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Nuestra gloria es la cruz de Cristo Nº 5 The Santa Elena Times MADRID, 30 DE OCTUBRE DE 2016 Domingo XXXI TO Cuando llegó Jesús, el jefe de los co

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Nuestra gloria es la cruz de Cristo

Nº 5

The Santa Elena Times MADRID, 30 DE OCTUBRE DE 2016

Domingo XXXI TO

Cuando llegó Jesús, el jefe de los corruptos de Jericó dio la mitad de sus ganancias a los pobres Además organizó un banquete en su casa y Jesús fue allí En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más ade-

lante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, data prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prosa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»

Horarios y Actividades parroquiales Misa: Diario: 8:30, 11:30 y 19:30; Sábados y vísperas: 11:30 y 19:30; Domingos: 11:30, 12:30, 13:30 y 19:30

Bautismo: Hablar con uno de los sacerdotes. Se celebran normalmente los sábados por la mañana

Confesiones: 1/2 hora antes de la Misa Adoración: Jueves de 20:00 a 21:00 Catequesis 1ª comunión: Martes, 18:00

Grupo de Biblia: Lunes 17:30 Apostolado de la Oración: Miércoles 12:00 Visitas a enfermos: jueves y viernes. Contactar la parroquia.

c/ Orfila 1, 28010 Madrid. Tel: +34 913 19 18 75 www.parroquiadesantaelena.org [email protected]

Zaqueo descubre el verdadero bien Filomeno de Mabboug (¿-c. 523), obispo de Siria Homilía 4, 79-80 Nuestro Señor ha llamado a Zaqueo del sicómoro sobre el cual se había subido, y enseguida se apresuró Zaqueo a bajar para recibirle en su casa. Fue porque, incluso antes de que le llamara, esperaba verle y llegar a ser discípulo suyo. Es una cosa admirable que Zaqueo haya creído en Él sin que Nuestro Señor le hubiese hablado y sin haberlo visto antes con los ojos de su cuerpo, sino simplemente por la palabra de los otros. La fe que había en él había estado guardada en su vida y en su salud natural. Y esta fe ha sido puesta de manifiesto cuando ha creído en Nuestro Señor en el momento mismo en ha tenido noticia de su llegada. La simplicidad de esta fe apareció al prometer dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuatro veces más lo que había obtenido de manera deshonesta.

aquel momento, no se hubiera llenado todavía de la simplicidad propia de la fe, no hubiera hecho esta promesa a Jesús y no habría gastado y distribuido lo que había recogido en tantos años de trabajo. La simplicidad ha derramado por todos lados lo que la astucia había recogido, la pureza de alma ha dispersado lo que el engaño había adquirido, y la fe ha renunciado a lo que la injusticia había obtenido y poseído, y ha proclamado que todo eso no le pertenecía.

En efecto, si el espíritu de Zaqueo, en

de www.evangelizo.org)

Porque Dios es el único bien de la fe, y ésta rechaza poseer otros bienes junto con Él. Para ella todos los bienes tienen poco importancia a no ser el único bien durable que es Dios. Hemos recibido la fe para encontrar a Dios y no poseer nada más que él, y para darnos cuenta de que todo lo que no es Él no sirve para nada. (tomado

Un católico tiene que estar dispuesto a conocer su fe y dar razón de ella; por eso,

¿Sabes

• qué es la justificación? La justificación es la obra más excelente del amor de Dios. Es la acción misericordiosa y gratuita de Dios, que borra nuestros pecados, y nos hace justos y santos en todo nuestro ser. Somos justificados por medio de la gracia del Espíritu Santo, que la Pasión de Cristo nos ha merecido y se nos ha dado en el Bautismo. Con la justificación comienza la libre respuesta del hombre, esto es, la fe en Cristo y la colaboración con la gracia del Espíritu Santo. (1987-1995, 2017-2020) • qué es la gracia que justifica? La gracia es un don gratuito de Dios, por el que nos hace partícipes de su vida trinitaria y capaces de obrar por amor a Él. Se le llama gracia habitual, santificante o deificante, porque nos santifica y nos diviniza. Es sobrenatural, porque depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios y supera la capacidad de la inteligencia y de las fuerzas del hombre. Escapa, por tanto, a nuestra experiencia. (1996-199 2005, 2021)

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Instrucción Ad resurgendum cum Christo acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

1. Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario «dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor»(2 Co 5, 8). Con la Instrucción Piam et constantem del 5 de julio de 1963, el entonces Santo Oficio, estableció que «la Iglesia aconseja vivamente la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos», pero agregó que la cremación no es «contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural» y que no se les negaran los sacramentos y los funerales a los que habían solicitado ser cremados, siempre que esta opción no obedezca a la «negación de los dogmas cristianos o por odio contra la religión católica y la Iglesia»[1]. Este cambio de la disciplina eclesiástica ha sido incorporado en el Código de Derecho Canónico (1983) y en el Código de Cánones de las Iglesias Orientales (1990). Mientras tanto, la práctica de la cremación se ha difundido notablemente en muchos países, pero al mismo tiempo también se han propagado nuevas ideas en desacuerdo con la fe de la Iglesia. Después de haber debidamente escuchado a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y muchas Conferencias Episcopales y Sínodos de los Obispos de las Iglesias Orientales, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha considerado

conveniente la publicación de una nueva Instrucción, con el fin de reafirmar las razones doctrinales y pastorales para la preferencia de la sepultura de los cuerpos y de emanar normas relativas a la conservación de las cenizas en el caso de la cremación. 2. La resurrección de Jesús es la verdad culminante de la fe cristiana, predicada como una parte esencial del Misterio pascual desde los orígenes del cristianismo: «Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce» (1 Co 15,35). Por su muerte y resurrección, Cristo nos libera del pecado y nos da acceso a una nueva vida: «a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos… también nosotros vivamos una nueva vida» (Rm 6,4). Además, el Cristo resucitado es principio y fuente de nuestra resurrección futura: «Cristo resucitó de entre los muertos, como primicia de los que durmieron… del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo» (1 Co 15, 2022). Si es verdad que Cristo nos resucitará en el último día, también lo es, en cierto

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modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En el Bautismo, de hecho, hemos sido sumergidos en la muerte y resurrección de Cristo y asimilados sacramentalmente a él: «Sepultados con él en el bautismo, con él habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos»(Col 2, 12). Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida celestial de Cristo resucitado (cf. Ef 2, 6). Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. La visión cristiana de la muerte se expresa de modo privilegiado en la liturgia de la Iglesia: «La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma: y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo»[2]. Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. También en nuestros días, la Iglesia está llamada a anunciar la fe en la resurrección: «La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella»[3]. 3. Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados[4]. En la memoria de la muerte, sepultura y resurrección del Señor, misterio a la luz del cual se manifiesta el sentido cristiano de la muerte[5], la inhumación es en primer lugar la forma más adecuada para expresar la fe y la esperanza en la resurrección corporal[6].

La Iglesia, como madre acompaña al cristiano durante su peregrinación terrena, ofrece al Padre, en Cristo, el hijo de su gracia, y entregará sus restos mortales a la tierra con la esperanza de que resucitará en la gloria[7]. Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne[8], y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia[9]. No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la “prisión” del cuerpo. Además, la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados responde adecuadamente a la compasión y el respeto debido a los cuerpos de los fieles difuntos, que mediante el Bautismo se han convertido en templo del Espíritu Santo y de los cuales, «como herramientas y vasos, se ha servido piadosamente el Espíritu para llevar a cabo muchas obras buenas»[10]. Tobías el justo es elogiado por los méritos adquiridos ante Dios por haber sepultado a los muertos[11], y la Iglesia considera la sepultura de los muertos como una obra de misericordia corporal[12]. Por último, la sepultura de los cuerpos de los fieles difuntos en los cementerios

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u otros lugares sagrados favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos. Mediante la sepultura de los cuerpos en los cementerios, en las iglesias o en las áreas a ellos dedicadas, la tradición cristiana ha custodiado la comunión entre los vivos y los muertos, y se ha opuesto a la tendencia a ocultar o privatizar el evento de la muerte y el significado que tiene para los cristianos. 4. Cuando razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la cremación, ésta no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del fiel difunto, la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo[13]. La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos; sin embargo, la cremación no está prohibida, «a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana»[14]. En ausencia de razones contrarias a la doctrina cristiana, la Iglesia, después de la celebración de las exequias, acompaña la cremación con especiales indicaciones litúrgicas y pastorales, teniendo un cuidado particular para evitar cualquier

tipo de escándalo o indiferencia religiosa. 5. Si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente. Desde el principio, los cristianos han deseado que sus difuntos fueran objeto de oraciones y recuerdo de parte de la comunidad cristiana. Sus tumbas se convirtieron en lugares de oración, recuerdo y reflexión. Los fieles difuntos son parte de la Iglesia, que cree en la comunión «de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia»[15]. La conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana. Así, además, se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas. 6. Por las razones mencionadas anteriormente, no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar. Sólo en casos de graves y excepcionales circunstancias, dependiendo de las condiciones culturales de carácter local, el Ordinario, de acuerdo con la Conferencia Episcopal

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o con el Sínodo de los Obispos de las Iglesias Orientales, puede conceder el permiso para conservar las cenizas en el hogar. Las cenizas, sin embargo, no pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares y se les debe asegurar respeto y condiciones adecuadas de conservación. 7. Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación. 8. En el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias, de acuerdo con la norma del derecho[16]. El Sumo Pontífice Francisco, en audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto el 18 de marzo de 2016, ha aprobado la presente Instrucción, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación el 2 de marzo de 2016, y ha ordenado su publicación. Roma, de la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 15 de agosto de 2016, Solemnidad de la Asunción de la

Santísima Virgen María. Gerhard Card. Müller, Prefecto +Luis F. Ladaria, S.I., Arzobispo titular de Thibica, Secretario _________________________ Notas [1] Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, Instrucción Piam et constantem (5 de julio de 1963): AAS 56 (1964), 822-823. [2] Misal Romano, Prefacio de difuntos, I. [3] Tertuliano, De resurrectione carnis, 1,1: CCL 2, 921. [4] Cf. CIC, can. 1176, § 3; can. 1205; CCEO, can. 876, § 3; can. 868. [5] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1681. [6] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2300. [7] Cf. 1 Co 15,42-44; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1683. [8] Cf. San Agustín, De cura pro mortuis gerenda, 3, 5: CSEL 41, 628. [9] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 14. [10] Cf. San Agustín, De cura pro mortuis gerenda, 3, 5: CSEL 41, 627. [11] Cf. Tb 2, 9; 12, 12. [12] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2300. [13] Cf. Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, Instrucción Piam et constantem (5 de julio de 1963): AAS 56 (1964), 822. [14] CIC, can. 1176, § 3; cf. CCEO, can. 876, § 3. [15] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 962. [16] CIC, can. 1184; CCEO, can. 876, § 3.

• qué otros tipos de gracia existen? Además de la gracia habitual, existen otros tipos de gracia: las gracias actuales (dones en circunstancias particulares); las gracias sacramentales (dones propios de cada sacramento); las gracias especiales o carismas (que tienen como fin el bien común de la Iglesia), entre las que se encuentran las gracias de estado, que acompañan al ejercicio de los ministerios eclesiales y de las responsabilidades de la vida. (1999-2000, 2003-2004, 20232024) • qué es el mérito? El mérito es lo que da derecho a la recompensa por una obra buena. Respecto a Dios, el hombre, de suyo, no puede merecer nada, habiéndolo recibido todo gratuitamente de Él. Sin embargo, Dios da al hombre la posibilidad de adquirir méritos, mediante la unión a la caridad de Cristo, fuente de nuestros méritos ante Dios. Por eso, los méritos de las buenas obras deben ser atribuidos primero a la gracia de Dios y después a la libre voluntad del hombre. (2006-2010 2025-2026)

• que stamos todos llamados a la santidad cristiana? Todos los fieles estamos llamados a la santidad cristiana. Ésta es plenitud de la vida cristiana y perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él, con la Santísima Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa por la cruz, tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los justos, cuando Dios sea todo en todos. (2012-2016 2028-2029)

Para

los

peques

De los sacerdotes de la parroquia Orar por los difuntos Orar por los difuntos es algo que pertenece a la fe católica y que quizás pocas veces hemos reflexionado sobre ello. Si la Iglesia dedica todo el mes de Noviembre a ello, es porque esta oración toca un punto esencial de la fe católica.

que, el purgatorio, no es para tomarlo a broma o para obviarlo. ¿Qué sentido tendría orar por los difuntos si el purgatorio no tuviese importancia?

Es importante este texto, anterior al Evangelio. Se dice que los hombre mueren en pecado, y que hay que rezar por ellos, en concreto, ofrecer un sacrificio expiatorio. Y este es el sentido de la oración por los difuntos, por nuestros difuntos. Mediante nuestra oración colaboramos en la expiación de sus pecados, pues nadie que no esté totalmente purificado del pecado puede participar del amor de Dios.

Entre las formas de oración por los difuntos hay una que destaca de una manera especial: es el ofrecer la Eucaristía. De aquí viene la práctica de los estipendios de la Misa. La Eucaristía es el centro y la fuente de toda la vida de la Iglesia. Es el sacrificio único del a Nueva Alianza. En la Antigua Alianza hubo muchos sacrificios que no podían perdonar los pecados, y fueron sustituidos por la muerte y resurrección de Cristo, que es lo que celebramos en la Eucaristía. De aquí viene ofrecer la Eucaristía por los difuntos. Y de aquí viene el estipendio de la Misa, que es una ofrenda, un donativo que se hace, no un precio que se paga por ofrecer la Misa. Esto es muy importante decirlo, pues a veces nos preguntan a los sacerdotes cuánto cuesta una Misa. La Misa tiene un valor espiritual infinito, y el sentido del estipendio de la Misa es hacer un donativo para colaborar con el sostenimiento dela Iglesia y de los sacerdotes.

Esto es consecuencia de la fe de la Iglesia en el purgatorio. Éste es el lugar (estado) de purificación final de las faltas de los elegidos. Los santos en su vida espiritual han tenido experiencia del mismo, aunque estas experiencias no pertenecen a la fe de la Iglesia. Esto es, uno es libre de aceptarlas o no. Pero, es mi opinión, deben ser tomadas en serio. Al leer el diario de Santa Faustina Kowalska nos encontramos con una experiencia que ella tuvo de ver alguna hermana en el purgatorio. Y es

También es muy importante recordar que una oración mal hecha puede ser incluso un pecado. Las distracciones, el pedir cosas contra la voluntad de Dios, rezar con rutina, o sin caridad son faltas que deben ser corregidas en la vida espiritual. Por eso, cuando este mes de Noviembre oremos por los difuntos hagámoslo con fe y confianza en Cristo salvador, no como una práctica mecánica o tradicional , sino como personas que se encomiendan a Dios Padre misericordioso. P. Javier

Quien conoce bien la Palabra de Dios sabe que hay en ella un pasaje, el el libro delos Macabeos, en el que tras una batalla, se dice lo siguiente: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 Mac 12, 46).

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