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superyo | adolescencia precoz
Signo de los tiempos
Adolescencia precoz Siguen el último grito de la moda, manejan con soltura equipos de alta tecnología y toman decisiones en casa; pero son niños que no llegan a los 12 años. ¿Los pequeños de hoy maduran antes o los presiona la sociedad de consumo?
¿Hasta qué edad se es niño? Existe una percepción generalizada de que la infancia cada vez es más corta. En los últimos años, padres, educadores y psicólogos advierten el surgimiento de una creciente franja de niños, de entre 8 y 12 años, que actúan como si fueran mayores: se visten como adolescentes, toman decisiones en el hogar y adoptan conductas de confrontación con los adultos. Si bien el deseo de jugar a ser grandes obedece al normal desarrollo infantil, estos pequeños denotan un prematuro abandono de su rol de niños. Desde el punto de vista de la Psicología, la adolescencia es la etapa en la que el individuo define sus elecciones de vida, incluida su vocación. Cuando esta fase se adelanta, no suele ir acompañada de un proceso de maduración acorde: estos niños se arrogan un grado de autonomía que aún no tienen, una libertad que no pueden sostener.
Invención del siglo XX Cada etapa de la vida –niñez, adolescencia, adultez, vejez– es una construcción social. Por ejemplo, un siglo atrás, una persona de 60
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años era considerada anciana y hoy esa edad es vista como un período de vitalidad plena. En ese sentido, la adolescencia es prácticamente un “invento” del siglo XX, pues hasta finales del siglo XIX este concepto no existía: un niño se insertaba en el mundo laboral entre los 7 y los 12 años; y alrededor de los 15, el joven ingresaba de manera formal al mundo adulto, constituyendo una familia. Luego de la Revolución Industrial surgió la necesidad de producir trabajadores más capacitados. En consecuencia, algunos hijos de las clases medias y altas retrasaban su iniciación laboral para poder estudiar. Recién en las primeras décadas del siglo XX aparecieron algunas leyes que intentaron poner freno al trabajo infantil, a la vez que nacía una conciencia universal en torno a la necesidad de proteger a los niños e incluirlos masivamente en la educación pública. En los últimos años, la extraordinaria influencia de los medios masivos de comunicación y la voracidad de un mercado por extender la franja de consumidores a todos los segmentos de la población han incidido de manera determinante en las nuevas formas
modelo eduardo sandoval (agencia talenticos) / maquillaje martha ramírez
Elizabeth Levy Sad y Paola Solbes | Fotografía Roberto mata
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Tweenagers Derivada de la frase en inglés between ages (entre edades), la palabra tweenager define la franja etaria de los que están a mitad de camino entre la niñez y la adolescencia. Este término se utiliza en el ámbito de estudio de los hábitos de consumo en los países más desarrollados, y da cuenta de cómo los niños se han convertido en un importante segmento consumidor, al cual las empresas tratan de captar. También se comenzó a usar para definir a las niñas de entre 8 y 12 años que se visten como adultas, imitando, por lo general, a sus actrices o cantantes preferidas, o a sus propias madres.
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de comportamiento. El mercado tiene gran interés en vender sus productos a los niños, y los preadolescentes son una excelente plaza, pues tienen un marcado perfil consumidor e influyen en las decisiones de los adultos, sobre todo en lo que se refiere a la compra de equipos de nuevas tecnologías (computadoras, celulares, tablets).
Fronteras difusas
modelo leinad zerpa (agencia talenticos) / maquillaje martha ramírez
Además del contexto social, en la adolescencia prematura también inciden los cambios que se
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dan en las estructuras familiares, alertan los especialistas. “Hoy se percibe una adultización prematura del niño, la cual es provocada, en parte, por un desplazamiento del rol del adulto, que permite a sus hijos participar en círculos que antes estaban reservados sólo para los grandes”, advierte el psicoanalista Carlos Enrique Barbato. Recitales de rock, reuniones de amigos, películas con temática adulta son algunas de las actividades en las que los padres incluyen a los pequeños, borrando las fronteras generacionales y generando una disolución de sus espacios privados en los que se habilita a los niños como si fueran mayores. “Cuando los padres no son una autoridad, cuando negocian con los hijos como si fueran sus pares, se pierden los límites y los espacios propios entre los individuos”, sostiene el psicoanalista Ezequiel Jaroslavsky. Algunos padres quieren tener una relación de amistad con los hijos y compartir con ellos situaciones que atañen a los grandes. Ahí se produce una suerte de inversión de roles: si el padre se comporta de manera infantil, el niño “se hace el adulto”. Jaroslavsky subraya que “las estructuras familiares ahora son más laxas y se borran las diferencias generacionales entre padres e hijos: los niños son empujados a desarrollar una vida pseudo-adulta como consecuencia de carencias en el ámbito familiar”. Como ejemplos de estos nuevos escenarios destacan: • El escaso tiempo que algunos adultos dedican a sus hijos y que pretenden compensar incluyéndolos en actividades de adultos. • Las relaciones que derivan de los nuevos modelos de familia –ensamblada, monoparental– con las segundas parejas de los progenitores o con los medios hermanos. Frente a estas estructuras, el niño no siempre logra encontrar el lugar que le corresponde.
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Los niños de hoy demandan otro tipo de lectura: los cuentos de hadas y duendes quedan reservados para los más pequeños
Conductas de riesgo En los medios de comunicación muchas veces se muestran niñas vestidas y maquilladas como mujeres, adoptando posturas sensuales, y algunas marcas de ropa usan esa misma estrategia para llegar al público preadolescente. Los especialistas advierten que una de las características más alarmantes de los niños que se comportan o visten como grandes es que quedan posicionados en un lugar para el que no están preparados y expuestos a situaciones de riesgo. Verónica Kenigstein, terapeuta y educadora en temas de sexualidad, explica que el niño adultizado “es una figura creada por la moda y la cultura de consumo para vender algo que las personas necesitamos: sentirnos atractivas y
Libertad y control El preadolescente, al igual que el adolescente, es un “sujeto en construcción”: las elecciones que hace en esta etapa (vestimenta, amigos, conductas) tienen carácter transitorio, pero el adulto debe controlar qué decisiones le permite tomar a un niño y cuáles no. No se puede aprobar todo lo que quiera hacer. Al poner límites, aunque se enoje, el niño interpreta que es cuidado y querido y que puede continuar en el rol infantil que le corresponde.
aceptadas, formar parte de…”. Las sensaciones de rechazo y exclusión empujan a los niños a asumir conductas que no reflejan lo que realmente sienten, porque aún no lo saben.
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una sexualidad explícita y generalizada desde los medios de comunicación y las redes sociales”. La especialista precisa que los pequeños pueden llegar a jugar y disfrazarse de un personaje precozmente “erotizado” y luego no pueden hacerse cargo de lo que generan. Esto produce un conflicto entre la apariencia física y la sensación íntima del niño: lo tratan como grande, pero se siente desconcertado y desprotegido. Algunas niñas, revela Kenigstein, “dejan de serlo abruptamente, para ser mujeres sexuales. Desde la mirada ‘masculinizada’ de la sociedad de consumo son objetos de deseo. Aún no tienen recursos psíquicos para definir con quién y de qué manera relacionarse, y se ven expuestas a
Alerta a los padres • No modificar la vida familiar en función del niño. • No permitirle intervenir en las conversaciones de los adultos. • Impedir que maneje un celular propio hasta que tenga una edad adecuada. • No atribuirle una posición de “experto” que asesora a los padres. El adulto debe tomar las decisiones en cualquier tema. • Respetar la privacidad –del hijo y de los padres– en casa. • Sin descalificarlo ni dejar de escucharlo, hacerle saber al niño que hay reglas que no se negocian. • Controlar que los programas que ve en TV sean apropiados para su edad y evitar que tenga el televisor en su habitación. • Tratarlo de acuerdo a su edad: no sobreprotegerlo ni apresurarlo. A través de juegos, apelando a la imaginación y presentando alternativas a las presiones sociales, se le llama a seguir siendo niño. • Instalar filtros para las páginas con contenidos violentos y sexuales en Internet. • No “disfrazar” de mayor al niño ni a la niña: no deben aparentar más edad. • Establecer límites y decirle “no” cuando corresponda: el niño debe aprender a manejar la frustración.
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Todo a su tiempo La adolescencia es una etapa de ruptura y de cambio. Hasta los 11 años, aproximadamente, las opiniones de los niños responden a los modelos familiares. Es a partir de esta edad, refieren los especialistas, que se produce la denominada “exogamia”: un alejamiento de los modelos de conducta y de pensamiento de la familia para comenzar a formar su propia personalidad. Hay un proceso de cambio que es natural y responde a conductas y actitudes propias de cada época. Por ejemplo, la imitación de la forma de vestir de sus referentes artísticos, deportivos o musicales, y la apropiación temprana de equipos de alta tecnología, antes reservados a los adultos. Otro ejemplo es la literatura infantil, la cual incluye ahora entre sus temas el suspenso, el terror o las redes sociales. Los niños de hoy demandan otro tipo de lectura y exigen un planteo menos infantil y más dinámico en los relatos: los cuentos de hadas y duendes quedan reservados para los más pequeños. “Los niños de 10 años buscan lecturas que antes estaban destinadas a adolescentes de 15”, asegura la profesora de Ciencias de la Educación Paula Zivano. Pero estos cambios no son alarmantes, más bien son un signo de los tiempos. A lo que hay que prestar especial atención es a la interrupción prematura de la infancia.
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Avidez sin límites En algunos países el mercado diseña productos para propiciar el “salto” a la vida adulta: • Brinda días de spa –como alternativa a la fiesta de cumpleaños– para niñas de 11 años. • Organiza reuniones de pijama party en hoteles. • Establece horarios en las discotecas especiales para menores. • Ofrece equipos de alta tecnología que reemplazan a los juguetes abandonados tempranamente.
Barbato advierte que un niño enfrentado a asumir un rol de adulto antes de tiempo “pierde la fase de latencia –el período de espera antes de entrar en la adolescencia– y deja de tener un interlocutor válido (el adulto), lo cual le origina sentimientos de desamparo e inseguridad”. El proceso de maduración de cada ser humano debe nutrirse de variadas experiencias, y cada etapa debe atravesarse a su tiempo, sin apresuramientos. De lo contrario, se pierde una oportunidad única e irrepetible para el individuo, el cual, además, llegará a la adultez con un grado de desconcierto y de inmadurez emocional muy difícil de revertir.
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F u e n t e s c o n s u lta d a s º Carlos Enrique Barbato, psicólogo. Docente de la Universidad Nacional de Rosario
(Argentina). Autor de los libros Escritos fuera de sus archivos y Psicoanálisis en nuestra época, y de numerosos artículos sobre infancia y adolescencia. º Ezequiel Jaroslavsky, psicoanalista. Presidente de la Asociación Argentina de Psicoanalistas de Familia y Parejas. Director de la revista Psicoanálisis & intersubjetividad (www.intersubjetividad.com.ar). º Verónica Kenigstein, terapeuta especializada en sexualidad y vínculos conscientes. Autora del libro Sexos encontrados. Cómo mejorar tu vida amorosa / (www.senderosdelplacer.com.ar). º Paula Zivano, profesora de Ciencias de la Educación. Responsable del área de promoción de la lectura en la Biblioteca Pública Municipal Leopoldo Marechal (Argentina). º La causa de los adolescentes, Françoise Dolto. º Así piensan nuestros adolescentes, Marta Schufer y otros autores.
a g r a d e c i m i e n t o Ghery Ramírez Torres
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