Trabajos y ensayos Número 2 (julio de 2005)

Trabajos y ensayos Publicación de los alumnos del programa de doctorado Cooperación, Integración y Conflicto en la Sociedad Internacional Contemporán

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Trabajos y ensayos Publicación del Master Oficial en Estudios Internacionales y del Programa de Doctorado Cooperación, Integración y Conflicto en la

VOL. CXLVI Julio-Septiembre 2005
VOL. CXLVI Julio-Septiembre 2005 OBISPADO DE CÓRDOBA C/. Amador de los Ríos, 1- Teléfono 957.49.64.74 Año CXLVI - Depósito Legal: CO 17 - 1958 - ISS

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Trabajos y ensayos

Publicación de los alumnos del programa de doctorado Cooperación, Integración y Conflicto en la Sociedad Internacional Contemporánea

Número 2 (julio de 2005)

La globalización cultural, tendencias fragmentadoras y heterogeneidad de la cultura global Iker Zirion

1.

INTRODUCCIÓN La importancia del fenómeno globalizador en la sociedad actual está fuera de toda duda

y su influencia es patente en la cotidianeidad de nuestras vidas, de una forma tal que los seres humanos (especialmente en el mundo occidental) casi hemos dejado de percibirlo. Esta omnipresencia de la globalización invita a realizar estudios circunscritos a unas variables espaciales, temporales o temáticas específicas. En la actualidad, son las consideraciones económicas de la globalización las que dominan con rotundidad el análisis y la investigación del fenómeno. A ellas se dedican la mayoría de los estudios y de la literatura. Esto provoca que, en ocasiones, se ignoren otros puntos de vista que pueden, sin duda, enriquecer el estudio del fenómeno en su conjunto. La globalización es un campo de batalla entre detractores y seguidores, entre dos formas de ver no sólo la globalización económica, sino toda una serie de cuestiones relacionadas con el medio ambiente, el desarrollo, la política y, también, la cultura. Sin embargo, tampoco hay que olvidar que estas delimitaciones temáticas que se realizan (cultura, economía, medio ambiente, política, etc.) son construcciones en cierto modo artificiales que se imponen exclusivamente con el objeto de sistematizar el análisis, pero no pueden, en ningún caso, obviar la interdependencia compleja que existe entre todas estas dimensiones. Este trabajo busca respuestas ante las posturas dicotómicas que la globalización enfrenta. Seguidores y opositores al fenómeno encuentran en el terreno cultural un nuevo motivo de discordia que les permita manifestar sus opiniones y conceptos. Junto a estos, existen posiciones intermedias, generalmente más reflexivas, y también más constructivas.

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GLOBALIZACIÓN Y CULTURA: ¿GLOBALIZACIÓN CULTURAL?

2.1. Globalización cultural como dimensión de la globalización. El término “globalización” es, en la actualidad, víctima de su propio éxito. Su uso asiduo y extensivo conlleva, desgraciadamente, imprecisión, creando grandes discusiones y desacuerdos sobre su definición y, por ende, su contenido. Su uso cotidiano e impreciso ha derivado, como recoge García Segura, en una asunción implícita de su significado (a pesar de que no existe acuerdo sobre el mismo), sin necesidad de definirlo, lo que conlleva una mayor ambigüedad y confusión1. La multitud de definiciones que sobre este concepto se pueden encontrar son sistematizadas en dos categorías por esta autora. Por un lado, se encuentran aquellas definiciones que otorgan a la globalización un carácter, si no exclusivamente, sí eminentemente económico. Enfrente, sin embargo, se sitúan aquellas concepciones más incluyentes, que consideran el fenómeno desde un punto de vista más amplio y plural, comprensivo de diferentes dimensiones (política, económica, cultural, etc.). Este estudio se alinea indudablemente del lado de esta concepción más extensa, lo que no nos impide abordar brevemente el posicionamiento de determinados autores que consideran el económico como el campo casi exclusivo de actuación de la globalización. Entre ellos se encuentran López Segrera e Isidoro Moreno. Sus concepciones, que critican el carácter “crecientemente especulativo del capitalismo”2 o consideran la “globalización del Mercado” como “el intento de globalización más poderoso e inhumano”3 coinciden en considerar que los efectos de ésta sobre la cultura se reducen a la persecución de la diversidad cultural y a un incipiente proceso de homogeneización cultural. Para otros muchos autores, sin embargo, el carácter multidimensional de la globalización se antoja como una característica de vital importancia. Como afirma Gómez Isa, a menudo confundimos la globalización económica como “la única globalización realmente

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García Segura, C.: “La globalización en la sociedad internacional contemporánea: dimensiones y problemas desde la perspectiva de las relaciones internacionales” en Cursos de Derecho Internacional de Vitoria–Gasteiz 1998, Tecnos, Madrid, 1999, pp. 321. 2 López Segrera, F.: “Globalización y diversidad cultural” en Brovetto, J., Rojas Mix, M., Globalización e identidad. Universidad Iberoamericana, Cexeci, Cáceres, 1999, pp. 159. 3 Moreno, I, “Globalización y localización. Las dinámicas de nuestro tiempo” en Alvárez Munárriz, L., Antón Hurtado, F. (Eds): Identidad y pluriculturalidad en un mundo globalizado, Godoy, Murcia, 2002, pp. 22. 2

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existente y, lo que resulta más preocupante, la única globalización posible”4. De este modo piensa también José Antonio Estévez: “lo que está aconteciendo en estos últimos años no es la globalización, sino un tipo de globalización con unas características específicas y unos efectos extraordinariamente perversos”5. Por su parte, Ulrich Beck, sin olvidar la supremacía de la globalización económica, manifiesta que ésta se encuentra acompañada también de “olas de transformación cultural” en un proceso que se denomina “globalización cultural”6. Entre las múltiples definiciones que este autor aporta sobre la globalización, existe una que analiza las consecuencias del fenómeno sobre la interrelación de las diferentes culturas. En este sentido, la globalización también es “un proceso que crea vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas”7. 2.2. Concepto de cultura y su interrelación con el proceso globalizador. Como ya hemos visto, existe una pluralidad de autores que se refieren a la multidimensionalidad de la globalización. Partiendo de esta idea, Tomlison afirma que si no se tiene en cuenta la complejidad de la globalización, se pierde de vista el fenómeno en sí mismo. Por ello, no se puede acceder al estudio de una determinada dimensión del fenómeno obviando las demás u otorgando la prioridad conceptual a dicha dimensión, sino tratando de describir el mundo que está contenido dentro de un discurso (en este caso, el cultural), para intentar llegar a una comprensión de la globalización en este contexto8. El problema que se nos plantea entonces es el de definir de una manera adecuada el concepto de cultura. Al igual que ocurría en el caso de la globalización, no es el de la cultura un concepto pacífico y consensuado y, como afirma Baarker, no existe ningún significado correcto o definitivo vinculado al mismo. Este autor la define como “una variedad de prácticas generadoras de significado”9, y Tomlison no se aleja demasiado al afirmar que es “el

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Gómez Isa, F.: Derechos humanos y globalización, mimeo, pp. 2. Estevez Araujo, J. A.: “Ciudadanía cosmopolita versus Globalización neoliberal” en Silveira Gorski, H. C. (Ed.): Identidades comunitarias y democracia, Trotta, Madrid, 2000, pp. 285; Citado en Gómez Isa, F.: Derechos humanos y globalización, mimeo, pp. 2. 6 Beck, U.: ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Paidós, Barcelona, 1998, pp. 71. 7 Idem, pp. 30. 8 Idem, pp. 20. 9 Barker, C.: Televisión, globalización e identidades culturales, Paidós, Barcelona, 2003, pp.31. 5

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orden de vida en el que los seres humanos conferimos significados a través de la representación simbólica”10. El concepto de “significado”, destacado por ambos autores no esconde ni la subjetividad propia del mismo ni, por supuesto, una cierta concepción dinámica de la cultura, en cuanto reconoce la posibilidad constante de interrelación con otros fenómenos (por ejemplo, la globalización) y, por lo tanto, de modificación, lo que rechaza para este concepto la idea de permanencia o estabilidad11. Este carácter dinámico y variable de la cultura además, no se desprende únicamente de la influencia que actores externos puedan tener en la misma, sino que se produce en virtud de un proceso recíproco de enriquecimiento y mutación. Es decir, la cultura no se escuda en un comportamiento pasivo sino que interrelaciona con los demás fenómenos, entre ellos la globalización, a través de una intensa relación dialéctica que posibilita la evolución de su contenido y su significado12. A esto debe añadirse una creciente aceleración de los flujos culturales o, en palabras de Giddens, la “intensificación de las relaciones sociales en todo el mundo, por las que se ligan lugares lejanos de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por acontecimientos que suceden a muchos kilómetros de distancia”13. Un paso más allá va Robertson al añadir a la realidad de que en el mundo cada vez las distancias son menores (aspecto objetivo de la globalización), la percepción y naturalización de esa realidad objetiva por parte de las personas (aspecto subjetivo)14. La relación entre globalización y cultura convierte a la cultura, según Tomlison, en un aspecto intrínseco del proceso total de conectividad que caracteriza a la globalización15. Pero, la cultura, además de formar parte de ese proceso de conectividad, lo alimenta y lo fomenta, es decir, se caracteriza por ser, a su vez, “constitutiva de la conectividad” que se desprende de la globalización16.

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Tomlinson, J.: op. cit., pp. 21. AAVV: Globalización e Identidad Cultural, Ciccus, Buenos Aires, 1997, pp. 33. 12 En este sentido se expresa Beck al afirmar que “la cultura global no puede entenderse estáticamente sino sólo como un proceso contingente y dialéctico”: Beck, U.: op. cit., pp. 79 y ss. 13 Lucas, J. de: Globalización e identidades, Icaria, Barcelona, 2003, pp. 29. 14 Para Robertson, la globalización “se refiere tanto al fenómeno de la comprensión del mundo como a la intensificación de la toma de conciencia del mundo como un todo”: García Segura, C.: op. cit., pp. 323. 15 Este autor define la globalización en virtud de su “creciente conectividad”, es decir, de la cada vez mayor proximidad espacial del mundo: Tomlinson, J.: op. cit., pp. 3. 16 Idem, pp. 25. 11

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GLOBALIZACIÓN Y FRAGMENTACIÓN

3.1. Una aproximación básica a algunas características de la Globalización La globalización es un fenómeno complejo, por cuanto que combina una serie de procesos interrelacionados que se transforman e influencian mutuamente. Sin embargo, y a pesar de la tendencia extensiva y totalizadora de la globalización, este fenómeno no ha podido extender su influencia a todos los ámbitos de actuación. Además de que no todos los ámbitos se han globalizado, los que lo han hecho tampoco lo han hecho de la misma forma. Es indudable que la globalización existente en el terreno económico, supera con creces la que puede verse, por ejemplo, en el ámbito cultural17. Esta parcialidad del fenómeno se observa, asimismo, al analizar la influencia de la globalización en las diferentes manifestaciones culturales. De este modo, la interrelación de la globalización con el lenguaje, la gastronomía, la religión, el folklore, o los hábitos de consumo y alimenticios, por poner sólo algunos ejemplos, viene marcada, evidentemente, por consideraciones muy variadas y diferencias notables. Asimismo, también es un fenómeno incompleto geográficamente ya que no todas las regiones han sido influenciadas por este proceso de la misma forma. En este punto destaca el interesante estudio empírico sobre la influencia de la globalización cultural en diferentes países del planeta, realizado por Berger y Huntington18. Finalmente, a pesar de que García Segura defiende la estabilidad temporal de la globalización, por cuanto se ha mantenido y desarrollado a lo largo del tiempo, es escéptica en cuanto a la finalización del proceso de globalización, es decir, en cuanto a una victoria del fenómeno de forma uniforme en todo el mundo19.

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García Segura, C.: op. cit., pp. 325 y ss. Este estudio fundamenta su metodología en la aproximación a cuatro procesos y fenómenos diferenciados (cultura de los negocios, cultura popular, cultura intelectual y cultura religiosa) que están relacionados entre sí e interactúan con las culturas autóctonas en las que inciden. Los autores analizan la realidad de diferentes países dividiendo el estudio en cuatro apartados según la participación de dichos países en el proceso de globalización. En este sentido China, Taiwán, Japón y la India constituyen las modernidades alternativas; Alemania y Hungría los modelos de subglobalización regional; Sudáfrica, Chile y Turquía, la periferia; y Estados Unidos, el vórtice: Berger, P. L., Huntington, S. P., Globalizaciones múltiples. La diversidad cultural en el mundo contemporáneo, Paidós, Barcelona, 2002.. 19 García Segura, C.: op. cit., pp. 325 y ss. 18

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3.2. Tendencias fragmentadoras: localización, glocalización e hibridación No cabe duda de que la dimensión cultural de la globalización se caracteriza por una tendencia hacia la “homogeneización de los usos y costumbres de las sociedades industriales occidentales”. Sin embargo, este proceso se combina con otros que favorecen la difusión de valores, gustos y tradiciones no pertenecientes a estos países20. Esta situación es reflejo de la coexistencia de dos dinámicas contrapuestas (globalización y fragmentación) que caracterizan el proceso de globalización en su conjunto. La globalización es, sin duda, la que provoca y alienta todos los procesos. Pero no es menos cierto, que ante ésta, existen otros procesos –integrantes de lo que algunos autores denominan fragmentación– que contestan al fenómeno globalizador e intentan, ante la imposibilidad de hacer frente a la globalización, reorientarla y modificar su dirección21. Estos procesos de fragmentación surgen como respuesta de los Estados, los pueblos y las culturas a los envites de la globalización, y diluyen la simplista argumentación del carácter exclusivamente uniformizador, en el ámbito cultural, de la globalización. La idea ampliamente difundida de la homogeneidad cultural no reflexiona, en opinión de Beck, sobre las “paradojas y ambivalencias” que existen en el marco de la globalización, entre las que él incluye el concepto de localización22. Este concepto es definido por Berger como la aceptación de la cultura global, pero con significativas modificaciones locales23. Asimismo, ambos autores coinciden al considerar que aunque “las influencias globales pueden originar la revitalización de las formas culturales autóctonas”24, esto no implica necesariamente el renacimiento de la cultura local. Es decir, la localización no supone forzosamente un impulso de la cultura local. Isidoro Moreno, por su parte, discrepa de estas opiniones al considerar este proceso como una dinámica, opuesta a la globalización, de reafirmación de las identidades colectivas de los pueblos y sectores sociales excluidos o minorizados25. 20

García Segura, C.: op. cit., pp. 325 y ss. Idem, pp. 319 y ss. 22 Beck, U.: op. cit., pp. 75 y ss. 23 El autor ejemplifica esta definición de localización con las especificidades introducidas por McDonald’s en sus diferentes franquicias por todo el mundo. Aunque esta empresa impone determinadas condiciones con carácter general, es un hecho que las diferencias locales encuentran un espacio de desarrollo en su seno, por ejemplo, a través de la instalación de doble cocina en sus establecimientos de la India, para separar la comida vegetariana de la no–vegetariana: Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp. 23 y 120. 24 Idem, pp. 23. 25 Moreno, I.: op. cit., pp. 22. 21

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Por otro lado, Beck siguiendo a Robertson, defiende la idea de que “lo local y lo global no se excluyen mutuamente”, sino que, muy al contrario, lo local debe entenderse como un aspecto de lo global ya que “la globalización significa también acercamiento y mutuo encuentro de las culturas locales”26. Barker va más allá, y asegura que, aunque originariamente la globalización estaba marcada por un evidente carácter difusor de la cultura occidental, la evolución del proceso ha provocado que lo local y lo global sean, actualmente, “elementos mutuamente constitutivos”27. Y es continuando con esta línea argumentativa donde coinciden varios autores al introducir un nuevo concepto, con la intención de expresar la doble dinámica que caracteriza el proceso. Bien en oposición bien en recíproca interacción, globalización y localización confluyen en lo que Robertson ha denominado el proceso de glocalización. La relación existente entre globalización y localización no es valorada del mismo modo por todos los autores. Mientras algunos entienden que ambos fenómenos se enriquecen (Barker, Beck, Robertson), otros estiman que se contraponen y complementan a la vez (García Segura, Isidoro Moreno). El ulterior desarrollo del término glocalización ha derivado en variadas interpretaciones, algunas de ellas alejadas de la original. García Segura, por ejemplo, lo entiende como una ingeniosa síntesis de la idea expresada por el eslogan “pensar globalmente, actuar localmente”28, mientras que Isidoro Moreno lo identifica con “un proceso complejo, una doble dinámica, de globalización y localización imbricadas y en oposición”29, y Barker con “la producción global de lo local y la localización de lo global”30. Finalmente, otros autores hacen referencia a un nuevo concepto. Tanto Berger como Barker se refieren a los procesos de hibridación31 que tienen lugar en la actualidad, y que se refieren al “intento deliberado de síntesis de rasgos foráneos y nativos” en el continuo proceso de interacción entre las diferentes culturas32. 26

Beck, U.: op. cit., pp. 79. Barker, C.: op. cit., pp. 74 y ss. 28 García Segura, C.: op. cit., pp. 320. 29 En palabras del autor, supone la asunción de la pretensión de “un mundo en el que sean posibles mil mundos”: Moreno, I.: op. cit, pp. 39. 30 Barker, C.: op. cit., pp. 81. 31 En realidad, mientras Barker se refiere a la “hibridez”, Berger hace referencia a la “hibridación”, diferencia terminológica causada, posiblemente, por las traducciones al castellano de sus respectivos trabajos: Barker, C.: op. cit., pp. 75; Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp. 23. 32 Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp. 23. 27

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No es la intención de este estudio obviar el carácter conflictivo que lleva aparejada la interrelación cultural. En determinadas condiciones (de carácter político en opinión de Berger), esta tensión entre culturas globales y autóctonas puede derivar en un “choque de civilizaciones” como resultado del enfrentamiento de las culturas implicadas33. Aún sin perder de vista la posible presencia de resistencias y tensiones que deriven en conflictos interculturales, y teniendo en cuenta la variedad de posibles respuestas al proceso de continuo enriquecimiento e interacción entre lo global y lo local, la mezcla, la síntesis y la hibridación son el resultado de un conflicto que se antoja, por otro lado, inevitable, pero que, sin duda, puede ser gestionado de forma adecuada. 3.3. Globalizaciones alternativas y subglobalización Junto a las tendencias fragmentadoras que hemos mencionado, pueden analizarse otros fenómenos que enriquecen, aún más, el panorama de la globalización. Entre estos se encuentran tanto las globalizaciones alternativas como la subglobalización. El término “globalizaciones alternativas” hace referencia a aquellos “movimientos de alcance global que tienen su origen fuera del mundo occidental, pero que ejercen un impacto definitivo en él”34. La importancia de este fenómeno va en dos direcciones. En primer lugar, porque supone una contestación a la idea de que las culturas no occidentales simplemente reaccionan ante las fuerzas de la globalización cultural y quiebra, por lo tanto, la supuesta unidireccionalidad de la globalización. En segundo, porque reconoce la existencia de alternativas a la globalización y, por ende, de diferentes caminos a la modernidad35. El concepto de subglobalización se refiere, en cambio, a la existencia de “movimientos de alcance regional más que global que, de todos modos, resultan decisivos para vincular a las sociedades en las que inciden con la cultura global emergente”. Berger se refiere, por ejemplo, a la europeización que se está produciendo en la mayoría de los países de la antigua Europa del Este. En su opinión la influencia alemana y austriaca en Hungría y otros países de la 33

El autor se refiere al concepto acuñado por Samuel Huntington (coautor, por otro lado, junto con Berger, del análisis comparado sobre el impacto de la globalización en diferentes culturas): Idem, pp. 28. 34 Idem, pp. 25. 35 Ejemplos de estas globalizaciones alternativas son los movimientos religiosos organizados procedentes de Asia (hinduismo, budismo, etc.), la influencia, tanto en la industria occidental como el comportamiento de los consumidores, de las técnicas japonesas de control de calidad, o la cultura New Age. Esta Orientalización (término acuñado por Colin Campbell) ha sido provocada por la introducción en las culturas occidentales de

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región, la de los países escandinavos en los países Bálticos, o la de Turquía sobre Asia Central sirven, tanto para europeizar como para globalizar. Este fenómeno adquiere, asimismo, formas muy variadas y no es exclusivamente europeo36. Por su parte, García Segura, se refiere al término nuevo regionalismo basado en la participación de varios actores, en un área geográfica dada, mediante una creciente red de interacciones en diferentes ámbitos gracias a la cuál se generan y comparten una serie de valores fundamentales37.

4.

¿HOMOGENEIZACIÓN

CULTURAL?

EMISORES

Y

RECEPTORES

CULTURALES 4.1. La influencia de la globalización en la cultura La mayor crítica que se realiza a la globalización en su dimensión cultural, sobre todo por parte de los autores menos favorables al fenómeno es, sin duda, la relativa a la homogeneización cultural que la globalización arrastra consigo. La globalización supone un aumento de las relaciones y de los intercambios culturales sin precedentes en la historia. Muchos autores ven este fenómeno no como una posibilidad de mutuo enriquecimiento intercultural sino como un riesgo, aprovechado principalmente por las empresas transnacionales para introducir una dinámica de uniformización cultural38. Aunque estas posturas críticas han ido evolucionando hacia actitudes más reflexivas, plurales y enriquecedoras, continúa existiendo un fuerte posicionamiento desacorde con la influencia de la globalización en la cultura.

creencias orientales (reencarnación, karma, etc.) y pautas de conducta (meditación, yoga, tantrismo, curación espiritual, etc.): Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp. 27. 36 La difusión de los medios de comunicación de Hong Kong y Taiwán en el sudeste asiático y China, la penetración de los medios de comunicación mexicanos y venezolanos en otros países latinoamericanos y en la población hispana de Estados Unidos o las influencias afroamericanas en Sudáfrica suponen claros ejemplos de este fenómeno en otras zonas del mundo: Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp. 28. 37 García Segura, C.: op. cit., pp. 320. 38 En este sentido se expresa, por ejemplo, Fernández de Rota, J. A., “Identidad y ciudadanía en un mundo pluricultural” en Alvárez Munárriz, L., Antón Hurtado, F. (Eds): Identidad y pluriculturalidad en un mundo globalizado, Godoy, Murcia, 2002, pp. 45. 9

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Gómez Isa39 recoge varias tendencias que caracterizan este fenómeno en la actualidad. La primera de ellas hace referencia a la concentración de los medios de comunicación en grupos multimedia, con sede en países occidentales y que controlan la mayor parte del mercado cultural mundial. Asimismo, los flujos de información tienen, en su mayor parte, una única dirección, de Norte a Sur, lo que permite que surja una tiranía de la comunicación40. Por otro lado, este monopolio del mercado cultural e informativo puede convertirse en un caldo de cultivo idóneo para una homogeneización cultural y una estandarización de los hábitos de consumo41. Todas estas circunstancias llevan, en su opinión, a un riesgo notable de acabar con el pluralismo político, social e ideológico, convirtiendo a la globalización en un verdadero proyecto de dominación. 4.2

Homogeneización e Imperialismo cultural

La creciente conexión cultural implica cierta unicidad, es decir, una sensación novedosa –o al menos mucho más desarrollada y palpable– de que el mundo se está convirtiendo en un único escenario social y cultural en el que todos los actores interactúan. Anteriormente estos actores cobraban significado en el marco de fenómenos culturales locales, relativamente independientes e inconexos, pero la globalización los ha hecho interactuar haciendo del mundo un único lugar42. En este contexto, en opinión de Isidoro Moreno, el proceso globalizador no supone en absoluto interculturalidad, sino más bien la imposición de una cultura determinada, justificada y alentada por la lógica del Mercado y que él identifica con la cultura occidental, y más específicamente la estadounidense, admitiendo de forma limitada elementos integrantes de otras culturas43. La manifestación extrema de este proceso de homogeneización viene expresada de la mano del concepto de imperialismo cultural, que supone el dominio de una cultura por otra, es decir, la imposición de una determinada cultura nacional que penetra y domina las culturas de las naciones subordinadas44. Los autores que apoyan esta idea identifican este ataque a las

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El autor recoge en este punto las reflexiones de Jordi Bonet: Gómez Isa, F., op. cit., pp. 7 y ss. “Tres agencias de noticias mundiales, por supuesto todas ellas radicadas en países industrializados, copan el 80% de las noticias que circulan diariamente en el mundo”: Idem, pp. 8. 41 En este punto, Gómez Isa se refiere al concepto, ampliamente divulgado de “mcdonalización”, acuñado por Marta Harnecker: Idem. 42 Tomlinson, J.: op. cit., pp. 11. 43 Aunque no admite la interdependencia cultural, tampoco niega la existencia de factores de fragmentación (ya referidos en el apartado anterior) ni de reacciones exitosas de las culturas autóctonas para intervenir en el proceso cultural mundial: Moreno, I.: op. cit, pp. 36. 44 Barker, C.: op. cit., pp. 74. 40

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culturas dominadas como una estrategia que lleva aparejada la difusión del capitalismo, y que es ejecutada por los grandes grupos de comunicación y las corporaciones transnacionales. En el otro lado de la balanza se sitúan, sin embargo, posiciones mucho menos críticas con los efectos de la globalización sobre la cultura. Entre estos autores se sitúa, por ejemplo, Vargas Llosa, para quien la invocación por parte de determinados sectores del riesgo de homogeneización cultural no es sino “una concepción inmovilista de la cultura” expresada a través de una “paranoia ideológica”45. En su opinión, no admite dudas el hecho de que se está produciendo una pérdida de diversidad cultural y lingüística en el mundo, pero con cierto aire de resignación alude al carácter de inevitabilidad46 de la globalización para obviar las consideraciones negativas que de esta manifestación se podrían desprender. Asimismo, argumenta las bondades de la globalización cultural a través de dos ideas. Por un lado, la interconexión del planeta supone una posibilidad única para los individuos de construir su propia identidad cultural, es decir, aumenta su “horizonte de libertad individual”. Por otro, defiende la idea de que la globalización no va a provocar la desaparición de las culturas locales, ya que “todo lo que hay en ellas de valioso y digno de sobrevivir encontrará en el marco de la apertura mundial un terreno propicio para germinar”. Aunque en determinados aspectos dichas argumentaciones podrían considerarse válidas, adolecen, en opinión de Gómez Isa, de una reflexión más detallada sobre uno de los aspectos centrales de la globalización cultural, como es el de la desigual relación de fuerzas entre las culturas y entre las personas que las integran. Compartimos, sin duda, la opinión de este autor. Más aún podríamos afirmar que Vargas Llosa introduce una peligrosa visión darwiniana de la cultura. Estas posturas, extremadamente favorables o críticas con respecto a la globalización se sitúan en posiciones dicotómicas de la balanza, y no son compartidas por la gran mayoría de los autores, que se sitúan en posiciones intermedias, más ricas en matices y menos dadas a ensalzar o demonizar el fenómeno. En este sentido se manifiesta, por ejemplo, Barker que pone en duda la pretendida homogeneización de la globalización en virtud de los procesos de fragmentación y de hibridación ya comentados. 45

Gómez Isa, F.: op. cit., pp. 8. La extendida creencia sobre la inevitabilidad de la globalización es una característica fundamental de la globalización neoliberal que defiende que nos encontramos ante un proceso cuasinatural contra el que no se puede luchar: Idem, pp. 3; La inevitabilidad de la globalización, unida a su irreversibilidad son dos de las premisas fundamentales del pensamiento único, impulsor del discurso bondadoso y acrítico con la globalización: García Segura, C.: op. cit., pp. 341 y ss 46

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Berger hace referencia a los mismos argumentos para cuestionar esta uniformización, y Mátyás Kovács añade que, incluso en los ejemplos homogeneizadores más aparentemente evidentes (como los de la implantación de los McDonald’s, la Coca–Cola o la música pop), “es difícil hablar de pautas uniformes de imitación y ocupación”, ya que los ejemplos de hibridación, de mutua relación y de interdependencia afectan y modifican la pretensión dominante de los mismos47. Ulrich Beck también critica la asunción más o menos generalizada, de lo que él denomina la “tesis de la convergencia de la cultura global”. Esta utopía negativa defiende que se está produciendo en la actualidad una paulatina universalización, es decir, una unificación de modos de vida, símbolos culturales y modos de conducta transnacionales48. Este autor se manifiesta contrario a esta percepción basándose nuevamente en las tendencias fragmentadoras que inciden en la globalización, y critica esta postura en cuanto favorece el surgimiento de “un solo mundo”, pero no en el sentido de una visión pluralista y enriquecedora de la relación intercultural, sino de un “solo mundo mercantil”. A modo de conclusión, podríamos afirmar que, frente a una visión negativa del fenómeno que entiende que las culturas locales quedan eclipsadas por una globalización impuesta por los países hegemónicos (occidentales) y sus características divulgadoras de una cultura universal, existe otra visión que defiende que el mundo continua mostrando una extraordinaria diversidad cultural. Este último punto de vista, en nuestra opinión más optimista y más cercano a la realidad el fenómeno, afirma que el resultado de la globalización en este ámbito específico no sería una uniformidad cultural, sino una “diversidad cultural crecientemente interconectada”49. 4.3. Emisores y receptores culturales La influencia de la globalización cultural en las culturas autóctonas viene marcada, en gran medida, por el papel que las culturas emisoras y receptoras juegan en el proceso de interacción. No se puede negar, en este sentido, que no todas las culturas están en las mismas condiciones para poder incidir en el proceso satisfactoriamente, y que el resultado de éste

47

La mayoría de los autores que han analizado la influencia de la globalización cultural en sus respectivos países dentro del estudio dirigido por Berger y Huntington rechazan la idea de que se haya producido en éstos una homogeneización cultural: Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp 23 y 202 (entre otras). 48 Beck, U.: op. cit., pp. 71 y ss. 49 La opinión de Fernández de Rota sirve de síntesis de las posturas principales mantenidas en torno a esta cuestión: Fernández de Rota, J. A., op. cit, pp. 46. 12

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depende, de forma decisiva, de las capacidades y recursos que las diferentes culturas muestran a lo largo del mismo. Llevando esta línea argumentativa al extremo, determinados autores han acudido al concepto de imperialismo cultural para caracterizar el proceso de globalización cultural como unidireccional, refiriéndose a la existencia de una cultura dominante que impone las directrices, como única interlocutora válida en este proceso50. Barker cuestiona esta consideración al estimar que, incluso en el caso de que “el flujo del discurso cultural imperante sea de Occidente a Oriente y de Norte a Sur, esto no debe entenderse necesariamente como una forma de dominación”. Asimismo, critica el propio punto de partida, cuestionando la idea de que los flujos globales del discurso cultural estén constituidos por una única dirección, es decir, “de Occidente al resto del mundo”51. Desarrollando esta idea, este autor considera que el proceso de globalización es cada vez menos unidireccional, y se configura como “un proceso de desigual desarrollo que se fragmenta al combinarse e introduce nuevas formas de interdependencia mundial”. Estas ideas llevan al autor a cuestionar la idea de la unidireccionalidad del proceso de globalización cultural basándose en la existencia de un “flujo (cultural) inverso”, es decir, de un impacto en Occidente de las ideas y prácticas culturales no occidentales52. Coincide con él Tulasi Srinivas cuando pone como ejemplo la manifiesta e importante presencia de aportaciones no occidentales al proceso de globalización, que lo convierten en bidireccional53. Otros autores defienden esta misma postura aunque mediante el empleo de diferentes argumentos. En este sentido, Isidoro Moreno, considera que la reafirmación de los referentes culturales de las “identidades colectivas diferenciadas” adquiere, en el marco de la “cultura mundial”, un eco sin precedentes y paradójicamente, estos procesos de identificación cultural no están reñidos, con el cada vez mayor uso instrumental que estos actores realizan de elementos y dinámicas pertenecientes al propio proceso de globalización54. 50

Se podría acudir en este punto a los conceptos, acuñados por Federico Mayor Zaragoza, de “globalizadores” y “globalizados”, es decir, a los dominadores y los excluidos del proceso de la globalización. No hay que olvidar que entre los “globalizados” se encuentran más de tres cuartas partes de la población mundial: Gómez Isa, F.: op. cit., pp. 4. 51 Barker, C.: op. cit., pp. 75. 52 Idem, pp. 81. 53 Este autor encargado específicamente de analizar el impacto de la globalización cultural en la India, pone claros ejemplos para justificar su argumento de la bidireccionalidad cultural de la globalización. Entre ellos, nuevamente, la introducción de las prácticas New age (meditación, yoga, tantrismo, curación espiritual, etc.) en la cultura occidental: Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp 112. 54 Por ejemplo, la utilización de Internet por el movimiento zapatista de Chiapas: Moreno, I.: op. cit, pp. 37; Otro ejemplo lo constituiría la incipiente instrumentalización de las nuevas tecnologías por parte de los denominados 13

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Sin embargo, esta idea de la bidireccionalidad de la globalización tampoco puede eludir la presencia de grandes condicionantes que inciden en la posición de los actores en este proceso de intercambio. Como bien expresa el autor hindú Tulasi Srinivas, las previsiones acerca del surgimiento de una clase marginada global obligan a reexaminar el propósito de la globalización y la participación de los actores en la misma55. En la situación actual, indudablemente las diferencias en este sentido permitirían establecer una determinada jerarquía entre los emisores, ya que no todos cuentan con las mismas oportunidades de incidir en el proceso. Asimismo, esta dicotomía existente entre las posibilidades de los emisores tiene su reflejo en la otra cara de la moneda. En palabras de Ann Bernstein, “la difusión de las fuerzas culturales globales se produce con mayor facilidad en unos niveles que en otros”56, es decir, los receptores de la cultura (las culturas autóctonas) tampoco cuentan con la misma capacidad de reacción e incidencia frente a la influencia de las culturas emisoras. Esta argumentación permite a Huntington diferenciar entre culturas “fuertes” y “débiles”57. Berger desarrolla esta idea afirmando que, mientras determinadas culturas del Este y del Sudeste asiático (especialmente Japón, China y la India) han sido especialmente “fuertes”, determinadas culturas africanas y europeas han sido relativamente “débiles”. Los ejemplos de ambos modelos de receptores culturales son variados en la geografía mundial58. El ejemplo, de Alemania es, a este respecto, curioso. A pesar de que podría pensarse que se trata de una cultura “fuerte”, la sensibilidad que despertaba cualquier posible acusación de resurgimiento nacionalista “ha minado la predisposición a aseverar la autoestima cultural germana y ha provocado una postura relativamente pasiva frente a las influencias procedentes de exterior”59.

smart–mobs o flash–mobs (movilizaciones organizadas, generalmente por grupos antiglobalización, a través de Internet y de la telefonía móvil). 55 Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp 141. 56 Idem, pp 221 y ss. 57 El autor advierte que el establecimiento de esta diferenciación se basa exclusivamente en la creación de categorías descriptivas, pero no en la elaboración de juicios de valor: Idem, pp 24. 58 Tulasi Srinivas considera que la India tiene una cultura “con una gran densidad cultural” (una cultura “fuerte”) que puede incluso, proporcionar un modelo de modernidad alternativo viable. Por su parte, Ann Bernstein, analizando la situación de la cultura sudafricana, afirma que la resistencia a las fuerzas globalizadoras ha sido mínima, y que incluso “la gran mayoría de los sudafricanos hacen gala de un entusiasmo y de una velocidad extraordinarias a la hora de adoptar todo lo que pueden de los nuevos mores, tecnologías, música, modas e ideas que emanan tanto de Estados Unidos como de otros lugares”: Berger, P. L., Huntington, S. P., pp 113 y 221. 59 Esto ha provocado que Alemania (especialmente su parte occidental) pueda considerarse el “país más americanizado de Europa”: Idem, pp 24. 14

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Al margen de las propias capacidades y realidades de las culturas receptoras y emisoras, existen, asimismo, condicionantes externos que pueden influir en las dinámicas de interacción, alentando o controlando el proceso. Entre estos condicionantes destacan la “globalización gestionada” y la consideración de la “globalización como ideología o discurso”. Por un lado, como elemento controlador del proceso globalizador nos encontramos con todas aquellas dinámicas y estrategias empleadas por los propios Estados con la intención de “controlar” de cierta forma la globalización cultural. Francia, Québec (incluso Canadá en su conjunto), China y Sudáfrica son ejemplos de este fenómeno60. En el caso de China, por ejemplo, Yunxiang Yan se refiere a una “globalización gestionada”, estrategia del gobierno chino para, ante la posibilidad planteada por la globalización, tratar de alcanzar el nivel de los países desarrollados. Esta estrategia general se concreta en el ámbito cultural en la consecución de un necesario equilibrio entre las ventajas e inconvenientes de la globalización cultural61. En otros casos, como por ejemplo en la Sudáfrica de Mbeki, esta intervención pretende ser una reacción a las propias debilidades internas del país en el plano cultural, con el objetivo de “extraer una modernidad alternativa”62. Ante la visión propia, según las categorías de Huntington, como un Estado “débil” frente a la globalización, determinados mandatarios pretenden “gestionar” sus dinámicas por medio de medidas estatales con el objetivo de limitar sus consecuencias más perjudiciales. Por otro lado, en cuanto a las influencias externas que pueden alentar el proceso globalizador destacan las argumentaciones, generalmente defendidas por los grupos económicos e informativos interesados en las dinámicas económicas que la globalización arrastra, que presentan a este fenómeno como un discurso hegemónico. Para esta forma de pensamiento, denominada por García Segura, como “pensamiento único”63 la globalización cobra una dimensión ideológica que no permite diferenciar entre la realidad del fenómeno y el grado de adhesión al mismo, ya que su discurso se dirige a enraizar y legitimar la globalización.

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Idem, pp 29. Idem, pp 34 y 35. 62 Idem, pp 29. 63 García Segura, C.: op. cit., pp. 341 y ss. 61

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Asimismo, esta dinámica tiene dos objetivos fundamentales64. Por un lado, la defensa de la idea de inevitabilidad e irreversibilidad de la globalización, es decir, un marcado determinismo de sus dinámicas. Por otro, la proclamación de la objetividad de los discursos bondadosos sobre la globalización. En este sentido, este fenómeno se manifiesta como inherentemente bueno y deseable, y no susceptible de ser discutido ni cuestionado porque se legitima a sí mismo. La pasividad ante esta forma de pensamiento supone un peligro evidente, ya que, como afirma Robert Cox, las construcciones teóricas siguen a la realidad, pero también puede formarla, orientando la conducta de quienes la reproducen o la alteran65. Gran parte de los autores se enfrentan con firmeza a esta forma de pensamiento, solicitando una visión más crítica del fenómeno y sus dinámicas, negando la sacralización del mismo y defendiendo el papel del pensamiento crítico como respuesta al “pensamiento único”66.

5.

CONCLUSIONES La globalización es un caudaloso río que riega absolutamente todos los campos. La

cultura no es ajena a esa influencia, y la intensa relación entre ambos conceptos, cultura y globalización, trae consigo un constante proceso de interacciones e imbricaciones mutuas que debe ser analizado en profundidad. En este sentido frente al inmovilismo o pasividad de las culturas autóctonas ante los procesos globalizadores predicado por determinados autores, éstas también pueden proponer alternativas válidas que permitan un enriquecimiento del proceso y que posibiliten la obtención de beneficios para todos los intervinientes culturales. Del mismo modo que es criticable ensalzar exageradamente las bondades de la globalización o pretender defender la objetividad del discurso sobre la misma por parte de determinados sectores e intereses económicos y políticos, tampoco podemos creer que las

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Diferentes autores coinciden en considerar estos dos objetivos del discurso del “pensamiento único” como los más peligrosos para las culturas receptoras por la carga acrítica que encierran respecto del fenómeno: Moreno, I.: op. cit, pp. 37 y 38; Berger, P. L., Huntington, S. P., op. cit., pp 141 y 142; García Segura, C.: op. cit., pp. 341. 65 Este autor profundiza sobre la cuestión al considerar una concepción utilitarista de la teoría, “la teoría siempre está al servicio de alguien y de algún objetivo”: García Segura, C.: op. cit., pp. 343. 66 Idem, pp. 342. 16

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dificultades sean tan extremas como para que no sea posible modificar determinadas tendencias negativas que se desarrollan en la actualidad. Sin esconder el riesgo de pérdida de diversidad, y de homogeneización cultural, las respuestas a las dinámicas perjudiciales de la globalización sobre la cultura existen en todo el mundo. Desde la “globalización gestionada” china hasta la hibridación o las subglobalizaciones en Europa, la globalización es moldeada de la misma manera que ella moldea. En este sentido, el mosaico cultural del mundo persiste, como el propio concepto de cultura, en permanente dinamismo y definición y, en este baile constante con la globalización, la heterogeneidad y la fragmentación parecen vencer a la homogeneidad y la unicidad. Sin embargo, del mismo modo que plantear la dicotomía entre heterogeneidad y homogeneidad no tiene sentido, plantear la existencia de dos bloques enfrentados de personas, autores, concepciones o teorías sobre la globalización (o sobre la globalización cultural) ha dejado también de tenerlo. El grupo intermedio de posturas y autores, generalmente más reflexivos y constructivos, es tan numeroso, tan rico en matices y en propuestas, tan abierto y dinámico que debe forzosamente convertirse en el motor de nuestra reflexión. Frente a las posturas que ven la globalización cultural como una amenaza (un riesgo que no se debe correr) o como la panacea para todos los males del mundo, existe una variedad de ideólogos cargados de buena voluntad, imaginación y optimismo. Especialmente gratificantes son las posturas mantenidas por autores como Felipe Gómez Isa y Caterina García Segura ya que ofrecen esperanzas sobre dinámicas más justas y respetuosas de la globalización. La globalización tiene ya un lógica autopoiética, es decir, es un proceso que, en cierto modo, se auto–organiza, se mantiene y se desarrolla por sí mismo. Sin embargo, su dirección y control todavía corresponden a la humanidad, responsable en último término de sus aciertos y errores.

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