Teoría de la evolución: ciencia e ideología (1). Pre-darwinismo

Teoría de la evolución: ciencia e ideología (1). Pre-darwinismo. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2005; 9(1) Fernando Ruiz Rey. Psiquiatra Raleigh, NC. USA.

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Teoría de la evolución: ciencia e ideología (1). Pre-darwinismo. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2005; 9(1)

Fernando Ruiz Rey. Psiquiatra Raleigh, NC. USA. E-mail: [email protected]

“Ha habido en toda la tierra cambios variados en las condiciones climáticas, en el curso de los cuales, los seres vivos han sufrido, probablemente, una infinidad de transformaciones que han cambiado su naturaleza primigenia” El Ateniense LAS LEYES, VI, 782.

Mutabilidad de las especies antes de Darwin Al comienzo del siglo XIX, los naturalistas tenían una concepción del género y de las especies de los organismos vivientes -de acuerdo a la taxonomía de Carolus Linnaeus (1707-1778)- como inmutables y fijas, si aceptaban algunas variaciones de este rígido esquema, se trataba solo de cambios menores que no amenazaban la estabilidad de las formas distintivas de los organismos. Así, por ejemplo, Joseph D Hooker escribe en 1853 al estudiar la flora de Nueva Zelandia: “Me he esforzado en mostrar que [las especies] han, para todos los propósitos prácticos del progreso de la ciencia botánica, de ser consideradas como creaciones distintas permanentes, que han sobrevivido grandes cambios geológicos y que, morirán o, serán destruidas, con sus marcas distintivas sin modificación.” (1, pág. 23) Esta concepción de las características de los seres vivos como permanentes se correspondía bien con las interpretaciones religiosas de ese entonces acerca de la Creación del mundo por Dios; la Divinidad habría creado las especies desde el comienzo del mundo, tal como se conocían en esa época y, si se aceptaba la aparición de nuevas especies en el curso de la historia del planeta, se invocaba un acto creador de Dios. Ambos aspectos se reforzaban mutuamente y constituían una fuerte y resistente amalgama que dominaba la cultura de la época. Pero la variedad y mutabilidad de las especies no había sido una idea totalmente desconocida para muchos naturalistas y filósofos antes de que la teoría de la evolución se presentara y fuera aceptada en el siglo XIX. Las ideas de una evolución se pueden rastrear hasta la Grecia clásica, pero más recientemente, un grupo de filósofos franceses, entre ellos, Montesquieu y Diderot, habían considerado especulativamente algunos cambios en las especies. Basados en observaciones como la variedad lograda en las plantas cultivadas y animales domésticos, la significación del nacimiento de seres con características anómalas, cambios durante la vida de los animales, etc., dedujeron que las especies debían haber sido mutables. Para Diderot, los efectos del uso o el desuso de los órganos perduraban a través de la herencia, siendo la necesidad, la causa de la emergencia de un nuevo órgano. (2, pág. 3) Estas consideraciones eran fundamentalmente especulativas y no encontraron resonancia propicia entre los naturalistas.

Más significativa es la opinión del famoso botánico sueco Carl Linnaeus (1707-1778) que nos legó la taxonomía jerárquica y la nomenclatura binomial (el nombre latín de la planta se refiere a su género y especie), inicialmente pensó que las especies eran inmutables, pero más tarde, al observar la variedad de plantas emergidas del proceso de hibridación abandonó el concepto de especies fijas e invariables y sugirió que, tal vez, la mayoría de la especies de un género podrían haber surgido después de la creación del mundo por hibridación e, incluso, pensó que el género también podía variar por el mismo proceso. Linnaeus especuló que las variaciones podrían ocurrir por cambios climáticos. Pero Linnaeus no fue un evolucionista, no pensaba que el proceso de generar nuevas especies era abierto y sin límites, y creía que las especies originales, sin importar cuántas variaciones hubieran sufrido, estaban siempre presentes en las especies. Linnaeus también notó la lucha por la vida a la que se refirió como “el bloque del carnicero” y “la guerra de todos contra todos”, pero consideró esta lucha por la vida y la competencia, como necesaria para mantener el balance de la naturaleza, parte del Orden Divino. (3)

De una manera más explícitamente evolucionista, Erasmus Darwin (1731-1802), médico, naturalista y poeta, abuelo de Charles Darwin, publicó Zoonomia or the Laws of Organic Life en 1794 y después de su muerte se publicó The Temple of Nature en el que autor presenta en versos sus ideas de la evolución. Erasmo Darwin pensaba que la vida había evolucionado de un ancestro común, formando “un filamento viviente”, pero no llegó a ninguna idea clara de cómo cambiaban las especies a través del tiempo. Muchas de sus especulaciones se acercan considerablemente a la concepción de Lamarck, así, pensaba que los cambios observados en los seres vivos eran el resultado de deseos como, “lujuria, hambre y peligro” y “de sus propios esfuerzos en la prosecución de sus deseos y aversiones, de sus placeres y dolores, o irritaciones, o de asociaciones; y muchas de estas formas o propensiones adquiridas son trasmitidas a sus descendientes.” Reconoció sin embargo, la lucha por la vida y la coloración protectora, y la selección y la competencia sexual como agentes de cambio en las especies, escribió: “El curso final de esta contienda entre machos parece ser que el animal más activo y más fuerte propagaría la especie, la que sería mejorada.” (Citado en referencia 4) Erasmo Darwin llegó a sus conclusiones a través de un acercamiento “integrativo”, utilizando las observaciones de animales domésticos y el comportamiento de la vida silvestre, e integró sus amplios conocimientos de diferentes campos como, la paleontología, biogeografía, sistemática, embriología y anatomía comparada; este método integrativo se utiliza en algunos centros de estudios biológicos en la actualidad. Estas interesantes perspectivas de Erasmo Darwin no tuvieron mayor éxito, en parte, por ser especulativas con poca base observacional y haber sido presentadas en forma poética. (2, pág. 3; 4)

Pero sin lugar a dudas es Jean-Baptiste de Lamarck (1744-1829) el más conocido de los proponentes de la evolución antes de Darwin, y puede considerarse con justicia, el definitivo precursor de la teoría de la evolución, aunque desgraciadamente suele reducirse su aporte a la desprestigiada doctrina de la herencia de los caracteres adquiridos, de antaño origen, y ampliamente aceptada en los tiempos de Lamarck; además es menester añadir, que fue necesario el advenimiento de la genética moderna para desbancar esta esparcida opinión. El aporte de Lamarck es más complejo. Lamarck fue nombrado profesor de “insectos y gusanos” en el Musée National d’Histoire Naturelle en Paris en 1793, una distinción menor, ya que el estudio de estas criaturas no se hacía desde el tiempo de Linnaeus, y no se consideraba tema de interés. Lamarck se dedicó al estudio y clasificación de estos animales con su alta capacidad taxonómica, a él se debe el nombre de invertebrados para estos organismos. Lamarck escribió: “...percibimos que, relativo al reino animal, deberíamos dedicar nuestra atención a los animales invertebrados, porque su enorme multiplicidad en la naturaleza, la singular diversidad de sus sistemas de organización, y sus medios de multiplicación...., nos muestran, mejor que los animales superiores, el verdadero curso de la naturaleza, y los medios que ha usado y que todavía emplea incesantemente para dar existencia a todos los cuerpos vivientes que conocemos.” (Citado en referencia 5) Lamarck se enfrentó a la tarea de clasificar la numerosa colección de invertebrados del museo, intentando distinguir las diversas especies que le parecían no poseer diferencias básicas, esta experiencia le llevó a proponer en Philosophie zoologique (1809), una teoría completa de la evolución o “transformismo” de los seres vivos, una teoría que es el resultado de su taxonomía que comienza con los mamíferos más complejos y organizados y baja gradualmente en el nivel de organización y complejidad, hasta llegar a los seres más simples. Como consecuencia, según, la teoría de la evolución propuesta por Lamarck, el Reino Animal, provenía todo de una especie inferior que en largos períodos de tiempo fue echando ramas y generando las diversas especies hasta el tope que corresponde al hombre. Lamarck escribió: “tiempo y condiciones favorables son los dos medios principales que ha utilizado la naturaleza para dar existencia a todas sus producciones. Sabemos que para ella el tiempo no tiene límite, por lo que siempre lo tiene a su disposición.” (Citado en referencia 5) Al partir Lamarck de su fina taxonomía aportó una evidencia sistematizada en su concepción de la evolución, en cambio, Darwin lo hizo en forma detallada, pero sin sistematización, según algunos críticos, el fuerte de Darwin fue la teoría, no la evidencia. (6) Para Lamarck los organismos están dotados de una tendencia a la perfección y complejidad creciente (Lamarck habló de “excitaciones” y de “fuidos sutiles en constante movimiento”). La primera ley de Lamarck para explicar los cambios observados en los organismos vivos es precisamente, “la tendencia constante del volumen de todos los cuerpos orgánicos de aumentar, y de las dimensiones de sus partes de extenderse hasta un límite determinado por la vida misma”. El organismo debe ajustarse al ambiente, no en forma pasiva, sino que activamente para satisfacer sus necesidades; se generan hábitos y los hábitos ejercitan ciertos órganos que crecen y se desarrollan, por el contrario, los órganos no usados se atrofian. La segunda ley de Lamarck establece que: “la producción de nuevos órganos en los animales son el resultado de nuevas necesidades experimentadas que persisten, y de nuevos movimientos que las necesidades generan y mantienen”; la tercera ley se refiere a: “El desarrollo de órganos y sus facultades mantienen una relación constante al uso del órgano en cuestión.” Lamarck en ninguna parte sugirió que los nuevos órganos podrían resultar por el ejercicio de la ‘voluntad’, como se ha caricaturizado su doctrina. Los cambios ambientales desencadenan nuevas necesidades y con ello, nuevos

hábitos; El mecanismo que genera estas necesidades son ‘excitaciones’ de los ‘fluidos’ interiores, una visión física del proceso, no ‘psicológica’. (7) Lamarck no acepta la extinción de las especies, estas no se extinguen, se transforman en otras, la naturaleza cuenta con el tiempo suficiente para que ocurra este proceso de cambio paulatino. El caso de la jirafa ilustra la tesis lamarckiana, este animal genera el hábito de estirar el cuello para alcanzar las hojas suspendidas de los árboles y satisfacer su hambre, este hábito repetido por generaciones va alargando el cuello del animal paulatinamente. Siguiendo lo aceptado en su tiempo, Lamarck sostiene que los rasgos adquiridos por el uso se transmiten hereditariamente (cuarta ley de Lamarck). (Citas en referencia 7, pág. 242) En un principio Lamarck pensó que la línea de desarrollo de la evolución era simple, posteriormente consideró la ramificación y explicó la existencia de organismos inferiores coexistentes con las especies más desarrolladas como producto de la generación espontánea, y estos seres inferiores tenían, según esta doctrina, el potencial de desarrollo como lo tuvo el resto de los seres vivientes. La energía de los organismos, según este autor, proviene del calor y de la electricidad que los organismos inferiores sacan del ambiente circundante, son por tanto mecánicamente determinados; en cambio, los seres más organizados y complejos son capaces de producir su propia energía. Pero junto a esta visión fisicalista, Lamarck también se adelantó a la teoría celular de los seres viviente, escribió: “Nada puede tener vida si sus partes constituyentes no son tejido celular o no están formados por tejido celular.” (Citado en referencia 5) (8)

Además de estas ideas de la evolución, que eran conocidas por los naturalistas de la época, hay dos obras particularmente influyentes en el pensamiento de Darwin que merecen mencionarse. La Natural Theology:or, Evidences of the Existence and Attributes of the Deity, Collected from the Appearances of Nature (1802), del ministro anglicano William Paley (1743-1805). Paley escribió esta obra intentado probar racionalmente, a partir de la observación de la naturaleza, la existencia de un Dios benevolente y preocupado por sus criaturas, su motivación intelectual era de carácter teológico, el aspecto biológico de su obra servía para mostrar la grandeza y generosidad del Creador. Paley utilizó la metáfora del reloj -conocida y utilizada en su tiempo- para ilustrar la adaptación asombrosa de los seres vivos. Su argumentación señala que si se encuentra un reloj en el suelo, al analizar sus piezas con cuidado, se descubre la nitidez de sus formas, la perfección de sus engranajes y su sorprendente funcionamiento, Paley escribe: “Al observar este mecanismo -que requiere en verdad, un examen del instrumento y, quizás un conocimiento previo del tema, para percibirlo y entenderlo la inferencia inevitable -pensamos- es que el reloj debe haber tenido un hacedor -que debe haber existido, en algún tiempo y en algún lugar u otro, un artífice o artífices que lo formaron para el propósito que nosotros encontramos que tiene, que comprendían su construcción y designaron su uso.” (9) El objetivo del reloj es indicar el tiempo, el instrumento está confeccionado para ese fin, al elaborar sus piezas, al asignarle una función, al determinar su orden, su acción y su mutuas dependencias, combinando sus diversos movimientos para lograr un solo resultado, se tenía presente su finalidad. Para esta construcción se necesita una mente con una intención, una inteligencia que dirija el proceso. Paley ve en los procesos organizados de la naturaleza -sea un ojo, un animal o una planta-lo que ha señalado para la situación del reloj, una complejidad organizada para un fin, la adaptación a una situación de los organismos; escribe el autor: “Las marcas del diseño son demasiado fuertes para dejarlas pasar. El diseñador debe haber sido una persona. Esa persona es DIOS”. (Citado en referencia 10). La intención de Paley de probar racionalmente la acción benevolente de Dios no fue aceptada, ya que no podía explicar el sufrimiento, ni el dolor, observado habitualmente en la naturaleza, piénsese en el gato que juega cruelmente con el ratón antes de devorarlo. No obstante los libros de Paley fueron lectura obligada por muchos años en las universidades británicas y conformaron el modo de pensar de muchos intelectuales que resistieron la concepción evolutiva de los seres vivos. Sin embargo, la obra de Paley tuvo influencia en Darwin, la Natural Theology lo acompañó durante su navegación en el Beagle. Darwin sacó de Paley, entre muchos otros conceptos de la situación de los seres vivos, la creencia en la adaptación y, con ella, la utilidad del concepto de propósito o condiciones de la existencia en la biología; pero reemplazó la explicación religiosa de estos fenómenos, por el principio de la Selección Natural que va modelando la adaptación y el diseño de los seres vivos en su lucha por la sobre vivencia, sin la necesidad de recurrir a Dios. En Paley y otros teólogos de la época, el universo biológico era histórico e irreversible, cambiando de acuerdo a las condiciones ambientales, pero con el propósito y diseño dado por Dios. (11) La segunda obra que tuvo particular influencia en Darwin, y en el coautor de la teoría de la evolución por selección natural, Russell Wallace, fue Essay on the Principle of Population (1798) de Thomas R Malthus (17661834) (12). La tesis de este escritor político social inglés está basada en su observación de las plantas y los animales que se reproducen más allá de la capacidad del ambiente en sostenerlos, por lo que en la naturaleza, el crecimiento se mantiene a raya por diversos medios para asegurar el balance necesario. Escribe Malthus: “Ellos

están impulsados por un poderoso instinto para incrementar sus especies, y este instinto no es interrumpido por ningún razonamiento o duda acerca de proveer para sus descendientes. Donde quiera que haya libertad se ejerce el poder de crecimiento, y los efectos de la superabundancia son reprimidos luego, por la necesidad de espacio y alimento, lo que es común a los animales y plantas, y entre los animales para ser presa de otros.”....”Esta desigualdad natural de los dos poderes de la población y de la producción en la Tierra, y la gran ley de nuestra naturaleza que debe constantemente mantener los efectos iguales...” (12) Según Malthus, esta situación también ocurre en el caso de los seres humanos que se reproducen con facilidad y, por tanto se enfrentan a una situación difícil, ya que de acuerdo a Malthus: “la población aumenta en proporción geométrica, mientras que los medios de subsistencia aumentan en proporción aritmética” (12). El autor escribe: “....Y la raza humana no puede, por ningún esfuerzo de la razón, escapar de ella [la destrucción para mantener el balance natural]. Entre plantas y animales sus efectos son el desperdicio de semillas, la enfermedad y la muerte prematura. Entre los humanos, la miseria y el vicio...”...”No veo ningún modo por el que el hombre pueda escapar del peso de esta ley que inunda toda la naturaleza animada.” (12) La miseria y el vicio son para Malthus lo que mantienen el control de la población mediante sus agentes: la guerra, el hambre y la enfermedad. Cualquier intento por mejorar las condiciones de vida está destinado al fracaso, ya que sólo conduce al aumento de la población y, por consecuencia, a la miseria y al vicio. ”El número de bocas que alimentar no tendrá límite; pero los alimentos para ellas no puede mantener el ritmo de la demanda...” (12) La situación de la humanidad en la perspectiva de Malthus es trágica. El maltusianismo fue duramente atacado por voceros de ambos lados del espectro ideológico político, y además, muchos de sus supuestos y predicciones estaban claramente erradas, sin embargo, Malthus señaló la importancia de la relación de población/recursos que no ha perdido totalmente interés, ni relevancia en el mundo actual. Darwin y Wallace recogen el principio maltusiano -relación desequilibrada población: recursos- como natural y primario en los seres vivos, y como consecuencia de este principio inevitable, solo podrán sobrevivir los descendientes que posean una variación ventajosa que les permita triunfar en el ambiente competitivo que genera la sobre población.

Aunque, como hemos señalado, la doctrina predominante de la época era la inmutabilidad de las especies, la idea de evolución ‘estaba en el aire’, solo faltaba que precipitara en una teoría aceptable dentro del marco de la ciencia de ese tiempo, dado fundamentalmente por la física newtoniana, y es Charles Darwin quien propone una concepción mecanicista, sin preocupaciones metafísicas, del desarrollo histórico de los seres vivientes y, de esta manera, inicia una revolución conceptual que, después de algunas resistencias pasajeras, se logra imponer y dominar en el campo teórico de la biología e impregnar la cultura por muchos decenios.

Bibliografía 1. Hooker D, Joseph (1853). Flora Nova-Zelandiae. En: Darwin a Norton Critical Edition. Ed. Philip Appleman. W.W. Norton & Company Inc. New York. 1970. 2.de Beer, Gavin. Scientific Opinion in the Early Nineteenth Century: Introduction: Biology Before the Beagle (1964). En: Darwin a Norton Critical Edition. Ed. Philip Appleman. W.W. Norton & Company Inc. New York. 1970. 3. Berkeley.edu. Carl Linnaeus (1707-1778). www.ucmpberkeley.edu/history/linnaeus.html 4. Berkeley.edu. Erasmus Darwin (1731-1802). www.ucmp.berkeley.edu/history/ Edarwin.html

5. Berkeley.edu. Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829). www.ucmp.berkeley.edu/ history/lamark.html 6. Gillispie C, Charles (1959). Lamarck and Darwin in the History of Science. En: Darwin a Norton Critical Edition. Ed. Philip Appleman. W.W. Norton & Company Inc. New York. 1970. 7. Brooke J Hedley (1993). Science and Religion: Some Historical Perspectives. The Cambridge History of Science Series. Cambridge University Press. 8. Chevalier de Lamarck. www.english.upenn.edu/~jlynch/Frank/People/lamarck.html 8. Paley William (1802). Paley’s formulation of the teleological argument. Excert of Natural Theology. wwwphil.tamu.edu/~gary/intro/paper.paley.html 9. Paley William (1802). Paley’s formulation of the teleological argument. Excert of Natural Theology. www-

phil.tamu.edu/~gary/intro/paper.paley.html 10. Berkleley.edu. William Paley (1743-1805). www.ucmp.berkeley.edu/history/paley.html/ 11. Cannon F, Walter (1961). The Bases of Darwin’s Achievement: A Revaluation. En: Darwin a Norton Critical Edition. Ed. Philip Appleman. W.W. Norton & Company Inc. New York. 1970. 12. Malthus Thomas: An Essay on the Principle of Population. London, Printed for J. Johnson, in St. Paul’s Church.yard, 1978. Rendered into HTML format by Ed Stephan, 10 Aug 1997. www.ac.wwu.edu/~stephan/malthus/malthus.0.html

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