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Teatro de la Revolución
Teatro de la Revolución LOS LANZA Félix Reyes Ortiz ITURBIDE o AMBICIÓN Y AMOR José Rosendo Gutierrez
La Paz - Bolivia 2008
Félix Reyes Ortiz
“Los Lanzas” José Rosendo Gutiérrez
“Iturbide o Ambición y Amor” Publicado por el Gobierno Municipal de La Paz
Gestión del Dr. Juan Del Granado Cosio Alcalde Municipal de La Paz Lic. Jaime Iturri Salmón Delegado Municipal para el Bicentenario de la Revolución del 16 de Julio de 1809 Primera edición: julio de 2008 Diseño y diagramación: Pedro C. Plata Jiménez Corrección de estilo: Margarita Behoteguy Depósito Legal: 4-1-1633-08 Producción: Impresiones Gráficas “VIRGO”
Impreso en Bolivia
INTRODUCCIÓN ¡La nación, a escena! Primero, claro está, fue la acción, pero luego había que contarla. Ahí comenzó. Nuestros primitivos antepasados se reunían, más o menos a la hora de las telenovelas, a contar y recontar las pequeñas y grandes historias. Su público eran las mujeres, los niños, los ancianos que se habían quedado en la aldea. El que narraba los acontecimientos del día, sea la larga caminata, sea la caza del mamut devino en periodista. En cambio, el anciano que comenzó a pensar qué habría pasado con el alma de los que habían muerto en la cacería y cuál sería el destino del grupo, se convirtió en filósofo. Por su parte, el que una noche contó que conoció a alguien que se había topado con un ser de otro planeta que le había dado poderes para ser inmortal (como narra el más viejo manuscrito hasta ahora descubierto, el de Gilgamésh, en lo que hoy es territorio de Irak) se convirtió en literato. El que pintó la cacería fue el artista. Y así… Pero hubo un grupo de hombres y mujeres que para contar lo que había pasado, lo que creían que iba a venir y lo que soñaban, decidieron que debían dibujarlo con sus cuerpos, sus expresiones y los sonidos de que fuesen capaces de crear. Esos fueron los tatarabuelos de los actores de teatro, ese efectivo vehículo de comunicación que
Introducción divierte pero que también ideologiza, da sentido y orden particular a los mundos y transmite los imaginarios. Ya lo decía Shakespeare: “el mundo entero es un escenario”. Pero también la historia es una puesta en escena, por eso el teatro es tan viejo como la presencia animal en el mundo. ¿Acaso no monta una sofisticada escenificación la grulla para seducir a su pareja? Sin embargo, fueron los humanos los que llevaron la representación al extremo al convertirla en medio de comunicación. Desde sus inicios el teatro fue arte pero también transmisor de imaginarios. El teatro histórico boliviano Si toda época tiene su narrativa la del siglo XIX fue una literatura profundamente marcada por el Romanticismo. La influencia venía de Europa y el tema central estaba basado en las relaciones sentimentales y sabores y los sinsabores que estas producen. Un claro ejemplo es Iturbide o ambición y amor de José Rosendo Gutiérrez aquí publicado. Es interesante comprobar que a pesar de que ese teatro, en su rama histórica, exaltaba la lucha por la emancipación americana de España (eso es Los Lanzas, drama con el que comienza este texto), usaba formas expresivas de la península ibérica. El Romanticismo histórico fue la corriente teatral que mayor desarrollo tuvo durante el siglo XIX. Era la historia destinada a la formación de las nuevas generaciones. La obra de Los Lanzas tiene el mérito de ser la primera en el género en Bolivia. Su autor no necesitó ambientar sus ideas en lejanas latitudes sino que puso como escenario la ciudad de La Paz durante los días de la revolución del 16 de julio de 1809. 6
Teatro de la Revolución La obra fue escrita en 1859 cuando su autor tenía 31 años y fue estrenada poco después para la fiestas julias (algunos autores sostienen que la primera representación se dio en 1860 y otros en 1861). Finalmente, fue publicada por el periódico La Reforma en 1872 y por la imprenta de la Unión Americana de César Sevilla en 1875 (en cuya edición nos hemos basado para el presente libro). Félix Reyes Ortiz era hijo de su época y dividía su tiempo entre el Romanticismo poético, la historia, la sátira periodística y la política. En la introducción a su obra da a conocer los motivos que le llevaron a escribirla: Al escribir este ensayo dramático para solemnizar las fiestas julias (1859) que fundé en 1854 con mis alumnos del Ateneo y con distinguidos caballeros, todo mi anhelo fue popularizar las tradiciones nacionales por medio de la idealización de la realidad histórica, perpetuar la memoria de los hombres del pasado, para sostener vivo el sentimiento heroico de los hombres del porvenir, de esa juventud, cuya inteligencia y corazón en mis débiles manos se habían depositado. El drama no es más que la pasión y el sentimiento puestos en acción. Y algún mayor interés ofrecen el sentimiento de amor patrio, la pasión por la libertad nacional. Más propio era el argumento para una leyenda del género novelesco por ser susceptible de mayor desenvolvimiento; empero, el drama, casi siempre estudiado por los jóvenes, deja en la memoria indelebles nombres, hazañas, y sacrificios de los que fueron nuestros padres: esto conducía a mi objeto. No es el poeta que ha querido inspirarse en la historia: es el amigo de la historia que ha querido prestarse el ropaje de la poesía para popularizar la historia. 7
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“Popularizar la historia”, claro que en el camino el dramaturgo construye su trabajo tomándose un par de licencias históricas que el propio José Rosendo Gutiérrez, ya en el siglo XIX observó. Como el hecho de situar la lectura de la Proclama de la Junta Tuitiva el 16 de julio y no el 27 como los papeles de la revolución señalan. Pero claro, ese ya es un juicio a posteriori, Reyes Ortiz construyó una representación dramática y es así como debe leerse Los Lanzas. Máxime si la discusión sobre si hubo proclama o no sigue siendo un hito entre los historiadores, aún hoy. Es imposible juzgar esta obra teatral desde el esteticismo, el propio autor reconoce que: “Estas escenas, sin duda carecen de mérito artístico y aún del índole del drama moderno. Más puede la juventud, el hombre del pueblo recordad por ello lo grande, lo inmortal que nos legaron nuestros padres: ¡Una patria! Eso me basta”. Aquí no existe el concepto del arte por el arte sino un fin utilitario. El teatro debe ayudarnos a construir el concepto de nación. Otro tanto podría decirse de la novela cuyo ejemplo más claro es Juan de la Rosa de Nataniel Aguirre. La exaltación de los héroes del 16 de julio servirá de ejemplo para levantar la bolivianidad, para construir lo nuestro después de haber alcanzado la Independencia. Tal vez ahí esté la explicación de porque el autor elige a los hermanos García Lanza como los protagonistas. En ellos mismos se resume el drama de la lucha independentista: Gregorio y Victorio murieron a raíz de la revolución de 1809, uno combatiendo a los españoles en Yungas y el otro ahorcado junto a Murillo. El menor,
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José María García Lanza, continuó la lucha libertaria en el ejército argentino donde llegó a ocupar el cargo de coronel. En 1821 fue enviado por Buenos Aires a comandar la guerrilla de Ayopaya-Inquisivi. En enero de 1825 fueron sus tropas las que libertaron la ciudad de La Paz antes de la llegada de las tropas de la Gran Colombia. Tomada por los patriotas la hoy sede de gobierno de Bolivia, los bolivianos ganaron el derecho a definir su destino. Fue José Miguel Lanza el único de los guerrilleros de la Independencia que participó en la fundación de la República. El contexto Una vieja rivalidad fermentó ya en la Colonia entre la sede de la Audiencia, Charcas, y la principal ciudad comercial y de tránsito de ella: La Paz, que además de ser la vía de salida hacia el Pacífico era el centro del mundo aymara. Gran parte del siglo en que conquistamos la independencia se discutió sobre si el primer grito libertario se dio al pie del cerro Tanga Tanga o del Illimani. En el entramado de la discusión estaban los intereses de ambas regiones de ser sede de los poderes, algo que se saldó después de que los paceños (aliados a indígenas aymaras) vencieran en la guerra civil. Años después continuamos con la misma disputa. Y claro está, a la necesidad material le han correspondido argumentos y contrargumentos históricos y artísticos. Sabios los chinos decían que “la verdad es un caballo de mil bridas”. En el siglo XIX el teatro era la forma ideal para comunicar a los sectores sociales más acomodados las ideas de la época. No había
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necesidad de leer, como es el caso de la novela, bastaba ir al teatro, que, de paso era un lugar de encuentro con otros contertulios y con las damas. De la importancia del teatro nos habla el hecho de que a pocos años de conquistada la libertad y fundada la república se construyera lo que hoy conocemos como Teatro Municipal, cuyos trabajos empezaron en 1843 y culminaron en 1845. El 18 de noviembre de ese año se dio la primera representación. Fue en ese teatro donde se estrenaron el Himno Nacional y el Himno a La Paz. El teatro va a la guerra Los Lanzas difunde la visión de los paceños de que el primer grito libertario se dio el 16 de julio, en una época en que discutir la primogenitud de la lucha independentista constituía un mérito importante para reclamar la sede de los poderes. Un asunto que quedó zanjado con la Guerra Federal. Era pues la batalla de las ideas y de los imaginarios para discutir un tema de gran importancia. La Paz había sido la principal sede de los poderes todo el siglo XIX, por eso el primer Palacio de Gobierno se construye frente al Illimani, pero además era el norte industrioso y liberal contra la “aristocrática” y conservadora Sucre que se había hecho de la capitalía en 1839 a pesar de que cuando se fundó la República y precisamente por la rivalidad paceño -chuquisaqueña se estableció que la capital del naciente país estaría en Cochabamba.
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Un drama mejicano en La Paz Iturbide, en cambio, resalta las peleas post independencia. Su autor, José Rosendo Gutiérrez fue historiador y político. Alumno de Reyes Ortiz le corrigió licencias históricas que el autor de Los Lanzas se tomó. A diferencia de Reyes Ortiz, Gutiérrez escribe su obra de teatro sobre un escenario lejano a Bolivia. Iturbide fue primer emperador mejicano nombrado después de la Independencia. La lucha política, cruzada por el tema amoroso (algo muy propio del Romanticismo) muestra la desilusión. La Independencia no solucionaba por si misma los problemas del país y tampoco cambiaba el espíritu de los seres humanos. Es una obra con cierta carga de desilusión. Quizá la razón de que esté situada en México, pero que bien puede ser trasladada a Bolivia, se debe a que el autor no quería mayores choques con el ánimo patriótico. Iturbide vive la venganza de una amante despechada, un tema peliagudo para la época. La obra fue estrenada el 12 de julio de 1863 y publicada posteriormente por la Imprenta La Libertad de Ezequiel S. Arzadum. Jaime Iturri Salmón La Paz de Ayacucho Julio de 2008
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UN AUTÉNTICO DRAMATURGO Antes de hablar, a manera de introducción a las obras teatrales de Félix Reyes Ortiz (La Paz, 1828 -1882), es preciso recordar los antecedentes recogidos sobre su obra, por hombres de nuestras letras que lo supieron situar como iniciador de la dramaturgia boliviana. Con esa doble perspectiva con la que siempre trató el escritor y pensador nacional, Roberto Prudencio, recientemente fallecido, a los diferentes escritores bolivianos, situándolos a unos en su actualidad, y a otros, desde alguna sección de su revista en forma permanente como “escritores del pasado”, pero también en actualidad, por saberlos proyectar hacia adelante, haciéndolos avanzar hacia nosotros partiendo de su anterioridad, ya aparece en el Nº 20 de su inolvidable revista Kollasuyo, correspondiente al mes de agosto de 1940, donde se lee un largo articulo exhumatorio de la obra literaria de Félix Reyes Ortiz y al hablarnos de su drama Los Lanzas, nos dice “que tiene el mérito de ser el primero que lleva a escena un motivo nacional, ya que hasta entonces los escritores se inspiraban siempre en héroes europeos”. Augusto Guzmán, también lo califica en Poetas y Escritores de Bolivia, La Paz, 1975, como el primer dramaturgo boliviano, por ser él quien en 1857 con Plan de una representación “...el género apareció en Bolivia al favor del primer gobierno civil, presidido por Linares, 22 años después de la proclamación republicana…”. Por su parte Enrique Finot en su Historia de la Literatura Boliviana, anota que Los Lanzas marcó el principio de una serie de obras teatrales
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sobre temas patrióticos e históricos que ha constituido la mayor parte de la producción del teatro boliviano del siglo pasado...”. Ángel Salas, hace ya en 1925, con motivo de las publicaciones de monografías sobre diversos aspectos del pensamiento boliviano dedicadas al Centenario de la República éstas y otras apreciaciones a propósito del Teatro de Félix Reyes Ortiz. La más reciente referencia está contenida en Las cien obras capitales de Juan Siles Guevara, quien aunque se refiere sólo al Plan de una representación es el que mejor resume las características “pirandellianas” de la pieza anotada. A ese empeño de estos y otros literatos de establecer la continuidad de la obra teatral en el país, se debe el que no se haya olvidado el nombre del meritorio autor. Tenemos en e1 precursor Félix Reyes Ortiz un doble mérito: ser el primero en abordar el género, un iniciador que no se ciñe del todo al seguidismo del romanticismo dominante en su época; ese todavía se prolonga en la América Latina en un segundo período de 1850 a 1880; y ser el que abre la senda para el teatro histórico, con verdadera visión dramática, para el presente y para el futuro, contribuyendo, en sus tiempos que son todavía de una formación de lo cívico, a la fortificación de un incipiente patriotismo, teniendo en cuenta que la sociedad en que se mueve el autor, es una joven nación que no llega a los treinta años y precisa del pábulo de sus propias glorias y de su pasado, donde hay que buscar, precisamente, el hecho heroico que dio origen a su nacimiento. Cuando en el país aún no están cimentadas las instituciones básicas, hace surgir el teatro como elemento -entendiendo el teatro como reflejo de una sociedad- didáctico, que supera el simple auxilio de la oda: cívica, aportando en esos tiempos a la formación 14
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de las poesías nacionales, latinoamericanas. Enseñar a admirar, sin ánimo de crear ejemplos admonitorios sino de fundar o mostrar los orígenes de la sangre y de la lucha para enclavar la futura solvencia de la libertad. Sin apegarse mucho al Romanticismo, le toma, tal vez por hallarse inmerso en su cronología la actitud de lograr “que el sentimiento de localidad se vuelva de nacionalidad”. También la elección del tema de Los Lanzas (hermanos guerrilleros del proceso libertario de 1809), parece corresponder a esta corriente, puesto que los autores del romanticismo latinoamericano, proclaman los principios liberales, los mismos que inspiraron los movimientos de 1809 y 1810. Nada mejor que lograr la adecuación, poniendo en boca de héroes reales, principios que todo un movimiento literario los actualizaba y que llegaban al país con el retraso de siempre, y cuando una teoría literaria propia era todavía una nebulosa como lo era la misma política. Sin la afectada erudición, patrimonio del Romanticismo, pensando más en la vía directa que lleva la historia al público y de éste a comprenderla, se sirve de lo que Menéndez Pelayo llama “el don supremo de crear caracteres”. El propio Félix Reyes Ortiz anota en su prólogo a la edición de 1875: “Al escribir este ensayo dramático para solemnizar las fiestas julias de 1859 que fundé en 1854 con mis alumnos del Ateneo y con distinguidos caballeros, todo el anhelo fue popularizar las tradiciones nacionales por medio de la idealización de la realidad histórica, perpetuar la memoria de los hombres del pasado para sostener vivo el sentimiento de los hombres del porvenir, de esa juventud cuya inteligencia y corazón en mis débiles manos se habían depositado”...
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De aquí al teatro didáctico como similitud de lo épico que preconizaba Brecht, no hay mucha diferencia. Sólo que la intención que aparece marcada en el párrafo arriba transcrito, no tiene intención teorizante sino que hace práctica de simple recomendación o servicio cívico, si así puede llamárselo, resultando así una anticipación a un teatro “de finos” y no de mero espectáculo dirigido a lo que llama el ya citado Brecht “un auditorio de estadistas”, enseñando más que divirtiendo. Utilizando documentos históricos, que pasan a los parlamentos de su obra con comillas en el texto respectivo (proclamas, demandas populares, personajes que actuaron en el proceso, de uno y otro lado, como Murillo, Gregorio y Victorio Lanza, el cura Medina, Aparicio, Figueroa, Castro, Goyeneche, Tristán, Dávila y otros), compone su drama en tres cuadros y decorados. Hay que tener en cuenta que no les llama actos, sino cuadros, tal vez (aparte de que exige cambio de decorados), por su duración, o para sus fines didácticos, encerrando determinados transcursos de tiempo, respecto a hechos históricos, con precisión casi cronológica, recogiendo así la premura realística que debió tener el acto cuando ocurrió. “Murillo es el hombre que conserva el ritmo acelerado de la Revolución”, dice el historiador Valentín Abecia Baldivieso en su libro La Revolución de 1809. Por esto Reyes Ortiz da a cada cuadro una acción determinada y de duración precisa, dándoles títulos de contenido semiótico, es decir, estableciendo sólo los signos indicadores de lo más representativo de un proceso que duró meses como siglos, por la intensidad. Así se sucederán Primer Grito de Emancipación, Principio de la Guerra a Muerte, Los Protomártires. La apertura empieza con una culminación,
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un clímax, un “final ya conseguido” en el principio ya que se trata de una escena triunfal, precisamente los protagonistas que arribaron a la situación, van a rubricar su exitoso resultado con la firma del documento que la define. Típica escena para empezar una “vuelta atrás”, es decir, para recontar y explicar el proceso que ha traído esta colocación que parece definitiva, por ser una consecuencia. Pero el autor la presenta más -sin decirlo- como etapa. Va a establecer un desarrollo dialéctico que es lo que cabe al teatro épico. Muestra una figura principal, pero sus protagonistas surgirán como desprendidos de ella, creando así una especie de metáfora mística sin estar dentro del teatro religioso, ni tampoco poético, solamente por intuición, como si descubriera que no basta un sólo árbol para fructificar el heroísmo ejemplarizador sino muchos otros y hasta ramas de un mismo árbol. Así la estirpe de los Lanzas como personajes, serán, en cuanto a valoración dramática y significación simbológica, tan grandes como Murillo, pero desprendidos de su costado florido. Este saber partir de un final nos lleva pronto a la convicción de que el autor fue un verdadero dramaturgo, creador de escenas y no buscador o explotador de una veta que se presenta fácil. Por eso la escena que inaugura la marcha de los acontecimientos, primera del cuadro primero, sólo es auxiliar y nunca principal, cumpliéndose así la regla de lo dialéctico épico. Más que cumplir un encargo, el autor desarrolló, aprovechando de su propia obra, una carrera iniciada como comediógrafo bajo seudónimo e inscribe la fundación de todo un género que aún llega a Raúl Botelho, Raúl Salmón y Eduardo Perales en nuestros días. Pero el verdadero protagonista de la escena apenas abierto el telón es el pueblo, en armas y en ideas, está gritando vivas en el 17
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escenario que le es propio, la plaza pública y también está en la sala del palacio representado por esos hombres que con la pluma en la mano se aprestan a firmar la declaración más trascendente de su destino como pueblo. La división de los tipos también se produce en esta primera escena, pues se mezclan chapetones y pro chapetones que son los que van a iniciar el diálogo: “¿Y quién es este indio que preside este complot?”, dice Cotera y de esta forma, por contrarios, el autor dibuja el perfil de su personaje heroico, pues el tono peyorativo e insultante deliberado para la moda de la época como razonamiento político, exalta la personalidad que se quiere disminuir. Con la pregunta del parlamento de Cotera, pues, antes de que el interrogado, Figueroa, conteste, ya el público lo ha hecho tácitamente y por pasiva ha reivindicado a Murillo, no interesa si por convicción o no, pero sí, ciertamente, obedeciendo al mecanismo hábilmente utilizado por el autor; simple efecto visual por categoría teatral, mostrando sin palabras en esta primera escena quién es el enemigo principal y quién está asumiendo el papel liberador. Esta maestría para el efecto indirecto, da de comienzo el ingreso del espectador a la zona de interés, por su rápido resumen analítico de la condición y estado sicológico de los personajes con los que se inicia la obra. Cotera produce la identificación de sentimientos contrarios en su breve aparición, y ese sentimiento contrario que le da la defensa ideológica es nada menos que un español: “mi madre me parió en Galicia, pero amo la libertad como un americano” y luego ofrece tirar por el balcón al infiltrado que parece un persistente “distraído”, el
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escenario palaciego es el mismo que sostuvo, las gentes y sus doctrinas han cambiado aunque exprese “la barra es de todos”. También a Dávila, el arequipeño “que ostenta españolismo” hay que aplicar estas reglas, pues en su parte “juraré exterminaros”… “pensáis que un puñado de paceños ha de conmover el solio de tres siglos… Tupac Amaru nada pudo contra nuestra constancia ¿qué podéis vosotros cuyos gritos se pierden entre el murmullo del Choqueyapu… con qué elementos?”… Esta destreza para el planteamiento ideológico en una época en que todavía ni se ha adivinado lo que sería toda una doctrina de utilización del teatro como medio de convicción por captación de conceptos, es asombrosa para la época que aún no tiene idea de teorías teatrales, no sólo en el país sino en el ámbito universal y denota la filiación intuitiva de un auténtico autor teatral de Félix Reyes Ortiz. Mucho después Romain Rolland planteará la educación moral de las grandes masas mediante las siluetas edificantes surgidas de ese mismo pueblo. Con el axioma “queréis un arte del arte del pueblo, comenzad por tener un pueblo” y en una equivalencia prevalente, pero con treinta años de anticipación a un genio de las letras universales, contribuye a crear ese pueblo presentándole a los descubridores de las fuentes donde han de beber el agua vital de su existencia misma. Por un desplazamiento rápido cambia de eje de la protagonizaron. Ya no es Murillo el centro, ni la firma de la proclama tampoco. Pese a que uno de los principales héroes, Victorio Lanza, sale de escena apenas comenzado el cuadro e inicia la segunda escena, con su salida, advirtiendo a otro personaje que lo precisa, el brevísimo diálogo que sigue crea lo que se llama “acción por ausencia” iniciando un mecanismo tan moderno como que es un “suspenso” sicológico y en adelante el
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espectador pondrá toda su atención en encontrar los motivos de una orden casi coloquial y la posterior escapatoria de los dos personajes del diálogo y así, cuando regresa Victorio Lanza, después que han transcurrido tres escenas, significando la elipsis del transcurso de mucho tiempo (mientras se siguen tomando decisiones en la acción que vemos en el escenario creando así un logrado paralelismo), nos enteramos que Victorio y su correligionario Castro han salido para comprobar la triste realidad que confirman los rumores que corrieron por el pueblo, de un brote de reacción apenas triunfada la causa, pero que ellos supieron apagarlo de inmediato por la valentía de Cordero. En esta escena se pinta un cuadro profético y las palabras recriminan hacia el futuro: “Apenas nace la libertad y los patriotas comienzan a matarse entre hermanos”. Por otra parte, la palabra ha suplido el efecto visual de lo relatado, pero el pathos surge pese a la sustitución simplemente elusiva, recurso muy de acuerdo con la época del autor, determinada, sin duda, por las condiciones precarias de las puestas en escena sin ayuda de medios técnicos evolucionados, donde se impone como bien administrada economía de medios estrictamente teatrales y así se sugiere una obra de frecuente movimiento de masas, con unos pocos actores y figurantes, en un acuerdo, sin saberlo, con el autor francés de fines de siglo Alfred Jarry que dirá “las multitudes están demás en el escenario y a menudo estorban la comprensión”. La perspectiva del teatro escolar pareciera proyectarse en el teatro cívico, pero hay que tener en cuenta que se trata de la iniciación de un género en un país sin gran tradición teatral. Lo colonial o virreinal no cuenta para los propósitos del autor, pues está partiendo de una negación o, mejor, anulación de la Colonia con unos héroes
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anticolonialistas por esencia que, para el caso están marcados con el sinónimo de libres. Sin caer en el anarquismo del Ubú Rey del ya citado Alfred Jarry, autor a quien se considera precursor del surrealismo, que hace decir a uno de sus personajes “Una ciega indisciplina es en todo momento, la fuerza principal de los hombres libres”, toma esa indisciplina como una postura doctrinal, pero sólo en cuanto ha servido como reflejo y sinónimo de desobediencia a las autoridades que ejercen el dominio, pero la cambia en un nuevo orden, trasluciendo como base la construcción sobre lo destruido (utilización del cabildo, formación de junta defensora o tuitiva) ¡qué más orden inicial sobre el orden superado! que trasladar el concepto del origen divino del monarca a la revolución, tal como lo manifiesta el personaje del Cura Medina: “Americanos el 16 de Julio es creación divina”. De este modo la indisciplina ha adquirido sentido preceptual, en un hábil juego del autor, corriendo entre los pasadizos que lo llevaban a sus propias ideas, la influencia de un gobierno católico a ultranza y la base filosófica de la Revolución, almacenando, más allá de lo simplemente teatral, nuevas ideas para un arsenal de una también nueva legalidad, la República en sus primeros años, desde el pasado y hacia el futuro. La formación jurídica e internacionalista del autor va dotando de un contenido legal, no sólo en sus justificaciones, sino en los grandes principios que reglan las relaciones de los hombres, entre ellos el perdón a los vencidos que ya empieza a manifestarse en palabras de un protagonista, que incluso le aclara la figura al propio caudillo de la Revolución que acaba de condenar a muerte al gobernador Dávila. Le dicen al jefe de la gesta emancipadora: “La Revolución de Julio no asesina, no insulta, pelea y derroca. ¿De qué condenación me habláis señor Murillo?”. 21
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En el segundo cuadro todo cambia de lugar y el punto de atención se centra en Victorio Lanza, refugiado en una propiedad de Yungas, donde una mujer reprocha a un habitante de la hacienda tener inclinaciones realistas y teme que denuncie al “patriota huésped”. Esta acción comienza con una elipsis de tiempo, mediante una frase dicha por Marcos, el sirviente sospechoso: “Desde el 16 de julio hasta el 23 de octubre en que entró el cruel Goyeneche, nadie me ha visto plegarme a los españoles”... Además la acción se torna de violencia realística al escucharse un disparo, ruido con que despierta Victorio Lanza a la realidad que había disipado en algo la verde serenidad de la campiña yungueña, que también es descrita en el parlamento cuando el héroe habla sobre la tierra de sus antepasados. La acción cobra su parte de mayor épica en la muerte de Victorio y de Castro con la llegada de los chapetones que han descubierto su refugio, pero el autor señala que la esperanza todavía radica en la actuación del otro Lanza, Gregorio, así se va graduando la culminación. En el último cuadro Gregorio pide audiencia y Goyeneche y el gobernador Dávila se la conceden ante las reprimendas de Tristán, cuando la victoria de la reacción se ha consolidado. “El poder por sí sólo es despotismo, la clemencia por sí sola es debilidad” es la justificación para prolongar la acción hasta fines de enero de 1810 y culminar con la ejecución de los protomártires, exaltando este final otra inclinación romántica del autor, la de resolver el conflicto por el avasallamiento de los derechos humanos. Termina en forma hímnica, proyectándose el autor a través del amor a su ciudad natal en el personaje del momento trágico; “Los paceños tenemos siempre la frente erguida, porque hemos crecido contemplando la erguida frente del Illimani,
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contemplando lo sublime”. Aquí otra vez el protagonista surgido del costado generador del caudillo mártir, vuelve a reintegrarse a él y a los otros y se hace el cuadro cruel con los nueve protomártires esperando el cumplimiento de la condena a muerte. Manuela vuelve a esgrimir las ideas religiosas del autor aplicadas a su personaje: “Muere como héroe y como cristiano”. “Que Dios no ponga en mis manos la espada de Judith”, alusión bíblica muy de acuerdo a la situación, Judith para vengar a su pueblo, mediante una treta amorosa, decapitó con una espada al general invasor Olofernes, Manuela piensa que le corresponde una venganza similar contra Goyeneche, pero la detiene su reflexión cristiana. Esta vez el depositario de los sentimientos contrarios surge como una voz de su propia conciencia, revelándonos sólo entonces, su amistad con los Lanza y su lamentación por no haber podido hacer nada por ellos. El desenlace presenta una transposición de lo coral griego, con el pueblo que pide perdón para los reos, pese a que tiene pena de la vida quien pida clemencia por los próximos ajusticiados. Escena de término que recuerda en su forma aquella famosa de “Todos a una” de Fuente Ovejuna, pues al mandato de la autoridad y a pesar de tan grave amenaza que se cierne contra todos, el pueblo al unísono solicita perdón. No se encuentra razón valedera por la que el inicio de un género que como teatro convenía al desarrollo y afirmación del concepto de nación, haya quedado aislado en su propósito, sin las debidas prolongaciones, con algunos ecos modernos, sólo en cuanto a la búsqueda del tema histórico como material. La respuesta es obvia: no podía pedirse en un país sin cultura teatral, un autor que en cualquier tiempo pueda hacer escuela, o convertirse en hito o eslabón en una
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continuidad de incremento del teatro, porque se cree comúnmente que bastan la poesía y la novela como medios suficientes. Hay que agradecer, una vez más, a las pocas obras de historia literaria y más a las especializadas en teatro que hayan salvado del olvido las piezas de Félix Reyes Ortiz. No pueden tomarse ciertamente, éstas, como modelo actual para impulsar a jóvenes escritores al género teatral y encaminarlos por los predios cívicos e históricos a los pocos cultores del teatro. La técnica puede estar superada, pero se mantiene si se considera dentro de los moldes que pueden constituir un “clásico” no por su esencia, sino por ser modelos de un teatro en determinada época y para determinados fines de difusión histórico-política. Pero su ejemplaridad radica en su contribución al enriquecimiento cultural de un país, porque revela una pieza fundamental de los orígenes de la constitución de su sociedad, que, en la dinámica moderna, siempre está en marcha, por lo tanto los ejemplos se convierten en motivos de reflexión para tomar no sólo la propia historia de cualquier tiempo sino el hecho social, sea a partir de lo colectivo o de lo individual, pero contribuyendo a la identidad nacional. Los fastos o los acontecimientos cotidianos sirven por igual a esta intención. El cine y la narrativa nacionales lo están haciendo en el país ¿por qué no el teatro? En cuanto a Plan de una representación, escrita por Félix Reyes Ortiz con el seudónimo de Tirzo, como un prólogo a la función teatral de los estudiantes de derecho de la universidad de La Paz, dedicada a Linares quien también pagó la edición de 1857. El escenario representa el patio de un colegio. Comienza la acción con un discurso muy en serio, con elogios al Presidente que se justifican porque, como dice E. Finot, en su ya citada Historia de la Literatura Boliviana “si no piensa
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Teatro de la Revolución que Linares representa para la juventud de ese tiempo, la esperanza de un gobierno civil y letrado reaccionando contra la barbarie de los caudillos militares”. Este discurso incluye reflexiones cabales para cualquier época como aquella de desear “que la fuerza que se empleó en la pelea, se emplee en la liza de los principios y sirva a edificar el edificio de la democracia donde cada hombre sea rey de sus derechos y esclavo de sus deberes”. Luego se cambia todo al tono de farsa y los personajes que son estudiantes empiezan a hablar en versos octosílabos que otorgan gran ritmo y agilidad al diálogo, aparte de su contenido burlón, en un principio, que se va profundizando en la sátira mordaz a medida que avanza el tiempo y a que se van señalando, casi con un dedo acusador, a los personajes dignos de la pulla que no son víctimas propiciatorias de la: risa de una época, de un público al que suponemos, que como en cualquier época, acude ansioso más que a reír a ponerse en su mejor papel de espectador de una suerte de sala de audiencias judiciales o mesa de sesión de justicia popular, en materia de denunciar explotadores o conculcadores, es una entidad, que tiene menos poder punitivo que un tribunal jurídico, pero más fuerza moral y crítica que eso, aparte que, este público, asiste principalmente a verse a sí mismo como en un espejo. No son víctimas estos personajes-blanco sino lo que se llama “imágenes de Epinal”, es decir, daguerrotipos, ya que no surgen en forma directa ni siquiera “caracterizados”, sino personificados a través del verso que los define. Indirectas sobre hechos y gentes abundan, comenzando por la alabanza citada que se subraya con la dedicatoria al Gobierno 25
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inaugurado en el día de Ayacucho, pues Linares asumió el mando un 9 de diciembre, día que se recuerda el triunfo de Ayacucho. La función crítica no excluye a nadie. Luego de la expresión “atenido a militar” dicha a un estudiante que quiere golpear a otro, se usan las de “maltratado come cosa del Estado” (referida a objetos), “es cosa de diputados hablar mucho y no hacer nada”, “las banderías perniciosas a este suelo”. “En un país democrático, virtud, valor y talento, sólo son nuestras noblezas” y a la prensa: “acaso tiene respeto, ¿aun a la vida privada?”, a ellos mismos: “el fin pollos de abogados para que todo lo enreden. No faltan los versitos imitando a Juan de Dios Pesa, patriarca de los románticos latinoamericanos de aquel tiempo. También se puede apreciar la comicidad visual, lo que ahora se llama “gag”: uno de los estudiantes se echa de bruces detrás de una puerta, para que el que va a pasar por allí, tropiece con su cuerpo, adivinándose la calidad pantomímica que tiene la escena que podía quedarse muda, pero el autor quiere subrayarla, pues se cambian calificaciones por la caída de narices del estudiante atrapado en el juego. Lo “pirandeliano” de la obra, señalado por Finot, que recoge la apreciación de Ángel Salas, se da ante todo en lo formal, pero también llega al fondo, aunque casual da la sustancia del autor con quien se ha comparado a Reyes Ortiz. En primer lugar los personajes se representan a sí mismos, estudiantes encarnando estudiantes y la obra se va estructurando sobre su propia marcha en lo que llama Mario Sansone refiriéndose a la técnica de Pirandello “el devenir de la acción”, buscando cómo hacer una obra de teatro que refleje lo que va reflejando, es decir de que modo realizar la representación; de ahí que lo primero que hacen los personajes es analizar el discurso
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Teatro de la Revolución
con el que se inicia la representación y analizan los componentes y características de una buena pieza oratoria. Incluso se van designando los personajes: los mismos actores los aceptan o rechazan en plena función. —“¿Quién será quién?” —“¿Yo Sancho? ¡Qué barbarismo!” —“Vaya pues, serás Quijote”... —“¿La gente escolástica, entusiasta y bulliciosa da lírica o da gimnástica, da una comedia o qué cosa?”. Y la mayoría de estudiantes-actores-personajes, se inclina por un drama. En la técnica elaborada “mientras se elabora” no sólo hay anticipaciones de Pirandello, sino una aplicación no soñada en ese entonces del método “teatro dentro del teatro”, al definir la función en sí misma y hasta el mismo teatro, en esa gran ampliación de conceptos que dice un estudiante: “El teatro es el reflejo del teatro mundanal, en él miran su reflejo, virtud, vicio, bien y mal, es del mundo una reseña y con sus ejemplos vivos y agradables atractivos, sana moral nos enseña”... para terminar expresando “deleitando el alma instruye”... Un autor que distribuye así este modo de creación, tiene que haber sabido de las improvisaciones de la “Comedia dell’Arte” y de Goldoni, sin embargo queda como coincidencia más asombrosa, ese uso técnico formal ya anotado en la comparación con Pirandello, pero también, aunque se trata de personajes que están en trance de “jugar la comedia”, el fondo filosófico del trance, el estar siempre buscando un papel, es decir buscando definirse en el propio ser, en el “refugio” en el papel para identificarse con la propia apariencia, que anota Mario Sansone, al señalar que esas cualidades típicas aparecen no sólo en Seis personajes en busca de un autor sino en Cada cual en su papel o Como antes mejor que antes y que parecen modelos que hubiera tomado Félix Reyes Ortiz para construir su juguete cómico pero que la realidad cronológica
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Prólogo de Julio de la Vega
nos muestra que no pudo ser así. No se trata en el caso presente de un poder de adivinación ni de una genial construcción adelantada respecto a un genial autor teatral, sino nada más que de una intuición innovadora respecto a la época, un hábil aprovechamiento de la circunstancia, una iluminación del momento, todo respaldado por un talento natural para el oficio, una innata disposición para una autoría teatral, que conlleva desde luego, la de estar en permanente búsqueda de apartarse de los moldes tradicionales de expresión teatral. También llama a la reflexión el hecho, de que esta obra anterior a Los Lanzas y considerándola ésta con mayor contenido total respecto a su calidad teatral, no haya sabido el propio autor, desarrollar mayormente su natural disposición a los avances respecto a su tiempo y al futuro del teatro nacional. Las consideraciones anotadas me llevan a señalar, como un acierto para estudiosos, profesionales e historiadores, no sólo del teatro, sino de las letras bolivianas, la decisión de reeditar estas dos obras y rescatarlas de un inmerecido olvido.
Julio de la Vega 1976
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LOS LANZAS
DRAMA HISTÓRICO EN TRES CUADROS
Félix Reyes Ortiz
La Paz
Publicado en 1875 Representado por primera vez el 16 de julio de 1861 en el Teatro Municipal de La Paz
Teatro de la Revolución
PRÓLOGO El primer grito de la independencia sudamericana fue lanzado por La Paz, en 16 de julio de 1809. Ese grito fue el principio de la guerra de 15 años que sostuvieron los pueblos americanos. Los acontecimientos que con el mismo objeto se verificaron en épocas anteriores no fueron sino aislados. La unidad de acción de la epopeya de la emancipación americana empieza en La Paz el 16 de julio de 1809, y acaba en 9 de diciembre de 1824. La Paz y Ayacucho dos nombres que serán eternos. Hoy la hija del Illimani se llama La Paz de Ayacucho. Esta idea requiere justificación. Una rápida ojeada histórica la manifiesta. En el Anuario de 1855, en la sección crónica, puse algunas líneas cuya reproducción juzgo oportuna. “Muchas ciudades americanas (dije) se han disputado la gloria de la primogenitura de la Independencia. – La primera tentativa fue sin duda la de Tupac-Amaru, que sólo aspiró a restablecer el imperio de los Incas: la lucha que sostuvo fue una guerra de razas. – En 1797, se formaron asociaciones en Bogotá, las que fueron ahogadas. – En 1804, fue descubierta en el Cuzco una revolución contra el poder español: en su consecuencia fueron ahorcados los DD. Aguilares y Ugaldes, y remitidos a las prisiones de España los DD. Dongos. — En 1806, el General Miranda de Caracas levantó 500 libres: atacó can ellos a Venezuela: viéndose sin cooperación, abandonó la empresa de la Independencia. — El 25 de mayo de 1809, el pueblo de Chuquisaca se revolucionó contra las autoridades españolas que quisieron sostener las pretensiones de Carlota de Borbón. — El Presidente Pizarro fue depuesto; Goyeneche fue el enviado de Carlota. – A consecuencia de 31
Los Lanzas
este acontecimiento que no dejó de tender al objeto de la emancipación fueron perseguidos los señores Arenales, los dos Zudáñes, los Lemoines, Monteagudo, Toro, Michel, Alcérreca, Guzmán, Vidal, Gazcón, Portillo, los Salinas, y Malavia. Con todo, Sucre no es la primogénita de la Independencia. El General Sucre en un documento oficial ha dicho: — “La Paz, primer pueblo de la Independencia; Chuquisaca primer pueblo de la revolución”... Al escribir este ensayo dramático para solemnizar las fiestas julias (1859) que fundé en 1854 con mis alumnos del Ateneo y con distinguidos caballeros, todo mi anhelo fue popularizar las tradiciones nacionales por medio de la idealización de la realidad histórica, perpetuar la memoria de los hombres del pasado, para sostener vivo el sentimiento heroico de los hombres del porvenir, de esa juventud, cuya inteligencia y corazón en mis débiles manos se habían depositado. El drama no es más que la pasión y el sentimiento puestos en acción. Y algún mayor interés ofrecen el sentimiento de amor patrio, la pasión por la libertad nacional. Mas propio era el argumento para una leyenda del género novelesco por ser susceptible de mayor desenvolvimiento; empero, el drama, casi siempre estudiado por los jóvenes, deja en la memoria indelebles nombres, hazañas, y sacrificios de los que fueron nuestros padres: esto conducía a mi objeto. No es el poeta que ha querido inspirarse en la historia: es el amigo de la historia que ha querido prestarse el ropaje de la poesía para popularizar la historia. En efecto, no son lances de amor, las peripecias de la vida social, las invenciones románticas de la fantasía, las que sirven de máquina,
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Teatro de la Revolución
como llamaban los antiguos dramaturgos: es la verdad severa de la historia puesta en escena. Así, no hay un solo personaje de mera imaginación. Tal vez no hay un solo boliviano medianamente ilustrado en la historia patria que no repita, o a lo menos que no conozca los inmortales nombres de Murillo, los dos Lanzas, Sagárnaga, Bueno, Catacora, Jiménez, Graneros, Figueroa, Jaén y Castro: dignamente renombrados en nuestros anales – Protomártires de la Independencia. La prensa periódica los evoca anualmente para salvarlos del olvido; la poesía les presta culto en sus odas heroicas; y la juventud los repite con admiración en sus estudios escolares. Históricos son: el acta explícita, sencilla y viril leída por Aparicio1, la casual muerte de Cordero, la alusión al envenenamiento autorizado y premiado que efectuó el médico Granaos, la proclama de Lanza, las demandas populares de destitución del Obispo La Santa, la abolición de alcabalas2, el juramento de alianza impuesta, la trágica muerte de Don Victorio Lanza en los montes de Yungas (c), sus narraciones, el horroroso presente de las cabezas de éste y Castro hecho por Tristán a Goyeneche, el sangriento programa del último (atribuido por otros a Ricafort): – “no he de dejar en La Paz, otros tesoros que lágrimas”, el carácter varonil de la señora Campos, el profético testamento de Murillo: – “la tea que dejo encendida nadie la apagará”, etc. Aún resuenan en mis oídos, como una lejana armonía, las vehementes y muchas veces tristes narraciones que nos refería el negro sirviente de la familia Lanza, (Marcos), allá en las florestas que se extienden a orillas del límpido Coroico, cuando reunidos con 1 2
Apócrifa: para probarlo, basta reflexionar que la Junta Tuitiva no se instaló el mismo día 16. Esas demandas fueron ante el Cabildo, no ante la Junta Tuitiva, que era entidad separada.
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Los Lanzas
mis amigos de infancia, los nietos de aquéllos, atentos y admirados leíamos la más gloriosa página de la historia de Bolivia en las palabras de aquel viejo africano. Tal vez pueda completar esta primera parte del drama, diseñando las ínclitas hazañas ulteriores, en las que se desprende como protagonista, la elevada figura del General Don Miguel Lanza, el Pelayo del Alto Perú, digno hermano de Don Gregorio y Don Victorio, y que después de luchar 15 años murió defendiendo al General Sucre. Estas escenas, sin duda, carecen del mérito artístico y aun de la índole del drama moderno. Mas puede la juventud, el hombre del pueblo recordar por ello lo grande e inmortal que nos legaron nuestros padres — ¡una Patria! Eso me basta.
Félix Reyes Ortiz
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Teatro de la Revolución
PERSONAJES
Murillo Gregorio Lanza Victorio Lanza Medina, sacerdote Aparicio Figueroa CASTRO. Marcos
Goyeneche Tristán Dávila Cotera Sra. M. Dolores Lanza Sra. M. Manuela Campos Pascuala, aldeana Pueblo – Soldados
Además para completar la Junta Tuitiva, puede, sin que sea del todo necesario, haber cinco personas mudas que representen a Barra, Monje, Catacora, Mercado y Bueno.
DECORACIONES
Cuadro 1º Cuadro 2º Cuadro 3º Epílogo
Salón de Palacio Bosque Salón de Palacio Plaza de La Paz
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Los Lanzas
CUADRO PRIMERO PRIMER GRITO DE EMANCIPACIÓN ESCENA I A la izquierda del fondo hay una mesa lujosamente preparada, a cuyo rededor están sentados en actitud de firmar Murillo, al centro y a sus lados Barra, Medina, Monje, Lanza (Gregorio), Catacora, Mercado, Bueno, Lanza (Victorio) y Aparicio. En el foro Dávila custodiado por Sagárnaga y un soldado. En la derecha Figueroa y Cotera. Grupos en el interior. Castro detrás de Victorio Lanza, conversando con él. Al levantarse el telón se oye una diana de música militar algo lejana. PUEBLO.
¡Viva el 16 de Julio! — ¡Viva La Paz!
COTERA.
(A Figueroa.) ¿Y quién es ese indio, que preside este complot, Figueroa?
FIGUEROA. ¡Silencio, Cotera, silencio! ¡Es Murillo!, que decreta la muerte de España y la libertad de América. COTERA.
Todos valen un comino ante su majestad, mi rey y mi Señor (inclinando la cabeza). ¿Tú también te has vuelto americano?
FIGUEROA. Mi madre me parió en Galicia: soy español, pero amo la libertad como un americano. ¡Eh diantre! eres un espía: —sales con tus pies, o te arrojo por el balcón. 36
Teatro de la Revolución
COTERA.
La barra es de todos: ten paciencia, Figueroa.
VICTORIO LANZA. Castro, (firmando) te necesito afuera (salen).
ESCENA II Los mismos menos los dichos, (sigue la diana) PUEBLO.
(A la derecha del foro hacia dentro) ¡Viva Indaburu! ¡Viva el 16 de julio! ¡Viva La Paz!...
APARICIO.
(De pie leyendo) En la noble y valerosa... (es interrumpido).
PUEBLO.
¡Viva el 16 de Julio! ¡Viva!
FIGUEROA. (Saliendo al balcón) ¡Eh! Jiménez, Graneros, Jaén, haced guardar silencio al pueblo: basta de música. (Ap.) que me mareo… (Después de unas vivas sigue el silencio). APARICIO.
(Leyendo): “En la noble y valerosa ciudad de Nuestra Señora de La Paz, a horas ocho de la noche del 15 de Julio del año del Señor de 1809, reunidos en el salón del Cabildo los infrascritos, a nombre del PUEBLO., declaran y juran defender con su sangre y fortuna la independencia de la patria. Para su efecto, los suscritos se constituyen en Junta Tuitiva y defensora de los derechos del pueblo, a cuyo seno pertenecerá en lo sucesivo un indio principal de cada partido. Nombran Coronel Comandante del Ejército a don Pedro Domingo Murillo, representantes del pueblo a los doctores Gregorio Lanza, Juan Bautista Sagárnaga y Juan Basilio Catacora, asesor al doctor Victorio Lanza, auditor 37
Los Lanzas de guerra al predicho doctor Gregorio Lanza, Secretario a don Sebastián Aparicio, y escribano a Juan Manuel Cáceres. Es firmada y rubricada en la fecha y ciudad mencionadas. — Pedro Domingo Murillo, Melchor León de la Barra, José Antonio de Medina, Gregorio Lanza, Victorio Lanza, Juan Manuel Mercado, Juan Basilio Catacora, Juan de la Cruz Monje, Buenaventura Bueno, Sebastián Aparicio, Juan Manuel Cáceres”. SAGÁRNAGA.¡Viva la Junta Tuitiva! ¡Viva el 16 de Julio de 1809!... ¡Viva La Paz! PUEBLO.
¡Viva!
MURILLO.
¡Paceños! ¡Americanos todos! Hoy es el primer eslabón de esa cadena sublime de gloria y heroísmo, cuyo último anillo será la libertad. Hoy La Paz ha lanzado el dardo al soberbio León de España. Juremos vencer o morir en la lucha. ¡Ha de morder el español la tierra que holló, o la América ha de ser una tumba!
TODOS.
¡Sí! ¡Juremos morir o vencer!
MEDINA.
Bajo el amparo de la Santísima Virgen del Carmelo, juremos, sí, los cautivos trozar nuestras cadenas. Dios nos hizo libres, libres pues seámoslo en nombre de Dios. Americanos: el 16 de Julio es creación divina; pues la revolución por la libertad, es la mano de Dios dirigiendo el destino de los pueblos. ¡La Paz será el Belén donde nazca la redención de medio mundo!...
MURILLO.
Valiente Medina, vuestras palabras... (Se oye una descarga de fusilería). 38
Teatro de la Revolución PUEBLO.
(Adentro). ¡Murió!, ¡murió!
FIGUEROA. (Saliendo al balcón) ¡Diantre! Novedad tenemos en el cuartel. (Se levantan precipitadamente Gregorio Lanza y Catacora y se ponen junto al balcón. — Salen Figueroa y Catacora; desaparecen los grupos. Rumores adentro).
ESCENA III Los mismos menos los dichos TUITIVOS.
¡Reacción! ¡Infamia!
MURILLO.
(Con exaltación). ¡Ay de los traidores cuando un pueblo está enfurecido rompiendo las cadenas de su esclavitud!... ¡Ay de vos, Gobernador Dávila, autor sin duda de la reacción!...
GREGORIO LANZA. (Observando) Mi hermano Victorio y Castro se lanzan al cuartel: Graneros conduce una fuerza... el pueblo se amontona... ¡Un cadáver!, ¡un cadáver!, ¡nos han traicionado! ¡Miserables! MURILLO.
¡Patriotas! ¡Llegó la hora del sacrificio! ¡Ellos lo quieren!, ¡pues bien, guerra a muerte! Sagárnaga, ¡muera vuestro prisionero! Gobernador, os condeno a muerte... porque vuestra vida envenena la revolución.
DÁVILA.
¡Queréis asesinarme! ¡Oh!... En fin, solo siento no morir combatiendo por mi rey.
GREGORIO LANZA. No moriréis — no — Coronel Murillo, nuestro heroísmo no ha de mancharse con sangre de indefensos. 39
Los Lanzas
¡A la pelea, a la libertad o al martirio! Allí, señores, y nada mas… TUITIVOS. ¡A la libertad o al martirio!.... GREGORIO LANZA. ¡Ah! ¡Indaburu nos ha traicionado!
ESCENA IV Los mismos que van a salir en tumulto son detenidos por Indaburu INDABURU. Tened la lengua, doctor Lanza. Amigos, tranquilizaos, continuad. PUEBLO.
(Adentro) ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad!
INDABURU. ¿No oís?, cada grito del pueblo es un himno a la libertad. ¡Amigos, el grito de emancipación que ha salido de los riscos del Illimani y ha resonado en todo el cielo del mundo de Colón, no ha de enmudecer sino para entonar el triunfo! GREGORIO LANZA. ¡Perdonad!, os acusé de traidor. INDABURU. ¡Yo traidor! ¡Vive Dios!, me insultáis. Recorriendo estuve las calles de la ciudad, vitoreado por el pueblo., cuando oí la descarga y voces tumultuarias que decían “¡Murió Lanza! ¡Murió Lanza!”... GREGORIO LANZA. ¿Y bien? (con impaciencia). INDABURU. “¡Murió Cordero!”. Iba a correr al cuartel; más vuestro
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Teatro de la Revolución
hermano me obligó a que me presentara ante vosotros; asegurándome que él, Castro y Jiménez se encargaban de responder del orden. — Ay ¡Vuestro hermano sospechó de mí! —. ¡Oh!, ¡atrás recelos contra un hombre de honor! ¡Lejos sospechas de infamia!... MURILLO.
¡Gobernador! habéis salvado la vida: os la perdono.
DÁVILA.
(Ap.) Perdón de los rebeldes, del esclavo al Señor…
GREGORIO LANZA. La revolución de Julio no asesina, no insulta; pelea y derroca. ¿De qué condenación pues habláis, señor Murillo?
ESCENA V Entran precipitadamente Victorio Lanza, Graneros, Figueroa y Jiménez — (Vivas afuera) GREGORIO LANZA HERMANO, FIGUEROA, JIMÉNEZ.¿Qué fue? ¿Qué hubo? VICTORIO LANZA. No temáis. Después de que el valiente Jiménez asaltó el cuartel de milicias, ya sabéis que Graneros hizo presos en él al capitán veterano Terán y a Neila. MURILLO.
¿Y luego?
VICTORIO LANZA. Corrieron en el pueblo rumores de reacción presidida por ellos. Parece que en efecto la intentaron, hubo un alboroto en el cuartel. Castro y yo entramos a la plaza; y antes de llegar hacia el Loreto, vimos un hombre 41
Los Lanzas
que uniformado, a lo menos en el sombrero armado, como el mismo Terán con espada desnuda, dijo: “¡Viva Fernando VII! ¡Triunfamos!”. Entonces una partida de los nuestros le hizo fuego, creyéndolo Terán. Convulsivo se tomó de una balaustre; deseaba hablar al pueblo, dejose vencer, y cayó del balcón a la plaza; me arrojé sobre él, y moribundo decía… “¡Patria... libertad!” Era… ¡Oh... fatalidad!..., era el entusiasta y patriota Cordero, el bordador, que habiendo sofocado la contra-revolución, tomó el sombrero armado, la casaca y espada de Terán. FIGUEROA. ¡Mal anuncio! Apenas nace la libertad, cuando los patriotas principian a matarse entre hermanos. INDABURU. Ya veis cuan infundadas eran vuestras sospechas.... ¿Pero qué tememos? El pueblo está entusiasta, lleno de júbilo, como el que realiza un ensueño dorado. GREGORIO LANZA. (Con regocijo) Sí, porque la libertad es el sueño dorado de los esclavos; y hoy lo estamos realizando, ¿no es verdad? INDABURU. Mañana lo veréis, señor. MURILLO.
Contamos con 700 fusiles, 13 piezas de artillería, numeroso pueblo que espera armas, y juventud brillante que se alista para formar buzares.
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Teatro de la Revolución
ESCENA VI Los mismos. Jaén y Castro CASTRO.
Los reaccionistas se reúnen en casa de Yanguas, y proyectan un asalto; y Dávila (reparando en él) ¡Ah! Bien guardado está aquí…, pero mejor estuviera en una sepultura. Este participó del crimen del médico Gránaos, que envenenó el año cinco a más de cien patriotas de esta ciudad y fue premiado por el rey. — Sabed también que los altos de San Sebastián, San Francisco y Santa Bárbara están llenos de los viejos “calceteros” despojos del año 80. — Venimos, señor, a pedir vuestras órdenes.
MURILLO.
La revolución debe marchar con la fuerza y velocidad del rayo. Señores Indaburu, Castro, Jiménez, Figueroa, vosotros me respondéis del orden hasta el triunfo.
GREGORIO LANZA. Es necesario no dormir, sino cuando el genio de la libertad cierre nuestros párpados... INDABURU. ¡Plegue al cielo exceda el éxito a nuestros deseos! ¡Vamos! (Váse Indaburu, Castro y Jiménez con espadas desnudas.) (Adentro vivas).
ESCENA VII Los mismos, menos los dichos GREGORIO LANZA. (Junto al balcón dirigiéndose al pueblo). “¡Compatriotas! hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el 43
Los Lanzas
seno mismo de nuestra patria; hemos visto con indiferencia por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos: hemos guardado un silencio parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de humillación y ruina”… PUEBLO.
¡Viva Lanza!
GREGORIO LANZA. “Ya es tiempo de sacudir el yugo tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional del español. Ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de Gobierno, fundado en los intereses de la libertad en estas desgraciadas colonias adquiridas sin el menor título, y conservadas con la mayor injusticia y tiranía”. PUEBLO.
(Adentro) ¡Sí! ¡Sí!
GREGORIO LANZA. “¡Valerosos habitantes de La Paz, y todo el imperio del Perú! Revelad vuestros proyectos para la ejecución, aprovechaos de las circunstancias en que estamos, no miréis con desdén la felicidad de nuestro suelo, ni perdáis jamás de vista la unión que debe reinar entre todos, para ser en adelante felices, como desgraciados en el presente!”. PUEBLO.
(Adentro). ¡Viva Lanza! ¡Viva la Tuitiva! ¡Viva Fernando VII!
VICTORIO LANZA. ¿Fernando VII? 44
Teatro de la Revolución
SAGÁRNAGA.Es la voz irónica que el pueblo emplea para derrocarle. Cosas de Cosío. PUEBLO.
¡Abajo el Obispo!
GREGORIO LANZA. Como representante del pueblo, señores, os pido que se obligue al Obispo La Santa a renunciar la Diócesis de La Paz. TUITIVOS.
Concedido.
MEDINA, BARRA y MERCADO. PUEBLO.
Salvamos nuestro voto. (De pie)
¡Viva Fernando VII! ¡Abajo empleados del rey!
SAGÁRNAGA.Como tributo del pueblo os represento, que él pide la destitución de todos los empleados del rey. TUITIVOS.
Concedido.
PUEBLO.
¡Viva Fernando VII! ¡Abajo alcabalas!
SAGÁRNAGA.El pueblo pide la supresión de alcabalas y gabelas. TUITIVOS.
Concedido.
PUEBLO.
¡Viva Fernando VII! ¡Que los chapetones juren unión!
GREGORIO LANZA. El pueblo pide que los españoles juren unión y alianza a la causa americana. TUITIVOS.
Concedido.
MURILLO.
Sí: mañana en la plaza, vos don Victorio Lanza, y vos Catacora, recibiréis juramento de todos los españoles. Gobernador Dávila, ved cuan hermosa es la revolución de Julio. A vuestros fierros y puñales, a vuestras mazmorras y
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Los Lanzas
presidios os responderemos con dos palabras ¡fraternidad y unión! Mañana juraréis… DÁVILA. ¡Juraré! Sí, ¡juraré (ap.) exterminaros! ¡Oh!, ¡demasiado fuertes os creéis! ¿Pensáis que un puñado de paceños ha de conmover el solio de tres siglos? ¿Sospecháis que los descendientes de Manco Capac han de vencer a los hijos de Gonzalo de Córdova? ¡Pensadlo bien!, sabe Dios, si cada una de vuestras bayonetas sea una picota que sostenga vuestras cabezas. No me amedrenta vuestra pueblada: volved antes a vuestros pasos: es clemente el rey. La raza inmensa de Tupac Amaru nada pudo contra nuestra constancia ¿qué podréis vosotros, cuyos gritos, se pierden entre el murmullo del Choqueyapu? — Con qué elementos… MURILLO.
¡Basta! llevad al palacio episcopal a este ingrato arequipeño que ostenta españolismo. Nadie le ofenda. El pueblo será su vigilante; porque el pueblo es el centinela de los tiranos, ¿oís?
DÁVILA.
(Murmurando) ¡Rebeldes! (Salen Dávila, Sagárnaga y el soldado).
ESCENA VIII Los mismos, menos los dichos - Después Manuela y Dolores con un niño MURILLO.
No hemos de levantar la sesión, sino cuando raye la aurora del 17. Manuela Campos y Dolores entran precipitadamente.
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Teatro de la Revolución
DOLORES.
Perdón, señores, perdón...
MANUELA. Disimulad que profanemos,... DOLORES.
(Arrodillándose) ¡Lanza ha muerto!
VICTORIO LANZA. ¡Dolores... has enloquecido!... DOLORES.
¡Victorio!... ¡Bendito sea Dios!... ¡Estás vivo!... ¡Vivo!... ¡Apenas lo creo!...
MANUELA. Perdonad, respetables señores, nuestra imprudencia... MURILLO.
Doña Manuela Campos, señora Dolores Lanza, continuad... ¿Qué motivo?...
DOLORES.
¡Ah!.. Dispensad... Estoy agitada... He venido tan precipitadamente...
VICTORIO LANZA. ¿Pero, señora? DOLORES.
Soy tan tímida... Oí, —no sé si ha sido alucinación— una descarga de fusilería... Unos cholos pasaron por casa murmurando “¡reacción!”, ¡Lanza ha muerto! “¿Cuál?” grité como si un rayo hubiera caído a mis pies. “¡Don Victorio!” —respondieron y corrieron—. Loca, salí veloz por la calle... envuelta en la multitud... luego en una puerta sufrí un accidente... Desperté… y me vi al lado de mi hermana política... Quisieron convencerme de que el muerto era Cordero, el bordador... que mi esposo •lo tenía en sus brazos... que después se había incorporado a vosotros… He querido convencerme por mis ojos... ya lo veo... estoy satisfecha... Ya veis que una mujer... una esposa... 47
Los Lanzas
MANUELA. Sí, perdonad otra vez... mi hermana es tan tímida... habría deseado darle mi espíritu. Mas, yo también lloré y no sé qué fuego sentí quemarme la frente: el cuerpo se me electrizó: el corazón rebozó de venganza. La primera víctima de la revolución americana es un Lanza, dije para mí; ¡aún quedan dos que sabrán vengarle, aún quedan deudos que perseguirán a sus matadores, aún queda una hermana que llorará sobre su tumba al hermano, y risueña de gloria deshojará un laurel sobre su tumba del héroe de Julio! Yo también casi enloquezco de dolor intenso, o de entusiasmo ardiente, agitador, patriótico por la libertad de nuestro suelo, de nuestros hermanos, los hijos de América. A mí también perdonadme la licencia, y permitidme os salude en la aurora de la independencia, os felicite por vuestra hazaña inmortal, os desee triunfos y glorías en vuestra carrera. —Pobre mujer, esposa sí de un valiente, no tengo más que ofreceros una guirnalda, un deseo, una oración al Señor de los Ejércitos... y si pudiese... ¡Oh! ¡Si pudiese!, mi fortuna... mi familia, mi corazón, mi hijo... le tenéis... (mostrando a un niño) aún es niño... educadle en medio del combate… enseñadle a ser libre... y si muere... ¡Oh! ¡Gloria a los Lanzas!... ¡Adiós!... (váse). MURILLO.
Ciudadanos... ¡Viva la heroína paceña!
PUEBLO.
¡Viva!
(Cae el telón)
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Teatro de la Revolución
CUADRO SEGUNDO PRINCIPIO DE LA GUERRA A MUERTE ESCENA I Pascuala — Marcos — Victorio Lanza (recostado en un tronco o piedra) PASCUALA. No hay remedio, muchacho, no hay remedio que te has vuelto un tabla cosaca, un godo, un realista desesperado; y estoy temiendo que hayas denunciado a nuestro patriota huésped. Pero si esto fuera cierto, olvidando que soy madre, te arrojara para siempre de mi lado, y te negara... y... Jesús... yo no sé qué hiciera... (Se oye un tiro lejano). VICTORIO LANZA. (Despertando). Ese tiro... Marcos ¿has oído? MARCOS.
Sí señor.
VICTORIO LANZA. Ponte en la cima del cerro, divisa si viene gente y qué uniforme lleva. Tú distingues bien a los partidarios del Obispo La Santa, porque peleaste a mis órdenes, cuando lo acometí en Irupana: también conoces a los de Tristán. Si te preguntan por mí: respóndeles, que no sabes: que he penetrado por las montañas del Miguilla, y que debo estar reuniendo tropas de bárbaros en los desiertos. No les hagas comprender ni un momento que estoy desfalleciente… MARCOS.
¡Bien, señor! Y si de una emboscada, tras de un árbol, puedo cazar a Tristán y también al mismo Obispo, puesto que se ha metido a soldado, no lo omitiré. Los chapetones,
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Los Lanzas
señor Lanza, deben ser tratados como fieras, pues todos son hijos de un León, según me dicen. (Yéndose). Más para mí deben ser de un tigre.
ESCENA II Pascuala — Victorio PASCUALA. Señor, si os persiguen, y veo que es algún principal jefe, puedo hacer una cosa. VICTORIO LANZA. ¿Qué? PASCUALA. Llegarán sedientos: me pedirán un vaso de agua... Yo conozco una yerba... VICTORIO LANZA. ¿Y bien? PASCUALA. Los envenenaré… VICTORIO LANZA. ¡No!, ¡absolutamente no! Si me toman, moriré matando… así lo tengo jurado. PASCUALA. También será fácil lanzar una galga en el estrecho que está junto a mi cabaña... Siquiera había de hacer ruido. VICTORIO LANZA. ¡Qué Pascuala tan varonil! (sonriendo). Pero ellos te despedazarán, PASCUALA. Vale más morir que permanecer en este estado tan atroz. Hace diez días que no se permite entrar a nadie a Irupana, y por otra parte los ríos están crecidos. De suerte que no he podido daros siquiera un caldo bueno, y os he mantenido 50
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con legumbres y frutos silvestres. Pero ni siquiera una pava del monte ha podido cazar Marcos. La desgracia, señor, está con nosotros, y ahora mismo... (afligiéndose), no sé qué me presiente el corazón… quizá os malogréis... aquí sin auxilio alguno... VICTORIO LANZA. ¡Pobre mujer!, mi protectora, no te aflijas...... PASCUALA. Ya me dijeron que a vuestro amigo Castro habían… VICTORIO LANZA. ¿Qué? PASCUALA. ¡Asesinado!... VICTORIO LANZA. ¡Asesinado!... Si fuera cierto... ¡Oh!..., la venganza estimula mi espíritu… PASCUALA. El día está ardiente.... Voy a ver si os proporciono algunas naranjas… que no os harán mal... (yéndose y volviendo) ¡Ah! si oís algún rumorcillo, entrad a la gruta, que allí no hay quién os tome... (váse).
ESCENA III Victorio ¡Yungas!, hermosa patria de mis antepasados, paraíso escondido entre las breñas de los Andes, bello panorama, cuadro brillante pintado por la mano de Dios... Quién sabe si al pie de tus cascarillas, de tus limones y nogales... ¡Quién sabe si al pie de tus palmeras y laureles encuentre una tumba.... o una gloria más!... (pausa) — ¡Es bello para mí contemplar la inmensa verdura del árbol secular en cuyas ramas se posan las aves! ¡Es 51
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bello mirar la excelsa cascada que espumosa se precipita de la cumbre, derramando diamantes sobre un lecho de esmeraldas!, ¡es bello oír el murmullo de los límpidos y caudalosos ríos, bordadas sus orillas de vistosas flores!, ¡bello respirar un aire de aromas!... pero es más bello, más hermoso morir por ti, ¡sublime libertad! ¡Morir por ti, patria mía! (Se recuesta en un madero).
ESCENA IV Victorio Lanza — Pascuala (entrando) PASCUALA. ¡Señor Lanza!, ¡señor Lanza! VICTORIO LANZA. ¿Qué hay? PASCUALA. Entrad a la gruta, entrad. Vienen unos hombres armados y traen preso a Marcos. Son los chapetones sin remedio. VICTORIO LANZA. Te llega la hora de la prueba. ¡Silencio! (entra).
ESCENA V Pascuala, sola PASCUALA. Si harán algún perjuicio a mi pobre Marcos. Pero... creo en Dios Padre... no sé qué hacer... No me arrancarán, no el secreto... Muera Marcos, muera yo, antes que sacrificar a un hombre, que mañana será quizá un libertador (lloriquea).
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ESCENA VI Pascuala — Marcos — Castro (con gente armada) CASTRO.
(A Marcos) Pues ¿qué hacías escondido allí?
MARCOS.
Si todos vosotros no hubierais sido patriotas, no habría tenido ocasión de preguntarme lo que hacía, porque mi escopeta habría sabido obrar.
CASTRO.
¿Dónde está pues? Quiero verlo, quiero abrazarle...
ESCENA VII Los mismos — Victorio VICTORIO LANZA. (Desde el fondo). Él es, él es (corriendo a donde Castro). ¡Castro, mi amigo! CASTRO.
(Se abrazan). ¡Lanza!, ¡mi Victorio!
VICTORIO LANZA. ¿Qué estrella te condujo? CASTRO.
¿No hemos nacido con una misma? El destino ¿no ha señalado a nuestras plantas una misma senda? Aunque poco tiempo separados, siempre hemos trabajado por la causa gloriosa de la Patria.
VICTORIO LANZA. Cierto, pero a mí no me ha sido posible realizar el pensamiento de erigir Yungas y las provincias adyacentes en República: éste era todo mi sueño. Desde Yungas hasta la boca del Amazonas. — ¿Comprendes?
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Los Lanzas
CASTRO.
No desesperes. Aún tenemos fieles después del asalto de Irupana, en que desaparecieron nuestros cuatro mil patriotas.
VICTORIO LANZA. ¿Sigue el Obispo allí? CASTRO.
Sigue el Obispo militar, más audaz que Tristán, más perseguidor que Goyeneche. En La Paz tuvo una ocurrencia de degradar a la Virgen del Carmen que invocamos patrona de nuestra patria. La ha declarado goda. Dice que aborrece a los americanos.
VICTORIO LANZA. ¡Cuánto compañeros? CASTRO.
fanatismo!
¿Sabes
de
nuestros
Tu hermano Gregorio y Sagárnaga se refuerzan en Coroico. El cura Medina subleva toda la indiada. Murillo... ¡Oh! no puedo nombrarle sin recordar algunos hechos. Advertido yo el 19 de Octubre de que el bribón de Indaburu iba a vendernos y traicionarnos según conferencias que tuvo con Carazas, emisario de Goyeneche, tuve con él un altercado en la Plaza de La Paz, hasta exponerme a amenazarle con latigazos. No creyó el orgulloso noble que el pueblo estaba conmigo. Conseguí apoderarme de la fuerza voluntaria, y con dos cañones me fui al Alto. Apenas salí, cuando el infame consumó su crimen, apresando a Murillo, Rodríguez, Bilbao y demás amigos nuestros. Mandó levantar doce horcas, encargando, según lo supe, “que los palos se fijasen bien, para que no se rindan con el peso de muchos rebeldes”. Yo le oficié que ponga en libertad a los nuestros, o que tomaba La Paz a fuego y sangre. 54
Teatro de la Revolución
Sonrió el tirano: y me contesto —créelo— ahorcando a nuestro amigo Pedro Rodríguez. Lo supe, y lleno de furor me descolgué del Alto; vencí cuatro trincheras, donde Figueroa hizo proezas con un cañón. Tomamos la plaza, herimos a Indaburu, cayó del caballo, marchó pocos pasos hasta la puerta del cuartel, y allí, haciendo su cadáver una criba, lo colgamos en la misma horca de Rodríguez. Salí otra vez al Alto, y en Chacaltaya nos derrotó Goyeneche a mí y a Figueroa con solamente la pérdida de mi tocayo Castro. — Naturalmente contaba él con seis mil hombres, y yo apenas con ochocientos. Con tal motivo, sé que Murillo antes del combate de La Paz se acogió a los espesos bosques de Zongo. VICTORIO LANZA. ¿Tantos esfuerzos serán inútiles? CASTRO.
Entretanto, amigo, estás sin aliento para proseguir la obra americana. Estás lánguido, sin vida marcial. ¿Qué tienes caro amigo?
VICTORIO LANZA. Cuando nos separamos después de la derrota de Irupana, estaba en creciente el río. Desesperado me arrojé en él, y me arremolinó y arrastró como una hoja seca. Apenas salvé, y con una fiebre devoradora pude escalar el monte... La buena Pascuala, como un ángel desprendido por la Providencia para salvar a los hombres, me condujo a su choza, donde me ha prodigado favores prolijos. No estoy, empero, restablecido: siento flojos los nervios, pesadez en el cerebro (suspira). ¡Ah! mi esposa... mis hijos... ¡Qué 55
Los Lanzas
importa! Perezca yo, perezca mi esposa, perezcan mis hijos... pero, sálvese la patria... (Se oye una corneta). CASTRO.
¡Ellos son! ¡Ellos son!
PASCUALA. ¡Virgen del Carmelo!... ¡Marcos! ¡Don Victorio!..., ¡nos matan!... CASTRO.
¡Eh! Yungueños (arrancando la espada) nos persiguen como a fieras hasta en las entrañas de los bosques. Combatamos pues, que Dios está con los libres.
VICTORIO LANZA. ¡Al combate!, sino tenemos armas, con los dientes nos hemos de defender. No hemos de morir sino mordiendo las plantas del que nos pise. ¡A la pelea!... (Trémulo). CASTRO.
¡Victorio! ¡Amigo! Estás moribundo, ¡quédate aquí…, ocúltate, tu vida es cara!...
VICTORIO LANZA. No puedo subsistir a costa de la tuya. Ven pues, aquí hay una gruta. PASCUALA. ¡Don Victorio! ¡Don Victorio! Va Ud. a expirar, sálvese en la gruta. (Se oyen unos tiros y principia el combate). CASTRO.
¡Fuego amigos! (salen los suyos haciendo fuego). ¡Victorio, salva por Dios!... (yéndose) ¡Fuego!
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ESCENA VIII Pascuala — Victorio PASCUALA. ¡Entrad, por María Santísima, entrad! VICTORIO LANZA. ¡Maldición! ¡Sentir un volcán en el alma, y no poder dar un paso! ¿Por qué un rayo no me desaparece? Dadme un puñal (se esfuerza) ¡Ah… es imposible!... PASCUALA. ¡Venid!, venid conmigo. (Le conduce).
ESCENA IX PASCUALA. (Arrodillándose mientras sigue la refriega). ¡Dios mío! ¡Dios de consuelo! Salva a los desgraciados... Madre de los Dolores, favorécenos... ¡Piedad!... ¡Señor de las misericordias!... (repara a Tristán y huye).
ESCENA X Pascuala —. Tristán TRISTÁN.
Hola, mujer, detente... ¿Dónde se encuentran los demás derrotados de Irupana?
PASCUALA. Ignoro, señor. TRISTÁN.
En nombre de tu rey, confiesa, ¿dónde están los otros?
PASCUALA. No ha habido en este bosque otros que aquellos con los que acabáis de pelear... 57
Los Lanzas
ESCENA XI Los mismos — Castro preso — Marcos herido MARCOS.
¡Madre mía!
PASCUALA. Dios mío qué castigo he sufrido (abrazando a su hijo). ¡Hijo mío!... ¡Hijo mío!... MARCOS.
¡Madre mía!...
TRISTÁN.
Comandante Castro, os perdono la vida, si denuncias dónde se encuentra vuestro compañero Lanza
CASTRO.
Coronel Tristán, miradme frente a frente... ¿Veis en mi semblante un tinte, el más ligero, de humillación? (con ironía). ¡Perdonarme la vida!
TRISTÁN.
Sí —a vos, asesino de Indaburu, a vos solo por obtener la persona de Victorio Lanza, asesino de Zabala, Guilarte y otros muchos que ahorcó en Coroico... ¡Miserables!... Vuestras glorias se han convertido en luto. Cien días de constancia han bastado para haceros pedazos. ¡Rebeldes! invocasteis el nombre de Fernando VII para derribar a él mismo. ¡Débiles! Pensasteis que el grito de La Paz, sería el alerta americano, sin presumir que nuestras manos iban a oprimir vuestras gargantas, antes que dieseis el segundo grito...
CASTRO.
Si fueseis más caballero, echaríais esta gente... y desnudas nuestras espadas...
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Teatro de la Revolución
TRISTÁN.
¿Me desafiáis?
CASTRO.
Demasiado lo comprendéis.
TRISTÁN.
Tenéis el doble delito de ser rebelde y español doblemente alzado.
CASTRO.
Y vos tenéis el doble crimen, la doble infamia de ser americano, y asesinar a vuestros compatriotas por sostener a un rey extranjero.
TRISTÁN.
(A Pascuala). Oye, india. ¿Por qué lado ha fugado Lanza?
PASCUALA. Yo no sé nada, nada. ¡Ay!, habéis herido a mi hijo. TRISTÁN.
¿Cómo se llama?
PASCUALA. Marcos, Marcos, señor. TRISTÁN.
(Asomándose con misterio y solicitud). Marcos, Marcos, serás bien cuidado en Irupana: salvaréis la vida: vuestra madre y vos quedaréis con una fortuna considerable: seréis ricos, seréis felices.
MARCOS.
¿Es posible? ¡Gracias a Dios!... pero... compadeced a mi madre... no tiene más que a Dios y... a mí... ¡Madre mía…, ah!... a lo menos...
TRISTÁN.
Dime. ¿Dónde está Lanza? ¿Sabes dónde está?
MARCOS.
¡Ah!... Sí... Sí... Señor
CASTRO.
¡Mientes, mientes!
PASCUALA. Miente, señor, está delirando...
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Los Lanzas
TRISTÁN.
¡Silencio! (a Marcos) ¿Sabes donde está?
MARCOS.
No sé... miento… jamás... pero mi madre… ¡oh!..., tengo un fuego... en la herida...
TRISTÁN.
(A los soldados). Acabad de matar a ese hombre....
PASCUALA. (Arrodillándose a los pies de Tristán). ¡Piedad! ¡Por compasión! TRISTÁN.
Por última vez… (con dulzura) ¿Sabes dónde está?
MARCOS.
¡No!..., ¡no!.., y ¡no!...
TRISTÁN.
¡Sal, infame!
PASCUALA. Ni yo tampoco (salen ella y Marcos).
ESCENA XII Los mismos, menos Pascuala TRISTÁN.
Pues bien, Castro, silencioso está el desierto: el bosque espeso sacude sus hojas, para cubrir vuestro cadáver. Os habéis mostrado pertinaz en no querer denunciar a vuestro cómplice. Así lo queréis. Vendaos con este pañuelo... vais a morir.
CASTRO.
No me vendaré. Dejadme dar a mí la voz de mando.
TRISTÁN.
Pues bien...
CASTRO.
¡Soldados de mi madre patria! Españoles como yo...
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Teatro de la Revolución
ESCENA XIII Los mismos — Victorio VICTORIO LANZA. (Saliendo precipitadamente). ¿Qué vais a hacer? TRISTÁN.
¡Cayó el malvado!... ¡Él es!... ¡Él es!...
VICTORIO LANZA. El mismo señor Tristán: vuestro enemigo Victorio Lanza, el mismo, el guerrillero de estas comarcas: el mismo que os hizo frente en Irupana: el mismo en fin, que se entrega a vuestras manos, antes que ver asesinado a su amigo Castro. TRISTÁN.
¡Infame!...
VICTORIO LANZA. Infame es el que viene alevosamente a matarnos en un desierto. No importa: tomad el hacha, la tea del incendio, y arrasad estas montañas, pero en breve veréis levantarse más espesa la arboleda, más lozana la verdura. No importa que os cebéis en nuestra sangre: ella será fecunda como la tierra que pisáis; ella producirá de cada gota de sangre millares de combatientes que os despedazarán. Sabed, tengo mi hermano Miguel en las orillas del Plata, y él, sediento de vuestra sangre me vengará. Pero ya me tenéis vuestro, ¿Qué queréis pues de mí? ¿Mi cabeza, mi sangre?... TRISTÁN. El dedo de Dios ha señalado el límite de vuestra senda: ha sonado la última campanada de vuestra vida... Don Victorio Lanza, en el momento en que exhaléis el último suspiro, un hermano vuestro también habrá perecido. 61
Los Lanzas
VICTORIO LANZA. Nuestras almas en alas de la gloria unidas velarán ante el trono del Dios de los libres. TRISTÁN.
¡Vendaos, pues, los ojos!....
CASTRO.
¡No!
VICTORIO LANZA. ¡No! TRISTÁN.
Pues bien, id a la eternidad como queráis. (Hace una seña con un pañuelo para que preparen).
VICTORIO LANZA. ¡Viva la Patria! CASTRO.
¡Viva la libertad!...
TRISTÁN.
(Hace seña para que descarguen: descargan, y caen muertos Victorio y Castro abrazados). ¡Vengado estáis! ¡Oh Fernando! (Cae el telón) (e) La ejecución ésta es una calumnia a la historia.
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Teatro de la Revolución
CUADRO TERCERO LOS PROTOMARTIRES ESCENA I Dávila — Tristán TRISTÁN.
Mal hicisteis, señor Dávila, en haber tomado tanto empeño para que el general Goyeneche haya concedido audiencia a Don Gregorio Lanza, hombre funesto para la causa española.
DÁVILA.
Muy cerca de doscientos días han corrido, y hemos triunfado totalmente de los rebeldes. ¿Qué podemos temer? La fuerza, coronel Tristán, no brilla sino cuando la clemencia la acompaña. El poder por sí solo es despotismo; la clemencia por sí sola es debilidad. Yo no quiero ninguno de los dos extremos... El ejemplo que habéis dado con don Victorio, el más pertinaz de los alzados, ha impuesto tal terror en esta provincia que los vencidos apelan al ruego, a la súplica, a las lágrimas. ¿Y por qué no oírles, a lo menos por piedad?
TRISTÁN.
Fresca está la memoria de Carlota Corday... Doña Manuela Campos es de un espíritu varonil... y en fin... tomadas algunos precauciones, nada tendría de riesgoso... pero ¡aquella mujer! ha trabajado infatigablemente por la destrucción del régimen colonial. Yo que he estado en Yungas, he interceptado repetidas veces 63
Los Lanzas
comunicaciones subversivas, dirigidas a sus hermanos y a los Medinas... DÁVILA.
Mujeres hay entre las paceñas que excedieran a las espartanas... ¡Eh! coronel Tristán, seamos justos. Mujeres tenéis que temer y que se complican en esta revolución: Manuela Campos, Juana Parada, Ignacia Barra, Manuela Sagárnaga, Manuela Uñarte, Vicenta Eguino... y tantas otras.
ESCENA II Los mismos — Cotera COTERA.
El pueblo está como no lo estuvo el 16 de Julio. ¡Pues! que se chupe los dedos… no en vano se nos hace sufrir tanto... ¡Indios del demonio! les cayó la lotería... ¿No es verdad, señor Dávila? Usía mejor que ninguno sabe a lo que huele el cordel o la bala… Pues el tal Murillo no dejó de asustarle proponiéndole curar su fidelidad al rey con píldoras de plomo, pero tomadas por los sesos....
DÁVILA.
¿Reina profundo silencio?
COTERA.
Por cierto, excepto en las esquinas que chillan algunas mujeres, pero que más insultan que lloriquean... hasta de agujazos nos dan, si les imponemos silencio.... mozas guapas son, pero no aman a mi rey... (Asomándose a una puerta). ¡Eh!, está algo crudo el ceño de Su Señoría el general Goyeneche. Divino ha de estar el día... (váse). 64
Teatro de la Revolución
ESCENA III Goyeneche — Tristán — Dávila GOYENECHE.(Al salir). Estoy rendido, Tristán. TRISTÁN.
¡Señor General!...
DÁVILA.
Señor....
GOYENECHE. Hace nueve noches que no conozco el reposo del sueño: hace tres meses que no descanso en el día. DÁVILA.
Os habéis hecho digno...
GOYENECHE. Desde que salí del Cuzco a mandato del virrey Abascal, no he cesado de trabajar para desaparecer esa tormenta revolucionaria preparada por los hijos de la ciudad. Desde que pasé otra vez, ya sentí ánimo de conmoverse en don Clemente Medina, y por él juzgué a los demás. Esta es una red cuyos hilos están en Chuquisaca, Cochabamba, Buenos Aires, Quito y Santa Fe. La Paz ha arrojado la chispa en ese arsenal de pólvora, y antes de que prenda es necesario apagar con mano vigorosa, semejante al artillero que pisa la mecha de la metralla que le han arrojado. TRISTÁN.
Sí, general Goyeneche, las revoluciones no se contienen con débiles correctivos, que dicta un mal entendido sistema de contemporización. Es necesario brazo de fierro, alma de bronce.
DÁVILA.
Yo fui testigo del furor de aquellos hombres, y también creí como Tristán; pero después he temblado de ver que 65
Los Lanzas
hasta los viejos, los niños, las mujeres, todos, en masa han proclamado un principio, que suele levantar soldados de las piedras – la libertad. Recordad, señor, los esfuerzos que hoy mismo hacen los españoles para sacudir el yugo de Napoleón, de ese Marte humano, de ese Dios vivo de la guerra, y decidme después – “podemos ahogar la libertad”. Por eso, señor General, siento hoy día un pesar que me abruma, que me enloquece. Yo fui demasiado amigo de los Lanzas... TRISTÁN.
De los Lanzas... no merecíais...
DÁVILA.
Amigo personal.
GOYENECHE. Ya no hay remedio. — Ni podía ser de otra manera…
ESCENA IV Los mismos — Cotera COTERA.
Mi general, hay en la esquina tal grupo de mujeres que temo atropellen la puerta. El coronel Piconga ha querido hacerles dar una descarga: el coronel Piérola se opuso; pero yo apoyé al primero.
GOYENECHE. Está bien, (fastidiado) está bien. TRISTÁN.
No cedáis, mi general. Hoy quedará La Paz expurgada de los rebeldes para siempre, merced a vuestra poderosa mano. Hoy día, 29 de enero de 1810, será la expiación, el ajusticiamiento, el sepulcro de la revolución de Julio — 66
Teatro de la Revolución
¡Infelices!, no comprendieron su posición: no ensayaron sus fuerzas... GOYENECHE. Ingratos, decid — La España nos dio civilización, lengua, religión, costumbres. ¿Qué más debíamos obtener? Yo soy americano como ellos, pero leal, amo al rey y respeto a la ley. Ellos han invocado sangre… ¿Venganza? — ¡Venganza y sangre habrá! TRISTÁN.
Parece que no quedaréis descontento con mi conducta.
GOYENECHE. Habéis cumplido vuestra misión. No podíais hacerme un presente más preciado que las cabezas de esos dos monstruos que regaron con sangre las selvas de Yungas. Bien hicisteis en ponerlas en espectáculo clavadas en picota en la plaza de Coroico, para escarmiento de los insurgentes. También en esta plaza las tendréis por dos días; y después sus descarnados cráneos se colocarán, el de Lanza en Chulumani, y el de Castro en el Alto de Lima, en esa colina, que los paceños proclamaron su monte Aventino, parodiando al pueblo romano. DÁVILA.
La viuda reclama, señor, le permitáis poseer esa prenda de...
GOYENECHE. De crimen... Será la mejor lección que deje a sus hijos (a Tristán). ¿Se han cumplido mis órdenes? TRISTÁN.
Sí, señor general. El coronel Ramírez preside el ejército, que en cuadro está en la plaza. Tanto los presos que ocupan el subterráneo de Santa Bárbara, en los bajos del cabildo, como los de la cárcel, serán conducidos a la plaza, 67
Los Lanzas
arrastrados en cueros de vaca por jumentos, a toque de cajas y cornetas destempladas. DÁVILA.
Una afrenta semejante se hizo con el cura Medina, ese infatigable revolucionario, que detenido en la esquina de la plaza, sufrió la mofa del pueblo por más de dos horas. Era, señor, vuestro mandato.
GOYENECHE. Para el instante de la ejecución permítase entrar toda la gente posible, a fin de ejemplarizar, y que cada uno comprenda, que si hay una América que se levanta, hay una España que castiga, que comprime, ¡que triunfa!
ESCENA V Los mismos. Lanza (Gregorio) entrando con prisiones custodiado por un soldado GOYENECHE. (Sorprendido). ¿Pues qué? GREGORIO LANZA. Aquí me tenéis DÁVILA.
Señor general: tiene que exponer algo que interesa.
GOYENECHE. ¿Qué decís, don Gregorio Lanza? GREGORIO LANZA. Una revelación antes de morir. GOYENECHE. Dejadme solo, absolutamente solo. (Salen Dávila y Tristán)
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Teatro de la Revolución
ESCENA VI Goyeneche — Gregorio Lanza GOYENECHE. Os habéis labrado un calvario con vuestras propias manos. Cuando arribé a La Paz, demasiado bien hice en poneros en libertad, a fin de que fuerais a Yungas a persuadir a vuestro hermano Victorio, a una suspensión completa de hostilidades. Lejos de hacerlo, os unisteis con los facciosos y huisteis después a un bosque, hasta esperar mejor ocasión. GREGORIO LANZA.General: cuando el pueblo paceño levantó la voz para sacudirse el yugo del coloniaje no hizo más que gritar al dolor de sus cadenas. Tiranía y revolución vienen a ser, señor General, el antecedente y el consiguiente necesario, la causa y el efecto, el sol y la luz, o mejor, la ausencia de toda luz y las tinieblas. Las autoridades reales han hecho sufrir a la América, y en especial a estos lejanos países, ¿cómo queríais que nos conformásemos con nuestra condición abyecta? GOYENECHE. Ofrecisteis hacerme una revelación. GREGORIO LANZA.Permitidme aún, señor General: Julio ha sido el eco de tres siglos: el primer movimiento que no cesará: la primera convulsión de esa Virgen América que tan largo tiempo ha dormido en un lecho de flores, con la cabeza recostada en sus Andes,
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Los Lanzas aherrojadas las manos, aprisionada en su cuna y ¡soñando con la libertad! Los hombres de Julio son el despertamiento, la realidad de ese sueño, la encamación de esa libertad... GOYENECHE. Y bien… GREGORIO LANZA. ¿Cómo queréis que no nos sacrifiquemos, si hemos invocado la libertad, como Dios de los pueblos? GOYENECHE. Lanza, no son vuestras reflexiones las que necesito. Revelad pues… GREGORIO LANZA. Permitidme todavía, señor General. Julio es la gota de ese inmenso torrente de sangre que ninguna mano podrá restañar... GOYENECHE. Me molestáis... Y os mostráis muy erguido. GREGORIO LANZA. (Con énfasis). Los paceños, señor, tenemos siempre la frente erguida, porque hemos crecido contemplando la elevada cumbre del Illimani… contemplando lo sublime. GOYENECHE. Me habéis engañado... salid... GREGORIO LANZA. Os haré por fin la revelación. GOYENECHE. ¡Pronto, pues! GREGORIO LANZA. Mas bien un consejo. Levantad el patíbulo de Jaén, porque no es criminal: fue engañado: creyó sostener al rey en contraposición de Carlota Borbón. Levantad… levantad todos los patíbulos, porque la sangre pide sangre y vuestra cabeza, señor General americano.,.. 70
Teatro de la Revolución
GOYENECHE. ¡Eh! No puedo tolerar más vuestras supercherías. Caiga la vuestra… o implorad el perdón para vos... hablad claro. GREGORIO LANZA. (Con ironía). ¿Perdón?, ¿perdón?... General, me ofendéis... Si ansío el vivir, es solo para derrocar a vuestro rey. Id a besar sus plantas y llevadle de ofrenda nuestras cabezas. He querido que oigáis mis palabras para que resuenen en vuestra conciencia para siempre... ¡He aquí mi maldición!... GOYENECHE. Estáis loco... si tenéis valor para confesar vuestro crimen, tenedlo también para sufrir la infamia y la muerte. GREGORIO LANZA. Nuestra muerte y nuestra gloria, decid. PUEBLO. ¡Perdón! ¡Perdón! GOYENECHE. Sea lo que queráis; pero en breve vuestra lengua estará muda como las de vuestro hermano y Castro. Ahí lo tenéis (Descubre dos cabezas cubiertas con velos en jaulas de hierro, y váse).
ESCENA II GREGORIO LANZA. ¡Victorio!... ¡Castro!... ¡Oh dolor!... (después de un silencio) ¡América! ¡Despierta!, recoge la sangre de tus hijos, y arrójala en el rostro de tus verdugos. ¡América! ¡Despierta para continuar la obra de tu libertad!... ¡Oh!... (al lado por el que salió Goyeneche) ¿Pensasteis abatirme? ¡No, los hijos de Julio, vimos el martirio y la tumba a nuestros pies y fuimos adelante! Goyeneche, el pueblo es inmortal, los tiranos 71
Los Lanzas
son un soplo: nadie insulta impunemente a un pueblo sin sufrir tarde o temprano su castigo. ¡Goyeneche!... ¡Oh!, que no pueda vivir... que no pueda luchar, que no pueda vencer... ¡Fatalidad!... ¡Al cadalso, pues, al cadalso!
ESCENA VIII Goyeneche (saliendo por el fondo) — Los mismos GOYENECHE. ¡Sí! — La historia de los crímenes anotará el 16 de Julio de 1809: — y la historia de las venganzas señalará el 29 de Enero de 1810.
ESCENA IX Los mismos — Manuela y Dolores Éstas entran velozmente con vestido de luto, sin reparar en Gregorio Lanza, y se arrodillan silenciosamente a los pies de Goyeneche. Hace éste una manifestación de pesar. Lanza queda atónito. Después Manuela reparando en él corre a sus brazos. MANUELA. ¡Gregorio!... GREGORIO LANZA. ¡Adiós!... ¡Mis hijos!... ¡Ah!... no hay valor... DOLORES.
Piedad, señor... (a Goyeneche).
MANUELA. (Yendo a los pies de Goyeneche). ¡Señor!... mi esposo. 72
Teatro de la Revolución GREGORIO LANZA. (Con prontitud) ¡Maldita seas!..., ¡si un perdón imploras!... MANUELA. (Levantándose y rehaciéndose). Es verdad… (corriendo con precipitación a los brazos de su esposo). ¡Adiós! ¡Para siempre!... (separándose se va Lanza). ¡Muere pues con valor!... Muere como un héroe y como un cristiano.... muere invocando a Dios. Desde aquí, no..., desde el templo... ¡mi oración irá contigo al cielo!... ¡Adiós!... Gregorio... (cae casi desfallecida en brazos de Dávila). DOLORES.
¡Adiós, hermano!... ¡Y el pueblo enmudece!...
Suenan las cornetas y las cajas destempladas que anuncian llevarse al suplicio a los reos. — Sale Lanza conducido.
ESCENA X Los mismos, menos Lanza GOYENECHE.Vos, señor Dávila, me habéis proporcionado este cuadro. DÁVILA.
Señor — pensé salvarlos... nada se ha obtenido...
TRISTÁN.
(Reparando en Dolores con sorpresa). ¡La mujer de Victorio!...
GOYENECHE. Coronel Tristán, coronel Tristán, hay momentos supremos... DOLORES.
(Con furor) ¡Tristán!... ¡Tristán... bien! ¿Qué habéis hecho de su cadáver? 73
Los Lanzas
TRISTÁN.
Os dejo una prenda: hela allí (mostrando la cabeza).
DOLORES.
¡Victorio!... ¡Victorio! (corriendo, es detenida por Cotera). Dejadme a lo menos sellar mis labios en su ensangrentado rostro... ¡Victorio!... ¡Oh señor!... (cae de rodillas)... ¡Perdón!...
MANUELA. (Tomándola del brazo) Ven... ven a la casa del Señor que sufrió en el calvario... ven... él nos dará fuerzas para sufrir… y a ellos valor para morir... (Silencio. La conduce hasta la puerta. Salen Pascuala, los niños y Dolores. Luego Manuela regresando sola).
ESCENA XI Los mismos, menos Dolores, Pascuala y niños MANUELA. Ya no es la mujer la que vuelve; es la fiera enfurecida con la sangre de vuestras víctimas... COTERA.
¡Eh!, ¿estáis loca?
GOYENECHE. Señora... el deber... el rey... MANUELA. ¡Que Dios no ponga en mis manos la espada de Judith... que el pueblo no me dé el puñal de Cordai!... ¡Oh!... ¡Dolores!... ¡Dolores!... (saliendo). (Suenan cornetas).
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Teatro de la Revolución
ESCENA XII Los mismos, menos Manuela GOYENECHE. Señor Dávila, cuando me retiré a este gabinete secreto sin que lo sepa el público, no creí que vos me proporcionaseis momentos difíciles, sabiendo que yo era implacable. DÁVILA.
Señor, perdonad...
GOYENECHE. Llevad, Cotera, esas cabezas adentro. Mañana, Tristán, las colocaréis donde y como os tengo prevenido. (Pausa) ¡Infelices!... no he de dejar en La Paz otros tesoros que lágrimas (váse). (Cotera lleva tras de él las cabezas. Toque de cornetas).
ESCENA XIII Tristán y Dávila
TRISTÁN.
¡Eh! Marchan a su destino: al suplicio. ¿Sabéis Dávila, que he llegado a sospechar que estáis para incorporaros en el partido de los titulados patriotas?
DÁVILA.
Os equivocáis. No soy feroz, no, me consterna la suerte de mis compatriotas: me desespera la de mis amigos Lanzas... ¡Ay!... ellos me salvaron del furor de Murillo, y yo... ¡por Dios!... nada he podido hacer... Tristán, sospecháis pues mal. 75
Los Lanzas
TRISTÁN.
Pues, sabed que yo tengo simpatías por la causa americana.
DÁVILA.
(Con sorpresa) ¡Vos!... me admiráis.
TRISTÁN.
¡Eh!, callemos... (váse).
Se oyen seis campanadas, mientras se levanta un telón del interior, y aparece la plaza.
ESCENA XIV Plaza de La Paz Hay al centra una plataforma con gradas, una horca al lado, y un garrote o guillotina al otro. Horcas a los costados. Los nueve protomártires con prisiones, desnudas las cabezas, teniendo una cruz. Frailes — Verdugos — Soldados — Pueblo
ESCRIBANO (Leyendo): “Resultando en consecuencia que los reos han cometido el horrendo delito de rebelión contra la real autoridad de su Majestad el rey de la España y las Indias principiando así una guerra sangrienta contra la corona de Castilla, el Tribunal de Guerra, condena a muerte e infamia a dichos reos, debiendo ejecutarse la sentencia en la forma siguiente: serán sacados de las cárceles en cueros de vaca, con sogas de esparto al pescuezo, y arrastrados por jumentos, anunciándose por voz de pregonero en todas las calles hasta el lugar del suplicio, el crimen por el que son ejecutados. En seguida Don 76
Teatro de la Revolución Pedro Domingo Murillo, coronel y presidente de la Junta Tuitiva, será ahorcado. El Dr. Gregorio García Lanza, auditor de guerra, representante del Pueblo y Vocal de la Junta Tuitiva, morirá a garrote. Juan Bautista Sagárnaga, subteniente de milicias por el rey, morirá a garrote. Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Apolinar Jaén, Melchor Jiménez y Mariano Graneros, ahorcados. Juan Antonio Figueroa, ahorcado. — Después de que sus cadáveres permanezcan en la plaza por veinticuatro horas para escarmiento de los insurrectos, se cortará la cabeza de Murillo, y colocará en el pilar del Alto llamado de Potosí; la de Sagárnaga a Coroico — Condenamos asimismo a la pena de muerte al presbítero José Antonio Medina, cura párroco de Caquiaviri y a Manuel Cosío, a que pase afrentosamente por debajo de las horcas, y un destierro de diez años a Bocachica. — Así lo mandamos en nombre de la justicia y de su Majestad el rey; en la noble y valerosa ciudad de Nuestra Señora de La Paz, a 20 de enero del año del Señor, de 1810: — Pablo Gutiérrez, Francisco Osa, Manuel Castro, Casimiro Fuentes, Juan Manuel Gárate, Antonio Basagoitia. La Paz, 21 de enero de 1810. — Vistos, confírmase la sentencia pronunciada por el Tribunal de Guerra suspendiéndose la ejecución del presbítero Medina hasta que se consulte a S. M. el Virrey del Perú, debiendo tener lugar la ejecución de dicha sentencia a las doce del día 29 del mes que rige con todas las solemnidades de ley.— José Manuel Goyeneche”.
(Al pueblo.). En nombre de su Majestad el Rey, pena de vida al que pidiere merced o perdón por los reos. 77
Los Lanzas
GREGORIO LANZA. Bien pues, nuestras cabezas serán el cimiento de una patria. ¡Eh, americanos! ¡La lucha está abierta!... MURILLO.
¡Hijos del pueblo., raza de héroes! ¡La tea que dejo encendida, nadie la apagará!
El PUEBLO. ¡Perdón! ¡Perdón!...
FIN
78
ITURBIDE o AMBICIÓN Y AMOR Drama en tres jornadas Por
J.R. GUTIERREZ Representado por 1ª vez en el Teatro de La Paz el 12 de julio de 1863
LA PAZ
Imprenta de “La Libertad”- de Ezequiel S. Arzadum
A José Vicente Ochoa y Claudio Pinilla En prueba de cariño El autor
Teatro de la Revolución
PERSONAJES Don Agustín Iturbide, emperador de México General Don Felipe La Garza Doña María Huarte, esposa de Iturbide Margarita, condesa de la Niebla Don Andrés, padre de Margarita Don Marcos Don Esteban, Gobernador Intendente de Valladolid Juana, ama de llaves de Margarita Ministro de la Guerra de Iturbide Ministro del Interior de Iturbide Ministro de Hacienda de Iturbide Carlos Beneski, ayudante de campo de Iturbide Dos edecanes del mismo Antonio El Padre Treviño Azúnzolo Morandini Salvador y Felipe (niños) hijos de Iturbide Un oficial Un cabo Criados — Soldados — Pueblo Nota.- Mientras se imprimía este drama, se perdió el manuscrito de la 3ª jornada. No se le ha podido rehacer en verso y ha habido que completar la edición en prosa, valiéndose de los primitivos borradores.
81
Teatro de la Revolución Agustín Iturbide Emperador de México Drama en tres jornadas
JORNADA PRIMERA (1810) La escena pasa en Valladolid de México. Habitación en casa del conde de la Niebla. Es de noche.
ESCENA 1 D. Andrés — D. Felipe — D. Marcos DON ANDRÉS
Ya ustedes habrán leído La “Gaceta de Gobierno”, Que de México nos vino Por el último correo…
DON MARCOS
No he podido conseguirla, Y por verla desespero.
DON FELIPE
Ni yo… sin duda la tiene El señor conde…
DON ANDRÉS
(alcanzando un periódico) La tengo Conmigo… es importantísima… 83
Iturbide o
Ambición y
Amor Los anuncios no son buenos De la madre patria… sigue La lucha con el imperio… Ahí están los pormenores… La noticia de más peso, Que influirá de una manera Poderosa en todo México, Es la excomunión solemne Pronunciada contra el clérigo Hidalgo y los insurgentes Por el arzobispo y luego Por la inquisición.
DON MARCOS
¡Magnífico! Es el golpe más certero A los rebeldes criollos; A fe mía, con solo esto No le quedarán ni diez Partidarios a ese clérigo Bandido…
DON FELIPE
Últimas noticias Aseguran, según creo, Que tiene cincuenta mil Soldados.
DON ANDRÉS
¡Dios santo!
DON MARCOS
Cierto De vagos y malhechores, E indios haraganes ha hecho En la infeliz Guanajuato Un crecido campamento: La novelería atrae A su alrededor por cientos La gente de la campaña… 84
Teatro de la Revolución DON ANDRÉS
El motivo verdadero Debe ser el atractivo Del pillaje, del saqueo.
DON MARCOS
Dice usted bien, don Andrés; Los tres días, sin ejemplo En la historia de los crímenes En que aquel mísero pueblo, Después que a todo español Pasar ha visto a degüello, Sin ninguna distinción Ni de edades, ni de sexo, También ha sido la presa Del pillaje más horrendo; En que los indios de oro Se han llenado hasta el extremo De cambiar por cuatro reales Las onzas, que con desprecio Miraban como medallas; No puede en los indios menos Que despertar avidez.
DON ANDRÉS
Parece que los excesos Criminales de la Francia Republicana tenemos Que sufrir… ¡Dios nos ampare!
DON MARCOS
Así sea.
DON FELIPE
Yo no niego Que estamos en gran peligro. Contar aquí no podemos Con ninguna garantía; En Valladolid el riesgo Es demasiado inminente; Hidalgo tal vez muy luego Aparezca… en ese caso 85
Iturbide o
Ambición y
Amor Nos hallaremos expuestos A sufrir la misma suerte, Que ha tenido el pobre pueblo De Guanajuato.
DON MARCOS
Muy tímido A don Felipe lo encuentro: Desesperada no está Nuestra suerte; sus recelos Son injustos; a la fecha Ya habrá salido el ejército, Que de San Luis Potosí Venir debe a protegernos, A órdenes del general Calleja… todos los cuerpos Son de excelentes soldados, Bien disciplinados, diestros… Mientras el clérigo alzado Sólo tiene montoneros; Ya ve, usted, que no es dudoso Siquiera nuestro buen éxito.
DON ANDRÉS
Parece que don Felipe Olvida que descendemos De Hernán Cortés y que pronto Los atentados funestos De los rebeldes tendrán Un ejemplar escarmiento.
DON MARCOS
Sí, es preciso que los criollos Sepan –y por mucho tiempo– Y se evidencien con sangre, Que mientras haya en el reino De España un mozo de mulas, O un gañan, pastor de puercos, De gobernar en América Le corresponde el derecho. 86
Teatro de la Revolución DON FELIPE
Malo es que haya confianza con semejante pretexto.
ESCENA 2 Los mismos — D. Esteban — después un criado DON ESTEBAN
(saludando a D. Andrés) Buenas noches, señor conde.
DON ANDRÉS
Salud al Gobernador.
DON ESTEBAN
(saludando a D. Marcos y a D. Felipe) D. Marcos… señor vizconde…
DON FELIPE
Tengo en verle mucho honor.
DON MARCOS
(a D. Esteban) D. Esteban ¿qué noticias Tenemos de la última fecha?
DON ESTEBAN
No son bastante propicias. Auméntase la sospecha De que Hidalgo venir quiere.
DON FELIPE
Otro tanto yo diría…
DON ANDRÉS
Si el anuncio cierto fuere, ¿Qué partido convendría Prudentemente tomar?
DON ESTEBAN
Todavía no sabemos; Mucho hay que reflexionar 87
Iturbide o
Ambición y
Amor A ese respecto; veremos… Si es el anuncio formal, No nos queda otro remedio Que huir a la capital.
DON FELIPE
Es el más seguro medio.
DON ESTEBAN
Mas, si como es de creer, Se hallase a poca distancia Calleja, será un deber El resistir con constancia, Y hacer que la insurrección No prosiga en incremento.
DON MARCOS
Yo confirmo esa opinión.
DON ESTEBAN
De todas maneras, cuento Con que a más tardar mañana Habrá datos positivos.
DON ANDRÉS
La rebelión está ufana…
DON FELIPE
Sus caudillos son activos… (sale un criado)
CRIADO
Ha llegado, no hace rato, Un oficial, portador De pliegos de Guanajuato, Y espera al Gobernador.
DON ESTEBAN
Ya voy (váse el criado)
DON MARCOS
Debe traer algo Que nos sea interesante.
DON ANDRÉS
Serán noticias de Hidalgo. 88
Teatro de la Revolución
DON ESTEBAN
Si gustan en el instante Conocer los pormenores Y salir de la impaciencia, Acompáñenme, señores.
DON ANDRÉS
Con la mayor complacencia.
DON MARCOS
La invitación aceptamos…
DON FELIPE
(a D. Andrés) Cuatro palabras le ruego Me oiga en el acto…
DON ESTEBAN
(a D. Andrés y a D. Felipe) Vamos.
DON ANDRÉS
Un momento…
DON FELIPE
Iremos luego (vánse Esteban y Marcos).
ESCENA 3 Don Andrés — Don Felipe DON FELIPE
Hace días que le he pedido, Sr., de un modo muy llano De Margarita la mano…
DON ANDRÉS
No lo he echado en el olvido.
DON FELIPE
Usted puede comprender Mi impaciencia en que le exija 89
Iturbide o
Ambición y
Amor El tesoro de su hija, Que no merezco poseer.
DON ANDRÉS
Es demasiado notorio Hacia usted mi afecto tierno, Y tenerle por mi yerno Me será satisfactorio. Que le explique mi tardanza Sin duda no necesita; Debo hablar a Margarita; Y aunque plena confianza, De que ella dirá que sí A todo cuanto la diga, En mi corazón se abriga, Debo proceder así. Esta noche sin demora, Cuando de regreso esté, Con Margarita hablaré: Mañana a esta misma hora, Sabrá, usted, el resultado.
DON FELIPE
¡Gracias por tanta bondad! Toda mi felicidad En usted y ella he cifrado (vánse ambos).
ESCENA 4 Margarita — Juana (salen por otra puerta) MARGARITA
Son las siete y aún no viene Mi Agustín... ¡Ah!, cuánto tarda... Mi alma impaciente le aguarda... ¡En tanta ansiedad me tiene! ¡Tan puntual que a cada cita Era más antes!... pero hoy... 90
Teatro de la Revolución JUANA
Mucho le amas, Margarita.
MARGARITA
Demasiado... ¡Loca estoy! Todo mi cuidado es verle, A su lado estar, mi anhelo; Y por mi esposo tenerle Después ha de ser mi cielo.
JUANA
Santo y bueno es que le ames; Mas así… con tal fervor, Ya parece ser tu amor Un delirio...
MARGARITA
Que le llames Como quieras, no me importa: Ese amor dentro de mi pecho Se halla comprimido, estrecho... ¡Cual febril sangre en la aorta! Quisiera con mi Agustín Vivir siempre, siempre ser; Quisiera, en vez de mujer, Ser un bello serafín; Y un alma que en sí abrazara La eternidad, lo infinito, En donde mi amor bendito Se extendiera, se ensanchara.
JUANA
No dudo yo, Margarita, Que es intensa tu pasión; Pero, ¿quieres que repita Lo que dije otra ocasión? ¿Crees que Agustín te ama Con amor superlativo Y de tu alma el fuego activo Prendió en la suya igual llama? Quien sabe, mientras la hoguera De la pasión te devora, 91
Iturbide o
Ambición y
Amor ¡En su pecho ni siquiera Tu imagen constante mora! Solo sabemos amar Nosotras; pero ¿qué quieres? Al cabo somos... mujeres... Es preciso no olvidar Que el autor del Universo A ambos sexos señaló Un destino tan diverso, Que no puedo explicar yo. A un marido o un monasterio Nuestra ambición se limita; Esa esfera circunscrita Marca nuestro ministerio. Y ya sea negra toca La que cubra nuestra frente Ya sea que balbuciente Pronuncie un sí nuestra boca, Delante el sagrado altar, A un fin va cualquier camino; Monja o esposa, el destino De la mujer es amar. Ama la una con vehemencia A sus hijos... a su esposo; La otra al Todopoderoso Le consagra su existencia. En tanto el hombre, a las puertas De la vida, sendas mil Que transitar con febril Impaciencia, tiene abiertas. De la gloria en pos se lanza; Busca honores y grandezas, Ciencia, virtud o riquezas… La existencia no le alcanza Para mirarlas siquiera… A todo le falta tiempo, Y si ama, ama de manera Que amor sea un pasatiempo. 92
Teatro de la Revolución Un paréntesis florido Entre el bullicio en que vive; Grata sombra que recibe Mientras descansa dormido. Mas, en breve se despierta… Quiere luz, quiere un Edén, Donde corre a carrera abierta, Sin ver cómo o dónde quien… Entonces… de amor los lazos Son para él duras cadenas; Las odia, las carga apenas, Y… ¡las rompe en mil pedazos! MARGARITA
Basta, Juana, porque mi alma Al oírte desespera… No me hables de esa manera… ¡Es imposible!…
JUANA
Ten calma…
MARGARITA
Es imposible vivir Con esa siniestra idea… ¡Oh! ¡Dime que no te crea Y que has querido mentir! Por piedad, no despedaces, No destroces de ese modo Mi pecho, mi alma, mi todo… ¡No sabes el mal que me haces! Yo comprendo que en la vida Necesita el corazón Una risueña ilusión, Aérea, maga, querida, Que alimente la pasión. Que se debe conservar Una imagen santa, pura; Con ella siempre soñar Mil visiones de ventura 93
Iturbide o
Ambición y
Amor Para poderla adorar. Formar un templo en el seno Más hondo que el alma tiene; Forjarse un ideal bueno, Divino, y en él perene Tener el ánimo lleno. Nada me importa del mundo La amarga realidad; ¡Amo con fervor profundo! Si eso es falso, yo confundo La mentira y la verdad.
JUANA
Que reflexiones yo quiero, No tu loca fantasía Te arrebate…
MARGARITA
El alma mía Siente; nada considero.
JUANA
¿Si te olvidase Agustín?
MARGARITA
¡Imposible!
JUANA
Mas supón Que llegase esa ocasión.
MARGARITA
Le amara siempre, sin fin, Y de verme tan constante Me volvería a querer.
JUANA
¿Si en brazos de otra amante Le vieras?
MARGARITA
¡De otra mujer! Imposible… no, no creo… Ni imaginarlo pudiera. 94
Teatro de la Revolución JUANA
Ten calma, sólo deseo Probar hasta donde alcanza Tu pasión… dime, ¿si diera Su mano a otra y la esperanza Perdida para ti fuera?
MARGARITA
Entonces… entonces… ¡Oh! ¡Pero eso sería horrible!… Sabría vengarme yo De una manera terrible… Mas, Juana, calla, detente, Me abrumas… ¡Ah!, y al pensar, Que Agustín se hace esperar, ¡No sé qué me pasa!… siente Mi pecho tal opresión… Fuego circula en mis, venas…
JUANA
Te atormentas sin razón; No creí tanto.
MARGARITA
Las penas Sufro del infierno mismo… ¡Oh!, “el amor es un espejo Que miramos… su reflejo Nos engaña y… un abismo Se abre dentro de él”… Tal dice, Empapada en hiel tu boca… ¡Y te oigo! Soy una loca Que no sé nada, ¡infelice! Compadéceme, no mates Mis más queridos ensueños; Los lazos de amor risueños Que me forjo, ¡no desates!
JUANA
Sosiégate, no… 95
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARGARITA
(interrumpiéndola) ¡Oh!, no acabes… Mi vida ha sido un martirio; Nací cual huérfano lirio Entre espinas… Tú bien sabes, Juana, desde que perdí A mi idolatrada madre, Cariño no conocí… ¡Es tan adusto mi padre! Tú has dicho que sólo amando Su vida una mujer pasa: Yo encerrada en esta casa, Pasé mi infancia llorando… A Agustín he conocido, Amor tierno nos unió; Es mi único ser querido… ¿Cómo olvidarle?, ¡eso no!
JUANA
Tú no te acuerdas de mí.
MARGARITA
No, si a Agustín le idolatro. Yo te estimo mucho, si… (la abraza).
JUANA
(aparte) Parece pasión de teatro.
ESCENA 5 Las mismas – D. Andrés (entra muy fatigado) DON ANDRÉS
¡Uf! Qué sofocación… ¿Uf! Vengo muerto:
JUANA
¿Qué tiene usted, don Andrés?
MARGARITA
¿Qué hay, padre mío?
96
Teatro de la Revolución DON ANDRÉS
Nada; vengo cansado… vengo yerto, Sofocado… espantado en fin.
JUANA
¡Jesús!
DON ANDRÉS
(a Juana que váse y vuelve) Juana, dame agua. —Estoy lelo, atontado Digo mal, mi cabeza es una fragua…
MARGARITA
¿Qué ha sucedido, padre?
JUANA
He aquí agua (bebe D. Andrés).
DON ANDRÉS
(a Margarita:) Ahora te diré, (a Juana) trae esa luz, (Juana le alcanza la bujía y don Andrés enciende un cigarro) Ven acá, Margarita, y a mi lado Siéntate… quiero hablar contigo…—Juana, Haz que traigan mi capa azul (váse Juana y vuelve) —Mañana Muy temprano tenemos que marchar
MARGARITA
(aparte) ¡Cielos! ¡Y mi Agustín! (alto) Y ¿a dónde vamos?
DON ANDRÉS
A México, hija mía.
JUANA
He aquí la capa. ¿Por qué a Valladolid, señor, dejamos?
DON ANDRÉS
La existencia es preciso conservar… Muy pronto ese bribón del cura Hidalgo, Que ya generalísimo se nombra De los indios rebeldes, como un galgo Su presa hará de esta infeliz ciudad. 97
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARGARITA
(aparte). Dios santo, ¿qué va a ser de mí?
DON ANDRÉS
Si fuera Un solterón, sin hijos, ni familia, Por cierto que de aquí yo no corriera; Prefiriera luchar con lealtad: Como buen español, defendería De nuestro rey Fernando los derechos; Mas tú (a Margarita) me haces huir, y cobardía… He dicho mal, me inspiras precaución. Pero antes de partir, hija, es preciso Arreglar un asunto delicado… —Juana vete a dormir.
JUANA
(aparte). Me da cuidado El secreto… o es casorio o es sermón (váse).
ESCENA 6 D. Andrés – Margarita DON ANDRÉS
De mi vida la lumbre ya se apaga; Tengo un pie puesto dentro de la tumba. Hija querida, y antes que sucumba En tu felicidad debo pensar. Pronto mi protección faltarte puede Y no debes quedar sola en el mundo; En ese horrible ciénago profundo, Sin tener algún ángel tutelar.
MARGARITA
Padre mío, ¿por qué esas reflexiones? Dejadme descansar en vuestro seno, Mientras veo lucir mi astro sereno; No alimentéis la idea de morir. 98
Teatro de la Revolución
DON ANDRÉS
Nos esperan bastantes amargos días, Que la guerra civil el país devora… ¡Quién sabe dónde su hacha destructora Vaya a parar, cansándose de herir! Preciso es prepararnos para todo; A arrostrar mil vaivenes y aun la muerte… Para eso es que fijar quiero tu suerte… Un estado precísate escoger. Es tiempo de que cases, Margarita, Ahora que eres flor de tiernos brotes, Y tienes todas cuantas buenas dotes Podría desear una mujer. Posees todo lo que el mundo exige; Noble es tu cuna, juventud, belleza, Vida intachable y además riqueza… Hija mía, ¡un tesoro tengo en ti!
MARGARITA
¡Amado padre!
DON ANDRÉS
¡Lloras! Margarita ¿Qué tienes?
MARGARITA
No me habléis de matrimonio.
DON ANDRÉS
¿Por qué?, niña, ¿un marido es el demonio Para que le tengas miedo así? Oye; el novio que yo te he señalado Reúne en sí las mejores calidades; Debéis ser más o menos, en edades Iguales casi, casi ambos dos. Él es rico además, de buen semblante…
MARGARITA
(aparte) ¿Será Agustín? (alto) ¿Su nombre?
99
Iturbide o
Ambición y
Amor
DON ANDRÉS
Hija querida. Es Felipe, del conde de Florida El único hijo… lindo mozo.
MARGARITA
(aparte) ¡Oh Dios!
DON ANDRÉS
Apruebas mi elección, ¿no es verdad?... Callas… Bien, bien, ese silencio me lo indica… Estar contenta debes, ¡pobre chica!…
MARGARITA
Padre, ¡piedad!
DON ANDRÉS
¡Qué!, ¿lloras?, es rubor ¿O alegría? Sosiégate.
MARGARITA
No es eso Padre… pero… soy joven todavía Y en verdad no quisiera… os lo confieso, Tan pronto abandonaros… (aparte). ¡Oh señor!
DON ANDRÉS
¡Por eso te aflijías!, ¡ah! no temas, Los dos vais a vivir siempre conmigo; Seré siempre tu padre, sí, tu amigo; Nunca, mi bien, de mí te apartarás… Pero urge el tiempo ya, mañana es viaje, Y esta noche será tu desposorio… Ve a vestirte de prisa… el mejor traje Ponte, mi hija, ¡qué bella no estarás! No olvides nada; joyas, aderezos; Quiero que el novio te halle encantadora… Presto, apúrate, dentro de una hora Debe el cura venir.
MARGARITA
¡Tan pronto!
100
Teatro de la Revolución DON ANDRÉS
Sí.
MARGARITA
(aparte) ¡No puedo mas! (alto) Señor, ¡compadecedme!
DON ANDRÉS
¿Qué tienes?
MARGARITA
¡Ocultar mis sentimientos Más tiempo es imposible!
DON ANDRÉS
¿Qué tormentos Son esos? ¡Te arrodillas!... ven aquí. (la abraza)
MARGARITA
Padre, voz me debéis amar bastante.
DON ANDRÉS
¿Puedes dudarlo acaso?
MARGARITA
No, por eso Mi corazón os abro y os confieso ¡Qué no me hará feliz aquella unión!...
DON ANDRÉS
¿Por qué?
MARGARITA
Amo a otro.
DON ANDRÉS
¡A otro hombre!... ¿Cómo? ¿Qué dices?... ¿Quién es él?
MARGARITA
Es Iturbide… Agustín.
DON ANDRÉS
¡Iturbide!... Ese teniente De milicianos… ese impertinente Criollo… 101
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARGARITA
Sí
DON ANDRÉS
¡Le odiaba con razón! ¡Qué oigo!... con repugnancia se le admite En mi casa… ¡fatal condescendencia! ¿Y tiene la osadía, la insolencia De pretender tu mano virginal? ¡Ama a la hija del conde de la Niebla! ¿Osa alzar sus miradas tan arriba? Tu esposo no será mientras yo viva… Mas, tú le amas también… ¡Furia infernal!
MARGARITA
Perdón, padre, perdón; yo no creía Irritar de ese modo vuestra cólera, Revelándoos así del alma mía Los sentimientos puros de mi amor. Más bien callar hubiese preferido…
DON ANDRÉS
Basta ya, Margarita, basta, niña; No es por ti que me has visto tan airado; Es por ese villano, ese malvado, Que ahora conozco ser tu seductor. Mas ya que te arrepientes de ese modo, No temas, nada tengo que decirte; Me complaces más bien… anda a vestirte, Disponte a recibir la bendición.
MARGARITA
¡Jamás, padre, jamás!... bien sé que irrito Vuestra cólera mal disimulada; Sé que de un padre la ira despiadada Es para la hija… ¡una maldición! ¡Lo sé!, pero ese matrimonio nunca, ¡Mil veces no! (se arrodilla) os lo pido así de hinojos; Miradme, padre, con piadosos ojos… Vos no, querréis que muera de pesar… 102
Teatro de la Revolución
DON ANDRÉS
¡Todavía tenaz! ¿Te has vuelto loca? Pues bien, yo sabré hacer obedecerme… Dentro de un cuatro de hora, ¿oyes? tu boca A don Felipe el sí tiene que dar Y si en no obedecerme persistieres, Desnaturalizada, en un convento Te encerraré de México…
MARGARITA
(aparte) ¡Oh tormento!
DON ANDRÉS
Para siempre… entregada sólo a Dios… Dentro de un cuarto de hora se decide De tu suerte, oye bien, te lo repito… Te dejo, que de verte vil, me irrito… ¡Piénsalo bien, mujer! (váse)
MARGARITA
¡Esto es atroz!
ESCENA 7 Margarita — luego Juana y criados MARGARITA
¡Olvidar a Agustín!, nunca: Casar con otro sería Ingratitud, felonía ¡Mejor me será morir!... Mas mi padre no comprende Lo que hay de puro y de santo En mi amor… me causa espanto ¡Lo que acaba de decir! Un cuarto de hora… ¡Dios mío! ¡Y Agustín aún no aparece!... 103
Iturbide o
Ambición y
Amor ¡Ah!, mi pecho desfallece Con tanta cruel emoción… Incertidumbre terrible ¿Dónde estará?... Dios eterno, Libradme ya de este infierno, ¡Matadme por compasión! (cae desmayada).
JUANA
(saliendo) Margarita… —qué no me oyes—… ¿Qué tienes? …—se ha desmayado; ¡Jesús!, ¡me da tal cuidado! Un veneno su amor es. Y sin duda alguna mónita Le habrá echado reverenda Su padre, sin que la entienda… ¡Es tan terco don Andrés! —Cosme, Fabián (llamando), ligero Vengan pronto…
DOS CRIADOS
(saliendo) ¿Quién nos llama?
JUANA
La señorita a la cama Me ayudareis a llevar… (Juana y los criados llevan a Margarita) Su pasión me causa susto, Me confunde, me horripila… ¡Que Dios no deje tranquila Un alma tan celestial!
104
Teatro de la Revolución ESCENA 8 Iturbide (Solo) Margarita… no aparece; De esperar se habrá cansado; Es cierto que me he tardado… Ya se ha dormido tal vez. Me iría sin despedirme; Ciertamente, hacerlo puedo… De su amor se me da un bledo… Mas… no sería cortés. Dejaréle una esquela… Hay aquí pluma y tintero… Bien, a propósito… pero Ni una tira de papel A ver si hay en mi bolsillo El sobre de alguna carta… Luego la dejaré a Marta… (saca varias cartas y lee) —La misiva de Manuel— Esta no, es muy importante… —Un billete de Teresa— Vaya, la he leído bastante; A escribirla voy en esa… (rompe el sobre y escribe) Creo que son suficientes Estas cuatro o cinco letras, Margarita, si penetras Mi verdadera intención… ¡Ya estoy libre de ella! ahora Fuera pueriles afectos; Voy a llenar mis proyectos Entregado a mi ambición. A esa ambición tan inmensa, Como no la hay en el mundo; A ese anhelo tan profundo ¡De ser grande y figurar! A esa pasión de mi vida, A esa fiebre, sí, que agita 105
Iturbide o
Ambición y
Amor Mi mente y me precipita ¡Al trono y sino al dogal!... ¿Serán delirios fantásticos? ¿Está enferma mi cabeza? Siento en mi naturaleza De elevado un no sé qué Hay algo que me conduce Allá… a un brillante destino… por donde sea el camino No lo conozco, no sé Cuando escuché el grito mágico, Que Hidalgo de independencia Dio en Dolores, con vehemencia Latir mis venas sentí Juzguéle un genio sublime Que con solo un soplo daba A México, pobre esclava, Libertad y vida, sí. Forjó entonces mil quimeras Arrebatada mi mente; Quise con ansia impaciente De Hidalgo el libertador En las filas alistarme, Y probar allí mi suerte, Encontrando o bien la muerte O la gloría con honor No vacilé ni un momento; Escribí al clérigo alzado, Pidiéndole… nada… un grado ¡De teniente general! Y… ¡Oh furia!, hoy día recibo Contestación desatenta… Me desaira y descontenta… ¡Oh!, ¡me conoce muy mal! Quiero vengarme de él, sí, Quiero que sepa a quien veja; Voy a unirme con Calleja, Marcho a San Luis Potosí (váse y aparece Margarita) 106
Teatro de la Revolución ESCENA 9 Iturbide — Margarita MARGARITA
(deteniendo a Iturbide) Agustín mío, te ibas Sin verme…
ITURBIDE
Me imaginé Que dormías ¡voto a cribas! ¡Cómo en venir me tardé!
MARGARITA
Jamás con ansia mayor Te he aguardado… Voy a darte Noticia cruel que parte Mi corazón de dolor… (llora)
ITURBIDE
Habla.
MARGARITA
Mi padre me lleva Mañana a México.
ITURBIDE
(aparte) ¡Bien! — (alto) pues yo venía también A darte una triste nueva Sobre todo para ti.
MARGARITA
¿Cuál es? acaba…
ITURBIDE
Mañana Voy a estar lejos de aquí.
MARGARITA
¿Quieres seguirnos? ¡Ah! es vana Tu esperanza… aun no es todo… Mi padre…
ITURBIDE
(apercibiendo a D. Andrés.) ¡Chist! ¡Don Andrés! (se aleja Margarita) 107
Iturbide o
Ambición y
Amor ESCENA 10 Los mismos — D. Andrés
DON ANDRÉS
(a su hija) Pues, magnífico es el modo De obedecerme, ¡pardiez! — Ve a tu cuarto, Margarita, Y vístete… no me encones…
MARGARITA
(a Iturbide aparte) Agustín, no me abandones… (váse)
ITURBIDE
(alto a Margarita) Hasta luego, señorita
ESCENA 11 D. Andrés – Iturbide – Margarita (escondida tras la puerta) DON ANDRÉS
Adiós, señor Iturbide.
ITURBIDE
Señor conde de la Niebla
DON ANDRÉS
De su estimable visita Saber la causa quisiera.
ITURBIDE
¡Extraña pregunta a fe! ¿Por ventura alguien me veda Pisar, conde, estos umbrales, Para extrañar mi presencia?
DON ANDRÉS
No es eso lo que yo os digo, Ni os toméis de ello molestia… Mas como a mi hija la veis Con demasiada frecuencia… 108
Teatro de la Revolución
ITURBIDE
Os infundo celos ¡vaya!... Ya se ve, sois padre y ella Vuestra hija… razón os sobra;… Quiero disipar sospechas… Sabed que pensé pediros Más antes su mano bella.
DON ANDRÉS
Lo sabía y es por eso Que os hablo de esta manera, Para preveniros que No alimentéis esa idea; Mi hija pertenece a otro. ¡Bravo! Me sacáis de penas; Sois el ángel que del limbo Del amor mi alma liberta.
ITURBIDE
DON ANDRÉS
¡Cáspita! ¿Os burláis de mí?
ITURBIDE
No, mi visita postrera Vine a hacer a Margarita; Tengo que ausentarme de ésta.
DON ANDRÉS
Iturbide, ¡me insultáis!
ITURBIDE
Vos sois a quien hace hora y media Voy sufriendo a pesar mío.
DON ANDRÉS
¡Insolente! Os dijo ella Que voy a llevarla a México, ¡Y me habláis de vuestra ausencia! Pretendéis seguirnos.
ITURBIDE
Vaya, Tenéis las entendederas Pocos razonables hoy. 109
Iturbide o
Ambición y
Amor
DON ANDRÉS
¡Silencio, u os corto la lengua!
ITURBIDE
Hay tiempo para matarnos Por algo que valga la pena; Mas ¡por un quid pro quo simple!... Oíd, conde de la Niebla, A México yo no marcho, Sino a unirme con Calleja.
DON ANDRÉS
Esa es cosa diferente; Dispensad, mas tal sorpresa Yo no esperaba…
ITURBIDE
El deber Más santo que hay en la tierra, El que todo mortal tiene Contraído desde que naciera Con su patria y con su rey A alistarme en las banderas De la causa real me llama: Voy a luchar con presteza Contra los excomulgados Que Hidalgo capitanea.
DON ANDRÉS
Aplaudo vuestro propósito; Otra noticia más buena No podéis darme… es decir ¡Que no améis con la vehemencia Que yo pienso, a Margarita!
ITURBIDE
Señor conde de la Niebla, Ya lo dije y os repito, Mi ambición fue poseerla. Hoy día me había resuelto A dar a mi pasión tregua, Hasta después que termine Del todo la civil guerra; 110
Teatro de la Revolución Mas ya que vos me anunciáis Que a otro pertenece ella Inconveniente no tengo En deciros con franqueza, Que ese amor en mí no existe Sino como pasajera Ilusión… como un recuerdo… MARGARITA
(adentro) ¡Cielos!, qué oigo…
DON ANDRÉS
Se me llena El corazón de placer; Me quitáis de la cabeza Un fuerte peso… ¿Es decir Que la resolución vuestra Es de que ni en lo futuro, Aun cuando volváis a verla, Os acordareis de mi hija?…
ITURBIDE
Os hago formal promesa
MARGARITA
(adentro siempre). ¡Ah!, para acabar conmigo ¡Solo faltaba esta prueba!
DON ANDRÉS
¿Jamás?
ITURBIDE
Jamás
DON ANDRÉS
¿Lo juráis?
ITURBIDE
Lo juro
MARGARITA
(saliendo) ¡Es una blasfemia! 111
Iturbide o
Ambición y
Amor
ITURBIDE
(con premura) Adiós, conde (váse precipitadamente)
DON ANDRÉS
Dios os guie Por la más próspera senda.
MARGARITA
(corriendo tras de Iturbide) Perjuro, infiel, traidor, ¡Mátame, no huyas así!... ¡Ah!, ¡te burlas de mi amor! ¡Yo me vengaré de ti! (cae desmayada).
FIN DE LA PRIMERA JORNADA
112
Teatro de la Revolución
JORNADA SEGUNDA (1823) La escena en México. – Salón del palacio imperial de Iturbide – Es de noche a media jornada
ESCENA 1 Iturbide – Ministro de la Guerra – Ministro del Interior. MINISTRO DE LA GUERRA
ITURBIDE
Ya Vuestra Majestad se ha cerciorado De que no es sólo el general Santa Anna Quien de la rebelión el estandarte En contra del imperio osado alza. Guadalupe Victoria, el renombrado Adalid en la lucha con España, Victoria, que de un héroe novelesco Goza la popular, célebre fama, Sabemos que se ha puesto a la cabeza Ya, de la insurrección republicana. Su Majestad perdone la franqueza Con que su servidor leal le habla; Yo conceptúo al adversario nuevo Muy temible. Lo fue cuando la patria, Por romper las cadenas españolas, Su apoyo decidido le prestaba; Porque su pensamiento en él leía, Viéndole defender su justa causa. Mas hoy, Señor Ministro de la Guerra, De comparable yo no encuentro nada Entre mi trono, por el pueblo alzado, 113
Iturbide o
Ambición y
Amor Y la opresión ibérica, nefanda. Miedoso estáis cual nunca, Cuando decís que del imperio del águila Ante la corta guarnición rebelde De Veracruz, temblar debe asustada.
MINISTRO DEL INTERIOR
ITURBIDE
Debemos esperar que hasta la fecha El ejército, a cuyo frente marcha Echavarri, leal, valiente jefe, Habrá la sedición brutal y bárbara Sofocado en su cuna. En verdad puede No tener la menor desconfianza, Su Majestad. Así es, Señor ministro Del Interior. No tiene por qué mi alma Abrigar el recelo más pequeño; Por qué inquietarse con sospechas vanas. La corona imperial que hoy día ciñe Mis sienes, esa insignia sacrosanta, Que recuerda el poder de los aztecas, No me la he puesto yo con mano impávida; No es de la usurpación la vil herencia Es toda una nación, la mexicana Que me la ha presentado como premio A los servicios que presté a la patria. Además, bien sabéis que la fortuna Nunca sus dones me ha negado avara; Siempre fui vencedor, a nadie temo A nadie sobre el campo de batalla. Era un simple teniente hace trece años, En quien nadie fijaba sus miradas; ¡Hoy me tenéis de Emperador!, tal título Lo han comprado mis glorias, mis hazañas. ¿Quién es aquel que en contra mía osado Se alzará, que un insulto así no haga 114
Teatro de la Revolución A la nación entera, cuyo jefe Soy, por su voluntad expresa, clara? Allí tenéis la alocución al pueblo, Que firma el revoltoso de Santa Anna; No me pide sino que restablezca A la Asamblea Nacional ¡bien cándida Petición!, entretanto allí el respeto Aun, a mi dignidad debido, guarda. MINISTRO DE LA GUERRA
ITURBIDE
MINISTRO DEL INTERIOR MINISTRO DE LA GUERRA ITURBIDE
Su Majestad a ese respecto solo, La observación permitirá que haga, Que eso no es más que frívolo pretexto, Bajo el cual encubrir su objeto trata. La sola aspiración de los rebeldes A que dirigen hoy todas sus tramas, Es plantear la República. Sin duda Muy bien conozco donde va su audacia. Mas sea lo que fuere, tendré siempre Una seguridad completa y amplia En mí mismo, en mi ejército brillante, Y sobre todo en la nación preclara, De cuyo verdadero buen sentido Nadie puede dudar… Solo un monarca Puede existir en México. Es muy cierto. Es la verdad; pero tampoco faltan Hombres que piensan de distinto modo. Recibirán una lección amarga Y se resignarán a pesar suyo… 115
Iturbide o
Ambición y
Amor Retiraos, Señores… Sin tardanza Haced, señor Ministro de la Guerra, Las órdenes se expidan acordadas Sobre aumento de ejército.
MINISTRO DE LA GUERRA
Al instante Daré las instrucciones necesarias.
ESCENA2 Iturbide (solo) A la cima llegar del poderío, Saciada toda la ambición que encierra Mi corazón… decir: “¡México es mío!; ¡Soy el Señor, el amo, de esta tierra!”. Ver a mis pies una nación entera Rendirme vasallaje posternada… ¡Posición asombrosa! Y ni siquiera Estoy contento… ¡No me sacia nada! Una vaga inquietud siento que agita Toda mi alma, bastante a mi pesar… Anhelo más… desconocida cuita Aumenta mi zozobra, mi ansiedad. ¿Habré trepado al escalón más alto De la fortuna y puesto allí los pies, Para en seguida caer de un solo salto, En un abismo hundiéndome después?...
ESCENA 3 Iturbide – Carlos Beneski (en traje de ayudante de campo) BENESKI
Si acaso le he interrumpido, Perdone su Majestad. Acaba un extraordinario 116
Teatro de la Revolución Al instante de llegar Del Puente del Rey y trae Estos pliegos desde allá: (alcanzándole) Me ha dicho ser importantes Y que en su mano imperial Misma entregue… ITURBIDE
Bien está, Beneski; a los secretarios Del despacho haced llamar; Que vengan en el instante.
BENESKI
Dios guarde a su Majestad (váse)
ITURBIDE
(solo – abre los pliegos) Veamos qué nos trae… (lee) ¿Será cierto? ¡Dios Santo!, que Echavarri me abandona… El súbdito más fiel a mi corona ¿Alistarse podrá en la rebelión?... ¡Echavarri se vuelve mi enemigo!... Y en él cifraba toda mi esperanza… ¿En quien puedo tener ya confianza?... ¡No veo a mi rededor sino traición!... (váse)
ESCENA 4 Carlos Beneski – Un edecán BENESKI
No está aquí el emperador.
EDECÁN
Debe sufrir mucho el hombre
BENESKI
No tiene ningún temor.
117
Iturbide o
Ambición y
Amor
EDECÁN
Te parece… mas, ¿qué nombre Ese periódico tiene?
BENESKI
¿Cuál?
EDECÁN
El que de Veracruz Por el correo te viene.
BENESKI
(saca un periódico del bolsillo). Aquí está.
EDECÁN
(procura leer a la lumbre) Maldita luz…
BENESKI
“La República” se llama.
EDECÁN
Leámoslo.
BENESKI
Tengo miedo Que el Emperador…
EDECÁN
Madama, No se me da un solo bledo De que él nos oiga leer.
BENESKI
¿Cómo? ¿Así habla un edecán Del emperador?
EDECÁN
¡Tu afán Es vano… cómo ha de ser! También yo soy mexicano.
BENESKI
¿Qué quieres decir con eso? Se me figura…
118
Teatro de la Revolución EDECÁN
Confieso Que ya soy republicano.
BENESKI
¡Qué oigo!
EDECÁN
No quiero perder Ni mi sueldo, ni mi empleo; Le amo tanto, que deseo…
BENESKI
¡Un traidor primero ser!
EDECÁN
¡Vaya! Eso de traición Una patarata es.
BENESKI
Sois un…
EDECÁN
Basta de sermón, Señor polaco o francés; Déjeme leer… (lee en voz alta. Beneski se pasea) “Situación… Pobre patria envilecida, Quiere volver a la vida Y de esclava ser nación Un déspota conculcando Su voluntad soberana En su ambición delirando, De su título se ufana Vil traidor a la causa Que abrazó primeramente, a general…
BENESKI
Lee con pausa.
EDECÁN
(sigue leyendo.) “Subió de simple teniente 119
Iturbide o
Ambición y
Amor En la bandera española; Y no hay una sola aldea, No hay una campiña sola Que regada no se vea Con sangre de mil patriotas, Que el sanguinario Iturbide Vertiera en tristes derrotas. ¡Venganza!, esa sangre pide. Nuestra nación infeliz De España opresión inmunda Ha arrojado, y la cerviz ¿Doblega a nueva coyunda?
ESCENA 5 Los mismos – Margarita (cubierta con un velo) BENESKI
(al edecán) ¡Chito! Viene una señora.
EDECÁN
¿Quien será aquella tapada?
MARGARITA
Señores, ¿se puede a esta hora A Agustín primero ver? No sé si estará visible.
EDECÁN MARGARITA
Decid a su Majestad Que si tiene la bondad De escuchar a una mujer.
BENESKI
¿Vuestro nombre?
MARGARITA
Es un secreto
BENESKI
Vuestro incógnito respeto, Y sin demora ninguna. El encargo cumpliré (váse por donde entró Iturbide) 120
Teatro de la Revolución EDECÁN
(ofreciendo una silleta.) ¿Queréis, señora, sentaros?
MARGARITA
Mil gracias.
EDECÁN
Voy a dejaros. (aparte) Me interesa este periódico, Afuera a leerle iré (váse).
ESCENA 6 Margarita El término he tocado De mi doble esperanza; Mi amor o mi venganza Satisfecho será. Si Agustín aún me ama, Le devolveré el trono; Y sino, de mi encono El peso sufrirá.
ESCENA 7 Margarita – Iturbide (Beneski sale con Iturbide y váse por otro lado) ITURBIDE
¿Qué me queréis, Señora?
MARGARITA
Vuestro trono Que está para caer, vengo a salvar.
ITURBIDE
Gran promesa me hacéis y vuestro tono A otro cualquiera puede hacer temblar… Habladme sin enigmas ni rodeos… Decidme vuestro nombre antes de todo. 121
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARGARITA
Pronto satisfaréis vuestros deseos, Señor, dejadme hablaros de este modo.
ITURBIDE
¿Qué quiere la tapada misteriosa?
MARGARITA
No se impaciente Vuestra Majestad; Le pido por favor sólo una cosa Y es que se digne oírme.
ITURBIDE
Despachad.
MARGARITA
Empezaré por una historia amarga Que enlazada se encuentra con mi objeto.
ITURBIDE
Como no sea demasiado larga, Podéis hacerlo sin tenerme inquieto.
MARGARITA
Trece años hace que una joven tierna A un hombre concibió profundo amor, Quien le juró fidelidad eterna… Con un perjurio le robó su honor.
ITURBIDE
A contarme venís alguna historia ¡Del insípido amor de una belleza! Podéis no fatigar vuestra memoria Con relación que en nada me interesa.
MARGARITA
Tiene que interesaos demasiado, Sin con paciencia me queréis oír: A este relato encontrareis ligado Vuestro destino…
ITURBIDE
Bien, podéis seguir.
MARGARITA
Creyó la joven que era un juramento, 122
Teatro de la Revolución
ITURBIDE MARGARITA
En que el nombre de Dios se osó tomar, Sagrado como lo es el sacramento, Como un sí pronunciado ante el altar. Y confiada le entregó al aleve Su dote más preciosa… ¡la inocencia! ¡Infeliz! Se engañaba, porque en breve Conoció del infiel la inconsecuencia. Él que la había ¡infame!, seducido, Y le robó su joya virginal, ¡Ah! la dejó muy pronto en el olvido… Juró ella castigar al criminal Juró ofendida la infeliz doncella Vengar la injuria del amante ingrato, Por cuyo amor desafiara ella De su padre la cólera, el mal trato. Mas éste la encerró dentro de un convento; Permaneció la desdichada allí, Sangrado el corazón, siempre sediento De venganza, en continuo frenesí. Allí estuvo diez años encerrada; El monjil velo resistió tomar… Cada día, cada hora trascursada Le era un siglo, ¡le fue la eternidad!… (aparte.) ¡Curiosa historia! (alto) Proseguid, Señora. ¡Comprenderéis su padecer profundo, Hasta que al fin Dios señaló la hora En que partió su padre de este mundo! Ella… no se atrevió a llorar la muerte Del anciano infeliz que el ser le dio… Y a Dios bendijo sobre el cuerpo inerte… ¡Ay! ¡Porque al cabo libre la dejó! Al verse dueña de una gran fortuna, Al verse joven aún, al verse hermosa, Por su mente cruzó satánica… una… No me atrevo a decir… ¡idea… odiosa! 123
Iturbide o
Ambición y
Amor De su alma los pesares, los dolores, No lograron su rostro marchitar; Y una turba encontró de adoradores De su belleza ante risueño altar. Halló en la sociedad grata acogida; Reina se le llamó de los salones; Y con promesas de pasión mentida Supo hacer palpitar mil corazones. Una palabra suya, una mirada Era un mundo a esa loca juventud, Que a sus pies se arrastraba apasionada Con ardiente, magnética inquietud. Ella no disipó ni una esperanza; A mentir aprendió, a disimular… Que su sed implacable de venganza De un modo grande pretendió saciar. Los prohombres más ilustres y más sabios, Los grandes generales, sí, de un dicho Pendientes se encontraban de sus labios Y prontos a cumplir cualquier capricho. Ella sabía que su infiel amante Había hecho una rápida carrera Y que ocupaba posición brillante… Imposible entretanto verlo era… Y bien, la joven mísera que calma Hallar para su pecho no ha podido; La niña despreciada… ¡es hoy el alma En México de todo un gran partido! Nada a realizar su plan se opone Ve que todo le ayuda y aún le sobra… De esta nación entera ella dispone, Y hoy mismo puede terminar su obra…
ITURBIDE
(aparte) ¡Debe ser ella! 124
Teatro de la Revolución MARGARITA
Pero todavía, Señor, la desdichada joven ama… Antes de que descargue su ira impía, Al que la hizo sufrir tanto… ¡aún llama! Sí, porque de su amor el tierno fruto, Un pobre niño la infeliz conserva… ¡No quiere hacerlo huérfano! Y el luto Para sí, y para el padre, ¡odio reserva! Si aún encontrase en el infiel ternura, Olvidará tal vez todo su encono… Quiero saber, si otra vez más, perjura, ¡Antes que llegue a derribar… un trono!...
ITURBIDE
¡Qué escucho! ¡Cielos! Eres Margarita…
MARGARITA
(descubriéndose) Condesa de la Niebla, sí, yo soy.
ITURBIDE
¡Ah! ¡Perversa mujer, mujer maldita, Al cabo cruel castigo a darte voy! Te conozco infernal conspiradora; Tus crímenes merecen un cadalso… ¡Y tú misma a entregarte vienes ahora! Caíste al fin en mis manos… ¡Ah! ¡Ah!, ¡es falso! ¿Creéis que yo tan temeraria fuera Que sin tener seguridad bastante, A desafiaros hasta aquí viniera, Herido el seno, de ira palpitante? De vuestra torpe, imbécil policía Conocéis los inútiles afanes Para prenderme, mientras noche y día Estoy en casa.
MARGARITA
ITURBIDE
(llamando) ¡Guardias, edecanes! ¡Venid aquí; de cólera estoy ciego! (aparece Beneski y dos edecanes) 125
Iturbide o
Ambición y
Amor
BENESKI
¡Señor!
EDECANES
¿Qué manda Vuestra Majestad!
ITURBIDE
(a los edecanes) Prended a esa mujer… llevadla luego A una prisión… hágasele juzgar…
MARGARITA
Vos lo queréis, ¡estúpido orgulloso! Cúmplase vuestra suerte pues…
EDECANES
(a Margarita) Partid.
ITURBIDE
(a Margarita) ¡Silencio! (a los edecanes) Conducidla a un calabozo; Aherrojadla. (a Beneski) Beneski, vos venid. (Iturbide entra con Beneski a su gabinete — Margarita y los edecanes van hasta la puerta del fondo y regresan).
ESCENA 8 Margarita — Dos edecanes MARGARITA
Ya se fue vuestro Señor; ¡Yo soy la que mando ahora!… (Muestra una medalla al 1º edecán) ¿Conocéis esto?
1º EDECÁN
(con deferencia) Señora, yo soy vuestro servidor.
MARGARITA
(al 2º edecán) ¿Y vos? 126
Teatro de la Revolución 2º EDECÁN
(con sumisión) También, ordenad.
MARGARITA
(al 1º) Sin demora, lo más luego A su destino, este pliego (dándole ambas cosas) Y este paquete entregad, Les diréis que al general Bravo se le haga un expreso, Y que al mismo tiempo que eso Circule en la capital Noticia de que Guerrero Y él se han defeccionado… Dentro de una hora quiero Que el pueblo esté sublevado: — Partid.
1º EDECÁN
Sin tardanza voy (váse).
MARGARITA
(al 2º edecán) Vos quedareis hasta el fin… Se entiende del día de hoy Sirviendo a… don Agustín. Morirá el imperio hoy día, Y su palabra postrera Recoged en su agonía: — Dejadme sola, id afuera.
2º EDECÁN
Os obedezco, señora (váse).
ESCENA 9 Margarita (sola) Iturbide, si supieras Lo que pasa en esta hora, ¡Tan altivo no estuvieras! 127
Iturbide o
Ambición y
Amor Tu pecho vacío, hueco No encierra ni corazón; Allí no encuentra ni un eco La más bendita emoción. Orgullo, ambición sin fin, Sueños de gloria y nobleza He ahí lo único, Agustín, Que alimenta tu cabeza. Húndete ya que lo quieres; ¡Húndete!, sólo me aflijo Al recordar que tú eres ¡El padre cruel de mi hijo! Cuando me pregunte un día, ¿Quién le dio el ser, dónde está. Le diré tu villanía? ¡Ay! ¿Cómo la escuchará? No, que por siempre lo ignore ¡Y que nadie se lo diga! Deja, ¡oh Dios! que sola llore, ¡Qué yo sola le maldiga!... Pero pierdo tiempo aquí, Y cada instante que pasa Vale un siglo, un mundo, Sí… Voy, ¡qué la furia me abrasa! (váse).
ESCENA 10 Los cuatro ministros – un edecán. MINISTRO DEL INTERIOR
EDECÁN
(al edecán) Tened a bien, edecán, Decir al Emperador Que le esperamos con gran Impaciencia… Voy, Señor (váse). 128
Teatro de la Revolución MINISTRO DE HACIENDA MINISTRO DE LA GUERRA
Ya nos consume la tisis Política a toda prisa. En verdad, fuerte es la crisis Y salud no se divisa.
ESCENA 11 Iturbide – Sus ministros ITURBIDE MINISTRO DEL INTERIOR
ITURBIDE MINISTRO DEL INTERIOR
Nuestra situación se agrava – (al del Interior) Siguen las malas noticias. Si Señor, siguen: –acaba De tener poco propicias Nuevas vuestro ministerio. El estado del país Es ya demasiado serio; Después de que la infeliz Defección del traidor Echavarri hemos sabido, Estos partes han venido. Veámoslos. Bien, Señor – (abre varios pliegos y los presenta conforme la acción) Este es de Puebla —El marqués De Vibanco con su gente. Se han reunido a la vez Con el caudillo insurgente (10).
129
Iturbide o
Ambición y
Amor
ITURBIDE
¿Qué más hay?
MINISTRO DEL INTERIOR
Michoacán se ha sublevado.
ITURBIDE
Adelante.
MINISTRO DE HACIENDA
MINISTRO DE LA GUERRA
MINISTRO DEL INTERIOR
ITURBIDE
MINISTRO DEL INTERIOR
ITURBIDE
(aparte al de la Guerra) Muestra sereno el semblante y se halla sobre un volcán. (al de Hacienda) No creáis que tenga miedo: Su valor conozco a prueba. También circula la nueva, A que crédito dar puedo, De que los dos generales Bravo y Guerrero a la fecha Dejaron de ser leales. (11) (aparte) Tenía de ello sospecha. (alto) Seguid. En este momento, De dos ciudades notables Se asegura el movimiento. ¿Los partes?
130
Teatro de la Revolución MINISTRO DEL INTERIOR ITURBIDE
MINISTRO DE HACIENDA
ITURBIDE MINISTRO DE HACIENDA
(alcanza unos pliegos) ¡Son indudables! (momento de pausa) (después de leer en secreto) Todos esos detalles por entero, Antes de vuestro anuncio conocía. El trono está en peligro verdadero. Y aumentarán los riesgos cada día. No disimularé, no, os lo confieso. En inquietud muy grave me tenéis; Llamaros he querido yo por eso, Para que vuestro juicio me anunciéis. Por consejeros íntimos os tengo; Los medios más seguros indicad, y sabed de antemano, que convengo En todo a vuestro parecer. Hablad. Antes de ahora ya hemos acordado El único partido, el más prudente Que en la actualidad nos ha quedado… Muy bien, ¿cuál es? Decidme. Es el siguiente. Cediendo a las actuales circunstancias, Que no permiten ilusión alguna, A Vuestra Majestad con toda instancia Pedimos ceda a la fatal fortuna. Ella, otra vez sin duda a sonreíros Volverá con solícita atención; Entretanto nos es triste deciros, Ser ya forzosa vuestra abdicación.
131
Iturbide o
Ambición y
Amor
ITURBIDE MINISTRO DE HACIENDA
¡Abdicar! ¡Nunca!, no esperéis tal cosa; A mi cetro jamás renunciaré. Señor, la insurrección, rápida engrosa; Cada hora más temible se la ve. Tratar de resistir a ese torrente, Fuera perderos vos y vuestra causa; Esperemos con táctica prudente Que las pasiones calmen con más pausa. A nuestro ver, para salvarlo todo, La abdicación sería un golpe diestro; Sin quedar derrotados de ese modo El porvenir resulta siempre nuestro. Desolado el país por la anarquía, De la guerra civil los grandes males Sufrirá apenas, presa cada día De tantos ambiciosos generales. Se alzará cada mes un nuevo bando, Que persiga con furia a su enemigo: ¿Quién no pretenderá el supremo mando? Entonces vos sereis, áncora, abrigo. La República, como un fatuo fuego, Fascinar puede por un solo instante; Pero no da ella vida ni sosiego Y el pueblo quiere lumbre más brillante. Veremos caer a vuestros adversarios; Más fuerte se alzará vuestro partido; Clero, nobleza, ricos propietarios Os verán siempre como a su elegido. Vencido entonces todo ruin encono, Aniquilados esos intrigantes, Recobrareis, Señor, de nuevo el trono, Que quedará más firme, sí, que antes. Conocéis ya de un súbdito fiel vuestro El franco parecer, en que confía Sus colegas lo adopten. 132
Teatro de la Revolución LOS DEMÁS MINISTROS (menos el del Interior) Sí, es el nuestro. ITURBIDE MINISTRO DEL INTERIOR
Jamás esa opinión será la mía. De mis ilustres colegas no admito La extremada, tristísima opinión; Conservo una esperanza y me permito Creer que salvará la situación. Todavía se ven como un misterio Las tramas de esta insurrección fatal; El respeto se guarda al imperio: Piden sólo un Congreso Nacional. Démosles, ya que quieren, la Asamblea; El trono nada perderá con esto: Se apagará de rebelión la tea, No alimentada con ningún pretexto. Sobre todo, Señor, tiempo se gana…
ITURBIDE
Y es lo único que ahora yo ambiciono; Tiempo, tiempo tan solo me es preciso; Afianzad seis meses más mi trono Y su seguridad os garantizo. Veo que nada puede ser estable En América y para asegurar El imperio de un modo perdurable, Mis proyectos os voy a revelar Tengo negociaciones entabladas, Para que se permita mi divorcio; Y la Europa y la América ligadas Serán por otro nuevo, real consorcio (12).
UN MINISTRO
¿Pretendéis imitar a Bonaparte?
ITURBIDE
Sí, a Napoleón… La cosa es necesaria; Oposición no hay de ninguna parte. 133
Iturbide o
Ambición y
Amor
MINISTRO DE HACIENDA MINISTRO DE LA GUERRA ITURBIDE
MINISTRO DE HACIENDA
MINISTRO DE LA GUERRA
(aparte al de la Guerra) Su ambición es enorme. (lo mismo) Temerario. Esa seguridad que falta ahora, Hay de una casa real en la alianza: ¿Quién duda que del mundo la señora Absoluta es la fuerza, la pujanza? Apruebo mientras tanto vuestra idea, Señor ministro; (al del Interior) haced que ahora mismo se ordene la reunión de la Asamblea(13). – Retiraos, Señores (a todos). (al salir) El abismo No se cubre con flores; y yo veo Inútil el remedio. Así lo creo (vánse).
ESCENA 12 Iturbide (solo) El astro protector de mi fortuna Veo que empieza ya a palidecer: Alumbrarme le vi desde mi cuna; ¡Nunca esperé su blanca luz perder! 134
Teatro de la Revolución Mi ambición he saciado ya hasta el colmo. ¡He llegado hasta ser Emperador! ¿Será mi suerte la de altivo olmo, Qué abate el huracán aterrador? De México, la prez del nuevo mundo, Fui el libertador, el amo soy!... Y a mis pies un abismo más profundo Que el que veía ayer, reconozco hoy… (se pasea agitado) Mas, ¡ah! ¿Cuándo Echavarri me abandona, Ya que esperanza para mí quedó? ¡Nadie me quiere! No hay una persona, Una sola que me ame… MARÍA
(sale y oye los dos versos anteriores) ¡Excepto yo!
ESCENA 13 Iturbide – Da. María Huarte (14) ITURBIDE
(viendo a su esposa) ¡Ah! Emperatriz
MARÍA
Deja a un lado Mis títulos… Soy tu esposa Nada más… ¡Cuan agitado Te encuentro!... ¡Ay Dios!, ¡qué azarosa Es la vida del que manda! No hay de quietud un instante… Avísame, ¿cómo anda La rebelión?
135
Iturbide o
Ambición y
Amor
ITURBIDE
Alarmante Se muestra.
MARÍA
Tu agitación Bastante me lo decía… ¡Ah! mi vida yo daría, Porque haya en tu corazón Un solo día de paz… ¡Tiemblo por tu sufrimiento!
ITURBIDE
¡Calma! No la habrá jamás En mi pecho ni un momento.
MARÍA
¡Dios santo!
ITURBIDE
Sí, esposa mía: Hace trece años que mi alma Desconoce lo que es calma: Desde aquel aciago día, Que Hidalgo me desairó, Quietud mi pecho no escucha… La ambición en mí nació, Mi vida es perpetua lucha. ¡Oh! Cuando a arraigarse llega En el alma una pasión, La existencia se le entrega, Sin hallar satisfacción…
MARÍA
Te conocí defensor Denodado de la España; Aplaudí luego tu hazaña De hacerte libertador De nuestra patria querida. Yo me llenaba de orgullo, Al ver tu frente ceñida De laurel, y entre el murmullo Del asombrado gentío 136
Teatro de la Revolución Plazas y calle cruzar; Decía: “el esposo mío Es grande… ¡Le debo amar!” Después, al ver en tu sien La insignia de Moctezuma, Dije entre mí: “ningún bien Trae el cetro, pero abruma”… Título de emperatriz Con tus siervos me haces dar; ¡Sarcasmo que hace sangrar Mi corazón infeliz! ITURBIDE
¿No te llenas placer, Al verte así enaltecida? ¿No es la vanidad, la vida, La esencia de la mujer? ¿Por qué crees que es sarcasmo Emperatriz el llamarte? ¿No gozas al contemplarte Objeto de envidia y pasmo?
MARÍA
Mejor fuera renunciar A estas pompas cortesanas Y fuésemos a habitar En un retiro. Te afanas Por tu corona, Agustín, Creyendo siempre tenerla: ¿No ves que algún día en fin Haz de tener que perderla? ¿No te inspira ningún susto El odio del pueblo que antes Te alzó en sus brazos amantes, Y ahora te maldice injusto?
ITURBIDE
¡Miedo!, nunca conocí, Tú lo sabes bien, mi vida… Y en verdad que no creí 137
Iturbide o
Ambición y
Amor Que a mi alma tan abatida Le hables cual nunca te oí. ¿Tú me abandonas, mi bien? ¿Tú que me dabas aliento, Si vacilaba un momento En mi empresa?... ¿Tú también?
MARÍA
No sé que cosa presiento…
ITURBIDE
Siempre exenta de temor Yo te había creído, sí; Es por eso que mi amor Lo consagré sólo a ti, Pues me infundías valor.
MARÍA
¿Abandonarte?, eso no; Sea cual fuere tu suerte, Junto a ti hasta la muerte Me encontraré siempre yo; Infiel nunca puedo serte. Ayer que simple guerrero Eras, cuando yo veía Que de cansancio algún día Envainabas el acero, Desnudo te lo volvía. Entonces necesitaste Honor, prestigios y gloria; Todo después conquistaste; ¡Y hoy se empaña tu memoria Por desgraciado contraste! Que se conserve procura En su primer esplendor; Virtud también es valor, Y la abnegación fulgura Con inmortal resplandor.
138
Teatro de la Revolución ITURBIDE
¿El más pequeño vaivén Te infunde miedo pueril? ¡Mujer al fin! ¡Ah! No hay quien Tenga un alma varonil. En tu sexo… Mi Ana, ten…
MARÍA
Escúchame y reflexiona, Tu ventura yo deseo; Pero que te ofusca veo El peso de la corona… Desprecio la majestad Y las pompas, sí, Agustín; Amo más la soledad Del mundo allá en un confín… En vez de tanto oropel, Que te cubre y vuelve ciego, Privándote del sosiego, Brindándote sólo hiel. ¿La vida amas de ese modo Sin que ella te cause hastío? Yo prefiriera, bien mío, Que te despojen de todo… (Se oye un fuerte rumor fuera; gritos de populacho)
ITURBIDE
¿Oyes ese rumor fuera?....
MARÍA
(que se ha acercado al balcón) ¡Es una revolución!... (deteniéndole) ¿No oyes esos gritos?...
MUCHAS VOCES AFUERA ¡Muera El tirano! – ¡Muera! – ¡Viva La soberana nación! ¡Viva! (estos gritos y el rumor se oirán hasta el fin la jornada) 139
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARÍA
(arrodillada) ¡Tened compasión, Señor, que desde allí arriba Escuchas mi triste voz!
ITURBIDE
¡Oh furia! ¡Y sufrir podré Un insulto tan atroz! ¡No! ¡Yo te castigaré, Pueblo infame!
MARÍA
MARÍA
¿Todavía Tienes la esperanza vana De mandar, cuando mañana De tu vida y de la mía Quién sabe lo que será? (enajenado) Echavarri…. ¡Maldito hombre! No puedo olvidar su nombre… No hay nada que esperar ya.
ITURBIDE
¡Ah!, no sé lo que me pasa…
MARÍA
Por Dios, Agustín, abdica; Cielos y tierra… te amenaza… Y en tu contra se complica. ¡Arrójale la corona A ese pueblo, ingrato, infiel!... ¿Quién esa carga ambiciona, Ese insensato oropel?... ¿No has colmado tus deseos, Vencedor en cien combates? ¡Oh! Recoge tus trofeos, ¡Así no los desbarates!...
ITURBIDE
(se pasea agitado sin oír a su esposa) Me odia el pueblo a quien di la independencia, ¡Cuyas cadenas férreas yo rompí! Pueblo ingrato, me debes la existencia;
ITURBIDE
140
Teatro de la Revolución ¡El ser nación lo debes sólo a mí!.... Y hoy me maldices, en mi contra te alzas, ¡Cómo si fuera tu enemigo yo!.... ¡Armas tu brazo, tu valor ensalzas, Que humillar nunca al español logró!... ¿Quieres luchar conmigo en cruda guerra? ¡Nunca temblé!, fui siempre vencedor… Bien, con tu sangre regaré tu tierra… Serás mi esclavo… ¡Yo tu Emperador!..... (suelta una carcajada y cae desplomado sobre un sillón. Agitase su esposa - El populacho grita con más furia.)
ESCENA 14 Los mismos – Beneski – Dos edecanes ITURBIDE
(levantándose súbito). Edecanes, a mi lado…
BENESKI
(sale) Señor.
ITURBIDE
¿Qué tumulto es ese, Beneski?
DOS EDECANES
Señor… (salen)
BENESKI
Parece Que el pueblo se ha sublevado… Escuchad a esos malditos…
PUEBLO
(afuera) ¡Abajo! ¡Abajo el tirano!
MARÍA
¡Dios mío! ¡Qué horribles gritos!
ITURBIDE
Pueblo ruin, pueblo villano… 141
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARÍA
Tu diadema aborrecida Arroja, no cuesta nada.
ITURBIDE
¿Nada? Me cuesta la vida; ¡A ese precio está comprada! (a sus edecanes) Llamad a mis servidores… ¿Mis ministros dónde están? ¡Qué! ¿Todos me son traidores?...
BENESKI
Señor, luego llegarán.
ESCENA 15 Los mismos – Ministro de la Guerra – Ministro del Interior – (al final) Margarita MINISTRO DEL INTERIOR
(Sale con precipitación) Señor, ¡perdidos estamos!
1º EDECÁN (al 2º)
¡Perdidos! ¿Lo oyes, Simón? No hay nada que esperar.
2º EDECÁN (al 1º)
Vamos A engrosar la insurrección (vánse ambos edecanes).
ITURBIDE
¿Qué queréis decir? ¡Perdido!...
MINISTRO DEL INTERIOR
BENESKI
Está el general Guerrero A los rebeldes unidos(15), Y os insulta el pueblo entero Con lengua desenfrenada. ¡Ah, traidores infernales! Pero aún hay aquí una espada… 142
Teatro de la Revolución ITURBIDE
MINISTRO DE LA GUERRA
Me quedan mis tropas leales… Que vengan dos batallones A dispersar esa gente… ¡Castigad a esos bribones Por su lenguaje insolente!... Su Majestad ya contar No debe con un soldado, Y si tarda en abdicar, Se encontrará abandonado De su ejército mañana… (16)
ITURBIDE
¡Abdicar!... ab...
PUEBLO
(adentro) ¡Viva la República mexicana!
ITURBIDE
¡Abdicar!... ¡Abdicar! ¡Ah!
MINISTRO DEL INTERIOR
No tenéis otro recurso; Escritos traigo por eso (presentando unos papeles). Vuestra memoria y discurso Para el futuro congreso Y el acta de abdicación...(17)
ITURBIDE
Abdicar... ¿será posible?
BENESKI
Me revienta el corazón.
PUEBLO
¡Muera Iturbide!
MARÍA
¡Oh!... es horrible…
MINISTRO DE LA GUERRA
(a Iturbide). No quedéis irresoluto. 143
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARÍA
Agustín, ¿qué hay que esperar? No vez que cada minuto, Que pierdes en vacilar, Es quizá un paso a la muerte… Al patíbulo…
AMBOS MINISTROS Firmadlo, Señor. ITURBIDE MINISTRO DE LA GUERRA
MINISTRO DEL INTERIOR
(toma la pluma para firmar). ¡Ah maldita suerte! (firma lentamente). (mientras Iturbide firma). Al menos su Majestad Cuente, sobre las de otros, Con mi entera lealtad. (lo mismo). Y la de todos nosotros.
BENESKI
Con la mía, sí, la mía… Que yo no pueda hacer nada… ¡Ah fatalidad impía!
ITURBIDE
(después de firmar) Mi sentencia está firmada (se oprime la cabeza y añade con amargura) Como humo se han perdido, disipado Mis sueños de oro… ¡Adiós! ¡No hay esperanza!...
MARÍA
(con trasporte). ¡Gracias, oh Dios! ¡Mi esposo se ha salvado!
MARGARITA
(aparece en la puerta del fondo). ¡Iturbide!... (todos vuelven la vista). ¡Ya empieza mi venganza!... FIN DE LA SEGUNDA JORNADA 144
Teatro de la Revolución
JORNADA TERCERA (18) (1824) La escena en el puerto de Soto la Marina – Calle a la que afluyen otras tres – A la izquierda del proscenio la casa del Gobernador – A la derecha otra – Es de noche.
ESCENA 1 Don Felipe De La Garza – Carlos Beneski (en traje de viajero) – Un oficial DE LA GARZA
(a Beneski) Dadme vuestro pasaporte Para visarlo.
BENESKI
(alcanzando un papel) Aquí está.
DE LA GARZA
(leyendo) Vos sois don Carlos Beneski
BENESKI
Es mi nombre, general.
DE LA GARZA
De nacionalidad polaco.
BENESKI
Sí.
DE LA GARZA
Y de Southampton llegáis, A bordo del bergantín Mercantin Spring. (19)
BENESKI
Es verdad.
DE LA GARZA
¿Venís solo?
145
Iturbide o
Ambición y
Amor
BENESKI
No; conmigo Un socio traigo además, Que a la República debe Un proyecto presentar Sobre colonización, En el nombre de una gran Compañía inglesa.
DE LA GARZA
Fuisteis, Si yo no recuerdo mal, El ayudante de campo Más fiel a su ex majestad El general Iturbide.
BENESKI
No tengo por qué negar Mis servicios al imperio, Que honor siempre me darán.
DE LA GARZA
Pues que venís de Inglaterra, Debéis haber visto allá Al ex emperador.
BENESKI
Sí; Tengo el placer de dejar Tanto a él como a su familia, En Londres.
DE LA GARZA
Sabréis quizás, Si abrigaba algún proyecto Para poder regresar A México.
BENESKI
Ignoro cuanto Sobre ese respecto hay.
DE LA GARZA
Mas, de algún preparativo De viaje os debía hablar, Siendo tan amigo vuestro. 146
Teatro de la Revolución BENESKI
Os repito, general, Que mi antiguo soberano En esa ciudad está Con apariencias al menos, Que prestan seguridad De que no abriga proyecto Ninguno, que pueda dar La más mínima sospecha.
DE LA GARZA
Bien: ¿cuándo desembarcáis Vuestro cargamento?
BENESKI
Creo Que esto no lo haré quizás En muchos días.
DE LA GARZA
¿Por qué?
BENESKI
Espero que convalezca Mi asociado que está enfermo.
DE LA GARZA
¿Cómo se llama?
BENESKI
John Gram ¿No tenéis ninguna cosa Que ordenarme, general?
DE LA GARZA
No; retiraos podéis, Don Carlos, si lo gustáis.
BENESKI
A solas con vos quisiera Un rato conferenciar.
DE LA GARZA
Con mucho gusto, Beneski. (al oficial) Retiraos, oficial (váse el oficial por el fondo) (a Beneski) ¿Qué teníais que decirme? 147
Iturbide o
Ambición y
Amor
BENESKI
(dándole una carta). Os traigo una carta (De La Garza la lee).
DE LA GARZA
(después de leer) ¡Ah! Coronel, es decir que… Pero esto debe quedar Secreto… vamos a casa.
BENESKI
Como vos gustéis.
DE LA GARZA
(a la puerta) Entrad (entran ambos a su casa).
ESCENA 2 Margarita – Antonio MARGARITA
¿Dices ser Beneski el hombre Que hace muy poco aquí estaba Y con el Gobernador Vimos entrar a su casa?
ANTONIO
Si, señora, él en persona Estuvo aquí con De La-Garza: Vengo a bordo del Spring; ¡Viene además él! Mañana Deberá desembarcar Disfrazado.
MARGARITA
¿No me engañas?
ANTONIO
Señora, ¿con qué interés Cometería esa infamia? Desde que me costeasteis Con generosidad tanta Vos, mi pasaje y mis gastos En Europa, y confianza 148
Teatro de la Revolución Tan enorme me habéis hecho, No he perdido una mirada, De Iturbide; ni una hora La misión que con instancia Me disteis, he descuidado: Con él estuve en Italia; Le encontré primero en Liorna, Le seguí a la Gran Bretaña; Os he dado en el instante La noticia de su marcha Y su regreso; os escribo Nuevamente de Jamaica; Vengo a bordo de la nave En que él está; y mis palabras, Señora, ¿os parecerán Todavía, inciertas, falsas? MARGARITA
¡Ah! la alegría me vuelve Incrédula, no, insensata… Perdona, si dudé, Antonio, De tus leales palabras. Por ti de ese hombre voy A alcanzar una venganza Tan cumplida, tan cabal, Como la piden mis ansias…
ANTONIO
Y es por eso, Señora, Que con toda mi alma Os sirvo, pues mi empresa A la vuestra sabéis que está ligada. Vos anheláis vengaros; También quiero venganza. Y ayudaros juré Hasta morir, Señora, hasta lograrla. Vengaré de mi padre La muerte cruel y bárbara, Que le dio en el Bajío Ese tigre sangriento de la Hircania… 149
Iturbide o
Ambición y
Amor ¡Mi padre era patriota! ¡Cómo un bravo peleaba! Y el realista Iturbide Lo fusiló, con carnicera saña… Él y doscientos héroes, Soldados de la patria, Marcharon al patíbulo… Hace cinco años ¡Oh Dios! ¡De esa hora aciaga! Era del Viernes Santo La hora mística y magna En que en la cruz por toda La humanidad, el Dios hombre expirara (20).
MARGARITA
Comprendo tu odio profundo A Iturbide… Antonio, basta… Pero necesito ver A Beneski que ya tarda: Regresa al buque; vigila Siempre con igual constancia: Vendrás cuando desembarque A avisarme sin tardanza… Yo te reitero mi oferta De castigar las infamias De ese hombre… vete, Antonio…
ANTONIO
Bien, Señora; hasta mañana (váse).
ESCENA 3 Margarita (sola) Todavía no ha cesado La inquietud que me devora: Todavía no ha saciado Mi corazón ulcerado Su cólera vengadora. ¡Voy a verle otra vez más! 150
Teatro de la Revolución Corazón mío, por fin, En cenizas quedarás, Que mientras viva Agustín, Tú no puedes tener paz. Catorce años le persigo Y soy su constante sombra; Catorce años le maldigo; Y cuando airado le nombra Mi labio, la ira mitigo. Soy el fantasma cruel, Que sin piedad se interpone Entre su corazón y él; Que a sus proyectos se opone Y llena su alma de hiel. Recuerdo de amor perdido, Amarga, terrible copa, En tu licor embebido, Mi pecho, cual blanda estopa, ¡Nunca te echará al olvido! Pude en el mundo brillar Colmada de mil placeres; Pero la que sabe amar Más que todas las mujeres, No puede sino llorar… Una pasión necesita Mi vida para existir; De amor mi pecho palpita… Su aspiración infinita A pausas me hacer morir…
ESCENA 4 De La Garza – Beneski – Margarita (oculta) DE LA GARZA
(en la puerta de su casa) Señor Beneski, tendréis La bondad de presentar Mis más profundos respetos 151
Iturbide o
Ambición y
Amor A don… a Su Majestad Al entregarle esta carta En mano propia… Me alegro Veros…
BENESKI
Gracias, general. No olvides la prometida Orden.
DE LA GARZA
Luego haré llamar Al comandante del puerto A casa de don Julián Para entretenerle. En tanto Vosotros desembarcad, Como lo hemos acordado Y recelo no tengáis. (vase Beneski).
ESCENA 5 De La Garza – Oficial – Margarita (escondida) OFICIAL
(entrando) Señor.
DE LA GARZA
Pasaré la noche En casa de don Julián; Ved al capitán del puerto; Decidle que vaya allá A recibir unas órdenes De importancia… y además Intimadle que a Beneski Le deje desembarcar Junto con su compañero Don… con toda libertad…
152
Teatro de la Revolución ESCENA 6 Margarita (sola) ¡Está aquí! no cabe duda; En mis manos… él, él mismo! Vengan ahora en mi ayuda Los genios del negro abismo! ¿Y De La Garza? ¡Ah, vil traidor! Bien te supo comprender Mi corazón de mujer, Cuando desdeñó tu amor. México, cuánta vileza Se alberga en el corazón De tus hijos… la ambición Les trastorna la cabeza. No es contrariada pasión La única que el corazón Hace con furia estallar; Patriótico sentimiento También se aúna a mi intento Y me viene a estimular. Hoy las frentes más erguidas, Las almas mejor nacidas, Se arrastran en negro lodo: Las más villanas pasiones Abrigan los corazones: Todo es podre… ¡asco da todo! Sombras de Hidalgo, Abasolo, Morelos y mil más… solo Sombras sois… todo aquí es vil. Para las naciones, Roma Fue un ejemplo, no hay carcoma Peor que la guerra civil. Ella las campiñas tala; Rompe, más que con la bala, Con veneno corruptor Todo vínculo social; 153
Iturbide o
Ambición y
Amor Y causa estrago moral, Funesto, devorador. Nadie su deber comprende; El mismo hijo al padre vende… No hay hogar donde hay corrupción, Ni patria donde no hay hogar; Conviértese en un aduar Con tal lepra una nación. México, en tu tierra santa La anarquía se levanta, Cual obra de Lucifer. Ya no hay virtudes ni en nombre; No queda en pie un héroe… un hombre… Pero resta una mujer. No quedaré tan ufana De mi obra cual esa Juana, Que la Francia casi adora; Mas en medio a la anarquía ¡Cómo Judith, la judía, Quisiera ser redentora! Sí, genios del negro abismo, Yo os conjuro a mi venganza… Venid también, asimismo Genios benignos del cielo, A ayudar mi… fanatismo, Que alimenta la esperanza De salvar mi patrio suelo.
ESCENA 7 Margarita – Antonio ANTONIO
Señora, estoy sofocado De cansancio y emoción Ya el hombre ha desembarcado Con gran precipitación.
MARGARITA
¡Me confundes! 154
Teatro de la Revolución
ANTONIO
Así me hallo.
MARGARITA
Perdí tiempo por lo visto… Pero, calma… corre listo A casa, toma un caballo Y galopa hasta Padilla. Lleva esta señal (dándole un objeto) bien clara Para Gutiérrez de Lara, Gobernador del Estado, Que se encuentra en esa villa Y noticia minuciosa Le darás de lo pasado: No escribo por la premura: Dile que arranque al Congreso La orden de que sin proceso, Y en sujeción a la ley, Que hay contra él… que desembarca, Se cave la sepultura, Que a todo el que un día intente Apellidarse monarca, Sea escarmiento elocuente. Exterminemos la grey, Que en criminal colusión Con el testarudo hispano, Restaurar quiere a un tirano Para humillar la nación. Vuela Antonio… (salen por diversas calles).
ESCENA 8 Margarita – (que se dirige a la puerta de De La Garza y antes de llegar se detiene al oír pasos, y se esconde hasta el fin de la escena) – Iturbide
(disfrazado en traje de montar a caballo) – Beneski - El Padre Treviño
155
Iturbide o
Ambición y
Amor
TREVIÑO
Apresurémonos; los instantes son preciosos.
ITURBIDE
No tengáis recelo alguno. Veis cómo soy recibido desde mi desembarco. El termómetro de la opinión política del país para conmigo es la actitud de De La Garza.
BENESKI
Casualmente pasamos por la puerta de su casa, es ésta.
ITURBIDE
Desearía conversar con él unos instantes.
TREVIÑO
No perdáis tiempo.
BENESKI
Estad seguro del general. No puede favoreceros más de lo que ha hecho; es un hombre educado en la severidad de la antigua disciplina. Tal vez lo comprometeríais con vuestra entrevista y se viese obligado a cambiar de conducta.
ITURBIDE
De La Garza me debe todo cuanto es: y aun después de mi caída ha hecho el juramento de fidelidad al imperio.
TREVIÑO
Desgraciado del que es política se fía en palabras: Démonos prisa, Señor. Nos esperan buenos caballos en los extramuros y en breves horas estaremos en la capital del Estado Tamaulipas.
BENESKI
ITURBIDE
Pues lo queréis, sea; emprendamos nuestra ruta (van a salir – Margarita los detiene.)
MARGARITA
¡Iturbide!
TREVIÑO
¡Cielos! Os han conocido.
ITURBIDE
¿Quien sois, Señora? 156
Teatro de la Revolución MARGARITA
¿Quien sois? He ahí una pregunta que no es vez primera que me la habéis hecho. Tenéis que repetirme en todos los solemnes instantes de vuestra vida. Pluguiera a Dios que fuese la última… ¿Quién sois? Vuestro ángel malo, el genio que se atraviesa en vuestro camino; el que os lleva al cadalso… soy Margarita (descubriéndose)
ITURBIDE
(lanzándose sobre ella) ¡Insensata!
BENESKI
(conteniendo a Iturbide) Deteneos, señor; esa mujer ha perdido la cabeza.
ITURBIDE
Cierto: sus torpes amenazas lo revelan. Vamos. (váse con sus dos compañeros)
MARGARITA
Anda… huye desgraciado; Cumple tu funesta suerte, Por el destino arrastrado; Parodiando a Bonaparte, Muy pronto vas a encontrarte ¡Cómo Murat… con la muerte! No conseguirá un trastorno Causar la servil comparsa… Que sueña con tu retorno; ¡Ah! mas mi pecho es un horno… ¿Dónde encontraré a De La Garza?...
ESCENA 9 Margarita – De La Garza DE LA GARZA
Aquí me tenéis; qué necesitáis de mí?
MARGARITA
(cubierto el rostro) ¿Os acordáis, don Felipe de Valladolid? 157
Iturbide o
Ambición y
Amor
DE LA GARZA
¿Cómo olvidar los bellos días de mi juventud unidos al recuerdo de una pasión tan vehemente, como infortunada? Mas… ¿qué objeto tiene vuestra pregunta?
MARGARITA
Amabais, ¿no es verdad?, y era vuestro amor puro como las primicias del alma; intenso como toda pasión que brota en el corazón de un mexicano, de un hijo de los trópicos;…
FELIPE DE LA GARZA Como nadie ha amado; como la llama creadora del mundo se consume amando la vida y recibiendo la muerte; como no amaré jamás… pero… MARGARITA
La mujer que era objeto de vuestro delirio, aquella a quien consagrasteis por entero vuestro ser y todas las manifestaciones de vuestro espíritu os desdeñó fría, tenaz y constantemente…
FELIPE DE LA GARZA Con una severidad implacable… Allí no había alma… pudo no sentir amor hacia mí; pudo bien rechazar mis vehementes emociones implacable como el destino; pero al menos debió tener compasión del pobre estado de mi alma… la suya debió sentirse conmovida… debí inspirarle piedad… mas… MARGARITA
¡Piedad! y ¿quién la ha tenido con ella? ¿Acaso esa infeliz mujer no había visto su corazón estragado como una esponja, que en vano se quiere secar oprimiéndola entre las manos, por haber también entregado su fe, su vida, su cuerpo y su alma a otro hombre, que fue con ella más inexorable que lo que ella fue con vos?
158
Teatro de la Revolución FELIPE DE LA GARZA ¡Qué escucho! Mas, ¿quien sois, Señora que venís a remover las cenizas con que el tiempo ha encubierto el fuego de mi corazón? ¿Ignoráis que hay heridas que no matan pero que no se curan nunca? ¿Qué me queréis? ¿Quién sois? MARGARITA
Esa pregunta desmiente vuestras palabras. Los años disminuyen el fuego del alma. Hace algún tiempo no me hubierais preguntado quién soy; lo habríais adivinado en mi acento, en mi aire, al roce de mi vestido… entonces me amabais... ¿Hoy?… (descubriéndose)
DE LA GARZA
Margarita… ¡ah! en verdad, una sola palabra de esas que me dirigís ahora, hace años me habría hecho morir de placer… ¿Sois vos? Vos, la desdeñosa condesa que prefirió encerrarse en un convento antes que aceptar mi mano y mi corazón… ¡Vos!... Y bien, ¿queréis saberlo? Os amo siempre. No se borra nunca del alma el primer amor y cualquiera que sea el sedimento de que lo cubran las peripecias de la vida, hay siempre en el corazón un latido que corresponde a la pasión primera del alma. Os amo siempre, porque el corazón no envejece jamás. Pero ese amor es una especie de culto místico que tributa mi alma en sus horas de recogimiento al ideal de los ensueños de rosa de la edad primera; despojado de toda forma material, ni a vos misma, ni aun a mí propio me pertenece.
MARGARITA
Veo que otros amores os han hecho olvidar la pasión que supe inspiraros.
DE LA GARZA
No: ha sido y es el único de mi vida. Pero si mueve todas las fibras íntimas de mi alma, no alcanza ya a revelarse por ninguna manifestación exterior… Hay una sola cosa en que todavía hoy manifestaría el fuego de entonces. Si conociera quien fue aquel 159
Iturbide o
Ambición y
Amor que puso un muro de bronce entre vuestro corazón y el mío; si descubriera el nombre de ese dichoso rival, ¡oh!...
MARGARITA
¿Lo mataríais?
DE LA GARZA
Sí. El recuerdo de mis largas noches de vigilia, de mis días de enajenación delirante… las torturas sin nombre y sin fin que he sufrido, no asaltan en vano a mi memoria. Yo quisiera saborear en la carne, en los huesos, ya que no puedo en el alma de ese ser aborrecido, la venganza que respiran todos mis poros… Os lo prevengo, Señora, para que no me lo digáis… no quiero saber quién es, por no verme obligado a cometer un crimen.
MARGARITA
Crimen no es la venganza. Y esa pasión que alimentáis se armoniza con la mía; yo deseo lo mismo que vos.
DE LA GARZA
¿Qué oigo?
MARGARITA
Sí; yo no vivo, no respiro sino para castigar al infiel que robó la pureza de mi alma y la paz de mi espíritu: a aquél por quien olvidé todos los deberes; a aquél por quien bendije la muerte de mis padres; a aquél que es el de mi hijo huérfano sin serlo… ¿Quién es?
DE LA GARZA MARGARITA
Iturbide; el mismo por quien acabáis de sentar plaza de traidor, protegiendo su desembarco contra la ley del Congreso Nacional… Si fuerais capaz... de vengarme… no, de vengaros… tampoco de volver al menos por vuestra honra…
160
Teatro de la Revolución DE LA GARZA
(después de pensar unos instantes) No, no, señora; venís tarde. Si vuestras revelaciones me hubiesen sido hechas hace dos horas solamente… Pero… no; debo gratitud a ese hombre y ella equilibra mis agravios… además tengo mi palabra empeñada.
MARGARITA
Palabra de traición… ¡ah!, ¡os comprendo! Al fin, ¡sois… hombre… sois… mexicano! Frío cálculo y nada más; corazón para llenar con sus efluvios los vacíos de las horas inquietas de la vida; juego de pasatiempo que se arrincona cuando viene el momento de ocuparse de las cosas serias… y bien, he ahí por qué nunca os amé. La mujer tiene un instinto especial para comprender a los hombres que la cercan… Magnifico: quise indemnizar con usura vuestros sufrimientos pasados, pidiéndoos lo que vuestro deber, vuestros sentimientos y vuestra honra os imponían. ¡Habéis rehusado! Bien. Sin vos y a pesar de vos mismo yo obtendré lo que me negáis. Os emplazo para en breve (vase).
ESCENA 10 De La Garza, – después Iturbide, Beneski y Treviño, escoltados por un cabo y varios soldados – Azúnzolo. CABO General, he detenido en el paraje llamado “Los Arroyos” al señor…. (señalando a Iturbide) y sus compañeros que galopaban a toda prisa, por sospechas graves que recaen sobre él de ser el general Iturbide. AZÚNZOLO
Yo le he visto cabalgar con la agilidad de un mexicano y no puede ser un inglés tan excelente jinete.
161
Iturbide o
Ambición y
Amor
ITURBIDE
(desembozándose) Soy yo, general; vos bien lo sabíais y me extraña…
DE LA GARZA
(al cabo y soldados) Retiraos a vuestros puestos. Habéis cumplido vuestro deber, y os doy la enhorabuena a nombre de la patria (vanse el cabo, soldados y Azúnzolo).
DE LA GARZA
(a Iturbide) Es tristísima la situación en que me coloca vuestra captura. Me es imprescindible cumplir mi terrible deber.
ITURBIDE
¿Cuál?
DE LA GARZA
Estáis condenado a muerte por una ley del Congreso Nacional, como reo de alta traición y cualquiera autoridad civil o militar que os aprehendiese, tiene que ejecutar la sentencia, sin tregua, en cuanto se os encuentre en el territorio de la República.
BENESKI
Ignorábamos por entero tal circunstancia al desembarcar. Además, vos no me opusisteis dificultad alguna en nuestra entrevista.
DE LA GARZA
Porque el plan que os señalé cubría por entero mi responsabilidad.
ITURBIDE
Pero, en fin, qué tratáis hacer de mí…
DE LA GARZA
Cumplir con mi deber.
TREVIÑO
¡Qué horror, Dios mío!
ITURBIDE
No sentiría mi muerte, si la nación se preparase a la defensa contra la próxima invasión española protegida por la Santa Alianza. No discutiré mi 162
Teatro de la Revolución vida con vos; no os pediré gracia ni en nombre de nuestra antigua amistad, ni de los favores que os dispensara ni a título de mis servicios a la independencia de mi patria. Cumplid lo que creáis deber ejecutar. Pero al menos, creedme; he venido solo, con mi esposa en estado interesante y dos de mis hijos, ignorando la suerte que me esperaba, sin ninguna intención perturbadora y con el único objeto de prestar el apoyo de mi nombre y de mi brazo a la causa nacional contra la invasión extranjera. El modo cómo he venido asegura la exactitud de mis palabras. DE LA GARZA
(aparte) ¡Qué alma tan noble y elevada! (alto) Señor, voy a quebrantar mi deber a riesgo de mi puesto y de mi vida, sólo para mostraros mi adhesión; marchareis a Padilla en el instante y la columna que hay de guarnición en este puerto, os servirá de escolta, yendo a órdenes vuestras. Presentaos ante el Congreso del Estado; allí no dudo que de veros y de oíros, inclinareis las voluntades todas a favor vuestro y salvareis fácilmente. Id pues, mas no me perdáis variando el rumbo. Yo mismo os prometo intervenir a vuestro favor con todo ahínco.
ITURBIDE
Gracias, mi noble amigo.
DE LA GARZA
Vamos al cuartel: os haré reconocer con la tropa como a comandante del Estado y partiréis en seguida (vanse).
163
Iturbide o
Ambición y
Amor ESCENA 11
Doña María Huarte – Sus hijos pequeños – Salvador y Felipe – Morandini MORANDINI
No temas, Señora, nada; la noche está oscura como boca de lobo y no hay quien pueda vernos… Aquella es la casa (señalando una fronteriza a la de De La Garza)
MARÍA
No soy dueña de mi misma; me es imposible dominar el vago terror que oprime mi espíritu. No he tenido tal inquietud por mi esposo desde la noche de su abdicación; y la que ahora siento es mayor. Al atravesar una de estas calles cruzó nuestro camino cual sombra de una visión una mujer y en mi terror parecióme la misma que en aquella noche aciaga alzaba la voz en el palacio imperial en tono de amenaza profética… Dios mío, ¿para qué abandonamos la tranquila vida de Londres? (que ha oído las últimas palabras) ¡Para ver morir a Iturbide en un cadalso!
MARGARITA MARÍA
¡Horror! ¡Ella… es ella! ¡Socorro!... (se desmaya; los niños gritan y Morandini los introduce difícilmente en la casa consabida. Margarita que se ha ocultado rápidamente vuelve a la escena).
ESCENA 12 Margarita – después Antonio MARGARITA
No haya piedad, ¡silencio! Calla, corazón mío; Acalla todo impulso De noble compasión; Si das caza al leopardo, Persigue cruel e impío 164
Teatro de la Revolución A sus cachorros tiernos Sin conmiseración. Si aplastas la corona Que adornara su frente, También hiere a la leona, En cuyo seno ardiente Aquél se reclinó. Aplaca así tu furia; Saca tu airado celo, Ya que a tamaña injuria Parece que hasta el cielo Sordo permaneció. ANTONIO
(entrando) Estoy de regreso (alcanza unos pliegos). Mi comisión ha tenido un brillante éxito. Ahí tenéis órdenes terminantes para capturar y ejecutar a Iturbide. Viene además un destacamento en pos mío, a previsión de que fuera De La Garza desobediente. Ya veis…
MARGARITA
Bien. Antonio, completad ahora vuestra obra. Id en busca de De La Garza…
ANTONIO
(interrumpiendo) No hay precisión de buscarlo – aquí viene.
ESCENA 13 Dichos – De La Garza – Iturbide – Beneski – y soldados. (al final) – Doña María – Morandini DE LA GARZA
(a Iturbide) Hasta mañana en que os daré alcance, cabalgad en las afueras y seguid vuestro camino con calma; vais con buena gente decidida por mí... es decir por vos… (se despiden).
165
Iturbide o
Ambición y
Amor
MARGARITA
(a De La Garza) General, os intimo a nombre de la nación y de… (hace una seña) que cumpláis inmediatamente la orden contenida en este pliego. Abridlo.
ITURBIDE
(a Beneski) ¡Ella!
DE LA GARZA
(después de leer la nota que le alcanzó Margarita, se sienta demudado y con voz alterada se dirige a los soldados.) ¡Soldados, firmes! De orden del soberano Congreso del Estado, aquí no hay más comandante de armas que yo… ¿Me reconocéis?
SOLDADOS
Sí.
DE LA GARZA
Señor capitán, conducid preso a disposición del Congreso y del señor Gobernador del Estado al reo de alta traición Agustín Iturbide y sus cómplices Carlos Beneski y Fray Treviño. Al menor intento de fuga, fusiladlos. Me respondéis de los presos con vuestra cabeza. Pena de la vida al que pida gracia por él.
BENESKI ITURBIDE
¡Negra felonía! Silencio, Beneski, inútiles son las quejas. No deseo más que prolongar mi vida hasta que venga la luz de la mañana para dar al mundo la última vista. Soldados mexicanos, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria. Muero por haber venido a ayudaros y muero gustoso: no quedará ni para mí, ni para mis hijos la mancha de traidor.
166
Teatro de la Revolución MARÍA
(entra precipitadamente) Oigo la voz de Agustín… No me engañaba… aquí está… pero qué veo… rodeado de soldados… ¡qué pasa! dónde te llevan…
MARGARITA
Al cadalso…
DE LA GARZA
(a Margarita) Tenéis corazón de pantera.
MARGARITA
(a De La Garza) ¡De mujer… de madre… de mexicana!
ITURBIDE
Adiós, María... para siempre… Este reloj y este rosario para mis hijos… abrázalos a mi nombre.
MARGARITA
Hay uno entre sus hijos que no obtiene un recuerdo suyo ni en la hora suprema.
ITURBIDE
(a Margarita) Él… ese hijo hará sufrir a su madre y esa tortura y sus remordimientos me vengarán de… ti. (Margarita cae desplomada). (Tableau) FIN
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Teatro de la Revolución
NOTAS BIOGRÁFICAS1 FÉLIX REYES ORTÍZ Nació en Coroico de la provincia de Yungas en 1828. Hizo sus estudios en el Colegio Seminario, recibiéndose después de abogado. Sindicado en un motín revolucionario, fue desterrado a Chiquitos. En la revolución Pérez se halló a su lado, y se encontró en la batalla de San Juan; Oficial Mayor en la administración Achá. Diputado por la provincia de Pacajes e Ingavi a la Constituyente de 1871, profesor durante largo tiempo. Desterrado por Daza. Diputado por Caupolicán a la Convención de 1880. Cancelario de la Universidad. Literario y periodista de primer orden, redactó LA ÉPOCA, EL TELÉGRAFO, LA VOZ DE BOLIVIA, EL CONSEJERO DEL PUEBLO, LA DEMOCRACIA, etc. Ha escrito los siguientes libros: Biografía del Dr. Casimiro Olañeta, Compendio de Ortología, Prosadia y Métrica, Historia de cuatro días, Los Lanza, Odio y Amor, etc. En 1855 Reyes se hacía esta pregunta: “¿Hay en Bolivia libertad de imprenta? Difícil nos sería contestar. Bolivia como una mujer romántica es amiga de los extremos. O no hace uso de la prensa, en cuyo caso se esclavisa o hace uso de la licencia. Rarísima vez la oposición es moderada, rarísima vez el partido ministerial no es servil”. ¿Hasta el presente ha variado la misión del periodismo?, creemos que nó! Murió el 22 de marzo de 1884. Nicanor Aranzaes. Diccionario Histórico del Departamento de La Paz. La Paz, Editora Talleres Gráficos “La Prensa”. 1915 1
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Iturbide o
Ambición y
Amor
JOSÉ ROSENDO GUTIERREZ Nació en La Paz el 1º de marzo de 1840. Fue educado con el mayor esmero por sus padres adoptivos don Atanasio Gutiérrez y doña Juana Cañizares. Estudió en el Colegio Seminario, hasta que optó el grado de doctor en derecho y abogado en 1863. Inspector de instrucción primaria, creada por primera vez por el ministro Valle. Diputado al Congreso de 186, profesor del Colegio Ayacucho y después su Rector, Vice- Cancelario de la Universidad. Prefecto de La Paz en 1868, Diputado por La Paz a la Constituyente del mismo año. Defensor oficioso ante la Cámara y fuera de ella del Tratado celebrado por Melgarejo con el Brasil. Agente diplomático ante el gobierno de Chile, Fiscal General. A la caída de Melgarejo proscrito en Tacna. Diputado a la Constituyente de 1877. Secretario general de Daza en la campaña. Diputado a la Convención de 1880-8I. Senador en i882. Murió el 22 de septiembre de 1883.Publicó los siguientes trabajos: Revolución del 16 de Julio de 1809, Alonso de Alvarado, Bolivia y Chile, Cantos al pié del Illimani, Las cuestiones políticas que ha tenido Bolivia, Cuestión de límites entre Bolivia y el Brasil, Derecho diplomático boliviano, Itúrbide, Maldición y superstición.
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Teatro de la Revolución
ÍNDICE Página INTRODUCCIÓN Jaime Iturri Salmón
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UN AUTÉNTICO DRAMATURGO Julio de la Vega
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LOS LANZAS Prólogo Cuadro Primero Cuadro Segundo Cuadro Tercero
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ITURBIDE O AMBICIÓN Y AMOR
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31 36 49 63
Jornada Primera Jornada Segunda Jornada Tercera NOTAS BIOGRÁFICAS
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