Seminario Taller Los Medios de Comunicación, la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

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Author:  Pedro Vidal Flores

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Original

Seminario Taller Los Medios de Comunicación, la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz 22 y 23 de octubre de 1997 San Salvador, El Salvador

Programa de Cultura de Paz de la UNESCO Oficina de la UNESCO en El Salvador

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Preparado por el Programa de Cultura de Paz de la UNESCO en El Salvador.

©

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - UNESCO El Salvador, 1997.

Se puede reproducir total o parcialmente siempre que se indique el autor y la fuente. Las opiniones expresadas aquí, no son necesariamente las de la UNESCO y no comprometen a dicho organismo. Edición al cuidado de Carmen Alvarez Basso. UNESCO El Salvador.

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INDICE Página Presentación .................................................................................................................................... 3 De la Cultura de la Violencia a la Cultura de Paz ...................................................................... 4 La prevención de conflictos ........................................................................................................ 14 Nuevos conceptos de seguridad ................................................................................................. 2 4 La comunicación y las crisis humanitarias ................................................................................ . 3 9 Retos actuales de los organismos de Derechos Humanos en El Salvador ............................. .49 Las comunicaciones para el desarrollo: Una manera distinta de resolver conflictos.. ........ ..64 Cómo los medios de comunicación pueden hacer visibles las raíces de los conflictos........76 La publicación de los positivo y creativo en el marco de la comunicación y las crisis humanitarias .............................................................................................................. .78 ¿Cómo construir la seguridad democrática en Centroamérica? .............................................. 80 La Cultura de la Violencia como generadora de conflictos .................................................... .84 Una comunicación para otros desarrollos, líneas de comunicación para trabajar el desarrollo .................................................................................................................... 91 .

La reconciliación, la comunicación y la educación ................................................................ 101

.

Todos podemos ser actores “Promotores y Trabajadores” de la Paz en Centroamérica ..................................................................................................... .107 Conclusiones de las mesas de trabajo ..................................................................................... 110 Conclusiones generales .............................................................................................................. 113 Anexos ......................................................................................................................................... 115

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

PRESENTACION “Se los insulte o se les adule, los medios de comunicación no dejan de ser uno de los mejores barómetros de la democracia. También son uno de sus mejores garantes, siempre que se les deje hacer su trabajo libremente y con total independencia, y que estén abiertos a todos. Estos son los principios que inspiran la actuación de la UNESCO en este sector clave....“’ El Seminario-Taller “Los Medios de Comunicación, la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz” se celebró en San Salvador, los días 22 y 23 de octubre de 1997, con la participación de 70 personas provenientes de todas las Escuelas de Periodismo y Comunicaciones de El Salvador. El evento fue producto de una relación de colaboración durante entre dichas escuelas y la UNESCO, durante este último año. Desde la concepción y preparación del seminario, las Escuelas de Periodismo y Comunicaciones participaron, con tesón y entusiasmo, en la definición los objetivos del mismo, de sus contenidos y metodología, así como en el desarrollo del programa y en la ejecución de la actividad. Este evento es resultado de un proceso participativo, de un proceso de concertación; es por tanto, en si mismo, un proceso de Cultura de Paz, tal y como lo entiende la UNESCO. Este documento refleja el trabajo desarrollado durante los dos días del seminario y contiene la reproducción de las Conferencias Magistrales, de las ponencias presentadas para el trabajo de las mesas y de las discusiones de las mismas. El último fin de esta publicación es el de multiplicar el trabajo realizado por los 70 participantes, que fueron catedráticos, profesionales de los medios de comunicación y estudiantes de cursos avanzados de las carreras de comunicaciones de todo el país. De esta forma pretendemos que el resto de los estudiantes y profesionales de la comunicación puedan compartir la experiencia realizada durante el taller y les sirva de insumo para sus estudios. La UNESCO quiere agradecer el entusiasmo y el esfuerzo con el que todos los participantes trabajaron durante el desarrollo de este evento, y espera que esta publicación sea capáz de transmitirlo a todos los que no pudieron compartir esta experiencia de Cultura de Paz.

1.

Revista FUENTES UNESCO, “El Poder de ser Escuchado”, No. 89, Abril 1997

3

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

DE LA CULTURA DE LA VIOLENCIA A LA CULTURA DE LA PAZ Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España.

Cuando hace ya más de medio siglo se formó la UNESCO, yen su preámbulo fundacional se señalaba que “si las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, sus fundadores aceptaban el reto y lanzaban al mundo el mensaje de que si los humanos hemos sido capaces de inventar una práctica tan brutal como la guerra, hemos de ser igualmente capaces de inventar la paz, de construirla, fortalecerla y universalizarla. Un punto de partida para introducirnos en la evitabilidad de la guerra y de la violencia cruel y gratuita pueden ser las conclusiones a que llegaron varios científicos, congregados en Sevilla, en 1989, para analizar científicamente qué había de verdad y de mentira en relación a los mitos sobre la violencia. El Manifiesto de Sevilla2 que redactaron afirma que la paz es posible, porque la guerra no es una fatalidad biológica. La guerra es una invención social. Se puede, por tanto, inventar la paz, porque si nuestros antepasados inventaron la guerra, nosotros podemos inventar la paz. En el Manifiesto de Sevilla, los científicos señalan que los seres humanos tenemos una cultura, y esta cultura podemos hacerla evolucionar. Nos es posible inventar nuevas maneras de hacer las cosas. No existe un sólo aspecto de nuestro comportamiento que esté tan determinado que no pueda ser modificado con el aprendizaje. La construcción de la paz, por tanto, empieza en la mente de los seres humanos Es más; tenemos ejemplos de sociedades guerreras que se han convertido en pacíficas, como los vikingos, y de grupos humanos que han aprendido a relacionarse de forma no agresiva y no competitiva3. Lo que es evidente, en definitiva, es que aunque seamos el resultado o estemos influenciados por una cultura bélica, eso no es irreversible, y tenemos el potencial y las posibilidades de cambiar la situación forjando una cultura de paz. Tenemos también el convencimiento de que la paz es algo más que la ausencia de guerra, y tiene que ver con la superación, reducción o supresión de todo tipo de violencias, y con nuestra capacidad y habilidad para transformar los conflictos, para que en vez de tener una expresión violenta y destructiva, las situaciones conflictivas puedan ser oportunidades de creación, de encuentro, comunicación, cambio, adaptación e intercambio. Este nuevo enfoque es el que persigue la “cultura de paz”, o “cultura para la paz”, si la entendemos como un proceso que, en primera instancia, habrá de transformar la actual “cultura de la violencia”. Veamos, por tanto, cuales son los elementos

2. 3.

ADAMS, David, "El Manifiesto de Sevilla sobre la Violencia”, de 1989, UNESCO, 1992, 47 p. BOULDING, Elise, “Peace behaviors in various societies”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO, 1996, pp. 31 53. En este ensayo, Elise explica los casos de los Inuit (Canadá), Mbuti (República Centro Africana), Zuni (Estados Unidos) y Arapesh (Nueva Guinea).

4

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que determinan esta cultura de la violencia, para luego analizar las grandes tareas que incumbirán al proceso forjador de una cultura de paz.

La cultura de la violencia Con diferentes manifestaciones según épocas históricas y contextos geográficos, las culturas de la violencia han sido forjadas desde tiempos muy lejanos. La historia y la antropología nos muestran que la violencia institucionalizada empezó con la revolución agrícola, hace unos 7.000 años, y que con la revolución industrial, hace unos dos siglos, adquirió nuevos elementos, institucionales y tecnológicos, que la dotaron de unos medios de destrucción antes inimaginables 4. La cultura de la violencia es “cultura” en la medida en que a lo largo del tiempo ha sido interiorizada e incluso sacralizada por amplios sectores de muchas sociedades, a través de mitos, simbolismos, políticas, comportamientos e instituciones, y a pesar de haber causado dolor, sufrimiento y muerte a millones de seres. Cambiarla no será empresa fácil, y nos llevará varias generaciones. Pero esa lentitud de cualquier cambio cultural no resta ni un ápice la urgencia de finalizar con lo que ha sido norma durante siglos, y planteemos una estrategia para cambiar el rumbo en la Historia. En su expresión actual, algunos de los fundamentos esenciales de esta cultura de la violencia son los siguientes: el patriarcado y la mística de la masculinidad la búsqueda del liderazgo, el poder y el dominio la incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos el economicismo generador de desintegración social el militarismo y el monopolio de la violencia por parte de los Estados los intereses de las grandes potencias las interpretaciones religiosas, que permiten matar a otras personas las ideologías exclusivistas el etnocentrismo y la ignorancia cultural la deshumanización (la consideración de otros seres humanos como “objetos”) el mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la falta de oportunidades y de participación

4.

GENOVÉS, Santiago, “Social and cultural sources of violence”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO 1996, P. 95.

5

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Permítanme que me extienda unos instantes en el primer punto, para después volver sobre los elementos específicos que podrían configurar esta cultura de paz opuesta a la cultura de la violencia.

El patriarcado y la mística de la masculinidad Aclaremos, para empezar, que la historia de la violencia, de la guerra y de la crueldad organizada es también la historia del hombre, no de la mujer. Hay algo tan secular en el protagonismo de la violencia por parte del arquetipo viril, que uno tiene la tentación de acudir a la biología para descubrir las razones de esta empecinada recurrencia del género masculino hacia lo destructivo, y para utilizar la fuerza física para dañar o tener poder sobre otras personas. Por fortuna, sabemos que este cáncer no es universal, y que muchos hombres lo detestan en la teoría y en la práctica. Sabemos también de mujeres que se comportan de otro modo, con lo que no vamos a dar oportunidad a la biología para que nos explique lo que sólo es comprensible desde el campo de la cultura. La guerra y cualquier forma de violencia organizada son fenómenos culturales, y como tales, se aprenden y se desaprenden. Dicho en otros términos, tanto la guerra como la paz son frutos culturales, son resultados de decisiones humanas y de empeños sociales. La paz, a fin de cuentas, no es otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía, que son tres elementos vivos y dinámicos que no dependen de la biología. Pueden o podemos educarnos para una cosa o para la otra, por lo que el ideal de ilegitimar moralmente la violencia es un reto cultural de primera magnitud, porque estos cambios culturales son los que un día harán posible acabar con la secular estupidez de que los estados y los pueblos busquen legitimarse y dotarse de identidad a través de la guerra y del armamento, cuando ambas cosas no son más que instrumentos de muerte, y como nos decía Virginia Wolf, en 1938, que los hombres encuentren cierta gloria, cierta agresividad y cierta satisfacción en la lucha, algo que las mujeres jamás han sentido ni gozado 5. Terminar con esa fascinación que el sexo masculino siente por la violencia es uno de los grandes retos que tiene, no sólo la educación para la paz, sino la misma convivencia humana, y es un factor esencial, sino el más importante, de la cultura de paz. Y ya que el desarrollo de la cultura de paz depende en gran parte de los logros que consigamos en ese campo, creo que lo más apropiado es que prestemos atención a lo que piensan, dicen y hacen las mujeres, tanto en la acción social como en el campo de la teoría. El pensamiento feminista nos recuerda que el eje y medida del orden socio-simbólico que tenemos es la guerra y la destrucción de la obra materna, porque el poder es esencialmente el poder de

5.

6

WOLF, Virginia, "Tres guineas", Lumen, 1980, p. 14.

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destruir, y los valores de la guerra son proporcionales a su poder de destrucción6. Se habla incluso de la “envidia del útero”, para describir al deseo de algunos hombres de apropiarse del poder de dar vida de las mujeres, por lo que para algunos el poder de destruir la vida se convertiría en el equivalente del poder femenino de crearla. Las mujeres nos invitan a inventar mediaciones creadoras de realidad nueva, a relacionarnos con el mundo entero a través de la mediación de otras (mujeres), a partir de nuestra propia experiencia (partir de sí)7, a que nombremos el mundo en femenino, esto es, a que tengamos un sentido más femenino del mundo, lo que en términos más teóricos se llamaría “romper con el orden simbólico patriarcal”, juntando la razón y la vida, es decir, la cultura y la naturaleza, la palabra y el cuerpo. El medio propuesto: substituir el poder por la autoridad, que son dos cosas completamente distintas. En la historia, el ejercicio del poder ha equivalido al ejercicio de la violencia. El ejercicio de la autoridad, en cambio, equivale al ejercicio del respeto y no está reñido con la vida, el amor o la gratitud*, y como veremos posteriormente, posibilita la resolución de los conflictos. Se trata, por tanto, de substituir la práctica del “poder sobre” por el concepto de “poder de”, o “empoderar”, que supone capacitación, autonomía y voluntad. Myriam Miedzian 9 , en un excelente y sugerente libro que gira alrededor de este tema, analiza con detalle cómo se ha ido formando esa fascinación masculina por la violencia, y el tremendo precio que hombres y mujeres pagamos por mantener unos arquetipos masculinos inútiles, destructivos y primitivos, de los que finalmente todas las personas resultamos ser víctimas. Miedzian señala como principales valores de la mística masculina: la dureza y la represión de la sensibilidad (el miedo, el lloro, etc.), el afán de dominio, la represión de la empatía y de las preocupaciones morales, y la competitividad extrema, que condiciona a los hombres a valorar por encima de todo la victoria y la gloria, y a encerrarse en las dicotomías de nosotros/ellos o ganar/perder. Toda esa mística conduce a la violencia, sea criminal, doméstica o política, porque de ahí se legitima el patrioterismo, el militarismo y la hombría, y muy especialmente, conduce a la aceptación y glorificación de la guerra y la violencia, porque desde la más tierna infancia se enseña a los hombres a demostrar su masculinidad a través de la violencia. ¿Cómo superar esta mística, inventada para convertir a los jóvenes en soldados obedientes, dispuestos a sacrificar sus vidas para que la hombría de los líderes políticos quede intacta? Al hablar de políticas de paz, con frecuencia tenemos la mala costumbre de mirar excesivamente hacia arriba,

6.

HORVAT, Lili, “Feminisme et culture de paix”, Nouvelles Questions Feministes, n1 11-12, invierno 1985, p. 120.

7.

RIVERA, María-Milagros, “Partir de sí”, El Viejo Topo, n1 73, marzo 96, pp. 31-35.

8.

RIVERA, María-Milagros, “Nombrar el mundo en femenino”, Icaria, Barcelona, 1994, 264 p.

9.

MIEZDIAN, Myriam, “Chicos son, hombres serán”, Edit. Horas y Horas, Madrid, 1996, 396 p.

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buscando a la ONU o la mediación de las grandes potencias, o pensamos en las grandes transformaciones económicas que puedan cambiar la vida de pueblos marginados, y nos olvidamos de que la base de la práctica de la paz está también en nuestro entorno y en nuestra vida cotidiana. Permítanme que, de la mano de Elise Boulding10, recuerde dos muestras claras de acción y de cultura de paz que están en nuestra vida diaria y que están en la base de la superación de la mística de la masculinidad. Una es el nutrir, esto es, la cultura practicada por las mujeres en la crianza y el cuidado de las criaturas y ancianos, y es el ejemplo de que la cultura de las mujeres está orientada también hacia el futuro, puesto que estas prácticas tienen en cuenta las necesidades del mañana. La práctica del nutrir, como podemos comprobar, es una práctica “sostenible” desde hace siglos, y como nos recuerda Elise Boulding, “si los hombres dedicaran más tiempo con los niños y aprendieran nuevos instrumentos de escucha y relación, se pondría en marcha un proceso que ayudaría a reducir los comportamientos violentos y equilibraría la balanza entre temas culturales de paz y agresión”. La otra experiencia se refiere a la práctica constante de la negociación para solucionar esos pequeños conflictos que surgen en el seno familiar, y se basan en nuestra capacidad de humanidad. La familia es, o puede ser, una auténtica universidad de gestión de conflictos si sabemos actuar con un mínimo de inteligencia y humanidad. Es ahí, y también en la escuela y en otros espacios de socialización, donde hay numerosas oportunidades para aprender a manejar los utensilios de la cultura de paz. Efectivamente, la terapia de superación de la mística masculina pasa, en primer lugar por moderar aquellos valores de dureza, dominio, represión y competitividad, realzando en cambio los de la cooperación y responsabilidad social, y en socializar a los hombres (corresponsabilizarlos) en la práctica del cuidado, empezando por sus propios hijos, porque la participación de los padres en la crianza es un freno en el uso de la violencia, primero en ellos mismos, y después en sus hijos. Se trata en definitiva de introducir la expresión del cariño y la ternura en la vida de los hombres, de que no repriman la empatía, para así aumentar su responsabilidad sobre el coste humano y social de sus actos, tanto en la vida familiar como en la política. El empeño en construir una cultura de paz pasa, entonces, por desacreditar todas aquellas conductas sociales que glorifican, idealizan o naturalizan el uso de la fuerza y la violencia, o que ensalzan el desprecio y el desinterés por los demás, empezando por disminuir al máximo posible el desinterés y el abandono de los más pequeños, con objeto de que estas criaturas puedan vivir experiencias de cariño, respeto, implicación, amor, perdón y protección, y después, de mayores, puedan transmitir estas vivencias a otras personas con mayor facilidad.

10.

8

BOULDING, Elise, “The Concept of Peace Culture”, en Peace and Conflict Issues after the Gold War, UNESCO, 1992, pp. 107-133

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Una comunidad con una ética global Con frecuencia, y especialmente ante los desastres causados por la propia actividad humana, solemos invocar y reclamar la atención de la “comunidad internacional”, como si más allá de algunos centros de poder concretos o imaginarios, como el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, existiera un corpus universal dotado de capacidad para escuchar y actuar ante tales demandas, de prever calamidades o proteger a los miembros de esta pretendida comunidad universal. Lo cierto, sin embargo, es que dicha comunidad no existe, al menos en el sentido de un conjunto de seres y sociedades que se comunican, se comprenden, comparten unos valores y se ayudan para conseguir unos objetivos. Pero que no exista dicha comunidad no quiere decir que no sea necesaria, que no podamos perseguirla o que pensemos en tal posibilidad. Así se ha hecho durante siglos, pero nunca con las posibilidades de comunicación actuales. Esta es la gran diferencia respecto al pasado y lo que concede una esperanza a que esta reflexión sobre lo que somos como colectividad global, se traduzca en actuaciones que permitan mejorar la condición humana. Al finalizar el Siglo XX, y tal como está el mundo, es un deber, no un simple ejercicio intelectual. Esta nueva mirada hacia el mundo persigue, en primer lugar, entender mejor su complejidad y diversidad, para después, o paralelamente, consensuar un “código de conducta universal”, una ética global o una macro-ética planetaria, definida como una ética de corresponsabilidad planetaria que tenga en cuenta los efectos de cuanto hacemos, para nosotros y para las futuras generaciones, buscando un mínimo de valores que podamos compartir y defender todas las sociedades, sin imposiciones ni occidentalizaciones, con sus correspondientes responsabilidades que puedan ser traducidas en normas exigibles. La definición de estos “mínimos compartibles” a nivel universal, ese denominador común que deberíamos creer y respetar, no es tarea nada fácil, entre otras cosas porque las palabras y los conceptos no tienen el mismo sentido cuando los contextos sociales y culturales son muy diferentes. Antes de abordar esos valores comunes que podrían configurar la ética global, quizá resulte oportuno señalar algunos principios de encuadre, unas reglas del juego que a su vez necesitarían ser consensuadas para después volver a consensuar los valores. Estos podrían ser algunas de las reglas del juego, que en realidad llegan a ser tan importantes (y difíciles de llevar a cabo) como los mismos valores que buscamos: Principio de universalidad. Las reglas del juego y las obligaciones y consecuencias derivadas de ellas han de ser aceptadas universalmente, y no una imposición de los poderosos sobre los débiles, de los grandes sobre los pequeños. Es más, las grandes potencias y los países más ricos tienen la obligación de dar ejemplo y ser más coherentes. La universalidad implica compartir y hacerlo cotidianamente. 9

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Principio de participación y decisión. La ética global no puede reducirse a un manifiesto académico más o menos erudito o a un nuevo decálogo para líderes religiosos. Si tiene la pretensión de ser universal y tener un sentido práctico, ha de ser como una ola gigantesca o una inmensa corriente de aire que llegue a cada uno de los individuos del planeta, como garantía de que son socios de un proyecto global en el que podrán participar en igualdad de condiciones. Debería servir para potenciar las capacidades de cada ser humano, de empoderarlo¹¹, ya que nos referimos a unos criterios morales que se apoyan precisamente en la capacidad de los individuos y de los pueblos en decidir sus propias condiciones de vida. Principio de reciprocidad. Para muchos, es la regla de oro, ya que está en todas las tradiciones religiosas del mundo y es fácilmente entendible: lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás; lo que te gustaría para ti, quiérelo para los demás. Este principio vale para todos los ámbitos de la existencia humana, desde la seguridad (mi seguridad es tu seguridad, mi inseguridad es tu inseguridad) o la felicidad (hemos de reorientar nuestra felicidad individual, incluso renunciando a algunas parcelas de nuestra felicidad, para lograr una mayor felicidad de los demás, una felicidad conjunta) Principio de corresponsabilidad o responsabilidad solidaria. Hemos de asumir las responsabilidades de las consecuencias de cada una de nuestras actuaciones como seres humanos, a nivel individual y como colectividad. Principio de la equidad intrageneracional. Todos los seres humanos hemos de tener los mismos derechos, con independencia del sexo, raza, religión o clase, y especialmente el derecho a vivir con dignidad. Principio de equidad intergeneracional. Ninguna generación tiene derecho a dilapidar los recursos que son necesarios para las siguientes generaciones. Las generaciones presentes son responsables del cuidado y uso de los recursos naturales y culturales para beneficio de todos los miembros de las generaciones presentes y futuras. Tenemos, por tanto, una responsabilidad con las generaciones venideras, puesto que somos sus representantes y administradores.

11.

En el informe ya mencionado de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, el empoderamiento es definido como “la coparticipación del poder o la capacidad de influir en él.

Este proceso tiene dos dimensiones: el Estado y la sociedad.

En lo que se refiere al Estado

se trata de saber si las instituciones públicas permiten que se tomen en cuenta de forma equilibrada los diversos intereses que existen en el seno de la sociedad. En la dimensión los diversos intereses que existen en el seno de la sociedad. En la dimensión social, el empoderamiento supone el acceso a una pluralidad de fuentes de información, así como a los canales de expresión, representación y reparación de situaciones injustas” (p. 65).

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Principio de sustentabilidad. Implica respetar la entropía, limitar la explotación de los recursos naturales para evitar su agotamiento y frenar la degradación medioambiental. Satisfacer las necesidades humanas básicas, no los caprichos o lo superfluo. Principio de vulnerabilidad humana y de solidaridad. Como colectividad, tenemos la obligación de aliviar el sufrimiento de los demás, así como de reconocer y ayudar a proteger los derechos de los otros, porque la justicia está ligada a la solidaridad. Tenemos unos lazos de solidaridad con el resto de seres humanos, que si no son ejercidos impiden que reconozcamos los derechos de cada uno de estos individuos. El reconocimiento de nuestra dignidad como personas, e incluso de nuestra propia comunidad, está ligada a todo el mundo donde existan personas y colectividades¹². El cuarteto fundamental: paz, desarrollo, democracia y derechos humanos. Son cuatro ejes inter-conectados que se potencian mutuamente, pero que necesitan una profunda revisión para ser aceptados universalmente, dado el extraordinario nivel de manipulación a que han estado sometidos dichos conceptos y a su degradación por la mala calidad de su aplicación. En parte, la discusión sobre los valores mínimos gira alrededor de cómo traducir estos cuatro conceptos en hechos concretos.

Conclusión Para la UNESCO, “la cultura es el conjunto de elementos simbólicos, estéticos y significativos que forman la urdimbre de nuestra vida y le confieren unidad de sentido y propósito, de la cuna a la tumba.... Se trata también del modo en que las comunidades se expresan y vinculan entre sí, como grupos que comparten preocupaciones y experiencias, que sirven a su vez para proyectar recuerdos, hallazgos e incluso traumas y temores, más allá de los límites de nuestra existencia mortal, a las generaciones venideras. La cultura es, sobre todo, comportamiento cotidiano, que refleja la “forma de ser” de cada cual, el resultado de sus percepciones y reflexiones, la elección íntima entre las distintas opciones que la mente elabora, la respuesta personal a las cuestiones esenciales, el fruto en cada uno del conocimiento adquirido, la huella de los impactos del contexto en que se vive¹³.”

12.

MARTINEZ GUZMAN, Vicent, “L’educació per la pau, la tolerancia i la convivencia”, Actas de las VII jornadas Municipales de

13.

MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La nueva página”, UNESCOICírculo de Lectores, 1994, p. 111.

Psicopedagogía, Ajuntament de Torrent, 1996, p. 130.

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La cultura de paz, por tanto, ” es una cultura que promueve la pacificación, una cultura que incluya estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorezcan la construcción de la paz y acompañe los cambios institucionales que promuevan el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos, las familias, la identidad de los grupos o de las naciones, y sin necesidad de recurrir a la violencia14.” En los albores del Siglo XXI, educar para la paz y sentar las bases para una cultura de paz significa preparar a las nuevas generaciones para buscar un nuevo consenso fundamental sobre convicciones humanas integradoras 15 , que como ha señalado Hans Küng, incluirá una pluralidad heterogénea de proyectos vitales, comportamientos, lenguajes, formas de vida, conceptos científicos, sistemas económicos, modelos sociales y comunidades creyentes, y que infunde en la sociedad internacional unas pautas de comportamiento ético y moral, comprensión humana y empatía, con el propósito de lograr una cooperación pacífica en la mejora de la condición humana 16 . Este consenso no puede ser una norma estricta, o una imposición policial, sino un consenso ético, un diálogo entre todas las tradiciones culturales, un no-centrismo de la historia del pensamiento humano, más fácilmente alcanzable cuanto mayor sea nuestra percepción de sentirnos miembros responsables del planeta, solidarios con el mundo por ser parte de él, y conscientes de que para el bien de muchos, unos pocos deberemos limitar nuestro bienestar y aceptar la suficiencia, porque en palabras del Director General de la UNESCO, “hoy más que ayer, sobrevivir significa compartir recursos y conocimientos, preservar la riqueza de la naturaleza y la diversidad de las culturas, aceptar a la vez la identidad y la diferencia para vivir en buena inteligencia, formar alianzas para aumentar la fuerza disponible y conseguir juntos la victoria sobre la adversidad 17 .” En cierta medida, la propuesta de una cultura de paz es también una propuesta de forjar un nuevo contrato social y ecológico a nivel planetario, que mediante instrumentos jurídicos y políticos pueda instalar un equilibrio entre las sociedades, sobre la base de los valores del humanismo moderno, valores de solidaridad, de fraternidad, de justicia, de libertad y de desarrollo sostenible 18 . Así pues, y a título de recopilación, los grandes ejes de la tarea para formar esta cultura de paz parecen ser los siguientes:

14.

BOULDINC, Elise, “the concept of peace culture", en Peace and Conflict Issues after the Cold War, UNESCO, 1992, p. 107.

15.

KÜNG, Hans, “Proyecto de una ética mundial”, Editorial Trotta, Madrid, 1991, 174 p.

16.

THEE, Marek, “towards a culture of peace based on human rights”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO, 1996, pp. 229-250.

17.

MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La memoria del futuro”, Centre UNESCO de Catalunya, 1994, p. 12.

18.

PRERA, Anaisabel, “la Cultura de Paz, un nuevo contrato moral de la sociedad“, Diálogo, n 1 21, junio 1997, pp. 14-15.

12

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Recuperar valores perdidos para que los individuos sean más responsables, tanto en la esfera pública como en la privada y doméstica, en lo local y lo planetario Desarrollar una ética global para socializarnos en la humanidad, así como nuevos elementos normativos Mejorar, ampliar y universalizar los derechos humanos Desacreditar y deslegitimar la guerra, la violencia y el uso de la fuerza Potenciar el conocimiento y el diálogo entre culturas y religiones Superar la mística de la masculinidad a través de la empatía, el afecto, la ternura y la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos Satisfacer las necesidades básicas y las potencialidades de desarrollo y decisión de las personas, en un modelo e desarrollo que no esté disociado de su contexto humano y cultural Fortalecer la sociedad civil Atender al principio de sustentabilidad y cuidar el uso de los recursos limitados Actuar sobre las raíces e los conflictos, y no sólo sobre sus manifestaciones Mejorar la gobernabilidad democrática y aumentar la participación de la ciudadanía Desmilitarizar las políticas de seguridad, potenciar la prevención de los conflictos e invertir en la construcción de la paz Priorizar las inversiones educativas sobre las militares Una nueva mirada a los conflictos y una educación sobre la forma de regularlos y transformarlos positivamente Una educación para la crítica y la disidencia Unos medios de comunicación más responsables en la formación de las personas y menos transmisores de violencia

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En un reciente libro, el Director General de la UNESCO, ha mencionado también la urgencia de “Pasar la página de la Historia”19, refiriéndose a la oportunidad de abandonar la lacra de la guerra y de los conflictos crueles. Las herramientas para abrir esa nueva página están en la cultura y en la educación, en nuestro que-hacer diario, en el empeño humano de valorar y desarrollar su propia capacidad creadora y transformadora y en encontrar los medios políticos que sean compatibles con este fin. Todas las personas y todas las sociedades somos portadoras de potencialidades de bien y de mal, de creación y de destrucción. Nos decantamos, individual y colectivamente, más hacia un lado o hacia el otro en función de múltiples factores, que actúan al unísono, aunque con intensidad variable: las creencias religiosas, las tradiciones étnicas, nuestro nivel de pensamiento utópico, nuestra capacidad de disensión o de sometimiento, y un largo etcétera. Muchos de esos factores son culturales, y por tanto son transformables. Esa constatación es lo que da pleno sentido a la educación para una cultura de paz, y la convierte en la herramienta fundamental para construir un futuro en el que incluso desde el conflicto pueda surgir la belleza, el humor, el enriquecimiento y la paz. 19.

MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La nueva página”, Ediciones UNESCO/Círculo de Lectores, 1994, 186 p.

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LA PREVENCIÓ N DE CONFLICTOS Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España.

En todas las culturas, la sabiduría popular ha acuñado proverbios como el de “más vale prevenir que curar”, mostrándonos que la previsión y la precaución ante multitud de situaciones nos pueden ahorrar lamentos posteriores. Pero la misma sabiduría popular nos dice también que el ser humano tropieza dos veces en la misma piedra, dándonos a entender que no aprendemos las lecciones de la experiencia, y que nos empeñamos en repetir errores conocidos. La política de prevención de conflictos vive igualmente esta tensión contradictoria, pues aún conociendo sus excelencias, utilidades y virtudes, no es aplicada con el rigor y la prontitud que merecería. Más que una realidad, es una idea de futuro. Conocemos sin embargo los motivos por los que en multitud de ocasiones las sociedades no ponen en marcha estos mecanismos de sentido práctico, y es en estas circunstancias limitadoras o de freno donde habrá que incidir para que en un futuro las políticas de prevención estén plenamente integradas en el que-hacer político ordinario. La prevención de conflictos, aún siendo un término acuñado hace muchos años, es un planteamiento que no se ha consolidado hasta muy recientemente, adquiriendo su máxima popularización en 1992, merced al informe “Un programa de paz” del Secretario General de la ONU, dedicado precisamente a la diplomacia preventiva, el establecimiento de la paz y al mantenimiento de la paz. En junio de 1995, incluso la Cumbre del G-7, reunida en Halifax, hizo un llamamiento para buscar la manera de mejorar la información, el análisis y la toma de decisiones sobre desastres humanitarios y conflictos. Puede decirse, por tanto, que la prevención está incluso de moda, y no hay declaración solemne o discurso en política de defensa, seguridad o política exterior que no incluya múltiples referencias a la diplomacia preventiva. Son varios los motivos que explican el interés actual por la acción preventiva:

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El carácter interno de la mayor parte de los conflictos actuales, y la dificultad de tratarlos con los medios del pasado La existencia de graves violaciones de derechos humanos, actos de genocidio y estrategias de limpieza étnica, causantes de gran número de víctimas La descomposición de muchos Estados Un mayor conocimiento y atención ciudadana sobre las crisis humanitarias La creación de mecanismos institucionales de seguimiento de dichas crisis y la tendencia de intervenir en la gestión de las crisis La crisis del principio de “no injerencia en los asuntos internos” El riesgo de regionalizar o hacer internacional un conflicto

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

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El incremento de las oportunidades de comunicación y la existencia de modernos medios de recolección y proceso de datos El alto coste económico de los conflictos y de las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas

Esta preferente atención hacia lo preventivo indica, sin duda alguna, que este discurso ha calado ya profundamente en el diseño conceptual de las políticas exteriores y de seguridad, pero también es cierto que la frecuente saturación de referencias hacia lo preventivo es una coartada excelente para disculparse de la pasividad o el no-saber-que-hacer ante situaciones conflictivas. En vez de evitar un conflicto o de actuar sobre el mismo de una forma u otra, se opta muchas veces por señalar que “para que esto no vuelva a ocurrir es necesario prevenir este tipo de situaciones”. No obstante este planteamiento cínico, y a pesar de sus múltiples deficiencias y de estar sometida a numerosas manipulaciones, la prevención de conflictos será cada vez más un factor esencial en las estrategias de paz, tanto a nivel comunitario como internacional. Es oportuno, por ello, que le dediquemos una atención preferente, puesto que el reto no está en descalificarla, sino en mejorar su funcionamiento, universalizarla y hacerla practicable. A todo ello cabría añadir una dificultad indisociable a la prevención, al menos en la actual cultura mediática: pueden cuantificarse sus fracasos por el número de conflictos no evitados, pero difícilmente podrán medirse y valorar sus éxitos, esto es, evitar que los conflictos estallen de forma violenta y cruel. Como se deduce de su mismo nombre, el propósito fundamental de la prevención de conflictos consiste en actuar satisfactoriamente ante los primeros síntomas de un conflicto, con objeto de conseguir que éste no sobrepase un determinado umbral de violencia, a partir del cual el conflicto resulta de difícil control. Si el conflicto es tratado en sus primeros estadios, es decir, en sus primeras manifestaciones, existe la posibilidad de que pueda regularse de forma positiva. La prevención consiste, por tanto, en detectar a tiempo el conflicto para tratarlo convenientemente. Dado que siempre es difícil parar un conflicto una vez se ha puesto en marcha, lo que resulta verdaderamente interesante es conseguir que no estalle de forma cruel o que no llegue a niveles de descontrol. Para llevar a cabo esta política preventiva lo primero que hace falta es capacidad para predecir los acontecimientos. En este sentido, la prevención es un concepto teórico relacionado con la predecibilidad (predictability). Ello implica disponer de buena información, lo que a su vez debería permitir realizar los análisis correctos para avisar cuando un conflicto empieza a situarse en niveles peligrosos, y a partir de ahí, actuar de la manera más rápida y eficiente. La prevención es así la primera fase de un proceso que ha de conducir a la intervención sobre el conflicto para transformarlo positivamente. Sin esa visión de mayor alcance la prevención no tendría sentido.

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Capacidad transformadora Con frecuencia, y aún contando con buena y abundante información, las políticas de prevención de conflictos no han sido nada eficaces por haber quedado dicha información en manos de analistas que están prisioneros de ideas preconcebidas, y de políticos irresponsables que no tienen capacidad para entender el significado de dicha información, perdiéndose toda oportunidad de actuar sobre una situación conflictiva. Otras veces no es la incapacidad analítica, sino la misma inmoralidad, perversión o complicidad política la que frena cualquier tipo de iniciativa tendente a evitar una escalada de conflicto, ya sea para defender nuestros propios intereses o los de actores en conflicto considerados aliados. Hay, no obstante esta manipulación, un impulso transformador implícito en el mismo concepto de prevención, que podría conducirlo a intervenir inevitablemente sobre las raíces del mismo conflicto, y no sólo en sus manifestaciones. Éste es sin duda alguna el factor de grandeza y de polémica de la prevención, por cuanto llevada en coherencia y hasta sus últimas consecuencias se convierte en un instrumento que incide directamente en las estructuras y en las pautas de violencia. Una auténtica política de prevención, digámoslo claramente, no tiene porqué ser sinónimo de estabilidad o mantenimiento del status quo. Cuando se aplica a situaciones de injusticia y de desigualdad, la prevención ha de ser, por el contrario, un instrumento que facilite cambios y transformaciones, aspecto éste poco o nada compartido por aquellos sectores diplomáticos y políticos que, como comentábamos, utilizan el discurso de la prevención para dejar que las cosas sigan como están. No podemos olvidar que en el pasado la alerta temprana y la prevención de conflictos fueron usadas exclusivamente para mantener el status quo y para proteger los intereses adquiridos. Y aunque sería ingenuo suponer que eso va a cambiar de golpe, deberíamos entender que prevención deberían servir para atender las necesidades de las poblaciones, y no en cambio para estabilizar a regímenes políticos corruptos. Cuando la información sobre el conflicto ha sido suficiente y el análisis de dicha información es acertado, llega el momento de intervenir sobre el conflicto de forma anticipada. Desgraciadamente, eso no ocurre siempre, ya sea por no intervenir de ninguna manera o por hacerlo de forma incorrecta, limitada o tardía. El gran límite que está presentando la prevención de conflictos en los últimos años es que la información preventiva disponible no se traduce automáticamente en la adopción de medidas preventivas, y cuando el mecanismo de prevención no va precedido de una acción inmediata se produce una justa frustración y un gran desengaño entre las poblaciones que podrían haberse beneficiado de este dispositivo.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

La actuación preventiva, sin embargo, no sólo permite salvar vidas humanas o mejorar la existencia y el porvenir de las sociedades afectadas por un conflicto, sino que es mucho más práctica y barata que una posterior intervención de tipo humanitario. El ejemplo de Rwanda es ya clásico, puesto que por la incapacidad de actuar decididamente en 1994, la sociedad internacional ha tenido que gastar posteriormente más de 1.500 millones de dólares en una operación humanitaria que no ha podido alterar unas dinámicas de enfrentamiento que, en años posteriores, se ha cobrado de nuevo decenas de miles de víctimas. La intervención en la fase de pre-crisis es más eficaz, barata y fácil que la respuesta reactiva. La acción mediadora tiene también más posibilidades de triunfar. Los temas no son tan complejos, hay menos apasionamiento debido al menor número de víctimas, existe menor polarización entre los actores y la comunicación no está obstruida. Las intervenciones que actúan antes de que la violencia o la represión caiga en la espiral de victimización y venganza tiene más posibilidades de obtener resultados.

Los motivos de los fracasos y las insuficiencias de la diplomacia preventiva Tradicionalmente, las políticas convencionales de intervención sobre situaciones de crisis han sido reactivas, tardías y limitadas, por lo que su eficacia ha sido nula en algunas ocasiones o insuficiente en otras muchas. Algunos analistas han descrito este enfoque tradicional de la diplomacia preventiva con estas cinco características: 1)

Es una prevención reactiva. Se ha limitado a tomar medidas después de la explosión del conflicto para reducir y limitar su intensidad, duración, y extensión geográfica. Por el contrario, una prevención proactiva se referiría a las medidas tomadas para evitar el estallido del conflicto.

2)

Preponderancia del carácter gubernamental y elitista. Los esfuerzos se dirigen a los dirigentes políticos y militares, y no hay interés por los esfuerzos realizados fuera de la capital, en el interior del país, a nivel intermedio y local, en donde se encuentran los dirigentes étnicos y religiosos, los académicos y los intelectuales, los dirigentes humanitarios y otras personas o instituciones reconocidas. En la base se encuentran los dirigentes locales, las ONG autóctonas, los trabajadores sociales, las organizaciones locales de salud, los enseñantes y los dirigentes de los campos de refugiados.

3)

Actitud prescriptiva. Los expertos creen conocer las necesidades de las partes en conflicto y cómo satisfacerlas. Pero muchas veces ignoran completamente la realidad.

4)

Visión a corto plazo e impaciencia. La transformación de un conflicto es un proceso lento en el que las percepciones políticas se transforman. Una prevención eficaz requiere esfuerzos a corto, medio y largo plazo. 17

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5)

Hay una integración Insuficiente de los diferentes esfuerzos de origen gubernamental y no gubernamental. Esto se traduce en una duplicación, una concurrencia inútil entre los organismos, una ausencia de visión de las externalidades negativas de iniciativas bienintencionadas, y una ausencia de estrategia global.

La observación de cómo la sociedad internacional ha tratado los conflictos de los últimos años, constata este desfase entre detección y actuación, así como la repetición de una serie de errores, que podríamos sintetizar así: Insuficiente o mal conocimiento del contexto del conflicto Insuficiente voluntad de las partes en conflicto Indecisión de la sociedad internacional respecto a la forma de intervenir Escasa disposición a actuar cuando no se ven afectados los propios “intereses nacionales” o no existe suficiente presión de la opinión pública Retraso en la adopción de medidas Miedo a tomar medidas que incidan en las causas de los conflictos Insuficientes medidas estructurales de carácter socio-económico o político Poco interés por la opinión y la capacidad de actuación de la base social Insuficiente coordinación entre las actuaciones tomadas Como han señalado acertadamente algunos observadores, en la prevención de conflictos y en la alerta temprana de las crisis humanitarias se producen dos terribles paradojas: por un lado, las naciones que tendrían más interés en que se actuara sobre una emergencia humanitaria (los países vecinos que son receptores de refugiados, por ejemplo), normalmente no tienen capacidad material para restaurar la situación, confiscar los armamentos, distribuir los alimentos o las medicinas, proteger a la gente y dar seguridad a la población afectada. Estas poblaciones vecinas y pobres son las que están más interesadas en la prevención de conflictos y en reforzar los mecanismos de alerta. Por otro lado, y ésta sería la segunda paradoja, los países que tienen los medios tecnológicos y la información de alerta temprana, son normalmente los más reacios a actuar, a menos que la crisis afecte directamente a lo que puedan considerar sus “intereses vitales”. Actuar con anticipación significa que en una situación potencial de conflicto se realiza una intervención para que se produzca un cambio de la posición inicial hacia una situación deseada, o que se evita una situación indeseada. Esto presupone que la situación de principio pueda ser descrita con claridad, y que pueda predecirse los efectos de dicha intervención. La anticipación es una suerte de compromiso temprano, paralelo y compatible con aquellos esfuerzos de construcción de la paz en la etapa de pre-conflicto.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Las etapas del conflicto y el lugar de la prevención En un proceso de conflicto, la prevención ocupa por tanto un lugar específico, y puede ser eficiente si actúa donde le corresponde. Su espacio natural de actuación está situado en el estadio de paz inestable o en los primeros momentos de crisis. Recordamos esa obviedad porque con frecuencia se habla de prevención en momentos donde ya no tiene sentido y no puede encontrar su espacio idóneo de actuación. Las políticas de prevención son para intervenir en las primeras etapas de un conflicto o de una situación de crisis, no cuando están en plena ebullición o ha estallado una guerra abierta. A lo sumo, hay modalidades preventivas para que una fase aguda de un conflicto no vaya a más, pero en este caso se trata más bien de estrategias de gestión e intervención del conflicto. La prevención ocupa también un espacio importante en la fase de post-conflicto, es decir, en el momento donde hay que construir la paz mediante el esfuerzo concertado de múltiples sectores de la sociedad, y para hacer frente a la fragilidad inevitable de esta etapa, en la que es sumamente fácil que rebroten violencias.

Los actores de la prevención La construcción de condiciones de paz es una tarea que incumbe a todos los segmentos de la sociedad y a todos los pueblos, sin excepción. Desde los más altos mandatarios hasta la persona más humilde y sencilla, desde los organismos internacionales a las ONG y movimientos sociales, todos tienen posibilidades y oportunidades para influir en el cambio de situaciones, y también para prever procesos de conflicto violento e intentar reconducirlo a expresiones más positivas. La prevención, por tanto, no es una responsabilidad exclusiva de los gobiernos o de las cancillerías, sino de todo el entramado político y social, donde cada actor participa a su manera y en especialidad, y así se va entendiendo cada vez más a tenor de las múltiples iniciativas que van surgiendo en todo el mundo. Una primera clasificación de estos actores en la prevención podría ser la siguiente: Naciones Unidas Asamblea General Secretario General Secretaría Departamento de Asuntos Humanitarios (DHA) Grupo de Vigilancia (Oversight Group) de Altos Cargos Consejo de Seguridad Operaciones de Mantenimiento de la Paz

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Corte Internacional de Justicia Organismos regionales Unión Europea (UE) 20 Organización de Organización de Organización de Comunidad de Estados

Unidad Africana (OUA) Estados Americanos (OEA) Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) Independientes (CEI - CIS)

Alianzas militares OTAN Grupos de gobiernos Gobiernos a título individual Grupos Ad-Hoc (de gobiernos o personalidades) ONG’s

Personas a nivel individual (especialmente en mediaciones)

Instrumentos de prevención Ya que existe una gama muy variada de conflictos (por su temática, su localización geográfica, sus actores, su momento histórico, etc.), y que cada conflicto tiene contextos específicos, no es posible plasmar fórmulas universales que puedan explicar con sencillez la forma de abordarlo, y mucho menos las vías de su prevención, regulación o transformación. Un conflicto étnico, por ejemplo, nunca debería enfocarse ni resolverse como una guerra convencional entre Estados. En este tipo de conflictos, el papel de la ONU y de los organismos regionales quizá deba consistir en mantener abierta la posibilidad de lograr un acuerdo político, o en alertar sobre los riesgos derivados de la existencia de regiones económicamente muy deprimidas en un espacio multiétnico. El tratamiento de un conflicto ecológico, por poner otro ejemplo, requerirá atender tanto al medio destruido como a los refugiados resultantes, algo que actualmente escapa de los cometidos tradicionales de las instituciones militares. No obstante ello, la experiencia de los años nos va mostrando la idoneidad o impertinencia de determinadas actuaciones sobre los conflictos. Es bueno conocer lo que hay dentro de la caja de herramientas para tratar los conflictos, pero a sabiendas de que sólo algunas de ellas, y con suerte, tendrán una utilidad para un caso determinado. 20.

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La Comisión Europea creó, en enero de 1997, una Red de Prevención de Conflictos (Conflict Prevention Network - CPN -).

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

El instrumental de prevención agrupa medidas políticas, diplomáticas, militares, económicas, jurídicas y sociales. Normalmente han de ponerse en funcionamiento medidas de diverso signo a la vez, y esto incluye actuaciones tan diversas como la mediación, las negociaciones para compartir el poder, la organización de talleres de resolución de disputas, la creación de comisiones de paz, el establecimiento de emisoras de radio independientes, la amenaza de cortar con la ayuda económica o militar, condicionar la asistencia exterior al logro de determinados compromisos, y un largo etcétera.

Los sistemas de alerta temprana Copiando la función de vigilancia que cumplen los aviones AWACS en la estrategia aérea, en la prevención de conflictos se utiliza igualmente el término de «alerta temprana» (Early Warning) para referirse a aquellos sistemas de información, análisis sobre zonas de crisis que puedan ayudar al desarrollo de posibles estrategias de respuesta sobre dichas situaciones. Estos sistemas utilizan indicadores que permiten avisarnos de forma inmediata y preventiva de la existencia de hechos, dinámicas y evoluciones desencadenantes de crisis y conflictos. Así, por ejemplo, la alerta temprana sobre derechos humanos se referirá a aquellos indicadores que sirven para avisar de la existencia de violaciones flagrantes de estos derechos, dando con ello la oportunidad de actuar sobre dichas situaciones. En sus inicios, los mecanismos de alerta temprana estaban especialmente orientados para detectar y prevenir desastres naturales (terremotos, sequías, inundaciones, etc.) o para prevenir ataques nucleares, habiéndose desarrollado una interesante, compleja y perfeccionada red de sistemas de detección en cada uno de esos niveles, en especial a través de satélites militares por lo que se refiere a la prevención nuclear. En los años setenta y ochenta, estas experiencias sirvieron para poner en marcha nuevos mecanismos para prevenir desastres humanitarios, movimientos de refugiados, hambrunas y mejorar las estrategias de seguridad alimentaria en todo el planeta, creándose sistemas de alerta para predecir cambios climáticos, producciones agrícolas y movimientos de refugiados. Poco a poco, el abanico de temáticas abordadas por los sistemas de alerta temprana se ha ido ampliando, en un proceso paralelo a la evolución del concepto de seguridad, que ya no se interpreta como algo exclusivamente relacionado con lo militar, sino con estrategias políticas, culturales, económicas, ecológicas y de todo tipo. De esta forma, además de vigilar aspectos militares clásicos (vigilancia de maniobras y movimientos anormales de tropas, despliegues armamentistas, verificación de acuerdos de alto el fuego, control del comercio de armamentos, etc.), la alerta temprana se extiende a todos aquellos factores creadores de inseguridad, tensión y conflicto, identificando todas aquellas condiciones, patrones y variables que afectan a la seguridad y al bienestar de las poblaciones.

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Es importante señalar, no obstante, que los sistemas de alerta temprana de tipo ecológico son bastante diferentes de los centrados en las crisis humanitarias, ya que éstas tienen que ver normalmente con conflictos de origen político, donde la población civil es la víctima principal, y en los que es posible, aunque no fácil, introducir elementos de presión y negociación que pueden alterar profundamente la dinámica del conflicto. Como todo lo relacionado con la prevención de conflictos, un mayor despliegue y sofisticación de sistemas de alerta temprana no es sinónimo de mayor capacidad para frenar procesos conflictivos y destructivos, sino únicamente de detectarlos. Los sistemas de alerta temprana tienen muchas limitaciones, tanto metodológicas como de utilización. Además, y éste es un factor importantísimo, la alerta temprana se limita a detectar conflictos, que no es poco, pero no puede combatir directamente las causas de los conflictos. Ésta es una misión que incumbe a la acción política, que puede o no aprovechar la información y el pre-aviso de los sistemas de alerta. La alerta temprana, por todo ello, debe ser vista e interpretada como un elemento más de un proceso que es mucho más amplio. Algunos de los principales problemas con que se encuentra la alerta temprana, y que se añaden a los ya señalados en la prevención de conflictos, son los siguientes: Falta de conocimiento teórico y experiencia práctica. Además, mucha información todavía es secreta o confidencial. Dificultad para predecir cambios sociales, ya que cada sociedad es un sistema complejo, abierto (el sistema inter-actúa con otros sistemas), dinámico (multitud de interacciones dan origen a continuas tendencias hacia el cambio y la inestabilidad) y disipativo (el sistema es entrópico y necesita energía nueva para prevenir la pérdida de equilibrio). En cualquier caso, el caos no siempre conduce a la catástrofe, puesto que se producen auto-regulaciones espontáneas que dan lugar a cosas nuevas, siempre difíciles de predecir. La distancia entre la alerta y la respuesta. La colecta y el análisis de información es un problema técnico, pero el uso de esta información está determinado por factores institucionales y políticos. A menudo parece que se ha perdido la vinculación entre la alerta y la respuesta. Existe además una crisis en conducir la respuesta, ya que se da mayor atención a los conflictos existentes, en los que la prevención ya no es posible, que a los potenciales, donde sí puede actuar la prevención. Insuficiente comunicación y contacto entre los centros de alerta, los analistas de la información y los centros de decisión política. Insuficiente conexión entre la teorización de los conflictos, los estudios de casos y el desarrollo de los indicadores.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Tendencia a generalizar, cada tratamiento también.

caso conflictivo es diferente y los instrumentos de

Los factores externos limitan la actuación preventiva, como los principios de no interferencia, los sentimientos de orgullo nacional, las diferencias en la respuesta de las partes involucradas, etc. El genocidio de Rwanda es un ejemplo de estos bloqueos sobre la alerta y la respuesta.

Insuficiente visión a medio y largo plazo. Como hemos ido advirtiendo, en los momentos actuales normalmente no es la falta de información lo que resta eficacia a los mecanismos de alerta temprana. Aunque hay conflictos olvidados y contextos en los que temporalmente no es posible acceder y recolectar información (recuerden los ejemplos recientes del antiguo Zaire, de Rwanda y de amplias zonas del Sudán), muchas veces existe lo contrario, esto es, un exceso de información que dificulta el mismo análisis. Lo terrible, no obstante, es que con independencia de la cantidad de información, el análisis está siempre sujeto a las interpretaciones interesadas de quien la analiza, y que sea cual fuere su consejo, la actuación preventiva está luego sujeta a nuevos constreñimientos. De ahí que una buena alerta temprana pueda ser la excusa política para decir que “ya hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos”. Pero con la detección no basta. Por último, quisiera insistir en que la mejora y el desarrollo de estos indicadores de alerta temprana y de todo el instrumental de la prevención de conflictos no servirá de nada si no somos capaces, como colectividad, de aplicar el sentido común. A principios de 1994 sabíamos bien lo que estaba ocurriendo en Rwanda, y durante años hemos conocido el desastre político y social del Zaire, como ahora sabemos lo que ocurre en Nigeria y en otros países. Lo que nos falta no es información u ordenadores que procesen millones de datos de alerta, sino determinación para construir un mundo más justo, más digno, más equilibrado, más sostenible y con menos explotación. La prevención nunca podrá substituir al esfuerzo por conseguir esos objetivos.

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NUEVOS CONCEPTOS DE SEGURIDAD Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos en la Universidad Autónoma de Barcelona, España

Durante muchos años, y como derivación de la guerra fría, los intereses geopolíticas de algunas potencias y otros factores económicos y políticos surgidos en el interior de los Estados, el concepto de seguridad ha estado dominado (o secuestrado) por su expresión militar, y más concretamente por su componente armamentista, de tal manera que durante décadas, en muchos países se creó la ficción de que a mayor acumulación de armamentos y fuerza militar, un país o una alianza de países podrían obtener mayor seguridad. Lo cierto, sin embargo, es que esa antigua concepción de la seguridad basada en la fuerza y la amenaza, no ha resuelto ninguno de los graves problemas que han debido afrontar los países o la misma Humanidad, y en cambio ha aumentado la desconfianza entre las naciones y los pueblos, y ha permitido que el mundo dedicara sumas astronómicas para producir y exportar armamentos, desviando los recursos económicos y humanos que se necesitaban para hacer frente a estos problemas. Esa deformada concepción de la seguridad no sólo no ha impedido la multiplicación de los conflictos y de las guerras, sino que ha posibilitado que éstas fueran más crueles, más letales y de mayor duración. En los años 80, sin ir más lejos, el mundo gastó una media de 950.000 millones de dólares anuales en asuntos militares (unos 2.600 millones de dólares diarios), una cifra que es superior al PIB de todo el continente latinoamericano y que triplica el PIB de todo el continente africano. Esta abrumadora cantidad de dinero se gastó en comprar armamentos y en mantener a 28 millones de soldados en activo, pero en ningún caso puede afirmarse que sirviera para dar mayor seguridad al planeta. Desde 1990, los gastos militares mundiales están descendiendo progresivamente, pero aún suponen cifras astronómicas, del orden de los 750.000-800.000 millones de dólares anuales, es decir, más de 2.000 millones de dólares diarios. Afortunadamente para todos, en los últimos años se ha iniciado una profunda revisión de esas políticas (o patologías) de seguridad, tanto en los foros internacionales como en las instancias nacionales que pueden decidir sobre estos temas, y se ha llegado a un consenso sobre el marco conceptual que ha de presidir cualquier planteamiento nacional o regional de política de defensa y seguridad. De ese marco, que tiene sus orígenes en las propuestas de “seguridad compartida” formuladas por la Comisión Palme a finales de los años setenta, destacan unos pocos elementos que constituyen las bases sobre las que habrá que edificar toda política de seguridad que quiera enfocar con éxito el cambio de siglo y de milenio: la prevención de los conflictos, la transparencia, las medidas de confianza, el carácter no ofensivo de las fuerzas y de la doctrina, la desmovilización, 24

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

el desarme y la seguridad ecológica. Todos estos planteamientos se han desarrollado a partir del convencimiento de que son factores políticos, económicos, demográficos y medioambientales, amen de los excesos militaristas, los que están realmente provocando inseguridad a escala regional o planetaria, y que estos problemas no tienen solución mediante los clásicos instrumentos de la seguridad militar. El desafío, por tanto, es de proceder a una progresiva desmilitarización de la seguridad, para acercarla a los auténticos factores que originan inseguridad y violencia y para tratarlos con nuevos medios no militares. Para resumir el cambio de paradigma que se está produciendo en las políticas de seguridad, expongo a continuación algunos de los principios que en las últimas décadas sustentaron el viejo modelo de seguridad, comparándolos con los que actualmente están configurando los nuevos modelos de seguridad:

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VIEJO MODELO DE SEGURIDAD

NUEVO MODELO DE SEGURIDAD

acumulación continuada de armamentos

desarme

carácter ofensivo de doctrinas y armamentos

defensa no ofensiva y no provocativa

disuasión

pacificación

intervencionismo

Fuerzas de Mantenimiento de la Paz prevención de conflictos

militarización de la ciencia

desmilitarización

fomento de la industria armamentista

conversión de la industria

descontrol del comercio de armamentos

control y transparencia del comercio

proliferación de armas nucleares

desarme nuclear

creación de imágenes de enemigo

tolerancia, cooperación, comprensión

secretismo y ausencia de control democrático en la seguridad

transparencia y participación

sobrepercepción de las amenazas

medidas de confianza

centrado en lo militar

multidimensional

seguridad nacional

seguridad compartida, en común

exclusivo

inclusivo

dominio de lo nacional sobre lo multinacional

dominio de lo multinacional potenciación de organismos regionales

cultura de la violencia y de la fuerza

cultura de paz

estatalismo

multiplicidad de actores

bloques militares

organizaciones de seguridad

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Evidentemente, el nuevo paradigma de la seguridad no es todavía una realidad, sino únicamente una tendencia de cambio que se va consolidando con enormes vaivenes y dificultades. Las resistencias al cambio son enormes, tanto desde sectores políticos como económicos y militares, pero todo parece indicar que va a ser difícil una vuelta atrás en términos genéricos. Téngase en cuenta, además, que para pasar de un concepto fundamentalmente nacional a otro compartido, en el que la seguridad de cada país queda vinculada a la seguridad de los demás, lleva implícito cambios profundos en las estructuras y los valores vinculados con la seguridad, y por mucho que nos pese, esos cambios son siempre complejos y lentos. Esta nueva mirada sobre lo que ha de ser la seguridad ha de considerar seriamente y de forma realista algunos de los hechos que caracterizan el mundo de hoy, y que influyen (y a veces obstaculizan) el diseño de las políticas de seguridad, y que el SIPRI resume en los siguientes aspectos*‘: La multiplicación de los Estados (se ha triplicado en los últimos cincuenta años) La diversidad de los valores que guían a las sociedades La mayor colaboración entre las grandes potencias La democracia y el mercado (palabras mágicas del discurso norteamericano) se han convertido en aspiraciones universales El dominio militar de Estados Unidos El aumento de las crisis humanitarias debido a la fragmentación violenta de los estados multiétnicos El aumento del crimen organizado y del terrorismo El aumento de la población mundial El creciente aumento de los factores internos como detonantes de conflictos La perduración de inercias del pasado en cuanto a percepciones, normas y valores políticos y militares El poder todavía existente del complejo militar-industrial La seguridad, como hemos dicho, ya no puede plantearse en términos exclusivamente nacionales, sino desde una óptica regional o internacional. Muchas de las violencias que apreciamos en el mundo contemporáneo, como el terrorismo, el narcotráfico, los enfrentamientos raciales y religiosos, las luchas entre bandas o mafias, o la misma contaminación, para poner unos ejemplos, no respetan fronteras ni identidades geográficas, por lo que han de ser combatidas a partir de la cooperación entre varios estados o directamente desde organismos regionales o internacionales. Hemos de vivir, en cualquier caso, con la aparente paradoja de que, por un lado, tanto la actividad como los desafíos humanos trascienden las fronteras, pero por otro lado, y en la vida política, el nacionalismo y el

21.

ROTFELD, Adam Daniel, SIPRI Yearbook 1997, Oxford Univertsity Press, 1997, pp. 1-8.

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etno-nacionalismo han resurgido con una fuerza intransigente. La tensión por la difícil convivencia entre lo global y lo local o próximo disminuirá seguramente el día en que logremos un pacto social a nivel planetario, un auténtico compromiso global para reducir las tremendas diferencias y desigualdades existentes entre los seres humanos, y que es la verdadera causa de la inseguridad planetaria. Es profundamente amoral, además de estúpido, dedicar cifras astronómicas para alimentar las maquinarias de guerra, mientras se hace tan poco para superar las mega-cifras de la inseguridad que ofrecemos a continuación.

FUENTE DE INSEGURIDAD

Dimensión

Ren ta

1.300 millones de personas del Tercer Mundo viven en la pobreza; 600 millones de ellos viven en extrema pobreza. En los países industrializados, 200 millones viven por debajo del umbral de la pobreza.

Agua potable

1.300 millones de persoans del Tercer Mundo no tienen acceso al agua potable.

Educación

900 millones de adultos son analfabetos

Trabajo

820 millones de adultos están sin empleo o subempleados

Alimentación

800 millones de personas del Tercer Mundo tienen alimentación inadecuada; 500 millones sufren malnutrición severa, de los que 175 millones son menores de 5 años.

Vivienda

500 millones de habitantes urbanos (de un total de 2.400 millones) viven en la calle o en casas inadecuadas; 100 millones son “niños de la calle”

Mortalidad

De 15 a 20 millones de personas mueren cada año debido al hambre y a enfermedades agravadas por la malnutrición; 10 millones mueren anualmente a causa de vivir en ciudades densamente pobladas, con viviendas deficientes, con agua no potable y de pobre salubridad.

Fuente: RENNER, Michael, “Fighting for Survival“, W. W. Norton & Co., N.Y., 1996, p. 81

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Una dificultad añadida, pero superable a medio plazo, es la de que las instituciones internacionales encargadas de la seguridad, como la ONU, la OSCE o la OTAN, no consiguen adecuarse a los cambios que experimenta el mundo, por lo que el marco institucional de seguridad a nivel planetario no está en condiciones de afrontar la inflación de inestabilidad que caracteriza este fin de milenio y de facilitar la creación de procedimientos eficientes de prevención y administración de los riesgos que afectan a la colectividad humana. Asentar el nuevo paradigma sobre bases sólidas no será por tanto tarea fácil, porque “a la luz de los nuevos problemas en evolución hay una creciente demanda de mayor predecibilidad, confiabilidad y responsabilidad de las políticas en un sistema complejo gobernado por intereses cada vez más divergentes, y dividido por una creciente competencia económica. En este medio, cada vez más indisciplinado, la administración colectiva de los diferentes regímenes podría volverse mucho más difícil”**. Es de esperar, por ello, que al menos durante una década, la transición hacia los nuevos enfoques de la seguridad esté basada en las decisiones que vayan tomando los Estados de forma unilateral, junto a algunos avances a nivel de instituciones regionales, y algo menos procedente de los organismos internacionales, especialmente de Naciones Unidas, cuya reforma en profundidad no parece posible a corto plazo 23 . Un segundo riesgo, ya perceptible en estos momentos a tenor del papel que juega Estados Unidos en el mundo, es que los principios igualitarios, pluralistas y democráticos derivados de la “seguridad compartida” (todo lo que haga cada parte ha de producir seguridad y dar confianza al resto de las partes) se transformen en una especie de “seguridad cooperativa jerárquica”, en el que el socio con más acciones (poder militar) imponga universalmente sus criterios con el beneplácito y la legitimación del Consejo de Seguridad y de otros organismos regionales. Dado que nos estamos refiriendo a la construcción de un sistema compartido de seguridad, y que ello supone un proceso gradual en el que hay varias etapas, puede resultar orientativo el planteamiento que al respecto ha elaborado Forsberg 25 mediante las siguientes cuatro fases, que resumimos así: 1)

Comprometerse a crear un sistema de seguridad cooperativa Primeros compromisos de las grandes potencias Determinación de cuales graves violaciones de derechos justificarían una intervención militar multilateral

22.

SIMAI, Mihaly, “las Naciones Unidas en camino hacia el próximo siglo” en Modesto Seara (compil.), Las Naciones Unidas a los cincuenta años, Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 411.

23.

El 14 de julio de 1997, el Secretario General de Naciones Unidas presentó el informe Renovación de las Naciones Unidas: un programa de reforma (A/51/950), de 102 páginas, que culmina el proceso de consultas iniciado tres años atrás para reformar este organismo. Aunque contiene algunos propuestas interesantes poro racionalizar gastos y mejorar la estructura interna, no aborda las auténticas cuestiones que permitirían democratizar este organismo y ponerlo a la altura de los desafíos del presente.

24.

FORSBERG, Randall, “la creación de un sistema global de seguridad cooperativa”, en Anuario CIP 1993-94, pp. 281-298.

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Compromiso de no ejercer el derecho de veto en el Consejo de Seguridad Promoción de la defensa no ofensiva 2)

Primeras reducciones de fuerzas, industrias y exportaciones para generar confianza Limitaciones a las exportaciones de armamento Acuerdos para reducir los potenciales armamentistas, la producción y la exportación Fortalecimiento de las operaciones de mantenimiento de la paz

3)

Limitar las opciones para una intervención unilateral a gran escala Nuevas reducciones de armas de las grandes potencias Dificultar las posibilidades de llevar a cabo acciones unilaterales Estados Unidos y Rusia renuncian a su superioridad militar unilateral en cualquier parte del mundo

4)

Completar las reducciones y reestructuraciones generales orientadas a la defensa Nuevos recortes de fuerzas para dejarlas a la simple defensa territorial Pequeñas fuerzas de intervención rápida para misiones internacionales Acopio de experiencia en resolución no violenta de conflictos y en ejercicios multilaterales para el mantenimiento de la paz Prohibición de ataques unilaterales Prohibición de la producción y exportación de armas ofensivas Limitaciones para el despliegue de sistemas de ataque Promoción de los valores de la gobernabilidad democrática y la resolución no violenta de los conflictos

En el fondo de este nuevo planteamiento sobre la seguridad subyace algo fundamental y fácilmente compartible: la seguridad no puede ser un concepto abstracto secuestrado por las llamadas «razones de Estado», una mitología que encubra intereses partidistas o una fórmula que permita la perpetuación de unos cuerpos profesionales; la seguridad tiene que ver con la gente, con las personas, con los pueblos, y de ahí que haya surgido con fuerza y legitimidad ese nuevo concepto de «seguridad humana» 25 , porque de lo que se trata es de encontrar maneras, formulaciones, prácticas políticas, compromisos, mecanismos y organismos que permitan a las personas sentirse más seguras, esto es, con menos temor del presente y más esperanza respecto al futuro, al nuestro y al de las futuras generaciones.

25.

El concepto de “seguridad humana” venía siendo utilizado ya en medios de investigación sobre la paz desde mediados de la década de los ochenta, pero no adquirió corto de naturaleza y divulgación internacional hasta que el PNUD lo recogió, en 1994, como idea central de su Informe sobre Desarrollo Humano.

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Es imprescindible, por ello, interrogarnos sobre qué es lo que realmente nos preocupa y nos inquieta o amenaza a las personas, porque de las respuestas a esa pregunta saldrán las claves, los elementos esenciales de una correcta política de seguridad. En Centroamérica, en España, y en cualquier lugar del planeta, hay cosas que nos preocupan por igual, y que por tanto constituyen elementos universales de seguridad: nos preocupa la falta de trabajo, el deterioro del medio ambiente, la masificación de las ciudades, la violencia juvenil, el narcotráfico, la precariedad democrática, la escasa participación en la toma de decisiones políticas, el racismo, la corrupción, la propagación de ciertas enfermedades, las dificultades para acceder a una educación suficiente y de calidad, la falta de libertades para expresarnos como culturas... y un larguísimo etcétera que no tienen solución alguna mediante los instrumentos militares clásicos, sino solamente a través de medidas políticas, sociales, culturales y económicas, todas ellas de largo alcance. Y aunque es verdad que la institución militar puede colaborar en alguna de estas tareas de forma coyuntural, es una responsabilidad que atañe fundamentalmente a los organismos civiles del Estado. La re-definición de la seguridad, por tanto, en ningún caso ha de pasar por ampliar el campo de actuación de las Fuerzas Armadas, sino por fortalecer las capacidades de los organismos civiles para actuar sobre las raíces de los problemas. La buena política de seguridad, digámoslo claramente, es aquella que pone el énfasis en la búsqueda de soluciones para estos problemas, que lo hace con decisión y energía, y buscando la máxima participación de la gente, que es en definitiva a quien va dirigida esta política de seguridad. En esta etapa de transición que nos encontramos actualmente en cuanto a re-formulación de la seguridad, incluso las fuerzas armadas pueden jugar un rol fundamental y decisivo en la construcción de la seguridad humana y en el desarrollo de una cultura de paz, siempre y cuando entiendan y acepten unas pocas premisas. No cabe hablar de seguridad, ni de legitimidad de las Fuerzas Armadas, si no hay un empeño claro y un compromiso rotundo en terminar con aquellas situaciones de impunidad, en las que puedan intervenir algunos individuos que actúan por su cuenta y que son miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, y que a pesar de ser minoría, acaban deslegitimando al conjunto del Estado y dificultan enormemente su democratización y pacificación, por cuanto existe un nexo evidente entre la impunidad de estos individuos y la extensión de la violencia común y la delincuencia. Para salir de este círculo vicioso es imprescindible fortalecer los sistemas jurídicos y los aparatos judiciales. La segunda premisa es la de entender que la seguridad y la cultura de paz se desarrolla y fortalece a medida que decidimos tratar correctamente y de forma directa las causas que originan la violencia, la disensión y los conflictos, y en la medida que construimos puentes entre los grupos humanos que hoy están enfrentados. La seguridad es una quimera si no lleva implícita la búsqueda de las raíces de esa violencia, y es por ello que el tratamiento de esas raíces ha de conformar buena parte de los temas substantivos de cualquier acuerdo de paz. Ir al fondo de estas cuestiones políticas,

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económicas, sociales y culturales, es lo que realmente nos dará paz y seguridad, y ello supone ocuparse, entre otras cosas, del abismo entre los países o sociedades ricas y pobres, de posibilitar que la legión de millones de pobres que hay en todos los continentes puedan escapar del círculo infernal de la pobreza aguda, de la desigual distribución de la tierra, del aumento de la población en algunas zonas del planeta, de la incertidumbre de gran parte de la juventud y de las migraciones que han de realizar forzosamente millones de personas cada año. Los conflictos que en los últimos años hemos visto en África y en la antigua Yugoslavia nos recuerdan además la importancia de tener en cuenta los factores de tensión subyacentes que provocan o intensifican las fracturas en las sociedades, y que muchas veces permanecen adormecidos durante décadas. Las desigualdades económicas y sociales, tarde o temprano presentan factura. Será difícil una vuelta atrás en términos genéricos. Téngase en cuenta, además, que para pasar de un concepto fundamentalmente nacional a otro compartido, en el que la seguridad de cada país queda vinculada a la seguridad de los demás, lleva implícito cambios profundos en las estructuras y los valores vinculados con la seguridad, y por mucho que nos pese, esos cambios son siempre complejos y lentos. Los nuevos planteamientos Comentábamos también al inicio que la prevención ha de ser uno de los pilares de la política de seguridad. Pero la prevención de conflictos no puede ser sólo un discurso bonito o un recurso demagógico para justificar la falta de actuación política. La prevención de conflictos significa, en primera instancia, poner los medios humanos, económicos y tecnológicos necesarios y suficientes para detectar y analizar cualquier tipo de conflicto en sus primeras manifestaciones; pero también implica poner los medios políticos necesarios para actuar con rapidez sobre esas primeras señales de alerta temprana. La buena combinación entre «alerta temprana» y «acción temprana» es lo que dará plena validez a la política preventiva. Debemos estar atentos a informaciones, avisos, quejas y análisis de organizaciones no gubernamentales y asociaciones de defensa de los derechos humanos, porque de ahí pueden surgir muchas soluciones o múltiples colaboraciones para buscarlas. La buena prevención es aquella en la que interviene toda la sociedad, y no sólo la Administración. En Europa hemos aprendido mucho de las medidas de creación de confianza, porque son pequeños compromisos que, sumados, logran romper con inercias del pasado creadoras de desconfianza, recelo, rencor, miedo y enemistad. Como es sabido, la transparencia es la mejor medicina preventiva y un buen antídoto de la creación de falsas imágenes de enemigo. La política de «puertas abiertas», no obstante, sólo alcanza su verdadero objetivo cuando va acompañada de una clara voluntad de

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situar el componente militar de la seguridad en el justo lugar que le corresponde, es decir, como un elemento subordinado a los componentes políticos, económicos, ecológicos y culturales de la política seguridad. Esta correcta ubicación de las políticas de defensa es lo que permite un acercamiento entre las Fuerzas Armadas y la sociedad, basado en la confianza mutua. El diseño y la conducción de las políticas de seguridad actuales y del futuro, a diferencia del pasado, no pueden ser espacios reservados a un reducido número de especialistas o gestores del secretismo. La política de seguridad, y de manera muy especial su parte militar, ha de ser transparente, abierta y pública, ya que sólo de esa forma podrá ser participativa y, con ello, democrática. En algunos países se está llevando a cabo un importante debate sobre el alcance de las reformas militares, sobre la posibilidad de ampliar el número de países desmilitarizados, o de crear un sistema regional de seguridad con un componente militar reducido, o incluso sin él. Estas son decisiones que, por su transcendencia, conviene tomar con pleno convencimiento para que no den lugar al resentimiento. Pero la seriedad de la reflexión y el debate no tiene que ser sinónimo de temor o miedo a la innovación. En el mundo hay una gran confusión respecto a ese tema, porque todos saben que los esquemas del pasado ya no sirven, pero pocos se atreven a plantear las alternativas hasta sus últimas consecuencias. Busquemos esas nuevas vías, negociemos decisiones que nos beneficiarán a todos, y mostremos que es posible avanzar y dar respuesta a los desafíos que nos presenta un mundo tan cambiante. Mientras dialogamos cómo construir ese escenario futuro, no obstante, podemos implementar medidas que no hipotequen ese futuro y, en cambio, disminuyan las percepciones de inseguridad. Un elemento esencial generador de confianza es que las Fuerzas Armadas dispongan de un material y una doctrina exclusivamente no ofensiva y no provocativa, con objeto de reforzar el componente político de las políticas de seguridad, buscando una coherencia y una proporcionalidad entre los objetivos de política exterior y los instrumentos efectivos de la política de defensa. En Centroamérica y algunos otros países se han logrado ya metas importantes en cuanto a desmovilización y reducción de los aparatos militares. Hay que continuar trabajando en esta dirección, con el objetivo de que el nivel de efectivos militares de cada región y de cada país no sobrepase un nivel razonable. Hemos de conseguir, también, que el nivel de gastos militares permita liberar recursos que luego podrán ser destinados a reforzar los componentes no militares de la seguridad que antes hemos descrito. No hay seguridad si no hay paz, y no hay paz si no hay consolidación democrática y si no garantizamos el desarrollo humano, entendido éste como el proceso que permite ampliar las oportunidades de las personas y los pueblos, promoviendo una distribución equitativa de los

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ingresos y de los recursos, sin agravar la situación ecológica de nuestros países y sin hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Un desarrollo democrático y participativo, orientado a la satisfacción de las necesidades humanas básicas, y con un profundo respeto a los derechos humanos de carácter social, es la mejor garantía para disminuir el sufrimiento de muchos seres humanos y eliminar gran parte de los conflictos. Trabajando y luchando en esa línea es como conseguiremos crear seguridad. En esta concepción global y holística de la seguridad, que va mucho más allá de lo estrictamente militar, lo ecológico ha de jugar un rol cada vez más importante, porque en el actual estado de cosas cada vez aumenta más su peso como factor de inseguridad. El agotamiento y deterioro de los sistemas naturales, la desertización, la erosión del suelo, la deforestación y la escasez de agua son fenómenos que se traducen en una reducción del potencial de aumento en la producción de alimentos, yen un empeoramiento de la sanidad y la habitabilidad humana, afectando directamente a la seguridad humana 26... El medio ambiente ha sido siempre causa de conflictos, y es muy posible que en el próximo futuro sea una de las principales causas de guerra, al multiplicarse las luchas por el control del agua, el aire y la tierra. La «eco-seguridad», para ser efectiva, ha de actuar en dos direcciones: con «medidas de protección» que salvaguarden la calidad del medio ambiente de los problemas del vandalismo, la polución o las actividades depredadoras de los humanos, y mediante «medidas de utilización», esto es, procurando que toda explotación de recursos se lleve a cabo desde bases sostenibles para la naturaleza, evitando cotas de explotación que impidan la recuperación del medio ambiente.

La experiencia centroamericana En los últimos diez años, Centroamérica ha sido probablemente el lugar del planeta donde se han acumulado mayor cantidad de experiencias enriquecedoras y valientes en cuanto a resolución de conflictos y reconciliación. Queda todavía mucho por hacer, y por ello no hay que lanzar todavía las campanas al viento, pero en esa zona se han sembrado ya muchas y buenas semillas de paz, que pronto darán sus frutos y servirán de ejemplo a otras muchas regiones del mundo que todavía no se han atrevido a dar los pasos que los centroamericanos decidieron impulsar en Esquipulas y Contadora. En Centroamérica se ha abierto no sólo una reflexión y un debate sobre la reconversión y la desmilitarización, sino que también se han tomado iniciativas concretas de cambio que es interesante seguir, para compararlas con otras dinámicas, como puede ser la europea.

26.

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RENNER, Michael, “La transformación de la seguridad”, en La situación del Mundo 1997, Worldwatch/CIP/lcaria, Barcelona, 1997.

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En lo que concierne a reformulación de la seguridad a nivel internacional, Centroamérica está a la vanguardia de la reflexión y de la acción política. Recordemos, por ejemplo, que el Protocolo de Tegucigalpa y la Carta de la Organización de Estados Centroamericanos, de 1991, se refería ya al compromiso de «concretar un nuevo modelo de seguridad regional sustentado en un balance razonable de fuerzas, el fortalecimiento del poder civil, la superación de la pobreza extrema, la promoción del desarrollo sostenido, la protección del medio ambiente, la erradicación de la violencia, la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico y el tráfico de armas». Es oportuno recordar, en este sentido, que el Protocolo de Tegucigalpa fue firmado el mismo año que, en Europa, los Estados europeos firmaban la Carta de París para una Nueva Europa, que es el documento-marco sobre el que queremos construir una nueva política de seguridad en este continente. Centroamérica, sin embargo, ha tomado la delantera en cuanto a compromisos, y es aleccionador comprobar cómo cuatro años más tarde, los países de la región firman ya el Tratado de Seguridad Democrática en Centroamérica, en el que definen con toda claridad los desafíos que están dispuestos a enfrentar bajo este nuevo marco conceptual de la “seguridad democrática”. Y ello es así, porque el Artículo 1 del mismo señala que “el Modelo Centroamericano de Seguridad Democrática se basa en la democracia y el fortalecimiento de sus instituciones y el Estado de Derecho; en la existencia de gobiernos electos por sufragio universal, libre y secreto y en el irresticto respeto de todos los derechos humanos en los Estados que conforman la región centroamericana... El Modelo se sustenta en el fortalecimiento del poder civil, el pluralismo político, la libertad económica, la superación de la pobreza y la pobreza extrema, la promoción del desarrollo sostenible, la protección del consumidor, del medio ambiente y del patrimonio cultural; la erradicación de la violencia, la corrupción, la impunidad, el terrorismo, la narcoactividad y el tráfico de armas; el establecimiento de un balance razonable de fuerzas que tome en cuenta la situación interna de cada Estado y las necesidades de cooperación entre todos los países centroamericanos para garantizar su seguridad.” El Artículo 2, además, señala que “el Modelo de Seguridad Democrática se regirá por medio de un proceso continuo y sostenido de consolidación y fortalecimiento del poder civil, la limitación del papel de las fuerzas armadas y de seguridad pública a sus competencias constitucionales y la promoción de una cultura de paz, diálogo, entendimiento y tolerancia basada en los valores democráticos que les son comunes.” El Tratado tampoco se anda por las ramas en el Artículo 6, cuando afirma que “las Partes realizarán todos los esfuerzos para erradicar la impunidad.” Puede observarse, por tanto, que lo que los planteamientos que estamos defendiendo sobre nuevos enfoques de la seguridad están ya integrados en las nuevas normas jurídicas y en los compromisos de seguridad centroamericanos. El Artículo 10 del Tratado señala que “la seguridad democrática

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es integral e indivisible. La solución de los problemas de seguridad humana en la región responderá, por tanto, a una visión comprensiva e inter-relacionada de todos los aspectos del desarrollo sostenible de Centroamérica, en sus manifestaciones políticas, económicas, sociales, culturales y ecológicas. La seguridad democrática es inseparable de la dimensión humana. El respeto a la dignidad esencial del ser humano, el mejoramiento de su calidad de vida y el desarrollo pleno de sus potencialidades, constituyen requisitos para la seguridad en todos sus órdenes.” Hay, en definitiva, una clara conexión entre esta forma de entender la seguridad y el objetivo de consolidar una cultura de paz, que queda plasmada en el Artículo 13 del Tratado, por el que “las Partes se comprometen a contribuir e impulsar la promoción regional de todos los derechos humanos y de la cultura de paz, democracia e integración entre los habitantes de Centroamérica”, y en el Artículo 15, por el que “las Partes reconocen que la pobreza y la extrema pobreza lesionan la dignidad humana y constituyen una amenaza a la seguridad de los habitantes y a la estabilidad democrática de las sociedades centroamericanas, yen este sentido, se comprometen a dar prioridad a los esfuerzos por superar sus causas estructurales y a mejorar la calidad de vida de las poblaciones.” Debemos enfocar la perspectiva del cambio de milenio con la idea de multiplicar las Zona de Paz existentes en el planeta, esto es, zonas en las que los países integrantes acuerdan desterrar determinados tipos de armamento. Esto no es ni un sueño ni una utopía. Es, simplemente, un «desafío razonable» que está al alcance de sociedades emprendedoras e ilusionadas, porque una Zona de Paz no se crea por decreto, sino que es el resultado final de un puñado de medidas y compromisos que aseguran el cumplimiento de unas actuaciones y unas normas previamente acordadas entre las partes. En Centroamérica, y en cada uno de los sub-continentes del planeta, ha de desterrarse por completo toda posibilidad de agresión o de uso de la fuerza entre los países que forman cada región. Esto es, en primera instancia, una decisión y un compromiso político, pero que luego ha de ser integrado a nivel cultural en cada una de las sociedades de la región. Este reto cultural de lograr que la guerra entre Estados sea un fenómeno «inconcebible» y desaparezca por completo cualquier posibilidad de amenaza militar exterior, es uno de los pilares de la nueva seguridad que debemos construir. Pero para desterrar la guerra de nuestro «imaginario de posibilidades», habrá que trabajar mucho a nivel de intercambio cultural, de mejora de los sistemas educativos y de abandono de ciertas mitologías que separan a los pueblos. Este es, al menos, uno de los desafíos que la UNESCO asume a nivel mundial.

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La seguridad y la cultura de paz Hemos dicho anteriormente que la nueva seguridad tiene mucho que ver con la cultura de paz. Cuando hablamos de cultura de paz desde la UNESCO, nos estamos refiriendo a los valores, actitudes, comportamientos y medios de vida basados en la no violencia y en el respeto de los derechos fundamentales, las libertades de todas las personas, la comprensión intercultural, la tolerancia, la solidaridad y la plena participación de hombres y mujeres. Nuestro desafío es ver cómo reemplazamos la cultura de la violencia y de la guerra por una cultura de diálogo. Nuestro «arsenal» de combate está formado por palabras, ideas, proyectos, voluntades y deseos de participación, que no es poco. La tarea que tenemos ahora por delante es la de organizar ese magnífico potencial humano a favor de la paz y aunar las complicidades de todos los sectores de la sociedad. En esta «conspiración cívica» por la paz, nadie debe quedar excluido ni ha de auto-marginarse. Es imprescindible que todos los sectores participen en ese diálogo cívico, compartiendo ideas con los movimientos sociales, con los centros de investigación para la paz y el desarme, con las comunidades, etc. Al fin y al cabo, lo que diferencia la seguridad humana de la seguridad militar tradicional es su empeño en fortalecer el tejido social y ambiental yen mejorar la gobernabilidad de las sociedades. El fortalecimiento de la sociedad civil en el interior de los países es una condición indispensable para lograr nuevas formas de seguridad que beneficien a las personas 27 . De ese diálogo cívico pueden surgir muchas propuestas que nos ayuden a solucionar el grave problema de la violencia social derivada de la pobreza y la marginación, que en los próximos años probablemente constituirá el principal reto de la cultura de paz. Evidentemente, este cambio de orientación de las políticas de seguridad tiene un coste político, humano y económico. Político, porque en algunos contextos obliga a actuar sin dilación en aspectos complejos, como la reforma agraria, por ejemplo, y obliga a pensar en términos de seguridad regional. Tiene un coste humano, porque obliga a reducir los tamaños de los ejércitos, a resolver los problemas de la desmovilización, y a reciclar a parte del personal militar en tareas no militares de la seguridad o en trabajos que ya no tienen que ver con la seguridad y la defensa. Y económico, porque todo proceso de cambio tiene un coste, especialmente en los períodos de transición. De ahí que surjan propuestas para re-orientar las antiguas inversiones militares hacia políticas preventivas centradas a combatir la pobreza, evitar la ruptura social o la degradación ambiental. En este sentido, los organismos internacionales deberían plantear la necesidad de que la Ayuda Oficial al Desarrollo prestara una atención preferente a la financiación de este nuevo modelo de seguridad, a la desmovilización y a las iniciativas de cultura de paz.

27.

RENNER, Michael, op. cit.

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Lo que estamos planteando, en definitiva, es reforzar la seguridad de cada país y de cada región a través de compromisos políticos, sociales, económicos, ecológicos y culturales, que configuran los espacios esenciales de la seguridad, y mediante políticas de defensa que no impliquen en ningún caso la militarización, ya sea ésta de tipo económico o político, y sí en cambio que esas políticas de defensa sean compatibles con los procesos de desarme, y estén basadas en la transparencia y la confianza.

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LA COMUNICACIÓ N Y LAS CRISIS HUMANITARIAS Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España

Aunque sepamos que el conflicto es algo consustancial al ser humano y que pueden ser transformados positivamente, y que las guerras, al ser una invención cultural, pueden llegar a desaparecer en un futuro, lo realista es pensar que estos enfrentamientos humanos en los que la crueldad y la muerte hacen acto de presencia, estarán presentes y con nosotros durante todavía mucho tiempo. No es tampoco una buena señal que las llamadas “emergencias complejas” hayan aumentado de una media de cinco por año en la década de los 80, a más de veinte en la actualidad, y que entre septiembre de 1992 y abril de 1996, esto es, en tres años y medio, la ONU haya tenido que realizar 64 llamamientos para recaudar 11.000 millones de dólares para programas de socorro, habiendo obtenido 7.000 millones. Debemos, por tanto, aprender de los conflictos y de las guerras, para no repetir los mismos errores, para detectar los elementos que influyen en su formación e implosión, y sobre todo, para analizar cómo intentamos gestionar y frenar dichos procesos. Los años noventa han sido testigos de conflictos de una inmensa brutalidad, situando el listón de la barbarie a niveles intolerables para una Humanidad que camina al cambio de milenio con el limitado orgullo de dominar como nunca la tecnología y la ciencia, pero con una limitadísima capacidad para universalizar la dignidad y el bienestar. Somalia, Ruanda, Bosnia, Zaire, Burundi y Afganistán son algunos de los ejemplos de desastres humanos, tanto por el número de víctimas como por los métodos usados (genocidio, limpieza étnica), y por las limitadas respuestas de la sociedad internacional, que además de no prever muchas situaciones, se ve luego incapaz de reaccionar para aliviar las consecuencias y el sufrimiento de las poblaciones que tienen la desgracia de encontrarse en tales situaciones. En su memoria anual, el Secretario General de Naciones Unidas explicaba a finales de 1996, que las crisis humanitarias de la actualidad se caracterizan por su enorme complejidad y por tener que hacer frente a nuevos problemas o a cuestiones que hoy han adquirido una dimensión incomparable con las crisis del pasado, y citaba como ejemplo de ello cinco problemas28: las negociaciones para tener acceso a las poblaciones afectadas, la salvaguardia de la neutralidad de la asistencia humanitaria, la proliferación de minas anti-personales, la atención a las personas desplazadas, y conseguir que las necesidades humanas queden exceptuadas del régimen de sanciones.

28.

BOUTROS-GHALI, Boutros, Memoria sobre la labor de la Organízación en el año del cincuentenario, 1996, Naciones Unidas, Nueva York, 1996, p. 80.

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Tenemos el deber, por ello, de sacar lecciones de estas crisis, sobre cómo transcurren y porqué suceden, abriendo una amplia y urgente reflexión sobre nuestras obligaciones como seres humanos y como Humanidad en las crisis humanitarias y en todo tipo de conflictos. Hay instituciones y organizaciones que, por su vocación, han entrado de lleno en esa reflexión, y generalmente a partir de su compromiso directo con las personas y colectividades que sufren el conflicto o la desgracia natural, aunque en verdad, lo que hoy prima verdaderamente es una amplia gama de sufrimiento (hambre, cólera, pobreza extrema, persecución) generado por la actividad bélica, y no tanto por los desastres naturales, que suelen ser atendidos con mayor rapidez y eficacia desde diversos puntos del mundo 29 . Un primer obstáculo para cambiar el actual estado de cosas se refiere a la forma en cómo miramos el sufrimiento ajeno, en el acercamiento o distancia que ponemos respecto a los demás, en la voluntad o indiferencia por conocer las causas de estos conflictos, en cómo nos sentimos implicados, interpelados o corresponsables, en si nuestra mirada acepta el desafío de la acción o simplemente es de consumo emocional. Estamos hablando, en todos los casos, aunque a niveles diferentes, de formas de comunicación, ya sea comunicación entre los seres humanos como de aquella otra, externa, que nos puede llegar parcializada, mediatizada, des-contextualizada o manipulada, y que por esos motivos puede ser un obstáculo para la comprensión de los fenómenos conflictivos 30 .

La Comunicación en los Conflictos Contemporáneos Las crisis de los últimos años, en las que junto a los casos ya señalados hay que incluir la guerra del Golfo, ha puesto de manifiesto el tremendo poder de la imagen respecto a la percepción de las situaciones de conflicto (antes, durante y después) y el papel modelador que han adquirido los medios de comunicación respecto a nuestras actitudes frente a los conflictos, y por varios motivos bien distintos, que podríamos resumir en las siguientes hipótesis:

29.

Es significativo que dos de los más grandes organismos dedicados a canalizar lo ayuda humanitaria (el Departamento de Ayuda Humanitaria de la ONU y el Departamento de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea -ECHO-) hayan sido creadas hace pocos años, en 1992.

30.

Entre la numerosa bibliografía sobre este temo destocarnos las siguientes obras: ROBERG, Robert I & WEISS, Thomas C., From Massacres to Genocide. The Media, Public Policy, and Humanitarian Crises, The Brookings Institution & The World Peace Foundation, 198 p.; MINEAR, Larry; SCOTT, Colin, WEISS, Thomas G., The News Media, Civil War, & Humanitarian Action, Lynne Rienner Publishers, 1996 124 p.; WOLFSFELD, Gadi, Media and Political Conflict, Cambridge University Press, 1977, 260 p.; ONADIPE, Abiodun & LORD, David, African Conflict and the Media, Concination Resources, Londres; BOTES, Journalism and Conflict Resolution, Media Development, no 4, 1996; Framework for Interpreting Conflict. A Handbook for Journalists, George Mason University; World Peace Foundation, The Media, Humanitarian Crisis and Policy-making, Cambridge, 1995.

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Sólo existe lo que se ve en Televisión. Como ha dicho Ignacio Ramonet, ” la Televisión construye la actualidad, provoca el choque emocional y condena prácticamente a los hechos huérfanos de imágenes al silencio y la indiferencia”31 La mediatización de algunas crisis ha provocado el olvido de otras situaciones de emergencia. Sólo es noticiable lo que es directo. Estamos ante la dictadura del tiempo real. Lo que no pueda ir acompañado de imágenes y ser retransmitido en directo tiene pocas posibilidades de adquirir transcendencia pública. Hay una falsa e infantil ilusión de que ver es comprender. Sin embargo, la imagen no es el significado y no puede substituir a la palabra, aunque es muy útil para simplificar las cosas y para confirmar prejuicios. Llegados a un punto, la saturación de “pornografía del hambre” y la publicidad de la miseria no hace más que volvernos insensibles y tolerantes a lo intolerable, porque todo lo rutinario es finalmente tolerado. En el foto-periodismo existe el riesgo de que la foto de impacto se convierta en la misma realidad, matando a la realidad de verdad. Los medios tienden a dramatizar los conflictos (ya sean abiertos o tácitos), centrándose en las diferencias irreconciliables entre las partes, las posiciones extremas, las declaraciones virulentas y los actos violentos o amenazantes, olvidándose de las soluciones, de las salidas y del propio papel de los mismos en colaborar tanto en la resolución de los conflictos como en desarrollar una cultura de paz.

El efecto CNN La Guerra del Golfo, con sus mentiras y falsa creencia de que podía retransmitirse una guerra “limpia” e indolora, sin sufrimiento y en directo, inauguró una nueva época en cuanto al tratamiento de los conflictos por parte de los medios de comunicación, preparando el terreno de lo que luego sería otra operación mediática maquillada: Somalia. Desde entonces se habla del llamado “efecto CNN”, para describir la existencia de un tremendo poder de influencia de la televisión para desencadenar respuestas políticas ante determinados escenarios conflictivos, en los que el sufrimiento de las personas es retransmitido en directo.

31.

RAMONET, Ignacio, “Cómo nos venden la moto”, Icaria, 1996, p. 88

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El “efecto CNN” es un proceso que podríamos describir mediante cuatro secuencias: existencia de imágenes televisadas sobre atrocidades, sufrimientos o muertes los periodistas y líderes de opinión critican la inacción política de los gobiernos se forma una presión para que los gobiernos “hagan algo” los gobiernos “hacen algo”, pero sin una proyección política clara, por lo que no hay asegurada una continuidad en dicha actuación. Ignacio Ramonet ha llegado a referirse incluso a la existencia de una “diplomacia del audiómetro” 32 para describir, quizá de forma algo exagerada, el peso que ha llegado a tener la compasión mediática y la conminación humanitaria en la toma de decisiones en política exterior. Las imágenes de los cuerpos destrozados en el mercado de Sarajevo sería un ejemplo de ello, ya que fueron las que impulsaron a una pronta intervención de la aviación de la OTAN, aunque bastante cosmética y simbólica. Para estos analistas convencidos del “efecto CNN”, en Ruanda no se actuó durante los dos meses de apogeo genocida por la ausencia de imágenes, mientras que el desembarco mediático sí se produce cuando surge el éxodo de millones de personas y se extiende el cólera y la muerte, con escenas que el gran público no puede soportar-consumir. Otros autores 33, en cambio, opinan que el “efecto CNN” ha influido muy poco y sólo en algunos casos, que la política exterior es suficientemente compleja como para ser manipulada con tanta facilidad por los medios de comunicación, y que los centros de decisión política continúan teniendo las riendas de la política exterior. En todo caso, señalan, está demostrado que el poder usa a los medios, y no al revés, especialmente cuando está en juego la “seguridad” económica, esto es, los propios intereses económicos. La guerra del Golfo sería el ejemplo de ello. Es posible que todos tengan un poco de razón, es decir, que los medios vayan ganando posiciones en cuanto influir sobre la toma de algunas decisiones (especialmente “cuando” hay que hacer algo”), pero sin determinar el “qué” y el “cómo”. En último término, aquí los medios actúan de forma totalmente reactiva, es decir, mostrando los hechos una vez se han producido, pero sin tener una suficiente capacidad anticipadora 34. En lo que sí hay un cierto consenso es en señalar que hoy día, el “efecto CNN” es condición indispensable para intervenir, excepto en los casos en que de entrada ya existen “intereses nacionales” que impulsan la intervención. Para Jacobson, cuando no

32.

RAMONET, Ignacio, “Cómo nos venden la moto”, Icaria, p. 93.

33.

STROBEL, Warren P., “The Media and U.S. Policies toward Intervention”, en Managing Global Choos, USIP Press, 1996, pp. 357-376.

34.

No obstante, continuamente se realizar, reportajes de denuncio de gran calidad, que en ocasiones llegan a tener efectos preventivos claros. Hay cadenas de televisión que invierten dinero e inteligencia en estos programas de investigación.

42

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hay “intereses nacionales” en juego, el “efecto CNN” es el que puede permitir una movilización para que actúen los gobiernos. Es igualmente una realidad que en la mayor parte de las crisis humanitarias que han merecido una gran atención mediática, luego se ha producido una intervención de tipo militar. No obstante, la intervención necesita ir acompañada de otros elementos 35 : los motivos han de ser claros, para obtener una legitimidad y un apoyo de Naciones Unidas tiene que haber un claro apoyo de la opinión pública interna la seguridad de que la operación será exitosa que el coste en vidas humanas propias será muy bajo (las ajenas nunca se cuentan) que no afectará al futuro de las alianzas militares y políticas existentes que se sacará provecho político de la intervención

Condiciones que influyen en la decisión de usar la fuerza

Motivos claros Intereses nacionales Posibilidades de éxito Apoyo interno Efecto CNN

Haití

Kuwait

Norte Irak

Somalia

Rwanda

+ + + +

+

+

+

+

+ + +

+ + +

? + +

+ +

Fuente: JACOBSEN, P.V., Journal of Peace Research, np 2, 1996.

Es también una realidad que el poder de la imagen lo es no sólo para iniciar una intervención, sino para terminarla. Recuérdese la imagen del cuerpo del marine norteamericano arrastrado por las calles de Mogadisho. Fue el inicio del fin de la presencia norteamericana en Somalia. Es igualmente evidente que existe un proceso tremendamente selectivo en cuanto a la atención que se presta a los conflictos. Mientras situaciones de emergencia como las del Kurdistán, Somalia, Bosnia y Rwanda han tenido bastante cobertura, al menos en algunos momentos, en otros contextos, como Azerbaiyán, Sudán, Angola o Liberia existe una mínima atención o una ausencia absoluta de imágenes y de información general.

35.

JACOBSEN, Peter Viggo, “National Interest, Humanitarism or CNN. What Triggers UN Peace Enforcement After the Cold War?“, Journal of Peace Research, vol. 33, n° 2, 1996, pp. 205-215.

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El genocidio y el éxodo rwandés, para acabar de completar las cosas, ha puesto además el listón en niveles muy altos, produciéndose ahora una especie de síndrome de las megacifras: medio millón de muertos venden bien, especialmente si se producen en un espacio de tiempo pequeño, pero el goteo de mil asesinatos políticos mensuales no vende nada. Burundi sería un ejemplo de esta desidia. Este síndrome también está presente en el tratamiento que los medios dan a varios países de América Latina, donde la rutina diaria del asesinato y del secuestro dificulta hacerse cargo de la magnitud de la necrofilia política y social.

El papel modelador de los medios de comunicación Si prestamos atención a los medios de comunicación y a los procesos comunicativos es porque tenemos plena consciencia del papel que estos medios y procesos tienen y han tenido en la configuración de determinadas actitudes sociales en relación a los conflictos y a su transformación, ya sea para alentar comportamientos agresivos, justificar acciones bélicas, formar estereotipos, imágenes de enemigo y demonizaciones, despertar compasión, misericordia y caridad, estimular exigencias de actuación, cambios de políticas o romper distancias. Todo eso, y más, pueden conseguir los medios de comunicación. Además, los individuos nos vemos sometidos a una constante presión manipuladora a través de los mensajes publicitarios y de la acción muchas veces alienante de los medios, cuyo fin último es consolidar determinados valores sociales. Esto se consigue mediante métodos de persuasión y disuasión que operan sobre la insuficiente capacidad crítica de la gente 36 . A partir de la Primera Guerra Mundial, los medios de comunicación han sido los principales instrumentos de persuasión, movilizando sentimientos y lealtades, induciendo a los ciudadanos al odio y al miedo al enemigo, manteniendo su moral a pesar de las privaciones y capturando sus energías para apoyar las “razones de Estado”37 . En las postrimerías del siglo XX, este poder de los medios no sólo es más evidente, sino también más universal y atrayente. Ramonet ha denunciado la existencia de una información estructuralmente incapaz de distinguir entre la verdad y la mentira, y caracterizada por la instantaneidad, la espectacularización, la fragmentación, la simplificación, la mundialización y la mercantilización 38 . Atrapados por la cultura de la prisa y lo visual, consumimos ingentes cantidades de imágenes que nos pueden hacer creer que nos mantienen informados de cuanto sucede a nuestro alrededor, cuando la realidad es que la complejidad de las cosas y la misma saturación de imágenes y noticias

36.

FISAS, Vicenç, “Comunicación, conflicto y belicismo”, Sistema, n° 57, noviembre 1983, pp. 77-95

37.

DEFLEUR, M. L. & BALL-ROKEACH, S., Teoría de la comunicación de masas, Paidós, 1982.

38.

RAMONET, Ignacio, op. cit., p. 94.

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más bien nos desconciertan y pueden condenarnos a la ignorancia. Si además estas imágenes se refieren a catástrofes humanitarias y las vemos en abundancia, llega a producir incluso un cansancio y un abatimiento, que inmediatamente después puede llevarnos a la resignación y a la pasividad, instalándose en nuestros corazones el síndrome paralizador de la catástrofe permanente. Lleva razón Bruckner39, cuando señala que “las noticias de la actualidad se suceden unas o otras y se hacen así la competencia, y poco a poco la abominación que nos había trastornado se degrada en anécdota”, porque los veinte segundos que han reclamado nuestra atención sobre un suceso impactante irán seguidos de una sucesión de veinte segundos de otras noticias completamente diferentes, quizás banales, además de una abundante y atractiva publicidad. El tratamiento mediático de algunas recientes crisis humanitarias ha seguido unas pautas que permiten identificar un conjunto de condiciones necesarias para que pueda ser fabricado un acontecimiento internacional de este tipo 40 : 1 - Ofrecer un flujo continuo de imágenes (no de palabras), para conseguir un efecto acumulativo. 2 - El conflicto debe ser aislado (no ahogarlo con imágenes de otros conflictos). 3 - Presencia de un agente-mediador (una personalidad o un voluntario de una ONG) que “autentifique” a la víctima. 4 - La víctima debe ser aceptada espontáneamente por el público, algo que las víctimas “demonizadas” o “contagiadas por el demonio” no podrán conseguir nunca. Recuérdese en este sentido la poca atención prestada a las víctimas iraquíes, que son víctimas por partida doble. Esta forma de consumir imágenes aterradoras y compasivas, en la medida que es selectiva y sólo nos muestra una parte del todo (sólo algunas consecuencias, pero raramente las causas profundas o los esfuerzos para superar tales adversidades, y mucho menos las posibilidades de colaborar en la resolución del problema) cercenan nuestras capacidades de rebelión y de no aceptación, situándonos en un nivel de simple indignación que Bruckner denomina de “coexistencia pacífica con el horror”41 . El consumo permanente de violencia, en televisión, en el cine, en los dibujos animados o en los video-juegos, aunque no nos conviertan automáticamente en seres malvados, nos ha acostumbrado a convivir de tal modo con escenas de crueldad y el desprecio que mucha gente considera estas 39.

BRUCKNER, Pascal, “La tentación de la inocencia”, Anagrama, 1996, p. 235.

40.

BRAUMAN, Rony, “Escenarios de crisis”, Acento/MSF, 1993, p. 156.

41.

I b i d . ,p. 2 4 0 .

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actitudes psicópatas como las “normales y naturales”, y por tanto, “aceptables”, estimulando la aceptación de lo que debiera ser intolerable. En nuestra cultura, sigilosa y peligrosamente, estamos naturalizando la violencia y dando alas a la supremacía de la fuerza, sin que tengamos las suficientes habilidades y referencias para controlar las cada vez mayores muestras públicas de violencia. Y lo que es peor, “nuestras sociedades democráticas se tapan la cara ante la violencia -aunque la miran en la pantalla- porque no saben qué hacer”42 . Y hay algo más. Además de exportar por todo el mundo estas imágenes de violencia en nuestros productos culturales de entretenimiento, exportamos también la fantasía imposible del paraíso consumista, en una combinatoria explosiva que sólo puede provocar la ira de los más pobres, que acabarán utilizando las primeras enseñanzas, las de la violencia, para vengarse de no poder alcanzar la promesa del “bienestar para todos”. El espectáculo humanitario Ciertos tratamientos mediáticos de las crisis humanitarias, y en virtud de las posibilidades de retransmitir en directo, han logrado convertir auténticos dramas humanos, éxodos masivos o epidemias de gran mortalidad en espectáculos de gran audiencia. Hemos comentado ya el caso dramático de Rwanda en 1994, cuando se produce un genocidio sin apenas periodistas internacionales que pudieran explicarlo, y mucho menos mostrarlo. No es hasta dos meses después, cuando el cólera se cobra decenas de miles de muertos en los alrededores de Goma, que centenares de periodistas de todo el mundo se acercan a la zona, invaden todos los hoteles de la ciudad, ocupan el aeropuerto con un impresionante despliegue de parabólicas y ordenadores, y se organiza un auténtico escaparate telemático de la muerte, cuando no una verdadera búsqueda y captura del agonizante más esquelético o el cadáver de mayor impacto visual, además de mostrar las proezas de las nuevos héroes, los “humanitarios”. Roskis puso el dedo en la llaga cuando señalaba que no fue la guerra civil, la masacre planificada de centenares de miles de tutsis y de opositores hutus, lo que inspiró más a las cámaras, periódicos, revistas y televisiones, sino la liturgia humanitaria, “éxodo y sacos de arroz, huérfanos y dispensarios, humanidad maltratada y benefactores decididos, imágenes de desgracia y movimiento de salvadores”43. Periodistas y humanitarios se vieron obligados a compartir mesas en hoteles y restaurantes, pero acompañados a veces de unos recién exiliados: militares y políticos del defenestrado gobierno rwandés, los planificadores del genocidio y los escuadrones de la muerte, sin que fueran realmente interpelados por nadie, porque la atención mediática no pasaba por adentrarse en las causas de cuanto sucedía, ni en señalar los causantes de tanta muerte, sino únicamente en mostrar el espectáculo de las consecuencias. Y así durante semanas y meses,

42. 43.

46

MONGIN, Olivier, “Las nuevas imágenes de la violencia”, Le Monde Diplomatique, julio/agosto 1996, p. 37. ROSKIS, Edgard, “Fotografía y verdad“, Le Monde Diplomatique, diciembre 1996, pp. 26-29.

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consumiendo imágenes de muerte y desolación, sin atinar en que si hay víctimas es que también, forzosamente, ha de haber culpables. Como espectadores quedamos desinformados, porque ver no es comprender. Queremos estar conmovidos, pero no ser interpelados. Y así, mediante esta pasividad y comodidad de unos y otros, la impresionante cobertura mediática no sirvió lo más mínimo para alterar el curso de los acontecimientos, que hay que recordar, han provocado decenas de miles de nuevas muertes en los tres años siguientes al genocidio. En Liberia y en otros países se ha constatado, además, que la presencia de los medios de comunicación, y en particular de fotoperiodistas, es a veces la única forma que encuentran algunos grupos rebeldes para darse a conocer en el exterior, y lo hacen de la forma más brutal posible: matan, ejecutan, mutilan y exhiben públicamente el trofeo, exclusivamente para salir en la foto, una foto que dará la vuelta al mundo, dará gloria a quién la haya tomado, pero quizá al precio de haber provocado la muerte de alguien que, en un entorno no mediatizado, quizá hubiera salvado la vida.

Los medios y las ONG: una relación inevitable y necesaria Dado que las crisis humanitarias de los últimos años se han producido en contextos geográficos y políticos en los que incluso es difícil acceder físicamente, los medios de comunicación interesados en informar de los hechos se han visto obligados muchas veces a recurrir a la experiencia y presencia sobre el terreno de las ONG. A cambio de este servicio de acompañamiento, en el que los periodistas utilizan con frecuencia los aviones que transportan el material humanitario y las instalaciones de estas ONG, las organizaciones humanitarias se benefician de la publicidad que los periodistas harán posteriormente sobre su labor. Hay, por tanto, un beneficio mutuo, comprensible, pero que justamente por ello puede coartar o relativizar críticas legítimas de un lado u otro, muchas veces silenciadas o reprimidas para continuar obteniendo estos favores. En las conclusiones de un seminario sobre el papel de las ONG’s en la prevención de conflictos, los asistentes reflejaron así esta necesidad y tensión entre las ONG’s y los medios: “Los periodistas se quejan de los militares por sus esfuerzos para manipularlos, y a las ONG por intentar usarlos como micrófonos. Los representantes de las organizaciones de ayuda humanitaria se quejan de que los medios no se interesan por su trabajo, a menos de que les ofrezcan viajes gratis hacia las zonas en conflicto. Los periodistas del Sur acusan a las organizaciones occidentales de ayuda no estar solamente interesados en hablar con los de la CNN o la BBC, olvidando a los medios locales. Y todos ellos se quejan de una falta general de interés y, consecuentemente, de dinero, para explicar con

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eficiencia los problemas humanitarios. Los medios y las organizaciones humanitarias parecen necesitar crisis violentas para resolver este problema”44 . Más allá de las formas prácticas para solucionar estas divergencias, lo que nos interesa remarcar aquí es la necesidad de que los medios de comunicación actúen en una clara complicidad con la sociedad civil para ser agentes activos en los procesos de paz, en la transformación de los conflictos y en la educación para la tolerancia. Hay varias vías para adentrarse en esta senda de colaboración, que resumo en estas indicaciones: Hay que superar el mito de que sólo interesa y vende el morbo, la sangre, el sexo y la desgracia. Los acuerdos de paz, las luchas populares por superar los conflictos y las iniciativas cívicas de construcción social también interesan a la gente, y su publicitación tendría tanta o más audiencia que lo negativo si los medios pusieran empeño en ello. Publicitar sólo lo malo tiene un impacto negativo en el conjunto de la sociedad, porque provoca desánimo e impotencia. Urge que los medios expliquen también lo positivo, y con insistencia, para educar a la gente en el compromiso y en la participación. Una población que no está acostumbrada a ver y conocer sus propios éxitos, tendrá menos herramientas para gestionar y solucionar sus propios conflictos. En los contextos de conflicto, los medios locales pueden jugar un rol muy importante, especialmente si se convierten en vehículo de diálogo entre las partes en conflicto, rehusan a ser instrumentos para que el conflicto escale en intensidad, y no actúan como plataformas de odio o de refuerzo de estereotipos. Deben crearse y potenciarse medios audiovisuales específicos para apoyar procesos de diálogo, reconstrucción y cicatrización de las heridas causadas durante el conflicto.

44.

48

From Early Warning to Early Action, NCDO Publication, Amsterdam, 1997, p. 89.

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RETOS ACTUALES DE LOS ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS EN EL SALVADOR Benjamín Cuéllar, Director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (IDHUCA).

Introducción En nuestra tierra aún estaba fresca la sangre derramada en las calles de su capital el 30 de julio de 1975; muchas personas buscaban a sus familiares desaparecidos en ese lamentable episodio, cuando efectivos del régimen atacaron una pacífica manifestación de estudiantes universitarios... Antes, en el país ya habían tenido lugar otras violaciones graves a los derechos humanos y empezaban a perfilarse las acciones que, posteriormente, serían prácticas sistemáticas y generalizadas utilizadas para sembrar el terror en el suelo salvadoreño y asombrar al mundo entero. Chinamequita, La Cayetana y Tres Calles (caseríos de los departamentos de La Paz, San Vicente y Usulután, respectivamente) son nombres que siempre resuenan entre aquellas y aquellos que tercamente intentamos mantener viva la memoria histórica de nuestro pueblo. Ya para entonces, también estaban detenidas-desaparecidas al menos siete personas cuyo paradero, junto al de otras ocho mil o quizás más víctimas sigue siendo hasta la fecha una incógnita. Todo ello, en el marco de una situación de violencia estructural económica y social que golpeaba a diversos y amplios sectores. En fin, el aire que entonces respirábamos se estaba enrareciendo de manera acelerada, creciente y muy peligrosa. Fue en medio de ese ambiente turbio que, en agosto del mismo año, Segundo Montes junto a un reducido grupo de abogados y estudiantes de Ciencias Jurídicas de la Universidad de El Salvador, decidieron enfrentar el problema. Así se abrió uno de los primeros espacios en la llamada “sociedad civil” desde el cual se trabajaría (ferviente y profesionalmente, durante casi veinte años) por la defensa de los derechos y las libertades fundamentales de las personas más pobres del país. Ello, a través de la asesoría y la gestión legal cuando era posible, combinadas o no con la denuncia pública nacional e internacional de los casos y las situaciones que atentaban contra la dignidad humana. En agosto de 1975, pues, nació esa institución pionera en la materia dentro de la región centroamericana: el Socorro jurídico Cristiano (SIC). Exactamente una década más tarde, con el impulso que monseñor Ó scar Arnulfo Romero le dio a esa lucha y tras el surgimiento de otros organismos comprometidos con la causa, el mismo padre Montes fundó el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (IDHUCA), desde el cual (con sus características propias) se ha tratado de contribuir al desarrollo de esa difícil y arriesgada, pero siempre necesaria e importante labor. Desde este último

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espacio, en el cual nos encontramos colaborando actualmente, queremos compartir nuestras reflexiones sobre los retos que hoy en día enfrentamos los organismos nacionales de derechos humanos, del Estado y de la sociedad, verdaderamente comprometidos con su respeto.

La razón de ser de nuestro trabajo Al meditar sobre los veinte y dos años transcurridos entre 1975 y 1997, caracterizados en su mayoría por la violencia sin límites padecida a lo largo y ancho del territorio nacional, acuden a la memoria tantas y tan buenas personas que (como Romero y Montes) entregaron su vida en la trinchera de la defensa necia e inclaudicable de la dignidad humana, desde donde lucharon para impedir que la muerte y su encubrimiento destruyeran a este pueblo. Marianella García Villas y Herbert Anaya Sanabria de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (CDHES), son dos de las personas asesinadas que hoy están más vivas en las aspiraciones contenidas dentro de los acuerdos de paz y la nueva institucionalidad del país... Patricia Cuéllar y Pedro Posada del SJC son dos de las personas físicamente desaparecidas que ahora, pese a todo, aparecen con mayor fuerza para advertirnos sobre la fragilidad de un proceso mediante el cual (no obstante los innumerables obstáculos) se intenta democratizar una sociedad que ahora es, quizás, más excluyente que antes y todavía muy violenta. Por todos esos seres conocidos o anónimos que asumieron tercamente el compromiso de edificar un país diferente, quienes ahora nos encontramos aquí reunidos seguimos trabajando en defensa de la vida, la justicia y los derechos humanos. En defensa de la vida: porque todavía está pendiente establecer el paradero de las miles y miles de personas que desaparecieron de manera forzada e involuntaria en nuestro país. Y es que, como dijo Cortázar en aquel Coloquio de París en 1981: «Hay que seguir considerando como vivos a los que acaso no lo están, pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear». En defensa de la justicia: porque hay que demandar la reparación moral y material de las numerosas víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante esos largos y dolorosos años. Pero también porque es mucho lo que falta en la actualidad para que la población mayoritaria de nuestro país tenga, por primera vez, la alternativa de usar el Derecho para superar la impunidad mediante la aplicación correcta de la ley. Y, finalmente, en defensa de los derechos humanos: porque siguen siendo irrespetados en nuestro territorio pues, además de lo anterior, son miles y miles las personas que (al igual que en la “guerra fría”) mueren en forma lenta y violenta dentro de esta “paz caliente”. Mueren en medio de la 50

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inseguridad personal fruto de una brutalidad que se mantiene en El Salvador de hoy, con o sin motivación política; en medio del “exitoso proceso de paz”, la Fiscalía General de la República informa que entre 1994 y 1996 el promedio anual de homicidios dolosos supera los 8 mil 300: ¡más de 22 crímenes diarios!, en su mayoría con arma de fuego y sobre todo de guerra. Mueren, también, por la negación cotidiana y estructural de las condiciones básicas para que mucha gente pueda existir con dignidad. Además, nuestra lucha es parte del esfuerzo de aquellas y aquellos que hoy quieren llamar la atención sobre el rumbo de esta Nación, pues dentro y fuera de ella hay personas que dicen haber instaurado la paz, la democracia, el respeto a los derechos humanos y la reconciliación. Es, pues, una lucha por el conocimiento real de lo que está sucediendo; una lucha por la verdad. El compromiso con esta causa, entonces, nos obliga a seguir del lado de las víctimas de la injusticia legal, el temor y la desesperación; del lado de las personas que, sumidas en la desconfianza, permanecen bajo los efectos de una impunidad que propicia la realización de acciones brutales por diversos motivos: políticos, de «limpieza social», por venganzas personales derivadas de hechos pasados y presentes, así como por la delincuencia común y las acciones del crimen organizado. Ese compromiso también nos obliga a estar con la población mayoritaria, que es víctima histórica de la injusticia social; esa que antes vio cómo se iba agravando su situación con la guerra y ahora la ve deteriorarse todavía más con los efectos de las medidas económicas gubernamentales que están incrementando su pobreza y (lo más peligroso) propiciando que se activen los detonantes que conspiran contra el futuro nacional.

De 1975 a Chapultepec En 1985, Roberto Cuéllar, cofundador del SJC, reflexionó sobre los entonces diez años de existencia del organismo y sostuvo que éste había nacido en aquel momento histórico como respuesta a la doble realidad de nuestro país. Una: las dificultades que siempre han existido en El Salvador para que las personas más pobres tengan acceso a la justicia; sobre eso dijo: “La mayor parte de los aproximadamente mil abogados que ejercían profesionalmente se dedicaban, casi con exclusividad, a la atención de ciudadanos que tenían posibilidad de remunerar sus servicios jurídicos. La otra cara de esa realidad: los factores económicos, sociales y políticos de la época, cuyo deterioro acelerado era evidente y ocasionaba el agravamiento de la situación de los derechos humanos.” La primera etapa de la institución humanitaria de inspiración cristiana transcurrió entre 1975 y 1977. Su nacimiento se difundió rápida y ampliamente entre los diversos sectores de la población a Ios cuales dirigía principalmente sus servicios: trabajadores de las fábricas necesitados de asistencia 51

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en materia laboral, personas detenidas injustamente, campesinos pobres que reclamaban tierra para trabajar, personas con problemas de identificación y de reconocimiento familiar. Esta etapa plena de esfuerzos novedosos, grandes y laboriosos en la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas de la gente menos favorecida (según el entonces director del SJC) «debe ser considerada como el fundamento que determinó la confianza y credibilidad del servicio entre este sector mayoritario de la población salvadoreña.” Posteriormente, entre 1977 y 1980, sin dejar de lado el trabajo de auxilio jurídico-social, el SJC dio inicio a su trabajo de investigación escrupulosa de las violaciones a los derechos humanos a fin de contar con el material básico para apoyar la denuncia profética que (domingo a domingo) realizaba monseñor Romero en sus tradicionales homilías. Por la misma realidad del país durante esos años, los casos asumidos con mayor frecuencia por la institución fueron las ejecuciones arbitrarias individuales o colectivas, la tortura y otros tratos crueles, así como las desapariciones forzadas. Todo lo anterior, mediante una rigurosa metodología que buscaba documentar elementos probatorios verificados suficientemente (en la medida de lo posible) vía inspecciones judiciales, reconocimientos médicos de las víctimas, exhumación legal de cadáveres, recopilación de impresiones fotográficas, recepción de declaraciones y examen de expedientes. Esta segunda etapa (afirmó Cuéllar en 1985) «tuvo un valor indescriptible, tanto para el Socorro Jurídico como para aquellos abogados salvadoreños vinculados activamente a la protección jurídica nacional de los derechos humanos... Una etapa en la historia de Socorro Jurídico, llena de dinamismo y esperanza entre tanta destrucción y muerte. Realmente fue un privilegio trabajar con el arzobispo don Ó scar Romero, quien hasta el final, 24 de marzo de 1980, entregó su propia vida por defender el derecho a la vida de los salvadoreños.” Durante el período 1982-1985, el SJC sufrió innumerables ataques dentro de un país donde la impunidad pretendía colocarse encima de la ley, la mentira quería callar la verdad y la violencia se imponía sobre la posibilidad de solucionar, pacífica y racionalmente, los conflictos. Sus instalaciones y algunos de sus miembros dejaron de ser acompañamiento solidario y técnico para convertirse en víctimas reales, tal como sucedió con otras organizaciones y organismos sociales que compartían la misma causa: cateos, allanamientos, amenazas y atentados contra la vida y la seguridad de las personas que se dedicaban desde esos espacios a defender los derechos y las libertades de la población mayoritaria. Durante esos años, monseñor Arturo Rivera y Damas (quien sustituyó a Romero, primero como administrador apostólico de la arquidiócesis de San Salvador y luego en calidad de arzobispo

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metropolitano) decidió crear la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado (OTLA), lo que constituyó un impulso importante al esfuerzo por garantizar la protección de los derechos humanos en El Salvador. Ya para entonces existían la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (que en algún momento tuvo que auto-calificarse como «no gubernamental», pues el régimen había creado una instancia de igual nombre pero de una actuación diametralmente opuesta) junto al Comité de Madres y Familiares de Presos y Desaparecidos Políticos. Posteriormente fueron apareciendo otras organizaciones que también (con su trabajo valiente y valioso, metidas en el ojo de una tormentosa violencia política y bélica) contribuyeron a instalar el caso salvadoreño en diversos espacios de discusión internacional. Así, las organizaciones sociales de derechos humanos fueron parte fundamental de la lucha que logró hacer frente y derrotar una política gubernamental de violación masiva y sistemática de los derechos humanos.

El lugar donde nos encontramos ahora En abril de 1990, con la mediación de las Naciones Unidas, se reunieron en Ginebra las delegaciones del gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En ese entonces, ambas partes acordaron iniciar un proceso a través del cual se buscaría finalizar la guerra por la vía política en el plazo más corto posible, impulsar la democratización del país, garantizar el irrestricto respeto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreña. Para alcanzar el cumplimiento de esos objetivos así como su permanencia y consolidación en el tiempo, de 1992 en adelante se trabajó tanto en la desaparición de ciertas instituciones y mecanismos de diverso tipo como en la creación y modificación de otros. Así, en El Salvador (además de la transformación del FMLN en un partido político) entre otras cosas vimos que: .

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Se desarrolló una inédita experiencia de verificación internacional, encabezada por la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL). Se formó la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ).

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Se intentó enfrentar la impunidad con dos comisiones: la de la Verdad y la adhoc para la depuración de la Fuerza Armada.

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Se desintegraron los antiguos cuerpos de seguridad.

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El Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ) fue reformado y nació la Escuela de Capacitación Judicial. 53

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Se creó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y se hicieron algunas reformas al sistema político.

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Existió, por un tiempo, el Foro para la Concertación Económica y Social.

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Se fundó la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), nació la Policía Nacional Civil (PNC) y existe un Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP).

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Se cuenta con una Inspectoría General de la PNC (IG-PNC).

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Hay, también, una Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH).

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Se ha reformado el sistema judicial.

Tomando en consideración todos esos valiosos elementos, cabe preguntarse: ¿qué pasó con lo que se quería lograr al impulsar el famoso «proceso salvadoreño », después de haber transcurrido casi siete años desde que se firmó el acuerdo de Ginebra ? ¿se alcanzó todo, alguna parte o nada? ¿si? ¿no? ¿por qué?. Sin duda, el fin de la guerra se logró pero es poco lo que se ha democratizado el país; algo se ha hecho en este aspecto pues se abrieron algunos espacios que no existían antes, pero aún estamos muy lejos de poder «cantar victoria». Difícilmente se puede hablar de una sociedad salvadoreña reunificada: ni en el marco de lo que se pretendía con los acuerdos de paz (la «reconciliación nacional» en lo político) ni en lo que respecta a la superación de las injustas diferencias económicas y sociales que persisten y no han sido atacadas de fondo. Sobre el respeto irrestricto a los derechos humanos, se debe decir que éste no se encuentra garantizado pese a todos los esfuerzos realizados, En la actualidad, al igual que en el pasado, la mayor parte de las personas en El Salvador vive en la inseguridad y no puede acceder a la justicia. Esos derechos fueron los que más se violaron antes y durante la guerra; ahora, su respeto sigue siendo precario y pone en peligro lo poco que se ha avanzado. A estas alturas, el país aparece ocupando el primer lugar en América Latina cuando se miden los niveles de violencia y criminalidad, posibles tan sólo por la impunidad que prevalece. Ahora vivimos atemorizados, básica y directamente por los hechos derivados de la delincuencia «común» o de la «especial» que tienen lugar en todo el territorio nacional. Dentro de la última modalidad, se deben incluir las acciones del «crimen organizado» por aquellos que trafican algo y las operaciones de los «escuadrones de la muerte» que se alquilan o trabajan por iniciativa propia.

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También debe considerarse como parte de esa delincuencia «especial», la actividad de los grupos armados formados por miembros de los bandos que existieron durante el conflicto bélico. Manteniendo su pertenencia anterior o mezclados, las y los integrantes de estos grupos operan con o sin objetivos «políticos », libres de obstáculos realmente serios para ello y contando con una experiencia que acumularon a lo largo de la guerra. Y (¿por qué no decirlo claramente?) el clima de inseguridad que abruma a la población mayoritaria en nuestro país también se debe, en buena medida, a la forma cómo se está manejando la información y el «entretenimiento» a través de los medios masivos de difusión. Por los mensajes negativos que de esa forma se transmiten a la sociedad salvadoreña, sobre todo a la infancia. En relación a la justicia, la población sigue muy lejos de obtenerla en lo cotidiano pese a los cambios que han tenido lugar dentro de la cúpula del Ó rgano Judicial. De ello, son abundantes las muestras que recogemos de la gente que utiliza nuestros servicios de asesoría y defensa legales. En gran parte, esto se debe a la incapacidad de las personas que integran el sistema judicial o tienen relación directa con éste: jueces, secretarios y secretarias de los tribunales, fiscales, defensores y defensoras públicas. ¿Y si a lo anterior le agregamos la corrupción que carcome las entrañas de dicho sistema? Contando ahora con un andamiaje institucional distinto al que existía antes del fin de la guerra, debemos insistir: ¿qué pasa? ¿por qué seguimos padeciendo por algunos males graves del pasado? Esas interrogantes nos surgen, sobre todo, al estar plenamente convencidos de que esa institucionalidad con la que ahora cuenta El Salvador para garantizar el respeto a los derechos humanos es (por mucho, conceptual y normativamente) mejor que lo de antes. Desde nuestra óptica, es una la principal respuesta a nuestras inquietudes: hasta la fecha, en su mayoría esas instituciones han funcionado sin contar con la participación activa de una población que debería conocer sus enormes potencialidades y que, a estas alturas, tendría que empezar a verlas con confianza y entusiasmo para utilizarlas en la solución de sus conflictos, tanto en el ámbito privado como en el público. Sin embargo, fruto de su ineficacia y por el mal uso que algunos sectores han hecho de las mismas, la gente «común y corriente» (esa que vive angustiada y temerosa) no está pendiente de su funcionamiento; mucho menos le interesa controlarlas para evitar que se desvíen de lo que la legalidad les determina. En un ambiente como el que existe actualmente en El Salvador, donde lo que resalta es una situación de inseguridad y temor generalizados, ¿qué percibe la población al observar a las tres instituciones más relacionadas con la garantía de sus derechos humanos? Que las autoridades de seguridad

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pública responsabilizan de la violencia delincuencial a la Corte Suprema de Justicia y que lo mismo hacen los funcionarios judiciales con los encargados de la seguridad pública. También advierte que, cuando esas instituciones se sienten abrumadas por las críticas, mejor dirigen la mirada hacia la señora procuradora y sobre ella descargan todas las culpas. Lo peligroso de eso que se está produciendo en las «alturas», es que comience a reproducirse en la base y nos enfrentemos a la posibilidad cierta de que esas tres instituciones (que deberían hacer esfuerzos complementarios para garantizar el respeto a la seguridad personal y el acceso a la justicia) también se peleen “allá abajo”, acusándose y rechazándose mutuamente. Así, enfrentamos la posibilidad real de que las y los funcionarios que están en contacto directo con la gente no colaboren entre sí para servir a la comunidad. ¿Qué impacto tiene eso entre la gente? Negativo, sin duda. La población no cree que lo nuevo sea realmente eso ni que los cambios hayan servido para algo. De esa forma, la gente no participa activamente y (cada vez más) deja que esos «asuntos» queden en manos de los políticos, de las autoridades, del gobierno... Con ello, nos encontramos ante un gran riesgo: que no exista un control efectivo, real, sobre el funcionamiento de esas instituciones tan importantes y que estas terminen siendo utilizadas para el logro de otros fines distintos al que les corresponde: el beneficio real de las personas. En conclusión, con los acuerdos de paz se comenzaron a respetar ciertas libertades públicas y, con ello, abrió una pequeña brecha para discutir y dar solución a ciertos problemas del país; se diseñó, además, un sistema para operativizar una serie de medidas tendientes a evitar las violaciones masivas al «núcleo duro» de los derechos humanos, principalmente aquellas que tenían motivación política. Ese sistema se ha mantenido, en buena medida, bajo el control y la supervisión de técnicos extranjeros los cuales (al terminar su mandato y retirarse paulatinamente del país) han ido trasladando su misión a «manos nacionales» para que sean estas las que le den continuidad. Pero, por las razones que sean, consciente o inconscientemente, tanto la nueva como la renovada institucionalidad salvadoreña no siempre ha trabajado bien; es más, en algunos casos, lo que se han generado son condiciones para el estancamiento o retroceso de los avances logrados. ¿Cuál es, entonces, la salida? ¿Dejar que el país regrese a las penumbras de la inseguridad, el temor y la impunidad para que, después, se instale nuevamente la oscuridad? No. ¿Mantener eternamente la asistencia técnica de la comunidad internacional? Tampoco es factible. ¿Que cada habitante del país busque la forma de resolver su problemas por mano propia? Es demasiado peligroso, pues podría generarse otra espiral de violencia que nadie (o casi nadie) desea volver a vivir.

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Es en ese marco donde a las y los que trabajamos por la causa de los derechos humanos nos corresponde plantearnos interrogantes serias y, quizás, incómodas para algunos: ¿cuáles deben ser, ahora, las prioridades de nuestra labor? ¿qué queremos lograr? ¿qué futuro vamos a construir? ¿qué nuevos retos vamos asumir?

Los retos más importantes Partiendo del análisis realizado y de una experiencia concreta desarrollada durante 1995 y 1996, desde el IDHUCA podemos afirmar que (cinco años después del fin de la guerra) la situación que actualmente se vive en El Salvador es la muestra de un proceso que no ha cuajado completamente. Ante eso, desde nuestra perspectiva institucional, nos atrevernos a sostener que para lograr resultados más productivos le ha faltado un elemento: la participación de la población en la construcción de un Estado democrático de Derecho, necesario para vivir en una sociedad justa y segura en la que se respeten los derechos humanos. Por tanto, hacia esa dirección apuntan los esfuerzos que queremos realizar en esta etapa de nuestra historia nacional.

Participación activa y consciente de la población Es importante animar a un número significativo de personas, para lograr su involucramiento consciente en la defensa y promoción activa de sus derechos y libertades fundamentales, a través del funcionamiento de mecanismos alternativos y el uso de las instituciones estatales. En lo individual Debemos contribuir a superar hábitos viciados y sentimientos dañinos, a fin de avanzar en la cicatrización real de las heridas que dejaron entre la población los años de autoritarismo e impunidad, violencia política y guerra. Cuando nos lanzamos a trabajar en esta experiencia de dos años descubrimos que los sentimientos, reacciones y hábitos de la gente para resolver cierto tipo de problemas y transformar positivamente sus conflictos eran extremadamente defensivos, destructivos y (por ende) inadecuados para la «salud personal y social» de El Salvador. De lo que conocimos en el contacto diario con algunas personas y grupos con quienes nos relacionamos, destacan las siguientes actitudes: .

Sumisión: «agachar la cabeza».

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Impotencia: «tirar la toalla», darse por vencida, pensar que no hay salida, que todo está perdido.

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Frustración: pensar que nada ha cambiado, que todo sigue igual y que la justicia es sólo para «los de arriba».

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Reacción negativa: «hacer justicia por mano propia», ante la ineficiencia de las instituciones estatales encargadas de aplicar la ley.

Frente a eso, nos planteamos: concentrar recursos, creatividad y energías para ayudar a revertir esta dinámica, con el propósito de generar diferentes hábitos y valoresentre la población. ¿Cuáles fueron las acciones que impulsamos durante la realización de esta experiencia, a fin de comenzar a lograr nuestro propósito? Veamos: .

Ante la sumisión: el acompañamiento. «Dar fuerza y razones para creer», orientar, proponer, animar a la acción y generar esperanza.

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Ante la impotencia: el fomento de la tenacidad, la perseverancia, la solidaridad, la unidad y la organización para plantear o crear múltiples alternativas.

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Ante la frustración: evidenciar los cambios positivos y reales que han tenido lugar, aunque sean modestos; demostrar que cada persona es capaz de resolver adecuadamente los conflictos, ya sea a través de medios alternativos ó como el diálogo y la negociación, las conciliaciones extrajudiciales, los arreglos amistosos y los pactos de buena fe ó utilizando la vía jurisdiccional.

En lo colectivo Considerando que, con todo lo sucedido dentro y fuera del país durante los últimos veinte años, algo ha cambiado en El Salvador y conscientes de que no debemos dejar que eso se pierda, resulta vital que la gente vaya descubriendo o re-encontrando el valor y el lugar que (por mucho tiempo y de diversas maneras) le fue negado a las diferentes formas de participación ciudadana organizada, cuando con ésta se buscaba superar situaciones conflictivas a cualquier nivel: nacional, departamental, municipal, comunal e (incluso) familiar. Porque el arribo a una verdadera paz, con justicia y respeto a los derechos humanos, sólo será posible cuando (tras la ubicación de otras personas en la misma situación) cada vez más gente esté dispuesta a unirse para superar las dificultades. El esfuerzo colectivo, pues, con la debida asesoría para utilizar efectivamente los medios alternativos y los del Estado es, entonces, parte importante de este gran reto que encontramos en el horizonte actual.

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Funcionamiento real y efectivo de las instituciones Desde nuestra experiencia, esa necesaria participación consciente y activa de la gente «común y corriente» no se está produciendo suficientemente en la actualidad. Pero creemos que aún estamos a tiempo para concretarla mediante la apropiación directa que haga la población de las instituciones estatales y sociales que tienen que ver con el respeto a los derechos humanos, en cualquiera de sus dimensiones y sin distinción alguna. Consideramos que sólo así será posible asegurar que dichas instituciones cumplan el rol que les corresponde jugar, sin apartarse de su mandato legal. En orden a transformar una dinámica de funcionamiento oficial hasta ahora muy marcada por la burocracia, el desinterés, la corrupción y la incapacidad, agravada por el autoritarismo y las formas violentas del Estado para enfrentar las demandas de la sociedad, se deben definir las tareas más urgentes del momento a fin de elevar los niveles de respeto a los derechos y las libertades fundamentales en el país. La primera de ellas: descubrir por qué está sucediendo todo eso. Y antes ya mencionamos lo que para nosotros lo explica: fuera de las cúpulas que firmaron los acuerdos de paz y algunas de sus estructuras medias, junto a otras expresiones de los diversos sectores de poder y las distintas formas que adquirieron los esfuerzos de mediación y verificación internacional, la población en general (organizada o no) nunca tuvo oportunidades reales de participar efectivamente en la construcción del nuevo andamiaje institucional, al menos en lo referente a los componentes de éste que debían encargarse de garantizar la vigencia de sus derechos civiles y políticos. Debido a lo anterior, a los errores cometidos y a las claras insuficiencias que se advierten en la actualidad, la mayoría de las y los salvadoreños no ve ni siente como suyas a la Policía Nacional Civil, mucho menos a la Inspectoría General de la PNC. Tampoco utiliza de manera significativa los diferentes recursos que, en teoría, le ofrecen las instancias encargadas de impartir justicia y no se observó una respuesta entusiasta a los llamados que le hizo el Tribunal Supremo Electoral, de cara a su participación en las elecciones en marzo del año en curso. La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, a pesar de la diferencia actual entre ella y las otras instituciones, no termina de arraigarse entre la gente. Así, pues, de la experiencia salvadoreña (excesivamente reconocida en otras partes del mundo, pero muy poco dentro del país) se rescata que los acuerdos políticos globales y los esfuerzos de la cooperación internacional han sido muy importantes, desde la perspectiva de lo que existía antes y por lo que éstos aportaron para superar las intolerables situaciones de violencia política y bélica que entonces se vivieron; sin embargo, no fueron suficientes.

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Hasta ahora se ha trabajado «desde afuera y desde arriba», sin lograr que las cosas cambien de verdad «adentro y abajo»; por eso, se deben comenzar a hacer los esfuerzos urgentes y necesarios desde el lado de las víctimas de la violación a sus derechos, para establecer las bases sólidas de un funcionamiento institucional que responda a las aspiraciones de justicia y paz de tantas y tantas personas que lucharon por ello. Una vez ubicado lo anterior, se deben definir las acciones prioritarias que apunten a mejorar el estado de cosas en el que nos encontramos actualmente. ¿Se puede seguir tratando de avanzar mediante propuestas y recomendaciones «desde y en las alturas»? Quizás sí; no hay que dejar de hacerlo. Pero lo más importante es volver la mirada hacia la base, poner los pies en la tierra y trabajar con entusiasmo para asegurar la coordinación y colaboración mutuas entre las instituciones estatales dentro de las localidades, para que en estas últimas la gente reciba un servicio público de calidad. En la medida que sea positivo, ese contacto directo de las instituciones con una población (ahora bastante incrédula y desconfiada, con razón) alentará para que sean utilizados y no se cierren los caminos que nos permitan llegar a una situación más favorable que la actual.

Nuestra propuesta para enfrentar esos retos Lo fundamental de lo que proponemos para esta etapa se define de la siguiente manera: animar a todas las personas para que participen conscientemente en la defensa y promoción activa de SUS derechos y libertades fundamentales, mediante el uso de las instituciones correspondientes en el ámbito nacional (las del Estado y de la sociedad civil organizada) y en el internacional; esto último, cuando sea necesario y conveniente para las víctimas de alguna violación. Para eso, pues, queremos “formar, informar y transformar desde los derechos humanos”. Formar hábitos nuevos, maneras diferentes de actuar y relacionarse entre usuarios de las instituciones democráticas y operarios de las mismas, para dinamizar las estructuras del Estado y lograr que la población entera las utilice con provecho; todo ello, partiendo de una convicción: que algo empezó a cambiar en nuestro país y que no debemos permitir que eso se pierda. Para ello, es indispensable poner las condiciones que nos permitan contribuir a que la población “común y corriente” empiece a vivir experiencias concretas y exitosas, tanto de justicia como de respeto a los derechos humanos. De esa manera, lograremos brindarle a la gente algunas razones que de verdad la animen a creer e involucrarse. En la medida que se mantenga la impunidad a todo nivel, ahora quizás más encubierta mediante la realización de ciertas acciones oficiales «espectaculares» que a la larga sólo generan mayor

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desencanto y frustración, rápidamente se acabará el poco entusiasmo que aún pueda existir entre la población para usar las instituciones democráticas; además, de continuar esa impunidad sin quebrarse aunque sea un poco, las soluciones a los conflictos de cualquier tipo en el país (familiar, comunal, municipal, departamental o nacional) seguirán buscándose mediante el autoritarismo y la violencia, la mentira y la trampa. Por lo anterior, a las organizaciones sociales (sobre todo a las que antes lucharon por defender la vida) les corresponde ahora desarrollar una acción urgente y concertada, inteligente y adecuada, para mantener vigentes los dos bienes más notables alcanzados con los acuerdos de paz: la suspensión de los combates militares y la reducción de las violaciones masivas al llamado “núcleo duro” de los derechos humanos por razones políticas. Esa “acción urgente” puede concretarse de diversas formas. Una de ellas es la del efectivo acompañamiento a las personas, comunidades y organizaciones sociales que necesitan y buscan justicia, para obtener éxitos cotidianos y reales de respeto a sus derechos humanos; éxitos quizá pequeños y locales pero muy concretos, que demuestren que sí se puede hacer algo y que, además, alienten a otras personas y comunidades (identificadas e identificables por sus problemáticas similares) a participar activamente en la consolidación de las nuevas instituciones nacionales en la base. Y es que en una realidad como la nuestra resulta muy difícil pretender que esa gente (llamada “común y corriente”) crea en los cambios “allá en las alturas” cuando en su vida diaria las cosas siguen igual. De ahí que el mejor elemento pedagógico para la participación, la mejor herramienta formativa en esta enorme tarea, deba buscarse mediante esos logros cotidianos de justicia y respeto a los derechos humanos, con el uso efectivo que (acompañada por instituciones como la nuestra) haga la población de los instrumentos formales y no formales que existen para ello. .

Informar en la base, tanto a la llamada “sociedad civil” como a las personas que están a su servicio dentro de la administración pública, sobre:

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el conjunto de los derechos y las libertades fundamentales de todas y todos, desde una perspectiva integral que supere la visión negativa y restringida que aún existe en el país con relación al tema;

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las instituciones nacionales encargadas de garantizar el respeto a los derechos humanos;

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el cómo y el por qué se crearon o reformaron dichas instituciones; es decir, la historia de la dolorosa y difícil lucha desarrollada por el pueblo salvadoreño para lograr algunos cambios en el país. 61

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Difundir todo lo anterior de forma teórica puede resultar peligroso, porque la situación actual no ofrece muchos elementos para que la gente sienta que este estado de cosas es mejor que el de la guerra; por el contrario, puede tener efectos nocivos entre la población al incrementar sus niveles de frustración y desencanto, aumentando con ello su falta de participación.

Por eso, para alcanzar nuestros objetivos planteamos utilizar una metodología que (desde la experiencia) resulta ser la más eficaz: dar a conocer toda esa información a partir de éxitos concretos de justicia y respeto a los derechos humanos, logrados por gente que en la base se animó a participar usando las instituciones, gubernamentales o no; también, utilizando los casos de las y los servidores públicos que han funcionado de acuerdo a lo que la ley les manda. Esas experiencias, diseminadas de manera amplia y creativa entre la sociedad, nos han servido para generar cierto grado de credibilidad y confianza por ser el resultado de una participación consciente y organizada. Por último, pero no por ello menos importante, proponemos contribuir a transformar las instituciones del Estado y el país, en la práctica ya partir del contacto con la población, teniendo un conocimiento real de sus necesidades y urgencias, mediante propuestas fundamentadas y desarrollando la capacidad de concertar con las y los servidores públicos a todo nivel. En resumen, lo que creemos que se debe ofrecer a la población salvadoreña es lo siguiente: Conclusión Cuando tristemente en El Salvador, a lo largo de dos décadas era tan evidente la violación a cierto grupo de derechos y libertades fundamentales, no faltaron quienes (desde la comunidad internacional) dispusieron y facilitaron fondos para apoyar la causa de las y los salvadoreños que, arriesgándolo todo, imaginaban un país diferente y trabajaban para lograrlo. Así las cosas, nos tocó recibir a manos abiertas y llenas infinidad de recursos de todo tipo, humanos y materiales, la mayoría de ellos buenos. Pero con el fin de la guerra, el escenario nacional cambió y no precisamente para bien. Se confundió la paz con lo que actualmente vivimos (esta cruenta etapa de «transición» después de la guerra) y no se invitó a participar en el «proceso» (exclusivo para ciertas cúpulas) a quien debía haber estado siempre dentro de él ocupando un sitio privilegiado: el pueblo salvadoreño. Pero, bien o mal, esto es lo que ahora tenemos y no debemos desaprovechar la oportunidad que, pese a todo, aún se nos presenta para profundizar lo que hasta ahora se ha logrado, procurando para ello el involucramiento de la gente «común y corriente »; esa gente que, por ahora, no tiene muchos motivos para hacerlo.

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Así, pues, ahora la razón principal de aquellas y aquellos que (no obstante las dificultades) trabajan en el país por la vida, la justicia y los derechos humanos, es una y muy grande: mantener en alto la esperanza de construir una sociedad diferente. Mantenerla cuando casi todo conspira en su contra y cuando, cada vez más, la comunidad internacional busca otras situaciones más «urgentes» que la nuestra para involucrarse en ellas. Cada vez más abandonados «de la mano de Dios» y de la del «primer mundo» nos corresponde ahora ser creativos, tener imaginación y audacia, continuar viviendo y sintiendo el dolor y la angustia de las siempre víctimas de la injusticia, quizás sin la «abundancia» de antes y siempre con problemas para atender eficazmente las urgencias que existen en lo que a los derechos humanos toca. Porque, fuera del fin de la guerra, aquí perdura la impunidad y el dolor cotidiano de la exclusión social y económica, de la violencia privada e institucional, de la falta de espacios para la participación. Tenemos, entonces, mucho que hacer sabiendo que el miedo y la sensación de impotencia entre la gente conspiran en nuestra contra. La posibilidad que nos queda para salir adelante se encuentra en que logremos interesara la mayoría de personas; debemos llegar hasta el «gran público», adecuar nuestras mentes y dejar de vivir aislados, colocados «contra el paredón», defendiéndonos de aquellos que (por sus ambiciones particulares) no quieren que florezcan la vida y la justicia. Sin lugar a dudas, el panorama actual en nuestro país no es el mejor para quienes se empeñan (de forma necia e idealista) en trabajar por la vigencia real de los derechos y las libertades fundamentales de todas las personas; precisamente debido a eso, con mayor razón, no hay lugar para los protagonismos inútiles ni las luchas estériles de unos pocos. Ahora, pues, debemos trabajar de manera profesional y eficiente con los pocos pero valiosos recursos que tenemos y que no siempre los hemos sabido emplear bien: por un lado, la población que en su mayoría se encuentra necesitada de justicia; por el otro, la experiencia acumulada a lo largo de tantos años de lucha por hacer algo realmente bueno en favor de El Salvador y su gente.

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LAS COMUNICACIONES PARA EL DESARROLLO: UNA MANERA DISTINTA DE RESOLVER CONFLICTOS Maritza Orellana, Catedrática de Comunicaciones y Periodismo, del Departamento de Letras y Comunicaciones de la Universidad Centroamericana “losé Simeón Cañas”.

Nuestro punto de partida: la comunicación es un espacio estratégico para el desarrollo. En esta ponencia, pretendemos demostrar que la manera en que se ha trabajado la comunicación, hasta hoy, no ha sido la más adecuada por varias razones: La primera, y quizá la más importante, es porque se ha excluido a la sociedad civil de las decisiones políticas. La sociedad civil no sólo complejiza al mapa social, lo hace más grande, diverso y plural sino que lo recrea desde lo cultural, desde donde se le da sentido a la vida, desde el modo en que las personas se comunican y usan a los Medios de Difusión Colectiva. La segunda razón es porque el trabajo en comunicación no ha sido planificado y las experiencias en que sí se ha hecho, no han sido sistematizadas. El trabajo en comunicación se ha ido haciendo en la práctica y se tiende a confundir con persuasión, con la transmisión de datos, en definitiva, con la difusión. Justamente de aquí parte nuestra propuesta. Lo que proponemos no es nuevo, es sólo un esfuerzo de sistematización de experiencias en comunicación que no han sido conocidas y aplicadas lo suficiente. En estas líneas aportaremos algunas metodologías de trabajo que, en algunos casos, han resultado y que se pueden aprovechar a la hora de trabajar la comunicación para la prevención de crisis humanitarias que es el tema que nos ocupa.

La sociedad civil: abstracta y concreta a la vez La sociedad civil ha sido excluida de la toma de decisiones políticas. Y esto deviene no sólo por una deformación del concepto de política sino también por una manipulación que se ha hecho de ella durante mucho tiempo. La sociedad civil ha dejado de ser un concepto abstracto (pueblo, masa) para convertirse en ese conjunto de actores, espacios y conflictos que reclaman un lugar en la reconstitución del tejido social contemporáneo. Son todos esos actores, temas, modalidades de acción y demandas de comunicación no representadas por las instituciones tradicionales. La sociedad civil es todo aquello

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que no es Estado, nuevos actores no joven, el jubilado, ignorados por las

gobierno, ni oposición. Jesœ s Martín Barbero 45, incluso, llega a decir que esos han sido interpelados ni por la izquierda tradicional. Actores como la mujer, el el inmigrante, el refugiado, que portan reivindicaciones específicas han sido políticas de desarrollo.

Están en juego «las maneras de percibirnos a nosotros mismos y a los otros, de pensar el sentido de lo público y el significado mismo de la vida colectiva», como nos dicen Jorge Iván Bonilla y Eugenia García 46 . En opinión de estos autores, vivimos la complejidad del espacio político, sobre todo, porque se han dejado fuera los conflictos relacionados con la cultura y el ámbito de lo cotidiano- lo que Habermas 47 llama las gramáticas de las formas de vida. Lo que está en juego detrás de esta interpretación es la concepción misma de DEMOCRACIA, de la práctica política y de la ampliación del espacio público simbólico. ¿Quiénes deciden qué hacer ante las crisis humanitarias que se viven en África? ¿Podemos resolver o prevenir las crisis humanitarias si de entrada marginamos a las personas afectadas? ¿Cómo puede decirse que la participación es una necesidad a la hora de prevenir conflictos? ¿Quiénes participan?.

¿Comunicaciones para el desarrollo o para los desarrollos? Anteriormente, hemos dicho que las personas han sido ignoradas por las políticas de desarrollo. Pero, ¿Qué entendemos por desarrollo? Sobre el Desarrollo tenemos que decir que es mucho más que los índices macroeconómicos de los países. En el proceso de desarrollo intervienen factores económicos, políticos, sociales, culturales, etc. Rosa María Alfaro 48 define al desarrollo como un proceso cultural. Para esta comunicadora, de nacionalidad peruana, cualquier acción de desarrollo no se reduce al crecimiento económico. El desarrollo es un proceso en el que interviene la sociedad con toda su pluralidad, riqueza, heterogeneidad y conflicto y, por tanto, no existe una sola fórmula de desarrollo (por más que el neoliberalismo intente convencernos de lo contrario). Lo que existen son desarrollos.

45.

Barbero, Josué Martín. “De los Medios a las Mediaciones”. Editorial Gustavo Gili, México, 1987.

46.

Bonilla, Jorge Iván/García, Eugenia. “Nuevas Dinámicas de Representación Política: movimientos sociales, espacio público y redes de comunicación”. Revista DIA-LOGOS, pp 5-17.

47.

Habermas, /urgen.

48.

Alfaro, Rosa María, “Una Comunicación para otro Desarrollo”. CALANDRIA, Asociación de Comunicadores Sociales. Ed. Abraxas, París,

“Teoría de la Acción Comunicativa”. Editorial Taurus, Primera edición, 1987. Madrid, España.

Mayo 1993, pp 12.

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

Sobre la Comunicación tenemos que decir que es mucho más que los Medios de Difusión Colectiva (aunque estos ya se han convertido en un referente importante en la vida de las personas). La comunicación supone un proceso constante de inter-relación entre seres humanos. En este proceso de relaciones e inter-relaciones es en donde ponemos en juego todo nuestro ser, nuestra forma de ver la vida y de interpretar lo que ocurre en nuestro entorno. En los procesos de comunicación ponemos en juego toda nuestra subjetividad, nuestra carga personal. Sin embargo, la interpretación de cada uno de nosotros no es la única válida en el mundo, siempre nuestra interpretación se mantiene en estrecha relación con otras distintas (inter-subjetividad). Siendo así, la comunicación se convierte además en un proceso permanente de negociación e intercambio.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de crisis humanitarias? La hambruna en Somalia (1992), seis millones de refugiados en África (sobre todo en Somalia y Etiopía), más de un millón doscientas mil personas desplazadas de la antigua Yugoslavia, miles de haitianos que atraviesan el Mar Caribe para llegar a Estados Unidos, los conflictos étnicos, las guerras, la pobreza y los desastres naturales son ejemplos de crisis humanitarias. Estos casos han sido y siguen siendo -aunque a la mayoría de ellos ya no se le da cobertura en los Medios de Difusión Colectiva- acontecimientos graves que han generado gran cantidad de víctimas. Pero, las crisis humanitarias, hay que dejarlo claro, no provienen solamente de desastres naturales. La mayoría de las crisis humanitarias son el resultado de injusticias sociales, políticas, culturales, económicas, etc., que sufren gran parte de países en el mundo. Incluso, podemos cuestionarnos si en Estados Unidos puede generarse una crisis humanitaria debido a la gran cantidad de inmigrantes hispanos que han llegado a ese país y que en los últimos meses corren el peligro de ser deportados. En resumen, lo que se pone en juego ante una crisis humanitaria es el concepto mismo de sociedad, de ayuda internacional y de justicia. ¿De qué modelo social hablamos cuando hay unos países que consumen más de lo que producen? ¿Qué tipo de sociedad estamos fomentando si la brecha entre los países del norte y el sur es cada vez mayor?

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Daniel Bell 49 nos aporta un dato bastante revelador. En 1993, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), eran también los cinco primeros exportadores mundiales de armas pesadas. Bell se cuestiona si esos países pueden impulsar el control y la reducción de la transferencia de armas siendo ellos mismos los principales promotores de la actividad. Sigue Bell, ¿Cómo van a promover el desarme, cuando seis de ellos poseen armas nucleares y, entre los trece, suman más de 12 millones de soldados? El cuestionamiento de este sociólogo estadounidense también nos permite cuestionarnos a nosotros sobre el por qué en algunos casos, como el de Somalia, la ayuda humanitaria va ligada a un despliegue militar para resolver conflictos. El caso de Somalia, como bien lo explica Vicenç Fisas 50 , ha sido el primer intento -en la historia de las operaciones de mantenimiento de la paz- de la ONU para compaginar el «proyecto humanitario» con uno militar. Según Fisas, «se trata probablemente de proyectos incompatibles, y evaluarlo sobre la marcha tendrá un elevado coste, tanto para la ONU como para el pueblo somalí. En cualquier caso, de seguir así las cosas, las tropas de la ONU corren el riesgo de convertirse en un clan más de los que allí combaten y, peor, de unir a todos los demás en su contra». Monique Chemillier 51 dice que esta combinación de ayuda humanitaria con lo militar resulta paradójica. Según esta profesora de derecho de la Universidad de París, «es dañino organizar operaciones caritativas, que llamen mucho la atención, bajo alta protección militar cuando la necesidad de esas operaciones se deriva justamente, en parte, de la no aplicación del derecho para aquellos a quienes se quiere beneficiar con la caridad». Las crisis humanitarias abren las puertas de los países a cualquier acción de intervención en donde los objetivos son impuestos por quiénes «ayudan» y se pretenden obtener logros por encima de las personas afectadas. Recordemos, una crisis humanitaria no es natural. Todo lo contrario, es política y social. No tomar en cuenta esta relación a la hora de trabajar la comunicación para la resolución de conflictos es grave.

49.

Bell, Daniel.

50.

Fisas, Vicenç. “La ONU en Somalia: ¿misión imposible? Tomado de Cuatro Semanas y Le Monde Diplomatique, octubre 1993, pp 10.

“la oleada de refugiados” Tomado del periódico “El País”. 9 de febrero de 1993.

51.

Chemillier, Monique. “Ingerencia, caridad y derecho internacional” Tomado de Cuatro Semanas y le Monde Diplomatique, febrero 1993, pp 7.

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

¿Información o desinformación? ¿Cuántos de nosotros recordamos las imágenes de la guerra del Golfo? ¿Le ha sucedido que al escuchar hablar de África inmediatamente evoca imágenes que ha visto en televisión? Seguramente, no tenemos claras las causas que dieron origen a estas crisis u otras de similar naturaleza en el mundo. A lo mejor ni siquiera conocemos muy bien lo que ha sucedido en estos casos. Lo que sí tenemos claro es que lo hemos visto por televisión, hemos contemplado a través de la pantalla lo que ha sucedido e incluso creemos que lo que vemos es la realidad como tal. Pero la realidad que vemos es parcial, es una realidad distinta a la real. Baudillard 52 la llama la «Cultura del Simulacro». Hemos estado en la escena, hemos visto los hechos desde la privacidad de nuestros hogares e incluso, tal vez, hemos llorado y lamentado la situación de las víctimas. Fisas 53 , nos dice que el problema es cuando nos quedamos en este primer nivel de «consumo emocional» y no aceptamos el desafío para la acción. En los casos de crisis humanitarias, el compromiso con la acción es indispensable. Nos hemos acercado ya a la principal característica de los Medios de Difusión Colectiva en la sociedad actual. Los medios gozan de un reconocimiento social que muchas instituciones como los partidos políticos, por ejemplo, desearían tener. Las personas creemos en lo que dicen los medios, interpretamos la información como verdadera y las imágenes como la realidad misma. Según Brunner 54, los medios tienen la capacidad de «expropiar la realidad» a través de la hiperinformación. Brunner asegura que la rápida sucesión de realidades (sobre todo televisivas) hace que un suceso de paso a otro impidiendo cualquier fórmula de reflexión. Desde este punto de vista se ponen sobre la mesa las funciones de los Medios de Difusión Colectivaheredadas del funcionalismo norteamericano. Sobre todo, porque los medios ya se han convertido en parte muy importante de la construcción social de la realidad. Fisas, incluso, otorga a los medios la capacidad de modelar nuevas actitudes frente a los conflictos.

52.

Boudillard. Tomado de Blanca Muñoz “Cultura y Comunicación: introducción a las teorías contemporáneas”. Ed. Barcanova, 1982. Barcelona, España. pp. 322.

53.

Fisas, Vicenç. “la comunicación y las crisis humanitarios”. Tomado de la ponencia UNESCO, octubre 1997.

54.

Brunner, José Joaquín.

68

“Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y política culturales " Santiago de Chile: FLACSO, 1988.

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la Prevención de Conflictos v la Cultura de Par

Las funciones de los medios son: Información o vigilancia Correlación de las partes de la sociedad (crear consensos) Movilización social Transmisión de cultura Entretenimiento, diversión

A nosotros nos interesan las primeras tres funciones: La función de información o vigilancia del medio Los informadores son vistos por el público como puntos de referencia a la hora de interpretar los hechos. Los medios son capaces de decidir sobre qué temas debe establecerse un «clima de opinión», sobre cuáles no y durante cuánto tiempo. Es la denominada «Teoría de la Agenda». Si no pensemos ¿Por qué hay algunos temas que pasan en el debate público por meses y por qué hay otros de los cuales nunca se dice nada ? ¿Por qué existen temas silenciados? Los desastres naturales son, quizá, las crisis humanitarias más graves. Los organismos ecologístas en todo el mundo nos recuerdan que el problema ecológico es un problema de todos, que si seguimos con el ritmo actual de destrucción de la naturaleza el mundo no durará mucho. Javier Estenoui

55

distingue entre dos tipos de desastres naturales.

Los desastres naturales ocasionales, impredecibles, repentinos y que se desvanecen rápidamente. El papel de los medios de difusión ante los desastres impredecibles es el de informar lo más objetiva, oportuna, plural y participativamente que se pueda. El segundo tipo de desastres son los desastres naturales repetitivos o cíclicos que se caracterizan por presentarse de forma repetida en períodos de tiempo más o menos regulares. Aquí la responsabilidad de los medios es más a largo plazo. Los medios deben reconocer la necesidad de dar información permanente sobre métodos de prevención y para ello diseñar políticas de contenidos informativos. De tal manera, que cuando el desastre llega, la información incida en la toma de decisiones para evitar consecuencias más graves.

55.

Estenoui, Javier.

“Terremoto en México 1985: enfrentar la emergencia” REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 58-61.

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

Un buen ejemplo de los desastres naturales impredecibles y de la función de los medios en estos casos es el de la erupción del volcán «Nevado del Ruiz» en Colombia. La erupción del volcán se produjo el 13 de noviembre de 1985. Las cenizas inundaron prácticamente el departamento del Tolima y las cercanías de la frontera con Venezuela. Las erupciones dejaron huella a más de 500 kilómetros de distancia. Pero, más huella y dolor han dejado las más de 23,000 personas muertas y 10,000 heridas. El papel de los medios en este caso osciló entre la información ofrecida por los grandes medios y por los medios «alternativos». Desde los grandes medios lo que se hizo fue: minimizar el problema y las sugerencias hechas de las mayores catástrofes. En el mundo hubo catástrofes similares, sin embargo, estos casos y sus consecuencias no se dieron a conocer por los medios de difusión. Los medios no advirtieron con anticipación el impacto del desastre, a pesar de que existían informes nacionales y extranjeros sobre los potenciales peligros y técnicas de monitoreo de la actividad volcánica. Cuando los medios informaron a la población sobre el hecho, lo hicieron de una forma inadecuada. Los periodistas repetían términos que la comunidad científica, destacada en la zona, decía. Los periodistas, ante la incapacidad que tenían de traducir el lenguaje técnico a uno más cotidiano, distorsionaron y omitieron datos, no orientaron a las personas a tomar las decisiones necesarias. Estas causas provocaron una insuficiente información que Patricia Anzola 56, una gran comunicadora social colombiana, describe desde la situación de la comunidad que vivía en la zona de riesgo. «Los residentes... adolecieron de falta de información o de sesgos en aquella que les llegó, contaminando así sus reacciones, actitudes y comportamientos cuando les fue necesario tomar decisiones» Desde los medios «alternativos» se logró una mayor apropiación de la información. Según cuenta Anzola, quienes tuvieron acceso a emisoras locales estuvieron más informados y tuvieron mayores posibilidades de cuestionamiento y acción frente a la emergencia. El esfuerzo de medios locales fue más allá de transmitir datos. La información que brindaban fue sencilla e influyó de gran manera en la percepción de las poblaciones locales, quienes adoptaron una actitud más activa ante el desastre. Los grandes medios terminaron desinformando a las personas, descontextualizando los hechos y desvalorizando la realidad cotidiana del ciudadano. Los medios locales, por el contrario, ayudaron en el desastre a que las personas, cercanas a la zona, tuvieran una posición más activa. Explotaron el conocimiento cotidiano de la región y lo aplicaron a esta emergencia.

56.

70

Anzola, Patricia.

“Nevado del Ruiz: lecciones para la comunicación”, REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 62-65

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Este caso, nos demuestra que los medios sí son capaces de realizar un proyecto de apoyo a la sociedad cuando sus esfuerzos se realizan con un sólo objetivo: cumplir con la responsabilidad social que les corresponde.

La correlación de las partes de la sociedad En el ejemplo de la erupción del volcán «Nevado del Ruiz», los grandes medios no utilizaron de manera adecuada su capacidad de convocatoria, es decir, de llegar a mucha gente ni mucho menos explicaron e interpretaron el significado de los acontecimientos y de la información que es otra de las funciones de los medios conocida como la correlación de las partes de la sociedad. La comunicación fue utilizada como un mero proceso de difusión, de transmisión de datos que, incluso, confundió a las personas. Desde esta interpretación, no se reconoce al receptor (sus objetivos y necesidades) ni su capacidad para darle sentido (el último de los significados) a los mensajes que recibe. Según Kinklitch 57, cuando no se reconoce al receptor, lo que sucede es que llega el sensacionalismo típico de estos casos y la morbosidad.

La Movilización Social Esta función tiene como principal objetivo el de realizar campañas para movilizar a la sociedad. Los medios locales en el caso de la erupción lo hicieron. Los medios se convirtieron en dinamizadores de la sociedad, generaron con su información la capacidad de organización de los habitantes de la zona afectada por el desastre. En el caso de las crisis humanitarias, esta función puede ser usada para hacer campañas con objetivos sociales, uno de ellos en favor del desarrollo. Según Díaz Bordenave 58, una campaña es un proceso integrado de información y persuasión dirigido deliberadamente a conseguir que un determinado segmento de la población adopte ciertas ideas, productos o comportamientos que los organizadores de la campaña consideran deseables. Algunos ejemplos de campañas son las campañas ecológicas, las que promueven los derechos de los inmigrantes, las campañas en pro de los derechos del niño, de vacunación, de ayuda internacional, etc.

57.

Klinkith, Susana. “Deslave de La Josefina: En medio del aislamiento”.

58.

Díaz Bordenave, Juan.

REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 66-69.

“La Campaña como intervención social” REVISTA CHASQUI 41,

1992, pp 66.

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Propuestas de metodologías de trabajo de la comunicación para la prevención de conflictos En la información hay que trabajar los temas locales sin perder de vista sus consecuencias e implicaciones globales. Nuestra primera propuesta es trabajar el periodismo cívico. El periodismo cívico, comunitario o local es una forma distinta de trabajar la comunicación para la prevención de las crisis humanitarias. Este tipo de periodismo se impulsa desde 1990 por los periódicos «Eagle» de Kansas y «Charlotte Observer» en Carolina del Norte. Supone, de entrada, nuevas maneras de trabajar la información, de realizar campañas y contribuir a resolver los problemas que afectan a las comunidades. Esta nueva manera de trabajar la información sólo puede tener como base una muy buena relación entre los medios y las prioridades de desarrollo de cada región o comunidad. Siendo así, lo novedoso de este trabajo es la posibilidad de establecer un nuevo espacio de diálogo, de inter-locución entre los receptores, como nos dice Alexandra Ayala 59 . En definitiva, de lo que se trata es de democratizar las comunicaciones. La democracia pasa por salir a la calle, por conocer a las personas y sus problemas más inmediatos. De no hacerlo así, se continuará produciendo gran cantidad de información desvinculada de las necesidades sociales. Como nos dice Rubén Darío Buitrón 60 este tipo de periodismo abre nuevos espacios y los primeros sorprendidos son los medios mismos pues tienen que re-acomodarse y ajustar sus espacios y sus prácticas cotidianas en función de las nuevas propuestas de la sociedad. Este trabajo parte de una participación más activa de los ciudadanos. Pero esta participación no se logra de la nada, se logra si los periodistas hacen bien su trabajo y reconocen en la sociedad al protagonista de la historia. Este es un nuevo punto de vista en la redacción de noticias. En algunos periódicos ya hay esfuerzos como, por ejemplo, en las secciones de servicios para la comunidad, los problemas del barrio, etc. El periodista debe saber expresar la variedad de temas y los conflictos sociales de una manera clara pero integral. Debe ampliar la visión de que la política es sólo cuestión de políticos y escribir para todo tipo de ciudadanos, no sólo para una élite de intelectuales. Los periodistas tienen que entender que los ciudadanos son personas maduras que tienen derecho a saber la verdad de lo que sucede a su alrededor, a asumir responsabilidades y a tomar decisiones. Según Estenoui 61, «la información

59.

Ayala, Alexandra.

60.

Buitrón, Rubén Darío, “Periodismo Comunitario: más preguntas que respuestas” REVISTA CHASQUI 56, dic. 1996, pp 17-18.

61.

Estenoui, Javier. Op. Cit.

72

“Periodismo Comunitario: nuevos nombres para antiguos conceptos” REVISTA CHASQUI 56, dic. 1996.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

diseminada por los medios debe respetar y movilizar a las células básicas de la sociedad para impulsar su desarrollo» Un trabajo así requiere de los medios, en general, una buena dosis de creatividad, porque los ciudadanos se apropian de un mensaje no sólo por el contenido sino y, sobre todo, por la forma. Una forma atractiva y sencilla a la vez.

Repensando las comunicaciones para el desarrollo... La comunicación atraviesa a todas las organizaciones humanas. Es un eje transversal. La comunicación se da de forma intuitiva en la sociedad pero planificarla es una necesidad urgente. No podemos seguir confundiendo comunicación con medios, aunque como bien explica Daniel Prieto Castillo 62 , es el camino más seguro por la gran cantidad de información y experiencias acumuladas. Carlos Eduardo Cortés 63 dice que «muchos esfuerzos de Comunicación Institucional se han hecho en nuestros países según los patrones de la difusión de masas, y los errores han estado siempre presentes. En efecto, cuando se generaliza lo masivo a toda forma de comunicación y no son tomadas en cuenta las características de determinados públicos, la relación con otras instituciones, la comunicación interna, la manera en que se centraliza o se descentraliza la información, etc. se deja fuera buena parte de la problemática comunicacional». La propuesta de la Comunicación Institucional tiene su origen en las demandas de los nuevos actores sociales. El punto de partida de la propuesta de Daniel Prieto Castillo es que la comunicación desarrollada por el Estado, por organizaciones no gubernamentales o por la empresa privada y las agencias internacionales de desarrollo, requiere un fuerte componente de planificación de la comunicación. Rosa María Alfaro 64 , nos remite a la Planificación de la Comunicación Institucional empezando por lo que se ha dejado a un lado. Según Alfaro, «en las instituciones «no se trabaja la cercanía, la subjetividad, menos aún se procesa la configuración de la opinión como objetivo de cohesión interna, tanto a nivel individual como colectivo».

62.

Prieto Castillo, Daniel. Tomado de/ Documento Base de la Especialidad de la Planificación de la Comunicación Institucional. 22 julio

63.

Cortés, Carlos Eduardo. “Propuestas previas a la postmodernización total de los estudios de comunicación” Revista Signo y Pensamiento

64.

Alfaro, Rosa María. Op. Cit.

1993. Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Depto. de letras, carrera de Comunicaciones. 25 (XIII), Universidad Javeriana: depto. de Comunicación.

1994, pp 107-136.

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Y es, justamente, la Comunicación Institucional la que trata, con un trabajo científico, de analizar los procesos de comunicación que se dan en las instituciones sociales de una manera integral, total con el objetivo de armonizar los intereses de esa institución con los de sus públicos y conseguir con ello, unos objetivos institucionales, pero, sobre todo unos objetivos sociales. La prevención de los conflictos requiere también de una buena dosis de Planificación de la Comunicación. En el mundo, se han desarrollado iniciativas comunicacionales bastante provechosas como, por ejemplo, la creación de redes ciudadanas para la reducción y prevención de problemas sociales. Y son esfuerzos que no se han sistematizado. Es decir, se requiere de una institucionalización de estos esfuerzos. Cortés, cita una propuesta que ya comienza a implementarse en El Salvador. «Se trata de un programa académico de tres semestres, cobijado por la carrera de Comunicación de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas»: la Especialización en Planificación de la Comunicación Institucional, orientada a aportar profesionales capacitados para ese espacio, del cual poco se han ocupado las facultades latinoamericanas de comunicación» La Planificación de la Comunicación Institucional no es más que la racionalización, la coordinación y orientación de los procesos de comunicación que se dan en una institución social con el fin de alcanzar unos objetivos de desarrollo institucionales y sociales 65. Es decir, a la hora de coordinar los esfuerzos de organización y participación ciudadana, hay que tomar en cuenta que todo proceso de desarrollo es un proceso constante de negociación entre lo objetivo (lo que es) y lo subjetivo (lo que interpretamos que es), entre los objetivos a corto, mediano y largo plazo de las instituciones a las que pertenecemos y entre las necesidades individuales y sociales. En definitiva, lo que se pretende con estas formas de organización es posibilitar una «cultura democrática» que genere en las personas el sentido de responsabilidad en la toma de decisiones. Sin embargo, en sociedades en crisis esto no parece nada fácil sobre todo porque el diálogo y la tolerancia se van deteriorando cada día. Pero José Miguel Pereira 66 nos reta a descubrir que en ese diálogo y en esa tolerancia es precisamente en donde nos jugamos la posibilidad de alcanzar el desarrollo que cada sociedad necesita. Según Pereira «en la medida en que se creen espacios de comunicación y se posibilite el desarrollo de las competencias comunicativas, diálogicas y expresivas de las personas y grupos, más posibilidades de cogestión y autogestión se podrán generar» 65. 66.

Muriel, María Luisa/Rora, Gilda. “Comunicación Institucional: enfoque social de relaciones humanar “ CIESPAL, Primera Ed. julio 1980. Pereira, José Miguel.

“Comunicación, promoción y salud”. Revista Signo y Pensamiento 25 (XIII), Universidad Javeriana: depto. de

comunicación, 1994, pp 85.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Podemos decir, entonces, que el enfoque de las comunicaciones para los desarrollos es válido hoy más que nunca debido a que cada sociedad tiene unas formas muy particulares de comunicarse y esas formas pueden ser utilizadas para alcanzar procesos de desarrollo acordes a sus condiciones y necesidades, no sólo inmediatas si no también y, sobre todo, a largo plazo. En resumen, no existe un sólo tipo de desarrollo que pueda aplicarse a todas las sociedades. Lo que existen son desarrollos y esos desarrollos pasan necesariamente por la comunicación. Como nos recuerda Alfaro «no es posible apuntar al cambio y al desarrollo sin asumir a la vez la generación de democracia y la formación de institucionalidades fuertes, la existencia de redes de agrupación de diverso tipo que adquieran fuerza y sostengan «desde abajo» a la sociedad misma» Desde esta interpretación, toda acción de desarrollo se mueve constantemente entre las relaciones humanas que son diversas y complejas tanto como personas hayan. Una acción que no tome en cuenta a las personas ¿es una acción de desarrollo?.

Concluyendo... Recuperar la complejidad y la pluralidad de la sociedad civil es un reto para el trabajo en comunicación. El periodismo encuentra su punto de unión con las comunicaciones para el desarrollo en el Periodismo Cívico. Planificar la Comunicación Institucional a la hora de trabajar la prevención de conflictos es una necesidad urgente.

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COMO LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓ N PUEDEN HACER VISIBLES LAS RAÍCES DE LOS CONFLICTOS Lic. Alirio Guerra, Coordinador de Relaciones Públicas de la Carrera de Periodismo de la Universidad Tecnológica

En torno a todas las personas, existen conflictos sociales, debido a que estos son inherentes a las relaciones humanas, eso no implica que toda relación inter-personal sea del todo o parcialmente conflictiva en todo momento. Es necesario aclarar que tampoco toda relación conflictiva tiene la misma intensidad y el mismo tipo de hostilidad o violencia. Los conflictos varían de acuerdo al lugar de origen, a su duración, su forma de resolución, sus resultados y consecuencias, etc. Para muchas personas los conflictos son excitantes pues les preocupa la violencia o lo destructivo de las luchas; observan una colectividad o sistema que se ve amenazado o dañado por un conflicto y desean descubrir medios para mitigar su carácter destructivo, así mismo, también pueden sentirse preocupados por las perspectivas o posibilidades de que se produzcan guerras internacionales o violencia local, por eso para ellos, los conflictos tienden a evaluarse de manera negativa. Otro tipo de personas se preocupan por la injusticia o la represión ocasionada por ciertos individuos, quienes se unen a la colectividad para formar grupos conflictivos con el único fin de parar esa injusticia o reducir la opresión; por lo anterior se deduce que este sector de personas tiene tendencia a considerar esos conflictos como necesarios o incluso convenientes. La evaluación de los conflictos en general depende de muchas consideraciones; por ejemplo: de la unidad con que uno se identifique, de la cuestión identificada y de los medios que se utilicen para obtener un resultado determinado. El Medio de Comunicación es mediador entre un sistema político y el pueblo, dividido en los sectores correspondientes. El Medio comunica y transmite las informaciones que proceden de los interesados en que la información se dé. El Medio absorbe y transforma la información procedente de la vasta red de asociaciones, sociedades, grupos, órganos de intereses, personalidades, etc., que componen el tejido social. El Medio recoge, interpreta, valora y finalmente transmite informaciones procedentes de asociaciones culturales, educativas, recreativas, asociaciones, cámara de comercio, empresarios, sindicatos, etc., así como de personas que han descubierto algo, etc.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Al hacer esto, un Medio de Comunicación contribuye a que los gobiernos y la sociedad comprendan que existen problemas que necesitan solución, que existen aspiraciones no satisfechas, que hay cosas que no funcionan como debe ser; que hay grupos y personas no satisfechas, etc., de esta forma aproximan esta realidad a las autoridades y media entre los deseos y quejas del ciudadano y los órganos que puedan atenderlo. El Medio de Comunicación logra así trasladar al sistema político las demandas del ambiente social en donde expresa sus exigencias, intereses y pone de manifiesto su apoyo. El Medio busca y provoca nuevas informaciones, completa las que ha obtenido y toma la iniciativa de informar al público. Los Medios de Comunicación que han alcanzado cierta madurez no se conforman con sólo recoger la información sino tratan de mediar entre los diferentes sectores de una sociedad a través de interrogaciones. Suscita y confronta testimonios diversos y contrapuestos, investiga hechos, procura seguirlos en el tiempo y en el espacio, más allá de la intención de las partes interesadas. De esa forma muestran la calidad de los profesionales que lo componen y el vigor de las convicciones morales que lo animan y en ello se gana la confianza y el respeto de unos y otros; por consiguiente, el Medio se convierte en interprete y mediador entre la sociedad y lo público, en que se conforma dicha sociedad de acuerdo a intereses sectoriales. El Medio de Comunicación, media entre las diversas opiniones, las acerca y las explica (las opiniones), ejerce una cierta función arbitral al dar la razón a unos y a otros en ciertos puntos, explica actitudes y reacciones, canaliza irritaciones y, en otros casos trata de tranquilizar e infundir confianza y favorece la participación de la población en la vida pública. La comunicación permite que los grupos piensen unidos, que vean unidos y que actúen unidos, ya que divulga información; que si bien es cierto no logra el cambio social deseado en determinado momento, pero coadyuva a que los pueblos ganen aptitudes en la tarea de ir construyendo su propio destino.

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

LA PUBLICITACIÓ N DE LO POSITIVO Y CREATIVO EN EL MARCO DE LA COMUNICACIÓ N Y LAS CRISIS HUMANITARIAS. Lic. José Miguel Argueta, Catedrático del Departamento de Comunicaciones del Departamento de Comunicaciones de la Universidad Don Bosco.

Desde el primer instante en que se empezó a narrar, escribir, fotografiar y filmar un hecho histórico, los propietarios de los medios de comunicación empezaron a organizar sus estructuras para entrar al mercado mundial, como una de las empresas más prometedoras del futuro. Pero como seres humanos estamos siempre expuestos a cometer errores, si nos acostumbramos a hacer las cosas mecánicamente, como en algunos casos de aquellos que hoy en día trabajan para los medios. Hemos escuchado una serie de ejemplos de conflictos y crisis humanitarias, en donde los medios de comunicación han actuado en clara complicidad con la sociedad civil y gobiernos establecidos para ser agentes activos en los procesos de paz. Sin embargo, en nuestra región, algunas radios y tele-noticieros pretenden ser fiel copia de programas extranjeros. ¿Será que no poseemos creatividad para realizar mejores programas?. Para todos nosotros, los medios de comunicación tienen varias funciones que conocemos...¿Pero... realmente conocemos las funciones?, si las conocemos...¿Tenemos una dimensión clara de ellas?. A través de nuestra enseñanza hemos conocido y vivido experiencias reales y conocemos estas funciones, una de ellas es la de informar; sin embargo... ¿ Ubicamos la información en su contexto?, ¿será informar, simplemente, trasladar el hecho frío?...¿Qué se hace con este hecho?...además, preguntémonos ¿Qué beneficio obtiene la sociedad con este hecho?...y ¿Qué criterios se forman después de solo escuchar, ver y leer sobre crímenes, violaciones, atentados, conflictos, etc.? Los hechos hay que informarlos, correcto, ¿Pero bastará sólo eso?. No obstante, si dentro de las funciones de los Medios se encuentran la de formar, educar y entretener a la sociedad... ¿Será formativo, educativo y entretenido presentar hechos violentos a la sociedad?, por otro lado, tenemos la objetividad en la noticia; nos han enseñado a ser objetivos...pero ¿Qué vamos a entender por objetividad?...¿ Será relacionare informar hechos aislados, a veces provocados o que son consecuencias de algo que ya sucedió?... ¿Será objetivo no mencionar las relaciones que tiene un hecho con otro?. Ahora bien, se dice que los medios de comunicación deben ser imparciales, pero existe otra interrogante...¿Seremos imparciales, si siempre tenemos que optar por lo que vamos a decir y lo qué no decimos ?, o ¿Sólo bastarán las dos versiones para ser imparcial?. 78

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Los Medios de Comunicación también son formadores de valores, pero nuestra escala de valores, con frecuencia queda en último grado al compararla con las exigencias de la información; pienso que no podemos apartarlas. Por estas serie de interrogantes y razones expuestas anteriormente, partimos del supuesto de que se deben abrir espacios para entrar a fondo sobre los aspectos antes mencionados y, lo más importante, es que debemos ser más creativos y fomentar el positivismo en nuestros futuros profesionales así como también en los medios de comunicación, para acortar distancias entre nosotros que somos parte, y enfrentamos directamente la realidad de la comunicación cotidiana. Sin embargo, me pregunto: ¿Trabajamos por necesidad del dinero o por vocación, apartando los ideales de ciudadanía del país que queremos? Se debe hacer un periodismo investigativo para que se abran esas oportunidades, debemos de pensar, formar, educare informar creativamente buscando lo positivo de los hechos, para mejorar la sociedad a través de brindarle nuevas dimensiones a nuestros valores morales, espirituales y éticos. A la vez debemos de aprender a descifrar los signos de estos tiempos para alcanzar esa cultura de paz que todos los seres humanos queremos.

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¿CÓ MO CONSTRUIR LA SEGURIDAD DEMOCRÁ TICA EN CENTROAMÉRICA? Ricardo Bracamonte, Coordinador Académico de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera

Hace unos días, los presidentes de los países de la región firmaron la Declaración de Managua en donde aseguran que lucharán por construir la Unión Política Centroamericana, objetivo por el que se ha venido luchando desde varios años. Esta ilusión surgida desde el mismo nacimiento de las cinco Repúblicas Centroamericanas, al inicio del siglo pasado, parece tomar fuerza de nuevo a raíz, especialmente, del marco globalizador que inspiran las nuevas corrientes mundiales. La creación de una unidad política lleva consigo políticas comunes en varias áreas como transporte, el medio ambiente, el problema del narcotráfico, y por supuesto, el planteamiento de una seguridad política y social para toda la región que garantice el fortalecimiento de la democracia. Hay que recordar que la seguridad social y política de un país es base fundamental para el éxito de cualquier proyecto que se quiera lanzar como Estado. A la luz de las ideas planteadas por nuestro conferencista, Vicenç Fisas, una de las cosas primarias que debemos preguntarnos en Centroamérica es ¿de qué estamos inseguros para luego pasar a pensar en la construcción de niveles de seguridad. ¿Qué es lo que más nos aflige? ¿cuáles son las situaciones o instituciones o quizás personas que nos hacen sentir inseguros en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestro país? ¿le tememos al presente porque no nos da una plataforma sólida para construir un futuro mínimamente humano? Fisas nos plantea la falta de trabajo, el deterioro del medio ambiente, la masificación de las ciudades, la violencia juvenil, el narcotráfico, la precariedad democrática, la escasa participación en la toma de decisiones políticas, el racismo, la corrupción, la propagación de ciertas enfermedades, las dificultades para acceder a una educación suficiente y de calidad, la falta de libertades para expresarnos como culturas. Así como los aspectos más acuciantes y que no tienen solución mediante los instrumentos militares clásicos, sino solamente a través de medidas políticas, sociales, culturales y económicas. Todas ellas de largo alcance y que son planificadas y ejecutadas a partir del fortalecimiento de las capacidades de los organismos civiles para actuar sobre las raíces de los problemas; es decir, que busquen la mayor participación de la gente para resolver sus propios problemas. El segundo elemento indispensable que plantea Fisas para buscar la seguridad y la cultura de paz, es tratar correctamente y de forma directa las causas que originan la violencia, la disensión y los conflictos.

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¿Por dónde empezar en Centroamérica? ¿Podemos empezar por la firma de un tratado que haga saber que todos los centroamericanos nos comprometemos a renunciar a los nombres de cada país y conformar un nuevo país que se llame Centroamérica? Se borran las fronteras, se acaban los cinco gobiernos, los cinco ministerios de economía, los cinco ministerios de educación, los cinco de cada cosa y se forman políticas únicas para la región. ¿O debemos iniciar por lanzar políticas en cada país que gradualmente lleven al cumplimiento de los mismos objetivos hasta concluir con un plan regional común?. En los últimos diez años, dice Fisas, Centroamérica ha sido probablemente el lugar del planeta donde se han acumulado mayor cantidad de experiencias enriquecedoras y valientes en cuanto a resolución de conflictos y reconciliación. Con todo y las limitaciones y dificultades que ha traído la firma de la paz en El Salvador y el reciente acuerdo similar en Guatemala; Centroamérica se muestra como un ejemplo no sólo por haber abierto la reflexión y el debate sobre la reconversión y la desmilitarización, sino porque se han tomado iniciativas concretas de cambio que es interesante seguir viendo en su desarrollo. Carmen María Gallardo de Hernández, crear una unión política se requiere además, se requiere de conformar ambicioso proyecto, cuyo propósito para nuestra población».

en un reciente artículo en la Prensa Gráfica, afirma que «para definir cuáles son los rasgos de la identidad colectiva; pero, un equipo visionario y estratégico capaz de plasmar este debe tender ante todo, a favorecer mejores niveles de vida

En el campo de la democracia política, después de los acuerdos de paz firmados en 1992, los avances en El Salvador han sido sorprendentes; pero todos estamos conscientes de lo difícil que es este avance. No se trata de un proceso lineal, ni de convencimiento total de todas las fuerzas, especialmente de aquellas que perderán privilegios o serán descubiertas como causantes de malversación, de robos, de narcotráfico, de causar la violencia, o de ser responsables de destruir a gran escala el medio ambiente, etc. . Al contrario, es un proceso de constante forcejeo, de lucha inclaudicable para que lo poco logrado no retroceda. Cuando se descubre una evidencia de injusticia, de impunidad, de abuso de poder, se tambalean todos los cimientos del sistema y se cae en el peligro de la desestabilización y hay fuerzas que prefieren, entonces, que todo siga igual, porque cortar los frutos podridos es también echar al suelo el árbol completo con todo y raíz. Son los signos de la transición que se evidencian no sólo en el campo político, sino en el socioeconómico; aunque en este último, los avances, si es que los ha habido, no han ido orientados a mejorar el bien común. Para el Centro Interdísciplinario de Estudios Sobre el Desarrollo Latinoamericano -CIEDLA- cuando, los países de esta región, se vieron obligados a embarcarse en programas más o menos rigurosos

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de estabilización y reestructuración, las deficiencias estructurales de la seguridad social quedaron al descubierto en toda su dimensión. Desde los 80, estos programas de ajuste y reestructuración han venido adquiriendo prioridad en la mayoría de los países latinoamericanos; mientras que el aspecto social fue dejado de lado a partir del argumento siguiente: para lograr la estabilidad y el crecimiento a largo plazo era imprescindible pasar por un agravamiento de la pobreza. Este planteamiento trajo graves consecuencias que pusieron en serios aprietos a los modelos de modernización-privatización-globalización, tal es el caso de México; por lo que hubo de plantearse un cambio sustancial. Se pensó entonces en que una población sana y educada está en mejores condiciones de contribuir al proceso de producción y reaccionar a los impulsos del mercado, además, comienza a sensibilizar a los actores internacionales y a tener influencia en la formulación de los nuevos programas de desarrollo. Esta es la idea que prevalece en este momento en los países centroamericanos. Hay una carrera apresurada por hacer ver que tanto la educación y la salud son la prioridad de los gobiernos actuales; sin embargo, las condiciones económicas, la situación laboral y los actuales niveles de violencia, echan al traste hasta los mejores pronósticos que puedan hacerse sobre el futuro de la región. Para el Experto Carmelo Meza-Lago, la seguridad social es un instrumento de la política social que puede promover tanto el proceso de desarrollo como constituir un obstáculo para el mismo. De acuerdo a cómo esté diseñada puede dar lugar a un déficit fiscal o favorecer el ahorro y la inversión, puede aumentar los costos de producción, reduciendo la competitividad de las exportaciones y estimulando una tecnología capital intensiva, o bien, puede promover la productividad laboral. A la vez que puede tener un efecto progresivo o regresivo sobre la distribución del ingreso y consiguientemente sobre la calidad de vida de la población. En este sentido, la seguridad social se convierte en un instrumento clave para promover la paz social y en consecuencia la estabilidad económica y política de un país. Tanto los males generados en todas estas décadas como los planes que se pretenden echar a andar para resolverlos, adolecen, en casi toda la región, de un mal histórico: la población ha perdido o ha venido perdiendo, gradualmente, la credibilidad en los que dirigen y ejecutan estos gigantescos proyectos cuyos millones de dólares han servido más para beneficiar a pocos individuos que para solventar los problemas nacionales y mundiales. La población no los apoya porque no tienen credibilidad; ganar credibilidad es el gran reto para los políticos y para los grandes conductores de las cinco naciones centroamericanas; para poder echara andar cualquier plan de seguridad social es necesario terminar con la impunidad del sistema 82

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de justicia, del sistema financiero, del sistema de ejecución, del sistema de hacer leyes del país; y eso trae costos y consecuencias incalculables para los mismos que ahora ostentan el poder. Junto a un plan gradual de recobro de la credibilidad, debe venir obligadamente un compromiso serio con la democracia y el fortalecimiento de las instituciones que le dan vida. Fortalecer el poder civil, el pluralismo político, la libertad económica, la superación de la pobreza y de la pobreza extrema, la promoción del desarrollo sostenible, la protección del consumidor, del medio ambiente, y del patrimonio cultural. Debe haber un compromiso también con la erradicación de la violencia, la corrupción, la impunidad, el terrorismo, la narcoactividad y el tráfico de armas, el establecimiento de un balance razonable de fuerzas que tome en cuenta la situación interna de cada Estado y las necesidades de cooperación entre todos los países centroamericanos para garantizar la seguridad social; así reza el Tratado de Seguridad Democrática de Centroamérica, que las cinco naciones, en 1991, suscribieron. Junto a estos compromisos, la UNESCO ha venido planteando en el mundo la necesidad de una Cultura de Paz, a fin de ir creando en la niñez y la juventud valores, actitudes, comportamientos y medios de vida basados en la no violencia y en el respeto de los derechos fundamentales, las libertades de todas las personas, la comprensión intercultural, la tolerancia, la solidaridad y la plena participación de hombres y mujeres. La tarea no es nada sencilla, quizás, por la gravedad del problema, las actuales generaciones nos toca el sacrificio de iniciar un cambio radical, con no pocas dificultades, porque en muchos casos significa exponerse frente a fuerzas que tienen mucho poder y muchos privilegios que difícilmente querrán dejar así por así. Este compromiso debe superar las palabras bonitas y los acuerdos trascendentales que se firman luego de una reunión de dos días de los mandatarios centroamericanos, más por llenar una exigencia con organismos internacionales que por tratarse de un verdadero interés en cambiar las cosas. Estos pueblos están cansados de declaraciones, quieren hechos que resuelvan los acuciantes problemas que nunca o en muy contadas ocasiones, han permitido vivir en auténtica paz. Si leemos el Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de Organización de Estados Centroamericanos, de 1991, nos vamos a encontrar en el papel con un modelo de Centroamérica que jamás lo hemos visto, con una democracia soñada, con una Centroamérica en donde la angustia del desempleo, la dura realidad del sub-empleo y la traumática experiencia de la inseguridad social en todos los sentidos, no existen ni siquiera por asomo. Es necesario lanzarnos a la acción, Centroamérica no puede esperar. Los organismos internacionales, desde su propia competencia, deben colaborar a hacer cambiar las cosas. Gallardo de Hernández escribe en su artículo: «Para alcanzar este desafío comunitario se requiere desbloquear las ideologías, operar cambios en la mentalidad de los tecnócratas, definir objetivos comunes y abrir espacios de participación a la ciudadanía.» 83

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LA CULTURA DE LA VIOLENCIA COMO GENERADORA DE CONFLICTOS José Miguel Cruz, Director del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Introducción El problema de la violencia social que actualmente ha llamado poderosamente la atención de la sociedad salvadoreña no es nuevo en nuestra realidad. De acuerdo a las estadísticas oficiales de la Organización Panamericana de la Salud, en los años setenta, mucho antes de que se desarrollaran los mayores conflictos bélicos del área centroamericana, El Salvador ya acusaba un elevado índice de muertes por violencia intencional que lo colocaba a la cabeza de las estadísticas regionales para esas épocas. La tasa salvadoreña de muertes por homicidios rondaba las 30 muertes por cada 100 mil habitantes; mientras que países como Colombia y Brasil no superaban a las 25/1OO mil. De hecho, estudios históricos han señalado que la violencia en El Salvador se remonta a decenas de años, más allá del inicio del siglo XX (ver Alvarenga, 1996); las repetidas ocurrencias de masacres y exterminios poblacionales como la de 1932 (ver Anderson, 1976) son pruebas fehacientes de que la violencia es un elemento inveterado en la vida social salvadoreña. Sin duda, la guerra civil salvadoreña, con un costo de más de 70 mil muertes, tuvo un impacto en el aumento de los niveles de violencia, ya elevados que tenía nuestro pequeño país centroamericano, pero no sólo eso. Quizás una de las contribuciones más nefastas del conflicto bélico fue la exacerbación de una cultura de violencia ya existente. En tal sentido, la guerra no sólo tuvo un costo en vidas humanas y en recursos materiales, sino que también y a juzgar por las dimensiones del problema en la actualidad, también dejó una impronta muy grande en la conciencia social salvadoreña. Los Acuerdos de Paz pusieron fin directamente al enfrentamiento armado que ocasionaba las pérdidas humanas y materiales en ese momento; pero no pudo revertir el impacto que las mismas habían causado en la población y no preparó a la sociedad para hacerlo. En esta breve exposición trataré de subrayar la importancia de la permanencia de esa cultura violenta - que tiene a la nación salvadoreña como una de las sociedades más violentas del continente americano (ver Iglesias, 1997) y cómo ésta se sigue perpetuando en la conciencia ciudadana cobrando más víctimas en la actualidad.

Algunos datos de la realidad Hagamos, antes de proseguir, una revisión de lo que nos dicen los registros y estadísticas formales en el caso salvadoreño en comparación con otros países. Según los datos de la Organización

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de salud (ver Situación de Salud en las Américas. Indicadores básicos 1995), en nuestro país, de tan sólo seis millones de habitantes se ostenta el segundo lugar en la tasa de muertes de personas de sexo masculino por causas externas (homicidios, accidentes y suicidios) en todo el continente americano, sólo después de Colombia. La misma organización, en su reporte Las Condiciones de Salud en las Américas, edición de 1994, vol. 1, revelaba que El Salvador mantenía el segundo lugar en homicidios dentro de la estructura relativa de mortalidad por causas externas. Lo anterior quiere decir que en este país la gente se muere - y, sobre todo, se asesina - con mucha facilidad y con una elevada frecuencia. Ahora bien, alguien podría dudar de las fuentes desde las cuales, OPS obtiene los datos para construir sus indicadores estadísticos. Veamos, entonces, otra fuente: la Fiscalía General de la República. Los registros preliminares de la fiscalía revelan un total de 7,877 homicidios durante el año de 1995, lo que significa que en ese año murieron asesinadas intencionalmente un promedio de 21 personas diariamente en todo el país. Sumemos las muertes reportadas por la Fiscalía en 1994, cuando ascendieron a 9,135, y tenemos un total de 17,012. Con éste cálculo se tiene inclusive que, en El Salvador, murió asesinada una persona cada hora en los últimos dos años. Sin embargo, un cálculo más revelador es el que resulta cuando vemos los datos de violencia en perspectiva regional. Sobre los mismos datos de la Fiscalía es posible contextualizar, de forma regional, cuando se comparan las cifras con otros países del área. Se puede construir una tasa bruta de homicidios a partir de los datos anteriores de la Fiscalía y compararla con otras regiones de América, y el resultado es muy elocuente. La tabla presenta tasas brutas, no ajustadas. Si hiciéramos el cálculo con ajuste de edad y sexo, tomando hombres entre 15 y 30 años de edad, la tasa salvadoreña sería exponencialmente más alta. Ahora bien, cualquiera podría desestimar esos datos citando la cantidad de muertes diarias en ciudades como Río de Janeiro, donde ciertamente es muy alta; pero una cosa es morir asesinado en una ciudad de 15 ó 18 millones de habitantes y otra cosa en morir asesinado en una ciudad de un millón y medio de habitantes o en un país de sólo 6 millones de habitantes. ¿Cuáles son las causas de todas esas muertes ?, ¿es que acaso todos los homicidios están relacionados con asaltos, robos, secuestros y violaciones? Según los registros llevados por el Instituto de Derechos Humanos de la UCA, sólo el 35 por ciento de las muertes violentas reportadas por la prensa nacional el año pasado, estaban asociadas a un hecho delincuencia¡. El resto de muertes se dieron en circunstancias muy diversas, tales como el enfrentamiento de maras, el ataque sin más con fusiles o granadas a un grupo de personas, ejecuciones sumarias, etc. Tales situaciones no siempre aparecen asociadas al robo y al asalto.

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Veamos ahora los registros del Instituto de Medicina Legal , de los 1,934 cadáveres reconocidos en la zona metropolitana de San Salvador durante 1995, el 70 por ciento de ellos fueron a consecuencia de un asesinato (en diversas circunstancias) y - en menor medida - de un suicidio, pero el 30 por ciento de los mismos habría muerto a consecuencia de un accidente de tránsito, cuyo número bruto es alto. Medicina Legal reconoció 600 cadáveres por accidentes de automotores en San Salvador. Esta cifra podría ser minúscula comparada con los registros de otros países. Sin embargo, al comparar el parque de automóviles que existe en el país con el de otras naciones, inclusive de Centroamérica, fácilmente se puede ver que en este país mueren exponencialmente más personas por vehículo que en cualquier otro lugar. De acuerdo a un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en 1991, El Salvador mantenía la segunda tasa más alta de muertes por accidentes de vehículos de motor, sólo después de Venezuela. Esto en cifras es de 20 muertes por cada cien mil habitantes. Por tanto, morir violentamente en El Salvador parece ser un hecho muy probable. Entonces, viendo todos los datos anteriores, hemos de preguntarnos: ¿puede alguien en estos tiempos decir que el nuestro es un país pacífico?, ¿es que acaso, el haber logrado los Acuerdos de Paz nos ha convertido realmente en un ejemplo de sociedad en paz y reconciliación?, ¿hemos logrado construir una cultura de paz que merezca ser exportada? No, en nuestra humilde opinión, porque donde quiera que se mire, la violencia ha estado conviviendo en este país, aún después de cinco años de la firma de la paz, y la verdad es que pareciera que cada vez estamos aún más lejos de ser un país pacífico. Y esto porque paz significa, en primer lugar, la erradicación de la violencia y de la cultura de la violencia.

La cultura de violencia Por cultura de la violencia esencialmente puede entenderse todo aquél conjunto de actitudes, normas y valores que posibilitan el uso de la violencia como comportamiento legítimo e, inclusive, lo impulsan. En otras palabras, se trata de una forma especial de pensar y de interpretar la realidad que permite que las personas acudan al uso de la violencia como una herramienta de interacción con otras personas. Una ejemplo típico de cultura de violencia se puede encontrar entre las pandillas juveniles, no tanto por la frecuencia con que la usan sino porque ésta es un constitutivo esencial de su forma de relacionarse. Los pandilleros, por ejemplo, deben pasar por pruebas que involucran el uso de la violencia para ser aceptados dentro de su grupo, y en la mayor parte de los casos la utilización de comportamientos violentos no sólo está permitido sino también requerido. En El Salvador, la guerra exacerbó esta cultura, Si antes los salvadoreños acudían a la violencia como una forma alternativa para conducirse socialmente y para lograr algunos objetivos o resolver

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universal y efectiva para resolver los conflictos era la violencia. Muchas personas y especialistas han desestimado el impacto de la guerra diciendo que ésta sólo afectó a los antiguos combatientes y la población civil que directamente se vio afectada por las operaciones militares. Esto no es cierto. La guerra transmitió, inclusive a aquéllos que nunca se vieron involucrados directamente en un hecho violento, que el uso de la misma podría ser provechoso para poder tener dominio y autoridad sobre los demás. En una sociedad tan excluyente como lo es la salvadoreña, esto se convirtió en una herramienta útil para recobrar perversamente una parte del poder social perdido. Así, el conflicto no sólo enseño a sus participantes directos en las técnicas y estrategias bélicas, esto es, no sólo adiestró a soldados y guerrilleros en las maneras marciales; sino que, además, fue demostrando a la población lo eficaz que se podía ser al hacer uso de la agresión y fue educando a las nuevas generaciones, nacidas en tiempos de guerra, que un comportamiento válido y legítimo podía ser el agresivo, aunque esto fuese en contra de la legislación y las normas formalmente establecidas. Por ello, hay que traer a cuenta que la tan repetida pérdida de valores morales como causa de los males sociales y, en especial, de la violencia, puede tener algo de sentido, sólo si se considera que los llamados valores perdidos (que nadie sabe definir con certeza) han sido sustituidos por otros valores que privilegian otros comportamientos y actitudes que, al final, para ciertos sectores de la población han resultado ser más eficaces y más útiles para conducirse en su medio. De alguna manera, esto ha pasado en nuestra sociedad. No será nada atrevido entonces que a pesar del fin de la guerra y de los supuestos esfuerzos por crear una «cultura de paz», la violencia postbélica no es nada nuevo; por el contrario, se ha institucionalizado en el país. En otras palabras, la violencia es ya una institución social. Lo anterior quiere decir que lo que antes constituía una manera concreta de actuar en ciertas circunstancias y en ciertos grupos específicos de la población para resolver sus problemas y sus diferencias o para satisfacer sus necesidades, se ha venido convirtiendo en una pauta habitual de comportamiento de toda la sociedad y se hace normativa de la misma. Con la institucionalización se crea la cultura de la violencia, la cual se encarga de reproducir y extender las normas y los valores aprendidos a través de sucesos especiales de la historia de una nación y que, mediante la institucionalización, llegan a cristalizarse y a convertirse en «lo normal»; lo que es anómalo llega a convertirse en la regla. Bajo la institución social violenta, el comportamiento de los ciudadanos queda definido en roles, recíprocos y complementarios entre sí, inclusive regulados por normas tácitas que llegan a imponerse por sobre el orden legalmente constituido. Pero la cultura de violencia no sólo se refiere a la forma institucionalizada más o menos agresiva en que reaccionan las personas frente a otras; la cultura de violencia se origina desde la forma en que el Estado mismo ejerce sus funciones y legitima el uso de la fuerza y la violencia para lograr ciertos objetivos bajo la justificación de promover un estado de derecho donde prevalezca el orden. En este sentido, el Estado puede promover la cultura de violencia en la medida en que responde a las demandas

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sociales, sean éstas justas o injustas, de la misma agresiva manera. Es más, la reciente aprobación de la Ley de Emergencia es un claro ejemplo de lo anterior. En una situación de violencia informal -aunque cada vez más formal- como la que está viviendo El Salvador, y de lo difuso de sus causas, los roles están claramente definidos socialmente: por un lado, los delincuentes; por otro, la gente honrada; y, también cabría mencionar, a las autoridades. No obstante, con la institucionalización, todos esos actores hacen uso de la violencia para relacionarse en la sociedad salvadoreña y todos la justifican, a su manera. Lo que cambia es la finalidad expresa. De ahí se tiene que para las autoridades pueda ser legítima la solicitud de aprobación de la pena de muerte, a pesar de que al hacerlo se acuden a los mismos métodos que se pretenden combatir. Sin embargo, la elaboración ideológica que se ha hecho de la violencia al centrarla exclusivamente en el crimen, sobre todo en la delincuencia común ignorando el crimen organizado o la corrupción en las instituciones del Estado, ha supuesto la definición de valores que exaltan la fuerza y la represión ante cualquier asomo de desorden; que estimulan la paranoia y la intolerancia, las cuales suponen también el estímulo de comportamientos violentos ante cualquier asomo de sospecha. Pero sobre todo, la elaboración ideológica de la violencia está permitiendo que el Estado legitime nuevamente, sin duda con el apoyo de los ciudadanos, el uso de su fuerza para controlar a una parte de la misma población, lo que pone en serio peligro a la institucionalidad democrática del país; además de que induce a ignorar la responsabilidad de los ciudadanos comunes en la prevalencia del problema. Así, repetimos, no todas las muertes y agresiones que sufren los ciudadanos salvadoreños tienen su raíz en el intento de asalto cometido por un joven psicópata traumado por la guerra. Se ha probado que la mayor parte de la violencia, aún en las sociedades más patológicas, tiene fines instrumentales; es decir, no se mata por el placer de matar o por una crisis esquizoide, por lo general se asesina porque se quiere lograr algo, para llegar a un objetivo; lo que está pasando en El Salvador es que la institucionalización misma está convirtiendo esto en una práctica universal para resolver cualquier conflicto; es decir, lo que comenzó como práctica esporádica con fines instrumentales en situaciones límites, se ha extendido de tal forma que ahora matar por robar un par de zapatos o porque el otro no es tolerado por ser un homosexual o miembro de una familia equis, es ya una práctica común cuando no obligada. Un ejemplo concreto de lo anterior puede ser ofrecido por una investigación reciente del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA, la cual reveló que, preguntados sobre distintas condiciones, algunos salvadoreños dicen estar dispuestos a matar (ver IUDOP, 1997). En concreto, el 15 por ciento de los residentes del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS) - una de las

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el 15 por ciento de los residentes del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS) - una de las regiones más violentas del país - dijo que aprobaría que una persona matase a otra que puede resultar indeseable - léase homosexual, pordiosero, demente, etcétera - y un 55 por ciento, un poco más de la mitad de la población urbana dijo que no aprobaría este asesinato, pero sí lo entendería; más aún, casi el 40 por ciento de los consultados dijo que aprobarían matar al alguien que violó a un pariente y otro 40 por ciento afirmó que no lo aprobaría pero que sí lo entendería. La misma investigación encontró que buena parte de la población justifica el uso de la violencia dentro del hogar y por parte de las autoridades. Por un lado, varios ciudadanos justificaron el uso de golpes para corregir y castigar a los menores y a su pareja; por otro lado y, como un dato sorprendente, más del 10 por ciento de los ciudadanos estaría de acuerdo con que la policía torture a un sospechoso con tal de obtener información. Todo lo anterior no hace sino reproducir más violencia, porque alimenta los patrones sociales que la justifican. La mayor parte de la violencia no comienza desde las calles, sino que desde la propia familia u hogar y, en buena medida, es justificada oficialmente cuando las autoridades abogan por la pena de muerte y la mano dura hacia los delincuentes antes de desarrollar programas de prevención. La cultura de la violencia, entonces, se perpetúa a sí misma, porque la sociedad no encuentra otras maneras responder a la agresión y, para muchos, la paz se convierte en sólo un valor vacío, válido como ideal pero inoperante como forma de comportamiento social.

Las respuestas a la violencia Con todo lo anterior, es necesario comprender que para combatir efectivamente la violencia en nuestro país, la medida adecuada no está en responder con más agresión pues es bien sabido que la violencia sólo produce más violencia - aunque esto no niega que la sociedad deba tener sus mecanismos de coacción como recurso, de última línea. En este punto, hemos de estar conscientes que la respuesta debe ser tan compleja como el problema mismo y que reducirla sólo a una respuesta represiva sólo contribuirá a empeorar el problema. Es necesario entender que el tratamiento hacia la delincuencia pasa por la revisión de las actitudes propias que estimulan el uso de la agresión, la ofensa y la provocación por sobre las otras conductas. En tal sentido, es necesario que la gente comience a “desaprender” sobre las “ventajas” del uso de la violencia. Esto no sólo implica organizar campañas de concientización por los medios que les recuerden a los ciudadanos sobre las desventajas del uso de la violencia o sobre las consecuencias de la utilización de la misma; sino que implica demostrar, con la práctica que el ser pacíficos puede traer más beneficios a largo plazo. Claro está, el esfuerzo de restablecer - en algunos casos, establecer por primera vez los - valores 89

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por el sendero de las buenas intenciones y llamados, deber ser fundamentado sobre un trabajo de modificación de las condiciones que hacen que nuestra sociedad sea un modelo de exclusión social. En otras palabras, no se puede pretender que los salvadoreños aprendan nuevos “valores” y normas de convivencia social, si no se erradican las condiciones que hacen que la cultura de la violencia pueda tener vigencia y legitimidad. Es imperativo no sucumbir ante la histeria de la violencia generalizada, para no olvidar que la violencia tiene parte de su raíz en las frustraciones de buena parte de la población derivadas de su lucha por la supervivencia en situaciones de marginalidad, pobreza e injusticia estructural, y que a pesar de los cambios políticos las condiciones siguen siendo iguales. No se debe pasar por alto que mientras no se ataque de una vez por todas esas condiciones, la delincuencia y la violencia seguirán larvando las relaciones sociales y debilitando el tejido social. De otra forma, lo que seguiremos teniendo en este país no será un difícil proceso de posguerra, como tampoco paz o reconciliación, será - en el mejor de los casos - lo que habremos de llamar la informalización de la guerra. Y entonces, ¿ tiene sentido clausurar oficialmente el «proceso de paz modelo para el mundo» con semejante saldo?, ¿es que ha terminado la guerra? Está claro que los que matan y los que mueren no tienen estatus de fuerza beligerante. Pero no se podrá negar que son parte de una guerra social - una «guerra social». No la guerra de los ejércitos o la guerra de guerrillas, pero sí una guerra nacional, difusa, no oficial. Una guerra de combates no orgánicos, sin ideas y sin proyectos de sociedad. Una guerra que nos está empujando a un grotesco enfrentamiento de los bien vestidos contra los mal vestidos.

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UNA COMUNICACIÓ N PARA OTROS DESARROLLOS, LINEAS DE COMUNICACIÓ N PARA TRABAJAR EL DESARROLLO Nataly Guzmán, Catedrática de Comunicaciones y Periodismo, Departamento de Letras y Comunicaciones Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Proponer y realizar acciones de desarrollo apela a la construcción de relaciones subjetivas de comunicación entre los que participan en ellas. Estas relaciones deben considerarse, aunque sean difíciles de planificar. Aquí radica en gran parte el éxito o el fracaso de un proyecto de desarrollo. Y aquí está también el punto clave para descubrir si el desarrollo de las naciones del primer mundo es sostenible o no para el planeta. Esta exposición está basada en los temas sobre comunicación y desarrollo que explica la comunicadora peruana Rosa María Alfaro en su libro “Una Comunicación para otro Desarrollo”. En primer lugar, se presentará una definición tradicional de comunicación (esquema unidireccional emisor-canal-receptor), que siempre se asocia con medios de difusión masiva. Luego, una definición de comunicación más directa que implica una relación más cercana e inter-personal, donde los emisores son receptores y perceptores, y donde los perceptores son emisores al mismo tiempo. El concepto de desarrollo con el que trabajaremos presenta la estrecha relación que hay entre los procesos culturales y la comunicación (relación comunicación-cultura). No es un desarrollo eminentemente ligado a la tecnología, sino que un desarrollo relacionado con la subjetividad, la objetividad y la identidad sociocultural, que pueda integrar los diversos ámbitos de la vida en sociedad. También se presentarán una serie de líneas estratégicas sobre cómo trabajar las comunicaciones en beneficio del desarrollo, según Rosa María Alfaro, y en qué espacios utilizarlas. Las acciones de desarrollo suponen actividades constantes, cambiantes y cotidianas. En la relación comunicación-desarrollo no hay sujeto pasivo, puesto que siempre media una relación activa. Por tanto, hay que preguntarse qué papel se asigna a los destinatarios y qué relaciones posibles de desarrollo hay que promover. Esas relaciones seguramente serán asimétricas, puesto que cada proyecto de desarrollo va construyendo a cada participante, sus expectativas y sus demandas. Para lograr esto hay que aceptar y procesar todas las diferencias que toda acción de desarrollo supone. La comunicación es precisamente la que va distinguiendo y definiendo las homogeneidades y sus disidencias, los acercamientos y las lejanías de todos los que están involucrados en un proyecto de desarrollo. Esas relaciones comunicativas se van definiendo espontáneamente, llegan a formar parte de la vida diaria y a convertirse en costumbres reales. Observando el papel de la comunicación dentro del desarrollo, nos podemos dar cuanta que hay distintas formas de comunicarse, y que 91

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por consecuencia hay diversos tipos de desarrollo. No existe un tipo único de desarrollo que pueda asegurar el éxito de los proyectos. ¿Qué entendemos por comunicación ? Hay dos caminos distintos para comprender qué es la comunicación y qué papel juega en la sociedad. El primer camino es el tradicional: entender la comunicación como difusión y efectos. Esta concepción nos remite inmediatamente a medios de difusión masiva o a campañas de desarrollo; sin embargo, en ambos casos partimos de una visión instrumentalizada y dogmática de lo que puede lograr la persuasión. Los críticos de esta concepción de comunicación consideran que esta visión no profundiza en la conexión entre medios y sociedad, entre comunicación y acción cultural, entre producción y consumo (reproducción) dentro de la vida diaria. También critican que, esta forma de entender la comunicación, es muy reducida puesto que la piensa exclusivamente desde el punto de vista del emisor, condenando al receptor a ser un sujeto pasivo que no realiza operaciones de intercambio, interpretación o reutilización de los mensajes percibidos. La otra forma de entender la comunicación la plantea como una relación compleja e interactuante entre la sociedad, los medios que utiliza y las inter-relaciones entre los sujetos. En teoría, esta visión supera el reduccionismo del camino anterior, principalmente porque parte de una relación entre comunicación y cultura. Esto implica entonces que se toman en cuenta las relaciones socio-culturales -objetivas y subjetivas- de los sujetos y de los grupos sociales. Desde esta interpretación, las acciones comunicativas crean cultura y construyen interacciones políticas y procesos de organización social. De esta manera se entiende que entre emisores y receptores existen complicidades; inter-relaciones sociales cotidianas, políticas y culturales. La comunicación como proceso y no sólo como plataforma para lanzar mensajes convierte a los sujetos en emisores y receptores a la vez. Ese mecanismo abierto vuelve a la gente interlocutores activos que no pierden su propia forma de ver las cosas, para obtener sus propias conclusiones y construir sus propios símbolos. Esto último es lo que se necesita comprender para que los proyectos de desarrollo tengan éxito: cada individuo o cada grupo específico percibe, siente y asimila la realidad y sus necesidades de forma distinta. Rosa María Alfaro67 explica que al interior de las diversas relaciones establecidas durante acciones y discusiones de desarrollo y sus respectivas inter-locuciones, se van construyendo consensos, acuerdos, valoraciones, pero también se establecen resistencias espontáneas, diversos malentendidos, todo lo cual delimita un campo comunicacional que justifica una intervención educativa importante.

67.

R. M. Alfaro, “Una Comunicación para otro desarrollo, para el diálogo entre el norte y el sur”, Asociación de Comunicadores Sociales CALANDRIA, Ed. Abraxas, 1993.

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Esta segunda interpretación de la comunicación implica a su vez dos líneas. Una de ellas se centra en el movimiento y la organización popular, heredera de los movimientos de comunicación alternativa de la década de los setenta. La segunda, que se centra más en lo masivo y en la opinión pública, está involucrada con la relación comunicación-cultura, con la recuperación y la relectura de lo masivo que desarrolló en los años ochenta Martín Barbero. Si queremos afrontar el fenómeno del desarrollo desde nuevas perspectivas integrales, hay que integrar esas dos líneas como dos dimensiones del ser humano. Esas dimensiones distintas en cada persona son la individual y la colectiva. La individual, más superficial y cotidiana, está relacionada con las ofertas masivas de los medios de difusión colectiva, porque afecta al entretenimiento, al placer y a las motivaciones que se mueven a través de las imágenes de los medios. La colectiva apela a las formaciones más organizativas, y compromete el sentido de la utilidad individual con la vida, la racionalidad política y la formación de instituciones dentro de la sociedad. La clave de la liberación de los sujetos es la interconexión que establezcan entre sí, por lo que deben dialogar e interpelarse. De esta manera pueden surgir nuevas perspectivas para el desarrollo: se redescubre la importancia de conocer al receptor y beneficiario de los proyectos, pero estudiando el conjunto de relaciones inter-subjetivas que surgen en los proyectos entre los diferentes participantes. Esto supone permitir flexibilidades y etapas de desarrollo de esa inter-subjetividad en los planes, la implementación y la evaluación de los proyectos. Esta actitud exige partir de la realidad concreta para volver a ella en el diálogo y en los escenarios públicos, porque estos son caminos metodológicos para la construcción de creencias simbólicas que facilitan la comunicación entre realizadores y beneficiarios de los proyectos de desarrollo. Por tanto, cuando se trabaja en esta línea estamos hablando de dos tipos de proyectos: Los que asumen una estrategia comunicativa de impacto sobre los sujetos, que apuntan a conseguir efectos y difundir mensajes o estímulos, para conseguir resultados en la vida emotiva de la gente; Y los que apuntan a que la eficacia sea un resultado logrado por los sujetos desde una línea de diálogo e inter-relación con carácter interrogante y sin presentar mensajes listos, sino que mensajes que apelen a la actividad de los sujetos para que movilicen sus mentes estructural y coyunturalmente.

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La comunicación como relación para el desarrollo Partiremos de un concepto de la comunicación como dimensión básica de la vida y de las relaciones humanas y socio-culturales, base de las inter-relaciones objetivas y subjetivas de los sujetos individuales y grupales. Todo tiene un significado y toda acción de desarrollo se produce un conjunto de relaciones diversas y complejas. Cada acción y cada relación produce interacción, moviliza al sujeto, lo hace seleccionar, modificar interpretar, valorar, apropiarse y usar otras características concretas y cotidianas. De esto se desprende entonces que no existen esos hechos concretos de la vida -y de las acciones para el desarrollo- que no comprometan la subjetividad y la interacción de varios. Esas relaciones definen las identidades, los modos de incorporarse a los procesos de socialización y a la definición de la vida cotidiana y sus cambios. Es en las relaciones comunicativas donde se compromete la construcción de la identidad individual y colectiva, puesto que desde ellas es que se modifican y se construyen las formas de ser y de comportarse. Hay una estrecha relación entre cultura y comunicación, entre sociedad industrial y cultura de masas, entre identidades que se forman de manera inter-actuante a través de relaciones personales y colectivas directas e identidades que se constituyen a partir de la exposición a los medios masivos. La cultura es cambiante y está incorporada subjetivamente dentro de los sujetos. Son esos sujetos los que ayudan a construirla, porque la cultura de masas no es exterior a ellos. A partir de la cultura de masas se van construyendo las identidades individuales y colectivas, por medio de múltiples y contradictorias experiencias hechas de homogeneidades y de diferencias. De ahí surge el hecho de que América Latina se haya vinculado a la modernidad de una forma muy particular: los sujetos son tradicionales para algunas cosas y modernos para otras, y este continente se está incorporando a la modernidad conjugando imágenes electrónicas con analfabetismo. El desarrollo es en este caso una intervención cultural, aunque el problema atendido sea muchas veces económico y puntual. Habrá que preguntarse entonces qué tipo de diálogo cultural induciremos, qué reordenamiento de la lógica planificadora debemos proponer para que los sujetos del desarrollo se manifiesten desde su lugar para cuestionar, ubicar y usar los objetivos de los proyectos. Las estrategias de intervención social se conforman desde el reconocimiento de que entre unos y otros no se pueden eliminar las diferencias para imponer criterios únicos, porque siempre hay divergencias. La comunicación es una relación que se gesta, se reproduce y que cambia. Es esa misma heterogeneidad del continente la que puede fomentar una interacción mucho más densa y rica en la igualdad de oportunidades y derechos en el desarrollo de las sociedades. Esas diferencias 94

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sólo se pueden entender si se crean relaciones de respeto y pluralidad. Se necesita de proyectos de desarrollo donde se expresen esos múltiples sujetos y sus identidades, garantizando el ejercicio de la auto-estima y del diálogo. En cuanto al aspecto educativo de los proyectos de desarrollo, Rosa María Alfaro 68 explica que actualmente se hace un énfasis excesivo en un proceso educativo racionalizante y centrado en el habla, que no le da importancia a la subjetividad ya los complejos y diversos modos de inter-relación entre los sujetos. Por esta razón, ella sugiere que cada proyecto de desarrollo incluya una estrategia comunicativa precisa que defina las relaciones que deben construirse, los métodos, sus etapas, sus posibles conflictos y soluciones, sustentados en diagnósticos sociales y comunicativos que aborden la inter-subjetividad de las personas (la subjetividad compartida por un grupo).

El papel de los medios dentro de la comunicación para el desarrollo Las comunicaciones para el desarrollo ayudan a re-conceptualizar el papel de los medios en la sociedad. Se trata de examinar qué papeles nuevos están adquiriendo, y cómo se inter-relacion en con los consumidores en sus diversos entornos. No puede haber proyecto de desarrollo que no considere a los medios ni a los cambios que están ocurriendo en la conformación de las culturas políticas. Los medios son necesarios porque la sociedad requiere de espacios de intercambio, de información unificada para construir y consolidar los consensos del poder. Los medios y la sociedad se influyen mutuamente de manera compleja. Los medios promueven el autoritarismo que está aceptado subjetivamente en la sociedad. Por eso los medios no son los culpables de todo, ellos no crean realidades, sino que las representan y recrean, sugiriendo determinados sentidos. Los medios comparten la vida cotidiana de las personas, comprometiendo entonces lo estético, lo afectivo, lo individual. Por eso entre medios y personas se establecen diálogos en los que los medios adquieren la función de mediadores. A través de los medios se conocen personajes, personalidades, instituciones, problemas, etc. aunque sea superficialmente. Lo que ofrecen sirve para pensar la vida propia, reconocerse en las imágenes y datos, comprenderse y compararse, ver a otros y comparar, afirmar o negar, dudar o cambiar de opinión, obtener temas de conversación, relacionarse con lo nuevo frente a lo tradicional. En esa interacción es como se forman gustos, valores y relaciones. El receptor-perceptor produce valoraciones, porque los medios inter-actúan con los públicos más allá de ellos mismos y de sus intereses. Las dos claves de la recepción son aquí placer y utilidad. 68.

Anteriormente citada.

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Desde el placer, la cultura transita libremente con una gran apertura. Los intercambios que los medios permiten producen un cambio cultural que aunque es variado, también contribuye a fijar formas tradicionales de comunicarse. Los medios ayudan a entender lo que se vive. Por otra parte, hay que tener muy en cuenta que en los últimos años, los medios de difusión masiva constituyen los nuevos escenarios políticos donde se construye el poder. La política se ha trasladado desde las instituciones tradicionales al ámbito de los medios. Los periodistas, a su vez, tienden a convertirse en nuevos líderes de opinión. La fascinación que estimulan los medios sucede a partir de coyunturas políticas, de la noticia. Nunca se cuestiona la globalidad, la relación entre noticia y contexto, o las diferentes formas de vivir un suceso. Hay entonces una desproporcionada relación entre la cantidad de información dirigida al sujeto y la cantidad que este interpreta para definir sus valoraciones políticas, lo que crea sujetos des-informados (hiperinformación).

Líneas de trabajo de la comunicación para el desarrollo No hay fórmulas infalibles para el éxito de los proyectos de desarrollo, pero existen algunos aspectos o líneas básicas sobre cómo trabajar la comunicación para lograr el desarrollo. a. Desarrollo Institucional: Las diversas instituciones viven dificultades varias para seguir existiendo, para mantener una comunicación interna que les cohesione, para llegar a consensos y trabajar colectivamente. No se puede apuntar al cambio y al desarrollo sin asumir la generación de democracia y la formación de instituciones fuertes, la existencia de redes de agrupación de diverso tipo que ganen fuerza y sostengan a la sociedad. Para lograr esto, las instituciones deben procurar la continuidad y las transformaciones de mayor alcance al mismo tiempo. La comunicación tiene un papel clave para generar una cultura democrática real. Es importante que se conozcan y que se manejen reglas y normas de la institucionalidad. Aprender a hablar para otros y no sólo para uno mismo constituye un quehacer práctico y metodológico: hay que comprender a los diversos actores con los que una persona se relaciona, para saber adecuar las palabras a la realidad objetiva y subjetiva de otros, sin perder la identidad. Otra dimensión del trabajo comunicativo es la relación entre los espacios privados y públicos, en el uso de la palabra y de la conducción en diversos espacios y momentos que le conciernen al sujeto y a las colectividades.

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La iniciativa de usar los medios de comunicación, el diseño de estrategias comunicativas y la formación de algunas instituciones comunicativas medianamente sólidas (gabinetes o secretarías de prensa, propaganda, etc.) conforma una especialización que la comunicación aporta a la formación de instituciones y a la generación de una cultura democrática dentro de ellas. Enseñar a confiar, a establecer negociaciones de diverso tipo, permite trabajar las articulaciones subjetivas de la sociedad. No basta organizarse, hay que trabajar la dimensión educativa y comunicacional que aporta a construir redes de mayor confianza y sólido trabajo colectivo. b. Desarrollo local: En los planes de desarrollo local, la comunicación todavía no está considerada como un aspecto estratégico. La utilizan pero sólo desde la gestación mercantil de imágenes. La respuesta está en crear procesos que permitan a la comunidad y a sus instituciones a sentirse parte de las instituciones, no solo incorporarse a actividades precisas de desarrollo, sino establecer responsabilidades y sentidos de pertenencia. Se necesita de una participación política que genere conformación de modos de ser y relaciones entre el poder central y las mediaciones de cada país hasta llegar al ciudadano. De allí surge la importancia de relacionar acciones de desarrollo concreto en un ámbito con la auto-formación como ciudadano nacional: ligar el desarrollo local con el nacional. En el ámbito local es fundamental promover las relaciones inter-institucionales en general, para desatar procesos comunicativos varios, que generen intercambios de información, conocimiento mutuo, negociaciones útiles y el compartimiento de proyectos globales. La implementación de los propios proyectos requieren de una legitimación ante la opinión pública. La información y la polémica sobre la problemática y las alternativas locales y sobre los proyectos de desarrollo, son actividades que deberían ser periódicas, buscando articulaciones institucionales: municipios, ONGDs, organizaciones de base, comunidad en general. Esto supone un giro comunicativo de solo sentirse beneficiarios a sentirse gestores y participar como una comunidad más global. Es importante también usar los medios para generar una relación proyectiva a la comunidad y de procesamiento de opinión sobre lo que ocurre en el ámbito. Es entonces clave el rol político que pueden asumir los gobiernos locales como factor de desarrollo y comunicación, para permitir que la población se incorpore a la gestión del estado.

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La comunicación para el desarrollo local pasa por tres etapas: .

La promoción del desarrollo, generar discusión y motivación sobre el desarrollo entre la mayoría de actores sociales, para generar discusiones y motivaciones sobre su utilidad y viabilidad.

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La generación de condiciones básicas de desarrollo, servicios y satisfacción de necesidades básicas, para lo que compromete acciones de inter-relación y capacitación.

l

Se busca la implementación de propuestas específicas de desarrollo, que pasen por la planificación, la potencialización de las capacidades económicas locales, implementación de diálogos políticos y fiscalización de proyectos.

c. Diálogo y articulación de ámbitos y actores: Esta línea de trabajo sugiere una relación más amplia entre ámbitos locales, regionales, centrales, como entre actores que trabajan en dimensiones de competencia con el ámbito nacional o hasta internacional. En primer lugar, está el desarrollo de inter-locuciones directas de instancias más locales frente a ámbitos institucionalizados centrales. Esto puede encaminarse a conseguir beneficios específicos, sin quedarse en la satisfacción de la necesidad inmediata. Cualquier mensaje desde abajo tiene significado político en el diálogo con el poder central, y supone una inter-locución competente y productiva, que colabore en la gestación de participativas más horizontales. En segundo lugar, la relación entre iguales es difícil de ejercer cuando media la competencia frente al poder central y cuando se legitima una tendencia contemporánea hacia la fragmentación de espacios y poderes. Se trata de implementar hábitos de inter-relación entre actores de mutuo apoyo y colaboración. Para lograr esto hay que redefinir las áreas de comunicación y de relaciones públicas de instancias gubernamentales, de instituciones varias, como de organizaciones populares. Lo importante es incorporar lo comunicativo dentro de cada institución: construir relaciones más fijas y directas. La utilización de los medios es importante, pero estos no deben sustituir esas relaciones personales directas. Es peligroso apostar todo por los medios como apostar contra ellos y marginarse. Lo masivo potencia la presencia de temas del desarrollo, pero los aligera y fragmenta. Por ello apostamos a la complementariedad de ambos en comunicación.

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d. Educación desde los medios: En los medios masivos se adquiere legitimación social; sin embargo, las propuestas de desarrollo han estado poco en los espacios masivos y no han construido una relación con la opinión pública. La comunicación le da proyección al desarrollo, lo hace cercano y posible, reproducible por otros. El problema es que se ha trabajado un sentido de lo informativo y de lo educativo poco atractivo y poco efectivo. El goce no ha sido campo de intervención de la educación. Educar, en este aspecto, es interpelar a los sujetos para que trabajen su opinión con más esfuerzo, motivar a escuchar y revisar lo que se piensa al descubrir experiencias nuevas, democratizar la comunicación. Democratizar la comunicación implica asumir los compromisos con un nuevo modelo de articulación social que se sustenta en la capacidad de diálogo, negociación e intercambio. Otro punto importante para la educación desde los medios es la inclusión de la perspectiva de género. La mayoría de las propuestas de género ubican a la mujer como víctima exclusiva de la opresión de género que se ejerce en los medios. Si bien se puede reconocer que las mujeres son las más golpeadas por este tipo de opresión-utilización, el género masculino vive también deformaciones humanas y restricciones culturales y sociales que conforman una identidad absolutamente machista que lo perjudica. La desigualdad entre ambos sexos es el verdadero punto de discusión. Se trata de formular e implementar estrategias para motivar a mujeres y hombres a construir igualdades concretas y cotidianas, como también jurídicas, sociales y políticas. e. Pluralismocultural: En América Latina existe una gran pluralidad cultural sumamente cambiante. En este espacio conviven culturas tradicionales y crecientes intervenciones desordenadas de la modernidad. No podemos identificar tradición con pureza cultural, porqueello supone independizar a la cultura de los sujetos que la hacen vivir. Un objetivo obligatorio debería ser evidenciar la existencia de la cultura híbrida en propuestas y proyectos. Por otra parte, no podemos ver a la modernidad como algo impuro que daña, puesto que en la dinámica moderna, las comunicaciones son mediadas y audiovisuales. Esa modernidad convierte a los medios en instrumentos propositores de cultura. Identificar y trabajar esos acercamientos es importantes¡ queremos integrara la población en el desarrollo. La cultura no es un valor en sí misma, sino que es un valor en relación a las personas y colectivos que la producen y reproducen. Necesitamos combinar respeto con crítica frente a las culturas. Se trata de comprender y buscar transformaciones a través de cambios concretos de la vida, lo cual repercutirá en el aspecto cultural porque se pone al ser humano en el centro del que-hacer cultural, capaz de resistir, cambiar o continuar. Lo importante es que la diversidad de culturas no signifique desigualdad y marginación: el desarrollo debe promover el respeto por las diferencias y el ejercicio por la libertad sin discriminación. 99

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Conclusiones Alfaro propone una visión descentralizada y participativa de hacer comunicación. Le corresponde a todas las instituciones definir sus propias políticas con respecto a las relaciones que se pretenden construir, entre quienes y con qué sentido. Estrategias rectoras del comportamiento comunicacional de las instituciones preocupadas realmente por el país y su destino. Se trata de establecer los diferentes tipos de destinatarios de una propuesta, utilizando distintas variables que vienen de la definición misma del proyecto, como aquellos vínculos a la edad, género, cultura, clase social, etc. estableciendo las mezclas. Se puede elaborar un proceso de diagnóstico sobre cada grupo de actores definidos, con el fin de establecer las homogeneidades y las diferencias entre unos y otros. Una vez conformados los actores, habría que establecer objetivos con respecto a ellos y lo que se les piensa proponer como ubicación dentro del proyecto. Se deben tomar en cuenta las dimensiones objetivas y subjetivas, las individuales y colectivas, lo privado y lo público, como los sectores de trabajo de la comunicación para el desarrollo. Hay que identificar las relaciones que favorezcan las dimensiones humanas, pero también las del proyecto. Esto se refiere al tipo de relación que se busca lograr, los medios, las informaciones que se van a compartir, etc. Algunos proyectos fallan porque las inter-relaciones no están claras. Muchos beneficiarios no saben como identificar y calificar a sus promotores. La comunicación está ligada al desarrollo como objeto mismo de transformación de la sociedad y de las personas, no como accesorio. El concepto de comunicación se entiende como una relación que interpreta la identidad y la acción cultural como centro mismo del desarrollo, y que por tanto debe partir de la relación comunicación-cultura. El desarrollo aparece mucho más ligado al mundo de la subjetividad y de la identidad sociocultural, que al conjunto de tecnologías que puedan aplicarse y al número de proyectos que puedan materializarse. Un desarrollo no centrado sólo en lo económico o en lo tecnológico, sino integrador de todas las dimensiones de la vida social, que entrecruza lo objetivo y lo subjetivo.

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LA RECONCILIACIÓ N, LA COMUNICACIÓ N Y LA EDUCACIÓ N Teresa Palacios de Chávez, Directora de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera

Es nuestro deseo iniciar el desarrollo de este tema con el análisis de un término que por conocido nos parece sabido. Sobre este término resulta interesante y aleccionador volver a sus raíces griegas y latinas. Para los griegos la educación se relacionaba con el pedagogo. Este era el encargado de conducir al niño a la escuela. Esta palabra posteriormente adquirió una más alta connotación o significado, por lo que los griegos más ilustrados, se refirieron al pedagogo como el encargado de conducir la educación de los niños. De allí que el conjunto de normas, principios, reglas y preceptos bajo los cuales se orientaba la educación de los niños y los jóvenes, dio origen más tarde a la pedagogía, o sea, a la ciencia y el arte de la educación. Los romanos, que venían de la tradición cultural griega, fueron más lejos al referirse a la educación. Ellos decían ex-ducere, ex : hacia afuera; ducere (duchere): conducir, con lo que se referían a un proceso dirigido a llevar hacia afuera, las potencialidades o aptitudes de que viene dotado todo ser humano al nacer. El educador tenía como finalidad el desarrollo de esas potencialidades. El desarrollo de estas aptitudes requería no sólo el conocimiento, sino el arte para la conducción y desarrollo de las aptitudes de los seres humanos. En la mejor tradición latina la educación fue considerada una ciencia y un arte, con lo que querían decir, sacar de dentro de los individuos todos aquellas potencialidades que les permitían ser ellos mismos. La educación se regía no sólo por una serie de reglas, normas, principios y preceptos, sino que requería de la habilidad y destreza del educador para hacer aflorar de los educandos todo el conjunto de pontencialidades de que venía dotado. Darle forma a esas potencialidades para llevar a la perfección a los seres humanos requería las dotes de un artista. El educador debía ser un artista, tener la sensibilidad, el sentimiento y el amor para llevar adelante su obra educativa. Debía formar al niño partiendo de lo que el niño era en potencia. Este concepto deriva de la filosofía aristotélica. Para Aristóteles la esencia del hombre estaba en potencia. Para convertirla en acto había que desarrollarla. Esa esencia era la armonía de todas las partes que integran a un ser humano. Para los griegos el desarrollo espiritual del hombre era la expresión de la perfección. Este desarrollo espiritual no excluye el desarrollo físico; pero lo somete al dominio del espíritu. Decían «Educación es darle al cuerpo y al alma toda la perfección de que son susceptibles». Tanto Sócrates como Aristóteles buscaron métodos para el desarrollo de esas potencialidades y encontraron que el diálogo era el método idóneo para el proceso educativo. El diálogo socrático era una conversación de profundidad, era un proceso comunicativo entre el educador y los alumnos. Sócrates no buscaba dar conocimientos, sino sacar de los educandos todas sus experiencias, sus 101

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ideas, sus pensamientos, sus valores, su visión de las cosas. Trataba de comprender al educando, buscando cuál era el sentido o significado de las expresiones de lo que decía. Sobre esta base de comprensión mutua transmitía valores, principios, conocimientos y experiencias sobre una base de comprensión mutua. Sócrates no trataba de formar científicos, sino personas íntegras, es decir, personas física y espiritualmente desarrolladas. Tanto para los griegos como para los latinos la verdad absoluta no existe. La búsqueda de la verdad es una actividad permanente. En consecuencia, nadie es dueño de la verdad absoluta. Lo que debe buscarse es el desarrollo de las capacidades de las personas para que puedan acceder a la verdad. Esto sólo es posible con el desarrollo armonioso e integral de las personas, partiendo de lo que son en potencia, vale decir, de sus aptitudes, inteligencia, conocimientos, experiencias, intereses, etc. Esta tradición pedagógica se perdió con el advenimiento del renacimiento, que marcó el origen del desarrollo de las ciencias naturales y de la tecnología y del paradigma del descubrimiento y existencia de la verdad absoluta. Este paradigma ha marcado la educación de los siglos posteriores al renacimento. La educación ha sido y sigue siendo un proceso de transmisión de conocimientos. Lo que priva en el proceso educativo es una relación vertical. Existe un poseedor de la verdad absoluta, que tiene la autoridad moral y científica para transmitirla. Aún cuando a veces pareciera existir cierta libertad de los educandos para expresar sus propias ideas, sus propios pensamientos, sentimientos, valores, ideales y objetivos, en la práctica, esto es artificial. No existe una verdadera corriente de comunicación. Y es que la comunicación es difícil, porque requiere cierta disciplina, como el saber escuchar. El escuchar es resultado del interés de comprender. Si no existe un verdadero interés por comprender, por meterse en la corriente del pensamiento “del otro”, la comunicación no es posible. El educador ante cualquier expresión de ideas o antes de que se le formule cualquier pregunta, ya tiene la respuesta. Porque los educadores se hablan y se escuchan a sí mismos desde su propia experiencia, desde su propia autobiografía. Se confunde la comunicación con la información. Este no es defecto sólo de la educación, sino que es una característica de las relaciones sociales contemporáneas. Nadie tiene el interés de escuchar, si no de hablar y decir su propia verdad. Muchos conflictos en la sociedad, en el trabajo, en la familia, provienen de la mala o inefectiva comunicación que priva en la sociedad contemporánea. En nuestro hogar nos enseñaron a escuchar y obedecer. En la escuela nos enseñaron a escuchar y a no ser escuchados. Cuando salimos de escuela reproducimos ese modelo.

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De allí que es lógico y psicológico pensar que si aprendemos a comunicarnos, la relaciones sociales pueden ser más sanas y menos conflictivas. Porque no se trata de tu verdad ni de mi verdad, sino de cuál es tu punto de vista y cuál es el mío. Tratar de comprender tu verdad para que tú comprendas mi verdad y llegar a los puntos en que coincidimos y aceptar y comprender aquellos aspectos en que no coincidimos. Esto no es fácil. Es difícil, porque requiere cambiar nuestros paradigmas que tenemos sobre las distintas personas con las que nos relacionamos. Generalmente “nuestras comunicaciones” las desarrollamos en un plano lógico, pero las comunicaciones efectivas se dan en el plano psicológico. En relación a esto el Dr. Covey dice: “¿Es lógico que dos personas disientan y que ambas tengan la razón? No es lógico, es psicológico. Y es muy real.” Pero volviendo al tema de nuestra exposición, la pregunta es la siguiente: ¿En qué medida la educación puede ayudar al desarrollo de la comunicación? Puede hacer mucho. La educación debe empezar por enseñar a los maestros a ser buenos comunicadores. Recuperar esa concepción humanista de la educación griega y latina, porque si eso fue posible en tiempos tan antiguos, también es posible en nuestros días. Los griegos tenían un hábito: sabían escuchar. Los maestros deben ser buenos comunicadores y menos buenos informadores. Deben saber escuchar, en el verdadero significado de esta palabra. Pero muchos no sabemos escuchar. Deseamos que nos comprendan y convertimos nuestras conversaciones en monólogos colectivos y somos incapaces de comprender lo que está sucediendo dentro de otro ser humano. “Estamos llenos de nuestras propias razones, de nuestra propia autobiografía.” Hay cinco niveles de escucha. Cuando hablamos con una persona la escuchamos en cualquiera de esos niveles. Refiriéndose a estos niveles el Dr. Covey pone el siguiente ejemplo: “Cuando una persona habla ......Podemos estar ignorándola, no escucharla en absoluto. Podemos fingir. “Si . Ya correcto." Podemos practicar la escucha selectiva, oyendo ciertas partes de la conversación. A menudo lo hacemos con el parloteo incesante de un niño pequeño. Finalmente, podemos brindar una escucha atenta, prestando atención y centrando nuestra energía en las palabras que se pronuncian. Pero muy pocos de nosotros nos situamos en el quinto nivel, la forma más alta de escuchar, la escucha empática.” Esta última forma de escucha tiene el propósito sincero de comprender, de entrar en el marco de referencia de la otra persona. Al escuchar nosotros respondemos o reaccionamos ante los que nos dicen. Cuando no estamos escuchando en forma empática, es decir, tratando de comprender, de meternos en el marco de referencia de la otra persona, nuestras respuestas tienden a ser autobiográficas, las damos desde nuestras propias experiencias. En esta escucha autobiográfica las respuestas adoptan cuatro formas: evaluación, sondeo, consejo e interpretación. Para una mejor interpretación de este modelo de comunicación, veamos el siguiente ejemplo de una comunicación típica entre un padre y un hijo: 103

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“Papá, la escuela no sirve para nada.” “¿Qué es lo qué sucede hijo?” (sondeo) “No tiene aplicación en la práctica. No saco nada de ella.” “Lo que ocurre es que todavía no te das cuenta de los beneficios. A tu edad, a mi me parecía lo mismo. Pensaba que algunas de las clases eran una pérdida de tiempo. Pero más tarde esas clases resultaron ser más útiles para mí. No te desanimes. Dale tiempo.” (consejo) “Ya le he dado diez años de mi vida . ¿Me puedes decir para qué me va a servir “X más Y” cuando sea mecánico de coches?“. “¿Mecánico de coches? Debes estar bromeando.” (evaluación) “No, no bromeo. Fíjate que Joe dejó la escuela. Está trabajando como mecánico y ganando mucho dinero. Eso es práctico.” “Puede parecerlo ahora. Pero dentro de unos años Joe va a lamentar haber dejado la escuela. Tú no quieres ser mecánico de coches. Necesitas una educación que te prepare para algo mejor que eso .” (consejo). “No lo sé. Joe se está construyendo una muy buena posición.” “¿Estas seguro de lo que dices sobre la escuela?” (sondeo, evaluación). “Hace dos años que estoy en la secundaria. Estoy seguro, es una pérdida de tiempo.” “La tuya es una escuela de mucho prestigio, hijo. Merece un poco de confianza.” (consejo, evaluación). “Todos los chicos pensamos lo mismo.” “¿Te das cuenta de los sacrificios que tu madre y yo hemos hecho para que puedas estudiar allí? No puedes desertar a esta altura.” (evaluación). “Se que os habéis sacrificado por mi, papá. Pero no vale la pena.” “Mira, tal vez si pasaras menos tiempo viendo la televisión y más haciendo los deberes...” (consejo-evaluación). “Papá, es inútil. ¡Oh....no te preocupes! De todos modos, no quiero hablar de esto.” A continuación veamos el ejemplo del Dr. Covey, bajo una relación comunicativa empática. “Papá, la escuela no sirve para nada.” (Quiero hablar contigo, contar con tú atención) “Te sientes realmente frustrado en la escuela.” (¡Exacto! ! ¡ Eso es lo que siento!) “Por supuesto. No tiene aplicación en la práctica. No saco nada de ella.” “¿Crees que la escuela no es buena para ti? (Déjame pensarlo. ¿Es eso lo que quiero decir?) “Así es. No estoy aprendiendo nada que vaya a ser útil para mí. Quiero decir, fíjate en Joe. El dejó la escuela y está trabajando con automóviles. Gana dinero. Eso es práctico.” “Te parece que Joe realmente ha hecho bien” (Bueno....) “Bueno, supongo que sí, en cierto sentido. Verdaderamente está ganando dinero. Pero dentro de unos años, apuesto a que probablemente se arrepentirá.”

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“Crees que Joe va a pensar que se equivocó” “Sí, Fíjate en todo a lo que renuncia. Quiero decir que si uno no tiene una educación, no puede abrirse camino en el mundo.” “Sientes que la educación es realmente importante” “¡Sí! Si no tienes un título, si no puedes conseguir un empleo o ingresar en la universidad, ¿qué va a hacer? La educación es necesaria,” “Realmente sientes que es importante para tu futuro” “Lo es. Y.... ¿sabes qué? Estoy muy preocupado. No se lo dirás a mamá, ¿no es cierto?” “No quieres que tú mamá lo descubra” “Bien, no...Oh, supongo que puedes decírselo. Probablemente se dará cuenta de todos modos. Mira, me han hecho un test hoy, un test de lectura. Papá, me han dicho que estoy leyendo a un nivel de cuarto grado. ¡Cuarto grado! ¡Curso el tercer año de la escuela media! Me van expulsar, papá. Tal vez, si me van a expulsar, podría irme yo mismo. Pero no quiero abandonar la escuela.” “Te sientes confuso. Estás en un dilema.” “¿Qué debo hacer, papá?” “Bien, se me ocurren algunas cosas posibles.” “¿Qué cosas, papá?” “Por ejemplo una ayuda especial con tu lectura. Puede ser que haya algún tipo de programa de apoyo en la escuela.” “Si, existe; ya lo he averiguado. Son dos noches por semana y todo el sábado. ¡Es mucho tiempo!” (Sintiendo la emoción de la respuesta, el padre vuelve a la empatía) “Ese sería un precio demasiado alto.” “Además, papá, les he dicho a los chicos de sexto que voy a ser su entrenador.” “No quieres abandonarlos.” “Papá, si realmente creyera que el curso de apoyo es una ayuda, asistiría todas las noches. Conseguiría que algún otro entrenara a los chicos.” “Quieres la ayuda, pero dudas de que el curso te resulte útil.” “¿Tú crees que lo sería, papá?” (Una vez más, el hijo está en un registro abierto y lógico, De nuevo recurre a la autobiografía del padre. El padre tiene otra oportunidad de influir y transformar) Esta es una comunicación de profundidad, donde afloran los sentimientos, lo valores, los principios sobre los que una persona funda su comportamiento. Se perciben las verdaderas razones en las cuales una persona funda su comportamiento frente a una determinada situación.

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El concepto de los latinos y los griegos significa que la educación es un proceso comunicativo. Si yo tengo que sacar los más excelso de los seres humanos tengo que conversar, no informar, tengo que comunicarme y no sólo decir lo que pienso, porque cuando digo lo que creo que sé, me consideró el dueño de la verdad y no un educador en el verdadero concepto de los educadores griegos y latinos. Desde esta concepción, la educación es un excelente instrumento para desarrollar la habilidad para la comunicación efectiva, a través de la cual las personas aprendan a superar sus conflictos en todos los ámbitos de su vida.

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TODOS PODEMOS SER ACTORES “PROMOTORES Y TRABAJADORES" DE LA PAZ EN CENTROAMERICA Lic. Salvador Alvarado, Catedrático del Departamento de Comunicaciones de la Universidad Don Bosco .

«Si quieres la paz, prepárate para la guerra». Elocuente frase de Tolstoi, que expresa, entre otros significados, el imperativo y exigente trabajo que demanda construir la paz.

La paz es una idea necesaria, imperativa e inspiradora La paz es un bien fundamental de la civilización, del progreso, del orden y de la fraternidad. Considerada de esa forma, la paz trasciende de la mera idea de un acuerdo escrito o una solemne declaración entre naciones o bandos en pugna. Constituye para todo ser humano, una idea imperativa, inspiradora. Pablo VI, expresó en 1972, que la paz «polariza las aspiraciones humanas, los esfuerzos, las esperanzas. Tiene razón de fin y, como tal, es base y meta de nuestra actividad, tanto individual como colectiva.» De tal forma, que ningún ser humano está exento de ser promotor de la paz; pues aquella es una parte fundante de su misma humanidad.

Auténtica Conceptualización de la Paz En la región, durante los últimos años, el tema de la paz y específicamente su conceptualización, ha estado en la agenda ordinaria de diversos sectores sociales. Debido a ello, al escuchar algunas definiciones, es casi natural que, en algunos casos, provoque una sensación de saciedad, de hastío, incluso me atrevería a decir de temor de que, dentro del encanto de esa palabra, se esconda una magia ilusoria, un nominalismo ya trillado y retórico. Al definir la paz es menester despojarla de falsas concepciones que, muy a menudo, la deforman y la alteran. Entre una de las más brillantes definiciones de paz -por su vigencia-, está la expresada por Pablo VI, «la paz no es un estado de estancamiento de la vida, la cual encontraría en ella, al mismo tiempo, su perfección y su muerte: la vida es movimiento, es crecimiento, es trabajo, es esfuerzo, es conquista... ¿lo es también la paz? sí, por la misma razón de que en ella coincide con el bien supremo del hombre peregrino en el tiempo, y este bien jamás es conquistado totalmente, sino que está siempre en trance de nueva e inagotable posesión: la paz es, por lo tanto, la idea central y motora de la fogosidad más activa.» Al aceptar que la paz posee un dinamismo que coincide con el dinamismo de la existencia del ser humano; estamos en disposición de aceptar que la paz no se trata de una idea fija e ilógica nuestra; no es una obsesión, ni una ilusión. Es una certeza. Sí, una esperanza; tiene en su favor el porvenir de la civilización y, más específicamente, el destino del mundo; sí, la paz encierra ese don. 107

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

Trabajando aunadamente por la Paz La Declaración de los Derechos del Hombre expresa que la paz verdadera debe fundarse sobre el sentido de la intangible dignidad de la persona humana, de donde brotan inviolables derechos. Vista de esa forma, trabajar en la consecución de esa óptima síntesis de las aspiraciones humanas, - la paz- exige trascender de los intereses personales, para consagrarse en la defensa de los derechos de la humanidad, entonces podremos considerarnos como fervientes artesanos de la paz. Sólo entonces, el ser humano alcanza la tan buscada trascendencia del ser, en el devenir de los tiempos. Es por eso, que toda persona posee la inherente responsabilidad de ser un laborioso constructor de la paz. Sea en un determinado grupo-familia, escuela, empresa, comunidad, clase social, ciudad, estado. Una paz que no sea el resultado del verdadero respeto de la persona no es verdadera paz. De ahora en adelante hay que ver la humanidad, la historia, el trabajo, la política, la cultura, el progreso, en función de la paz.

Razones para trabajar por la Paz Estoy firmemente convencido, de que en nuestra región, la idea de la paz, aparece flamante y victoriosa en el pensamiento de muchas personas; no obstante las locuras en contra de algunos. La idea de la paz, debe convertirse en una férrea convicción, capaz de inspirar acciones, pues sólo entonces, la razón prevalecerá sobre toda oscura fuerza destructora de la paz. «I have a dream...», fue la frase con la que Martin Luther King comenzó uno de los más importantes mensajes de paz en este siglo. Esa idea movió miles de personas y fue capaz de cambiar obtusas formas de vida. Son las ideas, por encima y con anterioridad a los intereses particulares, las que guían el mundo, no obstante las apariencias de lo contrario. Muestra de ello es que, en nuestra región, fue firmado el Pacto de Esquipulas, cuando la paz no aparecía en el horizonte de la historia; la paz llegó a ser una realidad plena en Centroamérica varios años después. Si la idea de la paz ganara efectivamente los corazones de las personas, la paz quedará a salvo, es más, salvará a las personas. Hoy en día, Centroamérica necesita personas convencidas con la idea de la paz, pues éstas serán capaces de silenciar los tambores de guerra que suenan en diversos puntos geográficos. El rol de la opinión pública juega un importante papel en la vida nacional. Y aquella se construye sobre la opinión individual. Por tanto, el destino de la paz depende también de cada uno de nosotros. Porque cada uno forma parte del cuerpo civil operante en el sistema democrático de las naciones centroaméricanas. La paz es posible, si cada uno de nosotros la quiere; si cada uno de nosotros la ama. La paz, educa y forma la propia mentalidad en la paz, defiende la paz, trabaja por la paz. Cada uno de nosotros debe escuchar en su propia conciencia la llamada imperiosa: «La paz depende también de ti». Ciertamente, en la tarea de la paz no existen adhesiones vanas, la paz se construye sobre el aporte individual, en algunos casos silencioso y anónimo. Estemos donde 108

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estemos, desde cualquier puesto, sea este público o privado, hasta el más humilde de los empleos, podemos fomentar la construcción de la paz. La paz necesita la constante sucesión del impulso creador de toda persona de buena voluntad. La paz es valentía, es sabiduría, es deber; y finalmente es, sobre todo, interés y felicidad.

Propuesta de acciones para construir la Paz El ideal de la paz exige que, desde ahora, la adoptemos como una vocación personal dentro de nuestro proyecto de vida, permítanme proponerles los siguientes caminos: Comulgar con el ideal de la paz en todo nuestro que-hacer personal y profesional. Difundir a toda escala y por todos los medios la idea de la paz. Participar activamente en los programas de Educación en la paz impulsados en la región. Existen otros caminos, todos son valederos e impostergables, en cada uno de nosotros está la decisión de contribuir a la paz.

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

CONCLUSIONES DE LAS MESAS DE TRABAJO La Prevención de Conflictos, MESA 1: La temática sobre Prevención de Conflictos concluye: Que los medios no previenen de manera sistemática los conflictos generados al interior de la sociedad, solo se limitan a difundir. Es necesario que los medios y las instituciones promuevan el conocimiento de los derechos humanos para la prevención de conflictos, para ser vigilantes y mediadores del entorno social. Se deben crear mecanismos normativos que regulen la labor profesional de los periodistas, educadores, publicistas, dueños de los medios de comunicación para evitar que se violen los derechos humanos y que promuevan la tolerancia y la convivencia social. Crear redes de información que sean operativas y que permitan prever conflictos. Promover y difundir la memoria histórica. Las instituciones deben hacer atractiva la difusión de los derechos humanos para que la población vaya haciendo suyos tales derechos, y se auxilie de las instituciones creadas con ese propósito. La Comunicación y las Crisis Humanitarias, MESA 2: En la temática de la Comunicación y las Crisis Humanitarias se concluyó: Destacar la importancia de la sociedad civil en la promoción de la Cultura de Paz. Desarrollo no debe confundirse con las cifras macro económicas sino con abrir posibilidades de empleo, de educación, culturizar a la comunidad a través de los medios de comunicación. Los medios de comunicación actúan de forma reactiva ante los desastres naturales y no de forma pro-activa. Los medios de comunicación deben ser mediadores directos, confiables y honestos entre los sectores de la población.

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Los Nuevos Conceptos de Seguridad, MESA 3: Las consideraciones de la mesa de trabajo sobre los Nuevos Conceptos de Seguridad son las siguientes: El machismo como cultura es un elemento generador de conflictos. La discriminación y la injusta distribución de la riqueza es fuente generadora de conflictos. Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de no difundir prejuicios hacía los distintos sectores sociales. La seguridad social se debe convertir en un instrumento clave para promover la paz social y la estabilidad económica en el país. Los medios de comunicación pueden contribuir a la integración centroamericana no exaltando los nacionalismos destructivos. Se recomiendó iniciar una campaña sutil y de largo alcance que tienda a generar opinión pública para desmantelar los ejércitos de los países del Istmo Centroamericano. Si Centroamerica se enrrumba hacia una integración, los presupuesto militares pueden servir para hacer inversiones mas productivas. Hay que concientizar a los centroamericanos sobre los retos, esfuerzos y sacrificios de la globalización, para convertirse en una sola región. Los medios de comunicación ocupan como instrumentos de ideologización la función de construir y orientar a la opinión pública. En la cultura de la violencia, los medios de comunicación juegan un rol preponderante, con lo cual lesionan la seguridad democrática de Centro América. Los medios de comunicación deben tener unos propósitos éticos, y la responsabilidad de orientar hacia la Cultura de Paz. Se recomienda a los periodistas e investigadores, investigar la raíz común que une a todos los salvadoreños y destacarla como denominador común que une a todas las personas de la nación.

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Seminario Taller los Medios de Comunícación,

La Educación y la Cultura de Paz, MESA 4: Las consideraciones de la mesa de trabajo sobre la Educación y la Cultura de Paz son las siguientes: Que el desarrollo es una alternativa a la violencia. Que la comunicación para el desarrollo no se limita a campañas publicitarias, si no que debe fortalecer y crear espacios democráticos. Que el conflicto en las sociedades viene, entre otras cosas, por una falta de comunicación. Se parte de que la cultura, sea violenta o pacífica, es un proceso social aprendido, por tanto, las instituciones y los medios ejercen una influencia importante. Que la paz es una línea motora del progreso. La Cultura de Paz debe ser considerada como un eje transversal de los programas de las Escuelas de Comunicaciones, y a la vez inspirador de las actividades extra-curriculares. Que la Cultura de Paz es una actividad multidisciplinaria y multidireccional. Que partiendo de lo general y de los procesos a largo plazo: A nivel internacional se debe promover la convivencia pacífica entre naciones.

A nivel nacional es necesario modificar las estructuras jurídicas y sociales para lograr una mayor participación de la sociedad en la toma de decisiones del Estado. A nivel institucional es necesario modificar el ambiente de trabajo y mejorar las condiciones laborales. A mediano plazo debe buscarse: La educación formal debe transformarse y que los instructores deben convertir el espacio de la escuela en espacios de convivencia y de disfrute. Las Escuelas de Comunicaciones deben incorporar elementos de estudios sobre la Cultura de Paz tanto en los curriculum como en las relaciones docente-alumno. Eliminar el autoritarismo en la práctica educativa. Educar para la diferencia no para la homogenización. Reforzar la ética como componente de la formación del comunicador.

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

La cultura de paz debe constituir una forma de vida personal que se refleje en una práctica diaria.

CONCLUSIONES GENERALES La sociedad civil como actora protagonista de la Cultura de Paz. Cultura de Paz son: Democracia Derechos Humanos Educación Desarrollo

Los temas básicos de la

Los medios de comunicación han de ver cual debe ser su aporte permanente al fortalecimiento de estos cuatro ejes de la cultura de paz. Propuestas educativas relacionadas con los medios y la comunicación: que la Cultura de Paz sea un eje transversal en los programas de las escuelas de periodismo y comunicaciones que la Cultura de Paz inspire actividades extra-curriculares dar más espacio en los medios a los estudiantes El rol de los medios de comunicación: que sean mas pro-activos y no tan reactivos que su información sirva para que la sociedad actúe potenciar el periodismo cívico potenciar que la población civil sea la protagonista utilizar lenguaje sencillo y comprensible interpretar los hechos es mediador entre diferentes sectores crear códigos de conducta y mecanismos normativos para los medios. difundir la memoria histórica promover los derechos humanos promover el desarrollo humano, centrado en las personas mostrar las reales fuentes de inseguridad (desempleo, pobreza, machismo, etc.) difundir los valores de cultura de paz apoyar los esfuerzos de desmilitarización

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Seminario Taller los Medios de Comunicación,

EL PROCESO DE LA PREVENCIÓ N HECHO - DINÁMICAS

Visibilidad

Medios comunicación /

ALERTADORES

ONG’s Organ. Internacionales Otros

INFORMACIÓN

INFORMACIÓN

correcta

incorrecta

ANÁLISIS

ANÁLISIS

correcto

114

correcto

DECISIÓN

INDECISIÓN

correcta

incorrecta

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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz

Etapas de un conflicto Estadios de paz o conflicto eMM

.......................................................................... GUERRA

. .._....................................................

ESTABLECIMIENTO PAZ

IMPOSICION PAZ

(gestión del conflicto)

(mitigación del conflicto)

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . viol CRISIS

DIPLOMACIA CRISIS

MANTENIMIENTO PAZ

(gestión de crisis) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . confrontación PAZ

_..

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(terminación del conflicto) ‘-. ._... 9

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DIPLOMACIA PREVENTIVA,/-?

INESTABLE . ..___...............____....

. . . . . . aproximación CONSTRUCCION DE PAZ

PAZ

DIPLOMACIA DE PAZ

ESTABLE

O POLITICA

..................

DESPUES DEL CONFLICTO reconciliación

esolución del conflicto)

3

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