relajarse un poco, sus hombros caídos hacia abajo cuando dejó escapar un suspiro. —Sé que no tienes tiempo de sobra —dijo ella rápidamente, sin mirarlo a los ojos—. Pero tenía que asegurarme de que estábamos en la misma página —No te preocupes. —Danny estaba orgulloso incluso de cómo era su tono—. Sé exactamente dónde estoy, y sobre qué era lo de anoche. Y si la página en que estás dice que no puede volver a ocurrir, entonces definitivamente estamos leyendo el mismo libro. Ella se puso rígida. —Bien. —Genial. Su mirada brilló hacía él por un segundo, y Danny tuvo que doblar sus dedos otra vez, apretando hacia abajo con fuerza y manteniendo el dolor para sí para evitar preguntarle si esta era realmente la forma en que quería jugar.
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Pero lo era. Por supuesto que lo era. Eva sabía exactamente lo que quería, que era más o menos la característica que la definía. Y nunca dejaba que nada se interpusiera en el camino para conseguirlo. Claramente ella no quería a Danny. No en la manera en la que él la quería. Asintiendo con decisión, Eva levantó la barbilla, respiró hondo lo que hizo cosas interesantes en la camisa que llevaba puesta, y se acercó a consultar con el operador, los tacones hacían un clic con un ritmo entrecortado contra el suelo de baldosas. Danny la vio alejarse, cada músculo encerrado en el deseo de agarrarla, sacudirla, hacerla admitir que el fuego que habían comenzado estaba demasiado caliente para quemarse después de una noche, pero Eva ya le había puesto fuera de su mente. Tenía un trabajo que hacer, y a su propio camino, Eva era tan dura como cualquier chef que Danny había conocido. La admiración brillaba a través de él, y una especie de profunda espina de reconocimiento. Esta era probablemente una obviedad para ella. Pasar a los chefs concursantes, evitar complicaciones con la competición. O tal vez no, tal vez ella sentía el mismo borde dentado de la esperanza frustrada y perdida del potencial recortando en sus entrañas como Danny. Pero ambos sabían que no importaba. Eva se mantendría adelante. No era una desertora. Ella no quería andar fuera de la línea y dejar a su personal ir a tientas, tratando de ponerse al día sin ella. Había que aguantar, con entusiasmo, y lograr que se hiciera. En ese momento, Danny sabía que él estaba perdido.
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Capítulo 18 Traducido por flochi Corregido por Susanauribe
C
heney movió sus tupidas cejas hacia ella, el lápiz metido en el cabello cartilaginoso detrás de su oreja. Agitando el portapapeles ante ella, dijo—: Oye, si hubiera sabido que íbamos a conseguir esta clase de drama todos los días, habría presionado para tener más cámaras.
Eva sintió una ráfaga de frustración que amenazó con explotar en una completa rabia. Era como si todo el mundo conspirara para hacer de este el día más malo posible. —Mire, Sr. Cheney —dijo entre dientes, con su mandíbula tan apretada que dolía—. Le dije a esos gilipollas sin visión en el Canal de cocina hace meses que esta competición tenía el potencial de ser el nuevo espectáculo más ardiente, o al menos el programa de eventos especiales que podía atraer millones de espectadores. —Es verdad —asintió Cheney—. Y me mandaron a comprobarlo, conseguir algunas imágenes, y evaluar si existe suficiente material aquí para tomar la molestia de traer un equipo completo. Lo cual es muy caro, como probablemente creo que tengo que recordarte. Eva puso las manos sobre las caderas, clavándose las uñas hasta que pudo sentir diminutas lunas crecientes de dolor escociendo a través de la lana ajustada de sus pantalones. —Así que si nos has evaluado como “vale la pena la molestia”, ¿dónde demonios está el resto de las cámaras? Cheney hizo un chasquido con la lengua en el interior de su mejilla gorda. —Bueno, ahí es cuando se pone incierto. Las cosas iban de manera estupenda, con esa lucha y todo, y esa dama chef de San Fran
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haciéndole ojitos al gran y tenebroso sujeto de Manhattan. Había una historia allí. Y ese otro chef de Nueva York, ¿el que interceptó la sopa y salvo a la chica? ¡Era oro puro! Hasta que me hiciste apagar la cámara. Y ahora esto con Devon Sparks dejando… no lo sé. —¿Qué, exactamente, es lo que no sabe, Sr. Cheney? —Eva trató de no sonar homicidamente enfadada, pero fue difícil, porque la principal alternativa era mostrarle lo desesperada que estaba—. Porque la competición va a seguir adelante, con o sin Chef Sparks como juez, y puedo asegurarle que el drama apenas está comenzando. —Oh, estoy bastante seguro de eso. —Cheney echó una mirada cínica sobre el apuro y bullicio de los chefs en la última hora de la cuenta atrás del desafío—. He estado filmando para el Canal de cocina durante mucho tiempo, y déjeme decirle, no hay nadie que haya conseguido más drama de un gran grupo de chefs. Chismes, murmuraciones, acostarse con cualquiera, los egos chocando por todo el lugar. Te digo que, es un sueño para un honesto productor de TV, buscando hacer algo de dinero. —Otra vez, déjeme preguntarle, Sr. Cheney. ¿Cuál es el problema? Ella señaló a la frenética cocina, más caliente que la sala de vapor en su club de fitness, y dos veces más sudorosa, llena de gritos y casi choques, y al menos cincuenta aromas atractivos compitiendo por su atención. Él se puso el portapapeles debajo del brazo y rebuscó algo en su bolsillo, sacando un paquete de goma de mascar. Después de que Eva rechazara uno con una sacudida de cabeza, él se encogió de hombros y lo echó en su boca, masticando pensativamente. —El problema es que no pareces estar a bordo de la clase de programa que esto puede llegar a ser. Tienes que conseguir que los espectadores enciendan sus televisores o coloquen sus TiVos 14, o lo que sea. Tienes que conseguir poner los traseros en los sillones, es lo que estoy diciendo. Y la manera más rápida de hacerlo es empezar por la estrella. —Pero tenemos a Kane Slater —protestó Eva—. ¡Es un artista multiplatino! ¡Está en la lista de cada revista de los chicos mas sexis de allá afuera! 14
TiVo: es una compañía que ofrece una marca basada en suscripción de servicios de televisión interactiva que permite que los espectadores del programa y el control que la televisión.
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—Sí, era una buena apuesta —reconoció Cheney, mascando la goma—. Pero no es un chef. ¿Las espectadoras del Canal de cocina? Tienden a mojar sus bragas principalmente por los chef sexis. Ese es la cuestión principal. Eva le dio una buena mirada de increduclidad. —Si estás intentando darme asco, deberías saber, soy muy poco impresionable. Y no comparto su premisa para nada. ¡Kane tiene un atractivo universal! —Para los conocedores de música, quizás. —Cheney resopló, pero Eva pensó que vio un destello de respeto en sus ojos que no había estado antes—. Mira, no estoy diciendo que haya un nulo cruce de potencial. Pero ahora mismo puedo decir, que mis jefes pensarán que no es suficiente. No puedes discutir con demografías, al menos no con ejecutivos de la TV. —Sr. Cheney. Estamos, por supuesto, en conversaciones con varias estrellas del canal de cocina, intentando trabajar con sus horarios para que sean capaces de venir como jueces. Mi padre sólo está interviniendo temporalmente. ¿No puede darnos unos días más para hacer que eso suceda? El ruego desnudo en su voz debió haber penetrado en su exterior grueso y malhumorado, porque Cheney se suavizó minuciosamente. —Mire, me gustaría echarte una mano, pero cada día que estoy aquí, filmando cosas que no seré capaz de usar, le cuesta dinero al estudio. Aquí está una idea: si no puedes darles un chef sexi a la vanguardia de la acción aquí, vas a tener que ir por la otra gran atracción de la audiencia: reality show de comida como pelea, asuntos secretos, ese tipo de cosas. ¿Tienes algo de eso que ofrecer? Eva se sintió a punto de tirarse de los pelos. Solo que quedaría calva, además de todo lo demás, y su vida ya estaba lo suficiente jodida. —¡No! Esa no es la clase de espectáculo que quiero hacer. Eso no es de lo que trata la competición. Antes de que Cheney pudiera hacer otra cosa que no sea poner sus ojos en blanco, la voz suave de su padre intervino en la conversación.
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—Sr. Cheney, deme un momento con mi hija. Estoy seguro de que seremos capaces de juntar ideas y salir con varias que interesarán a sus superiores en el Canal de Cocina. Masticando con fuerza, Cheney entrecerró sus ojos entre Eva y su padre. Ella estaba de pie tan alta como podía, rehusándose a mostrar emoción alguna. Quería que Cheney se quedara, ¿pero estaba lo bastante desesperada como para ceder a sus exigencias? Eva no lo sabía. Tendría que descubrirlo, y rápido, porque el odioso hombrecito volvió a su equipo con un escueto—: Bien, siento algo de curiosidad por lo que van a hacer, de todas formas. Pero después de eso, si no puedes ofrecerme otro cocinero sexi de juez o algo jugoso, y estoy hablando de la portada de US Weekly, me largo. —Gracias, Sr. Cheney. —Eva se aferró al codo de su padre y lo dirigió hacia las puertas de la cocina—. No lo lamentará. —Eva, por favor —dijo Theo con una mirada al temporizador de la pared—. El desafío casi ha terminado. No tenemos tiempo para esto ahora. Cheney se ha comprometido a quedarse, no hay nada más que podamos hacer por ahora. Conteniendo lágrimas de frustración que no dejaría salir, Eva intentó normalizar su respiración. —¿En serio, papá? ¿No tenemos tiempo para que me expliques por qué estás intentando sabotearme? El rostro de Theo mostró una mirada angustiada, aquella que le dijo a Eva que le había recordado a su madre, de alguna manera. Ella había dejado de pedir detalles cuando tenía cerca de once años, pero la expresión nunca fallaba para apretarle el corazón. —Eres tan dramática —murmuró Theo, permitiendo que ella lo llevara al vestíbulo—. No estoy intentado sabotearte, cariño. Nunca haría nada para herirte. Pero juraste que conseguirías el RSC en el Canal de Cocina, y hasta ahora, parece que no estás dispuesta a hacer lo necesario para que suceda. La garganta de Eva se sentía rugosa y apretada, como si hubiera tragado fragmentos de vidrio.
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—Papá, estoy intentando… —No con el suficiente empeño. Como gerente de Jansen Hospitality, soy como un general del ejército. Necesito saber que cuando mi teniente tome esa colina, esa maldita colina está prácticamente tomada. Sin excusas. Sin palabrería. El hecho de que parezcas cerrar este acuerdo con el Canal de Cocina, bueno… Presionó sus labios con tanta fuerza, que desaparecieron en su elegante barba entrecana—: Hace que me pregunte si estás preparada para encargarte de Jansen Hospitality. Sinceramente, hace que me pregunte si alguna vez estarás preparada. Las palabras la golpearon como una bofetada al rostro. Sus rodillas casi cedieron, pero Eva buscó la fuerza para mantenerse erguida. —Tenías razón —dijo a través de los labios entumecidos—. Este no es el momento adecuado para hablar de ello. Vamos, volvamos dentro. El remordimiento brilló en los ojos grises de Theo. Puso su mano grande y cálida en su hombro, la misma mano que torpemente había trenzado su cabello, tiernamente había puesto pomada antibiótica sobre una rodilla raspada, y tirado de ella con un abrazo después de graduarse en la Universidad. Con la garganta ardiendo, los ojos escociendo, ella se alejó para abrir las puertas. Theo dejó que su mano cayera a su costado, y Eva intentó fingir no haber escuchado en suspiro de decepción que soltó él. Tan dramática, escuchó en su cabeza, la voz de su padre con partes iguales de nostalgia, dolor e irritación. Dramática como su madre, supuso ella, aunque Eva no lo sabía realmente. Los principales recuerdos de su madre eran de brazos suaves, y besos que olían a cera y dejaban marcas rojas brillantes de labios sonrientes contra sus mejillas. Eva no se sentía dramática. Se sentía frágil, como el azúcar extendido en una capa fina y quemada hasta crujir, como si todo lo que fuera a tomar fuera un golpe seco y se haría añicos en el suelo de la cocina. Bien, quizás estaba siendo un poco dramática. ¡Pero maldición! ¿Este día podía empeorar?
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*** Danny tuvo que presionar bastante para conseguir terminar su plato, pero una vez conseguido plasmar su genial idea, fue más fácil continuar trabajando. Había visto a Theo sacar a Eva de la cocina para tener una charla, y cuando volvieron, Eva tenía esa mirada. El rostro demasiado-perfecto y compuesto que escondía todo lo vibrante y verdadero de ella tras una fachada de profesionalidad serena. Era la cara de póquer de Eva. Danny sintió un tirón involuntario de simpatía. Él sabía por propia experiencia, que nadie podía desgarrarte, hacerte sangrar y llorar, como tu propia familia. Y eso que él tenía lo que consideraba una buena relación con sus padres. Por lo que podía verse, Eva diría lo mismo. Obviamente amaba a su padre. Mientras él mantenía su posición en la compañía de la familia sobre su cabeza o hería los sentimientos de ella o jodía con un montón de mujeres por ahí, ella lo adoraba. Y tenía sentido. Theo era todo lo que ella tenía, desde que era pequeña. Hizo que Danny recordara la historia que ella le había contado, sobre su padre cocinándole tortitas francesas cuando ella era pequeña. Había sido un recuerdo feliz, se dio cuenta, un momento en la historia cuando ella y su padre habían estado en perfecta armonía, lo dulce y lo amargo de la vida equilibrado y mezclado, enrollado en una crêpe suave pero firme y de color dorado y espolvoreado con azúcar de confitería. Tortitas francesaes, pensó, con una sonrisa formándose en su boca. Le encantaba que ella todavía los llamara así, incluso después de toda una vida de comidas francesas de cinco estrellas y viajes a París. Y entonces, como si Eva se hubiera acercado bailando para la susurrarle a oído, Danny supo exactamente que iba a hacer. Era arriesgado, la crêpe rebozada se suponía que debía asentarse en la nevera por lo menos una hora después de ser mezclada, para permitir que todas las pequeñas burbujas explotaran y asentara para que las crêpes fueran más fáciles de manejar, y hubiera menos probabilidades de romperse. Pero había menos de una hora, no había tiempo que
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perder, y Danny tendría que ejecutar sus crêpes perfectamente. No había ninguna otra opción. Corriendo a la alacena, cogió huevos y leche entera, agarrando una batidora en el camino de regreso a la mesa de su equipo. Win, finalmente una vez acabada la crema, salió corriendo para recoger los ingredientes secos que Danny le gritó, regresando a toda prisa con sus brazos llenos de harina, azúcar, sal y levadura en polvo. Danny mesuró y lo metió en la licuadora, haciendo zumbar la masa líquida y suave, mientras que Winslow preparaba dos sartenes idénticas. Haciendo un ruido metálico, mientras cubría los dos quemadores asignados para su equipo. —¿Chicos? —Danny luchó para liberar la jarra de la base de la licuadora y trotar hacia la cocina—. Necesito esos quemadores. ¿Vamos bien? —Sí, puedo hacer que funcione —dijo Beck, moviéndose a doble velocidad, sus manos yendo tan rápido, que Danny no pudo ver lo que estaba haciendo con esas salchichas. —Necesito una para los huevos fritos —gritó Jules desde el otro extremo de la mesa—. Pero diez minutos antes de la hora cero. Max ya estaba alrededor, disponiendo los platos rectangulares que había escogido para la presentación el primer plato. —¡Estás listo, Danny vamos! ¡Remátalo! Danny no desperdició más tiempo. —Win, preparado, tenemos que conseguir que estas sartenes se calienten y eso va a tardar un minuto. —¿En qué está pensando, jefe? —Winslow giró las perillas de la cocina y comprobó el color de las llamas bajo ambas sartenes, como el chef inteligente que era. Cocinar en una cocina desconocida significaba que las cosas que salían fácilmente en tu propio restaurante, como dónde poner el rango de gas de la perilla para el nivel de calor que querías, se volvía en algo plagado de peligro y la posibilidad de quemar la comida.
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—Crêpes —dijo Danny, golpeando la licuadora bruscamente contra el mostrador para ayudar a que las burbujas flotaran a la superficie de la masa—. Estoy pensando en un pastel de crêpes, en realidad. Oye, ¿puedes comprobar que el congelador tenga espacio? Y añade un poco de almidón a esa crema, vamos a espesarla hasta obtener una crema pastelera. —No hay problema. —Winslow hizo un saludo militar, y sus zapatillas chirriaron en la alfombra de goma cuando salió corriendo. La adrenalina bombeaba a través de las venas de Danny, pero sus manos estaban firmes como rocas mientras encontraba un cucharón y un contenedor abierto de aceite vegetal. Cuando un par lanzó sobre las Moviéndose con masa para hacer
de gotas de agua bailotearon y saltaron cuando las sartenes, supo que estaban lo bastante calientes. cuidado pero también con rapidez, sirvió bastante una capa fina en el fondo de la primera satén.
Este era un momento crítico, sin una paleta apropiada de Crêpe, el implemento plano y de madera usado en las Crepêries de toda Francia para suavizar la masa en círculos perfectos y uniformes, Danny tenía que juzgar con exactitud la cantidad de masa que utilizar. Demasiado, y la crêpe sería pálida y flácida. Poca, y empezaría a cocinarse demasiado pronto, antes que pudiera inclinar la sartén para llenar los huecos. No había tiempo; Danny tenía que poner ambas sartenes a la vez, y tenía que mirarlas por cualquier señal de humo o quemaduras. Jugueteando con la altura de las llamas bajo el quemador trasero. Casi perdió las señales para girar las tortitas del primer quemador. Un giro rápido de su muñeca, y unos rápidos segundos de dorar y crujir el otro lado, y el primer crêpe estuvo listo. Deslizándolo sobre el plato que Winslow le había tendido, Danny se apresuró a servir el siguiente cucharon de masa en la sartén vacía antes que el segundo crêpe empezara a quemarse. Y siguiendo de esa manera, Danny estableció un ritmo de depositar, vuelta y vuelta, y deslizar que casi era como un baile, o los movimientos suaves y elegantes de tai chi que Max había intentado enseñarles hacía unas semanas como técnica de meditación relajante.
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Danny habría entendido el tai chi, quizás si Max le hubiera explicado que era igual a los movimientos en la cocina, la forma en que sus músculos aprendían el patrón de flexionar, tensar y equilibrar, y su mente podría flotar lejos, por encima de todo, trabajando en el problema de cómo, exactamente, hacer un pastel de crêpes. Un pastel de crêpes de mil hojas era, literalmente traducido, mil crêpes apiladas en un solo postre. Sus capas estaban pegadas juntas con cualquier variedad de ingredientes, desde crema de queso de limón a la nata. Lo que Danny tenía era un hermoso flan de vainilla de Winslow y algunas magníficas ciruelas caramelizadas hechas con una contundente compota de color ámbar veteada de color rubí. —Win, ven aquí —dijo, una vez que la pila de frágiles y delgadas tortitas estaba empezando a volverse respetable—. ¡Maldición! —maldijo cuando giró cuidadosamente y el crêpe se doblo por la mitad. —Vaya. —Win saltó a su lado—. Dime. Danny le puso los ojos en blanco. Podía perder mucho tiempo intentando volver a ponerlo en la sartén y del lado correcto para dorarse sin romperlo, o simplemente podía aceptar que estaba acabado y seguir adelante. Desechó el crêpe. Volviendo a aceitar la satén, tomó un nuevo cucharón de masa y dijo—: Es culpa mía. Me distraje con esa. Tienes que mostrarle a esos crêpes quién es el que manda. —¿Dónde aprendiste a hacer eso? —El rostro de Win estaba fascinado, de la manera que siempre ponía cuando alguien le mostraba una técnica que no había visto nunca antes—. ¿En el FPI? Danny había tomad clases en el Instituto Francés de Repostería de Nueva York, pero nunca había recibido certificado como un maestro pastelero. No podía tomarse un tiempo lejos de la Taberna de Lunden's. Sacudió la cabeza. —Nop, mi madre. Y Julia. —Sonrió, recordando a su madre sentada con él mirando viejos episodios del espectáculo de la televisión pública de Julia Child cuando era un niño. A ambos les encantaba citar a Julia, hablando como un loro en la TV, “¡Debes tener el coraje de tus convicciones!” en esa voz alta y aflautada.
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—Hombre, esa chica era decidida —dijo Winslow—. Entonces, ¿qué necesita de mí, jefe? Danny puso al corriente a Winslow de su plan y los sorprendidos ojos verdes del chico se agrandaron. Parecía sorprendido, luego hambriento, lo cual Danny tomó como una buena señal. —Bien, ve, ve, ve —urgió mientras raspaba la jarra de la batidora para acabar la masa de crêpe. —Tenemos quince minutos —gritó Jules, y Danny automáticamente respondió con su reconocimiento normal en la cocina—: ¡Entendido! Quince minutos. Era suficiente, pero sólo apenas. Tendría que trabajar con rapidez y ser limpio, no lo más fácil cuando se lidiaba con tiernas, finísimas, todavía caliente crêpes, pero podía hacerse. Una sensación de infinitas posibilidades expandió la caja torácica de Danny, haciéndolo invencible y exaltante. Se permitió medio segundo para echarle un vistazo a la parte frontal de la cocina donde Eva estaba de pie con los jueces, hablándoles quién sabía de qué. El color había vuelto a sus mejillas, pero todavía parecía exhausta, disminuida de alguna manera indefinible y sin palabras. No había lucido así anoche. Había parecido intensa, apasionada, viva… había parecido feliz. Él también había sido feliz. ¿Por qué ambos estaban tan dispuestos a renunciar sin luchar? Apretando la mandíbula, volvió al trabajo, terminando el último crêpe con una floritura para distraerse de la manera en que su muñeca dolía por el constante, repetitivo giro casi tanto como sus palmas dolían donde había agarrado los mangos de las sartenes. Lo haría. Terminaría el maldito pastel, y sería lo mejor que Eva haya probado jamás, y le daría esa sonrisa, la que perseguía y sacaba todas las sombras de la sala y hacía que se sintiera débil como si hubiera tomado prestada una de las camisetas demasiado ajustadas de Winslow y su pecho estuviera a punto de estallar fuera de él. Eva pensaba que podría descartarlo, convirtiendo a Danny en otra muesca en el poste de su cama, pero estaba equivocada. Había más
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para él, más para ellos, y él quería la oportunidad de descubrir exactamente lo que significaba eso. Quería la oportunidad de hacerla feliz nuevamente, y ser feliz él mismo. Era bueno tener un objetivo, se dijo para sí, corriendo más allá de Winslow con el lote final de crêpes apilados en un palto. Sin importarle el hecho de que había una especie de objetivo integrado cuando estabas cocinando en un desafío cronometrado como parte de la competencia de Rising Star Chef. Él quería ayudar a su equipo a ganar, sin dudas. Pero por el momento, la recompensa de la sonrisa de Eva se sintió más real y urgente que cualquier premio.
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Capítulo 19 Traducido por Dai Corregido por Aldebarán
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ane Slater no estaba teniendo el momento de su vida.
Primero, fue derribado. Esa agradable dama a la que él le había cantado el feliz cumpleaños estaba en algún tipo de problema del que nadie quería hablar demasiado, aun cuando Kane quería decirles: Todos ustedes, crecí con una madre soltera y cinco hermanas mayores, sé sobre temas femeninos. No era que fuera su asunto realmente, pero él estaba preocupado. Ella parecía agradable y Devon Sparks siempre había sido un hombre que le hacía frente a Kane. Le gustaba la manera en que el viejo chef se iluminaba siempre que alguien mencionaba a su hermosa y nueva esposa belleza sureña. Pero esa sólo era la primera cosa que se introdujo en el feliz día para un paseo personal de Kane, y tenía que seguir recordándose que era lo peor, lo más importante, porque lo que fuera que a Lilah Sparks le estuviera pasando había asustado lo suficiente a Devon para salir de Chicago en el primer vuelo de regreso a Nueva York, y esa mierda era real. Definitivamente era un trato más grande que el pequeño, incoherente y tonto problema de Kane aceptando el hecho de que iba a pasar tiempo de calidad con uno de los ex de Claire. Uno de los que importaban, él estaba casi seguro, después de mirar a Claire iluminarse con un brillo cariñoso al instante en que Theo Jansen entró en la sala. No, se dijo Kane a si mismo mientras miraba al hombre viejo caminar para estar demasiado cerca de Claire, su esbelto y distinguido cuerpo en un ángulo de tal manera que toda su intensa atención estaba claramente enfocada directamente en ella. Esto no es lo mejor.
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El pasado, que dejamos atrás hace mucho tiempo, de acuerdo a lo que él recordó de cuando Eva le dio la información sobre otros jueces antes de que estuviera de acuerdo en unirse al grupo. —Claire es un melocotón —había dicho ella, alegremente inconsciente de la gran vergüenza de Kane, estúpidamente persistente enamorado de la editora principal su revista favorita de comida. —Ha sido más una madre para mí, que cualquiera de las madrastras, continuó Eva, refiriéndose al progreso de cualquier mujer joven con la que su padre se seguía casando y divorciando cada pocos años. O tal vez debería decir que ella es como una hermana mayor, en este punto. Todavía pienso un poco en ella como una mami, sin embargo, debido a que ¡ella casi me saca ventaja! Así es como la conocí, mi padre salió con ella durante unos meses cuanto yo era niña. Pero Claire era demasiado inteligente para caer en el paso del tren, y cuando rompió con él, ¡lloré mucho! Pensé que nunca la vería de nuevo. Pero ella no rompió conmigo, me había llevado a merendar a Pierre cada par de semanas, hablar conmigo sobre la escuela y chicos, Dios, todo. Eva había sonreído, una mirada más suave que la que Kane estaba acostumbrado a ver en esta compañera de las fiestas de chicos salvajes que se había convertido en una amiga. —Me llevó a hacerme mi primera manicura francesa y se quejó todo el tiempo sobre cuánto mejor las hacían en París. —Recordaba Eva—. Me compró mi primer lápiz de labios rojo de Chanel. —Y así, nació un monstruo —Kane entonó con risa maníaca, esquivando el puño que Eva le lanzó contra su brazo. Pero él había sabido en ese momento que si alguna vez se encontraba con Claire Durand, tendría problemas. Si su enamoramiento era malo, basado únicamente en su foto y sus cartas inteligentes-como-el-infierno de la editora en cada publicación de Délicieux, ¿cómo iba a resistirse a una mujer real que se había preocupado lo suficiente como para hacerse amiga de la hija huérfana de madre de un hombre que ella había dejado? Y por supuesto, él había tenido razón. En realidad, no tenía nada de que quejarse. Después de todo, ¿cuántos necios comilones con sentimientos desesperados realmente, consiguen
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encontrar el objeto de su afecto más profundo? ¿Hablar y pasar el tiempo? ¿Seducir, besar, tocar y verse desnudo en vivo y a todo color? Kane era afortunado. Siempre había sido uno de los bastardos más afortunados del planeta, y él lo sabía. Entonces está cosa con Theo Jansen apareciendo, no debería haber causado oleaje en las tranquilas, cristalinas aguas azules de la suerte de Kane, y vida afortunada. Y si Claire lo había tratado con desdén por un desagradable ex-novio, o si Theo hubiera sido menos encantador, elegante, ingenioso, fino y sobre todo interesante, Kane probablemente no estaría de mal humor ahora mismo. Probablemente. Él estaba de mal humor, a veces, había dicho. Para lo cual normalmente respondía que de alguna manera tenía que mantener su imagen de estrella de rock, y desde que no estaba interesado en la heroína y amaba a su guitarra, Betsy, demasiado para romperla en el escenario, él se quedó con los cambios de humor. Pero esto se sentía peor que uno de sus estados de ánimo donde estaba seguro que nunca haría otra grabación o que nunca surgiría otra buena letra, y el espacio en su cabeza que normalmente estaba lleno con música estaba en silencio, oscuro y aterrador. Esto en realidad se sentía peor, y era totalmente una pesadilla, porque hasta ahora él habría dicho que el vacío de música en el cerebro era la mierda más asustadiza de todo. Ahora lo sabía bien. Ahora sabía que observando a Theo Jansen se encendió una luz, aún de algún modo la mano con propiedad sobre el delgado hombro de Claire, y ella no sacudirlo, era peor. Eva apareció al lado de él como si fuera atraída por su miseria. No se veía muy contenta, ella misma, y Kane soltó un suspiro de alivio ante la idea de concentrarse en el humor de Eva por unos minutos en vez de en el suyo. —¿Todo bien? —preguntó él, deliberadamente dándole la espalda al retrato del Editor de Comida Wooed por el Restaurante Magnate. —No mucho —dijo Eva, tratando de reír, pero sonó más como un suspiro ahogado—. Mi padre es... es complicado.
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Kane, quien se había vuelto hacia Claire y Theo ante la primera mención del padre de Eva, como si fuera físicamente incapaz de obligar a su cuerpo a obedecer instrucciones que podrían aumentar su cordura, parpadeó sus ojos cerrados y se concentro en su amiga. —Soy bueno en lo complicado —le dijo a ella—. Rolling Stone dijo eso en la crítica de mi último álbum. "En capas y texturas, con ocultos niveles de complicación y emoción tejida en cada verso". Hizo una pausa. —No es que lo haya memorizado o algo así. Eva puso sus ojos en blanco. —Desde luego que no. —Pero ella se rió cuando lo dijo y Kane se sintió como, he, misión cumplida. Introduciendo sus manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros, levantó su barbilla hacia el reloj de la pared constantemente en cuenta regresiva. —Casi es la hora. ¿Piensas que estarán listos? Eva siguió su mirada hasta el reloj. —Si no lo están, serán descalificados. Hombre, eso sería un asco. Kane no había estado tan consumido por los celos adolescentes, que había pasado por alto cuán difícil para todos era trabajar en esa cocina, moviendo sus culos, gritando una y otra vez. Incluso una buena vía atrás de las cocinas, era más caliente que Austin en agosto allí, un húmedo, agobiante, calor asesino que entraba en los pulmones y hacía difícil el respirar. Todos estaban sudando, incluidos los jueces, pero algunos de esos pobres chefs parecían alrededor listos para desmayarse. Era un puntapié total estar ahí, para verlo de cerca y Kane presionó sus labios, determinado a no desperdiciar esta oportunidad de aprender de algunos de los mejores jóvenes talentos culinarios del país. Mientras Claire estaba coqueteando con su ex, o al menos no lo apartaba cuando él coqueteaba con ella, de esa manera tranquila, digna y adulta. ¿Y qué? Kane estaba en Chicago, una de sus ciudades favoritas, inmerso en una de sus cosas favoritas en el mundo... comida.
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Cuando sonó la alarma, fuerte y chillona, Eva gritó: —¡Cuchillos abajo! —Kane se prometió a si mismo dejar de estar en la luna y empezar a experimentar. Con eso firmemente en mente, fue él primero en salir de la cocina y cruzar el hall hacia la sala de conferencias que el hotel había montado como un elegante comedor privado con una larga mesa ovalada adornada con lino blanco, vajilla de plata brillante, inmaculadas copas de cristal. Trabajo. Todavía no había comida y Kane frotó su plano estómago, felicitándose a si mismo por la estelar decisión de no comer en el desayuno esa mañana. Está bien, había sido más una decisión entre tener un panecillo y dar una vuelta con Claire y tenerla una vez más, pero estaba seguro de que había tomado la decisión correcta. Especialmente considerando, por todo lo que él sabía, que podría haber sido la última vez. Liberándose del pensamiento taciturno que debería habérsele unido a ella en la ducha más tarde, también, Kane se lanzó a si mismo a una silla y miró fijamente su vaso de agua. Los otros jueces lo siguieron y Kane trató de no preocuparse por dónde se sentó Claire. Supuso que podría haber arreglado las cosas de la manera en que quería sentándose en una silla del medio, pero eso se sentía demasiado como un juego infantil y Dios sabía que él no quería hacer nada más que hiciera pensar a Claire que él era un estúpido chico. No con el ejemplo perfecto de un apuesto hombre mayor a mano para proporcionar comparaciones. Desabotonando su elegante y entallado abrigo deportivo, Theo Jansen dio un paso hacia adelante y sacó la silla del centro haciendo que Kane rechinara sus dientes con molestia. Y luego de nuevo con vergüenza, porque Jansen había sacado la silla para Claire, como un caballero, como un hombre con modales que no había crecido en un granero y Kane sólo podía oír a su madre gritando en la parte posterior de su cabeza. Intentado sentarse con la espalda recta en lugar de su normal, cómodamente encorvado, Kane se alegró de haber tirado su sudadera hoy. No era que la camisa arrugada de algodón con las mangas
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arremangadas hasta los codos fuera el epítome de clase y gusto, como el viejo traje a rayas de Jansen, pero al menos ya sabes, tiene botones en vez de un cordón y cremallera. Eva fue la última en entrar, y se apresuró hacia la silla al lado de Kane justo cuando el primer equipo de chefs entraba con sus platos. —¿Estás bien? —susurró ella en su oído. —Estoy bien —prometió Kane, extendiendo ambas manos sobre la mesa para hacerlas que dejaran de temblar y moverse. Imagina que esto es un escenario, y estas teniendo una mala noche, pero esta gente pagó por la Experiencia de Kane Slater y por Dios que ellos van a tenerla. Él le sonrió a ella, el brillante poder de una estrella. —Sólo estoy hambriento. Y sin ofender, pero de alguna manera odio a tu papá. Eva resopló. —No te preocupe. En este momento, de alguna manera estoy contigo. Ella parecía destrozada y nada asombrada. Los chicos vinieron, todos encantadores y mierda, y le sabotearon enfrente de cada uno de los involucrados en la competición, mientras simultáneamente ponían sus esperanzas en Claire. Que retardados. Hombre. Kane odiaba sentirse tan negativo. Nunca entendió a la gente que escribía esas canciones de doloridos-corazones-rotos, o por qué el público radioescucha las acoge con entusiasmo como un helado en un día caluroso, pero ahora considera que tal vez lo consiguió. La única cosa que se imaginó haciendo con toda su locura emocional era verterla en una canción. Mira el lado brillante, se dijo a si mismo. Eso es el forraje15 para el próximo disco. La gente lo llamará mi Período Azul y yo podré lucir como un verdadero artista. El pensamiento era menos alegre de lo que debería haber sido. Forraje: Aquí indica que será la base para la creación de las canciones del nuevo álbum. 15
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Kane realmente no levantó la vista hasta que el equipo Sudoeste colocó sus platos delante de él. Era el momento de ponerse serios en el asunto de comer. Los nativos del Sur Oeste habían hecho una representación de los famosos hot dogs al estilo de Chicago, sustituyendo la carne estándar de vaca cocida al vapor por una más picante, casi salchicha de chorizo con cosas divertidas como aguacates y crema mexicana. Había jalapeños en escabeche para equilibrar la riqueza con un poco de acidez y el suave, esponjoso bollo16 recién hecho elevando todo el conjunto. Sin embargo era una especie de enorme bocado, y Kane sólo logró comer un cuarto del suyo, esperando los ofrecimientos de los próximos equipos. El postre era un poco decepcionante, una especie de helado derretido que el equipo reveló que no tuvo tiempo de enfriarlo correctamente. —¿Quién de ustedes es el chef de pastelería? —preguntó Kane. Las miradas neutras fueron su única respuesta hasta que un chico bajo y peludo al final dijo que él había sido responsable del helado. ¡Huh! Mientras los siguientes equipos completaron el ciclo, se hizo evidente que ellos tampoco habían traído a un verdadero chef de pastelería para la competición. El contingente del sur presentó un muy buen homenaje a la comida del alma de Chicago, aunque sus pollos fritos no eran tan buenos como los de la madre de Kane. Ellos se encargaron de que la tarta de cuajada fuera mejor que el helado, pero la corteza era lamentable, demasiado gruesa en el fondo, saturada y con gusto a harina cruda. El equipo de la Costa Oeste tenía un chef de pastelería pero ella era joven y del tipo con mirada nerviosa de conejo, por buena razón, como se vio después. Los dos primeros platos, una ensalada y uno vegetariano, claramente la versión californiana de la famosa pizza de Chicago hizo que Kane se sintiera como si nunca más miraría a las verduras como aburridas y poco interesantes de nuevo. Su comida fue una revelación para Kane, quien tenía una tendencia de ir a lo grande y atrevido antes que a lo 16
Bollo: pan para hot-dog.
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simple, pero la simplicidad cuando era ejecutada tan perfecta y magistralmente como lo hizo el equipo de Skye Gladwell, llevó los ingredientes frescos, deliciosos, completamente comunes a nuevas alturas. Fueron la sorpresa más grande del día para Kane. Pero esa pobre pequeña chef pastelera. El pastel de chocolate fundido que sirvió para el postre fue un total fracaso. El meloso, líquido del centro era demasiado dulce, el azúcar casi granulado sobre la lengua, disolviéndose con un desagradable gustillo amargo. El equipo de la región Centro Oeste era por el que Kane estaba más emocionado. Ellos habían logrado la puntuación más alta en la ronda final con una impresionante comida llena de las últimas técnicas utilizando los dispositivos ahumadores más nuevos, semiconductores, nitrógeno líquido y un montón de otras cosas que Kane había anotado para adquirir para la cocina en su casa al regresar a Los Ángeles. Asumiendo que alguna vez pasara más que tres días allí de nuevo. Y los chefs Limestone no le decepcionaron. Cada plato era un golpe de gracia, juntando combinaciones de sabores audaces y un valor que Kane nunca había pensado, nunca pensaría, pero que lo forzaron a redefinir la idea completa de delicioso. Sus presentaciones eran fantásticas, llenas de detalles juguetones como servir chuletas de cordero salteadas sobre un cojinete de papel pergamino lleno de heno quemado, después cuando el cojinete poco a poco se desinfló, el aroma flotó e infundíó al cordero con el sabor de una hoguera en un patio trasero. El postre era un helado de remolacha dulce montado al lado de un mousse de chocolate con salsa de vino Oporto. Todo esto estaba roseado con sal de mar ahumada y no estaba hecho por un chef de pastelería, pero era competente, una pequeña creación vanguardista que a Kane no le gustó. Pero podía decir que estaba bien hecho y a Claire y Theo seguro parecía gustarles, entonces probablemente era una de esas cosas consideradas-no-para-todos-los-gustos. O tal vez él sólo estaba lleno, aunque eso apestaría, ya que todavía quedaba un equipo. En el descanso antes del último equipo presentado, mientras el personal del hotel quitaba rápida y eficientemente los platos, Kane se inclinó hacia Claire y dijo—: Entonces, ¿no se supone que cada uno de los equipos representa a todo un restaurante? Había pensado que eso
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significaba tener al menos a un hombre que pudiera preparar rápidamente un postre en-tu-cara en un apuro. Presionando su mano a través de su pelo suelto, ella había desistido del bollo hacía una media hora y las ondas de sus rulos castaños lo estaban volviendo loco. Claire dijo—: Siempre es así. Ellos piensan que para ganar deben presentar sólo a sus mejores chefs. Y muchos chefs son despectivos con la pastelería. No entienden su delicadeza, la manera en que es más ciencia que arte, pero todavía creativo. Piensan que es muy fácil, pero se equivocan. Como hemos visto. —Algunos equipos realmente tienen chefs de pastelería. —Eva se instaló tranquilamente, lanzando una mirada en dirección a su padre—. Por ejemplo, el siguiente grupo.
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Capítulo 20 Traducido por rihano Corregido por Aldebarán
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l equipo tocó y entró, y debajo de la mesa la pierna de Eva empezó a saltar arriba y abajo como si su tacón de aguja hubiera sido repentinamente de goma.
Kane ladeó la cabeza y estudió el último equipo de la jornada. Sus notas decían que ellos eran de la Costa Este, que fue el primer equipo que habían elegido, sin embargo, hace muchas semanas y un trillón de esperanzados chefs competidores. Ahora que lo pensaba, los recordaba de las finales en Nueva York. Este fue el equipo por el que Claire había saltado sobre él por lo que ella percibió como su ayuda hacia la linda dama chef, quien se había encallado un poco durante el concurso de preguntas. ¿Cuál era su nombre? Jules o algo así, pensó, dándole a la rubia atlética, de piernas largas una sonrisa. Ella le sonrió, luego se puso seria para abordar el panel de los jueces. —Lo que tenemos para ustedes hoy es un homenaje a una de las cosas favoritas de los comensales de Chicago: el brunch17. Sobre todo en los barrios de moda como Bucktown y Wicker Park, lugares en los que el brunch están apareciendo, y atrayendo a multitudes, y seamos sinceros. El desayuno es la comida más importante del día. —Ella guiñó un ojo, y Kane oyó a Theo Jansen reírse. —¿Qué tienen para nosotros? —dijo Claire enérgicamente.
17 Brunch: consiste en una comida realizada por la mañana entre el desayuno y el almuerzo. Por su contenido se suele servir por regla general en un periodo de tiempo que va desde las 11 a las 15 horas.
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—Comenzaremos con un pequeño aperitivo que da mucha energía —dijo el chef con el corte de pelo bajo casi al rape, de color castaño claro y un brillo posesivo en su mirada cada vez que miraba a Jules. —Jules y yo queríamos jugar con el famoso filete de Chicago, pero no queríamos hacer algo muy familiar, al menú de Lunden. Así que conseguimos cortes baratos, fibrosos y los estofamos en vino y algunas hierbas hasta casi desmoronarse. Luego freímos un huevo de granja en mantequilla oscura y lo pusimos encima. Dio un paso adelante, colocando cuidadosamente un pequeño plato ovalado delante de cada uno de ellos. Un solo huevo perfecto se estremeció ligeramente en el plato de Kane, salpicado con gotas de mantequilla dorada y manchas de hierbas verdes. Una película cubría la yema del huevo como un velo blanco sobre el brillante amarillo anaranjado, y cuando Kane sumergió su cuchara en el centro, la yema de huevo se rompió y salió deslizándose sobre el blanco como un río montaña abajo. Él miró por debajo del huevo para ver la carne mechada. No parecía gran cosa en sí misma, pero cuando Kane levantó la cuchara a la boca, tuvo que hacer un esfuerzo para no gemir como un chico descubriendo para qué era su pene. El primer sabor fue de cremosa perfección, la yema caliente y la mantequilla oscura un maravillosamente rico contraste con los tiernos, y empapados en vino, trozos de carne. Y a medida que iba comiendo, el huevo se mezcló con la carne aún más, creando una especie de salsa que sabía a nueces con mantequilla oscura y agradable con la yema de huevo y, en general, una de las mejores cosas que jamás había probado. Gracias a Dios que ya no tenía que preocuparse por medirse más, reflexionó Kane mientras miraba con tristeza su plato vacío. Él sólo deseaba tener un poco de pan para absorber las manchas de huevo y vino tinto en el plato. Y había algo sorprendente allí, también, ¿qué era? ¿Alcaparras? —Nunca había pensado antes en el vino tinto como una cosa para el desayuno —dijo él—. Champagne, por supuesto. Pero, ¿un buen vino tinto con cuerpo? —Si me pregunta, el vino tinto es siempre la respuesta correcta —dijo el chef, sonriéndole.
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Kane hizo una mueca. Al parecer, fue perdonado por mirar o sonreírle a Jules. —¿Sabe cuál es siempre la respuesta correcta? Un plato de carne y huevos. Y a disfrutar. —Interesante —dijo Theo desde el otro lado de la mesa. Su voz coincidía con el resto de su cuerpo, modulada, refinada, y un poco divertida. —Con las notas del Cabernet, el plato me recordó más a los oeufs en meurette18. —¿Qué diablos es eso? —susurró Kane al oído de Eva, mientras Claire se volvía hacia Theo con una rara luz de aprobación brillando en sus ojos. —Huevos pochados en vino tinto, con una salsa demi-glace19 —susurró Eva de regreso. Bueno, eso tenía sentido. Hizo a Kane sentirse como un idiota, también, pero eso era secundario. —¿Qué sigue? —dijo Claire, colocando su cuchara a un lado de su plato medio lleno. Kane lo miró, preguntándose si alguien se daría cuenta si hacia un cambio rápido, cambiando su plato vacío por el de Claire. Pero luego se olvidó de esto, porque el chef alto con el pelo castaño atado atrás a la altura de su fuerte mandíbula se adelantó con un nuevo plato. Este era un plato claramente más de tamaño de entrante, las pequeñas rodajas de una salchicha blanquecina, dorada y crujiente en los bordes, apiladas en una torre sobre una cama de algo verde. Untado con manchas rojas sobre el plato como las pinceladas de un pintor. —Salchicha de marisco —dijo el chico—. Sobre escarola salteada con nueces y vinagreta de vino tinto. Y Gastrique20 de vino tinto en el plato.
Oeufs en meurette: Huevos en salsa de vino tinto. Demi Glacé: El Demi-glacé es una salsa marrón de la cocina francesa que se usa sola o como base para otras salsas. Parecido al caldo de ternera y la salsa española. 20 Gastrique: Es una salsa elaborada mediante una reducción de vinagre (o vino) con sirope (o zumo de frutas), que combina el sabor ácido-dulce. Se suele emplear para potenciar los sabores. 18 19
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—Ah, salchichas. Una de mis especialidades favoritas de Chicago. ¿Las hizo usted mismo? —preguntó Jansen. El tipo alto asintió con la cabeza, las manos a la espalda, y la cara tan seria como si estuviera siendo interrogado por un detective de la policía, pero Kane ya se había trasladado a la comida. Vaya, está bien. Eso era algo increíble. Kane se quedó mirando su tenedor vacío como si este pudiera darle algunas respuestas sobre lo que estaba pasando en su boca. La salchicha era jugosa y sustanciosa, delicada a la vez que salada, y con el sabor del océano. Nunca había probado nada que se le pareciera. La col rizada tenía algo, una calidad sabrosa que le gustaba, y había algo agridulce que se le reveló en cada par de mordiscos, ¿grosella? ¿pasas?, para contrastar con la riqueza de la mantequilla de las nueces tostadas. Lanceando otra ronda de salchichas y mojándola a través de la gastrique de vino tinto, Kane se maravilló de la manera en que la el vino tinto se había reducido a un jarabe espeso, casi avinagrado que conmocionaba la lengua y sacaba los sabores del mar. A través de la mesa, Eva empujó su plato casi sin tocar, lo que hizo que Kane frunciera el ceño. Él supuso que ya que ella no votaba en realidad sobre quién ganaba el reto, y quién se iba a casa, técnicamente no importaba si probaba todo. Pero nadie debería desperdiciar la comida de esta manera. Era casi un pecado. Los demás jueces estaban casi terminando, con sus platos de embutidos, por lo que Kane se lanzó a terminarlo. Él no quería quedarse atrás sólo porque este plato le estaba amenazando con ponerlo en un estado feliz de coma por la comida. Obligándose a detenerse con unos bocados en el plato, Kane levantó la vista hacia el equipo de la Costa Este con expectación sin diluir por lo siguiente que ellos podrían servir. Estos chicos eran buenos, pero los equipos de la Costa Oeste y CentroOeste, ambos, habían sido bastante estelares, hasta el postre. El último par de cocineros se adelanto, un delgado joven negro con impactantes ojos verdes y un puñado de pecas, y un tipo que parecía
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que podría estar relacionado con el primer chef. Los mismos ojos azulgrisáceos, el mismo pelo castaño claro, los mismos hoyuelos. A diferencia del primer chef, sin embargo, éste no sonreía. Era tan serio como el tipo alto, pero hubo un destello de una expresión, sólo un parpadeo como una instantánea, cuando miró a los jueces a través de la mesa. Al lado de Kane, la rodilla saltarina de Eva repentinamente se calmó, como si alguien hubiera golpeado su botón de apagado. Este debía ser el chef pastelero que ella había mencionado, pensó Kane, midiendo al tipo. Él tenía un par de actuaciones difíciles que seguir. Kane realmente esperaba que estuviera a la altura de la promesa del resto de su equipo. La forma en que el chico tragó saliva y enderezó los hombros como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento, hizo pensar a Kane que el chico probablemente lo sabía. Este era el reto que el chef repostero podía perder. Todo se reducía a esto último plato. *** Eva nunca había tenido un momento tan difícil para tragar comida gourmet en su vida y había estado comiendo en restaurantes de cinco estrellas desde que tenía edad suficiente para digerir sólidos. Su garganta estaba tan tensa, y su estómago tan anudado, que apenas había sido capaz de probar una cosa, pero tenía que seguir adelante. Por lo menos sus chicos de Limestone no habían caído en desgracia, lo cual era a la vez bueno y malo, era bueno que el único restaurante de Hospitality Jansen en el RSC probablemente pasaría a la siguiente ronda, pero un poco peligroso, dada la inclinación de Ryan Larousse de provocar a los otros equipos en peleas de cocina que no tenían nada que ver con la comida. La mente de Eva era un torbellino de confusión, los argumentos en contra de la venta y llevar a la RSC a la forma más baja de televisión, preocupándose por convencer a Cheney de quedarse y que grabara... cuando lo que ella quería era decirle a Danny que lo sentía.
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No es que ella le debiera nada. No es que a él probablemente le importara, ahora que su noche de diversión, su tiempo bueno, había terminado. Probablemente habrían acabado por ir por caminos separados de todos modos. Así que ¿por qué debería sentirse culpable por cortar toda posibilidad de volver a verlo? Cuando el equipo de Nueva York hizo su entrada, Eva se puso en alerta máxima, lanzando una mirada cautelosa a su padre, quien, después de todo, había visto a un miembro del equipo ya, medio desnudo y luciendo el caso más adorable de amodorramiento conocido por el hombre. Pero más allá de una ligera ampliación de los ojos cuando vio a Danny, Theo no mostró ninguna reacción adicional ante el equipo del Lunden's de la que había demostrado ante cualquiera de los otros equipos. No, Theo mantuvo su mirada tan ecuánime y solemne como la de un sacerdote, su ojo errante, el cual Eva había medio esperado ver aterrizar en la cara dulce, de belleza natural de Skye Gladwell, y no que eso crearía algo de "drama" divertido para los espectadores de Cheney, inusualmente fijo. Uno nunca deja que la oportunidad de una diversión culinaria vaya más allá de un coqueteo, pero Theo parecía estar más centrado en ponerse al día con Claire… y de paso, volver loco al pobre Kane, que en sus ocupaciones habituales. Sin embargo, Eva tomo nota mentalmente para preocuparse por este extraño triángulo amoroso después. En este momento, no tenía espacio en su caja de estrés, también conocido como cerebro, para algo más que la ronda final de esta competición. —Hola, soy Danny Lunden —dijo él, dando un paso hacia adelante con la cabeza bien alta. Tú nunca sabrías que había empezado el día escabulléndose de la suite del hotel de Eva de la misma forma que su primer novio, Steve Janovic, solía escaparse de la casa de su padre cuando Theo llegaba a casa temprano después de una noche en la ciudad. Con giros elegantes de sus fuertes, y bronceadas, muñecas, Danny puso un plato delante de cada uno de ellos.
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Eva quería llamar su atención, de alguna manera telegrafiar algo, ella ni siquiera sabía qué, pero él no se quedó más allá de para colocar su plato, sólo se volvió para dar un paso atrás hacia el frente de la mesa. Desesperada por ocultar el repentino ardor detrás de sus ojos, Eva parpadeó bajando la mirada hacia el postre que él había preparado. El plato redondo de porcelana china tenía el pequeño y perfecto óvalo de un pastel, sin adornos, salvo por dos delicadas ramas de tomillo cruzadas y puestas en la parte superior. El pastel en sí tenía un asombroso número de capas, cada una tan fina que casi desaparecía entre las bandas de color rojo intenso y cremoso relleno de color amarillo pálido. —Ah —suspiró Claire, sonando complacida—. ¿Gâteau de mille crépes21? Eva miró rápidamente hacia arriba, justo a tiempo para que su corazón se levantara ante la fugaz visión de una sonrisa escapando de los hermosos labios de Danny. —Yo lo llamo mi montón de tortitas francesas. —La miró justo a ella, y el aliento de Eva quedó atrapado en su pecho—. Me inspiré en el poder de la memoria —dijo, sin apartar los ojos de ella—. Y la belleza de tomar algo bueno de lo pasado, y hacer un nuevo recuerdo de esto. Espero que lo disfruten. Con las puntas de sus dedos hormigueando, Eva soltó el tenedor, resonando contra su plato sorprendentemente fuerte ante el intenso, y callado silencio de un cuarto lleno de personas tomando un primer bocado de algo maravilloso. Él hizo esto para mí, era todo en lo que ella podía pensar, y quería decir... ¿qué significa exactamente? Ella no lo sabía, no podía analizarlo, y después, cuando hundió el tenedor a través de las suaves capas de pastel y llevó el dulce a su boca, no pudo pensar en nada más allá del choque a sus sentidos. Los sabores del otoño explotaron sobre su lengua. Saboreó las ciruelas, su profunda dulzura se desarrolló y mezcló con el picor oscuro y caramelizado del azúcar moreno. La crema suave jugó contra la fruta como un dúo en perfecta armonía, y mezclada a través de todo había 21
Gáteau de mille crêpes: Tarta de mil crepes, en francés original.
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una tercera nota que ella no podía ubicar, algo fresco y herbal, pero también un poco juguetona y compleja. Volviendo a su plato por otro bocado, trasladó la guarnición de tomillo a un lado, y se dio cuenta, oh. Esa era la tercera melodía tejiéndose a través del postre. Y las tortitas francesas en si mismas... Eva suspiró, fascinada por las ligeras, crepes de huevo dando cuerpo y sustancia al celestial relleno. Su padre era un buen cocinero, cuando se molestaba en ponerse en delante de una cocina, y ella apreciaba los recuerdos de esas mañanas juntos. Pero él nunca había hecho nada tan adictivo y satisfactorio para el alma como este pastel. Al parecer nervioso por el silencio que había caído sobre la sala, Winslow habló, saltando sobre las puntas de sus zapatillas de deporte. —El silencio suele ser una bueno alrededor de una mesa. ¿Las bocas demasiado ocupadas para hablar? ¡Punto para nosotros! Los jueces lo miraron, y la emoción en su rostro desapareció más rápido que el postre de Danny. —Quiero decir —dio marcha atrás—. ¡No estoy tratando de decirles cómo puntuarnos! Tal vez consigamos un punto, tal vez no. Tal vez... —Mejor cállate —sugirió Danny, sujetando una mano sobre la boca de Win y arrastrando a su compañero de equipo de nuevo a la línea. —Eso es todo lo que tenemos para ustedes —le dijo al desconcertado grupo en la mesa, pero su mirada cayó sobre Eva, y sus ojos se suavizaron a algo vulnerable que la hacía enredar sus tobillos alrededor de las patas de la silla para evitar levantarse y, bueno, saltar sobre él. —Espero que les gustara —dijo Danny, y supo que era sólo para ella. Eva parecía que no podía dejar de sonreír mientras el equipo de la Costa Este salía de la habitación de los jueces. Danny Lunden era... como nadie que ella hubiera conocido. Era casi demasiado bueno para ser verdad. Más caliente que el pecado, con un cuerpo hecho para el placer, y ¿él podía cocinar? ¿Y escuchar cuando una mujer hablaba, y hacer algo para hacerla sentir mejor? —Ese último plato era dinamita —dijo su padre, más entusiasta de lo que había estado todo el día—. Lo que sucede es que a mí me encantan
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las crepas, por supuesto, una de mis cosas favoritas para hacer. ¿Recuerdas, Eva? Incluso el olor de la pasta me pone nostálgico. Él suspiró con alegría, y el corazón de Eva cayó en picado hacia su estómago como un ladrillo caído de la parte superior del Edificio Empire State. Sí, Danny había escuchado cuando habló Eva. Y entonces había dado la vuelta y utilizado un recuerdo íntimo y personal para manipular las emociones de una de las tres personas que decidirían el destino de su equipo. Dejó el tenedor en la mesa, cuidando de evitar que sus dedos temblorosos golpearan los dientes de plata contra el plato de postre. No. Él no lo haría. ¿Lo haría? Bueno, ¿por qué demonios no? su interior realista saltó. Es una competición. Él no está aquí para hacer amigos, ¿no es lo que las personas siempre dicen en esos horribles reality shows? Él está aquí para ganar. Y da la casualidad que sabe que tú y tu padre, el nuevo juez, comparten un amor profundo y duradero por las tortitas francesas. Eva se obligó a mirar la situación de la forma en que su padre lo haría, con la mirada impasible, clínica que clasifica a través de los hechos y llegó a una conclusión lógica, despejada de las desviaciones tontas como la forma en que el cuerpo de Danny se movió contra el suyo, o la forma en que su intensa concentración durante el acto le había hecho sentir cosas, cosas reales, además de las cosas del sexo... Basta, se dijo, regulando intensamente su respiración, mientras Claire entregaba su plato vacío a un camarero y alcanzaba sus notas para comenzar las deliberaciones. Era el momento de poner todo excepto la comida fuera de su mente. Esperaría la evaluación, y cuando terminara, ella y Danny Lunden tendrían una pequeña charla.
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Capítulo 21 Traducido por Akanet (SOS) y Jo (SOS) Corregido por Aylinachan
—E
sto apesta —se quejó Jules, dando cinco pasos frente a al puesto de cocina de su equipo antes de hacer un giro y pisando fuerte para ir de nuevo en la otra dirección, retorciéndose las manos—. La espera. ¡Lo odio! ¿Por qué no pueden simplemente decir lo que les gustó, lo que no les gustó, y sacarnos de nuestra miseria? —Vamos, respira profundo —la instó Max desde su posición de loto en el suelo. Cada vez que Jules llegaba al final del camino que estaba desgastando en el revestimiento de goma, tenía que girar para no pisar a su novio. —No me digas cómo respirar —gruñó—. Además, no estás tan tranquilo como finges estar. A Jules nunca le había gustado ser consolada. Danny recordó cuando eran niños, ella había aparecido en el apartamento de sus padres blanca como la sal, temblando de rabia por algo que su frívola y medio negligente madre había hecho, o dejado de hacer, pero él había aprendido desde el principio que Jules no era como las otras chicas. No lloraba, no quería un abrazo y era bastante seguro que no quería hablar de ello. Así que cuando Max se desdobló de su postura de meditación y la interceptó en la siguiente pasada, envolviendo sus largos brazos sobre los hombros de ella y manteniéndola quieta contra su pecho, Danny esperaba completamente que ella abriera ampliamente su boca y tomar un bocado gigante del cráneo de Max. En cambio, inclinó su cuerpo hacia el de él, como si confiara en él para sostener su peso y mantenerla levantada. Como si el círculo de sus brazos fuera el lugar más seguro en el que alguna vez hubiera estado.
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Sintiéndose como si estuviera interrumpiendo sólo por estar allí, Danny apartó la mirada para darles un poco de intimidad. Y había un montón de privacidad que se podía tener, ya que los otros equipos habían limpiado todo y vuelto a sus habitaciones de hotel para esperar antes de que su grupo incluso hubiera terminado de presentar sus platos. La cocina estaba vacía, salvo por el equipo de la Costa Este. Bueno, las tres quintas partes del equipo de la Costa Este, de todos modos. Beck se había dirigido a la habitación para ducharse, después de trabajar con los mariscos durante toda la mañana, era realmente la única opción. Y con un guiño y un golpe de puño, Winslow se había ido para encontrar a su amigo, Drew, quien también resultaba ser el asistente de Eva. Él les había dado la información antes acerca de juntarse con Drew, porque Drew tendía a ser uno de los primeros en saber todo lo que pasaba en la RSC. Danny esperaba como el infierno que la cercanía de Winslow con el delgado chico de cabello negro fuera tan sólida como él dijo. Por lo que Danny podía decir, Winslow se conectaba con un montón de gente y lograba permanecer como amigo con ellos, así que tal vez sí. Win necesitaba mantener la amistad con Drew, decidió Danny. Cualquier forma en que pudieran obtener la confirmación de si seguiría adelante en la competición, tenían que tomarla. El teléfono celular ilegal era pesado en su bolsillo, una línea que rompía las reglas directamente hacia la información que quería. Podía enviarle un mensaje de texto a Eva. Tal vez si le pedía una pista, algún indicio acerca de cómo iban las cosas... Danny cortó el pensamiento, obligando a sus dedos a abandonar su bolsillo sin tocar el teléfono. ¿Cuál era su problema? Él no pedía, no imploraba, no enloquecía. Él era el paciente. Sensato. El que mantenía a todos los demás juntos. Así que ¿por qué se sentía tan confundido? Una palabra. Eva.
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No sabía dónde se encontraba con ella, ni siquiera sabía exactamente donde quería estar con ella, salvo que no estaba dispuesto a dejarla ir, no es que tuviera una opción. No estaba preparado para que esto se acabara, nada de esto. Danny aún no estaba listo para irse a su casa, maldita sea. La idea lo tomó por sorpresa, casi lo derribó. Danny amaba su casa. Amaba a su familia, a sus padres y la vida que habían planeado para él. Entonces, ¿por qué de repente se sentía como si ir a casa tan pronto sería volver dentro de una celda de la prisión después de estar una sola tarde bajo la luz del sol? —Pase lo que pase es lo que tenía que ser —dijo Max, y eso pareció calmar a Jules, pero provocó un parpadeo en rojo frente a la visión de Danny. —¡Oh, mierda! —dijo Danny, tan de repente que parpadeó sorprendido al sentir la palabra saltar de su boca. —¡Danny! —Jules parecía sorprendida, lo que hizo que Danny levantara su barbilla. —¿Qué, soy el único chef en la cocina que no tiene permitido decir mierda? —No, por supuesto que no —balbuceó ella, mirando a Max como si buscara una explicación de por qué su hermano había perdido la razón—. Es sólo que... no eres tan enérgico por lo general en la forma en que te expresas. Eso es todo. Danny no podía negarlo, pero no lo hacía sentir muy bien acerca de sí mismo. —Sí, bueno. Sólo por el hecho de que no siempre comparto mis opiniones con todo el mundo no quiere decir que no las tenga. —Por supuesto que tienes opiniones —dijo Max—. Es sólo que no estamos acostumbrados a que las expreses así. Danny apretó su mandíbula. ¡Jesús! ¿Qué era él, un tipo de persona que se deja pisotear? ¿Era así como lo veían? ¿Era así como Eva lo vio? Tal vez era por eso que no le había presentado a su padre, o por lo que no quería que se quedara por más de una noche.
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Mirando la forma en que Max y Jules se quedaron allí uno junto al otro, con sus cuerpos rozándose, recostándose y apoyándose, cómodos y seguros en el espacio personal del otro, sintió una ola de envidia tan fuerte que casi lo ahoga. Danny estaba harto de ser el sensato. Tal vez era el momento de asumir un riesgo, de jugárselo todo, de exponerlo todo... —Miren —dijo, con una mano volviendo a su bolsillo casi inconscientemente para jugar con la caja de plástico duro de su teléfono celular—. Si nuestro número termina y somos los que son enviados a casa, ustedes dos todavía se tienen el uno al otro. Tienen a Lunden's, y una vida juntos, y saben lo que quieren de ella. —Tú también tienes a Lunden's —le recordó Jules, la alarma ampliando sus ojos marrones—. Y solías saber exactamente lo que querías de la vida. Siempre fuiste una de las personas más seguras que he conocido. —Sí, bueno, las cosas cambian. —Yo he cambiado—. Y no estoy tan dispuesto a renunciar a esta aventura como ustedes parecen estarlo. Ellos intercambiaron otra de esas miradas molestas, y de leer la mente. —Danny, nadie se está dando por vencido —dijo Max, la irritación familiar de hermano mayor tensó su voz, ante un ceño fruncido de Jules la suavizó hacia una cadencia suave—. Pero no hay nada que podamos hacer ahora, de todos modos. Está fuera de nuestras manos. Presentamos nuestros platos y ahora les toca a los jueces decidir a dónde vamos desde aquí. Todo lo que podemos hacer es esperar y aceptar. —¿Dios, eso es lo que la gente escucha cuando hablo? —Danny sacudió su cabeza, disgustado—. Suenas como una cinta de autoayuda. —No, por lo general suenas más como un maestro de jardín de infantes —disparó Max en respuesta—. Lo siento si no te gusta cuando uno de tus pequeños polluelos indefensos se levanta y te pica en la nariz, pero de hecho, no somos niños aquí, Daniel. Jules puso una mano restrictiva en el centro del pecho de Max. —Lo que él quiere decir es, que no siempre tienes que ser el que cuida de nosotros. Podemos devolverte el favor, a veces. Danny bufó para cubrir la sacudida de miedo que lo atravesó.
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—Bien. Porque esta familia ha tenido tanto éxito. —Lo hemos hecho bien —dijo Max, luciendo confundido y eso golpeó a Danny como una sartén entre los ojos. Ninguno de ellos tenía idea de cómo era mantener una familia unida con sus propias manos, sentir como si una palabra equivocada, un estúpido error, haría que toda la cosa se desmoronara como el polvo. —¿Cómo sabes cómo lo hemos hecho? —dijo Danny, su voz casi irreconocible para él, desarmada y ronca—. No has estado aquí. Durante cinco años, te fuiste, lejos jugando con tu niño interior o lo que sea recorriendo toda Asia y no tienes ni maldita idea como fue eso para nosotros. Cómo fue para mí, en esa casa, con nuestros padres extrañándote cada día, preguntándose dónde estabas, deseando que vinieras a casa. Nunca fui suficiente. La culpa marcó el rostro de Max inmediatamente. Era casi demasiado fácil. Danny casi se sintió mal por eso. —Lo siento, Dan. —Max se encogió de hombros inútilmente—. No sé qué más quieres que diga. Había escuchado eso antes, y sabía que era de verdad. Max se sentía mal, nunca quiso herir a nadie, bla, bla, bla. Pero lo había hecho. Y Danny era el que había recogido los pedazos, como siempre. La rabia luchaba con sus instintos pacifistas, Danny no podía decidir si decirle a Max que podía hacer con sus disculpas o ser agradable. La decisión fue quitada de sus manos cuando su teléfono celular vibró en su bolsillo, alarmándolo. Era Eva. El corazón martilleaba en su caja torácica, Danny contestó el teléfono, girando su cuerpo levemente lejos de su hermano y Jules. —Necesito verte —dijo ella. Sin preliminares, sin pistas de nada, y las entrañas de Danny se apretaron. ¿Sabía algo sobre sus posibilidades de seguir adelante? Algo malo, tal vez. Sin pensar, Danny bajó su voz y la hizo lo más neutral posible para no asustar a Max y Jules. —Bien. ¿Cuándo y dónde? —¿Puedes venir a mi suite? Nos encontraremos allí en cinco minutos. Danny aceptó y colgó, con la mente recorriendo los distintos escenarios posibles, ninguno de ellos consoladores. Bueno, bien, estaba en el que Eva estaba locamente caliente por él, lo llamaba como consuelo sexual a mediodía y lo recibiría en la puerta de la suite llevando nada más que una deslumbrante sonrisa.
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Pero Danny era realista, así que quitó eso de su mente. O al menos lo envió al fondo, para poder verlo de nuevo más tarde. Mucho más tarde, cuando su hermano y su vieja amiga no lo estuvieran mirando con idénticas expresiones inquisitivas. —¿Qué pasa? Danny no cuestionó su instinto de protegerlos de cualquier cosa que Eva tuviera que decir. —No mucho, simplemente que Beck necesita mi ayuda con algo. Voy a reunirme con él en el vestíbulo. ¿Llámenme si averiguamos quién ganó? —Claro, Danny —dijo Jules, sus preocupados ojos marrones miraron entre los dos hermanos—. Llamaremos si Win aparece con algo. —¡Oye! —gritó Max mientras la mano de Danny golpeaba la puerta de la cocina—. Estamos bien, ¿verdad? Danny luchó durante un instante con todas las cosas que no había dicho, las emociones que no quería reconocer. —Claro, Max. Estamos bien. Pelear con su familia siempre le daba a Danny dolor de cabeza. Probablemente por rechinar sus dientes y tragarse las palabras que quería escupir de su boca. Revisando su teléfono para ver si tenía señal, los dedos de Danny dudaron solo un instante antes de marcar el número de sus padres. —Hola, papá —saludó a la ronca voz que contestó. —¡Danny! He estado esperando escuchar a uno de ustedes muchachos. ¿Cómo va todo allá? Suprimiendo un resoplido de desdén ante la idea de que sería Max el que alguna vez pensaría en llamar y poner a sus padres al día, Danny dijo—: Hemos terminado el primer reto, todavía estamos esperando para escuchar que equipo se va a casa. ¿Cómo está tu corazón? —Bien, bien —dijo Gus impaciente—. Me siento increíble. —¿Sin dolor, ni falta de aire? Cuando mamá te dice que tomes tu medicamento, no discutes con ella, ¿verdad? —Oh, tu madre está cuidando muy bien de mí, —dijo Gus, sonando gruñón—. Nada más que avena, pomelos, y corazones de lechuga. ¡Ni siquiera me deja poner tiritas de panceta ni huevos escalfados en la ensalada! Es una conspiración. Pero dime más sobre lo que me estoy perdiendo. Primera eliminación, ¿eh? —Sip. Alguien se irá a casa hoy. —Danny sintió de nuevo la punzada de miedo de que pudiera ser él, pero se la quitó de encima.
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—No estás preocupado, ¿no? Bien. —Danny casi podía oír a Gus Lunden frotándose las manos, luciendo alegre—. Comencemos a reducir el campo. ¿Cómo crees que va a ir? —Bueno —dijo Danny con cuidado—. Sé que pusimos platos fuertes. Pero todo depende de cómo nos comparen con los otros chefs. —Serán los mejores —dijo Gus con firmeza—. No hay duda en mi mente. Danny sonrió. —Gracias, papá. —¿Cómo estuvieron tus waffles? —Cambié de planes; hice una torta de crêpe mille. Fue casi un desastre, pero creo que Win y yo lo logramos. No tuvimos suficiente tiempo para enfriarla bien, pero se mantuvo bien unida cuando usé el cortador de masa redondo para servirlo, y los sabores estaban en su punto. Danny frunció el ceño, pensando en todas las cosas que podría haber hecho de otra forma, hecho mejor, pero Gus lo interrumpió. —Estoy seguro de que estaba genial. Nunca decepcionas a tu equipo, chico, no es propio de ti. —Gus aclaró su garganta, poniéndose más ronco cuando la emoción lo invadió—. Siempre podemos contar contigo. Siempre lo hemos hecho, siempre lo haremos. —Gracias —dijo Danny de nuevo, frotando su pecho, donde se sentía como si alguien hubiera dejado caer una bolsa de cinco kilos de harina en su caja torácica. La presión le hizo difícil respirar por un segundo, pero entonces su madre tomó el teléfono y tuvo que volver relatar todo de nuevo para ella. Acababa de deslizar su teléfono de vuelta a su bolsillo cuando subía de camino al ático de Eva y tocó la puerta. Le abrió y Danny tuvo un breve momento de decepción de que ella estuviera vestida, pero lo superó. Era sorprendentemente bueno verla más cerca, mirar en sus humeantes grises ojos y tenerla mirándolo de vuelta directamente hacia él. A pesar de todo, la distancia que ellos debían mantener, la dureza del despido en la mañana con su padre mirando, Danny no pudo contenerse. La sola visión de ella lo hacía querer sonreír. Hasta que ella abrió su boca y lo dejó congelado con la frialdad de su voz. —Adelante, Chef. Pero por favor, deja cualquier dispositivo de grabación afuera. No hay razón, de todas formas, no planeo darte más información que puedas usar para manipular a mi padre. ¿Qué mierda?
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Capítulo 22 Traducido por kathesweet Corregido por Aylinachan
E
va dejó la puerta abierta para que Danny entrara, caminando a un lado hacia el minibar en la esquina de la sala. Quería bourbon, pero sus manos ya estaban temblando. Probablemente no era una buena idea. ¿Pero no era el alcohol un depresivo? ¿Éste no la aflojaría, apagaría los bordes puntiagudos de su mente, y la dejaría calmada por un segundo?
Sólo un segundo, así podría respirar. —¿Qué está pasando, Eva? La voz aguda de Danny hizo que su mano se alejara con un sobresalto de las botellas de licor en miniatura alineadas en el armario del minibar. Se giró para enfrentarlo, apretando sus brazos a su alrededor en un intento de evitar temblar de ira. —Te pedí que estuvieras aquí así podríamos hablar sobre lo que hiciste hoy —dijo. El esfuerzo que le tomó mantener su voz fría y seca fue enorme, y agotador—. Pero ahora que estás aquí, difícilmente puedo soportar verte. ¿Cómo pudiste, Danny? Las cejas bajaron sobre sus ojos llenos con calor, Danny levantó sus manos. —¡Guau! Espera un momento, por favor. ¿Qué, se supone exactamente, que he hecho? —El pastel de crepes —siseó Eva. No quería siquiera decir las palabras Tortitas Francesas, eso se sentiría demasiado como una traición—. Te hablé de ese recuerdo de mi padre y lo usaste para tomar la delantera en la competición.
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—¡Eso no es lo que estaba haciendo! —protestó Danny, dando un paso hacia adelante. Se detuvo cuando ella retrocedió, golpeándose contra la barra y haciendo sonar las botellas de vidrio sobre el estante. Suavizando su voz, él dijo—: Mira, Eva. Siento mucho que pensaras eso, pero no fue lo que quise hacer. —¿No? Porque casi funcionó. Allí estaba yo, sentada sintiéndome cálida y confusa porque estabas escuchándome y conociéndome. Algo tan íntimo y personal, una parte de mi historia que nunca he compartido con nadie… —Se detuvo, con la voz quebrada y golpeada por el dolor. Danny dio un paso adelante otra vez, pero ella no pudo retirarse porque prácticamente ya estaba sentada sobre la barra. —Eva. Escúchame. No te usé. De acuerdo, eso no es totalmente cierto, usé tu recuerdo como inspiración para el plato. Pero eso es todo. No estaba pensando en exponer algo personal sobre ti, o manipular las emociones de tu padre, o aprovecharme de conocer bien sus gustos. Simplemente quería hacer el mejor postre posible en el tiempo que tuve después de que mi primera idea se derrumbara, y la historia de la tortita francesa estaba en mi cabeza. Él se acercó más con cada palabra, con sus manos extendidas como si estuviera cerca de un animal salvaje y Eva sintió la calma que había estado eludiendo instalándose en sus huesos. Los temblores en sus manos se habían detenido para el momento en el cual él se detuvo delante de ella. —Ahora —dijo suavemente, lo suficientemente cerca para que la bocanada de aire de su aliento calentara su frente—. ¿Puedes dejar de fingir que estás enojada conmigo y decirme que está pasando realmente? Dejando caer sus hombros, Eva lanzó una medio bofetada contra su pecho sólido y amplio. —Estoy enojada contigo. —Mantuvo obstinadamente, luego suspiró—. O al menos, pensé que lo estaba. ¡Dios, eres bueno en esto de suavizar las cosas! —Apuesto a que incluso puedo hacerlo mejor —dijo, enganchando un brazo fuerte detrás de su cuello y atrayéndola para abrazarla.
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Sabiendo que no debía, que tenía que alejarse, obtener algo de distancia, regresar las cosas a la posición de profesionalidad, aun así Eva se hundió en el abrazo. Una última vez, se prometió, respirando su esencia de humo y caramelo, dejando que el calor de su cuerpo penetrara en sus músculos y bajando la cabeza sobre su hombro. —Sabes que no estoy jugando aquí —dijo él, con su voz hipnótica y baja sobre su cabeza—. Así que, ¿qué pasa? ¿Qué te ha puesto tan enojada? Curvando sus dedos contra su chaqueta de chef de poli-algodón áspero, Eva dijo—: No lo sé. Mi padre. La competición y el Canal Cocina, y ese estúpido productor. Y… Ella tragó saliva y presionó su boca contra el frente de su hombro para detener las palabras. Y voy a extrañarte. Ella no lo dijo, pero no tuvo que hacerlo. Danny la escuchó de todas maneras. —Sí —dijo él toscamente—. Yo también. Esto era una locura. Eva envolvió sus dedos alrededor de sus hombros y tiró hacia abajo sus brazos, deslizándose fuera de entre Danny y el minibar. Se sentía desnuda y fría sin sus brazos a su alrededor, pero tendría que acostumbrarse a eso. Tenía que hacerlo. —Lo siento —dijo, sacudiendo su cabeza—. Soy una demente. No debería haberte gritado, o acusarte de tratar de hacer trampa. Supongo que he pasado demasiado tiempo alrededor de personas que no dudarían en hacer exactamente eso. —¿Incluyendo a tu padre? —Danny apoyó su cadera contra la barra y cruzó sus brazos, con un levantamiento sardónico de su ceja. Pasando la mano por la parte posterior de su cuello, Eva dejó escapar una risita. —Sí, quizás. Desde luego, a él le gusta salirse con la suya, y no se preocupa demasiado por cómo lo obtiene. Lo que sea que funcione, ¿cierto?
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Danny tarareó de manera reservada. Tenía su cabeza inclinada, con toda su atención en ella y ese estremecimiento de conciencia, de necesidad, revoloteó a través de Eva de nuevo. ¿De verdad podría renunciar a esto? ¿No había una manera de que pudiera tenerlo todo? Cobrando impulso, ella dijo—: Muy bien. Así que te llamé aquí por la razón equivocada, pero es bueno que estés aquí. Simplemente quiero decir… Quizás podían encontrar algo. Quizás una vez que todo esto estuviera terminado… Danny asintió. —Lo sé. Ya no podemos estar juntos, no si la RSC va a ser televisada. Lo entiendo, Eva. Las palabras todavía estaban atrapadas en la boca de Eva, y tuvo que tragarlas antes de que pudiera soltarlas. —Cierto. Algo como esto nunca es un secreto para siempre, las personas siempre lo averiguan y entonces la validez de toda la competición sería cuestionada, y no puedo dejar que eso pase. Ella rió, y esta vez sonó como más que un suspiro. —¡Dios! Estoy teniendo un momento lo suficientemente convenciendo a mi papá de que puedo hacer un buen trabajo.
difícil
—Ser atrapada en un escándalo sexual con un concursante probablemente no ayudaría —concordó Danny, alejándose de la barra. —Y mi padre se enojaría. —Ella le dirigió una mirada a Danny desde debajo de sus pestañas—. Él me advirtió que dejara de verte. Los ojos de Danny destellaron con brillos azules y plateados. —¿Sí? Él gruñó, y Eva sintió una emoción bajar a su estómago. Asintió. —Es como si hubiera olvidado completamente mis años de adolescencia. Nunca fui muy buena en mantenerme alejada de las cosas que me metían en problemas. Algo de la dureza se desvaneció de la mandíbula de granito de Danny mientras su boca se curvaba en una triste sonrisa.
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—¿Estás diciendo que soy el fruto prohibido? Ella tragó saliva. —Lo más prohibido. —Y yo que creía que te gustaba romper las reglas. —No esta vez. —Eva se rodeó la cintura con los brazos—. Hay demasiado en juego. Danny estaba prohibido. Durante el tiempo que el Equipo de la Costa Este permaneciera siendo parte de la competición, al menos. Eva se lamió los labios, las palabras estaban pegadas en su garganta seca. Esto era demasiado nuevo para ella, este anhelo de planear el futuro, de querer más tiempo con alguien. Su corazón latía ruidosamente en sus oídos y el momento se extendió entre ellos, tirante y denso con potencial… y entonces se terminó. Una sombra oscureció los ojos de Danny y su sonrisa se desvaneció. —Debería irme, entonces, antes de que tu padre me atrape aquí otra vez. Había perdido su oportunidad. Él se iba. Era lo que tenía que pasar, lo sabía. Pero de alguna manera, ver a Danny caminar hacia la puerta fue más de lo que pudo soportar. —¡Espera! —Él se giró, con su cara en blanco a propósito, sabía que él estaba sintiendo algo fuerte, algo volátil. —¿Qué? Mirando a su alrededor buscando algo para mantenerlo allí con ella por unos segundos más, dijo—: ¿No quieres saber lo que decidieron los jueces? El interés llameó en sus ojos azules antes de que lo cubriera. —Estoy bastante seguro que eso constituiría tratamiento especial —dijo suavemente—. Y no creo que quisieras contar con mi habilidad de actuar sorprendido cuando hagas el anuncio oficial a todos. No soy un buen actor. —No creo eso ni por un segundo —dijo Eva. Sacando su sonrisa más sensual, continuó—. Quiero decir, estás aquí, actuando como si no pudieras esperar a salir de esta suite y nunca tocarme de nuevo.
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Allí estaba esa sonrisa de nuevo, como si él no pudiera detenerse. —Quizás esa sea la verdad. —De ninguna manera. —Eva dejó que sus caderas se movieran un poco mientras se balanceaba hacia él, un paso cada vez. Quizás no podía averiguar cómo decirle que quería que esperara por ella hasta después de la RSC, pero sabía cómo hacerlo quererla justo aquí, justo ahora—. No hay manera de que me sienta como que podría salirme de la piel con la necesidad de queme toques, y tú no sientas nada en absoluto. Fascinada, observó su garganta moverse convulsivamente mientras pasaba saliva. —Eva. No… —¿No qué? —suspiró, extendiendo su dedo hacia el cierre de su ropa blanca de chef—. ¿Qué no rompa mis propias reglas? Pero sé que eso es lo que te gusta de mí. —¿Cuánto tiempo tenemos antes del anuncio oficial de quién se va a casa? Sorprendida por su pregunta abrupta, ella se retiró. —Mi asistente y un par de corredores están reuniendo a todos en la cocina. —Revisó su reloj—. Los jueces están programados para bajar allí en veinticuatro minutos. —No es demasiado tiempo —dijo Danny roncamente, alcanzándola por la cintura y acercándola, sus palmas quemando a través del fino material de su camisa—. Pero tendrá que ser así ahora. Eva chilló, aunque lo negaría con su último aliento. El sonido fue amortiguado por la boca de Danny, de cualquier forma, mientras él inclinaba su cabeza y le quitaba el aliento con un beso. —Una última vez —jadeó ella contra sus labios mientras sus rodillas se rendían y él la acunaba bajándola sobre la alfombra gruesa y suave. Danny levantó su cabeza para mirarla, su cuerpo magro, duro y celestial contra el de ella. Bajando para acariciar su cuello, diciendo—: Una última regla rota, luego estaremos bien.
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—Estaremos bien —prometió, inclinando su cabeza hacia atrás para darle mejor acceso. Y mientras sus labios encontraron ese lugar detrás de su oreja que siempre le daba escalofríos, haciendo que las caderas de Eva se sacudieran y su corazón se estremeciera en su pecho, tuvo que preguntarse si sería capaz de mantener esa promesa. Después de todo, ¿no vivía para romper las reglas?
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Capítulo 23 Traducido por Lizzie Corregido por Mishy
A
l final resultó que no había necesidad de preocuparse acerca de su fuerza de voluntad, o la falta de ella. Con lo que Eva no había contado era con lo mucho que todo estaba a punto de cambiar.
Ella todavía estaba realizando el espectáculo, lo que significa que todas las decisiones y las crisis tienen que ver con el actual día a día de sacar a los concursantes a donde sea que quieran ir, conseguir los retos establecidos, asegurándose de que la cocina estuviera equipada y se mantuviera limpia y lista para la acción, y todo recaía sobre Eva. Por no hablar de la sorprendentemente desgarradora tarea de enviar a casa a los equipos perdedores. Ella había tenido una idea de lo mal que se sentía el dejarle saber a un grupo de chefs que había cocinado con el corazón que no lo habían logrado, que estaban de vuelta en las finales. Como productora y maestra de ceremonias, era siempre la que tenía que entregar la mala noticia. Y siempre había apestado. Cada vez. Pero, de repente, ahora que había cámaras por todas partes, las lentes de las cámaras como ojos sin pestañear enfocándose en la captura de cada fragmento del drama humano y el sufrimiento posible, se volvió mil veces peor. Todo empezó aquel primer día. Después de los más calientes, más urgentes e intensamente satisfactorios veinte minutos de sexo de despedida de su vida, Eva se había apresurado a ir de nuevo a la junta y correr escaleras abajo hacia la cocina donde todos los chefs y los jueces estaban esperando.
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Con la cabeza alta y fingiendo que no acababa de rodar por el suelo con el chef pastelero del Equipo de la Costa Este era mucho más fácil cuando no miraba al decirlo al chef pastelero en todo su atractivo rostro. Así que Eva había escaneado el resto de la habitación, teniendo la expectativa de esperanza, miedo y pavor, taquicardia, sudoración, fría agonía de no saber, y ella sintió que su propia piel comenzaba a picarle con un escalofrío de inquietud. Dios. Tengo que decirles que su sueño se acabó. Y su reacción sería filmada por Cheney y su maldita cámara, capturado para el entretenimiento de todo el que pasaba a dar la vuelta más allá del Canal de Cocina. Tragando, Eva encontró las palabras adecuadas, y se preguntó cuándo su vida quedó tan anormalmente emocionante, compleja y difícil de tratar. No. Divertida. Esta primera eliminación no había sido tan difícil de decidir, de vuelta en la cámara de los jueces. Relativamente un poco atrás y hacia adelante o discutiendo entre Kane, Claire, y su padre, que había elegido a un perdedor. Ella sabía que lo iba a tener más difícil ya que la competición se adelantaba y se reducían los equipos de abajo a lo mejor de lo mejor. Pero era difícil creer que cualquier anuncio de la eliminación pudiera ser más difícil que éste. —Fue una decisión muy difícil —mintió a Eva, juntando las manos a la espalda para detener su inquietud—. Y sé que nadie quiere ser el primer equipo en ser enviado a casa, pero por desgracia, la competición terminó para algunos de ustedes. Una corriente eléctrica de tensión se comprimió a través de la sala, y Eva clavó las uñas en sus palmas. —Después de mucha deliberación, y algunos platos y sabores de cada equipo que realmente nos asombraron, los jueces han decidido que los cuatro equipos que continúan en la competición son los chefs de Medio Oeste, el Sur, la Costa Oeste, y la Costa Este.
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Un asombroso silencio se encontró con su pronunciamiento, seguido de un caos absoluto, mientras la cocina estallaba en gritos de alegría y celebración. En medio de chocadas de manos de alivio y palmadas en la espalda, la chef Paulina Santiago y su equipo caminaron en silencio de regreso a su mesa y empezaron a empacar sus cuchillos y otros enseres, y Eva no podía ver, no quería ver la forma en de sus hombros desplomados y sus caras arrugadas con incredulidad, o la forma en que consolaban mutuamente con los brazos alrededor de las espaldas. Pero hizo un esfuerzo por mantener los ojos en ellos. Lo que debía dar testimonio de este momento final de su viaje hacia un sueño en el que ella había tenido una mano en el arrebatamiento. Kane y Claire felicitaron a los chefs que permanecían, dijeron “adiós” al equipo del Sur-Oeste, y se fueron. Probablemente para tener divertidos, felices y sexis momentos juntos, desde que a nadie le importaba si dos jueces se estaban acostando. ¡Maldita sea! Eva, sin embargo, tuvo la primera de muchas noches por delante de ella. Convocando a su asistente, Drew, a su lado, inmediatamente comenzó el plan de batalla para encargarse de llevar al equipo SurOeste de vuelta a Nuevo México, tener la cocina reorganizada con cuatro mesas equipadas en lugar de cinco, para dar al resto de los chefs más espacio, y liquidar facturas del hotel. Un rápido vistazo a la esquina frontal de la sala mostraba a Cheney empacando su cámara, y un perno de pánico atravesó a Eva. Desde el otro lado de la habitación, su padre le llamó la atención, y no llevaba toda una vida de lucha a la altura de sus expectativas para leer el claro mensaje en su tensa expresión. Tenía que mantener interesado a Cheney. No habían tenido un poco de suerte coordinando horarios con sus posibles jueces chefs populares, hasta el momento. ¿Qué podía decir para hacer que se quedara y dar a RSC otra oportunidad? La fiestera pandilla de chefs comenzaba a dispersarse, llamando a las sugerencias de cómo salir a la ciudad, encontrar un bar chef-amigable o
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un pub, y echando hacia atrás un par de copas para descansar de la locura de los últimos días. Su atención fue capturada cuando ella escuchó su propio nombre. —Voy a pedirle a Eva Jansen que salga con nosotros —murmuró Ryan Larousse al chef a su lado. Eva permaneció tranquila, pero mantuvo sus ojos en el doblado cabello teñido de Drew sobre el iPad en el que estaba metiendo en su expandiendo la lista de detalles de tareas pendientes. —Amigo. —Ike Bryar, el jefe del equipo del Sur, frunció el ceño enfocando sus ojos en ella—. ¿Qué estás haciendo? Eso es como invitar al decano de estudiantes a una borrachera. —No hubo un ganador oficial de este desafío, pero apuesto a que si llegamos a emborracharla podemos exprimir una buena información de ella de realmente quién le gusta más a los jueces. —El borde de suficiencia en la voz de Ryan dejó en claro qué equipo pensaba que ganaría, si los puntos se habían adjudicado. —¿Y por qué diablos iba a decir algo de eso? —dijo la voz desde detrás de Eva, que no podía dar la vuelta para ver al interlocutor sin dejar ver que estaba escuchando, pero ella no lo necesitaba. Era Danny. Sobre todo, quería golpearlo, realmente no era un buen actor, si esto era lo mejor que podía hacer fingiendo que nada había sucedido entre ellos, pero había una suave, tonta, difícil de negar, parte de ella que quería derretirse cuando saltó en su defensa. Sobre todo cuando Ryan resopló y dijo en voz baja—: Porque Eva Jansen sabe cómo divertirse, hombre. Basta con mirarla. No era nada que ella no hubiera oído antes. Los chefs eran obscenos, irreverentes, la testosterona alimentada por grupo. Sin embargo, algo sobre el comentario de Ryan llamó a Eva al borde del tejido de sus emociones, y se encogió. Visiblemente se estremeció. Drew levantó la mirada, las cejas alzadas con curiosidad. Y probablemente nadie hubiera notado nada, a excepción de Danny,
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obviamente, en sintonía con ella como ella lo estaba con él, porque podía oír la rabia pura en su voz cuando le espetó—: Retira lo dicho, Larousse. Toda la cocina se detuvo, y Eva no podía seguir fingiendo que no estaba al tanto de lo que estaba pasando. Echando una rápida mirada a Danny, quien era una visión de ira protectora, las piernas separadas y con ampolladas manos quemadas apretadas en puños lo que debe haberle hecho un daño insoportable, la mirada de Eva pasó junto a Cheney en la esquina de la habitación y se enganchó en la cámara aún puesta ahí. Cheney había vuelto a filmar. Y en el más breve que la de los momentos antes de que los otros de la Costa Este saltaran sobre Danny y lo retuvieran, antes de que Ryan se riera con esa risa áspera y nada amistosa suya crepitara y barriera la cocina, Eva sabía lo que tenía que hacer. Cheney quería drama. Él quería chefs ardientes y peleas de cocina y tal vez un poco de romance, para que las espectadoras femeninas aumentaran. Si Eva quería hacer la RSC la más grande, y mejor competición que fuera posible, si quería abrirla a todos los chefs en Estados Unidos, no tenía más remedio. —Drew —dijo Eva, con los ojos sin dejar a Danny, que hablaba en voz baja con furia con Beck, agitando las manos con gestos que amenazaban con sacar el resto de su equipo—. Tengo un nuevo trabajo para ti, que debe tener prioridad sobre el resto de esa lista. —Vamos —dijo Drew, con los dedos confiadamente sobre la almohadilla táctil. Eva dudó, su estómago intranquilo por la indecisión. La RSC era el legado de su madre. El sueño de Emmaline Jansen fue fundar una competición que elevara y llamara la atención sobre el trabajo de los increíbles chefs alrededor de los Estados Unidos. Y cuando Eva había accedido a tomarla este año, lo había hecho, en parte, porque quería volver a las raíces de la idea original de su madre.
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Eva quería descubrir y fomentar los esfuerzos de todos los chefs... no sólo los de alto perfil, o los que ya habían alcanzado el éxito. Y la mejor manera que conocía para hacerlo era elevar el perfil de la propia RSC, para obtener grandes y mejores patrocinadores, con bolsillos más llenos, para poder ampliar la competición para ser más inclusivos. ¿Pero estaba realmente dispuesta a ir tan lejos para conseguir lo que quería? Sí. Era la única manera. Todo el mundo se beneficiaría si la RSC ganara una mayor exposición en el Canal de Cocina. Estaba haciendo esto para todos, no sólo para sí misma. No había más en juego que su carrera o su conciencia. —Eres amigo de ese chef en el equipo de la Costa Este, Winslow. ¿No es así? Los ojos de Drew se hicieron grandes detrás de sus gafas, pero asintió con la cabeza, y Eva sentía la determinación rizándose lentamente en su vientre. Si Cheney quería drama, entonces, por Dios que se lo daría.
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Capítulo 24 Traducido por Simoriah Corregido por Mishy
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a semana después de la primera eliminación fue una de las más difíciles en la vida de Danny. Todos sentían la pérdida del equipo del Sur-Oeste; Paulina Santiago y su equipo eran gente agradable, competidores sólidos. Y el hecho de que se fueran a casa hizo muy obvio que esto era una competición. Estaban jugando por cosas reales, y los errores tenían consecuencias reales. Se le dieron días libres a los chefs para descansar del reto anterior, pero de todos modos la mayoría de ellos pasaban el tiempo en la cocina, preparándose, considerando ideas, y simplemente manteniéndose con la expectación elevada. A Danny no le gustaba el tiempo libre. De hecho, era una de las cosas en que la en cierta forma huía. Así que practicó su técnica de soufflé, experimentó con caramelos, y observó. Observó a Max y Jules emerger de su niebla de amor y poner sus cabezas en el juego. Observó a Beck que cuidadosamente ignoraba a Skye Gladwell, quien giraba por la cocina en una danza de faldas que fluían y brazaletes tintineantes y nubes de ondeante cabello rojo. Observó a Winslow acercándose a Drew Gallagher, el asistente de Eva. Pero por sobre todas las cosas, observó a Eva. Eva, quien volaba de una tarea a la otra como si sus tacones altos tuvieran alas. Eva, quien no había dejado de moverse desde que todo el equipo de filmación había llegado el día anterior. Estaba en movimiento desde que la vio por primera vez al otro lado del vestíbulo del Gold Coast cuando él entró con un saco de ligeras y hojaldradas medialunas de la panadería al otro lado de la calle para el desayuno del equipo,
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hasta que ella le dio a todos un casual !buenas noches! y volvió a trabajar. Eva, quien estaba comenzando a parecer cansada y frágil, como la masa de pastelería estirada tanto que estaba transparente en algunos lugares, y demasiado fácil de romper. Ella tenía mucho que hacer; el equipo de producción se estaba preparando para el siguiente desafío que comenzaría al día siguiente, y coordinar todo con el equipo de cámaras parecía ser un engorro. Por lo que Danny podía decir, las preparaciones involucraban muchas llamadas telefónicas, permisos y riñas. Mientras que los otros chefs y él habían visitado algo de Chicago (de acuerdo, principalmente habían visitado los clubes locales, pero eso no importaba) Eva había estado agotándose. Eso no le gustaba pero, ¿qué podía hacer? Mantuvo las distancias, sin querer darle a ese imbécil de Ryan Larousse más munición de la que ya tenía, después de esa estúpida situación en que llamara fiestera a Eva. Que quizás lo fuera, o hubiera sido, pero no podían probarlo por su conducta durante la última semana. De hecho, esa noche fue la primera vez en que alguien había sido capaz de tentarla a salir a su lugar de bebidas favorito, una taberna restaurada en Wicker Park, el barrio joven y artístico de Chicago. A Danny le gustaba el Blind Tiger porque no era pretencioso, servía buenos tragos preparados con licor de alta calidad a una ecléctica mezcla de clientes, desde bomberos en descanso todavía manchados de cenizas y con olor a humo hasta parejas mayores que bebían cervezas a chicos modernos con jeans ajustados y bufandas. Le recordaba a Chapel, su after hours22 favorito en Nueva York, y Danny se preguntaba si así era como se sentía viajar por el mundo; sin importar dónde fueras, encontrabas algo que te hacía sentir como en casa. Por supuesto, en casa, nadie hubiera abucheado y silbado cuando Eva ordenó un Manhattan. Pero aquí en Chicago, aun cuando Danny podía ver una botella perfectamente buena de whisky de centeno detrás de la After hours: Se denomina así a clubes nocturnos o discotecas que abren durante la madrugada y la mañana, generalmente después del cierre de otros locales. 22
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viejas barra de roble, el barman se encogió de hombros y le dijo que pidiera otra cosa. La rivalidad entre Chicago y Nueva York era más profunda de lo que Danny jamás se había dado cuenta. Eva miró al barman a los ojos y dijo—: Quiero un trago doble de whisky de centeno, un trago de Vermouth dulce y un vaso con hielo. Oh, y ponle una cereza al marrasquino. Gracias. —Luego se volvió hacia Cheney, el camarógrafo que había invitado, sin su cámara, gracias a Dios, y dijo—: ¿Qué pides? Pago yo. Dios. ¿Acaso era un misterio por qué Danny estaba loco por esta mujer? Eva aceptó sus tragos y los mezcló preparando su propio Manhattan justo delante del barman, luego llevó a Cheney hasta un par de taburetes en la esquina del bar donde casualmente le alcanzó el reflejó opaco de madera pulida por generaciones de codos a tomarse las cerezas de un par de envases de detrás del mostrador. Y... era hora de que Danny dejara de observarla. Tomó un trago de su botella, una cerveza artesanal local que el barman le había recomendado, y miró alrededor del bar para ver cómo estaban sus chicos. Winslow y Drew estaban en una esquina, con las cabezas juntas, riéndose sobre sus tragos como un par de chicos demasiado jóvenes para estar bebiendo tequila. Max estaba jugando al billar atrás con Beck, mientras Jules le hacía compañía a Danny, con su mirada recordándole cuánto tiempo habían sido buenos amigos. Y cuán difícil era mantener algo en secreto de ella, cuando no estaba distraída por los pájaros y los Cupidos con alas rosas que revoloteaban alrededor de su cabeza. —Te gusta —dijo Jules, inclinando su cerveza en dirección a Eva—. ¿No? Danny plantó los brazos en la barra para afirmarse. —No importa —gruñó. —Siempre haces eso —lo acusó Jules, sacudiendo la cabeza con tanta fuerza, que su desordenada cola de caballo rubia golpeó el hombro de Danny—. Lo que tú quieres importa, Danny. Tu felicidad importa, tanto como la de cualquiera.
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Poniendo los ojos en blanco, Danny se dejó caer en su butaca. —No me psicoanalices, Jules. Sólo porque has sido golpeada por Cupido no significa que el resto de nosotros estemos jadeando por la oportunidad de tener expresiones tontas en nuestros ojos. —Esa no es la cuestión —discutió ella—. No estoy diciendo que estés contento por esto, o que sea como querías que sucediera, pero no es así como funciona. Quizás no querías que sucediera, pero te gusta, mucho, o no estarías aquí buscando una pelea conmigo por esto. —De acuerdo —concedió Danny. Algo dentro de su pecho se liberó con sólo admitirlo en voz alta ante una de sus más antiguas amigas, pero no cambiaba nada—. ¿Y qué? Quizás me gusta, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Así que, ¿por qué torturarme pensando en eso? —Porque no puedes evitarlo. —Sí puedo. Ahora fue el turno de Jules de poner los ojos en blanco. —Danny. No has sido capaz de mantener tus ojos apartados de ella desde que entró. Dándose cuenta de que su atención se había ido a la esquina del bar donde Eva estaba dando un apasionado discurso al camarógrafo, luciendo más animada y enérgica de lo que la había visto en días, con enfáticos gestos de sus manos y asentimientos decisivos y todo, Danny volvió su cabeza rápidamente. Tomó un gran trago de su cerveza para cubrirlo, y terminó tosiendo con Jules golpeándole la espalda. Y ella era chef, una muy buena, lo que significaba que tenía una importante fuerza en el cuerpo superior para una chica. —¡Oh, maldición, deja eso! —Jadeó él cuando un golpe particularmente fuerte casi lo hace caer de su silla. De acuerdo, dejémoslo en importante fuerza en el cuerpo superior, punto, final. Chica, nada. ¡Dios! —¿Vas a estar bien? —preguntó ella.
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—¿Además de la costilla fracturada? —se quejó, aclarando su ardiente garganta. Dándole su patentada mirada de “Los Chicos Son Tontos,” Jules dijo—: No sobre eso. Sobre ella. Danny se dijo a sí mismo que el dolor en la garganta permanecía por inhalar ese trago de bebida. —Tendrá que estarlo, ¿verdad? No puedo hacer nada sobre el hecho de que ella haya decidido que es demasiado arriesgado que nosotros estemos juntos mientras continúe la competición. —¿Y después? Danny se tensó tanto, que cuando encogió sus hombros se sintió como si estuviera rompiendo su columna. —¿Quién sabe? No nos movemos exactamente en los mismos círculos. —Vienen de mundos tan diferentes. ¿Cómo podría funcionar? —dijo Jules, lanzando un suspiro en una forma exageradamente romántica que no le sentaba en lo absoluto—. Sí, es bastante Romeo y Julieta. Amantes con el destino en contra, y todo eso. No es que hayas dormido con ella o algo parecido... ¡Danny! —¿Qué? —Danny inclino la cabeza, intensamente consciente del calor que emanaba de sus mejillas y cuello—. No hagas un escándalo de esto, dejamos de hacerlo hace un tiempo. —No puedo creer que no lo hayas notado —gimió Jules—. Quiero decir, no que quisiera mirar, o nada. —De acuerdo, ahora me estás asustando. —Danny tembló. —¡Oh, cállate! Quiero decir, Dios, Danny. Toda esta cosa importante de la vida que te estaba sucediendo, y nunca dijiste una palabra. Nunca lo mostraste ni por un segundo. —No lo notaste porque tú y Max estaban en la "Suite de Luna de Miel" haciendo lo que sea que hacen que yo nunca, absolutamente, quiero saber u oír al respecto, y, oh, Señor, vas a pagar por mi lobotomía. Jules emitió un sonido de infelicidad.
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—Lo lamento, Danny. Ambos hemos estado preocupados, sin prestar realmente atención... —Está bien —dijo él automáticamente, luego pestañeó—. Realmente lo está. Quiero decir, sí, era problemático, pero lo entiendo. Tú y Max lucharon mucho para llegar adonde están, y merecías tiempo para disfrutarlo. Pero no, teníamos que meternos en un avión y volar aquí y cocinar como locos. Cualquier vinculación afectiva y compañerismo que te arreglabas para incluir, me hacía feliz. Y lo estaba, se dio cuenta mientras Jules le agradecía con un rápido abrazo, su familiar aroma a canela y sal haciendo cosquillas en su nariz. Nunca lo había entendido antes, pero ahora, con esta loca adicción de mirar a Eva Jansen tirando en la parte trasera de su cerebro, intentando hacerle volver la cabeza para tener un vistazo de ella moviendo sus manos en el aire o dejando algo en claro, Danny realmente lo entendió. —Soy tan feliz. —Jules sorbió por la nariz, sonando alarmantemente inundada—. También quiero que seas feliz. —Oye, no. —Le dio una palmada en el hombro. Las lágrimas lo mataban, lo asesinaban—. Jules, vamos. Estoy feliz. Te tengo a Max y a ti aquí, Winslow quizás tenga un novio, y Beck no ha golpeado a nadie desde hace días. Mamá y papá están sanos, y no sé si lo notaste, pero nos está yendo bastante bien en este asunto del Rising Star Chef. ¿Qué más necesito? No mires a Eva, no mires a Eva, no mires a Eva... —Amor —estalló Jules, enderezándose y frotando sus ojos con un resoplido de molestia. Odiaba llorar. —Mira, alguien en este equipo tiene que mantener la cabeza —dijo Danny, formando una sonrisa burlona con sus labios—. Entre tú y Max enfermos de amor crónico, Winslow coqueteando sin parar con ese chico asistente, y Beck haciendo la danza de apareamiento más extraña conocida por el hombre con esa chef de la Costa Oeste, estamos llenos de drama interpersonal aquí. —Está bien, está bien. —Rió Jules—. Me apartaré. Por ahora. Pero Danny, piensa en esto... no vamos a estar en el RSC para siempre. Y cuando termine la competición, estarás libre para dedicarte... a lo que te guste. Esta no es la Inglaterra de la Regencia o algo así; de donde
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eres no tiene que definir "quién eres." A ella tampoco, para ese caso. Así que sólo... no te rindas. Danny le dio la sonrisa que ella quería, pero cuando ella apretó su hombro una última vez y se bajó del taburete de un salto para ir a ver el juego de billar de Max y Beck, él se preguntó si eso era verdad. Si perdían, ¿alguna vez volvería a ver a Eva? Jules podía bromear al respecto todo lo que quisiera, pero él y Eva no se movían en los mismos círculos. El mundo de los restaurantes era pequeño, pero tampoco tanto, y Danny no iba a muchos eventos o fiestas de gala llenos de estrellas. Probablemente ni siquiera asistiría si fuera invitado. Pero si ganaban, ¿sería mejor? Tendría más tiempo con ella, seguro, haciendo entrevistas posteriores a la competición y todo eso. Pero, ¿alguno de ellos querría arriesgar una relación que podría lucir, para el mundo exterior, como una razón para el favoritismo? Mientras mecía la cerveza y tenía oscuros pensamientos, sus ojos fueron atraídos de vuelta a Eva. Había una complicada expresión en su rostro mientras se despedía de Cheney, quien se puso de pie y se fue después de entregarle un grueso fajo de documentos de aspecto oficial. Obviamente, lo que fuera aquello de lo que había estado intentando convencer al representante del Canal de Cocina, había funcionado. Entonces, ¿por qué no parecía más feliz? Antes de que pudiera convencerse de lo contrario, Danny estaba fuera de su taburete y haciendo su camino por el bar hacia Eva. —¿Te compro otra ronda de ingredientes de Manhattan? —dijo él. Ella enderezó los hombros inmediatamente, como si estuviera alarmada de haberse permitido encorvarse sobre la barra como una ebria destartalada. O una destartalada, exhausta coordinadora de competición culinaria, pensó Danny, observando la forma en que sólo podía mantenerse perfectamente derecha durante unos segundos antes de marchitarse como la lechuga dejada fuera del refrigerador una noche. Ahora que lo pensaba, ese vestido que ella llevaba era algo verde, y envolvía su cuerpo como una lechuga arrugada por el escote en V de delante, donde se ataba a la cintura.
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Danny miró el lazo. ¿Este era realmente uno de esos vestidos donde todo lo que él tenía que hacer era tirar esa lazo, justo ahí, y todo se abriría, dejándola desnuda? —No lo creo —dijo ella, atrayendo su atención de vuelta a su tensa expresión—. Pero gracias. Si tomo otro trago, voy a cear justo aquí y me caeré de la silla. Y no tengo tiempo para ir a la sala de emergencias con un tobillo roto. —¿Qué tal si prometo atraparte? —Danny cerró los ojos con fuerza—. Lo lamento. Olvida lo que dije. Yo sólo... quería saber cómo estabas. Pareces cansada. Eva le hizo un mohín, lo cual era al menos injusto mientras Danny coqueteaba con ella. Touché, Srta. Jansen. —Nunca le digas a una mujer que parece cansada —aconsejó—. Desciframos vuestro código súper secreto hace mucho tiempo; sabemos que significa que parecemos viejas. —No, eso no es lo que quiero decir. —Danny se deslizó en la silla junto a ella, cuidando de evitar que sus piernas y brazos rozaran los suyos. No estaba seguro de qué sucedería si se tocaban, pero estaba bastante seguro de que podría hacer que fueran expulsados del bar y arrestados por exhibición indecente—. Estoy preocupado por ti. Has estado trabajando sin cesar desde que ese equipo de filmación llegó. —Hay mucho que hacer. —Sus ojos perdieron el enfoque como si ella se hubiera concentrado en alguna larga y atemorizante lista de cosas para hacer en su cabeza—. De hecho, probablemente debería volver, ahora que lo de Cheney está arreglado. —¿Qué hay de Cheney? —preguntó Danny quedamente, más que nada para mantenerla sentada por unos pocos minutos. Ella necesitaba un descanso, se dijo a sí mismo. No tenía nada que ver con la carga eléctrica que obtenía al estar tan cerca de ella. La satisfacción se arrastró en el tono de ella. —Finalmente se convenció de que hizo lo correcto, pidiendo más cámaras. ¡Vamos a convertir esta competición en la próxima sensación del Canal de Cocina! —Movió los documentos en su mano como una bandera de celebración.
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—Sí —dijo Danny—. He notado que el equipo de cámaras parece haberse expandido. Pensé que Cheney se estaba perdiendo eso, sin embargo. ¿Cómo hiciste para que accedieran a filmar el RSC? Sólo estaba haciendo conversación, intentando alargar los momentos cuando conseguía estar cerca de ella e inhalar el aroma ligero y floral de su perfume, pero Eva se puso extrañamente furtiva y evasiva, alejándose de él y apartando sus ojos mientras golpeaba un ritmo frenético en la barra con el borde de sus papeles. —Sólo me imaginé lo que él buscaba, y cómo dárselo. Todos ganamos. Danny no pudo evitar su mueca. —Sí. Seguro. Los ojos de ella volvieron a él. —¿No te gusta la idea de estar en TV? La mayoría de los chefs se vuelven locos ante esa oportunidad. Danny se encogió de hombros y bebió el resto de su botella, la cerveza con sabor a lúpulo y amarga mientras bajaba. —Nunca ha sido una prioridad para mí. Honestamente, creo que la mayoría de esos chefs de TV son unos vendidos totales, cómplices corporativos que han perdido todo lo genial de ser un chef. —Pero... —Eva realmente parecía estar luchando con la idea—. ¡Pero estás en esta competición por la publicidad para tu restaurante! ¿Qué podría ser mejor publicidad que aparecer en TV? Pensé que estarías emocionado por esto. —¿Quién, yo? Quiero decir, sí, la publicidad será increíble. Le recordará a la gente lo que Taberna Lunden's solía ser, en su momento, y aclarará que seguimos allí, todavía en esto. Todavía sacando comida genial. Sólo... si fuera yo, sabes. Sólo yo. Nunca accedería a ser filmado. —Bueno, afortunadamente para mí, firmaste un contrato cuando entraste a la competición que me da derecho a filmarte cuando se me antoje, durante tu estadía como competidor del RSC. —Eva se alejó de la barra de un empujón y tomó su maletín, los movimientos tensos y bruscos.
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Danny no estaba seguro de qué estaba sucediendo, pero no quería que se fuera así, completamente enojada con él. —Eva, espera. Lo que haya dicho, lo lamento. Con el aliento saliendo en pequeños resoplidos que elevaban su caja torácica y tensaban las precarias cintas que ataban su vestido, Eva hizo un obvio intento por controlarse. —Está bien. Tienes derecho a tu opinión. —Forzando una risa, se puso el bolso en el hombro—. Y no es como si fueras la primera persona en tener una opinión. Lo he oído antes. La TV es mala, contamina las artes culinarias, bla, bla, bla. Ahora Danny era quien se estaba enojando. —Oh, vamos. ¿Estás enojada porque no coincido contigo sobre que el Canal de Cocina sea la salvación de esta competición? —No —dijo, haciendo su respiración más lenta—. No estoy enojada. Excepto que claramente lo estaba. Los ojos de Eva estaban ensombrecidos en la parpadeante media luz en la iluminación de la era de la prohibición de The Blind Tiger. Se volvió para irse, y el instintivo movimiento de Danny para seguirla y terminar esto fue detenido por el disparo de despedida que Eva lanzó sobre el hombro. —No estoy enojada...pero quizás estoy decepcionada. No espero que todos coincidan conmigo. Pero supongo que había esperado que tú, de toda la gente, me daría el beneficio de la duda. Que creerías que estoy intentando todo lo que puedo para hacer lo mejor que sé hacer, por el bien de la competición. —Eva... Ella hizo una pausa junto a la puerta, su rostro estirado para que él pudiera ver la curva pura y pálida de su mandíbula. —No es culpa tuya. Es la mía. Nunca debería haber esperado nada de ti. Rompí mis propias reglas, y ahora estoy pagando el precio.
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Capítulo 25 Traducido por Susanauribe Corregido por Aldebarán
¿Q
uién demonios cree que es? Eva estaba echando humo, su rabia hirviendo debajo de su piel manteniéndola caliente en la caminata de dos manzanas por la intersección Five Points, donde dijo que se encontraría con Claire. Ella metió los contratos de Canal Cocina en su portafolio caprichosamente, con sus manos temblando, perdida en su furiosa contemplación de la desagradecida, de poca visión, chapada a la antigua, idiotez retrógrada de Danny. De hecho, se estaba concentrando tan fuertemente en suprimir la voz que decía que Danny solamente había dicho lo que ella siempre había creído, que cuando una mano se posó en su hombro, se sobresaltó y casi le echa gas pimienta a su pobre asistente, Drew. —Soy sólo yo —gritó, dando un paso hacia atrás, sus manos alzadas como si ella le hubiera sacado una pistola—. ¿Puedes llevarme al hotel? Mientras el grueso impacto del contacto en la calle, de noche, sin advertencia agotó su cuerpo, también lo hizo la energía que había tenido para discutir con Danny. De repente recordando que ella no había tenido más de cuatro horas de sueño por noche la semana pasada hizo que los huesos de Eva dolieran. —Claro, sube —dijo, haciéndole una seña al auto negro con chofer esperando pacientemente en la curva—. Si no te importa compartirlo con Claire y conmigo. Drew tuvo un miedo de larga duración, de algún modo debilitador de Claire Durand, así que Eva sintió que debía decírselo.
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—Puede que tengas que conversar con ella, ya que hay una buena posibilidad de que me duerma tan pronto como mi cabeza toque un apoya cabeza de cuero. Drew palideció, con sus mejillas blancas volviéndose incluso más pálidas hasta que se vio como un fantasma a la luz de la lámpara. —Oh, uh, en ese caso. ¿Puedo hablarte sólo un rápido segundo? Tratando de no suspirar fuertemente, Eva acercó las solapas de su abrigo de cachemira más cerca de su barbilla y abotonó el botón superior. —Dispara —dijo ella. —Es sólo… mi tarea. ¿Con los chefs? No me siento muy bien respecto a eso. Un dolor de cabeza amenazó con una lanza de dolor detrás del ojo derecho de Eva. —¿No? Él negó con su cabeza, las puntas puercoespín del cabello negro como el carbón agitándose en puntas. —Winslow Jones y yo… él es mi amigo. Tal vez más que amigo, y no me gusta utilizarlo para sacar información. —Son sólo chismes —señaló Eva —. Cosas que él te dirá de todas formas, probablemente. Y tú me las pasas, como siempre. No veo cómo es diferente de las cosas del pasado. Mantienes un oído en la tierra; es parte de lo te pago para hacer. Su cara se contorsionó. —Sí, por quién está dejando cuál restaurante, y quién está buscando chef adjunto, y quién tiene una pelea con su patrocinador. Esas cosas que tú quieres saber… es más personal. Siento como si estuviera rompiendo la confidencia, y no me gusta. —Es sólo por un poco más —Eva dijo, tratando de no rogar, pero Dios, el tiempo no podría ser peor, aquí—. Esta noche hablé con Cheney y le prometí que le tendríamos algo pronto. Estamos tan cerca a que las cosas televisivas funcionen, sólo necesito unas cuantas historias más
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para darle, ángulos para trabajar con los chefs mientras filman. Y una vez que los tengan, se sale de nuestras manos. Lo que sea que las cámaras agarren, lo agarran. —Lo sé, pero… —Drew jugueteó con el fleco de su bufanda de lana morada, luciendo inseguro. —No te estoy pidiendo que fabriques algo, Andrew —dijo ella. Es hora de un poco de amor rudo—. Sólo dame unos cuantos detalles más para que Cheney vea, y dejaremos a los chefs y su inherente habilidad para crear drama ocupándose del resto. —¡De acuerdo, está bien! —dijo Drew, con sus mejillas sonrojadas quemadas por el viento, o el frío. O tal vez frustración—. Dile a Cheney que el Equipo de la Costa Este presionó a Beck a abrirse sobre el trato que está entre él y Skye Gladwell, y resulta que se conocían. Hace mucho tiempo, como, hace diez años, en San Francisco. Win cree que tuvieron una relación, pero terminó porque… —Hizo una pausa inseguro. —Oh Dios mío, ¿qué? —chilló Eva. —No lo sé. Win no está seguro… —Drew… —¡De acuerdo! Él no sabe, pero creo que Becks pasó un tiempo en prisión. Y tal vez es por eso que Skye lo dejó. Ahí está. ¿Feliz? Me siento como una mierda. Un escalofrío bajó por la columna de Eva, estremecimientos picando sus brazos y piernas. Ella sabía que tenía que ser algo así. —No eres una mierda —dijo—. Esto no es, como algún profundo, oscuro impacto como un bebé secreto o un gemelo malvado o algo así. El tiempo en prisión es un asunto de registro público. El rostro de él se iluminó. —Entonces… hay otras maneras por las cuales te podrías haber enterado —dijo Drew—. No necesariamente porque yo chillé como una rata. —Exactamente. Escarba u poco más, ¿sí? Cáunto más detalles, mejor. Un sonido de golpe de dentro del auto hizo a Eva mirar a las ventanas tintadas, donde una mano visible golpeaba el vidrio.
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—Buen trabajo —dijo Eva, poniendo su mano en el picaporte de la puerta—. Esto es exactamente lo que Cheney estaba buscando. En verdad viniste a mí y no lo olvidaré. Ahora regresa al hotel y duerme un poco. ¿Seguro no quieres que te llevemos? Con un nervioso vistazo al auto, Drew se alejó, soplando entre sus manos enguantadas. —No, no, está bien. Me siento mejor sobre las cosas ahora. Gracias por escuchar. Voy a volver al Tiger, a ver si Win… si los otros todavía están afuera. Eva le dijo buenas noches y entró en el calor del auto, empujando a Claire por el amplio asiento trasero. —¿Qué fue eso? —Claire preguntó, irritada. —Perdón por mantenerte esperando, pero tuve un empleado con un inconveniente ataque de consciencia. No te preocupes, lo acallé. —Y ella se negaba a sentirse mal por ello. Claire alzó sus cejas en esa forma expresiva que siempre ha llevado a Eva a confesar la travesura juvenil en la que sea había metido en espera de obtener la atención de su padre. —Ya veo. Suena serio. —No tan serio como mi necesidad de regresar al hotel en algún momento de este siglo. ¿Oye, conductor? —Eva se inclinó y golpeó el divisor de privacidad—. ¿Conoce algún atajo hacia Gold Coast Arms? Hay un crujiente billete de cincuenta dólares si nos llevas en menos media de hora. Ella todavía tenía como cincuenta emails para responder que eran demasiado comprometedores para responder desde su iPhone, y tenía que asegurarse de que todo estaba listo para el desafío de la siguiente mañana, esos autos tenían que estar en espera frente al hotel a las seis en punto, o estarían atrasados todo el día, y el horario era tan ajustado… El auto se alejó del camino tan rápido que Eva fue volando hacia Claire, que la enderezo con un firme—: Ponte tu cinturón de seguridad. —Sí, Mamá —Eva se burló, buscando el arnés, pero junto a ella, las agraciadas extremidades de Claire se volvieron tensas.
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—¿Qué? —Eva dijo, intrigada—. ¿Qué dije? —Mamá —Claire respondió suavemente—. Tú nunca… no he escuchado eso de ti antes. —Fue sólo una broma. Ignórame, estoy balbuceando por el cansancio. Claire le dirigió una rápida mirada indescifrable. —Lo sé. Te ofrecí recogerte así podríamos tener tiempo para hablar pero tal vez deberíamos esperar hasta después. Intrigada, Eva se desabotonó su abrigo y se acomodó. —¿Hablar sobre qué? —¿Has pasado mucho tiempo con tu padre desde que llegó? —preguntó Claire. No estaba segura de si era un cambio de tema o el tema, pero Eva respondió con cautela. —Nooo… he estado un poco ocupada dirigiendo la competición por él. ¿Qué, se ha estado quejando de que lo ignoro? Porque el teléfono funciona de ambos lados, ya sabes. —Eso no es… no. Merde, esto es difícil. Ni siquiera sé cómo explicarlo. Moviéndose para mirar a Eva, Claire pasó ambas manos por su ondeado cabello caoba llevándolo hacia atrás de su rostro y exponiendo sus adorables y fuertes líneas de estructura ósea. —Eva. Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Te vi crecer. Tenía que ser agotador mantener sus emociones tan ridículamente en la superficie. Tragando el fuerte nudo en su garganta, Eva dijo—: Tú me ayudaste a crecer. El rostro de Claire se suavizó, con las líneas de tensión derritiéndose de las esquinas de sus ojos. —Es adorable escuchar eso. Siempre has sido importante para mí, en mi vida. Mucho más importante de lo que había supuesto, ¡la primera vez que te conocí! —Dios, era tan mocosa —Eva exclamó.
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—Eras una niña sin madre —Claire corrigió—. Y en muchas formas, sin padre también. Necesitabas guía y atención, cantidades copiosas de ambas. —Entonces, ¡nada ha cambiado en los últimos quince años! —Eva dijo radiante—. Y aunque descubrí otras maneras de llamar la atención que quería… Claire bufó, pero Eva lo ignoró, un creciente miedo pesando sus palabras así que cayó en el silencio del auto como rocas en agua profunda. Dios, ¿Claire estaba a punto de decir que tenía cáncer o algo parecido? —Todavía te necesito. No vas a… irte a otro lado, ¿verdad? La confusión arrugó las cejas de Claire, facilitando la compresión en el pecho de Eva inmediatamente. —¿A dónde iría? No. Escúchame, Eva. Es sobre tu padre. Su acento se volvió más fuerte, de la manera que siempre lo hacía cuando estaba molesta, y la caja torácica de Eva se apretó de nuevo. —Él ha pedido verme de nuevo. Darle otra oportunidad. —Eva pestañeó—. Espera. ¿Qué? Un espasmo de impaciencia cruzó el rostro de Claire. —Tu padre está interesado en mí. Románticamente. Y me gustaría saber qué piensas de eso. El desconcierto giró alrededor de Eva así que se sintió mareada. —Supongo que… ¿bien? Quiero decir, no. Espera. Es de mi padre de quien estamos hablando. Lo amo, pero no significa que no pueda ver que él estuvo mal contigo, antes. Incluso de niña… cuando rompiste con él, supe el por qué. No te culpé, incluso aunque quería que te quedaras con nosotros demasiado. Claire se estiró y agarró la mano de Eva, entrelazando sus dedos. Eva la presionó lo suficientemente fuerte que dolía cuando sus nudillos se rozaban, pero no quería soltarla. —¿Entonces crees delicadamente.
que
es
una
idea
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terrible?
—Claire
inquirió
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—No, es sólo… una sorpresa. Y no estoy segura de por qué me estás hablando sobre esto, ¿qué le dirás a mi padre? Y Claire, ¿qué pasa con Kane? Pensé que los dos estaban resolviendo las cosas. Retirando su mano, Claire se retiró dentro de sí misma. —Le dije a tu padre que necesitaba tiempo para pensar, y hablar contigo…. como es ahora, nuestra amistad me importa más que cualquier recuerdo cariñoso o un futuro potencial con Theo. Él aceptó eso. Y con Kane… Ella negó con su cabeza, mirando hacia afuera por la ventana tintada del auto acelerando, las luces de Chicago en un borrón detrás del vidrio ahumado. —Él es tan joven. Lo que sea que él piense que siente por mí ahora… no durará. No puede. —Kane tiene mi edad —Eva señaló—. Si yo encontrara el amor mañana, ¿me dirías que no me molestara con la relación, porque soy muy joven para saber lo que quiero? Ella esperó, con su aliento atrapado en su garganta, por la respuesta de Claire. Era tonto, cuánto le importaba, no había relación que ella tuviera para defender, porque no podía estarlo en este momento, y porque Danny una vez supiera lo que ella había hecho, la forma en la que le vendió su alma para mantener al Canal Cocina interesado…. ¡Detente! Es inútil. Estás haciendo lo que tienes que hacer, fin de la historia. Pero ella todavía retuvo su aliento hasta que Claire dijo, lenta y de manera reacia. —Depende. ¿Este amor que has encontrado es con alguien completamente inapropiado, extremadamente diferente a ti, y potencialmente dañino para tu carrera? Eva dejó escapar una risa frustrada. —En verdad, sí. —Entonces mi consejo es el mismo para mí misma. Piensa con tu cabeza, no con tu corazón. —Claire arqueó una ceja sardónicamente—. U otros órganos. El amor está muy bien, pero he trabajado demasiado duro para llegar a donde estoy ahora para comprometerme con una breve fantasía hormonal. Y te he visto trabajar igual de duro, para ganar la aprobación de tu padre y su confianza en ti. Estás a muy poco de lograr tu meta.
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—Lo sé —dijo Eva, sintiendo un cansancio adormecedor apoderándose de ella otra vez. Moviéndose en el asiento, inclinó su peso en la forma delgada y huesuda pero sin embargo confortante del hombro de Claire. —Tal vez no he crecido mucho desde la primera vez que me conociste —dijo Eva somnolientamente, con sus ojos cayendo. Ella bostezó fuertemente, algo en su mandíbula crujió. —¿Hmmm? —El brazo de Claire se movió para estabilizarla. —Es sólo que… sé que tienes razón. Lo entiendo, sobre sacrificarse y tomar decisiones y tener prioridades. Pero parte de mí todavía se aferra a la idea de que puedo tenerlo todo. Ella sintió a Claire volverse inmóvil contra ella, pero antes de que Eva pudiera levantarse para ver qué pasaba, Claire se había relajado de nuevo. —Quiero eso para ti, chérie —dijo con una nota de asombro en su voz— y lo quiero para mí. La última cosa de la que Eva estuvo consciente antes de caer en una profunda siesta sin sueño fue la fuerte línea de la mandíbula de Danny Lunden, la inesperada exuberancia de su boca, y el destello de fuego cada vez que la miraba sus ojos azul-grisáceos. Ella era Eva Jansen, maldición. Si alguien podía descifrar cómo tenerlo todo, era ella. *** El sonido de su móvil sacó a Kane de su sesión de aislamiento auto impuesto de dos horas con su guitarra. Había estado estancado durante los últimos días, pero esta noche sentía el movimiento de música en su cerebro, unos cuantos fragmentos de melodía y una pequeña frase matadora que sus dedos picaban por tocar, así que se rehusó a todas las ofertas de salir y se internó en su suite del hotel, con la señal de "NO MOLESTAR" en la puerta y su móvil programado para bloquear llamadas. Excepto las de su madre, y Claire Durand.
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Poniendo a Betsy cuidadosamente sobre la cama, Kane buscó a tientas en su mesita de noche por el teléfono vibrando y vio la pantalla antes de contestar. Con una sonrisa lo suficiente grande para hacerle daño a sus mejillas, él dijo: —¿Me extrañas? Él tuvo que agudizar su audición para escuchar su respuesta. —Kane. Necesitamos hablar. Su corazón se hundió. —¡Oh-oh! Hablar no es nuestra mejor condición. ¿Y por qué estás hablando tan bajito? —No quiero despertar a Eva —dijo Claire—. Finalmente está agarrando unos momentos de descanso muy bien merecidos y altamente necesitados. Pero ya casi estamos en el hotel, donde estoy segura que inmediatamente se sumergirá en el trabajo. —Ella es una máquina de poder —Kane estuvo de acuerdo. Sabía que Claire había estado preocupada por Eva; él había tenidos unos cuantos momentos de preocupación, preguntándose si debía decirle que se relajara antes de que se agotara. —¿Quieres que suba a tu suite? —No —Claire dijo, un poco demasiado rápido. Kane frunció el ceño mientras continuaba—. Si Eva trabaja esta noche, yo también. No soy tan joven y dinámica como ella, así que necesitaré un serio suministro de cafeína. ¿Te encuentras conmigo en Blue Smoke? Oh sí. Tiempo para su tradicional café de corazón a corazón. Simultáneamente calentó el corazón de Kane y lo asustó hasta la mierda que esta no-relación ya tuviera tradiciones. Él nunca había estado cómodo con lo predecible antes.
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Capítulo 26 Traducido por Akanet Corregido por Aldebarán
P
or supuesto, Claire no era exactamente predecible.
Kane llegó a la cafetería de veinticuatro horas esperando tener que discutir, una vez más, por los méritos de las cosas de su no-relación, esta vez, frente a los policías fuera de servicio y los jóvenes universitarios tirando a trasnochadores que eran los únicos otros clientes en el Blue Smoke alrededor de la medianoche un martes. Claire ya estaba allí, sentada en la misma mesa donde la había encontrado la primera vez… Dios, ¿fue tan sólo hace dos semanas? Parecía más tiempo. Noches de insomnio llenas de sexo caliente y salvaje le harían eso a su chico… con sus manos envueltas en torno a una taza del mismo tipo de café con leche, con bastante espuma de leche. Pero la mirada en su cara cuando él se deslizó en la cabina frente ella. Kane se detuvo y abrió sus ojos, necesitando absorber cada detalle, hacer una fotografía mental para sacarla más adelante en busca de inspiración. Su cabello caía sobre sus hombros, suave y sensual. Quería recorrer sus dedos a través de ello, sentir de nuevo lo resbaladizo y sedoso que era, oler su fragancia limpia de romero y menta. Estaba usando ese suéter que a él le gustaba, el que parecía cubierto de pelusa y cálido, con el color chocolate oscuro que hacía a sus ojos brillar y que su piel tome un tono dorado. Claire estaba hermosa, pero entonces, ella siempre era hermosa. Algo era diferente esta noche. —¿Querías verme? —Kane no se molestó en ocultar el grosor en su voz, el deseo pulsando a través de su cuerpo. Ella merecía saber lo mucho que la deseaba.
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—Para hablar contigo —dijo, el leve rubor que le subió a las mejillas diciéndole que ella sabía lo que estaba pensando. Kane sonrió, sintiendo la chispa de espíritu de lucha en su sangre. —Bien, así que hablar. ¿Qué es esta vez? ¿Soy demasiado joven? ¿Estás demasiado cansada del mundo y eres demasiado sabia? ¿Ese viejo, Theo Jansen, está tratando de seducirte? ¿Qué? Las manos de ella se sacudieron, salpicando café caliente sobre los lados de su taza. —¡Merde! ¡Oh, qué desastre! Clavado en el reservado por el peso de sus propias suposiciones, Kane no podía ni siquiera reunir las células del cerebro para tomar una servilleta de papel y ayudarla a limpiar. —Espera. ¿Jansen está tratando de seducirte? —Theo Jansen expresó su deseo de renovar nuestra relación romántica, sí. Ella tenía su cabeza agachada, los ojos sobre el montón de servilletas lentamente volviéndose marrones cubiertas de manchas, por lo que no podía leer su expresión. Él no lo necesitaba. Kane se inclinó hacia delante en un movimiento defensivo instintivo, pero ya era demasiado tarde. Su punto débil ya estaba expuesto, a la espera del cuchillo. —Vaya. Supongo que debería felicitarte por finalmente encontrar la excusa perfecta para deshacerte de mí. Ella alzó la cabeza, algo brilló a través de sus ojos demasiado rápido para que él lo entendiera. No es que pudiera ver mucho a través de la bruma de decepción aferrándose a su pecho y haciéndole difícil respirar. Aguántate, Slater, se dijo. Esto no es peor que la vez en que te golpearon en la cabeza con una botella vacía de cerveza en ese loco festival de música al aire libre, y te desmayaste, y tuviste que terminar el arreglo con una conmoción cerebral. Se sentía similar, sin embargo, mientras salía a la fuerza del reservado y poniéndose depie. Medio tambaleante y sintiéndose horrible.
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Hasta que sintió el agarre cálido de los delgados dedos de Claire alrededor de su muñeca. Bajó la mirada hacia sus manos durante un largo rato antes de mirar de nuevo hacia ella. Ahí estaba esa expresión de nuevo, ese rostro que no podía leer, y todo lo que podía hacer era tratar de no llorar. —¿Ahora qué? ¿Quieres lograr unos pocos golpes de gracia acerca de cómo soy demasiado joven para estar seguro de lo que quiero, y que voy a superarlo, y es lo mejor? —No —dijo—. Porque no quiero que lo superes. Quiero creer que estás seguro de lo que quieres, y que lo que es mejor para ambos es dejar de luchar contra este... lo que sea que haya entre nosotros. Y ver a dónde conduce. De repente, esa mirada en su rostro tenía más sentido. Era la misma mirada que veía en el espejo cada mañana desde que la había conocido hacía tres meses en Nueva York. Era esperanza. Y miedo, también, con un poco de impaciencia agregada, porque era Claire, pero aun así. Sobre todo esperanza. El pecho de Kane ardía y se sentía tan conectado como si hubiera inhalado dos cafés expresos dobles seguidos. Volvió a sentarse, pero Claire no soltó su muñeca. —¿Lo dices en serio? —Kane estaba haciendo un gesto de dolor antes de que las palabras estuvieran fuera de su boca. ¿Acaso podía ser más imbécil? Pero la voz de Claire era suave cuando dijo—: Lo hago. Un muy querido amigo me recordó una promesa que una vez me hice para no conformarme con nada menos que todo lo que quiero y merezco en la vida. Ahogado por la emoción, Kane forzó una sonrisa. —¿Qué tipo de mierda traviesa hiciste en tu vida pasada para merecerme en esta? Echando la cabeza atrás, Claire se echó a reír, esa sonrisa con la boca muy abierta de la que Kane amaba ser la causa. En este caso, podía
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decir que era por lo menos en parte de alivio, la tensión y el miedo de los últimos momentos saltando saliendo de ella. Sin poder evitarlo, él le devolvió la sonrisa. Quería señalar que su temor era totalmente injustificado. Que él había sido de ella durante mucho tiempo, tal vez incluso desde antes de que se conocieran. Pero él no quería sacudir el precario equilibrio que había logrado finalmente alcanzar, por lo que mantuvo su boca cerrada y comenzó a escribir letras de canciones en su cabeza, mientras el mundo entero se volvía música a su alrededor. *** Danny no podía dormir. No era que no estuviera cansado, el constante estado de entusiasmo y la excitación nerviosa por estar fuera de su rutina normal tenía su efecto. Había estado durmiendo más profundamente, más sonoramente, durante más horas desde que llegó a Chicago de lo que lo había hecho desde que era un adolescente. Incluso ahora, el sueño tiraba de sus miembros, haciéndolos hundirse en las sabanas mientras se sacudía y daba la vuelta, pero su mente no haría lo que se suponía que hiciera. Tirando su almohada sobre su rostro, Danny gimió con frustración. No era nada más fuerte que el chirrido de protesta y el crujido de los resortes de la cama extraíble cada vez que se movía, pero todavía parecía perturbar a Winslow. Bajando la almohada, Danny miró a través de la oscuridad de la habitación del hotel a la cama de Win. Hubo algunas respiraciones ruidosas seguidas de un suspiro, mientras Winslow se dejaba caer sobre su estómago y se volvía a dormir. Afortunado hijo de puta. Todo lo que Danny parecía poder hacer era estar despierto sobre su delgado colchón, todo abultado donde la espiral de su escondite golpeaba hacia arriba, y pensaba una y otra vez en Eva Jansen. Él todavía no estaba cien por ciento seguro de que parte de su conversación la había enojado, pero Danny sabía a ciencia cierta una
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cosa, ¿ser comparado con todos los hombres en el pasado de Eva que la habían decepcionado? No era una de sus cosas favoritas. No era justo, sin embargo, que ella lograra rechazarlo por estar en desacuerdo con ella, y sin ofrecerle ningún tipo de contra-argumento por sí misma. Todavía pensaba que tenía razón, ¡maldita sea! Lo mismo ocurrió con la cocina en la televisión como cuando empezaron a emitir los partidos de fútbol, cronometrándolos por los anuncios y haciéndose los tontos con los patrocinadores, todo el corazón y el alma y la inmediatez estaban perdidos. Cuando la televisión se involucraba, los cocineros comenzaban a preocuparse más por las calificaciones que por su comida, y eso apestaba. Las palabras temblaron en su lengua, prácticamente quemando su boca con la necesidad de salir de allí y estar frente a Eva, demostrándole que estaba equivocada. Deseaba haber tenido la oportunidad de decirle todo eso a ella, y oírla farfullando y tratando de salir con algunas de sus respuestas razonables que no eran más que tonterías. Danny miró los números verdes brillando en el reloj despertador de la mesita de noche entre las camas de Win y Beck. Tres de la mañana. Todos los involucrados en la competición probablemente estaban dormidos profundamente. Qué era exactamente lo que Danny debería hacer, excepto por este ciclo de un argumento atravesando su estúpido cerebro hablador. Quince minutos más tarde, él estaba andando majestuosamente a través del vestíbulo vacío del Hotel Gold Coast en sudadera y una camiseta raída con el aplique agrietado, y desvanecido de la cara del Chef Sueco de los Muppets sonriendo desde su pecho. —¿Disculpe? —Danny vaciló sólo por un segundo antes de tocar la campanilla plateada en el mostrador de la recepción. Una chica joven con gafas de montura de carey, vestida con el uniforme de Gold Coast, asomó su cabeza desde la habitación detrás del escritorio.
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—¡Lo siento, señor! Sólo estaba encargándome de algunos archivos. ¿Qué puedo hacer por usted? Medio bostezó y Danny contuvo una sonrisa. Tenía la sensación de que archivar era sinónimo de dormir aquí en el turno de noche. —No es ningún problema —le aseguró—. Sólo espero que me puedas ayudar a encontrar a alguien. Su rostro se volvió cauteloso. —Si tienes el número de la habitación del huésped, puedo comunicarlo, señor. —Eso está bien, ya he comprobado en su habitación. No responde. —Tal vez el huésped está dormido. Apoyado en el mostrador, Danny fingió que no oía la indirecta bastante clara en el tono de la pequeña recepcionista. —No lo creo. Mira, ésta huésped en particular está a cargo de la competición Rising Star Chef, y apostaría a que está por aquí en alguna parte, todavía trabajando. Con los ojos descendiendo a la caricatura estampada en la camiseta de Danny, la recepcionista no dijo—: ¡Oh! Usted es uno de los chefs. ¿Está buscando la señorita Jansen? Ella me dijo que siempre fuera a buscarla si alguno de los concursantes de RSC necesitaba algo. Danny le sonrió. —¡Perfecto! ¿Sabe dónde está ella? La recepcionista, en cuya etiqueta de nombre se leía Cindy, parecía destrozada. —Se supone que no debo dejar la recepción. Supongo que... usted probablemente sabe dónde está la cocina, ¿no? La cocina. Por supuesto. Dándole a Cindy otra sonrisa tranquilizadora, dijo—: ¿No te preocupes por ello. Sólo voy a ir a verificarla, ver si necesita ayuda con alguna cosa. Puedo encontrar el camino hasta la planta baja. Obtuvo una sonrisa de agradecimiento y una pequeña indicación con la mano para enviarlo de camino a los ascensores. Cindy parecía una buena niña, se preguntaba si era una práctica común en los hoteles programar a mujeres jóvenes para trabajar el turno de noches
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solitarias. No parecía seguro. Tal vez debería hablar con alguien acerca de ello. Pensando si Eva, con sus conexiones VIP, podría conocer a la persona adecuada Danny salió del ascensor y entro de la cocina de la competencia, que estaba iluminada con tanta intensidad como si se tratara de un estudio de televisión. Miró hacia el frente de la habitación y, de hecho, ya había cuatro o cinco cámaras erizadas desde esa esquina, las lentes hacia abajo y negras, como serpientes durmiendo esperando para golpear. Sacudiendo su cabeza, sintiendo la molestia y justa indignación que lo había mantenido despierto durante horas viniendo precipitadamente de nuevo, Danny puso sus manos en sus caderas e inspeccionó la cocina. Estaba completamente vacía. Una mesa adicional había sido establecida en la parte delantera de la habitación, y estaba cubierta con un mantel blanco. Tenía que tener algo que ver con el próximo desafío, y Danny se resistió a la tentación de echar un vistazo. Deliberadamente desviando su mirada, deambulo más adentro en la cocina, metiendo su cabeza en la cámara frigorífica, tenía cerraduras a prueba de fallos para que nadie pudiera quedarse atrapado dentro por accidente, pero ya sabes, sólo por si acaso, y gritó—: ¿Hola? ¿Eva? Tal vez se había ido a la cama después de todo, tal vez estaba dormida en su habitación como una persona normal. O tal vez había estado despierta en su habitación, pero lo había visto a través de la mirilla y decidió no abrir la puerta. Tal vez… Un crujido atrajo los pasos de Danny en torno a la esquina hacia la despensa de productos secos. Abrió la puerta de un empujón con el lado de la palma de su mano y miró hacia el interior, su corazón volviéndose blando y pegajoso como la masa brioche por lo que vio. Había encontrado a Eva. Estaba dormida, su delicioso y pequeño trasero apoyado en una tina de plástico volcada, la mitad superior de su cuerpo recostado torpemente contra los altos estantes de alambre tejido que sostienen los contenedores de azúcar, sal y diferentes tipos de harina. Un portapapeles estaba metido en su regazo, pero su pluma había caído al suelo.
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Estaba más pálida que la caja de azúcar detrás de su cabeza, y había sombras moradas como hematomas bajo sus ojos, duras y dramáticas contra su blanca piel. Danny vaciló. ¿Debería dejarla dormir? Si la despertaba ahora, probablemente sólo trataría de volver a trabajar, y ella claramente necesitaba el descanso. Pero eso no podía ser más cómodo, esa posición en la que ella se había puesto. No sería capaz de dormir por mucho tiempo, acurrucada así, de todos modos. Y cuando se despertara, tendría un calambre monstruoso en su cuello. Con la decisión tomada, Danny entró en la despensa y se agachó a su lado.
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Capítulo 27 Traducido por LizC Corregido por La BoHeMiK
—¿E
va? —Mantuvo su voz baja, con la esperanza de no asustarla demasiado, pero ella se sacudió al despertarse como si la hubiera pinchado.
—¿Qué? —Parpadeó lentamente, entornando los ojos contra la luz y relamiéndose los labios de una manera inocentemente desconcierta que hizo a Danny preguntarse cómo había sido cuando era una niña pequeña. —Te quedaste dormida en la cocina —le dijo, mirando hacia abajo en el portapapeles que todavía sujetaba en una de sus manos—. ¿Haciendo el inventario? Caray, Eva. ¿No tienes personas que hagan eso por ti? ¿Qué sentido tenia ser rico y poderoso si todavía tenías que hacer el trabajo sucio tú mismo? Sacudiendo la cabeza como para borrar el sueño de su cerebro, dijo—: La tengo. Pero hice un cambio de último minuto para el reto, y ya había enviado a todos los demás a la cama. Sólo tenía que comprobar algunas cosas —Frunciendo el ceño hacia abajo, a sí misma y pasando la palma de su mano sobre la falda arrugada y doblada por la forma en que había estado sentada, dijo—: Sólo me senté un segundo. No puedo creer que me quedara dormida. Danny contuvo valerosamente un ruido muy grosero, del tipo que le habría ganado una bofetada por parte de su madre en la parte posterior de la cabeza. —Eva. Vamos, has estado trabajando a toda marcha los últimos tres días. Tienes que dormir.
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Arrugando la cara en negación, dijo—: ¡Tengo que terminar esto! El siguiente reto es en… ¿qué? —Ella miró su reloj y se quejó—. Dios. En cuatro horas. —Y todo está listo —dijo Danny—. Vi la mesa enfrente. Tus planes están hechos, las piezas están en su lugar. Lo que sea que estés revisando, sólo déjalo ir. —Así que, si no hay suficiente Sal Maldon mañana para todos, simplemente voy a encogerme de hombros y decir: Oh, bueno, apesta ser tú, pero necesitaba una siesta ¿No? —Cualquier cocinero que no pueda encontrar un sustituto a la sal de mar se merece lo que reciba —dijo Danny con firmeza—. Parte de la competición se trata de pensar en frío, ¿verdad? —Cierto —dijo Eva, arrastrando la palabra con tristeza—. Estoy muy cansada y es en cierto modo ridículamente tarde. Lo que… oye, ¿qué estás haciendo aquí? ¡Deberías estar descansando antes del próximo reto! Es uno grande, sabes. El que va a decidir cuáles son los tres equipos que van a llegar a la ronda final en San Francisco. —En realidad, vine hasta aquí para pelear contigo —dijo Danny, riendo. Cualquier resentimiento y enojo persistente que había estado hirviendo debajo de su piel se evaporó al momento en que la vio—. O, más exactamente, a retomar en donde lo dejamos. —¿Lo de la televisión otra vez? Supongo que viste las cámaras por ahí. —Pareció por un instante culpable, con sus ojos alejándose de su cara. —Sí. Todas configuradas y listas para capturar todos los matices de nuestras expresiones faciales mientras cocinamos. Burlándote de manera apacible, pensó Danny… apenas el comentario mordaz se había trazado en su cabeza; mientras que se balanceaba alrededor en ese instrumento de tortura conocido también como un nido de cama, pero la expresión de Eva se ajustó en una de desafío. —No se trata de eso. Y si no fueras tan ridículamente anticuado, conservador e ignorante, como si pensaras que la cámara va a robarte el alma o algo así, serías capaz de ver eso. Danny se puso de pie y le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
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—Te burlas, pero eso es casi exactamente lo que pienso. Tener esas cámaras en la sala, cambia las cosas. Cambia el enfoque de la comida a los cocineros. —¡Pero eso es lo que quiero! —Eva golpeó su mano y se tambaleó con sus pies por sí sola—. Esta competición en general consiste en destacar los jóvenes chef en ascenso y venideros así como su talento. Llevarles el reconocimiento y el respeto del público creciente por las artes culinarias. ¿Cómo puedo hacer eso si nadie sabe sobre la competición excepto las personas que ya están arraigadas en el mundo de los restaurantes? Eso... en realidad tenía sentido. —Está bien, pero va a estar en el Canal de Cocina. Las personas que ven eso, ¿no están ya montados en el impresionante tren de los chefs? —Algunos de ellos —admitió Eva, inclinándose para agarrar su pluma estilográfica de lujo en el piso—. Pero muchas son personas que pasan a disfrutar de la comida como entretenimiento. —Aficionados de la comida —dijo Danny, incapaz de mantener el disgusto fuera de su voz—. La comida no debería ser un deporte para espectadores. —¿Por qué no? —argumentó Eva, el color inundando sus mejillas y sustituyendo la preocupante palidez de unos minutos antes—. No todo el mundo puede ser un gran cocinero, Danny. Pero a todo el mundo le gusta comer. —En primer lugar, esa es una tontería. Si puedes leer una receta, puedes cocinar. En segundo lugar, ¡deja de pelear conmigo! —¡Has venido hasta aquí para pelear conmigo! Sólo te estoy dando lo que quieres. Él la miró, ruborizada y jadeante, sus ojos grises brillando como estrellas con el fervor de lo que estaba diciendo. —Una pelea no es lo que quiero de ti —dijo Danny. Apenas reconoció su propia voz, en un tono tan bajo, pero no podía hacer nada al respecto. Se tambaleó sobre sus pies, tal vez en parte por el cansancio, pero al menos la mitad de ello era el mismo deseo que Danny sentía de estar
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más cerca. Esto no era justo. Su resistencia se redujo, era de media noche, ambos estaban trabajando sin dormir y días de deseo frustrado, insatisfechos. Si algo pasaba entre ellos ahora mismo... ¿incluso contaría? Sí. Lo haría. Maldiciendo a todos, desde sus padres por inculcarle tal código inflexible de moral, así mismo por ser incapaz de permanecer lejos de Eva Jansen de una maldita vez, Danny se volvió y salió de la despensa. Dejarla allí fue lo más difícil que jamás había hecho. Pero cuando ella lo siguió fuera de la despensa unos segundos más tarde, la conexión magnética se había roto, al menos por el momento, y Danny podía respirar de nuevo sin tener que buscar en cada inhalación el rastro de su aroma. —Así que, quieres que los aficionados a la comida de todo el mundo sepan acerca de la RSC. Lo entiendo. Quiero decir, no lo entiendo, comprendo, pero... —No, no lo haces —El cansancio lento y vacilante de sus palabras hizo detener a Danny—. Los aficionados de la comida no son las únicas personas que ven el Canal de Cocina. Grandes patrocinadores lo ven también y prestan atención a lo que los espectadores desean. Las principales empresas de electrodomésticos, marca de fabricantes de ollas y sartenes, incluso compañías de viajes relacionadas como aerolíneas y cadenas de hoteles, todos ellos tienen dinero para gastar en los patrocinios, con la esperanza de vincular su marca a lo que sea que es más interesante, lo más popular. —¿Todo es cuestión de dinero? —Se burló Danny—. Eso no me hace más emocionado por ello. —Eso es porque trabajas para tu familia en un negocio que ha pasado de generación en generación, con un inmenso sistema de apoyo ya existente —dijo Eva, la pasión seguía calentando sus mejillas—. Hay restaurantes en donde los chefs están haciendo un trabajo increíble, experimentando, jugando y creando nuevas técnicas, pero los lugares son pequeños, apenas están comenzando, y los chefs no tienen el dinero para cerrar durante la duración de la RSC. ¿Sabes la cantidad de talento que salen perdiendo, simplemente porque los cocineros no pueden darse el lujo de colgar sus sombreros en el aro?
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—Nunca lo pensé de esa manera. —¿Por qué habrías de hacerlo? No es tu trabajo ver el panorama completo. Es mío. Mientras más grande y mejor financiada sea la competición, más chefs podemos ayudar a intentarlo. La RSC no debería ser una competición entre la parte superior del quince por ciento de los restaurantes; los solventes que tienen un gran personal suficiente para cubrir la ausencia de sus chefs en la competición. Debería ser para todos. Danny respiró tranquilamente y sintió que todo el mundo se reorganizaba a su alrededor. Todo parecía diferente, desde las cámaras, a la mesa cubierta de tela, a Eva de pie derecha y erguida delante de él. Aunque tambaleante y cansada, le quitó el aliento. Y no era sólo sus exóticamente sesgados ojos grises o el impertinente arco de sus labios de color rosa o las curvas diabólicamente distractoras de su cuerpo ágil y esbelto. Era su corazón inesperadamente generoso lo que lo tomó por sorpresa y lo dejó sin habla con una emoción que no podía ponerle un nombre aún si lo intentaba. Eva se balanceó de un pie adolorido al otro. —¿Qué? —preguntó ella. Él se quedó allí, mirándola fijamente. —Eres realmente una buena persona —dijo, como si se tratara de una revelación importante. Molesta, Eva se puso el cabello tras la oreja y se fue a recoger sus cosas de la mesa en la que las había tirado cuando regresó de The Blind Tiger. —No te dejes llevar. Es un buen negocio para incluir tantos chefs con talento como sea posible. Su cara se puso todo a sabiendas y petulante. —Claro que lo es. Y supongo que también es un buen negocio para ponerte a correr por el lugar tratando de hacer seis diferentes puestos de trabajo, en lugar de dejar que alguien te ayude.
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Eva apretó los molares juntos para evitar escupir algo acerca de no necesitar ningún tipo de ayuda, al igual que un niño histérico. ¡Mi hacerlo, mi hacerlo! Solía gritar una Eva de dos años de edad, de acuerdo a su padre, cada vez que alguien trataba de atarle los zapatos ella misma. Afortunadamente había crecido un poco desde entonces. —Tengo un montón de ayuda —dijo con cautela—. Sin embargo, esta competición es un evento grande difícil de manejar, con un montón de piezas y partes en movimiento. —Entonces delega un poco a ese ayudante tuyo. —Drew tiene sus propias tareas —acertó a decir, sin escupir que uno de ellos era llevar la cuenta de los rumores sobre los chef concursantes. —Eva. Suspiró Danny, pasándose una mano por la mandíbula sin afeitar y devuelta a su cuello. Eva trató de no imaginar la forma en que los vellos cortos y sedosos de allí picaban contra la punta de sus dedos, trató de no desear que su mano estuviera allí en su lugar, corriendo a través de su cabello y friccionando la tensión de su cuello. —No puedo creer que hayas venido hasta aquí —dijo—, todo indignado y dispuesto a leerme la cartilla sobre la comida en televisión y entonces, cuando finalmente me las arreglo para explicar mi posición al respecto, ¡empiezas otra pelea sobre mis hábitos de trabajo! ¿Qué pasa contigo? ¿No podemos estar juntos, así que vas a darme lata hasta la muerte en venganza? —No te estoy dando lata —protestó Danny, pareciendo honestamente insultado—. Y es posible que tengas un punto sobre la cosa de la televisión, pero tengo un punto sobre el que trabajas demasiado duro. Por lo menos admite eso. Eva escondió una sonrisa. Era demasiado divertido agitar sus plumas. Levantó su pulgar e índice, y los apretó alrededor de un centímetro de distancia. —Tal vez un pequeño punto. Pero Danny, en serio. No hay nada más que pueda hacer.
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—Tiene que haber alguien... Eva echó la correa de su bolso en el hombro y trabajó por mantener la cruda envidia de su voz. —Sé que tienes personas en las que puedes apoyarte y tu equipo te tiene a ti. No es así para mí, Danny. No hay nadie. —Eso es una mierda —dijo escuetamente. —Supongo. Pero esa es la vida que elegí. No tengo miedo de trabajar duro, y tengo metas. —Se encogió de hombros, el movimiento desencadenó una explosión de dolor en sus músculos cansados y sobrecargados de trabajo. La inhalación aguda de Danny le dijo que captó su mueca involuntaria de dolor. Ella cerró los ojos contra la ira oscureciendo su rostro. —Hay una diferencia entre el trabajo duro y el trabajo que te está matando lentamente —dijo él intensamente, su voz de repente viniendo directamente a su lado. Puso sus manos sobre sus hombros y suspiró mientras sus dedos fuertes tantearon los nudos apretados allí. Eva gimió, casi tambaleándose bajo la presión de sus manos mientras él amasaba sus músculos como masa de pan. —Es sólo por unas pocas semanas más —jadeó—. Puedo hacerlo. —No sin ayuda —dijo Danny, su aliento tan cálido y suave contra su cabello. Sus manos quemaban a través del material delgado y ceñido de su vestido, el calor disipándose en sus músculos y relajándola mejor que un baño de burbujas y una copa de vino. Casi gimiendo, Eva echó la cabeza hacia adelante para descansar contra su amplio pecho, sólo por un momento. Sus ojos se cerraron a la deriva. —Sin ayuda —dijo arrastrando las palabras, su mente girando de nuevo a la conversación con Claire. Opciones. Lo que ella merecía—. Quiero hacerlo todo, para así poder tenerlo todo. —Está bien. Lo que dices no tiene mucho sentido. Creo que es hora de dormir.
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Eva se acurrucó más de cerca, envolviendo un brazo alrededor de su dura cintura magra. —Mmmm, sí. Llévame a la cama. La risa de Danny sonaba dolorosa, con su pecho vibrando en contra de ella. —Dios. No estás haciendo que ser bueno sea fácil, ¿lo sabías? —Pero lo serás, de todos modos —murmuró ella medio decepcionada y medio contenta. Había algo sólido y tranquilizador en el hecho de que ella lo conocía tan bien. Confiaba en él, no para aprovecharse de este momento de debilidad. —Sí —gruñó él con tristeza—. Creo que lo haré. Vamos, pastelito, vamos a subir las escaleras. Cuando Danny pasó un brazo por sus hombros y medio la llevó, medio la cargó hasta el ático, Eva enterró su rostro en su cálido cuello y respiró hondo, más feliz de lo que había sido en días. Todo estaba funcionando. Ella estaba tan cerca, a escasos centímetros de distancia de todo lo que siempre había querido… y con los brazos de Danny alrededor de ella, tenía que preguntar. ¿Algo de esto importaría, si no lo tuviera a él? Antes de que lo pudiera reconsiderar, antes de que sus nervios consiguieran revolotear a la vida y ahogarla en el silencio, Eva espetó—: Después de la competición. Una vez que la RSC termine, ¿podemos...? Él se detuvo, mirando hacia ella con evidente sorpresa. Haciendo de tripas su coraje, Eva afianzó su boca y levantó la barbilla. —Quiero saber adónde puede ir esto. Una lenta sonrisa se extendió en su rostro, iluminando aquellos ojos como fuegos artificiales. —¿Sí? Yo también.
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Y eso fue todo. Él la sostuvo más de cerca, la mantuvo a salvo a su lado todo el camino hasta su suite y Eva se sintió como si estuviera flotando a lo largo del hotel. No era tanto como un compromiso, lo sabía, era vago, indeterminado, dejando mucho margen de maniobra. Pero era más de un compromiso de lo que nunca había conseguido ofrecer a ninguna persona antes, ¿y el hecho de que Danny parecía sentirse de la misma manera? Bueno. Eso fue más que la guinda del pastel. Esa fue la guinda, el relleno cremoso, el pastel, y el plato en el que estaba asentado. Era todo.
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Capítulo 28 Traducido por dark&rose Corregido por La BoHeMiK
D
anny se despertó a la mañana siguiente con la energía de un hombre que había dormido el sueño justo para unas buenas... dos, tal vez incluso dos horas y media.
Hubiera estado más, pero cuando finalmente volvió a caer en la cama, estaba duro como una piedra por la sensualidad dormida de Eva presionada a lo largo de su costado, apoyándose con confianza en él y dejándole moverse por su habitación y meterla bajo sus mantas. En serio, cuando regresaran a Nueva York, Danny iba a dirigirse directamente a La Virgen y pediría la santidad. Todavía no podía creer que hubiera logrado reunir la fortaleza interior para despojar a Eva de su sexy atuendo ejecutivo, meterla en la cama, y después simplemente... irse. ¡Santo jodido Danny, patrón de los chefs cachondos y abnegados! Pero de alguna manera, mientras la alarma sonaba para despertarles y Winslow se quejaba de camino a la ducha, Danny se sintió con más energía de las que había tenido en días. Descansado, fresco y listo para cocinar con todo su corazón. Quitándose las mantas de encima, golpeó la puerta del baño, con el vapor escapándose ya a través de la abertura, y gritó—: Toc Toc, Winslow. Tengo algo que quiero hacer antes de que nos reunamos todos abajo para la gran revelación. Sólo quería comprobar a Eva, asegurarse de que estaba bien después de su pasada noche. Nada de eso les metería en problemas. Pero no podía dejar de pensar en cómo se sentía sobre que no tenía a nadie a quien recurrir cuando necesitaba ayuda. Danny quería que ella supiera que no era cierto.
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Ella lo tenía a él. Y parte de él se preguntaba si ella incluso recordaría el último retazo de conversación; la parte donde había ido de frente y le había dicho que quería volver a verlo cuando regresaran a Nueva York. Había estado bastante fuera de si, así que no iba a tener esperanzas sobre eso. Sin embargo, el hecho de que ella lo hubiera dicho, que hubiera sentido ese anhelo, aunque fuera por un breve momento... hizo que Danny tuviera el doble de ganas de verla esta mañana. El grifo de la ducha se apagó. —Voy tan rápido como me es posible. ¿Crees que esta magnificencia ocurre sin más? Se necesita tiempo para tener tan buena apariencia. Danny suspiró. —Está bien, pero me pido el segundo para la ducha. Apareciendo en la puerta con una toalla envuelta alrededor de sus caderas delgadas y otra arremolinada en un turbante en la cabeza, Win dijo: —Entonces, ¿Cuál es este recado que quieres hacer? ¿Es algo relacionado con la misión que te llevó a fuera de nuestra habitación en el medio de la noche de ayer? Mierda. —Lo siento, te desperté —murmuró Danny, empujando a Winslow y aspirando el aire brumoso y húmedo del cuarto de baño. —No importa —Winslow se encogió de hombros, siguiéndole al interior del baño. Cuando Danny se detuvo antes de quitarse la ropa y entrar en la ducha, Win puso sus ojos en blanco y le dio la espalda ostentosamente—. No tienes nada que no haya visto antes. De cerca y muy personal. Pero te prometo no mirar. Sintiéndose avergonzado, Danny se deshizo de sus pantalones y deliberadamente sin prisas para ponerse detrás del vidrio esmerilado de la ducha. —Lo siento.
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—Ustedes muchachos pudorosos. Así que un cuerpo tímido. No es que tengas algo de qué avergonzarte. Sexy —dijo Winslow. Sonaba divertido, así que Danny se relajó y giró el grifo del agua caliente, disfrutando durante un buen rato de la caída de agua hirviendo sobre sus hombros desnudos. Trató de mantener sus manos fuera de la corriente; ellas estaban curadas en su mayoría, pero el calor directo picaba todavía. —¿Qué puedo decir? No todos podemos ser tan guapos como tú —bromeó. —Mmm. Es cierto. Y la adulación no me distraerá de mi pregunta. ¿Qué pasa contigo, Daniel? ¿Encontraste una amiga y su madre está caliente; que de alguna manera tienes que mantener en secreto al resto de nosotros? Danny se raspó el codo con el plato de porcelana del jabón que sobresalía y maldijo cuando el dolor que punzaba hacia arriba, a su antebrazo. —Tomaré eso como un sí —dijo Win, su voz sonaba extraña y distorsionada hasta que Danny se dio cuenta de que estaba hablando y afeitándose, al mismo tiempo—. Está bien, mantén tus secretos. No tienes que sacarlos a la luz. Incluso te obsequiaré un buen chisme. Como, por ejemplo... agárrate. Hubo una pausa, mientras que Danny se echaba un chorro de champú en el pelo y se lo frotaba haciendo espuma. Sonó como si la puerta del baño se abriera y cerrara, entonces la ventilación se encendió encima de la cabeza de Danny, absorbiendo el vapor y asentándose una capa de zumbido de ruido en la ducha. —Escuché —confió Winslow, en un susurro—, algo muy interesante acerca de nuestro misterioso Henry Beck. Danny gimió y se enjuagó la boca, empujando su cara en el agua. —No será otra salvaje teoría sobre que Beck es un asesino del Mossad23 o algo así. —No, éste es de fiar. —Winslow parecía demasiado entusiasmado. Mossad: Es una de las agencias de inteligencia encubierta, de espionaje y contraterrorismo de Israel. 23
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Danny frunció el ceño. —¿Dónde lo has oído? Y Win, en serio. No esta bien, ir a hurgar en el pasado de Beck. Si él quiere que sepas quién es y de dónde viene, te lo dirá. —Yo no fui, lo juro. Pero escucha esto, Danny. Esa cosa sobre el Mossad no era del todo equivocado ¡Beck estuvo en el ejército! O la marina, en realidad, pero no como un SEAL24 o un asesino. Danny parpadeó para quitarse el agua de sus ojos. Eso tenía algo de sentido. Algunas de las cosas que Beck había dicho en los últimos meses, las cosas que sabía, la forma en que cocinaba... —Pero eso no es siquiera la parte más jugosa —canturreó Win. —Dios. ¿Quiero escuchar esto? —Danny cerró la llave del agua y abrió la puerta de la ducha para buscar a tientas una toalla. La gruesa felpa se dejó caer en su mano, Danny soltó un gruñido de agradecimiento, limpiándose la cara y abriendo los ojos para ver a Winslow, ahora vestido, casi levitando con alegría reprimida. —Tu mente quiere oír esto, hombre, porque explica demasiado. Como, todo lo que ha pasado desde que llegamos aquí, prácticamente. Quiero decir, todos nos figuramos que Beck debe haber conocido a la chica predilecta de la Costa Este, Skye Gladwell, antes, ¿verdad? Está claro. Nadie se enfrenta a un hombre tan duro como él, que se enfrentó a ese Ryan Larousse a menos que haya algo profundamente personal ocurriendo. —Está bien, es cierto —reconoció Danny, frotándose con fuerza en seco y haciéndose un kilt con la toalla antes de salir de la ducha. —Pensé bueno, tal vez él le quitó las espinas una vez. Ella es linda, si te gustan esas personas ecologistas, adoradores de la Madre Tierra y ya sabes, las tetonas. —Te has pasado, Chef —le advirtió Danny, tratando de no sonreír—. ¿Qué crees que Beck haría si te oyera hablar de esa manera? —Beck no puede oírme —dijo Winslow—, o no lo haría. Porque estaría demasiado asustado por mi jodida vida. Hombre, porque Beck pierde el control cuando se trata de Skye Gladwell. ¿Y quieres saber por qué? SEAL: Los equipos Mar, Aire y Tierra de la Armada de los Estados Unidos o SEAL, son la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos. 24
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—Salieron —Adivinó Danny, dirigiéndose a la pileta y a su cepillo de dientes. Winslow apareció en el espejo detrás de él, sus ojos verdes brillando de alegría. —Mucho mejor que eso. Estuvieron casados. Danny casi se atragantó con su cepillo de dientes, con la espuma de menta obstruyendo la tráquea mientras inhalaba profundamente. Su mirada voló hacia la sonrisa reflejada de Winslow. —¡Sal de aquí! Y ningún comentario acerca de mi reflejo apunto de atragantarse, por favor. —No eres divertido. Y, oh sí, nena. Casado —Winslow asintió con la cabeza vigorosamente—. ¿Pero quieres oír lo mejor? —¿De verdad me estás ofreciendo una opción? —preguntó Danny, escupiendo pasta de dientes en el lavabo, pero era retórico en este momento. Tenía que saberlo todo, para que lograra prepararse para lo que sea que pudiera golpear al equipo. Winslow apoyó su cuerpo enérgico casi inmóvil, por una vez. —Se separaron, pero nunca se divorció. Danny se volvió hacia Win, con su corazón palpitando peligrosamente. Esto era increíble. —¿Quieres decir... —Eso es correcto —dijo Winslow seriamente—. Beck y Skye Gladwell aún están casados. ¡Santo Cielo! El cerebro de Danny no quiso calcular las muchas formas en que esta nueva información deletreaba desastre para su equipo. —¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? —¡Registro público! Lo averiguamos en internet. Y deja de tratar de esquivar el tema. Ahora que te he dicho lo mío —dijo Winslow, meneando las cejas sugestivamente—, tienes que enseñarme lo tuyo.
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Completamente distraído, Danny cogió su navaja de afeitar y lo miró por un momento. No. Demasiado peligroso. Se habría cortado su propia garganta, por la forma en cómo iban las cosas hoy. Arrojándola de nuevo al mostrador, dijo—: ¿Enseñarte el qué? Win hizo un ruido de impaciencia. —¡Vamos! Suéltalo. O ni siquiera eso, sólo confírmalo, porque tengo una teoría. —Por supuesto que sí —gimió Danny—. Escucha, Win, no quiero… —Es Eva Jansen, ¿no es así? —Winslow señaló triunfalmente al techo, como un detective de dibujos animados con un momento de ¡ajá! Danny sabía que no había logrado ocultar por completo su mueca de dolor cuando la cegadora sonrisa blanca de Winslow se extendió por su cara. —Bueno, sí. Tenía algo con Eva antes de que la competición comenzara realmente. Nada grave y se acabó. ¿Por qué ambas partes de esa última frase, le hacían sentirse como un mentiroso? —¡Lo sabía! —Winslow juntó las manos como un niño pequeño en su primera fiesta de cumpleaños. Sin embargo, la astuta y desconfiada inclinación de su boca no encajaba en la imagen—. Así que si ya no sigues haciendo de idiota, ¿por qué tienes un recado sobre ella esta mañana? —Nunca dije que fuera de ella —señaló Danny. Mierda, ¿qué hora era? Tenía que empezar a moverse. Empujando hacia fuera en el aire frío y seco de la sala principal del hotel, Danny se apresuró hacia su maleta y rebuscó en ella un par limpio de pantalones vaqueros. Beck estaba despierto, observó Danny y en mitad de su rutina matutina habitual de flexiones y abdominales, gruñendo un número en voz baja después de cada uno. Danny vaciló después de ponerse la ropa, sus ojos puestos en la espalda de Beck, amplia y brillante por el sudor. ¿Debería decir algo?
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Como... ¿qué? No había nada que decir. Todavía pensaba que estaba mal chismorrear del pasado de otra persona. Es mejor esperar hasta que Beck decidiera que tenía que desahogarse, algún día, o hasta que se convirtiera en un problema. —Aunque se trata de ella, ¿no? —gritó Winslow desde el cuarto de baño—. Me la debes, Danny, paga. Dándose prisa para evitar cualquier discusión sobre lo que Danny debía y por qué, dijo—: Sí, se trata de Eva, ¿de acuerdo? He estado preocupado por ella. Se ha tomado demasiado en serio esta competición, está agotándola. —¿Y? —Winslow se apoyó contra el marco de la puerta del cuarto de baño, frotando una palma sobre su cabeza rapada y brillante—. ¿No es su negocio? Le dirigió a Win una mirada que tenía la esperanza de que le transmitiera su impresión sobre la ironía de Winslow Jones de no querer preocuparse por el negocio de alguien más. Win tuvo la decencia de ruborizarse, pero él levantó la barbilla. —Soy un hombre serio. ¿Qué estás planeando? Danny se sentó en el borde de la cama y se puso los calcetines. —Yo sólo voy a asegurarme de que está dormida, y que se levantará a tiempo para el reto. —¿Por qué? —preguntó Beck, arrodillado desde el suelo de ejercicios; jadeando un poco. Con dos pares de ojos escrutándole, pronto, el plan de Danny se sintió débil y potencialmente estúpido. Agachándose para atarse los cordones de sus Chuck Taylors negros, Danny dijo—: Para eso. Ella está... no sé, está esforzándose mucho, y tengo que ayudarla. Danny levantó la vista de sus zapatos en ese momento, apreciando la mirada de preocupación que Beck y Winslow intercambiaron. —Sabes —dijo Win, una nota poco familiar de tanteo en su voz—, no todo el mundo quiere ser ayudado.
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Con su voz profunda y lenta, Beck dijo—: Estoy de acuerdo. Eva Jansen no parece del tipo de persona que está buscando mucho una mano que la sostenga y le de mimos. —Ella necesita ayuda —Danny se levantó y buscó sus pantalones del día anterior, en busca de su cartera y la llave de la habitación—. Ella no quiere admitirlo, pero está cerca del agotamiento. Y Danny necesitaba verla. —Tal vez, pero... —Winslow todavía parecía dubitativo. —Chicos, déjenlo —dijo Danny, con la más firme confianza de lo que realmente sentía—. No es que vaya a ir a tratar de conseguir que la despidan o algo así, sólo voy para darle un descanso del trabajo. Todo lo que quiero es verla para asegurarme de que ella se come el desayuno. Ese tipo de cosas. Ahora, no lleguen tarde a la reunión de equipo, en la planta baja —les recordó, dirigiéndose a la puerta—. Tienen cuarenta y cinco minutos. Sin detenerse a escuchar ningún consejo estúpido más sobre cómo, repentinamente, dejaba de ser él mismo y se ocupaba por las personas que le preocupaban, Danny se dirigió a la cocina de la competición. Tenía el presentimiento de que Eva ya estaría levantada y en marcha. Cuando llegó allí, sin embargo, no había ni rastro de ella. En cambio, Danny encontró a Theo Jansen, estaba en una conversación profunda y seria con otro hombre. Danny golpeó la puerta y miró a través de ella. Era Kane Slater. ¿Qué se traían entre manos estos dos? Por lo que había visto durante la semana pasada desde que Theo se presentó, ellos no se odiaban tan cordialmente entre sí. No es asunto tuyo, Danny, se dijo a si mismo, sacudiendo la cabeza por la forma en que la nariz para el chisme de Winslow se le había contagiado. Pero justo cuando movió su mano para dejar que la puerta se cerrara silenciosamente, algo que Theo dijo resonó en su cerebro como un gong, deteniéndolo en seco.
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—Es lo mejor —Retumbó la voz de Theo, suave y sutilmente persuasiva—. Para todos, incluyendo a Eva. Sé que es tu amiga. Si no vas a pensar en nosotros, por lo menos piensa en Eva. ¿Qué demonios? Sosteniendo la puerta abierta con el pie, Danny inspeccionó el pasillo. No había moros en la costa, que estaba libre de los posibles testigos de este tonto y auto-destructivo acto de espionaje. Lo cual era una buena y maldita cosa, porque no había manera de que pudiera obligarse a alejarse ahora. *** Kane había estado teniendo un buen día. Mejor dicho, nunca había sido más feliz. Rodeado de compañeros entusiastas de la comida y cocineros con increíble talento, los días los pasaba con uno de sus mejores amigos, y las noches con la mujer más sexy, más inteligente, más divertida y más fría que había conocido nunca. ¡Y Kane había pasado el rato con Madonna! Así que eso quería decir algo. Debería haber sabido que no podía durar. Si la vida le había enseñado algo, era agarrarse a las cosas buenas y exprimirlas hasta la última gota de alegría de ellas, porque nada dura para siempre. Si alguien le hubiera preguntado, él podría haber dicho honestamente que había tratado de hacer eso con Claire, pero no sabía el éxito que había tenido en ello. Siempre parecía ser más con ella, más para ellos y que podían estar juntos, siempre colgando fuera de su alcance como ese último y perfecto melocotón de verano en la parte superior del árbol. Cuando Theo Jansen le pidió que se reuniera con él, en la mañana temprano, antes de que el desafío iniciara, Kane había asumido que tenía algo que ver con la competición. Él había entrado, todo alegre y feliz, con el cuerpo magullado y adolorido de la mejor manera posible a causa de la noche anterior. Claire no estaba bromeando acerca de ese asunto del león muerto de hambre. Lo había magullado de buena manera. Nunca había disfrutado tanto con algo más.
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Pero cuando llegó a la cocina, no había nadie alrededor, lo que lo sorprendió. Sin duda, el equipo de filmación tenía cosas que arreglar. Pero no, sólo estaba Theo. Solitario e inmaculado en el centro de la cocina, mirando a las cámaras con aire de satisfacción y una expresión presumida en el rostro. —¿Querías hablar conmigo? —dijo Kane, sintiéndose de inmediato incómodo y fuera de lugar con sus botas de moto desgastadas, sus jeans desteñidos y una sencilla camiseta blanca. —Sí. —Theo se volvió para quedarse frente a las puertas, una expresión solemne de estilo hombre a hombre en su rostro. Kane tuvo que tomarse un momento para suprimir su reacción visceral inmediata a esa expresión. No eres un niño, y este tipo no es tu padre. Relájate. Por supuesto, a continuación la primera cosa de la boca de Theo tuvo que ser—: Gracias por venir temprano, hijo. Uf.
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—No hay problema. Kane se paseó por la cocina, con sus manos metidas en los bolsillos de los pantalones vaqueros, y tratando de no ahogarse por el hecho de que él no hubiera llamado al hombre, señor. Los hábitos de la infancia desaparecieron, pero podrían volver, si realmente se concentraba. —Tengo algunas preocupaciones sobre... bueno, sobre ti, en realidad. Eso era inesperado. No es que Kane supiera qué coño esperar de esta conversación, pero aun así. ¿Estaba jugando durante el juicio o algo así? —¿Por qué? —Tu relación con Claire Durand —dijo Theo con suavidad—. Espero que no estés demasiado interesado. Es una mujer impresionante, difícil de olvidar. Debería saberlo. Él lanzó una risa tímida y autocrítica que hizo a Kane querer gustarle, aun cuando su corazón se convertía en hielo en su pecho. —Estoy interesado —dijo.
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¿Qué era esto, algún tipo de discurso de un ex protector? —No tienes que preocuparte por mí. Claire y yo hemos pasado por todo esto. Puedo ser joven, o al menos más joven, pero sé lo que quiero. Theo echó la cabeza hacia un lado, sus ojos de color marrón oscuro pensativos. —Pero, ¿has pensado en cómo lo que uno quiere, afectará a la mujer que pretendes cuidar tanto? Con los músculos tensándose como si estuviera a punto de echar a correr-o luchar-Kane tuvo que trabajar conscientemente para relajar cada dedo de los puños que instintivamente había apretado. —No quiero ser grosero, ni nada de eso, pero estás cruzando la línea. Y tal vez tú y Claire vayan por el camino del regreso, pero ella está conmigo ahora. La cagaste con ella hace mucho tiempo. —Muy cierto —dijo Theo, levantando las manos juntas por las palmas, de manera suplicante—. Claire me lo dejó claro, sin lugar a dudas, que te había elegido a ti. El corazón de Kane se descongeló y se revoloteó alrededor de su pecho como un pez feliz. —Entonces creo que esta conversación ha terminado. —No tan rápido, hijo. Apretando los dientes, Kane dijo—: No soy su hijo. El rostro severo de Theo se suavizó un poco. —Por supuesto que no. Mis disculpas. Es sólo que tú y mi hija son de la misma edad. He cometido un montón de errores con ella; errores que tengo la esperanza de empezar a rectificar. —No entiendo que tiene esto que ver conmigo. Los inquietos dedos de Kane encontraron un hilo extraviado en el dobladillo de su camiseta y lo arrancó.
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—Esto no lo hace —estuvo de acuerdo Theo—. Pero tiene que ver con Claire. Quiero que vuelva a mi vida. Que vuelva a la vida de Eva. Puedo darle a Claire el futuro que se merece. ¿No quieres que tenga eso?
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Capítulo 29 Traducido SOS por atenea y SOS por ƸӜƷYosbeƸӜƷ Corregido por Susanauribe
L
a felicidad de Kane, el corazón saltarín de pescado acababa de ser destripado y privado de las escamas. Él tuvo que alcanzar sus pensamientos dispersados, y se necesitó toda su formación vocal para sacarlos por su garganta apretada, áspera.
—¿Qué le hace creer que… —Kane tragó, trabajó para ello—. ¿Qué usted puede darle un mejor futuro que el que qué ella eligió? El respeto reacio relució a través de la cara de Theo durante un puro instante. —Claire es una chica lista. Siempre lo ha sido. ¡Y enloquecedora! Cuando la conocí por primera vez quince años atrás, ella era una escritora independiente de comida, haciendo revisiones de restaurante para periódicos locales y copia de edición por otro lado para pagar las cuentas. Ella se metió en esto de jefe de redacción de la revista de comida y estilo de vida más importante en el mundo, ¿y sabes cómo? ¿Siendo impresionante? De alguna manera Kane no pensó que esa respuesta le impresionaría. Él sacudió su cabeza, queriendo ver a donde Theo iba con todo esto. —Claire nunca dejó que nada se interpusiera en su camino. Muchas mujeres se distraen por cosas como casarse, tener niños. —Él se encogió de hombros—. No hago un juicio de valores sobre ello. Es sólo la forma de cómo son las cosas. Pero Claire nunca se pareció a nada de esto. Ella sabía lo que ella quería, y fue detrás de ello como un foco láser cortando todo lo demás de su camino. Ella ganó una parte del respeto así, algo que no es fácil para la mujer en lo que esencialmente todavía es un campo dominado por el hombre. —Sabes, ya la admiro. No me dice algo alarmante y nuevo —dijo Kane, cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Cuál es el problema?
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Theo abrazó sus manos a sus espaldas. —El problema, joven, es que ella está donde está a través del trabajo duro, determinación, y abnegación. La cumbre de la colina, y está sola allá arriba. Creo que sabemos algo sobre esto. —No pienso que usted y yo tengamos mucho en común, Sr. Jansen. —Ah, ahí es donde usted está equivocado. Sentimos cariño por Claire, y por Eva, también. Y sabemos que no se está solo en la cima, también es precario allá arriba. Un malabarismo. Siempre hay alguien que escala la colina debajo de ti, esperando que vuelques de tu percha. Y en el caso de Claire, perder el respeto de la comunidad culinaria seria, el de los propietarios de un restaurante, los jefes de cocina, y los anunciantes que son el impulso vital de Délicieux; no sólo la haría caer de la cima de la montaña. Realmente creo que eso la mataría. —Sr. Jansen. —Kane hizo un esfuerzo en sacudir su cabeza con diversión delgada, frágil—. El hecho de que sea músico no me hace más susceptible a las dramáticas declaraciones que otra gente. Esto lo hizo, sin embargo. ¿Tenía razón Jansen? ¿Estar con Kane estropearía las cosas para Claire, de modos que ella no quería pensar ahora mismo? —Por el contrarío —dijo Theo, embarrilando la réplica de Kane—, yo puedo darle a Claire el apoyo inestimable, profesionalmente hablando. Nadie pensará menos de ella por estar conmigo. Dejando sin palabras que el hecho no era necesariamente la misma verdad para Kane. Él pensó como Claire había objetado su relación, las cosas que había dicho que tenía que hablar consigo misma. ¿Era esto en lo qué ella había estado pensando? El miedo empujó con fuerza de abajo en la espalda hasta la garganta de Kane, pensando por un momento que podría tener náuseas. —Si ella está conmigo, la gente hablará —dijo él, sintiéndose asfixiado. Kane sabía como los paparazis trabajaban. Él era un veterano en las guerras de chismes. Ellos dirían que ella era una roba-cunas, especularían sobre su edad, su vida sexual, su peso, y cualquier cosa más que podrían pensar que lograra ventas y crear un escándalo.
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—Difícilmente la imagen que ella quiere proyectar como un miembro colocado, muy valorado de la profesional comunidad culinaria. —No —Kane dijo—. Puedo ver eso. —Y luego está el lado personal —continuó Theo, suave y amable e implacable como una almohada que hace presión en la cara de Kane, cortando su oxígeno—. Claire y Eva tienen… desde siempre han tenido una maravillosa relación. Quiero, más que nada, darle a Eva lo que carece desde hace mucho tiempo. La clase de familia que la muerte de su madre, y mi propia pena disfuncional, le robamos. Dio la bienvenida a la cólera provocada por la sangre de Kane. —¿Piensas que jugar a la casita con Claire y Eva va a borrar los años de ser un padre de mierda? Tu bebé está crecidito ahora, Jansen. Theo realmente se estremeció, como si Kane le hubiera dado un golpe directamente. Él lamentó que no se sintiera más satisfecho. —Sé que mi hija ya no es una niña. Pero ella todavía es mi niña, y tu amiga. Y una de las personas más importante en la vida de Claire. Me gustaría darles una conexión aún más cercana pero tienes que hacer las cosas bien aquí. —¿Y qué es eso? —Apártate. Deja a Claire ir. Es lo mejor. —Theo hizo una pausa, lo que pareció una genuina cara de lamentación marcando líneas en su cara aireada y solemne—. Para todos, incluso Eva. Sé que ella es tu amiga. Si no piensas en nosotros, al menos piensa en Eva. Los tonos calientes, arrepentidos, horriblemente sinceros de la voz de Theo sonaban de una manera rara en los oídos de Kane, un sonar, la cuerda mal tocada que golpeó en su debilidad momentánea. El sintió el ceño fruncido que bajana por su ceja hasta que apenas pudo ver a Theo a través de la niebla de honrada cólera. Este idiota lo estaba manipulando. Trabajando en la culpa de Kane, su compasión, independientemente de las vulnerabilidades que Theo podrían encontrar, y triturarlos como un riff de guitarra asesino.
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Pero él había ido demasiado lejos. Theo había despertado en Kane una racha competitiva, la racha que le había empujado a la práctica endemoniada aunque él pudiera elegir una melodía en cualquier instrumento unos segundos después de probar eso, la racha había conseguido que él se marchara a casa a los dieciocho años por las luces brillantes del escenario musical de Austin, la racha que lo mantuvo en funcionamiento, registrando, escribiendo, y viajando hasta que él fue uno de los nombres más grandes en la industria de música. Nadie jugaba con Kane Slater. —¿Usted quiere que yo me aparte? Oblígueme a hacerlo. Theo parpadeó. —¿Quéee? —No tartamudee. —Kane puso defensivamente los brazos cruzados a sus lados, enganchando sus pulgares en los lazos vacíos de su cinturón. Él era un artista, después de todo. Él sabía el poder del lenguaje corporal. —Sr. Slater. —Theo dio un hondo suspiro—. Por favor no sea difícil. Sólo atrasa lo inevitable. Kane se rió, el espíritu de lucha se levantaba en su pecho. —Yo no creo en la inevitabilidad. El juego no acaba hasta que acaba. Y estoy en ello para ganarlo, Jansen. Claire es mía, y ella va a quedarse así. Theo finalmente dejó caer el acto de consejero comprensivo. Un espasmo de verdadera irritación cruzó su generosa y aireada cara. —Eres idiota. Ella sólo juega con usted. Tenga un poco de auto respeto. Trato de ayudarlo, evitarle la vergüenza. —Jódase usted y su ayuda. —Kane podría sentir que su cara se volvía roja con la cólera, o tal vez con el impacto de oír sus miedos secretos más oscuros expresados en voz alta. —Bien. —Theo no lanzó sus manos en el aire en un gesto dramático, pero Kane podría notar por el tirón de sus hombros que él quería hacerlo—. En tu cabeza vences. Pero cuando Claire recobre su juicio y se dé cuenta que no hay lugar posible en su vida para alguien como usted, estaré allí, sobre el terreno, esperando recogerla.
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Kane, que no tenía miedo de los gestos dramáticos, arqueó una ceja y se puso bastante cerca para susurrarle su golpe de despedida en la cara cerrada, enojada de Theo. —Qué el mejor hombre gane. *** Danny parpadeó, retrocediendo de las puertas de la cocina. Él sintió que acababa de ser sepultado bajo un alud de nueva información, y su cerebro estaba trepando para procesar todo. Tratando de moverse silenciosamente, porque no quería que pudieran descubrir como épicamente sería desastroso si Theo y Kane se dieran cuenta que él había oído por casualidad toda aquella conversación, Danny tomó otro paso lejos de las puertas y tuvo que morderse para no gritar cuando su pie aterrizó en algo caliente y maleable. Él brincó tal vez una milla en el aire, y bajó cara a cara con Claire Durand. Tontamente, él dejó caer su mirada fija para ver sobre donde había pisado. Ah. El pie de Claire Durand. Claire Durand. La juez principal del RSC. Y el asunto de la conversación que él acababa de escuchar a escondidas. Elevando los ojos aterrorizados a su cara, Danny se relajó casi al instante. Él podría haber atropellado su pie con un autobús de doble piso, se dio cuenta, y ella no habría registrado su presencia. Toda su atención se concentraba en la puerta abierta de la cocina y en los dos hombres más allá de ella, su cara congelada en una sorprendentemente expresión en blanco. Un momento después, Kane Slater salió de la cocina, con sus mejillas rojas bajo su bronceado de chico de oro. Estremeciéndose, Danny no quería nada más que saltar del tren a punto de descarrilar, al menos evitar llamar la atención hacia él. De cualquier manera, estaba sujeto a discusión; él no podía conseguir que sus pies corrieran velozmente antes de que Kane se detuviera frente a Claire, tomado por sorpresa con la determinación que había disparado todo su cuerpo como un alambre vivo tenso… muy tenso.
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—¡Claire! ¿Cuánto tiempo llevas aquí fuera? Cuando ella contestó, sus labios incoloros apenas se movieron. —El suficiente tiempo para oír a Theo y a ti pelear por mí como dos pequeños niños por un juguete. Kane hizo una mueca, pero él todavía estaba claramente irritado, sin estar listo para hacer lo qué Danny trataba de convencerle telepáticamente. Pide perdón. Di que lo sientes, y lo quieres. Arrástrate. ¡Vamos! Pero en cambio, Kane sacudió a su cabeza. —Sí, fue feo. Lamento que lo hubieras oído. Ooh, paso en falso. Danny apretó sus ojos cerrados, decolorándose en el fondo de este fracaso tanto como era posible, pero él tuvo que mantener un ojo abierto para ver como Claire tomaba esto. Como esperaba, ella estaba enojada. Pero de forma tan fría, e intensa donde ella hablaba tan silenciosamente, que él tenía que esforzarse para oírla. —Ah, estoy segura que nunca deseaste que oyera tu reclamación de mí, exponiendo nuestros asuntos privados y regodeándote… Ella se rompió, una rotura salvaje y angustiada por su máscara congelada, y Kane pareció finalmente entender que algo estaba realmente mal aquí. —¡No! Claire, eso no es lo que yo… Pero era demasiado tarde. Sosteniendo una mano, ella luchó contra sí misma bajo un rígido control, Danny no debería estar sobresaltado si sus huesos se hubieran roto. —Détente. —Finalmente, como Danny había temido desde el principio, los ojos de Claire se dirigieron para captar a su público avergonzada. —Vamos, déjame explicarlo —intentó Kane. —Oh, Creo que has traído más que suficiente personas de fuera a nuestra relación privada. —La voz de Claire nunca subió por encima de
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un susurro, pero fue lo suficientemente afilada como para cortar de raíz las justificaciones de Kane. Sin poder fingir que no acababa de presenciar todo lo que sucedió, Danny intentó una sonrisa y se metió en la refriega. —Oye, no me importa. Sólo estaba buscando a Eva, pero ella no está aquí obviamente, así que voy a irme. Lejos. Y dejaré que los dos hablen de esto. Kane le lanzó una mirada de agradecimiento, pero Claire dijo—: No hay necesidad. Los chefs van a llegar en un momento, y tenemos asuntos apremiantes que discutir. ¿Sr. Slater? Yendo hacia adelante, ella abrió la puerta de la cocina y la sostuvo para Kane, con la cabeza alta y la cara blanca con la emoción suprimida. Hubo una larga pausa, tiempo en el que Kane no hizo nada, sólo la miraba, mientras que Danny contuvo la respiración. Finalmente, Kane se movió. Caminó hacia la cocina, pero mientras alcanzaba a Claire, se inclinó y dijo—: Bien. A tu manera, pero esto no ha terminado, Claire. Me has oído decirle a Theo que no te dejaría sin luchar, ¿no? Quise decir cada palabra. Incluso si con quien estoy luchando es contigo. Algo brilló en los ojos oscuros de Claire, algo que hizo que Danny de repente dejara escapar el aliento que había estado conteniendo, pero antes de que pudiera responder, un tono melódico detrás de ellos señaló la llegada del ascensor. Sin mirar atrás, Kane entró en la cocina, y Claire le siguió. Ella le dio un rápido vistazo a Danny, frunciendo los labios, como si quisiera decir algo. Danny asintió inmediatamente, esperando mostrar que entendió, que podía confiar en que mantendría la boca cerrada acerca de lo que había escuchado. Ella asintió en respuesta y dejo que la puerta se cerrara detrás de ella mientras Ike Bryar y el resto del equipo del Sur se limitaba a salir del ascensor.
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Danny se balanceó sobre sus talones e hizo crujir los nudillos, con su mente confundida con todo lo que había oído. Bryar, un tipo grande con la cabeza rapada, envuelto esa mañana en un pañuelo estilo Karate-Kid, señaló con el pulgar por encima del hombro. —¿Qué pasa con nuestra directiva? Danny se encogió de hombros, miró hacia otro lado. —Están teniendo una reunión de jueves antes del desafío; Jansen y el chico estrella del rock se encuentran en la cocina, también. No son las siete todavía, sin embargo, pensé que le daría unos minutos más. Ike hizo volar una pedorreta de manera ruidosa e irreverente y apoyó su considerable peso contra la puerta, abriéndola aun más. —¡Eh!, son las siete en punto en mi reloj. ¡Oh! ¿Qué es esto? ¡La cocina está abierta! Supongo que podríamos seguir y conseguirlos en el camino. —Adelante —dijo Danny, riendo—. Voy a esperar a mis chicos. Te veremos allá. Él sacudió la cabeza mientras el equipo del sur alborotaba la cocina, con puros silbidos y alegres buenos días. Las puertas del ascensor emitieron un pitido otra vez, y otra pandilla de cocineros salió, elevando el nivel de ruido en el tranquilo pasillo del hotel de lo pacífico a lo estridente en cuestión de segundos, y Danny fue arrastrado por la corriente de gente corriendo en la cocina. Todo el mundo se apresuró a las mesas de su equipo, desplegando rollos de cuchillos de nilón y colocando los utensilios sobre sus mostradores en los lugares donde sus manos sabrían como llegar a ellos, de forma automática, sin ni siquiera pensar. Eva entró unos minutos más tarde, hermosa en un vestido corto que parecía que era lo suficientemente ajustado para escrutar distraídamente sus curvas. Hoy la tela con brillo púrpura suave colgaba sobre sus hombros, amontonándose un poco cuando puso su brazo alrededor de los hombros de su ayudante y se inclinó para susurrarle al oído. El asistente, Drew, sonrió y se movió sin problemas para interceptar a
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Theo Jansen, que lo llevó a un lado mientras que Eva iba a consultar con los chicos de la cámara. —Hmm. Ella no te está dando la mirada mortal. Esa es una buena señal. Dándole a Winslow una mirada irritada, Danny admitió—: No tuve oportunidad de hablar con ella. —Bien —dijo Win—. ¡Mírala! Ella luce genial. Cheney, el chico con el que ella se había encontrado en The Blind Tiger, parecía preguntarle algo, y parecía irritado cuando ella negó con la cabeza en modo de disculpa. Danny frunció el ceño. —Ella ha perdido peso en la última semana. ¡Ya era perfecta! —Diría que te preocupas demasiado, pero he escuchado eso antes y nunca le prestas ninguna maldita atención —dijo Winslow—. ¿Entonces por qué preocuparse? Oye, al menos sabes que se estará sentanda y comiendo algo hoy en la mesa de los jueces. Eva terminó su tranquila discusión con Cheney, quien se volvió a los tres nuevos camarógrafos y los reunió mientras Eva puso su mejor sonrisa. —¡Buenos días, Chefs! Todos la saludaron en un coro, como siempre, con diferentes grados de positividad. El equipo de la Costa Oeste parecía dormido, como si no se las hubiera arreglado para aclimatarse a la diferencia horaría todavía. Ryan Larousse y su equipo parecía, como de costumbre, que preferirían estar empuñando las armas que cuchillos, preparados y listo para la acción. Danny luchó por poner su cabeza otra vez en el juego después del drama de la mañana. Este era el momento que había estado esperando, el último reto antes de la final. Nada era más importante que venir hoy y ser elegido como uno de los tres equipos a seguir en la competición. Su dinamismo le duró hasta que Eva empezó a describir lo que estaban a punto de enfrentar.
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—Tal vez lo han notado, ¡tenemos unas cámaras extras para el reto de hoy! —Le sonrió con sus hoyuelos, contenta—. Y con la participación mayor del Canal de Cocina, estamos teniendo un par de otros cambios. La estructura de la decisión del jurado será un poco diferente, voy a explicar eso en un minuto. Por ahora, todo lo que necesitan hacer es ignorar las cámaras. Sólo olviden de que están ahí, ¡y cocinen lo mejor posible! Esta es grande, chicos. Buena suerte a cada uno de ustedes. Y por encima de su hombro, dijo—: ¿Estamos listos, Sr. Cheney? —Rodando —respondió, apuntando su cámara hacia ella. Le dio rápidamente a los chefs otra sonrisa brillante, casi maníaca, Eva se acercó a la mesa que Danny había visto la noche anterior, la larga cubierta de un mantel blanco. —¿Recuerdan lo que dije al comienzo de la competición acerca de la importancia del trabajo en equipo? Bueno, hoy, voy a dividirlos en dos. La tensión disparó a través de los concursantes como una bala. Danny la miró, sorprendido. Los retos de equipo era lo peor, ser obligados a trabajar con su competición añadía una capa de tensión y estrategia a una situación ya tensa. Ignorando los murmullos de los chefs, Eva dijo—: Medio Oeste, estarás con el equipo del Sur. Danny tuvo sólo un segundo para dar un suspiro de alivio de que no tendría que lidiar con esa bomba de tiempo, Ryan Larousse, en su equipo antes de que Eva continuara—: Esto significa ¿Costa Oeste? Ustedes cocinan con la Costa Este. Junto a él, Winslow se quedó inmóvil, y Danny se dio cuenta exactamente de lo que esto significaba. Beck y Skye Gladwell, una extraña pareja casada, en el mismo equipo. Danny sintió su pulso saltar y la respiración comenzó a cortarse. ¿Era ya hora de empezar a entrar en pánico? —El reto de hoy es algo a lo que muchos chef tienen que lidiar en algún punto de su carrera. —Con un gesto teatral, Eva quitó el paño de la mesa, dejando al descubierto un depósito de agua lleno con langostas vivas, un plato de salmón, filetes y pollos enteros, apilados en la parte posterior.
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Pero la parte que hizo enfriar la sangre de Danny fue la pieza central, un gigante de tres niveles, réplica de un pastel hecha de rosas blancas y rematado con una pareja de plástico con lazo negro y un fluido vestido marfil. —¡Diseñaran y preparan un menú para una degustación de boda! Junto a él, Winslow se puso tenso. Su jadeo fue audible. —¿Estás bien? —Danny puso una mano en el brazo del chico, alarmada. —No puede ser una coincidencia —susurró Win, puso los ojos en blanco y tan ampliamente, que lo blanco se podía ver completamente—. Simplemente no puede ser. ¡Oh Dios mío! ¿Qué he hecho? Eva seguía hablando, destacando el desafío, algo acerca de las cosas tradicionales que la gente esperaba encontrar en las bodas, el pollo de goma y el exceso de carne cocida, bla bla. Danny ya sabía en lo que estaría trabajando, en un pastel de bodas de mierda, la perdición de la existencia de cada chef, así que giró toda su atención en Winslow. Quien estaba enloqueciendo totalmente. Win no era un sufridor en silencio, sino que tendía ponerse como loco en momentos de tensión, pero Danny nunca lo había visto así. Parecía que estaba a punto de desmayarse en su tabla de cortar. —¿De qué estás hablando? ¿Qué hiciste? Winslow se aferró al borde del mostrador de acero inoxidable con tanta fuerza, que los nudillos de sus manos se pusieron blancos. —Me acosté con la persona equivocada, eso es lo que pasa. Danny siguió su mirada hacia Drew, el asistente de Eva, quien estaba de pie a un lado del salón, hablando con Theo Jansen. —Hablé con él sobre Beck y Sky Gladwell —se quejó Winslow—. Soy la razón por la que empezó a averiguar. Era como un juego, ¡como jugar a los detectives! Sólo se enteró de todas esas cosas que te dije esta mañana acerca de ellos estando aún casados, y juró que no diría nada a nadie, pero Dios. Debió habérselo dicho a su jefa, ya que este desafío es demasiado rebuscado para ser una maldita coincidencia.
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Como si sintiera dos pares de ojos sobre él, Drew miró hacia ellos. Cuando vio la traición de Win, la mirada acusatoria, palideció, toda su cara se arrugó como un papel de pergamino. Murmurando algo a Jansen, Drew se apresuró a salir de la habitación, que era toda la confirmación que Danny necesitó para saber que Winslow estaba en lo cierto. Todo dentro de Danny se hundió directamente en el suelo. Era una trampa. Eva había usado la relación de Winslow con su asistente para sacar la información, entonces ella con frialdad había cruelmente diseñado el reto que con la mayor probabilidad provocaría fuegos artificiales y entusiasmo en sus preciosos espectadores del Canal de Cocina. Un vistazo al rostro estoico y de piedra de Beck, con sus ojos hechos agua por el dolor mudo que quemaba a través del granito de su expresión, era suficiente para enviar a los estribos de Danny a la estratosfera. Ella no iba a salirse con la suya.
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Capítulo 30 Traducido por Mona Corregido por kuami
—E
sto no es justo. La furiosa voz erizó los cabellos de la nuca de Eva. Ella se dio vuelta para enfrentar a Danny, con sus musculosos brazos cruzados sobre el pecho de su chaqueta de chef blanca,
y los ojos chispeando con ira.
El corazón de Eva se detuvo. Él lo sabía. Los instintos que había heredado de su padre activaron suavemente su sistema para controlarse ante una crisis, aun cuando su corazón se sacudía desbocado golpeando dolorosamente contra su esternón. —Lo siento si no está satisfecho con la asignación de su equipo, Chef Lunden —dijo Eva, su voz sonaba fría y clara. —Pero sin duda parte del propósito de esta competición es demostrar que su equipo puede superar distracciones y desafíos para producir platos competitivos. —Desafíos culinarios, sin duda. —Danny reafirmó—. ¿Las distracciones de una cocina profesional? No hay problema. Pero esto es otra cosa. —¿De qué está hablando, Eva? —La preocupación atrajo las cejas plateadas de su padre juntándolas, frunciendo el ceño. —Nada —le aseguró Eva distraídamente, sin poder apartar la fría mirada de rabia de Danny. —Estoy hablando de ti, no es ético que estés utilizando la información obtenida sobre nuestras vidas personales en contra de nosotros.
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La boca de Danny fuertemente apretada que parecía como si le doliera, antes de aplanarse en una línea dura, una vez más. —Has ido demasiado lejos, Eva. El pánico se deslizó por la espalda de Eva y subió hacia su garganta, con un centenar de pensamientos dando vueltas y saltando como un enjambre de avispas en su pecho. Finalmente logrando apartar sus ojos de Danny, Eva silbó a Cheney para que apagara las cámaras. Cheney frunció el ceño hacia ella, claramente indispuesto de perderse la mejor acción que había visto hasta ahora. Junto a Eva, su padre levantó una mano imperiosa haciendo círculos en el aire a Cheney, señalándolo para que continuar sin interrumpirse. —Estoy de acuerdo —dijo Danny, la burla dando a su voz profunda y suave un borde áspero—. Que siga rodando. Tú quieres aprovechar todo este buen drama para atraer a las amas de casa de América para que vean tu programa. —Sus labios se curvaron con disgusto. —Quiero decir, realmente ¿qué mierda estamos haciendo aquí? Porque esto no se trata de la comida, ya no. —Danny, para. —Winslow, quien le había dado a Drew los mejores chismes, tiró de la manga de su compañero de equipo, mirándolo con grandes ojeras en sus ojos verdes. —No. —Los puños de Danny apretados, resaltando los nudillos blancos—. No es justo, lo que ella está tratando de hacer. —De acuerdo. Cada cabeza en la cocina giró ante la grave declaración de Claire. Eva miró fijamente, incapaz de creer lo rápido que todo se había descontrolado. —Claire —gritó Theo, pero la rígida mirada que su amiga disparó sobre él lo reprimió. —Si este joven está diciendo la verdad, que de alguna manera tú armaste este reto para explotar la vida personal de los chefs en aras de la creación de un programa televisivo, debo de estar de acuerdo con él. Has ido demasiado lejos.
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Eva estaba intensamente consciente del banco de cámaras a su derecha, mirando sin pestañear absorbiendo y registrando cada segundo de este horrible momento. Oyendo como las dos personas cuya opinión importaba a la mayoría la denunciaran públicamente, Eva no tuvo otra opción que hacer frente a la realidad de lo que ella había hecho. Molesta con el inicio de un remordimiento que ella sabía sólo crecería con el tiempo, Eva trató de negar descaradamente lo evidente. La única cosa que ella podría hacer era contener el daño. Mantener la continuidad de la competición, y ordenar todo después. Respiró lenta y profundamente, limpiando deliberadamente toda expresión de su cara y voz. Calmada. Ella tenía que estar tranquila. Desactivar la situación. Sabiendo que sería exponencialmente más difícil si mirara a los ojos de Danny, ella enfrentó a su vieja amiga. Ella prácticamente podía escuchar la voz de su padre dentro de su cabeza, advirtiéndole que no retrocediera, ni mostrara debilidad… —Gracias por tus comentarios, Claire. Pero como dice el reglamento, los desafíos están enteramente a discreción del coordinador de la competición. Es decir, yo. Y en este punto, tan injusto como al Chef Lunden le parece que es, sería igualmente injusto para los otros equipos si yo tuviera que negociar las cosas basándome solamente en sus reclamaciones. Pero incluso mientras ella lo decía, podía escuchar lo débil que sonaba. Tragando saliva contra el nudo de tensión en su garganta, Eva echó un vistazo a Danny realmente sin quererlo. Inmediatamente atrapada en la intensidad de su mirada, perdió la pista de lo que estaba diciendo. El silencio se dispersó a través de la cocina en el intervalo de un segundo. Dos. Tres. —Está bien —dijo, rompiendo el momento con un suspiro de alivio, como rompiendo la superficie de una piscina de agua fría—. Vamos a formar los equipos al azar. ¿Estamos de acuerdo en eso? Sin esperar respuesta, ella se acercó a la mesa de suministros y agarró un bloque de madera y cuatro cuchillos idénticos con mango negro. Metió dos cuchillos de cocinero de veinte y dos cuchillos de veinticinco centímetro en las ranuras del porta cuchillos y los estudió. Imposible determinar cuál era para cada cuchillo.
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Dejó caer el pesado bloque de nuevo en el centro de la cocina, golpeando el porta cuchillos sobre la mesa directamente delante de Danny. Esto es lo mejor que puedo hacer, ella trató de transmitirle silenciosamente. En voz alta, dijo—: Cada equipo debe enviar un chef para sacar sus cuchillos. Danny llegó y sacó uno de los cuchillos largos liberándolo del bloque con un silbido metálico sobre la madera. Skye Gladwell se acercó, brazaletes y ornamentos alrededor de sus tobillos tintineando suavemente. Señaló a uno de los cuchillos más cortos y lo miró por un momento. Su expresión no la delató, pero Eva pudo ver alivio en el rostro de Beck. La culpa había clavado sus dedos en su pecho, pero ella no tenía tiempo para eso ahora. Llamó a los dos últimos cocineros. Ike Bryar sacó otro de veinticinco centímetros, colocándolo en su Equipo Sur con el de la Costa Este. Dejando a los chicos Ryan Larousse trabajando con Skye Gladwell. Por el rabillo del ojo, Eva vio nuevamente tensarse a Beck. Ella no se lo reprochaba, la combinación parecía peligrosa para ella, también, pero bueno. Quizás significaba que Cheney obtendría algunas tomas buenas después de todo. De alguna manera, este hecho no parecía tan importante ahora como lo había sido antes. —Los equipos están establecidos —declaró Eva, dando un paso atrás. —A cocinar. Regresaré a comprobar cómo están en unas pocas horas. Los chefs despegaron como si hubieran oído el pistoletazo de salida en una carrera de caballos al escuchar, Eva se apartó fuera de su camino. Sólo Danny se detuvo un instante, con su dura mirada sobre el rostro de Eva. Todavía enojado, a pesar del intercambio de equipo. Todavía su condena en cada parpadeo de sus ojos azul grisáceo. ¿Todavía… estaba herido? El pecho de Eva constreñido, estrangulando la respiración de sus pulmones, entonces se dio la vuelta, buscando a tientas la puerta.
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Ella lo había perdido. El conocimiento alojado en su garganta como una piedra, áspera e inflexible. Cualquier cosa que había dicho la noche anterior, todo lo que había sentido, o quería en ese momento… estaba claro él no quería tener nada que ver con ella ahora. En el pasillo, el aire era más fresco, pero casi imposible de fluir en sus pulmones. Necesitaba un minuto, sólo un minuto para ella misma, para procesar lo que había sucedido, la forma en que había jodido todo, la ruina que había hecho de sus propias esperanzas apenas realizadas. Necesitaba respirar. En cambio, se encontró con su asistente acampado en una silla junto a los ascensores, su rostro pálido, tenso y miserable. —Drew. —La preocupación agudizó su voz—. ¿Estás bien? ¿Has estado llorando? Dime lo que está mal. Agachando la cabeza para ocultar sus ojos inflamados e hinchados, Drew sollozó. —Él nunca me va a perdonar. —¿Quién? —¡Win! Winslow Jones —el grito angustiado de Drew rebotó en el pequeño espacio—. Él sabe que yo estaba pasando detalles e información acerca de ellos a ti y estoy segura que él piensa que yo sólo estaba pasando el rato con él para conseguir los trapos sucios de sus amigos, pero no es cierto. Realmente me gustaba. La garganta de Eva se obstruyó, los ojos le ardían como si estuviera mirando directamente a un horno caliente. La devastación en su joven rostro cortado en el corazón de Eva. Ella había justificado sus acciones pesando las necesidades de la mayoría, los chefs talentosos sin nombre, anónimos que no podían permitirse el lujo de competir contra el derecho a la intimidad de unos pocos, y ella había pensado que estaba cómoda con su elección. Segura en su decisión de jugar al concurso del Canal de cocina, lo suficiente como para obtener lo que quería.
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Pero ella nunca había querido esto. —¡Dios, Drew! Lo siento mucho. Nunca quise que resultaras lastimado. —Lo sé —dijo él, todavía sin mirarla. —Voy a superarlo. Quiero decir, no creo que Winslow me tomara en serio, de todos modos. No como yo lo tomaba a él. Su voz se quebró y Eva tuvo que abrazarlo otra vez, porque aire pesado y verdadero colgaba entre ellos por el hecho sobrentendido que ahora, Drew nunca tendría la oportunidad de saber qué sentía por él, Winslow Jones. Drew estaba rígido bajo su brazo medio segundo antes de que él suspirara y pusiera su puntiaguda cabeza sobre su hombro. Abrazando a su delgada figura, Eva miraba directamente hacia la pared del pasillo blanco, reflexionando sobre el hecho de que Drew no era la única persona que había perdido toda oportunidad de descubrir a dónde podían ir las cosas con el hombre… amado. ¡Oh, Dios! ¿Qué he hecho? *** Winslow estaba, como él diría, un completo desastre. Después de la conmoción por la mañana, su concentración había sido tiroteada, tan llena de agujeros como un rallador de cocina y sus nervios parecían estar en carne viva como si alguien hubiera pasado ese rallador sobre su piel desnuda. Danny lo apoyaba como mejor podía, pero para un reto en equipo, esto estaba resultando a su vez perjudicar los platos a la carta. El equipo con mayoría de los platos elegidos por los jueces iba a ganar... y continuar hasta la final. El equipo con menor cantidad iba a perder. Y la mitad de ese equipo estaría para la eliminación. Cada reto más rápido que el anterior, los cocineros habían tenido acceso a todos los ingredientes que necesitaban ahí mismo en la cocina de piedra caliza, por lo que habían evitado consumir tiempo de viaje hacia los alimentos frescos.
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Y como una prueba de su capacidad de pensar y trabajar rápidamente, ellos habían tenido las cuatro horas hasta la hora del almuerzo para prepararlo, y ahora habían afrontado el resto de la tarde, la recta final para cocinar y estar listos para presentar sus platos a los jueces hacia las cinco. El mayor cambio entraría en juego cuando llegara la hora de la valoración real. En diez rondas, los chefs de ambos equipos competirían directamente entre sí. Había ciertos ingredientes ambos equipos tenían que utilizar: langosta, salmón, y así sucesivamente. El familiar banquete nupcial, por lo general aburrido y sin inspiración. Los concursantes debían transformarlo de familiar en extraordinario. Había cinco procedimientos, y cada equipo tenía que presentar dos opciones para cada uno de ellos. Dos sopas, dos ensaladas, dos opciones de entrada y dos postres. Por lo que significaba, desde luego, pastel de boda… algo que Danny sólo había intentado en clase, nunca en un escenario de la vida real. Y él estaba distraído mayormente por el colapso que parecía estar destrozando su equipo desde el interior. La más tranquila de todos ellos, sorprendentemente, era Beck. Cuando el cuchillo de Winslow resbaló por vigésima vez, mellando la uña de su pulgar, fue Beck quien dejó su caparazón de langosta sobre la mesa y lo empujó hacia el fregadero para remendarlo, su enorme presencia, en silencio formando un sólido muro de protección. Max había tomado el ave, él estaba en un extremo de la mesa haciendo experimentos raros e interesantes con la piel de pollo frito. Junto a él, Jules estaba inclinado sobre una endivia belga para hacer una ensalada como guarnición para su tournedós de ternera 25, echando una ojeada preocupada sobre Winslow y Beck. Interceptando su mirada, ella y Danny se miraron brevemente arqueando las cejas de preocupación, pero ¿qué podían hacer? Tenían que seguir adelante.
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Tournedós: Es un corte transversal del centro del solomillo de buey o de ternera, de un peso de 100 gramos cada uno, envuelta en una fina capa de tocino blanco.
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Jules, al menos, se dio el lujo de no comprender exactamente lo que significaba cuando el batidor de Skye Gladwell saltó de su mano y cayó al suelo delante de Beck cuando él pasó por su lado empujándola mientras corría de regreso a su mesa. Jules era ajeno a las profundas corrientes entre los dos chefs, por lo que Beck recogió el batidor y se lo devolvió a Skye, con el mango limpio apuntando hacia ella, de modo que su mano quedó pegajosa con el batido de pastel él tuvo que volver al fregadero y lavarse nuevamente. Pero Danny lo percibió, vio la manera en que la mirada de Beck permanecía sobre las manos de Skye, desprovistas de anillos o cualquier otro adorno. Incluso advirtió la expresión emocional, dura y en blanco, en el bonito rostro de Skye, tan diferente de la fácil sonrisa brillante a la que se habían acostumbrado proviniendo de ella. Danny lo vio todo, y esto llenó su pecho de rabia abrasadora. ¿Cómo podría Eva haber pensado alguna vez que estaba bien poner a Beck y Skye en el mismo equipo? Planificando una boda, nada menos. El hecho que ellos trabajaban con los chicos del sur ahora, en cambio, no había refrescado el temperamento de Danny mucho. Hizo caso omiso de Eva cuando ella volvió a la cocina a ver cómo estaban después de la comida, y les dio el resumen completo de cómo los iban a juzgar. Él también decidió no notar sus miradas preocupadas a la rata bastarda que tenía como asistente, o la manera en que ella mantenía una solícita mano sobre el hombro del muchacho y hablaba tranquilamente en su oído. Probablemente preguntando por algunos secretos muy personales, privados, e íntimos, nada-que-malditamente-sea-de-su-incumbencia, pensó Danny, encendiendo la batidora levantando con un movimiento feroz de sus dedos. Las cuchillas se agitaron, salpicando malvaviscos derretidos y una lluvia de azúcar en polvo. Danny no pudo resistirse a otra mirada rápida. Su mirada sin pestañear captó la pálida piel de Eva, la fragilidad de sus movimientos, y la instintiva preocupación se despertó en su pecho antes de que él pudiera aplastarla.
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Ella le dio unas palmaditas a su asistente, el chico rata, en la espalda y lo empujó suavemente hacia la puerta, luego hizo una pausa para examinar la cocina. Sus ensombrecidos ojos se encontraron con los suyos durante un largo rato, aturdido, la mente de Danny se quedó completamente en blanco. Ella era tan desgarradoramente hermosa, incluso con la infelicidad temblando en las comisuras de su boca. El pensamiento sacudió a Danny de su ridículo ensueño. Despreciándose a sí mismo más que ella, él sacudió la cabeza y volvió a su estúpido, templado fondant, Si no podía conseguir la temperatura adecuada, no tendría la consistencia adecuada. Había optado por verter la pasta de azúcar, ya que sabía mejor, pero era más complicado de estirarla que los que se hacían con gelatina y glicerina, de calidad alimentaria. Con un ceño feroz, Danny se sumergió en los detalles químicos e intentó bloquear todo lo demás de su conciencia. Funcionó hasta que Beck surgió junto a él, como por arte de magia, con un profundo surco de arrugas en su frente. —Sé que tú sabes de mí y de Skye —dijo sin preámbulos—. Win me lo contó. Todo. El corazón de Danny estaba cansado del constante bombear. Los problemas coronarios eran una constante en su familia. Él sólo esperaba que la competición del RSC fuera a estar dispuesta a pagar por su eventual colapso. —Lo siento mucho, hombre —dijo con sinceridad. —Nunca te disculpes por algo de lo que no eres culpable. —Beck estaba siempre en tan maldita tranquilidad—. Tú no has creado esta situación. Tampoco Winslow, o Eva Jansen. —¿Cómo puedes decir eso? —Danny siseó, atento a las cámaras por todas partes, micrófonos alrededor. —¡Ella deliberadamente escarbó en los trapos sucios y luego los utilizó para crear este concurso! Beck negó con la cabeza fuertemente.
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—No importa. Fui yo quien mantuvo esto en secreto, y no debería haberlo hecho. Debería haber dejado ir todo esto años atrás, pero la situación es... complicada. Si hubiera tenido mi cabeza directamente sobre esto, sin embargo, lo guardé para mí mismo cuando la pequeña mierda de Larousse comenzó a hablar para presionarme, Eva Jansen nunca habría sabido nada al respecto. Así que esto es más culpa mía, que suya. Maldita sea, más que tuya o de Win. Y los necesito a los dos para salir de esto. Están arruinándose a sí mismos a cambio de nada. Danny no podía haber estado más sorprendido si Beck hubiera envuelto sus grandes manos alrededor de los tobillos de Danny y lo hubiera girado patas arriba. —Creo que es lo mejor que he escuchado decir en algún tiempo. El fantasma de una sonrisa tocó la dura boca de Beck. Señaló con sus pinzas-rompe-cangrejos-de-acero-inoxidable a Danny, diciendo—: Y deja de hacer caras a Eva Jansen. Ella está en el panel de degustación de nuestros platos, por si acaso no lo recuerdas. Y no queremos que se aleje. Con eso, Beck regresó a su propia área, rompiendo una roja y brillante langosta hervida, sacando la carne blanca, dulce y tierna de las garras. Y Danny se quedó con el respeto y la creciente admiración por su compañero de equipo… y la necesidad de decirle a Eva exactamente lo que pensaba de ella.
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Capítulo 31 Traducción SOS por Kathesweet y carmen170796 Corregido por Aylinachan
C
laire la encontró en el salón de jueces vacío, sentada en la mesa desnuda y mirando a la pared. —¿Chérie? Tu camarógrafo, ese desagradable Cheney, dice que te diga que él no puede grabar la evaluación del jurado aquí, no hay suficiente espacio. Volvamos a la cocina, ya casi
es hora.
Eva apenas la escuchó. —¿Me odias? ¿Cuándo me convertí en una persona horrible?
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Claire suspiró y se sentó en la silla al lado de la de Eva. —No te odio y no eres horrible. Parpadeando furiosamente para aclarar sus ojos de las lágrimas que oscurecían su visión, Eva se giró hacia su amiga más cercana, desesperada por hacerse entender. —¡Sin embargo, lo soy! Quería conseguir que la RSC fuera filmada para la televisión así de simple. Frunciendo sus exactamente?
labios,
Claire
dijo—:
¿Y
con
qué
intención,
—Um. Para incrementar la exposición de la competición y obtener más dinero así ésta podría ser más democrática, permitiendo la entrada de más chefs. —Eva. —Claire sacudió su cabeza, la luz atrapaba los reflejos rojos y dorados en el moño del cabello castaño en su nuca—. Te quiero mucho, pero debes ser honesta contigo misma. Si tus motivos fueran verdaderamente tan puros, ¿sentirías esta culpa ahora?
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Eva se detuvo. ¡Dios! Ella había sido tan hipócrita sobre esto durante tanto tiempo, que era difícil profundizar más, bucear bajo las oscuras profundidades de su ser. Pero el pragmatismo franco de Eva, severo y simpático al mismo tiempo, inmovilizó a Eva a su silla. —Quería ser capaz de abrir la RSC a más chefs, de la manera en que mi madre lo imaginó —dijo, con la incertidumbre atenazándola, atizándola y empujándola a que se volcara un poco directamente y mirara bien cuales eran sus propios motivos. —Creo eso. Pero también quieres impresionar a tu padre —dijo Claire suavemente. Una verdad difícil y complicada estaba surgiendo en la cabeza de Eva, haciendo a un lado todo lo que había creído entender sobre sí misma y sus elecciones. Había querido convertir la RSC en un gran éxito, porque en algún momento creyó que eso le demostraría a su padre que ella era capaz de asumir Jansen Hospitality cuando él se retirara. —¡Oh, Dios mío, apesto! —gimió, dejó caer su cabeza sobre la mesa con un golpe seco. —Esa es sólo mi opinión, chérie. —Claire puso una mano sobre la parte posterior del cuello de Eva. Éste consuelo frío contra su piel caliente por la vergüenza hacía más fácil respirar—. No apestas. Eres humana, con sentimientos complejos y razones para hacer lo que haces. Eres mejor de lo que crees. Tengo fe en ti. Esas palabras, tan sencillas y simplemente dichas, cayeron sobre el corazón de Eva como lluvia sobre tierra árida. No lo había perdido todo. Al menos todavía tenía una amiga en el mundo, y esa amiga confiaba en que Eva hiciera lo correcto. Quizás era el momento de intentarlo. Quizás se sorprendería a sí misma. *** Mientras el temporizador corría hacia cero, todos en la cocina trabajaban frenéticamente para hacer una última prueba de sabor y
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ajustar la condimentación antes de tener los detalles del plato exactamente listos. Danny echó una rápida ojeada al otro equipo. Bajo el fuerte liderazgo de Ryan Larousse, habían optado por colaborar juntos en sus platos y estaban asignando los productos terminados a diferentes chefs ahora. Skye Gladwell no parecía feliz con eso, allí de pie con sus brazos cruzados sobre su pecho y una mirada de rebeldía enganchada alrededor de su boca. Danny simpatizaba. Parecía una estrategia extraña para él, fuertemente a favor de quien fue agresivo sobre escoger los mejores platos al final del día. Que, sin duda, sería Ryan Larousse. Al principio, cuando Winslow todavía estaba enloqueciendo sobre cada pequeña cosa, él se había inclinado y dicho—: ¿Deberíamos haber hecho eso? ¿Estamos locos al hacer cada uno nuestro plato? —De ninguna manera —le había sugerido Danny—. Le hablamos lo suficiente al contingente del sur para saber que todas nuestras cosas van juntas. Más allá de eso… somos individualistas. Cada uno tiene su propio estilo y deberíamos demostrar eso. Mirando los resultados finales, sin embargo, los platos servidos en las mesas de los equipos, él se preocupó. Su equipo definitivamente no había sido tan coherente como el otro, bajo el puño de hierro de Larousse. Ike Bryar y su gente habían hecho su cosa, mientras Danny y sus chicos habían hecho la suya. No exactamente un modelo de trabajo en equipo. Los tres jueces entraron justo cuando el reloj paró, y Danny mantuvo su mirada fija en la mesa frente a él, donde se asentaba un esplendido pastel de boda tradicional y esperando que supiera medio decente. Ese era el problema con hornear, era difícil probar cuando lo hacía. Danny algunas veces envidiaba al resto de su equipo y la manera en que ellos pasaban por cien cucharas limpias probando cada plato en cada fase de su cocción. Pero al final, su corazón estaba en las cosas dulces, así que lo aguantaba. Los platos del equipo parecían tan fuertes para Danny, con un énfasis en lo simple y clásico hogareño. Quizás no era elegante o innovador, pero con la agitación y tensión de la mañana, cada chef del equipo había gravitado naturalmente hacia la comida casera.
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La ira incandescente que lo había encendido desde el momento en que se había dado cuenta de la profundidad de la traición de Eva se había apagado de alguna manera, enfriado y calmado por el proceso familiar y metódico de convertir harina, azúcar y mantequilla en algo refinado y delicioso. Pero había una cuestión de auto-estima aquí, ¿no? Él simplemente no podía dejarlo estar sin decirle lo que pensaba. ¿Entonces por qué no estaba hablando alto y denunciándola justo ahora, antes de que la evaluación hubiera empezado? Danny fijó una mirada en los jueces, los tres de pie a la derecha del ángulo de las cámaras, esperando por la señal del productor. Sus ojos pasaron por alto a Eva que estaba de pie al lado de ellos, como si su subconsciente todavía no estuviera listo para lidiar con ella, y aterrizaron sobre Kane Slater, que parecía menos agitado de lo que había estado anteriormente. Pero sobre todo como si hubiera revestido con una capa de brillo de estrella de rock durante la confusión, y estuviera esperando que nadie lo notara. Claire Durand, por otra parte, poseía la calma más infinita que Danny alguna vez hubiera visto, porque parecía muy a gusto, serena e incluso sonriente al lado de Kane. Danny estaría dispuesto a apostar que él era la única persona en la cocina que podía ver un fuego de ira cubierto en su mirada cada vez que ella miraba a Kane y Theo. Quien nunca había parecido más presumido, notó Danny, su cara digna registrando nada más sino aprobación de las actuaciones, y confianza desde su lugar a cargo de todo esto. Lo que sólo dejaba a Eva. Ella tenía su cabeza inclinada, su oído cerca de la boca de Cheney así él podía darle instrucciones o lo que fuera sin que las cámaras lo grabaran, y Danny no pudo ver su cara. Esto envió una lanza sorprendente de dolor justo a través de su pecho, y Danny alejó la mirada una vez más. Él no diría nada todavía, lo decidió ahí mismo. Pero después de la evaluación, cuando supieran qué lado había perdido y los jueces entraran a deliberar a que equipo regional enviar a casa, ahí era cuando diría algo.
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Ignorando la voz interior que se burlaba de él por echarse atrás, Danny apartó sus piernas y cruzó sus brazos sobre su pecho, preparándose para ver la evaluación del jurado. Era exasperante ser último. No creía que alguna vez se acostumbraría. —Está bien, chefs, el tiempo terminó —llamó Eva, avanzando hacia el centro de la cocina—. Cuchillos abajo. Los jueces la siguieron, disponiéndose en un lado de la mesa vacía en la parte delantera de la sala, la cual había sido despejada de los detritos de los ingredientes anteriores. El chico con rastras del equipo de Skye, Danny aun no podía recordar todos sus nombres, había preparado una crema vegetariana de sopa de chirivía con chips de remolachas y crème fraîche26 con esencia de azafrán. Él se enfrentaba a una sopa de calabaza y vegetales más convencional con mantequilla negra27 y salvia frita de uno de los chicos de Ike Bryar. Los jueces sumergieron sus cucharas y probaron ambos platos. —Buen sabor en la sopa de chirivía —comentó Theo—. ¿Dijiste que es vegetariana? —Totalmente —contestó Rastas. —Debes haber cocido los vegetales para tu caldo un largo tiempo para conseguir tanto sabor de ellos —dijo Claire y el chico asintió. Ella parecía complacida. —Me gusta la sopa de calabaza —dijo Kane—. Pero es un poco insípida. —La mantequilla marrón genralmente mejora todo —agrego Theo—. Pero en este caso, sabe demasiado fuerte, como que está ahogando la sopa. —Sin embargo me gusta la salvia frita. Enardece al plato —dijo Clare.
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Crème fraîche: Es una crema espesa ligeramente picante, con sabor a nuez.
Mantequilla marrón: Es mantequilla dorada lentamente y se sazona con vinagre o jugo de limón y alcaparras. 27
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Danny no podía creer cuan fuerte estaba latiendo su corazón. No había esperado que fuera así, escuchando las ideas y reacciones de los jueces a medida que degustaban. Contuvo la respiración, esperando el veredicto mientras que los jueces discutían en voz baja. —El punto va para Medio Oeste/Oeste —anuncio Eva, un sonrojo sutil tiñó sus mejillas. No había mirado en la dirección de Danny, ni una sola vez desde que entró. No es que a él le importara. Al otro lado de la cocina, el otro equipo estallo en alegría mientras que Rastas se regodeaba de vuelta a su mesa con una amplia sonrisa separando sus mejillas. El triste chico del Equipo Sur ando con los hombros caídos de vuelta a la mesa. —¿Siguiente? Continúo así, cada turno llenaba a Danny con tensión y expectación. Tuvo que trabajar duro para mantener la puntuación en su cabeza, los otros chicos ganaron el siguiente punto por su segunda sopa, una de tomate asado con un aspecto asombroso gano al no tan inspirado puré de guisante y lechuga de Winslow. Y la ensalada de hinojo en rebanadas finas del Equipo del Sur no pudo vencer al número sensación de la Costa Oeste, lechuga con aguacate y pomelo rosado aderezado con vinagreta de jerez agridulce. Pero cuando Beck se enfrentó con su ensalada, Danny cruzo sus dedos, casi seguro de que el Equipo Costa Este/Sur estaba a punto de anotar su primer punto. Ni siquiera importaba lo que el chico de Ryan Larousse traía, nada podía vencer la famosa ensalada de langosta de Beck. Era un plato simple con fondo verde y setas exóticas, rociado dos con vinagreta de champaña, y perfectos bocados de garra de langosta pochada de mantequilla. Y después todo aderezado con salsa holandesa al estragón. Era matadora, cada vez que la tenían en la Taberna Lunden’s y la ofrecían como especial, se agotaba en pocos minutos. Las reacciones de los jueces se parecían bastante a la manera en que los clientes habituales de la Taberna reaccionaban, con orgásmicos
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gemidos e inconcebible placer. Beck volvió con su punto para su equipo, agitando el puño en el aire y Danny sintió el orgullo hinchar su pecho. Sí, Winslow estaba fuera de juego y él había perdido su punto, pero no se había dado por vencido. Y Beck, quien había sido golpeado con más fuerza aún, había ganado un punto para su equipo. Aún estaban detrás, por dos puntos, pero por primera vez, Danny se dejó creer que esto podría terminar bien. Podrían conseguir pasar a la siguiente y última ronda, y debería estar emocionado por eso, ¿entonces por qué se sentía tan vacío? Los puntos pasaron rápidamente por las rondas, las victorias de las contiendas pasaron de un lado para otro. Los otros chicos dominaron con su primer plato fuerte, pero ambos Jules y Max lo hicieron bien, los jueces acumularon elogios sobre sus creaciones. La elección de Ryan Larousse también tuvo un par de buenos platos y claramente nadie tenía ventaja. Al final, Max ganó un punto con su sofisticada pata de pollo francesa, asada y presentada con una perfecta ensalada de crujiente hojas de col de Bruselas tiernas, y un cuadrado de piel de pollo frito para proporcionar el perfecto contraste para una textura salada y crujiente. Y Jules anoto el suyo con un dúo de medallones de solomillo de ternera, uno con una salsa de mostaza al oporto, y el otro con una salsa de con una salsa bearnesa28 de mostaza, enriquecida con mantequilla Ike Bryar fue el que saco al lado Costa este/Sur de detrás, con sus ligeras y crujientes croquetas de salmón, con guisantes y jugosos trozos de pescado tierno, rosado, servido sobre una cama de crema de sémola con salteado de col rizada. Cuando los jueces le dieron ese punto, el que emparejó los equipos por primera vez, todos alrededor de Danny bramaron con deleite. Dependía de los postres. Si ellos podían mantener su impulso, los otros chicos no tendrían oportunidad.
Salsa bearnesa: es una salsa emulsionada a base de mantequilla y yema de huevo, condimentado con estragón y chalotas, con perifollo, cocinado en vino y vinagre para hacer un glaseado. Se sirve caliente. 28
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Mientras la cocina se tranquilizaba para la presentación del último plato, Danny se dio cuenta que Ryan Larousse todavía no había presentado un plato por sí mismo, lo que lo hizo sentir nervioso. Él parecía el tipo de líder que se pondría en la mejor situación posible para ser elogiado al escoger el plato más fuerte como suyo. ¿Eso significaba que tenía un postre digno de mostrar? La casual postura del cuerpo de Ryan decía que no estaba preocupado. Poniendo una mano sobre el hombro del último miembro del equipo de la Costa Oeste que presento su platillo, envió una sonrisa presumida en la dirección de Danny. La alerta se disparó por el cuerpo de Danny. Apretó los puños para arraigarse al lugar, aun cuando todo en su cuerpo cansado y dolorido quería abalanzarse al otro lado de la cocina y ya sea para sacar esa sonrisa de desprecio de la cara de Laurosse o correr al frente y hacer que juzguen su pastel en cambio. Pero habían decidido el orden con anticipación y no había manera de cambiarlo sin ofender a sus compañeros de equipo del sur. ¿Y que sabía Danny? Tal vez los pastelillos de crema y miel del chico regordete del sur estaban fuera de este mundo. Estaba ese adorable plato de profiteroles que la chica de oeste estaba sosteniendo en sus manos. Contiendo el aliento hasta que casi se desmaya, Danny esperó por las respuestas de los jueces. —Los pastelillos para mí, no están tan buenos. Un poco demasiado dulces —dijo Claire. —Me gustan —murmuró Kane, terminándoselos. Danny quería plantar un gran beso en su mejilla de la estrella de rock. —Los profiteroles sin embargo —dijo Claire, un surco de concentración juntó sus cejas—. Muy Interesantes. Me gusta que ambos equipos jugaran la idea de postres individuales, pero los profiteroles son menos comunes para mí. Vamos, vamos.
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La silenciosa plegaria de Danny no fue escuchada ni respondida, porque al minuto en que los jueces pararon de discutir y se giraron para enfrentar a los concursantes, Danny supo que iban a decir. —Punto para Medio Oeste/Oeste —sentenció Eva, por primera vez, levantó la mirada y se encontró con la de Danny. En sus ojos, él pudo ver la misma idea que acababa de pasar por su cabeza como un balde de agua fría. Todo dependía de Danny.
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Capitulo 32 Traducido por Cami.Pineda Corregido por kuami
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n resumen si apartar los ojos de Danny, Eva dijo—: Equipo Medio Oeste/Oeste ahora tiene cinco puntos, mientras el Equipo Costa Este/Sur tiene cuatro. El punto final puede darle la victoria definitiva al Medio Oeste/Oeste, o seremos forzados a una ronda de desempate. ¿Chefs? ¿Están listos para presentar sus últimos platos? Danny miró abajo, incapaz de soportar el peso de la emoción de la mirada de Eva. Él no sabía lo que ella estaba sintiendo, lo que quería de él. No podía pensar en eso ahora. Tenía que concentrarse en dejar que sus manos temblar para no dejar caer la puta tarta de camino hacia la mesa de los jueces. Sintiendo como si estuviera marchando hacia la horca para su ejecución, Danny siguió hacia adelante, manteniendo el pastel equilibrado entre sus manos, cada paso para mantener ritmo con Ryan Larousse. Quien también estaba presentado…. Una tarta… una tarta que parecía una extraña pieza de escultura vanguardista, blanca como la nieve con el coco rallado y resplandeciendo con algo que parecía ser como diamantes. Mierda. —Veo que optaron por no cortar la tarta antes de ser juzgada— dijo Theo, asintiendo hacia el plato de Danny. Sonaba neutral sobre eso, pero las defensas de Danny se encendieron. —Quería que ustedes vieran plenamente el efecto de la decoración en ella—dijo—, son al menos de la mitad de lo que parecen. Y su tarta se veía malditamente buena, si preguntas a Danny.
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Aun considerando su ojo hipercrítico, estaba complacido de como había resultado. La pasta de azúcar brillaba como seda cruda, suave y hermosa como si estuviera envuelta alrededor de los dos niveles. Llamativo para ser una degustación en una boda, tal vez, pero esto era RSC. Danny había desplegado todo sus recursos posibles. Había pasado horas preciosas trajinando con azúcar hilado y alimentos colorantes, en la elaboración pequeños ramilletes de diminutas flores que parecía casi demasiado reales para comer. Utilizando más pasta de azúcar, él había sacado una cinta de satén blanco cayendo en cascada a ambos lados de la tarta. Todo esto relucía con las brillantes luces de la cocina, como una pura pieza de arte, perfecta. —Y es encantadora. Pero esto es una competición de cocina —le recordó Claire—, así que el sabor es importante también. Mandando la acalorada respuesta que había saltado a su boca, Danny dijo—: Soy consiente de ello. Danny no pensó que alguna vez hubiera estado tan consciente de algo en su vida. Cada latido de su corazón chocaba con su pecho y golpeaba a través de su cuerpo. Su aliento era superficial, como si el salón estuviera bajo en oxigeno y su cuerpo estuviera tratando de conservarlo. Una sola gota de sudor se filtró detrás de su oreja izquierda, enviando un escalofrío a su columna vertebral y levantando los individuales bellos de sus brazos. —¿Y lo que pensamos de pastel de Ryan? Ciertamente es sorprendente. —Eva miró hacia la Larousse inquisitivamente. —Es coco y mango —dijo Larousse suavemente—, todos los del equipo salimos con ideas, y quisimos hacer algo fuera de lo común. Nada norma, ni un aburrido pastel blanco con vainilla glaseada. Lanzó una deliberada mirada hacia el pastel blanco glaseado asentando enfrente de Danny, a la espera de ser juzgados. —Es por eso que me decidí por un pastel de coco, en capas muy finas, con un relleno de hermoso mango. Disfruten.
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No la disfruten, no la disfruten, coreaba silenciosamente Danny mientras Larousse cuidadosamente cortaba y separaba su pastel en platos separados. Pero los jueces no parecieron escucharlo. Cuando las caras de cada uno se iban iluminando, las tripas de Danny se torcían en nudos. —Muy bueno este pastel —dijo Claire, considerando el premio en sus labios
dándole
otro
mordisco
—El mango —gimió Kane felizmente—, es como, mi kriptonita, hombre. ¿Hay jugo de lima en él? —Si. —Larousse se apuró a confirmar—, un poco de acido saca la dulzura y complejidad de la fruta, ¿no creen? ¿Oh, en serio? Danny mordió con sarcasmo. Puso lima en el coco, ¿lo hizo? —Si, gracias por esa entrada —dijo Eva lentamente, empujando a un lado el plato— probemos el siguiente. Danny ni siquiera pudo disfrutar la breve expresión de ira en Ryan Larousse al despido de Eva, estaba demasiado ocupado observando cada cambio de músculos de la cara de los jueces mientras le daban el primer mordisco a su pastel de bodas. No podía descifrarlos. Ni a uno solo. Sudor goteó en la línea del cabello de Danny, y él quería rascar un pedazo de hielo seco en la parte delantera de su chaqueta de chef, pero se obligó a si mismo a calmarse. —Esto es… ¿almendra fundida en el pastel? —preguntó Kane, sonando sorprendido. Danny tuvo que aclarar su garganta antes de responder. —Sí. El relleno entre las capas es una crema de mantequilla jengibre de canela, salpicado con trozos de almendras confitadas. —Es muy suave. Y húmedo —comentó Claire. —Lo que es raro que un pastel con la integridad estructural suficiente para soportar tener más de un nivel. —Theo parecía impresionado.
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Eva terminó su primera pieza y utilizó la parte posterior de su tenedor para recoger algunas migajas perdidas —Me encanta lo delicado que es —dijo, mirando a los jueces—, es sutil, pero hermoso. Rehusándose a ser complacido por elogios de Eva —demasiado poco, demasiado tarde, quería decirle— Danny mantuvo su barbilla alta y su atención se centró en los jueces reales. Su opinión podría hacer o romper esta ronda de la competición. Sus chicos estaban cansados. Emocional y físicamente, necesitaban un descanso. Danny, también, si era honesto. La idea de entraren un repentino reto de desempate a muerte lo hacia querer vomitar, pero era su única oportunidad. Tenía que resolver esto. El silencio se prolongó insoportable ya que los jueces se apartaron y llevó a cabo su debate en voz baja. No quería darse cuenta de que Eva parecía cada vez más molesta con la dirección que la conversación estaba tomando. Decididamente manteniendo la preocupación en su cara, Danny esperó. Finalmente, los jueces volvieron a la mesa. Eva se veía pálida, algo frágil y filudo escondiéndose detrás de sus ojos, como si un viento más pudiera romperla. —Esta fue una decisión difícil —dijo lo suficientemente fuerte como para que todos los chefs oyeran—, pero todo se reduce a cuestión de estilo. Y al final, el panel de jueces sintió que un chef realmente incorporó el espíritu de trabajo en equipo, innovación y emoción que pedimos para este desafío. El estomago de Danny se desgarró. Ya sabía lo que ella iba a decir, en el instante antes que sus ojos se movieron hacia él y se apoderaron de su dura mirada. Eva tuvo que tragar una vez, dos veces, ante de lograr decir—: El punto va para Ryan Laoruse. El equipo de Medio Oeste/Oeste gana. El mundo se detuvo.
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O tal vez fue solo Danny quien se detuvo, dejó de respirar, dejó de escuchar… si se pudiera dejar de existir del todo, en ese momento, lo hubiera hecho. Totalmente debilitado, de la forma en que su cabeza parecía flotar medio metro sobre su cuerpo y no había sonido más allá del vago ruido sordo de sus propios latidos, duró sólo un pocos segundos. A continuación, se estrelló en su cuerpo, con los achaques familiares y el dolor de horas de estar sobre sus pies, corriendo alrededor de la cocina, de pie y agachándose sobre un horno caliente inundándole de vuelta, aún más doloroso por el breve momento de desconexión. Detrás de él, Danny escuchó el resto de los chef volviéndose completamente locos. Mientras los jueces felicitaban a todos los que habían ganando, apretando manos y ofreciendo elogios sobre sus platos favoritos, Danny se quedó allí de pie y trató de asimilar todo. Él había perdido. Había llegado hasta el último momento, las esperanzas y los sueños de su padre para el restaurante que era la herencia para sus hijos, en la habilidad de Danny para manejarlo, y que él había frustrado. Ellos tal vez fueran eliminados hoy, y tendrían que volver a Nueva York con sus rabos entre las piernas, porque Danny no pudo mantener su cabeza unida y seguir en el juego. Todo era culpa suya. Aun mientras el conocimiento lo inundaba, sus ojos siguieron el cuerpo rígido de Eva mientras iba hacia los chefs ganadores, fluyendo con su gracia y habitual energía. Si, esto era culpa de Danny. Pero había tenido ayuda para descarrilar y no avanza correctamente y un pedazo de hierro frío de amargura vengativo se alojó en su pecho. Estaba sorprendido de la contemplación de venganza por una mano llegando a través de los restos de los dos pasteles de boda asentados y abandonados sobre la mesa. Danny parpadeó hacia la mano extendida de Larousse. —Pusiste un infierno de menú —dijo Larousse, sin ningún rastro de burla en su tono
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—Pero tú ganaste. —El reticente respecto cocinado a fuego lento en el pecho de Danny. Hizo más fácil seguir adelante—. Lo mereces. Presionaste fuerte y nosotros cedimos bajo la presión. Felicidades, hombre. Un espasmo de insatisfacción torció las facciones de Larousse. —Si, no era como quería que fuera. Sé que fui un dolor en el trasero antes, sobre Skye Gladwll y tu chico Beck, pero…. —luchó durante un momento, como si estuviera inseguro de querer llegar tan lejos como realmente disculparse. Danny no estaba de todo sorprendido cuando se fue en una dirección diferente. Con la boca firme, Larousse sacó su barbilla y dijo—: Espero verte a ti y a tu equipo en la ronda final. Espero que no te cortes. Buena suerte. Danny se aferró a la mano de Larousse todavía suspendida, agitándola una vez. —Gracias, hombre —dijo sinceramente. —En realidad, es el momento para que los jueces se aíslen y discutan exactamente eso. Danny se tensó ante el sonido de la voz de Eva detrás de él. Sintió endurecer sus hombros, la columna vertebral recta y rígida cuando le dio la cara. Ella estuvo en silencio durante un momento, con los labios ligeramente separados como si tuviera algo más por decir. En el momento se extendió, más y más, como el azúcar calentando para hacer caramelo, pero sus hombros cayeron y se dio la vuelta, rompiendo el hechizo. Danny deliberadamente no la vio partir, el dolor de cada vistazo hacía ella era como un cuchillo en la parte posterior de su cuello. Buscando entre la multitud, Danny encontró al resto de su equipo, apiñados en torno a su mesa de trabajo. Max tenía sus brazos alrededor de los delgados hombros de Jules. Beck estaba situado un poco apartado de todos, con una expresión cautelosa e impenetrable, que hizo que Danny se diera cuenta con una repentina sacudida lo mucho que Beck se había abierto desde que llegó por primera vez a Lunden's. No, ya no. Beck parecía como una roca gigante de nuevo, su impasibilidad hacía todo más notorio por el hecho de que estuviera de
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pie al lado de Winlow, quien no podía quitar las emociones de su cara aunque su vida dependiera de eso. Fuera de la pista, el asistente de Eva empezó a dar vueltas alrededor de todos los jueces, llevándolos hacia la puerta de la cocina. Él pasó junto Win, quien agachó la cabeza tan deprisa que no capturó la expresión de esperanza en el rostro de Drew. Pero Dany la vio, y el vio, también, la forma en que la luz brillante, envío detrás de los ojos de Winslow, la fuerza de vital que hacia a Win como una presencia magnética, parecía haber sido derrotado. Y justo por eso, con la rabia quemando a través de la culpa y la vergüenza, incinerando de todo a su paso hasta que en todo lo que Danny podía pensar era en irrumpir en el panel de los jueces, lanzar acusaciones alrededor, humillar a Eva de la manera en que ella había tratado de humillar a Beck, hiriéndola de la manera en que ella había herido a Winslow. Como si sintiera su mirada en él, Max miró alrededor con el ceño fruncido. Algo parecido a la compasión impregnaba la expresión serena de su hermano mayor, y Danny se apartó de él, sacudiendo la cabeza para mantener fuera a Max de ir detrás de él. Danny se deslizó en el pasillo justo cuando los jueces desaparecían en la sala al final del pasillo. Respirando la primera bocanada de aire en horas que no estuviera llena del calor, y aire salado de una cocina trabajando furiosamente. No estaba preparado para abordar los tópicos Zen de Max sobre si cada uno es dueño de su fatalidad y de su suerte, o de lo que está destinado pasar, y él no estaba preparado para recuperarse y poner buena cara para el resto del equipo, tampoco. Todo lo que Danny quería era venganza
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Capítulo 33 Traducido por Akanet Corregido por kuami
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l momento de la verdad. Eva nunca había entendido realmente esa frase hasta este momento.
Las sabias palabras que Claire le había dicho anteriormente seguían dando vueltas por la cabeza de Eva en un bucle sin fin, obligándola a mirarse a sí misma y desafiándola a ser honesta acerca de lo que vio. El panorama es un poco sombrío Exteriormente, se veía bastante bien hoy, pensó. Su vestido de seda color lavanda revoloteaba a su alrededor, de forma perfecta para suavizar los nuevos ángulos inchados de su cuerpo. El estrés... ¡la dieta por excelencia! Una chaqueta informal de algodón color caqui completaba el atuendo y lo hacia un poco más profesional, pero sus zapatos eran pura indulgencia. Eva había necesitado elegir sus espectaculares zapatos de charol blancos con un tacón de diez centímetros esta mañana. Era lo suficientemente vanidosa como para alegrarse de lucir sexy, ya que esta podría ser su última aparición en cámara para la RSC. Lo que estaba a punto de hacer lo cambiaría todo. Significaría renunciar a su objetivo de conseguir que su padre la respetara, pero eso no era como si hubiera ido genial.
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Y además, era una mujer de negocios en el fondo. ¿Una negociación en la que intercambiaría su propio auto-respeto por el de su padre? Ese era un acuerdo desafortunado. Su corazón era un fajo de masa cruda en su garganta mientras se sentaba en la mesa de los jueces y Claire abría el debate acerca de si debían enviar a casa al equipo del Sur, o al de la Costa Este. Era ahora o nunca. Con el pulso latiendo en sus sienes, Eva se levantó y se volvió para hacerles frente antes de que pudiera cambiar de opinión o acobardarse. —Esperen, antes de que empiecen, tengo algo que necesito decir. Los ojos de Claire se agrandaron, y después se suavizaron con simpatía ante la mirada sin duda alguna en el rostro de Eva. —¿Ahora? La sensación de malestar, y revoltijo en su estómago se intensificó, pero Eva lo empujó hacia abajo. —Sí, ahora. Si no termino con esto, voy a terminar con una úlcera o algo parecido. —¿Deberíamos dejarte a solas con tu padre? —preguntó Claire, ya de pie y tratando de llegar a la puerta detrás de ella mientras Theo fruncía el ceño con consternación. Eva le disparó a su amiga una sonrisa de agradecimiento, pero se derrumbó antes de que se las arreglara para pronunciar la primera frase. —No, por favor. Quédense. Esto les incumbe a todos ustedes. Con una inclinación rápida de su cabeza, Claire se detuvo con su mano en la puerta, ya abierta lo suficiente como para que Eva se preocupara de que su amiga en realidad pudiera dejarla sola, sin apoyo moral en absoluto. Pero entonces, Claire se sentó de nuevo y cruzó sus manos sobre la mesa.
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—Adelante —dijo con su tranquila y acentuada voz, y Eva sintió la cálida gratitud inundándola, reduciendo las náuseas y los nervios. —¿Y bien? —Theo arqueó una ceja espesa en su dirección—. ¿De qué se trata este nuevo drama? Tragando saliva, Eva intentó otra sonrisa. Esta tampoco se mantuvo. —Lo siento, papá —dijo—. No te va a gustar esto. Un movimiento junto a la puerta llamó la atención de Eva, sólo un rápido destello de color blanco, pero su cerebro cansado, y agitado inmediatamente dio un salto para identificarlo como la manga de la chaqueta de un chef. Con el aliento enganchándose en su pecho, Eva se quedó mirando al espacio estrecho donde la puerta permanecía entreabierta. Allí. De nuevo, un destello de color blanco y movimiento, y de alguna manera, Eva sabía exactamente quién era. —Danny —gritó con voz ronca—. Por favor entra. Lo que tengo que decir también te incumbe a ti. Después de un largo momento, la puerta se abrió más. Ella había estado en lo cierto. Danny se quedó allí, desafiándola, endureciendo su hermoso rostro hasta volverlo una máscara casi irreconocible. —Chef Lunden —murmuró su padre, con una luz de comprensión llegando a sus ojos. Sabiendo que era aún peor de lo que Theo se estaba imaginando, Eva tragó saliva y se preparó. Obligando su cabeza a estar levantada y su mirada directa, miró a cada una de las personas en la habitación, uno por uno, terminando mirada en los acerados ojos azules de Danny. Ahora o nunca. Sin abandonar la mirada de Danny, estiro su mano por debajo de la mesa y abrió su maletín. Con sus manos extrañamente firmes, sacó la gruesa pila de documentos legales que Cheney le había dado. —Estos son los contratos que negocié con el canal de cocina. Ellos le dan derechos a los productores sobre todo lo filmado por Cheney hasta ahora, y todo lo que las cámaras recojan desde ahora hasta el final de la competición.
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Los ojos de Danny brillaron con rabia, luego se ampliaron mientras Eva tomaba unas pocas páginas de la parte superior y las rasgaba limpiamente por la mitad. —¿Qué demonios estás haciendo? —exigió Theo, con su voz resonando en el silencio de la habitación. —Estoy terminando nuestro acuerdo con el canal de cocina. —Eva dijo rápidamente, pero con fuerza. Esto es lo correcto, se recordó a si misma mientras una visible onda de sorpresa corría a través de sus oyentes. Se las arregló para romper otro par de páginas a la mitad, para dar énfasis, antes de que su padre casi se abalanzara sobre la mesa de los jueces para agarrar las páginas del contrato que quedaban. Eva las sacó fuera de su alcance, desmenuzando papel mientras se movía, y Theo se detuvo en seco. Como si se diera cuenta que perseguir su hija alrededor de la mesa no era la respuesta más digna a la situación, tomó una respiración profunda y se pasó ambas manos sobre su cabeza, alisándose su cabello entrecano. —¿Puedo preguntar por qué escogerías tirar todo en lo que hemos trabajado desde que tu madre inicialmente tuvo la idea de esta competición? Eva cerró sus ojos durante un momento, con la pregunta golpeándolo como un puño. —Papá. —Ella odiaba el tono suplicante en su voz, pero no podía evitarlo. Tenía que hacerlo entender—. Esto no es lo que mamá hubiera querido para el RSC. —No sé lo que quieres decir —bramó Theo—. Pero es lo que yo quería, y lo que prometiste que podrías ofrecer. Me temo que voy a necesitar una explicación para tu comportamiento. Junto a la puerta, Danny cambió su peso de pie, atrayendo su mirada. Él podría haber estado tallado en hierro, por toda la dura impasibilidad de su expresión, pero a pesar de la forma en que la desgarraba, Eva se sintió contenta de que él estuviera allí. Danny, más que nadie, merecía escucharla admitir la verdad. —Cometí algunos… errores de juicio —dijo Eva, levantando su barbilla—. Hice cosas de las que no estoy orgullosa, todo en nombre de
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conseguir mayores puntuaciones para la competición en televisión. Me comprometí a mí misma, a mi ética, y a esta competición. —Chérie —la suave e infeliz voz de Claire casi hizo desfallecer a Eva, pero ella enderezó su columna y siguió adelante. —Todo de lo que Danny me acusó... era verdad. Nunca pretendí que esto fuera tan lejos, y ciertamente nunca intente influir en el resultado de la competición, pero creo que eso es exactamente lo que pasó. Mi comportamiento, papá, ha sido exactamente lo contrario de todo lo que mamá quería que la RSC representara. Se suponía que iba a ser acerca de celebrar lo que los chefs pueden hacer en la cocina, no exponer lo que hacen en su vida privada. La decepcioné y corrompí su legado, y lo siento muchísimo. El dolor y la vergüenza ardieron detrás de los ojos de Eva, pero mantuvo su cabeza erguida y se enfrentó a las miradas escandalizadas de las personas que más amaba. Esta fue la parte más difícil. —Así que ahora voy a dejar que todos ustedes sean mis jueces. Si deciden que debo renunciar a la RSC por completo, eso es exactamente lo que haré, tan pronto como le diga a Cheney y a su equipo que embalen sus cámaras y regresen a Los Ángeles. Pero antes de irme, tengo una última petición. Obligarse a encontrar la mirada de Danny de frente fue una de las cosas más difíciles que jamás había hecho en su vida, pero Eva lo consiguió. —Por favor, no sancionen al equipo de la Costa Este por mis errores. Y no estoy diciendo eso sólo porque me... me enamoré de uno de ellos. Danny parpadeó, con su mandíbula aflojándose, como si su boca quisiera caer abierta por la sorpresa, pero no dijo ni una palabra. En ese instante de silencio que siguió a su declaración, Eva sintió a su corazón romperse en dos, tan frágil como el papel que sostenía. Todo había terminado. Ella lo había perdido. Pero ella aún no había terminado. Finalmente permitirse apartar la mirada de Danny debió haber sido un gran alivio, pero teniendo en cuenta que tenía que enfrentarse a su padre... no tanto. —Tenías tus dudas acerca de que tomara el mando de la ejecución de la competición, papá, pero me dejaste probar, de todos modos. Y
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realmente aprecio eso, más de lo que puedes saber. Me ha gustado el desafío en ello. Y lo siento si te decepcioné. Lo siento si te fallé. Pero me fallé a mi misma incluso más. —Su voz se quebró, finalmente, y Eva sentía una marea roja de humillación quemando por su cuello y hacia sus mejillas. Esto era todo. Ahora él nunca le entregaría las riendas de Jansen Hospitality. Había perdido todo. —¡Oh, Eva! —Su padre frunció el ceño, las líneas de su desgastada frente parecían más profundamente grabadas que nunca—. A veces tienes que fallar para tener éxito. Ese dolor de cabeza estaba de vuelta, latiendo en sus sienes y conduciendo picos de dolor en su cráneo. —¿Qué significa eso? —Eso significa que... —Theo suspiró—. Tienes razón. Tu madre habría odiado la idea de televisar la RSC, y habría estado más que enojada por la forma en que te he estado conduciendo para hacerlo. He estado tan concentrado en llegar al siguiente nivel, que perdí de vista lo que era realmente importante. Eva asintió con la cabeza, el alivio corría por su espalda, como agua fresca. —La competición. Theo hizo una mueca, como si le doliera. —No, Eva. No la competición. Desconcertada, Eva apretó sus puños, arrugando los papeles que todavía sujetaba en sus manos sudorosas. —No entiendo. —Debería haberte dicho esto hace mucho tiempo. —Theo caminó lentamente alrededor de la mesa hasta que estuvo directamente frente a Eva—. Pero hasta hace poco, he estado demasiado involucrado en mis propios asuntos para darme cuenta de lo que estaba pasando. Y ahora, con este lío... Eva, quiero que lo sepas. Yo... te admiro por lo que hiciste hoy. Esto requiere coraje, algo que vas a necesitar si quieres tener éxito en el negocio de los restaurantes. Eva trató de sonreír, su destrozado corazón desbordándose con tanta emoción, que ni siquiera podía decir lo que estaba sintiendo. —Gracias, papi.
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Poniendo sus manos sobre los hombros de ella, Theo la miró a los ojos como si quisiera imprimir lo que estaba diciendo directamente en su cerebro. —Eva. Todavía tenemos que sentarnos y hablar sobre lo que sucederá cuando me jubile, pero sin importa qué, todavía serás mi hija. Todavía te seguiré queriendo. Tenía que ser el dolor de cabeza haciendo que sus ojos se aguaran así. O tal vez fuera la sorpresa. Eva no sabía qué decir. —¿Entonces qué... supongo que no estás muy enojado porque envíe a los camarógrafos a casa, y por renunciar a la competición? —Ya te dije que tenías razón acerca del Canal Cocina. Deja de preguntar. Él todavía se veía un poquitito de mal humor al respecto, y el suspiró familiar hizo que la sonrisa de Eva se sintiera menos temblorosa. —Y no vas a renunciar a la competición —declaró Claire incondicionalmente—. No se requiere una discusión. Soy la juez principal, y no la tendré. —¿Quieres decir que me puedo quedar? —Ella apenas podía creerlo. Eva miró a su padre de forma automática, parte de ella con la certeza de que sería castigada por ir en contra de él de esta manera. Pero Theo se alisó el cabello, acunando su mejilla con la palma de su mano de la forma en que lo había hecho desde que era pequeña. Él le devolvió la sonrisa, pero había lágrimas temblando en sus pestañas, también, y Eva casi empieza a llorar. —Entonces... ¿esto significa que no estás enojada conmigo por ser el padre más malo del mundo? —¡Oh, papá! —Eva sollozó, lanzándose hacia el tipo de abrazo que no sentía como ella merecía en mucho tiempo —El hecho de que admitieras que estabas equivocada —dijo Theo, con la boca pegada a la coronilla de su cabeza—. Esa es una de las primeras cosas que cualquier buen ejecutivo tiene que aprender. Y una de las más difíciles para personas como tú y yo. —¿Cómo aprendiste esa lección? —preguntó Eva contra su hombro.
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—Bueno. —Ella podía oír la sonrisa en su voz—. Tuve a tu madre para recordarme mi extrema inseguridad. Nunca me dejó creerme que era perfecto. El dolor apretó como un puño alrededor de la garganta de Eva. —La extraño —confesó, temblando por la extraña novedad de hablarle a su padre acerca de la mujer, cuya pérdida había dado forma a sus vidas. —Yo también lo hago. Todos los días. Pero Eva, ella estaría muy orgullosa de la mujer en la que te has convertido —murmuró Theo sobre su pelo—. Igual que yo lo estoy. Eva se agarró fuertemente a su espalda fuerte y dejó que la cálida fuerza del abrazo reforzara su valor para la tarea que tenía por delante. Cuando llegó al punto de inflexión en el que sintió como si hubiera perdido totalmente su mierda y que empezaría a llorar si se quedaba un poco más tiempo, ella se apartó. —Vaya, hablando de drama —dijo, de repente intensamente consciente de su audiencia. Claire tenía los ojos llorosos, mientras que Kane hizo todo lo posible para mirar a cualquier otro lugar menos directamente a Eva y Theo. Danny... Danny había desparecido. Tal vez ella no lo había perdido todo. Pero sin duda había perdido a Danny Lunden. Para siempre. Con el corazón apretado con fuerza, Eva enderezó el cuello de la camisa de su padre y limpió la mancha de maquillaje que había dejado en los hombros de la chaqueta de su traje. —Voy a ir a hablar con los camarógrafos ahora, y los dejaré decidir a que equipo enviar a casa. —Cierto —dijo Theo, volviéndose a sentar y aclarando su garganta—. No debemos dejar el equipo perdedor sufriendo, a la espera de saber quien ha sido eliminado.
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—Y luego, tengo que tomar un avión a San Francisco, para así poder empezar a organizar la próxima ronda —dijo Eva, inyectando tanto brillo en su voz como pudo. Sonaba bastante falso para ella, pero tal vez nadie más lo notaria—. ¡Hay un muchas cosas que hacer! Con los ojos oscuros aterciopelados con simpatía, Claire se puso en pie e interceptó a Eva para darle un abrazo mientras ella trataba de alcanzar el pomo de la puerta. —Lo hiciste bien, Eva. Estoy orgullosa de conocerte. Eva era consciente de que su sonrisa probablemente parecía más una mueca. —Mejor tarde que nunca, supongo. Y gracias a ti, por ser mi brújula moral cuando me dio la vuelta. Nos vemos en San Francisco. Diciendo adiós a Kane, cuya silenciosa presencia ella casi había olvidado con la fiebre de confesiones y absoluciones, Eva se escapó hacia el pasillo y se detuvo un momento para recuperar el aliento. Ya estaba hecho. Ella podía mirarse de nuevo en el espejo, y sin odiar lo que veía. Y la situación con su padre había resultado mejor de lo que alguna vez se había atrevido a esperar, pero de alguna manera, incluso con un alma limpia, y sin cargas y la seguridad del amor y el respeto de su padre, Eva se sentía agotada. Devastada. No podía engañarse. La forma en la que Danny la había mirado antes, como si fuera alguien a quien nunca había visto antes, y que no quería conocer, le dijo todo lo que necesitaba saber acerca de sus posibilidades de hacerlo entender. Además, ¿qué había que entender? Eva sabía que en la mente de Danny, había cometido el único pecado realmente imperdonable. Ella le había hecho daño a sus compañeros de equipo. A sus chicos. Si todo se reducía a una elección entre Eva y los chicos de Danny, no se hacía ilusiones acerca de quién escogería. A cada uno de ellos.
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Capítulo 34 Traducido por atenea Corregido por kuami
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a cabeza de Danny era un tornado de pensamientos confusos y emociones contrarias. Lo que Eva había dicho, lo que ella había hecho, lo que ella había arriesgado a fin de poner las cosas bien… Él podía apenas procesarlo.
Cuando Cheney consiguió una llamada en su celular y frunció el ceño mientras salía ligeramente de la cocina y al vestíbulo, Danny contuvo la respiración Ella lo hizo. Ella realmente lo hizo. Cuando los jueces volvieron, todas las cámaras estaban apagadas, y el equipo enrollaba los cables y ponía protectores a las lentes. Pero hasta la confusión general sobre esto no podía distraer a los jefes de cocina que esperaban con preocupación al equipo que estaba a punto de ser expulsado del concurso. Pobre Winslow, esperando con incertidumbre el veredicto, parecía que él estaba hiperventilándose en un estado comatoso. Tirando un brazo alrededor de los hombros de su compañero de equipo, Danny tranquilizando a ambos y tomó la comodidad en la fuerte presencia de sus chicos extendiéndose a su alrededor. Un silencio cayó en la cocina, hasta los jefes de cocina que se divertían con la victoria hicieron una pausa mientras esperaban oír quien se iba a casa. Claire Durand anduvo adelante, y su hermosa, severa cara no mostró ningún tormento de empatía que él había vislumbrado en ella mientras Eva hizo su confesión. En cambio ella tenía buen aspecto, completamente profesional, mientras abrió su boca para dispensar el juicio.
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—Primero, como pueden haber notado, el equipo de cámaras está dejándonos. Hemos decidido no televisar el RSC, de modo que podamos devolver el concurso a su fundamento: la comida. Aquella información envió una onda de choque expansiva por los jefes de cocina reunidos, pero cada uno se calló inmediatamente cuando Claire sostuvo su mano levantada, demasiado desesperados por el resto de su anuncio para alargar la incertidumbre más tiempo. —A tal efecto, después de larga deliberación, los jueces del panel han decidido que se tratara individualmente los platos presentados en el último desafío. Ambos equipos presentaron comida interesante, y nos dio mucho para disfrutar, mucho sobre que pensar. Pero al final, el recuento de los puntos ganados por el equipo Costa Este/Sur, en su mayoría fue ganado por los chefs de Costa Este. El latido del corazón de Danny aumentó de velocidad, y sintió a Winslow alcanzar y apretar fuertemente la mano de Danny en su hombro. —Por lo tanto —Claire siguió—, con pena, es el equipo de Atlanta quién dejará el concurso. El triunfo pandió bajo el brazo de Danny, justo cuando Max gritó con alegría y balanceó a Jules del suelo y la giró en un abrazo. Beck movió su cabeza hasta que su pelo cayó delante y cubrió su cara. Ike Bryar llevó su equipo hacia los jueces para estrechar la mano y agradecerles la oportunidad. Él estaba obviamente decepcionado, pero filosófico sobre ello cuando él bajó y apretó las manos con cada miembro del equipo de Costa Este. —Oye, tenían que expulsar a alguien, y esta vez fuimos nosotros —dijo. Winslow se había recuperado lo suficiente como para sostener su puño para un golpe, y Bryar sonrió ampliamente—. Fue un privilegio trabajar con ustedes. Vayan a por ellos en San Francisco. ¡Animaremos por ustedes! Danny le dio la gracias y lo vio recoger su equipo e irse, mientras el resto de la cocina explotaba en una estridente celebración. De alguna manera, Danny no sintió mucho la celebración.
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Bastante sorprendentemente, Max fue quién notó que él faltaba. —¡Danny muchacho! ¡Ven aquí y únete a la fiesta! Ryan Larousse encontró champán, y estamos a punto de hacer un brindis. Danny trato de empujar suavemente a su hermano lejos. —No estoy de humor. Adelántate tú. —¿No estás de humor? —Max lo miró como si le hubiera brotado flores de azúcar de ambas orejas—. Tío. Voy a tratar de explicártelo de forma sencilla. Acabamos de pasar a las finales. ¡Nosotros estuvimos así de cerca de irnos a casa, pero en cambio vivimos para cocinar otro día! Lo siento si no estás de humor, pero tienes que brindar con champán. Es más o menos un imperativo moral. Pasando una mano sobre su cara, Danny trató de sacudirse de su depresión. —Sí, tienes razón. De acuerdo. Muéstrame el camino. Max hizo una pausa. —Espera. ¿No está verdaderamente contento? —Estoy bien —dijo Danny—. ¿Mencionaste algo sobre champán? —No estás bien. —No quiero entrar en una discusión semántica contigo —Danny comenzó a enfadarse—. ¿Quieres que sea feliz y me divierta, aunque nosotros estamos jodidamente perdidos? Bien, soy feliz. Vamos a divertirnos. Max sostuvo la botella de vino a sus espaldas. —Guau, apestas estando contento. —¿Qué quieres de mí? —Danny gruñó, acabando finalmente su paciencia. —Quiero saber qué demonios está pasando. ¿Por qué Winslow estuvo todo el día a media galleta de llorar? ¿Por qué Beck está incluso más estoico que de costumbre? ¿Y por qué te ves como alguien a quien le dieron con una pelota baloncesto cubierta de caca de perro y le pidieran que regateara hasta el centro con ella? —No importa ahora —se desvió Danny—. Lo hicimos. Y tienes razón, el equipo merece divertirse.
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La frustración se dibujó en la cara de Max. —Te mereces celebrarlo, es a lo qué iba. Siempre haces lo mismo. Tomas todas las cosas malas para ti, y luego pasas las cosas buenas a todos los demás. Te pones el listón demasiado alto. Es lo suficiente difícil de cumplir. Una neblina roja cubrió la visión de Danny, el caos y la furia en su cerebro se condensó en un láser de cólera, apuntado directamente a la cabeza de su hermano. —¿Yo? ¿Y tú? Viví durante años en tu sombra, Max, y ni siquiera estuviste ahí para echarlo. No hay nada más difícil que ganarle a un fantasma. El hijo imaginario, que siempre podía ser perfecto porque él no era real. El dolor nubló los ojos de Max, pero su boca se puso firme en esa forma que siempre se ponía cuando él estaba serio sobre algo. —Odio lo que pasaste por esto. Odio todo lo que les hice a todos ustedes cuanto me marché. Pero, Danny, te he dicho que lo lamento un millón de veces. Finalmente, tienes que comenzar a creer lo que quiero decir. —Te creo que lo sientes. Pero eso no cambia que esto sea un asco. Las disculpas no son sin sentido, pero ¿es suficiente? Y eso no lo hace un poco más fácil para mí, ahora, para confiar en que la gente va a quedarse alrededor y no me va a dejar colgado. Mierda, ¿de dónde llegó todo eso? Max, por supuesto, lo recogió directamente. Estrechando los ojos, él apuntó el cuello de la botella de vino hacia el grupo de jueces hablando con el equipo de Costa Este. —¿Tiene eso algo que ver por qué desaparecieras después del desafío? Noté que volviste sólo, y que Eva Jansen no fue quien hizo el anuncio final. ¿Qué está pasando? Jules dice que tienes algo con nuestra encantadora coordinadora del concurso. —Sí. —Danny se rió, un sonido seco y oxidado—. Eso es lo que tengo. Algo. Max levantó su cabeza. —Ella está impresionante. ¿Qué? Estoy enamorado de Jules, no muerto.
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—Sí, ella está impresionante. —Haciendo una estocada rápida, Danny se enganchó la botella de la mano de Max y comenzó a desenroscar el alambre en la cima del corcho—. También una mentirosa, una egoísta, y una manipuladora. Y ella salió limpia sobre todo eso, le recordó una voz en su la cabeza. Ella pidió perdón, y dijo claramente que lo sentía. ¿Pero era eso suficiente? —¡Dios, dime realmente como te sientes! —Max frunció el ceño hacía la botella de champán. Pero Danny estaba más allá de aceptar la ayuda. La avalancha de cólera lo inundó corriendo sobre él otra vez, convirtiendo sus movimientos en rápidos y contundentes. —¿Quieres saber por qué Win y Beck están disgustados? Fue por su causa. Ella los lastimó. Con un último, gruñido cruel, giró el corcho que salió de la botella y rociando el vino espumoso, dejando caer intermitente las burbujas en cascada al suelo. Danny apartó la vista de su mano empapada agarrando el cuello de la botella de champán, y jadeó. Max le quitó la botella suavemente, y dijo—: Me suena a que ella te lastimó a ti, Danny. —No —él dijo, sacudiendo su cabeza—. Eso no es importante. Lo qué importa es… —Lo qué importa —interrumpió Max, con una nota de dureza en su voz—, eres tú. Tus sentimientos. Tú importas, Danny. Renuncia a dejar de ocultarte tras la necesidad de cuidar a los demás. Fue como si las palabras de Max abrieran una puerta que Danny había mantenido cerrada con cuidado y con llave durante años. Él se estremeció, sus huesos vibraron con la fuerza de ello, sus dientes chocaron en su boca mientras trataba de dar sentido a la avalancha de emociones estrellándose a través de su sistema. Sí, había cólera por cómo las acciones de Eva habían afectado a Winslow y Beck. Era verdad. Pero estaba mezclado con este monstruo
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de dolor, traición, rabia, y desilusión que golpeó a Danny con bastante fuerza para volver un paso atrás. Max lo agarró en un abrazo, los brazos de un hermano fuertes y feroces y apretados, bloqueando el resto de la mientras las defensas mentales de Danny se desmoronaban convirtiéndose en polvo. A mí. Ella me hizo daño a mí. Y ahora que él se dio cuenta, no tenía ni idea de que hacer sobre ello además de soportarlo y tratar de respirar en la tormenta. —Vamos —susurró Max tiernamente en su oído—. Sólo déjalo salir. —Idiota. —Danny empujó en el pecho de Max, sus pulmones abriéndose de repente—. No voy a llorar, si eso es lo que estás esperando. —¡Ay! El hermano pequeño ya creció. —Cierra esa bocaza —dijo Danny, riéndose y alargando el brazo para dirigir una mano tímida por su pelo. Max le dio un golpe en su hombro sociablemente y levantó la botella de champán para dar un sorbo directamente de ella. Él limpió su boca y sonrió, pero fue la preocupación en sus ojos lo que rompió el último trozo de la pared que Danny había erigido para no dejar pasar a su hermano. —En Serio. ¿Estás bien, hombre? Danny respiró hondo y pensó en la pregunta seriamente. Eva le había hecho daño. Pero en cierta manera, entendía por qué. Él entendió lo que ella había estado tratando de llevar a cabo, incluso aunque ella hubiera ido demasiado lejos. Y lo que ella había dicho en el final, todo ello que le había hecho girar y correr antes de que él pudiera ceder ante la tentación de arrastrarla en sus brazos y besar una sonrisa en su boca triste, hermosa boca… Estoy enamorado. La memoria golpeó directamente el pecho de Danny, y lo relleno con algo agudo, irregular, y brillante. Algo más terrible que la esperanza.
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—No estoy seguro exactamente de qué voy a hacer después —Danny dijo lentamente —pero creo que estaré bien. Gracias, Max. —Oye. —Max sonrió—. ¿Para qué están los hermanos mayores, si no es para decirte cuando tú estás siendo un total idiota? —Eres un buen hermano, —le dijo Danny—. Siempre lo fuiste, aun cuando éramos niños. Una sombra cruzó la cara de Max. —No siempre. No, cuando yo te dejé. —No, pero… —Danny suspiró—. Eres humano. Hiciste una mala elección. O se sintió así entonces, ¿pero quién sabe? Tal vez era lo correcto para ti. Te hizo lo que eres, el tipo que Jules ama, el hermano que necesito ahora mismo, hoy. No puedo lamentar eso. —Él respiró hondo—. Y voy a dejar de pedirte que lo sientas, también. Max parpadeó. —¡Guau! Sacude un poco de inteligencia emocional en tu camino, y sal corriendo. Danny se rió otra vez, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en años, como si hubiera quitado algo pesado y doloroso de sus hombros. —Sí, bien. Hablar la mierda abiertamente se supone que es bueno para ti. —Lo es —dijo Max—. Cuando estuve en el templo en Japón, ellos hablaban mucho de enfrentar tus sentimientos. A veces, las cosas que dijeron, eran como ver a Obi Wan hablando con Luke sobre La Fuerza. Pero estoy bastante seguro que los monjes llegaron con ello antes que George Lucas. —Él se encogió y tomó otro trago de la botella de champán—. De todos modos, cuando volví, pasé mucho tiempo estando amargado estúpidamente y atrapado en mi cólera, pero cuando finalmente hablé de ello, fue como una especie de magia. Esto desapareció. Fui como una serpiente mudando la piel que ya no necesita. Danny puso su lengua en su mejilla. —Bien, ahora te estás poniendo un poquito woo-woo29 conmigo.
Woo-woo: se refiere a las ideas consideradas irracionales o basadas en evidencias muy endebles o en recursos de las fuerzas ocultas o poderes misteriosos. 29
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—Jódete —dijo Max, sonriendo abiertamente—. Todo lo que quiero decir es que, cuando alguien te hace daño, díselo. —Él movió la boca de la botella del champán hacia Danny—. No lo reprimas dentro, o un día reventaras tu corcho y explotarás por todas partes sobre alguien. —¡Impresionante! —dijo Danny inexpresivo—. Eres un poeta. ¿Estás tratando de competir con Kane Slater en el departamento de letras? —Sólo lamentas que no puedas ser tan inteligente como yo. —Es verdad, con la edad viene la sabiduría. ¿Cuánto tiempo hasta que tengas treinta otra vez? —Oooh. —Max agarró su corazón—. ¡Impacto directo! Ven, vamos, ¡basta ya de compartir esta terapia sensiblera femenina. ¡Vamos a la fiesta! Danny se rió y se movió, echando un vistazo a la puerta por donde los jueces habían desaparecido. —Adelántate. Tengo que hacer algo. Max dejó caer la burla el tiempo suficiente para darle a Danny una palmada viril en el hombro y un levantamiento de ceja alentadora. —¿Vas a probar tu recién descubierto mecanismo de afrontar lo emocional con Eva Jansen? Buena suerte, chico. La primera vez puede picar un poco, pero esto mejora. Danny lo dudaba. No estaba seguro de lo que planeaba decir. Mientras agitó un adiós a los gritos, risas y saltos de sus compañeros de equipo y se escabullía de la cocina, de lo único que estaba seguro era de que no podía dejar a Eva ir sin decirle como ella lo hizo sentir.
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Capítulo 35 Traducido por LizC Corregido por kuami
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va apoyó su cabeza contra la ventana de plástico fría y deseó que el avión despegara, ya, para así poder reclinar su asiento. Cada hueso de su cuerpo dolía con un agobiante dolor sordo, que se agravaba cuanto más tiempo estaba sentada, como si el movimiento evitaran que sus articulaciones se paralizaran. Empujando un puño contra su pecho, Eva frunció el ceño. Nada duele tanto como este vacío enorme en su caja torácica. Sentía como si le hubieran arrancado su corazón con una cuchara. Todo había terminado realmente. Había estropeado todo, y a pesar de que había intentado arreglarlo, no podía engañarse. Danny Lunden nunca iba a verla otra vez. Cerró los ojos y pensó con nostalgia escapar en el sueño. Tal vez soñara con algo agradable. —¿Mimosa? Al abrir los ojos, se volvió hacia el auxiliar de vuelo en el pasillo, diciendo—: No, gracias, no ordené ninguna... ¡oh! No era un auxiliar de vuelo inclinado sobre el asiento del pasillo vacío, sosteniendo una copa de cristal llena de champán y jugo de naranja. Era Danny. —¿Qué estás haciendo aquí? —exclamó. El miedo le revolvía el estómago—. Oh, no... no puedo creer que estén enviando a tu equipo a casa. ¡Tal vez puedo hablar con ellos de esto!
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Comenzando a hurgar su cinturón de seguridad, sus flojos dedos se deslizan sobre el cierre de metal, pero Danny se desliza en el asiento junto a ella y cubrió su mano con la suya mucho más grande. Eva permaneció inmóvil bajo el cálido y adusto apretón de sus dedos, excepto por el escalofrío que corría a través de ella ante su tacto. Incapaz de entender exactamente lo que estaba pasando, miró hacia abajo, a sus manos unidas, tratando de darle sentido a lo que veía. —Estoy aquí por ti —dijo Danny. Ella frunció el ceño. Las palabras tenían absoluto sentido, pero de alguna manera, no podía entender el contexto. —¿Para gritarme? —dijo, sintiéndose de pronto cansada otra vez—. Adelante, haz lo que quieras. Dios sabe que me lo merezco. Sus dedos se cerraron. —No —dijo, intenso y decidido—. Eva, mírame. ¿Parezco enojado? Armándose de valor, levantó la mirada para trazar las afiladas líneas de sus pómulos, la sutil hendidura en su barbilla, el barrido de sus injustamente largas pestañas, antes de asentarse finalmente en sus cambiantes ojos de cielo tormentoso. Él le dirigió una sonrisa, y esa simple curva de su amplia y generosa boca, trajo el corazón de Eva de nuevo a un aleteo, golpeando vivo en su pecho. —Si no estás aquí para gritar... y no estás eliminado de la competición… no, lo estás, ¿verdad? Danny sacudió la cabeza, con esa sonrisa aun jugando en su rostro. Él alivio la sacudió hasta sus dedos de los pies. ¡Gracias a Dios! Ella no le había costado la competición. Iba a ser bastante difícil vivir con ella misma, sabiendo de lo que había perdido… no sabía cómo lo habría manejado si le hubiera causado a Danny perder todo lo que le importaba a él, también. —Hice que tu asistente me diera su asiento —explicó Danny—. Tenía algunos asuntos pendientes que atender con Winslow, de todos modos, y yo no podía dejar pasar una hora más sin decirte que lo siento.
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*** Eva se echó hacia atrás lo suficientemente fuerte como para golpear su cabeza en la ventana de doble cristal. Danny hizo una mueca y llegó hasta ella, pero ella evadió su mano. —¿De qué te tienes que lamentar? Soy yo la que lo estropeó todo. El auto-desprecio en su voz desolló los nervios de Danny como un cuchillo debajo de las escamas de un pez. —Sí, te equivocaste —concordó—. Pero sé por qué lo hiciste. Y no debería haberte culpado de que hayamos perdido… fue una salsa muy débil. Somos cocineros. Es nuestro deber trabajar a través del dolor y las distracciones. Una de las primeras cosas que recuerdo que mi padre una vez nos enseñó fue a dejar mis problemas en la puerta de la cocina. —Eso es... muy generoso de tu parte —dijo, de una manera ahogada que le hizo a Danny pensar que ella realmente no lo entendía. —Te perdono —deletreó, observándola de cerca. Y entonces hizo una mueca—. Siempre y cuando me puedas perdonar por casi propasarme contigo y avergonzarte delante de tu padre. —No, eso no es... —comenzó ella, y luego decreció—. Sí, por supuesto que te perdono. Sin embargo, no parece la misma situación, quiero decir, en realidad no lo hiciste. —Porque no tuve la oportunidad —señaló—. Te lanzaste debajo del autobús antes de que pudiera. —Perdón por arruinar tu diversión. Mierda, esto no iba como él lo había planeado, en absoluto. —¿Segura que no quieres que tu mimosa? —dijo, con un atisbo de desesperación arrastrándose en su tono. —No, gracias. —Ella se instaló en su asiento, con su rostro duro y tranquilo—. Si eso es todo lo que viniste a decir, Danny… agradezco la comprensión y el perdón. Es más de lo que esperaba de ti. Por supuesto, más de lo que merezco. Lo que me merezco es, probablemente, sentarme aquí y recibir el castigo de tenerte tan cerca, sabiendo que yo... —vaciló, tropezando con las palabras, y el corazón de Danny se disparó a medida que su máscara se agrietaba un poco—.
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Sabiendo que tengo sentimientos por ti. Pero, por favor. Si de verdad me has perdonado, podrías sólo... hacerme el favor de dejarme en paz. Ahora ella era la que sonaba desesperada, y el cambio levantó el ánimo de Danny considerablemente. —No, creo que no lo haré —dijo en tono conversatorio, acomodándose cómodamente en su asiento—. No he estado nunca en San Francisco. ¿Crees que tendremos tiempo para ir al puente Golden Gate? La sorpresa hizo que abriera sus ojos de par en par y dejara un manto de color rosado en sus mejillas. Maldita sea, era linda cuando estaba enojada. —¡Danny! ¿En serio no vas a salir de este avión y dejarme en paz? —¿Después de hacer que tu asistente hiciera pasar por el aro a la aerolínea para conseguir pober su billete a mi nombre? De ninguna manera. Y como he dicho, estoy emocionado de ir a San Francisco. —No lo digas así. En serio. La gente se burlará de ti. —Está bien —dijo Danny agradablemente—. ¿Qué hay de Frisco? Oh, vamos a la Plaza Ghirardelli. Me gusta su chocolate para hornear. Eva lo estaba mirando como si nunca lo hubiera visto antes. Se sentaron en silencio durante un buen rato antes de que finalmente surgiera con—: ¿Estás bien? Estás actuando... no lo puedo entender. —¿En serio? Pensé que era bastante obvio —dijo Danny. —Bueno, no lo es. —A él le gustaba el sabor agrio en su voz, le encantaba cuando se ponía toda animada y resplandeciente, como el pastel de merengue de limón. —Entonces decidiste engancharte a mí. —Los chef participantes tienen una semana para descansar antes de comenzar las finales. Estoy pasando la mía en San Francisco contigo, ayudándote a preparar la fase final. O dando vueltas todo el día, visitando lugares, mientras lo preparas, lo que sea. Soy tranquilo. —¿Desde cuándo?
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Haciendo caso omiso de sus murmullos, continuó alegremente—: Pero la parte no negociable... —Se inclinó, se aseguró de que estuviera escuchando—. Es que cuando hayas terminado de trabajar todas las noches, y estés de vuelta al hotel o nos veamos en un restaurante, me dejaras estar allí para ti. Su respiración se aceleró: vio el rápido ascenso y caída de su caja torácica. Pero todo lo que dijo fue—: No lo entiendo. Danny, ¿qué estás diciendo? —Estoy diciendo, que no estás sola. Nunca más tienes que estar sola de nuevo. No en San Francisco... y no teniendo sentimientos. Ya sabes, por mí. Vaya, un poco más torpe de lo que esperaba. Tal vez debería haber planeado lo que iba a decir. Eva no parecía estar de acuerdo. Sus ojos brillaban, todo su rostro estaba brillando a medida que la esperanza, miedo, alivio, amor y los comienzos de la convicción chocaron en su expresión con una lluvia estelar de alegría. —Danny —susurró—. ¿En serio? Él se inclinó aún más, rozando su mejilla con la nariz y olfateando el suave aroma a limón dulce de su piel. —Cada palabra. —Pero ¿qué pasa con tu equipo? —Ella se retiró hacia atrás, tirando de un ceño en su boca—. ¿Realmente los dejas solos para viajar a San Francisco por su cuenta? Danny sintió una rápida punzada, pero la dejó ir. —Son adultos competentes. Más o menos. De todos modos, es hora de cortar el cordón. Siempre voy a estar ahí para ellos, pero no me necesitan para encargarme de todo. Y no necesito su permiso. Ya no es así. Se quedó sin aliento, un pequeño soplo de aire contra su mejilla. —¿Qué ha cambiado?
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—Te encontré, Eva. Tú eres la única a la que quiero cuidar, a partir de ahora. Incluso sus ojos entornados no podían disipar el gozo radiante de Eva. Pero su voz fue fuerte cuando dijo—: Y me dejarás cuidar de ti, también. ¿Verdad? Danny fingió pensarlo. —Voy a trabajar en ello. Apoyando su frente contra la suya, Eva cerró los ojos. —No puedo creer que esto esté sucediendo. Cuando entré en esa sala a juzgar hoy, pensé que estaba a punto de perderlo todo. En cambio, mi padre me dijo que me amaba sin importar qué, y ahora, aquí estás. —Aquí estoy —estuvo de acuerdo Danny—. Diciéndote casi exactamente lo mismo. Se ahogó un poco, y cuando él la besó, sus labios estaban salados con las lágrimas. Algo en la forma en que su boca temblaba bajo él le dijo a Danny que ella necesitaba que se lo explicara con detalles. —Te quiero, Eva. Sin importa lo que pase. Danny dijo las palabras en su boca como un secreto, pero su corazón nunca se había sentido más abierto. —Cuando mi padre me dejó encargarme de la competición Rising Star Chef de este año, pensé que era mi oportunidad. Mi oportunidad de oro, aquella que me iba a traer todo lo que siempre he querido… y lo hizo. Pero, con mucho, la mejor cosa que me trajo fue la única cosa que no sabía que quería. La sinceridad de su voz, superaba a la verdad detrás de sus palabras, haciendo palpitar el corazón de Danny. —Te amo, y voy a seguir amándote —le prometió, con los ojos brillantes y húmedos—. Tú lo eres todo para mí, Daniel Lunden. —Hmm. Ya nada de ser la playgirl del mundo occidental, ¿eh? Estás rompiendo muchos corazones por aquí, Eva. —Psss. ¿Para qué necesito a todos esos chicos cuando tengo al mejor de todos, aquí en mis brazos?
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Danny sonrió. —No lo sé. Las fiestas, los grandes eventos, los hombres cayendo a tus pies. Tal vez vas a extrañar tus salvajes y locas aventuras. Ella arqueó una ceja perfecta, esa mirada que le gustaba viniendo de su rostro. Malvada, peligrosa, seductora, excitante... hablando de todo lo que nunca supo que siempre quiso. Eva era para él, también. —¿Quién dijo que voy a renunciar a mis salvajes y locas aventuras? —ronroneó en su oído, con un sinuoso deslizamiento llevando su cuerpo en estrecho contacto con el suyo. Danny se movió en su asiento, deseando haber tenido la previsión de conseguir una de esas mantas azules de avión para cubrir sus regazos. —Eva... Él realmente sintió su sonrisa contra su mejilla. —No te preocupes, Danny. Todo mi ser salvaje y loco está reservado para ti, de ahora en adelante. Hablando de eso, ¿has oído hablar del Club de las Alturas 30? Gimiendo y riendo, Danny la agarró y llevó astuta su boca a la suya. Ella se movió contra él con entusiasmo, separando sus labios. —Dios, tienes un sabor increíble —murmuró él. —¿Y qué sabor tengo? —A él le encantaba que un solo beso la dejara sin aliento. Vamos a ver qué hacen dos besos. Dos besos hicieron que sus mejillas se tornaran rosadas y sus ojos se empañaran otra vez. Inspeccionándola con satisfacción, Danny le susurró—: Sabes a esperanza y felicidad, diversión y expectación. Todo el mundo lo que no he visto de mundo, y la oportunidad de explorarlo juntos. Sabes a amor, Eva.
Club de las Alturas: Muchas personas tienen relaciones sexuales, mientras están a bordo de una aeronave en vuelo. No se le conocen propiamente como club, pero es la emoción de hacer algo tabú y del riesgo a ser descubierto lo que les une. 30
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Tragó saliva, sacando su lengua para humedecer su labio inferior lleno e hinchado. —¿Ah, sí? ¿Y a qué sabe el amor? Inclinando su cabeza de nuevo, Danny la besó una vez más. —Un poco a tarta, un poco dulce. Complejo. El tipo de sabor del que nunca puedo tener suficiente, no importa cuántas veces lo intento. Ella levantó su barbilla, en silencio pidiendo más besos. Danny estaba feliz de complacerla. La besó a medida que el avión se deslizaba por la pista, ganando velocidad e ímpetu. La besó a medida que hacían el salto que rompía las cadenas de la gravedad. La besó a medida que se elevaron hasta las nubes, ingrávidos y libres. Tardaría toda una vida, —tal vez más— para descubrir todos los matices del sabor de la boca de Eva Jansen. Y Danny estaba dispuesto a darle todo lo que tenía.
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Recetario Some Like It Hot Traducido (SOS) por clau12345 Corregido por kuami
Limón Meyer con compota de ciruelas Ingredientes: 1kilo de ciruelas rojas firmes, cortadas en octavos y sin semilla (Alrededor de cinco ciruelas grandes) 3/4 de taza de azúcar morena 1/2 cucharadita de ralladura de limón (sólo la parte amarilla) 2 cucharaditas de jugo de limón 2 ramitas de tomillo fresco Preparación: Mezcla las ciruelas, el azúcar, la ralladura de limón y el jugo en un recipiente grande. Cocina a fuego lento, revolviendo con frecuencia, añadiendo más azúcar si lo deseas. Después de 30 minutos, agrega las ramas de tomillo y cocina durante otros 15-20 minutos. Cuando las ciruelas estén muy tiernas y la mezcla se haya espesado un poco, retírala del fuego. No te preocupes, se pondrá
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aún más espesa y parecida a la compota a medida que se enfríe. Retira las ramitas de tomillo y deja enfriar por completo. Sirve sobre helado o pastel, ¡o puedes utilizarlo como relleno entre las capas de un montón de tortitas francesas, junto con crema pastelera de Danny!
Crema Pastelera de Danny Ingredientes: 1 vaina de vainilla entera 1 1/2 tazas de leche descremada 1/2 taza de nata 3 cucharadas de fécula de maíz (maicena) 5 yemas de huevo 1/2 taza de azúcar granulada (dividida en 6 cucharadas y 2 cucharadas) 4 cucharadas de mantequilla sin sal, cortada en trozos
Preparación:
Mezcla la leche y la nata en un recipiente mediano con fondo pesado (puede ser una olla o un bol de acero inoxidable). Corta la vaina de vainilla por la mitad a lo largo y raspa las semillas negras sobre la leche, luego agrega la vaina vacía en la mezcla. Agrega 6 cucharadas de azúcar y calienta a fuego de lento a
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medio. Mientras se calienta, remueve durante el tiempo suficiente para que el azúcar se disuelva por completo. Mientras se calienta la leche, bate en un recipiente mediano las yemas de huevo hasta que estén suaves. Luego vierte las 2 cucharadas de azúcar restantes y continúe batiendo hasta que todo esté cremoso y los granos de azúcar se empiecen a disolver. Esto no debería tomar mucho tiempo, (más o menos medio minuto).
A
continuación,
agrega
la
harina
de
maíz
una
cucharada cada la vez, batiendo después de cada adición y bate un poco más hasta que los huevos se vean de color amarillo pálido y la mezcla se asemeje a una pasta. Mientras tanto, la leche debe estar a punto de hervir. Cuando se caliente lo suficiente como para que las pequeñas burbujas salgan a la superficie, retira la vaina de vainilla y desecharla. A continuación, toma una taza pequeña y sumérgela un poco en la leche caliente. Agrega eso a la mezcla de huevo (vertiendo gradualmente la leche caliente evitará que los huevos cuajen). Continua agregando la leche lentamente sobre los huevos en un flujo lento, batiendo todo el tiempo, hasta que sientas que tu brazo está a punto de caerse, o hasta que agregues toda la leche, lo que pase primero. Transfiere la mezcla espumosa de regreso a la cacerola original y calienta a fuego a medio. ¡Continúe batiendo! Lo sé, el codo estará adolorido, pero valdrá la pena. Ya estás a punto de terminar, sólo te tomará unos 45 segundos o un minuto más a fuego fuerte convertir la mezcla en una crema espesa y brillante. Retira la cacerola del fuego y añade la mantequilla, un trozo cada la vez. Luego cuela la crema pastelera pasándola por un tamiz de malla fina sobre un recipiente limpio, presionando la crema con el dorso de una cuchara o con la espátula. Este paso parece inútil, pero asegura que tu crema pastelera esté perfectamente lisa, ¡sin ningún tipo de grumos!
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Cubre el tazón con una envoltura de plástico, dejando que el plástico
descanse
justo
sobre
la
superficie
de
la
crema,
permitiendo que se forme una especie de piel. ¡Guárdala en la nevera! Debes dejar que los sabores se mezclen y reposen, más o menos unas 3 horas, o si puedes durante toda la noche La crema pastelera tiene gran cantidad de usos, puedes utilizarla como relleno de los bollos de crema o de los eclairs31, o puedes verterla sobre la base pre-cocida o como relleno cubriéndola con bayas frescas... ¡o se puede utilizar como relleno de tortitas francesas (crepés)!
Tortitas francesas de Eva (Crepés) 336
Ingredientes: 1 taza de leche descremada 2 huevos grandes 2 cucharadas de azúcar en polvo 1/2 cucharadita de ralladura de limón 3/4 taza de harina de trigo 1/2 cucharadita de sal 1 cucharadita de levadura Mantequilla para cocinar Azúcar en polvo para servir
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Éclair: Es una pasta francesa hecha de masa choux, rellena de crema pastelera.
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Preparación: Coloca todos los ingredientes en una batidora, en el orden indicado y mezcla durante un minuto aproximadamente. Si se pega un poco de harina a los lados de la batidora, puedes rasparlos con una espátula. Será más fácil batirlas después si dejas la mezcla reposar durante una hora más o menos, de manera de que se asienten las burbujas de aire, pero honestamente, si vas corto de tiempo, no necesitas hacerlo Cuando estés listo para cocinar las tortitas, calienta una sartén mediana a fuego medio-bajo. Tendrás que jugar un poco con tu cocina hasta encontrar la temperatura que te vaya bien a ti, como explica Danny. Si la utilizas muy caliente, será difícil que la masa fina cubra todo el fondo de la sartén cuando la inclines. Es mejor cometer el error de que esté demasiado fría que perderlo
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todo allí. Derrite aproximadamente una cucharadita de mantequilla (una tercera parte de una cucharada) en la sartén. Cuando la espuma baje, vierte la mezcla en la sartén a cucharones (la cantidad de mezcla dependerá del tamaño de tu sartén, mucha mezcla te dará tortitas demasiado gruesas, y muy poca te dará unos creps deforme que no llegaran a cubrir todo el fondo de la sartén). Vierte la mezcla en el centro de la sartén caliente, e inclina rápidamente la sartén para permitir que la masa llegue a los lados del recipiente y forme un círculo. Vuelve a colocar la sartén sobre el fuego y cocina hasta que los bordes se curven y parezcan crujientes. Puedes levantar un poco con una espátula por uno de los lados para ver si está lo suficientemente dorado. A continuación dale vuelta al crep, ya sea con la espátula o con las yemas de los dedos, o, si eres muy aventurero, lanzan la mezcla al aire con una golpe seco. Personalmente, recomiendo el uso de los dedos, es más simple,
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mucho más suave, y genera menos probabilidades de perforar o romper los delicados crepes. Cocina el otro lado de la crepe de unos veinte a treinta segundos y retírala a un plato. Repite hasta que utilices toda la masa (esta receta da para unas 810 crepes, dependiendo del tamaño de la sartén). Chicos, sé que esto suena complicado, ¡pero realmente no lo es! Sólo necesitan un poco de práctica. Y la buena noticia es que no hay prácticamente nada que no puedas hacer para ocultar las imperfecciones... puedes enrollarlos alrededor de mermelada y rociarlos con azúcar en polvo, rociarlos con un poco de jugo de limón y espolvorearlos con un poco de azúcar granulada, o... ¡colocarlos en capas para formar una un pastel de tortitas francesas!
Montaje del pastel de tortitas francesas: Saca la crema pastelera y la compota de la nevera por lo menos una hora antes de empezar, para que alcancen temperatura ambiente. Desliza un crep en un plato y úntalo con la crema pastelera, coloca encima otro crep. Aplica a esta segunda capa la compota y cúbrela con otro crep. Repite el procedimiento sucesivamente, alternando crema y compota hasta que la el pastel de crepes alcance la altura deseada. Duplica la receta de los crepes para usar más compota y crema, y para hacer una pila más alta. Guardar la tortita mas bonita para colocarla como capa superior, que no se cubrirá con nada. Deja enfriar el pastel por lo menos durante dos horas. Justo antes de servir, espolvorea la parte superior con azúcar en polvo y corta el pastel en pedazos. Utiliza un cuchillo afilado y ¡ten cuidado! Las capas deben mantenerse juntas bastante bien, pero serán más frágiles que un pastel normal. Pero ¡también más
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especial! Tiene un poco más de dificultad, pero puedes hacerlo todo con suficiente tiempo y ningún componente individual es muy complicado. ¡Esta es una magnifica receta para impresionar a un jefe o a la familia de tu pareja! O simplemente para dejar que tu familia sepa lo especial que es para ti...
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Proximamente:
Hot Under Pressure Henry Beck pensó que ya se había enfrentado al desafío más difícil de cocina en su vida. Después de todo, ¿cuánto era lo máximo que podría llegar a sudar como un cocinero de la Marina en un submarino? Pero cuando se entera que su competición por el título de Rising Star Chef está la dulce chica hippie con la que se casó... y dejó... hace diez años, el calor está encendido. Ahora Beck y Skye Gladwell van cabeza a cabeza en la final... y encendiendo viejas llamas cada vez que se tocan. Pero Skye quiere más que una victoria sobre el hombre que la abandonó cuando más lo necesitaba, ¡ella quiere el divorcio! Entonces, su sexy casi ex le hace una propuesta deliciosamente peligrosa. Va a ceder a sus demandas, pero si su equipo gana la RSC, él tiene una demanda propia... saborear una última vez a la única mujer que ha amado.
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Adelanto del Primer Capítulo Traducido por Kathesweet Corregido por kuami
B
eck sacudió el estragón picado de sus dedos en el último plato de los jueces justo mientras Eva Jansen decía, con su voz oficial de presentadora—: ¡Tiempo! Aléjense de sus platos.
El acto físico de dar un paso atrás pareció cortar el cordón que lo había unido a su trabajo, y Beck sintió el resto del mundo volver a la vida, el ruido de fondo y el conocimiento de los otros dos chefs que habían terminado los platos de sus equipos inundaron su cabeza de repente. Skye Gladwell estaba justo a su lado, su aroma embriagador a nuez moscada y crema golpeándolo como una bofetada con la mano abierta sobre la cara. Beck tuvo que cerrar sus ojos por un largo momento para agradecer su entrenamiento de combate que le daba concentración inequívoca y unidad. Porque este reto en particular estaba perfectamente calibrado para aprovechar los instintos primarios de Beck de pelear -o-follar. ¿Skye? Había tenido diez años para superarla, pero aparentemente no fue suficiente para embotar los bordes de su deseo por ella. Él ya no la amaba, obviamente, pero maldición si no la quería con tanta ansia como lo hacía a la edad de veinte años. Había sido una sorpresa para él en Chicago, la oleada inesperada de necesidad física, pero había superado la sorpresa de eso ahora, y trabajaba en matar el deseo tanto como sus sentimientos más suaves.
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Hasta que lo manejara, sin embargo, tenía que reconocer que estaba bastante jodido de la cabeza en cuanto se refería a Skye Gladwell. El tercer contendiente en este desafío final, sin embargo… Los sentimientos de Beck por ese tipo eran mucho menos complicados. A la izquierda de Beck estaba de pie Ryan Larousse, el arrogante y adulador jefe del Equipo del Medio Oeste. Ya se habían peleado una o dos veces durante la competición, hasta el punto donde Beck había perdido humillante y completamente su calma y le pateó el culo a la flacucha comadreja. Retomar la calma fue como atarse un chaleco antibalas, y esto ayudó mientras Beck trabajaba en aligerar su respiración y regresar el ritmo de su corazón a la normalidad. Miró al frente, esperando que los jueces vinieran y pronunciaran un ganador. No sientas. Los sentimientos son para las personas que tienen el lujo de actuar de acuerdo a estos. Tienes que hacer lo mejor y aceptar el resto. Era un mantra decente, en cuanto a supervivencia se trataba pero Beck no pudo evitar sentir un hormigueo reflejo de emoción en los ojos de Skye mientras le lanzaba una mirada de reojo. —Esto es sorprendente. No puedo creer que ambos estemos aquí —suspiró, sus enormes ojos azules siguiendo el progreso de los jueces, que habían empezado al otro lado del final de la mesa con el plato del Equipo de Medio Oeste. Todo el trabajo que Beck había hecho aligerando su pulso y regulando la temperatura de su cuerpo se convirtió en humo. —No puedo creer que todavía mires a este mundo de esa manera —dijo él. —¿Qué se supone que significa eso? —La repentina tensión de su cuerpo dijo mucho más que sus palabras duras. Beck sacudió su cabeza. Él siempre había amado el placer inocente que ella tomaba de la vida, pero éste también lo volvía loco, la manera en que se rehusaba a ver el mundo como realmente era, en toda su realidad dura y fea. Especialmente considerando lo que ella había atravesado mientras su relación estaba implosionando.
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Vamos, se dijo, apretando los dientes. Está por encima de esto, ¿recuerdas? —Nada. Olvídalo. Felicidades por llegar a las finales. —Beck pensó que eso era seguro. Cortés, distante. —Para ti también —murmuró mientras los jueces exclamaban sobre los ñoquis hechos a mano con guisantes salteados y crema de setas shiitake de Larousse—. Y oye, felicidades porque finalmente encontraste tus bolas de nuevo. Beck tiró hacia atrás su cabeza como si ella sería escupir sobre él. —¿Qué? Skye se giró para obtener un mejor vistazo de su cara, sacudiendo sus suaves rizos rojo-dorados contra su brazo. Beck luchó por no retroceder, ni agarrarla y sacudirla, sin traicionar su agitación moviendo un solo músculo. —Tus bolas —dijo claramente, sus ojos centelleando más oscuros de lo que alguna vez los había visto, incluso esa última y terrible noche—. Debes haberlas encontrado, si finalmente tuviste las agallas para mostrar tu cara en esta ciudad otra vez. La amargura en su voz escocía como el jugo de limón en una herida abierta, y Beck tuvo que luchar con todo su ser para no reaccionar. —Una charla agradable —dijo él, incapaz de evitar el espesor ronco de su voz—. ¿Besas a tu madre con esa boca? Ella alejó la mirada, de vuelta a los jueces, que estaban terminando con Larousse. —No soy la chica dulce que dejaste hace diez años, Henry. No creas ni por un segundo que voy a hundirme con facilidad. Estoy aquí para ganar, no para hacer nuevos amigos o reavivar historia antigua. —No te preocupes —gruñó Beck en voz baja—. Una vez esto haya terminado y mi equipo haya ganado, me iré de San Francisco y volveré a la Costa Este. —Perfecto —dijo—. Excepto que mi equipo va a llevarse a casa el dinero del premio y el título de Rising Star Chef. Y antes de que regreses a Nueva York, hay algo pequeñísimo que voy a querer de ti.
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Los jueces estaban agradeciéndole a Larousse y paseándose lentamente por la mesa hacia Skye mientras Beck decía—: ¿Qué es eso? Él no sabía qué esperar, dinero, quizás, o una exigencia de que se fuera al infierno. En las más alejadas e indisciplinadas profundidades de su mente, incluso había una insinuación de un pensamiento de que quizás le pediría una última noche juntos, por los viejos tiempos. En cambio, lo que susurró por la comisura de su boca justo antes de sonreír brillantemente a los jueces acabó con el equilibrio de Beck y detuvo su corazón. —Quiero el divorcio.
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Louisa Edwards Louisa Edwards creció en Virginia. A los once años volvió locos a sus abuelos al comenzar a leer las publicaciones de Harlequin. Se graduó en el Bryn Mawr College como Cum Laude con una maestría en Lenguas Romances, lo cual no es tan romántico como suena, en su mayoría es estudiar Literatura Italiana, español y algo de Francés. Tiene preferencia por leer y escribir libros sobre cocina con un toque de erotismo.
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Creditos: Moderadoras Lizzie
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