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SÁTIRA Y ENTREMÉS EN EL SIGLO XVII Ma José Martínez Universidade da Coruña
Las ideas expresadas sobre el entremés por los teóricos del XVI y del XVII manifiestan que éste mantiene una doble filiación con la sátira. Por una parte, se relaciona con el mimo y la pieza de sátiros -entendida erróneamente como origen de la sátira-1 y, por otra, es considerado como un vehículo de sátiras -invectivas, en este caso- por los moralistas. Las analogías con géneros clásicos se fundamentan por el lugar que el entremés ocupa en el conjunto del espectáculo teatral y la función que desempeña el carácter jocoso y risible del género2. La noción de ridículo -que mueve a risa- es esencial para la comprensión de las diversas asociaciones a las que dan lugar entremés, mimo, satiricón, sátira e invectiva. La retórica del ridiculum, cuyo trasfondo es ético, se constituye en denominador común de estos géneros o modalidades dramáticas y poéticas e informa lo lícito o ilícito del humor entremesil. Una de las primeras menciones al entremés se encuentra en el comentario que el Brócense hace a los hexámetros 220-230 de la Epístola ad Pisones de Horacio3. Para 1
La confusión entre sátira y drama de sátiros es consecuencia, según van Rooy, de una falsa etimología que se produce cuando la sátira latina toma como característica esencial el ocuparse de ridiculae res pudendaeque y sugiere un paralelismo entre el género sátira y el género llamado drama de sátiros. Cfr. C. A. van Rooy, Studies in classical Satire and related Literary Theory, Leiden, E. J. Brill, 1966, pp.124-131. 2 Cfr. M. Newels, Los géneros dramáticos en las poéticas del Siglo de Oro, London, Tamesis Book, 1974, pp. 153-156 y J. Huerta Calvo, «Para una poética de la representación en el Siglo de Oro: función de las piezas menores», en 1616. Anuario de la Sociedad Española de Literatura general y comparada, III, 1980, pp. 66-81. 3 «Agit tamdem Horatius de Episodiis ut vocat Arist. quos hic vocat satyros. Locus hic obscurissimus, et a nemine hactenus (quod sciam) animadversus. Episodium, es (ut ait Suidas) id quod inducitur et adiicunt praeter legitimam fabulam risus gratia. hoc vocat Horatius satyros, vel faunos, vel Silenos. Hispani vocamus, Entremeses, quod inter medias actiones irrepant», apud, Newels, op. cit., p. 194.
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explicar la función del satiricen en la tragedia griega acude a la noción de episodio cómico y de ésta pasa a la de entremés. El Brócense entiende el drama de sátiros como un episodio distensivo cuyo papel es comparable al del entremés en la comedia. Esta comparación servirá de base a los preceptistas ulteriores para quienes la alusión a los sátiros atrae de inmediato el concepto de entremés. Así lo expondrá López Pinciano en su Philosophia antigua poética: Faltava a la trágica representación el deleyte y gusto que dan las cosas de risa y passatiempo, el qual usavan ya las imitaciones cómicas; y, por tener de todo, tomó después algo de lo ridiculo y gracioso, y, entre acto y acto, a vezes engería los dichos sátiros -podemos dezir entremeses-, porque entravan algunos hombres en figuras de sátiros o faunos a requebrar y solicitar a las silvestres nimphas, entre los quales passavan actos ridículos y de passatiempo4. Es de notar que Sánchez de las Brozas y López Pinciano establecen la analogía entremés-sátiro sin aludir a la sátira. Carvallo procede como los autores arriba citados. Establece una equivalencia entre sátiro, entremés y danza5, pero, además, al explicar el origen de la sátira, se basa en la pieza de sátiros6. Admite, pues, la falsa etimología, aunque lógicamente no menciona el entremés en esta ocasión. Por otra parte, la definición que ofrece de la sátira relaciona esta última con una serie de géneros jocosos populares7: Satyra se llama la compostura, en que se reprehende o vitupera algún vicioso o algún vicio. Pero ya esta recibida por murmuración, apodo, o matraca, y por fisgar por la malicia de los que en nuestros tiempos usan mal della [de las sátiras]8. Más adelante en el texto, se aviene a aceptar «las satyras en burla y juego, especialmente entre amigos para entretenerse que llaman matracas o apodos, son permitidos»9. Carvallo condena la práctica del maledicum en que dice haberse convertido la censura de los vicios y equipara la sátira de su época con murmuración, apodo, matraca y 4
Cfr. Philosophia Antigua Poética, ed. A. Carballo Picazo, Madrid, CSIC, 1973, t. III, p. 307. «Esse capítulo del derecho que apuntaste se entiende de aquellos que usando mal desse exercicio lo convierten en torpes juegos representando hechos dichos y ademanes deshonestos y sin fruto, en tiempos de penitencia, en lugares sagrados y personas Ecclesiasticas, haciendo entremeses y dancas torpes imitando los antiguos faunos y sátiros, que antiguamente eran como entremeses en las comedias a cuya causa fueron en Roma vedadas algún tiempo. Y en el nuestro porque ivan algo imitando en dancas inventadas a lo que se puede presumir del enemigo común, y por otras muchas causas que devió de aver fueron prohibidas, mas conociendo la mucha falta que hazian, se volvieron a usar por justas razones», Cfr. Cisne de Apolo, ed. Porqueras Mayo, Madrid, CSIC, 1958, vol. II, pp. 28-29. 6 «Al principio introduzian unos personajes, en trages de Satyros, que...tenian la figura de hombre hasta la cintura, y de ay a baxo de cabras, y eran muy libidinosos, y retozones, debaxo destas figuras descubrían los vicios de las personas nombrándolas por sus nombres», op. cit., t. II, p. 63. 7 Aunque este término habría de ser sometido a discusión, ya que ciertos autores consideran estas variedades literarias propias de las diversiones cortesanas. Es el caso de los apodos, por ejemplo. Cfr. M. Chevalier, Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal, Barcelona, Crítica, 1992. 8 Cfr. Cisne de Apolo, t. II, p. 62. 9 Ibidem. 5
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fisga10, pero admite las «satyras en burla». Esta actitud sólo es contradictoria en apariencia. Se debe a que unas mismas formas, citadas en contextos distintos, adquieren una connotación negativa o positiva, según se asocien con la maledicencia o con el divertimento. Ello no quita que los conceptos a los que acude Carvallo remitan en los dos casos al vocabulario de la burla en cuyo ámbito se inscribe también el entremés11, como ilustran estos versos de Lope de Vega: «Para entretener la gente/ hago oficio de malilla,/ y con una guitarrilla/ digo coplas de repente,/ motes, apodos, sainetes»12. La costumbre de echar apodos en el transcurso del espectáculo debía de estar arraigada, pues es uno de los aspectos que aceran los dardos de los moralistas. Este es el sentido del comentario de Juan Ferrer: Fuera deso las glosas que hacen de repente a los pies que les dan en el tablado, y los apodos que también echan de repente, y quizá mucho contra la disposición del santo concilio de Trento, ¿eso refréndase? En 1598, la Villa de Madrid pide a Felipe II la reposición de la comedia basándose en que está en verso y «por este camino se le quita al representante el albedrío de decir lo quiere»13. En cuanto al entremés, la Villa argumenta lo siguiente: Los intermedios tampoco son desmedidos, y sólo se encaminan a ser graciosos, y aún no totalmente faltos de buenos ejemplos, y no menos perniciosas gracias que las que en ellos concurren se sufren a los truhanes y hombres de placer y se permiten14. Llama la atención la comparación entre la jocosidad de los entremeses y la de los truhanes. En efecto, el dar o decir apodos es característica del ingenio de estos «hombres de placer»15. Por su parte, Francisco Ortiz, en 1614, alude a estas diversiones en el contexto de la pieza de sátiros y en relación con el entremés: En este punto estaban las comedias cuando pasaron de Grecia a Italia, aunque se mudaron en una cosa, que ya los sátiros no llevaban compañía de por sí, antes andaban mezclados con los demás representantes. Y como en nuestrostiemposun Ganassa o un Cisneros, andaban la mayor parte de la comedia en el teatro diciendo graciosos dichos 10 Para el vocabulario de la burla, cfr. M. Joly, La bourle et son interprétation. Espagne. 16'/17" siécles, Lille, 1986. Las definiciones que ofrecen el Tesoro de la lengua de Covarrubias y el Diccionario de Autoridades son coincidentes excepto en el vocablo «matraca» al que Autoridades agrega una dimensión moral inexistente en Tesoro: «burla, chasco que se da a uno zahiriéndole y reprehendiéndole una cosa mal hecha; y a veces se hace por diversión entre amigos», s.v. matraca. 11 El sistema de equivalencias que se establece puede ser debido al desgaste y evolución negativa del término «sátira». Sobre esta cuestión, cfr. A. Pérez Lasheras, Fustigat mores. Hacia el concepto de la sátira en el siglo XVII, Universidad de Zaragoza, 1994, p. 67. 12 Cfr. Fernández Gómez, Vocabulario completo de Lope de Vega, 1971, s.v. apodo y M. Joly, op. cit., p. 99 y nota 2. 13 Cfr. E. Cotarelo y Mori, Bibliografía de las controversias sobre la licitud del teatro en España, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904, p. 424a. 14 lbidem. 15 Cfr. M. Joly, op. cit., p. 34, nota 19 y M. Chevalier, «Para una historia de la agudeza verbal», Edad de Oro, XIII, 1994, pp. 23-29.
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a vueltas de los graves16 de los representantes, con que hacían reir al auditorio. Así andaba entonces un sátiro vestido groseramente y a veces rapada la barba haciendo visajes y haciendo donaires con que hacía reír, de donde principió haber entremeses en la comedia17. Posteriormente, la creencia de que los sátiros «decían al pueblo gracias que se volvieron sátiras»18 se repite mecánicamente y, por lo general, a propósito del entremés. La sátira se evoca al paso de los excesos de las sales entremesiles, como se comprueba en Crespí de Borja -1649-, o en los «Votos particulares del Consejo de Castilla», en 166619. El primero alude a la inutilidad de la censura para la comedia, pues «de ordinario los bailes lascivos, sátiras y entremeses no se suelen reconocer»20 y los segundos afirman que las comedias dan «materia y forma al ocio y a la malignidad de las sátiras con los entremeses y bailes»21. La sátira, o más bien su definición teórica, será esgrimida también en defensa del entremés, como ilustra, en 1646, el comentario de Cabrera y Guzmán en su Defensa por el uso de las comedias: Los entremeses y bayles son llenos de moralidades, y tales que con capa de saynetes y entretenimiento reprehenden los vicios y defetos públicos tan sin agravio particular quanto lo ha mostrado la experiencia22. El entremés queda justificado por la dignidad que le confiere el ejercicio de un tipo de crítica -reprehender los vicios y defectos públicos- cuyo fin es moralizador, a pesar de producir un efecto chistoso o divertido. La idea de crítica divertida de los vicios se encuentra recogida también en la Epístola XXI de Juan Caramuel, quien afirma que: Mimo era una acción ridicula que reprendía las costumbre de los otros y era introducido en lugar del coro, al terminarse el acto de la comedia, sin sandalias y al margen del argumento, para distraer los ánimos de los espectadores. Parece que los mimos eran lo que ahora llamamos entremeses23. En resumen, parece que en los escritos de los preceptistas y de los moralistas, no es la comedia, sino el entremés el que se relaciona con la sátira, tanto en ánimo de denuncia como de defensa del género24. 16
La cursiva es nuestra. Cfr. F. Ortiz, La apología en defensa de las comedias que se representan en España, Chapel HUÍ, Estudios de Hispanófila, ed. L. C. Pérez, 1977, p. 68. 18 Cfr. por ejemplo, Gaspar de Villarroel, «Govierno eclesiástico pacífico y unión de los dos cuchillos pontificio y regio» (1646), en Bibliografía, p. 597a. 19 Este aspecto ha sido tratado adecuadamente por M. Vitse. Cfr. Éléments pour une théorie du théütre espagnol du XVII" siécle, France-Ibérie Recherche, Université de Toulouse-Le Mirail, 1988, pp. 111-112. 20 Cfr. Bibliografía, p. 194b. 21 Ibidem, p. 182a. 22 Cfr. Bibliografía, p. 96b. 23 Cfr. H. Hernández Nieto, «La Epístola XXI de Juan Caramuel sobre el Arte Nuevo de hacer comedias, de Lope de Vega», en Segismundo, núms. 23-24, p. 274. 24 En la extensa bibliografía reunida por Cotarelo se encuentran sólo dos referencias que asocian comedia y sátira. Se trata de un escrito de Lupercio Leonardo de Argensola y otro incluido en el anónimo Diálogo de las comedias. El texto de Argensola apunta a las falsedades históricas y el del Diálogo de las comedias se refiere a la sátira política. Sobre ésta, cfr. M. Etreros, La sátira política en el siglo XVII, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1983. 17
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Este hecho es de subrayar porque las bases horacianas que manejan los mismos teóricos auriseculares relacionan la sátira con la antigua comedia ática25. Sin entrar en la confusión que en los siglos IV-VII se produce entre la teoría de la sátira y la de las etapas del desarrollo del drama26, conviene recordar que Carvallo, muy al principio del siglo XVII, hace derivar la sátira de la comedia. Hablando de las sátiras que reprehenden los vicios públicos aduce el siguiente comentario: a estas satyras llamavan comedias antiguas, porque después que en alabanca de Dios y de los buenos se inventaron se vino a usar la satyra en vituperio de los malos27. Una de las designaciones de la pieza breve a principios del XVII es la de «comedia antigua». Destaca, una vez más, la nomenclatura que tiende a asimilar sátira y entremés. Esta denominación es empleada por Lope de Vega en su A ríe nuevo de hacer comedias (vv. 70-71), en donde declara que las comedias antiguas son llamadas entremeses porque están sujetas a las normas clásicas y se atienen a la unidad de acción y de personaje28. Lope asimila, pues, entremés y comedia antigua desde un punto de vista puramente dramático y formal. Lo hace para reforzar la defensa de las nuevas fórmulas de la comedia, que no respetan las reglas antiguas. Es de observar también que con «comedia antigua», Lope se refiere a un pasado inmediato, el que protagonizó Lope de Rueda. En consecuencia, el alcance de la comparación entre comedia antigua y entremés está limitado en el tiempo y en la intención. Salas Barbadillo no da el nombre de entremés a ninguna de sus piezas29, pero llama comedia antigua a los entremeses incluidos en Coronas del Parnaso y Platos de las Musas, Madrid, 1635. En la dedicatoria de esta obra a A. Hurtado de Mendoza dice ignorar el sentido de «comedia antigua»: Estas cuatro comedias antiguas (propio título suyo) a quien el vulgo de España llama entremeses (y no sé con qué razón, mas ¿cuando la tuvo el vulgo?) ofrezco a v. m. por ser quien ha escrito algunas con grande sal y agudeza, y no menos decoro y honestidad, parte que la consiguen pocos de los que se ejercitan en escribir chistes y donaires30. No queda claro el porqué de esta designación. En opinión de Lázaro Carreter, Salas Barbadillo se limita a recordar los versos de Lope y García Valdés piensa que estas 25 Horacio propone como modelo para la sátira el de la Antigua Comedia Ática, porque en ella se censuran los vicios con humor. Cfr. R. Cortés, Teoría de la sátira. Análisis de Apocolocyntosis de Séneca, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1986, p. 33. 26 Cfr. Van Rooy, op. cit., p. 161. 27 Op. cit., T. II, p. 65. 28 Cfr. F. Lázaro Carreter, «El arte nuevo (vs. 64-73) y el término entremés», en Estilo barroco y personalidad creadora, Madrid, Cátedra, 1974, pp. 187-201. 19 Cfr. la introducción de C. C. García Valdés a su Antología del entremés barroco, Barcelona, Plaza y Janes, 1985, pp. 48-49. 30 Apud, García Valdés, op. cit., p. 49.
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piezas no están destinadas a ser representadas, a la vez que descarta un rasgo formal, el de la extensión, para justificar el título31. Sin embargo, la escueta dedicatoria informa de que el término entremés es propio del vulgo. De rechazo, el de comedia antigua que emplea el autor lo será de letrados, entre quienes se cuentan el entremesista y su amigo. Destaca también el inciso «propio título suyo», que insiste en la adecuación res/verba para las piezas que imprime a continuación, y han de distinguirse por sus sales, agudezas, chistes y donaires, las mismas cualidades que Salas celebra en Hurtado de Mendoza32. Cabe la posibilidad de que Salas Barbadillo no emplee el término en el mismo sentido que lo hacía Lope, sino a la manera de los preceptistas que relacionan la sátira con el drama de sátiros y la comedia antigua y estos últimos con el entremés, como sugiere Suárez de Figueroa en El pasajero, quien habla de «sátira scénica»33. Otros testimonios resultan reveladores. Por ejemplo, el subtítulo de La polilla de Madrid, de Quevedo que es el de «comedia antigua» y la rúbrica de Los enfadosos que califica la pieza de «reprehensión cómica que llaman entremés». Si se pasa al examen de las piezas así denominadas se constata que la mayoría podrían ser clasificadas entre los llamados entremeses de revista, de desfile o de figuras, una modalidad puesta en boga en la primera década del siglo y cuyo exponente es, precisamente, Hurtado de Mendoza. Los ejes constructivos y temáticos de estos entremeses consisten en la sátira de costumbres y estados, que guardan un gran parecido con la poesía satírico-burlesca34. A esta mezcla de crítica chistosa, le llama Quiñones de Benavente Jocoseria. Burlas veras, o reprensión moral y festiva de los desórdenes públicos, en doze entremeses representados y veinte y cuatro cantados -Madrid, 1645-, dejando caer la duda de si, aplicado al entremés, se trata de una declaración programática, o bien del empleo de unas fórmulas morales de pura convención.
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Cfr. Lázaro Carreter, ibidem, p. 188 y García Valdés, ibidem. Sobre la burla y la sátira en la obra de Salas Barbadillo, cfr. M. Vitse, «Salas Barbadillo y Góngora: burla e ideario de la Castilla de Felipe III», en Criticón, 11, pp. 5-142. 33 Cfr. A. Pérez Lasheras, op. cit., p. 87. 34 Para la sátira en la poesía, cfr. R. Jammes, Études sur l'oeuvre poétique de don Luis de Góngora y Argote, Bordeaux, Féret et fils, 1967, traducida al español por M. Moya, Madrid, Castalia, 1987. Y para el desplazamiento de lo satírico hacia lo burlesco, cfr. Pérez Lasheras, op. cit. 32
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