Temas de Patrimonio Cultural 27

Temas de Patrimonio Cultural 27 Responsable de edición: Lic. Leticia Maronese Coordinación general y revisión de textos: Lic. María Virginia Amezto

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Temas de Patrimonio Cultural

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Responsable de edición: Lic. Leticia Maronese Coordinación general y revisión de textos: Lic. María Virginia Ameztoy Diseño gráfico: DG Marcelo Bukavec Fotos de tapa: Darío Calderón y AGN Impreso en Argentina

Temas de patrimonio cultural Nº 27 : Lo celebratorio y lo festivo 1810/1910/2010. La construcción de la Nación a través de lo ritual. - 1ª ed. - Buenos Aires : Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, 2009. 320 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-25112-3-4 1. Patrimonio Cultural. CDD 363.69 © Copyright 2009 by C.P.P.H.C. Todos los derechos reservados Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Este libro no puede reproducirse, total o parcialmente, por nungún método gráfico, electrónico, mecánico u oralmente, incluyendo los sistemas de fotocopia, registro magnetofónico o de alimentación de datos, sin expreso consentimiento del autor.

Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires

Secretaria General Leticia Maronese Sec. de Investigación Museológica Ana María Cousillas Sec. de Investigación Histórica Liliana Barela Sec. de Preservación y Conservación José María Peña Sec. de Relaciones Institucionales Alejandro Félix Capato Vocales Pedro Delheye César Fioravanti Jorge Mallo Liliana Mazettelle Alberto Orsetti Néstor Zakim Asesora Mónica Lacarrieu Funcionaria Coordinadora María Rosa Jurado

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Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010. La construcción de la nación a través de lo ritual

Comisión para la PRESERVACIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO CULTURAL de la Ciudad de Buenos Aires

Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010 Contenido: Prólogo Pedro Delheye.....................................................................................................11 Lo celebratorio y lo festivo en la Revolución de Mayo Liliana Barela.....................................................................................................25 De cara al Bicentenario: revisitando el Centenario con la mirada puesta en las fiestas, conmemoraciones, celebraciones y rituales de la Ciudad de Buenos Aires Mónica Lacarrieu................................................................................................35 1810, viejas y nuevas tradiciones: expresiones culturales en transición y la ritualidad patriótica en el proceso de construcción del nosotros Leticia Maronese................................................................................................61 Las Fiestas Mayas en Buenos Aires Olga Fernández Latour de Botas........................................................................99 La participación popular en la fiesta revolucionaria. Buenos Aires después de 1810 Gabriel Di Meglio.............................................................................................115 Fiestas y celebraciones públicas desde una perspectiva histórica: los festejos tras la gran huelga ferroviaria de 1917 Silvana Alejandra Palermo...............................................................................131

Manifestaciones, conmemoraciones y tiempo libre de los trabajadores en la Ciudad de Buenos Aires en la primera mitad del Siglo XX Mirta Zaida Lobato...........................................................................................153 La doctrina, la liturgia y los ejercicios espirituales. Los rituales escolares en la religiosidad patriótica laica Héctor Rubén Cucuzza.....................................................................................165 La fiesta de San Martín de Tours entre 1810 y 1910 Analía Verónica Bilicich...................................................................................195 Las memorias de Mayo: la construcción de su repertorio iconográfico María Inés Rodríguez Aguilar / Miguel José Ruffo..........................................205 El ritual del fútbol en Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XX. La construcción de identidades, locales y nacional Julio D. Frydenberg..........................................................................................271 El Gobierno de la Ciudad y los festejos del centenario Lidia González / Sandra Condoleo / Marcos Zangrandi...................................293 Centenario y Bicentenario: memoria y porvenir Margarita Gutman.............................................................................................311

Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010

Prólogo Arq. Pedro Delheye

La Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Bs. As. ha realizado ya varias jornadas relacionadas con el patrimonio inmaterial, o intangible. Las primeras se centraron en la discusión de la misma noción de patrimonio cultural y su conceptualización. Las segundas tuvieron como eje las políticas culturales; las terceras fueron específicas y dedicadas a las leyendas, los mitos y los rituales. Este libro, volumen Nº 26 de la colección Temas de Patrimonio Cultural contiene los trabajos expuestos en las IV Jornadas de Patrimonio Inmaterial, Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010. La construcción de la nación a través de lo ritual, en las que fue nuestro objetivo propiciar el debate sobre las expresiones culturales generalmente catalogadas como fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales, expresiones que la Comisión releva desde el año 2002 aportando una metodología para ello. Posteriormente, la sanción de la Ley 1535 “Atlas de Patrimonio Inmaterial” sentó las bases normativas para la continuación de la tarea. A meses de celebrarse el Bicentenario de la Revolución de Mayo nos resulta imperiosa la reflexión y la posible evaluación de los hechos y cambios políticos y sociales sucedidos a lo largo de 200 años. No obstante considerar a los cortes seculares en el devenir de la historia de una Nación, como convenciones dispuestas institucionalmente, las fechas de los centenarios resultan invalorables a la hora del ejercicio de la memoria. Porque los acontecimientos políticos del pasado -9-

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no sólo subyacen sino que permanecen en las comunidades reelaborándose, reinterpretándose y, en algunas ocasiones, reformulando su ocurrencia. Parafraseando a Émile Durkheim es el pasado oculto en el presente. Los trabajos que integran este volumen responden a nuestro deseo de aportar al análisis de los procesos de conformación histórica de estas expresiones culturales, producidas en diversas ámbitos: los oficiales, la autogestión popular por medio de asociaciones y organismos y que abarcan los espacios donde tiene lugar: plazas y lugares públicos, ámbitos privados –viviendas, teatros, clubes- templos religiosos y organismo educativos, entre muchos otros. Asimismo, la próxima celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo abre espacios de análisis en diversos ámbitos. El libro comienza con el trabajo de Liliana Barela, Lo celebratorio y lo festivo en la Revolución de Mayo. Comienza planteándose un interrogante: ¿qué es lo que se está festejando? como punto de partida para elaborar el tema de la conflictividad de las celebraciones y conmemoraciones. La autora afirma que no todos los sectores sociales tienen la misma mirada sobre la historia, y la instituida oficialmente ha sido manipulada a través del tiempo. A partir del primer aniversario -1811registrado por las memorias de Beruti, surgen muchos hechos modificatorios, en lo tangible, los cambios operados a la Pirámide de Mayo y al Cabildo, cambios que responden a diferentes intereses ideológicos entre los miembros de los sectores dominantes. Con el primer centenario surgen otras ideas, como la fe en el progreso, que es cristalizada en edificios y monumentos cuya grandiosidad escamotea la posibilidad de lecturas sobre lo subyacente. El bicentenario augura algo parecido con el proyecto de grandes obras arquitectónicas, para que permanezcan en el futuro y sean contempladas por las generaciones venideras. La autora considera fundamental pensar qué queremos para el bicentenario, en lugar de dejarnos llevar por lo que se nos ofrece como homenaje y celebración. El segundo trabajo es el de Mónica Lacarrieu, De cara al Bicentenario: revisitando el Centenario con la mirada puesta en las fiestas, conmemoraciones, celebraciones y rituales de la Ciudad de Buenos Aires. Lacarrieu pone el énfasis en las celebraciones y su lugar contradictorio respecto de los grandes eventos nacionales. Se pregunta qué lugar le cabe a lo festivo, dada la mirada sobre nuestra metrópolis como una ciudad no festiva. En el primer centenario todo fue dominado por los símbolos

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patrios, respondiendo a los intentos de homogeneización y hegemonización para suprimir los aportes culturales de los inmigrantes y los pueblos originarios. Sólo se apelaba al futuro. Buenos Aires fue cristalizada como ciudad no festiva debido a la formulación por parte del poder, de un proyecto nacional apoyado en los contextos urbanos de privilegio, haciendo visibles ciertas festividades e invisibles otras, las de los sectores excluidos social y culturalmente. Ejemplo de esto es la continuidad y discontinuidad del carnaval porteño, objeto controversial y sujeto a un proceso de disciplinamiento cultural. De allí su “blanqueamiento” y la consecuente pérdida de protagonismo de los negros. Así, se revaloró y reelaboró la conmemoración del centenario. Afirma Lacarrieu que todo esto debe llevarnos a reflexionar sobre la conmemoración del Bicentenario, a la luz de 1810 y 1910, rastreando las huellas a partir de lo festivo y lo celebratorio. Leticia Maronese, en su trabajo 1810, viejas y nuevas tradiciones: expresiones culturales en transición y la ritualidad patriótica en el proceso de construcción del nosotros, explora el proceso histórico de constitución de las fiestas y celebraciones situándolo en los comienzos del siglo XIX. Para ello refiere especialmente a los rituales patrióticos, los cuales estaban claramente insertos en el ideario del antiguo régimen. Maronese recorre las celebraciones de la época, otras que intentaron, infructuosamente, reivindicar el pasado indígena y diferencia las celebradas por los sectores altos de las de los sectores populares. Asimismo es permanente en su trabajo la contextualización socio-histórica y política de las celebraciones que enumera, toda expresión festiva es explicada a partir de su inserción en la sociedad en que se realiza. A fin de ilustrar la forma de visualizar las fiestas que hacen los sectores populares, finaliza su trabajo con los Cielitos y diálogos patrióticos de Bartolomé Hidalgo, la relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano de todo lo que había visto en las fiestas mayas de Buenos Aires en 1822. Las Fiestas Mayas en Buenos Aires, el trabajo de Olga Latour de Botas, explora la relación entre dichas fiestas, en el contexto de las celebraciones populares tradicionales argentinas y las festividades oficiales. Entre los rituales populares distingue las ofrendas del acullico, los ritos de adición de elementos, como las estampas religiosas y el agua, dedicados a

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quienes murieron y fueron “canonizados” por el pueblo, como la difunta Correa y el Gauchito Gil. Estos rituales pertenecen al ciclo vital, contrapuesto conceptualmente a las festividades del ciclo anual, como las fiestas religiosas, patrióticas y las manifestaciones mixtas. Las Mayas fueron fiestas instituidas por la Asamblea de 1813 con el fin de fortalecer el sentimiento patriótico; el ellas se establece una continuidad cultural entre los proyectos de los hijos y la cosmovisión de los padres. Gabriel Di Meglio en La participación popular en la fiesta revolucionaria. Buenos aires después de 1810 analiza los cambios ocurridos en la metrópoli luego de 1810, el más relevante, la visibilización de los sectores populares de la ciudad, el considerado “bajo pueblo”; en él se incluía a “no blancos” –negros, pardos o blancos ocupados en tareas no calificados, por sobre todo, en trabajos manuales. Se trataba de un grupo heterogéneo, multiétnico y multiocupacional. Pero pese a dicha heterogeneidad, tenían algo en común: su asistencia a las celebraciones, participando activamente de las Fiestas Mayas y creando malestar entre la elite, por la presencia de la “chusma” y la “gente de color” (diferenciada ésta de la “chusma blanca”). En la década de 1820 se continuó con la celebración de las fiestas patrias y también con la estigmatización de la asistencia a ellas de los sectores bajos, a quienes se atribuían todos los desórdenes. La gente del pueblo celebraba a su modo, sin subsumirse al orden de castas que pretendían imponerle y celebrando con un júbilo que no era del agrado de la elite dominante, que detestaba compartir las fiestas junto a quienes consideraban casi sub-humanos. Silvana Palermo en Fiestas y celebraciones públicas desde una perspectiva histórica: los festejos tras la gran huelga ferroviaria de 1917 se refiere a los festejos del pueblo luego de la gran huelga nacional, algunos modestos, otros muy importantes, en ocasiones patrocinados por partidos políticos o gremios y muchos otros organizados por las comunidades obreras locales. El partido del gobierno, la Unión Cívica Radical, aprovechó los festejos para publicitar lo que consideraba la eficiencia del accionar del presidente frente al conflicto, quien reglamentó el trabajo ferroviario mejorando las condiciones de trabajo y aumentando los salarios. Frente a esto, el Partido Socialista afirmó que el reglamento no debía considerarse como una conquista completa de la conciencia obrera. Más allá de las posturas políticas, las asociaciones y los gremios organizaron sus festejos,

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pese a que muchos gremialistas consideraban que la huelga había sido derrotada, ya que el carácter festivo de una celebración radica en la diferenciación que los sectores populares hacían con respecto a las elites, ocupando, aunque por unos días, el espacio público con sus acciones y su palabra. Además las mujeres trabajadoras tuvieron protagonismo y cobraron visibilidad pública encabezando los desfiles. Mirta Lobato, en Manifestaciones, conmemoraciones y tiempo libre de los trabajadores en la Ciudad de Buenos Aires en la primera mitad del Siglo XX reseña la importancia de las manifestaciones populares entre el primero y el segundo centenario de la Revolución de Mayo y analiza las diversas maneras en que los trabajadores han ocupado el espacio público para manifestarse. Por otra parte, en Buenos Aires –además de en otras ciudades- el trabajo y el tiempo libre estaban estrechamente relacionados y fueron constituyéndose espacios de reunión donde se celebraban fiestas, bailes y tertulias. En el ámbito de la fábrica se formaron equipos de fútbol que se enfrentaban con los de otras compañías; los espacios verdes eran también lugares de reunión con amigos, familiares y compañeros de trabajo. En las asociaciones gremiales, la unión generaba intereses comunes y la lucha por la mejora en sus condiciones de vida; la huelga fue, a lo largo del siglo XX, el medio de lucha más utilizado por los trabajadores y las manifestaciones y reuniones eran permanentes formas de contacto, siendo la celebración del 1º de mayo la mayor manifestación obrera. La huelga, la manifestación y los mitines dieron visibilidad a la clase trabajadora y a sus conflictos laborales. La doctrina, la liturgia y los ejercicios espirituales. Los rituales escolares en la religiosidad patriótica laica, de autoría de Rubén Cucuzza, propone analogías entre las prácticas religiosas y las escolares, siendo la escuela la encargada de secularizar las prácticas religiosas con el objetivo de la formación del ciudadano y la generación de identidades políticas. El autor analogiza los procesos europeos y americanos de conformación de identidades nacionales; así, la serie templo, sacerdote, doctrina, liturgia, ejercicios espirituales se configura con la de escuela, maestro, libro, efemérides, cuadernos para la formación del ciudadano. El autor pone el acento en el análisis de las articulaciones curriculares en los elementos libro escolar, efemérides y cuadernos teniendo en cuenta los ejes público-privado, individual-grupal, silencioso-coral, considerando que en la escena de la lectura del libro escolar se combina lo público-grupal-coral con lo

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privado-individual-silencioso. Cuando es desplazada la Iglesia Católica como modo dominante de transmisión de saberes, es la escuela, bajo la hegemonía oligárquica liberal, la que toma para sí la tarea de inventar la tradición resignificando parte de las prácticas de su oponente. La fiesta de San Martín de Tours entre 1810 y1910 es el trabajo de Analía Bilicich, quien considera al patrono de Buenos Aires desde los puntos de vista civil y religioso. Por una parte, en honor al patrono, el Cabildo organizaba festejos en su honor, entre otros espectáculos estaba la corrida de toros, hasta que en 1819 se ordenó la demolición de la plaza de toros, pese a lo cual seguían haciéndose corridas clandestinas. La última celebrada en honor a San Martín de Tours se realizó en 1835 en el barrio de Barracas. También se representaban obras teatrales y óperas italianas. Las festividades continuaron durante la época rosista y continuaron en el Siglo XX. Las celebraciones religiosas eran misas, novenas, ruegos por las sequías y por las plagas de langostas. El 11 de noviembre no se trabajaba y en la época de la revolución de mayo era considerado un día de fiesta. El minucioso trabajo de María Inés Rodríguez Aguilar y Miguel José Ruffo, Las memorias de Mayo: la construcción de su repertorio iconográfico, tiene por objetivo el análisis de la dinámica de la construcción del repertorio iconográfico sobre los “sucesos de mayo de 1810”. A través del estudio de algunas obras pictóricas del Museo Histórico Nacional van explorando las representaciones simbólicas, a las que se les asigna una función pedagógica y propagandística, teniendo el estado un rol preponderante en dicha asignación. Analizando las obras se pone el énfasis en la operación simbólica atribuida a Mayo en el proceso de construcción de la nacionalidad. Así, en los regímenes postcoloniales el establecimiento de los hechos –reales o imaginarios- como verdad hace posible la instauración del mito de los héroes de mayo. Julio Frydenberg en El ritual del fútbol en Buenos Aires durante las primeras décadas del Siglo XX afirma que el proceso de popularización del fútbol comienza a principios del Siglo XX. La práctica se había difundido a partir de la creación de clubes vecinales, y, en la década de 1920, con la conformación de los barrios, unidades de la vida urbana y a la vez espacios de distinción, según la ideología del barrio construida sobre la diferenciación y la distinción de otro amenazante. También de estas distinciones se nutrió la rivalidad vecinal. El autor analiza medios

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periodísticos, relatos y poemas, cánticos futboleros, todos ellos confirmando los presupuestos conceptuales que desarrolla a lo largo de su trabajo. Lidia González, Sandra Condoleo y Marcos Zangrandi son los autores de El Gobierno de la Ciudad y los festejos del centenario, donde analizan la dinámica institucional del Gobierno de la Ciudad y los conflictos surgidos alrededor de los festejos del centenario. A partir del censo de 1909 realizan un recorrido por los crecimientos demográficos, la educación pública, los medios de transporte y el problema de la vivienda. Respecto a los festejos se remiten a la ley 2206, de octubre de 1887, que propone la creación de una comisión para levantar un monumento conmemorativo de la Revolución de Mayo. En 1909 se propone levantar monumentos, escuelas y construir plazas en todo el país para celebrar el centenario. Asimismo se organizan diversas exposiciones y en Buenos Aires se proyecta la ornamentación de calles, plazas y paseos, a la vez que obras de pavimentación e iluminación. Pero las obras sólo dejan en claro las contradicciones que aparecen con el crecimiento de la ciudad. Y si bien los festejos se realizarían en todos los barrios, sólo lograron llevarse a cabo a través de sociedades de fomento, con subsidio del estado municipal. Finalmente, Margarita Gutman se refiere a la manera de visualizar el centenario, “una celebración planeada y llevada a cabo por las elites dirigentes e intelectuales cuyas marcas quedaron fundamentalmente en ciertos lugares privilegiados de la Ciudad de Buenos Aires”. Gutman explora en diversas imágenes de la época, como el catálogo de la exposición internacional de ferrocarriles y transportes terrestres y los libros conmemorativos del centenario, los que corroboran su afirmación de un presente y un futuro imaginado y delineado por los grupos hegemónicos dominantes. Esperamos que este nuevo ejemplar de la Colección Temas de Patrimonio Cultural, por la profundidad de análisis de los autores de un objeto de estudio como el tratado y por estar pisando los umbrales del Bicentenario, conduzca a la reflexión activa, la que lleva a acciones emprendidas hacia la realización de los proyectos y aspiraciones que enriquecerán el presente y quedarán como nuestro legado para el futuro. Arq. Pedro Delheye C.P.P.H.C.

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Lo celebratorio y lo festivo en la Revolución de Mayo Por Liliana Barela1

En el tema de esta Jornada, lo celebratorio y lo festivo, confluyen diferentes miradas: la antropología, la sociología, y la historia, que es el lugar desde el cual voy a tratar de reflexionar. Hoy existe un gran interés por analizar cómo se festeja algo y quizás debamos volver a preguntarnos qué es lo que se está festejando, para ver luego en que medida el contenido de lo que se festeja condiciona el porqué o para qué festejar, y los modos, lugares y tiempos en que tienen lugar esas celebraciones. Las celebraciones y conmemoraciones históricas existen desde hace mucho y son conflictivas. Porque siempre hay alguien (algunos) que se apropian de la memoria de un hecho y lo festejan en forma oficial, pero también siempre hay una contramemoria, una memoria que discute y convierte lo que parecía ser el sólido pilar del pasado en un fenómeno polémico. Ya en 1925, Halbwachs2 habló por primera vez de la sociología de la memoria e introdujo el concepto de memoria colectiva. Un concepto del que mucho 1. Directora General de Patrimonio e Instituto Histórico. Secretaria de Investigación Histórica de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Bs. As. Directora de la Revista de Historia Oral “Voces Recobradas”.Autora, entre otros títulos de: Los `70: Participación, compromiso y violencia, Buenos Aires. El libro del Barrio. Teorías y definiciones y La vigencia del pensamiento de Manuel Ugarte y de gran cantidad de artículos en diversas publicaciones. 2 Halbwachs, M. “Les cadres sociaux de la memoire”, París, Albin Michel, 1994

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hablamos sin animarnos a definir concretamente. Sin embargo, para los que venimos trabajando en el tema de memoria, hay cosas que ya están claras, por ejemplo que las memorias se construyen, en tiempo presente, lo mismo que las identidades. Muchas de estas memorias colectivas fueron instituidas en determinados contextos ya hace mucho, y cobraron fuerza propia. Por eso cuando uno pregunta a la gente que le enseñaron sobre 1810, la mayoría menciona la semana de mayo, esa semana canonizada de manera litúrgica por la escuela argentina de fines de siglo XIX. Esta modalidad continuó hasta entrados los años 80, a pesar de que hubo un avance historiográfico muy importante, especialmente en la década del 60 con los estudios sociales y las reflexiones que nos acercaron los Annales acerca de la historia ritualizada del siglo XIX, 3 y aún antes, las propuestas de José Luis Romero y la creación de la cátedra de Historia social.4 Sin embargo la Semana de Mayo se consolidó como encadenamiento de hechos que explicaban y constituían la Revolución en sí.5 Hoy esos acontecimientos siguen constituyendo el imaginario de parte de la sociedad sobre la revolución de Mayo. Pero en forma paralela otros sectores tienen una mirada diferente sobre la historia, en la cual los hechos quedaron subsumidos en un entramado de relaciones que se constituyen en un proceso multicausal. Dentro de esta perspectiva, podemos ubicar contextos relacionados a la revolución mucho antes y mucho después de la semana de mayo de 1810. Por ejemplo, podemos ver que la Revolución culminó muy tardíamente. Recién a fines del siglo XIX se pudo construir un estado que requirió de una historia que legitimara la configuración de la nación como estructura social homogénea. La nueva historiografía criticó estas operaciones historias decimonónicas, pero también estableció replantearse los diferentes momentos para la revolución. Y los 3. Braudel, F., “La historia y las ciencias sociales”, Madrid, Alianza, 1986. 4. Romero, J.L., “Las ideas políticas en la Argentina”, Buenos Aires, F.C.E., 1983 5. López, Fidel, “La semana de Mayo”, Buenos Aires, Eudeba, 1960

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marcó de distinto modo, tomando como hitos momentos de tensión, fechas como 1806 (por mencionar una muy conocida) o 1815, por ser un momento sumamente crítico.6 Sobre 1806 no vale la pena extenderse porque las invasiones inglesas fueron destacadas también por la historiografía tradicional y la fecha estuvo siempre presente en los manuales bajo el título “Antecedentes de la Revolución de Mayo: Invasiones inglesas”.7 Se encuentra allí un nuevo comienzo, un punto de partida para la construcción de una elite criolla que se va a ir definiendo en esos años difíciles, hasta terminar siendo ese pueblo ausente-presente en 1810, centro de un repetido relato que tenía necesariamente que ser verdad porque salía de las actas del Cabildo: el Síndico Leiva diciendo “¿dónde está el pueblo?” Y Saavedra respondiendo “no hay badajo en la campana pero si quiere saber donde está el pueblo, tocaremos a generala”.8 También tuvimos que renunciar a las cintas celestes y blancas que repartían French y Beruti, no tanto por no ser celestes y blancas sino porque mostraban qué existían movimientos políticos que habían tomado la plaza por marcada presión. Y fundamentalmente planteaban el tema de quiénes impusieron la lista que conformó la Primera Junta. En eso no se han puesto de acuerdo ni los historiadores viejos ni los nuevos. Se debate, se busca, si están allí es porque tenían tal o cual cargo, pero la verdad es que el tema no se ha resuelto. Hay mucho publicado. En los años sesenta, con motivo de los 150 años de la revolución, se publicaron todos los testimonios que había sobre Mayo. Son libros grandes, difíciles de manejar pero que podemos encontrar en las viejas bibliotecas públicas. Y esperemos que se vuelvan a publicar con otro formato, porque seguramente si los volvemos a leer nos van a decir algo, pero sólo algo. Si en el siglo XIX se esperaba alcanzar la verdad a través de lo escrito, hoy sabemos que lo escrito no alcanza para tanto.9

6. Halperin Donghi, T., “Una nación para el desierto Argentino”, Buenos Aires, CEAL, 1982 7. Ibañez, C., “Historia Argentina”, Buenos aires, Edit. Troquel (libro utilizado en escuelas de enseñanza media desde 1950 hasta 1980). 8. Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, Dirección del Archivo General de la Nación, 1914. 9. Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, Dirección del Archivo General de la Nación, 1914

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Si leemos el acta del 25 de mayo de 1810 veremos que no dice nada que nos ayude a comprender el momento histórico. Dice quiénes eran, pero no sabemos porqué están ahí, de dónde salieron, quienes los apoyaban. Hay algunos personajes inconfundibles, especialmente para quienes analicen luego los discursos y los hechos posteriores a Mayo. Uno por ser de la iglesia, otro por español, Moreno sospechado de apoyar a Álzaga para estar allí, todos misterios, preguntas alrededor de los cuales se realizaron algunas construcciones historiográficas. Por suerte, son varias las construcciones y tenemos la posibilidad de hacerlas llegar directamente a los que estudian, lo mismo que los documentos, para que ellos armen sus propias explicaciones.10 Por otro lado, así como antes la historia se postulaba como verdad, creo que hoy se cae en el exceso de que la historia es pura literatura. White Hyden en su libro “Metahistoria” dice que al hacer historia estamos escribiendo literatura, y nos preguntamos también si la literatura no puede hacer historia.11 Pero las diferencias existen. Al momento de investigar y de escribir, los historiadores somos bastante severos, buscamos documentos, testimonios, desconfiamos de las palabras por que sabemos tienen un significado histórico: no es lo mismo el término “liberalismo” en el discurso de Bush que en el de Moreno. Tampoco es novedad que la historia “fue manipulada”. Es cierto que de acuerdo a la ideología que uno tenga, las noticias del diario coincidirán con lo que uno piensa y que eso tranquiliza por un rato. Pero sólo por un rato, porque enseguida la realidad nos impone que las cosas tampoco son como las cuenta el diario en el cual confiamos. Hoy tenemos acceso a muchísima información y se supone que todos estamos conectados con el mundo, pero ¿con qué mundo?. Con el que nos quieren conectar, porque existe una selección de agendas periodísticas, porque alguien elige “la noticia del día”, y también las demás, después de las cuales “Ud. ya sabe todo lo que hay que saber”.12 En la actualidad nos diferenciamos por los soportes tecnológicos, por la cantidad de información y por la rapidez con que accedemos a ella. Pero no por la 10. Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1960. 11. White, Haydeen, Metahistoria: la imaginación histórica del siglo XIX, México, F.C.E., 1992. 12. Recomendaciones de Santos Biasati, locutor y periodista de Canal 13 de la República Argentina en el noticiero nocturno.

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parcialidad de esa información. Por lo tanto nada nos exime de la exigencia de desconfiar y de ejercer el espíritu crítico. Las primeras interpretaciones de la revolución del siglo XIX, por ejemplo, incluyeron seriamente el debate sobre el significado de la palabra “pueblo”. Y se siguió debatiendo durante el siglo XX, al punto que historiadores como Roberto Marfany y Carlos A. Segreti13 investigaban el mismo tema, utilizaron los mismos textos y documentos y, sin embargo, uno llegó a la conclusión de que Mayo fue un pronunciamiento militar, y el otro de que fue una revolución popular. Los documentos están, pero hace falta la mirada del historiador que analiza, contextúa e interpreta. Entonces puede ser que el pueblo no estuviera en la plaza pero la revolución fuera popular, ya que según el autor las revoluciones se hacen mediante un grupo y el pueblo adhiere después. También sabemos ser que el proceso revolucionario no empezó y terminó en la semana de mayo como nos contaron, ni fue una revolución en paz 14 después de la cual todos fuimos felices y estuvimos unidos como todavía se la re-presenta en algunos discursos, periodísticos y actos escolares. Puede ser una forma de dulcificar la historia para los niños, y aún así, las cronologías escolares y las conmemoraciones no coinciden: en mayo es “el cumpleaños de la patria” en mayo, la independencia en Julio, pero recordamos a San Martín en agosto y si la revolución fue tan pacífica ¿a qué vino San Martín? ¿Qué estaba haciendo en esta Revolución?. Los niños de hoy miran televisión todos los días y ven realidades muy conflictivas. Creo que nosotros tenemos que repasar cómo transmitir nuestra historia. Es cierto, no tenemos una verdad respecto de la revolución. Pero siempre hay algo que nos impulsa a buscar, elaborar y construir una memoria de esa revolución. Volviendo a Halbwachs hay una memoria colectiva que tiene una limitación, es la memoria de un grupo. Por eso no la llama memoria social, que en realidad es mas amplia, viene a través de tradiciones orales, de costumbres que hace que uno elija muchas cosas sin saber porqué las está eligiendo. El problema de la memoria 13. Marfany, R.. “El pronunciamiento de Mayo”, Buenos Aires, 1958 14. Alberdi, J.B., “Grandes y pequeños hombres del Plata”, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974

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no se ha solucionado, el de la historia más o menos, y el de las celebraciones con respecto a la historia tiene varias interpretaciones. 15 La primera celebración de mayo es la de 1811. Está registrada en uno de esos libros voluminosos publicados por el Senado de la Nación en 1960, a través de las memorias de Beruti, hermano del que repartía las cintas. Parece que era bastante precavido porque mucho de las invasiones inglesas no cuenta, no parece haber participado. También esconde su cuaderno en la época de Rosas porque tiene miedo a que se lo incauten. Pero no lo destruyó, es decir, él pensaba que estas memorias iban a tener un lector, un destino. Así tenemos la narración de Beruti de ese primer festejo que es también la construcción de un monumento, la pirámide que simbolizaba nuestra primera victoria militar. No les voy a transcribir el texto porque puede ser un poco largo pero las “Memorias Curiosas” están a disposición en las bibliotecas y algún ejemplar del libro aún se puede encontrar en alguna librería de viejo de Corrientes.16 Allí el cuenta él cuenta cómo fue el festejo. Y estaban presentes las comunidades indígenas, presentes en la significación, en la celebración, que no quiere decir que estén corporalmente presentes. También existe el Tedeum en la primera celebración y allí empiezan a ponerse las cosas en tensión porque ¿no es que la Junta tenía una ideología masónica o liberal?. Todo eso debe ser explicado, algunas cuestiones son estratégicas, otras son cambios de rumbo en la Revolución. En la primera celebración de 1811, ya no está Moreno, el más jacobino de la revolución a pesar del empeño que se puso en el siglo XX en negar este hecho, simbolizado por un documento, el famoso Plan de Operaciones. Sobre estos documentos se dijo en ocasiones “es moda”, se cree en el plan de operaciones de Moreno o no se cree. Pero no es cuestión de liturgia ni de creencias, el plan de operaciones existió. El problema es la autenticidad. Desde que trabajo en el tema de patrimonio transito más de cercas las polémicas por la “autenticidad”. El hecho de que lo que tenemos Plan sea una copia, permitió que Ricardo Levene17 escribiera tres tomos invalidando la autenticidad el texto. En la misma época otro académico, Enrique Ruiz Guiñazú apostaba por la autenticidad

15. Clemente, H., Las fiestas patrias, Buenos Aires, Leviatán, 1984 16. Beruti, Juan M., “Memorias Curiosas”, Avellaneda, Emece, 2001 17. Levene, R., Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno: contribución al estudio de los aspectos político, jurídico y económico de la Revolución de 1810, Buenos Aires, El Ateneo, 1949.

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del plan.18 Y Susana Rato de Sambuceti en un libro interesantísimo, muy poco difundido, revisó todos los archivos extranjeros. En el texto menciona el cuidado con que es tratado el Plan en los documentos brasileros. De esa investigación resulta que en el momento en que se escribe el plan, la Corte Portuguesa conoce lo que Moreno tenía claro: lo que había que hacer desde el punto de vista jacobino en relación al Brasil, las desconfianzas, el espionaje y el dominio de esa región. De manera sencilla se dio por acabado el conflicto: el plan existió y fue escrito por Moreno.19Y si no hubiera sido escrito por Moreno, sus cartas y sus escritos son tan congruentes con su ideología que tendríamos que darlo por legítimo, este tema ha sido trabajado exhaustivamente por Noemí Goldman.20 Lo cierto es que en ese primer aniversario aparecen muchas cosas. Por ejemplo, la pirámide, símbolo que durante luego va a peligrar porque la generación de fines de siglo XIX piensa que hay que hacer algo más importante, majestuoso. Torcuato de Alvear quiere modernizar la zona del centro la pirámide no le parece “moderna” y hay una comisión que quiere la destrucción del monumento.21 Después la pirámide va a ser reformulada, sufre muchas remodelaciones, pero sobrevive. Al Cabildo le toca una época bastante difícil a principios de siglo XX. Primero afrancesado, después mutilado, después casi una gigante caja de zapatos22. Habrá que esperar que le den su lugar con la restauración del Arquitecto Buschiazzo el mismo de la Casa Histórica de Tucumán.23 Sobre estos dos edificios resignificados arquitectónicamente se inspira la impronta de Billiken que es la que quedará en la memoria de muchos estudiantes argentinos y de nosotros. Porque aunque hoy nos digan que el auténtico Cabildo es otro, a nadie le importa, para todos nosotros éste es el auténtico Cabildo. Allí va la gente 18. Ruiz Guiñazú, E. “Epifanía de la libertad. Documentos secretos de la Revolución de Mayo”, Buenos Aires, Editorial Nova, 1952. 19. Rato de Sambucetti, S. La revolución de Mayo. Interpretaciones conflictivas”, Buenos Aires, Siglo XXI, 1983 20. Goldman, N. “El discurso como objeto de la historia”, Buenos Aires, Hachette, 1989 21. Cronista Mayor de Buenos Aires, “El Cabildo de Buenos”, Número 18, año 2000 22. Idem. 23. Monumentos Históricos de la República Argentina: Guía 2000. Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Secretaría de Cultura y Comunicación.

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en una especie de liturgia cívica. Vienen al Cabildo de Mayo porque encuentran alguna respuesta a la noción de patria. ¿Por qué otro motivo vendría la gente de Salta al Cabildo, si el Cabildo de Salta está mucho mas cuidado, más conservado y más bonito? La generación del primer centenario de 1910 fue una generación con mucho optimismo, con mucha fe en el progreso y con ganas de dar cuenta de su existencia. Para eso hace un despliegue de edificios y monumentalidad, tema que trató muy bien Adrian Gorelik 24 analizando la disposición de las estatuas, de los héroes, entre el norte y el sur de la ciudad. Porque si bien hay un desplazamiento hacia el norte para algunas estatuas, también hay un grupo “municipal” que piensa que esas estatuas tendrían se seguir otro curso. Esto es interesante, porque la polémica muestra que las estatuas tienen significados, que están enseñando, haciendo pedagogía, como los museos. Y un paradigma es el Museo Histórico Nacional que hasta hace poco tiempo mostró una historia tal como la pensó Ángel Carranza. Salvo que ahora, la legitimación del museo es disputada por la difusión en los medios de comunicación. En el museo los objetos se ponían en un lugar sin mucha explicación, más para veneración que para contribuir al conocimiento. Como esas cintas que protegían la cama de San Martín, y ese vidrio hace unos cuantos años avisamos que, más que protegerla, terminaría por destruirla dado la humedad que condensa dentro. Lo importante era la veneración del objeto. En realidad, el objeto debía contarme cosas. Pero como si yo no sabía, si soy un ciudadano “no iniciado”, al ver el compás de San Martín pienso “Qué lindo compás usaba para hacer círculos”. Nadie me explica que el compás es un símbolo masón y por eso está allí. Muchos museos permiten, al menos, dos niveles de lectura. Como en el cine. Un nivel en que todos entendemos, todos vimos la película y comprendemos la trama. Y otra segunda lectura para los iniciados. Hay una lectura escondida, subyacente que permite comprender otras cuestiones. Hago un interesante ejercicio con mis alumnos. Los mando a que miren los retratos de los integrantes de la Revolución en el Cabildo, y que tengan en cuenta que fueron retratados a fines del siglo XIX. Las pinturas no son contemporáneas y todos tienen el mismo tamaño. Menos los 24. Gorelik, A., “La grilla y el parque”, Buenos Aires, Universidad de Quilmes, 2000.

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cuadros de Castelli y Azcuénaga que son más pequeños. ¿Y qué se pueden pensar? ¿Qué se les acabó el lienzo o la pintura? ¿O qué esas dos personas fueron menos importantes? ¿Qué habrán hecho estos dos para tener esta representación? No tengo que explicarles las cosas que hizo Castelli -como abolir el tributo indígena, ser partidario de Moreno- que le valieron la condena cuando se dio un golpe de timón político a la Junta. 25 Y luego también fue condenado al silencio por nuestra historia. Generalmente no hacemos estas lecturas por debajo. Lo que mejor vemos es la grandiosidad. En el Centenario hubo desfiles que se hicieron por un sector de la ciudad. Hay comunidades que no aparecen, sin tener en cuenta su cantidad, se reprime por la condición política de la mayoría de sus integrantes, por ejemplo, la comunidad italiana no aparece. Muchos anarquistas italianos estaban presos desde el primero de mayo. Lo que sí se ve es una ciudad que se muestra, que exhibe su progreso, una generación que celebra pero no a los integrantes de la revolución, sino a si misma. En un momento pensé en hablar del bicentenario pero me pareció una audacia de mi parte. No puedo, sin embargo, resistir la tentación porque hablar sobre lo conflictivo es una deformación profesional. Así que ahí va mi reflexión sobre el bicentenario. Las condiciones materiales, las condiciones históricas sabemos que son diferentes a la celebración del Centenario. Pero otra vez hay resignificaciones. Es lo que veo que sucede por ahora. Otra vez una dirigencia se festeja a si misma, y nuevamente una predilección por lo monumental y lo arquitectónico. Sé que hubo debate, hubo encuentros. Pero en realidad la carrera se juega para ver si se terminan las obras, aquello que va a quedar para las generaciones siguientes. Este no es un tema exclusivo de nuestro país... Estuve en Méjico justo en el momento de la celebración de la Revolución Mexicana, que comienza con la sublevación de Hidalgo el 16 de setiembre de 1810. Pero, cuando Porfirio Díaz (el alter-ego de nuestro Julio Roca) gobernaba México, inventó una interpretación histórica en la que el Grito de Hidalgo había sido el 15 de setiembre, porque ese día era su cumpleaños.

25. Chávez, Julio Castelli, “Castelli, adalid de Mayo”, Buenos Aires, Leviatán, 1959. Lizarraga, Andrés, “Tres jueces para un largo silencio”, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982.

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Lo que tiene México es que se comentan todos los días estos temas como algo cotidiano. Hablan mal de los españoles, hablan mal de los norteamericanos, pero también esconden mucho. Pusieron en las plazas un reloj regresivo hacia el 2010 y buscaron un buen lema “México somos todos”. Por un lado, un gran orgullo por el mestizaje y por el otro, los indígenas muriéndose acorralados. Ellos son sin duda los “reyes del patrimonio”. En ese sentido hacen cosas maravillosas. Pero no privilegian la calidad de vida sobre todas las cosas que le dan sentido al patrimonio. La pobreza y exclusión son tan graves como en toda Latinoamérica. Tienen un buen marketing, está todo iluminado, el reloj funciona y va a seguir funcionando tengan este presidente u otro. Pero no me parece que sirvan los relojes, me dio la sensación de que la gente ni mira el reloj que está en la plaza. Quizás algunos iniciados pensarán en Hidalgo. Pero así son las cosas. México está lleno de patrimonios inventados para vender turismo. No llegué a ir a Puerto Vallarta, pero se lo vende “colonial”. No tiene, sin embargo, ningún edificio colonial. Lo que si tiene son grandes playas de estacionamiento donde antes había parques. Eso afirmo mi pensamiento acerca de que si el patrimonio no está unido a la calidad de vida, no sirve. Y eso es lo primero por lo que hay que defender. Si alguien hace una playa de estacionamiento y le saca la plaza a la gente de Puerto Vallarta, hay que obligarlos a que hagan otra plaza. Resulta difícil porque hay grandes intereses. Pero debería haber una ley que regule las construcciones porque hay gente que está añorando esa plaza que ya no tiene más.26 Estamos atentos hacia el bicentenario. Atentos a los edificios, a los monumentos, porque ya hay un montón de proyectos. Vamos a ver quién deja el recuerdo, a lo mejor IRSA, a lo mejor muchos otros. Pero sería bueno pensar qué queremos para el bicentenario. Y hay muchos otros que no fueron consultados. El modelo es el centenario de 1910 y lo que predomina es la construcción de edificios, las reformas o inauguraciones que fijen una trascendencia monumental que perdure en el tiempo. Ya veremos cuales son los signos de esta ciudad para el bicentenario. Aunque sabemos que tendría que tener inaugurada una parte del Teatro Colon que sería una 26. Ponencia Encuentro Internacional de Historia oral, Guadalajara 2008.

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forma de festejarlo. Quizás el Gobierno Nacional pueda terminar en la Biblioteca Nacional y se concrete la puesta en valor de un patrimonio que estuvo en sótanos y que formaba parte de las Galerías Pacífico. Esos murales que quedaron relegados y que la posibilidad de incorporarlos en una construcción en la que el arquitecto Clorindo Testa que diseñó el edifico puede monitorearlo. Quizás para esa fecha podamos disfrutar del Sequeiros detrás de la Aduana de Taylor. Un excelente empecinamiento de la actual Presidenta de la Nación Cristina Fernández. Otro patrimonio sepultado y escondido en un “container” en San Justo resultado de un interminable juicio por la propiedad del mural. La elección del lugar es azarosa, o quizás tiene un sentido su cercanía de la Plaza. Como historiadora que soy vine a traerles más preguntas que respuestas. Es mi bagaje, siempre, presentar problemas y elaborar reflexiones siempre provisorias.

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Benito Panunzi. Teatro Colón, 1867. Archivo AGN.

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Benito Panunzi. Plaza de la Victoria, 1867. Archivo AGN.

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Frente del cabildo, 1932. Archivo AGN.

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De cara al Bicentenario: revisitando el Centenario con la mirada puesta en las fiestas, conmemoraciones, celebraciones y rituales de la ciudad de Buenos Aires Mónica Lacarrieu

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De cara al Bicentenario: revisitando el Centenario con la mirada puesta en las fiestas, conmemoraciones, celebraciones y rituales de la ciudad de Buenos Aires1 Mónica Lacarrieu2

“A golpes de hacha las grandes fechas marcan nuestro siglo con profundos tajos”. Milan Kundera3 Cuando imaginamos estas Jornadas –realizadas hace casi un año-, lo hicimos a contraluz de los significados atribuibles al Centenario y al futuro Bicentenario. Nos interesaba debatir sobre Buenos Aires frente a este acontecimiento, procurando imaginar el mismo con mirada sobre el pasado colonial y aquel relacionado con la construcción de la nación, observado desde la ciudad, con especial énfasis en 1910. No obstante, nuestro punto de partida no fue realizar un debate sobre el Centenario-Bicentenario, sino reflexionar acerca del lugar contradictorio de las fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales de esta ciudad respecto de los grandes eventos nacionales y fundacionales como fue el Centenario y se especula será el Bicentenario. 1. Este texto retoma reflexiones y discusiones que se desarrollaron en torno del Atlas de Fiestas, Celebraciones, Conmemoraciones y Rituales de la Ciudad de Buenos Aires, CPPHC. Asimismo, partes de este artículo son fruto de investigaciones llevadas a cabo en proyectos grupales como PIP CONICET (2006-2009), PICT-FONCYT (20072010) y UBACYT (2004-09), todos ellos bajo mi dirección. 2. Investigadora CONICET. Profesora UBA. Asesora CPPHC. 3. Milan Kundera (2000) La ignorancia. Colección Andanzas, Tusquets Editores, España, Pp.16.

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Josef Ramoneda inicia su artículo “Conmemorar el presente” señalando que “España no ha conseguido tener una fiesta nacional, realmente compartida y celebrada por todos”. Su apreciación resulta comprensible al continuar la lectura: para el autor la necesaria “fiesta nacional” debe ser el resultado de una “narrativa sobrecargada de sentido” y debe “habilitar un territorio simbólico común” (2005:121). Tal como lo plantea, la ausencia de una fiesta nacional es un hecho inédito para el período de conformación de los estados-nación. Asimismo, los festejos de centenarios requieren del fenómeno conmemorativo, en tanto son momentos de fuerte carácter fundacional (op.cit.). Si los centenarios y bicentenarios son puntos de inflexión en el “trabajo de encuadramiento” de una memoria pública (Polak 1998), la que se constituye, organiza y desarrolla en el contexto de la celebraciones y festejos que particularmente tienen lugar en las ciudades –aún mas si se trata de las capitales-; ¿por qué nos inquieta ese lugar contradictorio de las fiestas y celebraciones en relación a la ciudad de Buenos Aires? ¿Acaso no estamos diciendo que centenarios y bicentenarios son momentos cruciales en los que los ciudadanos se preparan para celebrar, conmemorar y festejar? Sobre esa cuestión abunda José Nun cuando retomando a Durheim, señala que la idea de festival –que el autor asocia al Bicentenario- no es la de un evento, “a la manera de una fiesta escolar o de una danza ritual”, sino que es “un gran momento de entusiasmo colectivo, de efervescencia de la sociedad, que la hace revisar sus valores y normas… que desrutiniza su cotidianeidad y altera la mecánica de su reproducción” (2005:193). Acordamos en que estos hitos trascienden el hecho particularizado de una fiesta, celebración y/o ritual y desde esta perspectiva, la ausencia o no de una “fiesta nacional” –como en el ejemplo español- podría no ser un problema. La cuestión sería reflexionar acerca de los significados vinculados al celebrar, conmemorar y festejar en el contexto de centenarios y bicentenarios, asimismo, de las razones que llevarían a que las coyunturas históricas ligadas a la centuria se constituyeran en base a una única forma de celebrar, conmemorar y/o festejar. La posibilidad de que el centenario hubiera sido ese momento de efervescencia común ligado a la descotidianización social, tal como Nun postula debiera encararse el bicentenario, no resuelve, en principio, en qué lugar quedan otras formas de festejo, celebración, conmemoración y/o ritual. Es sobre este tópico en que nos interesa recalar. Es por ello que nuestro objetivo será poner en primer plano qué lugar tuvo y puede tener lo festivo y conmemorativo mirando retrospectivamente el acontecimiento

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centenario y a futuro respecto del bicentenario. Pero sobre todo preguntarnos por la estereotipación de esta ciudad como metrópolis “no festiva” –incluso poco conmemorativa, si miramos el énfasis que suele colocarse en ello por relación con la memoria traumática ligada a los desaparecidos de la última dictadura militar-, cuando si focalizamos en 1910, la idea de fiesta/celebración fue un eje que atravesó el contexto social. ¿Es que efectivamente Buenos Aires fue y es una ciudad “no festiva” o es que fue y es selectivamente festiva/celebratoria? Desde otro lugar, ¿qué significó y para qué sirvió festejar, celebrar y conmemorar en el contexto del centenario y hasta donde es posible que la idea de festejo, celebración y conmemoración hacia el bicentenario exceda la construcción encapsulada de una única memoria/identidad pública? De cara al Bicentenario: el desafío de trascender o reapropiarse del Centenario “…la memoria, para funcionar bien, necesita de un incesante ejercicio: los recuerdos se van si dejan de evocarse una y otra vez…”. Milan Kundera4 El Centenario podemos especular que se constituyó en el punto álgido de condensación simbólica y legitimación de un pasado materializado en la figura del archivo, como herramienta institucional, contenedor de restos materiales necesarios a los fines de construir deliberadamente un proyecto de nación y una identidad nacional (cfr. Appadurai 2005). El Centenario fue la explicitación de una conmemoración ligada a la elaboración de una narrativa tendiente a la neutralización de la “experiencia de incongruencia y ambigüedad” (MorawskaVianna 2007:157, n/traducción), es decir de las diversas versiones sumidas en su propia contradicción. En otras palabras, el Centenario fue la puesta en acto de cierto pasado en el contexto del presente, no obstante, con perspectiva de futuro. La complicidad de esa conmemoración con un “pasado canónico” permitió transformar esa temporalidad preexistente en “historia oficial” y desde allí coherentizar, no solo el contexto de 1910, sino incluso los procesos con mirada hacia el futuro, desde los cuales estructurar nuestras experimentaciones y relatos (cfr. Op.cit.: 161).

4. Milan Kundera. op.cit.: 39.

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Como dice Jelin (2001) “las fechas y los aniversarios son coyunturas de activación de la memoria”. En afinidad con la autora y retomando a Lechner (2000), los centenarios fueron el resultado de un proceso de construcción de “política de la memoria”, o siguiendo a Pollak (1989) de un “trabajo de encuadramiento de la memoria” elaborados y realizados desde el orden político. En la condensación de símbolos se produce una continuidad entre “fechas constitutivas de lo común” y la “coyuntura de activación de la memoria” (Jelin: 2001) que no es otra que la de la conmemoración centenaria. Es en el contexto de dicho proceso o trabajo en que se elabora una visión del mundo que ordena valores, creencias y sistemas de símbolos. Esta visión del mundo satura el presente de aquel centenario con exceso de pasado, e imprime al mismo de proyección a futuro. Dicha cosmovisión tuvo implicancias incluso sobre la definición del centenario como conmemoración, cuestión que contribuyó a la relegación de la fiesta, como el espacio y tiempo de lo bárbaro. El “culto a la patria” fue crucial para consolidar una memoria y una identidad. Como resalta Fernando Devoto (2008:24, el resaltado es nuestro), “uno de los momentos centrales de las conmemoraciones argentinas del pasado fue el conjunto de iniciativas que tuvieron lugar, en mayo de 1910, bajo la consigna de la “argentinidad”….Todo fue dominado por la bandera, la escarapela y el himno cantado sin cesar en las calles de Buenos Aires. Se buscaba combatir con ello a otros, argentinos o inmigrantes que se oponían (o se suponía que se oponían) a todo o parte del ideario dominante. Aunque por ejemplo, las comunidades inmigrantes participaron activamente del festejo….lo que se consagraba así era una memoria pública oficial cuyo objetivo era crear una sociedad homogénea, y suprimir los diferentes aportes culturales que habían ido construyendo a la Argentina, desde el de los mismos inmigrantes al de los pueblos originarios. Aunque parecía que se celebraba un pasado, las gestas de un siglo, las fiestas apuntaban al porvenir. El pasado no se celebraba en sí sino como caución o garantía de un futuro de “grandeza”.” Nuestro centenario se volvió un acontecimiento certero, preciso, coherente con un proyecto político y social. Asimismo, contribuyó a construir una esfera pública contextualmente cargada y marcada de una específica conmemoración traducida y reflejada en “manifestaciones explícitas compartidas” (Jelin 2002:52) y consensuadas mediante políticas (“regímenes”) de la memoria que, necesariamente requieren también de políticas (“regímenes”) del olvido (Zambrano y Gnecco 2000:19). Las prácticas de memorización amalgamaron

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“memorias hegemónicas” –“encarnadas en voces, narraciones, textos, imágenes, objetos y acciones engendradas en los espacios de confluencia y confrontación…” (Op.cit.:11)-, simultáneamente en que relegaron “memorias disidentes”. Es “esta confrontación [la que] sitúa las relaciones de poder como terreno privilegiado para la definición, circulación y transmutación de la memoria” (Op.cit.:12). El centenario fue un acontecimiento claro en cuanto a su intencionalidad, cuestión que, a esta altura, hace imposible dudar de los objetivos, metas, proyectos que lo atravesaron en su profundidad, probablemente hasta el presente. Por contraste, el bicentenario –los bicentenarios, si pensamos en América Latina celebrando en forma conjunta- se ubica en una “zona gris”, ambigua e imprecisa, que hace que el acontecimiento parezca desviado y desprevenido frente a que rumbo tomar, o necesariamente devenido en un apéndice del centenario, desde el cual parece probable se materialicen –como ya sucede con algunas obras monumentales previstas- los nuevos actos conmemorativos. Es evidente que la débil presencia de los bicentenarios se debe a múltiples razones. En primer término, a cuestiones de temporalidad: para pensar y reflexionar sobre el futuro parece necesario retomar y reorganizar ese pasado construido hace 100 años. Pero cabe aquí una disgresión que incluye una pregunta: si bien el centenario fue el inicio de una conmemoración ligada al pasado, el mismo se fijó al presente con una visión y representación hacia el futuro, que no se mostraba como incierto, sino todo lo contrario. En consecuencia, ¿por qué el bicentenario se vuelve terreno ambiguo, pleno de incertezas, vacío de sentido? Resulta difícil responder de manera conclusiva a este interrogante, sin embargo, es posible decir que los grupos de poder vinculados a la construcción de los bicentenarios están sumidos en la ambivalencia acerca de qué, porqué y para qué conmemorar. Muchos intentan reproducir aquel centenario de principios de siglo XX, procurando monumentalizar, imaginando celebraciones o debatiendo acerca del proyecto o modelo de país/ciudad a trasmitir; no obstante, aquello que se conmemora –sucesos históricos pretendidamente fundacionales- parece haber perdido la estructura de sentidos con la cual se atravesó el centenario. Es como si el hilo a partir del cual unir esos primeros años de 1800 con los primeros del siglo XXI, estuviera a punto de cortarse y la conmemoración ya no fuera “buena para pensar” (retomando a Mary Douglas: 1990) sobre los sueños y proyectos a futuro.

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El concurso dirigido a la construcción de una “Marca Bicentenario” (realizado en el 2008) que tuvo por protagonista una imagen de la ciudad de Buenos Aires –el río como eje principal- se constituyó en la búsqueda de “un símbolo” para el acontecimiento. La monumentalización de las imágenes –recreadas en las maquetas arquitectónicas seleccionadas: torre mirador, 144 agujas que se elevan hacia el cielo cual si fueran juncos al borde del río, un edificio horizontal inspirado en las pampas rioplatenses, entre otros- es el intento de la reproducción grandilocuente del centenario en clave estetizante y escenografiable, aspecto crucial de las ciudades contemporáneas. La “nueva postal” para Buenos Aires5 será, aparentemente, una idea material y monumental de la ciudad, recreada en base a elementos que simbólicamente se retrotraen a ese pasado lejano en que el río y la pampa, así como la monumentalidad edilicia, eran visibles y parte fundamental para la Buenos Aires fundacional. Sin embargo, la vuelta al pasado originario no supone un motivo para recordar o un proyecto con “capacidad de aspiración” (Appadurai 2005). ¿Cómo traer al presente y conmemorar esa memoria fundacional con una pampa inexistente, un río ausente de los imaginarios y representaciones sociales y una monumentalidad que solo encuentra sentido en la estética y diseño urbano, pero ya no en la idea civilizatoria del progreso tan bien materializada en el centenario? La continuidad temporal del acontecimiento de 1910, se discontinua en el pensamiento y reflexión sobre el bicentenario y desde allí queda sujeta a la conflictividad de qué, por qué y para qué conmemorar. Buenos Aires entre lo “no festivo” y lo “festivo “…mitificada, la historia pierde su sentido de construcción y proceso..”, señala el investigador y crítico de arte Ticio Escobar 6. ¿Por qué la ciudad de Buenos Aires ha sido cristalizada en los imaginarios sociales locales y extranjeros como metrópolis no-festiva? ¿En qué hito(s) de su historia se ancla la oclusión e invisibilización de las fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales de esta ciudad? ¿A qué se debe el protagonismo dado a cierto tipo de conmemoraciones, religiosas católicas y/o militarizadas desde que la ciudad entra en la historia legítima y legitimada? ¿Cómo entender la aparente desapropiación de estas expresiones culturales por parte de los ciudadanos en 5. “La nueva postal” por Gustavo Sartorio. En: Sección Arquitectura, La Nación, pp.5. 6. Escobar, Ticio, El mito del arte y el mito del pueblo. Cuestiones sobre arte popular, Santiago: Ediciones Metales Pesados, 2008. p.78.

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el contexto actual de potentes apropiaciones del espacio público, mediadas por el sentido de la fiesta, la celebración, la conmemoración y/o el ritual? ¿Cómo interpretar la contradicción y/o brecha instalada entre la imagen familiarizada de lo no-festivo y las prácticas sociales recurrentes sobre la ejecución de estas expresiones? ¿Qué lugar cabe al estado y el poder que de él se deriva en la impostación de ciertas manifestaciones y en el ocultamiento de otras y de los grupos involucrados con ellas? ¿Qué continuidades y discontinuidades, rupturas, fisuras y quiebres se han producido en el sentido de construcción operado desde lo festivo y/o conmemorativo en la conformación de la ciudad de Buenos Aires? En contraste con nuestra ciudad –desde la cual se ha espejado un país anti-festivo, aspecto que unifica y omite el carácter festivo de otros lugares de la nación, como el Noroeste argentino- mucho se ha dicho acerca de que “en el Brasil todo acaba en fiesta”, asociación desde la cual se ha producido un orden nacional que lleva a la recurrencia estereotipada de la vida social brasileña. Rita Amaral en su tesis de doctorado se propone analizar este “lugar común” desde el cual se explican hasta comportamientos presidenciales. La autora explicita que la simplificación que funciona como un instrumento de ordenamiento nacional, tiene sentido a la luz de los procesos de conformación históricos de la sociedad brasileña. Ella nos relata: “…en el Brasil, formado por una riquísima diversidad cultural, el tema fiesta inevitablemente nos remite a su génesis, en el período colonial como fiesta de carácter singular, compuesta por contribuciones negras e indígenas que se sumaron al modelo de fiesta (religiosa, procesional) que los colonizadores portugueses implantaron como modo de establecer la mediación entre la Corona y los nuevos, y extremadamente diferentes súbditos…la fiesta se mostró, en el período colonial, como traducción, puente fuerte entre culturas, ya que todas ellas conocían y comprendían, a pesar de la diversidad, este término universal” (1998:3, n/traducción). Esta mezcla entre colonizadores y culturas originarias volvió a ser negociada en el período de conformación de la nación y continuó a lo largo del siglo XX. Como señala Yúdice (2002:142) el poder material y simbólico del estado, conjuntamente con los intereses de las elites brasileras, contribuyeron en la conformación de una “cultura del consenso” cifrada en prácticas tales como el carnaval, el samba, la capoeira, el candomblé, el umbanda. La inclusión de estas expresiones inmateriales en el “patrimonio nacional”, fue parte de la impostación de una lógica nacional basada en el “Brasil cordial” y en la “convivencia festiva”, en la puesta en escena de dichas prácticas culturales a fin de integrar a las clases populares y sobre todo producir el “blanqueamiento” de los sectores afro (Op. cit:142/143).

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Este contraste entre Argentina –focalizado en Buenos Aires- y Brasil –con la “carioquidad” de Río de Janeiro como eje central de la nación-, no es el resultado de la existencia o ausencia de lo festivo, sino de los mecanismos que pusieron en juego quienes, desde el campo del poder material y simbólico, contribuyeron en la formulación e implementación de un proyecto nacional con eje en contextos urbanos de privilegio. La mirada retrospectiva sobre el centenario da cuenta de lo comentado. Podemos aventurar, en este sentido, que el Centenario no solo se ha constituido como una conmemoración, sino también como ritual. Al parecer si recorremos distintos textos especializados sobre el tema, nadie pone en duda que el acontecimiento protagonista de 1910, fue un escenario ligado a la conmemoración. Como señala Devoto (2008:24) “Conmemorar es una instancia recurrente en la vida de los estados nacionales. En especial, los centenarios son un momento central de cualquier liturgia cívica. Su propósito visible es alentar la construcción de identidades y fidelidades en torno a un patrimonio común en el cual los habitantes de un determinado Estado nación deberían reconocerse. Es decir, la construcción de una memoria pública”. Es decir que los centenarios-bicentenarios son, ante todo, formas de conmemoración a través de las cuales se espera desenvolver y poner en acto en el presente “ejercicios de la memoria” (Ramoneda 2005), a partir de los cuales lograr el reconocimiento y la legitimación de un pasado y su representación, pensando en el presente, con intencionalidad fundacional hacia el futuro. Pero también, aún cuando parezca inédito, estos eventos conmemorativos se formalizan como rituales –obviamente pensando el ritual etnográfico como un instrumento aplicable a diferentes tipos de eventos, incluso contemporáneos-. Retomando algunos de los elementos que Peirano (2006) atribuye al ritual etnográfico, podemos especular que los centenarios –esperable también en los bicentenarios- son acontecimientos cuyo propósito y sentido es colectivo, con un cierto orden que los estructura y les otorga cierta estabilidad. La estructura ritual, en estos casos, es necesariamente complementaria a la idea conmemorativa que les subyace. Es en este punto, en que el centenario como conmemoración-ritual es un acontecimiento pleno de eficacia material, pero sobre todo simbólica. Los centenarios, como hemos visto, han sido eficaces para conformar y fortalecer los estados-nación, adherir a la sociedad a una identidad nacional, establecer e implementar una idea de proyecto en la cual se han subsumido y asimilado los

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diversos “trabajos de la imaginación” y las múltiples “capacidades de aspiración” (cfr. Appadurai 2005). Los centenarios fueron conmemoraciones y rituales, pero también ámbitos festivos. Como hemos señalado más arriba, retomando a Devoto, las calles de Buenos Aires fueron espacios de celebración festiva, solo que de fiestas estructuradas en base a esa identidad nacional –el himno, la bandera fueron símbolos que desde la nación se impusieron en las calles de la ciudad, procurando restringir la celebración a un pasado legitimado en la idea de nación construida-. Esta estructuración de los centenarios, parece debilitada respecto de lo que se espera conmemorar, festejar y celebrar en los bicentenarios. El “déficit de tradición de cara a la modernidad” parece cuajar en diferentes tipos de rituales y fiestas, claro que resignificadas en el contexto local/nacional en el que se han desarrollado. El ritual, festejo y devoción que en Cabo Verde realizan los habitantes de la isla de Santiago con relación a un santo, evento que fuera analizado por Filho (2005) da cuenta de los cambios en este sentido. Un ritual y un festejo legitimado por el poder local es redefinido a partir de la intromisión de nuevos símbolos, como banderas españolas y norteamericanas o de clubes deportivos que, en su trasnacionalidad, comienzan a formar parte del cortejo y la ofrenda al santo. La localidad y/o la nación dejan ser el único referente, introduciéndose referenciales y símbolos atinentes a otros lugares (naciones, ciudades) donde residen parientes, amigos y compatriotas que ya no están en el lugar de origen, sino en la diáspora, sin embargo, contribuyendo a la conformación de la “trasnación” (Yúdice) desde afuera y desde adentro con nuevos símbolos. En una perspectiva similar, Judith Butler (2009) refiere a la primavera del 2006 en California, particularmente en Los Ángeles, donde se produjo un movimiento de demandas y reivindicaciones por parte de migrantes mexicanos, residentes ilegales, a través del canto del himno nacional norteamericano en español junto con el himno mexicano. Esta baja eficacia de la simbología nacional es parte de la ambigüedad e incerteza con que hoy se piensa conmemorar el bicentenario. Al parecer, ni la idea de fiesta, como tampoco las de conmemoración y/o ritual con las que se produjo el centenario, pueden trasladarse miméticamente hacia el 2010 en nuestro país y en nuestra ciudad. Retomando a Filho, los centenarios se constituyeron en un nivel de significación de orden nacional y oficial. “En ese nivel de significación, los sentidos son vehiculizados por el simbolismo de los colores y por el establecimiento de una relación (arbitraria) entre los símbolos materiales que la constituyen y

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determinados acontecimientos de la historia de la unidad representada”. Y en lo que mas nos interesa, “Los eventos históricos escogidos son seleccionados por las instancias de poder que regulan, en ese plano, forma y sentido” (Op. cit.:8, n/traducción). El déficit contemporáneo de significación y emotividad oficial ligados a himnos, banderas, escudos, fiestas nacionales, se debe en buena medida a que el poder estatal está puesto en cuestión, pero también a que dichos símbolos, hoy, se constituyen en la mezcla compleja que solo los sujetos y grupos que se mueven permanentemente pueden desarrollar y comprender. Desde esta perspectiva, ¿como retrotraer el bicentenario a ese tipo de conmemoración, ritual y festejo? ¿Cómo recurrir a ese nivel de significación oficial cuando los ciudadanos se constituyen entre diferentes formas de ciudadanización y diferentes niveles de significación, ya no únicamente nacionales, sino sobre todo trasnacionales? Desde lo planteado, el problema no se reduce, como ya hemos dicho, a la existencia o no de fiestas, celebraciones, rituales, conmemoraciones. Esta cuestión permite entrever que el carácter “anti-festivo” endilgado a Buenos Aires, no tiene asidero en dicha presencia/ausencia, sino en qué fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales se visibilizan y cuales son invisibilizadas y por detrás de ello, que matriz de inclusión-exclusión social y cultural lleva a que ciertos sujetos y grupos sean negados en la esfera pública de sus manifestaciones colectivas y cuales, por el contrario, sean afirmados en su existencia pública-política. El centenario, en ese sentido, fue el espacio de condensación simbólicamente contundente para reflejar este modelo. En el centenario se combinaron todos aquellos elementos simbólicos que se venían constituyendo históricamente desde tiempos previos. Así, el centenario fue graficado a través de una trama y/o sistema de símbolos que, desde el poder, se constituyó como valorizador de un proyecto y no otro. Es desde ahí, en que nos preguntamos cómo y por qué la ciudad fue estereotipada como lugar “anti-festivo”. No obstante, esta reducción y generalización es comprensible a la luz de la conformación nacional, asimismo, de la celebración, no solo de nuestro centenario, sino incluso de otros centenarios latinoamericanos. Colón Llamas (2008) afirma respecto de la celebración de Bogotá que “…las fiestas públicas nos hacen indignos del rango de nación civilizada….el dominio de la fiesta, de la celebración, va a estar regido por las nociones de civilización y progreso. La dimensión social y simbólica de la fiesta se dilata o se contrae para incluir o excluir ciertas prácticas, o para regular el momento y el lugar que deben ocupar en la celebración”. Pues, entonces, no es que no hay celebración y/o

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fiesta, sino que casi homogéneamente, a lo largo y ancho de la conmemoración de los diferentes centenarios, éstos se constituyen en la lógica binaria asociada a la civilización-barbarie. El desarrollo contradictorio, entre su continuidad y su discontinuidad, asociado al Carnaval porteño, resulta prototípico en este sentido. El control y disciplinamiento social, moral y cultural que atraviesa los distintos momentos de la fiesta del carnaval y que se atribuye con cierta generalidad al “núcleo duro” civilizatorio7 a partir del cual la propia ciudad de Buenos Aires procura su modernización y progreso en tanto capital de la nación, se asienta en la visión de esta expresión cultural asociada a lo popular –asimilable a la barbarie localizada particularmente en el interior-, por ende al desborde con el cual ha solido conceptualizarse el carnaval y al acompañamiento que hizo del tránsito de lo “festivo” hacia lo “nofestivo” o hacia lo festivo controlado, en torno de un proyecto nacional del cual Buenos Aires participó fervientemente. La barbarie8 con que se caracteriza al carnaval en la etapa mencionada es asimilable a su carácter de “fiesta popular” desde el cual es ubicada en el espacio público, en la visión de un pueblo que por un lado se esencializa y homogeneiza, pero que por otro, se define desde lo excluido y periférico, en consecuencia como opuesto y en ocasiones resistente al orden y el poder “oficial” (cfr.Zubieta 2004). Dicha contradicción se visibiliza por un lado, en la cristalización de una Buenos Aires “no-festiva” que por su condición de ciudad, pero además de metrópoli civilizada no admite lo popular y los aspectos marginales que se asocian al mismo; por el otro, en la no inclusión del carnaval como símbolo de la nación moderna y sí del tango que aunque proveniente también del mundo intersticial al poder, es operado en su proceso de transformación a partir de su propio “primitivismo” que antes lo expulsó, operación que acontece hacia la década de 1920 y 1930, convirtiéndolo en un símbolo nacional (cfr. Garramuño 2007). El carnaval local no trasmutó como símbolo de la identidad nacional, sino como objeto controversial en lo que atañe en particular al de Buenos Aires. La virtud 7. Sobre este punto recomendamos: Lacarrieu, M. “Nuevas Políticas de Lugares: recorridos y fronteras entre la utopía y la crisis” en: Buenos Aires a la deriva. Transformaciones urbanas recientes, Max Welch Guerra (editor), Editorial Biblos, Buenos Aires, 2005. 8. Tal como se cita en el periódico El Argos de Buenos Aires de 1822: “Se acercan los días de carnaval en que la generalidad de los habitantes de esta ciudad se abandonan a una alegría que raya en el furor. Las personas más distinguidas entregadas a este juego, que llamaremos bárbaro, parecen haber perdido toda su razón y las vemos confundidas con la plebe más grosera…” (Molinari; s/f:193, el resaltado es nuestro).

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que los carnavaleros atribuyen al carnaval, ligada al desorden, la libertad, la fiesta y la apropiación del espacio público para la recreación de dichos aspectos constituiría en términos simbólicos un “defecto o debilidad” de cara a una nación y una ciudad estereotipada en el progreso y la necesidad de un orden que a veces parece inalcanzable. La reforma del carnaval en un contexto civilizatorio es asociado a un “proceso de disciplinacimiento cultural” (Alfaro 1998:15) materializado a partir de prohibiciones, censuras, reglamentaciones, edictos, una serie de normativas estrechamente vinculadas a la modernización que los autores suelen ubicar entre fines del siglo XIX y principios del XX, particularmente para Buenos Aires en la denominada “generación del ´80” (1880). Este punto de inflexión en el que se ubica el origen de ese proceso de control social sobre lo festivo, coincide con la “historia oficial” que se atribuye al carnaval porteño y que elude la etapa previa en la que no solo la fiesta de carnaval ya tenía lugar, sino incluso la sumatoria de discontinuidades sobre las cuales se fue constituyendo la misma. La institucionalización de ese origen legitimado en los últimos años por el poder público local autoriza un tipo de carnaval modelizado desde el “paradigma “civilizatorio” encarnado por…la “cuestión inmigrante” (Svampa 1994:132/3)9, la higienización, el progreso y la expansión urbana, ligado a la emergencia del barrio –instrumento de moralización ciudadano, componente crucial en la historia de la murga-. El año 1920 es la fecha legitimada a partir de la cual se establece un antes en el que el carnaval existía pero que, sin embargo, se niega por su barbarie, y un después a partir del cual el carnaval se civiliza junto con la etapa de cambios que tienen lugar en la ciudad. Para algunos autores el período de fines del siglo XIX debe ser considerado porque es a partir de ese momento en que se inicia ese proceso, pero como aún es el carnaval que transita por la tradición afro y que integra comparsas gauchescas, es la época en que debe ser enunciado como un pasado a superar en pos de un futuro que diluirá la barbarie de la fiesta. Como señala Porcel (2001:103) “desde tiempos del virreynato, los esclavos salían por las calles en época de carnaval al son de los tambores…”, y agrega: 9. La llegada de los inmigrantes europeos se constituyó en el proyecto por excelencia del modelo civilizatorio urbano. No obstante ello, cabe destacar que el inmigrante imaginado por la generación del ´80, no fue el europeo urbano ligado al motor de la civilización occidental. Sin embargo, aunque pobres y campesinos en su mayoría sirvieron a los fines de fijar una matriz que marcó un antes y un después para la evolución de la Buenos Aires moderna. En el mismo sentido, la historia de la fiesta del carnaval fue encuadrada en base a un registro selectivo de ciertos aspectos que hasta el día de hoy no solo son legitimados por el poder sino también por quienes la vivencian año tras año.

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“…y también desde aquella época, estas festividades populares molestaban a los sectores prestigiosos de la ciudad”. Y otros recrean el mito de origen en la época colonial, apelando a las tradiciones europeas, particularmente hispanas en dicha época, de modo tal de relegar el carácter afro que otros le atribuyen10, aspirando a reinventar la fiesta en base a sus preceptos de orden y control. Es así que la tensión afro-colonial se resuelve en la institucionalización de un hito clave para la conformación de la nación con el trasfondo de Buenos Aires: la cuestión migratoria europea de fines de siglo XIX y principios del XX como proyecto político, social y cultural. No solo es posible entonces, rastrear orígenes disímiles, sino también resaltar que el proceso de disciplinamiento ejercido por el poder es anterior a la denominada etapa civilizatoria y que por tanto, la prohibición encuentra antecedentes más allá y más atrás de fines de siglo XIX. El decreto de 1771 de autoría del Virrey Vértiz (gobernador de Buenos Aires) se dice es la primera restricción y prohibición. En aquel se censuraron los bailes que se desarrollaban al toque de los tambores con los cuales los negros se acompañaban en sus pasos por las calles de la ciudad. El control apelaba a sanciones de azotes y prisión y recluía los bailes a lugares cerrados. Llamativamente el poder que, como Vértiz reprimió los festejos, era afecto a festejar y jugar al carnaval, en consecuencia la iglesia era el brazo dictatorial que con sutileza orientaba los mecanismos de control. Desde esa fecha en adelante diferentes prohibiciones atribuibles al poder colonial y consecuentes permisos que en algunas ocasiones volvían a autorizar los festejos, como en 1830, marcaron la tendencia a la desaparición, al mismo tiempo que al resurgimiento. Es claro que en las prohibiciones y controles normativos del carnaval y en el festejo mismo es posible hacer una lectura de la realidad social de la época, pero también de la cristalización hacia futuro de esa realidad fundada en una matriz socio-económica con repercusiones en el campo de la cultura: la discriminación hacia la negritud, extendible a los indígenas, más tarde a los “cabecitas negra” – migrantes del interior que llegan a Buenos Aires a mediados del siglo XX- y migrantes de países limítrofes, efectivizada por la “gente honesta” que se dedica a otro tipo de diversiones, relega del espacio lúdico al carnaval de tinte popular, ofensivo hacia el poder y de descontrol inimaginable como expresión de la calle –al festejo de la mascarada y del disfraz, así como al paso de las comparsas, debe agregarse que a partir de 1810 la fiesta se hizo común para buena parte de la población de la ciudad quienes también jugaban con agua, 10. “Las murgas se apropiaron del carnaval porteño” en: Publimetro, viernes 16 de febrero de 2001, Buenos Aires, pp.10.

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huevos rellenos con cenizas, etc.-. El carnaval porteño es la representación desde sus orígenes de lo que esta sociedad no quiere ver ni saber de sí misma –o al menos de lo que el poder decide estigmatizar y negar-, representación social que se asume como crucial en la conformación urbana de Buenos Aires. Así las diferentes reglamentaciones represivas que se sucedieron entre el 1700 y hasta fines de siglo XIX apostaron a dar cuenta del carnaval como una supervivencia de la barbarie ajena al pueblo culto, como decía un afiche oficial de 1830 atribuído al ministro Tomás Guido, así como opuesto a la moral. La mayor prohibición de esa época aconteció con el gobierno de Juan Manuel de Rosas en 1844, pues la misma se extendió por una década y cuando ésta se levantó llegó la reglamentación con un registro de portadores de máscaras. Entre 1860 y 1880, el carnaval se produce entre cambios que admiten especializaciones propias de los sectores participantes: se vuelve callejero para los populares y escenario de tertulia y club para las elites. En 1889 se decía que “los carnavales [habían] muerto” y que solo el interés de algunos funcionarios “se preocupaba por resucitarlos” (García Rosada;1990:62). El “blanqueamiento” del carnaval en Buenos Aires inicia el proceso hacia el carácter civilizatorio del mismo. Los negros de a poco pierden protagonismo –aunque no sus tradiciones que perviven en algunas de las características del festejo-, mientras se incluyen las costumbres que los inmigrantes europeos comienzan a traer desde Europa. Y más allá de que el primer corso oficial ya había tenido lugar, es desde ese momento en que junto con los componentes europeizantes, el festejo contribuye a la recreación de una nueva matriz social que se vincula a la fiesta desde dos espacios diferenciados, con sobrevivencia hacia el futuro: los bailes societarios en lugares cerrados y los corsos callejeros11. La ecualización civilizatoria, entonces, se constituye en el tránsito de lo étnico -como principio de demarcación original- hacia lo barrial, como eje que hasta hoy atraviesa el modelo carnavalesco. Vinculado a esta cuestión, la aparición de la murga, conformada por grupos de muchachos socializados en las calles y esquinas barriales, contribuye a la licuación antedicha. La oficialización de un corso principal –generalmente organizado en la Avda. de Mayo, pero también en algunas ocasiones en la Avda. 9 de Julio y en Corrientes- y de un número importante de corsos barriales promueve la organización del festejo, un orden que de cara al Centenario de 1910 es extremadamente visible. 11. Cfr. Devoto, Fernando (2001) “Chau Carnaval” en: Clarín, Suplemento Zona, Domingo 18 de febrero de 2001, Buenos Aires.

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Reapropiarnos del carnaval en su desenvolvimiento contradictorio, permite entrever que la “cultura popular” asociada a fiestas, celebraciones y/o rituales ejecutadas en las calles de la ciudad, observadas como espacios del “salvajismo y la barbarie”, debió ser negada en su máxima expresión o bien transformada en base a cierta representación de lo “civilizatorio”. Representación asimilable al proyecto nacional, a las elites y clases medias, e incluso a las ciudades que sobre principios del siglo XX se preparaban para la celebración del centenario. Las fiestas y celebraciones se volvieron un paradigma de esa matriz de inclusiónexclusión social y cultural que hemos mencionado previamente. La relegación de carnavales, candombes y rituales populares y la emergencia de fiestas cívicas y militares, de rituales patrióticos, procesiones católicas y exhibiciones celebratorias ligadas a las transformaciones urbanas, no solo son la manifestación de un proyecto de país, sino también de qué sociedad aspiramos legitimar y por ende visibilizar –los negros e indios son negados en su presencia, pero también quienes sumidos en la “cultura popular” no responden a los preceptos del mundo civilizado-. En este sentido, las fiestas, celebraciones y rituales fueron y son instrumentos pedagógicos y moralizantes, sobre el período del centenario, respecto de la generación de espacios purificadores de la ciudadanía, desde los cuales se especuló el desprendimiento de un sentido orgullo patriótico. Como lo señala Colón Llamas para el caso de Bogotá, uno de los componentes centrales del centenario fue “la exhibición del progreso material” que no era otra cosa que “la exhibición del grado de civilización”. Es por ello que los monumentos históricos y las obras públicas, fueron vehículos del sentido civilizatorio y parámetros de un “umbral civilizatorio” –los festejos, conmemoraciones y rituales devenían, entonces, ámbitos que necesariamente debían constituirse en representaciones materializadas y jugadas en torno de dichas obras modernas y “agentes de civilización”-. El autor observa el lugar anómalo o, podríamos aventurar, también patológico, en que se ubicó la “fiesta popular”. Las fiestas, celebraciones y rituales que supieron tener un lugar central en el espacio urbano de los primeros tiempos, irá desapareciendo o transformándose hacia los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Quitar la fiesta y la celebración popular del centro de la ciudad, como dice Colon Llamas, fue profundizar procesos de segregación espaciales –pues como se visualiza en Buenos Aires, los negros fueron corridos a salones, los carnavales reciclados en función de los gustos más distinguidos y la murga se creó como ámbito de socialización barrial mucho más

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controlable, la religiosidad popular desplazada por las celebraciones religiosas traídas del Viejo Continente y asociadas a la religión oficial, otras fiestas recluidas al espacio del conventillo y del inmigrante-, llevando las prácticas culturales consideradas indeseables, junto a los productores de las mismas hacia la periferia urbana, o en todo caso, hacia las vecindades pobres aún en el centro. En el mismo sentido, el dominio de la fiesta fue el de la “sacralización” rindiendo culto a la patria, al progreso y la modernidad. La devaluación de las fiestas, celebraciones, rituales constituídas en su diversidad y en torno de lo popular, contribuyó en la reevaluación de la conmemoración centenaria, espacio de representación y subsunción de lo “celebratorio y festivo oficial”. Dicha reelaboración de lo festivo en el ámbito de esta ciudad, fue el resultado de un campo de disputas simbólicas en el que se legitimó y hegemonizó una forma de celebrar y conmemorar. Ante la llegada del Bicentenario, la reemergencia de la “cultura expresiva urbana” (Cruces) y del interculturalismo festivo, ofrece un nuevo espacio de disputa no solo al ámbito de lo festivo oficial, sino también al proyecto nacional y urbano consolidado. Las fiestas, celebraciones y rituales antes relegados y/o negados, hoy renacen y toman cuenta del espacio público, colocando en escena otros sujetos, otros grupos sociales y nuevas condiciones en la construcción de las alteridades. Como señala Rita Segato, la nación fue el resultado de “alteridades históricas” constituidas en base a un “otro generalizado” hacia el que convergieron las diferencias inaceptables. Pero dichas alteridades han entrado en crisis ante la emergencia de nuevos y viejos particularismos que con sus producciones y expresiones culturales toman cuerpo y se visibilizan. En este sentido, el Bicentenario no parece ser ese espacio conmemorativo desde el cual pueda continuarse aquel proyecto, ni tampoco desde el que podamos relegitimar algunos sujetos y grupos en desmedro de otros. A modo de epílogo: las fiestas, celebraciones y rituales también pueden ayudar en la reflexión sobre el Bicentenario Por razones tal vez poco claras o casi desconocidas, nuestra ciudad se ha conformado como escapándole a la “cultura expresiva urbana”. La ciudad fue el fruto de múltiples “arreglos visuales” en los que su imagen se produjo en la distancia máxima de toda expresión cultural que retrotrajera diversidades culturales no deseadas.

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Como ha dicho Delgado las fiestas, celebraciones y rituales pueden ser parte de “la ritualización del espacio-territorio…consecuencia de un proyecto político de construcción identitaria, que también busca conformarse en fuente de recursos simbólicos cohesionadores” (1998:116). No obstante, por el camino opuesto, lo festivo y celebratorio, o más bien su negación también puede ser parte de la traducción de un proyecto ideológico con fuertes consecuencias sobre lo social, lo político y hasta lo económico y con incidencia sobre lo que queremos ser y como queremos mostrarnos. De este modo, cuando imaginamos realizar el Atlas de Fiestas, Celebraciones, Conmemoraciones y Rituales de la Ciudad de Buenos Aires, nos sorprendimos a nosotros mismos intentando abocarnos a un relevamiento de expresiones culturales que habíamos naturalizado ajenas a Buenos Aires, mas bien próximas a los pueblos y gentes del interior del país. Nuestro aparente carácter “antifestivo” había cristalizado, a nuestro entender, en el espacio y tiempo de lo cotidiano, dejando para el espacio y tiempo de lo extraordinario solo algunos espacios festivos vinculados a los grupos y sujetos que alguna vez llegaron a Buenos Aires pero que no son “porteños” de aparente autenticidad. Así, nuevas preguntas surgieron intentando dar respuesta al lugar no privilegiado en que lo festivo y celebratorio se constituyó en la Buenos Aires del pasado, con fuertes implicancias sobre la Buenos Aires del presente. Nuevos interrogantes que atravesaron el inicio de este relevamiento y registro y que muy por el contrario a lo previsto comenzaba a iluminar espacios y tiempos de la fiesta, provocando asombros e impresiones sobre nuestras propias miradas, interrogándonos sobre el sentido de la ausencia y la presencia de lo festivo. Al momento de iniciar el relevamiento y registro de las fiestas, conmemoraciones, celebraciones y rituales de la ciudad de Buenos Aires, sólo contábamos con un preconcepto y estereotipo fuertemente expandido y naturalizado en la sociedad porteña: una ciudad gris poco afín a la alegría de la fiesta, al carácter místico de ciertos rituales, distante de las “culturas populares” que suelen poner en escena celebraciones de distinto tenor. Buenos Aires era y es la ciudad del progreso, civilizada y “culta” en su sentido más ilustre, escenario de “crisol de razas” y de ocultamiento de las diferencias no convenientes a pesar de la resistencia y sobrevivencia de múltiples expresiones culturales.

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Así ¿cómo entender la aparente desapropiación de estas expresiones culturales por parte de los ciudadanos en el contexto actual de potentes apropiaciones del espacio público, mediadas por el sentido de la fiesta, la celebración, la conmemoración y/o el ritual? ¿Cómo interpretar la contradicción y/o brecha instalada entre la imagen familiarizada de lo no-festivo y las prácticas sociales recurrentes sobre la ejecución de estas expresiones? ¿Qué lugar cabe al estado y el poder que de él se deriva en la impostación de ciertas manifestaciones y en el ocultamiento de otras y de los grupos involucrados con ellas? ¿Qué continuidades y discontinuidades, rupturas, fisuras y quiebres se han producido en el sentido de construcción operado desde lo festivo y/o conmemorativo en la conformación de la ciudad de Buenos Aires? La presencia contundente de las mismas se visibilizó a través del Atlas de fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales de la ciudad de Buenos Aires, relativizando el “sentido común” de los comienzos. La desestabilización del preconcepto, sumado a la necesidad de asumir la inestabilidad propia de las prácticas celebratorias, sólo comprensible en el contexto de producción histórica de cada grupo y de la relación de éste con la sociedad en su conjunto, nos llevó a preguntarnos y repreguntarnos por los procesos de conformación histórica en que se construyó el vínculo entre dichas expresiones culturales y la ciudad y sociedad de Buenos Aires. Entendimos que lo festivo, lo celebratorio y lo ritualístico eran capaces de mostrarnos y demostrarnos, así como de hablarnos y relatarnos las diferentes y desiguales formas de apropiación del mundo socio-politico y cultural elaboradas y desarrolladas desde el poder y desde la ciudadanía. Apropiándose y disputando el control que habían ejercido sobre lo festivo, los grupos de elite, más tarde, el estado, la ciudadanía apeló a estos espacios lúdicos, no por ello no conflictivos, con objetivos de construcción de sí mismos, de elaboración de sus identidades y ejercicios de aprehensión del sentido social y político. ¿Por qué procesos de conformación históricos afines pueden ejercer influencias o provocar desenlaces tan diferenciados más allá de las fronteras de países o ciudades? La barbarie y la civilización que atravesaron ciertos períodos de conformación de nuestra ciudad, permiten en parte, pero solo en parte, entender que lo festivo eminentemente popular, estrechamente ligado a lo afro, no obstante ello, mezclado con y apropiado por los españoles, más tardíamente por las nuevas migraciones europeas, fue puesto del lado de lo bárbaro y lo salvaje

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y que dicha concepción no solo fue una perspectiva dominante en Buenos Aires, sino también en la Montevideo de la misma época visión reflejada en la dinámica que tuvo el carnaval como festejo profundamente asociado a la cultura popular de la región, y como observamos, también en Bogotá,. Pero al mismo tiempo, resulta sorprendente que las contribuciones indias y negras del Brasil confluyeron en una mezcla ecualizada con lo portugués dando lugar al carácter festivo por excelencia de este país y diferenciándose en este sentido de otros lugares de la región como nuestra ciudad. Es por ello que hemos concebido el Atlas no solo como un registro sincrónico asociado al presente de la vida contemporánea –pues este presente sería incomprensible si no rastreáramos los procesos que dieron lugar al mismo-. La perspectiva procesual permite superar el “congelamiento” fotográfico de las expresiones y comprometer en el registro una visión asociada a la continuidad histórica de las manifestaciones –los procesos de apropiación, trasmisión conflictiva y transformación social de saberes y prácticas que mantienen vigencia en el presente para los sujetos que los poseen y despliegan, ya sea a través de las prácticas como de las representaciones–. No sólo dar cuenta del recorrido que involucra múltiples y diversas celebraciones desde la época colonial hasta el presente, sino también el iluminar las continuidades y discontinuidades a partir de las cuales fueron invisibilizadas algunas de ellas en ciertos períodos de la historia, simultáneamente en que se visibilizaron otras. Asimismo, articular el contexto socio-político de cada época con las luces y sombras con las cuales se contornearon las celebraciones a fin de dar sentido y elaborar identidades acordes a proyectos políticos y sociales. Lo festivo y lo celebratorio creemos que son puente, traducción, mediación, pero también conflicto, entre diferentes grupos y culturas. Asimismo, consideramos que es expresión vívida de nuestros valores, creencias y de los sentidos que hemos querido dar a nuestra sociedad. Retomando a Appadurai, creemos que desde lo festivo es posible entender nuestros procesos de selección asociados a la memoria social y política, al mismo tiempo que poner en juego nuestros “trabajos de la imaginación” y nuestras “capacidades de aspiración”. En este sentido, el espacio de la fiesta, la conmemoración y el ritual pueden ser espacios para el debate y el proyecto, para el consenso, disenso y el deseo. De cara al Bicentenario, no solo el Atlas conforma un corpus sumamente rico respecto de las fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales del presente,

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sino que también se constituye en el “archivo” (por llamarlo de algún modo) que desde la contemporaneidad nos permite leer el futuro: con ello las aspiraciones, proyectos y deseos que definen a los diferentes grupos sociales que se apropian de esta ciudad en torno de lo festivo. Sin embargo, creemos que sin reaprender y asumir el pasado no podemos dar cuenta del futuro. Los entornos de 1810, y del centenario (1910) son hitos emblemáticos que a nuestro entender condensan la trama simbólica relativa a lo celebratorio y festivo. Por el lado inverso, es también desde lo festivo y celebratorio en que podemos rastrear las huellas densas de esos momentos. Es en el contexto de estos puntos de inflexión temporales que podremos comprender las razones de “lo oficial” y de “lo popular”, así como las tensiones en que ambos campos de la celebración se elaboraron y con las mismas podremos reinterpretar las matrices de inclusión y exclusión a que dieron lugar (por poner solo algún ejemplo, las conmemoraciones patrióticas enaltecidas, el carnaval discontinuadamente prohibido, lo afro censurado y sancionado en sus expresiones públicas). Y es desde los mismos en que consideramos es posible también leer e interpretar los modelos y representaciones sociales, políticos y culturales que desde el pasado hacia el presente, dan lugar a las elaboraciones para construir el Bicentenario, o mas bien los bicentenarios, entre ellos el de Buenos Aires. Bibliografía citada - AMARAL, Rita (1998). Festa a Brasileira. Sentidos do festejar no país que “não é sério”. Tese de Doutorado. Depto de Antropologia da Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo. - APPADURAI, Arjun (2005). “Memoria, archivo y aspiraciones” en: Construir Bicentenarios: Argentina, Margarita Gutman (editora), Caras y Caretas, The New Scholl, Buenos Aires. - BUTLER, Judith, Spivak, G. (2009). ¿Quién le canta al estado-nación? Lenguaje, política, pertenencia, Paidós, Buenos Aires.Colon Llamas, Luis (2008). “Representar la nación en el espacio urbano: Bogotá y los festejos del centenario de la independencia”, Artículo presentado a la Convocatoria Internacional, Construir Bicentenarios Latinoamericanos, OLA The New School / FADU UBA. - DELGADO RUIZ, Manuel (1998) “Las estrategias de memoria y olvido en la construcción de la identidad urbana: el caso de Barcelona”, en: Ciudad y Cultura. Memoria, Identidad y Comunicación, Colombia. - DEVOTO, Fernando (2008). “Centenarios y Bicentenarios” en: 200 ARGENTINA - 54 -

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1810, viejas y nuevas tradiciones: expresiones culturales en transición y la ritualidad patriótica en el proceso de construcción del nosotros Lic. Leticia Maronese

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Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010

1810, viejas y nuevas tradiciones: expresiones culturales en transición y la ritualidad patriótica en el proceso de construcción del nosotros Lic. Leticia Maronese1

Introducción Este artículo retoma mi texto del Atlas de Patrimonio Inmaterial acerca del proceso de conformación histórico de las fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales, centrándolo en los comienzos del siglo XIX.2 En ese contexto histórico, estos tipos de expresiones culturales conllevan una definición o expresan una sociabilidad, que dista de ser la actual. Las funciones sociales que cumplían las tertulias o el teatro en 1810 no son iguales a las actuales, del mismo modo que existen celebraciones de la posmodernidad que eran inimaginables hace décadas, como performances de maratones, festivales, etc. Esto también remite a los usos del tiempo libre, muy distintos en una sociedad basada en el trabajo esclavo o en determinados espacios de socialización marcados por el contexto físico y el desarrollo de las fuerzas productivas. 1. Lic. en Sociología, UBA. Secretaria General de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad, desde el año 2000 a la actualidad. Asesora de la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Vicepresidenta de la Comisión Directiva de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires –Federación-. Presidenta de la Junta de Estudios Históricos de Monte Castro. 2. Para la conceptualización de los términos de las expresiones culturales englobadas en los conceptos de fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales, consultar la página web de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Cultural, en el sitio www.buenosaires.gov.ar del área cultura. Allí se encuentra un apéndice teórico – metodológico.

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Por ello se realizará un paneo de las fiestas, celebraciones, conmemoraciones y rituales del Antiguo Régimen3 y sus continuaciones o modificaciones en la etapa revolucionaria, pero acentuaré el análisis en aquellas que conforman una nueva ritualidad de características patriotas, o que prefiguran el lento parir de una nueva nacionalidad que aparece poco clara hasta bastante después de la segunda mitad del siglo. Para ello es de utilidad el marco teórico que proporciona el concepto de tradición inventada, que popularizó Eric Hobsbawm (Hobsbawn y Ranger, 2002), aplicable a procesos históricos inmersos en rápidos cambios socio políticos. Sus autores así lo utilizan para analizar pueblos sin estado, países que buscan su legitimidad o en proceso de descolonización. El concepto de tradiciones inventadas es y ha sido muy usado para comprender también las creencias, ritos, y prácticas que ayudaron a conformar los estados nacionales, especialmente aquellos englobados en la definición de rituales patrióticos.4 Para los historiadores británicos mencionados “la ‘tradición inventada’ implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado”. No todas las tradiciones inventadas tuvieron o tienen éxito. Obviamente siempre se analizan aquellas que lo han tenido dado que son las que forjaron la patria o la nacionalidad, y que han permitido un vínculo con el pasado histórico que tiene la particularidad de ser en gran medida ficticio, estas tradiciones son fuertemente ideológicas y poseen un fuerte poder simbólico. Estos autores han discriminados tres tipos de tradiciones inventadas

 las que establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia al grupo, 3. Tradicionalmente se denomina de este modo a la modalidad de estado previa a la Revolución Francesa, en el cual la soberanía reside en el monarca que funda a su pueblo. Luego de la revolución, la soberanía emana del pueblo. 4. Idem anterior.

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 las que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad  las que tienen como principal objetivo la socialización, el inculcar creencias, sistemas de valores o convenciones relacionadas con el comportamiento.

Rápidamente es posible advertir, y se analizará en este artículo, que es casi imposible discernir entre cada uno de estos tipos, en el proceso de independencia de nuestros pueblos, pues se presentan mezclados, tanto en el proceso independentista, como en el de la formación del estado nacional o la ardua tarea de convertir a los millones de extranjeros de la época de la Gran Inmigración en ciudadanos argentinos, proceso en el cual la escuela pública cumplió un papel fundamental. Paralelo a este proceso, una nueva disciplina histórica se suma legitimándolo. La remisión a Bartolomé Mitre en nuestro país es un caso paradigmático. Las estrategias son variadas, pasan por creación de escudos, himnos, banderas, rituales establecidos con distintos niveles de rigidez, músicas, danzas, leyendas, mitos que recrean un nuevo folclore, ceremonias públicas y días festivos, estandarizaciones de textos y disposiciones legales, erección de monumentos conmemorativos, creación de una galería autorizada de héroes patrios y situaciones gloriosas, liturgias escolares, entre otros dispositivos simbólicos, sin olvidar el papel que tiene la conformación de una historia nacional naturalizando ese devenir, como ya se ha mencionado. Estas tradiciones cumplieron en nuestros países la tarea de reemplazar las que provenían del viejo orden colonial hispano y del proceso de secularización de nuestras sociedades, marcado por la decadencia en el poder de la Iglesia colonial. Como todo proceso histórico, no es lineal, va mezclando lo viejo con lo nuevo, a la manera que lo analiza Tulio Haperín Donghi (1976), con respecto al paseo del Pendón Real. Sin embargo, y Hosbawm lo aclara, no se trata de una manipulación lisa y llana, la nueva religión laica se establece cuando existen condiciones objetivas para ello y porque es necesaria para la cohesión de determinado colectivo social, sino no tendrían éxito. De hecho se instalan de manera diferencial en zonas de una misma nación, como se verá más adelante en algunas comparaciones entre Buenos Aires y el interior o, específicamente, comparando a los porteños con los habitantes del noroeste de la actual Argentina.

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Juan Carlos Garavaglia analiza el papel de la fiesta en la creación de una nación identitaria, y nos dice “una Nación identitaria que no podía estar basada sólo en la lengua, ni en una fe religiosa compartida, ni en un pasado ibérico común, porque estos atributos no eran (…) un patrimonio exclusivo rioplatense”. Toma a las fiestas mayas como una creación colectiva de invención de una comunidad imaginada: “la nación moderna como ‘comunidad imaginada’ es el fruto de un proceso colectivo de invención y esto no tiene nada que ver con los conceptos de ‘verdad’ o ‘mentira’, inventar no es mentir sino crear. Las naciones no son ‘mentiras’, como tampoco ‘verdades’, son creaciones colectivas”5 El término nación como comunidad imaginada, remite necesariamente a Benedict Anderson (Anderson, 1993), texto obligado para comprender el surgimiento de las naciones hacia fines del siglo XVIII y, en nuestro caso, su lento proceso de conformación desde la Revolución de Mayo. La mayoría de los historiadores actuales han recogido este marco teórico en los últimos años y en los debates que introducen los bicentenarios de independencia de los actuales países latinoamericanos, buscando una comprensión más fina de lo que se tenía por patria, nación o argentina, en esa época y en contraposición a las teorías de la existencia de una nación preexistente. 6 Es por ello que en el título de esta nota preferí la alusión a un nosotros, por encima de los anteriores conceptos (o artefactos en términos de Anderson) y sin definir quienes son nosotros, porque como señala Waldo Ansaldi (1988): “Hay conciencia estamental, hay conciencia comarcal, provincial, pero cuesta encontrar una conciencia de nación que se extienda por el conjunto del espacio geográfico-social que aspira a definirse en nuevos términos. No es posible encontrar procedimientos creadores de una comunidad que identifique el territorio que ocupa con la nación argentina” José Carlos Chiaramonte –en varios textos- previene que en 1810 y años sucesivos no existían ni las naciones ni las nacionalidades actuales y que estas fueron producto -y no causa- del proceso independentista. Existían ciudades con 5. GARAVAGLIA, Juan Carlos, “A la nación por la fiesta: las Fiestas Mayas en el origen de la nación en El Plata”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Tercera serie, núm. 22, 2º semestre de 2000. 6. Me refiero a las interpretaciones históricas de Bartolomé Mitre, muy funcional a un momento y lugar histórico desde los cuales escribía y a otros historiadores continuadores de esa línea como José Luis Romero y Ricardo Levene. En cambio, tanto Halperín Donghi, como Garavaglia o Chiaramonte, analizan un proceso histórico que termina en la formación de la nación argentina y consideran que los conceptos de patria, nación o argentina, tienen connotaciones muy distintas en 1810.

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ayuntamientos, que se constituyeron en provincias mucho más tarde. Pensar la realidad de ese momento en términos actuales resulta, para este historiador, un anacronismo, los proyectos de organización no se basaban en sentimientos de identidad sino en pautas contractuales propias del racionalismo ilustrado, donde el fundamento de ideas y prácticas nacía del derecho natural y de gentes 7. Por ello: “… las llamadas provincias argentinas no fueron ni provincias - en el sentido actual del término- ni argentinas. Sino que eran o pretendieron ser, estados independientes con voluntad, la mayoría de ellas, de unirse en forma de confederación (…) por otra parte el vocablo ‘argentina’ era entonces sinónimo de Buenos Aires y sólo muy tardíamente adquirió su actual significación”.8 Como se verá más adelante, hay tradiciones que se han perdido, tradiciones antiquísimas que continúan (como el anacrónico Te Deum) y tradiciones inventadas que conformaron el artefacto cultural de la nacionalidad. Por último, cabe señalar que no toda tradición inventada tiene éxito, o lo tiene por poco tiempo. Se expondrá en este artículo diversas manifestaciones en pos de reivindicar el pasado indígena, entre ellas se encuentra la celebración en las ruinas de Tiawuanacu de la Revolución de Mayo por parte de Juan José Castelli. Las apelaciones a ese pasado previo a la conquista no durarán mucho tiempo. Señalando esta circunstancia, Silvia Sigal nos dirá que “No toda ‘invención de una tradición’ es exitosa. En 1823 la Sociedad Literaria propondrá un concurso sobre los pueblos indígenas, preguntándose: ‘¿se han de tratar como naciones separadas, o han de ser reconocidos como enemigos a quienes es preciso destruir?’. El diseño de la filiación autóctona era en todo tributario de la oposición a España y tenía, por eso, muy escasas posibilidades de perdurar” 9 La vida social y festiva en la Buenos Aires colonial Existen descripciones de la vida a fines de la Colonia y de las primeras décadas del siglo XIX que brindan un panorama, con distintos niveles de profundidad, sobre el acontecer cotidiano, el uso del tiempo libre, la sociabilidad vecinal, etc., en Buenos Aires y alrededores. Se pueden consultar los textos de José Torre 7. CHIARAMONTE, J.C. “Fundamentos iusnaturalistas de los movimientos de independencia”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Tercera serie, núm. 22, 2º semestre de 2000 8. CHIARAMONTE, J.C. “Cuando la Nación no tenía mapa”. Revista Ñ, 21-05-2005. 9. SIGAL, Silvia, La Plaza de Mayo, una crónica, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, S.A., 2006

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Revello; José Antonio Pillado; José Antonio Wilde; Vicente Rossi; Rómulo Zabala y Enrique de Gandía; José Luis Busaniche, entre otros. Sobresalen los escritos de los viajeros extranjeros, con su mirada ajena, que nos permiten inferir cultura del observador y los contrastes. Entre ellos podemos citar a Alejandro Gillespie; a un autor que firmó sus vivencias como Un Inglés; a William Mac Cann, tal vez el más interesante, dado que recorrió varias provincias durante la época de Juan Manuel de Rosas, incorporando también su mirada sobre la cultura de los pueblos originarios.10 Desde el momento mismo de su fundación, en 1580, las fiestas tuvieron gran importancia en la vida cotidiana. Los festejos que tenían preponderancia estaban ligados a la liturgia religiosa. Se destacaban, entre otras, la fiesta de San Martín de Tours, Santo Patrono de la ciudad; la procesión del día de Corpus Christi; las fiestas de Semana Santa y Navidad, y las fogatas de San Juan, San Pedro y San Pablo. Había, además, fiestas civiles, que en algún punto se asemejaban a las religiosas por la importancia del catolicismo en la vida cotidiana, ya que como señala Roberto Di Stéfano (2004) la Iglesia o mejor dicho, su clero, no tenía una esfera propia de actuación, por su inserción en la vida de cada familia (española o criolla blanca). Existía un mandato no escrito por el cual se entregaba a la Iglesia al hijo primogénito. En 1680 se celebró el primer centenario de la ciudad con luminarias en las puertas del Cabildo y en las casas de los vecinos. También se realizaban ceremonias más generales, como por ejemplo la recepción de un Gobernador, la Jura Real de un nuevo Rey o el nacimiento de algún príncipe, porque los acontecimientos que se producían en la Metrópoli, si bien con retraso, tenían su reflejo en la Ciudad. En el siglo XVIII se aumentaron los festejos acompañando el crecimiento de la ciudad, que en 1776 se convirtió en capital del Virreinato del Río de la Plata. Las ceremonias oficiales alcanzaron entonces mayor boato y concurrencia, sumándoseles algunas nuevas que tenían que ver con la flamante condición de la ciudad, tal el caso de la creación del Protomedicato y el Colegio de San Carlos. 10. El libro de William Mac Cann, llegado al país en 1842, excede el tiempo histórico que estamos analizando, pero proporciona una mirada –por cierto prejuiciosa y discriminatoria- sobre zonas alejadas, pueblos pequeños y la vida de los indígenas.

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En este siglo también se popularizó el festejo del Carnaval. Fue el Gobernador Juan José de Vértiz y Salcedo quien en 1771 implantó los bailes carnavalescos en locales cerrados. De esta manera oficializó y reglamentó la fiesta, autorizando incluso las máscaras. En ella participaban todos los sectores populares, lo que no era del todo aceptado por los denominados vecinos principales. Hasta la Revolución de Mayo, las fiestas porteñas estuvieron estrechamente relacionadas con el Antiguo Régimen y el orden social tradicional. Las casas particulares de los vecinos más destacados se caracterizaban por ofrecer fiestas asiduamente, costumbre que se acentuó en el siglo siguiente.   El festejo de San Martín de Tours, que se realizaba el 11 de noviembre de cada año, fue el más importante de la vida colonial. El Pendón Real, llevado por el Alférez Real, se paseaba por las calles de Buenos Aires. La comitiva de ediles y gente principal salía del Cabildo en cabalgaduras adornadas con lujosos aperos rumbo al Fuerte, donde se les incorporaba el resto de los funcionarios coloniales, de allí se partía a la casa del Alférez Real que los esperaba con el Pendón. Allí se iniciaba la marcha a la Catedral que era acompañada por todos los vecinos. Luego de los oficios religiosos y por la tarde, tenía lugar la procesión del santo. Las expresiones festivas populares en la Plaza Mayo duraban varios días, con representación de comedias, corridas de toros, y un sinnúmero de diversiones. Las gracias a San Martín de Tours fueron muy importantes en ocasión de las celebraciones de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, sin duda también acicateadas por el hecho de que la mayoría de los invasores eran protestantes. También marchó el Estandarte Real en las procesiones. Serían los últimos años de este ritual, ya que desaparece en noviembre de 1911, por expresa disposición de el Primer Triunvirato.11   La proclamación de Fernando VI en 1747 fue celebrada en Buenos Aires con gran pompa y por varios días. La Plaza Mayor se engalanaba y en su escenario tenían lugar actividades institucionales a cargo de funcionarios, como así también 11. TORRE REVELLO describe de esta manera al Estandarte Real: “Era de damasco rojo carmesí y se guarnecía de flecos dorados; se adhería al asta por medio de un travesaño atado con cordones trenzados con los colores rojo y amarillo que rematan en pesadas borlas con largos flecos. Por un lado ostentaba bordad, el escudo de la ciudad … o en su defecto el escudo real y, por parte contraria, lucía la imagen de la Virgen María como ocurría en el de Buenos Aires …” (Tomado de Vanzini, 2008).

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conciertos y representación de obras teatrales. La Catedral era el ámbito de celebración de los Tedeums. Había desfile de carros, entre los que sobresalía el Carro Triunfal, en el cual un infante representaba a la figura del Rey. La fiesta popular seguía con corridas de toros, de caballos y juegos de sortija. También la Real Fortaleza fue escenario de las fiestas en las cuales el teatro era el divertimiento más importante. Rómulo Zabala y Enrique de Gandía (1980), señalan que las asunciones reales eran un verdadero carnaval y si bien la población lloraba la muerte de los reyes, por otro lado esperaban alborozados la posibilidad de festejar al sucesor. La proclamación en 1808 del Rey Fernando VII rivalizó con la anterior. Mayor cantidad de iluminación y la presencia del Cuerpo de Patricios. La reciente lucha contra los invasores ingleses, le dio una particularidad especial.   Las corridas de toros fueron el principal espectáculo deportivo de características festivas que tuvo lugar en la Ciudad desde comienzos del Siglo XVII. Las hubo en la actual Plaza de Mayo, en el Hueco de Monserrat y, desde 1801, en Retiro, donde se construyó una importante Plaza de Toros. Reunía a todas las clases sociales, desde las populares a los pocos miembros de la élite y los funcionarios coloniales. Sin embargo fue decayendo en virtud de los ideales de la Ilustración que se consolidaron después de la Revolución de Mayo, como se comentará más adelante. Otro de los espectáculos que fue desapareciendo en Buenos Aires con el tiempo, fue la riña de gallos. José Antonio Pillado opina que rara era la casa suburbana que no tuviera algún gallo debidamente cuidado y adiestrado con el mayor esmero: “El gusto por esta diversión alcanzaba aún a las clases superiores y algunos señorones de casacón bordado y medias de seda, graves doctores ó jóvenes despreocupados, comprometían fuertes apuestas en pro de los más acreditados campeones del reñidero (…) La Iglesia, que por aquellos tiempos remotos encontraba en todo motivo de pecado, había fulminado sus excomuniones contra los bailes y contra los teatros, contra las representaciones y las máscaras; pero no sabemos que lo hiciera contra los reñideros, tal vez porque consideraba aquello como un inocente pasatiempo de almas cándidas, o porque la protección a las aves destinadas a la cazuela no estaba señalada en ningún código”. 12 12.PILLADO, José Antonio, “Los bailes, los corrales de comedias, otros entretenimientos en Buenos Aires (1752.1808), en Mayo, su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, H. Concejo Deliberante, 1960.

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En las pulperías se desarrollaba en gran parte la socialización de las clases populares en la época colonial y durante el siglo XVIII. Así como la iglesia era el ámbito por excelencia de la mujer, la pulpería lo fue para los hombres. Allí se desarrollan fundamentalmente juegos de destreza cuyo arraigo continúa en la actualidad: el pato, la carrera de sortija, las carreras cuadreras (de una cuadra de longitud), o el sapo. A comienzos del siglo XVII, cuando ya existían en la Ciudad unas 300 –lo que da una idea de su importancia-, se reglamenta su funcionamiento. También eran comunes sobre los caminos que se alejaban de la Ciudad y en las incipientes poblaciones de la campaña y que hoy forman parte de Buenos Aires. Las pulperías cumplieron en el país social, política y económicamente, una función extraordinaria y, por ese motivo, hasta se las definió como mojón civilizador. Las fiestas implicaban baile y música. El instrumento más común era la guitarra (de influencia española), a veces se incorporaban los bombos (de influencia indígena). Cuando había negros se tocaban tamboriles y cajas. La fiesta del carnaval tenía mucho arraigo en el Buenos Aires colonial. Sin fecha cierta de nacimiento, los candombes negros se rastrean en documentos a partir de la década de 1760. Vistos con peligrosidad por las autoridades, al mismo tiempo se los consideraba una forma de desahogo necesario para los esclavos. Estas visiones políticas del poder colonial dieron origen a distintas reglamentaciones que aparecen a partir de 176613. Según estos datos, los bailes de fin de semana podían llegar a contar con hasta dos mil participantes. Se realizaban en locales cerrados o al aire libre, en sitios que se denominaban canchas, recogiendo una voz de origen quechua. Su popularización se dio durante el siglo XVIII. Su importancia es denotada por la necesidad de reglamentaciones a las cuales acudieron las autoridades de la aldea. En 1771, el Gobernador Juan José de Vértiz y Salcedo, estableció que los bailes carnavalescos se realizaran en locales cerrados. De esta manera oficializó la fiesta, autorizando incluso las máscaras. En época del Virrey Avilés se prohibió arrojar “agua, huevos, harina ni otra cosa alguna so pena de multa o de trabajar en el empedrado, con el principal propósito de que las personas de respeto 13. REID ANDREWS, George, Los afroargentino de Buenos Aires, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1989.

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pudieran concurrir con tranquilidad a las corridas de toros que se realizaban en esos días”.14. Es decir, las corridas de toros, luego prohibidas para siempre en Argentina, gozaban de mayor legitimidad. Después de la Revolución de Mayo el carnaval siguió siendo la fiesta por excelencia en una sociedad dominada enteramente por la liturgia religiosa (Maronese, 2008). El teatro también tiene su importancia. Hacia mediados del Siglo XVIII la actividad dramática en Buenos Aires alcanza un desarrollo importante y despierta el interés de empresarios –que ven en ella una posibilidad de lucro- y de los funcionarios, que descubren su función cultural. Contemporáneamente aparecen los primeros cronistas de espectáculos en el marco del incipiente periodismo local. Antes de este florecimiento teatral, la Compañía de Jesús impulsó una intensa actividad teatral que, por cierto, se extendió por Córdoba, Tucumán, Santa Fe, Santiago del Estero y Mendoza. El teatro sirvió para mantener la adhesión a la corona española y para propagar la fe católica. La arquitectura colonial con su particular traza urbana, permitía que las más importantes casas particulares se construyeran sobre la plaza principal y se extendieran en generosos aleros sobre las veredas. Bajo esos aleros, al aire libre, con puertas y ventanas como elementos escenográficos, se realizaron en la ciudad las primeras representaciones. Estos espacios de representación recibieron el nombre de corrales y el que tuvo mayor regularidad funcionó en la Plaza Mayor, a partir de 1723. Hubo que esperar hasta el 30 de noviembre de 1783 (fecha presunta) para que Buenos Aires tuviera su primera sala estable. Fue fundada por el Virrey Vértiz con el nombre de Casa de las Comedias pero quedó en la historia como La Ranchería. Estaba ubicada en la intersección de las actuales calles Alsina y Perú, cerca del actual monumento a Roca y se incendió en 1792 como consecuencia de un cohete que, habiendo partido de una Iglesia cercana, cayó sobre su humilde techo de paja. Algunos autores han señalado que las interpretaciones teatrales eran malas, malos los actores y no había profesionalismo. Pero, sin embargo, las obras eran muy festejadas: “Los actores eran mui malos (…) malísimos. Afectados en la declamación de aquellos versos ya de por sí afectados, hacían llorar cuando querían hacer reir, i reir si procuraban hacer llorar (…) el momento de reir descompasadamente, era aquel que moría el personaje, diciendo alguna cosa, 14. MARILUZ URQUIJO, José M., El Virreinato del Río de la Plata en la época del Marqués de Avilés (1799-1801), Buenos Aires, Plus Ultra, 1987.

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pues el modo de expresar sus afecciones era tan ridículo, sus gritos, ayes y lamentos, tan atroces, que se hacía en todo punto imposible acompañarlo en su sentimiento, ni mantener la postura debida”. 15 Los cambios que introduce la Revolución de Mayo Debe destacarse que las celebraciones religiosas continuaron en Buenos Aires, aunque con menor pompa que en las otras ciudades del país. En general se convirtieron en un ámbito dominado casi exclusivamente por las mujeres. Las fiestas tenían como ámbito primordial el privado, a través de las tertulias, también un espacio en el cual las mujeres influían notablemente. En la calle tenían lugar las procesiones, las Fiestas Mayas, y los juegos de destreza típicamente masculinos. Otro componente espacial de primordial importancia en el desarrollo de actividades lúdicas y de ocio eran el río y La Alameda, lugares disfrutados por todas las clases sociales, aunque en diferentes horarios, sin mezclarse. Otro lugar lúdico por excelencia seguía siendo el teatro que se constituyó en una de las expresiones más significativas del imaginario social. Su desarrollo muestra también, a medida que pasan los años, la introducción de desigualdades sociales en su consumo, se tradujeron en diferencias entre un público culto y otro rústico. La organización de fiestas y celebraciones no son ajenas al poder simbólico que va elaborando la elite y a medida que la aldea crece sus expresiones culturales se van segmentando socialmente. Para tener una idea acabada del lugar que la diversión ocupaba en la vida de la aldea, basta con recurrir a los testimonios de los viajeros –ingleses en su mayoría-, para los cuales Buenos Aires era un lugar abierto, agradable y divertido. Por supuesto, se referían a sus sectores más altos, donde la posesión de esclavos daba lugar a abundante tiempo libre y de descanso, aun los días de semana. La irrupción de las Fiestas Patrias modificó el calendario del Viejo Régimen y el sentido de las y conmemoraciones sufrió un gran cambio. En un principio se 15. BOSCH, Mariano G., “El teatro provisional de comedias hasta 1810”, en Mayo, su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, H. Concejo Deliberante, 1960.

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buscó que los festejos públicos de la sociedad posrevolucionaria mostrasen la ausencia de jerarquías sociales. Si la fiesta, con sus entretenimientos, bailes y juegos, fue popular e igualitaria, la ceremonia constituyó uno de los mecanismos de diferenciación cultural entre elite y pueblo (Sigal, 2006). Sin embargo, con el correr de los años, se fueron acentuando –cada vez más- las diferencias entre la clase alta –autodenominada la clase decente- y los sectores populares. Las fiestas cívicas Los sucesos de mayo de 1810, aún con la máscara de Fernando VII, significaron una profunda ruptura del orden colonial. Basta repasar las medidas de los días subsiguientes para denotarlo: “Proclama de la junta a los habitantes de Buenos Aires y ‘de las provincias de su superior mando’, el 26 de mayo. Comunicación de las autoridades del todo el Virreinato el 27 de mayo. Reglamentación de la milicia y leva ‘rigurosa’ (de vagos y hombres sin ocupación), el 28 de mayo Ceremonial público de la junta y asunción por ella del Patronato ‘en los mismos términos que à los Sres. Virrees’, ese mismo día. Inicio de la Gazeta de Buenos Ayres, el 7 de junio. Reserva al reconocimiento del Consejo de Regencia (redactada en términos tan sibilinos que resulta casi incomprensible) el 9 de junio. Medidas ‘para la conservación del orden público’, el 11 de ese mes. Inspección de la frontera y política de tierras, cuatro días más tarde (…) Leva militar, etiquetas en las ceremonias, patronato eclesiástico, publicación de un periódico oficial, orden público, política de tierras. ¡Todo en veinte días! Estamos, sin lugar a dudas ante un proceso inédito de construcción de una experiencia de poder” 16 El 21 de noviembre de 1810, el obispo Lué recibe la orden de remitir a los curas de su diócesis para que en los días festivos, después de la misa, se lea La Gazeta de Buenos Aires a los feligreses. El primer año de la Revolución de Mayo fue festejado e introdujo la novedad del emplazamiento del primer monumento público: la Pirámide de Mayo. Mucho más chica que la actual, sigue existiendo en su interior, ya que no fue demolida. El 25 16. GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Buenos Aires y Salta en rito Cívico: La Revolución y las Fiestas Mayas”, en Andes, Nº 013, Universidad Nacional de Salta, Salta, Argentina.

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de Mayo fue proclamado como la fiesta patria por excelencia, ya que además era la única que se festejaba con espontáneo júbilo por toda la ciudadanía porteña. La Asamblea de 1813 declaró al 25 de Mayo como fiesta cívica, tomando el nombre de Fiestas Mayas, nombre que mantuvo por décadas. Años después se incorporó la celebración del 9 de Julio, que dejó de ser un feriado simple recién el 11 de junio de 1835, cuando Rosas dispuso su celebración oficial como “festiva de ambos preceptos, del mismo modo que el 25 de Mayo”. Nadie como Silvia Sigal (2006) ha estudiado a la Plaza de Mayo como el lugar significativo de expresión de la fiesta, la conmemoración y la protesta a lo largo de su historia. Lo hace a través de la difusión de los distintos eventos que se producen en el espacio, dado que sus fuentes son diarios y periódicos. Retoma la visión de Halperín Donghi al constatar la mezcla de lo nuevo con lo viejo en la celebración del primer año de la Revolución. Lo viejo, en las diversiones y en el paseo del Pendón Real (que se realizaba en la festividad del San Martin de Tours). Buenos Aires, como lo venía haciendo ya desde la conmemoración del triunfo sobre los ingleses no ahorró en gastos, dado que “Buenos Aires era la heroína de la fiesta, la dueña del 25 de mayo y el lazo con Sudamérica. Única patria de los porteños (…) la Revolución ofrecerá la Ciudadanía Americana y en el primer aniversario, por añadidura, se apropia, literalmente, del pasado indígena” Relata, tomado de Ignacio Núñez, una representación en la cual uno de los barrios de la Ciudad presenta ocho parejas, cuatro representando a españoles y cuatro a disfrazados de indios emplumados que poco tenían que ver con los pampas o los guaraníes.17 En efecto, para Halperín Donghi lo viejo y lo nuevo van mezclándose lentamente. Lo viejo en los arcos triunfales, en las luminarias, en los fuegos artificiales y descargas de baterías, en los repliques de campanas, en las máscaras, bailes y danzas que describe muy bien Juan Manuel Beruti en sus Memorias curiosas. Lo nuevo está en el control de la policía. Halperín transcribe una carta a Moreno de Guadalupe Cuenca, en la cual señala los controles, que se había 17. SIGAL, Silvia, La Plaza de Mayo: una crónica, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006 y Garavaglia, Juan Carlos, “A la nación por la fiesta: las Fiestas Mayas en el origen de la nación en El Plata”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Tercera serie, núm. 22, 2do semestre de 2000.

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obligado a los vecinos a contribuir con más luminarias y que, además, hubo poco acompañamiento de la población en el festejo. Demás está decir que estas apreciaciones de Guadalupe son muy distintas a otras del mismo momento. Qué festeja la ciudad, se pregunta este historiador: “… la ciudad se festeja a sí misma; ebria de su propia gloria, la ‘inmortal’ Buenos Aires se presenta como libertadora de un mundo. En segundo término se celebra la libertad americana, luego de siglos de opresión española; frente a la antigua metrópoli, con la cual el lazo político, sin embargo, no se ha roto, el pasado indígena es reivindicado como herencia común de todos los americanos” . Disfraces de indios, el bautizar a los primeros morteros que se fabrican Tupac Amaru y Mangoré, son gestos ya por sí significativos (Tulio Halperín Donghi, 1972). Al año siguiente, 1812, se festejan cuatro fiestas cívicas: el Día de San Fernando (por Fernando VII), la Reconquista, la Defensa y el 25 de Mayo, pero al mismo tiempo que se rendía el homenaje al Rey, se suprimía por primera vez el paseo del Real Estandarte. Garavaglia, en su artículo en el cual señala las diferencias entre Buenos Aires y Salta con respecto a la conmemoración de la Revolución, rescata lo que denomina marcas de identidad: “La batalla de Suipacha (Tupiza), da pie a la creación de un primer símbolo patrio: la inscripción ‘La Patria a los vencedores de Tupiza’ será otorgada al regimiento triunfante para que oficiales y soldados la lleven cosida en su uniforme”. Destaca otras marcas: disposiciones similares referidas a la actuación de algunos soldados; un Registro Cívico de Ciudadanos Beneméritos; una nueva noción de ciudadano americano opuesta a español; el destinar el acceso a empleo público a los ciudadanos de las provincias; determinar que los servicios militares son “la Santa causa de la libertad de la América”; que el adjetivo europeo casi pasa a ser un insulto (otras palabras que se utilizan para designar a los españoles son sarraceno, pícaro godo, enemigo del sistema. 18 Asistimos al rápido proceso de sustitución o creación de símbolos. En febrero de 1812 se crea la escarapela de las tropas de la patria, a instancias de Manuel Belgrano. El Triunvirato la aprueba decretando que “Sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azul celeste...”. 18. GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Buenos Aires y Salta en rito Cívico: La Revolución y las Fiestas Mayas”, en Andes, Nº 013, Universidad Nacional de Salta, Salta, Argentina.

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Pensada para uso del uniforme militar, rápidamente también pasa a la población civil como signo de adhesión al nuevo sistema. Una descripción de Emeric Essex Vidal sobre su grabado La Carrera de Caballos nos da cuenta del uso de la escarapela por parte de la población. Nos dice: “El grabado adjunto ilustra una carrera en el camino a la playa, al norte de la ciudad (…) A la izquierda puede verse un fraile; estos religiosos concurren constantemente a las carreras y son fuertes apostadores. El que está a su lado es un quintero, o granjero, con traje de fiesta. Como es un viejo español y no se aviene a usar la escarapela nacional, se le cobra un impuesto mensual de acuerdo con su hacienda (…) pues existen numerosos casos de trabajadores que conservan su lealtad a Fernando VII y pagan un fuerte impuesto de sus jornales mensuales, aunque podían evitarlo llevando la escarapela nacional” (Essex Vidal, 1999). En febrero de 1812 y en Rosario, Belgrano hace jurar a las tropas una nueva bandera inspirada en los colores de la escarapela. El Triunvirato no la acepta. Belgrano se hace cargo del Ejército del Norte de manera inmediata sin enterarse de ello. Esa bandera ondeó en los balcones del ayuntamiento de San Salvador de Jujuy, recibiendo su bendición, pero las autoridades de Buenos Aires insistieron en no reconocerla. Como se recuerda, los triunfos de Tucumán y Salta consolidan la actuación de Belgrano. Para Garavaglia, que analiza de modo comparativo estos procesos en Buenos Aires y en Salta, la religión fue un arma de batalla en Salta y Tucumán y la devoción a la virgen de las Mercedes, de los mismos colores de la escarapela y la bandera “ocupó un lugar fundamental”, curiosamente los españoles prefirieron llevar como protector al Señor de los Temblores. 19 Pero, ¿era esa la bandera argentina? Resulta interesante la reflexión que realiza José Carlos Chiaramonte cuando resalta el hecho de que el Gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, en 1833, eleva una ley al parlamento de la provincia a fin de oficializar una bandera, dado que el pabellón azul y blanco era de Buenos Aires. Echagüe -en un principio- había considerado que la bandera creada por Belgrano debía ser nacional, pero de hecho cada provincia había creado un pabellón distinto.20 19. Idem anterior. 20. CHIARAMONTE, José Carlos, “Nación y nacionalidad en la historia Argentina del siglo XIX”, en José Nun

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En marzo de 1813 se crea el sello de la Asamblea, que luego será el modelo del futuro escudo, ese sello se estampa también en las nuevas monedas de oro y plata. Inmediatamente también se sustituyen los escudos de armas reales de todos los sitios públicos. En el sello de la Asamblea aparece el Gorro Frigio, de inspirado en el escudo republicano francés y que continúa hasta nuestros días. Un sol incaico, como en la bandera, aporta la especificidad americana. Este mismo autor señala lo insólito de la conservación del Te Deum, himno litúrgico que se remonta a los orígenes de la cristiandad y que se ha conservado en la celebración del 25 de mayo y 9 de julio. Sólo en los últimos años se ha puesto en debate su pertinencia. Néstor Kirchner asistió al mismo en distintas ciudades del interior en las cuales celebró el 25 de mayo. En el año 2008 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner trató de sustituirlo por una celebración interreligiosa, que obtuvo la negativa de la Iglesia Católica. Pero la discusión se centraba en términos de disputa de poder entre Iglesia y Estado, sin analizar que en regímenes democráticos la legitimidad de los gobernantes no es de origen sagrado sino que proviene del voto popular. El Te Deum, institución del Antiguo Régimen, continúa así denotando la endeblez de nuestra democracia, el no respeto por la diversidad cultural y el limitado poder de la sociedad civil frente al poder temporal de instituciones como la Iglesia Católica.21 En mayo de 1813 se canta por primera vez la marcha patriótica que dará origen al Himno Nacional Argentino. Fue escrita por encargo de la Asamblea General Constituyente y aprobada el 11 de mayo de 1813 como única Marcha Patriótica de las Provincias Unidas. Para Esteban Buch este himno es el primero en el mundo que se formula directamente desde el poder, aunque luego este proceder será imitado por otros países americanos.22 Para Susana Poch el Himno Nacional Argentino y el Venezolano, son los únicos sobrevivientes de la etapa de las luchas independentistas. El primero, más nacional (en los términos de la nación de esa época) y el segundo mucho más americanista. 23

(comp.), Debates de Mayo: Nación, cultura y política, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 2005. 21. Diario Página 12. Nota de Juan Cruz Esquivel del 25-05-2008. 22. Citado por Carolina Serapio, ponencia ante el Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta. Salta, Argentina. 23. Idem anterior.

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No sólo es el Himno Nacional la pieza musical que nace con la revolución, hay una creación colectiva que toma rápida difusión y es el Cielito, canto interpretado en fiestas, pulperías, ejércitos, teatros. Sin origen preciso, se supone que nació luego de 1810. Lo encontramos recogido por Francisco Acuña de Figueroa en el Diario Histórico del Sitio de Montevideo en 1813.24 Los patriotas lo cantaban con guitarra, frente a sus murallas. Carlos Vera establece que “la primera versión musical fue escrita en 1816 y la primera descripción coreográfica se anota en 1818”.25. En esa fecha aparece en la pieza teatral celebratoria, El Detalle de la Acción de Maipú, interpretada también con danza. Con respecto al teatro, Mariano G. Bosch se pregunta sobre la influencia del teatro porteño sobre los sucesos de la patria y viceversa: “Los cómicos que se reunían en el café de al lado del teatro, en 1810 ¿no influyeron en los sucesos del 25 de mayo en forma eficaz y decisiva? El teatro fue donde se celebraban los humanísimos oficios de los símbolos de la patria en formación: Tucumán, Salta, Chacabuco, Maipo, Los Pozos, Ayacucho: Belgrano, los colores patrios, el himno: tanto, que no sería aventurado afirmar que historiar el teatro porteño, es hacer historia argentina”. 26 Las celebraciones religiosas Previo a cualquier consideración de las celebraciones religiosas, se debe aclarar que la vida de la Iglesia fue tocada de lleno por la Revolución. Siguiendo a Di Stéfano (2004) esto no podría suceder de otra manera dada la naturaleza de la sociedad hispana, en la cual se partía que todo súbdito del Rey era católico y la vida social no estaba diferenciada de la del clero. Es por eso que este autor, cuando analiza la época, habla del clero, y no de la Iglesia que, como institución diferenciada, es una construcción posterior.

24. El Cielito más antiguo registrado no tiene firma, como era habitual en la época, pero se cree que su autor fue el oriental Bartolomé Hidalgo. Dice así: “Los chanchos que Vigodet / ha encerrado en su chiquero, / marchan al son de una gita / echando al hombro un fungeiro / Cielito de los gallegos, / ¡ay!, cielito del dios Baco, / que salgan al campo limpio / y verán lo que es tabaco./ Vigodet en su corral / se encerró con sus gallegos / y temiendo que lo pialen / se anda haciendo el chancho rengo. / Cielo de los mancarrones, / ¡ay!, cielo de los potrillos, / ya brincarán cuando sientan / las espuelas y el lomillo (recado)”. La cita es del libro de Horacio Jorge Becco, Cielitos de la Patria, Buenos Aires, Plus Ultra, 1985. 25. Idem anterior. 26. BOSCH, Mariano G., “El teatro provisional de comedias hasta 1810”, en Mayo, su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, H. Concejo Deliberante, 1960.

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La Navidad tenía como ornato fundamental la construcción de retablos y pesebres. Era precedida por la Misa de Gallo de la Nochebuena. La historia registra un antecedente a nuestros actuales “arbolitos de Navidad”: en 1828, un inglés –a quien la leyenda popular le atribuía ser hijo natural de Jorge IV, rey de Inglaterra-, que había sido soldado británico en la invasión de 1807, se vistió de Papá Noel y armó un árbol con velas encendidas y regalos al pie. A partir de ese momento, la asombrada población lo llamó el inglés del arbolito, en vez de Míster Himes, como era conocido antes de este suceso. La celebración de Semana Santa paralizaba la vida económica de Buenos Aires, dado que se extendía por ocho días. Brackenridge, que visitó el sur del continente Americano en 1817-1818, en un libro publicado poco después, señala casi con fastidio que, a su arribo a Buenos Aires, ocurrido durante la cuaresma, el circo (Plaza de Toros) y teatro estaban cerrados y suspendidas todas las diversiones públicas (Brackenridge, 1988). La visita a las Iglesias seguía constituyendo un espacio de sociabilidad para las mujeres que, acompañadas por niños y criadas negras (esclavas o libertas) competían en la asiduidad de la visita a los numerosos templos y en mostrarse con las mejores galas. Como ya se señaló, pese a estos rituales, Buenos Aires se encaminaba hacia un proceso de mayor secularización que el resto de las provincias.27 William Mac Cann, en su larga visita por todo el país, visita los toldos indígenas. Esto nos permite conocer el grado de desestructuración que presentaban en ese momento sus tradiciones religiosas. Mac Cann llama a esa religiosidad supersticiones, aclarando que ya casi no las tienen y que poseían cierta veneración por el sol (al acostarse a dormir la cara mira hacia su salida, la misma posición la hacen adoptar a los muertos en su sepultura, le ofrecen danzas y algunas rogativas). No guardan ninguna tradición religiosa aunque poseen temor a “cierto espíritu maligno” (…) “no conservan ninguna tradición sobre sus orígenes y sólo saben que sus antepasados nacieron en estos territorios” (Mac Cann, 1986). Los negros, producto de su esclavitud, perdieron sus lenguas maternas y con ella 27. Para mayor amplitud, ver: MARONESE, Leticia, “La mujer y la vida cotidiana a principios del siglo XIX”, en Miranda, Arnaldo I. A., Invasión, reconquista y defensa de Buenos Aires (1806-1807), Buenos Aires, Gobierno de la CABA, CPPHC, 2007.

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todas sus tradiciones religiosas, adoptando las del amo. Rindieron culto a San Baltasar (Rey Mago negro) y a San Benito. Dice Vicente Rossi que el culto a San Benito fue tan importante que tuvo un lugar en todas las iglesias. Como no registra antecedentes en otros lugares de un San Benito de color negro, cree que este culto fue inventado y usado en el Río de la Plata. Los rituales fúnebres Las familias pudientes se esmeraban en asegurar económicamente la celebración de misas en memoria de sus muertos. Esta preocupación también era tenida en cuenta por los vivos, que mediante legado a iglesias, compraban las misas futuras. Una costumbre común era “el velorio del angelito”, destinado a los niños menores de siete años, del cual Mariquita Sánchez ha dejado testimonio. El velorio era acompañado por bailes y una orquesta hasta altas horas de la mañana. Se vestía al niño de manera especial, con prendas fastuosas o disfrazado de pastor o angelito. Con la apertura del nuevo cementerio, para esa época en las afueras, los coches fúnebres de los niños eran especiales: pequeños, blancos o celestres, adornados de manera particular y tirados por mulas blancas. A partir de la secularización de los cementerios, en época de Rivadavia, se prohíben los enterratorios en las iglesias (en realidad ya habían sido prohibidos en 1803). En 1822 se crea el Cementerio del Norte, luego llamado de la Recoleta. Sin embargo se conoce que, merced a oportunas dádivas, aquellos que tenían recursos, siguieron siendo enterrando en iglesias. Por otra parte, los no católicos, esencialmente británicos protestantes, recién pudieron tener su cementerio propio en 1821. Fue llamado Del Socorro, por estar ubicado a un costado de la Iglesia del mismo nombre, en la actual Juncal, entre Suipacha y Esmeralda. Superado en capacidad, los británicos logran comprar un predio sobre las actuales Hipólito Yrigoyen, Pasco y Alsina. Inaugurado en 1833, se llamó Victoria por ser ese el nombre de la calle Yrigoyen por esa época. Allí fueron enterrados miembros de la religión judía. La discusión sobre los cementerios y el aspecto religioso estuvo ligada a los sucesivos vaivenes de la consideración de las vinculaciones entre la Iglesia y el Estado. El hecho de

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que los británicos fueran un grupo social de enorme importancia en la ciudad, coadyuvó a que consiguieran un sitio adecuado para enterrar y rendir homenaje a sus muertos. El ya mencionado viajero William Mac Cann brinda información sobre el culto a los muertos de otro grupo social que, totalmente marginado, estaba sin embargo vinculado a la población urbana merced a las múltiples relaciones de intercambio comercial, me refiero a los indígenas pampa. Cuenta que cuando se produce una muerte, colocan al cadáver sobre el lecho vestido con sus mejores ropajes. Rodeado de parientes y amigos es velado toda la noche entre lamentos y remembranzas de sus acciones y su valentía. A la mañana siguiente es trasladado atravesado sobre su mejor caballo al lugar de enterratorio, también trasladan el lecho y los objetos personales. Abierta la sepultura ponen el cadáver sobre una plataforma de madera en la cual colocarán sus pertenencias, comida y agua. Cerca de sus manos colocan las riendas, el cuchillo, el recado. Sobre todo esto ponen otra plancha de madera cubierta con cuero de potro y tapan la sepultura. Luego matan a los dos caballos que transportaron al dueño y a los objetos. Los entierros de personas importantes estaban acompañados de mayor ceremonia y una gran comida. Hacen un gran asado y mientras comen convidan al cadáver con trozos de carne. Pasan varios días y noches de esta manera y el duelo también dura por lo menos dos años (Mac Cann, 1986). El carnaval de los blancos y los negros Los juegos de agua fueron motivo de comentarios de los cronistas extranjeros que arribaban a esta ciudad. Uno de ellos, del cual no se conoce el nombre28, nos cuenta que “Llegado el carnaval, se pone en práctica una desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojando cubos y baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Se emplean huevos vaciados y llenos de agua que se venden en las calles (…) Las fiestas duran tres días y mucha gente abandona la ciudad en este tiempo, pues es casi imposible caminar por las calles sin recibir un baño. Las damas no encuentran misericordia, y tampoco la merecen, pues toman activa participación en el juego”. Como puede verse tanto en éste como en otros relatos, es el agua el núcleo principal de la fiesta y lo será por largo 28. Un inglés, Cinco años en Buenos Aires (1820-1825), Buenos Aires, Taurus, 2002.

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tiempo más. Al cronista también le llama la atención la módica costumbre de usar disfraz, lo cual estaría indicando una cierta particularidad de nuestro carnaval que llega a nuestros días. Esta característica de la fiesta la hizo objeto censura a lo largo de distintos gobiernos sin que llegara a impedírsela. Fundamentalmente era vista como bárbara, peligrosa, fuente de enfermedades respiratorias y accidentes. Continúa el inglés -por cierto muy ajeno a las costumbres de la aldea- con una frase lapidaria: “Se dice que es una vieja práctica del país, y, como otros absurdos, morirá de muerte natural. Las damas abandonarían este juego si supieran cuán poco se aviene con el carácter femenino”.29 Busaniche30 cita también anécdotas de otros viajeros como los Robertson, asombrados de estas batallas campales que, iniciadas tímidamente el primer sábado de carnaval, llegaban al paroxismo el día lunes, cuando ya todas las calles de la ciudad estaban regadas por el agua tirada desde balcones y azoteas. La azotea era el lugar privilegiado, el que no la tenía debía pagar por entrar y el precio era en provisión de agua, de la cual sobresalía la envasada en huevos de teru teru, gallinas o ñandúes. Sin duda, dada la poca accesibilidad al agua, tanto el acopio en cantidad de la misma, como de huevos, denotan una preparación previa de la fiesta. Si bien durante el día podían verse comparsas de niños disfrazados, acompañados por negros esclavos y al son de tamboriles, aún la comparsa no se había desarrollado como lo haría hacia fines de siglo XX. Por las noches se remataba el festejo de carnaval con bailes de disfraces en las casas de los vecinos más encumbrados, porque el club, como institución, todavía no había nacido. Vale entonces hacer una digresión y bucear en el fenómeno cultural del candombe, que no es lo mismo que referirse al carnaval. Marta Goldberg minimiza la participación de los negros en el carnaval de Buenos Aires, haciendo notar que la comunidad se sentía ofendida por la caricaturesca imitación de sus bailes y de su música por parte de los blancos, dado que el candombe tenía un significado más ligado a lo religioso que a lo festivo. Esto, por lo menos, en boca de sus líderes comunitarios.31 29. Idem. 30. BUSANICHE, José Luis, Estampas del pasado, Buenos Aires, Hachette, 1959. 31. Ponencia de Marta Goldberg en las Jornadas “Lo celebratorio y lo festivo: 1810/1910/2010” del 30 de septiembre y 1 de octubre de este año en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura.

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Para Reid Andrews los bailes negros más importantes eran los que se realizaban el día de Reyes, el día de San Juan, en las Pascuas, en Navidad y en Carnavales. Es decir que no era el carnaval su motivo principal ni mucho menos su origen. La Iglesia toleraba a medias estas manifestaciones religiosas -en las cuales sobresalían los cultos a San Baltasar, San Benito, Santa Bárbara, entre otros- en tanto que se quejaba permanentemente por los ruidos de tambores. Es interesante observar que Vicente Rossi diferencia claramente el candombe de Buenos Aires del de Montevideo. Para este autor: “Mientras el Candombe fue en Buenos Aires un motivo de diversión y bullicio, en Montevideo era un culto racial”32. Con la llegada de la Independencia el candombe se incorporaría a las Fiestas Patrias. Hacia 1821 Rivadavia procura reglamentar los bailes negros y que éstos se trasladaran de ámbitos callejeros a privados y cerrados. A partir de la segunda década del siglo XIX, las fiestas de los negros y los candombes se celebraban en sus casas de los barrios de San Telmo y Montserrat, este último también conocido con el nombre de Barrio del tambor. Los grupos estaban divididos no sólo por naciones sino que también se diferenciaban según la devoción de distintos santos. Y es en la época de Rosas cuando adquieren legitimidad y visibilidad. El mismo Gobernador de Buenos Aires y su hija presidían muchas de las ceremonias. La conmemoración del 25 de Mayo en el año 1836, en la Plaza de Mayo, fue celebrada con un candombe y a ella asistieron seis mil negros de las distintas naciones.33 El río como espacio lúdico Las lavanderas, personajes muy populares en la ciudad, organizaban también distintas fiestas a la orilla del río, a las cuales asistía toda la población que observaba desde el Paseo de la Ribera. Las lavanderas del bajo produjeron festivales en la playa con música, procesiones, instalación de carpas y juegos artificiales durante la época del Gobernador Rosas. El río también fue un lugar lúdico por excelencia. Ocurría que el río era un componente esencial de la vida en Buenos Aires. Todos concurrían a él para esparcimiento y también para tomar baños cuando el tiempo lo permitía. Las 32. ROSSI, Vicente, Cosas de Negros, Buenos Aires, Taurus, 2001. 33. PRESTIGIACOMO, Raquel y UCCELLO, Fabián, La pequeña aldea. Vida cotidiana en Buenos Aires, 18001860, Buenos Aires, Eudeba, 2001.

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mujeres de las clases más altas lo hacían de noche, a la luz de candiles que llevaban sus criadas negras. El río –iluminado con los faroles- es descripto en todas las crónicas de la época.   Las corridas de toros Brackenridge describe a la Plaza de Toros del Retiro como un anfiteatro circular para cuatro a cinco mil personas, entre las que sobresalen las “clases inferiores del pueblo, por lo menos, las mujeres parecían ser tales”. Había un asiento destinado a las autoridades que había sido el reservado al virrey y a funcionarios principales, pero ya no se ocupaba porque era un espectáculo considerado deshonroso. Si concurría el jefe de policía, lo hacía acompañado de una guardia de soldados que se repartía en el recinto para asegurar el orden. Destaca entre los banderilleros, picadores y matadores, la existencia de convictos de crímenes y gente no blanca. Es interesante toda la crónica que relata, por su detalle. Termina asegurando que es una diversión bárbara “antes deleite de los representantes de reyes de España y su mímica realeza; en una edad más ilustrada y feliz, estará confinada aquí a lo ordinario y vulgar, y es de esperarse que, con el progreso de la ciencia, libertad y civilización, desaparecerá por siempre” .34 También es interesante la descripción que realiza Emeric Essex Vidal, sobre todo porque es acompañada por una vista desde la ciudad a la Plaza de Toros. Describe la estructura del ámbito, nos comenta que es durante el verano, domingos y días de fiesta, que se realizan las corridas. Los espectáculos taurinos y las riñas de gallos fueron asimilados a lo bárbaro y a la tradición española, prohibiéndose las corridas de toros en forma definitiva en 1819. En nuestros días, aunque clandestinas, las riñas de gallo continúan en algunas provincias. Las fiestas de la gente decente: las tertulias Sin lugar a dudas la tertulia era la fiesta por excelencia de todo el año. Tenía lugar por la noche, no más allá de las 11. Cada familia de la elite trataba de lograr la 34. BRACKENRIDGE, H. M. Viaje a América del Sur, Tomo I, Buenos Aires, Hyspamérica Ediciones Argentina S.A. 1988. pp.286289

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mejor fiesta. Era el momento para bailar y escuchar música, para iniciar romances y concretar casamientos. La tertulia permitía también hablar de política y ¡hasta conspirar! Era costumbre comenzar el baile con un cielito, cuya popularidad fue acentuándose luego de la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia. Muchas de sus letras tenían referencias patrióticas. Por supuesto, se bailaba el vals, el minué, la contradanza española. Es conocido el hecho de considerar a los porteños como muy afectos al baile. También se escuchaba música y canto. Las damas porteñas se lucían tocando instrumentos como el piano, la guitarra y el arpa. La cada vez más importante ejecución de música clásica denotaba el paulatino afrancesamiento de las elites. Para Samuel Haigh35 “La sociedad en general de Buenos Aires es agradable: después de ser presentado en forma a una familia, se considera completamente dentro de la etiqueta visitar a la hora que uno crea más conveniente, siendo siempre bien recibido; la noche u hora de tertulia, sin embargo, es la más acostumbrada. Estas tertulias son muy deliciosas y desprovistas de toda ceremonia, lo que constituye parte de su encanto. A la noche la familia se congrega en la sala llena de visitantes, especialmente si la casa es de tono. Las diversiones consisten en conversación, valsar, contradanza española, música (piano y guitarra) y algunas veces canto. Al entrar, se saluda a la dueña de casa y ésta es la única ceremonia; puede uno retirarse sin formalidad alguna; y de esta manera, si se desea, se asiste a media docena de tertulias en la misma noche”. (no subrayado en el original). Las tertulias también eran el escenario para la conmemoración de las fiestas cívicas y la celebración de las victorias guerreras. La ronda del mate seguía siendo la colación preferida en estos ámbitos, para disgusto de invitados extranjeros que preferían los refrescos, más adecuados al clima veraniego.

35. Citado por Jorge MYERS, “Una revolución en las costumbres: las nuevas formas de sociabilidad de la elite porteña, 1800-1860” en Devoto, Fernando y Madero, Marta (comp.), Historia de la vida privada en la Argentina, Tomo 1, País antiguo. De la Colonia a 1870, Buenos Aires, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A., 1999.

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Las fiestas de destreza criolla Las carreras de caballo y las de sortija continuaron teniendo gran popularidad. Las más famosas eran las que tenían lugar en La calle larga de Barracas (actual Montes de Oca), desde la pulpería La Banderita (en la intersección de la actual Suárez) hasta la de Tres Esquinas. Un ritual también muy popular era el juego del lazo, consistente en el enlazamiento de ganado, y en el que se lucían los trabajadores de los mataderos. Todas estas manifestaciones tenían gran arraigo en el pueblo y todavía ocupan un lugar importante ligado al imaginario tradicionalista gaucho.    Hasta ahora hemos visto la perspectiva de la celebración y sus rituales a través de los “letrados”, ¿cómo veían las fiestas los sectores populares?: Relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano de todo lo que vio en las fiestas mayas de Buenos Aires en 1822. 36 (…) ¡Ah fiestas lindas, amigo! No he visto en los otros años junciones más mandadoras, y mire que no lo engaño. El veinticuatro a la noche como es costumbre empezaron. Yo vi unas grandes colunas en coronas rematando y ramos llenos de flores puestos a modo de lazos. Las luces como aguacero colgadas entre los arcos, el Cabildo, la pirame, la recova y otros laos, y luego la versería. 36. Hidalgo, Bartolomé, Cielitos y diálogos Patrioticos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967.

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¡Ah cosa linda! Un paisano me los estuvo leyendo, pero ¡ah pueta cristiano, qué décimas y qué trobos! Y todo siempre tirando a favor de nuestro Aquél; luego había en un tablao musiquería con juerza y bailando unos muchachos con arcos y muy compuestos, vestíos de azul y blanco, y al acabar, el más chico una relación echando, me dejó medio … quien sabe, ¡ah muchachito liviano, por Cristo que le habló lindo al Veinticinco de Mayo! Después siguieron los juegos y cierto que me quemaron porque me puse cerquita y de golpe me largaron unas cuantas escupidas que el poncho me lo cribaron. A las ocho de tropel para la Mercé tiraron las gentes a las comedias: yo estaba medio cansao y enderecé a lo de Roque: dormí, y al cantar los gallos ya me vestí: calenté agua, estuve cimarroneando: y luego para la plaza agarré y vine despacio: llegué ¡bien haiga el humor! Llenitos todos los bancos de pura mujerería,

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y no amigo cualquier trapo sino mozas como azúcar. Hombres, eso era un milagro; y al punto en varias tropillas se vinieron acercando los escueleros mayores cada uno con sus muchachos, con banderas de la Patria ocupando un trecho largo; llegaron a la pirame y al dir el sol coloriando y asomando una puntita … bracatán, los cañonazos, la gritería, el tropel, música por todos laos, banderas, danzas junciones, los escuelistas cantando, y después salió uno solo que tendría doce años, nos echó una relación … ¡Cosa linda, amigo Chano! Mire que a muchos patriotas´ las lágrimas le saltaron. Más tarde la soldadesca a la plaza jue dentrando, ´ y desde el Juerte a la iglesia todo ese tiro ocupando. Salió el gobierno a las once con escolta de a caballo, con jefes y comendantes y otros muchos convidaos, dotores, escribanistas, las justicias a otro lao, detrás la oficialería los latones culebriando. La soldadesca hizo cancha

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y todos jueron pasando hasta llegar a la iglesia. Yo estaba medio delgao y enderecé a un bodegón, comí con Antonio el manco, y a la tarde me dijeron que había sortija en el Bajo; me jui de un hilo al paraje, y cierto, no me engañaron. En medio de la Alameda había un arco muy pintao con colores de la Patria: gente, amigo, como pasto, y una mozada lucida en caballos aperados con pretales y coscojas, pero pingos tan livianos que a las más chica pregunta no los sujetaba el diablo. Uno por uno rompía tendido como lagarto y … zas … ya ensartó … ya no … ¡Oiganlé que pegó en falso! Qué risa, y qué boraciar! Hasta que un mocito amargo le aflojó todo al rocín y ¡bien haiga el ojo claro! se vino al humo, llegó y la sortija ensartando le dio una sentada al pingo y todos viva gritaron. Vine a la plaza: las danzas seguían en el tablao; y vi subir a un inglés en un palo jabonao

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y allá en la punta colgando una chuspa con pesetas, una muestra y otros varios premios para el que llegase. El inglés era baquiano: se le prendió al palo viejo y moviendo pies y manos al galope llegó arriba, y al grito, ya le echó mano a la chuspa y se largó de un pataplús hasta abajo De allí a otro rato volvió y se trepó en otro palo y también sacó una muestra. ¿Bien haiga el disquete diablo! Después se treparon otros y algunos también llegaron. Pero lo que me dio risa jueron, amigo, otros palos que había con unas guascas para montar los muchachos, por nombre rompe-cabezas; y en frente, en otro lao, un premio para el que juese hecho rama hasta toparlo; pero era tan belicoso aquel potro, amigo Chano, que muchacho que montaba, contra el suelo, y ya trepando estaba otro, y zas al suelo; hasta que vino un muchacho y sin respirar siquiera, se fue el pobre refalando por la guasca, llegó al fin y sacó el premio acordao. Pusieron luego un pañuelo

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y me tenté ¡mire el diablo! Con poncho y todo monté y en cuanto me lo largaron al infierno me tiró, y sin poder remediarlo (perdonando el mal estilo) me pegué tan gran culazo, que si allí tengo narices quedo para siempre ñato… Luego encendieron las velas y los bailes continuaron, la cuetería y los juegos. Después todos se marcharon otra vez a las comedias. Yo quise verlas un rato y me metí en el montón. Y tanto me rempujaron que me encontré en un galpón todo muy iluminao con casitas de madera y en el medio muchos bancos. No salían las comedias y yo ya estaba sudando, cuando, amigo, redepente árdese un maldito vaso que tenía luces adentro y la llama subió tanto que pegó juego en el techo; alborotóse el cotarro, y yo que estaba cerquita de la puerta, pegué un salto y ya no quise volver. Después me anduve pasiando por los cuarteles, que había también muy bonitos arcos y versos que daban miedo.

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Llegó el veintiséis de Mayo y siguieron las junciones como habían empezao. El veintisiete lo mesmo: un gentío temerario vino a la plaza: las danzas, los hombres subiendo al palo, y allá en el rompe-cabezas a porfía los muchachos. Luego con muchas banderas otros niños se acercaron con una imagen muy linda y un tamborcito tocando. Pregunté qué virgen era, la Fama me contestaron: al tablao la subieron y allí estuvieron un rato, aonde uno de los niños los estuvo proclamando a todos sus compañeros. ¡Ah, pico de oro! Era un pasmo ver al muchacho caliente, y más patriota que el diablo. Después hubo volantines. Y un inglés todo pintao en un caballo al galope iba dando muchos saltos. Entre tanto la sortija la jugaban en el Bajo, por la plaza de Lorea otros también me contaron que había habido toros lindos; yo estaba ya tan cansao que así que dieron las ocho corté para lo de Alfaro, aonde estaban los amigos

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en beberaje y fandango: eché un cielito en batalla, y me resfalé hasta un cuarto aonde encontré a unos calandrias calientes jugando al paro. Yo llevaba unos rialitos, y así que echaron el cuatro se los planté, perdí en boca, y sin medio me dejaron. En esto un catre viché y me le fui acomodando, me tapé con este poncho y allí me quedé roncando. Esto es, amigo del alma, lo que he visto y ha pasao. (…) Bibliografía - ANDERSON, Benedict, Comunidades Imaginadas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993 - ANSALDI, Waldo, Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988. - BUSANICHE, José Luis. Estampas del pasado, Tomo 1 y 2. Argentina, Hyspamérica, 1986. - DEVOTO, Fernando y MADERO, Marta (comp.), Historia de la vida privada en la Argentina, Tomo 1, País antiguo. De la Colonia a 1870, Buenos Aires, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A., 1999. - DI STÉFANO, Roberto, El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política de la Monarquía Católica a la República Rosista, Buenos Aires, Siglo XXI. 2004. - ESSEX VIDAL, Emeric, Buenos Aires y Montevideo, Buenos Aires, Emecé, 1999. - GARCÍA, Juan Agustín, La Ciudad Indiana, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. - GOLDMAN, Noemí, ¡El pueblo quiere saber de qué se trata! Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2009.

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Plaza de Mayo, ca. 1860. Archivo AGN.

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Vista general de Buenos Aires, hacia la Plaza de Toros. Archivo AGN.

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Las Fiestas Mayas en Buenos Aires Olga Fernández Latour de Botas1

Consideraciones preliminares Ante la grata convocatoria a proponer enfoques variados sobre las fiestas populares en Buenos Aires, como preámbulo a las que vendrán en ocasión del bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810, se me impone una reflexión renovada sobre el tema de las Fiestas Mayas en el contexto general de las celebraciones populares tradicionales de la Argentina y de sus relaciones con las Fiestas Cívicas u “oficiales” de nuestra Nación. Los parámetros generales sugeridos por los organizadores comprenden cuatro ítems (1- Lo popular y lo oficial, 2- Inclusiones y exclusiones, 3- Sentido de lo festivo y celebratorio y 4 - Rupturas y continuidades) en torno de los cuales interesa que se construyan nuestras exposiciones y creo que, desde un punto de vista histórico-cultural, hemos de aportar algunos elementos al respecto. La línea ideológica de la exposición que preparé para responder a tan importante invitación continúa, como era previsible, la de todos mis trabajos anteriores: En cuanto al punto 1.- Lo popular y lo oficial, tratar de realizar aportes que permitan conocer e interpretar, con enfoque émico cognitivo, las relaciones entre 1. Olga Fernández Latour de Botas. Escritora, docente e investigadora nacida en Buenos Aires, especializada en los campos concurrentes del Folklore, la Historia y la Filología. Doctora en Letras. Miembro de número de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Argentina de Letras.

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lo popular (en enfoque acotado, como lo propio de la cultura popular-tradicional) y lo oficial (entendido como lo institucionalizado), ya que lo popular, como concepto general, comprende todo aquello que oficialmente se consagra e impone a la sociedad en su conjunto, y lo oficial incluye manifestaciones surgidas de la masa social, o pueblo en sentido amplio, que se adoptan y se alientan desde los círculos estatales de los distintos gobiernos. En cuanto al punto 2.- Inclusiones y exclusiones, mostrar los mecanismos de los procesos de transferencia y de cambio que se producen en el devenir vital de las culturas, dejando de lado culpabilidades, generalmente manipuladas, para explicar la presencia o ausencia de ciertos bienes en el patrimonio popular. En cuanto al punto 3.- Sentido de lo festivo y celebratorio, destacar la importancia que los rituales tienen en la formación de las identidades individuales y colectivas, señalando los efectos positivos de su repetición respetuosa (discurso y actos rituales) y las respuestas negativas, el rechazo y el resentimiento que, tanto la persona como la comunidad, manifiestan ante su supresión, mutación obligada o carencia, cuya comprobación más clara y simple la hallamos en la actitud del niño a quien se ha referido un cuento, cuando, al volver a narrárselo, se cambian las características de los personajes o las circunstancias o secuencias del relato. En cuanto al punto 4.- Rupturas y continuidades, volver, sin alarmas pero con lucidez, sobre lo dicho en los puntos anteriores, donde se habrá procurado explicar que la existencia de rupturas y del continuidades constituye simplemente el mecanismo de los procesos vitales de la “cultura” en el sentido antropológico de “todo lo que el hombre agrega a la naturaleza”, de “todo aquello mediante lo cual la transforma” . Tal vez se me pregunte, a esta altura del discurso, dónde ha quedado para mí la “contracultura”, tan de moda, manifiesta o implícitamente, entre no pocos intelectuales de nuestro tiempo. Las palabras que a continuación transcribiré pertenecen al editor y periodista mexicano Carlos Martínez Rentería (nacido en Ciudad de México en 1962), y me ha parecido interesante su enfoque, que tal vez exprese, desde una perspectiva muy actual y propicia para la controversia, lo que yo no he llegado a señalar en mi síntesis anterior:

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“.../ la contracultura/ es en esencia esa cosmogonía existencial que se contrapone a lo establecido y genera las ideas que van provocando la construcción de una nueva forma de cultura. Es el salto al vacío de lo aún no aceptado, con un alto porcentaje de fracaso, pero que, en su auténtica capacidad de ruptura, paradójicamente se convertirá en el éxito concensuado que, tarde o temprano, será cultura. Sin embargo, en ese instante de complacencia ante el poder hegemónico, esa certeza será cuestionada por un nuevo impulso de negación contracultural y así hasta el fin de los días del ser humano, del ser cultural, del ser contracultural”. 2 Quiero creer que tales palabras constituirán una buena introducción para la lectura actualizada de las páginas siguientes. Relato fundacional y mito. El relato de los acontecimientos sobre los cuales se asienta la identidad histórica de una sociedad, aunque se fundamente en documentos escritos auténticos y fidedignos, funciona en la memoria colectiva de manera muy semejante a la que, en las comunidades tradicionales regidas por la oralidad, corresponde a los mitos. El mito, en este sentido restringido y acotado al cual ahora apelaremos, es una narración etiológica de acontecimientos ocurridos en tiempos y lugares presuntos y potenciados, cuyos actores adquieren características propias del héroe cultural modélico. La característica del mito, que lo diferencia de la leyenda etiológica o relato de hechos de un pasado, también presunto, generador de fenómenos naturales, sociales o espirituales, es que se manifiesta acompañado en actos por ritos. En este sentido, el significado de “rito”, definido por el DRAE en su primera acepción como “Costumbre o ceremonia”, requeriría amplias consideraciones particulares cuando, en las comunidades de cultura oral-tradicional, se alude al tiempo y al espacio en que tienen lugar las acciones que implica la costumbre, a la función social que satisface la ceremonia y a las características del discurso ritual que en cada caso corresponda, discurso ritual que suele subsistir, cuando han caído en desuso la costumbre y el ceremonial, bajo la forma de oraciones, paremias o expresiones verbales mantenidas por la lengua corriente en las sociedades industrializadas modernas. 2. Jorge CABALLERO, “La contracultura es un concepto vigente en cualquier época’: Martínez Rentería”, en La Jornada –on line, México, viernes 22 de abril de 2005.

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Rituales populares Los rituales populares constituyen manifestaciones de muy diversa índole que se desarrollan, en todas las culturas de la humanidad, a lo largo de dos ciclos. El ciclo vital es aquel que comprende las distintas etapas de la vida de cada ser humano, desde su gestación hasta su muerte. Lo integran particularmente los llamados “ritos de transición” o “de paso” (consagrados como rites de passage por Arnold van Gennep), que marcan el cumplimiento de una etapa de la existencia y el ingreso en otra. Muchos de los rituales de esta clase que se practican dentro de una religión como el Catolicismo, han sido incorporados a la nómina de sus Sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Orden Sagrado, Matrimonio, Unción de los Enfermos). En comunidades con fuerte componente indígena americano, por ejemplo, se añaden otros, como el Chujcharrutu o rutichico o simbeada (primer corte de pelo del niño varón), que poseen profundas raíces telúricas y están vinculados con ceremonias de iniciación, tema, este último muy rico entre los aborígenes, especialmente en cuanto se refiere a las etapas de paso de la pubertad a la adultez, tanto de varones como de mujeres, así como al ejercicio de prácticas chamánicas por parte de los miembros reconocidos, por las comunidades étnicas, con poderes para tal fin. Son también ritos del ciclo vital los que se realizan en ocasiones preestablecidas que no tienen que ver con el calendario gregoriano, que es el oficial de la Nación, sino con la necesidad de impetrar protección o favores con la intersección de entidades consideradas “potentes” para esos fines fines, como: - las ofrendas del acullico de hojas de coca y llijta o de simples piedras, en las apachetas, túmulos dedicados a la Madre de la Tierra (la folclórica Pachamama) en los senderos andinos; - los “bailes de la Telesita”, con sus rituales consistentes en bailar siete Chacareras y tomar siete vasos de bebida alcohólica, para obtener favores como hallar animales perdidos en el monte, por ejemplo; - los ritos de adición de elementos diversos (agua, cintas rojas, estampas religiosas, fotografías, etc.) realizados por los pasantes ante los oratorios o ermitas de los caminos y rutas, dedicadas a las benditas ánimas del Purgatorio, a las de quienes murieron allí en algún accidente o a las de ciertas personas popularmente “canonizadas” como la Difunta Correa (San Juan)

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o el Gauchito Gil (Corrientes) por no citar sino dos, cuyos “creyentes” han extendido las manifestaciones de sus cultos a todo el territorio del país. De una manera general, si entendemos que los hechos que en este orden se inscriben pueden ser considerados como componentes de un “ciclo” o círculo de vida renovable y por definición infinitamente repetible, es porque la sucesión de acontecimientos que lo jalonan se renueva con el advenimiento de cada nuevo miembro de la comunidad y porque la muerte de las personas no implica la extinción de las ceremonias que se realizan en su memoria, por la vida eterna de su alma, como los rituales funerarios particulares y colectivos. Así, el ciclo vital aparece como un devenir activo de acontecimientos dinamizados por y para la comunidad, más allá de que lo sea, para cada individuo, solo durante su existencia terrenal: un ciclo que, en el plano individual, se desactiva con la muerte de cada persona como protagonista viva y permanece en funcionamiento para la comunidad en su conjunto, aún en relación con sus miembros fallecidos. El ciclo anual está conformado por la sucesión de acontecimientos que se repiten al cabo de los 365 o 366 días de cada año del calendario oficial. Las fiestas y ceremonias que en ese lapso se desarrollan tienen características muy diversas según las regiones del mundo en que se observen, aunque, en general, y si nos atenemos al panorama de la Argentina, puede decirse que comprenden: - Fiestas religiosas propiamente dichas, fijas, movibles y patronales o “de tablas” del año litúrgico, que –apartándose o sumándose a los rituales canónicos- consisten en regocijos públicos y privados con comidas especiales, música, canto, danzas y autos ceremoniales religiosos y bailes populares “de sociedad”, juegos, demostraciones de destrezas físicas, intelectuales y artísticas, con mercados y ferias concurrentes. En su enumeración debe incluirse hasta al mismísimo Carnaval – la fiesta por antonomasia- con sus dos jueves previos “de compadres” y “de comadres” (herencia de los “jueves larderos” del folclore español) y su desarrollo de duración variable (ya manifiesta en la famosa “mi carême” francesa). Más allá de extensiones no canónicas que de hecho se producen, en lo aceptado por la Iglesia es constante que, después de los tres días de vigencia de comportamientos paganos - domingo, lunes y martes relativamente orgiásticos- observa la cristiandad el Miércoles de Ceniza, con cuyos rituales de purificación y penitencia se inicia la Cuaresma.

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- Celebraciones conmemorativas (festejos de cumpleaños, onomásticos, aniversarios de bodas, etc.). - Fiestas cívicas o patrióticas, que reviven efemérides relativas a los hechos relevantes de la historia de una Nación y de las vidas de sus héroes y próceres. - Ceremonias propiciatorias o impetratorias no necesariamente festivas, como las ofrendas a Pachamama del aciago día 1º de agosto; - Rituales agrarios o pastoriles relacionados con la fertilidad, como los que acompañan o preceden los tiempos naturales de la cosecha de la algarroba, la señalada del ganado menor, la yerra de vacunos, la esquila de ovinos, y más modernamente, fiestas oficiales institucionalizadas en relación con las cosechas o con las faenas ganaderas que exigen especiales destrezas, algunas tan importantes por el movimiento económico y turístico que generan, como la Fiesta de la Vendimia, especialmente en Mendoza, y la Fiesta Nacional del Ternero, en Ayacucho, provincia de Buenos Aires (entre otras muchas extendidas por todo el territorio del país). - Manifestaciones de características mixtas, como lo son, especialmente, las que mantienen en vigencia costumbres antiquísimas, cuyos orígenes han podido rastrearse en la Historia antigua y en la Prehistoria de la Humanidad, adaptándolas a cultos del santoral cristiano y a condiciones naturales diferentes de las que tuvieron en sus orígenes. Tal es, por ejemplo, el caso de la de San Juan Bautista ( 24 de junio), fiesta solsticiar del verano europeo trasladada al hemisferio sur en el solsticio inverso, con sus rituales de fuego, de agua y sus oráculos emanados de la indagación a la naturaleza, y también el de las celebraciones primaverales del Árbol de Mayo (el Maibaum de Alemania, el Mayo español, entre otras), que el cristianismo enaltece al colocar el día 3 de ese mes la fiesta del árbol sagrado: la Invención de la Santa Cruz. Son pertinentes algunas observaciones emanadas de la investigación personal sobre el terreno que nos parece oportuno anotar aquí con referencia al ciclo vital y al ciclo anual de los rituales populares en las comunidades campesinas de cultura oral-tradicional de la Argentina. Sin que ello sea comprobable en todos los casos, la experiencia ha indicado que los mejores informantes sobre el extrovertido ciclo anual, suelen ser los

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varones, cuyos trabajos, hazañas físicas y capacidad económica para solventar, o “pasar”, la fiesta buscan exhibirse ante la comunidad en los mercados de venta y trueque de productos, en los juegos de destreza y en las danzas y pantomimas ceremoniales de sus cofradías, que emergen, en los correspondientes espacios sagrados o profanos, para la ocasión cíclica de la fiesta anual. La intimidad del ciclo vital tiene, en general, como comunicadoras y como celebrantes más activas, a las mujeres. Protagonistas activas de la gestación, el parto, el amamantamiento y los primeros cuidados del recién nacido, ellas son también las encargadas de los actos propios de la funebria. Sin contar los ocultos servicios eutanásicos de las míticas “despenadoras”, hoy aparentemente desaparecidas, hasta nuestros días persisten los rezos y cánticos tradicionales en la organización de velorios de adultos y de párvulos. Exige una mención aquí el otrora famoso entre los viajeros y hoy prácticamente extinguido “velorio del angelito”, en el que campeaban la lírica aplicada, el baile, la bebida y la comida. Otras ceremonias, como el velatorio y lavatorio de las ropas del muerto y la ahorcadura del perro del “finado”, han disminuido su vigencia actual o desaparecido totalmente, pero persisten la elaboración de los “panes de difuntos” y de coronas de flores artificiales que se colocan en las cruces de los camposantos, así como los rituales a cumplirse en los mismos cementerios para los aniversarios particulares y para los dos días dedicados por la tradición cristiana para tal fin: el 1º de noviembre, Día de Todos los Santos, y el 2 de noviembre, Conmemoración de los Difuntos. Otra observación importante a tener en cuenta desde un enfoque cognitivo y simbológico de estos rituales es que, en la mayor parte de los casos, la impetración posee un fuerte componente mágico, es decir que el celebrante no solo cree que la entidad sobrenatural puede apiadarse de sus necesidades y otorgarle lo pedido (como la fe católica alienta a creer), sino que el peticionante confía en que la eficacia ínsita del ritual cabalmente cumplido ha de obrar sobre la entidad invocada obligándola a acceder a la petición. Y es notable hasta qué punto esa actitud de presión sobre las potencias sobrenaturales se observa en creyentes que la ejercen irreflexivamente y que, cuando son interrogados por el periodismo televisivo, por ejemplo, no vacilan en manifestar con pura ingenuidad que realizan el ritual indicado (peregrinaciones, ofrendas diversas, uso de hábitos, etc.) porque, de este modo, la imagen milagrosa les cumple lo pedido.

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Fiestas populares por “el grito de la Patria” El tema que nos ha congregado en este caso es el de “Lo celebratorio y lo festivo” y, en particular, una evocación de las fiestas populares que, para solemnizar “el grito de la patria” del 25 de mayo de 1810, se realizaron en Buenos Aires contemporáneamente con aquellos hechos y en los años inmediatamente posteriores, así como en el primer centenario de la gesta, es decir en 1910. Por mi parte, he de centrar mi trabajo en el tema del patriotismo y lo ubicaré en el Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XIX. Sobre las celebraciones del centenario de Mayo he escrito antes de ahora otros trabajos a los cuales remito3, en la imposibilidad de extender aún más esta comunicación. Naturalmente, podría decirse mucho también de lo que estaba aconteciendo en otras ciudades del país y de las naciones limítrofes con respecto a tales conmemoraciones, pero he sido invitada a referirme a la ciudad de Buenos Aires y así lo haré. El patriotismo de las primeras Fiestas Mayas Cuando la Asamblea General Constituyente de 1813 instituye la celebración de las Fiestas Mayas en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, puede decirse sin lugar a dudas que ha ejecutado un acto de auténtico patriotismo. La letra de la norma, datada el 5 de mayo de dicho año, expresa: “ La Asamblea General Constituyente de / las Provincias Unidas del Río de la Plata,/ en sesión de este día, ha acordado el / decreto que sigue:/ Declarar el día 25 de Mayo, día/ de fiesta cívica en cuya memoria deverán celebrarse anualmente en toda la comprehensión/ de las Provincias Unidas del Río de la Plata/ cierta clase de fiestas que deverán llamarse / Fiestas Mayas las que determinará con oportunidad la Asamblea General”. Lo tendrá así entendido el S.P.E./ p.a su más devida observancia y cumplimiento./Bs. Ay.s Mayo 5 de 1813´ Juan Larrea, Presidente. Hipólito Vieytes, Dip.do. Secr. 3. Véase particularmente nuestro trabajo “Cantos y bailes populares argentinos en tiempos del Centenario” . En: Los días del Centenario de Mayo. 2 tomos, Coordinador: Alberto David Leiva, San Isidro- Provincia de Buenos Aires-, Academia de Ciencias y Artes de San Isidro, 2000. También remitimos a nuestro capítulo “Mayo y la danza”, en Los días de Mayo, 2 tomos, Coordinador Alberto David Leiva, San Isidro, Provincia de Buenos Aires, Academia de Ciencias y Artes de San Isidro, 1998.

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En el espíritu de tal resolución subyace un sustento fuertemente patriótico, es decir, deseoso de honrar y mantener, como legado de los padres, las más insignes tradiciones de las provincias rioplatenses. Desde los albores del entonces llamado “grito de la patria” -potente eco del precursor de Chuquisaca (25 de mayo de 1809) que tomó entidad pública en Buenos Aires un año después de éste, en la jornada del 25 de mayo de 1810- se manifiesta de múltiples maneras la voluntad de fundamentar en la herencia indígena ciertos contenidos simbólicos de los emblemas luego adoptados oficialmente por la Soberana Asamblea General Constituyente del año 1813: bandera, escudo y canción patriótica nacionales. La iconización del sol flamígero, de factura claramente americana, no es, por cierto, ajena a la revalorización cívica del culto andino a Inti. Pero su verdadero sentido, aplicable tanto a las representaciones del astro naciente como a aquellas en que se lo figura pleno, es, sin duda, el que surge de la magistral interpretación de Bartolomé Mitre, publicada en el diario La Nación, Buenos Aires, el 28 de mayo de 1900, en el contexto de un artículo titulado “El sol en la bandera argentina”. Dice Mitre: “/.../ el sol de la bandera argentina no es el sol radiante, símbolo clásico de la antigüedad, sino el sol flamígero o sea el sol incásico, que, según las ideas predominantes en la época, adoptaron los símbolos genuinamente americanos, pretendiendo hasta restaurar el antiguo imperio peruano, cuando era el sol de una nueva época que asomaba como una nueva aurora nacional, según se simboliza en el sol naciente que corona sus armas”. En efecto, la adopción del sol de los Incas en los símbolos nacionales como signo de revitalización de una monarquía de estirpe americana –cuya implantación resultó finalmente rechazada-, configura una idea que, en aquellos tiempos de crisis, alentó en el pensamiento de algunos de los fundadores de la nueva nación. Pero el proceso fue, en verdad, más creativo. Hubo desde el comienzo una resemantización de la iconografía y de la heráldica acorde con las corrientes

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que explícita o implícitamente conducían las acciones de los patriotas y ello se confirma si analizamos las constantes que aparecen en las imágenes visuales y literarias plasmadas en la época. Así lo indica la metáfora del crepúsculo matutino que encierra la estrofa del Coro en la primera Marcha patriótica compuesta por un ciudadano de Buenos Ayres, para cantar con música que otro ciudadano está arreglando, obra de Esteba de Luca publicada en La Gazeta el 15 de noviembre de 1810: “Sudamericanos / Mirad ya lucir / De la dulce patria / La aurora feliz”. Así lo muestran, de ahí en más, las innumerables reiteraciones y paráfrasis de la imagen de “el sol de las Provincias Unidas”, de “el sol del 25” y de “el sol de Mayo”, en todas las cuales se vislumbra otra línea etiológica, curiosamente tan primitiva y raigal como la incaica: el culto a la primavera y al eterno renacer de la naturaleza, que se manifiesta desde épocas inmemoriales en el “mayo” europeo y, particularmente, en las Fiestas Mayas españolas. Tiempo de ritos agrarios y solares, con rituales de fuego como las “rozas pirenaicas”, el “mayo” del calendario se corporiza en objetos, seres o personas diversos. Es en ciertos lugares un pino que se corta, se adorna con primicias agrarias e insignias de corporaciones y gremios y se yergue en la plaza para cantar y bailar a su alrededor; en algunos sitios es una persona, revestida de hierbas y de ramas, que va de casa en casa repartiendo la magia de su fertilidad y recibiendo dones, como los “mayor de Galicia”. En otros casos es una niña, la más bella del lugar, vestida como una novia según sus costumbres campesinas, que pasa recaudando dinero para la fiesta con pedidos como: “Un cuartito para la maya / que no tiene manto ni saya”. Como lo expresa el etnólogo español Enrique Casas Gaspar en obra valiosísima que conocemos por gentileza del historiador doctor Rodolfo Follari: “/.../ las Fiestas Mayas, de generación en generación, han llegado hasta nosotros desde el fondo de los siglos, y entonces no eran espectáculos divertidos sino ritos mágicos y religiosos de importancia capital, porque nuestros antepasados creían firmemente que la vida desaparecería de

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la tierra si ellos, valiéndose de esos ritos, no trajesen la primavera, que rejuvenece el campo y hace renacer la vegetación” 4. Tradición, agregamos, del “árbol de la vida”, que el mismo cristianismo abraza al ubicar en su calendario litúrgico, a principios de mayo, su fiesta de la “Invención de la Santa Cruz”. 5 El sol naciente, que prefigura la llegada del solsticio de verano en el hemisferio norte, adquiere en tierras sudamericanas una significación exclusivamente simbólica, puesto que nuestro mayo astronómico posee como horizonte de expectativa 6 el fenómeno inverso, es decir, la llegada del solsticio de invierno. Pero toda la energía de las celebraciones consagradas a Inti y la magia ancestral de los mayos y las mayas españoles, alientan juntos, consagrados potente y armoniosamente por los patriotas argentinos (con el sentido inicialmente metalífero de “lo rioplatense”), en la imagen emblemática del nuevo país. Es la misma naturaleza renacida y sonora, cantada por los trovadores medievales y los poetas renacentistas europeos, la que llama en el “Oíd...” ecuménico de don Vicente López y Planes musicalizado por el ciudadano español don Blas Parera. Y con ese espíritu se celebraron, durante muchos años, en todo el territorio del país, aquellas Fiestas Mayas sobre cuya poesía ocasional nos han ilustrado páginas magistrales del académico Raúl H. Castagnino. 7 Es de destacar el desprecio que parece haber existido entonces por las actitudes demagógicas y la nivelación hacia abajo, de un pueblo cuya respetabilidad a un tiempo se encomiaba y se exigía al llamarlo “soberano”. 4. E. CASAS GASPAR. Ritos agrarios. Folklore campesino español. Madrid, Editorial Escelicer, 1950, pp. 246267. 5. Quien esto escribe ha creado y radicado en el Centro de Estudios Folklóricos “Dr. Augusto Raúl Cortazar” de la Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”, un programa de investigación titulado El árbol y la Cruz, cuya VIª edición se realizará en mayo 2009, con convocatoria abierta para trabajos referidos al árbol, en cualquiera de los aspectos naturales o culturales que le conciernan, y a la Cruz, como signo sagrado, tanto dentro del Cristianismo como en otros contextos de creencia. 6. Sobre los conceptos de “espacio de experiencia” y “horizonte expectativa”, véase Reinhart KOSELLECK, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Frankfort , 1979. Hemos aplicado estas categorías históricas en nuestro trabajo “El futuro del folklore como pasado presente”, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1997 (discurso de incorporación, 8 de agosto de 1995). 7. “Mayo y la poesía de circunstancia”, en R. H. CASTAGNINO, Milicia literaria de Mayo, Buenos Aires, Nova, 1960.

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Las Fiestas Mayas, constituyeron, mientras reinó el espíritu con que habían sido instituidas, una suerte de exhibición, no solamente de las destrezas individuales de las personas en diversos juegos, deportes y manifestaciones artísticas, sino también de los progresos alcanzados por las ciencias y la tecnología. Así es como lo revela, con tanta gracia, Bartolomé Hidalgo (Montevideo, Banda Oriental del Uruguay, 1788 - Morón, Provincia de Buenos Aires, 1822) en su Relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano de todo lo que vio en las Fiestas Mayas de Buenos Aires en 1822. Así es, también, como aparece en un anónimo continuador de Hidalgo en la Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las Fiestas Mayas de 1823, impreso de Expósitos que tuvimos la fortuna de incorporar al corpus de la primitiva poesía gauchesca conocida, en 1968 8. Tema riquísimo en matices y profundamente aleccionador sobre los orígenes de nuestra nacionalidad, nos deja como conclusión la certeza de que las Fiestas Mayas fueron, en su más amplio sentido, una institución claramente “patriótica”. Ellas marcaron al ser establecidas, en aquel tiempo de cruentas guerras y de profundas escisiones políticas, sociales y económicas, una espontánea continuidad cultural entre la cosmovisión heredada de los padres y el proyecto de los hijos. Ante la historia de las Fiestas Mayas argentinas parecen conjugarse todas las cuestiones que dieron origen a esta convocatoria y abrirse los cofres con casi todas las respuestas. Bibliografía - CASAS GASPAR, Enrique. Ritos agrarios. Folklore campesino español. Madrid, Editorial Escelicer, 1950, pp. 246-267. - CASTAGNINO, Raúl H. Milicia literaria de Mayo, Buenos Aires, Ed. Nova, 1960. - CORTAZAR, Augusto Raúl. El carnaval en el folklore calchaquí. Con una breve exposición sobre la teoría y la práctica del método folklórico integral. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1949; 2ª ed., Salta, Ediciones del Robledal, 2008. 8. “Una pieza olvidada de la poesía gauchesca”, en La Nación, Buenos Aires, Suplemento literario, domingo 2 de junio de 1968. Para más datos sobre este tema véase Bartolomé Hidalgo, un patriota de las dos Bandas. Obra completa del primer poeta gauchi-político rioplatense, Edición crítica de Olga Fernández Latour de Botas, Selección iconográfica de Carlos Dellepiane Cálcena. USA, Stockcero, 2007.

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- FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS, Olga. “Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca”, en La Nación, Buenos Aires, Suplemento literario, domingo 2 de junio de 1968--------- “Cauces y lagunas de una investigación literaria. Sobre la ‘Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823’, Impreso de Expósitos.” En: LOGOS, número de homenaje al Dr. Augusto Raúl Cortazar, Buenos Aires, 1978. -------- El futuro del folklore como pasado presente, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1997 (discurso de incorporación, 8 de agosto de 1995). Separata de Investigaciones y Ensayos, Nº, 46, enero-diciembre 1996. -------- “Mayo y la danza”, En: Los días de Mayo, 2 tomos, Coordinador Alberto David Leiva, San Isidro, Provincia de Buenos Aires, Academia de Ciencias y Artes de San Isidro, 1998 - “Cantos y bailes populares argentinos en tiempos del Centenario”. En: Los días del Centenario de Mayo. 2 tomos, Coordinador: Alberto David Leiva, San IsidroProvincia de Buenos Aires-, Academia de Ciencias y Artes de San Isidro, 2000. ------- Bartolomé Hidalgo, un patriota de las dos Bandas. Obra completa del primer poeta gauchi-político rioplatense, Edición crítica de Olga Fernández Latour de Botas, Selección iconográfica de Carlos Dellepiane Cálcena. USA, Stockcero, 2007. ------- La flor del jardín. Cantata de la Independencia argentina. Cantemos y bailemos a la Patria en los bicentenarios de sus gestas de 1810 y 1816. Buenos Aires, Ed. Asociación Amigos de la Educación Artística, 2008. - KOSELLEK, Reinhart. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Ed. Paidos, 1993. (1ª ed. Frankfort, 1979). - MARTÍNEZ RENTERÍA, Carlos. En: Jorge CABALLERO, “La contracultura es un concepto vigente en cualquier época’: Martínez Rentería”, La Jornada –on line, México, viernes 22 de abril de 2005. - REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española (sigla: DRAE), 2 tomos, Madrid, 21ª edición, 1992 - VAN GENNEP, Arnold, Los ritos de paso. España, Taurus, 1986 (Original en francés. Les rites de passage, 1909).

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La participación popular en la fiesta revolucionaria. Buenos Aires después de 1810

Gabriel Di Meglio1

I A partir de 1810 la ciudad de Buenos Aires vivió muchos cambios decisivos. Uno de ellos fue la aparición de una vida política inédita que tuvo entre sus actores a la plebe o el bajo pueblo de la ciudad. La participación popular en la política se dio de distintos modos: a través de la intervención en las frecuentes luchas facciosas del período revolucionario; en movilizaciones ante noticias de peligros para la ciudad; mediante la discusión de temas políticos (y de prácticas ligadas a eso como la lectura de prensa en voz alta para que pudieran conocer su contenido los analfabetos) en espacios de sociabilidad popular, de la realización de motines protagonizados en la milicia y el ejército por los suboficiales y soldados –mayoritariamente plebeyos- sin participación de los oficiales.2 Otra práctica 1. Historiador, doctorado en la Universidad de Buenos Aires, institución en la que también obtuvo los títulos de profesor y de licenciado en Historia. Es investigador del CONICET con sede en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Doctor Emilio Ravignani” (UBA) y docente de Historia Argentina I (1776-1862) en la carrera de Historia de la UBA. Este texto se compone mayoritariamente de fragmentos de mi libro ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006. 2 He investigado esas prácticas políticas en mi ¡Viva el bajo pueblo!, op. cit.. También en “Un nuevo actor para un nuevo escenario. La participación política de la plebe urbana de Buenos Aires en la década de la Revolución (1810-1820)”, Boletín del Ravignani, 24, 2003, y “Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los años revolucionarios”, en Fradkin, ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la PLata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008.

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política popular fue la participación en las fiestas que se hicieron comunes a partir de la Revolución y devinieron un elemento clave de la vida pública. En las páginas que siguen expondré algunas de los rasgos centrales de esa práctica. Antes es necesario definir qué era la plebe o bajo pueblo. La totalidad de los habitantes de Buenos Aires que no eran considerados de color blanco –los negros, los pardos, los trigueños– era de ese grupo social –salvo mínimas excepciones– pero también había una gran cantidad de plebeyos blancos, que a diferencia del resto de la población blanca no recibían antes de sus nombres el título don/doña. Aquellos que dependían de otros, como agregados o empleados, los que tenían ocupaciones sin calificación, y la mayoría de quienes realizaban tareas manuales (incluyendo a muchísimos artesanos pobres y casi todos los oficiales y aprendices de las artesanías) integraban mayoritariamente el bajo pueblo de la ciudad. Además, claro está, de quienes se ganaban la vida como podían, los mendigos y los pobres que vivían de la caridad y la limosna. En resumidas cuentas, la plebe porteña incluía en sus filas a todos los que compartían una posición subalterna en la sociedad por su color, su ocupación, su falta de “respetabilidad” –el título don/doña–, su pobreza material, su lejanía de las áreas de decisión política, sus lugares de sociabilidad, su inestabilidad laboral, su movilidad espacial frecuente, sus dificultades para formar un hogar propio, y su situación de dependencia de otros. Esta amplia franja de población de la ciudad de Buenos Aires era un grupo altamente heterogéneo, multiétnico y multiocupacional, internamente jerarquizado (un artesano pobre y un mendigo sin duda no se pensaban como parte de un mismo conjunto). Se trataba de una suerte de proletariado urbano, salvo por los artesanos, y también por los esclavos, que más allá de la crucial diferencia de no ser libres integraban la plebe porque compartían con el resto los rasgos recién descriptos. Por ejemplo, muchos acudían a las fiestas. II Las celebraciones callejeras eran corrientes en la época colonial y se preparaban con gran esmero. A las fiestas seculares, como la asunción de un nuevo rey en España o la llegada de un virrey, se sumaban las religiosas y tradicionales: Semana Santa, el Carnaval, el patrono de la ciudad y algunas otras. La plebe tomaba parte

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en todas ellas y las fiestas cumplían la función de representación simbólica de la unidad de la monarquía y sus súbditos.3 A partir de 1808 se incorporaron dos nuevos festejos seculares fijos: el 12 de agosto y el 5 de julio, aniversarios de las victorias sobre las invasiones británicas, respectivamente la Reconquista de 1806 y la Defensa de 1807. Un año después de los sucesos de mayo de 1810, la junta y el Cabildo decidieron agregar una nueva festividad non sancta: una gran celebración por el aniversario de la Revolución. Los preparativos casi paralizaron a la ciudad desde dos semanas antes a la fecha. Los festejos comenzaron el 24 de mayo de 1811 con el paseo del real estandarte (recuérdese que la formación de una junta de gobierno se hizo en nombre de los derechos del rey preso Fernando VII, por eso todavía se utilizaban los símbolos de la monarquía española). Tradicionalmente, el Real Estandarte se paseaba en la víspera de San Martín, patrono de la ciudad; era una ceremonia de gran importancia. De ahí su utilización en una fiesta que se planteó como la más importante de todas. Al día siguiente, 25 de mayo, se volvió a sacar el estandarte para una misa y un Tedeum en la Catedral. Se inauguró además una pirámide alegórica en la Plaza de la Victoria, que fue el primer monumento estable que tuvo Buenos Aires. Hubo asimismo desfiles de tropas, iluminaciones generales en toda la ciudad por cuatro noches consecutivas; salvas de artillería, fuegos artificiales, repiques de campanas, músicas, arcos triunfales, “y otras infinitas diversiones, como de mojigangas, máscaras, danzas, y bailes” que instalaron un clima de alegría, “no habiéndose visto nunca en esta capital iluminación más cumplida, por la variedad de ella, y costo, pues ardían en muchas partes hachas de cera, en otras vasos de colores, y en otras faroles de vistosa construcción”.4 El centro de la conmemoración fue la Plaza de la Victoria (en uno de sus accesos se colocó una gran puerta “con la estatua de la libertad”), pero la fiesta se extendió a todos los rincones e incluyó a todos los sectores sociales. En diversos barrios se organizaron bailes, desfilaron comparsas, se erigieron arcos triunfales, se iluminaron las calles y se sirvieron refrescos. En la plaza principal se representó un “melodrama” en el cual un prisionero rompía sus grillos y cadenas mientras 3. J. C. Garavaglia, “El teatro del poder: ceremonias, tensiones y conflictos en el Estado colonial”, en Boletín del Ravignani”, 3° serie, nº 14, 1996, p. 11. 4. J. M. Beruti, “Memorias curiosas” en Biblioteca de Mayo. Colección de obras y documentos para la historia argentina, Buenos Aires, Senado de la Nación, T. IV, 1960, p.3788.

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algunos pájaros emprendían su vuelo, al tiempo que se estimulaba al entusiasmado público con arengas a las que éste respondía con frases, del tipo “¡Viva la libertad civil!”. En banderas o “arcos gallardetones” se hacían inscripciones alusivas a la nueva causa, como Día grande, memorable y sin segundo / Honrado en los fastos serás del nuevo mundo, o Para completar nuestro deseo / Pronto caerá Montevideo. También las comparsas portaban leyendas, como la que llevaba “una gran bandera que proclamaba: La patria triunfante, y una, en cada ángulo del salón, que contestaba con otras banderas: En Buenos Aires, En Córdoba, En Suipacha, En Las Piedras”.5 La exaltación de las victorias revolucionarias se transformó en un componente clave de la nueva liturgia. La que en 1811 fue una novedad se convirtió a partir de 1812 en una práctica anual que desde 1813 fue denominada fiestas mayas. “Mientras duró la entusiasta guerra de la independencia”, comentaba un viajero británico, “el 25 de mayo traía siempre buenas noticias, y esto producía entusiasmo tal y exaltaba de tal modo a todas las clases sociales, que por ese momento no se hacía diferencia de clases y era verdaderamente maravilloso ver el general regocijo que caracterizaba en todas partes a las Fiestas Mayas”.6 La plebe participó activamente de estos festejos que igualaron simbólicamente a la sociedad porteña, concurriendo en masa a los eventos organizados o iluminando sus casas para la ocasión. Micaela Duarte declaró en un juicio “que cuando fueron las funciones públicas del Cumpleaños de la Excelentísima Junta puso la que declara las luminarias que le pareció conveniente”.7 Por su presencia, los hombres y mujeres de la plebe fueron coprotagonistas de todas las celebraciones, las religiosas, las tradicionales y las revolucionarias, aunque de distinta manera en cada caso. En los dos primeros tipos su papel estaba preestablecido: se repetía el modelo jerárquico del período colonial, salvo en el caso del Carnaval, que precisamente subvertía efímeramente las posiciones sociales en las ciudades occidentales. En las fiestas revolucionarias la forma que tomó la presencia plebeya varió. Cuando se trataba de las dispuestas previamente por las autoridades su asistencia se ajustó 5. I. Núñez, “Noticias históricas de la República Argentina”, en Biblioteca de Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, T. I, 1960, pp. 480 a 482. 6. J. P. & Robertson, Cartas de Sudamérica, Buenos Aires, Emecé, 1950 T. III, p. 77. 7. Los acusados en la causa, “Casanovas y la Leonarda decían que aquellas luces eran para los demonios”; en “Autos seguidos contra Josep Casanova…”, Archivo General de la Nación, sala X, legajo 27-4-2, Causas criminales 1810-1815.

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a los parámetros que ellas establecían. Fue lo ocurrido el 1° de diciembre de 1811 al jurarse en la plaza de la Victoria el Estatuto Provisional que había sancionado el primer Triunvirato. Desfilaron las tropas recién llegadas del sitio de Montevideo –que acababa de levantarse– y hubo una gran concurrencia. El periódico oficial, La Gaceta, lo celebró: los habitantes que “habían brotado nuevamente de los infinitos senos de esta ciudad”, mostraban regocijo y “eran agradabilísimos los coloquios de unos con otros, de los hombres ilustrados, del vulgo”.8 Sin embargo, la participación de ese vulgo en los festejos sin preparación creó malestar entre miembros de la elite. Alguien que se autodenominó El imparcial publicó en el mismo periódico sus preocupaciones, luego de haber asistido a una celebración que no había sido organizada sino que se produjo la noche del 28 de noviembre cuando las campanas repicaron en toda la ciudad al recibirse la noticia de que el ejército revolucionario que luchaba en el Alto Perú había recuperado Cochabamba: “como por encanto me hallé en la calle, corrí como los demás a saber que nuevas había recibido el gobierno (...) deseaba encontrar patriotas con quienes pasar el resto de la noche, entonando himnos de alegría y gratitud al Ser Supremo por la singular protección con que decididamente protege nuestra suspirada libertad; dirigime a la plaza mayor, pero un gran pelotón de gentes que venía de vuelta encontrada, ocupando toda la calle, no me dejó pasar, tuve que retroceder y esperar que pasasen las cuatro esquinas, el primer trozo se componía de una multitud de soldados, chusma y gente de color, unos y otros con visajes y demostraciones groseras, en vez de gritar viva la patria, llenaban el aire de expresiones groseras que ni el papel puede sufrir, ni el decoro permite se repitan”. Así, sin un programa previo como había ocurrido en las otras celebraciones, miembros de la plebe podían adueñarse del espacio festivo. Había soldados, chusma y gente de color (diferenciada de la chusma blanca) expresando su alegría de una forma que no agradaba al publicista. El asunto merece abordarse in extenso: 8. Gaceta de Buenos Aires (1810-1821), Edición facsimilar en 6 tomos, Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática Argentina y Americana, 1910, T. III, p. 36 (3 de diciembre de 1811). La gran cantidad de gente también fue destacada por Beruti, op. cit., 1960, p. 3808.

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“la música ocupaba el centro, donde iban unos pocos oficiales, y aunque estos sostenían en su porte toda la compostura, y modestia en su porte que debe caracterizar una clase tan distinguida, como entre ellos no faltaban gentes de la primera división, los gritos de estos no solo sofocaban los vivas de aquellos, sino que impedían con sus horrorosos aullidos, oír la canción patriótica que la música acompañaba. La última división se componía de familias conocidas; que a lo lejos querían, y no se atrevían a mezclarse en la turba, acabaron de pasar todos, y aunque éste espectáculo parecía mas bien una manga de desaforados, que un concurso festivo de hombres virtuosamente libres, me resolví sin embargo á acompañar la comitiva, creyendo, que algunos buenos patriotas arreglarían con el tiempo aquella desordenada procesión, mas a poco rato quedó borrada la ilusión de mi esperanza. Todos los mozos de tienda (europeos los más) y las señoras que aún estaban en sus casas salieron a sus puertas, ventanas y balcones, pero insultados aquellos con el funesto epíteto de sarraceno y avergonzadas éstas al oír las palabras indecentes de la vanguardia, se encerraron repentinamente, por no ser espectadores de una escena tan desagradable; quise hacerles una reconvención amistosa, y el tono agrio con que me contestaron me obligó a desistir de la empresa y volverme a casa, a llorar en secreto esta desgracia (...) ¿Hasta cuando hemos de profanar las fiestas consagradas á un justo desahogo del gozo con estas corrompidas expresiones?” 9 Seis meses después del primer aniversario revolucionario, las fiestas mostraban otra cara ante la elite. La adhesión a la nueva situación parece haber sido genuinamente extendida. Pero las consecuencias no buscadas de esta identificación eran las corrompidas expresiones –que lamentablemente para nosotros el cronista no quiso reproducir– y el abierto ataque a los españoles peninsulares, que se diferenciaba de la actitud de la elite hacia ellos, que hasta ese momento había sido oscilante y cautelosa. El epíteto sarraceno fue muy corriente en estos primeros tiempos revolucionarios; remitía a los moros, combinando la situación de extranjero con la de hereje.10 La participación en los festejos inorgánicos –en los cuales no existieron los cuidados que se tomaron en las fiestas de mayo, cuando se mandaron cerrar “todas las tabernas o casa pública de venta de bebidas fuertes, 9. Gaceta de Buenos Aires, op. cit., T. III, p. 37 (3 de diciembre de 1811). 10. A. Flores Galindo, Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes, México, Grijalbo. 1993, p. 252.

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saliendo muchas patrullas rondando la ciudad, y sus alcaldes de barrio”–11 dejaba lugar a movimientos más espontáneos de los plebeyos. El episodio muestra que las fiestas no pueden interpretarse meramente como una forma de cooptación por parte de los grupos dirigentes, sino que también los plebeyos contribuyeron a moldearlas. De todas formas, no contamos con más datos de episodios de este tenor, aunque es posible que haya habido otros no registrados. III Las fiestas fueron el vehículo de integración de una gran parte de la población porteña en la nueva noción de patria, una causa común que incorporaba a las antiguas castas –negros, pardos, mestizos– en su seno y dejaba afuera a los peninsulares. La participación de la plebe en las celebraciones fue diferente a las intervenciones en las disputas facciosas y al servicio en la milicia, porque ello alcanzaba sólo a una porción de la población masculina, mientras que las fiestas eran masivas e incorporaban también a las mujeres.12 Según un visitante extranjero: “Asistir a una noche de regocijo público en Buenos Aires es muy placentero. Todos los habitantes –literalmente todos, con excepción de uno o dos criados encargados de cuidar las casas– se dirigen muy bien vestidos a la plaza Mayor. Dos o tres bandas de música tocan generalmente bajo las arcadas de la alcaldía, o Cabildo; y las bandas de algunos regimientos deambulan por la ciudad, seguidos por miles de habitantes de todas las clases (...) El Cabildo está iluminado. Allí se brinda un gran baile, al que se invita a muchas personas, mientras que a otras no; pero no se le niega la entrada a nadie, si está vestido convenientemente.” 13 Había una diferenciación entre los asistentes: quién era invitado al baile y quién no (obviamente era la elite la que decidía qué era estar vestido convenientemente). Pero las autoridades se ocupaban también de atender a la plebe, particularmente 11. Beruti, op. cit., 1960, p. 3788. 12. La importancia de las fiestas en el período revolucionario fue destacada por T. Halperin Donghi en Revolución y Guerra, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, y luego sus características fueron investigadas por Lía Munilla, “Celebrar en Buenos Aires. Fiestas patrias, arte y política entre 1810 y 1830”, en AA.VV., El arte entre lo privado y lo público, VI jornadas de Teoría e Historia de las Artes, CAIA, 1995. Véase también J.C. Garavaglia, “A la Nación por la Fiesta: las Fiestas Mayas en el origen de la Nación en el Plata”, Boletín del Ravignani, 3º serie, N° 23, 2000. 13. J.P. & W.P. Robertson, Letters on South America. Comprising travels on the banks of the Paraná and Río de la Plata, London, John Murray, 1843, V. II, p. 211 (traducción propia).

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en las fiestas mayas. En las de 1812 y 1813 se realizaron sorteos de dinero entre familias indigentes y “honradas” jóvenes pobres. Se dieron asimismo contribuciones a familiares femeninos de los caídos en la guerra (práctica que ya se utilizaba con casos similares tras las invasiones inglesas) y se liberó a algunos esclavos, en presencia de todas las autoridades (“Gobierno, Cabildo, Cámara de Apelaciones, Consulado, Jefes Militares, y el Cabildo Eclesiástico”), como se hacía en el período colonial. En 1814 se preparó una gran comida para los presos en honor “de nuestra Regeneración política”.14 Todos los años se iluminaban las calles y los principales edificios con hachas de cera, faroles y candilejas, se emplazaban efímeros arcos de triunfo, se realizaban bailes, se disparaban cañonazos y se hacían sonar las campanas, junto a otros fastuosos eventos, como el incendio de dos costosos castillos construidos especialmente para la ocasión por el Cabildo en las fiestas mayas de 1813. En la misma oportunidad –que coincidió con el momento más radical de la Revolución en Buenos Aires– el gorro frigio, símbolo de la Revolución Francesa, pasó a ser una parte fundamental de los festejos: todos los capitulares y gran parte de los asistentes concurrieron usando uno. Como parte de la programación se incendiaron públicamente los recientemente abolidos instrumentos de tortura y no se colocó la bandera española en el Fuerte.15 Estas acciones simbólicas se dirigían a toda la sociedad y eran especialmente importantes para la plebe, pues si la elite tenía contactos con integrantes de los círculos de gobierno, aquella contaba con menos relaciones con la dirigencia revolucionaria y sus ideas. Así, las celebraciones callejeras continuaron su función colonial de ritual de convivencia social, pero en un contexto muy transformado. Aún cuando el esplendor de las ceremonias y el interés de la población decayeron con el correr de los años y la duración de la guerra, las fiestas continuaron congregando a mucha gente y el Cabildo siguió organizándolas cuidadosamente.16 Los concurrentes renovaban allí su identificación con la causa y su presencia en la escena política. También la vida religiosa fue impregnada por la nueva política: incluso la importante Cuaresma, entre el Carnaval y la Semana Santa, podía no ser 14. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, serie IV, 1927, T. V, pp. 200, 211, 212 (1812), 567, 573, 577 (1813); T. VI, p. 157 (1814). 15. Beruti, op. cit., 1960, p. 3847. 16. L. Munilla, “El arte de las fiestas: Carlo Zucchi y el arte efímero festivo”, en: F. Aliata y L. Munilla, Carlo Zucchi y el neoclasicismo en el Río de la Plata, cit. El Cabildo siguió empleando varios acuerdos por año en la preparación de las fiestas mayas, véase Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, op. cit., tomos VI, VII y VIII.

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respetada si se presentaba algún acontecimiento propicio, como ocurrió en 1813 con la celebración por la victoria de Salta. A la vez se siguieron festejando todas las noticias favorables y los sucesos importantes para la Revolución: batallas victoriosas, arribos de banderas tomadas al enemigo, desfiles de tropas, tratados con Montevideo (y en 1814 su caída en manos porteñas), la declaración de la Independencia en 1816 y otras. Aún cuando el erario no estuviera en las mejores condiciones se trataba de lograr un festejo digno, como aconteció en enero de 1815 cuando Carlos de Alvear fue nombrado Director Supremo.17 Los plebeyos concurrían masivamente a la asunción de nuevos gobernantes (como hacían en la época colonial), a la partida de tropas a una campaña o a la llegada de un militar triunfante, como ocurrió con el almirante Guillermo Brown tras una de sus victorias navales y con el general José de San Martín cuando regresó después de la batalla de Maipú. Lo mismo sucedía con la visita de diplomáticos extranjeros, tal cual acaeció con los norteamericanos que arribaron en 1818: “la banda continuó tocando varias horas, y durante ese tiempo, el patio se llenó de damas y caballeros, y de muchos que no podían clasificarse con propiedad en cualquiera de estas denominaciones”.18 Si se suman las religiosas, las tradicionales y las revolucionarias, todos los años había una gran cantidad de celebraciones que conmocionaban a la ciudad, transformándose en un elemento característico de la década; de ellas el 25 de mayo era la más importante de todas, como explicitaba un almanaque de uso personal de 1819. Los hermanos Robertson calculaban que había al menos treinta y cinco días al año donde las actividades se suspendían por ser fiestas religiosas, sin contar los domingos. Era un cálculo exagerado, pues el mencionado almanaque consignaba quince días al año en que “hay precepto de oír Misa y no trabajar”. En este grupo se incluían la Navidad, la Semana Santa y las diez “funciones” religiosas que preparaba el Cabildo; entre las 17. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, op. cit., T. VI, p. 345. Para la descripción del resto de las fiestas mencionadas véase Beruti, op. cit. Es él quien consigna lo que ocurrió con la Cuaresma después de Salta, ibid, 1960, p. 3847. 18. Posadas resalta la gran concurrencia el día que asumió como director supremo, en G.A. Posadas, “Autobiografía”, en Biblioteca de Mayo, op. cit., T. II, vol. 1, 1960, p. 1427. En La Gaceta del 11 de mayo de 1814 se describe el masivo acompañamiento al embarque las tropas que partían a tomar Montevideo, Gaceta de Buenos Aires, op. cit., T. IV, p. 86. Los hermanos Robertson observaron un recibimiento triunfal a Brown, con el muelle y la Alameda repletos de gente, en Cartas de Sudamérica, op. cit., T. 2, p. 141. Beruti describe la gran algarabía popular en la llegada de San Martín a Buenos Aires tras su victoria en Chile, en Beruti, op. cit., 1960, p. 3897. Los norteamericanos en E.M. Brackenridge, La independencia argentina, Buenos Aires, Editorial América Unida, 1927, p. 271.

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fiestas tradicionales estaba el paso del Real Estandarte, suprimido en 1812, y el Carnaval.19 En las fiestas se dedicaban canciones a la nueva situación. Hacia 1812 ya existían algunas conocidas por buena parte de la población y se iban componiendo otras. En agosto, el Cabildo encargó un “himno á la Patria” que debían entonar semanalmente los niños de las escuelas delante de la pirámide erigida en la Plaza de la Victoria y que toda la población tenía que cantar “al principio de las representaciones teatrales para inflamar el espíritu público”, por lo cual se ordenó que le pusiera una “música cantable, sencilla, y majestuosa, de modo que pueda entonarse fácilmente por los niños, y las demás clases del Pueblo”.20 Las canciones, muchas veces anónimas, alababan a la patria (“Oh patrio amor! Tú eres / La deidad superior”) y abordaban varios tópicos: la libertad ganada (“Libre é independiente / De tiranos rivales / Al templo de la gloria / Te diriges constante” o “Que viva la Patria / libre de cadenas”), la gloria de Buenos Aires (“Coronada su sien de laureles / y á sus plantas rendido un león”), las fuertes críticas a España (“La antigua malicia / La Ibera injusticia / E Ibero furor”), y la Revolución (“¡Gloria a los insurgentes / Muera la tiranía!”).21 Como había ocurrido con las fiestas en 1811, el impulso que se dio a las canciones generó pronto un aspecto que molestó a las autoridades. El gobierno avisó al Cabildo, “con dolor, que en las canciones, en que los niños, y algunos Jóvenes demuestran por las Calles su patriotismo se mezclan loores a algunos particulares con ofensa de su modestia y agravios de los intereses del sistema; y previene que para evitar consecuencias funestas, se tomen las medidas convenientes que impidan el que en las canciones se alaben, ni ofenda a ningún individuo en particular; obrando de modo que no se 19. “Almanak ó calendario, y diario de quartos de Luna, según el Meridiano de Buenos Ayres. Para el año de 1819. Décimo de nuestra libertad” (pertenecía al cívico Manuel Olavarrieta, en AGN, X, 30-1-5, SM, 641); Robertson, Letters, op. cit., cit., v. III. Las funciones del Cabildo en J. Sáenz Valiente, Bajo la Campana del Cabildo, Buenos Aires, Guillermo Kraft Ltda., 1950, p. 320 y ss. 20. Acuerdos del Extinguido Cabildo, op. cit., T. V, p. 280. 21. Cancionero popular de la Revista de Derecho, Historia y Letras, compilado y reimpreso por Estanislao Cevallos, tomo I, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1905, pp. 120, 156, 117, 128, 170, 173. Todas son anónimas salvo la que dice “libre é independiente” de Fray Cayetano Rodríguez, y la estrofa del león, perteneciente al himno que escribió Vicente López y Planes.

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apague esta laudable efervescencia de los sentimientos públicos a favor de la libertad, y de la independencia civil del Pueblo Americano: Y los SS acordaron se pasen circulares á los maestros de Escuelas, y a los Alcaldes de Barrio, para que de ningún modo permitan en sus Escuelas, ni fuera de ellas, ni en los Cuarteles que se canten otras canciones que no sean puramente contraídas a la libertad, e independencia de la Patria, impidiendo los Alcaldes por sí y sus tenientes el que se toquen las personalidades, expresiones indecentes, e impropias que se han notado hasta ahora, conducentes a solo avivar el fuego de la discordia.” 22 Pese a estos momentos de preocupación, las fiestas resultaron las menos peligrosas de todas las prácticas políticas plebeyas en Buenos Aires. IV La importancia de las fiestas y de otras manifestaciones callejeras vinculadas a la política se mantuvo en la década de 1820. El Partido del Orden que gobernó desde su inicio la nueva provincia de Buenos Aires no intentó disminuirla y por el contrario la estimuló, pero el retorno de los festejos urbanos después de la gran crisis de 1820 fue tibio. El 30 de mayo de 1821 se celebró con una pocas “salvas y repiques” una derrota del caudillo entrerriano Francisco Ramírez a manos de porteños y santafecinos. Recién en agosto y septiembre se volvieron a realizar celebraciones con iluminaciones y otros elementos típicos de la década previa: en un caso para festejar la inauguración de la Universidad de Buenos Aires y en el segundo, la toma de Lima por el ejército de San Martín.23 Las fiestas mayas fueron ese año “poco brillantes”, pero recuperaron su pasada magnificencia en 1822, cuando el gobierno programó importantes festejos. Entre el 24 y el 27 de mayo tuvieron lugar comparsas, repiques generales de las campanas de las iglesias, salvas de artillería, obras de teatro, un Te Deum, un desfile militar y una carrera de sortija en la Alameda. Bartolomé Hidalgo describió detalladamente las actividades realizadas: “un gentío temerario / vino a la plaza: las danzas / los hombres subiendo al palo / (…) por la plaza de Lorea / otros también me contaron / que había habido toros lindos”.24 La concurrencia fue nuevamente 22. Acuerdos del Extinguido Cabildo, op. cit., T. V, p. 294 (19 de agosto de 1812). 23. Beruti, op. cit., 1960, pp. 3942, 3043 y 3945. 24. La primera afirmación en Un Inglés, op. cit., p. 152; el resto en El Argos, cit., n° 39, p. 159 (1° de junio de 1822);

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masiva y hubo festejos en todos los barrios de la ciudad, características que se mantendrían durante toda la década. Sin embargo, ninguna celebración parece haber superado en calidad a las de 1822: un residente extranjero sostuvo que las fiestas mayas subsiguientes fueron inferiores y el editor de The British Packet, periódico publicado en inglés, declaró en 1828 que las de 1822 habían sido las mejores que había presenciado en todos esos años en Buenos Aires.25 Las fiestas mayas eran un eje de la nueva república, una necesaria celebración colectiva.26 Al mantener su realización se renovaba el compromiso político con la patria, y también se permitía en esos días la expresión libre de la agitación callejera de los años ’10. Podemos sugerir que las fiestas mayas funcionaron como una vía de liberación plebeya similar al Carnaval, aunque con un contenido político. No eran una “fiesta de la inversión” puesto que estaban organizadas respetando las jerarquías institucionales y sociales.27 Sin embargo, había rasgos carnavalescos: era lícito allí gritar, cantar y bailar en la calle, ocupar todos los espacios públicos para divertirse. Existía una permisividad especial, como la autorización de la corrida de toros en 1822, diversión popular que había sido suprimida en 1819 y abolida por decreto precisamente en enero de 1822.28 La celebración callejera de las victorias militares fue otro rasgo de la Buenos Aires revolucionaria que se conservó. El más importante de ellos en la primera mitad de la década fue el que se organizó al conocerse la noticia de la batalla de Ayacucho, la definitiva victoria americana en Perú. El 21 de febrero de 1825 a la noche

luego Hidalgo, “Relación. Que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano de todo lo que vio en las fiestas mayas de Buenos Aires en 1822”, en B. Hidalgo, Cielitos y diálogos patrióticos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967, pp. 74 y 75. 25. Un Inglés, Cinco años en Buenos Aires, Buenos Aires, Hispamérica, 1986, p. 153; The British Packet, recopilación y traducción de G. Lapido y B. Spota titulada De Rivadavia a Rosas, Buenos Aires, Solar/Hachette, 1976, p. 181. Es llamativo que Beruti no las haya mencionado en sus memorias, a las que ningún evento público de la ciudad parecía escapar. 26. Siguieron siendo las más importantes, pero también se estimuló una celebración previa no vinculada a la política, las fiestas de la virgen del Pilar en octubre, que contaron con una cuidadosa organización. Véanse Un inglés, op. cit., p. 91 y The British Packet, cit., p. 146 27. Para el Carnaval como fiesta de la inversión en Europa, véase M. Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de Franςois Rabelais, Buenos Aires, Alianza Argentina, 1994. En esa línea ha interpretado José Pedro Barrán al carnaval de Montevideo en la primera mitad del siglo XIX. Pero considera que “el mundo del revés”, a diferencia de lo ocurrido en Europa, no era en la Banda Oriental tan diferente al “mundo del derecho”; Barrán: Historia de la sensibilidad en el Uruguay, tomo I: La cultura “Bárbara” (1800-1860), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, Facultad de Humanidades y Ciencias, 1989, pp. 128 y 129. 28. Véase A. Fernández y L. Cabrejas: “Las corridas de toros en el Buenos Aires Colonial (1730-1830)”, en C. Mayo (dir.), Juego, Sociedad y Estado en Buenos Aires, 1730-1830, La Plata, Editorial de la UNLP, 1998.

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llegó la noticia del triunfo a la ciudad, produciendo “una verdadera explosión de entusiasmo y alegría. El pueblo se agrupaba en los cafés y parajes públicos para oír a los diversos oradores que, con la exaltación del patriotismo, daban detalles sobre la batalla (…) Grandes grupos, con música y banderas desplegadas, recorrían las calles cantando la canción y vivando en las casas de los patriotas”.29 Se trataba del final de la guerra de Independencia, lo cual explica el entusiasmo colectivo. Los festejos fueron espléndidos. El 24 de febrero hubo un desfile callejero que portaba el retrato de Bolívar, “en un magnífico y rico carro, que fue tirado por 20 hombres, soldados cívicos de la legión patria, que lo conducían a pie de igual número de cordeles de seda, que salían de ambos lados”; a su paso lo saludaban disparos de cañón. Los músicos de la milicia abrían el camino del carro, detrás del cual venía otro portando fusiles, tambores, sables, gorras, banderas españolas enrolladas y siete pabellones desplegados, tres “al costado derecho de las repúblicas argentina, chilena y peruana, y tres al izquierdo de las naciones que tienen sus cónsules en ésta”, es decir la norteamericana, la inglesa y la brasileña; en el medio iba ubicada la bandera de la república de Colombia. El desfile terminó en la casa del ministro plenipotenciario de ese país, Gregorio Funes, que recibió a la comitiva con un refresco para todos. Luego se llevó el carro a la Plaza de la Victoria, donde “se cantó una magnífica canción patriótica” y se prendió fuego a un castillo allí ubicado, “con lo que el inmenso pueblo que lo acompañaba, quedó con un gran gusto, y contento”. Después siguieron bailes hasta las tres de la mañana.30 Uno de esos bailes tuvo lugar en el antiguo Consulado. La policía colocó cuatro celadores para impedir la entrada de los que no habían sido invitados a él y para que la gente que se reunía en la calle no obstruyese la entrada. Muchos pugnaban por entrar y los celadores no lograban contenerlos, con lo cual decidieron cerrar la puerta. Pero, “esta disposición produjo el desorden de fuertes y repetidos golpes a la puerta ejecutados para los que estaban en la calle, de cuyas resultas dirigiéndose a dicha puerta Don Manuel Dorrego la mando abrir lo que se ejecutó, mas antes de haberse concluido la apertura de aquella se agolpó en tropel la gente de la calle gritando avancen, tirándose al mismo 29. J. Wilde, Buenos Aires desde 70 años atrás, Buenos Aires, Eudeba, 1960 (1° ed. 1881), pp. 179 y 180. 30. Beruti, op. cit., 1960, pp. 3977 y 3978.

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tiempo un huevo de dicho tumulto que se estrelló en dicho Sr. Dorrego, y este echando mano al sable que llevaba puesto el ordenanza del que subscribe lo desenvainó y acometió a sablazos, habiendo logrado de esta suerte despejar la vereda y calle se volvió a cerrar la puerta contenido el desorden algún tanto.” 31 El episodio muestra que muchos de los que no eran convidados a los bailes organizados por la elite se resistían a esa exclusión. Los miembros de la plebe interpretaban a su modo las fiestas y no siempre realizaron lo que los organizadores de una celebración esperaban de ellos. Ese rasgo permanecería en los años sucesivos, en los cuales las fiestas mayas, las fiestas julias, y en ocasiones puntuales otras celebraciones no religiosas, seguirían ocupando un lugar central en la vida pública porteña. Pese a tratarse de eventos poco conflictivos, continuaron siendo uno de los medios que permitían y perpetuaban la presencia popular en la escena política de la ciudad de Buenos Aires.

31. Informe del comisario Miguel Sáenz del 13 de febrero de 1825, en Archivo General de la Nación, sala X, legajo 13-9-1, P.

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Fiestas y celebraciones públicas desde una perspectiva histórica: los festejos tras la gran huelga ferroviaria de 1917 Silvana Alejandra Palermo 1

Como parte de un proyecto de investigación dedicado a la historia de los trabajadores durante el período de la república oligárquica y los gobiernos radicales, me he interesado por los trabajadores ferroviarios, a quienes la literatura histórica califica de aristocracia o elite obrera, por distinguirse notoriamente de los asalariados promedio al emplearse en empresas de alta complejidad técnica, poseer en general oficios calificados y contar con salarios, beneficios y condiciones de trabajo preferenciales en los tiempos de la Argentina moderna. A fin de explorar la cultura política de las familias obreras, me concentré en un evento puntual pero por demás significativo: la primera huelga nacional ferroviaria ocurrida entre el invierno y la primavera de 1917. Sin duda, esta huelga constituyó un conflicto laboral sin precedentes. Por primera vez en la historia argentina, todos los ferroviarios -sin distinción de oficios- se unieron para demandar mejores condiciones de trabajo y aumentos salariales. Igualmente, por primera vez en la historia del país, una protesta ferroviaria de tamaña magnitud ocurría bajo un gobierno legítimo, elegido tras la aprobación de la ley Sáenz Peña, la cual había 1. Licenciada en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA y Dra. en Historia de la State University of New York at Stony Brook. Se desempeña como Docente-Investigadora en el Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Versiones parciales de la tesis doctoral sobre la historia de los Ferrocarriles del Estado, 1870-1930 han sido publicadas en revistas académicas especializadas.

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garantizado la competencia política sin fraude y ampliado el padrón electoral al establecer el voto masculino, obligatorio y secreto2. Al reconstruir la gran huelga -sobre la base de diarios nacionales, prensa partidaria y periódicos sindicales- resulta difícil ignorar las fiestas. Una vez concluidos los conflictos locales ocurridos en julio y agosto en el interior del país así como al finalizar las tres semanas de paro nacional a mediados de octubre, tuvieron lugar demostraciones o celebraciones en casi todos las localidades o pueblos ferroviarios del país. ¿Qué motivos de celebración tenían los trabajadores tras el conflicto? ¿Cuál era el significado de esos festejos públicos? Debe anticiparse que éstas demostraciones y celebraciones se caracterizaron por su diversidad. Hubo festejos modestos y otros de mayor envergadura. Estos fueron, en ocasiones, patrocinados por partidos políticos o por los gremios, pero otras veces estuvieron organizados por las comunidades obreras o la población local. Por ejemplo, tras levantarse el paro parcial en los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, pertenecientes al Ferrocarril del Estado y cercanos a la ciudad de Tucumán, un grupo de huelguistas de ésta ciudad partió caminando hasta Tafí Viejo, desde donde salieron a esperarlos al camino los trabajadores del taller acompañados de sus mujeres y niños. El diario socialista La Vanguardia calificó este acontecimiento como un “espectáculo interesante y sentimental”. También informó que tras este encuentro, los trabajadores organizaron un mitin, en cual hablaron varios dirigentes y que concluyó con una celebración en la Plaza Alberdi. De allí una “generosa columna” se dirigió a la jefatura de policía para pedir la libertad de los detenidos a fin de que pudieran retornar al trabajo3. En Luján, en cambio, el festejo fue diferente. Según informó el periódico La Época, de orientación radical, un comerciante de la localidad anunció la culminación del conflicto por medio de un toque de sirena de su negocio, tras esto más de cien personas se congregaron para vitorear al presidente Hipólito Yrigoyen4. Inicialmente estas fiestas no significaban para mi más que simples notas de color, aún cuando su variedad y atractivo me llevaron a tomar nota de todos sus 2. Respecto a las características de la gran huelga, la estrategia de los gremios y el papel del gobierno, véase: THOMPSON, Ruth “Organized Labor in Argentina: The Railway Unions to 1922”, D. Phil thesis (Oxford University, 1978), ROCK, David, El Radicalismo argentino, 1890-1930 (Bs. As: Amorrortu eds. 1977); GORDILLO, Mónica, El movimiento obrero desde el interior del país (1916-1922), (Bs. As: CEAL, 1988). 3. La Vanguardia, 3 de septiembre de 1917. 4. La Época, 18 de octubre de 1917.

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detalles. A primera vista, estos acontecimientos poco podían aportarme sobre mi preocupación central: la cultura política de los trabajadores durante la primera experiencia democrática en la Argentina. Conciente de la creciente atención que los especialistas en historia cultural dedican a estas temáticas, inicié la lectura de algunos estudios históricos recientes sobre las fiestas y las celebraciones públicas. Las páginas que siguen sintetizan algunos de los hallazgos más sustantivos que para un principiante, como es mi caso, brinda una introducción inicial en este sofisticado y fascinante campo de investigación. Los festejos y la propaganda política Cabe señalar que sólo recientemente los historiadores han comenzado a comprender la dimensión de lo festivo, pues la historiografía tradicional prestó escasa atención a las festividades y los rituales públicos. Tal como afirma la historiadora Mona Ozouf, en su prestigioso estudio sobre las fiestas de la Revolución Francesa, la historia “se ha preocupado mucho tiempo más de los trabajos y esfuerzos de los hombres que de sus diversiones o, como se quiera, de sus distracciones”5. Es probable que éste sesgo se encuentre aún más agravado entre los historiadores dedicados a los trabajadores, quienes casi inevitablemente inician su observación en el mundo del trabajo, a pesar de las convincentes advertencias de una nueva historia social interesada en la vida familiar, las relaciones barriales y comunitarias, el ocio y el tiempo libre de los hombres y mujeres obreras. Claro que cuando asistidos por otras disciplinas, como la antropología, mejor dotadas para atender a esta problemática, los historiadores toman como objeto de estudio las fiestas se encuentran frente a un objeto elusivo, en buena medida inasible, para los enfoques y métodos de la disciplina. Dos parecen ser las razones de esta dificultad. En primer lugar, si bien las fiestas resultan por definición evocativas -es decir contribuyen a vehiculizar memorias de tiempos pasados- esa memoria suele distanciarse fuertemente de la construida por los historiadores académicos. De la misma manera, las fiestas preanuncian y auspician futuros venturosos, expectativas imaginarias, que discrepan con lo que los especialistas conocen que sucedió a posteriori en el proceso histórico. Siguiendo una vez más a M. Ozouf puede decirse que el tiempo que evoca y anuncia la fiesta no es el tiempo de la 5. OZOUF, Mona, “La fiesta bajo la Revolución Francesa” en Jacques LE GOFF y Pierre NORA, Hacer la Historia. Objetos Nuevos, vol. III, (Barcelona: Ed. Laia, 1980), p. 261.

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historia/ disciplina. De allí la perplejidad que las fiestas provocan al historiador y el riesgo de desestimar ese pasado evocado o ese futuro utópico por suponerlo simplemente “falso”. En segundo lugar, las fiestas públicas dejan testimonios fragmentados o bien dejan sus huellas en el espacio, en la arquitectura de pueblos y ciudades (edificios, monumentos) o en documentos visuales (grabados, dibujos y para tiempos más contemporáneos fotografías) testimonios para los cuales, en general, el historiador tradicional -habituado a trabajar con fuentes escritas- suele carecer de entrenamiento. No obstante, la relevancia que las fiestas y las ceremonias públicas adquirieron en el mundo contemporáneo, en momentos de crisis de legitimidad política y en los procesos de reconstrucción y consolidación del orden estatal, obligaron a los historiadores a superar sus resquemores ante este objeto de estudio. En sus primeras aproximaciones, los investigadores tendieron a inscribir las conmemoraciones en el campo de la historia política. Dado que en situaciones revolucionarias, en tiempos de cambios políticos radicales, las festividades y celebraciones colectivas adquieren una centralidad inusitada, no es casual que exista una literatura abundante sobre las fiestas ocurridas durante los diez años de la revolución francesa. Los primeros estudiosos exploraron los festivales y rituales públicos a fin de ilustrar cómo y a través de que mecanismos los sucesivos grupos de poder intentaron imponer su propia visión y sus propios objetivos al conjunto de ciudadanos movilizados. El énfasis se concentró, en consecuencia, en la intencionalidad de las dirigencias políticas, en las aspiraciones de los organizadores de las fiestas. Así concebido, el estudio sistemático de las celebraciones y rituales ofreció una ventana privilegiada para abordar la construcción del poder y el arte del gobierno6. Los aportes de esta perspectiva merecen resaltarse. Es evidente que para los hombres de estado, las elites políticas y los grupos de poder, las fiestas y celebraciones públicas constituyen un instrumento fundamental de la gestión de gobierno. En su libro sobre los festivales bolcheviques, James Von Geldern destaca que tras el fin del zarismo, aún en medio de una guerra mundial, una grave crisis económica y una violenta guerra civil, la nueva dirigencia dedicaba buena parte de su tiempo y sacrificaba sus escasos recursos monetarios para organizar y participar de los festivales revolucionarios. Es por esto que existe abundante 6. OZOUF, Mona, Festivals and the French Revolution, (Cambridge, Harvard University Press, 1988), pp. 13-32.

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documentación sobre estas ceremonias, tanto provista por testigos directos como por sofisticadas monografías del Instituto de Historia del Arte de Leningrado. De hecho, muchos de esos críticos y estudiosos eran poetas, artistas, directores que se involucraron en el ciclo de festivales iniciado tras la revolución. Por otra parte, J. Von Geldern documenta la profunda relevancia de las conmemoraciones públicas recordando que, a comienzos de 1918, a iniciativa del propio Lenin, el gobierno provisional puso en marcha un plan de monumentos públicos destinados a publicitar los grandes días de la revolución. El plan proponía remover todos los monumentos y símbolos dedicados al zar y sus aliados; cambiar el nombre de calles y plazas y crear nuevos monumentos destinados a honrar a los héroes del socialismo. Dado que el triunfo revolucionario era aún frágil, el plan parecía prematuro. No obstante, la iniciativa fue tomada en cuenta precisamente porque se trataba de una decisión personal de Lenin, para quien este problemática no era en absoluto un tema menor7. De igual manera, investigaciones recientes en historia argentina han revelado que las fiestas y rituales públicos lejos de permanecer ajenos a los vaivenes de los procesos políticos pueden convertirse, en verdad, en parte del arsenal utilizado en la lucha política. En un reconocido estudio sobre los mecanismos de consenso activo y pasivo que le permitieron al Peronismo construir y cristalizar una identidad política propia y duradera, el historiador Mariano Plotkin ha analizado los festejos del 17 de octubre y el primero de mayo e ilustrado como devinieron en un espacio de disputa entre Perón y la vieja guardia sindical8. Gracias a la disponibilidad de recursos que le brindó el acceso al estado y la credibilidad de su retórica, Perón le disputó con éxito al laborismo el significado de la movilización del 17 de octubre y gradualmente asimiló la fiesta del día del trabajo a una fiesta oficial. Que el 17 de octubre de 1945 pasara a conmemorarse como el día de la lealtad y no como el día del pueblo –según aspiraban los dirigentes laboristasilustra sin ambages el triunfo político de Perón en el campo simbólico. Como bien lo demuestra este autor, ahondar en esta dimensión cultural contribuye a enriquecer las interpretaciones sobre el conflicto entre Perón y la dirigencia sindical tradicional, que la literatura explicó fundamentalmente a partir de un análisis político-institucional. 7. VON GELDERN, James, Bolshevik Festivals,1917-1920,(Berkeley: University of California Press, 1993), pp. 82-83. 8. PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón (Buenos Aires, Ariel, 1993), pp. 104-40.

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Cabe notar que, en ocasiones, la intención didáctica de las festividades públicas desborda el interés propagandístico de una facción política para adquirir un objetivo más amplio orientado a la estabilización del orden político. Según M. Ozouf, tras la revolución francesa, la construcción de una nueva sociedad exigió el desmantelamiento ritualizado de las representaciones del Antiguo Régimen y la construcción de símbolos nuevos. Por esta razón, los festivales revolucionarios buscaban ofrecer formas alternativas de pensar el tiempo y el espacio. Las celebraciones apuntaban a establecer un nuevo calendario de fechas públicas a fin de reemplazar las esgrimidas por el Antiguo Régimen. También los espacios de celebración se postulaban como los nuevos lugares de reunión y centros de referencia para la nación imaginada. Tal como recalca dicha historiadora, tras el fin de la monarquía absoluta en Francia, todas las fiestas –independientemente de las diferencias políticas de los dirigentes revolucionarios- compartían la misión de enseñar la Revolución a quienes no la habían conocido directamente. Es decir, estaban consagradas a fijar una memoria, por eso en palabras de esta autora, “uno siente que importa menos a estas fiestas renovar una emoción que fijar un relato”9. Fijar un relato, establecer lazos de lealtad e identificación entre gobernantes y gobernados resultó una necesidad imperiosa para los estados nacionales en la era de la política de masas. Tal es el tema que ocupa a Eric Hobsbawm en un bien conocido artículo dedicado a la creación y el consumo masivo de tradiciones en el último cuarto del siglo XIX hasta la primera guerra mundial10. Durante este período, la invención de tradiciones políticas fue deliberada y llevada adelante por agentes estatales que gozaban del aliciente de instituciones más consolidadas y con mejores recursos. El estado lograba así desplegar su autoridad cotidianamente ante los ciudadanos, gracias a la estandarización de la administración y la ley. Claro que a la par del robustecimiento de las autoridades, también la sociedad se tornaba demandante, transformada por el crecimiento económico y por la convicción de que la opinión de los habitantes no podía ser ignorada en tanto se habían convertido en ciudadanos. La necesidad de amalgamar una identidad común basada en un conjunto de creencias compartidas se convirtió en una urgencia prioritaria sobretodo en 9. OZOUF, Mona, “La fiesta bajo la Revolución Francesa” en Jacques LE GOFF y Pierre NORA, Ob. cit., p. 266. 10. HOBSBAWM, Eric “Mass-Producing Traditions: Europe, 1870-1914” en HOBSBAWM, Eric y Terence RANGER, The Invention of Tradition, (Cambridge, Cambridge University Press, 1984), pp. 263-307.

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aquellos estados nuevos, donde el estado, la nación y la sociedad aun no habían convergido. Tal como explica el mencionado historiador, con ese propósito, los estados nacionales apelaron a diferentes medios como la educación pública, la producción masiva de monumentos y las celebraciones cívicas. Entre estas últimas se destacan -como lo ilustran algunos de los estudios reunidos en esta compilación- el establecimiento de un día de fiesta nacional, un festejo que incluía ceremonias oficiales y no oficiales, orientado a reforzar el sentido de pertenencia a la nación, capaz de combinar la expresión de la fastuosidad y poder del estado con el entretenimiento de los ciudadanos. Estos aportes de la literatura especializada resultan iluminadores para interpretar el protagonismo de los partidos políticos en las celebraciones realizadas al finalizar la gran huelga ferroviaria, a mediados de octubre de 1917. Es evidente que los dirigentes de los distintos partidos hicieron suyos estos festejos a fin de difundir su credo ante los hombres trabajadores, a quienes la ley electoral aprobada en 1912 había transformado en ciudadanos de pleno derecho. Destaquemos, en primer lugar, la acción del partido de gobierno, la Unión Cívica Radical. Este aprovechó los festejos para asociar la resolución de la huelga a lo que publicitaba como la acción eficaz y ecuánime del presidente, o tomando las palabras del diario La Época al “patriotismo y carácter del Ejecutivo Nacional”11. Es preciso recordar que tras semanas de estancamiento en las negociaciones entre sindicatos y empresas, el presidente H. Yrigoyen decidió dictar por decreto el reglamento de trabajo ferroviario –el cual garantizó mejoras en las condiciones de trabajoy ordenó un aumento del 10 % en todos los salarios menores a 300 $, que se financiaría con un aumento de tarifas concedido a las empresas. Tras este decreto, se ordenó el restablecimiento del servicio, en tanto que los conflictos entre las administraciones ferroviarias y los trabajadores pasaron a quedar bajo la supervisión del Ministerio de Obras Públicas. De esta manera, el gobierno radical reglamentó las relaciones laborales en los ferrocarriles, fortaleciendo el poder regulador del estado en los conflictos entre capital y trabajo12. Claro que la medida gubernamental no gozó de consenso automático. No debe sorprender, entonces, que las autoridades aprovecharan los festejos del fin del conflicto para 11. La Época, 18 de octubre de 1917. 12. FALCON, Ricardo Falcón y Alejandra MONSERRAT, “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, en Falcón, R. (ed.), Nueva Historia Argentina. Tomo VI: Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), (Buenos Aires: Sudamericana, 2000), pp.151-194.

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insistir en las bondades de la acción oficial13. Por ejemplo, el diario La Época informó que el 19 de octubre en la ciudad de Córdoba se realizó un mitin con la presencia de alrededor de cinco mil trabajadores, ferroviarios y de otros gremios. Según la noticia, el desfile se realizó en un absoluto orden y se entonaron el himno de los trabajadores y la Marsellesa. Lo que se destacó, sin embargo, fue que también se dieron vivas al presidente de la república, al gobernador y a los ministros de Córdoba. Además se recalcó que cuando el desfile alcanzó el balcón de la gobernación donde se encontraban las autoridades, el gobernador provincial aprovechó la oportunidad para dirigir su palabra a los trabajadores. Sostuvo que “veía complacido el triunfo de la justicia que tanto favorecía a los obreros como a los patrones, ya que no había vencedores ni vencidos, porque el timón del país estaba empuñado por mano firme”14. Como puede observarse el partido de gobierno tornaba los festejos de los trabajadores en lo que podría llamarse un acto oficial, donde las autoridades tomaban la palabra para reiterarle al público la eficacia de la acción presidencial y su propósito de reforzar la armonía social. Esta fuerte presencia del oficialismo en los festejos preocupó al Partido Socialista, uno de los principales competidores del Radicalismo en la contienda electoral. Aquél tampoco podía permanecer ajeno a las fiestas ferroviarias siendo que reclamaba representar los verdaderos intereses de los trabajadores. Lo que lo perturbaba, sin embargo, era la evidente influencia del partido gobernante. Por esta razón, frente a las celebraciones ferroviarias, el socialismo expresó sentimientos encontrados, de reprobación y esperanza a la vez. Así lo documentan las advertencias del diario socialista La Vanguardia a propósito de la celebración que tuvo lugar en la ciudad de Tucumán luego del fin del conflicto parcial en el Ferrocarril Central Argentino. La Vanguardia informó que el sábado por la noche se había realizado una “manifestación numerosa de ferroviarios” que recorrió las principales calles “festejando la victoria obrera”. No obstante, la noticia subrayaba que ese triunfo “no puede afirmarse que haya influido aquí como una conquista completa de la conciencia obrera.” Esta conclusión pesimista se fundaba en el hecho de que algunos trabajadores habían homenajeado al diputado Radical de Tafí Viejo, a quien La Vanguardia acusó por “sus ataques a los intereses obreros” 13. Para un análisis más detallado del Partido Radical y su interpelación a los trabajadores durante la huelga ferroviaria, ver KARUSH, Mattew, Workers or Citizens: Democracy and Identity in Rosario, Argentina, 1912-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2002), capítulo 5. 14. La Época, 19 de octubre de 1917.

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durante el conflicto. Asimismo, se indicó que la manifestación había desfilado frente a los balcones del edificio del diario oficial, La Época, desde el cual varios líderes radicales habían dirigido su palabra. Ante esta avanzada propagandística del Partido Radical, el socialismo no permaneció inerme. Por el contrario, sus dirigentes tampoco perdieron ocasión alguna para difundir su prédica. Fue, entonces, en el registro de la acción de los socialistas que las noticias de La Vanguardia adquirieron tonos esperanzadores. En este sentido, se subrayó que la manifestación no se limitó a detenerse frente al diario oficial sino que también se dirigió hacia el diario La Gaceta de Tucumán, al que La Vanguardia calificó de imparcial. Allí, “a pedido del público” habló “un compañero socialista”, quien se encargó de recalcar que “el triunfo no era una limosna de la Casa Rosada” sino, por el contrario, una consecuencia de la “solidaridad de los ferroviarios.” Aunque La Vanguardia reconoció que en la manifestación no faltaron “vivas a Yrigoyen”, se destacó que “fueron pocos y sin eco”. La manifestación continuó hasta la plaza Alberdi y allí habló el representante de la Federación Obrera Ferrocarrilera de Tafí Viejo, quién también manifestó su disconformidad con el diario Radical por haber “injuriado a los trabajadores.” Al día siguiente –domingo- los trabajadores organizaron una reunión en la plaza de Tafí Viejo. En esa ocasión hablaron dos dirigentes socialistas, quienes insistieron en “llamar a la concordia a los obreros del riel” y los instaron a dejar de lado “las cuestiones ideológicas”15. Como lo sugieren los casos analizados, al institucionalizarse un sistema electoral competitivo tras la sanción de la ley Sáenz Peña, es evidente que los partidos políticos se vieron obligados a prestar atención a los festejos de los trabajadores. Estos constituyeron ámbitos privilegiados para que los líderes partidarios interpelaran al público trabajador. De múltiples maneras, las dirigencias políticas fortalecieron su presencia en las celebraciones a punto tal de convertirlas en parte del escenario de sus disputas electorales. Su influencia afectó, como se ha visto, la geografía y coreografía de los festejos. Las instituciones de gobierno y los locales partidarios formaron parte de los recorridos de las demostraciones y también las sedes de la prensa partidaria devinieron en importantes puntos de referencia. Entre los oradores no faltaron dirigentes políticos de distinto rango y los cánticos -además de los tradicionales repertorios proletarios- incluyeron aclamaciones y vítores referidos a identidades partidarias. Como se ha visto, 15. La Vanguardia, 27 de agosto de 1917.

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Radicales y Socialistas coincidían en que la huelga había concluido con un triunfo obrero. No obstante, discrepaban en el significado de ese triunfo y en quienes debían atribuirse el mérito de dicho logro, una disputa que se explicitó precisamente en las celebraciones. Más allá de la propaganda política: la experiencia de los asistentes a los festejos No sólo los hombres de estado o las dirigencias partidarias se interesaron por las festividades y rituales públicos. También las asociaciones de la sociedad civil promovieron celebraciones con el fin de difundir mensajes específicos, amalgamar voluntades y crear identidades. El día del trabajo, analizado por el historiador E. Hobsbawm, constituye un ejemplo bien conocido. Esta celebración internacionalista por excelencia, que se contrapone a la fiesta nacional, se popularizó rápidamente durante la década de 1890. En las primeras celebraciones se fueron imponiendo los símbolos universales que pasarían a distinguirla: la bandera y flores rojas, las largas piezas oratorias, las pancartas y slogan proletarios, el desfile de todos los trabajadores, independientemente de sus diferencias de oficio, ocupacionales o de nacionalidad, la asociación con un tiempo de lucha pero también de renovación y esperanza que lo convirtió en “la” fiesta de la clase obrera industrial y en una afirmación pública de su identidad. Al explicar la popularización de esta celebración en Europa, Hobsbawm se detiene en el caso austriaco, destacando que los líderes socialistas, a pesar de las opiniones de los dirigentes más moderados, insistieron en celebrarlo con un día de huelga y demostración masiva que le dio notoriedad por su fuerza y resonancia. Así concluye el autor, “el primero de mayo no reflejó tanto lo que los lideres del movimiento concibieron sino lo que aceptaron e institucionalizaron a iniciativa de sus seguidores”16. Esta observación remite a una cuestión por el momento desestimada: la experiencia de los participantes en las festejos y conmemoraciones. Hasta aquí, hemos conceptualizado a la fiesta como un escenario privilegiado para abordar los proyectos e idearios de los grupos de poder. No obstante, al inscribir la fiesta en el territorio de la intencionalidad de las elites o las dirigencias, la historia de 16. HOBSBAWM, Eric, “Mass-Producing Traditions: Europe, 870-1914” en HOBSBAWM, Eric y Terence RANGER, Op. cit., pp. 283-88.

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las fiestas pierde, en buena medida, autonomía respecto de los acontecimientos políticos y corre el riesgo de quedar reducida a un instrumento al servicio de causas políticas. Es preciso reconocer, entonces, que el significado de las fiestas no puede agotarse en su utilidad política. Dicho de otro modo y tomando nuevamente las palabras de M. Ozouf, el “sentido atribuido” no puede imponerse sobre el “sentido vivido”17. Debemos dejar de contar la historia de las fiestas sólo en los términos utilizados por sus organizadores para recuperar también el sentido que tienen para sus participantes. Por cierto, esto conlleva un enorme desafío metodológico y documental, pues para aproximarnos a las vivencias de los hombres y mujeres comunes contamos con testimonios mucho más fragmentados e indirectos que los que nos revelan la intencionalidad de las elites políticas. Algunas investigaciones recientes despliegan un menú de estrategias posibles para resolver este dilema. Primero, es necesario confiar en una diversidad de fuentes, combinando en especial documentación pública con fuentes privadas -cartas, memorias o testimonios orales entre otros. Segundo, se debe intentar una lectura detenida sobre dónde y cómo se realizan las celebraciones -los recorridos de los desfiles y manifestaciones, los objetos que se utilizan, la arquitectura que conforma el escenario, las reglas y organización del ceremonial- así como en torno a quienes participan en ellas: el perfil social, el lenguaje corporal, la indumentaria de los participantes, las formulas y dichos que pronuncian. El estudio de Mary Ryan sobre las demostraciones cívicas en las grandes ciudades de Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX ilustra las posibilidades de este tipo de abordaje. Con motivo de los días patrios, o de inauguraciones de importantes obras públicas -canales, líneas férreas o parques- las ciudades realizaban festejos, que consistían usualmente en concurridos desfiles en la vía publica. Dada la expansión demográfica y económica urbana de dicho país en ese período, es posible atribuir a esas celebraciones el propósito de homogenización social y cultural, un objetivo perseguido por las elites frente a una población en fuerte transformación. Sin embargo, la autora descubre que el acto de marchar por las calles con un recorrido prefijado constituía una ceremonia que, en verdad, daba cuenta de un mundo social abierto, móvil, dinámico. En su opinión, más allá de las intenciones de las dirigencias urbanas, el desfile era una suerte de “ómnibus cívico”, donde todo grupo con la suficiente organización, habilidad y coherencia interna podía 17. OZOUF, Mona, “La fiesta bajo la Revolución Francesa” en Jacques LE GOFF y Pierre NORA, Op. cit, p. 272.

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sumarse. Se trataba de un ritual fundamental para la constitución de una identidad urbana colectiva, en el cual distintos grupos ocupacionales y sociales afirmaban sus derechos cívicos y revelaban la concepción que los propios ciudadanos tenían del orden social urbano y el lugar que se daban dentro de él. En su interés por captar la cosmovisión de los participantes, esta historiadora se detiene en todos los detalles, recuperando, por ejemplo, los debates en torno a los estandartes que debían ser exhibidos en los desfiles. En efecto, a medida que al avanzar el siglo los industriales adquirían mayor preponderancia social, algunos propusieron marchar con autos exhibiendo la propaganda de sus productos: cervezas, pianos, o máquinas de coser, entre otros. Tras una breve experiencia, estas formas de propaganda abierta generaron resistencias, llegando inclusive a ser prohibidas de los desfiles, como en San Francisco. Como concluye la autora, a pesar de la desdibujada identidad de clase que manifestaba el desfile cívico, el público urbano aún no estaba dispuesto a reemplazar su ética de trabajo y producción -expresada a través de la orgullosa exhibición de las banderas y pancartas de los grupos de artesanos- por una adhesión abierta a la ética del consumo18. Otra muestra de la experiencia de los sujetos en las festividades públicas puede apreciarse en el estudio de Orlando Figes y Boris Kolonitskii sobre la Revolución Rusa. Interesados en indagar la cultura popular en el período revolucionario estos autores exploran las celebraciones realizas durante 1917 en los pueblos de provincia, tras recibir las noticias de la revolución ocurrida en Petrogrado. Los autores descubren que dichas celebraciones, que rápidamente adquirieron el nombre de “festivales de la libertad”, fusionaban viejos modos de celebración tradicionales, como los desfiles de los regimientos locales, con homenajes a los valores cívicos del nuevo orden: aparecían hojas y folletos de los himnos de la libertad para que la gente aprendiera los nuevos cánticos, se enarbolaban banderas rojas mientras el tricolor zarista era destruido, se tapaban los emblemas imperiales y se decoraban con banderas vagones, estaciones y tranvías, se llevaba la política al teatro al reclamar el canto de la Marsellesa antes de las funciones, o incluir producciones que aludían a la situación revolucionaria. Esta dramatización de la política se produce de manera más espontánea, menos cuidadosamente orquestada que otras ceremonias como la del entierro de las víctimas de la revolución de febrero. Esta última presupuso una prolija ceremonia fúnebre civil que exhibió el 18. RYAN, Mary, “The American parade: Representations of the Nineteenth- Century Social Order” en HUNT, Lynn (ed.), The New Cultural History (Berkeley, University of California Press, 1989), pp. 131-153.

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nuevo simbolismo revolucionario, una suerte de híbrido de ritos religiosos y laicos. El acto del entierro en sí pasó a ser más importante que la identidad de las víctimas, pues no se sabe con certeza si las casi doscientas personas enterradas contaban con suficientes antecedentes revolucionarios, si participaron voluntariamente en los enfrentamientos de Febrero o bien si eran simples víctimas circunstanciales. Como destacan dichos autores, no era ésta la cuestión nodal sino el hecho de que la celebración lograra realizarse a pesar de las oposiciones, desagrados y temores que generaba. Lo fundamental era que el ritual venía a establecer una nueva fecha y un nuevo lugar en el calendario de celebraciones urbanas. A partir de entonces, el Campo de Marte pasó a llamarse Plaza de las Víctimas de la Revolución y allí tuvieron lugar las manifestaciones y desfiles cívicos que pretendían mostrar su carácter revolucionario. El festival fue un éxito de público e hizo que las autoridades lo difundieran por el resto del país a través de afiches, fotografías y postales, transformándolo así en una fiesta nacional19. También interesados en una aproximación multidimensional a las fiestas y celebraciones algunas investigaciones recientes sobre la historia de los trabajadores en Argentina se han ocupado de estas temáticas. En su libro sobre el movimiento anarquista en la ciudad de Buenos Aires a fines del siglo XIX, el historiador Juan Suriano propone, junto a la reconstrucción del ideario, la prensa y las propuestas educativas y recreativas de los libertarios, un análisis detallado de los símbolos, emblemas y rituales públicos de estos militantes, dando cuenta de su profunda impronta en la cultura política de los trabajadores urbanos20. Por su parte, un estudio sobre las fiestas del día del trabajo celebradas durante las presidencias peronistas se detiene en el certamen de la elección de las reinas del trabajo, explorando tanto la coreografía del ritual y su función desde la perspectiva gubernamental como las experiencias de las concursantes. Para esto se basa en varias entrevistas realizadas a algunas de las participantes, que permiten recuperar el significado que las mujeres atribuyeron a los festejos y a su participación en los mismos21. 19. FIGUES, Orlando y KOLONITSKII, Boris, Interpretar la revolución rusa. El lenguaje y los símbolos de 1917 (Madrid, universidad de Valencia, 2001), pp. 53-100. 20. SURIANO, Juan, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890-1910 (Bs. As., Ed. Manantial, 2001), pp. 299-333. 21. LOBATO, Mirta Zaida, DAMILAKOU, María y Lizel TORNAY, “Las reinas del trabajo bajo el peronismo” en LOBATO, Mirta Zaida: (ed.), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX (Buenos Aires, Ed. Biblos, 2005), pp. 77-120.

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Este breve recorrido historiográfico sugiere que es posible ir más allá de la función pedagógica y política de las celebraciones públicas e intentar recuperar la experiencia de los participantes. Esta línea de indagación resulta estimulante cuando se trata de abordar las cartas que algunos trabajadores envían a los periódicos relatando los festejos realizados tras el paro nacional ferroviario. Tal es el caso de la carta del ferroviario Ángel Núñez publicada en el diario anarquista La Protesta el 27 de octubre de 1917, sobre las celebraciones que habían tenido lugar en Trenque Lauquen entre el 18 y 19 de octubre al anunciarse el fin del conflicto22. En verdad, los festejos anarquistas desorientan al investigador pues el anarquismo estimó que la huelga había sido derrotada. En efecto, si bien los libertarios habían acompañado todo el desarrollo del conflicto y elogiado las múltiples acciones de resistencia de las comunidades ferroviarias durante los 24 días de paro, el hecho de que los dirigentes sindicales terminaran aceptando la mediación y decreto del gobierno radical frustró sus expectativas. De hecho, A. Núñez coincide con esta interpretación, explicando al inicio de su misiva, “Al tener noticias de la terminación de la huelga, con un triunfo que se dijo de acuerdo a las aspiraciones, un clamor de jubilo lleno el local social, vivando a la huelga, a la Federación y a la Fraternidad y acto seguido acordóse festejar el triunfo creído, y de acuerdo con ello, sin pensar nadie en un ardit (sic) que tramabo (sic) en la sombra de bajos egoísmos o conveniencias individuales, vendiera a los obreros en tan hermoso movimiento que ha de perdurar en el recuerdo de las clases productoras”. ¿Si la huelga había sido traicionada, qué motivos esgrimían los anarquistas para celebrar? ¿Por qué este hombre participaba y elogiaba unos festejos realizados bajo una creencia errada? Una respuesta posible a estos interrogantes puede elaborarse a partir de las reflexiones del historiador J. Von Geldern en la introducción de su libro sobre los festivales bolcheviques. Según este autor, el carácter festivo de una celebración no radica en su política o en su causa, sino en el hecho de que ésta se aparte y distinga de la existencia cotidiana. Las fiestas pueden ser 22. La Protesta, 27 de octubre de 1917.

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celebradas por creyentes o ateos, conservadores o revolucionarios, ricos o pobres, pero ellos deben, por sobre todo, sentirse diferentes. Como podrá observarse, fue esta sensación de participar de una vivencia extraordinaria lo que motivó a A. Núñez a compartir la celebración en el local social y la manifestación callejera del día siguiente. Así lo sugiere su descripción de la reunión que tuvo lugar desde las 4 de la tarde –cuando se recibieron las noticias de la terminación de la huelgahasta las doce de la noche. En palabras de Núñez, “Hallábanse todas las familias de los ferroviarios reunidas en un solo haz, en el casto y estrecho abrazo inspirado en el transcurso de la lucha que encarna en todos una sola aspiración en el único anhelo de emancipación. Diríase que aquellas mil personas eran una sola familia, nacidas todas de una misma madre y criados bajo un mismo lecho (sic). (…) todos nos conocíamos, no obstante a algunos no haberlos visto nunca”. Núñez reiteró esta imagen solidaria y fraternal para referirse al carácter de la manifestación realizada al día siguiente, una demostración que protagonizaron las familias ferroviarias pero que contó con una “infinidad de simpatizantes” del pueblo. Seguramente, en el propio seno de la comunidad ferroviaria así como entre ésta y el resto de los habitantes de Trenque Lauquen se vivían a diario tensiones, disensos y conflictos. Sin embargo, la fiesta parecía acortar distancias despertando un sentimiento de hermandad, de familiaridad, sin duda, extraordinario. El hecho de que las familias obreras tomaran control de la palabra y del espacio en el pueblo -aunque fuera tan sólo por un par de días- constituyó otra de las vivencias excepcionales que posibilitó la celebración. Los festejos en el local social fueron ruidosos a punto tal que según relató Núñez: “mandaba decir el comisario que no gritaran tantos vivas. Pero esa orden se quedó sofocada por un grito unánime: - ¡Viva la Huelga!- y todo siguió como hasta entonces.” De la misma manera, en su carta aclaró que a pesar de que se había intentado impedir la manifestación pública del día siguiente, ésta se llevó a cabo. Las columnas de familias trabajadoras recorrieron buena parte del pueblo, partiendo desde el local social con una banda de música al frente de la columna, desfilando por el boulevard principal en dirección a la plaza central. Allí se alzó “la tribuna del pueblo”, un escenario desde el cual “todo el que quiso hacerlo” dirigió la palabra a la multitud, entre quienes se encontraron varios “compañeros, compañeras y

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niñas.” Ni las ordenes de las autoridades, ni las voces de líderes políticos o aún dirigentes gremiales parecían tener cabida en esta fiesta libertaria. Más bien eran las familias obreras las autoras de las consignas, discursos y cánticos. El retorno al local social estuvo plagado de vítores a “la revolución social y a la anarquía” y también se entonó el “himno a los trabajadores”. De igual manera, la geografía de los festejos revelaba tonos plebeyos. Los puntos de referencia comprendieron la sede de los locales sindicales, la plaza principal y la casa del corresponsal de La Protesta, donde la manifestación se detuvo para lanzar una “verdadera lluvia de flores”. Como puede observarse, en sí mismos, estos festejos representaban una exaltación de las voces y espacios familiares de las comunidades obreras, que gracias a la celebración adquirían una centralidad inusitada. Por último, en los festejos –como también había ocurrido durante la huelgalas mujeres adquirieron un evidente protagonismo, que resultaba doblemente paradójico tanto porque de acuerdo a la ideología de género dominante la función de la mujer se restringía al espacio doméstico, como por el hecho de que se trataba de una huelga en una actividad en donde se empleaban primordialmente hombres23. No obstante, la visibilidad de las mujeres fue notoria. Las “compañeras” encabezaron el desfile y a lo largo del recorrido niñas y mujeres del pueblo distribuyeron flores a los manifestantes. Como se anticipó, también muchas de ellas dirigieron la palabra en el palco de la plaza central. Si tanto la ley como la costumbre restringían la participación de las mujeres en el ámbito público, lo cierto es que estas celebraciones obreras posibilitaban el protagonismo femenino. En cierta medida, esta celebración en Trenque Lauquen revela un festejo pueblerino, modesto y acotado. Sin embargo, al menos para A. Núñez y quizás para muchos otros participantes del evento, se trató de una vivencia extraordinaria. Así, lo manifestó este ferroviario al resumir una de estas jornadas, diciendo, “La sociedad futura podemos decir que la hemos vivido en aquellos momentos en que todo fue concordia. (…) A quien quiso cantar cantó; 23 He analizado en detalle la participación de las mujeres en la gran huelga en “¿Trabajo Masculino, Protesta Femenina?. La participación de la mujer en la gran huelga ferroviaria de 1917”, en Maria Celia Bravo, Fernanda Gil Lozano y Valeria Pita (comps.) Historia de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX (Tucumán, Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán, 2007), pp. 91-121 y en “Peligrosas, libertarias o nobles ciudadanas: representaciones de la militancia femenina en la gran huelga ferroviaria de 1917”, Revista Mora n.12, diciembre 2006, pp. 102-121.

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bailó quien tuvo voluntad y todos juntos gozamos los caracteres con un mismo deseo de amor y libertad”. Puede concluirse, en consecuencia, que nuestros estudios sobre rituales y festejos públicos pueden trasuntar los intereses políticos de los organizadores o de las facciones políticas. Más aún, debe advertirse que al encorsetar las fiestas en propósitos políticos o al interrogar tan sólo como ciertos grupos sociales celebran ciertas ideas se corre el riesgo de caer en un callejón sin salida. Siguiendo una vez más a J. Von Geldern cabe señalar que más productivo, en cambio, resulta indagar qué le sucede a las ideas cuando son celebradas. Como lo ilustra este testimonio, es precisamente en el marco de la experiencia de los festejos cuando la utopía libertaria parecía adquirir visos de realidad. Para A. Núñez, la experiencia de la fiesta valía la pena y resultaba trascendental, aún cuando no hubiera motivo real de celebración, dado que los anarquistas consideraban que la huelga había sido derrotada. Narrar la historia de la gran huelga ferroviaria es narrar la historia de una protesta prolongada, tensa y aún sangrienta. En el marco de este clima conflictivo, sin embargo, los trabajadores, sus familias y vecinos ocuparon, en ocasiones, las calles y plazas para celebrar. Estos festejos públicos atrajeron la atención de autoridades, partidos políticos, dirigentes sindicales y contaron con la activa participación tanto de quienes creían haber obtenido un triunfo como de aquellos que se hallaban desilusionados con la resolución del conflicto. Independientemente de sus posiciones, ideas o roles preestablecidos, hombres y mujeres, adultos, jóvenes y niños participaron de los festejos testimoniando la centralidad que la vida de las familias trabajadoras adquiría en la nueva república democrática. En buena medida, los festejos contribuían a ubicar a los trabajadores en el centro de la escena de la nación, aún cuando sus lenguajes políticos y simbología permanecieran marcadamente internacionalistas. Bien miradas, en suma, las fiestas constituyen acontecimientos sumamente ricos y complejos como para que continuemos ignorándolas o las consideremos una simple anécdota. Como se ha tratado de demostrar aquí, cuando las observamos en detalle a través de la lente de los especialistas, es indudable que las fiestas y celebraciones públicas pueden revelarnos aspectos aún poco conocidos de la cultura política de los trabajadores en la Argentina de principios del siglo XX.

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Bibliografía citada - FALCON, Ricardo Falcón y Alejandra MONSERRAT, “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, en Falcón, R. (ed.), Nueva Historia Argentina. Tomo VI: Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), (Buenos Aires: Sudamericana, 2000), pp.151-194 - FIGUES, Orlando y KOLONITSKII, Boris, Interpretar la revolución rusa. El lenguaje y los símbolos de 1917 (Madrid, universidad de Valencia, 2001). - GORDILLO, Mónica, El movimiento obrero desde el interior del país (19161922), (Bs. As: CEAL, 1988). - HOBSBAWM, Eric, “Mass-Producing Traditions: Europe, 870-1914” en HOBSBAWM, Eric y Terence - KARUSH, Mattew, Workers or Citizens: Democracy and Identity in Rosario, Argentina, 1912-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2002) - LOBATO, Mirta Zaida, DAMILAKOU, María y Lizel TORNAY, “Las reinas del trabajo bajo el peronismo” en LOBATO, Mirta Zaida: (ed.), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX (Buenos Aires, Ed. Biblos, 2005), pp. 77-120. - OZOUF, Mona, “La fiesta bajo la Revolución Francesa” en Jacques LE GOFF y Pierre NORA, Hacer la Historia. Objetos Nuevos, vol. III, (Barcelona: Ed. Laia, 1980). - OZOUF, Mona, Festivals and the French Revolution, (Cambridge, Harvard University Press, 1988). - PALERMO, Silvana, “Peligrosas, libertarias o nobles ciudadanas: representaciones de la militancia femenina en la gran huelga ferroviaria de 1917”, Revista Mora n.12, diciembre 2006, pp. 102-121. - PALERMO, Silvana, “¿Trabajo Masculino, Protesta Femenina? La participación de la mujer en la gran huelga ferroviaria de 1917”, en Maria Celia Bravo, Fernanda Gil Lozano y Valeria Pita (comps.) Historia de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX (Tucumán, Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán, 2007), pp. 91-121 - PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón (Buenos Aires, Ariel, 1993). - RANGER, The Invention of Tradition, (Cambridge, Cambridge University Press, 1984). - ROCK, David, El Radicalismo argentino, 1890-1930 (Bs. As: Amorrortu eds. 1977)

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- RYAN, Mary, “The American parade: Representations of the NineteenthCentury Social Order” en HUNT, Lynn (ed.), The New Cultural History (Berkeley, University of California Press, 1989), pp. 131-153. - SURIANO, Juan, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890-1910 (Bs. As. Ed. Manantial, 2001). - THOMPSON, Ruth “Organized Labor in Argentina: The Railway Unions to 1922”, D. Phil thesis (Oxford University, 1978). - VON GELDERN, James, Bolshevik Festivals, 1917-1920, (Berkeley: University of California Press, 1993) Fuentes citadas La Época (1917). La Protesta (1917). La Vanguardia (1917)

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Manifestaciones, conmemoraciones y tiempo libre de los trabajadores en la Ciudad de Buenos Aires en la primera mitad del siglo xx Mirta Zaida Lobato 1

Las manifestaciones políticas, religiosas y de protesta así como las fiestas públicas y patriotas tienen en nuestro país una larga historia. El tema posee fuerte actualidad en tanto calles y plazas de la ciudad se han convertido en espacios tomados por diferentes sujetos sociales para hacer oír sus demandas. La historia social y política ha examinado algunas de las manifestaciones y rituales, desde las marchas políticas hasta la liturgia del peronismo pasando por algunas manifestaciones obreras, en particular las conmemoraciones del 1º de mayo. Manifestaciones, fiestas y rituales tienen gran importancia tanto para la historia social y política como para la historia cultural y a lo largo de una centuria (la que va entre el primero y el segundo Centenario de la Revolución de Mayo) se puede ir destejiendo la madeja de sus significados para distintas clases y actores sociales. Por eso propongo en este texto analizar, aunque sea someramente, la diversidad de formas que tuvo la ocupación del espacio público a partir de las prácticas acuñadas por los trabajadores. 1. Doctora en Historia. Profesora de Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e Investigadora en el Instituto Ravignani. Ha dictado cursos de Historia Argentina en la Universidad de Mar del Plata y en los Postgrados de FLACSO, Centro de Estudios Avanzados de la UBA y en la Universidad de Rosario. Ha publicado El Taylorismo en la gran industria exportadora argentina (CEAL 1988), la compilación sobre Política, médicos y enfermedades (Biblos 1996) y artículos en libros editados por EUDEBA, CLACSO, Duke University Press, Editorial Sudamericana y la CEAL y revistas nacionales y extranjeras.

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I Son ampliamente conocidas las transformaciones que se produjeron en nuestro país y en la ciudad de Buenos Aires desde la segunda mitad del siglo XIX. Una vasta literatura señala la magnitud de los cambios económicos, sociales y culturales poniendo énfasis en la construcción de un orden político y de una economía capitalista, en el proceso de urbanización, en el papel de los inmigrantes, en el rol de la población nativa y en la constitución de organizaciones obreras. Junto al crecimiento de la población y la transformación de la economía, que favoreció la consolidación del capitalismo dependiente en estrecha relación con los mercados internacionales se produjo la ampliación de la demanda de brazos para satisfacer las necesidades del mercado laboral. Una amplia gama de trabajadores diferenciados por su origen (nativos y extranjeros, rural-urbano), por sus edades (niños, jóvenes y adultos), por el sexo (varones y mujeres) por las formas de trabajo (por un salario, por cuenta propia) se incorporaron a las actividades rurales y urbanas. En la ciudad de Buenos Aires trabajaron en las construcciones urbanas (viviendas y edificios públicos y privados), en las obras de infraestructura (calles, puentes, puertos, obras de salubridad), en los servicios (educación y salud, en el comercio, en el servicio doméstico y en fábricas y talleres. Esos trabajadores, varones y mujeres, realizaban sus labores durante largas jornadas pero sus vidas se movían también en espacios y actividades que los alejaban de los lugares de trabajo (fábricas, talleres, tiendas). Esa constatación permite formular el interrogante sobre qué hacían las personas cuando no trabajaban, sobre el modo en que se organizaban sus fiestas, sobre el papel que jugaban las asociaciones gremiales o de carácter étnico en la articulación de diferentes formas de sociabilidad. Al mismo tiempo, al pensar en el conjunto de manifestaciones obreras que desde fines del siglo XIX poblaron las calles, plazas y teatros de la ciudad se plantea otro conjunto de preguntas articulado alrededor de las distintas conmemoraciones en el proceso de configuración de memorias del trabajo. En la ciudad de Buenos Aires (aunque no sólo en ella) se fueron constituyendo distintos espacios donde era posible reponer las fuerzas gastadas en el trabajo. Las reuniones familiares, entre amigos o con otros miembros de una comunidad étnico nacional fueron frecuentes. Innumerables historias relatan acontecimientos

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asociados con fiestas que se realizaban luego de la ceremonia del matrimonio o por motivos religiosos. Cantos y bailes sobrevenían a las tertulias alrededor de una mesa. A veces la algarabía se extendía a las calles, sobre todo en las zonas más alejadas del centro de la ciudad. Trabajo y tiempo libre se encontraban fuertemente enlazados en la existencia de las familias obreras. Un aspecto importante de la vida familiar se estructuraba alrededor de las fiestas que celebraban la formación de una pareja (vía el matrimonio formal en el registro civil o de acuerdo a determinados ritos religiosos, o como uniones de hecho), el nacimiento de los hijos y las reuniones con amigos (conocidos o paisanos). Como parte de los vínculos que establecían con los connacionales podían asistir a las fiestas, actos y representaciones teatrales de las asociaciones étnicas que, como es conocido, se conformaron desde la segunda mitad del siglo XIX. Dentro del recortado mundo laboral se congregaban en las veladas teatrales, picnics y fiestas que organizaban los grupos sindicales y las ideologías obreras como las anarquistas, socialistas y comunistas. Por otra parte, es posible también que la construcción de algunos espacios verdes (plazas y parques) en el ámbito urbano hiciera que no sólo las familias sino también las personas que vivían solas concurrieran a ellas. Paseos como Palermo atraían a personas de distintas clases sociales aunque la distinción y la ostentación de las clases acomodadas llamaron más la atención de los estudiosos. Para que los trabajadores (varones y mujeres) y sus familias accedieran a las distracciones que ofrecían las organizaciones gremiales y étnicas, para que respondieran a las ofertas de los espectáculos circenses, teatrales, asistieran a las carreras de caballo, al cine, cuando éste comenzó a cautivar a personas ávidas de experimentar nuevas sensaciones, necesitaban que contaran al menos con algunos recursos económicos y con el tiempo libre necesario. Básicamente que no tuvieran que deslomarse para vivir, por eso, a medida que se fue extendiendo la idea de que una jornada laboral razonable no debía exceder las 8 horas diarias y que se fue logrando la disminución de la misma crecieron, y se hicieron más visibles, las múltiples oportunidades de disfrute para las clases populares. El uso del tiempo libre por parte de los trabajadores y sus familias fue un tema importante para las organizaciones obreras. Los gremios y sociedades de

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resistencia de todas las ideologías entendían que los trabajadores tenían que ser educados e iluminados para la transformación social y que no debían dejar resquicios a la acción de los oponentes.2 A partir de esta idea se fueron organizando pic nics y excursiones al aire libre así como representaciones teatrales y hasta funciones cinematográficas para convertir a los trabajadores en seres respetados y respetables. Eran fiestas militantes pues todas las actividades estaban destinadas a educar a los trabajadores y a sus familias e impregnadas de una concepción fuertemente ética. Había que ser sanos, no beber ni caer en las banalidades que les proponían. Divertimentos como el circo, las fiestas de carnaval, los deportes como el fútbol, las carreras de caballo y las riñas de gallo eran criticadas, aunque es cierto que socialistas y comunistas organizaban ligas deportivas alternativas. Según las notas, poemas y grabados publicados en los periódicos gremiales que circulaban en la ciudad de Buenos Aires, sobre todo hasta la emergencia del sindicalismo peronista, hay un uso político de la retórica moral en tanto las fiestas, las propuestas educativas, la publicidad, los discursos apuntaban a construir un mundo autorregulado, alejado de la banalidad y de la tentación de la corrupción. Se pueden seleccionar cientos de párrafos como el publicado por Pintores Unidos en diciembre de 1926: “… nos causa dolor ver al hombre de trabajo que en las horas de reposo se entrega con entusiasmo a hablar y discutir de las carreras de caballo, de foot-ball, del boxeo, de las quinielas, de la lucha romana, de las borracheras que toman, de las proezas que llevan a cabo con las hijas del pueblo y a la corrupción a que las conducen…” Todo lo que distrajera las mentes de las clases populares de la senda de la transformación social podía ser denostado pero, como es conocido los acelerados cambios sociales y culturales trajeron, entre otras cosas, la conformación de una amplia oferta de actividades deportivas y culturales para todas las clases sociales y hasta las organizaciones gremiales terminaron utilizándolas para diferentes fines. Algunas de las ofertas deportivas estuvieron asociadas con las actividades recreativas de las colectividades de inmigrantes. Juegos como la pelota a mano, la esgrima, la gimnasia, el tiro, el críquet, el rugby y el fútbol se asociaban a vascos, italianos, franceses, suizos o ingleses. Ciertas prácticas se popularizaron rápidamente como el fútbol, especialmente los jóvenes lo practicaban en los 2. Mirta Zaida Lobato, La prensa obrera, Edhasa, Buenos Aires, 2009.

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espacios baldíos de la ciudad y se conformaron equipos como Boca, River, Racing, Independiente, San Lorenzo, Chacarita Juniors. Los trabajadores también sintieron la atracción de un juego que podía realizarse sin mucho costo y en las fábricas se conformaron equipos de fútbol. Así un departamento podía enfrentarse con otro dentro de una gran empresa y también con los de otras compañías.3 En la década de 1930 muchas fábricas organizaron esos equipos así como establecieron clubes fabriles que constituyeron un modo de conformar un espacio de sociabilidad y posiblemente alejar a las huestes asalariadas de la oposición al patrón, tal como proclamaban algunas ideologías obreras. El fútbol despertaba opiniones encontradas entre ellas pues podía considerarse como importante para la formación física del individuo y saludable si se encontraba al margen de la masificación y el profesionalismo. Por 1916 en un artículo de La Protesta se decía que “Este sano y fortaleciente juego practicado con mesura, ha degenerado de algún tiempo a esta parte por las modalidades bestiales e intereses bastardos que ha adquirido en manos de elementos que son harto perniciosos en cualquier terreno que se inmiscuyan”4 El cuestionamiento se basaba en la crítica al espectáculo que distraía y embrutecía a los asistentes. Incluso ya hacia fines de la década del veinte algunas notas arremetían contra socialistas y comunistas pues ellos buscaban construir una alternativa en el mismo espacio competitivo de los clubes que comenzaban a dejar el deporte amateur para convertirse en profesionales. Por la misma época Bandera Proletaria, expresión de la USA, criticaba “el deporte obrero” por inútil para que el hombre desarrolle su físico y su mente de manera armoniosa.5 En contraposición los socialistas organizaron una sección “Sportismo” en La Vanguardia en la que se informaba sobre la práctica de varias disciplinas entre ellas el fútbol. Fomentaba ese juego, organizaba campeonatos y hasta constituyeron una liga propia, la Confederación Socialista Deportiva. Claro que los deportes se impulsaban como una práctica sana y criticaban las agresiones a referee y las peleas entre jugadores. Estimularon al mismo tiempo el juego de básquetbol, el atletismo y hasta el tenis. 3. Esas prácticas se extendían en todas las ciudades medianas y pequeñas donde una fábrica o taller congregaba un número importante de trabajadores. Véase Mirta Zaida Lobato, La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y conflicto en una comunidad obrera. Berisso, 1904-1970, Buenos Aires, Prometeo libros – Entrepasados, 2001 (Reeditado por Prometeo Libros, 2004) 4. La Protesta, 17 de marzo de 1916 5. Bandera Proletaria, 14 de agosto de 1926

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El uso de los espacios verdes de la ciudad de Buenos Aires fue otro modo accesible de pasar los momentos de no trabajo. Reunidos con amigos o con la familia, las plazas de la ciudad o la ribera del río se convirtieron en zonas de esparcimiento. Son conocidas las imágenes de trabajadores bailando a la orilla del río, de las familias y de los grupos de amigos. En la ribera del Río de la Plata y en el Riachuelo se producía el contacto con la naturaleza. La actividad más común fueron los pic-nics. En las zonas de Palermo y Floresta, en la costa de Olivos, en la isla Maciel las familias, los jóvenes, incluso los militantes organizaban un día al aire libre. Se establecían competencias y juegos de diverso tipo, rifas. Los periódicos que interpelaban a los trabajadores como La Protesta y La Vanguardia o los periódicos gremiales convocaban a participar de esas actividades así como a las conferencias y presentaciones teatrales. Por ejemplo en La Protesta pueden encontrarse para algunos años la cantidad de entradas vendidas a los pic-nics cuyo número oscilaba entre 1.000 y 6.000, entre 1913 y 1928. Aunque es cierto que no todas las entradas vendidas son indicadores de una efectiva presencia en la actividad, lo cierto es que ellas son señales de la existencia de eventos de este tipo.6 En el caso de los socialistas las convocatorias a las salidas campestres eran realizadas por los centros políticos. II Los trabajadores trataron de organizarse y para ellos conformaron sus asociaciones gremiales. A través de las cuales buscaban unirse, identificar intereses comunes y mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. La organización de todos los trabajadores debía ir acompañada por las demandas que aliviaran su situación y el modo en que se expresaban era por medio de petitorios que se presentaban a los patrones y, a veces, a las autoridades. Los petitorios eran verdaderos cuadernos de quejas que los patrones desestimaron en muchas oportunidades, siendo el origen de numerosos conflictos en una empresa o en un conjunto de establecimientos pertenecientes a una rama industrial. Aunque cada gremio tenía su particularidad, se puede decir que las demandas conformaban tres grandes grupos; las relacionadas con las condiciones de trabajo (salarios, jornada laboral, accidentes, mayor respeto por parte de las autoridades), las vinculadas con derechos civiles (peticionar, reunirse, expresar ideas públicamente y asociarse) y solidaridad (con 6. Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Manantial, Buenos Aires, 2001.

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otros grupos trabajadores en conflictos, contra la represión policial). A lo largo del siglo XX las huelgas ya sean las parciales o generales se fueron perfilando como el medio de lucha más utilizado por todos los trabajadores tanto en Buenos Aires como en otras ciudades del país.7 Las huelgas podían ir acompañadas de manifestaciones y en aquellos momentos en que el conflicto adquiría una dimensión pública, ya sea por la magnitud de la protesta o por la de la represión, ocupaba la noticia de todos los periódicos y diarios. No es mi intención realizar un relato pormenorizado de las huelgas sean ellas parciales o generales. Algunas son bastante conocidas como la huelga general de 1904, la represión sufrida por los manifestantes el 1 de mayo de 1909, la huelga en la fábrica Vasena en 1917, la de la construcción en 1936. Más bien lo que quisiera destacar es que las manifestaciones obreras ocuparon los espacios públicos buscando dar visibilidad a su capacidad de movilización y a sus demandas por derechos. En las tres primeras décadas del siglo XX, las manifestaciones obreras más importantes estuvieron relacionadas con reclamos laborales y con la solidaridad hacia otros grupos de trabajadores. De modo que un momento importante donde se expresaba la unión de los trabajadores fueron las manifestaciones y reuniones (mitines) que acompañaban las huelgas, los actos recordatorios del 1º de mayo o de los “mártires” sociales. Las manifestaciones constituían un espectáculo en tanto se podían observar los estandartes, las pancartas, la formación de las columnas, el número y las edades de los participantes. La presencia de mujeres y niños, la multitud bajo las banderas ondeantes, el sonido de las bandas de música llamaban la atención de la prensa como generaban inquietud en las autoridades. Los recorridos de las manifestaciones constituían activas demarcaciones territoriales en el espacio urbano. El análisis de los caminos que seguían los manifestantes muestra que ellas se diseminaban por toda la ciudad aunque tuvieran puntos centrales de concentración. Las manifestaciones partían de los sedes gremiales en la Boca, Barracas, Once, Almagro recorriendo numerosas calles como Necochea, Almirante Brown, Paseo Colón, Moreno, Corrientes, Medrano, Bartolomé Mitre, Caseros, Jujuy, Cochabamba, Humberto 1º entre otras para llegar 7. Mirta Zaida Lobato y Juan Suriano, La protesta social en la Argentina, FCE, Buenos Aires, 2003.

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a las plaza Once, Constitución o Congreso. Los diarios y periódicos describen el momento en que la manifestación llegaba a una plaza no sólo mencionando a los manifestantes sino también a los cánticos (“revolucionarios”) o a las “vivas” que se vociferaban. En muchas oportunidades se realizaban representaciones (por ejemplo una performance de la toma de la Bastilla). Las manifestaciones no siempre terminaban en paz. Cuando la represión policial se desataba las calles podían constituirse en campos de batalla. Si la intervención de la policía dejaba su secuela de muertos, la confrontación se trasladaba al cementerio, especialmente en La Chacarita. Los heridos eran trasladados a los hospitales y los detenidos a comisarías. Muchas veces intervinieron las autoridades judiciales y ello generaba un sinnúmero de movilizaciones por parte de los familiares, de los abogados, de algunos diputados o senadores, especialmente socialistas. La gran manifestación obrera fue la conmemoración del 1º de mayo. Desde su instauración en 1890 se convirtió en el día en el que todas las organizaciones obreras, independientemente de su ideología, organizaban una concentración (en una plaza, en un teatro) o se convocaba a una manifestación que recorrería las calles de la ciudad. La conmemoración del 1º de mayo fue el corazón de distintas competencias; discursivas, prácticas y simbólicas entre las corrientes que buscaban organizar y dirigir al movimiento obrero, al menos desde aquella reunión realizada en el Prado Español el 1 de mayo de 1890. A lo largo del tiempo el socialismo lo consideró como un día de fiesta, como un momento en el que el conjunto de los trabajadores se convertían en una sola voz y demostraban el grado de unidad y poder alcanzado en todas partes del mundo, aunque era también un día de recordación de los que habían caído bajo las garras del capitalismo. Para el anarquismo en cambio era un día de lucha y luto por los mártires de la insensibilidad burguesa y los comunistas mantuvieron el sentido de combate y de recordación del heroico proletariado.8 La batalla simbólica alrededor del 1º de mayo adquirió un nuevo tono durante los años peronistas. Se revitalizó el sentido de fiesta y adquirió un carácter monumental y espectacular con las movilizaciones obreras, los cánticos y la elección de la Reina del Trabajo. El 8. Aníbal Viguera, “El primero de mayo en Buenos Aires, 1890-1950: revolución y usos de una tradición”, Boletín Nº3, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 1er. Semestre de 1991 y Juan Suriano, Op. Cit.

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centro de esa nueva escenografita política fue la plaza de Mayo que el peronismo transformó en propia.9 III Desde 1890 los trabajadores trataron de hacer oír sus voces en ciudades como Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca. A pesar de que en todos los centros urbanos pueden rastrearse diferentes manifestaciones y reuniones obreras lo cierto es que las que acontecieron en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires adquirieron mayor visibilidad. A veces porque la prensa las potenció al darles un espacio destacado en las noticias. Otras porque la acción represiva de la policía y de los gobiernos fue de tal magnitud que dejaban heridos y muertos, lo que generaba a su vez la indignada reacción de las clases populares. Las primeras manifestaciones como las huelgas se organizaron para reclamar por derechos: a una vida digna sustentada por salarios adecuados para satisfacer necesidades, una jornada laboral que dejara tiempo para descansar, la protección de mujeres y niños, el seguro frente a la contingencia de un accidente. No fueron los únicos temas que convocaron a hombres y mujeres, también se movilizaron en solidaridad con otros trabajadores o para reclamar la libertad de los detenidos no sólo dentro de las fronteras del país sino también mas allá de ellas. Aunque no he mencionado todas las manifestaciones en la que participaron los trabajadores (varones y mujeres) ellos nutrieron las filas de las fuerzas políticas que apoyaron al concejal Eduardo Pittaluga en 1894 cuando presentó un proyecto sobre jornada laboral para los asalariados municipales. También se movilizaron cuando las consecuencias económicas y sociales de las crisis económicas se hicieron sentir. Por ejemplo, en 189,1 los desocupados se concentraron y alimentaron frente al hotel de Inmigrantes; en 1901 recorrieron los “sin trabajo” recorrieron la Avenida de Mayo ente entre las plazas Lorea y de Mayo reclamando la reglamentación del trabajo infantil para evitar la brutal competencia que ejercía sobre la contratación de los adultos. Sin desconocer esas y otras movilizaciones ocurridas en la primera mitad del siglo XX, los trabajadores organizaron manifestaciones y reuniones en la ciudad de Buenos Aires que estaban estrechamente relacionadas con sus demandas específicas. Así ganaron las calles y dieron visibilidad a sus problemas. 9. Mirta Zaida Lobato (editora), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX, Biblos, Buenos Aires, 2005.

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Sin embargo la vida de los trabajadores articulaba diferentes tiempos. El del trabajo y de las protestas era sólo uno de ellos. Había otros momentos destinados al disfrute y a la familia. Esa zona de la experiencia obrera es menos conocida pero formaba parte de la vida de las clases populares. El tiempo libre de los trabajadores se convirtió en muchos sentidos en una arena de combates. Como las organizaciones gremiales estaban impregnadas de una concepción fuertemente ética, promovían la educación de los trabajadores al margen de lo que consideraban los “males de la burguesía”. Pero a pesar de sus impugnaciones y de que organizaron diferentes actividades como fiestas campestres, veladas teatrales, conferencias, baile, funciones de cine, todas tenían la misma impronta: convertir a los trabajadores, varones y mujeres, adultos y niños, en seres respetables y respetados. Pero, al mismo tiempo que se daba ese proceso de formación de una experiencia y cultura asociada con el mundo del trabajo, se produjeron otros cambios. Uno de ellos fue la transformación cultural que se dio en la virada del siglo XIX al XX y que favoreció la emergencia de una primera cultura masiva con novedosas apelaciones al público popular. Los trabajadores no estaban inmunizados frente a la atracción del circo criollo primero, de la radio o el cine después. Tampoco quedaron al margen de las posibilidades que les ofrecían nuevos espacios urbanos. Por eso, la experiencia de los asalariados se configuró en un cruce de tensiones permanentes entre las múltiples ofertas del mercado y las que se construían en el espacio de la militancia política y social.

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La doctrina, la liturgia y los ejercicios espirituales. Los rituales escolares en la religiosidad patriótica laica Héctor Rubén Cucuzza1

A manera de introducción La sola lectura del título de nuestro trabajo, que propone analogías entre prácticas religiosas y prácticas escolares, parecería derivar al lector hacia los escritos de Iván Illich en la década de los `70, cuando señalaba que “…la fe en la educación se ha convertido en una nueva religión mundial [siendo que]. La naturaleza religiosa de la educación pasa casi desapercibida; tal es el ecumenismo de la fe en la educación”. Para profundizar la comparación entre ambas instituciones agregaba Illich: “La liturgia escolar tiene las mismas características universalmente. Los niños son reunidos por edades. Se les hace asistir a los servicios en un recinto sagrado reservado con ese fin: “la clase”. Se les hace llevar a cabo tareas que producen educación porque están determinadas por un ministro 1. Ex Decano del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján, Argentina, se desempeña como Profesor Titular e investigador categoría I en Historia Social de la Educación en la misma universidad. Es profesor titular del Seminario Historia Social del libro y la lectura en Argentina, Especialización y Maestría en Escritura y Alfabetización, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata Fue Presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación.

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ordenado: el maestro titulado. Se les hace progresar en la gracia que les concede la sociedad al moverlos de grado en grado”.2 Una década después, Carlos Lerena se sumaba a la tarea de desenmascarar a la escuela como “la nueva religión mundial” fundando sus orígenes en la Regla de San Benito de Nursia: la que al proponer un “proceso de producción de hábitos en la adopción de un abanico de medios perfectamente codificado o reglamentado”3 pautando el sueño y la vigilia en el monasterio benedictino alcanzaba el punto histórico máximo de la educación institucionalizada durkheimiana en estado puro; al tiempo que configuraba el núcleo duro de todos los sistemas de enseñanza occidentales que se sucedieron hasta llegar a la sociedad educativa en términos de la UNESCO.”4 Llevado por la lógica de sus planteos Lerena encontraba en el examen el denominador común de instituciones que van desde la organización médica, hasta la institución escolar pasando por el sistema penal, “…el examen es, efectivamente, la piedra sobre la que se ha edificado esa particular iglesia de la cultura que llamamos sistema de enseñanza o escuela a secas” 5 Los trabajos de Lerena incidieron fuertemente en esta presentación en la que consideraremos algunos mecanismos articulados en prácticas individuales y colectivas, escolares y extraescolares, tales como el libro de texto, la celebración de las efemérides patrias y los cuadernos de clase; como una serie de complejos mecanismos que remiten a prácticas religiosas pre-existentes en el mundo cristiano occidental. No obstante, cabe advertir que nuestra perspectiva de abordaje se aleja de aquellas concepciones de la escuela que caracterizaron a las llamadas pedagogías críticoreproductivistas formuladas durante los años ´70 y ´80 del siglo pasado.6 2. Iván Illich, En América latina ¿para qué sirve la escuela?, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1973. Más adelante dirá: “La escuela sirve como una eficaz creadora y preservadora del mito social debido a su estructura como juego ritual de las promociones graduadas. La introducción a este ritual es mucho más importante que el asunto enseñado o el cómo se enseña”, pp. 36-37. 3. Carlos Lerena, Reprimir y liberar. Crítica sociológica de la educación y de la cultura contemporáneas, Akal/ Universitaria, Madrid, 1983, p. 24. 4. Ibid., pp. 22-30, cursivas del autor. 5. Ibid., pp. 30-33. 6. Aunque esta revisita puede obedecer a la sospecha de que sufrieron una clausura demasiado expeditiva.

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Nos aproximaremos al objeto de estudio desde la mirada de los historiadores para develar las formas en que la escuela secularizó dichas prácticas religiosas para colocarlas al servicio de la formación del ciudadano y la generación de identidades políticas en las nuevas naciones latinoamericanas que se aproximan al bicentenario de sus independencias. En tiempos de globalización, ante la aparente desaparición de los estados nacionales, parecería que adquiere mayor evidencia que se los caracterice como construcciones históricas o, en términos de Hobsbawm y Ranger, como productos de tradiciones inventadas: “La «tradición inventada» implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado”. 7 Agregan los autores que el tiempo histórico en que se inserta la nueva tradición no tiene por qué ser largo y alcanzar lo que se supone son las brumas del pasado. Para agregar que “la peculiaridad de las tradiciones inventadas es que su continuidad con éste [pasado histórico] es en gran parte ficticia.” Inventar tradiciones sería así esencialmente un proceso de formalización y ritualización referido al pasado aunque sólo sea al imponer la repetición.8 En el capítulo dedicado a la “fabricación en serie de tradiciones” en la Europa entre 1870 y 1914, Hobsbawm aporta un claro sustento a nuestro trabajo cuando destaca tres grandes innovaciones del período: la invención de ceremonias públicas, las producción en serie de monumentos públicos y, la que remarcamos en especial , “la creación de un equivalente laico de la Iglesia: la educación primaria, imbuida de principios y contenidos revolucionarios y republicanos y dirigida por el equivalente laico de los sacerdotes- o tal vez, dada su pobreza, los frailes-, los instituteurs.

7. Eric Hobsbawm, y Terence Ranger, (Eds.) La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, p.8. 8. Ibid., p.10.

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No cabe duda de que fue una construcción deliberada de la Tercera República en sus comienzos y, teniendo en cuenta la proverbial centralización del gobierno francés, tampoco cabe duda de que el contenido de los manuales que debían convertir no sólo a los campesinos en franceses sino a todos los franceses en buenos republicanos, no se dejó al azar.9 Observamos un paralelismo entre los procesos europeos y americanos de conformación de las identidades nacionales que nos permiten establecer analogías respecto de la serie templo, sacerdote, doctrina, liturgia, ejercicios espirituales, para formar al creyente; con esta otra: escuela, maestro, libro, efemérides, cuadernos, para formar al ciudadano argentino. Y regresando a Lerena cerraríamos las series con el par confesión – examen: en tanto que el examen se constituye en una verdadera “bisagra entre lo religioso y lo cultural, [que] sanciona, certifica y consagra los resultados del proceso de enseñar-aprender.” Cada uno de los elementos o instancias de esas series ha merecido recortadas investigaciones y publicaciones en Argentina (y a nivel internacional); investigaciones realizadas con diferentes grados de avance y desarrollo que podrían datarse por décadas y países10, a partir de un cierto momento en el último tercio del siglo XX, cuando la historia de la educación comenzó a incorporar nuevos objetos de estudio en contraposición con los relatos fundacionales de la disciplina. En esta oportunidad nuestro interés pasa por analizar las complejas articulaciones curriculares que se producen entre los tres últimos elementos de la serie: libro escolar, efemérides, cuadernos; cuando interactúan en la dirección de alcanzar algún objetivo compartido como la formación de la identidad nacional. Esto es: libro, efemérides y cuadernos articularon estrategias, “la propaganda sottile”, para la “construcción”, “invención”, “imaginación”, de la argentinidad apoyada en el mito de sus orígenes nacionales. 9. Eric, Hobswaum “La fabricación en serie de tradiciones: Europa, 1870-1914”, en Eric Hobsbawm, y Terence Ranger, (Eds.) La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, p. 281, destacado nuestro. 10. Un estado del arte aunque diera cuenta solamente de los trabajos en nuestro país nos excede largamente aquí.

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Tendremos en cuenta los siguientes ejes de análisis: público-privado, individualgrupal, silencioso-coral. Así: en la puesta en acción de la escena de lectura del libro escolar pueden combinarse momentos públicos-grupales-corales con momentos privados-individuales-silenciosos.11 En cambio, el acto escolar es por esencia público, colectivo y coral; aunque admita manifestaciones individuales que el colectivo se encarga de premiar o castigar.12 Y el cuaderno, finalmente, oscila entre las mencionadas categorías antinómicas participando de ambos pares en un continuum que se desliza en grados según las actividades asignadas al alumno. La construcción historiográfica de la fecha fundacional de la nacionalidad argentina y su panteón heroico: el 25 de Mayo de 1810 Comenzaremos nuestra exposición con una breve reseña de los principales momentos en la producción historiográfica dirigida a la construcción de la imagen de la nacionalidad argentina. Esteban Echeverría es el mentor de la llamada Generación del 37 en Argentina, introductor del romanticismo de raíz saintsimoniana, que nuclea en torno de la Asociación de la Joven Argentina13 a un heterogéneo conjunto de figuras como Alberdi, Sarmiento, Mitre, Wilde, Mármol, entre otros; la mayoría de los cuales fueron proscriptos por Rosas y debieron marchar al exilio en una segunda oleada que acompañó a la primera oleada unitaria derrotada en el transcurso de las luchas civiles internas en las dos primeras décadas del siglo XIX. En el exilio, Echeverría desarrolla las Palabras Simbólicas leídas en la sesión inaugural de la Asociación dando origen al Credo o Dogma Socialista que contiene la visión del pasado de esta generación nacida en la época de la Revolución de Mayo de 1810. Su programa de acción política procuraba fundar la nación superando las guerras entre unitarios y federales por lo que, esta autodenominada “Joven Argentina”, fue objeto de acusaciones por parte de los dos bandos en 11. Valga como ejemplo la práctica de interrumpir al que lee en el frente para que la maestra indique a otro alumno “siga Usted” como elemento de control de lo individual, privado, silencioso 12. El recitado de un poema, el discurso de un maestro, una interpretación de danza folklórica, etc. 13. Recibe Echeverría la influencia directa de la Joven Italia del Mazzini del Rissorgimento a partir de su viaje a Europa entre 1825 y 1830.

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pugna. En palabras de Echeverría la “unitarizaban los federales y federalizaban los unitarios”.14 El historicismo de Herder en la preocupación por la génesis de la nación adquiere remotas resonancias en el Dogma en cuanto la intención de buscar los orígenes nacionales en los sucesos de la independencia: “en Mayo el pueblo argentino empezó a existir como pueblo[…] como esclavo estaba fuera de la ley del progreso; como libre, entró rehabilitado en ella”.15 El programa de la generación reclamaría un partido nuevo encarnado por las generaciones nuevas que se dispusieran a “adoptar lo que [hubiera] de legítimo en uno y otro partido” [se refiere a unitarios y federales] dispuestas a poner en marcha la nación así inventada: “El problema fundamental del porvenir de la nación argentina fue puesto por Mayo: la condición para resolverlo en tiempo es el progreso: los medios están en la Democracia, hija primogénita de Mayo: fuera de ahí, como lo dijimos antes, no hay sino caos, confusión quimeras. La fórmula única, definitiva, fundamental de nuestra existencia como pueblo libre, es: Mayo, Progreso, Democracia”.16 Echeverría tiene clara conciencia de la inexistencia de la identidad nacional que su generación está suponiendo preexistente cuando sólo se realizará después de 1860 cuando se afiance la hegemonía política y económica de Buenos Aires en la Confederación. “La patria, para el correntino, es Corrientes; para el cordobés, Córdoba; para el tucumano, Tucumán; para el porteño, Buenos Aires; para el gaucho el pago en que nació. La vida e intereses comunes que envuelve el sentimiento nacional de la Patria es una abstracción incomprensible para ellos, y no pueden ver la unidad de la República simbolizada en su nombre”.17 14. Esteban Echeverría, Dogma Socialista, El Ateneo, Buenos Aires, 1947, p. 84. 15. Ibid., p. 93, Cursivas del autor. 16. Ibid., p.131-132. 17. Ibid., p. 142.

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La cita pone en evidencia que al producirse la fragmentación del espacio colonial no existían las actuales naciones iberoamericanas (ni las correspondientes nacionalidades, agrega Chiaramonte) las que no fueron el fundamento de los movimientos independentistas sino su consecuencia y, muchas veces, una consecuencia lograda tardíamente.18 En el temprano siglo XIX “mal pueden enunciarse predicados de índole estatal nacional para una geografía de unidades políticas independientes y soberanas, frecuentemente de las dimensiones de una ciudad y su entorno rural, que iniciaban la formación de alianzas o confederaciones”.19 Para fundar la nación sobre las bases del pensamiento romántico, pero, sobre todo, para construir la nacionalidad, la Generación del 37 consideró que era necesaria la formulación de un programa político, el que se apoyaría en dos palancas de transformación: la educación y la inmigración. Para teorizar la importancia de dichas variables de cambio dedicaron sus escritos respectivamente Sarmiento y Alberdi, factores capaces de eliminar los rastros vigentes de la colonización española según la conocida frase: “Somos independientes pero no libres. Los brazos de la España no nos oprimen; pero sus tradiciones nos abruman”.20 En resumen, el esfuerzo de creación de la nación por parte de la Generación del 37 apuntaba a una fecha fundacional en mayo de 1810 y con ello, a la construcción de un panteón simbólico que se definirá más tarde bajo los escritos de Bartolomé Mitre. Esta construcción incluirá a los representantes liberales ilustrados: Belgrano, Moreno, San Martín, Rivadavia; a la crónica oficial de los sucesos de la Semana de Mayo y las campañas militares por la independencia; al registro y definición de los símbolos nacionales, la escarapela, la bandera, el escudo, el himno; en definitiva, a la producción de rituales conmemorativos reproducidos hasta nuestros días en la escuela por los libros de lectura, las celebraciones y los cuadernos de clase.21 18. José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias, Sudamericana, Buenos Aires, 2004, p. 20 19. Ibid. 20. E. Echeverría, ibid. p. 194. 21. Para un mayor desarrollo véase Rubén Cucuzza “Yo Argentino. La construcción de la nación en los libros escolares (1873-1930)”, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2007.

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El relato mitrista acompañó la transición política hacia la definitiva hegemonía de Buenos Aires sobre el interior del territorio; y con ello, a la extensión de la denominación “argentino” a toda la población.22 La construcción de ese relato durante el período de luchas internas por la Organización Nacional, se apoya en los escritos de Mitre tales como la primera biografía de Belgrano de 1857, la tercera edición en 1877 del libro Belgrano y la Independencia Argentina y, en 1887, la primera edición de San Martín y la emancipación americana. Básicamente diremos con Fernando Devoto se proponía una explicación de la construcción de la autoconciencia criolla que relativizaba la dimensión americana y revalorizaba la excepcionalidad rioplatense. “…episodios que la obra de Mitre contribuyó tanto a fijar en la memoria escolar, como las invasiones inglesas, sólo habían ocurrido en el Río de la Plata, y el régimen de libre comercio, argumentado como móvil de los revolucionarios, había sido una inquietud sobre todo de las elites de la ciudad puerto.” 23 La construcción de la Nación (y de la nacionalidad) a fines del siglo XIX se apoyó en el sistema educativo generado por la sanción de la Ley 1420 de instrucción primaria, obligatoria, común y laica; cuya finalidad esencial fue nacionalizar a las masas aluvionales de inmigrantes e integrar al gaucho. Desplazada la Iglesia Católica como modo dominante de transmisión de saberes, la escuela, bajo la hegemonía de las oligarquías liberales, asumió la tarea de inventar la tradición aunque para ello se apropió resignificándolas de buena parte de las prácticas de su oponente como veremos. La versión escolar del relato historiográfico en los “libros de lectura” Así como la preocupación inicial entre los primeros cristianos fue comenzar a escriturar el dogma en sus aspectos doctrinales y litúrgicos (mediante el accionar 22. La denominación argentino se arraiga en sus orígenes a las zonas aledañas al Río de la Plata, estuvo vinculada en sus connotaciones a “porteño” y acompañó las luchas civiles hasta imponerse en el uso a Provincias Unidas del Río de la Plata. 23. Fernando Jorge Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina Moderna, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, p. 9.

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de los padres apologistas y compiladores durante la primera patrística) el Consejo Nacional de Educación se dedicó en los inicios del sistema educativo argentino a regular las prácticas de la nueva iglesia, la doctrina y la liturgia laica, continuando el ademán modélico benedictino: “A partir de la sanción de las leyes que sentaron las bases del sistema educativo argentino a fines del siglo XIX, fueron tomando forma una serie de prescripciones tendientes a establecer pautas en relación con los distintos aspectos del funcionamiento de las escuelas. La redacción de distintos reglamentos vino a cubrir esta necesidad: Reglamento General de Escuelas; Reglamento de Conferencias Pedagógicas; Reglamento de Exámenes (todos ellos aprobados durante 1887). Durante ese mismo año se aprobó el Reglamento para la selección de textos escolares, por resolución del 18 de enero de 1887.” 24 Con acierto, Spregelburd compara los mecanismos de control eclesiásticos con los utilizados por el Consejo Nacional de Educación; para el caso, en el reemplazo de la censura y la condena por la regulación ejercida mediante la autorización de los textos que debían circular dentro del sistema educativo. Luis Alberto Romero advierte sobre la peculiar organización del tiempo histórico en la escuela al decir que “la imagen escolar del pasado es anudada ya en los primeros grados – antes de que la Historia como materia sea enseñada – en las llamadas “efemérides”. Y agrega que “por un azar provechoso, las principales se alinean en el cronograma escolar anual de forma tal que dibujan un esquema básico de nuestra historia política: el nacimiento de la patria el 25 de mayo, su independencia el 9 de julio, su consolidación y proyección continental el 17 de agosto”; a lo que agregaríamos su organización republicana apoyada en la escuela común, el 11 de septiembre.25 Las fechas patrias se ordenan en la misma secuencia cronológica en el manual escolar que se constituye, en términos de Agustín Escolano Benito, cubriendo al menos tres funciones, como soporte curricular a través del cual se vehiculiza la 24. Roberta Paula Spregelburd, Políticas del Consejo Nacional de Educación sobre producción y circulación de textos escolares en el nivel primario (1881-1916), tesis de maestría inédita, Universidad Nacional de Luján, mimeo, 2004. Destacado propio. 25. Luis Alberto Romero (coord.) La Argentina en la escuela. La idea de Nación en los textos escolares, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 19

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vulgata escolar, como huella de los modos y procesos de comunicación pedagógica, y, en particular, al señalar que “…el libro escolar es un espacio de memoria como espejo de la sociedad que lo produce, en cuanto en él se representan valores, actitudes, estereotipos e ideologías que caracterizan la mentalidad dominante de una determinada época”.26 Desde estas posturas veamos seguidamente la versión que ofrece el libro de lectura inicial “El buen lector” acerca del 25 de mayo: “Sabemos que la Republica Argentina, nuestro país, fue en otro tiempo un pueblo sometido al dominio de España; que los nativos de este país, vivían sin conocer los derechos que tiene todo hombre libre, y agobiados por el cumplimiento de deberes impuestos por sus opresores. Llegó un día en que este pueblo cansado de sufrir, resolvió dar el primer grito de libertad: Ese día fue el 25 de Mayo de 1810. El pueblo reunido en la plaza Victoria, declaró solemnemente su independencia. San Martín, Belgrano, Moreno, Saavedra, Rivadavia, Las Heras y otros muchos ciudadanos se sacrificaron para lograr para nuestra patria, Independencia y Libertad. Al festejar el glorioso aniversario de la patria, honramos también la memoria de los grandes hombres que son el orgullo de nuestra historia”. 27 La versión textual de los acontecimientos de la Semana de Mayo se refuerza en imágenes que recogen “un amanecer de un día lluvioso” frente al edificio del Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires; y ambas producciones, textos e imágenes, son minuciosamente reproducidas en los cuadernos escolares bajo formas estereotipadas. Señala al respecto Cecilia Braslavsky: “El mito de los orígenes se habría ido abriendo paso titubeante ya entre 1853 y 1916, pero habría cristalizado luego de 1916. Según él la Argentina se habría creado el 25 de Mayo de 1810 e independizado el 9 de julio de 1816. Lo anterior, lo posterior y lo intermedio a esos acontecimientos se desdibuja o se contradice entre los diferentes textos”.28 26. Agustín Escolano Benito, El libro escolar como espacio de memoria, en Gabriela Ossenbach y Miguel Somoza, “Los manuales escolares como fuente para la historia de la educación en América Latina”, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2001, p. 38, cursivas del autor. 27. Julia S. de Curto, El buen lector, Lectura graduada, Libro segundo, Editores Ivaldi & Checchi, Buenos Aires,1898, pp. 145-146 28. Cecilia Braslavsky, Los usos de la Historia en los libros de texto para escuelas primarias argentinas (19161930), en Cucuzza, Héctor Rubén (comp) Historia de la Educación en Debate, Miño y Dávila, Bs. As, 1996. p. 56.

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2 Fig. 1. Edificio del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires frente a la Plaza de Mayo. (Fuente: Teresa Dalto, Río Alegre, Libro de lectura de primer grado, Troquel, Buenos Aires, 1964. Fig. 2. La Semana de Mayo comienza el día 18 fijado como “Día de la Escaraperla”. Haydeé P., 1942, 5º grado. Fondo bibliográfico Maestro Luis Iglesias.

La liturgia escolar privilegia el 25 de Mayo con un minucioso y planificado accionar que inaugura las festividades del calendario prolongándose durante una semana: la Semana de Mayo, con tres momentos significantes, el 18 de mayo cuando arriban a Buenos Aires las noticias de la caída del Consejo de Regencia, la celebración del Cabildo Abierto del 22 de mayo y la precipitación de los acontecimientos el 25 con la instauración de la Primera Junta Provisional de Gobierno “a nombre de nuestro amado Rey Don Fernando VII”. La celebración incluirá recitados, lecturas, carteleras, dibujos y tareas especiales en los cuadernos, la realización del acto escolar del 25, y la memorización del nombre de los integrantes del Primer Gobierno Patrio, ubicados en la lámina reproducida alrededor de la figura central de su presidente el jefe del Regimiento de Patricios Cornelio Saavedra.29 Obviamente, no resistimos señalar similitudes 29. “Como si recitáramos una oración pronunciemos los nombres de quiénes formaron el Primer Gobierno Patrio” reclamaba una lectura escolar. Véase María Rosario Chipriota, Flor de lino, Librería del Colegio, Buenos Aires, (s/f) p. 37.

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Ilustración de una escena imaginaria de los integrantes del “Primer Gobierno Patrio”. Tomado de Atilio Veronelli, facetas, libro de lectura para cuarto grado, Editorial Kapelusz

en esta escena imaginada por el ilustrador con la disposición de los discípulos y Jesús en la última cena de Leonardo. La ritualización de las ceremonias y efemérides del calendario escolar durante la “Semana de Mayo” Desde la perspectiva de Durkheim30, los rituales expresan creencias volcadas en acciones. En su estudio sobre las religiones de pueblos primitivos, donde busca reconocer aquellos elementos comunes a todas las religiones, señala entre ellos el antagonismo entre lo sagrado y lo profano. El reconocimiento de esta existencia aparece asociada a “Todo un conjunto de ritos que tiene por objeto realizar este estado de separación que es esencial.” Los rituales, cumplen esta función de marcar la diferencia o separar lo sagrado y lo profano mediante ceremonias o acciones en las que se ponen en juego interdicciones de diversa índole. Estas prohibiciones, para el autor, implican necesariamente la noción de lo sagrado; proviene del respeto que el objeto sagrado inspira y tiene por fin impedir que se falte a ese respeto31. 30. Emile Durkheim, Formas elementales de la vida religiosa. Schapire, Buenos Aires. 1968 31. Durkheim afirma: “No puede haber sociedad que no sienta la necesidad de mantener y reafirmar, a intervalos regulares, los sentimientos y las ideas colectivas que constituyen su unidad y su personalidad. Pues bien, esta refacción moral no puede obtenerse sino por medio de reuniones, de asambleas, de congregaciones donde los individuos, estrechamente próximos unos de otros, reafirman en común sus sentimientos comunes; de allí las

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Hemos advertido en otras oportunidades acerca de la primacía de la “liturgia escolar laica” por sobre la “doctrina escolar secular” y creemos que dichas prácticas ritualizadas son determinantes frente a las prácticas librescas. Decíamos así: “A las 7.45 horas formados frente al mástil del patio los alumnos realizan un recitado que entre otras frases incomprensibles se refiere a la bandera que se está izando como un “símbolo de civización y garantía de justicia” para recibir la misma respuesta de la maestra de turno: ci-vi-li-za-ción, Señores, ci-vi-liza-ción que es devuelta nuevamente al otro día con el impronunciable e indistinguible: civización, sibilante como un bisbeo repleto de eses que no distinguen zetas de ces.” 32 La ceremonia del izamiento de la bandera que inaugura el día escolar es analizada por Martha Amuchástegui como ocupando el lugar que durante años tradicionalmente desempeñara el rezo diario en la misma dirección de marcar con la fuerza del ritual el ingreso al espacio “sagrado-escolar” separado del espacio “profano-secular”.33 La celebración de ceremonias públicas como factor central en la invención de las tradiciones, en términos de Hobsbawm,34 tiene larga data en nuestro país, comenzando por las fiestas mayas realizadas tempranamente en el transcurso de las guerras de independencia; fueron adoptadas en el espacio escolar y en algunas ocasiones, hasta nuestros días, combinaban tiempos y espacios escolares con tiempos y espacios públicos. Refiriéndose a las celebraciones escolares estrictamente señala Martha Amuchástegui: “El sistema escolar argentino, incorporó desde sus comienzos, un conjunto de ceremonias, actuaciones, dramatizaciones dentro del calendario escolar referidas al festejo y homenaje que debía rendírsele a personajes ceremonias que, por su objeto, por los resultados que producen, por los procedimientos que emplean (densos en recursos simbólicos) no difieren en naturaleza de las ceremonias propiamente religiosas”. 32. Nos referimos a la Oración a la Bandera de Joaquín V. González. Véase Rubén Cucuzza, “Prólogo”, en Brisa Varela La trama de la identidad, Buenos Aires, Dunken, 2002. 33. Marta Amuchástegui, Los actos escolares con bandera; genealogía de un ritual. Tesis de Maestría, Buenos Aires, Universidad de San Andrés, Escuela de Educación, 120 p., (mimeo), 2002. 34. “La más importante de ellas, el Día de la Bastilla, puede fecharse con exactitud en 1880.” Eric Hobsbawm, op. cit., p. 281.

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de la historia y emblemas de la Nación; estas ceremonias fueron llamadas fiestas patrias.” 35 Obsérvese en el artículo 36º del Digesto Municipal de la Ciudad de Buenos Aires las siguientes disposiciones para el tratamiento y uso de la bandera en dichas celebraciones que evidencian la permanencia de tradiciones educativas religiosas. “a- En todo momento se rendirá a la Bandera nacional el máximo honor como afirmación de la educación patriótica... Izamiento y arriada. (...) Al arriar la bandera será recogida por un alumno con los bazos extendidos y, sin plegarla, la trasladará al lugar en que se guarde. - Bandera en desuso - De izar. Cuando la bandera de izar deba retirarse por desgaste o deterioro el director procederá a su incineración en acto especial, de acuerdo con las siguientes normas: . Se realizará en recinto cerrado y con la mayor solemnidad. . Se anulará su carácter emblemático. . Se incinerará. .Se labrará un acta que será firmada por la autoridad máxima del establecimiento y dos testigos.” 36 De otra manera, la celebración de las efemérides se constituyó en el principal recurso para “plasmar el alma nacional por la escuela pública común adaptando a la masa inmigrante a la tradición histórica.” 37 El libro de lectura aportaba el apoyo de contenidos alusivos: lecturas específicas referidas a la celebración, poesías que serían memorizadas e interpretadas en el 35. Martha Amuchástegui, “Los rituales patrióticos de la escuela pública”, en Adriana Puiggrós (dir) Discursos pedagógicos e imaginario social en el peronismo (1945-1955), Tomo VI de la Historia de la Educación Argentina. Bs. As., Galerna, 1999, p. 13. 36. Ministerio de Educación y Justicia de la Nación.  Anexo I, Resolución No 1635. Buenos Aires, 3 de noviembre de 1978, citado por Martha Amuchástegui, El orden escolar y sus rituales, en Silvina Gvirtz (coord) “Textos para repensar el día a día escolar”, Editorial Santillana. Buenos Aires, 1999. 37. F. Devoto, op. cit., p. 30.

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acto escolar, referencias bibliográficas sobre el héroe, etc.; contenidos que serían trabajados previamente en el aula, en ensayos de las actuaciones y números artísticos, en ejercicios de lengua, cartografía e historia en los cuadernos de clase. Reflejos y discordancias, copias y resignificaciones en las tareas asignadas a los alumnos en cuadernos del siglo XX Como venimos señalando, si el libro escolar produce escenas de lectura que combinan momentos de lectura colectiva coral con momentos de lectura silenciosa individual; si el ritual de las efemérides es fundamentalmente el espacio de un montaje escenográfico colectivo; el cuaderno puede ser visto en diversos momentos en sus deslizamientos como “ejercicios espirituales” entre lo individual y lo grupal, lo silencioso y lo coral, lo privado y lo público. En cuanto elemento de evaluación permanente más que una prueba final más o menos periódica según los ritmos establecidos por los calendarios escolares, el cuaderno participa de los rasgos que Lerena atribuye al examen como “puerta giratoria por la que el ámbito de lo profano se comunica con el recinto sagrado”, y más aún si pensamos en el ejercicio solitario del autoexamen.38 Podríamos pensar además al cuaderno escolar como una puerta giratoria que comunica la esfera de lo público y lo privado, desde los momentos “privados”, “solitarios” del trabajo, tanto en clase y más aún en el hogar; hasta que ingresa dentro de una red social que puede ser muy amplia. En ella, si bien el niño aparece como su autor hay muchos lectores posibles a diferencia de un “diario de vida”.39 En síntesis, el trabajo con el cuaderno debe ser analizado desde las perspectivas de dos espacios de ejecución de los “ejercicios”: - el espacio del aula en el que la escritura del alumno reproduce el otro gran “cuaderno” donde escribe el maestro: el pizarrón. 38. C. Lerena, op. cit., p. 30. Véase la siguiente interpelación dirigida al niño en el espacio privado: “Desde niños, tratemos de ver siempre la cara de un muchacho honrado en el espejo en que nos miramos todas las mañanas al peinarnos” 6-v-1946 (Parodi, 5to. Grado, 1946) 39. Véase Alicia Devalle de Rendo y Flora Perelman de Solarz, ¿Qué es el cuaderno de clase?, en “Revista Argentina de Educación”, Año VI, Nº 10, Asociación de Graduados de Ciencias de la Educación, Buenos Aires, 1988, p. 73.

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- el espacio del hogar familiar en el que se realizan los “deberes para la casa” bajo la vigilancia materna en este caso. Para la pregunta ¿puedo ir a jugar” será inevitable la pregunta ¿terminaste los deberes? secuencia de control que evitaría la mala nota “no cumplió con sus deberes” registrado como estigma con firma y sello.40 Y es en este último espacio cuando la actividad implica un “retiro” temporal del mundo para dar cumplimiento a los “ejercicios espirituales” que facilitarán el “curso” hacia los grados superiores: “tanto más se aprovechará, Cuanto más se apartare de todos amigos y conocidos y de toda solicitud terrena.” 41 En la escuela el espacio-tiempo del patio del juego se delimitan con claridad de campana o timbre que expresan la orden de permanecer “quietos en su lugar” hasta la nueva orden que reclama marchar al aula definida como el tiempo y el espacio del trabajo. El goce del espacio-tiempo del juego y del ocio en el hogar, en cambio, queda librado a sensaciones y decisiones internas, verdaderos ejercicios espirituales de autocontrol gobernados por el temor a la sanción o la culpa. En cuanto a la caracterización del cuaderno dentro de la tríada que venimos trabajando (texto, efeméride, cuaderno) por estudios que se dedican únicamente a este componente hemos registrado las categorías, “instrumento pedagógico” 42 , “artefacto” 43, “dispositivo escolar” 44, o como un “dispositif sans auteur”, 45 entre otras. Dejamos aquí indicado, que, cualquiera de ellas podría ser aplicada a los otros dos elementos, el libro o el acto escolar; incluyéndolos en la más amplia interpelación “fonte estremamente complessa” del título de nuestra convocatoria. 40. “Dar una lección a alguien, o enseñarle la cartilla, constituyen otras expresiones que delatan la misma estructura; ésa que tiene borrada la raya, por ejemplo, entre los deberes que el escolar trae a su casa y los castigos que tiene merecidos”, C. Lerena, op. cit., pp. 36-37. 41. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, Sal Terrae, Santander, p. 5 42. Bienvenido Martin Fraile, El cuaderno de rotación: instrumento pedagógico al servicio de la inspección, en actas del “XII Coloquio Nacional de Historia de la Educación”, Burgos, Sociedad Española de Historia de la Educación, 18-22 Junio de 2003, pp. 829 – 838 43. María del Mar del Pozo Andrés y Sara Ramos Zamora, Los cuadernos de clase como representación simbólica de la cultura escrita escolar, en “Etnohistoria de la escuela”, actas del XII Coloquio Nacional de Historia de la Educación, Burgos, Sociedad Española de Historia de la Educación, 18-22 Junio de 2003, p. 654 (en este caso siguiendo a Martín Lawun “como un objeto más que configura la tecnología de la clase”) 44. Silvina Gvirtz, Del curriculum prescripto al currículo enseñado. Una mirada a los cuadernos de clase, Aique, Buenos Aires, 1997, p. 25. 45. Anne-Marie Chartier “Un dispositif sans auteur: cahiers et classeurs dans l’école primaire”, Hermès, Le dispositif, Entre usage et concept, 25, décembre 1999, CNRS, pp. 207-218.

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En esta dirección resulta significativo el análisis que realizan María del Mar del Pozo Andrés y Sara Ramos Zamora en cuanto a que, la integración del cuaderno dentro de la cultura escolar, modificó radicalmente las clases a “coro” que reflejaban la época del papel escaso a las “aulas silenciosas en las que la enseñanza se apoyaba en tres elementos: la exposición del profesor con la ayuda de la pizarra, el manual y los cuadernos infantiles”; estos últimos considerados por las autoras “como testimonio imperecedero” (sic) que reflejaron las “diferentes interacciones y prácticas docentes.”46 Conviene señalar aquí que los cuadernos consultados para el trabajo empírico (así como los libros de lectura) forman parte de donaciones de particulares realizadas al patrimonio del Fondo Maestro Luis Iglesias de la Universidad Nacional de Luján en Argentina. Suponemos que, en general, los trabajos con este tipo de fuentes se encuentran fuertemente sesgados por las características de los materiales que se preservaron, quiénes los conservaron con un cierto sentimiento de orgullo y por qué motivos se decidieron a donarlos a algún fondo o archivo para preservarlos de su desaparición. En nuestro caso nos queda claro que la muestra refleja a alumnos destacados en su rendimiento escolar, pertenecientes a sectores urbanos de clase media, datos inferidos según lo declara la portada del cuaderno que consigna el distrito escolar y la dirección de la escuela. Niñas en su mayoría, no se observan errores de ortografía y son frecuentes las notas de felicitación de las maestras: “Por tu constante dedicación; por tu aplicación. ¡Felicitado! 6-v-1946 (Haydée, 1946, 5º. Grado) “Por su aplicación y conducta mereció el honor de ser escolta de la bandera en el acto escolar del día 23 de Mayo” (Jorge, 1947, 1º Inferior) “La escuela y su maestra lo felicitan” (Jorge, 1947, 1º Inferior) “Muy bien en las tablas” (Norma, 1945, 3er. Grado) “Muy bien en la lectura” Ibid 46. María del Mar del Pozo Andrés y Sara Ramos Zamora, El cuaderno de clase como instrumento de acreditación de saberes escolares y control de la labor docente, en La acreditación de saberes y competencias. Perspectiva histórica, Oviedo, Sociedad Española de Historia de la Educación y Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo, 2001, p. 488.

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“Norma, tu cuaderno, tus trabajos la esencia de ellos todo es excelente. El mejor homenaje que le ofreces al Gran Maestro que describes tan bien en tu composición es tu ejemplo de laboriosidad tu consagración a la escuela que te ha hecho la alumna perfecta.” Firma (Norma, 1948, 6to. Grado) De las variadas expresiones especialmente ambiguas pertenecientes al reservorio de la jerga cotidiana de la cultura escolar, una de ellas frecuente en los cuadernos y en los boletines de calificaciones, refuerza con el elusivo “continúa así”, o ¡Adelante!; el paralelo entre la concepción eclesiástica de la vida como curso hacia la salvación y el curriculum o carrera escolar para progresar en la gracia parafraseando a Illich: “Estudias y haces tus deberes con prolijidad; sigue siempre así. Cariñosamente” (Nor, 1939, 5to. grado) “Norma: Muy bueno tu cuadernito. ¡Adelante! (Norma, 1945, 5to. Grado) “Tu cuaderno, como una joya preciosa, es una síntesis de valores napreciables: los de tu espíritu, cuyas facetas ya perfiladas en la niña de hoy, se irán puliendo para brillar en la mujercita de mañana, con todo el esplendor que su insuperable calidad promete. Tu maestra.” (s/d,1948, 6to. Grado. Inscripción final) “Se aproxima el 23 de noviembre, fecha fijada para la terminación del año escolar. Luego de una velada de despedida, se procederá, a la entrega de certificados, el orgullo de los niños que después de haber estudiado todo el año en procura de tan ansiado documento, ven coronado sus esfuerzos con el más grande de los éxitos.” (José, 1935, 6º Grado) A las felicitaciones de la maestra se suman las que pertenecen a la dirección de la escuela las que se identifican porque vienen acompañadas con el sello de la institución. Cuando aquella realiza el trabajo de supervisión de la labor docente contrasta la marcha del cuaderno, con el “leccionario”47 que la maestra entrega al 47. “Acompañó al cuaderno de tópicos” sello dirección, Echeverría, 1920, 5to. Grado.

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comenzar cada día escolar y, las prescripciones que establece el programa oficial. En términos de los “efectos pragmáticos” de la escritura en los cuadernos, AnneMarie Chartier señala su conversión en “vitrinas de la clase” dando testimonio “públicamente” del trabajo del alumnos y del trabajo del maestro.48 Vehículo de comunicación con los padres refuerza el sentimiento familiar acerca de cómo el cuaderno “también los refleja” lo que produciría sentimientos encontrados de ocultamiento o de conservación y muestra compartida según evidencie el éxito o fracaso escolar de los hijos.49 Un comunicado escolar reforzaba así éstas afirmaciones: “Padres: Recuerden que Uds. juntamente con el maestro son responsables del progreso de su hijo. Ustedes deben vigilarlo para que cumpla con su deber y estudio. Ustedes deben venir a la escuela a informarse de la marcha de su hijo. Ayudar en todo momento al maestro. Juntos haremos de su hijo un correcto y buen estudiante digno y de provecho. Firma de la maestra. Firma del padre” (s/d, 1935, 3er. grado) Ejercicios de redacción como el que sigue evidencian los rasgos disciplinadores del “dispositivo” en términos foucaultianos: “Ejercicio 20. Composición tema: Cómo debo comportarme en la escuela. Debo portarme bien en el grado y atender lo que dice el maestro y cuando salgo al recreo no correr y en clase de música atender al piano. Yo voy a la escuela así aprendo a ser un niño educado y saber leer y escribir así cuando soy grande consigo mantener a mis padres y mi mamá. Nunca debo faltar por respecto a las personas mayores por eso se va a la escuela para ser educado así todos lo quieren. 48. Anne Marie Chartier, “Travaux d’élèves et cahiers scolaires : l’histoire de l’éducation du côté des pratiques”, en Alfredo Jiùenez Eguizábal coord., Etnohistoria de la escuela, XII Coloquio Nacional de Historia de la Educación, Burgos, 18-21 junio 2003, Universidad de Burgos, 2003, p. 35 49. A. Devalle de Rendo y F. Perelman de Solarz, op. cit., p. 74.

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Por eso siempre debo portarme bien en la escuela porque la escuela es el segundo hogar por eso se va a la escuela a aprender a escribir y leer y portarse bien en los recreos y en la clase de música cuando la maestra dice cantar bien para no dejarla renegar.” (s/d,1939, 5º Grado) los errores de ortografía pertenecen al cuaderno El castigo adquiere mayor efecto de punición cuando se disfraza de autocastigo como se observa en esta “mala nota” de un cuaderno de 1940 que redacta el propio alumno en primera persona. En cuanto a las interpelaciones dirigidas a la formación patriótica con referencia a los orígenes fundacionales de la nacionalidad obsérvese su funcionamiento ya desde la portada de este cuaderno: “¡Niño Argentino! Al empezar este cuaderno ten presente tu propósito de ser útil a la Patria. Debes conservar intacto el legado de Libertad que nos hicieron nuestros padres para ser dignos sucesores de aquellos maravillosos hombres de Mayo. Debes conservar en tu mente y ante tus ojos los colores de la bandera que proclamara como nuestra el insigne Manuel Belgrano una hermosa mañana en las Barrancas del Paraná pero no debes olvidar que el cielo fue quien dio sus colores para formar nuestra insignia, lo que demuestra que su origen no puede ser más noble ni más puro. Fue el cielo quien inspiró a French y Beruti brindándole sus colores y un día, 25 de mayo de 1810. Mientras bullía en el espíritu de los nativos las ansias de Libertad, ambos patriotas adquirieron en unos negocios de la antigua recova cintas blancas y azules, con las que adornaron sus sombreros y repartieron entre la multitud que desde ese momento consideró azul y blanco como distintivo de honor. Piensa, niño argentino en la enorme responsabilidad que representa ser heredero de virtudes tan grandes como las que caracterizaron aquellos hombres y al recordar que debes tu bandera al gran Belgrano, no olvides a French y Beruti que fueron precursores de los colores de nuestro emblema.” (José, 1935, 6º Grado). En cuanto a la Semana de Mayo -a la que Martha Amuchástegui compara por su extensión con la Semana Santa religiosa-, las lecturas históricas, narraciones, poesías e ilustraciones del libro escolar configuran los contenidos de la celebración;

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la cartelera de efemérides en el patio y los actos, con sus rituales estrictamente pautados de procedimientos, canciones, discursos, marchas, bailes y recitaciones alegóricas; prefiguran los contenidos y formas de los ejercicios en el cuaderno en clase y en el hogar. Si bien las actividades siguen una secuencia de la matriz básica del cuaderno (numeración de ejercicios, fecha, títulos, subrayados y líneas de separación de los espacios curriculares); los márgenes de la hoja para este caso se abren al permiso para marcas especiales de la semana: unas cintas ornamentales celestes y blancas cruzan en 45º el margen izquierdo en cada actividad. Especie de decoración que destaca cada día de la semana hasta la cúspide del día 25 de Mayo. Las actividades de la Semana de Mayo, según los cuadernos consultados, se limitan en general a las disciplinas “humanísticas”. Hemos registrado un solo caso en que la maestra utiliza los contenidos para que el enunciado de un problema de aritmética se sume a los festejos en el “Día de la Escarapela”: “Problema: con motivo de la fecha patria se compraron banderitas para los niños de la escuela ¿Cuántas se habrán comprado si en 1º Inferior hay 30 niños, en 1º Superior 31, en 2º Grado, 29; en 3º, 27; en 4º, 21, en 5º, 28 y en 6º Grado, 25 alumnos?” (Mabel, 1938, 1º superior) La secuencia de la resolución del problema se didactiza luego en los pasos “objetivación”, “solución” y “respuesta”. Parecería que las ilustraciones constituyen los momentos en que se manifiesta una mayor capacidad creadora, más aún que en las composiciones. Desde el papel de calcar, el papel carbónico, las técnicas de bencina, para obtener el primer borrador en el cuaderno; que luego se definía a plumín y tinta china o lápices de colores que reflejaban diferencias sociales según las marcas de fábrica. Seguimos aquí a Davide Montino50, cuando afirma que la relación que se establece en la escuela entre los adultos y los niños […] “adopta también la forma de una relación lingüística”, para introducir dos ejemplos de cómo se manifiesta esa relación en dos composiciones escolares dedicadas a la celebración patria: 50. Davide Montino, «Obedeceré siempre a mis queridos padres…». Escritos y lecturas educativas de una niña en la Italia liberal, en “Cultura Escrita & Sociedad”, Número 3, Gijón, 2006, pp. 234-235.

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“Ejercicio Nº 54. Composición: 25 de Mayo. Nuestra patria celebra un aniversario más de la Revolución de Mayo. Escuchamos con emoción la música de nuestro Himno Nacional y sus vibrantes estrofas compuestas por Vicente López y Planes.Admiramos los hermosos colores de nuestra bandera que flamea en todos los edificios, mezclándose entre ellos los colores de las banderas extranjeras que se adhieren a nuestra fiesta patria. Hace ciento treinta años que el pueblo de Buenos Aires eligió el Primer Gobierno Patrio. Este hecho memorable, fue el primer paso que dio lo que es hoy nuestra patria en el camino de su emancipación. Por eso festejamos todos los años con entusiasmo el aniversario de la magna fecha. Los delantales, más blancos y más aún en éste día, esos uniformes escolares que llenan de blancura nuestras almas infantiles anhelantes de saber, saludan con admiración y patriotismo, nuestra enseña patria, nuestros hermosos colores azúl y blanco, que resaltan como un sol naciente en medio de un cielo azul y manso. ¡Viva el 25 de Mayo de 1810! y ¡Viva el 25 de Mayo de 1940!” (Catalina, 1940, 5º grado) Los cuadernos reproducen las “palabras claves” y lugares comunes utilizados en la celebración: “unción patriótica”, “vibrantes estrofas”, “engrandecimiento patrio”, “almas anhelantes” evidenciando que en la relación lingüística mencionada, “el escolar es autor de historias « ajenas», y su escritura no revela el yo, resultando totalmente extraña al niño”, salvo las estrechas rendijas por donde podrían filtrarse algunos elementos de la íntima subjetividad del escribiente.51 Como si el tiempo histórico se subsumiera en el tiempo escolar las portadas mensuales de los cuadernos son ilustrados con dibujos alusivos; y si algunos meses son ligados a las estaciones climáticas, determinados meses se dedican exclusivamente al panteón simbólico de la nacionalidad. Véase el siguiente ejemplo: En síntesis, los cuadernos se constituyen en fuentes que certifican el objetivo final buscado por la religiosidad patriótica laica en la producción de sentimientos 51. Ibid. Montino compara en este aspecto las prácticas del dictado y la redacción escolar. Véase p. 230.

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La escena fundacional del 25 de mayo de 1810 recoge en este dibujo la frase “el pueblo quiere saber de qué se trata” supuestamente pronunciada a las puertas del Cabildo por los criollos presentes. Tomado de Haydeé P., 1942, 5º grado. Fondo bibliográfico Maestro Luis Iglesias.

de identidad nacional apenas a la tercera generación de italianos y españoles descendidos en masa de los barcos. Valga como testimonio la siguiente redacción: “Mayo 14 Ejercicio Nº 31. Nuestra enseña. Veo al Gran Capitán que al frente de sus bravos ganaderos liberta pueblos y enaltece ideales, todos ellos aparecen nobles, grandes, abnegados, y comprendo entonces el lenguaje de tu ondear y el valor de tu representación. Mi corazón se exalta, se engrandece y, todo ello, por invadirme en ese instante el orgullo de ser argentino, de haber nacido en un hogar argentino, de verte respetada por todos los pueblos del mundo. Bandera Nacional: eres grande y poderosa; grande, porque el que te creó, lo hizo inspirado en los colores del cielo; poderosa, porque eres depositaria del amor que profesa la gran familia argentina. Del amor, que cuando pasas arrogante en las paradas militares, incitan a descubrirse, a vibarte y a aplaudirte con toda la fogosidad del espíritu. Es que eres bella bandera de Belgrano; es que en tu sol, se funde el alma gaucha de Güemes; el civismo de Moreno y Rivadavia y la majestuosidad de San Martín. Es que tu raza es latina y tu pueblo hermano de América e hijo de la querida España, es que desde lo alto de tu mástil irradias al mundo ideales de generosidad y de concordia. s que provienes del sacrificio y coexistes con la gloria.” (Nora, 1939, 5º Grado) - 187 -

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Utilización de símbolos nacionales en una ilustración de una portada que indica el comienzo del mes de mayo. Tomado de Haydeé P., 1942, 5º grado. Fondo bibliográfico Maestro Luis Iglesias.

Herejías apenas esbozadas para un cierre provisorio Concientes de haber dejado abiertos varios interrogantes deseamos indicar por lo menos los siguientes como problemas merecedores de futuros desarrollos a los que denominaremos como “herejías” en tanto se apartan de la ortodoxia o el recto camino escolarizador. En primer lugar, conviene dejar indicado que hemos trabajado con cuadernos que abarcan las primeras décadas del siglo XX hasta la asunción de los primeros gobiernos peronistas donde la propaganda política adquirió formas “nada sutiles” o, como hemos escrito en otros lugares, bajo la forma del menos oculto de los curriculum ocultos.52 La adopción de la doctrina peronista como doctrina nacional en el Segundo Plan Quinquenal aprobado en 1952, conformó la “herejía política” que desafiaba la imagen decimonónica de una escuela neutral y aséptica; y, los contenidos 52. Véase Rubén Cucuzza, Ruptura hegemónica. Ruptura pedagógica: “La Razón de mi Vida” como texto escolar durante el primer peronismo en “Anuario Galego de Historia de la Educación”, N° 2, España, Universidad de Vigo, 1998, 153-179.

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partidarios se impusieron en los manuales escolares, en las festividades y en los cuadernos. Se impone entonces la continuidad de las tareas durante las condiciones políticas mencionadas en la segunda mitad del siglo XX para poner a prueba la articulación del trípode libro, efeméride, cuaderno; en otras condiciones de producción simbólica. Igualmente, la proximidad del bicentenario de la Revolución de Mayo comienza a merecer estudios acerca de cómo la escuela resignifica sus celebraciones y actividades para la construcción de identidades en los tiempos de la globalización. Pero si pensamos el objeto desde la larga duración, una no menos importante línea de trabajo nos reclama observar qué ocurrió con el cuaderno de clases como resultado de las “herejías generacionales”, los cambios profundos que se advierten en la sociedad y en su relación con la escuela en las últimas décadas hasta el presente. Algunas indicaciones ministeriales para los docentes parecerían apuntar a quitarle a las prácticas de escritura escolares esos rasgos “disciplinadores” que hemos referido, para sugerir resignificar los cuadernos en la tarea del aula haciendo lugar a otras formas socio históricas por donde se desplaza la escritura fuera (y dentro) de la escuela. Véase por ejemplo la siguiente circular, la que, a la vez que formula estrategias de acción didáctica insinúa una crítica a la separación secular de las escrituras escolares con las escrituras sociales: “…los niños deben enfrentarse al desafío de aprender el sistema de escritura […] produciendo lo mejor que puedan o sepan, distintos tipos de textos para diversos destinatarios y propósitos. […] La práctica de la escritura resulta así, una práctica cualitativa y cuantitativamente significativa, aprenden la escritura escribiendo, escribiendo mucho y escribiendo cada vez con mayor adecuación el lenguaje escrito de circulación social.” 53 Creemos que, en realidad, se advierte una tentativa de “pedagogizar” bajo una cobertura institucionalizada procesos que avanzaron de hecho silenciosamente en las últimas décadas signados por la creciente apropiación por los escolares de 53. Dirección de Educación Primaria, Lectura y escritura: Diversidad y continuidad en las situaciones didácticas, Documento 1/1997, Dirección General de Cultura y Educación, Provincia de Buenos Aires, 1997, p. 8. El destacado es propio.

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espacios y objetos que la cultura escolar erigía como elementos sagrados del ritual cotidiano. Los alumnos pasaron de un uso clandestino de la escritura en pupitres y paredes de los baños a usos crecientes de apropiación de los espacios escolares institucionales: paredes de la escuela con grafitis, ornamentaciones adolescentes de los boletines oficiales de comunicación a los padres; y cuadernos de clase que recogen mensajes personales, agendan acontecimientos íntimos y expresan sentimientos privados ligados o no a lo escolar. Para cerrar, dejaremos solamente indicado que un aluvión de escrituras merecedoras de estudios interdisciplinarios se encuentra atravesando hoy la “puerta giratoria” que separaba lo privado de lo público, lo sagrado de lo profano, lo individual de lo colectivo, convirtiéndola en una ligera puerta de vaivén que pone en debate a la cultura escolar en las circunstancias sociales de comienzos de siglo. Bibliografía citada - AMUCHÁSTEGUI, Marta, El orden escolar y sus rituales, en Silvina Gvirtz (coord) “Textos para repensar el día a día escolar”, Editorial Santillana. Buenos Aires, 1999. - AMUCHÁSTEGUI, Marta, Los actos escolares con bandera; genealogía de un ritual. Tesis de Maestría, Buenos Aires, Universidad de San Andrés, Escuela de Educación, 120 p., (mimeo), 2002. - AMUCHÁSTEGUI, Marta, Los rituales patrióticos de la escuela pública, en Adriana Puiggrrós (dir) “Discursos pedagógicos e imaginario social en el peronismo (1945-1955)”, Tomo VI de la Historia de la Educación Argentina. Bs. As., Galerna, 1999. - BERTONI, Lilia Ana, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, México, FCE, 2001. - BIENVENIDO, Martin Fraile, El cuaderno de rotación: instrumento pedagógico al servicio de la inspección, en actas del “XII Coloquio Nacional de Historia de la Educación”, Burgos, Sociedad Española de Historia de la Educación, 18-22 Junio de 2003. - BRASLAVSKY, Cecilia, Los usos de la Historia en los libros de texto para escuelas primarias argentinas (1916-1930), en Cucuzza, Héctor Rubén (comp) Historia de la Educación en Debate, Miño y Dávila, Bs. As, 1996.

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La fiesta de San Martín de Tours entre 1810 y 1910 Lic. Analía Verónica Bilicich

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La fiesta de San Martín de Tours entre 1810 y 1910 Lic. Analía Verónica Bilicich1

La fiesta del santo Patrono de Buenos Aires puede ser considerada tanto desde el punto de vista civil como del religioso. Fiesta civil Una vez elegido el Patrono de Buenos Aires, el Cabildo decidió que cada aniversario se festejara su día con una fiesta religiosa, por eso en tal ocasión la imagen del santo era sacada de la Iglesia Mayor y paseada en procesión. Las casas por las que pasaba la procesión se decoraban con flores y follaje silvestre. En la noche transcurrida entre el 10 y el 11 de noviembre se iluminaba el Cabildo, el Fuerte, la Residencia del Obispo y la fachada de las residencias de los más pudientes. En la fiesta de San Martín de Tours, desde la fundación de la ciudad, era costumbre que el gobierno organizara juegos y diferentes entretenimientos para el disfrute de la población, como medio de homenajear al Patrono de Buenos Aires. Entre las actividades llevadas a cabo merecen destacarse las corridas de toros. Al respecto es importante señalar que desde el siglo XIX éstas se realizaron de forma cada vez más esporádica. En 1810 hubo una corrida a la que asistió el virrey 1. Profesora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Historia. Licenciada en Historia, títulos expedidos por la Universidad del Salvador- Facultad de Filosofía y Letras. Actualmente está realizando la tesis doctoral de Historia del doctorado de la Universidad del Salvador.

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Cisneros2. Pero a inicios de 1819 el Gobernador Intendente de la Provincia de Buenos Aires, Eustoquio Díaz Vélez, ordenó la demolición de la plaza de toros3. Sin embargo, siguieron realizándose las corridas de modo clandestino hasta que, por un decreto del Gobernador Martín Rodríguez, el 4 de enero de 1822 quedaron definitivamente prohibidas4. La última corrida de toros celebrada en honor a San Martín de Tours data del año 1835 y fue realizada en el barrio de Barracas5. En ciertas ocasiones se representaban obras teatrales en el día del patrono. Juan Manuel Beruti afirma que en 1810, para la fiesta de San Martín de Tours, se ofrecieron por primera vez óperas italianas en la Casa de Comedias6. Una vez pasado el período de anarquía en la Provincia de Buenos Aires, a fines de 1820, asumió la gobernación Martín Rodríguez. En lo que respecta a la festividad de San Martín de Tours, no se halla en los decretos gubernamentales del período situado entre 1821 y 1828 alusión alguna a la misma.7 Bajo el gobierno de Viamonte se planteó el problema de la reducción de los días de fiesta y luego de discutir largo tiempo sobre el tema, el tema se resolvió en el primer gobierno de Rosas. El obispo Mariano Medrano, ante el pedido del Senado del Clero resolvió que: “Se tendrán como únicos días festivos de ambos preceptos todos los Domingos del año, la Epifanía, Corpus, Ascensión, Natividad del Señor, la Anunciación, Asunción, Concepción y Natividad de la Virgen, San Pedro y San Pablo, San Martín y Santa Rosa de Lima”.8 2. J.P. Robertson y G.P. Robertson, Cartas de Sud América. Corrientes – Buenos Aires- Jornadas inglesas – Campañas de los Andes – Luchas civiles, t. II, Buenos Aires, Emecé, 1950, pp. 211-212. 3 Juan Manuel Beruti, Memorias curiosas, Buenos Aires, Emecé, 2001, p. 296. 4. Antonio Zinny, Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas. Provincia de Buenos Aires, t. 2, Buenos Aires, Huemul, 1941, p. 110. 5. La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 7 de noviembre de 1835, año 13, nº 3734, p. 4. 6. Juan Manuel Beruti, Memorias, op cit, p. 151. 7. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1821-1828. 8. Íd., p. 12.

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Puede observarse que la festividad de San Martín de Tours seguía vigente pese a la reducción antes apuntada. Al finalizar su mandato como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, a fines de 1832, Rosas no aceptó ser reelecto y en los años subsiguientes hasta su segundo gobierno, la fiesta de San Martín de Tours siguió conmemorándose. Ejemplo de ello es que en 1834 el gobierno asignó $ 2000 para la celebración de San Martín de Tours.9 Al asumir su segundo gobierno, el 13 de abril de 1835, Juan Manuel de Rosas insistió con la reducción de los días festivos. Finalmente, en 1849, se decretó que la supresión de todos los días de fiesta de ambos preceptos entre semana, a excepción del de la Encarnación de Nuestro Señor, el de la Circuncisión, el de la festividad de Todos los Santos y el del glorioso Patrono San Martín”10. Durante el segundo gobierno rosista la asistencia la festividad del Santo Patrono era obligatoria y todos los jefes de las corporaciones y oficinas debían avisar si no podían concurrir al Tedeum. Algunos ejemplos de los festejos de San Martín de Tours bajo el segundo gobierno de Rosas son: • En 1836, el presidente interino del Senado del Clero, Dr. Valentín Gómez, obtuvo $400 del Gobierno de Buenos Aires para darle más brillo que el habitual a la función de San Martín.11 • En 1838 se convocó a los Patricios para que se presentaran el día 11 de noviembre, para la formación “del día de Nuestro Patrono San Martín”.12 • El 12 de noviembre de 1840, la festividad del patrono se realizó solemnemente. Las casas y establecimientos públicos en la víspera y la noche de la función estuvieron iluminados. 9. Ídem, Año 1834, Buenos Aires, Mercurio, 1974, pp. 124-125. 10. Cfr. Juan Manuel Beruti, Memorias ,op cit, p. 473; Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. Año 1849, libro 28, nº 1, Buenos Aires, Imprenta del Estado, [s.f.], pp. 4-7; Registro Oficial de la República Argentina, t. 2 (1822-1852), [s.d.e.], p. 451. 11. AGN, Buenos Aires, Argentina, Sección Gobierno, Sala X, 16-9-2, f. 1. 12. La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 9 de noviembre de 1838, año 16, nº 4618, p. 3.

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• En 1843 la celebración del aniversario de San Martín de Tours se realizó según Beruti “con la mayor solemnidad y adorno del templo que nunca se ha hecho en los años anteriores”.13 • En 1851 una carta de Juan Manuel Moreno, dirigida a doña Toribia Fuentes de Lagos se refería a la invitación al vecindario de la ciudad y la campaña para el acompañamiento de la procesión del glorioso San Martín14. Una vez derrocado Rosas surge el problema de la organización política del país. Los gobernadores provinciales otorgaron a Justo José de Urquiza la representación de las Relaciones Exteriores de la Confederación. Los almanaques de 1854 a 1861 ilustran el respeto y la memoria a San Martín de Tours.15 Entre 1862 y 1888 existen pocos datos sobre la festividad de San Martín de Tours. Hasta 1868 en los periódicos La Nación y La Prensa no se registran alusiones a la fiesta del patrono. Entre 1871 y 1873 en La Prensa se indicaba la festividad del Santo de Tours. En 187816, según La Nación habría el “11 de noviembre (día de fiesta) a las 12 del día grandes regatas oficiales del Rowing Club e inauguración del nuevo puente, frente a la Estación del Ferrocarril.”17 En dicha cita, el periódico dice 11 de noviembre, día de fiesta, lo cual indica que la fiesta de San Martín de Tours se realizaba. En 1885 en La Nación se alude al 11 de noviembre como día festivo. El 11 de noviembre de 1888 se realizó un corso en homenaje al patrono de la ciudad.18 A partir de 1893 la fiesta de San Martín de Tours adquirió mayor esplendor respecto de los años anteriores. El 11 de noviembre de ese año se realizó una peregrinación a Luján.19 Los primeros años de la segunda presidencia de Roca fueron favorables para 13. Juan Manuel Beruti, Memorias, op cit, p. 451. 14. AGN, Buenos Aires, Argentina, Archivo de Adolfo Saldías adquirido a Juan A. Farini. (1846-1852). General Hilario Lagos. Correspondencia, Sala VII, 3-5-4, leg. 261, f. 233. (7/11/1851) 15. Cfr. Almanaque para el año del Señor 1857-1861, Buenos Aires, Imprenta de la Revista.

Recién a partir de 1878 encontramos datos referentes a la fiesta de San Martín de Tours en dicho periódico.

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17. La Nación, Buenos Aires, 5 de noviembre de 1878, año IX, nº 2464, p. 4. 18. La Nación, 11 de noviembre de 1888, Buenos Aires, año XIX, nº 5515, p. 2. 19. Cfr. “Fiesta de San Martín. Íd. de Ntra. Sra. de Balvanera. Peregrinación a Luján” en La Nación, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1893, año XXIV, nº 7164, p. 3.

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celebración de la fiesta del Patrono. En 1898 se anunció la fiesta en honor al obispo de Tours en La Prensa20; y en La Nación se indicaban los cultos a oficiarse en la Catedral con motivo de la fiesta de San Martín de Tours.21 El 11 de noviembre de ese año se enumeraban, entre las celebraciones del día, carreras en el hipódromo, regatas en el río Luján, Concurso Internacional de Gimnasia, Excursión a Villa Devoto, una visita al velódromo, entre otras22. Los años subsiguientes, hasta 1910, los festejos de San Martín de Tours presentan características similares a las dadas entre los años 1893 y 1898. Fiesta religiosa Desde el punto de vista religioso es notable destacar que se efectuaban celebraciones en honor de San Martín de Tours, como triduos, novenarios y misas especiales, para implorar por la salud de los habitantes, por las sequías, en acciones de guerra y para combatir las plagas de langostas que destruían las sementeras y cultivos. Es importante considerar que además del Cabildo civil existía el Cabildo Eclesiástico que llevaba a la práctica la festividad desde ámbito litúrgico y religioso. Rogativas y novenarios En marzo de 1813, por los peligros existentes en la ciudad, se realizó una novena a San Martín de Tours, solicitándose el debido permiso al Supremo Poder Ejecutivo Provisorio23. En octubre de 1815 se hicieron rogativas al patrono durante nueve días, por la sequía en Buenos Aires24. Las rogativas y novenas entre 1820 y 1862 pasaron a ser esencialmente religiosas, aunque los gobiernos civiles formaron parte de su preparación. Son pocos los 20. La Prensa, Buenos Aires, 9 de noviembre de 1898, año XXX, nº 10237, p. 6. 21. Cfr. La Nación, Buenos Aires, 9 de noviembre de 1898, año XXIX, nº 8968, p. 6. 22. Cfr. “Las fiestas de hoy. Buenos Aires en el día de su patrono”, en La Nación, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1898, año XXIX, nº 8970, p. 4. 23. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, serie IV, t. V, Buenos Aires, Archivo General de la Nación, 1928, p. 543. 24. Ídem, serie IV, t. VI, p. 598.

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casos encontrados en que se realizaron rogativas o novenas al Patrono como pedidos o agradecimientos. De los primeros veinte años no hemos encontrado fuentes que demuestren la existencia de novenas o rogativas en honor al santo de Tours. Recién en 1843, en un aviso de la Policía publicado en la Gaceta Mercantil, se señala que por el inicio de la Novena al Santo Patrono debían estar cerradas todas las casas de trato y talleres entre las 9 y 30 y 10 y 30 horas, bajo multa a quienes no cumplieran con la orden.25 Las rogativas prácticamente pierden importancia desde 1862 en adelante. Los datos de novenas dedicadas a San Martín de Tours tienen que ver con la preparación de su festividad religiosa, pero no parten del ámbito civil. Entre 1865 y 1910, al igual que en tiempos precedentes, se realizaron novenas en preparación de la fiesta del Santo Patrono. El arzobispo Federico Aneiros, el 22 de diciembre de 1877, al dirigirse al Cabildo Eclesiástico, solicitaba que la novena a San Martín se efectuara lo mejor posible y en el horario en que hubiera mayor concurrencia de fieles.26 Entre 1890 y 1906 La Nación y La Prensa anunciaron la novena y fiesta religiosa de San Martín de Tours.27 No se han encontrado datos que notifiquen que entre 1907 y 1909 se hubieran efectuado las novenas al santo patrono de Buenos Aires. En 1910 en La Prensa se citaba el inicio de la novena28. Sermón y predicador de la misa dedicada a San Martín de Tours En general se realizaba un Tedeum con un sermón alusivo al santo al inicio del día y luego se terminaba el festejo con una procesión, en la que se llevaba el Estandarte Real hasta la Catedral. 25. La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 4 de noviembre de 1843, año 21, nº 6030, p. 3. 26. Archivo del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina, Archivo del Cabildo Eclesiástico Metropolitano de Buenos Aires (1852- 1880), nº 120, [sin foliar]. 27. Cfr. La Prensa, Buenos Aires, 1890-1896, 1905-1906; La Nación, Buenos Aires, 1897-1906. 28. La Prensa, Buenos Aires, 1 de noviembre de 1910, año XLII, nº 14621, p. 16.

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Por eso era necesario ver quién se ocuparía del sermón del día de San Martín de Tours. De ello se encargaban los diputados designados por el Cabildo; además se pagaba un honorario a los sacerdotes que lo efectuaban. En el Cabildo secular, en varias ocasiones, hubo acuerdos para designar al predicador. En 1820 notamos que el cabildo, en el acuerdo del 13 de octubre, manifestaba la necesidad de “buscar persona que hiciese el Panegírico de San Martín de Tours”.29 Entre 1820 y 1910 no se encuentran datos que aseveren la búsqueda, por parte del gobierno, de un predicador encargado del sermón, con lo cual podemos deducir que de ello se ocupaba el Cabildo Eclesiástico. El feriado en el día del Patrono Desde la fundación de la ciudad y por tradición hispánica el día del patrono protector de la misma era de gran festejo. No es posible considerar al feriado en el sentido actual del término, pero sí podemos afirmar que ese día no se trabajaba y que, en los primeros siglos de la ciudad, se lo consideraba un día de fiesta. Era costumbre que se decretara como día feriado el del santo patrono del pueblo o ciudad. En el caso del patrono de Buenos Aires esto no fue siempre de igual modo. Aparentemente desde la época federal era feriado el 11 de noviembre pero en el siglo XX ello dependió de los gobiernos vigentes. Una vez derrocado Rosas, son muy escasos los datos encontrados sobre el feriado del día del patrono, lo cual hace suponer que existió. A modo de conclusión resulta importante considerar que debería volver a festejarse a nivel civil en la ciudad el día del Santo Patrono, por ser el protector de la misma y porque sus festejos forman parte de nuestra historia.

29. Acuerdos del Extinguido, op cit, serie IV, tomo IX, p. 287.

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Las memorias de Mayo: la construcción de su repertorio iconográfico María Inés Rodríguez Aguilar Miguel José Ruffo

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Las memorias de Mayo: la construcción de su repertorio iconográfico María Inés Rodríguez Aguilar Miguel José Ruffo 1

El estado: operador de la identidad nacional, instrumento de la conciencia y caldero de la permanencia de la Nación. Memoria del estado ¿Cuáles representaciones elegir a fin constituir por definición la continuidad de la continuidad? Pierre Nora Nos proponemos analizar la dinámica de la construcción del repertorio iconográfico sobre los denominados “sucesos de Mayo de 1810”, acontecimientos que lo largo de casi dos siglos adquirieron bajo múltiples representaciones los más variados lenguajes y formas, configuradas de acuerdo, a específicos procesos simbólicos. Dichas representaciones devenidas en emblemas se elaboraron con diversos objetivos asignando a las mismas una función pedagógica y propagandística. (Chartier, 1996, p. 75). 1. María Inés Rodríguez Aguilar. Lic. en Historia (U.N.C.). Directora del Museo Roca (por concurso), Interventora del Museo Histórico Nacional. Investigadora en temas de Inmigración. Docente Universitaria. Mención especial premio Fundación Espigas con el trabajo “Alfredo Gramajo, pintor de la Nación”. Autora del libro “Hebe Clementi, una vida con historia”. Especialista en Historia Oral Miguel José Ruffo. Lic. en Historia (U.B.A.). Investigador del Museo Histórico Nacional. Especialista en pintura histórica y temas del movimiento obrero. Desarrolla tareas de periodismo cultural. Autor del trabajo “Charles Fouqueray: la plástica de las invasiones y los valores de la Nacionalidad”y “Alfredo Gramajo, pintor de la Nación”.

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Entre los artífices de estos complejos procesos se destaca al Estado, en sus gestiones de celebración, institución y gestión de patrimonios, sus prácticas editoriales, su sistema escolar, y las dispuestas por una diversidad de agrupaciones de la esfera pública quienes tomaron como objeto a la Revolución de Mayo, le asignaron la calidad de acontecimientos fundantes y los proyectaron utópicamente hacia el futuro, al que convirtieron en destino de la colectividad que se debía reconocer como la nación argentina, una república liberal nacida en mayo. La posterior consolidación de este imaginario republicano, lo tornará indispensable para las futuras legitimaciones de los diferentes sistemas políticos, imaginario que puede llegar especialmente al corazón, esto es, a las aspiraciones y a las esperanzas de un pueblo, donde las sociedades definirán sus identidades y objetivos, se vincularían a un pasado compartido, pese a la multiplicidad de procedencias, y se proyectarían hacia un futuro común. Presente y futuro se entretejen en este imaginario social constituido por la expresión de ideologías y utopías, a través de símbolos, alegorías y rituales en las representaciones y las prácticas, las que intentaban brindar a una sociedad en vías de modernización una comunidad de sentido y de pertenencia. El mito de origen asignado a Mayo, es una operación simbólica, un fenómeno universal que se verifica en los procesos de construcción de naciones, cuyos contenidos y sentidos emergen en ocasiones de la historiografía, en una trama de la circulación de relatos y memorias y prácticas culturales. Este mito establece una versión de los hechos reales o imaginarios que brinda sentido y legitimidad a acontecimientos y situaciones fundantes. En los nuevos regímenes postcoloniales se establecerá como verdad, una solución vencedora contra las fuerzas del pasado que posibilitara la elaboración de otro mito: el mito del héroe, de larga tradición en las historias nacionales y funcional a todo régimen que busca instalar un panteón cívico y destacar figuras que sirvan de imagen y modelo para los miembros de una comunidad.(Hobsbawm, 2002, pp8-21). A partir de 1852, la empresa de consolidar el programa político liberal de la modernización, sobre los presupuestos del progreso en el marco institucional post-Caseros, será diseño y obra de intelectuales, de acciones y vocaciones

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políticas, quienes paulatinamente articularán un campo intelectual, en cuyo desenvolvimiento se entrecruzan protagonistas del quehacer científico y cultural ampliado, y cuyas gestiones específicas y tangenciales a la par que sus producciones editoriales producen circulan y debaten ideas, problemas y proyectos. Desde 1880, Buenos Aires en tanto nueva ciudad se consolidó como el núcleo político-administrativo y militar del estado liberal republicano, asentado un una ciudad metrópoli, que ostentaba los atributos del poder económico, el centro de una nueva y dinámica economía agroexportadora. La agroexportación, la inmigración europea masiva y el movimiento internacional de capitales habían transformado en pocos decenios a la otrora Gran Aldea en metrópoli; cambios registrados no solo a nivel socio económico y político, sino también en lo cultural. La inmigración, ya iniciada en la década del 80, adquirió en este complejo proceso, un ritmo creciente y vertiginoso. Hasta 1910 se radicaron en la Argentina alrededor de1.000.000 de italianos, 700.000 españoles. 90.000 franceses, 70.000 rusos (en su mayoría de origen judío) 65.000 de origen árabe, 35.000 centro europeos, 20.000 alemanes y un número muy inferior de portugueses, belgas y holandeses2. La dirigencia que administraba el Estado Nacional, ante la preocupación por la emergencia de una sociedad aluvial cosmopolita, optó, entre otras decisiones, por proponerse internalizar en la conciencia social valores culturales que relacionasen a la nueva sociedad inmigratoria con el pasado: el de las luchas independentistas que habían forjado a la Nación. Esta operatoria incluía debatir los conceptos de argentinidad, rastrear la génesis de la sociedad republicana y definir un arquetipo de la nacionalidad. En esta trama de procesos culturales, la adopción de himnos, banderas, ritualización de conmemoraciones en liturgias cívicas, y la elaboración de iconografías se desarrollaron en una compleja dinámica, vinculada a la diversas concepciones de las autoridades y a la emergencia y consolidación del estado nacional durante el Siglo XIX y XX , lo que implicó recurrir a relatos del pasado y elaborar una concepción del futuro desde el presente que lo conformaba.(Bertoni, 2002, p 65). Las pioneras producciones acerca de los mitos de los orígenes para esta sociedad en transición fueron elaboradas entre 1857 y 1858 desde Buenos 2. CIBOTTI, Ema, “Del habitante al ciudadano. La condición del inmigrante: La llegada”, en Zaida Lobato Mirta, Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Tomo V, Buenos Aires, 2000, p.367.

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Aires, con los fines de justificar su hegemonía, por Bartolomé Mitre, en Historia de Belgrano y La Independencia Argentina e Historia de San Martín y de La Emancipación Sudamericana, y luego por Vicente Fidel López en Historia de la República Argentina desde sus precedentes coloniales hasta el derrocamiento de la tiranía de 1852, publicada en diez volúmenes entre 18831893, y en Historia de la República Argentina, Su origen, su revolución hasta 1852, todos ellos autores de prácticas culturales heterogéneas e irreductibles polémicas (Madero, 2001). Posteriormente otros relatos históricos de implicaciones potenciales amenazaron vulnerar estas imágenes del pasado nacional, entre ellos Adolfo Saldías (1881), con su proto-revisionismo y Joaquín V. González con la reivindicación de las raíces indígenas (1888) con una imagen más matizada de los orígenes (Devoto,2002, Devoto y Pagano, 2.009). Asimismo se vislumbró el despuntar de una iconografía nacional, “en la pintura de historia, de corte académico, donde el pintor Juan Manuel Blanes concita la adhesión de las ascendentes burguesías rioplatenses” (Malosetti Costa, 2001:65). Los intelectuales funcionales a la elite hegemónica aspiraban a convertir sus ideas en la cosmovisión dominante y a contrarrestar los efectos “desnacionalizantes”. Para este objetivo se disponía de la ley 1420 de Educación Común, que establecía la enseñanza laica, gratuita y obligatoria, con contenido en su currícula, de las siguientes materias: historia nacional, geografía nacional, lengua castellana, la vez que se había reforzado las normativas del Consejo Nacional de Educación, a los efectos de instalar definitivamente una tradición patria común. En este contexto, en 1889 el doctor Adolfo P. Carranza había fundado el Museo Histórico de la Capital, luego Nacional (en adelante MHN): “con el objeto de evocar las tradiciones de la Revolución de Mayo y de la Guerra de la Independencia se había convertido en la sede ceremonial de Patrimonio, sustentando a un discurso histórico-museográfico, condensado en objetos y grandes cuadros, cuya exhibición y difusión organizaba en un régimen semiótico las vinculaciones simbólicas, que enunciaban las argumentaciones sobre un relato de la historia nacional, y definían a una topografía memorial hegemónica”“(Rodríguez Aguilar, y Ruffo, 2007, p.263)

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El MHN rápidamente trascendió los límites espacio-temporales de su decreto fundacional, proyectándose hacia el pasado hispano-colonial, la época de Rosas y la Organización Nacional. Intranquilo su fundador, se empeño en conseguir su rápida nacionalización, obteniendo la firma del decreto del 3/9/1891 que sanciona: “El Museo Histórico debe ser sostenido por la Nación y estar bajo la dirección del Gobierno Federal, a fin de que se reúnan en él los objetos… que recuerden los sacrificios y glorias3 Heredero del afán pedagógico de la ilustración , El MHN emergió en tiempos es lo que se agitaban los debates acerca de la construcción de la nacionalidad entre cosmopolitas y nacionalistas, con una misión, la gestión de instituir las colecciones mediante la recolección de “recuerdos patrióticos de referencia los personajes con su atmósfera moral” para contribuir a internalizar en la conciencia social un sistema de valores ideológicos culturales a fin de adoptar una particular de la génesis de la sociedad argentina en la Revolución de Mayo, base de la nacionalidad argentina que debe mantenerse, sin complacencias que la debiliten ni cosmopolitismo que hagan olvidarla” (Klug y Ruffo 1987, p.151), reconociendo a Mayo como el acontecimiento matriz singular, expresión de procesos, relaciones de fuerzas y presencia de actores múltiples. La administración del primitivo coleccionismo sustentó su discurso histórico museográfico en un conjunto de significados, sentidos y valores seleccionados a fin de legitimar argumentaciones sobre el relato de la historia nacional en exhibiciones, comitencias y prácticas pedagógicas, que aún cuando no incluyeran juicios de valor explícito, eran útiles a la difusión de una historia concebida como nacional desde una memoria selectiva del pasado, vertebración de la tradición cultural , y una “misión” cívica al servicio de la patria. La mayor y más relevante construcción testimonial de la Revolución de Mayo se produjo hacia la época del Centenario, “estas manifestaciones de múltiples vertientes se pueden inscribir dentro del febril programa monumental, iconográfico y editorial, dispuesto por la Ley 6286 de 1908, concebido con el objetivo de avalar y celebrar a la 3. “Documentos sobre la creación y nacionalización del Museo Histórico”, en Revista Museo Histórico Buenos Aires, Nº 1 ,1891, p. 8.

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genealogía de la Nación en los sucesos de Mayo, en un paisaje cívicomoral de rituales escolares y celebraciones multitudinarias” (Reese, 1999: 21-39) La Revolución de Mayo y la Guerra de la Independencia, a través de las producciones historiográficas y después por medio de numerosísimos actos, comisiones de homenaje a los guerreros de la independencia, comisiones de repatriación de restos, actos patrios en las escuelas y otros eventos públicos, se convirtieron en un pasado épico que debía y merecía ser evocado a través de actos oficiales, del sistema de enseñanza pública y de producciones artísticas, en la escultura y la pintura. Los actores sociales que protagonizaron la Revolución de Mayo y la Guerra de la Independencia fueron interpretados como los héroes o padres fundadores de una nueva nación y los acontecimientos que protagonizaron, constituían la épica de la nacionalidad. Entonces la tarea indispensable “era encontrar las formas adecuadas para que estos héroes y epopeyas recreados se encarnasen en la sociedad. El problema radicaba, precisamente, en establecer que ámbitos y a través de que canales – en una sociedad que se rehacía día tras día- podían los recién llegados o los más jóvenes vincularse con el pasado argentino, al cual se remitían los rasgos de la identidad nacional” (Bertoni 1992.p.97). Con estos objetivos se dispuso la transformación de determinados ámbitos -como la Casa de Tucumán- en monumentos históricos, el desarrollo de una escultura patriótica, “porque Buenos Aires apenas contaba con templos o imágenes para el culto de la patria; la Plaza de Mayo, cuya remodelación, luego de la demolición de la Recova, dio lugar a una entusiasta celebración en 1884, y la vieja pirámide; el resto de los edificios antiguos remitía al pasado colonial. Solo algunas estatuas: la de San Martín ecuestre, inaugurada en 1862 y la de Belgrano, también a caballo, erigida en 1873 en la Plaza de Mayo; en la Catedral, el nuevo mausoleo con los restos de San Martín, instalados allí en 1880, completa el conjunto de referentes histórico materiales con los que movilizar el entusiasmo patriótico popular” (Bertoni,1992 ob.cit p.101).

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Dentro de esta perspectiva, cuando se celebró el Centenario de 1910, Adolfo P. Carranza (1857-1914), fundador y director del MHN, editor y autor de estudios monográficos (elaboraciones de un “datista”, según Rómulo Carbia en 1922) detentaba un denso capital simbólico sustentado en su genealogía de protagonistas de las gestas patrias. Este prestigio se proyectaba al presente al asignar sentido misional a sus prácticas culturales y a las estrategias de afirmación de su trascendencia y legitimación, en épocas de las aceleradas transformaciones de la sociedad. Se lo puede visualizar como un “gestor cultural”, en los términos contemporáneos de conceptos formulados por los estudios de gestión cultural y sus respetados antecedentes en la Revista Nacional, la creación del MHN, la Revista del Museo Histórico y la Ilustración Histórica lo inscribieron desde la gestión del Estado en las redes del incipiente campo artístico e intelectual, no en un espacio hegemónico, sino en una zona de marginalidad relativa, pero prestigiada, que fue determinante en la dinámica de sus gestiones, articulando una diversidad de prácticas sostenidas por sus convicciones políticas, éticas y estéticas.( Ruffo y Rodríguez Aguilar, 2009). Carranza, en su ejercicio de mediación, se instituyó en el comitente de la mayor parte de este repertorio iconográfico, recordando que hacia los tiempos de 1910 existían escasas imágenes pictóricas de la Revolución de Mayo, con excepción algunas acuarelas como “El 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires” de Vicente Nicolás Cotanda y del boceto de Juan Manuel Blanes “El Cabildo Abierto del 22 de Mayo”. “quien llegó a ser a ser el pintor de historia más famoso, requerido y celebrado en el cono sur de América” (Malosetti Costa, 2.001 p. 61). Autor de “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires de 1871, esta obra lo proyectó, de acuerdo a Vicente Gesualdo, “al rango de primer pintor del Río de la Plata”. (Gesualdo 1988, Tomo II, p 848). Eduardo Schiaffino, el crítico e historiador de arte afirma: “A Juan Manuel Blanes le corresponde la honra de haber sido el iniciador de la pintura de historia en las márgenes del Plata; y sobre todo habrá tenido este gran mérito: el de ser el primer artista rioplatense que haya realizado una hazaña inaudita y portentosa: la de infundir confianza a los gobiernos, quienes le encomendaron en diversas ocasiones la ejecución de obras importantes” (Gesualdo, Ob. Cit., T 1, p 134).

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Blanes tuvo un concepto personal de estilo, indisolublemente unido a la finalidad que él concebía para el arte: se sabía artista americano y sentía sobre la responsabilidad de dar forma sensible a los hechos e ideas significativos de su pasado histórico, para hacerlo comprensible a todos sus compatriotas. Una y otra vez reflexiona en sus escritos la idea de que el arte debía ser a la par que orientó sus estrategias a promover la difusión de sus grandes obras y cultivar “una amplia gama de relaciones con intelectuales, científicos, poetas, historiadores” y se proyecta como una figura clave en el proceso de surgimiento de un arte nacional en el Río de la Plata por la poderosa influencia que ejerció no solo en el ámbito artístico sino sobre toda una época en la vida cultural y política tanto de Montevideo como de Buenos Aires (Malosetti Costa, 2.001 p. 64). El crítico Fernández Saldaña dedicó un estudio al boceto de Juan Manuel Blanes El Cabildo Abierto de 1810 que publicó en el diario “La Prensa” en 1936. “Se conserva en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires el boceto al óleo de un cuadro que el afamado pintor uruguayo Juan Manuel Blanes nunca llegó a ejecutar y que el Dr. Adolfo P. Carranza, antiguo y prestigioso director de aquella casa, tituló “El Cabildo Abierto de 1810”. Ópera interrupta, en cierto modo, cupo a esta proyectada tela de historia argentina igual suerte que a otras de idéntico género” (Ruffo, 1998 p.27). Desde tiempo atrás Blanes venía preocupándose de la composición de un cuadro argentino, y así se lo hace saber al Dr. Ángel Justiniano Carranza, escribiéndole que se preparaba “con estudios históricos y meditaciones severas a presentar una tela de la gran revolución de Mayo de 1810”. El Dr. Adolfo P Carranza, en una publicación de 1909, fija como fecha del boceto de El Cabildo Abierto el año 1876, añadiendo que parecería representar “el momento en que habla el Dr. Castelli”. .Debe ser así, toda vez que el instante, por su significado, merecía ser transportado al gran lienzo, pero en tal supuesto el Castelli que Blanes esbozó es un Castelli más viejo que el que transmiten los retratos habituales. Ajustándose a las fechas, el tribuno se representa como un hombre de edad madura, tal como debía ser en aquellos momentos, cuando con eficaz y encendida elocuencia rebate los pareceres absolutistas del obispo presidente de la Asamblea.

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Admitida como exacta la fecha de 1876 atribuida al boceto, entre la pintura del Museo Histórico y los estudios para el cuadro, hechos en Buenos Aires, había transcurrido un lapso de seis años. No sabiendo el fundamento de la fecha de 1876, abrigamos en cambio la certeza de que los aludidos estudios preparatorios tuvieron lugar en la primavera de 1870. La idea de pintar una escena saliente de la historia argentina ganaba cada día más el ánimo de Blanes. Gran lector, entusiasta por la epopeya de la emancipación, nada de lo relativo al continente le era extraño, y tenía a mérito singular el título de pintor americano, que le había discernido el notable escultor chileno Nicanor Plaza inscribiéndolo alrededor del medallón que modeló en Santiago. Con la visión plena de su futuro cuadro y aprovechando que iba a permanecer en Buenos Aires una temporada más larga que las de ordinario, requirió Blanes a sus amigos porteños información más precisa y ampliatoria de lo que ya sabía por las lecturas y los datos recolectados realizando estas investigaciones con minuciosidad y detallismo agudo. Así, previas a la composición de cada tela histórica, están sus largas y reiteradas cartas, dirigidas a los amigos sabios en la materia, a los actores o a los testigos del hecho. Cartas escritas sin prisa y con admirable caligrafía, cenas de cuestionarios, de dudas a esclarecer y de pormenores inverosímiles, donde en ocasiones acompañaba un croquis marginal para mejor explicación de las preguntas. La documentación para El Cabildo Abierto, elaborada en su propio ámbito y en el circuito de hombres destacados de la historia, debió revestir caracteres excepcionales ya que el tema era amplísimo, los personajes muy numerosos, los asesores, amables y eruditos. Desde luego, Blanes y sus verdaderos amigos discutieron el tema y el desarrollo del cuadro conforme el pintor lo había concebido en su estudio de Montevideo. Al atravesar el estuario llevaba consigo el artista algo más que una composición ideológica. Hay un croquis hecho a lápiz Compté sobre una hoja de papel en caliente tonalidad verdosa, que acaso es el croquis primitivo de ese lienzo nunca pintado ,un esbozo apenas, pero un esbozo de mano maestra, que marca en trazos firmes un conjunto de figuras definidas, puestas en sitio. El desarrollo de la escena es hábil; en ella el corredor de la casa del Cabildo, tomado a lo largo, se cierra al fondo por una

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cortina plegada, delante de la cual aparece la mesa de la presidencia, obteniendo de este modo que el elemento realista pase sin esfuerzo a un plano secundario. Confrontados el croquis primitivo y el boceto del Museo Histórico, manchado al óleo, se destacan las modificaciones o las adiciones posteriores, como por ejemplo, el grupo de personajes colocados a la izquierda, merced al cual el conjunto se equilibra ganando mucho la figura de Castelli. Como los personajes reunidos en el cuadro pasaban de cincuenta, había para elegir entre los numerosos invitados para el Cabildo abierto de Mayo. “Puede agregarse al grupo principal –dice una anotación de Blanes- Don Antonio Luis Beruti, de Mendoza” y en otra: “Podría echarse mano de Floro Zamudio, hombre bajo, delgado, de cara chupada y más larga que la de Paso”. Hay muchas acotaciones semejantes, ilustrativas, breves y sin desperdicio, marginando los apuntes, hechos con certeza de trazo y singular frescura. Consigue y copia una miniatura del doctor Argerich, y al lado, para ayuda memoria, escribe “Parecido a don Pedro León Pereda” (un conocido de Montevideo), añadiendo enseguida: “Blanco subido, cabello rubio oscuro, estatura regular, más bien grueso”. Otras veces un parecer o una palabra le bastan para caracterizar al sujeto. Debajo del retrato de don F. Riglos, pone esta advertencia: “Hermoso como París”. De don Francisco Pico no es posible hallar retrato –ni óleo antiguo, ni miniatura, ni daguerrotipo- pero hay referencias sobre su nueva figura, el color de la tez y su natural “robusto con bastante circulación”. Pero además sus amigos le hacen conocer a don Pedro Pico, a quien se le atribuye mucho parecido con el personaje del cuadro y Blanes toma del natural un retrato pequeño, de lo más expresivo, en la misma posición que en el lienzo tiene asignada don Francisco De Matheu; se registra este resumen: “Blanco, algo calvo, pelo blanco, fisonomía muy serena, regular y simpática, cejas graciosamente unidas e inmediatamente sobre los ojos, que son velados y azules, boca chica, nariz igualmente abultada y poco sobresaliente”. Tiene a la vista viejas fotografías directas, reproducciones y vistas de las más antiguas del interior del Cabildo, copias amarillas impresas sobre placas al colodión húmedo, pero va a requerir los originales donde estén.

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En la sacristía de Monserrat hay un retrato de un sacerdote; en la Biblioteca Pública, el 18 de setiembre, copia un óleo del obispo Lué, con los ojos desmesuradamente grandes que le imprimen una extraña marca de poseído. Las acotaciones que alguien le debe dictar allí mismo le servirán para interpretar mejor en el estudio aquella factura primitiva y sin expresión. Para pintar a don Alejo Castex tiene un boceto hermoso cuya fuente original no consta, y de Dosal -apunta- hay otro retrato para sustituir al que ya tiene. Cuenta con la formal promesa de que le conseguirán uno de Terrada. Pascual Ruíz Huidobro parece haberle dado mucho que hacer: “Muy buscado y nada encontrado”. Logró al fin dibujar un busto expresivo, de tres cuartos vuelto a la izquierda. Probablemente se trate de una reconstrucción. En la cabeza del doctor Julián Segundo de Agüero acierta a dibujar una pequeña obra maestra. Permanecen desconocidos los motivos que hicieron que el cuadro del cabildo abierto no se pintase. Seguramente no fue viable la financiación de una tela de dimensiones tan aventajadas hecha por un artista que fijaba alto precio por sus trabajos. Tal vez fue cuestión de unos centenares de pesos, tal vez de un mil. También Fernando García Esteban en su trabajo “Juan Manuel de Blanes, pintor”, se refiere brevemente a este boceto diciendo: “Otro nivel de lo que podríamos denominar bravura histórica -pincelada muy suelta, abocetamiento seguro, tensa versión climática tonal al modo del mejor Daumier, que es excelente ejemplo- llega a reconocerse en La sanción de la Constitución Argentina en Santa Fe, 1853 y también en El Cabildo Abierto de Mayo de 1810, dos breves anotaciones al óleo que tampoco llegaron a la escala real.” Otras evaluaciones merece esta producción “en contacto con historiadores, entre ellos Bartolomé Mitre, Andrés Lamas y Ángel J Carranza, fue explorando temas más adecuados para producir un alto impacto visual; entre ellos, el proyecto más interesante es el del Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810, ya que iniciaba un asunto que sería habitual en las ilustraciones de la historia argentina. Si este narra el mito del origen de la Nación, la Sanción de la Constitución

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Argentina, un boceto de taller que presenta una variante de la misma iconografía de asambleas republicanas, propone establecer la imagen del episodio fundador del Estado, como había realizado con el Juramento de la Constitución en 1830 para el Uruguay” (Amigo, 2008, p 12-13 ). Imágenes para el pasado: la gestión patrimonial de Estado La construcción de los patrimonios en la acción del Estado implica ejercicios de mediaciones, circulaciones de ideas y proyección de intereses, tanto en la adopción de estrategias de su producción y ejecución de los memoriales (museos y monumentos), como también en las condiciones de las posteriores políticas de gestión cultural. (Ballart Hernández, y Tresserras, 2002: 15-25). Estos artefactos devienen, entonces en patrimonios del presente, testimonios, huellas indelebles de pasados históricos complejos y expresiones de representaciones culturales, frutos de la adopción de estrategias de la comunicación y de prácticas discursivas de una sociedad para generaciones futuras. (Murilo de Carvalho, 1997:17-18). Para una intelección de estos patrimonios, por hallarse inscriptos en la larga duración de las prácticas culturales, deben ser interpretados desde una multiplicidad de abordajes, lo que permitirá el reconocimiento, en su gestión, de los mecanismos de selección sobre los contenidos asignados a una historia nacional para su representación (Chastel, 1986: 405-450), en gestiones que aspiraron a la construcción de identidades culturales y a la consolidación de una memoria colectiva. Desde 1852 en un proceso de ingeniería social, se había elaborado una multiplicidad de estrategias con el objetivo de asignar una identidad simbólica al estado de Buenos Aires (escindido de la Confederación) e instalar en el imaginario colectivo a “sus héroes” y a “sus hechos gloriosos”. Se apeló entonces a su condición de legítimo heredero de la tradición de Mayo; en tanto, que la Confederación, se reservó a la imagen de la Libertad y la República, para su identificación (Amigo, 1999: 12-42). Luego de la federalización de Buenos Aires ambos órdenes simbólicos serían reformulados por sus elites dirigentes. Es en esta etapa que Carranza desarrolla una tarea intensa desde la Revista Nacional e instaura “una galería de próceres y de sucesos notables que terminaban por constituir en la memoria una suerte de panteón ideal”. (Bertoni, 2001, p. 60).

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Desde 1908, el MHN se abocó a la tarea de generar un patrimonio artístico sobre Mayo; a través de la comitencia de Adolfo Carranza, de historicismo esencialista, confirió a las imágenes seleccionadas para representación, la función de transmitir un sentido patriótico que moldearía identidades sociales homogéneas en una sociedad heterogénea. El autor del óleo El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 es Pedro Subercaseaux (1881-1956), hijo de un diplomático había nacido en Roma descendiente de prominentes familias chilenas cuyos apellidos aparecen ligados a la política y a la industria del vino en su país. Desde temprana edad sintió inclinación por el arte y encontró en la pintura la posibilidad de expresar su vocación humanística y estética, según, se registra en su relato retrospectivo sobre los dilemas juveniles de su vocación: “Lo que me atrae de las Fuerzas Armadas son los barcos a vela, o los caballos y uniformes pintorescos cosas que ya están en vías de desaparecer. En cambio por medio del Arte puedo hacerlas revivir en mis pinturas y darle así gloria a mi Patria, aún hallándome lejos de ella, seré pues pintor… Partí para Europa decidido a dibujar, dibujar y dibujar“ (Subercaseaux. 1962, p 80-81). Inició así su viaje de aprendizaje por los centros europeos de irradiación de la cultura artística, en busca de una formación rigurosa para lograr condiciones de profesionalización y adquirir reconocimiento. Luego de estrictos exámenes fue admitido en calidad de estudiante en la Real Escuela Superior de Bellas Artes de Alemania. Cuando regresó a Chile en 1902 encaró el tema histórico en telas gigantescas, realizando hechos épicos de la historia chilena y americana, con gran fidelidad de detalles y pura expresión plástica. Obtuvo el Premio de Historia en 1904 y 1906.A fin de ampliar la red de vinculaciones y circuitos de exhibición de su obra, decide acudir a la Exposición del Centenario en Argentina, oportunidad de ascender en las jerarquías de la consideración de la crítica, en razón que los sistema de premios posibilitan el impacto en la prensa y el público (Ruffo y Rodríguez, 2007, p 264). La pintura de historia de Subercaseaux era representativa del arte de fin de siglo XIX.

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“Fue Pedro Subercaseuax un pintor formado en la escuela académica. “No sería posible pintar la epopeya de una nación con cuadros cubistas o dadaístas ... El pintor de la historia patria compone la realidad como un bello escenario para las fiestas. Así pintó Subercaseaux durante su juventud, cuando lo entusiasmaba el propósito de perfeccionar su arte Las tradiciones orales que escuchaba entre sus familiares y allegados, sus propias búsquedas en archivos y bibliotecas .“4 En la realización de imágenes se recrea artísticamente el momento institucional de la revolución de 1810; en la misma se circulan tres factores: 1) Las tradiciones de Mayo de circulación hacia la época del Centenario. 2) La mediación ejercida por Adolfo P. Carranza ejercidas para dotar al Museo Histórico Nacional de pinturas que evocasen a las tradiciones mayas de su concepción. 3) Las condiciones artísticas de P. Subercaseaux, su particular forma de percepción visual, sus inquietudes estéticas fundadas en la escuela académica y su formación en los cánones de las tradiciones vinculadas producciones de la guerra de la emancipación americana. La pintura de Pedro Subercaseaux es una pintura documentada en fuentes orales, literarias y pictóricas, cuyo análisis permitirá reconstruir ciertas intencionalidades del artista y de su comitente. Al respecto Alejo González Garaño, Director del MHN y coleccionista de arte, señala que Adolfo P Carranza “fue el consejero y animador del pintor chileno Pedro Subercaseaux, interviniendo igualmente, en la adquisición de sus grandes cuadros de carácter histórico, con destino al Museo”. (González Garaño.1944, p. 82). De esta manera las conversaciones entre Carranza y Subercaseaux y la relación epistolar se constituyen en fuentes ineludibles de sus pinturas. En lo que se refiere a la documentación para El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 no se ha conservado, si la hubo, carta o nota donde director o pintor describiesen la escena que pretendían representar para evocar el Cabildo Abierto. En la carta de noviembre de 1908, Subercaseaux responde “de acuerdo con las ideas que hemos 4. Murió Subercaseaux, Clarín, 4 de enero de 1956

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cambiado he proyectado el óleo”. En efecto, en la reunión del 16 de noviembre de 1908, Subercaseaux y Carranza conversaron acerca de la realización de tres óleos. Uno de ellos tendría por motivo el Cabildo Abierto del 22 de Mayo. Pero Subercaseaux no dice nada en relación a las características de la escena que se proponían representar. Afirma que el trabajo se realizaría conforme a las ideas intercambiadas y que sería “digno del asunto...siendo las dimensiones del cuadro de 4 m. de ancho por 3 m. de alto”.5 ¿Cuáles fueron las ideas que intercambiaron? ¿Qué le aconsejó Carranza a Subercaseaux? Solo podemos inferir estos consejos de una manera parcial a partir de la comparación entre lo que observamos en el óleo y las historias de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López cuando hacen referencia al Cabildo Abierto del 22 de Mayo. ¿Cuál es el fundamento de esta comparación? Analizar lo plasmado en el óleo, que es el resultado de una producción artística documentada; por el otro, consejos e indicaciones que no podemos reconstruir en su totalidad, ya que Adolfo P Carranza no escribió una historia propia de la Revolución de Mayo, dado que su síntesis de la Historia Argentina, se basa en la historia de Vicente Fidel López, (texto sometido a la consideración de Bartolomé Mitre), fue consejero del Museo Histórico Nacional, autor entre otras producciones, de la publicada en la Revista del Río de la Plata entre 1872 -1877, en formato de capítulos, una primera síntesis, Año XX: Cuadro general y sintético de la revolución, de La gran semana de 1810, Crónica de la Revolución de Mayo, Lecciones de Historia argentina, (1878) y la Historia de la Revolución Argentina (1881) una Historia de la República Argentina (en 4 tomos) -Textos que a juicio de Halperìn, fueron útiles para que en ellos “pudieran reconocer varias generaciones de argentinos su propia imagen del pasado nacional; como y porqué pudo esa obra dar voz a la conciencia argentina”. Presumiblemente Carranza se reflejaría en este “un grupo ya abolido,” del cual la obra de López, melancólico monumento, es su póstuma autobiografía (Halperín Donghi, 1996, p.35). Aquí, lo pertinente, ante todo, es observar en la pintura, por la composición del dibujo, a las representaciones que correspondan, aunque sea aproximadamente, 5. Carta de P Subercaseaux a A. Carranza 27 de noviembre de 1908 en Libro de Notas 1904-1909.MHN

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a los momentos descriptivos del Cabildo del 22 de Mayo, en las narraciones de Mitre y López, al núcleo de la lectura historiográfica hegemónica de las jornadas de Mayo. En nuestra opinión Carranza debió manifestarle a Subercaseaux ideas similares a las expresadas por López en su Historia Argentina. Esta afirmación la basamos en las siguientes consideraciones: 1) En el cuadro se distingue que una parte de los concurrentes están sentados en sillas; pues bien, en lo que hace al amoblamiento de las galerías altas de la Casa Consitorial, Mitre habla de escaños, mientras que López menciona escaños, bancas y sillas. 2) El obispo Lué, resaltado en su asiento, lujosamente vestido, con atributos de su dignidad episcopal, con una cruz pectoral y el solideo, junto a uno de los familiares eclesiásticos, parado inmediatamente detrás de él. Esto concuerda aproximadamente con López cuando dice “el obispo había tomado asiento con anticipación, vestido con un lujo eclesiástico excepcional. Llevaba todas las cadenas y cruces de su rango, riquísimos escapularios de oro y cuatro familiares, de pie detrás de él, tenían la mitra el uno, un magnífico misal el otro, las leyes de indias y otros volúmenes con que se había preparado a hundir a sus adversarios”. (López, 1926, tomo III, p. 26). Por el contrario, Mitre solo hace referencia a lo manifestado por Lué sin describir cómo estaba vestido o quienes lo acompañaban. 3) Castelli representado inmediatamente detrás de Paso. Es López quien afirma que Castelli empujó a Paso al centro de la sala, mientras que Mitre afirma que fueron José A Escalada, Rodríguez Peña y Castelli quienes incitaron a Paso a replicar a Villota. Toda este sector de la composición, donde un Castelli rígido y enmudecido se encuentra ubicado inmediatamente detrás de Paso, al momento en que éste pronuncia su discurso, se corresponde a la siguiente descripción de López: “Castelli mismo, demasiado impresionado, parecía remiso para volver a la discusión ¿Dudaba acaso de sus fuerzas? Sí: dudaba; y así fue que desesperado tomó convulsivamente en peso al doctor Paso, hombre pequeñísimo de formas, y lo lanzó al medio del recinto para que recobrase el campo que todos creían perdido” (López, 1926, t. III, p. 38). 4) A las señales que se intercambiaban los revolucionarios en la Asamblea del 22 de mayo, Mitre las centraliza en Belgrano, a quien adjudica portar un pañuelo blanco, ocupando un lugar en el extremo de uno de los escaños;

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mientras que López los deja en el anonimato de “gentes que subían y bajaban”. En el óleo Belgrano, sentado de brazos cruzados, inmediatamente detrás de Luis José de Chorroarín, no tiene ningún pañuelo blanco; mientras que el juego de señales es realizado con sombreros por personajes no reconocibles, uno de los cuales se encuentra delante de una de las puertas del Cabildo. Se debe recordar entonces lo afirmado respecto del anonimato (López, 1926, t. III p. 38). 5) Mariano Moreno representado en el extremo inferior derecho del óleo, sentado y pensativo, como en una instancia distinta al discurso de Paso, corresponde a lo afirmado por López, al decir que después de la votación, cuando los revolucionarios creían haber triunfado, el Dr. Vicente López (padre) se encontró con Mariano Moreno, que estaba sumamente preocupado. Expresa López: “Muy tarde ya, al pasar don Vicente López por delante de una de las bancas más excusadas, reparó en el Dr. Mariano Moreno, que acurrucado en un rincón parecía cabizbajo. -¿Está Ud. fatigado, compañero?- Estoy caviloso y muy inquieto. ¿Por qué? Todo nos ha salido bien.- No, amigo; yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos y ahora le digo a usted que estamos traicionados. Acabo de saberlo y si no nos prevenimos, los godos nos van a ahorcar antes de poco; tenemos muchos enemigos, y algunos que andan entre nosotros y quizás sean los primeros en echarnos el guante”. En el óleo, Moreno, que como ya hemos señalado se encuentra sentado y meditativo, en suma, preocupado, tiene detrás a Vicente López (padre), que se acerca, como queriendo interrogarlo por su preocupación. Si nos hemos detenido a citar extensamente a López, en este diálogo entre Mariano Moreno y el Dr. Vicente López, se debe a que ello es de fundamental importancia para la interpretación del óleo, como luego veremos. Por el contrario, Mitre no hace referencia alguna a Moreno en el Cabildo del 22 de Mayo. (López, 1926, t. III p. 38). De esta manera este óleo de Pedro Subercaseaux tiene por base documental indirecta la historia de López, tal como el pintor la expresó plásticamente, a partir de los consejos de Carranza como fuente directa y complementada con las fuentes las pictóricas de aquellos retratos que pudieron servirle al autor para la representación de los rasgos fisonómicos de los personajes. El 31de mayo de 1909 Subercaseaux le escribía a Adolfo P. Carranza

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“Estimado amigo: Por este correo le envío unas fotografías de los cuadros. No han salido buenas … Estoy ahora principiando el cuadro del “Cabildo Abierto”. Mucho le agradecería si me pudiera usted mandar una fotografía interior de los altos del Cabildo, también si me mandara los retratos de los personajes que deben figurar en el cuadro, fuera de Castelli, Paso y Lué, cuyos retratos ya tengo”.6 En una carta posterior del 10 de agosto de 1909, Subercaseaux le decía al director del Museo Histórico Nacional: “Estimado amigo: Recibí en estos días las entregas de la Revista Histórica que le agradezco mucho, pues ya me han prestado bastantes servicios y he estado trasladando los personajes al cuadro, que ya va muy adelante. Admirado estoy de su “Ilustración”, difícilmente creo que pueda haber una publicación más fina y mejor presentada. Le incluyo las reproducciones que Ud me pide del Cabildo y de Moreno. La fotografía del primero está tomada cuando el cuadro estaba todavía en bosquejo y sin los detalles que estoy concluyendo ahora.” 7 Si relacionamos las dos cartas anteriores con lo que nos dice Subercaseaux en sus Memorias nos encontraremos que las fotografías de los altos del Cabildo que el artista reclamaba a su comitente tal vez fueron la base de la maqueta a escala que el pintor se construyó. “Después de estudiar detenidamente el tema, me construí una maqueta, a escala, de la sala del Cabildo de Buenos Aires a fin de obtener los juegos de luz y perspectiva y lograr así el efecto realista que yo deseaba. En este cuadro aparecen unas sesenta figuras, de las que treinta son retratos, sacados de documentos auténticos.“ (Subercasaux, 1962, p. 95). Así, por ejemplo, la revista La Ilustración Histórica publicada por Adolfo P. Carranza le suministró imágenes retratos de Martín Rodríguez (Año II, N° 4, 1º de marzo de 1909), de Antonio González Balcarce (Año II, N° 5, 1º de abril 6. Carta de Pedro Subercaseaux a Adolfo Carranza, Santiago de Chile. 31 de mayo de 1909, Archivo MHN. 7. Carta de Pedro Subercaseaux a Adolfo Carranza, Santiago de Chile. 10 de agosto de 1909, Archivo MHN.

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de 1909), Vicente López y Planes (Año II, N° 6, 1º de mayo de 1909) y Tomás Manuel de Anchorena (Año II, N° 8, S/F). Considerando exclusivamente los óleos, dibujos o litografías ingresadas al MHN con anterioridad a 1909, las siguientes bien pueden ser fuentes de Subercaseaux para la fisonomía de los rostros y las características de las vestimentas. En relación a Paso, el MHN dispone de un retrato que consiste en un dibujo al pastel, de Ernesto Chartón, realizado en 1872, y que ingresó en 1901, como parte de la colección Ángel J Carranza. En ese dibujo, Paso está representado con escaso cabello oscuro, peinado hacia atrás, afeitado, los ojos claros y la tez rosada. En el óleo, un Paso relativamente rejuvenecido, nos indica a este retrato como fuente pictórica. La fisonomía de su rostro es muy similar a la de Chartón. En su vestimenta se distingue el cuello alto de su camisa blanca, el corbatín con moño y una de las dos hileras de botones de su frac. En el caso de Feliciano Antonio Chiclana, el museo dispone de un óleo que data de 1860, de autor anónimo, donde aquél aparece representado en ¾ de busto, hacia la derecha, con traje de época y con fisonomía y vestimenta iguales a las recreadas por Subercaseaux. En cuanto a Tomás Manuel de Anchorena se dispone de un óleo de Fernando García del Molino ingresado en 1893, en el cual el cabildante aparece representado de perfil, con cabello y patillas oscuras, traje civil de la época, gran cuello y gola blancas. Este óleo representa un Anchorena con una fisonomía muy similar a la dibujada por Subercaseaux. Se cambió el perfil, pero los rasgos faciales son muy afines, destacándose en su vestimenta el gran cuello de la camisa blanca. En lo que respecta a Lezica debemos decir que en el mismo año de 1909 Guillermo Da Re realiza un óleo sobre tela, cuyo rostro solo se asemeja parcialmente al representado por Subercaseaux. Da Re había dibujado a Lezica con traje civil de la época, negro, cuello alto y pechera blancos, corbatón negro y cabello claro. El Lezica de Subercaseaux tiene traje oscuro, cuello alto y cabello claro, pero el corbatón es blanco. Saavedra tal vez pueda estar inspirado en la litografía de Andrea Bacle. Aunque en ésta se encuentra de frente y en el óleo de perfil, son coincidentes la coloración

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de la tez, el color de los cabellos y las patillas tupidas. El rostro de Lué encuentra en el dibujo de Manuel Plá y Valor una posible base inspirativa. En el dibujo se lo ve con el solideo y el crucifijo, al igual que en el óleo; los cabellos son claros en ambas representaciones; pero el dibujo lo representa de frente y el óleo de perfil. Finalmente, en cuanto al rostro de Mariano Moreno, cabe señalar que Subercaseaux se basó en la litografía de Mariano Moreno de Edmond Narcise Desmadryl de la Galería de Celebridades Argentinas publicada en 1857 (Gil Munilla. También cabe señalar como posible fuente iconográfica del óleo de Subercaseaux al boceto de Blanes. En efecto, si prestamos atención a sus extremos inferiores derecho e izquierdo veremos un mismo esquema compositivo. En el boceto de Blanes, en el extremo inferior izquierdo aparece un personaje sentado, meditativo y preocupado; en el óleo de Subercaseaux, en el extremo inferior derecho, aparece representado Mariano Moreno, sentado, cabizbajo y preocupado. Por el contrario, el extremo inferior derecho del boceto de Blanes nos presenta a un personaje sentado y de espaldas al espectador; de la misma manera, el extremo inferior izquierdo del óleo de Subercaseaux nos encontramos nuevamente con un personaje sentado y de espaldas al espectador. El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 es un óleo ilustrativo-didáctico. La perspectiva lineal es el recurso para crear espacio, con un punto de fuga central, por sobre el rostro de Lezica; es una pintura dibujística, sin saltos bruscos de color o de luz. El espacio está equilibradamente organizado. Por su técnica es neoclásico. El artista se adentra en el estudio psicológico de los personajes, la identidad de sus emociones está claramente manifiesta y se logra una composición de fuerte dinamismo expresivo, con agitaciones y pasiones disímiles. A un mismo tiempo el gusto de Subercaseaux por las sensaciones extremas y definidas lo ha llevado a intelectualizar un momento de la sensación de cada uno de los personajes y la dinámica expresiva no se manifiesta en términos medios sino en las oposiciones de sensaciones diversas. Esta agitación expresiva tiene diversos “centros espaciales de referencia”, pero un mismo centro de atención intelectual, que es generador de las emociones y que compenetra a los distintos personajes de lo que está aconteciendo. El discurso de Paso es el centro radial de las emociones, el foco de atención común de los personajes representados, con la excepción de Moreno que

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está como fuera de esos sentimientos encontrados, sumergido en sus propios pensamientos que parecen discurrir por un carril distinto al despertado por las palabras de Paso. El óleo presenta, como veremos, dos momentos: el discurso de Paso y la preocupación de Moreno en el Cabildo del 22 de Mayo; dos momentos que se entrecruzan y que nos dan la clave de la interpretación temática del óleo. En referencia a la descripción de de la escena el Padre Cayetano Bruno señala: “Entre los personajes que se han identificado, al fondo, sentado, aparece el Alcalde de Primer Voto Juan José Lezica. Luego, en primer plano, pronunciando su discurso, Juan José Paso. Detrás de él, Juan José Castelli. Dos de los personajes de pie que siguen detrás son Francisco Ortíz de Ocampo y José Agustín Donado. Sentado se apoya en su bastón Matías de Yrigoyen; e inmediatamente después asoma la cabeza de Miguel de Azcuénaga … En la parte central, arriba, sentado en el medio, en actitud pensativa, el obispo Lué y Riega. A su derecha, también sentado, más abajo, el Padre Luis José de Chorroarín; e inmediatamente después asoma Manuel Belgrano. El último sentado hacia acá, es Tomás Manuel de Anchorena … En la parte derecha del cuadro, de derecha a izquierda: Juan Ramón Balcarce; Antonio Luis Beruti; de cuerpo entero y con el capote militar, Cornelio de Saavedra; siguiendo la misma línea, apenas visibles: Domingo Matheu, Martín Rodríguez; mirando hacia acá, Feliciano Antonio Chiclana; detrás de él, poco visible, Hipólito Vieytes; abajo, sentado, Mariano Moreno” (Bruno, 1971, Volumen VII, p. 254258). Ahora bien, Paso avanza pronunciadamente hacia el centro de la escena, es el personaje central. Extiende su brazo izquierdo hacia adelante, con la palma de la mano abierta, en un movimiento que abre su capa española y pronuncia su discurso. El razonamiento vibrante y emotivo del mismo se denota no solo en la expresividad de la figura de Paso, con la boca entreabierta y la tensión de los músculos faciales, sino también y fundamentalmente en el conjunto de la representación, que hace de Paso el centro convergente de las acciones del resto de los personajes. Estos acompañan su razonamiento con diferentes actitudes y estados emotivos. Carranza decía, a propósito de su comitencia en la escultura de Paso, que era necesario representarlo como un hombre que razona y no como un tribuno. Pensamos que los conceptos que Paso fue expresando en su discurso,

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su incisivo razonamiento, está siendo evocado por Subercaseaux en el meditado interés que despiertan sus palabras en el conjunto de los asistentes, que focalizan su atención en aquellas palabras. Castelli, inmediatamente detrás de aquél, en una posición tensa y rígida, que deja traslucirse en la comisura de los labios fuertemente apretados el uno contra el otro, en sus ojos que se abren plenamente mirando hacia Paso, desde atrás, parece transmitir, con su rigidez corporal, una seriedad patética, conmovida, que alude a su desorientación tras la refutación de Villota y a un mismo tiempo, a la última esperanza, depositada en ese hombre, al que acaba de arrojar hacia el centro del debate. Frente a Castelli y Paso, que son los oradores de la revolución, se encuentran Balcarce, Beruti y Saavedra, en un relativo agrupamiento de los representantes de las milicias en el Cabildo del 22 de Mayo. Saavedra representado de perfil y mirando directamente a Paso, acompaña la tensión de este y a un mismo tiempo admira su discurso. Así, el movimiento hacia adelante de Paso parece ser acompañado por el avance del pie izquierdo de Saavedra (los pliegues abundantes de su pantalón denotan la intención del artista por indicar que momentos antes se encontraba parado en otra posición). Su pose -que se caracteriza por un perfil erguido y majestuoso, con una gran capa española cubriendo la espalda del comandante de Patricios y cayendo como en cascada desde los hombros hasta las botas del uniforme- acompaña a un rostro con el entrecejo fruncido, que transmite la decisión del patricio de apoyar una resolución favorable a las argumentaciones de Paso en el Cabildo Abierto. Los tres militares dirigiendo su mirada hacia Paso indican el respaldo de las milicias a la revolución. Aunque Paso refuta a Villota, la oposición entre revolucionarios y metropolitanos está representada en la contraposición Paso-Lué. El obispo, cuya autoridad está resaltada en un asiento que se destaca sobre un estrado escalonado y alfombrado, dirige su mirada hacia abajo mientras lleva el brazo derecho hacia el mismo perfil, apoyándolo en su rostro. Se encuentra en una actitud meditativa, preocupado ante el avance impetuoso de los razonamientos de Paso. El grupo eclesiástico merece un análisis más detallado. Agrupados los sacerdotes en su conjunto en la parte central del óleo, son el único grupo social totalmente reunido en el ámbito de la galería. Mientras las vestimentas nos permiten distinguir, aparte del obispo, sacerdotes mercedarios (hábito blanco), dominicos (hábito blanco y negro) y franciscanos (hábito marrón), las actitudes evidencian

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la atención con que el grupo sigue las palabras de Paso. En cuanto al dinamismo de la escena debemos indicar que los razonamientos del orador siembran entre los sacerdotes, comentarios, dudas y reflexiones. Obsérvese, si no, el diálogo entre los dos mercedarios mientras dirigen su mirada a Paso; al sacerdote franciscano avanzando su rostro en dirección al orador, como intentando seguir con mayor atención sus palabras; la ya señalada preocupación meditativa de Lué; los ojos que se entornan del dominico, que cierra hacia la izquierda al grupo eclesiástico, mientras su mente se concentra en los razonamientos que se pronuncian en la asamblea. Hay un clima de agitación intelectual, compartido por el conjunto de la escena, una agitación que va a dividir al clero en el momento de la votación. Así en el grupo eclesiástico están representados los tres partidos del Cabildo Abierto: el metropolitano (Lué), el conciliador (Luis José de Chorroarín, cura rector del Colegio de San Carlos, que se distingue por su vestimenta de canónigo), el revolucionario (Manuel Alvariño, el dominico sentado, que siguió el voto de Saavedra. La escena en su conjunto revela suma atención a los razonamientos de Paso. Los personajes representados están compenetrados en su discurso. Unos evidencian su atención dirigiéndoles sus miradas, otros entornan los ojos y se abstraen en sus propias meditaciones, hay también quienes giran el rostro, como pretendiendo avanzar con los mismos hacia el orador para seguir con mayor atención sus palabras. Es como si el conjunto de la asamblea, conmovida, reflexiona en torno a los razonamientos de Paso. Por otra parte, el juego de señales por medio de las galeras es sumamente significativo, porque apunta hacia el exterior, hacia la plaza pública que seguía con atención al Cabildo Abierto, o por lo menos la plaza que se imaginaban nuestros primeros historiadores. Otro análisis merece Mariano Moreno. Representado en el extremo inferior derecho del óleo, como al margen de la escena, pero a un mismo tiempo en un primer plano que lo destaca, configura un momento importantísimo para la interpretación temática de la pintura. Moreno es una instancia distinta a la que corresponde al discurso de Paso. Está sumergido en sus propias dudas, en sus propias preocupaciones, hay algo que no lo convence y es si la votación que ha dejado en el Cabildo la facultad de elegir al nuevo gobierno ha garantizado con ello el triunfo de la revolución. El personaje que aparece inmediatamente detrás de Moreno, el Dr. Vicente López, avanza hacia éste como inquiriéndole

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por sus cavilaciones. Esta parte de la escena remite al diálogo entre Moreno y el Dr. López, inmediatamente después de la votación, cuando los revolucionarios creían haber triunfado, pero Moreno advirtió, según Vicente López (hijo), que la revolución corría serio peligro. Que Moreno representa una instancia distinta al resto de la escena, se revela por la forma en que contrastan los primeros planos inferiores izquierdo y derecho, el primero centrado en Paso, porque los personajes representados, de espaldas al espectador, dirigen su mirada a aquél; y el segundo aislado, respecto del resto de la composición, constituyendo ya, no solo un centro espacial distinto, sino otro centro intelectual. Obsérvese que mientras todos confluyen en Paso, Moreno está sobre sí mismo y esto despierta la atención del Dr. López, que hacia él se dirige: 1) la exposición de Paso anterior a la votación; 2) las dudas de Moreno posteriores a la votación. Es muy importante tener esto presente para la dilucidación temática del cuadro. Del conjunto de los acontecimientos de Mayo, Subercaseaux eligió el Cabildo Abierto, que fue la instancia culminante del momento institucional de la revolución, del debate jurídico político, de los títulos legales; pero lo evoca en una instancia particular: la del discurso de Paso, cuando los argumentos ya no son solo jurídicos, sino que se apela a los testimonios de la historia, a las actitudes de las grandes ciudades, como Atenas o Roma, para fundamentar los derechos de Buenos Aires a deponer a una autoridad virreinal y coloca en ese instante las dudas de Moreno, posteriores a la votación que siguió al debate y que pueden sintetizarse así: el cabildo traicionará, la revolución no ha triunfado. De allí que se debe atender a: 1) la referencia a lo que acontece en el exterior del Cabildo, mediante el juego de señales y que alude a lo que en el Centenario se denominaba “gobierno de la plaza pública”; 2) la elección del discurso de Paso y no del de Castelli para evocar los fundamentos de la revolución y haber expresado las contraposiciones del debate jurídico-político, a través de la oposición Paso-Lué y no CastelliVillota, que constituyen el momento más importante del debate desde el punto de vista jurídico;

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3) la representación de Moreno, en un momento que corresponde a la situación posterior a la votación, sincrónicamente con el discurso que cierra el debate y abre paso a la misma. Tendremos entonces que el óleo remite temáticamente a la necesidad de superar la instancia institucional (Cabildo) para que la revolución tenga asegurado su triunfo. Por tanto se puede inferir que El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 presenta las formas institucionales en que se desarrolló la revolución y a un mismo tiempo la necesidad de superarlas. De lo anterior consideramos que el tema del óleo es: los límites del momento institucional de la revolución, límites que estaban dados por la propia institucionalidad en que se desarrollaba. Los cuadros de Pedro Subercaseaux ingresaron por compra al Museo Histórico Nacional. Las condiciones de adquisición de los óleos se derivan de las cartas intercambiadas entre Carranza y Subercaseaux y entre Carranza y la Comisión del Centenario. Se compraron simultáneamente diversos cuadros, tal como queda especificado en la carta de Subercaseaux a Carranza del 27 de noviembre de 1908. En lo que se refiere específicamente al costo y compra de El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 comunicaba Subercaseaux: “De acuerdo con las ideas que hemos cambiado sobre un cuadro que represente la sesión del Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 y de la seguridad que Ud me da de que no faltará medio para adquirirlo, si como lo espero, resulta digno del asunto, me resuelvo a emprender esta obra previniéndole a Ud. que en caso que la realice a satisfacción, su valor sería de $ 15.000 siendo las dimensiones del cuadro de 4 m de ancho por 3 de alto”. 8 Carranza encontró dificultades para financiar la adquisición de este óleo. No obstante, desde un primer momento estimuló a Subercaseaux a realizar el cuadro. Así en carta de diciembre de 1908, refería: “En cuanto al que representa al Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 y cuyo precio será de $ 15000 por las dimensiones que me dice, no puedo 8. Carta de Pedro Subercaseaux a Adolfo Carranza, Santiago de Chile, 27 de noviembre de 1908, Archivo MHN

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por el momento comprometerme a su adquisición, pero me complace expresarle que creo debe emprender la obra en la seguridad de que si es como lo espero, digno del asunto y de lo que puede Ud. hacer, no faltará medio para obtenerla, siendo preferido en tal caso el establecimiento que yo dirijo“.9 Para conseguir el dinero destinado a la adquisición de los trabajos de Pedro Subercaseaux, Carranza recurrió al ministro Rómulo Naón. En carta de diciembre de 1908 le decía: “La circunstancia de encontrarse en esta Capital el señor Pedro Subercaseaux, artista de mérito notorio y cuyas obras pictóricas se recomiendan por su correcta ejecución y en el deseo de enriquecer el establecimiento a mi cargo con cuadros de carácter histórico, solicito de V.E se sirva autorizarme para encargar algunos trabajos relacionados con el Centenario próximo a celebrarse, cuyo valor se abonará con la partida de gastos señalada por el presupuesto“.10 Finalmente en carta de 5 de septiembre de 1910 a la Comisión del Centenario, Carranza argumenta en su empeño por integrar al patrimonio las obras: “Las bases del concurso organizado para dar cumplimiento a la ley 6286, que mandó adquirir tres cuadros para el Museo de Bellas Artes, instituyeron tres primeros premios de $ 20.000 c/u. De estos tres primeros premios solo dos fueron asignados, de suerte que quedan disponibles a la comisión $ 20.000 del otro que no se discernió. Entre los cuadros concurrentes figuran dos del pintor Pedro Subercaseaux (El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 y Ensayo del Himno Argentino en el Salón de la Sra. Doña María Sánchez de Thompson), que obtuvieron segundos premios y cuyos asuntos son de carácter histórico. Por esta razón creo que podrían ser destinados al Museo Histórico Nacional que dirijo. En este concepto había hablado al Sr. Ministro, Dr. Gálvez, quien persuadido como yo de la conveniencia de dotar al Museo Histórico Nacional de ambas telas, me permito adquirirlas para este fin. Como tengo entendido que la comisión 9. Carta de Pedro Subercaseaux a Adolfo Carranza, Santiago de Chile, diciembre de 1908, Archivo MHN 10. Carta de Pedro Subercaseaux a Adolfo Carranza, Santiago de Chile, diciembre de 1908, Archivo MH

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está para resolver sobre ese asunto, me he permitido, por creer oportuno, hacer esta manifestación”.11 El programa del repertorio iconográfico incluía otros proyectos, como el cuadro Mariano Moreno en su mesa de Trabajo, tal como se registra en el diario de Carranza donde se conserva el borrador de una carta que éste enviara a Subercaseaux el 17 de noviembre de 1908 informando que se había trazado por meta encargarle un retrato al óleo de Mariano Moreno. Le decía: “Mi estimado señor y amigo: De acuerdo con nuestra conversación de ayer, mucho me complacería que Ud se animase a hacer un retrato al óleo del Dr. Mariano Moreno digno de él y del Centenario de Mayo. Paréceme que podría representarlo de cuerpo entero, sentado en su mesa de trabajo, de noche, en actitud de escribir algún asunto grave y que le muestre meditando lo que deba expresar su pluma. Tengo elementos que le servirán para ese cuadro y conociendo su capacidad y empeño, así me resolvería a firmarle un documento sobre el valor que Ud. pida y asegurarle que hecho a satisfacción no faltará con que pagarle”.12 El director del Museo se proponía encargar un trabajo donde la personalidad de Mariano Moreno quedase claramente de manifiesto. ¿Qué era para Carranza comprender a Mariano Moreno? En su diario dice del secretario de la Primera Junta “que fue el más grande hombre civil de nuestro país”, “que era Mayo”, “que era el genio de la revolución”. En su biografía de Moreno escribía “fue el alma del gobierno de la revolución de Mayo, su nervio, el estadista del grupo distinguido que manejando la nave arremetió contra el absolutismo y la duda, ansioso de alcanzar el objetivo de sus anhelos y de su destino. Moreno fue la brújula y el que asió el timón también, como que era el más fuerte y el más capaz de los que iban a dirigirla”. Lo destacaba como trabajador infatigable, autor de escritos fundamentales como La Representación de los Hacendados, El Plan Revolucionario de Operaciones y cuantas resoluciones y decretos llevan su nombre al pie. En concordancia, y citándolo a Vicente Fidel López, afirma “su actitud mental era prodigiosa en el 11. Carta de Adolfo Carranza al Presidente de la Comisión del Centenario, del 20 de marzo en Libro de Notas 19041909- folios 349-350 MHN 12. Carta de Adolfo Carranza a Pedro Subercaseaux, 17 de noviembre de 1908,en Diario Personal de Adolfo P. Carranza, T I folio 176

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despacho de cada día...todo lo penetraba y todo lo mandaba hacer con una eficacia difícil de comprender en otra cabeza que la de aquél hombre ardiente como el fuego y vivaz como la luz” (Carranza, p. 7). Ambos comparten la admiración al codificador liberal, que representa a un liberalismo respetuoso, “una imagen que aún hoy no es la más frecuente… y no ha podido desplazar del todo de los manuales al fogoso revolucionario jacobino (Halperin Dongui, 1996, p. 41), texto que habitualmente se ilustra con este cuadro, que cumple otro fin de acuerdo a la teoría de la recepción, diferenciado del originariamente asignado. A partir de lo anterior no debe extrañarnos que Carranza se fijase como objetivo dotar al museo de un retrato al óleo de Mariano Moreno que, al representarlo, a un mismo tiempo evocase la Revolución de Mayo. Tampoco debe resultarnos incomprensible que aconsejase a Subercaseaux pintar a Moreno “de cuerpo entero, sentado en su mesa de trabajo, en actitud de escribir algún asunto grave y que le muestre meditando lo que debe expresar su pluma”13. De esta manera Moreno sería representado en pleno trabajo intelectual, indagando la resolución de un problema, en una nocturnidad que alude a una prolongación de sus horas de trabajo de las tareas que abordaba como secretario de la Primera Junta. Subercaseaux, aceptando aquellos consejos, en carta del 27 de noviembre de 1908 acordaba: “tendría mucho placer de ocuparme en ese trabajo y pondría todo el empeño posible para dejarlo digno del tema y del Centenario de Mayo... En cuanto a lo que Ud. se sirve decirme respecto del retrato del Dr. Mariano Moreno, me parece que lo podría representar de tamaño natural, sentado en su mesa de trabajo, de noche, en actitud de escribir el asunto grave y que lo muestra meditando lo que deba expresar su pluma”.14 El pintor chileno logró un retrato de Mariano Moreno donde el rasgo más importante de su personalidad queda al descubierto: el de haber sido un pensador de valía que volcaba la fuerza de sus pensamientos en meditados escritos. 13. Carta de Adolfo Carranza a Pedro Subercaseaux, 17 de noviembre de 1908 en Diario Personal de Adolfo P. Carranza, T I folio 176 14. Carta de Adolfo Carranza a Pedro Subercaseaux, 27 de noviembre de 1908 en Libro de Notas 1904-1909- folios 271-273.

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Asimismo, Carranza decía en la carta anteriormente mencionada “(tengo para usted) elementos que le servirán para ese cuadro”. Indudablemente se refería al tintero de plata y la mesa de trabajo que pertenecieron a Moreno y que fueron donados, el primero por el nieto del secretario de la Primera Junta en 1891 y la segunda por Abraham Moreno en 1909. Tintero de plata y mesa de trabajo transportados por la imaginación de Subercaseaux a un Mariano Moreno en plena actividad intelectual, que expresan una significación trascendente. No se trata de un tintero más, sino del tintero de Mariano Moreno, el tintero de un hombre que fue un trabajador intelectual, un escritor político. Aquí vemos la complementariedad entre un testimonio material de la personalidad de Moreno y un testimonio del Centenario, que lo comprendió en su dimensión intelectual y supo asociarlo en una composición artística significante. En Mariano Moreno en su mesa de trabajo Subercaseaux presenta las cualidades de Moreno: sus pasiones intelectuales, sus dotes de pensador, su infatigable voluntad de trabajo; todo ello está presente en el retrato; también la pasión intelectual, a través de su actitud reflexiva, a través de los once libros que se encuentran sobre su mesa de trabajo, a través del anaquel, al fondo, donde se destaca otro grupo de libros. Cabe señalar que uno de los libros representados sobre la mesa de trabajo de Mariano Moreno es un ejemplar encuadernado de números del periódico La Gaceta de 1810, como alcanza a verse en la escritura de su lomo. La Gaceta había sido el periódico de la Junta de Gobierno y del que Mariano Moreno fue su fundador y primer director. Las numerosas hojas escritas que se encuentran sobre el escritorio, el uso que manifiestan los libros, uno de ellos abierto, con sus hojas arrugadas y amarillentas, y por sobre todo su actitud meditativa, ratifican su condición de intelectual. Su concentración en el problema que debe resolverse, aunque las horas de la noche obliguen a continuar el trabajo a la luz de una lámpara, restándole horas al sueño, nos lo muestran como trabajador infatigable, decidido a consagrar sus esfuerzos cognoscitivos a la resolución de los problemas que se plantean. Todo el retrato expresa movimiento: las hojas desparramadas en el escritorio, los libros irregularmente distribuidos; uno de ellos abierto frente al escrito, otro en el que asoma una hoja como marcando la señalización de una página; finalmente algunos más, formando grupos de a tres, sobre los que se han colocado más hojas; todo denotando un movimiento cuyo eje es la producción intelectual. Una

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producción que exige concentración, que genera tensiones internas: la mirada abstraída, el detalle de los muy marcados nudillos de los dedos y la tensión de los músculos de las manos son, al respecto, muy significativos. Todos los elementos del retrato se conjugan en una acción; el pensamiento que indaga, que se lanza a razonar más allá de lo inmediato, aludido por esos ojos abiertos cuya mirada se pierde en sus propias abstracciones. La mano izquierda levantada sobre la sien; la derecha, sosteniendo la pluma, pero apartada de la hoja que está escribiendo, tal vez una más entre las anteriores versiones descartadas, indicadas por esas hojas escritas, desparramadas sobre su escritorio; todo ello refuerza ese mundo interior meditativo, que mide la resolución que debe adoptarse. La relativa oscuridad hacia el fondo permite valorar el conjunto de la acción que se concentra en el ámbito de trabajo de mariano Moreno. El retrato de Subercaseaux evoca a Moreno en su dimensión de pensador y escritor. Todo apunta hacia un eje temático: la fuerza pensativa de Mariano Moreno que se traduce en producciones escritas. La luz misma puede ser más que la lámpara que ilumina el escritorio y aludir a las luces tantas veces invocadas por Moreno en sus escritos y darnos pautas del sustrato filosófico de sus obras. En síntesis, un retrato expresivo de la vibrante personalidad de Moreno, como pensador y escritor. Por consiguiente, este óleo del Centenario capta y recrea a Mariano Moreno en la función central que la lectura historiográfica le había adjudicado como numen de la revolución, para decirlo en palabras de Gabriel Levene: Moreno, escritor político de la Revolución de Mayo. En el centenario de la muerte de Mariano Moreno, en relación a su dimensión intelectual, La Razón señalaba: “Moreno ni hablando ni escribiendo divagaba: todos sus escritos son sintéticos, sin digresiones, comprimidos, cada párrafo, cada frase polariza una idea y como éstos tienen en sus labios un valor único, no endosable -diremos- no vuelve nunca sobre ello, tienen el valor de lo que dicen, como un código”.15 El óleo de Subercaseaux, por consejo de Carranza, captó la esencia intelectual de Moreno hasta tal punto que se inserta en una lectura historiográfica de las funciones 15. La Razón, Buenos Aires. 4 de marzo de 1961

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que desempeñó el secretario de la Primera Junta y se proyectó dinámicamente hacia el futuro, dejando una imagen fidedigna de la labor de Mariano Moreno. En el sesquicentenario de su muerte, en marzo de 1961, Alfredo R. Vitolo, entonces Ministro del Interior, pronunció un fervoroso discurso radiofónico: “Estaba en el fragor de la batalla y en el gabinete de la alta noche, tal como lo vio para pintarlo la imaginación de Subercaseaux. Hasta su despacho llegan los ecos del combate, los partes de guerra, el reclamo de los pueblos, las banderas tomadas, las tropas heridas y oliendo todavía a pólvora, el secretario ya estaba en la urgencia de los asuntos de estado y redactando los famosos decretos que crearon: La Gaceta y la Biblioteca Nacional”.16 Por su parte, en ocasión del mismo aniversario, Hernán M Giralt, Intendente Municipal, en su discurso pronunciado en Plaza Lorea, indicaba: “Y hoy, al cumplirse el sesquicentenario de su muerte, queremos exteriorizarle al genial revolucionario de Mayo, al gran escritor político, al héroe civil que ilumina con la llama de su pasión y la luz de su pensamiento, los caminos de la democracia argentina”.17 Finalmente señalemos que también el óleo de Mariano Moreno en su mesa de trabajo ingresó por compra al Museo Histórico Nacional. En la ya citada carta de Subercaseaux del 27 de noviembre de 1908, éste decía: “Las dimensiones del cuadro serán de 1,80 m por cada lado. El precio, la suma de $ 3.000 m/n”. Completa este conjunto temático El himno Nacional en el Salón de la Casa de Mariquita Sánchez de Thompson, con base documental en Las Tradiciones Argentinas de Pastor Obligado, quien describe al ámbito de la tertulia patriótica, uno de los salones de la ilustración porteña, en el que acuerdo a la tradición se cantó. Esta pintura intenta una reconstrucción testimonial de la sociabilidad de Buenos Aires: la moda femenina estilo imperio, el sofá que ha venido a sustituir al estrado como mobiliario en las casas de la elite, con piano, el arpa y el clavicordio, 16. La Razón, Buenos Aires. 4 de marzo de 1961 17. La Razón, Buenos Aires. 4 de marzo de 1961

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“donde ensayó Parera la música del Himno Nacional en un salón tapizado de riquísimo damasco de seda. En medio del techo de espejos, enmarcados en espléndido maderaje, pendía una riquísima araña de plata… Floreros y sahumadores en las esquineras…” (Gálvez, 1942 p. 170). Una escenificación lograda en la representación plástica de la transformación social y política que impulsó la revolución en las instancias de lo público y lo privado, aún en aquellos santuarios de intimidad burguesa, transformándolos en objetos de la acción explícita del estado, el salón ámbito de la sociabilidad por excelencia, en el que se entretejían redes sociales complejas que sostenían la vida política, económica y cultural de la ciudad, prácticas habituales que llamaron la atención de viajeros y fueron recordadas en la memorias como “amenas y frecuentes”, en especial el arbitrado por Mariquita Sánchez (Batticuore, 2005, p. 175.221 y Myres 1999, p. 120). En esta particular escena se incluye con singularidad plástica, en el ángulo inferior derecho, el primer verso de la canción patriótica ”Oíd mortales”, situación que también V. F. López describe (López, 1886, t V p 186). Los óleos fueron realizados en Chile y trasladados a Buenos Aires en ocasión de la Exposición de Arte del Centenario. Recuerda Subercaseaux: “No bastaba con pintar los dos cuadros: había que hacerlos llegar a Buenos Aires, vía cordillera, enrollados en sólidos tubos de latón. Partí con ellos vigilando por el camino a los arrieros. Por el Espinazo del Diablo los perdí de vista. Al encontrarlos de nuevo, ¡oh espanto!, para mayor comodidad los arrieros habían doblado en dos el tubo de latón”. “Llegado a Buenos Aires hallé en el convento de los Franciscanos una sala grande donde pude desenvolver las telas. Por fortuna no habían sufrido sino daños de poca consideración, que pude reparar sin gran dificultad. En la Exposición del Centenario recibí calurosas felicitaciones, pero el jurado encargado de dar los premios creyó prudente y diplomático no otorgar en este concurso ningún primer premio, sino darme un segundo premio para cada una de mis telas. Uno de los miembros del jurado, con modo muy amable, me explicó: Todos estamos de acuerdo en que merece usted los dos primeros premios; pero desgraciadamente usted no es

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argentino... De todos modos consideraron mis amigos que la expedición había sido un éxito, pues el Gobierno Argentino, además de las dos telas ya nombradas (El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 y El Himno Nacional en casa de Mariquita Sánchez de Thompson), me adquirió El Abrazo de Maipú y varios cuadros más de menor tamaño para diversos museos”. (Subercasaux, 1962, p. 145). Integra el repertorio iconográfico de comitencia de Carranza la obra de Guillermo Da Re: La noche del 20 de Mayo de 1810 en casa de Nicolás Rodríguez Peña. Aguada sobre cartón, ilustra la casa de Nicolás Rodríguez Peña, en el particular momento de la noche del 20 de mayo, como ámbito de reunión de los revolucionarios que luchaban por el derrocamiento del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La obra plástica de Da Re abarca diversos géneros: paisajes, retratos, pinturas de historia, la que amerita, en 1907 en el Salón Costa, una exposición, que recibe los más encomiados conceptos por parte de la prensa argentina (La Nación, La Prensa, El Diario ) y de la prensa étnica ( La Patria degli Italiani, L’Italiano). Adolfo P Carranza fue el consejero de Guillermo Da Re en los dos trabajos realizados por éste para conmemorar el Centenario. Así lo apuntaba en su Diario Personal: “Hoy estuvo Da Re y le he dado las indicaciones para el comedor de Rodríguez Peña, la noche del 24 (sic) de Mayo de 1810”. 18 La noche del 20 de Mayo de 1810 en casa de Nicolás Rodríguez Peña se basa en las Memorias de Martín Rodríguez. A continuación transcribimos el fragmento de la memoria, donde Martín Rodríguez hace referencia al acontecimiento representado en la aguada de Guillermo Da Re. Nos ha parecido necesario incluir en la cita el relato de los momentos previos a la reunión en casa de Nicolás Rodríguez Peña para comprender el significado del festejo: “Como a las once del día (20 de mayo) mandamos un criado a casa de Saavedra para ver si había venido… Entonces él dijo que estaba pronto a cumplir lo que había prometido; pero que era preciso buscar otro local donde nos reuniésemos esa noche; que fuese una calle menos concurrida que en la que yo vivía frente a la puerta del café de Catalanes. Entonces 18. Carranza Adolfo, Diario Personal, T I p. 186 Archivo MHN

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don Nicolás Rodríguez Peña dijo que nos podíamos reunir en su casa, situada detrás del hospital de San Miguel. Se acordó allí que citáramos a los que habían de concurrir a la Junta. Así se hizo y nos reunimos don Cornelio Saavedra, don Manuel Belgrano, don Francisco Antonio Ocampo, don Florencio Terrada, don Juan José Viamonte, don Antonio Luis Beruti, doctor don Feliciano Chiclana, doctor Juan José Paso, su hermano don Francisco, don Hipólito Vieytes, don Agustín Donado y yo. Empezamos, pues, a tratar sobre los primeros pasos que debían darse, y se resolvió mandar una comisión a intimar a Cisneros la cesación del mando. Resultó el nombramiento en el Dr. Castelli y yo… Entramos en la sala de recibo y encontramos a Cisneros jugando a los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y un tal Goicoechea, edecán suyo. Nos dirigimos a la mesa. Tomó la palabra Castelli y dijo: “Excelentísimo Señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército que están en armas, a intimar a V E la cesación en el mando del virreinato”. A la vez se levantaron todos, al oír tal afirmación. Cisneros se levantó lleno de fuego hacia Castelli, diciendo, que qué atrevimiento era aquel, que cómo se atropellaba la persona del Rey, que él representaba, que era el más grande atentado que allí se podía cometer contra la autoridad. Castelli le contestó que no se acalorase, que la cosa no tenía remedio. Entonces tomé yo la palabra y le dije: señor, cinco minutos es el plazo en que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V E., lo que hace: señores, nos dijo, cuánto siento los grandes males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso. Bien pues, puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran. Entonces, nos despedimos y al dar la vuelta nos dice: ¿y bien señores, ¿qué es lo que Uds. piensan respecto de mi persona y familia? Castelli le contestó: señor, la persona de V. E y su familia están entre americanos y esto debe tranquilizarlo. Salimos de allí y nos dirigimos a la casa de la reunión, diciendo: señores, la cosa es hecha: Cisneros ha cedido de plano y dice que hagamos lo que queramos. Nos empezamos a abrazar, a dar vivas, a tirar los sombreros al aire. En el acto salieron Beruti, Peña y Donado, con varios criados y canastas, a recolectar todos los dulces y licores que hubiese en las confiterías. Se puso una gran mesa en casa de Rodríguez Peña que duró tres días cubriéndose de continuo para que entrara todo el mundo que quisiera refrescarse”. (Rodríguez, Martín, 1960 p.1518-1520).

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Asimismo, Bartolomé Mitre en su Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina hace la siguiente referencia: “Una reunión patriota se había verificado durante el día en la casa de don Martín Rodríguez y allí se había acordado volverse a reunir en la casa de Rodríguez Peña, para imponerse de los resultados de la conferencia de los jefes militares con el virrey (...) Reuniéronse en la noche en la indicada casa, Belgrano, Francisco Antonio Ortíz de Ocampo, Terrada, Thompson, don Matías Irigoyen, Beruti, Chiclana, Paso, don Hipólito Vieytes y su hermano, don Agustín Donado y otros jefes militares que habían asistido a la conferencia con el virrey, constituyéndose todos ellos en sesión. Esta junta revolucionaria que de su propia autoridad había asumido la dirección, mandando en los cuarteles y en las calles, sin que el pueblo conociese su existencia, era obedecida en todas partes y de su centro partían todas las direcciones que imprimían a la masa popular en movimiento. Para poner término a estas incertidumbres y fijar las vacilaciones de Cisneros, decidieron asumir una actitud decidida que comprometiese a todos en la acción. A este fin se acordó que una diputación de su seno fuese a requerir al virrey en nombre del pueblo y de las tropas la convocatoria inmediata del Cabildo Abierto… El Dr. Juan José Castelli y el comandante Martín Rodríguez fueron nombrados para desempeñar esta delicada comisión (...) Finalmente Cisneros cedió y los emisarios salieron a dar cuenta del resultado de su misión. Todos los patriotas, al saber que el virrey cedía por fin, empezaron a abrazarse arrojando sus sombreros al aire.” (Mitre, T. I, p. 269-270). La descripción que Martín Rodríguez y Bartolomé Mitre realizan de la reunión en la de Rodríguez Peña, son útiles para fijar conceptualmente el tema de la aguada de Guillermo Da Re. En las jornadas de Mayo los patriotas realizaban reuniones en casas de algunos de ellos, para dirigir el movimiento contrario a la continuidad de Cisneros en el mando y asegurar su deposición. Carranza explícitamente, en La Ilustración Histórica, dice que la base documental de La Noche del 20 de Mayo de 1810 en Casa de Nicolás Rodríguez Peña son las Memorias de Martín Rodríguez, ya de acuerdo a Martín Rodríguez, conjuntamente con Juan José Castelli, intimaron a Cisneros para que cesase en el mando y no

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para que convocase un Cabildo Abierto; de esta manera, al ceder Cisneros, lo que están festejando los patriotas reunidos en casa de Rodríguez Peña es la deposición del virrey. Es posible que éste sea un error de Martín Rodríguez y que de acuerdo a Bartolomé Mitre, lo que se demandó fue un Cabildo Abierto. Más allá de estas contradicciones, la reunión de los patriotas en casa de Rodríguez Peña, el festejo que estos realizan -de acuerdo a Carranza- reviste un significado especial. “Esta escena -dice- es sin duda una de las más interesantes de los días de Mayo, lo que ha sabido interpretar el artista Guillermo Da Re de una manera satisfactoria”. En cuanto a la aguada sobre cartón, La Noche del 20 de Mayo de 1810 en Casa de Nicolás Rodríguez Peña, desde el punto de vista pictórico cabe destacar los contrastes entre luz y sombra. La luz irradiada por la araña que pende del techo parece bañar con su iluminación a los revolucionarios en el momento que festejan la concreción de sus aspiraciones. Esta luz irradiada hacia abajo, hacia el centro de la escena, contrasta con la oscuridad de la zona superior y de los laterales que quedan al margen del cono lumínico que se desprende de la araña. Es como si la luz presidiese el nacimiento de la nación; porque ella ilumina a los que estuvieron bregando por deponer a la autoridad virreinal. Las pinceladas subrayan la dirección de la luz, parecen como abrirse en sucesivas líneas descendentes, hacia los asistentes a la reunión, que reciben el calor de sus rayos. La luz envuelve a los personajes, crea mediante el juego de contrastes, una atmósfera de conjunto, de unión de los grupos de revolucionarios reunidos, alrededor de una mesa rectangular. Un nacimiento de marcada alegría y festejo. Una visión de la aguada, de los personajes representados, nos permite apreciar ímpetu, vítores y aclamaciones. El color rojo del personaje sentado hacia el centro, que es Nicolás Rodríguez Peña, marca la energía, el impulso hacia la acción, la tensión del momento, la energía interior, por mucho tiempo contenida, que ahora se vuelca hacia la exterioridad. Carranza decía de Rodríguez Peña “es un carácter, es una abnegación, actividad, energía, es quien impulsa a la acción a los otros, sin esquivar responsabilidades y afrontando lo peligros y los sacrificios. Es el alma del movimiento de mayo de 1810.” 19

19 RUFFO, Miguel José, “La revolución de Mayo en los bocetos de Guillermo Da Re, en Arte y Poder”, V Jornadas de Teoría e Historia del Arte, CAIA y Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1993, pp.33-35.

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La aguada sobre cartón Juramento de la Junta Gubernativa, 25 de Mayo de 1810 de Guillermo Da Re, está basada documentalmente en el acta del Cabildo del 25 de Mayo. El juramento se produce en la sala capitular del cabildo, ante los alcaldes Lezica y Yañiz, estando presentes ocho regidores y los miembros de la Primera Junta: Saavedra, Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea, Paso, Moreno, en el orden que los menciona el acta. Registra el Acta de instalación de la Junta: “sin haberse separado de la sala capitular los señores del excelentísimo Cabildo, se colocaron en la hora señalada bajo del dosel, con sitial por delante y en él la imagen del crucifijo y los Santos Evangelios y comparecieron los señores presidentes y vocales de la nueva junta provisoria gubernativa… y los señores secretarios… quienes ocuparon los respectivos lugares que les estaban preparados, colocándose en los demás prelados, jefes, comandantes y personas de distinción que concurrieron. Y habiéndose leído por mí, el actuario, el acta de elección… el señor presidente electo, hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar legalmente el cargo”.20 Este es el momento político representado por la aguada de Guillermo Da Re. De esta manera, por encargo de Carranza, una de las instancias políticas de la Revolución de Mayo pictóricamente representadas fue la del juramento de la Junta; vale decir, el momento en que asume el gobierno, el instante en que se afirma, poniendo por testigo a Dios, una voluntad política. En la aguada, una vez más la luz desempeña un papel de primer orden, concentrándose esta vez su irradiación sobre Cornelio Saavedra, en el momento en que hincado presta juramento. Tras él se disponen, en actitud contemplativa, solemne y emotiva, Manuel Belgrano y Juan José Castelli, en primera fila; Miguel de Azcuénaga, Mariano Moreno; y más atrás, ya en la zona de sombra, Juan José Paso; hacia la parte de la pared central, de la sala capitular, en un segundo plano, Domingo Matheu, Juan Larrea y Manuel Alberti. Se destaca Manuel Belgrano con su mano llevada al corazón, subrayándose con esta posición lo emotivo del instante político, cuya solemnidad, queda reflejada por la atención que dirigen todos los personajes representados hacia el juramento de Cornelio Saavedra. También 20 Actas Capitulares del 21 hasta el 25 de mayo, en ANGELIS, Pedro de ,Colección Editorial Plus Ultra, Buenos Aires 1968, T III, 576-577.

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resulta claramente distinguible la figura de Mariano Moreno, con su cuerpo envuelto por una larga capa española. Frente a los miembros de la Junta, hacia el lado derecho, se disponen de pie los capitulares, delante de uno de los escaños de la sala capitular. El estrado está claramente representado, con su sitial y una mesita, encontrándose tras ella los alcaldes mencionados. Los trabajos que Carranza le encargó a Guillermo Da Re estaban destinados a ser convertidos en sendos óleos. Pero en el transcurso del trabajo surgió la posibilidad de emplear reproducciones de las aguadas de Da Re, en estampillas conmemorativas del Centenario. Da Re inicialmente no estuvo de acuerdo con esa iniciativa y Carranza hubo de convencerlo de esa posibilidad “A las 10 AM -dice- estuvo Da Re, quien se resistió a que se pusiesen sus cuadros en las estampillas, pero lo convencí de que era un honor y que gestionaría a fin de que se pusiese su nombre al pie”. 21 El 1° de septiembre de 1909 el Director de Correos y Telégrafos Justiniano Posse le escribía a Da Re, diciéndole: “Deseando esta Dirección General, realizar en la mejor forma posible los propósitos que se han tenido en cuenta al resolverse la emisión de estampillas conmemorativas del centenario de la revolución de Mayo de 1810… estimándole quiera tener la deferencia de autorizar la reproducción de los bocetos históricos de su propiedad que existen en el referido museo. Esperando que Ud. tendrá la gentileza de acceder a este pedido, me es grato ofrecerle las seguridades de mi consideración más distinguida”. 22 A lo que Guillermo Da Re contestó el 6 de septiembre de 1909: “Me complace, cumplo con llevar a su conocimiento que autorizo esa reproducción siempre que aparezca en la forma que sea posible, en la estampilla, la firma del autor. Saludo al Señor Director con la mayor consideración.”23 21 Carta de Justiniano Posse a Guillermo Da Re, en Legajo 876 “La noche del 20 de mayo en casa de Nicolás Rodríguez Pena” 22 Carranza Adolfo, Diario Personal, T I p. 186 Archivo MHN 23 Carranza Adolfo, Diario Personal, T I p. 186 Archivo MHN

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Consecuentemente, en la época del Centenario, los bocetos de Guillermo Da Re circularon, a través de reproducciones, en estampillas. Pero este consumo concreto de su obra de arte, no debe hacernos perder de vista que sus trabajos estaban destinados a transformarse en grandes cuadros. Guillermo Da Re, poco después de estos pormenores, regresó a Italia pero continuó trabajando en estas pinturas de historia, como lo muestra la carta que le escribiera a Carranza desde Milán, el 14 de abril de 1910, donde le dice en relación al Juramento de la Junta Gubernativa del 25 de Mayo de 1810: “Creo que mi cuadro por los muchos retratos que en él figuran y por el (ilegible en el original), tiene el mérito de ser eminentemente histórico. Es el cuadro que con más empeño estoy pintando… Por esto creo que la demora aumentará el mérito de mi obra aunque me sea perjudicial. La historia argentina me atrae y me interesa pues me dediqué más que la mitad de mi vida, porque he vivido en la Argentina y porque es la patria de mi hijo… Desearía señor saber y ver cómo han salido las copias de mis cuadros. Ud. sabe con que empeño y cuánto trabajo me costaron, yo siempre he tenido un desencanto en todos mis trabajos, así que le ruego su protección. Desearía también me informara de los cuadros que hicieron los pintores por la Comisión del Centenario y quien ganó la palma” .24 En otro documento se describe detalladamente la obra: “Juramento de la Junta Gubernativa (25 de mayo de 1810). Cuadro al óleo del pintor Guillermo Da Re mide 4 varas de alto por 5 de largo, es obra original y fue encargada por el Museo Histórico N Argentino. Representa la ceremonia más solemne de la Historia Argentina: los Cabildantes ocupan sus asientos bajo el dosel. A uno y otro lado forman dos alas de mucho fondo, los Comandantes y Jefes con muchos oficiales, los Prelados y personas de distinción. Los miembros de la Junta Soberana elegidos por el pueblo ocupan el centro del gran cuadro. El Alcalde está de pie, como él los demás vocales; el síndico presenta el evangelio al general Saavedra y este de rodilla puso la palma de la mano prestando juramento, en sucesivamente se nota Belgrano, Alberti, Castelli, Azcuénaga, Matheu, 24 Carta de Justiniano Posse a Guillermo Da Re, en Legajo 876 “La noche del 20 de mayo en casa de Nicolás Rodríguez Pena”

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Larrea, Paso y Moreno. La obra representa el salón del antiguo Cabildo. Todo es fiel reconstrucción histórica y los personajes son también fieles retrato,…. Todos los retratos fueron facilitados, como también las costumbres y armas por el Museo Histórico. Nacional y el cuadro fue pintado bajo la dirección de Adolfo Carranza”.25 Finalmente en 1914 se concluyó el cuadro. Decía La Nación del 17 de enero de 1914: “El conocido pintor italiano don Guillermo Da Re, que estuvo radicado en Buenos Aires hace algún tiempo, y ahora reside en Milán, ha cumplido su gran cuadro de asunto histórico argentino, que titula Juramento de la Primera Junta del 25 de Mayo de 1810. El señor Da Re ha obtenido feliz éxito en varias exposiciones internacionales y probablemente el cuadro al que hacemos referencia sea enviado a Buenos Aires en breve.” Lamentablemente no se conoce el destino final del cuadro, en este análisis de las condiciones de producción se atiende a la finalidad del encargo primitivo de convertirse en grandes óleos de pintura histórica y patrimonio del Estado. Se ha conservado una extensa carta de Guillermo Da Re, donde se dan a conocer diversos pormenores y dificultades relacionados con la producción y financiamiento de la Junta Gubernativa: “Septiembre de 1915. Estimado Señor Saavedra Lamas, Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Guillermo Da Re artista pintor domiciliado desde el 3 de marzo de 1910 en la ciudad de Milán (...) ante el Señor Ministro se presenta y expone: que con fecha 4 de abril de 1909 residiendo en la capital de la Nación Argentina fui favorecido por concurso en el Museo Histórico Nacional siendo su Director el malogrado señor Doctor Adolfo Carranza para realizar la obra en pintura que se denomina “La Jura de los Miembros de la Junta en el Cabildo” el 25 de mayo de 1810, cuyos bocetos merecieron su franca aprobación. Que con tal motivo la dirección del Museo Histórico citado me firmó un contrato que obra en mi poder. Que dicha obra es eminentemente histórica, ejecutada en su taller de la 25 Carta de Justiniano Posse a Guillermo Da Re, en Legajo 876 “La noche del 20 de mayo en casa de Nicolás Rodríguez Pena”.

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calle Victoria 536 bajo la valiosa dirección de mi finado amigo el Doctor Carranza poniendo el Museo a mi disposición por los modelos de los trajes, accesorios y retratos de los próceres que psicológicamente fueron estudiados y pintados con singular dedicación. Me aconsejó el viaje a Europa, para unas grandes reproducciones gráficas que hubieran sido el más patriótico emblema para las oficinas y escuelas argentinas. Por eso el Doctor Carranza me firmó un documento donde manifiesta que el cuadro es llevado a Europa a fin de ser reproducido gráficamente. Que para mejor realización del patriótico cuadro, me trasladé a esta ciudad indicada a condición verbal y confirmada que al terminarse dicho trabajo se me proporcionarían los medios necesarios para volver a la gran República Sudamericana a hacer entrega del cuadro. Que aproximándose la conmemoración de la Revolución de Mayo (sic) y encontrándose la obra completamente terminada hasta de los últimos toques y detalles en los uniformes españoles, …tal desgracia de haber fallecido el indicado ex-Director no he podido a pesar de haberlo intentado varias veces, que su digno sustituto el Señor Doctor Pradere, me mandase los recursos pecuniarios necesarios para volver con el cuadro a su destino. Que incluyo una de las muchas cartas que tengo en mi poder, para atestiguar que el Doctor Carranza quería hacerme un giro como había establecido también en el contrato al terminarse el cuadro. Ante el Exmo. Señor Ministro me permito también exponerle, la importancia del cuadro, que el Doctor Carranza lo decía el sujeto más importante de la Historia Argentina, él lo hizo publicar en “La Ilustración Histórica Argentina… por consejo del Doctor Carranza hice el cuadro mucho más grande que las medidas del contrato, es decir en lugar de un metro y cincuenta por dos, es de 4 varas por 5 sin marco, así que las figuras en primera línea son de tamaño natural. De eso el Doctor Carranza me prometió que a trabajo concluido se me recompensaría todo. Que por estos fundamentos recurro a S.E el Señor Ministro quiera indicarme el procedimiento a seguir o honrarme de interesados ante el Gobierno Nacional, dada la imposibilidad en que me encuentro para disponer de mi peculio particular al efecto como también la aproximación del glorioso Centenario que motiva el argumento de la obra. Me es grato saludar al Excelentísimo Señor Ministro con el respeto y la consideración distinguida”. 26 26 Carta de Guillermo Da Re a l Doctor Saavedra Lamas, septiembre de 1915. Archivo de Documentación del MHN.

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Esta extensa carta de Guillermo Da Re nos permite visualizar un conjunto de problemas. Refieren a 1) la obra de arte como mercancía; por cuanto el artista encara la obra como resultado de un contrato y ante el incumplimiento del mismo, por fallecimiento de Adolfo P Carranza, se queda sin los pagos que debían ser efectivizados como resultado de lo acordado; 2) la discontinuidad del Museo Histórico Nacional como institución, por cuanto el nuevo director Juan A Pradere, no continúa con las funciones que de la comitencia de Carranza se derivaban; 3) que las obras de Guillermo Da Re que disponemos en el Museo Histórico Nacional y en el Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo son bocetos; 4) que el artista consideraba de fundamental importancia el asesoramiento de Adolfo P Carranza, en lo que hace a la factura icónica de la obra. Integra el repertorio iconográfico Últimos momentos de Mariano Moreno, óleo sobre tela de Egidio Querciola, pintado en 1911 en ocasión del centenario del fallecimiento de Mariano Moreno. Este artista italiano había estudiado en Roma, siendo discípulo de maestros como Toeschi, Querci, Filippo Prosperí, Bruschi. Se recibió de profesor de dibujo en la Junta Superior de Bellas Artes del Instituto Real de Roma y emigró a la Argentina a fines del siglo XIX, trascendió como el pintor de los presidentes argentinos. En el Diario Personal de Adolfo P. Carranza encontramos que este óleo fue encargado por el Director del Museo pero no hallamos ninguna referencia a la forma en que se pretendía representar los últimos instantes de Mariano Moreno; pero sí sabemos que Carranza es el comitente y que la base documental más inmediata que describe la muerte de Moreno es la Vida y Memorias de Mariano Moreno de su hermano Manuel Moreno, siendo por consiguiente ésta la fuente escrita del óleo. Nos ha parecido conveniente contextualizar la obra de Querciola, señalando la lectura e imagen literaria e historiográfica de la muerte de Moreno hacia 1911, para trazar las semejanzas entre la imagen visual y la anterior. En sus efemérides del 4 de marzo de 1911, decía La Nación: “1811. Muerte de Moreno. En viaje a Inglaterra, a donde iba en calidad de ministro argentino, muere el Dr. Mariano Moreno, alma y genio de la revolución de Mayo. Con motivo de la muerte de este patriota, dijo Saavedra, presidente de la Junta de Gobierno de las Provincias del Río de

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la Plata, esta frase que se ha hecho histórica: “tanta agua era menester para apagar tanto fuego”. Destacamos en esta pequeña efemérides que Moreno era pensado como “el alma y genio de la Revolución de Mayo”. Por su parte La Prensa, en un extenso artículo donde reseñaba la vida y obra de Mariano Moreno, indicaba entre otros conceptos: “Moreno ya entonces había sido considerado como el alma de la Junta de patricios que cargó con la responsabilidad de iniciar la emancipación del virreinato del Río de la Plata y fundar los poderes políticos y administrativos del concebido estado nuevo y positivamente fue el cerebro mejor preparado, el pensamiento más claro puesto al servicio de la causa argentina y la energía más notoria de la época”. Consecuentemente, Moreno es pensado como “el alma de la junta”, como “el cerebro mejor preparado”, como el poseedor del “pensamiento más claro”. La Razón, en un artículo titulado “Mariano Moreno, primer centenario de su muerte”, ilustrado por un dibujo de Fortuny, indicaba: “Comprendió aquella alma grande que era necesario retirarse y suavizando el ardor con que sus amigos le rogaban que no se fuera, les impuso y se impuso a sí mismo el sacrificio de su separación que, ¡ay! debía ser eterna”. Continuaba La Razón en la descripción de las circunstancias de la muerte de Moreno, a la biografía escrita por su hermano; ya hemos indicado que ésta es la base documental del óleo de Querciola. Seguiremos a Manuel Moreno en sus conceptos fundamentales, en su descripción de la agonía de Moreno, para descubrir los elementos constitutivos de la representación visual a partir de la narración histórica. “El doctor Moreno vio venir su muerte con la serenidad de Sócrates. Ya a los principios de la navegación le pronosticó su corazón este terrible lance. No sé qué cosa funesta se me anuncia en mi viaje, nos decía con una seguridad que nos consternaba. No pudiendo proporcionarse a sus padecimientos ninguno de los remedios del arte, de…. Después de estos, el

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doctor Moreno se entregó tranquilamente a su duro destino. A las cuidadosas atenciones que le pagaba nuestra amistad y respeto, correspondía con una suavidad admirable, pero con el triste desengaño de que serían sin efecto (...). Su último accidente fue precipitado por la administración de un emético que el capitán de la embarcación le suministró imprudentemente y sin nuestro conocimiento. A esto siguió una terrible convulsión que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos... Pidió perdón a sus amigos y enemigos de todas sus faltas; llamó al capitán y le recomendó nuestras personas; a mí en particular me encomendó, con el más vivo encarecimiento, el cuidado de su esposa inocente; con este dictado la llamó muchas veces. El último concepto que pudo traducir fueron las siguientes palabras: ¡Viva mi patria, aunque yo perezca! Ya no pudo articular más. Tres días estuvo en esta situación lamentable: murió el 4 de marzo de 1811, al amanecer, a los veintiocho grados, veintisiete minutos sur de la línea, a los 31 años, 6 meses y un día de edad. Murió con la serenidad de Sócrates”. (Moreno, 1960, T. II p. 1283-1285). En el óleo de Querciola Moreno se encuentra en sus últimos instantes, tal vez en algún momento de esos tres días últimos de su vida. Ya se ha despedido de sus amigos y de su Patria. Lo asisten dos amigos. Seguramente Manuel Moreno y Tomás Guido. Uno de ellos, con sus dos manos, toma la mano derecha de Moreno y como interrogándolo, dirige su mirada al moribundo. El otro, al pie de la cama, se inclina levemente, sollozando la muerte del amigo. La luz se concentra sobre un Moreno extenuado, que está viviendo sus últimos momentos y que parece querer transmitir sus pensamientos con su aguda mirada. El color blanco de las sábanas, de la almohada y de la camisa de Moreno, por contraste con lo oscuro y las sombras en oposición a él, refuerzan el sentido de la composición. Todo se centra en un último mensaje transmitido por Moreno a su Patria. La luz como símbolo de su pensamiento, de la razón iluminista, del pensamiento que descorre las tinieblas, se concentra en el pensador, en el alma más esclarecida de la generación que protagonizó la revolución de Mayo. La intelectualidad de Moreno está reforzada por los libros y papeles que como manifestación del trabajo intelectual lo acompañaron, incluso en los últimos días de su vida. Y nos recuerda que después de embarcarse “y para entretener el ocio de una navegación larga y aburrida, se dedicó a traducir del inglés, “Los Viajes del Joven Anacharsis”. (59)

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Los últimos momentos de Mariano Moreno parecen estar teatralmente compuestos. La escena que se deja ver, tras la cortina recogida, está acotada a un rústico camarote. Parecería ser la instantánea de una fotografía especialmente preparada, en la disposición de los personajes, para ser contemplada por el espectador. No hay un sólo gesto de más en cada uno de los personajes del óleo. Todo en ellos se encuentra contenido por la muerte. La mirada, el requerimiento y el llanto son los contenidos de este continente del óleo que es la muerte como radical finitud del hombre. Querciola representó la muerte de Mariano Moreno, no en el momento de las convulsiones, sino cuando éste, ya extenuado, espera serenamente la muerte, en su cama del camarote de la nave Fama. El dibujo de Fortuny publicado por La Razón el 4 de marzo de 1911, bajo el título de Muerte de Mariano Moreno exhibe muchas semejanzas con el óleo de Querciola. Está representado en el camarote, en el que alcanza a verse una claraboya. Mariano Moreno en la cama, agonizando, bastante levantado el torso por una almohada, sus dos asistentes acompañándolo en ese instante crucial. El color blanco se concentra en Moreno, el negro sobre los asistentes. También la cama se abre, tras un cortinado. Completan el repertorio El 25de Mayo de 1810 en Buenos Aires, bosquejo a pluma, autor Vicente Nicolás Cotanda, quien lo ejecutó a fines del siglo XIX. En él se aprecian el Cabildo, con todas sus arcadas, la torre relativamente desproporcionada por su altura en relación al edificio y a la derecha de este una parte del Seminario y Residencia de los Obispos; después de 1823, la Casa de Policía. En el balcón se observan a los cabildantes en el momento de interrogar al pueblo congregado en la Plaza de la Victoria, en ella se destacan en ellas milicianos y civiles aclamando el petitorio presentado ante el Cabildo, relativo a la formación de una nueva junta de gobierno. En atención a que en los días de Mayo, el Cabildo, representante de los intereses peninsulares, fue rebasado por las milicias y el pueblo, que en la jornada del 25 le impuso la formación de una Junta elegida al margen de la instancia capitular, haciendo fracasar definitivamente la maniobra política tendiente a perpetuar la autoridad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, nombrándolo presidente de la Junta del 24 de Mayo.

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En cuanto a la desproporción de la torre respecto del cuerpo del edifico es posible que se deba a una extrapolación al Cabildo de 1810 de la torre del Cabildo de Pedro Benoit,en efecto este modificó el aspecto del Cabildo en 1879. Este dibujo está basado en la Historia de la República Argentina de Vicente Fidel López: “Antes de aceptar y consignar en sus actas este ultimátum, el Cabildo mismo salió en cuerpo al extenso balcón que da sobre la plaza y mandó leer en alta voz, punto por punto el contenido, para que el pueblo agrupado en el espacio inferior proclamase su adhesión o negativa. La aprobación fue dada con numerosas aclamaciones y retirado el Cabildo a su salón, mandó colocar a los miembros de la Junta Gubernativa para que se presentasen a jurar su cargo y tomasen posesión de un poder que hasta entonces solo habían ejercido los virreyes”. (López, 1926, t. III p. 62). En el dibujo de Cotanda se observa que algunos concurrentes a la Plaza de la Victoria llevan paraguas. El día lluvioso y el terreno aguado definen las condiciones meteorológicas y ambientales de la jornada del 25 de Mayo de 1810. La lluvia y los paraguas caracterizan a la tradición de las jornadas mayas, Vicente Fidel López dice en su Historia: “La tarde estaba lluviosa y destemplada; el piso de toda la ciudad era un empapado barrial. Las veredas escasas y de malísimo ladrillo sobrenadaban en un fondo acuoso e insubsistente. Pero a pesar de todo eso, la plaza se llenó en un momento de damas y señoritas, con los colores celestes que distinguían el penacho tan popular de los patricios...” (López, 1926, t. III p. 63-64). Y Pastor Obligado en sus Tradiciones de Buenos Aires, en el artículo sobre “Los colores de la Patria” señala: “Toda la semana de mayo fue lluviosa. En la nublada mañana del 25 de Mayo de 1810, fría y melancólica, como de lejana esperanza, grupos del pueblo se aumentaban sobre la vereda ancha (...) como frecuentemente sucede durante largos días de lluvia, en esos momentos aclaraba un poco...”

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Es fundamental en este período de construcción de un orden simbólico por gestión del Estado, destacar la dimensión y dinámica de la actividad de la institución Museo, realizada por Carranza, su director, en su función de productor de imágenes al asignar a los cuadro de su comitencia, la estructura ideal de obra histórica. Así la imagen como texto será resignificada para integrar una crónica, o algo más complejo como un relato; porque ésta imagen textual será imprescindible entonces, primero para tramar el relato, al ser visualizada tanto por el gestor como por el receptor como un modo de implicación y segundo lugar, para argumentar ideológicamente.27 Posteriormente este patrimonio será objeto de la aplicación de las reglas de la museografía, es decir, sucesivas gestiones dispondrán una regulación administrada de imágenes. Pero le correspondió a Carranza la museización de los acontecimientos de Mayo, en “el acto de imaginar museográficamente” su historia. (Morales Moreno 2.000 p. 152) e intentar comunicarlos como una sola unidad discursiva. Las condiciones de la producción de este conjunto de cuadros se asimiló al concepto de “colección museográfica” al disponerlo en el campo de la comunidad de objetos-monumentos que permanecen en el espacio inmemorial del museístico, cuyo estudio habilita un registro de las ideas, los mitos y las estrategias de un determinado momentos histórico para determinar los valores colectivos predominantes de una sociedad. La disposición de los cuadros en el recinto museográfico los coloca en el cruce de dos temporalidades complementarias: una, producto de la recepción en el presente, la otra, representación imaginable del pasado celebrado, proveniente de una tradición seleccionada para el porvenir. En el interior de las polifónicas y febriles estrategias comunicacionales, con objetivos semejantes, el ámbito escolar al implementar un programa de historicismo nacionalista y la gestión municipal al disponer la representación de la fundación de la ciudad de Buenos Aires, participan de la producción de la cultura visual porteña (Amigo, 1999, p. 171). Es allí donde la publicidad entrecruzó la divulgación de las figuras históricas y la dinámica del consumo, que podían ser decodificadas debido al 27. WHITE, Hayden: “La cuestión de la narrativa”, capítulo 2 de El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Ediciones Paidós, Barcelona, 1992.

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éxito de los programas educativos. Así se incluirían (Szir, 2009 p. 110) en número extraordinario del 21 de mayo de 1810, en los inicios de una industria gráfica que plantea una relación fetichista con Mayo, ampliada a procesos latinoamericanos de acuerdo aun singular e interesante prospecto publicitario de Neuro Fosfato Eskay, titulado La mujer y la Patria. Gloria y honor a la mujer. Nuevos lenguajes y nuevos códigos: ¿nuevos sentidos? En los decenios siguientes, con el propósito de difundir las representaciones de esta genealogía de la República, se elaborarán producciones culturales, definidas a partir de una iconografía modélica, establecieron repertorio de imágenes que al revestirse eficientemente del sentido histórico asignado, ofrecerían la posibilidad de ser leídas como texto y presentar la dimensión del acontecimiento a múltiples receptores a través de las generaciones, entre éstas: a) las copias de los óleos del Centenario existentes en el Museo Histórico Nacional destinadas a instituciones museísticas como el Museo del Cabildo y de la Revolución de Mayo o el Complejo Museográfico “Enrique Udaondo” de la ciudad de Luján. b) los nuevos cuadros que rememoraban la Revolución, como los de Léonie Matthis.31952) c) los dibujos y láminas de revistas infantiles como Billiken. Al funcionar como testimonios mnémicos eficientes, algunas producciones fueron seleccionadas para ser copiadas y realizadas por el artista pintor Rafael Domingo del Villar, que se desempeñaba como empleado del MHN, una de ellos se encuentra en el Museo del Cabildo y el otro en el Museo de Luján. En el Archivo y Biblioteca de este Museo encontramos bajo el número de catalogación 3192 una nota de que dice: “CABILDO ABIERTO del 22 de Mayo de 1810, óleo de R del Villar, tela en marco dorado que mide 1,13 m. de alto por 1,43 m. de ancho. Mandado hacer por el que suscribe para donarlo al Museo. Udaondo. El original está en el Museo Histórico de Buenos Aires y esta es copia hecha por D. Rafael del Villar”.28 28. Nota de Udaondo, Enrique; Museo de Luján. Archivo y Biblioteca N 3192.

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En 1942, al crearse el Museo Histórico del Cabildo y de la Revolución de Mayo, a Rafael Domingo del Villar se le encomendó la realización de otra copia del óleo El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 de Pedro Subercaseaux “... el artista pintor del Museo don Rafael del Villar está dando fin a la copia del gran cuadro de Subercaseaux “Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810” para la sala destinada a conmemorar dentro de ese Instituto, el gran acontecimiento histórico”.29 A estos debemos agregar que se ha conservado en la Escuela Nº 3 Carlos S. Vernet, de la localidad de Becar, una pintura de J. L. Antunes Da Cunha titulada El Doctor Paso salva jurídicamente a la Revolución de Mayo. Esta obra fue donada a la Asociación Cooperadora de la escuela por Don Enrique Rossi y Doña María Maccari de Rossi. Los donantes manifestaron que “dicha donación se efectúa con la condición clara y aquí expresada, que el citado cuadro, deberá permanecer pura y exclusivamente en el local donde funciona o en el futuro llegara a funcionar la mencionada escuela, no pudiendo dársele al mismo otro destino que el ya citado”. La donación fue efectuada el 16 de Agosto de 1976. La pintura de Antunes Da Cunha es una copia del óleo de Pedro Subercaseaux El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810... Con un dibujo menos libre y más esquemático que el de Subercaseaux, podemos decir que, por su composición, reproduce fielmente el original. Lamentablemente, los rasgos casi infantiles del dibujo, hacen que las emociones representadas por Subercaseaux, a veces sean difícilmente perceptibles. Antunes Da Cunha tituló a su obra El doctor Paso salva jurídicamente a la Revolución de Mayo “con lo cual aprehendió uno de los subtemas del óleo de Subercaseuax; a saber, la disertación jurídica de Juan José Paso en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo. El otro subtema es la actitud dubitativa de Mariano Moreno, es en la interrelación entre ambos subtemas que se construye el tema central de la obra de Subercaseaux: los límites del inicio institucional de la Revolución”.30 29 GONZALEZ GARAÑO, Alejo B; “Informe de los Directores de Museos y Encargados de las Casas Históricas. Museo Histórico Nacional” en “Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos”, Bs As, 1942, p 466. 30 RUFFO, Miguel; “Una Pintura del Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810” en “Becar, Su Historia en la Historia”, Instituto de Investigaciones Históricas de Becar”, Boletín N 1, 1998, pp 81-82.

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Entre 1932 y 1939 el MHN editó una serie de láminas del Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810; lo interesante del caso es que el copista que dibujó estas láminas se tomó la libertad de introducir algunas modificaciones en el icono de Subercaseaux. Así, mientras en el óleo Juan José Castelli aparece con su mano derecha adelantada hacia Juan José Paso, en la lámina tiene las manos ocultas por cuanto están detrás de la cintura; la otra modificación consiste en que en la lámina el Obispo Benito Lué y Riega tiene junto a él un familiar que porta un báculo; mientras que en el óleo de Subercaseaux no existe tal detalle. Son cambios significativos, por cuanto al tener el óleo por base documental la Historia de la República Argentina de Vicente Fidel López, la mano adelantada de Castelli estaría indicando que éste introdujo a Paso en el centro de la escena; mientras que la postura rígida que presenta Castelli en la lámina estaría indicando más bien su silencio, después de las argumentaciones del fiscal Villota. En cuanto al báculo del obispo, éste sería válido en una ceremonia religiosa, pero no en una asamblea civil, pero como las láminas fueron hechas después de 1932 no debemos olvidar que uno de los componentes ideológicos del nacionalismo de los 30 fue el catolicismo Más allá de estas cuestiones, lo cierto es que esta lámina, como copia del óleo de Subercaseaux nos introduce dentro del universo ficcional del copista y de las libertades que éste pudo darse en lo que hace a la reproducción técnica del óleo. Lo paradójico del caso reside en que si la reproductibilidad técnica de una obra de arte rompe con su aura, al decir de Walter Benjamín; en este caso nos encontramos frente a una lámina que si bien lo torna familiar (porque contamos con él en nuestra propia privacidad, con independencia de la institución museo) por el otro no respeta la “unidad del mensaje” al modificar aspectos sustanciales de la composición. En el caso específico del MHN podríamos decir que sus propuestas, en su mayoría en el modo de tramar, apelan a una versión romántica por la trascendencia del acontecimiento o del héroe. Sobre los hechos seleccionados para ser reproducidos y/o difundidos no se aplicaron operatorias de investigación profunda ni tampoco se los vinculaba a las disputas historiográficas que implicaban diferentes niveles de interpretación y valoración. En lo relativo al modo de argumentación que se podría inferir del uso de este capital patrimonial proveniente del copismo, el seleccionador a modo de historiador presupone que dentro del conjunto de hechos y personajes se han recuperado

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en la copia aquellos a los que se asigna implicaciones morales, apelando a leyes estudiadas como una determinación En lo que respecta a los cuadros de Léonie Mathisse vinculados a la Revolución de 1810, forman parte de su serie Historia de la Plaza de Mayo, que se inicia en la época hispano colonial cuando la Plaza Mayor casi no era más que un descampado rodeado por algunas construcciones precarias, prácticamente ranchos. Para Léonie Matthis una pintora de acontecimientos históricos, al no tener la posibilidad de la percepción directa de esos hechos que el tiempo hizo transcurrir, se encuentra ante la necesidad de “construir la percepción” por medio de los documentos o testimonios y a partir de los restos materiales de ese pasado que son actuales en la contemporaneidad de la percepción. Así, por ejemplo, el cabildo de Mayo, había sido sucesivamente modificado y finalmente parcialmente demolido en ocasión de las aperturas de la Avenida de Mayo y de Diagonal Sur. ¿Cómo “ver” el Cabildo de Mayo?: conjugando dos posibilidades a) los dibujos, acuarelas y litografías del Cabildo, así los trabajos de Carlos Pellegrini b) viendo el Cabildo actual reconstruido por el arquitecto Mario Buschiazzo. Es así como una arquitectura casi perdida se torna actual en la producción del pintor. Una de las obras de Léonie es El 25 de Mayo de 1810: “El día histórico es pintado por Léonie con inusual sencillez, la Catedral inconclusa y el pueblo que se acerca al Cabildo para manifestar su adhesión”.31 El tema de la jornada del 25 de Mayo de 1810 tenía como antecedente iconográfico el bosquejo a pluma de Vicente Nicolás Cotanda realizado en el último decenio del siglo XIX. Consecuentemente las producciones icónicas del 25 de Mayo son sucesivas reelaboraciones de la plástica de fines del siglo XIX. Otro trabajo de Léonie Mathisse es El pueblo quiere saber de que se trata: “El cielo encapotado, los patriotas se informan de los acontecimientos a través de un protagonista, que desde el balcón les da las últimas noticias. Al fondo se ve la torre de San Ignacio”.32 Este óleo nos introduce en un tema clave de las jornadas 31. GUTIERREZ, ZALDIVAR; Ignacio; “Leonie Mathis”, Zurbarán ediciones, Bs. As., 1992, p 132. 32 G UTIERREZ, ZALDIVAR, Ignacio; Ob. Cit., p 133.

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de Mayo; a saber, el del rol que le cupo al pueblo en la deposición del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. No nos interesa a efectos de este trabajo dilucidar la dimensión popular de Mayo, simplemente destacamos que esto formaba parte de la lectura de ese acontecimiento. Este tema también tenía antecedentes en la iconografía de principios de siglo XX por cuanto en el MHN se conserva una fotografía del óleo de Pedro Blanqué titulado El pueblo quiere saber de lo que se trata. “No podemos referirnos a la historia de la plaza de Mayo de Léonie sin recordar a su amigo y mecenas Oscar Carbone. El escribano Carbone fue un notable coleccionista y estudioso de nuestra historia, presidió el Instituto Sanmartiniano y el Instituto Mitre. (...) Verdadero apoyo para Léonie, la acompañó en su tarea evocativa brindándole su estímulo y su consejo, además Léonie fue amiga entrañable de su esposa, María Luisa del Pino, quien nos dejara semblanza de la artista en un trabajo que publicó Kapeluz en su Álbum Evocaciones del pasado argentino, en 1960. Para ellos Léonie realiza en la década del cuarenta una serie histórica de la plaza de Mayo. Son trece obras que evocan su historia desde la fundación por Juan de Garay en 1580 hasta fines del siglo XIX. La serie fue expuesta en la farmacia Franco Inglesa durante el mes de Julio de 1947 con el título de La Historia de la Patria a través de la Plaza de Mayo. A principios del siglo XIX la construcción de la Recova divide la plaza en dos: bajo el Arco Central desfilaron los soldados de Beresford camino al fuerte para capitular, tras la gloriosa Reconquista en 1806. Será desde entonces La Plaza de la Victoria, que pronto será escenario de una nueva jornada gloriosa: el 25 de Mayo de 1810; Léonie pinta el cielo nublado y la plaza con los patriotas que quieren saber “de que se trata”.33 Como vemos la producción de Léonie Matthis siguió los lineamientos de la historiografía liberal en cuanto a los acontecimientos de 1810 reforzando sus estudios históricos en textos de viajeros y memorias en relación al aspecto edilicio que tendría la Plaza de la Victoria al momento de la Revolución. c) Donde se van a producir algunas innovaciones estilísticas y de sentido es en la producción de los dibujos y láminas de las revistas ilustradas destinadas a los niños, como por ejemplo la semanal publicación infantil Billiken aparecida en 1919, temática que ha merecido un análisis integral de las diversas propuestas 33 SQUIRRU, Rafael y GUTIERREZ ZALDIVAR, Ignacio; “40 Maestros del Arte Argentino” en ZAGO, Manrique; “Arte Bajo la Ciudad”, pp 118-119.

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iconográficas (Varela, 1994); por eso en este punto nos limitaremos a señalar algunos rasgos compartidos de estas ilustraciones, también proyectados a la publicación El mundo infantil, de orientación peronista de la década del 40. Imágenes que se convirtieron en “memorias de papel“ (Szir, 2007 p. 17), al relacionarse a los discursos escolares y promoviendo intercambios con el sistema educativo, al diseñar recurso didácticos, de amplia circulación. 1) No se abandonaron los arquetipos fundamentales de la Revolución de Mayo, los provenientes de La Semana de Mayo. Reconstrucción fotográfica, elaborada de acuerdo a específicas producciones e impresión (Tell, 2009 y Szir, 2004), en las que se representan a la reunión de los revolucionarios en la casa de Rodríguez Peña, el Cabildo Abierto, la Jura de la Junta Gubernativa; temas estos que tienen antecedentes en los trabajos de Pedro Subercaseaux y Guillermo Da Re; así, por ejemplo, en el número 2105 de “Billiken”, correspondiente al 16 de mayo de 1960 se publica una gran lámina, 25 de Mayo de 1810, tomada del cuadro de L. Sánchez de la Peña, que es la clásica escena del pueblo frente al Cabildo un día lluvioso y también reproducciones del óleo de Subercaseaux “El Cabildo Abierto”. 2) En la revista Billiken, en algunas de estas producciones aparecen representados uno o más gauchos en las jornadas de 1810, y se subraya la participación de los militares, ya mediante su representación en los dibujos de los eventos de Mayo, o complementando los mismos con imágenes de desfiles militares. Esto nos lleva a considerar que si bien las imágenes centrales de Mayo continuaron siendo el Cabildo y la Plaza Mayor, la aparición del gaucho en las jornadas del 22 y del 25 revela en los dibujos la apropiación plástica que los nacionalistas hicieron de este sector social convertido en una manifestación de la “esencia nacional”. Si bien es cierto que el gaucho nunca ocupa un lugar central en los relatos de los dibujos sí resulta significativa su presencia cuando en la iconografía del Centenario se encontraba ausente. En cuanto al rol de los militares, si bien reconoce antecedentes en las expresiones plásticas tradicionales, el subrayar el juramento de Cornelio Saavedra, permite relacionar la imagen con la presencia política del ejército después de 1930. Otra particularidad significativa de los dibujos de Mayo es la presencia de mujeres de la elite en la jornada del 25, lo que más allá de su invalidez histórica, resulta significativo en el abordaje del valor de la familia.

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A partir de los años 30 comienzan a aparecer en la misma revista dibujos, alusivos al 25 de Mayo por la noche, después del triunfo de la revolución donde el pueblo bailaba festejando el nacimiento de la patria; o la presencia de uno o más gauchos en las jornadas de 1810 o culminando la serie de láminas alusivas a la Revolución de Mayo, con un dibujo contemporáneo cuyo tema es un desfile militar. Así tenemos en El Desfile del Ejército en el Aniversario Patrio un dibujo donde el primer plano está ocupado por un abanderado con enseña de guerra, los colores de los uniformes son chaqueta azul, pantalón y cinturón blanco, gorros blancos con viseras negras y hacia el fondo un parque y el pueblo aclamando el desfile. Sin llegar a modificar radicalmente los imaginarios visuales de Mayo se introducen sutilmente nuevos componentes icónicos (el desfile militar, el gaucho y la mujer) que no estaban presentes en la iconografía tradicional. Y esto debe ser vinculado al los horizontes ideológicos de la década del 30, tales como: 1) El desfile militar que cierra la serie de dibujos destinados a evocar a Mayo traduce en icono la fuerte presencia del ejército después del golpe de estado de 1930; 2) la visualización de gauchos en las jornadas de 1810 (en abierta contradicción con el acontecimiento histórico real) no hace sino expresar el proceso de transfiguración del gaucho en esencia de la nación frente al cosmopolitismo producido por la gran inmigración europea 3) la presencia de la mujer expresaba la conversión de Mayo en una fiesta familiar. Es importante tener en cuenta que si bien no hubo bailes y festejos en ocasión de la jornada del 25 de mayo de 1810, sí los hubo en las Fiestas Mayas posteriores, como bien lo señala Juan Manuel Beruti en sus Memorias Curiosas. Con estos sentidos se afirmaban los valores del ejército, la familia, y la esencia “gaucha” como componentes ideológicos centrales de la nacionalidad.34 Nos encontramos frente a una operatoria fuertemente ideológica tendiente a identificar al ejército de los 30 con la Revolución de Mayo, que posteriormente Marfany pensará como un “pronunciamiento militar”; reforzar a la familia como célula básica de la sociedad burguesa, pasando por alto los componentes reales de las familias hacia la época de la Revolución, particularmente en sus sectores 34. Billiken, N 966, 23 de Mayo de 1938.

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populares, en los que la guerra de la independencia primero y las guerras civiles después producirían una disparidad en las relaciones varones–mujeres en edad de vínculos amorosos y reproducción sexual. Y por último el gaucho que aparece como el portador de una “esencia” totalmente divorciada del gaucho real, objeto de levas, coerciones laborales, y protagonista de montoneras. En la edición correspondiente a mayo de 1938 Billiken ofrecía una serie de ilustraciones, habitualmente reiteradas: a) La Sociedad de los Siete: con retratos de Juan José Paso, Manuel Alberti, Agustín Donado, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña y Manuel Belgrano; b) 23 de Mayo de 1810: en este día, una compañía de patricios acompaña a un pregonero, que lee un bando al pueblo comunicándole que el Virrey Cisneros ha cesado en su mando, según se resolvió en el célebre Cabildo Abierto del 22; c) French y Berutti: en aquellas agitadas horas de mayo, cuando los ilustres hombres de la revolución en apasionadas discusiones defendían en el Cabildo nuestra libertad e independencia, dos patriotas, French y Berutti, en un momento de verdadero entusiasmo repartían cintas blancas y celestes a todos los criollos, que aguardaban con impaciencia las resoluciones del Cabildo, al fondo en forma de paisaje, se observa gran parte del edificio del Cabildo, a la derecha una apenas esbozada pared en la que se destaca un farol, a la izquierda una casa con balcón. En la escena un grupo de hombres con cintas celestes y blancas, tres de ellos con paraguas, los hombres visten pantalones, casaca, camisas con cuello alto y galeras en un día lluvioso. d) 25 de Mayo de 1810: de la muchedumbre congregada frente al Cabildo surge la frase que se hizo histórica: “El pueblo quiere saber de que se trata”, en esta oportunidad, el cabildo está dibujado con cabildantes en el balcón. En la Plaza no solo hombres sino también mujeres, una se destaca en un primer plano en el extremo inferior derecho y junto a ella un niño. En el otro extremo un gaucho de perfil y medio cuerpo, muchos hombres y mujeres tienen paraguas, día lluvioso y en el cielo se conforma una bandera celeste y blanca. e) 25 de Mayo de 1810: instante solemne en que los miembros de la Primera Junta prestan juramento: un cabildante delante del estrado y ante este

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arrodillado Saavedra, detrás Moreno arrodillado con la mano derecha sobre el hombro de Saavedra, inclinándose, detrás, Belgrano. Parados Paso, Alberdi y Azcuénaga. Saavedra pone la mano en los Santos Evangelios, viste uniforme de patricio y otros personajes llevan calzones. f) 25 de Mayo de 1810: la noche del 25, el pueblo, lleno de entusiasmo, festeja con bailes y canciones el triunfo de la Revolución. Todos lucían cintas blancas y celestes, orgullosos de llevar el símbolo de la Patria que recién nacía, hacia el fondo una casa con paredes blancas, tejado a dos vertientes, rejas voladas y tres pequeños balcones, en el baile en el que participan numerosas parejas; todos estos dibujos fueron realizados por Arístides Rechail. De comparaciones realizadas con anteriores series de iconografías diseñadas para esta publicación emblemática, se percibe, que sutil, pero insistentemente adiciona a los valores de mayo las ideas dominantes en la dirigencia conservadora del estado en 1930. Si en la iconografía del Centenario los principales exponentes habían sido acontecimientos relacionados con la esfera de lo político, de la sociedad civil, donde lo militar en todo caso, estaba inscripto dentro de un movimiento de más amplias proporciones, en esta resignificación los dibujos de desfiles militares intentan construir una continuidad entre las milicias criollas y el ejército protagonista de un golpe de estado, cuya autopercepción lo definía como custodio de las “tradiciones de la nación”. Es no solo un verse a sí mismo, no solo una idea hacia la interioridad de la corporación militar, sino, fundamentalmente, un mensaje a transmitir a la sociedad civil; más aún, a los niños que como lectores de Billiken consumen esas imágenes. Siguiendo el pensamiento de Leopoldo Lugones La hora de la espada cuya poesía se incluía regularmente, este se había proyectado a las imágenes de Mayo.y sonrientes niños con uniformes de granadero, Las Fiestas Mayas en el Buenos Aires criollo fueron fiestas populares: juegos, fuegos artificiales, carreras, arquitecturas efímeras que engalanaban la Plaza de la Victoria, etc.; pero esta dimensión popular de las Fiestas Mayas, tal como lo señala Lía Bertoni, se perdió en la sociedad aluvial donde las conmemoraciones de Mayo se plasmaron en rituales, fundamentalmente en el Te Deum y los desfile militares.

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En esta publicación las reiteradas representaciones de los bailes con que el pueblo festeja el 25 de mayo plantean una interesante contraposición al confrontarlas con los testimonios contemporáneos. ¿Cómo explicar entonces representaciones de los bailes por la noche del 25? ¿Eran acaso un rescate iconográfico de uno de los aspectos de la dimensión popular de las Fiestas Mayas del Buenos Aires criollo? Sería ésta una respuesta posible pero, estimamos, que no es la más adecuada, las imágenes estudiadas destacan presencias infantiles, mujeres y gauchos, a las que vez que destacados uniformados. El nacionalismo de los treinta reivindicará como una las “formas naturales” de la organización social a la familia, cuya definición esta a cargo de la iglesia católica. Se representan entonces al ejército, la familia, el gaucho como el trípode sobre el que pretende asentarse el nuevo imaginario de mayo. Desde ya que el gaucho, no como sujeto social activo (al que la elite combatió y controló en el siglo XIX), sino como un ideal estereotipado, como una imagen desprovista de sus contenidos reales y asociada, como si fuese una especie de logo a los acontecimientos de Mayo. Cierto es que los gauchos nunca son centrales en estas imágenes y que plásticamente podrían pensarse como una “marca de autor” en las mismas, pero independientemente de ello, el gaucho por oposición al gringo (y este proceso es anterior a 1930) pasó a ser la “esencia de la nación” y expresión de una ruralidad apacible e incontaminada. Las necesidades de crear un mundo de imágenes, capaces de consolidar la visión histórica de una Argentina en rápida transformación, motivó a fines del siglo XIX los primeros intentos de reconstrucción pictórica mediante producción del repertorio iconográfico, (comitencias, copismos y reproductibilidad mecánica). Los antecedentes de la tarea de Juan Manuel Blanes en el Palacio San José de Urquiza y la serie de cuadros de la guerra del Paraguay que Cándido López diera a conocer en 1887, señalan las primeras aproximaciones de consolidar un mundo de imágenes donde el artista pudo eventualmente ser testigo presencial del hecho histórico (caso de López) o simplemente “reconstruir” el ambiente y la circunstancia como lo hará Blanes. La demanda desde el campo educativo de imágenes planteadas en los debates pedagógicos y los contenidos de la historia en los planes de 1895, que elaboró J.

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V. González y las posteriores modificaciones de 1906 y 1907, junto a la rápida difusión de las revistas con grabados (El Sudamericano, La Ilustración, etc.) fueron configurando un cuadro de requerimientos y oferta muy preciso, ilustrar una historia que reclamaba hechos épicos, hitos relevantes, figuras paradigmáticas y que con dificultad aceptaba un imaginario menos elocuente y sonoro. La configuración mediada de las imágenes emblemáticas primó sobre la realidad histórica y selló la fortuna de la semblanza de nuestros próceres, de la inserción de nuestros héroes marginales (desde Falucho al Tambor de Tacuarí) y de los cuadros y escenarios ideales (San Martín cruzando los Andes, Belgrano creando la bandera junto al río Juramento, El Cabildo Abierto, entre otros). Un análisis detallado de las imágenes de Mayo que circulaban en las revistas ilustradas, no solo infantiles, contribuirá a comprender como se imaginaban mayo los amplios y diversos sectores sociales que leían esas revistas. No se trata simplemente que una esfera del consumo en la plástica resultara más relevante que la esfera de la producción, ya que es en los consejos editoriales de estas revistas donde se seleccionan las imágenes que habrían de publicarse y difundirse adquiriendo la pronta dimensión política. Luego de un estudio de condiciones de producción y circulación de repertorio iconográfico del centenario y su posterior evolución. consideramos, que un atento análisis a más recientes producciones graficas y a los tratamientos en noticieros y medios de comunicación de “los sucesos de Mayo” permitirá ampliar, no solo el registro del abanico de imágenes circulantes recientes, sino, lo que aún es más importante, deconstruir cuáles implicaciones ideológicas subyacen en la conceptualización de los hechos y la selección de actores sociales para su representación, al desentrañar las estrategias y mediaciones implementadas en la construcción de un imaginario y su difusión, fruto de una percepción del pasado, siempre posible de ser resignificado al interpelarse desde el presente.

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El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Óleo de Pedro Subercaseaux. Museo Histórico Nacional.

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Mariano Moreno en su mesa de trabajo. Óleo de Pedro Subercaseaux, 1909. Museo Histórico Nacional.

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El ritual del fútbol en Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XX. La construcción de identidades, locales y nacional Julio D. Frydenberg

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El ritual del fútbol en Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XX. La construcción de identidades, locales y nacional Julio D. Frydenberg 1

Hoy se debate sobre identidades fuertes o débiles, locales, regionales y nacionales parándose atravesadas por avance de la globalización. Hubo y hay mucho o poco, exceso o defecto de identificaciones, siempre dependerá del punto de vista y del contexto. No hay duda acerca de que todo este tipo de cuestiones tratadas en abstracto son infructuosas. Podríamos decir que el análisis del ritual del espectáculo futbolístico como formador de identidades colectiva, tiene algo para decir en torno a esto. Para comenzar diremos que el proceso de popularización del fútbol en Buenos Aires ocurrió a partir de los primeros años del siglo XX. La adopción de la práctica futbolística por parte de los jóvenes de los sectores populares tuvo una fuerte impronta localista, fue vehículo de la emergencia de identidades pequeñas, de cuadra, de vecindario. Por otro lado, se generaban algunos grandes matches que enfrentaban a equipos argentinos contra británicos en gira y muy especialmente a los uruguayos. Desde sus inicios ese universo si se quiere “pequeño”, local, se diferenció del ámbito más formal y ceremonial donde se 1. Doctor en Historia (UBA). Director de el Centro de Estudios del Deporte, Escuela de Política y Gobierno, Universidad Nacional de General San Martín

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jugaba la constitución de la identificación nacional con fútbol. Trataremos aquí de cotejar a ambas, la local y la nacional durante las primeras décadas del siglo XX en Buenos Aires. En especial la potencia de las identificaciones local y/o nacional, así como la identificación del estilo propio, “criollo”, del fútbol hacia fines de los ’20 y los inicios de los ’30, reveladas en los medios periodísticos de la época. La práctica del fútbol había comenzado a popularizarse desde principios de siglo, siguiendo la lógica de la constitución de clubes–equipos juveniles considerados a sí mismos como defensores de la cuadra o vecindario. En la época en la que la ciudad no conocía aún a los barrios, el fútbol ya existía. El proto-espectáculo estaba formado por los ceremoniales encuentros contra Uruguay o contra los equipos británicos que visitaban Buenos Aires. En esos partidos, que congregaban a varios miles de espectadores, varios hombres de la elite criolla miraban en los palcos, mientras que los jóvenes emprendedores del fútbol, fundadores de clubes, estaban parados en las tribunas. Desde 1912 el fútbol oficial sufre un enorme cambio. Las ligas se dividen posibilitando la afiliación y el ascenso a la primera división de muchos pequeños clubes, muchos de los cuales juegan hoy los torneos de la AFA. Sin embargo, durante los períodos de entreguerras, la sociedad porteña adquirió nuevas características. Los modos de la vida pública y de la vida privada se modificaron. Se constituyeron los barrios porteños, allí se generaron formas y contenidos del sentido común y nuevas formas y contenidos de la cultura de los sectores populares. Los barrios se configuraron en el contexto de la bonanza económica de los años veinte, con nuevas formas de asentamiento y vivienda como la difusión de la casa propia; nuevas sociabilidades populares en nuevos escenarios como la calle, la esquina, el café y el club; nuevas asociaciones locales: sociedades de fomento vecinal, bibliotecas populares y clubes deportivos; más cantidad y nuevas maneras de uso del tiempo libre y nuevas formas de lo político. También con nuevos medios de comunicación. El barrio puede ser considerado la unidad básica de la vida urbana, edificado desde las formas de la vida cotidiana hasta por los imaginarios. Fue, como aspiración

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y tendencia, ámbito de igualación social, de participación y solidaridad. Pero también fue escenario de distinción social y de configuración de una “ideología del barrio”, construida sobre la base de la “diferencia y la otredad amenazante”.2 Muchas emociones y creencias sobre las que se edificó la rivalidad vecinal fueron amasadas con fútbol. El espectáculo de los veinte y treinta se construye sobre la base de mecanismos simbólicos que se generaron en el proceso de principios de siglo con la popularización, elementos que estuvieron en la base de las identidades locales– barriales con fútbol y fueron elaborados desde principios de siglo en el desarrollo de la popularización. Esos elementos tuvieron que ver con la guapeza (los valores masculinos adheridos al honor) y la rivalidad –enemistad que fue la base del tono con las que se vinculaban con el y los otros. Es un momento en el que se multiplicaron las ofertas para ocupar el tiempo libre de los sectores populares. Para los hombres fueron convocantes la “esquina” y el “café”, como centros de gestación de una particular sociabilidad urbana en cuyos ámbitos el fútbol ocupó un lugar central. Todo este conjunto fue amasado a través de la acción de agentes que ayudaron a ligar la nueva vida ciudadana y el mundo local. La escuela, los medios de comunicación de masas, los nuevos consumos, así como la edificación de los rituales masivos profanos, cumplieron ese papel.3 El fútbol compartió similares características con el público general de los espectáculos de masas, pero tuvo sus peculiaridades. El fútbol añadió fragmentación etaria, de género y, además, fue otro de los ejes homogenizadores, la cultura mediática. El fútbol en los veinte había dejado de ser solo una moda juvenil y había pasado a integrar la vida de casi todas las instituciones sociales y corporaciones. Simultáneamente, el espectáculo incipiente durante la primera década, espasmódico en la concentración de grandes multitudes, se fue desarrollando y ampliando, hasta transformarse en escenario casi obligado para los hombres. 2. Ver los trabajos de ROMERO L. A. y GUTIERREZ Leandro. GONZALEZ LEANDRI Ricardo: “La nueva identidad de los sectores populares”, en Nueva Historia Argentina Tomo 7, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2001. GRAVANO Ariel: Antropología de lo barrial. Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana. Buenos Aires, Espacio Ed. 2003. 3. Ver trabajos de GUTIERREZ Leandro, ROMERO Luis A., SARLO Beatriz, GORELIK Adrián.

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El ritual del espectáculo futbolístico Simultáneamente con la formación de los barrios, se fue estructurando el ritual del espectáculo futbolístico tal como se conoció durante décadas. Creemos que el fútbol y su contexto ritual formaron parte del propio proceso de génesis de las identificaciones barriales. Los nuevos barrios porteños son básicamente construcciones simbólicas, y la acabada construcción del contexto ritualizado del espectáculo futbolístico fue elemento participante (necesario, aunque no suficiente) en las cristalizaciones de las identificaciones barriales.4 En él se utiliza un lenguaje metafórico, operando en el nivel de la expresión corporal, afectivo y valorativo. La propiedad que más nos interesa del ritual es la de ser vehículo de construcción de identidades colectivas. En este caso, en el ritual del fútbol, suele añadírsele a las identificaciones, discursos que relatan las univocas características estilísticas del juego. Es necesario marcar la diferencia entre ritual y contexto ritualizado. Este último concepto, más apropiado para el caso del fútbol, apunta a percibir procesos y no cosas; intenta servir de útil instrumento para detectar cómo se produce la generación de estilos, formas de sentir y pensar, para comprender cómo los sujetos procesan la realidad que viven. El espectáculo del fútbol de los domingos debe ser concebirlo como contexto ritual. Es decir, como un ritual con límites laxos y difusos que permiten, aún formando parte y compartiéndolo, la posibilidad de la ironía la comedia, la distancia del foco de la ceremonia sin liturgia. El fútbol se diferencia de los rituales clásicos por carecer de una exégesis. Sin embargo, incluye como parte sustancial el funcionamiento de mecanismos discursivos como uso de la polaridad “antes y ahora”, la apelación a “padres fundadores” o la constitución de “edades de oro” en algún tiempo y lugar fundacional.5 En la génesis del ritual aparece como condición necesaria la acción de la ciudad y, a su vez, la actuación misma del fútbol sobre ella. El espectáculo futbolístico forma parte de los llamados espectáculos de masas modernos y su desarrollo se despliega en la medida en que se asocia a la cobertura de un mínimo umbral en los niveles de vida de las mayorías, aumento del tiempo libre, una extendida red 4. Respecto del concepto de ritual, las ideas básicas fueron extraídas de BROMBERGER Christian: “Las multitudes deportivas: analogías entre rituales deportivos y religiosos”, en Revista digital www.efdeportes.com Año 6, N º 29, Buenos Aires, 2001. Además, ver TURNER Víctor: El proceso ritual. Estructura y antiestructura, Ed. Taurus, 1988. 5. MAISONNEUVE Jean: Las conductas rituales, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 2005.

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de medios de transporte, el despliegue de los medios de comunicación de masas y los aprendizajes de la gente al transformarse en público (y participante) del espectáculo. Además implicó el entrenamiento en el hábito de participación entre grandes grupos, de uso de la calle y los estadios, en un proceso de aprendizaje colectivo. Ceremonias que se asocian a las reglas de la propia competencia y a las maneras de llegar al estadio de entrar, actuar dentro y retirarse. Fueron hábitos, ritmos y cadencias acerca de lo que se podía o no hacer. Los estadios fueron y son los escenarios del ritual del fútbol. Buenos Aires contaba hacia fines de los ’20 con varias canchas que podían albergar a decenas de miles de aficionados.6 Es necesario tener en cuenta que el estadio como escenario del ritual masivo debe contener tribunas lo suficientemente altas como para que el público sea visible por quienes están dentro del campo de juego así como por los demás espectadores ubicados en el resto de las tribunas. Los hinchas pueden ver a los otros hinchas, sus gestos, sus cuerpos en movimiento. En íntima relación, otro de los ingredientes constitutivos del contexto ritual del espectáculo del fútbol fue sin duda el hinchismo, con el que se estructuró el ritual, y las identificaciones futbolísticas en los`20. Este formato de adhesión nació con la popularización del fútbol. Otros síntomas del desarrollo del espectáculo fueron la ampliación del mercado de bienes deportivos como las pelotas, botines, casacas, banderas, banderines, medias, figuritas. La organización institucional de la competencia futbolística fue necesaria para la edificación del contexto ritual. Las asociaciones junto con la prensa diseñaban los fixtures y éstos eran publicitados. En ese sentido la prensa popular y deportiva ocupó un lugar especial. El cambio tal vez más notable y con consecuencias directas en el espectáculo -de hecho es uno de sus actores principales y determinantes- es el ocurrido con los medios de comunicación. Desde mediados de los `20, Crítica y El Gráfico encabezaron las ventas y la adhesión mayoritaria. Los medios de comunicación de masas, las identidades y los estilos En el proceso de emergencia de los barrios, la incidencia del fútbol debe asociarse a sus nexos con la vida cotidiana y con el ritual del espectáculo. Sin 6. Sobre estadios de fútbol ver: BROMBERGER, Christian: “Lo spettacolo delle partite di calcio. Alcune indicazioni di analisi etnologica”, en LANFRANCHI, P. (comp.) Il calcio e il suo pubico, Ed. Scientifiche Iteliane, Napoles, 1992.

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embargo, nada de eso es explicable sin tener muy presente el papel que le cupo a la prensa popular. Los medios ayudaron a hacer visible y a la vez influyeron en la propia cristalización de las identificaciones barriales. Desde principios de siglo la prensa mostró a las rivalidades como uno de los atractivos del fútbol. Sin embargo, en los años veinte, ese mecanismo fue tornándose en hábito, y las identificaciones del fútbol porteño se hicieron en clara referencia a los barrios. La prensa moderna ya estaba sometida a la sanción del mercado y dependía de la demanda y de factores económicos y políticos. Su legitimidad estaba asentada fundamentalmente en la venta de ejemplares. Los diarios buscaban masividad y su lógica básica era mercantil, es decir que buscaban representar los intereses de las masas anónimas de lectores. El periodismo con aspiraciones de “popular” y de ventas masivas trabajaba con hipótesis acerca de los gustos de sus lectores y fueron descubriendo las sintonías que los conectaran con sus destinatarios. Toda esta renovación tuvo como base grandes cambios tecnológicos que permitieron desarrollar la producción y venta masiva de periódicos.7 Además, el uso de la ironía y el sarcasmo buscando un contacto cara a cara y haciéndole un guiño al lector. Irreverentes, privilegiaron el comentario y la picardía a la información, la sátira a la primicia.8 Tanto en Inglaterra como en nuestro país, el periodismo deportivo cumplió un papel central en el desarrollo del nuevo estilo grandilocuente, de grandes titulares, de búsqueda de héroes y grandiosidades y éxitos o derrotas formidables. Cambiando estilos tradicionales, los periodistas deportivos tendieron a mezclase con los actores del fenómeno, buscaron conocer su vida privada, y llegaron a ser agresivos y de mal gusto. La prensa cumplió un papel central en el desarrollo del espectáculo, no sólo por ser medio de difusión y de formación del público, sino que en algunos casos participó en la propia evolución concreta de la organización del espectáculo. Un claro ejemplo fue la gira de Boca por Europa en 1925, en la cual estuvo fuertemente involucrada Crítica. 7. SAÍTTA Silvia siguiendo a P. Bourdieu en SAÍTTA Sylvia: Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998. SAÍTTA Sylvia: “El periodismo popular en los años veinte”, en Nueva Historia Argentina, T VII, , Buenos Aires, Ed.. Sudamericana 2000. 8. SAÍTTA Sylvia: Regueros...

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Crítica y El Gráfico El éxito comercial de Crítica debe asociarse a las novedades introducidas en el medio mismo, a las nuevas tecnologías incorporadas y sus políticas mercantiles.9 La enorme difusión y llegada se medía en cantidad de ejemplares editados. La conexión y el desarrollo de los deportes en general y del fútbol en particular tuvieron enorme incidencia en su despegue.10 Tal como lo señala S. Saítta, desde los inicios de 1920, Crítica construye un “nuevo pacto de lectura” con su público, fue el más permeable, y atizador irónico, de la rivalidad futbolística con Uruguay y generador de estereotipos.11 En Crítica el clima de rivalidad– enemistad es más visible y al serlo actuó potenciándolo. En la construcción de ese contacto Crítica se comprometió muy fuertemente con la organización de la gira y envió a Hugo Marini, jefe de la sección deportiva, como cronista especial, siendo el primer periodista argentino cumpliendo ese papel. En la operación de mediador en la constricción de identidades Crítica y El Gráfico fueron vehículos y a la vez armas privilegiadas para la creación de un relato acerca del pasado, elemento necesario en la formación de los lazos identitarios. Sin embargo, Crítica cumplió un papel muy diferente al de El Gráfico. Crítica estaba muy atento a recrear los espacios de contacto directo con el público y hacer visible los ámbitos de sociabilidad, deseaba ser cómplice del lector común al cual apelaba. Ambos medios potenciaron el desarrollo del espectáculo deportivo pero lo hicieron de manera diferente. El Gráfico estaba más apegado a la construcción de imaginarios nacionales y criollos, tal como o mostró Eduardo Archetti en sus trabajos quien descubrió el dispositivo generado y que tiñó el resto de la historia del fútbol argentino. Hacia 1928 apareció en El Gráfico el diseño de lo que fue más tarde el “mito acerca del estilo de juego del fútbol criollo”.12 Crítica apuntaba a 9. SAÍTTA Sylvia: Regueros... 10. SAÍTTA Sylvia: Regueros 11. Crítica 15 de abril de 1927, pag. 14. 12. Ver ARCHETTI Eduardo: “Estilos y virtudes masculinas en El Gráfico: La creación del imaginario del fútbol argentino”, en Desarrollo Económico, vol. 35, núm. 139, Buenos Aires, 1995; Bergel Martín y Palomino Pablo: “La revista El Gráfico en sus inicios: una pedagogía deportiva para la ciudad moderna”, en Revista Digital www.efdeportes.com Año 4 Nº 17, Buenos Aires, 1999. El Gráfico cumplió un papel pedagógico sobre el uso de la ciudad, la vida saludable, la calidad de vida según los cánones higienistas. Ver Archetti, pág. 38, de la versión de Punto de Vista.

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los lazos locales. En este sentido, percibió y nombró a las muchachadas como sujetos que formaban parte del espectáculo y necesitaban atención. Cíitica comenzó a darles entidad, aunque como algo lejano y extraño, de manera simpática y exótica. Fue permeable a las rivalidades locales expresadas en el fútbol. Este dispositivo formó parte de una política editorial a través de la cual pretendió transformar la publicación en referente de las grandes mayorías. Crítica, al mostrar la existencia de las barras y sus rivalidades intentaba “tocar” una zona sensible para sus lectores. Sin embargo, al hacerse eco de esa sensibilidad la fue (necesariamente) cambiando o por lo menos lo intentaba. Esos hinchas en las tribunas contenían elementos “inaceptables”, muchas veces violentos. Crítica intentó ser neutral reflejando elementos exóticos, esencializándolos, pero a la vez criticó los costados que suponía inmorales. El arquetipo del jugador de fútbol desde El Gráfico estuvo adherido a la figura del pibe, la gambeta, el potrero, el origen humilde. El Gráfico tendió a armar una imagen donde sólo existían homogeneidades, mientras que Crítica apuntó a la diversificación al darle un espacio central a lo local. Borocotó y Chantecler en El Gráfico fueron los autores de un tipo de tradición en torno de lo considerado lo nuestro y lo ajeno en torno a la identidad estilística, y se asoció esa manera de jugar al propio proceso de criollización del fútbol.13 Insistimos en señalar la recurrente relación entre la construcción de las identidades colectivas (en los rituales en general y en el del espectáculo futbolístico en particular) y la adhesión a un estilo determinado. En nuestro caso, se trata de un estilo de juego determinado como marca identitaria. Nos acercaremos a estas cuestiones tanto para prestar atención a la presencia de la identificación nacional y las ramificaciones estilísticas. Nos detendremos en los discursos aparecidos en la prensa durante la gira de Boca Juniors por Europa en 1925, la olimpiada de 1928 y la simultánea visita del equipo escocés Motherwell.

13. E ARCHETTI: El potrero la pista el ring, Buenos Aires, FCE, 2000. G. Mosse, dice que los estereotipos de los nacionalismos modernos se consruyen sobre la moral y belleza del cuerpo. [G. Mosse citado en E. Archetti: El potrero... ]

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La gira europea de Boca Juniors de mediados de 1925.14 Las Olimpiadas y la visita del equipo escocés Motherwell en 1928 Nos encontramos con la primera excursión de un equipo argentino a Europa. En el emprendimiento, tanto en su organización como en su difusión, Crítica adoptó un papel central: se abocó en principio a transformar a un equipo (o sea, una parcialidad) en una representación nacional (la totalidad). Envió como primer corresponsal deportivo al director de la sección respectiva, Hugo Marini. De hecho, la gira significó el relanzamiento de la sección y un nuevo escalón en ventas. Crítica intentó diseñar una epopeya nacional. Su objetivo no fue sencillo en primera instancia debido a ser Boca una parcialidad y a sus primeros fracasos deportivos. Pero luego todo cambió y la gira fue teñida de la tónica general del diario en lo que respecta al nacionalismo, como una mezcla de arielismo, antifascismo, cosmopolitismo liberal y ‘patriotismo’. En la medida en que la gira era inequívocamente un éxito deportivo, Crítica se ocupó de contrastar las bondades de ese representativo nacional con las lacras del fútbol local, en su mayor parte consecuencia de la división de las ligas, según la visión del diario. En un llamado a ‘moralizar el ambiente’ del fútbol local, elevaba la gira a ejemplo inmaculado de lo que debía ser: orden, éxito, caballerosidad. 15 Llegados hasta aquí, bien vale la pregunta acerca del estilo de juego desplegado por Boca. Paradójicamente, el eclecticismo fue lo dominante. No sólo en las opiniones locales sobre lo que se suponía ocurría en Europa, sino también en las visiones de Marini y en las de los medios europeos profusamente reproducidos en las páginas del diario. Por ejemplo, la palabra ‘dribling’ aparece usada para describir el juego de los españoles del Real Madrid y no como característica de los argentinos. En cambio los argentinos, en alguno de los últimos partidos jugados en Alemania, según Marini, “se ‘florearon’ en combinaciones acertadas y ‘gambetas’ que dejaron absortos a los espectadores”. Sin embargo, el modelo al cual aspirar parece seguir siendo el de los profesionales, considerados insuperables. El presidente de la Asociación repite un discurso ‘difusionista’, que 14. FRYDENBERG Julio: “Boca Juniors en Europa: el diario Crítica y el primer nacionalismo deportivo”. En Historia: Questiôes & Debates, Dosié Esporte e sociedade Nº 39, Ed UFPR, Curitiba, Brasil, 2005. 15. Crítica, 28 de marzo de 1925, pág. 10.

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es parte de una fuerte tradición emitida por los dirigentes británicos de la liga oficial desde fines del siglo XIX: se mejorará copiando a los ingleses para lo cual era necesario traer equipos profesionales ingleses a competir en el país.16 Es interesante evaluar que Crítica al analizar el final de la gira, puso el acento en que “Nuestros bravos muchachos [han mantenido en alto] el pabellón deportivo argentino […] en la magnifica cruzada donde pusieron de manifiesto el temple y la fortaleza. [Dejaron en Europa] una grata sensación de habilidad y caballerosidad.” 17 Como se puede apreciar la definición del estilo de juego no estaba a la orden del día. Tomaremos ahora otros dos eventos a través de los cuales se pueden seguir las representaciones sobre el fútbol argentino y su estilo: la visita del Motherwell y la participación del equipo nacional en las olimpíadas de Ámsterdam, que sucedieron casi simultáneamente. Es necesario marcar que los primero días de la visita del Motherwell ocupó mucho espacio en Crítica. Sin embargo, con el pasar de los días y con los éxitos, el desempeño del seleccionado en las Olimpíadas de Ámsterdam se transformó en un hecho mucho más significativo. La campaña del equipo olímpico fue seguida con atención y fue ampliándose aún más en la medida en que se iba acercando la final contra Uruguay, los tradicionales rivales. Por ejemplo, para La Nación, los barrios ‘footbalísticos’ presentaban intensa animación luego de la primera final contra Uruguay, empatada 1 a 1. Luego se disputó el definitivo, venciendo Uruguay 2 a 1. Fruto del partido, Crítica y otros medios calificaron al equipo como verdaderos ‘campeones morales’, juzgando que el desempeño del team nacional había sido merecedor del triunfo. Mientras que los olímpicos estaban en Europa, los escoceses jugaban con combinados de jugadores locales, sin la presencia de grandes estrellas. En esos días se debatían en Crítica temas que interesan aquí. Las polémicas giraban sobre 16. Crítica, 6 de junio de 1925 pág 19. 17. Crítica, 12 de junio de 1925, pág. 14.

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la fuerza de los equipos, las razones de las giras, calidad o no de los visitantes y de los locales; se hacían conjeturas sobre los resultados. En principio, hubo acuerdo generalizado entre dirigentes y jugadores acerca de lo beneficioso de las visitas, en especial de británicos. El argumento no difería mucho del utilizado hacia principios de siglo: la necesidad de aprender de ellos.18 El 12 de mayo de 1928, antes de llegar los británicos, varios dirigentes y jugadores argentinos hablaban de la superioridad de los visitantes sobre los combinados locales. Por otro lado, aseguraban otros jugadores entrevistados, que el nivel del fútbol local posibilitaba jugar contra los mejores del mundo en igualdad de condiciones. Se sostenía que los escoceses pensaban que “la Argentina es una tribu de zulúes. No vienen a Buenos Aires los grandes planteles, ya que los harían viajar con riesgo de su físico durante las vacaciones.”19 En Crítica se describían los estilos y se sostenía que el equipo escocés jugaba un juego científico, diferente al nuestro: “Ellos juegan con pases cortos, lentitud y armonía. Diferente a los pases largos de los uruguayos. (...) Los escoceses superan en elegancia a los mejores conjuntos londinenses. Se complementan en todas las líneas formando un conjunto armónico. Dominan a la perfección la pelota; su juego, basándose en pases cortos, es difícil para contrarrestar.” 20 Formaba parte de un saber generalizado el hecho de que el primer modelo fue el brindado a los rioplatenses por los equipos británicos en sus visitas. De esta manera vemos cómo hacia 1928 muchos seguían pensando que los británicos eran los maestros y los argentinos sus alumnos. Además, los propios visitantes sostenían esa imagen, tal como se podía leer en las declaraciones de los escoceses cuando llegaron a Buenos Aires en mayo de 1928. Una declaración sorprendente fue, según Crítica, la de Mr. Hunter manager del equipo extranjero, quien sostuvo: “Venimos a mantener bien en alto el pabellón escocés y a enseñar a jugar al football.” El diario Crítica no podía menos que dudar: “¿(Vienen) a enseñar? ¿Quedamos un poco sorprendidos por el término? ¿Vienen como profesores 18. Crítica, 11 de mayo de 1928, pág. 11. 19. Crítica, 16 de mayo de 1928, pág. 2. 20. Crítica, 12 de mayo de 1928, pág. 9.

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(teachers?” 21 Parte de la ‘cátedra’ nativa dudaba ante semejantes aseveraciones. Decía el periodista José Gabriel: “O todas estas declaraciones son una jactancia o todos los que intervenimos por el football por aquí tenemos una venda en los ojos. (...) Mañana saldremos de las dudas. Allí se sabrá si hay jactancia de un lado o ignorancia del otro.” 22 Días más tarde, se jugó el primer partido y los visitantes decepcionaron. Crítica reflejaba las consecuencias de lo sucedido: “Los del Matherwell recibieron la sorpresa más grande de su vida, no lo esperaban. Venimos en calidad de maestros, habían dicho. Y para sostener esto, hicieron todo lo humanamente posible. Pero nada. Nuestros visitantes han demostrado ser un conjunto disciplinado con un entrenamiento admirable. El último minuto del encuentro los encuentra de una manera similar al comienzo del encuentro, cosa que no ocurre con nuestros footballers. El día que éstos se sometan a un entrenamiento intenso como lo hacen los jugadores profesionales, habrá llegado el momento de reconocer que no tienen nada que envidiar a nadie. No han puesto en evidencia en ningún momento [una] superioridad técnica. Funcionan como una verdadera máquina, atacan y se defienden con habilidad. Pero de esto al cientificismo que se esperaba hay una gran distancia.” 23 Se jugó el segundo partido de la gira y el combinado de provincia de Buenos Aires venció por 2 a 1. El triunfo fue consecuencia de la expresión de la “picardía criolla hace una de las suyas. Seoane engañó magníficamente al zaguero escocés y se produjo el goal. [...] El público quedó por un momento indeciso dando luego un aplauso atronador y gritos de alegría. Se veían miles de pañuelos que se agitaban.” 24 Ante los resultados deportivos de la 21. Crítica, 10 de mayo de 1928, sección deportiva, pág. 1. 22. Crítica, 12 de mayo de 1928, pág. 3. 23. Crítica, 16 de mayo de 1928, pág. 2. 24. Crítica, 17 de mayo de 1928, págs. 1 y 2.

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visita, el intermediario que trajo al cuadro escocés reconoció que “aquí no hay nada que enseñar.” 25 Finalmente, la prensa no ahorró críticas a las ínfulas que habían mostrado los escoceses al llegar. De manera similar a lo ocurrido en la Gira de Boca, en la cual también había triunfado el fútbol argentino, las maneras de describirlo no fueron concordantes ni unívocas. El papel de El Gráfico, Crítica en la formación de los imaginarios estilísticos Es necesario aquí resaltar la imagen que hacia los años ‘40 dominaba el mundo del fútbol: la idea de la existencia palpable de un estilo de juego propio, muy similar al expuesto hacia 1928 por El Grafico y rastreado por Eduardo Archetti. Sin embargo, hacia los inicios de la década del ’30, reinaba el eclecticismo en las opiniones acerca del juego de los equipos nacionales ganadores contra los de afuera y aún dentro de las fronteras. Por ejemplo en Crítica hacia 1928 se decía que algunos compañeros de un jugador de Porteño estaban enojados con él porque era muy ‘morfón’, queriendo significar que su juego era exageradamente individualista y poco solidario. Había que ser efectivo y para serlo se debía practicar un juego realmente colectivo. 26 En otras páginas se sostenía que el fútbol organizado había llegado a tener “un alto grado de adelanto individual y de conjunto” pero no eran lo suficientemente efectivos ya que solían carecer de convicción a la hora de convertir goles. 27 En la búsqueda de resultados, en los años ´20 los jugadores de Boca mojaban la pelota en el entretiempo para dificultar a la tarea a los rivales, o sea, habían programado una manera de obstaculizarlos con herramientas cuestionables desde el purismo vigente veinte años más tarde.28 En 1931 El Gráfico, el medio que había comenzado a diseñar la imagen acerca del estilo criollo, consideraba que Huracán había perdido por falta de garra. 25. Crítica, 20 de mayo de 1928, pág. 15. 26. Crítica, 24 de marzo de 1927, pág.14. 27. Crítica, 8 de mayo de 1928, pág. 10. 28. Historia de Boca Juniors, pág. 113.

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Opinión que aparentemente desmentiría la adscripción directa de la revista a ese modelo.29 En 1932, según Hugo Marini, para evolucionar en el juego había que utilizar las tácticas que se utilizaban en Europa.30 Los ejemplos, contradictorios, son infinitos…… si uno resaltaba el juego individual, en otras páginas del mismo diario, se podía contraponer otro interesado en destacar el juego colectivo y “científico”. Insistimos, el eclecticismo dominaba. Esos fueron momentos de elaboración del imaginario del estilo criollo de juego desde las páginas de El Gráfico. Imaginario y estilo barrial Volvamos a 1928. Hay una manera de jugar que quedaba oculta en los medios periodísticos. El ‘estilo’ que asociaba barrio y masculinidad era el más difícil de encontrar expuesto en las páginas de los periódicos ya que no formaba parte de ninguna esencia moral positiva, ningún ‘deber ser’, tal como sí aparecían los otros dos, el “cientifico-europeo” y el criollo (en elaboración). Sin embargo, estuvo vigente en el juego mismo, en las crónicas de los partidos y no en los editoriales. Es necesario señalar con cierta firmeza la presencia de esta imagen, ya que para nosotros es parte (como residuo) de los elementos nacidos con la misma popularización del fútbol hacia principios de siglo. Durante las Olimpíadas de 1928 aparecieron por lo menos dos textos luminosos expresando la idea de la unidad entre un estilo propio y un modelo de jugador asociado a la guapeza y nacida necesariamente de un territorio callejero. Las dos expresiones que mostraban esa representación del jugador ‘argentino’ fueron un poema de Raúl González Tuñón aparecido en Crítica y un editorial del periodista Alberto Arena publicado en La Cancha, revista dedicada exclusivamente al fútbol. El 11 de junio de 1928 se jugó el segundo partido por la final del torneo olímpico de fútbol. Uruguay venció 2 a 1. La prensa destacó con unanimidad el buen juego del equipo nacional. El poema de Tuñón apareció al día siguiente del partido 29. El Gráfico, 22 de agosto de 1931, pág. 38. 30. Crítica, 11 de octubre de 1932, pág. 15.

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final perdido, asociado a una enorme foto de Luis Monti, capitán argentino. En la imagen aparece con la casaca de su club, San Lorenzo, y no con la nacional. Ese mismo día, el mismo periódico emprendió una campaña en la que calificaba como ‘campeones morales’ a los argentinos perdidosos. El sentido de ese lema deseaba significar que habían perdido los que habían desarrollado un mejor juego y habían manifestado la firmeza necesaria como para triunfar. El día de la tristeza por la derrota, Raúl González Tuñón y Crítica creen que la manera de curar la herida es apelando a lo sabido y pocas veces dicho en la prensa, lo que hacía sentir orgullosos a los jugadores y a los hinchas.31 Monti, capitán del equipo nacional, fue uno de los representantes de la fuerza física y mental y como tal es glorificado en el poema. Otra novedad del texto fue explicitar la alianza vertical entre el barrio y la representación nacional. Este elemento es innovador. Con la gira de Boca, tres años antes, Crítica se esforzó en una campaña por constituir a Boca en representativo de lo nacional. Fue una difícil y parcialmente exitosa tarea transformar una parcialidad en embajadora de la totalidad. Aquí, el camino emprendido por González Tuñón se ubica en una vía diferente. Lo esencial y común era la experiencia vivida del mundo barrial con fútbol, que emergía contada en el texto como representativa de la totalidad nacional.32 Es decir, apuntaba en el mismo sentido que El Gráfico, hacia la búsqueda de una identidad nacional, pero sin una marca estilística clara en el juego, y con el aditamento de la fuerza física y emocional necesaria para no desmentir el ascendiente masculino. Otra diferencia con el imaginario de El Gráfico es que lo propio es lo barrial, lo urbano, y no lo gauchesco, ni lo ‘criollo’. Los que perdieron el torneo son considerados héroes, ejemplos porque son iguales a los de acá, a los lectores, son su más fiel reflejo. Allí aparece el pibe habitante de la barriada humilde nacido con la ‘cofradía de la pelota de trapo’. Pero ese piberío es una descripción más naturalista que la elaboración estetizada de Borocotó. El ‘pibe’ de Borocotó es ‘criollo’ y fue asociado a un potrero semejante a un estereotipado paisaje 31. GONZALEZ TUÑON, Raúl fue un poeta que a diferencia de cierta tradición dominante, no centró su atención en la nostalgia, en el tango nostálgico. El mito barrial ocupó un lugar secundario en su poesía. El barrio de Monti es un barrio del presente y de alguna manera, exitosa. Ver SARLO Beatriz: Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920-1930., Buenos Aires, Nueva Visión 1988. 32. Si bien es obvio, no está demás remarcar que lo llamado ‘nacional’ es sólo el fútbol de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.

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pampeano. Para Tuñón, Monti fue el producto de la vigencia de una ley: ‘la ley de porteños’, resultado de la adecuación del fútbol inglés a las piernas y el empedrado de esta ciudad. La pelota de trapo Te esperamos Luis Monti. Te esperamos en el muelle incendiado de sol y de entusiasmo, de nuestro puerto generoso, abierto a todos los alientos del mundo. Te esperamos Luis Monti. Barracas Puente Alsina Boedo Villa crespo La ribera Belgrano Bajo Belgrano, Flores, Palermo; La cortada. Te esperamos en tu ciudad de Buenos Aires, en la ciudad donde con tu compañero pateaste en la calle rumorosa de los crepúsculos suburbanos la pelota de trapo. La pelota, traviesa del piberío porteño ¡Campeones! ¡Campeones! ¡Campeones! La pelota de trapo, sucia y descolorida, que muchas veces fue a parar tras de las tapias de los barrigudos, en las manos de los vigilantes y en el fondo de las cloacas. (…) Te esperamos Luis Monti los de la cofradía de la pelota de trapo. Los que ya la guardamos para siempre en el armario más polvoroso de nuestros recuerdos. Los que todavía la enviamos, contra el arco de las cosas formales, de las cosas establecidas por los gringos con el formidable shot de nuestra juventud, de nuestro desenfado, de nuestra audacia. En ley de porteños. (…) Los muchachos de brazos bronceados, perfumando las calles de Villa Crespo. Los pibes barulleros de la Boca y Barracas, los futuros campeones en las justas futuras. Los balcones, extendiendo a la calle en Belgrano y

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en Flores la mirada de los ojos incomparables de las mujeres porteñas y el tango doméstico, el que gira en la lunita del disco, cinematográfico, por donde pase el film admirable de un Canaro o de un Cobián. (…) ¡Campeones! ¡Campeones! ¡Campeones! Los pibes de ayer, que sacudieron la paz siestera de la calle Castro Barros, de la calle Oro, de la calle Progreso, la voz fácil del musgo, las paredes del sol, quietas, iguales, paredes de convento; los portones de los colegios, los patios verdes de las plazas ciudadanas; iluminando el aire, musicándolo, con el ir y venir, con el subir y el caer de la cometa sin hilos, de la pelota de trapo improvisada en el descuido maternal. Te esperamos Luis Monti, capitán, señor capitán de la pelota Con el corazón en la mano, como una pelota de trapo. 33 El poema de Tuñón no es una manifestación aislada. De él emerge la representación del fútbol nacido del barrio como el elemento auténtico y distintivo. Monti era una figura valiente y viril por sobre todo. No era un artista, un talentoso. En el Monti de Tuñón, el héroe era un ser cercano a la condición urbana de los millones de anónimos habitantes y quien lo admira no hacía sino sentirse orgulloso de sí mismo. De manera reflexiva, el autor repartía a todos las bondades del propio Monti. Veamos el segundo ejemplo. El 6 de junio de 1928, en uno de los partidos de la Olimpiada, Argentina goleó 6-0 a Egipto (‘los cotur’) y Tarasconi hizo dos goles. A través de un relato irónico y ‘sobrador’, el periodista nos anoticia acerca de las raíces del talento del crack argentino.34 El título del artículo era: “Va a saltar bronca en la barra, Tarasca” donde el editorialista emite un discurso similar para Tarasconi al de Tuñón para Monti Tarasconi era portador de ‘clase’. Pero un tipo de ‘clase’ diferente a la que vimos aparecer asociada a las actitudes y poses del gentleman. Aquí el crack tiene clase porque es hijo fiel de la barra, el barrio reo, el ‘feca’ de Boedo. Esos territorios 33. GONZÁLEZ TUÑÓN Raúl, Crítica, 12 de junio de 1928. 34. Domingo Tarasconi fue llamado “el goleador olímpico” fruto de su notable performance en el torneo. Más que un gambeteador y virtuoso, fue un ‘efectivista’ en el área, al estilo de Bernabé y Varallo, todos virtuosos del shot. Historia del Fútbol Argentino T. III, pág. 441.

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abonaron sus destrezas. Esa esencia barrial había dotado al crack de sus valores positivos. Un año más tarde, aparece el siguiente editorial de Alberto Arena: ¨Con algo más de juego y un poco de prepotencia, Independiente se mantuvo invicto. [...] Que todos los barrios de la ciudad tienen el orgullo de ser semilleros de grandes futbolistas, no lo ignora nadie: La Boca y Boedo discuten desde hace años su mejor derecho a usufructuar el título de “Cuna de Campeones”. Chacarita, La Paternal; Liniers y Ciudadela; Belgrano y Palermo se esponjan satisfechos cuando recuerdan los cracks que han surgido de sus calles y de sus potreros. Entre las localidades vecinas este virus de gloria futbolística tiene hechas también sus víctimas incurables [...] Avellaneda ha podido durante largo tiempo poner en el tapete de la discusión dos alas clásicas: Perinnetti-Ohaco, Seoane-Orsi. [...] Entonces Avellaneda se ha hecho prepotente. No discute. Actúa. Y el que no quiera creer que en Avellaneda se juega el mejor fútbol del mundo, que vaya preparando la pensadora para recibir el garrotazo contundente, que le haga ver ‘las estrellas’ que hay en la localidad. [...]. Alberto Arena]”. 35 Para el periodista, las bondades del fútbol argentino emergen de las barriadas y sus rivalidades. Los barrios funcionan como “semilleros, incubadoras de grandes jugadores”. Así, lo nacional nace de lo pequeño, local y urbano. No es fruto de ninguna operación abstracta de creación de escenarios más o menos forzada. El autor parece necesitar expresar algo que es ‘sabido’ por todos. La rivalidad constitutiva es estímulo. Y acota: “Avellaneda se ha hecho prepotente. No discute. Actúa.” De todo esto queremos rescatar estas versiones de las relaciones entre la vida barrial, el fútbol y sus maneras de practicarlo. Como se podrá ver no fueron frecuentes en las páginas escritas. Sin embargo creemos que fueron habituales en la vida corriente tanto de las calles como de las canchas. Breves consideraciones finales El fútbol se hace popular sobre la base de las identificaciones locales, barriales. Cuando tiene que salir de ese ámbito no resulta fácil, menos aún cuando es un club quien debe ser embanderado con los emblemas nacionales (gira de Boca), 35. La Cancha, 26 de octubre de 1929, pág. 9.

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sin embargo, la rivalidad frente a los uruguayos existió desde el inicio. A lo largo del siglo es posible decir que la identidad de club fue la base sobre la que se edificó el ritual y la identificación nacional fue espasmódica y circunstancial. Otra cuestión en relación con la anterior fue el color estilístico de la forma de juego. El discurso acerca del estilo criollo elaborado desde El Gráfico hacia fines de los ’20 fue dominante más tarde. Ese dispositivo se sustentaba en la gambeta, el pibe y su origen humilde. En ese momento y durante varios años, los medios periodísticos mostraban ser sumamente eclécticos a la hora de definir gustos y razones de éxitos o fracasos. Podemos decir, conociendo las novedades simultáneas con respecto a la introducción de entrenadores y directores técnicos por aquellos años,36 que en los años ’30 es posible seguir la trayectoria de tres maneras de entender el fútbol y de elaborar gustos y valores: por un lado, el viril y guapo, por otro el pibe y su gambeta, talentoso, finalmente el de los llamados “sistemas”, poco afecto a dejarse llevar por las emociones y apegado al dictado de las reales o supuestas marcaciones eficientistas. Fuentes Critica, La Nación, El Gráfico, La Cancha Bibliografía - ARCHETTI Eduardo: “Estilos y virtudes masculinas en El Gráfico: La creación del imaginario del fútbol argentino”, en Desarrollo Económico, vol. 35, núm. 139, Buenos Aires, 1995. - ARCHETTI Eduardo: El potrero la pista el ring, Buenos Aires, FCE, 2000 - BERGEl Martín y PALOMINO Pablo: “La revista El Gráfico en sus inicios: una pedagogía deportiva para la ciudad moderna”, en Revista Digital www. efdeportes.com Año 4 Nº 17, Buenos Aires, 1999. - BOROCOTO et alli Historia de Boca Juniors, pág. 113. Buenos Aires. Ed Eiffel. 1955. - BROMBERGER Christian: “Las multitudes deportivas: analogías entre rituales deportivos y religiosos”, en Revista digital www.efdeportes.com Año 6, N º 29, Buenos Aires, 2001. 36. FRYDENBERG Julio Exigencias y disciplinas: la aparición de los DT y/o entrenadores en el fútbol argentino. Ponencia en el Congreso: Deporte, Educación Física y Sociedad. Buenos Aires. 2009.

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- BROMBERGER, Christian: “Lo spettacolo delle partite di calcio. Alcune indicazioni di analisi etnologica”, en LANFRANCHI, P. (comp.) Il calcio e il suo pubico, Ed. Scientifiche Iteliane, Napoles, 1992. - FRYDENBERG Julio: “Boca Juniors en Europa: el diario Crítica y el primer nacionalismo deportivo”. En Historia: Questiôes & Debates, Dosié Esporte e sociedade Nº 39, Ed. UFPR, Curitiba, Brasil, 2005. - FRYDENBERG Julio Exigencias y disciplinas: la aparición de los DT y/o entrenadores en el fútbol argentino. Ponencia en el Congreso: Deporte, Educación Física y Sociedad. Buenos Aires. 2009. - GONZALEZ LEANDRI Ricardo: «La nueva identidad de los sectores populares», en Nueva Historia Argentina Tomo 7, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2001. - GORELIK Adrian. Gorelik, Adrián: La Grilla y el Parque, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998. - GRAVANO Ariel: Antropología de lo barrial. Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana. Buenos Aires, Espacio Ed., 2003. - GUTIERREZ Leandro. ROMERO L. A. Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra. Buenos aires. Ed. Siglo XXI, 2007. - MAISONNEUVE Jean: Las conductas rituales, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 2005. - SAÍTTA Sylvia: Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998. - SAÍTTA Sylvia: “El periodismo popular en los años veinte”, en Nueva Historia Argentina, T VII, Buenos Aires, Ed..Sudamericana 2000. - SARLO Beatriz: Una modernidad preférica. Buenos Aires 1920-1930., Buenos Aires, Nueva Visión 1988. - TURNER Víctor: El proceso ritual. Estructura y antiestructura, Ed. Taurus, 1988.

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El Gobierno de la Ciudad y los festejos del centenario Lidia González, Sandra Condoleo y Marcos Zangrandi1

La propuesta de este trabajo es analizar la dinámica institucional en el Gobierno de la Ciudad y cómo se resuelven los conflictos que surgen a partir de los festejos del Centenario en la Ciudad de Buenos Aires. La Ciudad en 1910: algunos rasgos y características El censo municipal realizado en 19092 encuentra en la Ciudad 1.231.698 habitantes, de los cuales la mitad es de origen extranjero. También es receptora de migrantes internos que constituyen el 26% de su población nativa. Buenos Aires presenta un crecimiento desigual de población. El estudio de las diferentes circunscripciones en que se divide marca un mayor crecimiento en 1. Lidia González es profesora de Historia egresada de la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como jefa del departamento de Investigaciones en el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires y como docente en la cátedra Seminario de Investigación en el Instituto Superior de Profesorado “Joaquín V. González”. Es miembro de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires. Sandra Condoleo es profesora de Historia egresada de la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña en el departamento Investigaciones del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Es auxiliar docente en la cátedra de Historia de América II (colonial) en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA y docente de Historia Argentina y Americana I del Instituto Superior de Profesorado “Joaquin V. González”. Marcos Zangrandi egresó de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Cuyo y es Magíster en Comunicación y Cultura de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente trabaja en el departamento de Investigaciones del Instituto Histórico de Buenos Aires y da clases de Ciencias Políticas en la Universidad de Palermo. 2. El Censo General de Población, Edificación, Comercio e Industria de la ciudad de Buenos Aires fue llevado a cabo entre el 16 y el 24 de octubre de 1909.

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las zonas extraurbanas que en las zonas céntricas. La Circunscripción 15ª, que pertenece a la Parroquia de San Bernardo, pasa de 16.176 habitantes en 1904 a 48.381 en 1909 y Vélez Sarsfield, de la Circunscripción 1ª, de 17.275 en 1904 a 47.917 habitantes. La Circunscripción 3ª, Santa Lucía, tiene 84.792 habitantes y en 1909, 94.965. Los barrios de mayor densidad de población son Balvanera Sur, con 516 habitantes por manzana, y el menos poblado, San Bernardo (hoy Villa Crespo) con 25 habitantes por manzana. San Nicolás, una de las circunscripciones que conforman el centro de la Ciudad, decrece de 62.578 habitantes en 1904 a 57.493; sin embargo, todavía sigue siendo uno de los sectores de mayor densidad, con un promedio de 472 habitantes por manzana. San Juan Evangelista (Boca) y Santa Lucía (Barracas) -circunscripciones predominantemente obreras– tienen un promedio de 320 habitantes por manzana. En la Ciudad se refleja rápidamente el éxito de la Ley Nº 1.420, de educación primaria obligatoria, ese mismo año cuenta con el 86,5% de alfabetos entre la población nativa y el 70,4% entre la población extranjera. La circunscripción con la mayor cantidad de analfabetos es San Bernardo con el 30,1% y la menor es San Nicolás con 12,1%. Entre las profesiones que se ejercían, el aumento más notable fue en el rubro personal de servicios, donde aparecen 150.574 personas. Otros sectores que aumentaron considerablemente fueron las industrias y las artes manuales, el comercio, los empleados de la administración pública y los que desarrollaban su tarea en las empresas de transporte urbano. La Ciudad tenía numerosos medios de transporte; uno de los más populares era el ferrocarril que trasladaba 21.788.381 pasajeros. Pero el principal era el tranvía eléctrico que contaba con 677 km. de recorrido; 1.300 km. correspondían a los tranvías a tracción a sangre. 324.000 pasajeros utilizan este medio de locomoción. El desarrollo de los servicios locales de transporte se encuentra emparentado con el auge de los fraccionamientos de lotes y las facilidades que aparecen para su adquisición en cuotas, permitiendo el crecimiento de las zonas periféricas y los pueblos de los alrededores de la Ciudad. como Avellaneda, Dock Sud, Talleres, Banfield y Sarandí, entre otros.

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El loteo permitió que algunos sectores obreros accedieran una vivienda propia y abandonaran el conventillo. El tema de la vivienda obrera y el costo de las habitaciones en los conventillos se hicieron presentes en la agenda de las autoridades a partir de la huelga de inquilinos ocurrida en 1907. La Municipalidad habilita y controla la higiene de los conventillos, pero también se preocupa por el peso que tiene el precio del alquiler en el salario obrero. Según un artículo de la Revista Municipal del 5 de julio de 1911: “El encarecimiento de la vivienda pesa sobre el empleado y el obrero, entre nosotros, agobiándolos. Ese solo renglón se lleva el 50% de las entradas de los modestos presupuestos de millares de familias que luchan sin resultado alguno para libertarse de la tiranía del casero”.3 El año del Centenario se caracteriza por una alta conflictividad social, ocasionada por el encarecimiento de los costos de vida. El Anuario Estadístico nos permite acercarnos al consumo realizado por los vecinos de Buenos Aires y así conocer una parte de sus hábitos cotidianos. La carne aparece como un elemento básico de la dieta de los porteños, que llegó a un promedio de 148,93 kg. por habitante. Este alto índice nos indica que la carne era más barata que frutas, verduras y pescados para la población de menores recursos. Otro elemento vital de la canasta básica es el pan, que llegó a 79 kg. por persona. Con relación a la leche, todavía existían tambos dentro de los límites de la ciudad, que satisfacían el 7% de las demandas de leche. El resto provenía de tambos aledaños que utilizaban el ferrocarril como medio de transporte. Otro de los grandes problemas que enfrentaba la Ciudad por entonces era la desigualdad en el acceso al agua corriente. Todavía había barrios que recurrían a pozos insurgentes que abastecían agua de la segunda napa, pues la primera se encontraba contaminada. En 1910, el cinematógrafo era la salida preferida de los porteños. La actividad teatral en la ciudad era abundante; predominaban las funciones de óperas y operetas. En total, los teatros de la ciudad realizaron 25.223 funciones a las que concurrieron 10.082.994 espectadores. El Jardín zoológico fue visitado por 1.230.609. 3. Revista Municipal, año VIII, Nº 388, Buenos Aires, 5 de julio de 1911, p. 14.

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Las reuniones hípicas también concitan la atención de muchos vecinos aficionados a las carreras de caballos. Se realizan en el año 202 reuniones en las que se apuestan 104 millones de pesos. La organización institucional de la Ciudad: un largo conflicto Al ponerse fin al gobierno de Rosas, aparecen diferentes proyectos que intentan dar a la Ciudad un régimen municipal para resolver los desafíos que plantea la extensión de la planta urbana. El 2 de septiembre de 1852, el general Justo José de Urquiza firma un decreto como director provisorio de la Confederación Argentina, donde establece el régimen municipal para la Ciudad de Buenos Aires. Algunos meses después -por la ley del 6 de mayo de 1853- el Congreso Constituyente reunido en Santa Fe establece a la Municipalidad en la Ciudad de Buenos Aires. En estos decretos se define a la Municipalidad como “una asociación de familias unidas por intereses, bienes y derechos comunes a todos sus miembros, entra en la clase de persona civil; es capaz de contratar, de adquirir, de poseer, de obrar en juicio como los particulares”.4 El 11 de septiembre de 1854,5 el nuevo régimen municipal define el municipio como una persona civil. Al tomar la figura de familia y persona civil para la ciudad, los vecinos deben participar en la administración y resolver los problemas, pues forman parte de la gran familia que la compone. Junto con el problema del estatus de la Ciudad se discute la federalización de su territorio. La Ley Nº 19, del 8 de octubre de 1862, más conocida como ley de compromiso, establece la residencia de las autoridades nacionales en la Ciudad. En 1876, la Legislatura provincial dicta una ley orgánica de las municipalidades por la cual los concejos parroquiales funcionarán como órgano deliberativo, responsable de dictar las “disposiciones de carácter local, cuyo objeto sea el gobierno y la dirección de los intereses propios de los barrios”.6 La Ley nacional Nº 1.029 declara Capital de la República al municipio de la Ciudad de Buenos Aires. Un par de años después, el Congreso sanciona la ley orgánica de la 4. Articulo 2º del decreto de Urquiza y Artículo 2º de la ley del 6 de mayo de 1853. 5. Ley realizada por los representantes y senadores del Estado de Buenos Aires, vigente hasta la incorporación de este Estado hasta 1860. 6. Art. 37 de la Ley Orgánica de las Municipalidades, sancionada el 28 de octubre de 1876.

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municipalidad, la Ley Nº 1.260, donde la municipalidad es definida como persona jurídica. Por esta ley se instituye un Departamento Ejecutivo encabezado por el intendente, designado por el Presidente con acuerdo del Senado7, y un Concejo Deliberante, que entre sus atribuciones tiene la de dictar medidas, ordenanzas y disposiciones sobre los intereses locales del Municipio en lo referente a las finanzas (impuestos municipales, administración de las propiedades, contraer empréstitos hasta el 20% de la renta, si supera esta suma debe pedir autorización al Congreso Nacional, y aprobar el presupuesto); la ejecución de obras públicas (ensanche y apertura de calles, establecimiento de plazas, parques y paseos, establecimiento de restricciones al dominio privado) y la intervención en el establecimiento de medidas para regular la higiene, lamoralidad y la beneficencia. La Ley Nº 5.098 instituye 22 miembros para el Concejo Deliberante, con una duración en el cargo de cuatro años, con renovación cada dos. Las regulaciones impuestas a la administración de la Ciudad evidencian la falta de autonomía, pues el control directo de las autoridades nacionales se manifiesta a través del nombramiento del jefe del Departamento Ejecutivo, pero también por las numerosas intervenciones al órgano deliberativo. A pesar de ser sus miembros electivos, los grandes proyectos de obras públicas se discuten en el seno del Ejecutivo y el Congreso Nacional. Por eso, su disolución es una de las formas de solucionar los conflictos. Al considerar el municipio solo como un ámbito para resolver los problemas vecinales, y donde el voto es limitado a determinados sectores según su nivel de riqueza, podemos dar cuenta de que en ella se ejerce una ciudadanía restringida. Durante las presidencias del general Julio Argentino Roca, el órgano legislativo de la Ciudad estuvo cerrado, recurso que será retomado muchas veces en épocas posteriores, aumentando su debilidad. En los festejos del Centenario puede verse reflejada esta situación. El 26 de abril de 1910 ingresaron al Concejo Deliberante siete nuevos miembros, que se incorporan después de la elección realizada en el mes de abril; podemos 7. Art. 53 Ley Nº 1.260.

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destacar entre los nuevos miembros al Ing. Jules Dormal, a Eduardo Crespo y a Francisco Cayol. La propuesta de festejos a nivel nacional La Ley Nº 2.206, de octubre de 1887, propone la creación de una comisión para realizar una suscripción popular con el objetivo de levantar un monumento conmemorativo a la Revolución de Mayo. Los integrantes de esta comisión son destacadas personalidades del ámbito político y cultural de la Nación: Estanislao Zeballos, Aristóbulo del Valle, Manuel Quintana, Manuel Derqui, Vicente F. López, Guillermo Rawson, Ramón Cárcano, Amancio Alcorta, Bartolomé Mitre, Lucio V. Mansilla, Torcuato de Alvear, entre otros. En 1907 se realiza el concurso en el que participan artistas nacionales y extranjeros. Un año después, los 64 proyectos presentados son expuestos en la Sociedad Rural. Fueron seleccionados seis proyectos y resultaron ganadores los italianos Luigi Brizzolara y Gaetano Moretti; su propuesta nunca se concretó. La ley del 13 de febrero de 1909 propone levantar una serie de monumentos, escuelas y plazas en todo el territorio nacional para celebrar el Centenario. Esta ley plantea en el ámbito de la Ciudad la erección del monumento a la Revolución de Mayo propuesto por la Ley Nº 2.206/1887 y además la apertura de una plaza frente al Congreso Nacional, con dos monumentos, para conmemorar la Asamblea del Año XIII y el Congreso de 1816. Además, establecía la instalación de estatuas en homenaje a Mariano Moreno, Rivadavia, Brown y Alvear, según lo había establecido antes la Ley Nº 3.515. Formula la erección del monumento a Pueyrredón en la Plaza de Flores y un monumento al Ejército de la Independencia en la Plaza San Martín. Por último ordena la organización de una serie de exposiciones sobre la agricultura y la ganadería, los ferrocarriles y transportes, de Bellas Artes y de Higiene. Esta propuesta no contaba con la realización de festejos populares, pero a la municipalidad le requirió, según las palabras del intendente, Joaquín Anchorena “un esfuerzo superior al que respondió debidamente como así lo constató el consenso público.”8 8. Mensaje del intendente Anchorena, Memoria Municipal, 1910, p. V, Buenos Aires, 1911.

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Los festejos en la ciudad y su discusión en el Concejo Deliberante A medida que se acerca la fecha comienzan a llegar al Concejo Deliberante, una serie de pedidos con motivo del Centenario, como lo marca el intendente Anchorena,9 para quien la fecha es un estímulo para “presentar a la Capital en la mejor forma posible”: con decoraciones florales y ornatos en calles, plazas y paseos, pero también a través de las obras de pavimentación e iluminación que muestran una ciudad moderna. Uno de los espacios festivos es la Plaza del Congreso; la Ciudad en pocos meses realiza una obra de envergadura que cambia rápidamente el paisaje urbano. Para el intendente “se encuentra entre los trabajos públicos más importantes realizados con ocasión de la fecha de nuestro Centenario, cuya ejecución se inició el 10 de octubre de 1909, fecha en que las cuadrillas municipales iniciaron la demolición de los 89 edificios que ocupaban el emplazamiento de la futura plaza, la mayoría de ellos de construcción anticuada. (…) En los trabajos preparatorios de demolición se invirtieron $74.584,14 m/n en transporte; $132.030,04 en jornales y en obras complementarias de albañilería se invirtió $746.373,93 m/n”.10 La preocupación por dar fin a la obra que se encontraba atrasada por las numerosas huelgas declaradas y la proximidad de las celebraciones hizo que se postergara el tratamiento de una ordenanza en la cual se proponen regulaciones para la construcción de inmuebles en los alrededores de la Plaza del Congreso. La idea era dar una continuidad y un remate correspondiente al eje cívico que une esta plaza con la Avenida de Mayo, por eso se ordena que las disposiciones vigentes para esta avenida se continúen en las calles circundantes a la plaza. Para estimular el cambio se decide que aquellos edificios que se comiencen a construir dentro de los primeros doce meses tendrán una exención –por cinco años- en el pago de impuestos. El cementerio de la Recoleta es tema de preocupación entre los miembros del Departamento Ejecutivo y el Concejo Deliberante. A ellos llegan denuncias sobre 9. Joaquín Anchorena inicia su mandato como intendente de la Ciudad el 20 de octubre de 1910, cuando asume la Presidencia de la Nación Roque Sáenz Peña. El mensaje que dirige al HCD evalúa el papel de su antecesor, a quien le toco presidir los festejos patrios en la Ciudad. 10. Íbidem, p. XI.

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el estado de las tumbas pertenecientes a los hombres que participaron en las guerras por la Independencia. Uno de los pedidos derivado por la Comisión Nacional del Centenario es reparar el sepulcro de Martín Lacarra, quien había participado en las Invasiones Inglesas, en el sitio de Montevideo y en la guerra contra el Brasil. El Departamento Ejecutivo se manifiesta favorable a la petición solicitando una partida de 10.000 pesos moneda nacional para efectuar la reparación. Dentro del Concejo, la Comisión de Hacienda recomienda autorizar la inversión solicitada y exonerar del pago de los impuestos por el traslado de los restos y su reducción a los descendientes de uno de los guerreros de la Independencia. En la discusión, el primer voto es negativo. Sin embargo, aparecen las dudas. Martín Lacarra tenía, desde 1893, su nombre en una calle de la ciudad y los concejales solicitan la rectificación de la votación. El secretario Enrique Ruiz Guiñazú decide ampliar la justificación del pedido al que debía hacerse lugar, no sólo por razones patrióticas sino por cuestiones higiénicas, pues “la bóveda del coronel Lacarra está en un estado lamentablemente, sumamente descuidada, perjudica a la estética del cementerio y a su higiene. La familia es una familia pobre, completamente desheredada y por eso, con motivo del 25 de Mayo, recurre a la Municipalidad para que, dentro de la ley, donde tiene jurisdicción, en el cementerio del Norte haga lo posible por rendir homenaje en esa forma indirecta a un prócer de la independencia”.11 La nueva votación se aprueba sin observaciones. Los monumentos proyectados a los hombres de Mayo se realizaron a través de comisiones especiales; entre sus tareas estaba la de juntar los fondos necesarios y elegir el proyecto y el artista que concretara la obra. Ante la proximidad de los festejos, estas comisiones recurren al erario municipal para poder completar la suscripción pública. Entre los casos analizados vemos que fueron otorgados subsidios a Vicente Fidel López y Planes, y Bernardino Rivadavia. Estas solicitudes son aprobadas sin votos negativos entre los miembros del Concejo. La discusión más importante aparece con el tratamiento de los festejos decididos por el intendente Güiraldes. Se propone ofrecer un baile para los visitantes y los vecinos más ilustres. Como escenario privilegiado de los festejos que honra su propia gesta se opta por engalanar la Ciudad con luces, cuyo recorrido privilegiaba 11. Versión taquigráfica de las sesiones del HCD, Buenos Aires, 1910, p. 106. La sesión se realizó el 6 de abril de 1910.

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el sector norte. El alto costo del adorno, que sólo se exhibiría durante diez días, hizo que algunos concejales expusieran las notorias diferencias entre el norte y sur de la Ciudad pero también las que aparecían entre el centro y los barrios. La voz de Canale señala que “en el programa confeccionado por el Departamento Ejecutivo se da preferencia a un barrio olvidando a otro: el que se olvida siempre; hablo del barrio sur y del barrio norte. La iluminación en el barrio sur no responde a su importancia”.12 Más adelante, en una nueva intervención, solicita incluir que “se lleven a cabo las ordenanzas sobre el cambio de alumbrado en la parte sur de la ciudad”.13 Uno de los representantes del Departamento Ejecutivo, Atanasio Iturbe, secretario de Obras Públicas, Higiene y Seguridad, presente en la sesión, le responde que se encuentran en su secretaría cerca de 500 expedientes que reclaman la ampliación del servicio de iluminación de la Ciudad y que no pueden ejecutarse por la falta de fondos, “porque los fondos votados por el Honorable Concejo para ese objeto, no alcanzan para pagar los gastos ordinarios de consumo de luz de las instalaciones ya hechas…”14 y Ruiz Guiñazú –secretario de Hacienda– señala, justificando la mayor iluminación en el norte, no conocer “el límite entre el barrio norte con el del sur, dentro de la Capital Federal y el haber dado alguna mayor importancia en lo que se refiere a la iluminación y ornato al norte obedece simplemente a que en este barrio están situadas las exposiciones y se han de inaugurar algunos monumentos que han de tener un número especial dentro de este programa”.15 En esta misma discusión, aparece un punto muy importante: el reclamo de autonomía realizado por varios concejales. El concejal Juan Boeri es el primero en plantear una queja en este sentido; para él no es correcto que el Departamento Ejecutivo solicite los medios para llevar adelante un programa “en el cual los representantes de la comuna no han tomado participación (…) lo justo sería que los representantes del pueblo hubiesen intervenido, y que se supiere que es lo que quiere el pueblo de la Capital para una fecha tan fausta cual es la del Centenario (…) creo que lo correcto es que el Concejo Deliberante, hubiera determinado cuales son los festejos que 12. Versiones taquigráficas de las sesiones del HCD 1910, Buenos Aires, 1910, p. 139. 13. Ibídem, p. 140. 14. Ibídem, p. 140. 15. Ibídem, p.139.

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corresponden y darles entonces al Departamento Ejecutivo, que es el ejecutante del pueblo, los medios necesarios para llevarlo”.16 Más adelante, para reforzar esta idea, sostiene que “es esta corporación la que tiene el deber de satisfacer los deseos públicos, es decir, de los que pagan; nosotros que somos sus representantes, debemos formular el programa y el señor intendente, (…) si tiene una idea o algo que agregarle es el que tiene que venir a pedir que se agregue y no salirnos con un programa que ya aparece como aprobado (…) puesto que el Departamento Ejecutivo no solicita más que dinero para ponerlo en práctica”.17 El concejal José Guerrico, en esta línea discursiva, señala a su colega que la discusión se realiza el 10 y las fiestas son el 25 y como representantes del pueblo, no proponer programa alguno para los festejos supondría “que el pueblo de la Capital, del cual nosotros somos sus representantes, no desea conmemorar el Centenario. Esto es un error, con el Centenario pasa algo muy particular. Todo el mundo tiene en el ánimo el deseo que los festejos sean espléndidos y todo el mundo cree que serán un fracaso. Lo que pasa en Buenos Aires es perfectamente lógico y natural. Este es un país que se desarrolla tan rápidamente que no piensa jamás en el mañana, porque hay de sobra que pensar en el día de hoy y todos dejan las cosas hasta el último momento”.18 Para este concejal, la organización de los festejos es una muestra de la falta de autonomía de la Ciudad. La comisión organizada por la ley del Congreso de la Nación no ha previsto en el municipio festejos públicos, es el Departamento Ejecutivo el que pensó en la ornamentación lumínica de algunos sectores de la Ciudad, sin embargo, estas luces no contemplan la participación popular. En el debate aflora uno de los problemas no resueltos con relación al gobierno de la ciudad y sobre las incumbencias entre el Ejecutivo y el Legislativo. Este último, debilitado por la falta de continuidad institucional, reclama su lugar de representantes del pueblo, pero ¿a quiénes representan estos legisladores? Los comicios municipales no se rigen por las leyes nacionales y prevalece el voto restringido entre quienes demuestran niveles de riqueza. En una nota aparecida en la Revista Municipal19 se señala la indiferencia crónica ante la falta de inscripción en los padrones, pero 16. Ibídem, p.138. 17. Ibídem, p.139. 18. Ibídem, Pág. 139. 19. Revista Municipal, Año VIII, Nº 389, Buenos Aires, 10 de julio de 1911.

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también la manipulación de los mismos a través del fraude. Estas restricciones marcaban que la mayoría de los habitantes de la Ciudad no eran considerados vecinos con plenos derechos. En una resolución del 20 de mayo de 1910 encontramos un dato curioso: se autoriza a la Compañía de Tranvías a emitir durante la Semana de Mayo –declarada feriado nacional entre el 23 y el 27– un boleto especial de color azul con un valor de 10 centavos. El boleto será ofrecido por los guardas al público como un suplemento voluntario a pagar por los pasajeros y lo recaudado será repartido entre los trabajadores como contribución a quienes, a pesar del asueto, permitieron el funcionamiento de la red de tranvías que permitía asistir a los vecinos de la Ciudad a los actos conmemorativos organizados para esa semana. Las calles aparecen en los actos muy concurridas, pues nadie quiere perderse los festejos. Los diarios publican el recorrido diario a seguir por la gente, su presencia da el marco popular olvidado por la ley. Los actos en el Concejo El 17 de mayo se resuelve realizar una sesión especial el día 20 de mayo para invitar a las delegaciones municipales extranjeras que llegan a la Ciudad para los festejos. Ese día, la sala del Concejo se reunió en honor de las delegaciones de los ayuntamientos españoles que acompañaron la comitiva de la infanta Isabel de Borbón. Como se trata de una ocasión especial se invita, en forma excepcional, a formar parte del recinto al intendente de la Ciudad, Manuel Güiraldes, junto a los secretarios del Departamento Ejecutivo el doctor Ruiz Guiñazú y el ingeniero Iturbe. Los delegados del Ayuntamiento de Madrid que se hicieron presentes fueron Silvestre Abellan, Prudencio Díaz Agera, Marqués de Merilla, y Manuel Benedito y los representantes de Barcelona José M. Canals Zamora, J. Puig de Asprer y J. Rovira Palau. Sólo un miembro del Concejo estuvo ausente en el acto. La sesión fue pública y las barras del Concejo desbordaban. Al abrirla el presidente Dr. Carlos Coll señala la excepcionalidad del acontecimiento por la presencia en el recinto de los representantes españoles y del intendente de la Ciudad, pero sobre todo “al considerar después de una centuria, se encuentran reunidos en la sala de sesiones del municipio histórico de Buenos Aires, los concejales

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españoles, una confraternidad grandiosa de sentimientos y aspiraciones iguales de universal civilización.”20 Para los miembros del Concejo, la sesión intenta dar cuenta del importante papel que cumplen en las ciudades los órganos deliberativos a los representantes del Ejecutivo y reflejarlo a los ciudadanos. El protocolo permitiría demostrar la importancia de la representación que llevan adelante, pues es la única forma de participación política directa de los vecinos de Buenos Aires. La recepción los iguala a cuerpos que tienen un funcionamiento más aceitado y reconocido en sus ciudades. En la ceremonia quedan expuestos los sentimientos patrióticos pero sobre todo los de recuperación de la tradición hispánica, que se había iniciado unos años antes. En ella también se reciben homenajes que se le hace a la Nación al designar con su nombre a calles en las ciudades hispánicas representadas en la sala. El concejal Crespo solicita la palabra para referirse al acontecimiento sin precedentes: “persona alguna fuera de los representantes del pueblo de Buenos Aires, ha tomado asiento en este recinto. Es la primera vez y posiblemente sea la única, que el Honorable Concejo rinda homenaje semejante. Pero es grato confesarlo: solo los concejales de una Nación amiga podían esperar con justicia y con derecho semejante honor. Y esa Nación es la abnegada, la valerosa, la caballeresca España. ¡La nación de las grandes tradiciones seculares! España ocupa en nuestra historia un lugar prominente: Madre Patria, le debemos nuestra existencia como pueblo (…)” 21 Refiriéndose a la infanta Isabel22 “es hoy la mensajera de la paz y de cariño que España nos envía, para comprobar con sus propios ojos el buen uso que hemos hecho de nuestras libertades, conservando siempre incólume nuestro amor hacia la Madre Patria.”23 “Salves a la Infanta, al rey Alfonso XIII y a los representantes presentes de los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Vigo y Huelga.” 20. Sesión especial del HCD, 20 de mayo de 1910. Versión taquigráfica correspondiente al primer periodo de 1910. 21. Ibídem. 22. La Infanta Isabel de Borbón, hermana del rey de España, es uno de los miembros de la familia real más queridos por su pueblo. Los inmigrantes españoles en el país sienten que es la mejor representante para rendir honores a la nueva Nación que los cobijó. 23. Ibídem.

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Crespo y los concejales Enrique Palacio y Avelino Sánchez Viamonte presentan un proyecto de decreto para entregar a su Alteza Real, la Infanta Doña Isabel de Borbón, representante de la Nación española y de su soberano Alfonso XIII, por el cual se le obsequia un pergamino firmado por todos los miembros del Concejo, y expresarle sus deseos de una grata estadía en el país. Además, proponen enviar a los Excelentísimos Ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Vigo y Huelva una medalla conmemorativa y un mensaje que exprese la gratitud del órgano deliberativo de la Ciudad, por el envío de sus delegaciones en esta fecha, a la que el concejal define como “¡única en su historia!”24 Esta solicitud es aplaudida y aclamada de pie por los que participan en la sesión y por el público que se encuentra en los palcos. A continuación se realiza la lectura de la carta enviada por el alcalde de Madrid, Franco Norbeja, donde expresa que los concejales llevan la misión de “testimoniar a ese municipio los sentimientos de la más cordial amistad y nuestro deseo de estrechar los lazos de unión entre ambas corporaciones.”25 Luego se le cede la palabra al delegado de Barcelona, José Puig Asprer: “La ciudad de Barcelona quiso honrar la fecha del Centenario de la proclamación de vuestra Independencia nacional de dos maneras: una estable, permanente; la otra accidental. Es la primera erigir en Barcelona una especie de monumento que recuerde a las generaciones futuras el amor que Barcelona siente por la República Argentina, y a ese efecto creyó dar, señores, que no era mejor monumento levantar piedra sobre piedra en una calle, sino dar a una calle, a un paseo, a un paseo hermoso, situado en una de las barriadas de la Condal ciudad, el nombre de “Avenida de la República Argentina” (aplausos en bancas y barra). La segunda forma de conmemorar el Centenario fue: delegar a tres concejales del gobierno municipal de la Ciudad, para que visitasen la ciudad de Buenos Aires, para que visitasen la municipalidad argentina, para que cerca de la representación de la República Argentina hiciesen presente el cariño que España, que Cataluña, que Barcelona han guardado, guardan y siempre guardarán a la Republica Argentina.”26 Los aplausos interrumpen las palabras del representante 24. Sesión especial del HCD, 20 de mayo de 1910. Versión taquigráfica correspondiente al primer periodo de 1910. 25. Sesión especial del HCD, 20 de mayo de 1910. Versión taquigráfica correspondiente al primer periodo de 1910. 26. Ibídem.

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de la Ciudad Condal para continuar nuevamente con la importancia que tiene para su ciudad este acontecimiento, señalando que “ha querido honrar a esta embajada municipal nombrando dos agregados comerciales, dos viajantes de comercio, para que conozcan la República Argentina, para que puedan fomentar las relaciones comerciales entre la Republica Argentina y España”.27 Nuevos aplausos lo interrumpen; continúa: “Acabamos de desembarcar, hemos venido precipitadamente, pero venimos con el corazón henchido de gozo, henchido de satisfacción para abrazar a nuestros hermanos, para abrazar en nombre de Barcelona a la ciudad de Buenos Aires y a la República Argentina. Al mismo tiempo, hemos de manifestar nuestra sorpresa, nuestra gratísima sorpresa, nuestra sorpresa verdaderamente notable, al vernos honrados de esta manera que nosotros no creemos no merecer. La distinción señores miembros del Concejo Deliberante, que acabáis de otorgarnos, la distinción de admitirnos en estos sillones, la distinción que el municipio de Buenos Aires otorga al municipio de Barcelona confraternizando unos con otros, sus concejales, sus miembros de los concejos, verdaderamente es admirable y es admirable, porque es la demostración mas sencilla, no del afecto sino de la fraternidad que reina entre los ayuntamientos de Buenos Aires y Barcelona. (Aplausos bancas y barra) Los escaños del municipio de Barcelona, señores miembros del Concejo deliberante de Buenos Aires, son vuestros escaños. Barcelona tendrá una satisfacción inmensa en recibir vuestra delegación, en recibir vuestra visita. ¡Ojalá esta visita, circunstancias permiten que se realice cuanto antes! ¡¡¡Viva la República Argentina!!!”28 Su presentación se cierra con aplausos que llegan desde las bancas y la barra. El delegado del Ayuntamiento de Madrid, don Silvestre Abellan, también solicita permiso para hablar: “Nosotros, el pueblo español, y el Ayuntamiento de Madrid en particular, ansiosos de todo lo que sea progreso, de todo lo que sea adelanto en la vida moderna, vemos con profunda emoción las obras grandes que realizáis; vemos, como cambiando el tiempo, las grandes fechas de los pueblos vienen a celebrarse con grandes conceptos, en lo que viene a demostrarse el esfuerzo humano. Nosotros partidarios de la paz, siempre vemos con gusto que la República Argentina progrese; vemos también con gusto que nuestra patria no decae (…) Nosotros tenemos la alegría de vuestros sentimientos una parte mayor 27. Ibídem. 28. Sesión especial del HCD, 20 de mayo de 1910. Versión taquigráfica correspondiente al primer periodo de 1910.

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que quizá que todos los países del mundo; y no es extraño, porque los triunfos de los hijos son los triunfos de los padres, y los padres gozan con los triunfos de los hijos más que con los suyos propios. Aplausos (…) Nosotros traemos en nuestros pechos una porción infinita de amor; nosotros traemos en nuestros cerebros algo que queremos que se trueque, algo que queremos que signifiquen laureles, con que formar una corona, que ponemos sobre vuestras cabezas que son dignas de ella”.29 La sesión se cierra con más aplausos y vivas a España y la Argentina. Las delegaciones prometían contactos para futuros negocios, una ciudad a medio construir como Buenos Aires era una buena opción para concretar futuras obras públicas como la extensión de redes cloacales, aguas corrientes, electricidad y medios de transportes a los suburbios. A modo de conclusión Los preparativos de los festejos del Centenario imponen a la Ciudad un ritmo de obras públicas para presentarse ante el mundo como una ciudad moderna. Sin embargo, estas obras dejan en claro las contradicciones que aparecen con el crecimiento de la Ciudad. Esto se aprecia en las discusiones que se producen en el Concejo Deliberante donde se señala la poca preocupación del Poder Ejecutivo sobre los suburbios donde abundan callejuelas azotadas por inundaciones, zanjas con aguas servidas y los esfuerzos por embellecer el centro de la Ciudad pero también las dificultades que tienen sus representantes para dar a todos los sectores; sobre todo, las dificultades para conceder a los barrios más periféricos del centro un lugar dentro del presupuesto municipal. Si bien los festejos tendrían presencia en todos los barrios, es a través de sociedades de fomento que estos se organizan. El Estado Municipal otorgará subsidios para su realización, pero con el carácter de muestra de solidaridad más que cómo una manifestación de patriotismo. Bibliografía - Actas del Concejo Deliberante, Buenos Aires, 1910. - Anuario Estadístico de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 19101911, Buenos Aires, 1911. 29. Ibídem.

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- Memoria del Departamento Ejecutivo Municipal de la Capital Federal correspondiente al año 1905, Buenos Aires, 1906. - Memoria del Departamento Ejecutivo Municipal de la Capital Federal correspondiente al año 1908, Buenos Aires, 1909. - Memoria del Departamento Ejecutivo Municipal de la Capital Federal correspondiente al año 1910 y 1911, Buenos Aires, 1912. - Memoria del Departamento Ejecutivo Municipal de la Capital Federal correspondiente al año 1912, Buenos Aires, 1913. - Revista Municipal Nº 388, Buenos Aires, 5 de julio de 1911. - Versión taquigráfica de las sesiones del Honorable Concejo Deliberante, 1910, Buenos Aires, 1911. - CERSÓSIMO, D., Álbum gráfico de la República Argentina en el primer Centenario de su Independencia. 1810- 1910, Buenos Aires, 1910. - GORELIK, A., La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 1998. - GUTMAN; M., Buenos Aires 1910: Memorias del porvenir, Buenos Aires, 1999. - GUTMAN, M. y J. HARDOY, Buenos Aires, Buenos Aires, Ediciones Mapfre, 1992 - LIERNUR, J. y G. SILVESTRI, El umbral de la metrópolis. Transformaciones técnicas y cultura en la modernización de Buenos Aires (1870- 1930), Buenos Aires, Sudamericana, 1993. - LOBATO, M., El progreso, la modernización y sus límites, Buenos Aires, Sudamericana, 2000. - ROMERO, J. L., El desarrollo de las ideas en las sociedad argentina del XX, Buenos Aires, Biblioteca Actual, 1987 - ROMERO, J. L., Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1986 - SCOBIE, J., Buenos Aires del centro a los barrios. 1870-1910, Buenos Aires, Solar Hachette, 1977.

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Centenario y Bicentenario: memoria y Porvenir  

Margarita Gutman1

Reflexionar acerca del primer centenario estando ya tan cerca de 2010 cobra un matiz particular. Diez años atrás, cuando preparábamos la exposición Buenos Aires 1910: Memoria del Porvenir, que se exhibió en el Abasto de Buenos Aires en 1999, pensábamos que debíamos presentarla en 2010, que debería ser un acontecimiento para el bicentenario. Pero en ese entonces nos parecía que, en primer lugar, estábamos muy lejos de la fecha -era antes del año 2000, y en ese momento el cambio de milenio ocupaba todo el horizonte-; en segundo lugar, que habría sido bastante difícil mantener esa arquitectura institucional que nos permitió llevarla a cabo; y por último y para colmo, que para esa fecha íbamos a estar muy viejos. Lo cierto es que los años corrieron muy rápido y aquí estamos, como si nada.   Revisitar hoy las celebraciones del centenario debe necesariamente relacionarse con la proximidad del bicentenario, aunque sepamos que toda conmemoración no es obligada sino elegida, en tanto una conmemoración sólo comienza a tener existencia cuando un aniversario es reconocido por la sociedad que construye la conmemoración, la que se convierte en su agente, promotora y destinataria. 1. Doctora y Arquitecta, Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA); Profesora Titular Consulta de la FADU-UBA y Associate Professor of Urban Studies and International Affairs de la New School University de Nueva York. Ha sido Profesora Titular Regular por concurso, entre 2004 y 2009, a cargo de una Cátedra de Historia en FADU-UBA. Miembro del Consejo Directivo del Observatorio Latino Americano (OLA) y del Consejo Asesor del Observatorio Argentina de la New School University. Dirige el Programa Building Latinamerican Bicentennials en el OLA y co-dirige el Programa Bicentenarios en la Dirección de Programas Internacionales de la FADU-UBA.

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En nuestro país, una vez celebrado el primer centenario con tanto despliegue y habiendo quedado numerosos rastros materiales y memoria de las celebraciones, el segundo centenario emerge como obligado, aún cuando para algunos representantes del interior del país, el verdadero bicentenario sería el de 2016.   De todos modos, a pesar de saber que el calendario es inexorable, sólo en estos últimos dos o tres años comenzaron a registrarse en nuestro país ideas, propuestas y proyectos para la conmemoración del segundo centenario. Algunos de ellos proponiendo celebrar la década de los bicentenarios y otros, los años que corren entre los dos bicentenarios, entre 2010 y 2016; un buen ejemplo de estos últimos es el Plan Estratégico Territorial del gobierno nacional. Antes de 2005 sólo se registraron ideas y proyectos que no prosperaron demasiado. 2 Por cierto, es innegable la importancia de esta conmemoración bicentenaria como ventana de posibilidades. Al respecto me gustaría compartir algunas observaciones. Primero, que en estos años de conmemoración del segundo centenario existe la oportunidad de transitar por una suerte de rito de pasaje, que incluye una etapa de quiebre o desprendimiento, una reflexión sobre las condiciones del presente y una incorporación a un nuevo estatus. Quizá sea ésta, la del bicentenario, la oportunidad de ejercitar insistentemente el poder integrador que ofrece la triple mirada en el tiempo, hacia el pasado, incorporando evaluaciones de logros y desilusiones de los últimos 200 años, hacia el presente, reconociendo los problemas y elaborando diagnósticos y propuestas, y hacia el futuro diseñando un horizonte para el tercer siglo argentino que marque y dé sentido a las decisiones del presente.   Es posible sostener que no hay una verdad establecida o un deber ser de qué y cómo conmemorar, ni sobre quiénes son los que están habilitados para conmemorar. Pero esto no es una incertidumbre sino todo lo contrario, tenemos la certeza de que estas decisiones no deberían ser tomadas por una sola institución, un solo grupo o un sector social exclusivamente, sino por la diversidad y multiplicidad de grupos, asociaciones comunales, instituciones y organismos que componen la sociedad, poniendo especial cuidado en habilitar la voz y la imaginación de 2. Para información y una agenda de los proyectos y actividades actuales de conmemoración de los bicentenarios en nuestro país y en América Latina, ver el sitio web del Programa Bicentenarios de la FAU-UBA http://www.bicentenarios.edu.ar; y el del Observatorio Latino Americano (OLA) de la New School University de Nueva York, http:// www.observatorylatinamerica.org.

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quienes cuentan con menos posibilidades para proponer, inventar, apropiarse, ejecutar, enriquecerse y también recordar en el futuro estas conmemoraciones bicentenarias. Proponemos partir de pocos pero precisos valores básicos, que nos conduzcan a pensar los bicentenarios como excelentes oportunidades para construir colectivamente proyectos de nación bajo el signo de la justicia social y la equidad. Porque estos proyectos de justicia y equidad son necesarios para enfrentar la tendencia que incrementa la brecha entre los que tienen y los que no tienen, tanto a nivel nacional como regional y global. Basándonos en estos valores entendemos que las diversas y múltiples actividades públicas y privadas de conmemoraciones del bicentenario deberían ser -desde su concepción, ejecución, hasta la memoria que dejen para el porvenir- actos de inclusión, de movilización y de justicia social.3   Esto no fue lo que pasó en 1910 durante las celebraciones del centenario. Según numerosos autores que han trabajado sobre el tema, entre ellos José Pablo Feinmann, fue una celebración planeada y llevada a cabo por las elites dirigentes e intelectuales cuyas marcas quedaron fundamentalmente en ciertos lugares privilegiados de la Ciudad de Buenos Aires, en su centro y corredor norte, aún cuando hubo emprendimientos de menor visibilidad en otros barrios de la ciudad y del interior del país. Lo cierto es que hoy existen trabajos de investigación histórica sobre las investigaciones del centenario, no sólo en la Argentina sino también en otros países latinoamericanos que celebraron su centenario a principios del siglo XX, como México, Chile, Venezuela y Colombia, todos ellos en 1910. Con sus diferencias, estas celebraciones, montadas por las elites dirigentes e intelectuales de cada país, decidieron celebrar sus nuevas naciones estado, sus nuevas repúblicas, al momento de cumplirse los cien años de la emergencia de los movimientos revolucionarios que sólo con el tiempo llevaron a las independencias nacionales.   En 1910 en realidad la organización de estas repúblicas latinoamericanas no tenían más de cuatro o cinco décadas y en todos estos países las ciudades capitales fueron escenario y objeto principal de las celebraciones del centenario nacional. En la Argentina, 1910 fue la fecha elegida por dirigentes, gobernantes e intelectuales de la república conservadora para celebrar los cien años de la Nación, 3. Gutman, Margarita, “Indroducción” en Margarita Gutman (editora) Construir Bicentenarios: Argentina, Observatorio Argentina de la New School y Caras y Caretas, Buenos Aires, 2005, pp.13-26. ISBN: 987-22557-0-9

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siguiendo la tendencia occidental decimonónica de inventar centenarios,  e interpretando a la Revolución de Mayo como el momento fundacional de una nación que recién tomó forma constitucional a mediados del siglo XIX. Celebrando los avances, riquezas y potencialidades de la joven pero imaginada centenaria Nación Argentina se organizaron -con toda la pompa que fueron capaces de armar las elites dirigentes- grandes festejos, actos multitudinarios, eventos internacionales y una serie de obras públicas urbanas que aún hoy se conservan en la ciudad. Los festejos comenzaron en mayo de 1910 y, precedidos por el paso del cometa Halley, incluyeron actos como la manifestación patriótica de mayo de 1910, grandes exposiciones nacionales e internacionales, numerosas conferencias científicas, recepciones, festivales comunitarios y competencias atléticas que se celebraron a lo largo del año 1910. El escenario principal de la euforia fue la Capital, aún cuando hubo, como ya señaláramos, celebraciones en muchas otras ciudades del país, pero fueron mucho menores y se hicieron a imagen y semejanza de las que se realizaban en la ciudad capital.   Hay una imagen que muestra cómo Buenos Aires ocupaba un lugar central en la representación simbólica de la República, tema que para nada es novedoso pero que es inevitable puntualizar. Esta imagen está incluida en uno de los grandes libros que conmemoraban el centenario, en este caso el primer panorama argentino del primer centenario en 1910, de Ortega y Radaelli, y muestra a la República descorriendo el telón sobre el territorio de la Nación. En primer plano, al descorrerse el telón sobre la escena, aparece Buenos Aires recortándose sobre el río; la imagen está precedida por los depósitos e instalaciones del puerto. Sobresaliendo de la densidad de la edificación se ven algunas iglesias y dominando, la masa urbana, sobresale el flamante perfil y la cúpula del Congreso Nacional. A la distancia, en las lejanas fronteras del país, hacia el poniente, se ve la cordillera; la vista está tomada desde la puerta del río, la llegada transoceánica. Se visualiza la figura de la República descorriendo el telón para Europa, que se ubica debajo, al otro lado del mar junto con África y el Mediterráneo, pero con exquisito detalle la península ibérica, Francia, Italia e Inglaterra.   Otra imagen de la tapa del catálogo de la Exposición internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres -una de las seis exposiciones nacionales e internacionales del centenario- muestra un tren en la noche avanzando a toda marcha con

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el faro de su locomotora y sus vagones iluminados, sobre un territorio de pampa o desierto, hacia la figura de un sobresaltado indígena con vincha y lanza. Ésta es una de las pocas imágenes que incluye la figura de un nativo durante el período y parece encarnar la dicotomía sarmientina. El tren iluminado no habla de cargas, habla de pasajeros, habla de viajeros y tertulias nocturnas en suntuosos vagones comedores. Es una directa alusión al progreso y la civilización, que se irradia desde las ciudades hacia todo el territorio de la nación a través del desarrollo tecnológico. Este tema del tren iluminado cruzando raudamente la noche era un tema muy frecuente en las pinturas e ilustraciones de la época y claro símbolo de progreso, desarrollo tecnológico, modernidad y también de futuro. Dentro del ambicioso plan para la creación de los monumentos en sitios relevantes de la ciudad --esta mentada monumentomanía del centenario que produjo notables piezas en la ciudad-- la comisión del centenario propuso materializar en el corazón histórico y político de Buenos Aires, la Plaza de Mayo, el símbolo por excelencia de la conmemoración, con la construcción de un monumento a la Revolución de Mayo sobre la histórica pirámide. Se llamó a un concurso internacional en 1907, sus resultados fueron expuestos en la exposición del centenario, la piedra fundamental se puso en 1910, la pirámide se corrió en 1912; pero el monumento nunca se construyó. El proyecto ganador de los italianos -que incluía una drástica transformación de la Plaza de Mayo- quedó con muchos otros en el cajón de los símbolos que no llegaron a ser.   Las frías noches de mayo se iluminaron con los dibujos de las lamparitas eléctricas que se encendieron en los elegantes filos de las cornisas y ornamentos de edificios en el centro, y en los perfiles de los barcos del puerto. Pero ni bien se encendieron estas maravillosas guirnaldas de luz en la noche del 25 de mayo, se apagaron de golpe. El apagón era posiblemente una de las tantas protestas y atentados del momento, porque a pesar de los esfuerzos del gobierno -que estableció el estado de sitio y la represión para eliminarla- en el Centenario la protesta social también estuvo presente en su ausencia y en sus luchas.   En el marco de las celebraciones oficiales con grandes honores y mucho público, se recibió a notables visitantes extranjeros, como la infanta Isabel de Borbón y el presidente de Chile, Pedro Montt. Las caricaturas no perdonaban y retrataron al presidente Figueroa Alcorta y sus ministros cubiertos de cuero y plumas reci-

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biendo a la infanta, a quien luego fotografiarían junto a los orgullosos y también voluminosos productos ganaderos del campo argentino. Seis exposiciones nacionales e internacionales se celebraron en conmemoración del centenario, todas ellas estaban ubicadas en el corredor norte de la ciudad, sobre la Avenida Alvear, hoy del Libertador y en Palermo, y expresaban la asociación entre la nueva república, la ciudad capital moderna y el progreso tecnológico urbano, especialmente la exposición dedicada a los ferrocarriles y transportes terrestres y la industrial, un gran escenario de máquinas y símbolos.   También se crearon plazas y plazoletas, se colocaron grandes y pequeños monumentos, algunos obsequiados por colectividades extranjeras y otros encargados por el gobierno nacional, destinados a embellecer la ciudad y al mismo tiempo a instruir al público acerca de la historia patria. Fueron ubicados también en el centro y norte de la capital, en el camino que conducía a las grandes exposiciones internacionales.     Hoy estas marcas del centenario son parte ineludible del paisaje urbano, como la Torre de los Ingleses en Retiro, las plazas dedicadas a Francia, Uruguay, Chile y Alemania sobre la avenida del Libertador y el Monumento a los Españoles en el cruce con la Avenida Sarmiento.   Subsistieron también numerosas postales, una colección de grandes álbumes ilustrados que describían y exaltaban la riqueza y los logros tan rápidamente alcanzados por la Argentina. Quedaron pinturas históricas ilustrativas de la construcción del panteón de los héroes patrios, estampillas, medallas y recuerdos de todo tipo, pero por sobre todo quedó el recuerdo, la euforia y las expectativas de un grandioso porvenir.   Existe un video que fue preparado en 1999, en ocasión de la exposición Buenos Aires 1910: Memoria del Porvenir, que está conformado por trece cartas imaginarias que se mandaron desde Buenos Aires hacia el interior y hacia el exterior del país. Pero todo el aparato documental visual está basado y tomado del trabajo que precedió a la organización de la exposición.4 4. Buenos Aires 1910: Memoria del Porvenir, video (25’) producido y dirigido por Marcelo Lezama, encargado por la Fundación Bernard Van Leer para su difusión en escuelas y asociaciones comunitarias. Está acompañado del

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Es de destacar que uno de los temas más notorios sobre las conmemoraciones de 1910 fue una enorme pulsión de celebración de un pasado, pero al mismo tiempo de esperanza hacia el porvenir. Podemos decir que la mayor parte de las celebraciones fueron una celebración al futuro, una apuesta poderosa hacia un futuro que se esperaba fuera de inigualable grandeza. Estábamos en un período de la Argentina en que el optimismo hacia el porvenir estaba avalado por las reales circunstancias que se estaban viviendo. Una pulsión fundamental que se manifestaba sobre la anticipación de un futuro de grandeza ilimitada. Las imágenes que se veían en las nuevas revistas ilustradas de la época se deleitaban con un futuro que iba a llegar de una manera segura, que estaba a la vuelta de la esquina, que iba a ser el mejor, grandioso y que nos correspondía por la naturaleza de los sucesos en los que vivíamos.   Pero se debe destacar que la imaginación de ese futuro no estaba solamente celebrada por la elite dirigente, ni sólo en las revistas ilustradas y otros medios, sino que era lo que también había atraído a tantos inmigrantes a estas orillas, o sea miles de pequeños proyectos de futuro que movilizaron la gran inmigración transatlántica de la que somos herederos. Y esas imágenes del futuro en realidad podemos confirmarlas a través de numerosos testimonios visuales, como por ejemplo en los afiches de venta de lotes a plazos, que motivaron y movilizaron la ocupación del territorio en los barrios en nuestra ciudad, con un poderoso impulso y expectativas de un futuro mejor. Quienes construyeron los barrios no aparecen documentados en los archivos, porque bien sabemos que los archivos son construcciones que suelen hacerse por motivos diversos y a veces azarosos. Y donde nosotros creemos que está la memoria de la nación está sólo una parte de esa memoria, una parte de la documentación. Fundamentalmente, este tema del impulso hacia el futuro motivado por una conmemoración es algo que deberíamos recuperar en estos tiempos del bicentenario.   Para finalizar me gustaría destacar que para el Centenario, si bien los futuros imaginados que conformaban ese denso horizonte de esperanzas y opciones, eran tan diversos, contradictorios y complejos como la sociedad misma que los producía, se registraba por cierto una extendida capacidad de aspirar, de articular expectativas para el futuro. Manual de Orientación para el docente/coordinador, elaborado por Margarita Pierini y Maria Isabel Baldasarre, y publicado por el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, IIED-América Latina, 1999. ISBN No. 98798033-0-2

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Esa capacidad de aspirar -ese ejercicio del deseo y de la imaginación del futuroes destacada por el antropólogo hindú Arjun Appadurai, en una serie de trabajos publicados recientemente, como un elemento de la cultura, clave para el desarrollo en los países del tercer mundo. Los sectores de mayores recursos ejercen naturalmente ese derecho aspirar (tienen futuro, de eso no hay duda) ya que tienen muchas oportunidades de negociar sus deseos con los valores de la sociedad y las condiciones materiales. En cambio, las condiciones de la pobreza limitan esas posibilidades y restringen el ejercicio y por lo tanto el desarrollo de esa capacidad de aspiración: se sabe que los pobres no se pueden dar el lujo de tener futuro. Esa pérdida de futuro también había emergido en la crisis de 2001. Quizás uno de los desafíos de la construcción de conmemoraciones inclusivas del bicentenario sea la integración de la mirada hacia el pasado, con las necesidades del presente y las expectativas para un futuro. En ese contexto la instalación del derecho a la imaginación y el desarrollo de las capacidades para aspirar, puede ser considerado como uno más de los derechos emergentes de la nación en su tercer siglo.

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Celebración en Avenida de Mayo, 1910. Archivo AGN.

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