TEMA 6. EDAD MEDIA II. ÉTICA Y POLÍTICA

IES ANDRÉS BOJOLLO TEMA 6. EDAD MEDIA II. ÉTICA Y POLÍTICA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º DE BACHILLERATO DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA 09/02/2012 La éti

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Tema 6. Trigonometría (II) 1. 2. Teorema de adición ................................................................................................

Edad Media y Renacimiento
Historia universal. Humanismo. Sociedad. Hombre. Literatura

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IES ANDRÉS BOJOLLO

TEMA 6. EDAD MEDIA II. ÉTICA Y POLÍTICA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º DE BACHILLERATO

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA 09/02/2012

La ética en la religión cristiana. La ética en la religión cristiana se basa en el Decálogo, es decir, en los Diez Mandamientos que fueron revelados por Dios a Moisés. Así pues Jesucristo, al ser judío, no podía dejar de tratar los preceptos expuestos en la Torah y en la Biblia cristiana. Estos preceptos defienden cierto ritual religioso que Jesús criticará en frases lapidarias como “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”. De forma resumida las pretensiones de la ética cristiana la encontramos en el Sermón de la Montaña, que no debe ser tomado como un conjunto de normas a seguir, sino como unos ideales a seguir. Jesucristo declara que no sólo es pecado la actuación sino la omisión; para comprender esta idea no tenemos más que remitirnos a la parábola de “los talentos”. Así pues, lo malo del hombre está en la omisión, puesto que es el modo de renunciar al Bien. Moisés y las tablas de la ley Toda la enseñanza de Jesús se resume en dos preceptos fundamentales: “amar al prójimo (=el próximo, el cercano) como a uno mismo” y “no hacer a otro lo que no quieras que te hagan a ti”. El primero hace referencia a la intencionalidad, mientras que el segundo se refiere a los actos que realizamos respecto a otros, por tanto, intención y actuación deben tenerse en cuenta en la moral cristiana. Pero además, mientras en la Torah el Bien es marginal, distinguiendo a “los hijos de la luz” de los “hijos de las tinieblas”, el Cristianismo defiende un bien universal cuando expone la idea de “devuelve bien por mal” o “ama a tu enemigo”, añadiendo un sentido universal al prójimo. De algún modo la exigencia moral cristiana es sobrehumana, porque posee un 1

marcado carácter religioso y porque nos exige a todos que nuestra voluntad se base en el amor a todos sin que se pueda admitir la inmolación de ninguna realidad personal, queriendo que el ser humano experimente la “misericordia de Dios”. Así pues, el ideal es tender a Dios, a su perfección, entender a ese dios como horizonte o meta a alcanzar para perfeccionarnos. Con lo que aquel que se aparta de Dios es aquel que no ama lo suficiente, aquel que posee un sentido deficiente de lo que es amar. El amor se encuentra unido a otro concepto: la libertad; así dirá San Agustín: “¡Ama y haz lo que quieras!”, con esto podemos decir que el Cristianismo defiende la libertad de conciencia que sólo tiene que atender a un mandato, el amor fraternal, la solidaridad, la misericordia. A nivel antropológico podemos encontrar cierto dualismo, existe el alma y el cuerpo. El cuerpo no es algo malo, esencialmente es el medio para llegar a la salvación. No obstante, el cuerpo es imperfecto y esto hace que el cuerpo nos acerque al pecado. Por último, podríamos preguntarnos si existe algo así como una filosofía política cristiana. Lo primero que nos viene a la mente es la famosa frase de Jesucristo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Las interpretaciones pueden ser variadas, desde el conformismo, la sumisión o la justificación política a la superioridad de Dios y de la propia conciencia. La primera interpretación se sugiere en San Pablo en tanto la segunda la expone San Pedro. De cualquier modo podemos suponer que “el reino de Dios” predicado por Jesús es una utopía como lo es también la comunión del amor y la comunión de bienes.

La ética de San Agustín. Podemos decir que no hay ética sistemática en Agustín, es decir, una ética desarrollada y con ideas perfectamente conectadas y coherentes entre sí. La ética agustina se inspira en la Biblia y el neoplatonismo. En las “Confesiones” nos expone el de Hipona sus preocupaciones y sus ideas morales y religiosas. Cree Agustín que filosofamos para llegar a una vida feliz y que el hombre común desatiende esta causa. A pesar de que el hombre busque la felicidad, los filósofos no son capaces de 2

llegar a ella, puesto que la buscan por caminos equivocados, ya sea en el placer (los epicúreos) ya en “el cuidado del alma” (Platón y Sócrates), pero olvidan al creador de la vida, olvidan a Dios. No podemos perder de vista que para Agustín lo primero conocido es Dios y convertirse es volverse a Dios, al verdadero conocimiento, que es necesario para obrar rectamente. Existen varios tipos de bienes unos son fruibles otros útiles. Los bienes fruibles son aquellos que buscamos por sí mismos y los útiles que sirven de medio para alcanzar el verdadero bien. Los bienes fruibles nos dan la felicidad y nos llevan a obrar rectamente. El primer bien es Dios, por debajo se encuentra la conciencia, después el prójimo y, por último, el cuerpo. Debemos tener en cuenta que el amor a uno mismo y al cuerpo se encuentra en la naturaleza. En tanto el amor a Dios y al prójimo debe partir de un mandamiento divino “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

bienes fruibles bienes útiles se buscan por si mismos

jerarquía de bienes

se buscan para conseguir otro bien

Dios El alma o la conciencia El prójimo El cuerpo

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El cuerpo queda sometido al bien del alma, pero esto no significa odiar el cuerpo, sino prestarle el correcto cuidado. El cuerpo sometido al alma, el alma a Dios, ese es el orden recto de las cosas. El amor es la base de la ética agustina, siguiendo el mandamiento que nos da Jesús1. Para acceder al verdadero amor hemos de recurrir a la sabiduría, es decir, a la razón guiada por la fe, al alma iluminada por Dios. San Agustín en la moral no sólo se interesa por los actos, sino por la intención. Lo que más le interesa al de Hipona es la motivación que ha impulsado al hombre a realizar una acción, el resultado de la misma es secundario. La razón se encuentra en el hecho de que es en la voluntad donde se encuentra la posibilidad del mal. El hombre puede aceptar o rechazar a Dios, puede ponerse a sí mismo en el lugar de Dios. La vida moral radica en la moral libre, en el querer. Ahora bien, para que ese querer nos acerque al bien y no al mal debe la moral dejarse guiar por Dios. Para obrar rectamente el hombre debe observar las leyes morales, las leyes que Amor vivir feliz voluntad

vivir bien

Recto

Egoísta pecado

vivir bien teologales leyes o mandamientos

virtudes racionales

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Se refiere al mandamiento que resume el decálogo “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”

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ofrece la razón iluminada por la fe, es decir, debe observar los

mandamientos. El pecado es el amor a uno mismo hasta llegar a despreciar a Dios. En resumen, la obra virtuosa es aquella en la que confluyen una actuación correcta y una intención recta. También para guiar a la razón y que sepamos cómo debemos obrar Dios nos ofrece las virtudes. Todas las virtudes deben llevarnos al máximo bien, al Ser que nos ha creado y que iluminará nuestro camino para evitar que caigamos en el pecado. Sólo si el hombre acepta a Dios, acepta el don de la gracia, podrá este ser feliz y obrar correctamente. En caso contrario, el hombre se perderá para siempre en el egoísmo o el orgullo, porque no atiende al verdadero bien, es decir, a Dios. Las virtudes por excelencia son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Estas virtudes que nos llevan directamente a contemplar a Dios, ascienden por encima de otras virtudes que son racionales. Las virtudes racionales son las mismas que en Platón a saber, la templanza, la fortaleza, la prudencia y la justicia. A las primeras sólo llega el hombre que se ha convertido a la fe, puesto que aquel que cree en el poder de su razón sólo puede atender a las virtudes políticas, pero no llegará a las virtudes morales. Cree Agustín que cuando el hombre perdió la gracia por medio del pecado original no olvidó la búsqueda de la felicidad, puesto que tal búsqueda viene unida a la razón, pero sí olvidó como vivir bien, como vivir rectamente. Dios como creador del mundo y de los seres humanos, proporcionó al hombre un alma que le dio vida al cuerpo. En esta alma habita la razón, pero también habita la voluntad y es ahí donde hallamos la libertad del hombre y la posibilidad de su caída.

Orden, ley y política La virtud se relaciona con el orden y el orden con la razón y el amor, porque la ley nace de la razón iluminada por la fe y es la que debe guiar a la voluntad (querer). En el universo, el orden es “la disposición de la pluralidad de las cosas dando a cada una su lugar”. El orden es producto de la creación divina siguiendo las ideas que habitan en su mente. Las 5

ideas poseen una jerarquía y el mundo también. Lo creado por ser producto de la mano de Dios es bueno y el mal no existe. Pero con el cristianismo surge una nueva idea, la idea de

providencia, la idea de un orden en la historia. En este sentido, Agustín es optimista, puesto que tal orden tiende a la mejora y progreso, hacia la liberación del hombre. Respecto a la ley, existe una ley natural y una ley divina. La ley

natural está inscrita en los corazones de los hombres y la ley divina es rebelada por Dios.

LEY

ORDEN

UNIVERSO

JERARQUÍA DE SERES

TIEMPO

PROGRESO

ETERNA

NATURAL

REVELACIÓN

RAZÓN

LIBERACIÓN PARTICIPACIÓN PROVIDENCIA

EXISTENCIA DIOS

Aunque la moral agustina es, en un principio, personal y

contemplativa, en el momento en el que el santo es nombrado para atender a la comunidad de Hipona e incluso desde que forma su orden monástica, este comienza a darse cuenta de que la vida 6

contemplativa no debe olvidar la parte práctica, ya que si nos volcamos en exceso en la contemplación nos olvidamos del prójimo. Por el contrario, si nos ocupamos en exceso del prójimo, podemos olvidarnos de Dios. Para ilustrar estos dos aspectos de la vida recurre Agustín a los ejemplos de Marta y María. La base de la moral social es la paz, es decir, cada sociedad posee unas normas políticas y relativas. Estas normas buscan la paz de manera imperfecta. De hecho a medida que la sociedad amplía sus horizontes y se conocen a hombres de otras culturas, vamos viéndonos más ajenos y como dirá Agustín el hombre se siente más cerca de su perro que de otro hombre. La paz social que se deriva de unas normas nacidas de la razón es a lo que el de Hipona llama “Ciudad terrena”. Esta ciudad terrena debe tender a la paz que liberará a todos los creyentes, debe regirse por unas normas éticas y reveladas por Dios, por el gobierno del Rey de reyes. Sólo si la ley social y política se rige por los mandatos divinos nos encontraremos ante la “Ciudad de Dios”. En resumen, la ciudad terrena es la ley existente y relativa, en tanto la ciudad de Dios es la ley eterna y moral, por lo que se propone la sumisión de la ley política a la ley moral.

Boecio. Suele figurar como “el último de los romanos” o “el primero de los escolásticos”. Era un cortesano del séquito de Teodorico, rey de los ostrogodos, que intentó en Italia la restauración de la cultura antigua. Las intrigas palaciegas le llevarán a la muerte acusado de alta traición. Boecio nos interesa porque en sus comentarios a las Categorías de Aristóteles, en el De hebdomadibus, plantea lo que se conocerá como problema de los universales. Este problema se fragua durante la Edad Media al intentar dar solución a las ideas de Platón y a cómo las interpreta Aristóteles. Sabemos que Platón cree que las ideas no sólo son nociones generales en cuanto al género o la especie, sino que existen, son una realidad. Así, por ejemplo, podemos decir que Antonio pertenece a la especie humana y que especie humana es una realidad independiente. El problema se da cuanto Aristóteles defiende que lo único real y existente es Antonio, mientras que la especie humana es una abstracción mental, pero no posee realidad

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independiente como las ideas de Platón. Entonces, ¿qué son los nombres? ¿Sólo palabras, abstracciones mentales…?

"Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus." (Todo lo que queda de una rosa muerta, es su nombre)

Por otro lado, se cree que todos los seres humanos compartimos los principios lógicos y que tales principios como la identidad, la no contradicción, el tercio excluso, etc. son la base de nuestro conocimiento y están inscritos en nuestra razón. "Para que haya un espejo del mundo es preciso que el mundo tenga un forma" La forma del mundo se encuentra en los principios lógicos que todos compartimos. La Lógica (estudiada en las Categorías por Aristóteles) es la base de la comprensión del mundo, porque el mundo ha sido hecho siguiendo un orden, el orden que Dios ha impuesto en él a través de las ideas que habitan en su mente. La Lógica es necesaria para poder comprender la sinrazón que domina el mundo, el mal. En un principio parece que el mal contradice la existencia de Dios. Por eso, para que Dios pueda existir, Boecio utiliza la Providencia divina y defiende que en el curso de la Historia el Bien triunfa sobre el Mal. De ahí la famosa frase “No hay mal que por bien no venga”. Esta es la idea de Agustín de que el mal no existe, es una deficiencia, no posee ser, proviene de la imperfección.

Santo Tomás de Aquino La ética tomista se debe a la agustina, es decir, Tomás parte de la unión que hace el de Tagaste2 entre el mensaje mesiánico y el eudemonismo naturalista. Recordemos que la ética de San Agustín parte de la búsqueda de la felicidad que se encuentra inscrita en la razón humana y necesita de la fe para llegar a vivir rectamente (conocer las normas divinas: el amor a Dios y al prójimo) y alcanzar esa felicidad. Ahora bien, para San Agustín lo primero que conocemos 2

Se refiere a San Agustín que como ya sabemos nace en Tagaste.

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es a Dios, pero para Santo Tomás es la experiencia. Por esta razón, el recorrido en la ética es inverso al agustiniano: no deseamos la felicidad y actuamos; conocemos las normas humanas y actuamos, es decir, lo que mueve al hombre es el deseo de conocer3 y ese deseo forma parte de la búsqueda de la felicidad. Santo Tomás ha cambiado la concepción del bien, que ya no vamos a alcanzar con la voluntad y el amor sino con el conocimiento de la verdad. El conocimiento puede ser práctico y teórico (especulativo). El conocimiento teórico estudia el orden subyacente a los objetos físicos y cómo ese orden puede ser descubierto por la razón, gracias a la lógica. Los principios lógicos están sujetos a la razón natural y ésta busca las causas, unas intrínsecas (materia y forma) y otras extrínsecas (agente y final). Tomás de Aquino sintetiza en el concepto de naturaleza el ser aristotélico (materia y forma) y el concepto de devenir de los profetas bíblicos (causa agente y final), para que el mundo imperfecto y desordenado en el que tiene cabida el mal, pueda revertir ese mal y transformarlo en bien. Para entender la ética y la política del aquinate, debemos estudiar los actos, las virtudes y la ley. Los actos son el producto de una actuación y, según el de Aquino, este quehacer es guiado por la esencia, por la naturaleza de los seres. En el caso del ser humano es la voluntad y la conciencia los que dirigen toda actuación, con lo que nos caracterizamos por ser dueños de nuestros actos ¿Por qué somos dueños de nuestro modo de actuar? Porque poseemos la capacidad de pensar y razonar y eso nos hace libres. El no saber lo que somos nos permite no estar delimitados de forma natural y poder perseguir un fin en todos nuestros actos. La consecuencia es que todos nuestros actos son en potencia, porque se busca un fin último y este fin solo puede ser Dios. Aquel que conoce a Dios participa de la felicidad y la perfección. Pero dijimos que Tomás parte en su ética de la idea contraria a San Agustín, porque parte de la experiencia. En la ética partir de la experiencia es partir de aquello que conocemos en primer lugar y eso son los deseos o apetitos. Para controlar los apetitos tenemos necesidad de las virtudes, que como en San Agustín pueden ser racionales y teologales. Las virtudes racionales son la templanza, la fortaleza, la prudencia y la justicia. Estas virtudes resultan 3

Cuando hablamos de conocimiento nos referimos al conocimiento lógico.

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insuficientes sin que Dios ilumine nuestra alma con las virtudes teologales, a saber, fe, esperanza y caridad. Para alcanzar una buena vida necesitamos que Dios ilumine nuestra razón con su sabiduría, sólo así podremos poner medida a nuestro apetito, llegar al justo medio y obrar por nosotros mismos y no por conseguir algo externo. Podemos decir que es pecado todo aquello que nos deshumaniza por alejarnos de la ley eterna. Según Santo Tomás existen tres tipos de leyes: la ley humana que es imperfecta y persigue la paz y el orden social, la ley eterna que es fundamento extrínseco de la ley humana. La ley humana es la ley escrita, el Derecho que en Tomás se encuentra relacionado con el derecho romano. El derecho puede ser natural, de gentes y civil. El objeto del derecho es la justicia. Con la ley eterna Santo Tomás intenta dar un fundamento racional al criterio de autoridad y construir una moral objetiva en la que exista un bien universal. Para poder conectar la ley humana y la ley eterna, Tomás crea un principio que se encuentra inscrito en los corazones de los hombres y que se llama ley natural. La ley natural posee unos principios que todos conocemos y que están inscritos en los corazones de los seres humanos y gracias a ellos la razón humana puede reflexionar sobre la ley natural.

Primera sección de la segunda parte, cuestión 94 Artículo 2: La ley natural, ¿comprende muchos preceptos o uno solamente? Objeciones por las que parece que la ley natural no comprende muchos preceptos, sino solamente uno. 1. Como ya vimos, la ley pertenece al género del precepto. Luego si hubiera muchos preceptos en la ley natural se seguiría que también serían muchas las leyes naturales. 2. La ley natural es algo consiguiente a la naturaleza humana. Mas la naturaleza humana, aunque es una considerada como un todo, es múltiple en sus partes. Por eso, la ley natural, o bien consta de un solo precepto por la unidad de la naturaleza humana como un todo, o bien consta de muchos por la multiplicidad de la naturaleza humana en sus partes. Pero en este caso también las inclinaciones de la parte concupiscible deberían pertenecer a la ley natural. 3. La ley, como ya vimos es cosa de la razón. Pero la razón en el hombre es una sola. Luego la ley natural sólo tiene un precepto. 10

Contra esto: consta que los preceptos de la ley natural son en el orden práctico lo que son los primeros principios en el orden de la demostración. Pero estos primeros principios son muchos. Luego también son múltiples los preceptos de la ley natural. Respondo: Como ya dijimos, los principios de la ley natural son en el orden práctico lo que los primeros principios de la demostración en el orden especulativo, pues unos y otros son evidentes por sí mismos. Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en absoluto y en relación a nosotros. De manera absoluta es evidente por sí misma cualquier proposición cuyo predicado pertenece a la esencia del sujeto; pero tal proposición puede no ser evidente para alguno, porque ignora la definición de su sujeto. Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es evidente por naturaleza, porque el que dice hombre dice racional; sin embargo, no es evidente para quien desconoce lo que es el hombre. De aquí que, según expone Boecio en su obra De hebdomadibus, hay axiomas o proposiciones que son evidentes por sí mismas para todos; y tales son aquellas cuyos términos son de todos conocidos, como «el todo es mayor que la parte» o «dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones que son evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden la significación de sus términos. Por ejemplo, para el que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo que esto significa, resulta evidente que el ángel no esta circunscrito a un lugar; mas no así para el indocto, que desconoce el sentido estricto de estos términos. Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden. Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende. Por eso, el primer principio indemostrable es que «no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa», principio que se funda en las nociones de ente y no-ente y sobre el cual se asientan todos los demás principios, según se dice en el libro IV de la Metaphysica. Mas así como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento, así el bien es lo primero que se alcanza por la aprehensión de la razón práctica, ordenada a la operación; porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien. De ahí que el primer principio de la razón práctica es el que se funda sobre la noción de bien, y se formula así: «el bien es lo que todos apetecen». En consecuencia, el primer precepto de la ley es éste: «El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse». Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como bien humano. Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo contrario, síguese que todo aquello a lo que el hombre tiene natural 11

inclinación, la razón naturalmente lo aprehende como bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su contrario lo aprehende como mal y como vitando. De aquí que el orden de los preceptos de la ley natural sea correlativo al orden de las inclinaciones naturales. Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción. En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en común con los demás animales. Y a tenor de esta inclinación se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la educación de los hijos y otras cosas semejantes. En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza racional, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto. A las objeciones: 1. Todos estos preceptos de la ley natural constituyen una ley natural única en cuanto se reducen a un único primer precepto. 2. Todas las inclinaciones de cualquiera de las partes de la naturaleza humana, como la concupiscible y la irascible, en la medida en que se someten al orden de la razón, pertenecen a la ley natural y se reducen a un único primer precepto, como acabamos de decir. Y así, los preceptos de la ley natural, considerados en sí mismos, son muchos, pero todos ellos coinciden en la misma raíz. 3. Aunque es una en sí misma, la razón ha de poner orden en todos los asuntos que atañen al hombre. Y en este sentido caen bajo la ley de la razón todas las cosas que son susceptibles de una ordenación racional.

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