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Granada y Federico García Lorca
TEXTOS PARA UN VIAJE A GRANADA Cuando decimos “Granada”, decimos La Alhambra. Pero Granada es mucho más que eso, decimos también, Sierra Nevada, Boabdil, Abencerrajes, Lorca, Falla, música, poesía, la magia del agua, la luna pintando el Darro y el Genil, embeleso y sensualidad.
Quien mejor que Washington Inving para descifrarnos, ya en el siglo XIX, los encantos de Granada en su libro “Cuentos de la Alhambra” donde nos traslada, desde la fuente de Lindaraja, a los palacios de Bagdad o Damasco como una historia de “Las Mil Noches y una Noches” donde Sherherezade, al despuntar el sol, guardaba silencio discretamente.
La Alhambra a la luz de la luna Washington Irving Ya he descrito mi departamento cuando tomé posesión de él por primera vez, pero unas cuantas noches más produjeron un cambio total en el sitio de mis sueños. La luna, que había estado invisible hasta entonces, fue apareciendo poco a poco por la noche y después brillaba con todo su esplendor sobre las torres, derramando torrentes de suave luz en los patios y salones. El jardín de debajo de mi ventana se iluminó dulcemente; los naranjos y limoneros se bañaron del color de la plata, y la fuente reflejó en sus aguas los pálidos rayos de la luna, haciéndose casi perceptible el carmín de la rosa. Pasaba largas horas en mi ventana aspirando los aromas del jardín y meditando en la adversa fortuna de todos aquellos cuya historia está débilmente retratada en los elegantes testimonios que me rodeaban. Algunas veces me salía a medianoche, cuando todo estaba en silencio, y me paseaba por todo el edificio. ¿Quién se figurará tal como es una noche al resplandor de la luna en este clima y en este sitio? La temperatura de una noche de verano en Andalucía es enteramente etérea. Me parecía elevado a una atmósfera más pura; se siente tal serenidad de corazón, tal ligereza de espíritu y tal agilidad de cuerpo, que la existencia es un puro goce. Además, el efecto del resplandor de la luna en la Alhambra tiene cierto mágico encantamiento. Todas las injurias del tiempo, todas las tintas apagadas y todas las manchas de las aguas desaparecen por completo; el mármol recobra su primitiva blancura; las largas filas de columnas brillan a la luz del astro de la noche; los salones se bañan de una suave claridad, y todo el edificio semeja un encantado palacio de los cuentos árabes. En una de estas noches subí al pabelloncito denominado el Tocador de la Reina para gozar del 1 / 26 Phoca PDF
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extenso y variado panorama. A la derecha veía los nevados picos de la Sierra Nevada, que brillaban como plateadas nubes sobre el oscuro firmamento, percibiéndose, delicadamente delineado, el perfil de la montaña. ¡Qué delicia tan inefable sentía apoyado sobre aquel murallón del Tocador, contemplando abajo la hermosa Granada, extendida como un plano bajo mis pies, sumida en profundo reposo y viendo el efecto que hacían a la blanca luz de la luna sus blancos palacios y conventos! Ya oía el ruido de castañuelas de los que bailaban y se esparcía en la alameda; otras veces llegaban hasta mí los débiles acordes de una guitarra y la voz de algún trovador que cantaba en solitaria calle, y me figuraba que era un gentil caballero que daba una serenata bajo la reja de su dama; bizarra costumbre de los tiempos antiguos, ahora desgraciadamente en desuso, excepto en las remotas ciudades y aldeas de la poética España. Con tales escenas me entretenía largas horas vagando por los patios o asomado a los balcones de la fortaleza, y gozando esa mezcla de ensueños y sensaciones que enervan la existencia en los países del Mediodía, sorprendiéndome muchas veces la alborada de la mañana antes de haberme retirado a mi lecho, plácidamente adormecido con el susurro del agua de la fuente de Lindaraja.
Leyendas de la alhambra y sierra nevada
La Laguna de las Yeguas Contaba la abuela que en sierra nevada, durante el periodo de deshielo, estaba un pastor de La Peza con su rebaño en la Laguna de las Yeguas, cuando escuchó a una voz horrible gritar que quería salir de su encierro, pero otra voz más horrible le respondía que no, que todavía no era tiempo, pues su maldad todavía era grande. No pudo el pastor huir, porque el horror le había paralizado su cuerpo y allí quieto se quedo y vio como dos magos con dos garrulos llegaban a la laguna. Los magos lanzaron una red, y sacaron de las aguas una yegua blanca de gran belleza. Volvieron a lanzar la red otra vez y sacaron una yegua negra de gran belleza. Volvieron a lanzar la red otra vez a la laguna, pero esta vez no sacaron nada. Una profunda decepción se dibujo en los rostros de los magos y los garrulos. El viejo le dijo al joven, el caballo rojo, aquel que hará invencible a quién lo posea, nos ha esquivado nuevamente. Habrá que esperar al próximo deshielo. El mago joven respondió que venir “pa na” es tontería y luego todos desaparecieron por el collado.
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Cuando el pastor puedo moverse e iba a coger las dos yeguas que dejaron los magos, escuchó un largo silbido que salía de la laguna y vio como las dos yeguas enderezaban sus orejas y lanzadas al galope, volvían a sumergirse en la profundidad de las aguas de la laguna.
La escoba del diablo Cuentan que en tiempos pasados existió un castillo en la Alpujarra, cuyos restos se pueden ver aún cerca de Bubión. En él habitaban un rico señor feudal y su hija, a la que guardaba celosamente. Cuando la joven hubo cumplido 20 años, el padre la prometió en matrimonio a un señor de la comarca, tan rico y poderoso como él, pero igual de déspota y brutal, sin sospechar que, pese a su encierro, la joven se había enamorado de un pastor de la zona y era correspondida. Cuando conocieron la noticia y a pesar de saber que no había esperanza, los amantes decidieron escapar y morir si era necesario, antes que separarse. Así, al caer la noche, el pastor se dirigió en busca de su amada, encontrándose en el camino con un hombre que dijo ser el diablo y que le ofreció su ayuda, proporcionándole una escoba capaz de hasta llegar a las inmediaciones del Mulhacén, donde la escoba comenzó a barrer de tal modo, que sepultó a sus perseguidores bajo la nieve que despedía. Y cuenta la leyenda que la escoba quedó allí olvidada por los amantes y que aun hoy sigue barriendo la nieve.
La Laguna de Vacares Hoy la protagonista de nuestra historia es la Laguna de Vacares en el valle de Trevélez. Esta laguna esconde varias historias tras ella. En días de sol sus profundas aguas son azuladas y cuando cae la tarde coge un tono sombrío. Fidel Fernández decía que los aldeanos creían que la laguna no tenía fondo y que era un “Ojo de mar” que comunicaba con el Mediterráneo, también decía que “Atrae ciertos días al año a las almas del purgatorio, ellas braman y produce unos ruidos estremecedores, también aseguran que guarda filones de oro puro bajo la nieve, otra suposición es que encierra en su fondo el que fue palacio de un rey moro, y da albergue a un ave blanca, cuyo encuentro anuncia la muerte en plazo breve” y Antonio Ponz decía que en Vacares vivían enormes peces y seres extraños.
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Aunque los habitantes creían que en esta Laguna había un fantástico Jardín. Cuenta la leyenda que todos los años una hermosa princesa iba a visitar este Jardín para encontrarse con su amado, allí daban rienda suelta a su amor, pero la princesa tenía más de un pretendiente y uno de ellos un príncipe moro al ver que ésta siempre le rechazaba, decidió vigilar a la princesa descubriendo los encuentros amorosos. Cegado por los celos, una noche fue a uno de estos encuentros y lanzándose sobre el amado de la princesa le corto la cabeza, ésta inmediatamente se convirtió en piedra negra. La princesa desolada subió a una peña y comenzó a llorar, tanto lloro la princesa que se inundo el jardín de lágrimas, Convirtiéndose en piedra tras esto. Dicen que en el fondo de la Laguna se puede ver una piedra negra y que de la laguna se escuchan horrorosos sonidos, que se creen que son del moro gritando de celos.
La casa de las columnas Dos años hacía que Boabdil abandonara Granada. Con él marcharon los más leales a su persona. En la ciudad quedaron solo los que prefirieron seguir disfrutando sus comodidades, mejor que sufrir en los arenosos desiertos del África las inclemencias de aquella tierra, y los dolorosos recuerdos de un pasado feliz y delicioso. El feroz Audallah, de la tribu de los Gomérez, prefirió acompañar al rey en su desventura, y eso que dejaba en Granada lo que más amaba, a su adorada Leila, que no podía abandonar la ciudad, pues su padre prefería morir en el palacio de sus mayores, que dando pruebas de lealtad a sus reyes, perecer quizás olvidado al otro lado del Estrecho. Dolorosa fue la separación de los dos amantes. Leila permaneció largo rato contemplando a su amante que desaparecía, y en un gran ajimez partido por una columna de blanco mármol, vertía lágrimas de amargura, creyéndose para siempre separada de su adorado Audallah. Sin embargo, recordaba en medio de sus amarguras que este le había alentado para que siempre conservase esperanza en el porvenir. Triste y meditabunda pasó todo un año la doncella. Nadie lograba arrancarle de sus eternos pensamientos y en el ajimez de la columna pasaba los días enteros recordando aquel en el que se despidió Audailah. Insensible a los encantos de otro amor, soñaba con su dicha, al otro lado de los mares, cuando una mañana reparó que sobre su predilecto ajimez había anidado una amorosa pareja de golondrinas. La curiosidad le hizo reparar en una cinta que una de ellas traía pendiente del cuello y creyendo con amorosa intuición que pudiera traer noticias para ella interesantes, venidas de África, aguardó a la noche, y cogiendo al pobre pajarillo, pudo ver grabada en la cinta esta inscripción: “La ausencia mata, pero siempre aguardo”.
Su corazón no le había engañado. Esperó al otoño, y al ir a partir aquellas avecillas, colocó al
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cuello de la mensajera de sus esperanzas otra cinta con su letrero que decía: “Esperar es vivir”. Pero esperó en vano. Llegó la primavera, volvieron las golondrinas y ninguna nueva de amor le trajeron a la pobre doncella enamorada. Ésta enfermó agobiada por la tristeza, y cuando estaba peor de su dolencia, se presentó Audallah con séquito de esclavos. Éste siéndole imposible vivir lejos de Leíla y de Granada, venía a hacerla su esposa. La reacción fue muy favorable. La pobre joven sanó bien pronto, se casó con el árabe, y aún refiere la tradición que todos aparecieron más tarde como cristianos, siendo desde entonces la Casa de la Columna (junto a Santa Isabel), la mansión predilecta de las golondrinas y su precioso ajimez, que aún hoy se conserva, el sitio que tuviera la enamorada pareja para recordar los sufrimientos que pasaran durante su separación.
La Puerta de la Justicia
Cuenta la leyenda que tan sumamente recia era la construcción de la Alhambra que, aún recibiendo el ataque de mil ejércitos enemigos, jamás caería. Se decía que el día en que la llave del arco interior de la Puerta de la Justicia y la mano de su arco exterior se unan, la Alhambra caerá porque ese día habrá llegado el fin del mundo. También asegura la leyenda que tal era la magnificencia del Arco de la Justicia, que se aseguraba que ningún caballero, montado a caballo con su lanza, podría tocar con la punta de ésta la mano esculpida en lo alto del arco exterior. Tan seguros estaban de ello, que aseguraban que quien lo consiguiese conquistaría el trono de la Alhambra. Ya hemos paseado por la leyenda, el embrujo y el encanto granadinos. Ahora caminemos por la historia real de esta ciudad que no tiene menos atractivo que la del ensueño. Comencemos por el orden de la visita…
LORCA Y GRANADA La huerta de san Vicente: La vida cotidiana del poeta en los veranos que pasó en la Huerta de San Vicente consistía en
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descansar junto a su familia, visitar o recibir a sus amigos (Manuel de Falla, Miguel Pizarro, Antonio Gallego Burín, Manuel Ángeles Ortiz, Eduardo Blanco Amor, Eduardo Rodríguez Valdivieso, etcétera), y sobre todo escribir. Si al principio era una visita obligada entre sus agitados años madrileños de la Residencia de Estudiantes, a partir de 1931 comienza a ser el refugio necesario para su escritura, en el contexto del reencuentro con el paisaje de sus orígenes, la familia, la simplicidad campesina. Las cartas escritas durante este periodo describen aspectos de su vida cotidiana, dan cuenta de sus crisis espirituales y sentimentales y anuncian las obras que escribe, su evolución estética. El Epistolario completo editado en 1997 por Andrew Anderson y Christopher Maurer nos permite, por el momento, precisar en un número no inferior a 31 las cartas escritas por Lorca desde la Huerta.
Hay tantos jazmines en el jardín y tantas damas de noche que por la madrugada nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza. - A Jorge Guillén, 1926
Federico García Lorca llegó a la Huerta de San Vicente el 14 de julio de 1936. El día 18, festividad de San Federico, se anunció la sublevación militar contra la Segunda República. El 20 de julio se produjo el golpe de estado en Granada. El poeta permaneció en la Huerta hasta el 9 de agosto, y tras una serie de graves incidentes se refugió en Granada, en casa de la familia Rosales. Fue asesinado en Víznar el 18 de agosto.
En la huerta de san Vicente escribió una parte importante de sus obras como Romancero Gitano, Bodas de Sangre, Yerma, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías o Diván de Tamarit. Como ejemplo esta estrofa de “Diván de Tamarit” "Nadie comprendía el perfume de la oscura magnolia de tu vientre. Nadie sabía que martirizabas Un colibrí de amor entre los dientes".
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O esta de “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde. El viento se llevó los algodones a las cinco de la tarde.
Lorca, La Argentinita y Sánchez Mejía
Fuentevaqueros y Valderrubio:
El pequeño pueblo de Fuente Vaqueros es uno de esos bonitos lugares de la Vega granadina. Su origen árabe le hizo disfrutar del esplendor de la dinastía Nazarí, hasta la conquista cristiana en 1492. Luego sufrió la expulsión de los moriscos y también tuvo una repoblación con colonos de otras zonas, como muchos de los pueblos de la región.
Las tierras de Fuente Vaqueros formaron parte del Sitio Real que la Corona se reservó como lugar de caza y recreo luego de la conquista. Entre sus verdes y densos bosques se construyó
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una Casa Real, el Soto de Roma. En 1813 esta finca fue cedida al duque de Wellington en pago a los servicios prestados durante la guerra de Independencia contra los franceses. Entre Romilla y el Río Genil quedan restos de una atalaya, la Torre de Roma, sitio que marcaba el límite sur del Soto. El municipio de Fuente Vaqueros perteneció al duque de Wellington hasta 1940, quien arrendaba las tierras a los colonos y que de a poco se las fue vendiendo. La casa natal de Federico García Lorca es una típica casa de labranza, construida en 1880. La casa sufrió modificaciones a lo largo de los años, ya que fue ocupada por diferentes familias, siendo restaurada en 1986 para su apertura como museo. Actualmente consta de un comedor presidido por el retrato del poeta adornando la pared. En la salita hay una colección de libros que pertenecieron a la familia y un piano, en el que tocaba Lorca. La salita comunica con la cocina. Las habitaciones familiares están formadas por el dormitorio de los padres y la habitación del niño, con su cuna, andador y sillita. En sus paredes se pueden ver dos fotografías, ambas de Lorca niño en la escuela de Fuente Vaqueros. También se encuentra en esta habitación una copia de su partida de bautismo. Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela, y su padre, Federico García Rodríguez, poseía terrenos en la vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco.
En 1909, cuando Federico tenía once años, toda la familia—sus padres, su hermano Francisco, él mismo, sus hermanas Conchita e Isabel—se estableció en la ciudad de Granada, aunque seguiría pasando los veranos en el campo, en Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran parte de su obra. Más tarde, aun después de haber viajado mucho y haber vivido durante largos períodos en Madrid, Federico recordaría cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la vega: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre.” En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural española. Una de las peculiaridades de su obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística.
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Yo pronuncio tu nombre en las noches oscuras Cuando vienen los astros a beber en la luna Y duermen los ramajes de las frondas ocultas Y yo me siento hueco de pasión y de música Loco reloj que canta muertas horas antiguas. Yo pronuncio tu nombre, en esta noche oscura, Y tu nombre me suena más lejano que nunca Más lejano que todas las estrellas y más doliente que la mansa lluvia. ¿Te querré como entonces alguna vez? ¿Qué culpa tiene mi corazón? si la niebla se esfuma ¿Qué otra pasión me espera? ¿Será tranquila y pura? ¡¡Si mis dedos pudieran deshojar a la luna!! Federico decía:“Mi padre, agricultor, hombre rico, emprendedor, gran caballista… Mi madre, de fina familia… Mi padre casó viudo con mi madre. Mi infancia es la obsesión de unos cubiertos de plata y de unos retratos de aquella otra que pudo ser mi madre, Matilde Palacios.” Dice que heredó la pasión de su padre y de su madre, la inteligencia. Fue doña Vicenta la que le enseñó las primeras letras y quien fue cultivando en él su sensibilidad artística y humana. Siempre se refería a ella de forma emocionada. Le gustaba cogerla en volandas (era muy menuda) y mecerla como a una niña chica. Era una mujer respetada por los García que pasaron a ser parientes suyos por su matrimonio, y por todos los vecinos del pueblo. El poeta recalca que su madre, pese a abandonar su profesión de maestra al casarse, no por ello abandonó su vocación, y enseñó a leer a cientos de campesinos de Fuente vaqueros. Doña Vicenta admiraba a Víctor Hugo, cuyas obras solía leer en voz alta a la servidumbre y a todo aquel que se dignara escucharla. Según confesó el propio Lorca: “Uno de los más tiernos recuerdos de mi infancia es la lectura de Hernani de Víctor Hugo en la gran cocina del cortijo de Daimuz para gañanes, criados y la familia del administrador. Mi madre leía admirablemente y yo veía llorar a las criadas, aunque, claro es, no me enteraba de nada…¿de nada…? sí, me enteraba del ambiente poético, aunque no de las pasiones humanas del drama.”
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A pocos kilómetros está Valderrubio, llamado en otro tiempo Asquerosa, donde el padre también tenía tierras. El niño se trasladó a este pueblo cuando tenía cinco o seis años. En él pasó algunos de los más felices de su vida. “Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo. Toda mi infancia es pueblo, pastores, campos, cielo, soledad,…” Fue un niño alegre y gozador de los juegos infantiles: “he tenido una infancia muy larga y de esa infancia tan prolongada me ha quedado esta alegría, este optimismo inagotable.” Un año antes de morir declara en una entrevista: “esta risa de hoy es mi risa de ayer, mi risa de infancia y de campo, mi risa silvestre, que yo defenderé siempre, siempre, hasta que me muera.” Sintió amor por los humildes y los desamparados. Tendría cuatro o cinco años cuando solían venir a su casa a pedir un par de gitanillos del pueblo. Federico se iba a la cocina y, sin que lo vieran, cogía el pan más grande que encontraba para dárselo. Decía: “es que esos niños tienen hambre.” Su tía Isabel vivía con ellos y le enseñó a tocar la guitarra. Se encariñó con él y le enseñó a cantar coplas. El mundo de las criadas es algo muy importante en su infancia. Confiesa la deuda que tenía con Dolores ‘la Colorina’ y Anilla ‘la Juanera’, que le enseñaron canciones y romances, versos dramáticos o alegres, que llegaron a despertar su alma de poeta: “¿qué sería de los niños ricos si no fuera por las sirvientas, que los ponen en contacto con la verdad y la emoción del pueblo?...Llevan el romance, la canción y el cuento a las casas de los aristócratas y de los burgueses.” Los juegos de teatro se completaban con veladas musicales, que se organizaban en la casa de la familia: guitarra y cante a los que era muy aficionado don Federico, gusto que heredó el poeta. Así, sin salir de casa pudo escuchar peteneras, soleares, seguidillas, granadinas, etc. Algunos de esos cantos, como Los cuatro muleros o El café de chinitas, fueron versionados por él para que los cantara la Argentinita.
Su inclinación lo llevaba a acercarse más a la poesía popular de tradición oral que a la escrita, a los romances y los cantares populares que escuchaba en el campo o en las veladas o a las criadas de la casa.
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De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros que van al agua, el de la mula torda me roba el alma. De los cuatro muleros que van al río el de la mula torda es mi marío. ¿A qué buscas la lumbre la calle arriba si de tu cara sale la brasa viva?
Federico García Lorca a los 18 años A partir de 1919, se instaló en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Juan Ramón Jiménez y a Machado, y trabó amistad con poetas de su generación y artistas como Buñuel o Dalí. En este ambiente, Lorca se dedicó con pasión no sólo a la poesía, sino también a la música y el dibujo, y empezó a interesarse por el teatro. Sin embargo, su primera pieza teatral, "El maleficio de la mariposa", fue un fracaso.
En 1921 publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual, a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió llamar la atención. Sin embargo, el reconocimiento y el éxito literario de Federico García Lorca llegó con la publicación, en 1927, de Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y continuadas representaciones en Madrid de "Mariana Pineda", drama patriótico. Adiós, adiós, mi Granada, muriendo, te doy mi vida, yo soy una enamorada,
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por el destino vencida. En mi angustia esta varada, una hora de pasión, al sonar su campanada, será como una oración. Adiós, adiós, mi Granada, ciudad de barro y de seda, tú sabrás por voz cantada, por quien muere ajusticiada, ¡Doña Mariana Pineda! Entre 1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones, escribió una obra basada en el folclore andaluz, el Poema del cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más unitario y madurado, con el que experimenta por primera vez lo que será un rasgo característico de su poética: la identificación con lo popular y su posterior estilización culta, y que llevó a su plena madurez con el "Romancero gitano" (1928), que obtuvo un éxito inmediato.
Tras este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario durante el curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad imprimió en su ánimo se materializaron en Poeta en Nueva York (publicada póstumamente en 1940), un canto angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y mecanizada de hoy. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores obras dejan paso en esta otra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y oníricas, que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre dentro de la poética personal de Lorca. Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato Debajo de las divisiones hay una gota de sangre de marinero. Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
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un río que viene cantando por los dormitorios de los arrabales, y es plata, cemento o brisa en el alba mentida de New York. De nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de La Barraca, compañía de teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su interés por el teatro, es un afán por llegar de la forma más directa posible al pueblo.
Las últimas obras de Federico García Lorca son piezas teatrales. "Yerma" (1934) es una verdadera tragedia al modo clásico, incluido el coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga con la protagonista comentando la acción. Parecido es el asunto en "Bodas de Sangre" (1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que huye tras su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida, llena de premoniciones, en la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un final al que se viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos hombres se matarán, segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por ambas ramas y renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de Leonardo. De esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la destrucción de todo el orden establecido.
García Lorca con la actriz Margarita Xirgu, (Yerma) -- 1934 Entre todas ellas destaca "La Casa de Bernarda Alba" (1936). "La Casa de Bernarda Alba" considerada su obra maestra, fue también la última, ya que ese mismo año, al estallar la guerra civil fue detenido por las fuerzas franquistas y fusilado 10 días más tarde bajo la acusación de “librepensador”
El crimen fue en Granada:
A Federico García Lorca, de Antonio Machado
Se le vio, caminando entre fusiles,
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por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico —sangre en la frente y plomo en las entrañas— ... Que fue en Granada el crimen sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. Se le vio caminar solo con Ella, sin miedo a su guadaña. —Ya el sol en torre y torre, los martillos en yunque— yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba. «Porque ayer en mi verso, compañera, sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo a mi tragedia de tu hoz de plata, te cantaré la carne que no tienes, los ojos que te faltan, tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban... Hoy como ayer, gitana, muerte mía, qué bien contigo a solas, por estos aires de Granada, ¡mi Granada!» Se le vio caminar... Labrad, amigos, de piedra y sueño en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
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GRANADA Historia - Edad Antigua
Restos de muralla en el Albayzin. Los restos más antiguos que se han excavado en la ciudad de Granada se han datado hacia la mitad del siglo VII a. C. y corresponden a habitaciones pertenecientes a un oppidum íbero denominado Ilturir. La derrota definitiva de Cartago en la Segunda Guerra Púnica abrió las puertas de la ciudad a los romanos. Algunos autores indican, basándose en Tito Livio, que las tropas de Emilio Paulo fueron derrotadas en Ilurco, hacia el año 190 a. C., antes de que Tiberio Sempronio Graco conquistara toda la zona, hacia 180 a. C. No obstante, parece más bien que la sumisión a Roma se produjo como consecuencia de un pacto o acuerdo Para algunos autores, se trató de una ciudad de gran relevancia. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas no han convalidado este carácter de ciudad importante, que dio tres senadores y un cónsul a Roma, además de ser sede de un Concilio cristiano, alrededor del año 304 d. C. En cualquier caso, debió quedar arruinada en algún momento de la Alta Edad Media, pues a comienzos del siglo VIII, el solar se encontraba despoblado. Edad Media -- Granada musulmana Al menos desde los tiempos de la creación del Emirato de Córdoba y hasta la caída del Califato, es decir, entre los siglos VIII y XI, el solar de la actual ciudad de Granada estuvo deshabitado, permaneciendo solamente los restos del oppidum ibérico, usado como fortaleza ("hisn") en los tiempos de la Rebelión de los muladíes (siglo IX). Algunos autores consideran que pudo subsistir algún pequeño núcleo o alquería alrededor de "Hisn Garnata", nombre con el que se conoció en época musulmana a la antigua Ilíberis. En cualquier caso, la ciudad importante en el período 712-1012, fue la vecina "Madinat Ilbira", unos 10 km al oeste. Las turbulencias que originaron la formación de los Reinos de Taifas dieron el trono del de Granada a los Ziríes. El primero de ellos, Zawi ben Ziri, fundó la nueva ciudad de Madinat Garnata en 1013, alrededor del castillo existente, abandonando Medina Elvira , que quedó despoblada alrededor del 1020, y arruinada. A partir de entonces, la Granada musulmana, tuvo tres fases claras de evolución: Época zirí.- La zona que inicialmente se ocupó, de forma intensiva, es la situada en el centro del actual barrio del Albaicín, conocida como Alcazaba Cadima (al-Qasba Qadima). Para finales del siglo XI, ya estaba urbanizada la mayor parte de la colina, rodeada por una muralla que aún subsiste.
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Época bereber.- La estructura urbana de la ciudad se modificó escasamente en el largo periodo de dominación de los almorávides y los almohades (1090-1269). Del análisis que de las fuentes árabes han hecho diversos autores se desprende que en época almorávide se amplió el recinto amurallado, abriéndose puertas como el Arco de las Pesas y Bib-Albunaida (Puerta Monaita), ambas aún en pie. Época nazarí.- La creación del Reino de Granada, impulsó el crecimiento y la riqueza de la ciudad, amurallándose los arrabales del Albaicín, y levantándose la ciudad palatina de la Alhambra. Su construcción se inició por el rey Alhamar, aprovechando la existencia de una antigua fortaleza zirí. Su hijo, Muhammad II erigió la mayor parte de las zonas palaciegas, y para el comienzo del siglo XIV, existía ya una medina, con comercios, viviendas privadas y edificios comunitarios. La ciudad permanecerá con esta estructura, hasta el siglo XVI, tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492,
A pesar de que, en 1491, un poderoso ejército castellano, que ya había sojuzgado casi todo el territorio nazarí en los cuatro años anteriores, penetra en la Vega de Granada y pone sitio a la ciudad, ésta no cayó como consecuencia de un enfrentamiento entre ambos ejércitos, sino mediante un proceso de negociación que culminó el 25 de noviembre de ese mismo año, con la firma en Santa Fe de las correspondientes Capitulaciones, en las que se pactó un plazo de dos meses para la entrega de la ciudad, aunque finalmente ese plazo no se agotó y la rendición se produjo el 2 de enero de 1492. Las capitulaciones eran muy generosas para los granadinos: Podían seguir practicando libre y públicamente su religión, se respetarían sus propiedades y se mantendría la vigencia del derecho islámico en litigios entre muslimes, creándose la figura de jueces mixtos cuando se tratase de litigios con cristianos. Se creó además un "ayuntamiento musulmán", y se previeron franquicias fiscales por tres años. Además, los reyes nombraron primer arzobispo de Granada a Hernando de Talavera , confesor de la reina Isabel y hombre moderado y con alta estima de la calidad moral de los vencidos. Sin embargo, cuando en 1499 la Corte se instala temporalmente en Granada, muchos se escandalizaron de la pervivencia del Islam y de que la población asistiera masivamente a las mezquitas. El nuevo confesor de la reina, fray Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, inició una dura campaña de conversiones forzosas, con confiscación y quema de libros, encarcelamiento de alfaquíes y procesos inquisitoriales. Se realizaron conversiones masivas, aunque ello no disminuyó la presión sobre la población granadina pues, como relataba Diego Hurtado de Mendoza en el primer tercio del siglo XVI, "los cristianos nuevos, gente sin lengua y sin favor, encogida y mostrada a servir, veían condenarse, quitar o partir las haciendas que habían poseído, comprado o heredado de sus abuelos, sin ser oídos". Esta política generó graves revueltas en el Albaicín, especialmente tras la conversión por Cisneros de
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mezquitas en iglesias, que se extendieron a otras zonas del reino, y que fueron sangrientamente reprimidas (1499-1501). Los Reyes Católicos aprovecharon estos hechos para declarar nulas las Capitulaciones y ordenar una primera expulsión de moriscos y la reclusión de los restantes en un "gueto" situado en Bib-Rambla.
Edad Moderna Todos los viajeros y eruditos que visitaron Granada en el paso de siglo (del XV al XVI), mostraron admiración por sus edificios, especialmente los reyes Juana la Loca y Carlos V, quienes invirtieron grandes sumas en el mantenimiento y arreglo de la Alhambra y de otros edificios de interés, lo que facilitó la pervivencia de esta arquitectura. Pero ello no obstó para que, desde un primer momento, se desarrollara una política urbanística de afirmación del nuevo poder, levantando edificios de gran relevancia en los espacios más representativos de la ciudad musulmana: La Capilla Real, mediante cédula de 1504, en la que se depositaron los cuerpos de los reyes Isabel y Fernando, en 1521 ; El Hospital Real, iniciado en 1511; la Catedral, planteada en 1523 o el Palacio de Carlos V , en plena Alhambra, acordado por el Emperador en 1526 En 1565, Felipe II llegó a calificar en numerosas ocasiones como "peligroso" al Albaicín, y dio instrucciones en ese sentido al corregidor local. Este afán por extirpar el islam de la nueva ciudad, llevó a ir demoliendo las principales mezquitas . Se abren o reforman, a la vez, grandes plazas: Bib-Rambla, Campo del Príncipe (1513 ), Plaza Nueva (antigua "Hatabin", 1515)... Bernard Vincent indica que, en el XVI, Granada era una ciudad en obras, conforme a un vasto programa de cambio, impulsado desde la monarquía de los Austrias.
Inicialmente, el Albaicín quedó fuera de esta política de transformación, pero como consecuencia de la sublevación de los moriscos (1568), que fue iniciada desde el corazón del barrio, la población del mismo fue expulsada masivamente y, con ello, se produjo el abandono de viviendas, comercios y otros edificios. Fue, precisamente, en el siglo XVII cuando el Albaicín adquirió la imagen tradicional que ha perdurado hasta hoy, con cármenes, huertas y hábitat poco denso.
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1613 A lo largo del siglo XVII se originaron una serie de algaradas y "motines de subsistencia" debido a su mala situación económica, siendo los más graves los de 1648. Tanto censo como economía se recuperan durante el siglo XVIII, básicamente como consecuencia de una fuerte disminución de la tasa de mortalidad y por la inmigración desde el resto de España, lo que se manifiesta en su importante legado barroco, llegándose a superar los 50 000 habitantes hacia 1752, según el Catastro de Ensenada, cifra que ya permanecerá estable mucho tiempo. Como consecuencia, en esta última mitad del siglo XVIII se realizaron importantes obras urbanas: los paseos de la Bomba y del Salón, el Paseo del Violón, todos ellos junto al río Genil y la plaza de toros del Triunfo (1768). También se produjeron demoliciones de edificios emblemáticos, como el castillo de Bibataubín, o la propia Puerta Real (1790). Edad Contemporánea La llegada del siglo XIX encontró una ciudad sacralizada, conventual y burocrática, sede de la Real Chancillería, con Universidad y un amplio estamento militar, lo que suponía la estancia temporal de numerosas personas, potenciando el sector servicios, el comercio y la artesanía. Además, la productividad agrícola de su vega la había convertido en una de las ciudades con renta más alta de España. De hecho Granada era entonces la tercera capital en votos a las Cortes. El clero, especialmente el clero regular, tenía un gran peso económico en la ciudad, en parte por sus grandes posesiones, en parte por sus actividades, que incluían la regencia de varias hospederías. La estructura urbana seguía manteniendo un carácter medieval, al menos en los barrios intramuros, y se conservaba aún buena parte del caserío de época musulmana, Lo que la hacía una ciudad pintoresca pero insalubre. A finales del siglo XVIII se había producido un gran desarrollo de las industrias complementarias de los cultivos de la seda, el lino y el cáñamo que produjo un fuerte crecimiento económico. Pero ya a comienzos del nuevo siglo, este mercado comenzó a decrecer, en parte como consecuencia de la alianza de España con Francia en su guerra contra Inglaterra y posterior derrota de la armada franco-española en la batalla de Trafalgar (1805), que acabó por cerrar el mercado inglés, principal destino de las hilazas granadinas.
El 28 de enero de 1810 las tropas francesas con el general Sebastiani al frente ocuparon Granada, permaneciendo en ella hasta el 16 de septiembre de 1812. Este breve período supuso una grave carga económica, debido a las innumerables obras de fortificación que Sebastiani, primero, y Leval, después, hicieron en los alrededores de la Alhambra y el Castillo de Santa Elena.
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Toda la primera mitad del siglo XIX fue una época de declive económico, estancamiento demográfico y deterioro del caserío urbano, lo que agravó los problemas endémicos de salubridad. A ello se sumó la pérdida de peso político y burocrático,. Las sucesivas desamortizaciones no contribuyeron a mejorar la situación, impulsando, por el contrario, un proceso de destrucción del patrimonio histórico de proporciones hasta entonces desconocidas. A partir del reinado de Isabel II el objetivo de las instituciones fue la "modernización" de la ciudad, la mejora de sus condiciones de salubridad y la renovación del caserío. El inesperado auge económico que en las últimas décadas del siglo XIX supusieron las azucareras de remolacha, la primera de las cuales se instaló en 1868 , junto con la incorporación de Granada a la red de ferrocarriles, facilitaron esta labor impulsando el comercio y abriendo nuevas calles de formato moderno: embovedado del río Darro, creando así la calle Reyes Católicos; apertura de la Gran Vía de Colón (demoliendo numeroso caserío de origen musulmán, incluyendo el Palacio de Cetti Meriem); derribo del antiguo Zacatín, etc. Así, Granada adquirió una imagen burguesa y modernizada, aunque a costa de mermar su patrimonio. El profesor Gaya Nuño, dijo que "Granada era una de las dos ciudades de España que más pérdidas había sufrido en su patrimonio histórico, junto con la ciudad de Zaragoza".
Siglo XX Se inició el siglo dentro de una estructura política encorsetada, fuertemente caciquil e incapaz de aprovechar todos estos factores, controlada por un grupo poco permeable de "representantes en Cortes" compuesto básicamente por terratenientes y algunos profesionales, sobre todo catedráticos de la Universidad y abogados. En este período, partidos como el PSOE y el Partido Republicano Autónomo de Granada consiguieron aglutinar a una parte importante de la población que será decisiva en las Elecciones municipales del 12 de abril de 1931, consiguiendo conjuntamente 30 de los 45 puestos en disputa. En el primer periodo de la II República la ciudad fue gobernada por socialistas y republicanos autónomos, aunque éstos se disgregaron como partido en 1932. Parte de éstos se integraron en el Partido Radical que creció en votos hasta igualar a los socialistas en 1933. Este período (1931-1933) fue socialmente conflictivo en la ciudad, con numerosos disturbios y choques callejeros protagonizados especialmente por trabajadores del sector azucarero que fue muy activo. Se reforzaron también, de cara a las elecciones de 1933, las posiciones conservadoras de Acción Popular y la Unión de Derechas que, después de ganar las elecciones generales junto con los radicales, gobernaron el ayuntamiento a través de una Comisión Gestora tras destituir en pleno a la anterior corporación. En el periodo 1933-1936 el Partido Radical quedó prácticamente desaparecido en Granada y la conflictividad social creció; sin embargo las elecciones de ese año, inicialmente, las volvieron a ganar las derechas, aunque
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con un cúmulo tan grande de irregularidades que las protestas socialistas modificaron los resultados. El estallido de la guerra civil dejó a Granada como zona sublevada aislada entre zonas controladas por el gobierno republicano, lo que dio lugar, sobre todo en los primeros meses, a un gran número de detenciones y ajusticiamientos políticos (García Lorca entre ellos): 3969 personas fueron fusiladas entre 1936 y 1956 en las tapias del cementerio granadino.
ALGUNOS PERSONAJES GRANADINOS Científicos y geógrafos Al-Zuhri, llamado Mohammed Ibn Abu Bakr al-Zuhr (1130- 1154 ó 1161), geógrafo. Autor de numerosos libros sobre la geografía del mundo árabe Ibn Said al-Maghribi (1213 - 1275 ó 1286), geógrafo y crítico literario . Autor de numerosos libros de viajes, entre los que destacan aquellos dedicados a las costas del océano Índico
Yehudah ibn Tibbón (1120-1190), médico, poeta y traductor. Tuvo que exiliarse al sur de Francia como consecuencia de la persecución almohade. Destaca su trabajo como traductor al hebreo de las principales obras árabes de su época Cine y Teatro Álvaro Cubillo de Aragón (1596-1661) Granada. Actor del Siglo de Oro José Tamayo, (1920 - 2003) fue un director y empresario teatral
Deportistas Manuel Orantes (1949), tenista.
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Diplomáticos Diego Hurtado de Mendoza (1505-1575) Granada. Diplomático, historiador, escritor y poeta Escritores Fray Luis de Granada (1504-1588). Granada. Escritor. Luis del Mármol Carvajal (1520-1600). Granada. Militar, historiador y escritor. Francisco Henríquez de Jorquera (1594- 1646). Granada. Escritor historiador. Enriqueta Lozano (1829-1895) Granada. Escritora, novelista y poeta. Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) Guadix. Escritor, periodista y político Ángel Ganivet (1865-1898), Granada. Escritor y diplomático. Julio Casares (1877-1964) Granada. Filólogo, lexicólogo y crítico literario. Melchor Almagro (1882-1947) Granada. Escritor, diplomático y político Francisco Ayala (1906-2009) Granada. Escritor y crítico.
Escultores y pintores Alonso Cano (1601-1667). Granada. Pintor, escultor y arquitecto. Pedro de Mena (1628-1688) Granada. Escultor del barroco. Imaginero. José de Mora (1642-1724). Escultor del barroco. Imaginero. Mariano Fortuny y Madrazo (1871-1949) Granada. Pintor, fotógrafo, diseñador y escenógrafo
Históricos e Historiadores
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María Pacheco (1496-1531). Noble castellana y dirigente de la rebelión de las Comunidades de Castilla.
Francisco Bermúdez de Pedraza (1585-1655). Granada. Historiador y jurisconsulto. Mariana Pineda (1804–1831), heroína que luchó por la causa liberal en el siglo XIX. Eugenia de Montijo (1826–1920), fue la última emperatriz de Francia. Militares Pedro de Mendoza (1499-?). Guadix. Militar, almirante y fundador de Buenos Aires. Álvaro de Bazán (1526-1588). Granada. Militar y almirante.
Lope de Figueroa (1541-1585). Guadix. Militar, capitán general de la costa del Reino de Granada. Mariano Álvarez de Castro (1749-1810). Granada. Militar defensor de Gerona en la Guerra de la Independencia. Manuel Pavía y Lacy (1814-1896). Granada. Militar, capitán general de Filipinas y defensor de Isabel II en la Batalla de Alcolea. Fernando Martínez Monje Restoy (1874-1963). Granada. Militar republicano. Falleció en exilio. Músicos, compositores y bailarines Luis de Narváez (1500-1550/60). Granada. Compositor y vihuelista. Ángel Barrios (1882-1964). Granada. Compositor y guitarrista Enrique Morente(1942-2010). Granada. Cantaorflamenco. Miguel Ríos (1944-). Cantante y compositor de rock.
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José García Román (1945) Gabia Grande. Compositor de música clásica y organista. Carlos Cano (1946–2000). Granada. Cantautor que cultivó estilos tradicionales como el fado y la copla andaluza. Periodistas Melchor Fernández Almagro (1893-1966), crítico literario, historiador y periodista Jaime Peñafiel (1930). Granada. Periodista. Tico Medina (1934-). Píñar (Granada). Periodista. Poetas Ibn Tufail (1105/1110-1185) Guadix. Poeta andalusí, médico, filósofo y matemático. Abu Haq Es Saheli (o Abu Isaq Es Saheli) (Granada, 1290 - Tombuctú, 1346) Poeta andalusí, notario, Secretario de la Chancillería de la Alhambra y Arquitecto creador del estilo arquitectónico "sudanés". Pedro Enríquez (1562-1616) Granada. Poeta y traductor Federico García Lorca, (1898-1936), Fuente Vaqueros. Poeta y dramaturgo. Elena Martín Vivaldi (1907-1998) Granada. Poetisa y bibliotecaria. Luis Rosales (1910-1992). Granada. Poeta y ensayista de la generación de 1936. Rafael Guillén (1933-). Granada. Poeta.
José Carlos Rosales (1952-). Granada. Poeta. Luis García Montero (1958-) Granada. Poeta y profesor de Literatura. Políticos Valerius Vegetus (Iliberis, siglo I), cónsul y senador romano. Cornelius Anullinus (Iliberis, siglo II), cónsul romano, senador, procónsul de la Bética,gobernador de la Narbonense, África y Germania Superior, y comandante en jefe de la Legio VII Gemina.
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Papirius Aelianus (Iliberis, siglo II), cónsul romano, pretor y gobernador de Dacia y Britania Boabdil(Granada) (1459-1533) último Rey de Granada
Andrés Hurtado de Mendoza (1510-1561) Granada. Político. III Virrey del Perú Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), Granada. Político, dramaturgo y poeta. Cristino Martos Balbi (1830-1893) Granada. Político y abogado Alberto Aguilera (1843-1913), Albuñol. Político y abogado. Manuel Jiménez de Parga (1929), Granada. Político, diplomático y jurista.
Citas sobre Granada Francisco Alarcón de Icaza: Dale limosna, mujer. que no hay en la vida nada, como la pena de ser,ciego en Granada. Chateaubriand:Granada es como la novia de cristal de nuestros sueños, todo el que la ve tiene la ilusión de volver a visitarla. Granada, último asilo de la cansada vida. Jardín eterno, muestra vestigios, que aún nos quedan, del paraíso en muy pocos lugares privilegiados de la tierra. Antonio Machado: Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás. William Shakespeare: Todo curioso viajero guarda a Granada en su corazón, aun sin haberla visitado. Al-Saquundi: Granada es el Damasco de Europa,pasto de los ojos, elevación de las almas. Saddam Hussein: Yo no diré nunca que he pisado Granada, si no que he abrazado a Granada. Pi y Margall: Y cuando te pregunten por la reina de la poesís y la hermosura, dirás como nosotros: ¡Es Granada!
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Bill Clinton: El atardecer que se contempla desde el mirador de San Nicolás, es el más bonito de la tierra. Don Quijote de la Mancha: Y vuestra merced ¿Dónde camina? Yo, señor – respondió el caballero – voy a Granada que es mi patria. ¡Y buena patria! – replicço Don Quijote – Miguel de Unamuno: Las lágrimas me subían a los ojos, y no eran lágrimas de pesar ni de alegría, eran de plenitud de vida silenciosa y oculta por estar en Granada. Federico García Lorca: Por el agua de Granada, solo reman los suspiros.
POEMAS A Granada ¿Qu’es de ti, desconsolado? ¿Qu’es de ti, rey de Granada? ¿Qu’es de tu tierra y tus moros? ¿Dónde tienes tu morada? Torna, tornato, buen rey a nuestra ley consagrada, poque, si perdíste el reino, tengas el alma cobrada. ¡O Granada noblecida, por todo el mundo nombrada, hasta aquí fuiste cativa, y agora ya libertada! Perdióte el rey don Rodrigo, por su dicha desdichada, ganóte el rey don Fernando, con ventura prosperada. JUAN DEL ENCINA ¡Qué lejos por mares, campos y montañas! Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada. Mi cabeza cana, los años perdidos. Quiero hallar los viejos, borrados caminos. Nunca vi Granada. Dadle un ramo verde de luz a mi mano.
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Una rienda corta y un galope largo. Nunca entré en Granada. ¿Qué gente enemiga puebla sus adarves? ¿Quién los claros ecos libres de sus aires? Nunca fui a Granada. ¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone cadenas al habla de sus surtidores? Nunca vi Granada. Venid los que nunca fuisteis a Granada. Hay sangre caída, sangre que me llama. Nunca entré en Granada. Hay sangre caída del mejor hermano. Sangre por los mirtos y aguas de los patios. Nunca fui a Granada. Del mejor amigo, por los arrayanes. Sangre por el Darro, por el Genil sangre. Nunca vi Granada. Si altas son las torres, el valor es alto. Venid por montañas, por mares y campos… Entraré en Granada
RAFAEL ALBERTI
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