Selección de poesía Náhuatl

1 Selección de poesía Náhuatl. 1) Yaocuícatl Desde donde se posan las águilas Desde donde se posan las águilas, desde donde se yerguen los jaguares,

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Selección de poesía Náhuatl. 1) Yaocuícatl Desde donde se posan las águilas Desde donde se posan las águilas, desde donde se yerguen los jaguares, el sol es invocado. Como un escudo que baja, ahí se va poniendo el sol. En México está cayendo la noche, la guerra merodea por todas partes, ¡oh Dador de la vida!, se acerca la guerra. Orgullosa de sí misma se levanta la cuidad de México-Tenochtitlan. Aquí nadie teme la muerte en la guerra. Ésta es nuestra gloria. Éste es tu mandato. ¡Oh Dador de la vida! Ténganlo presente, oh príncipes, no lo olviden. ¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlan? ¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo...? Con nuestras flechas, Con nuestros escudos, está existiendo la ciudad ¡México-Tenochtitlan subsiste!.

Hacen estrépito los cascabeles Hacen estrépito los cascabeles, el polvo se alza cual si fuera humo: Recibe deleite el Dador de la vida. Las flores del escudo abren sus corolas, se extiende la gloria, se enlaza en la tierra. ¡Hay muerte aquí entre flores, en medio de la llanura! Junto a la guerra, al dar principio la guerra, en medio de la llanura,

el polvo se alza cual si fuera humo, se enreda y da vueltas, con sartales floridos de muerte. ¡Oh príncipes chichimecas! ¡No temas corazón mío! En medio de la llanura, mi corazón quiere la muerte a filo de obsidiana. Sólo esto quiere mi corazón: la muerte en la guerra...

Haciendo círculos de jade Haciendo círculos de jade está tendida la ciudad, irradiando rayos de luz cual pluma de quetzal está aquí México: junto a ella son llevados en barcas los príncipes: sobre ellos se extiende una florida niebla. ¡Es tu casa, Dador de la vida, reinas tú aquí: en Anáhuac se oyen tus cantos: sobre los hombres se extienden! Aquí están en México los sauces blancos, aquí las blancas espadañas: tú, cual garza azul extiendes tus alas volando, tú las abres y embelleces a tus siervos. Él revuelve la hoguera, da su palabra de mando hacia los cuatro rumbos del universo. !Hay aurora de guerra en la ciudad!

Canto de guerra. Canto de Motecuzoma Dentro del gran lago fuiste creado, Tú, Motecuzomatzin, en Méjico y reinas en Tenochtitlan. Aquí es donde las Águilas se pierden, tu casa de joyeles, cual sol brilla; ¡es aquí, la mansión de nuestro padre!

2 Vinisteis a vivir aquí en la medianía de una gran llanura de agua. Por brevísimo tiempo viene a tejerse la nobleza de las Águilas, de los Príncipes: Ixtlilcuechahuac en manos de Tlacuiyztin. Es aquí como el sitio en que se adquiere gloria, donde alcanza renombre la nobleza: ¡Vino a tenderse el polvo, amarillea! ¡Esforzaos, oh amigos, los que osamos ir allá donde se logra la gloria, donde se alcanza la calidad de príncipe, donde solamente se merece la florida muerte! Vive vuestro renombre, vuestra fama, oh príncipe, tú, hijo mío, Tlacahuepantzin, y tú, Ixtlilcuechahuac. ¡Con florida muerte se fueron, allá la merecieron! En el cielo la aurora se levanta: múltiples aves hacen estrépito. ¡Se han convertido en aves color de fuego, se han convertido en aves color de oro! Hay orfandad para la greda y la pluma. Habéis de morir embriagados de flores, oh mi señor Motecuzma! ¡Se han convertido en aves color de fuego, se han convertido en aves color de oro!

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2) Teocuícatl ¡Es un puro jade!...!

¡Es un puro jade un ancho plumaje tu corazón, tu palabra, oh, padre nuestro! ¡Tu compadeces al hombre, Tu lo ves con piedad!... ¡Sólo por un brevísimo instante Está junto a ti y a tu lado! Preciosas cual jade brotan Tus flores, oh por quien todo vive; Cual perfumadas flores se perfeccionan, Cual azules guacamayas abren sus corolas... ¡Sólo por un brevísimo instante Está junto a ti y a tu lado!

El dios de la dualidad

En el lugar del mundo, en el lugar del mando gobernamos: es el mando de mi señor principal. Espejo que hace aparecer las cosas. Ya van, ya están preparados. Embriágate, embriágate, obra el Dios de la dualidad. El inventor de los hombres, el espejo que hace aparecer las cosas.

¿Eres tú verdadero?...

¿Eres tú verdadero (tienes raíz)? Sólo quien todas las cosas domina, el Dador de la Vida. ¿Es esto verdad?

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¿Acaso no lo es, como dicen? ¡Que nuestros corazones no tengan tormento! Todo lo que es verdadero (lo que tiene raíz) dicen que no es verdadero (que no tiene raíz) El Dador de la Vida sólo se muestra arbitrario. ¡Que nuestros corazón no tengan tormento! Porque él es el Dador de la Vida.

Percibo lo secreto (Como una pintura nos iremos borrando) ¡Oh, tú con flores pintas las cosas, Dador de la vida: con cantos tú las metes en tinta, las matizas de colores: a todo lo que ha de vivir en la tierra! Luego queda rota la orden de águilas y jaguares: ¡Sólo en tu pintura hemos vivido aquí en la tierra! En esta forma tachas e invalidas la sociedad, la hermandad, la confederación de príncipes. Metes en tinta (matizas de colores) a todo lo que ha de vivir en la tierra. Aun en estado precioso, en caja de jade pueden hallarse ocultos los príncipes: de modo igual somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra.

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Percibo lo secreto, lo oculto: ¡Oh Ustedes señores! Así somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra... Nadie en jade, nadie en oro se convertirá: en la tierra quedará guardado. Todos nos iremos allá, de igual modo. Nadie quedará, conjuntamente habrá de perecer, nosotros iremos así a su casa. Como una pintura nos iremos borrando. Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra. Como vestidura de plumaje de ave zacuán, de la preciosa ave de cuello de hule, nos iremos acabando nos vamos a su casa. Se acerco aquí, hace giros la tristeza de los que en su interior viven... Medítenlo señores, águilas y jaguares, aunque fueran de jade, aunque fueran de oro también allá irán, al lugar de los descarnados. Tendremos que desaparecer, nadie habrá de quedar.

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Solamente él Solamente él, el Dador de la vida. Vana sabiduría tenía yo, ¿acaso alguien no lo sabía? ¿Acaso alguien no? No tenía yo contento al lado de la gente. Realidades preciosas haces llover, de ti proviene tu felicidad, ¡Dador de la vida! Olorosas flores, flores preciosas, con ansia yo las deseaba, vana sabiduría tenía yo...

Las flores y los cantos (¿He de irme?)

Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. Los afea nuestro anhelo, nuestra inventiva los echa a perder, a no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin. ¡Con los de él, alégrense!. La amistad es lluvia de flores preciosas. Blancas vedijas de plumas de garza, se entrelazan con preciosas flores rojas: en las ramas de los árboles, bajo ellas andan y liban los señores y los nobles. Su hermoso canto: un dorado pájaro cascabel, lo elevas muy hermoso. Estás en un cercado de flores. Sobre las ramas floridas cantas. ¿Eres tú acaso, un ave preciosa del Dador de la vida? ¿Acaso tú al dios has hablado? Tan pronto como viste la aurora, te has puesto a cantar.

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Esfuércese, quiera las flores de mi escudo, las flores del Dador de la vida. ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra. ¿He de irme como las flores que perecieron? ¿Nada quedará de mi nombre? ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? ¡Al menos mis flores, al menos mis cantos! ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra. Gocemos, oh amigos, haya abrazos aquí. Ahora andamos sobre la tierra florida. Nadie hará terminar aquí los flores y los cantos, ellos perdurarán en la casa del Dador de la vida. Aquí en la tierra es la región de momento fugaz. ¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive? ¿Hay allá alegría, hay amistad? ¿O sólo aquí en la tierra hemos venido a conocer nuestros rostros?

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3) Xochicuícatl Nos ataviamos, nos enriquecemos... Nos ataviamos, nos enriquecemos con flores, con cantos: ésas son las flores de la primavera: ¡con ellas nos adornamos aquí en la tierra! Hasta ahora es feliz mi corazón: Oigo ese canto, veo una flor: ¡que jamás se marchiten en la tierra!

Las flores y los cantos Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. Los afea nuestro anhelo, nuestra inventiva los hecha a perder, a no ser los del príncipe chimeca Tecayehuatzin. ¡Con los de él, alegraos! La amistad es lluvia de flores preciosas. Blancas vedijas de pluma de garza, se entrelazan con preciosas flores rojas: en las ramas de los árboles, bajo ellas andan y liban los señores y los nobles. Vuestro hermoso canto: un dorado pájaro cascabel, lo eleváis muy hermoso. Estáis en un cercado de flores. Sobre las ramas floridas cantáis. ¿Eres tú acaso, un ave preciosa del Dador de la vida? ¿Acaso tú al dios haz hablado? Tan pronto como visteis la aurora, os habéis puesto a cantar. Esfuércese, quiera mi corazón, las flores del escudo. ¿Qué podrá hacer mi corazón?

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En vano hemos llegado, hemos brotado en la tierra. ¿Sólo así he de irme como las flores que perecieron? ¿Nada quedará de mi nombre? ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? ¡Al menos flores, al menos cantos! ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, Hemos brotado en la tierra. Gocemos, oh amigos, haya abrazos aquí. Ahora andamos sobre la tierra florida. Nadie hará terminar aquí Las flores y los cantos, ellos perdurarán en la casa del Dador de la Vida. Aquí en la tierra es la región del momento fugaz. ¿También es así el lugar donde de algún modo se vive? ¿Allá se alegra uno? ¿O sólo aquí en la tierra Hemos venido a conocer nuestros rostros?

Xopan Cuícatl (Canto de primavera) En la casa de las pinturas comienza a cantar, ensaya el canto, derrama flores, alegra el canto. Resuena el canto, los cascabeles se hacen oir, a ellos responden nuestras sonajas floridas. Derrama flores, alegra el canto. Sobre las flores canta el hermoso faisán, su canto despliega en el interior de las aguas.

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A él responden varios pájaros rojos, el hermoso pájaro rojo bellamente canta. Libro de pinturas es tu corazón, has venido a cantar, haces resonar tus tambores, tú eres el cantor. En el interior de la casa de la primavera, alegras a las gentes. Tú sólo repartes flores que embriagan, flores preciosas. Tú eres el cantor. En el interior de la casa de la primavera, alegras a las gentes.

Con flores escribes (Origen y Fin) Con flores escribes, Dador de la vida, con cantos das color, con cantos sombreas a los que han de vivir en la tierra. Después destruirás a águilas y a jaguares: sólo en tu libro de pinturas vivimos, aquí sobre la tierra. Con tinta negra borrarás lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.

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Xon Ahuicayan (Alégrense) Alégrense con las flores que embriagan, las que están en nuestras manos. Que sean puestos ya los collares de flores. Nuestras flores de tiempo de lluvia, fragantes flores, abren ya sus corolas. Por allí anda el ave, parlotea y canta, viene a conocer la casa del dios. Sólo con nuestras flores nos alegramos. Sólo con nuestros cantos perece su tristeza. Oh Señores, con esto, su disgusto se disipa. Las inventa el Dador de la vida, las ha hecho descender el inventor de sí mismo, flores placenteras, con esto su dolor se disipa.

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4) Icnocuícatl ¡Ay de mí!... ¡Ay de mí: sea así! No tengo dicha en la tierra aquí. ¡Ah, de igual modo nací, de igual modo fui hecho hombre! ¡Ah, sólo el desamparo he venido a conocer aquí en el mundo habitado! ¡Que haya aún trato mutuo aquí, oh amigos míos: solamente aquí en la tierra! Mañana o pasado, como lo quiera el corazón de aquel por quien todo vive, nos hemos de ir a su casa, ¡oh amigos, démonos gusto!

Canto de Axayácatl, señor de México (Ycuic Axayacatzin, Mexico Tlatohuani)

Ha bajado aquí la muerte florida, se acerca ya aquí, en la Región del color rojo la inventaron quienes antes estuvieron con nosotros. Va elevándose el llanto, hacia allá son impelidas las gentes, en el interior del cielo hay cantos tristes, con ellos va uno a la región donde de algún modo se existe. Eras festejado, divinas palabras hiciste, a pesar de ellos has muerto. El que tiene compasión de los hombres, hace torcida invensión. Tú así lo hiciste.

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¿Acaso no habló así un hombre? El que persiste, llega a cansarse. A nadie más forjará el Dador de la vida. ¡Día de llanto, día de lágrimas! Tu corazón está triste. ¿Por segunda vez habrán de venir los señores? Sólo recuerdo a Izcóatl, por ello la tristeza invade mi corazón. ¿Es que ya estaba cansado, venció acaso la fatiga al Dueño de la casa, al Dador de la vida? A nadie hace él resistente sobre la tierra. ¿Adónde tendremos que ir? Por ello la tristeza invade mi corazón. Continúa la partida de gentes, todos se van. Los príncipes, los señores, los nobles nos dejaron huérfanos. ¡Sientan tristeza, oh ustedes señores! ¿Acaso vuelve alguien, acaso alguien regresa de la región de los descarnados? ¿Vendrán a hacernos saber algo Moteuczomatzin, Nezahualcoyotzin, Totoquihauatzin? Nos dejaron huérfanos, ¡sientan tristeza, oh ustedes señores! ¿Por dónde anda mi corazón? Yo Axayácatl, los busco, nos abandonó Tezozomoctli, por eso yo a solas doy salida a mi pena. A la gente del pueblo, a las ciudades, que vinieron a gobernar los señores, las han dejado huérfanas. ¿Habrá acaso calma? ¿Acaso habrán de volver? ¿Quién acerca de esto pudiera hacerme saber? Por eso yo a solas doy salida a mi pena.

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Canto triste de Cuacuauhtzin (Cuacuauhtzin icnocuicatl) Flores con ansia mi corazón desea. Que estén en mis manos. Con cantos me aflijo, sólo ensayo cantos en la tierra. Yo, Cuacuauhtzin, con ansia deseo las flores, que estén en mis manos, yo soy desdichado. ¿Adónde en verdad iremos que nunca tengamos que morir? Aunque fuera yo piedra preciosa, aunque fuera oro, seré yo fundido, allá en el crisol seré perforado. Sólo tengo mi vida, yo, Cuacuauhtzin, soy desdichado. Tu atabal de jades, tu caracol rojo y azul así los haces ya resonar, tú, Yoyontzin. Ya ha llegado, ya se yergue el cantor. Por poco tiempo alégrense, vengan a presentarse aquí los que tienen triste el corazón. Ya ha llegado, ya se yergue el cantor. Deja abrir la corola a tu corazón, deja que ande por las alturas. Tú me aborreces, tú me destinas a la muerte. Ya me voy a su casa, pereceré. Acaso por mí tú tengas que llorar, por mí tú tengas que aflijirte, tú, amigo mío, pero yo ya me voy, yo ya me voy a su casa. Sólo esto dice mi corazón, no volveré una vez más,

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jamás volveré a salir sobre la tierra, yo ya me voy, ya me voy a su casa. Sólo trabajo en vano, gocen, gocen, amigos nuestros. ¿No hemos de tener alegría, no hemos de conocer placer, amigos nuestros? Llevaré conmigo las bellas flores, los bellos cantos. Jamás lo hago en el tiempo del verdor, sólo soy mendigo aquí, sólo yo, Cuacuauhtzin. ¿No habremos de gozar, no habremos de conocer el placer, amigos nuestros? Llevaré conmigo las bellas flores, los bellos cantos.

Los últimos días del sitio de Tenochtitlán (Canto de angustia de la Conquista: la visión de los vencidos)

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos. Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros. Con los escudos fue su resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad. Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa,

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piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos... Comimos la carne apenas, sobre el fuego estaba puesta. Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban, en el mismo fuego, la comían. Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella. Basta: de un pobre era el precio sólo dos puñados de maíz, sólo diez tortas de mosco; sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa. Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado...

Se ha perdido el pueblo mexica

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allá por Tlaltelolco. Por agua se fueron ya los mexicanos; semejan mujeres; la huida es general. ¿Adónde vamos?, ¡Oh amigos! Luego ¿fue verdad? Ya abandonan la Ciudad de México: el humo se está levantando; la neblina se está extendiendo... Con llanto se saludan el Huiznahuácatl Motelhuihtzin, el Tlailotlácatl Tlacotzin, el Tlacatecuhtli Oquihtzin... Lloren, amigos míos, tengan entendido que con estos hechos, hemos perdido la nación mexicana. ¡El agua se ha acedado, se acedó la comida! Esto es lo que ha hecho el Dador de vida en Tlatelolco. Sin recatos son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin. Con cantos se animaban unos a otros en Acachinanco, ah, cuando fueron a ser puestos allá en Coyoacán...

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La ruina de tenochcas y tlatelolcas Afánate, lucha, ¡oh Tlacatéccatl Temilotzin!: ya salen de sus naves los hombres de Castilla y los de las chinampas. ¡Es cercado por la guerra el tenochca; es cercado por la guerra el tlatelolca! Ya viene a cerrar el paso el armero Coyohuehuetzin; ya salió por el gran camino del Tepeyac el acolhua. ¡Es cercado por la guerra el tenochca; es cercado por la guerra el tlatelolca! Ya se ennegrece el fuego; ardiendo revienta el tiro, ya se ha difundio la niebla: ¡Han aprehendido a Cuauhtémoc! ¡Se extiende una brazada de príncipes mexicanos! ¡Es cercado por la guerra el tenochca; es cercado por la guerra el tlatelolca!

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Percibo lo secreto (Como una pintura nos iremos borrando) ¡Oh, tú con flores pintas las cosas, Dador de la vida: con cantos tú las metes en tinta, las matizas de colores: a todo lo que ha de vivir en la tierra! Luego queda rota la orden de águilas y jaguares: ¡Sólo en tu pintura hemos vivido aquí en la tierra! En esta forma tachas e invalidas la sociedad, la hermandad, la confederación de príncipes. Metes en tinta (matizas de colores) a todo lo que ha de vivir en la tierra. Aun en estado precioso, en caja de jade pueden hallarse ocultos los príncipes: de modo igual somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra. Percibo lo secreto, lo oculto: ¡Oh Ustedes señores! Así somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra... Nadie en jade, nadie en oro se convertirá: en la tierra quedará guardado. Todos nos iremos allá, de igual modo. Nadie quedará, conjuntamente habrá de perecer, nosotros iremos así a su casa.

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Como una pintura nos iremos borrando. Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra. Como vestidura de plumaje de ave zacuán, de la preciosa ave de cuello de hule, nos iremos acabando nos vamos a su casa. Se acerco aquí, hace giros la tristeza de los que en su interior viven... Medítenlo señores, águilas y jaguares, aunque fueran de jade, aunque fueran de oro también allá irán, al lugar de los descarnados. Tendremos que desaparecer, nadie habrá de quedar.

Netzahualcoyotl. Romances de los señores de la Nueva España.

Zan Yehuan (Solamente él)

Solamente él, el Dador de la vida. Vana sabiduría tenía yo, ¿acaso alguien no lo sabía? ¿Acaso alguien no? No tenía yo contento al lado de la gente. Realidades preciosas haces llover,

de ti proviene tu felicidad, ¡Dador de la vida! Olorosas flores, flores preciosas, con ansia yo las deseaba, vana sabiduría tenía yo...

Netzahualcóyotl.

Miguel León-Portilla, 15 poetas del mundo náhuatl.

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Las flores y los cantos (¿He de irme?) Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. Los afea nuestro anhelo, nuestra inventiva los echa a perder, a no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin. ¡Con los de él, alégrense!. La amistad es lluvia de flores preciosas. Blancas vedijas de plumas de garza, se entrelazan con preciosas flores rojas: en las ramas de los árboles, bajo ellas andan y liban los señores y los nobles. Su hermoso canto: un dorado pájaro cascabel, lo elevas muy hermoso. Estás en un cercado de flores. Sobre las ramas floridas cantas. ¿Eres tú acaso, un ave preciosa del Dador de la vida? ¿Acaso tú al dios has hablado? Tan pronto como viste la aurora, te has puesto a cantar. Esfuércese, quiera las flores de mi escudo, las flores del Dador de la vida. ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra. ¿He de irme como las flores que perecieron? ¿Nada quedará de mi nombre? ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? ¡Al menos mis flores, al menos mis cantos! ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra. Gocemos, oh amigos, haya abrazos aquí. Ahora andamos sobre la tierra florida.

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Nadie hará terminar aquí los flores y los cantos, ellos perdurarán en la casa del Dador de la vida. Aquí en la tierra es la región de momento fugaz. ¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive? ¿Hay allá alegría, hay amistad? ¿O sólo aquí en la tierra hemos venido a conocer nuestros rostros?

Ayocuan Cuetzpaltzin. Miguel León-Portilla, 15 poetas del mundo náhuatl, Diana, 1999.

Nota: Ayocuan Cuetzpaltzin no perteneció a los señoríos de Texcoco o MéxicoTenochtitlan, sino a lo que hoy es la región poblana.

Xopan Cuícatl (Canto de primavera) En la casa de las pinturas comienza a cantar, ensaya el canto, derrama flores, alegra el canto. Resuena el canto, los cascabeles se hacen oir, a ellos responden nuestras sonajas floridas. Derrama flores, alegra el canto. Sobre las flores canta el hermoso faisán, su canto despliega en el interior de las aguas. A él responden varios pájaros rojos, el hermoso pájaro rojo

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bellamente canta. Libro de pinturas es tu corazón, has venido a cantar, haces resonar tus tambores, tú eres el cantor. En el interior de la casa de la primavera, alegras a las gentes. Tú sólo repartes flores que embriagan, flores preciosas. Tú eres el cantor. En el interior de la casa de la primavera, alegras a las gentes. Netzahualcóyotl.

Miguel León-Portilla, 15 poetas del mundo náhuatl.

Con flores escribes (Origen y Fin) Con flores escribes, Dador de la vida, con cantos das color, con cantos sombreas a los que han de vivir en la tierra. Después destruirás a águilas y a jaguares: sólo en tu libro de pinturas vivimos, aquí sobre la tierra. Con tinta negra borrarás lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.

Netzahualcoyotl. Miguel León-Portilla, 15 poetas del mundo náhuatl.

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Xon Ahuicayan (Alégrense)

Alégrense con las flores que embriagan, las que están en nuestras manos. Que sean puestos ya los collares de flores. Nuestras flores de tiempo de lluvia, fragantes flores, abren ya sus corolas. Por allí anda el ave, parlotea y canta, viene a conocer la casa del dios. Sólo con nuestras flores nos alegramos. Sólo con nuestros cantos perece su tristeza. Oh Señores, con esto, su disgusto se disipa. Las inventa el Dador de la vida, las ha hecho descender el inventor de sí mismo, flores placenteras, con esto su dolor se disipa.

Netzahualcóyotl.

Miguel León-Portilla, 15 poetas del mundo náhuatl.

Los últimos días del sitio de Tenochtitlan Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos.

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Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros. Con los escudos fue su resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.

Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos . . . Comimos la carne apenas, sobre el fuego estaba puesta. Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban, en el fuego mismo, la comían. Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella. Basta: de un pobre era el precio sólo dos puñados de maíz, sólo diez tortas de mosco; sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa. Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado . .

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Desde donde se posan las águilas Desde donde se posan las águilas, desde donde se yerguen los jaguares, el sol es invocado. Como un escudo que baja, ahí se va poniendo el sol. En México está cayendo la noche, la guerra merodea por todas partes, ¡oh Dador de la vida!, se acerca la guerra. Orgullosa de sí misma se levanta la cuidad de México-Tenochtitlan. Aquí nadie teme la muerte en la guerra. Ésta es nuestra gloria. Éste es tu mandato. ¡Oh Dador de la vida! Ténganlo presente, oh príncipes, no lo olviden. ¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlan? ¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo...? Con nuestras flechas, Con nuestros escudos, está existiendo la ciudad ¡México-Tenochtitlan subsiste!.

Cantares Mexicanos.

Hacen estrépito los cascabeles Hacen estrépito los cascabeles, el polvo se alza cual si fuera humo: Recibe deleite el Dador de la vida. Las flores del escudo abren sus corolas, se extiende la gloria, se enlaza en la tierra. ¡Hay muerte aquí entre flores, en medio de la llanura! Junto a la guerra,

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al dar principio la guerra, en medio de la llanura, el polvo se alza cual si fuera humo, se enreda y da vueltas, con sartales floridos de muerte. ¡Oh príncipes chichimecas! ¡No temas corazón mío! En medio de la llanura, mi corazón quiere la muerte a filo de obsidiana. Sólo esto quiere mi corazón: la muerte en la guerra...

Cantares Mexicanos.

Haciendo círculos de jade Haciendo círculos de jade está tendida la ciudad, irradiando rayos de luz cual pluma de quetzal está aquí México: junto a ella son llevados en barcas los príncipes: sobre ellos se extiende una florida niebla. ¡Es tu casa, Dador de la vida, reinas tú aquí: en Anáhuac se oyen tus cantos: sobre los hombres se extienden! Aquí están en México los sauces blancos, aquí las blancas espadañas: tú, cual garza azul extiendes tus alas volando, tú las abres y embelleces a tus siervos. Él revuelve la hoguera, da su palabra de mando hacia los cuatro rumbos del universo. !Hay aurora de guerra en la ciudad!

Cantares Mexicanos. (Biblioteca Nacional de México)

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Huehuetlahtolli (Prosa didáctica Náhuatl) Contra las malas palabras. En esto esmérate, cuídate bien de palabras lascivas, de palabras burleras; no son buenas, no rectas; provocan lascivamente a la gente, pueden, sin darse cuenta un, dañar, ensuciar, provocar a lasciva,. Echarán, arrojarán a los hombres al río, al peñascal, a la trampa, al cordel. Procurarán a los hombres piedra, palo. Nada bueno granjean a la gente, le procuran el andrajo, le quitan el seso y la cordura. No lo bueno, no lo recto es con lo que el maligno espíritu hace errar a los corazones y aun a algunos los hechiza. Ya te lo dije: No obres así: en ello está el andrajo, el pañete bragal viejo. Esto pues, hijo mío: tal como te he dado a conocer así se haga; en paz y sosiego, párate en lo mundanal.

Consejos sobre la mujer. Y ten esmero en no desear, en no codiciar el faldellín, la camisa; hace lascivia la gente, la envilece, la mancha, la pervierte. No hagas tu padre y madre el derrumbadero de la ceniza o la encrucijada del camino. Con esto va contra la cabeza, contra la testa de nuestro dios. Aún afánate como esclavo, haz esfuerzos ante él, junto a él. Aún eres tú agua tierna, eres avecita, aún estás en brote, en espiga. Pues eres como un jade fino, como una turquesa, pues eres como una pluma fina de quetzal, no por tu propia acción y gusto te sangres, te desuelles. En alguna parte estará el faldellín, la camisa: está en verdor, crece, echa brotes, espiga sobre la tierra. No te apresures: ahora aún ponte bajo el amparo y al lado de nuestro dios, que él sea tu guía sobre el mañana y el pasado mañana. ¡Quién sabe si así se venga a parar de repente en el mar, en el viento, para aferrarte, para atraparte! Si quieres introducir a tu lado el faldellín, la camisa, nos lo dirás a nosotros, tus madres, tus padres, no tú por ti solo te lo dispondrás, no tú por tu solo te los arreglarás, pues tú tienes madre, tienes padre, eres gobernado y sustentado.

Consejos a la mujer sobre sus amistades. Y no hagas tus amigas a mentirosas, ladronas, disolutas, frecuentadoras de casas, perezosas, para que no te contagien, para que no te contaminen; sino que no tengas más por tuyo propio que el quehacer dentro de tu casa. Tampoco salgas a la puerta, ni te quedes fija en el mercado, en el camino, junto al agua, no es buen lugar, no es recto lugar: allí está lo que pervierte, lo que mancha a la gente, lo que procura dificultad, miseria, lo que asalvaja, lo malo, lo pervertido. No sólo como el estramonio y el acónito, sino mucho más intensamente, mucho más espantosamente, con violencia hace perder el juicio a la gente, con violencia la saca de juicio.

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Consejos sobre economía doméstica. Y gobierna tus sementeras, tus campos sembrados, y cuida bien de tus trabajadores: y guardarás bien el cofre, la caja, cerrarás bien la olla, la cazuela. No solamente gastes disolutamente, no te destruyas ni desbarates a ti misma. Si sólo andas saliendo, si sólo andas yendo y viviendo, nunca verás una olla tuya, una cazuela tuya. Nunca verás una habitación tuya, una casa tuya, si de este modo vives. Y si él tiene propiedades, no las gastes disolutamente, no las pondrás al mercado a tontas y a locas, para que no empobrezca, antes bien lo ayudarás, para que guardéis vuestros bienes... Un poco os calentaréis, un poco tendréis quietud y reposo, para que los dejéis en herencia a vuestros hijos, a vuestros nietos.

Sobre la vida matrimonial. Si a tu lado y contigo vive lo pondrás en tu regazo, entre el cruce de tus brazos. No tú, te habrás de sobreponer a él como un águila, como un tigre; no harás de tal manera lo que él te mande que des motivo de ofensa a dios y él no te dé tormentos. En paz, en sosiego le dirás a él aquello con que te dé pena; no delante de otros, junto a otros, le causarás vergüenza.

Contra la vanidad. No siempre rebusques, no siempre desees, no siempre quieras la hermosa compostura; no siempre te estés peinando, te estés mirando al espejo, no siempre te adereces, no siempre te recompongas, no siempre estés deseando el hermoso atavío, sólo es el lazo y la trampa del maligno espíritu.

Consejos a un muchacho. Ya lo comprendes: el ciervo, cuando lo persiguen, como va azorad de ver a la gente, no se da cuenta de cómo viene a caer en la red, y allí muere. Pero tú ¿eres acaso ciervo, para que no sepas dónde vas? A ti se te ha dado ver el camino que seguirás: por tu propia culpa harás que venga el mal, si lo pierdes. Como el árbol frutal: ya no está verde, ya no hecha brotes; si cuando estaba verde y echaba brotes cae sobre él el hielo, no hace más que ser comido por el hielo; se seca con él. Así, tú estás en verdor, en brotes de vida; cuando es el tiempo de tener verdor y echar brotes; sólo por tu culpa vendrá a dar en la boca de las fieras.

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Contra la embriaguez. Lo que principalmente os encomiendo es que os apartéis de la borrachera; que no bebáis octli, porque es como beleño, que saca al hombre de juicio. De lo cual muchos se apartaron y temieron los viejos y viejas, y lo tuvieron por cosa muy aborrecible y asquerosa por cuya causa los senadores y señores pasados, ahorcaron a muchos, y a otros quebraron la cabeza con piedras, y a otros azotaron. Este el vino que se llama octli, que es raíz y principio de todo mal y de toda perdición, porque él y la embriagues son causa de toda discordia y disensión; de todas las revueltas y desasosiegos de los pueblos y los reinos; es como torbellino que todo lo revuelve y desbarata; es como una tempestad infernal que trae consigo todos los males juntos... Es también causa, el octli o pulcre, de la soberbia, la altivez y de tenerse en mucho, diciendo el que lo bebe con desenfreno, que es de alto linaje, y menosprecia a todos y a ninguno estima ni tiene en nada y causa enemistades y odios. Los borrachos dicen cosas desatinadas y desconcertadas, porque están fuera de sí. El borracho con nadie tiene paz, ni de su boca salen jamás palabras pacíficas, sino destempladas que turban la paz de la república... La borrachera deshonra a los hombres nobles y generosos y tiene en sí todos los males... Muy bien dijo el que aseguró que el borracho es loco y hombre sin seso. Este tal con nadie tiene amistad, a nadie respeta; es testimoniero, mentiroso, sembrador de discordias; es hombre de dos caras, de dos lenguas; es como culebras de dos cabezas, que muerde por una y otra parte. El borracho nunca tiene sosiego y paz, jamás está alegre, ni come ni bebe con quietud y paz. Muchas veces lloran estos tales y siempre están tristes; son vocingleros y alborotadores de las casas ajenas; después que han bebido, cuanto tienen hurtan de las casas de sus vecinos: las ollas, los platos y escudillas. Ninguna cosa dura en su casa, ni medra en ella: todo es pobreza y malaventura; no hay allí plato, ni escudilla, ni jarro; tampoco tienen qué vestirse, ni con qué cubrirse, ni qué calzar, ni en qué dormir; sus hijos y todos los de su casa andas sucios, rotos, andrajosos y cubren a sus hijas con algún andrajo roto..., porque el borracho de ninguna cosa tiene cuidado, ni comida, ni de los vestidos, ni de los de su familia.

GARIBAY, María Ángel. 1953. Historia de la literatura náhuatl. México D.F: Porrua, 412-432 pp.

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