TEORIAS DE LA EMOCION

TEORIAS DE LA EMOCION 1. INTRODUCCION 2. EVOLUCION DE LAS TEORIAS 3. PRINCIPALES LINEAS TEORICAS Y DE INVESTIGACION 3.1. Introducción 3.2. La línea ev

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TEORIAS DE LAS EMOCIONES
ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 29 – ABRIL DE 2010 “TEORIAS DE LAS EMOCIONES” AUTORÍA ALVARO DIAZ ORTIZ TEMÁTICA EMOCIONES ETAPA PRIMARIA

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TEORIAS DE LA EMOCION 1. INTRODUCCION 2. EVOLUCION DE LAS TEORIAS 3. PRINCIPALES LINEAS TEORICAS Y DE INVESTIGACION 3.1. Introducción 3.2. La línea evolucionista: Darwin 3.2.1. Teoría de Izard (feedback facial) 3.3. La línea psicofisiológica: James 3.4. La línea neurológica: Cannon 3.5. La línea dinámica: Freud 3.6. Los enfoques conductistas 3.7. Las teorías de la activación 3.8. Las teorías cognitivas 3.8.1. Modelo de Schachter y Singer 3.8.2. Modelo de Lazarus (Valoración cognitiva) 3.8.3. Modelo de Weiner (Atribución) 3.8.4. Modelo de Scherer (Procesual) 3.8.5. Modelo de Lang (Procesamiento bio-informacional) 4. EL ENFOQUE DE LOS TRES SISTEMAS 4.1. Multidimensionalidad de la respuesta emocional 4.2. Especificidad situacional

1. INTRODUCCION El comportamiento emocional incluye conductas tan primarias como las de ira o miedo, expresiones tan universales como reír o llorar, reacciones corporales automáticas, como el sonrojo o la piloerección, y estados de ánimo tan simples, por lo frecuentemente experimentados, como la tristeza o la alegría. Se trata de conductas llamadas primarias, de carácter supuestamente universal; son respuestas que podemos evocar o incluso condicionar. Cualquier individuo conoce las sensaciones que se experimentan ante estas reacciones emocionales, porque las ha podido vivir frecuentemente a lo largo de su vida. A pesar de todo, los psicólogos no hemos sido capaces de explicar este proceso básico, que son las emociones, mediante una teoría que dé cuenta de todos los elementos implicados y sus relaciones, de una manera adecuada, única, descriptiva, explicativa y predictiva. En su lugar, tenemos una

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inmensa colección de teorías sobre las emociones, para todos los gustos, que no se corresponde en absoluto con el escaso volumen de investigación que han generado. Lo que a simple vista podría parecer como una tarea simple, elaborar una teoría que explique por qué y cómo la gente ríe, llora, se sonroja, etc., ha resultado ser una tarea muy compleja. Han sido muchos los autores que han intentado simplificar el problema, tratando de reducir las emociones a simple activación fisiológica, o mera experiencia afectiva, o pura respuesta observable,... pero al final, la historia se ha encargado de recordarnos que las emociones no son sólo uno de estos elementos, sino la conjunción de todos ellos interrelacionados. Una teoría general de la emoción debe dar cuenta de al menos los siguientes elementos y sus interrelaciones: 1) una situación o estímulo, que reúna ciertas características o cierto potencial emocional, como generador de emociones; 2) un sujeto capaz de percibir esta situación, procesarla correctamente y reaccionar adecuadamente ante ella; 3) el significado que el sujeto concede a dicha situación; 4)la experiencia emocional que el sujeto siente en esta situación; 5) la reacción corporal; y 6) la expresión motora-observable. En una reacción emocional normalmente suelen estar todos estos elementos en una u otra forma. Si no existe una situación de tipo emotivo, a la que el sujeto concede este significado (de una manera personal, íntima e idiosincrásica), aunque haya una reacción corporal, no se suele considerar esta reacción como emocional. La situación por sí sola, por muchos elementos emotivos que contenga, puede no ser suficiente para provocar una reacción emocional; pero normalmente las reacciones emocionales suelen estar asociadas a (provocadas por) una determinada situación. El estado previo del sujeto (de su organismo, su experiencia con la situación, su predisposición, su voluntad, sus pensamientos, su entrenamiento con respuestas fisiológicas no voluntarias, etc.) puede modular ampliamente la reacción emocional, hasta el punto de disminuir su intensidad, incrementarla, suprimirla del todo, o modificar el tipo de emoción que experimente. Puede que el sujeto inhiba voluntariamente por completo la expresión motora-observable de su emoción, como el llanto por ejemplo (en ese caso habría que considerar si ha llegado a producirse la reacción emocional, o no, según otros índices).

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Si se produce una reacción emocional, suelen observarse cambios en tres tipos de canales de expresión emocional diferentes: 1) a nivel experiencial, o lo que experimenta el sujeto (sentimientos de alegría, tristeza, enfado, etc.); 2) a nivel corporal o fisiológico (cambios en el ritmo cardíaco o respiratorio, aumento de sudoración, cambios en la tensión muscular, etc.); y 3) a nivel observacional-motor (sonrisa, llanto, expresiones faciales de ira, de miedo, etc.). Se trata de tres formas de expresión diferentes de un mismo fenómeno. Las respuestas de cada uno de estos tres tipos suelen considerarse como índice de que se está produciendo una reacción emocional. Ahora bien, en algunas ocasiones, los cambios en los tres niveles de respuesta no son concordantes, pudiendo variar en intensidad, en la dirección del cambio (aumento frente a disminución), en el momento que se produce el cambio, en su grado de condicionabilidad para un determinado tipo de condicionamiento, etc. Por todo ello, se considera que estas tres formas de expresión emocional obedecen a tres sistemas de respuesta parcialmente independientes. A estos tres sistemas de respuesta se les denomina: cognitivo, fisiológico y motor (Lang, 1968). Los tres sistemas de respuesta han sido especialmente estudiados para el caso de la emoción a la que sin duda se ha prestado más atención: el miedo. El miedo presenta varias ventajas a la hora de poder ser estudiado por los científicos. Fundamentalmente, estas ventajas se pueden resumir diciendo que los tres tipos de respuesta emocional (cognitiva, fisiológica y motora) que están implicados en el miedo son fáciles de producir, de observar y de medir. Aunque muchas teorías se han centrado en las manifestaciones emocionales de un único sistema de respuesta (cognitivo-subjetivo, fisiológico o expresivo-motor), hoy en día es comúnmente aceptado que las emociones se manifiestan en estos tres sistemas de respuesta. Por ello, desde nuestra perspectiva no podemos simplificar la emoción reduciéndola a mera activación fisiológica, como se ha pretendido, ni tampoco a expresión facial, como han pretendido otros. La emoción es un concepto multidimensional, cuyas manifestaciones abarcan al menos estos tres aspectos. Hablamos de emociones para referirnos a ciertas reacciones que se vivencian como una fuerte conmoción del estado de ánimo. Esta vivencia suele tener un marcado acento placentero o displacentero y va acompañada por la percepción de cambios orgánicos, a veces intensos. Al mismo tiempo, esta reacción puede reflejarse en expresiones faciales características (alegría, tristeza, miedo, etc.), así como en otras conductas motoras observables (movimiento, posturas, etc.). Por lo general, las emociones surgen como reacción a una situación concreta, aunque también puede

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provocarlas información interna del propio individuo (recuerdos, información propioceptiva, etc.). Muchas veces se habla de estado de ánimo para referirse a la experiencia emocional.

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2. EVOLUCION DE LAS TEORIAS Resulta difícil clasificar las múltiples teorías de la emoción desde criterios generales. Plutchik (1980), por ejemplo, opta por presentar un esquema de las grandes tradiciones u orientaciones teóricas clásicas, al que añade otros grupos o categorías más actuales y, además, dentro de cada categoría, pone una etiqueta particular a cada teoría concreta. Las cuatro grandes tradiciones teóricas en el estudio de la emoción, según Plutchik, son: 1) la evolucionista, iniciada por Darwin; 2) la psicofisiológica, iniciada por James; 3) la neurológica, iniciada por Cannon; y 4) la dinámica, iniciada por Freud. A estas cuatro grandes tradiciones incorpora otros grupos de teorías: 5) los enfoques conductistas; 6) las teorías de la activación; y 7) las teorías cognitivas. Darwin había escrito en 1872, doce años antes de la publicación del primer artículo de James ()Qué es un emoción?), su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales. En él describe la expresión de distintas emociones en diferentes especies, razas e individuos y desarrolla su tesis evolucionista sobre las emociones: las emociones también han evolucionado y cumplen una función adaptativa (en el hombre, al menos en los primeros años de vida). Este trabajo da comienzo a una larga tradición de estudios sobre la emoción como respuesta motora (expresión emocional), que lógicamente fue defendida por Watson. De manera muy resumida podríamos decir que las teorías evolucionistas resaltan el papel adaptativo de las reacciones emocionales, en especial de la expresión facial. La expresión emocional y la interpretación acertada de las expresiones emocionales de otros individuos son funciones fundamentales para la supervivencia. Dentro de este grupo de teorías destaca la teoría del feedback facial, que defiende que ante una situación emocional dada surge una expresión emocional determinada (especialmente facial), de carácter innata y universal. La información sobre los camibios producidos es reenviada al cerebro (feedback) y reconocida como expresión de un estado de ánimo; en ese momento, el sujeto experimenta dicho estado afectivo. En la orientación psicofisiológica, iniciada por James, se da mucha importancia a los cambios periféricos, inervados por el sistema nervioso autónomo y el sistema nervioso somático. Recordemos que, para James, la percepción de estos cambios... es la experiencia emocional. Por ello, a la teoría de James se le llama teoría periférica de las emociones. En cambio, para Cannon, la emoción es

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fundamentalmente un fenómeno del sistema nervioso central y no del periférico; por ello, a la teoría de Cannon se le llama teoría central. Es el sistema nervioso central el que genera la experiencia emocional y, a su vez, activa el sistema nervioso periférico. Los cambios fisiológicos acompañan a la emoción, no la generan. Para un mayor desarrollo de estas líneas teóricas, desde una perspectiva histórica, remitimos a Cano-Vindel y Aguirregabiria (1989). La teoría de la emoción de James: pasado, presente y futuro de las cuestiones básicas. La emoción ha sido un continuo tema de reflexión para el hombre. Distintos filósofos a lo largo de la historia habían tratado de forma más o menos sistemática y casi siempre descriptiva el tema de las emociones. Aristóteles, Vives, Spinoza, etc. reconocen distintas emociones y nos hablan de los estados afectivos que las caracterizan. Los primeros psicólogos, con Wundt a la cabeza, recogen el legado de algunos filósofos, a los que citan frecuentemente (Aristóteles, Kant, Hegel y otros filósofos). La emoción pasa así a ser un tema de estudio en los primeros laboratorios de Psicología, en los que se utiliza como método la introspección controlada. Pero el nivel de estudio sigue siendo puramente descriptivo y el objeto principal son los contenidos de la conciencia emocional, a partir de los cuales se pretende dibujar una conciencia emocional general. "Desgraciadamente, casi todo lo que en Psicología se ha escrito acerca de las emociones es meramente descriptivo" (James, 1890, p. 1064).

Paralelamente, los fisiólogos llevan a cabo el estudio de los mecanismos fisiológicos de la emoción, sobre todo trabajando en la búsqueda de las localizaciones cerebrales, de forma similar a como se había realizado en el caso de las sensaciones. James construye una teoría sobre las emociones como experiencia emocional. Esta experiencia emocional viene dada por las sensaciones de los cambios corporales periféricos (teoría periférica). Lange desarrolló paralelamente una teoría similar, postulando la presencia en el cerebro de un centro vasomotor que provocaría las reacciones corporales. A juicio de James, Lange "simplifica y generaliza en exceso", al dar un papel exclusivo y preponderante al sistema vaso-motor. Pero, ni James ni Lange pudieron aportar resultados experimentales en apoyo de su teoría. Sin embargo,

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la llamada teoría de James-Lange ha generado abundante investigación (Cano Vindel, 1989; Cano Vindel y Aguirregabiria Rubio, 1989). Hay que destacar que la formación de James incluía la doble faceta de filósofo (pragmático) y profesor de fisiología, lo que le permitía tener una visión bastante completa y global de este tema. Así, por primera vez, se relacionan de manera causal los cambios corporales con la conciencia emocional, iniciando un fructífero enfoque o campo de estudio, el de la psicofisiología. Algunos estudios sobre psicofisiología han venido a dar la razón a algunos de los postulados de la teoría de James, que en general han llegado a ser apasionantes temas de estudio, muy debatidos (Ax, 1953; Lacey, 1967). Durante muchos años han predominado las teorías que han explicado la experiencia emocional en base a la actividad del sistema nervioso central (teorías centrales), actividad que es acompañada por la activación generalizada del sistema nervioso periférico (autonómico y motor); por eso se les llama también teorías de la activación general. Cannon es quien inicia esta orientación. Las teorías centrales y de la activación general surgen como una reacción contra la teoría de James (Cannon, 1927). En estas teorías el estímulo emocional se procesa a nivel de Sistema Nervioso Central, que produce la experiencia emocional y a su vez envía información al Sistema Nervioso Autónomo, que se activa de forma generalizada (teorías de la activación general); es decir, no se da una especificidad fisiológica de respuesta emocional para cada emoción. Posteriormente, el concepto de activación general, contrario a la teoría de James, se amplía y supone la existencia de un único proceso de activación en el que los sistemas autonómico, cortical y somático estarían perfectamente integrados y sincronizados. Por lo tanto, los cambios orgánicos serían los mismos en cualquier reacción emocional, variando de una a otra sólo en intensidad. Sin embargo, Lacey (1967) en una extensa revisión encontró que la activación de estos tres sistemas constituyen formas diferentes de arousal, que no siempre correlacionan entre sí, dándose incluso esta falta de correlación entre respuestas de un mismo sistema (Cano Vindel, 1989), como James había apuntado, aunque no disponía de aparatos de registro fisiológico. Esto ha llevado a considerar varios sistemas de activación (en lugar de uno general). Así mismo, se ha encontrado un cierto grado de especificidad

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fisiológica o estereotipia individual; así como diferente patrón de respuesta en distintas situaciones (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1990a), como defendía James. En 1968, Lang (1968) propuso la existencia de tres sistemas de respuesta emocional (cognitivo, fisiológico y motor), dado que las respuestas de uno de estos tres tipos correlacionan o covarían mejor entre sí que con las respuestas de otro sistema (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1986, 1988). Este modelo es hoy comúnmente aceptado y se conoce como "teoría de los tres sistemas de respuesta emocional". A partir de él, se han estudiado una serie de fenómenos que muestran que puede ser más útil considerar las peculiaridades de cada uno de estos tres sistemas que conceptualizar la emoción como un constructo "unitario". En los años 60 y 70 otras teorías han dado explicaciones en base a una serie de procesos cognitivos (teorías cognitivas), o como consecuencia de un feedback de la expresión facial, que autopercibiríamos como un estado emocional (teorías del feedback facial). Las teorías del feedback facial derivan de la tradición evolucionista, iniciada por Darwin. En las teorías cognitivas, los cambios fisiológicos y somáticos no son la causa directa de la experiencia emocional, sino que van asociados con ella o son consecuencia. Lo que produce la experiencia emocional es la actividad cognitiva que el sujeto realiza para procesar la situación potencialmente emotiva. Estas teorías, como era de esperar, dado el desarrollo alcanzado por la psicología cognitiva, han conseguido hoy en día un alto grado de aceptación.

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3. PRINCIPALES LINEAS TEORICAS Y DE INVESTIGACION Dado el excesivo número de teorías o modelos que intentan explicar la emoción, o aspectos parciales de este proceso, sería conveniente comenzar haciendo una clasificación.

3.1. Intentos de clasificación Mandler (1988), en su análisis de los 100 años de psicología de la emoción, adopta la clasificación de Fraisse (1968), que considera dos tradiciones en el estudio de la emoción: la mental y la orgánica. Las teorías mentalistas consideran que los eventos orgánicos son consecuencia de los eventos psicológicos; mientras que las teorías orgánicas insisten en los eventos fisiológicos, en lugar de los pensamientos, como precursores de la emoción. Análogamente, Pinillos (1975) clasifica las teorías de la emoción en: teorías de carácter psicológico y teorías fisiológicas. Sin embargo, ambos autores definen quizás de forma diferente las categorías de clasificación. Así, para Pinillos las teorías de carácter psicológico son aquellas que de alguna manera acentúan, en la explicación de las emociones, sus aspectos conscientes y/o las respuestas abiertas en que consisten como conducta. Puesto que la consideración de los tres sistemas o modos de respuesta (experiencial, fisiológico y expresivo), es generalmente aceptada por la mayoría de los modelos o teorías sobre la emoción, pensamos que podrían adoptarse dos criterios de clasificación de las teorías sobre la emoción. Estos son: 1.Según el componente emocional que más destacan o estudian, en la explicación de las emociones. 2.Según el factor desencadenante de la reacción emocional . Según el primer criterio, el componente emocional que más destaquen, podemos clasificar las teorías en: A. Teorías cognitivo-afectivas (experienciales).

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B. Teorías fisiológicas. C. Teorías expresivas. En esta clasificación podríamos incluir otras categorías, tales como: teorías centradas en los estímulos externos o situacionales, teorías motivacionales y alguna otra más (véase la revisión de definiciones sobre la emoción de Kleinginna y Kleinginna, 1981). Las teorías experienciales estudiarían fundamentalmente los componentes subjetivos de la emoción (Davitz, 1969; Scherer, Walbott y Summerfield, 1987; Scherer, 1988). Sobre este campo, más que teorías lo que hay es estudios descriptivos, clasificaciones, etc., como ya denunciara James (1890). Las fisiológicas se centrarían en el estudio de las estructuras anatómicas y neurofisiológicas que se consideran implicadas en el comportamiento emocional, proponiendo distintas posibilidades de relación entre estos elementos, resaltando los cambios en la activación fisiológica como la manifestación emocional más importante, si no exclusiva, tal y como hacen las llamadas teorías de la activación general (Duffy, 1934; Lindsley, 1951). Por último, las teorías expresivas dedican sus mayores esfuerzos al estudio de la expresión facial y otras manifestaciones emocionales en conductas abiertas u observables (Izard, 1971; Ekman, 1973). Así, resulta fácil clasificar a teorías que han reducido la emoción a alguna de sus manifestaciones, como las teorías de la activación (Duffy, 1934; Lindsley, 1951), o las teorías que han estudiado la emoción como motivación (Leeper, 1948). Pero esta clasificación presenta un problema: prácticamente todas las teorías, pero especialmente las más recientes, consideran varios de los componentes emocionales, y no siempre resulta fácil decidir cual es el que consideran más importante. A su vez, los estudios que se centran en un único sistema de respuesta suelen ser estudios descriptivos o empíricos más que teorías o modelos. El segundo criterio, tampoco nos permite hacer una buena clasificación ya que casi todas las teorías admiten, explícita o implícitamente, que el proceso emocional es

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desencadenado por un estímulo (externo o interno). Podríamos, entonces, clasificarlas en función del primer sistema de respuestas que se activa (que sería el que desencadenaría las respuestas en los otros sistemas). Según este criterio, obtendríamos una clasificación similar a la anterior: A. Teorías cognitivas. B. Teorías fisiológicas. C. Teorías expresivas. Así encontraríamos teorías que defienden que son las representaciones y los procesos cognitivos los que generan la activación fisiológica y la expresión emocional (Arnold, 1960; Lazarus y Folkman, 1984/1986). Estas son las teorías cognitivas, que habría que diferenciar, al menos en parte, de las teorías experienciales o subjetivas de la clasificación anterior. Las teorías fisiológicas defienden que son los cambios fisiológicos los que generan la experiencia emocional, tales como la de James (1884) o la de Lange (1885); aunque James no considera exclusivamente los cambios fisiológicos, sino también el comportamiento motor. En cambio, las teorías expresivas sostienen que existen situaciones o estímulos emocionales que disparan o provocan la conducta emocional, produciendo distintas expresiones emocionales, fundamentalmente faciales, las cuales influyen sobre los sentimientos subjetivos (generan la experiencia emocional), ya sea: -a través de un feedback facial (Izard, 1984), -o por el procesamiento perceptual-motor (Leventhal, 1979, 1982), -o por la autopercepción del comportamiento emocional (Bem, 1972, 1974).

Pero, también resulta difícil clasificar a muchas teorías en función de este criterio sobre las complejas relaciones entre los tres sistemas o modos de respuesta. En efecto, algunas teorías postulan que es la conjunción de varios factores lo que

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genera la emoción (James, 1884; Schachter y Singer, 1962; Mandler, 1975; Leventhal, 1979, 1982). Otras admiten la posibilidad de que existan varios sistemas o formas de que se genere la emoción (Bem, 1972, 1974). Finalmente, otras son poco explícitas sobre este asunto tan complejo, o consideran la emoción de forma global. Parece, por lo tanto, que es difícil clasificar las múltiples teorías de la emoción, al menos desde criterios generales; por lo que tendremos que contentarnos con ir poniendo etiquetas a cada teoría o, a lo sumo, a grupos de teorías similares. Así, se suele hablar por ejemplo, de la teoría psicoevolucionista de Plutchik (1980a, 1984), la teoría neuroconductual de Pribram (1984), o las teorías del feedback facial, o las teorías cognitivas. Algo similar es lo que hace Plutchik (1980), que resume las principales teorías de la emoción en los siguientes apartados: en primer lugar, las cuatro grandes tradiciones en el estudio de la emoción (la línea evolucionista, la línea psicofisiológica, la línea neurológica y la línea dinámica); y, a continuación, los enfoques conductistas, las teorías de la activación, las teorías cognitivas, las teorías evolucionistas, las teorías de la función cerebral y las teorías psicoanalíticas. Pero, dentro de cada apartado, cada teoría está definida por el nombre del autor y una frase que define a la misma (p. ej., "teoría de Lazarus, emoción como una respuesta de afrontamiento"). Aunque este intento de categorización de Plutchik no es una buena clasificación, sin embargo presenta cierto valor pedagógico, al dibujar ciertas líneas o tendencias. Por ello, seguiremos en parte este esquema. Antes de pasar a desarrollar este esquema de líneas teóricas nos parece interesante distinguir las teorías cognitivas, de las teorías que resaltan la importancia de la experiencia subjetiva. Mientras que las primeras defienden que son los procesos cognitivos, conscientes o inconscientes, los que desencadenan la reacción emocional (que incluye experiencia subjetiva), las segundas se limitan a defender que lo más importante de una reacción emocional es la experiencia subjetiva, pero puede que no defiendan a los procesos cognitivos como generadores de la reacción emocional. Quizás se aclare más esta distinción si añadimos que en las teorías o enfoques subjetivos se ha dedicado un considerable esfuerzo al estudio de la evaluación y diferenciación emocional subjetiva: por ejemplo, análisis del léxico emocional (Davitz, 1969; Averill, 1975), agrupación de las emociones o búsqueda de las emociones fundamentales (Schmidt-Atzert, 1980; 1985; Scherer, 1984a; Scherer, 1988; Bertocci,

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1988), dimensiones de la experiencia emocional (Wundt, 1910; Bottenberg, 1975; Scherer, 1988), adquisición de vocablos emocionales, evaluación de estados emocionales subjetivos, (Nowlis, 1965, 1970; Spielberger, Gorsuch y Lushene, 1970; Izard, 1972; Howarth y Schokman-Gates, 1981; Scherer, 1988), etc. Ahora bien, no todos estos trabajos defienden una teoría subjetiva de la emoción. Pues muchos de estos esfuerzos son en principio ateóricos (no intentan defender un modelo general de emoción). En otros casos, los autores han elaborado teorías generales sobre la emoción que no son cognitivas, como es el caso de Izard, cuya teoría resalta los aspectos expresivo-faciales desde una perspectiva filogenética. En el caso de las teorías cognitivas de la emoción, sus esfuerzos, al menos teóricos, se centran en la explicación de la emoción como consecuencia de una serie de procesos cognitivos: evaluación de la situación y del afrontamiento (Lazarus y Folkman, 1986), atribución de causalidad (Weiner, 1988), evaluación de expectativas y de conformidad con las normas sociales (Scherer, 1984a, 1984c, 1988), representaciones perceptivas, interpretaciones o evaluación y afrontamiento (Leventhal, 1979, 1980, 1982, 1984a; Leventhal y Tomarken, 1986), evaluación de expectativas y objetivos (Ortony y Clore, 1981), evaluación del mundo en función de los intereses propios (Frijda, 1986, 1987), etc. Es decir, las teorías cognitivas de la emoción, por un lado, postulan una serie de procesos cognitivos (evaluativos, atributivos, de etiquetado, representaciones perceptivas, etc.), que se sitúan entre la situación estimular y la respuesta emocional; y, por otro lado, estudian los contenidos subjetivos (representaciones cognitivas y afectivas) que se manifiestan en la reacción emocional (experiencia subjetiva). Por lo tanto, al menos implícitamente, estas teorías distinguen entre procesos cognitivos y contenidos cognitivos.

3.2. La línea evolucionista: Darwin En 1872 Darwin publicó un libro titulado La expresión de las emociones en el hombre y en los animales. En él Darwin expone sus observaciones sobre las conductas emocionales de diferentes especies. Observa sistemáticamente las expresiones faciales, las posturas, los gestos, etc., en diferentes situaciones (de enfrentamiento, ataque, miedo, etc.), relacionando por supuesto dichos datos con su

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teoría evolutiva de las especies. De todo ello concluye que las expresiones emocionales se dan no sólo en el hombre, aunque en él adquieren su máximo desarrollo. Muchas de estas expresiones emocionales se dan en otras especies evolutivamente menos desarrolladas. Parece existir una continuidad filogenética, de manera que las especies más Tabla 1 desarrolladas poseen una mayor expresividad emocional. La línea evolucionista Dichas expresiones pueden manifestarse sin haber sido aprendidas, como es el caso de la sonrisa en los niños ciegos de nacimiento, que no han podido observar la sonrisa en otros rostros. Por último, se observa que las conductas emocionales cumplen una función adaptativa en muy diferentes especies de animales. Véase la figura 1, tomada del libro de Darwin, en la que se ilustra como un gato responde ante la amenaza de un perro. Actualmente, esta línea teórica se desarrolla en varias vías, muy próximas entre sí, como podemos ver:

Esta línea se inicia con la publicación en 1872 de La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, de Darwin. ! CARACTERISTICAS: -Se centran en la expresión emocional: posturas, gestos y expresiones faciales -Muchas expresiones emocionales son no aprendidas -Estas expresiones emocionales cumplen una función adaptativa -Continuidad básica de las expresiones emocionales, desde los animales inferiores hasta el hombre ! MODELOS: -Teorías del feedback facial: Izard -Plutchik -Tomkins ! CRITICAS: -Se trata de una visión parcial de las emociones: la expresión observable -Utilizan la metodología observacional, preferentemente

1.La teoría del feedback facial y el estudio de las bases anatómicas y fisiológicas implicadas en las relaciones entre expresión facial y experiencia emocional. 2.Las teorías e investigaciones evolutivas que estudian el desarrollo de la conducta emocional en el hombre, desde el nacimiento hasta la edad adulta. 3.Los estudios etológico-evolucionistas con animales (determinación de cuáles son las emociones básicas, evolución filogenética, evaluación de emociones en animales, etc.)

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4.Los estudios sobre reconocimiento de caras e identificación de expresiones emotivas concretas básicas. 5.Estudios sobre cuáles son las emociones primarias y qué emociones se mezclan, y cómo, para obtener una emoción secundaria. Veamos a continuación un resumen de la teoría y las investigaciones de Izard, que toca algunos de estos puntos.

3.2.1. Teoría de Izard facial)

(Feedback

Tabla 2 Teoría de Izard (feedback facial) !Se trata de una teoría compleja: feedback facial, mecanismos neurales, relaciones entre sistemas, desarrollo, diferenciación emocional, etc. !Feedback facial: la expresión facial determina la cualidad de la experiencia emocional !Dos conexiones entre músculos faciales y cerebro: -impulsos cerebrales a los músculos de la cara: expresiones faciales (genéticas) -retroalimentación al cerebro: experiencia emocional (cualidad) !Los músculos no faciales y las vísceras desempeñan un papel secundario: intensidad emocional

La de Izard es una compleja y extensa teoría que, situada en el centro !Implicación: regulación afectiva por cambios mismo de las teorías del feedback faciales (manipulando los músculos faciales se pueden obtener cambios en el estado de facial, desarrolla también otros ánimo) aspectos próximos, como la teoría diferencial de las emociones a nivel experiencial, estudia el desarrollo y la expresión emocional, los mecanismos neurales, las relaciones entre sistemas diversos (entre ellos cognición y emoción) y defiende la primacía de las emociones sobre la cognición. Para Izard (1971, 1972), la personalidad es un conjunto de sistemas interrelacionados: homeostático, motor, emocional, perceptual y cognitivo. Estos sistemas, aunque son interdependientes, cumplen funciones diferentes y pueden actuar independientemente.

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Figura 1:

La expresión facial juega un papel importante en

Reacción de un gato frente a un perro (Darwin, 1872)

la formación de la experiencia subjetiva emocional. Existen dos conexiones entre los músculos faciales y determinadas estructuras cerebrales. Una de ellas sirve para transmitir impulsos cerebrales a los músculos de la cara, provocando determinadas expresiones faciales genéticamente

determinadas. La otra se encarga de informar retroactivamente al cerebro acerca de la tensión muscular facial. La información retroactiva de los músculos faciales se procesa en el cerebro, dando lugar a la experiencia emocional (hipótesis del feedback facial). Puesto que las distintas expresiones faciales se diferencian entre sí, la retroinformación de los músculos faciales da lugar a expresiones emocionales cualitativamente distintas. El resto de la musculatura y las vísceras poseen sólo un valor secundario, desempeñando tan sólo un papel en cuanto a la intensidad de la emoción y su mantenimiento. Pero la cualidad de la emoción está determinada por el feedback de los músculos faciales. Estas ideas acerca de la génesis de la emoción se basan sobre en las especulaciones neurofisiológicas de Gellhorn (1964) y Tomkins (1962). En el capítulo primero (Izard, 1984) del libro que firma junto Kagan y Zajonc, "Emoción, cognición y conducta", (Izard, Kagan y Zajonc, 1984), estudia las relaciones entre emoción y cognición, analizándolas también en el marco del desarrollo humano. En él defiende, al igual que Zajonc (1980, 1984; Zajonc, y Markus, 1984; véase el

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capítulo sobre cognición y emoción), que los sistemas emocional y cognitivo son independientes, aunque interrelacionados, así como la primacía de la emoción. Estudia la sugerencia de Zajonc (1980) sobre las interacciones de emoción y cognición a distintos niveles y propone unas supuestas bases o estructuras neuroanatómicas separadas para ambos procesos. Cognición y emoción serían dos sistemas separados pero interrelacionados a tres niveles diferentes. Los tres niveles considerados por Izard son: el neurofisiológico, el experiencial y el expresivo. A nivel neurofisiológico, las emociones pueden considerarse un sistema separado. Sin embargo, el hipocampo (una estructura del sistema límbico o emocional) está fuertemente relacionada con el procesamiento de información y la memoria; lo que sugiere la existencia de una estructura cerebral especialmente adaptada para mediar las interacciones entre emoción y cognición. Izard hipotetiza que el hipocampo está encargado de la emoción de interés, que juega un papel importante en su teoría. En efecto, la emoción de interés constituye la base motivacional de la atención selectiva, un proceso que es básico para el aprendizaje y la memoria. Asimismo, se da interacción entre emoción y cognición en el nivel expresivo. El comportamiento expresivo-conductual de las emociones es una función directa de los procesos sensoriales que no requieren mediación cognitiva. Aunque la expresión emocional en la infancia es reflexiva-automática, la musculatura de la cara está inervada por el sistema nervioso somático, lo que implica control voluntario en los adultos. Por lo tanto, en el nivel expresivo, también se da la interacción entre emoción y cognición. Finalmente, también se da interacción entre emoción y cognición en el nivel experiencial. En efecto, la emoción influye en procesos cognitivos básicos, puesto que determina el contenido de la percepción, como en el caso de la percepción selectiva (Izard, Nagler, Randall y Fox, 1965) e influye sobre el aprendizaje y el recuerdo (Bower, 1981; Laird, Wagener, Halal y Szegda, 1982; Gilligan y Bower, 1984). Aunque la emoción y la cognición son en sentido amplio interdependientes, otros datos sugieren también que los procesos emocionales y los procesos cognitivos poseen un grado significativo de independencia. Por lo tanto, Izard defiende que se mantenga la distinción entre emoción, tal y como la sentimos o experimentamos en la

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conciencia, y los procesos cognitivos que la acompañan en la conciencia, los cuales no sentimos. En relación al desarrollo emocional en el hombre, Izard (1984) reflexiona sobre tres supuestos: 1. La emoción concebida como motivación para la cognición y la conducta puede entenderse también como primaria en el desarrollo, facilitando el funcionamiento y organización de los distintos sistemas orgánicos. 2. La invarianza de los sentimientos emocionales a lo largo del ciclo vital proporciona un sentido de continuidad y contribuye al desarrollo de la autoimagen o concepto de yo. Esta invarianza de los sentimientos emocionales no quiere decir que no exista un desarrollo emocional, sino que cumple una función estabilizadora y organizativa en el desarrollo. 3. El sentimiento es la representación mental de la emoción. Es importante distinguir entre experiencia emocional como sentimiento y como representación. El niño que puede representar la emoción solamente como expresión motora y eventualmente como sentimiento, llega a ser capaz de sentir una emoción mientras simboliza y verbaliza otra. El desarrollo en el nivel neurofisiológico produce las capacidades inhibitorias y auto-reguladoras tan importantes para la adaptación efectiva a las complejas demandas sociales y ambientales. El desarrollo en el nivel expresivo-motor genera en los niños un incremento de dominio sobre sus expresiones emocionales, incluyendo la regulación de la expresión (y también la inhibición, fragmentación, enmascaramiento, etc. de la expresión emocional) y el uso de las expresiones voluntarias en las interacciones sociales. La investigación sobre el desarrollo de las expresiones emocionales, o estilos expresivos, debe estar relacionada con la posibilidad de que las regulaciones o formaciones de la expresión emocional o estilo de expresión a través de la socialización pueda ser equivalente a la formación de experiencias emocionales.

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El desarrollo emocional en el nivel experiencial-subjetivo es mejor conocido cuando este nivel se concibe como un estado emocional, o fenómeno no cognitivo. Los estados de sentimiento emocional son los aspectos motivacionales de la experiencia, y a través del desarrollo llegan a estar unidos a las imágenes, los símbolos y los pensamientos. Este proceso deriva en las estructuras afectivo-cognitivas y las orientaciones que forman la personalidad y la conducta (Malatesta e Izard, 1984). Como resulta notorio, la teoría de Izard se opone a los modelos cognitivos de las emociones; veamos, por ejemplo, las críticas que Izard (1982) realiza al modelo de Schachter y Singer (1962), o modelo de activación más cognición. Resume sus críticas a este modelo en cinco puntos: 1. El modelo de activación-cognición parece que asume que el Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.) contiene todos los tejidos neurales que se relacionan con la emoción (como si la activación fuera sólo periférica o visceral). Esto está en contradicción con un amplio número de investigaciones que relacionan una serie de mecanismos del sistema límbico y del cortex frontal (S.N.C.) con la emoción, e incluso estructuras límbicas concretas con emociones particulares. Las teorías cognitivas de la emoción ignoran generalmente los varios tipos de activación cortical, que pueden ser ortogonales o estar relacionados negativamente con los índices de activación del S.N.A. 2. No hay datos que muestren una relación causal entre activación autonómica y emoción. Hay muchos datos que muestran correlación o concomitancia entre varios índices de las emociones y activación del S.N.A. Por lo tanto, funciones del S.N.A. pueden usarse a menudo para obtener datos convergentes sobre la emoción, pero se requiere como dato adicional un índice de uno o más de los tres componentes de la emoción. 3. Las causas de la activación del S.N.A. varían ampliamente (desde el susto al ejercicio físico); pero quizás el principal determinante de la activación del S.N.A. es la emoción. Por lo tanto, el arousal del S.N.A. más que un antecedente de la emoción sería una consecuencia de la emoción, así como de otras cosas que requieren movilización de energía. 4. El modelo de activación-cognición parece asumir que la activación surge directamente después de cierto conjunto de eventos, los cuales deben ser evaluados;

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por lo tanto, antes de que haya emoción. Desde 1962 hasta 1979 se aceptaba la suposición de que los procesos evaluativos o la búsqueda de explicación para el arousal era neutra o insesgada. Los trabajos de Marshall y Zimbardo (1979) y el de Maslasch (1979) indican que el arousal no explicado conduce a una búsqueda o evaluación negativamente sesgada (la etiqueta que los sujetos suelen poner a un estado de excitación autonómico provocado experimentalmente suele ser "me siento ansioso", u otras emociones negativas). 5. El modelo de activación-cognición asume que no hay afecto sin valoración, evaluación, o algún proceso simbólico. Sin embargo, según Izard, no se requiere ningún proceso evaluativo o simbólico para sentir dolor, o placer sexual, o para sentir alegría o tristeza, miedo o ira. Como puede verse se trata de dos concepciones bastante diferentes de las emociones. Pero estas diferencias entre ambas teorías (el enfoque cognitivo y las teorías del feedback facial) están aún por resolver con datos concluyentes. Si la teoría de Schachter ha generado gran cantidad de experimentos en los que se manipula la excitación fisiológica y la atribución de la percepción de los síntomas a las claves situacionales, para estudiar el comportamiento emocional subjetivo y expresivo, la teoría de Izard, por el contrario, ha dado lugar a investigaciones en las que se ha manipulado el comportamiento emocional expresivo, especialmente la expresión facial, con el fin de estudiar su influencia sobre la experiencia subjetiva emocional. Los métodos utilizados son más problemáticos aún que los utilizados para inducir excitación fisiológica. Los resultados tampoco son definitivos. Básicamente estos métodos consisten en pedir a los sujetos que muestren, simulen o disimulen un determinado comportamiento emocional (muchas veces, mediante la expresión facial); otras veces se pide a los sujetos simplemente que contraigan o relajen determinados músculos de la cara (Rutledge y Hupka, 1985). Lógicamente, la finalidad de la manipulación no debería ser conocida por los sujetos y, dicha manipulación no debería afectar sus sentimientos subjetivos. Dicha manipulación suele ir seguida de la presentación de distintas situaciones estimulares, neutras o emotivas. A continuación se estudian las diferencias entre las distintas condiciones a nivel de experiencia subjetiva emocional de los sujetos. Estos métodos, relativamente toscos, plantean el problema de si el experimentador manipula solamente el comportamiento expresivo y no afecta también a los sentimientos subjetivos de sus sujetos. Es decir, sino manipula también la variable dependiente.

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Los resultados confirman, en su mayor parte, las hipótesis (Schmidt-Atzert, 1985). Sin embargo, en vista de los problemas metodológicos y de algunos resultados negativos (sólo algunos sujetos se dejan influir por su mímica, la manipulación parece que sólo es efectiva bajo ciertas condiciones y, además, su efecto es siempre débil), hay que mostrarse prudente a la hora de sacar conclusiones.

Tabla 3 Comparación de los modelos de Izard y Schachter Teoría del feedback facial de Izard 1.Activación central (S.N.C.). 2.La emoción provoca activación fisiológica del S.N.A. 3.Lo primario es la emoción, sobre la cognición (la emoción no requiere procesos cognitivos). 4.La experiencia emocional es determinada por el feedback de los músculos faciales (primero es la expresión y luego la experiencia). Teoría cognitiva de Schachter y Singer 1.Activación periférica: S.N.A. y S.N. Motor. 2.La activación fisiológica (S.N.A.) puede generar una emoción. 3.Lo primario son los procesos cognitivos, sobre la emoción (los procesos cognitivos son necesarios para que surja una emoción). 4.La experiencia emocional es determinada como consecuencia de dos procesos: activación fisiológica más procesos cognitivos (percepción del estado de activación, atribución de este estado al efecto de la situación y etiquetado del estado emocional).

En la teoría de Izard cobran también importancia los estudios sobre la adquisición del vocabulario emocional en los niños (Malatesta, 1981). En esta adquisición, las denominaciones emocionales de los adultos servirían para etiquetar los sentimientos de los niños, surgidos a partir de sus propias expresiones emocionales. Asimismo, parece importante el estudio de una diferenciación emocional a nivel subjetivo. Entre otras razones para estudiar si hay coincidencia entre las diferentes emociones básicas que se pueden experimentar y las diferentes expresiones emocionales básicas que se pueden observar. Labor que también ha realizado Izard, especialmente en los años finales de los 60 y principios de los 70 (Izard, 1968, 1971, 1972; Ekman, Sorenson y Friesen, 1969). Con el fin de estudiar y clasificar las

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diferentes experiencias emocionales ha desarrollado el D.E.S., o Differential Emotion Scale (Izard, 1968). Por último, parte de las interacciones entre cognición y emoción que propone Izard se basan en estudios recientes, cuyas conclusiones no son definitivas, pero que están siendo objeto de estudio en un numero creciente de investigaciones.

3.3. La línea psicofisiológica James, en 1884, publica un artículo, titulado ")Qué es la emoción?", que supone una cambio fundamental en la forma en que se venía entendiendo el fenómeno emocional. Pero, a su vez, plantea una serie de problemas para la investigación, a los que todavía hoy se sigue prestando una considerable atención y esfuerzo. Según James, "los cambios corporales siguen directamente a la percepción del hecho desencadenante y (...) nuestra sensación de esos cambios según se van produciendo es la emoción" (James, 1884/1985, p. 59). Es decir, aquellos cambios corporales (tanto fisiológicos como motores; no sólo viscerales, como a veces se dice) que denominamos 'expresión emocional' son en realidad los que constituyen y generan la experiencia emocional. La sensación que nos producen estos cambios, en el momento en que se producen, es la emoción; que es, por lo tanto, la experiencia afectiva de una conducta refleja. De manera clara y comprometida, James ordena causalmente los distintos componentes de la emoción: situación, reacción emocional y experiencia afectiva. Cualquier estado emocional al que le quitáramos todas las sensaciones de sus cambios corporales asociados, se convertiría en una estado puramente cognitivo, frío y neutro, sin cualidad afectiva. Así, nos dice James, "...si yo estuviera corporalmente anestesiado, estaría de esa manera excluido de la vida afectiva, intensa y delicada,..." Las emociones intensas o groseras son en realidad lo que se entiende simplemente por emociones (miedo, ira, etc.), mientras que las emociones delicadas (sentimientos morales, intelectuales y estéticos) son estados afectivos en los que los cambios orgánicos son más débiles.

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Inversamente, la activación voluntaria de las manifestaciones de una emoción debería darnos esa emoción. Ahora bien, cualquier emoción, por simple que sea, está producida por tantos actos reflejos que Tabla 4 en la práctica sería difícil activarlos artificialmente; por lo que, por este Implicaciones de la teoría de James camino, como el propio James Las implicaciones de la teoría de James reconoció, parece casi imposible probar pueden desglosarse en los siguientes o refutar esta teoría. enunciados: "Lo que nos dificulta tanto el reproducir en frío la expresión completa y global de cualquier emoción es el número inmenso de porciones del cuerpo que se modifican en cualquiera de ellas". (James, 1884/1985, p. 61).

Por lo tanto, debido a este significativo número de actos reflejos, sus peculiaridades, el alto número de objetos o situaciones que pueden desencadenarlos, etc., la teoría de James defiende un alto grado de especificidad de las reacciones emocionales.

1.La emoción es la experiencia afectiva de una conducta refleja. 2.Los cambios corporales son condición necesaria y suficiente para que se dé una emoción. 3.El cambio corporal es experimentado en el momento que se produce. 4.Cada emoción se caracteriza por un patrón característico de reacción visceral (especificidad psicofisiológica). 5.Cada persona posee una idiosincrasia personal de expresión (especificidad individual).

Por un lado, cada una de las emociones se caracteriza por un conjunto diferente y propio de procesos corporales que ocurrirían juntos; es decir, existirían patrones viscerales y motores diferenciados para cada emoción (patrón de respuesta emocional). Si los estados emocionales surgen como consecuencia de los cambios corporales, cabe deducir entonces que estados emocionales similares deberán estar generados por cambios sustancialmente iguales (patrones). Sin embargo, James señala la dificultad de encontrar dos reacciones emocionales similares: "el lenguaje ha discriminado algunas, como odio, antipatía, animosidad... etc.; pero en los diccionarios de sinónimos nos encontramos estos sentimientos diferenciados más por sus estímulos objetivos especiales que por su carácter consciente o subjetivo" (James, 1890/1981, p. 1064).

Por otro lado, para cada persona existe un cierto grado de idiosincrasia personal de expresión, así como una gama distinta de objetos que la producen, de tal forma que

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el sentimiento de esa combinación específica, sería también una emoción específica (especificidad individual). "...casi todos tenemos alguna idiosincrasia personal de expresión..." (James, 1890, p. 1064). Finalmente, James insiste con distintos argumentos en que hay que cambiar el enfoque con el que se ha venido estudiando la emoción: debe ser estudiada como un proceso, no desde un enfoque de contenidos (los contenidos son cambiantes, los procesos no; los contenidos sólo podemos describirlos o clasificarlos, con los procesos podemos experimentar y preguntarnos el cómo y el por qué). Esta teoría, a lo largo de la historia de la psicología, ha sido rechazada y retomada en distintas ocasiones, lo que probablemente muestra el escaso desarrollo alcanzado en este campo. Siendo una de las primeras teorías sobre las emociones, sigue apareciendo descrita en cualquier manual de psicología que incluya un capítulo sobre este tema. Se considera que esta teoría abrió una tradición de estudios o línea de investigación que ha dado lugar a una nueva disciplina: la psicofisiología.

3.4. La línea neurológica Cannon (1915) señala cinco objeciones a la teoría de James (Véase Cano Vindel y Aguirregabiria, 1989):

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1.- La separación entre la información visceral y el SNC no altera la conducta emocional. En este sentido, además de los trabajos de Sherrington de principios de siglo, el propio Cannon realizó experimentos con animales, a los que cortaba las conexiones entre S.N.C. y S.N.A. En humanos, podemos citar trabajos como los de Dana (1921) en el que se comprobó la permanencia de emociones en una mujer con sección cervical. Hohmann (1966) encontró que cuanto más alta era la lesión medular, mayor descenso de la emotividad (estos resultados podrían ser un apoyo indirecto a la teoría de James). Jasnos y Hackmiller (1975) trabajaron también con personas con lesión medular. Les presentaban imágenes de mujeres (vestidas, desnudas y lesionadas). Comprobaron que a mayor lesión (menos información autonómica), se daba una menor excitación. Sin embargo, en la presentación de mujeres lesionadas no aparecían resultados equiparables a los anteriores. Lader y Tyrer (1975) apuntan el hecho de que los sujetos de Hohmann podían estar deprimidos a causa de su lesión y del cambio que ésta había significado en sus vidas. Del mismo modo, los resultados de Jasnos y Hackmiller podrían interpretarse en el sentido de cómo la lesión pudo influir en la evaluación de la mujer como estímulo sexual.

Tabla 5 Críticas a la teoría de James Las cinco objeciones que Cannon (1915) señala a la teoría de James y los trabajos de investigación desarrollados sobre cada punto: 1.La separación entre las vísceras (S.N.A.) y el SNC no altera la conducta emocional. - Sherrington (1900) - Cannon (1915) - Dana (1921) - Hohman (1966) - Jasnos y Hackmiller (1975) - Lader y Tyrer (1975) 2.Los mismos cambios viscerales se producen en estados emocionales diferentes y en estados no emocionales. - Landis (1924) - Ax (1953) - Wolf y Wolf (1943) - Candland y cols. (1977) - Ohman (1987) 3.Las vísceras son estructuras esencialmente insensibles. 4.Las respuestas del S.N.A. son muy lentas, tienen latencias muy largas, mientras que las reacciones emocionales son rápidas. - Mandler (1988) 5.Los cambios viscerales producidos artificialmente, no van seguidos necesariamente de emoción. - Marañón (1924) - Lader (1982) - Greenblat y Schader (1982)

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2.- Los mismos cambios viscerales se producen en estados emocionales diferentes y en estados no emocionales. Landis (1924), intenta demostrar que los cambios fisiológicos eran similares en las distintas emociones. Sus resultados no fueron del todo satisfactorios. Ax (1953), encuentra pautas fisiológicas distintas entre dos emociones: la ira y el miedo. El lo explica como debido a la acción de la noradrenalina y la adrenalina (miedo). Wolf y Wolf (1943), ante una gran variedad de situaciones, encontraron dos patrones fisiológicos distintos. Candland, Fell, Kee, Leshner, Plutchik y Tarpy (1977), tras revisar los escasos estudios existentes, afirman que existe una relación inespecífica entre estado emocional y estado fisiológico. Es decir, en general no existe evidencia suficiente que demuestre que estados emocionales diferentes sean causados por estados viscerales diferentes. Sin embargo, Ohman (1987) concluye que los datos apoyan una cierta diferenciación emocional a nivel cardiovascular y psicofisiológico-facial. 3.- Las vísceras son estructuras esencialmente insensibles. Esta afirmación de Cannon posiblemente sea una de las críticas más inconsistentes. Las vísceras poseen una sensibilidad difusa, de hecho, los trabajos de biofeedback demuestran que pueden condicionarse. 4.- Las respuestas del S.N.A. son muy lentas, tienen latencias muy largas, mientras que en las reacciones emocionales no es así, son rápidas. Se ha visto que existen otros sistemas que suplirían este déficits, por ejemplo,las respuestas esqueléticas condicionadas y la imaginación autónoma (Mandler, 1988). Del mismo modo, la emoción puede experimentarse aún cuando ha desaparecido el estímulo que la provoca. 5.- Los cambios viscerales producidos artificialmente, no van seguidos necesariamente de emoción. Un apoyo a esta afirmación sería el experimento de Marañón. A pesar de todo, los cambios viscerales parecen ser condición necesaria para la emoción, conjuntamente con los factores cognitivos. Por otra parte, diversos trabajos (Lader, 1982; Greenblatt y

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Schader, 1982), han señalado como en emociones como la ansiedad, los bloqueantes beta-adrenérgicos provocan una disminución de las respuestas fisiológicas de ansiedad, lo cual, hasta cierto punto, apoyaría la teoría de James.

Finalmente, el propio Cannon formula un nuevo modelo que ha dado lugar a toda una tradición, la neurológica, que nace casi por oposición a la anterior (orientación psicofisiológica). Veámosla. Las críticas de Cannon (1927, 1931) a esta teoría hicieron que los cambios autonómicos y somáticos dejaran de entenderse como antecedentes causales de la emoción (cuya percepción genera tanto la cualidad como la intensidad emocional) y pasaran a ser concomitantes homeostáticos de la misma (indicadores tan sólo de la intensidad emocional, que acompañan a la conducta emocional y preparan para la acción). Así, la teoría emergentista de las emociones de Cannon (1929, 1931) defiende que los cambios corporales cumplen la función general de preparar al organismo para la acción en situaciones de emergencia. La rama simpática del Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.) moviliza la energía; mientras que la rama parasimpática cumple una función contraria, de conservación de la energía. Pero los cambios serían similares para las distintas emociones, variando solo en intensidad. La emoción sería un fenómeno central, en el cual juega un papel importante el tálamo óptico (ahora llamado hipotálamo), que por un lado envía impulsos a la corteza (experiencia emocional) y, por otro, manda impulsos al sistema nervioso periférico (cambios fisiológicos), que genera la energía para la acción.

Tabla 6 La línea neurológica (Cannon) !CARACTERISTICAS: -La emoción es una actividad del S.N.C., no del S. Periférico. La actividad autonómica y somática acompaña a la emoción y prepara para la acción -La activación fisiológica es general y no específica -Se estudian las estructuras neurales implicadas en la reacción emocional !MODELOS: -Papez - MacLean - Pribram !CRITICAS: -Localizacionismo -Activación general -Experimentos con animales: olvidan la experiencia emocional

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Durante los años siguientes la teoría de Cannon ejerció una gran influencia, desarrollándose las teorías sobre los mecanismos neurales centrales de la emoción. Asimismo, desde esta nueva perspectiva, la conducta emocional va acompañada de un estado fisiológico de activación, en general alto, aunque las diferentes emociones ocupan distintas posiciones en el continuo de activación. Es lo que se conoce como teoría de la activación general.

3.5. La línea dinámica Esta línea surge en el campo clínico, más que en el campo experimental, de la mano de Freud, y como explicación alternativa a la organicista (predominante en la época) sobre la neurosis, basándose para ello, en la dinámica de los aspectos inconscientes del individuo. Esta interpretación de las neurosis, elaborada por Freud, le llevó a una compleja teoría psicológica de la personalidad, de la motivación, de la emoción, del desarrollo evolutivo y de la psicoterapia, cuyas aportaciones teóricas se centran en tres áreas: los aspectos dinámicos, los aspectos estructurales y los aspectos evolutivos de la personalidad normal y patológica. En la primera tópica (inconsciente, preconsciente y consciente) se encuentran ya algunos elementos dinámicos, pero estos serán desarrollados en la segunda (yo, ello y super-yo). La dinámica motivacional de la personalidad está modulada por componentes estructurales. La dinámica de estos tres sistemas produce a veces conflictos que de no resolverse se manifiestan en forma de síntomas neuróticos. El método para superar estos conflictos y eliminar los síntomas neuróticos sería el psicoanálisis, que proporcionaría el conocimiento necesario de la naturaleza de la estructura psíquica del propio individuo. Los métodos que se utilizan en el psicoanálisis son: la asociación libre, la interpretación de los sueños, análisis de chistes y actos fallidos, etc. Dentro de esta escuela destaca la ausencia de trabajos experimentales por contrastar la teoría. Rapaport (1950) reconoce que Freud manejaba indistintamente hechos observados o interpretaciones de los mismos. Fuera de la propia escuela, en los años 40 y 50, varios investigadores de la universidad de Yale, en torno a Clark Hull, trataron de integrar los conceptos y principios básicos del condicionamiento con los del

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psicoanálisis, y validar experimentalmente algunos de los conceptos motivacionales propuestos por el psicoanálisis: la represión, el conflicto, la ansiedad, la frustración, etc. El resultado fue decepcionante: falta de claridad de los postulados psicoanalíticos, limitaciones del modelo animal Tabla 7 adoptado, problemas inherentes a las exigencias del laboratorio, etc., Los enfoques conductistas acabaron con cualquier interés por poner a prueba las hipótesis !CARACTERISTICAS: psicoanalíticas y desarrollaron más el -Conducta emocional: se aprende como cualquier otra interés por modelos teóricos -Situacionismo, análisis funcional de los conductuales, lo que daría lugar a la trastornos -Contrastación empírica, metodología Terapia de Conducta (Wolpe, 1958; rigurosa Eysenck, 1959; Eysenck y Rachman, -Desarrollo de técnicas: modificación de 1965).

3.6. Los enfoques conductistas

conducta !MODELOS: -El modelo del C.C. (Condicionamiento Clásico) de Watson y Rayner (1920) -Modelo bifactorial de Mowrer (1939) -El modelo de C.I. (Condicionamiento Instrumental) -Modelos de aprendizaje cognitivo -Modelo de la incubación de Eysenck

Sin duda, la emoción que más ha sido estudiada por los teóricos del aprendizaje es el miedo. El campo !CRITICAS: -Reformulación cognitiva del aprendizaje aplicado que más directamente ha -Fenómenos que no ha podido explicar recibido los frutos de estos estudios es el de la eliminación de fobias; entendidas estas como miedos intensos a estímulos concretos, en general, fácilmente condicionables. Estos estudios se han extendido también a otras emociones, como la ansiedad, y a trastornos emocionales similares. Parece que el primer modelo que explica la emoción humana como resultado de un condicionamiento clásico apareció históricamente con el experimento de Watson y Rayner (1920). En este experimento se generó en un niño de once meses una respuesta de temor a estímulos previamente no temidos, mediante siete ensayos en los que se emparejaban un E.C. (rata blanca) con un E.I. (ruido intenso). Este experimento no siempre ha podido ser replicado (véanse Bootzin y Max, 1981 y Delprato y McGlynn, 1984, para una revisión), pero supuso la base para la formulación del modelo del condicionamiento clásico de conducta emocional en humanos.

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Mowrer (1939) formuló un modelo sobre la ansiedad en términos de estímulos, respuestas y refuerzos. El miedo o ansiedad sería una respuesta aprendida que podría actuar como impulso, cuya reducción inmediata serviría de recompensa. "En resumen, la ansiedad (el miedo) es la forma condicionada de la reacción de dolor, la cual tiene la muy útil función de motivar y reforzar la conducta que tiende a evitar o prevenir la repetición del estímulo (incondicionado) que produjo el dolor" (Mowrer, 1939, p. 555, negritas en el original). En 1947 (Mowrer, 1947) elaboró el modelo de los dos factores, según el cual la conducta fóbica se aprendería en una secuencia de dos partes o estadios. Primero, por condicionamiento clásico, un estímulo neutro que no elicita respuestas emocionales se asocia a un estímulo incondicionado, llegando a producir una respuesta emocional condicionada negativa; es decir, se transforma en un estímulo condicionado. Segundo, este estímulo condicionado se convierte en un estímulo discriminante de la respuesta de evitación que pone fin a la respuesta emocional condicionada negativa, lo cual resulta reforzante. El modelo de los dos factores podría explicar muchas fobias adquiridas por un suceso traumático, pero presenta una serie de problemas. Uno, que a veces no hay tal suceso traumático. Dos, )por qué persiste la fobia en los casos en que no se vuelven a asociar el estímulo condicionado y el estímulo incondicionado?. Mowrer (1950) intenta explicar este último fenómeno con lo que el llama "paradoja neurótica" y Solomon y Wynne (1954) reformulan el modelo; pero parece que este modelo no puede explicar este fenómeno. Tres, las respuestas fisiológicas son más lentas de activar que la respuesta de evitación, por lo que las primeras no pueden ser causa de la segunda. La ansiedad o respuesta emocional condicionada no jugaría un papel relevante en la respuesta de evitación. "No es que el estímulo llegue a ser aversivo sino que los individuos han aprendido a anticipar consecuencias aversivas" (Bandura, 1977, p. 209). Hammond (1970) resume el modelo de Mowrer y el de Rescorla y Solomon, relacionando condicionamiento clásico, condicionamiento operante y correlatos psicofisiológicos, tanto para animales como humanos. Define la emoción como un estado central del organismo que es elicitado por importantes sucesos estimulares aprendidos y no aprendidos. Los no aprendidos serían las recompensas y los castigos. Los aprendidos serían señales que, mediante condicionamiento clásico, han adquirido la capacidad de elicitar respuestas similares a las que son controladas por recompensas y castigos, en particular las respuestas generales de acercamiento y

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evitación. Así pues, los estados emocionales condicionados podrían actuar como incentivos. Borkovec (1976, 1979) ha ampliado este modelo de los dos factores a la evitación cognitiva y percepción autonómica. Las respuestas de evitación cognitiva mediarían en el mantenimiento de la ansiedad y la percepción autonómica jugaría un cierto papel en el mantenimiento y reducción de la ansiedad. Así, aunque un paciente fóbico no evite conductualmente el estímulo fóbico (estímulo condicionado), que no va seguido del estímulo incondicionado, la evitación cognitiva podría explicar el mantenimiento de la respuesta de ansiedad. En algunos casos las respuestas fóbicas son reforzadas positivamente (condicionamiento instrumental), no sólo por la desaparición de la respuesta condicionada de miedo, sino por recompensas sociales. Tal vez sea el caso de algunos miedos femeninos. Sin embargo, si se impide al sujeto dar la respuesta de evitación (Solomon, Kamin y Wynne, 1953) su conducta se vuelve tan agitada que no parece que el condicionamiento instrumental por si solo pueda explicar este fenómeno. Pero, como Kimmel y Brennan (1981) señalan, el condicionamiento instrumental no sólo modifica las respuestas músculo-esqueletales sino también las autonómicas y, por lo tanto, puede complementar al condicionamiento clásico en la explicación del aprendizaje emocional. El experimento clásico de Bandura y Rosenthal (1966) demostró como se pueden aprender respuestas autonómicas por aprendizaje vicario. El modelado pasó así a ser otro modelo explicativo de la adquisición de fobias. El aprendizaje de una conducta fóbica podría incluso producirse por instrucción verbal en ausencia de cualquier observación directa de un modelo (Craig, 1968). No obstante, cuando se interroga a sujetos con fobias sobre el posible origen de su problema (Rimm y cols., 1977) son muy pocos los que relacionan sus miedos con el aprendizaje vicario, frente a los que relacionan su adquisición con experiencias directas. Se han realizado algunos trabajos sobre la importancia de los distintos tipos de aprendizaje en relación a la adquisición de fobias, en los que mediante el informe retrospectivo se suele encontrar que la mayor parte de las fobias suelen ser aprendidas por experiencia directa traumática con el estímulo fóbico (condicionamiento clásico). El problema de detectar la presencia de un estímulo incondicionado en una experiencia natural de condicionamiento fóbico podría ser soslayado por la sugerencia

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de que una serie de estímulos interoceptivos difíciles de identificar podrían elicitar fuertes respuestas de ansiedad. Ost y Hugdahl (1983) encontraron que el 81% de sus pacientes agorafóbicos severos recordaban un ataque de pánico en la situación que posteriormente se transformaría para ellos en fóbica, mientras que sólo un pequeño número de estos pacientes recordó estímulos incondicionados específicos que pudieran haber provocado la primera reacción de pánico. El modelo de la incubación de Eysenck (1968, 1976, 1980, 1985) pretende explicar la persistencia, e incluso aumento, de respuestas fóbicas sin necesidad de un reaprendizaje sostenido por la presencia de estímulos incondicionados. Eysenck propone una remodelación de la extinción en el condicionamiento clásico. Al presentarse sólo el estímulo condicionado pueden ocurrir dos cosas, bien que pierda fuerza para elicitar la respuesta (formulasen tradicional de la extinción), bien que la gane. El que ocurra una cosa y no la otra depende del tipo de respuesta condicionada; esto es, de si tiene propiedades motivacionales o no. Habría respuestas condicionadas que no siempre podrían ser provocadas por un estímulo condicionado (haría falta un estado de deprivación en el organismo, por ejemplo), mientras que otras respuestas condicionadas serían elicitadas siempre por un determinado estímulo condicionado. Cuando el estímulo condicionado elicita una respuesta condicionada motivacional, la sola presentación del estímulo condicionado genera una mayor respuesta condicionada y no su extinción. Así, habría la misma motivación para eludir el estímulo condicionado que el estímulo incondicionado. Véanse Bersh (1980) y Sandín y Chorot (1989) para una revisión crítica de esta teoría. Los modelos cognitivos apuntan que los pensamientos irracionales, autoinstrucciones, etc. pueden aumentar el arousal y facilitar las respuestas de miedo. Así, por ejemplo, Bandura (1987) señala que para que se produzca aprendizaje emocional debe haber conciencia de la relación entre los estímulos asociados; pero, además, el sujeto debe autoactivarse mediante procesos cognitivos (Bandura y Rosenthal, 1966). En algunos de estos modelos la preocupación y la percepción autonómica (Borkovec, 1976, 1979; Tuma y Maser 1985) juegan un cierto papel en la explicación de la ansiedad. La ansiedad en humanos puede ser condicionada tanto a estímulos simbólicos como físicos. Los procesos simbólicos están en la base del modelado y del aprendizaje

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por transmisión de información (Rachman, 1978). Por lo tanto, dado el importante papel que el modelado, la información, la imaginación y el lenguaje tienen sobre el arousal emocional, desde este enfoque parece plausible considerar que las reacciones emocionales están controladas centralmente, en lugar de pensar que son simplemente el resultado de un condicionamiento pavloviano (Bootzin y Max, 1981). El fenómeno de la indefensión aprendida (Seligman, 1975; Abrahamson, Seligman y Teasdale, 1978; Maldonado López, 1982; Ferrándiz, 1989) también se ha utilizado para explicar algunos trastornos emocionales, tales como la depresión (Brewin, 1988). Otros conceptos cognitivos que aparecen en las teorías del aprendizaje son la controlabilidad (Rachman, 1978) o control percibido (Seligman, 1975), la predictibilidad (Miller, 1981; Obrist, 1976, 1981) y las expectativas de eficacia (Bandura, 1977). Véase Bootzin y Max (1981) para un resumen de estos puntos. Por otro lado, se ha demostrado que las técnicas cognitivas mejoran la eficacia de las técnicas de tipo fisiológico y motor sobre tratamiento de fobias, siendo las más indicadas en la reducción de trastornos emocionales a nivel subjetivo. Las teorías cognitivas de los trastornos emocionales que han generado técnicas específicas de tratamiento cognitivo son ya teorías puramente cognitivas que nada tienen que ver con las teorías del aprendizaje (Beck, 1974, 1976; Meichenbaum, 1972, 1987; Meichenbaum y Jaremko, 1987; Meichenbaum y Turk, 1987; Mahoney y Freeman, 1988). Como ya vimos al estudiar el enfoque de los tres sistemas de respuesta, otra cuestión sobre la que se ha estudiado es si el tipo de aprendizaje que ha generado la fobia (cuando es posible determinarlo) influye en sus características o patrón de respuestas (tipo de reactividad, o mayor predominio de respuestas cognitivas, fisiológicas o motoras). Las hipótesis generadas por Rachman (1977, 1978a, 1978b) en este sentido han sido parcialmente corroboradas por Ost y Hugdahl (1981), concluyendo que las fobias a animales inofensivos adquiridas por condicionamiento clásico se caracterizan por una mayor reactividad fisiológica; mientras que las adquiridas por aprendizaje vicario e información producen una mayor reactividad cognitiva.

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Estos resultados explicarían la sugerencia de Wolpe (1981), parcialmente confirmada por Ost (1985), sobre la interacción entre tipo de aprendizaje de la fobia y tipo de tratamiento, en la eficacia de estos, según la cual las técnicas cognitivas serían más eficaces para las fobias adquiridas cognitivamente (aprendizaje vicario y/o transmisión de información) y las técnicas de tipo fisiológico serían más eficaces en las fobias adquiridas por experiencia directa con el estímulo fóbico (condicionamiento clásico). Quedan aún muchas cuestiones por responder (Granger, 1981), a las que las teorías del aprendizaje no han dado solución; destacan dos fenómenos a los que los distintos modelos no parecen dar cuenta adecuadamente: Uno, )por qué se adquieren más unas fobias que otras?; dos, )por qué unas personas las adquieren y otras no? Para la primera cuestión Seligman (1971), partiendo del hecho demostrado de que, para algunas especies, ciertas configuraciones sensoriales son más fácilmente condicionables que otras, propone que las fobias son quizás el resultado de un condicionamiento clásico a estímulos a los que el organismo está biológicamente predispuesto a reaccionar por su relevancia filogenética (Orr y Lanzetta, 1984; Lanzetta y Orr, 1981; Buceta, 1983; Ohman, 1987). Sería más fácil condicionar una respuesta de miedo a las serpientes (relevancia filogenética) que a un enchufe eléctrico (relevancia ontogenética). Una explicación similar se podría encontrar para el caso del fetichismo y de las obsesiones (Marks, 1987).

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Sin embargo, en los experimentos de laboratorio no parece que el condicionamiento de estímulos preparados sea más fácil, aunque tal vez sí resulte más difícil su extinción (Huertas, 1986, 1989). En definitiva, podría haber ciertos "constreñimientos biológicos" (Ohman, Tabla 8 Dimberg y Ost, 1985; Ohman, 1987) al aprendizaje emocional. El enfoque conductista: problemas sin resolver Para la segunda cuestión relativa a las diferencias individuales, tan solo señalaremos que la teoría de personalidad de Eysenck (1967, 1968, 1976) pretende que las diferencias individuales de personalidad (neuroticismo y extraversión), producto de la integración entre la herencia y el ambiente, serían suficientes para explicar las diferencias individuales en el grado de "condicionabilidad" o diferencias en la adquisición de las fobias (Strelau y Eysenck, 1987). Se podrían hacer muchas más objeciones a las teorías del aprendizaje, en sus intentos de explicar la adquisición de trastornos emocionales. Por ejemplo, se ha comprobado (Rachman, 1976) que en las situaciones de máximo peligro, como las vividas durante los bombardeos en la II Guerra Mundial, las personas tienden a desarrollar muy pocos miedos. Los datos sobre edad a la que se suelen adquirir con mayor probabilidad fobias revelan la existencia de ciertas edades críticas, fenómeno este difícil de explicar por leyes generales del aprendizaje.

El enfoque conductista presenta algunos problemas a los que no puede dar solución desde su posición: ! En algunos sujetos no se han condicionado respuestas autonómicas, pero sí se dan respuestas de evitación (recuérdese el modelo de Mowrer). ! Laboratorio: condiciones precisas para condicionar una respuesta emocional. Vida real: no siempre se reúnen y, sin embargo, las personas adquieren fobias. ! Muchos pacientes no recuerdan ningún suceso traumático relacionado con su problema. ! Se pueden adquirir y reducir miedos por observación ! Intensos estímulos ambientales (guerra), no siempre generan condicionamiento emocional. ! Notables fracasos al intentar generar respuestas emocionales condicionadas en el laboratorio (choques eléctricos y respuesta de aversión al alcohol). ! No se cumple el principio equipotencialidad de los estímulos: estímulos "preparados"; 2) no todos emparejamientos entre diferentes tipos estímulos son igualmente condicionables.

de 1) los de

! A veces no se da la extinción de la R.E.C.

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Parece que la pretensión de explicar la adquisición de cualquier conducta emocional (y, por lo tanto, los trastornos emocionales), como cualquier otra conducta, en base a teorías generales interespecie del aprendizaje, se encuentra no solo con las limitaciones que han ido apareciendo en los últimos casi treinta a|os, referidas a la especificidad del condicionamiento humano (Huertas, 1989), sino que además la conducta emocional podría presentar otras peculiaridades añadidas, una serie de fenómenos (miedos preparados, ausencia de trauma en casos clínicos, fracasos en la adquisición y en la extinción, distribuciones inexplicables de las poblaciones fóbicas, etc.) que no pueden ser explicados por principios generales (Delprato y McGlynn, 1984), sino que han de ser explicados por hipótesis más concretas (Mineka, 1985). Por ello, se han ido elaborando teorías más específicas del aprendizaje emocional, que incluyen elementos cognitivos, aunque casi siempre referidas a la ansiedad o el miedo (Borkovec, 1979; Rachman, 1977, 1980; Delprato y McGlynn, 1984; Mineka, 1985; Rachman, 1985; Tuma y Maser, 1985; Rachman y Maser, 1988; Davey, 1987, 1989). Sin embargo, estas teorías cuentan a su favor con el mérito de haber sometido a contrastación empírica sus postulados y haber desarrollado técnicas eficaces de tratamiento, desde una metodología experimental (Turner, 1984; Reiss y Bootzin, 1985; Tuma y Maser, 1985; Michelson y Ascher, 1987; Ost y Jansson, 1987; Eysenck y Martin, 1987; Last y Hersen, 1988; Ost, 1989).

3.7. Las teorías de la activación El término activación hace referencia a una dimensión de tipo fisiológico subyacente a la conducta emocional. Como tal dimensión podría entenderse como un continuo con dos extremos, en un extremo estaría el sueño, que sería un punto de mínima activación corporal y, en el otro extremo, podemos imaginar una emoción muy intensa, tal como pánico o miedo intenso, ansiedad, ira, alegría, etc., que podría alcanzar niveles patológicos. La activación en este sentido supondría la fuerza o energía básica para realizar o ejecutar una conducta, o que está presente en cada conducta. Desde este punto de vista los cambios fisiológicos son interpretados como índices de la intensidad de las emociones, sin tener en cuenta su dirección o cualidad. Véanse Lang (1971), Vila (1981a) y Ohman (1987), que presentan una breve historia crítica del concepto de activación, Weiss (1988) que propone una reconceptualización de este concepto basada en datos psicobiológicos relacionados con ejecución motora,

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o Frankenhaeuser (1975) y Mandler (1975) que recogen la evidencia empírica interpretada en su favor. Las teorías de finales del siglo pasado de James (1884) y Lange (1885) sobre la emoción sostienen que ésta consiste en la sensación de los cambios corporales, tal y como se van produciendo tras la percepción del hecho desencadenante. Por lo tanto, esta formulación se considera como la expresión de una teoría periférica de la emoción que defiende la necesidad de que existan patrones viscerales específicos para distintas emociones (Fernández Dols y Ortega, 1985; Vila, 1981a, 1985; Cano y Aguirregabiria, 1989). Las críticas de Cannon (1927, 1931) a esta teoría (la simpatectomía no hace desaparecer la conducta emocional, los mismos cambios viscerales se producen en emociones diversas, las vísceras no pueden proporcionar una diferenciación precisa de los procesos fisiológicos, etc.) hicieron que los cambios autonómicos y somáticos dejaran de entenderse como antecedentes causales de la emoción (cuya percepción genera tanto la cualidad como la intensidad emocional) y pasaran a ser concomitantes homeostáticos de la misma (indicadores tan sólo de la intensidad emocional, que preparan para la acción). Así, la teoría emergentista de las emociones de Cannon (1929, 1931) defiende que los cambios corporales cumplen la función general de preparar al organismo para la acción en situaciones de emergencia. La rama simpática del Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.) moviliza la energía; mientras que la rama parasimpática cumple una función contraria de conservación de la energía. Pero los cambios serían similares para las distintas emociones, variando sólo en intensidad. La emoción sería un fenómeno central, en el cual juega un papel importante el tálamo, que por un lado envía impulsos a la corteza (experiencia emocional) y, por otro, manda impulsos al sistema nervioso periférico (cambios fisiológicos), que genera la energía para la acción. Durante los años siguientes la teoría de Cannon ejerció una gran influencia, desarrollándose las teorías sobre los mecanismos neurales centrales de la emoción. Asimismo, desde esta nueva perspectiva, la conducta emocional va acompañada de un estado fisiológico de activación, en general alto, aunque las diferentes emociones ocupan distintas posiciones en el continuo de activación. Es lo que se conoce como teoría de la activación general.

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Así, para Duffy (1930) los cambios fisiológicos periféricos, tanto del Sistema Nervioso Autónomo como del Sistema Somático, reflejaban los diferentes niveles de "movilización de energía" o activación que acompañan a los estados emocionales y motivacionales. Posteriormente, el inicio de los trabajos sobre actividad electroencefalográfica y sobre el Sistema de Activación Reticular (S.A.R., Moruzzi y Magoun, 1949), hacen que se estudie la activación como un fenómeno central y no periférico, lo que dio lugar a teorías como la de Lindsley (1951, 1957) sobre activación cortical de la emoción. Pero el concepto de activación supone la existencia de un único proceso de activación en el que los sistemas autonómico, cortical y somático estarán perfectamente integrados y sincronizados. El constructo unitario de activación emocional podría ser operativizado, incluso, por una única medida de tipo fisiológico; así mismo, el concepto de impulso (básico en la teoría del aprendizaje de Hull) fue equiparado a la medida de la ansiedad manifiesta (M.A.S., Taylor, 1953, 1956; Spence y Spence, 1966). Sin embargo, como demostró Lacey en 1967, esto no es así: la actividad autonómica, cortical y conductual constituyen formas diferentes de activación o arousal, que no siempre correlacionan perfectamente, como ya hemos visto. E incluso respuestas de un mismo sistema no siempre correlacionan, especialmente en el sistema fisiológico, en el que se han estudiado fenómenos tales como el fraccionamiento de respuesta la especificidad situacional y la estereotipia individual. La disociación de numerosos sistemas funcionales, tanto en el sueño como en la vigilia, ha llevado a considerar la existencia de varios sistemas de activación (Lacey, 1967). La activación es considerada así por Lacey como multidimensional.

3.8. Las teorías cognitivas Las teorías cognitivas de la emoción centran la explicación de la emoción en una consecuencia postcognitiva de una serie de procesos cognitivos: evaluación de la situación y del afrontamiento (Lazarus y Folkman, 1986), atribución de causalidad (Weiner, 1988), evaluación de expectativas y de conformidad con las normas sociales (Scherer, 1984a, 1984c, 1988), representaciones perceptivas, interpretaciones o

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evaluación y afrontamiento (Leventhal, 1979, 1980, 1982, 1984a; Leventhal y Tomarken, 1986), evaluación de expectativas y objetivos (Ortony y Clore, 1981), evaluación del mundo en función de los intereses propios (Frijda, 1986, 1987), etc. Las teorías cognitivas de la emoción postulan una serie de procesos cognitivos (evaluativos, atributivos, de etiquetado, representaciones perceptivas, etc.) que se sitúan entre la situación estimular y la respuesta emocional. También estudian los contenidos subjetivos (representaciones cognitivas y afectivas) que se manifiestan en la reacción emocional (experiencia subjetiva). Por lo tanto, estas teorías distinguen entre procesos cognitivos y contenidos cognitivos. Algunas teorías cognitivas

Tabla 9 El enfoque cognitivo !CARACTERISTICAS: -La conducta emocional es consecuencia de la actividad cognitiva que el sujeto realiza sobre la situación: elaboración, interpretación, valoración, atribución, etiquetado, expectativas, etc. -Esta actividad cognitiva determina la cualidad emocional (en algún modelo también la intensidad). !MODELOS: -T0 bifactorial de Schachter y Singer -T0 de la interpretación cognitiva de Mandler -T0 de la valoración cognitiva de Lazarus -T0 de la atribución de Weiner -T0 de Scherer

defienden que los procesos de valoración cognitiva (Lazarus y !CRITICAS: Folkman, 1986) son los que -Escaso interés por los datos desencadenan la reacción emocional. -Críticas de Zajonc -Críticas de Izard En cambio, otras teorías resaltan procesos de atribución y etiquetado (Schachter, 1964), como los determinantes de una emoción. Mientras otras hacen referencia general a "procesamiento emocional" (Raciman, 1980). En los procesos de evaluación, generalmente se valora la situación. A veces, también, las posibilidades de responder adecuadamente a las demandas de la situación (habilidades personales para afrontar la situación). La valoración de la situación como amenazante para el individuo suele ser el elemento desencadenante de la reacción emocional, que luego puede ser modulada por otros procesos valorativos. En los procesos de etiquetado, lo que se etiquetan son las claves externas e internas (Strongman, 1973), es decir, las claves situacionales y el estado de activación

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corporal (Schachter). El etiquetado supone una diferenciación del tipo de emoción a nivel subjetivo (cualidad emocional). También es importante en algunas teorías cognitivas de la emoción el concepto de atribución (Weiner, 1985, 1986,1988). La atribución es un proceso cognitivo por el cual se relacionan causalmente dos fenómenos. Por ejemplo, en la teoría de Schachter, para que se dé una emoción, el individuo debe atribuir el estado de excitación a las claves ambientales (a estímulos potencialmente emotivos). Por supuesto, existen otros conceptos cognitivos que son también utilizados por éstas y otras teorías de la emoción, como ya veremos, tales como: expectativas, control percibido, valores, objetivos, interpretación, etc.

3.8.1. Modelo de Schachter y Singer (bifactorial: activación más procesos cognitivos) En el año 1924 Marañón publicó un artículo en la Revue Française d'Endocrinologie en el que demostraba que los estados de excitación provocados por una inyección de adrenalina (un simpático-mimético) no eran vividos por los sujetos como auténticas emociones, sino como unos "estados fríos", sin tinte emocional. Sin embargo, estas emociones frías podían desembocar en estados propiamente emocionales si al efecto de la adrenalina se sumaba cierta actividad cognitiva por parte del sujeto, como por ejemplo evocar ciertos recuerdos; aunque las actividades cognitivas por sí solas no generaban emociones concretas. Schachter y Singer (1962), basándose en el estudio de Marañón, llevaron a cabo un experimento en el que se manipulaban el estado de activación del sujeto (arousal) y las claves cognitivas que supuestamente le permitirían interpretar dicho estado. Este experimento se ha hecho tan famoso que aparece descrito en infinidad de trabajos sobre la emoción. A los sujetos del experimento no se les confesaban los verdaderos objetivos del mismo. Se les decía que se quería comprobar la influencia de algunos fármacos sobre la vista, por lo que deberían ser inyectados. En realidad se manipulaban tres variables:

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1. El estado de activación o arousal. 2. La información acerca de los efectos que iban a experimentar con la inyección (atribución de causalidad). 3. Las claves situacionales inductoras de cogniciones emocionales. Para manipular el estado de activación fisiológica, a unos pacientes se les infectaba una dosis de epinefrina (forma sintética del mediador clínico del simpático), mientras que a los otros (que serían el grupo de control) se les infectaba un placebo inocuo. Los efectos subjetivos de la epinefrina son, normalmente, palpitaciones (debidas a la aceleración del ritmo cardíaco), temblores musculares, y, a veces, respiración agitada. Por lo tanto, esta variable tomaba dos valores que eran asignados a dos grupos: uno experimental (epinefrina) y otro de control (placebo). La información acerca de los efectos que experimentarían con la inyección se manipulaba de la siguiente forma: a un grupo se le describían los síntomas reales de la epinefrina (grupo bien informado), a otro grupo se le informaba que iba a experimentar una serle de síntomas que no produce la epinefrina (grupo mal informado); y, finalmente, a un tercer grupo no se le informaba sobre sintomatología alguna (grupo no informado). Por último, la situación ambiental emocional se manipuló haciendo pasar a los sujetos por dos situaciones diferentes: una provocadora de euforia, y la otra de ira. En ambas había una persona que se hacía pasar por sujeto experimental, aunque en realidad era un cómplice del experimentador, que manifestaba abiertamente su emoción (de euforia o de ira) por la situación experimental que se habla generado: de juego y alboroto, en un caso, y de agresividad por las preguntas insultantes de un cuestionario, en el otro.

De acuerdo con esta teoría, las emociones surgen por la acción conjunta de dos factores (Schachter y Singer, 1962; London y Nisbett, 1974a; Singer, 1974). Algunos autores la denominan teoría bifactorial de las emociones. Dichos factores son: 1. Excitación fisiológica

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2. Interpretación cognitiva de los estímulos situacionales. El individuo percibe su excitación fisiológica y busca una explicación a la misma, atribuyéndola a las claves situacionales que está viviendo. La intensidad de la excitación determina la intensidad de la emoción. La atribución causal de su excitación a las claves emotivas ambientales determina la cualidad o el tipo de emoción. Si no hay excitación no se dará emoción; si hay excitación, pero no se puede atribuir a estímulos emotivos, tampoco habrá emoción. Es decir, si falta uno de los dos factores no se dará la emoción. La simple excitación fisiológica no genera emoción; produce la emoción fría, carente de cualidad subjetiva, que describió Marañón. A su vez, la percepción exclusiva de estímulos emocionales no genera tampoco emoción. Existen algunas limitaciones sobre el funcionamiento de este doble proceso. Así, para que se dé la posibilidad de que el individuo pueda etiquetar como distintas emociones una misma activación fisiológica, ésta ha de poseer cierto grado de ambigüedad. De lo contrario, si la activación fisiológica se produce ante estímulos ambientales evidentes, el individuo sólo podrá atribuir su estado de excitación a los mismos y no a otros estímulos inductores diferentes. Además, los factores ambientales que influyen sobre la interpretación cognitiva de la situación han de darse antes de que aparezca la activación fisiológica. De lo contrario, la excitación será atribuida a cualquier suceso previo a la misma. Pero, tanto esta teoría como el experimento original (Schachter y Singer, 1962), han recibido muchas críticas (Schmidt-Atzert, 1985), que vamos a analizar a continuación. La hipótesis central de que la intensidad de las emociones depende del grado de activación fisiológica, tan solo se confirmó tras un reanálisis de los datos a posteriori, tras introducir una nueva variable que no se había tenido en cuenta en el diseño experimental y que excluía a los sujetos autoinformados de la verdadera causa de su excitación.

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La segunda hipótesis principal, que predecía que la cualidad o tipo de emoción se deberla exclusivamente a la interpretación cognitiva de la situación, no fue evaluada correctamente; ya que sólo se medían las dos emociones que se predecían (euforia e ira), pudiéndose dar otro tipo de emociones, tales como ansiedad o tristeza, en función de la intensidad de la excitación. Se han realizado distintas réplicas de este experimento y se han puesto a prueba varias predicciones de la teoría. Los resultados, en general, prestan poco apoyo a la misma. Schmidt-Atzert (1985) ha encontrado que de 16 estudios revisados en 13 no se dieron diferencias entre el grupo experimental (sujetos excitados) y el grupo control en las medidas de autoinforme. El resultado es similar con medidas observacionales. El aumento artificial de excitación fisiológica no hace aumentar la intensidad emocional subjetiva, ni el comportamiento emotivo externo, en situaciones con estímulos potencialmente emocionales. Los escasos resultados que confirman esta teoría se suelen dar en emociones desagradables; el grupo excitado muestra una mayor intensidad emocional. E incluso en situaciones que deberían generar emociones positivas la excitación suele producir ansiedad o sentimientos desagradables. Algunos autores que defienden la especificidad de la excitación fisiológica emocional (Plutchik y Ax, 1967; Marshall y Zimbardo, 1979; Maslasch, 1979, 1979a; Erdmann y van Lindern, 1980) han interpretado estos resultados suponiendo que los aumentos bruscos de excitación producidos en el laboratorio son vividos como desagradables por los sujetos porque son típicos de la ansiedad. Schachter y Singer (1979) han contestado a estos trabajos, criticando su metodología. Véase el trabajo de Reisenzeim (1983) que revisa los primeros veinte años de esta teoría. Schmidt-Atzert (1985) señala que sólo cabe concluir que la evidencia empírica no apoya los postulados de esta teoría.

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3.8.2. Modelo de Lazarus (valoración cognitiva) Para Lazarus, la emoción y el arousal dependen de la forma en que el individuo construye la situación a partir de sus valores, creencias, compromisos y objetivos. Los procesos cognitivos, por tanto, son necesarios para la génesis de un estado emocional. Pero aunque la cognición es una condición necesaria de la emoción, en sus últimas formulaciones (Lazarus y Folkman, 1984), Lazarus rechaza que los pensamientos precedan a las emociones o, al contrario, que las

Tabla 10 Teoría de Lazarus (valoración cognitiva) !VALORACION -Evaluación primaria de las consecuencias de la situación para el sujeto -Tipos: irrelevante, benigno-positiva, estresante -Depende de factores: PPersonales: compromisos, creencias PSituacionales: novedad, predictibili-dad, incertidumbre !AFRONTAMIENTO -Evaluación secundaria de la capacidad del sujeto para enfrentarse con la situación -Tipos: cognitivo vs. conductual; dirigido al problema vs. dirigido a reducir emoción PEmoción: Evitación, distanciamiento, revaloración positiva, búsqueda de apoyo social

emociones precedan a los pensamientos. Véase la discusión sobre este punto con Zajonc. Más que una !COGNICION y EMOCION -Interacción continua y múltiple relación lineal se dan unas transacciones que suponen una causalidad bidireccional. Las emociones pueden afectar a la actividad cognitiva y, a su vez, las emociones vienen determinadas por los procesos de razonamiento. Pero es que, además, aunque la emoción y la cognición son en teoría separables, en la práctica van casi siempre unidas; así, por ejemplo, la actividad cognitiva forma parte esencial de la respuesta emocional. Lazarus parte de una teoría cognitiva sobre el estrés (Lazarus, 1966) para hacer luego una teoría más amplia sobre la emoción (Lazarus, Averill y Opton, 1970; Lazarus, 1977; Lazarus, Kanner y Folkman, 1980; Lazarus y Folkman, 1984). La definición que propone de estrés hace referencia a la relación entre el individuo y el ambiente, teniendo en cuenta las características del sujeto y la naturaleza del medio: "el estrés psicológico es una relación particular entre el individuo y el entorno que es

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evaluado por este como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar" (Lazarus y Folkman, 1986, p. 46). Si buscamos las causas que generan estrés en distintos individuos necesariamente hemos de analizar la relación individuo-entorno. En esta relación se dan dos procesos fundamentales: valoración o evaluación cognitiva y afrontamiento. La valoración (appraisal) cognitiva es un proceso evaluativo que determina por qué y hasta que punto una relación determinada entre el individuo y el entorno es estresante. El afrontamiento es el proceso a través del cual el individuo maneja las demandas de la relación individuo-ambiente que evalúa como estresantes y las emociones que ello genera. Una emoción conlleva tres componentes que deben darse conjuntamente para que pueda considerarse como tal: el pensamiento, los impulsos a la acción y los cambios somáticos. En toda emoción, la valoración cognitiva debe ser condición necesaria y suficiente. Parte de las diferencias individuales observadas son resultado de las diferencias en el entorno, pero otra parte es debida a la interpretación que el individuo hace de la situación que experimenta. Esta interpretación o valoración de la situación se lleva a cabo mediante los procesos de valoración cognitiva. Se dan dos procesos de valoración: primaria y secundaria. La valoración primaria supone una valoración de las consecuencias positivas o negativas que puede acarrear la situación para el individuo. La valoración secundaria supone un balance de la capacidad del propio sujeto para afrontar la situación. Pueden darse tres tipos de valoración primaria: 1) irrelevante, 2) benigna positiva y 3) estresante. La valoración será irrelevante cuando la situación no supone implicaciones para el individuo. Las valoraciones benigno-positivas son aquellas en las que la situación tiene consecuencias positivas para el individuo. Es decir, si preservan o logran el bienestar o si parecen ayudar a conseguirlo. Tales valoraciones se caracterizan por generar emociones placenteras tales como alegría, felicidad, regocijo o tranquilidad.

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Entre las valoraciones estresantes pueden distinguirse aquellas que significan daño/perdida, amenaza y desafío. Se considera daño o pérdida cuando el individuo ha recibido ya algún perjuicio. La amenaza se refiere a aquellos daños o pérdidas que todavía no han ocurrido pero que se prevén. Es la anticipación de da|os o perdidas. El desafío hace referencia a aquellos acontecimientos que significan la posibilidad de perder o de ganar. Tanto la amenaza como el desafío implican la movilización de estrategias de afrontamiento. La diferencia principal entre los dos es que en la amenaza se valora principalmente el potencial lesivo, por lo que suele ir acompañada de emociones negativas, tales como miedo, ansiedad y mal humor; mientras que en el desafío hay una valoración de las fuerzas necesarias para ganar, lo que suele generar emociones positivas, tales como impaciencia, excitación y regocijo. La amenaza y el desafío no son excluyentes entre sí, sino que ambas valoraciones pueden coexistir, si bien su relación debe considerarse por separado, dado que esta puede cambiar durante una misma situación, en virtud de posteriores valoraciones de la misma, atendiendo a los resultados del afrontamiento. El desafío, como opuesto a la amenaza, es más positivo en cuanto a sus implicaciones para el proceso de adaptación, pues genera una mejor predisposición para afrontar las situaciones . La valoración secundaria es una valoración sobre lo que debe y puede hacerse ante una situación determinada. Incluye la valoración de la posible eficacia de las estrategias de afrontamiento, así como de la posibilidad de que una estrategia determinada pueda aplicarse de forma efectiva y, por último, la valoración de las consecuencias de utilizar una estrategia determinada en el contexto de otras interpretaciones y demandas internas y/o externas que podrían ocurrir simultáneamente. Las valoraciones primarias sobre las implicaciones de una determinada situación y las valoraciones secundarias de las estrategias de afrontamiento interaccionan entre sí determinando el grado de estrés y la intensidad y calidad de la respuesta emocional.

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En principio, la intensidad de la respuesta emocional estará en relación directa con el grado de amenaza o desafío que determine la valoración primaria y en relación inversa con la capacidad de afrontamiento que haya determinado la valoración secundaria. Sin embargo, la interacción entre ambos tipos de valoración es muy compleja. Así, por ejemplo, aun cuando el sujeto piense que tiene un considerable poder de control sobre una situación, puede verse desbordado si es mucho lo que se juega. En base a nuevas informaciones recibidas del entorno puede reconsiderarse la valoración inicial de una situación, produciéndose así una reevaluación o revaloración, la cual puede reducir la tensión del individuo o bien aumentarla. También puede producirse una reevaluación como consecuencia de la información que se desprende de las propias reacciones del sujeto. La reevaluación es un proceso idéntico al de la evaluación o valoración inicial; sólo difieren en que aquella es posterior y modifica a esta. Existe otra forma de reevaluación, llamada reevaluación defensiva, que es consecuencia de algunos esfuerzos cognitivos de afrontamiento, cómo reinterpretar una situación pasada de forma más positiva o afrontar los dalos y amenazas del presente mirándolos de una forma menos negativa. Esta forma de reevaluación proviene de una necesidad interna del individuo más que de las presiones directas del entorno. El proceso de valoración cognitiva se basa en una interpretación subjetiva, en la que intervienen tanto factores personales, como factores situacionales. Los factores personales más importantes que afectan a la valoración cognitiva son los compromisos y las creencias. Los compromisos vienen a representar todo aquello que es importante para el individuo. Reflejan valores y poseen una cualidad motivacional-emocional. Ante una situación en la que se vea implicado un compromiso importante para el sujeto, la valoración vendrá determinada por los resultados que el afrontamiento pueda tener sobre la expresión de ese compromiso. Del mismo modo, los compromisos influirán en la elección entre distintas alternativas de afrontamiento. Los compromisos representan aquello que es importante para el individuo. Las creencias que más suelen influir sobre la valoración son las existenciales y aquellas que se refieren al control personal. Las creencias de control personal pueden ser generales o situacionales.

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Los factores situacionales que más influyen sobre la valoración son: la novedad, la predictibilidad y la incertidumbre. A su vez, los factores situacionales temporales que más influyen son: la inminencia, la duración y la incertidumbre temporal. Los factores personales y situacionales funcionan siempre de interdependiente y pueden considerarse como antecedentes de la valoración.

forma

Puesto que el concepto de valoración, tanto primaria como secundaria, se define como un proceso en continuo cambio, más que como un rasgo o estilo, a la hora de medirlo Lazarus rechaza los enfoques del rasgo general y, en menor medida, el de estilos cognitivos. La teoría de Lazarus es hoy una de las teorías cognitivas más conocidas y ha tenido gran repercusión en diferentes campos, tales como la psicología de la emoción, la ansiedad y el estrés, la psicofisiología, la psicología clínica, etc.

3.8.3. Modelo de Weiner (atribución) La teoría de la atribución parte del trabajo de Heider (1958), quien propuso que las atribuciones de causalidad que realizan las personas afectan a su conducta social. Las personas intentan explicarse el "por qué" de los acontecimientos, la motivación de las conductas propias y ajenas: buscan una causa. Aunque no se disponga de datos suficientes para elaborar un correcto análisis funcional de los eventos, no se renuncia a una explicación causal de los mismos; por el contrario, tendemos a percibir o a realizar atribuciones de causalidad. Las atribuciones de causalidad son percepciones frías o cogniciones sobre la forma en que funcionan las cosas. Aunque la memoria dispone de un número virtualmente infinito de adscripciones o atribuciones causales, en las situaciones relacionadas con el logro, por ejemplo, que han sido ampliamente estudiadas, las causas se reducen considerablemente, siendo las más dominantes la capacidad y el esfuerzo; lo que parece reflejar una tendencia a

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la economía o simplicidad en el pensamiento causal y hace pensar en una posible estructura de la causalidad percibida (Weiner, 1985; Truax, 1984). Ya Heider (1958) había analizado racionalmente la estructura de la causalidad percibida, señalando que las causas podrían ser internas o externas al individuo. Pero hasta 1966 no se analizó esta posible dimensión de forma empírica, con el trabajo de Rotter (1966) sobre locus de control o lugar de control interno-externo. Weiner, Frieze, Kukla, Reed, Rest y Rosenbaum (1971) propusieron otra dimensión: estabilidad-inestabilidad. Y Rosenbaum (1972) propuso una tercera sobre controlabilidad. Weiner (Weiner, 1980a, 1980b, 1982, 1985, 1986; Weiner y Graham, 1984) ha extendido esta teoría a la motivación y a la emoción. Con respecto a la motivación, Weiner adopta la posición de los teóricos de la expectativa por el valor. La motivación, según esta teoría, está determinada por lo que uno puede obtener (incentivo), así como por la probabilidad de conseguirlo (expectativa).

Tabla Tabla 12 11 Interpretación atribucional Teoría de Weiner (atribución) emociones

de

!Heider (1958): el hombre tiende a hacer Principales emociones: atribuciones de causalidad sobre los !Ira: eventos resultado negativo y atribución de (aunque no haya datos). Estas ausencia de control atribuciones afectan(con a su atribución vida social de conducta arbitraria al otro) presenta una !La causalidad percibida !Culpabilidad: negativo, con estructura resultado dimensional: internasatribución de causas controlables y falta de externas, estables-inestables, esfuerzo propio controlables-incontrolables !Vergüenza: negativo, !La motivación resultado depende de: incentivo cony atribución de causas controlables, pero con expectativas faltaatribuciones de capacidad !Las causales influyen sobre las !Desesperanza: resultado negativo expectativas de éxito y sobre algunasy atribución de causas establesque modifican reacciones emocionales !Orgullo y autoestima el valor del incentivo positiva: resultado positivo y atribución causal interpretar interna !Las emociones se pueden como !Autoestima resultado negativode y productonegativa: de las atribuciones atribución causal externa causalidad que se realizan al analizar el !Compasión: relacionada resultadoestá de una acción con ausencia de control !Los eventos pueden generar dos tipos de !Gratitud: si, y sólo si, se atribuye a la emociones: conducta del otro el del carácter de volitiva y -Dependientes resultado: felicidad dirigidayafrustración beneficiarnos -Dependientes de la atribución causal: sorpresa, tristeza, ira, desesperanza, culpabilidad, etc. !Más que una teoría sobre la emoción, se trata de una interpretación de algunos fenómenos emocionales

Los estudios empíricos muestran que las atribuciones causales influyen sobre las expectativas de éxito (expectativa de meta). A su vez, aunque las atribuciones causales no influyen en las propiedades objetivas de los objetos meta, determinan o guían las reacciones emocionales, o las consecuencias subjetivas de alcanzar el objetivo.

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El valor del objeto no se entiende en términos de valor objetivo, sino en términos subjetivos. Así, las atribuciones de causalidad que hagamos podrían determinar nuestras reacciones emocionales (produce distinto grado de satisfacción el conseguir un mismo objeto, según cuales sean las causas que atribuyamos a esta consecución). A su vez las reacciones emocionales influyen sobre nuestra motivación conductual, puesto que de ellas depende el valor (incentivo de meta). Con respecto a la emoción, Weiner no intenta hacer una teoría general de la emoción, sino que propone un punto de vista atributivo (por lo tanto, cognitivo) del proceso emocional. El proceso de cognición-emoción que propone Weiner (198511988) serla el siguiente. Tras el resultado de un acontecimiento, hay una reacción general positiva o negativa (una emoción "primitiva"), basada en el éxito o fracaso percibido del resultado (la "valoración primaria"). Estas emociones se consideran dependientes del resultado e independientes de la atribución, puesto que se deben al resultado y no a la causa. Las dos reacciones más frecuentes son: la felicidad, por el éxito, y la frustración, por el fracaso. Pero, tras la valoración del resultado y la inmediata reacción afectiva, se buscará una adscripción causal; lo que generará una serie de emociones diferentes, en función de la atribución o atribuciones elegidas. Es decir, estas emociones se considera que son dependientes de la atribución, puesto que están determinadas por la causa percibida del resultado anterior. En relación directa con la atribución de causalidad elegida, se generarán diferentes emociones, tales como sorpresa, serenidad, orgullo, tristeza, frustración, etc. Por lo tanto, las dimensiones de la causalidad percibida jugarán un papel importante en el proceso emocional. Cada dimensión estará relacionada con una serie de sentimientos. Por ejemplo, la internalidad causal estará más relacionada con sentimientos sobre la autoestima; mientras que la externalidad estará menos relacionada con estos sentimientos. Según esto, los sentimientos aparecen a partir de como se construya o evalúe un acontecimiento.

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Lazarus (Lazarus y Folkman, 1984) se|ala que las atribuciones de causalidad son importantes para las emociones, pero no equivalen a la valoración (appraisal) cognitiva, la cual además añade la dimensión de importancia de la atribución para el bienestar del individuo. Las atribuciones deben ser interpretadas por los individuos en cuanto a su significado personal de acuerdo con los valores y compromisos de estos. Weiner (Weiner, 1982, 1985; Weiner y Graham, 1984) analiza siete emociones (autoestima, ira, compasión, culpabilidad, vergüenza, gratitud y desesperación) y los relaciona con las dimensiones causales. El orgullo y la autoestima positiva se experimentan como consecuencia de atribuir un resultado positivo a uno mismo (locus de causalidad); mientras que se experimenta autoestima negativa cuando un resultado negativo se atribuye a uno mismo. La ira está relacionada con el control por parte de otros (y ausencia de control por nuestra parte) de un suceso que ha tenido resultado negativo. Además se considera que la conducta de los otros ha sido arbitraria, injusta o imprudente. La compasión está relacionada con la ausencia de controlabilidad. La culpabilidad es elicitada por causas controlables, tanto por cometer como por omitir acciones particulares que han dado como resultado un fracaso. Tanto la culpabilidad como la vergüenza suponen autoevaluaciones negativas, pero en el primer caso lo atribuimos a falta de esfuerzo, mientras que en el segundo a falta de capacidad. La gratitud hacia otra persona es elicitada si y sólo si el acto del benefactor está bajo control volitivo y está dirigido a beneficiar al receptor. La desesperanza y la resignación son elicitadas cuando se da una atribución para un resultado negativo con causas estables. De estas siete emociones, cuatro (ira, compasión, gratitud y culpabilidad) se consideran de especial importancia para promover la supervivencia genética y las

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cuatro están relacionadas con la dimensión de controlabilidad; dimensión fundamental para controlar el orden social. En resumen, las dimensiones causales tienen consecuencias psicológicas, relacionándose tanto con las expectativas como con el afecto (que se presume es el valor de alcanzar la meta). Las emociones se pueden interpretar, por lo tanto, como consecuencias postcognitivas, resultado de las atribuciones de causalidad que se llevan a cabo al analizar los resultados de una acción. Aunque Weiner (1982) considera que sus datos no son comparables con los de Zajonc (1980) porque emplean paradigmas experimentales diferentes, considera que las emociones raramente pueden preceder a la cognición. Quizás en algún caso, la ira, por ejemplo, puede ser una reacción condicionada; es una posibilidad lógica, pero en cualquier caso serla algo de una importancia secundaria. En la vida diaria, normalmente no reaccionamos emocionalmente antes de conocer por que. Las cogniciones preceden y determinan las reacciones afectivas. Sin embargo, estas relaciones entre dimensiones de causalidad y emoción no son fijas, sino predominantes en nuestra cultura. Así, de una adscripción causal no se sigue necesariamente la emoción asociada, ni toda emoción tiene por qué ir precedida de sus antecedentes asociados. Como el propio Weiner señala, más que una teoría sobre la emoción, se trata de una interpretación de algunos fenómenos emocionales, al extrapolar la teoría de la atribución a este campo.

3.8.4. Modelo de Scherer (modelo procesual) Scherer entiende que en la emoción pueden observarse cinco componentes, los cuales cumplen funciones diferentes; cada uno de los cuales estaría regulado por un sistema distinto. Los componentes son: 1) procesamiento cognitivo de estímulos, 2) procesos neurofisiológicos, 3) tendencias motivacionales y conductuales, 4) expresión motora, y 5) estado afectivo subjetivo. Las funciones respectivas que cumplen, son: 1) evaluación del ambiente, 2) regulación del sistema, 3) preparación para la acción, 4) comunicación de intenciones, y 5) reflexión y registro.

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A su vez, habría un sistema responsable de cada componente: 1) sistema de información, 2) sistema de apoyo, 3) sistema ejecutivo, 4) sistema de acción, y 5) sistema de registro.

Tabla 13 Componente, funciones y sistemas del modelo de Scherer

Componentes de la emoción: 1. Procesamiento cognitivo de estímulos. 2. Procesos neurofisiológicos 3. Tendencias motivacionales y conductuales 4. Expresión motora 5. Estado afectivo cognitivo

Funciones de componentes: 1. Evaluación del ambiente 2. Regulación del sistema 3. Preparación para la acción 4. Comunicación de intenciones 5. Reflexión y registro

Sistema responsable: 1. Sistema información 2. Sistema de apoyo 3. Sistema ejecutivo 4. Sistema de acción 5. Sistema de registro

En su análisis del sistema de información (evaluación del estímulo) presenta una serie de lo que él llama "controles de la evaluación de los estímulos" (stimulus evaluation checks, o S.E.C), de los que se necesita un número mínimo para que se produzca una emoción. En estos controles se evalúa la información recibida sobre las distintas facetas de la situación. Los aspectos o facetas del sistema de información que considera son: 1) la ocurrencia del acontecimiento, 2) la evaluación del resultado, 3) la atribución de

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causalidad, 4) la evaluación del potencial de afrontamiento, y 5) comparación con las normas externas o internas. En cada faceta de la situación se analizan distintas variables (Scherer, 1988): 1)el tiempo, las expectativas, la probabilidad y la predictibilidad (novedad del estímulo), en cuanto al acontecimiento mismo; 2)el carácter de placentero, la importancia que tenga para los objetivos deseados y pertinentes, en cuanto a las Tabla 14 evaluaciones de resultados; Modelo de Scherer 3)el agente causal, su motivación y su pertinencia, en cuanto a las atribuciones de causalidad; 4)el poder del individuo de influir en el acontecimiento y de afrontar sus consecuencias, en cuanto al afrontamiento; y 5)la conformidad del acontecimiento con las normas culturales y su coincidencia con una autoimagen real o ideal, en cuanto al aspecto de la comparación del acontecimiento con normas externas o internas. Esta información es evaluada en una secuencia de controles evaluativos (S.E.C.s) que determinan la cualidad e

!Las distintas facetas de la situación son analizadas por el sistema de información, en una secuencia de chequeos de evaluación de estímulo. Se necesita un número mínimo de chequeos de evaluación de estímulos para que se produzca una emoción El sistema de información evalúa diferentes facetas de la situación, en una serie de pasos o chequeos evaluadores de estímulo. Las variables analizadas son: !Ocurrencia del acontecimiento: tiempo, expectativas, probabilidad y predictibilidad (novedad) !Evaluación del producto: carácter placentero, importancia para los objetivos, resultados, etc. !Atribución de causalidad: agente causal, motivación, atribuciones, etc. !Evaluación del potencial de afrontamiento: poder del individuo para influir en el acontecimiento y para enfrentarse a sus consecuencias !Comparación con las normas externas o internas: conformidad del evento con las normas culturales y con una autoimagen real o ideal

intensidad emocional. En resumen, Scherer diferencia cinco componentes en la emoción (en lugar de los tres clásicos: cognitivos, fisiológicos y motores), considerando distintos el

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procesamiento cognitivo de estímulos y el estado afectivo subjetivo. Estos dos componentes de la emoción no son considerados diferentes en otros modelos; sin embargo, Scherer considera que están regulados por sistemas diferentes y cumplen funciones diferentes. El procesamiento cognitivo, realizado por el sistema de información, evalúa la situación estimular mediante una serie de "controles de la evaluación del estímulo", que analizan las distintas facetas de dicho estímulo, en las que están implicadas distintas variables. El resultado final de esta evaluación es una reacción emocional. Por lo tanto, este proceso evaluador determina tanto la cualidad como la intensidad de la reacción emocional.

3.8.5. Modelo de Lang (procesamiento bio-informacional) De acuerdo con los modelos proposicionales de la imaginación, todo conocimiento puede ser expresado de una manera única, uniforme y abstracta, independientemente de su modalidad: la proposición (Lang, 1979; Acosta y Vila, 1981). Desde esta perspectiva, la imagen emocional es entendida como: -Una estructura informacional en el cerebro, reductible a unidades proposicionales específicas. La imagen vendrá integrada por elementos motores y perceptuales; de esta forma, las proposiciones que componen dicha imagen incluirán tanto eventos de estímulo como de respuesta. -Las imágenes emocionales son construidas en el cerebro, proposición a proposición, de acuerdo al flujo narrativo de la descripción. Según el modelo de Lang de procesamiento de imágenes emocionales (Lang, 1979), la imagen emocional puede ser analizada objetivamente como un producto de la capacidad de procesamiento de información del cerebro y, este procesamiento, puede ser definido en términos mensurables de inputs y outputs de y hacia el organismo. En una situación terapéutica, el estímulo primario para la formación de imágenes, serían las instrucciones del terapeuta, elementos primarios:

que pueden ser analizadas según tres

-La imagen inducida o instrucción para crearla.

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-La imagen script, ya más elaborada de lo que se debe imaginar y que incluiría tanto descripciones de estímulo como de respuesta. -Grupo de instrucciones para que el paciente adquiera un compromiso personal en el evento descrito. El paciente deberá experienciar el script "como si" fuera real. En cuanto a las variables de salida del procesamiento de la imagen, tenemos: -El autoinforme verbal del paciente, que incluiría la descripción del contenido de la escena y la autoevaluación de la cualidad del afecto y de la imagen. Por lo general, la descripción que el paciente hace de la escena, correlaciona con la ofrecida por el terapeuta. -La segunda variable se daría al mismo tiempo que el procesamiento de la imagen e incluiría cambios a los tres niveles de respuesta emocional: expresiones verbales, respuestas motoras manifiestas y cambios fisiológicos (cambios electrodermales y patrones de actividad visceral y somática).

Tabla 15 Modelo de Lang (bio-informacional) ! Lang (1977): imaginar diferentes situaciones o actividades, provoca activación mensurable, tanto fisiológica como motora, que estará relacionada y adecuada al tipo de situación o actividad imaginada. ! El miedo (y la emoción en general) es representado en la memoria como una red proposicional que incluye información sobre: el estímulo temido, la respuesta de miedo y el significado. En esta red hay, por lo tanto, proposiciones: de estímulo, de respuesta y relacionales. ! La información emocional es codificada en la memoria en forma de proposiciones que se organizan en redes asociativas. La expresión emocional ocurre cuando esta red es activada por inputs que se ajustan a esta información almacenada en la memoria. Una red entera puede ser activada por unas pocas proposiciones, aunque es probable que no todas las proposiciones sean igualmente importantes para acceder a un programa emocional. ! El procesamiento de las proposiciones de entrada da lugar a: informe verbal y reactividad fisiológica. Esta es mayor si se procesan proposiciones de respuesta ! La imagen emocional puede ser controlada y/o modificada mediante la manipulación de las variables de entrada (manipulando el tipo de proposiciones) o por reforzamiento diferencial de las variables de salida (entrenamiento de sujetos).

La capacidad de imaginación no es igual en todas las personas y el desarrollo de la misma no es lo suficientemente

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conocido. Para Lang, la imagen emocional puede ser controlada y/o modificada mediante la manipulación de las variables de entrada (manipulando el tipo de proposiciones) o por reforzamiento (entrenamiento de sujetos).

diferencial de las variables de salida

Lang (1985), opina que el miedo (y la emoción en general) es representado en la memoria como una red proposicional que incluye información sobre: - el estímulo temido - la respuesta de miedo - el significado. La información emocional es codificada en la memoria en forma de proposiciones que se organizan en redes asociativas. La expresión emocional ocurre cuando esta red es activada por inputs que se ajustan a esta información almacenada en la memoria. Es decir, sería como un esquema o un molde, que se procesaría como unidad cuando se contacta con un número determinado de proposiciones. Una red entera puede ser activada por unas pocas proposiciones, aunque es probable que no todas las proposiciones sean igualmente importantes para acceder a un programa emocional. Lang y cols. han realizado numerosos trabajos con el fin de identificar variables que influyan en la activación de dicha red. Para sus experimentos han utilizado un paradigma de imaginación en el que se pide a los sujetos que imaginen escenas descritas por scripts con contenidos temáticos variados (escenas de miedo, irrelevantes, escenas violentas,...). Cuando la proposición del script se ajusta a la red de miedos que el sujeto tiene almacenada, entonces, autoinformes y arousal fisiológico son consistentes con el miedo. El procesamiento de la red emocional sería el aspecto cognitivo de la emoción y los eventos de salida originados por dicho procesamiento, serían las respuestas fisiológicas, las expresiones verbales y acciones motoras manifiestas. Para activar la red, no es necesario que el objeto temido esté realmente presente, dado que la información del prototipo es conceptual. El único requisito es que igualen el número crítico de proposiciones necesarias para que la red se active.

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Para Lang (Lang, 1984), los factores que determinan la activación emocional serían: -La información de estímulo deberá igualar de la forma más completa posible al de emoción. Si se degrada la información de entrada (fotos, Tabla 16 diapositivas, etc., en lugar de los Lang: activación emocional estímulos que representan), la probabilidad de respuesta Factores que determinan la activación emocional disminuye. emocional:

-Si el estímulo de entrada está degradado, se conseguirá un mejor acceso al prototipo procesando conjuntamente distintas proposiciones del mismo (por ejemplo, uniendo información de respuesta a la información de significado).

! La información de entrada (input) o descripción del estímulo deberá parecerse lo más posible a la información de la emoción. ! Si se degrada la información de entrada (fotos, etc.), la probabilidad de respuesta emocional disminuye. ! Si el estímulo de entrada está degradado, se conseguirá un mejor acceso al prototipo almacenado en la memoria procesando conjuntamente distintas proposiciones del mismo (por ejemplo, uniendo información de respuesta a la información de significado).

-El prototipo de respuesta ! El prototipo de respuesta emocional puede emocional puede activarse activarse mediante descripciones verbales. mediante descripciones Ahora bien, existen diferencias individuales. verbales. Ahora bien, no todas ! Si ya están en marcha determinados las personas tienen igual patrones de activación periférica (prototipos de respuestas fisiológicas y motoras capacidad de codificación para activadas), se necesitaría menos información convertir la entrada semántica de estímulo para comenzar la respuesta emocional total a códigos emocionales. La capacidad de imaginación de los individuos parece ser similar a la de recordar imágenes perceptuales -Puesto que las emociones son siempre relativas a la acción, la activación del prototipo comprende el procesamiento de programas eferentes, los cuales pueden ser registrados tanto de forma central como periférica (músculos y glándulas). Es decir, si ya están en marcha determinados patrones de activación periférica (prototipos de respuesta fisiológica y motora activadas),

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se necesitaría menos información de estímulo para comenzar la respuesta emocional total (Schachter y Singer, 1962). En general, los estudios de Lang (Lang, 1984) sobre la activación del prototipo emocional, apoyados por los resultados de otros trabajos realizados en este área vienen a señalar lo siguiente: -El procesamiento de proposiciones de respuesta es más eficaz para generar respuestas fisiológicas, que el procesamiento de proposiciones de estímulo. -Los buenos imaginadores, se activan más fisiológicamente que los malos imaginadores. -Los efectos de la escenificación de escenas amenazantes con sujetos fóbicos, son equiparables a las obtenidas cuando se les pide que imaginen dichas escenas incluyendo proposiciones de respuesta.

Tabla 17 Modelo de Lang: resumen !Input (entrada): - Proposiciones de estímulo - Proposiciones de respuesta - Proposiciones de significado ! Output (salida): - Informe verbal (proposiciones) - Reactividad somato-visceral !Hipótesis: -la reactividad fisiológica es mayor cuando se procesan proposiciones de respuesta -es posible entrenar la capacidad de imaginación !Aplicación terapéutica: entrenamiento en imaginación con el fin de aumentar la reactividad fisiológica (y aumentar así la eficacia de la desensibilización sistemática -D.S.- en malos imaginadores)

Las descripciones de entrada no sólo pueden incluir proposiciones de estímulo o de respuesta; también se puede controlar el contenido de las descripciones (emocional/neutral). Del mismo modo, las descripciones verbales de salida que ofrecen los sujetos (imagen como respuesta), pueden ser analizadas en los mismos términos proposicionales, comparando así las instrucciones de entrada con el informe de la experiencia emocional, ofreciendo información sobre los contenidos procesados en cada imagen. Es especialmente importante, por su significación terapéutica, el refuerzo diferencial de las proposiciones del informe o descripción de salida del sujeto. Se

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puede cambiar la probabilidad de que, en futuras imágenes, el sujeto procese determinado tipo de proposiciones, manipulando las consecuencias que siguen a dicho informe. De este modo, tenemos dos formas diferentes de controlar y modificar la imagen: manipulando las descripciones de entrada (tipo de proposiciones), o actuando sobre las de salida (entrenamiento de los sujetos). Será necesario entrenar a los sujetos para asegurarse de que procesen el tipo de proposiciones que se les describen y no otros. En diferentes trabajos (Lang, 1979a, 1979b, 1984, 1985; Lang, Levin Miller y Kozak, 1983; Lang, Miller y Levin, 1983) se ha comprobado que es posible modificar el patrón de reactividad durante la imaginación, tanto manipulando la estructura proposicional (mayor reactividad a las imágenes que incluyen proposiciones de respuesta), como entrenando a los sujetos a través de sus informes (entrenándolos en proposiciones de respuesta). Sin embargo, otros experimentos (Acosta y Vila, 1981), no parecen apoyar el modelo. En otra línea, se ha visto que la manipulación de información estimular afectiva (presentación dramatizada vs. escrita), puede aumentar la reactividad emocional. En estos casos, y como ya hemos señalado anteriormente, los sujetos buenos imaginadores reaccionan más emocionalmente que los malos imaginadores. Del mismo modo, se ha corroborado el hecho de que el entrenamiento de respuestas es más eficaz que el de estímulos en la producción de respuestas emocionales (Lang, 1984). Posteriormente se ha añadido un tercer tipo de proposición: la de significado (de los estímulos y de las respuestas). De esta forma, los tres tipos de proposiciones son: de estímulo, de respuesta y de significado. Este modelo tiene importantes implicaciones sobre las relaciones teóricas entre cognición y emoción, así como en el campo de la evaluación (Cook y cols., 1988) y del tratamiento. Con respecto a la falta de covariación de los tres sistemas de respuesta (Lang, 1968), el modelo bio-informacional apunta que "la topografía de los tres sistemas de respuesta de la emoción se espera que varíe a través de los individuos y las situaciones, dependiendo de la información de respuesta específica en el prototipo" (Lang, 1984, p. 219). Así pues, este modelo es perfectamente compatible con la

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concepción tradicional de estados emocionales, aunque manifestados a través de un triple sistema de respuesta parcialmente independientes. Puesto que un determinado grado de activación autonómica puede ser necesario para que resulten eficaces algunas técnicas terapéuticas tales como la Desensibilización Sistemática (Lang, Melamed y Hart, 1970), las implicaciones de este modelo son importantes en el tratamiento, al haber fundamentado y diseñado un método de entrenamiento en imaginación que aumenta la reactividad fisiológica, sólo en relación a la situación emocional que va a ser tratada (Acosta, 1987, 1988). Este punto es especialmente útil en el caso de algunos pacientes que son incapaces de reaccionar fisiológicamente a la imaginación de la situación fóbica, tal y como sucede con algunos agorafóbicos (Zander y McNally, 1988). El modelo bio-informacional ha servido también para estudiar las bases teóricas de algunas técnicas de tratamiento, como es el caso de la exposición imaginaria (Acosta y Vila, 1981; Anderson y Borkovec, 1981). Desde una perspectiva diferente, se ha estudiado el efecto de la reducción de la activación fisiológica mediante técnicas como la de relajación, sobre la imaginación, encontrándose que la relajación disminuyó la tensión muscular y la ansiedad autoinformada, pero no aumentó el control ni la viveza de la imaginación (Hamberger y Lohr, 1980). La imaginación fue incorporada a la clínica de orientación conductual desde los primeros trabajos de Wolpe, a finales de los 50, al considerarla como un estímulo condicionado y suponer una "equivalencia funcional" entre sucesos imaginados y sucesos in vivo. Las teorías cognitivas han generado nuevas técnicas de tratamiento, en las que la imaginación ha seguido utilizándose ampliamente.

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4. EL ENFOQUE DE LOS TRES SISTEMAS Inicialmente, Lang (1968) se centró en el miedo, al que describió como formado por un grupo de componentes débilmente acoplados. "El miedo es una respuesta, y además se expresa en tres importantes sistemas conductuales: verbal (cognitivo), motor-abierto y somático" (Lang, 1968, p. 90). De la revisión de datos de distintas áreas, Lang concluye que las respuestas de los tres sistemas no están correlacionadas. Esta discordancia indica que el miedo no es un fenómeno "unitario". Posteriormente (Lang, 1971), amplió esta formulación al caso general de la emoción: "Tanto para el terapeuta como para el científico, es razonable considerar que la respuesta emocional es un complejo de tres sistemas medibles: verbal-cognitivo, motor-abierto y fisiológico (órganos inervados por el sistema nervioso autónomo y actividad muscular tónica). Todos los sistemas están modulados por centros neurales del cerebro, pero las correlaciones entre sus respuestas son sorprendentemente bajas. Desde un punto de vista empírico, las conductas son parcialmente independientes. Sin embargo, estos sistemas son también altamente interactivos y tienden a aumentar mutuamente, prolongar, o atenuar cada uno al otro en la forma en que ahora comenzamos a conocer" (Lang, 1971, p. 105). "Las medidas conductuales y fisiológicas en la emoción a menudo guardan poca relación entre sí, y por otro lado están débilmente correlacionadas con el informe verbal del estado subjetivo. Además, cuando las respuestas están en disputa, el supuesto verdadero mundo de la experiencia subjetiva permanece privado. Así pues, no hay un criterio objetivo que nos diga a que sistema creer" (Lang, 1978, p. 368). Por lo tanto, desde esta perspectiva, que integra distintas líneas de investigación, la emoción es entendida como una peculiar reacción conjunta de múltiples y variados factores, tales como: la vivencia subjetiva o experiencia emocional, las respuestas motoras observables o comportamiento abierto (expresión emocional) y las respuestas psicofisiológicas; los cuales se encuentran sintonizados entre sí en diversa proporción. No se trata propiamente de una teoría, Lang se ha limitado a resaltar que la emoción es una respuesta y que los datos apuntan a la existencia de tres sistemas

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relativamente independientes. Lang describe la tarea central de los teóricos como la de proporcionar "modelos o analogías que organicen estos datos" (Lang, 1978, p. 370). Como él mismo ha hecho con su modelo bio-informacional de imágenes emocionales (Lang, 1977, 1979, 1979a, 1979b, 1984, 1985).

4.1. Multidimensionalidad de la respuesta emocional Los principales fenómenos estudiados en esta línea son el fraccionamiento de respuesta o discordancia entre sistemas de respuesta y la desincronía. Se habla de fraccionamiento de respuesta, para referirse a las bajas correlaciones (a veces negativas) entre distintas respuestas; y de discordancia, para hacer mención a las diferencias entre sistemas de respuesta en un momento dado. A su vez, los cambios no sincrónicos entre sistemas de respuesta se denominan desincronía. Por otro lado, se ha resaltado la existencia de diferencias individuales en el patrón de respuesta somática (Lacey, 1967) y de patrones de respuesta psicofisiológica característicos de los individuos ante una situación o tipo de emoción (Ax, 1953). Posteriormente, los conceptos de especificidad situacional y estereotipia individual se han ampliado también a los tres sistemas de respuesta emocional, sugiriendo que los individuos presentan un perfil cognitivo-fisiológico-motor propio. Así, por ejemplo, se habla de reactividad de tipo cognitivo cuando el perfil de respuesta de un individuo muestra una alteración mayor en el sistema de respuestas cognitivo que en los otros sistemas (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1986, 1988). De igual modo, los individuos ante determinado tipo de situaciones podrían presentar un patrón de respuesta cognitivofisiológico-motor (C-F-M) característico, asociado con cada tipo de situación (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1990c). La existencia de patrones psicofisiológicos específicos para cada emoción es un tema polémico sobre el que se dan opiniones a favor y en contra, y en el que además se confunde si los patrones buscados son característicos del tipo de emoción o están asociados con la situación. Si se amplía el problema a la existencia de un patrón o perfil cognitivo-fisiológico-motor de los individuos ante cada tipo de situación, tal vez sería más fácil identificar perfiles característicos.

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El fraccionamiento de respuesta o discordancia entre sistemas de respuesta (Lacey, 1967) se refiere a la escasa covariación entre respuestas emocionales. La desincronía (Rachman y Hodgson, 1974) es otro fenómeno similar que consiste en que los cambios inducidos en un sistema puede que no se produzcan de forma sincrónica en otro sistema. En efecto, si se evalúan estos tres tipos de respuestas en un sujeto (que está sometido a una situación inductora de miedo, por ejemplo), podemos encontrar que no todas reflejen el mismo grado de intensidad o activación; o se puede observar distinta dirección en los índices tomados para cada sistema de respuesta (por ejemplo, acercamiento, en lugar de evitación motora, pero acompañada de alta activación fisiológica), es decir se puede observar cierto grado de independencia entre los tres sistemas de respuesta, en lugar de reflejar todos un mismo constructo emocional unitario. Podemos obtener correlaciones bajas e incluso nulas o negativas entre las medidas de respuestas pertenecientes a distintos sistemas (discordancia entre sistemas de respuesta) e incluso entre medidas de respuestas pertenecientes al mismo sistema (fraccionamiento de respuesta emocional). Esta observación es similar a las críticas que anteriormente había hecho Lacey (1967) al modelo unidimensional de la activación emocional (Cannon, 1927), sobre la escasa correlación entre distintas respuestas emocionales. En esta línea, en el campo de las medidas psicofisiológicas se habla de "fraccionamiento direccional" cuando diferentes fracciones del sistema nervioso autónomo muestran diferentes direcciones de respuesta, apuntando unas efectos típicos del sistema simpático y otras efectos típicos del sistema parasimpático (Lacey, 1967; Lacey y Lacey, 1970). Por otro lado, se ha observado que la discordancia entre sistemas o fraccionamiento de respuesta varía con el momento de la evaluación en relación al tratamiento, o en general con respecto al tiempo. Así, Lang y Lazovik (1963) informaron que las reducciones que se habían conseguido en un sistema de respuesta tras el tratamiento no se habían dado en otro sistema. Dichas reducciones no se consiguieron en el otro sistema hasta meses después de terminado el citado tratamiento; ambos sistemas se habían equiparado cuando se llevó a cabo una evaluación de seguimiento. Es decir, si se manipulan los niveles de arousal de un sujeto, tal y como sucede en las terapias por ejemplo, no todos los sistemas de respuesta varían al mismo tiempo

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(Hodgson y Rachman, 1974; Rachman y Hodgson, 1974; Vermilyea, Boice y Barlow, 1984). A este fenómeno se le conoce con el nombre de desincronía. Los términos fraccionamiento (fractionation) de respuesta y disociación (dissociation) o discordancia (discordance) entre sistemas de respuesta se suelen usar como sinónimos e indican que el patrón tripartito de respuesta muestra un cierto grado de variación inter-sistemas de respuesta (o a veces también, aunque es menos frecuente, inter-respuestas dentro de un sistema) en una fase particular de la evaluación. En cambio, el término desincronía se emplea para referirse a la disociación de los tres sistemas (o a veces también, aunque es menos frecuente, de algunas respuestas dentro de un sistema) a través de varias fases de la evaluación, es decir, en distintos momentos (Rachman y Hodgson, 1974; Michelson, 1987). En las terapias se suele hacer una evaluación en al menos tres momentos (pre-, durante y post-tratamiento). De forma operativa se suele considerar (Rachman y Hodgson, 1974; Hodgson y Rachman, 1974; Vermilyea, Boice y Barlow, 1984) que hay una desincronía cuando no se dan cambios concordantes entre dos respuestas pertenecientes a distintos sistemas (ritmo cardíaco y medidas subjetivas de ansiedad, por ejemplo), en al menos dos de las tres fases (pre-durante, durante-post, pre-post). En cambio se operativiza la concordancia como altas correlaciones entre medidas en un momento dado y, a su vez, la discordancia o fraccionamiento como bajas correlaciones entre medidas en un momento dado (Hodgson y Rachman, 1974; Matías y Turner, 1986). Sin embargo, muchas veces el término desincronía pierde su raíz temporal y se usa como sinónimo de fraccionamiento, se habla así de "fraccionamiento o desincronía". Parece que el término "fractionation" surge en el ámbito de la evaluación psicofisiológica (Lacey, 1967; Haynes y Wilson, 1979), estando ligado por lo tanto a la variación inter-respuestas (o inter-ramas del S.N.A.), más que a la variación inter-sistemas; es decir, que propiamente se hablaría de fraccionamiento de respuesta para referirse a la escasa covariación entre respuestas. Mientras que Rachman y Hodgson (1974) propusieron "discordance" y "desynchrony" como términos referidos a la variación inter-sistemas más que a la variación inter-respuestas; es decir, se hablaría de "discordancia entre sistemas", en un momento dado, para referirse a bajas correlaciones entre sistemas, y "desincronía entre sistemas" para referirse a cambios en un sistema a través del tiempo (de una evaluación a otra) que no se dan en otro sistema, o se dan de distinto modo (los cambios entre sistemas no covarían).

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La sincronía está relacionada con un mejor pronóstico en el resultado del tratamiento mediante exposición para pacientes agorafóbicos (Rachman y Hodgson, 1974; Vermilyea, Boice y Barlow, 1984), especialmente para la reducción del ritmo cardíaco. Aunque, según Vermilyea, Boice y Barlow (1984), el mejor predictor de estas reducciones sea la ley de valores iniciales (reducen más los valores iniciales más altos). Mejoran, por lo tanto, menos los pacientes desincrónicos y con menor reactividad fisiológica. La discordancia y la desincronía entre sistemas de respuesta son "función de la intensidad de la activación emocional, el nivel de la demanda, la técnica terapéutica y la duración del seguimiento..." (Hodgson y Rachman, 1974, p. 325). En situaciones que provocan estados de baja intensidad emocional la discordancia entre sistemas será mayor que en situaciones que generen una alta activación emocional. A su vez, si se pide a los sujetos que no eviten la situación y se exige una proximidad al estímulo fóbico, tal que genere mucho miedo (situación de alta demanda) se producirá una discordancia mayor (alto miedo subjetivo sin respuestas motoras) que en una situación de baja demanda (en la que están más igualadas las respuestas de evitación y miedo subjetivo). Sartory, Rachman y Grey (1977) estudiaron la influencia de las condiciones de alta y baja activación emocional sobre la concordancia y Grey, Sartory y Rachman (1979) estudiaron el efecto de alta y baja demanda (a la exposición de uno mismo ante el estímulo temido) sobre la sincronía de los cambios. En ambos estudios se generaron situaciones fóbicas en el laboratorio al tiempo que se registraban el ritmo cardíaco y se tomaban medidas de autoinforme. En el primer estudio se encontró concordancia entre los sistemas de respuesta en la condición de alta activación; pero, contrariamente a la hipótesis, apenas hubo discordancia en la condición de baja activación. En el segundo estudio, la hipótesis sobre el efecto de la demanda sólo se vio apoyada por algunos datos inter-sesión (que reflejaban desincronía en la condición de alta demanda), pero no por lo datos intra-sesión (durante la sesión no se dio desincronía en ninguna de las condiciones de demanda), tal vez porque la demanda no sea independiente de la activación y ésta tenga un mayor peso sobre la desincronía (Matías y Turner, 1986). Como ya hemos señalado, esta concepción tridimensional del miedo ha supuesto un cambio en la concepción de las emociones. Además, la evaluación de los tres sistemas de respuesta por separado es una de las consecuencias inmediatas de todo

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lo dicho hasta ahora. Esta práctica se ha extendido, pero falta mucho por andar (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1989a). Cada sistema presenta sus propias peculiaridades (Haynes y Wilson, 1979) y resulta conveniente aplicar en cada caso el método más idóneo (autoinforme, medidas fisiológicas, observación). Sin embargo, mediante el método de autoinforme pueden evaluarse no sólo las respuestas cognitivas, sino que se puede además obtener una primera aproximación a los sistemas fisiológico y motor, resultando este método mucho más económico. Por otro lado, se elimina la varianza intermétodo que siempre hace aumentar artificialmente la importancia de la discordancia y de la desincronía entre sistemas de respuesta. Borkovec (1976), encontró patrones de reacción fisiológica diferentes para varones y para mujeres trabajando con un cuestionario. Aunque se ha estudiado mediante autoinforme la diferenciación psicofisiológica ante distintas situaciones y para diferentes emociones, apenas se ha trabajado con autoinforme de los tres sistemas de respuesta (C-F-M) para estudiar perfiles característicos ante distintas situaciones (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1989c, 1990a, 1990b, 1990c). El Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (I.S.R.A., Miguel Tobal y Cano Vindel, 1986, 1988, 1989a, 1989b, 1989c) permite la evaluación de los tres sistemas de respuesta de ansiedad por separado (C, F y M), posibilitando así la obtención de perfiles individuales de respuesta y determinar por lo tanto el tipo de reactividad en cada caso, a partir del cual puede determinarse cual será el tipo de técnica de tratamiento más adecuada. Por otro lado, también permite la evaluación de la ansiedad asociada a cuatro áreas situacionales o rasgos específicos: ansiedad de evaluación (F1), interpersonal (F2), fóbica (F3) y ansiedad en la vida cotidiana (F4). Estos rasgos específicos de ansiedad son bastante similares a los obtenidos por Endler (1975, 1981) en el marco del modelo interactivo de ansiedad. Se refieren a diferencias individuales ligadas a áreas situacionales o tendencias de los individuos a manifestar diferente grado de ansiedad en estos tipos de situaciones. Como ya hemos señalado en otras ocasiones, el modelo de los tres sistemas de respuesta emocional tiene importantes implicaciones (Hugdahl, 1981) no sólo para la definición y evaluación de las emociones, sino también para el tratamiento de trastornos emocionales (Ost, Jerremalm y Johansson, 1981; Ost, Johansson y Jerremalm, 1982; Ost, Jerremalm y Jansson, 1984; Michelson, 1986). Es necesario evaluar por separado los tres sistemas de respuesta, ya que cada uno de ellos puede estar más o menos alterado en cada individuo; además se observa la existencia de un

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patrón específico de reactividad característico individual, el cual interacciona con el tipo de tratamiento aplicado (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1989b). El perfil individual de respuesta o tipo de reactividad individual (cognitiva, fisiológica o motora, según el sistema de respuesta que esté más alterado) interacciona con el tipo de técnica de reducción de ansiedad que se aplique, obteniéndose mejores resultados cuando la reactividad del individuo es consonante con la técnica empleada (también clasificadas en cognitivas, fisiológicas o motoras, según el sistema que más reduzcan). Es decir, según el tipo de reactividad del individuo, éste mejorará más con un tipo de técnicas u otro. Para esta conclusión existe apoyo, al menos parcial, en la mayor parte de los estudios revisados (Michelson, 1987; Cano Vindel, 1989; Cano Vindel y Miguel Tobal, 1989b, 1989d) se encuentra apoyo a la misma. Por último, ésta concepción multidimensional de la respuesta emocional ha tenido repercusiones en los estudios sobre etiología de los trastornos emocionales. Rachman (1977, 1978) ha propuesto que estas peculiaridades en la manifestación de fenómenos emocionales podrían estar relacionadas, al menos en el caso de las fobias, con la forma de adquisición o aprendizaje de dichas respuestas. Así, los miedos adquiridos mediante condicionamiento clásico, o contacto directo con el estímulo fóbico, presentarían una mayor reactividad fisiológica que cognitiva (Ost y Hugdahl, 1981), por lo que mejorarían más con una técnica centrada en lo fisiológico (Wolpe, 1981; Ost, 1985); mientras que las fobias adquiridas por aprendizaje vicario y/o transmisión de información, presentarían un predominio de reactividad cognitiva y se eliminarían mejor con una técnica de tipo cognitivo. Así pues, cada sistema de respuesta obedecería a procesos diferentes de aprendizaje y de ahí vendría su relativa independencia. Sin embargo, los estudios realizados hasta ahora no son concluyentes, tal vez porque se usa el autoinforme retrospectivo como único método para determinar el tipo de aprendizaje. Véanse las revisiones de Cano Vindel (1989); Miguel Tobal (1989) y Miguel Tobal y Cano Vindel (1990). En resumen, hoy en día se considera que la respuesta emocional no es unitaria, sino multidimensional. Los componentes básicos de esta respuesta son de tipo subjetivo, fisiológico y motor-observable. Estos tres tipos de respuesta parecen obedecer a otros tantos sistemas (cognitivo, fisiológico y motor), los cuales funcionan de manera relativamente independiente, a juzgar por una serie de fenómenos, tales como discordancia y desincronía entre sistemas. Esta concepción de la respuesta emocional ha supuesto notables cambios en su evaluación, así como en la etiología y

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tratamiento de los trastornos emocionales. Son especialmente relevantes los estudios sobre perfiles de reactividad característicos de un individuo, un grupo (por ejemplo, sujetos con trastornos psicofisiológicos), un tipo de situación, etc.

4.2. Especificidad situacional El modelo del condicionamiento clásico de la conducta emocional (Watson y Rayner, 1920), considera que la respuesta emocional es condicionable, según las leyes del condicionamiento clásico. Esto supone conceptuar a la situación como un estímulo elicitador de dicha respuesta. La situación emocional sería, por lo tanto, la responsable de una conducta emocional. Esta situación es considerada en términos fisicalistas como un estímulo específico observable, que provoca una respuesta (modelo E-->R). En el modelo de Schachter y Singer (1962) de la emoción (uno de los primeros modelos cognitivos) se sigue un esquema E-->O-->R, donde el estímulo es considerado como una situación social que el sujeto evalúa y etiqueta (procesos cognitivos). Del resultado de esta evaluación y etiquetado de la situación dependerá la cualidad o tipo de emoción resultante; pero la intensidad emocional dependerá del grado de activación del individuo. Así pues, la situación en este modelo es una condición necesaria, pero no suficiente, para que se dé una emoción. El "análisis del significado" de la situación que defiende Mandler (1975) sería el único responsable de la cualidad emocional; pero, además, este mismo proceso de análisis podría desencadenar la activación autonómica (que podría ser generada también por otros factores). En la Psicología de la Personalidad, las conductas emocionales (como la ansiedad) han sido estudiadas en función de la situación (Mischel, 1968), de los rasgos del individuo (Cattell, Spielberger, etc.) y, tras la polémica entre ambas posturas, en función de la interacción de ambos factores (Endler, 1975). Así, en el modelo interactivo de la ansiedad de Endler, la conducta de ansiedad depende no sólo de la situación y de las características personales, sino especialmente de la interacción de ambos, prediciéndose que se producirá una reacción de ansiedad cuando el tipo de situación y el tipo de rasgo específico del individuo sean congruentes (hipótesis de la congruencia).

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En los modelos de interacción compleja las emociones ocurren en el contexto de una transacción continua entre la persona y la situación (Lazarus y Folkman, 1986). Esta interacción supone una causalidad recíproca entre todos los elementos que están en juego, especialmente entre la situación y el individuo. Por parte del individuo, los factores más importantes son de tipo cognitivo. Como puede verse, la situación ha sido considerada de diferentes formas en la producción de una conducta emocional, pero siempre ha jugado un cierto papel, relativamente importante. Hemos visto que, generalmente, la situación determina, al menos, la cualidad o tipo de emoción que experimenta el individuo. Recordemos que James había considerado a las reacciones emocionales como altamente específicas, dándose, por un lado, una cierta especificidad individual y, por otro lado, una reacción emocional específica ante cada situación. En este caso, la reacción emocional (como experiencia) sería altamente específica e irrepetible, porque la situación provocaría muchas respuestas orgánicas, diferentes en cada ocasión. Como ya hemos visto, en la psicofisiología se ha intentado demostrar que la situación puede generar un patrón de respuesta característico (a nivel fisiológico). Posteriormente, esta hipótesis se ha planteado también a nivel de los tres sistemas de respuesta emocional, sugiriendo que, ante determinado tipo de situaciones, los individuos podrían presentar un patrón de respuesta cognitivo-fisiológico-motor (C-F-M) característico, asociado con cada tipo de situación (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1989c, 1990a, 1990c). En un estudio experimental (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1990c) en el que estudiamos dos situaciones ansiógenas diferentes ("hablar en público" y "estar a solas con una persona del otro sexo") y dos tipos de individuos ansiosos ("altos en ansiedad de evaluación y bajos en ansiedad interpersonal" frente a "bajos en ansiedad de evaluación y altos en ansiedad interpersonal"), encontramos lo siguiente: -El perfil cognitivo-fisiológico-motor (C-F-M) de las dos situaciones difería ligeramente, mostrando la situación interpersonal una mayor reactividad de tipo fisiológico que la situación de evaluación, tanto en los individuos con alta ansiedad de evaluación como en los sujetos con alta ansiedad interpersonal. Es decir, esta mayor reactividad fisiológica de las situaciones interpersonales era independiente de las características de los individuos (para la ansiedad

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fisiológica no se daba interacción persona por situación y sí era significativo el efecto de la situación), como puede verse en el en la Figura 2. -La conclusión anterior se cumplía tanto en la condición de baja ansiedad (al principio de las Figura 2: situaciones) como en la de alta ansiedad Perfil C-F-M de dos situaciones (al final de las situaciones, después de generar un elevado grado de ansiedad). -El perfil C-F-M de cada grupo en cada situación en la condición de alta ansiedad es similar, pero a un nivel más alto, que su perfil para la condición de baja ansiedad (ver la Figura 2). Es decir, se estudiaron los perfiles de reactividad (C-F-M) de dos grupos de sujetos diferentes, en dos situaciones distintas, viéndose que los dos grupos eran similares (en el conjunto de las dos situaciones no había diferencias intergrupo) y que la situación interpersonal generaba una mayor reactividad fisiológica que la situación de hablar en público (evaluación), independientemente de las características individuales en su perfil de rasgos específicos de ansiedad.

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En resumen, de acuerdo con los modelos revisados, la situación es la responsable en último extremo del surgimiento de una reacción emocional. Ahora bien, una misma situación puede generar o no una emoción en distintas personas (o para la misma persona, en distintos momentos), por lo que se considera que es necesario introducir variables que expliquen las diferencias individuales y variables que expliquen la interpretación de la situación que hace el sujeto. Los modelos de Endler y Lazarus, por ejemplo, pueden explicar esta mediación entre situación y reacción emocional. Pero, en cualquier caso, parece que la situación (mediada, o no, por procesos cognitivos y diferencias individuales) establece algunas características de la reacción emocional (independientemente de las diferencias individuales) y, en este sentido, hablamos de especificidad situacional.

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