TEORÍA DE LA PROTONOVELA

TEORÍA DE LA PROTONOVELA Luis Beltrán Almería Universidad de Zaragoza Es curioso observar los giros que suelen darse en los estudios literarios. Esto

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TEORÍA DE LA PROTONOVELA

Luis Beltrán Almería Universidad de Zaragoza Es curioso observar los giros que suelen darse en los estudios literarios. Estos giros vienen a mostrar que precisamente el campo de los estudios literarios no parece ser la mejor prueba del avance lineal de las disciplinas. Digo esto a la vista de la trayectoria que ha conocido una cuestión que en otro tiempo tuvo un papel estelar en estos estudios: el problema de los orígenes de la novela. Esta cuestión, que a los oídos de los hispanistas lleva aparejada la imagen campechana y feliz de Marcelino Menéndez Pelayo, suscitó un gran debate entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, un debate provechoso y del que todavía hoy podemos seguir aprendiendo. Pero en las últimas décadas del siglo XX aquel debate quedó relegado como cosa vieja y ha venido a sustituirlo un consenso que es más fruto del agotamiento y de la superficialidad que de la maduración del saber acumulado. Ese consenso se funda en la identificación entre novela y épica, dogma incontrovertible para los que se han dedicado en los últimos tiempos a estos asuntos. En esta ocasión voy a tratar de sugerir una vía nueva para comprender esta cuestión. Hace una década ya hice una primera incursión sobre estos asuntos. En aquella ocasión me ocupe de ofrecer una crítica al estado de opinión dominante a finales del siglo XX, el de la conexión entre épica y novela. Para ello reivindiqué la etapa anterior del debate y sus conclusiones. A estas conclusiones trataba de adjuntar las mías, que eran hijas de la consideración de la novela como un género nuevo, tal como venían proponiendo desde el siglo XVI pensadores como Giraldi Cintio, y había replanteado Edwin Rohde, ya en el XIX. A estas propuestas quiero añadir ahora un planteamiento nuevo, que quizá aporte algo más de luz a esta ya vieja cuestión. Trataré de exponer, aunque sea de forma muy sintética, el estado de la cuestión para insertar después en él mi propuesta. Aunque la cuestión de los orígenes de la novela tenía su prehistoria desde el siglo XVI (Giraldi, Huet, F. Schlegel y hasta el Marqués de Sade opinaron al respecto) fue Edwin Rohde quien dio carta de naturaleza a este debate moderno. La idea de Rohde expuesta en 1870 comprendía la novela como un género nuevo,

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producto de la fusión de la literatura amorosa y de la literatura de viajes. Estos géneros procederían de la descomposición de la literatura tradicional, de carácter oral, y entrarían en un proceso de agregación para dar lugar a un género nuevo, histórico, de naturaleza escrita y destinado a las nuevas clases urbanas y populares. El modelo que tomó Rohde para ilustrar su teoría sería el de Maravillas allende Thule de Antonio Diógenes. Esta novela griega, de la que sólo conocemos un resumen, presenta claramente los dos elementos que Rohde consideró fundamentales: un viaje por el septentrión y una historia de amores contrariados. Rohde pretendió que ésta sería la primera novela. La crítica se ha basado en ese error para restarle autoridad a su propuesta. Y, aunque Calderini en 1913 encontró en la novela elementos procedentes de todos los géneros, la línea que se impuso entre los estudiosos de los orígenes de la novela es la de la conexión entre épica y novela1. La propuesta que voy a tratar de esbozar a continuación pretende reformular la idea que defendieron en su día Rohde y Calderini —y que tiene su antecedente en F. Schlegel—. Esta reformulación se basa en una nueva categoría: la protonovela2. Trataré de demostrar que el nacimiento de la novela no se explica sólo con un doble procedimiento de descomposición de géneros anticuados y composición de un género nuevo, sino que entre ambos procedimientos es necesario situar un género de transición en el que no ha reparado la crítica o, al menos, no ha reparado suficientemente, debido a sus características esquivas. Antes de seguir adelante he de apuntar que la crítica sí se ha referido a este género, pero no de una forma concluyente. Por ejemplo, se ha dicho que el relato bíblico Jonás es una Novelle. En español no disponemos del juego conceptual Roman–Novelle, del que disponen el alemán, el francés, el italiano y el ruso. Tampoco dispone el español de la pareja romance-novel del inglés. En todo caso, no es un problema de insuficiencia idiomática sino conceptual. Esas duplas son engañosas pues parecen ofrecer cobertura conceptual para situaciones distintas de las que suelen señalar habitualmente y, en realidad, vienen a añadir más confusión. Para obtener una categoría conceptual se precisa algo más que un término léxico más o menos afortunado. Es preciso que ese término tenga un contenido, lo que en nuestro caso se traduce en un corpus de obras que se atengan a ciertas pautas. Por esta razón, a fin de justificar la proposición del concepto de protonovela, convendrá que expongamos aun de forma muy sumaria tanto las obras que parecen pertenecer a este género como sus características más sobresalientes. 1 2

Perry 1967; Reardon 1971 y 1991; Haag 1980; Holzberg 1986; Fusillo 1989 y Bartsch 1989. He estudiado con más detalle esta cuestión en Beltrán, 1998. Maxime Chevalier (1999) propone para este mismo concepto el término paleonovela.

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El corpus de este género transitorio de la protonovela estaría constituido, al menos, por las siguientes obras: en la literatura egipcia, Sinuhé, El Naúfrago y Unamón; en las literaturas aramea e israelita, Ahicar, Tobías, Job, Jonás y La casta Susana; en la literatura griega, la Vida de Esopo; en la literatura cristiana antigua, las Pseudoclementinas y los ciclos del hombre perseguido por la fortuna y la mujer calumniada y acosada sexualmente; en las literaturas medievales los ciclos de las materias troyana, judía, romana, carolingia y artúrica. Y entre las características que pueden apreciarse en este conjunto merecen una consideración preferente las siguientes: 1. son obras que tienen un pie en la tradición y otro en la escritura. No son reducibles a géneros del folclore (esto es, de la tradición oral); 2. son obras que han conocido versiones en varias lenguas, ya como traducciones o ya como versiones distintas del mismo caso o testimonio; 3. estéticamente las caracteriza un simbolismo renovado en sus objetivos. Suelen presentar casos o viajes que sirven para poner de manifiesto nuevos problemas sociales que emergen en las culturas de las nuevas naciones (los imperios egipcio, asirio, persa, helenístico y romano). Ese simbolismo se ofrece mediante fórmulas nuevas (no caben en los géneros de la tradición). Esas fórmulas son el testimonio, el caso y el viaje. Estas formas apenas tienen presencia en los géneros tradicionales (como el cuento) y son contemporáneas de las colecciones sapienciales que reúnen el saber y la moral tradicionales. Trataré de exponer este esquema con un mínimo de profundidad. Para ello partiremos de las características de género. Casos. El caso como género del discurso ha recibido una atención insuficiente. André Jolles le dedicó un interesante capítulo en su Einfache Formen (1930). Pero, pese a la influencia que este libro ha tenido, sobre todo entre los estudiosos del folclore, nadie parece haber tenido en cuenta este capítulo, cuya huella ha desaparecido en los trabajos de los seguidores de Jolles. Apoyándome en estudios antropológicos, he deducido que el caso es un género de la esfera de la vida cotidiana cuyo objeto es el pasado reciente. Este género está presente en la actualidad en los medios de comunicación. El periodismo trabaja con casos a los que presta espacio y atención aun cuando carezcan de noticias (lo que sucede muy a menudo). Pero lejos de ser un fenómeno del

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presente, el caso tiene raíces muy profundas en la prehistoria. Antropólogos norteamericanos lo han detectado en comunidades de cazadores recolectores (esto es, en culturas anteriores a la revolución neolítica). En la época de las sociedades protohistóricas (esas culturas imperiales antes enumeradas: egipcias, asiáticas y mediterráneas) el caso cobra un nuevo impulso y se abre un hueco entre los géneros simbólicos, esto es, lo que nosotros solemos llamar géneros literarios. En esta época el caso sigue alimentándose del pasado reciente. No admite el pasado de los orígenes ni tampoco el chisme o la noticia. Utiliza un lenguaje directo, muy próximo al del habla común, rehuyendo el simbolismo, la metáfora o el lenguaje ritual. Ese lenguaje admite un gran detallismo y precisión, sobre todo en aspectos instrumentales y circunstanciales. Admite también la inclusión de citas directas y otros actos de habla convencionales. Su sintaxis tiende a la ilación narrativa y su fraseología es breve y concisa. Quizá el ciclo más destacable de casos sea el del hombre perseguido por la fortuna. Este ciclo se basa en la figura de un hombre de bien –un kalakogathós, según la cultura griega- que ve su salud, su familia y su patrimonio injusta y sorprendentemente arruinados. A este ciclo pertenecen Ahicar, Tobit, Job, parcialmente Sinuhé, y la leyenda del caballero Plácido, conocida también como leyenda de San Eustaquio. Suele decirse que la novela más antigua conocida es la de Ahicar, una obra del siglo VI a. C. que conocemos por versiones aramea, siria, árabe, armenia, copta, etiope, eslava y paleoturca, lo que da una idea de su difusión. Se trata de una narración con perfil didáctico-sapiencial, emparentada con los libros bíblicos de Job y Tobías. De hecho, Ahicar aparece mencionado en varias ocasiones en Tobías, no como novela sino como caso 3. Ahicar es el relato de un caso. Ahicar es consejero del rey Senaquerib de Asiria (s. VII a. C.) Su ahijado, el ingrato Nadan, lo acusa falsamente y es castigado a muerte. Se salva de morir y, tras un largo periodo en el que permanece oculto, es rehabilitado y su ahijado castigado. Ahicar es una protonovela, a mi juicio, por tres razones: - es un caso, esto es, su fundamento es un género oral que relata un suceso del pasado reciente y que incluye un momento de juicio, de administración de justicia;

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Al final del libro de Tobías, su padre Tobit resume la novela de Ahicar: «Mira, hijo mío, lo que hizo Nadab con Ahicar, que lo había criado: lo enterró vivo. Pero Dios castigó su injusticia: Ahicar volvió a la luz, mientras Nadab bajó a las tinieblas eternas por haber intentado matarlo. Por dar limosna se libró Ahicar de la muerte tramada por Nadab; Nadab, sin embargo, cayó en el lazo y pereció» (Tobías, 14, 10-11).

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- a esta base se le han agregado otros elementos sapienciales. De hecho, algunas versiones de esta protonovela son un listado de principios sapienciales; - es un relato escrito, que ha pasado por un proceso de traducción a varias lenguas y que se muestra independiente de cualquier tradición oral. Algo similar ocurre con Job. También Job es un caso, pues se queda sin familia, sin patrimonio y sin salud sin haber pecado, y presenta un proceso a la justicia divina. A ese caso se le ha añadido un diálogo sapiencial sobre la justicia y sobre la actitud del hombre ante Dios, de una envergadura muy superior a la de Ahicar. Por último, es posible que Job sea una traducción, puesto que Job no es israelita. La versión bíblica nos lo presenta como habitante del país de Hus. Es, pues, husita, un extranjero. Como Ahicar, Job es un hombre justo, un kalokagathós, que sufre un castigo injusto y desmedido. El tercer caso que vamos a considerar está inserto en el libro de Tobías. Es el caso de Tobit, su padre, que abarca los dos primeros capítulos y continúa en los dos capítulos finales. Tobit es un hombre justo que ha desafiado las leyes asirias. Recibe por ello un castigo. Tobit huye y sus bienes son confiscados. La huida dura sólo cuarenta días, pues el rey Senaquerib es muerto por dos de sus hijos y Ahicar, el personaje de la primera protonovela, es nombrado contable y administrador del reino. Ahicar es, según Tobit, sobrino suyo e intercede ante el nuevo rey, Saquerdón, para conseguir el indulto para Tobit. Pero después sobreviene un segundo castigo: Tobit queda ciego. Por último, Tobit muestra su ingratitud rechazando el regalo, un cabrito, que ha recibido su mujer, Ana, de unos clientes. Sigue la lamentación de Tobit. Todo esto constituye una historia personal centrada en un doble caso: el de la piedad de Tobit y el de su ingratitud. En los capítulos finales encontramos un cántico de acción de gracias y su testamento. Su discurso, a diferencia del de Job, responde a los rasgos que hemos atribuido al caso como género: sencillez, precisión circunstancial, aceptación de otros géneros (genealogía, lamentación, acción de gracias). El vínculo con Ahicar refuerza la tesis de que ambos relatos pertenecen a un mismo género. La leyenda de San Eustaquio o del caballero Plácido recoge elementos de las Pseudoclementinas y nos ha sido trasmitida por La leyenda dorada. PlácidoEustaquio es también un kalokagathós. Se convierte al cristianismo al aparecérsele Cristo en la figura de un ciervo. Y le suceden todas las calamidades posibles: pérdida del patrimonio, de su mujer e hijos, y cuando por fin la familia se reencuentra es condenado por negarse a hacer sacrificios a los dioses paganos a morir con toda su familia. Esta leyenda contiene los principales elementos de la

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novela cristiana antigua y medieval y ha ejercido una gran influencia en novelas medievales como el Zifar y otras 4. El ciclo de la mujer falsamente acusada constituye una segunda línea de casos en la protonovela. Esta segunda serie viene a complementar la del hombre castigado por la fortuna. Este ciclo tiene su momento de apogeo en la Edad Media, pero cuenta con antecedentes remotos, como la fábula de la casta Susana. También las Pseudoclementinas tienen un papel importante en la difusión de este motivo5. La historia de la casta Susana constituye el capítulo 13 del libro de Daniel bíblico. Se trata de un relato deuterocanónico, esto es, un añadido posterior a la versión canónica hebrea. San Jerónimo ya advierte que esta fabula se traduce de la edición de Teodoción. La versión de los setenta ofrece menos detalles y menos dramatismo. Las Mil y una noches presenta una versión resumida y termina haciendo referencia al primer milagro de Daniel (noche 394). Los detalles son tan importantes en esta fábula que se convierten en la prueba determinante del caso. Daniel hace separar a los dos viejos calumniadores y les pregunta bajo qué árbol se había producido el adulterio entre Susana y el joven desconocido. Uno responde que bajo una acacia. El otro, que bajo una encina. En la versión árabe los árboles son un manzano y un peral. En las Pseudoclementinas la calumnia es sustituida por el acoso sexual. Matidia, la madre de Clemente, ha huido de su casa a causa del acoso de su cuñado. Clemente la encontrará mendigando en la sila de Arado –el mismo escenario del encuentro entre Quereas y Calirroe, en la novela de Caritón de Afrodisias6. Este ciclo alcanza una difusión medieval con novelas como Otas de Roma, La santa emperatriz o la Historia de la Reina Sibilla7. Viajes. Otro género del discurso que viene a confluir en la protonovela es el de los relatos de viajeros y vagabundos. El viaje es uno de los motivos literarios más simbólicos y desde las literaturas tradicionales ha dado lugar a formas literarias que han tratado de exprimir sus enormes posibilidades. La Odisea presenta dos formas de viaje: el viaje a los confines de la tierra y el viaje a los infiernos. Por eso cierta crítica ha visto en la Odisea una novela. En cierto sentido, no le ha faltado razón, pues es claro que la Odisea está muy alejada de la protonovela. Conocemos otras obras que, manteniendo el perfil discursivo de la protonovela, abordan los aspectos simbólicos del viaje. Quizá la más antigua protonovela viajera sea El náufrago, fábula egipcia del segundo milenio antes de 4 5 6 7

Lozano-Renieblas, 2003, pp. 76-80. Lozano-Renieblas, 2003, pp. 32-35. Lozano-Renieblas, 2003, p. 34. Lozano-Renieblas, 2003, p. 121.

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Cristo8. Se trata de una fábula con rasgos apocalípticos. En ella los poderes mágicos, la figura de la serpiente y expresiones del tipo «el discurso del hombre es lo que le salva» apuntan a una conexión religiosa. Esta fábula fue puesta en inmediata relación con la de Jonás. En esta fábula bíblica podemos encontrar los mismos elementos de la egipcia: un material religioso y mágico que está presente en todo este grupo de protonovelas. También encontraremos esa dimensión religiosa —que ha llevado a considerar estas obras como alegorías— en Tobías, en las Pseudoclementinas y en la leyenda de San Eustaquio. Mención especial merecen las historias de Sinbad el marino, que hemos asociado a las Mil y una noches. Sinbad supone para nosotros la entrada directa en el mundo de la aventura, pues los rasgos religiosos se atenúan. Ese aspecto de la aventura se halla también en Tobías. Tobías es una obra mixta. Tobit, el padre, presenta un caso, como hemos visto. Tobías, el hijo, recibe una misión: salvar a su padre. Para llevarla a cabo debería viajar a Ecbatana de Media donde recuperará el dinero que su padre prestó al padre de Sarra. Allí contraerá matrimonio con Sarra, recogerá el dinero y aprenderá las artes mágicas que devolverán la vista a Tobit. Además irá acompañado del ángel Rafael y combatirán al diablo Asmodeo. También el Satiricón de Petronio se dispone como una huida, la de la pareja homosexual Gitón y Encolpio de los perversos Licas y Trifena. Testimonios y vidas. La fusión que presenta Tobias entre las líneas casual y viajera nos lleva a delimitar un tercer aspecto de la protonovela, el de los testimonios y las vidas. En este tercer aspecto destaca el carácter ecléctico de los relatos, que presentan todos los rasgos anteriores y que aún añaden una dimensión nueva, atenuada o ausente en los anteriores: la risa. Los ejemplos más relevantes de este tercer grupo son Sinuhé, la Vida de Esopo, el ciclo del asno o las metamorfosis y el ciclo de la vida de Alejandro. Podrían incluirse aquí otras dos obras bíblicas: Ester y Judit. Sinuhé es otra fábula del segundo milenio antes de Cristo9. Se presenta como una autobiografía póstuma. Sinuhé es un funcionario del hijo del faraón. El asesinato de éste le lleva a huir a Asiria. Allí recibe la protección de otro príncipe que le permite casarse y acumular patrimonio. Cuando ya ve cercana la vejez, su antiguo señor, que ahora es faraón lo perdona y le permite regresar a Egipto, donde le espera una vida acomodada. Las versiones conservadas contienen una oración, un panegírico y una canción. Se han conservado en escritura jeroglífica, lo que parece ser origen de que importantes aspectos hayan quedado en un misterio para nosotros (por qué huye, por ejemplo). La misma dimensión biográfica la encontramos en la Vida de 8 9

Galán, 2000, pp. 17-59. Galán, 2000, pp. 61-127.

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Esopo. Esopo es un esclavo que consigue la emancipación. Esopo es un cómico mudo, feo y bárbaro, pero ingenioso y piadoso. Su amo, Janto, es un filósofo necio y pedante de Samos. Es además un viajero, un trotamundos. Recorre Grecia, Babilonia y Egipto, y va a morir en Delfos, despeñado por los naturales, víctima de una falsa acusación de robo sacrílego. El crimen de los delfios es castigado por Zeus con una peste. Esta protonovela humorística incluye una versión de Ahicar. Esopo adopta el papel de Ahicar, con un leve cambio de nombres. Senaquerib es ahora Licurgo, y Nínive es Babilonia (caps. 101-123). Otro vínculo de la figura de Esopo con la protonovela es la presencia de náufragos en algunas de sus fábulas (El náufrago y Atenea, Los navegantes y El náufrago y el mar). La dinámica de la Vida de Esopo es una sucesión de breves peripecias. Esto nos recuerda dos obras con personajes parecidos del siglo XVI: el Lazarillo y Till Eulenspiegel. El ciclo del asno o metamorfosis incluye El asno de Lucio de Patras, Lucio o El asno de Luciano de Samósata y El asno de oro de Apuleyo. Este ciclo destaca también por su humorismo, contiene elementos religiosos –bien patentes en el libro final de la novela de Apuleyo y en la identificación de Apuleyo con Asclepio-. Se presenta como una sucesión de casos o peripecias. E introduce la novedad de la metamorfosis: Lucio pierde su condición humana por un error mágico. Y la recupera por una casualidad mágica. Otro grupo importante de vidas y testimonios es el de las biografías de personajes célebres. Estas biografías no tienen mucho que ver con la idea que hoy tenemos de tal género, en todo caso tienen alguna relación con las biografías noveladas tan frecuentes en la era moderna. Este género de las vidas presenta un amplio abanico de posibilidades: desde los recuerdos de testigos (como los recuerdos de Sócrates de Jenofonte) a las obras de tesis (como la Ciropedia del mismo Jenofonte) pasando por obras de carácter popular (como los Evangelios o la Vida de Alejandro del Pseudo Callístenes). En forma típicamente protonovelística merecen destacarse las Vidas de sofistas de Filóstrato. El traductor de esta obra al castellano llama la atención sobre sus frases breves, la narración con nexos conectivos, y su sencillez constructiva que no descarta anécdotas, diálogos jugosos, y dichos con humor. Materias históricas. Otro conjunto de protonovelas es el que procede de las materias históricas: troyana, judía, romana, goda, carolingia y artúrica. Estas protonovelas tienen su primer estadio en la épica. Posteriormente esa materia épica se desvincula de su estrato oral y pasa a formar parte de crónicas históricas (De excidio Trojae historia de Dares, Ephemeris belli trojani de Dictis…). El tercer paso es que se desgajen de las crónicas auténticas protonovelas como Roman de Troie de Benoît de Sainte-Maure o la Historia troyana polimétrica).

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En su último estadio estas protonovelas dan lugar a algunas de las más importantes novelas medievales. Simbolismo y religión. Casos de fortunas y adversidades, viajes y vidas y testimonios son, pues, los caminos para la construcción literaria de la protonovela. Por estos medios la protonovela se constituye como un género simbólico abierto a las nuevas realidades: los peligros que acechan al hombre de bien y a la casada fiel en las nuevas sociedades urbanas, la diversidad de un mundo abierto que se aprecia a través de los viajes o la deuda que el mundo contrae con sabios y hombres célebres. Estas peripecias vienen a dar una versión renovada del simbolismo tradicional. Son necesarios nuevos escenarios e imágenes para orientarse en la vieja lucha entre el bien y el mal, que es el corazón del simbolismo. Pero a esta dimensión simbólica, propia de los géneros literarios, viene a añadirse una dimensión más, que a los modernos nos llama la atención: la religiosa. Tanto las protonovelas de casos como las de viajes, e incluso las más antiguas entre las vidas responden a una apología religiosa (muchas veces de cultos mistéricos, como los de Isis y los cristianos). Esta dimensión religiosa parece apuntar hacia uno de los rasgos esenciales de la novela: la mixtificación. Esto significa que la protonovela reúne en un solo género las tres dimensiones de los géneros tradicionales: la vida cotidiana, el simbolismo y el culto-ritualidad, que en las épocas preagrícolas daban lugar a géneros perfectamente diferenciados: los directos, los oblicuos (simbólicos) y los rituales (mágicos). De la protonovela a la novela. La protonovela se ubica en un estadio de la evolución en que determinadas formas se autonomizan parcialmente de la tradición. Por un lado están conformadas con material tradicional, pero la tradición ya no es la vieja tradición tribal-nacional, sino una tradición nacional entre otras naciones (de ahí que muchas aparezcan en situaciones de destierro o, al menos, aludiendo a situación de destierro). El siguiente paso, el que lleva ya a la novela, rompe todo vínculo con la tradición nacional. Un ejemplo de este estadio nos lo ofrecen los lais de María de Francia. De ahí que las primeras novelas sean a menudo traducciones, productos extraídos de su entorno nacional y que, por tanto, han perdido su sentido tradicional para asumir otro nuevo, emancipado. Cada uno de estos pasos de alejamiento de la tradición supone un nivel más profundo de mixtificación, esto es, de fusión entre elementos distintos.

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