TESIS DE MAESTRIA EN SOCIOLOGÍA Y CIENCIA POLÍTICA FLACSO (FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS TÍTULO: LA MALA VIDA EN LA REVISTA ARCHIVOS DE

TESIS DE MAESTRIA EN SOCIOLOGÍA Y CIENCIA POLÍTICA FLACSO (FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES) TÍTULO: “LA “MALA VIDA” EN LA REVISTA ARCHIVOS DE PSIQUIATRÍA, CRIMINOLOGÍA, MEDICINA LEGAL Y CIENCIAS AFINES 1902-1913” DIRECTORA: MARÍA LUISA MÚGICA ALUMNA: MARIANA DOVIO FECHA DE ENTREGA: 20 DE NOVIEMBRE DE 2009 En este trabajo nos ocupamos de abordar la construcción de la noción de la “mala vida” en el discurso de la revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines entre 1902 y 1913, mientras José Ingenieros fue su director. La “mala vida” fue una categoría que remitió, entre otras cosas, a conductas estimadas atentatorias contra el orden y gobernabilidad urbanas desde la elite dirigente. Para ello analizaremos las problemáticas que atravesaron a la ciudad de Buenos Aires y presentaremos la revista Archivos como objeto de estudio. En segundo lugar estudiaremos la construcción la “mala vida” a partir de la producción del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires en Archivos. En tercer lugar, nos dedicaremos a estudiar la “mala vida” en relación a la niñez estimada peligrosa desde ámbitos médicos, policiales y penitenciarios y el rol de la mujer a partir de la cuestión de la prostitución y pequeños ilegalismos. Por último, analizaremos la noción de la “mala vida” en relación a la producción del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional desde el discurso de Archivos. 1 En este trabajo nos ocupamos de abordar la construcción de la noción de la “mala vida” en el discurso de la revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines entre 1902 y 1913, mientras José Ingenieros fue su director. La “mala vida” fue una categoría que remitió, entre otras cosas, a conductas estimadas atentatorias contra el orden y gobernabilidad urbanas desde la elite dirigente, identificadas con “focos impuros” dentro de la ciudad, como el alcoholismo, la prostitución, la vagancia, entre otros. Sobre estas cuestiones la revista Archivos fue un reservorio privilegiado porque publicaron sus trabajos tanto médicos como policías y penitenciarios. Tomamos como punto de partida que en las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Buenos Aires sufrió agudos cambios como parte de la incorporación a un modelo de producción capitalista con una modernización creciente de su aparato agro – exportador, y, por el aluvión inmigratorio que implicó un aumento demográfico sideral. Como parte del desajuste entre el proceso de reforma económica y demográfica, surgieron preocupaciones en torno a cierto “desorden” dentro del espacio urbano. A la utopía de una metrópoli limpia e higiénica que habitaba en el imaginario de las clases dirigentes se opusieron los “focos infecciosos”, como la “mala vida”, que no era sólo un problema moral, y la criminalidad. En esta construcción de una noción médico - organicista y biologicista de la sociedad tuvieron injerencia los médicos, que adquirieron en esta etapa un rol de importancia en la diagramación de las políticas estatales. En diversidad de instituciones, como el ámbito educativo, pasando por el hospital, la policía y la cárcel los médicos pusieron en marcha prácticas clínicas. La irrupción del positivismo como corriente de pensamiento imperante, aunque no única, en los ámbitos académicos porteños, se vinculó a prácticas estatales instauradas dentro del Estado. Sobre el tema de la “mala vida” han surgido diversidad de discursos que revelan la importancia que puede tener hoy estudiar un tema sociológico que se cruza con otras disciplinas, como el derecho y la historia intelectual. Sobre la figura de la “mala vida” confluyeron diversos discursos en la época que analizamos. Los discursos higienistas que estimaron al delito y a las conductas inmorales como focos “infecciosos” dentro de la ciudad pensada como un organismo que había que mantener limpio y sano. También los que vincularon estas conductas con desórdenes pasionales que requerían de ser encauzados y controlados a partir de medidas provenientes de la medicina social. Los discursos políticos que atendían a la preocupación desde la elite dirigente por ordenar y controlar a las “clases peligrosas” que consideraron a la “mala vida” como uno de los efectos de las condiciones del mercado de trabajo propio de la producción económica capitalista, ya que confundían la inadaptación laboral con la “mala vida” y la delincuencia. Los discursos jurídicos, 2 por su lado, plantearon que mediante la categoría de la “mala vida” se buscaba ampliar la definición jurídica del delito a partir de la inclusión en leyes formales de conductas cotidianas que se consideró que ponían en peligro la estabilidad social y que debían ser corregidas y controladas. También existe alguna bibliografía que se ha ocupado del tema de la “mala vida” en su conexión con la criminalidad como es el caso de Vezzetti1 que la ha analizado como espacio intermedio entre la locura y el delito. Por su parte, Zimmerman2, se preocupa por el tema de la criminalidad y la “mala vida” a través de las representaciones que se elaboraron en torno del anarquismo y la inmigración en esta etapa, en tanto el acento está puesto fundamentalmente en la potencialidad delictiva del individuo. Ricardo Salvatore3 y Eugenia Scarzanella4 se han ocupado del tema desde la perspectiva de la disciplina del trabajo o “trabajo reflexivo” según Scarzanella. Ambos se refieren a que esta categoría surgió como la antítesis de la construcción del “ciudadano respetable” de la elite dirigente. La “mala vida” era una conducta que culminaba en el delito si no era detectada y prevenida a tiempo, categoría asociada a los que no cumplieran con ciertas condiciones que exigía el mercado de trabajo. Por otro lado, Máximo Sozzo5 se ha preocupado por el tema de la “mala vida” de forma indirecta al analizar, como parte de la reorganización de la racionalidad punitiva, el paso del homo penalis al hombre criminal. Beatriz Rubial6 ha trabajado el tema de la “mala vida” en relación a ciertas prácticas policiales respecto de individuos que sin ser delincuentes presentaban ciertos rasgos por los que se volvían “peligrosos” para el orden social. En esta misma línea se inscribe el aporte de Félix Marteau7 que analiza desde el derecho conductas cotidianas vistas como peligrosas por entonces y que merecieron reconocimiento legal. 1 Vezzetti, Hugo La locura en la Argentina, Editorial Paídos, Buenos Aires, 1985 y “La locura y el delito. Un análisis del discurso criminológico en la Argentina del novecientos” en El Discurso jurídico. Perspectiva Psicoanalítica y otros abordajes epistemológicos”. Editorial Hachette, Buenos Aires. 2 Zimmermann, Eduardo Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890 – 1916, Editorial Sudamericana, Universidad de san Andrés, Buenos Aires, 1995. 3 Salvatore, Ricardo “Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión social obrera en la argentina” en Suriano Juan La Cuestión Social en la Argentina (1870 – 1943) Editorial La Colmena, Buenos Aires, 2000. Ricardo Salvatore “Sobre el surgimiento del estado médico - legal en la Argentina (1890 – 1940)” en Estudios Sociales, Revista Universitaria Semestral, Año XI, Nº 20, Santa Fé, Universidad Nacional del Litoral, primer semestre, 2001 (pp. 81 – 114) 4 Scarzanella, Eugenia Ni gringos ni indios. Inmigración, criminalidad y racismo en la Argentina 1890 – 1914. Ediciones de la Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1999 5 Sozzo, Máximo “Retratando al “homo criminalis” Esencialismo y diferencia en las representaciones “profanas” del delincuente en la Revista Criminal Buenos Aires 1873” en La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870- 1940).Editado por la Universidad de San Andrés y Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. Sozzo Máximo, “Policía y Prevención del delito en la Argentina. Notas para una historia presente” en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, Número 15, Editorial Lexis Nexis, Buenos Aires, 2001 6 Ruibal Celina, Ideología del control social, Buenos Aires, 1880 – 1920. Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1993. 7 Marteau, Juan Félix Las palabras del orden. Proyecto republicano y cuestión criminal en Argentina (Buenos Aires 1880 – 1930) Editores del Puerto, Buenos Aires 2003. 3 Oscar Terán8, desde el ámbito de la historia intelectual ha estudiado a José Ingenieros en sus distintas etapas y las disímiles perspectivas teóricas que convergieron en la época en la que se editó la revista Archivos. Lila Caimari9 se preocupa por el tema de la “mala vida” al explicar las representaciones sociales que se habían elaborado en Buenos Aires en esta etapa, los lugares que fueron identificados como “peligrosos” incluyendo las impresiones elaboradas desde la literatura, el periodismo y los profesionales de la salud y el derecho. Susana Murillo10 también analizó el tema de la “mala vida” dando cuenta de la intersección de la perspectiva alienista y la psicopatológica en el ámbito de la criminología, junto con las degeneracionistas y la lectura lamarckiana que se hizo de la teoría de Darwin para explicar conductas estimadas inmorales para la elite dirigente. También Ana María Talak11, Rafael Huertas (España)12 y Luis Ferla (Brasil)13 se han ocupado de la cuestión de la “mala vida” en relación con la niñez y la vida al margen de criterios morales y legales. Y, desde la literatura francesa, tanto Jacques Donzelot14 como Robert Castel15 han estudiado a partir de la categoría de anormal conductas que fueron objeto de intervenciones de control, que no se ajustaban a ideal tipos morales o éticos en contextos capitalistas de producción. Por otro lado se ha estudiado la “mala vida” en relación a las mujeres y su vinculación a la cuestión de la prostitución. Término que así asociado ha tenido mayor perdurabilidad en el tiempo que la “mala vida”. Sobre la cuestión de la prostitución, existen profundos y detallados estudios sobre la reglamentación durante este período en ciudades argentinas como el de María Luisa Múgica16 sobre la ciudad de Rosario y el de Donna Guy17 sobre Buenos Aires. También Marisa Miranda se 8 Terán, Oscar, Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880 – 1910. Derivados de la cultura científica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000. Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004. - José Ingenieros, Antiimperialismo y Nación, Editorial Siglo XXI México 1979- Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica.” Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000- Ideas en el siglo – Intelectuales y cultura en el Siglo XX Latinoamericano, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004. 9 Caimari Lila, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina 1880 – 1955, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2004. 10 Murillo Susana, “Alienismo y Modelo Correccional. La Paradoja del contrato social” en La Criminología del Siglo XXI en América Latina. Parte II. Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002. 11 Talak, Ana María “Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en Argentina 1900-1940) en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 12 Huertas, Rafael “La medicalización de la delincuencia infantil en la España del primer tercio del siglo XX”, en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005. 13 Ferla, Luis “El niño, el médico, el policía y el patrón. Infancia y determinismo biológico en el Brasil de entreguerras” en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005. 14 Donzelot, Jacques La Policía de las Familias, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2005 15 Castel, Robert "De la peligrosidad al riesgo" en Materiales de Sociología Crítica, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1986. 16 Múgica, María Luisa Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912, UNRE Editora, Rosario, 2001 17 Guy, Donna El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875/ 1955 Bs. As. Editorial Sudamericana, 1994 4 ha prestado atención a la vida en espacios urbanos de las mujeres y pequeños ilegalismos de bienes.18 Nuestra investigación se sitúa dentro de otras investigaciones que han retomado a revistas como objeto específico y diferenciado de estudio en las ciencias sociales. En parte, porque posibilitan la construcción de redes y comunicaciones entre articulistas y de categorías a través de discusiones y descripciones de prácticas. (Belini19, Dagrossa y Grossi20y Sozzo21,). Por otro lado, una de las especificidades del discurso de la revista Archivos es que fue de carácter experto y por ello entendemos, siguiendo a Neiburg, Plotkin22 y Caimari23aquel que evoca especialización y entrenamiento académico de aquellos que en su acción pública actúan en nombre de la técnica y de la ciencia y que conocen su práctica de primera mano además de estar enclavados en Universidades, Academias científicas y revistas especializadas. El problema general que abordamos en este trabajo apunta a examinar cómo se construyó la “mala vida” en la revista Archivos entre 1902 y 1913 desde la perspectiva médico – social criminológica y psicológica, a la que consideramos que no se le ha concedido suficiente atención. Para la presente investigación se utilizaron tres colecciones de los primeros 12 años de la publicación situadas en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la Biblioteca de Egresados de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y en la Biblioteca de la Academia Nacional de Medicina. Las tres colecciones presentaron diferencias en su estado de conservación y en el modo en que se encontraban encuadernadas. Los artículos recabados en los primeros doce años (19021913) de la publicación fueron 592. En lo sucesivo, entenderemos por “mala vida”, una construcción histórica que apuntaba a ciertos fenómenos que despertaban temores de los más diversos y que se plasmaron en ciertas prácticas sociales e institucionales de control social. Surgida de la intersección de diferentes disciplinas, entre las que se encuentran la psiquiatría, el derecho penal y la criminología, se volvió objeto de análisis en una zona que se ubica entre el delito y la locura. Una de sus especificidades recayó en la inadaptación “moral” que ella implicaba. Ingenieros estableció que “(...) hay "mala acción" o "mala 18 Miranda, Marisa “Prostitución y homosexualidad en Argentina, el discurso eugénico como sustrato teórico de biopolíticas represivas (1930- 1983)en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 19 Belini, Claudio “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo 1943 / 1952”, Latin American Research Review, Vol. 41, nro. 1, Texas, Estados Unidos, 2006 20 Dagrossa, Norberto Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene” Nro. 33, Instituto de Investigaciones jurídicas y sociales “Ambrosio Gioja”, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires 1997. 21 Sozzo, Máximo “Retratando al “homo criminalis” Esencialismo y diferencia en las representaciones “profanas” del delincuente en la Revista Criminal Buenos Aires 1873” en La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870- 1940).Editado por la Universidad de San Andrés y Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. 22 Neiburg, Federico, Plotkin Mariano, Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Editorial Paídos, Buenos Aires 2004, p. 15 23 Caimari Lila comp. La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870 – 1940), Editorial Fondo de Cultura Económica – Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 2007, p. 9 5 vida"(o delincuencia natural), toda vez que un acto aislado ó (…) una línea de conducta permanente son antisociales con respecto al criterio ético del ambiente en que se producen.”24 Elegimos la revista Archivos teniendo en cuenta que fue una publicación en la que participaron médicos metidos a criminólogos en un momento histórico en el que la presencia e intervención de ellos en ámbitos públicos y privados de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires adquirió importancia y extensión. La publicación constituyó un dispositivo25 que se integró de elementos heterogéneos que coexistieron entre sí: discursos científicos, filosóficos, morales, reglamentos, proyectos de ordenanzas, descripciones de prácticas médicas, policiales, jurídicas y penitenciarias. A los efectos de la presente investigación, distinguiremos el período abarca desde la fundación de la publicación en 1902 hasta 1913 mientras José Ingenieros fue su director e imprimió los estudios de la misma de una orientación psicopatológica (que ha perdurado en los estudios venideros sobre la conducta criminal o desviada). Período en el que Ingenieros centró su actividad intelectual en la investigación criminológica y psiquiátrica, además de tener una activa participación en el diseño de políticas públicas relativas al control y represión de la delincuencia, tanto como perito médico psiquiátrico dentro del poder judicial, director del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de Buenos Aires (entre 1902 y 1911) y director del Instituto de Criminología que a partir de 1907 que funcionara en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. Aunque en 1911 José Ingenieros se autoexilia a Europa por cuestiones de orden político, después de ser rechazado en una terna en la Universidad de Buenos Aires; continúa dirigiendo la revista a distancia hasta 1913, cuando pasa definitivamente a manos de Helvio Fernández bajo el nombre de Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal. Dentro de las categorías con las que relacionaremos la “mala vida” se encuentra la prostitución, concepto que tomamos de María Luisa Múgica26, en tanto se configuró en el siglo XIX a partir de referencias médico – policiales y que es distinto de las formas que adoptó el “oficio” en otras épocas históricas. Otros de los conceptos relacionados con la “mala vida” es la vagancia, utilizado dentro para referirse a individuos que rechazaban las condiciones del mercado de trabajo capitalista. También la niñez estimada peligrosa, como aquella que remitió a los niños que se encontraban en desfavorables condiciones sociales, económicas y “morales”. Por último, el concepto de simulación, 24 Ingenieros, José “El delito y la defensa social” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VIII, 1909, p. 212 25 Un dispositivo implica un conjunto heterogéneo de elementos, que incluye discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, proposiciones filosóficas, filantrópicas, morales y científicas. El dispositivo es la red que se establece entre estos elementos y que incluye tanto lo dicho como lo no dicho. Ver Michel Foucault “El juego de Michel Foucault” en O. Terán (presentación y selección), El discurso del poder, México, Folios Ediciones, 1983, p. 184 26 Múgica, María Luisa “Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912),” UNR, Rosario Editora, 2001, pp. 16 – 17. Otro trabajo referido al tema ver Donna Guy El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires, 1875 – 1955. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994. 6 que aludió a conductas a través de las cuales se engañaba a alguien y servía de base de comportamientos estimados inmorales, en unos casos, y, en otros considerados criminales, construido en base a referencias provenientes de la psicopatología y de las teorías acerca de la defensa social. Para llevar a cabo la investigación tendremos en cuenta un corpus de documentos. Hemos relevado un conjunto de fuentes que incluyen fallos judiciales, informes médico – legales, documentos clínicos y discursos de corte teórico tanto sociológicos como filosóficos e históricos. Para efectuar el estudio sobre las representaciones sobre la “mala vida” realizaremos un análisis del discurso de la revista, tomando como punto de partida una particular noción en base a los aportes de Michel Foucault27. El discurso, desde esta perspectiva, es una práctica social sujeta a reglas a través de las cuales se forma y se transforma. En tanto espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados los sujetos tienen un lugar y una función que es desplazable y mutable. La pregunta relevante de responder en el caso de esta investigación es cómo se produce el discurso. Esto se vuelve posible, a partir de la aplicación de un artificio metodológico, por el que se ponen en suspenso categorías por el que resultan deconstruidas la noción de sujeto y de instante. De esta forma se abandona la concepción del tiempo centrado y se sustituye por el seriado, se derrumba la noción de génesis unitaria y se produce el desembarazamiento del sujeto constituyente trascendente capaz de manipular y transformar discursos inertes. De esta forma dejaremos de lado el análisis de las ideas sueltas, desvinculadas de los condicionamientos sociales y económicos. Frente a una historia de ideas descarnadas, la propuesta estriba en el análisis del discurso en función de los lugares que ocupan los sujetos discurrentes en los campos prácticos en los que se despliegan. Nos situaremos en los “límites de lo pensable” siguiendo a Roger Chartier28 partiendo de que la emergencia de los discursos depende de ciertas condiciones de productividad que implican la disponibilidad de instrumentos materiales y conceptuales (utillaje mental) con los que generarlos. Al mismo tiempo las categorías que aparezcan en las obras analizadas no serán objetos permanentes e idénticos a sí mismos, sino objetivaciones móviles, temporales y formadas en la discontinuidad. Además retomaremos la definición de representación de Roger Chartier29 para quien las representaciones incorporan en los individuos las divisiones del mundo social y organizan los esquemas de percepción y apreciación a partir de los cuales clasifican, juzgan y actúan. 27 Foucault Michel, El Discurso del Poder. Presentación y selección Oscar Terán, Ediciones Ghandi Folios, Buenos Aires, 1985. El Orden del Discurso, Editorial fábula Tusquets, Buenos Aires, 2005. Microfísica del Poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, España, 1992, Arqueología del Saber, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2006. 28 Chartier, Roger, “Historia intelectual e Historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas” en El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa Editorial, 1992. 29 Chartier, Roger, “Historia, lenguaje, percepción. De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social” Dossier de Historia Social, Número 17, Valencia, España, 1993, p. 101 7 Con el objeto de dar cuenta del problema general ya enunciado en el primer capítulo analizamos las problemáticas que atravesaron a la ciudad de Buenos Aires y presentaremos la revista Archivos como objeto de estudio. En el segundo capítulo estudiaremos la construcción la “mala vida” a partir de la producción del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires en Archivos. En el tercer capítulo nos dedicaremos a estudiar la “mala vida” en relación a la niñez estimada peligrosa desde ámbitos médicos, policiales y penitenciarios y el rol de la mujer a partir de la cuestión de la prostitución y pequeños ilegalismos. Por último, en el cuarto capítulo analizaremos la noción de la “mala vida” en relación a la producción del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional desde el discurso de Archivos. 8 Capítulo I: Buenos Aires y la “mala vida”. La revista como dispositivo 1) Buenos Aires y la “mala vida” A comienzos del siglo XX Buenos Aires y otras ciudades de Latinoamérica se vieron atravesadas por una serie de transformaciones económicas y sociales. Vieron crecer su población, diversificar sus actividades, mudar su fisonomía, alterarse sus modos de pensar y las costumbres de sus habitantes. Fue, siguiendo a Romero, la preferencia del mercado mundial por los países productores de materias primas y consumidores de productos manufacturados lo que concentró mucha población30. Las ciudades donde más claramente se advirtió la prosperidad fueron las capitales de países que eran, al mismo tiempo, puertos. Tal fue el caso de Río de Janeiro, Caracas y Buenos Aires. Ciudades que aprovecharon la riqueza para modificar su fisonomía y crear una imagen de prosperidad. El crecimiento económico generó a la vez que riqueza e inversiones (industriales, de transporte, comerciales y financieras)31 una serie de desajustes, entre ellos, el aumento de la marginalidad social. La categoría “cuestión social”32, sirvió para explicar la tensión entre la proclamación de la igualdad de derechos que reconocía la Constitución Nacional de 1853 y las desigualdades económicas y sociales reales, condensada a través de diferentes fenómenos como la “mala vida”, la marginalidad, el delito y la prostitución. Las elites dirigentes estuvieron preocupadas por la construcción de un determinado tipo de orden bajo el ideario epocal de una ciudad limpia y transparente. La higiene, en sentido amplio, en ámbitos públicos y privados, como sinónimo de orden, ya había estado ligada al abordaje de las epidemias que habían asolado la ciudad (por ejemplo la fiebre amarilla en 1871). La preocupación se instaló en la agenda pública del período y emergieron dispositivos referidos a la higiene y el control de la población. En 1852 se creó el Consejo de Salud Pública, luego Departamento Nacional de Higiene a cargo de José María Ramos Mejía desde 1883 (así como del Consejo Nacional de Educación desde 1888). Para 1914 habían en la ciudad de Buenos Aires 56 hospitales, sanatorios y asilos (once de los cuales eran públicos, un número similar 30 Romero José Luis La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1999, p. 314 Mirta Zaída Lobato y Suriano, Juan Nueva Historia Argentina, Atlas Histórico, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, pp. 269-324 31 Romero, José Luis Las ideas políticas en Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, 32 Ver Suriano Juan La Cuestión Social en la Argentina (1870 – 1943) op. cit. 5, Caimari Lila, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina 1880 – 1955, Siglo XXI Editores, op. cit, p 90 y Terán, Oscar, Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880 – 1910. Derivados de la cultura científica, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, José Ingenieros, Antiimperialismo y Nación,- Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica.” 9 privados y de comunidades inmigrantes y otros tanto de la Sociedad de Beneficencia, la Asistencia Pública y el Ejército de Salvación).33 También en el ámbito universitario se desarrollaron estudios sobre la salud pública en la Facultad de Medicina, iniciado en la cátedra de “Higiene Pública” (establecido en 1873 por iniciativa de Guillermo Rawson) y se inició un proceso de modernización de la policía a cargo de Ramón Falcón en los primeros años del siglo XX. El problema de la gobernabilidad del conglomerado urbano planteó una serie de desafíos a los operadores estatales. La propuesta proveniente del higienismo y la medicina social reforzó la idea de orden sostenida desde la elite dirigente. Simbólicamente y materialmente la responsabilidad de los males sociales recayó sobre los que circulaban mendigando por la ciudad. En especial porque a través de distintos métodos, estrategias y prácticas se estableció la importancia de la prevención de conductas estimadas perniciosas en términos de salud social. Las prácticas clínicas de diagnóstico, sintomatología, terapéutica y profilaxis de patologías físicas se extendieron en el discurso hacia “enfermedades sociales” y morales, como la “mala vida”. 2) La revista Archivos como dispositivo La revista Archivos se encuentra ubicada dentro de los discursos que circularon sobre problemas sociales, las cuestiones de la alienación mental, el delito, y la “mala vida”. Fue fundada en Buenos Aires en 1902 por José Ingenieros y Francisco de Veyga34. Editada por los talleres gráficos de la Revista Nacional en 1902, a partir de enero de 1903 por “Semana Médica”, prestigiosa publicación de la época, y, desde 1907 por los Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional. La publicación defendió un discurso oficial en lo referido a cuestiones vinculadas al control del delito (sobre todo a partir de la prisión y la policía) y la alienación mental (asilos y manicomios) a través de distintas voces de expertos. José Ingenieros, quien fuera entre 1902 y 1913 director de la revista, nació el 24 de abril de 1877 en Palermo, Italia y a los ocho años de edad, emigró hacia América del Sur. Se graduó de químico y farmacéutico a los veinte años y en Doctor en Medicina a los veintitrés años. Será en 1903 cuando publique su tesis de doctorado “Simulación de la Locura”. Fue su capacidad intelectual y destacada presencia en los ámbitos académicos lo que contribuyó a que conformase su propio perfil. Oscar Terán se ha referido a él como “…un integrante de las primeras camadas de inmigrantes que alcanzarán altas posiciones dentro de la estructura intelectual argentina.”35 La actividad intelectual de Ingenieros entre 1899 y 1911 estuvo centrada en la investigación criminológica, Sus primeros ensayos penalistas los publicó en la Revista Criminología Moderna dirigida por Pietro Gori, al 33 Zimmermann, Eduardo, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, op cit, p. 106. 35 Terán Oscar Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica op. cit, p. 289-290 10 mismo tiempo publicó en la “Revista de Derecho, Historia y Letras”, sus ensayos iniciales sobre la sociología argentina y su crítica a “Multitudes Argentinas”. Se puede agregar que fundó con Lugones en 1897 la Revista “La Montaña”. Tuvo, además, una activa participación en el diseño de políticas públicas sobre la cuestión de la delincuencia. Su trayectoria comenzó en los `90 como perito dentro del poder judicial, desde 1902 hasta 1911 fue director del Servicio de Observación de Alienados de la Policía, en 1907 asumió como director del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional. José Ingenieros fundó la revista Archivos junto a Francisco de Veyga, quien se doctoró en medicina en 1890, especializando sus estudios en medicina militar y también en bacteriología en el Instituto Pasteur de París en 189136. Incursionó en la carrera militar hasta alcanzar el grado de teniente general en 1948. También creó la publicación con José María Ramos Mejía, quien fuera su profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. De linaje patricio y de profesión médico neurólogo, se doctoró con la tesis Apuntes clínicos sobre traumatismo cerebral. Fue diputado nacional (1888- 1892), Director de la Asistencia Pública, del Departamento Nacional de Higiene (1893 – 1898) y del Consejo Nacional de Educación (1908 – 1912). Fundó en 1882 el Círculo Médico de Buenos Aires y en 1894 presentó al Ministro del Interior Quintana un proyecto para la creación de un Instituto Médico Legal en Buenos Aires. Entre sus obras publicadas se encuentran: Neurosis de los hombres célebres, Locura en Argentina, Rosas y su tiempo y La Simulación del talento. Para Oscar Terán es en su curva vital donde se perciben uno de los puntos de constitución y penetración del discurso positivista en la cultura argentina.37 La revista Archivos tenía aproximadamente sesenta páginas, fue mensual hasta 1903, luego bimensual. Apareció con el nombre Archivos de Criminología, Medicina Legal, Psiquiatría y Ciencias Afines, en 1903 se llamó Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines hasta 1913 que apareció como Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal. Desde 1902 hasta 1913, durante la dirección de José Ingenieros se publicaron 12 revistas (del número I al XII). Su nombre se inspiró en la revista de la escuela italiana publicada en Turín llamada Archivi di Psiquiatría, Neuropatología, Antropología Criminale e Medicine Legale. El primer Consejo de Redacción estuvo integrado por José Ingenieros como director, quien participó activamente en la revista durante estos años, cuya producción suma un total de 89 artículos (en 1911 publicó nada menos que 18 artículos y le siguen en cantidad los años 1902, 1903 y 1910 con 10 artículos) Como miembros del comité encontramos a: José María Ramos Mejía, Francisco De Veyga (de quien aparecieron un total de 22 artículos en los años 1902, 1903, 1904, 36 Cfr. Salessi, Jorge Médicos, maleantes y maricas, Editorial Beatriz Viterbo, Buenos Aires 1995, p. 127 Terán Oscar Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica op. cit, p. 289-290 37 11 1905, 1906, 1909 y 1910). Francisco Puga Borne (Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Santiago). También A. Giribaldi, (Director de la Oficina Antropométrica de Montevideo) Domingo Cabred38 (Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Buenos Aires), Pietro Gori39, como Redactor Jurídico y Nina Rodríguez, (Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Bahía en Brasil). A lo largo de los primeros doce años de la revista hubo cambios en este Comité. En 1904 se agregó M. T Podestá (médico del Hospital Nacional de Alienadas) y dejaron de aparecer Cabred y Gori. En marzo del mismo año se sumó Horacio Piñeiro y Emilio Bondenari como secretario de redacción. En 1906 se agregaron Víctor Mercante y Rodolfo Senet y en 1907 Horacio Areco, Antonio Ballvé y Eusebio Gómez. Estos tres últimos pasaron a integrar el Consejo de Redacción desde que la revista comenzó a editarse desde la Penitenciaría Nacional en 1907. Hasta 1909 apareció la integración del Comité en la contratapa de la revista, y desde 1913 sólo aparecieron los datos de José Ingenieros como director. Gran parte de la información que la revista empleó (sobre todo para la descripción de casos criminales y de alienación mental) provenía de fuentes policiales (el Servicio de Observación de Alienados y el Departamento de Contraventores, Comisarías) y de hospitales (sobre todo del Hospital San Roque, el Hospital de Alienadas, el Hospital de las Mercedes, el Hospital “Melchor Romero”) y consultorios privados. También aparecieron producciones de escuelas (Escuela Normal de Dolores, de Mercedes), prisiones (por ejemplo la Penitenciaría Nacional) y asilos de menores (como el correccional de menores varones de Buenos Aires). También se nutría de datos provenientes de informes judiciales periciales y sentencias. En muchos casos apareció en los artículos la indicación de la procedencia de los datos utilizados.40 Se incluyeron además cartas, entre colaboradores de la revista y la redacción, conferencias, ensayos literarios y los textos fueron acompañados algunas veces por fotografías.41 Respecto del diseño y forma de presentación de la publicación, podemos puntualizar que contó con tres grandes secciones: 1) Artículos, 3) Variedades, documentos etc. y 3) Análisis de libros y 38 Domingo Cabred nació en 1859, se graduó de médico con la tesis Locura refleja. Trabajó en el Hospicio de las Mercedes desde 1884 hasta 1916, en 1911 fundó la Sociedad de Psiquiatría, Neurología y Medicina Legal. Ejerció la docencia en la Universidad de Buenos Aires entre 1893 y 1918. Murió en 1929. Crf. Antonio Alberto Guerrino, La Psiquiatría argentina”, Editores Cuatro, Buenos Aires 1982. 39 De origen italiano, fue el fundador de la revista Criminología Moderna, designado profesor emérito en la Universidad de Buenos Aires al mismo tiempo que había sido condenado a veinte años de prisión en suspenso en Italia por su militancia anarquista y ser reclamado por la Embajada italiana en Buenos Aires. Cfr. Zimmermann Los liberales reformistas La cuestión social en la Argentina 1890-1916, Bs As, Editorial Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1995. 40 Tal fue el caso del artículo de Juan Vucetich que comenzaba estableciendo “El caso que presentamos a continuación y que hemos tenido la oportunidad de observar detenidamente en la Policía de la Plata, donde permaneció durante el proceso, y en el Hospital Melchor Romero, donde se encuentra recluido, es digno por varios conceptos de ser conocido por los lectores de estos Archivos.” Vucetich Juan “Delirio sistematizado religioso con violación de cadáveres” en APC, Año I, 1902, p. 165 41 Así, aparecieron las fotos del rostro de un “violador de cadáveres” y de invertidos sexuales, como “Manón”, “Aida”, “Rosita del Plata”, “Aurora” (sobrenombres de algunos pacientes de Francisco de Veyga como médico del Servicio de Observación de Alienados de la Policía). 12 revistas. Al finalizar cada número, seguido de las reseñas se publicaba un índex bibliográfico. Durante el período que estuvo bajo la dirección de José Ingenieros (entre 1902 y 1913) se publicaron 592 artículos.42 La revista presentó los diversos artículos en orden alfabético según el apellido del autor. Tanto en el índice como en el cuerpo de cada uno se incluye el cargo de cada autor, por ejemplo: Tomás de Veyga, Juez del Crimen y el lugar de donde provenía, del Paraná, etc. Esta modalidad de identificación apareció hasta el número IX de la revista. A partir del número IX (1910) se incluyó al lado del nombre propio únicamente el lugar, por ejemplo: José Ingenieros del Buenos Aires, Tomás de Veyga, del Paraná. Hubieron casos (como fue el caso de Florencio Sánchez que escribió dos artículos en la revista) en los que no se indicó nada al lado del nombre propio. Entre los que colaboraron en la revista encontramos a profesores y académicos de la Universidad de Buenos Aires43 y de Universidades extranjeras44, médicos de diversos hospitales45, de sanidad militar46, de la cárcel de encausados47, de tribunales,48 del campo educativo49. Por otro lado, encontramos a colaboradores provenientes del ámbito político, como ser Jerónimo del Barco y Ruiz Moreno, diputados nacionales y del campo del derecho. Entre ellos a jueces del crimen50 y del fuero civil (ej. Ernesto Quesada), promotores fiscales (ej. Souza Goméz de Bahía, Brasil, Vera Robustiano), miembros del ámbito educativo. ámbito penitenciario nacional 53 51 Además participaron desde la fuerza policial52, el y extranjero (ej. Araujo, director de la Penitenciaría de Bahía en Brasil). Algunos colaboradores estaban a cargo de la dirección de dependencias del Estado, Paul Groussac (director de la Biblioteca Nacional), Florentino Ameghino (director del Museo Nacional) o eran directores de publicaciones periódicas en el país (como Julio Méndez, director de Argentina Médica) o en el extranjero (como Evaristo Moraes, director del Boletín Criminal Brazilero, Abogado E. director de Crónica Médica de Méjico). Aunque la formación de los colaboradores fue variada, la mayor parte de quienes escribieron provenían del campo médico. 42 El primer número de la revista fue el que contó con mayor número de artículos, un total de 77 y el número X fue el año en el que menos se publicaron, sólo 31 (que coincidió con el año en que Ingenieros se autoexilio del país). En 1903 se publicaron 69 artículos, 40 artículos en 1904, 48 en 1905, 45 en 1906, 52 en 1907, 35 en 1908, 47 en 1909, 44 en 1910, 49 en 1912 y 57 en 1913. 43 por ejemplo Augusto Bunge, profesor de patología interna y Piñeiro de psicología experimental 44 Como Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca y Avendaño Leónidas, profesor de Medicina Legal en Lima 45 Lucas Ayarragay del Hospital de Alienadas, Carlos Benítez del Hospital San Roque, Rodríguez Fermín del Hospital Santa María, Jones A. del Hospicio de las Mercedes 46 Como Ángel Godoy, Agudo Avilla, Ramón Jiménez 47 Por ejemplo C. Arenaza, Juan Raffo 48 Como, por ejemplo Juan Acuña, Alba Carreras, Delfino Pacheco 49 Tal fue el caso de Sixto Génaro, médico del Consejo de Educación 50 Entre ellos, Eduardo French, González Roura, Ernesto Madero, Raviriego 51 Víctor Mercante director de la Escuela Normal de Dolores, Rodolfo Senet de la Normal de Mercedes y Leopoldo Lugones que fuera inspector general de Enseñanza media. 52 José Gregorio Rossi, Comisario de Investigaciones de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires y Juan Vucetich, director de la Oficina de Identificación de la Plata). 53 Rosendo Fraga y Antonio Ballvé en tanto directores de la Penitenciaria Nacional y miembros del Instituto de Criminología que funcionaba dentro de la anterior como Eusebio Gómez, Ángel Taborda y Horacio Areco) 13 Dentro de la colaboración extranjera europea: César Lombroso (Profesor en la Universidad de Turín) Emilio Zuccarelli (Profesor de Psiquiatría de Nápoles), Francisco Greco (docente libre de la Universidad de Nápoles), Ruíz Diego (de Gerona) de España Fernando Bravo (médico forense de Santander) y Corolen Wilfredo (médico del Manicomio de Santa Cruz), Pedro Dorado (Catedrático de la Universidad de Salamanca), Ramón y Cajal (Profesor en la Universidad de Madrid), Antonio Lecha Marzo (de Valladolid), Nombela y Campos J (de Madrid), Semprun y Semprun (de Madrid), Gaspar Galcerán (de Barcelona) Bravo y Moreno Fernando (de Barcelona), Bernardo de Quirós (de Madrid), Casas M. (de Coruña), Olmedilla y Puyg (de Madrid), Pi y Molist ( de Barcelona), Sánchez Herrero (de Madrid), Santa de Estados Unidos sólo aparece la colaboración de Mc Donald Arturo (Profesor en la Universidad de Nueva York) Durante los primeros doce primeros años de la revista participaron un total de 142 colaboradores, 115 de los cuales fueron médicos, 18 abogados y los 27 restantes directores y miembros de dependencias estatales, algunas académicas, otras encargadas del control social del delito (policía, prisiones, entre otras.) De la totalidad de los colaboradores a lo largo de los primeros doce años de la revista aparecieron sólo dos mujeres a cargo de artículos (Gina Lombroso, hija del ya mencionado César Lombroso, quien participó en 1907 en la presentación del Instituto de Criminología y la médica argentina Raquel Camaño en 1910 con el artículo “La educación sexual de nuestros hijos”). La segunda sección denominada “Variedades, Documentos, Comentarios, etc.”, cambió de nombre en 1906 cuando se pasó a llamar “Documentos, Variedades, etc.” hasta 1913. Este apartado incluía la publicación de casos (de criminales y alienados), resúmenes de Congresos, Conferencias, discursos y fundaciones e inauguraciones de dependencias estatales. También breves biografías, convenios, sentencias, autopsias y textos filosóficos. Además de la heterogeneidad de los textos presentados, aparecen discursos de tipo “profano”54 en documentos redactados por individuos que eran usualmente objeto de análisis por parte de criminólogos y médicos: En 1902 encontramos el artículo “La vida del canfinflero55 criollo (autoconfesión), “Introspección analítica de su estado mental por un poeta neurasténico” en 1903 “Conferencia escrita por un alienado” y en 1908 “Poema erótico escrito por un demente precoz”. Es la más breve de las tres secciones distinguidas (la única que en un año contara con en un sólo artículo “Los vagabundos” de Consiglio en 1911) y la forma de presentación de los artículos vuelve dificultosa la identificación de los autores debido a 54 Entendemos por discursos profanos, por oposición a los expertos, a aquellos provenientes de lugares no “sacros” (espacios donde tradicionalmente se configuraban las categorías científicas como Universidades). Ver Lila Caimari Apenas un delincuente,op. cit, p. 15 55 La redacción de la revista incluye en la nota al pie de este artículo que el canfinflero es aquel individuo que vive a expensas de un prostíbulo, retomando el diccionario “Idioma del delito” de Antonio Dellepianne. 14 que sólo se indica su apellido y en varios casos sólo sus iniciales. También resulta llamativo que fuera esta sección un espacio que la Dirección de la revista utilizara para la comunicación de eventos (como el Primer Congreso Nacional Penitenciario que ella organizara en 1913) como para dar cuenta de cambios en la integración del Consejo de Dirección. En 1906 se relató en esta sección la vuelta de Ingenieros del famoso “Congreso de Psicología” en el que disertará en Roma, mientras acompañaba al presidente Roca como secretario. Por otro lado, en 1913, año que renunciara José Ingenieros, uno de los artículos de esta sección se denomina “Cerrando un ciclo” (La Dirección)”. Al mismo tiempo apareció como una sección a través de la cual la Dirección de la revista daba a conocer su opinión acerca de cuestiones referidas a la moralidad, la sexualidad y propuestas de soluciones políticas a la criminalidad y el desorden urbano. La tercer y última sección se compone de Análisis de libros y revistas. Sólo en el primer número de la revista se transcriben las 60 revistas que fueran reseñadas tanto extranjeras (de diversas ciudades como Berlín, Roma, París, Nápoles, Londres, Bruselas, Madrid, Turín, Lyon, Lima, entre otras) como nacionales. Las reseñas fueron breves y, en general, no contaron con más de una página de extensión. En algunos casos, se inauguraron con un artículo de Ingenieros sobre algún tratado en Psiquiatría o psicología. Se puede considerar esta sección como un glosario de la revista a través del cual aparecieron discusiones doctrinarias en torno de conceptualizaciones médicas y jurídicas. Además se publicaron extractos y resúmenes de documentos oficiales de memorias estatales de instituciones, tanto nacionales como extranjeras y de congresos universitarios nacionales e internacionales. También fueron reseñados en repetidas oportunidades artículos que publicara la revista. Respecto del sostenimiento económico de la revista, aparecieron publicidades de auspiciantes privados entre 1902 y 1910 en páginas de distintos colores (rosas, amarillos, celestes) que se agregaban sin numeración generalmente antes de la contratapa o entre artículos. Entre los asiduos encontramos la “Farmacia de las Artes”, Vino Kola Craveri, Laxante Doctor Barber, Harina Lacteada “Nestle”, “Gastrol” (enérgico reconstituyente para el abatimiento y problemas de digestión), extracto de malta para bebes, jugos de uva, polvo de carne cruda para “anémicos, fatigados y tuberculosos”. También aparecieron publicidades sobre la “Revista Nacional” y sobre una serie de libros recomendados o novedades (como los de Ramos Mejía, Vucetich). Se podía acceder a la revista suscribiéndose o comprándola en espacios académicos, como la Facultad de Medicina. En la contratapa de la revista apareció el precio que fue, durante los primeros doce años, el mismo, en el exterior una libra esterlina el ejemplar, en nuestro país, 1 año $10 m/n , un trimestre $3 m\n y un ejemplar 1, 20 m\n. 15 En todas las contratapas de la revista desde 1902 se incluyó un “Programa” con el objetivo de la revista en el que se estableció el interés por estudiar al loco y al criminal y a todas las series de conductas desviadas que surgían entre ambas que se consideró “parasitaban” la sociedad, a partir de las modernas herramientas de la psicopatología. El abordaje de las conductas consideradas socialmente desviadas56 estuvo marcado desde el comienzo, (el primer artículo del primer número “Valor de la psicopatología en la antropología criminal) por el sello que imprimió José Ingenieros con esta propuesta de un giro hacia la psicopatología en los estudios sobre el delito y las desviaciones sociales. Era “precisamente en la encrucijada de problemas sociales y perturbaciones morales donde la anomalía psíquica del individuo se conviert(ía) en causa determinante de su actividad antisocial.”57Aunque José Ingenieros se había formado en la lectura de Lombroso, a quien consideraba precursor de la ciencia criminológica, se había separado del maestro al postular que el “estudio morfológico de los delincuentes no es un estudio específico, sino un estudio que sólo sirve para determinar el grado de degeneración congénita o adquirida.”58 A la vez que planteó el análisis del temperamento del criminal como el estudio específicamente criminal, distinguió dentro del campo de estudio de las anomalías psíquicas, las deficienc
Author:  Emilio Plaza Cano

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TESIS DE MAESTRIA EN SOCIOLOGÍA Y CIENCIA POLÍTICA

FLACSO (FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES)

TÍTULO: “LA “MALA VIDA” EN LA REVISTA ARCHIVOS DE PSIQUIATRÍA, CRIMINOLOGÍA, MEDICINA LEGAL Y CIENCIAS AFINES 1902-1913”

DIRECTORA: MARÍA LUISA MÚGICA

ALUMNA: MARIANA DOVIO

FECHA DE ENTREGA: 20 DE NOVIEMBRE DE 2009

En este trabajo nos ocupamos de abordar la construcción de la noción de la “mala vida” en el discurso de la revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines entre 1902 y 1913, mientras José Ingenieros fue su director. La “mala vida” fue una categoría que remitió, entre otras cosas, a conductas estimadas atentatorias contra el orden y gobernabilidad urbanas desde la elite dirigente. Para ello analizaremos las problemáticas que atravesaron a la ciudad de Buenos Aires y presentaremos la revista Archivos como objeto de estudio. En segundo lugar estudiaremos la construcción la “mala vida” a partir de la producción del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires en Archivos. En tercer lugar, nos dedicaremos a estudiar la “mala vida” en relación a la niñez estimada peligrosa desde ámbitos médicos, policiales y penitenciarios y el rol de la mujer a partir de la cuestión de la prostitución y pequeños ilegalismos. Por último, analizaremos la noción de la “mala vida” en relación a la producción del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional desde el discurso de Archivos.

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En este trabajo nos ocupamos de abordar la construcción de la noción de la “mala vida” en el discurso de la revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines entre 1902 y 1913, mientras José Ingenieros fue su director. La “mala vida” fue una categoría que remitió, entre otras cosas, a conductas estimadas atentatorias contra el orden y gobernabilidad urbanas desde la elite dirigente, identificadas con “focos impuros” dentro de la ciudad, como el alcoholismo, la prostitución, la vagancia, entre otros. Sobre estas cuestiones la revista Archivos fue un reservorio privilegiado porque publicaron sus trabajos tanto médicos como policías y penitenciarios. Tomamos como punto de partida que en las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Buenos Aires sufrió agudos cambios como parte de la incorporación a un modelo de producción capitalista con una modernización creciente de su aparato agro – exportador, y, por el aluvión inmigratorio que implicó un aumento demográfico sideral. Como parte del desajuste entre el proceso de reforma económica y demográfica, surgieron preocupaciones en torno a cierto “desorden” dentro del espacio urbano. A la utopía de una metrópoli limpia e higiénica que habitaba en el imaginario de las clases dirigentes se opusieron los “focos infecciosos”, como la “mala vida”, que no era sólo un problema moral, y la criminalidad. En esta construcción de una noción médico - organicista y biologicista de la sociedad tuvieron injerencia los médicos, que adquirieron en esta etapa un rol de importancia en la diagramación de las políticas estatales. En diversidad de instituciones, como el ámbito educativo, pasando por el hospital, la policía y la cárcel los médicos pusieron en marcha prácticas clínicas. La irrupción del positivismo como corriente de pensamiento imperante, aunque no única, en los ámbitos académicos porteños, se vinculó a prácticas estatales instauradas dentro del Estado. Sobre el tema de la “mala vida” han surgido diversidad de discursos que revelan la importancia que puede tener hoy estudiar un tema sociológico que se cruza con otras disciplinas, como el derecho y la historia intelectual. Sobre la figura de la “mala vida” confluyeron diversos discursos en la época que analizamos. Los discursos higienistas que estimaron al delito y a las conductas inmorales como focos “infecciosos” dentro de la ciudad pensada como un organismo que había que mantener limpio y sano. También los que vincularon estas conductas con desórdenes pasionales que requerían de ser encauzados y controlados a partir de medidas provenientes de la medicina social. Los discursos políticos que atendían a la preocupación desde la elite dirigente por ordenar y controlar a las “clases peligrosas” que consideraron a la “mala vida” como uno de los efectos de las condiciones del mercado de trabajo propio de la producción económica capitalista, ya que confundían la inadaptación laboral con la “mala vida” y la delincuencia. Los discursos jurídicos,

2 por su lado, plantearon que mediante la categoría de la “mala vida” se buscaba ampliar la definición jurídica del delito a partir de la inclusión en leyes formales de conductas cotidianas que se consideró que ponían en peligro la estabilidad social y que debían ser corregidas y controladas. También existe alguna bibliografía que se ha ocupado del tema de la “mala vida” en su conexión con la criminalidad como es el caso de Vezzetti1 que la ha analizado como espacio intermedio entre la locura y el delito. Por su parte, Zimmerman2, se preocupa por el tema de la criminalidad y la “mala vida” a través de las representaciones que se elaboraron en torno del anarquismo y la inmigración en esta etapa, en tanto el acento está puesto fundamentalmente en la potencialidad delictiva del individuo. Ricardo Salvatore3 y Eugenia Scarzanella4 se han ocupado del tema desde la perspectiva de la disciplina del trabajo o “trabajo reflexivo” según

Scarzanella. Ambos se refieren a que esta

categoría surgió como la antítesis de la construcción del

“ciudadano respetable” de la elite

dirigente. La “mala vida” era una conducta que culminaba en el delito si no era detectada y prevenida a tiempo, categoría asociada a los que no cumplieran con ciertas condiciones que exigía el mercado de trabajo. Por otro lado, Máximo Sozzo5 se ha preocupado por el tema de la “mala vida” de forma indirecta al analizar, como parte de la reorganización de la racionalidad punitiva, el paso del homo penalis al hombre criminal. Beatriz Rubial6 ha trabajado el tema de la “mala vida” en relación a ciertas prácticas policiales respecto de individuos que sin ser delincuentes presentaban ciertos rasgos por los que se volvían “peligrosos” para el orden social. En esta misma línea se inscribe el aporte de Félix Marteau7 que analiza desde el derecho conductas cotidianas vistas como peligrosas por entonces y que merecieron reconocimiento legal.

1

Vezzetti, Hugo La locura en la Argentina, Editorial Paídos, Buenos Aires, 1985 y “La locura y el delito. Un análisis del discurso criminológico en la Argentina del novecientos” en El Discurso jurídico. Perspectiva Psicoanalítica y otros abordajes epistemológicos”. Editorial Hachette, Buenos Aires. 2 Zimmermann, Eduardo Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890 – 1916, Editorial Sudamericana, Universidad de san Andrés, Buenos Aires, 1995. 3 Salvatore, Ricardo “Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión social obrera en la argentina” en Suriano Juan La Cuestión Social en la Argentina (1870 – 1943) Editorial La Colmena, Buenos Aires, 2000. Ricardo Salvatore “Sobre el surgimiento del estado médico - legal en la Argentina (1890 – 1940)” en Estudios Sociales, Revista Universitaria Semestral, Año XI, Nº 20, Santa Fé, Universidad Nacional del Litoral, primer semestre, 2001 (pp. 81 – 114) 4 Scarzanella, Eugenia Ni gringos ni indios. Inmigración, criminalidad y racismo en la Argentina 1890 – 1914. Ediciones de la Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1999 5 Sozzo, Máximo “Retratando al “homo criminalis” Esencialismo y diferencia en las representaciones “profanas” del delincuente en la Revista Criminal Buenos Aires 1873” en La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870- 1940).Editado por la Universidad de San Andrés y Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. Sozzo Máximo, “Policía y Prevención del delito en la Argentina. Notas para una historia presente” en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, Número 15, Editorial Lexis Nexis, Buenos Aires, 2001 6 Ruibal Celina, Ideología del control social, Buenos Aires, 1880 – 1920. Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1993. 7 Marteau, Juan Félix Las palabras del orden. Proyecto republicano y cuestión criminal en Argentina (Buenos Aires 1880 – 1930) Editores del Puerto, Buenos Aires 2003.

3 Oscar Terán8, desde el ámbito de la historia intelectual ha estudiado a José Ingenieros en sus distintas etapas y las disímiles perspectivas teóricas que convergieron en la época en la que se editó la revista Archivos. Lila Caimari9 se preocupa por el tema de la “mala vida” al explicar las representaciones sociales que se habían elaborado en Buenos Aires en esta etapa, los lugares que fueron identificados como “peligrosos” incluyendo las impresiones elaboradas desde la literatura, el periodismo y los profesionales de la salud y el derecho. Susana Murillo10 también analizó el tema de la “mala vida” dando cuenta de la intersección de la perspectiva alienista y la psicopatológica en el ámbito de la criminología, junto con las degeneracionistas y la lectura lamarckiana que se hizo de la teoría de Darwin para explicar conductas estimadas inmorales para la elite dirigente. También Ana María Talak11, Rafael Huertas (España)12 y Luis Ferla (Brasil)13 se han ocupado de la cuestión de la “mala vida” en relación con la niñez y la vida al margen de criterios morales y legales. Y, desde la literatura francesa, tanto Jacques Donzelot14 como Robert Castel15 han estudiado a partir de la categoría de anormal conductas que fueron objeto de intervenciones de control, que no se ajustaban a ideal tipos morales o éticos en contextos capitalistas de producción. Por otro lado se ha estudiado la “mala vida” en relación a las mujeres y su vinculación a la cuestión de la prostitución. Término que así asociado ha tenido mayor perdurabilidad en el tiempo que la “mala vida”. Sobre la cuestión de la prostitución, existen profundos y detallados estudios sobre la reglamentación durante este período en ciudades argentinas como el de María Luisa Múgica16 sobre la ciudad de Rosario y el de Donna Guy17 sobre Buenos Aires. También Marisa Miranda se

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Terán, Oscar, Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880 – 1910. Derivados de la cultura científica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000. Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004. - José Ingenieros, Antiimperialismo y Nación, Editorial Siglo XXI México 1979- Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica.” Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000- Ideas en el siglo – Intelectuales y cultura en el Siglo XX Latinoamericano, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004. 9 Caimari Lila, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina 1880 – 1955, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2004. 10 Murillo Susana, “Alienismo y Modelo Correccional. La Paradoja del contrato social” en La Criminología del Siglo XXI en América Latina. Parte II. Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002. 11 Talak, Ana María “Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en Argentina 1900-1940) en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 12 Huertas, Rafael “La medicalización de la delincuencia infantil en la España del primer tercio del siglo XX”, en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005. 13 Ferla, Luis “El niño, el médico, el policía y el patrón. Infancia y determinismo biológico en el Brasil de entreguerras” en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005. 14 Donzelot, Jacques La Policía de las Familias, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2005 15 Castel, Robert "De la peligrosidad al riesgo" en Materiales de Sociología Crítica, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1986. 16 Múgica, María Luisa Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912, UNRE Editora, Rosario, 2001 17 Guy, Donna El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875/ 1955 Bs. As. Editorial Sudamericana, 1994

4 ha prestado atención a la vida en espacios urbanos de las mujeres y pequeños ilegalismos de bienes.18 Nuestra investigación se sitúa dentro de otras investigaciones que han retomado a revistas como objeto específico y diferenciado de estudio en las ciencias sociales. En parte, porque posibilitan la construcción de redes y comunicaciones entre articulistas y de categorías a través de discusiones y descripciones de prácticas. (Belini19, Dagrossa y Grossi20y Sozzo21,). Por otro lado, una de las especificidades del discurso de la revista Archivos es que fue de carácter experto y por ello entendemos, siguiendo a Neiburg, Plotkin22 y Caimari23aquel que evoca especialización y entrenamiento académico de aquellos que en su acción pública actúan en nombre de la técnica y de la ciencia y que conocen su práctica de primera mano además de estar enclavados en Universidades, Academias científicas y revistas especializadas. El problema general que abordamos en este trabajo apunta a examinar cómo se construyó la “mala vida” en la revista Archivos entre 1902 y 1913 desde la perspectiva médico – social criminológica y psicológica, a la que consideramos que no se le ha concedido suficiente atención. Para la presente investigación se utilizaron tres colecciones de los primeros 12 años de la publicación situadas en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la Biblioteca de Egresados de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y en la Biblioteca de la Academia Nacional de Medicina. Las tres colecciones presentaron diferencias en su estado de conservación y en el modo en que se encontraban encuadernadas. Los artículos recabados en los primeros doce años (19021913) de la publicación fueron 592. En lo sucesivo, entenderemos por “mala vida”, una construcción histórica que apuntaba a ciertos fenómenos que despertaban temores de los más diversos y que se plasmaron en ciertas prácticas sociales e institucionales de control social. Surgida de la intersección de diferentes disciplinas, entre las que se encuentran la psiquiatría, el derecho penal y la criminología, se volvió objeto de análisis en una zona que se ubica entre el delito y la locura. Una de sus especificidades recayó en la inadaptación “moral” que ella implicaba. Ingenieros estableció que “(...) hay "mala acción" o "mala

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Miranda, Marisa “Prostitución y homosexualidad en Argentina, el discurso eugénico como sustrato teórico de biopolíticas represivas (1930- 1983)en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 19 Belini, Claudio “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo 1943 / 1952”, Latin American Research Review, Vol. 41, nro. 1, Texas, Estados Unidos, 2006 20 Dagrossa, Norberto Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene” Nro. 33, Instituto de Investigaciones jurídicas y sociales “Ambrosio Gioja”, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires 1997. 21 Sozzo, Máximo “Retratando al “homo criminalis” Esencialismo y diferencia en las representaciones “profanas” del delincuente en la Revista Criminal Buenos Aires 1873” en La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870- 1940).Editado por la Universidad de San Andrés y Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. 22 Neiburg, Federico, Plotkin Mariano, Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Editorial Paídos, Buenos Aires 2004, p. 15 23 Caimari Lila comp. La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870 – 1940), Editorial Fondo de Cultura Económica – Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 2007, p. 9

5 vida"(o delincuencia natural), toda vez que un acto aislado ó (…) una línea de conducta permanente son antisociales con respecto al criterio ético del ambiente en que se producen.”24 Elegimos la revista Archivos teniendo en cuenta que fue una publicación en la que participaron médicos metidos a criminólogos en un momento histórico en el que la presencia e intervención de ellos en ámbitos públicos y privados de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires adquirió importancia y extensión. La publicación constituyó un dispositivo25 que se integró de elementos heterogéneos que coexistieron entre sí: discursos científicos, filosóficos, morales, reglamentos, proyectos de ordenanzas, descripciones de prácticas médicas, policiales, jurídicas y penitenciarias. A los efectos de la presente investigación, distinguiremos el período abarca desde la fundación de la publicación en 1902 hasta 1913 mientras José Ingenieros fue su director e imprimió los estudios de la misma de una orientación psicopatológica (que ha perdurado en los estudios venideros sobre la conducta criminal o desviada). Período en el que Ingenieros centró su actividad intelectual en la investigación criminológica y psiquiátrica, además de tener una activa participación en el diseño de políticas públicas relativas al control y represión de la delincuencia, tanto como perito médico psiquiátrico dentro del poder judicial, director del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de Buenos Aires (entre 1902 y 1911) y director del Instituto de Criminología que a partir de 1907 que funcionara en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. Aunque en 1911 José Ingenieros se autoexilia a Europa por cuestiones de orden político, después de ser rechazado en una terna en la Universidad de Buenos Aires; continúa dirigiendo la revista a distancia hasta 1913, cuando pasa definitivamente a manos de Helvio Fernández bajo el nombre de Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal. Dentro de las categorías con las que relacionaremos la “mala vida” se encuentra la prostitución, concepto que tomamos de María Luisa Múgica26, en tanto se configuró en el siglo XIX a partir de referencias médico – policiales y que es distinto de las formas que adoptó el “oficio” en otras épocas históricas. Otros de los conceptos relacionados con la “mala vida” es la vagancia, utilizado dentro para referirse a individuos que rechazaban las condiciones del mercado de trabajo capitalista. También la niñez estimada peligrosa, como aquella que remitió a los niños que se encontraban en desfavorables condiciones sociales, económicas y “morales”. Por último, el concepto de simulación,

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Ingenieros, José “El delito y la defensa social” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VIII, 1909, p. 212 25 Un dispositivo implica un conjunto heterogéneo de elementos, que incluye discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, proposiciones filosóficas, filantrópicas, morales y científicas. El dispositivo es la red que se establece entre estos elementos y que incluye tanto lo dicho como lo no dicho. Ver Michel Foucault “El juego de Michel Foucault” en O. Terán (presentación y selección), El discurso del poder, México, Folios Ediciones, 1983, p. 184 26 Múgica, María Luisa “Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912),” UNR, Rosario Editora, 2001, pp. 16 – 17. Otro trabajo referido al tema ver Donna Guy El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires, 1875 – 1955. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994.

6 que aludió a conductas a través de las cuales se engañaba a alguien y servía de base de comportamientos estimados inmorales, en unos casos, y, en otros considerados criminales, construido en base a referencias provenientes de la psicopatología y de las teorías acerca de la defensa social. Para llevar a cabo la investigación tendremos en cuenta un corpus de documentos. Hemos relevado un conjunto de fuentes que incluyen fallos judiciales, informes médico – legales, documentos clínicos y discursos de corte teórico tanto sociológicos como filosóficos e históricos. Para efectuar el estudio sobre las representaciones sobre la “mala vida” realizaremos un análisis del discurso de la revista, tomando como punto de partida una particular noción en base a los aportes de Michel Foucault27. El discurso, desde esta perspectiva, es una práctica social sujeta a reglas a través de las cuales se forma y se transforma. En tanto espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados los sujetos tienen un lugar y una función que es desplazable y mutable. La pregunta relevante de responder en el caso de esta investigación es cómo se produce el discurso. Esto se vuelve posible, a partir de la aplicación de un artificio metodológico, por el que se ponen en suspenso categorías por el que resultan deconstruidas la noción de sujeto y de instante. De esta forma se abandona la concepción del tiempo centrado y se sustituye por el seriado, se derrumba la noción de génesis unitaria y se produce el desembarazamiento del sujeto constituyente trascendente capaz de manipular y transformar discursos inertes. De esta forma dejaremos de lado el análisis de las ideas sueltas, desvinculadas de los condicionamientos sociales y económicos. Frente a una historia de ideas descarnadas, la propuesta estriba en el análisis del discurso en función de los lugares que ocupan los sujetos discurrentes en los campos prácticos en los que se despliegan. Nos situaremos en los “límites de lo pensable” siguiendo a Roger Chartier28 partiendo de que la emergencia de los discursos depende de ciertas condiciones de productividad que implican la disponibilidad de instrumentos materiales y conceptuales (utillaje mental) con los que generarlos. Al mismo tiempo las categorías que aparezcan en las obras analizadas no serán objetos permanentes e idénticos a sí mismos, sino objetivaciones móviles, temporales y formadas en la discontinuidad. Además retomaremos la definición de representación de Roger Chartier29 para quien las representaciones incorporan en los individuos las divisiones del mundo social y organizan los esquemas de percepción y apreciación a partir de los cuales clasifican, juzgan y actúan.

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Foucault Michel, El Discurso del Poder. Presentación y selección Oscar Terán, Ediciones Ghandi Folios, Buenos Aires, 1985. El Orden del Discurso, Editorial fábula Tusquets, Buenos Aires, 2005. Microfísica del Poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, España, 1992, Arqueología del Saber, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2006. 28 Chartier, Roger, “Historia intelectual e Historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas” en El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa Editorial, 1992. 29 Chartier, Roger, “Historia, lenguaje, percepción. De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social” Dossier de Historia Social, Número 17, Valencia, España, 1993, p. 101

7 Con el objeto de dar cuenta del problema general ya enunciado en el primer capítulo analizamos las problemáticas que atravesaron a la ciudad de Buenos Aires y presentaremos la revista Archivos como objeto de estudio. En el segundo capítulo estudiaremos la construcción la “mala vida” a partir de la producción del Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires en Archivos. En el tercer capítulo nos dedicaremos a estudiar la “mala vida” en relación a la niñez estimada peligrosa desde ámbitos médicos, policiales y penitenciarios y el rol de la mujer a partir de la cuestión de la prostitución y pequeños ilegalismos. Por último, en el cuarto capítulo analizaremos la noción de la “mala vida” en relación a la producción del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional desde el discurso de Archivos.

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Capítulo I: Buenos Aires y la “mala vida”. La revista como dispositivo 1) Buenos Aires y la “mala vida” A comienzos del siglo XX Buenos Aires y otras ciudades de Latinoamérica se vieron atravesadas por una serie de transformaciones económicas y sociales. Vieron crecer su población, diversificar sus actividades, mudar su fisonomía, alterarse sus modos de pensar y las costumbres de sus habitantes. Fue, siguiendo a Romero, la preferencia del mercado mundial por los países productores de materias primas y consumidores de productos manufacturados lo que concentró mucha población30. Las ciudades donde más claramente se advirtió la prosperidad fueron las capitales de países que eran, al mismo tiempo, puertos. Tal fue el caso de Río de Janeiro, Caracas y Buenos Aires. Ciudades que aprovecharon la riqueza para modificar su fisonomía y crear una imagen de prosperidad. El crecimiento económico generó a la vez que riqueza e inversiones (industriales, de transporte, comerciales y financieras)31 una serie de desajustes, entre ellos, el aumento de la marginalidad social. La categoría “cuestión social”32, sirvió para explicar la tensión entre la proclamación de la igualdad de derechos que reconocía la Constitución Nacional de 1853 y las desigualdades económicas y sociales reales, condensada a través de diferentes fenómenos como la “mala vida”, la marginalidad, el delito y la prostitución. Las elites dirigentes estuvieron preocupadas por la construcción de un determinado tipo de orden bajo el ideario epocal de una ciudad limpia y transparente. La higiene, en sentido amplio, en ámbitos públicos y privados, como sinónimo de orden, ya había estado ligada al abordaje de las epidemias que habían asolado la ciudad (por ejemplo la fiebre amarilla en 1871). La preocupación se instaló en la agenda pública del período y emergieron dispositivos referidos a la higiene y el control de la población. En 1852 se creó el Consejo de Salud Pública, luego Departamento Nacional de Higiene a cargo de José María Ramos Mejía desde 1883 (así como del Consejo Nacional de Educación desde 1888). Para 1914 habían en la ciudad de Buenos Aires 56 hospitales, sanatorios y asilos (once de los cuales eran públicos, un número similar 30

Romero José Luis La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1999, p. 314 Mirta Zaída Lobato y Suriano, Juan Nueva Historia Argentina, Atlas Histórico, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, pp. 269-324 31 Romero, José Luis Las ideas políticas en Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, 32 Ver Suriano Juan La Cuestión Social en la Argentina (1870 – 1943) op. cit. 5, Caimari Lila, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina 1880 – 1955, Siglo XXI Editores, op. cit, p 90 y Terán, Oscar, Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880 – 1910. Derivados de la cultura científica, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, José Ingenieros, Antiimperialismo y Nación,- Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica.”

9 privados y de comunidades inmigrantes y otros tanto de la Sociedad de Beneficencia, la Asistencia Pública y el Ejército de Salvación).33 También en el ámbito universitario se desarrollaron estudios sobre la salud pública en la Facultad de Medicina, iniciado en la cátedra de “Higiene Pública” (establecido en 1873 por iniciativa de Guillermo Rawson) y se inició un proceso de modernización de la policía a cargo de Ramón Falcón en los primeros años del siglo XX. El problema de la gobernabilidad del conglomerado urbano planteó una serie de desafíos a los operadores estatales. La propuesta proveniente del higienismo y la medicina social reforzó la idea de orden sostenida desde la elite dirigente. Simbólicamente y materialmente la responsabilidad de los males sociales recayó sobre los que circulaban mendigando por la ciudad. En especial porque a través de distintos métodos, estrategias y prácticas se estableció la importancia de la prevención de conductas estimadas perniciosas en términos de salud social. Las prácticas clínicas de diagnóstico, sintomatología, terapéutica y profilaxis de patologías físicas se extendieron en el discurso hacia “enfermedades sociales” y morales, como la “mala vida”. 2) La revista Archivos como dispositivo La revista Archivos se encuentra ubicada dentro de los discursos que circularon sobre problemas sociales, las cuestiones de la alienación mental, el delito, y la “mala vida”. Fue fundada en Buenos Aires en 1902 por José Ingenieros y Francisco de Veyga34. Editada por los talleres gráficos de la Revista Nacional en 1902, a partir de enero de 1903 por “Semana Médica”, prestigiosa publicación de la época, y, desde 1907 por los Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional. La publicación defendió un discurso oficial en lo referido a cuestiones vinculadas al control del delito (sobre todo a partir de la prisión y la policía) y la alienación mental (asilos y manicomios) a través de distintas voces de expertos. José Ingenieros, quien fuera entre 1902 y 1913 director de la revista, nació el 24 de abril de 1877 en Palermo, Italia y a los ocho años de edad, emigró hacia América del Sur. Se graduó de químico y farmacéutico a los veinte años y en Doctor en Medicina a los veintitrés años. Será en 1903 cuando publique su tesis de doctorado “Simulación de la Locura”. Fue su capacidad intelectual y destacada presencia en los ámbitos académicos lo que contribuyó a que conformase su propio perfil. Oscar Terán se ha referido a él como “…un integrante de las primeras camadas de inmigrantes que alcanzarán altas posiciones dentro de la estructura intelectual argentina.”35 La actividad intelectual de Ingenieros entre 1899 y 1911 estuvo centrada en la investigación criminológica, Sus primeros ensayos penalistas los publicó en la Revista Criminología Moderna dirigida por Pietro Gori, al

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Zimmermann, Eduardo, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, op cit, p. 106.

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Terán Oscar Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica op. cit, p. 289-290

10 mismo tiempo publicó en la “Revista de Derecho, Historia y Letras”, sus ensayos iniciales sobre la sociología argentina y su crítica a “Multitudes Argentinas”. Se puede agregar que fundó con Lugones en 1897 la Revista “La Montaña”. Tuvo, además, una activa participación en el diseño de políticas públicas sobre la cuestión de la delincuencia. Su trayectoria comenzó en los `90 como perito dentro del poder judicial, desde 1902 hasta 1911 fue director del Servicio de Observación de Alienados de la Policía, en 1907 asumió como director del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional. José Ingenieros fundó la revista Archivos junto a Francisco de Veyga, quien se doctoró en medicina en 1890, especializando sus estudios en medicina militar y también en bacteriología en el Instituto Pasteur de París en 189136. Incursionó en la carrera militar hasta alcanzar el grado de teniente general en 1948. También creó la publicación con José María Ramos Mejía, quien fuera su profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. De linaje patricio y de profesión médico neurólogo, se doctoró con la tesis Apuntes clínicos sobre traumatismo cerebral. Fue diputado nacional (1888- 1892), Director de la Asistencia Pública, del Departamento Nacional de Higiene (1893 – 1898) y del Consejo Nacional de Educación (1908 – 1912). Fundó en 1882 el Círculo Médico de Buenos Aires y en 1894 presentó al Ministro del Interior Quintana un proyecto para la creación de un Instituto Médico Legal en Buenos Aires. Entre sus obras publicadas se encuentran: Neurosis de los hombres célebres, Locura en Argentina, Rosas y su tiempo y La Simulación del talento. Para Oscar Terán es en su curva vital donde se perciben uno de los puntos de constitución y penetración del discurso positivista en la cultura argentina.37 La revista Archivos tenía aproximadamente sesenta páginas, fue mensual hasta 1903, luego bimensual. Apareció con el nombre Archivos de Criminología, Medicina Legal, Psiquiatría y Ciencias Afines, en 1903 se llamó Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines hasta 1913 que apareció como Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal. Desde 1902 hasta 1913, durante la dirección de José Ingenieros se publicaron 12 revistas (del número I al XII). Su nombre se inspiró en la revista de la escuela italiana publicada en Turín llamada Archivi di Psiquiatría, Neuropatología, Antropología Criminale e Medicine Legale. El primer Consejo de Redacción estuvo integrado por José Ingenieros como director, quien participó activamente en la revista durante estos años, cuya producción suma un total de 89 artículos (en 1911 publicó nada menos que 18 artículos y le siguen en cantidad los años 1902, 1903 y 1910 con 10 artículos) Como miembros del comité encontramos a: José María Ramos Mejía, Francisco De Veyga (de quien aparecieron un total de 22 artículos en los años 1902, 1903, 1904, 36

Cfr. Salessi, Jorge Médicos, maleantes y maricas, Editorial Beatriz Viterbo, Buenos Aires 1995, p. 127 Terán Oscar Vida Intelectual en Buenos Aires a fin de siglo 1880-1910. Derivados de la cultura científica op. cit, p. 289-290

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11 1905, 1906, 1909 y 1910). Francisco Puga Borne (Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Santiago). También A. Giribaldi, (Director de la Oficina Antropométrica de Montevideo) Domingo Cabred38 (Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Buenos Aires), Pietro Gori39, como Redactor Jurídico y Nina Rodríguez, (Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Bahía en Brasil). A lo largo de los primeros doce años de la revista hubo cambios en este Comité. En 1904 se agregó M. T Podestá (médico del Hospital Nacional de Alienadas) y dejaron de aparecer Cabred y Gori. En marzo del mismo año se sumó Horacio Piñeiro y Emilio Bondenari como secretario de redacción. En 1906 se agregaron Víctor Mercante y Rodolfo Senet y en 1907 Horacio Areco, Antonio Ballvé y Eusebio Gómez. Estos tres últimos pasaron a integrar el Consejo de Redacción desde que la revista comenzó a editarse desde la Penitenciaría Nacional en 1907. Hasta 1909 apareció la integración del Comité en la contratapa de la revista, y desde 1913 sólo aparecieron los datos de José Ingenieros como director. Gran parte de la información que la revista empleó (sobre todo para la descripción de casos criminales y de alienación mental) provenía de fuentes policiales (el Servicio de Observación de Alienados y el Departamento de Contraventores, Comisarías) y de hospitales (sobre todo del Hospital San Roque, el Hospital de Alienadas, el Hospital de las Mercedes, el Hospital “Melchor Romero”) y consultorios privados. También aparecieron producciones de escuelas (Escuela Normal de Dolores, de Mercedes), prisiones (por ejemplo la Penitenciaría Nacional) y asilos de menores (como el correccional de menores varones de Buenos Aires). También se nutría de datos provenientes de informes judiciales periciales y sentencias. En muchos casos apareció en los artículos la indicación de la procedencia de los datos utilizados.40 Se incluyeron además cartas, entre colaboradores de la revista y la redacción, conferencias, ensayos literarios y los textos fueron acompañados algunas veces por fotografías.41 Respecto del diseño y forma de presentación de la publicación, podemos puntualizar que contó con tres grandes secciones: 1) Artículos, 3) Variedades, documentos etc. y 3) Análisis de libros y

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Domingo Cabred nació en 1859, se graduó de médico con la tesis Locura refleja. Trabajó en el Hospicio de las Mercedes desde 1884 hasta 1916, en 1911 fundó la Sociedad de Psiquiatría, Neurología y Medicina Legal. Ejerció la docencia en la Universidad de Buenos Aires entre 1893 y 1918. Murió en 1929. Crf. Antonio Alberto Guerrino, La Psiquiatría argentina”, Editores Cuatro, Buenos Aires 1982. 39 De origen italiano, fue el fundador de la revista Criminología Moderna, designado profesor emérito en la Universidad de Buenos Aires al mismo tiempo que había sido condenado a veinte años de prisión en suspenso en Italia por su militancia anarquista y ser reclamado por la Embajada italiana en Buenos Aires. Cfr. Zimmermann Los liberales reformistas La cuestión social en la Argentina 1890-1916, Bs As, Editorial Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1995. 40 Tal fue el caso del artículo de Juan Vucetich que comenzaba estableciendo “El caso que presentamos a continuación y que hemos tenido la oportunidad de observar detenidamente en la Policía de la Plata, donde permaneció durante el proceso, y en el Hospital Melchor Romero, donde se encuentra recluido, es digno por varios conceptos de ser conocido por los lectores de estos Archivos.” Vucetich Juan “Delirio sistematizado religioso con violación de cadáveres” en APC, Año I, 1902, p. 165 41 Así, aparecieron las fotos del rostro de un “violador de cadáveres” y de invertidos sexuales, como “Manón”, “Aida”, “Rosita del Plata”, “Aurora” (sobrenombres de algunos pacientes de Francisco de Veyga como médico del Servicio de Observación de Alienados de la Policía).

12 revistas. Al finalizar cada número, seguido de las reseñas se publicaba un índex bibliográfico. Durante el período que estuvo bajo la dirección de José Ingenieros (entre 1902 y 1913) se publicaron 592 artículos.42 La revista presentó los diversos artículos en orden alfabético según el apellido del autor. Tanto en el índice como en el cuerpo de cada uno se incluye el cargo de cada autor, por ejemplo: Tomás de Veyga, Juez del Crimen y el lugar de donde provenía, del Paraná, etc. Esta modalidad de identificación apareció hasta el número IX de la revista. A partir del número IX (1910) se incluyó al lado del nombre propio únicamente el lugar, por ejemplo: José Ingenieros del Buenos Aires, Tomás de Veyga, del Paraná. Hubieron casos (como fue el caso de Florencio Sánchez que escribió dos artículos en la revista) en los que no se indicó nada al lado del nombre propio. Entre los que colaboraron en la revista encontramos a profesores y académicos de la Universidad de Buenos Aires43 y de Universidades extranjeras44, médicos de diversos hospitales45, de sanidad militar46, de la cárcel de encausados47, de tribunales,48 del campo educativo49. Por otro lado, encontramos a colaboradores provenientes del ámbito político, como ser Jerónimo del Barco y Ruiz Moreno, diputados nacionales y del campo del derecho. Entre ellos a jueces del crimen50 y del fuero civil (ej. Ernesto Quesada), promotores fiscales (ej. Souza Goméz de Bahía, Brasil, Vera Robustiano), miembros del ámbito educativo. ámbito penitenciario nacional

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Además participaron desde la fuerza policial52, el

y extranjero (ej. Araujo, director de la Penitenciaría de Bahía en

Brasil). Algunos colaboradores estaban a cargo de la dirección de dependencias del Estado, Paul Groussac (director de la Biblioteca Nacional), Florentino Ameghino (director del Museo Nacional) o eran directores de publicaciones periódicas en el país (como Julio Méndez, director de Argentina Médica) o en el extranjero (como Evaristo Moraes, director del Boletín Criminal Brazilero, Abogado E. director de Crónica Médica de Méjico). Aunque la formación de los colaboradores fue variada, la mayor parte de quienes escribieron provenían del campo médico. 42 El primer número de la revista fue el que contó con mayor número de artículos, un total de 77 y el número X fue el año en el que menos se publicaron, sólo 31 (que coincidió con el año en que Ingenieros se autoexilio del país). En 1903 se publicaron 69 artículos, 40 artículos en 1904, 48 en 1905, 45 en 1906, 52 en 1907, 35 en 1908, 47 en 1909, 44 en 1910, 49 en 1912 y 57 en 1913. 43 por ejemplo Augusto Bunge, profesor de patología interna y Piñeiro de psicología experimental 44 Como Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca y Avendaño Leónidas, profesor de Medicina Legal en Lima 45 Lucas Ayarragay del Hospital de Alienadas, Carlos Benítez del Hospital San Roque, Rodríguez Fermín del Hospital Santa María, Jones A. del Hospicio de las Mercedes 46 Como Ángel Godoy, Agudo Avilla, Ramón Jiménez 47 Por ejemplo C. Arenaza, Juan Raffo 48 Como, por ejemplo Juan Acuña, Alba Carreras, Delfino Pacheco 49 Tal fue el caso de Sixto Génaro, médico del Consejo de Educación 50 Entre ellos, Eduardo French, González Roura, Ernesto Madero, Raviriego 51 Víctor Mercante director de la Escuela Normal de Dolores, Rodolfo Senet de la Normal de Mercedes y Leopoldo Lugones que fuera inspector general de Enseñanza media. 52 José Gregorio Rossi, Comisario de Investigaciones de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires y Juan Vucetich, director de la Oficina de Identificación de la Plata). 53 Rosendo Fraga y Antonio Ballvé en tanto directores de la Penitenciaria Nacional y miembros del Instituto de Criminología que funcionaba dentro de la anterior como Eusebio Gómez, Ángel Taborda y Horacio Areco)

13 Dentro de la colaboración extranjera europea: César Lombroso (Profesor en la Universidad de Turín) Emilio Zuccarelli (Profesor de Psiquiatría de Nápoles), Francisco Greco (docente libre de la Universidad de Nápoles), Ruíz Diego (de Gerona) de España Fernando Bravo (médico forense de Santander) y Corolen Wilfredo (médico del Manicomio de Santa Cruz), Pedro Dorado (Catedrático de la Universidad de Salamanca), Ramón y Cajal (Profesor en la Universidad de Madrid), Antonio Lecha Marzo (de Valladolid), Nombela y Campos J (de Madrid), Semprun y Semprun (de Madrid), Gaspar Galcerán (de Barcelona) Bravo y Moreno Fernando (de Barcelona), Bernardo de Quirós (de Madrid), Casas M. (de Coruña), Olmedilla y Puyg (de Madrid), Pi y Molist ( de Barcelona), Sánchez Herrero (de Madrid), Santa de Estados Unidos sólo aparece la colaboración de Mc Donald Arturo (Profesor en la Universidad de Nueva York) Durante los primeros doce primeros años de la revista participaron un total de 142 colaboradores, 115 de los cuales fueron médicos, 18 abogados y los 27 restantes directores y miembros de dependencias estatales, algunas académicas, otras encargadas del control social del delito (policía, prisiones, entre otras.) De la totalidad de los colaboradores a lo largo de los primeros doce años de la revista aparecieron sólo dos mujeres a cargo de artículos (Gina Lombroso, hija del ya mencionado César Lombroso, quien participó en 1907 en la presentación del Instituto de Criminología y la médica argentina Raquel Camaño en 1910 con el artículo “La educación sexual de nuestros hijos”). La segunda sección denominada “Variedades, Documentos, Comentarios, etc.”, cambió de nombre en 1906 cuando se pasó a llamar “Documentos, Variedades, etc.” hasta 1913. Este apartado incluía la publicación de casos (de criminales y alienados), resúmenes de Congresos, Conferencias, discursos y fundaciones e inauguraciones de dependencias estatales. También breves biografías, convenios, sentencias, autopsias y textos filosóficos. Además de la heterogeneidad de los textos presentados, aparecen discursos de tipo “profano”54 en documentos redactados por individuos que eran usualmente objeto de análisis por parte de criminólogos y médicos: En 1902 encontramos el artículo “La vida del canfinflero55 criollo (autoconfesión), “Introspección analítica de su estado mental por un poeta neurasténico” en 1903 “Conferencia escrita por un alienado” y en 1908 “Poema erótico escrito por un demente precoz”. Es la más breve de las tres secciones distinguidas (la única que en un año contara con en un sólo artículo “Los vagabundos” de Consiglio en 1911) y la forma de presentación de los artículos vuelve dificultosa la identificación de los autores debido a

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Entendemos por discursos profanos, por oposición a los expertos, a aquellos provenientes de lugares no “sacros” (espacios donde tradicionalmente se configuraban las categorías científicas como Universidades). Ver Lila Caimari Apenas un delincuente,op. cit, p. 15 55 La redacción de la revista incluye en la nota al pie de este artículo que el canfinflero es aquel individuo que vive a expensas de un prostíbulo, retomando el diccionario “Idioma del delito” de Antonio Dellepianne.

14 que sólo se indica su apellido y en varios casos sólo sus iniciales. También resulta llamativo que fuera esta sección un espacio que la Dirección de la revista utilizara para la comunicación de eventos (como el Primer Congreso Nacional Penitenciario que ella organizara en 1913) como para dar cuenta de cambios en la integración del Consejo de Dirección. En 1906 se relató en esta sección la vuelta de Ingenieros del famoso “Congreso de Psicología” en el que disertará en Roma, mientras acompañaba al presidente Roca como secretario. Por otro lado, en 1913, año que renunciara José Ingenieros, uno de los artículos de esta sección se denomina “Cerrando un ciclo” (La Dirección)”. Al mismo tiempo apareció como una sección a través de la cual la Dirección de la revista daba a conocer su opinión acerca de cuestiones referidas a la moralidad, la sexualidad y propuestas de soluciones políticas a la criminalidad y el desorden urbano. La tercer y última sección se compone de Análisis de libros y revistas. Sólo en el primer número de la revista se transcriben las 60 revistas que fueran reseñadas tanto extranjeras (de diversas ciudades como Berlín, Roma, París, Nápoles, Londres, Bruselas, Madrid, Turín, Lyon, Lima, entre otras) como nacionales. Las reseñas fueron breves y, en general, no contaron con más de una página de extensión. En algunos casos, se inauguraron con un artículo de Ingenieros sobre algún tratado en Psiquiatría o psicología. Se puede considerar esta sección como un glosario de la revista a través del cual aparecieron discusiones doctrinarias en torno de conceptualizaciones médicas y jurídicas. Además se publicaron extractos y resúmenes de documentos oficiales de memorias estatales de instituciones, tanto nacionales como extranjeras y de congresos universitarios nacionales e internacionales. También fueron reseñados en repetidas oportunidades artículos que publicara la revista. Respecto del sostenimiento económico de la revista, aparecieron publicidades de auspiciantes privados entre 1902 y 1910 en páginas de distintos colores (rosas, amarillos, celestes) que se agregaban sin numeración generalmente antes de la contratapa o entre artículos. Entre los asiduos encontramos la “Farmacia de las Artes”, Vino Kola Craveri, Laxante Doctor Barber, Harina Lacteada “Nestle”, “Gastrol” (enérgico reconstituyente para el abatimiento y problemas de digestión), extracto de malta para bebes, jugos de uva, polvo de carne cruda para “anémicos, fatigados y tuberculosos”. También aparecieron publicidades sobre la “Revista Nacional” y sobre una serie de libros recomendados o novedades (como los de Ramos Mejía, Vucetich). Se podía acceder a la revista suscribiéndose o comprándola en espacios académicos, como la Facultad de Medicina. En la contratapa de la revista apareció el precio que fue, durante los primeros doce años, el mismo, en el exterior una libra esterlina el ejemplar, en nuestro país, 1 año $10 m/n , un trimestre $3 m\n y un ejemplar 1, 20 m\n.

15 En todas las contratapas de la revista desde 1902 se incluyó un “Programa” con el objetivo de la revista en el que se estableció el interés por estudiar al loco y al criminal y a todas las series de conductas desviadas que surgían entre ambas que se consideró “parasitaban” la sociedad, a partir de las modernas herramientas de la psicopatología. El abordaje de las conductas consideradas socialmente desviadas56 estuvo marcado desde el comienzo, (el primer artículo del primer número “Valor de la psicopatología en la antropología criminal) por el sello que imprimió José Ingenieros con esta propuesta de un giro hacia la psicopatología en los estudios sobre el delito y las desviaciones sociales. Era “precisamente en la encrucijada de problemas sociales y perturbaciones morales donde la anomalía psíquica del individuo se conviert(ía) en causa determinante de su actividad antisocial.”57Aunque José Ingenieros se había formado en la lectura de Lombroso, a quien consideraba precursor de la ciencia criminológica, se había separado del maestro al postular que el “estudio morfológico de los delincuentes no es un estudio específico, sino un estudio que sólo sirve para determinar el grado de degeneración congénita o adquirida.”58 A la vez que planteó el análisis del temperamento del criminal como el estudio específicamente criminal, distinguió dentro del campo de estudio de las anomalías psíquicas, las deficiencias del sentido moral (moralidad anormal o perversión moral adquirida), los trastornos intelectuales (locura congénita o adquirida, total o parcial) y la insuficiente resistencia a la idea delictuosa (anormalidades de la inhibición volitiva). Su propuesta incluyó un método positivo para el estudio de la patología tanto física como social integrado por las causas (etiología) del determinismo de la actividad antisocial por razones biológicas (antropología criminal, que se dividía a la vez a la psicopatología y a la morfología criminal) y del medio social y físico (mesología criminal, que a su vez se dividía entre sociología y meteorología criminal). Por otra parte, el estudio de las manifestaciones delictivas y características del delincuente (clínica), su grado de temibilidad y, por último, las medidas individualizadas de defensa social o profilaxia del delito (terapéutica). En las páginas que siguen nos dedicamos a analizar la “mala vida” desde esta singular perspectiva a partir de prácticas médicas y policiales.

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Dentro de los temas en general trabajados en la revista pero que dejaremos de lado por una cuestión de tiempo, sin perjuicio de volver a ellos en otra oportunidad, se encuentran: estudios sobre enfermedades mentales, cuestiones relativas al derecho civil (como el divorcio y declaración de insania) documentos históricos sobre el periodo de la colonia en Latinoamérica, descripciones de prisiones, asilos y reformatorios nacionales y extranjeros y estudios estadísticos sobre el suicidio. 57 Terán, Oscar Positivismo y Nación, Editorial Puntosur, Buenos Aires, 1985, p. 48 58 Ingenieros, José Criminología, Editorial Elmer, Buenos Aires, 1957, p. 20

16 Capítulo II “El SOA (Servicio de Observación de Alienados) como Laboratorio de la “mala vida” en Archivos de PCML y CA (1902- 1913)” Como decíamos en el capítulo anterior, la revista Archivos fue un dispositivo en el que aparecieron los problemas urbanos relativos a la marginalidad social y el delito. En tanto dispositivo, tuvo fuentes de información institucionales que provinieron de diversos ámbitos estatales que funcionaron a manera de laboratorios sociales. Por un lado, en el ámbito de la Policía de la Ciudad, emergieron las historias clínicas del Servicio de Observación de Alienados. La revista tuvo además otras fuentes de información como la proveniente de escuelas, a través de los documentos clínicos de Víctor Mercante entre 1902 y 1905 y de Rodolfo Senet, llevados a cabo a partir de historias de vida de niños detenidos en correccionales. Información procedente de juzgados, como vistas o pronunciamientos fiscales, como la del Fiscal Coll en 1913 por el caso “Godino”59 (conocido como el “petiso orejudo”). Uno de los casos más resonantes de la época que tuvo amplia repercusión en medios periodísticos y académicos y terminó sus días en la prisión de Ushuaia. También aparecieron discursos de hospitales y consultorios privados. En la publicación coexistieron discursos de corte estatal con discursos académicos y literarios, demostrativo de la heterogeneidad que albergó y de las luchas simbólicas que se tejieron a alrededor de la cuestión de la locura y la criminalidad. A la cuestión de la marginalidad se le asignó un papel a nivel simbólico por el que resultaba ser la causa de una gran cantidad de desgracias, entre ellas las enfermedades y la criminalidad, categorizada por entonces como “patología social”. La ansiedad por salvaguardar la moralidad tuvo un impacto tal que llegó a ámbitos académicos que se pronunciaron acerca de lo que estimaron eran “buenas costumbres”. Cuestión que también apareció en los discursos que circulaban en folletines o secciones de diarios, como por la forma de vestir y comportarse en público. “La vivienda, la alimentación y hasta la indumentaria de los trabajadores eran blanco elegido de muchos comentarios. Se los responsabilizaba de ciertas emanaciones antihigiénicas que dejaban al pasar, hedores que estaban impregnados en sus propios atuendos.”60 La categorización “mala vida” respecto de ciertas conductas marginales que no eran ni delitos ni locura no operó sólo a nivel discursivo, sino que se implantó y formó parte de los discursos de pericias médicas en ámbitos policiales, judiciales y penitenciarios. Es decir, tuvo efectos materiales. Término que apareció para legitimar diagnósticos clínicos, para explicar cómo el examinado estaba 59

Coll, Jorge “El caso Godino” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913, p. 646. Ver también Scarzzanella, Eugenia Ni gringos ni Indios, Editorial Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2002, p. 73 60 Múgica, María Luisa Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912, UNRE Editora, Rosario, 2001, p. 27

17 ligado a su vida al margen de la ley

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, antes de haber cometido cierta conducta inmoral o

ilegalismo. Es decir, las consecuencias que aparecen en la materialidad del discurso62, exceden lo anecdótico para enclavarse en el seno de determinadas relaciones de poder63 y saber: En primer lugar en el campo de batalla que por ese momento mantenía la sicopatología en el dominio de la Medicina. La clasificación psicopatológica de José Ingenieros y la construcción de cierta serialización de metodologías de análisis responde a la inauguración de un nuevo campo de observación clínica64. Centrado en la división de la actividad psíquica del individuo en compartimentos separados, pero anastomosados los unos a los otros: el volitivo, el intelectual y el moral. Surgió desde la sicopatología interés por generalizarse y afirmarse en ciertos dominios de poder y de saber. Tanto en instancias del Estado, como en gabinetes psicológicos en los que participó en el ámbito policial (El Servicio de Observación de Alienados), la confección de pericias médico – judiciales y en el Instituto de Criminología más adelante (desde 1907). También en los ámbitos académicos, teniendo en cuenta la recepción de la teoría de Ingenieros en campos de saber extranjeros como revistas especializadas, pero también en Congresos internacionales. La “mala vida”, remitió a diversidad de sentidos dentro del discurso de Archivos. Por un lado, emergió en términos médico – biológicos para designar una zona de patología “social” a la vez que moral. Por otro lado, como un concepto psicologizado, psiquiatrizado. Significaba, entre otras cosas, un signo de una vida llevada en condiciones precarias de existencia, no sólo en términos económicos, sino también morales y afectivos.

Es decir, que el término apareció

desdoblado en un sentido moral y a la vez patológico, a partir de las connotaciones que se pudieron extraer de la palabra “mal”. - En segundo lugar, la cuestión de la “mala vida” encuentra anclaje en la configuración de ciertas prácticas de control social que se comenzaron a consolidar en Argentina en los primeros años del siglo XX. Principalmente en aquellas que estuvieron destinadas a la identificación de sujetos considerados “peligrosos”. Dentro de ellas se sitúa la actividad de la fuerza policial65, que desde

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Foucault, Michel, Clase del 8 de enero de 1975, en Los Anormales, FCE, Buenos Aires, 2008, p. 32 Sobre la definición de discurso en tanto acontecimiento ver Foucault, Michel, “Introducción” en La Arqueología del Saber en Los Anormales, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pp. 3-33 63 Respecto de la concepción del poder ver Foucault, Michel, “Clase del 14 de enero de 1976” en Microfísica del Poder, Editorial La Piqueta Buenos Aires, 2004, pp. 147 - 162 64 Sobre procesos de generalización de la psiquiatría ver Foucault, Michel, Clase del 16 de enero de 1975, en El Poder Psiquiátrico, FCE, Buenos Aires, 2008 65 Aparecieron una batería de tecnologías de identificación policiales entre las que encontramos la fotografía de frente y perfil, ya implementada en la ciudad de Buenos Aires a partir de la famosa “Galería de Ladrones”, el “retrato hablado”, descriptivo de los rasgos exteriores fisonómicos en dimensiones, formas y colores para la retención del señalamiento del individuo (notas cromáticas). Las observaciones antropológicas, las señales particulares (cicatrices y tatuajes). Por otro lado, el método antropométrico de Bertillon, que en este período comenzó a perder vigor frente al dactiloscópico de 62

18 1906 sufrió un proceso de modernización a cargo de Ramón Falcón. En 1907 entró en vigencia el Reglamento de Procedimiento Policial de la Ciudad de Buenos Aires a partir del cual se indicaba que los agentes debían recibir preparación para realizar procedimientos estandarizados. El oficial iba a estar ahora capacitado para “reconocer” al individuo que estuviese a punto de cometer un delito: “El agente de policía no debe olvidar jamás que la más importante de las misiones que le están encomendadas es la de prevenir el delito impidiendo su realización por medio de la más hábil, severa y constante vigilancia.”66Es decir que se procuraba indicar el camino de detección de aquello que tuviera la potencialidad de dañar el orden o seguridad pública. Tecnificación, entonces, de ciertas prácticas, como la localización de lo amenazante para el cuerpo social. En este punto se desarrolló la mirada como técnica específica de la policía y las ciencias médicas. La mirada investigadora de los médicos, hacia los cuerpos, gestos y vestuario de los que circulaban por la ciudad se convirtió desde el discurso en Archivos en una forma de demarcar la honestidad de la criminalidad, porque “en la vida social un desconocido es objeto de curiosidad y de desconfianza. Ese desconocido puede ser una persona honesta como una persona peligrosa. Pero el primer pensamiento le es contrario, exige (…) una inspección disimulada (…) Nada hay más terrible para un hombre que ser sospechado, confundido con otro, envuelto en la sombra de un crimen sin ser delincuente.”67Para Juan Vucetich, Jefe de la Oficina de Identificación Personal de la Ciudad de la Plata: “La identificación de cada persona es un bien necesario y útil que debe ser aceptado por todas las naciones á fin de coadyuvar á (sic) la más completa defensa social y al perfeccionamiento de las instituciones civiles.”68 El rol del médico aparece inscripto en una instancia de inspección ocular, de allí que “en el eterno carnaval de la vida, el psicólogo debe observar, en el interior de la máscara, la personalidad real de quien la lleva.69 El espacio urbano se constituía en un teatro para la observación, campo propicio

Vucetich. En parte por la simplicidad que en términos prácticos implicaba el segundo, la facilidad del registro y su universalidad, dado que podía aplicarse sin restricción de edades, mientras que en el método antropométrico se requería que el registrado tuviese una contextura ósea ya adulta. La dactiloscopia no conocía estas dificultades, porque empezaba antes de la vida y terminaba después de la muerte, servía para todas las edades y hasta para identificar cadáveres. Según Félix Pacheco el método de Bertillón “ha perdido su primitiva autoridad, lo mismo que Lombroso sobre la morfología de los delincuentes”, en “Identificación de los delincuentes. Parte I y II” y “Dactiloscopia en la identificación criminal” en Análisis de Libros y Revistas en Archivos de PC, ML y CA, Talleres Gráficos de la “Semana Médica”, Buenos Aires, 1903, p. 228 66 Ballvé, Antonio (Director de la Penitenciaria Nacional, ex – funcionario judicial) “Reglas generales del Procedimiento Policial en los Delitos Públicos” publicado en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año VI, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, p. 671 – 672. 67 Areco Antonio “Los temperamentos humanos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913, p. 342 68 Vucetich “Identificación dactiloscópica. Convención Internacional” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910, p. 361 69 Tesis doctoral de Ingenieros José La simulación de la locura, Editorial Elmer, Buenos Aires, 1956

19 para la fundación de una clínica, donde el criminólogo extendía su mirada, al igual que el psiquiatra encontraba nuevos horizontes de observación en torno suyo. 70 El punto de encuentro entre las prácticas de observación de los médicos y los policías estuvo dado por la finalidad de prevención respecto de ciertos comportamientos estimados “peligrosos” a partir de la detección temprana, antes que ocurra el daño, llamase delito o locura. Constitutiva de toda una serie de conductas infra - peligrosas

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de desvíos sutiles de conducta, el ámbito de aplicación

principal de estas prácticas de identificación se ubicó en el difuso dominio de los estadios intermedios entre la locura y la criminalidad. La cuestión de la “mala vida” surgió como una zona fronteriza y como una de las formas de construir una noción de la “marginalidad social” epocal. Lectura política de la vida social establecida por oposición, a la “buena vida” que remitía a un estilo de vida burgués. 1) El Servicio de Observación de Alienados. La ciudad como laboratorio Una de las fuentes de información principales de las que se nutrió la revista Archivos, a partir de la que fue posible construir una noción sobre de la “mala vida” fue el Servicio de Observación de Alienados (en adelante SOA y también llamado Depósito de Contraventores). Ocuparon un lugar en la publicación, desde 1902 hasta 1911, las observaciones clínicas efectuadas en este servicio, suman alrededor de 26. Inaugurado dentro del Depósito de Contraventores 24 de noviembre en 1902 por el jefe de la Policía, respondió al interés de estudiar la “mala vida” en las zonas marginales del espacio social urbano de Buenos Aires. La ciudad se había convertido desde esta perspectiva en un gran asilo donde se desarrollaban diversas formas de desviaciones sociales que el criminólogo estaba encargado de estudiar. Lugar que se había transformado en el centro de interés de los estudios de los criminólogos, desplazando de esta forma al interior del asilo, al mismo tiempo que se convirtió en un lugar de enseñanza clínica universitaria.72 Funcionó como anexo a la Cátedra de Medicina Legal dentro de la policía para brindar una idea aproximada de las formas de alienación mental que se producían en Buenos Aires.

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Se constituyó por ese entonces en un espacio privilegiado desde el que se

observaron diversas manifestaciones ligadas al “vicio” y la marginalidad social. Pedro Barbieri, quien trabajaba como adscrito en el Servicio se refería a que allí convergía “todo ese mundo de 70

De Veyga, Francisco “La simulación del delito” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año V, Talleres de la “Semana Médica”, Buenos Aires, 1906. 71 Ver Foucault, Michel “Clase del 8 de enero de 1975” en Los Anormales..op. cit p. 32 72 Ver Vezzetti Hugo, La Locura en la Argentina, op. cit, p. 134 73 De Veyga, Francisco, “Estadística de la Sala de Observación de Alienados”, en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines Año II, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1903, p. 42

20 delincuentes profesionales, de vagabundos y de desequilibrados”74. Francisco de Veyga, mediante una orden del día, fue designado en 1902 jefe de este Servicio, quien designó en ese cargo a José Ingenieros unos meses después. La inauguración de la dependencia, establecida como “Depósito de Contraventores 24 de Noviembre”, luego llamado “Servicio de Observación de Alienados” fue a partir de un Reglamento de la Jefatura de la Policía en 190175. En su exposición de motivos se establecía que el criterio de la dependencia era: -El secuestro de los individuos cuyo estado mental ofreciera un peligro para la seguridad de las personas o propiedad o que implicara la incapacidad de adaptar la conducta a las condiciones del medio social, constituyéndose en una “amenaza para el orden público.” -Además el servicio estaba destinado a ayudar al alienado “indigente” a quien se debía asistencia y amparo, tramitando su secuestro en Hospitales de Alienados para su tratamiento médico. Combinó funciones represivas de conductas que “perturbaran” el orden público, por un lado, y de piedad o filantropía para los “desprotegidos” sociales, por otro. Esto tuvo como efecto un desdoblamiento al calificar a quienes ingresaran: por un lado, como individuos débiles y necesitados de un cuidado o tutela especial. Por otro lado, y al mismo tiempo, como inadaptados y peligrosos. En 1902 ingresaron en el SOA 224 individuos, de los cuales 194 eran hombres y 30 mujeres. De ellos, 39 hombres y 2 mujeres fueron puestos en libertad y 4 de ellos diagnosticados como no alienados. Los restantes fueron remitidos a diferentes Hospitales: 143 de ellos al Hospicio de Mercedes, 27 mujeres al Hospicio de Alienadas y 6 a diferentes hospitales por enfermedades recurrentes y 4 fueron reconocidos por médicos de Tribunales. 76 En el artículo primero del Reglamento del SOA se establecía que los comisarios seccionales remitirían a la Alcaidía de la Segunda División a quienes: - Se encontraran comprendidos por la orden del 20 de noviembre de 1899 - Los infractores de las ordenanzas de la policía - Los que se hallaran sospechados de estar afectados de algún trastorno mental. La sospecha en el agente policial apareció como habilitante del secuestro de individuos en la vía pública. Antes del envió a la Alcaldía, el Reglamento de la Policía preveía la realización de un reconocimiento por parte del médico de la seccional, adjuntado en una nota los “hechos y datos que se reputarán de interés para el mejor éxito” de la observación ulterior en la Alcaldía. Estos datos se 74

Barbieri Pedro, “La Clínica Criminológica” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año V, Talleres Gráficos de la “Semana Médica”, Buenos Aires, 1906, p. 297 75 El reglamento completo de 10 artículos apareció en Archivos en 1910 en la sección de Variedades, p. 255 76 De Veyga, Francisco, “Estadística de la Sala…”, op cit, p. 42

21 aclaraban que podían provenir tanto de los médicos, los agentes policiales como el público, es decir, los testigos del hecho. A este efecto, las prácticas llevadas a cabo eran la identificación de sujetos en la vía pública portadores de cierto “campo de signos” que los volvían un peligro social. El Servicio, como dispositivo policial se ubicó dentro de la arquitectura institucional más amplia que se instauraba entre la policía y la Facultad de Medicina. Una de las experiencias antecesoras fue, por ejemplo, la inauguración en 1894 del Instituto de Medicina Legal y Morgue. 77 El SOA se conectó con prácticas de otras dependencias del Estado en el caso de que el detenido fuera diagnosticado como alienado. En este caso, el Director del Servicio se lo hacía saber al Alcalde de la Segunda División a través de un boletín emitido en carácter de urgente con los antecedentes del caso en el que solicitaba la orden del Director para el envío del paciente a un Hospital de Alienados. Estaba a cargo de la Jefatura, una vez observados los documentos (artículo 6 del Reglamento), acordar el pase al establecimiento que correspondiera. Además, también el Servicio mantenía vínculos con el campo de la justicia civil porque debía dar conocimiento a los Jueces de turno, de todo individuo que se recluyera por su intermedio en el SOA a fin de regularizar su situación. Esta comunicación se realizaba para poder dar inicio al juicio de insania y proveer a la tutela de su persona y bienes. De esta forma el Servicio actuaba en dominios de injerencia psiquiátricos, derivando individuos a hospitales y de la justicia, impulsando procedimientos para la declaración de insania de estos mismos pacientes. Pero, ¿qué sucedía si los “sospechosos” que eran secuestrados no resultaban ser alienados? En este caso, según lo preveía el artículo 7 del Reglamento, se debía dar cuenta a la Jefatura del hecho, siguiendo los mismos trámites que para el caso del declarado alienado y solicitando la autorización para liberarlo, o pasarlo al cuadro de contraventores si debía “compurgar” alguna infracción cometida. La realización de los estudios en la Sala presuponía una accesibilidad a los cuerpos a estudiar, la presencia objetivable de ellos ante el examinador78. En el caso del SOA una de las condiciones fue el previo secuestro de los individuos en manos de agentes policiales que los trasladaban al respectivo “laboratorio” u hospital al que fuera derivado.

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Proyecto formulado en 1894 por el Departamento Nacional de Higiene, bajo la Presidencia de José María Ramos Mejía y elevado por él al Poder Ejecutivo, Fernández, Juan “Instituto de Medicina Legal y Morgue” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 296. Ver Sallessi, Jorge, Médicos, Maleantes y Maricas,..op. cit 160 78 “El cuerpo, al convertirse en blanco para (…) mecanismos de poder, se ofrece a nuevas formas de saber (…) cuerpo manipulado por la autoridad,” Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p 159

22 En el discurso de Archivos aparece la arbitrariedad con la que en algunos casos esto ocurría. Esto llegó a su extremo con el caso de Saverio Tallarico,79 un sastre que fuera acusado de estafa porque había comprado un hornillo para planchar y se negaba a pagarlo, devolverlo o hacerle una prenda de vestir a su deudor. Fue encontrado muerto en la Sala luego de dos días de detención, lo que llevo a la investigación judicial de los empleados que habían estado a cargo de Saverio para que se culminara estableciendo que las heridas habían sido auto – infligidas en un rapto de locura. Aunque también había pasado por el Hospicio de Mercedes, la Sala fue severamente cuestionada y Joaquín V. González, por ese momento Ministro del Interior, manifestó en Archivos la inocencia de la policía en el caso y se llegó a suponer que había ocurrido en el traslado de un lugar a otro. Además de las brutalidades de los agentes policiales, los médicos aparecían en una función represiva al tener discrecionalidad para la prolongación de estadías, derivaciones y traslados. Respecto de lo primero, en el artículo 4 del Reglamento del Servicio, se establecía que la estadía de los “presuntos alienados” era sólo por el tiempo indispensable para la obtención de una certeza acerca de su estado mental, porque la enfermería era sólo un lugar de observación. En el caso que fuera necesaria la prolongación de la misma por más de diez días, se debía dar aviso a la Jefatura de Policía. En algunos casos esto formaba parte de ser el Servicio un lugar de enseñanza universitaria en la que eran conservados para ser mostrados a los alumnos (especialmente respecto de casos de combinación de conductas delictivas y de locura). Ya fue estudiado por Sallessi80 que las estadísticas del SOA no solo no eran completas por no incluir a los detenidos en las Comisarías81, sino además porque los que eran descubiertos de “cierta consideración social” eran enviados al Departamento General de Policía. Por otro lado, las causas que se utilizaron para la detención de los sujetos que eran allí llevados, fue en muchos casos omitida en los registros del SOA pero también pretextadas o inventadas a partir de categorías como: “escándalo” o “ademanes estrafalarios”. Antonio Bartoli, por ejemplo, había sido detenido, por “trastornos en la vía pública”, F.N por “ebriedad”. Otro caso fue el del Señor U82 que había provocado un desorden en un café llamando la atención del dueño que concurriera a solicitarle que guardara compostura frente a otro grupo de tertulianos a quienes acusaba de burlársele. Por sus palabras y gestos, que denotaban una “excitación violenta” y considerado un ebrio, se llamó a la policía, que lo trasladó al Depósito 24 de noviembre. Respecto 79

Ingenieros José “El Caso Tallarico”, “Solución al Caso Tallarico”, González, Joaquín “La justicia ante el caso Tallarico” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902 80 Sallessi Jorge, Médicos, Maleantes y Maricas, Editorial Beatriz Viterbo, Buenos Aires, 2000. 81 De Veyga, Francisco “Estadísticas de la Sala de Observación de Alienados” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año II, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1903. 82 Amador Lucero, López Lucio “Demencia inicial e incapacidad civil” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional, Buenos Aires, 1910, p. 96

23 de los “alcoholistas” el Reglamento recomendaba la “mayor” vigilancia de parte del personal de la policía con el fin de requerir de forma inmediata la intervención del médico de la Seccional del Servicio en caso de que acusaran alguna afección o trastorno mental. La cuestión de la falta de herramientas legales para mantener al individuo detenido también apareció en el caso de R.P, que fuera calificado por los médicos – policías como un sujeto incómodo a lo que sumaban el relato de las sucesivas entradas al Servicio, así como los diagnósticos allí elaborados: “La Policía ha intervenido numerosas veces; pero como no pasa de cometer desórdenes, ha debido limitarse siempre á imponerle días de arresto en calidad de contraventor. En su primera visita hubo de ponerle en libertad por ser un degenerado de mentalidad inestable pero sin estigmas delirantes o alucinatorios que permitieran ningún diagnóstico determinado. En su segunda entrada fue remitido al Hospicio atendido que su conducta era la de un verdadero perseguidor, imponiéndose su secuestro para asegurar tranquilidad de la familia, pero salió a los pocos días por no ser considerado alienado.” 83Lo que surge del relato es que lo que determinó el secuestro no fue un diagnóstico de locura, que al mismo tiempo era codificada como patología y peligro, sino que fue hecho para “asegurar la tranquilidad” de la familia al que el detenido “molestaba”. Detenciones por comportamientos de gravedad insignificante se repiten en la serie de individuos destinados al SOA. Tal fue el caso del “fetichista del cabello” que llegó por cortar cabellos o trenzas de mujeres en el tranvía. “Si se encuentra en libertad, se lanza a la calle en busca de su fetiche de antemano determinado, vaga por toda la ciudad, pasando de uno a otro tranvía, sitio propicio para realizar la mutilación, hasta que se apodera de la trenza o cabello que persigue, con lo cual vuelve a su casa para entregarse a una verdadera luna de miel. En esta operación de mutilar es hábil sólo así se explica que la policía no lo haya apresado al mutilar a la señorita G.M. cuestión de actualidad, en todas las naciones civilizadas que buscan la forma de preservarse de los anormales que forman una etapa intermedia entre los criminales y los alienados.” 84 La anormalidad, en este caso, es utilizada en término de un peligro social. La arbitrariedad en la motivación de la detención no fue una práctica exclusiva de los agentes policiales, sino que lo médicos aparecen también en esta función. Esto debido a que aunque no presentarán los detenidos signos de alienación mental, las anomalías, en sentido amplio, de conducta eran suficientes para justificar la retención del individuo en el SOA. En el caso Tallarico

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Ingenieros, José “Patología del instinto sexual” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional, Buenos Aires, 1910. 84 Brandam, Javier “Un fetichista del cabello. Consideraciones médico - legales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, Año XI, Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional, Buenos Aires, 1912, p. 295

24 el Doctor Casal informaba que “aunque no había síntomas de determinada locura, las manifestaciones anormales de su conducta eran “suficientes” para remitirlo al SOA.”85 El reconocimiento de estos signos de anomalía mental apareció a cargo de los agentes policiales en el caso de José Mastandrea, que fuera detenido el 2 de marzo de 1904 en Plaza de Mayo en “circunstancias que revelaban claramente su estado de alienación mental. Estaba sentado en un banco haciendo ademanes estrafalarios ante un grupo de pilluelos que le miraban con amena curiosidad.” Según relataba José Ingenieros como médico encargado de la pericia, al sargento le había atraído el grupo e interrogado a Mastandrea, su actitud le había parecido francamente delirante al referirle que “todos los conspiradores estaban contra él y que tenía el cuerpo infeccionado por venenos eficacísimos. Su actitud francamente delirante daba é comprender que era un alienado, por cuyo motivo el sargento le condujo á la comisaría 2da de la policía. Allí fue objeto de un reconocimiento preventivo por parte del Doctor Francisco Sicardi, quien aconsejo se le remitiera al Servicio de Observación de Alienados.” 86 Francisco de Veyga relató el caso de Claudio Lorenzo Gutiérrez que había sido llevado al Depósito de Contraventores 24 de noviembre en calidad de detenido porque un agente policial lo había encontrado durmiendo en el banco de una plaza pública y lo había arrestado por delito de vagancia. Tal delito no se hacía visible para De Veyga ante los policías sino cuando veían a un vagabundo “ultrapasar los límites de la tolerancia discreta que ellos mismos han establecido como contrapeso al rigor de la ley (…) Interrogado el detenido había manifestado que un día “porque se le dio la gana”, según repite insistentemente, visiblemente contrariado por “tantas averiguaciones que se le quieren hacer”, dejó el trabajo y tomó la calle por morada. Lo que él reclama es que lo pongan en libertad, pues nadie tiene derecho á (sic) retenerlo preso. Si lo encontramos durmiendo en una plaza pública es porque “se perdió” aquella noche y no pudo volver a su refugio.”87 El motivo del secuestro sirve para señalar el dominio en el cual el SOA funcionaba: Era en el campo de los problemas cotidianos: una discusión en un bar, un hombre que en una plaza asustaba con sus historias a niños que iban a escucharlo, alguien que cortaba trenzas de niñas y mujeres en el tranvía, que se emborrachaba y no “encontraba su hueco al volver” y era detenido por dormir en la calle. Serie de comportamientos que son constitutivos de pequeñas incivilidades y a cuyos protagonistas se los estima en este punto “desviados, desadaptados” de ciertas normas de conducta social. Y que, en algunos casos, no son representativas siquiera de una contravención policial, como 85

Ingenieros José “El Caso Tallarico…” Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 680 Ingenieros, José, “Liberación y abandono de alienados delincuentes” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaria Nacional, Buenos Aires, 1907, p. 559. 87 De Veyga, Fransisco, “Demencias Primarias Espontáneas” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año V, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1906, p. 108 - 109 86

25 sucedió en el caso de los “perseguidores amorosos”. Bajo esta categoría se incluyó a hombres que perseguían a jóvenes a partir de distintos medios: cartas, vigilancia en la puerta del hogar o declaraciones sentimentales en medios de difusión pública. Fue, además, una conducta psiquiatrizada como una anomalía del “instinto sexual” por José Ingenieros. Esta constelación de comportamientos formaron parte del dominio de injerencia de la “mala vida” constitutivo de lo “infralegal”88 (Foucault) aquello que no era una ilegalidad, sino una serie infraliminar de desobediencias sin ilegalidad, constitutivos de defectos morales. Toda esta serie de detenciones se sumaron a los secuestrados por ilegalismos de bienes, delincuentes profesionales que eran inscriptos en la “Galería de Ladrones”, en quienes también se estudiaron los “signos de locura” que el SOA requería para la detención. Casos de portaciones de armas y de hurtos, robos y estafas en la vía pública completaban el cuadro de los detenidos que pasaron por el SOA. El SOA como un órgano de “detección de anomalías” y de la “mala vida” en el cuerpo social, articuló funciones propias de la policía, como la vigilancia y control de los cuerpos, la observación y prevención de las conductas. Con otras actividades propias de los médicos – psiquiatras, tales como la construcción de un diagnóstico y una cierta terapéutica. El producto de estas dos actividades, que respondían a reglas de formación del discurso distintas, funcionó como una condición de posibilidad para el retrato de los integrantes de la “mala vida” en términos de amenaza social. Esto porque el acento no estaba en el padecimiento de una patología o haber cometido una infracción legal, sino en representar un peligro para el orden social. 1. a) Casos clínicos del SOA en Archivos ¿Qué sucedía después que los individuos eran arrestados en el SOA? Una vez puesto a disposición del médico el cuerpo del examinado se procedía a su examen médico y a la consiguiente construcción de su “biografía” a través de una historia clínica. Documento en el que se hacia un recorrido por la trayectoria vital del examinado. Pero además se diagnosticaban y controlaban, planeaban y ejecutaban acciones respecto de anomalías descubiertas. El diseño de las historias del Servicio que aparecieron en Archivos se construyeron sobre una grilla clínica y al motivo de detención le seguía un esquema médico: los antecedentes, el diagnóstico y la indicación de una determinada terapéutica. Entre los diversos grupos de problemáticas que detectaron los médicos en los casos del SOA en 1902 encontramos: degeneraciones mentales hereditarias, lesiones orgánicas, psiconeurosis, insuficiencias mentales, intoxicación alcohólica y estados sintomáticos.

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Foucault, Michel, Clase del 8 de enero de 1975, en Los Anormales, op cit. p. 33

26 Sobre los detenidos en el SOA se formó un saber de tipo clínico a través del registro sistemático y constante de sus individualidades. Tal fue el caso de los estudios sobre “invertidos sexuales”89, “perseguidores amorosos”90 y niños91 , lunfardos y vagabundos.92 En el caso de las biografías es posible rastrear singularidades sobre la noción de la “mala vida” a partir de los tipos de diagnósticos y terapéuticas, buscando cuáles eran los aspectos sobre los que recaía la atención de los médicos a la hora de observar a sus pacientes. En el contexto del SOA, pero también cultural e intelectual de la época se usó la noción de la “mala vida” en diversos sentidos: en algunos casos sirvió para condensar una trayectoria vital atravesada por necesidades materiales, la degradación por los hábitos del “vicio” o la desmoralización por la miseria. Haber tenido una “mala vida” implicaba haber sufrido ciertos abandonos, en la niñez o juventud de los padres o referentes de autoridad. También pasar tiempo en tabernas o cafés de la ciudad, estando prestos a peleas, o a intoxicaciones con el alcohol. A esto se sumaba tener antecedentes policiales por contravenciones, o de desórdenes domésticos según testimonios de vecinos. Fue usada desde este discurso experto93 de los médicos y policías para designar productos dislocados dentro de la configuración social, grupos de individuos estimados marchitos y debilitados. Diversas representaciones de la “mala vida” aparecieron en la revista, en lo siguiente mostraremos sólo tres de ellas: la falta de aptitud para realizar un trabajo disciplinado, la noción de “fronterizo” y la cuestión de la simulación. El primer caso que retomamos es el de “Antonio” detenido por “trastornos en la vía pública”, cuyo diagnóstico fue “episodio transitorio de melancolía atónita debido a una intoxicación alcohólica reciente y episodio agudo de locura seguido de simulación de la locura.” El fenómeno de la simulación atravesó la cuestión de la “mala vida”. Apareció dentro de las estrategias de los integrantes del espacio urbano y formó parte de la tarea de descubrir detrás de las apariencias en el ámbito confuso de una ciudad cosmopolita.

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Ver De Veyga, Francisco “Inversión sexual adquirida”, “Invertido sexual imitando la mujer honesta” y “Fetichismo psíquico activo” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902. De Veyga, Francisco “El amor entre los invertidos sexuales”, “Inversión sexual adquirida” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1903. De Veyga, Francisco “El sentido moral y la conducta en los invertidos sexuales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1903 90 La Puente, Eduardo “Estudio clínico sobre los perseguidores amorosos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902 91 Ingenieros, José “Los niños vendedores de diarios” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908. 92 casos de los que nos encargamos en el próximo apartado. 93 Ver Caimari Lila, “Presentación” en La ley de los profanos, FCE, Buenos Aires, 2008.

27 Fue conceptualizada por José Ingenieros como la “adopción de los caracteres exteriores y visibles de lo que se simula.”94 Los simuladores “astutos” eran los que podían disponer a su antojo de los resortes fisiológicos para disimular un estado del alma a través de la educación de sus reacciones emotivas. Sus rasgos y mímica fisonómicos no traducían el “estado interior del alma”, sino que se ponían al servicio de las intenciones del simulador. Era en este comportamiento que el médico encontró un espacio fundamental para el desafío de descubrirlos, descifrar los signos que pudieran ponerlos en evidencia, una vez “quitadas las máscaras” a través del método de examinación. Sin embargo, fue al mismo tiempo un punto de inversión que los examinados opusieron a los métodos de observación puntillosa y detallista a los que los médicos los sometían. Este foco de resistencia se integró de aquellos que lograron escapar al ojo del poder médico “simulando” sin ser descubiertos. En el caso de Antonio, al ver los médicos que su estado mental no se correspondía con el diagnostico formulado en la observación previa, lo sometieron a una serie de pruebas psiquiátricas (funcionamiento de su memoria por ejemplo) y constatada por el médico la simulación se le advirtió al paciente que no “persistiera en el engaño”. Como producto del miedo que se proyectara en Antonio “Escribió una amena y curiosa autobiografía, destinada a captarse la simpatía del médico por el lado de la jocosidad en la que decía: “en el mes de Agosto p.p, hallándome enfermo tuve que fingir haber perdido el uso de mis facultades mentales para no tener que ir por veinte días al depósito de contraventores sin motivo ni causa justificada. 95Manifestaba que “hacia dos años que había vuelto a la “vida honesta” pero que la policía no lo dejaba en paz.” Apareció en el discurso la victoria de la voluntad del médico por sobre la del enfermo. “El relato del aquejado constituyó el momento en que la verdad resplandeció por conducto de la confesión.”96 Este diagnóstico tuvo como consecuencia extender la detención de Antonio para que fuera presentado como “caso clínico” a los alumnos de Medicina Legal (cátedra a cargo de De Veyga) y a los de Psiquiatría como un caso de asociación de criminalidad con locura y de simulación. En este caso se evidencia unos de los efectos de poder de este discurso, al lograr determinar de forma directa la libertad o detención de un individuo. 97 Como terapéutica se le habían prescripto a Antonio salinos energéticos, reposo en cama e higiene terapéutica (en dos días mejoró). De Veyga había estimado que era un “degenerado adquirido” en quien los factores del medio social habían actuado de una manera más intensa que los internos propios de las condiciones fisio - psíquicas. Había establecido que era un tipo antropológico 94

Almandos, Luís Reina “La dactiloscopia y la defensa social” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VIII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1909. p, 543 95 De Veyga, Fransisco “Degeneración, locura y simulación en los ladrones profesionales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 710 96 “Clase del 14 de noviembre de 1973” en Foucault, Michel El Poder Psiquiátrico op cit, p. 27 97 “Clase del 8 de enero 1975” en Foucault, Michel Los Anormales op cit, p. 19

28 inferior y contaba con numerosos estigmas de degeneración y una constitución física deficiente. Desde el discurso clínico estos signos marcaban estructuralmente al individuo y eran un “fondo causal” sobre el cual se podían desarrollar una serie de procesos patológicos98. Una base degenerativa común los convertía a estos individuos en propensos a desarrollar toda una serie de procesos patológicos, entre ellos, la locura y la simulación de este estado. Por otro lado, en este tipo de diagnóstico los efectos del alcohol sobre el cuerpo sirvieron como instrumento para juzgar en términos morales determinado estilo de vida o comportamiento social. En Antonio, las constancias de contravenciones por ebriedad, sumadas a las declaraciones de sus compañeros acerca de sus hábitos alcohólicos recabados por los médicos, construyeron un diagnóstico moral. En particular porque De Veyga había establecido que había sido el vicio, en este caso el alcohol, lo que lo había llevado a abandonar su trabajo de dependiente y a resbalar “poco a poco” en la criminalidad contra la propiedad. “Visitar el alcohol” se explicó en términos de un proceso de progresivo abandono físico y moral. La localización de los efectos que una vida en estas condiciones tenía sobre el cuerpo, remite al universo de la “mala vida”. Se opuso de forma dicotómica un cuerpo vigoroso y sano a un cuerpo de la “mala vida” corroído por enfermedades físicas y morales, atacado por los “vicios”. Construcción discursiva que remitía al débil, al de espíritu pobre, al inafectivo y con incapacidades emocionales. El dominio en torno a la conexión entre el cuerpo débil y la flaqueza de espíritu fue colonizado por este discurso moralizante:“(…) en esos organismos minados por el abuso envenenador del alcohol, la obsesión por la bebida acaba por apagar los últimos resplandores del sentido moral”. 99 En el espacio de clínica social del SOA también se edificó discursivamente el término de “fronterizo”, como una de las modalidades que dentro del campo de la psicología sirvió para designar las conductas que integraban la frontera entre la vida “honesta” y el delito y la locura. A partir de los esfuerzos de los médicos en la confección de las historias clínicas se hacia surgir una noción híbrida, a mitad de camino entre lo patológico y lo ilegal. Igualmente esta designación no fue solo parte de una sobrecodificación en el campo de la sicopatología de conductas estimadas inmorales, sino una noción que apareció conectada a una demanda a un sistema de control y poder. En este caso, el reclamo se inscribió en la arquitectura institucional tanto de los asilos, como de los 98

“Clase del 19 de marzo noviembre de 1975” en Foucault, Michel Los Anormales.. op cit, p. 292 Gori Pedro “Alcoholismo y Criminalidad en Chile” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 31 – 33. Sobre la cuestión del alcohol y sus efectos aparecieron diversos artículos en Archivos: en 1902 de Avendaño Leónidas “Lucha contra el alcoholismo en Perú”, de Eduardo Deformes “Lucha contra el alcoholismo en Chile”. En 1903 de Avendaño Leónidas “Proyecto de ley contra el alcoholismo en Perú”, de José Ingenieros “Proyecto contra el alcohol”, Mister Declaux y el alcoholismo”. Esta proliferación de discursos forma parte de una serie de campañas que se oponían a la extensión del vicio que amenazaba con destruir la “raza y la riqueza nacional”.

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29 hospitales y cárceles, en su intento por un control del comportamiento humano, su “normalización” y ortopedización. En el marco de la psicopatología Ingenieros había establecido que el equilibrio de los elementos constitutivos de la personalidad, (lo que les faltaba justamente a los fronterizos”) era el indicador, dentro de su construcción teórica, del nivel de adaptabilidad social. Inscribía de esta forma los desatinos de la conducta en el ámbito social en las funciones psíquicas. A partir de allí se abrió un dominio de posibilidades acerca del surgimiento y desarrollo de las anomalías mentales. La cuestión de la alienación mental en estas historias clínicas fue abordada a partir de una ruptura respecto de una noción de locura homogénea y totalizadora por otra que desdoblaba la afectación de las funciones según fueran “intelectuales”, volitivas o afectivas. No sólo era posible identificar la fuente de surgimiento, sino la graduación y la afectación a nivel total o parcial en el funcionamiento psíquico del individuo. Uno de los focos de preocupación de los médicos se asentó, específicamente, en el funcionamiento de los “sentimientos, pasiones y emociones”. Se inscribió en este dominio la noción de “sentido moral” que encontramos utilizada de forma repetitiva en diagnósticos y peritajes publicados en Archivos. A partir de ella se recubrieron bajo una categoría de corte psicológico comportamientos cotidianos. Por la debilidad del “sentido moral” el individuo se convertía en fácilmente sugestionable ante los “caminos más fáciles”, y por lo tanto, a las tentaciones del “vicio y el delito”. Era, además, un signo indicativo de la falta de voluntad para mantener un trabajo estable o para seguir casado. Haber sufrido o haber pasado por importantes crisis sentimentales forjaban el “sentido moral” en las personalidades. Sirvió, entonces, para indicar los efectos de los desordenes y desarreglos emocionales en el comportamiento. Tal fue el caso del perseguidor amoroso Manuel Medela100, cuya pericia estuvo a cargo de José Ingenieros en 1902, que fuera diagnosticado como “fronterizo” e internado en el Hospital de Mercedes. En el club al que asistía Medela, según relató Ingenieros, un grupo de jóvenes habían encontrado gracioso sugestionarlo sobre las miradas que le dirigiera una joven, haciéndole creer que estaba enamorado de él. Sugestionado, había enviado cartas a la muchacha en reiteradas oportunidades expresándole sus sentimientos y había sido arrestado a pedido de la familia de ésta en varias ocasiones. La categoría de “fronterizo” con la que se revistió el comportamiento de Medela fue una de las formas de psicologizar la noción de la “mala vida”. En principio remitió a una serie de cualidades

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José Ingenieros, Juan C. Córdoba “La secuestración de Manuel Medela” Informe médico – legal en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902

30 de la personalidad que volvía débiles a los individuos que no “sabían poner vallas seguras a los factores ocasionales, sugestiones del medio y lucro fácil” 101. Según Ingenieros eran los de: - Débil sentido moral, que les impedía mantener intachable su conducta sin caer en el delito - Imbéciles de la honestidad, distintos del demente moral de la cárcel - Incapaces de mantener adamatino su blasón de honestidad - Pobres espíritus de carácter claudicante y voluntad relajada Ninguna de estas expresiones que se utilizaron para describir a los “fronterizos”, integrantes de la “mala vida” provenía de reglas de formación del discurso médico. No eran los locos ni los delincuentes los que forman parte de ella, sino la serie de conductas que se situaban en un tercer sector entre estas dos.102 Lejos de corresponder a una normatividad científica médica en sentido estricto, eran valoraciones morales y éticas de una laxitud amplia. Aunque respondían a otro criterio de formación se inscribieron en un campo de aplicación del saber médico y funcionaron para legitimar diagnósticos clínicos. Y el sentido de su caracterización fue para indicar una falta de maduración o desarrollo y un signo de infantilismo en el carácter. Apareció en el peritaje de Medela una disparidad de criterio respecto de la historia clínica, ya que aunque fuera diagnosticado como “neuropata de la familia de los fronterizos”, aparecían referencias a su posición social: “trabajador honesto y acomodado” un “vecino molesto pero no peligroso, sindicado como “elemento inofensivo”. Sin embargo fue igualmente institucionalizado en función del peligro que representaba: “El deber de la defensa social impone su separación de esas personas. Aunque desterrarlo sería lo ideal, al no tener la certidumbre de que no perjudicaría a otros debe ser internado en el Hospicio de las Mercedes.” 103 Por otro lado, la historia clínica de F.N en el SOA estuvo a cargo de José Ingenieros y José C. Córdoba en 1903. Había sido detenido por “desórdenes domésticos”. Como diagnóstico se había establecido que padecía de abulia y que era “peligroso porque se exacerbaban sus trastornos sicopáticos cada vez que bebía, determinando graves alteraciones en su conducta. 104 A esto se agregaba que “Desde hace mucho tiempo es incapaz para un trabajo constante y determinado, su voluntad carece de dirección y de energía para sostener la lucha por la vida, en breves palabras, es un elemento negativo para la prosperidad ó el sostenimiento de su hogar,

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Ingenieros, José “La mala vida en Buenos Aires” en Archivos de Psiquiatría, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908 José Ingenieros, Juan C. Córdoba “La secuestración de Manuel…” op. cit., 743 102 “Ver “Clase del 15 de enero 1975” en Foucault, Michel Los Anormales.. op cit, p. 49 103 José Ingenieros, Juan C. Córdoba “La secuestración de Manuel…” op. cit., 743 104 José Ingenieros, Juan C. Córdoba “La defensa social y los alcoholistas crónicos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la ·”Semana Médica”, Buenos Aires, 1903, p 88

31 viviendo parasitariamente, víctima de su voluntad enferma y de su irresistible tendencia a la bebida”. 105 La falta de aptitud para un trabajo estable fue también abordada por la literatura costumbrista de la época en la que el “vago” era situado en un espacio social y su comportamiento explicado en términos relacionales. Diversidad de perfiles emergieron en este contexto discursivo que remitieron a la cuestión de la falta de aptitud para conservar un trabajo. El "changador", por ejemplo, en la descripción de Francisco Grandmontagne, "representaba en la clase obrera la falta total de habilidades. No le es familiar la galorpa, ni la plomada, ni el martillo, ni siquiera el azadón. Sus herramientas son el costal y la coyunda, aparejo de humano animal de carga. El changador de esquina es el canto rodado del pauperismo (...) Su vida es una mezcla de independencia y servilismo, de inercia y fatigas, de miseria y bailes de acordeón, de guitarras y de la gaita. Nadie les manda, mandándoles todo el mundo"106. Discurso que muestra la complejidad del escenario urbano y que extrae su riqueza de la observación de los comportamientos cotidianos. El discurso clínico se situó en un dominio moral referido a la incapacidad para mantener un trabajo estable o disciplinado. En este caso sirvió para ligar la “peligrosidad” que representaba su conducta con el grado de dificultad que encontraba el examinado para integrarse a las reglas del mercado de trabajo. Con este tipo de diagnósticos los médicos aparecían ejercitando la capacidad predictiva que pudieran ofrecer sus observaciones. Su misión era la prevención, y la falta de energía para llevar adelante un trabajo estable se convirtió en un signo anticipador de criminalidad y el médico – psicólogo “no podía esperar a que el peligro se convirtiera en delito consumado”. Se abandonaba el criterio de la materialidad del acto cometido por el examinado, por la pregunta acerca de si el sujeto en libertad iba a cometer delitos, efectuando así un pronóstico moral sobre su conducta. El trabajo apareció como una terapéutica médica a la vez que moral, un criterio de salud colectiva, sobre todo por la capacidad de encauzar la energía del individuo hacia fines útiles107 y alejarlo de los “vicios” y el delito. Pensado como una estrategia de “regeneramiento moral”, de maximización de las fuerzas del individuo para volverlo utilizable en orden a la preservación de la sociedad liberal. Diagnóstico que tuvo efectos de verdad en función de que eran los médicos quienes lo enunciaban. Otro de los preceptos que invadieron y colonizaron los estudios médicos – policiales estuvo configurado por la importancia de la higiene al nivel de los cuerpos individuales y colectivos. De

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José Ingenieros, Juan C. Córdoba “La defensa social y los alcoholistas crónicos..”op. cit, p. 83 Fray Mocho, Félix Lima y otros, Los Costumbristas del 900, Editorial Capítulo, Buenos Aires, 1980, p. 4 107 Ver Michel Foucault Vigilar y Castigar, op, cit, p. 246 106

32 allí el espacio que se le dio a la limpieza, tanto como criterio para describir el cuerpo del que llegaba al SOA y devolverlo al ambiente social limpio, a través de duchas y baños y ropa nueva” que reemplazara los trapos con los que llegaban. Desde lo simbólico, la liberación de los ingresados al SOA limpios era la liberación del cuerpo corregido, en mejores condiciones “para la lucha por la vida”. Estos efectos a nivel simbólico eran una forma de plantear la efectividad de los métodos que aplicaban sobre los cuerpos a nivel externo. 1.b) Protagonistas de la “mala vida”: Vagabundos - Lunfardos en el SOA Los estudios y registros individualizados de los cuerpos de los individuos ligados a la “mala vida” desde diversos espacios institucionales en la revista Archivos, como el SOA se convirtió, en algunos casos, a través de la acumulación de fichas y registros en esquemas clasificatorios108 que fueron realizados desde registros médicos y policiales. Es fundamental detenernos en dos personajes que se construyeron discursivamente en el marco del SOA: los lunfardos y los vagabundos porque representaron a dos de los protagonistas en la “mala vida”. Convertidos en objetos de saber y de clasificación, condensaron una serie de rasgos que fueron característicos de ciertas conductas de la marginalidad social, como la falta de disciplina laboral, la impulsión y la disimulación de caracteres externos. Eran los que “circulaban” en los espacios urbanos sin ocupar su tiempo “productivamente”, mendigando, durmiendo en las plazas o en trabajos callejeros. Tanto la cuestión de la vagancia como de la pequeña delincuencia configuraron centros estratégicos en el surgimiento y mantenimiento de ciertos comportamientos marginales. En sus prácticas cotidianas conservaron vínculos estrechos con las actividades de los restantes integrantes de la “mala vida”, la prostituta (en tanto cómplice), auxiliares del vicio y el delito (categoría iniciada por De Veyga109) y con los trabajadores de la muerte (José María Ramos Mejía110). Formaron parte del dominio de la “mala vida”, porque en ellos se hicieron presentes dos aspectos que hacen a la singularidad de esta noción: -Por un lado, los comportamientos estudiados en ellos integraron el campo de los mínimos desvaríos de conducta, de las ínfimas desviaciones y dislocaciones del comportamiento. Material constitutivo de lo cotidiano que presentó la paradoja de ser regular en su anormalidad, fenómeno

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Ver Michel Foucault Vigilar y Castigar, op. cit, p. 257 De Veyga, Francisco “Los auxiliares del vicio y el delito” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903 110 Ramos Mejía, José María “Los trabajadores de la muerte” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1904 109

33 corriente y “especie de evidencia cotidiana” 111que exigió un esfuerzo o ajustamiento de la mirada o la percepción para detectarlo. Estas pequeñas desviaciones despertaron interés en el campo de la sicopatología y psiquiatría. Interés que vendría a sustituir la preocupación de los grandes “monstruos” por el de las pequeñas irregularidades en la práctica de los médicos – psiquíatras. El caso de los lunfardos puede ubicarse en un proceso de creciente visibilidad de los delitos estimados “menores”: “Los delitos frecuentes, ordinarios, comunes, que están sucediendo a cada momento, no sacuden la indiferencia de la multitud (….) A los individuos inteligentes de verdad, avisados, que se interesan por el mejoramiento de lo social, lo que más les preocupa no es lo extraordinario y estupendo, aunque también lo hagan objeto de estudio; sino precisamente lo normal, lo vulgar, lo rutinario inclusive, por ser éste el suelo donde tiene raíces la vida. Para el penalista previsor, amante del examen escrupuloso de la etiología y la terapéutica criminales, los delitos que pocas veces ocurren no ofrecen mayor interés que aquellos otros que están teniendo lugar á (sic) todas horas. Y la criminalidad endémica, aquella que se ha apoderado de un país, de una región, de una localidad, de tal suerte que han concluido por hacerse habitual, y por lo mismo, no asusta ni preocupa apenas (v.gr, las raterías, los duelos, ciertas estafas, homicidios y lesiones en riña, por celos, por rendir tributos a ciertas preocupaciones…); esa criminalidad, en que se fija casi nadie, es la que merece preferente atención. 112 -Por otro lado, también formaron parte del proceso por el que estos sutiles desequilibrios que aparecen como imperceptibles, indetectables se convierten bajo el esfuerzo y actividad del medico psicólogo en “signos” de anomalía mental. De allí que ambas conductas fueran codificadas, tomando como eje principal términos provenientes de la sicopatología. Aunque no fue un registro único ni homogéneo porque las estructuraciones teóricas que se formularon respondieron a diversas claves, económicas morales, éticas, que a veces encontramos yuxtapuestas y otras veces se oponen o entrecruzan. 1.c) Vagabundos en Archivos La figura del vagabundo, tal como se la fabricó en el campo de la psiquiatría, fue capaz de condensar, a partir de las elaboraciones provenientes de la clínica higienista de esta coyuntura, los signos de degeneración y atavismo psíquico113. Aspectos que se combinaron con la indisciplina en términos laborales. Es decir, que apareció explicada en dos registros: como un proceso psíquico de abatimiento y extenuación física y moral del cuerpo que se daba de manera progresiva, por un lado.

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Foucault, Michel, Clase del 8 de enero de 1975, en Los Anormales, op cit. p. 33 Dorado, Pedro “La psicología popular ante los crímenes llamativos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1902, p. 431 113 Donzelot, Jacques La Policía de las Familias, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2008. p. 124 - 125 112

34 Y, por otro lado, como un estilo de vida que representaba uno de los efectos de la resistencia a un modo de trabajo de capitalista asalariado. Dentro del primer registro se ubicó la construcción teórica que se elaboró en el marco del trabajo clínico del SOA en 1906 por Francisco de Veyga y la elaboración doctrinaria de P. Consiglio unos años más tarde en Archivos. En el primer caso, la conducta fue puesta bajo una serie de etiquetas clasificatorias a partir de 8 observaciones que se realizaran en la dependencia. Para recodificar la vagancia en términos psicopatológicos, Francisco de Veyga retomó la noción de demencias primarias como decaimiento intelectual y emocional. Y, a su vez las dividió en tipos, dentro de los cuales situó a la vagancia como la forma ociosa y la forma ataráxica, agregando dos más, la

dipsófilica (ebrios

consuetudinarios), y la libidinosa (invertidos sexuales). La forma ociosa de la demencia primaria contemplaba a individuos convertidos en vagabundos “parásitos inofensivos”, ya que aún sin trabajar mantenían una existencia irregular, diferente del caso de aquellos que vivían como “vagabundos” moviéndose en el “bajo fondo social” empleando un tipo de mendicidad pretextada (olvido de dinero en el hogar, por ejemplo para no pagar) o dedicados a oficios livianos sin mayor esfuerzo de poner en los mismos, rasgos de inteligencia. Uno de los casos encuadrados dentro de esta clase de demencia primaria fue el JF: “Era un obrero muy inteligente y muy trabajador (…) Súbitamente F se siente cansado y comienza a quejarse de la falta de gusto por el trabajo (…) Lo que él declara es sentirse impotente para el trabajo “le hace falta descanso y nada más que descanso”. En consecuencia he aquí el régimen de vida que adopta (…) Si actitud, levantado, acostado ó (sic) en la mesa es siempre la misma, es decir, la de un hombre que goza de descanso. Después de consultado el médico y habiendo vuelto al trabajo se vio que, desgraciadamente el hombre ya no era apto para el trabajo “la voluntad empeñosa y decidida que movía su alma antes de ahora (…) La mujer instaló una casa de hospedaje, donde le dio a JF un lugar y (…) ahí está nuestro hombre, gobernando la casa en apariencia pero no haciendo nada en realidad.” 114 Por otro lado, se operó un deslindamiento entre “verdaderos mendigos” y falsos que desplegaban una serie de estrategias para beneficiarse de la limosna fingiendo discapacidades o mediante discursos mentirosos. Disimular enfermedades, como epilepsia, ceguera, úlceras para explotar la piedad, entraba en la categoría de “simulación interesada” (Janet)

115

, variedad de la noción de

simulación como estrategia de resistencia a imposiciones burguesas. Disfrazaban su verdadera

114

De Veyga, Fransisco, “Demencias Primarias…” op cit, pp. 84 - 86 Janet “Simulación de lo maravilloso” en Reseñas de Libros y Revistas en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año V, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1910

115

35 situación, de allí que los médicos del SOA se referían a los casos de vagabundos crónicos que, aunque de “buena familia”, volvían de manera repetida a las calles a ejercer la vagancia como “oficio”. Este fue el caso de “D” oriundo de una de las “familias más honorables del país (…) dominado por gustos harto refinados, renuncia a toda empresa de trabajo para dedicarse de lleno y exclusivamente a la vida de salón. Hacia 1894 desaparece súbitamente de sus centros habituales de frecuentación. “Fui yo (escribía De Veyga en primera persona) quien lo descubrió, paseando, por casualidad, por un barrio de esos que los vagabundos tienen especial predilección. Pero en que estado se hallaba aquel infeliz! Aquel hombre elegantísimo y de una pulcritud que rayaba ya en el afeminamiento, vagaba por allí, al azar, como extraviado, vestido de harapos y desfilando la más repugnante suciedad. En su semblante se reflejaba el hambre y el sufrimiento (…) Unas semanas después lo encontró un amigo en perfecto estado de salud, conservando su elegancia pero viviendo “tomando de aquí, pidiendo de allá” viviendo “de expediente”. Nuevamente desapareció y se lo encontró paseando en sus andrajos en medio de la multitud.” 116 La forma ataráxica de demencia primaria fue el nombre con el que Francisco de Veyga llamó a los “atorrantes”, (de atorrar, sinónimo de no tener trabajo, es decir, no tener que robar en el argot de los ladrones) estimándolos una variedad de vagancia vulgar en sujetos cuya vida afectiva estaba abolida y vivían sumidos en un estado de profunda apatía y miseria. Reconocibles por la mirada atenta del médico – criminólogo por su forma de vestir “harapienta” a través de la que ostentan, según de Veyga, no se sabe bien, abandono, intención o locura: “a veces hay que reír de ellos, tan rara es su figura. El cabello y la barba, crecidas hasta el largo que puedan dar y destilando crasitud; en la cabeza, un sombrero que ha conservado apenas la forma y el color originarios, y que, en general, como muchas de las prendas de ropa que en ellos se observan, desdicen, por el fin a que están destinadas, de la situación actual del sujeto. He aquí su aspecto exterior. Cuando se les aborda, donde quiera que se les encuentre, sea para ofrecerles limosna, apenas se dignan de fijar la mirada en el interlocutor. Conversar con ellos es imposible; aún en la policía, cuando se les detiene, se muestran mudos é impasibles ante el interrogatorio. (…) Se puede (…) descubrir en ellos, mediante la misma paciente observación de hace un rato, un estado del alma que impone más admiración que lástima, y que explica todo el misterio de esa figura llena de contrastes, es decir, satisfecha pero esclava de su miseria, anómala, retraída, pero conservando su espíritu lógico; que explica, en fin, esa vida de anacoreta que no tiene una justificación plausible en una ciudad como Buenos Aires, en donde aún los más desgraciados de

116

De Veyga, Fransisco, “Demencias Primarias…” op cit, pp. 96 - 97

36 estos sujetos gozan de mayores recursos que la inmensa mayoría de sus congéneres en cualquier otra parte. Dicho estado del alma se caracteriza por una imposibilidad absoluta, insensibilidad, diría mejor, tanto para el dolor físico como para el sufrimiento moral. El hambre, la sed, el frío, el calor son para ellos términos ya olvidados porque ha cesado de experimentar la reacción cenestésica que acompaña a dichos hechos, saben muy bien que significan pero no las pueden sentir ellos mismos. Son unos verdaderos estoicos que han llegado al término ideal de la apatía.” 117

Los llamados “atorrantes” fueron descriptos como diferentes del “tipo mendigo” que vivían exclusivamente de la limosna, convirtiendo la conducta en un oficio, en tanto estrategia de supervivencia. Medio de vida que aparecía como más lucrativo y provechoso que otra profesión. Uno de los correlatos del perfeccionamiento de hábitos de mendicidad y holgazanería era el embotamiento del “sentido moral”. Otra variante de la vagancia como anomalía de la conducta apareció en 1911 en Archivos por Consiglio, médico militar, que los definió como seres “anormales y socialmente segregados”, diagnosticando a esta muchedumbre como “psicoasténicos”. La gran masa de los vagabundos no eran psicópatas, individuos “tan anormales”, sino que más bien estaban marcados por una incompletud y falta de energías nerviosas y potencialidad psíquica. Estos los hacía, desde un discurso médico – higienista, menos activos y disciplinados para adaptarse a las condiciones de existencia colectiva. La vagancia, llevada al nivel de anomalía del carácter por Consiglio era considerada como adquirida por condiciones de existencia en la “miseria física y moral”, mal ambiente familiar, vicios precoces, alcoholismo, sífilis, pero también por coeficientes económicos de otra escala ligados a los efectos que sobre la personalidad, ocasionaban las crisis industriales, económicas y las transiciones sociales. Estos cambios serían los que determinarían las mayores o menores oscilaciones en el grupo, porque los períodos de crisis o de post – guerra, facilitaban la “debacle moral” de gente “tímida” poco acostumbrada a la lucha por la vida. “El tipo puro y genuino del vagabundo desde el punto de vista psicológico, es el individuo que, por defecto espiritual, por anomalía del temperamento congénito ó mejor adquirido de la pésima educación familiar, tiene miedo y horror del trabajo, es refractario a las ocupaciones metódicas, no tiene fuerza volitiva suficiente que le haga insistir sobre un propósito, y nunca en un continuo hábito de trabajo.” 118

117

De Veyga, Fransisco, “Demencias Primarias…” op cit, pp. 107 - 108 Consiglio P. “Los vagabundos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año X, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910, p. 448

118

37 El concepto también se utilizó dentro de la revista para referirse a individuos que rechazaban las condiciones del mercado de trabajo capitalista. Y, por otro lado, como un antecedente del gaucho, que encarnaba la rebeldía a las normas del mercado y el modelo político conservador. En cuanto al primero Montero Belisario, que abordara la cuestión en la revista (cónsul argentino en Bélgica) se refería a que los vagabundos eran enfermos atacados por el mal psíquico de la pereza respecto de los cuales la ley debía intervenir debido a que al rechazar la “ley natural del trabajo” constituían un verdadero foco de “infección moral” para el resto de los individuos que entraban en contacto con ellos. “Para muchos de estos vagos el trabajo es un suplicio. Faltándoles un fin, un objeto en la vida, á causa de la ausencia de principios, no aspiran sino á (sic) las satisfacciones funestas que les procuran el alcohol ó el libertinaje, y no conocen las alegrías íntimas de la labor realizada, del pan valientemente ganado, de la familia organizada.” 119 Desde su discurso Belisario proponía el establecimiento de asilos en los que se los obligara a trabajar dentro de un sistema disciplinado. Había elaborado una taxonomía de los “temperamentos perezosos” tomando como punto de partida los estudios del Doctor Borck, Jefe de Clínica en el Hospital San Juan de Bruselas en Bélgica: “Encuentran mil pretextos – me decía el director, - para alejarse de su tarea, pretextos de una ingenuidad infantil y análogos á los que emplean los alumnos que fastidian en las clases. Hé (sic) observado á (sic) algunos – proseguía – á (sic) los que intencionalmente había colocado durante el invierno en un trabajo al aire libre, para ver si el frío les hacía trabajar (hachear leña, abrir la tierra, etc.). Y bien, desde que el vigilante no les observaba, dejaban el hacha ó la azada, y quedaban temblando de frío. Estos perezosos son generalmente de buen carácter, sin amor propio, sin iniciativa, sonrientes a toda observación, á (sic) todo regaño.” 120 Los había dividido en: toqués, gavroches, déclassés y simulaters. Los primeros eran descriptos por Belisario como seres dulces, que aunque no retroceden ante ningún trabajo, lo hacen de manera lamentable. Tratados como “bestias de carga” se convertían en el hazmerreír de sus compañeros. Los “gavroches” eran calificados como los que reunían las cualidades de los pilluelos de las grandes ciudades y se divertían de las pequeñas miserias del resto. Los déclasses, por su parte, se ubicaban dentro de aquellos que habían decaído de mejor posición social, a otra peor. “Tenemos actualmente uno, que cuando llegó á la Colonia se rehusaba á cambiar la levita andrajosa por una blusa nueva, porque este traje de trabajador no convenía á (sic) su nacimiento elevado.” 121

119

Montero Belisario “La regeneración de los mendigos y vagabundos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 649 120 Montero Belisario “La regeneración de los mendigos y vagabundos…”op cit, p. 651 121 Montero Belisario “La regeneración de los mendigos y vagabundos…”op cit, p. 651

38 Los simulateurs pertenecían a la subcategoría de “perezosos pícaros”. “Como la Colonia envía al Hospital a los verdaderos enfermos, el simulador aparece lleno de dolores desde el momento en que se enuncia un género de trabajo que no le gusta. Se queda en la cama, y se queja de males desmentidos por el buen aspecto de su cara. Cuando el médico le señala como simulador la Dirección no emplea la violencia. Lo dejan acostado y disminuyen su ración á (sic) la mitad ó a la tercera parte, tratando de persuadirlo de que está mucho más enfermo de lo que se imagina. Este remedio, así como la oscuridad relativa de la enfermería, es soberano.”122Presentados, entonces, como aquellos que fingían enfermedades para no realizar actividades al aire libre, y, a través de diversas estrategias, como ubicarlos cerca de los comedores del resto de sus compañeros o disminuyéndoles las raciones de alimentos, lograban la “repentina” curación. También se empleaba el hielo durante largas horas sobre la parte del cuerpo que el “simulador” señalaba como afectada, para provocar el eventual arrepentimiento. “Al simulador que se quejaba de la pierna, cada vez que había que salir al campo, y que picaba el sol, el médico le hizo poner compresas frías – 12 horas por 12 días. A la segunda aplicación el hombre estaba curado, y pretendía que el sol de verano era más favorable a su enfermedad que el agua fría.” 123 Respecto a la vinculación del gaucho con el vago, que forma parte de la historización del concepto, podemos partir de que Eusebio Gómez (Comisario de Investigaciones de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires) en su libro La mala vida en Buenos Aires había establecido que el gaucho era la figura antecesora del vago “urbano”. Inspirado en el artículo de Zuccarrini “La formación natural del gaucho” publicado en Archivos, había retomado la conceptualización del mismo como el representante del “margen de la ley”, el expulsado de la civilización española. Representaba al rebelde, al que no trabajaba porque el “alimento y el vestido lo encontraba preparado en su casa, uno y otro se lo proporcionaban sus ganados, si es propietario; la casa del patrón ó del pariente si nada posee.” Al mismo tiempo que este termino era retomado de la etimología de Paul Groussac respecto de que el vago “pertenece a la lengua incásica y corre aún en nuestros dialectos: significa huérfano, abandonado, errante, con un sentido algo denigrante: se aplica sobre todo a los animales criados lejos de la madre”. 124 La actitud vagabunda se construyó, en el marco de este discurso experto, como producto de los efectos en el cuerpo de condiciones de vida precarias, necesidades sufridas, decaimiento de los órganos, debilitamiento de la mente, traducidos en un aspecto exterior lastimoso. Es decir, que

122

Montero Belisario “La regeneración de los mendigos y vagabundos…”op cit, p. 652 Montero Belisario “La regeneración de los mendigos y vagabundos…”op cit, p. 652 124 Zuccarini “La formación natural del gaucho” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910 123

39 fueron conductas patologizadas y al mismo tiempo con fines de exclusión respecto de aquellos que desarrollaban su existencia al margen de las reglas de los intercambios económicos del capitalismo. Aparte de remitir a estrategias de supervivencia paralelas a las ofrecidas por el mercado de trabajo liberal, se presentaron como líneas de fuga que era necesario obturar para defender el desarrollo de una economía capitalista de mercado. Esta figura de la clínica social psicológica, se constituyó en el paso previo al ingreso en la delincuencia contra la propiedad, simbolizado, en gran parte, a través de la figura del lunfardo. 1.d) Lunfardos en Archivos Los “lunfardos” fueron otra de las construcciones discursivas de la práctica clínica del SOA. Francisco de Veyga, se encargó de taxonomizarlos en el marco de esta dependencia y aparecieron dos grandes clasificaciones en torno a ellos, una en 1903, cuando recién se había fundado el Servicio y otra en 1910. Sobre esta última nos detendremos ya que implicó una condensación de la producción del trabajo clínico, que resultó en una potenciación de su figura y caracteres singulares. La construcción de Francisco de Veyga se cruzó con otras explicaciones: “A diferencia de las caracterizaciones de De Veyga, los ladrones de Fray Mocho

125

(…), no eran fácilmente

discriminables por sus características físicas o los antecedentes patológicos de sus antepasados. Pasaban por ciudadanos distinguidos, y es aquí donde reaparece la preocupación por las artes de la simulación en la gran ciudad. Era necesario, expandir el conocimiento sociológico, tecnológico y lingüístico de sus tretas.” 126 El eje del abordaje de la literatura costumbrista pasaba por el aspecto social del fenómeno de los lunfardos, tanto en el trabajo de descripción de los lugares por donde transitaban, como respecto de la elaboración de diálogos que aludían a cuestiones sociales y políticas en los que se “criticaban vicios o establec(cían) los rasgos de lo que sería un comportamiento ideal. Motivos preponderantes en dichas charlas (fueron) el afán acomodaticio y de falsa figuración o, peor aún, la cínica argumentación del que quiere medrar sin fijarse en el medio elegido." 127

125

“La segunda parte de Memorias de un vigilante (escrita por Fray Mocho) se titula "Mundo Lunfardo" y en ella se incorpora el tema de la delincuencia, de los vagabundos y de los atorrantes para narrar pequeñas historias de vida cuya finalidad es didáctica y moral: se trata de un funcionario del orden público que defiende el orden social a través de la exhibición de los peligros de la vida moderna. Alvárez presenta una tipología de la delincuencia urbana construyendo, al mismo tiempo, una sociología de la delincuencia al adjudicarle a cada tipo de delincuente una categoría social. Esta tipología pone en escena cierta confianza en la posibilidad de registrar y de caracterizar a cada uno de los tipos, pues considera que cada uno de ellos tiene una fisonomía especial, con costumbres y modos distintivos de ejecutar un trabajo. Esta confianza en la clasificación convierte a estos sectores en menos peligrosos, pues cualquier lector avisado estaría en condiciones de identificarlos y tomar sus precauciones."Saítta Silvia "Pasiones privadas, violencias públicas" en S. Gayol y G. Kessler (Comp), Violencias, delitos y justicias en la Argentina, Bs. As, Manantial-Universidad Nacional de General Sarmiento, 2002, p. 66 126 Caimari, Lila Apenas un delincuente, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 178 127 Fray Mocho, Félix Lima y otros, Los Costumbristas del 900, op cit, p.4

40 A diferencia de la lectura de Fray Mocho (Los Costumbristas del 900), para De Veyga la especificidad de los ataques contra la propiedad no radicaban en los hechos en sí mismos, sino en la singularidad de los agentes que los cometían, cuyo aspecto los traducía. “La clasificación de los delitos contra la propiedad debe basarse sobre la clasificación previa de sus agentes; y el conocimiento de estos agentes, lo da la clínica especial de la materia. Sin el conocimiento acabado de la clínica es imposible emprender ninguna obra de aliento en materia criminológica. Y creo haberlo probado definitivamente en mis cursos de criminología (relataba De Veyga) profesados en el Depósito de Contraventores de la Policía, en donde como es sabido, profeso desde hace más de diez años la enseñanza práctica de estas cuestiones y de donde he sacado, lo mismo que Ingenieros, allí instalado conmigo, todo el material de mis estudios criminológicos”128 La descripción del cuerpo de los lunfardos y sus caracteres singulares fue fruto de un minucioso y detallado trabajo de observación en el marco una práctica clínica. Práctica clínica de aguzamiento del ojo en torno de los cuerpos de los examinados. Según los médicos - policías su aspecto ofrecía una serie de estigmas, reconocibles algunos a simple vista como la cara juvenil y lampiña, sus formas “gráciles” como las de un adolescente y sus ademanes vivos y rápidos. A su falta de madurez orgánica se sumaba, que era “móvil e inestable”. Su indumentaria era descripta como de una sencillez inverosímil, “en cuanto se descuida el infeliz se encuentra desnudo.” 129Mal vestidos, casi andrajosos, se confundían con los mendigos y los vagabundos. La identificación de estos signos tuvieron un fin preciso dentro de un archipiélago institucional médico - policial que excedía el SOA, de facilitar el reconocimiento del aspecto exterior de quienes eran detenidos por la policía o tenían antecedentes, para el que ya se habían puesto en marcha diversas técnicas, como dijéramos al comienzo de este capítulo, tanto a través de la Galería de Ladrones, como de la identificación fotográfica y dactiloscópica. Como prototipo de los ilegalismos de bienes en espacios urbanos ¿qué representaba en esta coyuntura y discurso el lunfardo? Personificaba uno de los principales factores aglutinantes de los “bajos fondos sociales”. Por ese entonces, la multitud urbana apareció como un fondo común sobre el que se gestaban conductas criminales e inmorales. Surgió representada de esta forma en críticas de tipo literarias como la que Ingenieros dedicará al famoso texto "La vida del delito y la prostitución" escrita por quien fuera médico del SOA, Fransisco Sicardi: “La multitud se mueve en

128

De Veyga Francisco “Los lunfardos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año II, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903, p.105 129 De Veyga Francisco “Los lunfardos” op. cit, p 108

41 el escenario de la inundación. Es originalmente sorda y silenciosa. Es la masa inerte indefinida, sobre la que actúan los sugestionadores.” 130 Aunque se lo caracterizó desde la revista como un confuso montón de elementos reunidos por el vicio, el delito y la “miseria” en el declive de la sociedad, era al mismo tiempo estimado un lugar “inofensivo”, inerte y sujeto a la intervención de individuos que a fuerza de sugestión tenían la capacidad para “minarlo”. Uno de los factores con capacidad para activar esta masa lo constituyó el “lunfardo”, que asumirá un rol capital dentro de su dinámica. Fue calificado como el “fermentador” de la masa inerte, el contaminador y elemento de criminalidad activa que operaba sugestionando a sus integrantes hacia el delito y la vida de “crápula”. Apareció descripto convenciendo a los integrantes de los "bajos fondos" de participar en empresas delictivas, alejándolos de la "vida honesta" del trabajo asalariado. Era además estimado usufructuario de los servicios que prestaban los llamados por De Veyga "Auxiliares del vicio y el delito"131 que le facilitaban, entre otras cuestiones, el acceso al juego en el caso del empresario de casas sport, de stud y brokmaker. También al alcohol en el caso de los "despachantes de bebidas" fabricantes y destiladores de licores, pulperos y dueños de cafés – concierto. Era en los garitos de bebidas donde se consideró se complementaba un proceso de “relajación de las costumbres” y se preparaba la prostitución. También aparecieron auxiliares que estimulaban los estímulos carnales, dentro de los que De Veyga incluyó al proxeneta en diversas variedades: caften, empresario de prostíbulo, propietario de casas de cita, y, por otro lado, al procurador. De Veyga elaboró una clasificación de ellos según cuál fuera el vicio o delito que estimularan pero los deslindó de la criminalidad activa del lunfardo al etiquetarlos como "industriales de dudosa moralidad" que, aunque vivían al margen de la ley, tenían la suficiente argucia para mantenerse dentro de la legalidad y de una criminalidad "pasiva". Los lunfardos también fueron vinculados con los que José Ramos Mejía llamó "trabajadores de la muerte" a partir de un trabajo de tono literario "La fauna de la miseria" que apareció en Archivos en 1904. Así los presentaba: "En la lucha por la vida y por la afirmación de la responsabilidad existen géneros menores formados por individuos que, sin ser verdaderamente saprófitos sociales, fluctúan entre la actividad semi - honesta y el parasitismo inerte y degradante: pequeñas personalidades aprovechadas de los desperdicios y revestidas de cierta humildad especulativa que las defiende. El silencio de su ambiente les permite circular con provecho fuera de la zona peligrosa del fuego y hasta el horizonte visual de la ley (la negrita es nuestra), la que logran atravesar simulando y 130

Ingenieros, José “La psicopatología en el arte. Agitadores y multitudes en “Hacia la Justicia”, en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año II, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903, p. 34 131 De Veyga, Fransisco “Los auxiliares del vicio y el delito” op.cit

42 disimulando según las circunstancias y el momento. Los más chicos pasan por el lado de la policía y de la justicia sin ser sentidos, sin despertar siquiera levemente la sensibilidad de sus antenas escrutadoras (...)"132 Señaló Ramos Mejía que la particularidad de estos personajes era su capacidad para "infiltrarse a través de la ley", ya que había que aguzar la mirada para reconocer el minúsculo trabajo que llevaban a cabo "minando" los "bajos fondos". De la misma forma que los lunfardos, en los "trabajadores de la muerte" su actividad apareció orientada hacia la pequeña y "subterránea delincuencia" que era ejecutada en "dosis infinitesimales" pero que a la vez tenían importantes efectos a nivel simbólico: "microscópicos por sus formas y volumen personal, pero inmensos, no sólo por su número, cuanto por el procedimiento de trabajo asociado y constante. Estos trabajadores de la muerte merodean en hospitales y cementerios: la enfermedad, debilidad y la muerte son su medio de trabajo (…) Cuando se apagan las alegres músicas y enmudecen los juglares, entran todos ellos á (sic) desplegar con perseverante artificio la sagaz industria de su empleo: el prestamista usurero, el médico gitano, toda una rara dinastía con disfraces simuladores, para quienes la desvergüenza se hace caballería como se dice en el Burlador de Sevilla; el ropavejero y el obligado final de la epopeya: el ave negra que espía en la chimenea de la vecindad la consumación de la obra para echarse sobre la testamentaria y extraerle la pepita de oro por él descubierta."

133

Al igual que los lunfardos la simulación se constituía en una de las

estrategias que utilizaban. Respecto de los lunfardos se hizo especial incapíe en el discurso de Archivos en el estudio psicológico de su conducta. En particular se pueden distinguir dos rasgos específicos en la clasificación elaborada por De Veyga en 1910, fruto de un agrupamiento de historias clínicas de 8 años de trabajo en el SOA: -Por un lado, apareció como refractario a toda disciplina. Esto implicaba que surgiera como incapaz para la "vida social" y aún relacional porque el lunfardo "no conocía el afecto, ni aún siquiera la amistad, siendo según el diagnóstico de Fransisco de Veyga "extraños" hasta a las más elementales reglas de trato social entre ellos mismos. “Terminada una empresa delictuosa, el primer acto que ejecutan es el robarse o traicionarse entre sí." 134Esto se unía a la inaptitud para llevar adelante un trabajo reflexivo que servía para explicar la vida el lunfardo bajo la forma de una carrera hacia el delito: "Por incapacidad reflexiva se alza de la escuela primero y del hogar despúes; por esa incapacidad

132

se

hace

sucesivamente

vagabundo,

Ramos Mejía, José María “Los trabajadores…” op.cit, p. 385 Ramos Mejía, José María “Los trabajadores…” op.cit, p. 389 134 De Veyga Fransisco 1910 “Los lunfardos…” op.cit, p. 517 133

delincuente

ocasional

y

delincuente

43 profesional."135 Signos que eran expresión de la falta de constancia para mantenerse en una “labor honesta”, es decir sujetarse a un régimen disciplinarizado de trabajo. -Por otro lado, el lunfardo fue caracterizado como un "niño grande" en el que aparecían signos de infantilismo en su carácter y una ausencia de "sentido moral". "Por el conjunto de rasgos físicos y mentales que ofrece, puede sin mayor esfuerzo referirse á (sic) esa variedad de arrieración que se llama infantilismo. En tal concepto el lunfardo es un débil de espíritu, en el sentido clínico de la palabra, con todos los estigmas que caracterizan a dicho estado. Se sabe que el débil de espíritu es un degenerado inferior, de mentalidad limitada é (sic) inestable, colocado apenas un grado encima de la imbecilidad, y el lunfardo no tiene más diferencia que le distinga de áquel que la de poseer la tendencia al robo en estas formas elementales en que la ejerce, quitándole esa tendencia es simplemente degenerado subalterno en su más acabada expresión." 136 La singularidad de su perfil en estos discursos se apoyó en reunir una serie de características que eran difíciles de encontrar todas juntas en otros personajes del "bajo fondo social": El lunfardo era un ex vagabundo, un astuto aunque limitado simulador, un pederasta activo, que mantenía vínculos con invertidos sexuales y prostitutas, la “mina” según ellos que se constituyó en su compañera al mismo tiempo que cómplice. Con el mismo criterio Ramos Mejía señaló la especificidad de los "trabajadores de la muerte", que en algunos casos, eran quienes llevaban adelante pequeños ilegalismos de bienes. En su caso establecía, tomando como punto de partida que la salud física como "moral" era determinada, entre otras cuestiones, en función de la adecuada circulación y distribución de los de flujos al nivel de los cuerpos. En el caso de estos "trabajadores" se unían en ellos, a veces, dos egoísmos de nutrición: "Notad que el usurero es un perseguidor amoroso (cualquiera su edad) y en las estafas y aventuras en que se ve complicado actúa casi siempre la mujer, siendo el agente amorce una pasión barata o torcida en el que el fuerte interés sacado es excesivo con relación al capital explotado (….) Para mejorar el éxito de sus trabajos, una discreta combinación de los tipos y apetitos de mayor fuerza adquisitiva, le confieren trascendencia grandiosa en la expansión social, duplicando su personalidad; resultante bizarra del hombre de tipo económico y del invertido sexual. Raro parecerá el consorcio, pero es así, sin embargo."137 Por otro lado, De Veyga en su clasificación de laboratorio planteaba una diferenciación las modalidades de ilegalismos de bienes de acuerdo a una etiología delictiva: la causa se explicaba a partir del objeto que se fuera a robar, pero también por los ardides que se emplearan para llevarlo

135

De Veyga Fransisco 1910 “Los lunfardos…” op.cit, p. 517 De Veyga Fransisco 1910 “Los lunfardos…” op.cit, p. 516 137 Ramos Mejía, José Maria “Los trabajadores…” op.cit, p. 389 136

44 adelante.La forma general del lunfardo fue el pickpocket, que en el ámbito local se denominó “punguista” y estafador ordinario o cuentero del tío. El “cuento del tío” presentó multiplicidad de variantes de ejecución dentro del espacio urbano. En su forma general implicaba un engaño a una persona al pedirle que diligenciara una suma de dinero que podía estar destinada a los más diversos fines (un hijo extra – matrimonial por ejemplo) tentándola a quedarse con la suma. A cambio, las dos personas que le realizaban el pedido a la victima (otario) le pedían una garantía en dinero, que según De Veyga era brindada en el 99% de los casos a cambio del “balurdo”, maletín entregado. Al abrirlo, ya lejos de los simuladores, los estafados descubrían que era un paquete lleno de papeles. Según De Veyga “quien lea un día la sección policial de nuestra prensa podrá apreciar la abundancia de esta forma de delito y aún muchas veces el mecanismo que preside a su ejecución, pues es un placer para muchos cronistas el describir en ciertos casos los detalles del hecho, sobre todo cuando hay alguna variante o algún tipo novedoso que presentar. Desgraciadamente, de esas narraciones no se desprende por lo común la intención real que encierra este delito, inclinando el reporter, por natural de buena fe, a considerar más bien esta clase de actos como estafas vulgares, perpetradas sobre pobres de espíritu, dignos por lo tanto de esa piedad burlesca con que mide a todo ser de rango inferior, que reconocer en ellos lo que verdaderamente significan, esto es, una incitación al robo hecho con disimulo y de la cual resulta estafado el mismo que se presta a realizarla. No hay víctima que compadecer aquí; porque el burlado no es ni remotamente el desgraciado inocente que se pinta, sino un bribón, inexperto si se quiere, pero decidido a cometer un acto de trascendencia igual o mayor de la del que sus victimarios han operado sobre él.” 138 Inversión que establecía en la asignación de responsabilidades, por la que el burlado se convertía en quien pretendía engañar, a su vez, a los “simuladores”. Esto explicaba que cuando el "otario" se acercaba a realizar la denuncia a la policía, aparecía registrado desde los agentes policiales, que en algunos casos se retractaban al "caer” en cuenta de la “inmoral” ambición de haber aceptado el balurdo. Dentro de las formas que asumió la estafa, De Veyga relató la que tenía lugar en casinos: “El juego sirve de motivo, en los sitios donde se practica públicamente, casinos de baños de mar especialmente, a otro género de estafas en que el aliciente de la trampa entra a desempeñar el papel de factor determinante. Aquí es un croupier en receso ó un “socio” del que está en ejercicio de su puesto, el que viene a ofrecer a un jugador venal el medio de arreglar una vuelta para hacer salir a tales o cuales números del juego en detrimento de la casa o de los demás jugadores. La 138

De Veyga Francisco “La simulación del delito” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año II, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1906, p. 175

45 víctima acepta el trato y entrega una suma convenida en gaje, que se juega en común por lo general, pero sin que el jugador vea como se opera, cuando no sucede que el proponente desaparece con ella sin mayor inconveniente.” 139 Otra modalidad de estafa descripta en el marco de esta práctica clínica fue el “contrabando simulado” que “hace víctimas por cientos entre gente que tiene la manía de lo barato. En Buenos Aires, como en todas partes, comprar algo que tenga reclamo por haber pasado por la Aduana sin pagar derechos ó que haya sido introducido fuera de esa vía, es un negocio que llena a muchos de placer, aún cuando resulte haberse dado por el artículo más de lo que vale. Un baratillero de esta ciudad, que tenía su comercio en un corralón inmundo de las afueras, hizo fama y fortuna con esta especulación. Damas de distinción se disputaban el honor de ser clientes de este mercader perspicaz y aún ser maltratadas por él.” 140 Los que fueron llamados “punguistas” podían ser a la vez especialistas en el robo de: relojes, carteras de bolsillo, portamonedas y alfileres de corbata. Según la experiencia clínica de De Veyga, el que sabía “escamotear” bien un objeto rara vez se metía con otro. Dentro del rubro otras especialidades De Veyga ubicó a: 1- Ladrón de arrebato: especie de pickpocket violento que “arrebata en vez de escamotear”. 2- Ladrón de madrugada: ratero de hoteles y posadas en horas de mayor silencio. Rossi141, comisario de la Ciudad de Buenos Aires, publicó en Archivos un informe sobre las estrategias que empleaban dueños de hoteles o posadas para robar a los turistas. Llevarlos a un lugar alejado y no indicarles cómo volver, estafarlos en los precios de las excursiones, eran formas de desvalijarlos, generando previamente un vínculo de confianza. La dificultad para reconocer este tipo de delincuencia realizado a partir de algún tipo de habilidad o destreza “refinada” exigía, para Rossi, el ajuste de técnicas de persecución.3- Ladrón de descuido: que procedía aprovechando distracciones 4- Campana: ayudante del escruchante como principal función, 5- Burrero: “saqueador” de los cajones de mostrador en el pequeño negocio. Una clasificación de este estilo fue propuesta por ese tiempo por José Rossi, que planeaba en Archivos la creación de una Comisaría que tendría a su cargo formar grupos de especialistas para prevenir o reprimir cada forma especial de criminalidad (distinguidos según él en escruchadores – punguistas – burristas – narcotizadores – madrugadores – biabistas – espiantadores – mecheras).

139

De Veyga Francisco “La simulación del delito…op cit, p. 177 De Veyga Francisco “La simulación del delito…op cit, p. 178 141 José Rossi, “Profesiones Peligrosas” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910 140

46 Por otra parte, los “apaches” que refiere Juan de la Campa 142, cumplieron la misma función que Francisco de Veyga les asignara a los “lunfardos” como elementos perturbadores de los “bajos fondos sociales”. Variante de los lunfardos “el apache” francés, reunía en su figura cualidades de un canfinflero – vagabundo y asesino. De la Campa los representaba saliendo de su pueblo a la gran ciudad (en Francia) donde se pervertían con sus vicios y aprendían la “vida fácil” del vagabundaje hacia la delincuencia. Los representaba llegando al país” en barcos transatlánticos mezclados con inmigrantes honestos y sintiéndose “extraños” o “exóticos” respecto de los demás inmigrantes que venían a trabajar. Su vida en Buenos Aires aparecía marcada por la búsqueda de una mujer que los mantuviera, de esas que “vagan por la ciudad desde el atardecer vestidas en llamativas sedas y que vendían su cuerpo por necesidad, disminuyendo en su pedido de dinero a medida que pasan las horas”. El “apache” asumía el rol de vigilarla para que nunca se “entregara por amor”, sino sólo por dinero. Con lo que ella ganaba, él se aseguraba sus vicios y podía pasar el tiempo entre copas y bares urbanos, de forma que en su accionar se asemeja con un “canfinflero”. Se diferenciaba del lunfardo porque éste aparecía más que como explotador, como un compañero o cómplice de la prostituta. Tanto quienes fueron catalogados como lunfardos y como apaches, se convirtieron en uno de los focos principales sobre los que se concentraron las medidas de vigilancia y represión policial. Los agentes policiales eran, desde el discurso médico descriptos en términos de “enemigos” de los lunfardos. En principio, por el ejercicio de ciertas potestades punitivas respecto de ellos, como el secuestro arbitrario, la violencia ejercida en sus cuerpos mientras estaban detenidos o en la vía pública cuando se llevaba a cabo el arresto. Y, por otro lado, porque una de las tareas del lunfardo era “escapar” de esta represión policial. Francisco de Veyga relató: “Siendo el lunfardo un delincuente incorregible, debe procederse con ellos en forma diferente de la que hasta ahora la autoridad judicial ejerce contra esta clase de sujetos. La policía no tiene recursos legales para proceder contra ellos; los tiene (…) inscriptos en su registro, fotografiados y prontuariados (…), conociéndolos los persigue en los parajes públicos donde ellos actúan, usando los medios represivos que son completamente arbitrarios; al efecto, donde quiera que los encuentra los arresta, inculpándoles cualquier contravención vulgar: ebriedad, escándalo, porte de armas, y bajo este pretexto, puramente disimulado, los mantiene en el Depósito de Contraventores durante el tiempo que prescriben los reglamentos policiales.” 143

142

De la Campa Juan, "Los exóticos del crimen” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Medicina legal, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913 143 De Veyga Francisco “Los lunfardos..” op. cit, p.526

47 Desde el discurso de Archivos operó una consideración ambivalente: si bien para los médicos – policías eran calificados como “degenerados”, seres catalogados como limitados en su pensamiento y obrar y “fácilmente” apresables en razón de estas mismas limitaciones. (Por ejemplo: el automatismo de su accionar y las imitaciones “serviles” que llevaban a cabo). Al mismo tiempo, aparece como una figura que, aunque “atrapado” es de difícil prueba su delito y esto tiene como principal efecto que su detención es de corto lapso. De allí que la “colonia lunfarda” fue toda una serie de individuos que circulaban por las comisarías, la mayoría con más de un entrada y antecedente en su haber. Ahora bien, ¿qué propuestas de intervención surgieron desde Archivos respecto de los los responsables de pequeños ilegalismos de bienes? Aparecieron organizadas en torno de dos tecnologías preventivas propias de la psiquiatría clásica, siguiendo a Robert Castell: Por un lado, el encierro, solución que apareció en Archivos respecto de los lunfardos. Con el fin de neutralizar, "por adelanto a un individuo supuestamente peligroso", "a partir de una señal de alarma que consiste en la percepción de un síntoma patológico en el entorno, el enfermo es autoritariamente trasplantado a un medio nuevo (...) en el que se verá impedido a desarrollar la amenaza de la que es portador." 144 De Veyga expresaba en 1910 respecto de los lunfardos “Mi opinión es que de estos individuos, dada su falta absoluta de disciplinamiento y de apego al trabajo, poca cosa se podría obtener; sin contar que su notoria invalidez mental, los oficios ó funciones á (sic) se les pudiera dedicar, serían muy reducidos á (sic) la par que de muy reducido aprovechamiento. Pero de todos modos, la reclusión perpetua, previa declaración de la incapacidad civil, es la única solución legal y eficaz del problema profiláctico que he sentado.” 145 Es decir, reclusión y al mismo tiempo interdicción en términos legales, colocándolo en una situación de sumisión extrema. Refiriéndose a los apaches De la Campa establecía: "Entendemos que las futuras leyes a dictarse con este objeto deben inspirarse, sobre todo, en un estudio hondo y prolijo de la psicología de esta clase de delincuentes, para que las penalidades y su reglamentación respondan prácticamente a la finalidad perseguida. Estos delincuentes son apasionados de la libertad; la perspectiva de un encierro prolongado es para ellos un suplicio horrible. La pena debe ser severa en cuanto al tiempo y más severa todavía en lo que se refiere a la forma y sitio en que haya de cumplirse." 146 Mediante el encierro es que se podría evitar que se desenvolviera una “amenaza” o peligro que el individuo portaba en sí y que el ojo clínico del médico podía percibir a partir del síntoma

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Castel, Robert "De la peligrosidad al riesgo" en Materiales de Sociología Crítica,, p. 222 De Veyga Francisco “Los lunfardos..” op. cit, p.530 146 De la Campa Juan, "Los exóticos del crimen…”op cit, p.112 145

48 patológico. La peligrosidad apareció como una noción, siguiendo a Castell, "polivalente" con causas insondables y manifestaciones imprevisibles, englobadora de toda una patología proteiforme de la voluntad y el instinto. -Por otro lado, aparecieron políticas eugenésicas y la esterilización como medida profiláctica. En este caso se trataba de evitar que se transmitiera la amenaza de la que un individuo era portador a su descendencia. Sobre esta tecnología preventiva aparecieron en Archivos varios artículos, entre ellos “Necesidad y medios de impedir la reproducción de los degenerados” de Angelo Zuccarelli de Napoles y “Defensa de la raza por la castración de los degenerados. Las ideas prácticas de Zuccarelli”, Solari, Benjamín T (ambos de 1902). Respecto del tema de los apaches se publicó una reseña titulada "La castración de los apaches" de un artículo de la revista francesa Chronique Medicale del Doctor Viaud en el que se establecía, "el apache si siembra la vida, siembra la muerte; los menos aptos son lo que procrean. No es la cantidad de nacimientos lo que ha de preocuparnos: no es la cultura intensiva del fruto humano lo que deseamos, sino más bien su calidad. Los apaches y su descendencia dañan a toda la clase obrera (...) Se impide la reproducción de los animales nocivos y nada hacemos contra los malhechores tarados física y moralmente."147 Se caracterizó a esta variedad de lunfardos como malas "semillas sociales", que llenaban los hospitales y cárceles y que una "higiene bien entendida debería hacer impotentes y estériles (...) Muerte parcial de un órgano, que pone a la sociedad al abrigo, en lo porvenir, es la verdadera higiene social (...) hasta ganarían en tranquilidad al ser desembarazados de unos órganos que le atormentan por modo morboso."148 De ambas propuestas de intervención surgió una tensión entre el desdoblamiento de objetivos para enderezar conductas entre, por un lado la punición y, por otro, la tutela.- ¿Que implicaban en el fondo estas vías de “intervención profilácticas”? Siguiendo a Castel149 era parte de un proceso de extensión de las prácticas psiquiátricas hacia nuevos papeles, transformado en este caso al psiquiatra en un consejero de responsables políticos. A lo que se agregaba su papel de confeccionador de taxonomías y clasificaciones ordenadores relativas a la marginalidad, la locura y el delito.

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Rodríguez, Mendez, "La castración de los apaches" Reseñas de Libros y Revistas en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Medicina legal, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910, p. 379 148 Rodríguez, Mendez, "La castración de los apaches..op.cit, p. 379 149 Castel, Robert "De la peligrosidad al…”op.cit, p. 228

49 Capítulo III

“La “mala vida”, Niños y mujeres en la revista Archivos de Psiquiatría,

Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines” (1902/ 1913) 1) Ciudad, marginalidad social y “mala vida” en el caso de los niños. Nuevas preocupaciones por cuestiones relativas al desorden en la ciudad surgieron en Buenos Aires a principios del siglo XX. Aparecieron discursos sobre este tema desde diversos ámbitos médicos, policiales y académicos, como fue el caso de la revista Archivos. En el espacio urbano la problemática de la niñez cobró importancia. En particular la atención estuvo puesta en aumento de los niños que transitaban por las calles, vendiendo diarios, lustrando botas, haciendo diferentes "changas", trabajos de venta ambulante o como protagonistas de pequeños ilegalismos150 de bienes o robos. Desde una perspectiva médico - higienista la calle apareció como un lugar que a la vez que fascinaba a los niños, por las distracciones que ofrecía (teatros, circos, cines, entre otros) se consideró, al mismo tiempo, un caldo de cultivo de una serie de conductas ligadas a la “mala vida”, como la vagancia, la mendicidad, la prostitución y como un lugar de entrada de los más pequeños a la vida del delito.151Ambiente estimado moralmente insalubre, como “foco de infección”, que contrastaba con el ideal tipo de una ciudad moral y físicamente higiénica. La niñez se transformó en un aspecto a controlar152desde diversidad de ámbitos, tanto médicos, educativos como jurídicos. Para contrarrestar los efectos nocivos que ofrecía el ambiente social urbano, desde discursos médicos y políticos, se dio importancia a la instauración de prácticas referidas a la educación de los niños. La revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, eminentemente médica, representó un reservorio de información sobre la cuestión de la niñez y su vinculación con la “mala vida”. Participaron como articulistas diversos profesionales con cargos en distintos niveles del sistema educativo. Desde José María Ramos Mejía, como Director del Consejo Nacional de Educación (desde 1888), Sixto Género, médico también en esta dependencia. También Leopoldo Lugones, como Inspector General de Enseñanza Media y Víctor Mercante director de la Escuela Normal de Mercedes y Rodolfo Senet de la Escuela Normal de Dolores. Además, aparecieron elaboraciones desde perspectivas jurídicas, como fue el caso de Néstor Solari, Defensor de Menores. También desde la policía a partir de los trabajos de Eusebio Gómez, (jefe de la Policía

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Entendemos por pequeños ilegalismos aquellas conductas tipificadas en el Código Penal dictado por el Estado. En este caso prestamos atención a los cometidos en relación a bienes en el espacio urbano, lo que incluye hurtos, robos y estafas, entre otros. 151 Huertas, Rafael “La medicalización de la delincuencia infantil en la España del primer tercio del siglo XX”, Ferla, Luis “El niño, el médico, el policía y el patrón. Infancia y determinismo biológico en el Brasil de entreguerras” Talak, Ana María “Eugenesia e higiene mental usos de la psicología en la Argentina 1900/ 1940) en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 152 Álvarez Uría, La Arqueología de la Escuela, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1994, Donzelot, Jacques La Policía de las Familias, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2005. Foucault, La vida de los hombres infames. Editorial Crayonte, Buenos Aires, 1996, Foucault, Michel “Política de la salud en el siglo XVIII” en Saber y Verdad, Editorial La Piqueta, España, 1983.

50 de Buenos Aires), penitenciarios (Armando Claros, director de la Penitenciaría Nacional en 1913). Además, surgieron otros artículos desde reformatorios, por ejemplo, Antonio Vidal, Director del Asilo de Menores Varones de Buenos Aires. Estas dependencias estatales pueden pensarse en términos de “laboratorios sociales”, desde donde se instauraron prácticas de observación, diagnóstico y terapéuticas y se produjeron una serie de discursos. Además, surgieron en Archivos una serie de reseñas y trabajos teóricos referidos a la niñez desde perspectivas criminológicas y psicológicas, así como médicas y sociológicas.153 Proliferaron discursos en torno a los niños que no se adaptaban a dispositivos como la escuela, el reformatorio, el taller o de aquellos que se ubicaban al margen de ellos, viviendo en la calle. Comportamientos cotidianos como jugar en la calle, o robar golosinas se volvieron uno de los objetos de acciones judiciales, exámenes clínicos atentos y elaboraciones teóricas a través de clasificaciones y categorías específicas. Se abrió una nueva jurisdicción tanto en la medicina, en la justicia penal y en la psiquiatría de los pequeños atentados, ultrajes menores, perversiones sin importancia que fueron cometidos por niños.154Estos comportamientos se transformaron en blanco de saber para los médicos y, especialmente psiquiatras, en el marco de la extensión de su disciplina desde el asilo hacia el espacio abierto de la “calle”. Siguiendo a Robert Castel155, la salida del médico a espacios abiertos tuvo dos implicancias fundamentales. En primer lugar, los médicos adquirieron una función política como agentes de control social y de un servicio público que ofrecía mientras recorría espacios donde se consideraba se engendraba el vicio y el delito. Estos espacios fueron identificados como los “bajos fondos” sociales, barrios marginales, garitos, clubs nocturnos y la calle en general, donde los médicos observaron a niños, así como a vagabundos, lunfardos y “auxiliares del vicio y el delito” (ver capítulo II). En segundo lugar, implicó que pusieran en marcha de estrategias de diagnóstico e intervención precoz sobre la conducta de los habitantes de la ciudad y, también de los niños, en particular, que plasmaron en estudios clínicos y en terapéuticas psicológicas y enseñanzas de hábitos laborales por ejemplo de grupos de niños. A partir de estas y otras estrategias se intentó evitar la conducta inmoral o peligrosa actuando en el terreno social en que ésta tenía lugar. Al contrario de la política segregativa de reclusión en espacios cerrados, que actuaba cuando el “mal”

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Aparecieron diversidad de artículos en Archivos, entre ellos cfr José Ingenieros “Una obra de psicología infantil” de 1908, Rodolfo Senet “Algunas consideraciones sobre la nyctofobia en los niños” 1904 (referido al miedo a la oscuridad de los niños, ligado por ese entonces al miedo por los “delincuentes”) y “Psicología del juego en los niños” en 1912. También el de Víctor Mercante “Los sentimientos estéticos del niño” en 1906 y “Educación de los niños retardados” en 1907. Además el de Sixto “La epilepsia infantil y el tratamiento metratrópico” en 1907 y el de Casas M. “Tribunal para menores” España Coruña en 1912. Vidal, Antonio, “La higiene escolar y la fisiopatología pedagógica en América” 154 Foucault, Michel Historia de la sexualidad. La voluntad del saber, editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, p. 33 155 Castel, Robert. El Orden Psiquiátrico. La edad de oro del Alienismo, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 2009, p. 57

51 ya estaba hecho, en este caso la utopía de asistencia era “capilar”156 y preventiva y la ciudad se convirtió en un gran laboratorio de observación de comportamientos. 1.a) Niñez peligrosa y “mala vida” desde el discurso de Archivos Desde ámbitos, médicos, jurídicos, policiales y penitenciarios, la intervención sobre la niñez fue planteada en términos de “defensa social”. Los niños “sueltos” en espacios urbanos y que llevaban a cabo actividades marginales, como la venta ambulante, fueron diagnosticados como peligrosos157 y punto de partida de una “mala vida”. Se consolidaron prácticas policiales de identificación ocular dentro del espacio urbano, sobre todo del niño como un potencial lunfardo,158 integrante de las filas de la “mala vida”. Si tenemos en cuenta que la “calle” se constituyó en uno de los escenarios privilegiados desde donde observar diversos aspectos de la “mala vida”, los niños que vendían diarios se estimó que estaban en contacto con lo que los convertiría de forma sucesiva en vagabundos y luego delincuentes. La calle se constituyó en un espacio que daba lugar a una sociabilidad de tipo “perniciosa.”159 La niñez considerada “peligrosa” formó parte de la “mala vida” y constituyó un punto de aplicación de técnicas correctivas y de pautas de comportamiento consideradas “saludables”. Según Francisco de Veyga, médico de la policía de la ciudad: “En todo menor vagabundo, hay, sea dicho de paso, un germen de lunfardo. Es perfectamente notorio que la casi totalidad de esos menores, son niños escapados del hogar que se lanzan á (sic) la vida errante, sosteniéndose con pequeñas comisiones que apenas le dan para comer; de allí pasan al delito, tomando parte en hechos más o menos graves, como auxiliares, como no se adelantan al futuro haciéndose asimismo delincuentes. Y entonces, ya sea por su vagabundaje ó (sic) ya sea por su complicidad en hechos delictuosos, este menor no tarda en ser aprehendido, procesado y condenado.”160Los policías se encargaron de vigilar las conductas de los niños que circulaban por las calles y de elaborar discursos que resaltaban su peligrosidad y cercanía al delito. Las vestimentas y modos de actuar de los niños fueron especialmente considerados por la policía al describirlos. Estar descalzos vendiendo diarios se convirtió en un signo de peligrosidad para el agente policial, así como vivir en un hogar humilde o no poder ir a la escuela. Policías como

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Esto implica “fijar el riesgo de desviación en su lugar de origen para evitar una derivación peligrosa para el orden público” en Castel, Robert. El Orden Psiquiátrico. La edad de oro del Alienismo, op cit,.p. 57 157 En España a principios de siglo se usó el término niño golfo para referirse a aquellos que vivían en condiciones sociales de existencia poco favorables y cuyas conductas fueron calificadas como degeneradas, Huertas, Rafael “La medicalización de la delincuencia infantil”, op. cit p. 382 158 Así fueron llamados epocalmente los individuos que cometían pequeños ilegalismos, sean robos, hurtos o estafas que tenían lugar en la vía pública. (ver capítulo II) 159 Ríos, César Julio y Talak Ana María “La niñez en los espacios urbanos (1890-1910)” en Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina plural 1870-1930. Devoto, Fernando y Madero Marta, Editorial Taurus, Buenos Aires, 1999, p. 147 160 De Veyga, Francisco “Los lunfardos” en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año IX 1910, p.4

52 Eusebio Gómez relataron este tipo de historias, “Cuando tuvo 6 años de edad salió a la calle, era indispensable que se ganara la vida. No podía ir a la escuela: allí no se admiten a los niños descalzos y harapientos y el salario del padre no le alcanzaba para costear lujos. Además, ¿para qué educarlos? Para vender periódicos en las esquinas, no se necesitaba saber nada. En las calles, junto con otros niños de su edad, nacidos como él y criados como él. Jugaban muchas veces, jugaban por dinero y reían. Por eso fueron en (sic) cárcel en múltiples ocasiones. Así conocieron a delincuentes avezados y se asociaron con ellos. Ya son ladrones ¿quién les ha enseñado a distinguir lo bueno de lo malo?”161 A la vida en contextos de miseria económica y social se le asignaron efectos desmoralizantes, por los que se hacía derivar de ellos la delincuencia y la “mala vida”. Se establecieron indicadores de una “mala vida”, como fue el caso de la pobreza, los malos hábitos, o el trabajo en la vía pública. Para Eusebio Gómez, era desde la “cuna” que el ladrón habitual encontraba un conjunto de condiciones favorables para el florecimiento de las llamadas “malas” tendencias: “Mal alimentado, aspirando el aire pestilente del conventillo, constreñido (…) dentro de infecto tugurio, su cuerpo creció débil, enclenque, miserable.”162 En la búsqueda de la etiología de la desviación social, el terreno social apareció como responsable de la eclosión de la “mala vida”. Bajo la bandera de la prevención y del control de las condiciones patógenas de existencia se distinguieron elementos considerados degradantes en términos de un continuum que iban desde la insalubridad física, miseria e inmoralidad.163 Otros factores completaban lo que había comenzado en la niñez, por ejemplo Antonio Vidal y Benjamín García Torres desde el Asilo de Menores mencionaban respecto de los jóvenes: “El alcohol, la blenorragia y la sífilis comienzan á (sic) incorporar sus moléculas tóxicas al organismo físico de los jóvenes, mientras que la hoja de publicidad, el libro obsceno y la casa de tolerancia aceleran la intoxicación del organismo social.”164 En la niñez considerada “peligrosa” las necesidades materiales sirvieron para identificar las causas de las conductas inadaptadas o ilegales de los niños. Para la descripción de esta niñez se entrecruzaron prácticas de observación clínica con prácticas policiales de vigilancia y observación en ámbitos urbanos. El médico Fermín Rodríguez relató al respecto de esta cuestión: “A todas las horas del día y la noche vemos criaturas de la más tierna edad extender la mano al transeúnte en demanda de auxilio pecuniario, inventando (…) una red de mentiras irritantes, que a fuer (sic) de

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Eusebio Gómez “El problema penal argentino”, en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año XI, 1912, p.414 162 Eusebio Gómez “El problema penal argentino” op cit, p. 414 163 Castel, Robert. El Orden Psiquiátrico. La edad de oro del Alienismo, op. cit, p. 164 Vidal, Antonio, García Torres Benjamín “Asilo de Reforma de Menores…”, op. cit p. 723

53 ser repetidas, embotan el sentido moral y perfeccionan los hábitos de mendicidad y holgazanería (…).”165Tanto desde el ámbito policial como médico, aparecieron esta clase de diagnósticos socio – morales sobre los niños que circulaban por la calle. Por otro lado, Solari, Antonio Vidal y Benjamín García Torres, identificaron grupos de niños estimados “peligrosos”. Fueron llamados en el discurso de Archivos “niños culpables”166o delincuentes en los casos en los que habían recibido una condena penal, según el Código Penal vigente que establecía la imputabilidad desde los 10 años de edad. Estos casos surgían, según Vidal y García Torres, “cuando la indisciplina se ha entronizado en los hogares originada por el vicio, descuido ó (sic) excesiva severidad de los padres ó (sic) por los caracteres de rebeldía y anormalidad congénita de los hijos.”167 Ese grupo niños “delincuentes” se diferenció de los calificados como “incorregibles” que eran no culpables “en derecho estricto” y sólo habían “desobedecido” a sus padres, no habían pasado la frontera de la ley formal. Por otro lado, los menores “en corrección paterna” incluyó a niños que eran enviados por sus padres a Asilos o Reformatorios para que fueran corregidos “moderadamente”, según lo autorizaba el Código Civil. También se identificaron dentro de este grupo a los llamados “vagabundos y callejeros, para los cuales la disciplina del hogar ó (sic) no ha existido ó (sic) se ha relajado.”168 La cuestión de la niñez abandonada, como sinónimo de la que circuló por las calles, se ubicó dentro del campo de intervención de policías y médicos con el objetivo de prevenir la caída en el “vicio” y el delito. Médicos y pedagogos se dedicaron a observar de forma detallada dinámicas dentro del ambiente familiar y escolar para explicar el surgimiento de la criminalidad en los niños. La fragilidad de la célula familiar fue destacada en función de dos variables: por un lado, la falta de disciplina y, por otro, el abandono. En ambos casos, la responsabilización por comportamientos considerados desviados recayó sobre los padres. Las pequeñas desobediencias en el hogar se explicaron como una de las causas de los comportamientos considerados socialmente desviados y también de los ilegalismos. Por otro lado, se distinguió a una niñez “en peligro” vinculada a la cuestión del abandono y la tutela estatal, designó a un conjunto de niños que no habían recibido los cuidados de la “crianza” en una familia constituida en términos tradicionales y que fueron, en algunos casos, asistidos por el Estado. Este fue el caso de los niños huérfanos o abandonados por sus padres. Fueron llamados en el 165 Rodríguez, Fermín “Estudios sobre el suicidio en Buenos Aires” en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista “Semana Médica”, Año III, 1904, p.4 166 Vidal, Antonio, García Torres Benjamín “Asilo de Reforma de Menores Varones” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año III, Talleres Gráficos de la Semana Médica Nacional, Buenos Aires, 1904, p. 728 167 Vidal, Antonio, García Torres Benjamín “Asilo de Reforma de Menores…”op. cit, p. 730 168 Vidal, Antonio, García Torres Benjamín “Asilo de Reforma de Menores…”op. cit, p. 730

54 discurso de Archivos "menores asilados" los niños internados en Reformatorios por orden de Defensores Oficiales, “bajo la protección del Estado”. La autoridad pública apareció con el objetivo de sustituir a la familia que les faltaba a los niños “rodeándoles de todos los cuidados y procurándoles las satisfacciones de la existencia que hubiera podido darles una familia dichosa, de buenas costumbres y buena educación. De los niños que la miseria social nos confía, debemos hacer hombres. Es necesario que estén tan bien educados ó (sic) mejor que los otros. Es preciso que cuando salgan de nuestras Casas de huérfanos, no sean solamente aptos para jornaleros, sino también que puedan ser capaces de llenar las funciones sociales á (sic) que su carácter y su inteligencia les permitan aspirar.”169 Tanto en la infancia calificada “en peligro”, como en la llamada “peligrosa”, la desposesión de bienes materiales fue vinculada a alteraciones de tipo moral. La influencia de un ambiente familiar calificado de pernicioso, sumado a la negativa incidencia de factores morales y sociales sirvieron a los médicos para explicar ambos tipos de niñez. El peligro que representó la calle surgió como más dramático en aquellos en período de formación, al considerar que ciertos “malos” hábitos (como fumar o beber) podrían tener en ellos consecuencias más graves. La miseria en los hogares, la falta de educación y la circulación de los niños en las calles fueron aspectos a partir de las cuales se explicaron las causas de conductas que se calificaron como peligrosas y ligadas a la “mala vida”. La escena urbana, donde se desplegaba tanto la infancia “en peligro” como la “peligrosa” fue estimada un espacio moralmente perjudicial que impedía el control de quienes circulaban. Los niños se encontraban exentos en la calle de la vigilancia sistemática, de parte de médicos, pedagogos y padres, viable en espacios cerrados que iban desde la escuela, el taller, pasando por el reformatorio hasta el hogar familiar. 1.b) La escuela, la higiene y la moralización En contraste con el espacio abierto de la “calle” que generaba los más diversos temores, la escuela se constituyó en uno de los dispositivos de asistencia y medicalización de la infancia. Los médicos procuraron extender su control hacia espacios destinados a la educación de los niños. En 1905 se sancionó la Ley Laínez, para la creación de escuelas en los territorios de las provincias. En 1908 se instauró con fuerza un sistema educacional de tipo nacionalista170 bajo la dirección del médico José María Ramos Mejía en el Consejo Nacional de Educación, del que dependían las escuelas de la Ley 169

Constans P. “La educación social de los huérfanos” (La Nueva Era, Madrid, Marzo, 1902) en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Año III, 1902, p. 315 170 La orientación nacional de la educación ya había sido expresamente establecida en la Ley Nacional de Educación 1420 de 1884 a través de materias como la historia, geografía, idioma e instrucción cívica nacionales (…), Ana Bertoni Patriotas cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 200, p. 43

55 Laínez. En este sentido, la instalación de la idea de un Estado / Nación argentino se unió a la idea de homogeneización.171 En parte, a partir de una serie de ritos para la inculcación de sentimientos patrióticos, entre ellos, la jura de la bandera y la semana de mayo172. Liturgia cívica nacional que se sumó a un estudio “concéntrico, concentrado” y ampliado de un tiempo, una historia, un espacio, un lego y una lengua para definir la idea de Nación.173 Frente a estas estrategias tendientes a generar sentimientos de pertenencia cívica y cultural, la diversidad, en términos generales, fue percibida como peligro social. La escuela, se constituyó en un lugar de prevención de conductas delictivas, peligrosas y estimadas inmorales como fue el caso de la ‘mala vida”. No sólo como “laboratorio de psicología experimental”, sino también como espacio de moralización y civilización. En especial, teniendo en cuenta los estudios sobre las capacidades intelectuales de los niños en las aulas y considerando las aptitudes matemáticas y también la realización de historias clínicas de niños con problemas de asimilación al medio escolar. Médicos y pedagogos se preocuparon por la higiene, como parámetro para garantizar el orden, no sólo dentro de las aulas, sino en el cuerpo del niño. Este fue el caso del estudio de José Ingenieros de los niños que vendían diarios, y que, en muchos casos, habían abandonado la escuela. Éste fue realizado a partir de entrevistas con niños vendedores y ex – vendedores de diarios que eran detenidos en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de Buenos Aires. También incluyó 500 boletines sobre niños del diario “El Tiempo” e investigaciones “personales” de Ingenieros sobre ladrones profesionales, datos brindados por el Doctor Nicanor Sarmiento del Refugio de Menores y de José Soto de la Casa Correccional de Menores Varones. Dentro de los aspectos que se incluyeron en las preguntas de las entrevistas se encontraba, por ejemplo, si cepillaban sus dientes y cuántas veces por días lo hacían y cuántas veces por semana se bañaban. También qué tipos de alimentos ingerían, especialmente dulces o con altos contenidos grasos y si respetaban los horarios para las comidas. “Sus hábitos de alimentación son desarreglados (…) suelen dedicarse á (sic) devorar frutas, pasteles, maní y otros alimentos, sin reparar en la hora ni en la digestibilidad de lo que ingieren.”174De los tres grupos de niños que distinguió, industrial, adventicio y delincuente, del primer grupo, un 5% vestía, según Ingenieros, con decencia e higiene; el 10% de forma regular; el 70 % mal y el 15 % eran “harapientos”. 171

Terán, Oscar, Vida intelectual en el Buenos Aires fin- de siglo (1880-1910). Derivas de la “cultura científica” op.cit, p. 96 Ya en mayo de 1889 un Acuerdo del Consejo Nacional de Educación había establecido que entre los días veintiuno y veinticinco de mayo y entre el cinco y nueve se suspendieran las clases (…) y los directores de las escuelas públicas nacionales destinaran la actividad escolar a las lecturas, recitaciones, cánticos patrios y explicaciones relacionados con la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia. Ana Bertoni Patriotas cosmopolitas y nacionalistas op. cit p. 115 173 Salessi, Jorge Médicos, Maleantes y Maricas, op. cit, p. 219 174 Ingenieros José, “Niños vendedores de diarios” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908, p. 332 172

56 Carecían, según Ingenieros, de nociones higiénicas: más de la mitad no tenía la costumbre de lavarse la cara diariamente, el 30% no se bañaba nunca y solo el 4% se bañaba todos los días; sólo 1 entre 160 acostumbraba a cepillarse los dientes.175 El aseo y la limpieza física tuvieron gran valor a nivel simbólico en este período, sobre todo porque para los médicos incidía en el comportamiento. Apareció, por ejemplo, la necesidad de que los niños se sintieran cómodos con la ropa que usaban. En una casa de niños huérfanos en España se había establecido la supresión del uniforme “que sería para ellos una librea, y conservando en el vestido un corte sencillo, quedará á (sic) elección del niño la tela, desenvolviendo así el gusto personal de cada uno, dejándole además la satisfacción de vestirse con los colores que le agraden, satisfacción que producirá hermoso efecto en su carácter, y por consiguiente, en su conducta.”176 También la instauración de la educación física dentro de las prácticas escolares surgió como sinónimo de una vida sana y como medio de “combatir el vicio y sus estragos”, morigerando costumbres disipadas y eliminando los impulsos de las “malas pasiones”177. Práctica que a la vez que fortificaba el cuerpo, contribuía a la educación de la voluntad. Según Antonio Vidal el “objetivo a perseguir no deberá ser pues, propiamente, evitar en absoluto la fatiga, sino más bien graduarla, restringirla en intensidad y duración, distribuirla convenientemente en las jornadas y períodos mayores de labor.”178Es decir, se buscaba lograr la maximización de la utilización de las fuerzas del cuerpo del niño a partir de una actividad regular. En este sentido es que el médico emergió en esta escena como una autoridad moral, que se dedicaba a observar hábitos cotidianos de niños en términos de profilaxia de enfermedades y delincuencia al mismo tiempo. La falta de rutinas de higiene, el descuido, suciedad o ropas “mugrientas” se ligaron de forma directa, a conductas inmorales y a vidas consideradas “desordenadas” o de “mala vida”. Por otro lado, los problemas intelectuales de aprendizaje fueron uno de los focos de interés de los pedagogos y de los médicos. En particular, en casos en que no se adaptaban o asimilaban a ciertos parámetros educacionales, pero también sociales y morales. Epocalmente llamados “anormales”179, sus alteraciones se revelaban mediante detalles, en ocasiones imperceptibles, por lo que era necesario un ojo clínico aguzado para detectar, en gestos y palabras, anomalías del carácter. De allí el valor que adquirió la mirada del médico, tal como lo relató el pedagogo Rodolfo Senet: “(...) el niño y el hombre en general, es una entidad objetiva que nos rodea por millares, que siente y

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Ingenieros José, “Niños vendedores de diarios”, op. cit, p. 332 Constans, P “La educación…”op, cit, p. 315 177 Piñeiro, Horacio “Fisiología del Ejercicio y Educación Física” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1904, p. 347 178 Vidal, Antonio García Torres Benjamín “Asilo de reforma de menores…”op, cit, p. 179 Ver Muel Francine “Escuela obligatoria e invención de la infancia anormal” en Espacios de Poder, Editorial La Piqueta, Madrid, 1981, p. 123 176

57 piensa, ríe y llora, trabaja y descansa, crece y envejece, ofreciéndose constantemente á (sic) observación, pidiéndonos tan sólo que sepamos observarlo con esos admirables instrumentos que son nuestros sentidos."180 Las dificultades intelectuales fueron estudiadas por médicos y pedagogos a partir de la observación, que se constituyó en una técnica para diagnosticar y pronosticar conductas calificadas como desviadas. Realizar un estudio metódico sobre el niño consideró Mercante que era de vital importancia “para conocer al hombre, á (sic) punto de prevenirnos contra peligros cuyos síntomas se muestran desde los primeros años, anunciando, de consiguiente, con mucha anticipación, los sucesos en que va á (sic) ser protagonista ese niño que hoy confundimos en un aula con cuarenta más, sin llamarnos mayormente la atención (…) Casi diría que no hay maestro regularmente preparado, que al observar detenidamente una clase por primera vez, no señale al pendenciero, al desatento, al mentiroso, al inteligente, al tímido y otros tipos de la flora escolar.”181 Además de la observación, se realizaron pruebas a los niños en las aulas. Por ejemplo, en un estudio llevado a cabo en la Escuela de Dolores, en la Provincia de Buenos Aires en el marco de Observaciones Psicológicas Colectivas, se concluyó que un “grupo de 100 varones cuenta con más exactitud y rapidez que un grupo de niñas, cierta cantidad de líneas ó (sic) puntos. En el primer grado la niña discrimina con más rapidez y exactitud que el varón; no así en los demás grados donde parece retardada.”182 Dentro de las causas de la mayor o menor adaptabilidad de los menores a la vida escolar, se identificaron las fisiológicas o de orden orgánico para indicar la conveniencia del ingreso de los niños a los 7 años a la escuela: “(…) los niños que ingresan al primer grado antes de los siete años, encuentran mayores dificultades en el estudio que los que ingresan habiendo llegado a esa edad. La fisiología cerebral confirma ese hecho, mostrando que antes de los siete años, las funciones de la corteza cerebral están deficientemente establecidas (…) El ingreso prematuro al segundo ciclo de enseñanza es la verdadera causa de la ineptitud de muchos alumnos observada por todos los que enseñan en los primeros años de los colegios Nacionales y Escuelas Normales.”183 Diversas conductas que tenían lugar dentro de la escuela comenzaron a ser recubiertas bajo categorías psicopatológicas. Por ejemplo, los niños llamados “retardados y algunos enfermos de la

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Senet, Rodolfo “Una obra de psicología infantil” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1912, p. 4 181 Mercante, Víctor “Notas sobre criminalidad infantil en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 34 182 Mercante, Víctor Revista Rivadavia, Año II, nro. 2, Dolores en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la “Semana Médica”, Año II 1903, p. 252 183 Ver Pardo José “Ciclos de enseñanza según los datos de la psicofisología V Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires 1902 Reseña en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Año I 1902 p. 314

58 mente que requerían de tratamientos curativos, ambientes de suavidad y benevolencia desde donde ser observados.”184El retraso mental se ubicó dentro de los estadios del desarrollo normativo del niño;185 específicamente dentro del campo de pequeñas anomalías de conductas. Se diferenció de otras categorías nosográficas porque en él todas las funciones mentales existían pero estaban como atrofiadas, eran “groseras”. Especialmente la abstracción y el sentido estético, que constituían para los afectados un dominio inaccesible. Fueron puestos en serie con los llamados “idiotas, atrasados e imbéciles, que formaban parte, a la vez del grupo de los débiles mentales Estos niños presentaban un “desarrollo insuficiente del cerebro en diferentes grados y por diversas causas, falta de desarrollo que se traducía por la ausencia o disminución de las funciones intelectuales, afectivas, sensitivas y motrices, acompañada ó nó (sic) de perversión de los instintos.” 186 Por otro lado, todo un repertorio de cualidades asignadas a los niños, la maldad, la crueldad, el egoísmo, la impulsión y la mentira funcionaron como signos anunciadores del crimen y la locura. La cuestión de la mentira ocupó un lugar en los discursos sobre el control de la infancia. Según Melinand “La infancia es profundamente egoísta, sin quererlo, sin saberlo; si ésto (sic) no bastara, irreflexivamente prefiere el mal al bien.”187 Esto le sirvió para indicar que el niño, por naturaleza, era malo, su sentido moral escaso o nulo y para enderezar sus conductas hacia la vida “honesta” era necesario educarlo. Ahora bien, ¿Cómo funcionaron estos estudios de los médicos y pedagogos sobre la niñez considerada “peligrosa” y que se encontraba a la vez “en peligro”? En primer lugar, como condición de posibilidad de intervenciones que tuvieron como objetivo la detección de forma anticipada de hábitos y conductas consideradas moralmente perniciosas. Según el Director de la Penitenciaría Nacional, Armando Claros en 1913, era en la infancia “donde se llega a tiempo para estimular retardos o corregir desvíos, los que abandonados a su propio proceso tienen por finalidad producir seres anormales, inadaptables, antisociales y delincuentes.”188 Surgieron estrategias de enderezamiento para los niños considerados peligrosos, entre ellas el tratamiento psicoterapéutico y la enseñanza de hábitos de trabajos en espacios abiertos como granjas. La primera se insertó en diversos soportes institucionales (como la escuela, el hospital y la

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Solari, “Asilo de Reforma de Menores Varones” en Archivos de Psiquiatría y Criminología – Aplicados a Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año IX, Buenos Aires, 1910 p. 473 185 Ver Foucault, Michel El Poder Psiquiátrico, FCE, Buenos Aires, 2000 186 Ver Ingenieros, José “Les debiltés mentales- Dr Blin (Rev de Psychiatrie, Agosto 1902, Paris) en Archivos de Psiquiatría Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Año I 1902 187 Melinand Camile “Psychologie du mensonge” Le Revue, 15 de junio 1902, París en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Social y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Año I, 1902, p. 50 188 Claros Armando “Dictamen sobre la organización carcelaria” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Social y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, p. 43-44

59 cárcel) y articuló, por un lado, prácticas provenientes de la psicoterapia como la educación de la “voluntad” y, por otro lado, la sugestión, definida como “autoridad moral actuante en el ambiente de la vida real”. Bastaba que el pensamiento fuera comprendido o solamente adivinado para que la sugestión se produjera, “el gesto, la actividad (…) y aún el simple silencio basta a menudo para determinar sugestiones irresistibles.”189 Según Alfredo Nicéforo “a los niños perversos, impulsivos, viciosos se les puede transformar y mejorar su personalidad psíquica. Después del tratamiento de gimnasia mental ejercitada en estado de hipnotismo, el niño toma las nuevas costumbres que la sugestión le ha sugerido e impuesto. Bajo la fuerza de la sugestión se crean centros nerviosos de repulsión en el cerebro. (…) El Niño N., de 7 años, holgazán, sucio, brutal, ladrón, que constituía la aflicción de la familia, fue sometido todos los días al tratamiento hipnótico por un mes: transcurrido ese tiempo, el carácter del niño cambió radicalmente.”190 Por otro lado, se planteó la instauración de hábitos considerados estimados saludables, como el trabajo agrícola (llevado a cabo en reformatorios) ya que el aire libre “vigorizaba” sus almas. El trabajo apareció como forma de prevenir la delincuencia y alejar a los niños de los vicios o la “mala vida”. Eusebio Gómez, desde la policía estableció: “No se ha querido tener en cuenta que en la lucha por la corrección de los jóvenes depravados, el recurso más eficaz es el trabajo agrícola, sometido a una disciplina severa y paternal, al mismo tiempo. El aire vigoriza a aquellas almas indelebles, el orden, prescindiendo de todos los actos de su vida, crea en aquellos jóvenes costumbres nuevas, y poco a poco, las sugestiones del medio hacen nacer en ellos el amor al trabajo y aprecio a los hábitos de la vida regular.”191 Tanto desde el ámbito de la psicoterapia, como reciente campo de intervención sobre la niñez en Argentina, entendida como "tratamiento de las enfermedades por los medios psíquicos"192, como de la inculcación de hábitos de trabajo que tuvieron lugar en espacios (sobre todo cerrados) se tuvo como objetivo corregir conductas consideradas nocivas. La construcción de diagnósticos y pronósticos moralizadores sobre las conductas de los niños tuvieron como punto de partida la identificación de ciertos signos, como fue la falta de higiene corporal, la escasa educación formal o el vagar por las calles. De esta manera, aparecieron a partir de las categorías de niños vagabundos,

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Ingenieros José Interpretación científica del hipnotismo y la sugestión en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Social y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año IX, 1908, p. 357 190 Nicéforo, Alfredo, “Nueva cura para las enfermedades morales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Social y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la “Semana Médica”, Año IV 1905 p. 634 191 Eusebio Gómez “El problema penal…”op cit, p. 400 192 Bravo y Moreno “Notas de psicoterapia” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Social y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año IX, 1908, p. 377-78

60 en corrección paterna, abandonados, culpables y delincuentes retratos de niños ligados a una “mala vida.” En segundo lugar, a partir de estas prácticas se consideró que el niño se mantendría al margen del delito, entendido como un fenómeno latente que requería de un diagnóstico precoz. 1.c) Historias clínicas en Archivos sobre niños Entre los que estudiaron comportamientos de niños en lugares cerrados como reformatorios y cárceles, encontramos a Víctor Mercante193director de la Escuela Normal de Mercedes (Provincia de Buenos Aires) quien publicó en Archivos a lo largo de 1902 - 1913, cinco historias clínicas que constituyeron un reservorio desde donde observar representaciones sobre la “mala vida”. Los aspectos presentados en estas historias clínicas mostraban intereses más pedagógicos que criminológicos. En ellas sólo se indicaron diagnósticos sin establecer terapéuticas, lo que las diferencia de las historias provenientes tanto del Servicio de Observación de Alienados como del Instituto de Criminología (ver capítulo II y IV) en las que se establecieron terapéuticas. Mercante estudió las capacidades intelectuales, afectivas y “morales” de estos niños a partir de una serie de grillas que servían para explicar cuál había sido la causa del delito por el que el niño o joven estaba detenido. El esquema que confeccionó Mercante distinguió signos físicos, por un lado, detectables a partir de la observación atenta y, por otro lado, estigmas psíquicos que remitieron a retrasos intelectuales y afectivos que tenían como principal efecto la inadaptabilidad social. Las historias clínicas referían a niños acusados de cometer delitos, en algunos casos graves, como fraticidios u homicidios. En otros casos más leves, como aquellos perpetrados contra la propiedad o riñas callejeras. De las cinco biografías clínicas elaboradas por Mercante, seleccionamos dos de ellas en las que aparecieron representaciones sobre la “mala vida” a través del abordaje del rol de los “signos atávicos y raciales” y de la inadaptación escolar y laboral. En el caso de “D.”, procesado y detenido en prisión por apuñalar a unos muchachos, Mercante señaló que había actuado como “cuadraba a su raza” y que el “atavismo de la sangre hizo lo demás”194. A través de un minucioso y detallado estudio clínico sobre medidas físicas, faciales y

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Víctor Mercante nació en Merlo, provincia de Buenos Aires en 1870, se graduó como profesor en la Escuela Normal de Paraná en 1890 y de inmediato se dedicó a la enseñanza. Tuvo como principal campo la Universidad Nacional de la Plata desde 1906, donde creó una Sección Pedagógica luego devenida en Facultad de Ciencias de la Educación, que dirigió hasta 1918 dejando su impronta en la creación de sofisticados mecanismos antropométricos de neto corte lombrosiano para la detección de capacidades de los jóvenes. Fue uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social.” Representante de la corriente normalista del positivismo pedagógico que se dedicó a la práctica clínica y puede ser considerado uno de los pioneros de la intervención psicopedagógica del retraso mental. En sus estudios tuvo en cuenta el papel del contexto socio – familiar y educativo sobre la conducta del niño. Biagini, Hugo “La escolástica de laboratorio: juvenilismo y socialdarwinismo” en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005, p. 13 194 Mercante, Víctor “Estudios sobre criminalidad infantil” en Archivos de Psiquiatría y Criminología – Aplicados a Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la “Semana Médica”, Año IV, Buenos Aires, 1905, p. 571 -572

61 antropométricas se elaboró un diagnóstico en el que la pertenencia de D a la raza zíngara (de mayor criminalidad según Lombroso que otras) servía para explicar su comportamiento al margen de la ley. Según Mercante a “D”: “signos atávicos lo sitúan en un lugar secundario. Ojos redondos y abiertos, cejas muy arqueadas, mandíbulas inferiores desarrolladas más de lo común, vello sobre el labio ó (…) prematura aparición del bozo, avance de la boca y nariz hacia arriba, brazos largos y ventrudo, todo un físico robusto pero poco perfeccionado.”195 Esta elaboración tomaba como punto de partida al niño “atávico” como un pequeño salvaje provisto de los caracteres de la humanidad “prehistórica”. La niñez fue una categoría especial puesta en serie con el loco, el salvaje y el animal, como partes de una cadena filogenética de evolución que mantenía rasgos en común. Lombroso, como precursor de esta utilización, ligó al niño con el salvaje y fue descripto como un rudimento del hombre.196 Por otro lado, D había recibido, según Mercante “escasa” influencia del factor escolar. Sin embargo, había sido sometido a una estricta disciplina laboral desde pequeño, con ciertas fluctuaciones "(…) Abandonó la fábrica de sombreros porque estaba lejos de la casa en que vivía, abandonó la carpintería porque, en vez de enseñarle lo mandaban por servicios á (sic) la calle, sin remuneración, en la cervecería trabajó hasta que la humedad del piso, (estaba ocupado en llenar botellas y pegar etiquetas) le ocasionó una fiebre que lo tuvo en cama.”197 A partir de un factor de tipo biológico (la raza, el atavismo) y otro de tipo moral (la inadaptabilidad a empleos) se construyó el diagnóstico de D estableciendo que su carácter lo debía al “factor antropológico”, es decir, casi de forma exclusiva al espíritu de su raza. Se construyó de esta forma un diagnóstico de peligrosidad y marginación, combinando factores de tipo bio - socio – morales. Otro de los casos relatados fue el de G, de 16 años, procesado por fratricidio. Mercante puso el acento, en este caso, en la falta de adaptación al seno familiar y escolar. Se describió al hogar como “un sitio bilioso, rara vez conoció los encantos de la alegría; la violencia corregía á (sic) la violencia.”198 La inestabilidad emocional de G, que según Mercante lo había llevado a cometer el fratricidio, había sido detectada por los maestros en el contexto escolar. Uno de ellos había establecido que G era de inteligencia obtusa y el “último de la clase, elemento pasivo, no disciplinado, conversador ó (…) turbulento como otros.” A esto se sumaron ciertas incapacidades, “Incapaz de atender, miraba y no veía, oía y no comprendía, un taimado por excelencia, un solitario que no incomodaba (…) Era preciso dejar en paz á (sic) ese eterno empacado, sin alegrías, sin emociones, sin actividad, sin 195

Mercante, Víctor “Estudios sobre criminalidad…”, op. cit, p. 568 Ver Álvarez Uría, La Arqueología de la Escuela, op cit., p. 212 197 Mercante, Víctor “Estudios sobre criminalidad…”, op. cit, p. 570 198 Mercante, Víctor “Notas sobre criminalidad infantil, op. cit, p. 38 196

62 risas, sin llantos."199 A su falta de respuesta a ciertos estímulos de aprendizaje se sumó la apatía de su carácter. Se agregó a esto que los padres habían intentado colocarlo en una escuela de grumetes (aprendices) en la que no había sido admitido por un defecto en la vista (estrabismo en un ojo). “Se trató, entonces, de darle un oficio, el de pintor; pero en un año no sabe recuadrar todavía.”200 Se lo diagnosticó como un epileptoide con caracteres de debilitamiento psíquico que sirvieron para explicar su escaso “sentido moral”. El sentido moral se constituyó en un elemento biológico congénito, que era al mismo tiempo cultivado dentro del espacio familiar. Se constituyó de la mezcla, en el tejido y entrelazamiento entre lo hereditario y hábitos sociales construidos por imitación, y en algunos casos, por inculcación y enseñanza. Fue definido por Mercante como una conciencia que obraba automáticamente cuando se producían actos y servían para frenar, si los órganos estaban sanos, las pasiones o emociones irrefrenables. La obtusidad intelectual de D, surgió en este caso como una dificultad para modificar su “sentido moral” a través de la educación. Para analizar sus capacidades intelectuales se practicaron sobre G exámenes "En historia hace confusiones desastrosas de nombres, fechas y lugares, como la matemática es piedra de toque para determinar la robustez intelectual del individuo, en nuestro examen vimos que sólo sabía sumar y restar, lo cual indica, por el olvido de la multiplicación y la división, falta de aptitud y mal aprovechamiento. Tan claro nos dijo "nunca me dio por ahí á mi."201 La articulación de factores orgánicos ligados a signos de atavismo e involución, una situación económica precaria y la atmósfera de hogares corrompidos, tenía como uno de sus efectos la alteración del “sentido moral” de estos niños y la consiguiente dificultad para combatir en la llamada “lucha por la vida”. Para finalizar podemos establecer que para la construcción de la “mala vida” relacionada con la niñez, se utilizaron tanto criterios provenientes de la antropología criminal, como los signos atávicos, factores de tipo socio – cultural, como la adaptación al hogar familiar, el trabajo o la escuela y también elementos de la personalidad, como la estabilidad emocional y el “sentido moral” del niño. Sus cualidades y conductas se convirtieron en objeto de colonización del saber médico – pedagógico con el que se codificaron conductas que formaron parte de la “mala vida”, tal fue el caso de las categorías utilizadas (niñez delincuente, culpable, en corrección paterna, vagabunda) y de las estrategias planteadas desde la psicoterapia a partir de la sugestión como de la instauración de hábitos de trabajo.

199

Mercante, Víctor “Notas sobre criminalidad infantil, op. cit, p. 39 Mercante, Víctor “Notas sobre criminalidad infantil, op. cit, p. 38 201 Mercante, Víctor “Notas sobre criminalidad infantil, op. cit, p. 38 200

63 La articulación de discursos entre la “mala vida” y la niñez se plasmó en una especie de puesta en serie del niño primero abandonado, luego convertido en vagabundo por la falta de contención familiar, de educación y por el merodeo en las calles; y, por último su caída en el mundo del delito como producto de la tentación de los “vicios” que en la calle aparecían a su alcance. Criminalización de la pobreza y de situaciones de vulnerabilidad social que evidenciaron una focalización del problema social en el que la niñez “peligrosa” se representaba en términos criminológicos, antes que de tutela o protección social. 2) Mujeres y la “mala vida” en Archivos La función moral del médico se extendió hacia espacios íntimos, como el hogar y ciertos hábitos privados (desde fumar, beber o la forma de vestirse) se convirtieron en campos de intervención de autoridades públicas. En este sentido, el cuerpo de la mujer se convirtió en un blanco de intervención en lo referido al ámbito de la sexualidad, reproducción y crianza de los “futuros ciudadanos”. El cuerpo se convirtió en un sitio ideal, siguiendo a Nari202, para analizar su rol de madre – esposa y de intervenciones eugenésicas203de cuidado de la raza de la “degeneración”. Concepto complejo de prácticas, hábitos y condiciones humanas que incluyó cuestiones sociales y morales (como ciertas costumbres e ideologías) y también biológico – hereditarias (haber padecido ciertas enfermedades, por ejemplo venéreas, la sífilis) Los médicos se refirieron a diversos aspectos sobre la sexualidad de las mujeres emitiendo diagnósticos y juicios morales al mismo tiempo. Este fue el caso de los anticonceptivos, embarazos204, la maternidad,205 e infanticidios206. Los discursos en los que los médicos se pronunciaban contra tecnologías contraconceptivas que consideraban dañinas, aparecieron teñidos de un tinte moralista, como fue el caso de los supositorios vaginales. Así lo estableció el Doctor Laumonier, quien estableció que “me parece que podemos y debemos obrar para impedir la venta de productos de que nos ha hablado el Doctor Bardet, puesto que se trata de drogas peligrosas (la negrita es nuestra). Los supositorios vaginales determinan metritis y ulceraciones del cuello por las cuales se llama tan frecuentemente al ginecólogo, y que éste no consigue muchas veces curar

202

Nari, Marcela Políticas de maternidad y maternalismo político, Buenos Aires 1890-1940,Editorial Biblios, Buenos Aires, 2004, p. 46 203 Ver Miranda, Marisa “Prostitución y homosexualidad en Argentina, el discurso eugénico como sustrato teórico de biopolíticas represivas (1930- 1983)en Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005 204 Sagarna Elías “Un caso de falso embarazo histérico” Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines, Año IV, Buenos Aires, 1905. 205 Toulouse, “El movimiento feminista juzgado por un psiquiatra”, Riv, Popolare, Roma, 1902, Análisis de Libros y Revistas en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903, p. 62 206 Sagarna, Antonio “Absolución de una infanticida” “Histerismo y responsabilidad penal” en Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año XI, Buenos Aires, 1912Sección Documentos Judiciales en Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VI, Buenos Aires, 1907, p. 601 – 610

64 porque la mujer se niega a abandonar dichas prácticas. Existe, pues, un verdadero peligro de orden médico (…) que se divulga cada vez más, contra el cual se debe luchar.”207 Por otro lado, las mujeres fueron ligadas a toda una serie de conductas consideradas inmorales y de “mala vida”, desde desobediencias escolares, la prostitución, hasta ilegalidades o delitos208 respecto de los cuales se pusieron en marcha dispositivos de control y normalización de conductas. Uno de ellos, fue la implementación del sistema de prostitución reglamentada (llevada a cabo por médicos, policías y autoridades municipales) que rigió en Buenos Aires desde 1875 hasta 1934, cuando finalmente fue sustituida a nivel nacional por la Ley 12.331 en 1936 de enfermedades venéreas.209 La revista Archivos configuró un espacio discursivo en el que aparecieron preocupaciones en torno a mujeres consideradas de “mala vida” tanto desde perspectivas médicas como jurídicas y sociológicas. Una serie de inquietudes en torno al orden dentro del espacio urbano y la limpieza de los cuerpos, fue relacionada con los estudios sobre las mujeres con un papel de “agentes” higiénicos en sus hogares. Sin embargo, la participación femenina en tanto escritoras fue muy exigua. Esto se puede pensar en relación a la imagen construida desde ámbitos médicos y jurídicos de las mujeres como incapaces, inmaduras en términos biológicos como niños grandes. Como ya dijimos en el primer capítulo, en los primeros 12 años de la revista sólo dos mujeres escribieron, Gina Lombroso participó en 1907 en la presentación del Instituto de Criminología210 y la médica Raquel Camaño en 1910 con el artículo “La educación sexual de nuestros hijos.”211 Es decir, la mujer se convirtió en un blanco de aplicación de ciertas técnicas de estudio y de corrección en el discurso de los médicos, pero su voz, en primera persona apareció de forma aislada. 2. a) El ejercicio de la prostitución desde Archivos La cuestión de la “mala vida” en relación a las mujeres, fue abordada en Archivos en su vinculación a la prostitución. Término que asociado a la “mala vida” ha tenido quizás mayor perdurabilidad en

207

Laumonier, “El ejercicio de la farmacia en sus relaciones con la reproducción” en Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VI, Buenos Aires, 1910, p. 52 – 53 208 En una reseña que elabora Horacio Areco del libro de Pauline Tarnowsky – Le femmes homicidas se establece un resumen del estudio detallado y documentado de 160 mujeres homicidas medidas antropométricas, examen funcional de los órganos de los sentidos – 1º Volumen grande con 161 ilustraciones fuera del texto y 8 cuadros antropométricos. París, Alcon, Revistas y libros en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VII, Buenos Aires, 1908, p. 382 209 Sobre la cuestión de la prostitución, existen profundos y detallados estudios sobre la reglamentación durante este período en ciudades argentinas como el de María Luisa Múgica sobre la ciudad de Rosario Sexo bajo control. La prostitución reglamentada Rosario 1900 y 1912, UNRE Editora, Rosario, 2001y el de Donna Guy sobre Buenos Aires El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875/ 1955 Bs. As. Editorial Sudamericana, 1994 210 Ver Lombroso Gina “Instituciones Americanas. La Penitenciaría Nacional de Buenos Aires l” Avanti Roma 20 de noviembre de 1907 en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907” en Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VI, Buenos Aires, 1907 211 Ver Camaño, Raquel “La educación sexual de nuestros hijos” en Archivos de Psiquiatría y Criminología y Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año IX, Buenos Aires, 1910

65 el tiempo. Desde el discurso de la revista se ponderó el papel de los factores exógenos ambientales para explicar la prostitución, aunque, tal como lo aclaraban José Ramos Mejía, Benjamín Solari y José Ingenieros (en primer momento lombrosiano, pensamiento del que se fue separando al tener en cuenta la influencia condiciones socio – económicas, ver capítulo I). En un informe pericial establecieron que “la prostitución obedece a profundas causas sociales, pero siempre combinada con factores fisio – psíquicos. Hay una psicología de la prostituta, como la hay del ladrón, del mentiroso, del genio, del proxeneta, independientemente de las condiciones impuestas por el medio social.”212 En el discurso médico y político de Archivos, el ejercicio de la prostitución, la trata de blancas y las enfermedades venéreas, fueron tres problemas que los médicos encadenaron y derivaron unos de otros. De allí que para algunos articulistas como Enrique Revilla, director de la Asistencia Pública213 de Buenos Aires, Enrique Prins Secretario de la Asistencia Pública y Montero Belisario (cónsul argentino en Bélgica214), el control de las enfermedades venéreas iba ligado indisociablemente al control de los médicos higienistas de la prostitución. Ésta ocupó un lugar marginal en el discurso de Archivos, pero sirve como para retomar temas como el control, la “limpieza” y el orden en los espacios urbanos. Por un lado, a través de las salidas propuestas desde el poder político plasmadas en ordenanzas y reglamentaciones. Una de las apuestas en este sentido lo constituyó un Proyecto de Ordenanza215 que se publicó en 1903 elaborado desde la Municipalidad de Buenos Aires. Elevado por Enrique Revilla y sobre el que se pronunció Enrique Prins, el proyecto propuso cambios y criticó otras disposiciones vigentes sobre la prostitución de la ciudad (como la de 1875 y el proyecto de 1887). Tanto Revilla como Prins defendieron desde el proyecto la prostitución llamada “libre”, señalando la ineficacia de reglamentaciones y tratos coercitivos a las mujeres para su control médico. Sin embargo, las medidas que plantearon para el escaso número de mujeres, según ellos registradas (750), incluyeron medidas para atraerlas a realizar exámenes médicos. Por ejemplo, cuestionaron las formas de examen y su periodicidad. A diferencia de la Ordenanza de 1875 que estableció que las mujeres debían someterse a exámenes médicos los miércoles y sábados216, en el proyecto se planteó que la validez de la libreta que acreditaba la salud era de siete días. Prins agregó que 212

Ingenieros, José, Ramos Mejía, José María y Benjamín Solari “Degeneración neuropática en un homicida impulsivo” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p, 202 213 Dependencia creada en 1883 para administrar y dirigir medios médicos y hospitalarios de la ciudad, dedicado a problemas de salud urbana y emergencia, fue presidido por José María Ramos Mejía inicialmente, Donna Guy sobre Buenos Aires El sexo peligroso op cit, p. 108. 214 Belisario Montero “Trata de blancas y moralidad pública” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903, p, 210 216

Donna Guy sobre Buenos Aires El sexo peligroso op cit, p. 69

66 “conviene hacer grato a la prostituta el cumplimiento de los requisitos a que debe someter su cuerpo sistemáticamente, en garantía de la salud pública. Así conseguirá que numerosas mujeres, a quienes ahuyenta esta práctica (…) se sometan al registro oficial.”217 Esto implicaba que las mujeres concurrieran al Dispensario, primera entidad, según Donna Guy dedicada al control de las enfermedades venéreas, creada en 1888218. También se criticó desde el proyecto la hospitalización obligatoria de las mujeres en el Sifilicomio fundado en 1889, destinado al tratamiento de enfermedades venéreas de las mujeres. Se propuso que quedara a elección de la mujer la hospitalización, quien debía fijar un domicilio mientras duraba el tratamiento que no fuera un prostíbulo y el médico podía acudir al domicilio si ella pagaba. Según Revilla, “La asistencia médica, lejos del prostíbulo, dejando a la enferma la elección del lugar, da mejor resultado que la hospitalización obligatoria.” 219 Por otro lado, las preocupaciones alrededor de la prostitución remitieron a los efectos que este fenómeno tenía sobre la propagación de enfermedades venéreas y la posibilidad de identificar a las mujeres enfermas de las que no lo estaban. Además, como parte del sostenimiento de la Ordenanza de 1875 agentes policiales enviaron a mujeres a controles sanitarios. Las estrategias planteadas fueron presentadas en términos de profilaxis de enfermedades venéreas en general y de la sífilis en particular220. Las primeras fueron calificadas como enfermedades “secretas”, difíciles de identificar por su extensión y desarrollo. El médico sólo podía formarse una idea tomando como índice el número de enfermos que acudían en el año a la consulta. La percepción del flagelo se agudizaba por la dificultad de reconocer los rasgos de los aquejados a simple vista: “A cada paso nos encontramos con enfermos; en cualquier rueda de amigos, en los clubs, en los teatros, en los paseos nos codeamos con los eternos abonados al mercurio (la negrita es nuestra) y sin embargo ni siquiera en los cuadros de mortalidad figura como directamente culpable. Todos sabemos que la totalidad de los atáxicos, paralíticos generales, gran cantidad de los artríticos, hemipléjicos sin contar la interminable lista de terciarios cuyas lesiones interesan con frecuencia a los sistemas más esenciales del organismo, minándolos en su estructura más íntima, desorganizando, no son más que simples consecuencias del mismo mal.”221 Aparecieron una serie de estrategias de disimulación de la enfermedad, artificios como el maquillaje de labios, cejas y pestañas para dar a los órganos la apariencia de salud.

217

Prins, Enrique “Sobre la prostitución en Buenos Aires” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1903, p.728 218 Donna Guy sobre Buenos Aires El sexo peligroso op cit, p. 108. 219 Revilla Enrique, “El ejercicio de la prostitución…”op. cit, p. 726 221

Ver Centurión “La profilaxia Pública de la sífilis en la provincia de Buenos Aires” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1909, p. 301

67 En 1908 señaló Centurión (médico de la ciudad de la Plata) en una comunicación presentada a un Congreso Científico Panamericano en Chile, que la profilaxis pública de la sífilis en la Provincia de Buenos Aires era una “defensa aislada egoísta” que estaba librada a las reglamentaciones que separadamente imponían las distintas municipalidades en cuanto a la inspección médica de las prostitutas. Donde esto no existía, regían las disposiciones del reglamento policial. Centurión se refería a que “En la investigación ordenada a mi solicitud por el jefe de Policía de los 103 distritos, 85 tienen prostitución patentada y 18 no.”222 (No aclara cuáles no). La conducta de la prostituta apareció codificada a través de un régimen médico, policial y jurídico por el que se intentó controlar su conducta a partir de preceptos de “higiene moral.” Otro aspecto que tenía que ver con la prostitución era su costado vinculado a la criminalidad y las conductas socialmente desviadas: No sólo se ponían en marcha actividades delictivas, referidas sobre todo a la trata de blancas, sino también en su papel de compañera, usufructuaria o cómplice de los ladrones profesionales. Francisco de Veyga vinculó la figura de la prostituta con el resto de los componentes que consideraba partes de la “mala vida”, en cuanto a la actitud hacia el trabajo asalariado y la “vida honesta”:“Una prostituta sería incapaz de servir a un empleo. La constitución mental se lo impide; como al lunfardo y al mendigo, con el cual se completa la trilogía, según tantas veces lo hemos dicho, es incapaz de sujetarse a ninguna regla ni a ninguna imposición que comporte la aplicación al tiempo. En todo caso son predispuestas, pero nunca hecha de instintos para la prostitución.”223 La prostitución también apareció ligada a la cuestión de la simulación, otra de las conductas típicas con las que se describieron a los lunfardos (ver capítulo II). Francisco de Veyga relató los intentos burdos por simular su condición de mujer de la “calle” aludiendo al famoso prostíbulo ubicado entre la Facultad de Medicina y la Escuela Normal de Mercedes. Allí, en la vereda las prostitutas simulando ser colegialas atraían a los clientes: “Había que ver el grotesco artificio que gastaban algunas de esas desgraciadas para fingir su condición (…) los dedos manchados de tinta (¡), vestido corto, peinado de trenza, aire abstraído”224. El escenario se completaba con pupitres dentro de la casa, como si allí hubiera una escuela. La simulación como fenómeno social implicó la teatralización de un comportamiento o estatus que se quería aparentar e implicó para los médicos, aguzar la mirada hacia los cuerpos de quienes simulaban. Además, la mujer al igual que el lunfardo (ver capítulo II) fueron señalizadas por sus rasgos de infantilismo. Incapaces de llevar a cabo “grandes obras”, eran como niños grandes. En 1909 222

Ver Centurión “La profilaxia de…”op.cit, p. 303-304 De Veyga, “Los auxiliares del vicio y del delito, op. cit, p. 306. 224 De Veyga, Francisco “La simulación del delito” en Archivos de Psiquiatría y Criminología y ciencias afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional op.cit, p. 174 223

68 apareció un artículo de Víctor Mercante sobre el rol de la mujer. “Lo que hace a las mujeres particularmente aptas para cuidar la primera infancia, es que ellas mismas continúan siendo pueriles, inútiles y limitadas de inteligencia. Permanecen toda su vida, niños grandes, una especie de intermedio entre el niño y el hombre.”225 2.b) Psicologización de la prostitución femenina y la “inversión” masculina Ingenieros, desde su práctica médica recubrió la actividad de quiénes ejercían la prostitución con distintas categorías psicopatológicas226. Tomaba como punto de partida que los instintos sexuales formaban parte de un proceso de formación genética evolutivo, que la educación podía desarrollar, inhibir o desviar. Al mismo tiempo, consideraba que existía un desenvolvimiento desigual entre el instinto del hombre y el de la mujer. En el primero la educación y las costumbres, posibilitaban la emotividad sexual antes y después del matrimonio. En cambio, en la “mujer, sometida a trabas sociales vigentes, la tendencia es más específica que individualizada, es decir que la educación de la voluptuosidad resulta secundaria frente al propósito de la maternidad, reforzada ésta por sentimientos que la educación y el medio fomentan desde la infancia.”227 La categoría psicopatológica vinculada al ejercicio de la prostitución fue la anafrodisia sentimental descripta como una atenuación, exaltación o desviación primitiva de los fines biológicos fundamentales a que está ligado el “amor”. Ingenieros las ubicó dentro de un sistema taxonómico más amplio de las patologías del instinto sexual. La prostitución, al igual que otra serie de conductas marginales, (ver capítulo IV) fue un síntoma de “locura moral” en la que lo que aparecía afectado eran, sobre todo, aspectos emocionales y afectivos de la personalidad. Una de las conductas desviadas específicas que fue reconocida en el esquema de Ingenieros fue una variante de “inversión femenina” que denominó “tribadismo” constituida por la homosexualidad femenina, cuya causa la relacionaba con la insuficiente “satisfacción sexual marital”. Por otro lado, la cuestión de la “inversión sexual” masculina también fue de especial interés médico. Desde principios del siglo XX hasta la década del 40 no hubo en Buenos Aires sanciones legales contra las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, ausencia que fue suplida por otro tipo de castigos provenientes, en parte, de prácticas médico – policiales.228 En la clasificación de Ingenieros los invertidos sexuales eran los que padecían de una “patología del instinto sexual”, específicamente una parafrodisia. Francisco de Veyga desde su práctica en el Servicio de Observación de Alienados se dedicó a construir historias clínicas sobre “invertidos 225 Víctor Mercante, La mujer moderna, en Archivos de Psiquiatría y Criminología. Aplicados a ciencias afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VIII, Buenos Aires. 1909, p. 333- 335 226 Ingenieros, José “La psicopatología del instinto sexual” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año IX, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional Buenos Aires, 1910, p. 5 227 Ingenieros, José “La psicopatología del instinto sexual” op. cit, p. 6 228 Salessi, Médicos, Maleantes y Maricas, op. cit, p. 277

69 sexuales” que se convirtieron en esquemas clasificatorios. Como resultado de su trabajo distinguió varios “tipos”, entre ellos el “invertido sexual congénito” con una tendencia psíquica predominante hacia la forma de vida de la mujer libertina229. A este tipo se agregó el invertido sexual imitador de la mujer honesta, que estimó constituía una parodia de la mujer casta en el celibato y fiel en la vida conyugal230. De Veyga también distinguió el tipo profesional, llevado a la vida de la inversión por el hambre o la miseria, como fuera el caso de la “Bella Otero”231 de quien se incluyera un poema con el que atraía a los potenciales clientes que pasaban por la calle. Y, por último, el caso del invertido sexual como resultado de un proceso demencial y el ocasional. Explicados estos casos a partir de las “malas influencias” socio – ambientales que podían llevar a un individuo de vida “ordenada” a tomar el camino de la inversión y los ejemplificaba con el caso de un hombre que fuera encontrado por su familia disfrazado de mujer en un carnaval. Aunque De Veyga los ligó al mundo de los lunfardos y las prostitutas, salvo en la descripción del “invertido profesional” no aparecían cometiendo delitos, sino más bien como eslabones que colaboraban en ilegalidades que cometían otros sujetos232, fueran vagabundos, niños o lunfardos que eran parte del exótico “bajo fondo social”. De todos los retratos de individuos ligados a la “mala vida” que aparecieron en la revista, eran de los pocos casos hay fotografías. También, aunque de forma muy excepcional, aparecían las voces de los “invertidos”. Tal fue el caso de “Angelida Margarida” que declaró “mi mayor sufrimiento es tener este conducto de hombre, que muchas veces desaparece cuando me enfermo en mi período. Ahora estoy afligida porque me han dicho que han de cortarme el pelo y vestirme de hombre ¡me volveré loca! ¡Me dará un ataque!”233 Si bien en general la inversión sexual en los artículos de la revista no representaba un peligro en términos socio - morales. En cambio, para el médico Martín “los homosexuales no son un peligro sino cuando quieren reivindicar lo que ellos llaman su derecho ó (sic) cuando, exagerando sus inclinaciones, caen en la perversidad. Entonces se trata de viciosos con predisposición congénita, y sus ataques á (sic) la moral pública dependen entonces directamente de la justicia; pero parece inútil, como se ha dicho en Alemania (párrafo 175 del Código Penal) dedicarles medidas de

229

Como ejemplo de este tipo de inversión describió el caso de “Manón” en De Veyga, Francisco “Inversión sexual congénita”, “Invertido sexual imitando a mujer honesta” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902 230 Tal fue el caso de “Aída” “Invertido sexual imitando a mujer honesta” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902 231 De Veyga Francisco, “Inversión sexual adquirida” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año II, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1903 232 De Veyga Francisco, “El amor entre los invertidos sexuales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año III, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1904 233 Ver Olano, Guillermo “Inversión sexual” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 306

70 represión y expulsarlos de la sociedad, pues así se favorecen las denuncias calumniosas y los chantajes.”234 Los intentos de los médicos por relatar costumbres y hábitos, contabilizar y clasificar de forma minuciosa a invertidos sexuales fue parte del “pánico homosexual” que se generó en el período. Surgieron como curiosidades médicas a la vez que amenazas morales. La “inversión sexual” constituyó una construcción social de una alteridad marginada como fue el caso de vagabundos y lunfardos (ver capítulo II). A diferencia de la prostitución femenina, la inversión masculina fue irreductible a un régimen legal, las conductas de las prostitutas se intentaron normalizar a partir de prácticas médicas, policiales y jurídicas y la cuestión de la inversión no fue objeto de reglamentaciones en la época. 2.c) Mujeres y pequeños ilegalismos También fueron objeto de preocupaciones los pequeños ilegalismos cometidos por mujeres. Tal fue el caso Cupertino del Campo estableció que "Los tenderos, dueños de bazares, de montepíos y algunas vendedores de muchas cosas inútiles, etc. (…) ponen el grito en el cielo, quejándose de las mujeres ladronas que (...), hacen desaparecer con rapidez pasmosa toda clase de baratijas y las colocan cariñosamente debajo de los complicados repliegues de sus vestidos (...) Lo que, naturalmente, llama más la atención es que algunos de estos pequeños robos son llevados á (sic) cabo por personas que ocupan una elevada posición social y que han recibido, en el seno de sus familias, una esmerada educación. (...) Es necesario, pues, en estos casos, tanto por la forma en que se comete el hecho, como también por la falta de móvil, buscar su explicación, no ya en la mayor ó (sic) menor dosis de cultura social ó (sic) de honradez, sino en plena patología mental, es necesario considerar el acto como dependiendo de un trastorno psíquico y no como un vicio vergonzante." 235 Estos minúsculos desvíos de la conducta, dislocaciones en el accionar, fueron colonizados por la psiquiatría bajo de la denominación, entre otras, de cleptomanía, ubicada dentro del cuadro de monomanías de Esquirol, junto a la piromanía (impulsión incendiaria) y dipsomanía (impulso a la bebida). Además, los pequeños ilegalismos fueron ligados a la cuestión de la histeria236 y a los efectos que la patología tenía sobre el comportamiento.se ejemplificaba con el caso de un robo de servilletas. Netri decía “Una Señora de buena posición social, después de haber almorzado con su esposo e 234

Martin Et. “La homosexualidad” (Lyon Médical) en Archivos de Psiquiatría y Criminología – Aplicados a Ciencias Afines. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VIII, Buenos Aires, 1909, p. 126 235 Del Campo, Cupertino “La Kleptomanía” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año VI, Talleres Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1905, p. 84 - 85 236 Por ejemplo en el artículo de Croq “La criminalidad histérica” en Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría” Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VII, Buenos Aires, 1908

71 hijos en un restaurant, es sorprendida por un mozo en el acto de ocultar en su bolsillo las servilletas que habían servido en la mesa: al registrarla se encontraron 5 servilletas. Enjuiciada por hurto, ella en su interrogatorio ante el magistrado, declara no recordar nada del hecho y de repente cae presa de un ataque histérico que, obliga al magistrado a suspender el interrogatorio; el parecer de los peritos fue que el hurto había sido cometido en una aberración momentánea de las facultades intelectuales.” En el caso de esta señora se establecía que “Más la histérica no se conforma con mentir, simular, calumniar; las perturbaciones transitorias de su inteligencia le hacen cometer también inconscientemente hurtos.””237 La histeria238 fue concebida como una enfermedad que engendraba hechos calificados como delictuosos o que podían arrastrar a la delincuencia239. La etiología de la histeria apareció focalizada en las alteraciones funcionales del sistema nervioso, debidas a numerosas causas secundarias: educación, emociones demasiado intensas, trastornos morales de todas índoles, etc. Las causas de la neurosis fueron explicadas a partir del papel de la herencia neuropática (por ejemplo tener parientes próximos histéricos, hipocondríacos, sordomudos) y de factores sociales (entre ellos, las influencias morales, las emociones, los sinsabores). La histerización de la mujer hablaba de un cuerpo era saturado de sexualidad, integrado a las prácticas médicas y puesto en comunicación con el cuerpo social, espacio familiar y vida de los niños.240 Fueron codificadas como histéricas conductas que conformaban puntos de inversión o resistencia respecto de imposiciones, sobre todo, conservadoras. Entre los casos de mujeres diagnosticadas como histéricas, se clasificaban las que huían de sus hogares o se resistían a cumplir con deberes maritales con su marido. Por ejemplo: “Estas fugas semiconscientes en busca de aventuras, son inspiradas por la exaltación, el (sic) cólera, los celos, la desesperación, el odio; las intentan con el fin de suscitar la piedad, de hacer creer en el suicidio, de acreditar la presunción de brutalidad por parte del marido o de otros deudos.”241 La histeria apareció como un instrumento que, en algunos casos, la mujer utilizaba a su “voluntad”. Lasegue relató que una enferma para justificar una ausencia de la casa paterna, simuló haber sido llevada por la fuerza, secuestrada y tentada a desfloración. Legrand de Saulle narró el caso de otra 237

Netri, Francisco “El histerismo en la criminalidad” en Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 154 238 Durante mucho tiempo se había creído que la neurosis histérica tenía su punto de arranque en los órganos genitales y precisamente en el útero, por ese motivo se la reputaba enfermedad lúbrica, vergonzosa, cuyo nombre el médico no se atrevía a pronunciar sin repugnancia ante la familia del enfermo. Según Legrand du Saulle “Este error debe ser, para siempre, desterrado de la ciencia, aún en nuestros días suelen verse algunos médicos que aconsejan el matrimonio a los jóvenes que quieran curar de su histeria, y otros que aconsejan la continencia o la abstinencia de las casadas que van a buscar un remedio para sus crisis en Netri, Francisco “El Histerismo…”op.cit, p. 145 239 Ver Cesano, José Daniel, Dovio Mariana Ángela La criminalidad femenina en el discurso del positivismo criminológico argentino, Editorial Brujas, Córdoba, 2009, p. 61 240 Foucault, Michel La historia de la sexualidad. op. cit, p 100-101. 241 Víctor Mercante, La mujer moderna…”op cit, p. 333- 335

72 mujer de 25 años diagnosticada histérica, que entabló querella por tentativa de estupro violento: sobre su cuerpo se encontraron numerosas incisiones en todos los miembros, pero ninguna contusión: “la instrucción constató, de la manera más evidente, que se trataba de una histérica. Asimismo la Señora M, separada de su marido, acusábale falsamente de malos tratos a fin de hacerle volver al domicilio conyugal.”242 También surgieron casos curiosos, como fue el caso de la curandera “María”243 que ofrecía a sus clientes su sangre menstrual como remedio a sus dolores o sufrimientos. Analizada por los médicos y consultada por su trayectoria vital, antecedentes hereditarios y condiciones de vida, fue diagnosticada como histérica y eximida, en función del padecimiento de esta patología, de responsabilidad penal. Parte de este proceso de medicalización de la conducta de la mujer fue el estudio de ciertos fenómenos orgánicos, como la menstruación, en términos de desencadenantes y puntos de partida de hechos considerados desviados.244En este punto el período menstrual funcionaba como productor de perturbaciones en el psiquismo de la histérica. Además de ligarse a la criminalidad, este tipo de acontecimientos fueron vinculados a la cuestión de la locura: “1º La correlación entre la locura y los desórdenes del aparato genital es evidente y cuando aparecen los síntomas de alienación mental durante la época de la menstruación, con el fin de evitar más tarde la comisión de delitos punibles o la aparición de tendencias suicidas, se examinarán los órganos sexuales, y si la irregularidad o supresión en las reglas va acompañada de alteración patológica de dicho aparato y éstas lesiones son de bastante monta, se recurrirá acto seguido a la operación.”245 El rol de la mujer apareció abordado desde heterogeneidad de planos discursivos. La naturalización de ciertos enunciados sobre su rol social sirvió para fabricar un cuerpo femenino en el que ocuparon un lugar fundamental la cuestión de la sexualidad y la maternidad. En torno de la primera se describieron técnicas para asegurar un cuerpo limpio a la vez que higiénico. La conducta cotidiana de la mujer apareció psiquiatrizada y patologizada, se diagnosticaron como histéricas conductas que implicaban desobediencias o incivilidades, como robar servilletas; o parangonando a la mujer como un niño grande con ciertas incapacidades o taras de desenvolvimiento, faltas de equilibrio o de madurez en su desarrollo.

242

Netri, Francisco “El Histerismo…”op.cit, p. 145 Coello, Luis “Una histérica curandera: acción terapéutica de la sangre menstrual” en Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría” Talleres Gráficos, Año I, Buenos Aires, 1902, p.177 244 Ver caso de Henriette Cornier en Foucault, Michel “Clase del 5 de marzo de 1975” en Los Anormales, Editorial FCE, Buenos Aires, 2002. 245 Maucnaughton “Las funciones sexuales, la locura y el delito en la mujer”, Sección Variedades en Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría” Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Año I, Buenos Aires, 1902, p. 59 243

73 Para finalizar, en los discursos médicos, jurídicos y penitenciarios referidos a sobre niños y mujeres adquirió un lugar cardinal la prevención de las conductas que pudieran desencadenar en delitos o comportamientos estimados peligrosos. La cuestión de la “mala vida” apareció en este registro ligada a la “detección del daño” antes que se plasmaran en comportamientos que se consideraban socialmente nocivos que podían constituirse en puentes directos a una carrera en la delincuencia. De allí que el aguzamiento y perfeccionamiento de la mirada era fundamental a la hora de descubrir las conductas y comportamientos considerados “peligrosos” apenas esbozados. La “mala vida” constituyó uno de los soportes de los mecanismos de control, observación y diagnóstico tanto en el caso de los niños como de las mujeres. A través de ella se elaboraron diagnósticos morales que prevenían sobre una futura criminalidad o locura a la vez que establecían pronósticos moralizadores.

74 Capítulo IV “El Instituto de Criminología como segundo laboratorio de la “mala vida” de Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, y (1907 - 1913)”

Ya adelantamos en el primer capítulo, que a principios de 1900 en Buenos Aires circularon discursos sobre “patologías sociales” que se oponían a la cuestión del orden y la limpieza de la ciudad. Preocupación correlativa con las representaciones sociales y culturales de ciertas zonas de la ciudad, como los barrios marginales o “bajos fondos sociales” percibidos como una cloaca social. En las orillas de la ciudad, cerca de los Corrales, en Barrancas, la Boca surgieron salones de bailes y prostíbulos,246 también cafés y despachos de bebidas en lugares como la zona céntrica o el Paseo de Julio en los que confluían la prostitución, la bebida, el juego, la vagancia, la peligrosidad de los pobres247. En ellos se condensaron referencias a la insalubridad física, pero también moral y la “mala vida”. La última categoría designó, entre otras cosas a la vida al margen de la ley y ciertos parámetros morales. En Archivos apareció por primera vez utilizado el término “mala vida” en el artículo de Eusebio Gómez en 1907 La mala vida en Buenos Aires y un poco después en el de Ingenieros llamado248 El delito y la defensa social. Hasta ese momento se habían utilizado otras categorías para aludir a fenómenos que estaban en una zona intermedia entre el delito y la locura, tales como fronterizos, criminaloides o cuasi – delincuentes. Eusebio Gómez, vinculó la “mala vida” a la aglomeración urbana y a los efectos que ella tenía sobre la personalidad de quienes la habitaban. Para él, los centros urbanos ejercían un “irresistible poder de atracción con sus mil solicitaciones, encantos, alegrías y dolores, originaba la concentración de grandes masas de hombres”249. Generaban una confusión, desorden y emanaciones antihigiénicas. Según Gómez, “la causa de la “mala vida” de todas las ciudades del mundo y también de Buenos Aires era la aglomeración que “deprimía” el valor moral y económico del pobre de espíritu y escaso de voluntad, haciéndole ceder fácilmente a las mil tentaciones del vicio que engendra el contacto con las multitudes acorraladas”250. La “mala vida” se ubicó en el dominio de las “anomalías” referidas al individuo que no era calificado ni como delincuente ni como alienado, sino eventualmente peligroso en función de sus

246

Romero José Luis La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, op. cit. 314 Gayol, Sandra, “Conversaciones y desafíos en los cafés de Buenos Aires (1870 – 1910) en Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina Plural 1870-1930, Ed. Taurus, Buenos Aires, 1999, p. 48 248 Ingenieros, José “El delito y la defensa social” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VIII, 1909, p. 212 249 Gómez, Eusebio “La “mala vida” en Buenos Aires” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VII, 1908, p. 440 250 Gómez, Eusebio “La “mala vida…”op cit. p. 441 247

75 imperfecciones, rarezas o rasgos particulares.251 En este sentido, para José Ingenieros había "mala acción" o "mala vida"(o delincuencia natural), toda vez que un acto aislado ó (…) una línea de conducta permanente eran antisociales con respecto al criterio ético del ambiente en que se producían.252 La especificidad de la “mala vida” recayó en la inadaptación “moral” que ella implicaba. Se ligó particularmente a los efectos que el ambiente tenía sobre el cuerpo. La ciudad surgió como un lugar propicio para el despliegue de diversas formas de “mala vida”. No sólo por la identificación de una serie de personajes como los lunfardos, vagabundos, prostitutas y niños que circulaban por las calles (ver capítulo II y III) percibidos como una amenaza al orden social, sino también, porque las muchedumbres urbanas, en tanto confusiones y mezclas de cuerpos, provocaban efectos mórbidos. Entre ellos el florecimiento de las pasiones, emociones e impulsos en las personalidades individuales a partir de su contacto con la multitud. Los espacios cerrados, en especial, la prisión, surgieron como contrapunto al desorden urbano253. En contraste con el “foco” de alimento al vicio que simbolizaba la ciudad, el aislamiento del mundo exterior producía una ruptura con espacios de influencias patógenas y de “mala vida”. Dentro de la prisión se podía desplegar una pedagogía del orden y de intervenciones psicológicas de “enderezamiento” y normalización de forma privilegiada. La revista Archivos, fue editada desde 1907 en los Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional.254 La Penitenciaría fue una prisión fundada en 1877 y fue la más famosa por su infraestructura dentro de los 65 establecimientos carcelarios255 censados en el país en 1906. Fue una “cárcel modelo” donde se alojaban al momento del censo, aproximadamente, el 10% del total de la población carcelaria de todo el país. El Censo256 había arrojado, un total de 8.011 personas detenidas y unas 900 estaban en la Penitenciaría. Esta prisión formó parte de los símbolos de la “modernidad punitiva”257 en la que confluyeron el modelo de la “cárcel fábrica”, y la “cárcel laboratorio” es decir, el modelo disciplinario norteamericano cuya principal premisa era la regeneración a través la disciplina del trabajo y el 251

Foucault, Michel “Clase del 15 de enero de 1975” en Los Anormales op. cit, p. 39 Ingenieros, José “El delito y la defensa social” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VIII, 1909, p. 212 253 Michel, Foucault, “Los espacios otros”, Conferencia pronunciada en el Centre d’ Estudes architecturales el 14, revista Astrágalos, número 7, Madrid, España 1997. 254 Donde también se realizaban otras publicaciones oficiales Memorias de dependencias del Estado, como el Ministerio de Justicia, Escuela de Sordomudos, entre otros. 255 Esto incluye a establecimientos carcelarios pero también a aquellos que ejercían el oficio de tales, aunque no hubieran sido construidos a tales fines. 256 Este censo no comprendió a procesados ni a penados militares exceptuados por Decreto del Poder Ejecutivo, ni a detenidos por simples contravenciones u órdenes de policía local. 257 Sobre la Penitenciaría Nacional ver Lila Caimari “Castigar civilizadamente. Rasgos de la modernización punitiva en la Argentina (1827/ 1930) en en S. Gayol y G. Kessler (Comp), Violencias, delitos y justicias en la Argentina, Bs. As, Manantial-Universidad Nacional de General Sarmiento, 2002, p. 141 Apenas un delincuente, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004 y Salvatore, Ricardo “Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión social obrera en la argentina” en Suriano Juan La Cuestión Social en la Argentina (1870 – 1943) Editorial La Colmena, Buenos Aires, 2000. 252

76 modelo positivista europeo basado en el estudio científico del criminal y clasificación según su peligrosidad258. A partir de la Penitenciaría Nacional se construyeron imágenes sobre las funciones simbólicas del espacio carcelario. Por un lado, la prisión fue descripta en la publicación Archivos en términos de un “laboratorio social”, al igual que las comisarías, depósitos de contraventores, escuelas y reformatorios. Lugares de producción de saber y de despliegue de estrategias de sujeción que tenían como finalidad la preservación del orden259. También se pusieron en marcha prácticas psiquiátricas a partir del Instituto de Criminología en la Penitenciaría Nacional. Por otro lado, la prisión como acontecimiento institucional, extra- discursivo y discursivo260 fue descripta en Archivos en su materialidad a través de planos arquitectónicos de cárceles fundadas en Latinoamérica y Argentina.261Confluyeron trabajos de tipo cuantitativo (como censos)262 con fallos judiciales263 y trabajos clínicos. Las problemáticas carcelarias aparecieron abordadas desde perspectivas heterogéneas, tanto jurídico – legales a través de la legislación de fondo264 como penitenciaría a partir del sistema de penas y reglamentos265, descripción de prácticas carcelarias relacionadas al cumplimiento de penas, asistencia médica266 y psicológica en la prisión, hasta las funciones de los celadores y el funcionamiento de los talleres penitenciarios. Esta publicitación de la actividad carcelaria implicó una ruptura discursiva en relación a la etapa de la revista anterior a 1907, ya que se convirtió en un órgano de difusión oficial penitenciario, aunque conservando artículos de corte académico y documentos de otras dependencias del Estado, como hospitales y escuelas. La prisión apareció como un lugar con objetivos de regeneración, de sujetos marginales para convertirlos en dóciles y útiles. Por oposición, la degeneración fue definida como el efecto de una

258

Caimari Lila, “Castigar civilizadamente”, op. cit, p. 160 Ver Castel, Robert. El Orden Psiquiátrico. La edad de oro del Alienismo, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 2009 260 Foucault Michel “Introducción” en La arqueología del saber, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2002 y Murillo Susana, El discurso de Foucault. Estado, locura y anormalidad en la construcción del individuo moderno. Oficina de Publicaciones del CBC, UBA, Buenos Aires, 1997 261 Entre ellos los artículos de Ballvé, Antonio “La Penitenciaría Nacional” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VI, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, Claros, Armando “Dictamen sobre organización carcelaria” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913 262 Ballvé, Antonio, “El primer Censo Carcelario de la República Argentina. Sus resultados generales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908 263 Por ejemplo Uriburo Julio y Benítez Carlos “Delirio Sistematizado progresivo” Informe Pericial en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VI, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907. 264 Jerónimo del Barco y Ruiz Moreno “Establecimientos penales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908 265 Ballvé, Antonio “Las penas disciplinarias en Establecimientos carcelarios”, y “Patronato de excarcelados” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908. 266 Ballvé, Antonio “Inauguración del Hospital Penitenciario” en Documentos en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año VII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1908 259

77 carga hereditaria de enfermedades, vicios o comportamientos desviados socialmente o de “mala vida”. Los factores que se unieron en el ámbito penitenciario para explicar este término presentaron rasgos singulares. En primer lugar, se utilizó para indicar una serie de factores que se consideraron “peligrosos” dentro de la prisión. Entre ellos, por ejemplo, la introducción de objetos prohibidos como las armas blancas o el alcohol267, elementos que se consideraban que alimentaban el “vicio” y la “mala vida”. También apuntaba a las visitas que podían implicar algún contacto con la vida del delito y contaminar de esta forma el llamado “tratamiento carcelario” de instauración de hábitos de trabajo y vida “honesta”. En segundo lugar, sirvió para describir la “vida pasada”, ligada al delito o la locura, de quienes se encontraban detenidos en prisión. Es decir, que funcionó para calificar estilos de vida de forma retrospectiva (como ocurrió en las historias clínicas del Instituto de Criminología). Esto implicó establecer si el detenido tenía antecedentes o internamientos psiquiátricos, contravenciones policiales, antecedentes de violencia en el barrio o el hogar familiar. Además la averiguación de cuál era su entorno, trabajo o medio de vida, en qué espacios circulaba regularmente y con quiénes se relacionaba antes de ingresar a la prisión. (Averiguaciones que fueron parte del censo carcelario de 1906). En tercer lugar, la “mala vida”, al igual que en el ámbito policial y médico, fue ligada, en el penitenciario, a desórdenes, falencias o insuficiencias de tipo emocional y afectivo. De esta forma, diversas dimensiones fueron indexadas a un vocabulario psicopatológico (tal fue el caso de locura moral). También hizo referencia a una incapacidad o desequilibrio para tener trabajo estable. O, se identificó con etapas anteriores al delito relacionadas con trabajos poco estables o vida en la “calle”. El encierro reforzaba un ruptura entre, por una parte, "la vida mundana con sus bullicios y desórdenes (y, por otra) la vida descansada y ordenada (...) de los que están en un lugar cerrado y protegido."268 División dicotómica de un espacio ventilado, aseptizado respecto de un espacio abierto, sucio, pestilente y de aire viciado. En analogía a lo que ocurrió con el espacio abierto de la ciudad, la “mala vida” se vinculó en la prisión a la mezcla de cuerpos que generaban los más diversos efectos. En particular el contagio del vicio y el delito entre los detenidos que podía neutralizarse, según los médicos, separando los cuerpos en celdas individuales e instaurando hábitos de trabajo.

267

Taborda, Héctor, “Clandestinismo en las prisiones” en Archivos de Psiquiatría y Criminología. Aplicados a ciencias afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VII, Buenos Aires, 1908, p. 696 268 Donzelot, Jacques “Espacio cerrado, trabajo y moralización. Génesis y transformaciones paralelas de la prisión y del manicomio” en Espacios de Poder, Editorial La Piqueta, Madrid, 1981, p. 38

78 Sobre la cuestión del trabajo surgieron toda una serie de textos que se refirieron a los efectos que tenía sobre el cuerpo del detenido, tanto en experiencias carcelarias nacionales como extranjeras. Tal fue el caso de la publicación de Memorias sobre prisiones de Paraguay269, Brasil270, Costa Rica271 y Estados Unidos272 en las que se establecieron los efectos benéficos del trabajo sobre el cuerpo en términos físicos y morales. Fue presentado como una terapéutica para “curar a malhechores”, como “tónico que fortificaba al detenido”, como forma de convertirlo en un “elemento activo de la producción” y como una estrategia destinada a corregir conductas dispendiosas, cuerpos relajados y transformarlos en energías productivas.273Además, como una forma de regeneramiento y agente regularizador de funciones psíquicas y orgánicas del detenido. El trabajo, en términos médico – sociales era de “importancia capital para la conservación de la salud neuropsíquica, por otra parte el trabajo exagerado é (sic) irregular es una de las condiciones principales del trastorno de la salud y el desarreglo del sistema nervioso.”274 El trabajo constituyó una forma de volver dócil y útil275 al cuerpo a partir de los efectos saludables que le asignaron los médicos. Al mismo tiempo sirvió como matriz de terapéuticas psicopatológicas al considerarse que el trabajo actuaba sobre la voluntad del detenido para transformar hábitos y costumbres. Más que un castigo fue una forma de ordenar,

y controlar emociones, actos

irreflexibles transformándolos en actos ordenados y “razonables”. A nivel simbólico sirvió para demarcar el prototipo moral y político de la “buena vida” como sinónimo de productividad económica. 1.a) El Instituto de Criminología como laboratorio social en Archivos El Instituto de Criminología constituyó una de las principales fuentes de información de la revista Archivos, junto con el Servicio de Observación de Alienados (ver capítulo II). A partir de sus informes sobre cuestiones carcelarias e historias clínicas (que suman más de 17) es posible estudiar representaciones sobre la “mala vida.” Este gabinete psiquiátrico se creó en el interior de la Penitenciaría Nacional desde 1907 y fue fundado por Antonio Ballvé, director en ese momento de esta prisión. Funcionó hasta el 30 de septiembre de 1933 cuando se sancionó la ley 11.833 de Organización Carcelaria con la que 269

González, Teodosio “La Reforma Penitenciaría en el Paraguay” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1904 270 Souza Gómez “El trabajo penitenciario en Brasil” y “Las bellas artes en las prisiones” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902 271 Alfaro Anastasio, “Criminalidad en Costa Rica” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1904 272 Luling “Una penitenciaría científica” sección Variedades en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de Gráficos de la Semana Médica, Buenos Aires, 1904 273 Fernández, Helvio “Degeneración hereditaria con perturbaciones del sentido moral” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año XI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1912, p. 760. 274 Variedades Los progresos de la medicina contemporánea…”op. cit, p. 760 275 Foucault, Michel Vigilar y Castigar, op. cit, p. 233

79 desapareció, siendo absorbidas sus actividades por la Dirección General de Institutos Penales. José Ingenieros fue designado director de la dependencia desde 1907 hasta 1911, cuando lo sustituyó Helvio Fernández. El Instituto276 fue calificado como una “sección especial de psicología experimental” y una “oficina de policía científica”277, entre otros. En principio estuvo destinado a aquellos detenidos diagnosticados como alienados dentro de la prisión. Aunque excedió este criterio ya que se estableció la observación permanente de todos los detenidos que presentaban: a) “Síntomas” de alteración mental b) Epilepsia c) Alcoholismo crónico d) Toda otra perturbación fisio – psicológica. Esta enumeración implicaba que prácticamente cualquiera de los detenidos podía ser examinado si manifestaba síntomas, ya no de locura, sino de un amplio campo de “anomalías”. Celadores y guardianes colaboraron en la detección de las mismas, anotando actividades y comportamientos cotidianos de los detenidos. Dentro de las funciones del Instituto de Criminología estaba redactar un boletín médico – psicológico sobre cada uno de los penados considerando aspectos clínicos y sociológicos. Debía tener en cuenta antecedentes, parte del proceso, la condena e incluir la fotografía. La conducta buena o mala del detenido era registrada cada seis meses por los médicos. El objetivo principal que aparecía en estos documentos clínicos era establecer el estado “presente” de las funciones psíquicas a partir de un método de observación clínico que implicaba, entre otras cosas, visitas repetidas al examinado e interrogatorios a testigos (como familiares cercanos y vecinos). También presentaron la particularidad de unir, en un mismo texto, diagnósticos médico clínicos y documentos judiciales provenientes de los informes del fiscal o del juez en algunos casos. Por otro lado, el Instituto debía confeccionar un examen médico – legal en todos los casos de suicidio entre detenidos con informe detallado. Además, tenía a cargo actividades de corte académico, como la organización de una Biblioteca Internacional de Criminología y Ciencias Conexas, reuniendo sobre todo producciones argentinas. También preparó el primer Museo de 276

“El Instituto de Criminología de la República Argentina” “Semaine Médicale” París, en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, p. 227. 277 Gina Lombroso “Instituciones Americanas. La Penitenciaría Nacional de Buenos Aires l” Avanti Roma 20 de noviembre de 1907 en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, p. 237. Un “espacio donde analizando psicológicamente a los delincuentes se ponían en práctica los procedimientos clínicos y experimentales más modernos preconizados por José Ingenieros”. Noticiero Universitario de Barcelona “La psicología del crimen”, “De la scuola criminale positiva”, Enrique Ferri, “de la psicología del crimen” Enrique Carqué de la Parra “Instituto de Criminología” Lecha Marzo “Las Instituciones Penales en la América de lengua española” “La Penitenciaría Nacional juzgada en el extranjero” Guglielmo Ferrero en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, p. 237

80 Criminología de América del Sur. Por último, tuvo como función informar a la Dirección de la Penitenciaria en todo lo relativo al tratamiento, educación moral e intelectual sobre el trabajo de los penados. El Instituto de Criminología mantuvo vínculos con la justicia penal a partir de la producción de informes médico– legales dirigidos a los jueces solicitando la internación de detenidos en Hospitales psiquiátricos en los casos diagnosticados como alienados. O bien señalando errores cometidos respecto de detenidos. Con respecto a estos errores se publicaron diversos casos, tanto de detenidos que habían recibido un diagnóstico de alienados cuando no lo estaban, como de individuos que habían sido detenidos y padecían una enfermedad mental sin haber sido diagnosticados, alegándose los peligros que éstos implicaban en términos de “defensa social”. Luis Jennsen, (ex – detenido por en la Penitenciaría Nacional por robar a un pensionista setecientos pesos que guardaba debajo de su cama) fue diagnosticado como alienado por José Ingenieros, médico a cargo de la pericia, quién estableció, “Desde el 21 de mayo de 1901 hasta el 11 de Diciembre de 1902 permaneció en la Penitenciaría en calidad de penado sin que nadie advirtiera las perturbaciones de su estado mental.”278. Según Ingenieros, quién detectó el error fue un vigilante “Bastó que saliera á (sic) vagar por la vía pública para que sus actos y palabras fueran reconocidas como de un loco y la policía interviniera, enviándolo como alienado a la Sala de Observación. Finalmente fue recluido en el Hospicio de las Mercedes por gestión del Servicio de Observación de Alienados.”279 El vigilante había observado que “repetidamente pasaba por su parada el sujeto que dice llamarse Luis Jenssen quien estacionándose frente á (sic) las puertas, las miraba con detenimiento, y en otras dirigía la vista indistintamente hasta que sacando varios papeles de los bolsillos se puso á (sic) cantar; que en vista de esto le interrogó acerca de la causa ú (sic) objeto que lo llevara á ese sitio, contestándole con palabras incoherentes, le mostró un papel de la Cárcel Penitenciaría, por el que consta que ayer salió en libertad después de haber cumplido su condena; que sospechando que tenga sus facultades alteradas y con el fin de evitar que se tirase al agua ó (sic) cometiera algún otro acto en su perjuicio ó (sic) de otros lo condujo á esta Comisaría”280. Un caso similar apareció a cargo del médico Julio Nogués que relataba:“En la práctica de siete años que llevo como médico de la Prisión Nacional, he podido comprobar que los delincuentes en estado de alienación que han cometido delitos, han sido condenados sin tener en cuenta su estado 278

Ingenieros, José, “La alienación mental y los errores judiciales” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1907, p.429 279 Ingenieros, José, “La alienación mental y los errores judiciales…op cit, p.420 280 Ingenieros, José, “La alienación mental y los errores judiciales…op cit, p.423

81 mental (la negrita es nuestra); recuerdo un caso que con sólo haber leído el parte policial, lo hubiera determinado el reconocimiento psiquiátrico, hubiérase ahorrado una condena a penitenciaría: Se trataba de un buen hombre que desempeñaba las funciones de guarda en una estación de ferrocarril, que continuamente hurtaba del vagón de las encomiendas toda clase de objetos y comestibles, lo que fue notado por sus superiores y denunciado a la Policía; practicó ésta un registro en las dos piezas ocupadas por el delincuente y cuál seria el asombro de encontrarse en ella innumerables objetos de toda clase, más bien dignos de uno de esos almacenes y tiendas de campaña, que de una pieza de un pobre peón. Este sujeto es un paralítico general y su hurto tiene todos los caracteres de un producto morboso.”281 En otros casos, como el del Primo Guareschi, José Ingenieros, como perito estableció “Complementado nuestro propósito de evidenciar los innumerables errores judiciales motivados por el desconocimiento de la alienación mental, publicamos un nuevo caso de condena mental recaída en un loco delincuente.”282 En otro caso José Ingenieros relató: “El juez que devolvió la libertad a N.N por considerarlo irresponsable ha debido constatar que padecía delirio de las persecuciones. El hecho de ponerlo en libertad evidencia que él carecía de conocimiento psiquiátrico que le permitieran prever que ese temible estaba en vísperas de una evolución hacia una megalomanía religiosa.”283 Toda la serie de errores judiciales, que Ingenieros compiló en su obra Criminología, unos años después, sirvieron para indicar la necesidad de un saber psiquiátrico en el campo jurídico/ penitenciario. En especial, se ofreció una respuesta de tinte científico que resaltaba insuficiencias del régimen legal penal anclado en la idea del libre albedrío. Los médicos, entonces, no sólo aparecían colaborando en la construcción de diagnósticos con nuevos criterios, sino también “evitando” errores que tenían efectos en la realidad (como el detenimiento o puesta en libertad de un individuo). El Instituto de Criminología también estuvo vinculado con hospitales psiquiátricos, como el Hospital de las Mercedes, donde eran derivados algunos de los diagnosticados como alienados. Se fundaron y funcionaron anexos dentro de ciertos hospitales que actuaron en el dominio de intervención de los “delincuentes alienados”. Uno de los antecedentes fue el Pabellón “Lucio Meléndez” fundado en febrero de 1898, destinado a la Asistencia de aquellos detenidos que

281

Nogués, Julio “Necesidad de que los médicos de las prisiones posean conocimientos prácticos en psiquiatría” en Archivos de Criminología Psiquiatría y Ciencias Afines” Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, Año XII, Buenos Aires, 1913, p. 324 282 Ingenieros José “La alienación mental y el delito” en Archivos de Criminología Psiquiatría y Ciencias Afines” Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, Año XII, Buenos Aires, 1907, p. 567 283 Ingenieros, José “Los alienados y la ley penal” en Archivos de Criminología Psiquiatría y Ciencias Afines” Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, Año VI, Buenos Aires, 1907, p. 573

82 presentaban alteraciones mentales.284 También funcionó el Servicio de Alienados Delincuentes como anexo del Hospicio de las Mercedes285 al que fueron derivados algunos de los diagnosticados como alienados en el Instituto de Criminología. Además, el Instituto implantó prácticas carcelarias que intentaban volver útil el cuerpo. Tal fue el caso del control sobre la alimentación del detenido para que estuviera acorde a las energías gastadas en las actividades físicas dentro de la prisión. De allí que alguno propuso que no comieran sino lo necesario o mínimo para sobrevivir. Según Aubone (adscripto del Instituto) a “estos ociosos o trabajadores medianamente se les da más alimentos que al ejército nacional, cuyos individuos trabajan todos.”286 A los mecanismos de coerción que se ensayaban en la prisión, los detenidos se opusieron de distintas maneras, respuestas que fueron codificadas por los médicos como signos de su mayor o menor peligrosidad. Este fue el caso de los estudios sobre los tatuajes de los detenidos desde el Instituto. Se estableció que “Los tatuajes amorosos y obscenos (…) forman el mayor número. Sus dibujos predilectos (son) las mujeres desnudas, falos apocalípticos, posturas aberrantes, figuras soeces, en fin que hablan de mentes enfermas, de neurosis, histeria y degeneración (…).”287 En el trabajo se concluía que era necesario tomar medidas para evitar la propagación de tal práctica “entre los malvivientes argentinos, ya que admitida la imitación como causa principal del tatuaje, habremos de considerar cada nuevo caso como un peligro inminente de contagio”288. Además de estas expresiones se retomó la voz en primera persona de los detenidos a partir de las expresiones artísticas en naipes289; como en la Penitenciaría de Bahía (Souza Santos) en Brasil y se relataron formas de entretenimiento entre los alojados como “carreras de piojos”290 y el caso “Pagano”291conocido por haber amaestrado ratones mientras estuvo detenido en la Penitenciaría Nacional. 1.b) Historias Clínicas del Instituto de Criminología Una vez puesto a disposición del médico del Instituto el cuerpo del detenido se procedía a la examinación y los resultados se plasmaban en historias clínicas. Las singularidades somáticas eran 284

Reglamento del Servicio de Observación de Alienados en variedades en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910, p. 255 285 Fernández, Helvio “El Servicio de Alienados delincuentes” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines Año VI, Talleres de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1909, p. 102 286 Aubone “La alimentación actual de nuestros presos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1913, p. 469 287 Angulo José “Los tatuados en la Penitenciaría Nacional” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913, p. 466/67 288 Angulo José “Los tatuados en la Penitenciaría…op. cit, p. 469 289 Souza, Gómez “Las bellas artes en las prisiones” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p.101 290 E. Herrstell “El juego en las cárceles. Carreras de piojos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año I, Talleres Gráficos de la Revista Nacional, Buenos Aires, 1902, p. 58 291 Ingenieros, José “El envenenador Luis Castruccio…op cit, p. 24

83 individualizadas esquemáticamente y clasificadas, estableciéndose una relación directa entre la escritura y el cuerpo. La cuestión de la “mala vida” apareció en el caso de estas historias clínicas abordada de forma retrospectiva, ya que se indicaron hábitos, costumbres y contactos con el mundo del vicio y el delito de los detenidos antes de ingresar a la prisión, formando parte de la vida “pasada” del detenido. Al igual que el SOA (ver capítulo II), el Instituto de Criminología impulsó la generación, registro sistematizado y homogéneo de tipo clínico de los individuos que por allí pasaban. En el caso del Instituto, se siguió el método de estudio propuesto por José Ingenieros en su clasificación psicopatológica: una sección estuvo encargada de la etiología, otra de la clínica y una última de la terapéutica de los detenidos. A diferencia del gabinete policial, el Instituto ofreció ribetes propios por estar enclavado dentro de una Institución total. Esto daba la posibilidad de una observación permanente, la omnidisciplinariedad292 implicaba abarcar la totalidad de la vida de los detenidos, desde sus hábitos más privados, como ir al baño, hasta la manera de comer, caminar, moverse e interactuar con otros detenidos. ¿Sobre qué individuos se realizaban estas historias clínicas? En principio, la mayoría de los interrogados

eran

detenidos

por

delitos,

en

general,

graves.

Homicidios

pasionales,

envenenamientos y lesiones graves integraron la nómina de ilegalidades. Las historias clínicas del Instituto presentan una organización similar a las que encontramos en el SOA (ver capítulo II), es decir, que al motivo de detención y, en este caso, de inicio del proceso penal y condena, le seguían los antecedentes, diagnóstico y terapéutica. Además de los boletines, también aparecieron en la revista informes médico – legales dirigidos a los jueces que presentaron este mismo esquema. Apareció un recorrido biográfico por la vida de los examinados, y, en la descripción, la utilización de la “mala vida” como parte de la imagen de un estilo de vida considerado desordenado en términos morales. Sinónimo en algunos casos de una existencia “ambulatoria” con el vicio y el delito. Ahora pasamos a ocuparnos de tres representaciones que surgieron en estas historias clínicas ligadas a la “mala vida.” Por un lado, la noción de locura moral en dos de sus acepciones, como afectación en la esfera afectiva, y, como “ambición” por el dinero como cuestión patológica. Por otro lado, la utilización del término “mala vida” y el fenómeno de la simulación. Uno de los primeros detenidos que fue observado en el Instituto de Criminología, a mediados de 1907, fue Luis Castruccio, protagonista de uno de los casos célebres de la criminología alienista, a quien Luis María Drago había estudiado en su obra Hombres de presa. Castruccio fue condenado a 292

Ver, Foucault, “Unas instituciones completas y austeras” Michel Vigilar y Castigar, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2002 p. 238

84 pena de muerte por el homicidio por envenenamiento de Bouchon Constantin, pena que fuera conmutada por presidio por tiempo indeterminado. Ingenieros, que participó como perito en la confección del informe médico/legal describió a Castruccio como un individuo que, aunque de orígenes humildes y empleado en un oficio de sirviente, había logrado tener una relativa instrucción. Contrariamente a los efectos correctivos que desde el dispositivo alienista y correccional se le asignaba a la educación, en Castruccio se consideró había provocado una serie trastornos. El principal había sido despertar la “ambición” por el dinero a través de medios que Ingenieros calificó de “torcidos”. A partir de la cuestión del dinero fue posible articular, en términos simbólicos, la locura, como una de las formas de artificialidad de la urbe y de disgregación de la personalidad individual al mismo tiempo293. La ambición por el dinero fue representada, al lado de otras cuestiones, como el alcohol, la diversión nocturna, como una manera de corrupción moral que ofrecía la ciudad. En el caso de Castruccio, la ambición estaba en la base de su diagnóstico de “ausencia total de sentido moral”. La debilidad de espíritu que esto implicaba impedía que tuviera las fuerzas necesarias para llevar adelante una vida de “ahorro y ascenso económico progresivo”. Sin embargo, esta incapacidad para mantenerse en un trabajo estable, no le habían impedido que se “diera cuenta”, según relató Ingenieros, que sólo los perseverantes se enriquecían y que él tenía una incapacidad para hacerlo por lo que había optado por una vida de delito. En el informe que apareció en Archivos, Ingenieros narró las escenas previas y posteriores al homicidio de Constantin, dando cuenta de los pasos de Castruccio para llevarlo a cabo: desde la publicación de avisos en el diario La Prensa solicitando mucamos, convencerlos a través de buenos tratos para que firmaran una póliza de seguro de vida a su favor, hasta la estrategia para conseguir arsénico (falsificando una receta médica) y las modalidades con las que envenenó a su víctima (le suministró cierta cantidad en el café con leche, de forma gradual durante varios días en las comidas). En todo este recorrido y después de ser juzgado sólo le pesaba, según Ingenieros, la pérdida del dinero. Declaró Castruccio “Bouchot, decía, ya está muerto y nada siente, en tanto que yo pagué la póliza y he perdido 230 pesos, incluyendo en ellos los gastos de médico y entierro.”294 El defensor de Castruccio alegó que padecía de locura moral, término psicopatológico que recubrió conductas ligadas a la “mala vida”. En este caso remitió a la ambición desmedida por el dinero sin medir fines empleados. Por su parte, los médicos de tribunales establecieron que “Si la crueldad, la falta de arrepentimiento, la ausencia absoluta de sentido moral, aunque vaya aparejada con la

293

Vezzetti, Hugo “La locura en la Argentina…”op cit, p. 185 Ingenieros, José “El envenenador Luis Castruccio” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año VIII, 1909, p. 17

294

85 integridad intelectual completa y el cálculo frío para cometer actos criminales, premeditados que redunden en su propio provecho, constituye la locura moral, entonces podrá aceptarse á (sic) Castruccio como loco moral, pero en el caso presente podemos creer, siguiendo a Lombroso, que se confunden con los delincuentes natos.295”296 Fue dentro del grupo de “locos morales” que el Juez de la causa ubicó a Castruccio a quién “debía incluirse al proceso con sus facultades intelectuales íntegras y, por tanto, con libertad moral bastante para establecer una responsabilidad completa por el delito por el cual se le procesaba.”297Según los médicos no sólo era un degenerado congénito, sino un semiloco, aún antes de cometer el delito. Éste fue calificado como un terreno de tipo mórbido que preparaba el florecimiento de una forma clínica bien definida de locura. Aunque afectado en sus funciones psíquicas, tenía, según los médicos comprensión de sus comportamientos. Por lo tanto, era imputable según los criterios del Código Penal porque su caso no encuadraba en el artículo 81 inciso primero que estableció la inimputabilidad del que “El que ha cometido el hecho en estado de locura, sonambulismo, imbecilidad absoluta o beodez completa é involuntaria.” Castruccio, una vez condenado, fue observado por los médicos del Instituto de Criminología, entre ellos Ingenieros, en el taller de imprenta donde trabajaba y la escuela de la Penitenciaría Nacional. Al respecto se destacaron en el informe que hablaba y se reía solo mientras trabajaba y que creía haber inventado una máquina para mejorar la calidad del sonido, de la que los médicos tenían fotos. El 6 de agosto de 1907 se pasó nota a la Dirección de la prisión para que fuera enviado al pabellón de Alienados del Hospicio de las Mercedes con el diagnóstico de “delirio polimorfo crónico alucinatorio”, luego de haber pasado más de 20 años en la Penitenciaría Nacional. Otro de los casos calificados de “locura moral” fue el de “Godino” (conocido como “Petiso) Orejudo” (ver capítulo II) uno de los más resonantes de la época con amplia repercusión en medios políticos y periodísticos.298 Manuel Godino, de 16 años, fue detenido y acusado de siete tentativas de homicidios y cuatro homicidios y siete incendios intencionales. Godino explicó a los médicos que realizaron la pericia que la causa “impelente” de sus actos homicidas “era únicamente el deseo de matar lo que lo llevaba a efectuarlos, sintiendo placer en ellos, que elegía a niños que tenían caras de zonzos y que no tenían fuerzas. Otras veces, dice, que sentía como especie de fuego en el

295

Expresión que proviene de Lombroso quien consideró al criminal nato “como un enfermo mental, alejado del hombre normal (…) como un salvaje que sobrevivió la muerte de la sociedad a la pertenecía. Constatar enfermedades y anomalías en los delincuentes lo llevó a sostener que los rasgos somáticos eran testigos fieles de la capacidad delictiva de un individuo en María Luisa Múgica “Cuerpos marcados delincuentes y prostitutas como blanco. La difusión de las teorías lombrosianas en Rosario a fines del siglo XIX y principios del XX” en Territorio, Memoria y relato..op. cit 221. 296 Ingenieros, José “El envenenador Luis Castruccio…op cit, p. 11 297 Ingenieros, José “El envenenador Luis Castruccio…op cit, p. 11 298 Ver Scarzanella Ni Gringos Ni indios…op. cit. 75 y Caimari Lila, Apenas un delincuente,op, cit, p. 70

86 cuerpo y que, para calmarlo, mataba a los niños"299. Aparte de su testimonio, uno de los factores que el pedagogo Mercante tomó en cuenta en su informe sobre Godino, fue la incidencia que sobre su cuerpo y personalidad había tenido el alcoholismo de su padre. “Es indudable que en la época en que fue (…) engendrado, su padre abusaba de las bebidas alcohólicas y esto ha sido, sin duda alguna, la causa de la detención de su desarrollo cerebral.”300Sin embargo, los médicos a cargo de la pericia (Negri y Lucero) establecieron que sus padres eran sanos y lo que podía servir de punto de partida de su debilidad corporal era la enteritis (inflamación del intestino delgado) que había sufrido desde pequeño. Heterogeneidad de factores, de distintos niveles que aparecieron como modos de explicar la conducta de Godino. Según Mercante la capacidad para razonar del acusado era “la de un tipo normal (...) que distingue los hechos buenos de los malos pero su incapacidad radicaba en no "sentirlos", careciendo de "emoción afectiva."301 Aunque Godino fue diagnosticado como un "degenerado" en el pronunciamiento del fiscal, adquirió relevancia singular la cuestión del "sentido moral" como un elemento de la personalidad que se "adquiría". "Porque el criminal, cuya gradación psicológica es infinita, lleva su ataque bien meditado contra el prójimo a causa de que le falta lo que comúnmente se llama "sentido moral", pero sabemos que esto no es otra cosa que el producto de la cultura y el trabajo del hombre sobre sí mismo, su sometimiento, después de siglos de vivir en sociedad. Luego, el sujeto que carece de sentido moral no puede ser loco, sino retardado."302 Si tenemos en cuenta que Godino fue visto como "cuerdo" para el fiscal, la deficiencia de su conducta apareció imputada a una incapacidad: "No hay lesión en sus células corticales, sino falta de desarrollo, de agilidad, de evolución." Esta falta de capacidad se refirió a la forma de distribución de funciones, comportamientos y organizaciones neurológicas y psicológicas.303La carencia de desarrollo sirvió de piedra de toque para deslindar el "sentido moral " de la locura, porque éste "no es locura, lo que implicaría un estado de inferioridad en relación a su propia conservación” y se vinculó a la "locura moral": "siendo el loco moral un sujeto al que sólo le faltan los sentimientos altruistas, sociales, no está afectada su fisiología.”” 304 El comportamiento de Godino era difícil de controlar según sus vecinos y testigos, violento en sus maneras tenía malos tratos con los niños con los que se relacionaba. Todos datos que ayudaron en la

299

Coll, Jorge “El caso Godino” Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Año XII, Buenos Aires,1913 p. 651 300 Coll, Jorge “El caso…” op cit, p. 652 301 Coll, Jorge “El caso…” op cit, p. 649 302 Coll, Jorge “El caso…” op cit, p. 669 303 Foucault, Michel, “Clase del 12 de diciembre de 1973” en El Poder Psiquiátrico, FCE, Buenos Aires, 2005 p. 241 304 Coll, Jorge “El caso Godino…op. cit, p. 669

87 construcción de una serie de infracciones infraliminares y paralegales que explicaban cómo Godino se parecía a su crimen aún antes de haberlo cometido305. Conjunto de combinaciones complejas, tanto ambientales, sociales como orgánicas convertían a Godino en un individuo “peligroso”. Integrante de las filas de la “mala vida” que no se habían podido adaptar a la vida de las “buenas costumbres” según los médicos. Decía Mercante “Hubiérase, tal vez prevenido la monstruosidad de los crímenes, si las tendencias de Godino hubieran encontrado menos miseria social y fisiológica que las favoreciera ¿la educación puede crear sentimientos sociales a quien no los tiene? Creo que si o, por lo menos, atenuar la violencia de los pervertidos."306 Jorge Coll, el fiscal del caso, estableció "desde el punto de vista puro (...) de la práctica médica, éstos no son enfermos medicales (entendiendo por tales los que tenían diagnosticada una afección orgánica)”307y lo que operaba como punto de distinción era que, aunque sanos de cuerpo y sin "ideas delirantes o alucinaciones o debilitamiento de las facultades mentales" eran, sin embargo, perversos, amorales, antisociales para quienes la sociedad era una fuente de explotaciones múltiples e infinitas. Parte de las calamidades de las colectividades"308. Se recubrió o codificó bajo el término de “locura moral” una conducta que implicaba una separación entre una esfera intelectual no afectada y una afectiva o emocional perturbada, que servía como punto de partida para describir comportamientos considerados desviados o criminales. La "mala vida" fue indexada en estos dos casos resonantes (Castruccio y Godino) por el término psicopatológico de “locura moral”. Los desórdenes afectivos, lo antisocial aparecía al mismo tiempo como el efecto de una vida atravesada por el abandono, las faltas emocionales y materiales para la supervivencia. Fue, entonces, en el campo de las pasiones y los desequilibrios afectivos donde se observó principalmente y se identificaron conductas de una "mala vida". En ambos casos se estableció la responsabilidad de los acusados por lo que el diagnóstico de una locura moral teñida por la “mala vida” sirvió para legitimar su juzgamiento como culpables. Por otro lado, la utilización de la noción de la “mala vida” apareció por primera vez utilizada de forma explícita en Archivos en el caso de Alejandro Puglia, acusado y condenado por circular billetes falsos, lesiones, disparo con arma de fuego y homicidio. José Ingenieros, como perito de la causa, relató la forma en que había reconstruido la historia de vida de Puglia recorriendo una serie de instituciones por las había que transitado. La recopilación de datos incluyó los brindados por José Rossi de la Comisaría de Investigaciones

305

Ver Foucault, Michel, Yo Pierre Riviere habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano. Un caso de parricidio del siglo XIX presentado por Michel Foucault, Ediciones, Tusquets, Barcelona, 1976. 306 Coll, Jorge “El caso Godino…op. cit, p. 649 307 Coll, Jorge “El caso Godino…op. cit, p. 670 308 Coll, Jorge “El caso Godino…op. cit, p. 670

88 de la Ciudad de Buenos Aires, los antecedentes clínicos de su permanencia en el Hospital de las Mercedes aportados por el doctor Helvio Fernández, documentos jurídicos brindados por el Juez de Instrucción Doctor Frías y de sentencia, Doctor Madero, los informes de los doctores de tribunales, Drago y Hernández referidos a su conducta en la Penitenciaría Nacional por Antonio Ballvé. Rastreo burocrático / administrativo de su trayectoria de vida y recorrido por dispositivos que implicaron la puesta en marcha de prácticas tanto punitivas como terapéuticas.309 La pericia comenzaba estableciendo “Alejandro Puglia nació en Nápoles, el 22 de agosto de 1869, tiene en la fecha 38 años. Recibió instrucción elemental y se crió bajo los auspicios de un padre alcoholista crónico en un ambiente sumamente propicio a la mala vida entre holgazanes y “camorristas”; de ello conserva rasgos típicos en su carácter y su mentalidad. Nunca aprendió ni ejerció un oficio determinado, ocupándose en trabajos diversos que no requieren educación profesional; ha sido jornalero y dependiente de casas de comercio (…) Llegó al país en 1897 y á (sic) poco de incorporarse a nuestro medio social se vinculó con gente de mala vida, iniciando una foja de actividad criminal armónica con sus antecedentes.”310 La zona de “mala vida” incluyó a las actuaciones mentales conscientes pero anormales de esa serie de individuos que “no son ni locos ni criminales, en el sentido riguroso de la palabra, que escapan a la cárcel y al manicomio y que la sociedad tolera bien o mal, aplicándole las sanciones del aislamiento social, del desprecio o del ridículo. Me refiero (relató el médico cordobés Ducceschi en primera persona) al ejército de extravagantes, deficientes, ultrautopistas, inmorales, pervertidos, a los atorrantes, a los proxenetas, a las prostitutas por vocación, desperdicios de la vida social, náufragos de la existencia (…)”311 Puglia fue condenado a 15 años de prisión por homicidio, pero después de un intento de suicidio, (caso que recaía dentro de las funciones del Instituto de Criminología) fue trasladado al Pabellón de Alienados del Hospicio de Mercedes. Allí les manifestó a los médicos “de una manera grotesca que el sujeto á (sic) quien había muerto se le presentaba todas las noches vestido con un chaleco a cuadros para decirle que nunca más saldría del Hospicio. La tranquilidad con que hacia esta referencia, sin sorpresa ni susto á (sic) pesar de que es corriente que los aparecidos produzcan siempre temor en los alienados alucinados, nos hizo comprender que Puglia representaba una comedia, con objeto a sustraerse á (sic) la acción de la justicia.”Dirigido a eximir la responsabilidad “El tiempo se encargó de confirmar esta creencia; actualmente descubierto en su

309

Foucault, Michel, “Clase del 15 de enero de 1975”, en Los Anormales, FCE, Buenos Aires, 2008, p. 41 Ingenieros, José “Locura, Simulación y Criminalidad” en Archivos de Psiquiatría, Criminología Medicina Legal y Ciencias Afines, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Ano VII, 1908, p. 4 311 Ducceschi “La psiquiatría” en Archivos de Criminología Psiquiatría y Ciencias Afines” Talleres Gráficos de la Revista Nacional Buenos Aires, Año I, Buenos Aires, 1906 310

89 superchería, no intenta en absoluto esquivar su responsabilidad y quiere volver á (sic) la Penitenciaría para que continúe su causa.””312 Luego de ser examinado Puglia por Helvio Fernández, médico del Instituto de Criminología, lo diagnosticaron como no alienado y simulador de la locura. En estos casos, la simulación se estimó un hecho de específico interés para el médico legista y criminólogo. En especial porque fue analizada como un medio de “lucha por la vida” que los individuos acusados o procesados por un delito empleaban cuando buscaban eludir la represión penal, alegando alguna de las causas de irresponsabilidad reconocidas por el Código Penal.313 También fue codificada por Ingenieros, para deslindar el término de la simulación en general, como “sobresimulación” estrategia puesta en marcha contra el ambiente jurídico, que asumió diversidad de formas de expresión como agitación maníaca o confusión mental. A través del recorrido de la vida y los antecedentes de los detenidos desde el Instituto de Criminología se construyó la noción de la “mala vida”, tratándose de mostrar que era una de las condiciones de la criminalidad existía antes de constituirse como tal criminalidad.314 Además que los signos que representaban la “mala vida” eran aún asimilables a la criminalidad, se dio en términos de sus condiciones de posibilidad. Su detección fue en términos de signo de anomalía mental, de perturbación psicológica. En la intersección del Instituto de Criminología entre el poder y saber penitenciario y el poder y saber médico y judicial, se formó una singular producción de discursos referidos a la “mala vida” como conjunto de signos y etapas previas a la alienación mental. En el cruce entre estos dos saberes y prácticas la noción “mala vida” fue recubierta de términos psicopatológicos como simulación, semilocura y locura moral e introducida en la práctica de los jueces, sirvió no sólo para la legitimación de los diagnósticos de los informes médico / legales, sino también para la resolución de fallos y sentencias. La “mala vida” se situó en el campo de los problemas referidos a individuos eventualmente peligrosos en función de anomalías mentales y de signos de inadaptabilidad sociales y morales.315 En su torno se intentó fabricar el cuerpo del detenido en la cárcel, procurando neutralizar, borrar todos los efectos nocivos que habían dado como resultado la “mala vida”. La incidencia de algunas prácticas, como la divulgación del trabajo para instaurar en ciertas individualidades “sanas costumbres laborales” se sitúa en un proceso de extensión de la participación de los médicos en ámbitos educativos, sociales, correccionales y carcelarios.

312

Ingenieros, José “Locura, Simulación y Criminalidad…op cit, p. 13 Ingenieros, José Criminología, Editorial Elmer, Buenos Aires, 1957, p. 50 314 Foucault Michel, “Clase del 8 de enero de 1975” Los Anormales, op. cit, p. 32 315 Foucault, Michel “Clase del 15 de enero de 1975” en Los Anormales op. cit, p. 39 313

90 Conclusión Podemos establecer que el discurso sobre la “mala vida” se tornó en uno de los temas fundamentales para pensar la ciudad de Buenos Aires y sus problemas en particular. Esta categoría incluyó, en el discurso de Archivos, una variada gama de sujetos y conductas marginales. Se ubicó dentro de los estudios de una “clínica médica social” sobre individuos marginados, según se tratara de vagabundos, niños, lunfardos, prostitutas, o detenidos en la Penitenciaría Nacional. Implicó la observación de conductas, diagnósticos de peligrosidad y moralidad. En estas prácticas el médico, el policía, el administrador y penitenciario cumplieron un rol estratégico al encarnar un discurso de verdad sobre lo que constituía una “buena” o “mala vida” en términos morales. Desde el discurso de Archivos no sólo observaron pacientes en el contexto de la policía, la cárcel, las escuelas, reformatorios y consultorios privados, sino que inspeccionó ocularmente el cuerpo social. Como productores de un discurso estatal y oficialista fabricaron una noción marginal de ese cuerpo. Pero sobre todo por la capacidad del ojo escrutador de este médico – policía de “reconocer” a estos cuerpos bajo lineamientos clínicos y estéticos entre las aglomeraciones “desordenadas” a partir de esquemas clasificatorios de estereotipos. La

revista,

como

dispositivo,

integrado

de

heterogéneos

discursos,

albergó

diversas

representaciones sobre la “mala vida”. En primer lugar, a través de los discursos de médicos, y policías en el marco del Servicio de Observación de Alienados, quienes construyeron su propia noción de la “mala vida” que remitió a la pobreza, los pequeños ilegalismos, el abandono, las carencias afectivas y materiales de las capas menos favorecidas socialmente, recubriendo la noción de peligroso o defectuoso bajo categorías psicopatológicas. Discurso sobre la marginalidad que adquirió efectos de verdad al utilizarse para legitimar diagnósticos médicos como actas policiales. En segundo lugar, la noción de “mala vida” constituyó uno de los soportes de los mecanismos de control, observación y diagnóstico tanto en el caso de los niños como de las mujeres. A través de ella se elaboraron diagnósticos morales que prevenían sobre una futura criminalidad o locura a la vez que establecían pronósticos moralizadores. La articulación de discursos entre la “mala vida” y la niñez se plasmó en una especie de puesta en serie del niño primero abandonado, luego convertido en vagabundo por la falta de contención familiar, de educación y por el merodeo en las calles; y, por último su caída en el mundo del delito como producto de la tentación de los “vicios” que en la calle aparecían a su alcance. Criminalización de la pobreza y de situaciones de vulnerabilidad social que evidenciaron una focalización del problema social en el que la niñez “peligrosa” se representaba en términos criminológicos, antes que de tutela o protección social. En tercer lugar, la construcción de la “mala vida” en relación a la mujer implicó la naturalización de ciertos enunciados sobre su rol social que sirvieron para fabricar un cuerpo femenino en el que

91 ocuparon un lugar fundamental la cuestión de la sexualidad y la maternidad. En torno de la primera se describieron técnicas para asegurar un cuerpo limpio a la vez que higiénico. La conducta cotidiana de la mujer apareció psiquiatrizada y patologizada, se diagnosticaron como histéricas conductas que implicaban desobediencias o incivilidades, como robar servilletas; o parangonando a la mujer como un niño grande con ciertas incapacidades o taras de desenvolvimiento, faltas de equilibrio o de madurez en su desarrollo. En cuarto lugar, se construyeron imágenes de la “mala vida” a través del recorrido de la vida y los antecedentes de los detenidos desde el Instituto de Criminología, tratándose de mostrar que era una de las condiciones de la criminalidad antes de constituirse como tal. Se intentó fabricar el cuerpo del detenido en la cárcel, procurando neutralizar, borrar todos los efectos nocivos que habían dado como resultado la “mala vida”. La incidencia de algunas prácticas, como la divulgación del trabajo para instaurar en ciertas individualidades “sanas costumbres laborales” se situó en un proceso de extensión de la participación de los médicos en ámbitos educativos, sociales, correccionales y carcelarios. La “mala vida” se ubicó en el campo de los problemas referidos a individuos eventualmente peligrosos en función de anomalías mentales y de signos de inadaptabilidad sociales y morales. De allí que el aguzamiento y perfeccionamiento de la mirada era fundamental a la hora de descubrir las conductas y comportamientos considerados “peligrosos” apenas esbozados. Para construir la noción de la “mala vida”, médicos, policías, penitenciarios, entre otros, utilizaron una serie de laboratorios de “observación social”. Tal fue el caso del Servicio de Observación de Alienados, del Reformatorio para niños, del consultorio médico y del Instituto de Criminología. En estos espacios de saber – poder se construyeron discursos que definieron en ese momento histórico la noción de la “mala vida” como soporte de cuestiones que generaron desconcierto y consiguientes esfuerzos de control. Entre ellos la vagancia, las pasiones desenfrenadas, las necesidades físicas y materiales. Las diferencias entre estos espacios estuvieron dadas fundamentalmente porque en el espacio policial, la observación de la “mala vida” era a simple vista de los médicos y policías. En el caso del Instituto de Criminología fue un trabajo de retrospección sobre una “mala vida” que había tenido lugar en el pasado del detenido. De esta forma a la hora de identificar dimensiones del concepto, la mayor riqueza apareció desde los esfuerzos del campo policial que del penitenciario. Sobre todo porque para el agente y médico policial la observación implicaba una salida a espacios abiertos de personajes irreductibles a dispositivos de normalización que, en muchos casos, como los lunfardos, circulaban en las fronteras de la ley sin ser secuestrados. Sin embargo, se elaboró una imagen por demás parcializada y ciega de la idiosincrasia y hábitos culturales de los individuos sobre los cuales se erigían estas taxonomías. Mundo demasiado confuso el urbano que reclamaba orden, aunque fuera desde lo simbólico, la vida de los miembros de la

92 "mala vida" es irreductible a estas taxonomías, porque las excede y supera en su complejidad y ribetes. Siguiendo a Chartier 316no existe algo así como una cultura profana y otra experta que sean separables en términos dicotómicos, sino que entre ambas hay desplazamientos, transmisiones y apropiaciones. En la revista las voces de los protagonistas aparecieron sólo marginalmente utilizadas desde los médicos en un intento de reforzar el argumento de sus predicciones y estructuraciones teóricas. Aunque en realidad, significaron la emergencia de resistencias en el seno de un discurso de tipo experto, formas de apropiaciones singulares relatadas en primera persona que dieron cuenta, en algunos casos del ejercicio del poder sobre sus cuerpos. Lo que provoca mayor curiosidad es que la supervivencia de estos personajes, manteniéndose al margen de la ley y del poder punitivo con conductas por las que "engañaban" a los galenos, se convirtieron en formas de resistencia y de burla al mundo ordenado y predictivo que planteaban los médicos en sus discursos en Archivos. En esta vida del "menudeo" los integrantes de las filas de la "mala vida" desenvolvían su existencia en singulares circuitos económicos - sociales y con particulares hábitos culturales, que en el discurso de Archivos son dejados de lado por un análisis en el que el protagonista principal es el cuerpo: soporte de aplicación de efectos del poder,317 en cuya superficie fue posible encontrar aquello que por "raro" se convirtió en peligroso. La revista representó un reservorio de información en el giro hacia la psicología en los estudios sobre la marginalidad social y la delincuencia. La nueva dirección de análisis que la revista toma a partir de 1913 será objeto de un futuro análisis.

316

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Foucault, Michel, "Clase del 14 de enero de 1976" en Microfísica del Poder, Editorial La Piqueta, Buenos Aires, 2002

93 Índice Capítulo I 1) Buenos Aires, la “cuestión social” y la “mala vida” 2) La revista Archivos como dispositivo Capítulo II Título: “El SOA (Servicio de Observación de Alienados) como Laboratorio de la “mala vida” en Archivos de PCML y CA (1902- 1913)” 1) El Servicio de Observación de Alienados. La ciudad como laboratorio 1.a) Casos clínicos del SOA en Archivos. 1.b) Protagonistas de la “mala vida”: Vagabundos - Lunfardos en el SOA y Archivos 1.c) Vagabundos en Archivos 1.d) Lunfardos y auxiliares del vicio y el delito en Archivos Capítulo III Título: “La “mala vida” en relación a niños y mujeres en la revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines” (1902/ 1913) 1) Ciudad, marginalidad social y “mala vida” en el caso de los niños. 1.a) Niñez peligrosa y “mala vida” desde el discurso de Archivo 1. b) La escuela, la higiene y la moralización 1.b) Historias clínicas en Archivos sobre niños 2) Mujeres y la “mala vida” en Archivos 2.a) El ejercicio de la prostitución desde Archivos 2.b) Psicologización de la prostitución femenina y la “inversión” masculina 2.c) Mujeres y pequeños ilegalismos Capítulo IV Título: “El Instituto de Criminología como segundo laboratorio de la “mala vida” de Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines, y (1907 1913)” 1.a) El Instituto de Criminología como laboratorio social en Archivos 1.b) Historias Clínicas del Instituto de Criminología Conclusión

94

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