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Solucionario: “La familia de Pascual Duarte”
Solucionario “La familia de Pascual Duarte” Este título también dispone de guía de lectura y ficha técnica
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Solucionario: “La familia de Pascual Duarte”
Nota del transcriptor – Carta anunciando el envío del original – Cláusula del testamento – Dedicatoria
1. Para ambos es un exemplum ad contrario. El transcriptor dice claramente que sólo puede servir para mostrar a los demás lo que no debe hacerse (p. 100). Para Pascual es, además, un texto expiatorio, en el que vuelca toda su inquina y desahoga su conciencia. 2. El 15 de febrero del 37 se supone que Pascual envía el manuscrito (p. 103), el 11 de mayo del mismo año muere el receptor (p. 105), pero el texto no se destruye sino que año y medio después (1939) el “transcriptor” lo encuentra en la farmacia de don Joaquín y decide darlo a la luz pública. 3. El destinatario de la dedicatoria es alguien asesinado por Pascual y amigo de don Joaquín Barrera, el destinatario del manuscrito. Según nos ha contado la carta de presentación, lo envió a este señor simplemente porque era la única persona de quien recordaba su dirección postal. La dedicatoria condensa así, en una sola frase y de forma destacada, justo antes de comenzar el relato, el pensamiento y los actos característicos de Pascual. 4. Cervantes presenta su Don Quijote como obra que ha hallado por casualidad. Sólo que en su caso conocemos al primer autor del manuscrito encontrado: Cide Hamete Benengeli. 5. VOCABULARIO: A uña de caballo: ‘Liberándose de un riesgo por su cuidado y diligencia’. Testamento ológrafo: ‘El que deja el testador escrito y firmado de su mano propia y que es adverado y protocolizado después’.
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Patricio: ‘Individuo que por su nacimiento, riqueza o virtudes descuella entre sus conciudadanos’.
Capítulos 1-5
1. Es, naturalmente, el Lazarillo. El planteamiento general de nuestra obra se acerca en muchos puntos a aquélla: Lázaro escribe en primera persona un relato que dirige a un vuestra merced y que recopila su vida.
“Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia demuchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo…” (Prólogo). “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antonia Pérez … Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre … Mi padre…” (Tratado I).
A partir de aquí, otros pormenores acercan a los personajes. Los alumnos pueden hacer, si se quiere, un ejercicio comparativo.
2. Si relacionamos ese “nací hace ya muchos años, lo menos cincuenta y cinco” (p. 109) con el año en que firmaba la carta de envío del manuscrito (1939), cabe deducir que Pascual nacería hacia 1884. 3. El camino de flores evoca “mirar sereno” y “arrebol y colonia”, que no dañan a quien sigue esa senda. En la otra, en cambio, los cardos con sus púas, el “sol violento”, y “la llanura” inhóspita, pincharán, quemarán y obligarán a defenderse al caminante.
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Cuando éste es un niño, todos esos males quedan grabados, se cargan para siempre y condicionan el futuro. Son como tatuajes que no se borrarán jamás (p. 109). En la página siguiente, de forma claramente intencionada, el narrador comienza la descripción de su pueblo haciendo énfasis en los rasgos característicos del camino de cardos: la llanura (“agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan”) y el calor (“caliente y soleado”, p. 109). 4. Es el destinatario de la dedicatoria, el conde de Torremejía, “insigne patricio”. 5. Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro (17931879) luchó desde muy joven en la guerra de la Independencia y participó después en la guerra colonial de Perú y en la guerra civil. Con fama de extremadamente duro en el trato, combatió en primera línea, fue herido en ocho ocasiones y cometió algunos excesos sangrientos en la disciplina militar. Vivió en Cádiz el nacimiento del liberalismo español y se hizo firme defensor de su causa. Fue presidente del consejo de ministros y regente durante la minoría de edad de Isabel II. Fue tratado como una leyenda viva. 6. La cuadra es “vacía y desamparada”, “lóbrega y oscura”, las dos habitaciones restantes “no estaban muy limpias ni muy construidas” (p. 112), el pozo “dejaba manar un agua muy enfermiza”, el regato que pasa por detrás del corral (que es, más bien, un “saledizo”) va “a veces medio seco y nunca demasiado lleno, cochino y maloliente como tropa de gitanos” (p. 113). 7. El narrador muestra desde aquí la familiaridad con la muerte: el corral huele a “bestia muerta” y el joven está tan acostumbrado a ese olor que cuando marcha del pueblo necesita ponerse el pantalón por almohada para continuar percibiendo ese horroroso
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aroma. Sólo así consigue dormir bien. A ese joven que “ventea los aires como un perro de caza” es también a quien se le da bien la caza y al que “se le calienta la sangre” (p. 113, p. 114) o le “recorre un temblor … como una corriente que forzaba por salirme por los brazos” (p. 114) que le empuja a acometer los actos más terribles. Especialmente cuando se halla ante un inocente. De éste destaca sobre todo los ojos. La mirada de la perrilla le parece como la de “los confesores, escrutadora y fría” y eso basta para que surja el fuego que le calienta y le provoca semejante reacción. 8. VOCABULARIO: Enjalbegar: ‘Blanquear las paredes con cal, yeso o tierra blanca’. Porlan: La palabra hace referencia a una de las fábricas de cemento más famosa de España y con la que, como dice el narrador, los habitantes de su pueblo cubrían algunos suelos “por sentirse más modernos” (p. 111). Avío: ‘Conveniencia, interés o provecho’. Saledizo: ‘Parte que sobresale de la pared maestra’.
2-3 1. El padre de Pascual era un portugués cuarentón cuando nació Pascual. De él se nos cuenta que se dedicaba al contrabando, que estuvo un tiempo en la cárcel, que bebe mucho y que, a diferencia de la madre, sabe leer y escribir. La madre de Pascual, en cambio, no sabemos cómo se llama. A ella se la describe desde este principio de la obra como ser extremadamente negativo: “larga y chupada”, con “una pelambrera enmarañada y zafia”, unos granos que tienen vida propia (“por el verano … les volvía la vida, se les subía la color y acababan formando como alfileritos de pus que el otoño se ocupaba de matar y el invierno de barrer”), una “presencia
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de estar tísica”, “desabrida y violenta” y “un humor que se daba a todos los diablos”. Es, además, “poco amiga del agua” y mucho del vino (p. 117). Aunque ambos comparten esta última afición, como también el gusto por la violencia más o menos gratuita, el padre es quien envía a Pascual a estudiar a la escuela (hasta los doce años) y el único capaz en algún momento de tratar a su hijo “casi con cariño” (p. 119). 2. “Meter los perros en danza” (p. 116), “el cántaro que mucho va a la fuente acaba por romperse”, “no hay oficio sin quiebra, ni atajo sin trabajo”
(p.
117), “no
por mucho
madrugar
amanece
más
temprano” (p. 119), “mujer de parto lento y con bigote…” (p. 120). 3. Según la tradición, San Roque nació en Montpellier (hacia la segunda mitad del siglo XIV) y peregrinó a Roma. En Italia se dedicó a curar a los infectados por la peste. Durante el siglo XV la Confraternità di San Roco fundó hospederías para enfermos y fomentó su devoción. Hoy es el protector de la peste y las epidemias. 4. En el momento en que se sitúan los diálogos, Pascual es joven y siente admiración por el hombre guapo y de porte chulesco que representa Paco López, a la vez que desprecia la relación que tiene con su hermana: él es su chulo. Su primer diálogo condensa esa mezcla y nos ofrece por primera vez la voz del protagonista. Sus palabras y sus maneras traslucen su falta de formación: Pascual debe acudir a los actos porque no puede resolver nada con la palabra. Su defensa consiste ya en acudir a la fuerza (“Si hubiéramos acabado por llegar a las manos … lo mataba antes de que me tocase un pelo”, p. 126, “en el pueblo nadie se hubiera atrevido a decirme la mitad”, p. 126). El respeto por el adversario le llevó entonces a cejar, pero el Estirao se burló de su poca
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hombría ante la hermana. Todo ello lo lleva clavado en la sangre, como una espina “que todavía la tengo clavada” (p. 126) y que explicará algunos de los actos posteriores del protagonista. 5. Respuesta libre. 6. VOCABULARIO Echar alguien su cuarto a espadas: ‘Tomar parte oficiosamente en la conversación de otros’. Hacer el pirata: ‘dedicarse a robar’.
4-5 1. El padre muere tras ser mordido por un perro rabioso. El joven Pascual destaca del cadáver “los ojos abiertos y llenos de sangre y la boca entreabierta con la lengua morada medio fuera” (p. 129). El primer diente del niño sale en mal sitio. Al arrancárselo le sale mucha sangre. Quizá esto provoca un sarpullido por todo el trasero. El narrador se detiene en los detalles de “las nalguitas como desolladas y en la carne viva por habérsele mezclado la orina con la pus de las bubas” (p. 131). Después se le come las orejas un cerdo y el susto y el daño provoca que se pase las noches aullando “como un abandonado”. El tiempo del niño transcurre jugando con una botella, echado al sol “en el corral o en la puerta de la calle” (p. 131) o “tirado por los suelos, comiendo lo que le echaban y tan sucio…” (p. 131). Hasta que el señor Rafael le da una patada y lo deja tirado, con una cicatriz rebentada y “manándole una agüilla que me dio por pensar que agotara la sangre” (p. 132). El pobre Mario, en definitiva, es como un animal. Todos sus actos y todo lo que le ocurre es propio de ese mundo. Y como tal lo trata la madre al final del capítulo.
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También su muerte posterior, al principio del capt. 5, ahogado en una tinaja, recuerda al narrador “una lechuza ladrona a quien hubiera cogido un viento” (p. 134). 2. La madre se ha reído cuando ha visto a su marido muerto en el capítulo anterior. Ante el nuevo fallecimiento, la señora ni siquiera se inmuta. Paralelamene, el señor Rafael, que parece ser el padre de la criatura, es quien dio la patada de las páginas anteriores. Este señor se afana ahora por ayudar en el entierro. Su letanía “Angelitos al cielo” tiene la sombra de la duda, de la burla y del “mejor así” que Pascual ya no soporta. La pareja de progenitores se convierte, así, en personajes que provocan odio en el narrador. Este momento marca quizá el final de una etapa en el crecimiento de Pascual. Hasta aquí él no había manifestado de forma tan clara su animadversión y su rabia le lleva a gritar. Ante todo ello y con el entierro del niño “lelo” como telón de fondo, la forma en que Pascual encuentra a Lola y la hace suya resulta del todo bruta y acaba por configurar el carácter de nuestro personaje. 3. Dice el narrador que Pascual debía de andar por los veintiocho o treinta años. Nos hallamos, pues, aproximadamente, en 19121914.
Capítulos 6-12
1. Es capítulo 6 es un capítulo de transición. Interrumpe el curso de la memoria. Se sitúa en el presente, recuerda al lector que Pascual se encuentra en la cárcel condenado a muerte y ahonda en la pura simplicidad que también caracteriza al personaje: su ejercicio de memoria, su supuesto arrepentimiento, sus ganas de llorar y, a la vez, de reprimirse… El narrador nos presenta al reo mirando por la
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ventana y describiendo a un niño y una madre ideales que le recuerdan, de forma irónica y hasta casi cruel, a su propia madre y al hermano muerto. 2. Hay que recordar que el diario del narrador se dirige a don Jesús, el conde, quien, como un paisano más, sería testigo del noviazgo de Pascual. 3. “La conversación … se espantaba aquel día a nuestra voz como los grillos a las pisadas o como las perdices al canto del caminante” (p. 143), “la garganta … se quedaba tan seca como un muro” (p. 143), “los ojos me escocían como si tuviera jabón” (p. 144), los golpes del corazón “cortados como los de un reloj” (p. 144), “la respiración de Lola parecía como que pasara por una flauta” (p. 144). 4. Cuando entran en Mérida y atropellan a una señora mayor, Lola ríe. Su risa “me hizo mucho daño, no sé si sería un presentimiento, algo así como una corazonada de lo que habría de ocurrirle” (p. 151). Después de espantar al hijo de la accidentada que acude a la posada a pedir cuentas, Pascual nota en su mujer “algo raro en el vientre y un tósigo de verla así me entró en el corazón” (p. 154). Tras beber con los amigos, el novio vuelve a casa. Por el camino el cementerio le recuerda lo mal que “se debe estar ahí dentro”, un ciprés “parece un fantasma alto y seco, un centinela de los muertos”, la lechuza sobre el ciprés es “un pájaro de mal agüero” (p. 95), el silencio de la casa es extraño. Con el segundo embarazo, la perrilla parece que tiene algo raro y luego la ventana que chirría “como si quisiera atravesarla algún aire” (p. 166) se confunde con la queja del niño. 5. A la vuelta del noviazgo, los vinos con los amigos acaban a navajazos. Pascual acuchilla a Zacarías (final capt. 8) y, tras el aborto de Lola, atraviesa a la yegua (final capt. 9, p. 160).
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Finalmente, tras la muerte de Pascualillo y agobiado por las palabras de las mujeres, Pascual mata (final del capt. 12, pp. 174175). 6. Los capítulos 10-12 se encuentran encadenados. Logran establecer una tensión narrativa en constante in crescendo hasta el desenlace final. Es otro de los momentos en los que el autor recurre a las supuestas omisiones de los diálogos. Las frases entrecortadas logran aumentar la sensación de locura y de sinsentido general. El antiguo odio, la desgracia y la rabia se unen para dar lugar a la acción. Pascual no quiere matar. Pero sabe que no podrá seguir soportando la mirada. De nuevo los ojos y la mirada. Como con la perrilla. La mirada que siente juzgadora. Pascual huye. 7. Leontina: ‘Cinta o cadena colgante de reloj de bolsillo’. Tejeringos: ‘Churros’. Bizcochada: ‘Panecillo de masa sobada y forma prolongada, con una cortadura en medio y a lo largo’. Aguamanil: ‘Palangana o pila destinada a lavarse las manos’. Tósigo: ‘Veneno, ponzoña’. Ponerse en facha: ‘Ponerse en forma o disposición conveniente para algo’.
Capítulos 13-17
1.
En principio, el acto de volcar los pensamientos en el papel se
entiende como simple desahogo: “como del aplanamiento en que me hundo no de otra manera me es posible salir si no es emborronando papel y más papel”.
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Pero una vez comenzado el relato, el autor se deja llevar por la escritura y necesita acabarla: “cuando pienso en que de precipitarse un poco más los acontecimientos, mi narración se expone a quedarse a la mitad y como mutilada, me entran unos apuros y unas prisas…” (p. 179). Sólo más adelante, sobre todo tras la conversación con el padre Santiago, las memorias se erigen en testimonio de confesión y arrepentimiento: “No creo que sea pecado contar barbaridades de las que uno está arrepentido. Don Santiago me dijo que lo hiciese si me traía consuelo” (p. 180). 2.
El narrador mide, efectivamente, el tiempo de redacción: “este
papeleo, que … al principio creí que en ocho días lo despacharía, hoy –al cabo de ciento veinte- me sonrío no más que de pensar en mi inocencia” (p. 179). Como mínimo, pues, Pascual lleva en la cárcel cuatro meses antes del 15 de febrero en que habría acabado el manuscrito y lo habría enviado a su destinatario. 3.
Sale del pueblo, se distancia más de tres leguas hasta Don
Benito, en donde toma el tren para Madrid. En la ciudad permanece algo menos de quince días (p. 183). De allí marcha también en tren para La Coruña. Aquí permanece un año y medio. Dice el narrador que “unido al medio año que llevaba por el mundo y fuera de mi casa” (p. 187) suman dos años que le llenan de morriña y le impulsan a volver a su pueblo. Las sumas temporales en este caso no casan demasiado bien, rasgo sin duda deliberado para mostrar lo azaroso y deslabazado del relato. 4.
Al principio del capítulo 15 se ha producido un pequeño salto.
Pascual está ya en el pueblo y el narrador nos sitúa directamente en la escena cotidiana de la pareja. Pero Lola necesita confesar un secreto: ha “pecado” durante la ausencia del marido. Ahora espera un hijo y quiere tenerlo.
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El despechado obliga a la esposa a confesar quién es el padre, el peso de la culpa y el remordimiento van a provocar la muerte de la mujer justo en el momento de la confesión. Todo ello se explica de forma entrecortada y a través del discurso directo de los personajes. El narrador apenas interviene: sólo oímos el diálogo del matrimonio y es a través de sus palabras como comprendemos lo que está ocurriendo. 5.
En su anterior encuentro (capítulo 3), Pascual sintió que su
adversario utilizó la palabra como arma y que a través de ella consiguió dejarlo burlado. Esa espina que el narrador aseguró llevar clavada en la sangre es la que aquí también quiere extraerse: “Me tenté la ropa, medí las distancias y , sin dejarle seguir con la palabra para que no pasase lo de la vez anterior” (p. 196), “¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste” (p. 197). Pascual no puede permitir que el enfrentamiento se salde de nuevo con victoria para el Estirao. Por eso, a pesar de lo prometido a Lola, acaba por matarlo. 6.
Al llegar al pueblo, el jefe de estación lo recibe sin ningún
aspaviento. “La sangre se me agolpó a los oídos y las lágrimas estuvieron a pique de aparecerme en ambos ojos. Al señor Gregorio no le importaba nada mi libertad. … Iba triste, muy triste; toda mi alegría la matara el señor Gregorio con sus tristes palabras y un torrente de funestas ideas, de presagios desgraciados ... me atosigaban la memoria” (p. 204). A partir de aquí, el camino hasta la casa familiar se llena de signos funestos: quienes descansan en el cementerio parecen salir “en esqueleto a mirarme pasar”, la propia sombra es un fantasma que sigue los movimientos del protagonista… Pascual se esfuerza por superar estos pensamientos imaginando el recibimiento y la alegría de la madre y sobre todo de la hermana,
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ante quien él se presentaría “libre, sano como una manzana, listo para volver a empezar, para consolarla, para mimarla, para recibir su sonrisa” (p. 205). El discurrir de estas imaginaciones se ve interrumpido entonces por el diálogo entre León y el señorito Sebastián. Esa conversación demuestra que algunos de los vecinos sí recuerdan a Pascual y sus tres años en la cárcel. La alegría, pues, torna a invadir el espíritu del protagonista y le da ánimo para enfrentarse al reto de llamar a su casa. El recibimiento, sin embargo, no puede ser más triste: la madre no muestra ningún tipo de afecto, ni siquiera sorpresa, al abrir la puerta. Y la hermana se halla de nuevo a Almendralejo. La realidad se impone con toda su dureza. Nada se parece a lo que Pascual quería imaginar. Por si fuera poco, el nuevo lío de la hermana Rosario no es otro que el señorito Sebastián, el personaje a quien acabábamos de oír hablando con León cuando ambos vuelven de Almendralejo “quien sabe si de ver a las novias” (p. 206). La vida de Pascual es “la lucha” que mencionaba anteriormente. La cárcel configuraba un reducto pasivo, tranquilo, casi amable, a años luz del entorno real.
Capítulos 18-19
1. La segunda esposa de Pascual es guapa, religiosa, sobrina de doña Engracia y se llama Esperanza. Ella lleva limpieza y orden a la casa y simboliza en sí misma la idea de “segunda oportunidad” que vive Pascual.
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2. Los actos rememorados se combinan aquí con las reflexiones en torno al odio, la culpa y la expiación. Como cuando huyó del pueblo la vez anterior (capt. 12), el sentimiento de desgracia y la idea del destino funesto de la propia vida se combinan con el odio por la madre y la necesidad de romper con la sórdida cotidianidad. Pascual ha unido antes toda esta combinación de reflexiones. Sobre todo al final de ese capítulo 12. Entonces la respuesta a su angustia fue la huida del pueblo. Ahora “el poner la tierra por en medio” (pp. 214) también se ofrece como posible solución, que, sin embargo, no llega. Entre aquel momento y éste, Pascual ha vivido otras experiencias. Sobre todo ha matado. Y ha vivido la cárcel como refugio. Desde este punto de vista matar para acabar con el origen de todos sus males se erige en acto casi inevitable. “La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente” (p. 215). Cuando, después de mucho, Pascual mata a la madre, su reacción es “como de alivio … Podía respirar…” (p. 220). 3. Por muerte natural fallecen el padre de Pascual (capt. 4, pp. 128129), Mario (capt. 5, p. 134), Pascualillo (capt. 10, p. 167) y Lola (capt. 15, p. 192). Sufren asesinato (o un ataque sangriento, en el caso de Zacarías): La Chispa: “Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra” (final del capt. 1, p. 115).
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Zacarías: “Me fui hacia él y, antes de darle tiempo a ponerse en facha, le arreé tres navajazos que lo dejé como temblando. Cuando se lo llevaban … le iba manando la sangre como de un manantial…” (final del capt. 8, p. 156). La yegua de Pascual: “Fue cosa de un momento … Tenía la piel dura; mucho más dura que la de Zacarías … Cuando de allí saqué el brazo dolido, la sangre me llegaba al codo. El animalito no dijo ni pío; se limitaba a respirar más hondo y más deprisa, como cuando la echaban al macho” (final del capt. 9, p. 160). El Estirao: “Pisé un poco más fuerte… La carne del pecho hacía el mismo ruido que si estuviera en el asador… Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza –sin fuerza– para un lado…” (final del capt. 16, p. 198). La madre de Pascual: “Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta… La sangre corría como desbocada y me golpeo la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos” (final del capt. 19, p. 220). A Pascual le resulta muy próximo el contacto con la sangre. Desde aquel olor que desprende la cuadra y que él siente como familiar, la muerte le acompaña a lo largo del relato. Las muertes naturales se narran de pasada cuando afectan al protagonista (Lola y Pascualillo). En cambio, cuando el narrador se detiene a describirlas es para hacer todavía más patente la ridiculez de los fallecidos. Así con el padre y sus ojos saltones y la lengua morada, o con Mario pringado de aceite y con un hilillo como de baba emanándole de la cara.
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En cambio, los asesinatos se llenan de detalles en torno al cuerpo, el tacto, el sonido, la sangre… Basta un rápido vistazo a los fragmentos destacados más arriba para darse cuenta, además, de que el narrador no discrimina las muertes de las bestias de las de las personas: la piel de la yegua es más dura que la de Zacarías, el pecho del Estirao hace el mismo ruido que si estuviera asando un costillar, la sangre de la madre sabe igual que la de los corderos. Esta animalización destaca la perspectiva del protagonista. Es Pascual quien ya no distingue entre matar una perra o una persona.
4. La opinión de cada cual dependerá de su propia formación e ideales, así como del análisis que haga de la conducta del personaje, de sus oportunidades perdidas, de su manera de relacionarse con los demás… En general, el narrador ha querido presentarnos
a
un
hombre
sin
formación
que
ha
vivido
prácticamente como un animal, familiarizado desde pequeño con las experiencias más brutales. A la violencia como recurso para resolver conflictos y la suciedad y el despabilarse cada uno por su cuenta como forma de vida, se suman la idea de desgracia y de destino
funesto
que
inunda
el
alma
del
protagonista.
Las
oportunidades que ha tenido para salir de aquí han dependido en gran medida del amor, del enamoramiento y de las mujeres. Es sólo en este sentido y en este punto, quizá, en el que Pascual escaparía al concepto de víctima de su contexto.
5. VOCABULARIO: Copo: ‘Mechón o porción de cáñamo, lana, lino, algodón u otra materia que está en disposición de hilarse’.
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Tabas: ‘Juego en que se tira al aire una taba de carnero (uno de los huesos del tarso), u otro objeto similar, y se gana o se pierde según la posición en que caiga aquélla’. Nazareno: ‘Penitente que en las procesiones de Semana Santa va vestido con túnica, por lo común morada’.
Otra nota del transcriptor – Carta de S. Lurueña – Carta de Cesáreo Martín
1. A la guerra civil española (18 de julio de 1936-1 de abril de 1939), que asoló el país y del que surgiría el régimen dictatorial de Francisco Franco 2. Respuesta libre. 3. Primero escribiría de corrido hasta el capítulo 12-13. Luego la carta introductoria. Pero después de ésta continuaría su redacción utilizando otra tinta para escribir. 4. A Herodoto (484-425 a.C.) se le considera el padre de la historiografía por su famosa obra Ἱστορίαι o Historiae, literalmente «investigaciones, exploraciones», más conocida como Los nueve libros de historia. Es considerada una fuente importantísima por los historiadores por su gran veracidad, por ser la primera descripción del mundo antiguo a gran escala y por ser también la primera en prosa griega. 5. La muerte de Pascual es una coda cruda que cierra el retrato, que demuestra “a todos su miedo a la muerte” y que lo sitúa en el grupo de fallecidos cuyas muertes se han narrado al detalle como instrumento de ridiculización del traspasado.
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6. El dorado fue un lugar mítico. Situado en América, se suponía que tenía grandes reservas de oro y los conquistadores españoles lo buscaron con gran empeño. 7. Puede haber opiniones para todos los gustos y sobre ello se puede debatir en el aula. En principio “la familia…” es el título que lleva el propio manuscrito, en color rojo, según nos ha dicho el testamento de Joaquín Barreda López. Pero éste es un recurso del narrador. El título es sobre todo la mejor forma de demostrar que Pascual supone que estas páginas no son sólo un retrato de sí mismo sino de toda su familia, como si fuera un sujeto colectivo. Ellos protagonizan el relato. Pero ¿sobreviven a él?
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