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Salud Mental en niños y adolescentes en situación de desastre natural Viernes, 05 de Marzo de 2010 00:00
Salud Mental en niños y adolescentes en situación de desastre natural Declaración de la Unidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile Los desastres naturales que han afectado recientemente a la zona central y sur de Chile pueden aumentar la aparición de trastornos mentales en la población. Los niños y adolescentes constituyen un grupo especialmente vulnerable para tales alteraciones lo que pudieran conducir a un mayor impacto en sus desarrollos personales. Las situaciones experimentadas pudieran producir traumas complejos con consecuencias psicológicas que pueden relacionarse con el grado de exposición a la cual se han sometido. Los niños y adolescentes son sujetos de derecho siendo imperante que las necesidades especiales sean atendidas por parte de los adultos responsables y se realicen intervenciones activas de contención respecto de lo sucedido. La contención es un derecho y una medida potente de reconducción y de orden que va a permitir la elaboración de las experiencias vividas desde los niveles más concretos hasta otros más profundos como las emociones asociadas al sufrimiento y el temor.
Los niños y adolescentes son personas que se encuentran en crecimiento y desarrollo, construyendo activamente su identidad y personalidad, por lo que las experiencias asociadas al desastre pueden operar como fuerzas estresantes y de riesgo, pero también como una oportunidad para poder avanzar en la integración de elementos altamente positivos de cuidado, amor y solidaridad. Además, la mayor capacidad plástica de sus cerebros en desarrollo, pueden facilitar que las experiencias vividas sean incluidas como un elemento más de la vida que se lleva en este país, es decir, el terremoto y tsunami pueden facilitar el logro de una capacidad de autocontención.
Para poder comprender y por lo tanto, intervenir en las formas en que se afecta la salud mental de niños y adolescentes, se pueden establecer diferentes niveles de impacto según el tipo de
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exposición a las experiencias traumáticas y eventos consecuentes.
El primer nivel de exposición a experiencia traumática corresponde a todos los afectados directamente por el terremoto, es decir, la población que se extiende desde la Quinta Región a la Novena Región, incluida la Región Metropolitana.
El segundo nivel de exposición a experiencia traumática se produce como consecuencia de las necesidades de evacuación y reubicación de las personas afectadas.
El tercer nivel de exposición a experiencia traumática incluye a las personas que fueron afectadas directamente por el Tsunami, es decir, la población que se encontraba en la costa de la Quinta, Sexta, Séptima, Octava y Novena Regiones.
En un cuarto nivel de exposición a experiencia traumática se incluyen los afectados que fueron testigos posteriores de las consecuencias de las evacuaciones cuyas manifestaciones se producen como incertidumbre y preocupaciones por la situación en que se encuentra los amigos, familiares y los hogares. Esta exposición puede verse incrementada por las formas en que son difundidos los hechos a través de los medios de comunicación.
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La intranquilidad civil puede constituir una experiencia traumática que emerge de manera asociada a la situación de crisis. La manifestación de conductas de pánico en la búsqueda de provisiones y agua, la presencia de saqueos y la violencia en las calles afectan a las personas incrementándose las reacciones de ansiedad y desconfianza de la población ante los informes y reportajes que los medios de comunicación entregan lo que a su vez se ve incrementado por los rumores de desorden social lo que puede ser observada en especial en los lugares de refugio.
Finalmente, un sexto nivel de exposición a experiencia traumática corresponde a la falta de coordinación y la variabilidad en la efectividad de las respuestas de los gobiernos regionales y centrales que dejan a las personas afectadas en ambientes inseguros por días, sumándose a ello el sentimiento de abandono y de exposición continua a peligro.
Medios de comunicación e impacto en los niños y adolescentes
La falta de regulación en la difusión de la información e imágenes asociadas al desastre pueden transgredir el derecho de contención de los niños y adolescentes. La importancia de poder moderar y modular las noticias, donde no sólo se narren los hechos sino que se entregue un significado mediado, es decir, con el respaldo de los conocimientos de los profesionales de la psicoeducativos respecto de las expresiones de las personas, contribuye a la construcción de un sentimiento de mayor certeza y predictibilidad para los niños.
Es fundamental que en las situaciones de experiencia traumática los medios favorezcan la contención a través de señales de aliento, de psicoeducación y apoyo a los diferentes aspectos educativos que previenen la aparición de los problemas y trastornos en salud mental,
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sugiriéndose la participación de personas expertas en salud mental como parte de los equipos de comunicaciones presentes.
Población de riesgo Según el grado o nivel de exposición a las experiencias traumáticas, se pueden identificar grupos de niños y adolescentes que presentan mayor riesgo de presentar problemas de salud mental y trastornos mentales.
Los niños y adolescentes que han tenido que ser trasladados de sus hogares y separados de sus familias constituyen un grupo de riesgo además de la emergencia de problemas como la falta de documentación que puede afectar la reintegración a las actividades escolares y atención en salud.
Otro grupo lo constituyen los niños y adolescentes que han sido rescatados de condiciones amenazantes para su integridad y la de sus familias, que han debido ser reubicados en refugios u otros lugares desconocidos para ellos. Los niños y adolescentes que han sufrido la pérdida de sus seres queridos por fallecimiento traumático constituyen un grupo de especial cuidado.
Problemas de salud mental emergentes en niños y adolescentes
Las manifestaciones de los síntomas y cambios en el comportamiento, así como la manera en que cada niño o adolescente vivencia, comprende y le da significado a las situaciones experimentadas, variarán según las etapas del desarrollo en que se encuentren. Es así como los niños pequeños, en período preescolar, pudieran presentar cambios en la regularidad de los ciclos de sueño, vigilia y alimentación, comportamientos de búsqueda de proximidad con las
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figuras de apego y ansiedad de separación, comportamientos regresivos ( enuresis, cambios en el lenguaje, etc), temores y fobias, irritabilidad y en algunos casos, alteraciones más específicas relacionadas con la experiencia traumática de reexperimentación con pesadillas, comportamiento de evitación, baja de la atención o hiperactivación ansiosa. Estos síntomas hacen sospechar la presencia de un trastorno por estrés postraumático por lo que se requiere de atención especializada.
En el período escolar, se pueden presentar síntomas similares a los descritos, apareciendo conductas de rechazo escolar, alteraciones en el sueño, desatención y temores específicos concretos asociados al desastre natural.
En el período de la adolescencia, se pueden observar síntomas de ansiedad con somatización de la angustia, crisis de angustia y eventualmente de pánico, depresión y consumo de alcohol o drogas con posibles cambios en la conducta, pudiendo aparecer comportamientos de transgresión de las reglas y de desafío de la autoridad.
Acciones para intervenir en el enfrentamiento de la experiencia
Para poder organizar las acciones de manera coordinada y eficaz, es necesario establecer diferentes niveles de intervención. Estos niveles son de orden personal, familiar y social ampliado, destacando la reagrupación de la comunidad local como un factor primordial de protección.
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En la reconstrucción se debe promover la articulación de las redes sociales y comunitarias, con liderazgos claros que en conjunto operan como factores de protección que incrementan la solidez de las uniones de las personas y disminuyen la ansiedad. Los líderes deben poder conducir a la comunidad como si esta fuese una familia, es decir, tiene que estar presentes, deben manejar la información que se tiene, deben promover que las funciones básicas de cuidado, protección y comunicación se desarrollen.
Además, se requieren roles claros que permiten la diferenciación lo que ayuda a que los menores perciban que la rutina o la regularidad se ha recuperado. Es necesario que las organizaciones de personas operen con el suficiente grado de flexibilidad favoreciendo los aspectos constructivos. Es fundamental que las personas reasuman los puestos de trabajo lo antes posible y se coordinen con las organizaciones civiles durante el período de crisis.
Intervenciones con los niños y adolescentes Como medidas inmediatas de intervención para los niños y adolescentes, es importante que tanto las familias como las instituciones de educación entreguen el tiempo suficiente y de manera escalonada para tratar lo acontecido. La contención de la familia y de la comunidad debe ser efectuada por los equipos psicoeducativos que poseen información periódica y clara respecto de las acciones frente a los eventos como réplicas, asegurar la distribución de los alimentos y agua, etc. Se debe fomentar la continuación de las actividades normales para el desarrollo, que los niños jueguen y se diviertan, que comiencen los nuevos aprendizajes que pueden ser difundidos también a través de los medios de comunicación.
Es fundamental que la rutina diaria se mantenga con horarios regulares y predecibles. Los colegios deben prepararse para funcionar lo antes posible y generar espacio o jornadas iniciales donde se traten las situaciones de catástrofe, donde se medie la expresión de emociones y se fomente la solidaridad y el aprendizaje sobre la experiencia vivida. Se debe
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destinar todo el tiempo que sea necesario.
Lo que se aprende
Los hechos que tienen este carácter impredecible, caótico y traumático, pueden ser sentidos inicialmente como ajenos a la vida habitual y a sí mismos. Para que se conviertan en algo constructivo deben ser ubicadas lentamente en nuestra historia de vida. Esto se denomina elaboración. Es necesario que las experiencias traumáticas vividas se elaboren para poder continuar el desarrollo. Es necesario fomentar la integración de la realidad, comprender y contener las reacciones emocionales bajo el estrés, promover una conducta activa para retomar el curso regular de las funciones personales en la medida de lo posible y potenciar las acciones en redes sociales y afectivas.
Las consecuencias a mayor plazo pueden representar mayores posibilidades para aprender a tener mayor tolerancia a la frustración y aprender a desarrollar tolerancia ante la adversidad.
Por otra parte, es posible que las consecuencias de las experiencias vividas se traduzcan en la aparición de problemas o alteraciones más intensas y persistentes en el comportamiento y afectividad de niños y adolescentes. Debido a lo anterior, es fundamental que se realice una detección temprana de los posibles trastornos de modo de poder efectuar las intervenciones pertinentes.
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