SOCIEDAD Y MOVIMIENTOS SOCIALES

SOCIEDAD Y MOVIMIENTOS SOCIALES 1. LA IMPLANTACIÓN PAULATINA DE LA SOCIEDAD DE CLASES 1.1. El crecimiento demográfico En el primer tercio del siglo XI

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SOCIEDAD Y MOVIMIENTOS SOCIALES 1. LA IMPLANTACIÓN PAULATINA DE LA SOCIEDAD DE CLASES 1.1. El crecimiento demográfico En el primer tercio del siglo XIX produce un lento crecimiento de la población, pero este crecimiento se produce más por avances médicos que por las transformaciones económicas, dando lugar a un desequilibrio entre población y recursos que serán los causantes de episodios de emigración y tensión social. A partir de 1830 tendremos más población, al aumentar los matrimonios, las nuevas posibilidades económicas y la reducción de la mortalidad. Sin embargo las tasas de natalidad y mortalidad, comparado con las europeas, siguen siendo muy elevadas: la primera por la mentalidad, creencias, atraso cultural, necesidad, etc.; y la segunda debido a sucesivas crisis agrícolas, a la elevada mortalidad infantil y a las epidemias. El crecimiento fue mayor en la periferia, disminuyendo en el interior (salvo Madrid y otras ciudades), lo que da lugar a una desigual distribución demográfica. El crecimiento, aunque lento, provocó migraciones:  Emigración interna, del campo a la ciudad: aunque había existido siempre, se intensifican desde 1850. A finales de siglo, Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao polarizan la recepción.  La emigración externa: también se generaliza a mediados de siglo, ante la permisividad del Gobierno. El crecimiento vegetativo no pudo ser absorbido por el país, debido a la crisis finisecular y otros factores, por lo que más de un millón de personas (gallegos, asturianos, castellanos y canarios, sobre todo) se traslada al continente americano (Argentina, Brasil, Antillas, …). Los emigrantes son en su mayoría obreros manuales, comerciantes y algunos técnicos. Como consecuencia del éxodo rural, las ciudades crecieron a mayor ritmo por lo que se origina un proceso de urbanización positivo. Aunque este incremento fue menor que en la Europa. Además de las grandes ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Bilbao), desde mediados de siglo vuelven a recuperarse las capitales de provincia, debido a varias causas: administración provincial, servicios, la llegada del ferrocarril, industrias, comercio, etc. 1.2. La nueva estructura social Con la muerte de Fernando VII (1833) se había iniciado el proceso hacia el definitivo asentamiento del nuevo modelo de sociedad de clases. El racionalismo liberal considera a todos los hombres iguales en derechos y aspiraciones, pero sus capacidades y actitudes determinan su lugar en la escala social, de ahí que mérito y esfuerzo fueran el nuevo criterio de estatus y cuya expresión es la propiedad, que regula la participación política. Mérito y propiedad modificó el principio de igualdad y excluyó de la participación política a la mayoría de los ciudadanos.  La aristocracia mantenía vigencia social y la mentalidad nobiliaria fue el motor de los movimientos ascensionales de la burguesía. La nobleza, que carecía ahora de un estamento jurídico diferenciado, era una élite asociada a la burguesía con un gran poder económico e influencia política. Por otra parte, su











poder económico permanecía intacto. Esta nobleza fue tratada con consideración por la nueva oligarquía liberal. La Iglesia aparecía como un elemento útil para el mantenimiento del régimen político. Privada de buena parte de sus riquezas por la desamortización, la Iglesia había perdido no sólo poder político y fuerza, sino que, además, pasó a depender económicamente por completo del Estado, por lo que optó por dedicarse solamente a lo espiritual. Su importancia fundamental será su gran influencia social que sigue manteniendo sobre la población. El ejército, como otro de los grupos del estrato superior, tuvo una extraordinaria influencia. La victoria en las guerras civiles les había proporcionado seguridad en sí mismos y una desconfianza radical hacia los políticos. Se sentían monárquicos constitucionales (defensores de Isabel II). Todo ello los llevó a hacerse políticos y a participar en los gobiernos (“Régimen de los generales”) hasta 1868. La alta burguesía aprovechó la llamada de la Corona para ascender al poder y construir un Estado a su medida (Estado liberal). No sólo no desplazó a la aristocracia como clase dominante, sino que se identificó con ella y aspiraba a adquirir su rango y prerrogativas. Era una burguesía aristocratizante. Nació así la nobleza romántica. Isabel II concedió un enorme número de títulos nobiliarios. Políticos, altos funcionarios, propietarios agrícolas y empresarios industriales merecen ser considerados en conjunto, y prevalecía entre ellos una auténtica conciencia de clase. Las clases medias, un concepto muy amplio que comprendía también a la baja burguesía, las constituían los dueños de medianos y pequeños negocios. Existía una ausencia de una conciencia de clase media. Las masas populares, dentro de las cuales existían diferentes niveles o capas, que descendían hasta llegar al proletariado, después de la Guerra de la Independencia, quedaron sumidas en in silencio que derivaba de la misma inmovilidad que le había otorgado la ideología liberal. No formaba un todo unitario, ya que irán cristalizando dos grupos diferentes: rural y urbano.

1.3. La estructura social de la Restauración: Si en economía se producen durante la Restauración indicios de cambio, la sociedad española del momento de caracteriza fundamentalmente por la continuidad. En el aspecto demográfico, la España de último cuarto del siglo XIX tiene un lento crecimiento de la población debido a que tanto la natalidad como la mortalidad son altas. Además, hay que tener en cuenta que se produce en 1885 una epidemia de cólera, y que también se produce hacia 1880 una mala cosecha que provocará hambre. Desde el punto de vista demográfico son más importantes los desplazamientos de la población. En este momento se produce un creciente grado de urbanización debido a la migración del campo a la ciudad, favorecida por la mejora y abaratamiento de los transportes. Por ello se hacen necesarios nuevos planes urbanísticos que se van a reflejar en la Ley de expropiación forzosa de 1879 y, más adelante, en las leyes especiales de Madrid y Barcelona dado su gran crecimiento (Ensanches de Barcelona y de Madrid, Ciudad Lineal de Arturo Soria, etc.). Esta época contempla también una importante migración exterior, principalmente a América.

La estructura social de la España de la Restauración está marcada por la desigualdad. Aunque ya no existían los privilegios estamentales, la Ley electoral censitaria de 1878 reducía mucho el número de electores (5% de la población) y, por otro lado, los varones de familias adineradas seguían zafándose del servicio militar mediante el pago de cierta cantidad de dinero, inaccesible al pueblo llano.  La clase alta estaba formada por la aristocracia, la burguesía agraria, la comercial e industrial, los funcionarios y los profesionales. La nobleza aun jugaba un importante papel social a pesar de que muchas familias nobiliarias se arruinaron o perdieron mucho patrimonio, que fue comprado por la burguesía agraria. La burguesía comercial e industrial hizo sus fortunas principalmente con las colonias, y gustó de obtener títulos nobiliarios, sobre todo en los primeros años de la Restauración.  Las clases bajas tenía un gran peso en la España rural, mientras que la población industrial no pasaba del 15%, concentrada principalmente en Cataluña. Las condiciones de vida del campesinado eran muy diferentes dependiendo de la propiedad de la tierra, es decir, en la mitad sur peninsular, dominada por el latifundio, los agricultores, no propietarios en su mayoría, sufrían muy duras condiciones de trabajo; mientras que el la mitad norte peninsular, donde era más generalizada la propiedad de la tierra, las condiciones eran considerablemente mejores. 2. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 2.1. La lucha de las mujeres por la igualdad En la España de mediados del siglo XIX, al contrario que en la mayoría de países europeos desarrollados, aun no existía ni una polémica real sobre cuestiones feministas ni grupos o entidades feministas bien organizados y con un programa de reformas. La reciente, débil y disgregada industrialización, la escasa fuerza de la Ilustración, el conservadurismo católico y la estructura e intereses sociopolíticos explican, los serios problemas que tuvo que afrontar el feminismo en la sociedad española de la época. Esto condicionará no solo el retraso del reconocimiento de los derechos de las mujeres, sino también el establecimiento de las más elementales libertades de amplios sectores de la población. Las opiniones de la época se dividen entre la consideración de la inferioridad biológica de las mujeres en relación a los hombres y aquellos que creían que no era conveniente que desarrollasen tareas que exigieran “profundidad y constancia”, ya que esto entraría en contradicción con el único oficio para el que, a su juicio, estaban realmente preparadas, el de esposas y madres. En este periodo, a las mujeres, recluidas en el espacio doméstico, se las ensalzaba y definía en función de la capacidad para consolidar los valores de la domesticidad y la familia. A pesar del retraso del movimiento como tal, algunas mujeres comenzaron la lucha por la igualdad con respecto a los hombres: Dolors Monserdà (1845‐1919) defendió los derechos de la mujer desde una perspectiva nacionalista catalana y profundamente católica. Teresa Claramunt (1862‐1931), obrera textil y militante anarcosindicalista reivindicó el papel de la madre como transmisora de valores y María de Echarri (1878‐1955), promovió algunas medidas de mejora laboral para las obreras.

No obstante estas iniciativas, dos figuras destacan durante la época que nos ocupa:  Concepción Arenal (1820‐1893), la cual tuvo que vestirse de hombre para poder acceder como oyente a la Universidad de Derecho en Madrid, cuando la educación universitaria estaba vetada a las mujeres. Escribió gran cantidad de obras a través de las que criticó duramente la sociedad de aquella época y el rol que se le otorgaba a la mujer de madre y esposa con sus consiguientes dificultades para acceder a los estudios.  Emilia Pardo Bazán (1851‐1921), escritora feminista denunció y criticó duramente la desigualdad educativa vigente entre hombres y mujeres, y el sexismo en los círculos intelectuales. Fundó y dirigió la publicación La Biblioteca de la Mujer, y aunque fue rechazada tres veces para formar parte de la Real Academia Española de la Lengua, sí logró ser la primera mujer que ocupaba una cátedra de literatura neolatina en Universidad Central de Madrid. 2.2. El Movimiento Obrero 2.2.1. Los inicios (1840-68) Los orígenes del movimiento obrero en España se sitúan en Cataluña en las décadas de 1830 y 1840 ya que era el único lugar donde existía una industria moderna, el sector textil algodonero. Allí se produjeron los primeros conflictos entre obreros y patronos y allí se fundó en 1840 el primer sindicato de la historia de España, la Asociación de Tejedores de Barcelona. También en Cataluña, tuvo lugar la primera huelga general en 1855, durante el bienio progresista, y también en Cataluña se reunió el primer Congreso Obrero en 1865, seguido de otro en 1868, este último celebrado después del triunfo de la Revolución Gloriosa de 1868, que al reconocer por primera vez la libertad de asociación puso fin, al menos momentáneamente, a las persecuciones y prohibiciones que había sufrido el obrerismo incipiente durante los cuarenta años anteriores. 2.2.2. El Sexenio Revolucionario (1868-74) La Primera Internacional (nacida en Londres en 1864) se organizó en España mediante la Federación Regional Española de la AIT fuertemente influida por el bakuninismo de la mano del italiano Fanelli. Así pues, el movimiento obrero español contó con una preponderancia de los sectores anarquistas, frente a la preponderancia socialista de la mayor parte del resto de Europa. En 1870 la FRE-AIT contaba con 30.000 afiliados y la Alianza consiguió a la larga el dominio de la Federación, imponiéndose en el Congreso Obrero de Barcelona de 1870 el programa anarquista: abstenerse de la actividad política (no crear partido obrero y no votar) y la defensa de la "acción directa". Mientras, el marxismo defendía la necesidad de una democracia obrera organizada y centralizada, y para llegar a ella defendía la necesidad de un partido político obrero. La ruptura entre Marx y Bakunin se produjo en 1872, quedando la Federación Española alineada con el segundo, sin haber creado por tanto ningún partido obrero, lo que se suplía con las consignas antielectorales o con el apoyo puntual a los republicanos federales (Salvoechea). 2.2.3. La Restauración (hasta 1898)

Durante el período revolucionario se había producido la primera eclosión del movimiento obrero español, pero durante la primera etapa de la Restauración, este movimiento pasó a la clandestinidad, hasta la llegada de gobiernos liberales. Por otra parte, en esta etapa, la cuestión social se plantea como una cuestión importante en la vida política española, tomándose por primera vez disposiciones para comenzar a dar soluciones. La política social de la Restauración presenta dos claras etapas:  Cánovas hizo poco inicialmente por los obreros, aunque después introdujo algunas mejoras.  Sagasta sí permitió un destacado avance: la Ley de Reuniones (1881) y la Ley de Asociaciones (1887) permiten el ejercicio de los derechos fundamentales constitucionales; crece la preocupación por los trabajadores, creando la Comisión de Reformas Sociales (1883), que redacta las primeras leyes sobre accidentes laborales, el trabajo de mujeres y niños, sanidad, educación, etc. También se aprueba otras leyes sociales, como la del Sufragio Universal (1890) y la Ley del Jurado. En esta época comienza también la acción social católica, el sindicalismo católico, según las normas del Papa León XIII, que en su encíclica Rerum Novarum denuncia la teoría marxista, hacía una suave crítica al capitalismo, animaba a la participación activa en los procesos políticos y a la formación de agrupaciones que buscaran mejores condiciones de vida para los obreros según el mensaje del Evangelio. Así, se crean los Círculos Obreros Católicos por el padre Vicent. El movimiento anarquista, tras la fase de persecución y clandestinidad, se reorganiza en 1881 en el I Congreso para la constitución de una nueva federación obrera basada en los principios de la FRE, la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). En su nueva etapa creció muy rápidamente y en 1882 tuvo su II Congreso en Sevilla. El recuerdo de la FRE seguía entre los obreros y la implantación de la Federación era muy mayoritaria comparado con la de las organizaciones marxistas (el PSOE). Pero a lo largo de la historia de la FTRE surgieron problemas que ponían de manifiesto la falta de capacidad de reacción, lo que provocó serios descontentos internos. La situación agraria en Andalucía, donde la miseria hacía estragos (y en donde entre 1882 y 1884 estallaron varias revueltas campesinas) afectaron a la organización. En el seno de la Federación continuaban las tensiones heredadas de la FRE, entre quienes defendían la clandestinidad frente a una actuación pública y legal. Con la efervescencia campesina sobrevino una persecución gubernamental y los posteriores sucesos de la La Mano Negra golpearían seriamente la frágil estructura de la organización, desencadenando un proceso de linchamiento mediático y de represión judicial y policial contra la FTRE. El resultado fueron 15 campesinos condenados a muerte, de los cuales 7 fueron ejecutados en Jerez de la Frontera, el 14 de junio de 1884. Fuera de Andalucía la organización no sufrió persecuciones, pero el temor a recibirlas hizo que marcaran distancias sobre los distintos grupos partidarios de la acción armada y de responder al estado con violencia. La escisión definitiva dio lugar, en Sevilla, a una organización secreta (Los Desheredados) que reivindicaría la lucha armada con todos los medios a su disposición de los anarquistas contra el estado y sus instituciones a partir de 1891. Los partidarios

de la acción directa, culminarían la escalada de violencia en 1897 con el asesinato de Cánovas. En cuanto a la corriente marxista, el hecho decisivo para la consolidación del grupo marxista madrileño lo constituyó la llegada a Madrid en diciembre del yerno de Marx, Paul Lafargue, después de haber entrado en España en agosto de 1871, huyendo de la represión de la Comuna de París. La escisión en el seno de la I Internacional llevará a la expulsión de los marxistas de la FRE en 1872 y la creación de la Nueva Federación Madrileña, embrión a partir del cual el tipógrafo Pablo Iglesias fundaría en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Desde sus inicios, aspiraba a agrupar al proletariado industrial español bajo la ideología marxista. No obstante, su implantación fue muy irregular y lenta: sus principales núcleos se desarrollaron en Madrid, Asturias y el País Vasco. Durante la Exposición Universal de Barcelona (1888) Iglesias daría inicio a una nueva organización, la Unión General de Trabajadores (UGT), como central sindical vinculada al partido y encargada de promover protestas y huelgas sectoriales para obtener mejoras salariales y reducciones de jornada, culminando en 1890 con la primera celebración del 1 de mayo. Políticamente, el PSOE aceptó el juego parlamentario del sistema de la Restauración con el objetivo último de conquistar del poder y llevar a cabo la revolución obrera desde dentro. En 1910, Iglesias sería elegido diputado a Cortes.

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