Técnicas y procedimientos del trabajo científico

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES CARRERA DE SOCIOLOGIA UNIDAD DE DOCENCIA Waldo Ansaldi (Compilador) E INVESTIGACION SOCIOH

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES CARRERA DE SOCIOLOGIA UNIDAD DE DOCENCIA

Waldo Ansaldi (Compilador)

E INVESTIGACION SOCIOHISTORICAS DE AMERICA LATINA (UDISHAL)

Técnicas y procedimientos del trabajo científico

Buenos Aires, 2000 Colección del Nuevo Siglo Serie Libros Digit ales, V ol. 0 Digitales, Vol.

La UDISHAL tiene como símbolo distintivo una de las escultura erigidas en el Memorial da América Latina, en Sâo Paulo, Brasil, diseñada por Oscar Niemeyer. Ella es una mano de concreto armado, de siete metros de altura, con los dedos abiertos, en un gesto de desesperación. En la palma, un mapa esquematizado de América Latina, de color rojo, representa la sangre y los sufrimientos de la región y, según el propio Niemeyer, los “negros tiempos que el Memorial registra con su mensaje de esperanza y solidaridad”. La fotografía aquí reproducida fue tomada por Marisa Montrucchio, en agosto de 1999, y digitalizada en nuestra Área de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales. 1

U NIDAD DE D OCENCIA E I NVESTIGACIONES S OCIOHISTÓRICAS DE A MÉRICA L ATINA ( UDISHAL ) Instituto de Investigaciones Gino Germani Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires José E. Uriburu 950 piso 6º Of. N°17 - (CP.1114) - Buenos Aires Tel.: 54-11-4508-3815 Fax: 54-11- 4508-3822 / E-MAIL: [email protected])

La Unidad de Docencia e Investigaciones Sociohistóricas de América Latina (UDISHAL) es un espacio de articulación entre actividades de enseñanza y actividades de investigación, generación de conocimiento científico y de material de difusión sobre las sociedades latinoamericanas, espacio en el cual los resultados de éstas proveen de «materia» a aquéllas, al tiempo que el desarrollo de contenidos a través del ejercicio docente estimula la búsqueda de nuevos conocimientos mediante la investigación. El objetivo principal de la Unidad es la formación de latinoamericanistas. La dirección del conjunto de actividades de ella está a cargo de Waldo Ansaldi. Institucionalmente, la UDISHAL es una estructura informal que funciona dentro de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. La UDISHAL está constituida por: el Equipo Docente de Historia Social Latinoamericana (EDHISLA), el Seminario Permanente de Estudios de América Latina (SEPEAL), el Taller de Investigación de Sociología Histórica de América Latina (TISHAL), el Area de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales, el Area de Difusión. El EDHISLA tiene a su cargo el desarrollo de la Historia Social Latinoamericana (HISLA), materia obligatoria del plan de estudios de la Carrera de Sociología. La dirección general del Equipo Docente es del Profesor Titular, Waldo Ansaldi; la coordinación interna está a cargo del Profesor Adjunto, Mario Petrone. El SEPEAL es un ámbito de formación de recursos docentes y de capacitación continua de los miembros del EDHISLA. Además de éstos, lo integran estudiantes y graduados (sociología e historia, abierto también a los de antropología y ciencia política) interesados en el estudio de las sociedades latinoamericanas. La dirección general del Seminario es responsabilidad de Waldo Ansaldi y la coordinación interna es de la Profesora Asociada, Patricia Funes. El TISHAL tiene como objetivos, entre otros, la formación teórico-práctica en sociología histórica, el entrenamiento en investigación y la generación de nuevos conocimientos, como parte esencial de la articulación entre actividades de docencia y de investigación a la que se ha hecho referencia. El Taller se divide en Laboratorios de Análisis, conforme los temas objeto de investigación. Actualmente hay cuatro Laboratorios de Análisis: de Estructuras Agrarias, de Mecanismos de Dominación Política, de Imaginarios Sociales, de Sistema Político y Sistema de Partidos. Coordina Waldo Ansaldi. El Área de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales es un campo de investigación y experimentación sobre las posibilidades y las posibles aplicaciones de la informática a los procesos de investigación y enseñanza en ciencias sociales, incluyendo la producción de textos en soporte electrónico (disquetes y discos compactos), páginas web y otras formas. Es coordinada por Rubén Galeano en los aspectos técnicos y por Waldo Ansaldi en los contenidos académicos. El Área de Difusión, reproduce periódicamente, y a efectos de facilitar el trabajo académico en el interior de la Unidad, textos indispensables para el desarrollo de las actividades de formación, docencia e investigación de la UDISHAL. Se trata de series de artículos de revistas o capítulos de libros no disponibles o de difícil acceso en el mercado y/o las bibliotecas locales, como también de trabajos de los docentes, investigadores y estudiantes avanzados de la Unidad. Estos materiales están fuera de comercio y se reproducen para su exclusivo uso en las áreas Equipo Docente, Seminario Permanente, Taller de Investigación, Pretaller de Investigación. Durante el segundo semestre de 1994 se produjeron 22 microprogramas radiales sobre la actualidad latinoamericana, difundidos por Radio Universidad de San Juan, experiencia luego interrumpida. A mediados de 1995 se inició la producción de textos electrónicos en combinación con el Programa UBA XXII, UBA. La UDISHAL es miembro de la RED DE ESTUDIOS SOBRE AMÉRICA LATINA (RESAL)

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Waldo Ansaldi Técnicas y Procedimientos del Trabajo Científico ..................................................................... 5 Anthony Giddens Trabajando en Sociología: Métodos de Investigación ................................................................ 7 Ciro F. S. Cardoso Etapas y procedimientos del método histórico ......................................................................... 27 Germán Carrera Damas Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y conocimiento histórico .............. 53 Enrique Moradiellos Introducción a las técnicas de trabajo universitario .................................................................. 69 Jerzy Topolski La naturaleza del conocimiento histórico ............................................................................... 107 Jerzy Topolski Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de la investigación histórica ............... 137 Jerzy Topolski El proceso de explicación en la investigación histórica ......................................................... 153 Jerzy Topolski Construcción y síntesis ........................................................................................................... 183 Jerzy Topolski La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica .................................................... 193 Jerzy Topolski Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas ........................................ 205 Jerzy Topolski Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones ......................................................... 217 R. Sierra Bravo La investigación científica y el método científico ................................................................... 227 R. Sierra Bravo La redacción de la tesis o del trabajo ..................................................................................... 243 R. Sierra Bravo La tesis y su contenido ........................................................................................................... 263 R. Sierra Bravo Presentación formal y defensa de la tesis .............................................................................. 279 Ejemplos ................................................................................................................................. 291

Profesor Alberto D. Cimadamore Sugerencias para generar ideas y proyectos de investigación .............................................. 307 Lecturas adicionales ............................................................................................................... 309 Grageas .................................................................................................................................. 310

Publicaciones electrónicas Qué es? ... Cuál es su utilidad?

Una publicación electrónica es un libro, título o artículo compilado para ser usado en cualquier Pc bajo entorno Windows 3.x o superior. En el mismo se utilizan técnicas de hipertexto, que hacen posible la lectura en cada pantalla por página, pudiendo llevarlo al portapapeles para ser trasladado a cualquier procesador de textos como también imprimirlo desde la publicación. En la misma se puede marcar un tema para luego tenerlo a la vista en forma inmediata; aunque lo más versátil es la facilidad de búsqueda de temas puntuales, ofreciendo comodidad en la preparación de monografías, informes, trabajos de investigación y, a su vez, pueden utilizarse varias publicaciones y programas abiertos de manera simultánea. Los títulos electrónicos permiten, además, desarrollar técnicas novedosas de acceso directo a la información, ofreciendo numerosas opciones de búsqueda que junto a los índices temáticos y los listados de palabras claves, surge la posibilidad de ofrecer búsquedas que rastreen la ocurrencia de una determinada palabra –aún un monosílabo– a lo largo de cientos de páginas del libro. Desde 1995, la Unidad e Investigación Sociohistóricas de América Latina - Area Informática, está publicando la Serie III de sus Documentos de Trabajo, serie que se edita en la doble modalidad de soporte papel y soporte informático. El primer título, Documento de Trabajo /1, Waldo Ansaldi y Patricia Funes, Patologías y rechazos. El racismo como factor constitutivo de la legitimidad política del orden oligárquico y la cultura política latinoamericana, fue editado con carácter experimental en aquel año, realizándose una segunda versión en 1996. En 1997 son editados los siguientes títulos: Documento de Trabajo /2, Tulia Falleti, Verónica Giordano y Gabriela Rodríguez (Comps.), Clientes y clientelismo en América Latina. Además, en 1998 se desarrolló el Documento de Trabajo /6, Waldo Ansaldi (comp.), Técnicas y Procedimientos del Trabajo Científico. En 1999 se hapreparado el Documento de Trabajo/4, de Patricia Funes y Waldo Ansaldi, Los años veinte y sesenta en el pensamiento latinoamericano: rupturas y continuidades. El Documento de Trabajo /5 de Waldo Ansaldi (comp.) Ciudadanía (s), se encuentra en preparación en CD room el cual se editará en este año. Todos estos títulos se ofrecen en sus dos versiones (impresión estándar y electrónica) y puede adquirirse en la cátedra de Historia Social Latinoamericana del Dr. Waldo Ansaldi. Para solicitar cualquier publicación o consultarnos, puede hacerlo por e-mail en: [email protected] Agradecemos su interés y esperamos desee tener los títulos que se publicarán próximamente. Udishal -Area de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales-

Visite nuestras páginas en Internet, donde encontrará información sobre sitios de Historia, Sociología y material académico ofrecido en el link "Buscando América Latina". Te esperamos en:

Ejemplar fuera de comercio, exclusivamente reproducido con fines académicos.

Buenos Aires, marzo 2000 4

Waldo Ansaldi

T ÉCNICAS Y P ROCEDIMIENTOS DEL T RABAJO C IENTÍFICO

Introducción Este documento de trabajo ha sido preparado con el objetivo de facilitar el proceso de apredizaje y entrenamiento de quienes aspiran a ser investigadores (esto es, creadores de conocimiento) o, más modestamente, a realizar adecuadamente ejercicios que facilitan el proceso de aprendizaje y enseñanza. No pretende enseñar a investigar, toda vez que a investigar se aprende investigando. No obstante, hay técnicas, procedimientos y reglas de observancia universal que es conveniente conocer, dominar y, sobre todo, aplicar bien siempre. Unas y otros son norma correiente -cuando no exigencias explicativas- en la presentación de ponencias, comunicaciones, artículos, libros, informe de investigación, tésis... Ser un profesional de las ciencias sociales es practicar un oficio que la mayoría de las veces se realiza individualmente, pero que admite varias formas asociadas o en equipo. La observancia de reglas, procedimientos y técnicas es parte del quehacer de la comunidad científica, permitiendo la constitución de un locus en el cual es fácil reconocerse y evaluar el trabajo propio y ajeno. La necesidad de tal observancia no debe constituirse, en pero, en un culto o fetiche, a la postre esterilizante. Por el contrario, es buena y recomendable -a mi juicio y tal vez contrariando nociones firmemente establecidas- una buena cuota de lo que Charles Wright Mills llamaba Artesanía Intelectual: huir de todo procedimiento rígido, desarrollar y usar la imaginación sociológica, evitar el fetichismo del método y la técnicas, aunar teoría y método como parte del ejercicio de un oficio, emplear y exigir la sencillez del enunciado claro (evitando «el biszntino despropósito de la asociación de conceptos y la palabrería amanerada»), mantener la autonomía moral y política.1 Lo que Mills llamaba imaginación sociológica va más allá de la disciplina sociología y puede recurrirse a ella en cualesquiera sea nuestra disciplina de origen y/o práctica. Según el propio Mills, «la imaginación sociológica consiste, básicamente, en una parte considerable, en la capacidad de pasar de una perspectiva a otra y en el proceso de formar una opinión adecuada de una sociedad total y de sus componentes. Es esa imaginación, naturalmente, lo que separa al investigador del mero técnico».

1. Véase Charles Wright Mills. La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica, México, DF., 1ra edición 1961 (hay numerosas reediciones) "Apéndice. Sobre artesanía intelectual".

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Los textos seleccionados pertenecen a las prácticas de sociólogos e investigadores, pero se trata de conceptos, técnicas, prácticas y procedimientos que, en términos generales, valen para todas o la mayoría de las ciencias sociales. Se recomienda, muy especialmente, hacer los diferentes ejercicios que describen los artículos: presentación resumida, resúmen analítico, análisis crítico (Germán Carrera Damas), identificación y referencias bibliográficas, fichas bibliográficas y de lectura, comentario de textos, gráficos, documentos estadísticos y mapas, reseña de libros (Moradiellos). Finalmente, es bueno saber dominar y aplicar las técnicas y los procedimientos característicos del trabajo científico, sin fetichizarlos y siendo uno mismo su propio metodólogo. Es muy bueno emplear la imaginación sociológica. Y sobre todo, generar una disciplina de trabajo (que no tiene que ser enajenante) capaz de aunar capacidad de observación, recolección de información y reflexión crítica, base de la articulación entre empiria y teoría. Buena suerte!

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Sociología, Capítulo 21, Editorial Alianza, Madrid, 1991, pp. 695-725

Anthony Giddens

Trabajando en Sociología: Métodos de Investigación Las cuestiones que preocupan a los sociólogos, tanto en su teorización como en sus investigaciones, son con frecuencia similares a las que preocupan a otras muchas personas. ¿Cómo es posible que exista hambre a un nivel masivo en el mundo cuando es ahora mucho más rico que de lo que ha sido nunca? ¿Qué efectos tendrá el creciente uso de la tecnología de la información en nuestras vidas? La familia como institución, ¿Está empezando a desintegrarse? ¿Incitan las películas y la televisión a la delincuencia violenta?

uso de cuestiones, entrevistas, «observación participante» o trabajo de campo dentro de una comunidad, junto a la interpretación de las estadísticas y los documentos históricos —además de otras técnicas menos utilizadas. En este capítulo comenzamos esbozando las fases por las que atraviesa una investigación sociológica y los principios fundamentales empleados en la interpretación de los datos. A continuación haremos una comparación entre los métodos de investigación más frecuentes utilizados, considerando algunos proyectos e investigaciones actuales. A menudo existen profundas diferencias entre cómo debería idealmente llevarse a cabo una investigación y los estudios en la vida real!

Los sociólogos tratan de encontrar respuestas a estos y otros muchos problemas. Sus hallazgos no son en modo alguno necesariamente concluyentes. No obstante, el objetivo de toda teorización e investigación sociológica es siempre apartarse de los modos especulativos o mal informados en los que cualquier persona normalmente se plantea tales cuestiones. El buen trabajo sociológico trata de plantear las preguntas con la mayor precisión posible, y trata de encontrar evidencia factual antes de extraer cualquier conclusión. Para conseguir estos objetivos debemos emplear elaborados procedimientos de investigación y ser capaces de analizar el material de precisión. Debemos conocer los métodos de investigación más útiles para un estudio concreto y el mejor modo de analizar los resultados.

Estrategia de investigación El problema de la investigación: Toda investigación arranca de un problema de investigación. Este puede consistir en un área desconocida: podemos pretender simplemente mejorar nuestro conocimiento de ciertas instituciones, procesos sociales o culturales. El investigador tratará de responder a preguntas como las siguientes: ¿qué proporción de la población tiene fuertes creencias religiosas? ¿Está la gente hoy realmente desinteresada por el «gran gobierno»?, ¿cuál es el grado de desventaja de la posición económica de la mujer con respecto a la del hombre? Las respuestas serán fundamentalmente descriptivas. Sin embargo, la mejor investigación sociológica arranca de problemas que son en sí mismos un enigma. Un enigma no es sólo falta de información, sino un vacío en nuestro conocimien-

En una investigación sociológica están implicados diversos aspectos. El procedimiento o estrategia de investigación está relacionado con el planteamiento de la investigación y con el modo en que ésta ha de llevarse a cabo. Esto implica el método de investigación apropiado y pensar en su aplicación al área de estudio. La metodología de investigación empleada para estudiar los resultados y de análisis de los datos. Los métodos de investigación empleados para estudiar el mundo social (Blumer, 1984). Incluyen el 7

Anthony Giddens to. Una gran parte de la habilidad para realizar una buena investigación sociológica consiste en identificar correctamente los enigmas. La investigación descriptiva se limita a responder a la siguiente pregunta: «¿Qué está pasando?». La investigación que resuelve los enigmas trata de contribuir a nuestra comprensión de por qué los acontecimientos ocurren de un modo determinado, más que limitarse a aceptarlos por lo que parecen a primera vista. Así, nos preguntaremos, ¿por qué están cambiando los esquemas de las creencias religiosas?. ¿A qué responde el auge de la «Nueva Derecha» en política en los últimos años?. ¿Por qué están las mujeres tan pobremente representadas en los altos puestos?.

El siguiente paso comprende la elaboración de una formulación clara del problema de la investigación. Si existiese una literatura relevante, el investigador regresaría de la biblioteca con una noción clara de cómo se debe enfocar el problema de la investigación. Las instituciones sobre la naturaleza del problema pueden llegar a transformarse en hipótesis concretas en esta fase. Una hipótesis es una conjetura sobre la relación entre los fenómenos en los que está interesado el investigador. Si la investigación pretende ser efectiva, se debe formular la hipótesis de tal modo que el material recopilado permita su comprobación.

Ninguna investigación basta por sí sola. Los problemas de la investigación surgen en el mismo desarrollo del trabajo; un proyecto de investigación puede conducir fácilmente a otro, porque suscita cuestiones que el investigador no había considerado previamente. Los enigmas pueden surgir a raíz de la lectura del trabajo de otros investigadores en libros y publicaciones profesionales o por la percepción de determinadas tendencias en la sociedad. Por ejemplo, como se dijo en el capítulo 5 («Conformidad y desviación»), en los últimos años ha aumentado el número de programas para el tratamiento de los enfermos mentales en la comunidad en lugar de recluirlos en asilos. Los sociólogos se formularán las siguientes preguntas: ¿cuáles has sido los factores que han provocado este cambio en la actitud hacia los enfermos mentales?, ¿cuáles son las consecuencias más probables tanto para los propios pacientes como para el resto de la comunidad?.

Elaborando un diseño de la investigación Ahora debemos decidir cómo vamos a recopilar el material (información) necesario. Existe un amplio espectro de métodos de investigación diferentes, y la elección depende de los objetivos generales del estudio tanto como de los aspectos del comportamiento que se vayan a analizar. Para determinados fines, una encuesta (para la que normalmente se emplearían cuestionarios) puede ser lo apropiado. En otras circunstancias pueden resultar más apropiadas las entrevistas, o tal vez un estudio observacional. Evidentemente, no se empleará ninguno de estos métodos si estamos estudiando un problema de sociología histórica. En ese caso emplearemos documentos de dicho período. Realizando la investigación En el momento de empezar realmente la investigación pueden surgir dificultades prácticas imprevistas. Puede resultar imposible contactar con algunos de los que han de responder al cuestionario o de los que el investigador esté interesado en entrevistar. Por ejemplo, una sociedad financiera o una agencia gubernamental pueden mostrarse reacias a que el investigador lleve a cabo la investigación planteada. El acceso a la documentación puede resultar más difícil de lo previsto.

Revisando la evidencia El primer paso que se da en el proceso de la investigación es normalmente el de revisar la evidencia existente en la disciplina. Puede ocurrir que las investigaciones previas hayan clarificado el problema satisfactoriamente, en cuyo caso el investigador deberá leer el trabajo de otros sociólogos sobre dicha área. Si el problema no hubiera sido resuelto, el investigador necesitará consultar todas las investigaciones existentes relacionadas con el tema y evaluar su utilidad para los objetivos que se persiguen. ¿Se han visto enfrentados los anteriores investigadores al mismo enigma?. ¿De qué modo han intentado resolverlo?. ¿Qué aspectos del problema han dejado sin analizar?. Apoyarse en las ideas de otros ayuda al investigador a clarificar las cuestiones que pudieran surgir en un posible proyecto, así como los métodos más adecuados para dicha investigación.

Interpretando los resultados El material recogido tiene que ser analizado en función del problema que originó el estudio. Los obstáculos para el investigador no han terminado; puede ser que no hayan hecho más que empezar!. En raras ocasiones resulta sencillo predecir las implicaciones de los datos recogidos y relacionarlos con el problema inicial de la investigación. Aunque puede resultar posible encontrar una respuesta concreta para las

Precisando el problema de la investigación

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación la caída. El hecho de soltar el freno fue lo que causó el suceso, y las razones para ello pueden entenderse por referencia a los principios físicos implicados. Como en la ciencia física, la sociología depende del presupuesto según el cual todos los sucesos tienen una causa. La vida social no está constituida por una serie de hechos azarosos que ocurren sin ritmo ni razón. Una de las tareas de la investigación sociológica —junto al pensamiento teórico— consiste en identificar las causas y los efectos.

preguntas que se planteaba el investigador, numerosas investigaciones finalizan sin aspiración alguna a ser concluyentes.

Informando de los hallazgos de la investigación El informe de la investigación, publicado normalmente en forma de artículo de revista o de libro, constituye el relato de la naturaleza de la investigación y trata de justificar cualesquiera que sean las conclusiones que de ella se deriven. Esta es la «fase final» sólo en términos del proyecto de investigación individual. La mayoría de los informes incluyen las preguntas que permanecen sin respuesta y sugieren posibles investigaciones que pudieran resultar de relevancia en el futuro. Todas las investigaciones individuales son parte de un proceso continuo de investigación que tiene lugar dentro de la comunidad sociológica.

DEFINIR EL PROBLEMA Seleccionar un tema de investigación REVISAR LA LITERATURA Familiarizarse con los trabajos existentes en el tema FORMULAR UNA HIPÓTESIS ¿Qué intenta demostrar? ¿Qué relación existe entre las variables? SELECCIONAR UN DISEÑO DE INVESTIGACION Elegir uno o más métodos de investigación: experimento, encuesta, observación, uso de fuentes existentes

El proceso global La secuencia anterior es una versión simplificada de lo que ocurre en los proyectos de investigación cuando éstos se llevan a cabo. En la investigación sociológica real, estas fases en rara ocasión se distinguen tan claramente, y lo más corriente es que surjan numerosos obstáculos en el proceso (Bell y Newby, 1977). La diferencia es similar a la que existe entre las instrucciones que vienen en un libro de recetas de cocina y el proceso real de preparación de un plato. Los cocineros con experiencia cocinan a menudo prescindiendo totalmente de las recetas, y su labor resulta enormemente creativa. Seguir un modelo al pie de la letra puede ser muy restrictivo; la mayor parte de las investigaciones sociológicas no se ajustan a la secuencia anterior (Orestein y Phillips, 1984).

REALIZACION DE LA INVESTIGACION Recogida de datos, recopilación de la información INTERPRETACION DE LOS RESULTADOS Análisis de las implicaciones de los datos recogidos INFORME DE LOS RESULTADOS ¿Cuál es su significado? ¿Qué relación tiene con los anteriores hallazgos

Sus hallazgos se registran y discuten en la comunidad académica y tal vez darán origen a nuevas investigaciones

Metodología general

Uno de los principales problemas de la metodología de la investigación (el estudio de los problemas lógicos que conlleva toda investigación) es el análisis de las causas y los efectos. Una relación causal entre dos sucesos o situaciones es aquella en la que un suceso o situación desencadena otro suceso o situación. Si suelto el freno de mano del coche cuesta abajo rodará en esa dirección, ganando velocidad en

Figura 25. —fases del proceso de investigación. Causalidad y correlación La causalidad no puede ser inferida directamente de la correlación. Correlación significa la existencia

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Anthony Giddens de una relación regular entre dos series de sucesos o variables. Una variable es cualquier dimensión a lo largo de la cual los individuos y los grupos sufren cambios. La edad, las diferencias en los ingresos, las tasas de delincuencia y las diferencias de clase son algunas entre las múltiples variables que estudian los sociólogos. Podría parecer que cuando dos variables se encuentran fuertemente correlacionadas una debería ser la causa de la otra, pero no siempre ocurre esto. Existen numerosas correlaciones sin ninguna relación causal entre las variables. Por ejemplo, desde la Segunda Guerra Mundial ha existido una fuerte correlación entre el descenso de los fumadores de pipa en Gran Bretaña y un descenso en el número de personas que acuden al cine. Obviamente, un cambio no ha producido el otro, y nos será muy difícil descubrir siquiera una remota conexión causal entre ellos. Sin embargo, en muchos casos no resulta tan obvio el hecho de que una correlación observada no implique una relación causal. Tales correlaciones son trampas para los imprudentes y pueden dar lugar a conclusiones discutibles o falsas. En su estudio clásico El Suicidio, Emile Durkheim halló una correlación entre las tasas de suicidio y las estaciones del año (Durkheim, 1952). En las sociedades que estudiaba, los niveles de suicidio iban aumentando progresivamente desde enero hasta junio o julio, para empezar luego a disminuir hacia el final del año. Se podría suponer que esto demostraba que la temperatura o los cambios climáticos tienen una relación causal con la propensión de los individuos a suicidarse. ¿Cabe la posibilidad de que a medida que aumenta la temperatura las personas se muestren más impulsivas y exaltadas?. No obstante, la relación causal aquí implicada no tiene en absoluto que ver, al menos directamente, con la temperatura o con el clima. En primavera y verano mucha gente tiene una vida social más intensa que en invierno, y los individuos que se sienten aislados o infelices tienden a experimentar una intensificación de estos sentimientos a medida que el nivel de actividad de los demás aumenta. Por ello son más propensos a desarrollar tendencias suicidas agudas en primavera y en verano que en otoño e invierno, cuando el ritmo de actividad social decrece. Siempre hay que estar en guardia para saber si la correlación implica causalidad y para decidir en qué dirección actúan las relaciones causales.

Mecanismos causales Analizar las conexiones causales en las correlaciones es a menudo un proceso lleno de dificultades.

Existe, por ejemplo, una fuerte correlación entre el nivel de éxito educativo y el nivel de éxito ocupacional en las sociedades modernas. Cuando mejores sean las calificaciones obtenidas en la escuela por un individuo mayores son las posibilidades de encontrar un trabajo bien remunerado. ¿Qué explica esta correlación?. Las investigaciones tienden a mostrar que la explicación no está únicamente en la experiencia escolar; los niveles de éxito escolar están en gran medida influidos por el hogar del que proviene cada persona. Los niños que proceden de hogares adinerados, en los que los padres muestran gran interés en su capacidad de aprendizaje y en los que abundan los libros tienen más probabilidades de mostrar una buena actuación tanto en la escuela como en el mundo laboral que aquellos niños que provienen de hogares desprovistos de éstos elementos. Los mecanismos causales en este caso son las actitudes de los padres hacia sus hijos, junto a las facilidades para el aprendizaje que ofrezca cada hogar. (Para una exposición más amplia sobre el hogar y la escuela, ver capítulo 13: «Educación, comunicación y medios de comunicación»). En sociología, las conexiones causales no deberían enfocarse de un modo demasiado mecánico. Las actitudes de las personas, así como sus razones subjetivas para actuar de un modo concreto, son factores causales en las relaciones entre las distintas variables de la vida social. Controles Al analizar la causa o las causas que explican una correlación, se deben distinguir las variables independientes de las variables dependientes. Una variable independiente es aquella que produce un efecto sobre otra variable; la variable afectada es la dependiente. En el ejemplo utilizado, los logros académicos son la variable independiente y los ingresos ocupacionales la variable dependiente. La diferencia radica en la dirección causal que estamos analizando. El mismo factor puede ser una variable independiente en una investigación y una variable dependiente en otra, dependiendo del proceso causal que se esté analizando. Si estuviésemos buscando los efectos de las diferencias que los ingresos ocupacionales tienen en el estilo de vida, los ingresos ocupacionales serían la variable independiente, no la dependiente. Para saber si una correlación entre variables es una relación causal hay que emplear los controles, lo que significa mantener constantes ciertas variables para poder conocer los efectos de las restantes. Con ello podremos distinguir las distintas explicaciones de las correlaciones observadas, separando las

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación relaciones causales de las no causales. Por ejemplo, ciertos investigadores que estudian el desarrollo infantil sostienen la idea de que existe una conexión causal entre la separación de la madre durante la infancia y serios problemas de personalidad en la edad adulta. («La privación de la madre alude a una prolongada separación del niño con respecto a su madre —varios meses o más— durante los primeros años

de vida»). ¿Cómo sabemos si existe realmente una relación causal entre la separación de la madre y futuros problemas de personalidad?. Lo que se debe hacer es controlar, «mantener invariables», otras posibles influencias que pudieran explicar la correlación.

Términos estadísticos La investigación en sociología hace uso frecuente de técnicas estadísticas en el análisis de los resultados. Algunas de estas técnicas son muy sofisticadas y complejas, pero las más comúnmente utilizadas son de fácil comprensión. Las más utilizadas son las medidas de tendencia central —instrumentos para el cálculo de promedios— y los coeficientes de correlación (medidas del grado de relación consistente entre dos variables). Existen tres métodos para calcular promedios, y cada uno tiene ciertas ventajas y ciertos inconvenientes. Tomemos como ejemplo la cifra de riqueza personal (incluidos todos los bienes, como casas, coches, cuentas bancarias y valores invertidos) que poseen trece individuos. Las cantidades poseídas por los trece son las siguientes:

1. 000 (cero) libra

8. 80.000 libras

2. 5.000 libras

9. 100.000 libras

3. 10.000 libras

10. 150.000 libras

4. 20.000 libras

11. 200.000 libras

5. 40.000 libras

12. 400.000 libras

6. 40.000 libras

13. 10.000.000 libras

7. 40.000 libras La media corresponde al promedio como normalmente se entiende, y se obtiene sumando la riqueza personal de los trece y dividiendo el resultado entre el número de personas, es decir 13. El total es 11.085.000; dividiendo esta cifra por trece obtenemos una media de 852.692. La media resulta útil porque se basa en la totalidad de los datos manejados. Sin embargo, puede resultar engañosa cuando existe uno o un pequeño número de casos muy distintos de la mayoría. En el ejemplo anterior, la media no es, de hecho, una medida de tendencia central muy apropiada, pues la existencia de una cifra muy grande, 10.000.000, supone su sesgo en la totalidad . Sacaríamos la conclusión de que casi todos poseen más de lo que en realidad tienen. En tales casos se pueden emplear otras medidas. La moda es la cifra que aparece con más frecuencia en una serie de datos. En nuestro ejemplo es 40.000. El problema con la moda es que no tiene en cuenta la distribución global de los datos, es decir el número de cifras manejadas. El caso más frecuente dentro de una serie de datos no es necesariamente representativo de su distribución global, y puede no ser un «promedio» muy útil. En este caso 40.000 no da una idea muy aproximada de la tendencia central porque está demasiado próxima al límite inferior de las cifras. La tercera medida es la mediana, que es la cifra que ocupa el lugar central de una serie de cifras. En el ejemplo utilizado sería la séptima cifra 40.000. Hemos utilizado un número impar de cifras en el ejemplo. Si hubiese sido un número par —por ejemplo, doce en lugar de trece— la mediana se obtendría calculando la media de las dos cifras centrales, la seis y la siete. Al igual que la moda, la mediana no nos proporciona una idea de la distribución real de los datos que estamos midiendo. En ocasiones los investigadores utilizan más de una medida de tendencia central, para así poder elaborar una imagen representativa del promedio. Pero lo más frecuente es que se calcule la desviación típica de los datos. Es un modo de calcular el grado de dispersión, o la distribución, de una serie de cifras —que en nuestro caso iría desde cero hasta 10.000.000. Los coeficientes de correlación constituyen un modo útil de expresar el grado de conexión entre dos (o más) variables. Cuando dos variables correlacionan completamente podemos hablar de una correlación positiva perfecta —expresada por el coeficiente 1.0. Cuando no se encuentra relación alguna entre dos variables (simplemente no existe una conexión consistente entre ellas) el coeficiente es cero. Una correlación negativa perfecta, que se expresa como –1.0, existe cuando existe entre dos variables una correlación absolutamente inversa. Las correlaciones perfectas no existen en las ciencias sociales. Correlaciones del orden de 0.6 o más, ya sea positiva o negativa, indican un fuerte grado de conexión entre variables que se están analizando. Las correlaciones positivas de este tipo, por ejemplo, suelen encontrarse entre la clase social y el comportamiento de voto. Cuanto más alto esté un británico en la escala socioeconómica mayores son las posibilidades de que vote a los conservadores y no a los laboristas.

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Anthony Giddens Un caso de privación maternal es aquel en que el niño es internado en un hospital por un prolongado período de tiempo, durante el cual se ve separado de sus padres, ¿es el apego a la madre lo realmente decisivo?. ¿Puede ocurrir que si un niño recibe amor y atención de otras personas durante su infancia él o ella sean personas estables en el futuro?. Para poder investigar estas posibles conexiones causales, tendremos que comparar casos en los que los niños han sido privados de todo cariño con otros casos en los que los niños hayan sido separados de sus madres pero hayan recibido amor y cuidados de otras persona. Si el primer grupo desarrollara graves dificultades de personalidad pero el segundo no lo hiciera, podríamos sospechar que el cariño regular de alguien durante la infancia es lo decisivo, independientemente de que tal cariño proceda de la madre. (De hecho, los niños parece que prosperan siempre que mantengan una relación de cariño con la persona que les cuida que no tiene por qué ser obligatoriamente la madre.)

fumadores o han fumado durante una temporada larga en algún momento de su vida. Son tantos los estudios que han confirmado estas correlaciones que hoy está generalmente aceptada la existencia de un vínculo causal. Sin embargo, los mecanismos causales concretos siguen sin conocerse. Por muchos que sean los estudios de correlaciones que existan sobre un tema siempre queda la duda de que puedan existir relaciones causales; caben además otras interpretaciones de la correlación. Se ha propuesto, por ejemplo, que aquellos que están predispuestos a contraer un cáncer de pulmón están asimismo predispuestos a fumar. Desde esta perspectiva no es el hecho de fumar lo que produce el cáncer de pulmón; tanto el fumar como el cáncer de pulmón surgen de una disposición que ciertos individuos han desarrollado en su estructura biológica.

Métodos de investigación Trabajo de campo

Identificación de las causas Se podrían invocar muchas causas posibles para explicar una correlación dada. ¿Cómo podemos estar seguros de abarcarlas todas?. Sencillamente, no podemos. Nunca conseguiríamos llevar a cabo, ni interpretar los resultados de una investigación sociológica de modo satisfactorio si nos viéramos obligados a comprobar la posible influencia de todos aquellos factores causales que pudiéramos considerar potencialmente relevantes. La identificación de las relaciones causales está normalmente orientada por las investigaciones previas realizadas en dicho campo. Si no tenemos de antemano una idea clara de los mecanismos causales más probables implicados en una correlación tendremos serias dificultades a la hora de encontrar las conexiones causales reales. No sabríamos para qué estamos realizando la comprobación. Un buen ejemplo de los problemas que se plantean a la hora de analizar las relaciones causales existentes en una correlación lo proporciona la larga lista de estudios sobre el tabaco y el cáncer de pulmón. Las investigaciones han demostrado suficientemente la existencia de una fuerte correlación entre ambos. Los fumadores tienen una mayor probabilidad de contraer un cáncer de pulmón que los no fumadores, y lo mismo ocurre con los que fuman mucho en comparación con los que fuman poco. La correlación también se puede expresar a la inversa. Una elevada proporción de aquellos que sufren cáncer de pulmón son

En sociología se emplean distintos métodos de investigación. En lo que se refiere a la observación participante o trabajo de campo (ambos términos son intercambiables), el investigador vive con el grupo o comunidad que es objeto de estudio y puede incluso tomar parte en alguna de sus actividades. Un ejemplo de trabajo de campo es el famoso estudio de Erving Goffman sobre el comportamiento en un manicomio (Goffman, 1961). Goffman pasó varios meses en un manicomio trabajando como director ayudante de educación física. Uno o dos de los miembros del personal sabían que era un investigador social, pero los enfermos no. Así consiguió Goffman mezclarse con ellos sin dificultad y de un modo informal, y llegó incluso a contactar con los pacientes más graves de las «salas del fondo». Así consiguió elaborar un retrato detallado de la vida de la organización, así como de las actitudes e ideas de aquellos que vivían y trabajaban allí. El material de su investigación consistía en notas descriptivas que fue tomando sobre la vida de las salas y en transcripciones de conversaciones o contactos con los pacientes y con el personal. Observó, por ejemplo, que en las salas del fondo, donde muchos de los pacientes se resistían a la comunicación social ordinaria, los enfermos tenían uno o dos «enfermos empleados» de otras salas para ayudarles en el trabajo. Los pacientes empleados recibían normalmente una serie de favores como recompensa por su ayuda. Esta práctica no estaba oficial-

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación mente aprobada por las autoridades del hospital, pero resultaba esencial para el buen funcionamiento de la organización. Un ejemplo proviene de las notas de campo tomadas por Goffman, en las cuales recogía cada una de las actividades diarias: Almuerzo con un paciente amigo en una de las amplias cafeterías para los pacientes. El dice: «La comida aquí es buena pero no me gusta el salmón de lata.» A continuación se excusa, vacía su plato en el cubo de basura y se va a la sección de comida de régimen del mostrador, y vuelve con un plato de huevos. Sonríe con un gesto burlón y conspirativo y dice: «Juego a las quinielas con el encargado de esto.» (Goffman, 1961, pp. 257-58).

Goffman enfocó el manicomio desde el punto de vista de los pacientes y no en términos de las categorías médicas que les aplicaban a éstos los psiquiatras. «Tengo la opinión —escribió— de que cualquier grupo de personas, ya sean hombres primitivos, pilotos o pacientes, crean una vida propia que llega a resultar significativa, razonable y normal una vez que uno se encuentra próximo a ella...» (Goffman, 1961, p. 7). El trabajo de Goffman destaca que aquello que un observador externo considera propio de un «loco» no resulta tan irracional cuando se ve desde dentro del contexto del hospital. Los manicomios poseen formas de disciplina, de vestir, de comportamiento propias que hacen que sea prácticamente imposible que los pacientes desarrollen un comportamiento similar al de las personas del mundo exterior. Cuando fueron admitidos en el hospital, los pacientes se vieron desprendidos de la mayor parte de sus posesiones personales; se les desvistió, lavó, desinfectó, y se les proporcionaron ropas de la institución. Desde ese momento, prácticamente todo lo que hacían estaba bajo la mirada atenta del personal; disfrutaban de muy poca privacidad, y con frecuencia el personal trataba a los pacientes como si fueran niños. Como consecuencia de ello, desarrollaron modelos de comportamiento que resultan extraños para el observador externo pero que constituyen intentos comprensibles de enfrentarse a las exigencias de su entorno.

Exigencias del trabajo de campo El investigador que realiza un trabajo de campo no puede limitarse a estar presente en una comunidad, sino que debe explicar y justificar su presencia a los miembros de la misma. Ella o él debe ganarse la confianza y la cooperación de la comunidad o grupo, y mantenerla durante un cierto período de tiempo si se quieren conseguir unos resultados óptimos. Esto puede conllevar el tener que vivir en condiciones de

difícil adaptación, especialmente cuando se estudian culturas muy diferentes de la propia. Durante mucho tiempo era lo normal que las investigaciones basadas en la observación participante excluyesen cualquier información sobre los riesgos y los problemas a los que hay que hacer frente, pero las memorias y diarios de distintos investigadores de campo publicados recientemente han hecho importantes revelaciones al respecto. Con frecuencia se ven enfrentados a la soledad: no es fácil «encajar» en una comunidad a la que no se pertenece. El investigador puede sentirse frustrado cuando los miembros del grupo o comunidad no hablan con franqueza sobre ellos mismos; las preguntas directas se aceptan sin problema en determinados contextos culturales, pero en otros pueden encontrar como única respuesta el silencio más absoluto. Ciertos tipos de trabajo de campo pueden resultar incluso peligrosos físicamente — por ejemplo, un investigador que estudie una banda de delincuentes puede ser visto como espía de la policía, o puede verse implicado en violentas peleas con grupos rivales. Al igual que ocurre con la práctica totalidad de la investigación social, el trabajo de campo es normalmente una tarea unilateral en lo que se refiere a aquellos cuyos comportamientos está siendo estudiado. La selección de un grupo para un estudio es generalmente una decisión exclusiva del investigador; rara vez se consulta a los miembros previamente, y tampoco suelen éstos tomar parte en el diseño del proyecto (Georges y Jones, 1980). No es extraño que los investigadores de campo sean aceptados con recelo o incluso que en ocasiones se vean obligados a abandonar desde un principio el proyecto de campo. Uno de los primeros investigadores de campo, Frank Hamilton Cushing, quien estudió a los indios zuñi de Nuevo México en la década de 1870, escribió sobre los problemas que habían experimentado, así como de las recompensas que tuvo (Cushing, 1967; publicado originalmente en 1882-83). A su llegada, Cushing recibió numerosos pequeños obsequios y realizó varios intentos de integrarse en la comunidad. Los zuñi fueron relativamente amistosos con él, pero se negaron enérgicamente a que estudiara sus ceremoniales religiosos. Su jefe trató de obligarle a que se fuera, pero eventualmente le permitió quedarse a condición de que adoptara algunas de las costumbres indias —para que demostrara así que no ridiculizaba sus creencias y prácticas. Se vio obligado a vestir ropas zuñi, que le resultaron inapropiadas e incómodas; tenía que comer comida zuñi; su hamaca estaba descolgada, por lo que tuvo que dormir en el suelo sobre pieles de oveja, como hacían los zuñi.

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Anthony Giddens Uno de los momentos más difíciles se le presentó cuando se le comunicó que debía tener una esposa, y se le envió una mujer a vivir con él. En un principio trató de ignorar sus atenciones, pero no tuvo éxito. En un momento dado la expulsó, aunque ello supusiera un deshonor para ella a los ojos de los zuñi. Desde entonces, los zuñi —como muchos otros grupos de indios americanos— se han acostumbrado a las visitas de los investigadores, pero su relación con ellos ha sido a menudo tensa. El arqueólogo F.W. Hodge despertó su enemistad en la década de 1920 cuando comenzó sus excavaciones en uno de sus antiguos santuarios religiosos (Pandey, 1972, pp. 33132); le obligaron a marcharse y destrozaron las cámaras del fotógrafo de la expedición. La célebre antropóloga Ruth Benedict fue mejor recibida por los zuñi cuando llegó poco tiempo después. Un intérprete zuñi le dijo más tarde que había sido cortés y que había distribuido dinero generosamente, pero que las descripciones de la vida de los zuñi que había publicado estaban pobremente fundadas ya que no había tomado parte activa en muchos aspectos de la vida de los zuñi. Desde entonces y en diversas ocasiones otros investigadores de campo han sido expulsados de las comunidades zuñi. Recientemente, un hombre le preguntó a un investigador visitante: «¿Seguimos siendo tan primitivos como para que ustedes los antropólogos tengan que venir a estudiarnos todos los veranos?» (Pandey, 1985, p. 203). Ventajas y limitaciones del trabajo de campo El trabajo de campo —cuando concluye con éxito— proporciona una información sobre la vida mucho más rica que la mayoría de los restantes métodos de investigación. Una vez que sabemos cómo se ven las cosas «desde dentro» de un determinado grupo es muy probable que alcancemos una comprensión más profunda de por qué determinadas personas actúan de una manera dada. El trabajo de campo es prácticamente el único método de que disponemos cuando un investigador estudia un grupo cuya cultura es ampliamente desconocida para los que no pertenecen a ella, y debe ser «aprendido» antes de que podamos comprender en su totalidad las actividades que realizan los miembros de esa cultura. Por esta razón, es el principal método de investigación utilizado en antropología, la cual trata de documentar y comprender las culturas no occidentales. El trabajo de campo proporciona al investigador una mayor flexibilidad que otros métodos (como los cuestionarios). El investigador es capaz de adaptarse a circunstancias nuevas o inesperadas y de aprove-

char las oportunidades que pueden surgir en el proceso de la investigación. En el trabajo de campo hay mayores posibilidades de que se obtengan resultados inesperados que en la mayoría de los restantes métodos de investigación, ya que el investigador puede encontrarse con la sorpresa de que las ideas preconcebidas que tenía sobre el grupo o la comunidad en cuestión eran totalmente erróneas. El trabajo de campo también tiene sus limitaciones: solamente pueden estudiarse grupos o comunidades relativamente pequeños, y casi todo depende de la habilidad del investigador para ganarse la confianza de los individuos que quiere estudiar. Sin esto, es muy improbable que la investigación pueda salir adelante. Encuestas La interpretación de los estudios de campo conlleva normalmente problemas de generalización. ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que sucede en un determinado contexto se aplica a otras situaciones?. Este suele ser un problema menor en las investigaciones con encuestas aunque, sin duda, tales investigaciones tienen sus inconvenientes. En una encuesta los cuestionarios o bien se envían por correo o bien se pasan directamente en una entrevista a un grupo de personas seleccionado —a veces ascienden hasta varios miles. El trabajo de campo es más apropiado para estudios en profundidad de la vida social; las encuestas aportan una información menos detallada pero que se aplica, con un amplio margen de confianza, a un área extensa. Cuestionarios cerrados y abiertos En las encuestas se emplean dos tipos de cuestionarios. Unos constan de series de preguntas cerradas, para las cuales existen un número fijo de respuestas. Los que responden, y en ocasiones el propio investigador, son los que marcan ciertas categorías de respuestas a las preguntas planteadas —por ejemplo, «Si/No/No sabe-No contesta», o «Muy probable/Probable/Poco probable/ Muy improbable». Las encuestas con cuestionarios cerrados tienen la ventaja de que las respuestas son fáciles de comparar y de tabular, ya que existe un reducido número de categorías. Por otro lado, considerando el hecho de que no dan cabida a sutilezas de opinión o de expresión verbal, la información que proporcionan tiene un alcance restringido. Otro tipo de cuestionarios son los abiertos, y ofrecen a aquellos que responden la oportunidad de expresar sus ideas con sus propias palabras: no se ven limitados a marcar respuestas cerradas. Los cuestionarios abiertos son más flexibles y proporcionan mayor información que los cerrados.

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación El investigador puede profundizar en las respuestas para indagar en lo que piensa el escuestado. Por otro lado, la ausencia de respuestas cerradas conlleva una mayor dificultad a la hora de comparar. Las preguntas de una encuesta deben estar cuidadosamente planteadas para que los resultados sean fiables. Una pregunta del tipo «¿Qué piensa del gobierno?» sería inservible por ser demasiado vaga. En el supuesto de que fueran capaces de contestarla, los encuestados interpretarían aquello que el investigador está tratando de obtener de maneras muy diferentes. Los investigadores que realizan encuestas también tienen que cuidarse de evitar preguntas sesgadas —preguntas planteadas de tal forma que inducen a una respuesta concreta. Una pregunta que empieza así: «¿Está de acuerdo en que...?» es sesgada, ya que invita al acuerdo por parte del encuestado. Una pregunta más neutral comenzaría del siguiente modo: «¿Cuál es su opinión sobre...?». Existen otras muchas fuentes de distorsión o ambigüedad en el planteamiento de preguntas. Por ejemplo, una pregunta puede contener en sí misma una doble elección: «¿Su salud es mejor o peor ahora que hace un año?». La doble elección es entre «mejor-peor» y «ahora-entonces». Una formulación más clara sería la siguiente: «¿Su salud es mejor ahora que hace un año?» (Smith, 1975, p. 175). Los encuestados pueden responder «sí»o «no» a ambas preguntas; en el caso anterior el investigador no podría hacer una interpretación. Las preguntas deben ser lo más sencillas posibles para evitar respuestas ambiguas. Las preguntas de un cuestionario suelen elaborarse de modo que un equipo de entrevistadores pueda hacer las preguntas según un orden preestablecido y recogerlas siguiendo un mismo criterio. Todas las preguntas deben ser fácilmente comprensibles tanto para el entrevistador como para el entrevistado. En las grandes encuestas nacionales que las agencias del gobierno y los gabinetes de investigación realizan regularmente, las entrevistas se realizan más o menos simultáneamente en todo le país por numerosos investigadores. Los que realizan las entrevistas, así como aquellos que analizan los resultados, no podrían realizar su trabajo con eficiencia si tuvieran que estar constantemente contactando unos con otros para evitar posibles ambigüedades en las preguntas o en las respuestas. Los cuestionarios deben estar cuidadosamente diseñados de acuerdo a las características de los entrevistados. ¿Captarán el punto que el investigador tiene en mente al formular una pregunta concreta?. ¿Tienen suficiente información para que su respuesta sea válida?. ¿Responderán?. Los términos con los que

trabaja el investigador pueden resultarles poco familiares a los entrevistados: por ejemplo, la pregunta «¿Cuál es su status marital?». Sería más apropiado preguntar «¿Es usted soltero, casado o divorciado?». La mayor parte de las encuestas van precedidas de estudios piloto con la intención de elucidar los problemas no anticipados por el investigador. Un estudio piloto es un ensayo en el que un reducido número de personas responden a un cuestionario. Las dificultades que surjan pueden así evitarse antes de comenzar la encuesta real. Muestreo Los sociólogos se interesan con frecuencia por las características de grupos grandes de individuos — por ejemplo, las actitudes políticas del electorado británico. Sería imposible estudiar a todas esas personas directamente, por lo que en dichas situaciones el investigador se concentra en una pequeña proporción del grupo total —una muestra del total. Por regla general se puede confiar en que los resultados que se derivan de la encuesta realizada a una maestra de una población dada puedan generalizarse al total de la población. Por ejemplo, los estudios de sólo dos o tres mil votantes británicos pueden proporcionar un indicativo bastante preciso de las actitudes e intención de voto del total de la población. Pero para lograr dicha precisión, una muestra debe ser representativa. Un muestreo representativo significa que el grupo de individuos estudiado debe ser un grupo típico de la población en su totalidad. El muestreo es más complejo de lo que pueda parecer, y los estadísticos han elaborado varias reglas para lograr el tamaño y la naturaleza adecuados de las muestras. Un procedimiento particularmente importante es el muestreo aleatorio, en el que se elige una muestra en la que cada miembro de la población en cuestión tenga las mismas posibilidades de estar incluido. La forma más sofisticada de obtener una muestra al azar es dar un número a cada miembro de la población y utilizar después un ordenador que genere números aleatorios, de los cuales saldrá la muestra —por ejemplo, elegir al azar un número cada diez en una serie.

Ejemplo: «¿El pueblo elige?» Uno de los más famosos ejemplos pioneros de las encuestas fue «¿El pueblo elige?», un estudio realizado por Paul Lazarsfeld y una serie de colaboradores hace alrededor de medio siglo (Lazarsfeld, Berenlson y Gaudet, 1948). El estudio fue pionero de varias de las principales técnicas de encuesta que se

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Anthony Giddens han empleado hasta hoy. Sin embargo, sus desventajas muestran claramente las limitaciones del método de la encuesta. «¿El pueblo elige?» estaba basado en una investigación sobre las intenciones de voto de los residentes de Erie Country, Ohio, durante la campaña presidencial de los Estados Unidos en 1940 e influyó en el diseño de otros muchos sondeos políticos posteriores, no sólo en aquellos llevados a cabo por investigadores académicos (Clemens, 1983). Con la intención de indagar con un mayor grado de profundidad de lo que lo haría un simple cuestionario, los investigadores entrevistaron a cada miembro de una muestra de votantes en siete ocasiones distintas. El objetivo era describir, y entender las razones de, los cambios en la intención del voto. La investigación arrancó con una serie de hipótesis concretas en perspectiva. Una sostenía que las relaciones y los sucesos próximos a los votantes de una comunidad influyen en la intención de voto en mayor grado que los asuntos internacionales lejanos, y los resultados globales lo confirmaron. Los investigadores elaboraron sofisticadas técnicas de medición para el análisis de las actitudes políticas; su trabajo también estaba fuertemente influenciado por ideas teóricas y supuso una contribución de enorme relevancia para el pensamiento teórico. Entre los conceptos que trataron de introducir estaban los de «líderes de opinión» y el «flujo bifástico de la comunicación». Ciertos individuos —los líderes de opinión— tienden a conformar las opiniones políticas de los que les rodean. Son los primeros a la hora de influir en las reacciones ante los acontecimientos políticos, haciendo una interpretación de los mismos para los que están a su alrededor. Las ideas que tienen las personas del sistema político no se construyen de modo lineal, sino en un proceso «doble»: las ideas expresadas por los líderes de opinión, filtradas por las relaciones personales, influyen en las respuestas de otros individuos ante los asuntos políticos del día. El estudio despertó la admiración de muchos, pero también ha sido ampliamente criticado. Lazarsfeld y sus colaboradores sostenían que estaban muy «interesados en todas aquellas condiciones que determinan el comportamiento político de las personas». Como señalaron sus críticos, su investigación, de hecho, sólo prestaba atención a determinados aspectos del comportamiento político. El estudio apenas trataba el tema de las instituciones del sistema político y de su funcionamiento, concentrándose por el contrario en las actitudes políticas. El empleo repetitivo de entrevistas —o lo que ha dado en llamarse un estudio de panel— pretendía demostrar que sus resultados eran menos superficiales que muchos tipos de sondeos. Pero por su propia naturaleza los son-

deos únicamente muestran lo que la gente dice sobre sí misma —no lo que realmente piensan y hacen.

Valoración Los sondeos continúan utilizándose ampliamente en la investigación sociológica por diversas razones (C. Marsh, 1982; Miller, 1983). Las respuestas a los cuestionarios pueden cuantificarse y analizarse con mayor facilidad que el material generado por la mayoría de los restantes métodos de investigación, pueden estudiarse grandes proporciones de personas y, con los medios suficientes, los investigadores pueden emplear un gabinete de investigación especializado en sondeos para recoger el material que necesitan. No obstante, muchos sociólogos critican lo que consideran una excesiva confianza en el método de la encuesta. Los resultados de los sondeos son fácilmente cuantificables y analizables estadísticamente; pero los críticos sostienen que dicha cuantificación da una apariencia de precisión a los resultados cuya veracidad puede ser cuestionable, dada la naturaleza relativamente superficial de las respuestas de la mayor parte de los cuestionarios. Existen otros inconvenientes. La cifra de cuestionarios sin responder es con frecuencia elevada, especialmente cuando éstos se envían por correo. No es infrecuente que se publiquen estudios basados en resultados obtenidos de poco más de la mitad de los componentes de una muestra —aunque normalmente se realiza un esfuerzo por volver a contactar con los que no responden o por sustituirlos por otros. Se sabe muy poco sobre aquellos que deciden no participar en un sondeo o que se niegan a ser entrevistados cuando un investigador llama a su puerta, pero sí sabemos que muchos consideran que los cuestionarios son un engorro y una pérdida de tiempo (Converse y Shuman, 1974; Fitzgerald y Fuller, 1982; Goyder, 1987). Las condiciones bajo las cuales se administran los cuestionarios, así como el lenguaje generalmente empleado para describir los resultados alejan a menudo a los sondeos de la complejidad de los individuos de carne y hueso que responden a las preguntas. Cuando los cuestionarios se envían por correo, el investigador se encuentra tan alejado de los individuos objeto de estudio que puede llegar a olvidarse del hecho de que son seres vivos los que leen y devuelven el material que reciben en el buzón. Los cuestionarios por teléfono —cada vez más utilizados para las elecciones en las que se requieren análisis inmediatos de las opiniones sobre un tema— son prácticamente anónimos. El lenguaje que se emplea para

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación analizar los cuestionarios, referidos a «sujetos», «respondentes» o «entrevistados», expresa un concepto abstracto e impersonal de los individuos. El hecho de tratar a los seres humanos fundamentalmente como entes pasivos y reactivos es más que un simple medio apropiado para analizar las respuestas de los cuestionarios —con mucha frecuencia expresa una idea limitada y limitadora de los procesos mentales humanos. Según la medición hecha por un cuestionario, dos personas pueden, por ejemplo, compartir una actitud aparentemente similar, pero las razones que les llevan a sostener esa idea pueden ser muy distintas. Así, a una pregunta sobre política exterior ambos responderán que creen «con total convencimiento» que Gran Bretaña debería reducir sus compromisos militares en el exterior, y ambos contabilizarán como si compartiesen la misma actitud. Pero las orientaciones reales de uno y otro pueden ser radicalmente diferentes. Uno puede creer en una «Gran Bretaña fortificada» en reducir los compromisos en el exterior desde un punto de vista aislacionista, según el cual los demás deben resolver sus propios problemas; el otro puede apoyar el desarme global, y ser de la opinión de que Gran Bretaña debería utilizar su influencia en el mundo de un modo diferente al despliegue de fuerzas. Cuando los entrevistadores tienen cierta flexibilidad para buscar respuestas en profundidad pueden tratar de resolver los problemas mencionados. En general, cuando más intenso y directo sea el encuentro entre el investigador y los individuos estudiados tanto más informativas y fundamentales serán las conclusiones que se deriven de él. Los resultados de los sondeos necesitan, siempre que sea posible, verse complementados por material en profundidad del tipo que proporciona el trabajo de campo.

Investigación documental La mayoría de los debates acerca de la investigación en sociología ponen énfasis en el trabajo de campo, las encuestas o en una combinación de ambos. La investigación documental —el empleo sistemático de material impreso o escrito en una investigación— se contempla a menudo como algo llamado al fracaso. Pero apenas existen investigaciones de campo o encuestas que no conlleven un escrutinio de material documental. Por ejemplo, en «¿El pueblo elige?» se empleó una gran cantidad de periódicos y otros materiales tanto en la preparación como en la redacción de la investigación. De un modo u otro, la investigación documental es uno de los métodos de

recogida de datos sociológicos más ampliamente utilizado. Uno de los documentos que se consultan con más frecuencia en las investigaciones sociológicas son los informes públicos y privados (generalmente denominados fuentes de archivo; un archivo es sencillamente un lugar en el que se depositan informes escritos); por ejemplo, documentos gubernamentales, informes eclesiásticos, cartas o informes jurídicos. Los documentos empleados en las investigaciones prácticamente siempre incluyen información y trabajos previos realizados por otros investigadores en el campo de estudio en cuestión. Numerosas investigaciones consisten tanto en la recopilación y el análisis de los trabajos de otros investigadores como en la obtención de nuevos datos. Un ejemplo de la utilización de documentos históricos es el estudio de Anthony Ashworth sobre sociología de las trincheras durante la Primera Guerra Mundial (Ashworth, 1980). Ashworth estaba interesado en analizar cómo era la vida para aquellos hombres que tenían que soportar la exposición constante a los bombardeos, hacinados durante semanas y de pie. Para estudiar las relaciones sociales creadas se apoyó en diversas fuentes documentales: relatos oficiales de guerra, incluidos aquellos escritos por diferentes divisiones y batallones, material de archivo, las notas e informes redactados informalmente por soldados, diarios de la experiencia bélica y otras memorias. Aunque estos materiales eran, obviamente, muy distintos entre sí en algunos aspectos, utilizando tal variedad de fuentes Ashworth consiguió hacer una rica y detallada descripción de la vida en las trincheras. Descubrió, por ejemplo, que algunos grupos de soldados crearon propias normas sobre la frecuencia con la que entrarían en combate con el enemigo, a menudo ignorando las órdenes de los oficiales. Por ejemplo, el día de Navidad los soldados de ambos bandos, los alemanes y los aliados, suspendieron las hostilidades, y en uno de los puestos improvisaron un partido de fútbol. Uno de los principales subtipos de investigación documental consiste en el reanálisis de bloques de datos —resultados obtenidos— generados por otros investigadores. Los gobiernos y otras organizaciones publican regularmente «estadísticas oficiales» sobre multitud de fenómenos sociales: población, delitos, matrimonios y divorcios, suicidio, tasas de desempleo, etc. Desde los inicios de la sociología éstos han sido utilizados como base de la investigación sociológica. Los investigadores pueden utilizar o reanalizar los datos derivados de dichas estadísticas, aplicando

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Anthony Giddens el material a la resolución de algún problema de su propia investigación. Los datos generados por los gobiernos son enormemente abundantes, e incluyen distintos tipos de fuentes. Los censos de población, por ejemplo, se realizan periódicamente y proporcionan datos sobre numerosas cuestiones sociales y económicas. Considerando que es obligatorio estar en el censo, el material proveniente de ellos es, como rara vez ocurre, global. Los gobiernos también realizan otras series de encuestas para obtener una información más regular que la generada por los censos periódicos (Carley, 1981; Hakim, 1982).

Escollos en la investigación documental Obviamente, las fuentes documentales varían ampliamente en cuanto a precisión, y el investigador que haga uso de ellas tiene que evaluar su autenticidad. Los artículos de periódicos, por ejemplo, son notablemente variables en sus estándares de autenticidad, particularmente en los periódicos y revistas más «populares». Hace unos años se publicó una carta en el Guardián. El o la firmante, que se llamaba a sí mismo/a «Estudioso de la Prensa», había recogido las versiones de ocho periódicos distintos sobre la boda en Venecia de una joven de la alta sociedad, Ira de Furstenberg, a la que se había dado una enorme publicidad. El redactor de la carta decía que la prensa «había puesto de manifiesto su cometido y su fuerte individualidad. Se niega a someterse a cualquier estándar convenido incluso cuando se trata de hechos simples». El retraso de la novia en llegar a la ceremonia variaba desde 30 hasta 70 minutos. Alguien había caído al Gran Canal, pero existían cuatro versiones distintas sobre la identidad del accidentado. El número de fotógrafos que se dijo que asistieron variaba desde 50 hasta 250, y los invitados desde 250 hasta 600 (Mann, 1985, p. 75). Las estadísticas oficiales publicadas son, sin duda, más fidedignas que las noticias periodísticas. Sin embargo, incluso ese tipo de estadísticas requieren de una interpretación por parte del investigador, quien debe ser consciente de las múltiples limitaciones que pueden contener. Por ejemplo, todos los países poseen estadísticas oficiales de las tasas de los diferentes tipos de delitos, pero éstas proporcionan muy escasa información sobre la distribución real del comportamiento delictivo ya que los delitos registrados son únicamente aquellos que son denunciados a la policía. En el caso de un delito como el robo, los datos incluyen una pequeña proporción de las ofensas

que se producen realmente; muchos no llegan nunca siquiera a oídos de la policía. Los grandes almacenes, por ejemplo, denuncian a la policía únicamente una fracción de los casos de robo que se producen cada semana —normalmente aquellos casos en los que el detective del establecimiento coge a alguien con las manos en la masa. (Para una discusión más amplia sobre las estadísticas de delito, ver capítulo 5: «Conformidad y desviación».)

Experimentos En un aspecto concreto, los experimentos ofrecen grandes ventajas sobre otros procedimientos de investigación. En una situación experimental, el investigador controla directamente las variables relevantes. Un experimento puede ser definido como un intento, bajo condiciones artificiales creadas por el investigador, de analizar la influencia de una o más variables sobre otra. Los experimentos se emplean mucho en las ciencias naturales, pero el ámbito para la experimentación en sociología es reducido (Silverman, 1982). Sólo los grupos pequeños de individuos son manejables en un laboratorio, y en tales experimentos la gente sabe que está siendo estudiada y puede comportarse de modo diferente al normal. No obstante, los métodos experimentales pueden resultar útiles en sociología en determinadas ocasiones. Un ejemplo es el ingenioso experimento llevado a cabo por Philip Zimbardo (Zimbardo, 1972), quien montó una cárcel simulada en la que introdujo a estudiantes voluntarios para desarrollar el papel de guardias y prisioneros. Su objetivo era observar los cambios de actitudes y comportamientos que podía originar el hecho de desempeñar estos papeles. Los resultados sorprendieron a los investigadores, aunque en cierta medida los habían previsto. Los que hacían de guardias asumieron rápidamente una actitud autoritaria, mostrando verdadera hostilidad hacia los «prisioneros». Comenzaron a implantar orden entre los «prisioneros», a abusar verbalmente de ellos y a intimidarles. Los otros, por el contrario, mostraron una mezcla de apatía y rebeldía que en ocasiones se ha observado entre los encarcelados en situaciones reales. Los efectos producidos fueron muy marcados y el nivel de tensión tan alto que hubo que suprimir el experimento en sus primeras fases. El investigador concluyó que el comportamiento en las cárceles está más influido por la naturaleza de la situación carcelaria que por las características individuales de los implicados.

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

Leer A menudo nos encontramos con los libros de sociología y de estadística. A veces parecen muy complejas, pero en realidad casi siempre son fáciles de descifrar si se siguen sus principios básicos; con la práctica llegarán a ser automáticos. No sucumban a la tentación de pasar de largo por las tablas; contienen información concentrada que se «procesa» con mayor rapidez que si dicho material viniese expresado con palabras. La adquisición de la habilidad para leer tablas también ayuda a disentir si las conclusiones que un autor extrae del material en cuestión están o no justificadas.

una tabla Posesión de vehículos: comparaciones internacionales entre varios países seleccionados. Número de vehículos por cada 1.000 individuos adultos * 1971

1981

1984

Alemania Oriental

247

385

412

tes.

Brasil

12

78

84

1. Leer el título con atención. A menudo las tablas tienen largos títulos que constituyen un intento por parte del investigador o estadista de expresar claramente la naturaleza de la información aportada. El título de la tabla que se incluye en este recuadro contiene, primero, el tema del material de la tabla, segundo, le hecho de que aporta material para su comparación y, tercero, que aporta material sobre un número limitado de países.

Chile

19

45

56

Estados Unidos

448

536

540

Francia

261

348

360

Grecia

30

94

116

Irlanda

141

202

226

Italia

210

322

359

Japón

100

209

227

Reino Unido

224

317

343

Suecia

291

348

445

Yugoslavia

43

114

125

Los pasos a seguir para leer una tabla son los siguien-

2. Comprobar si aparecen comentarios o notas explicativas sobre los datos. Una nota a pie de página referida a la columna de encabezamiento de la tabla que sirve de ejemplo señala que los datos se refieren exclusivamente a los coches con licencia. Es importante porque la proporción de vehículos con licencia es menor en unos países que en otros. Las notas pueden aclarar el método empleado para la recopilación del material, o por qué se expone de un modo determinado. Si los datos de la tabla no han sido recopilados por el investigador pero están basados en unos resultados publicados anteriormente deberá indicarse la fuente. La fuente puede darnos una idea aproximada de la fiabilidad de la información, así como indicarnos dónde podemos encontrar los datos originales en los que se basa la tabla. En nuestra tabla, la nota sobre la fuente indica que los datos provienen de varias fuentes.

*

Incluye todos los vehículos con licencia.

Fuente: Boletín Anual de Estadísticas del Transporte de las Naciones Unidas, Federación Internacional de Carreteras, aparecido en Social Trends (Londres: HMSO, 1987), p. 68.

En las cifras de nuestra tabla se pueden apreciar una serie de interesantes tendencias. En primer lugar, el número de poseedores de vehículos varía considerablemente de unos países a otros: el número de poseedores de vehículos por cada 1.000 habitantes es casi diez veces mayor en EE.UU. que en Chile. Segundo, la tabla revela unas claras conexiones entre la posesión de vehículos como un indicador aproximado de la prosperidad diferencial. Tercero, en todos los países representados el nivel de posesión de vehículos ha aumentado entre 1971 y 19984, pero en algunos de ellos la tasa de incremento es mayor que en otros —ello indica probablemente diferencias en el grado de éxito de los distintos países para generar crecimiento económico.

3. Leer los encabezamientos en la parte superior e izquierda de la tabla. (En ciertas ocasiones los «encabezamientos» van en la parte inferior en vez de en la superior.) Indican el tipo de información contenida en cada fila y columna. Al leer la tabla, debemos recordar cada grupo de encabezamiento. En nuestro ejemplo encontramos a la izquierda los países y en la parte superior los años en que se contabiliza el número de vehículos. 4. Identificar las unidades que se manejan —las cifras en el cuerpo de la tabla pueden representar el número de casos, los porcentajes, los promedios u otras medidas. A veces puede resultarnos útil pasar de unas unidades a otras; si, por ejemplo, no se dan los porcentajes puede ser útil calcularlos. En nuestro caso no se dan los porcentajes, pero su cálculo sería muy sencillo. 5. Considerar las conclusiones que puedan extraerse de la información que proporciona la tabla. Casi siempre el autor explica la tabla que ha elaborado, y debemos tener en cuenta sus orientaciones al valorar el material tabulado. Debemos atender además a los posibles temas o preguntas que pueda sugerir la tabla.

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Anthony Giddens Otros métodos: entrevistas, historias de vida, diarios y análisis de la conversación. Entrevistas No existe una distinción clara entre encuesta y entrevista, ya que cuando se administra el cuestionario directamente el investigador entrevista de hecho a los entrevistados. Una entrevista mediante cuestionario se denomina en ocasiones «formal» o «controlada», para distinguirla de las entrevistas menos estructuradas en las que se permite que el entrevistado hable libremente sobre distintos aspectos de un tema. Algunos estudios realizados mediante entrevistas no utilizan el cuestionario en absoluto: las entrevistas pueden llegar a ser muy extensas; allí donde el objetivo es generar una información en profundidad puede utilizarse un reducido número de entrevistados. Las entrevistas extensas proporcionan un material más rico que el que suelen obtenerse en las encuestas, pero los inconvenientes que tienen consisten en que la influencia del entrevistador puede ser mayor y afectar posiblemente a los resultados, y resulta más difícil comparar las respuestas de un modo riguroso (Brenner, 1978).

(Bertaux, 1981). Un famoso estudio pionero que empleó básicamente este tipo de material fue The Polish in Europe and América, de W. Y. Thomas y Florian Znaniecki, cuyos cinco primeros volúmenes fueron publicados entre 1918 y 1920 (Thomas y Znaniecki, 1966). Thomas y Znaniecki aportaron un relato mucho más sensible y sutil de la experiencia de la emigración de lo que hubiera sido posible de no haber dispuesto del material de las historias de vida que recogieron. Un trabajo más reciente, que se convirtió en un best-seller, fue el libro de Studs Terkel Working (Terkel, 1977). El subtítulo del libro era «La gente habla de lo que hace a diario y de cómo se siente con lo que hace», y ofrecía un relato rico y conmovedor de las ideas de los americanos sobre sus rutinas diarias de trabajo. Las historias de vida no cubren necesariamente la totalidad de la vida de una persona, ni tampoco todos los aspectos principales de ella. Por ejemplo, Edwin H. Sutherland publicó un estudio basado en la historia de vida de Chic Conwell, un ladrón profesional; el material presentado se restringía a las actividades delictivas de Conwell (Sutherland y Conwell, 1937). Las historias de vida podrían clasificarse dentro de lo que de un modo más general se conoce como historia oral: relatos orales del pasado proporcionados por aquellos que vivieron los sucesos.

Historias de vida Las historias de vida consisten en un material biográfico recogido sobre individuos concretos — normalmente relatado por ellos. Ningún otro método de investigación puede proporcionarnos tantos detalles sobre la evolución de las creencias y actitudes de una persona a lo largo del tiempo. Las historias de vida son particularmente valiosas cuando lo que interesa al investigador son las conexiones entre el desarrollo psicológico y los procesos sociales. Sin embargo, tales estudios rara vez se basan únicamente en los recuerdos de la persona. Normalmente se emplean fuentes documentales —como cartas, informes contemporáneos o descripciones de periódicos— para ampliar y comprobar la validez de la información obtenida. Hay distintas posturas ante el valor del material que proporcionan las historias de vida. Algunos consideran que la información que proporciona este método no merece suficiente confianza; pero otros creen que las historias de vida son una fuente de introspección que muy pocos métodos de investigación pueden igualar. Las historias de vida se han empleado con éxito en estudios de enorme importancia y se emplean extensamente tanto en antropología como en sociología

Diarios Cuando los sociólogos quieren conocer las actitudes cotidianas de los individuos de un contexto social determinado emplean a veces los diarios. El trabajo de campo y las encuestas no proporcionan suficiente información sobre la esfera cotidiana de la vida de las personas, y si lo que se pretende es retratar lo que la gente hace en distintas situaciones ordinarias y en distintos momentos del día o del mes resulta de gran ayuda que sean ellos mimos los que tomen notas de ello. De nuevo, existen pocos estudios que empleen los diarios como única información; en la mayor parte de los casos se emplea junto al material recogido por otros métodos.

Análisis de la conversación Cada día se utilizan más las grabadoras y los videos en la investigación sociológica. Se emplean a menudo en el análisis de la conversación, el estudio de cómo se desarrollan las conversaciones en situaciones reales. Con una grabadora se pueden registrar

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación Cuadro de los principales métodos empleados en la investigación sociológica

Método de Investigación Trabajo de campo

Encuestas

Investigación Documental

Experimentos

Limitaciones

Ventajas 1. Suele generar una información más rica y "en profundidad" que otros métodos

1. Solo puede utilizarse en estudios de grupo o comunidades pequeñas

2. Permite flexibilidad al investigador para alterar estrategias y poder explotar nuevas tendencias que surjan.

2. Los resultados solo son aplicables a los grupos o comunidades estudiadas; no resulta fácil generalizar sobre la base de un único trabajo de campo.

1. Posibilita una eficaz recogida de datos en grupos muy numerosos.

1. El material puede ser superficial; cuando se maneja un cuestionario altamente estandarizado se desdibujan importantes diferencias entre los puntos de vista de los respondentes,

2. Permite una comparación precisa entre las repuestas de los respondentes.

2. Las respuestas pueden expresar lo que la gente cree que piensa y no lo que realmente piensan.

1. Puede proporcionsar fuentes de material "en profundidad" así como datos sobre grandes poblaciones, según el tipo de documento utilizado.

1. El investigador depende de las fuentes existentes, y éstas pueden ser parciales.

2. Resultan a menudo esenciales para los estudios puramente históricos o aquellos que presentan una dimensión histórica.

2. Las fuentes pueden ser difíciles de interpretar en términos de hasta qué punto representan tendencias reales, como en el caso de algunos tipos de estadísticas oficiales.

1. La influencia de variables específicas puede ser controlada por el investigador.

1. Numerosos aspectos de la vida social no pueden llevarse al laboratorio.

2. En posteriores investigaciones normalmente resulta sencillo repetir un experimento.

2. Las respuestas de los individuos pueden verse afectadas por la situación experimental.

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Anthony Giddens todas las características audibles de una conversación entre dos o más personas. Considerando que cuando hablamos utilizamos también expresiones faciales y gestos con significado, el vídeo proporciona un registro aún más completo del desarrollo de un intercambio conversacional. Aunque se pierda parte de la riqueza del contexto original, con la ayuda de una notación apropiada las conversaciones grabadas pueden transcribirse en papel impreso. (Para una exposición más amplia del tema, ver capítulo 4: «Interacción social y vida cotidiana.» En los últimos años se han publicado numerosos estudios de análisis de la conversación que suponen una introspección en la naturaleza de la interacción humana. Un ejemplo es el estudio de Willeam B. Sanders sobre un tipo especial de conversación: los interrogatorios policiales. El interrogatorio conlleva conversación, pero no «cualquier conversación»; como se dice en una de las frases favoritas de los melodramas policíacos: «Soy yo quien hace las preguntas!» Sanders analizó el carácter particular de los interrogatorios y puso de manifiesto una serie de rasgos que de otro modo pasarían inadvertidos. Por ejemplo, los interrogadores no suelen hablar mucho, pero estimulan a la víctima para que hable con gruñidos y pausas deliberadamente (Sanders, 1974). El análisis de la conversación sólo se puede emplear con pequeños grupos, y frecuentemente cubre aspectos de la vida cotidiana que pueden parecer triviales pero cuya importancia para la sociología es mayor de lo que se pueda pensar. La conversación y el habla son, después de todo, rasgos universales de la actividad social tanto en las situaciones de interacción informales como en las más «estructuradas». (Véase capítulo 4: «Interacción social y vida cotidiana».)

Triangulación Todo método de investigación tiene sus limitaciones. Por ello es normal que se combinen métodos en una investigación empleando cada uno de ellos para comprobar los restantes, proceso que se conoce con el nombre de triangulación. Para evaluar las ventajas de combinar distintos métodos —y, de un modo más general, los problemas y los escollos de la investigación sociológica real— nos vamos a centrar en un estudio concreto.

Un ejemplo: Wallis y la cienciología Roy Wallis decidió investigar el movimiento conocido como cienciología. El fundador de la cienciología, L. Ron Hubbard, elaboró distintas doctrinas religiosas que fueron la base de una iglesia. Para la cienciología todos somos seres espirituales —Thetanos— pero hemos descuidado la naturaleza espiritual. Podemos recuperar poderes sobrenaturales olvidados mediante procesos de entrenamiento que nos hagan ser conscientes de nuestras capacidades reales. Wallis admitió que lo que le llevó a interesarse por la investigación fue la naturaleza «exótica» de la cienciología. ¿Cómo era posible que la gente creyese en unas ideas aparentemente tan estrafalarias? (Wallis, 1976). La cienciología despertó muchas controversias, pero había captado una gran masa de adeptos. ¿Por qué este movimiento en particular, uno más de los numerosos grupos religiosos nuevos, había alcanzado tal relieve?. Poner en marcha la investigación planteaba problemas. Wallis sabía que era muy probable que los líderes del movimiento se mostraran reacios a cooperar en la investigación sociológica porque ya habían sido «investigados» por varias agencias gubernamentales. En sus lecturas sobre la historia del movimiento le llamo la atención un libro de un antiguo miembro. Contactó con él y eventualmente lo hizo con una serie de personas allegadas a éste que en su mayoría habían roto sus vínculos con la cienciología. Prácticamente todos accedieron a ser entrevistados, y algunos seguían manteniendo contacto con los creyentes. Estos primeros entrevistados le proporcionaron a Wallis una serie de documentos y de bibliografía que poseían por el hecho de haber pertenecido al movimiento y entre los cuales se encontraba una lista de la organización de la cienciología. Wallis elaboró un cuestionario y lo envió a una muestra de los nombres de la lista. Estaba tan anticuada que una gran proporción de los miembros de la muestra ya no vivía en la dirección que aparecía en la lista. Algunos estaban en la lista simplemente por haber comprado un libro sobre cienciología y no tenían la mínima relación con el movimiento. La encuesta demostró ser de escaso valor como muestra de la cienciología en general, aunque se obtuvieron algunas conclusiones. Lo que sí hizo fue proporcionarle a Wallis algunos contactos más. Algunos de los seleccionados para rellenar el cuestionario accedieron de buen grado a ser entrevistados. Wallis viajó por todos los Estados Unidos y gran Bretaña realizando entrevistas y recopilando más información documental. Comenzó con un número fijo de preguntas, pero pronto entendió que sería más productivo

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación adoptar un estilo más relajado y flexible que permitiera a los entrevistados hablar largo y tendido sobre cuestiones que consideraban importantes. Algunos de ellos aceptaron que les grabaran; otros se negaron.

Problemas éticos de la investigación: los investigados replican

Desde muy pronto Wallis se dio cuenta de que le resultaba imprescindible conocer mejor las doctrinas de la cienciología, y se inscribió a un curso introductorio sobre «comunicaciones» organizado por un grupo perteneciente al movimiento. Comenzó así su observación participante, pero no se identificó como investigador. Durante su estancia en el alojamiento perteneciente a la cienciología, Wallis tuvo dificultades para seguir ocultando su papel de observador participante. La conversación con otros miembros, así como los propios progresos en el curso, exigían una implicación con una serie de ideas que él no compartía. El hecho de expresar su desacuerdo con dichas ideas le procuró tantas dificultades que se hizo evidente que no podía continuar sin aceptar públicamente algunos de los principios generales de la cienciología. Decidió no concluir el curso y se marchó sin decir nada.

Toda investigación sobre los seres humanos, no sólo la sociología, puede plantear dilemas éticos (Barnes, 1979). Los experimentos médicos se hacen rutinariamente con sujetos humanos, a veces enfermos y moribundos, y no es fácil decir si tales experimentos son éticamente justificables o no. Para que sean eficaces, los experimentos en medicina requieren que se engañe a determinados pacientes. Para experimentar con una droga nueva, a un cierto número de pacientes se les administra la droga; pero a otros se les dice que se les está administrando cuando en realidad no es así. Creer que a uno le están dando una droga curativa puede tener efectos positivos en la salud; esto únicamente puede controlarse administrando la droga real a la mitad de los pacientes implicados en las pruebas experimentales. ¿Es esto ético?. Sin duda alguna roza los límites de lo justificable se cabe la mínima posibilidad de que la droga real pueda tener resultados beneficiosos o incluso salvar vidas. Por otro lado, si no se sigue este procedimiento sería difícil o incluso imposible descubrir lo eficaz que pudiera llegar a ser la droga.

Más tarde escribiría a los líderes del movimiento diciéndoles que era un sociólogo que estaba realizando una investigación sobre la cienciología. Señalando el hecho de que el movimiento había sufrido constantes ataques sugirió que su investigación podría proporcionar una imagen más equilibrada. Posteriormente visitó las dependencias de la secta en Gran Bretaña, donde habló con uno de los oficiales. A esta persona le preocupaba que hubiera abandonado el curso de comunicaciones, y sabía que se habían enviado cuestionarios a los miembros de la lista de cienciólogos. A pesar de ello permitió que Wallis entrevistara a algunos miembros del personal y a varios estudiantes, y le proporcionó varios contactos en Estados Unidos. En un momento dado Wallis consideró que poseía suficiente material para publicar un libro sobre los miembros de la cienciología (Wallis, 1976). Wallis se enfrentó con una serie de dificultades concretas porque su investigación estudiaba una organización celosa de su secretismo; en otros aspectos, los problemas con los que se encontró, junto con la necesidad de utilizar una combinación de métodos de investigación, son típicos de cualquier investigación sociológica. Todo el material que recogió era parcial, pero combinado los distintos métodos que empleó consiguió elaborar un estudio de gran interés que ha sido relevante e influyente.

Problemas similares surgen en la investigación sociológica siempre que se somete a engaño a los implicados. Un ejemplo de ello es la célebre, aunque muy controvertida, serie de experimentos realizados por Stanley Milgram pretendía saber lo dispuesta que estaba la gente a herir a otros si recibían órdenes de hacerlo de una fuente de autoridad (Milgram, 1973). Se instaló un aparato de electro-shock con el cual se exigía a los voluntarios en el experimento que administraran descargas a aquellos que no respondieran correctamente a un test de memoria. Los experimentos engañaban sistemáticamente a los que se presentaban voluntariamente para participar: no se les decía el verdadero propósito del estudio, sino que se les hacía creer que era una investigación de memoria. Aunque ellos creían que estaban administrando descargas reales a otros sujetos experimentales, estos últimos eran en realidad cómplices del investigador que fingían sus reacciones, pues la «máquina de descarga» era de hecho una farsa. ¿Era ético el engaño, considerando particularmente el hecho de que para los investigados la experiencia resultaba extremadamente perturbadora?. El consenso general de los críticos dice que esta investigación «fue demasiado lejos», y que el engaño sufrido pudo resultar psicológicamente dañino para los voluntarios. Pero no está absolutamente claro dónde se debe trazar la línea de demarcación entre engaños «excu-

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Anthony Giddens sables» e «inexcusables». La investigación mostraba que muchas personas estás dispuestas a actuar brutalmente contra otros si están «bajo órdenes» de hacerlo. Wallis no fue sincero en absoluto con aquellos cuyo comportamiento estudiaba porque no declaró su identidad como sociólogo cuando se inscribió en el curso sobre cienciología. Más aún, aparentemente dio su consentimiento por escrito a una serie de condiciones que no tenía intención de observar, pues lo único que quería era publicar su libro. Trató de evitar cualquier mentira directa, pero no expuso las razones reales que le llevaron a participar; ¿se comportó de un modo ético?. La respuesta no es ni mucho menos obvia (Dingwll, 1980). Si Wallis hubiera sido franco en todo momento probablemente la investigación no habría llegado tan lejos, y se podría argumentar que intentar averiguar lo que ocurre dentro de las organizaciones secretas va en interés de la sociedad. Desde esta perspectiva podríamos considerar su estrategia justificada. Las cuestiones éticas también surgen con frecuencia en sociología en torno a las consecuencias potenciales de la publicación o la utilización de los resultados de las investigaciones. Los sujetos de un estudio concreto pueden considerar los resultados ofensivos, bien porque se presenta una imagen de ellos que consideran poco atractiva o porque ciertas actitudes o comportamientos que preferirían mantener en privado se hacen públicos. En la mayoría de las situaciones de la vida social las personas toman parte en prácticas que no desearían que fueran de conocimiento público. Por ejemplo, algunas personas que trabajan en fábricas y oficinas roban regularmente material; las enfermeras de los hospitales a veces amortajan a enfermos terminales antes de morir, y no les proporcionan los cuidados necesarios; los guardias de cárceles aceptan en ocasiones sobornos de los presos y nombran a ciertos presos «administradores», permitiéndoles que realicen tareas que les corresponden exclusivamente a ellos. En la mayor parte de los casos, a pesar incluso de las posibles reacciones hostiles de los implicados, o de otros, es obligación del sociólogo hacer públicos los resultados de sus investigaciones. De hecho, es una de las principales contribuciones que la investigación sociológica puede hacer en favor de una sociedad libre y abierta. «Un buen estudio —se ha dicho— irritará a más de uno» (Becker, 1976, p. 113). El sociólogo no tiene por qué temer, siempre que el trabajo de investigación sea competente y las conclusiones extraídas estén apoyadas en buenos argumentos. Pero los investigadores en sociología tienen que

considerar muy seriamente las posibles consecuencias de la publicación de sus resultados, así como la forma que éstos deben adoptar. El investigador puede querer discutir el tema directamente con los afectados antes de decidir la forma final de la publicación.

Problemas en la publicación: la experiencia de Wallis Antes de publicar su libro Wallis envió el manuscrito a las oficinas de la cienciología. Hizo algunos cambios a raíz de sus objeciones, y posteriormente envió unos comentarios detallados. Aunque luego hizo otros cambios, los miembros de la cienciología enviaron el manuscrito a un abogado experto en casos de calumnia. Atendiendo a su consejo se suprimieron algunas cosas. Un sociólogo que era también miembro practicante de la cienciología escribió un comentario del libro profundamente crítico con los métodos de investigación y las conclusiones de Wallis, el cual se incorporó más tarde al trabajo como apéndice. Los miembros de la cienciología también publicaron un artículo en el que analizaban su investigación en uno de sus propios periódicos. En él citaban el Panel sobre Privacidad e Investigación Comportamental elaborado por el Departamento de Ciencias y tecnología del Presidente de los Estados Unidos, en el cual se insistía en que los investigadores que realicen trabajos con sujetos humanos debían obtener «consentimiento avalado». Alegaban que no disponía del consentimiento avalado, y añadieron que el trabajo publicado por Wallis estaba basado en una información obtenida de un reducido círculo de personas, la mayoría hostiles o la Iglesia de la Cienciología. Posteriormente Wallis se vio envuelto en otros embrollos a raíz de su investigación. En 1984 fue llamado como testigo potencial en una gran batalla legal entre la Iglesia de la cienciología y la autora de otro libro sobre cienciología. Wallis había contactado con la autora mientras realizaba su propio trabajo, y ella le había proporcionado documentos e información sobre los miembros de la cienciología y de sus propios contactos con ellos. A raíz de una orden del tribunal de California sobre el caso, se le obligó a presentar parte del material —el cual él había recibido confidencialmente. Afortunadamente, la información en cuestión no era de gran relevancia para ninguna de las partes implicadas, pero en el caso de que hubiera podido ser perjudicial, Wallis habría tenido que tomar una difícil decisión: romper una confidencia o enfrentarse a la ley (Wallis, 1987).

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Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

Wallis estaba tratando con un grupo poderoso y articulado capaz de persuadirle de que modificara las primeras versiones de los informes de su investigación, pero muchos de los individuos o grupos estudiados por los sociólogos y por otros científicos sociales no tienen la misma influencia. Si la tuvieran, las difíciles situaciones en las que se encontró Wallis serían mucho más comunes de lo que son. Los investigadores deberían asegurarse el consentimiento avalado en todos salvo en una minoría de los estudios de investigación. En determinadas circunstancias este principio no se puede seguir al pie de la letra. Si quisiéramos estudiar la brutalidad policial, habría muy pocas oportunidades de poder hacerlo si les comunicásemos abiertamente a las autoridades y a los funcionarios de la policía nuestras intenciones. El objetivo de la investigación tendría que amoldarse para conseguir alguna cooperación, aunque ello estaría justificado dada la importancia potencial de los resultados para la comunidad. La ineludible obligación del sociólogo, o de cualquier otro científico social, es promover la discusión libre y abierta sobre cuestiones sociales. Ocasionalmente puede ocurrir que el engaño —paradójicamente— sea el medio de conseguirlo, sacando a la luz hechos que de otro modo permanecerían ocultos al público.

La influencia de la sociología

La investigación sociológica no interesa únicamente a la comunidad intelectual de sociólogos. Algunas personas tienen acceso directo a los resultados y otras los conocen por otros medios de difusión. Este hecho tiene implicaciones de gran alcance. La sociología no trata solamente sobre el estudio de las sociedades modernas; en mayor o menor grado, se ha convertido en un elemento de la incesante vida de esas sociedades. Tomemos el ejemplo utilizando en el capítulo 1 («Sociología: problemas y perspectivas»): la naturaleza de las transformaciones que está sufriendo el matrimonio, el divorcio y la familia. Pocas personas que viven en una sociedad actual desconocen estos hechos, y ello es resultado de la «infiltración» por parte de la investigación. Nuestras ideas y nuestro comportamiento están afectados por el conocimiento sociológico de un modo complejo y sutil y éstos a su vez contribuyen a remodelar el propio campo de la investigación sociológica. Un modo de describir este

fenómeno consiste en decir que la sociología mantiene una relación reflexiva con los seres humanos cuyo comportamiento estudia. El término «reflexivo» describe el intercambio entre la investigación sociológica y el comportamiento humano. No debe sorprendernos el hecho de que, aunque a veces contradigan nuestro sentido común, los hallazgos de la sociología a menudo mantienen una estrecha correlación con el sentido común. La razón de ello no es simplemente que la sociología proporcione una serie de conocimientos que ya conocíamos de antemano; se trata más bien del hecho de que la investigación sociológica influye de un modo continuo en el conocimiento que, por sentido común, todos poseemos de la sociedad.

Resumen

1. Toda investigación parte de un problema que preocupa o desconcierta al investigador, Los problemas pueden surgir de la existencia de un vacío en la literatura existente, de los debates teóricos o de ciertas cuestiones prácticas en el mundo social. Se pueden distinguir varias fases en el desarrollo de las estrategias de investigación —aunque éstas rara vez se siguen al pie de la letra.

2. Toda investigación sociológica que aspire a ser relevante conlleva la utilización de un enfoque apropiado para el análisis de un fenómeno social concreto. Se pueden distinguir tres aspectos en el análisis sociológico: la estrategia de investigación se refiere al diseño de una investigación; la metodología trata de los principios generales y de la lógica global de la investigación; los métodos de investigación se refieren al modo en que se lleva a cabo una investigación, como trabajo de campo, encuestas, etc.

3. En el análisis de las investigaciones que generan datos cuantitativos se emplean varias técnicas estadísticas. Las más importantes son las medidas de la tendencia central y los coeficientes de correlación. Las medidas de tendencia central son modos de calcular los promedios de una serie de cifras; los coeficientes de correlación miden el grado de relación consistente entre dos variables.

4. En el trabajo de campo u observación participante el investigador pasa largos períodos de tiempo con el grupo o comunidad que está estudiando. Un segundo método, las encuestas, lo que hace es enviar

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Anthony Giddens o administrar cuestionarios a muestras extraídas de poblaciones más amplias. La investigación documental implica el empleo de material impreso, de archivos u otras fuentes, como fuente de información. Otros métodos son los experimentos, las entrevistas en profundidad, las historias de vida y los diarios y el análisis de la conversación.

5. Todos los métodos de investigación tienen sus limitaciones. Por ello, los investigadores suelen combinar dos o más métodos en su trabajo, cada uno de los cuales se utiliza como comprobación o como suplemento del material obtenido en los restantes. Este proceso se denomina triangulación.

6. La investigación sociológica presenta con frecuencia dilemas éticos al investigador. Estos pueden surgir del hecho de que los sujetos de la investigación se vean engañados por el investigador, o cuando la publicación de los resultados de la investigación afecten negativamente a los sentimientos o las vidas de los investigados. No existe un modo enteramente satisfactorio de tratar estas cuestiones, pero todo investigador debe ser consciente de los dilemas que plantea.

Lecturas complementarias.

John A. Barnes, Who Should Know What? Social Science, Privacy and Ethics (Harmondworsth: Penguin, 1979). Una discusión sobre cuestiones éticas planteadas en la investigación en ciencias sociales. J. Irvine, Y. Miles y J. Evans (eds.), Demystifying Social Statistics (Londres: Pluto Press, 1979). Un intento deliberadamente provocativo de revelar los usos y abusos de los datos estadísticos. Peter H. Mann, Methods of Social Investigation (Oxford: Basil Blackwell, 1985). Un interesante y sencillo compendio de los métodos de investigación utilizados en sociología. Catherine Mars, Exploring Data (Cambridge, Polity Press, 1988). Una excelente introducción al análisis de datos, concentrándose en el estudio de casos reales para ilustrar las técnicas estadísticas. Gerry Rose, Demystifying Social Eesearch (Londres: Macmillan, 1981). Una discusión sobre los métodos de investigación basados en el análisis crítico de algunos de los estudios sociológicos más célebres.

Conceptos básicos métodos de investigación correlación causalidad.

Términos importantes hipótesis

coeficiente de correlación

relación causal

observación participante (trabajo de campo)

variables

encuesta

variable independiente

muestreo

variable dependiente

investigación documental

control

experimento

media

entrevistas

moda

historias de vida

mediana

análisis de la conversación

desviación típica

triangulación

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Introducción al trabajo de la investigación histórica, Capítulo 5, Editorial Crítica, Barcelona, 1982, pp. 135-194.

Ciro F. S. Cardoso

Etapas y procedimientos del método histórico 1.

El Método Tradicional1

en historia, es preciso saber si hay documentos, cuantos son, y dónde están.

Su desarrollo se debió en primer lugar al surgimiento de disciplinas eruditas, al servicio del análisis, filológico y según otros criterios, aplicado a documentos antiguos y medievales. La erudición francesa tuvo en Dom Mabillon su nombre más conocido, pionero en el análisis de la autenticidad o falsedad de los documentos de la Edad Media (De re diplomática, 1681). La sistematización de los procedimientos de crítica documental, elaborados poco a poco desde el Renacimiento y sobre todo desde el siglo XVII, ocurrió en los siglos XVIII y sobre todo XIX: sistematización bastante relativa, pues se trataba de una disciplina fundamentalmente empírica. En el siglo pasado, los historiadores alemanes –en especial Leopold von Ranke– y posteriormente, los historiadores positivistas franceses, estuvieron ligados a la formalización del método crítico aplicado a los documentos históricos.

a) Los conocimientos previos. Tenemos aquí, en primer lugar, la llamada heurística (búsqueda de las fuentes); y enseguida las disciplinas auxiliares de la historia (a veces llamadas, impropiamente, “ciencias auxiliares”). La función de la heurística consiste en buscar y reunir las fuentes necesarias a la investigación histórica. Previamente al tratamiento de un tema cualquiera

1

Seguiremos principalmente al clásico: Charles–Victor Langlois y Charles Seignobos, Introducäo aos estudos históricos, trad. de L. Almeida Morais, Editora Renascença, Sao Paulo, 1946 (existe en castellano; el original francés es de 1897)

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Durante muchos siglos, hubo muy pocas bibliotecas abiertas al público; los archivos practicaban el secreto respecto de su acervo documental; y la dispersión era la regla en lo concerniente a las fuentes. Frente a tales dificultades, los primeros eruditos, filólogos e historiadores, sólo conseguían en general una documentación incompleta. Por otra parte, el acceso fácil a fuentes a veces despertaba la vocación de historiador en monjes, archivistas, bibliotecarios, etc. Los curiosos o intelectuales de recursos trataban de formar colecciones particulares de pergaminos, papiros, copias monásticas de documentos de la antigüedad clásica, etc. Posteriormente se luchó para obtener dos cosas: 1) la transformación de las colecciones privadas de libros y manuscritos en bibliotecas y archivos públicos, o por lo menos abiertos al público; 2) la concentración del acervo bibliográfico y documental en depósitos no muy numerosos, evitando la dispersión que entorpece el trabajo de investigación. Las revoluciones tuvieron importante papel en el sentido de transformar en públicas muchas colecciones de reyes o nobles, de instituciones religiosas, etc., a través de la confiscación (eventualmente, también pudieron provocar destrucciones considerables de fuentes). Sólo en las nuevas condiciones –que sin embargo ni tienen plena vigencia sino en los países más ricos y culturalmente desarrollados– pudo la heurística funcionar satisfactoriamente. El trabajo de la heurística consiste principalmente en: elaborar listas o repertorios sistemáticos de fuentes; proceder a la clasificación racional de los depósitos de manuscritos y de las bibliotecas; establecer

Ciro F. S. Cardoso inventarios descriptivos, índices remisivos, etc.étera, publicar documentos. Forman parte de los conocimientos previos que debe tener el historiador también las disciplinas auxiliares, que resultaron del trabajo de muchas generaciones de eruditos. Se trata de disciplinas técnicas, que sirven principalmente de apoyo a las actividades de la crítica externa de documentos. Su máximo peso se ejerce en los casos en que las posibilidades de dudas y problemas son mayores: la historia de la Antigüedad y la Edad Media– He aquí algunas de estas disciplinas2: - Diplomática: estudia las actas (diplomas) salidas de las cancillerías medievales; - Numismática: estudio de las monedas que ya no circulan y, por extensión, de las medallas; - Filología: conocimiento e interpretación de los testimonios escritos y en otro sentido, estudio de las formas lingüísticas y su empleo; - Sigilografía ; se dedica a los sellos, lacres y otras formas de autenticar documentos o manifestar la propiedad; - Paleografía; estudio de las maneras de escribir y de su evolución (incluyendo los materiales en los cuales y con los cuales se escribe), - Criptografía: análisis y desciframiento de los textos redactados en el código (alfabetos sustitutivos, etc.); por extensión desciframiento de escrituras antes imposibles de leer (los jeroglíficos, el cuneiforme, el línea B de Creta, etc.); -

Epigrafía; estudio de las inscripciones;

- Papirología; análisis de los textos escritos en papiros (en especial textos egipcios faraónicos, y textos griegos y bizantinos de Egipto); - Genealogía: estudio de la filiación de los seres humanos, de la sucesión de las generaciones (en especial de las familias reales y nobles); - Heráldica: estudia los símbolos hereditarios, en particular las armas y los blasones de familias reales y nobles; - Cronología: se ocupa del tiempo y su medida, siendo sobre todo “el arte de verificar las fechas” y el estudio de los múltiples calendarios humanos.

2

Ver, al respecto, Charles Samaran, de, L´histoire et ses méthodes, Gallimard, París, 1961; Jean Glénisson, Iniciacao dos estudos históricos, DIFEL, Río de Janeiro Sao Paulo, 1977

En el conjunto, los especialistas, de períodos más antiguos tienen más que ver con estas disciplinas; pero no es ésta una regla general. El estudioso del siglo XVI, o del XVII, deberá tener conocimientos paleográficos (sin los cuales no podrá leer los documentos manuscritos del período que le interesa), filológicos, eventualmente numismáticos, etc. Los calendarios distintos coexistentes hoy –el juliano, el gregoriano, el musulmán, el judaico–, o recientes (el de la Revolución francesa, el del fascismo italiano), prolonga hasta los tiempos modernos y contemporáneos la vigencia de la disciplina cronológica. Por otra parte, cabría agregar otros tipos de conocimientos técnicos necesarios, relativos a nuevos medios de producir, almacenar y trasmitir testimonios de interés histórico: películas de cine, microfilmes, microfichas, cintas de computadora, etc. La estadística es hoy, sin ninguna duda, disciplina auxiliar de primera línea. Finalmente, viejas disciplinas auxiliares se renovaron al asociarse con modernas tecnologías: la cronología es un ejemplo, al utilizar la datación por el carbono 14, o procedimientos químicos que permiten evaluar la antigüedad de ciertos materiales. En la medida en que la historia se abrió crecientemente a las ciencias sociales en nuestro siglo, es razonable considerar hoy día, entre los “conocimientos previos” que debe tener el historiador, una iniciación, por lo menos, a la problemática y a los modos de trabajar de la economía, la sociología, la antropología, la arqueología (ayer técnica auxiliar al servicio de la historia y de la antropología, y hoy en vía de constituirse como ciencia), la ciencia política ...Ya los historiadores positivistas, afirmaban a fines del siglo pasado, la “dependencia recíproca” entre la historia y la ciencias sociales (vista entonces como una complementariedad pasado/presente), pero la realidad del contacto se hace sentir de manera incomparablemente mayor en la actualidad. La Naturaleza del método histórico. Los historiadores tradicionales oponían la historia –cuyo conocimiento se basa en la observación indirecta de los hechos históricos (es decir, del objeto de su ciencia como lo veían) a través de fuentes (principalmente documentos escritos)– a las ciencias de observación directa: Física, química, biología, astronomía, ciencias sociales “del presente”. La distinción parece hoy un tanto dudosa si la miramos en detalle. La física; por ejemplo, incluye en sus teorías muchos elementos cuya observación directa no es posible; lo mismo les pasa a ciertos “objetos teóricos” de la astrofísica (por ejemplo los “agujeros negros” derivados de la deducción que parte de la teoría de la relatividad, y hasta la fecha no comprobados por la observación); es difícil hablar de “observación direc-

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Etapas y procedimientos del método histórico ta” en relación a los estudios geológicos acerca del núcleo terrestre, por ejemplo Pero no cabe duda de que en la mayoría de los casos (exceptuándose la historia estrictamente contemporánea, la historia oral – que plantea problemas de crítica semejantes a los que interesan al trabajo con documentos escritos, de todos modos–, la utilización de fuentes que son objetos materiales: vestigios arqueológicos monumentos, monedas, etc.) el acceso del historiador a los acontecimientos, personas y procesos del pasado “pasa” obligatoriamente por aquello que sobre ellos “dicen” las fuentes escritas.

ningún momento se las somete a la prueba de la historia real. Así es como Topolski –cuyas concepciones sobre el papel de los conocimientos basados y no basados en fuentes son resumidas en el cuadro 3–, por más que reconozca que el nivel teórico tiene enorme importancia en la investigación histórica, está muy lejos de negar el papel fundamental del conocimiento basado en fuentes4 El papel importante desempeñado por el conocimiento no basado en fuentes en el proceso de investigación del historiador... puede verse con todo relieve cuando reflexionamos en profundidad acerca de las varias etapas de ese proceso y comparamos, a la vez, su papel con el del conocimiento basado en fuentes. Por otra parte, se debe establecer una firme resistencia contra el uso de esta constatación como un medio para minimizar el papel de las fuentes en la investigación histórica. Las fuentes serán siempre el mayor tesoro del historiador; sin ellas, simplemente no podría ser historiador. Se trata, aquí, de terminar con la tendencia a tratar las fuentes y el conocimiento basado en ellas como fetiches, posición que es bastante común entre historiadores... Lo esencial consiste en darse cuenta, sin dejar de lado la importancia fundamental (en cierto sentido) de las fuentes, de que no bastan ni las fuentes ni la erudición histórica sola. Tenemos que percibir que la información extraída de las fuentes es más instructiva si hacemos preguntas más variadas, cosa que exige un vasto conocimiento.

¿Bastará esto para justificar la preocupación obsesiva de los historiadores positivistas con los documentos escritos? “La historia se hace con documentos... Porque nada sustituye a los documentos: donde no hay documentos no hay historia”3. Una vez corregida la deformación de sólo pensar de hecho en documentos escritos, hay a la vez algo verdadero y algo falso en la afirmación. Lo falso proviene de que pensaban en los documentos como condición necesaria y suficiente –con tal de saber criticarlos externa e internamente– para la historia como disciplina, para el ejercicio de la profesión de historiador. La pregunta que se podría plantear es, entonces: ¿qué papel representan en la práctica del historiador el conocimiento basado y el no basado en fuentes? En nuestra opinión, fue el historiador polaco Jerzy Topolski quien supo sintetizar mejor la cuestión, siguiéndola a través de los diversos pasos o etapas del proceso de investigación. Cuando elegimos el campo a estudiar o las hipótesis de trabajo, y más tarde cuando formulamos explicaciones causales o establecemos leyes, nos apoyamos sobre todo en marcos teóricos, en el conocimiento de los códigos pertinentes a los mensajes que son las fuentes históricas, en el conocimiento de otros hechos y procesos, en la comparación . Por otra parte, en la etapa intermedia que consiste en el establecimientos de los hechos y procesos históricos que interesan específicamente a la investigación que se esté realizando –y que depende de la crítica externa e interna de los testimonios de todo tipo–, aunque también intervienen conocimiento externos al examen de las fuentes, el papel de ésta se vuelve central. Ahora bien, toda la frase previa se estilaba a preparar tal etapa intermedia, aquella en la que surgen condiciones que permiten introducir conocimientos nuevos, resultantes de la investigación concreta de que se trate, a través del procesamiento del material investigado. En cuanto a las construcciones teóricas de todo tipo. Carecen de valor si en

3 Langlois y Seignobos, op. cit, p. 15

En otras palabras, la polémica de Topolski no es contra la investigación empírica, sino contra la confusión que el positivismo establece entre tal investigación y al totalidad del método histórico. c) Las operaciones analíticas: 1) la crítica externa de los documentos (o crítica de erudicción).5 Se trata , fundamentalmente, de determinar si un documento es auténtico o falso, en su totalidad o en parte, y de ubicarlo en el tiempo y el espacio, además de restablecer su texto en su forma primero. Comprende tres operaciones: crítica de restitución, crítica de procedencia y clasificación crítica de las fuentes. La crítica de restitución es el control del texto con la finalidad de restablecerlo en su forma primera, a través de la eliminación de los errores e interpolaciones . Muchos textos nos legaron sólo en horma de copias, debido a la pérdida de los originales; con frecuencia, hay divergencia entre las distintas copias, y el crítico debe optar por una variante entre otras. A veces jamás existió un original: así, por ejemplo, los poemas atribuidos a Homero sólo fueron fijados por escrito después de varios siglos de

4 Jerzi Topolski, Methodology of history , Polish Scientific Publishers, Varsovia, 1976, p. 418 (esp., 322) 5 Cf. Langlois y Seignobos, op. Cit,. Libro II, caps. 2 a 5; Robert Marichal, “La critique des textes”, en Samaran, de., op. cit,.pp. 1.247–1366

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elaboración gradual, transmisión y relativa fijación final , todo aquello en el contexto de la tradición oral. Los errores pueden ser detectados por la incorrección gramatical(en función del uso del autor o de su época), lo absurdo, la contradicción, el hecho de atribuirle al autor ideas o conocimientos que no podía tener, etc. Las interpolaciones, o sea, pasajes agregados, interpolados en el texto por sucesivos copista, se evidencias por el hecho de causar problemas lingüísticos o gramaticales, contradicciones y anacronismos. La genealogía de las copias disponibles constituye el instrumento esencial de trabajo en el marco de la crítica de restitución. La crítica de procedencia es el conjunto de procedimientos empleados para determinar la fecha, el

lugar de origen y el autor de un documento. Muchos documentos jamás estuvieron fechados; en otros casos, hay que solucionar problemas resultantes de cambios de calendario, de fechas incompletas o perdidas, etc. La escritura –cuya variación en el tiempo y el espacio conocen los paleógrafos– el examen del material mismo del documento (el material usado para escribir es variable según las épocas), la estratigrafía si se trata de un texto descubierto en una excavación arqueológica, la mención en su interior de hechos cuya fecha ha sido anteriormente establecida, son elementos importantes en la búsqueda de la fecha. Aunque también puede servir en tal sentido el examen del contexto cultural percibido a través del texto, no se trata de procedimientos de fácil manejo: es raro que sepamos –con relación a períodos no muy recientes– cuán-

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Etapas y procedimientos del método histórico do, exactamente, surgió por vez primera una técnica determinada, u objeto dado, etc.: ciertos textos, por lo demás, buscan voluntariamente el arcaísmo. La utilización de este procedimiento se vuelve más fácil cuando las referencias al contexto cultural son abundantes. Al hablar del lugar de origen de un documento importa tomar tal expresión en un sentido amplio, que comprenda no solamente la ubicación geográfica, sino también el medio social que lo produjo. Dicho medio puede determinarse a través de la búsqueda de los centros de interés que se manifiestan en el texto. Entre los procedimientos que pueden servir para ubicar el lugar de origen, tenemos la consideración de las particularidades regionales de la lengua, cuando son conocidas para la época en cuestión; aunque, por supuesto, una persona nacida en cierta región puede escribir en otra. Aun en los libros impresos, con frecuencia se pierden las indicaciones relativas al autor, ya que normalmente se encuentran en las primeras o en las últimas páginas (las partes más vulnerables de un volumen). Por otra parte, tenemos problemas de otros tipos. Los reyes, ministros, altos funcionarios, etc.,. pueden firmar multitud de documentos no elaborados personalmente por ellos, incluso sin haberlos leído. Y existen los casos de los seudónimos, anónimos, apócrifos (falsas atribuciones), las atribuciones múltiples, y así sucesivamente. Claro está que en los muchísimos casos resultará del todo imposible identificar al autor del documento. A veces, el examen de la lengua (modo de escribir, gramática, estilo) y de elementos de identificación contenidos en el texto, permiten establecer a quién se debe el testimonio en cuestión. La finalidad de la clasificación crítica de los textos es distinguir los testimonios directos de los indirectos. Los testigos oculares de un fenómeno o proceso no lo ven, habitualmente, de la misma manera, o no lo describen con las mismas palabras: cuando esto último ocurre, tenemos un caso de copia de una fuente anterior por otra más tardía. La comparación y genealogía de los textos permiten hallar paralelismo entre ellos: las elecciones de hechos, los errores comunes de fecha, etc. denuncian la copia. Es evidente que no se puede trabajar con datos que no sepamos si son o no auténticos, o con documentos que no estén firmemente asentados en el tiempo, en el espacio y en cuanto a su autoría (o por lo menos su atribución a un grupo social determinado). Así, siempre que resulte necesario, es preciso seguir aplicando la crítica externa, enriquecida en nuestros días, como ya mencionamos, por la posibilidad de

asociar las disciplinas auxiliares de que depende a duna tecnología elaborada. Pero es cierto, por otra parte, que los historiadores de los tiempos modernos y contemporáneos no se ven, con tanta frecuencia como por ejemplo los medievalistas, enfrentados a textos que son copias de copias, con el peligro de falsificaciones, etc. Por otra parte, en el caso de fuentes estandarizadas, que se repiten según un patrón – series estadísticas; series de bautizos, matrimonios y defunciones de los archivos parroquiales; actas notariales–, suponiendo que estemos satisfechos en cuanto a la fecha y a la procedencia geográficas, ¿será realmente importante conocer siempre al “autor”? De hecho, la cuantificación histórica exige plantear en forma diferente de la tradicional las cuestiones de la crítica externa. En relación a fuentes usadas para recolectar o construir series numéricas, por ejemplo, la “clasificación” crítica de los textos” no podrá consistir sólo en decidir si el autor fue o no un observador directo. Tendrá que tratar de establecer en cuál de las tres categorías siguientes entra la fuente en cuestión:6 1) fuentes estructuralmente numéricas, reunidas como tales, y utilizadas por el historiador para contestar a preguntas directamente ligadas a su campo original de investigación; 2) fuentes estructuralmente numéricas, más utilizadas por el historiador de manera sustitutiva, para encontrar respuestas a cuestiones extrañas a su campo original; 3) fuentes no estructuralmente numéricas, pero que el historiador busca utilizar de manera cuantitativa, a través de un procedimiento doblemente sustitutivo. Las formas de trabajar con tales fuentes, las operaciones estadísticas posibles, y muchas otras cosas, dependerán de ello. d) Las operaciones analíticas: 2) la crítica interna(o de veracidad) de los testimonios.7 Se trata de verificar la veracidad intrínseca de la fuentes, luego de apreciar su contenido y el sentido de su texto. La crítica interna comprende dos aspectos principales: la interpretación y la crítica de sinceridad y exactitud.

6 Cf. Francois Furet, “la historia cuantitativa la construcción del hecho histórico”, en F. S. Cardoso y Hector Pérez B, eds. Historia económica y cuantificación, Secretaría de Educación Pública, México, 1976, pp. 157–182. 7 C.f. Langlois y Seignobos, op. cit, libro II, caps. 6 a 8; Marichal, op. Cit.

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Ciro F. S. Cardoso Llamamos interpretación (o hermeneútica) a la apreciación del contenido exacto y del sentido de un texto, a partir de la consideración de la lengua y de las convenciones sociales de la época en que fue compuesto. La lengua cambia según el tiempo, el lugar, el estilo, el grado de cultura, etc. Es necesario saber con exactitud qué significaba cada término o expresión en el momento histórico correspondiente a la redacción del texto, pues existe el peligro de distorsionar el sentido de este último, de interpretarlo anacrónicamente: por ejemplo, si consideramos los términos que contiene en sus acepciones actuales (tratándose de una lengua viva). Como las traducciones constituyen siempre, en alguna medida, interpretaciones y comentarios, el historiador debe trabajar con los textos originales siempre que ello sea posible. Además de la lengua, hay que tomar en cuenta las convenciones sociales: los hábitos de pensamientos, las actitudes intelectuales, las maneras de sentir, las ideas socialmente transmitidas y los estereotipos dependen de la psicología colectiva, que cambia según e tiempo, el lugar, el grupo social y cultural, etc. Las convenciones sociales incluyen igualmente los estilos y modelos juzgados dignos de ser copiados, las modas, etc. Solo es posible interpretar un texto correctamente tomando en cuenta todo ello. En lenguaje actual, la interpretación es una operación de “decodificación “ o de “transcodificación” (paso de un código a otro). La finalidad de la crítica de sinceridad y de exactitud es el establecimiento de los hechos . En cuanto a este punto, el principio general es lo que podríamos llamar de “desconfianza sistemática”: nada que no esté positivamente probado debe aceptarse, sino que permanecerá dudoso; no se debe creer en un autor o un texto sin que haya buenas razones como para hacerlo, etc. En cuanto a la sinceridad, los historiadores positivistas creían posible establecerlas a través de una serie de preguntas, tendientes a verificar si el autor tenía interés en mentir, o el grupo por él representado; si estaba en una posición que lo obligaba a mentir; cuáles eran sus simpatías y antipatías, etc. Sobre la exactitud, había que evaluar el grado de conocimiento efectivo de los hechos que podía tener el autor del texto, verificando si la información que proporciona reposa directamente en una observación correctamente realizada; en otras, se trata de saber cuál fue la posición del autor frente al hecho que menciona. El procedimiento consiste en comparar sistemáticamente todas las observaciones relativas a un mismo hecho: si hay concordancia, podemos considerarlo como científicamente establecido. También importante es el criterio de coherencia: si al ajustar una serie de hechos el cuadro formado por ellos re-

sulta coherente, esto confirma dicho cuadro. En la práctica, la documentación disponible difícilmente es tan completa como para poder aplicar las reglas mencionadas. Un último punto: la distinción entre los testimonios voluntarios (las crónicas, las memorias, las obras históricas, etc.) e involuntarios (textos litúrgicos, correspondencia o libros de contabilidad de una empresa, etc.) Naturalmente, los testimonios involuntarios son más fiables; pero un mismo documento puede contener –y generalmente contiene– ambos tipos de testimonios a la vez. Decididamente, la crítica interna en la concepción positivista “envejeció” bastante más que la externa: La “crítica de sinceridad y exactitud” trabaja suponiendo (implícitamente) un “sujeto transparente”, individual, con libre albedrío total, y sin una dimensión no consciente. Supone también la no pertinencia del análisis del discurso, de la enunciación. Hoy día se vuelve necesario corregir este punto, con apoyo en alguna teoría de las clases y de la ideologías: el texto no debe ser tomado exclusivamente en su contenido, tratado en forma cualitativa, sino también en sus condiciones sociohistóricas de producción.8 Por otra parte, también aquí conviene notar el impacto de la cuantificación sobre los procedimientos críticos:9 Los datos de la historia cuantitativa... no dependen de un impalpable corte externo del “hecho”, sino de criterios de coherencia interna... El documento, y el dato, ya no existen por sí mismos, sino con relación a la serie que los precede y los sigue; es por su valor relativo que se vuelven objetivos...Y de este modo, el viejo problema de la “crítica” del documento histórico se halla al mismo tiempo en una posición distinta. La crítica “externa” ya no se establece a partir de una credibilidad basada en la comparación con textos contemporáneos de otra naturaleza, sino a partir de la coherencia con un texto de la misma naturaleza, situado de manera distinta en la serie temporal, es decir antes o después. La crítica “interna” se encuentra tanto más simplificada cuanto que muchas operaciones de limpieza de los datos puedan ser colocadas en la memoria de una computadora.

e) Las operaciones sintéticas.10 Las indicaciones de los historiadores positivistas respecto de la síntesis histórica son mucho menos precisas –y más subjetivas– que las que proporcionan respecto de las operaciones analíticas de la crítica documental.

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8 Ver principalmente Régine Robin, Histoire et linguistique, Armand Colin, París, 1973; Julia Kristeva, Semeiotiké. Recherches pour une sémanalyse, Seuil, París, 1969. 9 Furet, op. Cit., pp 164–165. 10 Cf. Langlois y Seignobos, op. cit. Libro III, caps. 1 a 5; más recientemente ver G. R. Elton, The practique of history, Collins-Fontana, Londres, 1972, cap. 3; Robert F. Berkhofer, Jr., Abebavioral approch to historical analysis, The Free Press, Nueva York, 1971, caps. 12 y 13.

Etapas y procedimientos del método histórico De hecho denotan un cierto pesimismo en cuento a las condiciones generales y a posibilidad misma de la construcción histórica sintética. Así, empiezan apuntando ciertas dificultades ligadas a las características de lo que para ellos constituye la materia prima de la historia , o sea los hechos históricos establecidos al analizar críticamente los documentos: 1) los hechos históricos vienen mezclados en las fuentes, y no son fenómenos variadísimos en su naturaleza –lingüísticos, de costumbres, relativos a acontecimientos, e institucionales, etc.–: lo que tienen en común es sólo que son hechos pasados y que fueron establecidos por observación directa; 2) presentan grados muy diversos de generalidad en el espacio y el tiempo; 3) el carácter histórico que presentan tiene como condición sine qua non su localización en el tiempo y el espacio, sin la cual pierden el carácter de los hechos históricos para referirse a la “ naturaleza humana en general” (es el caso, por ejemplo, de los hechos del folklore); 4) en muchos casos, la crítica no logra proveer hechos seguros, sino establecidos sólo con grados mayores o menores de probabilidad. En otras palabras, la síntesis opera sobre una masa incoherente y heterogénea de hechos singulares. Ahora bien; el trabajo del historiador, siendo la historia una ciencia de observación indirecta, no concierne a cosas concretas, sino a operaciones puramente intelectuales y abstractas, en las cuales lo que se manipula son simples imágenes do reflejos de hecho en las fuentes, que el estudioso trata de percibir. En estas condiciones, la impresión de conjunto será necesariamente confusa, difusa, marcada por la subjetividad de los testigos. ¿Cómo trabajar entonces?. Los historiadores positivistas invocaban estas razones para rechazar la posibilidad de plantear hipótesis. Sabemos hoy que, de hecho –y como no puede dejar de ser–, sí las planteaban implícitamente. Partían de la clasificación y agrupamiento de los hechos en categorías. Las más generales de estas categorías surgirían al considerar que los documentos informan sobre: 1) seres visos y objetos materiales; 2) acciones de los hombres, y sus palabras; 3) motivos y concepciones.

va, aceptable, que la de los historicistas idealistas (neokantianos o presentistas). En resumen, las operaciones sintéticas procederían en cuatro pasos básicos: 1) Tratar de imaginar los hechos históricos establecidos por la crítica según el modelo de hechos actuales análogos, para la construcción de una imagen global del hecho pasado (puesto que lo que los documentos proporcionan directamente son sólo fragmentos de hechos que es preciso organizar). 2) Agrupamiento de los hechos en cuadros, clasificándolos en categorías según su naturaleza (Laglois y Seignobos proponen las categorías siguientes: 1) condiciones materiales; 2) hábitos intelectuales; 3) costumbres materiales; 4) costumbres económicas; 5) instituciones públicas. Pero no es cierto que, en su mayoría, los historiadores de entonces se interesan por todos estos tipos de “hechos”) 3) Constatación de lagunas debidas a la insuficiencia de la documentación, que se tratará se llenar por medio de razonamientos que partan de los hechos conocidos (evidentemente, lo así reconstituido no tiene la misma seguridad de los hechos establecidos a través de la documentación). 4) Condensación de los hechos en “fórmulas” en la base de sus relaciones: en esta etapa se establece la serie lineal de “causas” y “consecuencias”. Pero todo esto es en el fondo muy precario. Todo influye sobre todo, decían: evidentemente esto era un problema serio, puesto que los positivistas no tenían una teoría explícita de lo social. Son “millones” los hechos necesarios para la síntesis. Así, ésta vendría –en un futuro indefinido– por la acumulación y la combinación de los resultados de miles de trabajos de pormenor bien hechos. Los historiadores positivistas admitían dos tipos de obras de historia: las monografías y los trabajos de carácter general. Dudaban, sin embargo, de estos últimos, y a fin de cuentas sólo creían en monografías muy detalladas, para cuya elaboración estipulaban ciertas reglas:11

A partir de ahí, la posibilidad de la síntesis reposaba en dos postulados básicos: 1) los fenómenos de percepción intelectual indirecta no son por ello irreales (o sea, se mantiene el realismo del objeto; los “hechos históricos” existen y son externos al observador; 2) la base –a menudo inconsciente o implícita– de la reconstrucción histórica es la semejanza de los hechos del pasado con los actuales (estos sí observables directamente). Se ve que, en estos p untos centrales, la posición positivista es bastante más positi-

Toda monografía, para ser útil, es decir , plenamente utilizable, debe someterse a tres reglas: 1) ningún hecho histórico extraído de documentos debe ser presentado sin estar acompañado de la indicación de los documentos de que provino, a sí como de un juicio sobre el valor de tales documentos; 2) es indispensable seguir, tanto cuanto sea posible, el orden cronológico, pues fue en él que los hechos se produjeron y por el podemos establecer las causas y efec-

11 Langlois y Seignobos, op. Cit. pp. 213–214.

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Ciro F. S. Cardoso tos; 3) es necesario que el título de la monografía haga conocer, con precisión, la naturaleza del tema tratado en ella...

No precisamos criticar en detalle esta visión –a todas luces superada– de la síntesis histórica. Ya discutimos, en el capítulo 4, su vicio central: es imposible sintetizar adecuadamente en historia, partiendo de la premisa de que el objeto de ésta son hechos rigurosamente “singulares”, aislados los unos de los otros “únicos e irrepetibles”. Simplemente no pueden existir hipótesis , teorías y leyes científicas construidas sobre la base de hechos singulares tomados exactamente en su singularidad, es decir , considerando a ésta como irreductible. Otro punto muy negativo era la creencia de que el historiador trabaja sin plantear hipótesis: esto conducía simplemente a una falta de control de los historiadores positivistas sobre una multitud de hipótesis (derivadas de filosofías de la historia) que ellos, como no podría dejar de ser de hecho planteaban implícitamente.

2. El método científico en historia: algunas consideraciones12 La noción de que el método histórico debe incluir el planteamiento de hipótesis está ya bastante difundida, aunque no lo suficiente. Sin embargo, si bien ello implica lógicamente cuestiones como la generalización y la búsqueda de explicaciones, muchos historiadores siguen creyendo que éstas no son parte de su tarea. Empero, como dice Moses Finley, “todo historiador se ve sumido en explicaciones y generalizaciones a partir del momento en que trasciende el ámbito del puro nombrar, como contar o fechar”13 Lo que pasa es que en muchos casos la generalizaciones y explicaciones quedan implícitas. Así, por ejemplo, en el caso de los positivistas, que creían trabajar en el plano de los meros hechos singulares:14 ...este tipo de historia aparece puntualizado a la vez –y contradictoriamente– por el tiempo corto y una ideología finalista; como el acontecimiento –irrupción súbita de lo único y de lo nuevo en la cadena del tiempo– no puede ser comparado con ningún antecedente, la única manera de integrarlo a la historia está en atribuirle un sentido teleológico: si él no tiene un pasado, tendrá un futuro. Y como la historia se ha desarrollado desde el siglo XX como un modo de interiorización y conceptualización del sentimiento de progreso, el “acontecimiento” indica casi siempre la etapa de

un advenimiento político o filosófico: República, libertad, democracia, razón. Tal conciencia ideológica de la historia puede asumir formas más refinadas; ...pero traduce en el fondo mismo mecanismo de compensación: para ser inteligible, el acontecimiento necesita una historia global definida fuera e independientemente de él.

El avance científico de la historia exige que hipótesis, explicaciones y generalizaciones se expliciten. Esta es la única manera de poder ejercer un control y una verificación adecuados de ellas, de forma a garantizar un conocimiento objetivo, que pueda aspirar a la intersubjetividad. Como cualquier disciplina, el método científico en historia consiste básicamente en seguir ciertos procedimientos para plantear problemas y verificar las soluciones propuestas. La historia utiliza las hipótesis de manera un tanto distinta a las ciencias naturales. Más exactamente, las debe emplear en niveles más numerosos. Esto es así porque, al ser indirecta –en el sentido planteado por los historiadores positivistas– la observación de los acaecimientos y procesos históricos, es necesario, antes de poder someter las hipótesis explicativas a la confrontación con los datos, controlar tales datos: y para ello es preciso plantear hipótesis relativas a la descodificación (hermenéutica) y al control de autenticidad y veracidad(críticas externa e interna) de las fuentes utilizadas. (Véase el cuadro 4: no nos parece, sin embargo, que resulte necesario distinguir las “hipótesis de construcción” como categoría aparte, puesto que su finalidad es –o debe ser– explicativa.) Como ya tratamos, en la parte anterior de este capítulo, las cuestiones atinentes a la crítica histórica, ahora nos interesarán sólo las hipótesis explicativas, aquellas que ofrecen una solución tentativa al problema científico planteado –hipótesis heurísticas o de trabajo–, y que será sometidas a verificación. Después, si no fueron demostradas como falsas, pasarán a ser hipótesis comprobadas. Podrá variar el grado de comprobación, según las virtualidades, en este sentido, de la documentación disponible y otros

12 Nuestra exposición debe mucho a J. Topolski, op.cit,. Caps, 14, 21 y 22, pese a ciertas diferencias de opinión. 13 M.I Finley, Uso y abuso de la historia, trad. de A. Pérez–Ramos, Crítica, Barcelona, 1977, p. 104 14 Furet, op. Cit., p. 173.

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Etapas y procedimientos del método histórico factores. Así es como el descubrimiento de fuentes pertinentes antes desconocidas puede, eventualmente, hacer que una hipótesis comprobada vuelva a ser de nuevo simplemente una hipótesis heurística por verificar. El manejo de la hipótesis se hace en tres etapas: 1) formulación; 2) substanciación, 3) verificación. Para la formulación adecuada, es útil el conocimiento de por lo menos algunos rudimentos de lógica. En el caso de la historia, la substanciación depende de los procedimiento de crítica documental. En cuanto a la verificación, se hace deduciendo de la hipótesis planteada sus consecuencias lógicas, tratando después de verificar –con los datos disponibles– si se dan tales consecuencias (o si son probables, por lo menos, y si son compatibles con el cuerpo de los conocimientos ya constituidos –aunque por supuesto éste puede ser cambiado si es necesario, en función de nuevos descubrimientos– . Al formular hipótesis, se debe tener presente que en ciertos casos –relativamente raros en historia– la pregunta planteada puede tener un número infinito de respuestas posibles mutuamente excluyentes, según un sistema binario de elección (o que se torna binario, reduciéndose una serie de respuestas posibles a pares sucesivos). En otros casos, la elección de la respuesta tendrá que ejercerse entre un número muy grande o aún infinito de posibilidades, lo que no deja de aumentar la dificultad de la explicación. La construcción de la historia como ciencia depende sobre todo, en la actualidad, de la solución de dos problemas: 1) cómo enunciar y comprobar hipótesis que no sean proposiciones singulares; 2) cómo garantizar la construcción teórica adecuada, mediante generalizaciones controladas. Los instrumentos disponibles más importantes para estas dos finalidades –que en el fondo se reducen a una sola: la superación de la tendencia de los historiadores a preocuparse excesiva o exclusivamente con la singularidad de los procesos, secuencias y estructuras que estudian– son el método comparativo y la construcción de modelos (ver el cuadro 5). Vimos en el capítulo 2 (§ 2) que una hipótesis científica no puede ser una proposición singular: debe ser una proposición particular (en el sentido de aplicarse a cierto número de casos) o universal (aplicable a todos los casos), y verificable. El planteamiento y comprobación de este tipo de hipótesis permite, en el nivel del establecimiento de generalizaciones históricas amplias –leyes, teorías–, la integración adecuada del conocimiento adquirido, que es instrumento necesario para el planteamiento de nuevas hipótesis, cumpliendo así el ciclo habitual del método

científico: teoría –hipótesis– verificación –vuelta a la teoría para integración de las conclusiones– nuevas hipótesis, etc. Mencionamos también (capítulo 4, § 3) que el obstáculo específico más importante a la constitución de una historia cabalmente científica es, en efecto, la preocupación persistente y a veces predominante con lo particular –no ya a nivel de “hechos singulares”, sino de los casos o procesos– que aún caracteriza a muchos historiadores, por más que sea cierto que se ocupan también –y crecientemente– de regularidades, recurrencias y generalizaciones explicativas. ¿De qué manera contribuyen el método comparativo y la construcción del modelos a la superación de esta problema? El método comparativo fue propuesto como un instrumento al servicio del planteamiento y control de hipótesis y generalizaciones explicativas, con la finalidad de conceptualizar la problemática histórica a través de la ruptura de los marcos nacionales y cronológicos habituales, a favor del estudio de temas bien definidos. En lugar de estudiar la historia medieval “de Francia”, “de España”, “de Italia”, “de Inglaterra”, “del Japón”, cuando no de unidades todavía menores (provincias, regiones, etc.), el enfoque comparativo podrá proponer, por ejemplo, el tema del feudalismo en el conjunto de los países y regiones que aparentemente lo conocieron. En lugar de abordar separadamente la evolución de los imperios coloniales “de España”, “de Portugal”, “de Francia”, “de Inglaterra” en América, la actitud comparativa podrá sugerir temas como la esclavitud o el sistema colonial mercantilista, entre otros, visto en el conjunto colonial americano. Defino pro Marc Bloch como la búsqueda, “para explicarlas” de “las similitudes y las diferencias que ofrecen dos series de naturaleza análoga, tomadas de medios sociales distintos”15 el método comparativo conduce, por su misma naturaleza, a la ruptura de la singularidad de los casos y procesos. Permite también eventualmente, una vuelta al caso singular o específico, muy enriquecida por la ampliación teórica resultante de la comparación. El método comparativo tiene, en historia, dos modalidades principales: 1) la mayoría de los historiadores lo aplican hoy prudentemente, sólo a sociedades que presenten suficiente parecido estructural (Bloch hablaba de “sociedades síncronas” –sociétés synchrones–; un evolucionista hablaría de “sociedades sistadiales”); 2) también es posible comparar entre sí secuencias o temáticas del mismo tipo en sociedades estructuralmente muy diferentes pero se corre entonces el peligro de interpretar como analogías pro15 Marc Bloch, “El método comparativo en historia”, en Ciro F. S. Cardoso y Hector Pérez B., Perspectivas de la historiografía contemporánea, Secretaría de Educación Pública, México, 1976, pp. 26–27

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Ciro F. S. Cardoso

Instrumentos para la construcción de una historia científica Finalidad

Construcción de la historia como ciencia

Problemas a soculionar

1) Formulación y comprobación de hipótesis con un grupo suficiente de generalidad.

Instrumentos principales

Comparación selectiva (criterio estructural) 1° Método comparativo Comparación generalizada (Criterio temático)

estructurales 2) Generalización, síntesis, leyes, construcción de teorías

2° Construcción de modelos

fundas (isomorfismos) lo que no pasa a semejanzas formales superficiales (epimorfías) que ocultan diferencias radicales de fondo, y de caer en grandes construcciones “metahistóricas” como las de A. Toynbee u O. Spengler. En otra ocasión nos referimos a las diversas ventajas y dificultades de la aplicación del método comparativo en historia.16

Isomórficos

genéticos

arbitrarios

dialécticos

contrafactuales

cos –como el modelo del feudalismo polaco construido por Witold Kula–, invitan a la generalización: en el caso mencionado, no se trata meramente de un modelo “de Polonia”, sino del feudalismo polaco, lo que de inmediato sugiere constrastaciones comparativas con otras estructuras económicas–sociales consideradas feudales, y para empezar, con los países que conocieron la llamada “segunda servidumbre”17

La construcción de modelos –si se considera el modelo como una representación simplificada de una estructura o sistema real– favorece de diversos modos la historia científica. Además de favorecer el desarrollo del razonamiento deductivo en los estudios históricos, exige una definición clara de los factores (o variables, si se trata de un modelo cuantificado) de diversos tipos: parámetros, factores internos al sistema del que se construye el modelo, factores externos al mismo. Esto hace más fácil la verificación y la intersubjetividad. Por otra parte, es frecuente que el modelo trascienda a realidades singulares por referirse a categorías más generales, aplicables a diversos casos. Aún cuando se refieran a casos específi-

Tres tipos fundamentales de modelos han sido aplicados a investigaciones históricas. Los más frecuentemente usados por historiadores profesionales son los modelos isomórficos, es decir, los que pretenden ser una representación realista (aunque simplificada) del sistema estudiado. Estos modelos, según el tipo de enfoque que presida a su construcción, serán: predominantemente estructurales, cuando privilegian las interacciones y el funcionamiento característico de una totalidad (es el caso del modelo ya mencionado de W. Kula); sobre todo genéticos, cuando el énfasis recae en secuencias cronológicas a las que se asocian nexos causales, como por ejemplo las

16 Ciro F. S. Cardoso y Hector Pérez Brignoli, Los métodos de la historia Crítica, Barcelona., 1977 capítulo VIII.

17 Cf. Witold Kula, Théorie économique du systéme Féodal. Pour un modéle de I’ économie polonaise 16–18 stécles, trad. Del polaco, Mouton, París– La Haya, 1970 (existe en castellano).

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Etapas y procedimientos del método histórico etapas del “crecimiento económico” de W.W. Rostow;18 dialécticos, cuando se trata de reunir a las visiones estructural y genética en una perspectiva unificada: en la actualidad caracterizan sólo, o proncipalmente, a ciertos estudios marxistas. En segundo lugar tenemos los modelos arbitrarios, o sea, construcciones instrumentales intencionalmente arbitrarias, partiendo de algún criterio de elección del investigador: es el caso de los “tipos ideales” de Weber, o de los “modelos” de Lévi Strauss (de hecho la relación estructura /diagrama en este autor está lejos de ser clara en la práctica). Los modelos de Weber son en muchos casos “probabilidades típicas de acontecer”, las cuales puedan surgir en situaciones histórica muy diversas (citemos como ejemplo la “estructura patrimonial”). El historiador les hace el mismo tipo de crítica que a ciertos modelos usados por la historia cualitativa en su vertiente de “econometría restrospectiva”: relación dudosa entre hechos dispares, falta de respeto por la especificidad estructural de las diferentes épocas y sociedades, fuentes discutibles y no controladas.19 Finamente, la New Economics History norteamericana, ha puesto de moda (otra vez, pues se trata de procedimiento antiguo) un tipo especial de modelo arbitrario, el contractual, que consiste en construir un curso hipotético alternativo de acontecimientos para poner a la prueba las generalizaciones explicativas o hipótesis causales, mediante la eliminación hipotética de los factores a que apuntan a tales hipótesis. Por ejemplo: si se afirma que el progreso tecnológico y a marcha hacia el oeste fueron factores importantes en la historia agraria de los Estados Unidos en el siglo XIX, se tratará de imaginar dicha historia sin progreso tecnológico ni expansión para el oeste. Este es un método del que los historiadores profesionales desconfían mucho, y por excelentes razones.20 El método comparativo, y la construcción de modelos pueden combinarse. En efecto, la comparación supone un modelo por lo menos implícito (sin lo cual no se sabría qué elementos o variables seleccionar, para su comparación, en los diversos casos que forman el universo de análisis), y en muchos procedi-

18 F. W.W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico, FCE, México, 1962. 19 CF. Max Weber, Economía y Sociedad, FCE, México, 1964, tomo I.pp. 16–18; T. Parsons, La estructura de la acción social, Guadamarrama, Madrid, 1968, tomo II, pp. 739–753. 20 Cf. C. F.S. Cardoso y Hector Pérez B. Los métodos..., cap. II de los mismos autores, Historia económica de América latina, Crítica, Barcelona, 1979, vol. I, pp. 75–76

mientos de modelización está también implícita la comparación. Comparación histórica y modelos apuntan, ya lo vimos, a intenciones explicativas. Conviene ahora entrar en forma más sistemática a la cuestión de la explicación histórica, base necesaria de la síntesis. Cualquier intento de explicación en historia debería esforzarse por cumplir con ciertos requisitos: 1) tomar en cuenta el carácter a la vez subjetivo y objetivo de los procesos históricos (que incluyen siempre “hechos de conciencia”); 2) basarse en una jerarquización de los factores causales o explicativos según alguna teoría de lo social (la historiografía tradicional hablaba de “causas principales” y “causas secundarias”, de “causas directas” e “indirectas”, de “causas lejanas” y “causas próximas”, etc., pero no disponía de tal teoría). J. Topolski distingue diversos tipos de explicación utilizados por los historiadores:21 1) explicación a través de una descripción; aun la crónica contiene elementos de explicación, contestando a preguntas del tipo: “¿qué?”, “¿quién?”, “¿cuándo?”, “¿cómo?”, ya que sin tales elementos no se podría organizar una narración coherente; 2) explicación genérica: busca revelar el origen de un fenómeno o proceso por la presentación de sus etapas sucesivas, privilegiando la secuencia genética (a la cual, implícita o explícitamente, se trata de vincular algún lazo causal); 3) explicación estructural o funcional: indica el lugar de un elemento en una estructura o sistema, para así dar cuenta de dicho elemento; 4) explicación mediante una definición; contesta a preguntas del tipo: “¿qué fue el movimiento de los “remensas”?, o “¿porqué a Benito Juárez se le considera un liberal?”; 5) explicación causal; contesta la mayor parte de las preguntas del tipo: “¿por qué pasó tal cosa?”; También R. Berkhofer Jr. Llama la atención sobre la diversidad de las formas de explicación en historia: explicación causal, estadística (o probabilística), teleológica, funcional, genética, mediante leyes o teorías.22 Las explicaciones causales, quizá las más importantes –por vincularse al establecimiento de regularidades y por tal camino, de leyes y teorías–, pueden también ser de varios tipos. Según un primer criterio 21 Topolski, op. cit, p. 288. 22 Berkhofer, Jr., op. Cit., p. 288.

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Ciro F. S. Cardoso de clasificación, tendríamos las unicausales y las multicausales (siendo estas últimas las más frecuentes en historia). De acuerdo con otro criterio habría: causalidad ligada a la racionalidad de la acción humana (dependiente de una teoría de la libertad de los sujetos históricos individuales o colectivos); casualidad vinculada a consecuencias no intencionales de acciones debidas a numerosas personas (procesos históricos). Un tercer criterio nos daría lo siguiente: 1) explicación causal por referencia a factores intrínsecos al mismo sistema estudiado: 2) explicación estrictamente causal: hace intervenir uno o más factores externos al sistema. Finalmente, una última clasificación de tipo lógico–formal nos daría: 1) explicación por referencia a leyes que indican las condiciones necesarias o suficientes (o ambas); 2) explicación que indica una de las condiciones suficientes alternativas (o sea, que en una circunstancia dada se vuelve necesaria); 3) explicación por referencia a circunstancias favorables. En principio, las hipótesis comprobadas pasan a integrar el cuerpo de teorías de una ciencia; las hipótesis explicativas, una vez verificadas suficientemente, se transforman en leyes científicas. Pero en historia, como en general en el conjunto de las ciencias del hombre, las teorías no responden a criterios rigurosos y formalizados de construcción (como el método axiomático, por ejemplo). Lo que en ciencias sociales se llama “ley” es, con frecuencia, simplemente un enunciado general aplicable a un gran conjunto de casos, pero sin un carácter necesario. Por otra parte, es cierto también que las leyes de este tipo – probabilistícas, tendenciales– hoy día son bastante utilizadas y valorizadas también en las ciencias naturales.23 Los historiadores buscan actualmente vincular, en sus explicaciones, el enfoque estructural y el causal (o, en forma más amplia, las diversas formas de determinaciones)24. Esto quiere decir que las determinaciones o vínculos causales se plantearán entre estructuras parciales que integran la estructura social global, y no entre elementos, factores o hechos aislados. Ya vimos (capítulo 4, 3) que muchos historiadores son escépticos en cuanto a la posibilidad de que la historia pueda venir a ser totalmente científica. Robert–Berkhofer Jr, mencionaba la discontinuidad que existe entre descripción y explicación en historia podemos describir bastante más de lo que explica-

mos. En otras palabras, “la historia” (explicativa, contestando a los “¿por qué?”) no puede expulsar del todo a la “crónica” (que contesta las preguntas del tipo: “¿qué?”, “¿quién?”, “¿cuándo?”, “¿dónde?”, “¿cómo?”); esto es así porque, al existir secuencias recurrentes o regulares que son compatibles con la causalidad, y otras que sólo aceptan normas menos estrictas de explicación, no hay único modelo explicativo que comprenda a la historia en su totalidad temporal. Este autor dice que el único marco global es el ordenamiento temporal de los datos, el cual introduce una estructura que exige a la vez “la crónica” y la “historia”, aunque se puede admitir el avance de la segunda en detrimento de la primera según vaya progresando la construcción teórica. En suma:25 Otras disciplinas pueden seleccionar sus datos sólo de las secuencias repetitivas, generalizadas, en el sentido de favorecer el desarrollo de explicaciones en el nivel de las preguntas del tipo “¿por qué?” ; pero los presupuestos de los historiadores prohiben esta solución fácil para los problemas de la explicación... el presupuesto holístico del tiempo significa todavía que la estructura de los análisis está determinada por la descripción de su objeto temático.

Nos parece, sin embargo, que este autor –como de Certeau y Beyne (cap. 4 § 3)– está aún muy marcado por la concepción tradicional de la totalidad histórico–social y cronológica. Hoy día hay muchos ejemplos de historiadores que trabajan con tiempos múltiples y no se someten ya a una perspectiva cronológica necesariamente lineal y continua (ver el cap. 6). Por otra parte, la dificultad de recortar la materia estudiada de manera a favorecer las explicaciones causales viene, sobre todo, de una visión no teorizada de lo histórico–social; ello conduce a creer que la historia total consiste en decirlo todo sobre todas las cosas que pasaron (o las relevantes), lo que naturalmente no se puede hacer, como lo señaló con razón Pierre Vilar:26 la “historia total”, no consiste en la tarea imposible de “decirlo todo sobre todo”, sino “solamente en decir aquello de que el todo depende y aquello que depende del todo”; esto sí, cosa perfectamente factible, mas sólo si se admite ue en lo social global hay niveles más determinantes que otros: sin lo cual de hecho nos quedamos con una totalidad imposible de manejar por su complejidad irreductible. A menudo se acentúa, en discusiones metodológicas, el estado incipiente de la construcción de la historia como ciencia. Lo importante, sin embar-

23 Ver al respecto E.H. Carr, ¿Qué es la historia?, trad. De J. Romero M. Seix Barral, Barcelona, 1976, pp, 78–83. 24 Ver Mario Bunge, Causalidad. El principio de la causalidad en la ciencia moderna, EUDEBA, BsAs, 1965

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25 Berkhofer, Jr, op. pp. 289–290 26 Pierre Vilar, “Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de diálogo con Althuser”, en Cardoso y Pérez Brignoli, eds., Perspectivas.., p 157.

Etapas y procedimientos del método histórico go, es constatar, por una parte, los enormes pasos ya dados en tal sentido; y por otra, que nada se opone a progresos aún más decisivos en este campo. Que los historiadores en su mayoría se hayan esforzado relativamente poco en este sentido tiene que ver, entre otras circunstancias, con una estructuración muy ineficiente e inadecuada de su formación espistemológica, teórica y técnico–metodológica en las universidades (en algunas de ellas tal formación está simplemente ausente). Las palabras muy sensatas dichas por Carr en 1961 en la Universidad de Cambridge, no perdieron desdichadamente su actualidad una veintena de años después: 27

labra que decir, sus elementos que contribuir a la comprensión de las estructuras actuales de lo social, y por lo tanto a la planeación de las futuras; 2) los procesos históricos, pese a que son siempre “únicos”, iluminan en perspectiva –cuando son enfocados adecuadamente– las condiciones comunes a una serie de ellos: en otras palabras, la búsqueda de las leyes dinámicas y estructurales de lo social –finalidad última de las ciencias del hombre– pasa necesariamente por el conocimiento de la historia. La relevancia social se cumplirá en la medida de la sensibilidad del investigador frente a los problemas de su época y sociedad.

Una solución que se me ocurre es la de mejorar la calidad de nuestra historia, la de hacerla –si me atrevo a decirlo así– más científica, la de endurecer nuestras exigencias hacia quienes quieren seguir esta carrera. La historia, como disciplina académica en esta Universidad, reviste para algunos la apariencia de un colector hacia el que confluyen quienes encuentran demasiado difíciles los Clásicos y demasiado serias las Ciencias. Una impresión que quisiera comunicar con estas conferencias es que la historia es especialidad mucho más difícil que los Clásicos, y tan seria como cualquiera de las ciencias. Mas el remedio indicado implicaría, en los propios historiadores, una mayor fe en lo que hacen.

Existe también un segundo aspecto, el de la relevancia científica. Ésta depende, en cada momento, de las posibilidades y prioridades de la disciplina histórica, que son cambiantes en el tiempo (y que de hecho pueden, eventualmente, sufrir a veces desviaciones lamentables debido a ciertas modas). Esto puede ser interpretado en el sentido de los “paradigmas” científicos (capítulo 3, § 2, b), con tal de que no se tome tal categoría en un sentido de rígida determinación, sino de condicionante.

3. Los pasos de una investigación histórica.

a) El planteamiento del problema: selección y delimitación del tema. ¿Con qué criterios seleccionar un tema de investigación? ¿Cómo, en la práctica, llegar a hacerlo? Hablamos en primer lugar de los criterios de selección, en orden decreciente de importancia. 1º. Criterios de relevancia. Tenemos aquí, ante todo, la relevancia social. Recordemos a Lucien Febvre quien decía que los historiadores deben ver la historia que hacen como la forma en que “operarán sobre su época”, permitiendo a “ sus contemporáneos, a sus conciudadanos, comprender mejor los dramas de que van a ser, de que ya son, todos juntos, actores y espectadores”.28 El criterio de relevancia apunta a la pregunta: ¿para qué sirve la historia? A esta cuestión dos tipos de respuestas son posibles: 1) la historia tiene su pa-

27 Carr, op. cti., 115. 28 Lucien Febvre, Combates por la historia, trad. De F. J. Fernández. B. y E. Argullol, Ariel, Barcelona, 1970, p. 71.

2º. Criterio de viabilidad. Además de saber si un tema es relevante, también debemos averiguar si es posible llevar a buen término su investigación. Esto tiene que ver fundamentalmente con: 1) los recursos documentales (en sentido amplio): existencia y disponibilidad de fuentes –escritas y de otros tipos– en cantidad suficiente, pertinentes a lo que se quiere investigar; 2) los recursos humanos y materiales: el carácter y la amplitud posibles de un tema dependen de la dimensión del grupo de investigadores y de su formación teórica, metodológica y técnica adecuada (no es posible, por ejemplo, abordar la historia de precios si no se sabe nada de economía y estadística; por otra parte no es lo mismo elegir a un tema de trabajo de equipo o para un historiador aislado), y también del financiamiento, de la posibilidad o no de contar con asistentes, con apoyo de secretaría, con reproducciones de materiales (fotocopias microfilmes, mimeógrafo, etc.), con acceso a computadora, etc.; 3) el tiempo disponible para desarrollo del proyecto. 3º Criterio de originalidad. El descubrimiento de un problema a investigar cosiste, ya lo vimos (capítulo 2, § 4), en identificar ya sea una laguna en los conocimientos (la mayoría de los casos), ya sea una incoherencia en el cuerpo del saber, una falla en el cuerpo teórica admitido. Cada proceso de investigación debe contribuir con algo nuevo para la construcción de la ciencia histórica. Sólo se debe reexaminar un tema ya trabajado si se abren perspectivas documentales radicalmente nueva – lo que, como vi-

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Ciro F. S. Cardoso mos en la parte anterior de este capítulo, puede transformar hipótesis ya comprobadas en meras hipótesis heurísticas a verificar–, o cuando se pretende desafiar las interpretaciones disponibles al respecto, presentado un enfoque efectivamente nuevo. 4º Criterio del interés personal. Por más que lo nieguen los pragmatistas radicales de izquierda o de derecha, la verdad es que la vocación de investigador contiene una buena dosis de curiosidad, de interés y aún de pasión. La mejor manera de canalizar las energías generadas por tales impulsos personales es que el historiador trabaje en tema que realmente le interesen: su rendimiento será entonces mayor. Esto en cuanto a los criterios de selección de los temas de investigación. Hablemos ahora de los aspectos prácticos. La elección de un tema empieza, casi siempre, con el interés por un campo, una rama de estudios, una problemática más o menos amplia y mal definida, despertado por lecturas previas, o a veces también por experiencias personales. En esta etapa, el investigador podrá decir cosas como: “me interesa la historia de movimiento obrero”; o: “ me gustaría estudiar alguna cuestión relativa a precios, salarios y niveles de vida”; o aun: “creo que hay aspectos de la actuación del estado en el período x que están insuficientemente (o mal) estudiado” Para pasar de este interés algo impreciso a la constatación y posterior delimitación de un problema a investigar, el estudioso sentirá la necesidad de profundizar sus lecturas, no sólo las que se refieren, de cerca o de lejos, a la problemática o al período que le llama la atención, sino también eventualmente las de tipo metodológico o teórico. Podrá, también, empezar a efectuar sondeos de la documentación en archivos y bibliotecas –orientado por la constatación de los tipos de fuentes usados en trabajos similares que toma como ejemplos o modelos–, verificar las posibilidades de entrevistas (si se trata de un tema contemporáneo o bastante reciente), pedir consejos a historiadores con experiencia en el campo específico de que e trate. De este modo, terminará identificando una laguna, o un desacuerdo, que le permitirán finalmente formular un tema preciso de investigación, delimitado en el tiempo y en el espacio. Al respecto, conviene recordar los criterios de delimitación que recomienda Pierre Vilar;29 1) en el espacio: lo ideal sería un universo de análisis dotado de personalidad geográfica, de homogeneidad;

2) en el tiempo: es necesario un corte temporal adecuado, que englobe el proceso estudiado, pero también sus condiciones previas y sus consecuencias más próximas; 3) en el marco institucional: la unidad de estudio puede no estar definida sólo o principalmente por criterios políticos, pero la necesaria homogeneidad de las fuentes vuelve deseable un marco institucional sólido (o varios, se trata de una investigación comparativa). El investigador principiante debe resistir a la tentación de abordar temas demasiado vastos y complejos, que escapan todavía a sus posibilidades reales, y que, a lo mejor, exigirían muchos años o décadas de trabajo para hacer algo aceptable, aun en la mejores condiciones. Una tesis de licenciatura, por ejemplo, debe ser considerada como un ejercicio relativamente modesto de investigación, no como una ocasión de intentar solucionar los más graves dilemas teóricos o metodológicos de una disciplina. Es mucho más útil una monografía bien hecho –abierta, desde luego, a lo teórico, a lo social global: no estamos hablando de la monografía positivista construida con criterio estrictamente cronológico y organizando a “hechos singulares”–, acerca de un tema limitado, que un trabajo vasto y mal construido, en el que fácilmente se percibirá el contraste entre la pretensión desmedida y la realización mediocre. b) Construcción del marco teórico: invención y formulación de la hipótesis. Una vez definido el tema, el paso siguiente en el proceso de investigación consiste en la construcción del modelo teórico, es decir, en la definición del marco teórico en función del cual se plantearán las hipótesis heurísticas o de trabajo a ser comprobadas en etapa posterior. Una de las razones que dificulta el planteamiento de hipótesis al investigar por primera vez es el dominio insuficiente de las teorías de las que se quiere partir. Esto tiene que ser corregido, pues la formulación de hipótesis depende en primer término de la opción teórica. Ocurre que, en historia económica, estudiándose la misma temática general o período, las hipótesis serán profundamente diferentes si se parte de la teoría marxista o de la neoclásica. La misma dificultad en saber vincular las hipótesis acerca del tema a una teoría, puede ser el indicio de que el conocimiento de la misma era solamente formal, exterior a una práctica científica efectiva. Pero también puede tratarse, simplemente, de las consecuencias de una enseñanza universitaria en numerosas ocasiones inadecuada en los cursos de graduación en historia.

29 . Pierre Vilar, Crecimiento y desarrollo, Ariel, Barcelona, 1976, pp. 36–37

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Etapas y procedimientos del método histórico En muchas instituciones de enseñanza superior, por lo menos en América Latina, la manera de enseñar de la escuela secundaria se prolonga en las aulas universitarias. Paralelamente a una formación metodológica deficiente, a los estudiantes de trata de “trasmitir” sólo una masa de conocimientos, cada uno de los cuales enunciado de tal modo, que aparecería ser una verdad adquirida para siempre, indiscutible (cuando, de hecho, son raros los elementos o discutidos en el cuerpo del saber histórico). Ahora bien, los cursos universitarios, mucho más que la pretensión (imposible) de agotar los conocimientos históricos por áreas cronológicas o espaciales –historia antigua, moderna, de América, nacional, etc.–, deberían orientarse a preguntas del tipo siguiente: “¿cómo se alcanzan los conocimientos en las investigaciones primarias llevadas a cabo en el campo en estudio?”; “¿qué implicaciones tienen las modalidades de fuentes y procedimientos ahí utilizados para el tipo y los grados de seguridad de los conocimientos alcanzados?”; “¿qué controversias de enfoque teórico y metodológico se constatan?”; “¿cómo, partiendo de qué, los especialistas del área examinada establecen sus generalizaciones explicativas?”. Todo ello, desde luego, acompañado de lectura y debate de la historiografía especializada pertinente. Pero esto raramente es así. Muchos profesores están más interesados en (o más preparados para) “exponer” conocimientos – o alguna versión de ellos– . En estas condiciones, no sirve de nada multiplicar a la vez cursos de “historiografía”, en los que tampoco se hará en escala considerable lo que no se hizo donde era debido: leer a los especialistas en el sentido de aprender no sólo lo que afirman substantivamente, sino también cómo trabajan, qué teorías manejan, qué dificultades encuentran en su labor, etc. Si a un alumno que no tuvo derecho a esta enseñanza, interesada más en el “taller del historiador”30 que en la acumulación de informaciones organizadas a partir de cortes cronológicos (“historia medieval”, “historia contemporánea“), geográficos (“historia de América”, historia de Francia”), u otros, se les pide después que plantee –o sea, invente– hipótesis personales para orientar un proceso de investigación, ¿cómo se puede esperar que lo sepa hacer? Esta habilidad depende, entre otras cosas, de una cultura histórica efectiva, basada en años de lectura razonada de modelos, o sea, de obras vista no sólo ni principalmente como fuentes de datos, sino como ejemplos de cómo hacer... o cómo no hacer.

30 . Este es el título de un libro muy interesante: L. P. Curtis, Jr., ed., El taller del historiador, trad. De J.J. Utrilla, FCE, México, 1975.

No se puede “enseñar” a formular hipótesis. Cuando mucho se pueden indicar algunos puntos acerca de pasos preliminares y agregar ciertas recomendaciones. Previamente al planteamiento de hipótesis, es preciso ordenar los datos ya disponibles, y trata de identificar qué factores (o variables, si se trata de una investigación cuantificada) deberán ser tomados en cuenta. También es necesario haber sondeado la documentación susceptible de ser utilizada posteriormente en la substanciación y comprobación. Además de lo ya mencionado respecto del planteamiento de hipótesis en el capítulo 2, § 4, en que se debe subrayar el carácter general de la hipótesis y la necesidad de que éstas sean proposiciones comprobables, verificables con los instrumentos metodológicos y documentales disponibles, recordemos lo siguiente: 1) deben evitarse las hipótesis negativas : éstas son indeterminadas y por lo tanto poco fecundas (son consideradas verdaderas si nada demuestra que son falsas), mientras que las proposiciones afirmativas sugieren algún nexo o propiedad real que deberá investigarse, por lo cual son fructíferas; 2) las hipótesis no deben tomar la forma de enunciados de contenidos empírico sobre un factor o variable (como por ejemplo: “la producción x aumentó durante el período considerado”), sino acerca de nexos entre factores o variables (por ejemplo: “la variación de la producción x dependió de los factores a, b, c.. n”, especificándose las formas de ligazón entre x y tales factores): por esto es útil, muchas veces, tratar de aproximarse a un enunciado de tipo legaliforme (“siempre que ... entonces...”; “si, y sólo si ...entonces...”, etc.); 3) formular las hipótesis como enunciados concisos: con frecuencia, una hipótesis muy complicada puede subdividirse en una principal y varias subsidiarias; 4) la historia es el estudio de la dinámica de las sociedades humanas en el tiempo: las hipótesis deberán reflejar esto, buscando definir los cambios cualitativos y/o cuantitativos constatables en el lapso de tiempo considerado; aunque sin olvidar las persistencias y las resistencias al cambio; 5) las sociedades humanas no son un amasijo de elementos, sino totalidades organizadas: ello debe ser considerado al plantearse hipótesis acerca de algún nivel de la realidad social. Al formular sus hipótesis, el investigador está, ante todo, armándose de una herramienta indispensable. En la fase de recolección de datos, son las hipótesis lo que le preparan a penetrar en la masa de fuentes y datos, a veces considerable, disponiendo de criterios de pertinencia (o sea, que le permiten decidir: “esto me sirve”, “aquello no”). Por esto la hipótesis resultará útil aún cuando la afirmación que contiene esté

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Ciro F. S. Cardoso

Figura 1 Del planteamiento del problema a investigarna la recolección de datos

Selección de tema

Definición y delimitación

Fuentes de consulta

Periódicos Hojas sueltas

Bibliografía particular

Bibliografía general

Documentos

Entrevistas

Fichero bibliográfico Hipótesis Bosquejo

Histórico Cronológico

Sistemático Lógico

Fichas de lectura Clasificación de acuerdo bosquejo

Fuente: Jorge Mario garcía L. y Jorge M. , Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1972, p. 33

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Etapas y procedimientos del método histórico equivocada; con la condición, evidentemente, de saber corregirla, de no pretender mantenerla contra toda evidencia de lo contrario.

1) el tema: planteamiento, delimitación (en el tiempo, en el espacio y como universo de análisis) y justificación;

El planteamiento de la hipótesis determina, en buena parte, por su propia naturaleza y por las formas posibles de verificarlas, la elección de métodos y técnicas para la organización posterior de los datos (su análisis y procesamiento). C) El proyecto de investigación. Con frecuencia, en este punto, o sea, inmediatamente antes de lanzarse a la más larga de las etapas de labor histórica –la recolección de los datos–, el investigador debe redactar un proyecto formal que describa la investigación que se propone llevar a buen término. Esto pasa porque buena parte de las investigaciones son propuestas en el marco de universidades o institutos –que deben aprobar o no lo que pretenden hacer en este nivel sus estudiantes avanzados, candidatos a la licenciatura y al doctorado, y sus profesores e investigadores–, o en el contexto de pedidos de becas o financiamiento a instituciones públicas o privadas del país o del exterior. El proyecto debe pues cumplir con su finalidad, que es convencer acerca de la relevancia y viabilidad de lo que se pretende hacer. Pero debe resultarle útil a su autor, como instrumento de orientación en el proceso de estudio que pretende realizar. Ciertas instituciones especifican en detalle el aspecto formal del proyecto de investigación. Si no es así, aconsejamos redactarlo según el plan siguiente:

2) objetivos del proyecto; 3) especificación del marco teórico; 4) formulación de las hipótesis; 5) tipología de las fuentes que serán utilizadas y elecciones técnico–metológicas; 6) cronograma, 7) bibliografía De estas partes, las que exigen mayor actividad de redacción son la 1ª y la 4ª. Ocurre que la justificación del tema exige alguna explicación, que implica en muchos casos un análisis de la bibliografía ya existente, con la finalidad de mostrar en qué es original la investigación propuesta, y que es lo que se agrega a los conocimientos del campo en que está insertada. Del mismo modo, es preciso, al plantear las hipótesis, justificar su pertinencia e interés, echando mano para ello de los elementos de que ya se disponga acerca del tema. En las partes relativas al marco teórico y a la metodología, se recomienda no divagar: se tratará de elecciones concretas y planteamientos precisos bien vinculados al tema, y se debe evitar irritar a los especialistas que deben juzgar el proyecto, dándoles la impresión de querer impartirles lecciones teórico– metodológicas (sobre todo si el autor del plan es un investigador principiante)... Los objetivos pueden ser de tipos diversos –científicos, pedagógicos, ligados a algún tipo de acción–; deberá ser enunciados

e m o de c o o g a m a de u

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oyecto de vest gac ó

Ciro F. S. Cardoso sintéticamente, y de manera que sean claramente comprensibles incluso para no especialistas. En cuento a las fuentes, los sondeos ya hechos permitirán en esta etapa identificar los tipos de documentos que se piensa utilizar, justificando su pertinencia en relación al tema y a las hipótesis (o sea, no se trata todavía de una lista exhaustiva). Lo mismo en cuento a la bibliografía en la que se separarán las fuentes primarias impresas, las obras teórico–metodológicas, los libros y artículos de carácter general, y los más específicos respecto del tema del proyecto. El cronograma puede tomar la forma de un cuadro, por ejemplo colocándose en sentido vertical las etapas del proceso de investigación, y en sentido horizontal los meses correspondientes. (Ver el cuadro 6) La figura 1 resume las etapas de la investigación hasta la recolección de datos. El proyecto de investigación corresponde, en dicha figura, al “bosquejo”, Hasta ahí, las fuentes de consulta fueron sólo sondeadas, pero se debe entender que, después de contar con el proyecto formal de investigación, se vuelve a ellas, y es cuando se da el trabajo real de recolección de datos. En la práctica, el orden de las etapas que presentamos es más lógico que cronológico: en los hechos, pueden en ciertos casos ser paralelas en el tiempo e influenciarse mutuamente. c) La recolección de los datos (fas de documentación).En las ciencias factuales, una vez planteadas las hipótesis y deducidas las consecuencias particulares comprobables de las mismas, el investigador pasa a planear y ejecutar –mediante observaciones, experimentos– la prueba de las hipótesis, cuyas consecuencias particulares deberán ser verificadas. En esta fase, de una u otra manera, recogerá datos empíricos que serán criticados, evaluados, procesados e interpretados. En la investigación histórica el modelo general es el mismo; pero como en la gran mayoría de los casos será preciso inferir los hechos y procesos estudiados a través de la documentación disponible, las fuentes asumen necesariamente un papel importante, ya que a ellas están vinculadas las posibilidades del análisis y procesamiento de los datos,31 y en general de la constratación de la hipótesis, de modo que se garantice la objetividad y la intersubjetividad.

31 . Así, diferentes tipos de datos cuantitativos implican posibilidades también distintas de tratamiento estadístico: ver Roderick Floud, An introduction to quantitative mehods for historians, Methuen, Londres, 1973, caps. 1y 2 (en cast: Alianza Editorial, Madrid).

Siguiendo en parte a Topolski, 32 podemos definir las fuentes históricas como todos los tipos de información acerca del devenir social en el tiempo, incluyendo los canales de transmisión de dicha información, es decir las formas en que ha sido preservada y transmitida. Así, serán fuentes históricas las redacciones que nos llegaron en papiros, tablillas de arcilla, paredes de monumentos, pergaminos, papeles, etc.; objetos diversos: templos, tumbas, monedas, muebles, cuadros, etc.; restos de paisajes agrarios o monumentos desaparecidos perceptibles a través de la fotografía aérea, etc. ¿Cómo clasificar a las fuentes utilizadas por los historiadores? Sobre todo desde el siglo pasado, numerosas clasificaciones y tipologías han sido propuestas. De ellas, tres parecen más importantes: 1) la que distingue las fuentes primarias (o directas) de las secundarias (o indirectas); 2) la que opone las fuentes escritas (ampliamente mayoritarias en casi todas la investigaciones históricas) a las no escritas (arqueológicas, iconográficas, orales, etc.); 3) la que diferencia entre testimonios voluntarios e involuntarios. De estas tres, la esencial es la primera. Las fuentes primarias –que en caso de los documentos escritos pueden ser tanto manuscritos como impresas (publicadas en el mismo período estudiado o a veces mucho más tarde)– son aquellas que tienen vinculación directa con el tema investigado, cosa que no ocurre con las secundarias . Por ejemplo, si estamos estudiando históricamente un proceso dado de industrialización, los libros de contabilidad de las empresas industriales, la legislación gubernamental acerca de la industria y las estadísticas industriales compiladas en el período en cuestión serán tratadas como fuentes primarias; mientras que artículos y libros sobre tal proceso serán considerados fuentes secundarias. Cuando las fuentes primarias ya o existen, las fuentes secundarias más próximas pasan a ser primarias: es el caso de las obras de Tucídides, Polibio, Tito Livio y otros historiadores antiguos, los cuales se basaron en fuentes primarias que se perdieron hace mucho. La distinción entre fuentes primarias y secundarias es de naturaleza epistemológica y metodológica, e indica que las primeras son la base principal de una verdadera investigación, que pretenda aportar conocimientos nuevos. La fase de recolección de datos es la más larga del proceso de investigación, y la más peligrosa en términos de posibles retrasos y aún de trabajos inútiles. Aquí nos ocuparemos sólo de la circunstancia mayoritaria: la investigación apoyada en fuentes escritas.

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32 . Topolski, op. Cit., p. 388.

Etapas y procedimientos del método histórico Los tres problemas fundamentales para el historiador son: 1) la localización de los acervos documentales; 2) evitar la dispersión y la pérdida de tiempo; 3) mantener un control permanente sobre los materiales acumulados, a través de una organización de la recolección. El primer punto tiene que ver con la “heurística” de los historiadores tradicionales. Sería deseable que los cursos de graduación en historia proporcionaran un adecuado entrenamiento en el uso de bibliotecas y archivos, pero ello no ocurre siempre. Al empezar una investigación, conviene echar mano de todos los recursos disponibles en el sentido de localizar la información pertinente y disponible. Además de los más obvios – la lectura de las referencias y listas de fuentes y bibliografía de obras acerca de temas relacionados con el que se estudia; el uso de los ficheros de archivos y bibliotecas; la consulta de los repertorios y catálogos de manuscritos y publicaciones; la búsqueda en colecciones de fuentes impresas y revistas que publican documentos (los boletines de archivos, por ejemplo)– , es también muy importante recurrir a cierta personas: los archivistas y bibliotecarios, a veces muy competentes y con gran experiencia; y los historiadores o “eruditos” que ya realizaron trabajos en los archivos y bibliotecas de que se trata. En América Latina puede pasar a menudo que, previamente a su recolección de datos, el historiador deba hacer trabajo de archivista, ordenando materiales no clasificados y hasta “salvando” documentos en peligro de destrucción próxima: muchos investigadores tuvieron tal experiencia –que no deja de tener su encanto e interés propios– en archivos privados, eclesiásticos, notariales, etc. Para evitar la dispersión y la pérdida de tiempo, una primera regla importante es no entrar de lleno en la recolección de datos antes de tener un tema bien delimitado, e hipótesis de trabajo claramente formuladas puesto que éstos son los criterios de pertinencia a través de los cuales se pueden seleccionar las fuentes y datos efectivamente útiles para la investigación que se lleva a cabo. Es preciso, también, aprender a refrenar el impulso de querer echar una ojeada a toda la documentación a la vez. Esto es útil en la fase de sondeo de las fuentes y establecimiento de prioridades de consulta, pero después lo mejor es agotar ordenadamente cada tipo de serie de documentos. Otra cosa necesaria es restringir al máximo la copia ipsis litteris de las fuentes, reservándola solamente a pasajes que eventualmente, por su alta pertinencia, podrán ser reproducidas tal cual en el texto que resultará de la investigación; en la mayoría de los casos se debe resumir. Cuando se justifica el deseo de poder contar con la totalidad de textos que

sean largos, lo mejor es microfilmarlos o utilizar xerocopias. Es el caso, por ejemplo, de las series estadísticas considerables: incluso porque, al copiarlas, no sólo se pierde mucho tiempo sino que se corre el riesgo de equivocarse. Por otra parte, al trabajar con fuentes que se repiten en forma estereotipada, según un patrón regular –son ejemplos de ello las actas de bautizos, casamientos, y defunciones de los archivos parroquiales; o las actas notariales: contratos matrimoniales, testamentos, inventarios, etc.–, lo mejor es diseñar hojas o fichas de recolección adecuadas, reproducirlas en imprenta o mimeógrafo, y después llenar, para cada documentos, las lagunas previstas en ellas.33 Finalmente, tenemos la cuestión d el control que se debe ejercer en todo momento, sobre los materiales que se van acumulando en la fase de recolección de datos, hasta el punto de formar a veces verdaderas montañas de papel. Es evidente que no se puede confiar únicamente en la memoria para localizar una pieza determinada de información con rapidez, cuando se tienen algunos miles de hojas o fichas. La única solución es organizar eficientemente todo el material recolectado. Para esto, dos reglas básicas: 1) disponer de un plan de clasificación; 2) elaborar los tipos pertinentes de fichas y hojas de recolección. ¿Cómo establecer un plan de clasificación, si al empezar la fase de recolección todavía o se conoce a fondo el tema investigado? Ante todo, puede ser un plan bastante burdo: lo más probable es que , en su simplicidad, resulte bastante diverso del que más tarde orientará la redacción de los resultados de la investigación. Su finalidad es, únicamente, permitir una clasificación lógica –de preferencia sistemática y no sólo cronológica– de los datos. Ahora bien, aún en una fase temprana del proceso de investigación ello no debe resultar muy difícil, a condición de tener una cierta cultura teórica e historiográfica. El tema que se estudia puede no haber sido investigado anteriormente, pero lo más probable es que existan trabajos acerca de temas similares en otros países o regiones, lo que os dará indicaciones sobre posibles articulaciones lógicas de la temática escogida. Por otra parte, nada impide que se vaya perfeccionando poco a poco el plan de clasificación. No es necesario ser un genio para darse cuenta de que si el tema estudiado es, por ejemplo, la producción cafetalera en un país en un país y período dados, aparecerán cosas como: contexto histórico en que tal producción tiene lugar; tierra (como factor natural; formas de propiedad y su eventual concen-

33 . Ver ejemplos en Cardozo y Pérez B. Los métodos .., caps. VI y VII

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Ciro F. S. Cardoso tración); fuerza de trabajo (cómo se consigue la mano de obra; su cantidad; relaciones de producción); capitales (de dónde vienen; cuánto se necesita; qué ganancias en promedio se obtienen, y si son reinvertidas) ; técnicas de producción (agrícolas y de beneficio); estadísticas de producción y rendimientos; transportes; mercados internos y externos; formas comercialización y sus resultados; legislación y acción del estado acerca del café (impuestos o exenciones, fomento, etc.); impacto de la expansión cafetalera en varios niveles: económico, social, político (interno e internacional), cultural. De hecho, la identificación, ordenamiento y jerarquización de factores pertinentes que se hayan llevado a cabo forzosamente como paso previo a la formulación de las hipótesis, y el marco teórico que haya orientado al planteamiento de éstas, deberán ayudar bastante a establecer un plan de clasificación en la fase de recolección de datos. Dejando de lado el caso especial de las hojas de recolección ya mencionadas, hablemos ahora del fichero documental y bibliográfico, y de las fichas de lectora. Se trata, en primer lugar, de elaborar, para cada documento de archivo, fuente primaria impresa o pieza de bibliografía, una ficha documental o bibliográfica de identificación. Las funciones de la ficha de identificación son las siguientes: 1) servir para la elaboración de las notas de referencia y de la lista de fuentes y bibliografía del trabajo que presentará los resultados de la investigación; 2) permitir, si fuera necesaria nueva consulta, una localización rápida del documento o publicación. Estas fichas deben ser elaboradas en tarjetas de cartón. Tratándose de textos impresos, las fichas deben contener los datos básicos que identifican el libro o artículo: nombre del autor, título subrayado, lugar de edición, editorial, año de publicación, número de páginas, cuando son libros; siendo artículos, el nombre del autor, el título entre comillas, el nombre de la revista o periódico subrayado, el año (o tomo), el número, la fecha y las páginas correspondientes al artículo. Por otra parte, si el libro o revista fue consultado en una biblioteca, la ficha deberá contener el nombre (o sigla) de la misma, y el número de clasificación del volumen. De hecho, hay varios casos a considerar: libros de diversos autores (con o sin comprador), obras o folletos anónimos, números especiales de revistas con títulos temáticos, etc. Y la confección misma de la ficha puede seguir reglas variadas –uso sólo de comas, como preferimos; de puntos y comas; de guiones, puntos y comas; el apellido del autor precediendo al nombre, y escrito o no en mayúsculas, etc.– ; lo importante es tratar de enterarse

de los diferentes sistemas aceptados y elegir consecuentemente uno de ellos.34 En la ficha documental de identificación deben constar todos los datos que identifican el documento y permiten encontrarlo y solicitarlo: nombre del archivo, serie, número de clasificación, título o contenido de la fuente, autor, fecha y folios. Con frecuencia, en el caso de las fichas documentales, es más cómodo preparar una tarjeta impresa o mimeografiada en la que sólo se llenan las lagunas. Las figuras 2 y 3 ejemplifican las fichas documental y bibliográfica de identificación. En el fichero del investigador, las fichas bibliográficas de identificación podrán ser clasificadas temáticamente, usándose en cada división el orden alfabético de los apellidos de los autores. Las fichas documentales se clasificarán por archivos, y para cada archivo según los sistemas de clasificación de éste (colecciones, series, ramos, etc.) El libro, artículo o documento manuscrito debe ser tratado como unidad cuando se trata de evaluarlo o criticarlo. Sin embargo, en cuanto a las informaciones que contiene, puede ser necesario, de un mismo texto, sacar diversas fichas de contenido (también llamadas fichas de lectura, analíticas o de investigación). En otras palabras, la menor unidad de información en el proceso de investigación será la ficha temática de contenido. Aconsejamos elaborar las fichas analíticas no en tarjetas de cartón, sino en hojas de carpeta movibles, lo que las mantiene fijas a la vez permite su fácil manipulación y eventuales cambios de su clasificación y distribución. Tal clasificación se hará según las divisiones y subdivisiones del plan de clasificación de los de los materiales, del que ya hablamos. Una ficha podrá ocupar más de una hoja (en tal caso se repiten en las hojas que siguen a la primera los datos de identificación de la ficha, numerando estas hojas). Las hojas deber ser utilizadas en uno solo de sus lados (ya que lo que se escribe en el dorso de una hoja corre el riesgo de olvidarse, al no quedar inmediatamente visible). La ficha analítica consta, en primer lugar, de una parte superior que, a la izquierda, trae una identificación resumida (la completa se halla en la ficha de identificación correspondiente), a la derecha la indicación de la parte y eventualmente también de la subdivisión del plan de clasificación a la que pertenece, y su número en esta parte (como tales indicaciones

34 . Diversas guías de técnicas de investigación enseñan a elaborar las fichas bibliográficas en sus numerosas modalidades. Por ejemplo: Armando F. Zubizarreta G, La aventura del trabajo intelectual, Fondo Educativo Interamericano, Panamá, 1969; Jorge Mario García L. Y Jorge Luján M., Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1972.

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Etapas y procedimientos del método histórico pueden cambiar, es mejor hacerlas con lápiz), y en el centro el título de esta ficha según su contenido tal como lo ve el investigador. La parte inferior de la ficha queda reservada a observaciones: correlaciones con otros libros y documentos, o con otra fichas de contenido, elementos de crítica interna o externa, y otras anotaciones que el historiador juzgue a propósito de hacer. Por fin, el centro de la ficha –la mayor parte de su superficie– queda reservado al resumen, paráfrasis o copia entre comillas (a veces se combinan todas estas modalidades en una sola ficha) del texto que se esté trabajando, o mejor de la parte del mismo que sea pertinente al tema de la ficha, según su título; a la izquierda se indican las páginas o folios correspondiente. La figura 4 representa dos fichas de contenido sacadas del documento de archivo a que se refiere la ficha de identificación de la figura 2: de manera análoga, la figura 5 se refiere al libro cuya ficha de identificación es la figura 3. e) Análisis y procedimiento de los datos. Hoy día, con el desarrollo de la computación, es común que muchas personas asocien a la expresión “análisis y procesamiento de datos” una connotación exclusivamente cuantitativa. En este sentido estrecho, tal operación está sin duda cada vez más presente en los estudios históricos, con el avance de la cuantificación sistemática en tales estudios. Así, especialmente en historia demográfica, económica y social (en el sentido de historia de la estructura social y de los conflictos sociales), pero cada vez más también en historia política y de las ideas, es frecuente hoy día que historiadores deban establecer, a partir de los datos brutos que han recolectado, series, curvas y otras gráficas, cuadros, correlaciones estadísticas diversas, etc., Después de haber evaluado la fiabilidad, la consistencia de dichos datos; o que alienten una computadora con información, según un programa, para llevar a cabo los cruces entre variables exigidos por las hipótesis que quieran verificar.35

Figura 2 Ficha Documental de Identificación

Archivo: Biblioteca Nacional (Río de Janeiro), Sección de manuscritos.

Ramo o serie: – Clasificación: I-3, 17,39

Título o contenido: Oficio del conde de linares, Ministro de Negocios extranjeros y de la Guerra, al príncipe Regente D. Juan.

Lugar y fecha: Río de Janeiro, 03/09/1811

Autor: Domingos Teixeira de Andrade Barbosa, 1° Conde de Linhares.

Figura 3 Ficha bibliográfica de identificación

GUISAN, Jean-Baptiste Traité sur les terres noyées de la Guiane, appellées communément terres-basses, sur leur desséchement, leur défrichement, leur culture et l´exploitation de leurs productions, avec des réflexions sur la régine des esclaves et autres objets, Cayena, Imprimerie du Roi, 1788, II + 350 pp.

Bibliothéque Nationale (París) (n° de clasificación)

35 CF. Floud, op. Cit; Edward Shorter, The historian and the computer, Prentice–Hall Englewood (N.Jersey) 1971.

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Ciro F. S. Cardoso Figura 4

Figura 5

Ficha documental de contenido

Ficha bibliográfica de contenido (fuente primaria impresa)

A)

æ

æ B)

Por otra parte, el análisis y procesamiento de los datos es, en historia, mucho más antiguo que la cuantificación sistemática, puesto que incluya los procedimientos “hermenéuticos” de interpretación o descodificación de las fuentes, y la crítica externa e interna de éstas, en el sentido de lo que los historiadores positivistas llamaban el “establecimiento de los hechos históricos”. Aunque la fase de análisis y procesamiento de los datos es lógicamente posterior a la de recolección de los mismos, con frecuencia se desarrolla –por lo menos en parte – paralelamente a ésta. En términos de metodología general, pertenece a la etapa de la prueba de la hipótesis en que, realizadas ya las operaciones planeadas de observación y/o experimentación, los datos entonces recogidos son criticados, evaluados, clasificados, analizados, procesados e interpretados, en el sentido de hace posible la introducción de las conclusiones de la prueba en la teoría. f) Síntesis y redacción. La síntesis es la fase final del proceso de investigación. Este empezó a moverse con la localización y delimitación. Este empezó a moverse con la localización y delimitación de un problema; en seguida, con apoyo teórico, fueron planteadas hipótesis, deducidas consecuencias de éstas, y

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Etapas y procedimientos del método histórico se pasó a una fase de observación sistemática (reunión de datos según ciertos criterios, control, análisis y procesamiento de estos datos). En otras palabras, se empieza con una visión totalizadora de un problema dado, a la cual debe forzosamente suceder, para que se lo pueda tratar de solucionar, una etapa en la que de cierta forma predomina la reducción analítica. La síntesis es la fase final del proceso de investigación. Este empezó a moverse con la localización y delimitación de un problema; en seguida, con apoyo teórico, fueron plateadas hipótesis, deducidas consecuencias de éstas, y se pasó a una fase de observación sistemática (reunión de datos según ciertos criterios, control, análisis y procesamiento de estos datos). En otras palabras, se empieza con una visión totalizadora de un problema dado, a la cual debe forzosamente suceder, para que se lo pueda tratar de solucionar, una etapa en la que de cierta forma predomina la reducción analítica. La síntesis marca la vuelta a lo general, ahora con conocimiento pleno de sus componentes y sus relaciones, de tal modo que resulta posible la comprobación de la hipótesis, su abandono, o su corrección. Evidentemente, lo “general” que es el punto de referencia de la síntesis depende del universo de análisis elegido para la investigación: una ciudad, una región, un país, un grupo de países, una parroquia, una empresa, etc.; según el aso, tendremos una “macrosíntesis” o una “microsíntesis”. La síntesis depende obligatoriamente de ambos niveles del proceso de investigación, el teórico y el empírico. En historia, puede presentar diversas modalidades. Una de las clasificaciones posibles es la misma que aplicamos, en la parte anterior de este capítulo, a los “modelos isomórficos” (que son, básicamente, instrumentos de sintetización): 1) síntesis estructurales o funcionales, dominadas por la exposición de la estructura de un sistema y sus funcionamiento; 2) síntesis genéticas, en las que se busca la explicación del proceso estudiado en la secuencia cronológica, asociada a una determinada visión causal; 3) síntesis dialécticas, que tratan de vincular en una visión unificada los enfoques estructural y genético.36 Si tratamos de buscar las bases de la construcción de la síntesis en historia, hallaremos probablemente, entre sus elementos más importantes: 1) la cultura histórica del investigador, que le permite establecer paralelos, precedentes, comparaciones en el tiempo y el espacio, analogías, de modo que sea ubicado el tema que actualmente investiga n el contexto

36 Ver Topolski, op. cit,. 590–593–

más vasto de la disciplina; 2) el marco teórico del que se parte y al que se vuelve (modificándolo en mayor o menor edad) al final de la investigación; 3) las concepciones acerca de la temporalidad concreta, por procesos y hechos localizados según sus fechas, es el elemento distintivo por excelencia de la síntesis histórica (lo que se aplica igualmente a la historia natural, o sea a la geología histórica, a la paleontología, etc.) 4) el manejo de la categoría “espacio”, sobre la cual los historiadores reflexionan muy poco en conjunto, y corren así el riesgo de caer prisioneros de construcciones espaciales inadecuadas, de un espacio que se presenta como un “hecho” o como algo “dado”, sin justificación suficiente muchas veces 5) los conceptos clasificatorios ordenadores del conocimiento que conducen a tipologías, al asociar un concepto clasificatorio a un sistema de conceptos ordenadores.37 Este último punto exige alguna explicación. Un concepto clasificatorio es el que, asociando una propiedad a un conjunto de objetos, divide el universo total de los objetos en estudio en dos grandes grupos: los que presentan y los que no presentan dicha propiedad. Un concepto ordenador permite organizar elementos en el interior de una categoría dada, estableciendo relaciones en el interior de una categoría dada, estableciendo relaciones de igualdad, procedencia, jerarquía, intensidad, etc., respecto de algún factor o variable. En historia es muy frecuente el tipo de razonamiento tipológico que depende de conceptos clasificatorios y ordenadores: por ejemplo cuando, en historia política reciente, se utiliza la clasificación de las posiciones políticas básicas hablando, por ejemplo, de “derecha”, “centro” e “izquierda radical”, etc. Evidentemente, las tipologías –que participan de los principios de la construcción de modelos– valdrán lo que valen los criterios y marcos teóricos que orientan su establecimiento. El resultado de una investigación se presenta bajo la forma de un texto. La historia utiliza básicamente las lenguas naturales, y muy poco –aunque crecientemente– los lenguajes artificiales (lógicos matemáticos). Esto comporta los peligros inherentes a la polisemia –variedad de significados de un mismo significante– y a la imprecisión en el uso de los término sujeto a controversia, y también de buscar puntos de referencias en otras disciplinas. Términos como “capital” o “inversión”, por ejemplo, pueden ser útil37 Abordamos algunas de estas cuestiones en: Cardozo y Pérez B., Los métodos..., cap. IX de los mismos autores, Historia económica de América Latina, cit,. I, capítulo 1. Ver también: Vilar, “Historia marxista” ; Topolski, op.cit., caps. 22 y 23; Gérard Mairet, Le discours et I`historique. Essai sur la représentation historienne du temps, Repéres–Mame, París, 1974.

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Ciro F. S. Cardoso mente aclarados mediante el conocimiento de los debates al respecto entre diferentes corrientes de economistas. El primer problema, al trata de poner por escrito los resultados de una investigación, es la elaboración del plan de redacción. Cuando predomina la preocupación de síntesis estructural, el plan será lógico– sistemático, es decir, basado en la percepción de los elementos que componen una totalidad, de la articulación y la particularidades de los niveles de un sistema. En las síntesis predominantemente genéticas, el plan suele ser histórico–cronológico, o sea, fundamentado en la percepción de la temporalidad fechada, y por lo tanto en la constatación de la simultaneidad o sucesión de los fenómenos y procesos. Lo ideal, en historia, es lograr una combinación equilibrada de ambos tipos polares de plan. Formalmente, el texto que presenta a la investigación realizada deberá constar de tres divisiones fundamentales: 1) la introducción, que formula el problema estudiado, lo delimita, lo justifica en función de los criterios de relevancia y originalidad, enuncia las hipótesis y las elecciones en cuanto a tipos de fuentes, métodos y técnicas; 2) el cuerpo del texto –su parte más vasta–, en el que se sentirá la repercusión de la opción lógico–sistemática, histórico–cronológica o combinada, en el establecimiento de las partes y capítulos; 3) la conclusión, en la cual se presenta una visión razonada e integrada de conjunto y se evalúa el grado en que quedaron comprobadas las hipótesis (en historia ello depende, en gran parte, de la documentación disponible). En el fondo, esta redacción final viene a ser una versión fundamentada, uy ampliada y modificada, del proyecto original de investigación. En una obra de historia que tenga la pretensión de cientificidad, no basta con afirmar cosas: es necesario comprobarlas, apoyarlas. Esta es la función del aparato de erudición, con sus tres elementos básicos: 1) la lista de fuentes y bibliografía; 2) las notas al calce; 3) los anexos y piezas justificativas. La lista de fuentes y bibliografías se ubica, según tradiciones académicas variables en diferentes países, al principio, a continuación de la introducción o al final del volumen. Su organización más usual es la siguiente: 1) fuentes primarias manuscritas: su lista viene organizada por archivos, y depende de los sistemas de clasificación de cada uno de éstos; normalmente se utiliza un criterio decreciente de relevancia (o de abundancia) en relación al tema investigado, para la distribución interna de esta parte;

2) fuente primarias impresas, separándose las que tienen forma de libros de los folletos, de los periódicos y de aquellas publicadas en revistas, y usándose una clasificación alfabética en cada subdivisión. 3) Bibliografía propiamente dicha, distinguiéndose: 1) instrumentos de trabajo (diccionarios, repertorios bibliográficos y documentales, etc.); 2) obras de carácter teórico–metodológico (o utilizadas como tales); 3)obras generales; 4)divisiones específicas por especialización temática: en cada apartado, los artículos y libros serán ordenados alfabéticamente según los apellidos de los autores. Evidentemente, en ciertos casos habrá otras divisiones, relativas a entrevistas, a la recolección de tradición oral, a fuentes arqueológicas e iconográficas, etc. Cuando es posible, se valora mucho una lista de fuentes y bibliografía al agregar comentarios (que pueden ser cortos) relativos a los contenidos, orientaciones teórico–metodológicos, divergencias historiográficas, etc., y también a la pertinencia de cada elemento documental o bibliográfico para la investigación realizada. El componente más importante del aparato de erudición son las notas. En cuanto a su forma de realización, hay varia modalidades. En los países anglosajones es muy usual – especialmente entre los antropólogos, pero también en obras de historiadores– un sistema de notas que es cómodo para el autor y complicado para el lector. Las referencias –normalmente bibliográficas en este tipo de notas– vienen, entre paréntesis, en el cuerpo mismo del texto, constando el apellido del autor, cada año de publicación de la obra citada (si el autor publicó más de un texto en el año en cuestión, se distinguen con letras: 1971 a, 1971b, etc.), y las páginas utilizadas: el lector debe, entonces, a cada nota, referirse a la lista bibliográfica. Las notas al calce tienen como variantes las notas al final de cada capítulo, o reunidas todas al final del volumen, lo que no es aconsejable por dificultar su consulta, al seguir al lector el orden del texto; por esto, son las notas al calce (o pie de página) las más aceptables, aún cuando dan más trabajo en la composición tipográfica del libro o artículo. Su principio es el de colocar un número en el texto cuando se quiere fundamentar alguno de sus desarrollos o afirmaciones, y reproducir el mismo número en la parte de debajo de la misma página seguido de las referencias bibliográficas y/o documentales pertinentes. En estas notas, la primera vez que aparece un documento manuscrito o un texto publicado, se reproduce la to-

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Etapas y procedimientos del método histórico talidad de sus datos de identificación (sacados de la ficha documental o bibliográfica de identificación correspondiente), además de las páginas o folios utilizados (para esto se usa la ficha de contenido que contenga la parte del texto usada en ese momento); a continuación, se utilizan abreviaciones usuales para evitar pérdidas de tiempo y repeticiones superfluas (op.cit,. idem, ibidem, etc., es preciso aprender su empleo). Independientemente de su forma de realización las notas pueden ser clasificadas en tres categoría : 1) notas de referencia, que son las más importantes, y sirven para apoyar afirmaciones del texto; 2) notas de referencia cruzada, también esenciales, que remienda otras partes del texto, o a otras obras, para enviar repeticiones y para contrastaciones positivas o negativas (estas notas empiezan habitualmente con f. O expresiones como “véase”); 3) notas de complementación al texto, que no son aconsejables, por interrumpir largamente la lectura del texto y dificultar mucho la composición gráfica de una obra. Si lo que contienen es importante, debería estar en el texto; si se trata de largos extractos documentales en apoyo de las afirmaciones del autor, es mucho mejor como anexo.38 Otra cuestión es la de saber en qué número hacer las notas. Si son demasiado numerosas, interrumpen a cada paso la lectura del texto. Si son muy pocas, reúnen en una única nota las referencias relativas a un desarrollo largo, y el lector no sabrá exactamente lo que cada elemento documental y bibliográfico citado está apoyando. La experiencia enseña a alcanzar un cierto equilibrio. En algunos casos la nota es obligatoria: por ejemplo, al citarse entre comillas un pasaje de una fuente manuscrita o de un libro, la referencia debe constar de inmediato. Los anexos y piezas justificativas evitan largas citas entre comillas incorporadas al texto o a las notas. En los trabajos donde se procede a la cuantificación, es aconsejable publicar en anexo la totalidad de los datos brutos, en el sentido de permitir que otros historiadores puedan apreciar los procedimientos usados para procesar los datos: esto es un elemento importante para garantizar la intersubjetividad, pero no se cumple siempre debido al costo. Con frecuencia, un texto de historia viene acompañado de una parte gráfica compuesta de mapas, ilustraciones, curvas estadísticas, cuadros, etc. Sólo se puede justificar su inserción si cumplen necesida-

des lógicas en la obra; en ningún caso es aceptable que sean meros “adornos”. Cuando son numerosos, surge problema de dónde ponerlos. Lo más frecuente es incluirlos en el cuerpo del texto, acerca de la primera vez donde cada uno es mencionado; pero a veces se reúnen al final del capítulo o del volumen, y en ciertas tesis francesas vienen todos en un tomo aparte llamado “atlas” –lo que facilita la consulta paralela al texto, pero aumenta demasiado los costos de edición–. Por fin, un trabajo considerable en su extensión justificará varios tipos de índice habitual de partes y capítulos ; un índice onomástico (de personajes históricos mencionados, y de autores; un índice geográfico; un índice temático: Sin índices suficientemente explícitos, una obra larga puede ser de difícil utilización, sobre todo si quien la consulta busca sólo ciertos aspectos bien definidos.

2.

Conclusión

En su estudio de la servidumbre y de los sistemas señoriales al este del Elba, J. Rutkowski formuló la siguiente explicación: 1) Ley: Si sólo si la facilidad de vender la producción agrícola ocurre en coincidencia con una forma agravada de servidumbre, se desarrolla la economía que asocia el régimen señorial y la servidumbre. 2) Condición inicial: En la Edad Moderna, las regiones al este del Elba fueron marcadas por la facilidad de venta de productos agrícolas y por una forma agravada de servidumbre. 3) Efecto: La economía que asocia el sistema señorial y la servidumbre se desarrolló durante la Edad Moderna en las regiones del este del Elba.39 Esta explicación indica las condiciones necesarias y suficientes, e incluso cumple con los requisitos del esquema de la explicación científica del modelo de Hempel y Popper, Independientemente de su valor específico, nos parece que los historiadores tenderán en el futuro próximo, por diferentes caminos, a una formalización y explicitación crecientes de hipótesis y formulaciones legales, lo que constituye un elemento de la mayor importancia si se pretende construir una historia científica. Por otra parte, es preciso no ceder al desánimo frente a las imperfecciones del método científico actualmente disponible y practicable en nuestra disci-

38 Acerca del la redacción histórica y su aparato erudito, Cf. André Nouschi, Initiation aux sciences historiques, Fernand Nathan, París, 1967, pp. 199–205.

39 Citado según Topolski , op. Cit., p 570

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Ciro F. S. Cardoso plina. Con frecuencia los mejores historiadores y teóricos de la historia, aquellos mismos que más contribuyen a su construcción como ciencia, capitulan frente a falsos problemas heredados de la historia tradicional. Así le pasa a J. Topolski cuando afirma:40 En la investigación histórica, sólo un acaecimiento pasado puede ser objeto de análisis científico, y por esto cuanto más un acontecimiento que se describe está todavía in statu nascendi, más un historiador se parece a un cronista. Para el historiador, la perspectiva temporal es una condición necesaria para aprehender el desarrollo de sistema dado, esto es, sus interconexiones que indican sus papeles respectivos en el proceso de la historia. No podemos en ningún modo analizar científicamente un acaecimiento, no solamente antes que llegue a su término, sino también antes que tenga resultados.

Con lo que revertiríamos a la concepción tradicional que cierra la historia estrictamente contemporánea a los historiadores. Una cosa es admitir que resulta más fácil y seguro estudiar procesos concluidos y bien conocidos en todas sus ramificaciones. Otra muy diferente, creer que caemos en la crónica al estudiar por ejemplo la revolución industrial, proceso histórico empezado hace dos siglos y que está todavía muy lejos de terminar. El historiador de la historia contemporánea puede perfectamente poner en perspectiva histórica de larga duración los eventos presentes, y explicarlos en gran parte con arreglo a teorías (como la del capitalismo, del imperialismo, del fascismo, de las ideologías de clase, etc.) Suponer lo contrario implica en efecto reafirmar la primacía del hecho aislado sobre las estructuras. Una historia estructural, comparativa, apoyada en modelos, no tendrá dificultades en corregir los errores de previsión o explicación resultantes de que la evolución y los resultados de las estructuras de hoy día dependerán de las luchas que se están todavía decidiendo en las praxis social. Porque tales luchas tendrán mucho que ver, de hecho, también con la imágenes históricas del neolítico, del feudalismo o de la Revolución francesa.

40 Topolski, op.ct., p.611

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La renovación de los estudios históricos. El caso venezuela,, Editorial Setentas, México, 1976, pp. 25-70.

Germán Carrera Damas

Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y conocimiento histórico La necesidad de profesar historia de Venezuela es inmejorable terreno de pruebas para quien se ocupa de investigarla animado por la inquietud de contribuir a la depuración de su metodología. Además de constituir esa necesidad un saludable y forzoso tránsito desde la especializada investigación de un sector restringido del conocimiento histórico hacia planos de más vasta generalización, ofrece también la oportunidad de comprobar la validez de los materiales disponibles para intentar esa generalización con un mínimo de seriedad científica en el procedimiento y en los resultados. De esta experiencia, lo más revelador es precisamente la comprobación de la dudosa resistencia de muchos de los materiales historiográficos de que dispone el docente. No son raros los aprietos ni las sorpresas que depara esa comprobación, tan pronto se abandona la tradicional exposición narrativa de la historia y se intenta la difícil tarea interpretativa. Pasada la sorpresa, la reflexión va descubriendo progresivamente las causas del percance. Sin embargo, la comprensión de lo sucedido no es propio a tranquilizar. Al contrario, es entonces cuando las preguntas se multiplican hasta llegar a convertirse en una especie de requisitoria contra la que se ha designado como historiografía tradicional. Y es que palpar las tremendas carencias de esa historiografía no sólo da base para alegatos más o menos encendidos, sino que autoriza al más sereno juicio a plantearse con fundamento esta cuestión básica: ¿Qué nos ha proporcionado la historiografía tradicional? La pregunta no es nueva. Formulada periódicamente por historiadores y críticos, ella constituye, quizá, la prueba más elocuente de que ha habido reflexión sobre los fundamentos de la labor historiográfica y sobre la calidad de sus resultados. Mas en esta periódica reflexión crítica sobresalen su

carácter esporádico y su marcado interés por la crítica histórica más que por la metodológica, sin que ello signifique ausencia de esta última ni que sus expresiones carezcan de significación. La falta de una crítica metodológica constante en su aplicación y ansiosa del afinamiento de sus instrumentos, obedece al poco cultivo de que ha sido objeto la metodología de la historia entre nosotros, en tanto que una de las ramas específicas de los estudios históricos. Mucho tiene que ver ese escaso desarrollo de los estudios metodológicos con las deficiencias estructurales que se observan en nuestros estudios históricos, y bien puede afirmarse que éstos sólo han sentido el efecto correctivo de los primeros en momentos particularmente críticos, representados por la implantación de los ecos de una nueva orientación general de la historiografía universal. Pero aun en estos casos, la reorientación ha sido obra de uno o de contados historiadores, que poco o nada se preocuparon por ofrecer un planteamiento sistemático, teórico, de la metodología que pretendían implantar. Era la obra misma la que constituía el alegato en favor de esa nueva metodología –lo cual, por cierto, no dejaría de ser visto por algunos críticos de la historia como la mejor crítica metodológica–, con la circunstancia desfavorable de que lo propiamente metodológico se confundía con la crítica histórica, y se dispersaba, hasta el punto de que hoy es necesario reconstituir el pensamiento de esos autores para mejor apreciar su estructura y su significado. La ausencia de estudios metodológicos sistemáticos ha impedido a la historiografía venezolana el aprovechamiento, en pro de su mejor desarrollo, de energías que se pierden en estudios intrascendentes y deleznables, y la persistencia de vicios cuyo efecto llega a comprometer la validez del conjunto de la obra historiográfica.

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Germán Carrera Damas Al observador crítico ha de interesarle uno de los rasgos más significativos de la historiografía venezolana: consiste dicho rasgo en que, pese a los esfuerzos muy considerables y frecuentemente meritorios de muchos historiadores, el conocimiento histórico experimenta escaso progreso, y éste suele ser relativo, parcial o parecer desarticulado. Multiplícanse los ensayos y las tesis y no por ello aumenta en forma considerable el fondo de conocimiento razonablemente puesto fuera de duda, con el resultado de que transcurridos tantos años de una actividad historiográfica muy estimada entre los venezolanos, los «nudos historiográficos» continúan poco menos que igual de ignorados. Todavía hoy quien intente cualquier síntesis, aunque ésta se refiera al muy estudiado proceso emancipador, debe enfrentarse a la difícil tarea de esclarecer por sí mismo cuestiones respecto de las cuales cabría esperar conocimientos sólidos de parte de la historiografía tradicional. De esta suerte, la síntesis se hace casi imposible, y ni siquiera queda el expediente de poder delinear con precisión los puntos de vista de diversos autores o escuelas sobre un tema controvertido, por cuanto ni siquiera en este aspecto rigen siempre criterios lógicos susceptibles de clasificación. ¿Significa esto, acaso, que creamos inútiles tantos esfuerzos de historiadores y cronistas? Nada de eso, en cuanto toca a la verdad de que gracias a esos esfuerzos disponemos hoy no sólo de una mediana estructuración del conocimiento histórico, sino también de no pocas ideas e hipótesis de certera fecundidad. Sí quiere decir, en cambio, que graves y constantes vicios metodológicos aún vigentes de manera extensa, han impedido que los afanes de la investigación se traduzcan consecuente y extensamente en auténtico conocimiento histórico. Los vicios mencionados podrían sintetizarse, en su mayoría, en los términos siguientes: suelen confundirse los agregados de datos con el conocimiento histórico propiamente dicho, olvidándose que el ordenar y agrupar los datos no es, en rigor, hacer conocimiento, como tampoco es explicar un fenómeno o hecho histórico el establecer su filiación. Tanto los agregados de datos como la filiación de las cuestiones que ellos permiten establecer, constituyen fases o momentos del proceso de elaboración del conocimiento histórico, el cual sólo se alcanza cuando se consiguen explicar los hechos o fenómenos objeto de estudio. Tomar la etapa previa como sustituto del producto final es vicio que se concreta en la suplantación del conocimiento por los elemento que permiten obtenerlo.

Intentaremos analizar someramente los diversos aspectos de tan arraigada desviación metodológica, nos preguntaremos acerca de sus posibles causas y resultados, y apuntaremos algunas técnicas y métodos que podrían contribuir a su corrección. El presente estudio es el resultado de una reflexión sobre la experiencia habida en las cátedras de metodología de la historia, de historia de Venezuela y de historia de la historiografía venezolana. Es un intento personal de poner en claro algunas de las comprobaciones que hemos podido hacer al cabo de un lapso bastante prolongado. Esto explica el carácter todavía provisional de las formulaciones, así como la necesidad de más acabada elaboración de muchas de ellas. La ausencia de referencias bibliográficas se explica porque se trata de un tema casi sin estudiar específicamente en relación con la historiografía venezolana, y porque al ocuparnos de él lo que hemos pretendido es darle cohesión metodológica a las actividades del preseminario de técnica de la investigación documental y metodología de la historia, sobre una base que reúna las enseñanzas teóricas de la materia con las derivaciones de su práctica en las condiciones propias de nuestra Escuela de Historia. Debemos llamar la atención acerca de la terminología. Las implicaciones filosóficas de la misma no dejarán de suscitar dudas en cuanto a la corrección de su empleo. Hacemos observar que algunos de esos términos poseen un sentido específico en metodología de la historia. En otros casos se trata, cabalmente, de intentos definidores que requerirán ajuste posterior, al paso de nuevas indagaciones.

Los agregados de datos Equivalen a la redacción de los resultados parciales obtenidos en la fase del proceso de la investigación documental que se designa como «agrupación y ordenación de los datos». Consiste esta fase en agrupar y ordenar los datos recogidos en fichas, disponiéndolos según el esquema contenido en el plan inicial, en un proceso crítico de doble orientación: I) Permite agrupar los datos de acuerdo con las partes contempladas en el plan, a la vez que permite la crítica y el ajuste de ese mismo plan; 2) Comporta la ordenación de esos datos recogidos en fichas de acuerdo con criterios que pueden ser: cronoespacial, material (temático o estructural) e integracional. En suma, al cabo de la operación tendremos un conjunto de datos, recogidos en fichas, agrupados en un fichero que reproduce las partes y subpartes del plan de trabajo,

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... ya ajustado, y los mismos datos ordenados en su sector correspondiente del fichero, con arreglo a criterios. Como fácilmente podemos colegir, trátase de una operación intermedia entre otras con las cuales guarda estrecha relación de dependencia: recibe materiales que dispone con miras a su empleo. Veamos brevemente, para mejor comprensión del conjunto, en qué consisten estas etapas precedente y siguiente.

La etapa precedente: la obtención del dato Una vez hecho el arqueo de las fuentes disponibles para la investigación, atendiendo a la calidad y a la cantidad de ellas, se da comienzo al laborioso trabajo de lectura crítica de las mismas, con el fin de localizar los datos brutos que puedan interesar para los fines del tratamiento del tema. Mas, localizados éstos, es necesario todavía someterlos a un estudio crítico riguroso tras el cual pasarán a la condición de datos elaborados, que se recogen en fichas clasificadas de acuerdo con el esquema –denominado plan inicial– estructurado con el fin de regular el desarrollo de la investigación. Es tal la importancia que tiene en este proceso la necesidad de ceñirse a técnicas y pautas metodológicas precisas, que de ellas suele depender la calidad del resultado, y que no pocas veces radica en ese tratamiento metodológico y técnico el principal componente de una investigación. En el primero de los casos apuntados, no es raro ver cómo una porción de datos de extraordinario interés pueden perder mucha de su significación por el solo hecho de haber sido mal elaborados críticamente o defectuosamente consignados. En el segundo caso, la cuidadosa reelaboración de datos conocidos permite hallar en ellos potenciales valores que no habían sido puestos de manifiesto por quienes hicieron su hallazgo. Cuando subrayamos la importancia del tratamiento metodológico de los datos, no perdemos de vista la crítica, frecuentemente infundada, casi siempre irónica, muy pocas veces informada, de que son objeto los metodólogos de la historia por parte de quienes ven en sus afanes de rigor y objetividad una hueca pedantería. Quienes por ello desdeñan toda posibilidad de aplicación efectiva de la metodología histórica, se complacen en presentar ejemplos en los cuales todo el celo y toda la acuciosidad de los investigadores resultaron burlados por un material que no siempre se presta, y casi nunca dócilmente, a un tratamiento racionalizador cuando a este último se le entiende de manera simplista. Pero, aun si concediéra-

mos gran parte de lo criticado en este terreno, la observación que ahora hacemos acerca de la importancia del tratamiento metodológico conserva su validez, pues no nos referimos a cuestiones intrincadas relativas a las posibilidades de conocimiento histórico, sino a otras más elementales que colindan con la mera técnica de la investigación documental. Y esto es así, porque, aunque resulte un tanto ingrato el señalarlo, es en este último terreno donde se sitúan la mayoría y las más importantes fallas en los agregados de datos. Hechas estas consideraciones queda claro que el interés y la significación de lo que hemos llamado agregados de datos, dependen del cuidado puesto en la etapa previa de elaboración de los datos que una vez agrupados y ordenados, al presentárseles como resultado de la investigación, constituyen esos agregados. La etapa siguiente: la presentación de los datos o el discurso histórico No habría exageraciones en decir que la presentación de los datos constituye el momento de prueba de la capacidad del historiador, si entendemos por presentación algo más que el aspecto formal del discurso histórico. Ha existido la tendencia a considerar tan importante este aspecto formal es decir estilístico, que se ha llegado al extremoso juicio de que la buena prosa puede pesar determinantemente en la valoración de una obra. Sin desdeñar, de ninguna manera, la preocupación por hallarle una forma de expresión adecuada al discurso histórico, cabe señalar que la presentación de los datos en ese mismo discurso implica cuestiones de orden metodológico de la más alta significación, por cuanto atañen a la finalidad misma del discurso y a su estructura. El discurso histórico tiene por finalidad evidente la de presentar los resultados de la investigación, pero requiere para eso una estructura tal que de ella dependen, en buena parte, el que se haga o no verdadero conocimiento histórico. En este sentido, el peligro consiste en la posible confusión que puede surgir en el investigador al tomar los datos agrupados y ordenados como la instancia última en el proceso de elaboración metodológica propiamente dicha. Confusión que suele hacerle incurrir en el error de creer que el discurso histórico consiste, a su vez, en la redacción de un texto que contenga dichos datos, cuando en realidad y visto metodológicamente, el discurso histórico es algo superior y diferente de la hilvanación de los datos ya agrupados y ordenados.

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Germán Carrera Damas La estructura lógico–ideológica del discurso histórico Decir que los datos dictan la estructura del discurso parecería redonda profesión de fe documentista, por cuanto sería postular la sujeción absoluta del historiador al contenido del material que emplea. Sería como pretender negarle toda posibilidad creadora, cuando se entiende por ésta la capacidad de elevarse, gracias a la reflexión y a la interpretación, a niveles conceptuales cuyo alto grado de abstracción podría dificultar la apreciación de su nexo con los datos que le sirven de punto de partida. Sin embargo, la afirmación de que los datos dictan la estructura del discurso es globalmente cierta, y lo es en la medida en que el documentismo puro –tanto como su contrario, la generalización absoluta–, son posturas extremas e inalcanzables. En la base de todo documentismo, aun del más exigente, estará siempre una selección hecha con apego a criterios que pertenecen al historiador y que no nacen de los documentos seleccionados, aunque un fenómeno de fetichismo del documento haga pensar lo contrario. Por su parte, la generalización más exacerbada habrá de partir de un bagaje de conocimientos que, tratándose de historiografía, es necesariamente documental, y esto es válido incluso para los temas de la historia contemporánea más actual. En este último caso, el prescindir del documento hace del producto un testimonio, pura y simplemente; bueno para futuro empleo historiográfico. Pero, atribuir a los datos la facultad de dictar la estructura del discurso no pasa de ser, en el fondo, una figura retórica. En su espléndida mudez, de elocuencia contenida, los datos nada dictan ni dicen. Reservan su carga y sólo la liberan cuando se les interroga. Situado ante ellos, el historiador inquiere su significado total, sin desdeñar matices. Pero esto hace refiriéndolos a una capacidad interpretativa que está integrada por dos componentes mayores: la habilidad analítico–sintética del investigador y su densidad cultural. Si por la primera es posible descomponer, y reintegrar después en una condición superior, los datos estudiados, será la confrontación con el segundo componente el estímulo que dará vía libre a su elocuencia. No es excesivo el concebir una mente entrenada en el tratamiento analítico–sintéticode los datos, pero escasamente armada en lo cultural y, por lo tanto, incapaz de excitar su elocuencia de manera satisfactoria. Tampoco lo es el concebir el caso contrario. Situado ante el conjunto de los datos elaborados, y agrupados y clasificados con arreglo al plan de trabajo, el investigador ha de poner en funcionamiento su capacidad interpretativa, como el instrumento encargado de hallar en ese conjunto las relaciones que constituyen los segmentos de la estructu-

ra lógico–ideológica del discurso. Pero no se trata de una simple tarea de organización del discurso. Es mucho más que eso. Si los consideramos «segmentos de la estructura lógico–ideológica del discurso» es tan sólo atendiendo a su presentación final. En realidad –y por ello decíamos unas líneas arriba que de esa estructura depende, en buena parte, el que se haga o no verdadero conocimiento histórico–, el hallazgo de esas relaciones entre datos es, propiamente, hacer conocimiento histórico, sólo que este hacer lo percibimos en su presentación en el discurso, pues transcurre en el plano íntimo de lo reflexivo. Sobra decir acerca de lo difícil de este proceso. La capacidad de realizarlo distingue la paciencia del investigador del talento interpretativo del mismo. Y decimos talento a falta de mejor designación para una capacidad indefinida pero real que se halla desigualmente distribuida entre los investigadores, no sólo en el sentido de poseerla o de carecer de ella, sino también en el sentido de la existencia de grados o de planos en su posesión. Y mucho importa observar esto último para los fines del conocimiento histórico. El investigador paciente acopia más que elabora datos. Pero, aun cuando pueda someterlos a cierta elaboración, acabará por tenerlos ante sí como unidades que no logra interrelacionar, o cuya más elemental relación, la cronológica, le será la única asequible. El resultado será una hilvanación cronológica de datos referidos a una materia. Por su parte, el investigador dotado de talento interpretativo podrá descubrir en esos datos relaciones que traducen la trama del acontecer histórico, visto dinámicamente, y estará en condiciones de definir líneas generales del movimiento histórico. Podrá, por lo tanto, captar el sentido general y profundo de momentos, períodos y procesos. Hará, entonces, conocimiento histórico. Mas, esto representa tan sólo uno de los dos planos globales del ejercicio del talento interpretativo, el inferior. El otro está reservado al ejercicio de ese talento en su más alto grado, es decir, no sólo a la capacidad de hallar relaciones objetivas en el acontecer histórico expresado en los datos, sino a la de elevar su interpretación hasta el nivel de la reflexión filosófica que le permite plantearse los llamados «problemas de problemas», es decir, ver en el acontecer histórico las «dificultades» básicas, estructurales, que permiten la formulación de los criterios interpretativos más generales. En suma, abre la puerta a la filosofía de la historia, al formularse problemas cuya solución implica la de otros problemas aferentes.

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... Filiación explicación y generalización. La confusión que se advierte en la historiografía venezolana entre agregados de datos y conocimiento histórico, está relacionada estrechamente con la que se advierte entre los conceptos de filiación y de explicación histórica. Esta última confusión está presente en el más numeroso contingente de nuestra historiograf‘a, en forma de la hilvanación cronológica de datos –a que nos hemos referido–, y más propiamente en la narración de esos datos agrupados según un criterio crono–espacial o material, fungiendo todo esto de conocimiento histórico. En rigor, cuando al cabo de una búsqueda, paciente y acuciosa, en los fondos documentales, se levanta abundante cosecha de datos, se suele agruparlos siguiendo uno de esos dos criterios. Si el crono– espacial, se obtendrá una secuencia cronológica de datos referidos a una determinada región; si el material, la secuencia cronológica corresponderá a la vida histórica del asunto estudiado. Sabremos, de esta manera, de la presencia del tema estudiado en diversos momentos del tiempo histórico. Ahora bien, supongamos que es posible componer esa secuencia cronológica de manera continua, o con muy contados vacíos, y admitamos que éstos sean de tan escasa significación que poco influya su ausencia en la validez del conjunto. Logrado esto, habremos establecido la filiación histórica del asunto estudiado. Mas ¿qué significa, en propiedad, este resultado? Significa, tan sólo, que hemos conseguido establecer lo que podría calificarse de columna vertebral de un tema biográfico (referido a la vida de un personaje) o morfológico (referido a la vida de una forma histórica). Pero nada más. Y ello no quiere decir que poco valga lo obtenido. Quiere decir, eso sí, que se habrá llegado a una especie tal de resultado, que aparecerá siempre como previo o introductorio a una operación final que está llamada a extraer de esa secuencia un sentido que no sea el de su solo devenir. Es el momento de la explicación (si la vemos ya en su formulación) y de la interpretación o comprensión (si la vemos en su gestación). En verdad, difícil es separar ambas fases sin hacerles violencia. Admitimos, por ello, que el todo puede resumirse en el término explicación, considerando que en historiografía no cabe pensar en una interpretación que no se resuelva en una explicación. La interpretación que permanezca enclaustrada en la mente del historiador no interesa desde el punto de vista metodológico más que como elemento de la capacidad interpretativa, la cual sólo podemos apreciar en los resultados de su ejerci-

cio, es decir, en la aplicación de lo interpretado, en su comunicación . ¿En qué consiste esta explicación, como etapa siguiente a la filiación? Consiste en responder al por qué de esa filiación, la cual nos revela el cómo del asunto estudiado. En este sentido, la filiación cumpliría una función previa y necesaria respecto de la explicación histórica, pues ésta, en atención al método histórico mismo, no podría ser jamás una explicación de presente histórico, sino que para ella todo presente objeto de explicación aparecerá siempre como un momento, intermedio o final, de una filiación. Excluimos la posibilidad de un momento inicial salvo para los estudios protohistóricos, y esto de manera convencional, si acatamos la que parece ser una ley general del conocimiento histórico, o sea que toda protohistoria, en razón de la indefinición de sus límites, tiende a convertirse en prehistoria y, progresivamente, en historia, en función del desarrollo del mismo conocimiento histórico. En suma, colocado ante la filiación de un asunto, el historiador tendrá todavía que realizar una operación que consiste en «interrogarla» para extraer de ella «su sentido más general», a partir del cual podrá establecer sus «sentidos secundarios o complementarios». No se trata, sin embargo, de pagar tributo a un monismo explicativo, pues la naturaleza de ese «sentido general» no está vinculada necesaria o completamente con las posibles «causas» del fenómeno estudiado. Atiende, más bien, a la que podría considerarse su característica más general y permanente, es decir, aquella que sintetiza de manea más completa los aspectos esenciales del fenómeno estudiado. Así podrá decirse, por ejemplo, que la esclavitud en Venezuela, en el lapso 1811–1821, es una institución de crisis, desprendiéndose de esta constatación, tan objetiva como el precio de un esclavo, aunque de naturaleza diferente, todo un con junto de derivaciones que una vez desarrolladas configuran la crisis de manera minuciosa. Hemos dicho constatación y no deducción, aunque en el fondo sea este último su sentido, por el deseo de subrayar la subordinación en que se halla esa operación con respecto al acontecer histórico real, y el cuidado que debe ponerse en preservarla, al máximo –entiéndase bien, sólo al máximo–, de infiltraciones subjetivas. En otras palabras, con el propósito de proscribir en lo posible cualquier arbitrariedad interpretativa. Brota, en esta operación, una dificultad fundamental, que plantearíamos a partir de esta interrogante: ¿cómo localizar esa característica más general y permanente?

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Germán Carrera Damas Parecería que el sentido común sugiere hacerlo con base en el despeje del conjunto de características y en la ponderación de las mismas. Sin embargo, este que parece ser el procedimiento natural, se revela insuficiente al examen de la crítica metodológica, porque no es seguro, aunque sí posible, que nos conduzca a la localización de la característica más general y permanente. Ello es así porque el conjunto de las características –que son, en realidad, reflejo de los aspectos componentes del momento–hecho histórico–, son de naturaleza semejante a la de este último en cuanto concierne a su unidad. Es decir, que así como la unidad del momento–hecho histórico expresa la confluencia de sus aspectos componentes y de algo más que no corresponde estrictamente a la suma de esos aspectos, aunque sí guarda relación, y estrecha, con esa suma, asimismo la característica más general y permanente de un fenómeno o de un proceso histórico puede no figurar en el conjunto de las características despejadas y corresponder a una categoría similar a la unidad del momento–hecho histórico, es decir, que sea algo más que la suma de las características y que, por lo tanto, haya necesidad de aprehenderla mediante un esfuerzo suplementario. Ahora bien, la naturaleza de ese esfuerzo suplementario es de muy difícil definición, y objeto de controversias incesantes que se producen entre corrientes metodológicas que forman una gama que se extiende desde la comprensión (tan vinculada a la interpretación) hasta la simpatía, siendo todas, según los metodólogos de la historia, vías para la captación de esa característica general y permanente que sintetiza la entidad de un fenómeno histórico. Este es el momento cuando el historiador queda abandonado a sus propias fuerzas, y cuando ni el más audaz metodólogo se atrevería a intentar enseñarle cómo salir del trance, ni siquiera con el recurso de la mayéutica, pues ni así parece posible inducir a alguien a pensar cosas importantes e interesantes.

La filiación como presentación Vista en sí misma, la filiación de una cuestión o dificultad sólo puede culminar en su presentación. Así al cabo de la secuencia cronológica estaremos en presencia de los hitos de un fenómeno, y bastante habremos conseguido con ello a condición de resignarnos a la sola contemplación de la vida del fenómeno. Este es el resultado preliminar contenido en muchas obras de nuestra historiografía. Pero debemos decir de inmediato que si bien puede encontrársele en estado puro, por ejemplo, cuando bajo la denomina-

ción supuesta de la ganadería en Venezuela durante los siglos XVII y XVIII, se consignan datos cronológicamente ordenados acerca de la fundación de hatos, la producción y la exportación de ganado, etc., suele encontrársele más bien como pasajes de obras, que en otros aspectos pretenden e incluso alcanzan niveles de interpretación y explicación. Más todavía, parece posible afirmar que puede hallársele en obras bien construidas, supliendo la interpretación y la comprensión en los temas o cuestiones donde la escasez de datos o la heterogeneidad de los mismos las hace imposibles o demasiado arriesgadas. Pero puede, también, ser buen testimonio de cortedad interpretativa y hasta de pereza mental. Detengámonos un poco en el ejemplo que hemos propuesto. A este respecto, es posible componer la más completa filiación de la actividad ganadera, sin que podamos respondernos a la pregunta clave de ¿qué fue la ganadería en Venezuela durante los siglos XVII y XVIII?, cuando esperamos algo diferente del ¿cómo fue? Es decir, cuando nos interesa captar la característica más general y permanente del fenómeno y, consecuentemente, su estructura.

La práctica de la filiación El establecimiento de la filiación de un hecho o fenómeno histórico guarda estrecha relación con el desarrollo de la heurística: el conocimiento general de las fuentes hace posible la orientación de la búsqueda documental y contribuye a que se satisfaga lo más posible la condición óptima de la filiación, o sea, el estudio exhaustivo de los fondos documentales. Son bien sabidos los requisitos metodológicos impuestos por la heurística, pero lo son menos las particularidades de los mismos en cuanto corresponde a la historiografía venezolana. Es posible englobarlas en dos características generales: desigual desarrollo de los fondos documentales y jerarquización de los testigos y, por ende, de los testimonios. El desigual desarrollo de los fondos documentales no es, propiamente, una característica exclusiva de la heurística venezolana. Lo es de todas las historiografías en proporción a su desarrollo, pues el interés por los fondos documentales es función de las necesidades historiográficas. Lo que sí puede considerarse propio de la heurística venezolana es la acentuada desigualdad de ese desarrollo, visible en la situación preeminente que se ha dado a la documentación sobre la Emancipación, y dentro de ella a la directa o indirectamente bolivariana. Tocamos con esto la segunda característica: la jerarquización de los testigos. Esto es claramente perceptible en lo concer-

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... niente a los testimonios sobre la Emancipación. Bolívar aparece como el testigo de referencia, lo cual sería, digámoslo de paso, una verdadera «aportación» de la historiografía venezolana a la universal. Esta última suele distinguir entre testigos presenciales y no presenciales, y entre testigos calificados y no calificados. La noción de testigo de referencia sería el grado absoluto del testigo calificado, pues significaría ni más ni menos que la verdad tomada como punto de contraste para la apreciación de los demás testimonios. Funciona de esta manera, pero también así: el tenor de verdad de un testimonio será función de la cercanía o de la fidelidad mostrada por el tstigo considerado respecto de Bolívar. Este papel de testigo de referencia atribuido a Bolívar es el eje de una valoración jerárquica de los testimonios un poco más amplia: testimonios realistas y testimonios patriotas. Los primeros muy pocas veces corresponden a la verdad; los segundos muy pocas veces no corresponden a ella. La historiografía sobre la Colonia, en el campo de la heurística, añade una característica al conjunto: la de versar sobre un fondo documental limitado, pero no agotado, que es traído y llevado incesantemente. Exhibe, además, carencia de clasificación y una metodología frecuentemente precaria; esto último sobre todo en el manejo crítico de la estadística histórica y en la valoración cronológica de los testimonios. La apreciación que acabamos de hacer acerca de las fuentes permite afirmar, como uno de los rasgos de la práctica de la filiación histórica en la historiografía venezolana, la del reducido número de datos empleados. Desentendiéndose de toda preocupación metodológica, el historiador suele rebajar al mínimo las exigencias metodológicas críticas que deben actuar en la elaboración del dato, de allí que, en general, sea posible afirmar que se producen los siguientes excesos: sobrevaloración del dato, exageración de su alcance en sentido espacial y disimulo de su aislamiento. Por sobrevaloración del dato habría que entender, más propiamente, la poca crítica apreciación del mis-

mo. Salvo excepcionales muestras de crítica histórica, el principio parece ser que todo dato es bueno, particularmente en cuanto se refiere a historia colonial, mientras que para la independiente rige el mismo principio pero normado a su vez por los criterios que expusimos al comienzo de esta parte.1 Se exagera su alcance, en sentido espacial, cuando se toman unos pocos datos (no raramente uno solo) como prueba de la existencia de un determinado fenómeno en toda una región histórica, hasta la más extensa, incluso cuando se admite generalmente el desarrollo sui generis de algunas de las partes de esa región. Así, el significado de un dato referente a un hato situado en algún lugar del Llano, para fines del siglo XVII, se hará extensivo a todo ese vasto territorio, etc. Además, se disimula el aislamiento del dato en sentido espacial también y en el cronológico. La exageración del alcance permite lo primero, mientras que la ordenación cronológica de los datos, en rápida enunciación, aspira a conseguir lo segundo. No es infrecuente, también, que se reúnan datos de diferente procedencia en cuanto a la zona o aspecto del fenómeno estudiado. Así, datos de establecimiento de fundos; de exportación de cueros por uno, dos o tres puertos; número de cabezas recensadas o estimadas en alguna región –en total no son más de unas pocas decenas de datos– , bastarán para construir un estudio sobre la ganadería venezolana durante los siglos XVII Y XVIII, para atenernos al ejemplo citado. Entiéndase, hay confusión de los datos, pues no se procede mediante establecimiento de aspectos para reunión posterior de los mismos en una presentación general.

Filiación y generalización Para la historiografía tradicional suelen ser la misma cosa, a juzgar por la manera cómo se hacen extensivos a toda una región histórica, por ejemplo, los resultados de una filiación establecida según el procedimiento que acabamos de estudiar. Esto es

1 No es raro que la sobrevaloración del dato conduzca al exceso de que en los agregados de datos construidos con base en la filiación de alguna cuestión histórica, se llegue a denotar la creencia de que todo dato es útil, tanto los que se contraen al tema como los que se salen de él, ejemplificándose así un concepto excesivamente elástico de la pertinencia del dato incidental, que culmina en el empleo de lo accidental y en la interpolación de desarrollos desvinculados de la secuencia temática propia del agregado de datos. De allí la dispersión y el abigarramiento temático en que suelen incurrir los agregados de datos. Esto es posible, pese a las guías proporcionadas por el orden cronológico y la filiación, en razón de que en estos casos son los datos los que deciden de la marcha del discurso (entendido como redacción de un agregado de datos), que es redactado a medida que surgen los primeros, ocasionándose la abundante presencia de datos sueltos o escasamente relacionados con respecto a la que podría concebirse con largueza como línea ideológica del discurso, o sea su vago propósito demostrativo. Mas esta dispersión y este abigarramiento temático no es extraño que a la postre afecten profundamente el conjunto del discurso: la ausencia de una estructuración analítica de los datos y en razón de que todos los datos son utilizados, pues el discurso es tan sólo una secuencia de ellos, conduce a que se vayan suscitando los diversos aspectos de la cuestión estudiada sin plan ni concierto, a medida que brotan del fichero. Mas no quiere esto decir que no haya en absoluto agrupación de los datos. La hay, pero sólo en un sentido macroscópico, en capítulos o partes que carecen de una estructura propia. Así es posible encadenar los datos sin sujetarlos a orden ideológico y el discurso se convierte en una simple narración abigarrada, elemental, incapaz de facilitar la comprensión de lo narrado, al cabo de cuya lectura siempre es posible interrogarse, con un mucho de desconcierto, sobre el sentido de lo leído.

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Germán Carrera Damas posible mediante la que hemos llamado, al habar de los datos, exageración de su alcance en sentido espacial. Con ello tocamos al sentido espacial de la filiación, al observar que ésta no sólo tiene un sentido cronológico sino además se halla relacionada con un espacio histórico determinado. Cabe señalar, al respecto, que si bien puede disimularse la procedencia diversa de los datos (en cuanto a los aspectos del fenómeno a que se hallan referidos y a los lugares en que se manifestaron), mediante la acumulación de hitos cronológicos hasta producir un efecto de continuidad, no sucede lo mismo con el sentido espacial, pues basta examinar, críticamente la serie cronológica para advertir el significado de las lagunas presentes. Veamos: si bien la filiación obtenida puede ser continua en el sentido cronológico, su capacidad de representación del fenómeno a que se refiere depende del lugar histórico a que se hallan circunscritos esos datos. Es decir, cobra importancia el sentido espacial. Existen dos «soluciones» tradicionales a esta dificultad metodológica: una consiste en relacionar datos referidos a diversos puntos del territorio estudiado, contemporáneos algunos de ellos, y en tomar el resultado como válido para todo el territorio; la otra consiste en establecer la filiación para algunos puntos o regiones considerados típicos o representativos, y en proyectar su resultado sobre la totalidad del territorio. En ambos casos la filiación conducirá de inmediato a la generalización. Vale la pena apuntar de seguidas que ambas «soluciones» guardan estrecha relación de dependencia con las fuentes disponibles. Estas pueden ser escasas, y mucho, para un lapso determinado y, en consecuencia, lo será también el número de datos que proporcionen. En otras palabras, se origina una pregunta que es necesario plantearse críticamente: ¿Cuántos puntos de apoyo se requieren para fundar una generalización? Parece obvio que la solidez de una generalización es directamente proporcional al número de datos en que se funda. Pero no parece menos obvio que debe entenderse por este último el número de datos disponibles en un momento dado de la investigación. De otro modo, habría que renunciar a todo intento de generalización, al menos mientras exista la posibilidad fundada de que aparezcan nuevos datos. Ahora bien, ésta es una posibilidad siempre abierta, en razón de la naturaleza del proceso de desarrollo y sistematización de los fondos documentales. Propiamente, será siempre aventurado, si no imposible, declarar cerrada esa eventualidad. Pero ¿significa esto que no existe posibilidad de generalizar, o que debe tenerse presente, siempre, el

carácter provisional de toda generalización? Tales interrogantes adquieren mayor significación, todavía, cuando aseveremos que toda generalización habrá de fundarse, necesariamente, en un número limitado de casos, por cuanto está fuera de toda lógica el agotamiento absoluto de los mismos. Y esto último porque en historia –aun para los períodos aparentemente más estudiados–, siempre cabe hallar nuevos datos, bien sea porque surjan de nuevas fuentes, bien sea porque pueda elaborárseles a partir de los ya conocidos mediante nueva interpretación de los mismos. Bueno es señalar aquí que esta limitación de la generalización no rige exclusivamente para la historia. Ella es extensiva, cuando menos, a las ciencias biológicas, e incluso a las químicas y físicas. No obstante los historiadores suelen admitir, sin discusión, la validez de las generalizaciones en esas ciencias, y reconocen –algunos hacen de ello fundamento de su concepción de la historia–, la desventaja de su disciplina a ese respecto, y no rehusan admitir el carácter especial de sus generalizaciones. En historia toda generalización depende de la cantidad y la calidad de los datos. A su vez, tanto la cantidad como la calidad de los datos guardan entre sí una relación de dependencia recíproca que no debe perderse de vista al apreciarlas en funci n de la generalización. A la pregunta formulada: ¿Cuántos puntos de apoyo se requieren para fundar una generalización?, hay una respuesta que, como acabamos de ver, puede descartarse: todos. Ahora bien, si el número ha de ser necesariamente limitado, parecería obvio que cuanto mayor sea, más cerca se estará de la situación óptima. Mas este razonamiento nos conduce directamente a un simplismo: a mayor número de datos, mayor grado de veracidad. ¿Será necesario demostrar que el testimonio de todos los componentes de un batallón, e incluso de un regimiento o de una división, acerca del desarrollo de una batalla de la segunda Guerra Mundial, en la cual tomaron parte, es menos significativo que el emitido por el jefe de Estado Mayor del frente, situado a varios kilómetros en la retaguardia? Pero no sería lo mismo si consiguiésemos los testimonios de todos los oficiales comandantes, en los diversos escalones. Estos últimos nos permitirían construir una visión de la batalla legítimamente contrastable con la que podría proporcionar el jefe de Estado Mayor. Es decir, la calidad de los testimonios condiciona la elocuencia de la cantidad de los mismos. Igualmente, la cantidad condiciona la calidad, pues si bien el testimonio de un oficial comandante difícilmente puede contraponerse al de jefe de Estado Mayor, sí lo puede el testimonio de todos o la mayoría de los oficiales comandantes.

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... La práctica metodológica, al distinguir básicamente entre datos o testimonios seriados y datos o testimonios representativos o típicos, impide ver con claridad la interrelación existente entre la calidad y la cantidad de los datos necesarios para apoyar una generalización. A su vez, en la práctica de la filiación pareciera no existir diferencia alguna entre la calidad y la cantidad de los datos, pues éstos son integrados en series cronológicas en las cuales su valor quedaría reducido al de testimonios probatorios de la continuidad de la presencia del fenómeno estudiado, pero de una continuidad zigzagueante, cuando se toman datos referidos a diferentes regiones históricas; o carente por igual razón, de toda proyección espacial que no sea la arbitraria a que nos referimos al comienzo de esta parte. Mas, es en el momento de la exposición de los resultados cuando la interrelación existente entre la calidad y la cantidad de los datos adquieren para el investigador una importancia definitiva: cualquiera que sea el método seguido para la comprensión o interpretación del hecho histórico, a la hora de comunicar sus resultados el historiador tendrá que someterse a las exigencias de la inferencia que es el saber histórico, es decir, tendrá que aducir pruebas en apoyo de sus resultados. Ahora bien, cualquiera que sea el criterio aplicado en la investigación –datos seriados o datos representativos–, el historiador verá imperar ahora las exigencias propias del discurso histórico, cuyas particularidades, subordinadas a la finalidad de transmisión de conocimiento, le obligarán a buscar una zona intermedia entre el dato representativo excesivamente aislado y la fastidiosa inclusión de largas series de datos. El dato aislado, por representativo o típico que sea, difícilmente logra abonar suficientemente la generalización, aunque se le envuelva en los tradicionales expedientes retóricos, destinados a hacerlo aparecer como parte de un nutrido conjunto de datos no citados. En cuanto a las series, éstas encierran el peligro de hacer demasiado difusa la demostración, además de tediosa, lo cual es pequeño pecado en el discurso histórico.

Está demás decir, por otra parte, que tras todo dato verídicamente representativo o típico, se extiende la serie que permitió definir esa tipicidad. Asimismo, toda serie, para los fines de su comunicación mediante el discurso histórico, culmina en uno o más datos representativos que abonan y sustentan la deducción hecha con base en ella. Es este, quizá, el aspecto en que la filiación se distancia más de la generlización.2

Posibles instrumentos para coadyuvar en el paso a la generalización Hemos subrayado la importancia que presenta el tratamiento metodológico de los datos como la única fuente de valor de los agregados de datos. También hemos señalado cómo es a partir de esos datos ilegítimamente presentados a manera de resultado final de la investigación, cuando comienza la tarea de interpretación y de comprensión que dé acceso a la generalización. Por último, apuntamos la estrecha relación que existe entre esta operación generalizadora y el discurso histórico. Recordemos, igualmente, lo dicho acerca de la dificultad –franca imposibilidad, inclusive–, de proponer normas metodológicas que enseñen a realizar esas etapas del proceso del conocimiento histórico. Conviene añadir a esto último, que la ya dudosa posibilidad de enseñanza en este terreno choca con los efectos de una enseñanza que exime al estudiante de todo esfuerzo de elaboración conceptual. El hábito de la memorización, celosamente cultivado por ella, conduce a la franca impotencia del estudiante y del investigador novel para hallar algún tipo de dificultad digna de investigarse en el conjunto de informaciones de que dispone. Más aún, colocados ante un cierto número de datos, les será en extremo difícil llegar al plano de la generalización conceptual. Si bien no existen fórmulas metodológicas que resuelvan la situación, como hemos dicho, sí es posible proponer una serie de ejercicios básicos y de procedimientos cuyo dominio puede facilitar la tarea de

2 En los agregados de datos corrientemente presentados como «historia», se suelen ignorar los requisitos metodológicos relativos a la «tipicidad del dato». Prescindiéndose de toda consideración acerca de la relación entre esa tipicidad y el carácter seriado de los datos, se dan como típicos o característicos datos referidos a hechos aislados, o se presume su condición de típicos sin demostración apropiada. La mecánica del agregado de datos es en esto muy elemental: se halla un dato acerca de cuya condición de típico o característico nada se sabe, y se «razona» de esta manera: puesto que ocurrió el caso a que tal dato se refiere, cabe pensar que no fuera único y que «a veces» se presentaban otros semejantes. Es posible entonces, «afirmar» que tales situaciones ocurrían. Al redactar, se enuncia primero la «generalización», precedida de un «a veces» o de un «frecuentemente» (los más prudentes dirán «en algunas ocasiones»), y como único apoyo se transcribe el único dato de que se dispone. El abuso de este juego llega a ser insultante para la razón: todo un discurso compuesto de la suerte. Nunca insistiríamos demasiado en cuán alerta debe estar el historiador ante este peligro: los datos «solicitan» la generalización y no es difícil caer en la tentación de formularla, y no siempre el tener conciencia del peligro es suficiente para prevenirlo. Basta un gramo de autocrítica para admitirlo así.

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Germán Carrera Damas estudiantes e investigadores noveles. No hay contradicción en lo dicho, y quizá sólo porque la utilidad de esos ejercicios se halla en relación con la malformación del estudiante a que nos hemos referido. De allí que, cuando el interesado los practica, de hecho se está enfrentando a la prueba que le ayudará a tener conciencia de si sus aptitudes le permiten o no el ejercicio de la investigación histórica. Cabe distinguir dos niveles en estos ejercicios y procedimientos: unos corresponden específicamente a la obtención y elaboración de los datos, y otros al discurso que habrá de integrarlos. Los ejercicios que se sitúan al nivel de la obtención de los datos tienen por objeto rodear estos últimos de un mínimo de seguridades que los haga útiles para la interpretación. Son de sobra conocidos los requisitos del tratamiento crítico de los datos, y es fácilmente perceptible el peso que en ese tratamiento crítico corresponde a la capacidad de interpretación y de análisis. Por esta última razón, los ejercicios propuestos no tienen otro sentido que el de proporcionar instrumentos cuyo producto final depende precisamente de tal capacidad, pero que como técnicas están al alcance del estudiante en general. Sin descartar, tampoco, la posibilidad de que su práctica constante estimule el desarrollo de esa capacidad, frecuentemente ignorada por el propio estudiante en razón de su deformación memorizadora. Estos ejercicios, cuya finalidad es el aprender a obtener datos con un mínimo de fidelidad a la fuente, permiten igualmente conjugar los procedimientos fundamentales de la crítica externa y de la crítica interna, en una sola operación que para fines pedagógicos disociamos en tres etapas: a) La presentación resumida de un texto; b) El resumen analítico de un texto, y c) El análisis crítico del mismo (véase el apéndice A). En cuanto a los procedimientos que se sitúan al nivel del discurso histórico, éstos tienen una doble meta: unos, tienden a proporcionarle al estudiante puntos de referencia para la que podríamos denominar identificación de su tema de estudio, asociando esa identificación con ciertos esquemas metodológicos muy generales que pueden servirle como guías para la búsqueda del esquema definitivo, el cual, como hemos visto, se halla supeditado a la capacidad de descubrir relaciones entre los datos. Para este fin hemos adaptado una clasificación de los temas de la investigación documental que los reúne en cuatro grupos básicos: biográfico, morfológico, comparativo y cuadro, con la pretensión no demasiado exagerada, de que casi todos los temas a investigar corresponden a uno de esos tipos o a una combinación de ellos (véase apéndice B). Otros procedimientos se

refieren, ya específicamente, al tratamiento de los temas, en su estructuración planificada. Tienen por objeto mostrar un poco la posible vía para pasar del resultado provisional de las etapas del estudio histórico que hemos denominado «de formación y acopio de datos» y «de agrupación y ordenación de datos», a la generalización compatible con el conocimiento histórico, eludiendo la formación de simples agregados de datos. Para ello ideamos un esquema que aspira a mostrar gráficamente el proceso (apéndice C). No hay lugar para exagerar las virtudes de estos ejercicios y procedimientos. Restringiéndolos a la condición de meros auxiliares, implican un discreto acatamiento de la que parece ser moraleja de toda metodología: da buenos resultados cuando se la aplica bien y con capacidad creadora.

Conocimiento histórico Superada la concepción de ese conocimiento como simple acumulación de información acerca de hechos y procesos, no se le puede ver sino de acuerdo con las características generales del conocimiento científico. Igualmente, la investigación histórica se asimilará en su sentido básico a la investigación científica. Trátese de comprender, de explicar o de interpretar; propóngase el investigador hallar leyes generales o tendencias de determinados momentos históricos, es claro que su objetivo será siempre superior a la acumulación de información y cercana, en mayor o menor grado, de los propósitos del conocimiento científico. Igualmente, al tener como finalidad la ampliación del conocimiento histórico así entendido, coincide con los fines de la investigación científica en su sentido más vasto. De acuerdo con los criterios historiográficos, sólo faltaría el requisito de contemporaneidad para que pueda calificarse de crónica el producto historiográfico que no supera el nivel de la acumulación de información relativa a un fenómeno histórico. Por eso se designa esta elaboración historiográfica como historia narrativa, en contraposición con otro tipo de historia, la interpretativa, cuyos fundamentos metodológicos no han sido objeto todavía, en la historiografía venezolana, de una formulación orgánica. Existe la insatisfacción causada por la historiografía narrativa, y se siente la necesidad de la interpretativa, pero aún no se ha logrado realizar el cambio en la medida que sería deseable.

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... Filiación, agregados de datos y conocimiento histórico

Filiación, agregados de datos y progreso científico en historia

La insatisfacción a que nos hemos referido, se ha traducido en la búsqueda de remedios capaces de transformar los resultados de la historiografía tradicional, marcadamente narrativa. Han sido varios los remedios propuestos.

La acción conjunta de la práctica de la filiación y de la obsesión de los orígenes, ha producido entre nosotros una manera de historiar, generalmente seguida, a la que bien conviene el mote de «historia de tijera y goma», empleado en la historiografía universal. Dicha mnera de historiar consiste en seleccionar un tema y buscar todos los datos sobre él. Veamos someramente el procedimiento:

Históricamente, el primero de ellos fue la afirmación de una intención filosófica en el quehacer historiográfico, de acuerdo con modernas concepciones de la historia, y desembocó en la determinación de la causalidad de los hechos históricos. Fue el momento de auge de todos los determinismos imaginables. Siguió, aunque guardando cercano parentesco con ese remedio, uno imbuido de la obsesión de los orígenes, en forma de establecimiento de la filiación exhaustiva de los fenómenos estudiados, con el propósito de marcar el carácter de proceso de los fenómenos históricos, y con el resultado de que el tema investigado solía verse abrumado por una larguísima serie de antecedentes que, de tan remotos que llegaban a ser, difícilmente guardaban alguna relación significativa con él. En el fondo de estas preocupaciones ha estado presente una inspiración documentista, produciéndose la creencia de que la búsqueda de documentos inéditos y su incorporación al discurso histórico significa, automáticamente, hacer conocimiento histórico, pues éste se vuelve sinónimo de información histórica. El resultado ha sido la producción de obras que, poseedoras de un alto valor documental, no han logrado, sin embargo, transformar la historia narrativa en interpretativa, por cuanto el tratamiento de que son objeto dichos documentos no consigue superar el molde tradicional de la narración. Es cierto que el descubrimiento de ricos fondos documentales, y la obtención de muchos e interesantes datos mediante el estudio de los testimonios en ellos contenidos, han dado origen a una mejor información histórica, por cuanto han permitido nutrir y extender la filiación de los fenómenos estudiados; pero es cierto, también, que no han conducido a la elaboración de conocimiento histórico propiamente dicho, por cuanto la presentación de esas filiaciones laboriosamente establecidas suele quedarse en agregados de datos, narrados mas no interpretados. Este ha sido el saldo de los esfuerzos renovadores, creemos, porque no se trata de un problema de erudición sino de metodología. Mientras no se resuelvan las dificultades del tránsito a la generalización – que ya hemos apuntado–, poco significará cualitativamente la exploración de los fondos documentales.

La selección del tema ya refleja las carencias de la historiografía tradicional, por cuanto rara vez no saldrá del arsenal de temas clásicos tratados por esa historiografía. Se repiten así, una y mil veces, los mismos estudios sobre los mismos temas. La operación de «buscar todos los datos» suele consistir en la indagación bibliográfica de todo lo dicho sobre la materia, concediendo la condición de dato a los juicios historiográficos. No es raro que la búsqueda se detenga allí, y dé como resultado una refundición historiográfica. Pero en ocasiones se incorporan algunos documentos hasta entonces inéditos o poco conocidos. Los resultados son obvios: una mera actualización o balance del estudio del tema. Pero, ello no impedirá que se considere obra histórica, e incluso meritoria, la reconstrucción y ensamblaje, por ejemplo, de todo lo dicho hasta el presente acerca del proceso y ejecución del general Manuel Piar, con el añadido de uno que otro parecer del autor, quien, incluso, puede llegar a tener la ingenua convicción de que está «investigando» un tema virgen, cuando en realidad lo que hace es exhibir su pobreza de recursos como historiador incapaz de ver «dificultades», de plantearse y resolver problemas de verdadero interés. Ese tipo de «historiador» seguirá «descubriendo» cada cierto tiempo los más trajinados temas, sin proponerse jamás una hipótesis propia, temeroso de no verla respaldada por alguna lectura de autoridad. En nada cambiaría el resultado, desde este punto de vista, si el estudio estuviese fundado íntegramente en documentación hasta entonces desconocida. En este caso, se habrá ensanchado la información histórica, pero no habrá adelantado el conocimiento histórico si no se consigue superar el límite de los simples agregados de datos. Se hará conocimiento histórico en la medida en que se consiga ensanchar la frontera del conocimiento científico de los hechos mediante su comprensión e interpretación, y en la medida, también, en que se logre revelar la naturaleza de tales hechos al descubrir su estructura y su dinámica, explicándolas con arreglo a conceptos que sólo pueden

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Germán Carrera Damas alcanzarse mediante la generalización hecha a partir de los datos obtenidos. Así, ensamblar todo lo conocido acerca de un fenómeno histórico no es hacer conocimiento histórico, aunque dicho ensamblaje pueda ser útil para este último fin. Es lo que explica por qué puede hacerse conocimiento histórico, entre nosotros, mediante reelaboración crítica y metódica del volumen de datos ya conocidos, sin que esto quiera decir, en modo alguno, que se deba detener la búsqueda de nuevos datos ni que tal búsqueda tenga un interés secundario. Quiere decir, tan sólo, que los datos ya conocidos, por figurar mayormente en simples agregados de datos, son susceptibles de interpretación y comprensión, siempre y cuando se les haya obtenido con arreglo a las normas metodológicas básicas que ya hemos mencionado. Conviene señalar de inmediato que esta legítima reelaboración historiográfica difiere mucho de la historia de «tijera y goma». La reelaboración es posible precisamente por el vicio de los agregados de datos, y se legitima por su naturaleza crítica, metódica, interpretativa, bien diferente de los usuales ensamblajes bibliográficos que produce la historia de «tijera y goma», estéril, farragosa y, a veces, fraudulenta.

Un posible obstáculo al adelanto científico en historia Lejos de nosotros la pretensión de haber descubierto la razón de la dificultad que encuentran muchos historiadores venezolanos para superar el nivel de los agregados de datos, suponiendo que fuese una razón. Sin embargo, la experiencia docente y el estudio historiográfico hacen que nos inclinemos a creer que esa dificultad puede guardar relación con dos de las que hemos definido como características de la historiografía venezolana: despreocupación metodológica y escasa elaboración conceptual.3 Bastante nos hemos ocupado ya de lo tocante a la metodología. Importa, ahora, que nos ocupemos de la segunda característica y de sus manifestaciones. Desde este último punto de vista, puede decirse que la historiografía venezolana presenta el aspecto de un gran volumen de información desarticulada, en cuanto intentemos apreciar en esa información otro orden que no sea el cronológico, tan útil para la narración. Es decir, contamos con un crecido número de datos que, en gran parte, no hemos conseguido integrar en estructuras que nos permitan conocer los momentos–hechos históricos de otra manera que no sea la tradicional memorización o huera erudición.

Faltan, en suma, factores aglutinantes de esa multiplicación de datos. Ahora bien, esos factores aglutinantes, en el orden del conocimiento histórico, no pueden provenir sino de un esquema de categorías históricas, el cual, a su vez, sólo puede ser elaborado a partir de los datos que deberá aglutinar. Se trata, en apariencia –pero sólo en apariencia–, de un círculo vicioso. Y esta apariencia se acentúa por la manera como se ha pretendido romper el círculo, es decir, mediante la «importación» de esquemas de categorías históricas. Tomados los moldes, se procede a llenarlos con los materiales acumulados y se produce una historia con calificativo acorde con la concepción histórico–filosófica que profesa el historiador. Fácilmente se aprecian dos de las principales fallas de este procedimiento: unas veces será necesario recortar o extender los hechos para hacerlos encajar en el molde; otras no habrá en absoluto posibilidad de hacer tal cosa, en razón de la enorme distancia existente entre continente y contenido. En este último caso, el problema se relega al fondo de los grandes temas sin estudiar, o se le escamotea del todo mediante denominaciones de escandalosa arbitrariedad: si el caudillismo es feudalismo, la hacienda es un feudo, el hacendado un señor feudal y el peón un siervo, etc. Pero, semejante procedimiento se funda en una marcha que es inversa a la que debe seguir la investigación científica: va de la categoría aprendida al hecho por conocer, pero, además, con el propósito de encuadrar el hecho nuevo dentro de la categoría, con renuncia, ab origine, de toda posibilidad de definir una categoría a partir de los hechos, en razón misma de su particularidad o novedad. Aparentemente, nada de censurable hay en esta marcha de lo conocido hacia lo desconocido. Pero sí lo hay cuando la incorporación de lo desconocido significa despojarlo de sus particularidades para hacerle entrar forzosamente en los esquemas categoriales conocidos. Al proceder así, se bloquea la perspectiva de desarrollo del conocimiento, y el investigador podrá colocarse en la falsa situación de quien intenta intervenir un reloj con una llave inglesa, ignorando la elemental relación que debe existir entre el objeto del conocimiento y los instrumentos que este último emplea y más todavía, que es el objeto el que determina las características del instrumento.

3 Véase Germán Carrera Damas, «Sobre la historiografía venezolana» Historia de la historiografía venezolana (Textos para su estudio). Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central, 1961, pp.XXXIII– XXXVII.

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... En suma, no parecería errado pensar que la dificultad en superar el estadio de los agregados de datos pueda radicar en el temor a «crear» categorías apropiadas al objeto de estudio, carciéndose con ello de los instrumentos necesarios a la generalización y a la elaboración de conocimiento histórico.

Conclusiones 1. Los agregados de datos constituyen la presentación de los resultados obtenidos en el curso de la investigación histórica, una vez que se han completado las etapas de formación y acopio de datos, y de agrupación y ordenación de los mismos. Consiste, por lo tanto, en la presentación como resultado final de la investigación de lo que tan sólo es una etapa previa a la redacción del discurso histórico entendido como elaboración de conocimiento. 2. El mérito de los agregados de datos queda limitado a su utilidad para una posterior elaboración de conocimiento, una vez que se les someta a interpretación. Esa utilidad depende, básicamente, del rigor metodológico que se haya puesto en la obtención y en el tratamiento de los datos. 3. La presentación de los agregados de datos como conocimiento histórico se halla relacionada con la confusión, presente en la historiografía venezolana, entre filiación y explicación. 4. El trazado de la línea evolutiva de un proceso o fenómeno histórico (filiación), es necesaria para su explicación, pero no constituye, propiamente, esta última. 5. Tanto los agregados de datos como la explicación (entendida ésta como conocimiento histórico) son instancias metodológicas características y relacionadas entre sí, que exigen tratamiento apropiado. 6. No debe descartarse la posibilidad, en las condiciones propias de los estudios históricos en Venezuela, de coadyuvar mediante ejercicios y procedimientos adecuados a la solución de las dificultades planteadas por la generalización. 7. Quizá deba buscarse la razón de esas dificultades, fundamentalmente, en una defectuosa marcha del conocimiento científico, y en el miedo a la definición de categorías. Apéndice A El tratamiento de los textos es la operación primaria de la investigación histórica. Si bien es cierto que el concepto de fuentes históricas las admite no escritas, no lo es menos que predominan –y con mu-

cho–, las fuentes escritas, y que el historiador ha de trabajar sobre todo con éstas. Tal sucede, en todo caso, en la historiografía venezolana, la cual ha explorado poco otro tipo de fuentes, con excepción de las iconográficas y numismáticas, que han tenido algún desarrollo en tiempos recientes. Para el investigador, el tratamiento de un texto es básicamente su utilización para los fines de una investigación, dejando de lado los fines no menos importantes aunque diferentes de conservación y difusión del mismo. Es decir, el texto se presenta fundamentalmente como una veta de datos potenciales, que se actualizan en función del interés del investigador y de su respaldo cultural general –en su más ampliosentido– y específico referido a la materia que investiga. Más la posibilidad de actualización de los datos depende de una suerte de procedimientos neutro, aplicable a todo documento escrito, que permite localizar los datos y formarlos con fidelidad y rigor, haciéndolos buenos para posterior interpretación. Este procedimiento neutro podría denominarse lectura de un texto, y consiste en una operación de fases tan estrechamente interrelacionadas que sólo por interés pedagógico podría justificarse su descomposición. Para el historiador la lectura de un texto consiste en una múltiple operación de referencia de lo leído a un interés determinado, pero no con un fin de aprendizaje sino de construcción de una estructura en la cual lo leído ha de integrarse al proporcionar elementos o materiales apropiados. Ahora bien, esos materiales suelen no ser directamente aprovechables: es necesario afinarlos mediante un procedimiento crítico que los despoja de adherencias inconvenientes y que determina su resistencia. La realización de estas pruebas a que se somete el material competen al conjunto de procedimientos conocidos como crítica externa y crítica interna, que son eficaces auxiliares del complejo, decisivo en toda operación crítica, al cual deben concurrir en toda su intensidad el sentido histórico, la capacidad crítica y la formación metodológica e ideológica del historiador, siendo estos últimos factores los que condicionan la eficacia de los procedimientos mencionados. En otras palabras, el historiador no sólo ha de ser capaz de leer y comprender lo leído, sino que ha de poder captar lo fundamental, y ha de ser capaz de desentrañar la estructura de la cual forma parte el elemento fundamental seleccionado por él, puesto que de la relación con la estructura y de la logicidad de ésta puede colegirse gran parte de la solidez de lo seleccionado.

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Germán Carrera Damas La experiencia docente demuestra que una alta mayoría de egresados de la educación secundaria no está en aptitud de realizar tales operaciones, y mucho menos de realizarlas por la simultaneidad, la precisión y la rapidez exigida por la labor del historiador. Como un estímulo al desarrollo de esa aptitud hemos propuesto desde 1959 una serie de ejercicios, introductorios al estudio de la técnica de la investigación documental en la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. Dichos ejercicios están estrechamente relacionados entre sí, como hemos dicho, y, corresponden a operaciones que ya en la práctica profesional han de ser realizadas simultáneamente. Los denominamos tentativamente así: presentación resumida, resumen analítico y análisis crítico.

Ejercicios de presentación resumida Consisten en dar testimonios de las ideas contenidas en un texto, mediante un resumen que se ajuste a su estructura de tal manera que permita conocer el original lo más completa, resumida y fielmente posible. Tiende a corregir las viciosas formas de «lectura» y de «asimilación» que, frecuentemente, no son otra cosa que mala comprensión y tergiversación de lo leído, desarrollando al mismo tiempo la primera de las aptitudes del historiador: poder dar testimonios, antes de intentar estudiarlos. Los ejercicios están rodeados de ciertas normas, con el fin de imponerle al estudiante un esfuerzo de síntesis cuidadosa: 1) Deben ser breves. Su extensión se determina proporcionalmente a la extensión y a la naturaleza del texto propuesto (extensión máxima: 10 a 15 por ciento). 2) Empleo de un lenguaje personal, reduciendo al mínimo indispensable las transcripciones textuales. 3) Empleo de la primera o la tercera persona verbal, al redactar la presentación resumida. Se vigila particularmente la fidelidad de las ideas resumidas con respecto al original, la amplitud de la presentación resumida en cuanto a la visión del original que permite formarse, y la corrección del lenguaje. Cabe anotar, como una prueba más de la defectuosa formación proporcionada por la enseñanza secundaria, que este tipo de ejercicio es considerado sumamente difícil por la mayoría de los estudiantes, quienes fallan sobre todo en la comprensión de las ideas y en su fiel expresión resumida.

Igualmente hallan dificultad en la recolección de las ideas fundamentales que deben incorporarse al resumen, mostrando tendencia a recoger ideas de escasa significación o desarrollos francamente complementarios. Para estos ejercicios se escogen textos breves, densos y de lenguaje rico. Preparan para la elaboración de fichas de resumen y mixtas, en el proceso de formación y acopio de datos.

Ejercicios de resumen analítico Este tipo de ejercicio está destinado a facilitar el descubrimiento de la estructura ideológica de un texto, estableciendo su estructura ideológica real, que puede coincidir o no con la que el autor creyó construir. Así, el estudiante deberá responder a la pregunta: ¿qué se propuso decir o demostrar el autor?, componiendo con las ideas manejadas por dicho autor, fielmente recogidas, la estructura de su propia demostración. Esas ideas deberá disponerlas en forma de un plan de trabajo común, estableciendo la idea central o directriz, las ideas principales, las secundarias, etc. Para estos ejercicios deben escogerse textos cuya estructura ideológica no sea clara, que susciten problemas de interpretación. El estudiante deberá justificar la suya mediante el rigor lógico de la estructura que logre construir. La dificultad principal de este tipo de ejercicio, y de allí su valor formativo, consiste en que frecuentemente es necesario reducir las ideas, tanto la central como las principales, y darles una formulación adecuada. Tiende, pues, a estimular la capacidad de reducir a concepto los desarrollos y ejemplos. En este sentido señalamos que el mayor escollo con que tropiezan los alumnos, en la realización de este tipo de ejercicio, consiste en el escaso desarrollo de su capacidad de abstracción. Tienden a razonar con imágenes y ejemplos, presentados de manera narrativa.

Ejercicios de análisis crítico Tienen por objeto estimular el espíritu crítico de los alumnos y encauzar la expresión de su crítica con arreglo a ciertas normas mínimas que contraríen el hábito de emitir opiniones desordenadamente. Al mismo tiempo, se proponen inculcarles la noción de crítica estructural, con el fin de procurarle al ejercicio crítico el mayor grado posible de objetividad. El alumno deberá ocuparse, en primer lugar, de establecer con todo cuidado la estructura ideológica del texto tal como la erigió el autor. Logrado esto,

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Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ... procederá a estudiarla críticamente, apreciando el rigor lógico de la demostración, la propiedad de los ejemplos, la correspondencia de las conclusiones, etc. Es decir, se esforzará por captar la dinámica de la estructura ideológica para valorar su funcionamiento. El ejercicio será presentado en forma de una serie de notas críticas ordenadas lógicamente en un plan compuesto según un criterio visible y justificado. Prepara para la valoración crítica, interna, de los testimonios. Un e ejercicio semejante puede hacerse a partir del resultado del resumen analítico. Reiteramos que se trata de ejercicios eminentemente formativos. No se proponen enseñar una determinada manera de realizar las operaciones a que se refieren. Sirven como estímulo para despertar y desarrollar el sentido de objetividad, la capacidad de análisis y de síntesis, y para fomentar el espíritu crítico. Para ello se combate la tendencia a la apreciación apresurada, a la defectuosa captación de lo leído y a su expresión desordenada, creando conciencia de estos defectos y proponiendo puntos de referencia para los esfuerzos orientados a corregirlos. A la larga, el alumno formará su propio estilo de trabajo, pero ajustado a cierto rigor básico.

ducción, de la interpretación que se le da; una exploración bibliográfica adecuada; la adquisición de la información necesaria; la formación de una idea central apropiada a la interpretación del tema, y la construcción del plan correspondiente. En suma, se trata de efectuar un estudio histórico sin llegar a la redacción del discurso. Se pone énfasis, particularmente, en el contenido ideológico del plan, en su rigor lógico y en su funcionamiento. Los ejercicios versan sobre los siguientes tipos de tema:

Tema biográfico Trata de la elaboración del plan de una biografía. Para contrariar la tendencia narrativa, tan arraigada en el alumno, se desecha la forma clásica del recuento cronológico y se exige una estructura ideológica que permita formular una idea central, objeto de la demostración. Se respeta, sin embargo, la cronología imprescindible a la biografía, en el sentido de que, cualquiera que sea la estructura del plan propuesto, debe permitir la reconstrucción de la vida del biografiado.

Tema morfológico

Apéndice B Consecuente con su formación escolar, el alumno emplea la narración para desarrollar cualquier tipo de tema que se le proponga. Incapacitado para distinguir las particularidades de los temas, encuentra dificultades frecuentemente insuperables en formar un plan de trabajo acorde con esas particularidades. Como una ayuda a la superación de esta falla, hemos adaptado la conocida clasificación de los temas generalmente aplicada por la escuela francesa, completándola con un conjunto de pautas que tienen por objeto encauzar el esfuerzo de los estudiantes. Para ello proponemos la realización de series de ejercicios, de complejidad creciente, que imponen al alumno la obligación de estructurar, en breve tiempo, el plan apropiado para el desarrollo de diversos temas. Todo el ejercicio consiste en construir el plan con arreglo a normas establecidas al efecto, expresando en cada una de sus partes y subpartes, de manera resumida, las ideas que habrían de desarrollarse en caso de efectuarse la investigación. La realización de este tipo de ejercicio impone al alumno un esfuerzo que consiste en: la captación del sentido del tema propuesto –cuya formulación se hace deliberadamente vaga–; la justificación, en la intro-

Tiene por objeto el estudio de la evolución histórica de una forma social, política, cultural, económica, etc. Rigen para él criterios semejantes a los establecidos para el tema biográfico, pero con mayor énfasis en el análisis.

Tema comparativo Consiste en comparar dos o más términos. Para ello se establece un método que tiende a combatir la forma tradicional y viciosa de la comparación, que consiste, generalmente, en estudiar por separado cada uno de los factores de la comparación y en reservar el intento comparativo para una especie de conclusión. El método propuesto consiste en establecer, por vía del análisis y de la síntesis, una línea de problemas o de situaciones comunes a los términos de la comparación, y en confrontar, con respecto a cada uno de los puntos de esa línea, las respuestas ofrecidas por dichos términos, entendiéndose que éstas pueden ser coincidentes o divergentes, y que incluso la ausencia de respuesta explícita es ya una manera de responder. El todo regido por una idea central que

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Germán Carrera Damas condensa el sentido más general o característico de la comparación.

Tema cuadro Tiene por objeto la construcción del panorama general de un momento histórico, mas no se trata de una simple descripción. Para ello se debe formular una idea central contentiva de la característica fundamental o más general del cuadro a construir, y cada uno de los aspectos estudiados debe quedar enmarcado en esa idea central, o presentar con respecto a ella diferencias parciales que deben justificarse sin invalidar la idea central. Este tipo de ejercicio conlleva la triple dificultad de seleccionar los componentes del cuadro histórico; de respetar la secuencia cronológica de los hechos, si el cuadro abarca un lapso más o menos extenso; y de velar por el respeto de las características de la unidad del hecho histórico, que ya hemos apuntado. En una etapa superior, se propone la realización de temas que combinen los que hemos expuesto someramente; sobre todo las combinaciones de temas biográfico y cuadro, morfológico y cuadro, biográfico y morfológico, etc. En todo momento debe tenerse presente el cuidado de combatir en el alumno la tendencia a la adopción de modelos, al uso de meros enunciados en vez de ideas resumidas y a la narración.

pótesis de trabajo obtenida mediante la asimilación de esa información y la reflexión crítica sobre ella. Al final de esta fase habrá llegado a un punto de condensación que representa la idea central o directriz que regirá el proceso de demostración. Dicha idea central o directriz habrá de exponerse someramente en la introducción del plan de trabajo. El proceso de la fundamentación consiste en desandar metódicamente el camino seguido un tanto caóticamente en la operación de asimilación y reflexión, pues ahora el investigador se enfrenta a la tarea de fundamentar la idea central o directriz, sometiendo a comprobación su hipótesis de trabajo en una demostración a partir de pruebas que se dispone lógicamente en las partes del plan de trabajo. Realizada esta tarea, se procede a una nueva condensación que tiene por objeto ofrecer una síntesis de la fundamentación que ocupa en el plan de trabajo el lugar de las conclusiones parciales, las cuales a su vez culminan en una conclusión general que se enlaza con la idea central o directriz, en una correspondencia que representa en realidad la culminación de todo el proceso demostrativo, el cual es enunciado en la introducción como un propósito, pero sólo después que ha tenido realización, ya que la introducción es la última fase del discurso, en la cual se enuncia lo que se pretende hacer cuando ya ha sido hecho.4

Apéndice C No sin grandes vacilaciones nos atrevemos a proponer el siguiente diagrama del proceso general de elaboración de un plan de trabajo para la realización de cualquiera de los temas mencionados en el apéndice B. De allí que creamos necesario advertir de inmediato que ese diagrama ha sido deducido del análisis de los muchos planes de trabajo realizados en cátedra y del examen de los procedimientos seguidos por sus autores. El diagrama aspira a presentar la correspondencia que creemos existe entre las diversas fases de la indagación y los componentes del plan de trabajo. Su funcionamiento es el siguiente: Al iniciarse la operación, el investigador del tema propuesto dispone de un volumen de conocimientos compuesto de conocimientos generales y de conocimientos específicos relativos al tema que indaga. A partir de esta base se desarrolla la búsqueda de nueva y más completa información sobre el tema, la cual constituye un proceso para llegar a la idea central o directriz, es decir, a la concepción general de la hi-

4 Cuestiones de historiografía venezolana. Colección Avance, No. 7. Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central, 1964.

El oficio de historiador, Capítulo 4, Siglo XXI de España Editorires, Septiembre de 1994, pp. 88-157.

Enrique Moradiellos

Introducción a las técnicas de trabajo universitario En las páginas que siguen se ofrecen una serie de consejos orientadores y recomendaciones sobre las distintas técnicas y métodos de trabajo habituales en la enseñanza y estudio universitario de la historia. Su intención no es otra que facilitar al estudiante la plena compresión de dichas técnicas y el progresivo dominio en el ejercicio práctico de las mismas. Se conciben, por tanto, como elementos auxiliares para ayudar al estudiante en su labor de lectura y aprendizaje individual y en su realización de las tareas planteadas en los seminarios y clases prácticas. Tales técnicas y métodos de trabajo universitario son los reseñados a continuación:

I

Técnicas de identificación y referencia biblio gráficas.

II

Elaboración de fichas bibliográficas y fichas de lectura.

III

Pautas básicas de comentario de textos histó ricos.

IV

Pautas básicas para el comentario de gráficos históricos y documentos estadísticos.

V

Pautas básicas para el comentario de mapas históricos.

VI

Esquema básico para la reseña de libros de his toria.

VII

Esquema para la redacción de un trabajo de curso.

VIII

VIII. Notas para iniciar la consulta archivística.

Dado que la intención de estas orientaciones es utilitaria, para hacer más fácil su seguimiento y compresión las explicaciones teóricas sobre dichas técnicas y métodos van acompañadas de ejemplos de apli-

cación práctica. La bibliografía recogida al final de este apartado contiene un número suficiente de obras que permitirían a quien lo deseara una mayor profundización en los distintos asuntos aquí tratados y abordados.

I. TÉCNICAS DE IDENTIFICACIÓN Y REFERENCIA BIBLIOGRÁFICAS El conocimiento de las técnicas de identificación y referencia bibliográficas resulta imprescindible para cualquier estudiante universitario. Gracias a ellas, contamos con un mecanismo reglado y universal para buscar información sobre todo lo que haya podido ser publicado o esté disponible del tema de nuestro interés en cualquier formato: libro, articulo de revista, actas de conferencias o congresos, periódico o revista particular, etc. El dominio de esas técnicas constituye una condición necesaria para el uso óptimo de todos los recursos y facilidades ofrecidos por las bibliotecas públicas y universitarias y por las hemerotecas (repositorios donde se custodian los diarios y publicaciones periódicas). Es también un requisito fundamental para entender y poder utilizar la bibliografía adjunta al programa de cualquier asignatura. No cabe, por tanto, concebir un estudiante universitario de Historia que desconozca esas reglas básicas y los códigos de citación y localización bibliográfica. La referencia de toda obra publicada siempre debe aparecer escrita de acuerdo con unas normas de citación universales. Su funcionalidad es básicamente pragmática. Gracias a esas normas, todo lector potencial, incluso si es extranjero y desconoce la lengua en la que está escrita la obra, tiene la posibilidad de entender la referencia y buscar la publicación a

Enrique Moradiellos través de los catálogos de las bibliotecas. Estos catálogos pueden ser de dos tipos: catálogo de autores y catálogo de materias. En el primer caso, las fichas que recogen los fondos disponibles en la biblioteca están ordenadas alfabéticamente, tomando como principio de ordenación el apellido de los autores. Es decir: un libro de Manuel Tuñón de Lara habría que buscarlo en el apartado «T». En el segundo caso, las fichas están clasificadas por materias temáticas, normalmente siguiendo el C.D.U.(Clasificación Decimal Universal). Este tipo de catálogo es útil para conocer lo que guarda la biblioteca sobre un tema determinado dentro de la materia clasificada. Por ejemplo, lo que hay sobre «Historia de España: Edad Contemporánea» dentro del campo de «Historia». En las hemerotecas, los catálogos están organizados por orden alfabético (tomando como criterio el título del diario o revista: así el diario londinense The Times se encontraría en el apartado «T» y a veces también por procedencia geográfica (tomando como criterio el lugar de publicación: The Times aparecería en la sección «Prensa británica» o «Prensa londinense»). La referencia bibliográfica se elabora de distinta forma según que la obra sea un libro, un artículo de revista, un artículo periodístico, etc. Así, a simple golpe de vista, podemos apreciar el tipo de obra que es y cómo y dónde será posible localizarla. En todos los casos, esa referencia debe proporcionar un mínimo de información que permita diferenciar la obra de otras similares y conocer los datos básicos para la identificación y búsqueda de dicha publicación. Ello permite, por ejemplo, solicitar en una biblioteca un ejemplar determinado de un libro objeto de varias ediciones, pedir la fotocopia exacta de un artículo sin haberlo visto previamente, o requerir un número de revista donde sabemos que está recogido el artículo que nos interesa. A continuación se ofrecen las normas para la correcta referencia bibliográfica de libros y artículos. 1. En caso de un libro de autor individual, la referencia bibliográfica básica debe escribirse así en in listado bibliográfico: Apellido del autor (a veces, se escribe en letras mayúsculas para destacar los visualmente), Nombre o inicial, Título de la obra subrayado. Con el subtítulo incorporado, lugar de edición ( si no consta, se pondrá «s.l.»,sin lugar), editorial o institución editora, año de publicación (si no consta, «s.a.», sin año). Una referencia más completa añadiría las páginas (con su número seguido de p. O pp.) y el número de edición si no es la primera. Si fuera una traducción de una obra extranjera, añadiría la fecha de publicación original y el nombre del traductor. Por ejemplo:

Eco, Umberto, Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura, Barcelona, Gedisa, 1982, 267 pp., 3ª ed. Edición original italiana, 1977. Traducción de Marta Rourich. Preston, Paul, La destrucción de la democracia en España. Reacción, reforma y revolución en la Segunda República, Madrid, Turner, 1978, 343 pp. Traducción de Jerónimo Gonzalo.

2. Si son varios los autores de un libro, sus nombres aparecen separados por punto y coma y el último precedido por una «y». Si fueran muchos los autores, también podría aparecer sólo el primer nombre seguido de «y otros» o de la locución latina análoga et al. (por et alii). Si fuera una obra colectiva de multitud de autores o respondiera a las actas de un congreso, cabe introducir el título con la abreviatura VV AA (varios autores) o reseñar directamente el título de la obra. Tuñón de Lara, Manuel; Valdeón Baruque, Julio, y Domínguez Ortiz, Antonio, Historia de España, Barcelona, Labor, 1991. Ubieto, Antonio y otros, Introducción a la historia de España, Barcelona, Teide, 1970. VV AA, Tendencias en la historia, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988. Actas del I Congreso de Teoría y Metodología de la Ciencia, Oviedo, Pentalfa Ediciones, 1982.

3. Si el libro, a pesar de ser un trabajo colectivo, tiene un encargado de la edición o un director de la misma, se señala esta circunstancia añadiendo entre paréntesis las abreviaturas «ed.» (por «editor») o «dir» (por «director»). Burguiére, André (dir.), Diccionario de las ciencias históricas, Madrid, Akal, 1992. Stern, Fritz (ed.), The Varieties of History. From Voltaire to the Present, Londres, Macmillan, 1970.

4. Si la referencia muestra un artículo de un autor incluido en un libro que no es sólo suyo, se indicará el artículo entre comillas, seguido de la referencia bibliográfica normal, a la que se le antepondrá la preposición «en» y se le añadirán al final las páginas correspondientes al artículo. Barrio Alonso, Ángeles. «A propósito de la historia social, del movimiento obrero y los sindicatos», en Germán Rueda (comp.), Doce estudios de historiografía contemporánea, Santander, Universidad de Cantabria, 1991, pp. 41-678.

5. Si se trata de un artículo de revista, se consignará el título entre comillas, seguido directamente por el nombre de la revista subrayado, por el lugar de edición paréntesis (excepto si es muy conocida y resulta prescindible el lugar), por el número o volumen del ejemplar, por el mes o año de publicación, y por las páginas exactas del artículo. Si se tratara de un

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario artículo periodístico, se mantendría el mismo modelo de cita pero añadiendo a la fecha el día de publicación. Alted Vigil, Alicia. «El testimonio oral como fuente histórica», Perspectiva Contemporánea (Madrid), núm. 1, 1988, pp. 155-162. Tertsch, Hermann, «En la guerra todos cometen crímenes...»,El País (Madrid), 21 de septiembre de 1986, p.6.

Hay que subrayar que este modo de referencia de las publicaciones es el que tiene que aparecer en todo listado bibliográfico donde el criterio de presentación sea alfabético. Por ejemplo: en el apartado final de un libro o trabajo, donde se recogen todas las obras y artículos utilizados o consultados en su elaboración; en los repertorios bibliográficos sobre una materia dada; en las bibliografías de curso adjuntas al programa, etc. Por eso se inicia la referencia por el apellido, autor y propicia mejor una ordenación alfabética variada (hay muchos menos «Martínez Rodríguez» en el mundo que «Luises»). Sin embargo, cuando la referencia bibliográfica se ofrece en una nota a pie de página, o en un apartado colateral al texto principal, el orden de presentación varia: se pone el nombre, o la inicial del nombre, antes que el apellido y una obra citada, utilizada o consultada en particular para un punto del texto, sin tratar de integrarla en un listado bibliográfico más amplio organizado alfabéticamente. Por eso no es necesario que anteceda el apellido al nombre y ni siquiera que éste se desarrolle por completo, para economizar espacio. Véase el siguiente ejemplo de un texto que contiene una nota a pie de página. Procede de la introducción de Diego Catalán a la reedición del libro de Ramón Menéndez Pidal, Los españoles en la Historia, Madrid, Espasa Calpe, 1991, pp. 1314. Nótese que la nota remite a la página exacta de la obra específica donde se encuentran las expresiones textuales de Menéndez Pidal que reproduce Diego Catalán (para subrayar que son textuales y no una paráfrasis, van enmarcadas por comillas): En efecto, Menéndez Pidal, al comienzo de su exposición de los «caracteres permanentes» del pueblo hispano, subraya que no debe tenérseles por inmutables, toda vez que «no se trata de ningún determinado somático o racial, sino de aptitudes y hábitos históricos que pueden y habrán de variar con el cambio de sus fundamentos, con las mudanzas sobrevenidas en las ocupaciones y preocupaciones de la vida, en el tipo de educación, en las relaciones y en las demás circunstancias ambientales»3. Castro, por su parte, se defiende contra la posible confusión de su interés {...}

II. ELABORACIÓN DE FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y FICHAS DE LECTURA Trabajar como universitario con libros y artículos requiere leerlos con atención y reflexión. Esta tarea implica, por lo general, estar provisto de bolígrafo y papel o fichas en blanco para tomar notas de su contenido, registrar datos, fechas e interpretaciones, hacer esquemas de su argumentación, extraer citas textuales de las partes más significativas, etc. De ese modo, se realiza una verdadera lectura pausada y meditada de la obra, mucho más profunda que una lectura superficial que no se detiene a pensar dos veces su contenido porque no tiene nada que sintetizar o escribir. Además, con éste tipo de lectura se logra obtener un resumen sintético y manejable de la obra, que servirá para hacer consultas rápidas en el futuro y para recordar su contenido sin tener que volver a leer por entero una obra que quizá ya no sea accesible en el momento necesario. Las notas tomadas, si lo han sido correctamente, harán el papel del libro o artículo de un modo más práctico y operativo. Y serán más fáciles de utilizar (con subrayados, uso de colores para resaltar lo importante, etc.) a efectos de realización de trabajos de curso o en la preparación de exámenes. Resulta conveniente que el estudiante universitario organice su propio fichero de libros y artículos utilizados y leídos a lo largo de toda la carrera. Ello permite formar una colección de referencias bibliográficas abundante y muy útil para el estudio de todas las asignaturas y para cualquier tarea profesional futura (tanto si es docente como investigador). El fichero será así un instrumento y medio de trabajo siempre vivo, en proceso de crecimiento constante. En él se guardarán las referencias bibliográficas de las obras leídas, consultadas o meramente recogidas, que pueden tener valor y utilidad en cualquier ocasión u oportunidad venidera. Con ese método de fichaje, se evitarán posteriormente los lamentos del tipo «me olvidé del autor y título que eran fundamentales para este tema» o «ya no me acuerdo quién trató este asunto que ahora debo analizar». Tradicionalmente, la elaboración del fichero bibliográfico particular era una tarea manual. Consistía en rellenar una ficha pequeña de cartulina (de 7,5 x 12,5 cm; por lo general, rayada o en blanco) con los datos bibliográficos de la obra consultada o leída y colocarla en el archivador apropiado. Los archivos así formados podían ser de autores, organizados alfabéticamente, o de materias, clasificando la sobras por su tema o asunto (por ejemplo, «Romanización», «Industrialización», etc.) Las fichas eran pequeñas porque la información que debían con-

3 R. Menéndez Pidal, «Los españoles en la Historia. Cimas y depresiones en la curva de su vida política», en su Historia de España, I, Madrid, Espasa Calpe, 1947, p. X.

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Enrique Moradiellos tener no era muy grande y así era más fácil su uso (por ejemplo, llevarlas en una carpetilla hasta una biblioteca para localizar los títulos). Y eran de cartulina porque así no se doblaban y deterioraban con el uso frecuente y era factible manejarlas sin problemas dentro del fichero (se deslizan mejor entre los dedos que el papel fino). En la actualidad, el uso de ordenadores personales permite elaborar archivos bibliográficos más fácilmente, gracias a los programas de base de datos y a la posibilidad de imprimir sus contenidos cuando se desee. De todos modos, para quien no disponga de tal instrumento, la ficha de cartulina sigue siendo un auxiliar agradecido. Dentro de la ficha, la referencia bibliográfica se escribe normalmente de un modo reglado y uniforme, para facilitar su visión y comparación con otras fichas. La ficha debe contener todos los elementos imprescindibles de la referencia. En el modelo de ficha que se ofrece a continuación, se añaden entre paréntesis los datos que pueden faltar en un listado bibliográfico final pero que no está de más incluir en nuestra ficha para ampliar información. Por ejemplo, para saber si se trata de una obra extensa o corta (apreciando el número de páginas), si es antigua o nueva (observando el número de edición y la fecha de edición original), etcétera.

Apellidos y nombre del autor Título y subtítulo de la obra Lugar, editorial, año (edición, páginas, etc.).

Al margen de esos datos, propios de la referencia bibliográfica, podemos incluir en la ficha otras anotaciones prácticas en el anverso o reverso de la misma (quizá mejor en el reverso para no recargar la ficha por un solo lado). Por ejemplo, en qué biblioteca se encuentra la obra referida, cuál es su signatura y número de catalogación en dicha biblioteca, la fecha en la que se consultó, la impresión que nos causó, sus partes más valiosas, etc. De ese modo, cuando meses o años después volvamos a utilizar esa ficha, sabremos exactamente a dónde dirigirnos para consultar la obra, cómo localizarla rápidamente y qué partes reexaminar directamente. Cabe señalar que la ficha bibliográfica propuesta se diferencia de la ficha catalográfica empleada en los ficheros de las bibliotecas. Esta última es mucho más completa, incluyendo las dimensiones del libro, su número de registro internacional (ISBN: International Standard Book Number), el depósito legal, la signatura propia del libro en la biblioteca, etc.

Las fichas bibliográficas son uno de los tipos de fichas que utiliza o puede utilizar el estudiante universitario. Pero existen otros tipos de igual importancia o mayor: las fichas de lectura, las fichas temáticas, las fichas de citas textuales, las fichas de ideas y conceptos, las fichas de documentos o fuentes originales, etc. Su tamaño es siempre mayor que las bibliográficas, para permitir anotar en ellas un texto más amplio y articulado. Normalmente, se usa la ficha de cartulina de 16 x 22 cm. Rayado o en blanco. Son preferibles al folio u otras hojas de papel por su mayor dureza y resistencia, que permite manejarlas en un fichero más fácilmente (sin doblarse ni pegarse), sacarlas y situarlas donde convenga, compararlas y cotejarlas con otras, etcétera. La variedad de estos tipos de fichas no-bibliográficas es muy amplia. El uso de uno o varios tipos depende del interés y necesidades del estudiante y de la profundidad y alcance del trabajo propuesto. Desde luego, la forma más común de estas fichas es la de lectura o resumen. La ficha de lectura es el instrumento esencial e indispensable para recoger toda la información pertinente de un libro o artículo que hayamos leído o consultado. Por lo general, en ella se recogen los datos bibliográficos de la obra en la parte superior, de modo abreviado (pues las referencias completas las tendremos en su ficha bibliográfica). A veces, basta con situar en la parte superior izquierda el nombre y apellido del autor y parte del título de la obra. En el resto de la superficie y en las fichas subsiguientes (numeradas en la parte superior derecha), se registrará un resumen general del tema y contenido del libro, citas textuales de los pasajes más importantes (indicando mediante comillas su naturaleza de citas y entre paréntesis su página en el libro), datos, nombres y conceptos que vayan apareciendo y se consideren importantes y todo tipo de información u opinión que estimemos de interés para nuestros estudios t trabajos en curso o futuros. También pueden incluirse nuestras valoraciones de la obra (como el interés intrínseco de ella, su similitud, armonía o contradicción con otras obras leídas, etc.). Por supuesto, esa labor de recogida en la ficha de los contenidos del libro no puede hacerse después de una primera lectura rápida del mismo. Para destilar lo que es importante y poder sintetizarlo y anotarlo, es preciso realizar la lectura meditada y reflexiva anteriormente aludida. Por ejemplo, sólo después de haber leído atentamente , una o dos veces , el prólogo y los capítulos de un libro, es posible ir haciendo el resumen sintético de su contenido, por partes o globalmente. Si empezamos a tomar notas al compás

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario de la primera lectura, tendremos paráfrasis largas del texto, pero no resúmenes. Y rellenaremos montones de fichas, limitando la eficacia y el valor de su fácil manejo para el proceso posterior de estudio y redacción de trabajos con ayuda de las fichas. También es cierto que no todas las obras requieren el mismo tipo y cantidad de lectura. Recoger la esencia de un artículo podría exigirnos tan sólo una cara de una ficha normal. Un libro clave y decisivo para nuestro tema podría requerir cinco o diez fichas exhaustivas y densas. Todo depende del tipo e interés del libro y de su importancia para el asunto que estemos estudiando. Por ejemplo, es fácil que toda la información disponible en un diccionario o enciclopedia sobre el asunto pertinente pueda recogerse en una sola ficha. También es probable que toda la información contenida en un voluminoso manual de texto sobre dicho asunto particular quepa en unas pocas fichas. Pero, por lo general, la monografía especializada nos deparará varias fichas sustanciosas y sin desperdicio. Hay que saber calibrar la importancia e interés del libro para el tema y, en con secuencia, dedicar más o menos fichas y espacio a recoger sus informaciones e interpretaciones. Sea cual sea la cantidad de fichas de lectura, en ellas siempre habrá que observar algunas reglas básicas para su confección. Primero y ante todo, deberán distinguirse visualmente las partes que son paráfrasis hechas por nosotros del contenido del libro y las partes que son citas textuales de lo que dice el propio libro. Nuestra paráfrasis se redactarán sin mayor complicación; bastará con ir indicando, entre paréntesis, las páginas o capítulos donde se exponen esas ideas y argumentos; si la idea o argumento ocupa más de una página o está repartida por todo un capítulo, podría indicarse así: (p. 23 y s.s.), queriendo significar, página 23 y «siguientes»; o bien, passim, en el sentido de «por todas partes».

tro trabajo de curso con ayuda de las fichas, podamos confundir la paráfrasis y la cita, incurriendo en el plagio por incompetencia más que por mala fe. Veamos a continuación varios ejemplos de fichas de lectura (y de fichas de otro tipo) sobre obras referidas a un tema posible de estudio y trabajo: los movimientos milenaristas medievales. Comenzaremos por definir conceptualmente el asunto, recurriendo primeramente a los diccionarios y enciclopedias disponibles de historia general y medieval. O recurriendo al propio Diccionario de la lengua española de la Real Academia. En él, se definen vocablos «milenario», «milenarismo», y «milenio» de modo muy sucinto pero útil para comenzar nuestro estudio. Haremos una ficha de lectura (véase en la página siguiente) que también resulta ser una ficha de ideas o de conceptos y que tendría ese formato aproximado. Podría ir encabezada con el título, en mayúsculas, de MILENARISMO, en la parte derecha superior. Después de hacer esta ficha, procederemos a realizar fichas análogas con las informaciones de otros diccionarios y manuales generales, hasta agotar el campo de sinónimos y explicaciones de lo que es el milenarismo. Por ejemplo, examinaremos su relación con vocablos como «mesianismo», «demonología», «salvacionismo», «escatología», «soteriología», etc., y redactaremos fichas de ideas para clarificar esos conceptos y tenerlos a mano para cualquier necesidad. Una vez realizada esta tarea de clarificación conceptual y terminológica, pasaremos a realizar la lectura de obras monográficas bien

Las citas textuales tienen que ser fieles y transcribir las palabras tal y como están escritas en la obra original. Por eso se recogen entre comillas, para indicar visualmente su carácter de cita textual, y se proporciona al final de ellas, entre paréntesis, la página exacta donde se encuentra. Además, no se pueden eliminar partes del texto que se cita sin señalar este hecho. Esta señal de elipsis u omisión se manifiesta mediante la introducción de tres puntos suspensivos (entre paréntesis o sin ellos) que corresponde a la parte omitida: Por último, no se debe interpolar el texto citado. Todos nuestros comentarios y especificaciones se harán entre paréntesis cuadrados o corchetes. De este modo, se evitará que cuando redactemos nues73

MILENARISMO Real Academia de la Lengua Española. Diccionario, Madrid, RAE, 1984, 1984, vol. II Milenario: Del latín millenarius. Tres acepciones básicas: 1) Pertenece al número mil. 2)«Dícese de los que creían que Jesucristo reinaría sobre la tierra con sus santos en una nueva Jerusalén por tiempo de mil años antes del día del Juicio» 3) «Dícese de los que creían que el Juicio Final y el fin del mundo acaecerían en el año 1000 de la era cristiana.» Milenarismo: «Doctrina o creencia de los milenarios, dicho de los que creían que Jesucristo reinaría en la tierra 1000 años antes del Juicio Final y de los que pensaban que el fin del mundo acaecería en el año 1000» Milenio: Período de mil años.

Enrique Moradiellos no en un cielo fuera de este mundo; c) inminente, en el sentido de que ha de llegar pronto y de un modo repentino; d) total, en el sentido de que transformará toda la vida en la tierra, de tal modo que la nueva dispensa no será una mera mejoría del presente sino la perfección; e) milagrosa, en el sentido de que debe realizarse por o con la ayuda de intervencionismos sobrenaturales» (pp. 11-12).

provisto de un aparato conceptual e interpretativo básico. Por ejemplo, iniciaremos el examen de un estudio afamado del historiador británico Norman Cohn sobre el milenarismo medieval (cuya referencia habremos encontrado en las bibliografías ofrecidas por los diccionarios y enciclopedias o bien nos la habrá proporcionado el profesor y director del trabajo). La ficha de lectura de la página siguiente es un mero ejemplo de lo que podría ofrecer el análisis de esta obra.

Las primeras manifestaciones de ese salvacionismo se encuentran en textos judíos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en la llamada visión o sueño de Daniel, que está en el Libro de Daniel, capitulo 7. En éste, según Cohn : «ya se puede reconocer el paradigma de los que será la fantasía central de la escatología revolucionaria. El mundo está dominado por un poder maligno y tiránico con una capacidad de destrucción ilimitada - un poder que no se imagina como humano sino como diabólico. La tiranía de este poder se hará cada vez más insoportable, los sufrimientos de sus víctimas cada vez más intolerables - hasta que, repentinamente, suene la hora en la que los santos de Dios puedan levantarse y destruirlo. Entonces, los mismos santos, los elegidos, el pueble santo que hasta aquel momento sufría bajo el talón del opresor, heredarán a su vez el dominio sobre toda la tierra. Aquí se dará la culminación de la historia; el reino de los santos sobrepasará en gloria a todos los reinos anteriores : no tendrá sucesor» (p. 19).

Naturalmente , no es la única posible. Muy al contrario, cabe considerarla como la primera, introductoria, de otras fichas en las que se fuera recogiendo el estudio e interpretación que Cohn hace de cada uno de los movimientos milenaristas que analiza. Las restantes fichas de lectura del libro de Cohn podrían dedicarse a su aplicación concreta, en cada caso de movimiento milenarista medieval (los cátaros, los husitas, etc.), de ese programa definitorio del milenarismo. Como es natural, se realizaría un estudio similar con, al menos, otra monografía especializada en el tema, para comparar definiciones y conceptos y cotejar interpretaciones y juicios. Por ejemplo, la obra de María Isaura Pereira de Queiroz, historia y etnología de los movimientos mesiánicos, Madrid, Siglo XXI, 1969.

Cohn señala que esta esperanza milenarista ejercía atracción y fascinación sobre los descontentos y los frustrados de la sociedad. Esas capas sociales encontrarán su ideal y objetivo en al realización, a veces muy violenta, de ese sueño redentor y salvífico. El núcleo de los movimientos milenaristas es un conglomerado heterogéneo de marginados, una plebe multiforme de mendigos, parados, criados, jornaleros, artesanos sin trabajo, mercenarios ocasionales, bajo clero mísero... Una población, urbana muchas veces, que se encuentra en los márgenes de sociedades en proceso de transición crítico. El Milenio es el sueño político y religioso (en una época de cosmovisión religiosa) de esa plebe marginada y mal contenta.

Una vez realizadas estas lecturas y elaboradas las correspondientes fichas, podría procederse a la consulta de documentos originales y fuentes primarias, recogidas en las antologías de textos. Ahora cabria realizar fichas de documentos, donde se recogerían textualmente 1. Norman Cohn. En pos del milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas de la Edad Media, Barral, 1972. Historiador británico. Estudia en esta obra el milenarismo cristiano, considerándolo parte de la escatología cristiana, como se recoge en el Libro del Apocalipsis, (capitulo xx, versículos 4-6). Según este texto bíblico, Cristo, después de su Segunda Venida, establecerá un reino mesiánico sobre la tierra y reinará por mil años antes del Juicio Final. Sus ciudadanos serán los mártires cristianos, que resucitarán para ello años antes de la resurrección de todos los demás muertos (p. 11).

las citas exactas de los mismos, para comprobar si se ajustan a la interpretación de uno u otro autor, o si podemos apreciar alguna conexión no reflejada en la bibliografía utilizada. Por ejemplo, para seguir con el tema del milenarismo, podríamos acudir al capitulo del Libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento. Véase a continuación la ficha de documento de esta fuente original.

Cohn señala que, desde el principio del cristianismo. Hubo una interpretación liberal de esa profecía: los fieles sufrientes esperaban llegar a ver el milenio durante su propia vida.

MILENARISMO Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1972, 13ª ed. Versión directa de las lenguas originales por E. Nácar Fuster y A. Colunga Cueto.

En la actualidad, el término ha pasado a significar «un tipo particular de salvacionismo». Para este tipo de movimientos milenaristas, la salvación es : a) colectiva, en el sentido de que debe ser disfrutada por los fieles como colectividad; b) terrestre, en el sentido de que debe realizarse en la tierra y

APOCALIPSIS de San Juan, capitulo xx, versículos 1-6:

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario « Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. Tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y le encadenó por mil años. Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él puso un sello para que no extraviase más a las naciones hasta terminados los mil años, después de los cuales será soltado por poco tiempo. Vi tronos, y sentáronse en ellos, y fueles dado el poder de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no había recibido la marca sobre su frente y sobre su mano : y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años. Ésta es la primera resurrección Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él por mil años».

En otras palabras: el comentario de un texto histórico siempre remite y exige tratar del contexto histórico donde se fraguó y donde adquiere su sentido y significado pertinente. Precisamente, el enorme valor educativo de los comentarios reside en su virtualidad hermenéutica, en la oportunidad que ofrecen para introducir al alumno en las labores de interpretación inferencial, de exégesis razonada y documentada, que definen y caracterizan en gran medida todo el trabajo de investigación y narración historiográficas.

El conjunto de las fichas elaboradas con las lecturas diversas serán el material fundamental para realizar posteriormente el estudio del tema y para iniciar la confección del trabajo de curso planteado. Por supuesto, para sacar el mayor partido de las mismas, cabe utilizar rotuladores de colores para subrayar las partes más importantes del texto, los conceptos, las definiciones, etc. Se trata de hacer más útiles estos instrumentos de trabajo y estudio, y para ello habrá que volver más de una vez sobre el texto, singularizarlo y asimilarlo conceptualmente.

III. PAUTAS BÁSICAS DE COMENTARIO DE TEXTOS HISTÓRICOS El comercio de textos históricos es uno de los instrumentos indispensables para el análisis comprensión de los fenómenos históricos. Bajo la orientación del profesor, puede ser también una de las vías esenciales de aprendizaje activo y participativo de los alumnos. No en vano, a través del comentario, es posible desarrollar el razonamiento crítico y reflexionar atentamente sobre las cuestiones suscitadas por cualquier texto histórico. Pero ello a condición de evitar dos riesgos que siempre pueden acechar en toda tentativa de comentarios: hacer una paráfrasis del texto o utilizarlo como mero pretexto. Un comentario no es ni puede ser una repetición parafraseada de lo que dice el texto. Tampoco puede derivar en un ejercicio donde se usa el texto como pretexto para explicar un tema general que guarde alguna relación directa o indirecta con el texto. Dentro de estos márgenes extremos, el comentario debe consistir en el intento de comprender el sentido histórico del texto y en el esfuerzo por establecer en forma narrativa su relación y vinculación con el contexto histórico en el que se generó, al que se refiere y sobre el que actuó.

El modelo de comentario que se ofrece a continuación es un método, unas pautas de procedimiento, para ayudar a extraer del texto la mayor información posible que haga factible su contextualización, explicación y comprensión histórica. El carácter de guía tentativa y meramente referencial del mismo no necesita subrayarse. Tampoco parece necesario insistir en un hecho evidente: ningún modelo de comentario es útil se faltan los conocimientos históricos mínimos y adecuados para comprender el asunto reflejado en el texto escrito. Sin esos conocimientos, ningún método o pauta de lectura e interpretación podría rendir frutos validos y carecería de todo sentido su aplicación. Por supuesto, los sucesivos pasos que apuntamos en el modelo siguiente pueden ejercitarse de hecho en el comentario, pero ni es necesario ni conveniente que se anuncien y expliciten en la narración, a fin de combatir el aspecto formalista que resultaría de una aplicación mecánica e irreflexiva del modelo.

III. 1. Lectura atenta y comprensiva del texto En realidad, resulta conveniente hacer dos lecturas del texto. La primera, rápida, para extraer una idea global de la forma y contenido del texto y hacerse una composición de lugar básica. La segunda, pausada y reflexiva, para entender y aclarar en todo su alcance el significado de las palabras e ideas presentes en el texto y el sentido de los razonamientos y argumentos contenidos en el mismo. Esta labor de lectura podría exigir el uso de diccionarios o enciclopedias, el subrayado de expresiones y conceptos citados en el texto e incluso la numeración de frases u oraciones. III. 2. Encuadramiento y contextualización del texto. A fin de comprender el marco histórico donde surge y adquiere su sentido preciso un texto escrito, pa-

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Enrique Moradiellos rece conveniente abordar en primer lugar tres aspectos esenciales: a. Determinación de la naturaleza temática del texto. Ante todo, debe saberse y señalarse qué es o podría ser el documento escrito que se va a comentar. Ello implica distinguir el tipo de texto presente, diferenciando entre los diversos contenidos que pudieran reflejarse: jurídicos (leyes, tratados, protocolos...), políticos (discursos, proclamas, manifiestos...), testimoniales (cartas, diarios, memorias...), distinción entre documentos atendiendo a su naturaleza privada o pública (según sus destinatarios), a su enfoque interpretativo (la mera noticia de prensa), etcétera. b. Determinación del autor o autores del texto. Es decir: hay que saber y señalar quién o quiénes son o pueden ser responsables de los textos y palabras comentadas. Como es evidente, la autoría es mechas veces un elemento indispensable para comprender el sentido e intencionalidad del texto y su mismo valor e importancia histórica. A tal fin, es siempre necesario conocer y enunciar la trayectoria biográfica del autor de un texto, con el propósito de iluminar la comprensión del documento y apreciar el modo y manera como se manifiesta en el mismo su personalidad, ideología, intereses o experiencia vital y profesional. c. Localización cronológica y geográfica. Ello requiere responder a las preguntas cuándo y dónde se genera el texto examinado: cuál es su tiempo y lugar de elaboración y operatividad. La determinación de ambas circunstancias temporales y espaciales, junto con la autoría, es siempre decisiva para la correcta interpretación y comprensión de un documento escrito. No en vano, esas coordenadas espaciotemporales conforman el contexto histórico general donde surge el documento y donde habrá que buscar las referencias que dan sentido y significado al texto. Como recordaba ya un aforismo clásico: «La cronología y la geografía son los ojos de la historia». Cuando no se proporciona explícitamente la fecha y el lugar, la datación de un documento escrito no siempre puede ser precisa, pues depende de las noticias contenidas en el mismo. Pero siempre será necesario deducir de un modo razonado y argumentado su marco histórico aproximado.

III. 3. Análisis formal y temático del texto

señalar las unidades formales y temáticas que puedan estar presentes y operantes en el texto, y cabe ejercitarla en un doble plano analítico: a. Poner de relieve el formato estilístico y la arquitectura narrativa y lógica que sirve de soporte a los contenidos semánticos del discurso, dividiendo el texto en sus partes constitutivas, examinando los modos de razonamiento, la coherencia o incoherencia argumentativa, el uso de fórmulas expresivas (metáforas , comparaciones, hipérboles, prosopopeyas o personificaciones), etcétera. b. Descubrir, identificar y entender sus ideas y conceptos fundamentales, expresados mediante el uso de ciertos vocablos, palabras, oraciones o expresiones lingüísticas.

III. 4 Explicación del contenido y significado del texto Posterior a la fase de análisis, a veces también en paralelo y combinada con la misma, debe tener lugar el proceso de explicación de los contenidos y del significado del texto documental. «Explicar», en este ámbito, significa «dar cuenta y razón» de lo que dice el texto escrito: progresar desde unos datos empíricos (los que da el texto) hasta las configuraciones externas, en este caso históricas, que los envuelven y en las cuales cristalizan y adquieren todo su sentido literal. Esta labor interpretativa es propiamente el comentario del texto: reexponer y glosar el contenido o contenidos del texto comentado en virtud de sus conexiones con, y referencias a, la situación histórica en la que se fraguó, de la que informa y en la que alcanza la plenitud de su significación precisa. Esta determinación y glosa de las relaciones y vinculaciones que ligan texto (o partes del texto) y contexto (o contextos) implica necesariamente referirse y aludir a coyunturas, personajes, instituciones, procesos, tradiciones o fenómenos históricos coetáneos al documento y enlazados por razones esenciales con el mismo. Naturalmente, la capacidad del comentarista para señalar esas relaciones y vinculaciones entre texto y contexto será directamente proporcional a su formación y conocimientos sobre el asunto, a su grado de preparación y comprensión de la materia histórica examinada. III. 5. Conclusión

Una vez determinados los aspectos citados previamente, se puede proceder al análisis (es decir: descomposición, disección, desmembración) del documento escrito. Esta operación consiste en separar y

Al término de un comentario, puede ser conveniente realizar un balance y reflexión global sobre el interés e importancia del texto en sí. No se trata de

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario una valoración subjetiva del tipo «a mí me parece» o «en mi opinión». Se trataría de efectuar una especie de síntesis final interpretativa del texto. En ella podría recogerse su sentido global, sus antecedentes próximos o remotos, sus consecuencias directas o indirectas, su grado de transcendencia histórica, y su similitud con fenómenos, paralelos o semejantes que hubieran tenido lugar en la historia antes y después. Para ello, necesariamente, habría que remitirse a las valoraciones y evaluaciones hechas por la historiografía especializada dedicada al tema y a las interpretaciones disponibles en la literatura dedicada al tema y a las interpretaciones disponibles en la literatura bibliográfica pertinente.

EJEMPLO DE COMENTARIO DE TEXTO HISTÓRICO Declaración de derechos del hombre y del ciudadano (1789). (Los subrayados en el texto han sido hechos por nosotros durante la segunda lectura.) Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, para que esta declaración, constantemente presente a todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder legislativo y los del poder ejecutivo, pudiendo en cada instante ser comparados con el objeto de toda institución política, sean más respetados; para que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora sobre principios simples e incontestables, redunden siempre en el mantenimiento de la Constitución y en la felicidad de todos. En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano.

ARTICULO 1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguale en derechos. Las distinciones sociales no pueden fundarse más que sobre la utilidad común. ARTICULO 2. El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. ARTICULO 3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni individuo puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella (...).

ENCUADRAMIENTO. El texto que vamos a comentar recoger la parte inicial de un documento jurídico clave para la historia de la Revolución francesa que comienza en 1789. Se trata de la Declara-

ción de Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada en Versalles por la Asamblea Nacional el 26 de agosto de ese mismo año. Estaba destinada a la divulgación pública entre la población francesa y pretendía dar a conocer la filosofía básica del nuevo sistema político y social que trataba de implantarse en Francia como sustituto de la monarquía absoluta y de la sociedad estamental propias del Antiguo Régimen. ANÁLISIS. Dicho fragmento de la declaración de derechos consta de dos partes bien diferenciadas en su aspecto formal: por un lado, contiene un preámbulo introductorio y expositivo de las razones por las que se elabora y aprueba solemnemente la declaración; tras éste, se recoge un apartado dispositivo, en forma de articulado, donde se codifican los derechos enunciados. En el plano temático, el texto tiene como eje clave la afirmación de que todos los hombres gozan de unos «derechos naturales, inalienables» por el mero hecho de nacer y existir. Entre ellos se citan y codifican el derecho a la igualdad jurídica, el derecho a la libertad, el derecho a la propiedad, y los derechos a la seguridad y a la resistencia a la opresión. De este postulado primero sobre la existencia de un conjunto de derechos «sagrados» e «imprescriptibles» de todos los hombres, se extrae una consecuencia política y jurídica crucial: los hombres, constituidos en naciones, son los únicos depositarios de toda «soberanía» y la fuente primaria del poder público legitimo encarnado en el Estado. Fundándose en ese principio general, la Asamblea Nacional, formada por los «representantes del pueblo francés», elabora esa declaración para que los derechos de los franceses no puedan ser vulnerados por sus gobernantes ni por el Estado. Éste queda configurado mediante dos poderes divididos y equilibrados, a fin de evitar que ninguno de ellos pueda imponerse al otro y conculcar los derechos cívicos o la soberanía nacional. Como se apunta en el preámbulo, la «Constitución» será el instrumento jurídico que dará cuerpo a esa división de poderes del Estado y que hará así viable y obligado el respeto de las autoridades a la soberanía nacional y a los derechos ciudadanos. EXPLICACIÓN. La declaración aprobada por la Asamblea Nacional refleja fielmente el programa político liberal que alentaba todo el proceso revolucionario francés iniciado en 1789. El origen inmediato de este proceso radicaba en la honda crisis que padecía el Antiguo Régimen en Francia. Esta crisis se manifestaba en el plano económico (con los problemas de producción agraria y la bancarrota de la hacienda real), en el plano social(con las tensiones

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Enrique Moradiellos entre el estamento aristocrático y las burguesías y el campesinado que componían el Tercer Estado), y en el plano político (con la lucha entre la Corona y el resto de los grupos sociales por la gobernación del Estado). Para solucionar la crisis, el rey Luis XVI presidió la reunión en mayo de 1789 de los Estados Generales, donde estaban representados por separado los tres estamentos sociales del reino (el clero, la nobleza y el Tercer Estado). La parálisis de este organismo a la hora de resolver la crisis abrió el camino propiamente a la Revolución. El primer paso en el proceso revolucionario lo dieron los representantes del Tercer Estado el 16 de junio, al constituirse unilateralmente en Asamblea Nacional Constituyente y declarar a ésta como única depositaria de la soberanía nacional. Así comenzaba la primera fase de la Revolución francesa, caracterizada por la labor de destrucción de las estructuras del Antiguo Régimen y por la implantación de las bases institucionales de una nueva sociedad liberal y de clases, el acto legal revolucionario llevado a cabo por la Asamblea en Versalles fue respaldado por la movilización popular urbana (Asalto a la Bastilla en París el 14 de julio) y por la insurrección antiseñorial de los campesinos por toda Francia (el Gran Miedo de principios de agosto). De este modo, la crisis de junio de 1789 desembocó en una victoria de la alianza antiaristocràtica que ligaba a las burguesías en enriquecidas durante la expansión económica del siglo XVIII y a las masas de la ciudad y del campo empobrecidas durante la crisis socioeconómico reciente. En ese contexto, la declaración de derechos del hombre aprobada por la Asamblea Nacional se manifiesta claramente como una medida revolucionaria destinada a reemplazar las estructuras legales, sociales y políticas que conformaban el Antiguo Régimen. En primer lugar, el propio concepto de «derechos naturales e inalienables» de los hombres suponía la anulación de las bases doctrinales vigentes hasta aquel momento. Por ejemplo, la igualdad jurídica de todos los hombres implicaba la destrucción de la organización estamental de la sociedad, de la existencia de la nobleza y del clero como órdenes separados y privilegiados dentro del reino. Esa igualdad, en consonancia con la ideología e intereses de las clases burguesas que dirigían la revolución, no se equiparaba con la igualdad social o política de todos los individuos. Por el contrario, se circunscribía a la igualdad ante la ley y en el ejercicio de los derechos y deberes cívicos, dejando que las «distinciones sociales» sólo pudieran fundarse sobre la «utilidad común», el traba-

jo, los méritos, la competencia y el esfuerzo personal de cada individuo. En este sentido, la igualdad jurídica no implicaba la democracia. De hecho, la Constitución revolucionaria de 1789 implantó el sufragio censitario, donde sólo los ciudadanos «activos» (que pagaban unos determinados impuestos) gozaban de derechos de voto político, en contraste con los ciudadanos «pasivos», que sólo disfrutaban de sus derechos civiles. Del mismo modo, la libertad recogida en la declaración significaba ante todo la anulación del sistema político de la monarquía absoluta, donde el rey era la fuente de todo el poder por derecho divino y no debía rendir cuentas de sus actos ante ninguna institución ni ante sus súbditos o sus representantes. También significaba libertad de trabajo y de contratación entre individuos, impugnando así la reglamentación y control de los oficios y de los mercados por medio de los gremios y corporaciones del Antiguo Régimen. En definitiva, la libertad política (como libertad de expresión, de prensa y de reunión) era consustancial con el derecho a la seguridad y a la resistencia a la opresión, que conllevaba la legalidad de toda insurrección contra un poder usurpador y vulnerador de esos derechos. La correlativa libertad de mercado y de iniciativa empresarial eran asimismo pilares del desarrollo capitalista y de la nueva sociedad de clases que pretendía fomentar la revolución liderada por las burguesías. Por su parte, el derecho de propiedad se entendía sobre todo como derecho a la propiedad personal e individual, libre y responsable. En consecuencia, se enfrentaba al tipo de propiedad amortizada y vinculada, protegida contra los avatares de la competencia y del mercado, que disfrutaban los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen. Por eso mismo, la Revolución procedió muy pronto a desamortizar los bienes del clero y a abolir la propiedad señorial y vinculada. Así, destruía todas las disposiciones jurídicas que impedían la fragmentación de esas propiedades y las excluían del mercado de bienes y mercancías de los efectos del libre juego de la oferta y la demanda. Este derecho a la propiedad personal y libre se convertía en la base del nuevo orden sociopolítico liberal y burgués, en la medida en que la condición de propietario será el parámetro positivo de la capacidad y mérito individual y el criterio para acceder a la participación política en los asuntos de Estado. La idea de soberanía nacional formulada en la declaración también refutaba el concepto de soberanía del rey, basado en la doctrina tradicional que atribuía un origen divino al poder monárquico absoluto y a la estructura estamental de la sociedad. La nueva

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario idea, en consonancia con la igualdad natural de los hombres, sólo reconocía una fuente legítima para el ejercicio de la autoridad pública: la soberanía popular o nacional. De hecho, la nación será definida como el conjunto de individuos que viven bajo una ley común y están representados por una misma legislatura. Por eso mismo, los miembros de la Asamblea Nacional se proclaman «representantes del pueblo francés» desde el primer momento de la revolución y apelan a ese carácter para imponer sus medidas revolucionarias. También por eso, procederán a elaborar una Constitución que permita salvaguardar ese principio mediante la división de los poderes del Estado en legislativo y ejecutivo, a fin de equilibrar su fuerza respectiva y evitar toda recaída en el despotismo o la tiranía.

CONCLUSIÓN. En la definitiva, la declaración de derechos del hombre y del ciudadano aprobada el 26 de agosto de 1789 fue un hecho transcendental en el curso de la Revolución francesa. Reflejaba y condensaba todo un programa político elaborado por las burguesías francesas para la eliminación del Antiguo Régimen y la implantación de una nueva sociedad liberal y de clases. En ella puede apreciarse la influencia de las tradiciones intelectuales que van preparando el asalto final de la estructura del Antiguo Régimen: la doctrina de John Locke sobre los derechos del hombre en su Tratado del gobierno civil (1690); la crítica del movimiento de la lustración a la sociedad estamental y a la superstición e intolerancia religiosa; la teoría de la voluntad general y del contrato social expuesta por Jean-Jacques Rousseau; la tesis de la separación de poderes apuntaba por el barón de Montesquieu; y la formulación revolucionaria contenida en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América (1776). Aparte de su importancia en el curso de la propia Revolución francesa, la declaración tiene una enorme transcendencia histórica porque se convirtió en el ideario básico del pensamiento revolucionario liberal y, en esa calidad, influyo poderosamente en todos los movimientos liberales que se extendieron por Europa y el mundo occidental durante el siglo XIX.

IV. PAUTAS BÁSICAS PARA EL COMENTARIO DE GRAFICOS HISTÓRICOS Y DOCUMENTOS ESTADÍSTICOS.

La incorporación a los estudios históricos de las técnicas estadísticas ha posibilitado un avance notable en el análisis y comprensión de aquel material

histórico susceptible de elaboración y cuantificación en forma de series de elementos continuos y homogéneos. Debe tenerse en cuenta que dicho material está compuesto por magnitudes y unidades contables y seriales que son el resultado de una elaboración a partir de las fuentes históricas disponibles, en las cuales se recogen las datos individuales para su posterior tratamiento conjunto y serializado. Esas magnitudes contables y seriales son muy variadas y se extraen de fuentes igualmente diversas: registros de nacimientos , matrimonios y defunciones, censos de población, documentos fiscales, libros de contabilidad, actas de resultados electorales, memorias de producción industrial, etc. Las técnicas estadísticas permiten disponer de esos datos visualmente en formas y figuras gráficas que facilitan su análisis y compresión: el cuadro o tabla estadísticas, el diagrama de barras, el histograma, las pirámides de población, los gráficos lineales y semilogarítmicos, las representaciones en circulo o cuadrado, los cartogramas, etcétera. El comentario de una gráfica o tabla estadísticas no difiere esencialmente del comentario de un texto histórico. En ambos casos, se trata de interpretar y glosar los datos presentados para comprender y explicar el contexto histórico al que se refiere y del que nos informan. Sin embargo, en el caso de la documentación estadística, hay que tener siempre en cuenta las particulares en la elaboración, presentación y naturaleza de esos datos. Antes de poder comentar una gráfica o tabla estadística, hay que saber «leer» e interpretar correctamente esa forma y figura percibida visualmente. Por ejemplo. Consideremos un CUADRO O TABLA ESTADÍSTICA. Hay que recordar que dicho cuadro o tabla está compuesto por varias columnas(un mínimo de dos) formadas por datos numéricos homogéneos (dentro de cada columna) y entre las cuales se establece una correlación horizontal y biunívoca. La compresión e interpretación de tal cuadro o tabla exige como principio el asumir que existe esa correlación biunívoca horizontal entre los datos contenidos en la primera columna y los datos contenidos en la segunda. El título de la tabla o cuadro proporciona la clave de lectura para establecer y entender el tipo de correlación entre las series de magnitudes presentes. El caso más normal de cuadro y tabla estadística histórica es el que pone en relación una columna donde se expresan los años y una columna donde se expresa una magnitud contable (habitantes en un país; toneladas de hierro producido; salarios de obreros empleados, etc.). Así en la tabla siguiente se reflejan

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Enrique Moradiellos los millones de habitantes censados oficialmente que había en España en cada uno de los años expresados:

Población española, 1797 - 1910 Años

Millones de habitantes

1797

10 541 221

1834

12 162 172

1860

15 673 481

1887

17 549 600

1900

18 549 000

1910

19 994 600

columnas con datos numéricos todo el devenir evolutivo de las magnitudes, con sus fases, ritmos y ondulaciones a lo largo del tiempo. Por convención, el eje de la abscisa (el horizontal) constituye el eje cronológico y se reserva para disponer los años consecutivamente desde el punto de intersección y hacia el extremo derecho. De igual modo, el eje de la ordenada (el vertical) se aplica a la cuantificación de la magnitud considerada. Véase el siguiente ejemplo, donde se muestra la línea de evolución numérica de la población minera asturiana durante los años señalados.

Fuente: J. Harrison, Historia económica de la España contemporánea, Barcelona, Vicens Vives, 1980, p. 31.

También puede darse una tabla o cuadro de mayor complejidad, donde se conforman unos ejes de coordenadas (una dedicada a la presentación del tiempo y la otra a la del espacio) que permitan correlacionar ambas vertientes simultáneamente con una misma magnitud contable y serial. Éste es el caso de la siguiente tabla. En ella, las cifras de kilómetros de líneas ferroviarias activas se colocan en cada una de las intersecciones formadas entre las columnas de años y los planos horizontales correspondientes a cada país.

Líneas ferroviarias construidas y en operaciones (kilómetros) 1840

1880

2.411

28.846

Alemania

469

33.838

Francia

410

23.089

Gran Bretaña

Fuente: B. R. Mitchell, European Historical Statistics, 1750 1970, Londres, Macmillan, 1975, pp. 581 - 584.

El DIAGRAMA DE BARRAS el HISGRAMA y la GRÁFICA LINEAL o semilogarítmica se construyen también sobre dos ejes de coordenadas cartesianas. Si bien, en estos casos, el campo definido por ambos ejes (que forman un ángulo recto) no presenta datos numéricos sino barras o líneas que guardan una relación proporcionada con cada uno de los ejes. Este tipo de gráficos permite apreciar mucho mejor que las tablas de

Habida cuenta de las peculiaridades de conformación de las tablas y gráficos históricos, el comentario de las mismas requiere una atención primera a su naturaleza y composición. Hay que observar el tipo de gráfico o tabla de que se trata; atender al título e indicaciones que encabezan el mismo porque son las claves de lectura; advertir si las series son continuas o tienen lagunas; si se refieren a uno o varios países; si reflejan un período temporal largo o uno corto; si evidencian una línea de evolución general o tendencia global; etcétera. Una vez cumplidos estos requisitos de observación previos, el comentario sobre sus datos y la información que transmiten sigue los mismos procedimientos que el de textos históricos y tiene los mismos objetivos. El primer paso en dicho comentario debe consistir en una descripción precisa del contenido e información presente en el gráfico. A continuación, el análisis formal consistiría en desmenuzar los datos reflejados para apreciar y comentar las fases, etapas y ritmos reflejados por las curvas y líneas de evolución. Por su parte, la explicación de contenidos consistiría en situar las diferentes fases y ritmos percibidos en el momento histórico al que correspondieran, estableciendo una relación y vinculación entre esos fenómenos y el contexto espaciotemporal

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario donde se sitúan y donde se hallan las causas y razonas de su origen y desarrollo.

EJEMPLO DE COMENTARIO DE CUADRO ESTADÍSTICO Llegadas de cereales a Barcelona (en millones de kg.) Años

Por ferrocarril

Por mar

1884

72,5

54,9

1885

54,4

76,5

1886

13,9

111,0

Fuente: Josep Fontana, Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Barcelona, Ariel, 1975, p. 186.

DESCRIPCIÓN. El cuadro refleja la distribución del cereal que abastecía el mercado de granos de Barcelona según el medio utilizado para su transporte hasta la ciudad durante tres años consecutivos: entre 1884 y 1886. El volumen total de cereal (expresado en millones de kilogramos)se distribuye así en dos columnas que recogen el grano llegado por vía terrestre mediante el ferrocarril y el grano llegado por vía marítima en barco, respectivamente. ANÁLISIS. La evolución de las cifras contenidas en el cuadro permite observar dos fenómenos paralelos. En primer lugar, el volumen global de cereal llegado a Barcelona en cada uno de esos años fue relativamente constante: en 1884 alcanzó la cifra de 127,4 millones de kilogramos; en 1885 subió levemente a 130,9 millones; y en 1886 descendió ligeramente hasta 124,9 millones. En segundo lugar, esa suma total invariable experimentó grandes y súbitos cambios en su composición relativa: en el plazo de dos años, el cereal transportado por ferrocarril fue casi totalmente desplazado por el que llegaba en barcos. Así, mientras que en 1884 el cereal transportado por vía férrea sumaba el 57 % de todo el trigo llegado a Barcelona, en 1886 había descendido hasta el 11,1 % del total. A la par, el grano llegado por vía marítima, que representaba en 1884 el 43 % del total, pasó a constituir el 88,8 % dos años después. EXPLICACIÓN. El rápido cambio en la composición del cereal llegado a Barcelona es un síntoma elocuente de la grave crisis que afectó a la agricultura española en las décadas finales del siglo XIX. No en vano, el cereal transportado por ferrocarril hasta la que era capital industrial de España procedía básicamente de los campos castellanos y andaluces, en tanto que el cereal llegado por mar consistía en im-

portaciones de grano extranjero. La sustitución de aquél por éste refleja, por tanto, la debilidad y atraso de la producción cerealícola española y su incapacidad para hacer frente a la competencia ofrecida por la producción de otros países de agricultura más competitiva y avanzada. La crisis agraria de finales del siglo XIX se incubó en las grandes praderas norteamericanas, donde un proceso de intensa mecanización había permitido incrementar notablemente la producción de cereal y abaratar sensiblemente su precio de venta en el mercado. Simultáneamente, la revolución de los transportes (extensión del número y capacidad de carga de los barcos a vapor) permitió la llegada de ese grano norteamericano a los puestos europeos en condiciones de venta y precio muy competitivas. El resultado de ambos procesos fue el reflejado por el cuadro que comentamos: la aguda pérdida de secciones importantes del mercado nacional español por parte de la producción cerealícola castellana y andaluza. En definitiva, el trigo transportado a través del Atlántico hasta los puertos españoles era mucho más barato que el transportado por ferrocarril desde el interior de España hasta esos mismos puertos. La agricultura española era incapaz de competir con la producción norteamericana porque se trataba de una agricultura extensiva y muy poco mecanizada, con escasos rendimientos productivos y altos costes de explotación que encarecían el precio final de sus productos. El origen de esa situación estaba en las reformas agrarias liberales de la primera mitad del siglo XIX (la desamortización de tierras eclesiásticas y comunales, y la desvinculación de tierras nobiliarias). Estas reformas habían generado una agricultura volcada hacia el mercado pero con grandes debilidades internas: en el norte peninsular, predominaba la pequeña explotación campesina familiar de escaso rendimiento; en el centro - sur, una agricultura de latifundio extensiva, poco capitalizada y basada en el trabajo barato de una masa de campesinos sin tierra y depauperados. La debilidad de la trama ferroviaria española, unida a sus altos costes de utilización, se combinaban con esa situación de atraso agrario para hacer más cara y menos competitiva la producción cerealícola española. De ese modo, cuando la revolución de los transportes creó un verdadero mercado mundial para los productos agrarios, el cereal español se vio barrido casi literalmente de los mercados de la periferia peninsular, sobre todo catalanes, por la competencia extranjera. La magnitud de la catástrofe ceralícola, bien patente en el súbito desplome de las cifras de grano llegado a Barcelona por ferrocarril entre 1884 y 1886,

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Enrique Moradiellos provocó una reacción enérgica de los grandes productores castellanos y andaluces. De inmediato, comenzaron a presionar al gobierno para que impidiera la entrada de cereal extranjero y adoptara medidas para reservar el mercado nacional a la producción interna española. Su petición esencial fue el aumento de los aranceles de importación para el grano extranjero, a fin de hacerlo menos barato y dificultar su competencia en el mercado interior. Esta demanda proteccionista de los grandes agricultores fue apoyada por los industriales siderúrgicos vascos, los industriales mineros asturianos y los industriales textiles catalanes, todos ellos amenazados también por la competencia extranjera en sus respectivos campos. Así se formó un frente de presión proteccionista que logró del gobierno la adopción de leyes cada vez más restrictivas que logró del gobierno la adopción de leyes cada vez más restrictivas para la importación de productos extranjeros (arancel de 1891, ley general arancelaria de 1906). El conjunto de esas medidas palió provisionalmente la crisis agraria española y permitió resistir el empuje extranjero, pero sin modificar las estructuras internas que impedían la modernización de la agricultura española. CONCLUSIÓN. Cabe concluir este comentario recordando que la respuesta de los intereses agrarios españoles no fue diferente de la que hubo en otros países europeos ante el mismo fenómeno de la competencia extranjera. La crisis agraria finisecular afectó también a la agricultura francesa, alemana, italiana, etc., y en todos esos países se adoptaron igualmente medidas proteccionistas, agrarias e industriales , que trataron de limitar el efecto de la crisis mediante la reserva del mercado nacional para los productores nacionales. Pero fue en España donde las mismas tuvieron mayor intensidad y vigencia temporal, como correspondía a la mayor debilidad de la agricultura española, al mayor impacto de la crisis agraria finisecular y al mayor poder e influencia de los grandes intereses agrarios sobre las estructuras del poder político y del Estado español.

EJEMPLO DE COMENTARIO DE GRÁFICO LINEAL Algunos índices explicativos del ciclo industrial (1913 - 1921)

Fuente: S. Roldán: J.L. García delgado y J. Muñoz, La consolidación del capitalismo en España, 1914-1920, Madrid CECA, 1973, vol. I, p.134.

DESCRIPCIÓN. El gráfico refleja la curva de evolución de tres variables de la economía española durante los nueve años comprendidos entre 1913 y 1921. Esas tres variables reflejadas son: el número total de sociedades mercantiles constituidas cada año; el volumen anual de inversiones de capital privado efectuadas; y la cuantía de los beneficios obtenidos por las empresas en cada uno de esos años. El gráfico no refleja esas magnitudes en términos de su valor real; esto es: no proporciona el número de empresas y la cantidad de dinero invertido y recaudado como beneficio. Se refleja esa evolución por medio de un número índice para cada una de esas tres variables. Dicho número índice se obtiene sustituyendo el valor real de partida en el año 1913, año base de cada serie, por el número 100 (es decir: el número de empresas creadas ese año se equipara al valor de índice 100). Los demás valores índice de cada serie se expresan con respecto al índice - base con la misma relación que hay entre el valor real de la base y cada uno de los valores reales de los años sucesivos de la serie (por ejemplo, sí las empresas creadas en el año base hubieran sido 300 y las del siguiente 600, el número índice respectivo sería 100 y 200).

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario ANÁLISIS. La evolución de los índices de las tres variables reflejadas en el gráfico permite observar la existencia de tras fases globales distintas en la economía española durante los nueve años considerados. Estas tres fases son compartidas, en términos generales, por todas las variables expresadas sin grandes disonancias entre ellas: 1. Durante la primera fase, que abarca hasta 1914, casi todas las variables experimentan un ajuste y descenso relativo con respecto al año de partida de 1913. El descenso es ligeramente más acentuado en el caso de los beneficios que en el de las sociedades. Las inversiones, por el contrario, se mantienen en el mismo nivel y no experimentan descenso sino estancamiento. 2. La segunda fase arranca de 1914 y refleja un auge extraordinario en los valores de las tres variables que llega por lo general hasta el año 1920. La subida es más acentuada en el caso de los beneficios, aunque éstos también alcanzan su cumbre antes, en 1918, y comienzan un lento descenso en ese año. El auge de las sociedades es más constante y regular, creciendo su número sin pausa ni oscilación hasta el año tope de 1920. Las inversiones, después de un ligero retroceso en 1915, experimentan un ascenso notable pero más espasmódico y titubeante (caen entre 1918 - 1919) hasta llegar a su máximo en 1920. 3. La tercera fase se inicia a partir de 1920, cuando las tres variables, en su conjunto, reflejan un fuerte retroceso durante todo el año 1921. No obstante, cabe señalar que la caída es mucho más aguda en el caso de las sociedades constituidas que en los casos de las inversiones y los beneficios efectuados.

EXPLICACIÓN. La evolución de las tres variables reflejadas en el gráfico es un síntoma evidente y ejemplar de las tres fases atravesadas por la economía española en su conjunto entre 1913 y 1921. El motivo principal de esas fases consecutivas radica en los cambios experimentados por la coyuntura internacional entre esos años y en la adaptación de la economía española a los mismos. Desde julio de 1914 hasta noviembre de 1918 tuvo lugar la primera guerra mundial, que enfrentó a las potencias aliadas (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia, hasta la victoria del bolchevismo) con los imperios centrales (Alemania y Austria - Hungría, con el apoyo del imperio otomano). España se mantuvo al margen del conflicto, como país neutral. El comienzo de la guerra mundial y la neutralidad española significo el inicio de una extraordinaria coyuntura de expansión económica para la industria

nacional. Después de un corto período de desajuste durante 1914, bien reflejado en la gráfica que comentamos, la guerra y la neutralidad ofrecieron tres vías diferentes para el desarrollo económico e industrial de España. En primer lugar, se produjo una caída espectacular en las importaciones españolas de productos industriales, debido a las fuertes restricciones que los países beligerantes tuvieron que implantar para satisfacer su propio consumo interno y sus necesidades bélicas. En segundo lugar, se experimentó una fuerte expansión de las exportaciones españolas para atender esas mismas necesidades crecientes de los beligerantes y para abastecer los mercados de países neutrales que hasta entonces habían sido provistos por los países ahora en guerra. Por último, la eliminación de la competencia extranjera dejó totalmente en manos de la industria nacional el suministro y abastecimiento del mercado interior español. El efecto combinado de esos tres procesos fue estimular notablemente la demanda nacional y exterior, a fin de sustituir el brusco cese de las importaciones, abastecer un mercado interior desasistido y hacer frente a las crecientes exportaciones al extranjero. Todo ello generó en España un rápido proceso de «industrialización forzada», al amparo de un período de prosperidad económica generalizada en todos los sectores industriales. Las manifestaciones más visibles de ese proceso quedan bien reflejadas en el gráfico comentado: la multiplicación de sociedades mercantiles que participan en esa industrialización sustitutoría; el aumento espectacular de los beneficios logrados por las mismas; y el fuerte incremento de las inversiones de capital privado en dichas actividades industriales. La dependencia de ese proceso de industrialización forzada de la coyuntura internacional está demostrada por su propia duración: comienza con el estallido de la guerra mundial y termina después de que la victoria aliada ponga fin a esas circunstancias excepcionales del mercado mundial tan favorables para la economía española. En 1920, cuando los países ex beligerantes ya han restablecido sus economías y sus empresas vuelven a competir en el mercado internacional, los indicadores económicos españoles reflejan un fuerte retroceso en todos los órdenes. La industria española es incapaz de mantener las conquistas logradas durante la excepcional coyuntura bélica y se ve inmersa en una fuerte crisis y recesión económica, con su secuela de pérdida de beneficios, caída de la inversión y freno en la creación de empresas y sociedades. Todos estos fenómenos quedan bien patentes en el gráfico. La salvación y el alivio se buscará entonces en la intensificación de la política de proteccionismo arancelario, renunciando la indus-

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Enrique Moradiellos tria española a la competencia por los mercados exteriores y conformándose con mantener su posición hegemónica en el mercado interior español.

CONCLUSIÓN. La evolución de los valores expresados en el gráfico lineal es, por consiguiente, un fiel reflejo de las vicisitudes de la economía española durante la primera guerra mundial y en la inmediata posguerra, con sus fases de ajuste, expansión vertiginosa y honda recesión. Además, permite apreciar no sólo el perfil de esa evolución sino también su íntima dependencia de las circunstancias internacionales que posibilitan primero su auge y condicionan después su crisis.

original de propaganda política). Por otra parte, el mapa histórico es un instrumento educativo cuya interpretación, comprensión y comentario acertado presupone mucha más información y conocimientos previos en el alumno que cualquier otro documento. La razón es clara: en los mapas no se halla más información que la espacial (distribución geográfica de un fenómeno histórico) y la temporal (el momento de tal distribución o, si en el mapa se refleja, los cambios o mutaciones producidas en varias fe chas). Teniendo en cuenta las dificultades impuestas por esa sobriedad informativa, el comentario de un mapa histórico podría seguir las siguientes pautas:

V. 1. Observación y lectura atenta del mapa V. PAUTAS BÁSICAS PARA EL COMENTARIO DE MAPAS HISTÓRICOS Dado que la historia estudia los procesos evolutivos de las formas de sociedad humana, no cabe olvidar que el espacio, al lado del tiempo, es una de las dimensiones constitutivas de la misma. Por ello, es inconcebible estudiar historia sin hacer uso reglar y constante de los mapas y planos históricos, en los que se refleja la realidad espacial, geográfica, de los distintos fenómenos históricos. Al igual que los documentos estadísticos, los documentos cartográficos o mapas son casi siempre una elaboración hecha por un profesional, el cartógrafo o historiador cartógrafo, sobre los datos históricos primarios. Tales documentos cartográficos constituyen el reflejo de una situación histórica en su vertiente espacial y geográfica. Dichos mapas históricos en los que se refleja una situación pretérita se elaboran siguiendo todas o algunas de las convenciones operativas de la cartografía: escala, tipología cartográfica (topográfica, geológica, etc.), proyección utilizada, coordenadas geográficas (longitud, latitud), curvas de nivel, cotas, red hidrográfica, etc. Ahora bien, si es que aparecen en el mapa histórico, esos elementos no son importantes ni pertinentes a la hora de realizar el comentario histórico sobre el mismo. Hemos de dar por supuesta su correcta realización cartográfica. El esquema de comentario de un documento cartográfico histórico necesariamente debe prescindir de muchos aspectos presentes en otro tipo de comentarios de textos. Por ejemplo, no resulta pertinente interrogarse sobre el autor, el destinatario o la intencionalidad del documento (salvo que sea un mapa

Hay que proceder a examinar con atención el mapa y leer detenidamente el título, las claves y los símbolos que puedan ofrecerse en su encabezamiento y en le cuadro leyenda que a veces se adjunta, para poder interpretar correctamente el contenido del mapa y sus informaciones. Esta lectura reflexiva equivale a un proceso de desciframiento del propio mapa: entender los limites geográficos presentes, apreciar las fronteras definidas, reconocer los nombres de ciudades, regiones, ríos, montañas o accidentes naturales impresos, aislar las pistas cronológicas sembradas, comprender los símbolos gráficos que indican fenómenos particulares, etc.

V. 2. Determinación de la naturaleza tipológica del mapa Los documentos cartográficos históricos pueden ser de distinto tipo según reflejan diversos contenidos temáticos. A saber: 1. mapas políticos (mostrando las fronteras entre Estados, su evolución, extensión de imperios, guerras, etc.) 2. mapas políticos sociales (revelando la extensión de una revolución, las zonas de voto electoral a un partido, de implantación de un sindicato, etc.). 3. mapas económicos (situando el área de industrialización en un país, las vías de comunicación, las rutas comerciales...). 4. mapas demográficos (donde se recogen los movimientos migratorios, la densidad de población, etc.). 5. mapas culturales (traduciendo la distribución geográfica de un movimiento artístico, la extensión de una lengua...). Hay que determinar claramente esta naturaleza antes de proceder al análisis del documento cartográfico.

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario V. 3. Análisis del mapa

V. 4. Explicación del mapa

Después de haber examinado con la debida atención el mapa y haber entendido siquiera sumariamente la situación histórica que refleja espacialmente, procede iniciar el análisis propiamente dicho. En principio, cabe hacer una disección y descomposición que distinga las zonas reflejadas en el plano, señalando las áreas centrales y periféricas, los focos de actividad destacados, el contorno y, en su caso, evolución espacial de los fenómenos tratados, así como también las mutaciones y cambios experimentados en los lindes y limites. Se trataría de realizar una especie de reconocimiento cartográfico para apreciar sub-unidades y términos aislables que pudiera haber en el conjunto espacial reflejado.

seguidamente, tras haber asimilado toda la información reflejada en el mapa, debe emprenderse la explicación de esos fenómenos registrados y apuntados; es decir: hay que dar cuenta de la situación histórica que traduce el mapa y de las razones para su cristalización y su transformación. Necesariamente, esta labor exigirá referirse a sucesos, personajes, procesos e instituciones que no aparecen en el mapa pero que, sin embargo, fueron las fuerzas configuradoras de esa realidad espacial tal y como aparece en el mapa. Así pues, la información cartográfica exige desbordar y salir fuera de ella misma para realizar una interpretación y exposición de las condiciones históricas que le dan todo su sentido y significado. Por supuesto, dicha exposición e interpretación debe ser sintética y ajustada, sin incurrir en una narración que utilice el documento cartográfico como mero pretexto para desarrollar un tema relacionado sólo de algún modo indirecto con él.

EJEMPLO DE COMENTARIO DE MAPA HISTÓRICO

Mapa del reparto colonial de África hasta 1914. Recogido en la obra de María Luisa Alonso y otros. Historia contemporánea. Orientaciones, textos, mapas y documentos, Madrid, Everest, 1986, p. 385.

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Enrique Moradiellos NATURALEZA. El mapa que vamos a comentar es de naturaleza política y refleja la situación del continente africano en 1914. En él se aprecia gráficamente la intensidad del proceso de reparto y colonización de África llevado a cabo por las potencias imperialistas de Europa en el período anterior a la primera guerra mundial.

época moderna. Bélgica domina el gran territorio en torno a la cuenta del río Congo. Italia se expande por Eritrea y Somalia (desde 1889) y por Libia (desde 1912). Y España tiene posesiones coloniales en el Golfo de Guinea (Río Muní, desde 1843) y en la costa atlántica y mediterráneo (los protectorados de Río de Oro y el norte de Marruecos, desde 1884 y 1912).

ANÁLISIS. El primer rasgo que destaca en el mapa es la práctica ausencia de estados y territorios independientes en el continentes. La casi totalidad de África está en poder y bajo el control de potencias coloniales europeas. Sólo el pequeño Estado de Liberia, en el extremo occidental, y Abisinia, en el oriental, escapan a esa condición y se mantienen como Estados libres e independientes. El resto del territorio se halla sometido y dominado por una u otra potencia europea, ya sea mediante una administración colonial directa o mediante la fórmula del protectorado (en la que se mantiene un gobierno indígena bajo supervisión de la metrópoli protectora).

EXPLICACIÓN. El reparto de África consumado por las potencias europeas durante la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX es una de las manifestaciones más visibles del fenómeno histórico denominado Nuevo Imperialismo. En virtud del mismo, a partir de las décadas finales del siglo, la presencia colonial de las potencias europeas se extendió rápidamente a un ritmo vertiginoso por todo el mundo no occidental (África, Asia y Oceanía). En el caso de África, que antes de 1884 era un continente casi desconocido y donde la presencia europea se ceñía a las zonas costeras, el fenómeno del Nuevo Imperialismo significó que en un plazo de treinta años los europeos pasaron a controlar y dominar el 90 % de la superficie continental.

Gran Bretaña y Francia son las dos potencias coloniales que mayor presencia e importancia tienen en el escenario africano. Los dominios británicos se concretan básicamente en la parte oriental, donde casi forman una columna continua que cruza el continente de Norte a Sur; desde Egipto, que se convirtió en protectorado británico en 1882, hasta la Unión Sudafricana, que fue creada tras la victoria británica en la guerra de 1899 - 1902 contra los boers (colonos holandeses). Por el contrario, las posesiones francesas se concentran en el África occidental, donde forman un núcleo bastante compacto que abarca desde los territorios mediterráneos (Argelia, provincia desde 1830; Túnez, protectorado desde 1881) hasta las posesiones atlánticas y del golfo de Guinea (Senegal desde 1857; Gabón desde 1886). Al margen de esas zonas preferentes, ambas potencias tienen colonias en áreas más alejadas: Gran Bretaña posee Gambia, Sierra Leona, Costa de Oro y Nigeria en la costa occidental atlántica, mientras que Francia dispone de la isla de Madagascar y la Somalia francesa en el flanco oriental. Las restantes potencias imperialistas europeas presentes en África ocupan una extensión colonial mucho menor que la de Gran Bretaña y Francia, Alemania controla desde 1883 - 1885 cuatro áreas dispersas e in conexas en la vertiente Centro - Sur: Togo, Camerún, y el territorio actual de Namibia y Tanzania. Esta última tiene la particularidad de impedir que se materialice la columna de colonias británicas. Portugal mantiene su antigua presencia en Angola y Mozambique, que data de los inicios de la

Los motivos y medios del Nuevo Imperialismo están relacionados con las transformaciones operadas en algunos países europeos durante la segunda mitad del siglo XIX. En particular, fue el resultado combinado de la plena industrialización y desarrollo económico que experimentaron esos países, de los grandes avances tecnológicos y científicos paralelos, y de la consolidación o formación de Estados nacionales poderosos y conscientes de sus posibilidades y ambiciones. Así, por ejemplo, el fuerte crecimiento capitalista de mediados de siglo potenció la expansión imperial para lograr colonias que fueran centros suministradores de materias primas, mercados reservados para la inversión de capital y la venta de bienes y mercancías nacionales, y zonas de emigración para la creciente población metropolitana. Las ideologías nacionalistas y las rivalidades entre Estados nacionales promovieron igualmente esa expansión colonial como vehículo de una política de prestigio y autoafirmación o por motivos geoestratégicos y de seguridad militar. Por último, los avances tecnológicos e industriales dieron una superioridad indiscutible a las potencias europeas y les permitieron emprender sus planes de conquista colonial sin preocuparse demasiado del coste de la oposición indígena. La conquista y colonización de África revela todos esos motivos y medios de manera clara. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, África había sido un continente casi desconocido para los europeos, que sólo habían logrado asentarse en sus zonas costeras

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario y no habían logrado penetrar u ocupar las tierras ignotas e inexploradas del interior. Entre otras cosas, la resistencia de las tribus indígenas a la penetración europea era considerable y efectiva, los medios de transporte disponible eran insuficientes y, sobre todo, la malaria, enfermedad endémica en todo el Continente, diezmaba a los europeos que se aventuraban por el interior y en la propia costa. Los avances tecnológicos derivados de la Revolución industrial acabaron con esos obstáculos: el barco de vapor permitió re remontar las corrientes de los ríos hacia el interior; la industria química descubrió en la química el profiláctico idóneo contra la malaria; y el rifle de retrocarga y la ametralladora hicieron inútil la resistencia del arco y la flecha indígenas. Una vez que los medios estuvieron disponibles, la conquista y colonización pudo desarrollarse con enorme rapidez e intensidad. Para imponer cierto orden en el reparto, las potencias europeas se reunieron en la Conferencia de Berlín de 1884 - 1885, en la que se decidió que sólo la ocupación efectiva del territorio africano podía dar título de legitimidad a la colonización por parte de un país. A partir de entonces, se desarrollo una súbita carrera de las potencias imperialistas para repartirse el Continente según líneas de expansión acordes con sus intereses. Así por ejemplo, Gran Bretaña intentó dominar las áreas próximas a las rutas marítimas que comunicaban la metrópoli con su gran colonia de la India y sus dominios de Australia y Nueva Zelanda. Por eso implantó su protectorado en Egipto, para dominar el vital Canal de Suez, e intentó constituir una columna continua de colonias que comunicase El Cairo con Ciudad del Cabo. La pretensión británica chocó con la intención francesa de constituir un cinturón de colonias africanas desde el Atlántico hasta el mar Rojo, poniendo en contacto terrestre Senegal y la Somalia francesa. El conflicto alcanzó su punto álgido en 1898 durante la crisis de Fashoda (Sudán), que se saldó con la retirada francesa y el reconocimiento de la hegemonía británica en el Sudán. De todos modos, la pretensión británica de formar una columna continúa no pudo materializarse por la intervención de Alemania en la zona de los grandes lagos de Tanganica. De hecho, Alemania, que llegaba tarde al reparto imperialista, no sólo pretendió conjurar los planes británicos sino también crear un cinturón colonial que uniese su África oriental con África del sudoeste y el Camerún alemanes.

colonias portuguesas de Angola y Mozambique. De igual modo, la rivalidad anglo - francesa posibilitó la expansión colonial de Italia y España, como Estados amortiguadores y «colchón» de seguridad entre esas grandes potencias: el Marruecos español evitó que Francia tuviera acceso al otro lado del Estrecho de Gibraltar dominado por los británicos , en tanto que Libia separaba el Túnez francés del Egipto británico. En resolución , el mapa de África en 1914 refleja fielmente ese proceso de expansión imperialista europeo que se prolonga durante la segunda mitad del siglo XIX y alcanza su máximo apogeo en vísperas de la primera guerra mundial. No cabe olvidar que la rivalidad imperialista en África, sobre todo el contencioso franco - alemán en Marruecos en 1905 y 1911, será uno de los catalizadores de la política de alianzas que conducirá finalmente al conflicto armado de 1914 - 1918.

VI. ESQUEMA BÁSICO PARA LA RESEÑA DE LIBROS DE HISTORIA. El estudio de historia en el nivel universitario requiere como complemento indispensable al uso de manuales generales la utilización de libros de historia monográficos que sirvan para profundizar en el conocimiento sobre una etapa o fenómeno histórico. La realización de reseñas de libros recomendados es un recurso pedagógico esencial, puesto que obliga a una lectura atenta de los textos, ensancha los horizontes culturales del alumno, promueve sus hábitos de meditación y sistematización, y estimula su capacidad critica y sus facultades de redacción. El modelo de esquema de reseña que figura a continuación es meramente tentativo. Como bien aprenderá el estudiante en la práctica, el formato de toda reseña es muy variable en función de varios factores, entre otros: la importancia intrínseca del libro reseñado; el autor o autores; la fecha de publicación; el tema abordado; el contexto histórico - cultural de aparición, etc. Cabe advertir, también, que una reseña constituye siempre un examen crítico breve, oscilando entre las tres y las diez páginas de extensión, donde se sintetizan las ideas básicas del libro examinado sin recurrir a la paráfrasis abusiva e inarticulada. A modo de horizonte técnico regulativo, cuya función desaparecería en la propia ejecución práctica, se ofrece el siguiente esquema de pautas regladas para la realización de una reseña de libros sobre historia.

La negativa británica y francesa a ese proyecto permitió la instalación o supervivencia en la zona de potencias europeas menores: el Congo belga y las 87

Enrique Moradiellos VI.1 Lectura del libro a) Información básica. Ante todo, es necesario informarse del autor o autores del libro, su grado de autoridad en la materia, su especialización, trayectoria profesional, etc. De igual modo, resulta conveniente observar la fecha, lugar y editorial en la que se haya publicado, a fin de apreciar el contexto e intencionalidad de la obra; esto es: si se trata de un manual de divulgación o una monografía académica especializada, si está patrocinado por una escuela historiográfica determinada; si ha sido editado en circunstancias coyunturales especiales y con propósitos polémicos; etc. B) Reconocimiento general. Como regla habitual, primeramente debe leerse y observarse con atención el título y subtítulo, el índice general, las fuentes y bibliografía secundarias empleadas en su elaboración, y el prefacio de la obra. De ese modo, es posible formar una primera impresión del tema abordado y de los aspectos más importantes del estudio. C) Lectura atenta y reflexiva. La posterior lectura del prefacio y los capítulos debe hacerse de modo pausado y reflexivo, siguiendo la estructura e hilo argumental empleado por el autor hasta llegar a las conclusiones (si las hubiera). En esta tarea, resulta conveniente recoger en fichas o folios las anotaciones y sugerencias que pudiera suscitar la obra y, sobre todo, copiar las citas textuales que merezcan especial relevancia o sinteticen el razonamiento del autor.

VI. 2. Redacción de la reseña. a) Ficha bibliográfica. Reseñar una obra (histórica u otra) consiste en examinar su contenido y dar noticia critica y escrita de la misma. por eso, la primera obligación es proporcionar las datos bibliográficos de la obra en una forma convencional, que permita a todo lector (incluso de otro idioma) buscar la misma en ficheros, catálogos y repertorios bibliográficos. Como ya hemos visto, esta ficha bibliográfica debe contener necesariamente los siguientes datos y en este orden: Apellido y Nombre del autor; Título de la obra (con subtítulo), Lugar de edición; Editorial o entidad que lo publica; Fecha de publicación; Número de páginas. Si acaso, también su precio. b) Presentación del autor. El segundo requisito de una reseña es presentar, aunque sea sumariamente, al autor o autores que son responsables de la obra examinada. Ello significa conocer brevemente su biografía intelectual, los rasgos más sobresalientes de su obra e investigaciones y su tendencia o inclinacio-

nes historiográficas. Bajo estas coordenadas, puede establecerse el papel, importancia e intencionalidad de la obra reseñada en el conjunto de esa trayectoria profesional y quizá en el seno de la historiografía sobre el asunto. c) Resumen temático global. Tras la presentación del autor, debe proporcionarse un resumen global del contenido del libro, señalando el tema principal (o temas) que analiza y la tesis esencial (o conjunto de tesis) que sostiene. Se trata meramente de informar de modo sintético y genérico sobre que versa el estudio y cuáles son sus líneas arguméntales básicas. d) Examen crítico. Una vez introducido el tema y la perspectiva del autor, cabe proseguir el examen y crítica pormenorizada de los contenidos del libro de un modo binario (sino más). Podría adoptarse el «método literal» y proceder a examinar las ideas, conceptos y razonamientos empleados a medida que son desgranados en los sucesivos apartados y capítulos de la obra. También podría emplearse el «método lógico», que prescinde de dicha estructuración y toma como eje de su examen el análisis de las ideas motrices y lógica argumental que vertebran la totalidad del trabajo y sus conclusiones. En ambos casos, el uso de las citas textuales recogidas durante la lectura puede ser crucial, teniendo en cuenta que dichas citas siempre deben aparecer entre comillas (para indicar que se trata de las palabras empleadas en el texto y no de una paráfrasis realizada por nosotros) y dando la referencia exacta de la página donde se encuentran. También en ambos casos, el examen de los contenidos de la obra puede ir acompañado de una comparación y cotejo entre sus tesis y las de otros autores, señalando su novedad y grado de contradicción o complementariedad con la literatura historiográfica existente sobre el asunto. Esta labor podría llevarse a cabo igualmente en el paso siguiente y final. e) Evaluación o conclusiones. Toda reseña, en la medida en que constituye una noticia crítica para informar a terceros, debe incluir una ponderación general sobre el valor y entidad de la obra examinada y la conveniencia o no de su lectura. Ello exige calibrar el interés cualitativo del estudio y sus aportaciones y novedades al conocimiento del tema abordado. Naturalmente, esta labor de ponderación exige conocer el estado de la cuestión y la literatura especializada. Por ello mismo, la calidad de este apartado depende estrechamente de la formación del autor de la reseña y de su capacidad para apreciar la importancia de las tesis expuestas en la obra reseñada dentro del contexto historiográfico pertinente.

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario EJEMPLO DE RESEÑA DE LIBRO DE HISTORIA

FICHA BIBLIOGRÁFICA. Paul Preston, The Politics of Revenge: Fascism and the Military in Twentieth - Century Spain, Londres, Unwin Hyman, 1990, 215 páginas.

PRESENTACIÓN DEL AUTOR. Desde la publicación de su estudio sobre la dinámica política española entre 1931 y 1936, durante la II República (La destrucción de la democracia en España, 1978), Paul Preston se ha revelado como el más fecundo y original de los hispanistas británicos contemporáneos. Siguiendo la brillante tradición por Gerald Brenan y Raymond Carr, la amplia obra de Preston ha abordado los temas más importantes de la historia española de esta centuria: el papel crucial de las derechas y los militares en la quiebra de la República; la conflictiva evolución del movimiento socialista desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la transición; la guerra civil en su totalidad multifacética; el desarrollo de la oposición antifranquista desde los duros años de posguerra hasta la muerte del dictador; y, por no seguir enumerando, el análisis de la transición política hacia nuestra actual democracia parlamentaria. La amplitud de ese repertorio refleja sobradamente el rasgo que mejor define a la tradición hispanista británica de la que Preston es digno sucesor: su voluntad de establecer las grandes coordenadas de la evolución histórica contemporánea española y de estudiar en su seno asuntos importantes e influyentes dentro del conjunto. Basta recordar el contenido de El laberinto español de Brenan (1943) o la España, 1808 - 1939 de Carr (1966) para comprobar esa voluntad omnicomprensiva que combina la sutileza analítica, una apoyatura documental y bibliográfica notable y un estilo narrativo de mercado valor literario. En este sentido, son plenos exponentes de la escuela historiográfica británica tal y como se fraguó a partir de la obra de Thomas Babington Macaulay (1800 - 1859). Probablemente, el contraste entre esa metodología y la estrecha e ilegible erudición de la historiografía española coetánea haya sido la clave para la extraordinaria recepción que tuvieron aquellos trabajos entre un público ávido de comprender «la singularidad de España» en el contexto europeo de la posguerra mundial.

RESUMEN TEMÁTICO GLOBAL. El libro publicado por Preston (La política de la venganza, en su traducción castellana) se sitúa fielmente en la tradición mencionada. Se trata de un conjunto de traba-

jos muy recientes (artículos y conferencias) que abordan la compleja relación e interacción entre los militares y el fascismo (como ideología y fuerza política) en la España del presente siglo. La obra se estructura en cuatro apartados que constituyen otros tantos bloques temáticos. Sólo el primero tiene un carácter general y aborda globalmente el modo en que militares y fascistas colaboraron, con mayor o menor suavidad, en la tarea de resistir toda tentativa de reforma social y modernización política en la crítica coyuntura de los años treinta y, posteriormente, toda modificación del régimen instaurado tras su victoria común en la guerra civil de 1936 - 1939. Los restantes apartados siguen un eje cronológico y estudian la evolución respectiva o conjunta de militares y fascistas en el período de la segunda guerra mundial (1939 - 1945), durante el resto de la dictadura franquista (1945 - 1975) y, finalmente, durante la transición política a la democracia (1975 - 1982). En términos e novedad e importancia historio-gráfica, los dos primeros apartados son los más interesantes, tanto por sus tesis como por el soporte documental y bibliográfico que presentan, en muchos casos nunca utilizados con anterioridad. A la par, el último bloque sobre el terrorismo de extrema derecha y las conjuras militares de la transición resulta el de menor atractivo para los historiadores (no así para el público general), dado que sus fuentes son básicamente hemerográficas, bibliográficas y testimonios personales de protagonistas. Habrá que esperar a ña apertura de los archivos policiales y militares (españoles y extranjeros) para que el tema pueda ser analizado con mayor seguridad y puedan verificarse las plausibles hipótesis apuntadas por Preston.

EXAMEN CRÍTICO. El interés del capítulo primero del libro reside en su propuesta de analizar el fascismo español superando la mera consideración de Falange Española como la única fuerza fascista presente en España. Preston sostiene que reducir al fascismo a Falange supone eliminar la importancia de dicho fenómeno en la crisis que conduce a la guerra civil de 1936 - 1939, dado que antes del conflicto Falange era un partido escuálido e impotente y, después de la Unificación forzosa de falangistas, carlistas y monárquicos decretada por el general Franco en abril de 1937, la nueva Falange Española Tradicionalista y de las JONS casi se convirtió en un apéndice formal y modernizante bajo férreo control militar. Como alternativa para determinar qué fue el fascismo español y quiénes fueron los fascistas, Preston propone comparar lo sucedido en España con lo ocu-

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Enrique Moradiellos rrido previamente en Italia y Alemania durante sus respectivas crisis de los años veinte y treinta. En ambos casos, el partido fascista o nazi, al principio mero integrante de una coalición contrarrevolucionaria que abarcaba a grupos derechistas tradicionales y contaba con la complicidad de las instituciones estatales, fue haciéndose con el control casi absoluto del aparato del Estado y del Ejército, hasta el punto de convertirse en el único partido legal y el mayor poder político autónomo dentro del régimen. En Italia ese proceso de fascistización del Estado fue frenado por la resistencia ofrecida por la monarquía, un amplio sector de las fuerzas armadas y la Iglesia católica. Por el contrario en Alemania, Adolf Hitler fue capaz de doblegar a los sectores tradicionales, y a la altura de 1938 incluso los mandos del Ejército habían sucumbido ante el partido y el Estado totalitario nacionalsocialista. La evolución de la situación en España ofrece sorprendentes similitudes con el caso italiano. Para empezar, la coalición contrarrevolucionaria que desata y libra la guerra civil contra el gobierno frente-populista está formada por grupos en franco proceso de fascistización: los monárquicos de Renovación Española y los católicos de la CEDA en absoluto estaban inmunes a la influencia fascista y parecen réplicas de la Asociación Nacionalista Italiana y de los fascistas agrarios. La diferencia parece estar en el hecho de que el Ejército español combatiente en la guerra, al contrario del italiano, retuvo básicamente su papel hegemónico y no quedó subordinado políticamente a la Falange unificada. Y sin embargo, como demuestran las difíciles relaciones entre ambos durante los años 1939 - 1942, la situación era muy inestable y Falange estuvo en condiciones de discutir esa hegemonía al amparo de un contexto internacional (las victorias del Eje italo - germano en la segunda guerra mundial) que parecía alumbrar un orden fascista para toda Europa; un «orden nuevo» que Franco estaba dispuesto a aprovechar y encabezar ya no sólo como Generalísimo de los Ejércitos sino también como Caudillo del Estado totalitario. En este sentido, que el proceso de fascistización de España no alcanzase el estadio de Italia (aun menos de Alemania) parece deberse ante todo al cambio de rumbo que experimentó la guerra mundial desde 1942 y a la resistencia renovada que el alto mando militar, los monárquicos y los católicos pudieron entonces ofrecer a los avances del falangismo sobre sus respectivas áreas de control: la política militar, los ministerios económicos, y los de Educación y de Justicia, respectivamente. La propuesta esbozada por Preston de análisis comparativo tiene la virtud de corregir la tendencia

actual de considerar el franquismo, en su totalidad, como un caso de régimen militar autoritario con pluralismo político limitado (siguiendo la célebre definición de Juan José Linz, tan ajustada al franquismo «desarrollista» de los años sesenta). Tal interpretación reduce la importancia del componente fascista hasta casi anularlo y hacerlo insignificante para la definición del régimen. Sin embargo, el análisis comparativo, sobre todo en el período 1937 - -1945, permite descubrir la función crucial del fascismo en la conformación y desarrollo de la dictadura franquista y su creciente hegemonía (luego truncada) sobre otros componentes del régimen (carlistas, alfonsinos o católicos). Precisamente, cuando se habla metafóricamente de una «fase azul» en el franquismo inicial se está haciendo referencia a esa realidad bien apreciada por los contemporáneos. En este sentido, es interesante notar que la tesis de Preston coincide con el juicio del propio Mussolini sobre el carácter fascistizante y las posibilidades de desarrollo plenamente fascista que estaban abiertas en la España de aquel período. El segundo apartado del libro aborda monográficamente la lucha política dentro del régimen durante la segunda guerra mundial, cuando falangistas y militares pugnaban por orientar política exterior española en un sentido más o menos beligerante en favor del Eje italo - germano y en contra de las potencias aliadas. Preston hace uso de un amplio abanico de fuentes documentales diplomáticas (esencialmente alemanas) y de un repertorio bibliográfico realmente vasto. El resultado es la confirmación de una tesis ya enunciada por varios autores, entre ellos, Javier Tusell y Antonio Marquina: Franco estuvo más que dispuesto a entrar en la guerra al lado de Alemania en el segundo semestre de 1940 y sólo la negativa de Hitler a pagar el precio pedido por Franco (previa ayuda militar y alimenticia y cesión del imperio norteamericano francés) abortó la beligerancia española. En esencia, Hitler ni podía ni quería arriesgar las ventajas que estaba reportando la neutralidad benévola de la Francia colaboracionista del mariscal Pétain en aras de la costosa y dudosa beligerancia de una España de Franco hambrienta, inerme y semidestruida tras la guerra civil. Lo interesante de este segundo apartado es notar que, en este período, Franco aparece actuar como verdadero Caudillo falangista, obliterando los consejos de prudencia y cautela emitidos por la mayoría del generalato y apoyando sin reservas la política exterior de su cuñado y consejero, Ramón Serrano Súñer. Ello mismo es una valiosa indicación de la virtualidad de una evolución fascista en España bajo el liderazgo de un militar devenido en Duce por la

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario fuerza de las circunstancias y su propia ambición. Los generales influyentes (Varela, Orgaz, Kindelán, Aranda, etc) a duras penas lograron contener «la tentación del Eje» que animaba a Francia y tuvieron que recurrir a presiones, advertencias y conjuras de muy diverso tipo para obligarle a permanecer «no - beligerante» en la contienda mundial. Como subraya Preston, hay que recordar que se trataba de un generalato que había elegido a Franco como Generalísimo y Jefe del Estado y que le consideraba un mero primus inter pares, y no un homo missu a Deo (enviado por Dios), como gustaba de verse el Caudillo. A este respecto, una anécdota recogida por Preston es suficientemente expresiva. En aquellos tiempos, el dicharachero general Queipo de Llano todavía osaba referirse al susceptible Jefe del Estado en términos nada respetuosos: «¨Paca la culona» (p.88). Algunos años después, no habría ningún general que pudiera tratar como un igual a Franco y, aún menos, ridiculizar su figura sin graves riesgos para su carrera y su persona. El complejo proceso que condujo a esa situación e hizo de Franco un dictador arbitral intocable e inapelable es el tema del tercer apartado del libro.

CONCLUSIÓN. En resolución, la obra de Paul Preston está repleta de sugerencias interpretativas y riqueza informativa sobre un tema crucial para la historia contemporánea española. Además, tiene la virtud de ofrecer una perspectiva metodológica comparativa que contribuye a la mejor compresión de los fenómenos españoles dentro del marco europeo coetáneo. Por eso mismo, cabe esperar y desear su pronta traducción al español, a fin de poner todo su contenido y argumentos a disposición de un público más amplio e interesado por el reciente pasado histórico de España.

VII. ESQUEMA PARA LA REDACCIÓN DE UN TRABAJO DE CURSO Los trabajos de curso sobre un tema histórico constituyen un ejercicio educativo fundamental en el ámbito universitario. Ante todo, porque posibilitan una serie de actividades de gran valor formativo para los alumnos. Por ejemplo: adiestrarse en el manejo de bibliografía histórica; desarrollar sus capacidades de análisis, sistematización y exposición; ensayar prácticamente aspectos elementales del método de inves-

tigación historiográfica; y profundizar en el conocimiento de un tema o problema histórico particular. Generalmente, la elaboración de un trabajo académico tiene como punto de partida una idea básica sobre el tema que se va a someter a examen (sea la biografía de Julio César, el origen de las Cruzadas, olas razones de la victoria aliada en la segunda guerra mundial). Es lo que podría denominarse el PLANTEAMIENTO BÁSICO INICIAL: la clarificación del conjunto de opiniones, juicios y saberes que tenemos ya sobre el asunto, la idea general que necesariamente abrigamos, porque nadie parte de un «conjunto de premisas cero» ante ningún tema. Su manifestación inmediata debe cobrar la forma de un título provisional para el trabajo y de un esbozo o índice sumario de sus contenidos, de los aspectos que hay que tratar en él, quizá divididos en aparatos y subapartados. Puede manifestarse también en una especie de esquema o cuadro geométrico donde se sitúen los asuntos que deben examinarse y abordarse en el trabajo. Este planteamiento o idea puede ser previa («cazada al aire» mediante conversaciones, novelas o películas) o suscitada por las primeras lecturas realizadas. Pero necesariamente se irá modificando a medida que se avanza en el trabajo. Una vez determinado el asunto que se va tratar y establecido claramente el planteamiento y la idea inicial, el primer paso sistemático en la elaboración del trabajo es reunir una LISTA BIBLIOGRÁFICA pertinente para profundizar en el conocimiento del tema. Esa bibliografía debe incluir, en términos generales, cuatro tipos diferentes de libros que deben ser revisados y estudiados en orden progresivo y ascendente primeramente, obras de referencia y ayuda general que sirvan para una primera introducción formal al tema (diccionarios históricos, enciclopedias temáticas, repertorios cronológicos y cartográficos, obras de referencia bibliográfica, etc.); a continuación, un mínimo representativo (siempre superior a dos) de manuales generales donde se aborde y se contextualice el tema; seguidamente, un conjunto coherente y significativo de monografías y artículos especializados dedicados mayormente al asunto examinado (como mínimo, una monografía o artículo por corriente interpretativa que pueda haber sobre el tema); y, por último, una serie de repertorios de documentos originales y antologías de fuentes primarias donde se puedan hallar y examinarlas pruebas documentales referidas en la bibliografía utilizada. Las LECTURA Y EXAMEN de esa bibliografía (o, si es muy extensa, de partes sustanciales de la misma) es ya una labor de investigación crítica y ana-

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Enrique Moradiellos lítica de gran importancia. Ante todo, porque supone la necesidad de ir recogiendo, cotejando, comparando, seleccionando y depurando los datos, ideas, argumentos razonamientos e interpretaciones que están presentes en la literatura y que pueden ser contradictorios, diferentes pero no en conflicto, o complementarios. Esta labor requiere tomar notas durante la lectura y confeccionar fichas de lectura de cada obra. En estas fichas, como ya hemos visto, se deberá registrar y discriminar claramente lo que es información y datos objetivos y lo que es opinión o interpretación del autor. Hay que recordar que, en esta labor, la recogida de las opiniones exactas de un autor debe ir siempre entre comillas (lo que indica al lector que es una cita textual y no una paráfrasis nuestra sobre su opinión) y con la obra y página de procedencia bien expresada.

jo?». a estos dos elementos les siguen una serie de enunciados y subenunciados varios, según la complejidad arquitectónica del guión. Umberto Eco ha propuesto un esbozo de guión - índice de trabajo que, adaptado y simplificado a las necesidades del estudiante universitario, puede ser muy útil y conveniente como esquema orientativo:

Del mismo modo, un documento textual citado en una obra o compilado en una antología documental debe recogerse siempre entre comillado para mostrar su naturaleza de documento primario y redactado así en su forma original. Por tanto, se reservará el uso de las comillas para este tipo de fines, y no se utilizará para enfatizar las opiniones o afirmaciones del redactor del trabajo. A este fin, podría emplearse, con mesura, el procedimiento del subrayado de términos y frases, siempre que su importancia lo requiriese o fuera necesario remarcar su significado.

1.

Estado de la cuestión.

2.

Las investigaciones precedentes.

3.

Nuestras hipótesis.

4.

Los datos que podemos ofrecer.

5.

Análisis de los mismos.

6.

Demostración de las hipótesis.

7.

Conclusiones y orientaciones para el trabajo posterior.

Ese índice podría también tomar una forma más compleja, donde estuvieran presentes varios apartados subdivididos en capítulos y subcapítulos. Por ejemplo:

Tras la finalización de la lectura de la bibliografía y la sistematización de sus contenidos en forma de fichas de contenidos y fichas de citas (ya hemos visto que la tipología de las fichas puede ser muy amplia), procede iniciar la REDACCIÓN DE UN GUIÓN O ÍNDICE PROVISIONAL y tentativo para la elaboración del trabajo. A diferencia del planteamiento inicial, y sobre la base de los conocimientos adquiridos en las lecturas, se trata ahora de formular un primer esbozo articulado y consistente de lo que va a ser el trabajo, con sus respectivas partes y divisiones para organizar metódicamente la tarea de redactar el texto. Este guión sirve como marco y esquema orientativo para iniciar la redacción. No debería exceder de una página y convendría que tuviera enunciados ordenados con subdivisiones, para permitir que se «coloquen» en su lugar los distintos aspectos temáticos que se van a abordar en el texto. Esos enunciados y subapartados funcionarían a modo de «casillas» que habrían de rellenarse con la redacción del texto propiamente. Por convención utilitaria, este tipo de guiones siempre tienen un título semidefinitivo y un apartado inicial denominado «introducción», donde se debe responder a la pregunta «¿De qué se trata el traba-

I. PRIMERA PARTE DEL TRABAJO 1. Capítulo primero de la primera parte. 1.1. Primer subcapítulo. 1.2. Segundo subcapítulo. 2. Capítulo segundo de la primera parte. 2.1. Subcapítulo único.

II. SEGUNDA PARTE DEL TRABAJO 1. Capítulo primero de la segunda parte. 1.1. Primer subcapítulo. 1.2. Segundo subcapítulo. 1.3. Tercer subcapítulo. 2. Capítulo segundo sin subcapítulos.

III. CONCLUSIONES

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA Y APÉNDICES 92

Introducción a las técnicas de trabajo universitario Teniendo como base el índice provisional, hay que proceder al DESARROLLO Y REDACCIÓN de las ideas y argumentos que componen nuestro trabajo. Esta redacción significa, sencillamente, dar forma escrita y narrativa a los conceptos, juicios y razonamientos que nos ha suscitado la lectura y examen de la bibliografía, siguiendo los apartados temáticos fijados en el guión. Para ello, habrá que utilizar y hacer uso de los datos objetivos encontrados, de las interpretaciones de los historiadores analizados, del conocimiento acumulado en la literatura historiográfica consultada, etc. Cabe solamente añadir que la redacción del texto debe ser clara y sencilla, sin párrafos demasiado largos y siempre con un ordenamiento lógico y nunca confuso y contradictorio. En un trabajo de esta naturaleza y función, es preferible el estilo y lenguaje llano al barroquismo estéril o incomprensible. En términos literarios, es mejor ser siempre conceptista antes que culteranista: «¨Lo bueno, si breve, dos veces bueno». Para descargar el texto, debe utilizarse cuando sea conveniente la nota a pie de página (señalada por un número entre paréntesis en el texto, que remite a un número al final de la página o al final del trabajo). En estas notas, se da la referencia bibliográfica exacta de las obras y documentos citados, o también se matizan algunas afirmaciones presentes en el texto. Para la confección de estas notas, puede ser conveniente la utilización de algunas abreviaturas como las siguientes: anón.: Anónimo. ap.: Apéndice

ob. cit.: en la obra citada, pero no necesariamente en la misma página. Por ejemplo: P. Vilar, ob. Cit., cap. 2. p.: página. En plural se escribiría pp. passim: por todas partes. Cuando una idea está desarrollada por todo un libro y artículo. s.a.: sin año consignado. s.l.: sin lugar de edición consignada. sic: así. Escrito por el autor así en el original. Puede subrayar un error o falta del texto original. vol.: volumen. Plural, vols. Como ya hemos visto en el apartado de elaboración de fichas bibliográficas, las citas que hagamos de un autor u obra en nuestro texto deben ser siempre fieles y recogidas entre comillas. No cabe hacer interpolaciones en las mismas y toda alteración o subrayado que no sea original debe ser advertido en nota. Si es necesario añadir una aclaración o comentario al texto, se hará utilizando corchetes o paréntesis cuadrados, para diferenciarlo de los paréntesis que pueda haber en el propio original. Por la que respecta a la extensión de las citas, cabe adoptar dos criterios para su inclusión en el trabajo. Cuando una cita no supere las dos o tres líneas, puede insertarse dentro de un párrafo bien señalada por comillas. Cuando, por el contrario, la cita sea más larga, cabe recogerla de modo aislado, con un espaciado mecanográfico menor y con mayor margen a la izquierda que el texto normal, como hacemos a continuación: Así, de una manera visual muy directa, se aprecia el carácter de cita textual de estas palabras. En este caso, no son necesarias las comillas, pues el propio margen y el menor espaciado cumplen su función de avisarnos de que se trata de una cita textual.

art.: Artículo de leyes (no de periódico). c.: Circa. Hacia. Por ejemplo: c. 450 a. C. (Hacia el año 450 antes de Cristo). cap.: capítulo. Por ejemplo: Polibio, Historias, cap. 3. Cf. confero: confróntese o compárese. Por ejemplo: Sobre el tema, cf. P. Vilar, Historia de España, cap. 7. e.g.: en los textos ingleses, exempli gratia: por ejemplo. ibídem. En el mismo lugar. Cuando se remite a un autor, una obra y página de la misma que ya se había citado previamente. Por ejemplo: P. Vilar, ibídem. n.: nota. Por Ejemplo: véase n. 3. núm.: número. También nº.

Finalmente, las CONCLUSIONES del trabajo, si es que son pertinentes y necesarias, no deberían tomar la forma de un resumen de todo el desarrollo argumentado previo. Más bien tendrían que ser una serie de consideraciones generales que se deduzcan del trabajo. Pudiera ser que volvieran a retomar el «estado de la cuestión» planteado inicialmente y lo resituara a la luz de la investigación bibliográfica (o, en su caso, documental) realizada. Tras las conclusiones, cabe incluir las notas presentes a lo largo del texto (si es que no van a pie de página), la bibliografía consultada y los apéndices documentados que puedan considerarse pertinentes para dar mayor apoyatura al trabajo.

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Enrique Moradiellos En el plano puramente pragmático de la edición, cabe recordar que un trabajo debe presentarse de forma esmerada. Ello requiere, entre otras cosas: un mecanografiado cuidado y legible, una primera página en la que figure el título del trabajo y el nombre del autor o autores, que los folios estén escritos por una sola cara a doble espacio, y que se deje amplios márgenes , sobre todo a la izquierda.

EJEMPLO DE TRABAJO DE CURSO

1. La historiografía sobre el Desastre La historiografía tradicional española, representada a título de ejemplo por los estudios de Gabriel Maura, Jerónimo Bécker, Melchor Fernández Almagro y Pablo de Azcárate(1), ha contemplado el Desastre del 98 como un caso singular y específico de la historia finisecular de España; como una especie de orgulloso «suicidio numantino» derivado del peculiar carácter nacional e idiosincrasia de los españoles. A tenor de este discurso clásico sobre el 98, los términos del problema habrían sido los siguientes: una España marginada del concierto europeo por su política de aislamiento diplomático y comprometida en una doble guerra colonial en Cuba y Filipinas, hubo de enfrentarse sola a la intervención de Estados Unidos en el conflicto y fue empujada a la guerra hispano - norteamericana que culminó en la liquidación de su disminuido imperio ultramarino. Los gobernantes españoles, con el pleno apoyo de su opinión pública, habrían decidido no claudicar y enfrentarse al coloso norteamericano en virtud de una combinación de los siguientes motivos: su ceguera política y militar ante la desproporción de fuerzas respectivas; su ilusoria esperanza de lograr la victoria y preservar las colonias ; y su alto sentido del honor y deber nacional, que impedía y vedaba cualquier posibilidad de retirada o cesión frente a las iniciativas, presiones y amenazas norteamericanas.

EL DESASTRE COLONIAL ESPAÑOL DE 1898 ÍNDICE Introducción 1. La historiografía sobre el Desastre 2. La crisis del sistema colonial español 3. Política española y guerras coloniales 4. Los intereses y gestiones de Estados Unidos 5. La guerra hispano - norteamericana 6. Epílogo NOTAS BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Introducción En el breve plazo de dos meses, entre mayo y julio de 1898, España perdió la totalidad de sus vetustas posesiones coloniales en Las Antillas (Cuba y Puerto Rico) y el Pacífico (Filipinas e islas Marianas, Carolinas, Palaos y Guam) tras sufrir una fulminante y abrumadora derrota naval y militar frente a los Estados Unidos de América. Esta derrota espectacular pasó a conocerse en la opinión pública contemporánea y en la historiografía posterior como El Desastre, con mayúsculas y escuetamente, quedando grabado a fuego en la conciencia histórica de los españoles. Dicho descalabro militar y colonial provocó una honda sacudida del cuerpo político y del universo ideológico español, y abrió la vía al lento proceso de desintegración del sistema de poder oligárquico que había sido inaugurado por la Restauración borbónica de 1875; un proceso espasmódico que se prolongaría en sus rasgos y caracteres esenciales hasta la implantación de una República democrática en 1931.

Esa interpretación de la historiografía tradicional sobre el origen y naturaleza del 98 hace tiempo que ha sido severamente cuestionada en diversos aspectos por las investigaciones de autores como Jesús Pabón, José María Jover Zamora, José Varela Ortega, Joaquín Romero Maura y Carlos Serrano(2). A juicio de esta creciente pléyade de historiadores «revisionistas», habría que contemplar el Desastre español de 1898 desde una perspectiva más amplia, desde una perspectiva de historia comparada. Y entonces , el 98 aparecería como el resultado de la confluencia e intersección de dos procesos diferentes y paralelos. En primer lugar, habría sido el resultado del fracaso político económico del colonialismo español. En esencia, el anticuado sistema de dominación colonial, después de haber sofocado una primera insurrección cubana entre 1868 y 1878 (la Guerra de los Díez Años), se había mostrado incapaz de modernizarse y establecer un nuevo modelo de integración bajo soberanía española aceptable para la población colonial y compatible con sus intereses políticos y económicos. Además, el fracaso de la metrópoli quedaba reflejado en su incapacidad para evitar la progresiva

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario gravitación de las colonias hacia el centro de poder regional emergente en el Caribe y el Pacífico: los Estados Unidos de América. En segundo lugar, el 98 español también habría sido el resultado del proceso de redistribución colonial que se abrió en el mundo en la década de 1890. Y, en este sentido, el 98 español se presenta como un caso más (si bien el más evidente) de la serie de «noventa - y - ochos» que afectaron a un conjunto de medias potencias que vieron frustrados sus proyectos coloniales por la acción (u omisión) de otras potencias superiores decididas a imponer un nuevo reparto imperialista. Así, por ejemplo, en 1890 Portugal hubo de renunciar a la unión territorial de Angola y Mozambique en virtud del ultimátum británico en sentido contrario; en 1896 Italia tuvo que abandonar la idea de establecer un imperio en Abisinia después ser derrotada en Adua por tropas indígenas en medio del aislamiento diplomático internacional; por último, en 1898, tras la crisis de Fashoda, Francia hubo de retirarse del Sudán en beneficio del dominio británico sobre ese territorio. En definitiva, el 98 español fue el producto resultante de la intersección de esos dos procesos aludidos, por la sencilla razón de que el fracaso del colonialismo español quedó de manifiesto en dos áreas, Las Antillas y el Pacifico, que eran ya, desde tiempo atrás, el ámbito donde se proyectaba el naciente imperialismo norteamericano, sin competencia u oposición efectiva por parte de ninguna otra gran potencia. 2. La crisis del sistema colonial español. El drama colonial español comenzó realmente en febrero de 1895, cuando resurgió en Cuba una insurrección independentista de enorme extensión y gravedad (el llamado Grito de Baire). La misma amplitud y celeridad del nuevo brote insurreccional puso en evidencia desde el principio el enajenamiento de la población cubana respecto a la autoridad española y la incapacidad económica y militar de la metrópoli para restablecer su dominio indiscutido en la Gran Antilla. Por supuesto, el amplísimo apoyo social que tuvo dicha insurrección sólo se explica si atendemos a los rasgos políticos y económicos que caracterizaban al sistema colonial español, auténticos responsables de la hostilidad de la población cubana ante el poder metropolitano(3). En el plano político, Cuba, al igual que el resto de las colonias , estaba gobernada por un capitán general con poderes gubernativos omnímodos, apoyado por una burocracia administrativa (civil y militar) mo-

nopolizada casi exclusivamente por españoles. Esta burocracia, junto con los comerciantes y hacendados españoles radicados en las ciudades, constituían el soporte de la autoridad metropolitana y alentaba el partido Unión Constitucional, favorable a la plena asimilación de Cuba por España y opuesto a cualquier tipo de reforma política que debilitase su capacidad de influencia. Frente a ese grupo «españolista», el desarrollo de la economía cubana desde principios del siglo XIX había generado unas compactas burguesías criollas (criollos: colonos de origen español nacidos y criados en Cuba) en torno a la producción y comercialización de los tres grandes artículos cubanos: el azúcar (que llegó a representar un tercio de la producción mundial), el tabaco y el café(4). Esta población criolla constituía la base social, cada vez más numerosa, de los partidos reformistas y autonomistas favorable a un nuevo reparto de las funciones políticas coloniales en beneficio de su grupo. Tras el fracaso de estas opciones, las burguesías criollas serían el soporte activo o pasivo de las soluciones independentistas, reclutándose en su seno la dirección política e intelectual del movimiento de liberación nacional. El enfrentamiento entre criollos y españoles peninsulares en el plano político estaba en marcado y agudizado hasta extremos de ruptura por el antagonismo entre los intereses económicos respectivos. En efecto, el sistema colonial español implicaba un intercambio económico entre la metrópoli y las colonias tremendamente favorable a la primera y perjudicial para las segundas, especialmente Cuba(5). En virtud de la legislación proteccionista que culminó en la Ley arancelaria de 1882, las colonias se habían convertido en un verdadero mercado reservado para la producción española, sobre todo la producción textil catalana y los trigos y harinas castellanos. De este modo, las colonias se veían obligadas a abastecerse de productos españoles, protegidos de la competencia internacional mediante elevados aranceles que compensaban sobradamente el alto precio de los artículos españoles respecto a los extranjeros. Estas medidas habían permitido, por ejemplo, que el 60 % del comercio catalán en la década de 1890 tuviese como destino Cuba y las colonias. Y así se había generado un beneficio colonial que actuaba como factor de compensación sobre el crónico déficit comercial de España en sus intercambios con el exterior. Pero las leyes arancelarias tenían una faceta mucho más gravosa y discriminatoria para las colonias: no sólo hacían de las colonias un mercado reservado

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Enrique Moradiellos para los caros productos españoles, sino que también cerraban el mercado español a los productos coloniales que pudiesen hacer competencia a productos hispanos. Por ejemplo, el proteccionismo arancelario excluía el azúcar cubano en favor del azúcar de remolacha producido en España. Y al cerrar ese mercado metropolitano, se obligaba a esos productos coloniales a buscar salida en mercados foráneos, sobre todo en el cercano y enorme mercado de Estados Unidos. La distorsión provocada por esta peculiar dinámica económica colonial impuesta por España puede apreciarse claramente en las siguientes cifras. En 1894, último año de paz, Cuba obtuvo de España el 43 % de sus importaciones totales, mientras que otro 37 % se obtenía de Estados Unidos a pesar de los altos aranceles. En ese mismo año, Cuba exportó a Estados Unidos el 88 % de su producción, enviando tan sólo a España el 9 % de la misma(6). Así pues, para entonces era patente que España, a pesar de su política proteccionista y debido a su atraso económico e industrial, era incapaz de abastecer las crecientes necesidades de una economía en expansión como la cubana y tampoco estaba en condiciones de absorber más que una mínima parte de su producción. En ambos campos, Estados Unidos aparecía como pujante cliente y proveedor, capaz de garantizar la continuidad del crecimiento económico cubano mediante el gran volumen de intercambios en curso y las crecientes inversiones de capital (concentradas sobre todo en la mecanización de los ingenios azucareros y la instalación de fábricas de tabaco). Por consiguiente, no es de extrañar que las mismas burguesías criollas que demandaban reformas para incrementar su poder político también exigiesen la anulación de las leyes proteccionistas que estaban penalizando sus intereses económicos. Contra estas demandas duales se alzaron el partido españolista insular y los intereses de los productores catalanes y castellanos, conscientes ambos de que su vigor y supervivencia dependían del mantenimiento del statu quo colonial. Cuando en 1895 las Cortes españolas rechazaron un tímido proyecto de reforma colonial presentado por Antonio Maura, las burguesías criollas comprendieron que la vía autonomista estaba cerrada ante el inmovilismo político de la metrópoli. Por eso se pasaron abiertamente a la causa independentista y, a pesar del temor que les infundía la movilización de la población negra rural, aceptaron patrocinar la insurrección capitaneada por José Martí en el plano político y por Máximo Gómez en el militar.

3. Política española y guerras coloniales. El estallido de la guerra en Cuba en febrero de 1895 provocó de inmediato la caída del gobierno liberal de Sagasta, debido a un pequeño motín militar en Madrid contra dos periódicos que habían criticado la falta de voluntarios entre la oficialidad para servir en las colonias. El incidente representó el primer conato de militarismo en la política restauracionista y anunció la importancia clave del Ejército en la formulación de la respuesta española ante la insurrección(7). De acuerdo con la mecánica del «turno pacífico», el partido conservador formó nuevo gobierno bajo la presidencia de Cánovas del Castillo. Y fue este gobernante y su gabinete el que tuvo la exclusiva responsabilidad para hacer frente a la crisis cubana, dada la minoría de edad del futuro rey Alfonso XII y la débil posición política de la reina regente, María Cristina de Habsburgo. La primera medida de Cánovas fue nombrar al general Martínez Campos como Capitán General de Cuba. Martínez Campos había sido el vencedor de la guerra de los diez años y, por sus facultades de negociador, parecía el hombre idóneo para poner en práctica la respuesta político - militar planeada por Cánovas: reprimir la insurrección de un modo selectivo, dejando abierta la puerta a la negociación con los sectores menos radicalizados. Desde abril a diciembre de 1895, Martínez Campos intentó infructuosamente llevar a cabo su cometido y llegó a contar con casi 100.000 soldados para enfrentarse a unos 40.000 insurrectos que practicaban la guerra de guerrillas en el campo y la selva. Pero las circunstancias ya no eran propicios para la negociación, entre otras cosas por el inmovilismo político de la metrópoli. El propio Martínez Campos informó a Cánovas de su fracaso con estas reveladores palabras: Los pocos españoles que hay en la isla sólo se atreven a proclamarse como tales en las ciudades. El resto de los habitantes odia a España [ ... ].La insurrección es hoy día más grave, más potente que a principios del 76 [ ... ].Vencidos en el campo o sometidos los insurrectos, como el país no quiere pagar ni nos puede ver, con reformas o sin reformas, con perdón o con exterminio, mi opinión leal y sincera es que antes de doce años tenemos otra guerra, y si todavía nosotros no diéramos más que nuestra sangre, podrían venir una y otra; pero ¿ puede España gastar lo que gasta?(8)

Ciertamente, como señalaba Martínez Campos, la guerra cubana estaba poniendo de manifiesto la incapacidad militar y económica de España para restablecer su dominio indiscutido sobre la Gran Antilla. Y ello a pesar de que la opinión pública española apoyaba casi unánimemente el esfuerzo bélico reali-

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario zado, incluyendo a las oposiciones al régimen restauracionista: el carlismo, por la derecha, y la gran mayoría del republicanismo, por la izquierda. Sólo el republicanismo federal y las corrientes obreras, socialistas y anarquistas, cuestionaban la guerra (sobre todo el injusto sistema de reclutamiento), sin llegar al apoyo a los insurrectos cubanos o a la denuncia del colonialismo como fórmula de explotación(9). En el plano militar, el Ejército español adolecía de exceso de mandos, carecía de tropas coloniales profesionales y estaba formado por reclutas inexpertos y mal equipados, en virtud de una ley de reclutamiento que permitía la exención de los ricos del servicio militar a cambio de dinero. Como resultado, se trataba de un Ejército de soldados baratos y bisoños, muy mal adaptados al tipo de guerrilla tropical empleada por los insurgentes cubanos. Baste recordar que de los 200.000 soldados enviados a Cuba durante toda la guerra, sólo un 20 % fue realmente operativo en el combate y que las bajas por mortalidad se elevaron al 50 % de todos los movilizados (víctimas tanto de los combates como de la fiebre amarilla y la disentería)(10). Así pues, la guerra era una sangría de hombres, sobre todo de los hijos de las clases populares que no habían podido comprar su exención del servicio militar. Pero, además, la guerra era una hemorragia económica para un país con una economía y finanzas tan débiles como España. No sólo estaba destruyendo la producción cubana y el beneficio colonial, sino que el esfuerzo de sostener y equipar al Ejercito combatiente estaba agravando el crónico déficit presupuestario y diezmando los recursos humanos y materiales de la metrópoli. Cánovas había apreciado claramente los peligros implícitos en esa situación al escribir en septiembre de 1895; «Si la guerra se dilata o no se acaba pronto, muy pronto, se nos pueden venir encima conflictos inmensos»(11). Y los crecientes motines populares contra la escasez y carestía del pan sirvieron a los gobernantes españoles como advertencia de los potenciales efectos sociales y políticos de un esfuerzo bélico ilimitado. Para atajar la peligrosa contingencia de una guerra larga, Cánovas resolvió cesar a Martínez Campos y sustituirle por el general Valeriano Weyler como Capitán General. Desde enero de 1896 hasta octubre de 1897, Weyler puso en práctica la segunda respuesta española a la crisis cubana: una política de represión militar indiscriminada, decidida a sofocar rápidamente la insurrección con métodos modernos de guerra contrainsurgente. Por ejemplo, y aparte de la política de tierra quemada y liquidación física del enemigo, Weyler concentró a la población civil rural en cam-

pamentos militares, auténticos campos de concentración . el resultado de la «política de reconcentración» fue el colapso de la vida económica cubana, la miseria y aguda mortandad de los civiles concentrados y el paso masivo de los cubanos al bando insurrecto. Y aun así, Weyler sólo pudo asegurar el dominio español sobre las ciudades y fue incapaz de conseguir el control permanente de los campos y la manigua, donde la insurrección campaba por sus fueros. Para agravar más la crítica situación, desde el verano de 1896 Filipinas era escenario de una violenta insurrección tagala (indígenas filipinos) que eliminó la autoridad española de amplias zonas del archipiélago. En esas circunstancias, a mediados de 1897 parecía evidente que la respuesta militar represiva había fracasado en su intento de suprimir la crisis colonial. El asesinato de Cánovas por un anarquista en agosto de 1897 sólo vino a subrayar ese fracaso y abrió la vía al último español para resolver la crisis colonial. Desde octubre de 1897 a abril de 1898, el nuevo gobierno liberal de Sagasta puso en práctica una política de concesiones autonómicas en materia política y económica que trataba tan sólo de preservar la soberanía general española sobre las colonias. Por supuesto, Weyler fue cesado atendiendo a las criticas internacionales contra su enérgica actuación y sustituido por el más flexible general Blanco. Y aunque se mantuvo la campaña militar, ésta fue combinada con ofertas de negociación, sobre la base de que «todos los esfuerzos del mundo no son bastantes para mantener la paz con el solo empleo de las bayonetas»(12). Sin embargo, las iniciativas autonomistas liberales llegaban tarde. La insurrección había progresado hasta un punto en que era imposible el retorno. Vista y comprobada la incapacidad española, los rebeldes cubanos no estaban dispuestos a obtener nada menos que la independencia. Por otra parte, el partido «españolista» en la isla era rotundamente hostil al proyecto autonomista, que también encontraba fuerte oposición en los círculos productores catalanes y en los ámbitos militares ultranacionalistas, favorables a la prosecución de la estrategia de Weyler. De hecho, la introducción de las reformas en enero de 1898 provocó serios motines de la oficialidad en Cuba bajo el grito: «¡Muera Blanco, viva Weyler! ¡Autonomía no!». Además, para entonces, un nuevo elemento clave había entrado decididamente en el escenario de la crisis colonial española: Estados Unidos.

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Enrique Moradiellos 4. Los intereses y gestiones de Estados Unidos. El gobierno norteamericano había observado el conflicto con preocupación desde el principio, en virtud de sus grandes intereses económicos y geopolíticos en el Caribe y el Pacífico. No en vano, Cuba absorbía una cuarta parte de la exportación estadounidense a América Latina, el capital invertido en la isla sumaba casi 50 millones de dólares, y el área tenía un creciente interés estratégico debido a la construcción del canal de Panamá. Después de tres años de guerra, la patente incapacidad española para imponer la paz y salvaguardar los mermados intereses americanos habían ido escalonando la intervención diplomática de Estados Unidos en el conflicto. En consonancia con las doctrinas del Destino Manifiesto imperantes en la prensa y los círculos oficiales norteamericanos, el propio presidente Cleveland había advertido sin reservas desde el primer momento: «Cuando la impotencia de España sea evidente, los Estados Unidos sabrán cumplir con su deber». A la vez, todas las grandes potencias mundiales habían dejado claro su intención de no involucrase en el contencioso hispano - norteamericano que se iba fraguando(13). En abril de 1896, el gobierno de Estados Unidos había ofrecido a España su mediación para poner fin negociado a las hostilidades. Cánovas rechazó la oferta porque abrigaba la tenue esperanza de que la nueva estrategia de Weyler fuera capaz de sofocar la rebelión. Pero, fundamentalmente, también la rechazó por temor a la reacción contraría de la opinión pública y de los militares españoles, cuyo estado de exaltación nacionalista les predisponía a escuchar las denuncias carlistas y republicanas contra un régimen que pareciese mínimamente proclive a ceder a las presiones extranjeras y a abandonar la plena soberanía sobre las colonias. En septiembre de 1897, el nuevo presidente Mackinley volvió a repetir la oferta de mediación a la vez que sugería secretamente la venta de Cuba a cambio de una suma sustanciosa. Y esta vez fue Sagasta quien tuvo que rechazar ambas iniciativas por los mismos motivos inconfesables en público, a pesar de que personalmente era favorable a la venta o la mediación (al igual que la reina regente).

imposibilidad de ceder ante los rebeldes o Estados Unidos sin grandes riesgos para la estabilidad y supervivencia del régimen de la Restauración, habida cuenta del sentir militar y de la presión republicana y carlista. En otras palabras, los gobernantes españoles se encontraban en un callejón sin salida: eran incapaces de vencer en las colonias pero también les era imposible ceder porque ello pondría en peligro la dinastía y el régimen en la metrópoli. En esas condiciones dilemáticas, fue cobrando forma una solución drástica que parecía un mal menor. A saber: entablar una guerra suicida contra Estados Unidos que acabara con el dilema de modo digno, honroso y, sobre todo, con pocos riesgos para la continuidad del régimen, que podría obtener el apoyo de la nación para un acto quijotesco y sólo se vería obligado a ceder ante una abrumadora demostración de fuerza superior. Es decir: la pérdida de las colonias sería más aceptable para la opinión pública y los militares y menos peligrosa para el régimen restauracionista si era consecuencia de una derrota militar espectacular y fulminante. Esta interpretación de que la guerra con Estados Unidos fue una opción política meditada, una consciente huida hacia adelante, aparece confirmada por los testimonios contemporáneos. Desde luego, en los medios oficiales hubo plena conciencia de la grave inferioridad militar y estratégica y no hubo falsas ilusiones de victoria en los círculos dirigentes. El jefe de la escuadra española ya había advertido en 1897, al examinar la escuadra norteamericana: «Un sólo de esos barcos basta para deshacer toda la Marina militar española». Por su parte, el ministro de la Guerra declaraba poco antes de iniciarse el conflicto: No soy de los que alardean de seguridades en el éxito, acaso de romperse las hostilidades; pero soy de los que creen que, de dos males, éste es el mejor. El peor sería el conflicto que surgiría en España si nuestro honor y nuestros derechos fuesen atropellados(14).

De un modo aún más revelador, el conde de Romanones, prohombre del partido liberal, confesaría posteriormente que, en vísperas de la guerra, los líderes políticos y militares de la Restauración habían concluido:

Desde finales de 1897, cuando se hizo evidente que la oferta liberal de autonomía tampoco conseguía la pacificación de Cuba, los gobernantes españoles comprendieron que se hallaban ante un dilema irresoluble cuyos términos eran los siguientes: por una parte, la incapacidad económica y militar para sofocar la rebelión y para seguir librando indefinidamente una guerra agotadora; por otra, la paralela 98

[...] que para salvar la paz interior y para satisfacer las exigencias del elemento militar había que rendirse a la inexorable fuerza de los acontecimientos y acudir a la guerra como único medio honroso de que España pudiera perder lo que aún le restaba de su inmenso imperio colonial(15).

Introducción a las técnicas de trabajo universitario 5. La guerra hispano - norteamericana. Así pues, la explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898 (preparada por los rebeldes cubanos para forzar la intervención estadounidense) sólo precipitó un desenlace previsto desde tiempo atrás. El 25 de abril Estados Unidos declaró la guerra a España y ordenó a su flota del Pacífico y del Atlántico que atacasen de inmediato a las respectivas flotas españolas, que se estaban concentrando en la bahía filipina de Cavite y en el puerto de Santiago de Cuba. El 1 de mayo la escuadra norteamericana, compuesta por 7 acorazados con 134 cañones de largo alcance, se enfrentó en Cavite a la española, compuesta por 6 cruceros de casco de madera y 60 cañones de corto y medio alcance. No hubo combate; fue una cruenta inmolación. Los cañones norteamericanos destruyeron casi sin resistencia a los buques españoles en unas breves horas, con un descanso en el intermedio para que la tripulación norteamericana pudiera almorzar. Al término del combate, el almirante Montojo formuló su famosa sentencia: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra»(16). La flota española anclada en Santiago de Cuba sufrió un destino similar, si bien aquí se reveló aún más la voluntad del gobierno español de ir a un desastre controlado y rápido, para poder llegar cuanto antes a la paz. El almirante Cervera informó a Madrid a fines de junio que, dada la superioridad de la escuadra norteamericana que le estaba bloqueando en la bahía de Santiago, «consideraba la escuadra perdida» y creía preferible perderla resistiendo en el puerto antes de salir a combatir en alta mar. El gobierno le ordenó salir de la bahía y presentar batalla frontal. El 3 de julio Cervera y sus oficiales acataron la orden no sin antes consignar por escrito lo siguiente: [...] que en honor y conciencia tenían el convencimiento de que el gobierno de Madrid tenía el determinado propósito de que la escuadra fuera destruida lo antes posible para hallar un medio de llegar rápidamente a la paz.(17). Como Cervera había previsto, la salida significó el sacrificio de su escuadra. La flota del almirante Sampson hundió todos sus barcos en un combate de menos de cuatro horas. Los españoles sufrieron 350 muertos, 160 heridos y 1600 prisioneros, incluyendo al propio almirante Cervera. Los norteamericanos tuvieron un muerto y dos heridos. Cervera pudo entonces emular a Montojo y afirmar: «Todo se ha perdido menos el honor».

La pérdida de ambas escuadras hizo imposible la continuación de la guerra en escenarios tan lejanos de la metrópoli y tan cercanos a territorio enemigo. Al mismo tiempo, el carácter fulminante y total de la derrota impuso la necesidad de pedir la paz en todos los ámbitos militares y políticos. Aun así, Sagasta tuvo que neutralizar a los militares más recalcitrantes enfrentándolos con una alternativa draconiana: si querían proseguir la guerra, que tomaran en sus manos el gobierno(18). En esas condiciones, prácticamente nadie se opuso a que el gobierno liberal pidiese el 18 de julio un armisticio al gobierno norteamericano y a que, el 10 de diciembre de 1898, firmase el Tratado de París por el que España renunciaba a la soberanía de todas sus ex colonias. Tampoco se opuso una opinión pública que recibió el final de la guerra con sorpresa y alivio, más que con amargura o voluntad revolucionaria e insurreccional. 6. Epílogo El pronóstico de los gobernantes de la Restauración había resultado acertado: Cavite y Santiago de Cuba no fueron para el régimen y la dinastía española lo que había sido la derrota de Sedán en 1870 para el segundo imperio Francés. El régimen no fue derribado por un golpe militar de su propio Ejército ni por una revolución inspirada por sus enemigos carlistas o republicanos. Ello no obstante, los efectos del Desastre fueron sustanciales y de largo alcance. A partir de 1898 el régimen no pudo seguir funcionando como antaño y hubo de hacer frente a distintos y poderosos desafíos políticos, sociales e intelectuales que persistirían, y en realidad definirían, el proceso de desintegración del sistema de dominación restauracionista. NOTAS 1 G. Maura, Historia crítica del reinado de don Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, 1919 1925, 2 vols.; J. Bécker, Historia de las relaciones exteriores de España durante el siglo XIX, Madrid, Voluntad, 1924, vol. 3; M. Fernández Almagro, Historia política de la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1968, vols. 2 y 3; P. de Azcárate, La guerra del 98, , Madrid, Alianza, 1968. 2 J. Pabón, «El 98, acontecimiento internacional» en Días de ayer, Barcelona, Alpha, 1963, pp. 139 - 195; J. M. Jover Zamora, 1898. Teoría y práctica de la redistribución colonial, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979; J. Varela Ortega, Los amigos políticos. Partidos , elecciones y caci-

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Enrique Moradiellos quismo en la Revolución, Madrid, Alianza, 1977; J. Romero Maura, La rosa de fuego. Republicanos y anarquistas, Barcelona, Grijalbo, 1975; C. Serrano, Final del imperio, España, 1895 - 1898, Madrid, Siglo XXI, 1984. 3 véase una completa exposición de la historia colonial de Cuba en la obra de Hugh Thomas, Cuba. La lucha por la libertad, Barcelona, Grijalbo, 1973. 4 Sobre el desarrollo económico de Cuba, resulta esencial la obra de Manuel Moreno Fraginals, El ingenio(complejo económico social cubano del azúcar). La Habana, Ciencia Social, 19778, 3 vols. 5 Jordi Maluquer de Motes, «El mercado colonial antillano en el siglo XIX» en J. Nadal y G. Tortella (comps.), Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 322 - 357. 6 J. Maluquer de Motes, ob. cit., p. 351 7 Sobre el papel militar en la crisis, véanse los capítulos correspondientes en Rafael Núñez Florencio, Militarismo y antimilitarismo en España, 1888 - 1906, Madrid, CSIC, 1990; y Stanley Payne, Los militares y la política en la España contemporánea, París, Ibérico, 1968.

rre, Inglaterra y España en 1898, Madrid, Eudema, 1988. 14 Declaración pública del general Correa, 6 de abril de 1898. El juicio previo del almirante Vega de Seoane se formuló en noviembre de 1897, tras revisar la flota americana en Nueva York. Ambas se recogen en M. Fernández Almagro, Historia política de la España contemporánea, vol. III, pp., 75 - 76 y 313. 15 Conde de Romanones, Las responsabilidades políticas del antiguo régimen, 1875 - 1923, Madrid, Renacimiento, s. a., p. 33 16 Sobre la catástrofe de Cavite, véase el vivido relato de M. Fernández Almagro, ob., cit., pp. 89 102. 17 Recogido en M. Fernández Almagro, ob., cit., p. 112. 18 El conflicto entre Sagasta y los militares contrarios al armisticio se recoge en J. Romero Maura, La rosa de fuego, pp. 9 - 12, y J. Varela Ortega, Los amigos políticos, pp. 317 - 319.

8 Carta confidencial de Martínez Campos a Cánovas, 25 de julio de 1895. Recogida en M. Fernández Almagro, Historia política de la España contemporánea, vol. II, pp. 249 - 251 y 433.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

9 Sobre la reacción popular ante la guerra, véase el amplio repaso que dedica al tema Carlos Serrano, Final del imperio, cap. 5.

Bécker, Jerónimo, Historia de las relaciones exteriores de España durante el siglo XIX, Madrid, Voluntad, 1924, vol. 3.

10 Nuria Sales, «Servicio militar y sociedad en la España del siglo XIX», en Sobre esclavos, reclutas y mercaderes de quintos, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 207 - 277; S. Payne, ob. Cit., cap. 5.

Cortada, James, Two Nations over Time. Spain and the United State, 1776 - 1977, Westport, Greenwood Press, 1978.

11 Nota de Cánovas a su ministro de la Guerra, 13 de septiembre de 1895. Recogida en M. Fernández Almagro, ob., cit,. pp. 272 - 273. 12 Nota del nuevo gobierno liberal sobre Cuba. Recogida en C. Serrano , Final del imperio, p. 151 153. 13 Las difíciles relaciones hispano - norteamericanas durante la crisis colonial se analizan en las obras de Philip S. Foner, La guerra hispano - norteamericana y el nacimiento del imperialismo norteamericano, Madrid, Akal, 1975, 2 vols.; y James Cortada, Two Nations over Time. Spain and the United States, 1776 - 1977, Westport, Greenwood Press, 1978. Para estudiar el progresivo aislamiento diplomático de España es inexcusable el libro de Rosario de la To-

Azcárate, Pablo de, La guerra del 98, Madrid, Alianza, 1968.

Fernández Almagro, Melchor, Historia política de la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1968, vols. 2 y 3. Foner, Philip S., La guerra hispano - norteamericana y el nacimiento del imperialismo norteamericano, Madrid, Akal, 1975, 2 vols. Jover Zamora, José María, 1898. Teoría y práctica de la redistribución colonial, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979. Maluquer de Motes, Jordi, «El mercado colonial antillano en el siglo XIX», en J. Nadal y G. Tortella (comps.), Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 322 - 357.

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario Maura, Gabriel, Historia crítica del reinado de don Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, 1919, vol. 1. Moreno Fraginals, Manuel, El ingenio (complejo económico social cubano del azúcar), La Habana, Ciencia Social, 1978, 3 vols. Núñez Florencio, Rafael, Militarismo y antimilitarismo en España, 1888 - 1905, Madrid, CSIC, 1990. Pabón, Jesús, «El 98, acontecimiento internacional», en Días de Ayer, Barcelona, Alpha, 1963, pp. 139 - 195. Payne, Stanley, Los militares y la política en la España contemporánea, París, Ruedo Ibérico, 1968. Romanones, Conde de, Las responsabilidades políticas del antiguo régimen, 1875 - 1923, Madrid, Renacimiento, s.a. Romero Maura, Joaquín, La rosa de fuego. Republicanos y anarquistas, Barcelona, Grijalbo, 1975. Sales, Nuria, «Servicio militar y sociedad en la España del siglo XIX», en Sobre esclavos, reclutas y mercaderes de quintos, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 207 - 277. Serrano, Carlos, Final del imperio. España, 1895 - 1898. Madrid. Siglo XXI, 1984. Thomas, Hugh, Cuba. La lucha por la libertad. Barcelona. Grijalbo. 1973. Torre, Rosario de la. Inglaterra y España en 1898. Madrid. Eudema. 1988. Varela Ortega. José. Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración. Madrid. Alianza. 1977.

VIII. NOTAS PARA INICIAR LA CONSULTA ARCHIVISTICA

La formación de un estudiante universitario no puede darse por concluida hasta que haya visitado y trabajado, siquiera sumariamente, en un archivo histórico. No en vano los archivos son los auténticos laboratorios y despachos en los que el historiador entra en contacto y examina el material y documentación histórica disponible, que le sirven necesariamente cono soporte y apoyatura para la redacción del relato narrativo sobre el pasado histórico. La palabra «archivo» procede del término griego clásico aVcetou que denotaba el habitáculo donde se conservaban los diplomas y documentos públicos de interés especial para las polis: las leyes, tratados, decretos, sentencias judiciales, etc., que regulaban la vida interna de la ciudad y sus relaciones con el exterior. Tenía, por tanto, una función administrativa esencial: la custodia y preservación de esa documentación de importancia especial para los Estados y las sociedades correspondientes. Las civilizaciones egipcias y mesopotámicas también habían conocido la existencia de «archivos» semejantes en los templos y palacios, donde se conservaban los anales y diarios de las actividades administrativas, los documentos de asuntos de Estado, las memorias de campañas militares, los censos de riqueza agraria, etc. En Roma, era el Tabularium el lugar donde se guardaban las tabulae, las leyes grabadas en tablas de bronce. Por su parte, los Estados medievales y renacentistas acostumbraban a guardar la documentación importante en las propias cancillerías donde se generaba y se hacían las copias necesarias de cada texto y documento. Muchos de los actuales archivos históricos tienen su origen en los repositorios documentales que se fueron creando en esa época tardomediaval y renacentista, a medida que se conformaban y consolidaban los modernos Estados europeos y su burocracia administrativa. Por ejemplo, el Archivo de la Corona de Aragón (hoy radicado en Barcelona) parece tener su base en las disposiciones del rey Jaime I hacia 1260, ordenando concentrar y custodiar en un solo lugar todos los documentos del reino. En 1543, el emperador Carlos I dispuso también que se concentraran en el castillo y fortaleza de Simancas (Valladolid): (...) ciertas escrituras concernientes a nuestra real corona y real patrimonio y a otras cosas para que en ésta estén mejor guardadas y puedan ser consultadas más fácilmente por nuestro fiscales y por las personas que hayan menester. (Recogido en Vicenta Cortés, Archivos de España y Améri-

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Enrique Moradiellos ca Materiales para un manual, Madrid, Universidad Complutense, 1979, p 47).

Su hijo, Felipe II, confirmó al castillo de Simancas en esa función, por lo que sigue siendo todavía hoy el archivo esencial para trabajar sobre la historia moderna de la Corona española. Todos esos archivos eran instrumentos de la práctica administrativa de los Estados; centros donde se custodiaban y organizaban los fondos documentales con una intención utilitaria y pragmática, al servicio exclusivo de las necesidades del funcionamiento de la administración estatal. En esa calidad, los archivos cumplían entonces y cumplen ahora una triple funcionalidad: recogen la documentación generada, la conservan en forma segura y ordenada, y la sirven cuando es requerida por las necesidades de funcionamiento de la Administración. La aparición del Archivo Histórico como nueva realidad y concepto es un producto del siglo XIX y, como hemos visto en el capítulo sobre historiografía, fue un factor esencial en al conformación de la historia científica. A diferencia de los archivos previos, los históricos no tienen la finalidad pragmática y utilitaria inmediata de atender las necesidades de la administración estatal. Por el contrario, suelen recoger la documentación considerada inservible desde un punto de vista administrativo, ya sea porque sus fondos pertenecen a tiempos muy lejanos y no relevantes para la práctica actual o porque ha caducado su utilidad funcional y vigencia administrativa. En ellos se recoge y custodia aquella documentación que se considera un bien de importancia cultural o patrimonio histórico documental de un país. En cualquier caso, los nuevos archivos históricos pasaron a ser el repositorio esencial de la materia prima con la que iban a trabajar los historiadores : el «almacén» especial donde se custodia y preserva la documentación generada en el pasado, que sirve como prueba principal para la elaboración del relato historiográfico y es el criterio y garante básico para determinar su veracidad. Así, en 1838 quedó constituido en Inglaterra el Public Record Office, con sede actualmente en el condado de Surrey, cerca de Londres. En España, el Archivo Histórico Nacional fue establecido en Madrid en el año 1866. Utilizar los archivos en el trabajo de investigación histórica exige, como primera medida, informarse de los fondos documentales custodiados en cada uno de ellos. Para satisfacer este fin, los archivos disponen de GUIAS, INVENTARIOS O CATALOGOS que proporcionan los datos más importantes sobre la naturaleza y origen de la documentación disponible

en los mismos, su organización y clasificación interna, y los medios para su localización y consulta en la sala de investigadores. Desde luego, la lectura de estas guías, inventarios y catálogos es inexcusable para comenzar seriamente una investigación histórica, del tipo y alcance que sea. También resulta conveniente conocer ciertos datos mínimos de la técnica archivística de organización y clasificación de los fondos documentales, a fin de entender con precisión la información proporcionada por las guías, inventarios y catálogos. Por ejemplo, debe saberse que todo archivo, en la medida en que puede contar con materiales de naturaleza muy diversa, tiende a clasificar la misma en grandes subunidades homogéneas denominadas SECCIONES. Estas secciones dentro del archivo tienden a ser grupos de documentación procedente de una misma institución u organismo administrativo particular. Así, el Archivo Histórico Nacional español dispone de varias secciones donde se agrupan colecciones documentales afines o generadas por el mismo organismo : la sección I corresponde a «clero secular y regular», que comprende los archivos de los monasterios incautados por el Estado durante la desamortización de bienes religiosos del siglo XIX, la sección II engloba «Ordenes Militares», formada por los archivos de las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa; la sección III corresponde a «Estados», que recoge el archivo de lo que fue la Secretaría del Despacho de Estado desde su fundación en tiempos de Felipe V y hasta la muerte de Fernando VII; etc. En el Public Record Office británico, las secciones archivísticas se corresponden con los fondos de los distintos organismos de la administración estatal; la sección «Cabinet Office» recoge todo el material archivístico de la Oficina del Consejo de Ministros; la sección «Foreign Office» engloba la documentación del Ministerio británico de Asuntos Exteriores; la sección «Almiralty» comprende los fondos del Ministerio de la Marina; etc. Dentro de esas categorías generales que son las secciones, el material se agrupa a su vez en SERIES archivísticas diversas. Esta clasificación en series permite acotar aún más la documentación perteneciente a la sección general y ofrecer al investigador una idea del tipo de fondos específicos que conforman cada serie. Por ejemplo, en la sección de «clero secular y regular» del Archivo Histórico Nacional existen tres series diferentes: 1. documentos en pergamino; 2. Documentos en papel, y 3. Libros manuscritos. En el Public Record Office, la sección compuesta por el archivo del Ministerio de Asuntos Ex-

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Introducción a las técnicas de trabajo universitario teriores (Records of the Foreign Office), se subdivide en varias series: serie de «Correspondencia Política General», serie de «Correspondencia Confidencial e Impresa», serie de «Correspondencia Consular», serie de «Tratados», serie de «Relaciones Culturales», etc. Por lo general, dentro de cada serie archivística la documentación se agrupa en LEGAJOS O VOLUMENES. Se trata esencialmente de carpetas, cajas o volúmenes encuadernados, donde se archivan conjuntamente varios documentos según algún tipo de criterio de clasificación: cronológica, temática, autoría, procedencia geográfica, etc. Por último, cada legajo o volumen puede contener en sí varios EXPEDIENTES O DOCUMENTOS particulares : pequeñas colecciones de cartas, de diplomas, de despachos, etc, agrupados en una misma carpetilla o ligados por algún lazo. A veces estos expedientes contienen un papel singular y concreto: la pieza simple, la PIEZA DOCUMENTAL BÁSICA. En cualquier caso, esos expedientes documentales son las unidades mínimas de clasificación archivística. El archivo general del Ministerio de Asuntos Exteriores español puede servir como ejemplo del modo de organización de un archivo administrativo que cuenta con fondos de interés histórico. Dispone de una guía somera que describe su origen, sus fondos y su clasificación: M.J. Lozano Rincón y L.E. Romera Iruela, Guía del archivo del Misterio de Asuntos Exteriores, Madrid, Misterio de Asuntos Exteriores, 1981. En él, no existen secciones archivísticas, puesto que se trata de un archivo único de un ministerio. Pero sí cuenta con dos series: el llamado archivo «histórico», que incluye toda la documentación generada hasta el año 1931, y el archivo «renovado», que comprende la documentación generada desde el año 1931. Dentro de cada serie, los documentos se clasifican en legajos que tienen un número consecutivo propio. Estos legajos, a su vez, se componen de expedientes también numerados consecutivamente. Para designar esas divisiones sucesivas, se utilizan unas signaturas archivísticas que permiten describir gráficamente y localizar los distintos documentos utilizados por un investigador. Por ejemplo (se trata de una referencia inventada), pongamos que hemos utilizado siguientes pieza documental singular en nuestro trabajo de investigación: un telegrama del embajador español en Londres al ministro de Asuntos Exteriores en Madrid, fechado el 26 de marzo de 1946. Ese documento está custodiado y se puede consultar en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (radicado en Madrid), Serie «Renovado», legajo 1037, expediente 5. De un modo abreviado,

podríamos escribir: Telegrama de embajador (Londres) a ministro (Madrid), 26-III- 1946, AMAE R1037/5. Ésa sería la referencia archivística que tendríamos que dar en una publicación, después de haber presentado, al principio de la obra el desarrollo entero de la misma. Probablemente, ésa sería también la referencia que nos proporciona el inventario o catálogo del propio archivo o sus ficheros catalográficos. Veamos otro ejemplo de signaturación archivística. En el Public Record Office cada sección tiene un código de letras que la identifica. Así, el archivo de la Oficina Central de Gobierno británico se identifica por las letras CAB (abreviatura de «Cabinet Office»), el del Ministerio de Exteriores por las letras FO («Foreign Office»), el de la Marina por ADM («Admiralty»), etc. Dentro de cada sección, las series archivísticas se distinguen por un número particular. Así , dentro de la sección CAB, la serie que recoge las actas del consejo de ministros lleva el número 23, la serie que comprende los documentos y memorandos que estudia el gabinete lleva el número 24, la que recoge las actas del comité de defensa imperial lleva el número 2, etc. a su vez, dentro de cada una de esas series, la numeración de los legajos o volúmenes es consecutiva (respetando el orden cronológico de archivo). De este modo, la signatura de un documento particular de estos fondos (como pudiera ser el acta de una reunión del gabinete británico el 22 de julio de 1936) tendría esta forma de identificación: CAB 23/85. Gracias a ella, podríamos localizar de modo rápido ese acta en el Public Record Office buscando el volumen 85 de la serie « actas del gabinete» de la sección «Archivo del Cabinet Office». La mayor parte de los archivos históricos siguen un procedimiento de organización de sus fondos muy similar a los expuestos anteriormente, con mayor o menor complejidad. Para profundizar en este tema, contamos con tres obras muy accesibles: el manual ya citado de Vicenta Cortés (Archivos de España y América , Madrid, Univ. Complutense, 1979); el libro de Antonia Heredia Herrera (Manual de instrumentos de descripción documental, Sevilla, Diputación Provincial, 1982), y el trabajo más reciente de M. C. Pescador del Hoyo (El Archivo, Madrid, Norma, 1986). Los archivos públicos españoles cuentan con una guía general en la que se proporciona una información básica sobre su dirección, horario de consulta, historia y fondos disponibles (hasta el grado de secciones y series): Guía de los archivos estatales españoles. Guía del investigador, Madrid, Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural, 1977.

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Enrique Moradiellos Para penetrar en el conocimiento de los fondos y funcionamiento de los cinco grandes archivos históricos españoles, contamos con otras tantas guías de gran valor para el investigador. Bajo la dirección de Carmen Crespo Nogueira, se ha publicado la obra Archivo Histórico Nacional. Guía (Madrid, Ministerio de Cultura, 1989), que reemplaza una guía previa publicada por Luis Sánchez Belda en 1958. Ángel de la Plaza Bores es autor de la obra Archivo General de Simancas. Guía del investigador (Valladolid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas [DGAB], 1962. José M. Peña Cámara hizo lo propio para el gran archivo sobre la América Hispánica creado en 1785 por Carlos III en Sevilla: Archivo General de Indias. Guía del visitante (Valencia, DGAB, 1958). El Archivo de la Corona de Aragón, sito en Barcelona, cuenta con una Guía abreviada (Madrid, DGAB, 1958). Y, finalmente, el Archivo General de la Administración, creado en 1969 para recoger la documentación de más de veinticinco años generada en los distintos ministerios españoles, cuenta con una somera descripción debida a M. C. Pescador del Hoyo y recogida en el Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, núm. 133 134, publicado en 1973.

primera visita al Archivo Nacional en París, Jules Michelet expresó con palabras inolvidables e insuperables este profundo goce que produce la investigación archivística: No tardé en darme cuenta de que en el silencio de esas galerías había un movimiento, un murmullo que nada tenía que ver con la muerte. Esos papeles, esos pergaminos acumulados allí durante tanto tiempo sólo deseaban revivir. Esos papeles no son papeles sino vidas de hombres, de provincias, de pueblos [...] Si se hubiera querido escucharlos a todos, ninguno habría estado muerto. Todos vivían y hablaban, rodeaban al autor con un ejército de cien lenguas [...]

Y a medida que soplaba sobre su polvo, los veía levantarse. Sacaban del sepulcro, unos la mano, otros la cabeza, como en el Juicio de Miguel Angel o en la danza de los muertos. La danza galvanizada que bailaban a mi alrededor es lo que he tratado de reproducir en este libro.

En todo caso, si de veras quisiéramos informarnos sobre los fondos archivísticos disponibles en cada archivo, para saber si puede sernos útil en una investigación determinada, lo mejor sería acudir al mismo en persona. In situ, podríamos examinar los inventarios y catálogos existentes sobre las distintas series documentales y realizar consultas con el personal especializado que allí trabaja: los archiveros y documentalistas profesionales. Habida cuenta de la experiencia y conocimientos de estos profesionales, las consultas pueden ahorrar gran cantidad de problemas y pérdidas de tiempo al investigador. Sin olvidar que la mayoría de estos técnicos son, en una gran proporción, licenciados universitarios en historia que comprenden muy bien los métodos y dificultades de la investigación histórica. Para terminar este apartado y este libro, permítasenos un último consejo para los estudiantes que se aventuren por vez primera en un archivo histórico: hacedlo con la mente abierta y dispuesta a experimentar el goce del contacto con el material legado del pasado. De este modo. Podréis disfrutar de la tremenda emoción que supone descubrir testimonios pretéritos, desempolvar cartas y manuscritos ignorados, sacar a la luz de nuestro tiempo libros o mapas perdidos en el olvido de siglos... Así obraréis como auténticos demiurgos que dan forma y sentido a un material hasta entonces informe y presto para cobrar significado si tan sólo se le escucha. Recordando su 104

Introducción a las técnicas de trabajo universitario BIBLIOGRAFÍA ORIENTATIVA SOBRE TÉCNICAS DE ESTUDIO, REALIZACIÓN DE TRABAJOS DE CURSO Y COMENTARIOS DE TEXTOS, MAPAS Y GRÁFICOS HISTÓRICOS.

Alcaide Inchausti, A., Estadísticas aplicada a las ciencias sociales, Madrid, Pirámide, 1976. Ball, S. Aprendizaje, enseñanza y tecnología educacional, Barcelona, Paidós, 1980. Bernabé, A. y Ballester, X., Guía del investigador novel, Madrid, Clásica, 1990. Bernard, G., El comentario de textos y la disertación, Barcelona, Oikos - Tau, 1982. Bradley, J. I. y McClelland, J. N., Conceptos básicos de estadísticas, México, Manual Moderno, 1972. Campbell, S. K., Equívocos y falacias en la interpretación estadística, México, Limusa, 1991. Cardoso, C. F. S., Introducción al trabajo de investigación histórica, Barcelona, Crítica, 1982. Cardoso, C. F. S., y Pérez Brignoli, H., Los métodos de la Historia, Barcelona, Crítica, 1976. Estadística fácil aplicada a las ciencias sociales, Barcelona, Crítica, 1976. Clegg, F., Estadística fácil aplicada a las ciencias sociales, Barcelona, Crítica, 1984. Comellas, J. L., Historia. Guía de los estudios universitarios, Pamplona, Universidad de Navarra, 2ª de., 1982. Comes, P., Técnicas de expresión. 1. Guía para la redacción y presentación de trabajos científicos, informes técnicos y tesinas, Barcelona, Oikos - Tau, 1974. Doménech, J. M.ª, Métodos estadísticos para la investigación en ciencias humanas, Barcelona, Herder, 1974 Eco, U., Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura, Barcelona, Gedisa, 1982. Eíras Roel, A., «La técnica del comentario de textos», en Coloquio sobre metodología y didáctica de la Historia, Santiago de Compostela, ICE de la Universidad de Santiago, 1971, pp. 77 - 80. Floud, R., Métodos cuantitativos para historiadores, Madrid, Alianza, 1975.

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en Metodología de la historia, Capítulo XIII, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

La naturaleza del conocimiento histórico

1. Descripción general del proceso cognoscitivo Las reflexiones sobre los fundamentos del conocimiento histórico, interpretado aquí como el conocimiento de los sucesos pasados en la historia de la humanidad1 , debe comenzar con una descripción general del proceso cognoscitivo. Adquirir el conocimiento del pasado, cosa que ocurre a través de la imaginación histórica, es –al margen de las propiedades que se le puedan atribuir– parte del proceso cognoscitivo humano. El conocimiento puede ser abordado desde dos puntos de vista: como el proceso en el que el sujeto del conocimiento (el sujeto conocedor) adquiere información del objeto de conocimiento, o como el resultado del proceso. En el último caso, el proceso cognoscitivo se convierte en conocimiento. El conocimiento del objeto cognoscitivo es por tanto un resultado del proceso (acto) cognoscitivo, que, sin embargo, supone un sistema de memoria. Entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento hay una relación de realimentación: el conocimiento depende del proceso cognoscitivo, ya que sin ese proceso (es decir, la suma de actos aislados de conocimiento) no hay ningún resultado; por otro lado, el propio proceso cognoscitivo tiene lugar sobre la base del conocimiento existente. Pero esta última relación no es aceptada unánime ni igualmente en epistemología. Por tanto, en este punto, entramos en el área de las controversias entre las diversas formas de abordar el conocimiento. En general, las diferencias entre las opiniones filosóficas sobre el problema del proceso cognoscitivo se pueden reducir a las que existen en la interpretación del objeto de conocimiento, de la relación entre proceso cognoscitivo y conocimiento, y del alcance de las posibilidades cognoscitivas del hombre. El objeto cognoscitivo se considera, o bien como algo que existe independientemente del sujeto conocedor y fuera de ese sujeto (es decir, como se dice a menudo, objetivamente existente), o bien como un producto de la mente del sujeto conocedor. La primera opinión es la que sostienen el materialismo (que acepta el mundo material como objeto cognoscitivo) y el idealismo objetivo (que acepta la naturaleza espiritual del objeto cognoscitivo, pero acepta la existencia de este último independientemente del sujeto conocedor). La segunda postura la sostiene el idealismo subjetivo. La controversia se sitúa en la esfera de la ontología, y su sentido forma como un puente entre la ontología y la epistemología. La naturaleza de la relación entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento pertenece estrictamente al área de la epistemología. Son posibles dos situaciones básicas: 1) En primer lugar tenemos el conocimiento a priori, que es independiente de la experiencia, y una mente adecuadamente estructurada, y el proceso cognoscitivo parte de esa base. Una vez que ha comenzado, empieza a operar la realimen-tación entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento. 2) Es la experiencia la que sirve como punto de partida; nos da un conocimiento que a su vez se convierte en una condición más o menos indispensable del proceso cognoscitivo posterior. El primer caso es aceptado por el apriorismo (platonismo cartesiano, kantismo, convencionalis1 De ahora en adelante se llamará el conocimiento del pasado.

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Jerzy Topolski mo), y el último, por el empirismo epistemológico (Bacon, Locke, Hume, Mill), que suele aparecer junto con el sensualismo (Condillac). El empirismo epistemológico tiene dos versiones: positivista (que considera al sujeto conocedor como un mero receptor pasivo) y dialéctica, que acepta un papel activo del sujeto conocedor en el proceso cognoscitivo y un conocimiento creciente del objeto cognoscitivo. No nos ocuparemos aquí de lo que se llama conocimiento intuitivo, ya que en ese caso no aceptaríamos que tuviera lugar a través del sujeto conocedor ni un proceso cognoscitivo a priori ni uno a posteriori. Se dice que ese proceso cognoscitivo consiste en una visión directa intuitiva del objeto cognoscitivo, obtenida por medio de una «penetración» en ese objeto. La epistemología marxista, que afirma la existencia de un mundo material, objetivo, que es independiente del sujeto conocedor, adopta la postura del empirismo materialista (sensualista) en su versión dialéctica, es decir, la versión que subraya la relación dialéctica entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento y acepta así el papel esencial del conocimiento en el proceso cognoscitivo. Las opiniones sobre el, alcance y la calidad del conocimiento que los seres humanos pueden tener varían también, según las posturas. El agnosticismo niega la posibilidad de cualquier conocimiento completo del objeto cognoscitivo. Su versión kantiana afirma que sólo adquirimos el conocimiento de los fenómenos, sin aprehender «la esencia de las cosas» (noumena), mientras que el escepticismo radical filosófico subraya la imposibilidad de llegar a la verdad. El positivismo (o realismo ingenuo), que se opone al agnosticismo, no consigue advertir la complejidad del proceso cognoscitivo y afirma que la percepción sensorial nos puede dar un reflejo inmediato y fiel del objeto cognoscitivo, resolviendo así el problema de la cognoscibilidad del mundo. A. J. Ayer tiene razón al subrayar que la afirmación de que «los objetos físicos que percibimos comúnmente son, por así explicarlo, “dados a nosotros”», significa en realidad un acercamiento intuitivo2 . Estas dos visiones extremas son rechazadas por el materialismo dialéctico, que alza contra el agnosticismo la afirmación de que el mundo es cognoscible, pero subraya que esto no debe implicar que ya está plenamente conocido ni que su conocimiento se puede adquirir en un número finito de actos de conocimiento3 . Si adquirimos algún conocimiento del mundo y actuamos eficazmente sobre la base de ese conocimiento, esto significa que el mundo es cognoscible, aunque el proceso cognoscitivo es complejo y difícil. Acusa al positivismo de negar el papel activo de la mente del sujeto conocedor y destaca que el mundo es cognoscible sólo si tenemos en cuenta ese factor. La mente humana permite a los hombres adquirir un conocimiento del mundo aportando formas de percepción de los hechos como resultado de la experiencia, y libera el contenido del conocimiento humano de deformaciones debidas a la imperfección de los sentidos humanos. Esta opinión encuentra reflejo en la distinción hecha entre el nivel de la percepción sensorial y el pensamiento abstracto, en el cual el lenguaje se usa como instrumento del pensamiento4 . A pesar de las diferencias de opinión sobre el proceso cognoscitivo y sus resultados, hay una aceptación corriente de la postura de que el conocimiento depende del proceso cognoscitivo, lo cual significa que el conocimiento se adquiere en el proceso cognoscitivo.

2. Características del conocimiento científico Respecto al proceso cognoscitivo científico (para el que vale las afirmaciones anteriores), deberíamos preguntarnos la diferencia entre conocimiento científico y el «ordinario». Especificando más, podríamos preguntar si la diferencia consiste en el proceso cognoscitivo o se hace manifiesta sólo en el área del conocimiento adquirido a través del proceso cognoscitivo. La respuesta resulta difícil, pero el punto de partida parece simple. Puesto que la diferencia principal entre el proceso cognoscitivo en general y el proceso cognoscitivo científico es que el objetivo del último no es adquirir conocimiento del mundo en general, sino un conocimiento científico de él, podríamos definir el 2 A. J. Ayer, The Problem of Knowledge, Baltimore, 1961, pag. 79. 3 Para los argumentos contra el agnosticismo, ver F. Engels, el prólogo a la edición inglesa de “Socialism: Utopian and Scientific”, Selected Works, volumen I, de. Págs. 92–94. 4 La distinción entre estos niveles ha sido hecha por V. Lenin

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La naturaleza del conocimiento histórico proceso cognoscitivo científico como aquel cuyo objetivo es adquirir un conocimiento científico. Pero entonces surge un problema, qué es el conocimiento científico, y cuál es, o debería ser, el proceso para adquirirlo. La ciencia, o el conocimiento científico, se ha definido de varias formas5 . F. Bacon (en su Novun Organum) subrayó su aspecto pragmático al afirmar que la ciencia ayuda al hombre a controlar la Naturaleza y satisface su intento de conocerse a sí mismo. Desde ese punto de vista, el conocimiento científico se puede definir por su objetivo. El mismo criterio se usa para distinguir el conocimiento científico si este último se define como el conocimiento verdadero (es decir, el conocimiento basado en «la verdad contra la falsedad» como principio)6 . En el último caso el objetivo del proceso cognoscitivo científico consiste en adquirir conocimiento verdadero. Se subraya que dicho conocimiento debe tener ciertas características, que, en conjunto, pueden describirse como la exigencia de precisión. Una de las primeras definiciones que indicó la estructura metodológica del conocimiento científico fue la que dio W. S. Jevons en The Principles of Science. Escribió que el conocimiento científico es conocimiento generalizado, distinto del conocimiento sensorial de los hechos, y dichas generalizaciones se hacen destacando la identidad y clasificando. «La ciencia (...) es la detección de la identidad, y la clasificación es poner juntos, en el pensamiento o en la proximidad espacial real, aquellos objetos entre los que se ha detectado la identidad»7 . Los autores contemporáneos subrayan también la naturaleza general y abstracta del conocimiento científico 8 . El conocimiento de clasifica a veces como conocimiento científico e ideología. Pero la división no puede dibujarse claramente. Esto no ocurre sólo porque la valoración (o sea, la clasificación según el criterio: bueno contra malo, y que según el criterio: verdadero contra falso) subyace bajo todas las decisiones, incluidas las científicas, sino más bien porque lo que se considera normalmente como ciencia puede funcionar en algunos casos como ideología, es decir, como conocimiento que sirve a los intereses de grupos específicos. Por ejemplo, la teoría copernicana jugó durante mucho tiempo un papel ideológico, al mirar el sistema predominante de valoración religiosa9 . En vista de los fuertes lazos entre la ciencia y la ideología se subraya a menudo que el conocimiento científico es (o debería ser) neutral en relación con los intereses de diversos grupos sociales. Esto sólo es correcto en parte, y con la condición de que no se nieguen las relaciones entre la ciencia y la ideología, y que se distinga entre las relaciones que facilitan el camino a la verdad y las que lo dificultan. Los intentos de definición del conocimiento científico hacen resaltar fuertemente el aspecto sociológico de la cuestión. Desde ese punto de vista, el conocimiento científico sería el que se adquiere por un grupo de gente apropiadamente reclutado que se ocupan profesionalmente de la ciencia (hombres de ciencia, estudiosos). Se guían por ciertas normas de conducta especializadas que están destinadas a obtener un conocimiento verdadero. Dichas normas pueden interpretarse como existentes o como postuladas. Se han hecho muchos intentos de formularlas, siendo el punto común el principio de la supervisión de la investigación por la totalidad de los científicos. El conocimiento científico sería así un conocimiento sujeto a la aprobación pública de los especialistas, o sea, sujeto a una supervisión. El proceso cognoscitivo científico, es decir, el proceso cognoscitivo que da lugar al conocimiento científico (descrito arriba), es una variante del proceso cognoscitivo en general. Como todo proceso cognoscitivo, tiene su origen en la experiencia sensorial, en la cual, como lo hemos dicho antes, adquirimos un conocimiento del mundo externo no directamente, sino sólo como la causa de nuestra experiencia sensorial10 , es decir, como una serie de datos sobre ese mundo. En el proceso cognoscitivo científico, un hombre de ciencia dispo-

5 Hay una diferencia evidente entre la ciencia y el conocimiento científico: la primera abarca los resultados acumulados de la investigación y los métodos para obtenerlos, y es, por tanto, un concepto dinámico, mientras que el segundo abarca solamente los resultados de la investigación, y es por tanto un concepto estático. 6 Cfr. S. Ossowski sobre las exigencias de responsabilidad científica en su O osobliwossciach nauk spolecznych (Sobre la peculiaridades de las ciencias sociales), Varsovia, 1962, págs. 283 y ss. Las observaciones hechas aquí se refieren a las disciplinas empíricas. 7 W. S. Jevons, The Principles of Science, vol. II, Nueva York, 1877, páginas 673–674. 8 Cfr. Q. Gibson, The Logic of Social Enquiry, Londres, 1960, pág. 3. 9 El término ideología tiene muchas interpretaciones diferentes. La más apropiada parece subrayar su naturaleza genética y funcional. Así, si una afirmación tiene un claro origen de clase, que indica su relación con grupos sociales específicos (que tienen intereses comunes), y si también formula los objetivos de esos grupos (o de la clase entera), entonces debe considerarse como una ideología. 10 Cfr. A. J. Ayer, The Problem of Knowledge, ed. cit. Vol. 3.

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Jerzy Topolski ne de instrumentos especializados que le permiten descifrar la información normalmente inaccesible a la gente ordinaria. Algunos de estos instrumentos vencen las limitaciones de nuestros sentidos. Un ejemplo de un instrumento que permite descifrar información que es inaccesible a la gente ordinaria nos lo proporciona el microscopio; el conocimiento de la paleografía, que permite leer los textos antiguos reales, juega también el papel de un instrumento así. Pero las principales características del proceso cognoscitivo científico no hay que buscarlas en el nivel del conocimiento sensorial: consisten en la naturaleza abstracta del proceso cognoscitivo científico, manifiesta en gran medida incluso en el nivel del conocimiento especial para ser comprendidos. En ese nivel de conocimiento no podemos, como hemos dicho anteriormente, arreglárnoslas sin el lenguaje. El lenguaje se convierte, por tanto, en un instrumento necesario del proceso cognoscitivo científico y de la descripción del mundo11 . Las reglas de investigación indican que le lenguaje científico debe facilitar la máximo el trasvase de información, dentro y fuera del medio científico. El proceso cognoscitivo científico no es un acto aislado, sino que forma parte del proceso general de desarrollo de la ciencia y en ese sentido es enormemente indirecto, ya que requiere que se tomen en cuenta los resultados obtenidos por otras personas, tanto dentro como fuera del medio científico. Si queremos que el proceso cognoscitivo científico cumpla su tarea principal, que es proporcionar conocimiento verdadero, entonces tiene que incluir el procedimiento de apoyar las afirmaciones por medio de comprobaciones. Sólo el conocimiento comprobado puede ser científico. Mientras que en el conocimiento cotidiano la cuestión de sustentar el conocimiento adquirido es claramente de importancia secundaria, en el conocimiento científico ese paso el proceso cognoscitivo está claramente marcado y se convierte en una de las partes principales de la metodología de las ciencias o epistemología interpretada de un modo amplio.

3. La controversia sobre la naturaleza del conocimiento histórico Aunque aparentemente no provocaría protestas el asegurar que el conocimiento científico es una variedad del conocimiento en general y que la investigación histórica supone una investigación científica, surgen serios problemas de interpretación cuando se hace referencia al conocimiento histórico. La razón parece evidente: el conocimiento histórico tiene como objeto diversos sucesos pasados que, como se coincide universalmente, no podemos observar a causa de nuestra situación en el tiempo, es decir, en cierto sentido, no podemos recuperarlos. Por el contrario, en relación con el conocimiento de los hechos presentes (observables) sí que los vemos, o por los menos podemos hacerlo, porque nuestra posición en el tiempo es simultánea a la aparición de los hechos. Los problemas de interpretación implicados aquí se pueden agrupar en torno a diversas respuestas a las dos preguntas básicas: 1) ¿Es posible hacer afirmaciones con significado sobre el pasado, o sea, afirmaciones con un valor lógico? 2) Incluso si asumimos que es posible (es decir, que nuestras afirmaciones sobre el pasado se refieran realmente al pasado), ¿es posible dar una descripción verdadera (objetiva) del pasado? Respecto de la primera cuestión han surgido dos tipos de dudas12 . Los positivistas lógicos, o al menos los defensores del comprobacionismo (que asegura –cfr. Capítulo VIII– que una afirmación no analítica sólo puede tener significado si puede ser comprobada empíricamente), se vieron obligados a hacer la paradójica aseveración de que las afirmaciones sobre el pasado están más allá de la línea divisoria que separa las ciencias de la metafísica. Varias ideas, más o menos ingeniosas, han sido adelantadas para evitar esa conclusión. Una de ellas es que las afirmaciones históricas son en realidad afirmaciones sobre el futuro, porque predicen cuáles serán los resultados de la investigación (comprobaciones); esas afirmaciones, por tanto, adquieren (tanto en su versión positivista como en la pragmática) significado por estar dirigidas hacia el futuro y no dirigidas hacia el pasado. Esto salva el criterio de comprobación (porque podemos comprobar en el futuro lo que ocurrirá), pero, como puede verse fácilmente, el lazo de unión con el pasado como algo real se ha roto. En esa interpretación, las afirmaciones históricas no se refieren al pasado, sino a los fundamentos de nuestro conocimiento de ese pasado. Por eso, si un historiador afirma: «En 1865–71, Florencia fue la capital de 11 Cfr. K. Ajdukiewicz, Jezyk y poznanie (Lenguaje y conocimiento), 2 volúmenes, Varsovia, 1960–65. Ver también W. P. Alston, The Philosophy of Language, Nueva York, 1964 (con bibliografía básica). 12 Esos tipos de escepticismo son analizados por A. C. Danto, The Analitycal Philosophy of History, de. Cit., págs. 27–111. Yo no estoy de acuerdo con él en muchas cuestiones, pero coincido con muchos de sus análisis.

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La naturaleza del conocimiento histórico Italia», no se refiere, según esa interpretación, al pasado, sino que solamente predice que las fuentes históricas (la investigación posterior) apoyarán esa hipótesis. La afirmación, por tanto, adquiere un sentido de predicción, y no adquiere el significado por su concordancia con el pasado. Como puede verse, el hecho de si Florencia existió o si fue la capital de Italia en el periodo mencionado más arriba no necesita ser tenido en consideración. Esta solución, al ser tan paradójica, no satisface tampoco a los comprobacionistas. Otra idea ha sido la de reducir las afirmaciones sobre el pasado a afirmaciones sobre el presente, C. J. Lewis dice que cualquier hecho pasado puede ser analizado como extensible en el tiempo, de modo que sus consecuencias continúan hasta el presente, y éstas pueden comprobarse. A. C. Danto señaló lo absurdo de esa opinión. Si la batalla de Hastings, que evidentemente no es su propia consecuencia, no es cognoscible porque no podemos comprobarla, entonces, ¿cómo podemos conocer las consecuencias de ella, de algo que no es cognoscible? Más aún, pregunta ¿en qué basamos nuestra de que un suceso anterior está unido a un suceso que es observado por el historiador y que forma un todo con otros sucesos anteriores (si retrocedemos hasta el suceso original), si todas las partes anteriores de ese todo son no cognoscibles? Lewis trató de soslayar esta cuestión diciendo que las «marcas del pasado» que tienen los objetos existentes nos ayudan a encontrar el camino hacia las partes anteriores, pero Danto señaló, correctamente, la insuficiencia de tal explicación13 . A. J. Ayer rechazó los intentos de reducir las afirmaciones sobre el pasado a afirmaciones sobre el futuro o a afirmaciones sobre el presente y asegura que los hechos pasados son comprobables «por principio». En el presente también observamos sucesos que sólo tienen lugar cerca de nosotros, pero no los que ocurren en otro lugar. Pero nuestra situación en el espacio no convierte estos últimos sucesos en no comprobables. Esto muestra, como afirma Ayer explícitamente, que los sucesos no son pasados ni presentes; son sucesos, en general, privados de una dimensión temporal14 , y por tanto, las afirmaciones sobre los sucesos se refieren a ellos como tales y no como pasados, presentes o futuros. Sin embargo –y esto también fue aducido por Danto–, el valor lógico de las afirmaciones no es independiente del momento en el que se formulan. Consideramos el siguiente ejemplo15 : las afirmaciones 1) César morirá; 2) César está muriendo; 3) César murió, son «factográficamente» sinónimas y, por tanto, son todas ciertas si una de ellas es cierta, o todas falsas si una de ellas es falsa. Pero pierden esa propiedad cuando las analizamos según quién las hizo y cuándo. Si Bruto hace la afirmación 2) y en ese momento César ya ha muerto, la afirmación será falsa. Por tanto, ese argumento tampoco vale como argumento en favor del compro-bacionismo (o fenomenalismo metodológico), que parece ser más vulnerable exactamente en lo que se refiere a las reflexiones metodológicas sobre la investigación histórica (no limitada a lo que se acaba de decir). El escepticismo sobre las posibilidades del conocimiento histórico ha encontrado también una formulación diferente, en concreto el segundo tipo de los escepticismos a los que nos hemos referido antes. Incluso si aceptamos que podemos hacer afirmaciones verdaderas sobre el pasado, surgen dudas (encabezadas por B. Russell) sobre si podemos estar seguros de que en realidad se refieren al pasado. Porque una afirmación que describe un estado do cosas ficticio (por ejemplo, «Estanislao Augusto Poniaotwski fue rey de Polonia»); ni difiere mucho de las afirmaciones que se refieren a sus fuentes. Esto, aparentemente, nos impide llegar a aquello sobre lo que trata la afirmación, es decir, alcanzar el pasado. Este tipo de escepticismo es criticado por Danto. En sus análisis del lenguaje hace una distinción entre los términos y afirmaciones que se refieren al pasado, aquellos que son neutrales en relación con su referencia temporal, y aquellos que se refieren al futuro. Por ejemplo, la afirmación «esto es una cicatriz» se refiere a una herida anterior y señala un determinado nexo causal. Nuestro lenguaje, como bien señala Danto, está lleno de predicados que se refieren al pasado16. Mencionemos, en este sentido, que su número es probablemente más grande de lo que afirma Danto, ya que, para él, la afirmación «éste es un hombre» es neutral respecto a su referencia temporal, mienta que para este autor la afirmación en cuestión y el término «hombre» están condicionados temporalmente y se refieren al pasado. Por otro lado, el predicado «es rojo» parece ser temporalmente neutral. Pero la restricción del lenguaje sobre el tiempo no niega totalmente el escepticismo sobre si las afirmaciones que se refieren al

13 A. C. Danto, op. cit., págs. 43–44. 14 A. J. Ayer, The problem of Knwledge, Edimburgo, 1961. 15 Cfr. A. C. Danto, op. cit., págs. 54–56. 16 Ibidem, págs. 73 y ss.

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Jerzy Topolski pasado hablan realmente sobre el pasado, ya que ese escepticismo puede abarcar el concepto de causalidad al referirnos al principio de Hume de que post hoc non est proter hoc. Danto demuestra que, al contrario de lo que asegura Russell, los predicados que se refieren al pasado no se pueden reducir totalmente a predicados que sean neutrales respecto a su referencia temporal: lo que Russell llama conocimiento del pasado está constituido por afirmaciones que lógicamente independientes del pasado y pueden, por tanto, ser analizadas desde el punto de vista presente como si el pasado nunca hubiera existido17 . Aparte de este tipo de crítica, Danto sugiere que se neutralice el escepticismo sobre si las afirmaciones históricas se refieren realmente al pasado, extendiendo el acercamiento instrumentalista18 hasta abarcar las afirmaciones históricas. En su opinión, las afirmaciones que se refieren al pasado juegan –a la luz del instrumentalismo en la investigación histórica– un papel similar al de las afirmaciones teóricas que ordenan (nuestro conocimiento de) los hechos. Por tanto, el término «Julio César» juega en una labor histórica un papel que es similar al jugado por el término «electrón» en un documento sobre física o el término «complejo de Edipo» en un estudio psicoanalítico19 . Es simplemente un instrumento –mejor o peor– utilizado para ordenar los hechos, y no es esencial que se refiera a nada real, ya que las afirmaciones históricas no son afirmaciones sobre hechos. Así, el problema de la verdad y falsedad de las afirmaciones históricas desaparece. Se puede ver fácilmente que el instrumentalismo no proporciona una solución satisfactoria del problema. El instrumentalismo neutraliza la controversia sobre el valor lógico de las afirmaciones históricas por medio de la eliminación de su marco de referencia, es decir, el pasado que es su modelo; por tanto, elimina algo real que el historiador no puede perder. Por tanto, él rechaza el escepticismo en cuanto a la posibilidad de hacer afirmaciones sobre el pasado y acepta esa posibilidad, y considera paradójico reducir las afirmaciones sobre el pasado a afirmaciones sobre el presente o sobre el futuro, o neutralizar el valor temporal de dichas afirmaciones, o abandonar la aseveración de que el pasado fue algo real.

4. Argumentos contra el escepticismo. Rasgos característicos del conocimiento histórico Nos vamos a ocupar ahora del análisis de dos clases de escepticismo mencionados anteriormente: sobre la posibilidad de hacer afirmaciones sobre el pasado y sobre si el pasado es realmente el objeto de nuestras reflexiones. El argumento más radical contra el escepticismo sobre la posibilidad de hacer afirmaciones sobre el pasado consiste en demostrar que epistemológica-mente no hay diferencia entre el conocimiento actual y el histórico, puesto que si no existe dicha diferencia, las dudas surgidas sobre el conocimiento histórico abarcarían todo el conocimiento en general. En nuestro caso, dicha conclusión es suficiente, porque nos interesa, sobre todo, demostrar que no existen características específicas del conocimiento histórico, lo cual es muy importante para las reflexiones sobre la ciencia histórica. Para apoyar la aseveración de que no hay diferencia entre el conocimiento actual y el conocimiento histórico tenemos que escrutar, en primer lugar, la naturaleza indirecta del conocimiento de los sucesos pasados, que se debe a la imposibilidad de hacer observaciones directas del pasado y que causa la inquietud de los comprobacionista. Surgen dos cuestiones: ¿Realmente estamos privados por completo de la posibilidad de una observación directa del pasado? Y ¿Esta imposibilidad es una peculiaridad del conocimiento histórico solamente? Antes de seguir adelante, es necesario hacer dos distinciones: el conocimiento histórico en el sentido amplio del término frente al conocimiento histórico científico, y conocimiento histórico general (tanto científico como en el sentido amplio del término) frente al conocimiento del pasado que tiene un individuo (tanto 17 Esta opinión ha sido formulada por B. Russell en The Analisys of Mind, Londres, 1921. Lo citamos según A. C. Danto, k op. cit. págs. 77ss. 18 En la metodología de las ciencias, el instrumentalismo es la postura «según la cual las leyes científicas y las teorías no son afirmaciones verdaderas o falsas sobre los hechos, sino sólo instrumentos usados para ordenar y predecir hechos observados». (Cfr. J Giedymin, Problemy, zalozenia, rozstrzygniecia, edición citada, pág. 175.) 19 A. C. Danto, op. cit., pág. 79.

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La naturaleza del conocimiento histórico historiador como no). El conocimiento histórico en sentido amplio puede ser interpretado como cualquier conocimiento del pasado, y por tanto, además del conocimiento científico, como todos los tipos de conocimiento a los que recurrimos muchas veces en nuestra vida corriente cuando necesitamos un conocimiento de lo que había sido. El conocimiento científico de los sucesos pasados pretende proporcionarnos un conocimiento científico de esos sucesos, en el sentido explicado previamente. Podemos dar una característica más que distingue el conocimiento cotidiano del pasado del conocimiento histórico científico; esta característica hay que añadirla a las diferencias ya conocidas entre el conocimiento en general (menos el científico) y el científico. En lo que llamamos conocimiento cotidiano usamos casi exclusivamente la memoria, que en este caso sirve como canal de información. Otras fuentes, como cartas y demás documentos personales, juegan un papel meramente auxiliar. Respecto al conocimiento científico ocurre lo contrario: el uso de la propia memoria de los sucesos pasados tiene importancia secundaria. En el análisis que sigue nos ocuparemos del conocimiento histórico científico. La opinión de que la aproximación indirecta es un peculiaridad de la adquisición del conocimiento sobre el pasado está extendida entre los historiadores20 . ¿Pero está tan roto el lazo entre el pasado y el presente que no tenemos posibilidad de hacer observaciones directas del pasado aunque las acciones de los seres humanos que se combinaron para formar el pasado hayan terminado? El lazo sólo estaría completamente roto si fuera posible hacer una distinción consistente entre la percepción de los objetos y los sucesos que son las causas directas de nuestras experiencias sensoriales y la observación de los hechos pasados (que se pueden observar). Pero esta distinción no se puede realizar totalmente, ya que el conocimiento del pasado incluye la observación de los objetos físicos todavía existentes, incluyendo seres humanos, y no sólo en forma de restos humanos, sino también sus acciones actuales. Un historiador puede observar a la gente viva, cuyas acciones incorporan, más o menos claramente, la experiencia del pasado transmitida de generación en generación. Se dice a menudo que un hombre vivo es un portador de la tradición o una imagen del pasado. La observación del comportamiento de las personas que viven en unas condiciones poco propicias a los cambios (comunidades rurales, pueblos primitivos, etcétera) es especialmente instructiva en este aspecto. Esta observaciones son la principal fuente de muchos estudios realizados en antropología cultural. Esto abarca el estudio del lenguaje usado por los grupos bajo observación; el lenguaje se interpreta aquí no sólo como una forma específica de comportamiento (en concreto, comunicación), sino también como secuencias de frases emitidas y emisiones de significados concretos. Si dichas frases y emisiones se refieren al pasado, la memoria de la persona emisora se convierte en una fuente (histórica). Pero puede ocurrir también que aprendamos algo sobre el pasado a partir de frases que se refieran a situaciones actuales. En tal caso el hombre cuyo comportamiento está siendo observado actúa apoyado en la memoria habitual, que produce más bien, automáticamente, de la experiencia pasada. La observación de las acciones humanas puede tener como objetivo sólo una información sobre el comportamiento real de las personas en cuestión, sin ningún intento de descubrir en ese comportamiento restos del pasado, y ser, por tanto, una fuente de conocimiento del pasado, o puede ser también un mejor conocimiento del pasado. Los antropólogos culturales, durante mucho tiempo, se han limitado al primer tipo de observaciones, y los historiadores, normalmente, no han querido incluir las observaciones de la conducta humana en la serie de fuentes que les permiten reconstruir el pasado. Sólo los avances en la integración de la ciencia han acercado mutuamente estas dos aproximaciones a la observación de la conducta humana. Por ahora, se ha extendido la comprensión del hecho de que estas dos aproximaciones pueden acercarse. Al hablar de observaciones de la conducta humana tenemos que recordar que las técnicas de grabación nos permiten oír la voz de un hombre muerto como oímos las de los que todavía viven; del mismo modo, las películas y las fotografías nos permiten hacer observaciones (más o menos exactas) sobre los hechos pasados y sobre personas que ya no viven. 20 El hecho de que el conocimiento histórico es específicamente indirecto ha sido subrayado (además de los viejos manuales de Ch. V. Llanglois y Ch. Seignobos, M. Handelsman, y el más reciente de S. Koscialkowski) por A. Gieysztor, Zarys pomocniczych nauk historii, Varsovia, 1950; R. Lutman, «Podatawy metodologiczne historiografii» (los fundadores metodológicos de la historiografía). Actas del VIII Congreso de historiadores polacos, vol. Y, Varsovia, 1948, pág. 19; H. C. Hockett, The Critical Method in Historical Research and Writing, Nueva York, 1958, pág. 8; H. J. Marrou, De la connaissance historique, París, 1956, pág. 143. Este último autor opina que, a causa de que el conocimiento histórico es indirecto, no podemos hablar de la historia como una ciencia en el sentido total del término, ya que nos encontramos aquí con el conocimiento basado en la fe (connaissance de foi). R. Lutman escribe también que en la historiografía «la actitud del investigador es básicamente fideísta» (op. Cit., pág. 24). Ver también C. Bobinska, Historyk. Fakt. Metoda (El historiador. El hecho. El método), pág. 112 y ss. Esta postura es criticada por W. Kula, en Rozwazania o historii (Reflexiones sobre historia), edición citada, págs. 42–60, que señala el hecho de que el conocimiento respecto a los hechos contemporáneos también es indirecto, no sólo en lo referente a los del pasado.

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Jerzy Topolski Dichas observaciones, que la mismo tiempo son observaciones de restos del pasado, van desde las observaciones de gente viva hasta las observaciones, a las cuales recurren a menudo los historiadores, de objetos inanimados (especialmente los arqueólogos y los historiadores de la civilización material), de objetos físicos inanimados que son restos del pasado21 . Entre ellos se puede incluir todo tipo de objetos materiales que son producto del trabajo humano (por ejemplo, un viejo arado guardado en un museo o todavía usado por los campesinos) y todos los demás restos de la existencia del hombre en el globo. Esta última categoría abarca restos de todas las actividades que nos son trabajo en el sentido económico de la palabra (por ejemplo, restos de juegos, entretenimientos, etcétera) y de restos humanos (por ejemplo, esqueletos en tumbas). Entre los objetos físicos inanimados que pueden ser la materia de observación de los historiadores puede haber restos de sustancias orgánicas, y su conocimiento puede contribuir al conocimiento, por parte del historiador, de la actividad humana. Así, por ejemplo, un análisis del polen nos puede ayudar a reconstruir el entorno vegetal del hombre, dentro del cual podemos distinguir las plantas que el hombre cultivaba. El conocimiento del modo de crecer de los árboles nos da información sobre los cambios de clima, y los esqueletos de los animales nos permiten reconstruir las ocupaciones del hombre (la relación entre caza y crianza de animales) y su alimentación. Los límites de la observación directa de los objetos físicos que puede hacer un historiador son difíciles de definir. Basta mencionar, en este sentido, las enormes oportunidades proporcionada por la fotografía aérea, que revela trazos de objetos físicos (o regiones) que de otro modo permanecerían inadvertidos, y nos permite así reconstruir los viejos límites entre los campos y la situación de los poblados. Hay que mencionar también que la observación de las viejas fuentes del derecho (por ejemplo, actas de parlamentos), significa también conocimiento directo si tales fuentes se han conservado en la forma de documentos originales. En estos casos ninguna persona actúa como intermediario. Esto muestra que los historiadores del derecho basan su investigación, en gran medida, en el conocimiento directo. Todas las formas de conocimiento histórico anotadas hasta ahora consisten en una observación directa de los objetos físicos y apuntan una posibilidad de observación directa del pasado. El único argumento contra este razonamiento se ha encontrado en el libro de A. J. Ayer. No niega la existencia de restos del pasado (que tienen la etiqueta de pertenecientes al pasado), pero asegura que es imposible adquirir ningún conocimiento de ellos como fuentes de información sobre el pasado, sin tener un concepto del pasado22 . Sin embargo, ésta no es la cuestión, pues se podría decir que no podemos adquirir ningún conocimiento de los sucesos presentes sin tener un concepto del presente, es decir, sin tener algún conocimiento que nos permita clasificar adecuadamente los objetos que observamos. Pero sería erróneo negar la gran importancia del conocimiento histórico indirecto, aunque a menudo el conocimiento indirecto está claramente unido al directo. Hay también, hasta cierto punto, una observación directa de objetos físicos, en el caso de las fuentes cuyo valor cognoscitivo consiste no tanto en el propio hecho de su existencia, como restos de sucesos pasados, como en los datos que contienen. Por ejemplo, un viejo arado es un objeto directo de conocimiento histórico sólo como un objeto físico específico del pasado, pero un documento tiene interés para nosotros, sobre todo, como portador de un contenido determinado, y mucho menos como un hoja de papel concreta, o un pergamino, cubierto con escrituras y con un sello fijado a él. Las características externas mencionadas, sin embargo, pueden ser muchas veces importantes para descifrar o interpretar el contenido del documento en cuestión. Pueden ser también la materia de una investigación especial que se ocupe de la producción del papel, organización de la cancillerías, el modelo de escribas y los tipos de escritura. En estos casos, por supuesto, nos enfrentamos con la observación directa de un objeto físico. Todas las autopsias son observaciones directa de este tipo. Pero, en cuanto a los sucesos pasados a los que se refiere el documento, la observación del historiador es indirecta. Lo mismo ocurre con otras fuentes que registran, semánticamente o no, las observaciones hechas por otras personas. En todos estos casos, el historiador no adquiere información sobre el propio hecho, sino sobre una información que le atañe. Estas pueden ser informaciones hechas intencionalmente para reconstruir el pasado (una crónica) u observaciones registradas con algún propósito práctico (una carta privada, unas listas de Hacienda, etcétera). Hay que subrayar que, muchas veces, el historiador se encuentra 21 M. Bloch sostiene que, cuando nos encontramos con objetos físicos que son restos del pasado, el conocimiento es directo: «Quelque jegement qu´on porte sur elle, c´est endéniablement une induction du type le plus classique; elle se fonde sur la constatation d´un fait et la parole d´autroi n´y intervient en rien.» (Cfr. Apologie pour l´historie ou métier d´historien, pág. 20). Su opinión ha sido criticada una vez por el presente autor, pero no en cuanto a las formas de conocimiento histórico, sino sobre los métodos de establecer los hechos. Los datos directos se pueden usar para el establecimiento directo o indirecto de los hechos. El ejemplo dado por Bloch es un caso típico de establecimiento indirecto de los hechos (es decir, por deducción). Cfr. Kwartalnik Historyczny, número 2, 1961, pág. 458. 22 Cfr. A. J. Ayer, the problem of Knowledge, ed. cit., pág. 151.

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La naturaleza del conocimiento histórico en una situación en la que tiene que confiar en informaciones hechas por otras personas. Algunos autores, por ejemplo M. Bloch, afirman que la existencia de intermediarios entre un hecho pasado y el historiador es el criterio de distinción entre el conocimiento directo e indirecto. Como veremos más tarde, esta distinción parece útil. En el caso del conocimiento indirecto, basado en informaciones hechas por otros, podemos distinguir varios grados. Cuanto más alejado esté el informante del hecho sobre el que se informa, mayor será el grado de tortuosidad, Este tipo de conocimiento incluye el uso de las observaciones científicas hechas, directamente o no, por otros historiadores. Ya que, como hemos dicho anteriormente, es normal examinar la fuentes sólo parcialmente, basando algunas afirmaciones en el conocimiento adquirido por otros. El conocimiento basado en la memoria de otros es también de naturaleza indirecta. A menudo nos referimos a lo que recuerdan los otros, y solemos combinar eso con observaciones de la conducta de las personas vivientes23 . La cuestión se hace más complicada cuando añadimos nuestra propia memoria, que, después de todo, es también una fuente de conocimiento histórico. Al contrario de A. J. Ayer, este autor sostiene que en dicho caso podemos hablar de conocimiento directo. Esto es así porque nosotros somos la persona que ha observado un suceso concreto en un momento dado y simplemente lo recordamos en un momento adecuado. Estos recuerdos pueden estar distorsionados por nuestras experiencias posteriores al suceso en consideración, de modo que no sean tan directos, pero aun así, predomina lo directo sobre lo indirecto. Por tanto, el conocimiento histórico es una combinación del conocimiento directo e indirecto. Cuando el conocimiento se basa en datos proporcionados (de varias formas) por otros, podemos hablar, como M. Bloch, de conocimiento indirecto. Como esto ocurre muy a menudo, y es típico en el caso de los historiadores que trabajan principalmente sobre fuentes escritas, parece adecuado señalar lo indirecto del conocimiento histórico como su propiedad principal. Pero preguntemos de nuevo, ¿son los historiadores los únicos investigadores que en su trabajo confían principalmente(o en gran medida) en las fuentes (interpretadas como datos de observaciones hechas por otros), y no en su propia observación directa? Cuando examinamos el problema más de cerca, la naturaleza indirecta del conocimiento histórico no es, en absoluto, exclusiva de los procedimientos de investigación usado por los historiadores. W. Kula ha mostrado que el estudio de los hechos sociales contemporáneos es también indirecto, o sea, basado en el uso de las fuentes24 . Podemos dar un paso más y decir que la situaciones en las cuales, junto a nuestra propia observación, utilizamos las que han hecho otros, son típicas de toso conocimiento científico. Es indiscutible que los físicos y los químicos también basan su investigación en observaciones hechas por otras personas. Por supuesto, la razón directo–indirecto puede variar de un tipo de investigación a otro, pero entonces el conocimiento histórico resulta ser sólo un poco más indirecto de lo que son otros tipos de conocimiento científico. Aparte de lo que se ha dicho arriba, hay que apuntar que los argumentos utilizados hasta ahora se reducían a los objetos y sucesos que se podían observar. Pero es bien sabido que no todos los sucesos presentes se pueden observar directamente (al menos en el estado actual de los instrumentos y métodos de investigación). Por tanto, son observados a través de indicadores ilativos (para usar la terminología sugerida por S. Nowak). Así, un cirujano dental deduce del comportamiento de su paciente si éste sufre dolor; un químico puede deducir que están teniendo lugar ciertas reacciones por medio del estudio de ciertas características externas de las sustancias que están investigando; un físico deduce ciertos procesos intra–atómicos mirando una fotografía hecha en condiciones específicas, etc. Para los historiadores, también, por lo menos algunas fuentes en las que se basan sus investigaciones sirven de indicadores ilativos sui generis de los que sacan conclusiones sobre determinados sucesos. Un contrato de arriendo que ha escapado a la destrucción es un indicador de la transacción que se hizo; restos de casas son un indicador de que en cierta época el territorio estuvo habitado; las monedas romanas encontradas en el territorio actual de Polonia testifican que en el pasado hubo actividad mercantil, etc. En estos casos, el modo de razonar es el mismo, aunque en el primer grupo de ejemplos sacamos deducciones sobre hechos presentes, y en el último grupo, sobre hechos pasados. Pero todos ellos comparten un rasgo común: la naturaleza indirecta de su conocimiento. Esto se puede deber a la circunstancia de que unos hechos no se pueden observar por su naturaleza, otros por dificultades técnicas y otros, en principio, se pueden observar, pero después no, por el lapso de tiempo transcurrido. Este último grupo de

23 Las memorias una vez escritas, no se consideran como una fuente del tipo «memoria», sino como un relato de una tercera persona sobre ciertos hechos. 24 W. Kula. Rozwazania o historii, ed. cit. págs. 42 y ss.

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Jerzy Topolski hechos es estudiado no sólo por los historiadores, ya que el suceso que ocurrió en un momento t0 deja de ser observable para un físico o un químico en el momento t1 aunque su naturaleza no excluye la capacidad de ser observado en general. Cuando el suceso ha terminado puede haber dejado nada más un resto (el rastro de un electrón es registrado por una fotografía). Por tanto, el conocimiento indirecto, aunque es frecuente en la investigación histórica, no es específico de ella. Varios autores que lo notaron señalaron otros aspectos del conocimiento histórico, que ellos sostienen que son específicos de él. Se refieren a la incapacidad del historiador para crear las fuentes, es decir, el carácter limitado de sus fuentes de conocimiento, lo cual queda en parte compensado por su conocimiento de los efectos y consecuencias consiguientes, cosa que un estudioso del presente no tiene. La afirmación de que los historiadores no pueden crear fuentes, porque, como G. M. Trevelyan observó correctamente, el pasado es implacable en su silencio, sería tan lejana a la verdad si se formulara de un modo radical que nadie adelanta esa formulación. W. Kula la relaciona con la historia anterior sobre la cual podemos, como mucho, encontrar nuevas fuentes o interpretar de un modo nuevo las ya existentes25 . La historia anterior comenzaría en el momento en el que ya no hay testigos de los sucesos de los que nos ocupamos. Sin embargo, puesto que, en general, siempre hay algunos testigos de algunos hechos, el proceso de fabricación de las fuentes es una de las tareas más importante de los historiadores que estudian un pasado bastante reciente. De aquí se deduce que la incapacidad para crear las fuentes es sólo una limitación parcial, y sería erróneo, por tanto, verla como una característica específica de todo el conocimiento histórico. Por otro lado, es un rasgo característico del estudio histórico de periodos remotos, pero incluso en ese caso pueden surgir ciertas dudas si intentamos definir el concepto de «fabricación de fuentes» con mayor precisión. Después de todo, una entrevista con una persona viva muestra simplemente un conocimiento que ha sido acumulado anteriormente y no registrado todavía, pero no crea de ningún modo un conocimiento nuevo de hechos concretos. Sea como sea, la cuestión permanece abierta. La aseveración de que el conocimiento de los efectos (consecuencias) de los hechos es específico del conocimiento histórico, especialmente en oposición al estudio de la época presente, requiere también una explicación. A causa del lapso de tiempo transcurrido, el historiador (cfr. capítulo XXIII) tiene un conocimiento de las consecuencias de determinados sucesos que le permite adquirir un conocimiento más completo de los hechos, al poder proveerse de una perspectiva temporal. Es cierto que los procedimientos de investigación en el estudio de la historia suelen ser post–gnósticos: la cuestión es averiguar las causas de ciertos hechos que nosotros consideramos como efectos. Por el contrario, un conocimiento prognóstico intenta averiguar las relaciones de las que podemos, con un alto grado de probabilidad, predecir los efectos de un hecho que nosotros afirmamos que es la causa. Este procedimiento se encuentra en las disciplinas teóricas que tienen como objetivo la formulación de leyes científicas. Sin embargo, ni la historia puede permanecer indiferente al procedimiento de formular leyes (cfr. capítulo VI), ni otras disciplinas pueden ser indiferentes al procedimiento postgnóstico. La averiguación de las causas de los hechos, apoyándonos en otros hechos que llamamos efectos, es bastante común en la ciencia. El historiador no puede asegurar que un conocimiento ordinario de las consecuencias (efectos) de los sucesos anteriores es específico de su disciplina. El esquema inferior señala los problemas metodológicos específicos de la postgnósis y de la prognosis. La cantidad de información requerida para la postgnosis no tiene por qué ser menor que en el caso de la prognosis, y más aún, para explicar un hecho (es decir, para indicar su causa o causas) tenemos que referirnos a una afirmación prognóstica (ley científica).

1234567890123 1234567890123 1234567890123 Causa 1234567890123 Efecto

Efecto

(postgnosis)

123456789012 123456789012 123456789012 Causa 123456789012 123456789012 (prognosis)

En el procedimiento prognóstico podemos hablar de conocimiento de los hechos sólo en la medida que conocemos las causas, porque el concepto de efecto adquiere significado sólo cuando es un elemento del par

25 Ibidem, págs. 52–55.

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La naturaleza del conocimiento histórico ordenado: causa–efecto. Pero solamente buscamos las causas, y raramente podemos saber con seguridad si el suceso que examinamos y consideramos como efecto de alguna cosa o causas a sido enlazado correctamente por nosotros con otro(s) suceso(s), y si, por tanto, podemos decir que el conocimiento de los efectos es una prerrogativa especial del conocimiento histórico. Podríamos hacerlo, pero sólo con una consideración explícita del factor tiempo (confrontar capítulo XXIII. El siguiente esquema nos muestra una descripción general del conocimiento histórico:

Como todo conocimiento científico, el conocimiento histórico científico sólo puede comenzar con una cantidad adecuada de conocimiento acumulado, y no se puede imaginar un progreso en el proceso cognoscitivo si ese conocimiento no es, en parte, científico, como mínimo. Esto significa que el proceso cognoscitivo científico es, en cierto sentido, un proceso a priori, puesto que su punto de partida es siempre conocimiento acumulado previamente, que en este caso es una categoría necesaria del proceso cognoscitivo (que, en último análisis, tiene su origen en la inducción). El proceso cognoscitivo histórico, el papel del conocimiento (que hemos denominado no basado en fuentes) adopta varias formas, según los orígenes de ese conocimiento. Si usamos nuestra propia memoria, el proceso cognoscitivo consiste en nuestra reconstrucción de un fragmento dado de nuestro conocimiento, adquirido en una época anterior, o sea, nuestras propias observaciones directas; esta reconstrucción, sin embargo, tiene lugar con la participación del conocimiento que hemos adquirido después. Ese conocimiento, por un lado, facilita el recuerdo porque facilita la formulación de preguntas, pero, por otra parte, al estar permanentemente presente en el proceso cognoscitivo, puede hacernos difícil distinguir el fragmento deseado de conocimiento de forma que esté lo más conforme posible con nuestras primeras observaciones (o sea, que no esté distorsionado por la experiencias subsiguientes). Sólo en el caso de la observación de los objetos físicos procedentes del pasado nos encontramos con un conocimiento totalmente directo, aunque defiera del conocimiento directo cotidiano por el hecho de que tenemos que recurrir a una gran cantidad de conocimiento cumulado previamente. Sin un conocimiento adecuado somos totalmente incapaces de clasificar un objeto concreto o, aunque reconozcamos en él algo como un arado, somos incapaces de extraer de él ninguna información sobre el pasado. El conocimiento histórico indirecto, es decir, el que se basa o en la memoria de otras personas o en observaciones hechas por otros y registradas en las fuentes, exige también una gran cantidad de conocimiento no basado en fuentes. La memoria de otras personas sólo puede «revivir» por nuestras preguntas, y estas no pueden (cfr. capítulo XIV) formularse sin algún conocimiento previo. Lo mismo ocurre con otras fuentes de conocimiento histórico, que sólo pueden dar información si somos capaces de interpretarlas y extraer de ellas los datos que nos interesan. Llegamos así a la conclusión de que todos los problemas del conocimiento histórico son al mismo tiempo problemas de todo el conocimiento en general. El historiador no carece totalmente de la posibilidad de observar directamente el pasado, porque, como hemos visto, hay muchas categorías de fuentes para el conocimiento histórico que son parte del pasado y a la vez se prestan a ser directamente observadas. Por otro lado, el conocimiento del presente implica en gran medida una observación indirecta (podemos usar las observaciones de otras personas o deducir sobre la base de indicadores ilativos). Por tanto, la naturaleza indirecta del

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Jerzy Topolski conocimiento, que a menudo se atribuye al conocimiento histórico, resulta no ser ninguna peculiaridad de este último. Todo conocimiento es a la vez histórico y relacionado con el presente. Hay que anotar también que todos los sistemas que observamos están en constante movimiento, de modo que una afirmación sobre un suceso contemporáneo que tuvo lugar en un momento t no puede comprobarse por observación de ningún modo, ya que tal observación sólo podría darse en un momento t + k, es decir, de cualquier modo, después de t. Comprobaríamos así una afirmación sobre un sistema A1 , confrontándolo con otro sistema A1 + k. Así la comprobación por medio de la experiencia directa es imposible en el caso de todas las afirmaciones sobre hechos, al margen que se refieran a sucesos pasados o contemporáneos (en relación con el investigador). Por eso, en ambos casos tenemos que recurrir a diversas formas de comprobación indirecta, que trataremos más tarde. Pero surge otra cuestión, en relación con los argumentos usados contra el escepticismo sobre si las afirmaciones sobre el pasado se refieren realmente a lo que ocurrió, es decir, si hay un nexo lógico entre esas afirmaciones y los hechos pasados. Como hemos mencionado antes, ningún historiador que se ocupe de la práctica investigadora duda que tuvieron lugar en el pasado los hechos de que se ocupa, y considera paradójicas todas las afirmaciones que señalan la falta de nexo lógico entre las afirmaciones sobre el pasado y su substrato real. Esta opinión de sentido común, que rechaza las ideas excesivamente sofisticadas, parece totalmente apoyada. El concepto de lenguaje temporal, desarrollado en detalle por A. C. Danto, es un argumento importante a favor de la imposibilidad de romper el nexo entre los hechos pasados y las afirmaciones sobre ellos. «Por un término relacionado con el pasado me referiré a un término cuya aplicación correcta a un objeto o suceso presente implica lógicamente (cursiva, A. C. D.) una referencia a algún objeto o suceso anterior que puede no estar causalmente relacionado con el objeto al que se aplica el término»26 . A. C. Danto ser interesa solamente por los objetos y sucesos que están causalmente unidos a objetos y sucesos a los que se aplican los términos relacionados con el pasado. Si nosotros decimos «destruidos durante la guerra», o simplemente «destruidos», es evidente que esos predicados son ciertos sólo si afirmamos que el pasado fue algo real. En nuestro lenguaje cotidiano, que describe los objetos y sucesos contemporáneos, siempre asumimos tácitamente la existencia de ciertos hechos y sucesos en el pasado. Como he dicho, el argumento basado en el lenguaje temporal pierde su importancia si adoptamos la opinión de Hume de que le concepto de efecto no tiene nexo lógico con el de causa. Para no enredarnos aquí en especulaciones filosóficas sobren el concepto de causa (más tarde será tratado en cuanto afecta a la investigación histórica), mencionemos que para el historiador el concepto de causa está estrechamente unido al de pasado. Normalmente no considera las causas y efectos como una secuencia ordinaria de hechos, sino que ve en ellos un nexo más estrecho (material o espiritual) que consiste en un intercambio sui generis de energía: La sugerencia de A. C. Danto de que las afirmaciones históricas sean consideradas como teorías y no como reflejos de la realidad, sólo porque no tenemos acceso epistemológico al pasado, está tan lejos de la incesante lucha del historiador para corregir su imagen del pasado (por medio de la confrontación de varias observaciones directas e indirectas y del conocimiento no basado en fuentes), que no puede ser una propuesta interesante. Es cierto que el proceso de corrección es siempre algo abierto, lo cual significa que las afirmaciones específicas nunca pueden tomarse como totalmente confrontadas con los hechos, pero hay diferencia en sus grados de sustentación. Si todas ellas fueran consideradas como instrumentos que ordenan el proceso cognoscitivo sin relacionarse con el eje verdad–falsedad, las diferencias mencionadas no tendrían lugar. Para defender su punto de vista de que las afirmaciones históricas se refieren totalmente a hechos y sucesos pasados pero reales, el historiador puede anotar el argumento general sobre la eficacia de nuestras acciones emprendidas con el apoyo de la experiencia adquirida en el proceso cognoscitivo y en la actividad práctica. La práctica nos dice que para conseguir un efecto determinado tenemos que realizar una acción específica (condición suficiente) o que la falta de ciertas acciones excluye la aparición de ciertos efectos (acción como condición necesaria). Esto se puede interpretar como algo que ocurre sin excepción (si existe a existe siempre b; b sólo existe si a ha existido) o estadísticamente (si existe a, b tiene una probabilidad específica de existir; b no tiene una probabilidad específica de existir si a no ha existido). Todo esto indica los lazos reales entre los hechos. La práctica justifica así la opinión de que hay un lazo entre le concepto de 26 A. C. Danto, The Analytical Philosophy of History, ed. cit., págs. 63–87.

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La naturaleza del conocimiento histórico pasado y el de causalidad; ya que si queremos pasar del efecto a la causa, procedimiento típico de la investigación histórica, como hemos destacado, y si afirmamos que entre la causa y el efecto hay algo más que una simple secuencia de sucesos, entonces tenemos que afirmar que aunque hablemos del presente nos estamos ocupando también del pasado considerado como hechos. De otro modo, tendríamos que rechazar la afirmación de que cuando reflexionamos sobre los sucesos presentes nos ocupamos de hechos presentes. Si una persona dice «un automóvil está pasando ahora», acepta también un pasado porque el automóvil debe haber partido de algún lugar, debe haber sido fabricado antes de partir, etcétera (siendo las posibilidades de regresión prácticamente ilimitadas). Por tanto, si aceptamos que tal afirmación sobre un coche que pasa se refiere a algo real, y si al mismo tiempo rechazamos el escepticismo de Hume sobre la causalidad, tenemos que aceptar lógicamente que las afirmaciones se refieren a los pasos anteriores del suceso mencionado en la afirmación se refieren también a algo real. Si no tuviéramos en cuenta el criterio práctico, nos condenaríamos al instrumentalismo.

5. El relativismo epistemológico y el problema de la objetividad en el conocimiento histórico Como hemos dicho, los historiadores no son escépticos sobre si pueden hacer afirmaciones con significado sobre el pasado y, al mismo tiempo, afirmaciones que tengan como materia el pasado; sin embargo muchos de ellos se inclinan hacia el relativismo. Esa postura también es popular entre el gran público, en su forma más vulgarizada. En el último caso adopta la forma de un conflicto entre la propia visión del pasado, basado en el conocimiento y la experiencia propios, y el cuadro ofrecido por la ciencia histórica. Si estas dos difieren, la gente suele hacer comentarios escépticos sobre la falta de veracidad en las narraciones hechas por los historiadores, lo cual, curiosamente, no les impide creer, a la vez que son escépticos sobre la posibilidades cognoscitivas de los historiadores, que su propia visión de una parte del pasado, aunque está basada en una experiencia muy limitada, es cierta. Esto ocurre la mayoría de las veces con la historia contemporánea, sobre la que los comentarios los hacen aquellos que todavía viven y que de algún modo participaron en los hechos. Un relativista, mientras que no se plantea la posibilidad de hacer afirmaciones con significado (verdadero o falso) sobre los hechos pasados y al mismo tiempo afirmaciones que tengan como materia el pasado, es escéptico sobre si estamos en situación de llegar a un grado importante de veracidad en dichas afirmaciones o sus secuencias (narraciones históricas). En otras palabras, un relativista no niega que los historiadores hacen afirmaciones sobre los sucesos objetivos pasados (es decir, sucesos que fueron o son independientes de los historiadores), pero tiene en poca estima la objetividad (es decir, acuerdo con los hechos) de esas afirmaciones, y acusa a las narraciones históricas de falta de objetividad (o sea, de subjetividad). Esa subjetividad de que se acusa a la literatura histórica y que no se refiere a los hechos pasados sino a las afirmaciones sobre ellos, debe interpretarse de dos maneras: a) como un grado de falsedad, introducido por el historiador que pinta su imagen del pasado, en sus afirmaciones sobre él, o mas bien, falsedad del cuadro pintado por él en la narración histórica, y b) como la imposibilidad de comprobar tales afirmaciones o sus secuencias de una manera intersubjetiva satisfactoria27 . Podríamos decir que nos encontramos aquí, por un lado, con un subjetivismo epistemológico (y un objetivismo), en concreto el problema de la verdad, y por otro, con un subjetivismo (y objetivismo) metodológico, en concreto el problema de la sustentación y comprobación. Es evidente que el último deriva del primero; a los ojos de los relativistas la atribución de la subjetividad a la investigación histórica se debe al hecho de que los efectos del proceso cognoscitivo histórico dependen en gran medida del sujeto conocedor. Este punto débil del conocimiento, atribuido al conocimiento histórico, y que no se puede eliminar, es el responsable de que la investigación histórica produzca un conocimiento no objetivo; ésta, aseguran los relativistas, es la razón de que los resultados de la investigación histórica no puedan ser objetivos. El elemento subjetivo que aporta el historiador al proceso cognoscitivo es lo suficientemente fuerte como para dar lugar a una diferencia considerable entre los hechos y sus descripciones contenidas en las narraciones históricas. Normalmente se enumeran cuatro factores que son la razón de la dependencia de los resultados del proceso cognoscitivo histórico respecto del sujeto conocedor: la posición social del conocedor, que determina su 27 Adviértase que el modificar objetivo se usa aquí en dos sentidos diferentes: cuando decimos que los hechos son de naturaleza objetiva, se refiere a los hechos (y aparece en expresiones de lenguaje objeto); en el segundo sentido, se refiere a la afirmación sobre los hechos (y aparece en expresiones metalingüísticas).

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Jerzy Topolski perspectiva de investigación; la referencia a los valores; el conocimiento general o teórico que tiene el investigador al comenzar su investigación; la personalidad del historiador. Estos factores, estrechamente ligados entre si, se suelen examinar separadamente. Por lo que concierne a todo el conocimiento científico, son estudiados por la sociología del conocimiento (ejercida de varios modos), la teoría y filosofía de los valores, y la metodología y psicología. La sociología del conocimiento, que continúa la idea marxista del conocimiento social de la conciencia humana, puede verse, tanto en interpretaciones anteriores (por ejemplo, K. Mannheim)28 como en otras más recientes (por ejemplo, W. Stark)29 como la ciencia que investiga el condicionamiento social del conocimiento humano. Pero mientras que Marx no pensaba que este condicionamiento fuera un factor que impedía a los seres humanos llegar a una descripción verdadera de los hechos Mannheim es pesimista a ese respecto, es decir, relativista en el sentido definido previamente, ya que asegura que la subjetividad es inherente a las ciencia sociales, mientras que la naturales esán libres de ella, al menos en su aspecto cuantitativo30 .

Los lazos entre el conocimiento histórico y el problema de los valores, es decir, la influencia de las opiniones mantenidas por el sujeto conocedor sobre los resultados de su investigación, sobre lo que en su opinión debería ser (lo qu es bueno o malo, útil o un esotorbo, progresivo o regresivo, etcétera), es decir, los lazos entre el conocimiento y la ideología (en uno de los sentidos del término) se subrayan muy a menudo. Algunos autores piensan que éste es un mal necesario sui generis, específico, en gran medida, de las ciencias sociales, y piden una investigación «pura», «objetiva», que –en el caso de la historia– debería guiarse, en lo posible, sólo por las fuentes realmente usadas. Otros no se alrman porque sostienen que en las ciencias naturales tampoco hay investigación pura; por tanto, al plantear cualquier exigencia, no sugieren que se elimine la valoración, ya que eso es imposible, sino que se use conscientemente. La aceptación de la influencia de la valoración sobre los resultados de la investigación histórica, en el sentido de que dichos resultados no pueden ser objetivos porque se interpretan a la luz del sistema de valores que tiene un investigador concreto, significa un relativismo epistemológico. Para resumir lo que se ha dicho sobre la sociología del conocimiento, podemos encontrarnos con un relativismo que tiene en cuenta o la posición social del sujeto conocedor o su sistema de valores como factor de deforma el conocimiento. Respecto al conocimiento en general que el historiador tiene al comenzar su investigación y que ta,mbién afecta a su narración, los autores que subrayan ese factor no siempre llegan a conclusiones relativistas. Se suele decir que la selección de los hechops depende de las categorías generales de pensamiento y de las categorías específicas de pensamiento histórico (confróntese A. Stern), de la teoría que oresente el historiador (cfr. R. Aron), de la visión del mundo o del pasado que tenga. Más o menos, ocurre lo mismo con el énfasis puesto sobre la influencia de la personalidad del historiador sobre el cuadro del pasado que reconstruye, o, según algunos autores, construye (cfr. H. I. Marrou, Paul Valéry). 28 Es el autor de la expresión sobre la «perspectiva de investigación» definida por una situación social dada. Cfr. K. Mannheim, Ideology and Utopia, An Introduction to the Sociology of Knowledge, Nueva York, 1936, págs. 240 y ss. También merece atención el prólogo de L. Wirth a esa obra. 29 W. Stark, The Sociology of Knowledge, An Essay in Aid of Deeper Understanding of the History of Ideas, Londres, 1958. 30 K. Mannheim, op. cit., pág. 261.

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La naturaleza del conocimiento histórico A la vista de lo dicho, surgen dos problemas estrechamente relacionados; 1) El hecho de que el conocimiento histórico dependa de la posición social del historiador, de un sistema de valores, de los principios teóricos que guíen su proceso cognoscitivo, y de su personalidad, ¿da lugar inevitablemente a un relativismo epistemológico que niega la posibilidad de llegar a la verdad en la historia? 2) Esta situación, que es característica del conocimiento histórico, ¿es una peculiaridad de ese tipo de conocimiento, o es simplemente una variedad de un situación epistemológica general? La dependencia del conocimiento histórico respecto de la posición (clase) social del historiador, de su sistema de valores, de los principios teóricos que guían su proceso cognoscitivo, y de su personalidad, está fuera de duda, y los relativistas tienen razón cuando aseguran eso. Pero en este sentido hay que tener tres reservas. Primero, la relación entre los factores mencionados y los resultados de la investigación asumida por los relativistas es a menuda más compleja de lo que parece a primera vista. Segundo, la relación no es una peculiaridad del conocimiento histórico (o sociológico) nada más, y tercero, no tiene por qué dar lugar a una negación de la objetividad de ese tipo de conocimiento, suponiendo de que no nos refiramos a una objetividad absoluta. Un análisis de estas tres cuestiones nos dará argumentos contra el escepticismo sobre la posibilidad de alcanzar la verdad en un cuadro del pasado, y así contestará las preguntas planteadas más arriba. La posición social del sujeto conocedor, su sistema de valores, los principios teóricos que le guían en su proceso cognoscitivo, y su personalidad, forman una complicada red que hay que mostrar con algún detalle para revelar el papel de estos cuatro factores. Esto es mostrado por el siguiente esquema; las flechas muestran la dirección de las influencias. Se pueden advertir fácilmente numerosas realimen-taciones e influencias indirectas. La posición social del sujeto conocedor afecta a los resultados de la investigación (conocimiento) a través de un sistema de valores conformado por esa posición social, el conocimiento de que dispone y su personalidad. Así, no es ningún factor independiente que pueda analizarse sin tener en cuenta el conocimiento adquirido hasta el momento por el historiador y sus características mentales. En este sentido, se puede decir brevemente que, si por el momento no tenemos en cuenta el objeto de conocimiento y la influencia directa de la personalidad sobre el resultado del proceso cognoscitivo, el resultado de la investigación histórica (proceso cognoscitivo) dependen del cuerpo general de conocimiento del historiador y de sus sistema de valores; evidentemente tenemos que recordar que ese sistema de valores está en función de la posición social del historiador y de su conocimiento general, ya que su posición social, antes de afecta r su sistema de valores, debe encontrar un reflejo en el cuerpo general de conocimiento del historiador. Se puede asegurar por tanto que los resultados del proceso cognoscitivo dependen del conocimiento que tiene el historiador al comenzar su investigación. Es obvio que dicho conocimiento debe interpretarse de una forma muy amplia, de modo que abarque su sistema de valores, es decir, sobre todo, su sistema de normas axiológicas (o modelos). Cada acto cognoscitivo, añadido a su conocimiento, afecta a su sistema de valores y al sistema de valoraciones consiguiente. El proceso cognoscitivo resulta ser así un proceso continuo de interacciones de varios factores. Se puede ver claramente que la influencia del sujeto conocedor sobre los resultados del proceso cognoscitivo es considerable, lo cual da una imagen del proceso cognoscitivo muy distinta de la creencia positivista de que el sujeto conocedor refleja pasivamente el mundo exterior. Pero esto no ocurre solamente con el conocimiento histórico. El defecto básico de la opinión positivista (cfr. Ch. Beard) no era tanto una exageración al subrayar el papel del sujeto conocedor en el caso del conocimiento histórico, como la opinión errónea sobre la situación epistemológica y metodológica de las ciencias exactas: en la interpretación relativista, el conocimiento histórico era considerado separadamente del proceso del conocimiento humano en general. Pero todo el conocimiento humano, como hemos subrayado repetidamente, está guiado, hasta cierto punto, por el cuerpo general de conocimientos del sujeto conocedor, lo cual, evidentemente, incluye las valoraciones. No adquirimos ningún conocimiento de lo que nos está excluido por nuestro cuerpo general de conocimiento, demasiado limitado a un área pequeña. Todo lo demás se adquiere por medio de ese conocimiento general que, al darnos las reglas de selección en el proceso cognoscitivo, nos muestra el mundo, pero como un mundo algunas de cuyas partes están más destacadas y otras menos. Así, el cuadro que obtenemos no se muestra ni detallado ni uniformemente: es un cuadro interpretado por nuestro conocimiento previo, y por tanto lleno de trozos oscuros e iluminados. Esto no ocurre sólo porque es muy difícil adquirir un conocimien121

Jerzy Topolski to adecuado del mundo y porque nuestro cuerpo de conocimientos está lleno de lagunas, sino también porque no todo lo que nos rodea en el mundo parece ser igualmente importante –y por tanto valioso–, y es bien sabido que aquellas cosas que por alguna razón consideramos de menor importancia no atraen mucho nuestra atención. En este sentido, no hay diferencia entre el estudio del pasado y del presente: nuestro cuerpo de conocimientos previos interviene en ambos casos. Para un hombre que carezca de un conocimiento adecuado, un cuadro de Giotto, a pesar de su papel en la historia de la pintura europea, será simplemente un pedazo de lienzo cubierto de pintura. Del mismo modo, un ciclotrón será para él sólo un instrumento no descrito. Esto tiene consecuencias en la esfera de las valoraciones, aunque ésta es una función de todo el cuerpo de conocimientos que tiene el sujeto conocedor, y no sólo de la parte de ese cuerpo general de conocimientos que se usa activamente en el estudio de un objeto determinado. Por ejemplo, a causa de una laguna que tenga en su conocimiento, una persona puede pensar que el ciclotrón que tiene oportunidad de mirar tiene muy poca importancia para los seres humanos; pero le puede atribuir un inmenso papel si su conocimiento anterior le hace dar una importancia grande, o incluso excesiva, a los objetos desconocidos y «misteriosos». Del mismo modo, en el conocimiento histórico, el cuerpo de conocimientos de una persona, especialmente su conocimiento histórico, le hace dar mayor o menor importancia a los objetos, individuos, grupos o sucesos concretos. Un historiador cuyo conocimiento comparativo es más bien pequeño, y que por tanto tiene un sistema de valoración «distorsionado», se inclina a dar demasiada importancia al pasado de la región, país, individuo o suceso que investiga. Hay que destacar que, en cuanto a la investigación histórica, la opinión relativista no basa su escepticismo en la aseveración de que el proceso cognoscitivo es «relativo» (subjetivo, condicionado) porque depende de laguna manera de ese cuerpo general de conocimientos, sino, sobre todo, en la aseveración de que dicho conocimiento no es objetivo, porque es interpretado por el sistema de valores que tenga el sujeto conocedor. Se puede decir que la opinión relativista, mientras que subraya –en el conocimiento histórico y en cualquier otro– el papel del conocimiento entendido como una serie de afirmaciones sobre los hechos (que tienen cada una un valor lógico dado, es decir, están situadas en el eje verdad–falsedad), afirma que el proceso cognoscitivo histórico (como específicamente distinto del proceso cognos-citivo de las ciencias exactas) se guía además por un sistema de valores, es decir, por reglas situadas en el eje bueno–malo (útil–estorbo, progresista– reaccionario, etcétera), lo cual da al conocimiento histórico un tinte de predisposición. El hecho de que estos dos ejes, como si dijéramos, se crucen en el proceso cognoscitivo (lo cual, se asegura, es específico de este tipo de conocimiento) es un obstáculo, según los relativistas, para nuestra llegada a un conocimiento, en la investigación histórica, que podamos llamar verdadero. Puesto que el conocimiento de los hechos es, como hemos dicho, dependiente en gran medida de la posición del sujeto conocedor en la vida social, y constituye así la base para la formación de su sistema de valores, los relativistas hablan a menudo de una deformación del proceso cognoscitivo causada por las condiciones de vida, o, de un modo más abstracto, de una distorsión del pasado causada por el presente, lo cual, como hemos visto, les lleva a afirmar que toda la historia es historia presente (B. Croce). Esta postura fue el resultado de la opinión anti–positivista sobre la naturaleza específica de la investigación histórica, en contraposición a la investigación en el área de las ciencias exactas. En realidad, los relativistas, al subrayar (con razón, pero demasiado radicalmente) la dependencia del proceso cognoscitivo histórico respecto del sistema de valores mantenido por el sujeto conocedor, llegaron a afirmar que un problema que es común a todas las disciplinas era específico de la investigación histórica. La opinión (defendida, entre otros, por H. Rickert) de que algunas ciencias son dependientes de los valores mientras que otras están libres de ellos, que es un ejemplo de esa postura, fue muy corriente en una época, y se puede encontrar todavía ahora. Sin embargo, la valoración está en los fundamentos de la ciencia, de toda, la natural y la social31 , y esto no puede ser de otro modo, porque la ciencia es un producto de un hombre que vive en la sociedad. En primer 31 Hay que mencionar aquí las importantes observaciones de M. Weber sobre el valor de la ciencia. Como es sabido, él defendía esta estricta distinción entre las afirmaciones que tienen un valor lógico, y las normas, que no son ni ciertas ni falsas. Cfr. M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre, Tubinga, 1922, que incluye «Der Sinn der Wertfreiheit der soziologischen und ökonomischen Wissenschsften». Ver también V. Kraft, Di Grundlagen ciner Wissenschaftlichen Wertlehre, Viena 1937. La literatura sobre el problema de los valores de la ciencia es muy abundante. Mencionamos aquí dos publicaciones que, en cierto modo, resumen la cuestión; en concreto, G. Myrdal, Value in Social Theory, Nueva York 1958 (sobre las ciencias sociales en general), y A. Stern, Philolosophy of History and the Problem of Values, La Haya 1962 (sobre la historia). Myrdal asegura que la valoración es parte de la ciencia, y que no podemos imaginar ningún conocimiento social «desinteresado», lo cual, subraya, no está en contradicción con la búsqueda de racionalidad en el pensamiento. La opinión de Stern sobre la historia es muy parecida; también se opone al olvido radical de las diferencias entre las ciencias sociales y las naturales. Sin embargo, tenemos que subrayar que la valoración aparece en ambas clases de disciplinas.

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La naturaleza del conocimiento histórico lugar, el hombre debe haber llegado a la conclusión de que merece la pena buscar la verdad, y esa conclusión (es decir, una valoración específica) se convierte en el punto de partida para emprender la investigación científica. Así, todos los intentos de dibujar una línea de división estricta entre el mundo de la ciencia (sea la disciplina que sea) y el mundo de los valores, o de contrastar uno y otro, cae por su propio peso. Algunos metodologistas subrayan este hecho con mucha fuerza. Por ejemplo. K. Kaufmann dice que la actividad científica se puede interpretar como la lucha por ciertos objetivos que no se pueden «definir exclusivamente en términos de un (...) procedimiento científico». Este objetivo debe ser para un científico mejorar los niveles de vida y la felicidad de la humanidad, asegurar los beneficios materiales y prestigio social para sí mismo, o conseguir una satisfacción de la investigación32 . Todas la decisiones en la investigación científica, incluso aquellas que parecen estar completamente libre de valoraciones, pueden, en último análisis, reducirse a un objetivo general como ése, debido al cual se emprende la investigación, sea cual sea la descripción de ese objetivo. Incluso una persona que está haciendo un experimento químico y decide provocar una reacción para obtener el resultado deseado, si se le pregunta por la base de sus decisión, tiene que remontarse a la decisión básica que le hizo emprender una investigación de un tipo concreto33 . Este punto de partida común no significa que no haya diferencias entre las diversas disciplinas en su relación con los valores; sin embargo, esas diferencias no consiste en el hecho de que algunas están libres de los valores y otras (por ejemplo, la historia) dependen de ellos, sino simplemente en el grado en el que esa valoración se hace visible. Para analizar mejor el problema tenemos que señalar en primer lugar que la toma de una decisión en la investigación (que, en la práctica, se reduce sobre todo a los problemas de selección) se ve influida simultáneamente por varios sistemas de valores, que se diferencian entre sí por el grado de generalización. Son el sistema de valores universales, el de valores de grupo (entre los que se destacan los valores de clase), y el de los valores individuales34 . Los valores universales (que no hay que identificar con los valores absolutos, y por tanto ahistóricos, propuestos, como hemos mencionado, por H. Rickert en su campaña contra el historicismo alemán) en general son aceptados por todos, lo cual, evidentemente, no significa que todos acepten todos los valores en todas las épocas; es decir, simplemente, que los acepta en general, al margen de su grupo o status de clase. Una persona puede aceptar que la lucha por un mejor nivel de vida es un objetivo más importante que la lucha por satisfacerse con el propio trabajo; otra persona puede sostener el principio de que proteger la propia salud es más importante que luchar por un mejor nivel de vida, lo cual no nos impide incluir todas estas normas de conducta en el sistema de valores universales. Los objetivos de la investigación enumerados antes están también dentro de este sistema. En el caso de los valores universales en los que se basan tanto las decisiones en las ciencias sociales (y por tanto en la historia), como en las ciencias naturales, las valoraciones convergen, y esta es la causa de que no aparezcan a simple vista como valoraciones35 . Si se quieren materializar los valores universales hay que emprender acciones específicas. Puesto que en una sociedad dividida en clases y niveles las diferentes situaciones de estas clases y niveles inducen a sus miembros a emprender acciones que a menudo son diferentes aunque quizá orientadas a un mismo objetivo general, entonces surgen ciertos valores que pueden ser aceptados por un grupo (o sea, por la mayoría de sus miembros), pero que son distintos de los aceptados por otro grupo. Si consideramos el siguiente valor universal (es decir, un objetivo general determinado): «cada uno debe mejorar su propio nivel de vida, y por lo menos no empeorarlo», entonces un capitalista acepta el valor de grupo que le hace defender el sistema capitalista, mientras que un empleado acepta el valor de grupo que le hace atacar ese sistema. Los valores de grupo (e incluso de clase)no tiene porque estar en conflicto entre sí: la implantación del valor universal «protege tu salud» hace que la gente emprenda distintas acciones muy parecidas (cultivo de hábitos persona32 F. Kaufmann, The Methodology of the Social Sciences, 2ª ed., Nueva York, 1958, pág. 67. 33 El término Basenentscheidungen se encuentra en H. Albert, «Probleme der Wissenschaftslehre in der Sozialforschung», Handbuch der empirischen Sozialforschung, pág. 48. Ver también R. Rudner, «Value Judgements in the Acceptance of Theories», en The Validation of Scientific Theoriesk, Nueva York, 1952. 34 Una clasificación semejante se encuentra en A. Stern, op. Cit., págs. 132–133 (valores universales, valores colectivos, valores individuales). Las diversas obras sobre el problema de los valores, empezando por la Etica de Nicómaco y la Política, hacen divisiones en varias clases de valores. Por el momento, nos interesan sólo las clasificaciones basadas en el alcance de la aceptación social. H. D. Lewis hace la distinción entre «la predilección personal» y los «presupuestos generales» (cfr. Freedom and History, Londres, 1962, págs. 202–206). 35 El problema de la convergencia y la divergencia en la valoración es tratado por J. Banka, Ideologia i nauki humanistyczne, publicaciones de la Universidad Adam Mickiewicz, Serie filosófica, psicológica y pedagógica, núm. 9, Poznan, 1966.

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Jerzy Topolski les adecuados, etcétera), al margen de la pertenencia a un grupo. Así, entre los valores de grupo podemos distinguir aquellos que indican una simple aceptación, por parte de un grupo determinado, de los valores universales (valores de grupo1) y aquellos que son transformaciones de valores universales, necesarias si un grupo concreto quiere implantar en sus situación particular los valores universales en cuestión (valores de grupo2). En conjunto, los valores de grupo1 y los valores de grupo2 forman un sistema de valores de grupo que es la base de las valoraciones hechas por los miembros del grupo. Un científico que sea objetiva y subjetivamente un miembro de un determinado grupo social suele aceptar el sistema de valores de ese grupo. Cuando los científicos que son miembros de varios grupos sociales implantan los valores de grupo1, nos encontramos con valoraciones convergentes, como en el caso de las valoraciones universales. Por otro lado, la lucha por implantar los valores de grupo2 puede combinarse con valoraciones distintas de los mismos hechos por científicos que son miembros de varios grupos sociales, lo cual puede influir de algún modo (más o menos advertido por el investigador, y a veces pretendido deliberadamente por él) en los resultados de la investigación36 . Si un científico cree que el sistema capitalista debe ser conservado (porque lo valora positivamente), mientras que otro cree que ese sistema debe ser abolido (porque lo valora negativamente), entonces estas distintas valoraciones de grupo (en este caso, de clase) tienen muchas posibilidades de afectar a su trabajo de investigación, incluso en la elección de los problemas. Pero en el intento de implantar los valores de grupo, no todos los hechos se valoran de forma distinta. Las valoraciones suelen converger en cuanto a los fenómenos naturales (por ejemplo, las inundaciones, que empeoran las condiciones de vida de la gente, son valoradas negativamente por varias clases, lo que les hace ocuparse todos en medidas preventivas), y suelen ser divergentes en cuanto a los hechos sociales (por ejemplo, un oponente y un defensor del sistema capitalista tendrán distintas apreciaciones de una huelga). Pero también hay fenómenos naturales que son valorados de forma distinta por las diversas clases. Por ejemplo, las cosechas abundantes que hacen bajar los precios. También hay hechos sociales que son valorados de forma convergente (por ejemplo, en muchos casos, un alza en la renta nacional per capita, o una victoria en una guerra sostenida en defensa del propio país). La creencia de que los sucesos del mundo de la Naturaleza son valorados de forma convergente ha dado lugar a la opinión de la posición diferente respecto a los valores de la ciencia natural, por un lado, y la ciencia social (a la que la historia tiene el orgullo de pertenecer) por el otro. Esta opinión esta muy justificada, como vemos. Más aún, puesto que los valores del grupo2 (y los valores de clase en particular) se suelen referir a hechos sociales, la identidad de la materia de investigación proporciona mejores oportunidades para que influyan sobre la investigación en las ciencias sociales que en las naturales. Pero, en general, no se puede dibujar una línea divisoria, basada en la valoración, entre estos dos grupos de disciplinas. Ambos grupos tienen la influencia de las valoraciones de grupo convergentes y divergentes. El sistema de valores individuales es todavía más complejo y complicado que el de los valores de grupo. Incluye los valores universales aceptados por un individuo concreto (a través de los valores de grupo1), los valores de grupo 2, y aquellos valores individuales específicos de la persona en cuestión. Esos valores individuales están relacionados con al experiencia y la mentalidad de esa persona. Suelen derivar de los valores universales y de los valores de grupo2, pero a veces difieren de estos últimos. Por ejemplo, una apreciación negativa del hecho de fumar tabaco se clasificará como un valor individual relacionado con la experiencia de una persona (lógicamente, no tiene por qué ser su propia experiencia fumadora), mientras que una apreciación positiva de empresas arriesgadas es un valor individual relacionado con su mentalidad. Los valores individuales tienen el mismo efecto sobre la investigación de la ciencia natural y en lo social. Por ejemplo, la apreciación negativa del hecho de fumar tabaco por un experto en medicina puede afectara su interpretación de los datos sobre la incidencia del cáncer de pulmón, y la valoración positiva (o condenación) del riego puede afectar la valoración de un historiador sobre una personalidad que vivió en el pasado. En último análisis, todos los valores universales y de grupos, y los propios valores individuales, se combinan para formar un sistema de valores individuales. Al resumir la discusión, sobre la dependencia del proceso cognoscitivo histórico respecto de los valores, tenemos que llegar a la conclusión de que dicha dependencia no es ninguna peculiaridad de la investigación histórica, ya que es característica de todo conocimiento científico. La ciencia natural no difiere a ese respecto de la ciencia social, esencialmente. En el caso de la primera, el hecho de estar libres de valoraciones ocurre 36 Las manifestaciones de la actitud valorativa en la investigación histórica serán tratadas más adelante, al hablar de las valoraciones de la historia. Los criterios de valoración (valoración absoluta, valoración radicalmente relativista y valoración moderadamente relativista) serán tratados en el mismo lugar.

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La naturaleza del conocimiento histórico con sólo una parte de los valores de grupo, en concreto los valores de grupo2 divergentes, mientras que los valores universales, los valores de grupo1, los valores convergentes y los propios valores individuales son típicos de todas las disciplinas. Tenemos que añadir que en una sociedad dividida en clases toda ciencia, tanto la social como la natural, juega un papel de clase, ya que cada disciplina es un instrumento de clases o grupos específicos. En este caso, la ciencia funciona como una ideología, y en este sentido no hay diferencias entre las diversas disciplinas. Por ejemplo, en nuestra época somos testigos del enorme papel ideológico del desarrollo de las ciencias tecnológicas. Nuestras conclusiones, dirigidas contra el relativismo epitemológico atribuido sólo a las ciencias sociales (y en particular a la investigación histórica) no pretenden, como hemos dicho anteriormente, hacer que el relativismo abarque todo el proceso cognoscitivo científico, y eliminar así el problema por medio de la negación de la naturaleza objetiva de ese proceso. Los argumentos contra el relativismo, enumerados más arriba, se refieren en todo momento a lo que podríamos llamar relativismo absoluto. Según esta interpretación, la historia siempre resulta ser «un producto» del historiador que construye el pasado, su «confesión de fe»; supone siempre una historia presente, etcétera, y no puede alcanzar la verdad. No se puede admitir la sustitución del relativismo absoluto por el positivismo, porque, como hemos visto, este último simplifica demasiado el proceso cognoscitivo. Pero, a la luz de lo que hemos dicho, podemos esbozar una opinión que podríamos llamar moderada, o relativismo dialéctico. Este tipo de relativismo, admitiendo una relación entre el proceso cognoscitivo científico y el mundo de los valores (y el cuerpo general de conocimientos que tiene un sujeto conocedor concreto), no es tan pesimista como el relativismo absoluto respecto al hecho de que la relación mencionada distorsiona irreversiblemente los resultados del proceso cognoscitivo, es decir, respecto a la posibilidad de una investigación histórica objetiva que daría lugar a narraciones que serían a la vez verdaderas y comprobables intersubjetivamente37 . Esto no niega el hecho de que, en la práctica, encontramos dichos casos de literatura histórica que siguen el modelo atribuido por los relativista absolutos a la historiografía en general. Podemos aducir tres argumentos para apoyar las aseveraciones del relativismo moderado; todas ellas señalan el hecho de que la «fluidez» de los factores variables del conocimiento tiene sus límites. Son: 1) la no uniformidad de la influencia de la posición social del investigador sobre los resultados de la investigación; 2) los valores de grupo específicos de los científicos; 3) la expansión y la uniformidad creciente del conocimiento no basado en fuentes de los historiadores. Mientras que el relativismo absoluto asegura que la posición social del investigador deforma siempre los resultados de su investigación, los relativistas dialécticos que en efecto puede ser positivo o negativo, según su posición social. Las clase que promueven el progreso social cambian en los diversos niveles de desarrollo histórico. El cambiar las condiciones existentes va en beneficio de esas clases ascendentes, y esto les lleva a investigar los hechos más exhaustivamente posible. Por eso no basta decir que la posición social de una afecta los resultados de su investigación: tenemos que averiguar si el investigador (como miembro de una clase concreta) esta interesado en descubrir la verdad o en ocultarla. «Cuanto más insensible e imparcial sea la ciencia, más cumplirá las aspiraciones e intereses de los trabajadores.» Karl Marx fue el primero en formular esta idea38 . Las valoraciones divergentes basadas en las clases mencionadas anteriormente pueden suavizarse, en gran medida, respecto a la investigación: los estudiosos y científicos forman un grupo social específico que tienen sus propios valores de grupo específicos. Ciertas valoraciones generales dentro de ese grupo dan lugar a sistemas específicos de valores de grupo que son típicos de los investigadores que trabajan en las diversas disciplinas, y por tanto, también, de los historiadores. La respublica docta, aunque todavía desperdigada entre las clases, produce un número gradualmente mayor de normas que son comunes a todos sus miembros 37 Entre los libros sobre el objetivismo en la investigación histórica, véanse M Mandelbaum, The Problem of Historical Knoledge, ed. Cit.; F. Kaufmann, The Methodology of the Social Sciences, Nueva York, 1958; I. Berlín, Historical Inevitability, ed. cit.; Ch. Blake, «Can History be Objective?», en Theories of History, ed. cit., págs. 329–413; la opinión de Blake es tratada por D. H. Lewis, Freedom and History, Londres 1962, págs. 201 y ss. Sobre el mismo problema, ver también J. A. Passmore, «Can the Social Sciencies Be Value–Free?», en Readings in the Philosophy of Science, H. Feigl y M. Brodbeck (eds.), Nueva York, 1953; W. Kula, Rozwazania o histori, Varsovia, 1958. 38 K. Marx, Das Capital, vol. I, Stuttgart–Berlin, 1922, pág. 7.

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Jerzy Topolski y que no pueden ser dejadas de lado si un investigador no quiere arriesgar su reputación. Estas normas se refieren a la honestidad de la investigación, basando todos los casos de deducción en bases comprobables por otros, claridad y precisión de formulaciones, competencia en el área de la propia investigación, aproximación crítica a los datos, etcétera. Aunque no eliminan las diferencias en la selección de los problemas que deben ser estudiados, marcan bastante bien el límite más allá del cual nos encontramos con distorsiones intencionadas de los hechos. Por supuesto, esto no excluye la posibilidad de que la producción cuasi–científica más allá de este límite parezca, a primera vista, genuinamente científica, pero de ello no se puede echar la culpa a los historiadores de mente objetiva. Mientras que el primer argumento se dirigía contra la interpretación fatalista de la posición de clase, y la segunda señalaba ciertas circunstancias técnicas que suavizan las divergencias de los valores de grupo, el tercero tiene un ámbito de aplicación más amplio. Se ha dicho que los resultados del proceso cognoscitivo histórico (por el momento no nos preocupamos de la calidad de las fuentes) depende de un cuerpo de conocimientos ampliamente concebidos (incluyendo un sistema de valores) que tiene el historiador cuando empieza una investigación; lo hemos llamado, de un modo convencional, conocimiento no basado en fuentes. Este cuerpo de conocimientos se puede expender casi hasta el infinito, y puede convertirse en algo cada vez más uniforme para personas diferentes, proceso que asegurará una convergencia creciente de los resultados de la investigación. Cuando los historiadores se apoyan en los logros de otras disciplinas y los añaden a la serie de conceptos conque comienzan la investigación, desarrollan así ciertas estructuras teóricas comunes a todos, que impedirán excesivas divergencias en los resultados de la investigación. En algunas ciencias naturales (por ejemplo, la física) ya se ha desarrollado una serie de conceptos teóricos comúnmente aceptados. Esto no significa que su nivel de desarrollo sea superior: simplemente atestigua el hecho de que la materia de investigación en las ciencias sociales es mucho más compleja y exige diferentes procedimientos de investigación y tiene una forma de desarrollo propia. Por tanto, en opinión de este autor, el conocimiento no basado en fuentes es el apoyo principal de la objetividad en la investigación histórica. Como veremos más tarde, al analizar el concepto de veracidad en la historia (o sea, el objetivo de la historiografía objetiva) y el del conocimiento no basado en fuentes, no hay obstáculos irremontables que nos puedan impedir hacer una literatura histórica objetiva. Su objetividad nunca será absoluta, ya que sería absurdo afirmar que el conocimiento no basado en fuentes de todos los historiadores es uniforme. Las gafas a través de las cuales miran los historiadores los colores y las formas del mundo siempre permanecerán diferenciadas, aunque sólo sea por las diferencias en la experiencia individual. Esto significa que la descripción de un hecho o de un sistema hecha por A será diferente, al margen de su conocimiento no basado en fuentes básicamente común, de la descripción correspondiente hecha por el historiador B. Desde un cierto punto en el desarrollo de la ciencia histórica, este hecho será considerado como bueno, y contribuirá gradualmente a un cuadro objetivo (verdadero) del pasado. Siempre tendremos que escribir la historia de un nuevo modo, pero no porque la historia sea «un producto subjetivo del historiador» que es incapaz de descubrir la verdad; lo haremos porque el conocimiento no basado en fuentes, el individual y el que es común a todos los historiadores y que nos acerca a la verdad, se acumulará con el paso del tiempo. Como escribió A. Gramsci: «Objetivo significa siempre “humanamente objetivo”, lo cual corresponde estrictamente a “históricamente subjetivo”, de forma que “objetivo” quiere decir lo mismo que “universalmente subjetivo”»39 . 6. La verdad en la historia Surge una cuestión, qué es la verdad en la interpretación del relativismo dialéctico y cuál es la relación entre el concepto de verdad y el de probabilidad, que a menudo se usa en relación con la investigación histórica. Los relativistas moderados afirman que el historiador, en su investigación, llega a una verdad relativa (verdades parciales), que es un estadio en su camino hacia el acuerdo absoluto de sus afirmaciones con los hechos (isoformismo perfecto), es decir, hacia la verdad absoluta. La verdad absoluta es una especie de concepto límite, de idealización. Teniendo en cuenta la infinita complejidad del mundo en constante cambio, sólo podemos intentar la verdad relativa. El acuerdo con los hechos es también el criterio para medir la verdad relativa, pero adelantamos que ese acuerdo, en todas las formas de conocimiento, es solamente relativo, y no absoluto, porque vale tanto para las irregularidades y causas principales como para las manifesta39 A. Gramsci, Pisma wybrane, vol. I, Varsovia, 1961 págs. 132–133.

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La naturaleza del conocimiento histórico ciones superficiales. El concepto metodológico de verdad (no modificado por ningún adjetivo) abarca así el concepto de verdad absoluta y el de verdad relativa. Se necesita en metodología como formulación del objetivo del proceso cognoscitivo científico. Uno de los principios metodológicos y lógicos básicos, que dice que el concepto de verdad se aplica solamente a las afirmaciones (es decir, sólo las afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas, de acuerdo o no con los hechos), exige una cierta modificación en la historiografía. En lo que respecta a la literatura histórica, en el caso de las consideraciones metodo-lógicas penetrantes, es necesario no sólo tratar la verdad o falsedad de las afirmaciones aisladas, sino también la verdad o falsedad de las narraciones históricas, o sea, secuencias de afirmaciones que en conjunto forman cuadros del pasado (cfr. capítulo XXIII). Ahora nos interesa no sólo la verdad de afirmaciones aisladas como «La Bastilla fue tomada el 14 de julio de 1789», «La Constitución de 1791 marcó una victoria de las ideas revolucionarias», etcétera, sino también la verdad (acuerdo con los hechos) de todo el cuadro de la Revolución Francesa (o un fragmento) mostrado en la obra de un historiador concreto. Sabemos perfectamente que en una narración histórica la suma de una serie de afirmaciones verdaderas no necesariamente da un cuadro general verdadero de los sucesos. Por otro lado, puede ocurrir también que afirmaciones aisladas falsas, coexistiendo en una narración con otras verdaderas, no invaliden necesariamente la verdad de esa narración como un todo. Esto crea el problema del concepto de valor lógico de las narraciones, que hay que usar en los análisis metodológicos junto al del valor lógico de las afirmaciones40 . La literatura histórica objetiva intenta no sólo la verdad de las afirmaciones, sino, sobre todo, la verdad de las narraciones: la cuestión es que la estructura de los hechos y de los procesos históricos sea reconstruida de acuerdo con lo que ocurrió. Evidentemente, no todos se dan cuenta de la importancia de esta tarea, y ésta es la razón de que muchas revisiones de estudios históricos se ocupen a menudo solamente del valor lógico de las afirmaciones aisladas, y no de la narración como un todo, lo cual hace imposible una apreciación correcta de importantes contribuciones41 . Está claro que en cada caso habría que comprobar la verdad de las afirmaciones aisladas y de la narración, ya que sólo esto nos permite apreciar la contribución de un estudioso determinado a la investigación histórica. Pero entonces surge la pregunta básica: ¿Qué es una narración verdadera? Si mantenemos la definición clásica de verdad, la respuesta sería –como en el caso de las afirmaciones– que una narración debe estar de acuerdo con los hechos. Pero ¿qué significa esto en el caso de una narración histórica? El problema no plantea dudas en relación con las afirmaciones aisladas, pero en lo referente a las narraciones da lugar a problemas enormemente complicados. Podemos dar, por lo menos, tres explicaciones posibles (y abreviadas) del concepto de «narración de acuerdo con los hechos históricos». Sería una narración que: 1) Ofrece una descripción fiel de los hechos (es decir, una que es detallada y que está formada por afirmaciones verdaderas). 2) No ofrece una descripción completamente detallada, pero no incluye afirmaciones que difieran de los hechos. 3) No ofrece una descripción detallada, pero no sólo no incluye afirmaciones que difieran de los hechos, sino que ofrece una interpretación integral de los hechos que muestra la estructura y el movimiento de un sistema concreto en total o en parte (cfr, Capítulo XIV). La primera explicación debe ser rechazada, no sólo por la imposibilidad física (al margen de la falta de fuentes) de dar una descripción totalmente detallada de los hechos, sino también porque la historiografía (como ciencia) no es de escribir crónicas (cfr. Capítulo XXIII). Las exigencias formuladas en la segunda explicación son demasiado limitadas; pueden ser consideradas suficientes por los que apoyan la investigación de tipo erudito, que subraya la formulación del mayor número posible de afirmaciones rigurosamente establecidas como ciertas. La tercera explicación ha sido redactada en términos necesariamente muy generales. Como se puede ver fácilmente, incluye la exigencia de que la historiografía preste atención a la estructura y al movimiento de los sistemas, es decir, explique el desarrollo (y cumpla. Por tanto, el modelo dialéctico, ver capítulo IX). Una narración que se ocupe de los sistemas (que pueden ser de distintos tamaño) y de sus elementos tiene que tener en cuenta las fuerzas que ponen en movimiento el sistema y la posición de los diversos elementos de ese sistema. Esta exigencia, para ser satisfecha, necesita un conocimiento no basado en 40 Esto es sólo una sugerencia, que tiene que ser elaborada aparte. 41 El problema merece una investigación detallada; en realidad debe considerarse dentro de un contexto más amplio, el de los métodos de argumentación.

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Jerzy Topolski fuentes, más amplio y unos niveles más altos de dicho conocimiento, ya que sólo así pueden surgir cuadros verdaderos a partir de afirmaciones verdaderas. Esto conduce a una conclusión de algún modo paradójica: es posible que a medida que mejora el proceso cognoscitivo histórico, afirmaciones que se solían aceptar como verdaderas lleguen a ser rechazadas por falsas; del mismo modo, las descripciones históricas que se solían clasificar como verdaderas pueden –siguiendo el desarrollo de la ciencia histórica, que significa, sobre todo, el desarrollo del conocimiento no basado en fuentes– mostrarse como falsas en virtud del cambio de perspectiva temporal. También es posible admitir la veracidad simultánea de una serie de descripciones (narraciones) del mismo fragmento del pasado, suponiendo que dichas descripciones (narraciones) sean compatibles entre sí. En tal caso, todas esas descripciones, en conjunto, indican un paso hacia el alcance de la verdad, si satisfacen las condición de un acercamiento integral.Esto ocurre también con otras disciplinas. En resumen, podemos decir que el concepto de «estar de acuerdo con los hechos», aplicado a una narración histórica, no significa simplemente la etiqueta «como fue realmente» (lo cual es posible en el caso de afirmaciones aisladas), sino también una explicación de cómo deben interpretarse esos «hechos». En este punto vemos una relación entre las reflexiones en el campo de la metodología pragmática de la historia y la del campo de la metodología objetiva. La explicación de cómo hay que entender los «hechos» (en un estadio concreto de desarrollo de la ciencia) está en la esfera de la metodología objetiva. (Ver tercera parte.) Pero entonces, ¿cómo sabemos que una afirmación histórica concreta es verdadera o falsa o, en una terminología un poco diferente, que tiene significado? Nos ocupamos todavía del estudio del pasado, de modo que ¿cómo podemos demostrar –en el curso del estudio– que una afirmación dada está de acuerdo con los hechos (exigencia de la definición clásica de verdad) si todavía no conocemos los hechos? Por otro lado, si conociéramos esos hechos, no tendríamos que estudiarlos. Las reglas para averiguar directa o indirectamente el valor lógico de las afirmaciones se llaman también criterios, es decir, métodos para distinguir las afirmaciones verdaderas de las falsas, se han desarrollado en el curso de la investigación científica y son totalmente aplicables a la investigación histórica, también. De ellas no nos interesan aquí las reglas semánticas (como las tablas de verdad) que muestran cómo el valor verdad de las afirmaciones compuestas depende del valor verdad de las afirmaciones simples que las componen. Fuera de las reglas que nos interesan aquí, la mayor importancia se debe atribuir al criterio de la práctica, ya que éste es el único criterio que nos permite averiguar cuál es la relación entre una afirmación sobre un hecho y el propio hecho. Podemos llamarlo, por tanto, criterio semántico. Todos los demás criterios son o sintácticos o pragmáticos; los primeros se refieren a las mismas afirmaciones o a las relaciones entre ellas, mientras que los últimos describen la relación entre las afirmaciones y los que las hacen, y en última instancia deben ser confirmadas por el criterio de la práctica. El criterio de la práctica, que es la única prueba directa de la verdad, ya que llaga más allá de las afirmaciones y establece un «contacto» directo con los hechos, puede entenderse como general, que con el conocimiento de la eficacia de las acciones humanas nos permite averiguar la verdad de las afirmaciones sobre los hechos, y como algo técnico, para ser usado en la práctica investigadora cotidiana. El criterio general de práctica es el fundamental en todas las disciplinas. El hombre va transformando gradualmente el mundo, utilizando igualmente los logros de las disciplinas sociales y los de las naturales, y su éxito en la transformación del mundo significa que confía en un conocimiento que es básicamente verdadero y que ha sido adquirido en el curso del proceso cognoscitivo (tanto en el área de la ciencia natural como de la ciencia social). No podemos imaginar el violento desarrollo de la tecnología de hoy en día sin la existencia de una sociedad organizada que base sus acciones en el conocimiento de los hechos sociales y que recuerde sus acciones en el pasado. El papel de la historia en dichas transformaciones es excepcionalmente grande: coopera con otras disciplinas sociales en el proceso de adquirir el conocimiento de la sociedad y de averiguar las regularidades, y más aún, sirve de memoria social. Imaginemos por un momento que el mundo, tal como lo conocemos, ha existido desde sólo hace cinco minutos, de modo que ni tiene historia propia ni los historiadores nos pueden contar nada sobre el pasado. Las mentes humanas se volverían huecas. Todos los conceptos formados a través de los tiempos perderían su significado; no habría bases para ninguna acción excepto las actividades diarias vitales para la existencia humana., etcétera. Si lo analizamos más veríamos el cuadro apocalíptico de un mundo estancado. Por tanto, el hecho de que el mundo no sea como esa visión es un criterio, entre otros, a favor de la verdad del conocimiento histórico.

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La naturaleza del conocimiento histórico Pero nos encontramos con un criterio muy general que no puede considerarse absoluto. Hay que recordar que Lenín escribió: «(...) el criterio práctico no puede nunca confirmar ni rechazar ninguna idea humana, completamente, en la naturaleza de las cosas. Este criterio es lo suficientemente “indefinido como para no permitir que el conocimiento humano sea “absoluto”»42 . En las actividades investigadoras cotidianas (esto ocurre con la historia y con otras disciplinas) usamos el criterio no profesional de la práctica de forma casi universal; nos permite averiguar (aunque no absoluta y definitivamente) si una afirmación dada es verdadera o falsa. Ese criterio se identifica con la llamada capacidad empírica, o de observación, de las afirmaciones, para recibir decisiones, aunque tenemos que advertir que el criterio en cuestión es relativo. En ese sentido podemos anotar lo que escribió Engels, que «desde el momento en que dirigimos estos objetos para nuestro propio uso, según las cualidades que percibimos en ellos, ponemos a prueba, una práctica infalible, la corrección o no de nuestra percepción sensorial»43 . El criterio técnico es, por supuesto, el más ampliamente usado en las disciplinas experimentales, pero resulta que también se encuentra a menudo en otras ciencias, incluida la historia. El historiador los usa (la mayoría de las veces, junto con otros criterios) cuando hay una posibilidad de conocimiento directo o, en otras palabras, de decidir empíricamente sobre las afirmaciones que se refieren a él. Dicho objeto, incluso, con un cambio en la extensión del concepto de observable (por ejemplo, un cambio así tuvo lugar con la llegada del microscopio electrónico), puede mostrar posibilidades, hasta el momento ocultas, de decidir el acuerdo entre las afirmaciones y los hechos. Así, por ejemplo, la afirmación «este documento fue hecho en 1624» puede estar sujeta al criterio profesional de práctica (criterio de decisión empírica) si examinamos el documento y comprobamos la fecha, el papel sobre el que está manuscrito o impreso, el tipo de escritura o de imprenta, etcétera. Del mismo modo, la afirmación « la Constitución Polaca de 1791 sólo incluye un artículo sobre los campesinos» puede confirmarse como cierta si leemos le texto de esa Constitución. Una vista a un museo nos permite determinar el valor verdad de muchas afirmaciones sobre la civilización material. Como sabemos los defensores del empirismo lógico (llamado también comprobacionismo) se limitan a ese criterio y por tanto, consideran falta de significado todas las afirmaciones que no están sujetas a una comprobación empírica positiva, o cual, se ha demostrado, ha resultado fatal para el desarrollo de la ciencia. Ha resultado que si hay que resolver problemas difíciles, la ciencia no puede entrar en la camisa de fuerza de la observación y de la comprobación empírica en cada caso. Es especialmente importante subrayar este punto en la investigación histórica, para la cual supuso un grave peligro la opinión empirista. Los métodos indirecto de averiguar la verdad (o falsedad) de las afirmaciones, métodos que juegan un papel fundamental, se pueden definir de un modo general como una sustentación de las afirmaciones a base de confrontarlas mutuamente; en otras palabras, las afirmaciones formuladas recientemente se confrontan con el cuerpo de conocimientos (la serie de afirmaciones ya aceptadas) de que disponemos con anterioridad. Las afirmaciones formuladas recientemente pueden deducirse de las ya aceptadas o pueden ser reconocidas en vista de otras afirmaciones aceptadas, en conformidad con un procedimiento científico. De este modo, las afirmaciones apoyadas así pueden ser aceptadas al principio por un sólo científico y más tarde por un grupo o la totalidad de los estudiosos. En la investigación histórica se ha desarrollado un procedimiento bastante complicado de apoyar las afirmaciones (un procedimiento estrechamente unido al de formular afirmaciones), que discutiremos en detalle más adelante. Incluye el examen de la autenticidad y la fiabilidad de las fuente, una gama de métodos directos e indirectos de encontrar hechos y una explicación causal, acompañada constantemente por el conocimiento no basado en fuentes. Por el momento, limitémonos a averiguar qué etiquetas hay que poner a aquellas afirmaciones que en la investigación histórica demuestran ser ciertas solo de modo indirecto. Para hacerlo, tenemos que analizar el concepto de probabilidad tal como se ha interpretado la historia.

42 V. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Moscú, 1947, pág. 142. 43 F. Engels, prefacio de la edición inglesa de «Socialism : Utopian and Scientific», ed. cit.

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Jerzy Topolski 7. El concepto de probabilidad en la investigación histórica El término probabilidad, que es materia de vivas discusiones, tiene varios significados, cada uno de ellos interpretado de diferentes maneras44 . La clarificación fundamental es la que se distingue entre posibilidad aplicada a las afirmaciones y la probabilidad aplicada a los sucesos. En el primer caso nos encontramos con la probabilidad lógica (en la terminología de R. Carnap: probabilidad), que establece (en la interpretación que adoptamos aquí) con qué grado de certeza (o sea, certeza racional, en la terminología de J. M. Keynes, o certeza epistemológica, en la terminología de B. Russell) puede aceptar una persona la afirmación A si ha aceptado la B; o nos encontramos con la probabilidad psicológica, que indica el grado de certeza con el que una persona acepta realmente una afirmación dada (posiblemente, sin relacionarla con el cuerpo de conocimientos que tiene). La probabilidad lógica puede coincidir con la psicológica, pero la mayoría de las veces las afirmaciones probables (no sólo las que hacen los historiadores) muestran un refuerzo de la primera probabilidad por la segunda. La probabilidad de un suceso de una clase determinada de suceso es igual al cociente del número de sucesos favorables por el número de todos los hechos de esa clase posibles. Si n representa el numero de hechos favorables de tipo A (por ejemplo, sacar un as de un montón de cartas) y N el número de hechos posibles (por ejemplo, el número de cartas que se pueden sacar del montón), entonces la probabilidad de A es representada por la fórmula:

n P(A) =––––– N La medida de la probabilidad dada por esta fórmula esta en el intervalo cerrado 0,1 (el modificador «cerrado» significa aquí que la medida puede tener también cualquiera de los valores límites 0 y 1), lo cual significa que el valor 1 de A indica certeza (es decir, la certeza de que A tendrá lugar). La probabilidad de sacar un as de un montón de 52 cartas, por tanto, sería: 4 P(A) =–––– 52 Esta es la llamada definición clásica de probabilidad. Sin embargo hay otra definición de probabilidad de los sucesos que se llama definición estadística o de frecuencia de probabilidad. En este último caso no se hace referencia al concepto de suceso favorable y suceso posible, ya que no son conocidos en principio. En tal vaso, la probabilidad de un suceso A sólo se puede fijar experimentalmente (por ejemplo, por pruebas múltiples). La probabilidad de frecuencia, por tanto, es base de la frecuencia relativa de la aparición de un suceso W entre un número grande de otros sucesos. Puesto que, según la opinión predominante entre los expertos, la probabilidad de frecuencia se refiere solamente a los sucesos que aparecen a gran escala, o sea, que pueden estar sujetos a operaciones estadísticas, algunos expertos (por ejemplo, R. Von Mises) –en concreto, los que aseguran que la investigación histórica se ocupa sólo de los hechos aislados– restringen la probabilidad de frecuencia a la ciencia natural (y la matemáticas). Esto revela una asimetría claramente marcada en la clasificación de los tipos de probabilidad: la probabilidad lógica y psicológica son aplicables a 44 Hasta ahora, el concepto de probabilidad en la investigación histórica ha sido tratado muy ampliamente por J. Giedymin, Problemy logiczne analezy historycznej, págs. 26–38. Entre las obras generales (excepto las matemáticas), las más importantes son : J. M. Keynes, A. Treatise an Probability, Londres 1948; R. Carnap, The Two Concepts of Probability, Readings in Philosophical Analysis, Nueva York , 1949, y Logical Foundations of Probability, Londres, 1951; H. Reichenbach, Theory of Probability, Berkeley, 1949; R. Von Mises, Probability, Statisties and Truth, 2ª ed., Londres, 1956; E. Borel, Probabilité et certitude, París, 1961; M. R. Cohen, Reason and Nature, Londres 1964, págs. 125–135. Entre las obras de autores polacos están K. Ajdukiewicz, Lógica Pragmática, ed. cit., págs. 120–130, y J. Los, «Semantvczne reprezentacje prawdopobienstwa wvrazen w teoriach sformarizowanych» (Representaciones semánticas de la probabilidad de las fórmulas en la teorías formalizadas), Rozprawy logiczne, págs. 91–102. Los hace una distinción entre la probabilidad de la ocurrencia de un nuevo causal y la probabilidad de existencia de ese nexo. Esta última no es –cuando se trata de la posesión de una determina propiedad, por ejemplo, que A es una causa de B– una probabilidad en el estricto sentido del término (lo cual permitiría las nuestras). El problema de la probabilidad es predominante, como es sabio, en H. Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy, Berkeley, 1951.

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La naturaleza del conocimiento histórico las afirmaciones sobre todos los sucesos y, por tanto, indirectamente, a todos los sucesos, mientras que la probabilidad estadística (empírica) sólo es aplicable a los sucesos que aparecen a gran escala. El comportamiento lingüístico característico de los historiadores, que en este caso se ajusta al uso cotidiano, muestra la laguna que consiste en la falta de un concepto de probabilidad que se pueda aplicar a los hechos aislados. Pero, como se verá después, ese concepto de probabilidad que se aplica a afirmaciones singulares y que es tan común a la investigación histórica está también sujeto a la interpretación de frecuencia. Los historiadores han venido usando todos los conceptos de probabilidad mencionados más arriba; todos esos conceptos, además, parecen revalidarse en la investigación histórica. Pero ahora, al analizar los métodos de averiguar los valores lógicos de las afirmaciones, nos ocuparemos principalmente de la probabilidad lógica en relación con las afirmaciones y no con los hechos. También se intentará demostrar que la probabilidad lógica está estrechamente relacionada con la probabilidad empírica. En la ciencia hay dos interpretaciones diferentes de la probabilidad lógica. Una de estas (usada, por ejemplo, por H. Richenbach) afirma que la probabilidad lógica es una categoría semántica (concepto semántico), como la verdad y, por tanto, que es la medida (grado) de verdad de las afirmaciones, es decir, la medida de su aproximación a los hechos. En este sentido, los conceptos falsedad–probabilidad–verdad forman una sola secuencia. Por eso, la certeza de la validez de una afirmación A la luz de otras afirmaciones, es decir, un cuerpo de conocimientos concreto, o sea, la certeza de su veracidad, se identifica con la verdad. Esta confusión de conceptos se evita en la otra interpretación (J. M. Keynes, B. Russell, R. Carnap, J. Nicod, K. Ajdukiewicz), que considera la probabilidad lógica no como un grado de verdad (de una afirmación), sino como un grado de la certeza racional de la verdad (sustentación inductiva) de una afirmación dada. En esta interpretación, el eje falsedad–verdad es distinto del eje de los varios grados de probabilidad. Por tanto, la aceptación de una afirmación como cierta no tiene porqué dar lugar automáticamente a la etiquetación como verdadera. Como se deduce de la definición de probabilidad lógica, dada en el primer párrafo de esta parte, este autor considera la segunda interpretación más ajustada. La cuestión será tratada más tarde. Las dos interpretaciones dicen que un grado definido de la probabilidad de una afirmación dependen del grado de su sustentación, con la condición de que en el caso de la primera interpretación inmediatamente vamos a demostrar el grado correspondiente de verdad de esa afirmación, mientras que en el último caso sólo llegamos al grado correspondiente de certeza de su veracidad. De cualquier modo, se puede decir que, al margen de su interpretación, el concepto de probabilidad lógica está relacionado con la demostración indirecta de la verdad de las afirmaciones y es, así, una medida del éxito de esa demostración. Pero si aceptamos la segunda interpretación, ¿estamos entonces condenados a llamar siempre sólo ciertas a afirmaciones sustentadas hasta algún grado, el mismo grado para su veracidad, y aguardar la etiqueta de verdad sólo para las afirmaciones que han sido directamente confrontadas con los hechos? En otras palabras, ¿no hay posibilidad de pasar del nivel puramente pragmático (y sintáctico) al semántico, que considera las relaciones entre las afirmaciones y los hechos? En opinión de este autor, esa posibilidad existe, y su consideración nos permite evitar los intentos de hacer a la ciencia en general, y a la historia en particular, más «exacta» por medio de la eliminación del concepto de verdad en favor del de probabilidad, cosa que han sugerido algunos defensores de la primera interpretación. La segunda interpretación no advierte esa posibilidad, y subraya la naturaleza analítica de las afirmaciones probables (lo cual significa que dichas afirmaciones, se suponen, no se refieren a los hechos). Hay dos argumentos para no hacer distinciones, por parte de los historiadores, entre las afirmaciones cuya verdad está demostrada directamente y aquellas cuya verdad está demostrada indirectamente, es decir, para llamar verdaderas a aquellas afirmaciones que son ciertas respecto a su verdad. El primero de estos dos argumentos señala la estrecha relación entre los comentarios probabilistas sobre las afirmaciones, por un lado, y los hechos a los que se refieren las afirmaciones, por otro; es decir, la relación entre la probabilidad lógica y la probabilidad empírica. Consideremos las siguientes afirmaciones, que hasta el momento no hemos conseguido apoyar con datos sacados de fuentes: «Zyndram de Maszkowice no era el jefe polaco de la Batalla de Grunwald» (la batalla, en 1410, en la que los polacos vencieron a los Caballeros Teutónicos; también llamada Batalla de Tanenberg). Esta afirmación tiene su grado de certeza de ser verdadera, es decir, su probabilidad lógica. Su aceptación se basa en su confrontación con otras afirmaciones, tales como: «En la Edad Media, la gente de baja condición y pequeña fortuna no solía ejercer el 131

Jerzy Topolski mando de sus superiores sociales», «Zyndram de Maszkowicw era de condición relativamente baja», «No fue recompensado después de la batalla», «los jefes solían ser recompensados después de las batallas victoriosas», etcétera. La hipótesis mencionada más arriba sobre Zyndram de Maszkowice se deduce de estas afirmaciones con alguna probabilidad (el ejemplo que consideramos será analizado de nuevo con más detalle, pero en otro contexto). Pero el teorema sobre la probabilidad lógica de una afirmación no se basa sólo en una confrontación tal de afirmaciones, una probabilidad p. Esta confrontación no sería posible sin ciertos hechos que hacen improbable que un hombre de baja condición fuera, en la Edad Media, un jefe de sus superiores sociales. Esta estructura de hechos es la base de nuestra posibilidad de encontrar argumentos a su favor: los hechos proporcionan argumentos en favor de sí mismos. La afirmación «La Batalla de Crézy fue ganada por gnomos» no tiene un testimonio aceptable de su veracidad, simplemente porque es incompatible con (la estructura de) los hechos. A veces formulamos una hipótesis sin ningún apoyo especial (posible de algún otro modo, pero sin fuertes argumentos en su favor sacados de las fuentes) y la consideramos aceptable; más aún, no provocamos protestas de otros investigadores. A simple vista, la estructura comúnmente conocida de los hechos relacionados hace que esa hipótesis sea bastante probable. Por tanto, estamos convencidos de que hay un gran grado de probabilidad de que sea verdadera, es decir, formulamos una afirmación con una probabilidad psicológica correspondiente. La discrepancia entre la probabilidad lógica y la psicológica se debe en este caso a la falta de una serie adecuada de afirmaciones necesarias para una confrontación con la hipótesis. Se puede decir en general que toda afirmación que tiene su probabilidad lógica (o psicológica) puede tener su equivalente (modelo) en una probabilidad empírica, lo cual, evidentemente, no significa que en cada caso nuestra averiguación de la probabilidad lógica corresponda a la probabilidad desconocida de los sucesos. En otras palabras, la probabilidad se puede expresar en lenguaje objeto y en metalenguaje. La afirmación: «Los argumentos aducidos por el autor apoyan, con una gran probabilidad, la formación de que Zyndram de Maszkowice no fue el jefe en la Batalla de Grunwald», se refiere a la probabilidad (grado de certeza de la verdad) de una afirmación dada, y no a los hechos. Por tanto, es una meta–afirmación. Su equivalente en lenguaje objeto es: «Es altamente probable que Zindram de Maszkowice no fuera el jefe en la Batalla de Gunwald», o «No es probable (es improbable) que Zindram de Maszkowice fuera el jefe en la Batalla de Grunwald». También se puede decir que su equivalente empírico es «Zindram de Maszokowice fue el jefe de la Batalla de Grunwald con una probabilidad p», ya que sólo hay dos posibilidades: o fue el jefe (p=1) o no lo fue (p=0); pero esto confirma la diferencia entre el grado real de probabilidad, que no conocemos, y el grado de probabilidad que atribuimos a la afirmación en cuestión. Esta diferencia es la medida de nuestra ignorancia. La relación entre la probabilidad que se refiere a las afirmaciones y la que se refiere a los hechos se puede ver claramente en la definición de probabilidad estadística, transformada por K. Ajdukiewicz para relacionarla con la probabilidad de las afirmaciones: «La probabilidad de una afirmación que dice que un objeto es A, en relación con una afirmación que dice que ese objeto es B, equivale a la frecuencia relativa de objetos A entre objetos B »45 . En muchos casos, esa afirmación permitiría computar la probabilidad de las afirmaciones. El concepto de probabilidad lógica, que se refiere a varios hechos históricos (y la mismo tiempo a las afirmaciones sobre los hechos), se puede interpretar en términos de frecuencia, lo cual, por supuesto, no significa que la frecuencia relativa de la aparición de los objetos (o las afirmaciones) A en la clase de objetos (o afirmaciones) B puede establecerse en cada caso. Los historiadores siguen esta interpretación intuitiva usando a menudo formulaciones como «improbable», y «muy probable», «casi cierto», etcétera, que J. Giedymin llama cuasi–métricas. Podríamos exigir una mayor precisión en estas formula-ciones, a alguna de las cuales se podría dar una interpretación numérica. Nuestra aseveración de que la probabilidad de los sucesos aislados se puede interpretar en términos de frecuencia se basa en el hecho de que, como J. Giedymin apuntó correctamente, un historiador está en situación de establecer la probabilidad de un suceso sólo si se puede referir a una afirmación general sobre una clase de sucesos, en la que se incluiría el suceso en cuestión. Hemos dicho que era imposible que Zyndram de Maszkowice fuera el jefe en la Batalla de Grunwald porque si hubiera ejercido el mando esto diferiría de nuestro conocimiento sobre la Edad Media. Esta confrontación es, como podemos ver fácilmente, algo basado en las consideraciones de frecuencia: no nos referimos más que a la frecuencia relativa de que lo jefes de las grandes batallas de la Edad Media fueran gente de baja 45 K. Ajdukiewicz, Lógica Pragmática, ed. cit. Pág. 124.

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La naturaleza del conocimiento histórico condición y pequeña fortuna, frecuencia que es pequeña, ya que la frecuencia relativa de los jefes recompensados en la clase de los jefes de las batallas victoriosas es grande. Etcétera. La interpretación de la veracidad de una afirmación sobre un hechos (en nuestro caso sobre Zyndram de Maszkowice) en términos de frecuencia se basa en la interpretación de la frecuencia de los sucesos mencionada más arriba. Es esta última la que, como si dijéramos, cede su grado de probabilidad a la primera. Una afirmación sobre un hecho sólo es probable en la medida en que lo sea el hecho al que se refiere. Las afirmaciones bien sustentadas sólo se pueden referir a hechos que ocurrieron o no. El hecho improbable de que un jefe medieval en una batalla importante fuera un hombre de baja condición y pequeña fortuna mandó a sus superiores sociales en una importante batalla medieval. Por tanto, la deducción, a partir del hecho de que una persona era de baja condición, de que él no fue el jefe en una batalla importante, produciría unas conclusiones con bastante probabilidad de ser verdaderas. La posibilidad de sustentación de una afirmación determinada por los hechos no significa sustentación real. El grado de una sustentación real (o sea, de la probabilidad de una afirmación) depende de nuestro conocimiento, con el que confrontamos ese hecho. Esto se puede referir a lo que sabemos sobre el informante (su fiabilidad), sobre la fuente implicada (su autenticidad), y al conocimiento general histórico, psicológico, sociológico, etcétera. Podemos imaginar así una afirmación verdadera cuyo grado apoyo (certeza de sus veracidad) es muy pequeño. A medida que nuestro conocimiento amplía esa afirmación, puede cambiar, en ciertas circunstancias, y estar mejor sustentada. La referencia a nuestro conocimiento consiste en buscar el apoyo determinado de los hechos; esta referencia, como hemos dicho, está basada en la frecuencia. Pero una referencia a una fuente o a un informante se puede interpretar en términos de frecuencia, también. En este caso, nos interesa la frecuencia con la que procede información verdadera de una fuente concreta (o de un tipo concreto de fuentes) o de un informante concreto, en relación con el total de unidades de información implicadas. El segundo argumento que justifica la práctica de aceptar que afirmaciones que son ciertas sean verdaderas consiste en la referencia al criterio no profesional de la práctica. Como hemos señalado antes, este criterio nos demuestra que adquirimos el conocimiento verdadero de forma gradual; esto da valor al criterio profesional de práctica y a nuestras formas de demostrar indirectamente la verdad de las afirmaciones. Garantiza que si aceptamos una afirmación que es (racionalmente) cierta como verdadera no cometemos ningún error prácticamente importante. Como hemos dicho, esto concuerda con la práctica observado por los historiadores. ¿Qué afirmaciones, entonces, son las que los historiadores aceptan como probables, si la que son ciertas las aceptan como verdaderas? Aquí nos interesan las formulaciones positivas (y no las comparativas) en las que aparece el concepto de probabilidad, y por tanto, no las afirmaciones como: una afirmación A es más probable que una afirmación B; sino afirmaciones del tipo: es probable una afirmación A (según nuestro conocimiento basado y no basado en fuentes). Podemos incluir en la clase de afirmaciones probables aquellas que dudamos sin llamar ciertas o verdaderas, pero que de ningún modo podemos aceptar como suficientemente sustentadas (ésta también es práctica seguida por los historiadores). Esto se refiere a las afirmaciones sobre el pasado que están basadas en datos indirectos exhaustivos y más o menos numerosos, afirmaciones que se ocupan del establecimiento de los hechos, y afirmaciones hipotéticas sobre el pasado, que se ocupan de las leyes y relaciones causales, peor no a las afirmaciones sobre el pasado que están bien establecidas y basadas en datos directos sobre los hechos a los que se refieren. Así, por ejemplo, ningún historiador dirá que es simplemente probable la afirmación de que la Bastilla fue destruida el 14 de julio de 1789, o de que la Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de setiembre de 1939, o que La Eneida fue escrita por Virgilio, o que Guillermo el Conquistador ganó la Batalla de Hastings. En esos casos los hechos a los que se refieren las afirmaciones han sido establecidos basándose en datos de fuentes suficientes y directas, es decir, datos que trasmiten información directa sobre esos hechos. El historiador, entonces, acepta esas afirmaciones como ciertas, y las incluye en el cuerpo de las (relativamente) verdaderas. Este es el estado de la enorme mayoría de las afirmaciones históricas, o sea, las que forman una base inductiva, observacional o empírica sui generis de las consideraciones históricas en general. Por el contrario, como no hay pruebas directas de que Martin Bormann muriera en Berlín en 1945, el historiador llega a la conclusión de que ésa u otra hipótesis sobre el asunto puede ser, como mucho, probable. Sin embargo, no hay que olvidar que si basamos las afirmaciones sobre el pasado en datos directos, tenemos que establecer la autenticidad de la fuente en cuestión y la fiabilidad de la información, antes de preceder a extraer de esa fuente los

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Jerzy Topolski datos directos sobre los hechos que nos interesan. Si dicha autenticidad o fiabilidad se puede establecer sólo con una probabilidad menor de 1, la etiqueta de probabilidad vale también para la afirmación basada en los datos contenidos en esta fuente cuya autenticidad o fiabilidad no es bastante cierta. Puesto que la fiabilidad de los datos basados en fuentes se establece, a menudo, por la inferencia de probabilidad (cfr. capítulo XIX), algunas afirmaciones, a pesar de estar basadas en datos directos, pueden tener un margen de incertidumbre. En la práctica, sin embargo, si un historiador acepta determinados datos directos de acuerdo con las reglas del procedimiento científico en la investigación histórica (o sea, de acuerdo con las reglas adecuadas de la crítica de fuentes), el conocimiento que obtenga de ese modo estará lo suficientemente apoyado como para ser considerado como cierto. Por otro lado, el concepto de probabilidad es totalmente aplicable a las afirmaciones basadas en datos indirectos derivados de las fuentes y a los datos no basados en fuentes que se refieren tanto al establecimiento de los hechos como a las explicaciones causales. Solemos llegar a dichas afirmaciones a través de la inferencia de probabilidad, que no es fiable; esto significa que las conclusiones pueden no ser consideradas como ciertas. Los historiadores llaman a esas conclusiones de varias maneras; muchas veces no dudan en llamarlas ciertas, más que ciertas, indudables, irrefutables, correctas, verdaderas, etcétera. Es bien sabido que unas partes en disputa, exitadas por la controversia, definen construcciones muy frágiles como ciertas. Hay que anotar además que incluso la mayor certeza es sólo relativa, ya que se basa en nuestro conocimiento, que puede cambiar con el paso del tiempo. El concepto de probabilidad lógica (interpretado como el grado de certeza de veracidad) se puede aplicar a las afirmaciones aisladas y a las narraciones históricas más largas. Si decimos que la descripción de la Batalla de Grunwald hecha por historiador N es probable, queremos decir que su descripción está debidamente sustentada, a la luz del conocimiento que tenemos, o, en otras palabras, que el equivalente objetivo de esa afirmación probable, formulada en metalenguaje («Es probable que la Batalla de Grunwald siguiera el curso ofrecido por el historiador N») no difiere mucho de esa afirmación, o más bien que la afirmación no difiere mucho de su equivalente objetivo (modelo). La probabilidad de una narración histórica se puede interpretar como la suma de las de los sucesos individuales que se combinan para formar aparte del suceso compuesto abarcado por la narración. Sin embargo, el problema es más complejo, teniendo en cuenta las cuestiones que hemos tratado en relación con la verdad de la narración, y sería más seguro considerarlo una cuestión abierta. Como se deduce de esto, el concepto de probabilidad lógica es muy útil para caracterizar los efectos del proceso cognoscitivo en la investigación histórica (y una investigación en general). Permite caracterizar las afirmaciones que consideramos verdaderas con un grado específico de certeza (que establece la confrontación de esas afirmaciones con el conocimiento que tenemos). En otras palabras, la probabilidad lógica nos informa sobre el grado de sustentación de unas afirmaciones concretas, y sirve de base para su aceptación o rechazo. Nos permite también hacer una distinción entre las afirmaciones (relativamente) verdaderas (es decir, las confrontadas con los hechos) y aquellas sobre las que tenemos una certeza racional (es decir, las confrontaciones con nuestro cuerpo de conocimientos). Pero, como hemos mencionado más arriba, la probabilidad lógica puede, en cierto modo, traducirse a probabilidad empírica, y al mismo tiempo, al combinarse con la probabilidad de los hechos aislados (por lo menos en un gran número de casos que son importantes en la investigación histórica), pueden interpretarse en términos de probabilidad de frecuencia. Como también hemos dicho, nos interesa mucho más el concepto de probabilidad empírica. En su versión estadística no es usado explícitamente por los historiadores muy a menudo, excepto en aquellos casos en que les interesa la estadística histórica (especialmente la demográfica). Y tiene que considerar la probabilidad de que una persona alcanzara una cierta edad en una época determinada. Pero parece que, aunque la investigación histórica consiste sobre todo en postnogsis, y no en prognosis, más estudios sobre la probabilidad de aparición de ciertos sucesos en el pasado podrían ampliar de forma interesante el campo de la descripción y de la explicación histórica46 . Por otro lado, los historiadores usan con bastante frecuencia el concepto de probabilidad empírica en relación con los sucesos aislados, especialmente cuando adelantan sugerencias sobre la existencia de ciertos sucesos en el pasado. En tales casos, si el lenguaje no se distingue del metalenguaje,

46 M. Bloch los expresa así: «L´historien qui s’interroge sur la probabilité d?un événement écoulé, que tente–t–il, en effet, sinon de se transporter par un mouvement hardi de l’espirit, avant cet événement même pou en jeger les chances, telles qu’elles se présentaient à la veille de son accomplissement? La probabilité reste donc bien dans l’avenir». (Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, edición citada, pág. 60.)

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La naturaleza del conocimiento histórico dichas sugerencias significan también afirmaciones sobre la probabilidad lógica. En las obras históricas podemos encontrar muchas veces afirmaciones como: «Es probable que Julio César visitara Bretaña», «Es improbable que Mieszko I (primer gobernante de Polonia) quedara satisfecho con sus conquistas y se retirara sin ocupar el área del estuario del Oder es muy pequeña». «No hay una probabilidad importante en la afirmación de que las cosechas de cereales en Polonia en la primera mitad del siglo XVII fueran tan pobres». Esto señala una vez más, el hecho de que el concepto de probabilidad lógica y el de probabilidad de los hechos individuales son muy usados en la historia, y señala por tanto la necesidad de un análisis posterior de estas interpretaciones de las probabilidades, tan usadas en las humanidades.

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en Metodología de la historia, Capítulo XIV, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de la investigación histórica 1. El problema de las decisiones Hasta ahora nos hemos ocupado sobre todo del proceso cognoscitivo histórico, y ahora nos concentraremos cada vez más sobre el concepto de investigación histórica, lo cual no quiere decir que esta última se oponga al primero. La cuestión es que cuando hablamos de proceso cognoscitivo histórico tratamos problemas más generales, que, por su misma naturaleza, sirven para cualquier tipo de conocimiento humano, mientras que el examen de la investigación histórica nos acerca a los problemas prácticos, o incluso puramente técnicos, a los que se tiene que enfrentar un historiador cuando se dispone a contestar una pregunta que ha planteado él mismo o que le han planteado otros. Esta pregunta se podría llamar una pregunta de investigación, no sólo porque debe distinguirse de las preguntas de diagnóstico (entre las que se incluyen, por ejemplo, las preguntas de examen), sino, principalmente, porque exige una respuesta que debe ir precedida de una investigación conducida según unas reglas obligatorias en el mundo de los historiadores. Esto exige, sobre todo, una reconstrucción general del proceso que podría simbolizarse de este modo: «pregunta respuesta», y por tanto, una explicación de los conceptos de pregunta y respuesta. Una decisión hecha en condiciones específicas es el punto de partida de toda acción humana. Lo mismo ocurre con los procedimientos usados en la ciencia, quizás teniendo en cuenta que en los procedimientos científicos nos solemos dar mucha más cuenta de que hacemos constantemente decisiones que en la vida diaria, en la que normalmente no advertimos que en cada paso elegimos uno de los muchos caminos de acción posibles. La metodología de las ciencias puede conformarse —y lo hace, en su versión puramente descriptiva— con una simple descripción de las operaciones de investigación ejecutadas por las científicos, sin considerar la eficacia de las decisiones que hacen, o, para usar el lenguaje de la teoría del juego, la eficacia de las estrategias que eligen1. Pero también puede ir más allá, y eso hace en su versión normativa: al aceptar que la investigación científica es una variedad de la acción racional en general (es decir, una acción orientada hacia un objetivo), puede intentar averiguar las reglas latentes por las que se rigen los científicos en su lucha por lograr sus objetivos epistemológicos, y, ocasionalmente, definir una estrategia óptima para una acción concreta. Se podría decir que en el primer caso el metodologista se queda en el nivel descriptivo, y es como si fuera un ideógrafo de la metodología científica. En el último, utiliza los resultados de las descripciones, pretendiendo explicar los procesos cognoscitivos en la ciencia, es decir, contestar a la pregunta ¿por qué un investigador (por ejemplo, un historiador) toma unas decisiones y no otras? Al incluir el problema de la decisión en las consideraciones metodológicas pasa del nivel de la descripción al de la explicación y la apreciación. Haciendo esto, acerca el análisis metodológico al problema de las valoraciones. Si se toma una decisión para realizar una acción en relación con cierto objetivo (suponiendo una acción racional, o sea, orientada hacia un objetivo, lo cual abarca la actividad científica), se deduce que hay una decisión latente básica, relacionada con el sistema de valores del investigador (los axiones sobre los problemas filosóficos, sociales, políticos, etcétera, fundamentales, corrientes en esa época), que define ese objetivo. Así, la elección 1

Para los conceptos correspondientes, ver R. D. Luce y H. Raiffa, Games and Decisions, Nueva York, 1957

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Jerzy Topolski del terreno de investigación, enormemente condicionado por el sistema de valores del investigador, es el punto de partida de toda investigación. La decisión sobre la elección del terreno de investigación es el primer paso en el proceso de planteamiento de las preguntas (formulación de frases interrogativas), siendo esta última la acción esencial en la investigación histórica2, una acción que podría denominarse el conductor. Por tanto, la investigación científica se podría reconstruir como el proceso de planteamiento de las preguntas y de búsqueda de respuestas para ellas.

2. Conceptos básicos en la teoría de las preguntas y respuestas históricas En la investigación histórica, todas las preguntas que se plantea un historiador se pueden reducir a estos tres tipos fundamentales:

1)

¿Qué ocurrió? (preguntas factográficas);

2)

¿Por qué ocurrió? (preguntas explicativas);

3)

¿Qué leyes científicas se deducen del estudio del pasado? (preguntas teóricas).

Al contestar las preguntas del primer grupo, un historiador hace una descripción (narración), y al contestar las del segundo grupo ofrece una explicación. Sin embargo, el resultado de esta explicación también adopta la forma de una descripción. Desde el punto de vista formal, estos dos grupos de preguntas (distinguidos según las diversas tareas a las que hace frente un historiador) son preguntas abiertas, a las que, al contrario que en las preguntas cerradas, «ni podemos dar una lista exhaustiva (finita) de respuestas aceptables, ni podemos ofrecer un esquema o un método eficaz para construir dichas respuestas aceptables»3. En el caso de una pregunta cerrada, estamos en posición de dar una lista exhaustiva de respuestas o un esquema de respuestas, o incluso un método eficaz para construir respuestas a esa pregunta4. Un historiador que sigue el ideografismo (sea metodológico, objetivo, o ambos) se limita a estos dos grupos de preguntas (factografícas y explicativas), interpretando el segundo grupo de un modo específico5. Las preguntas del tercer grupo, estrechamente relacionadas con las del segundo grupo, también son abiertas. Pero, mientras que las respuestas a las de los dos primeros grupos adoptan la forma de narraciones históricas (es decir, referidas al tiempo y al espacio), en el caso del tercer grupo esperamos respuestas en forma de afirmaciones generales, es decir, de naturaleza teórica. Mientras que estas narraciones históricas se pueden componer de muchos modos, teóricamente, de infinitos modos, las formulaciones de las leyes (o sea, las respuestas a las preguntas teóricas), se espera que sean lo más precisas posibles. Sólo son abiertos los modelos más generales de preguntas (¿qué fue?, ¿por qué fue así?, ¿qué leyes se deducen de los resultados de la investigación?), para las que no se puede dar ni una lista completa de respuestas directas ni un esquema de respuestas directa. Dentro de este grupo, muchas veces, formulamos preguntas cerradas) que proporcionan un esquema de respuestas). Por ejemplo, al formular la pregunta abierta, 1) «¿Por qué se alzó Hitler con el poder en Alemania?», preguntemos, entre otras cosas: 1) «¿Qué grupos

2 El análisis de las preguntas y respuestas en los procedimientos de investigación es una de las ramas de la metodología más ampliamente tratada. Uno de sus pioneros fue K. Ajdukiewicz (Zdania pytajne [ Frases interrogativas], Varsovia, 1934, reeditada en Jezyk i poznamie, Varsovia, 1960), a partir del cual surgieron una serie de términos. Estudios especiales sobre el problema han sido elaborados por J. Giedymin (Problemy, zalozenie, rozstrzyg niecia, Poznan, 1964), cuyos resultados estamos utilizando en este libro. Lo mismo ocurre con J. Giedymin y J. Kmita, Wyklady z logiki formalnej, teorii komunikacji i metodologiinauk, Poznan, 1966, cap. IV. Ver también Z. Cackowski, Problemy i pseudo-preblemy, Varsovia, 1964, que es más filosófica que metodológica. Entre las obras en lengua inglesa, hay que hacer mención especial de D. Harrah, Communication: a Logical Model, Cambridge (Massachussetts), 1963. 3 J. Giedymin, Problemy (...), ed, cit., págs. 15-16. 4 Ibídem. 5 Esta cuestión será tratada más adelante.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... sociales apoyaron al NSDAP en 1933?». Las preguntas factográficas a las que contestamos por medio de una narración (por ejemplo, ¿cómo llegó a eso? ¿Cómo ocurrió?), las preguntas explicativas (¿por qué ocurrió?) y las preguntas sobre leyes son preguntas abiertas, y las preguntas factográficas que requieren una respuesta de una sola frase son cerradas. Junto a las preguntas abiertas y cerradas, la teoría de las preguntas distingue la segunda clasificación fundamental, o sea, entre preguntas de decisión y preguntas de complementación. En el primer caso, se toma una decisión entre dos respuestas (o entre un número finito de respuestas), que son mutuamente excluyentes, de modo que sólo una de ellas es cierta (preguntas con «hacer»). Las preguntas de múltiple decisión se pueden dividir (por el procedimiento binario) en series de binarias. Las preguntas de decisión se plantean cuando adelantamos una hipótesis (es decir, una suposición sobre la respuesta aceptable). Al contestar a dicha pregunta, elegimos entre (dos o más) respuestas rivales, una de las cuales es siempre una negación de la otra. He aquí un ejemplo de pregunta de decisión en la investigación histórica: 2) ¿Las granjas señoriales se desarrollan siempre que hay un buen mercado para los productos agrícolas y un sistema de estricta servidumbre de los campesinos? En esta caso, se formula una hipótesis; preguntamos si tiene un buen apoyo, y si se demuestra que es así, obtenemos una respuesta rápida para nuestra pregunta. Las preguntas de decisión con una estructura más compleja son de estos tipos: «¿Cuál de las afirmaciones z1, ..., z n es la única verdadera?» («¿ es z 1 , o z 2, o ..., o z n?»); «¿ Cuál —por lo menos una— de las afirmaciones z 1, ..., z n es cierta?»; «¿ cuáles de las afirmaciones z 1, ..., z n son exactamente todas las verdaderas ?» (A partir de ahora utilizaremos, respectivamente, los símbolos ?Du, ?Da, ?De). Así, podemos preguntar: 3) ¿Fue Suecia, o Rusia, o Polonia, la victoria en la Batalla de Poltava? (hay que indicar la única afirmación cierta); 4)¿Tomaron parte en la Guerra de los Treinta Años Polonia, Suecia, Alemania, Rusia? (hay que indicar por lo menos una afirmación cierta); 5) ¿En el siglo XVII, los campesinos polacos trabajaban como siervos, o pagaban rentas, o pagaban un tributo en especies, o estaban libres de obligaciones hacia su señor feudal ? (hay que indicar todas las afirmaciones que sean ciertas). Las preguntas complementarias (o preguntas con «quién»/ «qué»/ «cuál»), o «¿por / para qué...?», se plantean cuando no tenemos hipótesis sobre la respuesta; son esenciales cuando buscamos soluciones (se llaman también preguntas de búsqueda). La respuesta a tal pregunta consiste en hacer una elección de entre una serie de muchos (o infinitos) elementos. En la investigación histórica, esta categoría se puede representar por preguntas como: 6) «¿Cuáles fueron las causas de la Guerra de los Treinta Años?»; 7) «¿Quién fue el jefe de las tropas polacas en la Batalla de Grunwald?»; 8) «¿Cuándo terminó la superioridad comercial de Holanda sobre Inglaterra?»; 9) «¿Cuál era la estructura de la sociedad polaca antes del levantamiento de 1863?»; 10)«¿Cuál es la importancia del Manifiesto del Comité Polaco de Liberación Nacional ?»; 11) «¿Por qué era tan numerosa la clase media polaca?»; etcétera. Al buscar respuestas a las preguntas complementarias, podemos formular preguntas de decisión con la condición necesaria de que la serie de respuestas posibles sea finita y conocida. Por ejemplo, al contestar a la pregunta 7) podemos formular una serie de preguntas de decisión: 7)«¿Fue Zyndram de Maszkowice el jefe polaco en la Batalla de Grunwald?»; 7b)«¿Fue el rey Jagello el jefe polaco en la Batalla de Grunwald?»; etcétera. En el caso de la pregunta 9) podemos preguntar: 9ª) «¿Existía en esa época una “inteligencia”?»; 9b) «¿Eran más numerosos los campesinos arrendatarios que los siervos?»; etcétera. Por tanto, dividimos las preguntas de complementación en preguntas de decisión. Los tipos de preguntas complementarias son los siguientes: «¿qué afirmación, en una serie concreta de afirmaciones, es la única verdadera?»; «¿ qué afirmación —por lo menos una—, en una serie concreta, es cierta?»: «¿cuáles son todas las afirmaciones ciertas en una serie concreta?». Las preguntas de complemen-tación tienen parte de las preguntas factográficas , preguntas explicativas (preguntas de «por qué») y preguntas sobre las leyes. En la investigación histórica, son las preguntas abiertas y las preguntas de complementación las que juegan el papel fundamental (estas últimas suelen dividirse, en el proceso de investigación, en preguntas de complementación cerradas y preguntas de decisión; éstas son preguntas cerradas por su propia naturaleza,

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Jerzy Topolski mientras que las preguntas de complementa-ción pueden ser abiertas [cfr. preguntas 1), 6), 9), 10)], o cerradas [cfr. preguntas 7), 8)], a pesar de que no siempre se puede dibujar una línea de demarcación clara. Las respuestas a las preguntas de complemen-tación y decisión —analizadas a la luz de la teoría de la comunicación— se clasifican como directas e indirectas , y, desde otro punto de vista, como completas y parciales (formulación de J. Giedymin). Una respuesta directa a una pregunta de decisión viene implícita, en cierto modo, por la pregunta de «hacer». Si la pregunta está aislada, la respuesta es una aseveración afirmativa o negativa: por ejemplo, la respuesta directa a la pregunta 2) es «siempre ocurre que las granjas señoriales se desarrollan ...», o «no siempre ocurre que las granjas señoriales se desarrollan...». Si es una pregunta múltiple , la respuesta a una pregunta ?Du es el conjunto de las negaciones de todas las afirmaciones excepto una, mientras la respuesta a los dos restantes tipos de preguntas de decisión (preguntas ?Da, ?De) es, respectivamente, una afirmación implícita en una parte de la pregunta múltiple o un conjunto de estas afirmaciones. Esto ocurre porque en el primer caso tenemos que indicar la única afirmación cierta en una serie concreta de afirmaciones; en el segundo caso, al menos una afirmación verdadera, y en el tercero, todas las afirmaciones verdaderas. Mientras que en el caso de las preguntas de decisión señalamos una respuesta directa específica, en el caso de las preguntas de complementación sólo podemos dar un esquema de la respuesta (datum quoestionis), que incluirá lo desconocido de la pregunta (una variable). El esquema de la respuesta a la pregunta 1) es; «En 1933, el NSDAP obtuvo el apoyo de los partidos x1, ..., x n». Al buscar una respuesta para una pregunta de complementación, intentamos definir el alcance de lo desconocido, y después lo reducimos gradualmente. Una respuesta indirecta es una respuesta indirecta completa o una respuesta parcial. Si la pregunta es: «¿Quién mató al Presidente Kennedy?», entonces, una respuesta indirecta completa puede ser: «El Presidente Kennedy fue muerto por una persona que era un tirador». Como puede verse, esto nos acerca a una respuesta directa. Una respuesta parcial es la que se deduce lógicamente (quizás en unión de una afirmación aceptada) de una respuesta directa. Reduce, por tanto, el campó de lo desconocido de la respuesta. Por ejemplo, la afirmación: «El documento se realizó en el 1127 d. C.», es una respuesta directa a la pregunta sobre la fecha de cierto documento; pero si no conocemos la fecha exacta, construimos una respuesta parcial)que señala un período de tiempo del post quem y ante quem): «El documento se realizó entre el 1124d:C. y el 1130 d. C.», y buscamos, en lo posible, una respuesta directa. Se puede advertir fácilmente que la respuesta parcial en consideración es una consecuencia de una respuesta directa (que, en nuestro caso, requiere una estimación de cuestión). La distinción entre las respuestas directas e indirectas es importante para la metodología de la historia, ya que está relacionada con el problema del establecimiento de hechos directo e indirecto (cfr. capítulo XIX). Si tenemos información directa sobre los hechos que nos ocupan tendremos más posibilidades de dar una respuesta directa desde el principio, pero si nuestros datos (unidades de información) son sólo indirectos, entonces intentamos encontrar una respuesta directa (hipotética) a base de formular series de respuestas parciales, indirectas i intermedias. El caso de la datación de un documento (cfr. el ejemplo del párrafo anterior) se refiere a una situación en la que no se puede conseguir una información directa (fiable) sobre los datos del problema. Como la explicación causal suele tener lugar también a través de un procedimiento de comprobación, una respuesta a una pregunta explicativa se suele construir por medio de respuestas indirectas. Por ejemplo, al plantear la pregunta: «¿Por qué adelantó Inglaterra a Holanda en el desarrollo económico de los siglos XVII y XVIII?», primero damos respuestas parciales, tales como: «Porque Inglaterra desarrolló su industria que estaba en competición con la holandesa»; «porque Inglaterra no abandonó ni su comercio ni su agricultura»; «porque Inglaterra hacía más inversiones», etc., para llegar, en último lugar, a una respuesta directa general, como:«Inglaterra adelantó a Holanda en el desarrollo económico porque su economía se desarrolló de modo más equilibrado». Muchas veces, por supuesto, nos basta con respuestas parciales. Las hipótesis, que hay que tratar con más espacio, son una categoría especial de respuestas directas e indirectas. Cuando se usan en la investigación histórica, las hipótesis se pueden llamar, de modo muy general, intentos de respuesta a las preguntas de la investigación. Estas respuestas tentativas acaban siendo aceptadas en la ciencia o eliminadas de ella.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... 3. El concepto de hipótesis en la investigación histórica El planteamiento y la comprobación de las hipótesis es un procedimiento que acompaña al historiador a través de todo su trabajo, porque es la verdadera esencia de la búsqueda de respuestas a las preguntas planteadas por él al pasado. Incluso el estadio de lectura de la información en la fuente (lectura en el amplio sentido de la palabra) ofrece oportunidades para hacer hipótesis. Incluso la misma lectura de una fuente, especialmente cuando nos encontramos con claves que hay que descifrar, es una hipótesis sui generis. Pero, aunque una unidad de información concreta se haya leído y estemos convencidos del resultado de esa lectura, esa información no se acepta como base para pasos posteriores en el proceso de investigación hasta que sometemos la fuente en cuestión a la crítica externa e interna, es decir, hasta que resolvemos los problemas de su autenticidad y de la fiabilidad de la información que nos proporciona. Esto no lo podemos hacer sin formular hipótesis. Más tarde, las hipótesis se hacen a medida que establecemos los hechos y procedemos a explicarlos. En todo esto sólo aceptamos como elementos para la posterior investigación las hipótesis que han sido sujetas a comprobación. Por tanto, el procedimiento investigador usado por el historiador, que hemos reconstruido en otra ocasión como el proceso de formular preguntas y buscar respuestas a ellas, puede interpretarse —desde un punto de vista diferente— como la formulación, comprobación y apoyo de las hipótesis. Las hipótesis se consideran como intentos de respuesta (antes de comprobarlas) y como respuestas (después de comprobarlas) a la pregunta planteada. Olvidemos aquí la cuestión de que una pregunta es hipotética en sí misma; esto lo trataremos más adelante. En los escritos sobre metodología, el concepto de hipótesis solía construirse, sobre todo, en relación con la experiencia adquirida en la ciencia natural. La aproximación complementaria fue aportada por J. Giedymin, que estudió los problemas de la formulación y comprobación de las hipótesis en la ciencia social y en particular en historia6. Tenemos que coincidir con él en que el concepto de hipótesis en la investigación histórica va mucho más allá del acercamiento de la ciencia natural, en la que una hipótesis se interpreta como una razón no aceptada de una afirmación que confirma el hacho que hay que explicar, lo cual significaba que el concepto de hipótesis se limitaba al procedimiento de explicación. En la investigación histórica formulamos hipótesis no sólo cuando buscamos respuestas a las preguntas explicativas (preguntas de « por qué »), sino también cuando contestamos a las preguntas factográficas (preguntas de « qué fue »), y este último proceso abarca también la lectura de la información de la fuente y el examen de la autenticidad y fiabilidad de las fuentes. Se puede decir que, en la investigación histórica, cualquier afirmación sobre el pasado es una hipótesis si todavía no se ha sometido a un proceso de comprobación, y también después de someterse a él, si no se ha obtenido un grado suficiente de apoyo7. Por ejemplo, formulamos una hipótesis sobre el lugar de origen del autor de la Crónica de Galus (la crónica polaca más antigua, escrita en latín por un autor desconocido, y que abarca hechos hasta el 1118 d. C.), o sobre el significado de la palabra Shinesghe en Dagome Iudex (un documento de últimos del siglo X que se ocupa de la historia política antigua de Polonia), y por más que tratemos de apoyarlas, siguen siendo hipótesis, porque, en ambos casos, es difícil aceptar como suficiente el grado de comprobación. Hay que hacer, por tanto, una distinción entre hipótesis heurísticas (hipótesis antes de la comprobación) e hipótesis más o menos apoyadas. Por supuesto, las hipótesis comprobadas se pueden considerar, en ciertas condiciones (por ejemplo, tras el descubrimiento de nuevas fuentes), como el punto de partida de una comprobación posterior, y pueden jugar el papel de hipótesis heurísticas. Las hipótesis comprobadas no suelen llevar la etiqueta de hipotética, ya que son afirmaciones sobre hechos que se aceptan como ciertos, suponiendo que, de acuerdo, con el principio de que nuestro conocimiento del mundo se adquiere gradualmente, todas las afirmaciones sobre los hechos manifiestan siempre un cierto grado de hipótesis. Junto a la clasificación más general en hipótesis heurísticas y comprobadas podemos señalar, al menos, otras dos clasificaciones de las hipótesis históricas. Una clasificación adopta como criterio el tipo de proce6 Ver, en particular, las siguientes obras de J. Giedymin: «Hipotezy w analizie i krytyce zródel» (Hipótesis sobre el análisis y crítica de fuentes), en Z problemów logicznych analizy historycznej (Algunos problemas lógicos en el análisis histórico); Problemy logiczne analizy historycznej, págs. 24 y ss.; « Uogólnienie postulatu rozstrzygalnosci hipotez» (Generalización del postulado de decidibilidad de las hipótesis), Studia Filozoficzne, núm 5, 1959. La primera de las dos obras fue criticada por J. Dutkiewicz (ver Kwartalnik Historyczny, núm. 4, 1959), a lo que replicó J. Giedymin en Kwartalnik Historyczny, número 4, 1962. 7 J. Giedymin da la siguiente definición analítica de la hipótesis en las ciencias sociales y las humanidades: « Una hipótesis es una afirmación que no está suficientemente fundada en una disciplina concreta, y que se considera como una respuesta a una pregunta concreta planteada dentro del área de esa disciplina», (Problemy logiezne (...), ed. cit., pág. 30).

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Jerzy Topolski dimiento investigador usado por el historiador; en este caso, la formulación y sustentación de las hipótesis se refiere, respectivamente, a: desciframiento de la información de las fuentes, crítica externa e interna de una fuente concreta que, en su sentido más amplio, abarca el desciframiento, establecimiento de los hechos y explicación (junto con la formulación de las leyes) y construcción de los hechos históricos. Nos encontramos aquí, respectivamente, con hipótesis sobre la lectura de la información de la fuente, sobre la crítica de la fuente, sobre el establecimiento delos hechos, sobre la explicación causal y la formulación de las leyes, e hipótesis que sugieren la integración de todas las unidades de información obtenidas sobre el pasado en cuestión, es decir, una narración específica (una imagen del pasado). Las tres primeras son hipótesis factográficas, las dos siguientes son hipótesis explicativas y la última es una hipótesis de construcción. Esto se resume en el siguiente esquema: ~ ~ ~

Hipótesis formuladas en la lectura de la información de la fuente Hipótesis formuladas en el curso de la crítica externa e interna de la fuente. Hipótesis formuladas en el establecimiento de los hechos (simples o incluidas en secuencias genéticas)

~

Hipótesis que explican los hechos

~

Hipótesis que formulan leyes.

~

Hipótesis que integran los datos sobre el pasado

Hipótesis factográficas

Hipótesis explicativas

Hipótesis de construcción

(periodización y clasificación de los datos)

Por supuesto, la clasificación en hipótesis factográficas y explicativas no significa que al leer las fuentes, ocuparse de la crítica de fuentes y establecer los hechos no se recurre a procedimientos típicos de la explicación causal8. La clasificación anterior se usa para destacar la tarea de un procedimiento concreto. En el primer caso nos ocuparemos de establecer los hechos, y en el segundo, de las explicaciones causales. La segunda clasificación de las hipótesis históricas adopta como criterio los tipos de pregunta a los que intenta contestar una hipótesis dada9. En esta clasificación, las hipótesis más frecuentes son:

-

Hipótesis «quién / qué ».

-

Hipótesis «dónde ».

-

Hipótesis «cuándo ».

-

Hipótesis «cómo »

-

Hipótesis «por qué » (Cada grupo incluye también sus derivados).

Hay que advertir, además, que los historiadores constantemente formulan y comprueban hipótesis en el curso de la investigación, pero sólo usan explícitamente el término hipótesis o sus análogos en ciertos casos. Lo hacen, sobre todo, cuando se ocupan de establecer (menos frecuentemente, de explicar) hechos que son

8 J. Giedymin prestó atención a este hecho en su réplica a J. Dutkiewicz (ver nota 6 in fine). 9 Esta clasificación fue introducida por J. Giedymin en relación con los análisis históricos (Problemy logiezne (...), ed. cit., pág. 32).

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... más importantes, en el proceso histórico, para un estudio dado, pero sobre lo que no hay suficientes datos en fuentes. De este modo, numerosas afirmaciones sobre la autoría de diversos textos, cartas, etc., han sido incluidas en la ciencia histórica con la etiqueta de hipótesis; en otros casos, esto se refiere a hipótesis que atribuyen ciertas acciones a ciertas personas, establecen la naturaleza de ciertos grupos sociales, sugieren descripciones de sucesos sobre los que faltan datos, etc. A veces se llama aseveraciones a tales afirmaciones, débilmente sustentadas, o puntos de vista, opiniones, suposiciones, etc., usando estos términos de modo alternativo. Normalmente, una afirmación que se ha clasificado como hipótesis, es decir, muy sustentada, sigue siéndolo durante mucho tiempo, aunque aumente el grado de sustentación. El descubrimiento de fuentes que den información nueva y esencial ofrece la mayor oportunidad para que tal afirmación se libere de la etiqueta de hipótesis. Si esto no ocurre, permanecemos en la esfera de hipótesis nuevas cada vez, que tienen varios argumentos en su favor, pero que siguen siendo hipótesis. Este es el caso, por ejemplo, de las hipótesis que intentan explicar el significado del término narocznik, encontrado en algunos registros medievales polacos, o de las que intentan establecer cuál era la población de París antes de la Guerra de los Cien Años. El término, frecuentemente usado, hipótesis de trabajo, es una variedad especifica del término hipótesis, usada cuando un investigador desea subrayar su carácter heurístico, es decir, cuando no la considera (o no pretende considerarla) como una hipótesis fundada.

4. La estructura de las teorías históricas y los modelos metodológicos Los historiadores usan el término teoría muy a menudo. Por ejemplo, se refieren a tal o cual teoría de la formación de las ciudades, la aparición de la tierra desocupada en los pueblos medievales europeos o el nacimiento de la economía señorial y de servidumbre. Mientras que las hipótesis se formulan, muchas veces, sin ser llamadas de ese modo, al lado de afirmaciones menos numerosas que son llamadas hipótesis de modo explícito, en el caso de las teorías sólo nos ocuparemos de las series de afirmaciones que los historiadores llaman teorías. Por tanto, sólo nos interesan aquí las teorías que los historiadores clasifican como tales. Podrían llamarse simplemente teorías históricas. El problema de las teorías de la investigación histórica y el papel de las teorías dentro de ella se discutirá en otro lugar (cfr. capítulo XXVI). En general, pero con una reserva que analizaremos más tarde, las teorías históricas son una subclase de las hipótesis. Es cierto que los historiadores no suelen llamar hipótesis a las teorías, pero la estructura formal de las teorías históricas y de las hipótesis es la misma. Por tanto, todos los comentarios sobre las hipótesis valen para las teorías. ¿Qué distingue entonces a las teorías de otras hipótesis históricas? A partir de un detallado análisis de un número bastante grande de teorías extraídas de los estudios históricos de diversas clases, tenemos que llegar a la conclusión de que no es posible, señalar unas propiedades de las teorías que permitan distinguirlas de otras hipótesis con precisión adecuada. Sólo podemos señalar los tres rasgos que suelen caracterizar las teorías históricas. El primero de ellos se refiere al contenido de las afirmaciones; el segundo, a su estructura, y el tercero, al nivel de la investigación histórica que representan. En primer lugar, las teorías se refieren a ciertos sucesos que son más importantes desde el punto de vista del proceso histórico. Su grado de sustentación, en comparación con las hipótesis (incluso en comparación con las que se llaman así de modo explícito), no es mucho mayor, y en muchos casos resulta ser muy pequeño, incluso menor que en el caso de las hipótesis fundadas que se llaman así explícitamente. El segundo rasgo se refiere a una estructura de las teorías ligeramente diferente, que trataremos más tarde. El tercero es que suelen ser hipótesis que ofrecen explicaciones causales o genéticas (es decir, señalan causas o describen secuencias de sucesos desconocidas), aunque algunas se refieren a un simple establecimiento de los hechos. Por tanto, las teorías suelen ser respuestas a las preguntas de « por qué » o « cómo », y a veces, también, a preguntas de « quién / qué », « dónde », « desde dónde », etcétera, preguntas que conciernen a problemas importantes en el proceso histórico.

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Jerzy Topolski Esto sugiere una clasificación de las teorías históricas como factográficas, genéticas y causales, es decir, una clasificación que se acerca a la aplicada a las hipótesis. Todos estos tipos de teorías ofrecen una descripción hipotética de lo que ocurrió en un lugar l en el tiempo t 1, ..., t n, quizás con un objeto o, si nadie vio o pudo ver los sucesos o si no existen los informes fiables que se podrían haber hecho sobre las observaciones. La formulación « qué ocurrió » significa, en este caso, o la descripción de un sistema concreto en el periodo t 1, ..., t n, solamente, o la definición de la(s) causa (s) de la diferencia entre el estado del sistema en el momento t 1 y en el momento t n. También puede incluir tanto una descripción de la transformación del sistema como una definición de las causas de esa transformación. Las opiniones sobre el lugar de origen de los pueblos indoeuropeos pueden servir como ejemplo de una teoría factográfica. La teoría asiática, que aseguraba que el lugar de origen había estado en Asia, predominó hasta mediados del siglo XIX. Fue seguida por otra teoría, en la que la opción Asia - Europa se sustituyó por la opción zona de bosques - zona de estepas; en este último caso podía ser Europa, o Asia, o las dos10. En el caso de la segunda teoría, nos encontramos con un establecimiento indirecto (ya que no existen datos directos del lugar de origen de los indoeuropeos) de un hecho histórico específico . La cuestión no es contestar la pregunta de por qué se establecieron los indoeuropeos en la región esteparia de Europa o de Asia, sino averiguar dónde había estado su lugar de origen. Los intentos de explicación de la formación de las ciudades en Polonia (y en otros muchos países) se pueden señalar como ejemplos de una teoría genética, es decir, una que sugiere una descripción hipotética de los estadios sucesivos de un suceso, o sólo de su primer estadio. El desarrollo de los estudios de gran alcance, especialmente los arqueológicos, de la formación de las ciudades, había sido precedido por el predominio de la teoría colonial (Kolonialtheorie) del origen de las ciudades, fomentada por los historiadores alemanes. Esa teoría relacionaba el origen de las ciudades polacas con los asentamientos basados en la ley alemana (es decir, la ley de Europa occidental, que llegó a Polonia a través de Alemania), lo cual significaba que una ciudad se originaba en los derechos concedidos a los colonos (locatio civitatis) y en una afluencia de población alemana. Esta teoría comenzó a ponerse en duda cuando se averiguaron hechos que eran incompatibles con ella: se demostró que las ciudades habían existido en Polonia mucho antes del asentamiento de alemanes, y que la difusión de la ley municipal alemana no se podía identificar con el proceso, mucho más restringido, de la afluencia de colonos alemanes. Esto significaba que la teoría colonial no describía apropiadamente los estadios de desarrollo en la historia de las ciudades polacas, en especial los estadios de su formación. Por tanto, la teoría colonial comenzó a ser sustituida por diversas variantes de la teoría del origen nativo de las ciudades, de las que se pueden aplicar a Polonia la teoría de los lugares de mercado (que señala las ferias como primer estadio en el desarrollo de las ciudades) y la teoría de las plazas fuertes (que señala como núcleos de las ciudades a los asentamientos alrededor de las plazas fuertes). Estas no son teorías rivales, sino complementarias. En la investigación histórica nos solemos encontrar, la mayoría de las veces, con teorías causales que formulan las razones hipotéticas de ciertos sucesos históricamente importantes. Nos proporcionan ejemplos los intentos de explicación de la revolución de los precios en una Europa del siglo XVI, originados en 1568 por la famosa polémica entre J. Bodin y M. Malestroit, Algunos están en favor de la teoría metálica, que relaciona la revolución de los precios, sobre todo, con el flujo de metales preciosos de América a Europa, mientras que otros se inclinan a subrayar el papel del auge económico de Europa como causa principal del alza general de los precios11. Otro ejemplo de teorías causales se puede ver en las explicaciones del nacimientos de la economía señorial y de servidumbre en Europa central y del este. La discusión ha durado unos cien años12, y las causas de la economía señorial y de siervos se han visto en un cambio de naturaleza de los ejércitos, que, supuestamente, forzó a la clase media a dedicarse a la agricultura (teoría militar); en la caída del valor de las rentas de los

10 El ejemplo ha sido sacado de H. Lownianski, Poczatki Polski, 2° edición, volumen I, Varsovia, 1964, págs. 39 y ss. Su autor está a favor de la teoría de las estepas (en su versión eurasiática)(cfr. pág. 49). 11 El problema es ampliamente tratado por W. Kula, Problemy i metody historii gospodarczej, ed. cit., págs. 529 y ss. 12 Para los detalles, ver J. Topolski, Narodziny kapitalizmu w Europie, Varsovia, 1965,págs. 135 - 136.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... terrenos en la Edad Media, que redujo los ingresos de la clase media (teoría de las rentas); en la existencia de zonas desocupadas en los pueblos, que tenían que, o podían, cultivarse (teoría de las zonas desiertas); en las buenas condiciones naturales para la producción agrícola (teoría de las condiciones naturales); en la situación del mercado, que era favorable a la exposición de cosechas de cereales (teoría del mercado), y conjuntamente, en la naturaleza de la servidumbre y la situación del mercado (teoría de Rutkowski). Se puede decir que bastantes de esas explicaciones causales que se refieren a sucesos importantes sobre loe que falta información precisa, son llamadas teorías. La estructura de algunas teorías históricas se desvía de lo que se conoce como teorías en el sentido de la metodología general. En esta última, una teoría se entiende como: 1) un sistema deductivo (como la teoría de la serie); 2) una serie coherente de teoremas, en la que todas, o al menos una hipótesis es una afirmación estrictamente general (es una ley o tiene forma de ley). En este sentido, las teorías históricas son una variedad de las teorías empíricas, pero esto se refiere sólo a las teorías históricas que se pueden incluir en el último grupo. Ese grupo, por tanto, sólo puede incluir las teorías históricas que están formadas estrictamente por afirmaciones generales (cfr. capítulo XXV), pero en la investigación histórica encontramos también teorías (es decir, afirmaciones denominadas así por los historiadores) que son conjuntos de afirmaciones de observación (histórica), y no incluyen afirmaciones estrictamente generales (cfr. capítulo XXV). De los tres grupos de teorías mencionadas anteriormente, las teorías factográficas y genéticas (o sea, las que formulan sugerencias sobre el establecimiento de ciertos hechos) pueden estar formadas por afirmaciones históricas solamente, mientras que las teorías causales deben incluir —aunque sólo sea como supuestos latentes— afirmaciones que sean leyes (esto no se refiere a la explicación causal que no denomina teoría, de acuerdo con las necesidades de las explicaciones causales; cfr. capítulo XXV). Sin embargo, Las leyes pueden incluirse también dentro de las teorías factográficas y genéticas. Por tanto, las teorías históricas tienen un carácter variado: van desde series de afirmaciones históricas solas, hasta conjuntos de afirmaciones históricas con otras estrictamente generales, sin que, sin embargo, se conviertan en series de, solamente, afirmaciones generales estrictas. Esto se puede ilustrar con el siguiente esquema, que muestra la extensión de las teorías empíricas en el sentido de la metodología general, por un lado, y las teorías históricas, por otro.

Teorías históricas

Teorías empíricas en el sentido de la metodología general

Afirmaciones de

Afirmaciones

observación

estrictamente

(históricas)

generales

Dentro de una teoría histórica podemos distinguir una hipótesis (que sugiere el establecimiento de los hechos en el caso de las teorías factográficas y genéticas, o un nexo causal específico en el caso de las teorías causales) y los argumentos en su favor (que son las premisas de los correspondientes casos de inferencia). Esto significa que la estructura de la teoría difiere aquí, de algún modo, del concepto de hipótesis, que no suele abarcar los argumentos en su favor, a no ser que usemos el término « hipótesis» en el sentido de una teoría histórica. Este es el otro rasgo general (mencionado previamente) de las teorías, que las distingue de las hipótesis históricas. Sin embargo, no niega la afirmación de que los modos de su formulación, sustentación y comprobación, son comunes a las teorías históricas y a las hipótesis históricas. Junto al concepto de teoría, que los historiadores han usado durante largo tiempo, están recurriendo, cada vez más al concepto de modelo. Sin embargo, no quieren decir un modelo semántico, es decir, el concepto de terreno en el que las afirmaciones formuladas por un historiador serían ciertas (cfr. capítulo I), sino un 145

Jerzy Topolski modelo que hemos llamado metodológico (confróntese capítulo II). En este sentido, hablamos del método en las diversas disciplinas históricas, y sobre todo en la historia económica, que utiliza las teorías económicas (cfr. capítulo XX). En general, en la investigaciones histórica, un modelo tiene la misma estructura que una teoría; aunque las afirmaciones estrictamente generales que tienen la naturaleza de leyes (es decir, las afirmaciones sobre las regularidades) son los elementos básicos de las teorías y de los modelos, los historiadores, al contrario que, por ejemplo, los economistas teóricos, aceptan las teorías (y los modelos) que consisten solamente en afirmaciones estrictamente históricas. Esto ocurre porque esas afirmaciones, al construir un todo estructural (llamado narración, cfr. Capítulo XXIII), pueden formar —si esa narración es aproximadamente cierta (cfr. capítulo XVI)— un reflejo más o menos isomorfo de la estructura de los hechos, aunque no se refieran directamente a afirmaciones generales estrictas. El isomorfismo de una narración y de los hechos históricos puede variar de grado: puede concernir a las regularidades más fundamentales (profundas), o a las relaciones y los hechos descritos en términos que se acercan a los fenómenos superficiales, o a la propia superficie. Mientras que las teorías históricas nos permiten reconstruir diversos fragmentos del pasado, al margen de su lugar y su papel en la estructura entera del pasado, el modelo se ocupa del descubrimiento de las relaciones (y hechos) que son esenciales desde el punto de vista de un fragmento concreto del pasado. El procedimiento, por tanto, consiste en la reconstrucción de una estructura de muchos niveles (jerárquica) del mundo, en la que hemos distinguido las clases de hechos históricos que sirven para explicar el proceso histórico como regularidades, causas primarias y causas secundarias (cfr. Capítulos X y XII). Esto se consigue por medio de una selección específica (que K. Marx llamó abstracción, y para la que L. Nowak ha popularizado el término idealización), que se rige por el sistema de valores del investigador y por su conocimiento general (cfr. Capítulo XVII); en el cuerpo de esa selección dejamos de lado la labor de las causas secundarias (e incluso de algunas causas primarias), es decir, adoptamos una serie de presupuestos idealizadores. Esto produce una serie de afirmaciones sobre un fragmento del pasado (un hecho histórico) que se ve privada de algunas de sus características. Este hecho se llama a menudo un tipo ideal, y la serie de afirmaciones (teoremas) sobre él es un modelo. En notación simbólica, se podría registrar así:

(x) [ T1 (x)—> a1 (x), ..., a n (x)] donde T1 representa una descripción de un fragmento del pasado después de dejar de lado sus características secundarias (un tipo ideal) y a1, ..., a n representan los diversos tipos de comportamiento de ese tipo ideal. Sin embargo, hay que notar que estamos hablando aquí de modelos realistas, es decir, modelos que — en la intención del investigador— deben ser isomorfos respecto a los hechos. Esta es la naturaleza del método de K. Marx de la abstracción, tan explotado por él en su Capital. Pero también encontramos modelos que son denominados instrumentales, y que sirven sólo para ordenar los hechos. En su caso, el reflejo isomorfo de la estructura del mundo cambiante no es importante. Estos modelos pueden construirse intencionalmente; esto vale para los tipos ideales de M. Weber (confróntese capítulo VII) y las «estructuras» de Lévi-Strauss (cfr. Capítulo VII), que clasifican los hechos según ciertos criterios convencionales. Pero también pueden derivar de la falta de una teoría que se adecué a los hechos; esto vale, por ejemplo, para los intentos que hizo J. Marczewski (cfr. capítulo XX) de comprimir la economía del siglo XVIII en el marco de un modelo que refleja las condiciones predominantes en el capitalismo actual. En la investigación histórica, nos encontramos también, cada vez más, con los llamados modelos contrafacturales (cfr. Capítulo XXIII). Los sugieren, principalmente, historiadores económicos americanos que representan la Nueva Historia Económica (R. W. Fogel, S. L. Engerman, P. Temin, A. Fishlow, y otros). En su caso, las afirmaciones hechas sobre las regularidades continúan siendo realistas; sólo suponen que ciertos hechos (por ejemplo, la existencia de ferrocarriles en Norteamérica en el siglo XIX) no tuvieron lugar, e investigan cuál habría sido el proceso histórico sin esos hechos. Estos les permite destacar mejor el papel de esos factores en el pasado. Los historiadores que son miembros del grupo llamado Nueva Historia Económica no se limitan, por supuesto, a utilizar modelos contrafacturales. Sus obras ofrecen una amplia variedad de

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... modelos de diversos tipos, inspirados por la teoría económica. De este modo, contribuyen también al desarrollo actual de los métodos cuantitativos (cfr. capítulo XX)13

5. Esquemas de procedimientos hipotéticos en la investigación histórica Una hipótesis, al ser planteada, adquiere el status de afirmación científica, es decir, comienza a incluirse en el cuerpo de conocimiento científico aceptado, sólo como resultado de un proceso de sustentación. Los problemas de la crítica, comprobación, decisión, confirmación, y sustentación (también llamada fundamentación) de las hipótesis están entre los más cruciales de la metodología científica general, y han sido muy tratados últimamente14 En la investigación histórica, ese procedimiento se identifica con la crítica histórica o el método crítico. Los problemas detallados de la sustentación de las hipótesis pertenecen, por supuesto, a las técnicas de la crítica de fuentes, los métodos de establecimiento de los hechos y la explicación causal, y serán tratados en los capítulos correspondientes del libro. Junto a los estadios en el manejo de las hipótesis tenemos que distinguir los métodos y esquemas para su manejo. Los métodos, de modo muy amplio, incluyen: adquisición de datos nuevos (el principio de ampliación del conocimiento propio) e inferencia, es decir, aceptación de ciertas afirmaciones (conclusiones), basada en la aceptación de otras (premisas) (el principio de inferencia). En los diversos estadios se usan los métodos adecuados, que forman la estructura general de los esquemas. En el manejo de las hipótesis (no sólo en la investigación histórica)tenemos que distinguir tres niveles: la formulación de una hipótesis, su sustentación, y su comprobación. El término «sustentación» se puede entender de modo más amplio, de modo que incluya el proceso de comprobación. Los esquemas de manejo de las hipótesis en la investigación histórica difieren entre sí, por un lado, según busquemos una respuesta a una pregunta de decisión o de complementación, y por otro, según nos encontremos con un establecimiento de los hechos directo o indirecto (cfr. capítulo XIX). Como las fuentes no se refieren directamente a las causas de los hechos, y, si proporcionan esos datos, suelen tener una importancia secundaria para el historiador, las explicaciones causales están incluidas, junto con el establecimiento indirecto de los hechos, entre los procedimientos indirectos de construcción de narraciones históricas. En el caso de las preguntas de decisión (sean simples o múltiples), el esquema de manejo de las hipótesis) que no supone, por supuesto, el orden de los pasos) es como sigue: 1) Formulamos una pregunta que atañe a un terreno dado. 2) Establecemos el tipo de pregunta (?Du, ?Da, ?De).

13 Cfr. L. Nowak, U podstaw marsowskie metodologii nauk, (Los fundamentos de la metodología de las ciencias marxistas), Varsovia, 1971, págs. 17- 109; L. Nowak, Model ekonomiezny (Modelo económico), un estudio sobre la metodología de la economía política, Varsovia, 1972; J. Topolski, «Marx et la méthode des modéles», Méthodologie de l´histoire et des sciences humaines, Mélanges en I´honneur de Fernand Braudel, Toulouse, 1972, págs. 435-442; Topolski «The Model Method in Economic History» The Journal of European Economic History, volumen Y, núm. 3, 1972, págs.713726; H. Van Der Wee (con la colaboración de H.Drems y E. Cauwenberghe), Méthodes et techniques nouvelles en histoire économique quantitative, en Méthodologie de l´histoire et des sciences humaines, Mélanges en l´honneur de Fernand Braudel, págs.443-452; R.W. Fogel, S.L. Engermann (eds.), The Reinterpretation of American History, Nueva York, Evanston, San Francisco, Londres, 1971. La literatura de la materia se ha hecho actualmente muy amplia, y las publicaciones enumeradas sólo sirven de ejemplo. Para las discusiones sobre la Nueva Historia Económica, ver R.L. Andreano (ed.), The New Economic History: Recent Papers on Methodology, Nueva York, Londres, Sydney, Toronto, 1970. Sobre las nuevas tendencias metodológicas en las disciplinas históricas, aparte de la historia económica, ver R.P. Swierenga (ed.), Quantification in American History, Theory and Research, Nueva York, 1970. Las opiniones de historiadores de varios países sobre el estado actual de la metodología de la investigación histórica están recogidas en F. Gilbert, S.R. Grabaud (editores), Historical Studies Today, Nueva York, 1972. 14 Esto se ve en el Coloquio Internacional sobre Metodología Científica, celebrado en Varsovia del 18 al 23 de Septiembre de 1961. Las ponencias leídas allí fueron publicados en El fundamento de las afirmaciones y las decisiones, Varsovia, 1965. La cuestión general fue presentada por K. Ajdukiewiez, en su artículo «El problema del fundamento», págs.1-11.

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Jerzy Topolski 3) Comprobamos, a la luz del cuerpo de conocimientos que tenemos (con respecto a ?Da y ?De), si es cierta por lo menos una respuesta directa (es decir, si queda satisfecha la aseveración positiva de la pregunta) y si es falsa por lo menos una respuesta directa (es decir, si queda satisfecha la aseveración negativa de la pregunta), y con respecto a ?Du, si podemos esperar que sólo sea cierta una respuesta directa (la aseveración de la unicidad). Esto significa que comprobamos si la pregunta ha sido planteada correctamente; tal comprobación puede ser de naturaleza hipotética. Puede ser que la respuesta obtenida anule la aseveración positiva de la pregunta (cuando no satisface esa aseveración); puede anular también la pregunta. 4) Elegimos la respuesta (basándonos en datos directos o indirectos). 5) Sustentamos y comprobamos la hipótesis averiguando si sus consecuencias son aceptables a la luz del cuerpo de conocimientos que tenemos. Los puntos 1), 2) y 3) corresponden al estadio de la formulación de las hipótesis en cuestión, y los puntos 4) y 5) a su sustentación y comprobación. En el caso de las preguntas de complementación, los puntos 1), 2) y 3) son los mismos. Pero entonces no elegimos una pregunta de entre las muchas posibles, sino que 4) averiguamos lo desconocido de la pregunta (si obtenemos información directa completa sobre ello) o intentamos acercarnos a eso desconocido (si no podemos adquirir esa información directa). Este «acercamiento» se basa en los datos que señalan qué valores puede adoptar lo desconocido de la pregunta. Estos datos pueden reducir el campo de lo desconocido, y son respuestas parciales a la pregunta planteada. Si sólo podemos conseguir datos indirectos, las respuestas parciales son hipótesis. Las respuestas a ellas no significan la certeza de que el problema se ha resuelto correctamente. Pero tal hipótesis, distinta de la que se formuló en un primer momento de nuestro proceso, podría denominarse una hipótesis sustentada. En la investigación histórica, las preguntas de decisión y de complementación se plantean alternativamente, a medida que se está resolviendo un problema. El grado de certeza de la respuesta a la que llegamos y la modificación de los esquemas generales de manejo de las hipótesis dependen, sobre todo, de si las fuentes proporcionan datos directos, o sólo indirectos, sobre el (los) hecho (os) que nos interesan. La naturaleza de tales determina también, en gran medida, los esquemas de inferencia (fiable o infiable) que usamos en la sustentación. Si establecemos hechos que están sustentados y comprobados principalmente por referencia a los datos directos contenidos en las fuentes, tenemos que examinar la autenticidad de las fuentes, y la fiabilidad de los datos que proporcionan (cfr. capítulo XVIII). Como esto suele tener lugar antes de formular la hipótesis, se puede incluir el examen de la autenticidad y fiabilidad (de las fuentes y de los datos, respectivamente) en el nivel de la formación de la hipótesis (esto es lo que se inclina a hacer J. Giedymin). Este autor se inclina más bien a considerar el examen de la autenticidad y de la fiabilidad como elementos del proceso de sustentación. Si estamos convencidos d que la fuente que contiene datos pertinentes se remonta realmente al período del pasado que corresponde, y por tanto puede contener los datos mencionados, y si esos datos son relativamente ciertos, entonces aceptamos que los hechos a los que se refieren son igualmente ciertos. Tenemos que reunir las siguientes afirmaciones, que se reconstruirán totalmente porque la inferencia implicada es de naturaleza entimemática (es decir, incluye premisas que se asumen tácticamente): Premisas: 1) Si la fuente es auténtica y contiene datos fiables, podemos (o, en una versión más débil, solemos poder) aceptar que los hechos sobre los que informa ocurrieron (la premisa tácita) 2) La fuente x es auténtica y contiene datos fiables (y los datos que atañen específicamente al hecho A son fiables). Conclusión: 1) El hecho A, al que se refiere la fuente x, ocurrió (o: ocurrió con una probabilidad adecuadamente alta, de modo que la afirmación sobre ello está adecuadamente sustentada).

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... Como puede verse fácilmente, esto es inferencia deductiva (también puede aparecer la llamada deducción debilitada)15. Las premisas son, obviamente, conclusiones sacadas de una serie de casos de inferencia más o menos complejos. El examen de la autenticidad de la fuente y de la fiabilidad de los datos es un procedimiento más complicado, que se tratará de modo separado (cfr. capítulo XVIII). Por el momento, mencionemos que los procesos mentales envueltos son similares a los implicados en el establecimiento indirecto de los hechos y en la explicación causal. Si el examen de la autenticidad de la fuente o de la fiabilidad de los datos produce un resultado negativo, el hecho que nos ocupa debe ser establecido de modo indirecto. En el caso de un establecimiento indirecto de los hechos y de las explicaciones causales, las hipótesis se sustentan y se comprueban en dos pasos. El primero atañe al examen de la autenticidad de las fuentes y la fiabilidad de los datos que proporcionan, y es, por tanto, idéntico al analizado anteriormente, suponiendo que los hechos sustentados en ese paso se refieren sólo indirectamente al hecho que nos ocupa, es decir, son — como hemos decidido llamarlos— sus síntomas. El segundo paso del examen de la autenticidad y fiabilidad consiste en averiguar las consecuencias de la adopción de una hipótesis dada16 (si fuera como afirma la hipótesis H, entonces tendríamos que aceptar que a, ..., n) y en asegurar que esas consecuencias tuvieron lugar realmente o al menos con un gran grado de probabilidad. Si ocurrieron, y si no están en contradicción con otros datos basados en fuentes y el conocimiento que aceptamos (la serie de afirmaciones que aceptamos como verdaderas), entonces la hipótesis se suele aceptar. Esta última condición no es absoluta: los investigadores audaces no dudan, muchas veces, en aceptar hipótesis que les obligan a modificar las partes correspondientes de su conocimiento no basado en fuentes (actuando así contra el llamado principio del conservadurismo); dichas hipótesis, normalmente, estimulan el desarrollo de la ciencia histórica. En el caso del examen de las consecuencias de las hipótesis el razonamiento suele adoptar la forma de inferencia reductiva, o el esquema del modus tollendo tollens en la inferencia deductiva17. He aquí un esquema de inferencia reductiva aplicada al manejo de una hipótesis histórica.

Premisas: 1) Si suponemos que un hecho A ocurrió en un lugar l y en un tiempo t (o que fue la causa de un suceso), tenemos que suponer que los hechos a, ..., n, también ocurrieron. 2) Los hechos a, ..., n, ocurrieron (o es muy posible que ocurrieran). Conclusión: 3) Es bastante probable que haya ocurrido el hecho A. 15 La inferencia deductiva, entre otras cosas, puede adoptar la forma del modus ponendo ponens y del modus tollendo tolens. modus ponendo ponens: si p, entonces q

modus tollendo tollens: si p entonces q

p ——————————

no q —————————

por tanto q

por tanto no p

La deducción será tratada más adelante (ver capítulo XIX). 16 Algunos ejemplos de fundamentación de las hipótesis históricas por la deducción de sus consecuencias nos los presenta J. Giedymin en Z problemów logicznych analizy historycznej (Algunos problemas de los análisis históricos), edición citada, págs. 40-43. 17 El esquema de la inferencia reductiva es el siguiente: si p, entonces q q ————————————— por tanto (presumiblemente) p Es un modo de inferencia no fiable, llamado también subjetivamente incierto (ver K. Ajdukiewicz, Lógica pragmática, ed. cit., págs. 130 - 137).

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Jerzy Topolski Si no se satisface la premisa 2), no podemos sacar la conclusión de que ocurrió el hecho A, lo cual significa que la hipótesis es contrarrestada. He aquí un ejemplo de la aplicación del esquema del modus tollendo tollens en la sustentación de la hipótesis que dice que Zyndram de Maszkowice era el jefe polaco en la batalla de Grunwald.

Premisas: 1.)Si suponemos que Zyndram de Maszkowice era el jefe polaco en la batalla de Grunwald, tenemos que suponer también que, en la Edad Media, una persona de baja condición y pequeña fortuna, que no tenía ninguna hoja de servicios militar importante, que no fue premiado después de la batalla y que no era un miembro del consejo de guerra, podía ser un jefe en una gran batalla. 2.)En la Edad Media, una persona así no tenía muchas posibilidades de haber sido el jefe de una gran batalla.

Conclusión: 3.)Zyndram de Maszkowice no fue (o: lo más probable es que no fuera) el jefe polaco en la batalla de Grunwald18. Como vemos, la hipótesis ha sido rechazada, como resultado del proceso de comprobación, por la incompatibilidad de sus consecuencias con el cuerpo de conocimientos que tenemos. Los estudios medievales proporcionan ejemplos de sustentación y comprobación de hipótesis, que son muy interesantes y a veces muy complejos. En la mayoría de los casos, la comprobación (para reforzarse) se une al intento de rechazo de las hipótesis contrarias. La falsedad de las consecuencias de dichas hipótesis se demuestra para señalar la probabilidad mayor de las consecuencias de las hipótesis en cuestión. Al analizar la descripción del área étnica polaca que encontramos en Germanía, de Tácito, H. Lowmianski escribió que el hecho de que los antiguos conocían muy poco el río Oder, que tenía muy pocos atractivos a lo largo de su curso, y la falta de mención de los burgundios, que en esa época vivían junto al río Oder, excluye la posibilidad de que la descripción de Tácito siga el curso del río Oder; del mismo modo, no es probable que siga el curso del Elba, ya que no encontraríamos a los Buros y a los Cotinos, y, por el contrario, oiríamos hablar de los Semnonios y los Longobardos, que, sin embargo, Tácito describe en otra ocasión. Parece por tanto que la ruta del ámbar, que va desde la Puerta de Moravia (o el Paso de Klodzko) a lo largo del bajo Vístula es el único curso posible de la descripción de Tácito19. Esta última hipótesis, por supuesto, está apoyada de modo mucho más exhaustivo por H. Lowmianski. Como se puede advertir fácilmente, la adopción de la hipótesis de la ruta del ámbar no implica la aceptación de ninguna consecuencia incompatible con hechos conocidos de otro modo. Esto no ocurre en el caso de las otras hipótesis: La hipótesis del Oder: tendríamos que suponer que, a) el Oder era bien conocido por los antiguos; b) que ofrecía atractivos a lo largo de su curso, y c) que Tácito tendría que haber mencionado a los burgundios, que vivían en ese río (ya que menciona otras tribus). El conocimiento no basado en fuentes muestra que las consecuencias a) y b) son inaceptables, mientras que el conocimiento basado en fuentes muestra que c) Tácito no menciona a los burgundios. La hipótesis del Elba: tendríamos que esperar que Tácito mencionara a los semnonios y a los longobardos, mientras que él menciona a los buros y a los cotinos. La hipótesis de la ruta del ámbar: no acepta las consecuencias que se deducen de las hipótesis anteriores, y está de acuerdo con la descripción de Tácito sobre las diversas tribus (es decir, está de acuerdo con nuestro cuerpo de conocimiento). 18 El ejemplo ha sido extraído de S. Kucznski, Wielka wojna z Zakonem Krzyackim w latach 1409 - 1411 (La gran guerra con la Orden Teutónica, 1409 - 1411). Varsovia, 1955, pág. 147. 19 H. Lownianski, Poczatki Polski (Historia primitiva de Polonia), vol. I, edición cit. pág. 232.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de... Los ejemplos de tal comprobación indirecta de las hipótesis históricas no deben buscarse exclusivamente en los estudios que se ocupan de la historia antigua. Basta recordar el asesinato del presidente Kennedy y la controversia subsiguiente sobre la persona del asesinato. La sustentación y la comprobación de las hipótesis históricas tiene lugar en dos niveles, por lo menos. El primer nivel (cuya terminación se puede indicar y definir) consiste en la sustentación y la comprobación realizadas por un investigador concreto. La precisión y perfección de esa sustentación y esa comprobación dependen de su conocimiento y su ética de estudioso. De cualquier modo, un investigador debe presentar los resultados de su labor, de modo que puedan someterse a inspección, sobre todo por parte de la comunidad de estudiosos. Una vez que los resultados de la investigación se han hecho públicos, comienza el segundo nivel de la comprobación de la hipótesis, y, teóricamente, no termina nunca. Mientras que incluso el más consciente de los historiadores se ocupa más de acumular argumentos en favor de su hipótesis que de buscar sus posibles consecuencias falsas, y centra sus esfuerzos en la sustentación de sus aseveraciones teóricas, en el segundo nivel la atención de los críticos se dirige a la búsqueda de posibles consecuencias falsas de la hipótesis en cuestión, es decir, al rechazo de esa hipótesis. Tanto la formulación de una pregunta coma la formulación de una respuesta a ella necesitan datos. La información se puede definir de varios modos. Para las necesidades de la investigación histórica es muy útil interpretar el concepto de información del modo más amplio posible, para que abarque la información semántica y la no semántica (no lingüística), interpretación que es característica también de la teoría de la información. Un ejemplo típico de información semántica nos lo ofrecen las formulaciones que encontramos en las fuentes escritas, y uno de información no semántica, los objetivos obtenidos en las excavaciones arqueológicas20. La información «se anima» sólo después de plantear una pregunta. Se puede decir que la cantidad de unidades «inanimadas» de información es enorme; el problema suele ser la falta de preguntas adecuadas. En la ciencia en general, y en la investigación histórica en particular, las preguntas se formulan según códigos tradicionales, y es obvio, por tanto, que mientras no cambie el código utilizado, es difícil esperar cambios visibles en las unidades de información. lo cual bloquea el progreso en la investigación. Es evidente que una pregunta es una unidad de información en sí misma, pero esto es lo que podríamos llamar una información pauta, que consiste en la formulación de una tarea de investigación específica. Por tanto, en términos muy generales, el proceso investigador del historiador consiste en formular preguntas en un campo concreto y en buscar las respuestas adecuadas para ellas. Como ninguna de estas operaciones es posible sin unidades de información (es decir, datos), es tarea esencial, cuando reconstruimos el procedimiento investigador del historiador, establecer la fuente de sus datos, el lugar de los datos en su proceso investigador, y la naturaleza de dichos datos. En su investigación (0 sea, en el planteamiento de preguntas y en la búsqueda de respuestas a ellas), los historiadores usan dos tipos de datos, que podríamos llamar, respectivamente, basados y no basados en fuentes. Tenemos que reflexionar, por tanto, sobre los conceptos de fuente histórica, conocimiento basado en fuentes, datos basados en fuentes, conocimiento no basado en fuentes y datos no basados en fuentes.

20 Cfr. J. Giedymin, Problemy logiezne (...). ed. cit., pág. 20.

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en Metodología de la historia, Capítulo XXI, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

El proceso de explicación en la investigación histórica

1.

Las diversas interpretaciones de la explicación histórica

Hemos dicho que a una pregunta factográfica (¿qué fue?) contestamos estableciendo los hechos, y una pregunta explicativa (¿por qué fue así?), ofreciendo una explicación causal. Aunque los procedimientos de investigación del historiador se puede reducir a respuestas a estos dos tipos de preguntas (si dejamos de lado, por el momento, las preguntas sobre leyes), las diversas interpretaciones intuitivas relacionadas con el término “explicación” necesitan algunas observaciones. El análisis de muchos estudios históricos muestra que la tarea de la explicación histórica se puede interpretar, al menos, de las siguientes maneras:

1) Explicación por descripción (descriptiva); 2) Explicación por indicación del origen de un fenómeno concreto (genética); 3) Explicación por indicación del lugar de un fe nómeno de una estructura dada (estructura); 4) Explicación por definición de un fenómeno (definitoria); 5) Explicación por indicación de una causa (causal).

El concepto de explicación descriptiva es el más amplio de todos, ya que puede abarcar todos los restantes tipos de explicación. Esto ocurre porque, si una persona dice: por favor, explícame las Cruzadas o el sistema político Inglés en la segunda mitad del siglo XVII o la política americana de Francia después de la Segunda Guerra Mundial, pude esperar una simple descripción de los hechos implicados, o información sobre los niveles de desarrollo (origen) de esos hechos, o la formulación de sus definiciones, o la indicación de sus causas. Estos diversos tipos posibles de explicación pueden incluir también una simple descripción, sin ningún intento de señalar las causas, una descripción en la que sería difícil encontrar una indicación metódica del origen del hecho en cuestión o su lugar en una estructura. Este es el caso al que nos referimos cuando diferenciamos la explicación descriptiva. Adviértase, que, en última instancia, todas las formas de explicación suelen adoptar la forma de una descripción histórica (narración histórica). La explicación genética (que trataremos más ampliamente después) consiste en señalar los sucesivos estadios de desarrollo de un hecho histórico concreto. Al hacer una explicación genética respondemos a la pregunta ¿cómo ocurrió? Adviértase que ésta es una pregunta distinta de ¿por qué ocurrió?, a pesar de que al contestar ambas preguntas podemos tener en cuenta los mismos hechos. Por ejemplo cuando, preguntamos: 153

Jerzy Topolski ¿cómo estalló la Primera Guerra Mundial? Y ¿por qué estalló la Primera Guerra Mundial? (o ¿cuáles fueron las causas de la Primera Guerra Mundial?) podemos prestar atención a los mismos problemas, pero cuando planteamos una pregunta genética deseamos, sobre todo, tener una descripción de los hechos sucesivos que condujeron al estallido de la Primera Guerra Mundial. Así, respondemos a una pregunta sobre una explicación genética al enumerar una secuencia genética de los hechos implicados. Algunos autores, que aseguran que la investigación histórica se ocupa de “lo único” y, por tanto, no ofrece ninguna explicación causal (al revés que en las ciencias naturales), mantienen que, al contestar con una descripción de lo que ocurrió, ofrecemos, al mismo tiempo, una explicación del “por qué” (Collingwood). Sucede a menudo que la persona que pregunta sobre el origen de un suceso no se da cuenta, claramente, de sí quiere saber los estadios sucesivos (especialmente los primeros) del desarrollo de un hecho concreto, o las causas de su existencia (sus características, los cambios en su estructura, etcétera). Cuando se nos pregunta, por ejemplo, sobre el origen del ejército polaco después de la Segunda Guerra Mundial, es evidente que la pregunta se refiere a los pasos del desarrollo que dio lugar a la situación predominante en un período dado. Pero si una persona pregunta, por ejemplo, acerca del origen de la política exterior de Beck, quiere saber, indudablemente, algo sobre los factores que explican sus movimientos (es decir, quiere saber alguna cosa sobre las causas), incluso, quizás, algunas características mentales de ese político. Esto muestra que una pregunta que tiene forma genética puede ser, a veces, una pregunta sobre las causas. Una explicación genética pura es una respuesta a una pregunta “cómo”. Una explicación estructural (o funcional) señala las funciones de un elemento específico de un modo concreto. Si una persona pregunta: por favor, explícame el papel de la Dieta en Polonia, entonces, con toda probabilidad, quiere que le contemos de qué modo funciona esa institución dentro de la estructura entera de las autoridades estatales polacas. En tales casos, una explicación responde a una pregunta “cómo”. Una de las principales tareas del historiador es señalar el papel de denominados hechos dentro de estructuras más amplias. Por ejemplo, al describir la importancia cada vez menor de Polonia en el ruedo internacional a comienzos del siglo XVIII, ofrecemos una explicación típicamente estructural. También nos encontramos con dichas explicaciones cuando situamos ciertos procesos dentro de una serie mayor (por ejemplo, cuando interpretamos las huelgas en Rusia en 1905-1906 como componentes de la revolución de 1905-1909). Una explicación definitoria es, en cierto modo, complicada. De cualquier modo, nos encontramos con dos clases de dicha explicación:

1) Respuesta a preguntas “¿qué (quién) es eso?”; 2) Respuesta a preguntas “¿por qué?”.

En primer caso, la persona que plantea una pregunta quiere que le expliquemos, por ejemplo, ¿qué era la Inquisición que mandó a Giordano Bruno a la hoguera?, ¿qué era el Gran Parlamento?, ¿qué fue la Guerra de Crimea?, ¿quiénes fueron los Gracos (o Giuseppe Mazzini, o lumumba)?, ¿quiénes eran los plebeyos romanos (o los moriscos, o los budistas)?, ¿qué es el crimen del genocidio?, ¿qué era el feudalismo?, ¿qué era el universalismo papal?, etcétera. Al contestar a tales preguntas, recurrimos a ciertas descripciones qué adoptan la forma de definiciones nominales (si explicamos el significado de un término concreto refiriéndonos a los significado de los términos que esa persona conoce ya) o definiciones reales (si intentamos caracterizar un objeto concreto de un modo no ambiguo). Así, cuando digo que las leyes fundamentales en la Polonia de los siglos XVII y XVIII eran “las disposiciones de la ley que sentaron los principios fundamentales del sistema político polaco y eran superiores a otras leyes”1. Ofrezco una explicación definitoria que es a la vez una definición nominal y real. Lo mismo ocurre con la formulación: “la campaña de Libia consistió en las operaciones realizadas en Libia durante la Segunda Guerra Mundial, específicamente en los años 1940-1943, por el ejército británico y las tropas del Eje, y que condujeron a las tropas del Eje a Tunicia”2.

1 Cfr. Wielka Encyklopedia Powszechna PWN (Enciclopedia universal ), Editores científicos polacos, vol. 6, pág. 496. 2 Ibídem, vol. 5, pág. 467.

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El proceso de explicación en la investigación histórica En este último caso, una explicación definitoria es una respuesta a la pregunta ¿por qué? Nos referimos aquí a preguntas del tipo: ¿por qué se llamó a Adam Mickiewikz (poeta romántico polaco), en cierto período de su vida, Towianskiano? Las preguntas de este tipo se contestan por medio de la formulación de una definición adecuada o de algunas consecuencias directas de tal definición. Así, por ejemplo, decimos que Mickiewikz fue llamado Towianskiano porque estuvo bajo la influencia de Towianski y su secta mesiánica. En este caso, nuestro punto de partida es una definición del concepto “Towianskiano”, es decir, “un hombre que acepta las opiniones de Towianski”, o, más estrictamente, “un miembro de la secta de Towianski”. Al contestar a la pregunta mencionada sobre Mickiewicz, ofrecemos como explicación una definición del concepto de “Towianskiano”. Nos encontramos aquí con el siguiente caso de inferencia: Premisas: 1) Un Towianskiano es una persona que acepta las opiniones de Towianski; 1) Mickiewicz aceptaba las opiniones de Towianski, Conclusión: 3) Se puede llamar Towianskiano a Mickiewicz. Otro ejemplo. La definición que establece que el concepto de pariente abarca a un hijo del hermano de mi padre me lleva a deducir que Juan es pariente mío, ya que su padre es hermano de mi padre. Sólo la explicación causal se puede considerar explicación en el sentido estricto del término. La propuesta de explicaciones causales es el procedimiento fundamental que adopta el historiador, por encima de las simples descripciones de los hechos, y que une su investigación con el estudio de las leyes científicas y teorías. De ahora en adelante, nos ocuparemos sobre todo de las explicaciones causales, y, hasta cierto punto, de las explicaciones genéticas, que se relacionan con las anteriores. Pero, en primer lugar, debemos hacer algunas observaciones sobre el problema de la compresión en la investigación histórica, para poder definir la relación entre comprensión y explicación. 2.

Comprensión y explicación

La formulación, aparentemente simple, de que, para explicar algo, primero hay que “comprender” ese algo, nos introduce en el meollo de las vivísimas discusiones sobre los rasgos específicos de la investigación histórica, y pone de relieve, uno de los puntos de encuentro más importantes entre las ciencias sociales y naturales. ¿puede sustituir plenamente el concepto de historiografía “explicativa”, que acaba con los principios introspectivos de la intuición, al principio de historiografía “comprensiva”, que señala la necesidad de “comprender” los hechos pasados (es decir, a la gente que actuó en el pasado; cfr. capitulo VII), principio propuesto por los historiadores intuicionistas (como R. G. Collingwood, W. Dilthey, H. J. Marrou, H. Butterfield, P. Ricoeur, H. G. Gadamer y otros)? ¿La comprensión de los hechos pasados significa su explicación? La respuesta depende del significado que nos inclinemos a dar a los términos “comprensión” y “explicación”. Para los intuicionistas, “empatía” significa “explicación”. Por tanto, interpretan la explicación en un sentido muy estricto, como un acto de empatía y un informe de sus resultados. En su opinión (en su versión radical) no es posible otro tipo de explicación, sea en la investigación histórica o en cualquier otro lado donde nos enfrentemos a seres humanos cuyas acciones hay que “entender”. Los representantes del acercamiento empírico niegan al método de la empatía cualquier valor cognoscitivo; en su interpretación, el concepto de comprensión pierde su sentido psicológico y se identifican con la explicación (por la descripción o por la explicación sensu stricto) hecho por el historiador sin ninguna referencia a su propia experiencia interior, que los otros no pueden observar. Estos dos acercamientos dieron lugar a una gran discusión, y si la incluimos en la crítica por parte de los positivistas lógicos sobre la metafísica “intuitiva”, tenemos que decir que esa discusión es una de las más activas en la historia de la ciencia. Aquí nos interesa menos esa crítica, ya que, de acuerdo con los principios de acuerdo con los principios de toda metodología científica, no aceptamos plenamente el punto de vista intuicionista (aunque no negamos su importancia como opositor del positivismo). Sin embargo, es una cuestión abierta, que requiere más análisis, el hecho de si no estaría justificado aceptar, contrariadamente a los 155

Jerzy Topolski empiristas radicales, una determinada importancia del método de la empatía (lo cual, después de todo, significaría sólo una descripción parcial de lo que realmente tiene lugar en los procesos de investigación). Esta formulación implicaría una cierta ampliación del significado empirista de la comprensión, ya que iría más allá de una mera descripción o explicación de los hechos. Después de todo, el término “explicación” podría conservarse, pero entonces tendría que abarcar ciertos elementos de la experiencia interna 3. La explicación formaría una combinación de procesos extrospectivos e introspectivos. La aceptación y apreciación de la validez del método de la empatía en el estudio de los seres humanos (no nos ocupamos aquí de las controversias entre los psicólogos), como hemos dicho, ha hecho surgir muchas discusiones en el área de la metodología científica (y por tanto anti-intuicionista). Las posturas adoptadas por las partes en disputa reflejan, hasta cierto punto, sus opiniones sobre el nivel metodológico de las ciencias sociales y las humanidades, incluida la historia. Los naturalistas más radicales se inclinan a disminuir y restringir el papel de la introspección en los procesos científicos; otros reconocen la naturaleza específica de las ciencias sociales y las humanidades, o de la historia sola, y están dispuestos a hacer mayores concesiones en favor del método de la empatía; en cambio, otros preferirían conseguir una conciliación entre estas dos posturas, interpretando el concepto de comprensión de modo que fuera aceptable para un gran número de representantes de ambas posiciones. Pero entonces ¿cuál es el concepto de comprensión en cuestión? ¿El de los intuicionistas? Por que, presumiblemente, no es el de los empiristas radicales, que lo identifican sólo con la extrospección. Al analizar las actitudes de los sociólogos, algunos de ellos de formación humanista y otros de formación empírica, S. Nowak intentó algún comentario sobre los diversos significados de la palabra “comprensión” y señaló un significado que pudiera ser aceptado en los intentos de dar validez al método introspectivo en la metodología de las ciencias sociales4. Mientras que excluye de sus consideraciones los tipos no psicológicos de comprensión, subrayó que lo podríamos considerar como sacar conclusiones, a partir del comportamiento humano, sobre los estados mentales subyacentes; al hacer esto, sólo se ocupaba del comportamiento humano que es consciente y se dirige a un fin (instrumental), con la exclusión de lo que se podría llamar comportamiento sintomático. En tales casos, el comportamiento instrumental humano juega el papel de índice de inferencia, que nos permite determinar la experiencia interna de una persona concreta. Pero ¿cómo vamos a pasar de dichos índices de inferencia, proporcionados por las fuentes, a determinar los estados mentales de los individuos implicados? En este punto, S. Nowak se refería a la distinción de Reichenbach entre “abstracta” e “illata”, de los que el primero se refiere a los fenómenos observables, y el segundo, a los no observables, pero de los que se supone la existencia. También se apoyaba en la concepción de Carnap (el lenguaje de las observaciones contra el lenguaje de la teoría) e introducía el concepto de construcción hipotética introspectiva (psicológica) como instrumento para traspasar los resultados de la propia introspección a otros 5. Este programa –suponiendo, claro está, que la mentalidad del investigador es “pura”, ya que, de otro modo, su propia experiencia interior enfermiza podría distorsionar grandemente los resultados de su investigación—puede proporcionar más resultados al estudio de los fenómenos contemporáneos, pero, en la investigación histórica, la confianza en la introspección al buscar los motivos de las acciones emprendidas por los individuos (y a fortiori las emprendidas por grupos) sería demasiado arriesgada. Por supuesto sería muy tentadora para dar validez a lo que hace normalmente el historiador, pero que suele ocultar para no ser culpado de subjetividad o “acercamiento psicológico”. Pero utilizar las experiencias propias para “traducir” los actos de comportamiento de personas anteriores a sus motivaciones daría lugar a anacronismos. Mientras la investigación histórica permanezca tan lejos de psicología como lo está actualmente, es decir, mientras no haya una psicología histórica sui generis6 que ofrezca a los historiadores modificadores que les permitan proyectar sus propias experiencias sobre gente que vivió en épocas anteriores, el programa de una investigación histórica comprensiva (modelada según la sociología comprensiva) significaría el regreso al concepto de

4 S. Nowak, Studia zmetodologii nauk spolecznych, ed. cit; págs. 183 y siguientes (capítulo sobre “la observación del comportamiento humano y los problemas de la construcción de una teoría” ). 5 En la terminología de este autor, la comprensión extra-psicológica abarca; 1) La comprensión estructural (comprensión del papel de un elemento en un sistema concreto); 2) comprensión reductiva (reducción de una serie determinada de soluciones a las soluciones básicas); 3) comprensión en cuanto a la información (comprensión del código del informador, es decir, el lenguaje de una fuente concreta); 4) comprensión causal; 5) comprensión genética (comprensión de la secuencia de sucesos). 6 La necesidad de dichas investigaciones fue subrayada por W. Kula en su Rozwazania o historii ed. cit., págs. 91 y ss.

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El proceso de explicación en la investigación histórica la naturaleza humana inmutable. Al menos el presente, cuando reconstruimos el substrato mental que explica las acciones humanas por medio de los motivos humanos, debemos fiarnos más de los datos del comportamiento, (que los historiadores deberían estudiar más exhaustivamente), que en el método de la empatía. Sin embargo, no es la intención de este autor rechazar totalmente ese método, ni siquiera en el nivel actual de integración de la investigación histórica y la psicología. El uso de la introspección en la investigación histórica se fundamenta en la simple afirmación de que el conocimiento que de sí mismo tiene un historiador es un elemento de su conocimiento no basado en fuentes. Si utilizamos nuestro conocimiento no basado en fuentes respecto al mundo exterior, no hay razón por la que no haya que usar los resultados del conocimiento interno. Pero la cuestión es que –como se ha dicho –es enormemente difícil hacer un uso adecuado del propio conocimiento al describir y explicar las acciones de los que vivieron anteriormente (excepto las reacciones mentales básicas, comunes a todas las personas, llamadas motivaciones primitivas, tales como la necesidad de acallar el hambre, etc.). Este autor, por tanto, no está de acuerdo con S. Ossowski, que, al referirse a una discusión entre los metodologistas de la historia, no se puso de parte de C. G. Hempel.7, restringiendo la aplicación de la empatía al papel heurístico de un instrumento de sugerencia de hipótesis psicológicas, sino que suscribió la opinión de W. Dray,8 que aseguraba que el historiador debe recurrir a la empatía siempre que quiera descubrir los motivos que rigen las acciones humanas destinadas a un objetivo. Ossowski fue incluso más allá que Dray, ya que pensaba que la introspección también puede ayudarnos a descubrir las causas de las acciones irreflexivas dictadas por motivos subconscientes.9 Ossowski aseguraba que en las ciencias sociales y en las humanidades la experiencia interna realiza, al menos, cuatro funciones: 1) heurística, cuando la intuición psicológica nos ayuda a formular hipótesis; 2) interpretativa, cuando las expresiones humanas y otras respuestas externas se consideran como índices de ciertos estados mentales; 3) explicativa, cuando explica las relaciones en el comportamiento humano, averiguando las motivaciones por las que se guían las personas en ciertas cuestiones; 4) sustentadoras, cuando apoya afirmaciones generales en situaciones donde los datos de observación no bastan para hacer comprobaciones que respondan a las exigencias científicas.10 En cuanto a la investigación histórica, al menos, con el nivel actual de enlace con la psicología, este autor se inclina a adoptar una postura claramente, aunque no radicalmente, empiristica, es decir, a aceptar como legítima, únicamente, la función heurística de la empatía (o sea, a subrayar la importancia de lo que se llama intuición en la investigación) en cualquier nivel de la investigación, es decir, en la averiguación de hechos, explicación causal, y construcción de conceptos sintéticos; por otro lado, se inclina a rechazar la utilidad de la empatía en el proceso de explicación y síntesis, o sea, en el proceso de sustentación y comprobación de la hipótesis. Esto significa que la comprensión de las acciones humanas –ya que son ellas las únicas implicadas en el problema de la comprensión –supone su explicación, en la cual admitimos la empatía como factor heurístico. Junto a la comprensión considerada como explicación, podemos interpretar la comprensión en la investigación histórica como una especie de justificación de las acciones humanas, relacionándolas con el sistema de valores obligatorio en un grupo social concreto o una cultura dada.

3. Tipos de explicación causal en la investigación histórica Hemos llegado así a la conclusión de que, en la investigación histórica, el proceso de la comprensión se puede identificar con el de la explicación. Sin embargo, su extensión es, en cierto modo, más limitada, ya que el término sólo se refiere a las acciones humanas o, de un modo más preciso, al comportamiento humano destinado a fin. Pero ¿no prestaron atención los historiadores intuicionistas (para quienes no existía el problema de la explicación de consecuencias impensadas de acciones emprendidas por mucha gente) a un pro7 C. G. Hempel, “The function of General Laws in History”, en Theories of History, ed. cit., págs. 352-353. 8 W. Dray, Laws and Explanation in History, cap. V: “The rationale of Action”, ed. cit., págs. 118 y ss; 137-142. 9 S. Ossowski, op. cit., págs. 232-251, en particular, págs. 236-237. 10 Ibídem.

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Jerzy Topolski blema esencial, el de la naturaleza específica de la explicación de las acciones humanas destinadas a un fin, aunque, evidentemente, no usaban una terminología de este tipo? Tenemos que responder afirmativamente a esta pregunta y, por consiguiente, distinguir entre:

1) La explicación de las acciones humanas destinadas a un fin que supone acciones racionales; 2) La explicación de las consecuencias impensadas de acciones emprendidas por mucha gente, es decir, de los procesos.

Junto a la clasificación anterior, podemos señalar otras clasificaciones de la explicación causal, basadas en criterios distintos. Distinguiremos entonces:

1)

Explicación con referencia a las disposiciones;

2)

Explicación estrictamente causal.

En el primer caso, nos referimos a una indicación de la disposición del sistema, cuyos cambios examinamos, para experimentarlos; aquí no nos referimos a ningún factor externo al sistema en cuestión. En esta interpretación, la causa es, como si dijéramos, inherente al sistema. En el caso de una explicación estrictamente causal, señalamos factores externos al sistema. Algunos autores no hacen distinciones entre la explicación de las acciones humanas destinadas a un fin y la explicación por referencia a las disposiciones. La siguiente clasificación de la explicación causal en la investigación causal es la que se refiere a la naturaleza lógica de la fundamentación. Como suponemos que el modelo deductivo, construidos por C. G. Hempel, es un modelo ideal sui generis de la explicación causal en la investigación histórica, intentaremos averiguar hasta qué punto se acercan a ese modelo los diversos tipos de explicaciones que hallamos en los estudios históricos. Distinguiremos, por tanto:

1) Explicación con referencia a las leyes que dictan la condición suficiente o necesaria (o ambas); 2) Explicación que dicta una de las condiciones suficientes alternativas (una condición que, en determinadas circunstancias, es necesaria); 3) Explicación con referencia a las condiciones favorables.

Esta clasificación vale también para las enumeradas anteriormente (y, por tanto, también las explicaciones de las acciones humanas destinadas a un fin y las explicaciones con referencia a las disposiciones). Desde otro punto de vista, nos podemos referir, por un lado, a las leyes sin excepción, y, por otro, a las de naturaleza estadística (es decir, las que indican un grado de probabilidad), como base de las explicaciones causales en la investigación histórica. Otra clasificación de las leyes es la que las divide en más y menos abstractas; la primera categoría se aplica a los tipos ideales (como el capitalismo o el feudalismo), en los que el historiador sólo toma los rasgos esenciales de los conceptos en cuestión, construidos sobre la base de aceptación de una serie de presupuestos idealizados. Otra clasificación presta atención a la explicación por indicación de las causas directas e indirectas; se relaciona con la clasificación en explicaciones mono-causales y multi-causales (esta última es típica de la investigación histórica). 158

El proceso de explicación en la investigación histórica A continuación trataremos la explicación de las acciones humanas destinadas a un fin y la explicación por referencia a las disposiciones. No vamos a diferenciar como tema aparte la explicación de las consecuencias impensadas de acciones emprendidas por muchas personas ni la explicación estrictamente causal, ya que se mencionarán en los capítulos sobre la explicación desde el punto de vista de su sustentación lógica. 4. Explicación de las acciones humanas destinadas a un fin (interpretación humanista) Nos interesan aquí las acciones humanas que tienen un objetivo, llamadas también racionales. Este tipo de explicación, que los intuicionistas querían obtener por actos espesificos de empatía, se puede describir en términos de la reconstrucción de la actividad racional del hombre. La empatía intuitiva se puede explicar totalmente con conceptos metodológicos que no dan lugar a objeciones sobre su naturaleza científica. Para ello, podemos recurrir a los conceptos generales usados en la teoría del juego, a lo que se denomina la lógica de la situación, que se relaciona con los problemas de la explicación histórica, y a los logros de la teoría de la conducta. Este acercamiento abarca las acciones destinadas a un fin, emprendidas tanto por los individuos como por los grupos sociales, pero, como hemos dicho, no sirve para la explicación de las consecuencias de las acciones emprendidas por muchas personas.11 Esto se debe a que estas personas no pretendían tales consecuencias, y, por tanto, no se pueden explicar por medio de los conceptos usados en la teoría del juego y de la decisión. Los procesos históricos que son resultados se tales acciones se parecen a los procesos que tienen lugar en la naturaleza. Respecto a ellos, igual que respecto a la mayoría de las consecuencias de acciones emprendidas por grandes grupos de personas, no necesitamos suponer un comportamiento racional. Esto no quiere decir, por supuesto, que en el futuro el hombre no será capaz de guiar acciones de masas emprendidas por los seres humanos en mayor medida de lo que es capaz actualmente, y conseguir los objetivos pretendidos. Sin embargo, es dudoso que tales predicciones pudieran abarcar un futuro remoto. En cuanto a la explicación de las acciones humanas, al margen de que nos refiramos a acciones emprendidas por individuos o por grupos, la tarea del historiador es bastante más difícil que en el caso de la explicación de las consecuencias impensadas de acciones emprendidas por grandes grupos de seres humanos, ya que, en el primer caso, tiene que reconstruir también las actitudes mentales del (de los) agente (s). Esto significa que, además de reconstruir la serie de factores externos que, en un caso determinado, influyen en el comportamiento humano, tiene que reconstruir también los procesos internos de los seres humanos. Ya que es evidente que sólo la integración de los estímulos externos con los internos, es decir, la infiltración de los estímulos externos en sistemas mentales humanos concretos da lugar a un determinado comportamiento humano, en este caso, una acción orientada hacia un objetivo dado.

experiencia previa

hechos o condiciones especiales

formulación del objetivo de la acción

estado mental

acción destinada a un fin

estímulos externos

11 El problema ha sido exhaustivamente tratado por J. Kmita en su problemy metodologiczne interpretacgi humanistycznej, que muestra con detalle en qué consisten las explicaciones de las acciones humanas destinadas a un fin; para ello, utiliza el concepto de interpretación humanista, que se refiere al objetivo del agente, su cuerpo de conocimiento, y las normas por las que se rige.

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Jerzy Topolski El esquema anterior puede ser una muestra del condicionamiento del comportamiento humano. Este esquema muestra cómo una situación específica, al producir ciertos estímulos para las acciones adecuadas (por ejemplo, la opresión social como un estímulo para la resistencia contra ella) y al confrontarse con la experiencia previa de un individuo o una serie de individuos, causa –para un estado mental o una actitud concretos—la formulación de un objetivo de la acción, y, por consiguiente, esa acción (por ejemplo, el abandono de la resistencia, por que la experiencia nos habla de crueles represiones). Al explicar las acciones humanas, los historiadores no siempre han estado igualmente interesados por la cadena de relaciones mostrada anteriormente. Durante largo tiempo, se limitaron a explicar las acciones emprendidas por los individuos (y, generalmente, sólo los individuos destacados), teniendo en cuenta su vida interna (normalmente reconstruida por medio de la introspección), es decir, el proceso interno de los estímulos externos, a la luz de la experiencia anterior, proceso que, en última instancia, daría lugar a una determinada clase de comportamiento. El progreso en la explicación de las acciones humanas en el pasado consistió en un tratamiento más equilibrado de la función explicativa de la experiencia previa y de los estímulos externos, y también en el examen del sustrato de dichos estímulos. Esto ponía una explicación de las acciones humanas relacionándolas con un sistema adecuadamente considerado dentro del cual tenía lugar esa acción. En la literatura histórica y metodológica de la materia encontramos numerosas referencias al hecho de que explicar las acciones humanas consiste en descubrir los motivos de esas acciones (aquí, los motivos se pueden interpretar como objetivos)12. La llamaremos la estructura motivacional de una acción destinada a un fin. El concepto de motivación puede interpretarse de modo que implique un análisis del sustrato de los estímulos externos que ayude a configurar los objetivos de las acciones humanas. Si, para limpiar la investigación histórica de un acercamiento igenuamente psicológico, limitamos el papel de la introspección a sugerir ciertas hipótesis que puedan ayudar a reconstruir dichas motivaciones (objetivos) nos encontramos con el problema de cómo va a relacionar un historiador las acciones humanas con sus estructuras motivacionales subyacentes. En algunos casos, tiene a disposición, como es sabido, los informes del individuo que le interesa, sobre los motivos que han guiado a ese individuo en sus acciones. Sin embargo, tales afirmaciones deben ser consideradas por el historiador con cuidado extremo, teniendo en cuenta que la gente, muchas veces, no se da cuenta de los motivos de sus propias acciones13; por tanto, estas afirmaciones deben considerarse como un determinado tipo de conducta que todavía hay que explicar. El esquema más general de la interpretación de las acciones humanas como un juego sui generis destinado a conseguir un objetivo concreto, es decir, resultados útiles para el agente, lo proporciona la teoría del juego y la decisión. Esta teoría puede decir al historiador cuáles son los principios de los diversos tipos de juegos y cómo se toman las decisiones, con certeza e incertidumbre (conocimiento incompleto)por parte de los individuos y los grupos, etcétera. Los presupuestos básicos del juego y la toma de decisiones los formulan R. D. Luce y H. Raiffa, como tres postulados que hay que mencionar: 1) Cada jugador tiene un modelo de preferencia, en la serie de resultados, que satisface los axiomas de la teoría utilidad; 2) Cada jugador conoce plenamente las reglas del juego y las funciones de utilidad de cada uno de los jugadores;

12 Sobre la motivación en la psicología social, ver Assessment of Human Motives, G. Lindey (ed.), Grove Press, 1960. E. Nagel (The Structure of Science, páginas 551 y ss.) dice que, para explicar el comportamiento humano, tenemos que encontrar las razones por las que un individuo concreto se comportó de un modo particular en circunstancias específicas, y trata las clases de esas razones. 13 A. Malewski (O zastosowaniach teorii zachowania [Sobre las aplicaciones de la teoría de la conducta], Varsovia, 1964, págs. 175-176),da un ejemplo interesante. “Cuando un historiador quiere valorar los datos contenidos en las memorias, debe tener en cuenta si las memorias estaban destinadas a publicarse, y en ese caso, si debían ser publicadas en vida de su autor o sólo después de su muerte. Estas consideraciones se basaban en el supuesto de que las memorias destinadas a la publicación pueden caracterizarse por más omisiones deliberadas y más tergiversaciones que las que encontraríamos en las memorias escritas por un autor para sí mismo. Este supuesto puede fundarse teóricamente en términos de la teoría de la conducta. En el caso de las memorias destinadas al público, las omisiones o distorsiones por parte del autor de lo que podría desacreditarse le permiten evitar la pena que consiste en su propia desaprobación de su conducta y la pena que consiste en la desaprobación de su conducta por parte de otros. En el caso de las memorias secretas, este comportamiento le permite, sobre todo, evitar su propia desaprobación.”

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El proceso de explicación en la investigación histórica 3) Un jugador intentará aumentar al máximo la utilidad esperada14. En otras palabras, al actuar orientada hacia un objetivo, una persona intenta conseguir al máximo sus objetivos esperados, y su éxito depende de su conocimiento de las reglas del juego y de los objetivos de los otros jugadores; es evidente que los hechos o las situaciones se pueden interpretar como uno de los jugadores. No hace falta subrayar que la gente se decide participar en el juego (es decir, a actuar, o sea, a comportarse de una manera específica) por sus objetivos, que reflejan sus escalas de valores respectivas. La teoría del juego, que se da en una interpretación matemática, se podría considerar como una formalización del concepto de lógica de la situación15, que se acerca más a lo que hace un historiador en su práctica investigadora. Los términos fundamentales de esa lógica son: 1)

Una persona;

2)

Su ambiente;

3)

Una serie de elecciones alternativas de medios;

4)

Una serie de resultados posibles;

5)

Preferencia por resultados específicos;

6) El conocimiento de las relaciones (probabilísticas o deterministas) entre los medios y los resultados. Por tanto, para explicar una acción humana destinada a un fin, es decir, para responder a la pregunta de por qué actuó de tal forma una persona concreta, tenemos que conocer todos los elementos antes enumeradas. Cuanto mejor los conozcamos, más satisfactoria será nuestra explicación. Por consiguiente, no necesitamos recurrir a la empatía, aunque la empatía, en muchos casos, puede parecer más fácil que la auténtica investigación. Los seis elementos enumerados anteriormente se pueden traducir al lenguaje de la investigación histórica de este modo: para explicar las acciones humanas destinadas a un fin debemos conocer: 1)

Las características mentales del (de los) agentes (s);

2)

Las acciones en las que él (ellos) actuó (actuaron) (certeza, riesgo, insertidumbre);

3)

Los medios que tuvo (tuvieron) a su disposición;

4)

El que pretendía (n) (junto con la escala de valores del (de los) agentes[s] );

5)

El conocimiento que tenía (n) a su disposición (especialmente sobre 2 y 3.

El agente, que quiere conseguir un objetivo determinado (en condiciones específicas, usando los medios de los que dispone y apoyándose en su conocimiento de las acciones existentes y la eficacia de los medios) emprende acciones destinadas a hacerle conseguir ese objetivo. Deberíamos poder, por tanto, reconstruir ese objetivo, los medios usados en el cuerpo de conocimiento del agente. Supongamos que preguntamos por qué mandó un comandante a su ejército que se retirara del campo de batalla, y que nos inclinamos a censurarle por ello. Para llegar a una explicación, debemos reconstruir, en primer lugar, el objetivo que debía conseguir como resultado de su acción. Su objetivo podría no ser ganar la batalla, sino reservar a sus tropas para poder derrotar espectacularmente a su enemigo en otras condiciones. Luego tenemos que analizar las condiciones en las que el comandante tuvo que actuar. Entre ellas pueden incluirse el terreno, las provisiones, la fuerza relativa de las tropas, el objetivo final de la guerra, su dependencia de otros, etcétera. También es importante conocer los medios que el comandante tenia a su disposición para conseguir su objetivo. Podrían existir opciones alternativas (por ejemplo, un armisticio). Finalmente, es muy importante averiguar cuál era el conocimiento. ¿Conocía la supuesta eficacia de sus medios? ¿Conocía todos los medios que podría haber usado? ¿Estaba informado de las condiciones en las que tenía que actuar? Por ejemplo, podía haber decidido la retirada porque no sabía que estaban llegando refuerzos inesperados. 14 R. D. Luce Y H. Raiffa, Games and Decisions, ed. cit., págs. 47-51. 15 Las explicaciones en términos de la lógica de la situación han sido muy usadas por P. Gardiner (The Nature of Historical Explanation, Londres, 1952), que distingue la explicación de acuerdo con el modelo de Hempel (en términos de efectos causales) y la explicación racional (en términos de la lógica de la situación). La distinción merece atención, aunque el presente autor no está de acuerdo con Gardiner cuando este último opone un tipo de explicación al otro y dice que en las explicaciones en términos de la lógica de la situación nos las arreglamos sin hacer referencia a las leyes.

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Jerzy Topolski El historiador, a menudo, tiene unas posibilidades muy reducidas de adquirir suficiente información sobre todos los elementos de la lógica de la situación. Este conocimiento completo se puede considerar como un estado ideal determinado (idealización) por el que lucha en el curso de su proceso explicativo. Adviértase que la explicación por medio de una reconstrucción de los elementos de la lógica de la situación está por dos partes: 1)

Indicación del objetivo (motivo) de la acción;

2)

Valoración de si la acción fue racional desde el punto de vista de ese objetivo.

Si preguntamos: “¿Por qué ordenó el comandante X a su ejército que se retirara?”, podemos contestar: “Porque quería reservar a sus tropas para un ataque posterior y más importantes” y aceptar esta explicación como suficiente. Pero podemos ir más allá e intentar averiguar si la retirada era razonable. Esa razonabilidad puede valorarse, a su vez, desde el punto de vista del conocimiento (incompleto y quizás erróneo) del comandante o desde el punto de vista de nuestro conocimiento (el del investigador) de las condiciones en las que tuvo que actuar, los medios que tenía a su disposición y la eficacia de esos medios. Algunos estudiosos (P. Gardiner, W. Dray, y otros) sostienen que, al explicar el pasado con referencia a la lógica de la situación, el historiador no se refiere a las leyes. Otros (Hempel y sus seguidores, E. Nagel) aseguran que no es posible explicar las acciones de los individuos sin considerar afirmaciones generales de varios tipos. La postura de este autor es que es indispensable referirse a las leyes, que son siempre afirmaciones sobre una acción racional (es decir, sobre la ejecución de actos específicos en condiciones concretas). Consideremos dos situaciones: 1) cuando el objetivo de la acción está indicado en una fuente fiable; 2) cuando tenemos que reconstruir ese objetivo nosotros. En el primer caso, si seguimos las fuentes y afirmamos que la retirada estuvo motivada por la intención de reservar las tropas, nos referimos tácticamente a una afirmación general del tipo: muchas veces, es mejor reservar las tropas que ganar en una victoria pírrica. Un análisis de los diversos elementos de la lógica de la situación confirmaría nuestra creencia de que ése fue el caso en la batalla en cuestión. El comandante debe haber sabido que no podía reservar las tropas sin parar las operaciones. Como quería reservar las tropas, actuó consecuentemente. Si reconstruimos el objetivo de la acción (motivo), podemos necesitar, incluso más, una referencia a una afirmación general adecuada. Así, a partir del hecho de que el comandante mandó que su tropa se retirara, a pesar de que tenia alguna oportunidad de ganar la batalla, hacemos deducciones sobre los motivos de su decisión y buscamos la confirmación en una reconstrucción de los elementos de la lógica de la situación. La deducción sigue este modelo:

Premisa: 1) Cuando un comandante quiere reservar sus tropas suele ordenar que el ejército se retire, deteniendo así las operaciones. 2)

El comandante X ordenó a su ejército que detuviera las operaciones.

Conclusión: 3)

X, probablemente, quería reservar sus tropas.

Este es un caso de reducción debilitada con una premisa, la 1) que es una afirmación general. La afirmación 1) se puede deducir de una afirmación todavía más general del tipo: las tropas sólo se reservan si existen las condiciones para que los sondados no pierdan sus vidas. No analizaremos aquí la reconstrucción de todos los elementos de la lógica de la situación con mayor detalle. Sobre la mayoría de ellos nos referimos a una afirmación general. Por ejemplo, si queremos enumerar los medios que tiene a su disposición una persona concreta, debemos referirnos, en cada caso, a nuestro conocimiento de que un objeto o situación concretos, etcétera, se puede considerar como un medio, en una acción concreta. 162

El proceso de explicación en la investigación histórica La teoría de la conducta (que surge de los estudios precursores de I. Pavlov y E. Thorndike) puede ser, para un historiador, una gran reserva de afirmaciones generales sobre los mecanismos de la conducta instrumental (los mecanismos de las respuestas a los estímulos según las consecuencias de tales respuestas) y sobre las regularidades del conocimiento clásico (las respuestas, no sólo a los estímulos, sino también a las señales). Nos permite subrayar acciones humanas específicas en ciertas leyes que han sido comprobadas empíricamente en grado suficiente, y evitar la referencia a las varias generalizaciones corrientes que sólo se comprueban en la propia experiencia interna16. Adviértase además que la teoría de la conducta explica cómo se forman tanto los modelos de conducta normales como los neuróticos 17. Podemos usar, por tanto, la teoría de la conducta para reconstruir las actitudes mentales de personas que actúan en circunstancias específicas, con la condición evidente de reconstruir tales circunstancias adecuadamente y acumular la mayor cantidad de datos posibles sobre las explicaciones previas de las personas cuya conducta investigamos. En otras palabras, éste es un método para descubrir las motivaciones de las acciones humanas. En nuestro esquema, las motivaciones significan los estímulos que inducen a la gente a actuar (o a abstenerse de actuar). Es evidente que la teoría de la conducta sólo nos ofrece esquemas de explicación sumamente abstractos: afirma que ciertos tipos de estímulos provocan ciertos tipos de conducta, según que una persona concreta (apoyándose en su experiencia) sepa que una clase de comportamiento determinada produce algo bueno para él (es decir, una recompensa o la evitación o reducción de un castigo, para usar la terminología de la teoría de la conducta). La tarea del historiador es describir esos estímulos y ese sistema de recompensas y castigos, cada vez, en términos concretos, para mostrar cómo se convierte un estímulo, proveniente de una situación externa a la persona, en su acción, por medio de su respuesta (actitud) mental. La teoría del materialismo histórico señala que, respecto a las acciones emprendidas por las clases sociales, el interés de clase es el principal estímulo (motivación)18. El concepto de interés de clase, que tiene una naturaleza muy general, debe recibir siempre su sentido adecuado, ya que, como correctamente nos advierte W. Kula, puede llevar fácilmente a grandes deformaciones de los análisis históricos. Cuando se usa como construcción teórica explicativa, su uso debe ir acompañado –en opinión de este autor— por el conocimiento que el historiador tenga de las recompensas y los castigos que siguen a determinadas acciones. Así, tal acción está de acuerdo con los intereses de una clase determinada si es posible que acarree muchas recompensas y pocos castigos para la clase como un todo (es decir, para la mayoría de sus miembros). La valoración de dichas recompensas y dichos castigos debe provenir de la experiencia anterior de una clase concreta, y no del punto de vista de los objetivos que el historiador quiera atribuir a esa clase ex post facto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la teoría de las recompensas y los castigos, que se basa en la psicología conductista, no tiene en consideración las acciones orientales hacia un objetivo a largo plazo.

5. Explicación por referencia a las disposiciones La discusión sobre la naturaleza de las explicaciones causales, iniciada principalmente por C. G. Hempel (crf. Capítulo VIII) y que ha durado casi treinta años, ha quedado desfigurada por la confusión del problema de reconstruir el modelo de explicación en la investigación histórica con la práctica real de los historiadores, que, muchas veces, se desvían de la situación modélica. Muchos autores que rechazaban el modelo de Hempel, por no ser típico de la investigación histórica, intentaron oponerle otros métodos de explicación causal, que, según ellos, sí eran típicos. Así, entre los modelos considerados como típicos de la explicación en la investigación histórica, comenzaron a incluirse la explicación por referencia a las disposiciones (limitada a la explicación de una acción emprendida por individuos) y la explicación genética (limitada a la explicación de sucesos aislados). Un análisis más exhaustivo de la discusión nos permite acercar entre sí las diversas posturas, aunque sólo sea considerando separadamente los análisis del modelo y los procedimientos estrictamente empíricos, e

16 Crf. A. Malewski, O zastosowaniach teorii zachowania, ed cit. 17 Ibídem, págs. 14-15. 18 El problema es analizado en detalle por W. Kuka en su Rozwazania o historii, ed. cit., págs. 74 y ss.

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Jerzy Topolski incluso refiriéndonos a las afirmaciones hechas por los propios historiadores, cosa que hasta el momento no se ha hecho, y refiriéndonos también a los hechos que describe. Los hechos muestran que tanto el modelo basado en la referencia a las disposiciones, que no se puede considerar como una cuasi-explicación, como el modelo que señala una relación incondicional o estadística entre A y B, es decir, causa y efecto, son igualmente válidos. Si observamos los cambios que tienen lugar en un sistema, nos puede interesar principalmente un sistema en el cual las interacciones constantes entre sus elementos hagan pasar al sistema continuamente de un estado a otro. Al hacer esto, permanecemos, como si dijéramos, dentro del sistema, que puede ser un país (por ejemplo, Polonia) y un individuo. Al investigar dicho sistema llegamos a la conclusión de que tiene sus disposiciones específicas, y por tanto, en otras palabras, es susceptible de un cierto tipo de cambios o comportamiento. Explicamos así los cambios en el sistema por sus disposiciones específicas, o sea, por su estructura. Los historiadores, a menudo, actúan de este modo, no sólo, como se suele creer, respecto a las disposiciones mentales (estructura mental) de los individuos, sino también respecto a muchos oros sistemas (aunque, obviamente, no todos). En este tipo de explicación sería difícil recurrir a la fórmula de que un hecho A causa un hecho B, porque la aparición de B se considera aquí como una transformación de un estado anterior de ese B. Se puede ver fácilmente que esta explicación se adapta perfectamente al estudio de los sistemas que cambian de manera continuada. Más adelante daremos ejemplos. El investigar un sistema podemos, por el contrario, no estar interesados por su estructura interna, sino por la influencia de factores externos a ese sistema o de elementos de otros sistemas, es decir, nos interesa establecer relaciones entre los hechos. En otras palabras, en este caso nos ocupamos de señalar las relaciones entre diferentes sistemas o entre elementos de diferentes sistemas. Para mostrar la diferencia entre la explicación por referencia a las disposiciones y la explicación estrictamente causal, veamos los siguientes ejemplos. A la pregunta de por qué fue destruido por el fuego cierto pueblo, podemos contestar que porque estaba hecho de edificios de madera, o porque un pirómano había comenzado el incendio. Del mismo modo, al contestar a la pregunta de por qué oprimió Iván el Terrible a los boyardos, podemos contestar que lo hacía porque era cruel, o porque su terror iba a traer un fenómeno diferente, el refor-zamiento de su estado. Ejemplos parecidos nos los dan las discusiones sobre las causas de las particiones de Polonia, donde las partes en disputas señalan causas internas (interpretadas de diversos modos), por un lado, o factores externos, por otro. El análisis de la estructura del proceso histórico muestra que podemos preguntar las causas de ciertos procesos (o cambios continuos), es decir, estados y procesos (cfr. capítulo XI) teniendo en cuenta diferentes problemas. Nos puede interesar la estructura de un sistema (interpretando esa estructura, según el caso, como mental, económica, etcétera) con la intención de señalas su susceptibilidad (o no susceptibilidad) a ciertos cambios, o nos pude interesar aquellos hechos (dentro o fuera del sistema) que, según ciertas regularidades generales, hacen que las disposiciones de ese sistema hacia ciertos cambios hagan efectivos dichos cambios. En otras palabras, si nos referimos a la distinción hecha en el capítulo XII en relación con el estudio de la estructura del proceso histórico, nos pueden interesar los condicionamientos de un nexo causal a las verdaderas causas (directas o indirectas) de un hecho conocido (o sus características) considerado como el efecto. Adviértase, en este sentido, el ejemplo dado por M. Bloch sobre el alza de precios en Francia en tiempos de la Ley, en el que Bloch distinguía entre causas y condiciones: Grado considerable de uniformidad económica de Francia, que facilitó la circulación (condicionamiento)

inflación de la ley (causa) Alza de precios

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El proceso de explicación en la investigación histórica Señalar el 1), el condicionamiento, significa una explicación por referencia a las disposiciones; el 2), las causas, es una explicación estrictamente causal. Hay que advertir también que, al proponer explicaciones por referencia a las disposiciones, nos puede interesar la estructura del sistema sobre el que se supone que ha actuado una causa concreta. En otras palabras, preguntamos si un sistema determinado, con probabilidad, desarrolló ciertos cambios en otro sistema. Por ejemplo, si hablamos de la agresividad de los vecinos de Polonia como causa de las particiones de Polonia, esto quiere decir lo mismo que si habláramos de la debilidad de Polonia. En ambos casos explicamos los hechos por referencia a las disposiciones, señalando las condiciones, y no proponemos ninguna explicación estrictamente causal, que señale las causas. Aunque el análisis de la estructura de los hechos da validez a la explicación por referencia a las disposiciones, ya que indica su papel específico en nuestra adquisición de un conocimiento de los hechos, sin embargo, como puede verse por los ejemplos anteriormente aducidos, sólo forma parte del procedimiento de explicación, una parte que, respecto a la búsqueda de las causas en el sentido estricto del término, puede ser útil, o incluso, en algunos casos, indispensable. Los historiadores, muchas veces se limitan en sus explicaciones a las referencias a las disposiciones, especialmente cuando las indican como causas del comportamiento de los individuos. En el modelo psicológico de explicación, que predominó en la investigación histórica durante mucho tiempo y que todavía tiene algunos seguidores entre los historiadores que se guían por el “sentido común” más que por el conocimiento científico, las referencias a las disposiciones, y, por tanto, la indicación de características como la ambición, la exigencia, la perversión, etcétera, bastaba para explicar el comportamiento de un individuo concreto. Sin embargo, hay que subrayar que, en una explicación plena de las acciones de un individuo, sus disposiciones mentales (formadas según su experiencia anterior) deben ser tenidas en cuenta, a pesar de que la indicación de las disposiciones no significa un descubrimiento de las causas19. En la literatura metodológica la explicación por referencia a las disposiciones (llamada racional por W. Dray) se considera como un tipo no causal, aparte, de explicación histórica, que se basa en el supuesto de que los estados mentales de los individuos no se interpretan como hechos o procesos, como causas, por tanto (P. Gardiner, G. Ryle), o como una variedad de explicación causal que no sigue el modelo clásico de Hempel (es decir, la referencia a las leyes, cfr. W. Dray)20, o como una variedad que se puede reducir a ese modelo (C. G. Hempel, W. H. Walsh). La postura de este autor es la siguiente: las explicaciones por referencia a las disposiciones se consideran como un tipo especial de explicaciones, que no es característico de la investigación histórica solamente, y que entra dentro del procedimiento de explicación causal; es una parte, y no una variedad, de este último. Este autor sostiene que la opinión de que la explicación por referencia a las disposiciones se puede reducir al modelo general de explicación, corresponde más bien a lo que se hace realmente en la investigación histórica, lo cual no significa que la explicación por referencia a las disposiciones sea satisfactoria. En vista de lo anterior se asegura que, en las explicaciones por referencia a las disposiciones, nos referimos también a ciertas leyes que afirman que determinadas disposiciones (no sólo las mentales, ya que no nos ocupamos sólo de las acciones humanas), en circunstancias específicas, producen (siempre o normalmente) ciertos estados en clases de objetos concretas (no sólo los seres humanos). W. Dray, al analizar el ejemplo de Ryle sobre el cristal roto, dice que la afirmación: 1) “El cristal se rompió cuando lo golpeó la piedra” se puede reducir al modelo de Hempel “por que siempre que una piedra golpea un cristal, éste se rompe”; Pero la afirmación: 2) “El cristal se rompió cuando lo golpeó la piedra por que es frágil” no se puede interpretar del mismo modo, por que la explicación por referencia al hecho de que el cristal sea frágil no significa ninguna referen-

19 Este autor, sin embargo, no comparte la opinión de G. Ryle, que asegura (en The Concept of Mind, ed. cit., pág. 113) que los estados mentales (motivos) no se pueden considerar como hechos o procesos, ni por tanto como causas de otros hechos determinados. En este sentido, ver W. Dray, Laws and Explanation in History , ed. cit., págs. 141-145 y passim. Ryle fue criticado, entre otros, por W. W. Bartley en su “Achilles, the Tortoise and Explanation in Science and History”, The British Journal for the Philosophy of Science, vol. XIII, número 49. 1962, pág. 22. 20 Afirma que las disposiciones son condiciones necesarias de las acciones humanas (cfr. Laws and Explanation in History, págs. 151-152). Sobre las condiciones necesarias, ver las secciones posteriores en este capítulo.

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Jerzy Topolski cia a una ley. Dray añade, sin embargo, que nos encontramos aquí con una referencia a una generalización explicativa que es como una ley21. En opinión de este autor no hay una diferencia esencial entre la referencia a las leyes en el primer caso y en el segundo: en la explicación por referencia a la fragilidad del cristal suponemos tácitamente que “los objetos frágiles se rompen cuando los golpea una piedra”. La operación consiste en incluir el cristal dentro de la clase de los objetos frágiles (es decir, los objetos que son fácilmente rompibles). Se puede ver fácilmente, sin embargo, que en el caso 2), es decir, en la explicación por referencia a las disposiciones, el golpe de la piedra en el cristal debe ser tenido en cuenta, dentro del razonamiento, como un todo. Si dijéramos sólo que el cristal se rompió porque era frágil, tendríamos que clasificar esa afirmación como inaceptable, incompleta, que con poco que ver con la explicación. Esto muestra claramente que la explicación por referencia a las disposiciones, aunque sigue el modelo general de Hempel, que refleja las regularidades dominantes en el mundo, no abarca el nexo fundamental entre causa y efecto. Dray, que, en general, acepta que la explicación por referencia a las disposiciones se puede comparar con el modelo de Hempel, no extiende su afirmación, sin embargo, hasta el punto de abarcar los procedimientos usados por los historiadores que, después de todo, se ocupan de las disposiciones humanas. Dice que, si un historiador explica el comportamiento de una persona en el pasado por su ambición (por que era ambicioso), está prestando atención a una característica posible de un individuo, mientras que la fragilidad es una propiedad general del cristal. Si crítica no viene al caso, por que podemos averiguar, como hacen también los psicólogos, que respuestas están relacionadas normalmente con determinadas disposiciones de los seres humanos. Es cierto que no todos los hombres son ambiciosos, pero la relación entre la ambición y ciertos tipos de conducta, como han averiguado los psicólogos, es de naturaleza general. Después de todo, no todos los cristales son frágiles, ya que existen muchas clases de cristal reforzado. En cuanto a la ambición como disposición humana, tenemos que establecer, en primer lugar, si una persona concreta fue ambiciosa, si es que queremos sacar conclusiones adecuadas del hecho. Del mismo modo, cuando nos encontramos con un cristal roto, debemos averiguar, primero, si es una clase de cristal fácilmente rompible. Si resulta que el cristal no era de un tipo frágil, y a pesar de todo, fue roto, no podemos decir que su fragilidad fue la causa de que se rompiera. En tal caso, no bastaría, seguramente, que hubiera sido golpeado por una piedra. Por tanto, respecto a los objetos inanimados y a los seres humanos nos encontramos con varias diferencias de grado: puede ser que un ser humano tenga más disposiciones individuales (es decir, disposiciones que no son características de todo ser humano) que un objeto inanimado. Pero podemos decir que, en nuestras explicaciones, nos referimos a la clase de las personas ambiciosas del mismo modo que nos referimos a la clase de los objetos hecho de cristal rompible. Esto no cambia el hecho de que, desde algún otro punto de vista (por ejemplo, la resistencia al calor), los objetos de cristal pueden constituir una sola clase (lo que significaría que todos los objetos de cristal son resistentes al calor, es decir, sólo hay una clase de cristal por lo que respecta a la resistencia al calor). En nuestra interpretación, la explicación por referencia a las disposiciones no equivale a su concepto tal como lo encontramos en la literatura de la materia, por ejemplo, en P. Gardiner. En nuestro caso, no se limita a una explicación de los motivos de las acciones humanas, y afirmamos que es una clase dentro de un procedimiento general en el análisis de las causas, que puede incluirse en el modelo de Hempel. Adviértase además que la explicación por referencia a las disposiciones (en el sentido de estados mentales) no agota todos los tipos de explicación de las acciones humanas. Junto a las explicaciones por referencia a los estados mentales (cuyo alcance es muy limitado para el historiados actual, ya que sólo indican una relación, que puede resultar tener muy poco interés),ya que las acciones emprendidas por los individuos se pueden explicar, como se ha mencionado anteriormente, por la reconstrucción de la lógica de la situación, y, en particular, la reconstrucción de los objetivos (humanos). Si decimos que Disraeli atacó a Peel en el parlamento en 1846 porque (Disraeli) era ambicioso, no agotamos así las posibilidades de explicar la acción de Disraeli. Podemos intentar, como deben hacer los historiadores, reconstruir el objetivo de ese ataque. En esta explicación más completa el factor ambición jugará un papel secundario.

21 W. Dray, op. cit., pág. 145.

166

El proceso de explicación en la investigación histórica En las explicaciones por referencia a las disposiciones, la inferencia sigue este modelo: Premisas: 1) La ambición suele hacer que una persona sea agresiva. 2) Disraeli era ambicioso.

Conclusión: 3) La actitud agresiva de Disraeli (y, por tanto, su ataque a Peel) estuvo causada (probablemente) por su ambición.

No nos importa aquí si la ley establecida en 1) se ajusta a los hallazgos de los psicólogos; lo que nos interesa es el esquema de inferencia que, como podemos ver, es de deducción debilitada, que se refiere a una ley de naturaleza estadística. 6.

El procedimiento general de explicación causal. Modelo de Hempel

Con relación al modelo de Hempel (que hemos tratado más ampliamente en el capítulo VIII), podemos distinguir estas posturas:

1) Aceptamos que su modelo sólo se puede aplicar a la ciencia natural (donde no se analizan las acciones humanas; en la investigación histórica no hay ninguna explicación causal); 2) Aceptamos que hay una unidad fundamental del método de explicación en las diversas ciencias, lo cual implica una posibilidad de interpretar las explicaciones causales en la investigación histórica de acuerdo con el modelo de Hempel; 3) Aceptamos que es posible hablar sobre el modelo de Hempel en relación con la investigación histórica, pero su modelo debe ser modificado (en general, o sólo en el caso de las explicaciones históricas); 4) Aceptamos que los historiadores proponen explicaciones causales, por que no lo hacen de acuerdo con ningún modelo que se refiera a las leyes (o no lo hacen casi nunca), es decir, no lo hacen según el modelo de Hempel.

La postura 1) sólo la defenderían los intuicionistas, quienes, en cuanto a la explicación de las acciones humanas, son promotores del método de la comprensión por empatía, y no por una reconstrucción de los objetivos. Quienes discutieron sobre el modelo de Hempel se alejaban, en la mayoría de los casos, de ese tipo de metafísica. La postura 2), defendida, entre otros, por Popper y Hempel, supone que el modelo es una idealización sui generis de la práctica real de explicación. Por ejemplo, como dice Hempel, los historiadores no se refieren explícitamente a las leyes, pero las aceptan entimemáticamente. Por eso, las explicaciones en la investigación histórica, aunque pueden interpretarse como procedimientos que siguen el modelo deductivo, deberían denominarse más bien esbozos de explicación. Hempel menciona también los esbozos casi-explicativos, que ni siquiera ofrecen una indicación sobre dónde hay que buscar las leyes implicadas. La postura 3), representada, entre otros, por M. Scriven, tiene más en cuenta la práctica real. En primer lugar, presta atención a la naturaleza de las leyes a las que se refieren los historiadores (y no sólo los historiadores) en el proceso de explicación. No son (o no sólo son) leyes incondicionales (leyes basadas en una condición suficiente), sino también leyes estadísticas (que llevan a conclusiones que son sólo probables, y no seguras, como en el caso de la deducción). Además, los historiadores se refieren muchas veces a ciertas afirmaciones generales, pero que no tienen la categoría de leyes científicas; son verdades incontestables en 167

Jerzy Topolski forma de afirmaciones sobre las relaciones (“frases normativas”, según las llama M. Scriven)22 o “generalizaciones restringidas” (N. Rescher, O. Helmer, y otros), y otros nombres por el estilo. A. Danto supone que los historiadores se refieren a leyes, pero que esas leyes son de naturaleza bastante específica 23. G. Ryle introdujo la modificación (que también aprueban otros) de que los historiadores no deducen la causa a partir de la conjunción del efecto y las leyes, sino que deducen el efecto apoyándose en ciertas reglas lógicas de acuerdo con las leyes24. Su opinión puede criticarse por la oscuridad del concepto de “acuerdo con las leyes”. En última instancia, la interpretación de Ryle es, en cualquier caso, digna de incluirse en el esquema de inferencia, es decir, el modelo de Hempel. La postura 4) se puede interpretar de modo menos o más radical. En el primer caso se hace una distinción entre la explicación causal en la historia, basada en las referencias a las leyes, la explicación sin referencia a las leyes. Esta opinión es mantenida, como sabemos, por P. Gardinen, que distingue entre explicación por la lógica de la situación y explicación causal. La postura radical niega cualquier relación entre el procedimiento de explicación en la historia y las leyes, de modo que un historiador trabaja completamente sin leyes25. Este autor rechaza las dos posturas extremas, es decir, 1), ya que no se puede poner de acuerdo con una interpretación científica de la explicación, y la versión extrema de 4), que difiere de lo que hacen realmente los historiadores. Acepto por tanto el esquema de Hempel como modelo de explicación en la investigación histórica. Hay que admitir que, en la práctica, nos encontramos más bien con esbozos de explicación, con referencia latentes a las leyes, aunque también se pueden encontrar casos de explicación clásica. Hay que hacer dos observaciones sobre la naturaleza de las leyes a las que se refieren los historiadores (explícita o entimemáticamente). En primer lugar, si consideramos la cuestión desde el punto de vista de la metodología normativa, podríamos expresar el deseo de que, a medida que el conocimiento no basado en fuentes de un historiador amplía sus explicaciones, se refiere a afirmaciones generales a las que se pueda otorgar la categoría de auténticas leyes científicas. Si interpretamos de este modo el problema, podemos aceptar el modelo de Hempel como algo que corresponde plenamente a la estructura de la investigación histórica. En segundo lugar, se deduce de la práctica real de la explicación en la investigación histórica que las leyes auténticamente científicas no suelen subyacer en las explicaciones históricas. En el caso de una gran parte de las explicaciones no sería necesario, después de todo, referirse a tales leyes auténticamente científicas, ya que podemos extraer fundamentos de un conocimiento corriente. Por tanto, tenemos que estar de acuerdo con los que señalan el hecho de que los historiadores hacen un uso “descuidados de las leyes a las que se refieren, lo cual, sin embargo, no describe como tal toda la investigación histórica, sino que, como mucho, arroga luz sobre su estado actual, por lo que respecta a algunas tareas de investigación. Nuestras observaciones, basadas en análisis de estudios hechos por historiadores polacos y extranjeros, nos hacen llegar a la conclusión de que, al recurrir a las explicaciones causales, los historiadores, en la mayoría de los casos (aunque no lo hagan explícitamente) se refieren a: 1) Relaciones que son condiciones suficientes; 2) Relaciones que son condiciones necesarias; 3) Relaciones que son a la vez condiciones suficientes y necesarias; 4) Relaciones que indican un elemento de una condición suficiente (una condición que es necesaria en una situación concreta).

22 La explicación de K. Popper sobre la primera partición de Polonia puede servir como un buen ejemplo. Escribió que “si explicamos, por ejemplo, la primera división de Polonia en 1772 señalando que era imposible resistir la potencia combinada de Rusia, Prusia y Austria, entonces estamos usando tácitamente una ley universal trivial, como “Si, de dos ejércitos que están igualmente bien armados y dirigidos, uno tiene una tremenda superioridad en hombres, el otro nunca gana”. (The Open Sosiety and Its Enemies, Princeton, 1950, pág. 448 y ss.). 23 A. Danto, Analytical Philosiphy of History, ed. cit., pág. 254. Su ley tiene la forma (x) ([fxt1 Gxt2] =) Hx), que muestra que el elemento tiempo se tiene aquí en cuenta. 24 G. Ryle, “If, So, and Because”, Philosophical Anayisis, Ithaca, 1950. 25 Crf. W. Dray, Laws and Explanation in History, ed. cit., pág. 57.

168

El proceso de explicación en la investigación histórica El conocimiento de esas relaciones puede adoptar la forma de leyes científicas; de afirmaciones que sólo cumplen formalmente las exigencias planteadas a las leyes, pero que no se infieren de los resultados de la investigación (afirmaciones que aspiran a ser leyes, afirmaciones parecidas a leyes); y de afirmaciones generales con naturaleza de frases normativas (M. Scriven), es tarea de la metodología confirmar esa variedad de formas. Antes de proceder a hacer, este autor querría ampliar el modelo deductivo de hempel en un punto de vista. Es importante para los historiadores que ese modelo abarque también las referencias a las leyes estadísticas. Ya que, frecuentemente, al explicar alguna cosa, no llegamos a una conclusión segura, sino sólo una probable. El mismo hempel (en sus otras obras) distinguía la explicación inductiva del tipo: Premisas: Casi todos los F son G, X es un F. Conclusión: casi con toda seguridad (con gran probabilidad) X es un G. Este es el razonamiento (la inferencia) que hemos llamado deducción debilitada26. Procedamos ahora a tratar el modelo y sus supuestos. En general, un historiador tiene muy poca oportunidad de averiguar las relaciones causales reales, pero debemos prevenir a los lectores de que ni siquiera ese método le protege contra la posibilidad de llegar a conclusiones que sólo aparentemente sean ciertas. Para usar una metáfora, una causa no puede ser “cogida in fraganti”. Ni siquiera en las situaciones más simples y que, aparentemente, pueden observarse por completo, podemos tener la certeza de un nexo causal presumidamente indudable. Todos recordamos situaciones, descritas en las narraciones de crímenes, en las que resultaba que una persona no había muerto por un golpe en el cráneo (aunque esto fue contemplado por un testigo ocular que estaba dispuesto a jurar que la muerte había sido causada por el golpe), sino que moría de un ataque cardiaco que había procedido en algunos segundos al golpe. En la mayoría de los casos, nos aprovechamos de esa pequeña oportunidad, y podemos, de todos modos, llegar a resultados interesantes. El procedimiento usado se puede reconstruir en términos muy generales de siguiente modo: 1) Nos referimos a la ley del condicionamiento general como base de la afirmación de que los hechos se rigen por regularidades (confróntese capítulo XI), para llegar a la conclusión de que determinadas regularidades gobiernan la secuencia de los sucesos. Son la razón de que los sucesos del tipo A sean siempre (o normalmente, si se trata de una regularidad estadística) seguidos por sucesos del tipo B. 2) Se deduce, por tanto, que, para explicar causalmente un hecho histórico (simple o complejo), es decir, para enlazar ese hecho con otro, que se interpreta como causa del primero, tenemos que referirnos (tácita o explícitamente) a una regularidad, o una serie de regularidades, que se establezcan que los tipos de hechos implicados están condicionados mutuamente. Como, según sabemos, las afirmaciones sobre las regularidades se llaman leyes, tenemos que referirnos a leyes que establecen ciertas regularidades. Así es como Hempel se acerca al problema. Escribe que “la explicación de que ocurra un suceso de una clase específica E en un lugar concreto y en un tiempo concreto consiste, como se suele expresar, en indicar las causas o los factores determinantes de E. La afirmación de que una serie de sucesos –digamos, de las clases C1, C2, ..., Cn—han causado el suceso que hay que explicar significa afirmar que, según ciertas leyes generales, una serie de sucesos de las clases mencionadas, que suele ir acompañadas del suceso en cuestión, está formada por: 1) Una serie de afirmaciones sobre la aparición de ciertos sucesos C1, ..., Cn, en ciertos lugares y momentos;

26 Una transformación de un modelo inductivo es un deductivo se encuentra en M. Brodbeck, Minnesota Studia in the Philosophy of Science, vol. III.

169

Jerzy Topolski 2) Una serie de hipótesis universales, de modo que a) las afirmaciones de ambos grupos son razonables confirmadas por la evidencia empírica; b) de los dos grupos de afirmaciones se puede deducir lógicamente la frase que afirma la existencia de un suceso E. “En una explicación física, el grupo 1) describiría las condiciones iniciales y límites para la existencia del suceso final; generalmente, diremos que el grupo 1) establece las condiciones determinantes (bastardilla de Hempel) para el suceso que hay que explicar, mientras que el grupo 2) contiene las leyes generales en las que se basa la explicación; implican la afirmación de que, cuando aparecen sucesos del tipo descrita en el primer grupo, tendrá lugar un suceso del tipo que se va a explicar”27. Esto significa que la afirmación sobre el suceso que hay que explicar se deduce lógicamente de la conjunción de afirmaciones sobre todos los sucesos interpretados como causas y todas las leyes. En una notación simbólica, el modelo se puede presentar así:

L1, L2,..., Ln c1, c2,..., cm ______________

e donde e es una afirmación sobre el explicando (efecto), L1, L2,..., Ln son leyes (parte de la explicación), c1, c2,..., cm son afirmaciones sobre las causas (es decir, sobre las condiciones iniciales; en otras palabras, la segunda parte de la explicación). La secuencia L1, L2,..., Ln debe tener por lo menos un término. El historiador, al comenzar su investigación, sólo conoce e por sus fuentes (es decir, una afirmación sobre el efecto), y plantea una pregunta sobre c1,..., cm (es decir, afirmaciones sobre las causas). Como muestran los procedimientos seguidos en la práctica, puede tomar dos rumbos.

1) Relaciona e (la afirmación sobre el efecto) con c1,.... cm (las afirmaciones sobre las causas) porque sabe, a partir de su conocimiento no basado en fuentes, que e está dentro de una clase E (en símbolos: e (? E) y que la clase de afirmaciones E se puede relacionar siempre con la clase de afirmaciones L (L=L1,..., Ln); es decir, que L es una condición suficiente de E (L—E) o que L es una condición necesaria de E (—L— E). 2) Aveces no se puede referir a ninguna ley general o a ninguna que sea suficientemente precisa. Entonces debe buscar por si mismo esas relaciones generales. Esto se hace por medio del método comparativo: a) se formula una hipótesis de trabajo sobre la relación

c1,..., cm—e

b) se pone a prueba, comparándola con otros datos (quizás de otros territorios) para asegurar que también en otros casos e se puede inferir de c1,..., cm.

En este procedimiento, la explicación causal consiste, simultáneamente, en afirmar la relación de valor más general (quizá una ley en el sentido estricto del término). Este procedimiento fue usado, por ejemplo, por J. Rutkowski, cuando investigó las causas del desarrollo de la economía señorial y de servidumbre. Analizaremos este ejemplo más tarde. Es evidente que, en última instancia, ambos procedimientos significan una explicación de acuerdo con el modelo de Hempel. Pero en la práctica, la situación señalada por el modelo no 27 C. G. Hempel, The Function of general laws in History, ed. cit., páginas. 345-346.

170

El proceso de explicación en la investigación histórica tiene lugar siempre, porque la explicación nos lleva pocas veces a la conclusión de que a es una condición suficiente de b. Un análisis de los procedimientos de investigación realmente usados muestra que los historiadores establecen relaciones condicionales o incondicionales entre los hechos. Por tanto, para averiguar lo que quieren decir al usar el término “causa” (“factor”, etcétera), tenemos que ver, si una afirmación dada es lo suficientemente clara28, que clase de relación causal relaciona los hechos que, según ellos, son tales que uno de ellos depende del otro. Explicaremos, en primer lugar, algunos conceptos fundamentales. 1) A es condición suficiente de B quiere decir que siempre que aparece A, B aparece también. En interpretación estadística: la probabilidad relativa de B respecto a A es igual a la unidad (P[B / A] = 1). 2) A es una condición necesaria de B significa que B aparece sólo si A también aparece; en otras palabras, B nunca aparece si A no aparece. Estadísticamente: P (B / —A) = 0. 3) A es condición suficiente y necesaria de B significa que B aparece si y sólo si aparece A. Estadísticamente: P (B / A) = 1 y P (B /— A)= 0. 4) A no es condición ni necesaria ni suficiente de B, pero es un componente necesario de una condición suficiente. En otras palabras, es una condición necesaria en una situación dada. Las formulas estadísticas son combinaciones de las que hemos mencionado, teniendo en cuenta otras condiciones u otro componente de la condición en cuestión. Así, A, es una situación concreta, es condición necesaria de B si los otros componentes de esa situación (sin A) no bastan para que ocurra B. De modo más preciso, A, es una situación X, es una condición necesaria de B, o un componente necesario de una condición suficiente de B si: a) B aparece siempre que A y X aparecen juntos; b) ni X sin A ni A sin X bastan para que aparezca B. 5) A es condición favorable a B (P[B / A] –P [B / —A]) si A no es condición suficiente ni necesaria de B ni es necesaria es una situación dada, sino que sólo es un componente (no necesario) de una situación X que está envuelta en una condición que es necesaria en una situación concreta. Hay que advertir, respecto a 1), que si A es una condición suficiente, pero no necesaria, de B, esto significa que hay otras condiciones (alternativas) que son suficientes para que B aparezca. Si decimos que siempre que llueve se moja la carretera, esto no excluye afirmaciones del tipo: Siempre que trabaja un camión de riesgo, se moja la carretera, etcétera. Del mismo modo, la afirmación de que, normalmente, si suben los impuestos, la gente está descontenta, no excluye la afirmación de que, normalmente, si los precios suben, la gente esta descontenta, etcétera. En cuanto a 2) –A es una condición necesaria pero no suficiente de B—hay que advertir que hay, por lo menos, una categoría de sucesos que, junto con A, constituye una condición suficiente de B, de modo que un suceso de esa categoría es un elemento necesario de B. S. Nowak la llama la categoría de los sucesos complementarios29. Por ejemplo, temer armas adecuadas es una condición necesaria para la victoria en una batalla, pero no basta para lograr el objetivo. La condición de tener armas adecuadas se puede complementar con condiciones como un número apropiado de soldados, la gran calidad del mando, la buena moral de las tropas, provisiones adecuadas, etcétera. Podemos intentar averiguar cuáles de éstas y otras condiciones complementan a la condición necesaria mencionada hasta crear una condición suficiente para ganar una batalla. Preguntamos si una batalla se gana siempre que un ejército tiene armas adecuadas y un número de soldados apropiado. La respuesta es negativa, ya que sabemos que no siempre es así. Añadimos entonces la condición de un buen mando, añadimos otras condiciones, y quizá quitamos algunas de ellas, y así nos acercamos gradualmente a la afirmación del tipo: una batalla se gana siempre que se satisfacen las condiciones a1,..., an. Puede verse fácilmente que de este modo hemos llegado a una afirmación que formula una condición a la vez necesaria y suficiente. Esto significa que una batalla se gana si y sólo si se satisfacen las condiciones a1,..., an. Así hemos llegado a una explicación mejor de 3).

28 La defectuosidad de muchas explicaciones causales queda demostrada en A. Malewski y J. Topolski, op. cit., págs. 133-149. 29 Crf. S. Nowak, Studia z metodologii nauk spolecznych , ed. cit., págs. 55-103.

171

Jerzy Topolski 2) también requiere algunas explicaciones. Es más complejo que los conceptos 1), 2) y 3), que, alternativamente, valen para la explicación por referencia a las disposiciones o para la explicación causal. El concepto de condición que es necesaria en una situación dada, que tanto se acerca a las explicaciones históricas, abarca simultáneamente los dos tipos de explicación mencionados antes. Una condición que es necesaria en una situación dada señala tanto la estructura de un sistema (situación dada) como un factor que es, en cierto modo, externo a ese sistema. Esto ocurre, por ejemplo, con la afirmación de que en la situación de Polonia en el siglo XVIII (es decir, la de un estado que era débil política y económicamente y estaba rodeado por estados cuya fuerza estaba creciendo), las tendencias agresivas de los estados vecinos fueron la causa de las particiones. Es de conocimiento general que un estado no cae siempre que, ni sólo si, sus vecinos son agresivos. Polonia cayó, cuando se convirtió en objeto de la violencia de los estados vecinos, porque como estado era débil. Para describir mejor la condición favorable 5) volvamos al ejemplo de las condiciones para ganar una batalla. Al analizar las condiciones antes mencionadas en ese sentido, encontramos algunas que no clasificaríamos como suficientes ni necesarias. Tener armas adecuadas puede considerarse como una condición necesaria (un ejército sólo puede ganar una batalla si está adecuadamente equipado, lo cual no quiere decir que, si está adecuadamente equipado, siempre ganará); lo mismo se puede decir sobre un número apropiado de soldados. Pero podemos tener dudas sobre si una alta calidad del mando (evidentemente, mejor que la media, o satisfactoria), buenas provisiones, etcétera, son condiciones necesarias para ganar una batalla. Es sabido que las batallas no sólo se han ganado cuando el mando del bando vencedor era particularmente bueno, la moral de las tropas muy alta, o a las provisiones buenas. La influencia de esos factores (si se establece su aparición), en la victoria de una batalla está fuera de duda, aunque podemos estar convencidos de que algunas batallas se habría ganado sin ellos, de todos modos, a pesar de que la victoria adoptará una forma algo diferente. Como puede verse, las condiciones favorables son componentes de X que no son necesarios para que ocurra B. En una situación X, dichas condiciones pueden no existir, y aun así ocurre B, aunque de una forma un poco distinta a la que habría tenido si se hubieran dado esas condiciones. Así, aunque no son necesarias para la aparición de un suceso concreto como tal, sin ellas ese suceso sería algo diferente. En este sentido, las condiciones favorables también son necesarias. Por tanto las condiciones favorables, igual que las que son necesarias en una situación dada, están relacionadas con esa situación. En una situación diferente, podrían trabajar de modo muy distinto (por ejemplo, la diversa influencias de las malas cosechas en los ingresos de un capitalista y en los de un productor feudal). Adviértase también que todo suceso tiene sus condiciones suficientes y necesarias. Esto significa que los sucesos (hechos) se consideran, en esta interpretación, sólo como elementos de ciertas clases. Si aceptamos que los hechos históricos son absolutamente únicos, no tendríamos posibilidad de relacionarlos con ninguna condición necesaria o suficiente. Las leyes formuladas en términos estadísticos indican que no conocemos plenamente esas condiciones, o que somos incapaces de formularlas de otro modo, a causa de la estructura de los hechos. Por último, surge una cuestión, en qué condiciones podemos hablar de una explicación (relativamente) completa de un hecho histórico, o una regularidad histórica. Se deduce de lo que hemos dicho anteriormente en este libro que una explicación así debería satisfacer al menos dos condiciones, que hay que tener en cuenta:

1)

La naturaleza subjetiva y objetiva del proceso histórico;

2)

La estructura jerárquica de los hechos.

En el primer caso, lo importante es que una explicación debe abarcar las acciones humanas (guiadas por objetivos subjetivamente fijados y el conocimiento del mundo por parte de los agentes, conocimiento basado en el principio de razonabilidad) y los resultados, en gran medida impensados, de dichas acciones (el proceso histórico). Así, por ejemplo, si preguntamos por qué el sistema señorial y de servidumbre se desarrolló en Polonia en una época determinada, necesitamos una explicación en términos de procesos históricos. Tal explicación no nos dice, sin embargo, por qué el pueblo (la clase media polaca, en el caso mencionado) actuó como lo hizo, lo cual dio lugar al nacimiento del sistema económico relatado. Sólo la relación entre ambos 172

El proceso de explicación en la investigación histórica tipos de explicación nos puede dar un conocimiento suficientemente amplio de la cuestión. Pero en la práctica los investigadores se suelen conformar con un intento de explicación de uno u otro tipo, sin pretender relacionar los dos tipos. Respecto a la segunda condición, la cuestión es que las explicaciones del proceso histórico y de las acciones humanas deberían tener en cuenta, del modo más pleno posible, la secuencia de regularidades, causas primarias, y hechos que son condiciones iniciales (causas directas), es decir, las relaciones y los hechos unidos, como ha mostrado L. Nowak, por la relación de concreción. En dicha cadena de concreciones, los lazos más cercanos al hecho que se está explicando atañen a las estructuras más externas de los hechos, mientras que los más lejanos del hecho atañen a las estructuras más profundas. Esto lo muestra L. Nowak 30 en una notación simbólica:

TK

TK.1

...T1

T0

P

E,

Donde P representa las condiciones iniciales del teorema T°, E, la afirmación que hay que explicar (explicando), Tk.1 a T1, las concreciones sucesivas de la ley idealizadora Tk, —, la relación de concreción, L, la conjunción de calculo de frases, y ®L, la consecuencia lógica. El hecho al que se refiere el explicando puede considerarse –como bien subraya L. Nowak—como explicado sólo cuando los factores secundarios y primarios que causan su aparición están establecidos. Se puede ver fácilmente que el modelo anterior de explicación es una ampliación sui generis del modelo de Hempel., consiste el especificar una secuencia de leyes del modelo de Hempel (L1, L2, ...,Ln) como una secuencia de leyes unida por la relación de concreción. Esto, por supuesto, se relaciona con una interpretación concreta del mudo real.

7.

Explicación por indicación de las condiciones que son a la vez suficientes y necesarias

Las explicaciones completas por medio de la indicación de las condiciones que son a la vez suficientes y necesarias son poco frecuentes en la historio-grafía31. Una de ellas, ofrecidas por J. Rutkowski (historiador económico polaco[1886-1949] mencionado en ocasiones anteriores), merece ser mencionada como ejemplo. Al buscar las causas del desarrollo de la economía de señorío y servidumbre en la época moderna en la región al este del Elba, Rutkowski analizó las circunstancias que bastan para el desarrollo de las granjas señoriales con mano de obra formada por siervos. Rechazó como posible causa la facilidad de venta del cereal, porque “la facilidad de vender cereales no basta para que se desarrollen las granjas señoriales basadas en el trabajo servil”32. Por las mismas razones desechó las exportaciones de cereal a países lejanos, “porque en Europa Occidental habían existido áreas bastante grandes que exportaban cereal a centros urbanos remotos, como Bretaña y la región de Orleans en Francia, Sicilia, Apulla y las Marcas en Italia, en las que no se desarrolló la servidumbre”. Finalmente, también desechó la conversión de la antigua milicia feudal en tropas mercenarias, lo cual podía facilitar que la clase media reorganizara sus propiedades, porque “las granjas señoriales basadas en el trabajo servil no se desarrollaron en Europa Occidental, donde tubo lugar ese cambio en la organización del ejército33. Como puede verse, ninguna de las circunstancias mencionadas anteriormente era suficiente, por si sola, para que se desarrollara la economía señorial y de servidumbre, ya que conocemos situaciones en las que las mismas circunstancias existían, pero en las que no se desarrolló dicho tipo de

30 L. Nowak, Zasady marksistowskiej filozofii nauki (principios de filosofía marxista de la ciencia), Varsovia 1974, pág. 54. 31 Aquí se utilizan ejemplos y conclusiones extraídos de A. Malewski y J. Topolski op. cit., págs. 115 y ss. Esto significa la adopción de muchas ideas propuestas por A. Malewski. 32 J. Rotkowski, Historia gospodarcza Polski, vol. I, ed. cit., pág. 125. 33 Ibídem, págs. 126-127.

173

Jerzy Topolski sistema agrario. Como resultado de sus estudios comparativos, Rutkowski llegó a la conclusión de que sólo la concurrencia de un buen mercado para en cereal y un agravamiento de las condiciones de servidumbre (glebae adscriptio, restricción de los derechos del campesino sobre la tierra, y mayores prerrogativas jurisdiccionales de los propietarios de las tierras) bastó para el surgimiento de las granjas señoriales basadas en el trabajo servil, ya que, siempre que se daban esas circunstancias, se desarrollaba este tipo de agricultura. En el análisis de su caso, Rutkowski escribió que, mientras que la facilidad de vender el cereal más la servidumbre bastaban para que se desarrollara la economía y de, cada uno de estos factores es necesario para el desarrollo de tal economía. “La facilidad de vender los productos agrícolas”, escribió, “es decir una condición necesaria para el nacimiento de granjas grandes”, y añadió que “para que se desarrolle una granja señorial basada en el trabajo servil es necesario que exista la otra de las dos condiciones mencionadas antes, es decir, un agravamiento de las condiciones de servidumbre”34. Esto significa que si, es fácil vender grandes cantidades de cereal, y si existe la servidumbre, se desarrolla un sistema agrario basado en granjas señoriales que emplean mano de obra servil. En la explicación anterior, J. Rutkowski especificó las circunstancias, o las condiciones necesarias, para que ocurriera el suceso en cuestión, es decir, el desarrollo de la economía señorial y de servidumbre. También formuló la condición suficiente del suceso. Su explicación seguía el modelo:

1) Ley: si, y sólo si, la facilidad de vender los productos agrícolas concurre con un agravamiento de la servidumbre, se desarrolla la economía señorial y de servidumbre. 2) Condición inicial: en la época moderna, las regiones al este del Elba se caracterizaron por su facilidad para vender productos agrícolas y por una forma agravada de servidumbre. 3) Efecto: la economía señorial y de servidumbre se desarrolló en la época moderna en las regiones al este del Elba. En este caso, J. Rutkowski formuló una ley por su cuenta y llevó a cabo un procedimiento que satisface explícitamente el modelo de Hempel. Un historiador ha demostrado ser un creador de leyes, y no sólo un usuario, cosa de la que se les acusa a menudo. La objeción, estadísticamente, es correcta, pero no tiene base para considerarla de modo general. El caso recién analizado es una prueba excelente de que los historiadores pueden dedicarse a formular leyes y teorías, y de que lo hacen.

8.

Explicación por indicación de las condiciones suficientes

En el caso antes tratado, J. Rutkowski usó de modo explícito el término “condición suficiente”, de modo que no hubiera duda de qué tipo de relación le interesaba. Los historiadores, a veces, no usan este término, pero podemos imaginar que se refieren a ese tipo de relación. Se puede suponer una condición así, por ejemplo, cuando nos encontramos con la formulación, hecha por Rutkowski, de que, para los propietarios que atendían personalmente sus granjas, loa ingresos obtenidos por una granja señorial basada en un trabajo servil debían ser, por lo general, mayores que los que habrían obtenido obligando a los siervos a pagar una renta, en lugar de prestarse como mano de obra servil, y por eso (en opinión de Rutkowski), la reforma, en Polonia en el siglo XVIII, que proponía la sustitución del trabajo servil por un arrendamiento pagado por los ex-siervo, no alcanzó, en general, las granjas de tamaño medio. Parece, en realidad, que, cuando un grupo de terratenientes puede sufrir pérdidas como resultado de una reforma en sus propiedades, la mayoría de sus miembros no realiza esa reforma por propia voluntad. Las interpretaciones de las causas como condiciones suficientes se hallan a menudo en los análisis que critican explicaciones propuestas por otros. Así, por ejemplo, F. Bujak escribió que la servidumbre de los campesinos no fue una causa de la caída de Polonia a finales del siglo XVIII, por que la servidumbre existía en otros países, y si “en esos países la opresión del campesino no fue un obstáculo para su supervivencia

34 Ibídem, Págs. 125-126.

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El proceso de explicación en la investigación histórica política, entonces (...) no podía serlo tampoco en el caso de Polonia”35. En otras palabras, en opinión de F. Bujak, la servidumbre de los campesinos no podía ser la causa de la caída política de Polonia, porque podemos señalar otros países en los que existía la servidumbre y que sobrevivieron políticamente. La crítica de Bujak sólo es convincente teniendo en cuenta que interpreta la causa como una condición suficiente. Una interpretación parecida de causa la encontramos en J. Tazbir, que escribe que la capacidad y el alto nivel intelectual de los jesuitas no fueron la razón de las reconversiones masivas de la clase media polaca al catolicismo, porque los hermanos polacos (un grupo protestante vigente en Polonia en los siglos XVI y XVII) también tenían dirigentes capaces y excelentes escritores, y, sin embargo, sólo les seguía un pequeño grupo de gente. Por tanto, concluye Tazbir, las cualidades personales de los dirigentes católicos no fueron la causa del triunfo de la Iglesia de Roma y la derrota de la Reforma en la Polonia del siglo XVII36. Otra vez aquí, como en muchos otros casos, la conclusión sólo es correcta aceptando que se interprete la causa como condición suficiente. Para otra interpretación del término “causa”, el mismo razonamiento no sería correcto. La explicación por medio de la indicación de las causas interpretadas como condiciones suficientes de los sucesos en cuestión se encuentra pocas veces en los estudios históricos. Sin embargo, se puede hallar en aquellos casos en los que se explican procesos de masas, tales como la espontánea realización de reformas económicas por parte de un gran número de propietarios de terrenos, o la amplia difusión de una ideología. En general, se puede decir que la explicación por indicación de las condiciones suficientes, si no va acompañada del conocimiento sobre las condiciones necesarias, es poco convincente, ya que no señala otras condiciones suficientes y alternativas 37.

9.

Explicación por indicación de las condiciones necesarias

En el ejemplo de Rutkowski sobre las causas del desarrollo de las granjas señoriales basadas en el trabajo servil nos encontramos también con una explicación por referencia a las condiciones necesarias. En general, sin embargo, la determinación del papel explicativo de tales condiciones implica dificultades considerables. Mientras que una condición suficiente, al señalar una relación positiva, proporciona siempre mucha información sobre las relaciones en cuestión, el conocimiento de algunas de las condiciones necesarias sólo es interesante para el investigador, al que proporciona información importante. Esto ocurre porque todo suceso requiere un número infinito de condiciones necesarias, mientras que el número de condiciones suficientes de tal suceso o es limitado. Así, el historiador deja de lado a limine grandes de condiciones necesarias, y sólo se ocupa de las que están “más cercanas” al efecto que estudia. De este modo, al buscar las condiciones necesarias, se acerca al descubrimiento de las condiciones suficientes. Esta situación se podía observar, en su forma clásica, en el ejemplo de Rutkowski analizado antes. La búsqueda de las condiciones necesarias del nacimiento de la economía señorial y de servidumbre dio lugar al descubrimiento de la condición suficiente, que resultó ser la conjunción de las dos condiciones necesarias (facilidad de venta del cereal y agravamiento de las condiciones de servidumbre). Normalmente, sin embargo, el historiador no se acerca tanto a las condiciones suficientes. En general, las condiciones necesarias que menciona esbozan el área de rechazo de las condiciones que tienen poco, o ningún, interés para su estudio. Por ejemplo, si aseguramos que el desarrollo de las ciudades fue una condición necesaria para el nacimiento del capitalismo, no queremos decir que es una condición suficiente (ya que sabemos que el desarrollo de las ciudades no siempre iba seguido de la aparición del capitalismo), sino que

35 F. Bujak, Przyczyny upadku Polski (causas de la caída de Polonia), páginas. 107, 110, mencionado en M. Bobrzynski, Dzieje Polski (Historia de Polonia), volumen II, 3. Ed. cit., pág. 280. 36 J. Tazbir, Swit i zmiersch Polskiej reformacji (el amanecer y crepúsculo de la Reforma en Polonia), Varsivia, 1956, pág. 145. 37 Ver las interesantes observaciones de A. Montefiore, “Profesoor Gallie on Necessary and Sufficient Conditions”, Mind, 1956, en particular, pág. 538. Ver también L. Gottschalk, Understanding History, Nueva York, 1950, págs. 210-211.

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Jerzy Topolski sólo reducimos, a la condición necesaria que es el desarrollo de las ciudades, condiciones tales como la existencia de una división social del trabajo, la existencia de un exceso de producción, etcétera, hasta la existencia de vida en nuestro planeta, que, después de todo, es también una condición necesaria del nacimiento del capitalismo. Esto queda patente en este esquema: existencia de vida en nuestro planeta

existencia de productos sobrantes

existencia de la división del trabajo

desarrollo de las ciudades

nacimiento del capitalismo

En esta cadena, cada eslabón es una condición necesaria del que le sigue. El historiador que analiza estas cadenas causales corta cada una de ellas lo más cerca posible del suceso en cuestión. Esto muestra que la explicación por referencia a las condiciones necesarias recuerda a la explicación genética. Como ilustración, ofrecemos un ejemplo sacado de un estudio de E. Rostworowski, al escribir sobre la reforma emprendida por Pawel Brzostowski en la segunda mitad del siglo XVIII, dice que “una condición objetiva que permite que los siervos se conviertan en arrendatarios es que los campesinos debían de tener algo que vender y debían de tener un mercado donde vender”, y que, por tanto, “los campesinos debían de tener parcelas de terrenos más grandes de lo que necesita la manutención de una familia campesina en régimen de servidumbre, y que sus granjas debían de estar bien provistas de herramientas y útiles”; los campesinos “debían de tener una cantidad adecuada de mano de obra” y “estar en contacto con un mercado”38. Al leer el texto de Rostworowski podemos suponer que, en su opinión los siervos sólo podían convertirse en arrendatarios si los campesinos tenían algo que vender y un mercado donde venderlo, y que, por tanto, la producción comercializable en las granjas campesinas era una condición necesaria para que los siervos se convirtieran en campesinos. Para decirlo con más cuidado, una condición necesaria de la permanencia de las reformas que convirtieron a los siervos en arrendatarios que los colonos pudieran pagar la renta, y para ello debían producir una cantidad adecuada de mercancía comercializable, y tener una oportunidad de venderla. Hemos tratado así, brevemente, la explicación por referencia a las condiciones necesarias y a las condiciones suficientes para los sucesos en cuestión. Estas distinciones, sin embargo, no nos permiten abarcar el significado de muchas explicaciones causales que aparecen en la investigación histórica.

38 E. Rostworowski, “Reforma pawlowska Pawla Ksawerwgo Brzostowskiego”, Przeglad Historyczny, núms. 1-2, 1953, pág. 105.

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El proceso de explicación en la investigación histórica 10.

Explicación por referencia a las condiciones necesarias en una situación dada

En la historiografía nos encontramos, con una frecuencia mucho mayor, con explicaciones que no se ocupan ni de señalar una condición suficiente ni de señalar una condición necesaria; consiste en señalar las circunstancias que son necesarias para la existencia de un suceso concreto, no en cualquier situación, como en el caso de la condición necesaria, sino sólo en una situación histórica específica. Nos encontramos aquí con una causa que se interpreta como condición necesaria en una situación dada; se llama también componente necesario de una de las condiciones suficientes alternativas. La diferencia entre este tipo de condición y la condición necesaria es muy importante, aunque no siempre se ve. Lo mostraremos mejor con un ejemplo. Al explicar el proceso de reunificación política de Polonia en el siglo XIII, J. Baszkiewicz39 escribió que el desarrollo económico del país, que produjo la superación del aislamiento económico de los diversos ducados y una ampliación del comercio entre ellos, era una condición necesaria de esa unificación. A primera vista, podría parecer que se refería a lo que aquí llamamos la condición necesaria (ordinaria), y afirmaba por tanto que la unificación política sólo tiene lugar cuando un país concreto se desarrolla económicamente. Pero Baszkiewiez se daba perfectamente cuenta de que, aveces, los estados unificados se desarrollaban mientras sus distintas regiones permanecían económicamente aisladas, de modo que un estado unificado puede surgir no sólo si el desarrollo económico acaba con el aislamiento económico de las diversas provincias. En lo que él pensaba realmente no era la afirmación de que el surgimiento de condiciones comerciales favorables es indispensable, en cada caso, para la unificación política de un país, sino sólo que, en las condiciones que predominaban en la Polonia del siglo XIII, el desarrollo económico era necesario para la reunificación política del país, de modo que, si no hubiera existido ese desarrollo económico, el país no se hubiera unido. No existe contradicción entre afirmar que, en una situación dada, un hecho específico es una condición necesaria para que ocurra cierto suceso, y, al mismo tiempo, comprender que (en otras ocasiones) un suceso del mismo tipo puede ocurrir, no sólo si va acompañado o precedido por dicho hecho específico. Esta relación fue indicada por J. Rutkowski, que, al escribir sobre los violentos levantamientos campesinos en Polonia (como el motín de 1768), sacaba al conclusión de que “la principal causa de la intensidad de esas rebeliones debía verse en el hecho de que los antagonismos de clase inherentes al sistema agrario polaco fueron utilizados por una potencia vecina para debilitar a Polonia y facilitar así las particiones”40. Por supuesto, es bien sabido que los movimientos campesinos antifeudales no se desarrollan sólo por inspiración extranjera, pero, en opinión de Rutkowski, si no hubiera existido una inspiración extranjera, en la situación dominante en la zona sudoriental de Polonia, en el siglo XVIII, estos movimientos no habrían adquirido una dimensión tan grande. Nos encontramos aquí, por tanto, con la indicación de la condición que es necesaria en una situación específica. Y he aquí otros ejemplos, que no dejan tampoco duda sobre las intenciones de sus autores respectivos. S. Zachorowski expuso su opinión de que el desarrollo de un sentido de solidaridad nacional era, en la situación polaca del siglo XIII, una condición necesaria para la defensa del país contra sus enemigos, ya que, como él escribió, “sin un sentido de solidaridad nacional Polonia no había podido surgir intacta, por no decir victoriosa, de todos los desastres a los que iba a hacer frente en las décadas siguientes”41 Por último, es lógico pensar que, cuando S. Arnold escribió que en Europa Occidental “la formación de un mercado nacional (...) fue la base para los cambios en la superestructura política y para el nacimiento de los estados centralizados”42, debía referirse a que, aunque los estados centralizados solían surgir sin un mercado nacional, en las condiciones dominantes en Europa Occidental estos estados no habrían surgido sin un mercado nacional, de modo que, en la situación existente en Europa Occidental, la formación de mercados nacionales fue una condición necesaria para el nacimiento de los estados centralizados.

39 J. Baszkiewicz, Powstanie zjednoczonego panstwa polskiego na przelomie XIII i XIV Wieku (El surgimiento de Polonia como estado reunificado en el paso del siglo XIII al XIV), Varsovia, 1954. 40 J. Rutkowski, Historia Gospodarcza Polski, ed. cit., pág. 264. 41 R. Grodecki y S. Zachorowski, Dzieje Polski sredniowiecznej (Historia de la Polonia medieval), vol. I, Cracovia, 1926, pág. 325. 42 S. Arnold, “Podloze gospodarczo- spoleczne polskiego Odrodzenia”, en Odrodzenie w Polsce (El Renacimiento en Polonia), vol. I, Varsovia, 1955, página. 119.

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Jerzy Topolski Aquí dejamos de lado, por supuesto, la veracidad y el grado de fundamentación de las afirmaciones hechas en los ejemplos anteriormente aducidos. En muchos casos, parasen muy discutibles, pero el tipo de relación implícitas en esas afirmaciones no suele entrañar ninguna dificultad de interpretación. Al analizar algunas explicaciones causales no tenemos la más ligera duda de que sus autores, a veces, intentaban descubrir la condición suficiente, a veces, la condición necesaria, y a veces, la condición que era necesaria en una situación dada. La terminología usada en tales explicaciones varía, pero en muchos casos no hay duda sobre como interpretar la relación en cuestión. Podemos enredarnos en controversias sobre cuántas veces buscan la condición suficiente los historiadores que proponen explicaciones causales, o cuántas veces buscan la condición necesaria, o la condición que es necesaria en una situación dada, pero el hecho de que plantean dichas preguntas parece indudable.

11.

Explicación por referencia a las condiciones favorables

Las explicaciones que encontramos en la historiografía indican, muchas veces, como causas, las circunstancias que se pueden interpretar como condiciones favorables (término sugerido por J. Pelc y A. Malewski) en el sentido mencionado antes. Esto está muy claro en aquellos casos en los que los historiadores describen un proceso determinado e indican muchos factores que deben explicarlo. Así, por ejemplo, S. Kieniewicz, al explicar por qué en el período entre las particiones de Polonia (a finales del siglo XVIII) y la concesión de la tierra a los campesinos en la parte ocupada por Rusia (1864) se intensificó la lucha campesina, escribe que “las acciones efectuadas por los campesinos se hacían cada vez más numerosas y de alcance cada vez más amplio, definiendo cada vez mejor sus métodos de actuación, cada vez más variado, y sus objetivos”, y añade que “este cambio cualitativo se explica por muchas causas”. Entre estas causas enumera, por ejemplo, una mayor explotación de los campesinos y el nacimiento de nuevos métodos de explotación, junto a los viejos, mayores contactos de los campesinos con los mercados, con los beneficios subsiguientes para los campesinos, el colapso de los mecanismos del estado a finales del siglo XVIII, el surgimiento de grupos sociales de orientación antifeudal fuera de las áreas rurales, etcétera43. Parece que la intención de Kieniewicz no era asegurar que, siempre que ocurría algunas de estas circunstancias, se intensifica la lucha de los campesinos contra sus señores; tampoco afirmaba que la lucha de los campesinos sólo se intensificaba si existía alguna de estas circunstancias; tampoco decía, por último, que si alguna de estas circunstancias no se habría intensificado la lucha de los campesinos, en la situación dominante en la Polonia del siglo XIX. Parece que la relación entre algunas de estas circunstancias (considera como causas) y el efectos debe interpretarse de un modo más libre. El aumento de la explotación, el colapso del mecanismo estatal, la intensificación de las actividades mercantiles, la mayor fuerza de los posibles aliados, todo esto pudo animar a los campesinos a alzarse contra sus señores, pero es bien sabido que tales situaciones provocan reacciones diferentes. Por tanto, una de las interpretaciones posibles de la relación que investigamos sería suponer que nos encontramos ante condiciones que eran favorables a la aparición de un suceso concreto. Dichas explicaciones, que se pueden considerar como la enumeración de las muchas circunstancias que, en opinión de un investigador concreto, pudieron influir en la existencia de un suceso específico, se encuentran muy a menudo. Así, Baszkiewicz, al explicar por qué algunos señores feudales polacos apoyaron la reunificación política a fines del siglo XIII, indica muchos factores que pudieron favorecer la unificación y muchos que pudieron funcionar como obstáculos para la unificación. Entre los primeros menciona los lazos de muchos señores seculares con el príncipe que tomó las riendas de la reunificación, la dispersión de las propiedades de muchos señores feudales por los diversos ducados, lo cual dificultaba su gobierno, los peligros externos y un determinado factor psicológico: el de la esperanza de que en un estado unificado los señores feudales encontrarían más facilidades para explotar a los campesinos. Aquí, de nuevo, parece que Baszkiewicz no quiere decir que una de estas circunstancias fuera suficiente, ni siquiera necesaria, en la situación concreta, para que los señores feudales apoyaran la reunificación. Podemos suponer que quiere

43 S. Kieniewicz, “Problem Rewolucji agrarnej w Polsce okresie ksztaltowania cie ukladu Kapitalistycznego” (El problema de la revolución agraria en Polonia en la época de formación del sistema capitalista), en Z epoki Mickiewicza (La época de Adam Mickiewicz), Wroclaw, 1956, págs. 3-4.

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El proceso de explicación en la investigación histórica enumerar las circunstancias que, en cierto modo, pudieron influir en el efecto en cuestión, es decir, enumerar las condiciones que podemos llamar favorables.

12.

Búsqueda de factores perturbadoras

Al revisar el trabajo de A. Malewski y J. Topolski, J. Giedimin prestó atención, correctamente, al hecho de que valdría la pena diferenciar las explicaciones en las que los historiadores intentan descubrir por qué no ocurrió un suceso B, aunque había ocurrido un suceso A, que suele ir seguido de B44. En estos casos, un historiador se ocupa de la causa de que B no ocurriera, es decir, quiere indicar los factores que, en terminología metodológica, se llamadas perturbadoras (ver capítulo XI). Giedimin sostenía la opinión de que, en muchos casos, el procedimiento recuerda al del descubrimiento de las condiciones favorables. Podemos estar de acuerdo con ello y aceptar que una condición favorable es un contrario sui generis de un factor perturbador. Es evidente que cada una de estas condiciones favorables o perturbadoras tiene su fundamento en una ley general que refleja una regularidad concreta. Si decimos que a favorecía la aparición de b, lo hacemos sólo por que sabemos, por otro lado, que los sucesos del tipo A (entre ellos a) favorecían (siempre o normalmente) la aparición de sucesos del tipo B (entre ellos b). Si un suceso A no ocurrió, a pesar de que debería haber ocurrido, según las regularidades que conocemos, esto significa que la influencia de alguna otra regularidad debe de haber sido más fuerte. Esto no quiere decir que las regularidades que debían haber causado A dejarán de funcionar; simplemente, no se manifestaron en el caso en cuestión. He aquí un ejemplo de la referencia a los factores perturbadores. “se puede destacar que, de acuerdo con los principios de la economía política, deductiva, la derogación de las Leyes de cereal debe de haber tendido a producir una constante caída del precio del trigo en Inglaterra. Pero esa caída no ocurrió inmediatamente. La explicación de la aparente discrepancia se debe encontrar en la interferencia de circunstancias tales como el fracaso de la cosecha de patatas, la guerra de Crimea y, especialmente, la depreciación del oro, que contribuyó a mantener los precios hasta 1862, a pesar del comercio libre”45.

13.

Explicación por referencia a las causas más directas y menos directas

Al buscar las causas de un suceso los historiadores no siempre señalan las circunstancias que están directamente relacionadas con él. Muchas veces mencionan circunstancias cuya relación con el suceso en cuestión es sólo indirecta. Esto se puede ver mejor en el siguiente esquema:

A B

Y

E

X C

Z

F D

44 Studia Zrodloznawcze, vol. VII, 1962, págs. 145-146. 45 Citado de J. Keynes, The scope and Method of Political Economi, en O. Lange, Political Economi, vol. I, pág. 127.

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Jerzy Topolski Como ejemplo, trataremos algunas explicaciones del desarrollo de la economía señorial y de servidumbre en el este del Elba en el siglo XVI. Como hemos mencionado anteriormente, J. Rutkowski escribió que la concurrencia de la facilidad de vender cereales y de la servidumbre era, al mismo tiempo, condiciones suficientes y necesarias para que se desarrollara el sistema de señores y siervos46. W. Rusinski escribió que “aunque no subestimamos en absoluto la influencia de otros factores en el nacimiento de las granjas señoriales basadas en el trabajo servil, tenemos que afirmar que dos factores fueron decisivos para el nacimiento de tales granjas. Uno de ellos fue el buen mercado para los productos agrícolas en Europa occidental, y el segundo fue la decisiva influencia en la política y la libertad en el trato con los campesinos que la clase media había obtenido en Europa oriental”. B. Zientara escribió recientemente que, “la principal causa del nacimiento del sistema señorial y de servidumbre en el este del Elba hay que verlo en el equilibrio de fuerzas de clase existente. Los mercados extranjeros, que ofrecían condiciones favorables a la clase media, y la consiguiente expansión del capital de Europa Occidental, sólo ayudaron a convertir en realidad para la clase media la oportunidad de someter a los campesinos”. Al hablar del equilibrio de las fuerzas de clase, Zientara se refería a la situación caracterizada, sobre todo, por la debilidad de las ciudades. Estas explicaciones se pueden ver en el siguiente esquema:

Se puede ver fácilmente que el primero de los autores antes mencionado explica el nacimiento del sistema señorial y de servidumbre por las circunstancias llamadas A y B en este esquema; el segundo mencionado B y C como factores decisivos, mientras que el tercero se refiere a D como la causa principal.

14.

Explicación genética y descripción genética

Uno de los tipos de explicación en la investigación histórica, mencionados anteriormente, es la explicación genética, en cuyo caso nos ocupamos de una respuesta a una pregunta “cómo” y no a una pregunta “por qué”. Algunos autores, que se oponen a la opinión de que el modelo hipotético –deductivo de explicación es muy usado en la historiografía, aseguran que la explicación genética es el tipo fundamental (W. B. Gallie) o uno de los tipos (W. Dray)47 de la explicación histórica, especialmente en lo que respecta a hechos simples, y por tanto, también a las acciones emprendidas por los individuos. Afirman que, para explicar tales hechos, basta con dar una secuencia ininterrumpida de sucesos, reconstruida a partir de las fuentes, cosa que— aseguran –los historiadores suelen hacer. Estas opiniones van a proporcionar también uno de los fundamen46 J. Rutkowski op. cit., pág. 127. 47W. Dray, op. cit., págs. 156 y ss.

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El proceso de explicación en la investigación histórica tos teóricos para la explicación de las acciones emprendidas por individuos por medio del método de la empatía: una secuencia de interacciones y reacciones, conocidas de nosotros por nuestra experiencia interna, se compara con la secuencia observada en las fuentes (por supuesto, con algunos enlace perdidos) y relacionada con otra persona; llenamos entonces esos enlaces perdidos, sin ninguna referencia, supuestamente, a las leyes48. W. Dray (y también A. Donagan y otros) incluso piensa que este es el modo adecuado de explicar los sucesos, ya que ofrece una explicación completa49. El mecanismo de explicación genética se suele interpretar de modo que cada hecho en la descripción de la serie de hechos que se siguen cronológicamente uno tras otro es una condición necesaria de la existencia del siguiente hecho en la serie (W. Gallie, E. Nagel). W. Dray es el único autor que excluye la explicación en términos de condiciones necesarias; asegura que contestamos a la pregunta “¿cómo ocurrió?” indicando (por referencia a la secuencia de sucesos) que no podía haber sido de otro modo50. Parece que deberíamos distinguir dos tipos de la llamada explicación genética en historiografía. El primer tipo consistiría en explicar un hecho (un suceso), indicando como llego a ocurrir ese hecho, es decir, enumerando sus estadios de desarrollo sucesivos. Esto da lugar a una secuencia del tipo F1®2®3(F4®..®n (donde Fn representa el hecho que hay que explicar genéticamente). En esta secuencia, cada hecho sucesivo se considera una condición necesaria del siguiente; se supone, por tanto, que un hecho posterior no habría ocurrido sin la existencia del precedente. He aquí un fragmento de un libro de W. Tokarz que explica como tomaron Varsovia los rebeldes en abril de 1794. “(...) tras la retirada de Igelstrom, los rusos se defendieron en las calles Miodowa hasta las cinco de la tarde. Su resistencia, larga y extremadamente tenaz, incluso desvió la atención de los polacos del hecho de que grupos desperdigados de rusos estaban retirándose del Palacio Nacional, e hicieron la tarea más fácil para estos últimos. La resistencia rusa se centró en dos focos: en el Palacio Zaluski, que fue tomado alrededor de las cinco de la tarde, y en el monasterio de los capuchinos, que fue asaltado una o dos horas antes”. De mismo modo, cuando los estadios sucesivos de una ciudad o de una batalla, contestaremos a las preguntas “¿cómo ocurrió el desarrollo de la ciudad X?”, “¿cómo fue que el ejército A venció y el ejército B fue derrotado?”, etcétera. Estas preguntas son importantes, pero no pueden sustituir a las preguntas “¿ por qué se desarrolló la ciudad X?”, “¿por qué ganó el ejército A?”, esto se debe a que las primeras son preguntas factográficas, que se pueden ajustar al modelo “¿qué fue?”, y no preguntas explicativas: “¿por qué fue así?”. En otras palabras, este tipo de explicación genética debe incluirse en el proceso de descripción (establecimiento) de los hechos, reservándole la categoría de descripción genética, es decir, una descripción de los hechos unidos por una relación de condición necesaria. Proporcionar estas descripciones en una de las principales tareas de la sintetización en historiografía (cfr. capítulo XXII), y da como resultado un caso concreto de narración histórica. En segundo tipo de explicación genética tal como lo hemos diferenciado antes, consiste en que un historiador que ha establecido una secuencia de sucesos intenta llenar las lagunas existentes en ella:

F1( F2(... ®n ®Fn+ ®.. ( Fn(x

Este es prácticamente, in fragmento del primer tipo, pero en aquél, el historiador se interesaba por el último hecho de la secuencia, el hecho al que subordinaba la descripción, mientras que aquí la cuestión puede ser la misma, pero el historiador no tiene que responder antes a preguntas del tipo: “¿qué pudo ocurrir

48Sobre esta cuestión, ver mi reseña de “Studia z metodologii nauk spolekznych”, de S. Nowak, que apareció en Studia Filozoficzne, núm. 6, 1965. 49Cfr. W. Dray op. cit., págs. 66 y ss. Su ejemplo, presentado en las páginas 70-71, no corrobora en absoluto su opinión. 50W. Dray, The Philosiphy of History, Nueva York, 1964, págs. 18-19. Ver también su “Explanatory Narrative in History” Philosophical Quarterly, vol. IV, número 14, enero de 1954, págs. 15-27. Cfr. su Laws and Explanation in History, páginas 66 y ss., y 158 y ss.

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Jerzy Topolski tras el enésimo hecho?” o “¿qué hecho pudo preceder al enésimo?”. Así, en la secuencia anterior el historiador tiene que establecer los siguientes hechos: F3 hasta Fn-1, y inclusive Fn+ hasta Fn+-1, inclusive. Llenar las lagunas consiste en: 1) Referirse a una ley que afirme que un hecho de un tipo Fn va seguido, siempre o normalmente, de un hecho del tipo Fn+, o que un hecho del tipo Fn es necesario para la ocurrencia de un hecho del tipo Fn-(en el caso de prognosis); 2) Referirse a una ley que afirme que para que ocurra un hecho del tipo Fn es necesario que primero ocurra un hecho del tipo Fn-1, o referirse a la condición necesaria que establece que, normalmente, Fn no ocurre sin Fn -; 3) Comparar los enlaces conocidos más cercanos en la serie, y referirse a la ley que afirme que el camino de Fn a Fn+x conduce, siempre o normalmente, a través de Fn++x(1). Se puede ver fácilmente que esto lleva a contestar la pregunta factográfica “¿qué fue?”. Al revés que en el primer tipo de explicación genética, además de la indicación de la secuencia de los hechos destinados a mostrar como llegó a ocurrir el último suceso de la secuencia, aquí también es importante establecer hechos sobre los que no hay datos en las fuentes, es decir, establecer los hechos de modo indirecto. Este rellenar algunas es útil para el historiador, especialmente, respecto a la construcción de un cuadro total de un trozo determinado del pasado. Una confusión fundamental es llamar a la explicación genética la forma fundamental, o una de las formas fundamentales de explicación en la investigación histórica, ya que esto confunde el hecho de que las narraciones históricas se construyen, en gran medida, para describir adecuadamente secuencias ordenadas de hechos, lo cual origina la naturaleza genética de esa narración, con la explicación causal como tal. Como se deduce de los numerosos ejemplos mencionados, los historiadores suelen darse cuenta de la diferencia entre explicación causal y narración genética. Los resultados de la explicación causal se incluyen, muchas veces, en las narraciones históricas: por ejemplo, un historiador, en primer lugar, establece las causas del nacimiento de las granjas señoriales basadas en trabajo servil, y después procede a describir el desarrollo de ese tipo de agricultura en Polonia, en forma de narración genética. Así indica primero la facilidad de vender (exportar) cereales y la situación en el terreno de la mano de obra, y después trata las secuencias de esos hechos. Sólo la ignorancia de los problemas reales en la investigación histórica puede explicar la aceptación de una descripción genética como equivalente de una explicación causal. La explicación causal, aunque no se manifieste de otros modos, está, implícitamente, en las descripciones de las secuencias genéticas propuestas por los historiadores. Por tanto, el problema de la explicación genética no existe como cuestión aparte de la explicación causal en la investigación histórica. Podemos hablar sólo de descripciones genéticas o explicaciones genéticas, sin añadir que está implicada la explicación causal. Aquí no incluimos los casos, anteriormente analizados en los que una persona que pregunta el origen de algunos sucesos quiere recibir una explicación causal. La descripción genética está relacionada con la formulación de síntesis en la historiografía.

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en Metodología de la historia, Capítulo XXII, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Construcción y síntesis

1 Pregunta de investigación básicas y secundarias

Hay que distinguir el establecimiento de los hechos y la explicación causal de la construcción del texto, es decir la formulación de respuestas a las preguntas básicas de la investigación, en este último proceso, las explicaciones y las afirmaciones sobre los hechos establecidos se usan como elementos estructurales como los que se construye el edificio que es la respuesta a una pregunta concreta de investigación. La pregunta básica de investigación, diferente de las secundarias o derivadas, es aquella a la que están en cierto modo, subordinadas todas las otras preguntas planteadas durante una determinada labor investigadora. En un caso concreto, puede haber más de una pregunta básica, la principal entre ellas es la pregunta incluida en la formación del titulo (final o de trabajo) del estudio. No es necesario, y es raro que dicho titulo vaya segundo de un signo de interrogación, en la mayoría de los casos el titulo es sólo E Age de Lonis XIV (Voltaire). Der Actuzelante Bruinaire des Lottis Bonaparte (Marx) o la Cité Antique (Foustel de Coulanges), etcétera, por que cada uno de esos títulos se puede convertir en una eración interrogativa (factográfica o explicativa). Respecto a la formulación de una respuesta a la pregunta básica, el primer paso consiste en dividir esa pregunta en otras derivadas, de modo que las respuestas a estas ultimas, al reunirse, proporcionen una respuesta a la primera. Esta división de la pregunta básica en derivadas no es más que hacer el plan de investigación. En un principio, este plan es muy general y de naturaleza muy hipotética. Sólo se transforma en el curso de la investigación, de modo que se puedan modificar no sólo las preguntas derivadas, sino incluso la básica. El siguiente esquema muestra de manera simplificada el proceso:

Pregunta básica

División de la pregunta básica = plan de trabajo

Resolución de datos

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Transformación del plan

Respuesta

Jerzy Topolski la construcción del texto comienza en el momento en que se emprende la labor de investigación, es decir, en el momento de la formulación de las preguntas que forman un sistema más o menos coherente destinado a proporcionar una respuesta a la pregunta básica . El proceso de establecimiento de los hechos y propuesta de explicaciones causales no se puede separar, en la práctica, de la construcción del texto. Todas las soluciones separadas son simplificaciones necesarias de un análisis metodológico.

2.

Construcciones simples y sintéticas

La división de la pregunta básica en sistemas de preguntas derivadas, y, por tanto, la formulación de respuestas parciales a la pregunta básica, destinadas a conseguir una respuesta amplia, se puede realizar de varias formas. De cualquier modo, podemos hacer una distinción entre construcciones simples y sintéticas. En el caso de las construcciones simples, el agrupamiento de respuestas parciales (y por tanto, generalmente, el agrupamiento de las preguntas parciales) se determina, de forma satisfactoria, según de las preguntas cronológico, territorial y objetivo, que se usan en diferentes construcciones y en grado variable. En algunas obras, es el criterio cronológico el que juega el papel fundamental; en otras, es el territorial o el objetivo. Según el criterio adoptado como principal, los restantes juegan un papal auxiliar. En la mayoría de los casos, de acuerdo con una característica esenciales de la investigación histórica, el criterio cronológico se considera como principal, y las divisiones basadas en el criterio territorial y objetivo se realizan dentro del marco cronológico. Este es el caso de la Historia Polski (Historia de Polonia), patrocinada por el Instituto de Historia de la Academia Polaca de las Ciencia. El criterio territorial se encuentra muchas veces en los estudios que se limitan a un marco cronológico estrecho; lo mismo ocurre con el criterio objetivo, que además es muy usado en los estudios sobre la historia de la cultura material. Respecto a las construcciones simples, esos criterios se interpretan formalmente. Esto significa que las divisiones cronológicas se basan en un principio formal; lo mismo ocurre con las unidades territoriales, y también, aunque de forma más complicada, con los elementos objetivos. Por ejemplo, las respuestas se formulan de modo que los datos se agrupan por siglos, por unidades territoriales formales (por ejemplo, distritos administrativos) y por clasificaciones subjetivas aceptadas. Es evidente que, en la practica, no encontramos construcciones puras de este tipo. Cada una incluye elementos de un acercamiento sintético, ya que el conocimiento basado en fuentes no se puede separar totalmente del no basado en fuentes1. Las construcciones sintéticas, por tanto, son características de la investigación histórica. Pero, siempre que la construcción del texto se determina por los criterios mencionados, interpretados, formalmente (lo cual puede ser también una manifestación de un programa de investigación objetiva, es decir, investigación en la que el punto de vista del autor no se rige por ningún sistema de valores), tenemos que hablar más bien de construcciones simples, y reservar el término ¨construcciones sintéticas¨ para los resultados de las investigaciones conscientemente guiadas por un sistema de opinión específico. Una construcción sintética por tanto es un modo de formular una respuesta a la pregunta básica de investigación, una respuesta en la que se usan los criterios cronológico, territorial y objetivo, pero de modo que depende de una visión concreta del pasado, que, como sabemos, es el componente más importante del conocimiento no basado en fuentes de un historiador. El valor de una construcción sintética determinada depende del valor de ese conocimiento; de aquí que no podamos decir de antemano que toda construcción sintética es más valiosa que una simple, ya que ésta, es el peor de los casos, proporciona una cantidad determinada de datos, mientras que una construcción sintética errónea puede ofrecer una respuesta completamente deforma1. Esta es una manifestación del principio general, subravado por Karl Marx, de que ‘no hay historia sin teoría’. La comprensión de esto se ha hecho universal, y el principio es subrayado por todos los teóricos y todos los historiadores que se ocupan de cuestiones teóricas. Cfr. R. Aron, “Las teorías y los hechos están unidos de tal modo que sería vano el intento de separarnos rigurosamente”, en Evidence and Inference in History, D. Lerner ( ed. ), Glencoe, 1959, pagina 19 ; W. H. Costes, “Relativism and the Use of Hypoteses in History”, The Journal of Modern History, vol. XXI ,núm. 1, 1949, pág, 26; J. Adamus, O. Kierunkach Polskiej. Mysli historycznej, Lódz, 1964, págs 42-43. El problema fue tratado de modo más amplio en relación con el análisis del conocimiento no basado en fuentes.

184

Construcción y síntesis da a la pregunta básica de investigación. No queremos referirnos con esto a las construcciones que pasan deliberadamente en silencio sobre los hechos inconvenientes o incluso deforman los datos, ni nos referimos al pobre periodismo histórico y a los libros populares leídos de buena gana por el gran público, y que se aprovechan de la falta de conocimiento del lector y de la corriente de sentido común (en el peor sentido del término) que, como mucho, sirve para condensar los mitos y estereotipos populares sobre el pasado. El problema de las construcciones sintéticas nos lleva al vasto terreno de las discusiones sobre la síntesis de la historia de la nación de cada uno, que se encuentran, probablemente, en la historiografía de todos los países, y también a las viejas discusiones sobre los diversos acercamientos que intentan sintetizar la historia universal. Esto abarca también las discusiones sobre los criterios de síntesis en las distintas disciplinas históricas.

3.

El problema de la síntesis de la investigación histórica

Las síntesis históricas pueden ser muy distintas de naturaleza, y así nos proporcionan respuestas de recapitulación muy variadas a las respectivas preguntas de investigación. Es normal que las respuestas a las preguntas detalladas (derivadas) se parezcan en síntesis diferentes, pero las respuestas de recapitulación difieren entre sí. Esto se debe a que casi nadie pone en cuestión hechos fundamentales, sino que combinan esos hechos en series genéticas de varios modos, y los ve unidos por varias relaciones causales. Como se ha dicho, en última instancia esto se relaciona con el sistema de valores que representa un historiador concreto. La cuestión volverá a ser tratada más tarde. De las muchas síntesis distintas de la historia de las diversas naciones, señalamos, por ejemplo, las historias conservadoras o laboristas de Inglaterra, las diversas interpretaciones sintetizadoras de la revolución Francesa, las síntesis de historia polaca presentadas por Lelewel y Szujski, respectivamente, y las síntesis basadas en la teoría del materialismo histórico, o las que, en mayor o menor grado, se oponen a esta corriente. Incluso aunque los historiadores compartan el mismo sistema de valores, las diferencias en sus conocimientos no basados en fuentes hacen que sus construcciones sintéticas no coincidan plenamente. Pero eso es un fenómeno normal, que acerca entre sí a las diversas posturas. Y no es una peculiaridad de la investigación histórica, o de las humanidades, o de las ciencias sociales en general; hasta en la ciencia natural encontramos que la visión sintética de hechos específicos difiere, a menudo, señaladamente, de un investigador a otro. La historia de la síntesis de la historia universal es muy interesante2. La historiografía *filosófica* en la época de la ilustración aportó opiniones enteramente nuevas, en comparación con las síntesis anteriores, y no sólo las que seguían el ejemplo de Bossuet. El famoso dicho de Voltaire de que las compuertas de un canal que une dos mares, una pintura de Poussin, una tragedia maravillosamente escrita, o una verdad recientemente descubierta, son muchos más valiosas que los informes de la corte y las historias de batallas, señaló un corte entre las síntesis unilaterales basadas en la historia política o inspiradas en la biblia. En cuanto a las disciplinas históricas especializadas, las propuestas de J. Rutkowski sobre las síntesis en la historia económicas han alcanzado gran renombre3. Rutkowki sugirió que la división de los ingresos se considera como la cuestión básica en la historia económica, lo cual podía producir un acercamiento sintético a toda la historia socio-económica. W. Kula sustituiría la división de los ingresos por el problema de los niveles de vida, que permitiría a los historiadores relacionar mejor las diversas cuestiones en la historia socio-económica. Este autor es de la opinión de que podemos realizar síntesis más coherentes si analizamos, en cada época, la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es decir, sí aceptamos el papel dinámico de las contradicciones en la historia. Estos problemas, como el problema general de los

2. Cfr. M. H. Seresjski, Koncepcja History Powszechnej Joachima Lelewela, Varsovia, 1958. 3. Hizo varias afirmaciones sobre el asunto ( a partir de 1925 ); cfr. su Historia gospodareza Polski, vol. I Poznan, 1946, págs. 15-20 Su idea fue criticada por W. Kula en Problemy i metody historii gospodarczej, pags. 195 y ss. Ver también J. Topolski, “O zagadnieniu sintezy W historii gospodarczej” ( El problema de la síntesis en la historia económica ), Roczniki Dziejow Spolecznych i Gospodarczych, Vol. XXVI, Poznan, 1965, págs. 260-265.

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Jerzy Topolski supuestos que yacen bajo los diversos tipos de síntesis, son muy discutibles. Además, caen fuera del terreno de este libro. Desde el punto de vista de nuestras necesidades, tenemos que distinguir tres tipos fundamentales de síntesis; son:

1) Síntesis estructurales; 2) Síntesis genéticas; 3) Síntesis dialécticas;

Las síntesis estructurales se caracterizan por el dominio de la estructura de un sistema dado, es decir, las relaciones especificas entre sus elementos. Los autores de esta síntesis se interesan, sobre todo, por la reproducción de ciertos modos estructurales en su forma intacta, y, por tanto, formulan con ese espíritu sus respuestas a las preguntas de investigación básicas. Como ejemplo de síntesis estructural podemos mencionar la conocida obra de F. Braudel sobre Felipe II y la cuenca del mediterráneo (1946). Muchos estudios sobre la historia de la cultura material resultan ser síntesis estructurales. El entorno geográfico es también el factor que funciona muchas veces como lazo estructural. Las síntesis estructurales, en su forma pura, son características de la sociología, más que de la investigación histórica. Si una síntesis está dominada por el intento del autor de perturbar lo menos posible las secuencias cronológicas (causales), nos encontramos con una síntesis genética. Este tipo de síntesis, que es la principal manifestación del método genético en la investigación histórica, dominó durante mucho tiempo. En dichas síntesis, el acento no se pone sólo en la secuencia simple de sucesos –lo cual era típico de los anteriores pasos de esa corriente de la historia–, sino, sobre todo, en la indicación de los lazos causales. El hecho de que estas síntesis eran incompletas, durante mucho tiempo, fue notado sólo en la literatura polaca de la materia por J. Rutkowski, que escribió; en relación con la historia económica: “ Los intentos de acercamiento sintético a la historia económica pueden ir en varias direcciones. A primera vista, el acercamiento causal es el método más simple y más apropiado: mientras que los estudios analíticos darían lugar a las simples afirmaciones de que ciertos sucesos tuvieron lugar en un territorio concreto y en un momento concreto, los estudios sintéticos buscarían explicaciones causales del origen de esos hechos” Aseguraba que, en los estudios monográficos, dedicado cada uno a un solo problema, podemos llegar, quizá, de este modo, a construcciones homogéneas; sin embargo, ese método no es el caso de interpretaciones de “todos más amplios” (es decir, sistemas). Si queremos llegar a construcciones homogéneas en tales casos, tenemos, como él escribió “que establecer la existencia de un solo factor que condiciona totalmente todos los elementos”4. El camino indicado por Rutkowski puede referirse a la síntesis estructurales o a las dialécticas. El propio Rutkowski se inclinaba hacia este último tipo. Pensaba que las teorías que atribuyen la mayor importancia al entorno geográfico o a la raza no pueden aceptarse como soluciones correctas. Aunque no dijo que esas teorías indicaban factores que están, como si dijéramos, fuera de la actitud humana (factores naturales ); y, por tanto, no mostraban cómo se mueve un sistema dado y cómo tiene lugar el desarrollo (a pesar de que, en cierto, pudieran suponer un movimiento de los sistemas), su postura nos lleva a esta conclusión. Las síntesis dialécticas son las que unen el aspecto de secuencias genéticas con el de estructura, es decir, las que muestran las secuencias genéticas sin romper las estructuras. Los tres tipos de estructuras podrían verse en esta metáfora: supongamos que el sistema que investigamos es una telaraña. Podemos mostrar, enrollándola en un ovillo, cómo se hiló, es decir, cómo se alargó cada vez más el hilo. Esto muestra el procedimiento usado en la formulación de una síntesis genética. Al hacer una síntesis estructural, tendríamos que indicar la forma de la telaraña, dibujándola o fotografiándola en un paso determinado de su formación. Si consiguiéramos demostrar, por ejemplo, filmando el proceso de hilado, cómo cambia la tela araña, de ser un solo hilo a un objeto cada vez más complejo esto mostraría que busca la síntesis dialéctica.

4. J. Rutkowski, op. Cit., págs. 15-16.

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Construcción y síntesis En la historiografía actual el tipo más importante de síntesis dialéctica es el que se basa en la teoría del materialismo histórico. Esto ha sido admitido por J. Rutkowski, que escribió que dicha teoría puede ser la base para un acercamiento sintético a toda la historia humana, aunque la historia económica y los fenómenos incluidos en la base económica deberían ser descritos, en su opinión, por algún método especial de construcción sintética, como hemos mencionado anteriormente. H. I. Marrou señaló la necesidad de ir más allá de las síntesis estructurales corrientes; hacía una distinción entre las estructuras estáticas y las dinámicas, pero, en su interpretación, estas últimas eran más bien síntesis estructurales mejoradas, y no síntesis dialécticas, que explican el proceso de desarrollo. Al hablar de los problemas de las síntesis hay que subrayar las consideraciones de S. Ossowski sobre el concepto en las ciencias sociales. Señaló el hecho de que la imagen del mundo, tal como la fabrica el investigador, está condicionada por las características de su objeto de estudio y sus propias disposiciones. Estas últimas “recuerdan las diferencias entre los diversos prismas, a través de los cuales miramos los objetos y vemos sus colores y formas y no recuerdan a la retina, que es una condición indispensable de toda percepción de colores y formas”.5 Aquí llegamos otra vez al concepto no basado en fuentes, ya que los instrumentos ópticos a través de los cuales vemos los hechos configuran esa imagen del mundo que tenemos en nuestras mentes y que modificamos gradualmente.

4.

La periodización en la historia

En todas las construcciones históricas, excepto en las que se ocupan de sistemas estáticos, o de cortos periodos de tiempo, o de sistemas que cambian poco en el curso del tiempo, el problema de una división cronológica de la pregunta básica de investigación , es decir, el problema de la periodización, se convierte en algo crucial. No es una coincidencia que la división del pasado en periodos haya sido materia de tantas controversias: el criterio cronológico adoptado por un historiador está determinado por la totalidad de sus opiniones sobre el pasado, es decir, su conocimiento no basado en fuentes, que le guía en su construcción de la síntesis. El acercamiento del historiador a la división de un fragmento concreto del pasado en períodos más cortos depende de si intenta encontrar construcciones simples o sintéticas. En el primer caso, puede conformarse con una periodización formal, que W. Kula llama convencional6, mientras que en el segundo caso intenta descubrir los periodos cuya diferenciación se basa en el proceso histórico. A estas periodizaciones, W. Kula las llama objetivas. Es difícil decidir de antemano qué periodización es mejor. Una periodización objetiva basada en una imagen errónea del pasado puede dificultar la reconstrucción del proceso histórico mucho más que una convencional. A. Kula tiene razón al afirmar que los manuales tradicionales sobre metodología de la historia se ocupaban muy poco de los problemas de la periodización. Esto era una muestra del acercamiento idiográfíco de los autores o una manifestación del evolucionismo genético, es decir, un acercamiento que impide que la gente vea que los sistemas sufren constantes transformaciones y se convierte en sistemas nuevos, y por tanto en cualidades nuevas (en este sentido, ver, por ejemplo, E. Bernheim). Si nos damos cuenta de que una buena peridización nos puede ayudar a comprender los cambios esenciales en los sistemas que estudiamos, esto pone de relieve la importancia del problema de la periodización.

5. S. Ossowski, O osobliwosciach nauk spolecznych, ed. Cit., cap. III, pág. 117. 6. W. Kula, op. Cit., pág. 173.

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Jerzy Topolski Las frecuentes discusiones sobre la periodización7 son, en realidad, las discusiones básicas sobre los métodos de reconstrucción del proceso histórico. El progreso en el acercamiento a la periodización reflejaba el progreso en el acercamiento a la periodización reflejaba el progreso en la investigación histórica. No nos ocuparemos aquí de las periodizaciones convencionales, que, después de todo, pueden ser muchas veces útiles si se consideran como auxiliares, pero no presentan problemas interesantes; señalaremos ciertos tipos de periodizaciones objetivas. Estos tipos dependen de la visión del pasado que represente un autor concreto. En general, podemos distinguir los siguientes tipos de periodizaciones objetivas:

1) Periodizaciones cíclicas; 2) Periodizaciones direccionales; 3) Periodizaciones irregulares.

Las periodizaciones cíclicas suelen referirse a largos períodos y a la historia de unidades territoriales grandes. Sin embargo, se pueden aplicar a períodos bastante cortos, si hay fluctoaciones cíclicas ( de precios, producción, etcétera ) que sirvan como base para la división en períodos. En estos casos estas periodizaciones pueden reflejar el curso real de ciertos sucesos o procesos. Pero en un aspecto más amplio, las periodizaciones cíclicas se suelen relacionar con ideas que encontramos difíciles de aceptar. Un ejemplo de periodización cíclica lo ofrece, por ejemplo, la obra de E. Huntington, que veía cómo la evolución de la humanidad seguía una sinusoide8. En la literatura polaca de la materia podemos señalar un libro de S. Kurowski, que aseguraba que el crecimiento en el curso de un milenio seguía ciclos logísticos sucesivos (cfr.los anteriores comentarios en esta obra sobre la curva logística)9 . “Las ideas sostenidas por Ibn. Khaldun, G. B. Vico, O. Spengler, P. Lacombe ( procesos dicotómicos, movimiento pendular) y la idea del eterno retorno, conocida desde la antigüedad, pertenecen a este grupo10. El acercamiento cíclico al proceso histórico se suele combinar con el direccional, dando lugar, así a una visión espiral del pasado (cfr. SaimtSimon, K. Kelles-Kraus ). Las periodizaciones direccionales son típicas de las opiniones que ven un límite (como el juicio final cristiano) al que se acerca la historia humana, nos guste o no. Este grupo incluye también las visiones sobre un progreso constante en la historia, que tiene lugar independientemente de la causa de los hechos históricos concretos. Estos últimos fueron, en particular, los acercamientos iniciados por los historiadores en la época de la ilustración, que se oponían a los modelos teológicos anteriores. Un ejemplo es CH. Ellwood, que pensaba que el desarrollo de la humanidad seguía una parábola: desde el nivel de la vida animal hasta el pleno triunfo de la razón11. Entre las periodizaciones más antiguas de este tipo hay que mencionar la división en periodos realizada por San Agustín, que mencionaba cinco épocas anteriores a la venida de Cristo, y la sexta, que comenzaba en ese momento, e iba a terminar, como se interpretó más tarde, con el juicio final. La auténtica historia de la humanidad, por tanto se veía como algo inmutable y homogéneo. Las periodizaciones direccionales están bastante caducas hoy en día. El tipo actualmente dominante es el de las periodizaciones irregulares, que no imponen ningún esquema geométrico. Las periodizaciones irregulares se pueden aceptar para periodos más cortos por parte de aquellos que están a favor de las cíclicas o las direccionales en relación con la totalidad de la historia humana. 7. Sobre la edad media, ver T. Manteuffel, Sredniowiecze powszechne, Varsovia, 1961, Introducción. Ver también H. Sée, “la división de l’histoire en périodes”, de Revue de la Synthese Historique, vol. XLVI, serie XVI, París, 1926, páginas 61-67; cita a E. Troeltsch ( Der Historismus und seine Probleme, Tubinga, 1922 ), que sostiene que la periodización refleja la filosofía de valores de un historiador concreto. Sée piensa que la periodización contribuye a explicar los hechos. Así, la opinión de que la periodización juega un papel en las interpretaciones históricas ha ido ganando terreno en las diversas escuelas de historiografía. Se encuentran muchas observaciones sobre la periodización en E.Callot, Ambiguites et antinomies de l’histoire, París, 1962, págs. 109-116. 8. E. Huntington, The Pulse of Progress, Nueva York, l926. 9. S. Kurowski, Historyczny prces wzrostu gospodarczego (El progreso histórico del crecimiento económico), Varsovia, l963, pág. 373. 10. Cfr. M. Eliade, Le Mythe de l’ éternel retour, París, l949. Las mismas cuestiones, aunque en un contexto ligeramente diferente, son tratadas por S. Ossowski, “Prawa” “historyezne” W socjologii (Leyes “históricas” en sociología), Przeglad Filozoficzny, Vol. XXXVIII, l935, Págs. 3-32. 11. Esta idea es analizada por S. Ossowski, op. cit., págs. 3-12.

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Construcción y síntesis Las periodizaciones irregulares se caracterizan por una estrecha unión de los periodos que se distinguen con los hechos históricos específicos . Estos hechos son complejos y suelen seguir curvas poco regulares, que esas periodizaciones intentan mostrar (por supuestos, con aproximación). Estas prriodizaciones pueden variar grandemente según el factor que determina una división concreta en períodos. En las síntesis históricas anteriores, solía ser el factor político (la historia política de un estado) la que salía a relucir. La atención prestada por los fundadores del marxismo al factor económico lo integraba plenamente como un elemento del procedimiento de periodización. Los historiadores marxistas han llegado a considerarlo como el factor fundamental de periodización, pero que sólo sirve para la división de la historia humana en sus etapas básicas; respecto a períodos más cortos, se usan en la misma medida otros factores, especialmente el político. La división en los pasos fundamentales del desarrollo de la humanidad procede de las leyes básicas del desarrollo social, y da lugar a la tipología de formaciones socioeconómicas analizada en el capitulo XIII12. En este sentido, las formaciones socioeco-nómicas forman el esbozo principal de las periodiza-ciones del proceso histórico. Las divisiones dentro de las formaciones (o sea, las divisiones en períodos en el sentido más estricto del término) se suelen relacionar con los pasos generales del desarrollo interno de una formación concreta en el territorio en cuestión. En general, los criterios de periodización son uno de los principales índices de las construcciones sintéticas, configurándose estas últimas, como sabemos, también, por un uso adecuado de los criterios territoriales y objetivos.

5.

Alcance territorial y objetivos y clasificación de los tipos de investigación

La división en unidades territoriales concretas abarcadas por la investigación puede ser también convencional u objetiva: por ejemplo, puede tener en cuenta los distintos administrativos o algunas otras regiones, diferenciadas de algún modo. En la practica, las divisiones convencionales aplicadas al territorio son mucho menos criticadas que las aplicadas al tiempo. La unidad básica territorial que se suele estudiar es un estado o una nación en su alcance territorial. Esto produce diversas historias de naciones, que pueden ser más o menos integrales si abarcan toda la historia, es decir, quizás, todos sus aspectos, o especializadas, cuando abarcan un solo aspecto de la vida de una comunidad nacional dada en el pasado (por ejemplo, la historia económica de Polonia). Si la aproximación trasciende las fronteras de un estado o los límites de un territorio habitado por una nación, adquiere un carácter universal. Es un área mayor, por ejemplo, un continente o todo el mundo, lo que se convierte en la unidad geográfica abarcada por el estudio. Si sólo se estudia una parte de un continente o un estado, nos encontramos ante la historia regional. Los criterios para distinguir una región concreta pueden ser de varios tipos, según las exigencias de la investigación. Pero adviértase que una delimitación errónea de una región puede tener efectos negativos en los resultados del estudio. La historia regional incluye, por ejemplo, el estudio de los territorios relacionados con el mar báltico, la zona de la cuenca del mediterráneo, los balcanes, etcétera. Los estudios relacionados con la historia de la gran Polonia, la picardia, Cataluña o Bietorrusia Oriental también se incluyen en la categoría de los estudios regionales. Las monografías regionales se pueden caracterizar por un acercamiento integral o especializado. En el caso de la historia económica regional los historiadores deben servirse, más que en otros estudios, de los resultados de los estudios de los geógrafos económicos que se ocupan de las regiones. El historiador debe tener en cuenta que no puede separar la historia universal, nacional y regional. Al trabajar en un estudio de historia nacional o regional debe darse cuenta de que es parte de un estudio de historia universal. El acercamiento comparativo debería ser una condición sine quanon en la investigación histórica. Al mismo tiempo, al trabajar en la historia universal o nacional, debe tener una opinión bien fundada sobre la regionalización del territorio cuya historia está estudiando. En este sentido, los historiadores

12. Podemos hablar de una teoría de la formación socio-económica sólo si nos referimos a un mecanismo de transición de una formación a la siguiente. Si sólo nos encontramos con una enumeración y descripción de las diversas formaciones (quizás en el orden en el que se suelen suceder), sólo podemos hablar de su tipología.

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Jerzy Topolski deberían mejorar su conocimiento no basado en fuentes, ya que tienen mucho que completar en esta cuestión (especialmente en el área de la historia económica). Las aproximaciones efectuadas hasta ahora pecan de un tratamiento demasiado general de los territorios. Ocurre, muy a menudo, que las ideas basadas en la región mejor conocida dominan un estudio sintético. Las secuencias genéticas y las diversas generalizaciones se caracterizan, muchas veces, por un acercamiento unilateral, que es típico, en particular, de los estudios de grandes sistemas a lo largo de grandes períodos. La fragmentación objetiva de los datos también está muy relacionada con el concepto de síntesis de un historiador concreto, con su modo de unir los hechos en todos más amplios y con importancia que atribuye a diversos hechos. Sin extendernos en los problemas de la división geográfica y objetiva de los datos, señalaremos los principales tipos de síntesis, basando la clasificación a la vez en el criterio geográfico y objetivo. Nos encontramos con dos tipos:

1) Aproximaciones microsintéticas 2) Aproximaciones macrosintéticas

Una microsíntesis es el resultado final de los estudios microanalíticos. Por otro lado, sin embargo, los estudios microanalíticos, como el estudio de los presupuestos familiares, puede servir de base para una macrosíntesis, como una descripción de todo un grupo social. El acercamiento microsintético es una respuesta a una pregunta básica de investigación sobre un elemento aislado que no se puede descomponer o sobre pequeños sistemas sociales. En el primer caso, un estudio se puede centrar en un solo objeto material (pero visible en el asentamiento de un determinado sistema social, ya que, de otro modo, no nos encontraríamos ante un estudio histórico) o en un individuo como miembro de la sociedad. Como ejemplos de estudios sobre un solo objeto, podemos mencionar numerosos estudios sobre la historia del arte que analizan una obra concreta (por ejemplo, el altar de Wit. Stwosz en Cracovia o la puerta de la catedral de Gniezno), sobre arqueología, sobre la historia de la cultura material. Esto también vale para los estudios que se refieren a una serie de objetos similares, pero en los que el centro de gravedad no está en el análisis de los propios objetos, sino en el estudio de su papel en un determinado sistema social más amplio. Estos estudios se pueden ocupar no sólo de objetos materiales, sino también de elementos de la cultura espiritual ( por ejemplo, el estudio del canto gregoriano en la Polonia medieval). Las monografias sobre personas son ejemplos de estudios centrados en individuos como miembros de la sociedad. Estos estudios microsintéticos pueden ser de naturaleza muy distinta, según la atención dedicada por el investigador a la persona en cuestión y a los sistemas (grandes o pequeños) en los que vivía esa persona. Si se limita solo a la persona, escribe una biografía, que se puede considerar de varias formas. Un buen ejemplo de este acercamiento son las entradas incluidas en los diccionarios biográficos [por ejemplo, Polski Slownik biograficzny (diccionario biográfico polaco)], y malos ejemplos, los artículos conmemorativos13, etc. Las biografías modernas prestan cada vez más atención a los sistemas en los que actuaba un individuo, para mostrar la influencia que un sistema concreto tuvo sobre ese individuo y también la influencia que ese individuo tuvo sobre el sistema. En todos estos casos, el individuo se considera como un elemento del sistema14. No está claramente esbozado el concepto de sistema social pequeño, que es, junto a los objetos e individuos aislados, la segunda materia de los acercamientos microsintéticos. No hay duda de que una familia, el taller de un artesano, e incluso un pueblo, son sistemas sociales pequeños; ¿pero entra en esta categoría , especialmente una grande? Para definir, por lo menos aproximadamente, el alcance del concepto de sistema social pequeño, tenemos que diferenciarlo del de grupo social, concepto muy corriente en sociología. Solo se llamarán sistemas sociales

13. El método biográfico en sociología fue tratado por J. Szezepancki; erf. “Diebiographische Methode”, en Handbuch der empirischen Sozialforschung, edición cita, págs. 551-569, donde se encuentran también las principales obras sobre la materia. 14. En la historiografía polaca tenemos un ejemplo de monografía moderna en el libro de A. Kersten sobre Stefan Czarniecki (Varsovia, l963). Su obra dio lugar a una interesante discusión sobre las monografías de individuos.

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Construcción y síntesis aquellos grupos que son todos funcionales y en los que el funcionamiento de los diversos elementos está relacionado, de modo que esos elementos no pueden existir aisladamente. Un sistema puede ser pequeño o grande de acuerdo con el punto de referencia. Un pueblo es un sistema grande en comparación con una sola granja, pero es pequeño en comparación con la sociedad entera. Por tanto, si una persona quiere averiguar con qué sistema social se encuentra, debe buscar la respuesta a esta pregunta15. Las monografías sobre plantas industriales, pueblos, instituciones sociales (por ejemplo, organismos de caridad), instituciones políticas (por ejemplo, el Parlamento), instituciones educativas (por ejemplo, una escuela concreta), instituciones culturales (un determinado teatro), etcétera, son ejemplos de resultados de los estudios, sobre sistemas sociales pequeños. Como en el caso del estudio sobre individuos, los análisis de pequeños sistemas sociales se pueden relacionar, en diversos grados, con el estudio de sistemas más amplios, de los que son elementos los más pequeños16. El acercamiento macrosintético se ocupa de sistemas sociales grandes. Esto incluye estudios integrales de dichos sistemas (por ejemplo, monografías sobre ciudades grandes, estados o grupos de estados), estudios de ciertos elementos en sistemas concretos (por ejemplo, el estudio del comercio como una rama de la actividad económica; la cuestión campesina en el levantamiento de 1863 en Polonia; la idea universalista en la Europa medieval; la participación de las tropas polacas en la segunda guerra mundial, etcétera), y análisis de la influencia que determinados factores externos tuvieron en un sistema concreto (por ejemplo, las influencias orientales en el arte europeo del siglo XVIII ). Los mejores ejemplos de acercamiento macro-sintéticos son los estudios sobre toda la historia de un estado concreto durante un período extenso [por ejemplo, Dzieje Niemiec do poezatku ery nowozytnej (historia de Alemania hasta el comienzo de la Edad Moderna), de K. Tymieniecki, Poznan, 1948], o sobre una serie de estados [ por ejemplo, Sredniowiecze powszechne (historiador medieval universal), de T. Manteuffel, Varsovia, 1961, que presenta una síntesis de historia europea; Historia Powsezechna 1789-1870), de M. Zywezynski, Varsovia, 1964 ], o los amplios estudios sobre la historia universal publicados en muchos países.

15. Sobre los sistemas sociales pequeños, ver R. Redfield, The little Community, Chicago, l955, y también J. Topolski, “Problemy metodologiczne monografieznych badan wsi” (Problemas metodológicos de los estudios monográficos sobre pueblos), Kwartalnik Historii Kultury materialnej, núm. 2, l966. 16. Para un tratamiento amplio de la materia, ver B. Lesnodorski, Jacobini polscy (Los jacobinos polacos), Varsovia, l963. El grupo que estudia, obviamente, formaba un sistema social pequeño, pero Lesnodorski lo muestra en el contexto de muchos sistemas mayores. En tal caso, un acercamiento aparentemente microsintético se hace macrosintético.

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192

en Metodología de la historia, CapítuloXXIII, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

1.

El problema de la narración en la metodología de las ciencias

El problema de la narración surge cuando pasamos de las consideraciones sobre la metodología pragmática, centradas en los procedimientos de investigación, a la reflexión sobre los resultados de la investigación (es decir, reflexiones apragmáticas). En muchas ciencias, una respuesta a una pregunta concreta de investigación adopta la forma de una estructura verbal coherente y completa. Esa estructura verbal podría llamarse narración, aunque el término puede resultar chocante aplicado a ciertas disciplinas. A pesar de las diferencias en las estructuras de las narraciones en las diversas ciencias, toda narración es un informe sobre los resultados de la investigación, es decir, una secuencia coherente de afirmaciones sobre hechos específicos. Desde ese punto de vista no hay diferencia entre la historia y la geología, pero tampoco entre la historia y la física o la musicología. Un físico, un musicólogo y un historiador deben informar igualmente sobre los resultados de su investigación, conducida por distintos métodos, en un cierto orden que se acepta en sus respectivas disciplinas. Esto significa que deben componer ciertos fragmentos para formar un todo legible (que se puede mostrar como legible sólo para aquellos que conocen el lenguaje específico de una disciplina concreta), en el que los resultados de la propia investigación, el propio conocimiento y algunos resultados de las investigaciones conducidas por otros se mezclan en un informe estructurado de la mejor forma posible. Lo que en la metodología pragmática se puede interpretar como establecimiento y explicación de los hechos y como síntesis del trabajo, en la metodología apragmática adopta la forma de narración (como formulación de narraciones). La narración ofrece numerosos problemas. Se puede decir que, analizando las narraciones, es decir, los sistemas de afirmaciones que forman respuestas a las preguntas planteadas en la investigación, conseguimos definir el lugar de una disciplina concreta en el sistema de las ciencias. Por tanto, el problema de la narración es una cuestión crucial en la metodología apragmática de las ciencias y, del mismo modo, en la metodología apragmática de la historia. Al analizar las narraciones tenemos que tener en cuenta los tres grupos siguientes de problemas:

1) Tipos de narraciones (en una disciplina concreta); 2) Instrumento de la narración; 3) Elementos de la narración 193

Jerzy Topolski Se tratarán en relación con la narración en la investigación histórica y los relatos históricos (como productores de la narración), comenzando por las características generales de las narraciones históricas. 2. Narraciones históricas frente a narraciones en general

Algunos autores se inclinan a ver la tendencia a describir el curso de los acontecimientos como la característica que diferencia las narraciones históricas de las narraciones en otras muchas disciplinas, donde la posible descripción de los hechos está subordinada a la tarea de formular o rechazar teorías. Esta postura, aunque refleja las prácticas reales de la mayoría de los historiadores, no es correcta, por que entre las muchas clases de narraciones históricas podemos distinguir narraciones que se subordinan a ciertas tareas teóricas. Por ejemplo, la rebelión campesina dirigida por Wat Tyler se puede analizar no por pura curiosidad histórica (¿qué ocurrió?), sino en relación con un estudio de la teoría de las rebeliones campesinas o de la lucha de clases en general. En estas narraciones, la descripción sólo es un componente de un todo. Pero hay que admitir que las afirmaciones teóricas claramente formuladas no son un elemento necesario de una narración histórica. Tampoco son un elemento necesario de una narración en el área de ninguna disciplina empírica: hay estudios de física que sólo describen ciertos hechos; del mismo modo, un químico puede producir un documento en el que se limite a describir una reacción química o un astrónomo, un documento en el que describa los movimientos de un planeta. Por supuesto, nos referimos aquí a narraciones hechas por investigadores individuales y no a narraciones en general, ya que, en este ultimo caso, las referencias a la teoría son indispensables en la física, la química y la astronomía. Pero incluso la investigación histórica, especialmente la que nos gustaría tener en un futuro próximo, debe buscar narraciones que incluyan componentes teóricos. Una narración interpretada como las series de respuestas a una pregunta concreta de investigación en una disciplina dada es inconcebible sin relacionarse con una teoría1. Puesto que tanto la descripción como un componente teórico (o la referencia a una teoría dentro de la misma disciplina) son condiciones necesarias de cualquier narración científica (considerada de modo general, y no desde el punto de vista de un investigador concreto), esto significa que dichas condiciones no bastan para caracterizar las narraciones históricas de un modo más preciso. Son condiciones necesarias pero insuficientes. Entonces, ¿qué elemento juega el papel de la condición que basta para considerar una narración determinada como histórica si, como hemos visto, una descripción y una referencia a la teoría no bastan por si solas para dar a una narración la naturaleza histórica?. Ese elemento debe hallarse en el tiempo (para usar una formulación muy general), que también es una condición necesaria de una narración histórica. Por tanto, podemos sugerir las siguientes características básicas de las narraciones históricas:

1) Condiciones necesarias: descripción de hechos; referencia a una teoría; referencia al tiempo; 2) Condición suficientes: referencia al tiempo; 3) Condición necesaria y suficiente: referencia al tiempo. No hay historia son el elemento tiempo ( y esto no sólo ocurre con la historia humana, sino también con la historia natural). El tiempo es el factor que da a la historia su sentido de existencia y su fuerza vital. El tiempo en la investigación histórica fue tratado más ampliamente al reflexionar sobre el concepto histórico (capítulo X). Pero entonces se puso más énfasis en la naturaleza relativa del tiempo en la historia y en la dirección de su curso, y aquí nos interesa más el aspecto del tiempo que difiere del tratamiento que se le da en las ciencias no históricas. El tiempo al que se refieren los historiadores no es el tiempo en general, que se podría llamar tiempo puro2 (que puede definirse suficientemente por los conceptos de duración momentánea y sucesión ), sino el tiempo 1. Sobre las narraciones históricas con importancia teórica, ver A. Danto, The Analytical Philosophy of History, págs. 133-134. 2. Esto no quiere decir que el tiempo se considera como algo que existe aparte de una realidad intemporal. Ver J.Topolski, “Czas w narracji historycznej” (El tiempo en la narración histórica), Studia metodologiczne, núm. 10, 1973, páginas 3-23.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica fechado, en cuyo caso tenemos que indicar algún lugar en la escala cronológica. En ese tiempo fechado el que da a las narraciones históricas su rasgo único: sitúa cada una en su espacio de tiempo adecuado, dentro de la escala temporal, y le imprime la dirección que se ajusta al curso del tiempo3. Aunque no necesitemos, por diversas razones, seguir la dirección del curso del tiempo al construir una narración (esto es lo que ocurre en el caso del método regresivo) en última instancia, la dirección del curso del tiempo da una orientación a esa narración, como recordando que es inseparable de la historia. A pesar de los éxitos que se esperaban de la investigación histórica teórica, centrada en la formulación de teoremas, la propia historia desaparecería si se separara del concepto del tiempo. En comparación con muchas otras ciencias, las disciplinas históricas están muchísimo más saturadas del tiempo fechado. Aunque el tiempo fechado se puede encontrar en otras disciplinas, no es, ciertamente, ninguna peculiaridad suya. Cuando un físico dice que la luz viaja a unos 300.000 kilómetros por segundo, no relaciona ese proceso con la escala temporal, y cuando hace un experimento que implica la medición del tiempo, dice que un proceso determinado comenzó en un momento t0 y terminó en un momento t1, y, por tanto, utiliza el tiempo fechado, pero inmediatamente, como si dijéramos, lo olvida, y sólo permanece interesado por el espacio entre t0 y t1. Por tanto, en última instancia, usa el tiempo en general y no un tiempo fechado. Se puede ver fácilmente que, un historiador dice que “la primera partición de Polonia tuvo lugar en 1772” o que “la Segunda Guerra Mundial duró desde el 1 de septiembre de 1939 hasta el 9 de mayo de 1945”, se interesa por el tiempo de un modo distinto al del físico: especifica la fecha de la primera partición de Polonia y la fecha del comienzo y el final de la Segunda Guerra Mundial. A veces, no sólo los historiadores utilizan el tiempo fechado, sino también los paleontólogos, geólogos, paleo-zoólogos, botánicos que se interesan por los cambios en el reino vegetal, etc. Como resultado de sus investigaciones, todos ellos fabrican narraciones históricas. Mientras que un representante de las ciencias no históricas puede usar tiempo fechado, los historiadores, a veces, usan el concepto de tiempo en general. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un historiador dice que en el siglo XVIII los campesinos polacos estaban obligados a aportar trabajo servil tres días por semana. Se puede advertir inmediatamente que el tiempo histórico “en general” se refiere aquí a un espacio de tiempo marcado en la escala cronológica. Por tanto, la generalidad del tiempo tiene una naturaleza relativa. El tiempo en general sólo aparece, en las narraciones, en afirmaciones estrictamente generales, explícitas o implícitas.

3.

Tipos de narraciones históricas científicas. Literales de crónicas frente a historiografía

La referencia al tiempo, que basta para distinguir las narraciones históricas entre todas las narraciones, no basta para caracterizar las narraciones históricas científicas. No toda secuencia fechada (explícita o implícitamente) de afirmaciones sobre el pasado podría clasificarse como producto del proceso investigador de un historiador, ni incluirse, por tanto, en la categoría de conocimiento histórico científico. Pero ¿dónde debemos trazar la línea de división entre las narraciones científicas y las que no cumplen la anterior condición?. Parece que podemos comenzar nuestra búsqueda de respuestas a esta pregunta en la distinción entre literatura, crónicas e historiografía, o, en otras palabras, entre las narraciones de los cronistas y narraciones históricas, distinción que se encuentra en algunos estudios de filosofía de la historia. Las narraciones históricas, excepto las narraciones históricas corrientes, que no son productos de la investigación estudiosa y que no nos interesan aquí, puede identificarse, a su vez, con las narraciones históricas científicas. La conocida distinción de B. Croce entre la literatura de crónicas y la historiografía4 no es lo suficientemente precisa como para permitirnos describir su postura con claridad. En cualquier caso, en su opinión, la historiografía es informar sobre los hechos que nos interesan (de modo que toda la historia es historia actual), 3. Cfr. N. Rotenstreich, “Hisorical Time”, en Between Post and Present, New Haven, 1958, págs. 5l-134. Las observaciones del presente autor difieren en cierto modo de la opinión de Rotenstreich, que explica el curso del tiempo en términos causales. Ver también G. Simmel, Problem der Historischen Zeit, Berlín, 1916. Rotenstreich, que considera el tiempo histórico como una concreción del tiempo en general, no está de acuerdo con Simmel, que sostiene que el tiempo en la historia es una determinada relación entre los hechos, mientras que la historia como un todo es temporal. 4. Cfr. Theories of History, pág. 78 (que incluye una sección de Teoría e práctica della storiografía). Ver también A. Danto, op. cit., pág. 116.

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Jerzy Topolski mientras que una crónica, aunque esté escrita de modo contemporáneo, es “historia muerta”, que informa sobre hechos históricos, sin relacionarlos con nuestros intereses. Esto puede interpretarse de modo que B. Croce ve la diferencia entre la literatura de crónicas y la historiografía en el problema de la selección. W. H. Walsh5 distingue las narraciones simples de las significativas, y cree que la investigación histórica se puede concebir de dos maneras. A.Danto6 tiene razón al señalar que una narración (interpretada como resultado de la investigación de un historiador) puede ser sólo significativa, de lo que se deduce que las narraciones simples de Walsh deben considerarse como crónicas. Es cierto que Walsh cree que era precisamente el programa de una narración simple lo que Ranke incluyó en su famosa formulación que exige “una descripción exacta de lo que ocurrió” (y así es como define Walsh las narraciones simples), pero se puede demostrar fácilmente que minusvaloró el programa el programa de Ranke al atribuirle el rechazo de las narraciones significativas. Si especificamos los siguientes significados posibles (aunque no son todos) de las narraciones históricas: pragmático, teórico, genético y explicativo7, sería correcto decir que Ranke sólo se oponía a las narraciones pragmáticas (aunque, como hemos dicho, en la práctica no las evitaba) y no se interesaba por las narraciones teóricas, pero prestaba atención especial a la reconstrucción de las secuencias genéticas, es decir, agrupaba los hechos por su importancia en esas secuencias y, por tanto, no quería romper con la narración significativa, que, después de todo, da sentido a la labor de un historiador. Pero ni la selección de los hechos ni el rebasar la exacta definición de Walsh (dos características que están estrechamente relacionadas) abarcan la diferencia entre una crónica y una narración histórica científica. Evidentemente, podríamos elaborar el concepto de Cronista Ideal (C. I.) 8 y atribuirle una serie de características además de la básica; en concreto, la búsqueda de una información verdadera de los sucesos, es decir, un registro indiscriminado de los sucesos observados, que da lugar a una narración que no tiene significación más que como una descripción de los hechos tal y como ocurrieron. El producto de esa operación estaría muy lejos de lo que realmente sucede. No podemos ni imaginar un C. I. como ése, porque todo acto cognoscitivo implica una selección. Incluso el registro del suceso más simple (y un C.I. no puede registrarlos todos) en un acto selectivo. No podemos, por tanto, privar a un C. I. de la facultad de seleccionar, de donde se deduce que no podemos imaginar una crónica escrita por un C. I. que no vaya más allá de una simple descripción. Hasta el registro de un suceso en algunos anales va más allá de la sola descripción: un anal sólo transmite información sobre algunos sucesos, es decir, sobre los sucesos que un cronista creyó suficientemente importantes (“significativos”). Ni siquiera la elaboración de un C. I., si no queremos que sea totalmente artificial, puede suponer que un C. I. fabrica una descripción exacta, y sólo una descripción exacta. Y sin embargo, parece que la línea fronteriza entre la literatura de crónicas y la historiografía, si un C. I. está dotado de la facultad de seleccionar, hay que buscarla en alguna otra parte, lo cual significa que la selección no basta, por si sola, para dar a una narración histórica la categoría de científica. En lugar de elaborar un C. I., elaboramos el concepto de Cronista Real (C. R.) e intentaremos enumerar las características que puede tener y las que, necesariamente, puede tener. Podemos imaginar que un C. R. no sólo busca la verdad y elabora un informe selectivo, sino que además intenta (en lo posible) explicar los sucesos que describe, ordenarlos en secuencias genéticas (por supuesto, no más largas que el período de sus observaciones) e incluso puede interesarse por sus aspectos teóricos, como demuestran las obras de Ibn Khaldun9. Un C. R., evidentemente, describe sólo lo que tiene lugar durante su vida y lo que puede registrar por si mismo, aunque sea indirectamente basándose en los relatos de sus contemporáneos. Limitar a un C. R. a sus propias observaciones sería solamente una ficción muy lejana de los hechos. Se puede ver que incluso un C. R. muy inteligente y perfectamente cultivado tiene, necesariamente, un campo de visión muy reducido, teniendo en cuenta que registra los hechos corrientes (que, después de todo, es el significado de la palabra cronista). Como esta limitación no vale para un historiador, sólo este último 5. W. H. Walsh, Introduction to the Philosophy of History, Londres, 1951, página 31. 6. A. Danto, op. cit., págs. 116 y ss. 7. Esta distinción es hecha por A. Danto, op. cit., págs. 123 y ss. 8. En A. Danto (pág. 149), el concepto de Cronista Ideal tiene un sentido diferente. 9. Pero si tenemos en cuenta toda su producción lo llamaríamos más bien un historiador.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica tiene oportunidad de fabricar narraciones históricas científicas. La limitación del campo de visión de un C. R., que es la línea diferenciadora entre la literatura de crónicas y la historiografía, resulta del hecho de que un C. R., una vez que ha registrado un suceso no sabe lo que sucede a continuación, y no sabe sus consecuencias. Por supuesto, un C. R. puede describir hechos pasados (es decir, pasados respecto a su situación en el tiempo), cuyos efectos, hasta cierto punto, puede valorar, pero entonces deja de actuar como un cronista y comienza a actuar como un historiador. Por tanto, un C. R. no había podido escribir en 1454 que la Guerra de los Trece Años acababa de comenzar (una guerra entre Polonia y la Orden Teutónica), o registrar, el 22 de abril de 1870, que ese día había nacido Vladimir Lenin, dirigente de la Revolución de Octubre. Un historiador, por el contrario, al escribir la historia de la Guerra de los Trece Años o una biografía de Lenin, utiliza su conocimiento de ese hecho total desde el principio de su narración. Escribe, por tanto, como si dijéramos, bajo la carga de ese conocimiento o, en otras palabras, desde la perspectiva de un suceso pasado. Sabemos perfectamente que el concepto de “hecho vital” (un sistema) es relativo, ya que los sistemas más pequeños son elementos de otro más amplios, que, a su vez, son elementos de macrosistemas, etcétera (ver capítulo X), pero, ex post facto, se suele saber dónde trazar el límite de un hecho, aunque estos son los problemas más discutidos entre los historiadores. En la investigación histórica, sólo un hecho pasado puede ser materia de análisis científico; por tanto, cuanto más in statu nascendi esté todavía un suceso descrito, más se parecerá un historiador a un cronista. Para un historiador, la perspectiva temporal es una condición necesaria para abarcar el desarrollo de sistemas concretos, es decir, sus relaciones que indican sus papeles respectivos en el proceso histórico. No podemos analizar científicamente un suceso, no sólo antes de que termine, ni siquiera antes de que produzca resultados. Para el C. R. el futuro es algo desconocido; como mucho, puede prever de algún modo el curso de los acontecimientos, lo cual puede añadir un tinte especial a su crónica, pero su predicción no puede sustituir al conocimiento de lo que ocurrió más tarde. Ese conocimiento, que es patrimonio del historiador, constituye la principal diferencia entre un C. I. y un C. R., por un lado, y un historiador, por otro, y por tanto, también, entre la literatura de crónicas y la historiografía. Una crónica está necesariamente escrita desde la perspectiva de un topo, mientras que la historia debe escribirse desde el punto de vista de un águila. Esta metáfora, por supuesto, no pretende minusvalorar la importancia de las crónicas o exagerar el papel de la historiografía: sólo quiere mostrar las condiciones reales. En este sentido, hay que mencionar a algunos historiadores que se aprovechan de las oportunidades que les ofrece su perspectiva temporal en muy pequeño grado, y construyen sus narraciones como si no conocieran el curso posterior de los acontecimientos; con ello actúan más como cronistas que como historiadores; se interesan más por los hechos que por su significado histórico. Así, un historiador que va a construir una narración histórica está dotado, además de las características que podemos atribuir a un C. R., de la posibilidad de utilizar la dimensión temporal, mientras que un C. R. ve, como si dijéramos, todo al mismo nivel. En este punto es indispensable referirnos a nuestro concepto de conocimiento no basado en fuentes. Es ese conocimiento el que permite, principalmente, que un historiador utilice la dimensión temporal. Cuanto mejor y más completo sea su conocimiento no basado en fuentes, mejor cumplirá sus tareas en una narración histórica científica. Los análisis metodológicos más antiguos, que no usaban el concepto de conocimiento no basado en fuentes, no estaban en posición de definir más estrictamente la diferencia entre literatura de crónicas e historiografía. Evidentemente, el conocimiento basado en fuentes (relativo en sentido efectivo), que ilumina un hecho concreto, participa también, plenamente, en la utilización, por parte del historiador, de su perspectiva temporal. He aquí un ejemplo de utilización de la perspectiva temporal sobre la base de un conocimiento histórico no basado en fuentes y amplio: “En comparación con las corrientes que había en Italia o Alemania, o en los Países bajos, la vida inglesa estaba económicamente atrasada. Pero incluso sus lagunas estacadas fueron revueltas por los remolinos y torres del torbellino continental. Cuando Enrique VII llegó al trono, la organización económica del país difería poco en la época de Wycliff. Cuando murió Enrique VIII, lleno de años y de pecados, se podía distinguir ya algunas de las principales características que iban a diferenciarlos hasta la llegada del vapor y de las máquinas aunque todavía débilmente. La puerta que seguía cerrada era la de la expansión colonial, y cuarenta años más tarde comenzaron los primeros experimentos de la expansión colonial”10. R.H. Tawney describe así la situación económica en Inglaterra en el momento de la ascensión de 10. R. H. Tawney, Religión and The Rise of Capitalisn, págs. 70-71

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Jerzy Topolski Enrique VII (1458-1509) al trono, y valora su lugar en el desarrollo económico de Inglaterra; para ello, utiliza explícitamente su conocimiento sobre los tiempos que vinieron más tarde. Es evidente que estas referencias no siempre son explícitas; basta con que la narración, globalmente, esté escrita de una perspectiva temporal específicas. Más aún, el mismo hecho de que los historiadores emprendan ciertos estudios muestra que están convencidos de la necesidad de tales estudios, y eso, a su vez, es un resultado de la valoración de la importancia de determinados hechos en el proceso histórico. Consideremos ahora un texto que se ocupa de hechos con un alcance temporal menor que los tratados por Tawney en el pasaje mencionado anteriormente. H. Madurowicz, al investigar los precios de los cereales en la parte occidental de la Polonia Menor en la segunda mitad del siglo XVIII, escribió: “En 1785 comenzó una rápida alza. (...) Los precios que subieron más fueron los del trigo, centeno y cebada; se doblaron en los cuatro años siguientes. (...) Ya en 1789 se observó una caída de los precios (...), pero los precios no bajaron hasta el nivel de 1780-1785, y su caída no duró mucho. Los precios en 1792, cuando eran más bajos, eran un 50 por 100 más altos que en una baja similar durante 1780-1785”11. Aunque ciertos hechos del mismo tipo se registran aquí año por año, por orden cronológico, se puede advertir que un cronista que hubiera estado haciendo sus informes en 1785 no habría podido escribir en ese momento que había comenzado una rápida alza, que los precios se habían elevado al máximo durante los cuatro años siguientes y que en 1792 había visto la mayor caída de precios, etcétera. Aquí, también, la narración se construye desde la perspectiva de un conocimiento bastante completo de los hechos en cuestión. La perspectiva temporal es el criterio más general que diferencia las narraciones históricas de las crónicas. Otros criterios, secundarios, definen los tipos de narración. Adviértase que estos tipos han sido ampliamente tratados en la segunda parte de este libro, donde se distinguieron la narración pragmática, crítica, erudita-genética, estructural y dialéctica.

4. Imaginación histórica

La elaboración de narraciones históricas, es decir, narraciones con una perspectiva temporal, requiere de varios instrumentos, que son componentes o funciones del conocimiento no basado en fuentes. Entre estos instrumentos están, en primer lugar: 1) Imaginación histórica; 2) Lenguaje; 3) Clasificación y ordenación de conceptos; 4) Deducción contra-objetiva. La imaginación histórica, que interviene es la construcción de síntesis y en la narración, es decir, en la construcción de narraciones como manifestación externa de los resultados de la investigación histórica, tiene que estudiarse aún en detalle. De cualquier forma, es sabido que una serie de hechos establecidos y de explicaciones propuestas no bastan para la construcción de una narración coherente. Si se quiere convertir todo eso en un todo y verlo desde una perspectiva temporal, el historiador debe ser capaz de hacer un uso pleno del conocimiento que ha acumulado; ese conocimiento acumulado supone una cierta saturación de su memoria, que aumenta con su experiencia de estudioso y su erudición creciente (incluida la erudición en problemas teóricos). Esta capacidad consiste en relacionar el conocimiento basado y no basado en fuentes, lo cual da lugar a una visión integral más o menos clara de las estructuras. En este punto es donde se pueden manifestar la personalidad de un historiador y sus propias contribuciones al procesamiento de los datos que ha recogido. Cuando en el pasado la gente discutía si la historiografía es un arte o una ciencia, lo que veían elementos de arte en la labor de un historiador los atribuían a su imaginación y a sus contribuciones individuales al trabajo. Esta capacidad de los estudios que eran famosos por sus amplios conocimientos se llamaba, muchas 11. H. Madurowiez-Urbanska, Ceny zboza w zachodniej Malopolsce w drugiej polowie XVIII wieku (Precios de los cereales en la parte occidental de Polonia Menor en la segunda mitad del siglo XVIII), Varsovia, l963, pág. 60.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica veces, intuición. Este autor la llamaba más bien imaginación histórica, y la interpretaría como una función del conocimiento no basado en fuentes de un historiador. Ese conocimiento no basado en fuentes, que satura su memoria, le permite formar un cuadro más o menos apropiado de los hechos pasados que le interesan. Ese cuadro, a su vez, le permite pensar constantemente, mientras elabora una narración, en el todo reconstruido que es un reflejo de ese cuadro. 5.

El lenguaje de las narraciones

El lenguaje es el instrumento fundamental de la narración. Un lenguaje incluye un vocabulario (es decir, la serie de palabras de las que están formadas las oraciones), una gramática (que establece las reglas para construir las oraciones a partir de las palabras) y las funciones semánticas de las palabras, funciones que atribuyen significados específicos a las palabras y a las oraciones. Para usar un lenguaje concreto correctamente hay que conocer no sólo el vocabulario y la gramática, sino también sus reglas semánticas (es decir, comprender los significados de las palabras y las oraciones). En la metodología de las ciencias se hacen una distinción entre los lenguajes naturales (étnicos) y los artificiales. La historia es una de las disciplinas que usan los lenguajes naturales. Evidentemente, esto implica grandes peligros, ya que los significados de la palabra en los lenguajes naturales son vagos y las reglas gramaticales no evitan las ambiguedades, pero en el nivel actual del desarrollo de la ciencia sería difícil imaginar que pudiera ser de otro modo. Esto sugiere la exigencia de que el lenguaje usado en la investigación histórica y en la historiografía debería facilitar al máximo la comunicación entre los investigadores, por un lado, y entre los investigadores y el público, por otro; esto también vale para las populares12. Aquí surgen dos cuestiones: el uso de palabras lo menos vagas posible, desde luego, hasta donde lo permita la materia de una narración concreta1 13, y el uso de diversos conceptos con los significados que han sido elaborados en las disciplinas donde se usan profesionalmente. Así por ejemplo, si un historiador usa conceptos como “grupo social” o “inversiones” debe darse cuenta de que son la materia de interés teórico de la sociología y la economía, respectivamente, y que, por tanto, puede obtener la información más precisa sobre ellos de sociólogos y economistas. La observancia de esto es una condición sine qua non de toda actividad integradora en las ciencias sociales y en las humanidades (y no sólo en ellas, aunque en los dos grupos mencionados de disciplina la cuestión es particularmente crucial). Por el momento, hay demasiada regligencia en estos asuntos, debido a un conocimiento no basado en fuentes insuficientes. Por ejemplo, si un historiador confunde la propiedad con la posesión, esto muestra que carece de una educación legal fundamental. Por tanto, las exigencias planteadas al historiador son grandes. Un historiador no puede excusarse por no consultar a sociólogos, psicólogos, economistas, e incluso científicos naturales, en lo que puedan ser necesarios. La vida humana es compleja, y la aproximación del historiador a ella debe ser, en lo posible multilateral. La investigación histórica es un proceso integral por su propia definición, y todas sus divisiones internas son simples manifestaciones de hecho de que los investigadores se especializan en diversos campos, lo cual no les excluye el deber de hacer un acercamiento integral a todos los problemas. El lenguaje de cualquier narración histórica no es sólo uno de los lenguajes naturales, sino que además es de naturaleza empírica: se descifra sobre la base de nuestro conocimiento de un código semántico-objetivo concreto que se apoya en un sistema dedo de conocimientos empíricos14. El conocimiento del vocabulario y las reglas de ese lenguaje y de la orientación en este sistema de conocimiento empírico es suficiente y necesario para la comprensión del lenguaje de la investigación histórica.

12. El lenguaje de las obras divulgativas es un problema importante pero aparte, que no trataremos aquí. Cfr. V. Lesnodorski, “Historia i spoleczenstwo. Problemy informacji i porozumienia” (Historia y sociedad. Problemas de información y comunicación), Kwartalnik Historyczny, núm. 3. 1965, págs. 539-563. Une la divulgación del conocimiento histórico con la difusión del modo del pensamiento científico, y tanbién señala el hecho de que el problema varía en cada país. 13. Cfr. M. Bloch, Apologie pour phistoire ou métier d’ historien, págs. 79-97.

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Jerzy Topolski En las narraciones históricas, junto al lenguaje empírico, encontramos muchas veces metáforas15. Pueden ser términos aislados, tales como las sinécdoques (por ejemplo, “El duque de hierro”, por Wellington) o perífrasis (por ejemplo, “el autor de El Capital”, por Karl Marx) o pueden ser oraciones completas. Entre las oraciones metafóricas (no empíricas), que se descifran según un código semántico-ficticio y las semánticoobjetivo, hay que distinguir entre las afirmaciones contra-objetivas y ficticias. Las primeras discrepan de un sistema concreto de conocimientos empíricos (si se toman literalmente), pero de todas formas, cuando se descifran, afirman algo. Consideremos, como ejemplo, este pasaje, lleno de metáforas, que entendemos bastante bien, e incluso mejor que si no las tuviera. “El poder económico, que en Italia había estado en casa durante mucho tiempo, estaba filtrándose por mil agujeros y bocas a Europa Occidental desde hacía un siglo; con el auge de los grandes descubrimientos, la marea llegó hasta el pecho. Cualquiera que sea su certeza como juicio sobre la política del siglo XV, el veredicto convencional sobre su futilidad hace escasa justicia a su importancia económica. Fue en una época de anarquía política cuando las fuerzas destinadas a dominar el futuro pusieron a prueba sus alas. La época de Colón y de Vasco de Gama fue preparada por la paciente labor de los cartógrafos italianos y los marinos portugueses, así como la época de Crompton y Watt lo fue por los oscuros experimentos de precursores anónimos. Lo que planteó el problema que iban a resolver los héroes de la época fue la necesidad material”16. Lo mismo se puede decir de las siguientes afirmaciones. “El lazo que mantenía unidas a las organizaciones laboristas y conservadoras, respectivamente (...) no eran la teoría o los principios (...), sino las permanentes hendiduras religiosas y sociales a las que los dos partidos daban expresión política”17, y “Durante los ocho años siguientes, no sólo la rígida estructura anti-jacobina de los tiempos anteriores, sino incluso la Constitución británica, comenzaron a romperse y someterse en lugares inesperados”18. Las anécdotas, muchas veces, funcionan como metáforas19. Sin embargo, ambas pueden ser sólo añadidos que iluminen las narraciones, añadidas que sólo son legítimos cuando se han formulado las ideas básicas en el lenguaje empírico, y sin anécdotas. Las afirmaciones sobre los héroes de las novelas de Walter Scott son ejemplos de afirmaciones ficticias, que no tienen sitio en las narraciones históricas. Se ha preguntado muchísimas veces si la literatura histórica bebería incluir (o incluye) elementos de arte. En vista de la falta de afirmaciones ficticas, en los estudios históricos no se incluyen obras literales en el sentido total del término, pero hay muchos ejemplos de historiadores que eran magníficos estilistas, y que muestran que la precisión científica puede ir de la mano de la belleza en el lenguaje. Pero no nos referimos aquí al estilo de muchos autores, especialmente del siglo XIX, que era pomposo y cuasi-literario, sino al estilo claro que tiene la transparencia y la simplicidad del cristal.

6.

Clasificación y ordenación de conceptos

Varios conceptos sobre clasificación y ordenación son corrientes en las narraciones 20. Se usan para resumir y ordenar nuestro conocimiento. Un concepto (término) clasificador es cualquier predicado de un argumento (es un hombre, es un noble, es rojo). Un predicado, por tanto, indica la propiedad atribuida es un objeto x. Señala la serie de todos los objetos que satisfacen la función P (x) se interpreta como “x participó en

14. J. Giedymin y J. Kmita, Wyklady z logiki formalnej teorii Kcomunicacji i metodologii nauk, ed. cit., págs. 73 y ss. 15. Cfr. J. Pelc, “Semiotic Funtions as Applied to The Analvcis of the Concept of Metaphor”, en Studies in Functional Logical Semiotics of Natural Language, La Haya, 1971, págs. 142-194. 16. R. H. Tawney, Religión and the Rise of Capitalism, ed. cit., pág. 67. 17. G. M. Trevelyan, History of England, Londres-Nueva York, 1947, pág. 465. 18. Ididem, pág. 624. 19. Sobre el papel de las anécdotas, ver el interesante comentario de Soboul, op. cit., pág. 277. 20. Sobre esta cuestión, ver J. Giedymin Kmita, op. cit., págs. 210 y ss. T. Pawlowski, “Pogecia typologiczne w naukach historyeznych” (Conceptos tipológicos en las disciplinas históricas), Studia Metodologiczne, núm. 3, 1967; Y. Lazari-Pawlowska, “O pojeciu typologicznym w humanisty” (Conceptos tipológicos en las humanidades), Studia Filozoficzne, núm. 4, 1958, págs. 30-53. La obra clásica (además de las M. Weber) es la de C. G. Hempel y P. Oppenheim, Der Tipusbegriff im Lichte der neuen Logik, Leiden, 1936. El concepto de tipos ideales (abstracciones) en las obras de Marx es analizado por L. Nowak en su excelente estudio U. podstaw marksowskiej metodologii nauk, Varsovia, 1971.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica la Revolución de octubre”, el contenido de P es la propiedad de participar en la Revolución de octubre. Cualquier concepto clasificador divide la serie de todos los objetos en dos subseries: la de los objetos que tienen una propiedad P concreta, y la de los que no tienen esa propiedad. El criterio de clasificación es una relación de equivalencia definida en una serie concreta. Los predicados “tienen la misma posición legal que (...)”, “tiene los mismos ingresos que (...)”, etcétera, son ejemplos de este tipo de relaciones. Una relación de equivalencia nos permite, para volver al ejemplo anteriormente mencionado, agrupar todos los objetos en las dos subseries: la de los participantes y la de los no participantes en la Revolución de octubre. Para ser una clasificación debemos conocer bien la estructura de un objeto concreto, para averiguar sí se caracteriza realmente por el término clasificador implicado. Como los términos de clasificación se desarrollan gradualmente en el curso de la investigación, lo cual significa que muchos términos que se encuentran en las fuentes deben sustituirse por términos de clasificación modernos, la tarea de clasificar un objeto determinado como elemento de una serie dada encuentra, muchas veces, grandes dificultades. Por ejemplo, podemos tener que considerar si un partido político determinado debe clasificarse como progresista o conservador, si una unidad de producción concreta es ya una fábrica o todavía el taller de un artesano, si una localidad que en una fuente concreta es dominada ciudad debe clasificarse como ciudad o como un establecimiento agrícola, etcétera. Esto muestra claramente que en cada caso debemos usar, mentalmente, ciertas definiciones o términos explicativos (los del partido político progresista, ciudad, fábrica, etcétera). Al clasificar ciertos objetos formulamos a estas definiciones y términos explicativos nosotros mismos, o usamos unos que ya existen. Los conceptos (términos) que ordenan una serie concreta son predicados de dos argumentos cada uno, tales como “es más alto que (...)”, “es más avanzado que (...)”, “es menos moderno (...)”, “es anterior a (...)”, etcétera. Son, por tanto, ciertos todos formados por dos partes una que es una formulación del criterio de precedencia (en un cierto orden), y otra, el criterio de igualdad en algún aspecto. Los conceptos de ordenación no nos permiten dividir una serie en dos subseries, pero nos permiten ordenar sus elementos según la intensidad de una determinada propiedad. Cada uno de estos conceptos se puede describir lógicamente por las dos funciones oracionales siguientes:

A) xPy (x precede a y en algún aspecto); B) xIy (x es igual que y en algún aspecto).

Los términos de ordenación deben usarse muchas veces en las narraciones históricas. Si los usamos, nos interesa principalmente si los objetos en cuestión se pueden distinguir o no respecto a una relación determinada, por ejemplo, si a o b tienen los mismos ingresos, es decir, si se pueden incluir en la misma subserie, diferenciada por referencia a los ingresos, etcétera. Los conceptos de clasificación y ordenación nos acercan a los conceptos tipológicos, que han sido tan discutidos en la metodología científica. Son conceptos (predicados) sin los que difícilmente podríamos imaginar las narraciones históricas, ni, prácticamente, todas las narraciones de las humanidades y las ciencias sociales. T. Pawlowski, al analizar los conceptos tipológicos en la investigación histórica, dice que cada uno de estos conceptos está formado por 1) un concepto de clasificación; 2) un sistema de ordenación de conceptos relacionados con el primero. Seria difícil, muchas veces, marcar el límite entre los conceptos de clasificación y los tipológicos. Los conceptos tipológicos (tipos) nos permiten describir el mundo, comparando ciertos fenómenos con esos tipos. Podemos distinguir dos clases de tipos ideales (y también afirmaciones que incluyen conceptos de tipo ideal). En Max Weber esos conceptos no se refieren a hechos empíricos; su papel es sólo heurístico y clasificador, ya que sirven como medidas sui generis. Por el contrario (ver capítulo XXI), en K. Marx son de naturaleza realistas (empírica): nos informan sobre el mundo empírico y pretenden ayudarnos a explicar los hechos. Se forman dejando de lado las propiedades del objeto ideal construido que, en nuestra opinión, son secundarias; llegamos así a conceptos como la democracia en general, un capitalista que actúa siempre racionalmente, 201

Jerzy Topolski etcétera. No hay duda de que los tipos ideales realistas pueden desempeñar más funciones en la ciencia (especialmente en la investigación histórica) que los tipos ideales instrumentales. El historiador tiene como principio que, a pesar de las simplificaciones que no puede evitar, de todos modos, debe informar siempre sobre el curso real de los acontecimientos. Con lo que se ha dicho anteriormente, podemos ver bastante claro el problema de los llamados conceptos propios de la investigación histórica21. La afirmación de que la investigación histórica, necesariamente, debe formular sus propios conceptos, parece errónea desde el punto de vista del desarrollo de la ciencia. Es mucho más adecuado exigir que los historiadores se beneficien de los logros de otras disciplinas. Esto vale, sobre todo, para los términos que podrían llamar ahistóricos: grupo social, producción, inversiones, dinero, cultura, revolución, máquina, clima, conducta, auto-regulación social, sistema, etcétera. Otra cosa es lo que sucede con los términos que se llaman históricos. Estos conceptos suelen elaborarse por parte de los propios historiadores, que promocionan así datos para los estudios de los conceptos ahistóricos. Los conceptos históricos (es decir, los conceptos propios de la ciencia histórica) incluirán así términos como feudalismo, Renacimiento, luchas de liberación nacional, izquierda social, jacobinos, etcétera. Muchos de ellos, desarrollados primero en la investigación histórica, se han convertido en materia de análisis teóricos en otras disciplinas, para volver más tarde, de forma “procesada”, al área de la investigación histórica. Se puede esperar, por ejemplo, que “feudalismo”, que es todavía un concepto histórico, se pueda convertir en materia de análisis económico, como ocurrió con “capitalismo”, y así pierda su categoría de algo propio de la ciencia histórica. Se puede decir que no hay una serie constante de conceptos que sean propios de la historia: hay un intercambio incesante de avances entre las divisiones disciplinas, que se manifiesta también en la tarea unida de dar precisión a varios conceptos. Los historiadores deberían participar en esa colaboración en mayor medida de lo que lo han hecho hasta ahora, ya que ello aumentaría la precisión de las narraciones históricas.

7.

El papel de la deducción contra-objetiva

Parece que E. Nagel22 y J. Giedymin23 tienen razón al señalar la importancia cognoscitiva de la inferencia contra-objetiva en la ciencia. J.Giedymin dice que “una condición necesaria de una valoración positiva de la función cognoscitiva de la inferencia contra-objetiva es que una disciplina concreta tenga un amplio cuerpo de conocimientos nomológicos que sea más o menos universalmente aceptado por sus representantes, quienes, además, deberían profesar una filosofía de la ciencia que suponga que todas las afirmaciones científicas (en las disciplinas empíricas) tienen naturaleza hipotética, y que las tareas de la ciencia no se limitan a registrar los resultados de las observaciones”24. Por tanto, los representantes de la concepción positivista de la ciencia (fenomenalistas, induccionistas, idiografistas) se opondrán a la inferencia contra-objetiva, porque, para ellos, las afirmaciones de observación son los componentes finales de la ciencia y los criterios finales de veracidad, lo cual no admite la consideración de afirmaciones que contradigan la observación. E. Nagel señala también el papel considerable de la inferencia contra-objetiva en la investigación histórica. Hay que hacer una distinción entre las preguntas contra-objetivas (preguntas de decisión y de complementación) y los condicionales contra-objetivos. La pregunta: 1) ¿Si no hubiera existido la confederación de Bar, habría ocurrido de todos modos la primera partición de Polonia? Es un ejemplo de pregunta contra-objetiva de decisión. Estas preguntas son un elemento (normalmente implícito) de las explicaciones históricas. Ya que si aceptamos que la confederación de Bar (una acción armada de la clase media, organizada en 1768, que complicó

21. Cfr. J. Dutkiewicz, “Pojecia wlasne nauki historycznij”, Rocznik Lodzki, volumen V, 1962, págs. 25-32. 22. E. Nagel, The Structure of Science, ed. cit., págs. 588 y ss. 23. J. Giedymin “Charakterystyka pvtan i wnioskowan kontrafaktycznych” Studia metodologiczne, núm. 1, págs. 23-45. 24. Ibidem, págs. 35-36.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica enormemente la posición política de Polonia) fue una de las causas de la primera partición de Polonia, preguntamos de este modo si la partición habría ocurrido sin la confederación de Bar (y en este caso, contestamos negativamente a la pregunta). Al mismo tiempo, planteando una pregunta contra-objetiva de decisión, intentamos averiguar la importancia histórica del hecho cuya existencia pasada negamos en un experimento mental (en este caso, la existencia de la Confederación de Bar). Esto muestra el doble papel de la pregunta contra-objetiva: por un lado, apoya una hipótesis determinada sobre un nexo causal entre dos hechos, y por otro (suponiendo que se niega un hacho histórico que realmente sí ocurrió), subraya la importancia histórica (es decir, el papel en el desarrollo de un sistema concreto) del hecho que se niega en el experimento mental. Más o menos, ocurre lo mismo con las preguntas contra-objetivas de complementación, tales como: 2) ¿Qué habría ocurrido en Europa si Hitler hubiera vencido? Al analizar nuestra respuesta a esta pregunta queremos subrayar aún más el terror y la naturaleza inhumana de la política nazi. En este caso, esta pregunta no está relacionada con ninguna explicación histórica. Pero, por ejemplo, la pregunta: 3) ¿Cuál habría sido el destino de Europa si las potencias occidentales no hubieran firmado los acuerdos de Munich? Se puede relacionar con las explicaciones. Por ejemplo, podemos creer que el pacto de Munich fue una de las causas de la Segunda Guerra Mundial, y reflexionar, en relación con ello, sobre lo que habría ocurrido (por ejemplo, que hubiera estallado la Segunda Guerra Mundial) si el pacto de Munich no se hubiera firmado. Al mismo tiempo, al utilizar la pregunta 3) aumentamos o disminuimos la importancia histórica que atribuimos al pacto de Munich. Los condicionales contra-objetivos difieren de los condicionales ordinarios (implicaciones) del tipo “si p, entonces q”, porque tienen el antecedente formulado gramaticalmente, de tal modo que se niega p. Si p es un elemento aceptado de nuestro cuerpo de conocimientos, su negación es un supuesto hecho contra los hechos (de aquí el término “contra-objetivo”). He aquí ejemplos:

4) Si España no se hubiera envuelto en la expansión colonial, habría evitado la regresión económica; 5) Si no hubiera sido por las leyes de Napoleón, la descomposición del sistema feudal en algunos países habría sido aún más lenta.

En estos casos, también, la inferencia contra-objetiva nos ayuda a subrayar la importancia histórica de un hecho, persona u objeto concretos. Mientras que las preguntas contra-objetivas suelen aparecer en las narraciones históricas de forma latente, los condicionales contra-objetivos son a menudo explícitos: incluyen algunas formulaciones que comienzan con “supongamos que (...)”, “ (si aceptamos que (...)”, etcétera, aunque el caso de este grupo nos encontramos también con condicionales ordinarios. Los elementos de la inferencia contraobjetiva se encuentran muchas veces en la sustentación de la hipótesis, aunque aquí el aspecto del problema es algo diferente del de loas casos típicos de inferencia contraobjetiva. En el caso de las hipótesis no sabemos aún si una hipótesis concreta niega algún conocimiento aceptado, por que estamos aún en el proceso de ampliar nuestro conocimiento. Supongamos que consideramos la hipótesis a y no a, y que incluimos en nuestro cuerpo de conocimiento, como comprobada, la hipótesis a. En este caso la inferencia del tipo “si aceptamos que no a (...)”, usada en el proceso de comprobación, demuestra ex post facto ser contra-objetiva, por que su antecedente niega una afirmación aceptada. Cuando más amplio sea nuestro conocimiento general de las relaciones entre los hechos, mayor será la importancia práctica de la inferencia contraobjetiva en el proceso investigador. Ya que, al modificar una afirmación aceptada que es un elemento de nuestro conocimiento, solemos usar nuestro conocimiento inmutable de las relaciones generales. Por tanto, 4) sólo tiene sentido el proceso investigador si conocemos las relaciones entre el crecimiento económico de un país y determinadas actividades, o sea, si conocemos las 203

Jerzy Topolski regularidades del crecimiento económico en el período de la expansión colonial. Igualmente, con 5), debemos conocer las relaciones entre la legislación y otros hechos. También necesitamos un conocimiento adecuado de la configuración real del proceso histórico con referencia a las partes de ese proceso que estudiamos.

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en Metodología de la historia, Capítulo XXIV, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

1. Categorías de afirmaciones históricas

Una afirmación histórica es el componente básico de las narraciones históricas. Se suele definir con la indicación de que contiene un determinante espacio-temporal, es decir, que se refiere a un lugar y un tiempo específicos. Sin embargo, en la historiografía, una afirmación estrictamente histórica, si va a formar parte de una narración, debe afrontar una condición adicional, es decir, se debe referir a un (unos) hecho(s) histórico(s). Esta condición no se refiere a las regularidades históricas formuladas como afirmaciones estrictamente generales. Una afirmación histórica es, por tanto, el resultado final (en el caso de un historiador concreto) del proceso de establecimiento de los hechos, o, en otras palabras, el último enlace de la cadena: La condición de que una afirmación histórica debe referirse a un hecho histórico excluye las afirmaciones sobre sucesos que en realidad no ocurrieron (principalmente afirmaciones que encontramos en las novelas históricas), que llamaremos cuasi-históricas, y las afirmaciones que tienen determinantes espacio-temporal, pero que se refieren a sucesos futuros. Así, no incluiremos en las narraciones históricas varias afirmaciones ficticias sobre el pasado, tales como: 1). Después de su victoria en Waterllo Napoleón devolvió a Polonia su independencia política; o 2) En el año 2000 la cosecha de cacao será doce veces mayor que en 1960 (una afirmación sobre un hecho futuro). Esto daría lugar a que definiéramos una afirmación histórica como una afirmación cierta que se refiere a hechos que pertenecen a clases ontoló-gicamente cerradas. Pero la segunda categoría de afirmaciones implica algunas dificultades, ya que, entre las afirmaciones sobre los sucesos futuros, podemos distinguir al menos estos tres grupos: a) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales, de modo que cada afirmación se refiere a la vez al pasado y al futuro, y la parte de la afirmación que se refiere al futuro se puede deducir del conocimiento que aceptamos (obviamente, no nos referimos a afirmaciones complejas, que consideramos como agrupaciones de afirmaciones simples);

hecho histórico

información basada en fuentes sobre un hecho

hecho historiográfico

205

afirmación estrictamente histórica

Jerzy Topolski b) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales que se refieren a sucesos futuros, pero que no se pueden deducir del conocimiento que aceptamos; c) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales que se refieren a sucesos futuros y pueden (con una probabilidad específica) deducirse del conocimiento que aceptamos (este grupo coincide en cierta medida con el grupo a)).

He aquí un ejemplo de afirmación de tipo a): “La tasa de crecimiento de los países en vías de desarrollo, que se ha observado durante los últimos años, aumentará señaladamente durante la próxima década”. Ejemplo de afirmaciones del tipo b): la afirmación 2) dada anteriormente, que no se basa en nuestro conocimiento actual. Ejemplo de afirmación del tipo c): “En 1980, el número de estudiantes en las facultades polacas será alrededor de 150.000.” Se parece a 2), pero se diferencia en que se refiere nuestro conocimiento actual aceptado (el número de estudiantes en 1980 debe ser realista en comparación con las condiciones de 1970). De estas categorías de afirmaciones que se refieren a hechos futuros, las afirmaciones del tipo a) pueden (aunque raramente) encontrarse en las narraciones históricas. En vista de lo anterior, podríamos clasificar las afirmaciones históricas, es decir, las afirmaciones con determinantes espacio-temporales, así: 1) Afirmaciones cuasi-históricas (sobre hechos pasados); 2) Afirmaciones históricas sensu largo; 3) Afirmaciones estrictamente históricas. Esta última categoría, que aparece en las narraciones históricas, abarcaría por tanto las afirmaciones históricas con la exclusión de las cuasi-históricas y las afirmaciones de los tipos b) y c), que se refieren a hechos futuros, y las regularidades históricas. Si aceptamos esta interpretación, suponemos que las afirmaciones estrictamente históricas, que en principio se refiere al pasado, se pueden referir también a hechos que pertenecen a clases ontológicamente abiertas. Esto vale, en la práctica, para ciertos procesos sobre el curso posterior acerca del cual los historiadores expresan alguna opinión.

2.

Determinantes espacio-temporales

Los determinantes espacio-temporales suelen aparecer unidos, pero incluso la indicación de un determinante (el del tiempo o el del espacio) implica alguna información sobre el otro si embargo, frecuentemente, dicha información no basta para relatar adecuadamente un hecho concreto en el pasado. Por ejemplo, si decimos que “Polonia fue gobernada por la clase media”, nuestro conocimiento sobre el periodo en el que existió la clase media como clase nos acerca a un determinante temporal. Pero si decimos que “la situación de los campesinos en Polonia era mala”, el marco cronológico de esta afirmación es tan amplio que la afirmación pierde su valor informativo. Obviamente, el determinante espacial “Polonia” incluye un determinante temporal (“no antes de que Polonia surgiera como país especifico o estado”), pero esto no basta para la formulación de una afirmación histórica correcta. La indicación de un determinante temporal implica por si sola un determinante espacial que a menudo abarca todo el mundo. Por ejemplo si decimos que “la vida humana cambió en el siglo XVIII”, sólo podemos relacionarlo con el mundo entero. Los determinantes espacio-temporales pueden estar contenidos en las afirmaciones explícitas o implícitamente. En el primer caso nos podemos encontrar con afirmaciones como “1789 vio el comienzo de una revolución en Francia”, “la Alemania nazi fue derrotada en 1945”, “las epidemias eran frecuentes en la Europa medieval”. En el segundo caso podemos tener, por ejemplo, “la toma de la bastilla empezó la revolución francesa”, “Kosciuszko inicio la época de las reformas agrarias en Polonia al publicar la declaración de Polaniec”, “Tamerlán fundó un estado poderoso con capital en Samarcanda”, etc. En el caso del último grupo, otros hechos conocidos nos ayudan a definir los determinantes implicados. La aparición de un nombre propio en una afirmación indica su marco espacio-temporal. Por otro lado, cada determinante se puede reducir a un nombre propio. Como el tiempo se cuenta a partir de un hecho relacionado con una persona especí206

Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas fica (no influye en el proceso el hecho de que se dude la existencia de dicha persona): a partir de la huida de Mahoma de la Meca a Medina, a partir del nacimiento de Jesús, etcétera, o se cuenta a partir de un suceso específico (por ejemplo, desde el periodo glacial normalmente tenemos que reducirlo a algún otro sistema de datación. Una afirmación histórica puede desempeñar varias tareas en las formulaciones de los resultados de la investigación histórica. Puede ser un elemento de una descripción simple, de una descripción genética (esto sucede con las afirmaciones factográficas), y de las explicaciones causales (esto sucede con las afirmaciones causales). Por ejemplo si decimos que “la caida del Imperio Romano fue motivada por el desarrollo interno de las provincias”, hacemos una afirmación histórica causal, que se refiere a un tiempo y un lugar especifico. Anteriormente hemos presentado ejemplos de afirmaciones históricas factográficas.

afirmaciones científicas

afirmaciones singulares

afirmaciones generales

afirmaciones históricas

generalizaciones históricas 3. La controversia sobre las generaciones históricas Las dificultades para atribuir a las generaciones históricas su sitio exacto entre las afirmaciones históricas, por un lado, y para distinguirlas de las afirmaciones estrictamente generales y de las leyes científicas, por otro, han dado lugar a muchas controversias sobre ese concepto. Sin embargo, estas discusiones suelen referirse al último punto, mientras que el primero es decir, en qué condiciones se convierten las afirmaciones históricas en generalizaciones, han sido poco estudiado hasta ahora. Ambos problemas merecen atención. En primer lugar, recordemos (con ligeras modificaciones) la clasificación de las afirmaciones que pertenecen a una disciplina concreta, sugerida por A. Malewski y J. Topolski1. Todas las afirmaciones científicas (no sólo en la investigación histórica) se pueden clasificar según el siguiente esquema, usando como criterio su grado de generalidad. El esquema muestra que las generalizaciones históricas son , a la vez, una subclase de las afirmaciones históricas (como las afirmaciones singulares) y una subclase de las afirmaciones generales (como las leyes científicas). Esto hace ver las dificultades que encierra el describirlas de modo no ambiguo2.

1. A. Malewski y J. Topolski, op. cit., págs. 15 y ss. 2. Sobre los esquemas oracionales, ver. K. Ajdukiewicz, lógica pragmática.

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afirmaciones históricas singulares afirmaciones estricta y universalmente generales

leyes de la ciencia

afirmaciones parecidas a una ley

Jerzy Topolski No es fácil responder a la pregunta de cuando se convierte en generalización una afirmación histórica. Es comúnmente sabido que una afirmación así puede variar mucho en cuanto a su generalidad. Cuando se refiere a un hecho aislado (por un “amplio” que sea), es una afirmación histórica singular, o una afirmación sobre un hecho singular, tal como “la primera partición de Polonia lugar en 1772”, “en la batalla de Grunwald, Polonia venció a la orden teutónica”, o “el rey Casimiro el grande murió en 1370”. Cuando una afirmación histórica se refiere a una serie de hechos que se parecen en algún aspecto, y resalta sus características comunes (que nos interesan por alguna razón para la investigación), se convierte en una generalización histórica. El problema de la línea fronteriza entre las generalizaciones históricas y las leyes científicas, que es la explicación del concepto de generalización histórica, está estrechamente relacionado con las opiniones sobre la estructura de las leyes científicas. Como este problema se tratará más adelante, esos comentarios subsiguientes (ver 5, más abajo) se deben considerar como una continuación de lo que digamos ahora. Se distinguen en la metodología de las ciencias, estas propiedades principales de las generalizaciones históricas (normalmente, en oposición de las afirmaciones estrictamente generales): 1) Generalidad numérica (o limitada), distinta de la generalidad estricta (o específica) de las leyes científicas (K. Popper, H. Mehlberg, A. Malewski); 2) La aparición, en ellas, de determinantes espacio-temporales o de nombres propios o términos que no pueden definirse sin referencia a nombres propios (K. Popper, J. Giedymin, A. Malewski, S. Nowak); 3) Abarcar una clase cerrada de designados, al revés que las afirmaciones estrictamente generales, que siempre se refieren a clases abiertas de sucesos, es decir, a las que se pueden añadir nuevos elementos (J. Pelc, A. Malewski); 4) Ser igual, en cada caso, que una secuencia finita de afirmaciones históricas singulares, lo cual no ocurre con una ley (K. Ajdukiewicz, I. Lazari-Pawlowska); 5) El hecho de las generalizaciones, al revés de las leyes, no proporciona información que permita las predicciones (J. S. Mill, K. Popper, J. Pelc, J. Giedymin, A. Malewski); 6) Referencia, en cada caso, a una serie de hechos históricos (secuencias genéticas) determinada por la influencia de un suceso (sucesos, persona), es decir, a un sistema relativamente aislado (S. Ossowski. Sin meternos en análisis detallados, advertimos que los criterios 1), 2), 3), y 4), en principio coinciden y se pueden reducir a 2), de modo que definen la misma propiedad. La aparición en una generalización de determinantes espacio-temporales (criterio 2), es decir, la indicación del alcance de la validez de esa generalización (respuestas a las preguntas ¿cuándo? y ¿dónde?), implica que una generalización, en la practica, abarca un número finito de hechos (criterio 1), lo cual significa que abarca una clase cerrada de designados (criterio 3), de modo que, formalmente, equivale a una secuencia finita de afirmaciones históricas singulares (criterio 4). El hecho de que una generalización no permita las predicciones (criterio 5) es independiente del criterio 2, ya que, como veremos más tarde, hay leyes que tienen determinantes espacio-temporales y sin embargo permiten las predicciones. Por otro lado, no podemos dejar de ver las relaciones entre generalizaciones y prediccciones: las generalizaciones proporcionan el material para formular las leyes y, por tanto, también, las predicciones. La categoría de generalizaciones históricas, introducida por Ossowski3, se acerca a las afirmaciones estrictamente generales. Sólo cuando podemos decidir que un sistema relativamente aislado concreto esta cerrado (es decir, que la secuencia de hechos comenzada por un suceso está prácticamente terminada), sólo entonces, la generalización de Ossowski que se refiere a ese sistema, aunque no tenga determinantes espaciotemporales, corresponden a los criterios 1, 3) y 4). Si dicha secuencia no esta cerrada (cfr. la secuencia de sucesos relacionados con la Revolución de octubre), y se extiende, por tanto, hacia el futuro, no se satisfacen los criterios 1), 2), 3), 4) y 5). La idea de Ossowski puede tener aplicaciones en el estudio de la historia de las culturas y las ideologías (cfr. el sistema relativamente aislado determinado por el Islam o el Renacimiento).

3. S. Ossowski, “Dwie Koncepje historycznych uogólnien”, Studia Socjologiczne, núm. 2, 1963, págs 53-61.

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Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas En conclusión, se puede decir que una generalización histórica es una afirmación general que: I) Se refieren a hechos pasados; II) Contiene determinantes espaci-temporales o nombres propios o términos que se pueden definir por referencia a nombres propios; III)No proporciona información que baste para ser predicciones. Estas características sólo indican las condiciones necesarias a las que tienen que hacer frente una generalización histórica: I) distingue una generalización histórica de una afirmación singular, mientras que II) y III) la distinguen de una afirmación estrictamente general. Esta distinción no es muy precisa, porque, como veremos, podemos hablar de leyes que tienen las propiedades I y II. Sin embargo, toda ley carece necesariamente de la propiedad III, es decir, debe servir de base posible de predicciones. De aquí se deduce que, de las condiciones enumeradas, la propiedad III tiene el mayor valor diagnóstico. Por tanto, una generalización histórica es una afirmación general que se refiere a una serie de hechos pasados y contiene determinantes espacio-temporales, pero no proporciona la información necesaria para ser predicciones. Igual que las afirmaciones históricas, las generalizaciones estrictamente históricas (es decir, las propias de la investigación histórica) no se refieren a hechos futuros, a no ser que se refieran, a la vez, al pasado y al futuro (el tipo a) de afirmaciones históricas mencionadas más arriba).

4.

Tipos de generalizaciones históricas

Se pueden distinguir muchos tipos de generalizaciones históricas. M. J. Finley menciona las generalizaciones de clasificación (por ejemplo, comercio, campesino), las relativas a la periodización (clásico, helenístico), y referentes a las relaciones entre los hechos4. Si mantenemos que las generalizaciones son afirmaciones y no términos, sus dos primeros tipos no pueden considerarse como generalizaciones. Parece lógico no confundir los términos de clasificación con las generalizaciones. S. Nowak clasifica las generalizaciones (tomando como criterio el riesgo de error) así: las que informan (en cuyo caso la validez de una afirmación concreta no va más allá del alcance de los datos estudiados) y las históricas (en cuyo caso la validez de una afirmación concreta se extiende más allá de los datos estudiados; pueden ser datos de los que sea posible valorar hasta qué punto son representativos o de los que no sea posible esta valorización).5 La clasificación es importante, con la condición de que las generalizaciones que informan, que se encuentran frecuentemente en las narraciones históricas (tales como 1), “todos los levantamientos polacos del siglo XIX terminaron en derrotas”), quedan fuera del alcance de las generalizaciones históricas. Se pueden distinguir los siguientes tipos de generalizaciones, de acuerdo con los criterios de clasificación adoptados en un caso concreto: a) Generalizaciones que varían por su grado de generalidad, según el alcance del conocimiento generalizado de hechos específicos; b) Generalización factográficas (que indican hechos establecidos); c) Generalizaciones causales que formulan los resultados de las explicaciones causales; d) Generalizaciones sin excepción; e) Generalizaciones que informan; f) Generalizaciones hipotéticas; g) Generalizaciones estadísticas.

4. En generalization in the Writing of History, L. Gottschalk (ed.), Chicago, 1963, págs.19 y ss. 5. S. Nowak, Stedia z metodologii nauk spolecznych, ed. cit., págs. 24-26.

209

Jerzy Topolski En cuanto al grado de generalidad, las diferencias entre las generalizaciones pueden ser enormes. Tanto 2), “En ese pueblo, todos los campesinos tenían una granja mayor de 0,5 lanei”, como 3), “la conquista por Roma trajo al machacado mundo mediterráneo la paz, pero, al principio, no la prosperidad” (V. Gordon Childe), son generalizaciones. Las generalizaciones factográficas establecen hechos, por ejemplo, 4), “en el siglo XVII las ciudades polacas decayeron”, mientras que las generalizaciones causales proponen explicaciones causales, por ejemplo, 5), “Las participaciones de Polonia se debieron a su debilidad interna y a una situación internacional desfavorable”. La afirmación 3) también es una generalización causal. Entre las generalizaciones sin excepciones suelen incluirse (explícita o implícitamente) formulaciones como “todos”, “cada”, etc., de modo que, para decirlo formalmente, son afirmaciones con cuantificadores universales (“para todo x”). La afirmación 1) es un ejemplo de esta generalización. En la división de las generalizaciones entre informadores e hipotéticas, el criterio de clasificación se basa en el grado de riesgo de error. Las generalizaciones informadoras se refieren sólo a hechos establecidos (y, por tanto, son una clase de generalizaciones factográficas), y son simplemente conjuntos de afirmaciones sobre hechos establecidos aislados. Un ejemplo es 6), “De los cuarenta y ocho pueblos estudiados, sólo en dos casos el trabajo servil suponía menos de cuatro días por semana y laneus”, que se obtiene de la unión de las afirmaciones “En el pueblo a 1, el trabajo servil sumaba x 1 días”, etcétera, hasta “En el pueblo a 48 el trabajo servil sumaba x 48 días”. Las generalizaciones hipotéticas siguen siendo hipotéticas. Son el elemento más creativo de toda la investigación científica, ya que muestran el camino para la investigación posterior. S. Nowak tiene razón al asegurar que la estructura de la ciencia no se puede comparar a la de una pirámide, en la que el primer piso de piedras es necesario para poder poner el más alto. En las ciencias, muchas veces, construimos los pisos superiores proponiendo hipótesis generales fecundas y comprobándolas más tarde, poniendo bases duraderas que están formadas por afirmaciones menos generales6. Las generalizaciones hipotéticas se pueden referir al establecimiento de hechos o a las explicaciones causales. En el primer caso, son un tipo de hipótesis factográficas, y en el segundo, un tipo de hipótesis explicativas (cfr. capitulo XIV). Muchas veces, para subrayar la naturaleza hipotética de una generalización y el alcance de su validez, los historiadores usan fórmulas como “indudablemente”, “probablemente”, “según parece”, “se puede suponer que”, etcétera. El valor restrictivo de estas fórmulas no se ha definido con precisión hasta ahora. El problema parece interesante como materia de reflexiones futuras más detalladas. He aquí ejemplos de generalizaciones hipotéticas: 7) “Estos tres factores, es decir, la distribución de los colonos, la organización de las ventas y el factor racial tuvieron, indudablemente, una fuerte influencia en la formación de las granjas señoriales; pero si nos redujéramos a estos factores, no podríamos explicar todo el proceso del nacimiento y desarrollo de las granjas señoriales en Polonia, ya que también otros factores actuaron”7. (Generalización explicativa.) Las generalizaciones estadísticas pueden ser de naturaleza informadora o probabilista. Un ejemplo de la primera es 6), y de la segunda, 8), “El cambio del trabajo servil a los arrendamientos sólo favoreció, globalmente, al campesino”. En estos casos los historiadores no usan fórmulas métricas (a no ser que hagan los cálculos apropiados), sino que los suelen sustituir por expresiones como “en principio”, hasta cierto punto”, “en cierto grado”, “normalmente”, “el general”, “frecuentemente”, “con pocas frecuencias”, “parcialmente”, “casi”, “globalmente”, etcétera. He aquí otro ejemplo: “Los protestantes, no menos que los católicos, subrayaban la idea de una civilización celestial, en la que todos los aspectos de la vida, el estado y la sociedad, la educación y la ciencia, la ley, el comercio y la industria, serían regulado de acuerdo con la ley Divina”8. En resumen, podemos decir que las generalizaciones d) pueden adoptar la forma de d), c), f) y g); las generalizaciones e), la forma de b), c) y g); las generalizaciones f), la forma de b), c) y e), y las generalizaciones g), la forma de b), d), e) y f), y que todas ellas pueden variar en cuanto al grado de generalidad.

6. Ibidem, págs. 49. 7. J. Rutkowski, Studia z dziejów wsi polskiej (Estudios de historia de las zonas rurales de Polonia), Varsovia, 1958, pás. 186. 8. R. H. Tawney, Religion and the Rise of Capitalism, pás. 91.

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Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas 5.

La controversia sobre las leyes de la ciencia

Antes de responder a la pregunta sobre si las leyes de la ciencia también son, junto a las afirmaciones singulares y las generalizaciones históricas, elementos de las narraciones históricas, debemos definir nuestra posición en el problema, muy debatido, de qué condiciones (suficientes y necesarias) deben cumplir las afirmaciones para ser aceptadas como leyes científicas. La opinión más corriente es que todas y sólo aquellas afirmaciones estrictamente generales que están bien fundadas y pertenecen a una disciplina concreta son leyes científicas9. Esta definición, el imponer a una ley científica las exigencias de que esté bien fundamentada y pertenezca a alguna disciplina (y sea, por tanto, aceptada por los científicos), y de que esa sea además una afirmación estrictamente general, deja fuera de ese concepto, explícitamente, las afirmaciones que no cumplen la condición de ser estrictamente generales (y por tanto, afirmaciones históricas) y las que son, formalmente (sintácticamente), generales, pero que todavía no han sido fundadas o son demasiado triviales para ser incluidas en una disciplina concreta (afirmaciones parecidas a una ley). Mientras que existe un acuerdo sobre el hecho de que las leyes científicas deben distinguirse de las leyes puramente sintácticas (que se llaman simplemente leyes), cada vez más estudiosos (por ejemplo, E. Nagel y los metodologistas marxistas anterior a él) subrayan que la exigencia de generalidad estricta va demasiado lejos, ya que priva de la categoría de ley a muchas afirmaciones que suelen llamar leyes científicas. Puede ser oportuno recordar que una afirmación estrictamente general es la que tiene cuantificador universal prefijado (“para todo x”) y no contiene ningún nombre ni determinante espacio-temporal. Por tanto, una afirmación estrictamente general se refiere a una clase abierta de sucesos, y no equivale (al contrario que una generalización histórica) a un conjunto de afirmaciones históricas singulares. Ejemplos: 1), “Todos los cuervos son negros”; 2), “El hombre es mortal”; 3), “El hierro es un buen conductor de electricidad”; 4), “El dinero malo deja al bueno fuera de circulación”; 5), “Un ejército fuerte suele derrotar otro más débil”, etcétera. Es evidente que todos los fenómenos a los que se refieren estas afirmaciones están situados el un espacio y un tiempo, pero esa situación no está indicada. Se puede advertir fácilmente que la condición básica para ser una afirmación estrictamente general –que no aparezca en ella ningún nombre propio– no es cumplida por afirmaciones como la siguiente ley de Kepler: 6), “Todo planeta sigue una órbita elíptica, en uno de cuyos focos está situado el Sol”, porque (como todas las leyes sobre heliocentrismo y geocentrismo)contiene nombres propios (en este caso, “el Sol”). La afirmación 6) no es estrictamente general, pero es universalmente general (general sin restricciones). Para una afirmación universalmente general basta que la aparición de los objetos a los que se refiere (y que pueden estar indicados por nombres propios) no se limite a una cierta región o período. La universalidad, aquí, significa apertura. Parece que, una vez que se ha suavizado la exigencia de generalidad estricta con referencia a las leyes científicas (lo cual no cambia el hecho de que en las ciencias sociales las leyes suelen ser afirmaciones estrictamente generales), y, por tanto, una vez que se ha rechazado la condición de que no aparezcan (de forma directa o indirecta) nombres propios (y manteniendo la condición de apertura), podemos indicar una característica determinada de las leyes científicas que comparten las afirmaciones estricta y universalmente generales, en concreto su valor predictivo. Ese valor, es decir, la capacidad de proporcionar datos para hacer predicciones científicas, se considerará como la principal característica para diagnosticar las leyes científicas. Está directamente relacionada con su apertura, en contraste con el hecho de que las afirmaciones históricas son cerradas y no pueden servir, por tanto, como base para predicciones. Apoyándonos en la afirmación 1), podemos predecir que todos los cuervos que encontremos en cualquier momento y en cualquier sitio resultarán ser negros; basándonos en 2), que todos los hombres morirán alguna vez, etcétera, y basándonos en 6), que todos los planetas (mientras exista el sistema solar) seguirán una órbita elíptica y tendrán al Sol en uno de los focos de esa elipse. La capacidad de servir como base de predicciones, el sentido real de la ciencia y el instrumento para su influencia en la sociedad, tiene una importancia tan enorme que se puede utilizar como criterio para distinguir las leyes científicas de las afirmaciones históricas. Las afirmaciones que nos permitan decir que el 9. Cfr. A. Malewski y J. Topolski, op cit., pág. 18 (la formulación se debe a, A. Malewki).

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Jerzy Topolski cumplimiento de ciertas condiciones (ser un cuervo, ser un ser humano, ser hierro, poner en circulación moneda falsa, mandar un ejército más débil o más fuerte que el enemigo, etcétera) provoca ciertos efectos (tener plumas negras, ser mortal, buena conducción de la electricidad, dejar a la moneda buena fuera de circulación, derrota o victoria probable, etcétera), merecen diferenciarse del resto, aunque sólo sea porque proporciona los datos necesarios para cambiar el mundo que nos rodea. “Esta es la razón –escribió A. Malewski– de que los que quieren que la ciencia no sólo describa el mundo si no que proporcione además el conocimiento intencionadamente, no puedan limitarse a fundamentar cualquier afirmación general, sino que intenten fundamentar las afirmaciones estrictamente generales (universalmente generales, en la terminología que hemos adoptado aquí), y establecer leyes, por tanto”10. Debe advertirse, por que es muy importante para los historiadores que en la metodología científica la predicción se suele interpretar de modo amplio, como prognosis, y postgnosis,y que una misma ley no tiene por qué desempeñar ambas funciones11. Nos encontramos con la postgnosis cuando usamos las leyes en las explicaciones causales. Cuando hacemos la explicación, conocemos el efecto (el consecuente de un condicional), y no conocemos la causa (el antecedente de ese condicional), y cuando hacemos una predicción a partir de un antecedente conocido, afirmamos algo sobre el consecuente. La diferencia sólo estriba en la dirección del procedimiento usado. En resumen, decimos que las condiciones suficientes y necesarias para que una afirmación sea una ley científica son:

1) Su valor predictivo (que se deduce de la generalidad universal de una afirmación que es ley); 2) Su fundamentación suficiente (su aceptación por, al menos, una gran mayoría de investigadores).

Una ley científica se puede formular como una afirmación (ejemplo 1, 2, 3, 6) o como un condicional. Pero hay que advertir que toda afirmación que en la lógica tradicional se formulaba como “Todo S es P” (es decir, como las afirmaciones mencionadas en los ejemplos), en la lógica actual se ha transformado en: “para todo x: si x es S, entonces x es P”, que, en notación simbólica, se escribe así:

11[S (x) – P (x)].

Una ley formulada como condicional puede representar una condición suficiente o necesaria. En el primer caso, se presenta en la forma: “Para todo x: si x es S en un momento m1, entonces x es P en un momento m2”, y en el segundo, “para todo x: si x es S en un momento m1, entonces x no es P en un momento m2”. En todos estos casos obtenemos algún conocimiento que permite las predicciones. Dejamos de lado aquí el problema de si sólo las afirmaciones sobre regularidades “profundas” se pueden denominar leyes, o si ese término debe abarcar las afirmaciones objetivas sobre la concurrencia constante de ciertos fenómenos, o sólo las que se refieren a las relaciones reales entre los hechos. Desde el punto de vista lógico, la afirmación que dice que todas las piedras caen cuando se dejan caer y la ley de la gravedad se deben considerar como leyes que explican el hecho de que una determinada piedra cayó cuando se la dejó caer.

10. Ibídem, pág. 19. 11. Cfr. K. Popper, The Logic of Scientific Discovery, Nueva York, 1969, página 60.

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Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas 6.

Las leyes en las narraciones históricas

La falta de estudios sobre las narraciones históricas y la opinión de que el mundo histórico es una colección de hechos aislados y únicos dictó a muchos autores la idea de que los historiadores no establecen leyes. Pero la convicción, cada vez mayor, de que el proceso histórico es regular, así como en los avances en los estudios metodológicos sobre la investigación histórica, han cambiado señaladamente las opiniones sobre las relaciones entre la investigación histórica y el problema de las leyes científicas. Estas opiniones se acercan ahora mucho más a lo que aseguraban Marx y Engels ya en siglo XIX. Ha resultado que no puede haber un análisis con éxito de las explicaciones causales si aceptar que el mundo se rige por regularidades y, por tanto, sin referencia a las leyes, que son simplemente afirmaciones sobre tales regularidades. Esto ha indicado el hecho de que los historiadores no pueden dejar de interesarse por las leyes, aunque su interés debe ser el de consumidores y no el de productores. Pero un análisis más estricto de las narraciones históricas muestra que los historiadores formulan por sí mismo, muchas veces, leyes. A veces lo hacen casualmente, como si dijéramos, haciendo una observación general sin fundamentarla; con más frecuencia, formulan leyes (a menudo muy bien fundadas) para sus fines explicativos. Sólo en algunos casos se puede aceptar esas afirmaciones como leyes científicas, pero el mismo hecho de que en las narraciones históricas se incluyan afirmaciones universales generales (muy pocas, hasta ahora) muestra que la investigación histórica contiene también en su estructura ciertos elementos nomológicos (trataremos la cuestión más adelante). Esto puede servir de punto de partida para los intentos de reconstruir la investigación histórica, de modo que muestre sus tareas teóricas es mayor medida. Un lazo de unión estrecho entre la investigación histórica y las leyes es una consecuencia necesaria del hecho de que el mundo que estudian los historiadores se rige por regularidades. Si ese mundo muestra las regularidades, es decir, tiene una estructura propia concreta, seria la muerte de la investigación histórica que se limitara al estudio del material del que está hecha la estructura y rechazara la configuración de esa estructura y los factores que la motivaron, y más aún en cuanto que ninguna otra disciplina tiene tantas oportunidades para estudiar esas estructuras (sistemas) durante periodos largos de tiempo. He aquí ejemplos de leyes, sacados de los estudios históricos, que han sido sujetas a una fundamentación sistemática (y que, por consiguiente,se pueden llamar leyes científicas): 1) “Cuando la semejanza de condiciones naturales va acompañada, en las diversas regiones, por diferencia de cultura, los factores que causan esas diferencias deben buscase en sustratos étnicos diferentes” (H. Lowmianski)12. 2) La concurrencia de buenos mercados para los productos agrícolas con la servidumbre de los campesinos es una condición necesaria y suficiente para el nacimiento de las granjas señoriales basadas en el trabajo servil (J. Rutkowski)13. 3) “El mercado interior surge cuando se desarrolla la economía de mercado; el mercado comienza a existir por la economía comercial y grado de división social del trabajo determina su desarrollo; el mercado se amplía a medida que la economía comercial se extiende de las mercancías a la mano de obra, y sólo cuando esta última se convierte en mercancía el capitalismo abarca toda la producción en un país concreto, desarrollándose, sobre todo, en la esfera de la producción de medios de producción, cuya importancia en la sociedad capitalista aumenta cada vez más” (V. Lenin)14.

12. H. Lowmianski, Poczatki Polski, vol. I, ed. cit., págs. 10-11. 13. J. Rutkowski, Historia gospodarcza Polski, vol. Ed. cit., pág. 127. El texto en 2) no es una cita literal del libro de Ruthkowski. 14. V. Lenin, Razvite kapitalizma y Rosii (El desarrollo del capitulo en Rusia), 1947; pág. 43.

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Jerzy Topolski Con más frecuencia, podemos encontrarnos con leyes que están formuladas de modo marginal o metafórico. He aquí algunos ejemplos: 4) “La humanidad, parece, no odia nada tanto como su propia prosperidad. Amenazada por un aumento de las riquezas que aliviarían sus penas, hace que el odio redoble su trabajo y aleje el peligro de quitar veracidad a la queja de que ese pobre” (R. H. Tawney)15. 5) “Una de las formas más comunes que asume la tragedia de la violencia y las ruinas es la intoxicación con la victoria, al margen de sí la lucha en la que se ganó el premio de conjurar la muerte era un conflicto armado de fuerzas espirituales” (A. Toynbee)16. 6) “Sólo una coordinación de los esfuerzos individuales por medio de una política socio-económica que tenlga en cuenta los intereses generales puede salvar a una nación de las diversas calamidades secundarias que, durante un período indeterminado, pueden intensificar las consecuencias de una derrota militar” (J. Rutkowski)17. La generalidad universal (o estricta) de las leyes no está en contradicción con el hecho de que el alcance de las leyes pueden variar grandemente. Las leyes se aplican a los períodos y a las regiones en los que se satisfacen las condiciones formuladas en dichas leyes. Por ejemplo, la ley 2), que afirma que la facilidad para vender productos agrícolas y la existencia de trabajo servil van seguidas del nacimiento del sistema de granjas señoriales basadas en el trabajo servil, para aquellos períodos y regiones en las que fue una realidad una concurrencia de las dos exigencias. Del mismo modo, la afirmación de que un alza en los precios da lugar a una baja de la demanda sólo es aplicable al período en el que, por lo menos, predomina la economía de mercancía y dinero. Parece que el término “leyes estrictamente históricas” sirve para aquellas leyes que, como la afirmación 2), se refieren a las condiciones que se han satisfecho en un momento del pasado en el futuro es improbable. En cuanto al establecimiento de otras leyes, los historiadores deben compartir la tarea con los representantes de otras disciplinas, tales como la sociología, la economía y la psicología. Tomando como criterio de clasificación su alcance, podemos dividir las leyes en: a) Leyes universales (que describen las regularidades y son válidas en todas las formaciones socio- económicas); b) Leyes históricas generales (que son válidas en una sola formación socio – económica, o en más de una formación, o dentro de una sola época, o sólo para ciertas condiciones que prevalecen en, al menos, dos formaciones, por ejemplo, sólo bajo el feudalismo o capitalismo, o sólo bajo el sistema de economía de mercado); c) Leyes históricas derivadas (que sólo son válidas en algunos períodos de una formación concreta o época histórica). Las leyes de desarrollo, sincrónicas y diacrónicas fundamentales, tratadas en la tercera parte de este libro, son ejemplos de a). Las afirmaciones 1) y 3) anteriores son ejemplos de b), mientras que la afirmación 2) es un ejemplo de c). Las leyes a) y b) son estudiadas por los historiadores en colaboración de otras ciencias sociales, mientras que las leyes c) son formuladas por los propios historiadores, lo cual no excluye su deseosa colaboración con economistas, sociólogos, etcétera. Como en el coso de otras ciencias sociales, los historiadores –como se dijo al comienzo de este libro—deben tener conciencia de su actividad nomotética, que es el principal lazo de unión entre la investigación histórica y otras ciencias sociales. Para que todas estas ciencias realicen sus tareas de investigación, deben considerarse el factor empiríco y el teórico como uno sólo. Las posibles diferencias entre las diversas disciplinas sólo pueden provenir de una división justificada del trabajo en el estudio de una misma materia de investigación que es la sociedad, pero la conciencia de las tareas nomotéticas debe acompañar a toda investigación en la misma medida. 15. R. H. Tawney, op. cit., pág. 76. 16. A. Toynbee, Krieg und Kultur, Hamburgo, 1958, pág. 105. 17. J. Rutkowski, Przebudowa wsi w Polsce po wojnach z polowy XVII wieku (La reestructuración de las áreas rurales en Polonia tras las guerras de mediados del siglo XVII), en Dziejewsi Polskiej, Varsovia, 1956, págs. 106-107.

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Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas 7.

El concepto de regularidades en algunos estudios históricos

El término regularidad a sido muy usado por los historiadores. Como en nuestros análisis (cfr. capítulo XII) ese término representa el equivalente objetivo de una ley (leyes que son afirmaciones sobre las regularidades), parece útil averiguar como se ha usado el término en las narraciones históricas18. Uno de los significados más corrientes de esa palabra, normalmente relacionada con el concepto antinómico “características específicas”, es que un fenómeno concreto es común en un período determinado (o en una región determinada en un período concreto). Podemos encontrar así formulaciones de que en los siglos XVI y XVII el sistema de granjas señoriales basadas en trabajo servil era una regularidad en los países situados al este del Elba19; que a finales de siglo XVI los pueblos pertenecientes a la ciudad de Poznan mostraban ciertas “regularidades nacionales, es decir, fenómenos que marcaron el nacimiento de las granjas señoriales en toda Polonia” y “ciertas características específicamente distintas”, condicionadas por factores locales20; que el desarrollo de Gdansk muestra ciertas “características especificas” en comparación con otras ciudades polacas21. Como puede verse, las regularidades se interpretan aquí en un sentido algo distinto de los equivalentes objetivos de las leyes, ya que no se refieren a ninguna relación constante entre los hechos, sino que sólo indican ciertos sucesos o procesos observados en varias regiones de un área concreta. El concepto de regularidad se encuentra muchas veces junto a afirmaciones sobre que el desarrollo de una región determinada pueda regular, o que un período concreto (por ejemplo, la desintegración política de Polonia en el siglo XII) fue un “período regular y normal de desarrollo”. En este caso, el concepto de regularidad parece implicar no sólo que una región concreta se desarrollaba según lo “normal”, sino también que ese desarrollo cumplía alguna regularidad ontológica. Esta regularidad no se describe ni se formula como una ley; sólo se afirma que una parte del proceso histórico siguió un curso de acuerdo con una regularidad determinada que debemos conocer, en cierto modo, “de antemano”. Al hablar de regularidades y características específicas los historiadores pensaban muchas veces en modelos. En ese sentido, los fenómenos regulares corresponderían a objetos ideales, mientras que las características específicas corresponderían a concreciones territoriales, cronológicas o reales de estos objetos ideales.

18. Para un análisis del problema, ver A. Malewski y J. Topolski, op. cit., páginas 31-34; las formulaciones se deben a, A. Malewski. 19. B. Grekov. “Prawidlowosci w dziejach chlopow w Europie” (Regularidades en la historia de los campesinos en Europa), versión polaca, Kwartalnik Historyczny, núms. 3-4, 1948. 20. J. Majewski, Gospodarstwo folwaarczne we wsiach miasta Poznania w latach 1582-1644 (Granjas señoriales en las aldeas de la ciudad de Poznan, 1582-1644), Poznan, 1957, pág. 265. 21. M. Bogucka, Gdanskie rzemioslo tekstylne od XVI do polowy XVII wieku (Los talleres textiles en Danzig desde el siglo XVI a mediados del XVII), Wroclaw, 1956.

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en Metodología de la historia, Capítulo XXV, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones

1.

Valoración frente a evaluaciones. El valor lógico de las evaluaciones

Las afirmaciones que expresan una valorativa del hamblante o el escritor se suelen denominar afirmaciones valorativas, juicios morales, o evaluaciones. Son uno de los elementos de las narraciones históricas. Ha habido una continua controversia sobre la cuestión de si las evaluaciones, distintas de las afirmaciones descriptivas, pueden tener un valor lógico (verdad o falsedad). La mayoría de los especialistas rechazan firmemente esa posibilidad, y subrayan que las evaluaciones son lógicamente neutrales; algunos intentan defender que el concepto tradicional de verdad se puede aplicar a los juicios de valor; y otros incluso sugieren una interpretación específica del concepto de verdad en relación con los juicios de valor, o como M. Ossowska, aseguran que “aun suponiendo que las normas no pueden ser verdaderas ni falsas en el sentido tradicional, es decir, en el sentido, de que estén de acuerdo o en desacuerdo con los hechos, esto no es razón para negarles todo valor lógico”1. La opinión de este autor sobre el problema es la siguiente. En la mayoría de las valoraciones2 que encontramos en las obras eruditas, especialmente las que se ocupan de la historia, podemos encontrar dos tipos de información sobre los hechos: a) información sobre los hechos que están siendo valorados; b) información sobre el sistema de valores del autor (si es un historiador, esto quiere decir información sobre un aspecto del conocimiento no basado en fuentes), que también pertenece al mundo de los hechos. Consideremos las siguientes afirmaciones: 1) “Las reformas agrarias revolucionarias fueron una forma más progresista de cambios históricos que una lenta reestructuración del sistema agrario iniciada por las autoridades”, y 2) “La libertad es el supremo bien”. De 1) podemos aprender que las reformas agrarias revolucionarias fueron motivo de algunos cambios históricos, y también que esos cambios influyeron en el curso de los acontecimientos de modo diferente que una reestructuración de un sistema agrario iniciada por las autoridades (en

1. M. Ossowska. Podstawy nauki o moralnosci (Los fundamentos de la ciencia moral). Varsovia. 1947, págs. 125-126 Ver también B. Mayo, Ethics and the Moral Nueva york, 1958; A. Montefiore, A modern introduction to Moral Philosophy, ficzne, núm. 1, 1964, págs. 119- 137; M. Fritzhand “Zagadnienie prawdy w etyce”, Studia Filozoficzne, núm. 2, 1966, págs. 11-34; J. Vetualani, “Wartocs logiezna rdan wartosciujacych”, Studia Filozoficzne, núm. 2, 1966, págs. 75-86. 2. Esto se refiere, evidentemente, a las valoraciones verdaderas y no a las aparentes, que serán tratadas pronto.

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Jerzy Topolski general o en el caso en cuestión,). Después, 2) nos informa de que la libertad, tal como la entiende el autor de la afirmación, tiene propiedades que, según el, son buenas. No se puede negar que tal información es muy vaga, pero, como veremos, el valor informativo de las evaluaciones no se reduce a éste. Si nos remitimos a 1) y a 2) y también a una cierta cantidad de conocimiento adicional, podemos reconstruir, en mayor o menor medida, los sistemas de valores de los autores respectivos. Se deduce de 1) que su autor está en favor de una abolición rápida y consistente de las desigualdades sociales y de la exploración de unos grupos de personas por otro grupos, y se deduce de 2) que su autor, de los diversos valores, de la prioridad a la libertad, de modo que, en su sistema de valores, todo lo que ayuda a la libertad y la defiende y la apoya es bueno. Una vez que los sistemas de valores de los autores respectivos están reconstruidos (lo cual suele requerir, además de algún conocimiento adicional, también el conocimiento de otras afirmaciones hechas por los mismos autores), podemos volver a la pregunta sobre la información de tipo a), es decir, la información sobre los hechos. Ahora bien, 1) no sólo nos dice que las reformas agrarias revolucionarias motivaron algunos cambios que afectaron de modo diferente el curso de los acontecimientos que una reestructuración de los sistemas agrarios iniciada por las autoridades, sino también que las reformas agrarias revolucionarias contribuyeron con mayor rapidez a la igualdad social y mitigaron la exploración más que la reestructuración de los sistemas agrarios iniciada por las autoridades. Y, del mismo modo, 2) no sólo nos dice que la libertad es buena, sino también (junto con algún conocimiento adicional) que tiene ciertas propiedades, comprobables intersubjetivamente, que el autor en cuestión considera que son buenas. Por tanto, una afirmación valorativa (excepto las puramente emocionales, que sólo expresan aprobación o desaprobación) tiene, en comparación con una descriptiva, una doble referencia a los hechos, o, en otras palabras, un modelo doble (una de cuyas partes está superpuesta sobre la otra). La primera referencia se dirige a algunos hechos que ocurrieron, por así decirlo, fuera del autor de una afirmación valorativa, y la otra se dirige a su sistema de valores. En el caso de cada una de las dos referencias podemos decir sí concuerda con (o es coherente con) el modelo, porque ambas son referencias a hechos. La dificultad consiste en la necesidad de separar un sistema de referencias del otro al analizar los valores lógicos de las evaluaciones. Sobre 1), podemos preguntar si las reformas agrarias revolucionarias trajeron realmente la igualdad y mitigaron la exploración con mayor rapidez que las reformas iniciadas por las autoridades, y si averiguamos que fue realmente así, podemos decir que la afirmación 1) es cierta en su parte descriptiva. A continuación, podemos preguntar si la valoración que contiene (la declaración del autor en favor de los cambios rápidos que contribuyen a la igualdad social y la eliminación de la explotación) concuerda con todo el sistema de valores del autor; si averiguamos que es así, podemos decir que 1) es adecuada en su parte moral (o emocional). En la práctica, una afirmación puede ser cierta en su parte descriptiva e inadecuada en su parte emocional, o viceversa: o puede concordar con los hechos y con el sistema de valores del autor; o puede diferir de ambos. Sin embargo, hay una diferencia abismal entre las dos clases de concordancia. La verdad (o falsedad) de la parte descriptiva es independiente del autor de la afirmación, porque la relacionamos con los hechos; por el contrario, la adecuación de la parte emocional la relacionamos con el autor de una afirmación concreta. Esta es la razón de que, en el primer caso, una afirmación concreta se valore como verdadera o falsa (en un punto concreto de la investigación, porque nuestro conocimiento de los hechos puede variar), y en el segundo caso, puede ser adecuada e inadecuada, según la personalidad de su autor. Si un defensor constante de la música concreta, que la ha alabado insistentemente y ha señalado sus números méritos, dice una vez que la música concreta es mala, podemos decir (suponiendo que no ha cambiado su sistema de valores repentinamente) que la afirmación en cuestión es falsa (en un sentido específico de la palabra) en su propio lenguaje. Si la misma afirmación la hace un defensor de la música tradicional, podemos decir que su valoración es cierta (en un sentido específico de la palabra). En la práctica, raramente hacemos esas afirmaciones sobre afirmaciones valorativas, y por eso nos extraña algo que se atribuya a estas últimas veracidad o falsedad. Esto se debe a que no solemos comparar las evaluaciones hechas por otros con los hechos o con los sistemas de valores de los autores de esas afirmaciones, sino sólo con nuestro propio sistema de valores, que no es un sistema de referencia para hacer afirmaciones sobre la verdad (o adecuación) de las afirmaciones valorativas hechas por otros. Podemos estar dispuestos a decir sobre 1) o 2): “¡sí, es cierto!”, pero no recordamos casi nunca, en esos casos, que al decirlo sólo expresamos nuestras propias valoraciones. Esta actitud, evidentemente no basta para un análisis de las evaluaciones en ciencia. La naturaleza relativa del valor lógico del nivel emocional de las afirmaciones valorativas justifica que se las considere de modo diferente, dentro de la metodología científica, y al mismo tiempo nos lleva a formular la siguiente exigencia general. Como parece fuera de toda duda que, en última instancia, sólo las afirmacio218

Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones nes sobre las que podemos decidir si son ciertas o falsas pueden ser elementos de la ciencia, es enormemente importante que las afirmaciones vayan acompañadas (directa o indirectamente) por información sobre los sistemas de valores de sus autores respectivos. Como hemos visto, el conocimiento de ese sistema nos permite subrayar adecuadamente la parte descriptiva de una afirmación valorativa (de modo que estamos en posición de averiguar si esa parte descriptiva es verdadera o falsa),y también nos permite averiguar si la parte emocional de ella es adecuada o no. De este modo, sin oponernos a las evaluaciones en las afirmaciones científicas, que resultaría probablemente una tarea inútil y un requerimiento innecesario, podemos defender la precisión y claridad del lenguaje científico en general, y del lenguaje de la investigación histórica en particular. Aunque una actitud valorativa subyace bajo todas las decisiones en la ciencia, su grado de manifestación en los informes sobre los resultados obtenidos varían enormemente de una disciplina a otra, y de un investigador a otro. Si buscamos, desde este punto de vista, las diferencias entre las ciencias naturales y las sociales, vamos que no se van a encontrar en el hecho de que las primeras están libres de valoraciones y las segundas no, sino en el hecho de que –en vista de los modelos normales de valoración—las afirmaciones valorativas, es decir, las manifestaciones linguísticas de una actitud valorativa, no suelen aparecer en las narraciones que se ocupan de las ciencias naturales, mientras que, en las que se ocupan de las ciencias sociales, y en las narraciones históricas, en particular, las afirmaciones valorativas constituyen uno de sus elementos. La diferencia, por tanto, es más externa que esencial, ya que se refieren a las formas de manifestación de las valoraciones.

2.

Las diversas formas de la actitud valorativa de los historiadores

De lo dicho anteriormente se deduce que las afirmaciones valorativas son sólo una de las manifestaciones de la actitud valorativa de un historiador. Esas formas se han mencionado anteriormente, especialmente en los capítulos XVI y XVII. Ahora intentaremos enumerarlas para mostrar el lugar de las evaluaciones entre esas manifestaciones de una actitud valorativa. Diferenciamos seis formas3, en dos grandes grupos: no linguísticas y linguísticas. La primera de las manifestaciones no linguísticas de la actitud valorativa de un historiador hacia el pasado en la misma elección de la materia (o el campo)de investigación. Una persona decide estudiar un determinado problema porque piensa que lo merece, por alguna razón. Así, el papel patriótico de los obispos y arzobispos polacos fue gustosamente considerado por los historiadores relacionados con el catolicismo, mientras que aquellos hechos que mostraban que los obispos traicionaban a su país, oprimían a los campesinos y vivían con grandes lujos fueron gustosamente tomados por los historiadores que sostenían que el catolicismo fue perjudicial para Polonia. La segunda manifestación puede consistir en guardar silencio o disminuir hechos que son inconvenientes para un autor concreto, aunque debiera tratarlos una vez que ha elegido una materia dada. Así, por ejemplo, algunos historiadores polacos, relacionados con la clase media, al escribir una historia de los campesinos polacos, subrayan, sobre todo, las reformas emprendidas en el pasado por los propietarios de grandes terrenos, y las describían como manifestaciones de magnanimidad, asegurado que “al contrario que en otros países, los campesinos polacos nunca recurrían a las rebeliones”. La tercera forma de manifestación de una actitud valorativa en la historigrafía consiste en el modo de explicación. Al analizar los factores que un historiador considera importantes para explicar un hecho concreto, podemos sacar mucho sobre el sistema de valores por el que se rige. Sus criterios están a veces explícitamente relacionados con sus ideas políticas. Ejemplos de diferencias en las explicaciones nos los ofrecen los análisis de los estudios históricos relacionados con las diversas tradiciones metodológicas y con distintos

3. Cfr. A. Malewski y J. Topolski, “Metoda materializmu historycznego w pracach historykow polskiech”, Studia Filozoficzne, núm. 6, 1959. Algunas fórmulas y algunos ejemplos usados aquí proceden de ese artículo.

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Jerzy Topolski grupos políticos. Los historiadores marxistas adoptan la teoría materialista del desarrollo social (materialismo histórico) como el principio por el que se rige en sus explicaciones. En cuarto lugar, la actitud personal hacia los hechos que se estudian se puede manifestar en el diferente grado de importancia que los diversos historiadores atribuyen a los mismos hechos, o en la indicación de algunos hechos, solamente (los que encajan con la propia interpretación) y el olvido o la minusvaloración otros. En una discusión entre los historiadores polacos sobre la importancia política y militar de la afortunada defensa del monasterio paulino cerca de Czestochowa durante la invasión sueca un Polonia, a mediados del siglo XVII, un historiador desidia la defensa “había jugado un papel importante en el curso de las operaciones militares”4, mientras que otro autor, famoso por su apreciación critica de ciertas interpretaciones de la historia polaca, subrayaba “la importancia puramente militar y local” de la defensa del monasterio5. Las formas lingüística de manifestación de una actitud valorativa incluyen I) el vocabulario, con un tinte aprobatorio y derogatorio, y II) las afirmaciones valorativas. En el caso del vocabulario, que rara vez es completamente neutral, la valoración está escondida en la descripción misma. También en las afirmaciones valorativas las evaluaciones son rara vez explícitas. Adviértase que la narración en general, por poco emocional que sea, da también alguna impresión de la actitud valorativa del autor. He aquí ejemplos extremos de un vocabulario aprobador y derogatorio (subrayados de J. T). 3) W. Konopczynski, que desaprobaba la lucha de los campesinos contra los señores feudales, al describir la situación de la víspera de la batalla de Beresteczko escribió que “cientos de agentes instigaban a los campesinos a que se unieran a las hordas cosacas y mataran a los terratenientes”, pero todo esto sólo dio resultado en la región de los Cárpatos, donde “un tal Kostka (...), acompañado por una banda de montañesas, capturó la fortaleza de Czorsztyn”6. 4) A. M. Skalalkowski, manifestado una actitud desaprobatoria similar escribió sobre el ejército de Kosciuszko que “se arrastraba con sus manadas de campesinos sin ninguna utilidad, que sólo estaban dejando el campo desnudo (...)”7. El vocabulario no es siempre tan explícito, y, además, las valoraciones pueden ser positivas. 5) “la acción emprendida por el pueblo fue de gran importancia, tanto política, al probar que las masas apoyaban la lucha de liberación nacional, como militar (...)”8; o 6) “Y sin embargo, en la misma Polonia había existido durante décadas una magnifica labor en el campo de las ideas políticas, una labor que fue un logro original polaco y un resumen de la experiencia constitucional polaca, en concreto, “sobre los debates públicos eficaces”, de Stanislaw Konarski”9.

3.

Clases de evaluaciones en las narraciones históricas

En la ciencia podemos distinguir dos clases de evaluaciones: las propiamente dichas y las utilitarias10. Una clasificación parecida se puede aplicar a las que aparecen en las narraciones históricas. Simplificando, podemos decir que las evaluaciones utilitarias son afirmaciones valorativas aplicadas a objetos que se pueden observar y relacionadas con otras evaluaciones más primitivas (aquí, el término, primitivas no está usado en sentido peyorativo, sino, como en lógica, en el sentido de fundamental). Indican que algo es bueno en

4. T. Nowak, “Spór o role dziejowa obrony Jasnej Góri w 1655”, Przeglad Historyczny, núm. 1, 1958, pág. 164. 5. O. Górka, Legenda a rzeczvwistosc obrony Czestochwy w roku 1655 “Leyenda y hechos sobre la defensa de Czestochowa en 1655), Varsovia, 1957, pág. 11. 6. W. Konopczynski, Dzieje Polski nowozytnej, vol. II, 1936, pág. 11. 7. A. M. Skalkowski, z dziejów insurekcji 1792, Varsovia. 1926, pág. 24. 8. Historia Polski, vol, II, parte 2, Varsovia, 1959, pág. 426. 9. Ibídem, parte I, pág. 369. 10. Cfr. M. Ossowska, “O dwóch rodzajach ocen”, Kwartalnik Filozoficzny, volumen XVI, núms. 2-4, Cracovia, 1946, págs. 279-292.

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Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones relación con otra cosa, o es necesario para otra cosa, o es mejor que otra cosa. Estas comparaciones se hacen según un modelo general que hemos aceptado como bueno, o según otro elemento de la misma clase (lo cual, en última instancia, es también una comparación con un patrón o modelo)11. Si decimos que un libro de historia no debería ser aburrido, lo comparamos con un modelo que hemos aprobado y al que deben corresponder los libros de historia. Y si decimos que el médico A, es mejor que el médico B, hacemos nuestra comparación dentro de una clase determinada, pero debemos tener alguna idea de lo que, en nuestra opinión, es un “buen” médico. En esta interpretación, las evaluaciones utilitarias se llamarán comparativas. Las evaluaciones propiamente dichas, a las que se pueden reducir, en última instancia, las evaluaciones comparativas, son más primitivas (es decir, fundamentales). Sin embargo, no es más que una diferencia de grado, de modo que no se debe atribuir una gran importancia práctica a la distinción entre las dos clases de evaluaciones. Aquí presentamos algunos ejemplos característicos de ambos tipos. Primero he aquí algunas evaluaciones comparativas (subrayados de J. T.). 1) “La tendencia favorable al campesino se intensificó, tras la aprobación de la Constitución de 1791, bajo la influencia de los sucesos de Francia, y como resultado del hecho de que la Constitución no conseguía colmar las esperanzas”12. El autor de este pasaje compara esa “tendencia” de las actividades sobre los campesinos con un cierto modelo de “favorabilidad” hacia los campesinos en aquel tiempo. Esta evaluación, por tanto, se refiere a un patrón (de favorabilidad hacia los campesinos). 2) “El propio Alejandro era un discípulo de Aristóteles. Su ejército estaba acompañado de peritos y observadores para hacer mapas del país y anotar sus recursos. Su flota fue mandada expresamente a explorar el Mar de Arabia. Estas tradiciones fueron dignamente mantenidas por sus sucesos en Egipto y Asia(...)”13. Estas, evaluación se refiere también a un modelo (de digna continuación). En estos dos casos, las evaluaciones se pueden reducir fácilmente a otras. Así, en 7) podemos llegar a la pregunta de por qué un comportamiento concreto es “favorable” a los campesinos, y entonces podemos averiguar gradualmente los criterios fundamentales de las evaluaciones hechas. Del mismo modo, en 8) llegamos a la pregunta de por qué la conducta de Alejandro era digna de continuación y aprobación. Algunas afirmaciones parecen encerrar evaluaciones comparativas, pero, en un examen más estricto, resultan ser simplemente descriptivas. He aquí algunos ejemplos: 9) “Hasta donde podemos remontarnos, es decir, hasta el siglo XII, podemos ver concesiones en gran escala de terrenos, por parte de los gobernantes, a los caballeros. Incluso hicieron concesiones de asentamientos fortificados enteros, por ejemplo, Lekno, Wyszogrod, Skrzyno, y no hay duda de que, si no fuera por la escasez de fuentes, podríamos anotar más ejemplos. Más tarde, en los siglos XIII y XIV, las concesiones fueron menores, porque ni los gobernantes de los ducados (en los que se dividió Polonia en aquella época), ni incluso los dos últimos reyes de la dinastía Piast, Ladislao el Corto y Casimiro, podían permitirse el hacer grandes concesiones, pero éstas, de todos modos, continuaron: a éste o ese caballero se le concedían uno o más pueblos por los servicios prestados al gobernante”14. En este caso, no se hace referencia a evaluaciones, pero el tamaño de las concesiones hechas en los diversos períodos si se compara. Lo mismo ocurre con fórmulas como: en un país X, la renta per cápita es mayor que en un país Y. Pero la afirmación “en un país X la gente vive mejor (peor, etcétera) que en un país Y” es una evaluación comparativa, ya que las condiciones de vida en X e Y se comparan con nuestros patrones “buenas” condiciones de vida. He aquí otro ejemplo: 1) “(En Alemania), comparado con Francia (thierry y Michelet), el concepto de nación llegó a relacionarse muy poco con el de pueblo, el de las amplias masas, e incluso Ranke lo interpretaba en el sentido de los 11. Cfr. el artículo de J. Kmita mencionado en la nota 1. 12. A. Grynwasser, “Kwestia agrarna i ruch wloscian w Krolestwie Polskim w pierwszej polowie XIX wieku”, en Pisma, vol. II, Wroclaw, 1951, págs. 34-35. 13. V. G. Childe, What Happened in History, 1960, págs. 243-244. 14. K. Potkanski, “Studia nad XIV wiekiem”, en Lechici, Polanie, Polska, Varsovia, 1965, pág. 630.

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Jerzy Topolski estratos superiores, educados”15. En este caso, la intensidad de un mismo fenómeno en distintos países es lo que se compara, pero no implica una evaluación: nos encontramos sólo con una descripción de los hechos. En las obras históricas las evaluaciones propiamente dichas se formulan pocas veces expressis verbis. Normalmente, están más o menos profundamente ocultas en afirmaciones aparentemente descriptivas, de modo que la separación de nivel descriptivo y el emocional no se indica sin un análisis apropiado del texto. He aquí ejemplos de evaluaciones propiamente dichas están ocultas profundamente: 11) “(...) en 1921, la primera tarea de los trabajadores en Polonia fue conseguir reformas sociales”16. Esta afirmación, que puede parecer descriptiva, es una evaluación. En su parte descriptiva dice que los trabajadores polacos, en esa época,, vivían en unas condiciones que no necesitaban mejorarse. En su parte emocional, muestra las valoraciones del autor: sostiene que la lucha por las reformas que mejoraran las condiciones de vida de los trabajadores era un buen proyecto, que merecía apoyo y, por consiguiente, asegura que el pueblo tenia que luchar por esas reformas, porque una mejora en las condiciones de vida de los trabajadores es algo, bueno (progresista). 1) “El levantamiento de 1863 en Polonia fue un hito en los movimientos sociales, porque los intentos de los campesinos polacos comenzaron a relacionarse con las acciones, más amplias, de los campesinos en Rusia”17. He aquí un ejemplo de evolución propiamente dicha, formulada de forma más expresa: 2) “El levantamiento polaco de 1830 tuvo una gran importancia internacional. Su papel objetivo era progresista, sin ninguna duda. El levantamiento, que fue una de las manifestaciones de los movimientos burgueses democráticos y de liberación nacional, cada vez más intensos, en Europa, protegió a los países de Europa Occidental de una intervención armada del régimen zarista”18. Se puede ver fácilmente que la opinión de un investigador concreto sobre el proceso histórico yace sobre toda evolución, sea formulada explícitamente o no; su conocimiento no basado en fuentes se manifiesta de este modo en su función de sistema de valores.

4. El criterio de progreso como elemento principal de las evoluciones propiamente dichas en historiografía

El criterio de progreso se usará aquí para referirse al criterio por el que un historiador valora los hechos que describe. El término progresó, tal como lo usamos aquí, está, evidentemente, libre de toda implicación que lo una con la afirmación de que es inevitable, es decir, que tiene lugar al margen de las acciones humanas. En el sentido usado aquí, todo lo que aprueba un historiador (todo lo que considera bueno, adecuado, justo, merecedor de apoyo, etcétera) es progresista, y todo lo que desaprueba (todo lo que considera malo, injusto, contestable, etcétera) es reaccionario. Por tanto, este criterio es primitivo, ya que corresponde a los calificativos (usados como predicados en el sentido lógico de término) “bueno” y “malo”, a los que se pueden reducir para las evaluaciones19. Se puede ver qué criterios de progreso subyacen en las evaluaciones propiamente dichas mencionadas anteriormente.

15. M. H. Serejski, Koncepta historii powszechnej Joachima Lelewela, Varsovia, 1958, pág. 108. 16. A. Próchnik, Pierwsze pietnastolecie Polski niepodleglej (Los quince primeros años de Polonia independiente), Varsovia, 1957, pág. 111. 17. Historia Polski, vol. II, parte III, Varsovia, 1959, pág. 524. 18. Ibídem, pág. 488. 19. Cfr. M.Ossowska, Podstawy nahuki o moralnosci, ed. cit., págs. 40-41. Para un análisis detallado de los adjetivos bueno y malo, ver págs. 44-53.

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Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones En 11), su autor piensa que el aumento de la igualdad en las relaciones sociales significa progreso. En 12), según vemos, los factores que combatieron el feudalismo y facilitaron así la llegada de una nueva formación socio—económica se consideran progresistas. La afirmación 13) expresa una aprobación de la lucha contra el sistema feudal y los políticos reaccionarios, y por tanto considera como progresista todo lo que ayuda a la liberación del hombre. La afirmación 7) y 8) se pueden reducir a evoluciones fundamentales similares. Los estudios, muchas veces, no conseguían darse cuenta de que las diferencias en sus discusiones no se referían a los hechos, sino a las evaluaciones, es decir, a los criterios de progreso, que eran distintos para los diversos participantes en esas discusiones. Recordemos la controversia sobre las granjas señoriales basadas en trabajo servil. 3) S. Hoszowski escribió que, en su primer estadio, la naturaleza progresista de las granjas señoriales se debía a varios factores tales como “un área mayor de tierra cultivada, continuidad de cultivo, mejor organización de grandes granjas, una organización competente de la venta de productos agrícolas, un mejor aprovechamiento de los bosques, praderas, viveros, cría de animales, un mayor número de gente empleada en la agricultura, una mayor complejidad de la división del trabajo, un mayor porcentaje de productos comerciales, un crecimiento de las industrias agrícolas (molinos, cervecerías) y otros tipos de industrias relacionadas con las fincas, satisfacción de las necesidades de los consumidores en las grandes ciudades, un crecimiento de las exportaciones e importaciones, y, sobre, una intensificación de la economía monetaria, como resultado de una balanza ventajosa del comercio, y una entrada de dinero desde el extranjero”20. 15) Las formulaciones de J. Bardach eran similares. ”Personalmente, me pondría del de quienes advierten el papel moderadamente progresista de las granjas señoriales en el primer periodo de su existencia, sobre todo, porque hubo un aumento del cereal comerciable”21. En ambos casos, vemos que se adoptan como criterios de progreso el desarrollo económico y el aumento de producción. 16) Un criterio de progreso distinto sirve para la afirmación hecha por S. Szczotka. En su opinión la naturaleza progresista de las granjas señoriales se debió al hecho de que “contribuyeron a una intensificación y exacerbación de la lucha de clase”22. Según este criterio, son progresistas aquellos fenómenos que aceleran la caída que una formación concreta y la llegada de la siguiente. También se ha usado otro criterio en la controversia sobre las granjas señoriales. Por ejemplo, S. Arnold considerada las granjas señoriales como reaccionarias desde un mismo nacimiento. Escribió 17) que el papel de las granjas señoriales era reaccionario “porque empujó a los campesinos, socialmente, hasta el nivel de esclavos que tenían que vivir en completa pobreza”23. En este caso, el criterio de progreso se relaciona con las condiciones de vida de los trabajadores. Del mismo modo, S. Inglot aseguró que 18) “la llegada de las granjas señoriales, vista en cuanto a las relaciones de producción, no se puede considerar como un fenómeno progresista”24. Como puede verse, en la controversia sobre las granjas señoriales se usaron al menos tres criterios (crecimiento económico, aceleración de la llegada de la nueva formación, condiciones de las masas). Evidentemente, estos criterios no son siempre contradictorios. Puede ocurrir así cuando un autor sostiene que toda actividad que conduzca al crecimiento económico de un país debe ser aprobada mientras que otro autor piensa que, antes de todo, hay que prestar atención a las condiciones de vida de las masas. Además podemos encontrarnos con una contradicción sólo si examinamos la cuestión durante un corto período de tiempo, ya que, en un período largo, estos criterios pueden coincidir. Por ejemplo, el crecimiento económico, a largo plazo, pude resultar un medio más eficaz para mejorar las condiciones de vida de la población. Por eso los criterios de progreso suelen necesitar un análisis muy preciso. 20. S.Hoszowski, Rola folwarku pans-zczyznianego, Actas de la Primera Conferencia sobre Metodología de los Historiadores Polacos, vol. I, Varsovia, 1953, páginas 489-490. 21. Ibídem, pág. 432. 22. Ibídem, pág. 491. 23. S. Arnold, Podloze gopodarczo—spoleczne polskiego Odrodzenia, Varsovia 1957, pág. 289. 24. S. Inglot, Introducción a la obra de K. Kluk, O rolnictwie (Sobre la agricultura), Varsovia, 1954, pág. XLII.

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Jerzy Topolski En los ejemplos anteriores los hechos valorados no se describían como acciones humanas, y sólo se discutía la naturaleza progresista o reaccionaria de esos hechos. Pero puede suceder que también se valoren las acciones y aspiraciones humanas en el pasado. Tales planes no se podrían haber llevado nunca a cabo, aunque sólo fuera por el hecho de que no se podían materializar en las condiciones históricas en las que se hicieron. En el caso de las acciones planeadas, puestas en funcionamiento o no; los historiadores la valoran de dos modos: las comparan con otros programas diversos de acción vigentes en el mismo periodo (criterio histórico, o de pasado) o con diversos programas contemporáneos (criterio de presente). De este modo, un programa de acción que pude valorar como muy progresista según un criterio, puede considerarse muy pobre según el otro. En primer caso, la evaluación es comparativa, y en segundo, una evaluación propiamente dicha. He aquí un ejemplo de evaluación de un programa según el criterio histórico: 19) “la ideología de los Hermanos Polacos, y especialmente su corriente plebeya, era, desde el punto de vista social, la más progresista –a pesar de la Utopía—en la época del Renacimiento en Polonia”25. Y he aquí un caso de evaluación basada en el criterio de presente: 20) “las opiniones sociales y políticas de Kamienski eran anti-feudales, y unían la lucha por la independencia de Polonia con una condición incondicional de la tierra a los campesinos que trabajaban. El programa fue expuesto en Prawdy Zywotne (Verdades vitales), pero era cuestión de táctica política: dejaba intocadas las granjas señoriales y a los obreros agrícolas sin tierra. En sus formulaciones básicas, estaba de acuerdo con el programa de la Sociedad Democrática Polaca (fundada por los emigrados polacos en Francia a mediados del siglo XIX), y era, en las condiciones políticas de la época, ciertamente progresista aunque no exigía una revolución agraria”26. Las evaluaciones basadas en el criterio de presente (aceptado por un autor concreto) pueden convertirse a veces en caricaturas. Por eso W. Kula escribió sobre ellas al analizar las obras de historiadores anteriores. “La de criterio de presente. Provenía de la lucha de un historiador a favor de algo que defendía, y de su actitud hacia la sociedad. Un historiador anti-alemán que viviera durante la Tercera República en Francia acusaría a los políticos anteriores que hubiera hecho alianzas con Alemania y exoneraría a los que hubieran dirigido contra Alemania. Un radical francés elevaría estatuas de Danton y escondería (e incluso destruiría)documentos que mostraban que Danton había recibido dinero de agentes británicos. Un socialista francés disfrutaría acusando a Danton y defendiendo al “ incorruptible”. En este país, Korzon, Askenazy y Skalkowski consideraban a Kosciuszko, el príncipe Jósof Poniatowski y Dabrowski, respectivamente, de un modo similar”27.

5.

Los historiadores frente a las evaluaciones

Hay que reflexionar sobre cuál debe ser la actitud de un historiador hacia la evaluación en general, y las evaluaciones en las narraciones en particular. Podemos encontrar dos acercamientos extremos. Uno es que un historiador no puede separarse de las evaluaciones, y el otro apoya la ilusión de que la investigación histórica libre de valoraciones sería plenamente objetiva y neutral. A. Próchnik expresó su opinión, cercana a laprimera postura, cuando escribió que “al expresar sus opiniones, elegir los hechos, valorar los sucesos, un historiador no se puede separar de la plataforma en la que se apoya. Es incapaz de olvidar su Weltanschauung, aunque pretenda que sí lo olvida”28. Una postura similar ha sido formulada por W. Kula,

25. Historia Polski, vol. I, parte 1, Varsovia, 1957, pág. 289. 26. Ibídem, vol. II, parte III, pág. 130. 27. W. Kula, Rozwazania o historii, ed. cit., pág. 139. 28. A. Próchnik, op, cit., págs. 4-5.

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Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones que sostiene que la necesidad de liberar a la historia de valoraciones es impracticable, e incluso perjudicial para la investigación histórica29. Aunque sostenemos que la valoración es inseparable de toda actividad científica, podemos considerar, de todas formas, qué formas de manifestación de una actitud valorativa son comparables con la conducta de un historiador, y cuáles son incomparables con ella, y, por tanto, deben rechazarse. La manifestación de la actitud de un historiador en la elección de la materia de investigación es legítima e inevitable. Según los diversos factores implicados, algunos investigadores plantean ciertas preguntas, mientras que otros investigadores plantean otras preguntas, y en esto no reside ningún peligro para la ciencia. Algunos efectos incómodos posibles se pueden mitigar, en parte, por la práctica, cada vez mayor, de coordinar y plantificar el trabajo investigador. Pero es distinto lo que ocurre con las restantes formas de selección. Tenemos que criticar cualquier actitud valorativa que se manifiesta en dejar de lado los hechos inconvenientes aunque tengan que tratarse en relación con la materia estudiada. Del mismo modo, tenemos que desaprobar toda selección unilateral de la consecuencia de los hechos abarcados por la investigación. Esta selección incorrecta se debe, sólo a una preparación inadecuada de un historiador concreto para su labor. En tal caso, las solucione es simple: tiene que aumentar su conocimiento no basado en fuentes. ¿y las evaluaciones? Aquí se podrían formular dos exigencias: 1) Eliminación de ciertas formas de evaluaciones; 2) Modificación de las restantes formas. En el caso 1) nos referimos a que el vocabulario usado en historiografía debería elegirse para que sea más preciso y no ambiguo posible; en la ciencia, y no sobre todo, los hechos estudiados, y no sobre las emociones del investigador. Las exigencias radicales mencionadas anteriormente serían impracticables, y por eso, este autor sugiere moderación. En el caso de 2) nos referimos a las evaluaciones formuladas como afirmaciones valorativas. Tenemos que ver que las evaluaciones sean claras, y eso sólo se puede asegurar si los sistemas de valores usados en la evaluación se muestran tan plenamente como sea posible. Si se cumple esa condición, cuando un historiador diga que un fenómeno es progresista podemos averiguar si tiene razón, es decir, podemos averiguar si su evaluación es verdadera en su parte descriptiva. Este autor no recomienda que se eliminen las evaluaciones. Por lo contrario, cree que, gracias a las evaluaciones, la historiografía contribuye a las transformaciones del mundo que nos rodea. Pero la tarea de valoración no debe estar en absoluto en contradicción con las tareas estrictamente científicas, es decir, no debe dar lugar a formas indeseables de valoración, tal como se ha mencionado anteriormente. ¿Pero qué criterio de valoración, es decir, del progreso histórico, hay que adoptar? A través de los tiempos, los historiadores manifestaron sus posturas en lo que hicieron como historiadores en lo que declararon. De cualquier forma, probablemente en cualquier período en la historia de la investigación histórica y la historiografía ha existido una división entre los activistas, que siempre querían apoyar los fines de un grupo social determinado, y los escépticos, que se mostraban críticos ante los diversos modelos. W. Kula ha denominado a los primeros “acólitos” (ya que “ayudan a misa en las iglesias de su época”), y a los segundos, “iconoclastas” (ya “el rey no tiene vestidos”)30. Cuando predominaba el modelo pragmático en la investigación histórica, la principal tarea de los historiadores era promover ciertos patrones de conducta. Los principios axiomáticos para la construcción de dichos patrones los proporcionaban la mitología, el estado y la religión. Cuando el racionalismo comenzó a sustituir a la religión en la investigación histórica, o al menos a tener una posición equivalente, la naturaleza humana inmutable con sus necesidades inmutables se convirtió en el sistema de referencia para las evaluaciones. En la interpretación cartesiana, el conocimiento del hombre, como la geometría, debía deducirse de una serie de axiomas. Esto significaba reforzar el estudio del hombre desde el punto de vista de las especies

29. W. Kula, op. cit., pág. 144. 30. Ibídem, pág. 219.

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Jerzy Topolski humanas (aunque la historiografía seguía dedicando su atención al héroe y la personalidad), con la perdida total de los elementos de la consideración individual del ser humano que se pueden encontrar hasta en los autores antiguos. La oposición a los sistemas absolutos de referencia en el área de la valoración, sistemas promovidos por la religión y por la idea de la naturaleza humana inmutable, dio lugar a un relativismo histórico total, principalmente en la historiografía alemana. Privó a los historiadores de todo criterio de valoración, al proclamar el principio virtus filia temporis, lo que significa que, al rechazar todos los valores absolutos a los que se podían referir las evaluaciones, llego a defender un relativismo extremado en ese aspecto. La síntesis dialéctica de las posturas extremas, es decir, una síntesis que nos lleva a la aceptación de ciertos criterios de valoración mientras que subraya que tienen una naturaleza histórica, evita los dos extremos. Las propuestas mejor fundadas sobre esta síntesis se encuentran en los autores marxistas, especialmente en Marx y Engels, y más tarde, por ejemplo, en Gramsci y Lukács. Sus ideas deben interpretarse de este modo: al evaluar el proceso histórico, tenemos que hacer una distinción entre 1) Evaluaciones de sucesos que no se interpretan como acciones humanas; 2) Evaluaciones de acciones humanas (acciones emprendidas por individuos, grupos e instituciones. Esta distinción, que es esencial para el problema en cuestión, no fue adecuadamente observada, lo cual produjo muchos malentendidos. El historiador que quiere valorar el nacimiento del capitalismo en los siglos que van del XVI al XVIII, y el que quiere valorar la conducta de los pioneros de la industrialización capitalista que explotaban sin piedad a sus trabajadores, se enfrentan a dos problemas diferentes. En el primer caso, el historiador, probablemente, dirá que el nacimiento del capitalismo fue un hecho progresista, mientras que el segundo, mostrará seguramente simpatía por los sufrimientos humanos. ¿Significa esto una dualidad de evaluaciones? ¿Cómo podemos evitar esta dualidad? De cualquier modo, parece incorrecto subordinar las evaluaciones de las acciones humanas a las evaluaciones de los procesos, es decir, absolver a los individuos, grupos e instituciones, de ciertas acciones, sólo por que esas acciones originaron o contribuyeron a ciertos procesos que evolucionaron positivamente. Pero también seria incorrecto caer en el otro extremo, es decir, olvidar, al evaluar las acciones humanas, el proceso histórico y sus consecuencias para la vida humana. Un historiador debe encontrar cada vez un camino medio entre estos dos extremos. La teoría marxista propaga el acercamiento antropocéntrico, según el cual, el hombre debe considerarse como valor último y supremo. Este acercamiento, además, tiene la mejor oportunidad de convertirse en criterio básico para las valoraciones históricas, y de ayudar a los historiadores a encontrar modos de valoración. Mientras que en el proceso de establecimiento de leyes, es decir, relaciones generales, un historiador debe separarse del hombre como individuo, en el proceso de evaluación debe, según lo que recomienda el principio de antropocentrismo, tener siempre en cuenta el individuo y sus necesidades. Adviértase que el antropocentrismo, tal como lo interpreta la teoría marxista, no considera al hombre unilateralmente, en la esfera de su existencia; no separa su existencia individual de la esfera social, y a fortiori no opone ambas, como hacen algunas filosofías existencialistas y personalistas. Un individuo no se toma en aislamiento, ni sólo como producto social, sino como un factor creativo en el proceso histórico. No vamos a detenernos más en este problema, ya que es marginal respecto a las cuestiones que tratamos en este libro. El acercamiento antropocéntrico formulado anteriormente supone el punto medio entre el concepto abstracto de naturaleza humana inmutable y el relativismo que defendía el historicismo. Se deduce de ello que tenemos que admitir la existencia de un fundamento común de la naturaleza humana por lo que respecta a diferentes épocas y diferentes territorios. Lo que queremos decir aquí no es sólo el nivel biológico (aunque en ese aspecto parece estar más claro el fundamento común), sino también el nivel psicológico. Todo historiador está convencido de que ciertos rasgos de la naturaleza humana y ciertas necesidades humanas son contrastes, y basa muchas de sus afirmaciones en esa convicción.

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en Tesis Doctorales y Trabajos de Investigación Científica. Metodología General de su elaboración y documentación, Capítulo 1. Editorial Paraninfo, Cuarta edición. 1996, pp. 23-41.

R. Sierra Bravo

LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y EL METODO CIENTIFICO 1.1. LA TESIS DOCTORAL Y LA INVESTIGACION CIENTIFICA Una de las misiones básicas de la Universidad es la formación de sus alumnos en la investigación científica. Esta misión debe alcanzar su máxima expresión en los estudios de doctorado, en cuanto su realización acredita académicamente la plena capacidad investigadora. Precisamente por ello, la tesis doctoral debe constituir un trabajo de investigación científica o, como se dice en la Ley de Reforma Universitaria española, un «trabajo original de investigación». Según su naturaleza sustantiva, la tesis doctoral no ha de ser otra cosa, pues, que una investigación científica. Es más, si no en el fondo, es decir, en la importancia de los descubrimientos, en todo lo demás se la puede considerar como el prototipo de los trabajos de investigación. En cuanto tiene que sufrir el examen de un Tribunal, parece obligado que reúna en todo caso del modo más perfecto posible los requisitos formales exigidos por la investigación científica. De la identidad de naturaleza entre la tesis doctoral y la investigación científica, se derivan dos consecuencias de interés para nuestro propósito. Según la primera, de carácter terminológico, lo que se diga de la investigación científica es extensible a la tesis doctoral y viceversa, dejando a salvo a los aspectos académicos peculiares de la tesis. Por ello, con dicha salvedad, ambos términos se utilizarán aquí como sinónimos. De acuerdo con la segunda, los conceptos básicos en que se apoya la investigación científica, la ciencia y el método científico, también serán válidos como tales en el caso de la tesis doctoral. Esta circunstancia hace aconsejable realizar a continuación una exposición sucinta de la noción aquí adoptada de estos conceptos básicos, junto al de la misma investigación científica, como presupuesto y fundamento de la materia a tratar en esta obra.

1.2. LA CIENCIA El hombre tiene la capacidad de aprehender el mundo en que está inmerso mediante la razón. Ejercitando esta facultad, obtiene ideas o representaciones conceptuales del mundo en que vive. Estas ideas, en fin, al informarle sobre la realidad que le rodea, son la base de su actuación y, por tanto, de su vida en el mundo. Pero el conocimiento, formado por el conjunto de ideas obtenidas que proporcionan al hombre información para que pueda actuar, no es único, sino que presenta diversas clases; por ejemplo, el conocimiento vulgar, el filosófico y el científico. Entre todas estas clases, el conocimiento científico o ciencia es, en su campo, el de la realidad observable, el que tiene la primacía por ser el más preciso, exacto, elaborado y 227

R. Sierra Bravo cualificado. Por ello, es también el que proporciona, para actuar en el mundo, una información más detallada, completa y eficaz. La ciencia se puede definir, en sentido estricto, como un conjunto sistemático de conocimientos sobre la realidad observable, obtenidos mediante el método de investigación científico. Según esta definición, son tres los elementos que configuran su naturaleza: un contenido, un campo de actuación y un procedimiento o forma de actuar. La ciencia, en cuanto a su contenido, está constituida exclusivamente por un conjunto de conocimientos sobre la realidad, en forma de conceptos y de enunciados. Las ideas de este conjunto se hallan interrelacionadas entre sí o sistematizadas y forman lo que se llama la teoría. El campo de actuación propio y único de la ciencia es la realidad observable, la realidad de este mundo en que vivimos. Lo no empírico, digamos lo trascendente, cae fuera del campo de la ciencia en sentido estricto. Por último, la ciencia utiliza el método de investigación científico, que es lo que la tipifica como procedimiento o forma de actuación en la formación de conocimientos que la integran. La ciencia, en cuanto cuerpo de conocimientos teóricos, no es otra cosa que el resultado de la investigación científica realizada de acuerdo con el método de investigación científico. En este sentido, es claro que la investigación científica es la fuente de la ciencia. Según escribe Mario Bunge (1972, 189), “el conocimiento científico es, por definición, el resultado de la investigación realizada con el método y el objetivo de la ciencia.” En cuanto fuente de la ciencia, la investigación científica es también el fundamento más firme y seguro de la actuación del hombre para el conocimiento, utilización y dominio del mundo que nos rodea.

Ningún hombre de temperamento científico afirma que lo que ahora es creído en ciencia sea EXACTAMENTE verdad; afirma que es una etapa en el camino hacia la verdad... BERTRAND RUSSELL

1.3. OBJETIVOS Y FINES DE LA CIENCIA Los objetivos fundamentales de la ciencia, en relación con su campo de actuación (la realidad de este mundo), son cuatro: analizar, explicar, prever o predecir y actuar. El primer objetivo de la ciencia es saber cómo es la realidad, qué elementos la forman y cuáles son sus rasgos. Después de conocer cómo es la realidad, su segundo objetivo es explicarla, llegar a establecer cómo se relacionan sus distintas partes y por qué es como es la realidad. Estos son los objetivos básicos principales de la ciencia. Su consecución la capacita para alcanzar los otros dos objetivos indicados, que por ello son derivados o aplicados: la predicción y la actuación. Por una parte, si la ciencia logra saber cómo es un sector de la realidad y los factores que lo explican, entonces estará en condiciones de prever los acontecimientos que tendrán lugar en dicho sector de la realidad. Por otra parte, el mismo conocimiento del cómo y porqué de un sector de la realidad, faculta también para actuar, da poder para transformar esa realidad e influir en ella en mayor o menor grado. La ciencia, de hecho, en nuestros días, ha concedido un poder inmenso al hombre. Este poder es peligroso, ya que puede ser utilizado para el bien o para el mal. De aquí que B. Russell diga (1969, 219) que “para que

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La investigación científica y el método científico la civilización científica sea una buena civilización es necesario que el aumento de conocimiento vaya acompañado de sabiduría. Entiendo por sabiduría, dice, una concepción justa de los fines de la vida. Esto es algo que la ciencia por sí misma no proporciona”, y en lo que, sin duda, nuestra civilización es defectuosa. Respecto al fin, se ha de señalar, en primer lugar, su importancia en la ciencia, ya que, como señala Juan Pablo II (Discurso, 28.10.1986), “la ciencia no puede descuidar las cuestiones fundamentales sobre su papel y su finalidad”. El fin próximo que persigue inmediatamente la ciencia es conocer la realidad lo más exactamente posible, es decir, descubrir su verdad. “La investigación de la verdad, afirma Juan Pablo II (Discurso 10.11.1979), es tarea fundamental de la ciencia”. A conocer la verdad de la realidad se dirigen los objetivos de la ciencia indicados de analizar y explicar. Pero los hombres no sólo buscan con la ciencia el puro conocimiento de lo que las cosas son, de su realidad, sino que también, juntamente con ello y como su consecuencia, pretenden dominar esa realidad y hacer que sea útil para el servicio del hombre. Aquí, sin duda está su fin intermedio. Juan Pablo II (Disc. 10.11.1979) dice también que la ciencia es necesaria “a la Humanidad para satisfacer las exigencias justas de la vida y vencer los diferentes males que la amenazan”. Al cumplimiento de este fin intermedio se orientan los otros dos objetivos de la ciencia antes señalados: predecir y actuar. En cuanto a su fin último, la ciencia no se debe quedar en la verdad de las cosas, sino que debe tender a la sabiduría y todo lo que ésta representa de justicia y servicio al hombre completo, es decir, teniendo en cuenta su destino sobrenatural, y de modo especial a Dios mismo. Decía Juan Pablo II (Disc. 8.5.1983): “En una palabra, vuestra ciencia debe expandirse en sabiduría, es decir, convertirse en crecimiento del hombre y del hombre entero; abrid ampliamente vuestras mentes y vuestros corazones a los imperativos del mundo de hoy, que aspira a la justicia y a la dignidad fundadas sobre la verdad. Y vosotros mismos estad disponibles para la búsqueda de todo lo verdadero, convencidos de que las realidades del espíritu forman parte de lo real y de la verdad integral.

Hombres y mujeres de ciencia, nuestros coetáneos se dirigen cada vez más a vosotros. Esperan de vosotros y de vuestras investigaciones una mayor protección del hombre y de la naturaleza, la transformación de las propias condiciones de vida, el mejoramiento de la sociedad, la construcción y salvaguarda de la paz. JUAN PABLO II

1.4 CIENCIA, FILOSOFIA Y TEOLOGIA Esta noción estricta de ciencia plantea la cuestión de si la filosofía y la teología quedan fuera totalmente del campo científico. Esta duda se funda, respecto a la filosofía, porque sí bien ésta se ocupa de problemas últimos referentes a las realidades de este mundo (de su esencia, causas, origen y fin último), se trata de temas tan abstractos que trasciende lo real y no so susceptibles del contraste empírico propio de la ciencia estricta. Respecto a la teología, la cuestión es distinta según se la considere como doctrina revelada o más propiamente como comprensión racional de la fe. Es obvio que la revelación, en cuanto conocimiento de las cosas divinas revelado por Dios, cae fuera del campo de la ciencia por su origen divino y no humano y por su justificación, que es el mismo Dios que, por definición, todo lo sabe y no puede engañarse ni engañamos.

229

R. Sierra Bravo En cambio, la teología, como inteligencia o comprensión racional de la fe, se ocupa de una materia que con la revelación ha adquirido una cierta realidad “física”, respecto a cuyo alcance e interpretación se pueden plantear problemas y tratar de solucionarlos racional y críticamente, aunque persista la irrefutabilidad empírica última del contenido de la revelación. Por todo ello es indudable que existe una distinción entre las ciencias empíricas y la filosofía y la teología, basada en que las teorías e hipótesis de dichas ciencias son contrastables y refutables empíricamente, pero no las de la filosofía y la teología. Sin embargo, del mismo modo que no se discute hoy el carácter científico de las ciencias formales: la lógica y las matemáticas, a pesar de que se ocupan no de realidades físicas observables sino de realidades ideales: los números y los conceptos, juicios y razonamientos y de que tampoco tiene vigencia en ellas la prueba empírica de las ciencias reales, sino que esta prueba la encuentran en sí mismas, en la corrección formal de sus operaciones, es decir, en la consistencia de las mismas con las reglas matemáticas y lógicas, tampoco se debe discutir el de la filosofía y la teología positiva. Ambas se ocupan de problemas que tienen una manifestación empírica según se ha indicado y aunque estos problemas no sean contrastables ni refutables empíricamente en último término, sin embargo, como subraya K. R. Popper (1983, p. 245) “si consideramos una teoría como una solución propuesta a un conjunto de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a la discusión crítica, aunque no sea empírica ni refutable. Pues en tal caso podemos plantear cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve mejor que otras teorías?, ¿ha desplazado simplemente el problema?, ¿es simple la solución?, ¿es fecunda?, ¿contradice a otras teorías filosóficas que son necesarias para resolver otros problemas?”. Por ejemplo, tanto la misma existencia de Dios como su inexistencia no son contrastables ni refutables empíricamente; sin embargo sí se pueden discutir racionalmente ambos supuestos y discernir cuál de ellos es más razonable. A este respecto, H. Küng en su obra La existencia de Dios (Ed. Guadarrama) demuestra que el mundo y el hombre encuentran su explicación última en la existencia de Dios, sin la cual su única justificación es la no explicación o el absurdo. En conclusión, la ciencia y la filosofía, y también la teología positiva, no son “compartimentos impermeables” (Bunge). La primera, si se prolonga el análisis científico, desemboca en la filosofía, y ésta, por otra parte, se encuentra incluso en los cimientos del edificio científico. Inversamente, no hay nada en la filosofía y en la teología positiva que se oponga a la aplicación en ellas, en cuanto sea posible, del método científico. En la actualidad, cada vez son más frecuentes las incursiones de los científicos en la filosofía, conscientes o inconscientes. A este respecto I. Prigugine e I. Stengers (1983, 276) abogan porque el carácter sustancialmente abierto de la ciencia sea reconocido y porque la fecundidad de las comunicaciones entre interrogaciones científicas y filosóficas, deje de verse frustrada por separaciones, o destruida por enfrentamientos.

La filosofía es la ciencia de las ciencias. SAMUEL TAYLOR COLERIDGE

1.5. LA INVESTIGACION CIENTIFICA Investigación se deriva etimológicamente de los términos latinos in (en, hacia) y vestigium (huella, pista). De ahí que su significación original es “hacia la pista” o “seguir la pista”; buscar o averiguar siguiendo algún rastro. De acuerdo con esta noción etimológica, investigar es, genéricamente, toda actividad humana orientada a descubrir algo desconocido. Tiene su origen, en la curiosidad innata del hombre, que le impulsa a averiguar cómo es y porqué es así el mundo que le rodea; así como en la indigencia natural de sus instintos en comparación con los animales, que le obliga a investigar para obtener información, resolviendo de este modo sus necesidades. 230

La investigación científica y el método científico Según esto, toda investigación, incluso la científica, es averiguación de algo no conocido o búsqueda de solución a algún problema. Los distintos tipos de investigación no se pueden distinguir, pues, por la razón de ser de la actividad investigadora, la solución de problemas, sino que su diferenciación tiene que hallarse en su objeto y el procedimiento o forma de actuación. Tal procedimiento es, en el caso de la investigación científica, un método, el científico, muy complejo, dilatado, planificado y técnico, como se verá después. La investigación científica, que consiste en la puesta en práctica de este método o en la actuación basándose en él, se distingue, por tanto, de las demás formas de investigación por el carácter muy cualificado y elaborado de su método. Al igual que existe una íntima unidad entre la ciencia y la investigación científica, así también la existe entre la investigación científica y el método de investigación científico. La investigación científica es según se ha indicado, la actividad que produce la ciencia y como tal, su fuente. El método de investigación científico es el procedimiento o forma de actuación empleado o seguido en la investigación científica. Dado que la ciencia y sus aplicaciones técnicas ocupan en el mundo actual una posición cada vez más absorbente como fuente de información y base de la actuación del hombre, puede deducirse fácilmente la importancia excepcional de la investigación científica para la humanidad en su conjunto y, en particular, para todos aquellos países que no quieren quedarse rezagados en la marcha de la civilización. Vivimos en un mundo dominado crecientemente por la ciencia y la técnica. La investigación científica es el motor que sostiene e impulsa a ambas. Es discutible que este mundo sea el mejor de los posibles, así como que su evolución se oriente en la práctica de modo que se eviten siempre grandes inconvenientes humanos y ambientales.

“Conocimiento es poder”. Sí, esto es lo que es el conocimiento. Es poder y nada más. Poder como la salud, el talento o cualquier otro poder, esto es, carente de todo elemento moral. El problema moral emerge cuando al referirnos al hombre que tiene poder nos preguntamos: ¿ Qué hará con él? WILLIAM GRAHAM SUMNER

1.6. EL METODO DE INVESTIGACION CIENTIFICO Pero, ¿qué es el método utilizado en las ciencias? En primer lugar, es un método y por tanto, como tal, una forma de realizar una actividad; el camino o proceso que la actividad en cuestión ha de seguir para alcanzar su objetivo. En segundo lugar, se trata de un método específico y determinado, que recibe el nombre de científico, porque tuvo su origen, aplicación y desarrollo, ante todo, en las ciencias consideradas típicas, las físicas y naturales. Dentro de los distintos tipos de métodos es, sin duda – en lugar de un método de pensamiento simplemente- un método de investigación en cuanto supone una forma de actuación que se orienta a ampliar el conocimiento de la realidad que nos rodea. Aún más, por la perfección y eficacia que ha logrado, constituye sin duda el método de investigación por excelencia. Por eso creo debe ser llamado método de investigación científico y no método científico sin más. Se puede hablar del método peculiar de cada una de las ciencias: de la Física, de la Biología, de la Psicología, etc., formado por las distintas formas de combinación y aplicación en ellas de los métodos sustantivos de pensamiento, analizados en el capítulo 3, y de investigación, pero no existe un método científico peculiar de aplicación general en todas las ciencias, sino es el método de investigación científico. En el método de investigación científico, como en todo método, se pueden distinguir su contenido o método propiamente dicho, formado fundamentalmente por la serie de etapas sucesivas a seguir para alcanzar el resultado pretendido y su base racional, constituida por el conjunto de ideas que sirven de fundamento 231

R. Sierra Bravo y de orientación al método propiamente dicho, por ejemplo: la existencia de la realidad y la posibilidad de su conocimiento, a que se hace referencia al tratar de las técnicas de trabajo de investigación. El método, como procedimiento, está constituido por las etapas generales de actuación que forman su contenido y por las técnicas o procedimientos concretos, operativos, para realizar en un caso determinado las fases generales de actuación en cuestión. Estas técnicas, específicas de cada ciencia, pueden ser muy diversas, porque cada objeto de investigación reclama sus técnicas propias, que no son objeto de estudio en esta obra. El método de investigación científico, como procedimiento general de actuación seguido en el conocimiento científico, se concreta, pues, en un conjunto de trámites, fases o etapas. Por ello, parece que la mejor manera de expresar en qué consiste, es describir las actuaciones que comprende. Enfocado de este modo, consiste en formularse interrogantes sobre la realidad del mundo y de los hombres, basándose en la observación y en las teorías ya existentes; en anticipar soluciones a estas cuestiones y en contrastar, con la misma realidad, dichas soluciones previas o hipótesis, mediante la observación de los hechos, su clasificación y su análisis. De modo más desarrollado, y de acuerdo con Mario Bunge (1972, 35-6) en el método de investigación científico se puede distinguir la siguiente serie ordenada de operaciones:

1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fecundas. 2. Arbitrar conjeturas fundadas y contrastables con la experiencia, para contestar a las preguntas. 3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas. 4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación. 5. Someter a su vez a contrastación estas técnicas para comprobar su relevancia y la fe que merecen. 6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados. 7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas. 8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas, y formular los nuevos problemas originados por la investigación.

Este ciclo se representa esquemáticamente en la siguiente figura:

Cuerpo de conocimiento disponible

Cuadro 2.-Ciclo del trabajo científico Hipótesis

Problema Consecuencias contrastables

Técnicas de contrastación

Nuevo cuerpo de conocimiento Estimación de hipótesis

Evidencias

232

Nuevo problema

La investigación científica y el método científico 1.6.1. Rasgos del método científico En esta descripción del método de investigación científico no sólo se comprenden sus distintas fases, sino que de ella se deriva su carácter complejo, especificado por los siguientes rasgos. a) El método de investigación científico, en el estado actual de las ciencias, es un método de investigación teórico en su origen y en su fin. Con ello se quiere decir que su punto de partida es, en general, una teoría previa o un conjunto racional y sistemático de ideas sobre la realidad de que se trate. Esta teoría debe ser normalmente la fuente de los problemas que formula el método científico. Es también su fin, porque los resultados de la puesta en práctica del método científico se deben concretar en los nuevos principios que reformen, completen o confirmen las teorías iniciales. Además, también es necesaria la teoría para observar la realidad. Los hechos de por sí son mudos y nada dicen si no se sabe interpretarlos y se va a ellos con ideas y enfoques previos. b) basado en la duda científica, según la cual no hay en la ciencia ningún conocimiento, ninguna ley, ninguna teoría, ningún descubrimiento de la misma, de los que no se pueda dudar, que no puedan ser sometidos siempre a nuevas revisiones y comprobaciones y que no puedan ser sustituidos por otros más exactos y verdaderos. c) problemático—hipotético, en cuanto se basa en la formulación de problemas sobre la realidad y en adelantar conjeturas o soluciones probables a dichas cuestiones. Según lo anterior, al cuestionarlo todo, la duda científica sistemática debe, consecuentemente, desembocar siempre en nuevos problemas, debe problematizarlo todo, problemas que, a su vez, exigen respuestas probables o hipótesis. d) empírico, en el sentido de que su fuente de información y, de respuesta a los problemas que se plantea, es la experiencia. Que la fuente de información y de respuesta última de este método es la experiencia, quiere decir que la ciencia, a efectos de la prueba en que consiste, toma sus datos y funda sus conclusiones en la observación ordenada y, sistemática de la realidad. En esto se diferencia de otras formas de conocimiento que basan también sus pruebas en la autoridad, la tradición la revelación. e) a la vez, inductivo y deductivo. Es inductivo en cuanto procede mediante la clasificación sistemática de los datos obtenidos durante la observación, con el fin de determinar las regularidades que presentan. La ciencia, aunque se base en la inducción sistemática en mayor medida que otros tipos de conocimiento, utiliza, asimismo, necesariamente la deducción. Esta, como se sabe, consiste en la derivación de conceptos y enunciados, no de la observación de la realidad, como la inducción, sino de otros conceptos o enunciados establecidos anteriormente. La inducción y la deducción en la ciencia no se oponen entre sí, sino que la deducción está íntimamente unida en ella a la inducción. La inducción sólo da lugar inmediatamente a datos sobre la realidad. Pero el relacionar estos datos, establecer conceptos y enunciados con base en ellos, y sacar conclusiones de todo género es en gran parte obra deductiva. f) autocrítico. Con ello se quiere decir que se auto corrige a sí mismo y, por tanto: 1. Que debe someter constantemente a crítica o examen y juicio, todas las fases, operaciones y resultados o, lo que es lo mismo, a contraste y verificación. 2. Que en ningún caso los logros del método científico son definitivos y que siempre están sujetos a la revisión, que se puede derivar de nuevos descubrimientos y puntos de vista científicos. El científico, escribe E. B. Wilson (1958, 21) “rechaza la autoridad como el fundamento último de la verdad. Aunque se ve obligado por necesidad práctica a usar hechos y proposiciones establecidas por otros investigadores, se reserva la decisión sobre si ellos merecen confianza, si sus métodos son buenos y si, en un caso particular, los hechos alegados son creíbles. El, además, considera un privilegio y a veces un deber, repetir y comprobar el trabajo de otros siempre que estime que esto es deseable”.

233

R. Sierra Bravo g) circular: Es así porque, como señala el profesor Salustiano del Campo (1969, p. 267) en él “los principios se prueban mediante datos empíricos y éstos se analizan o interpretan sobre la base de aquellos”. Existe, pues, una interacción continua en el método científico entre la experiencia y la teoría: con base en la experiencia se establece, completa y reforma la teoría, y con base en la teoría se capta y explica la realidad. El modelo del método científico y, por tanto, de la ciencia, no es simplemente lineal del tipo siguiente:

Observación empírica

Teoría

sino que se ajusta al siguiente esquema circular:

Teoría

Observación empírica

h) analítico–sintético. Es decir, estudia la realidad distinguiendo y separando unos de otros sus elementos más simples, pero no se queda aquí, sino que procura luego unir y recomponer los elementos separados, obteniendo una visión global del conjunto y de las relaciones estructurales entre sus elementos. i) selectivo en un triple sentido. Primero, entre la multiplicidad de aspectos de los fenómenos, debe concentrar su observación en los más relevantes; segundo, entre la masa de datos recogidos debe detectar en el análisis los más significativos, por tener un influjo predominante; tercero, no se detiene en las meras apariencias, sino que procura trascenderlas y, explicar la realidad lo más profundamente posible. j) debe atenerse normalmente a las reglas rnetodológicas formales, pero, al mismo tiempo, debe fomentar la intuición y la imaginación aún en el caso de que con ello no se atenga estrictamente a dichas reglas, e incluso a las teorías admitidas, como señala P. K. Feyerabend en su obra “Contra el método”, Ed. Ariel, y k) preciso, en cuanto pretende en todo caso obtener conocimientos y medidas de la realidad lo más exactos que sea posible. La ciencia tiene vocación de exactitud, de tal modo que se ha podido decir que cuanto más exacta es una ciencia, más ciencia es. Según M. Cohen es rasgo esencial del método científico la tendencia a reemplazar los términos vagos, tales como grande y pequeño, lejos o cerca, caliente o frío, por otros más definidos precisados en la medición. En resumen, los caracteres del método científico son, según lo anterior: teórico, basado en la duda científica, problemático–hipotético, empírico, inductivo, deductivo, crítico, circular, analítico–sintético, selectivo, abierto a la imaginación y preciso.

La maestría en los métodos es tan trascendental que, sin temor equivocación, se puede afirmar que los grandes descubrimientos corren cargo de los técnicos más primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a favor de perseverantes ensayos, todos los secretos de uno o varios recursos analíticos. RAMON Y CAJAL

234

La investigación científica y el método científico 1.7. FASES DEL PROCESO DE INVESTIGACION CIENTIFICA Según se deriva de lo expuesto hasta aquí, la investigación científica es en sí, y esencialmente, una actividad, pero no una actividad única y simple, sino compleja o proceso, constituida como tal por un conjunto de actuaciones sucesivas interrelacionadas. En general, se puede afirmar que el proceso de investigación científica pretende, partiendo de los conocimientos científicos precedentes, conceptualizar la realidad, con el fin de obtener y formular, mediante la observación y la sistematización metódicas, representaciones intelectuales que sean expresión lo más exacta posible de la realidad y contribuyan a engrosar el acervo teórico de las ciencias. Según se deriva de esta definición, el proceso de investigación científica comprende las tres fases bien diferenciadas siguientes: documentación, investigación empírica y exposición. En primer lugar, dado que la investigación científica y la tesis han de tener como punto de partida los conocimientos precedentes sobre el tema investigado, exige una labor previa de documentación para buscar primero las fuentes donde se encuentran dichos conocimientos precedentes y conocer después su contenido mediante la lectura.

Búsqueda documental Lectura Fichas de trabajo

DOCUMENTACIÓN

Diseño Obtención y tratamiento de datos

INVESTIGACIÓN PRIMARIA

Sistematización del material recogido Redacción Presentación formal

ELABORACIÓN

Cuadro 3: Frases del proceso de investigación

Esta fase se debe materializar en fichas bibliográficas donde se describan dichas fuentes y en fichas de trabajo o de lectura, en las que se recojan las partes del contenido de las fuentes de información utilizadas que se crean de interés en nuestra investigación, así como las ideas propias que se nos ocurran con ocasión de esta tarea. En realidad, esta fase constituye una investigación secundaria, en cuanto en ella no se toma contacto directo con la realidad investigada, sino indirecto, a través de las fuentes de información consultadas. Seguidamente, en la fase de investigación primaria, se trata de la observación directa de la realidad estudiada y de obtener de ella los datos pertinentes. Esta fase se debe concretar en el diseño o plan de la investigación y en la obtención y tratamiento efectivos de los datos. Por último, la tercera fase consiste en la elaboración de los materiales recogidos en la investigación y la exposición de sus resultados, con el fin de comunicarlos a la comunidad científica y al público en general y posibilitar, de este modo, no sólo su conocimiento, sino la crítica y revisión de los mismos. Hasta ahora no ha sido reconocido explícitamente el proceso expositivo como un elemento esencial de la investigación científica, salvo casos aislados, como el de Eli de Gortari (1983, 46) que lo considera una de 235

R. Sierra Bravo las fases del proceso de conocimiento científico. Sin embargo, el proceso de exposición no es algo accesorio y superfluo en la investigación científica, sino esencial y necesario en cuanto elabora y da forma a los materiales recogidos y a los resultados obtenidos en la investigación, que, en otro caso, no pasarían de constituir una masa informe de datos, tablas e interpretaciones. Los discursos científicos tienen una importancia primordial dentro de la actividad científica, porqur constituye el medio de expresión y de comunicación de los conocimientos adquiridos y, a la vez ponen de manifiesto las orientaciones y tendencias que se destacan en la investigación. La redacción de su texto es la parte final y, en cierto modo, culminante del trabajo de investigación científica. ELI DE GORTARI

La disposición de esta obra se ajusta a las fases acabadas de indicar del proceso de investigación científica. En efecto, el libro ésta dividido en cuatro partes, las cuales, exceptuada la primera dedicada a los fundamentos, corresponden a las tres fases distinguidas en el proceso de investigación: documentación (2ª parte); investigación primaria (3ª parte); y elaboración (4ª parte). De todas ellas, es obvio que no es posible tratar aquí específicamente de las técnicas de investigación primaria aplicadas en las distintas ciencias, sino de las ideas generales aplicables en todas ellas referentes al diseño de investigación y al trabajo de campo. No ocurre lo mismo en el caso de la documentación, de ahí la importancia dedicada a la misma.

1.8 ASPECTOS DEL PROCESO DE INVESTIGACION En el proceso de investigación en general se pueden distinguir dos aspectos: metodológico y lógico. El primero de ellos enfoca la investigación desde el punto de vista de los pasos a seguir en la búsqueda de solución o respuesta al problema; y el segundo, de los elementos conceptuales o lógicos que intervienen en la investigación científica.

De ellos se presenta a continuación una síntesis expositiva.

236

La investigación científica y el método científico

1. Descubrimiento del problema de la investigación

2. Documentación y definición del problema

3. Imaginar una respuesta probable al mismo.

4. deducir o imaginar consecuencias de la hipótesis o sub-hipótesis empíricas.

5. Diseño de la verificación de la hipótesis o del procedimiento concreto a seguir en su prueba.

6. Puesta a prueba o contraste con la realidad de la hipótesis a través de sus consecuencias o sub-hipótesis empíricas.

7. Establecimiento de las conclusiones resultado de la investigación.

Cuadro 4: Etapas del método científico 8. Extender las conclusiones y generalizar los resultados.

237

R. Sierra Bravo 1.8.1 Aspecto metodológico Las etapas del proceso metodológico de investigación científica, que se puede considerar típicas, teniendo en cuenta las operaciones del método científico antes indicadas, son las siguientes: El problema es el origen concreto de la investigación y consiste en una pregunta o un interrogante sobre la realidad. Constituye también su objetivo o fin próximo, en cuanto que lo que se pretende lograr con la investigación en su solución. El problema descubierto será normalmente, en su inicio, vago y abstracto y no convenientemente precisado, por lo que es necesario determinar, con toda claridad, en las operaciones siguientes, la cuestión cuya solución constituye el objeto de la investigación. Para realizar debidamente y con conocimiento de causa esta precisión, se requiere una labor de documentación y de estudio a fondo del tema de que se trate, para informarse de las teorías o conocimientos científicos sobre él y de las investigaciones antes realizadas con relación al mismo. Esta información teórica se debe completar con otra empírica sobre la realidad o campo a que se va a referir nuestra investigación, para obtener un conocimiento genérico de ella. Respecto a la etapa siguiente, la investigación científica reclama, por una parte, que en la búsqueda de la solución al problema de investigación elegido, en lugar de proceder a la ventura, se trabaje ordenada e inteligentemente, imaginando las soluciones al problema más probables o hipótesis, a fin de proceder primero a su verificación. Estas hipótesis especifican el objeto de la verificación y la guían y orientan en todas sus fases. Por otra parte, el contraste de las hipótesis generales de la investigación, frecuentemente de carácter abstracto, se realiza normalmente, no de modo directo sino mediante la imaginación y deducción de consecuencias empíricas muy concretas, casi inmediatamente, verificables a la que se puede llamar sub–hipótesis. En toda investigación es importante y, por tanto, también en toda tesis, trabajar con hipótesis y utilizar para su prueba consecuencias empíricas de ellas muy concretas, que se puedan contrastar con la realidad fácilmente, y esto incluso cuando su carácter sea principalmente documental y cualitativo. Formuladas las hipótesis y sus consecuencias que especifican a aquéllas, es preciso proceder seguidamente a su prueba con los hechos. No obstante, la actuación siempre ordenada e inteligente, que presupone el método científico, exige planificar previamente dicha prueba. A este fin se orienta el diseño de la investigación, que determina la forma concreta de realizar la verificación en un caso concreto. Establece la pauta a seguir en la recogida y tratamiento de los datos, determinando cuáles son necesarios, el procedimiento de su obtención y la forma de su tratamiento o análisis posterior, así como las técnicas adecuadas para la recogida de los datos, que, como señala Bunge (1972, 26), deben ser objeto de prueba para contrastar su validez y seguridad. La prueba de las hipótesis relacionan éstas o, el mundo de las ideas, con el mundo de la realidad y comprende la observación o recogida de datos, la clasificación de los datos recogidos y su análisis. Efectuadas estas operaciones centrales, en la verificación cuando se establezcan las conclusiones, se tratará de determinar la significación y el alcance teóricos del análisis realizado, de inferir las consecuencias pertinentes, y de compararlas con las hipótesis de partida y la teoría inicial, a fin de proceder a su integración en ésta, mediante los reajustes necesarios. Por último, la extensión de las conclusiones o generalización de los resultados, va encaminada a determinar y prever la validez y el alcance efectivos de dichas conclusiones, en el tiempo, en el espacio y respecto a otros campos. Una visión gráfica general del proceso metodológico –que creo útil incluir en este trabajo– se puede encontrar en el cuadro 5, adaptado del expuesto por José Luis Zacagnini (1981, 10l). Para llegar a establecer una ley, científica existen tres etapas principales: la primera consiste en observar los hechos significativos; la segunda, en sentar hipótesis que si son verdaderas expliquen aquellos hechos; la tercera, en deducir de estas hipótesis consecuencias que puedan ser puestas a prueba por la observación. BERTRAND RUSSELL

238

La investigación científica y el método científico 1.8.2. El aspecto lógico. Noción y elementos El aspecto lógico del proceso de investigación científica se refiere, según se expuso antes, a los elementos conceptuales que intervienen en dicho proceso, así como a la forma de su conexión dinámica. Estos elementos conceptuales son la teoría, los modelos, las hipótesis, las unidades de observación y las variables en cuanto representan conceptualmente los hechos o la realidad, los datos y las leyes científicas. Respecto a la forma de su conexión dinámica, se puede decir que ésta da lugar a los procesos subordinados o subprocesos de verificación y teorización. En el primero, en síntesis, la investigación parte de la teoría y, a través de la formación de modelos e hipótesis, desciende a la realidad. En el segundo, inversamente, parte de la realidad y, mediante la obtención de datos y leyes, asciende a la teoría. El esquema del proceso de verificación podría ser el siguiente:

TEORIA

MODELOS

IDEAS SUPUESTAS

HECHOS

VERIFICACION

IDEAS CIENTIFICAS

Las observaciones y los experimentos repetidos funcionan en la ciencia como test de nuestras conjeturas o hipótesis, es decir, como intentos de refutación. KARL R. POPPER

Teoría Según lo anterior, el primer elemento del proceso de verificación y el último del proceso de teorización, es la teoría. En ella empieza y acaba la investigación. Las teorías se pueden definir de acuerdo con el Diccionario de Ciencias Sociales (1979, v.2), como un conjunto de proposiciones conectadas lógica y ordenadamente que intenta explicar una zona de la realidad mediante la formulación de las leyes que la rigen. Todas las teorías existentes, referentes al campo que abarca una ciencia, forman objetivamente esta ciencia. La ciencia, pues, está formada esencialmente por teorías. No es por tanto otra cosa que el conjunto de teorías referentes al ámbito que abarca. Todas las teoría de una ciencia constituyen el cuerpo de conocimientos que se suponen válidos, existentes en una época determinada sobre el sector de la realidad propio de la ciencia de que se trate. Las teorías están, según la definición propuesta, formadas por enunciados, es decir, por expresiones (afirmaciones o negaciones) referentes al sector de la realidad objeto de la ciencia. La teoría es un elemento importante de la investigación científica. En cierto modo, se puede decir que es su origen, su marco y su fin. Su origen porque es fuente de nuevos problemas e hipótesis. Su marco, porque

239

R. Sierra Bravo proporciona el sistema conceptual que se aplica a la observación, clasificación y sistematización de los datos de la realidad. Su fin, porque la investigación debe desembocar en teorías cada vez más perfectas. Todo ello explica que como destaca M. Bunge (1972, p. 413) en su obra “La investigación científica” sea “una peculiaridad de la ciencia contemporánea el que la actividad científica más importante, la más profunda y la más fecunda se centre en torno a teorías y no en torno a la recolección de datos, las clasificaciones de los mismos o hipótesis sueltas”.

Las teorías nos abandonan, los hechos nos defienden. SANTIAGO RAMON Y CAJAL

240

La investigación científica y el método científico Fundamentos Método científico

Técnicas del trabajo de investigación

Técnicas del trabajo intelectual

Elección del tema de la tesis Su concreción y definición de objetos Planteamiento de la investigación Documentación Centros de documentación

Fuentes de documentación

Fuentes empíricas

Fichero bibliográfico

Formulación de una hipótesis

Fuentes de información

Observación de fuentes empíricas

Lectura

Observación de datos primarios

Fichas de trabajo y lectura

Tratamiento de datos primarios Material para la elaboración de la tesis Elaboración formal Redacción Inversión

Disposición

Esquemas

Guiones

Cuadro 1. Cuadro general de la elaboración y documentación de la tesis o trabajo de investigación.

Postredación Elementos complementarios

Elocución

Revisión del texto escrito

Introducción

Títulos

Presentación formal

Cuerpo

Bibliografía

Aspectos ortograficos

Conclusiones

Indices

Citas y notas

Apéndices

Aspectos mecanográficos

Revisión formal Encuadernación Ejemplar de la tesis acabado 241

Defensa

Edición

Requisitos que se han de tomar

Pasos a dar Deseo de obtener nuevos conocimientos

Fuentes de problemas Elección del problema

Determinación del problema

Creación de la tesis

Comprobación de la hipotesis

La definición del problema

Medios y fuentes que ayudan a cumplir lo anterior

Establecer primero el tipo de inves- —Fuentes directas: Las Teotigación que se desea efectuar rías. La vida diaria.

—Fuentes indirectas: Los trabajos anteriores Hay que elegir un problema que sea relevante y que sea posible investigar con los medios de que se dispone Ha de ser definido operativamente, de manera que sea resoluble, formulándolo en forma de pregunta

—Leer, escuchar y trabajar críticamente. Atender a lo anómalo e incongruente

—Formular el problema con precisión y específicamente

la documentación

Hay que revisar toda la información —Se cuenta con los medios y fuentes de documentación e que exista sobre el problema información

Creación de la hipótesis del trabajo

Que sea muy precisa y susceptibles —El conocimiento de la realide verificación dad investigada, el dominio de la teoría y la cultura científica general

Diseño

Que esté en relación con las hipóte- —Tener en cuenta los diversos sis y objetivo de la investigación diseños que existen

La realización

—Planificación Aplicar estrictamente lo indicado en —experimento piloto el diseño

El análisis

Aplicar las técnicas adecuadas

—Los tipos de análisis estadísticos, lingüisticos, documentales, etc., existentes

Discusión

Comparar los resultados con la Hipótesis de Trabajo, y ver si se pueden generalizar

—Los conceptos de Hipótesis Nula e Hipótesis Alternativa

Comparar los resultados con la Teoría y extraer las consecuencias

—Las Teorías de partida y los resultados de otros investigadores (Documentación)

Análisis de resultados Conclusiones

Nuevos conocimientos

Redacción del informe final

Cuadro 5. -Proceso metodológico de la investigación científica.

Publicación

242

en Tesis Doctorales y trabajos de Investigación Científica. Metodología General de su elaboración y Documentación. Capítulo 14. Editorial Paraninfo, Cuarta Edición, 1996, pp. 379–407.

R. Sierra Bravo

La redacción de la tesis o del trabajo

14.1. LAS TECNICAS DE ELABORACION DE INFORMACION En la investigación científica concreta hay que distinguir entre la investigación científica en sí misma, que consiste en llevar a efecto el proceso de investigación científica respecto a una materia o problema definidos, y la tesis o trabajo de investigación en sentido estricto, que es el texto escrito en el que se expone la investigación realizada y sus resultados. Mientras que la investigación científica en el primer sentido tiene como objeto obtener de las fuentes primarias y secundarias datos e informaciones, su objetivo, en el segundo sentido, es la presentación de los resultados finales de una forma sistemáticamente elaborada. Sin embargo, la investigación científica en el primer sentido ha de ser el punto de partida y la base de la segunda. Dada la distinción expuesta precedentemente entre la investigación empírica y la secundaria, este punto de partida es doble y está constituido: a) Por los resultados del análisis de los datos obtenidos mediante la observación de la realidad o investigación primaria, y b) Por el cúmulo de informaciones recogidas en fichas con motivo del trabajo de documentación realizado o investigación secundaria. El proceso de investigación científica concreto debe ser llevado a cabo conforme a las técnicas específicas propias de la ciencia a la que por su materia corresponda y sólo proporciona como tal, de modo inmediato, una masa informe de informaciones, datos, tablas, análisis..., a la que es necesario sistematizar y dar una forma ordenada mediante la elaboración de la tesis o informe final de la investigación. Esta tarea final ha de ser realizada de alguna forma y por tanto según técnicas determinadas y es obligada en toda investigación científica. Por eso es claro que se trata de técnicas generales aplicables en todas las ciencias. Estas técnicas generales tienen como fin la producción de un documento o texto escrito en el que se exponga la investigación realizada y sus resultados. Por ello deben comprender propiamente la redacción de la tesis o del informe así como las operaciones preparatorias de tal redacción, y las técnicas referentes al contenido y disposición de la tesis y su presentación formal. De ahí que las técnicas Finales, que precisamente son las atañen de manera más próxima e inmediata a la preparación de la tesis o trabajo científico, sean: – Técnicas referentes a su elaboración y redacción, y – Técnicas referentes a su contenido y, presentación formal. 243

R. Sierra Bravo 14.2. LA ELABORACION DE LA TESIS: SUS SENTIDOS AMPLIO Y ESTRICTO Elaboración, según el Diccionario de la Real Academia española, es la acción de elaborar o de “preparar un producto por medio de un trabajo adecuado”. De acuerdo con esta definición, este término, que conforme a dicho Diccionario se dice especialmente de las actividades intelectuales, conviene particularmente también en el caso de la tesis. En efecto, la tesis, como resultado final de una investigación científica, es un producto que exige para su obtención un trabajo adecuado. Con relación a la tesis, el término elaboración se puede tomar en dos sentidos: uno amplio y otro estricto. Según el primero, la elaboración, en sentido general, de la tesis abarca todas las operaciones que exige dicha elaboración desde el principio al fin. Comprende, por tanto, también la obtención de información incluso mediante la aplicación de técnicas empíricas de observación. Tomada en sentido estricto, la elaboración de la tesis comprende únicamente las operaciones referentes a la exposición de la información obtenida y no las relativas a la obtención de información. Mediante aquéllas se trata ahora de efectuar la redacción final que constituye la meta pretendida y el broche final de todas las tareas. Esta redacción, por otra parte, constituye el objetivo inmediato y directo de todas las operaciones que, según veremos, se pueden distinguir en el proceso de elaboración de la información obtenida.

14.3. LA ELABORACION DE LA INFORMACION COMO PROCESO DE COMUNICACION

Ya vimos en el capítulo 6 cómo la obtención de información o documentación científica implica un proceso de comunicación en el que se pueden distinguir los elementos de éste: Ö un emisor, el autor del documento; Ö un medio de transmisión, el documento mismo; Ö un canal de transmisión, la red de distribución del documento y de su puesta a disposición del investigador; Ö un receptor y destinatario, el investigador que capta la información contenida en los documentos, la decodifica y la almacena en la memoria o mediante fichas u otros artificios. Pero no es éste el único proceso de comunicación que implica la tesis o el trabajo de investigación, sino que ésta comporta un doble proceso. Además del anterior, la elaboración de la información obtenida en el trabajo de documentación da lugar a otro proceso de comunicación, que enlaza y es continuación del anterior. En el mismo el investigador que decodifica y recibe la información del primer proceso se convierte a su vez, en codificador o redactor y emisor de la información elaborada por él con base en la recibida. Esta nueva información se concreta en un medio de comunicación que es la tesis o el informe del trabajo de investigación. Existe después también, más o menos elemental, un canal de transmisión o red de distribución y un receptor y destinatario que en la tesis es, en primer lugar, el tribunal que ha de juzgarla. La tarea principal del investigador en ambos procesos de comunicación es la decodificación en el primero, que realiza mediante la lectura, y la codificación en el segundo, que tiene lugar por medio de la redacción. Una y otra ocupan una posición central en dichos procesos, si bien la redacción tiene un carácter más completo y activo que la segunda, que sólo consiste en descifrar un texto previamente codificado aplicando la clave conocida de la lengua de que se trate. Existe, pues, un cierto paralelismo entre lectura y redacción, que se manifiesta también en la posibilidad seguida aquí, de aplicar en el análisis de la redacción un esquema similar al reseñado e el capítulo 11 para la exposición de la lectura.

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La redacción de la tesis o del trabajo 14.4. LA REDACCION: SUS NOCIONES, IMPORTANCIA Y ELEMENTOS Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra redactar se deriva etimológicamente del verbo latino redigere, compilar, poner en orden, y significa “poner por escrito cosas sucedidas, acordadas o pensadas con anterioridad”. Estas dos acepciones, etimológica y usual, se pueden hacer corresponder con dos sentidos de la redacción, estudiada aquí, de la tesis o trabajo de investigación. Según el primero, correlativo a la segunda acepción, redactar la tesis, en sentido estricto, es el acto concreto de dar forma escrita a las ideas que han de constituir el contenido intelectual de la tesis. Pero la redacción de la tesis en sentido pleno, no sólo comprende esta expresión escrita de las ideas, sitio que también abarca la determinación inmediata de las ideas a exponer, así como el orden en que deben ser expuestas, lo que quiere decir que abarca todo el proceso de elaboración de la información obtenida. La redacción en sentido pleno, pues, comprende también las operaciones que tienen como objeto compilar y ordenar el conjunto de datos e ideas, recogidos en la etapa de obtención de información y documentación, así como la formulación del, plan general de la tesis y de cada parte o capítulo de la misma. Estas tareas deben hacer posible la redacción, en sentido estricto o desarrollo mediante el lenguaje escrito, del plan de ideas de cada capítulo. No obstante, se ha de señalar que la compilación y ordenación no son ajenas tampoco a la redacción en sentido estricto, pues ésta implica la ordenación de los elementos de la lengua usada: palabras, oraciones, períodos y párrafos. Parece innecesario insistir en la importancia de la redacción en ambos sentidos. Hacia ella convergen todas las demás operaciones de la tesis, que encuentran en la redacción su sentido y fin. Por otra parte, su cometido no es otro que dar forma definitiva o producir el resultado final de la investigación: la tesis o informe de la investigación y proporcionarles su forma definitiva. En la redacción en general de la tesis se pueden distinguir los siguientes elementos básicos: - El sujeto redactor y su circunstancia. - El instrumento esencial de la redacción: el lenguaje. - El proceso de redacción en sentido amplio y estricto; y - El resultado final de la redacción o tesis propiamente dicha. Los elementos tercero y cuarto requieren una consideración especial que tendrá lugar mediante la dedicación de apartados especiales al proceso de redacción; y de un capítulo propio al cuarto.

El idioma español es el capital “intangible” Más valioso que tenemos los españoles. Lo podemos perder o por lo menos lo podemos malversar. La condición fundamental es que los que pedantemente nos tenemos por comunicadores públicos aprendamos a escribir y, sepamos dónde estamos.

AMANDO DE MIGUEL

14.5. EL SUJETO REDACTOR En cuanto al primer elemento, el sujeto y su circunstancia, es indudable que existe en todas las operaciones de la redacción y que no es otro que el propio investigador. Pero con relación a la lectura, se puede advertir la diferencia básica de que no se trata de un acto preciso y definido y relativamente simple, sino de una serie de actos diversos y complejos. Este hecho implica, sin duda, que las obras sobre la redacción no se ocupen generalmente de este punto, a diferencia de lo que ocurre en las obras que versan sobre la lectura. Sin embargo, dado el paralelismo señalado antes entre la lectura y la redacción, lo expuesto sobre esta cuestión 245

R. Sierra Bravo en el capítulo de la lectura (en cuanto a condiciones físicas y psíquicas, órgano de la vista, lugar de trabajo e iluminación), puede ser también válido y aplicable, mutatis mutandis el caso de la redacción. Respecto a la preparación inmediata física y psíquica de la redacción, F. Gauquelin (1972, 158) recomienda la siguiente técnica: “Antes de comenzar a escribir, no está mal prepararse para este esfuerzo, relajándose durante algunos minutos. Intente hacer el vacío en Ud. mismo, no pensando en nada. Luego, con calma, reposadamente, dirija su mente al tema que quiere tratar. Haga preferentemente una o dos lecturas referentes a él para obtener una concentración suficiente y una buena fluidez mental. Sólo entonces puede Ud. ponerse a trabajar. Esta corta preparación acelerará la puesta en marcha, que es muchas veces larga y penosa; no salen sin esfuerzo las primeras palabras que van a expresar sobre un papel, todavía virgen, la sucesión de las ideas”. Hay que subrayar, finalmente, que la redacción de la tesis, y en general todo su proceso de elaboración, reclama una gran paciencia en el sujeto. A primera vista, puede parecer que la obra científica es el resultado fácil de la inspiración, el ingenio, las ideas brillantes, pero la realidad es que exige también, y ante todo, un trabajo duro y continuado. La tesis, y en general el trabajo científico, nunca es el resultado de un momento de brillante inspiración, sino de una larga y paciente tarea de meses y años. En cuanto a la redacción en concreto, es comparable a una obra de albañilería, no sólo porque requiere buscar palabras como el albañil ladrillos, y colocarlos adecuadamente, sino porque, del mismo modo que el albañil levanta un día cinco metros de pared y al día siguiente otros cinco, y así sucesivamente, el doctorando ha de redactar un día cinco páginas, al siguiente otras cinco y así sucesivamente ha de avanzar, paso a paso, página a página, sin cansarse, revisando y corrigiendo constantemente lo hecho hasta que la obra esté perfectamente acabada.

14.6. EL LENGUAJE

Mientras que la lectura reclama principalmente el conocimiento de los signos escritos, la redacción exige el dominio del lenguaje para hallar las palabras más adecuadas y ordenarlas de modo que expresen mejor las ideas. Por tanto, si el lenguaje es el instrumento esencial con el que se forma, expresa o construye la redacción, nada será en ésta tan necesario como el conocimiento lo más completo posible del mismo y de su manejo correcto. Es preciso, pues, en la tesis, dar al lenguaje la importancia fundamental que tiene como instrumento que proporciona su forma última a los resultados de la investigación. Pero al mismo tiempo, hay que evitar que, como frecuentemente ocurre con todo instrumento esencial que desempeña una función mediadora, dar al lenguaje más importancia de la debida de modo que usurpe su puesto principal a las ideas. Lo que realiza el lenguaje es dar forma lingüística a las ideas, en el caso de la redacción escrita. De ahí que se haya podido definir como la facultad de asociar contenidos de pensamiento a expresiones habladas o escritas, es decir, a signos verbales o gráficos. La asociación entre ellos sólo puede tener su origen en la inteligencia y no en el mismo lenguaje en cuanto signos verbales o escritos. Es indudable, pues, que en el acto del lenguaje lo primero ha de ser la idea y lo segundo su expresión, utilizando los signos lingüísticos como instrumento. De acuerdo con esta íntima unión del conocimiento y el lenguaje, se puede afirmar que la primera función del lenguaje es hacer posible la actividad cognoscitiva, es decir, la formación de conceptos, juicios y razonamientos. El lenguaje es, por tanto, el instrumento de que nos servimos para expresar los conceptos, formar los juicios y pensar o razonar, y el que, como tal instrumento, nos sirve para dar forma a aquéllos.

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La redacción de la tesis o del trabajo Con la lingüística moderna de Saussure, se puede afirmar que la estructura del lenguaje viene determinada, en general, por dos ejes o campos: el eje de las sustituciones o campo paradigmático y el eje de los encadenamientos o campo sintagmático, y se representa gráficamente por el siguiente modelo:

P

S

El primero es el eje de las palabras distintas pero que tienen alguna asociación entre sí por su origen, su significado y su función y, en consecuencia, son susceptibles en un cierto grado de un empleo alternativo. El segundo es el eje que representa las diversas formas como las palabras y sus elementos, se pueden enlazar entre sí para que el mensaje que se quiere transmitir mediante ellas tenga sentido y sea comprensible. Como destaca Ortuño (1980, 31) “el hablante, cuando tiene que producir un mensaje, selecciona a base de sustituciones y pruebas los términos paradigmáticos que convienen a la experiencia vital, a la idea, a la situación que se desea expresar; pero a la vez combina unos términos con otros, prueba y vuelve a probar, hasta que esas combinaciones producen como resultado mensajes comprensibles y dotados de sentido”.

El lenguaje es el sello de todas las admirables invenciones humanas. GALILEO

14.7. PROCESO DE REDACCION O DE ELABORACION DE LA INFORMACION OBTENIDA

En esta elaboración o redacción en sentido amplio es preciso recapitular las informaciones recogidas y las ideas descubiertas sobre el tema investigado; establecer los planes de los puntos e ideas que se piensan exponer y, en fin, dar forma escrita a las ideas. Por todo ello, es un acto complejo y sucesivo o proceso y no un acto simple. Este proceso suele recibir el nombre de composición literaria, en las obras que tratan de la redacción en general. Según Martín Vivaldi (19ª ed. Ed. Paraninfo, 1986, 249), “en casi todos los tratados de redacción se dedica un capítulo a la “composición literaria”. Y está justificado. La razón de ello es que un escrito cualquiera (informativo, descriptivo o narrativo), análogamente a un cuadro, tiene que someterse a ciertas reglas o principios de composición para evitar la anarquía, es decir, para que el cuadro o escrito sea un todo armónico”. Este autor define la composición como el arte de desarrollar un tema y menciona sus tres fases: la invención o búsqueda de ideas; la disposición o forma de su ordenación; y la elocución o manera, según el Diccionario de la Real Academia española, de hacer uso de la palabra para expresar los conceptos. Estas tres fases siguen siendo válidas en la redacción científica o proceso de elaboración de la información obtenida en el trabajo de investigación. La diferencia se halla en que en la redacción literaria ha de tener mucha mayor importancia la invención imaginativa, mientras que en la tesis se trata, ante todo, de dar forma lingüística a la información recogida y a las conclusiones que derivamos de ella.

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R. Sierra Bravo De acuerdo con lo anterior, en la tesis es necesario que haya invención en el sentido de búsqueda de nuevas ideas que expresen los aspectos descubiertos en la realidad investigada; pero esta invención no puede ser principalmente imaginativa, como en la redacción literaria, sino que ha de basarse en el cúmulo de datos e informaciones recogidos. En conclusión, en la redacción de la tesis o proceso de elaboración de la información obtenida en la investigación, también se pueden distinguir las tres fases indicadas de la composición literaria: la invención, la disposición y la elocución. Las dos primeras se diferencian de la tercera porque tienen por objeto la preparación de la información obtenida en la investigación a efectos de su utilización en la elocución.

14.8. PROCEDIMIENTO PARA LA PREPARACION DE LA INFORMACION OBTENIDA En mi opinión, no existe un procedimiento que sea válido para todos. Cada uno tiene su forma personal de trabajar y debe encontrar y establecer su propio procedimiento que de forma más eficaz se adapte a aquélla. No obstante, parece obvio que en la elaboración de la tesis ha de tenerse en cuenta y se debe aprovechar el material recogido a lo largo de todo el proceso de obtención de información o documentación. De otra manera, sería casi inútil esta pesada operación. Ello lleva consigo la formación previa de esquemas de ideas contenidas en la documentación. Por otra parte, con el fin de que la invención y la disposición o plan se puedan realizar, partiendo efectivamente de la documentación obtenida, el resultado final de la elaboración, la redacción, no debe realizarse al azar, sin orden alguno, según lo que se nos ocurra en cada momento, sino de manera sistemática, de acuerdo con una de las características principales de la ciencia. Esto exige también la formación de planes previos que sirvan de guiones. Todo ello nos lleva a tratar de los esquemas y planes, como elementos o aspectos del procedimiento a seguir en la invención y disposición o en la elaboración de la información obtenida. Esquemas. Mediante los esquemas se trata de esquematizar o reducir a síntesis sistemáticas de ideas el contenido conceptual de todas las fichas en las que se debe concretar finalmente la tarea de la documentación. Su formación proporciona visiones globales de toda la información recogida y permite hacer manejable dicha información desperdigada, a veces, en miles de fichas; facilita también su utilización en la reflexión y siguiente elaboración, especialmente de los planes de la tesis. Por supuesto que la formación de los esquemas requiere la lectura detenida, crítica y selectiva, de las fichas. En estos esquemas se pueden distinguir dos modalidades: generales, que son los que se realizan en primer lugar con el fin de esquematizar todas las ideas contenidas en las fichas recogidas; y específicos, más detallados a ser posible que los anteriores, o relativos a los puntos o capítulos de la tesis que se van a redactar concretamente. En ellos se debe hacer referencia al número de las fichas de donde se han tomado las ideas esquematizadas. La reflexión sobre estos esquemas debe dar lugar respectivamente a la invención de puntos e ideas que han de constituir el plan general, primero, y los planes de redacción concreta de cada capítulo o parte de la tesis, después. Esta reflexión debe ser profunda, concentrada y prolongada, y persistir todo el tiempo necesario hasta descubrir enfoques originales y adecuados al tema de la tesis. Planes. Los planes, en el sentido utilizado aquí, no son otra cosa sino el programa o disposición conjunta y sistemática de las partes, capítulos, etc. debatidos en la tesis, que se podría llamar plan general, o bien el programa o disposición conjunta y sistemática de las ideas que se desarrollarán en cada capítulo o parte de la tesis objeto de redacción, o planes específicos, que podrían ser llamados también guiones. El plan general se debe derivar del estudio y reflexión sobre el esquema general. Su función es determinar los temas de debate en la tesis y su orden sistemático. Los planes específicos, que pueden determinar la modificación del plan general, deben igualmente resultar del estudio y reflexión sobre los esquemas específicos. Su función es la de servir de guión o pauta para la primera redacción de cada capítulo.

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La redacción de la tesis o del trabajo 14.9. LA TERCERA FASE DEL PROCESO DE REDACCION: LA ELOCUCION O REDACCION EN SENTIDO ESTRICTO

Como se acaba de ver, el procedimiento de preparación de la información obtenida, aún siendo personal, debe partir de esquemas, en los que se clasifique sistemáticamente dicha información obtenida, y debe conducir a la formación de planes generales de temas de debate, y materializarse en planes específicos o guiones de ideas para su desarrollo. En la elocución o redacción en sentido estricto, en cambio, se trata simplemente de dar forma escrita a los temas o ideas contenidos en los planes y guiones. Mientras que las dos primeras fases del proceso de redacción estudiadas se orientan al hallazgo de ideas originales y a disponerlas según un orden sistemático, de ahí los nombres de invención y disposición, la tercera pretende encontrar las palabras adecuadas a los conceptos, y presentarlas en una forma lingüística correcta. En consecuencia, así como en las dos primeras fases, invención y disposición, deben predominar la imaginación y la capacidad de sistematización, lo que caracteriza a la elocución es la habilidad en el manejo de la herramienta que constituye la lengua utilizada, y en este sentido presenta ante todo la condición de arte. La elocución o redacción en sentido estricto ofrece dos aspectos fundamentales, expresados en la definición citada del Diccionario de la Real Academia española: modo de elegir y distribuir la palabra y los pensamientos en el discurso. Estos dos aspectos son la elección de las palabras adecuadas a las cosas, cualidades, cambios y relaciones que se quieren expresar y su distribución o disposición correcta en el discurso o en la serie de palabras que se empleen para expresar lo que se piensa. Estos dos aspectos corresponden, por una parte, con los dos ejes indicados antes, que determinan la estructura del lenguaje, el eje de las sustituciones o de las palabras distintas susceptibles de un empleo alternativo y el eje de los encadenamientos o formas de enlace entre las palabras; y, por otra, a las dos partes fundamentales de la Gramática: la Morfología, que se ocupa de las palabras, y la Sintaxis, que trata de su unión y orden. De acuerdo con la distinción de los dos aspectos de la elocución indicados, así como de los dos ejes del lenguaje, los de las sustituciones y de los encadenamientos, y las dos partes de la Gramática, Morfología y Sintaxis, a continuación se trata separadamente, primero, de la redacción de las palabras, que consiste en elegir la palabra justa en cada caso y que, por tanto, pertenece al primero de todos los aspectos indicados; y después, de la redacción del ámbito y del párrafo, en la que se trata fundamentalmente de ordenar las palabras en las oraciones y de las oraciones en los períodos y párrafos y, en consecuencia, pertenece al segundo aspecto.

En todas las cosas, es preciso comenzar. “El comienzo es más que la mitad del todo”, ha dicho Aristóteles. A.D.SERTILLANGES

14.9.1. La redacción de las palabras

El título redacción de las palabras acaso resulte un poco extraño, porque a primera vista parece que nada tiene que ver el acto de redactar con la consideración de las palabras aisladamente. Sin embargo, si se repara que en la definición de elocución de la Real Academia española aparece como primer contenido de este término, elegir las palabras, entonces se ve que esta elección constituye precisamente uno de los aspectos, el primero, que aquél comprende. De acuerdo con este punto de vista, se puede afirmar que la redacción consiste, en primer lugar, en buscar y encontrar en cada caso la palabra justa que corresponda exactamente con el concepto que se quiere expresar y sólo después en enlazar correctamente Si la primera tarea de la redacción es hallar las palabras exactas, entonces su primera cualidad debe ser la precisión, término que se deriva etimológicamente del verbo latino praecido, que significa separar cortando, 249

R. Sierra Bravo cercenar, suprimir, quitar, y que, según el Diccionario de la Real Academia española, significa respecto al lenguaje, “concisión –expresar atinadamente conceptos con las menos palabras posibles y exactitud rigurosa. Con relación a esta precisión exigida por la redacción, las palabras se pueden clasificar en tres grandes grupos: palabras llenas, palabras “papilla” y palabras vacías. Las primeras son las que tienen un sentido concreto y, consiguientemente, una aplicación muy definida. Las segundas son abstractas en su significación y muy indefinidas en su aplicación. Tienen un sentido tan amplio que, de hecho, no indican nada concreto. Las palabras, en fin, se convierten en vacías cuando se emplean de tal forma que no aportan ninguna nueva información al discurso y, por tanto, resultan inútiles y superfluas. Respecto a estos tres grandes grupos de palabras, la regla de su uso debe ser que se busquen las palabras llenas, que designan de modo específico lo que queremos expresar; que se eviten las palabras «papilla» porque son ambiguas, indefinidas, y que se eliminen sin piedad las palabras vacías. Palabras llenas. La búsqueda de palabras concretas, plenas de significado específico, exige, genéricamente, la preocupación constante por ampliar y perfeccionar nuestro vocabulario, a que ya hice referencia al tratar de la lectura de las palabras. Nuestra lengua es bastante rica, aunque no del todo, pues no siempre se encuentra en el diccionario la palabra adecuada. Es mucho más pobre nuestro lenguaje, pues sólo conocemos y utilizamos una mínima parte de las palabras de que disponemos. Específicamente, dicha búsqueda reclama que no demos por definitiva una palabra utilizada en la redacción hasta que no estemos seguros de que no disponemos de otra más precisa en nuestra lengua. Palabras “papillas”. Son todas las palabras abstractas, genéricas, sin una forma, como la papilla, o sentido lingüístico definido, cuando se emplean respecto a realidades para designar las cuales existen otras palabras más concretas. Ejemplos destacados son las palabras “cosa”, “algo”, “esto”, “eso”, “ser”, “estar”, “tener”, “encontrarse”, “haber”, “hacer”, “poner”, “decir”. Martín Vivaldi las estudia en su recomendable “Curso de Redacción”(1986, Ed. Paraninfo, 129 y ss.) y expone la forma de su sustitución, como en los ejemplos siguientes: “La humanidad es una cosa muy rara” se puede sustituir por “la humanidad es una virtud muy rara”; “hacer un largo trayecto”, por “recorrer un largo trayecto”; “tener el último puesto”, por “ocupar el último puesto”; “tu amas a tus padres. Esto te honra”, por “tú amas a tus padres”. Este sentimiento te honra”. “Palabras vacías”. En cuanto a las palabras vacías, creo que es general la tendencia que tenemos a acumular en la redacción palabras innecesarias y a complicar con rodeos y aclaraciones superfluas, la expresión de ideas que deberían exponerse llanamente sin retorcimiento. Una de las raíces del primer defecto es, sin duda, la poca reflexión en la elección de las palabras que nos lleva a aplicarlas a voleo, tópicamente, según nos salen espontáneamente y sin detenernos a pensar si son o no adecuadas al caso. En cuanto al segundo, se puede señalar la escasa claridad de pensamiento que padecemos que nos hace involucrar y complicar lo que debería ser simple. Toda palabra vacía no sólo es superflua e inútil, sino también nociva porque oscurece el sentido, dificulta la comprensión y obliga a un esfuerzo físico e inútil innecesario en los lectores. Una manifestación destacada, por lo corriente, de la acumulación de palabras innecesarias es el vicio, tan corriente, que tenemos de duplicar los adjetivos de significación similar; adjetivos duplicados como notorio y manifiesto, ilustre y preclaro, y otros muchos, no son sino tópicos o palabras que se usan mecánicamente por costumbre social, que los vacía de sentido. El hábito está tan arraigado en mi opinión –por lo menos a mí me pasa– que al escribir un adjetivo nos parece que no es suficiente y siempre intentamos buscar otro que lo acompañe. Pero no es sólo éste el caso de palabras inútiles. También tiene lugar cuando recargamos el escrito con detalles insignificantes, con exceso de incisos y pronombres relativos y con aclaraciones innecesarias. “En esta pequeña guerra contra las palabras vacías de sentido, se lee en F. Gauquelin (1972, 168), persigamos primero las expresiones de forma indefinida, que disimulan el sujeto de la frase. En lugar de escribir: “Hará falta mucha habilidad al que emprenda el negocio”, escribamos más bien “El que emprenda el negocio necesitará mucha habilidad. Eliminemos las acumulaciones inútiles de palabras cuando bastaría una sola. En lugar de escribir: “el éxito de la eficacia de nuestras obras”, escribamos: “El éxito de nuestras obras”; en 250

La redacción de la tesis o del trabajo lugar de “este texto arduo y embrollado”, escribamos: “este texto difícil”. Evitemos la sucesión de negaciones que hacen que perdamos de vista la afirmación que expresan. Reemplacemos: “sin estar de acuerdo con su propuesta, no es mi intención negar que...” “ por “Pese a algunas reservas, admito que...” Desterremos los adverbios y demostrativos inútiles. En lugar de “Estas palabras han perdido totalmente su sentido original, contentémonos con escribir: “Estas palabras han perdido su sentido original”. La solución, pues, respecto a estas palabras vacías es aprender a tacharlas sin contemplaciones, o a cercenarlas, según el significado etimológico de precisión. Neologismos. Un punto referente a la redacción de las palabras que presenta especial interés en la tesis, son los neologismos o palabras nuevas que se introducen en una lengua. Es evidente que en la investigación científica, donde con frecuencia se descubren fenómenos nuevos, antes no conocidos, es preciso encontrar para ellos nombres apropiados. La facultad de dar nombres es un atributo humano. Mediante los nombres atribuimos a cada cosa la etiqueta de una palabra, que representa el fenómeno en su conjunto aunque sea muy complicado y, por tanto, nos evita estar describiéndolo continuamente. Es claro que la formación de neologismos se deberá ajustar a las reglas que rigen la formación de las palabras en nuestra lengua. Otro caso aún más frecuente de neologismos, es la introducción en el idioma español de palabras científicas y técnicas procedentes de lenguas extranjeras. A este respecto, la Academia Española el 5 de noviembre de 1964 formuló las reglas que se transcriben a continuación: Normas para las propuestas de neologismos científicos y técnicos. “No basta con dar la traducción española de vocablos, modismos o locuciones, técnicas extranjeras, sino que debe acompañarla una definición que pueda ser entendida no sólo por los especialistas, sino por todo el que posea los conocimientos básicos de la ciencia respectiva. Las definiciones traducidas de un idioma extranjero deberán ir acompañadas de la definición original o, cuando menos, de un párrafo en el idioma extranjero que permita deducir su significado: Evítense en las definiciones palabras que tengan acepciones variadas e imprecisas. No deberá darse a las palabras corrientes un sentido diferente de aquél que les atribuye el Diccionario de la Real Academia Española. Por ejemplo, no se dirá circuito cuando lo correcto sea decir red. No se llamará lenguaje a cualquier colección de símbolos. Es inadecuado decir planta piloto por instalación de ensayo y llamar pilotos a las luces indicadores que se colocan en ciertos aparatos. Aunque no haya razón para excluir de la literatura científica las metáforas, están totalmente fuera de lugar en las definiciones. Antes de proponerse un neologismo, conviene consultar las publicaciones pertinentes, tanto españolas como hispanoamericanas, para ver si hay en ellas vocablos equivalentes al propuesto y exponer el pro y el contra de cada uno. Así se podrá decidir, por ejemplo, entre quantum y cuanto, cuantificar y cauntizar, autofunción y función propia, fisión y escisión, fusión y síntesis nuclear o bien establecer si el lay out inglés debe traducirse por plan de disposición. En los neologismos internacionales, como radar, inaser, laser, sonar, transistor, etc. deberá indicarse la acentuación española, para que se sepa si son palabras graves o agudas. Conviene empezar por los neologismos que, además de ser imprescindibles, ofrezcan garantías de durabilidad, sobre todo cuando hay peligro de que se difunda un barbarismo inaceptable. Todo físico y todo electrotécnico siente, por ejemplo, la necesidad de un vocablo español que sustituya al shunt. Urge una depuración del Diccionario de la Real Academia Española para poner al día muchas definiciones científico –técnicas que han quedado anticuadas. La Academia dedica especial atención a esta tarea y solicita la cooperación de los especialistas. Queda por fijar el criterio que convenga adoptar respecto de los tecnicismos inadmisibles que se hallan en uso. Hay quien opina que deben mantenerse porque es tarde para poner remedio. Esto, que es válido para el lenguaje del vulgo, no es aplicable al idioma de las personas cultas. Para que el léxico científico–técnico se perfeccione basta que quienes escriben en libros y revistas abandonen lo que vaya en contra de la pureza y unidad del idioma.

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R. Sierra Bravo 14.9.2. Redacción del ámbito

Los elementos del lenguaje, en correspondencia respectivamente con las tres manifestaciones de la actividad del pensamiento: conceptos, juicios y razonamientos, son las palabras, las oraciones y los párrafos. Acabada de analizar la redacción de las palabras, correspondería ahora examinar la redacción de las oraciones. Pero el ámbito, que M. Linares (1979, 41) define como el trozo de escrito comprendido entre dos puntos ortográficos, engloba, por este mismo hecho, todas las formas de oración. Por otra parte, y precisamente por su carácter envolvente indicado, se puede afirmar con M. Linares (1979, 51) que “el problema de la redacción nace, se desarrolla y se resuelve dentro del ámbito. Una vez que se ha colocado un punto –seguido o aparte– ha quedado resuelto el problema de redactar lo que se ha escrito: vuelve a nacer, a desarrollarse y a resolverse en el ámbito siguiente. De ahí que muchos casos de redacciones defectuosas por embrolladas se pueden remediar utilizando nuevos puntos y seguido. El conocimiento debe seguir a la realidad que intenta captar o comprender, y el lenguaje al pensamiento al que pretende dar expresión. Consecuentemente, del mismo modo que los seres de la realidad y las ideas que los representan están relacionados y se enlazan entre sí constituyendo sistemas cada vez más amplios, igualmente ocurre en el lenguaje: las palabras se unen entre sí constituyendo oraciones; las oraciones, párrafos; los párrafos, capítulos, y así sucesivamente. Esta necesidad de unión de las palabras, para que reflejen el enlace de los seres en la realidad y de las ideas en el pensamiento, constituye precisamente el segundo y último aspecto indicado de la elocución o redacción en sentido estricto. Si el hallazgo de las palabras justas es el origen o principio de la redacción, lo último, que constituye su fin, es la disposición y enlace entre sí de las palabras, lo cual tiene lugar ante todo en la redacción del ámbito. Cuatro son los aspectos que hay que tener en cuenta en la redacción del ámbito, para lograr el orden y enlace debidos de las palabras dentro de él: la concordancia, el régimen, la construcción y la puntuación. Concordancia y régimen. Gili y Gaya (1973, 27) define la concordancia como la igualdad de género y número entre sustantivo y adjetivo y la igualdad de número y persona entre un verbo y un sujeto”. La concordancia exige, por tanto, que el enlace entre un sustantivo y un adjetivo, y entre un verbo y su sujeto, se realice de tal forma que concuerden entre sí en la forma indicada. El régimen, según el Diccionario de la Real Academia Española, “es genéricamente la dependencia que entre sí tienen las palabras en la oración”, y, de modo más concreto, la “preposición que pide cada verbo, o el caso que pide cada preposición: el régimen del verbo aspirar es la preposición a, y el de esta preposición, el caso dativo, el acusativo y el ablativo”. En la actualidad, como señalan R. y M. Seco (1968, 138), en lugar de considerar a unas palabras como regentes o dominantes, y a otras como regidas o dominadas, se estima “que las palabras van determinándose y completándose mutuamente para formar un conjunto comprensible; y en este sentido, la unas son complemento de las otras”. En concreto, lo que el régimen reclama en la redacción es, ante todo, que, dada la diversidad de preposiciones, cuya función precisamente es expresar las relaciones existentes entre los conceptos y las cosas, se procure emplear en cada caso la preposición adecuada y de modo gramaticalmente correcto. Tanto respecto a este punto como al de la concordancia, la casuística es muy numerosa, lo que hace imposible ocuparse de ella aquí. Por tanto, sólo puede recomendar que en caso de duda se consulte el “Diccionario de Dudas de la lengua española” de Manuel Seco (Ed. Espasa–Calpe) o el Diccionario de incorrecciones, particularidades y curiosidades del lenguaje” de Santamaria, Cuartas, Mangada y Martinez de Sousa (5ª ed., 1989, Ed. Paraninfo). Construcción. La construcción es el aspecto principal de la redacción del ámbito, en cuanto le corresponde dar a éste su forma básica, mediante la adecuada disposición y enlace de sus diversos elementos. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia española, la construcción consiste en el ordenamiento y disposición de las palabras ya relacionadas por la concordancia y el régimen para expresar con ellas todo linaje de conceptos.

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La redacción de la tesis o del trabajo Se puede afirmar que la construcción del ámbito debe estar regida por los cuatro principios siguientes: 1. Del orden gramatical. 2. Del orden lógico. 3. De la claridad. 4. De la armonía. Según el primer principio, el orden normal de construcción de la oración en la lengua española, que se debe seguir siempre, en caso de duda, es el siguiente: primero, el sujeto; después, el verbo; luego, el predicado, y, finalmente, los complementos por este orden: directo, indirecto y circunstancial. Sin embargo, la lengua española se caracteriza, como vimos, por la gran libertad que concede para alterar este orden gramatical. De ahí que, en la práctica, el orden de las palabras en la oración se gobierna, como señala Martín Vivaldi (1982, 88) más por el interés psicológico (orden lógico) que por la estructura gramatical y que obedezca, según él, al principio lógico. Este principio de la construcción autoriza a invertir el orden gramatical, colocando en primer lugar a aquellas partes o complementos de la oración, es decir, a los elementos del mensaje que revistan una mayor importancia lógica y psicológica para la comprensión del mismo. Con el fin de evitar la confusión, el principio de claridad exige que los llamados modificativos (o sea, palabras o complementos que modifican, determinándolo o calificándolo, el sentido de otras palabras, especialmente adverbios, frases adverbiales, incisos y relativos) se coloquen junto a los verbos que modifican y, en general, los complementos lo más cerca posible del elemento de la oración al que complementan, y los pronombres relativos, de su antecedente. Respecto a este principio, es importante también que en las oraciones compuestas y períodos, como recomienda Martín Vivaldi (1982, 105) se liguen bien las frases entre sí para evitar confusiones, lo que se logrará sí todos los sujetos que componen las oraciones del período resultan en todas ellas fácilmente identificables. Por último, el principio de construcción armónica de la oración exige que exista proporción y equilibrio entre los elementos de la oración: sujeto, verbo y complementos. Por ejemplo, pide que entre dos complementos se ponga en primer lugar el complemento más corto. Así se debe escribir (Martín Vivaldi, 1982, 213) “Isabel I de Castilla dio a los españoles ejemplo de gran entereza de ánimo”, en lugar de “Isabel I de Castilla dio ejemplo de gran entereza de ánimo a los españoles”. Se distinguen (vid. V. Rodríguez Jiménez, 1991, 83) dos formas de construcción: la asindética y la polisindética. La primera, para la hilación de las ideas, se sirve principalmente de los signos de puntuación y no de las conjunciones. Se trata de una construcción más simple, cortada y ligera que la polisindética. Esta, en cambio, no se retrae de utilizar las conjunciones: que, porque, para que, ya que, y, etc. para enlazar unas ideas con otras. Da lugar a un estilo más complejo e integrado. Se debe procurar no abusar de él, para no caer en la pesadez. Puntuación. Si según se ha indicado en el punto anterior, ¡a construcción da a la redacción del ámbito su forma básica, sede afirmar que su forma definitiva se deriva de la puntuación. Las funciones principales que cumple la puntuación en la redacción son dos: separar las oraciones y sus partes e indicar el grado de proximidad lógica que existe entre ellas. También puede cumplir las funciones accesorias de indicar la elipsis de elementos de la oración, que se dan por sobreentendidos, de evitar la confusión y de dividir las frases demasiado largas. La puntuación es un elemento esencial en la redacción, hasta tal punto que un texto sin puntuación alguna resulta prácticamente ininteligible, y otro puede cambiar totalmente de sentido por el simple hecho de la variación en su puntuación. De acuerdo con las funciones señaladas de la puntuación, estos signos son los instrumentos que tiene a su disposición el escritor para distinguir unas de otras las ideas y para marcar el grado de su relación lógica. Los signos de puntuación básicos en la redacción son la coma, el punto y coma, los dos puntos y el punto. Todos ellos presentan diversas modalidades a las que se hace referencia seguidamente, utilizando para este fin la terminología empleada por M. Linares en su notable obra (1979, 61 y ss.). 253

R. Sierra Bravo La coma separa elementos análogos del ámbito: palabras, frases, oraciones, e indica entre ellas una relación lógica de semejanza. Sus modalidades son tres: C1, C2, C3. La C1 sirve para separar palabras, frases y oraciones distintas pero análogas en su significado. Como cuando decimos: “bueno, bonito y barato”. La C2 sirve para separar las aclaraciones o incisos que se introducen dentro, al principio o al final de una oración. La C3 se pone en lugar de la elipsis o palabras omitidas y puede servir también para facilitar una pausa y la respiración y descanso consiguientes en las frases demasiado largas sin signos de puntuación. La norma a este respecto es que cuando estemos ante una serie de más de 10 palabras seguidas, sin coma alguna, se intercale alguna en un lugar oportuno, que haga posible la respiración y el descanso de los ojos en la lectura. El punto y coma sirve para separar oraciones no análogas pero sí con una proximidad de sentido entre ellas. Presenta también tres clases: PCI, PC2 y PC3. El PC1, punto y coma 1, separa en relación a un pensamiento, el comentario o la observación sobre él. El PC2 separa series de ideas con la misma construcción. El PC3, por último, se utiliza para evitar la confusión; por ejemplo, un ámbito lleva muchas comas seguidas, entonces se puede situar en un lugar adecuado un punto y coma que evite la confusión a que pueden dar lugar tantas comas. Según M. Linares, la pausa acentuada y característica que imponen los dos puntos se utiliza para parar materialmente al lector: lo que va a continuación es una explicación, un silencio deferente o una cita textual”. En los dos puntos se pueden distinguir los DP1, DP2 y DP3 El grupo DP1 separa ideas próximas lógicamente, de las cuales la última, precedida por los dos puntos, constituye una explicación, aclaración, consecuencia o resumen de las precedentes. DP2 se emplea después de los tratamientos y DP3 antes de una cita textual. En cuanto al punto, existen tres clases: el punto y seguido, el punto y aparte y el punto final. El punto y seguido presenta tres tipos. El PS1 sirve para separar temas distintos que, sin ser próximos, no son tampoco lejanos. El PS2 se emplea para enfocar desde otro punto de vista un tema que se ha tratado en el ámbito anterior y el PS3 para fraccionar, por su excesiva longitud o ante una dificultad de redacción, un mismo punto de vista. El punto y aparte, PA, separa ideas que guardan una relación lógica lejana; y el punto final separa ideas remotas entre sí, más lejanas, como ocurre entre los temas de distintos capítulos. Para finalizar sólo queda por último llamar la atención sobre los valiosos recursos que proporciona la puntuación al escrito. En síntesis, como señala M. Linares (1979, 106) “se puede cortar y empalmar la exposición en cualquier momento que lo precise (PS3); puede igualmente elevar el tono de exposición en cualquier momento (PC2); puede seguir “llaneando” con las ideas análogas (separadas por comas, conjunciones o nada) o introducir ideas próximas artificialmente introduciendo un hipérbaton –o inversión del orden normal de las palabras– que justifique un PC1 o un DP1”.

14.9.3. Redacción del párrafo

El párrafo, que, como el ámbito, tiene una definición delimitada físicamente, es, simplemente, el trozo de escrito comprendido entre dos puntos y aparte consecutivos o entre un encabezamiento del escrito y el primer punto y aparte. Aunque normalmente el párrafo debe comprender más de un ámbito, puede a veces estar formado por uno sólo. Esta circunstancia depende, en parte, del tipo de estilo. Así como hay un estilo basado en oraciones simples y cortas, así también puede existir otro en el que predominen los párrafos simples con un ámbito solo. Pero, del mismo modo que se recomienda alternar las oraciones cortas con las largas para que la redacción resulte más variada y armoniosa, igualmente por las mismas razones es aconsejable combinar sabiamente los párrafos simples y compuestos. Desde un punto de vista lógico, el párrafo normal, no simple, se caracteriza por contener no una sola idea, sino el desarrollo completo de nuestro pensamiento respecto a dicha idea. La razón de ser del párrafo se

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La redacción de la tesis o del trabajo encuentra, precisamente, en que una sola idea y oración no suelen ser suficientes para expresar aquélla de un modo completo. Sin embargo, el párrafo obedece no sólo a la necesidad lógica acabada de indicar, sino también a exigencias del proceso de comunicación que implica siempre el lenguaje hablado y escrito. Al tratar de este proceso, en el capítulo 6 aludí al concepto de redundancia. Así como un mensaje, para que pueda ser captado adecuadamente por el receptor, debe contener un cierto grado de redundancia o una cierta proporción de palabras que no transmiten información nueva pero que facilitan la comprensión del mensaje; del mismo modo, un texto denso, amazacotado, plagado de ideas fundamentales, puede resultar totalmente indigesto y necesitar de una cierta proporción de ideas redundantes, que sin añadir pensamientos nuevos, adornen y repitan de distinta forma la idea principal del párrafo. La repetición en este sentido, el practicar por ejemplo aquello de “se dice que se va a decir”, “se dice”, “se dice que se ha dicho” tiene, sobre todo, un valor pedagógico indudable. En el supuesto del párrafo normal, ya vimos al tratar de su lectura en el capítulo 11, que en él se podía distinguir la oración principal de las oraciones secundarias, y que la disposición de estas dos clases de oraciones es lo que determinaba la estructura del párrafo, en función de que la frase principal estuviera situada al principio, en medio o al final respecto de las oraciones secundarias. Precisamente, el dominio de la redacción del párrafo consiste fundamentalmente, sin duda, en la habilidad para darle la estructura adecuada en cada circunstancia. Así, se puede empezar afirmando de entrada la idea principal y dedicar las oraciones secundarias siguientes a desarrollarla y a explicar sus consecuencias; o bien, por el contrario, se puede iniciar el párrafo exponiendo los diversos aspectos de una cuestión, sus pros y contras, y acabar el párrafo con la idea principal que, en este caso, será la conclusión que recapitule todo lo anterior; o bien, por último, se puede seguir la fórmula mixta de combinar ambos procedimientos. Para acabar, otro punto importante en la redacción del párrafo es la necesidad de procurar la debida cohesión entre las oraciones que comprende, ligando adecuadamente unas con otras mediante las conjunciones oportunas que, como se indicó en el capítulo 11 al tratar de la lectura del párrafo, sirven para indicar los avances: y, también, además, asimismo; las pausas: porque, supuesto que, con tal que; y los retroceso: pero, sin embargo, no obstante.

14.9.4. Redacción del capítulo y de la obra en general

Así como el capítulo resulta del conjunto de párrafos referentes a un mismo aspecto del tema de la tesis, la tesis se deriva del conjunto de capítulos que tratan de los diversos aspectos distinguidos del tema. Ambos se pueden ver como razonamientos y explicaciones más amplios que el párrafo, en el caso del capítulo, y que éste en el caso de la tesis total. Por ello, aunque su redacción se tenga que basar en el plan general de la tesis adoptado y en los planes y guiones específicos de cada capítulo, como tales razonamientos más amplios puede ser aplicable a ellos, hasta cierto punto, lo acabado de decir respecto a la redacción del párrafo. Por otra parte, es recomendable una cierta uniformidad en la extensión de los capítulos, que no sean unos muy largos y otros muy cortos. Importancia especial, como subraya Simone Dreyfuss (1971, 266 y ss.) tienen en la redacción de los capítulos y de las tesis en general, las transiciones, es decir, los párrafos que enlazan las diversas partes del discurso y cumplen la función de facilitar el paso de un razonamiento, cuestión, capítulo, etc. a otro y de preparar o anunciar los desarrollos posteriores. Las transiciones son importantes porque dan claridad y cohesión a la tesis y facilitan su lectura. Cumplen también una función similar a la que tiene la introducción general en la tesis. En eso creo yo que está la perfección del estilo, en decir ni más ni menos lo que se quiere decir, y en decirlo con exactitud. AZORIN

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R. Sierra Bravo 14.10. CUALIDADES DE LA REDACCION CIENTIFICA Son ocho las cualidades de la redacción que, en mi opinión, merecen destacarse: –Claridad –Sencillez –Precisión –Sinceridad –Originalidad –Viveza –Rigor y –Sistematización. Las seis primeras ofrecen un carácter más general, mientras que las dos últimas se refieren de un modo más específico a la tesis o trabajo científico. Claridad y sencillez. La redacción ha de ser, ante todo, clara. La finalidad esencial del lenguaje hablado y escrito es la comunicación. Para que se cumpla esta finalidad, es imprescindible que el mensaje, el discurso oral o escrito, sea claro o perfectamente comprensible por sus destinatarios. En el orden intelectual, la claridad exige en el escritor, de antemano, la perfecta comprensión por su parte del tema que va a exponer: que haya calado hondo en él y que lo domine. Si el autor no ha entendido bien lo que escribe, difícilmente podrá hacerlo comprensible a los demás. En el orden expositivo, la claridad de un escrito se deriva: de su corrección morfológica y sintáctica; de utilizar en cada caso la palabra justa; de no emplear palabras inútiles y vacías; de dar a los ámbitos, al párrafo y a los capítulos el orden lógico y gramatical adecuado. Asimismo, en este orden, la claridad está ligada a la sencillez. Un texto no será sencillo ni claro si emplea, sin necesidad, palabras rebuscadas y artificiosas o términos técnicos no conocidos sin definirlos. La claridad y sencillez exigen, como se ha dicho, que, de dos explicaciones, se elija la más asequible; de dos formas, la más elemental; de dos palabras, la más breve. Ante tantas obras científicas o pseudocientíficas oscuras y confusas, parecen especialmente necesarias en este campo la claridad, en los dos órdenes indicados: intelectual y expositivo, y la sencillez. Precisión. La precisión está vinculada estrechamente con la claridad y la sencillez. La precisión, a la que se ha hecho mención antes en 14.8.1. se deriva de que en cada momento se utilicen las palabras justas y las expresiones que correspondan exactamente a la idea que se quiere expresar. Consecuencia de la precisión es la concisión, es decir, la ausencia de palabras superfluas de modo que en los ámbitos no falte ni sobre término alguno. La precisión es particularmente necesaria en la redacción científica porque ésta exige la mayor exactitud terminológica posible y porque su fin es exponer, de modo concreto y sin rodeos, los resultados de la investigación.

Hace hablar como en testamento; que a menos palabras, menos pleitos. BALTASAR GRACIAN Sinceridad y originalidad. La sinceridad en la redacción se puede afirmar que consiste, principalmente, en dos cosas. Primera, escribir conforme a nuestra propia manera y según nuestro estilo peculiar y no

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La redacción de la tesis o del trabajo fingidamente, de forma artificiosa y amanerada, aparentando maneras y estilos de otros. Segunda, que en ningún caso se pretenda con las palabras disfrazar la verdad ni engañar. La sinceridad se halla en estrecha relación con la originalidad. Lo que es sincero, lo que responde a nuestra manera de ser intelectual, lo que hemos meditado y que por surgir de lo más íntimo de nosotros es profundo, ha de ser también, por eso mismo, original. Por el contrario, no somos sinceros ni originales si no hacemos más que expresar ideas de otros sin convertirlas en algo propio, asimilándolas profundamente e integrándolas en nuestro pensamiento; si nos quedamos en la superficie de las cuestiones y nos contentamos con lo manido, con el tópico, con lo comúnmente admitido, que, como tal, nos permite salir del paso fácilmente; si, en fin, partimos de una filosofía o de una ideología aceptada acríticamente. Viveza. Esta cualidad debe proporcionar, por lo menos, un mínimo interés y aliciente al texto. Negativamente, pide evitar el estilo monótono, plano, amorfo, inerte y pesado. Positivamente, reclama que se ponga algo de colorido e incluso un poco de pasión en el escrito; que se sepa destacar la importancia de lo que se escribe, su actualidad y vigencia y su utilidad y aplicaciones; que se dé un cierto relieve a las ideas expresadas mediante la comparación, la contraposición y la antítesis y con la expresión de sus detalles significativos. Rigor y sistema. Ambas constituyen, sin duda, dos cualidades importantes a tener en cuenta en la redacción de la tesis y, en general, de todo trabajo científico. Se puede decir que, a este respecto, el rigor consiste en la propiedad y exactitud del contenido, en general, de la tesis. En este contenido se pueden distinguir tres dimensiones: extensión, profundidad y seriedad científicas. Una tesis será rigurosa en la extensión si abarca todos los aspectos del tema y no deja ninguno en el aire; y, asimismo, si, consciente o inconscientemente, no olvida ni desdeña –en las cuestiones filosóficas y doctrinales principalmente– el estudio de ninguna corriente o posición por no coincidir, por ejemplo, con las suyas. La tesis tendrá rigor en profundidad si se buscan los fundamentos últimos de las cuestiones y se llega, respecto a ellas, hasta el límite intelectual posible, no quedándose nunca voluntariamente a medio camino. Por último, el rigor en la seriedad científica del contenido de una tesis, se deriva del cuidado en demostrar nuestras tomas de posición y la precisión en presentar las pruebas que justifican nuestras aportaciones y descubrimientos así como las técnicas utilizadas y, en general, los procedimientos seguidos en el hallazgo de aquéllos; de la nobleza en poner de manifiesto las limitaciones de nuestras investigaciones, las dudas aún no aclaradas y las cuestiones dejadas sin resolver; y, por último, de la exactitud en los datos que contenga la tesis, y en su referencias y citas, y, en general, en el cumplimiento de todas las prescripciones metodológicas y expositivas que garantizan la solidez y la seriedad en la exposición de una investigación científica. El rigor, en fin, exige también la sistematización. La ciencia es esencialmente sistemática y las teorías científicas, para ser tales, han de constituir sistemas racionales. Por tanto, la tesis en su redacción debe ser sistemática de modo que presente integrados en su totalidad orgánica todos los aspectos del tema estudiado desarrollados en ella. No pensar que el lector “sabe” ,sino situar bien el problema, describir los mecanismos, precisar el sentido de los términos, explicar la evolución de las instituciones, hacer los acercamientos y contrastes que sugiera un conocimiento profundo del tema y que facilite su comprensión. SIMONE DREYFUSS

14.11. VICIOS DE REDACCION En la redacción no sólo interesa conocer las cualidades que debe reunir, para fomentarlas, sino también los vicios que la pueden afectar, para evitarlos. 257

R. Sierra Bravo Son cuatro los vicios de construcción que se enumeran usualmente: – El solecismo – la anfibología, – la monotonía, y – la cacofonía. A ellos hay que añadir un quinto, el barbarismo, que afecta no a la construcción, sino a la expresión de las palabras. La casuística en este punto, como en otros muchos de la Gramática, es muy numerosa, por lo que repitiendo de nuevo la necesidad del uso constante del Diccionario de la Real Academia o del de Incorrecciones, sólo podemos hacer referencia en este lugar como ejemplo a algunos casos destacados de cada uno de estos vicios. El solecismo. Según el Diccionario de la Real Academia Española, esta palabra se deriva etimológicamente de Soli, ciudad de Cilicia, en donde se hablaba mal el griego, e indica “falta de sintaxis. Error cometido contra la exactitud o pureza del idioma”. Teniendo en cuenta a Martín Alonso y a Martín Vivaldi (1992), son ejemplos de solecismo: – Usar una preposición distinta de la que exige un verbo o complemento; v. g.: “El doctor se ocupa de visitar a sus enfermos” (por en visitar). Un caso muy actual y relevante de esta modalidad de solecismo, es el dequeismo o uso innecesario de la preposición de antes del relativo que; v. g.: “Se le indicó de que se callase”. – El leísmo, laísmo y loísmo o confusión indebida entre sí de estos pronombres. Para su uso correcto, hay que tener en cuenta que lo y la son acusativos y que le es dativo. Por tanto, cuando este pronombre haga oficio de dativo es preciso escribir le y no la y lo. Por ejemplo, no se puede decir “cuando la veo ese peinado”, sino “cuando le (dativo, a ella) veo ese peinado”. Anfibología. Según Martín Alonso (1959, 140), la anfibología proviene de la ambigüedad de la frase por prestarse a más de una interpretación, o por la confusión del sujeto y el objeto directo. Por su interés, transcribimos seguidamente los casos siguientes de anfibología que expone Martín Alonso en dicha obra: a) En la colocación de complementos. Ejemplos: Cicerón recomienda a Urón a Curio (sólo sabiendo que Tirón era un siervo del célebre orador se entiende el sentido). Pidió las llaves a la sobrina de la casa (Pidió las llaves de la casa a la sobrina). b) Uso del pronombre relativo: Aquí tienes el retrato de la reina Cristina, cuya historia ya conoces. (¿De quién es la historia: del retrato o de la reina?). c) Uso ambiguo del posesivo su, suyo, etc. Ejemplo: Francisco fue a la finca de Antonio en su coche. (¿El coche es de Francisco o de Antonio?). d) Empleo confuso de los pronombres personales de tercera persona. Ejemplo: El comerciante reclamó, a instancias del apoderado, la cantidad que le adeudaba el banquero. e) Omisión indebida del sujeto. Ejemplo: Los hijos vivían con sus padres en las afueras de la ciudad,tenían una pequeña finca (tenían éstos o aquéllos ...) f) Uso indebido y omisión de la preposición a con el complemento. Ejemplo: Fue necesario dejar al enemigo en rehenes al jefe (¿quién es el que queda en rehenes?). Triunfad: El mundo entero subyugue el fervor que os alienta. (Triunfad: al mundo entero subyugue ... ). h) Doble sentido del complemento con la preposición de. Ejemplo: Amor de Dios. (Con sentido subjetivo: El amor que Dios nos tiene; con sentido objetivo: El amor que sentimos hacia Dios). g) Colocación indebida del adverbio. Ejemplo: Prometió enterarse ayer. (Ayer prometió enterarse). i) Colocación indebida del gerundio. Ejemplo: Vi a tu padre paseando (¿Quién paseaba: ¿tu padre o yo? Corríjase: Paseando, vi a tu padre).

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La redacción de la tesis o del trabajo Se ha de advertir, finalmente, que en general habrá que tener un cuidado especial en el uso del gerundio, procurando utilizarlo parcamente. En caso de duda sobre si su empleo en una frase dada es o no correcto, la regla, válida también para toda otra palabra o giro, es abstenerse de su empleo y sustituirla por otra expresión. Monotonía y cacofonía. La primera se comete cuando se repiten mucho las mismas palabras. Revela pobreza del lenguaje. Casos de monotonía son el empleo constante de palabras tales como cosa, mismo, hacer, tener y, en general, las palabras “papilla” aludidas al tratar de la redacción de las palabras. En cuanto a la cacofonía es, según el Diccionario de la Real Academia Española, la disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de las palabras”. También da lugar a una acústica desagradable el empleo, repetido en la misma frase, de la misma terminación en las palabras: asonancia, v. g.: “El rigor abrasador del calor”. Barbarismo. Barbarismo es, también según el Diccionario de la Real Academia, “vicio del lenguaje, que consiste en escribir o pronunciar mal las palabras, o en emplear vocablos impropios”. En la redacción, las faltas de ortografía y la utilización indebida de vocablos y giros extranjeros constituyen formas de barbarismos. Respecto a la ortografía, sólo cabe aquí señalar que es elemental y de educación básica su dominio; que por ello es totalmente imprescindible cuidar que la tesis no contenga faltas sobre este tipo, pues posiblemente ello daría lugar a su rechazo. Para evitarlas, se requiere el uso constante de los diccionarios indicados. En cuanto a la utilización de vocablos extranjeros, me remito a lo expuesto al tratar en la redacción de las palabras sobre los neologismos y a las normas allí transcritas de la Real Academia Española. Por lo demás, no se deben usar sí existe una palabra española equivalente y por otra parte es recomendable castellanizarlos. Oscuridad y falta de claridad en la expresión es siempre y en todas partes un síntoma muy nulo, pues en el 99% de las veces procede de falta de claridad del pensamiento, la cual, a su vez, proviene casi siempre de una originaria desproporción, de una inconsistencia, es decir, de la incorrección del mismo. A. HOWE

14.12. REGLAS PRACTICAS SOBRE LA REDACCION DE LA TESIS O TRABAJO DE INVESTIGACION A modo de síntesis y concreción de la teoría expuesta, se exponen a continuación un conjunto de reglas de redacción orientativas sistematizadas de acuerdo con los, puntos acabados de tratar.

14.12.1. Invención y disposición de ideas Ideas básicas y aportaciones originales. Cuide que las ideas básicas de la tesis y las aportaciones originales aparezcan debidamente resaltadas, argumentadas, ilustradas y fundadas empírica, histórica y teóricamente. Claridad. Aclare todo lo que sea necesario para la exacta comprensión de sus ideas, pero sin desviarse del tema y evitando rodeos innecesarios o aclaraciones inútiles. Coherencia. Procure la coherencia y continuidad en sus ideas a lo largo de las distintas partes de la tesis, y que las secundarias giren en torno a las principales. Generalización. No haga generalizaciones sin una base empírica seria, salvo hipotéticamente.

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R. Sierra Bravo Inferencias. No infiera de los hallazgos de la tesis, deducciones o conclusiones firmes precipitadas en apoyo de sus hipótesis de partida. Si las hace sea muy cauto y crítico en admitir su validez y en la amplitud que reconoce a su alcance. Dogmatismo. No haga afirmaciones dogmáticas. Sea modesto en sus juicios o nunca les dé carácter absoluto. Piense que toda idea científica tiene algo de provisional y que todo punto de vista es limitado. Cuestiones doctrinales. En las cuestiones doctrinales, contraste y compare las distintas posiciones, simpatice o no con ellas, y analícelas objetivamente según sus circunstancias y motivaciones y su concordancia con la realidad. Objetividad. Esfuércese en la objetividad, procurando liberarse de sus prejuicios ideológicos y de sus sentimientos de antipatía. Trate de ponerse en lugar de todos los autores y de comprender las razones de las diversas tendencias y posiciones. Distinción. Desmenuce las cuestiones, distinguiendo entre sus diversos aspectos y matizando el alcance de los mismos. Hechos y opiniones. Diferencie netamente los datos y las interpretaciones de los mismos, los hechos comprobados y las opiniones particulares sobre ellos. Humildad científica. No desprecie ninguna escuela, obra que trate de los interrogantes que te preocupan o autor que tenga alguna relación con las cuestiones que investiga, aunque le parezca que no tienen ningún valor; muchas veces, donde menos se piensa, se pueden encontrar ideas o puntos de vista valiosos. Reflexión y prontitud en comenzar a escribir. Piense detenida y profundamente cada punto a desarrollar, pero a continuación emplee sin demora la redacción, aunque estime que ésta no sea muy acertada. Ya tendrá tiempo de corregir y perfilar después. Tenga en cuenta que en la primera redacción del borrador de la tesis se puede y debe escribir todo lo que nos venga a la mente, a reserva de pulirlo y ordenarlo después. Tampoco es obligado empezar por el primer capítulo. Sistematización. Persiga la sistematización dentro y entre las distintas partes de la tesis, porque la integra y da estructura a sus distintos elementos, facilitando su comprensión, y procure su trabazón uniéndolas con los oportunos párrafos de transición. Esquemas, planes y guiones. No omita la formación de esquemas o síntesis esquemáticas de todo el material para la elaboración de la tesis que haya recogido y medite profunda y prolongadamente sobre ellos hasta que “vea” los enfoques y puntos de vista originales que han de constituir el plan o programa general de la tesis y los guiones de las ideas de cada capítulo. Desarrollo de las ideas. No amontone ideas distintas unas de otras. Antes bien, desarrolle y despliegue cada una de estas ideas, si son importantes, desmenuzando sus aspectos básicos, haciendo distinciones y precisando su alcance y contenido. Cansancio. Descanse con reposo de la mente y sensaciones conscientes cuando se sienta cansado intelectualmente. No pretenda forzar nunca el trabajo de su inteligencia.

14.12.2. Lenguaje y estilo Vocabulario. Prefiera un vocabulario de tipo sencillo, conocido y directo. Si es indispensable, emplee términos nuevos definiéndolos cuidadosamente. Lenguaje técnico y convencional. Haga uso del lenguaje técnico de su disciplina siempre que sea necesario y, en todo caso, del lenguaje comúnmente admitido, huyendo de toda pedantería. Pobreza de lenguaje. Procure ante todo no caer en la pobreza del lenguaje, evitando las repeticiones seguidas de las mismas palabras, mediante el uso de un diccionario ideológico o de sinónimos, ni en el empleo de palabras vagas y amorfas, tales como cosa, algo, esto, eso, haber, poner, hacer, tener, buscando en el diccionario la palabra precisa que conviene en cada caso.

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La redacción de la tesis o del trabajo Estilo unipersonal y viveza. Se suele aconsejar en la tesis el uso de un estilo preferentemente impersonal con “se”, por ejemplo y no en primera persona, pero sin embargo, los detalles prácticos, ejemplos y experiencias personales, siempre que vengan a cuento, pueden dar viveza e interés a la tesis. Lentitud. Huya de la lentitud o pesadez del estilo. Trate de dar vida y movimiento a sus ideas. Enfasis. Sea parco en todo lo que suponga una manifestación enfática: exageraciones, uso de superlativos, signos de admiración, letras mayúsculas, subrayados, empleo de las palabras todo, ninguno, nunca, siempre, que, sin matizaciones, carecen generalmente de fundamento científico. Tachar. Cultive el arte de tachar las aclaraciones, incisos y adjetivos superfluos o reiterativos. Sustitución. No olvide que siempre todo término o expresión dudosos o poco recomendables se pueden sustituir por otros.

14.12.3. Morfología y sintaxis Preposiciones. Asegúrese del empleo de las preposiciones apropiadas en cada caso. Adjetivos y adverbios. Emplee matizadamente los adjetivos y adverbios adecuados. Huya de su duplicación o acumulación, salvo que sea imprescindible, y utilice muy parcamente los adverbios terminados en mente, sobre todo los que muchas veces no son otra cosa que tópicos, como obviamente, naturalmente, generalmente. Partículas y gerundios. Asegúrese del uso correcto de las partículas le, lo, la, de, su; de los pronombres relativos: que, cual, cuyo; de modo especial del funesto de qué y de los gerundios; procure no abusar de estos últimos. Abusos. No abuse de las expresiones: por tanto, por consiguiente, a fin de que ni de la voz pasiva y los pronombres relativos que hacen pesada la lectura. Ambitos. Tenga en cuenta que los ámbitos –espacios de escrito entre dos puntos y seguido– no demasiado largos hacen más asequible el texto. Si un ámbito en su redacción inicial resulta demasiado largo y oscuro, un medio de aclararlo es dividirlo en dos o más. Modificativos. Coloque los adverbios y complementos modificativos lo más cerca posible del verbo al que se refieren y los adjetivos con sus sustantivos. Orden. Preste mucha atención al orden debido de las palabras y elementos de las oraciones gramaticales, a su armonía, poniendo en primer lugar el complemento más corto, y a que en ellas aparezca con toda claridad el sujeto al que se refieren. Términos monstruos y sesquipedalismo. Haga todo lo posible por evitar los “términos monstruos”, formados por largas cadenas de palabras técnicas, unidas por la preposición de, así como el llamado “sesquipedalismo”, o formación de las palabras largas por derivación de otras, v. g. de posición, posicionar, posicionamiento, posicionamentizar...

BIBLIOGRAFIA

(Ver también bibliografía de los capítulos 6, para cita de Gauquelin, y 13, para las de Eco y Dreyfuss). AGENCIA EFE. –Manual del estilo. Madrid: Efe, 1978. ALONSO, MARTIN.– Ciencia del lenguaje y arte del estilo. 5ª ed. Madrid: Aguilar, 1959. BALMES ZUÑIGA, Z.– Comunicación escrita. México: Trillas, 1979. BASULTO, M.– Curso de redacción dinámica. 4ª reimp. México: Trillas, 1979. BENITO LOBO, J. A.– La puntuación: usos y funciones. Madrid: Edinumen, 1992. 261

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R. Sierra Bravo

La tesis y su contenido

15.1. LA TESIS: SU NOCION, RASGOS Y RAZON DE SER Noción. En los escritos o trabajos referentes a investigaciones científicas realizadas se pueden distinguir dos modalidades principales: el informe y la tesis. En el primero, los que han llevado a cabo una investigación científica presentan por escrito a la comunidad científica y al público en general las características de aquélla y sus resultados. La tesis ha de ser también, por su contenido, un informe sobre una investigación científica realizada por el doctorando, pero con la particularidad de que su finalidad primera es su presentación en una Facultad universitaria para, previa su defensa ante un Tribunal, obtener el grado académico de doctor. Dado que en esta obra se trata de modo particular de la preparación de la tesis, es ella la que se estudia específicamente a continuación, si bien lo que se diga será también sustancialmente válido para el informe. La tesis de doctorado se puede definir como el trabajo escrito en el que el doctorando describe y explica el contenido y los resultados de una investigación científica original efectuada con la orientación de un director, sobre una materia relacionada con el programa de Doctorado cursado por el doctorando, para, previa su presentación y defensa en una Universidad, obtener el grado de doctor. Rasgos. Según esta definición, cinco son los rasgos principales de la tesis doctoral: –

Que se presente en forma escrita.



Que su contenido se refiera a una investigación científica realizada por el aspirante.



Que sea original.

– Que verse sobre una materia relacionada con el campo científico, técnico o artístico propio del programa del Doctorado cursado por el doctorando. – Que la investigación se realice bajo el patrocinio y orientación de un director, y – Que se presente y defienda en una Universidad. Respecto al primer rasgo, nada hay que comentar y en cuanto al segundo, toda esta obra se refiere al mismo y de modo especial la parte tercera, que trata de la “investigación empírica”. Original se dice de lo que es primitivo, nuevo, de lo que no se deriva de algo anterior. En el orden humano, nada es original de modo absoluto y total, sino relativo y parcial. Lo mismo sucede en la investigación científica, en la que siempre es parte de unos conocimientos previos.

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R. Sierra Bravo La originalidad en la tesis, por tanto, no puede consistir en una total novedad, sino en que sea el resultado del esfuerzo propio y no, total o parcialmente, copia o plagio de una investigación anterior; y en que, partiendo del acervo científico precedente, se realicen aportaciones nuevas, aunque sean modestas, que signifiquen un cierto adelanto en la ciencia y en sus métodos o un avance en el conocimiento de la realidad que constituya su campo propio. Supuesto lo anterior, las modalidades específicas de las nuevas aportaciones científicas pueden ser múltiples e incluso referirse a una nueva interpretación de un autor, a nuevas síntesis y clasificaciones, todas ellas fundadas, o al hallazgo de nuevas fuentes o documentos. Por ello, no son susceptibles de una enumeración pormenorizada y su apreciación, en último término, depende del Tribunal que juzgue la tesis. El cuarto rasgo, la materia de la tesis, ha sido establecido por el artículo 7–2 del Real Decreto 185/1985 de 23 de enero (v. en apéndice), de acuerdo con el artículo 2º que asigna como fin a los estudios del Doctorado, bajo la supervisión y dirección de un Departamento, la especialización en un campo científico, técnico o artístico determinado y su formación en las técnicas de investigación. La exigencia de director de la tesis se funda en el supuesto normal de que el doctorando se inicia con ella en la investigación. Su función es de asistencia, vigilancia y orientación, más que de dirección propiamente dicha. El responsable de la investigación y de la tesis es, en todo caso, el graduando y, si bien debe procurar seguir sus indicaciones y realizarla en estrecho contacto con el director, a él corresponde, en caso de discrepancia, la decisión última, pudiendo incluso pedir el cambio de director. Respecto a las funciones del director, el doctorando, aunque tenga la iniciativa de consultarle siempre que lo estime oportuno y de tenerle al corriente de las tareas que realice, ocupa una posición pasiva. Al director corresponde fijar la manera de ejercer su cometido y es el que debe comunicarla al aspirante a doctor. La presentación y defensa de la tesis se debe ajustar a las normas vigentes en cada país, las cuales, en cuanto a España, se incluyen en el apéndice jurídico, y a las normas especiales que puedan existir en la Universidad y Facultad donde se presente. El Decreto sobre el Doctorado 185/1985, que se inserta en el apéndice, exige en su artículo 8–1 que el director de la tesis autorice la presentación de esta a lectura, con ratificación del tutor departamental, cuando aquél no pertenezca al Departamento que ha debido dirigir los estudios del doctorando. Por último, cabe hacer referencia aquí a la extensión de la tesis. Umberto Eco (1982, 18) escribe que la tesis es “un trabajo mecanografiado de una extensión media que varía entre las cien y las cuatrocientas páginas, en el cual el estudiante trata un problema referente a los estudios en que quiere doctorarse”. En la práctica, las reglamentaciones del Doctorado no suelen especificar este punto, que depende mucho del tipo de tesis y disciplina. Sin embargo, aunque puedan ser viables, e incluso importantes, tesis con sólo 100 paginas, normalmente, por lo menos en España, una tesis de dicho tamaño resultará demasiado pequeña, por lo que acaso sea más realista, salvo casos excepcionales, situar el límite mínimo de su extensión en 200 paginas. Razón de ser y función. La razón de ser de la tesis en cuanto trabajo académico es, simplemente, la necesidad de que el aspirante al máximo grado académico universitario y científico, demuestre que es capaz de realizar una investigación científica original; y su función la obtención del título pretendido. En cuanto al informe de la investigación científica realizada, responde a una doble necesidad. La primera es sin duda la más fundamental. Consiste en la exigencia científica de dar a conocer los hallazgos y descubrimientos de la investigación de alcance o interés científico. A diferencia de muchas artes y conocimientos antiguos, que eran secretos, condición esencial de la ciencia moderna es su carácter manifiesto y público. La segunda necesidad es exponer y declarar los procedimientos y técnicas utilizados en la investigación, para que pueda ser reproducida, contrastada y verificada por otros científicos, o por lo menos para que se pueda juzgar la validez y fiabilidad de las nuevas aportaciones científicas que se proponen. Entiendo por investigador científico a aquél que realiza un trabajo con el nivel mínimo que exige entre nosotros la tesis doctoral. DESANTES GUANTER 264

La tesis y su contenido 15.2. EL CONTENIDO DE LA TESIS No hay nada en lo acabado de exponer, de lo que se derive que exista o se pueda imponer, con relación al contenido de la tesis, un esquema fijo al que obligadamente se deban ajustar todas las tesis o informes, de cualquier tipo que sean. Sin embargo, si se pueden señalar algunos puntos básicos, de acuerdo con su razón de ser y sus funciones indicadas, que merecen ser tenidos en cuenta a este respecto. El contenido de la tesis se puede dividir en partes principales y secundarias. Entre ella se pueden destacar, respectivamente, las siguientes: Partes principales – Introducción. – Descripción de la metodología de la investigación. – Exposición, análisis y discusión de los resultados. – Conclusiones. Partes complementarias – Títulos. – Apéndices. – Bibliografía. – Indices. – Divisiones y subdivisiones. – Figuras. Además, hay que mencionar de modo especial las citas y notas, en cuanto deben ser objeto de una consideración particular. A continuación se trata separadamente de cada una de estas partes distinguidas, no sin indicar previamente que, en las partes principales, se ha realizado la exposición referida principalmente a la tesis de carácter empírico. Como pueden existir también tesis con un carácter teórico más acusado, como, por ejemplo, las que tengan por objeto el estudio de un autor o de una teoría determinada, en este caso será preciso adaptar lo que se dice a este caso especial y al hecho de que en él el objeto empírico de la investigación han de ser fuentes documentales.

15.2.1. Partes principales Introducción. Según S. Dreyfuss (1971, 222) “la introducción se distingue del texto, en cuanto al fondo, en que no sirve más que para presentar o situar a grandes trazos el problema sin resolverlo de ningún modo: da al lector algunas indicaciones generales que son necesarias para permitirle seguidamente abordar más fácilmente la materia y comprender la concepción del tema y la manera de tratarlo”. La finalidad de esta parte de la tesis, en el caso indicado de investigaciones empíricas, es describir las operaciones preliminares en que se basa la investigación y aquellos aspectos que se pueden considerar como punto de partida de la misma. En la introducción se pueden hacer constar: a) El proceso de formación del doctorando y su preparación para la investigación. b) La génesis, motivación y objeto de la tesis o trabajo elegido. c) La importancia científica de la investigación realizada y las razones que justifican su estudio. d) El enunciado del problema investigado y de sus antecedentes históricos, teóricos y empíricos, con referencia concreta a las fuentes utilizadas y a los estudios teóricos e investigaciones empíricas precedentes sobre el mismo. Es lo que se suele llamar status quaestionis y lo que constituye el marco teórico de la tesis. 265

R. Sierra Bravo e) La especificación del problema investigado mediante la exposición de los objetivos de la investigación, es decir, de los aspectos concretos del problema a los que se ha pretendido dar respuesta con ella, y de las hipótesis formuladas. f) La descripción del objeto, realidad o población investigados y el marco o contexto más amplio en que se inserta y la determinación de los límites cronológicos y geográficos del estudio. g) Agradecimientos, o mención expresa de la gratitud sincera y comedida del doctorando a las personas e incluso instituciones que de alguna forma le han ayudado en la elaboración de la tesis. Se trata de un detalle que nunca falta en las publicaciones científicas anglosajonas, y que hasta ahora no suele ser tan frecuente en nuestro país, lo que, en cierto modo, es explicable porque generalmente se investiga entre nosotros más aislada e individualmente. En todo caso, si las ha habido, y en la tesis siempre será así, pues por lo menos se encuentra en este caso el director, es una atención obligada. También es frecuente que se hagan constar en una pagina especial destinada exclusivamente al efecto. Descripción de la metodología de la investigación. La finalidad de esta parte del informe responde al fin ya indicado de éste: dar cuenta de las técnicas de observación utilizadas y de los procedimientos de análisis empleados para que sea posible a otros investigadores no sólo repetirla, sino también verificar la adecuación de dichas técnicas y procedimientos al objeto de la investigación y su correcta aplicación en el caso en cuestión. “Importa, asimismo, escribe Ramón y Cajal (1944, 155), puntualizar, bien al principio, bien al final de la monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor, sin imitar a esos sabios que, a títulos de mejorarla ulteriormente, se reservan el monopolio de la técnica empleada, restaurando la casi perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas centurias, los cuales, inspirados en la pueril vanidad de asombrar a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los detalles de los procedimientos que les habían conducido a la verdad”. Por tanto, esta parte deberá contener una exposición, lo más clara y completa posible, de la metodología seguida en las operaciones básicas de la investigación, mediante la enumeración de las variables generales y empíricas estudiadas y de sus definiciones operativas adoptadas, y de las técnicas empleadas en la observación y clasificación y análisis, así como, en su caso, en la selección de la muestra. Respecto a ésta no deberán faltar: 1. La mención de la base de muestra utilizada. 2. De su tamaño. 3. La determinación del error muestral que supone éste, según el nivel de confianza elegido; y 4. La descripción del sistema de selección de la muestra utilizado. Respecto a la observación, se deberán dar todas las explicaciones que sean pertinentes sobre los elementos: reactivos, animales, etc. usados. Si son aparatos usuales, se darán los datos que los caracterizan: nombre, marca, tipo, etc., sin describirlos en detalle. Igualmente se hará respecto a las pruebas de laboratorio y otros procedimientos de observación conocidos, sin que falte la indicación de la validez y seguridad que merecen. Sin embargo, cuando se trata de pruebas poco conocidas y de instrumentos de investigación preparados específicamente para la investigación, como, por ejemplo, experimentos originales, cuestionarios o escalas de actitudes o tests, deben ser descritos detalladamente, con inclusión en apéndice, en su caso, de un modelo del mismo. Se debe explicar, asimismo, el procedimiento seguido para su elaboración y los resultados de las pruebas previas realizadas con ellos. En todo caso, se deberá dar cuenta de los procedimientos seguidos en la investigación para la aplicación de cualquier instrumento de investigación y reseñar las experiencias dignas de mención, las dificultades especiales encontradas y el modo de resolverlas. Asimismo, con relación al análisis, cabe destacar que no debe faltar la indicación de los tipos y modalidades de análisis utilizados: coeficientes de asociación, test de hipótesis empleados para comprobar la significación respecto a la población de los resultados y otros tipos de análisis matemático, con especial mención de las particularidades que presentan en la investigación de que se trate.

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La tesis y su contenido Exposición y análisis de los resultados. El objetivo de esta tercera parte del informe, responde a su fin, también indicado, de dar a conocer y divulgar los resultados de la investigación. Por tanto, en ella se deben exponer, en primer lugar, dichos resultados, de manera ordenada, clara, detallada y global y no individual en el caso de estudio de poblaciones, y con indicación de sus fuentes y fundamentos concretos dentro del conjunto de las operaciones de la investigación. En segundo lugar, se deberá enjuiciar críticamente la validez y fiabilidad de los resultados en cuestión, a la vez que se les compara con los resultados obtenidos con otras fuentes, teniendo el valor de renunciar a cualquier hipótesis inicial no satisfactoria. En tercer lugar, se realizará su análisis del modo más detenido posible y se discutirá: a) El alcance y sentido científico de los mismos. b) Su significación respecto a la teoría científica precedente. c) Sus limitaciones; y d) Las cuestiones relevantes descubiertas en el estudio y aún sin resolver. De acuerdo con Selltiz y sus colaboradores en la obra “Métodos de investigación en las relaciones sociales” (Rialp, 1965, p. 497), la regla cardinal en el informe científico es “proporcionar toda evidencia significativa para la cuestión de investigación tratada, sean o no acordes los resultados con las opiniones del investigador”. La conclusión. Si se tiene en cuenta que, como se ha indicado, la tesis debe representar alguna aportación, aunque sea modesta, que signifique un cierto adelanto en la ciencia o en su método o un avance en el conocimiento de la realidad que constituye su campo propio, creo que la conclusión es la parte de la tesis en la que el doctorando debe poner de relieve con los argumentos adecuados, sintética y sistemáticamente, lo que la tesis suponga de novedad y las aportaciones teóricas y prácticas que a su juicio implica. Entendida de este modo la conclusión, su noción se enlaza con el significado tradicional de tesis como posición teórica o práctica a la que se ha llegado, y la cual se mantiene exponiendo las razones que la avalan y refutando las objeciones que se pueden oponer a ella. Según esto, parece que la conclusión más que un elenco de proposiciones finales debe ser una “reflexión final” (Alcina, 1994, 207) fundamentada sobre el alcance científico de la investigación realizada. En opinión de Lasso de la Vega (1977, 160), “el trabajo científico o la tesis deben disponer de un capítulo final consagrado a la conclusión. Es necesario sintetizar en unas páginas, con precisión y claridad, los resultados obtenidos, las ideas esenciales que se desprenden del trabajo. Sin un capítulo conclusión, la tesis parecerá no estar terminada”. Cabe recordar aquí que según el Decreto 185/1985 de 23 de enero sobre la obtención del grado de doctor, la defensa de la tesis doctoral consistirá en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria realizada, contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención de sus aportaciones originales”.

15.2.2 Partes complementarias Los títulos. Título, según el Diccionario de la Real Academia es “la palabra o frase con que se da a conocer el asunto o materia de una obra científica o literaria, de cualquier papel manuscrito o impreso, o de cada una de las partes o divisiones de un escrito”. Los títulos hacen las veces de nombre de la obra o escrito en general o de sus partes, y por eso deben elegirse de tal forma que reflejen su contenido del modo más exacto posible, sin inducir a engaño ni por exceso ni por defecto. El título general de la tesis o trabajo científico es obligado y no se puede prescindir de él, en ningún caso y en ninguna obra escrita. En cuanto al título de las partes o divisiones del escrito, si bien algunas obras se publican sin ellos, el doctorando no debe permitirse ese lujo, aunque no sea exigible legalmente más que el título general de la tesis. Estos títulos de las partes de la tesis facilitan la lectura del trabajo, su utilización y revisión. Parece, pues, que el doctorando está obligado a tener esta atención con el tribunal de la tesis y con 267

R. Sierra Bravo sus posibles lectores. Teniendo en cuenta la exposición que hace de este punto S. Dreyfuss (1971, 180 y ss.) se pueden formular las siguientes reglas sobre dicho punto: – Son preferibles los títulos cortos. – Deben ser simples, claros, comprensibles y coordinados entre sí con cuidado y, sobre todo, específicos y precisos – Evitar las oraciones completas. – Evitar igualmente los títulos formados por la simple yuxtaposición de dos ideas que a continuación son tratadas sucesivamente. – Su fin debe ser introducir la materia y resumir su contenido. – Sin mengua de este fin es recomendable esforzarse por utilizar fórmulas expresivas, que choquen o llamen la atención y procurar los contrastes siempre que sea posible, En este sentido, la titulación es también un arte. – Redactarlos de forma análoga todos: por ejemplo, con artículos iniciales o sin ellos. Apéndices. En los apéndices se debe comprender todo lo que no se considera conveniente incluir en el cuerpo de la tesis, pero que sin embargo constituye un fundamento, complemento o ilustración de su contenido. En concreto, es corriente, en su caso, incluir en las tesis como apéndices: a) Una copia de los instrumentos de investigación empleados. b) Los cuadros o tablas en los que aparezcan cuantificados los resultados de la investigación. c) Las notas y citas excesivamente largas. d) Los documentos que sean fuente de la investigación, objeto de análisis o de estudio en ella. e) El desarrollo de alguna cuestión marginal a la tesis o que, sin ser marginal, se ha elaborado después de concluir la tesis. f) Terminología, tablas cronológicas, gráficos y mapas. La bibliografía. Según el Diccionario de la Real Academia, bibliografía, en segunda acepción, significa “relación o catálogo de libros o escritos referentes a una materia determinada”. Respecto a la tesis, una relación de este tipo debe figurar entre sus elementos complementarios. Como escribe S. Dreyfuss (1977, 303), “ningún trabajo de investigación, ya sea limitado o muy extenso, ya constituya un trabajo escolar o un estudio muy profundo y de alto nivel, ya sea impreso, mecanografiado o manuscrito, es completo bibliografía”. La bibliografía, en el caso de la tesis, debe comprender: a) En primer lugar, separadamente, y cuando se refiera a una obra o un autor determinados, las fuentes, es decir, los manuscritos, en su caso, y las ediciones de dicha obra o de las distintas obras del autor, que se han utilizado en la tesis. b) Los repertorios bibliográficos o publicaciones que sólo contienen referencias bibliográficas, que existan y se refieran al tema tratado en la tesis. c) La referencia a las obras no fuentes citadas en el texto. d) La referencia de las obras consultadas para la elaboración de la tesis, aunque no se hayan citado expresamente, y e) También se pueden incluir, indicándolo así, las obras que se refieran al tema de la tesis y que por cualquier motivo no se han podido consultar. En todo caso, las referencias, tanto de las fuentes como de las demás obras, se deben consignar de acuerdo con las reglas expuestas en el capítulo sobre la documentación en la tesis al tratar de las referencias bibliográficas, 10.7. 268

La tesis y su contenido La disposición de la bibliografía, con la condición de que se guarde siempre en ella el orden alfabético, puede ser diversa. Por ejemplo, se puede presentar – dividida en libros por una parte y artículos por otra; – clasificada en alguna forma, v. g., por materias; – de modo general para toda la obra, o particularizada para cada capítulo o parte de la tesis; – con algún breve comentario.

Descuidos y abandonos en la bibliografía, por desgracia tan frecuentes, con errores en las fechas o en los nombres de los autores, títulos de trabajos deficientemente transcritos y datos de las revistas o libros mal recogidos, no hacen más que demostrar la falta de categoría del autor y un avance de los problemas que tendrá que afrontar más delante cuando, al escribir trabajos científicos, aspire a su publicación en las revistas de algún prestigio, que por esa razón son exigentes y no admiten descuidos ni imperfecciones de ninguna clase y, menos, errores. JULIO R. VILLANUEVA Indices. Existen varias clases de índices, entre los que cabe destacar los siguientes: – de contenido sistemático, – de tablas y gráficos, – de materias, y – de autores citados. De todos ellos, los que se deben considerar obligados en la tesis son los dos primeros. Ambos deben recoger literalmente los títulos que encabezan, las divisiones y subdivisiones de la obra en el de contenido, y las tablas o gráficos, en el segundo. Como los títulos, según se ha indicado, deben reflejar los temas básicos tratados en cada punto, estos índices sintetizan el contenido de la tesis y la significación de las tablas o gráficos. En cuanto al de contenido, algunos autores resaltan la conveniencia de redactar dos índices. El primero, sumario, con los títulos de los capítulos, se sitúa al inicio de la tesis; el segundo, detallado, con los títulos de todas las subdivisiones de la obra, al final.. El de autores citados, consiste en una lista alfabética de aquellos por sus primeros apellidos, con expresión de las páginas de las tesis donde son citados. Además de permitir encontrar fácilmente estas citas, proporciona una síntesis muy útil de la riqueza de fuentes de información que se han utilizado en la elaboración de la tesis. En el de materias, los términos conceptuales de los puntos y temas tratados se ordenan también alfabéticamente. Su función es ayudar a localizar rápidamente estos cuando deban ser consultados particularmente. Los índices de autores citados y de materias se deben colocar siempre al final de la tesis o trabajo. En cuanto al índice de contenido sistemático y al de tablas, que se puede considerar como un apéndice del primero, existen dos tradiciones. En los países anglosajones, Inglaterra y Estados Unidos, estos índices se sitúan siempre al principio de la obra, mientras que en los países latinos, España, Italia y Francia, van al final, si bien hay que señalar que en estos países se está imponiendo la costumbre de colocarlos también al principio, opción esta última que parece más práctica.

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R. Sierra Bravo Divisiones y subdivisiones. El índice debe recoger también no sólo los títulos de las partes de la tesis, los cuales en el cuerpo de la exposición se deben diferenciar, según su importancia, con letras mayúsculas y minúsculas y subrayados, sino también los nombres asignados a dichas partes o divisiones y subdivisiones. A este respecto, existen dos procedimientos principales: el clásico y el moderno. En el primero, dichas divisiones y subdivisiones se consignan con sus nombres específicos: partes, títulos, secciones, capítulos, parágrafos, subparágrafos, etc. y se numeran correlativamente. Si la obra sólo comprende divisiones de una clase, suelen recibir el nombre de capítulos. El procedimiento moderno esta normalizado. A continuación se transcribe la normalización española de esta cuestión establecida en la tercera revisión de la norma UNE 1002. 1. Objetivo y campo de aplicación. La presente norma describe un sistema de numeración de las divisiones y subdivisiones en los documentos escritos. Se aplica a todos los documentos escritos, tales como manuscritos, trabajos en imprenta, libros, artículos de revistas y normas. La numeración de las diferentes divisiones y subdivisiones de un documento escrito es aconsejable cuando: – Pone en evidencia la sucesión y la importancia de las diferentes divisiones y subdivisiones así como sus relaciones. – Simplifica la búsqueda de determinadas partes del texto, y permite su cita. – Facilita las citas o referencias dentro del propio escrito. 2. Numeración de las divisiones y subdivisiones. 2.1. La numeración debe realizarse mediante la utilización de cifras arábigas. 2.2. Las divisiones principales (en el primer nivel) de un escrito deben numerase correlativamente a partir de 1. 2.3. Cada división principal puede subdividirse (en el segundo nivel) en un número cualquiera de subdivisiones numeradas correlativamente a partir de 1. Esta forma de división y numeración puede continuar hasta cualquier nivel (tercer nivel y sucesivos). No obstante, es conveniente limitar el número de niveles a fin de que los números de las distintas partes sean fáciles de buscar, leer o citar. 2.4. La separación de las diversas subdivisiones que forman parte de una misma división principal se realiza intercalando un punto entre las cifras representativas de las mismas. Es facultativa la utilización de un punto a continuación del número que designa el último nivel. Ejemplo:

2.5 Puede atribuirse la cifra 0 a la primera división de cada nivel, cuando constituye una introducción, un prefacio, un prólogo, un preámbulo o cualquier otra parte de tipo similar.

3. Citación de los números de las divisiones y de las subdivisiones dentro del propio texto. se cita un número de división o de subdivisión dentro del propio texto se omite el punto final. Ejemplos: . . . . . . . . En el capítulo 4 . . . . . . . . . . . . . . . . Véase 9.2

........

. . . . . . . . 3ª línea de 1. 1.2.2 . . . . . . .

270

Cuando

La tesis y su contenido 4. Enunciación. Para la enunciación de un número de división o de subdivisión no se tiene en cuenta los puntos. Ejemplos: 2.

“dos”

2.1.1

“dos uno uno”

2.11

“dos once”

2.27

“dos veintisiete”

Figuras. Con este término genérico me refiero a los diagramas, gráficos, diseños, dibujos, croquis, bocetos, planos, mapas, fotografías, grabados, ilustraciones, láminas, pinturas, etc. que pueden formar parte, junto con el texto escrito, de la tesis o trabajo de investigación. En campos tales como la Ingeniería, Arquitectura y Bellas Artes, o en ciertos tipos de tesis, los planos, dibujos, pinturas, etc. suelen constituir un elemento esencial de las tesis o trabajos de investigación, pero en muchos otros casos cumplen un papel accesorio de complemento y aclaración de su texto escrito En este último caso, no cabe duda que, aun sin perder su carácter accesorio, las ilustraciones oportunas y correctamente realizadas, pueden, en general, dar realce al contenido de la tesis, facilitar su comprensión y cumplir, específicamente, alguna de las funciones siguientes: a) Hacer más visibles los datos, sistemas y procesos. b) Poner de manifiesto sus variaciones y su evolución en el tiempo o en el espacio. c) Evidenciar las relaciones entre los diversos elementos de un sistema o de un proceso y representar la correlación entre dos o más variables. d) Sistematizar, sintetizar y visualizar los elementos de conjuntos numéricos o teóricos complejos. e) Aclarar y complementar las tablas de datos y las exposiciones teóricas o cuantitativas. f) Servir para sugerir hipótesis nuevas, mediante el estudio de su disposición y de las relaciones que muestran. g) Constituir la expresión obligada del resultado de ciertos análisis. No sólo son múltiples las clases de ilustraciones, sino también las modalidades que cada una de ellas pueden adoptar. Por ejemplo, los diagramas pueden ser de puntos; lineales; de superficies rectangulares, circulares, etc.; estereométricos; cartográficos; formados por dibujos o pictogramas; constituidos por bloques relacionados entré sí mediante líneas o flechas, como el inserto en el capítulo 8.1 de este obra; de flujos, que representan los procesos en los que hay que tomar decisiones, mediante rectángulos y rombos que indican respectivamente las etapas del proceso y las decisiones que hay que adoptar y flechas que señalan la dirección de las decisiones y el avance del proceso. Todo esto, incluida la posibilidad de la aplicación con este fin de los ordenadores, hace inviable aquí el intento de una consideración particular de los mismos, que siempre sería incompleta e imperfecta. Por ello, me parece oportuno remitir al lector interesado a las publicaciones específicas existentes, entre las que se encuentran las siguientes: BERTIN, J.–Les graphiques et le traitement graphique de l‘information. París: Flammarion, 1977. BERTIN, J.–Sémiology of graphics: diagramis, networks, maps. Madison: Wiscosin, 1983. CAUDE, R.– Iniciación a los gráficos. Barcelona: Sagitario, 1969 AMBERS,J – et alli.–Graphical methods belmon tfor data anlysis. Wadsworth Inter. Group,1983. DONY, R.– Grafismo científico con microordenador. Barcelona: Masson, 1986. FARINA, M. V.–Diagrama de flujos. 6ª reimp. México: Diana, 1979. GARCIA MENENDEZ, A.–Diagramación. México: Limusa, 1983.

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R. Sierra Bravo HALL, A. S.– Construcción de gráficos y diagramas. Zaragoza: Acribia, 1963. LE WELL, J. A.–Aplicaciones gráficas del ordenador. Madrid: H. Blume, 1986. MONKHOUSE, F. L.–Mapas y diagramas. Barcelona: Ed. Oikos– Tau, 1968. PEPE, P.–Presentación de estadísticas. Madrid: Ed. Rialp. PUIG, J. J.–Imágenes y grafIsmos informáticos. Barcelona: Mitre, 1985. SCHMID, C. F.–Statistical graphics. Design principles & practices. N. York: J. Wiley, 1983.

Entre las normas sobre la presentación de las ilustraciones y gráficos que se suelen ofrecer, se pueden destacar las siguientes: 1. Título. El título debe ser claro y completo y expresar en síntesis la naturaleza y el contenido de la ilustración. 2. Sencillez. Se debe procurar en ellas la mayor simplicidad, claridad y legibilidad. 3. Número. El exceso de figuras puede distraer más que aclarar. 4. Disposición. En su disposición general, el diagrama debe avanzar de izquierda a derecha. 5. Preferencia. En los diagramas se debe preferir las líneas a las superficies y volúmenes, por ser estos últimos más difíciles de interpretar. 6. Línea cero. En los diagramas no debe faltar la línea cero, aunque sea preciso quebrarla para que no suceda así, y esta línea y toda otra línea base deben quedar resaltadas. 7. Trama. La trama o líneas de fondo deber ser menos perceptibles que las de la figura misma y únicamente las necesarias. 8. Datos y fórmulas. A veces conviene incluir en el diagrama los datos numéricos o fórmulas representadas. 9. Tablas. En todo caso, los datos numéricos en que se basan deben figurar en tablas adjuntas, completas y exactas. 10. Espacio. Las ilustraciones que ocupen más de media página deben ir solas en la pagina, sin insertar en ella otros textos escritos. 11. Colocación. Las figuras y gráficos deben aparecer a continuación del texto al que se refieren. 12. Numeración. Deben ser numeradas con cifras arábigas colocadas al pie.

15.3. CIFRAS Y NOTAS Noción. Es preciso distinguir las citas de las notas, ya que, aunque estén relacionadas y a veces las citas adopten la forma de notas, no son lo mismo. Las notas, según la definición muy clara y completa del Diccionario de la Real Academia de la Lengua son las “advertencias, explicación, comentario o noticia de cualquier clase que en los impresos y manuscritos van fuera del texto, ya sea al margen de los folios, ya al fin de la obra o de cada una de sus divisiones, con oportuna llamada en el lugar del texto a que corresponda”. En cambio, la citas se pueden definir con Cazares Hernández (1980, 81) como la presentación, ya textual, ya resumida, de ideas de otros autores que sirven de apoyo al investigador, se contraponen a lo que dice o proporcionan mayor información. – Funciones. Se puede decir que las citas cumplen, entre otras, las siguientes funciones principales: – Demuestran que se conocen y se han tenido en cuenta las aportaciones teóricas y empíricas, realizadas anteriormente por otros investigadores sobre el tema investigado. 272

La tesis y su contenido – Exponen los textos de las fuentes primarias que son objeto de estudio, análisis o interpretación en la tesis. – Expresan las ideas de otros autores, que sirven de ilustración, apoyo o punto de partida de las nuestras o que hacemos objeto de nuestra discusión o crítica. – Evitan, por último, el plagio, es decir, que presentemos como nuestras, sin hacer mención de sus autores, ideas que en realidad hemos tomado de o leído en las obras de aquéllos y son originales de ellos, lo que no ocurre cuando leemos en un autor ideas conocidas por todos los versados y que, por tanto, se pueden considerar de dominio común en la ciencia de que se trate. Se debe tener también cuidado de poner siempre comillas cuando se cita a un autor textualmente o empleando las mismas palabras de su obra.

En cuanto a las notas, se pueden destacar sus funciones siguientes: – Origen de las citas. Las notas constituyen uno de los procedimientos para indicar el origen de la citas, o las referencias bibliográficas de las obras de donde las hemos tomado, y para incluso transcribir la cita, cuando en el texto no encajaría bien. – Remisiones. Sirven para hacer referencia a lo dicho en otros lugares de la tesis, para remitir a lugares de obras de otros autores o para proporcionar referencias bibliográficas adicionales sobre algún punto. En estos casos, es frecuente utilizar en las notas las abreviaturas vid., del latín videre, ver o véase, tal ... y cfr, del latín confers, o más modernamente, simplemente v. – Ideas adicionales. Las notas sirven también para proporcionar ideas adicionales a las expuestas en el texto o para aclarar, completar y desarrollar las ideas e informaciones expresadas en el cuerpo del escrito, así como para poner de relieve su posible relación con otros temas. Empleadas las notas según esta función, proporcionan, sin duda, a la tesis un empaque académico y erudito y prueban la capacidad intelectual de su autor, en cuando sabe descubrir y poner de manifiesto las implicaciones y relaciones conexas, teóricas o prácticas, que conllevan las cuestiones tratadas en la tesis. – Traducciones. Sirven igualmente para ofrecer la traducción de una cita hecha en el texto en lengua extranjera, o al revés, para exponer la versión en lengua original de una cita del texto hecha en traducción. – Agradecimientos. Por último, las notas sirven para pagar deudas, como dice Eco, es decir, para expresar nuestra gratitud a las personas que nos han proporcionado una idea o sugerencia no publicada antes y que utilizamos en el texto.

Tipos. Se pueden realizar diversas clasificaciones, por ejemplo, según sus funciones, pero aquí sólo creo de interés referirme a los siguientes tipos de citas: – ideológicas o resumidas, y – textuales. Las citas textuales tienen lugar cuando se recogen no sólo las ideas de otros autores, sino también y exactamente las mismas palabras que ellos han empleado para expresarlas. En cambio, en las citas ideológicas, se recogen las ideas pero no las palabras exactas. Es indudable que las citas de fuentes, que son objeto de estudio, análisis o interpretación en la tesis, deben ser citadas textualmente y nunca resumidas. En cuanto a las citas de obras que no sean fuente primaria, a pesar de que S. Dreyfuss (1971,45) opina que en el caso de las obras que llama doctrinales las citas en resumen deben ser la regla, y el texto in extenso la excepción, en mi opinión, las citas resumidas parecen más apropiadas de ensayos o cuando son empleadas por autores no noveles, pero no en el caso de la tesis, que normalmente es el primer estudio serio realizado por sus autores. Disposición. Las notas se pueden colocar: – a pie de página, o incluso en sus márgenes,

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R. Sierra Bravo – al final del capítulo al que se refieren, o – al final del trabajo. El procedimiento más correcto es, sin duda, el primero, porque evita la molestia de tener que ir a buscar la nota al final indicado si al leer el texto queremos o necesitamos consultarla; por ello, es preferible en la tesis. La única ventaja de los otros dos sistemas es que hacen más fácil su mecanografiado o impresión. En cuanto a las citas textuales y hechas en el cuerpo de la tesis se pueden disponer, como señala S. Dreyfuss (1971, 233): a) incorporadas al texto, bien después de “:”, o asimiladas totalmente al contexto y distinguiéndose de el sólo mediante las comillas, y b) situadas aparte, es decir, separadas espacialmente del texto del autor. Este último procedimiento es oportuno y aconsejable en el caso de citas largas, pero menos recomendable si son cortas. También con relación a las citas, y en cuanto a la forma de consignar las referencias bibliográficas de las obras de donde están tomadas, existen dos sistemas: 1. de cita–nota, y 2. de autor–fecha. En el de cita–nota, la referencia bibliográfica se da como nota al pie de página o al final del capítulo o de la obra. En el texto, sólo se sitúa en el lugar correspondiente el número que corresponda a la nota. Este número debe ser correlativo a partir del 1 y la numeración resultante puede ser general para todo el libro, o por capítulos, o bien distinta para cada pagina. Con el sistema de autor–fecha, empleado en los Estados Unidos, para las obras científicas modernas, no antiguas, que se esta extendiendo también en Europa, se elimina la cita nota y en su lugar se consigna en el texto, después de la cita y entre paréntesis, el nombre del autor, la fecha de la obra citada después de una coma y luego, separada por “:” su página. Esta mención sirve para que cuando se quiera revisar la referencia bibliográfica completa se pueda hacer consultando la bibliografía final. Este sistema tiene la ventaja de que puede evitar bastante trabajo y numerosas repeticiones de notas–citas de las mismas obras, y aunque tiene el inconveniente indicado de las notas colocadas al final de la obra, frecuentemente la indicación de la ha puede bastar a especialistas para identificar la obra citada. Ejemplo de cita autor–fecha: (Ramon y Cajal, 1981: 49) Consultando la bibliografía final se encontraría la referencia completa de esta dispuesta como todas las demás del modo siguiente: RAMON Y CAJAL, Santiago (198l).– Los tónicos de la voluntad: Reglas y consejos de investigación científica. 10ª edición. Madrid: Espasa Calpe, 201 p. El año se sitúa seguidamente al nombre sólo para que se pueda localizar más fácilmente la obra citada. Si existen dos o más obras o trabajos del mismo año y autor se distinguen añadiendo al año correlativamente las letras del alfabeto: 1981; 1981 b; 1981 c; etc. Reglas sobre las citas. Las citas, dado su carácter conceptual y las funciones indicadas que cumplen, constituyen un elemento importante de la tesis. Todo ello exige que su empleo se ajuste a normas enunciadas por los autores que aseguren su correcta utilización, como, por ejemplo, las siguientes: 1. Literatura crítica. Los texto de literatura crítica se citan solo cuando con su autoridad corroboran una afirmación nuestra, lo que implica en primer lugar que estas citas no deben superar la media página, como máximo; en segundo lugar, que deben aportar algo nuevo, no ideas obvias, o bien confirmar con autoridad lo que ya se ha dicho. 2. Significación. La cita supone que se comparte la idea citada, a menos que ésta sea objeto, inmediatamente antes o después, de crítica.

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La tesis y su contenido 3. Fuentes primarias. Las citas de las fuentes primarias se deben hacer normalmente del original o por la edición crítica, si existe o, en su defecto, por la edición más acreditada. 4. Autores extranjeros. Cuando la tesis verse sobre un autor extranjero, las citas de sus obras analizadas deben ir en la lengua de su versión original. En este caso, como se ha indicado, se puede ofrecer la traducción mediante nota. En otro caso, las citas de autores extranjeros se pueden hacer por una buena traducción española o mediante la traducción que nosotros efectuemos. 5. Exactas y completas. Las citas tienen que ser exactas y completas. Para asegurarse de su exactitud, deben ser objeto de cotejo una vez transcritas. Completas de modo que no falte nada de lo que compone el texto que se cita, incluso los subrayados que pueda tener. Si por nuestra cuenta subrayamos alguna palabra de la cita, se debe hacer constar así, entre paréntesis. Se pueden eliminar partes de la cita, cuando es demasiado larga y dichas partes no interesan a nuestro propósito ni afectan al sentido de la cita, pero entonces hay que indicarlo en la cita poniendo puntos suspensivos,..., en el lugar del texto eliminado. Se debe tener en cuenta y prevenir en lo posible el peligro de tergiversación en estos cortes. 6. Selectas. Las citas deben ser selectas. Es decir, deben ser elegidas de modo que cumplan oportunamente las funciones señaladas de las citas. No se debe citar ni recargar la tesis de citas, sobre todo en el texto. Las citas deben cumplir siempre una función subsidiaria respecto a nuestro pensamiento, de apoyo e ilustración del mismo, salvo que se trate de fuentes primarias. 7. Citas de segunda mano. Se deben evitar las citas de segunda mano, o tomadas de un autor que a su vez la ha tomado del autor original. Si se hacen y se quiere resaltar que el autor segundo asume la cita que hace del original, entonces se citará en primer lugar al segundo autor y después el original entre paréntesis y precedido de envía a... Cuando, por el contrario, se quiere destacar al autor original, se citará a éste en primer lugar y a continuación, también entre paréntesis, la cita del segundo autor y la obra de donde se ha tomado la cita, precedida de citado por... o apud ... 8. Referencias bibliográficas. Hay que cuidar escrupulosamente que las referencias bibliográficas de las citas sean totalmente precisas, con todos los datos de tipo de edición, critica o no crítica, número de la edición, año de la edición original y de la utilizada, etc. En la tesis, el cumplimiento de estas reglas, y en general de todas las reglas formales, es muy importante. Es uno de los aspectos que proporcionan rigor y seriedad al trabajo científico. Demostrar que se sabe investigar con rigor y seriedad es una de las condiciones principales que el doctorando debe probar con la tesis. 9. Transliteración. Cuando hay que realizar citas de obras escritas en lenguas con alfabetos distintos del latino, por ejemplo, el griego antiguo o ruso, está permitida la transliteración, que consiste en sustituir letra por letra y signo por signo las letras y los signos del texto extranjero por las correspondientes de nuestro alfabeto, cuidando de que se mantenga siempre la exacta correspondencia entre ambos alfabetos.

La trabazón de los materiales reunidos, la intercalación de textos y opiniones de otros autores que los autoricen debe hacerse con pulcritud y sumo cuidado. Obra de soldador y de costura, ha de ser fina y repasada para «que no se vea el fichero”, para que el lector no padezca la sensación de que tiene frente a él materiales sin elaborar. LASSO DE LA VEGA

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en Tesis Doctorales y Trabajos de Investigación Científica. Metodología General de su elaboración y documentación. Capítulo 16. Editorial Paraninfo. Cuarta edición, 1996, pp.431–471.

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Presentación formal y defensa de la tesis 16.1. LA POSTREDACCION La elaboración de la tesis no acaba inmediatamente después de terminar la redacción de las conclusiones o del último capitulo. A continuación, aun queda por realizar lo que se puede llamar genéricamente la postredacción, es decir, todas las operaciones posteriores destinadas a perfilar, completar y dar forma definitiva a la tesis. Entre ellas se pueden destacar la revisión y dar a la tesis su presentación mecanográfica y ortográfica últimas. Una vez hecho así, es necesario defenderla ante el tribunal llamado a juzgarla, quedando, por último, su publicación, en el caso de ser aprobada. Respecto a la revisión, el texto redactado se debe someter, en primer lugar, a los exámenes rigurosos que sean necesarios sobre su corrección científica, lógica, lingüística, de redacción y formal, y mejor, sin duda, si se procura un cierto distanciamiento. Se pueden tener en cuenta para ello, las reglas expuestas a lo largo de toda esta obra y se cuidará de modo especial de la ausencia de contradicciones entre las distintas partes de la tesis, el adecuado orden y equilibrio entre ellas y su debida ligazón, mediante los oportunos textos de unión o de transición de unas a otras, así como que la redacción sea en todo caso correcta. En segundo lugar, es obligado, como se ha indicado, que el doctorando someta el texto de la tesis a la aprobación del director que haya elegido. En tercer lugar, es muy aconsejable en todo trabajo de investigación darlo a leer a especialistas amigos; seguramente no dejarán de hacemos sugerencias interesantes y nos pueden poner de manifiesto errores o deficiencias que nosotros no hemos visto.

16.2. LA PRESENTACION MECANOGRAFICA Y ORTOGRAFICA Aunque se trata de una cuestión instrumental y secundaria, no deja de tener su importancia en cuanto que precisamente la forma es lo que da realce al contenido. “El tesinando, doctorando o investigador –escribe el técnico en esta materia Quesada Herrera (1983, 135)– debe ser consciente del importante” papel que desempeña presentar inmejorablemente su trabajo. Recuerde a tal fin, que una acertada confección mecanográfica y una buena encuadernación son los ropajes del pensamiento. Estos son los detalles que predisponen al examinador esquiva o favorablemente hacia nosotros”. En mi opinión, existen tres advertencias principales a tener en cuenta respecto a esta cuestión: 1 . Que si la presentación no puede ser artística y suntuosa sea por lo menos correcta y limpia. 2. Que se ajuste a las normas dictadas, en su caso, por la Universidad y Facultad en la que se vaya a presentar la tesis.

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R. Sierra Bravo 3. Que se mantenga estrictamente y en todo caso la uniformidad formal previamente establecida. Esta regla implica que se piense, con el detenimiento necesario y para después cumplirlo siempre y en todos los casos escrupulosamente, el sistema a seguir en la forma de presentación, respecto a cuestiones tales como las siguientes: – Tamaño, color y calidad del papel. Se suele recomendar el uso del papel DIN A– 4 normalizado. – Márgenes uniformes en blanco que se han de dejar a derecha e izquierda, arriba y abajo. – “Sangrías” o número de espacios en blanco antes de empezar los capítulos y párrafos. – Espacios de separación entre líneas, párrafos y títulos. – Disposición de los títulos de capítulo y parágrafos. – Pautas a seguir respecto a los subrayados de palabras o frases y escritura de números, mayúsculas, abreviaturas y siglas. Aunque el doctorando no efectúe por si mismo el mecanografiado de la tesis, no debe descuidar estos detalles ni dejarlos totalmente al arbitrio del técnico. Antes bien, puede y debe dar a aquél de modo preciso las instrucciones pertinentes referentes a las decisiones que haya tomado sobre los puntos mencionados o por lo menos ponerse de acuerdo con el mecanógrafo respecto de las mismas. Son recomendables en cuanto a la escritura de números, mayúsculas, etc., la obra de J. Martínez de Sousa: “Dudas y errores del lenguaje” (1992) y con referencia a los restantes, el libro antes citado de Quesada Herrera: “Redacción y presentación del trabajo intelectual” (1987). A continuación se expone una serie de consideraciones sobre estos aspectos, divididos en ortográficos y mecanográficos.

16.2.1. Aspectos ortográficos Mayúsculas. Las letras mayúsculas, en cuanto destacan sobre las minúsculas, sirven para diferenciar o hacer resaltar ciertas letras o palabras. En su empleo hay que distinguir la escritura en mayúscula de la primera letra de una palabra o bien de una o más palabras completas. A este respecto, como en otras muchas cuestiones, hay gran diversidad de opiniones, si bien algunos autores han señalado la tendencia actual a usar parcamente las mayúsculas en ambos casos y escribir con minúsculas en caso de duda. Este principio concuerda con la norma, valida para la tesis en general, de ser muy mesurados en todo lo que pueda suponer una manifestación enfática, tal como, por ejemplo, los signos de admiración, interrogación, puntos suspensivos, etc. En cuanto al uso de palabras completas en mayúsculas, se trata de una forma de subrayado, a la que se hará referencia después. Números y fechas. La regla en este caso es también la moderación en el uso de números escritos en el texto con cifras, salvo, claro es, cuando se describan cálculos y resultados de observaciones o mediciones. Una norma admitida al respecto, es escribir en letra los adjetivos numerales del cero al veinte en todo caso y las cifras redondas. También se escriben con letras las cifras aproximadas: “había unas doscientas cincuenta personas”. Las cifras de fechas se escriben en el texto con números y es válido y más simple y, por tanto, preferible, no poner genitivos: 12 octubre 1492, en lugar de 12 de octubre de 1492. Abreviaturas y siglas. Se distinguen en que la abreviatura es la escritura de una palabra abreviada o con menos letras de las que tiene. Las siglas, en cambio, son palabras formadas con las iniciales de varias palabras. Por ello, se suele estimar que mientras las primeras siempre llevan punto al final, para indicar la abreviación, las segundas no deben llevarlo y todas sus letras se escriben con mayúsculas.

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Presentación formal y defensa de la tesis La norma generalmente aceptada es que en las tesis y trabajos científicos no deben utilizarse abreviaturas, con la excepción de las bibliográficas. En cuanto a las siglas tampoco, salvo que se vayan a emplear repetidamente en el texto. En este caso, se debe escribir la primera mención con las palabras completas, seguidas de la sigla correspondiente entre paréntesis y después utilizar solo la sigla. Cuando las siglas son muchas, se suele ofrecer también un índice de siglas. Uso de comillas, paréntesis y corchetes. Se distinguen tres tipos de comillas: corrientes, sencillas y españolas. Las corrientes “ ” se emplean en las citas textuales de frases o términos de otros autores y para diferenciar los términos comunes o técnicos, entendidos de manera especial distinta de la admitida comúnmente. Las comillas simples se utilizan para entrecomillar textos insertos dentro de otros más amplios que van también entre comillas. Las comillas españolas « se pueden emplear para diferenciar textos por alguna razón especial, por ejemplo, para distinguir el significado en lingüística de una palabra. En cuanto a los paréntesis y corchetes ( ), [ sirven, los primeros para separar, dentro de ámbitos más amplios, oraciones, frases o palabras de sentido aclaratorio o secundario. Los segundos se utilizan para distinguir los paréntesis dentro de paréntesis más extensos, las palabras que en un texto citado se suplen conjeturalmente por el doctorando o las aclaraciones que éste haga dentro de dicho texto. En cuanto al uso de guiones (–) y barras (/) se suele estimar que es preferible escribir socioeconómico y no socio–económico y que es muy poco recomendable utilizar barras en los textos escritos para separar palabras, como en y/o; edad/renta. 16.22. Aspectos mecanográficos Márgenes. Márgenes son los espacios en blanco a cada Uno de los lados de una página. Son, por tanto, cuatro, que reciben el nombre de lomo, el de la izquierda; corte, el de la derecha; cabeza, el de arriba; y pie, el de abajo. Los márgenes enmarcan la escritura. Se considera que esta queda bien enmarcada si la medida de los márgenes del lomo y corte es de unos tres centímetros. El margen superior se cuenta a partir de la paginación o numeración de la página, que se recomienda escribirla centrada en la página y a tres líneas del borde superior. Esta misma distancia se puede dejar también en el margen inferior. Para facilitar el logro de la uniformidad en los márgenes de todas las paginas es conveniente utilizar debajo del papel una plantilla en la que estén señalados todos los márgenes con líneas gruesas. Cuando se comienzan nuevos capítulos el margen de cabeza debe ser superior y de unas doce líneas. Espacios. Reciben específicamente este nombre en mecanografía las distancias entre letras, palabras o líneas de un escrito. En el caso de palabras, la costumbre dominante es no comenzar la primera palabra de un párrafo pegada al límite del margen, sino “sangrar” la escritura, dejando de tres a cinco espacios de letra en blanco. En cuanto a los espacios entre líneas, se considera obligado en la tesis dejar por lo menos dos espacios de máquina entre ellas y aun mejor tres porque así las páginas se rehacen y se leen mejor y la tesis parece más voluminosa. En el caso de puntos y aparte o de nuevos párrafos, es aconsejable dejar entre líneas un espacio más del normal y otro aún más cuando haya que escribir los títulos que encabecen los párrafos. Subrayados. Los subrayados o colocación de líneas continuas debajo de un texto escrito a máquina o a mano, sirven para destacar palabras o frases. La escritura de palabras o frases completamente con mayúsculas es, como se dijo, también una especie de subrayado. En cuanto el subrayado supone un cierto énfasis, rige igualmente en él la regla antes indicada de su uso con mesura. Según Eco (1982, 225), en una tesis se subrayan: – Las palabras extranjeras de uso no común o no castellanizadas. – Los nombres científicos de animales, plantas, etc. 281

R. Sierra Bravo – Los términos técnicos que se quieran destacar. – El enunciado de tesis o demostraciones finale – Los títulos de libros, poemas, diarios, revistas, películas, canciones y óperas.

16.2.3 Revisión formal del texto definitivo, admisión a lectura de la tesis y publicación Revisión formal. Mecanografiado el texto definitivo de la tesis, es necesario releerlo detenidamente para corregir los errores de copia que pueda contener y para verificar el cumplimiento de las normas ortográficas y mecanográficas adoptadas. En especial se verificará también la numeración correlativa de las páginas y notas de la tesis y la correspondencia de estas y sus llamadas. Asimismo, se cotejará la exactitud de las referencias internas y de las citas y su entrecomillado. Por último, respecto a la bibliografía, si se ha guardado siempre en ella el orden acordado y si son completas y exactas las referencias, sobre todo si se trata de libros en otros idiomas. Admisión de la tesis a lectura. De acuerdo con los artículos 8 y 10 del Decreto citado 185/1985, la lectura o defensa de la tesis exige previamente los requisitos de que se obtengan los tres vistos buenos siguientes: – Que el director de la tesis autorice su presentación a lectura. – Que la Comisión de Doctorado de la Universidad admita la tesis a dicho trámite de lectura y no decida que se retire. – Que el Tribunal nombrado por la Comisión de Doctorado para juzgarla acuerde que procede la defensa de la tesis. En caso contrario, interrumpirá su tramitación y remitirá al doctorando las observaciones que estime pertinentes. Publicación. Defendida la tesis, punto tratado a continuación, y aprobada, sólo resta su posible publicación. El Decreto repetido sobre el Doctorado no establece nada al respecto, pero el Doctor debe procurar, pues es el medio para que sus aportaciones puedan tener una mayor difusión y utilidad científica, su impresión y publicación completa en alguna editorial o resumida en revistas, boletines, folletos y otros procedimientos similares. Como escribe Robert A. Day (1979, IV), “un experimento científico no es completo hasta que se publica. De hecho, la piedra de toque de la filosofía de la ciencia se basa en la asunción fundamental de que la investigación original debe ser publicada: sólo así pueden autentificarse los nuevos conocimientos científicos y entonces añadidos al conjunto de conocimientos existentes que llamamos ciencia. De este modo, el científico debe no sólo “hacer” ciencia, debe “escribir ciencia”. La edición plantea dos cuestiones fundamentales: la búsqueda de editor y la realización de la edición en sí misma. Salvo que el doctorando edite la tesis por su cuenta, lo que normalmente no le será viable económicamente y plantea, además, el problema de la distribución, se verá obligado a buscar una institución o editorial que se encargue de la impresión y la distribución. Esta búsqueda requiere a veces soportar frecuentes negativas y una larga espera hasta encontrar la entidad a la que le interese la obra y esté dispuesta a editarla. En cuanto a la edición en sí misma, se trata de una cuestión técnica que entra dentro de las funciones propias de la editorial, lo que no obsta a que el autor pueda también expresar y hacer valer, en su caso, sus preferencias al respecto. En cuanto a puntos tales como papel, tipos de letra, características tipográficas, etc., se pueden consultar las obras siguientes, insertas en la bibliografía de este capítulo: “A manual style..”, Mannheimer, Turabian, Lasso de la Vega, p. 797 a 853 y el “Diccionario de Tipografía y el Libro” de Martínez de Sousa (Ed. Paraninfo, 1992, 31 ed.). Trabaja, termina, publica Michael Faraday 282

Presentación formal y defensa de la tesis 16.3. LAS TECNICAS ORATORIAS Y LA DEFENSA DE LA TESIS En el capítulo anterior he subrayado el paralelismo existente entre la redacción y la lectura. Igualmente, existe un paralelismo pero aún más acusado, entre la redacción y la expresión oral. En la redacción, como en la expresión oral, se trata de comunicar información a los demás, utilizando el mismo instrumento del lenguaje, con una única diferencia respecto a éste: en la redacción nos servimos de signos gráficos y en la expresión oral, de signos orales. Por ello, no es de extrañar que se pueda aplicar para definir la expresión oral la misma definición de la redacción expuesta, dada por la Real Academia española. Así se puede decir que el habla o la oratoria no es otra cosa sino la expresión oral de cosas sucedidas, acordadas o pensadas con anterioridad. Por otra parte, de igual modo que he distinguido la redacción en sentido amplio y en sentido estricto, así también se puede distinguir ambos sentidos en la expresión oral. La expresión oral en sentido amplio o pleno comprende también aquí la compilación del conjunto de datos e ideas que expresar oralmente y su clasificación, así como la formulación de un plan ordenado o guión para su exposición. La expresión oral en sentido estricto es la misma elocución tratada en la redacción, pues este término vale indistintamente para el lenguaje hablado y el escrito. Por último, son también cuatro los elementos que, como en la redacción, se pueden distinguir en la expresión oral: –

El sujeto orador y su circunstancia.



El instrumento de expresión oral: la voz o lenguaje oral.



El proceso de expresión oral; y



El resultado o discurso.

Dada esta similitud, conserva su validez en la expresión oral, lo dicho sobre la redacción, relativamente sólo, es decir, siempre que se tengan en cuenta las modificaciones exigidas por el diferente medio de comunicación oral o escrito empleado en cada caso.

16.3.1. El sujeto y su circunstancia En la expresión oral, a diferencia de la redacción y la lectura, no sólo es importante, como en éstas, lograr las mejores condiciones físicas y psíquicas del sujeto y del ambiente en que actúe, sino que se puede afirmar que el sujeto orador como tal forma parte de la misma expresión oral, junto con su voz, mediante sus gestos y, en general, la expresión corporal. Además, la redacción supone una relación social distanciada con el receptor de la información, mientras que la expresión oral implica una relación con aquél directa e inmediata, cara a cara, en la que el orador es uno de los interlocutores. Por todo ello, el sujeto hablante ocupa en la comunicación oral un primer plano, más destacado en comparación con la escrita. De acuerdo con lo anterior, son tres los puntos a los que el orador debe prestar especial atención: – La respiración. – La relación social o el contacto con el público; y – Los gestos y la expresión corporal en general.

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R. Sierra Bravo Respecto a la respiración, se recomienda que sea: a) Diafragmática, baja, ventral, profunda. b) Con aspiraciones rápidas y frecuentes, evitando quedarse sin aire, y utilizando para realizarlas las pausas marcadas por los signos de puntuación, en el caso de que se lea oralmente. c) La espiración, por el contrario, ha de ser lo más lenta y sostenida que sea posible, sin dejar escapar de una vez todo el aire de modo que no nos quedemos al momento de aspirar sin fuelle en los pulmones. En cuanto a la relación social o contacto con los interlocutores, el hablante, como escribe Belanger (1970, 76) “debe mantener el contacto con todo el público y durante todo el tiempo”, y abstenerse de mirar al techo o al suelo o a unos mismos rostros de los oyentes. “Lo acertado es, según Belanger, justamente mirar a un oyente que esté situado a la derecha de la tercera fila, después a otro de la sexta, al centro, a la izquierda del primero, seguidamente a otro de la segunda fila... y a cualquiera de ellos unos segundos, sin dejar de hablar. Diríamos que nadie debe ser olvidado. La mirada debe ser franca y expresará el interés que experimentáis tanto por el tema como por los asistentes”. De modo particular se debe procurar que el auditorio vaya entendiendo según vaya percibiendo los sonidos, utilizando para ello períodos simples construidos ordenadamente y con palabras fácilmente comprensibles que no obligue a los oyentes a esfuerzos suplementarios para desentrañar la significación del discurso. Por último, el sujeto debe cuidar su porte y expresión corporal general, pues según la impresión que la misma produzca en los oyentes, consciente o inconscientemente, éstos adoptaran su primera actitud hacia el. Por su parte, los gestos constituyen un medio de expresión junto con la voz. Con ellos se puede describir o dar idea de realidades, por ejemplo peso, distancia, lejanía; sugerir sentimientos de rechazo, admiración, alegría, y subrayar en general lo que se dice de palabra. Deben ser: – Sinceros o acordes con los sentimientos. – Sincronizados con las palabras a las que apoyan. – Hechos a tiempo. – No siempre los mismos, sino diversos; y – Sencillos o no afectados, ni demasiado estudiados.

16.3.2. El instrumento de la expresión oral: la voz El instrumento específico de la expresión oral es la voz o lenguaje oral. El hombre es capaz de emitir sonidos diversos que se han hecho corresponder con las letras y que unidos de modos distintos forman las palabras. La voz es producida por la expulsión o espiración de] aire de los pulmones que, al pasar por la garganta, hace vibrar las cuerdas vocales y da lugar a sonidos diversos según la forma en que intervienen la garganta, las fosas nasales, la cavidad bucal, la lengua y los labios. La voz en la expresión oral exige, pues, el buen estado y el perfecto funcionamiento de estos órganos humanos. Pide, en primer lugar, que se evite la tensión de los mismos, especialmente de la garganta. Como señala Dale Carnegie (1968, 112) “la tensión de los músculos de la garganta produce aspereza de voz, fatiga, ronquera y un dolor de garganta... Una persona puede conversar en la taberna todo el día, mes tras mes, sin tener dolor de garganta. ¿Por qué, entonces, tiene que contraer esta afección cuando se trata de hablar en público con cierta extensión? La respuesta es una sola palabra: tensión. No emplea adecuadamente sus órganos de vocalización”. Para emplear adecuadamente estos órganos y evitar su tensión, el mismo Carnegie recomienda en la obra citada los siguientes procedimientos: – Procurar un estado de relajación general y de modo especial de la garganta y la mandíbula, abriendo la boca todo lo más posible como para bostezar y pronunciar las vocales al mismo tiempo.

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Presentación formal y defensa de la tesis – Desarrollar la fuerza y actividad de la lengua, mediante la pronunciación de sílabas acabadas en r prolongada, tales como marrrrr..., parrrrr..., zarrrrr... – Lograr una mayor flexibilidad de los labios, pronunciando frases que les obliguen a la máxima contracción posible, v. g. sopa boba yo bebo, etc. – Tratar de aumentar la resonancia de la cavidad bucal y de las fosas nasales, tarareando cancioncillas y pronunciando sílabas acabadas en ng, como por ejemplo, ding, dong, ping, pong, song. – En general, ejercitarse de intento en la perfecta articulación o pronunciación de todas las letras, v. g. exagerando al máximo la unión de los labios a las letras p, b, m: cammma, ppppaso, bbbbellllo; o el contacto de la lengua con los dientes en las labiodentales: dddéddalo, tttazón, belldaddd. Los aspectos o elementos que conforman la voz o los sonidos son cuatro: la intensidad, el tono, el timbre y la duración. La intensidad se deriva de la amplitud de las vibraciones de las cuerdas vocales. Proporciona volumen a la voz, pero exige esfuerzo. Es una consecuencia de la mayor o menor fuerza o energía con la que se espira el aire de los pulmones. El tono depende, por el contrario, no de la amplitud de las vibraciones, sino de su frecuencia. Es la cualidad que hace que la voz sea baja, grave, aguda, etc. Es muy importante porque de él se deriva la entonación y la modulación de la voz. El timbre es el modo particular de vibrar que posee cada instrumento sonoro. Cada persona tiene un timbre de voz distinto. Es el elemento personal de la voz. La duración consiste, simplemente, en la mayor o menor prolongación de los sonidos emitidos, es decir, de la mayor o menor rapidez de su pronunciación

16.3.3. La técnica básica de la expresión oral La expresión oral correcta resulta de la adecuada utilización y combinación en cada caso de los cuatro elementos indicados de la voz. Por ello, la técnica básica será la que establezca las normas fundamentales de utilización y combinación de dichos elementos, de acuerdo con su función antes indicada. La intensidad es la que da fuerza y volumen a la pronunciación. La oratoria de las palabras consiste principalmente en ella. Del mismo modo que dentro de cada palabra pronunciamos con más fuerza las sílabas acentuadas que las átonas, igualmente en el discurso una de las reglas de la oratoria es subrayar, pronunciándolas más intensamente en su justa medida, las palabras importantes que merezcan ser destacadas en relación con las demás. En cuanto al tono, la oratoria nunca debe ser monótona, sino modulada. De ahí que sea fundamental conferir al discurso no sólo la entonación debida, sino también la modulación debida, bajando y subiendo el tono de la voz cuando corresponda, recorriendo toda la escala de las notas musicales. Respecto a la entonación, Navarro Tomás en su importante obra (1970, l5ª ed. 212) reduce a dos formas fundamentales la entonación de lo que llama grupos fónicos, o conjunto de palabras que constituyen una unidad a efectos de su entonación. El esquema de estas formas es el siguiente:

A

B

En la primera A, la entonación empieza con una nota grave o baja, se eleva después gradualmente hasta alcanzar un tono medio, elevándose de nuevo al filial de la pronunciación del grupo fónico. La segunda forma B es igual, como se ve, a la primera, con la única diferencia de que al final el tono desciende en lugar de subir. La combinación de estas dos formas básicas permite muchas modalidades según los ejemplos que se presenta a continuación, en los que los grupos fónicos se separan con una diagonal o barra. 285

R. Sierra Bravo Afirmación con un solo grupo fónico “Cantaban los pájaros”

Con dos grupos fónicos: “Las campanas de la alta y recia torre/

dejan caer sobre el poblado muerto sus vibraciones” Con tres grupos fónicos: “Cogió la moza un manojo de llaves/ y allá nos fuimos los dos escaleras arriba/ después de haber atravesado un tenebroso zaguán”.

Con paréntesis o incisos: “Desde aquel día/ (dijo el joven)/ está mi alma llena de tristeza”

Enumeración: “Era una señora alta/, con ojos grises muy pequeños,/ nariz larga/ y cabellos casi blancos”.

286

Presentación formal y defensa de la tesis

Si falta la conjunción y, se tiene: “El piso desciende en un declive suave,/ resbaladizo/ bombeado”.

Enumeración no final de la oración: “ Ya una luz clara/ limpia/ diáfana/ llena la inmensa llanura amarillenta”. Enumeración distributiva: “Uno hace el rufián,/ otro el embustero/ éste el mercader/ aquél el soldado/ otro del discreto/ otro el enamorado simple”.

Interrogación absoluta (se desconoce totalmente la respuesta): “¿Estuvo Ud. anoche en el teatro?”

Relativa (si se espera una cierta contestación): “Ha venido tu padre

Por último, respecto al tiempo, a la duración, es preciso adquirir el arte de variar la velocidad del discurso según la mayor o menor importancia de lo que se dice, así como saber hacer pausas antes de las palabras a su debido tiempo para respirar, separar los conceptos y dar relieve a ideas importantes De acuerdo con Fernández de la Torriente (1982, 48) las pausas sirven para puntuar los pensamientos, pues facilitan las inflexiones de la voz, el cambio del tono y del ritmo y contribuyen, si se hace buen uso de ellas, a mantener viva la atención. La adecuada combinación del tono y la duración da el ritmo al discurso y en ella se puede decir que consiste fundamentalmente la oratoria de las oraciones y los párrafos.

287

R. Sierra Bravo 16.3.4. La expresión oral en la defensa de la tesis La defensa de la tesis ha de hacerse oralmente ante el tribunal o jurado que ha de juzgarla. Reclama, por tanto, que se conozcan por lo menos las técnicas de exposición oral que básicamente se acaban de exponer y que se cumplan. Respecto a las exposiciones orales de este tipo, existen tres modalidades para su realización: –

Sin guión alguno.



Con guión de las ideas principales a exponer; y

– Mediante la lectura en alta voz de un texto previamente escrito en su totalidad. La más frecuente es, sin duda, esta última modalidad. Si se emplea, no por eso han de dejarse de cumplir las reglas expuestas sobre la acentuación de sílabas y palabras, entonación y modulación de las oraciones, variación de la velocidad del discurso, marcar bien las cesuras indicadas por los signos de puntuación y las pausas señaladas antes de las ideas importantes. Es igualmente esencial leer de forma que parezca que se está pensando lo que se lee. Ante todo, es muy recomendable en la lectura pronunciar muy bien los finales de todas las palabras. La lectura obliga a mantener la vista en el escrito la mayor parte del tiempo, pero esto no debe impedir que se procure levantarla frecuente y oportunamente por respeto y consideración al tribunal, y para mantener la relación social exigida, también señalada, con sus miembros como oyentes. De acuerdo con el artículo 10–5 del Real Decreto 185/1985 de 23 de enero, la defensa de la tesis ante el Tribunal que ha de juzgarla “consistirá en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria realizada (aquí se ha de entender entran el programa de Doctorado seguido, investigaciones realizadas con ocasión del mismo y proceso de elaboración de la tesis), contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención de sus aportaciones originales”. Se debe procurar dar al texto leído una forma lo más amena, atrayente y viva posible, a la vez que coherente. En ella se deberá prestar especial atención a todo lo que la tesis suponga de novedad en el campo. científico, utilizando un estilo claro, conciso y preciso. Tres son también los fines principales que se asignan a las exposiciones orales: informar, convencer, persuadir. Todos ellos son válidos en la defensa de la tesis. En primer lugar, debe proporcionar al tribunal una información sintética pero lo más exacta posible de la razón de ser del tema de la tesis, método y técnicas empleados en la investigación científica realizada, contenido, y resultados o conclusiones a que se ha llegado. En segundo lugar, deberá convencer al tribunal del rigor de la investigación realizada y de la importancia científica de los resultados obtenidos. Por último, todo ello deberá ser suficiente para persuadir al tribunal de la justicia de premiarla con una brillante clasificación. S. Dreyfuss (1971, 337) considera de interés tratar en la exposición de la defensa de la tesis, de los siguientes puntos: – Por qué y cómo se ha elegido el tema de la tesis, lo que esperaba de él y lo que se ha conseguido. – Explicar la orientación adoptada en la investigación del tema y su justificación. – Indicar, en su caso, otros posibles enfoques y las razones de haber preferido el elegido. – Dificultades encontradas y enseñanzas sacadas de ellas. – Lagunas e insuficiencias para explicar sus razones y prevenir objeciones.

En una tesis lo que cuenta más es la creatividad y el rigor del estudio y la integridad y objetividad del investigador. JAMES E. MAUCH y JACK W. BIRCH

288

Presentación formal y defensa de la tesis BIBLIOGRAFIA

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290

EJEMPLOS

1. EXPLICACION

1.1. RAZON DE SER Durante los ejercicios académicos 1984/5 a 1987/8 impartí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense un curso de doctorado sobre «Metodología general de la elaboración y documentación de la tesis doctoral». Entre los trabajos de curso propuestos figuraban la presentación de: a) Un proyecto de tesis o de trabajo de investigación. b) La formación de una bibliografía para tesis o trabajo de investigación; y c) La evaluación de una tesis o de un trabajo de investigación. Pienso que acaso pueda ser de alguna utilidad a los lectores la publicación en esta obra de los siguientes dos ejemplos, uno empírico y otro teórico, de dichos trabajos de curso aunque no constituyan corno tales, ni pretendan serio, proyectos definitivos de tesis o investigaciones, sino una primera ilustración de estos posibles proyectos definitivos posteriores.

1.2.

ESQUEMA ORIENTATIVO PROPUESTO PARA LA FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA

1 . Identificar lo que ya se conoce y lo que se desea conocer sobre el tema: hechos relevantes, nombres de investigadores y organizaciones relacionadas con aquél, y toda otra información que pueda tener. 2. Buscar y determinar las bases de datos, bibliotecas y centros de documentación generales importantes y los especializados, sirviéndose de los directorios de aquellos que existan. 3. Establecer una lista de palabras clave y descriptores sobre el tema, sirviéndose, en su caso, de vocabularios, diccionarios, tesauros... 4. Para formar la bibliografía retrospectiva, consultar las guías de fuentes documentales generales (Seehi, Waldford, Malclés) y las específicas existentes, así como las bibliografías disponibles que guarden relación con el tema, y las fuentes de revisiones. Investigar, tanto para formar esta bibliografía como la siguiente, en los ficheros y catálogos por materias de las bibliotecas seleccionadas y de modo especial en las bases de datos. 5. Para la bibliografía más actual servirse de los índices de referencias, de sumarios de citas y de resúmenes o abstracts referentes al campo científico de que se trate, así como de las fuentes de la literatura gris. 6. Precisar las revistas especializadas que guarden relación con el tema de la tesis y exarninar su contenido por lo menos en cuanto a los años de mayor interés. 7. Si después de todo esto, aun quedan lagunas, procurar ponerse en contacto con expertos y centros de investigación especializados en el tema. 291

R. Sierra Bravo 1.3.

PUNTOS PROPUESTOS DEL PROYECTO DE TESIS 0 TRABAJO DE INVESTIGACION

1.3.1. De la definición de la tesis o investigación - Enunciado del tema de la tesis o investigación, con exposición de los motivos de su elección y del proceso seguido en ésta. - Enumeración de los aspectos que presenta el tema elegido, con especificación de aquéllos en los cuales se va a centrar la investigación. -

Fijación de los objetivos científicos que se pretenden lograr con la tesis o investigación elegida.

- Enunciado concreto de los interrogantes que plantea el problema de investigación elegido, con formulación de las hipótesis o respuestas a los mismos que se crean más probables

1.3.2. Del diseño de la tesis o investigación 1.3.2. 1. De la disposición de la prueba que implica el diseño: - Especificar las variables y sus relaciones, con definición operativa de las mismas que describa la forma concreta cómo se van a observar o medir las variables en cuestión. - Determinar qué otras variables no objeto de investigación y, por tanto, extrañas a la misma, puedan influir en los resultados. - Prever los procedimientos adecuados para controlar estas variables de modo que se asegure su no influencia en los resultados. -

Elegir el tipo de diseño que se crea más pertinente.

1.3.2.2. Del plan a seguir en la prueba sobre dónde obtenerlos datos necesarios, cómo recogerlos y modo de tratarlos: – Dónde. Delimitar en el espacio y en el tiempo el campo de investigación y las unidades que se deben considerar comprendidas en la población o conjunto investigado. – Decidir si se va a observar la población investigada completa o sólo una parte de ella o muestra representativa. – Cómo. Elección de las técnicas de recogida de datos adecuados y del instrumento de observación pertinente. – Modo. Tratamiento a que se va a someter los datos primarios obtenidos, las tablas que se piensa formar con ellos y las técnicas apropiadas que se piensa utilizar para su análisis.

2. Ejemplo primero: La práctica del deporte en el medio rural (D. Plaza Chozas) 2.1. FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA 2.1.1. Enumeración de las bibliotecas y centros de documentación en los que se ha trabajado Biblioteca Nacional. Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Biblioteca de la Fundación Marqués de Valdecilla. Instituto de Información y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades.

292

EJEMPLOS Federación Española de Municipios y Provincias. Puntos de Información Cultura¡. Ministerio de Cultura. Instituto Municipal de Deportes. Instituto de Ciencias de la Educación Física y el Deporte. Librería GYMNOS, dedicada exclusivamente a temas relacionados con el deporte. Centro de Cálculo de la Universidad Complutense. Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Deportes. Departamento de Teoría de la Educación Física y del Deporte (Teoría, Historia y Sociología del Deporte) del INEM.

2.1.2. Palabras clave utilizadas en el vaciado de los ficheros de las entidades públicas citadas anteriormente: Deporte, comunidad rural, población rural, vida rural, juventud rural, sociedad rural, sociedad tradicional, sociología del deporte, sociología del ocio, ocio, juego, simposios, congresos, asambleas, jornadas.

2.1.3. Guías de fuentes documentales, bibliografías de bibliografías, enciclopedias, tratados, manuales, etc.: - DIEZ NICOLAS, J.-Cincuenta años de sociología en España. Ed. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 1984. - GONZALEZ OLLA, F.-Manual bibliográfico de estudios españoles. Ediciones Universidad de Navarra. Pamplona, 1976.

2.1.4. Indice de artículos, de sumarlos y abstracts examinados: – Sociological Abstract. – Bulletin Signaletique. – Indice Espafiol de Clenclas Sociales y Humanidades.

2.1.5. Revistas científicas relacionadas con el campo investigado que se han consultado: International review of Sport Sociology. Arensa Review. Journal of Sports and social issues. Sports et Sciences. Trabaux et recherches en education physique et sport. Revista de información y documentación sobre las ciencias de la educación física y el deporte. Revista española de educación física y deportes. Selección de artículos aparecidos en revistas extranjeras y traducidos por el servicio de información y documentación del Instituto Nacional de Educación Física. 2.2. BIBLIOGRAFIA FORMADA 2.2.1. Monografías Autores varios. -Manual de política deportiva municipal. Ed. Federación Española de Municipios y Provincias. Madrid, 1985. BILO FLOREZ, M. A.-El deporte: organización y legislación. Ed. Centro de Docunientación Deportiva. Madrid, 1976. BOUET, M.-Signification du Sport. Ed. Universitaire. París, 1968. CAGIGAL GUTIERREZ, J. M.-El deporte en la sociedad actual. Madrid: ed. Prensa Española, 1975. CAZORLA PRIETO, J. L.~Deporte), Estado. F.d. Labor, Barcelona, 1979. 293

R. Sierra Bravo FERNANDEZ CABEZA, J. L.-Los deportes locales.- origen y, desarrollo. Mieres, 1979. GARCIA PRIETO, J. L.-Dimensión social del deporte. Ed. C.O.E. Madrid, 1966. LOY, L-Sport, culture and society.. a reader on the sociology of sport. 2' ed. Philadelfia, 1981. LUSCHEN, G. y WEIS, K,-Sociología del deporte. Ed. Miñón. Valladolid, 1979. MESTRE SANCHO, J. A.-Deporte popular, deporte de élite: elementos para una reflexión. Ed. Ayuntamiento de Valencia. Valencia, 1984. SZPUNBERG, A.~Deporte, cultura y represión. Ed. Gustavo Gil¡. Barcelona, 1978.

2.2.2. Artículos de revistas, actas de Congresos, Seminarios BOURDIEN, P. «Sport and social class». Inforination sur les Sciencies Sociales nro. 6, 1978. pp.819-840. CARRASCO BELINCHON, J. "Dirnensión psico-sociológica del deportista en el contexto de la vida municipal". Revista de Estudios de la vida local nº 199, julio- septiembre de 1978. CARRASCO BELINCHON, J.-"El deporte en la política municipal española". Revista de Estudios de la vida local nº 194, abril junio de 1977. IRLINGES, P. y POCIELLO, C.-"Sport, practique culturelle». Les Cahiers de l´animation, nº 51, 1985, pp. 65- 67. IZQUIERDO IZQUIERDO, F.-"Gestión del deporte en el árribito rnunicipal" Centro de Estudios Urbanísticos, Municipales y, Térritoriales, nº 73, abril 1984. LAHOSA, J.-»Instalaciones deportivas municipales». C.E. U.M. T., nº 71, febrero 1984. LUSHEN, G.-"Sport e populazione rurale". Traguardi, nº 8, 1965, pp. 3- 13. WOHL, A.- “Conipetitive sport and its social functions”. International Review of sport Sociology, nº 19, 1970, pp. 11-48.

2.2.3 Jornadas, Congresos, Seminarios, etc. - Jornadas Técnico Deportivas Municipales. Edita: Federación Española de Municipios y Provincias. Año: 1985, Madrid. - Congreso Regional del Deporte en Castilla-La Mancha. Albacete, Noviembre de 1983. Edita: Consejería de Turismo, Juventud y Deporte. Año: 1984. Primer Seminario Europeo sobre Municipio y Deporte. Edita: Consejo Superior de Deportes. Año: 1979, Madrid. - Seminario Aragonés sobre Actividades Físico-Deportivas y Municipio. Edita: Instituto de Ciencias de la Educación. Año: 1983, Zaragoza.

2.2.4. Encuestas e Informes - Encuesta sobre el comportamiento cultural de los españoles. Ministerio de Cultura, Madrid, 1985. - Encuesta sobre el deporte en España. 294

EJEMPLOS Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Madrid, 1972. - Estudio-encuesta sobre la actitud del estudiante de COU ante el deporte. Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Universidad de Valencia, 1972. El español y el deporte: datos de una encuesta. Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Madrid, 1975. - Deporte y Sociedad: las bases sociales del deporte en España. Resultados de una encuesta realizada por Manuel García Ferrando. Consejería de Cultura y Deportes. M’ de Cultura. Madrid, 1985.

2.2.5. Tesis o tesinas – Autor: Montero Alonso, Andrés J. Título: Estudio de la actitud y comportamiento ante el deporte en el medio rural de Navarra. (Estella) Presentado en el I.N.E.F. en Abril de 1978. – Autor: Loidi, Agustín. Título: Algunos aspectos sociológicos del deporte vasco. Presentada en el I.N.E.F. en Mayo de 1974.

2.3. PROYECTO DE LA INVESTIGACION 2.3.1. Enunciado del tema y exposición de los motivos de su elección El tema objeto de este proyecto se centra en el estudio del comportamiento y hábitos deportivos en el medio rural. Caso de un municipio castellano de unos 5.000 habitantes. Su elección denota una clara inclinación por mi parte hacia la sociología del deporte y no menos también hacia el medio rural, marco en el que se ha desarrollado la mayor parte de mi vida y marco también en el que he desarrollado una variada actividad deportiva desde hace 15 años. El presente proyecto de tesis pretende ser una pequena aportación a una tradición de estudio sociológico del deporte español, que se inicia en 1975 con una encuesta sobre el Deporte en España del Instituto ICSA~ GALLUP, que se sigue en 1980 con otra realizada por el C.I.S y que culmina con otro estudio de 1986 patrocinado por el Instituto de Ciencias de la Educación Física y del Deporte. En comparación con estos estudios de ámbito nacional ya realizados, podremos observar las particularidades del comportamiento deportivo en el medio rural; y el grado de similitud que existe entre los hábitos deportivos a nivel nacional y los que se mantienen en los pueblos.

2.3.2. Aspectos que plantea el tema elegido especificando en cuales se va a centrar la investigación La definición actual de lo que la población entiende por deporte es tan amplia, que algunos españoles se consideran deportistas por el solo hecho de leer prensa deportiva y ver programas deportivos. Este problema tiene en el medio rural una relevancia especial dado el carácter eminentemente físico del trabajo rural, lo que podría llevar a confundir la práctica deportiva con el trabajo en el campo, por ejemplo. Esta es una idea generalizada en los pueblos donde los no practicantes justifican su postura afirmando que no practican ningún deporte porque ya hacen bastante deporte trabajando. Al margen de esas consideraciones ficticias de lo que es práctica deportiva, el interés de nuestro estudio se centra en conocer: 1. El grado de interés por el deporte que manifiesta nuestra población rural concreta. 2. Su nivel real de práctica deportiva y los deportes más practicados. 295

R. Sierra Bravo 3. Las actividades y motivaciones que subyacen en la práctica deportiva o en el alejamiento del deporte. 4. Los motivos por los que no hace deporte un grupo todavía demasiado elevado de población rural. 5.Las necesidades y aspiraciones de todos en materia de educación física y deportes.

2.3.3. Objetivos que se pretenden lograr con la tesis Con los resultados que se obtengan de la tesis se pretende: 1. Contribuir al conocirniento del alcance social del deporte en la sociedad española. 2. Ofrecer un instrumento de trabajo que ayude a los políticos, planificadores y profesionales del deporte municipales a tomar decisiones más racionales con respecto a la política y trabajos deportivos, merced al mayor y mejor conocimiento que de la realidad deportiva ofrecerán los resultados.

2.3.4. Interrogantes que plantea el problema e hipótesis o respuestas a los mismo que se creen más oportunas El principal interrogante que plantea el problerna objeto de investigación es el de llegar a conocer cuáles son los factores más determinantes de la práctica deportiva. El grado de interés, el nivel de práctica deportiva, las actitudes y motivaciones que subyacen en la práctica o alejamiento del deporte, los motivos por los que se hace o no, las necesidades y aspiraciones de la gente en materia de deporte, ¿de qué dependen fundamentalmente? Siguiendo la teoría de las oportunidades, reformulada por Rudrnan actualmente (1984), podemos formular como respuesta a los interrogantes anteriores, cuatro hipótesisis: 1. Cuanto mayor sea la proximidad y frecuencia de relación social con personas que practican deporte mayor será la posibilidad de que un individuo haga deporte. 2. Cuanto más favorable sea la apreciación de los aspectos positivos del deporte, mayor será la probabilidad de que un individuo haga deporte. 3. Cuanto mayor sea la dotación en estructura deportiva del entorno, mayor será la probabilidad de que un individuo haga deporte. 4. Cuanto mayor sea el nivel socioeconómico de un individuo, mayor será la probabilidad de que haga deporte. De estas cuatro hipótesis se puede deducir un hipótesis de alcance más amplio que sintetice el contenido particular de cada una de ellas.

2.4. DEL DISEÑO DE LA TESIS 0 TRABAJO DE INVESTIGACION

Por el número de grupos, es un diseño de un solo grupo; por el número de observaciones, de una sola observación; por su naturaleza, empírica; por su carácter y número de sus variables, no experimental seccional basada en muestra.

2.4.1. Especificar las variables que componen las hipótesis y la definición operativa de las mismas - Variable dependiente: práctica deportiva. - Variables independienes:

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EJEMPLOS 1. Valoración del deporte. 2. Entorno social favorable al deporte. 3. Proximidad de instalaciones. 4. Niyel socioeconómico.

En cuanto a la definición operativa que se hace de las mismas, es la siguiente: - Práctica deportiva: cualquier actividad física sometida a reglas, con carácter competitivo y que requiera un esfuerzo físico. - Valoración del deporte: puesto que se concede a las actividades deportivas en una pregunta de la encuesta en la que se pida disponer por orden de preferencia una serie de actividades vitales y recreativas. -

Proximidad de instalaciones: distancia de las mismas respecto al domicilio de cada encuestado.

- Nivel socioeconómico: derivado del nivel de estudios, la ocupación propia y de los padres, los ingresos, etc.

2.5. DETERMINAR LAS VARIABLES EXTRAÑAS A LA INVESTIGACION QUE PUEDEN INFLUIR EN LA MISMA Respecto al investigador, las derivadas de los defectos de planificación, en cuanto a la elección de hipótesis, operativización de variables, elección sesgada de la muestra en su caso. Influencia en su caso de los entrevistadores en las respuestas a las preguntas del cuestionario. En cuanto a los observados, pueden actuar en este caso todas las variables de escenario: deseabilidad o respeto social, aprensión evaluativa, características de la demanda, expectativas del investigador, así como las ligadas a la memoria: recuerdos incompletos, o falsos. El control de todas estas variables extrañas exige una actuación cuidadosa y objetiva de los investigadores y una redacción de las preguntas del cuestionario que tengan en cuenta los sesgos posibles de «escenario» y los ligados a la memoria.

2.6. DELIMITACION ESPACIAL, TEMPORAL Y DEMOGRAFICA DE LA INVESTIGACION Se trata de una localidad rural de unos cinco mil habitantes. No se incluyen las aldeas del entorno anejas a su municipio. Temporalmente, se trata de una investigación actual, referida al momento en que se recojan los datos. Demográficamente, no se incluyen las personas de menos de 15 años ni las mayores de 60, pero sí las mujeres. Tampoco se incluyen a los que no sean residentes con un año o más de antigüedad. Se trabajará con muestra elegida al azar, tomando como base el censo de la población. Con un error muestra¡ del 5% y un nivel de confianza de dos sigmas, aplicando la fórmula, el tamaño de la muestra deberá ser de:

4 (4.000) (50) (50) = 400 52 (4.999) + (50) (50)

297

R. Sierra Bravo 2.7. COMO SE VAN A RECOGER LOS DATOS Y CUAL VA A SER EL MODO DE TRATAMIENTO La técnica más recomendable en este tipo de investigación es la encuesta y el instrumento lógicamente ha de ser el cuestionario. Los trabajos anteriores sobre estos temas, al igual que la opinión de especialistas consultados, aconsejan que la elaboracíón de los cuestionarios vaya precedida por una serie de reuniones de grupo y entrevistas en profundidad en las que las dimensiones del problema sean acotadas por los propios individuos.

2.7.1. Tratamiento de los datos Se formarán tablas de doble entrada, cruzando las variables básicas: edad, sexo, profesión, ingresos, con todas las demás variables sobre opiniones y comportarnientos. Después el análisis de los datos se realizará calculando los coeficientes de correlación adecuados, según las variables de cada tabla.

3. Ejemplo segundo: Diderot en el contexto de la sociedad francesa del siglo XVIII y del movimiento de la llustración (Ma Ramos Bellot) 3.1. FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA 3.1.1. Archivos y bibliotecas -

Biblioteca Nacional, París.

-

Biblioteca Nacional, Madrid.

-

Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Madrid.

-

Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, Madrid.

3.1.2. Centros de Documentación y bases de datos - Instituto de Información y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades (ISOC), Madrid, - Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Centre de Documentation en Sciencies Humaines, Parfs. - Ministerio de Cultura. Puntos de Información Cultural (PIC), Madrid. - Telesystemes Questel, París. - Informationscienceí: Pascal (CNRS), París.

3.1.3. Guías de fuentes documentales y bibliográficas – DE GEORGE, R. T.A guide to philosophical bibliography and research. N. York: Appleton- Century Crofts: Meredith Co., 197 1. – HOOLER, F. L.- The information sources of Political Science. Santa Bdrbara, California: ABCClio, 1971. – MACLES, S. L.-Les sources du travail bibliographique. Ginebra: Droz, 1950- 8.

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EJEMPLOS – MASON, J. W- Research Resources; Annotated Guides to the Social Sciences. Santa Bdrbara, California: ABC- Clio, 1968. – WALFORD, A. L-Guide to reference material. Londres: Library Association, 1980. – WHITE, C. M.-Sources of Information in the Social Sciences. Totowa, N. Jersey: Bedmister Press, 1964.

3.1.4 Bibliografías y bibliografías de bibliografías – ABC Guide to Recent Publications in the Social and Behavioral Sciences. N. York: American Behavioral Scientist, 1965. – BESTERMAN, T.- A World Bibliography of Bibliographies. N. York, 1938. Revista trimestral. – Bibliographic index. A cumulative Bibliography, of Bibliographies. N. York: H. W. Wilson, 1938. – Bulletin Signaletique: Bulletin Anal),tique de Documentation Politique, Economique et Social Contemporaine. Parfs: Presses U. F., 1946. – International bibliography of historical sciences. Paris, 1930. International bibliography, of political science. Paris, Unesco, 1954. International bibliography of sociology. Paris, Unesco, 195 1. – London Bibliography of the social sciences. Londres: London School of Economics, 1931-A970. 21 vols. – Bibliographie de la Philosophie. Paris: Vrin. Trimestral.

3.1.5. Catálogos, índices y resúmenes – Bibliographie Annuelle de l’Historie de France. Paris: CNRS, 1953. – Biography Index, a cumulative index to biographical material in book and magazine. N. York: Wilson. – Book review index. Detroit: Gale Research, 1965. – Cumulative book review index. Princeton: National Library Service, 1975. 6 vols. – Historical Abstracts. Santa BArbara, California; American Bibliographical Center, 1955. Trimestral. – Humanities Index. N. York: The H. W. Wilson Co., 1974. – Index to book reviews in the sciences. Philadelphia: Inst. for Scientific Information, 1980. Indice español de Ciencias Sociales. ISOC. Madrid. – índice español de Humanidades. ISOC. Madrid. – International Political Science Abstracts. Paris: Unesco, 1956. – RANCOEUR, R.- Bibliographie de la Littérature Francaise Moderne (XVIe- XXe siècles). Paris: Librairie Armand Colin, 1962. – Social Sciences and Humanities Index. N. York: The H. W. Wilson Co., 1974. Trirnestral. – Sociological Abstracts. N. York, 1952.

3.1.6. Publicaciones periódicas: revistas relacionadas con el campo estudiado A. Sobre Diderot Y su siglo:

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R. Sierra Bravo – Diderot Studies, 1949. Anual, editados en Syracuse U. P. los vols. 1 y 11; en Ginebra, Droz, los vols. 111 y siguientes Dix- Huitième siècle. Anual. Editada por la Société Française du XV111ù siècle. Parfs: Garnier, 1969. – Eighieenth Century Studies. Triniestral. Editado por la Société Arnéricaine du XV111è siècle, 1967. – Studies on Voltaire and the eighteenth Centurv. Iniciada por Th. Basterinann en Ginebra, 1955, continuada por The Voltaire Foundation, Banbury. – Revue d’Histoire Littéraire de la France. Parfs, 1969. (RHLF).

B. Otras publicaciones periódicas: – American Historical Review – American Political Scicence Review – The British Journal for the Philosophy of Sciences – Civitas, Milano – Sprit – Historische Zeitschrift – History of Political Thought – History and Theory – International Review of Social History – Revista de Estudios Políticos, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1958.

3.1.7. Claves y descriptores utilizados en las bases de datos – DIDEROT: Autor, materia, título. – ILUSTRACION: Título, materia. – SIGLO XVIII: Materia. – FRANCIA, SIGLO XVIII: Política, Filosofía, Literatura. – ENCICLOPEDIA. – REVOLUCION FRANCESA. – DEISMO. – NATURALISMO. – EMPIRISMO. (Sigue la reseña dela bibliografía formulada que se omite por su extensión de unos cuatrocientos títulos).

3.2. DEFINICION DEL PROYECTO DE INVESTIGACION 3.2.1. Enunciado El trabajo de investigación tiene como finalidad el estudio del pensamiento filosófico de Denis Diderot, en el contexto de la sociedad francesa del siglo XVIII, en concreto en el llamado movimiento filosófico de la Ilustración».

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EJEMPLOS Dada la amplitud de la obra realizada por Diderot, el trabajo se centra, fundamentalmente, en su calidad de filósofo, faceta que, no obstante, marca e impregna toda su vida y producción. Abarca la vida del autor (1713-1784) y su obra, así como la influencia teórica que recibió, fundamentalmente procedente de la filosofía francesa, inglesa y alemana de los siglos XVII y XVIII. Se trata de una investigación de tipo histórico, de naturaleza teórico-crítica y de carácter descriptivo.

3.2.2. Motivos que aconsejan la investigación elegida Los motivos que han impulsado la investigación se deben a que, a pesar de la importancia que tiene la obra de Diderot para comprender plenamente la filosofía de la Ilustración en Francia, podemos decir que Diderot resulta ser, aún en nuestros días, un gran desconocido. Diderot constituyó en su tiempo un eje central de la filosofía ilustrada por su fundamental carácter de «philosophe»; hacia él se dirigían todas las miradas, algunos elogios y, sobre todo, la mayor parte de las críticas realizadas al movimiento ideológico ilustrado. En el transcurso de los años su figura y obra se han visto oscurecidas e ignoradas. En la mentalidad colectiva resaltan con norribre propio, al considerar el siglo XVIII francés, las personalidades de Montesquieu, Rousseau y Voltaire. En el ámbito académico se añaden a los anteriores nombres Helvétius, d’Holbach y Condillac. La mayor parte de los estudios realizados, tanto desde la perspectiva de la historia de la filosofía en general como en concreto de la historia del pensamiento político, se refieren a los autores mencionados. Son escasos, en comparación, los trabajos de investigación centrados en la obra de Diderot. En España los estudios sobre el siglo XVIII francés son poco nurnerosos, aunque algunos de ellos sean notablemente significativos, pero carecemos aún de un estudio en profundidad sobre Diderot. El presente trabajo, por tanto, pretende contribuir a las crecientes investigaciones que en estos últimos años se vienen realizando sobre el fondo histórico del siglo XVII, en concreto sobre la filosofía de la Ilustración. Interés del presente que no es ajeno a las posibles comparaciones que se presta la época actual con la mencionada, resaltando no obstante las obvias diferencias, pero con el convencimiento, como ya ha señalado Paul Hazard, de que «somos herederos directos de la Uustración». Por otra parte, como ya se ha señalado, es fundamental sacar a la luz la obra de un filósofo como Diderot, figura central de la filosofía ilustrada. Labor que no ha podido realizarse hasta el momento, puesto que, como se verá en el transcurso de la investigación, la mayor parte de su obra ha permanecido inédita, oculta y censurada hasta el presente siglo. Por tanto, la elección del pensamiento filosófico de Diderot, como tema de investigación, reúne los tres tipos de interés que todo trabajo de estas características debe comprender: a) Interés psicológico, puesto que es gratificante el estudio de una personalidad tan compleja como la de Diderot y de una obra que abarca tantos aspectos delsaber. b) Interés profesional, puesto que se enmarca en los estudios que sobre el siglo XVIII realiza el doctorando. c) Interés social, puesto que esta investigación pretende ser una aportación más al mejor conocimiento de la Ilustración, época que está siendo objeto de revisión y creciente interés actuales, concretada en una de sus principales personalidades. Por lo que se refiere a los fondos documentales, éstos están constituidos fundamentalmente por dos colecciones de manuscritos de Diderot: una de ellas se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia, en París; la otra colección se halla en Rusia y la compone la biblioteca que Diderot vendió, en vida, a Catalina 11. A los documentos anteriores ha de sumarse la colección conocida por ‘Tonds Vandeul», repertorio de la obra manuscrita y correspondencia que el filósofo dejó a su hija, Madame Vandeul, y que pertenece a sus herederos. Estos fondos documentales son de difícil acceso; sin embargo, podemos contar con fiables ediciones críticas de la obra de Diderot.

301

R. Sierra Bravo 3.2.3. Objetivos de¡ trabajo de investigación a) Contribuir a un mejor conocimiento de] movimiento filosófico de la Ilustración en Francia. b) Ofrecer un estudio crítico de uno de los principales artífices e impulsores del movimiento ilustrado francés. c) Anal Izar la obra filosófica de Diderot, estableciendo las relaciones directas que mantiene su pensamiento filosófico con el manifestado en el resto de su obra. d) Establecer los vínculos de la obra filosófica de Diderot con el inovirniento ilustrado francés en el que se desarrolla.

3.2.4. Interrogantes que plantea la investigación y medios de establecer posibles hipótesis sobre los mismos – Cuáles son los rasgos que caracterizan al contenido de la obra filosófica de Diderot. – Cuál es la vinculación del pensamiento filosófico de Diderot con el grupo ilustrado francés. – Cuáles son las influencias que recibe Diderot del pensamiento filosófico que le antecede y del coetáneo, tanto francés como el proveniente de Inglaterra y Alemania. – Cuál es la posición del pensamiento filosófico de Diderot respecto a las otras corrientes no ilustradas,en el ámbito de la Francia del siglo XVIII. – Cuáles son las conexiones del pensamiento filosófico de Diderot con el resto de su producción.

3.2.5. Hipótesis (de partida que deben ser perfiladas y desarrolladas y especificadas a lo largo de la investigación – Los rasgos que caracterizan a la obra filosófica de Diderot son el racionalismo, el empirismo, el naturalismo y el escepticismo. – La vinculación del pensamiento filosófico de Diderot con el grupo ilustrado francés es estrecha y amistosa. – El pensamiento filosófico de Diderot se inspira y encuentra su fundamento en el pensamiento filosófico ilustrado que le precede y en el coetáneo, tanto francés como inglés y alemán. – La posición del pensamiento filosófico de Diderot es antagónica y combativa respecto a otras corrientes francesas no ilustradas de su siglo. – El pensamiento filosófico de Diderot informa y sirve de fundamento al resto de su producción intelectual.

3.3. DISEÑO Se trata de un diseño por la naturaleza de la investigación claramente bibliográfico o teórico, porque versa sobre la producción intelectual y las teorías filosóficas de Diderot y, además, referente a un solo sujeto, no experimenta¡ y longitudinal o histórico-comparativo. 3.3.1. Variables dependientes e independientes La variable estudiada, dependiente, es el pensamiento filosófico de Diderot. Respecto a ella se pueden considerar como variables independientes, en cuanto se pretende estudiar su influencia y relaciones con dicho pensamiento, la Ilustración francesa, el pensamiento filosófico inglés y alemán precedente y las corrientes francesas no ilustradas de su tiempo. 302

EJEMPLOS 3.3.2. Definición operativa La Ilustración francesa se puede inicialmente hacerla representar por Voltaire, Rousseau, Condorcet, WAlambert, Lametrie, Montesquieu, Helvetius y el barón D’Holbach. Igualmente, el pensamiento filosófico inglés y alemán precedente y coetáneo: por Locke, Hobbes, Berkeley, Hume, Conde de Shaftesbury, Kant, Leibnitz, Wolff ... El rnovimiento no ilustrado francés del tiempo de Diderot se puede concretar en el escolasticismo, el tradicionalismo, el regalismo, el absolutismo ...

3.3.3. Determinación de variables extrañas Variables extrañas relativas al investigador pueden ser en este caso las derivadas de los defectos de planificación: tales como desenfoques en la determinación de los aspectos de la investigación y la fijación de objetivos, hipótesis inadecuadas y, sobre todo, la ideología profesada beligeranternente por el investigador, su visión parcial y sesgada de autores o teorías, la emisión de¡ estudio de escritos y opiniones procedentes de escuelas e ideologías diferentes a las propias. El control de todas estas variables exige el esfuerzo por evitar estos sesgos y ser lo más objetivos posible, así como el esmero en realizar una planificación cuidadosa y en el contraste y revisión de la marcha de la investigación por personas neutrales distintas del investigador. En cuanto a lo observado, variables extrañas pueden ser en este caso los defectos y lagunas en las fuentes de las obras de Diderot empleadas. Su control exige la realización de una crítica interna y externa rigurosa de dichas fuentes.

3.3.4. Recogida de los datos y su tratamiento Arribos, en esta investigación, se tienen que derivar del estudio, análisis incluso lingüístico e interpretación de las fuentes del pensarniento de Diderot y de la bibliografía sobre él consultada, recogiendo los resultados de este estudio e interpretación en fichas de trabajo y de las ideas para la preparación con las mismas de los esquemas y guiones que sean pertinentes.

4. Evaluación de una tesis o de un trabajo de investigación Es recomendable a los doctorandos realizar la revisión crítica de alguna tesis doctoral ya aprobada. De este modo entrarán en contacto con lo que es en realidad una tesis y podrán comprobar de visu su contenido y requisitos formales. A continuación se ofrece un esquema de puntos orientativos para esta tarea.

4.1. EVALUACION DE LA INVESTIGACION PRIMARIA En cuanto a la investigación que supone la tesis y de acuerdo con el esquema de las operaciones básicas del método científico, puntos claves en los que se puede centrar la evaluación son los siguientes: Determinación del problema de investigación. Con relación a esta determinación, la evaluación deberá establecer qué clase de problema es y su significatividad teórica y científica y juzgar si está formulado correctamente, así como si es preciso en sus términos, si sus objetivos se hallan claramente definidos y si reúne las condiciones exigibles. Hipótesis. En primer lugar se debe averiguar si existen hipótesis explícitas y cuáles son y si poseen las condiciones debidas. Si no es así se verá si las hipótesis se derivan del título de la investigación o de la exposición de la razón de ser y de los fines de la investigación. 303

R. Sierra Bravo Variables. Halladas las hipótesis, el análisis de las variables que comprenden nos servirá para precisar las variables generales de la investigación y si el tipo de relación que une dichas variables es casual o no. A continuación, es preciso identificar los indicadores o variables empíricas observadas concretamente en representación de las variables generales, así como buscar y examinar su definición operativa, datos que frecuentemente se pueden encontrar en la parte del informe referente al método empleado. De modo especial se examinará si los indicadores y sus definiciones operativas representan adecuadamente a las variables generales objeto de investigación. En el caso de que no sea así, porque representen también en parte a otras variables extrañas a la investigación, se ofreceran explicaciones alternaúvas basadas en dichas variables extrañas. Diseño de la investigación. Aquí se trata de determinar el tipo de diseño empleado para la práctica de la prueba implicada por la investigación, de su representación gráfica y de discutir su adecuación a la prueba de que se trate y las ventajas e inconvenientes que represente en relación con la misma. Definición del campo de la investigación. Se examinará críticanlente respecto a este punto, los límites espaciales y temporales de la investigación, así como la definición de la población investigada y de modo especial si coinciden el universo real que se quiere investigar y el universo de trabajo efectivamente investigado. Muestra. Se identificarán, en su caso, la muestra utilizada, su representatividad y adecuación respecto a la población de la que se ha obtenido y los posibles sesgos derivados del procedimiento de elección empleado y del error derivado de su tamaño. Si se detecta algún tipo de error sistemático en la elección de la muestra, que pueda viciar la representatividad de los resultados respecto a la población, se deberán imaginar las explicaciones alternativas consiguientes. Instrumento de observación. Se trata de examinar su corrección formal y de contenido, sobre todo en el caso de que haya sido construido específicamente para la investigación, y las garantías de validez y seguridad que ofrece. Técnica de observación. Con relación a este punto se examinará la técnica de recogida de datos emipleada, y sus características en este caso concreto y se juzgará su adecuación al problenia investigado, así conio las posibles incidencias que hayan tenido lugar en su aplicación y cómo se han seleccionado. Control de variables extrañas. Se entiende por variables extrañas, los factores que, aunque no son objeto de investigación, sin embargo, pueden influir en las variables dependientes investigadas y, por tanto, en sus resultados. Se examinará respecto a ellas de modo especial, si se han tenido en cuenta las que hayan podido mezclar sus efectos con los de las variables independientes objeto de la investigación y qué medidas se han adoptado para su neutralización. Análisis. Aquí se trata de evaluar la pertinencia de los análisis estadísticos efectuados, la correcta ejecución de los mismos y la significatividad de los test estadísticos aplicados en su caso. Variables extrañas no controladas y explicaciones alternativas. Es posible que en una investigación científica no se hayan tenido en cuenta ni por tanto controlado variables extrañas que como tales pueden haber influido en los resultados de la investigación. Por tanto, en este momento se deberá identificar su existencia y basándose en cada una de ellas dar una explicación alternativa a los resultados obtenidos. Evaluación de las conclusiones. A este respecto, la evaluación se debe centrar ante todo en los siguientes puntos: 1 . Examinar si existen errores de interpretación y defectos lógicos en las consecuencias teóricas deducidas de los resultados obtenidos. 2. Juzgar si la posible generalizacion que supongan las conclusiones a otras situaciones o poblaciones no investigadas, tiene o no justificación suficiente en los datos y resultados obtenidos en la investigacion o si los extienden, sin fundamento empírico suficiente, a otras situaciones o poblaciones no investigadas. La evaluación puede terminar con un juicio general final que sintetice y resuma la evaluación efectuada.

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EJEMPLOS 4.2. EVALUACION DE LA TESIS EN SI MISMA

Respecto a la tesis en sí misma o al informe de la investigación realizada, aspectos que se pueden considerar son los siguientes: – La armonía entre sus diversas partes, que no haya exageradas diferencias de extensión entre los distintos capítulos. – La corrección gramatical y sintáctica de su redacción. – Si la introducción es clara y completa y acorde con el tema y el contenido de la tesis y, especialmente, si describe con precision los antecedentes doctrinales que constituyen el marco teórico del problema investigado. – Si la exposición y análisis de los resultados es ordenada y detallada con indicación de sus fuentes y fundamentos concretos dentro del conjunto de las operaciones de la investigación. – Si en las conclusiones se pone de relieve lo que la tesis aporta de novedad y las aportaciones teóricas y prácticas que supone. – Finalmente, el juicio se extenderá al examen de la corrección formal y oportunidad del contenido de las partes complementarias de la tesis: títulos, bibliografía, apéndices, índices, divisiones y subdivisiones, figuras, citas y notas.

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R. Sierra Bravo

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Profesor Alberto D. Cimadamore

Sugerencias para generar ideas y proyectos de investigación1

Una parte importante del trabajo en las ciencias sociales podría describirse como una racionalización de lo aparente. Las notas que siguen podrían ser consideradas un modesto paso a tal dirección, con la convicción que el rol fundamental de la metodología en ciencias sociales es proveer a los estudiantes de elementos de defensa frente a la crítica real o potencial de los escépticos. Los pasos que se describen a continuación deben ser considerados como condición necesaria, aunque no suficiente, para generar una buena idea que pueda transformarse en un trabajo “defendible”. 1. Lea algunas de las publicaciones más relevantes en el tema de su interés. Un buen lugar para comenzar a identificar la bibliografía es en los programas de cursos ofrecidos por especialistas; 2. Lea críticamente y escriba sus comentarios a medida que avanza; 3. Trate de identificar los problemas empíricos que la literatura aborda y los que, a su parecer, deja de lado. Piense cómo se podrían abordar otros problemas (especialmente aquéllos que podrían interesarle a Ud.) desde una posición teórica o analítica similar. 4. Identifique aquel trabajo que Ud. considera más sólido desde el punto de vista metodológico y trate de imitar su estructura, adaptándolo al tema de su interés. Por ejemplo, use las mismas preguntas–guía o hipótesis de trabajo y trate de aplicarlas a otros países, períodos históricos o áreas temáticas. Este es un camino relativamente fácil para comenzar una buena monografía. 5. Tome una teoría o un argumento que Ud. considera válido en principio y pregúntese: ¿Cuáles serían las condiciones que invalidarían el argumento o la teoría?; ¿Cuáles serían las circunstancias políticas, económicas o sociales en las cuales aparecerían anomalías o conductas diferentes a las predecidas por la teoría? A partir de aquí, se podría diseñar un caso de estudio (deviant case study) con un enorme potencial de falsificar una teoría o demostrar las particulares condiciones en las cuales la teoría no se podría aplicar. De esta manera, Ud. estará realizando un gran aporte a la disciplina. 6. Tome algún argumento o teoría que Ud. crea que atenta contra el sentido común y diseñe un proyecto para probar que, efectivamente, el trabajo en cuestión no tiene sentido. Cuanto más difusión haya tenido el argumento a atacar, más interesantes pueden ser los resultados que se ofrecen. Este tipo de trabajo puede llegar a ser muy divertido, aunque riesgoso. Su solidez argumental y metodológica serán sus mejores armas ante un eventual contra–ataque de su “víctima” 7. Cuando ya esté inmerso en la temática de su interés, puede resultar atractivo tomar (a veces al azar) algún libro de un asunto diferente. Léalo mientras deja que su cerebro actúe libremente. Muchas veces nues-

1

La idea de escribir estas notas fue sugerida por el Profesor John S. Odell (Harvard & USC)

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Alberto D. Cimadamore tros cerebros nos sorprende con sus ocurrencias! Juegue con ellas, trate de relacionarlas con el tema de interés y escriba los resultados a medida que van apareciendo. Luego, clasifíquelos según el orden de importancia que Ud. les asigne y archívelas. Tenga en cuenta que muchas veces la “idea perfecta” simplemente no aparece, así que tendrá que optar entre las alternativas disponibles en su archivo. 8. Cuando tenga “su idea” para el trabajo de investigación, expóngala ante otras personas y tenga en consideración todas las críticas que le hacen. Mientras más críticas tenga en cuenta, más sólido será el producto final. En muchos casos, brillantes ideas no pueden ser desarrolladas en un tiempo razonable y con recursos humanos y financieros limitados. Por ello, antes de invertir tiempo y dinero (recursos escasos por excelencia), evalúe cuidadosamente cada una de las observaciones que reciba. 9. El perfeccionamiento de una idea es un trabajo sin fin (causa mayor de frustraciones intelectuales e hipertensión arterial!!!). En algún momento tendrá que decidirse y empezar a darle forma a un primer borrador de proyecto para ordenar los pasos que ha dado anteriormente. Escriba la hipótesis / pregunta / problema / fenómeno que Ud. desea comprobar / contestar / analizar de forma clara y simple. En caso de ser posible, exprese cual es la conclusión más probable que Ud. espera obtener al final del túnel. Y exprese las razones por las cuales un lector debería o desearía leer su trabajo. 10.Identifique los pasos que Ud. ha diseñado (método) para probar su hipótesis o contestar su pregunta. Su trabajo será metodológicamente sólido en la medida que pueda defender y mantener su diseño ante los ataques de sus críticos más feroces. Clarifique los conceptos centrales y operacionalícelos. Exprese qué tipo de estudio es el que utilizará (p.e., caso de estudio, estudios comparados, etc.) qué indicadores usará y por qué razón, qué tipo de evidencia es la que comprobaría o refutaría su trabajo, y en cuánto tiempo espera completar su proyecto.

¡ Buena suerte!

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LECTURAS ADICIONALES

La bibliografía sobre métodos, técnicas y procedimientos utilizados en la investigación científica es extensa en demasía, no siendo fácil hacer una selección más o menos representativa, en cantidad y calidad, de la misma. Empero, a los efectos de favorecer el trabajo de nuestros estudiantes, aquí se sugieren algunos pocos títulos que les ayudarán a un mejor conocimiento y manejo de tales técnicas y procedimientos, los cuales, en general, valen tanto para tesis doctorales y/o de maestría, informes de investigación, etc. Eco, Umberto: Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de estudio, investigación y escritura, Gedisa, Barcelona-Buenos Aires, 1ª edición, 1982. Hay varias reediciones. [A mi juicio, el más recomendable de los manuales. Su única desventaja es que carece de actualizaciones en el capítulo VI, “La redacción definitiva”, en tanto el mismo está escrito pensando en el antiguo empleo de máquinas de escribir, sin dar cuenta de la mayor versatilidad que ofrece el uso de las computadoras, los procesadores de textos, planillas de cálculo y uso de imágenes]. Fragnière, Jean-Pierre: Así se escribe una monografía, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1ª edición, 1996. [Pequeño pero excelente auxiliar. Ofrece respuestas sencillas y concretas a los problemas básicos de la escritura]. Francia, Álvaro: La investigación científica. Guía para confeccionar y redactar trabajos de investigación, Biblioteca Mosaico, Buenos Aires, 1995. Rojas Soriano, Raúl: Métodos para la investigación social. Una proposición dialéctica, P y V, Plaza y Valés, México, DF, varias ediciones; las más recientes, 1992, 1995. Serafini, Mª Teresa: Cómo se escribe, Paidós, Barcelona-Buenos Aires-México, 1ª edición, 1994. [Se trata de un recomendable manual sobre la escritura de un buen texto. Incluye técnicas básicas para generar, reunir y organizar las ideas; preparar un esquema; desarrollar los distintos párrafos: empleo correcto de la puntuación, los vocablos y el estilo; revisión de lo escrito y presentación en forma definitiva y eficaz. Incluye ejercicios con autocorreción y control de las posibles soluciones al final de cada capítulo]. Sierra Bravo, R[estituto]: Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. Metodología general de su elaboración y documentación, Editorial Paraninfo, Madrid, 4ª edición, 1996. Wainerman, Catalina y Sautu, Ruth, compiladoras: La trastienda de la investigación, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1997. Adicional: Pese al tiempo transcurrido y las animadversiones de algunos, me sigue pareciendo recomendable, por fresca, estimulante y desmitificadora, la lectura del “Apéndice Sobre artesanía intelectual”, en Charles Wright Mills, La imaginación sociológica, Fondo de Cultura Económica, México, 1ª edición, 1961, con numerosas reediciones.

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GRAGEAS

La buena resolución de una investigación tiene como punto de partida la adecuada formulación del problema, es decir, de la pregunta. Un problema bien formulado resuelve la mayor parte del trabajo. Si no puede elaborarlo bien, haga todos los esfuerzos posibles para acertar con la pregunta. Waldo Ansaldi

...el planteamiento inicial de un problema siempre es más difícil que el núcleo del mismo. Michael Burt, El caso de las trompetas celestiales

La manera más económica de plantear un problema es hacerlo de modo que permita resolver la mayor parte posible de él por el razonamiento solo. Por el razonamiento tratamos de a) aislar cada cuestión de hecho que aún queda; y b) resolver esas cuestiones de hecho de tal manera que las soluciones prometan ayudarnos a resolver nuevos problemas con nuevos razonamientos. Charles Wright Mills, La imaginación sociológica

Las tareas de investigar son: tomar conocimiento de problemas que otros pueden haber pasado por alto; insertarlos en un cuerpo de conocimientos e intentar resolverlos, con el máximo rigor... Según esto, el investigador es un problematizador par excellence, no un traficante en misterios. Mario Bunge

Se pueden aprender muchos procedimientos para investigar, pero eso sirve de poco si no se ha aprendido a pensar. Ezequiel Ander-Egg

Una investigación es científica cuando cumple los siguientes requisitos: 1) La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. (...) 2) La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica diferente las cosas que ya han sido dichas. (...) 3) La investigación tiene que ser útil a los demás. (...) 4) La investigación debe suministrar elemetos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta, y por tanto tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público. Umberto Eco, Cómo se hace una tesis

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La regla de oro del trabajo intelectual puede traducirse así: no toleres ni medio trabajo ni medio descanso, Entrégate por completo o bien relájate por completo. Jean Guitton

Hay individuos monocrónicos e individuos policrónicos. Los monocrónicos solamente trabajan bien cuando empiezan y acaban una sola cosa cada vez. (...) Los policrónicos son todo lo contrario. Solamente trabajan bien cuando llevan varios intereses a la vez, y si se dedican a una sola cosa se agostan, oprimidos por el aburrimiento. Los monocrónicos son más metódicos, pero frecuentemente tienen poca fantasía. Los policrónicos parecen más creativos pero frecuentemente son más liosos y volubles. Pero si acudís a consultar la biografía de los grandes, veréis que los hubo tanto policrónicos como monocrónicos. Umberto Eco, Cómo se hace una tesis

Todo el mundo quiere enseñar a hacer las cosas bien y nadie quiere aprenderlo. Jean-Jacques Rousseau

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WALDO ANSALDI Profesor titular regular de la asignatura Historia Social Lationoamericana en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, desde 1984. Es Doctor en Historia (Universidad Nacional de Córdoba). Su formación sociológica incluye una extensa experiencia en investigación bajo sendas direcciones de Francisco José Delich, Miguel Murmis, Silvia Sigal y Alain Touraine. Investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Sociales Gino Germani. Trabaja en sociología histórica, un área de hibridación disciplinaria, particularmente mecanismos de dominación político-social y sistemas de partidos. Fue Secretario Ejecutivo Adjunto del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (1977-1988). Ha sido y es profesor de grado y/o posgrado en varias universidades del país y del exterior. Profesor visitante en la Universidade de Sâo Paulo (1989) e investigador visitante en la Universitat de Barcelona (1998). Ha participado en más de sesenta congreso académicos nacionales e internacionales. Desde 1996 dirige la Maestría en Estudios Sociales para América Latina (Universidad Nacional de Santiago del Estero). Es autor de numerosos artículos publicados en el país y en el exterior. Entre los últimos: “Fragmentados, excluidos, famélicos y, como si eso fuese poco, violentos y corruptos” (Revista Paraguaya de Sociología, n° 98, 1997), “Disculpe el señor, se nos llenó de pobres el recibidor” (Estudios Sociales, n° 14, 1998), “El arte de navegar contra el viento. Alegato en favor de una ciudadanía incluyente y universal” (Escenarios Alternativos, n°4, 1998) y, en autoría con Patricia Funes, “Viviendo una hora latinoamericana. Acerca de rupturas y continuidades en el pensamiento en los años veinte y sesenta” (Cuadernos del CISH, n° 4, 1998). Es director del proyecto de investigación Nación y ciudadanía en América Latina.

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