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Sr. Presidente, Ministros, Alto Comisionado de la Marca España, (…) Señoras y señores,
La Primera Ministra Indira Gandhi -a cuya nuera Sonia conocí en mi primer viaje a la India, acompañando a SM el Rey Juan Carlos- dijo una vez estas palabras: “normalmente, la inspiración divina llega cuando más negro se pone el horizonte”.
Cuando Marca España echa a rodar, en 2012, el horizonte que se cernía sobre nuestro país era, como saben, bastante tormentoso. No creo que en su génesis mediara ningún tipo de divinidad, pero les aseguro que sí hubo algo, para mí, igual de extraordinario: un puñado de hombres y mujeres se rebelaron contra el desánimo y pusieron en común su talento, su trabajo y sus ganas de acertar. Lo hicieron guiados por tres cosas: el amor a nuestro país, el deseo de darlo a conocer tal y como es y una confianza a prueba de crisis en su presente y en su futuro.
Hoy, desde un horizonte muy distinto de aquel de 2012 – un horizonte que nos hemos ganado entre todosquiero reconocer a esos hombres y mujeres la fe y el empeño que han puesto en Marca España. 1
Creo que es de justicia citar los nombres propios de Carlos Espinosa de los Monteros, Cesar Vacchiano y José María Cubillo. Y reconocer también a todos esos funcionarios del MAEC que, con su ejemplar espíritu de servicio, han dejado en el proyecto lo mejor de sí mismos.
Junto a ellos, centenares de profesores universitarios, investigadores,
alumnos
de
grado
y
posgrado,
expertos y directivos de muchas empresas españolas, han puesto su conocimiento y su esfuerzo al servicio de España sin percibir remuneración alguna.
Como suele repetir Carlos: “contribuir a mejorar el prestigio y la imagen de nuestro país es su mejor recompensa”. Recompensa más que merecida porque Marca España es una reedición contemporánea del milagro de los panes y los peces. Se ha hecho prácticamente sin presupuesto ni relación de puestos de trabajo.
Quiero insistir en un elemento esencial para entender en qué
consiste
y
qué
pretende
Marca
España:
la
percepción. La imagen. Nuestra imagen. Cuenta ValleInclán que en el viejo Madrid, había una calle que se llamaba Callejón del Gato. En este callejón había un 2
espejo, no sé si cóncavo o convexo, que devolvía las imágenes distorsionadas. Los flacos se veían gordos y los gordos se veían flacos.
No voy a entrar ahora en el debate sobre la realidad de España a lo largo de la historia. Lo cierto es que la imagen que el espejo nos ha devuelto ha sido casi siempre peor que la realidad. Entre otras cosas, porque la imagen de España no la hemos hecho nosotros nos la han hecho los otros.
No me voy a remontar a la leyenda negra que, entre ingleses y holandeses, pusieron en circulación para destruir la imagen de España. Me voy a limitar a recordar que en los años que siguieron a las Cortes de Cádiz de 1812 la imagen de España en el exterior era cada vez peor. La pérdida de los territorios americanos, las Guerras Civiles, las asonadas y las revoluciones ahondaron el pesimismo histórico de principios de siglo.
El desastre del 98 nos da la puntilla. Los nacionalismos convienen en que la postración de España es irreversible y que la única solución es la disolución de la Nación.
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Los regeneracionistas escogen un camino opuesto: se vuelcan literalmente sobre aquella España sin pulso, la que aman porque no les gusta para sacarla a flote. No se preguntan ¿qué va a pasar? Sino ¿qué vamos a hacer para retomar el vuelo?
Cuando llegamos al Gobierno, nos encontramos con un problema similar al que tuvieron que resolver los regeneracionistas. La realidad de España no era buena, pero la imagen de España era todavía peor que la realidad. Como en el Callejón del Gato. La imagen de España se estaba perdiendo a borbotones y eso estaba alimentando nuestro pesimismo existencial y lastrando nuestras oportunidades de futuro.
Y decidimos que ni podíamos quedarnos de brazos cruzados ni podíamos embarcarnos en sueños ajenos a la realidad como el personaje del arbitrista en el “Coloquio de los perros” cervantino. Decidimos exhibir una nueva imagen de España que se podría resumir en una frase: no renunciar a nada.
No renunciar, como dijo Julián Marías, “a la prodigiosa variedad de España, a la pervivencia dentro de ella de modalidades diferentes vivas. A una empresa histórica 4
que contribuyó a la formación de Europa y trascendió de los límites continentales y europeos para crear la primera gran comunidad de pueblos heterogéneos después del Imperio Romano.”
Proyectar esta imagen de España no parecía tan difícil. No hacía falta inventar la rueda, ni ponernos a novelar historias. Bastaba con saber contar lo que somos y lo que hacemos.
Pero luego resultó ser más complicado de lo que en principio habíamos pensado. Teníamos muchos datos dispersos, pero carecíamos de una base de datos centralizada que nos permitiera poner todo ello en valor y también saber cómo nos veían los otros.
Teníamos las piezas, pero no sabíamos cómo encajarlas. Nos faltaba ese marco de referencia propio que permitiera hacer coincidir la imagen de España con su realidad. Y, repito una vez más lo que antes dije: “la realidad no era buena, pero la imagen era peor”. Marca España nació para corregir esta anomalía. Pero para corregirla, debíamos previamente recuperar la confianza de nosotros mismos porque mal se puede ganar la
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confianza de los demás si no confiamos en nosotros mismos.
En el Informe que hoy se presenta se analizan los grandes números, las magnitudes macroeconómicas. Pero también, se analizan las variables que miden el bienestar de los españoles.
Si un gestor de un parque natural quiere obtener imágenes de su masa forestal, hoy sabemos que hay satélites españoles que se las pueden ofrecer en tiempo real. Si una compañía aérea quiere entrenar a sus pilotos sin gastar combustible, le podemos decir que los mejores simuladores aéreos los hacen empresas españolas. Si un país necesita poner en marcha un sistema integral de donación de órganos, sabemos que España en el modelo que tiene que imitar.
Y así les podría poner muchos más ejemplos que hoy son más conocidos gracias a Marca España y que ustedes pueden consultar en su página web. Y, créanme, los números no mienten. Y los números dicen que estamos hoy mejor que hace cuatro años y que sabemos las cosas que todavía andan mal y que hay que mejorar en el futuro. 6
En estos cuatro años no me han faltado ni retos ni aventuras que mereciera la pena afrontar y superar. Ha habido muchos sinsabores y algún éxito. Pero si algo ha merecido la pena en esta experiencia única ha sido contribuir a alumbrar y dar sus primeros pasos a la Marca España. Un proyecto en el que muy pocos creían se ha convertido en una realidad en la que es imposible dejar de creer.
La Marca España no es un proyecto del Gobierno, no pertenece a unos u otros. Es un proyecto de Estado al servicio de España y de todos y cada uno de los españoles.
Lo hemos conseguido entre todos. Y ahora toca no dar marcha atrás. La Marca España será tan fuerte o tan débil como los españoles la hagamos. Y ello no depende tanto de la opinión de los de fuera como de nuestra propia confianza. A las pruebas que ustedes van a ver y escuchar me remito. Repito: los números no mienten. Muchas gracias.
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