TELECOMUNICACIONES EN COSTA RICA ENTRE 1900 Y 1945

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Universidad de Costa Rica Quintas Jornadas de Investigación: “Bifurcaciones de la Comunicación Social”

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TELECOMUNICACIONES EN COSTA RICA ENTRE 1900 Y 1945 Werner Korte Núñez* Resumen: Estudio sobre diversos aspectos de la evolución de las telecomunicaciones en Costa Rica durante la primera mitad del siglo XX. Tras una introducción en la que se muestran algunos de los avances e innovaciones del siglo XIX, se relata la evolución de diferentes medios de comunicación en nuestro país hasta el año 1945. A manera de epílogo se muestran algunos de los adelantos de posguerra y su llegada a Costa Rica. Palabras Clave: Costa Rica, Telecomunicaciones, Radio, Historia, Radioafición, Radioemisoras. Abstract: A study on diverse aspects of the evolution of telecommunications in Costa Rica during the first half of Twentieth Century. After an introduction in that some of the Ninenteenth Century advances and innovations are shown, the evolution of different media in this country through 1945 is described. As an epilogue, some postwar advances in communications and their arrival in Costa Rica are mentioned. Key Words: Costa Rica, Telecommunications, Radio, History, Ham Radio, Broadcastings.

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Historiador, músico, traductor, técnico en electrónica y operador radioaficionado telegrafista (TI2KWN), antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica. Colaborador del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría. Actualmente desempeña las cátedras de marimba, cultura e historia musical en la Escuela Municipal de Artes Integradas de Santa Ana.

Introducción: avances en las comunicaciones durante el siglo XIX. Para poder comprender el proceso de desarrollo de las telecomunicaciones en Costa Rica a partir del año 1900, del cual haremos aquí un breve estudio, es necesario hacer un ligero repaso de los cambios tecnológicos ocurridos principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX, así como de la forma en que estos se difundieron en todo el mundo, y en nuestro caso, la manera en que fueron introducidos en nuestro país. La revolución de las telecomunicaciones se inició en el siglo XIX, como respuesta a la necesidad que, a causa de la Revolución Industrial se presentó, de contar con medios de comunicación a nivel global, y virtualmente instantáneos. El primer sistema, que se desarrolló rápidamente -y el más sencillo- fue el telégrafo eléctrico de línea, que por otra parte, fue el primer sistema digital de comunicaciones (puntos y rayas más “clock” o tiempo), que a partir de la década de 1840 se difundió por todo el mundo. El éxito logrado por este nuevo medio de comunicación provocó a su vez un rápido desarrollo de sistemas más eficaces y capaces de transmitir información más compleja. Por ejemplo, la primera máquina de fax fue el telégrafo de Caselli, de 1857, capaz de transmitir y reproducir manuscritos e imágenes con una resolución bastante aceptable. Las redes telegráficas y los sistemas de tiempo normalizado (hora “standard”) fueron esenciales en el

desarrollo de las redes ferroviarias en todo el mundo, por lo que solían ir juntos. También aparecen en la década de 1870 telégrafos transmisores e impresores de caracteres, como el de cuadrante de Baudot, creador del código de cinco bits que se utilizó hasta el final del uso de los teletipos en la década de 1980 y el de Hughes, un aparato con teclado semejante al de un piano, del que hace vario años podíamos ver un ejemplar en el Museo Nacional, fabricado por Siemens, sistema que en algunos países se utilizó hasta la década de 1950. Otro aspecto muy importante de la primera fase de la revolución de las telecomunicaciones lo constituye la instalación de los primeros cables submarinos, que permitieron enlazar Europa y América en la década de 1860 y pronto interconectaron los cinco continentes habitados. Ya en 1884 el cable llegaba hasta el puerto de San Juan del Sur, en Nicaragua, procedente de California, lo que nos permitió interconectarnos con él, y con el resto del mundo a través de la red telegráfica local, cuyo desarrollo, tras varios intentos infructuosos previos, había comenzado en 1869, con la instalación de la primera línea entre Cartago y Puntarenas. Una primera consecuencia de esto es el inicio de las secciones de noticias internacionales frescas en la prensa local.

De enorme trascendencia para las telecomunicaciones de nuestro país fue la creación de la Dirección General de Telégrafos, entidad que ha recibido poca atención. En materia de comunicaciones, desempeñó un papel fundamental hasta bien entrado el siglo XX. El 27 de abril de 1870, el mismo día en que fue realizado el golpe de estado liderado por el entonces coronel Tomás Guardia, los telégrafos fueron asumidos por el gobierno, pues su rentabilidad era negativa. Al inicio fue recargada su dirección al Administrador de Correos, pero en 1873 se nombró un Administrador independiente, que pocos meses después se convirtió en su primer Director. Tras un breve regreso de los telégrafos a manos privadas, el 1º de junio de 1874 se crea la Dirección General de Telégrafos. A partir de aquí se inicia un rápido desarrollo de las comunicaciones telegráficas en Costa Rica, a la vez que fueron introducidos nuevos sistemas, como el de Hughes, ya mencionado, pese a que hasta el final predominó el sistema de recepción auditiva, de puntos y rayas, mucho más sencillo y barato. La última gran innovación que llegó a Costa Rica a finales del siglo XIX fue el teléfono. Su introducción estuvo a cargo del Director General de Telégrafos, quien en 1888 trajo al país doce aparatos, que quedaron conectados en dos líneas: una enlazaba los cuatro cuarteles de la capital y la otra la Casa Presidencial con la Gobernación, las residencias de los Secretarios de Estado y la casa del Administrador del Ferrocarril (Núñez, 1924, p. 203). Casi de inmediato diversos particulares

solicitaron permisos para instalar líneas individuales o colectivas. Otra función de la Dirección General de Telégrafos fue la de instalar el primer dispositivo para establecer la hora oficial en el país, que era transmitida todos los días a las nueve de la mañana a las oficinas públicas (Núñez, 1924, p. 203). Comienzos del Siglo XX: primeros experimentos radiocomunicaciones en Costa Rica. En el campo de las telecomunicaciones, la primera mitad del siglo XX vio el desarrollo de la radio, desarrollo que tuvo sus inicios a partir de 1847, cuando las ecuaciones de Maxwell previeron la existencia de ondas electromagnéticas. Tal existencia fue confirmada por los experimentos de Heinrich Hertz en 1883 y su aplicación práctica fue iniciada principalmente por Guglielmo Marconi en las comunicaciones, y por Nikola Tesla en el campo de la transmisión de energía sin emplear alambres conductores. En Costa Rica, el inicio del siglo XX coincidió con los primeros experimentos de radiocomunicaciones realizados en nuestro país, los cuales tuvieron un origen netamente académico: el profesor José Fidel Tristán (1874-1932), el cual mientras se hallaba en Chile asistió a una conferencia sobre lo que entonces se denominaba “telegrafía sin hilos”. Al regresar a nuestro país, en el año 1900 estableció en el Liceo de Costa Rica una escuela de radiotelegrafía y construyó los primeros aparatos experimentales con ayuda del

telegrafista profesional alemán Eduardo Gugoltz, un veterano de la guerra franco-prusiana que vino al país e instaló la primera línea telegráfica entre Puntarenas y Barranca (Núñez, 1924, p. 213). Para este tiempo, Gugoltz se desempeñaba como asistente en el Gabinete de Física del Liceo, así como del Observatorio Meteorológico, que había sido establecido por Henri Pittier en 1889. Los experimentos iniciales tuvieron lugar en la primera sede del Liceo de Costa Rica, donde hoy se halla el edificio central de la Caja Costarricense de Seguro Social. Se trató de experimentos a muy corta distancia, indudablemente basados en los de Marconi, en los que eran utilizados dispositivos no electrónicos de muy elevado voltaje, tales como carretes de Rumhorff, circuitos sintonizados y antenas de hilo largo. Para la recepción se usaba el mismo circuito sintonizado de trasmisión y un dispositivo denominado “coherer” o “cohesor”, que era un tubo de vidrio con limaduras de hierro, que se volvían conductoras en presencia de corrientes de radiofrecuencia. Se trataba de dispositivos de muy poca eficiencia, que hoy no sería posible utilizar, pues si lo hiciéramos, por ejemplo, en el área de 700 kilociclos, cubriríamos toda la banda de onda media, debido a la desmesurada anchura de las señales emitidas, que sonarían hoy como las interferencias producidas por la chispa de un automóvil. Estos experimentos de Tristán fueron seguidos por otro de los grandes profesores de química y física de ese

tiempo, don Gustavo Michaud, suizo, quien en 1916 instaló una estación radiotelegráfica en el Liceo de Costa Rica y otra en el Colegio Superior de Señoritas, del que el profesor Tristán era Director, por Acuerdo Nº 383 de 29 de mayo de dicho año (Colegio Superior de Señoritas, 1938, p.109). En ambas instituciones se enseñó tanto telegrafía de línea como radiotelegrafía. En algunas de las fotografías de San José tomadas por Manuel Gómez Miralles podemos ver las torres de la estación del Colegio Superior de Señoritas. Estas torres, autosoportadas, triangulares, de unos diez metros de altura, fueron colocadas en la terraza en 1916 y retiradas en 1921, según hemos podido comprobar examinando el registro fotográfico. Por esta misma época también fueron iniciados experimentos radiotelegráficos en el Colegio Seminario, bajo la guía del presbítero Ricardo Scheufgen. De esta manera, fue en las instituciones de enseñanza media de principios del siglo XX, donde se realizaron los primeros experimentos y donde se dio impulso a la enseñanza de la telegrafía. Durante muchos años se mantuvo en estas instituciones dicha enseñanza, y de ellas surgieron muchos de los operadores y radioaficionados de primera generación del país. Sin duda a quien debemos considerar el primer radioaficionado costarricense es al profesor José Fidel Tristán, junto con sus hermanos Federico y Rafael; además debemos mencionar entre los primeros radioaficionados del país a Noel Laporte, quien murió peleando en Francia durante la Primera Guerra Mundial.

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Fig.1: Colegio Superior de Señoritas, 1920. Arriba a la derecha puede apreciarse una de las torres, aparentemente ya en desuso. Album Gómez Miralles, 1920.

Por las escuelas telegráficas de los colegios de la capital pasaron muchos estudiantes, algunos de los cuales luego se dedicaron a las comunicaciones en forma profesional, como Gerardo Montagné, quien emigró a los Estados Unidos, donde llegó a ser operador de primera clase, y otros que experimentaron un tiempo con las comunicaciones, pero luego se dirigieron a otros campos. Tal es el caso, por ejemplo de José Figueres Ferrer y Manuel Mora Valverde. A

mediados de la década de 1920 también encontramos a quien creemos que fue la primera mujer radioaficionada de Costa Rica: se trata de doña Marina de Dall'Anese, quien en 1926 operaba una estación en Puntarenas (Guía Profesional de Costa Rica, 1926). Además de la función social que al principio tuvieron como retransmisores de mensajes y alertas meteorológicos, así como de su

importante participación en diversas emergencias, los radioaficionados fueron los “hackers” de la época. Entrenados en la recepción del código Morse, podían captar las emisiones militares, de barcos y de agencias de noticias, así como de diversas comunicaciones oficiales y privadas, por lo que, entre otras cosas, fueron causa de un repentino aumento en las penas por difundir información captada mediante los receptores de radio. En un principio los gobiernos pretendieron exigir licencias para tener receptores, pero pronto se vio que era imposible controlar dichos equipos, y finalmente se contentaron con penalizar la difusión de material informativo captado sin permiso. Por otra parte, estos experimentadores, cuyos pequeños equipos no podían compararse con los gigantescos sistemas profesionales, ante la presión de estos fueron corriéndose hacia frecuencias más altas, y pronto descubrieron que en lo que se denomina onda corta, entre 1800 y 30.000 Khz. principalmente, no hacía falta una gran potencia para comunicarse a gran distancia, ya que las ondas rebotan en la ionosfera y vuelven a tierra, con lo que, al mejorarse los receptores y las antenas, que a mayor frecuencia son de menor tamaño, resultó posible lo que nadie había soñado: que con potencias ínfimas las señales podían dar la vuelta al mundo. Este logro de los radioaficionados pronto fue aprovechado también por las empresas comerciales y demás operadores profesionales y oficiales, por lo que la radioafición casi llegó a ser erradicada. Afortunadamente, en

la Convención Internacional celebrada en Ginebra en 1922, en gran medida gracias a las gestiones de la American Radio Relay League (ARRL) y de su fundador y presidente, Hiram Percy Maxim, se establecieron pequeñas porciones del espectro para uso de los radioaficionados, porciones que aún utilizamos y a las que han sido agregadas otras nuevas. Instalación de las primeras estaciones profesionales de comunicaciones. Al mismo tiempo que se iniciaban los primeros experimentos de radio en las instituciones de enseñanza, diversas publicaciones llamaban la atención del público sobre estos nuevos medios de comunicación. En el Nº 16, Año I de “Páginas Ilustradas”, 17 de mayo de 1904, hay un artículo referente al tema, indicando que ya la telegrafía sin hilos había pasado de la fase de simple experimentación a la de aplicación práctica. Cabe indicar que es precisamente este año cuando Guglielmo Marconi consigue establecer el primer contacto trasatlántico, al conseguir que en St. John, Terranova, recibieran el envío de la letra “S” en código Morse desde Irlanda, para lo cual utilizó el transmisor más potente hecho hasta entonces. En esa época las comunicaciones profesionales inalámbricas a larga distancia eran cosa de fuerza bruta, ante la escasísima sensibilidad de los dispositivos receptores. Había dos sistemas principales para generar radiofrecuencia de alta energía con propósitos de comunicaciones: en uno de ellos se utilizaban bobinas

elevadoras de voltaje y condensadores de descarga controlada, que acoplados a un circuito de sintonía, permitían emitir señales de gran potencia por medio de antenas de escasa eficiencia de irradiación. El otro sistema era el de utilizar grandes alternadores, generadores de corriente alterna con los que se podía emitir ondas continuas que a la larga permitieron la transmisión de la palabra y la música. La primera estación profesional en Costa Rica fue instalada por la United Fruit Company en 1904, como parte de una red de emisoras que la empresa instaló a lo largo de las costas del Caribe, con el objeto de controlar y asistir a la flota de barcos encargados de la transferencia de frutas a los mercados de los Estados Unidos, y también para que sirvieran como radiofaros. Se trataba de una

instalación de alta potencia, cuyo funcionamiento, a causa de la poca eficacia del sistema de antena, provocaba diversos fenómenos en ella, como efectos tipo “corona”, semejantes a los que se producen si uno introduce un objeto metálico en un horno de microondas, tal como lo relata don Amando Céspedes, pionero de la radiodifusión, de quien trataremos más adelante: A principios del siglo que vivimos, el XX, una torre en Puerto Limón, en su cima a los 50 metros del suelo, quemaba el oxígeno al despedir los primeros rayos de ondas magnéticas, cuyas chispas detonantes, se hacían sentir por toda la población. (Céspedes, 1956, p. 151) [se trata de la generación de ozono resultante del efecto corona]

Fig.2: Torres de la estación de la UFCo. Limón. Tarjeta postal, c. 1920.



En 1907 se instala la primera estación profesional nacional en Barra del Colorado, siempre bajo la égida de la Dirección General de Telégrafos. Esta estación no llegó a tener el grado de sofisticación ni la potencia de la emisora de la Bananera, pero se mantuvo en ese sitio durante por lo menos treinta años. La historia de la forma en que, tras repetidos y tediosos ensayos sus señales consiguieron ser escuchadas en San José, relatada por Francisco María Núñez en un artículo publicado en el Diario de Costa Rica con fecha 10 de febrero de 1924, y reimpresa en su libro sobre las vías de comunicación, no deja de tener sus rasgos épicos, ya que ante la ineficacia de los dispositivos de recepción y de irradiación, aparte de la longitud de onda que se empleaba, captar sus emisiones en San José fue toda una hazaña. Incluso, al principio fue necesario establecer una estación “relay” o retransmisora en el Paso de la Palma.

Fig. 3: Otra vista de las torres de la estación de la UFCo. Album Gómez Miralles, 1920. Cabe indicar, eso sí, que la emisora de Barra del Colorado ya pertenecía a una nueva generación de equipos de

comunicación, pues utilizaba tubos de vacío, es decir, era una estación electrónica. Fue construida por la compañía de Lee De Forest, el inventor de los primeros tubos de amplificación y de oscilación. Primera Guerra Mundial, Primera Ley de Radio, Integración a los convenios internacionales. El inicio de la Primera Guerra Mundial no trajo inmediatas consecuencias para las comunicaciones del país, pues los enlaces con Europa se hacían a través de los Estados Unidos, que no entraron en la guerra sino hasta abril de 1917. A diferencia de lo ocurrido con el comercio, el flujo de información se mantuvo, aunque las comunicaciones con los países de la Triple Alianza (Alemania-Austria Hungría y el Imperio Otomano) se dificultó en forma creciente. Sin embargo, al llegar al poder los hermanos Federico y Joaquín Tinoco Granados el 27 de enero de 1917, ante la negativa de los Estados Unidos a reconocer su régimen, para congraciarse con ellos declararon la guerra a Alemania. De inmediato el gobierno ordenó el desmantelamiento de todas las estaciones experimentales, tanto de particulares como de las instituciones de enseñanza. Se dio así una pausa en el desarrollo de las radiocomunicaciones que se prolongaría hasta cuando el Gobierno emite la primera Ley de Radio, la Nº39, de 17 de julio de 1920, que se mantuvo en vigencia hasta 1954, y en 1922 se adhiere a la Convención Internacional que desde entonces rige las

telecomunicaciones mundiales. En esta Convención, a Costa Rica le fueron asignados los prefijos de identificación TEA-Z y TIA-Z, (Tango Eco y Tango India, en codificación vocal), al que posteriormente se agregó el prefijo de reserva ØT (Cero Tango) para ocasiones extraordinarias. En estos años también fue construida una estación radiotelegráfica en la Sabana, que ya se utilizaba como aeropuerto, antes de la inauguración del campo de aterrizaje de La Lindora, en Santa Ana. El equipo, muy avanzado, fue donado por México, y la casa que lo albergó, actualmente declarada parte del patrimonio arquitectónico nacional, se halla justo al costado este del nuevo Estadio Nacional. En ese entonces era conocida como “La Caseta del Inalámbrico”. La Dirección General de Telégrafos, a la que después se le agregó el servicio de Radios Nacionales, continuó administrando y controlando el uso del espectro radiofrecuente hasta que, al entrar en vigencia la Ley 1758 de 1954, fue creada la Oficina de Control Nacional de Radio, dependiente del Ministerio de Gobernación, para ocuparse de dicha actividad. Finalmente, la Dirección General de Telégrafos y Radios Nacionales se unió a la de Correos, para formar lo que terminó denominándose CORTEL. Los telégrafos de línea y los Radios Nacionales continuaron funcionando hasta mediados de la década de 1980, cuando dichos sistemas fueron sustituidos por los nuevos medios digitales.

Radiodifusión. Tras el fin de la dictadura tinoquista y el regreso a la normalidad en la cosa pública, los diferentes experimentadores en radiocomunicaciones retomaron sus actividades plenamente. Es aquí cuando surge una de las personalidades más originales que hayamos tenido en Costa Rica: Amando Céspedes Marín, nacido en San José en 1881. Céspedes, cuya familia se trasladó a Limón cuando éste tenía pocos años de edad, vivió allí hasta los once años, cuando, tras haber reunido cierta cantidad de dinero desempeñando diversos trabajos, se dirigió solo a los Estados Unidos, con la esperanza de hallar a unos familiares que allí vivían. Al llegar a Nueva York no encontró a ninguno, pero por suerte un matrimonio norteamericano le brindó su hogar y allí permaneció hasta independizarse. Céspedes, como muchos jóvenes de su tiempo, esencialmente un autodidacta, en los Estados Unidos estudió fotografía y se graduó como profesional en ese campo. Participó en diversas exposiciones y obtuvo premios por sus trabajos artísticos. Estuvo en la Exposición de Buffalo de 1902, donde conoció personalmente a Edison. Años después también tuvo la oportunidad de conocer a Edwin Armstrong, el gran pionero y diseñador de sistemas de recepción y transmisión, muchos de los cuales aún se hallan en uso, tales como la FM. De regreso en Costa Rica, volvió a residir en Limón por un tiempo, se estableció en San José y luego se trasladó a Cartago, donde se dedicó a la fotografía y a la cinematografía, en la que fue uno de

sus pioneros en el país. En una narración autobiográfica él relata que en Cartago, durante la Primera Guerra Mundial, él presentaba los noticiarios cinematográficos de la casa Pathé y que, para imprimir mayor realismo a las escenas de batallas, quemaba pólvora. Pocos años después se trasladó a Heredia, donde residió hasta su muerte en 1976. Además de la fotografía, Céspedes se dedicó a la mimeografía, en lo que sin duda fue el máximo exponente en este país, pues llegó incluso a desarrollar técnicas de transferir al estarcido no sólo letras de máquina de escribir sino imágenes y manuscritos. Aun más, desarrolló una técnica de mimeografía en color que llamó la atención de la casa fabricante de mimeógrafos Gestetner, quien lo patrocinaba. En su taller mimeográfico Céspedes editó una gran cantidad de obras propias acerca de diversos temas, aparte de los relacionados con la radio. Después de cesar en sus actividades en este campo, continuó con la mimeografía hasta poco antes de su muerte, donde publicó a sus propias expensas la Revista Interamericana Zenith, que enviaba a toda América Latina, Estados Unidos y Europa. Céspedes fue un personaje extraordinario, que en Costa Rica permaneció olvidado durante muchos años, aunque últimamente han aparecido varias publicaciones sobre él. Si se busca su nombre en Internet, así como las letras indicativas de su emisora: TI4NRH, sorprendentemente aparecen varios artículos cuyos autores son norteamericanos. Durante muchos años fue el personaje más conocido de Costa Rica en el exterior.

A principios de 1922 inició Céspedes sus experimentos sobre radio, empleando diversos componentes que encargaba a los Estados Unidos, así como otros que él mismo fabricaba. Fue el primer constructor de equipos de recepción en cantidad, pues llegó a hacer más de 800 aparatos, cifra notable para su tiempo, y aún para la actualidad, si se piensa que se trata de equipos construidos a mano, uno a uno, en forma completamente artesanal. Sin embargo Céspedes se interesó también en construir un transmisor, apenas se enteró de la forma en que las ondas de radio podían ser moduladas por una señal de audio. En sus experimentos iniciales utilizó un pequeño tubo de vacío, alimentado a batería, al que insertó un micrófono telefónico en la red de alimentación de alto voltaje. Así consiguió hacer sus primeras transmisiones sonoras, que fueron las primeras realizadas en Costa Rica. Con gran sorpresa suya, pronto comenzó a recibir cartas de diferentes países en los que le informaban que habían recibido sus señales. No pasó mucho tiempo sin que ya fuera muy conocido en el área del Caribe, mientras transmitió en la frecuencia de 710 Khz. Pocos años después, no obstante, apenas se enteró del inicio de las transmisiones en onda corta, modificó su transmisor y empezó a emitir en 9692 Khz. (Tuchscherer, p.1, 1979). Las transmisiones en onda corta de la NRH, como inicialmente se identificaba, hasta que se le hizo saber que esas letras pertenecían a la marina norteamericana, comenzaron el 4 de mayo de 1928. La frecuencia de operación de la TI4NRH, que fue su identificación definitiva, cambió varias

veces a lo largo de su existencia. Nuevamente, Céspedes recibió la sorpresa de que empezaron a llegarle cartas procedentes de todos los continentes, e incluso la pionera de las estaciones de onda corta, la KDKA de Pittsburgh, en los Estados Unidos, que aún existe, anunció su estación como la quinta emisora que apareció en esa área del espectro de radiofrecuencias. La popularidad de la emisora de Céspedes, conocida como “La Voz de Costa Rica”, llegó a tal nivel que aún en la actualidad podemos hallar en Internet cartas y tarjetas de comprobación de escucha (QSL) enviadas hace más de ochenta años, de las cuales don Amando llegó a enviar más de 110.000. En los Estados Unidos aún se conserva una silla de madera fina de Sarchí que Céspedes le envió al primer escucha que reportó haber captado su emisora, la cual puede ser vista en Internet. La Voz de Costa Rica emitía durante períodos relativamente breves, de 4 a 5 de la tarde, y de 8 a 9 de la noche, hora local. Aparte de que don Amando vivía de su estudio fotográfico y de otras actividades en esa época, las emisoras de onda corta sólo transmiten a determinadas horas, para aprovechas la apertura de las condiciones de propagación hacia diversas regiones del globo. Céspedes también utilizaba su transmisor para comunicarse con otras estaciones, como fue el caso de la Pequeña América, la base establecida en la Antártida por el almirante Richard Byrd, ocasión en que Céspedes actuó como puente entre dicha base y los Estados Unidos. Otro contacto de este tipo lo hizo con el comandante Eugene MacDonald,

presidente de la corporación Zenith, quien le obsequió una torre triangular que hasta hace pocos años podía verse en la avenida sexta de la ciudad de Heredia, en el patio de su casa. Lamentablemente parte de la propiedad fue vendida y allí donde se alzaba la torre ahora hay un local comercial. Sería importante investigar si aún existe por casualidad, ya que, de ser así, el campus de la UNA podría ser un buen lugar para su conservación. Céspedes continuó con su actividad radial, ya con un equipo mucho más potente, que aún puede verse en lo que queda de su casa, pero al llegar la Segunda Guerra Mundial gradualmente dejó de transmitir hasta cesar del todo. Otra “primera vez” de Céspedes es la instalación de la primera emisora católica del país, que don Amando y una publicación norteamericana consideraron la primera del mundo, pues se trata de la que le construyó al presbítero Carlos Borges y fue instalada en la Iglesia de la Soledad, en San José, en 1928. La Radio Vaticana, construida por el propio Marconi, salió al aire en 1931. Poco después del inicio de las transmisiones de Céspedes en onda media, varios otros experimentadores comenzaron a construir equipos y a realizar sus propias emisiones. Muchos de estos experimentadores eran miembros de la clase alta, que poseían los medios económicos necesarios para importar equipos y materiales que en ese entonces eran muy costosos. Además de los mencionados en la sección dedicada a la experimentación en los colegios de secundaria, cabe señalar también entre los pioneros de la

radiodifusión a Max Koberg, quien puso una estación en los altos de su almacén, a Adrián Collado, ya mencionado, y a Federico González Lahmann, a quien le correspondió ser el primero en transmitir en su estación, que se identificaba como FG, un concierto de música en vivo, concierto que, realizado en el Teatro Nacional, previo anuncio del evento en los periódicos, fue transmitido el martes 30 de septiembre de 1924 a las 8 de la noche. Participaron en este concierto muchos de los músicos y cantantes nacionales más notables de ese tiempo, como Julio Barquero y su orquesta, Héctor Beeche, Pedro Vilá y J. Bosch. (Núñez, 1924, p. 218) Para este tiempo, en onda media había surgido otra emisora en Heredia: se trata de la HEN, instalada en la Escuela Normal, institución antecesora de la actual UNA. Tiene el interesante mérito de ser la primera radiodifusora académica del país. A pesar de que presentaba, según Céspedes, serios problemas técnicos, no por ello dejó de hacer su aporte al desarrollo de la radiodifusión nacional. Al parecer, la HEN no duró mucho tiempo, pues ni siquiera es mencionada en el album conmemorativo de los 25 años de dicha institución, publicado en 1940. Cabe indicar que en su gran mayoría, los pioneros de la radiodifusión costarricense no se interesaron por la onda corta, y se dedicaron al desarrollo de la radio profesional, lo que dio por resultado la aparición de numerosas emisoras en la década de 1930. Por su parte, la TI4NRH, de Amando Céspedes, cuyo prefijo, hay que indicarlo, era el de una estación de radioaficionado, continuó operando en

la frontera entre la categoría de estación de radioaficionado y la de una radiodifusora, sin que al parecer esto le representase problema alguno. Década de 1930: Al mismo tiempo que se iniciaba la importación masiva de aparatos de recepción, en Costa Rica comenzaron a aparecer radiodifusoras por todo el país. Muchos de quienes establecieron radioemisoras en esta época se mantuvieron activos hasta más allá de 1950 y alguno que otro llegó hasta la década de 1970. El año 1935 coincide con el momento en que ya puede considerarse que la radio llegó a su madurez técnica. Los equipos utilizados en estos años -con sus naturales limitaciones- pueden emplearse aún sin ningún problema, como algunos lo hacemos. Aparecieron en el comercio josefino y de otras ciudades almacenes cuyos dueños se convirtieron en concesionarios de diversas marcas principalmente norteamericanas, que en muchos casos terminaron por instalar su propia estación, que solía asumir el nombre de la marca representada. Algunos negocios dedicados a la venta venta de discos y fonógrafos, como el de Piza e hijos, que representaba a la Victor, la Librería Lehmann, que traía fonógrafos marca Brunswick y vendía discos de la misma casa así como de la Parlophon, alemana, y otros, se convirtieron rápidamente en anunciantes de sus productos en el nuevo medio radial, para lo cual facilitaban discos a estas emisoras, que los tocaban en su programación y así los daban a conocer, con lo que ambas partes salían ganando. Este es un testimonio de Amando Céspedes:

Una vez, el señor Piza llegó a medio día a rogarme que le diera los discos de la noche anterior porque todos los que había pedido los había vendido, tanto fue mi anuncio para él. Me dijo que había sido un récord vender 800 discos entonces. (Céspedes, 1956, p. 157) Así, en 1935 ya encontramos a La Voz de la Víctor, propiedad de Perry Girton, cuyo almacén se encargó de la distribución de aparatos y componentes fabricados por la RCA, de Camden, New Jersey. Esta emisora tuvo una larga trayectoria, desapareció en la década de 1950 y volvió a aparecer por un breve período, a principios de la década de 1960, con la instalación de una planta con 1 Megawatt de potencia en Paraíso de Cartago, donde fue Campo Ayala, planta que se estableció para contrarrestar a Radio Habana, Cuba. Sin embargo el proyecto no prosperó y La Voz de la Víctor desapareció del aire para siempre. Competidora de esta emisora fue “La Philco”, instalada por el almacén que representaba a esta casa norteamericana, productora de radios y fonógrafos eléctricos, que poco a poco iban desplazando a los acústicos, conocidos usualmente como “Victrolas”, por la marca de los fabricados por la Victor Talking Machine Co., que en 1929 se fusionó con la RCA, Radio Corporation of America, para formar la RCA Víctor. Otra emisora de larga trayectoria fue Radio Para Tí, que en un momento dado tuvo el estudio más avanzado de su tiempo en el país, que era empleado para hacer grabaciones fonográficas. Por su parte, el pintor, escultor escritor y

activista político italiano Adriano Arié también instaló su emisora, Estación Italia, situada al costado sur del actual Hospital Blanco Cervantes. Otras emisora, que llegó hasta la década de 1980 fue Radio América Latina, propiedad de Ramón Aguilar, en Barrio Cuba. Radio El Mundo, de Rafael Hine, se hallaba cerca de Plaza González Víquez. Radio Atenea, otra emisora de larga vida, del poeta Rogelio Sotela B., fue la primera emisora que funcionó las 24 horas, al punto de que cuando se quería decir que algo no sucedería se usaba la frase: “cuando apague Atenea”. Otro gran empresario de ese tiempo fue Gonzalo Pinto H., dueño de la emisora “Alma Tica”, antecesora de Radio Monumental, quien desgraciadamente falleció electrocutado mientras ajustaba los equipos de la estación. En Puntarenas fue instalada en esta época la emisora “Ecos del Pacífico”, mientras que en Limón en ese tiempo apareció “Ondas del Caribe”. Hemos mencionado apenas unas pocas emisoras, pues en la Guía Turística editada por la entonces Junta Nacional de Turismo en 1935 aparecen más de treinta radioemisoras, apenas pasados diez años del inicio de los experimentos de Amando Céspedes con su “NRH”. Todas estas emisoras operaban en onda media, aunque algunas de ellas transmitían en onda corta en horas de la tarde y de la noche. Mientras esto ocurría en el campo de la radio, en otros ramos de las telecomunicaciones se producían innovaciones constantemente. En esta década, mediante el impulso dado por

las grandes agencias de noticias de entonces, como UPI, Reuters, etc., se generaliza el uso de los teletipos y del telefoto, sistema que en realidad era un descendiente evolucionado del aparato ya mencionado de Caselli, que permitió aumentar la cantidad de ilustraciones de los periódicos y de incorporar fotos recientes procedentes de distintas partes del mundo. Los avances se sucedían rápidamente. Edwin Armstrong patentó en 1937 su sistema de transmisión de Frecuencia Modulada, lo que lo llevó a un nuevo conflicto con RCA por uso de invenciones de ésta, que a la larga desembocó en su suicidio en 1948. La televisión, que venía desarrollándose desde la década de 1920, se acercaba a pasos agigantados. Ya había algunas estaciones experimentales transmitiendo con diferentes sistemas que competían por ser el que se impusiera definitivamente. En las Olimpíadas de Berlín de 1936, Manfred von Ardenne y las casas alemanas Loewe y Telefunken establecieron el primer circuito cerrado que cubrió los eventos deportivos. Sin embargo, la llegada de la Segunda Guerra Mundial puso fin momentáneamente a estos progresos. A Costa Rica llegaban diversas publicaciones de Estados Unidos, tales como “Radio-Craft” y “Popular Mechanics”. Durante los años 40 también llegaba “Radio Chassis” y la “Revista Telegráfica”, ambas de Argentina. En estas publicaciones se mostraba todo lo que de novedoso aparecía en este campo, y fue la segunda generación de aficionados y experimentadores la que en nuestro país abrió el camino a los nuevos

medios de comunicación. La Década de 1940. El inicio de la década de 1940 coincidió con la aparición de novedosas tecnologías que incluyeron nuevas modalidades de telecomunicaciones. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impidió que muchas de esas novedades llegaran al público en general. El mejor ejemplo lo constituye la televisión, que tuvo que esperar hasta 1947 para que pudiese iniciarse como servicio de cobertura general en los Estados Unidos. En Costa Rica, con un buen desarrollo de las telecomunicaciones, de acuerdo con el estado de la tecnología de su tiempo, la entrada en la guerra representó una interrupción en el avance, en algunos aspectos, y un franco retroceso en otros. La primera medida que tomó el gobierno del Dr. Calderón Guardia fue decretar la cancelación de todas las licencias de radioaficionados, mediante decreto de 11 de diciembre de 1941, publicado como Nº44 en la Gaceta del día siguiente. (Gobierno de Costa Rica, 1943, p. 31.) A partir de este día los radioaficionados tuvieron que depositar sus equipos de trasmisión en el local contiguo a la Casa Presidencial de entonces, en los altos de la Detención General. Recibieron autorización para ir a “calentarlos”, sin poder conectarlos a antena alguna. Se ejerció mucho mayor control sobre los radioaficionados y propietarios de radioemisoras procedentes o con ancestros originarios de los países del Eje, a muchos de los cuales, además,

internaron en los dos campos de concentración que fueron establecidos, desde donde luego los transfirieron a campos de los Estados Unidos. Esta medida fue complementada con un aviso de la Dirección General de Telégrafos y Radios Nacionales, emitido el 21 de julio de 1942 y publicado al día siguiente en La Gaceta, en el que por instrucciones de la Secretaría de Seguridad Pública se previene a los dueños de almacenes de radios, estaciones radiodifusoras y talleres de reparación que en el término de quince días deberán entregar un inventario detallado de sus existencias, tanto de aparatos completos como componentes, y de que a partir de esa fecha toda venta debía ser reportada a dicha Dirección, indicando el nombre y la dirección del comprador. (Gobierno de Costa Rica, 1943, p. 95) Durante los años de la guerra los experimentadores se limitaron a hacer prácticas del código Morse con aparatos pequeños no radiantes, y a escuchar las emisiones de onda corta de ambos bandos. A raíz de la supresión de las garantías constitucionales, decretada el 9 de diciembre de 1941, el Gobierno creó un Departamento de Censura Postal, al mismo tiempo que estableció la censura de las comunicaciones radiográficas y cablegráficas. (Gobierno de Costa Rica, 1943, p. 121) Las radiodifusoras continuaron funcionando, aunque el contenido de las noticias que transmitían, al igual que el resto de la información que llegaba por cable, radio o correo, era sometida a fuerte censura.

Esta situación se mantuvo hasta el final de la guerra en 1945, cuando las medidas de seguridad fueron levantadas. No obstante muchos de quienes habían tenido que depositar sus transmisores en el sitio designado por el Gobierno, jamás los recuperaron, sobre todo si se trató de ciudadanos originarios de los países del Eje. Epílogo: Desarrollos de posguerra y su llegada a Costa Rica. Con el final de la Segunda Guerra Mundial las telecomunicaciones vieron la llegada de nuevas tecnologías, algunas de ellas producto de las investigaciones llevadas a cabo como parte del esfuerzo bélico. La más notoria de estas invenciones fue la televisión, que se benefició directamente de los trabajos realizados durante la guerra en lo referente a comunicaciones de alta frecuencia y dispositivos de detección como el radar. A fines de la década de 1940 empezaron a realizarse en Costa Rica los primeros experimentos en recepción de señales de televisión. Muy notorio fue en estos experimentos el industrial y radioaficionado don José Gamboa Alvarado, propietario de la Fosforera Costa Rica, en Heredia. Muy pronto una nueva generación de experimentadores se pondría a la vanguardia de estos esfuerzos, entre quienes podemos mencionar a los ingenieros Henry MacGhie Boyd, quien construyó la primera planta de la Radio Universitaria, hoy Radio Universidad de Costa Rica, de la que fue catedrático, en 1956, y Carlos Reyes, quien años después realizaría la primera transmisión de televisión en circuito cerrado de Costa Rica, efectuada en Santa Cruz de Guanacaste en las fiestas del 25 de julio

de 1956. Reyes también fue quien junto con René Picado instaló las plantas de la primera estación de televisión de Costa Rica, que fue Teletica Canal 7, la cual salió al aire en mayo de 1960. Conclusiones. La historia de la evolución de las telecomunicaciones en Costa Rica muestra la forma en que diferentes actores sociales coincidieron en sus objetivos y aspiraciones, de una forma que resultó muy provechosa para la sociedad costarricense. Muestra la importancia de las instituciones académicas en la difusión y aplicación del conocimiento para bien de la colectividad. Asimismo, muestra el acierto del gobierno al contratar profesores extranjeros de la talla de Henri Pittier, Luis Schonau, Pablo Biolley y Marian Le Chapellain, entre otros, así como el envío de jóvenes costarricenses sobresalientes, como Tristán, a culminar sus estudios en el exterior. Los eventos y procesos que hemos expuesto también ponen en evidencia la importancia de la iniciativa privada, por parte de personas en ocasiones autodidactas como don Amando Céspedes y de personas de diferentes estratos sociales y grupos etarios, que aportaron su contribución, tales como González Lahmann, Collado, Sotela, Gamboa y Pinto. Finalmente, la labor de los ya mencionados debe ponerse dentro del marco establecido por las dependencias estatales, como la Dirección General de Telégrafos y Radios Nacionales, que tuvieron la capacidad de percibir las innovaciones que a gran velocidad se

producían, y de incorporarlas, dentro de las limitadas posibilidades de una nación pequeña como es Costa Rica. Bibliografía: American Radio Relay League: The Radio Amateur's Handbook. Edición de 1937. Hartford, Connecticut, USA, 1937. Publicación anual de la Liga Norteamericana de Radioaficionados. Texto obligado para el conocimiento del desarrollo de la radioafición, así como del estado de la tecnología de la época tratada en este trabajo. Céspedes M., Amando: Historia de la Radiodifusión en Costa Rica. Carta enviada a Carlos Salazar Herrera, con fecha 8 de junio de 1956. Impresa en: Céspedes, Amando en: Diamantes, Heredia, Costa Rica, Mimeografía Céspedes, 1956. La carta de Céspedes a Salazar Herrera, primer director de la Radio Universitaria, hoy Radio Universidad de Costa Rica, redactada en el colorido estilo característico de don Amando, contiene mucha información anecdótica, técnica (con mayor o menor exactitud) e histórica. Colegio Superior de Señoritas: Album del Cincuentenario. San José, Imprenta y Librería Lehmann, 1939. Gobierno de Costa Rica: Costa Rica en la Segunda Guerra Mundial. San José, Imprenta Nacional, 1943. Publicación del gobierno de Rafael Angel Calderón Guardia, sobre los diferentes decretos, leyes y medidas tomadas por el Gobierno tras la declaración de guerra a Alemania, Italia y Japón, el 7 de diciembre de 1941. Moore, Don: The Unique Story of

TI4NRH. USA, Monitoring Times, marzo de 1993.Patepluma Radio: www.pateplumaradio.com/central/costar ica/ti4nrh.html. Este artículo es muy importante, ya que muestra la forma en que la historia de la estación de Amando Céspedes aún es conocida sobre todo por los aficionados a la escucha de onda corta (SW Listeners) en el exterior. El autor visitó la casa de Céspedes y tomó varias fotografías de lo que queda de la TI4NRH. Versión aumentada en el blog personal del autor, donde hay otros artículos sobre la radiodifusión costarricense. Núñez M. Francisco María: Iniciación y Desarrollo de las Vías de Comunicación y los Medios de Transporte. San José, Costa Rica, Imprenta Nacional, 1924. Esta obra, en nuestra opinión el mejor trabajo de Núñez, tiene un extenso capítulo, que es el final, dedicado a la telegrafía, la telefonía y a las

radiocomunicaciones. En su redacción Núñez buscó la ayuda de personas especializadas en este campo, lo que dio por resultado la obtención de una serie de datos muy valiosos, sobre todo para quien posee conocimientos técnicos y puede situarlos en su debido contexto. Tuchscherer, John D. Out of the Past . . . Little NRH. USA, FRENDX, publicación de la NASWA (North American Short Wave Asociation), edición de marzo de 1979. Versión digital en el blog de Don Moore: www.pateplumaradio.com/central/costar ica . Contiene importantes detalles acerca de las frecuencias y horarios de operación de la TI4NRH.

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