TEMA 2.- MODELO DE ASESORAMIENTO Y CONSULTA Beatriz Malik Liévano

ASESORAMIENTO Y CONSULTA EN EDUCACIÓN SOCIAL (Código: 6301308-) GRADO EN EDUCACIÓN SOCIAL Profesoras Sede Central: María Senra Varela y Beatriz Malik

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TEMA 2.- MODELO DE ASESORAMIENTO Y CONSULTA Beatriz Malik Liévano

2.1

Concepto de consulta

El modelo de consulta ha sido tratado extensamente en los últimos años, debido al gran auge y desarrollo alcanzado desde finales de la década de los sesenta en diversos campos, entre ellos el campo educativo, el comunitario, el organizacional y el de la salud mental dando lugar a diferentes modelos y tipos de consulta. Por ello, algunos autores consideran que esta no constituye realmente un modelo, sino que hay varios modelos de consulta, denominados también sub-modelos. No obstante, en general, este concepto se ha utilizado para referirse a cualquier actividad en la que un profesional proporciona una asistencia especializada a otro en su práctica profesional, que indirectamente tendrá consecuencias sobre su “clientela 1 ” o sobre la organización en la que trabaja. En el campo de la salud mental, fue Caplan (citado en Erchul y Martens, 1997), quien primero contribuyó a institucionalizar esta forma de intervención. En 1948 atendió, con su pequeña clínica, a un centro de inmigrantes en Israel. Comprobaron que la intervención directa, basada en el enfoque clínico e individual, era ineficaz y no llegaba a todos. Así, empezaron a formar a los profesionales que trabajaban allí, para que ellos mismos pudieran trabajar con los jóvenes en la resolución de los problemas que surgían. West & Idol (1987), citados por Santana Vega y Santana Bonilla (1998, p. 61) señalan tres significados generales de la consulta, según el ámbito en el que se desarrollan. En la literatura médica, se refiere al proceso por el cual un médico demanda consejo experto de otro colega; desde la perspectiva del desarrollo organizativo, se pretende el cambio social planificado en un sistema; mientras que en la literatura sobre la salud mental, se define la consulta como el proceso por el cual un consultor (asesor) ayuda a otro profesional, el consultante (asesorado) respecto a un usuario del que el consultante es responsable. Aubrey (1990:3) define la consulta como un servicio indirecto al cliente que se lleva a cabo entre dos profesionales de status similar. Esta misma autora señala que el proceso es iniciado por el consultante, quien tiene total libertad para aceptar o rechazar los servicios en cualquier momento, e implica una relación confidencial y colaborativa. Por otro lado, Repetto (1994) señala que los servicios de consulta se basan en la idea de que el conocimiento de la conducta humana y de los procesos sociales puede, si son utilizados apropiadamente, proporcionar mayor efectividad a las instituciones sociales.

1

En la literatura sobre el modelo de Consulta se hace referencia continuamente al cliente como destinatario final de la intervención o usuarios, por lo que no ha de entenderse como cliente en el sentido empresarial (si bien en algunos casos sí se usa en ese sentido ya que en algunos campos la consulta es un servicio que se contrata, no es el sentido que le damos en el campo educativo).

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Por tanto, podemos destacar dos notas esenciales del proceso de consulta: su carácter indirecto basado en una relación “triádica”, y la intervención sobre el sistema para lograr el cambio positivo en el mismo. Figgs y Stoker (1990), citados por Rodríguez Espinar y otros (1993:172), señalan que el objetivo de la consulta en el ámbito de la salud mental se centra en ayudar al consultante en los problemas que se encuentran en su tarea profesional, pero en especial, iniciar un proceso educativo que le proporcione al que consulta una mejora de sus conocimientos, y una capacitación para que, en un futuro, pueda afrontar este tipo de problemas específicos. En el ámbito comunitario y organizacional, Sánchez Vidal (1996:446) indica que el término tiene un significado restringido (que excluye la simple derivación a un especialista) de servicio indirecto en el que un consultante (consultee), plantea una cuestión o problema (no una cuestión personal del consultante sino de un tercero) a un experto (consultor o consultant) en esa cuestión, trabajando los dos conjuntamente en su resolución, aunque la responsabilidad de la implementación del plan resultante corresponde sólo al consultante. En el campo educativo, puede decirse que el proceso de consulta consiste en “un intercambio de información entre el consultor y otros agentes educativos en un plano de igualdad, con el fin de planificar el plan de acción para el logro de unos objetivos. Se trata de ayudar a un ‘tercero’, que es el destinatario de la intervención. De esta forma, la intervención del educador-consultor es indirecta con respecto al grupo o persona destinataria”. El educador social trabaja con otros profesionales centrándose en la planificación, estrategias, métodos y técnicas para lograr los objetivos que busca. Para Brown y Brown (1981), la consulta es un proceso de resolución de problemas con dos objetivos: ayudar a los consultantes a adquirir conocimientos y habilidades para resolver un problema que les concierne y ayudarles a poner en práctica lo que han aprendido para que puedan ayudar al tercer elemento de la consulta: la persona (o grupo de personas), destinataria de la intervención (jóvenes, alumnado, profesorado, padres y madres, personas mayores,...). Así, vemos que unos consideran la resolución de problemas como el fin primordial de la consulta, mientras que otros se centran más en los aspectos preventivos y de desarrollo. En general, los distintos autores que la definen suelen coincidir en considerar que el consultor ayuda a los consultantes a pensar en términos del sistema, en cómo han surgido los problemas por los que realizan la consulta, qué es lo que los mantiene y cómo se evitan, y no sólo cómo solucionarlos.

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2.2

Rasgos esenciales del modelo de consulta

Aunque la concepción de la consulta puede variar en función de los diversos ámbitos y de los submodelos que se han ido configurando históricamente, y son diversas las definiciones que se han dado de este concepto, podemos señalar algunas características generales del mismo (Erchul y Shulte, 1993; Sánchez Vidal, 1996), recogidas por Jiménez Gámez, 1997:100-101 2 ): - El cliente y el asesorado (consultante) pueden ser una persona, un programa o una organización. El asesor (consultor) puede ser una persona, organización o servicio especializado. - Es una relación triádica, no diádica como en el asesoramiento personalizado o counseling 3 . Lo importante es resolver los problemas del cliente y no los personales del asesorado, aunque éstos puedan atajarse indirectamente. La consulta se centra en problemas o cuestiones de trabajo, no en los problemas personales del -

-

consultante (en este caso, la relación sería de counseling). Se intenta mejorar el contexto social del cliente, no sólo resolver su “problema”. La finalidad es aumentar las capacidades del asesorado o consultante para resolver problemas similares en un futuro. Para ello, éste debe asumir la responsabilidad que le corresponda de las acciones a seguir. Así, la consulta redunda en la mejora cualitativa y en la capacitación del que consulta para el desempeño de su práctica profesional. La relación entre asesor (consultor) y asesorado (consultante) debe ser colegiada, colaborativa y simétrica, nunca ejercida desde la superioridad y el poder. En algunos casos puede ser voluntaria y temporal: es el asesorado el que demanda el apoyo del asesor, y acaba cuando el problema del cliente esté resuelto. Se basa en un acuerdo, en un contrato entre ambos y la información compartida es confidencial.

No obstante, este último punto no es aplicable, a nuestro juicio, al modelo de consulta colaborativa que defendemos para la intervención. Así, aunque puede darse este tipo de consulta para problemas concretos (solicitando un trabajador de un centro de menores el apoyo del orientador), en general debe ser un proceso permanente - en el que colaboran todos los implicados-, enfocado a la prevención y al desarrollo de los distintos aspectos que se han establecido como prioritarios en el plan de actuación del centro o entidad en la que estemos trabajando.

Este autor utiliza el término de asesoramiento para designar al modelo de consulta, como veremos más adelante y por eso hace referencia indistintamente al asesor y al asesorado. 3 Couseling: Modelo de Orientación basado en la relación directa e individual (aunque también hay counseling grupal), más cercana a una relación terapeútica, que busca resolver problemas personales. 2

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Otra característica en la que suelen coincidir la mayoría de autores es en que la consulta se produce entre profesionales de estatus similar. Así, para Repetto (1994), lo que claramente connota el uso tradicional del término es que la relación de consulta se hace entre profesionales que se reconocen y aceptan cada uno en su status, su autonomía y su responsabilidad. Sin embargo, son diversos los autores que incluyen también otros agentes. Así, Brown y Brown (1981), o Brown y Srebalus (1988), consideran innecesario que el consultante sea un profesional, puede ser cualquier otra persona implicada en la intervención, como por ejemplo las familias de nuestros destinatarios. Brown, Prywansky y Schulte (1991:9), citados por Sanz Oro (2001) revisaron diversas definiciones, de las que han extraído una lista de elementos clave de la consulta, entre los que se incluyen consultantes no profesionales: a) Es iniciada, bien por el consultante o por el consultor. b) La relación está basada en una auténtica comunicación. c) Los consultantes pueden ser profesionales o no profesionales. d) El consultor ofrece servicios indirectos a una tercera parte implicada: el usuario. e) El consultor ofrece servicios directos a los consultantes ayudándoles a fomentar toda una serie de destrezas o habilidades que, a la larga, les harán independientes del consultor. f) Los tipos de problemas que se contemplan están relacionados con el trabajo que se desempeña. g) El rol del consultor varía según las necesidades del consultante. h) El consultor puede tener su base de acción dentro de la organización del consultante o fuera de ella (interno o externo). i) Toda la comunicación entre consultor y consultante es confidencial. Hemos visto también que se puede considerar a las familias como consultantes, en “un plano de igualdad”. Así, puede deducirse que en el campo educativo no es necesario que la consulta se realice entre profesionales “del mismo status”, pero sí que se haga considerando a los implicados al mismo nivel de responsabilidad. La relación que se establece debe ser colegialidad, no de superioridad, y formativa. En definitiva, puede decirse que el consultante representa a un individuo, grupo, programa o unidad social (cliente o usuario) que requiere la ayuda de un profesional determinado. El consultante proporciona la ayuda directamente, mientras que el consultor lo hace de forma indirecta. Este tipo de intervención intenta no sólo resolver obstáculos o dificultades que afronta el cliente, sino prevenir problemas y desarrollar iniciativas y ambientes que mejoren cualitativamente y capaciten a otros profesionales en el desempeño de sus tareas. La relación triádica es una de las características esenciales de este modelo, si bien Kurpius y Fuqua (1993) advierten que esta relación no debe

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considerarse de forma lineal, es decir únicamente consultor – consultante – cliente, sino de forma circular, puesto que a veces es necesaria la relación directa con el cliente, por ejemplo para recabar información concreta a través de la observación, en la evaluación, etc. La intervención seguirá siendo indirecta ya que se centrará en el consultante pero se recurrirá también al cliente en ocasiones. Esto dependerá obviamente del contexto en el que se realiza y del tipo de consulta (por ejemplo en el educativo son diversas las situaciones en las que también es preciso obtener datos directamente del grupo destinatario). 2.2.1

Tipos de consulta

Reseñamos aquí únicamente los tipos de consulta que se han desarrollado en el campo de la salud mental, los cuales contribuyen a la comprensión de la aplicación práctica de este modelo y porque algunos de sus conceptos y principios pueden generalizarse al campo educativo, teniendo en cuenta las diferencias de contexto y personas implicadas. Resumimos a continuación los cuatro tipos descritos por Caplan (1970), considerados ya clásicos, recogidos en Repetto (1994:99-100), Sánchez Vidal (1996:427-428) y Jiménez Gámez (1997:103-104), Erchul y Martens (1997:74-76): 1. Consulta de caso centrada en el cliente El consultante solicita ayuda a un especialista (consultor) en relación a las dificultades planteadas por un cliente. El objetivo es la comprensión de la naturaleza del problema del cliente y el incremento de técnicas del consultante para intervenir mejorando la situación de esta tercera persona. 2. Consulta de caso centrada en el consultante La atención se centra en las dificultades que el consultante tiene para resolver los problemas con un cliente particular del cual es responsable. Así, el objetivo principal es corregir las deficiencias en el funcionamiento profesional del consultante, la mejora del cliente es un objetivo secundario. Las posibles fuentes de estas dificultades son: falta de conocimientos, falta de técnicas o destrezas, pérdida de autoconfianza y de la objetividad. 3. Consulta administrativa centrada en el programa Es similar a la centrada en el cliente, pero en esta el consultor trabaja con las dificultades que rodean el desarrollo de un nuevo programa o a la mejora del existente, centrándose en ciertos aspectos del funcionamiento de la organización. El consultor trabaja dentro de la misma, recomendando los cambios necesarios para su mejora. Se asume que dentro del sistema no existen los recursos adecuados y por tanto es necesario un experto externo para que los proporcione.

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Como afirma Sánchez Vidal (o.c.), es el tipo de consulta más ambicioso y con mayor cobertura hacia la población, lo que lo hace más valioso y aplicable a otros campos. Entre sus inconvenientes cabe destacar, por un lado, la escasa preparación y experiencia de los profesionales de la salud mental en aspectos organizativos y administrativos que exigen conocimientos de organización, planificación y gestión personal y económica; y por otro, las dificultades que plantea la propia organización en aceptar la figura de un consultor extraño a la misma (Gordillo, 1996). 4. Consulta administrativa centrada en el consultante (aspectos relacionados con la organización) El problema radica fundamentalmente en aspectos actitudinales de los elementos personales del propio sistema. Por ello, el objetivo es mejorar el desempeño profesional de los miembros de la plantilla administrativa. Se permite al consultor moverse libremente a través de los diversos niveles de la organización. Además, no se limita a los problemas que ha planteado el consultante, sino que adopta un papel activo en la identificación de los problemas de toda la organización. Su actuación puede realizarse tanto sobre los individuos, como sobre los grupos y toda la organización. La relación con los consultantes en el modelo de Caplan (1970) se establece como una relación simétrica (coordinate), no jerárquica en la que se pueden discutir abiertamente las preocupaciones y cuestiones profesionales. De forma ideal, debería ser una relación de mutuo respeto en la que no hay diferencias de poder entre las partes. Los consultantes deben adoptar un rol activo y explicar al consultor las características y limitaciones su rol profesional de forma que este pueda ser de mayor ayuda. Además el consultante tiene plena libertad para aceptar o rechazar los consejos del consultor. Según Caplan, Caplan y Erchul (1994), citados por Erchul y Martens (1997), a diferencia de la colaboración en salud mental, donde la responsabilidad de los resultados es compartida, los consultantes deben comprender que ellos solos son los responsables de los resultados de la consulta. Como veremos más adelante, el modelo de consulta que se defiende en educación social difiere de este en cuanto que todos los participantes asumen la responsabilidad, si bien es cierto que corresponde al consultante llevar a cabo el “plan de acción” o las actuaciones que se propongan, y en última instancia será el responsable al estar capacitado para asumir las tareas profesionales que generaron la relación de consulta. Los dos últimos tipos de consulta son los que mayor aplicación tienen en el campo educativo. Aunque también los dos primeros son aplicables, considerando al destinatario final como “cliente” y al educador social como consultante. Responderían más a la función correctiva o remedial de la consulta, que también es necesaria en ciertos casos.

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En este sentido, Brown, Wyne, Blackburn y Powell (1979), recogidos en Repetto (1994) proponen un modelo de consulta para el “consultor escolar”, basado en los tipos de consulta anteriores, y aplicable a otros contextos de intervención del educador social, no sólo el escolar: - Consulta centrada en el estudiante/usuario, cuyo objetivo es ayudar al consultante a que mejore el “funcionamiento” de sus estudiantes/usuarios. - Consulta centrada en el consultante, cuyo propósito es identificar las “deficiencias” en la conducta del consultante, esbozar un plan para remediarla y, una vez corregida, desarrollar otro plan para que el consultante aplique nuevas técnicas y -

aptitudes al proceso educativo. Consulta centrada en el programa, que pretende ayudar al consultante a mejorar los programas educativos o sociales. Consulta centrada en la comunidad, que intenta implicar a la comunidad en el logro de los objetivos educativos.

El modelo de consulta se ha desarrollado también en otros campos, como hemos comentado al principio, desde distintos enfoques y dando lugar a diversos modos, tipos y submodelos de consulta. Así, puede hablarse de la consulta conductista y la adleriana (basada en estas corrientes teóricas), que puede aplicarse a varios ámbitos, incluido el educativo; la consulta organizacional-industrial o de proceso; y la consulta en el campo de trabajo social o consulta comunitaria. Para una descripción detallada de estos tipos de consulta puede consultarse a Jiménez Gámez (1997), Sánchez Vidal (1996), Rodríguez Romero (1996) o Repetto (1994), entre otros. 2.2.2

Rol del consultor y modos de consulta

Son diversas las formas en que puede realizarse la consulta y el rol que puede asumir el consultor (educador). A un nivel de máxima generalidad, suele distinguirse entre consulta mediante experto y consulta basada en el proceso (Kurpius y Fuqua, 1993), o dicho de otra forma, entre consultor experto en contenidos y el consultor facilitador de procesos (Aubrey, 1990). El primero suele centrar su intervención en la solución de un problema concreto, y dependiendo de los contenidos en que sea experto, proporcionará algún servicio o producto al consultante en ese aspecto. En el segundo caso, el consultor es un experto en procesos y trabaja conjuntamente con el consultante para llevar a cabo el plan de acción establecido (Schein, 1978, 1991). Como afirma Jiménez Gámez (1997:115), siguiendo a Nieto (1992), González (1992) y Aubrey (1990), y aplicando esta distinción al campo educativo, el asesor (consultor) de contenidos desempeña el rol de especialista que ofrece soluciones concretas a problemas específicos, debido a que conoce y domina un contenido concreto en su campo de trabajo, un recurso didáctico o lúdico, o un programa de intervención social.

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Ofrece un servicio técnico relacionado con un área determinada. Suele asociarse con la ejecución de planes que provienen de políticas externas, importando soluciones universales a problemas educativos genéricos. Se supone que puede solucionar cualquier tipo de problemas en diferentes contextos, siempre que esté dentro de su área de dominio. En cuanto al asesor de procesos, este desempeña un rol generalista, que facilita el desarrollo de procesos internos de la organización a la que asesora. No impone una solución, sino que propicia las condiciones necesarias para el desarrollo y cambio en la organización, y se implica con el personal de dicha organización para que sean éstos los que identifiquen y exploren sus estrategias de acción y, sobre todo, que desarrollen las capacidades para funcionar con autonomía y utilizar sistemáticamente procesos de resolución de problemas. Según Nieto (1992), citado por Jiménez Gámez (o.c.), el asesor: “debe ser un experto en procesos de cambio educativo, dinámicas grupales y organizativas, estrategias de diagnóstico, toma de decisiones y solución de problemas, aprendizaje adulto y desarrollo profesional cooperativo” (Nieto, 1992:75). Este autor defiende la complementariedad de ambos tipos de roles. En su opinión, un asesor eficaz debería compaginarlos, o en todo caso cada uno de estos roles podría ser desempeñado por varias personas que trabajasen conjuntamente en un sistema de apoyo. Sin embargo, Rodríguez Romero (1996) considera que defender el rol de especialista puede caer en la contradicción que supone la posición asimétrica del experto respecto a un esquema colaborativo de asesoramiento. Según Jiménez Gámez (1997), el asesor especialista sería compatible con un asesoramiento colaborativo y facilitador, si el dominio de los contenidos no se planteara como el de un experto en el tema, presentando el conocimiento científico-académico como una imposición para aplicar sobre la práctica, sino como una solución adaptable y modificable, en la que se aproveche también el conocimiento experiencial-práctico de los profesionales con quienes se trabaje. El consultor puede ser externo o interno a la organización. En el primer caso, presta ayuda a alguna actividad de mejora de un centro, pero sin pertenecer a la estructura interna del mismo. En el contexto de las empresas, por ejemplo, es común recurrir a las consultoras externas para resolver o dar respuesta a diversos aspectos relacionados con la orientación para la carrera y desarrollo profesional. En el contexto educativo, serían los orientadores de los equipos externos, los asesores de los centros de profesores y recursos, los mediadores sociales, los educadores sociales o cualquier otro experto que se contrate para dinamizar algún proceso. El consultor interno realiza una serie de tareas relacionada con la mejora del propio centro o entidad en la que trabaja habitualmente.

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Kurpius y Fuqua (1993) señalan cuatro modos de llevar a cabo la consulta:  Provisión o proveedora: el consultante identifica una necesidad concreta y acude al consultor experto quien le proporciona los servicios o productos necesarios  Prescriptiva: Se puede comparar con la relación médico-paciente. El consultor recopila la información (normalmente a través del consultante), emite un diagnóstico experto y prescribe (v.g. como una receta médica) o da instrucciones para que el consultante pueda tratar la situación diagnosticada.  Mediacional: El consultor, inicialmente, identifica la necesidad de planificación y cambio, recoge los datos del sistema y después convoca una reunión informativa,



en la que comparte datos y observaciones relevantes enfocados al proceso de la consulta, seguida de las reuniones que sean necesarias. Colaborativa: El consultor trabaja conjuntamente y de forma colegiada con los consultantes en definir, diseñar y llevar a cabo un proceso de cambio planificado o programa. La responsabilidad en el proceso es compartida, negociándose previamente.

Los dos primeros se corresponderían con el rol de consultor experto, y el último se identifica con el de facilitador de procesos o generalista. En el modo mediacional el consultor debe actuar como experto en las primeras fases, pero debe ir adoptando un enfoque colaborativo y basado en los procesos en sucesivas reuniones que se mantengan. Los factores situacionales y la percepción que tengan los consultantes de sus necesidades determinarán en gran medida el modo de consulta establecido o solicitado. Asimismo, las habilidades, dominio de contenidos, formación, experiencia, valores e intereses del consultor, tendrán también una gran influencia sobre los modos de consulta empleados (Kurpius y Fuqua, 1993). Como afirman estos autores, la definición de consulta y el rol del consultor han cambiado de forma significativa desde su aparición. En las primeras definiciones se ponía el énfasis en el consultor como experto en el contenido, pero a partir de los trabajos de Caplan (1970) y Schein (1969) se considera que también debe ser un facilitador del proceso. Esto ha incidido en la concepción actual de la consulta como colaborativa y facilitadora de los procesos, que sustenta el modelo de intervención en orientación.

2.3

El modelo de asesoramiento o consulta en educación social

Son diversos los autores que identifican la consulta con el asesoramiento. Conviene por tanto, que delimitemos brevemente qué se entiende por asesoramiento. Como afirma Bisquerra (1998), desde el campo de la orientación educativa y profesional, tiene como mínimo tres significados:

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Como proceso de ayuda al cliente basado en la relación personal (counseling), en cuyo caso es una relación directa. Es el sentido que tradicionalmente se le ha dado en orientación, sobre todo entre los pedagogos, y muchos autores lo siguen utilizando actualmente, haciendo referencia al asesoramiento personalizado.

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Desde la tradición psicológica fundamentalmente, se ha utilizado “asesoramiento” en un sentido equivalente a “orientación”. Aún hay algunos autores que lo siguen identificando (Monereo, 1996), pero la mayoría ya distinguen ambos términos, y lo utilizan en el sentido de consulta, acepción que vemos a continuación.

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A partir de los años 80, los asesores del Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), la Administración pública y otros profesionales, utilizan la expresión al “asesoramiento” al profesorado o a la institución, en un sentido que puede interpretarse como equivalente al modelo de consulta. Esta acepción es comúnmente aceptada, y se institucionaliza este modelo en el ámbito de la educación formal (a partir de la LOGSE, ya derogada), asignando a los orientadores de los Departamentos de Orientación una función .

En el campo de la Educación Social no se ha utilizado el término de consulta, pero sí el de asesoramiento, y es una función que realizan muchos educadores aunque no siempre se denomine así. Dado que es la terminología que se utiliza actualmente en el contexto institucional de nuestro país no podemos obviar su uso. Además, nos parece adecuado en ocasiones, sobre todo porque el verbo asesorar es el más idóneo para referirse a la acción que se desprende de este modelo. Sin embargo, no hay un verbo que exprese la acción del consultor en relación a la consulta (consultar sería justamente lo contrario). Como se ha puesto de manifiesto desde hace ya bastantes años, es insuficiente afrontar la acción educativa únicamente mediante la intervención directa. Es necesario que el educador compagine la acción directa sobre el sujeto y la acción indirecta sobre el resto de agentes (familia, tutores legales, otros educadores, trabajadores sociales, profesorado, cuidadores, enfermeros, etc.). Esto es posible a través del modelo de consulta o asesoramiento. Este modelo se caracteriza por la intervención indirecta en cuanto que el orientador no trabaja directamente con el alumno, sino con los tutores, el resto del profesorado, las familias, la dirección, etc., para mejorar las condiciones del centro (aunque en ocasiones es necesaria la intervención directa con el alumnado). El modo más adecuado de llevarla a cabo, en nuestra opinión, es el colaborativo, como se verá en el siguiente epígrafe, y el rol que debe adoptar el educador es el de facilitador de procesos. Aunque en general es preferible que el consultor sea interno a la institución, al menos desde un modelo de consulta colaborativa, también puede ser externo.

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La función de consulta puede ser afrontada desde diversas perspectivas: a) terapeútica, donde el énfasis se centra en la solución de problemas; b) preventiva y de desarrollo, la relación no se centra sobre el problema, sino en cómo mejorar los contextos y minimizar las condiciones negativas para evitar los problemas. 2.3.1

Los educadores y educadoras sociales como “agentes de cambio”

Uno de los objetivos del grado de Educación Social es formar profesionales que actúen como agentes de cambio social, dinamizadores de grupos sociales, a través de estrategias educativas que ayudan a los sujetos a comprender su entorno social, político, económico y cultural, y a integrarse adecuadamente. Los sujetos y colectivos a los que se dirige la Educación Social representan realidades sociales y personales situadas en diferentes contextos a los que ha de responder educativamente. A través del modelo de consulta colaborativa, el educador puede asumir una función de agente de cambio al convertirse en un elemento consultor de la institución, un agente que intenta aproximar y relacionar el ámbito educativo con los elementos sociales y comunitarios, estableciendo canales de comunicación, intercambio y colaboración. Desde esta perspectiva la función del educador adquiere nuevas dimensiones: la de consultor-educador de otros profesionales, la de consultor-educador de padres y el educador como consultor en la organización educativa, en la empresa y en la comunidad. Ver Casos Prácticos (en Carpeta del Tema 6). Insistimos en la importancia de la relación simétrica, entre iguales, que implica colegialidad y corresponsabilidad.

2.3.2

La consulta colaborativa: la dinamización de los procesos educativos.

Se ha insistido reiteradamente en que el modelo de consulta en educación ha de adoptar un enfoque colaborativo. Esto implica que el educador ha de trabajar con el resto de profesionales y con las familias aportando cada uno sus conocimientos y capacidades en la construcción de un clima propicio y favorecedor del desarrollo y aprendizaje de los destinatarios de la intervención. Como afirma Fernández Sierra (1999), la colaboración entre especialistas es imprescindible en muchas profesiones, lo cual requiere una actualización continua. En el campo educativo, esta actualización no puede entenderse como simple información y ayuda para resolver situaciones y problemas concretos, sino que es necesaria una formación permanente o perfeccionamiento profesional, al cual puede contribuir el asesoramiento (entendido como consulta. El éxito del asesor o asesora en un contexto

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escolar, consistiría en conseguir empezar su trabajo siendo aceptado a fin de hacerse preciso, para pasar a ser innecesaria su asesoría. Este autor considera que el trabajo colaborativo implica la suma de los saberes de diferentes profesionales que dominan distintas materias, disciplinas o conocimientos con el fin de poner en marcha acciones educativas integrales. En este sentido cuestiona el uso del término asesoramiento puesto que implica una idea de autoridad basada en el conocimiento experto (aunque se realice entre profesionales del mismo estatus), en cuanto un especialista de una materia presta u ofrece su saber otro. Como ya expusimos en el epígrafe dedicado a la conceptualización de la consulta, hay autores como Brown y Brown (1981) o Rodríguez Espinar (1986), que consideran que ésta no tiene que realizarse sólo entre profesionales del mismo estatus, dando así cabida a otros agentes educativos como los padres y madres. Ahora bien, consideramos que también las familias, como se ha mencionado ya, al igual que otros agentes de la comunidad (mediadores sociales, por ejemplo), deben tenerse en cuenta en la planificación y desarrollo de la intervención socio- educativa. Deben establecerse cauces para que estas puedan implicarse en los mecanismos de planificación y toma de decisiones del programa. En este sentido, compartimos la preocupación de Fernández Sierra (1999), en relación a la adecuación del término consulta (en su caso asesoramiento), en cuanto que esta implica que uno es el experto y el otro el que aprende, aunque sean profesionales del mismo estatus (en el caso de las familias se hace aún más evidente la cualidad de “experto”). Insistimos en el carácter colaborativo que debe tener la consulta, y aunque en su concepción inicial se refería más al consultor como un experto en contenidos, en la actualidad se incide en más en su papel de experto en procesos. Tomando como ejemplo un departamento de orientación de un centro de secundaria, Santos Guerra (1995:276) plantea la necesidad de “un enfoque inmerso en el paradigma de la colegialidad, que considera al centro como unidad funcional básica de planificación, acción, evaluación y cambio”. Dicho enfoque tiene las siguientes características: -

Holístico: tiene en cuenta el proyecto educativo de centro.

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Integrado: se inserta en el trabajo de la comunidad. Preventivo: se intenta evitar los problemas con una acción colegiada enriquecedora. Procesual: focaliza su atención en los procesos educativos, no sólo en los resultados académicos.

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Coherente: el proyecto debe ser coherente con el proyecto del centro. Compartido: el departamento no actúa en contra o al margen del proyecto general del centro. Adaptado: cada centro tiene su historia, su contexto, su dinámica, su configuración, peculiaridades con las que tiene que contar el plan del departamento.

Referencias bibliográficas

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ASESORAMIENTO Y CONSULTA EN EDUCACIÓN SOCIAL (Código: 6301308-) GRADO EN EDUCACIÓN SOCIAL Profesoras Sede Central: María Senra Varela y Beatriz Malik Liévano

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En los Anexos de este tema, se presentan algunos casos y/o experiencias que ilustran cómo se puede llevar a cabo este modelo de asesoramiento y consulta en distintos contextos.

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