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Asociación AMOS 5:24 -- Mayo, 2003 Gonzalitos 210-B Norte, Colonia Vista Hermosa, Monterrey, NL CP64620 MEXICO www.amos524.org

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El otro día, un cotorrito vino a vivir en nuestra casa.

Nuestra familia estaba regresando de la iglesia un día, y nos paró un hombre por el camino y nos preguntó si no queríamos comprar un cotorrito. Le dijimos que sí, así que nos paramos y compramos el pequeño pájaro. 3

Decidimos enseñarle a hablar. La primera cosa que le comenzamos a enseñar fue su nombre, “Israel”. Como queríamos que comenzara a decir eso, se lo repetíamos muchas veces. Pronto comenzó a reconocer su nombre. Desde que lo habíamos comprado, había sido de Roberto, José, y Jaime, pero pronto se decidió que iba a ser de José.

4

Israel parecía ser un cotorrito muy inteligente. Todos los otros cotorritos pequeños que habíamos tenido antes, comenzaban a hacer mucha bulla, cuando les dábamos de comer, y lo tragaban; Pero no Israel.

La manera de criar cotorritos aquí es usar una cuchara. Se les mete la cuchara en el pico para darles su “atole de masa”. 5

Pero a Israel no le gustaba así.

A él le gustaba comer delicadamente de la cuchara. 6

Primero aprendió a comer delicadamente de una cuchara, pero pronto aprendió a comer su “atolito de masa” directamente del vaso. Cuando veía un vaso, volaba hacia él, buscando su comidita.

¡Una vez, pusieron a Israel en la mesa, y de repente se le ocurrió ir de plato en plato, y a los vasos, y comenzó a comer lo que contenían! 7

Como José era el que siempre le daba su comida, aprendió a siempre volar hacia José cuando tenía hambre. También volaba hacia nosotros, pero conocía más a José que a cualquier otro.

8

¡Un día, Israel se fue! Mamá y Mateo nos habían dicho muchas veces que deberíamos cortarle las plumas de volar, pero no queríamos porque nos gustaba verlo con las plumas largas; se veía bonito. Así que, un día, mientras José estaba preparando su alimento, ¡de repente despegó y comenzó a volar! Y salió por un hoyo grande en la pared de la cocina.

9

Israel estaba por parar arriba de una pared, pero se estaba moviendo muy rápido, y desapareció sobre la pared. José corrió y brincó la pared, pero era demasiado tarde. No lo podía ver en ninguna parte. Todos comenzamos a buscarlo, pero no lo podíamos encontrar en ninguna parte. “Israel!”

Oramos, y después decidimos decirlo a todos los vecinos que si lo encontraran, que lo trajeran a nuestra casa. También les dijimos que les íbamos a dar 5 pesos si lo encontraban.

10

Más tarde ese mismo día, Hildi de repente oyó un chillido. Ella corrió y le dijo a Jaime que viniera a ver si era Israel. Lo vieron en las puntas de un árbol de mango. Es muy difícil encontrar cotorros en los árboles porque el árbol es verde y ellos son verdes, y se combinan muy bien con las hojas del árbol.

11

El cotorrito comenzó a volar otra vez, muy alto arriba de los árboles. Se paraba en los árboles, pero antes de que podíamos subir, comenzaba a volar de nuevo. Por fin aterrizó en un árbol de tamarindo de un vecino. ¡Un árbol muy grande! ¡Israel se paró en las puntas del árbol!

¿Que vamos a hacer? 12

Nos subimos al techo del vecino y comenzamos a llamar, “Israel, Israel!” Luego, José se subió lo más alto que podía, pero todavía era demasiado alto para alcanzar el “Isr ael” cotorrito. José comenzó a gritar, “Israel, Israel!” Pues, Israel, parecía haber agarrado la onda, y comenzó a descender hacia José. ¡Más y más cerca! Una última vez, voló y se paró en el dedo de José. 13

José cuidadosamente puso su mano sobre el cotorrito hasta que estaba seguro, y lentamente descendió hasta abajo. Inmediatamente le recortamos las plumas y le dimos de comer al pobre pájaro. Le dimos gracias a Dios

por ayudarnos a encontrarlo y agarrarlo. Ahora, estamos muy contentos de tener a Israel otra vez. (¡ y él también!) 14

¡El fin!

15

Estimados padres de familia: Este librito fue escrito y dibujado por nuestros niños. Los suyos también pueden escribir y dibujar historias verídicas. Hablar la verdad es más importante que hablar con gramática correcta. Cuando hablamos por escrito, siempre debemos intentar escribir la verdad, siguiendo el ejemplo de los profetas y apóstoles. Los apóstoles eran “hombres sin letras”, pero sabían hablar y escribir la verdad. El apóstol Pedro dijo, “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.” (2 Pedro 1:16.) Como cristianos, recalcamos la importancia de la verdad en todo lo que pensamos y hacemos. Por esto, cuando enseñamos a nuestros hijos a redactar, no debemos permitir que escriban falsedades ni fábulas. Si los niños aprenden a escribir palabras verídicas solamente, aprenderán a expresarse como los santos escritores de la Biblia. Dios nos ha dado una lengua para hablar y una mano para escribir. ¿Para quién vamos a hablar y escribir? ¿Para agradar a los hombres o a Dios? La verdad agrada a Dios; las fábulas y novelas agradan a los hombres. Jesús dijo, “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44.) Nuestro propósito es anunciar las virtudes de nuestro Señor Jesucristo. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1Pedro 2:9.) Una de sus virtudes es ser verdadero, o sea, siempre hablar la verdad. Es imposible que Dios mienta. La manera de anunciar esta virtud al mundo es ser imitadores de él, siempre hablando la verdad. La Palabra de Dios no dice que es importante lo artístico y lo imaginario, sino lo verdadero: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8.) 16

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