Texto 1: Regalos. El País, 27 de noviembre de 2003 Autor: Vicente Verdú

Texto 1: Regalos. El País, 27 de noviembre de 2003 Autor: Vicente Verdú Texto 2: Hedonismo protestante. Autor: Fernando Savater Texto 3: Coches. El Pa

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Texto 1: Regalos. El País, 27 de noviembre de 2003 Autor: Vicente Verdú Texto 2: Hedonismo protestante. Autor: Fernando Savater Texto 3: Coches. El País, sábado 25 de noviembre de 2000. Autor: Vicente Verdú. Texto 4: Refugio. El País, 16 de diciembre de 2001. Autor: Manuel Vicent. Texto 5: El nuevo capitalismo genera indiferencia en la ciase trabajadora. Autor: J. M. Cortés. El País, 18 de febrero del 2000. Texto 6: El archipiélago. Autor: Antonio Gala. Texto 7: La incomunicación. Autor: Antonio Gala. Texto 8: El río Grande de Antonio Gala. Texto 9: La hipertrofia del presente de José Luis Pardo . EL PAÍS - Cultura - 07-01-2012 Texto 10: La Rana . El País, 8 de julio del 2000. Autor: Vicente Verdú. Texto11: El amor. El país, sábado 5 de febrero del 2000. Autor: Vicente Verdú. Texto 12: La mala prisa. Autor: Antonio Gala. El País semanal. Mayo de 1992. Texto 13: Prisa y lentitud. De Antonio Muñoz Molina. El País. Texto 14: Personas de usar y tirar . El País, 16 de septiembre de 2007 Autor: Fe rnando Trías de Bes. Texto15: La lentitud. El País, 15 de Junio de 2002. Autor: Vicente Verdú. Texto16: La dictadura de la dicha. Autor: Antonio Muñoz Molina. Texto 17: Sociedad deportiva. El País, 19 de octubre de 2001. Autor: Vicente Verdú. Texto 18: La abeja ociosa. Autor: Antonio Gala. El País, septiembre de 1996 Texto 19: La anomia urbana de Luis Rojas Marcos. El País 31 de mayo de 1990 Texto 20: Objetos de Vicente verdú. El País, 18 de noviembre del 2000 Texto 21: La casa del yo. Autor: Antonio Gala. Texto 22: De uno en uno. Autor: Antonio Gala. . El País Semanal. Junio de 1994. Texto 23: Cómo convertir el ‘Quijote’ en un ladrillo. EL PAIS SEMANAL - 02-05-2010 Autora: Rosa Montero. (Comparar con el texto 13) Texto 24: Destrozos. El País 29 mayo 2006. Sobre el vandalismo. Autor: Eduardo Mendoza. Texto 25: Gañanes de espíritu. EPS 13 julio 2006. Sobre la irresponsabilidad de no respetar 1

los símbolos nacionales. Autor Javie r Marías. Texto 26: Quien pierde gana. El País 13 febrero 2007. Sobre los valores de la sociedad actual. Autor: Rafal Argullol. Texto 27: ¿Y el hombre dónde estaba?" . EL PAÍS - Opinión - 08-04-2007. Autor: Mario Vargas Llosa

ALGUNAS CONSECUENCIAS DEL PROGRESO EN LA CONDICIÓN HUMANA ACTUAL:

1 Insatisfacción y consumismo: Salvador Giner ha defendido el final del antropocentrismo en la sociedad actual a favor del consumismo con las siguientes palabras: "La victoria de la sociedad de consumo ha sido absoluta. Ha conseguido todos y cada uno de los objetivos a que podía aspirar un demonio posmoderno. Ha conseguido que vivamos en ella y de ella plácidamente: está asumida. El consumo no es tan sólo el objetivo final de toda actividad económica. Va más allá de un ideal tan pedestre. Es el criterio de desigualdad entre los hombres. La medida de la felicidad. El estilo de vida. La religión de todos. El consumo, no el hombre, es la medida de todas las cosas". (Recogido de Munuel Güel y Josep Muñoz, Sólo sé que no sé nada, Ariel, Barcelona, 1996, p. 45). Texto 1: Regalos. El País, 27 de noviembre de 2003 Autor: Vicente Verdú

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"El regalo tiene como primar destino halagar, pero es fácil que se convierta en una ofensa. Puede resultar humillante cuando su pobre valor evoca una menguada consideración del otro; pero llega a ser también una humillación cuando &i el intercambio alguno de la relación se ve aplastado por la incomparable magnitud del obsequio. El arte de regalar se relaciona mucho más con el poder que con el amor, y la impertinencia de una donación puede crear efectos desastrosos. De ahí que cuando el criterio falta y las prisas abocan a actuar sin esmero se incube, en estas fechas, una metralla de malestar sin cuento. Paradójicamente hoy, cuando mayor atención social se presta a la tarea de obsequiarse, menos producto afectivo se alcanza. Regalar en Navidad, lejos de constituir una acción mediante la cual aumenta la estima del donante y el donado, pasa a convertirse en una esclavitud que mantiene en brega a los ciudadanos, desde un comercio abarrotado a otro, desde un embotellamiento a su secuencia sin término. Finalmente, el residuo de esta práctica extrema se concreta en fuerte resentimiento contra el orden navideño. Pero incluso ese malestar extiende el rencor hasta la persona concreta que por su posición social, su amistad o su parentesco, nos carga con la responsabilidad de dedicarle buena parte de nuestro tiempo y nuestro esfuerzo justamente en estos días en que lo apropiado sería no dedicarse a nada. La situación llega a ser tan exasperante que, en ocasiones, los regalos cambian su condición de productos benéficos, seleccionados para contentar, y se transforman en tortuosos artículos que, en no pocas ocasiones, tratarán de endosarse al próximo receptor quien, a su vez, podría reciclar la mercancía para seguir impulsando la circulación del adefesio. O del maleficio. Regalar nos somete y, como reacción, tratamos de trasladar a los demás la misma carga Con lo cual, fatalmente, la conclusión llega a ser ésta: aquello que nació como un signo de reconocimiento se convierte en un elemento rutinario o de negación de los otros. Mientras ellos, a su vez, hacen lo mismo: nos esperan meticulosamente provistos de sus odiados envoltorios con lazo, ansiosos por conseguir nuestra exterminación". Texto 2: Hedonismo protestante. Autor: Fernando Savater. El País, 16 de Julio de 1992 Hace no mucho expresé en estas mismas páginas mi desacuerdo con la manía de conceder el noble título de "materialista" a nuestro momento dominado por las tarjetas de crédito y la voluptuosidad de las etiquetas. Lo cierto es que no menos difícil me resulta proclamarlo hedonista (¡y no digamos epicúreo!) pese a la reprobatoria ligereza con la que suele ser así tratado. En mis libros he procurado desculpabilizar el placer y vincularlo, como creo que es debido, a la raíz misma de una ética inmanente y racionalista. La vieja guardia de la moral represiva me reprocha la indecencia de este propósito; otros expertos, más modernos y sutiles, se burlan compasivamente de lo superfluo de tal campaña. ¿Recomendar el placer en nuestra época de hedonismo consumista? Una empresa tan "necesaria" como hacerse paladín del automóvil o del fax: si la ética va por esos derroteros, la publicidad televisiva sustituye a Kant con más garbo que yo... El asunto se agrava cuando la insidiosa recomendación hedonista se incluye en una obra destinada a los jóvenes, como Ética para Amador. ¿No colaboran tales exhortos al ya patente desenfreno de la alegre muchachada? En cualquier caso, se trata de remar a favor del viento, pues el que ahora sopla no es precisamente ascético ni renunciativo...Vamos por partes. No es cierto que la doctrina publicitaria del momento recomiende el goce: lo que se exalta es la insatisfacción por lo que se tiene, con

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vistas a las alegrías de nueva generación que ya se ofrecen. No se acicatea la avidez por disfrutar, sino el disfrutar con la avidez (que es lo menos epicúreo del mundo). La gente satisfecha nunca es lo suficientemente rentable: primer axioma de la publicidad (sea comercial, política o religiosa), aunque, desde luego, no del hedonismo. Los que estamos a gusto somos más remisos en dar gusto a quienes nos reclaman... En lo tocante a los jóvenes, todo el mundo -con peores o mejores intenciones- rivaliza en rodearles de desasosiego: por lo que tienen, por lo que no tienen, por lo que tienen sin merecer, por lo que merecen sin tener, por lo que les apetece y lo que no les apetece. Los maestros conformistas les predican la comezón productiva; los maestros transgresores, el afán glorioso de dispendio instantáneo y fatal. En estos dos masters en los que pueden graduarse, lo único que varía es la duración (le la disparatada rutina; y que en uno de ellos, la muerte (completo despojamiento, redomada privación) sirve como espuela a través del miedo, y en el otro, como garantía de intensidad y definitivo alivio. En ambos casos, martirio prestigioso y pleno desdén por la capacidad humilde (apasionadamente humilde) de gozar. Ni en la compulsión acumulativa ni en la diversión convulsa hay mucho más hedonismo que e n usar cilicio... El peligrosamente sabio Carl Schmitt escribió que "protejo, luego obligo" es el cogíto ergo sum del Estado. En la actualidad, los Estados ofrecen sus servicios para salvaguardarnos de la industria de la tentación que ellos mismos sustenta n. La tentación consiste en prometer (o prohibir) algo irresistible, una intensidad absoluta que trascienda la modesta estatura de la empresa humana. Y así se patentan, casi siempre con la complicidad del anatema bienpensante y la sugestión malpensada, diversas formas de más allá: frente a la política de la rutina y la componenda, empeorada por la desvergüenza de los corruptos, la acción colectiva como comunión y relámpago sin mácula (terrorismo, líderes antipolíticos, nacionalismos hidrófobos ... ); más allá de la obligación de aptitud física en funcionamiento y silueta que exige la noción de salud pública las perversas ofertas del abuso adictivo (a drogas ilegales, a drogas tentadoramente ilegalizables -tabaco, alcohol...-, a la comida ... ); en lugar del sexo como higiene y reproducción, las desviaciones, las anormalidades, las enormidades, las violaciones, las obscenidades, el enfangamiento copulativo... aunque sea por teléfono; distorsionando las aceptadas tendencias a la ganancia económica y al consumo, el desenfreno especulativo, la inmolación al bingo y las máquinas tragaperras, la venta del alma o la dignidad en el vértigo bursátil... En fin, ya saben: las tentaciones, la amenaza deseable. El Estado y sus predicadores (que lo mismo pueden ser ministros que intelectuales insobornables) aseguran la fascinación de tales vías hacia lo sobrehumano, propugnando siempre medidas colectivistas para rescatar a los individuos de sus peores afanes de ir más allá de sí mismos. Se nos estimula horrorizándonos y se promueven pólizas y policías para defendernos de los placeres inviables... y por tanto irresistibles. Algunas decisiones recientes del Tribunal Supremo norteamericano son buenas ilustraciones de este paternalismo virulento. No me refiero a la posibilidad de secuestrar ciudadanos de países extranjeros para que respondan de crímenes nefandos, metapenales, como el narcotráfico y el terrorismo (esta disposición no es más que la versión a escala internacional de la ley Corcuera) hablo de la. extravagante disposición por la que un usuario de tabaco puede demandar a la compañía que

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se lo proporciona si su hábito le produce daño "a largo plazo". Por lo visto, la compañía tabaquera perjudica al cliente sirviéndole lo que éste le pide por su gusto (aunque, por si acaso, se presenta ante la colectividad como si no tuviera más remedio que pedirlo). Metáfora del nuevo totalitarismo: el Estado indemniza al ciudadano por los efectos negativos de su deseo... con sólo que éste admita que su deseo es ajeno y más fuerte que él. Quienes denuncian la "gran mentira" de la libertad individual en la sociedad moderna siempre cometen la misma trampa: definen la libertad como el vértigo de la omnipotencia que a nada se somete y luego proclaman que tal cosa no existe y que los seducidos por este señuelo acaban fatal. Conclusión inevitable de una premisa amañada. La libertad de elección es una forma de relacionarse con las condiciones de la realidad, no el capricho de abolirlas y la subsiguiente rabieta por no poder conseguirlo. Nuestro tiempo prefiere las amenazas y las tentaciones a la formación de una autonomía personal para asumir sin histeria los dolores y buscar sin salvajismo (auto o heterodestructivo) sus placeres. Los epicúreos son tan raros como los estoicos, a pesar de que ambas doctrinas sapienciales cuadran bien al momento de universalismo imperial que vivimos, entre sectas frenéticas, predicadores del milenio, ingenieros de conciencias y tribus desmandadas: momento en el que sólo entre los capaces de cuidar de sí mismos sin exigir que un gran Algo les cuide podemos esperar que surjan personas con facultades para ocuparse de lo que a todos concierne. Sólo unos pocos maestros en los últimos años (como el gran Bruno Bettelheim, por ejemplo) han intentado educar personas fuertes para vivir en libertad en lugar de fomentar inválidos con tendencia a ponerla en entredicho. ¿Es la búsqueda del placer el dogma principal de la Iglesia dominante, la que predica con anuncios y cotizaciones de Bolsa? No por ello hay que apuntarse a la otra, que tan adecuadamente le sirve de complemento: la que exhorta a arrepentirse del goce egoísta, pidiendo entrega a los administradores compasivos y terapéuticos del dolor universal. Mi idea, para quien le sirva, es algo así como un hedonismo protestante, he rético respecto a la jerarquía de placeres establecida y al precio en coacción social que pagamos por ellos. Un luteranismo epicúreo (¡con perdón!) que descrea tanto del actual sistema de indulgencias para el goce como de los anatemas que beatifican a contrario sus peores tendencias, Una vuelta reflexiva y escéptica a la genial chuscada de Churchill: "Mis gustos son muy sencillos: me conformo con lo mejor". Acompañada, desde luego, por un diligente libre examen para enterarse de qué es lo mejor antes de que lo digan por la tele.

Estructura: Contenido: IP. Aunque se diga lo contrario, no vivimos en una época hedonista. Partes: A) ¿ Por qué?. Porque más que el placer, lo que predomina es la insatisfacción por lo que se tiene, a vistas a un mayor consumo. Todo ello fomentado por la publicidad. La gente satisfecha nunca es suficientemente rentable. B) Dicha insatisfacción hace que busquemos el placer en: La acumulación de objetos, personas experiencias, es decir, en la cantidad. A esto lo llama Savater compulsión

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acumulativa; y en el empacho hartazgo (diversión convulsa), contrarios a la moderación. Todo ello acarrea más insatisfacción, ya que placer no es eso que nos hacen creer desde la publicidad y otras instancias que hipócritamente pregonan libertad, el a mor a la vida y al placer, y posteriormente ponen trabas a su realización. C) ¿Qué es el placer?. Al igual que la libertad, no es "el vértigo de la omnipotencia que a nada se somete el placer tampoco es acumulación y hartazgo. El placer es: a) algo propio de cada cual (dimensión individual) frente a los goces establecidos); b) disfrute moderado que se aleje de los extremos. Hay que desconfiar de los que te ofrecen todo y los que prohíben todo; c) elegir lo mejor.

El texto anterior conviene compararlo con el siguiente. Texto 3: Coches. El País, sábado 25 de noviembre de 2000. Autor: Vicente Verdú. "Menos de la mitad de las familias españolas no poseían un televisor hace 25 años. Ahora, más de la mitad tienen dos televisores. En Estados Unidos se llega a casi un televisor por habitante, 890 televisores por cada 1000 ciudadanos, la línea de saturación. Ciertamente, el siglo XXI dejará atrás la avidez por los objetos, la ansiedad por acumular otras pertenencias y la pasión por decorar el alrededor. Más bien, la ambición se fijará en amueblar nuestro interior para disfrutar mejor el contenido despejado de las afueras. Ya, ahora mismo, la publicidad

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