SÍMBOLOS QUE MUEVAN EL MUNDO El pacifismo evangélico de los Hermanos Berrigan Comunidad de Vida Cristiana CVX‐Galilea (Madrid, España)
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Si resistimos es porque creemos y si creemos es porque podemos seguir resistiendo Daniel Berrigani
Andrés García Inda y Bárbara Arizti Martín, 2010: Los hermanos Berrigan: Vivir en la Protesta. Fundación Emmanuel Mounier, Madrid.
1. INTRODUCCIÓN En 2010 fue publicado en España un magnífico libro cuyos autores son la activista Bárbara Arizti y el profesor Andrés García Inda, miembro además de la CVX en Zaragoza. El libro es el resultado de una profunda investigación sobre la vida y obra de los hermanos Berrigan, dos sacerdotes ‐un Josefita y un jesuita‐ comprometidos radicalmente por la paz. En este documento mostramos algunos aspectos fecundos para la meditación, pero no puede recoger toda la riqueza de este libro que aconsejamos vivamente leer. Proponemos la meditación personal y grupal en tres líneas. Primera, cómo el trabajo por cambios estructurales o políticos, requiere una interioridad transformada también. Segunda, la necesidad de generar acciones y figuras que sean símbolos de referencia e inspiradores en la vida pública para el cambio de las conciencias y la movilización. Tercera, el compromiso por la paz, una de las más olvidadas causas de este comienzo del siglo XXIii. Daniel Berrigan –a quien podemos ver actuar en el papel de un jesuita mayor en la película La Misión de Roland Joffé‐ y su hermano Philip Berrigan representan un destacado ejemplo de la larga tradición estadounidense de la desobediencia civil y una inspiración para crear símbolos públicos para la transformación y la Evangelización. Esta meditación propone una lectura orada de la vida de los Berrigan, que por su carácter desafiante y su radicalismo evangélico, no puede sino suscitar asombro e interpelación al compromiso.
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Nos hacemos varias preguntas: • ¿Qué símbolos necesita nuestra cultura para remover las conciencias? • ¿Qué signos se requieren para que la gente se hagan preguntas y se desate una inquietud de lo mayor? • ¿Dónde se está jugando hoy la causa de la paz? • ¿Hasta qué punto la violencia del mundo anida también en nuestro corazón? • ¿Qué resistencias contraculturales nos inspira el Evangelio? • ¿En qué cuestiones no seguimos a Cristo por temor a las “prisiones” o “sentencias” de la sociedad: desprecio, ridículo, incomprensión, vergüenza…? • ¿Qué no nos atrevemos a hacer para seguir a Cristo, por miedo a poner en riesgo nuestro bienestar, nuestra carrera, nuestra imagen? • ¿Qué nos inspira el coraje de los Hermanos Berrigan? • ¿Dónde nos podemos encontrar hoy profetas que clamen contra las violencias del mundo? • ¿Cómo detener las grandes violencias e injusticias del mundo que producen tanta muerte y tanta impotencia por su poder y escala global? • Los Berrigan impulsaron acciones en la calle y ante la opinión pública, con voluntad de elevar símbolos públicos que removieran las conciencias, ¿por qué hemos abandonado las calles y la plaza pública al vacío, el puro paso o la publicidad? Terminamos esta introducción con una cita con la cual comienza su aventura este libro. Frente a los poderes anónimos sólo salvan los rostros personales… [Por eso] lo más necesario son las figuras morales que quiebran ciertas evidencias sobre las que estaba asentada la sociedad y la confrontan con los imperativos primordiales de la vida humana: la verdad, el prójimo, la esperanza, Dios, la imposibilidad de dormir plácidamente mientras la injusticia, el hambre o la desesperanza reinan en derredor. Olegario G. de Cardenal, 8 de julio de 2008
(Figuras morales frente a ídolos. ABC. P.3)
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2. ORACIÓN DE ENTRADA ARADOS Y PODADERAS Isaías 2, 1‐18 Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: "¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor! La llegada del Día del Señor Sí, tú has desechado a tu pueblo, a la casa de Jacob, porque están llenos de adivinos de Oriente, de astrólogos, como los filisteos, y estrechan la mano de los extranjeros. Su país está lleno de plata y oro y sus tesoros no tienen fin. Su país está lleno de caballos y sus carros de guerra no tienen fin. Su país está lleno de ídolos; ellos se postran ante la obra de sus manos, ante lo que fabricaron sus propios dedos…
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La mirada altanera del hombre será humillada, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día. Porque habrá un día para el Señor de los ejércitos contra todo lo arrogante y altanero, contra todo lo alto y encumbrado, contra todos los cedros del Líbano altaneros y elevados, contra todas las encinas de Basán, contra todas las montañas altivas, contra todas las colinas encumbradas, contra todas las altas torres, contra todo muro fortificado, contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos suntuosos. El orgullo del hombre será humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día, y hasta el último de los ídolos desaparecerá.
3. MATERIAS PRIMAS a. Vocaciones en una familia obrera católica Daniel Berrigan nació en 1921 y su hermano Philip en 1923, en Syracuse, Minnesota. Junto con sus otros cuatro hermanos formaban una familia de origen irlandés y profundamente religiosa. Su padre, Tom Berrigan, tenía un fuerte carácter con el que los hijos mantenían una relación difícil. “Daniel definiría a su padre como un ‘oscuro y violento regalo’ que no sabía cómo buscar el amor de sus hijos y cuya alma era ‘un lago de tormenta impredecible’.”iii También era un esforzado e inagotable trabajador y una persona muy comprometida con el catolicismo y el socialismo. La madre de la familia era Frida Fromhart, de origen alemán, que enseñó a los hijos a gestionar la violencia de su padre y el significado de la compasión y la ternura. Era una familia en el borde de la pobreza: granjeros reconvertidos en obreros del ferrocarril y la construcción. Pero siempre mantuvieron el hábito de criar algunos animales y plantas en una pequeña huerta aneja a la casa familiar, en lo alto de una colina. Daniel, Philip y sus hermanos vivieron una intensa experiencia de solidaridad cuando en plena Gran Depresión, sus padres les enviaban con lo poco que tenían a socorrer a las familias que lo pasaban todavía peor que ellos en el pueblo. Recuerdo vivamente que cobijamos y alimentamos durante aquella época a un constante número de indigentes en aquellos años oscuros de desgracia. Hasta los vecinos que no podían dar cobijo o ropa a aquellas pobres gentes, siempre les decían que algo encontrarían en nuestra casa.iv Daniel Berrigan
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La relación de la familia Berrigan con el mundo católico era intensa. Ambos padres transmitieron a sus hijos una fe viva, práctica y comprometida. Un hermano de su madre Frida era sacerdote diocesano y una hermana de Tom, su padre, era Hermana de la Caridad. Los chicos Berrigan adoraban a ambos. Syracuse, además, era una localidad literalmente fundada por la Compañía de Jesús, así que, cuando Daniel, recién cumplidos los dieciocho años, quiso formarse para ser sacerdote, encontró natural buscar a los jesuitas junto con su amigo Jack Saint George, aunque nunca habían conocido ninguno. Ingresó en el noviciado en 1938, estudió Filosofía y Teología y se ordenó sacerdote en 1952. El siguiente poema pone a un hombre rezando en el metro al volver del trabajo en la tarde. Siente que el mundo pesa, se pregunta por qué darlo todo para seguir trabajando por el Reino y a la vez sabe que en cualquier momento Cristo podría hacer brillar una hora del asombro. ORACIÓN EN EL METRO A LAS SEIS DE LA TARDE Daniel Berrigan Inestable, mi oración culmina o se derriba. Por qué voy a gastar aquello que amo? Hacerme un lugar en el Reino de la Luz o malvivir buscando viejos lustres desaparecidos entre lo austero y lo severo?Un único crédito: SIN DAÑO. Nuestra travesía dibuja en el agua: TAL VEZ. Sin embargo Podría producirse ya ¿Quién sabe quién sabe Si alguna hora Va a volverse hacia nosotros asombrosa? Como si Cristo hiciera un nuevo salto mortal. Sus palabras, su corazón.
Philip, dos años menor, fue a estudiar a un High School, donde destacó por sus dotes deportivas. En 1943 fue alistado a las Fuerzas Armadas para ser enviado al frente europeo de la II Guerra Mundial como sargento de infantería, donde pasó más de un año. “Llegó a intervenir en la batalla y tuvo ocasión de conocer de primera mano los efectos de la guerra y los bombardeos no sólo en Inglaterra… sino también en Alemania (Münster), los horrores del nazismo y de los campos.”v Philip se muestra indignado por el racismo contra los negros en el ejército estadounidense y se siente internamente endurecido por la experiencia: Érase un tiempo en el que partí hacia una cruzada y volví a casa orgulloso de la victoria. Maté para demostrar la inmoralidad de matar. Masacré con el fin de probar la ilegalidad del asesinato en masa. Devasté para demostrar que devastar es injusto. Extrañas y bastante desconcertantes contradicciones. Philip Berriganvi
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Licenciado, regresa en 1945 a Estados Unidos y tras un tiempo de desolación y devaneos con el alcohol, decide ingresar en la Sociedad de San José (los josefitas), donde se ordena en 1955. Su primer destino es una parroquia de un barrio popular afroamericano de Washington, donde desde su misma llegada se implicará en el movimiento de defensa de los Derechos Civiles. b. Compromisos a favor de la comunidad afroamericana y contra la Guerra de Vietnam Mientras Philip se formaba con los josefitas, su hermano Daniel, en 1953, viajó a Europa, donde quedó impresionado por los curas obreros franceses como el jesuita Henry Perrin o el Abbé Pierre. Tras la experiencia europea, tan distinta a la de su hermano Philip, es destinado a un colegio jesuita de Brooklyn. Allí conoce a Dorothy Day y se vincula al Catholic Worker, conexión que madurará en una íntima amistad para toda la vida. Después le dedican a enseñar Teología y también desarrolla su vocación literaria poética. En 1957 gana el prestigioso premio Lamont de poesía con su libro de poemas Time Without Number. De nuevo puede viajar a Europa. Conoce la opresión en los países comunistas del Este y la persecución de los cristianos. Luego viaja a Sudáfrica donde conoce el Apartheid, invitado por el Arzobispo Hurley. A la vuelta a Estados Unidos en 1964, destinado a editar la revista Jesuit Missions, “comenzará a desplegar una intensa actividad pacifista y contra la intervención militar en Vietnam.”vii Milagro Daniel Berrigan Si fuera Dios, ordenaría que una lluvia fina cayera donde pisan los mayores, que no perecieran en ningún parto ni hijos ni madres, allanaría las zanjas que derriban a los ciegos errantes y los aviones de guerra caerían suavemente al suelo como plumas. Ni mala suerte, ni malicia ni cuchillos. Las lágrimas, secas. Acabaría con todo Defecto y bloqueo de la mente Que nos vuelven locos y nos ponen en el mal. Así que rezo, bajo El signo del asesinato del mundo, como hijo pródigo: ¿Por qué estás en silencio? Escúchanos por el mundo Febriles como leones, Enjaulados, carentes de esperanza. Sin embargo, algo nos repara y sana. La dulce mano de una anciana Pasa una página del Evangelio; Y con delicadeza prenden súbitamente las lágrimas de Cristo.
Philip había comenzado a cosechar sus primeros éxitos pastorales por su compromiso a favor de los derechos de los negros americanos y también provocó una crisis con las autoridades de su orden, quienes para enfriar sus ánimos le enviaron a la lejana Nueva Orleans en 1956. Pero
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allí hubo un hecho que le impactó sobremanera: la crisis de los misiles cubanos en 1962, que le hace caer “en la cuenta de que la sociedad americana vive presa del miedo, que ese miedo que atenaza a la gente no había acabado con la guerra mundial y empieza a intuir… que ese miedo estaba en el germen de la violencia social.”viii En 1963 Philip es removido al Bronx, a dar clases en el seminario de los josefitas. Su trabajo pastoral se comienza a reorientar prioritariamente a la defensa de la paz. Crea un grupo pacifista y participa en una vigilia ecuménica contra la Guerra. Dos años después ve la luz su primer libro, No More Strangers, dedicado a relacionar y criticar la segregación racial y la carrera de armamentos. De ese libro procede este texto: La tiranía que imponemos sobre nuestros ciudadanos, una décima parte de nuestra población, amenaza ahora con tomar cuerpo internacional en el contexto más amplio del mundo… Mantengo que los dos fenómenos, la segregación y la carrera armamentística están muy relacionados y que las semillas perniciosas de uno ayudan a promover el otro; y que, a la inversa, si solucionamos nuestro problema nacional de segregación, ganaremos fuerza para despejar las avenidas de acción en la escena internacional, lo que promoverá nuestra identidad cristiana y asegurará la paz.. En resumidas cuentas, hemos internacionalizado nuestras actitudes de injusticia y exclusión, nuestra determinación de preservar nuestro status quo de privilegio y posesión.ix Philip Berrigan, 1965: No More Strangers
Philip se ha convertido en una figura conocida tanto en el movimiento pacifista como en el movimiento afroamericano –Stokeley Carmichael, de Black Power, dice que es el único blanco en quien se puede confiar‐ y sus posiciones tienen notoriedad. Los superiores de su orden reaccionan negativamente ante su actividad y “le piden que deje de hablar de la guerra”. Finalmente le remueven de nuevo enviándole a Baltimore, lejos de lugares sensibles donde pudiera tener alcance su actividad. De nuevo Philip, fiel a su vocación, se compromete desde su parroquia en la integración racial y organiza un centro de desarrollo comunitario. Pese a que ha que su superior le ha prohibido hablar de la Guerra de Vietnam, Philip siente más fuerte el compromiso con su conciencia y comienza a colaborar con la Baltimore Interfaith Peace Mission e interviene públicamente criticando la Guerra. c. El retiro de la Hermandad de la Reconciliación
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Los Berrigan no estaban solos en su protesta y entre quienes les apoyaban contaban con las tres quizás más importantes figuras del catolicismo estadounidense de su época: el monje trapense Thomas Merton y los fundadores del Catholic Worker, Dorothy Day y Peter Maurin. La vinculación de Los Berrigan con el Catholic Worker remitía a su infancia ya que, pese a sus pocos medios, su padre estaba suscrito a su revista. Desde la juventud, Los Berrigan participaron en las actividades e iniciativas del Catholic Worker. La vinculación con Thomas Merton la inició Daniel Berrigan a finales de los cuarenta y maduró hasta convertirse en una íntima amistad. Thomas Merton les invitó a participar en un retiro que organizaba en su monasterio de Gethsemani, el Fellowship of Reconciliation (FOR), sobre las raíces espirituales de la protesta no violenta. Se juntaron figuras de distintas denominaciones cristianas y fue un encuentro de especial relevancia. En aquel retiro se compartió la convicción de que la transformación del mundo requería la propia conversión del corazón y, por lo tanto, el desarme exterior exige el desarme interior. Además, la intensidad del compromiso no debería depender de los resultados que se pudieran obtener sino de la pureza de la propia acción emprendida. Daniel Berrigan comprendía que en plenos años sesenta las acciones de protesta tenían que tener un carácter profético: Lo que nos pedimos unos a otros es que… la conversión del corazón lleve a la conversión de las estructuras… Daniel Berrigan, 1987: To Dwell in Peace No vamos al Pentágono ni a la Casa Blanca a ofrecer una ‘política alternativa’, sea lo que sea que esto signifique. Nuestra tarea es simplemente proclamar el pecado de la destrucción masiva, la blasfemia contra el Dios de la vida que implican las armas de destrucción masiva. Sólo de forma indirecta se puede considerar esto una actividad política. Vemos estos hechos simbólicos como una proclamación, un anuncio de la verdad del Evangelio. Una especie de desapego apasionado gobierna nuestras elecciones de ocasión y de
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símbolo. No es nuestra intención jugar a Dios o representar un teatro de crueldad o del absurdo. Nuestros actos con simplemente prolongaciones de los sacramentos… celebraciones del año litúrgico… Daniel Berrigan, 2007: Portraits of Those I Love
En ese retiro de Gethsemani, incorporaron a su modo de presencia y acción la convicción de que la resistencia es “algo consustancial o inherente a la vocación cristiana” y que se vive comunitariamente, como expresión de la interioridad. “De ahí la importancia que tendrá siempre la oración, la celebración de la eucaristía, la reflexión espiritual en la preparación de los actos de desobediencia civil y la importancia que se dará a la dimensión comunitaria de la resistencia pacífica.”x El retiro de Gethsemaní con la Fellowship of Reconciliation impulsó el compromiso de Los Berrigan con la actividad pacifista y durante 1964 y 1965 –coincidiendo con la definitiva implicación bélica de EEUU. en el Sudeste Asiático‐, se convertirán en promotores de grupos católicos o ecuménicos de resistencia contra la Guerra de Vietnam como el Catholic Peace Fellowship (CPF) o el CALCAV (Clergy and Laymen Concerned About the War in Vietnam). Dietrich Bonhoeffer, Mahatma Gandhi y Martin Luther King eran los referentes morales de su acción. d. Extremismos La posición de Los Berrigan, aunque apoyada por algunos sectores, era rechazada por la mayor parte de la sociedad, que sostenía la postura bélica gubernamental. El gobierno radicalizó sus posturas intensificando la guerra y reprimiendo las protestas ciudadanas, lo cual provocó una proporcional radicalización de algunos grupos de activistas. Tanto, que a imitación de los bonzos budistas, algunos pacifistas comenzaron a autoinmolarse. La primera fue una mujer de 82 años quien, en marzo de 1965, se prendió fuego en público para denunciar la guerra masiva estadounidense contra Vietnam. Ocho meses después hizo lo mismo un joven cuáquero de 33 años y unos días después un joven católico de 23 años, Roger La Porte, ex seminarista, se quemaba hasta morir ante la sede neoyorquina de las Naciones
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Unidas. Daniel Berrigan era amigo de este último joven, a quien conoció en el Catholic Worker. Estos dramáticos suicidios crearon un tenso debate en la sociedad y en el interior del movimiento pacifista, ante el cual Thomas Merton condenó aquellas tendencias que absolutizaban el éxito político. La propia jerarquía católica intervino por boca de, cardenal de Nueva York condenando el acto de La Porte. Los superiores jesuitas de Daniel Berrigan le pidieron que no se pronunciara sobre este caso, pero intervino en un funeral por el alma de La Porte mostrando compasión por él y explicando que su decisión había sido tomada como un sacrificio ante las masacres de la guerra. El cardenal de Nueva York era un público defensor de la intervención militar estadounidense en Vietnam e indignado por esa intervención de Daniel Berrigan, pidió a la Compañía de Jesús que se le expulsara de la orden. Para evitar daños mayores, Daniel Berrigan fue enviado a Latinoamérica durante una larga temporada con la excusa de hacer un reportaje sobre las misiones jesuitas, ya que seguía trabajando en la revista Jesuit Missions. Daniel Berrigan era ya una figura célebre y esa medida fue objeto de protesta de la prensa católica liberal, quien la consideraba una censura e injusto castigo. Grupos de jóvenes organizaron protestas frente al palacio episcopal del cardenal de Nueva York e incluso el New York Times publicó una carta apoyada por más de mil personas y 75 sacerdotes dirigida al cardenal y los superiores jesuitas. e. Contra la lucha armada revolucionaria Daniel Berrigan se alejó de la polémica pero el viaje de cuatro meses por Latinoamérica le sirvió para conocer de primera mano los efectos de la política internacional estadounidense en el continente. Recorrió diez países visitando la comunidad cristiana, las realidades de pobreza, los proyectos sociales, los compromisos políticos, etc. Conoció a Ivan Illich en México y a Helder Cámara en Brasil. Coincide su estancia en este último país con unas trágicas inundaciones de las favelas que provocaron cientos de muertes. Escuchó diversos testimonios que demostraban las conexiones de la CIA, las multinacionales estadounidenses, las oligarquías y la complicidad de ejército y gobierno, así como la cobertura que a veces daba la Iglesia a esos intereses. A su vez, también se encuentra con los problemas entre la lucha y la no violencia. Su viaje coincide con la muerte del sacerdote colombiano Camilo Torres, símbolo de la lucha armada, en febrero de 1966. Berrigan reflexiona sobre dicha tensión. Posteriormente se posicionaría públicamente con ocasión del apoyo que los hermanos Cardenal prestaron al sandinismo en Nicaragua. Ernesto Cardenal, sacerdote y también destacado amigo de Thomas Merton como él, había justificado la acción armada del Frente sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Berrigan apoyaba el derrocamiento de la dictadura de Somoza en Nicaragua pero rechazaba meridianamente la violencia como estrategia social ni política. Criticaba que la
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posición de Ernesto Cardenal daba cobertura una cobertura ideológico‐religiosa a la violencia ilegítima políticamente y cristianamente condenable: La muerte de un ser humano es un precio demasiado alto para reivindicar cualquier principio, por muy sagrado que sea. Daniel Berrigan: Letter to Ernesto Cardenal: Guns Don’t Work
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En el corazón del movimiento pacifista
Tras su exilio temporal, Daniel Berrigan volvió con fuerzas renovadas a Nueva York. Si la intención había sido disipar sus posiciones, el resultado fue el opuesto al obligarle a conocer la acción de Estados Unidos en su patio trasero latinoamericano. Prosiguió con más energía su actividad pacifista y entabló relaciones con la familia Kennedy, a quienes verá regularmente durante los siguientes años. También comienza a colaborar como pastoralista en una de las más prestigiosas universidades del país, la Universidad de Cornell, que era el centro del movimiento estudiantil contra la Guerra y sede principal de los SDS (Students for a Democratic Society), famosos por las quemas públicas de sus cartillas de reclutamiento. Daniel Berrigan viaja también a Europa convocado a una conferencia internacional organizada por Pax Christi. En Roma visita al Padre Arrupe, Superior General de la Compañía. Años después, en la primavera de 1971, Arrupe le visitaría en la cárcel, donde el Padre General tuvo ocasión de mostrar esa cercanía, comprensión y apoyo hacia las decisiones del jesuita estadounidense”xi. De vuelta a Estados Unidos, Daniel Berrigan desplegará una intensa actividad pacifista en la universidad organizando eventos, jornadas, declaraciones, teatro, poesía, cursos, etc. en torno a la no violencia, el pacifismo y la resistencia contra la Guerra de Vietnam. Se había convertido en uno de los máximos exponentes del pacifismo americano y la opinión pública había comenzado a cambiar su juicio sobre Vietnam, especialmente la comunidad católica. El propio papa Pablo VI había condenado esa guerra, lo cual no supuso un giro obediente de las posiciones dominantes entre las autoridades eclesiásticas estadounidenses. Los Berrigan parecían, sin embargo, sumamente fieles al espíritu del Santo Padre.
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g. El grupo de Baltimore Mientras, en Baltimore, Philip Berrigan se había convertido en un fecundo movilizador a favor del pacifismo y su principal figura en la región. La impotencia que sentía la ciudadanía frente al belicismo del Gobierno provocó que se buscaran nuevas formas de resistencia y de protesta. Así, un conjunto de personas comenzaron a pensar y se constituyó el conocido como Grupo de Baltimore y el 27 de octubre de 1967 realizaron una acción de protesta que supuso un cambio cualitativo: Philip Berrigan, acompañado de otras tres personas, entraron en la oficina de reclutamiento militar de Baltimore y vertieron pintura roja y sangre sobre los ficheros mientras leían en alto pasajes de la Biblia y entregaban a los funcionarios ejemplares del Evangelio mientras esperaban a la policía. Toda la acción tuvo cobertura de los medios de comunicación, que dieron amplia difusión. Fueron detenidos y conducidos inmediatamente a prisión. Era la primera vez que Philip ingresaba en la cárcel y coincidía con que su hermano Daniel también estaba en prisión por haberse manifestado ante el Pentágono.
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En febrero de 1968, Daniel visitó Vietnam junto con un profesor de la Universidad de Boston y pudo conocer en primera persona los horrores de la guerra. De vuelta a Estados Unidos, conocen otro caso de autoinmolación, esta vez de un adolescente católico en Syracuse. No le conocía pero fue a estar junto al joven en su agonía y su familia y se quedó tan conmocionado como con la de su amigo La Porte. Daniel se hace consciente de que “tenía razón Merton: la guerra acentuaba la espiral de locura y lo tragaba y destruía todo.”xii En abril se celebra el juicio contra el grupo de Baltimore y son condenados a prisión, siendo sentenciado Philip Berrigan a seis años. El arzobispo de Baltimore censuró la acción del grupo y los superiores josefitas de Philip le retiraron toda su confianza y sus responsabilidades. Además el FBI comenzó una investigación contra Philip por sospechas de comunismo. Era un hecho relevante ya que era la primera vez que un sacerdote católico era enviado a prisión por un delito político. Coincidió con otro impresionante golpe contra el movimiento de la no violencia: en misma primera semana de abril era también asesinado Martin Luther King Jr. h. Los Nueve de Catonsville Philip fue puesto en libertad mientras no se resolviera su apelación a la sentencia. Pero lejos de desanimarle, comenzó junto con sus grupos a pensar nuevas acciones de resistencia simbólica, en las que logró la participación de su hermano Daniel. “El 17 de mayo de 1968… sobre las 12 y media de la mañana, siete hombres y dos mujeres irrumpieron en la oficina del servicio de reclutamiento militar de la localidad de Catonsville (Baltimore, Maryland). En cuestión de unos pocos segundos y ante el estupor de las funcionarias allí presentes, los nueve comenzaron a vaciar el contenido de algunos archivos en unas papeleras de metal y salieron corriendo al aparcamiento que había en el exterior, donde rociaron los expedientes de movilización con napalm casero y les prendieron fuego; luego, se santiguaron y se pusieron a rezar, mientras esperaban la llegada de la policía. La imagen de los hermanos Berrigan, con su aspecto clerical y junto al resto de sus compañeros, prendiendo fuego a los expedientes de reclutamiento militar como si de una ofrenda religiosa se tratara, daría la vuelta al mundo.”xiii Cubierta la acción por los medios de comunicación, se convirtió en un símbolo nacional de la protesta contra la guerra e impactó como un poderoso reactivo en la conciencia pública del país.
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Fueron detenidos y puestos a disposición judicial en octubre de 1968. “La repercusión mediática del proceso fue enorme”xiv. En el juicio del Grupo de Baltimore, el juez no permitió que los detenidos expresaran sus motivaciones pero en esta ocasión, el juez, de tendencia liberal, no impidió su defensa y exposición de motivos. Su estrategia de defensa era “Lo hicimos, estamos orgullosos y he aquí por qué”. Se convirtió en el más importante juicio sobre desobediencia civil de la tradición americana y “la quintaesencia del proceso xv político” , conocido como El juicio de los nueve de Catonsville. Dos mil personas tomaron las calles de Baltimore durante el juicio organizando actos de reflexión y celebraciones de apoyo a los procesados. Recibieron apoyo de los Josefitas y los Jesuitas, de la fundadora del Catholic Worker, Dorothy Day, de la viuda y familia de Martin Luther King, de intelectuales, teólogos como Harvey Cox y Richard Neuhaus, el obispo episcopaliano James Pike y un amplio colectivo de activistas, etc. El juez condenó a los acusados pero con penas bajas: Daniel fue sentenciado a 3 años de prisión y Philip a 3 años y medio, a combinar con los otros seis que ya pendían sobre él. El juez había dictado que el tribunal no era competente para enjuiciar si la guerra era legal o no o si era legítimo la oposición al gobierno. Pero sí era su función establecer que no condenar la acción de los Nueve de Catonsville sería invitar a la anarquía. Todo el juicio fue un gran drama moral sobre Ley y Conciencia y, de hecho, Daniel Berrigan escribió una obra de teatro de gran éxito en la que reflejó el proceso, titulada precisamente Los Nueve de Catonsville. La acción de Los Nueve de Catonsville fue replicada por numerosos grupos en distintas ciudades de Estados Unidos y en los cinco años siguientes, unas 300 personas fueron enjuiciadas por actos semejantes.
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Muchos jóvenes habían seguido como estrategia de resistencia provocar actos de desobediencia pública que provocaran su encarcelamiento y así convertirse en un revulsivo para la conciencia pública y un mártir de la causa de la paz que avivara la protesta. Pero en esa búsqueda de provocaciones disruptivas, se comenzó a dar otra vuelta de tornillo a la resistencia. Se trataba de fomentar la figura del prófugo que aumentara la resistencia, la desobediencia y la dramatización pública. El caso de mayor éxito fue el de Mary Moylan, una de los Nueve de Catonsville, que estuvo prófuga más de diez años hasta que se entregó voluntariamente. Philip y Daniel también pasaron a la clandestinidad huyendo de la ejecución de la sentencia. Philip Berrigan fue detenido pronto en la Iglesia de St. Gregory, en Manhattam, pero Daniel no fue arrestado hasta el verano de 1970. Daniel hacía apariciones de denuncia en actos públicos e incluso en televisión. La más célebre aparición fue en una celebración pacifista ante quince mil espectadores. Pese a que estaba presente el FBI del siniestro J. Edgar Hoover, no lograron detenerle. Daniel iba de casa en casa siendo acogidos por familias y amigos o meros desconocidos simpatizantes, impactando en todos ellos muy intensamente su ejemplo y palabras. Durante ese periodo de provocativa huida, acogida y evangelización casa por casa y apariciones públicas, escribió dos libros: The Geography of the Faith y The Dark Night of Resistance, “una interpretación radical de la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz”xvi. Finalmente Daniel fue detenido y conducido a la misma prisión de Danbury, donde cumplía sentencia su hermano Philip. “La cárcel unirá aún más estrechamente a los dos hermanos y los confirmará en su compromiso revolucionario. La vida en prisión transcurre entre la eucaristía,
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la oración, la escritura, la correspondencia, las visitas entre los desobedientes y los demás internos, el trabajo, las visitas… Daniel se había convertido en una especie de ‘capellán interno’ de la cárcel, aunque oficialmente tenía prohibido ejercer su ministerio con los reclusos.”xvii i. La trampa de Hoover “Pero como con todo el mundo, la cárcel ejercía su poder destructor sobre los dos hermanos.”xviii Philip sufrió una depresión y una crisis vocacional y de pertenencia a su orden. En ese contexto, se enamoró de una de las activistas más veteranas, Liz McAlister. Daniel fue mal tratado médicamente y tras una intervención dental sufrió complicaciones que le llevaron a las puertas de la muerte. Muy debilitado Daniel, las autoridades recibieron presión de muchas personas del interior de la prisión y del conjunto de la sociedad para que fuera liberado. Así lo fue en febrero de 1972, convertido en una celebridad nacional de la resistencia no violenta. Pero el momento de mayor dificultad estaba por llegar. El director del FBI, el muy polémico J. Edgar Hoover llevaba cincuenta años en el cargo. Era un furibundo antisemita y racista contra los afroamericanos, lideró la Caza de Brujas anticomunista, cometió graves abusos de poder, impulsó el uso de la tortura en la investigación policial, espió y extorsionó con expedientes de índole privado y sexual a figuras de la vida pública y política, quemó las pruebas que explicaban el asesinato del presidente Kennedy y participó en toda la política sucia policial de medio siglo. Director bajo el mandato de siete presidentes de la nación, quienes quisieron destituirle no pudieron por las consecuencias que podría tener para ellos y los suyos. Tal personaje se había sentido ridiculizada por los hermanos Berrigan y buscaba la ocasión para castigarles y humillarles públicamente. Hoover encontró dicha oportunidad dándole categoría de conspiración a lo que era un mero comentario. Ideando nuevas formas de acciones de resistencia, en uno de los grupos especularon con la posibilidad de realizar un “arresto ciudadano” de Kissinger, “idea que todos desecharon de inmediato, entre otras cosas porque violaba la teoría y práctica de la no violencia”xix. Pero Liz McAlister se lo comentó por carta a Philip Berrigan simplemente para dar cuenta de la crónica de lo que iba ocurriendo. Como la comunicación con Philip estaba prohibida, hacían llegar las cartas a través de otro preso, que resultó ser alguien puesto por Hoover para espiar a los Berrigan. En cuanto Hoover supo del contenido de la carta, supo que había encontrado su venganza. Hoover acusó con toda su maquinaria del FBI a Philip de conspiración terrorista contra un miembro del gobierno, delito que podía alcanzar la cadena perpetua. Los acusados eran Philip Berrigan y Liz McAlister, un profesor universitario y otros tres sacerdotes católicos. Otras ocho personas, entre las que estaba Daniel Berrigan, fueron acusados junto con ellos de co‐conspiración. Era un juicio que no sólo iba contra Los Berrigan sino contra la comunidad católica liberal que había apoyado a Los Kennedy. El proceso fue conocido como el juicio contra los Siete de Harrisburg y comenzó en enero de 1972. Hoover hizo pública la correspondencia privada que revelaba la relación amorosa entre Philip y Liz y provocó su escarnio público como sacerdote, buscando su descrédito y aniquilamiento psicológico. Afortunadamente, el juez logró desvelar que el preso que entregó
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las cartas era un asalariado del FBI y finalmente todos fueron absueltos. Pero el daño mayor estaba hecho y el sufrimiento de Los Berrigan, especialmente de Philip fue muy profundo. El enfrentamiento con un enemigo del poder de Hoover causó un enorme daño a Los Berrigan en el terreno más personal y también en su legitimidad pública. Philip abandonó definitivamente su orden y su incardinación ministerial. Pero ese gran fracaso y dolor también les llevó a radicalizar su convicción de que era preciso liberarse de la búsqueda de resultados políticos y militar todavía con mayor intensidad en la no violencia. Philip hizo “votos de no comprometerse jamás en ninguna acción en la que alguien pudiera salir herido”xx. j. La Casa de Jonás Philip Berrigan salió de prisión en 1972, se casó con Liz McAlister y juntos hicieron votos de dedicar el resto de su vida al trabajo por la paz y se pusieron a construir juntos un proyecto de justicia y de paz que fuera anuncio explícito del Evangelio. Así se fundó la Jonah House. La Jonah House seguía el modelo de las casas de acogida del Catholic Worker. “se trataba de vivir en pobreza y austeridad solidaria, compartiendo la oración y la liturgia, acogiendo, promoviendo y apoyando acciones de resistencia contra la guerra y la carrera de armamentos. Allí iba a vivir Philip el resto de sus años de vida, alternando la acogida, la acción no violenta, la cárcel y el trabajo manual, la contemplación y la acción. Una vida entre monástica y revolucionaria”xxi. La familia vivía del trabajo de Philip como carpintero. Allí se criaron sus tres hijos (Frida Berrigan nacida en 1973, Jerome Berrigan de 1975 y Kate Berrigan de 1982) y la casa fue uno de los más importantes símbolos y espacios de referencia del trabajo no violento por la paz en la Costa Este. No se avanzará hacia un desarme real hasta que haya un desarme de los corazones. Y así cada uno se pondrá a sí mismo en primera línea para, simbólica pero también realmente, neutralizar los armamentos mediante una esperanza y una oración que podrían ser usadas por el Espíritu Santo para cambiar las conciencias y los corazones. Uno se pone a sí mismo en primera lína –en riesgo y en peligro‐ para comunicar precisamente la profundidad del compromiso de esa esperanza. Liz McAlister
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k. Plowshares La segunda mitad de los años setenta fue un tiempo de barbecho para Los Berrigan por los golpes que habían recibido y también tiempo para construir el proyecto de Philip. Pero iba a vivir una nueva ola de acción. “Después de varios meses de oración y discusión, ocho desobedientes civiles, entre los que se encontraban, Daniel y Philip Berrigan, el 9 de septiembre de 1980 entraron en la planta de la General Electric en King of Prussia, Pennsylvania, donde se fabricaban parte de las cabezas nucleares Mark 12‐A… En la estela iniciada en Baltimore y Catonsville, ‘los ocho’ golpearon con martillos dos de los conos preparados para albergar cabezas nucleares y vertieron sangre sobre los documentos. El gesto y el nombre escogido respondía a la imagen del libro del profeta Isaías… ‘de las espadas forjarán arados y de sus lanzas podaderas’ (Isaías 2,4). Y que iba a dar nombre al movimiento: Plowshares (arados).”xxii García Inda y Arizti nos recuerdan en su libro que el director de cine Emilio de Antonio dirigió en 1983 una película titulada In the King of Prussia sobre los ocho Plowshares, protagonizada por Martin Sheen, conocido actor católico progresista estadounidense. Las condenas mínimas fueron de año y medio y las máximas de diez años. Tras un largo proceso de apelaciones de casi diez años las máximas se redujeron también a año y medio. Fue una acción emblemática que provocó un amplio movimiento Plowshares contra el militarismo nuclear y suscitó la réplica de un centenar de intervenciones similares que todavía continúan en la actualidad no sólo en Estados Unidos sino en otros países como Reino Unido, Alemania, Suecia, Holanda, Australia, etc. Podemos seguir su rastro en Internet. Además, se desplegó toda una ola de vigilias y celebraciones similares frente a
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emblemáticos centros militares aunque se extendió contra otras formas de violencia como la pena de muerte o el aborto. Los Berrigan hicieron de la desobediencia civil y la resistencia pacifista una forma de vida. Philip Berrigan falleció en diciembre de 2002 a los 79 años, pocos meses después de que volviera a salir de su enésima estancia en prisión, por su sexta acción Plowshare. En prisión recibió la visita de su hermano Daniel, que se lo encontró con el hombro roto y con una total desatención médica. En total pasó once años de su vida en la cárcel. Daniel Berrigan todavía vive y continuó implicado en la actividad pacifista, pero también muy comprometido en el acompañamiento a enfermos terminales de cáncer y SIDA, comprometido en la promoción social de los pobres, escribiendo poesía y embarcado en múltiples conferencias y artículos.
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4. ORACIÓN FINAL EL ROSTRO DE CRISTO Daniel Berrigan La trágica belleza de la faz de Cristo brilla en nuestros rostros; Ancianos abandonados viven En cuarto miserables, muy lejos de cualquier dignidad. Fuera, Con estrépito y a propósito, el mundo, fiero animal, Suelta riendas por la juventud. En su interior, Un corazón pálido y tembloroso Duda si tendrá hogar. Nada, apenas algo cumplido de las promesas de la vida. ¿Qué es lo que hace De los rotos y desechados Un circo ambulante, un cementerio para el corazón? Cristo, el que sale al encuentro de los rotos Por las calles y entre parques; de los mayores destemplados ‐tanto ciegos como hombres anudados, Tanto mudos como inmigrantes‐ acoge A todos en el nido de su Evangelio, Recoge el tono y el grito de sus existencias. Cuidadosamente, hace un cielo de tal imperfección Arrasada y salvaje. Sí, hace a todos entrar en él.
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García Inda y Arizti, 2010: p.42. Editado por Fernando Vidal. Tradujimos los poemas.
[email protected] iii García Inda y Arizti, 2010: p.19. iv García Inda y Arizti, 2010: p.20. v García Inda y Arizti, 2010: p.24. vi García Inda y Arizti, 2010: p.25. vii García Inda y Arizti, 2010: p.29. viii García Inda y Arizti, 2010: p.29. ix García Inda y Arizti, 2010: p.31. x García Inda y Arizti, 2010: p.42. xi García Inda y Arizti, 2010: p.52. xii García Inda y Arizti, 2010: p.58. xiii García Inda y Arizti, 2010: p.61. xiv García Inda y Arizti, 2010: p.67. xv García Inda y Arizti, 2010: p.67. xvi García Inda y Arizti, 2010: p.71. xvii García Inda y Arizti, 2010: p.73. xviii García Inda y Arizti, 2010: p.73. xix García Inda y Arizti, 2010: p.74. xx García Inda y Arizti, 2010: p.77. xxi García Inda y Arizti, 2010: p.78. xxii García Inda y Arizti, 2010: p.82‐83. ii
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